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Instituto Orsino

Prof.: Florencia De Feo


Literatura - 3º año

Ficción histórica y novela testimonial

Introducción

Desde que el hombre vive en comunidad se puede rastrear la voluntad de dejar


testimonio de la historia para las generaciones venideras. Así surgieron, por ejemplo, las
pinturas rupestres y los mitos y leyendas de los pueblos originarios, que transmitieron de
generación en generación relatos creados oralmente por la comunidad para contar sus
historias. Con el correr del tiempo, la aparición de la poesía épica marcó el origen de la
novela ficcional. Creada y transmitida oralmente, este tipo de poesía narra las historias de
cada civilización. De esta manera, no solamente se cuentan las grandes hazañas de un héroe
sino que también se comienza a forjar la identidad cultural de una nación o de un pueblo.

En general, el elemento ficcional de los poemas épicos se relaciona con la aparición de


seres y episodios sobrenaturales, en los que se mezcla la magia con la superación de
obstáculos que forjan una nación, como el caso de Beowulf, en la literatura inglesa, o El
cantar de mio Cid, en la literatura española. Este último es importante por ser la más antigua
y extensa obra poética que se conserva en lengua castellana.

Pero si bien la literatura estuvo desde sus comienzos ligada a la transmisión histórica y
cultural dentro de una comunidad, fue en el siglo XIX, con el auge de la historia como
disciplina, que cobró más fuerza el género de la novela histórica. Durante este período, la
reconstrucción de la historia resultaba una preocupación para los historiadores y cronistas.
Los cambios acelerados de la sociedad a partir de las revoluciones de fines del siglo XVIII
debían ser plasmados por escrito y narrados para la posteridad. Por otra parte, la
conformación de los Estados nacionales modernos demandaba la creación de linajes
culturales y literarios que representaran las costumbres y el folklore de cada nación, por lo
que el desarrollo de los relatos épicos nacionales encontró un terreno fértil para crecer, de la
mano de la literatura realista.

La producción de numerosas novelas históricas, como Noventa y tres, de Víctor Hugo,


publicada en 1874, o la serie de los Episodios nacionales, de Benito Pérez Galdós, publicada
entre 1872 y 1912, marcó una tendencia dentro de la narrativa del siglo XIX. Durante el siglo

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XX, el género se enriqueció a partir de la narración de los grandes enfrentamientos bélicos,


sobre todo relacionados con la Segunda Guerra Mundial, que generó una oleada de
ficciones históricas a partir de los testimonios de los sobrevivientes de los campos de
concentración, como por ejemplo, La ladrona de libros de Markus Zusak.

Hoy, el amplio mercado televisivo de las series históricas (The Crown o Downton
Abbey)demuestra que se trata de un género que sigue produciendo nuevos textos y que
sigue encontrando un receptor activo, deseoso de aprender y reflexionar sobre la historia de
los pueblos.

La ficción histórica

Cuando se habla de literatura realista se hace referencia a todos aquellos relatos que
reconstruyen hechos verosímiles para el lector, en un espacio y un tiempo reconocibles. Es
decir, son hechos que podrían suceder en la realidad.

La ficción histórica es un tipo de relato realista que se construye en los límites de la


ficción, a partir de la conjugación de dos elementos aparentemente contradictorios: la
fantasía y la historia. En estas narraciones, la ficción se confunde con la realidad, ya que el
marco narrativo recrea condiciones históricas reales. Es por eso que es necesario que el
lector comprenda el concepto de ficción y acepte el pacto de lectura según el cual el autor
tiene la habilidad de inventar historias mínimas ficticias que ocurren en torno a un hecho
histórico real.

Para saber que se está frente a una ficción se recurre de manera inconsciente a
mecanismos que permiten reconocer, en una situación, un fingimiento lúdico compartido.
Esto quiere decir que la ficción es el engaño que los lectores aceptan como participantes de
una situación en la que la mentira se convierte en un juego o en una experiencia estética.

Esto es la literatura: el fingimiento lúdico compartido a través de las palabras. Así. el


interlocutor cree, por el pacto de lectura, que aquello que cuenta el narrador es o puede ser
verdad, sin importar el género al que pertenezca la historia. Ya sea que se trate de una
ficción histórica, un relato policial, fantástico, de terror o de ciencia ficción, una novela

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gótica u otro género, la literatura nos invita a creer en esos mundos posibles, aceptando el
engaño al que nos enfrenta el autor como elemento constitutivo del hecho literario.

Ficción y realidad

El riesgo que se corre con la ficción histórica es el de creer que los hechos narrados
pertenecen a la realidad histórica. Si no se identifica correctamente el límite entre la
invención y la reconstrucción de un momento histórico, es posible confundirse y asimilar a la
historia hechos que no sucedieron.

En estos relatos, el autor recrea con exactitud un episodio histórico y sus participantes,
pero se da la licencia artística de crear o inventar pequeñas escenas ficcionales que se ven
afectadas por ese contexto histórico. Es necesario tener en cuenta que el autor de este tipo
de relatos no tiene vocación de cronista: no pretende relatar hechos reales, sino utilizar un
hecho histórico real como trasfondo para la invención de una historia.

Autor y narrador

Una de las claves para evitar caer en engaños involuntarios al leer ficciones históricas es
analizar la presencia del narrador en los textos literarios. La relación entre autor, narrador,
personajes y lector constituye el eje central del juego de la ficción. El narrador es la voz
ficcional que cuenta los hechos y debe distinguirse del autor empírico, es decir, la persona
real que escribe el relato.

Focalización

El autor de un relato puede elegir distintos tipos de narrador y de puntos de vista para
contar la historia. La focalización es entonces la distancia que adopta el narrador con
respecto a los hechos.

En ocasiones, el narrador no forma parte de los hechos pero conoce los sentimientos y
pensamientos de todos los personajes. En estos casos se trata de un narrador con
focalización cero, que puede contar de manera amplia lo que sucede. En otros casos, el

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narrador puede adoptar la voz de un personaje en particular, ya sea el protagonista de la


historia o un testigo de los hechos, dando lugar a la focalización interna. En este caso, el
conocimiento de los hechos es limitado, ya que solo puede contar aquellos acontecimientos
de los que forma parte y desconoce los pensamientos de los demás personajes.

En un punto intermedio entre estos dos tipos de narrador se encuentra el narrador con
focalización externa, que conoce todos los sucesos pero su conocimiento se limita a
aquellas situaciones que puede observar y describir.

Voces en la narración

Si en el relato se suspende la voz del narrador y aparecen las voces de los personajes, ya
sea mediante intervenciones identificadas con una raya de diálogo o puestas entre comillas,
se trata del estilo directo. Por ejemplo: —Bueno, bailemos —contestó Emilio; “Así que esto
es la guerra?”, pensó Emilio Careaga.

Cuando el narrador utiliza sus palabras para describir una situación comunicativa, se
trata del estilo indirecto. Por ejemplo: Emilio [...] se preguntaba si ella sabría que [...] estaba
pensando en ella...

El caso más extraño se da cuando las voces del narrador y del personaje se funden. Por
ejemplo: ... para que Mercedes Padierna le repitiera para siempre que esos fusiles podían ser
el fin del mundo pero que no lo serán, amor, no lo serán porque una vez, cuando tenías
quince recién cumplidos, estiraste el brazo y sacaste un clavel de una bandeja para dármelo.
Este recurso se denomina estilo indirecto libre y carece de marcas que identifiquen el
cambio de la voz. El lector atento debe identificar en qué momento se produce el quiebre.

La novela testimonial

Este género, también conocido como no ficción, se puede ubicar en un punto de


contacto entre la literatura y el periodismo. A diferencia de la novela ficcional, en este tipo
de relato el autor realiza una exhaustiva investigación previa con la finalidad de narrar los
hechos históricos de la manera más fiel posible. Sin embargo, utiliza poético que, sin
modificar los hechos, embellece la narración de lo ocurrido.

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Rodolfo Walsh fue el principal impulsor de este género en la Argentina, mientras que a
nivel internacional la figura más relevante es el autor estadounidense Truman Capote
(1924-1984). Su libro A sangre fría recrea los hechos ocurridos en la masacre de Kansas. Para
escribirlo, el autor mantuvo largas entrevistas con los asesinos, condenado a la pena de
muerte.

El narrador de estas historias adopta el punto de vista de observador e investigador, y


su finalidad es transmitir la historia desde los detalles más íntimos. En este sentido, las
motivaciones, los pensamientos y los sentimientos de los personajes serán producto de la
investigación, no de la imaginación del autor. Las licencias creativas que son posibles en la
ficción histórica quedan desestimadas en este género, que pretende contar la verdad de los
hechos y sus particularidades tal como ocurrieron.

Recursos de la novela testimonial

Para poder escribir una novela testimonial, el autor necesita contar con información
verídica, y para producir su texto utilizará los recursos de los relatos realistas y de los textos
periodísticos.

La descripción de los personajes es característica de este género, ya que deben re


crearse personajes reales que efectivamente existieron y formaron parte de los hechos. Para
presentarlos, se utiliza frecuentemente el retrato como tipo textual descriptivo. A diferencia
de lo que sucede en la ficción histórica, no se crean personajes secundarios a la historia
oficial, sino que se busca contar con detalle las mínimas historias de los personajes reales.

La supuesta objetividad del narrador al momento de contar los hechos es producto de


la relación entre estos textos y el periodismo de investigación. El narrador solamente puede
reconstruir los hechos a partir de lo que le fue contado en entrevistas o a partir de los datos
que recopila en su proceso de estudio previo. Sin embargo, es un género particularmente
subjetivo, dado que el autor decide qué parte de la historia contar y desde qué punto de
vista. Esta decisión marcará la postura crítica del autor y, en muchos casos, generará una
denuncia social acerca de la manera en que esos hechos fueron narrados previamente. La

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investigación apunta a encontrar los datos históricos que fueron velados por los periodistas
o los historiadores que narraron los hechos con anterioridad.

La focalización del narrador varía según la necesidad de acercarse o alejarse de la


materia narrada. Generalmente, los autores recurren a un narrador testigo que se hace
cargo de la investigación y aborda los hechos desde un punto de vista externo: narra y
describe desde el lugar del testigo que se acerca a los hechos para contarlos de may estética.

La utilización del discurso directo es una herramienta narrativa propia del cronista.
Incluir las palabras de los personajes brinda más veracidad a la investigación, ya que los
testimonios son la base de la narración.

Texto adaptado de Lengua y Literatura III, Ed. Edelvives, Serie Convergente.

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