La Provincia DE Frailes Menores Capuchinos DE Castilla: P. Buenaventura de Carrocera O. F. M. Cap

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P.

BUENAVENTURA DE CARROCERA
O. F. M. Cap.

LA PROVINCIA
DE
FRAILES MENORES CAPUCHINOS
DE
CASTILLA
VOL. I

1575 - 170 1

MA DRI D
1949
Adm inistración de «El M ensajero Seráfico»
Plaza de Jesús, 2
L A P R O V IN C IA D E F R A IL E S

MENORES C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A
P. BUENAVENTURA DE CARROCERA
O. F. M. Cap.

LA PROVINCIA
DE
FRAILES MENORES CAPUCHINOS
DE
CASTILLA
VOL. I
15 7 5 - 17 0 1

MADRI D
1949
Administración de «El Mensajero Seráfico
Plaza de Jesús, 2
Nihil obstat:
Fr. T eófilo de Gusendos,
O. F. M. Cap.

Puede imprimirse:
fr. hiqinio de trascastro, O. F. M. Cap.,
Min. Prov.
Madrid, 14 de noviembre de 1948

Nihil obstat:
Dr. Manuel Fernández lerena

Imprimase:
t Casimiro morcillo,
Obispo Auxiliar y Vic. Gen.
Madrid, 17de noviembre de 1948
I N D I C E
PÁGS.

Introducción ...................... XIII

CAPITULO PRELIMINAR
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA
i. La Orden Capuchina.— 2 . Origen y progresos.— 3 . Los Capuchi­
nos se extienden fuera de Italia.— 4 . Venida a España.— 5 . Esta­
bléceme en Barcelona.— 6 . Fundación de las tres primeras Pro­
vincias: Cataluña, Valencia y Aragón.— 7 . Situación jurídica ... 1

P A R T E P R I M E R A

PRIMER PERIODO
DE LA HISTORIA DE LA PROVINCIA DE CASTILLA.
DESDE SU FUNDACION HASTA SU DIVISION
(1 5 7 5-1 62 5)

CAPITULO PRIMERO
PRIMEROS INTENTOS DE ESTABLECERSE EN CASTILLA
1 . Los Capuchinos en El Viso.— 2 . Fracaso de aquella fundación.—
3 . Oposición de los contrarios.— 4 . Oposición interna.— 5. Tra­
bajos para fundar en la Corte ....................................................... 23
CAPITULO II
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACION EN CASTILLA
1 . Esfuerzos para hacerlo en Madrid.— 2 . El P. General, Jerónimo
de Castelferretti, el P. Serafín de Policio y S. Lorenzo de Brin­
dis en la Corte.— 3 . Se vencen todas las dificultades.— 4 . Toma
de posesión en el Hospital de los Italianos.— 5 . Una cuestión
histórica .............................................................................................. 35
VI LA PROVINCIA DE FF . MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

PÁGS.

CAPITULO III
EL PRIMER CONVENTO DE MADRID
i. En busca de sitio para convento.— 2 . La primera comunidad.—
3 . El convento de San Antonio del Prado. — 4. Los primeros
aspirantes ...................................................... 47
CAPITULO IV
MAS CONVENTOS EN CASTILLA
1. El de Toledo.— 2 . El de Alcalá de Henares.— 3. El de El Pardo... 55

CAPITULO V
OTRAS FUNDACI ONES
1. Andalucía recibe a los Capuchinos.— 2 . Se funda en Anteque­
ra.— 3. Convento de Salamanca.— 4. El de Granada ................... 66
CAPITULO VI
GOBIERNO DE CASTILLA
1. Comisariato del P. Serafín de Policio.— 2 . El P. Iluminado de
Mesina, nuevo Comisario.— 3 . Visita del P. General.— 4. El P. Ga­
briel de Valencia, Comisario provisional ...................................... 77
CAPITULO VII
LA PROVINCIA DE CASTILLA
1 . Castilla se erige en Provincia.— 2 . Su gobierno.— 3 . P. Bemardino
de Quintanar.— 4. P. Félix de Granada.— 5. El P. General visita
la Provincia.— 6. El P. Diego de Quiroga, tercer Superior Pro­
vincial ................................................... 84
CAPITULO VIII
AUTORIZACION PARA NUEVAS FUNDACIONES
1 . Permiso del rey para 36 conventos.— 2. El de Cubas.— 3 . El de
Málaga.— 4. El de Toro.— 5. El de Jaén.— 6. El de Andújar ... 94
CAPITULO IX
ORGANIZACION
1 . Noviciado.— 2 . Estudios.— 3 . Vida de l o religiosos en Castilla... 108
CAPITULO X
CASTILLA Y ANDALUCIA
1 . Causas de la división de la Provincia de Castilla.— 2 . La Custodia
de Andalucía.— 3 . Límites.—4. Estadística.— 5. Mutua carta
de Hermandad ................................................................................ 116
ÍNDICE VII

PÁGS.

SEGUNDO PERIODO
DESDE LA DIVISION DE LA PROVINCIA HASTA COMIENZOS DEL SIGLO XVIll
( 1 6 2 5 -I 7 OI)

EPOCA PRIMERA
Desde la división hasta la iniciación del apostolado entre infieles
(1 6 2 5 -1 6 4 5 )

CAPITULO PRIMERO
REORGANIZACION Y GOBIERNO
1. Provincialatc del P. Diego de Quiroga.— 2 . Gobierno de los PP. Se­
bastián de Santa Fe y Alejandro de Valencia.— 3. Dos Visitadores
de Castilla a Andalucía y Valencia.— 4. Un Visitador a Castilla.—
5 . Los PP. Juan de Ocaña y Cristóbal de Morentin.— 6 . Actividad

apostólica.— 7. El P. Serafín de León y las nuevas Constitucio­


nes.— 8. Imporantes ordenaciones capitulares ............................... 1 2 1

CAPITULO II
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS
1. Convento de Villanueva del Cárdete.— 2 . El de Segovia.— 3. Pleito
con los Descalzos.— 4. Convento de Valladolid.— 5. El de Villa-
rrubia de los Ojos.—6. El de La Paciencia ................................... 1 3 8

CAPITULO III
REFORMAS Y FUNDACIONES FRUSTRADAS
1 . Nueva iglesia en Toledo.— 2. Nuevo convento e iglesia en El
Pardo, — 3 . Fundación frustrada de Valdemaqueda. — 4 . La de
Becerril de Campos ........................................................................ 1 5 6

EPOCA SEGUNDA
Desde la iniciación del apostolado entre infieles hasta la abolición
de los Discretos Capitulares
(1 6 4 5 -1 6 9 3 )

CAPITULO IV
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA 1 6 5 7
1. Provincialatc del P. Leandro de Murcia.— 2. Las Misiones entre
infieles.— 3 . La del Darién.— 4. Intento de fundación en Lima.—
5 . Visita del P. General Inocencio de Caltagirone.— 6. Gobierno
VIH LA PROVINCIA DE F F . MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

PÁGS.

de los PP. Alejandro de Valencia, Bernardino de Quiroga, Diego


de Arévalo y Buenaventura de Toledo.— 7. Actividades en estos
años .................................. 163
CAPITULO V
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE OTRAS FUNDACIONES
1 . Convento de Sta. Leocadia de Toledo.— 2 . Tercer convento de
Alcalá de Henares. — 3. Intento de fundación en Burgos.— 4.
Idem en Roa ............................. '.................................................. 174

CAPITULO VI
EXTENSION DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES
1. Misión del Congo.— 2. El P. Buenaventura de Cerdeña.— 3 . El
P. Juan de Santiago.— 4. Los PP. José de Pernambuco y Fran­
cisco de Veas. — 5. Misión de Guinea y Sierra Leona. — ó.
Los PP. Antonio de Jimena y Serafín de León.— 7 . Misión del
Darién.— 8. Martirio del V. P. Antonio de Oviedo .................... 184
CAPITULO VII
VIDA DE LA PROVINCIA DESDE 1657 A 1678
1. Gobierno del P. Francisco de Yecla. Misión de Arda.— 2. Provin-
cialato del P. Basilio de Zamora y del P. Pedro de La Morale­
ja. Movimiento científico-literario.— 3. Dos Visitadores generales
de Castilla.— 4. Los Provinciales PP. Manuel de Madrid y An­
tonio de Caller. — 5. Importantes ordenaciones sobre los estu­
dios.— 6. P. Antonio de Fuentelapeña. Las misiones populares.—
7 . P. Martín de Torrecilla. Visitadores generales de Castilla a
Sicilia y Navarra. Nueva misión para Guinea.— 8. El P. General,
Esteban de Casena, en Madrid.— 9. Actividades más importantes
en estos años .......... 198
CAPITULO VIII
AUMENTAN LOS CONVENTOS
1 . El de Laguardia.— 2 . El de Jadraque.— 3.Fundación frustrada en
Fuenmayor.— 4. Idem en Monteagudo.— 5. Idem en Ausejo.— 6.
Idem en La Puebla de Sanabria .................................................. 211
CAPITULO IX
NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES
1. La de Arda: sus vicisitudes.— 2 . Por segunda vez la de Gui­
nea y Sierra Leona. Contradicciones.— 3. El prefecto P. Antonio
de Trujillo.— 4. Frutos conseguidos .......................................... 219
ÍNDICE IX

PÁGS.

CAPITULO X
VICISITUDES DE CASTILLA DESDE 1678 HASTA 1693
i. El P. Torrecilla, Definidor general.— 2 . Su destierro a Portugal
y disturbios en la Provincia.— 3. Provincialato del P. Félix de
Bustillo. Nueva misión al Darién.— 4. Gobierno de los PP. Ber­
nardino de Toledo, Manuel de -Madrid y Gregorio de Guada­
lupe. Adimisión dé donados. Nuevos disturbios. Misiones popu-
lares.— 5. LTn Visitador a Castilla.— 6. El P. Antonio de Tru-
jillc.— 7 . Actividades en estos años ............................... 230

CAPITULO XI
UN CONVENTO Y TRES INTENTOS DE FUNDACION
1. Convento de Tarancón.— 2. Fundación frustrada en El Toboso.
3. Idem en Piedrabuena.— 4. Idem en Carrascosa ..................... 244

CAPITULO XII
NUEVA MISION AL DARIEN
1. Castilla se encarga de esta misión por segunda vez.— 2 . Pocos éxi­
tos alcanzados.— 3. Capuchinos castellanos en otras misiones de
América.— 4. En la de Cumaná.— 5. En la de Los Llanos ........... 250

EPOCA TERCERA

Desde la abolición de los Discretos hasta comienzos del siglo xvm


(1693- 17 0 1)

CAPITULO XIII
GOBIERNO Y VIDA DE LA PROVINCIA
i. Provincialato del P. Bernardino, de Madrid.— 2 . Abolición de los
Discretos Capitulares.— 3. El P. Bernardino, de Granada.— 4. Flo­
recimiento de la predicación.— 5. Gobierno de los PP. Gregorio
de Guadalupe y Antonio de La Puebla.— 6. Muerte de Carlos III.
7 . Resumen de estos años ............................................................. 258

CAPITULO XIV
ULTIMAS FUNDACIONS EN EL SIGLO XVII
1. El convento de Esquivias.— 2 . Fundación frustrada en Haro.— 3.
Estadística ......................................................................................... 270
X LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

PÁGS.

P A R T E S E G U N D A

CAPITULO PRIMERO
MORADA DE LOS RELIGIOSOS
i. Conventos. Modo de edificarlos.— 2 . Iglesias. Adornos..— 3 . Huer­
ta.— 4. Biblioteca.— 5. Calentador.— 6. Enfermería ................... 280

CAPITULO II
REGIMEN Y ORGANIZACION
r Los Capítulos Provinciales: su autoridad; modo de celebrarse.
2 . Los Ministros Provinciales.— 3 . Definidores.— 4. Custudios.—
5. Guardianes.— 6. Vicarios.— 7. Familia conventual .............. 287

CAPITULO III
ADMISION Y FORMACION
1. Vocaciones.— 2 . Admisión de candidatos.— 3 . Información.— 4. Or­
ganización del noviciado: Maestros de novicios: formación de és­
tos.— 5. Conventos.— 6. Continuación delnoviciado:los nuevos. 294

CAPITULO IV
LOS ESTUDIOS
1. Posición de la Provincia.— 2 . Seminarios de nuevos: estudios pre­
paratorios.— 3 . Estudio de la Filosofía y de la Teología.— 4. Doc­
trinas y escuelas seguidas: escritores ........ 299

CAPITULO V
VIDA COMUN Y OBSERVANCIA REGULAR
1. Sostenimiento de la vida.— 2 . La pobreza.— 3. Los enfermos y
huéspedes.— 4. Horarios conventuales.— 5. Oficio divino.— 6. Pe­
nitencias y mortificaciones.— 7. Trato con losseglares .. ............ 309

CAPITULO VI
ESPIRITUALIDAD EN LA PROVINCIA
i Formación espiritual.— 2 . Fuentes de espiritualidad.— 3. Manifes­
taciones.— 4. Maestros de la vida espiritual y corrientes ascético-
místicas ............................................................................ 317
ÍNDICE XI

PÁGS.

C A P IT U L O V II

APOSTOLADO DE LA PREDICACION
i. Su importancia.— 2. Predicadores y Misioneros.— 3 . Clases de
predicación.— 4. Congregaciones y devociones.— 5. Devocionarios.
6. Predicadores más célebres.— 7 . Predicadores cíe reyes ......... 328

CAPITULO VIII

OTRAS CLASES DE APOSTOLADO


I. Confesonario.-—2 . Dirección de almas.— 3. Asistencia a enfermos,
moribundos y hospitales.— 4. Culto en nuestras iglesias.— 5. La
Orden Tercera ........................................................ 340

CAPÍTULO IX

EN PRO DE LA IGLESIA, DE LA ORDBN Y DE LA PATRIA


1. Servicios prestados a la Iglesia. Impugnadores del error. Califi­
cadores de la Inquisición.— 2 . Amantes de las glorias de la Orden.
3 . Defensores de sus derechos. El P. Procurador.— 4. Servicios
a la Patria ....................................................................................... . 351

CAPITULO X
RELIGIOSOS INSIGNES
1. P. Serafín de Policio.— 2 . P. Francisco de Sevilla.— 3. P. Juan
de Villafranca.— 4. P. Severo de Lucena ................................. 360

CAPITULO XI

CONFESORES DE RE>ES

I. Ei P. Diego de Quiroga. Su actividad diplomática. Su personali­


dad.— 2 . Ei P. Alejandro de Valencia. Su influencia y su valer... 374

CAPITULO XII

PREDICADORES MAS DISTINGUIDOS


i P. Juan de Ocaña.— 2 . P. Miguel de Lima.— 3 . P. Bernardino de
Jvladrid.— 4 . P. José de Madrid ................................................... 3^3
XII L A PROVINCIA DE FF . M M . CAPUCHINOS D E CASTILLA

PAgs .

CAPITULO XIII
ILUSTRES MISIONEROS
I. El V. P. Antonio de Oviedo, misionero y mártir en el Darién.—
2 . El V. P. Serafín de León, apóstol de Sierra Leona ............. 391

CAPITULO XIV
SABIOS Y ESCRITORES
l. Vida, escritos y mérito literario del P. Leandro de Murcia.— 2 .
Idem del P. Antonio de Fuentelapeña.— 3. Idem del P. Martín
de Torrecilla ..................................................................................... 399

CAPITULO XV
AUREOLA DE SANTIDAD
1. Vida ejemplar y austera.— 2 . Vida de retiro, oración y predica­
ción.— 3 . Veneración popular, de reyes y prelados.— 4. Ejemplos
vivientes ............................................................................................ 416
I NTRODUCCI ON

Uno de los deberes que me impuse al recibir el cargo de Archi­


vero y Cronista de la Provincia Capuchina de Castilla, fué recoger los
materiales necesarios para escribir su historia; pero en la convicción
de que habría de ser necesariamente tal como hoy en día se exigen
los trabajos de este género; es decir, una historia documentada y al
propio tiempo con la mayor amplitud posible, a fin de dar a conocer
lo que en todos sus aspectos ha sido la Provincia en el pasado y es asi­
mismo en el presente.
El llevar a cabo este trabajo era llenar, por otra parte, un vivo
anhelo de los religiosos de nuestra Provincia, que siempre han acogido
con visibles muestras de regocijo y han aplaudido con entusiasmo
cuanto a enaltecerla vaya dirigido, y que repetidas veces han manifes­
tado ardientes deseo1; de saber lo que han hecho nuestros antepasados
para en cierto modo emular y aun superar aquellas gloriosas gestas.
Además, lo exigía así el decoro de la Provincia. No podemos es­
perar en manera alguna que manos extrañas ni ajenos investigadores
vengan a sacar del olvido y del secreto nuestras propias glorias; apar­
te de que no lo harán, somos nosotros quienes en justicia y por obli­
gación las hemos de dar a conocer.
Finalmente, es cosa que cerca de medio siglo vienen urgiendo y
hasta exigiendo en cierto modo los Superiores de la Orden, quienes
en cartas y alocuciones a los Superiores Provinciales han exhortado
con apremiante celo para que cuanto antes se realizase esa labor tan
importante como necesaria. Sin ella no podrán los religiosos jóvenes
ser debidamente instruíaos en cuanto concierne a la historia de lo
pasado; y sólo así podrán imbuirse en el espíritu de la Orden y com­
penetrarse de lleno con las tradiciones recibidas de nuestros mayores,
y hallar estímulo para la virtud y el estudio en los que en épocas pa­
sadas lucieron cual astros refulgentes por su ciencia y su santidad.
De esas y otras múltiples razones nacía una obligación, nunca desde
luego cumplida por mí con mayor satisfacción cuanto que estoy plena­
XIV LA PROVINCIA DF. F F . M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA

mente convencido de que este trabajo, además de servir de aliciente


para que otros emprendan iguales o parecidos estudios, será un estí­
mulo para toda nuestra juventud.
Decidido, pues, a llevar adelante este propósito, no obstante las
muchas dificultades encontradas, nacidas principalmente de la falta
de documentación, por haber desaparecido en su mayor parte en la
exclaustración de 18 3 5 , he venido trabajando en esta labor dura y
pesada por espacio de algunos años, en los que puedo decir con satis­
facción no he perdonado ni fatigas ni desvelos, visitando bibliotecas,
así públicas como privadas, y registrando archivos de la Orden, del
Estado y también muchos particulares.
El fruto de esas investigaciones lo verá el lector en el presente
volumen y en los que a éste seguirán con la protección divina. Nuestro
intento ha sido compendiar la historia total de nuestra Provincia de
Castilla en tres gruesos volúmenes, adoptando en la narración de los
acontecimientos la división que más abajo indicaremos.
Para ello, y para facilitar nuestro trabajo, hubiera sido preciso
haber contado antes con otros estudios parciales, ya que una historia
de esta dase necesariamente tiene que abrazar múltiples aspectos:
espiritual, científico, literario, apostólico, misional, etc., de una Pro­
vincia. Por eso mismo, si esos aspectos parciales hubieran sido ya estu­
diados particularmente, no habría presentado mayor dificultad nuestra
empresa; pero no existiendo esa labor previa, forzosamente ha habido
que realizarla antes para llegar luego a tejer la historia total y de con­
junto. De ahí que el tiempo no ha corrido en vano y se haya retrasado
su aparición.

DIVISION .

Como fácilmente se comprende, era de todo punto necesario adop­


tar en la narración de los sucesos una división, más o menos sistemá­
tica, no fijada arbitrariamente, sino basada en hechos salientes y que
hayan influido notablemente en la marcha y desenvolvimiento de la
Provincia, lo mismo por lo que se refiere a su historia interna que a
la externa.
Siguiendo esos principios, creemos que la historia de la Provincia
de Castilla podría ser dividida en ios siguientes grandes períodos:

PRIMER PERÍODO

Fundación de la Provincia de Castilla hasta su división.


(1 5 7 5 - 16 2 5 )
INTRODUCCIÓN XV

SEGUNDO PERÍODO

Desde la división de la Provincia hasta comienzos del siglo XVIII.


(16 2 5 - 1 7 0 1 )

TERCER PERÍODO

Desde comienzo s del siglo XVIII hasta la exclaustración.


(1 7 0 1 - 18 3 5 )

CUARTO PERÍODO

Desde la exclaustración hasta ¡a supresión del Comisariato.


(18 3 5 - 18 8 4)

QUINTO PERÍODO

Desde la supresión del Comisariato hasta nuestros días.


(1884- 1949 ) v

Ni que decir tiene que no sólo para mayor claridad en la narración,


sino por exigirlo así el curso de los acontecimientos,, cada período lo
subdividiremos en varias épocas.
En cuanto al método adoptado es desde luego el cronológico, na­
rrando los hechos que en cada período y época hayan tenido lugar;
quizás así se vea mejor la marcha de la Provincia y el desenvolvimiento
de los sucesos.
Esto no obstante, hemos tratado después, en capítulos aparte, aque­
llas cuestiones que lo merecían por su importancia y que no podían
ser tratadas por extenso de otra manera sin interrumpir el hilo de la
historia. Así, por ejemplo, hemos hecho la indicación de la fundación
de los respectivos conventos, mas luego hemos tratado exprofeso, en
capítulos separados, de las vicisitudes de su fundación; lo mismo de­
cimos de las misiones entre infieles, etc.
Asimismo hay asuntos que forzosamente exigen se les dedique uno
o varios capítulos, ya . que por su índole general dicen relación a todo
un período e incluso a varios; por ejemplo, los estudios, la predicación;
por lo cual hay que tratarlos detenida y separadamente. Para evitar
molestas y enojosas repeticiones, que a nada conducirían, hemos pre­
ferido formar con ellos como una segunda parte de cada volumen. Así
creemos quedará completo nuestro trabajo y mejor expuestos esos pim­
íos que, a no dudarlo, ofrecen peculiar interés, tanto y a veces más
que la narración cronológica de los sucesos.
XVI LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

FUENTES
C o m o ya h em os in d ica d o, nuestro in ten to ha sid o escribir la his­
toria d ocu m en tada d e la P rov in cia d e C astilla, p rob a n d o al e fecto
nuestras afirm aciones, lo m ism o q u e los h ech os narrados, c o n testim o­
nios fehacientes y d ig n os d e créd ito, tom ados lo m ism o d e obras im ­
presas q u e m anuscritas, p refirien d o, en igualdad d e circunstancias, las
prim eras a las segundas, precisam ente p o rq u e están más al alcance de
tod os y p u ed en ser más fá cilm en te consultadas.
P or eso m ism o, y ya q u e d e señalarlas se trata, darem os aquí una
breve n oticia d e las principales d e qu e n os h em os servid o para historiar
sobre to d o los dos p rim eros p eríod os, q u e justam ente ha d e abarcar
este presente volu m en .
S on , en prim er térm in o, los A nales o C rónicas d e la O rd en C ap u -
cfíina ( i ) . P or ser fuentes generales y com u n es y tan co n o cid a s, nada
d ecim os d e ellas, c o m o ta m p oco nos d eten em os a discutir su valor his­
tórico, adelantando, sin em b a rg o, qu e fu eron com pu estas a base d e los
docu m en tos qu e ca d a P rovin cia rem itió al C ronista general.

( i) L a s escribió en latín el P . B o v e r i o con e l sigu iente títu lo : Annalium seu


sacrarimi historiarum Ordinis Minorum S. Francisci qui Capuccini nuncupantur...
A u c to ie R . P . Z a c h a r i a B o v e r io S a U j T IE ü s i, ejusdem O rd in is theologo.— T . I y I I ,
L u g d u n i, 16 3 2 y 16 39 .
Esto s dos tom os que llegan solam ente hasta 1 6 1 2 , fu eron traducidos a l caste­
llano por el C o rista de la P ro vin cia d e C astilla F r . F ra n cisco A . d e M a d rid M on ead a
y publicados en tres volúm enes con el siguiente títu lo : Chronicas de los Frailes
Menores Capuchinos de N . P. S. Francisco, traducidas de la lengua latina en cas­
tellano de los Annales del R. P. F. Zacharia Boverio, por el P . F r . F r a n c i s c o A n ­
t o n io de M a d r id M oncada. religioso de la m ism a O rden, M a d rid , 16 4 4 , 16 46 y 16 4 7 .
C o m o continuación de esa o b ra se pu blicó Annalium... tomus tertius... A u cto re
R . P . M a r c e l i n o d e P i s e M a t i s c o n e n s i , eju sdem O rd in is praedicatore, L u g d u n i,
16 76 .
E s te tercer tom o qu e abarca los años 1Ó 13 a 16 3 4 , fu é trad ucido po r el P . Jo s é
de M ad rid y pu blicado en dos volúm enes con este títu lo : Quarta parte de las
Chrorúscas de los Frayles Menores Capuchinos de N . S. P. S. Francisco. Historial,
y sucinta serie de algunos de los más insignes Varones suyos, que tym florecido)
en vida, doctrina y milagros, desde el año 1613 hasta el de 1624. Traducida del
idioma latino en castellano de los Anales que escrivio el R. P. Fr. Marcelino de
Pise, Teologo de la misma Orden, aumentada en algunas noticias pertinentes a
esta Provincia de la Encarnación de las dos Castillas..., por F r a y J o s e p h d e M a q R I D ,
religioso de la m ism a P ro vin cia, M a d rid , 16 90.
Quinta parte de las Chronicas... desde el año 1625 hasta el de 1634..., M ad rid ,
1 6 9 1.
F in a l m e n t e , el P. S il v e s t r e D raghetta c e M il á n p u b l i c ó : Annales Ordinis
FF. Minorum Capuccinorum. Appendix ad tomum tertium, M e d i o l a n i , 17 3 7 .
V a d ivid id a esta o b ra en dos partes, y la prim era de ellas fu é trad u cid a al cas­
tellano con el títu lo : A pendice.a la tercera pane de los Annales de la Religión de
INTRODUCCIÓN XVII

F uen tes tam bién co m u n e s, aunque enteram ente fidedignas, se han


d e considerar el Bulario ( 2 ) y la revista Analecta ( 3 ), d o n d e se han
re co g id o y se van r e co g ie n d o los d ocu m en tos oficiales q u e d icen re ­
lación lo m ism o a la O rd en en general, qu e a cada P rovin cia en par­
ticular.
C o m o fuentes particulares, aparte de otras qu e se irán citando,
m en cion arem os las siguientes, co m e n za n d o p or las im p resa s:

1 ) F é l i x d e G r a n a d a , O. F . M. Cap. Anales de los Frailes M e­


nores Capuchinos de Castilla, editados p o r el P. Buenaventura d e C iudad
R o d rig o , O . F . M . C a p ., Salam anca, 1 9 1 0 .
E l original d e dich a obra se conserva en el A rch iv o P rov in cia l de
los C apu ch in os d e Castilla (sign. 1 / 0 0 0 1 4 ), y, al d ecir d e l P. M a te o
d e A n gu ia n o, en nota prelim inar, es « e l lib r o más' antiguo d e esta
P rov in cia ». L o editado p o r el P . C iu d a d R o d r ig o llega solam ente hasta
el a ñ o 1 6 2 5 , p ero el m s. original alcanza hasta 1 6 3 4 , y si b ien las n o ­
ticias qu e da lu eg o se refieren m ayorm en te a la C ustodia d e A ndalucía,
separada d e Castilla en 1 6 2 5 , n o echa en o lv id o la fu n d a ción d e los
con ven tos castellanos y algunas otras cosas m ás n otables hasta el m en ­
cion a d o año 1 6 3 4 . P o r eso, al citar la parte n o p u blicada, lo in d ica ­
rem os co n esta d is tin ció n : ms.
H a b ien d o sid o el P. F é lix de G ranada u n o de los qu e asistieron a
la fu n d a ción d el prim er con v e n to d e C a pu ch in os d e M a d rid , y asim is­
m o testigo presencial d e los a con tecim ien tos q u e narra, m erecen entero
créd ito sus noticias.

2 ) Erario divino de la Sagrada Religión de los Frailes Menores


Capuchinos en la Provincia de Castilla. Parte tercera eri que se ponen
por su orden los Capítulos que se han celebrado en esta Provincia y

Menores Capuchinos de N. S. P. San Francisco, dividido en dos partes, que vie­


nen a ser sexto, y séptimo tomo de sus Chronicas generales, traducidles del idioma
latino, en que las escrivió el R. P. Fr. Sylvestre de Milán, Theologo de la misma
Religión, en Castellano, qon las noticias, que nuevamente se han adquirido en di­
versas Provincias, por el R . P . F r . M a t h i a s ’ d e M a r q u i n a , M issic n e ro A postólico,
E scrito r, y A n n alista d e la P ro vin cia de la E n carn ació n , en las dos C astillas. Parte
prim era, o T o m o se x to ..., M ad rid , 17 5 8 .
L a segunda parte fu é traducida po r el P . F r a n c i s c o d e A j o f r i n , O . F . M . C a p .,
pero ha perm anecido inédita y se con serva m anuscrita en n u estra B . N ., M s. 1 2 .9 1 3 .
L a s citas las harem os por la traducción castellana, c c n ia ind icación Crónicas
Capuchinas, añadiendo la parte que corresponde a los distintos tomos.
(2) Bullarium Ordinis Fr. M in. S. P. Francisci Capuccinorum, seu Collectio
bullarum, brevium, decretorhm, rescriptorum, oracidorum, etc., quae a Sede Apostó­
lica pro Ordine Capuccino emanarunt..., variis notis et scholiis elucúbrala a P . F . M i-
chaele A T u g io , I-VII, R o m ae, 1740- 1752.
(3) Analecta Ordinis Fr. Min. Capuccinorum in lucem edita jussu Revmi. P. M i-
nistri Geñeralis, R o m ae, 18 8 4 -19 4 8 , tom os I - L X I V .
xvm LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

los nombres de los Padres Provinciales, Definidores, Guardianes y Cus­


todios, Salam anca, 1 9 0 9 .
L a p u b lica ció n d e esa tercera parte d e l im portan te m an u scrito Era­
rio divino se d e b e tam bién al P. C iu d a d R o d rig o . S u original se c o n ­
serva asim ism o en nuestro A r ch iv o P rovin cial, y con sta d e cin co par­
tes, c o m o lu e g o in d ica re m o s; d e ellas solam ente la tercera ha visto la
luz p ú blica.
L as apuntaciones hechas hasta 1 6 4 8 son d e l P . Juan d e M o n z ó n ,
otro cronista d e la P rovin cia, p e ro los siguientes C apítulos fu eron ano­
tados p o r los respectivos cronistas o, m ejor d ich o , p o r los Secretarios
provinciales.
Para distinguir esta parte tercera im presa d e las restantes m an u s­
critas, harem os su cita solam ente a sí: Erario divino; a las otras aña­
d irem os ms.

3 ) Nicolaus a Cordoba, O. F . M . Cap. Brevis notitia almae Ca-


puccinorum S. P. N. S. Francisci Baeticae Provinciae in Hispania...
O pu s ed itu m et a p p en d icib u s adauctum a F ratre P rovin ciae Hispanae
alum no, M e d iola n i, 1 8 8 9 .
C o m o el m ism o título lo in d ica , es una brev e reseña histórica de
la P rovin cia C apu ch in a d e A n d alu cía y d e sus m ision es, obra original '
del P . C ó rd o b a , diligen te cron ista d e dich a P rovin cia , y editada p or el
entonces P . José Calasanz d e L levaneras, m ás tarde C ardenal V iv es y
T u t ó . A u n q u e n o es com p leta , trae al p rin cip io lo relativo a la fu n ­
d a ción d e Castilla y de sus con v en tos, sobre to d o d e los fu n d ados en
A ndalucía, aportando datos y d ocu m en tos d e interés.

4) Ambrosio d e Valencina, O. F . M . C ap. Reseña histórica de


la Provincia Capuchina de Andalucía y varones ilustres en ciencia y
virtud, que han florecido en ella desde su fundación hasta el presente.
T o m o s I-V, Sevilla, 1 9 0 6 - 1 9 0 8 .
Esta obra vien e a ser casi m era co m p ila ció n d e varios m anuscritos,
con servados en el A rch iv o P rovin cia l d e los C a pu ch in os d e A ndalucía,
algunos d e v erd a d ero m érito y valor h is tó r ic o ; entre otros, el del
P. A gu stín d e G ranada, d e l cual lu e g o hablarem os.
E l trabajo d e l P . V alencina llega solam ente hasta fines d el siglo X V I I ,
p ero trae p or exten so la fu n d a ció n de los con ven tos andaluces, y asi­
m ism o otras noticias q u e interesan a nuestra historia.

5) Buenaventura de Ciudad Rodrigo, O. F. M. Cap. Estadís­


tica de los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia de Castilla
( 1 6 0 9 - 1 9 0 9 ), Salam anca, 1 9 1 0 .
H a sid o form a da a base d e los datos relativos a las fechas de naci­
m ien to, tom a d e h ábito, p ro fe sió n y ord en a ción , tom ados d e los libros
d el n ov icia d o d e Salamanca, A lcalá d e H enares, L a Paciencia, T o r o
INTRODUCCIÓN XIX

y D eu sto (B ilb a o), y asim ism o d el m an u scrito V irid cric a u tén tico, del
q u e lu eg o n os ocu parem os. P o r eso, aparte d e algunas erratas e in c o ­
rreccion es, m erecen esos datos entera fe , aunque n o n os haya sid o p osi­
b le com p u lsarlos c o n sus originales, p o r haber desap arecid o los m anus­
critos en la pasada guerra española.

6) Buenaventura de Carrocera, O. F. M. Cap. N e c r o lo g io d e


los Frailes M e n o r e s C ap u ch in os d e la P rovin cia d el Sagrado C orazón
d e Castilla ( 1 6 0 9 - 1 9 4 3 ), M a d rid , 1 9 4 3 .
E n este N e c r o lo g io se han r e c o g id o los datos d e n acim ien to, toma
d e h ábito, p ro fesió n , ord en a ción , cargos desem peñ ados y m uerte, y se
ha h e ch o un bre v e e lo g io d e las virtudes más principales d e los reli­
giosos fa llecid os y qu e han fo rm a d o parte d e la P rov in cia d e Castilla
desde 1 6 0 9 hasta la fech a d e p u b lica ción . Es el qu e citam os en nuestra
obra cu an d o otra cosar n o se in diqu e.-

7 ) Melchor de Pobladura, O. F. M. Cap. L o s Frailes M en o r e s


C ap u ch in os en Castilla. B o sq u e jo h istórico (1606- 1045 ), M a d rid , 1046 .
Este trabajo d el rep u ta d o historiador P. P obladura, h ijo d e la P ro ­
vincia d e Castilla, vien e a ser un c o m p e n d io d e su historia, o m ejor
aún, c o m o él m ism o lo titula, b o s q u ejo h istórico. S in descu idar el
ord en cro n o ló g ic o y d e p erío d o s, ha agrupado los h ech os qu e narrn
p or seccion es, casi m e jo r diríam os, p or aspectos.
Sus afirm aciones y la verdad d e la narración están corroboradas
c o n abundancia d e citas y d ocu m en tos, m u ch os d e ellos d e sco n o cid o s,
q u e realzan el valor d e la obra. L le v a al p rin cip io un catálogo d e lila o s
escritos p or C a pu ch in os castellanos, o tam bién referentes a Castiíla,
q u e p u ed en ser con su ltados co n p ro v e ch o para co n o ce r su historia.

8) Miguel de Valladolid, O. F. M. Cap. C rón ica d e los Frailes


M e n o r e s C ap u ch in os d e la P rovin cia d e la M a d re d e D io s d e Cataluña,
prim era d e E spaña.— Manuscrita (Biblioteca Universitaria de B a rcelo­
na, M s . 987 ).
Esta interesantísim a C rón ica , cuya m ayor parte sigue todavía in éd i­
ta, la com p u so el P. M ig u e l de V a ü a d olid en 1 6 1 2 .
F u é el p rim er cronista d e Cataluña y el qu e nos ha d a d o m u y
interesantes datos sob re la ven ida d e los C ap u ch in os a España y fu n ­
d ación d e los prim eros con v en tos, así d e la P rov in cia d e Cataluña
c o m o d e la d e A ra gón y V alencia. S on m u ch os tam bién los datos
recog id os acerca d e la vida de los prim eros ca p u ch in os españoles, fa ­
llecid os antes d e 1 6 1 2 .
S u testim on io es, p o r otra parte, d ig n o d e créd ito, ya q u e to m ó el
h ábito al p o c o tiem p o d e llegar los C a pu ch in os a B arcelona, y estuvo
presente a los acon tecim ien tos q u e narra. Solam ente una m ínim a parte
d e esa C rón ica ha sid o p u b lica d a en la revista E stu dios Francisca­
XX LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

nos, d e B arcelona, 1 9 1 0 -1 9 1 1 (V -V I I ). N uestras citas están hechas c o n ­


form e co n lo aquí p u b lica d o , a n o ser q u e se haga flotar fu eron tom adas
d el original, ms.

9) Antonio de Alicante, O. F . M . C ap. Parte primera de las


Chronicas de Religiosos Capuchinos de la Provincia de la Sangre de
Christo del Rey no de Valencia recopiladas por el Rdo. Pe. F. Antonio
de Alicante Predicador de la misma Provincia y Diffinidor que fue
muchas veces. A quien para mayor gloria della con affecto de hijo las
dedica el año de 1654.— M a n u scrito (A rc h iv o P rovin cial d e C apu ch in os
d e V alencia).
S u autor asistió a la fu n d a ció n d el prim er co n v e n to de M a d rid y
v iv ió en Castilla algún, tiem p o. F u é asim ism o testigo presencial d e los
h ech os q u e narra y d e los sucesos acaecidos en aquellos p rim eros años.
P or eso su testim on io es tam bién d e m u c h o p e s o ; d e él tom am os bas­
tantes noticias, aunque en algunas apreciaciones n os parece un tanto
parcial.

10) Juan d e M o n z ó n , O . F . M . C ap. Erario Divino de la Sa­


grada Religid. de los Frailes men.es Capuchinos En la Prou.a de Cas­
tilla. Contiene El trabajoso digreso de sus Fundacio.es Los sucesos dig­
nos de memfi de la Probincia. Los Capítulos Provinciales celebrados
en ella. Las Vidas Exeniplares de los difuntos religiosos.— M an uscrito
(A rch iv o P rovin cial d e C a p u ch in os d e Castilla).
Este interesante m an u scrito d e grandes d im ensiones (4 0 0 por
2 8 5 m m .) tiene 5 3 5 págs., d e ellas bastantes en b la n co. Y a h em os d i­
ch o qu e la tercera parte, es decir, la d e los C apítu los P rovin ciales, se
p u b licó en 1 9 0 9 . L as restantes, 3 las qu e lu e g o se añadió una quinta,
Necrología,, n o han v isto aún la luz p ú b lica , y son d eb id a s casi en su
totalidad al P . Juan de M o n z ó n , qu ien co m p u so su obra antes d e 1648 .
U na m a n o posterior añadió algunos acon tecim ien tos h a b id os desde
esa fech a hasta 1 6 5 9 .
N o hay para q u é d ecir qu e sien do el P. M o n z ó n C ronista d e C as­
tilla y h a bien d o asistido 3 la fu n d a ción d e los prim eros con v en tos y
co n v iv id o co n los aquellos prim eros religiosos castellanos y c o n los
q u e llevaron a ca b o la fu n d a ción de M a d rid , su testim on io es d e gran
valor, c o m o d e testigo presencial.

11) Agustín de Granada, O . F . M . C ap. Descripción de los


Principios y progressos felizes de la Sagrada Religión de los frayles
Menores Capuchinos de N. P. S. Francisco de esta Provincia y Rey-
nos de Andalucía en que se contienen las historias de las fundacio­
nes, casos particulares, Capítulos, vidas de Religiosos insignes en vir­
tud y letras, y cosas memorables de ella — M a n u scrito (A r c h iv o P ro ­
vincial d e los C apu ch in os de A ndalucía).
INTRODUCCIÓN XXI

Este m an u scrito, d e gran interés h istórico, está in co m p le to y es


d e b id o a la plum a d el P . A gu stín d e G ranada, n o precisam ente del
qu e fu é prim er C om isario de la C ustodia d e A ndalucía, co m o m uy
acertadam ente anota el P. V alen cin a en su R eseñ a H istórica (t. I, pá­
gina V i l ) , y qu e m u rió en 1 6 3 4 , sin o d e o tro qu e llevó el m ism o
n om b re y q u e fa lleció en G ranada en 1 6 5 6 .
Este C ronista trata tam bién latamente d e la fu n d a ción d e los C a p u ­
ch in os en M a d rid y d e los trabajos qu e costó realizar dich a fu n d a ción ,
y asim ism o d ed ica la prim era parte d e su obra a historiar las fu n da­
cion es d e los con v en tos llevadas a ca b o hasta 1 6 2 5 , dán don os intere­
santes porm en ores sobre to d o ello.
H em os d e hacer notar qu e entre este autor y su paisano el P. F élix
d e G ranada, arriba m e n cio n a d o en p rim er térm in o, se advierte no
sólo un gran p a recid o, sino en m uchas ocasiones com p leta igualdad
d e palabras y frases y hasta d e párrafos.

12) V iridario a u tén tico en q u e fl o r e c m siem p re vivas las m e m o ­


rias d e lo q u e p e r te n e c e al b u en g o b iern o d e esta P rovin cia.— M a n u s­
crito (A rch iv o P rovin cia l d e los C a pu ch in os d e Castilla).
Es un abultado v olu m en d e 7 4 8 págs., y co m p re n d e p rin cipalm en ­
te sucesos y noticias d e régim en y g o b ie rn o interno d e la P rovin cia
d e Castilla d esd e 1 0 6 6 hasta 1 8 1 5 , tales c o m o decretos d e la D e fin i­
ción . orden acion es d e la m ism a, orden acion es capitulares, recep cion es
d e órd en es sagradas, estu dios, etc.
N i q u e d ecir tiene q u e, p or tratarse de un lib ro enteram ente oficial,
cuyas n oticias d e trien io en trien io van firm adas p o r los respectivos
S ecretarios P rovin ciales, su con te n id o es d e gran interés y d e gran
valor h istórico, y p o r fortun a, después d e la desaparición d e otros
d o cu m e n to s: C rón icas, L ib r o s d e D e fu n cio n e s, etc., es h o y en día
para n osotros una d e las fuentes más im portantes.

13 ) M a t e o d e A n g u ia n o , O . F . M . C ap. S egun d a Parte d e la


C h ron ica d e los M e n o r e s C ap u ch in os d e N u e str o S erá fico Padre SoM
F ra ncisco de esta P rovin cia de la E n ca m a ción d e las dos Castillas.—
M a n u scrito (B. N ., M s. 1 8 . 1 7 8 ).
Constituía la prim era parte d e ese m an u scrito la crón ica d e la P ro ­
vincia d e Castilla, q u e llevaba p o r título M em o ria s H istoria les, obra
d e varios C ronistas, entre ellos d e l P. M ig u e l d e V a lla d olid , del p ro ­
p io P. A n gu ia n o, e t c .; esta segunda parte, aunque lleva ese título, n o
es sin o la historia de las M ision es C apuchinas en A frica v en A m érica
hasta el año 1 7 1 6 , en q u e p rob a b lem en te escrib ió el P. A n g u ia n o este
interesante y p re cio so m anuscrito. A barca, c o r con sigu ien te, n o sólo
las M ision es entre infieles encom en dadas a C astilla, sin o tam bién a las
otras P rovin cias españolas hasta el m e n cio n d o año.
XXII LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

D e él nos h em os d e valer para historiar las M isio n e s d e nuestra


P rovin cia, advirtien do q u e, en general, sus aserciones y noticias m e ­
recen seguro créd ito p o r haber ten id o el P . A n g u ia n o en sus m anos
la. d ocu m en ta ción y relaciones d e los resp ectivos m ision eros, c o m o él
m ism o lo afirma y rep ite en varios lugares d e la obra.
L a parte relativa a las M isio n e s d e A m é rica ha sid o p u blicada por
el P. F r o i l á n d e R i o n e g r o , O . F. M . C a p ., en el segu n d o to m o de
Relaciones de las Misiones de los PP. Capuchinos en las antiguas Pro­
vincias españolas, hoy República de Venezuela ( 1 6 5 0 - 1 8 1 7 ), Sevilla,
1 9 1 8 , páginas 8 0 - 2 1 4 .

★ ★ ★

E xp u esto así nuestro p ro p ó sito y señaladas las fuentes principales


para nuestro trabajo, qu erem os hacer una ob serva ción c o m o final de
esta in trod u cció n , y es q u e h em os d e d ica d o un cap ítu lo prelim inar a
d ecir breve, casi sum ariam ente, el origen d e la O rd en C apu ch in a, una
de las tres grandes ramas d e l fro n d o so árbol fran ciscan o, y h em os
reservado el resto d e d ic h o capítulo prelim inar a historiar la venida
de los C apu ch in os a España y fu n d a ción d e las tres prim eras P ro v in ­
cias, co n el fin d e q u e así pu eda apreciarse m ejo r el ord en d e los a con ­
tecim ientos y lu e g o entrar c o n más lu z en la narración d e la fu n d a ­
ció n d e Castilla, cuarta P rovin cia capu china española en ord en c r o ­
n ológ ico.
F inalm ente, term inam os d ed ica n d o c o n el más sin cero a fecto la
presente obra a tod os los R elig iosos d e la P rovin cia , co n v e n cid o s de
qu e ellos la recibirán c o n re cíp ro co s sentim ientos.
M i m ayor satisfacción sería q u e encontrasen lo qu e en ella buscan
y preten den y tienen d erech o a esperar, y , c o m o fr u to , llegasen a c o m ­
penetrarse d el espíritu genuinam ente seráfico y ca p u ch in o qu e anim ó
a nuestros antepasados. Sírvales al m en os la verd ad , así co n o cid a , de
estím u lo para em ular l o q u e ellos h icie ro n y aun d e superarlos en
cien cia y virtud, en sabiduría y santidad, para gloria d e D io s , d e la
O rd en y d e la P rovin cia.
INTRODUCCIÓN XXIII

S I G L A S

P o r ser m u y frecuentes las citas d e algunos de los lib ros y d e nuestro A rch ivo
P ro vin cial^ usarem os para indicarlos las siguientes s ig la s :

ED =r Erario divino de la Sagrada religión de los Frailes Menores Capuchinos


en la Provincia de Castilla. Pane tercera en que se ponen por su orden
los Capítulos que se han celebrado en esta Provincia y los nombres de
los Padres Provinciales, Dejiniáores, Guardianes y Custodios.— S a la ­
m an ca, 1909.

VA = Viridario auténtico en que florecen siempre vivas las memorias de lo que


pertenece al buen gobierno de esta Provincia.— M s. (A rch ivo Provincial
de los C ap u ch in o s d e C astilla).

APC = A rc h iv o P ro vin cial d e los C ap uchinos de C astilla (M adrid ).


CAPITULO PRELIMINAR

Los C a p u c h in o s y su e s ta b le c im ie n to en E sp añ a

i. La O rd en C apuchina.— 2 . O rig en y p ro g reso s.— 3 . L o s C ap u ch i­


n os se ex tien d en ju era d e Italia.— 4 . V en id a a España.— 5 . E sta-
b lécen se en B arcelona.— 6 . F u n d a ción d e las tres prim eras P ro ­
vin cia s: Cataluña, V alencia y A ra gón .— 7 . S ituación jurídica.

1 . L o s C a pu ch in os, al igual q u e las otras d os ramas de ia O rden


F ranciscana, O bservantes y C onven tu ales, tienen la gloria d e traer su
erigen d el m ism o S eráfico P adre S. F ra n cisco p o r línea directa, nunca
interrum pida, c o m o más d e una vez han declarad o los S u m os P on tí­
fices, y últim am ente P ío X , d e fe liz record a ción .
Sin em b argo, c o m o reform a, qu e en realidad d e verdad así es, .d e
de la O rd en F ranciscana, data solam ente d el p r im ír tercio d el si­
g lo X V I .
M u ch a s habían sid o las reform as qu e anteriorm ente habían surgi­
d o en el seno m ism o d e la O rd en , las cuales n i siquiera m en cion a m os,
p or n o hacer a nuestro p rop ósito. P ero c o n todas ellas había term inado,
en cierto m o d o , L e ó n X c o n su Bula I te e t v o s, d e l 2 9 d e m a y o de
1 5 1 7 , d eterm in ando q u e todas se agrupasen b a jo la d ep en d en cia de
un solo M in istro G en era l y qu e llevasen el n o m b re d e Frailes M e n o ­
res d e San F ra n cisco d e la R eg u la r O bservan cia. A parte, sjln e m b a rg o,
quedaba igualm ente constituida otra fam ilia franciscana, qu e tendría
tam bién su M aestro G en eral, y qu e llevaría el n om b re d e Frailes M e ­
n ores C on ven tu a les.

2 . P ocos años después, en 1 5 2 5 , se in iciaba un n u e v o m ov im ien ­


to reform ista y a la vez vivificad or, qu e habría d e dar orieen a la O rden
C apuchina. Y lo com en za b a un h u m ilde h ijo d e la O bservan cia, el
V . P. M a teo d e B ascio ( 1 ).
H acia 1 5 1 0 había in gresado en la O rd en . R e c ib id o el sa cerd ocio,

( 1) Indicam os a continuación algunas d e las m uchas fuentes qu e pueden con­


sultarse acerca del o rigen c historia d e los C ap u c h in o s:
E d u a e d u s A l e n c o n e n s i s , O . F . M . C a p . Tribulationes Ord. Fratrum Aíin. Ca-
puccinorum primis anms ponlijicatus Pauli I I I ( 15 3 4 - 15 4 1 ) , R o m a e, 1 9 1 4— De pri-
mordiis Ord. Fratrum Min. Capuccinorum ( 15 2 5 - 15 3 4 ) . Commentarium historicum,
R o m ae, 1 9 2 1 . — C u t h b e r t , O . F . M . C ap . I Cappuccini: un contributo alla storia
2 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

d ed ica desde 1 5 2 2 sus actividades a la p red ica ción y a la asistencia


de los contagiados d e peste en C am erin o. T r e s años más tarde, oye
una v oz qu e le invitaba a la pura y literal observancia de la R e g la S e­
ráfica, y , vestido c o n to sco h á b ito d e ca p u ch o p u n tia gu d o, se retira
co n licencia d e C lem en te V I I a un lugar solitario y com ien za a o b ser­
var la R egla sin glosas qu e la m itigu en , y a pred icar a los fieles la pa­
labra divina.
P ron to se le juntan otros dos religiosos, tam bién de la O bservan ­
cia y anim ados de id én ticos deseos. S on dos herm anos, naturales de
F ossom b ron e, u no sacerdote y el o tro leg o, el P. L u d o v ic o y F r. R afael.
A q u e l m ovim ien to reform ista, enteram ente particular, p riva d o, que
n o tenía d e m o m e n to ulteriores pretensiones, p ron to fu é advertid o p or
los dem ás. L as p ersecu cion es y esfu erzos para lograr sofoca rlo, n o se
d ejaron esperar. P or lo m ism o y p o rq u e aquellos tres iniciadores fu e ­
ron tenidos c o m o contraventores d e la ob ed ien cia , les fu é necesario
acudir a R o m a en bu sca d e p ro te cció n y ayuda. L a hallaron, efectiv a ­
m ente, gracias a la duquesa d e C am erin o, Catalina C ib o , convertida
desd e entonces en d ecid id a am paradora d e la reform a. M u y pron to
ob tu vieron d el C ardenal P enitenciario, L o r e n z o P u cci, letras apostóli­
cas en form a d e B reve, E x p arte vestra (1 8 d e m ayo de 1 5 2 6 ) ( 2 ), p o r las
qu e se les perm itía llevar vid a erem ítica, vestir el h ábito aidoptado y
qu e se d ecía haber sid o llevado p o r el m ism o Seráfico P adre, y o b ser­
var en to d o su rig or la R egla d e él dim anada.
A pesar d e tod os los con tratiem pos y dificultades y hasta persecu ­
cion es, otros religiosos, sabedores de la vida qu e llevaban y anim ados
d el m ism o espíritu, se les fu e ro n agregando, hasta el p u n to d e que
se p en só en dar estabilidad a lo h e ch o y en cie rto m o d o form a ju rídica
d e qu e aún se carecía.
P or esa causa L u d o v ic o d e F osso m b ro n e , h o m b re q u e p o r nada
se intim idaba, lleva n d o p or delante la valiosa reco m e n d a ció n d e la

celia contrareforma. T r a d . it a l., p o r e ! P . A r s e n i o d e S . A g a t a F e lt r ia , O . F . M . C a p .,


Faenza, a P o b l a d u r a , O . F . M . C a p . Historia generalis Ordinis
1 9 3 0 .— M e l c h i o r
Frutrum Minorum Capuccinorum. Pars prima ( 1 5 2 5 - 1 6 1 9 ) , R o m a e , 1 9 4 7 . — I d . Pars
secunda ( 1 6 1 9 - 1 7 6 1 ) , v o !. I - I I , R o m a e , 1 9 4 8 . — Monumenta histórica Ordims Fra­
irum Minorum Capuccinorum in lu c e m e d ita a P . M e l c h i o r e a P o b l a d u r a , I - V ,
A s i s i i -R o m a e , 1 9 3 7 -1 9 4 6 , y que com p ren d e lo s s ig u ie n te s v o lú m e n e s : V o i. I :
M a r iu s a M e rc a to S a racen o, O : F . M . C ap. Relationes de origine Ordinis M ino­
rum Capuccinorum, 1 9 3 7 .— V o l . I I : B e r n a r d i n u s a C o l p e t r a z z o , O . F . M . C a p
Historia Ordinis Frairum Minorum Capuccinorum ( 1 5 2 5 - 1 5 9 3 ) . L i b e r p r i m u s : Prae-
cipui nascentis Ordinis eventus, 1 9 3 7 .— V o l . I I I : I d . L i b e r s e c u n d u s : Biograpkiae
selectas, 1 9 4 0 . — V o l . I V : I d . L i b e r t e r t i u s : Ratio vivendi frairum. Minisiri et vicarii
generales. Cardinales Protectores, 1 9 4 1 .— V o l . V : M a t h i a s a S a l ó , O . F . M . C a p .
Historia capuccina. Pars prima, 1 9 4 6 .
(2 ) Bullarium Ordinis Fr. Min. S. Francisci Capuccinorum , seu collectio bu-
llarum, brevium, decretorum, rescriptorum, oraculorum, etc., a P . F . M i c h a e l e a
T u g i o , l, R o m ae, 1 7 4 0 , p . 1.
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 3

m en cion ada duque.sa d e C am erin o, lo g ró obten er d e C lem en te V I I la


Bula qu e em pieza R elig ion is zelu s, d el 3 d e ju lio d e 1 5 2 8 ( 3 ). F u é
ese d o cu m e n to p on tificio la con sagración oficial d e la naciente refor­
m a, la base y fu n d a m en to d e lo que lu eg o sería la O rd e n d e Frailes
M en ores C apu ch in os, qu e desd e en ton ces quedaba práctica y ca n ón i­
cam ente erigida.
P or dich a Bula se les perm itía llevar vida erem ítica, observar la
R egla d e San F ra n circo co n to d o rig or, vestir el h á b ito c o n el ca p u ch o
cu adrado, tener barba y adm itir n uevos aspirantes así clérigos co m o
seglares, etc. M a s p or lo qu e respecta al régim en de la nueva c o n ­
greg ación , nada se establecía con cretam en te. P or lo m ism o se p en só
en celebrar una junta para elegir Superiores y al p r o p io tie m p o esta­
b le ce r algunas norm as d e vida a qu e d ebían sujetarse los seguidores
d e la reform a. C o n tal o b je to se e fe ctu ó en abril d e 1 5 2 9 la prim era
reu nión o capítulo en el p o b r e y estrecho co n v e n to d e A lbacin a, en
el q u e se celebraron las eleccion es dichas y se d ieron estatutos par­
ticulares qu e han llegad o a hacerse fam osos c o n la d en om in a ción d e
C on stitu cion es d e A lbacina.
N o cesaron p o r eso las co n tra d iccion es, venidas p rin cipalm en te de
parte d e los S uperiores d e la O bservancia. Se o b tu v ieron en contra
varios Breves d el Papa, se em p learon asim ism o otros m e d io s ; p ero lo
q u e n o se lo g ró fu é la rev o ca ció n d e la m en cion ada Bula Religionis
zelu s, qu e sigu ió sien do siem pre el a p oy o d ecisiv o d e la nueva c o n ­
gregación.
A su am paro fu eron erigiéndose n u m erosos con ven tos en varias
provin cias d e Italia, y aun en la m ism a R o m a , y asim ism o se fu eron
adm itien d o m ás y más aspirantes, ven id os en su m ayor parte d e la
p ropia O b serva n cia ; hasta el p u n to d e q u e, cu a n d o en 1 5 2 8 eran so­
lam ente tres o p o co s m ás, al año siguiente llegaban a 3 0 los religiosos, y
varios años despu és, en 1 5 3 6 , se con taban ya unos d o c e con v en tos con
cerca d e 5 0 0 frailes ( 4 ).
P ero adem ás, la nueva reform a n o sólo aum entaba n um érica y te­
rritorialm ente, sin o qu e iba a d q u irien d o al p ro p io tiem p o interna es­
tabilidad, sobre to d o cu a n d o en 1 5 3 6 se d ió nueva form a a las p rim i­
tivas C on stitu cion es d e A lb a cin a , c o n lo q u e se lo g r ó m ás vigorosa y
estable m anera d e vivir y d e regirse. P or otra parte, y a m ayor a b u n -

(3) Ibid., pp. 3-4.


(4) Liber Memorialis Ord. Fratrum M in. S. Francisci Capuccinorum ( 15 2 8 -
19 2 8 ), R o m ae, 19 2 8 , Brevis conspecttts evolulionis Ordinis FF. M in. Capuccinorum
quaiuor saeculorum spatio, p. 3 3 2 .— C fr. tam bién P o b l a c u r a , Historia generalií,
o. c., P . I , pp . 46 -47. P ru eb a evidente d e la vitalidad d e la refo rm a es qu e qu in ce años
después, en 15 5 0 , contaba ya con qu ince provincias, un total d e 10 5 conventos y
2.50 0 religiosos.
4 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

dam iento, el Papa, c o n su B reve E x p o n i n ob is (2 5 d e agosto d e 1 5 3 6 ),


venía a confirm ar d e n u ev o la reform a d e lo s C a pu ch in os ( 5 ).
A pesar d e tod os los esfu erzos realizados para extin gu ir la re fo r­
ma p rim ero y lu eg o para im p edir su p rop a g a ción e in crem en to, es un
h ech o innegable qu e, a los p o co s años d e ser co n o cid a en Italia, llevó
en pos d e sí gran n ú m ero d e adeptos n o só lo entre los seglares sin o
aun entre los m ism os religiosos.
Y las m ism as causas q u e en ello in flu yeron p od erosa y d ic a z m e n ­
te hubieran ten id o c o m o con secu en cia la expan sión y p rop a g a ción a
ctras naciones, si n o se h ubiera interpuesto el B reve d e Paulo III,
D n d u m siquidem, d el 5 d e en ero de 1 5 3 7 , p o r el q u e se p roh ib ía ter­
m inantem ente y" b a jo pena d e e x co m u n ió n q u e los C a p u ch in os pasa­
sen los A lp es, es decir, se propagasen fuera d e Italia ( 6 ).
Q uizás el Papa ce d ió en parte a extrañas presiones e in flu en cia s;
al m en os d ió así alguna satisfacción a los O bservantes. D e tod os m o ­
dos n o p u ede negarse q u e co n d ich o B reve se am enazaba grandem ente
v aun se pon ía en grave p elig ro la existencia d e la nueva reform a, al
n o perm itírsele fundar con ven tos fuera d e Italia y con sigu ien tem ente
lim itando su expansión.

3. A pesar d e eso v in o la realidad y vin ieron sob re to d o los h e­


ch os y las circunstancias a im p onerse lógicam en te, in clu so con tra el
m en cion a d o d ecreto p on tificio. C on sig n em os para p rob a rlo algunos h e ­
ch os, precisam ente con cern ien tes a nuestra patria. N o s referim os a lo
qu e su ced ió co n los llam ados D esca lzos, p or otro n o m b re A lcantarinos,
en 1 5 6 7 .
N a cieron éstos en España del seno m ism o d e la O bservan cia, p e ­
ro lu eg o pasaron a d ep en d er d e los C onven tu ales c o n el fin d e tener
m ás libertad para llevar a ca b o su reform a. Julio II I les c o n c e d ió en
1 5 5 2 q u e p u diesen llevar el h ábito ca p u ch in o, cu y o n o m b re les da tam ­
b ién oficialm ente P ío I V en. 1 5 6 5 en la B ula p o r la qu e precisam ente
los agregaba a la O bservan cia ( 7 ). C o m o lu eg o verem os, cu a n d o los
C a pu ch in os fu n d aron con v e n to en Salam anca, eran allí efectivam ente
co n o cid o s los A lcantarinos aún c o n el n om b re d e C a p u ch in os, qu e lue­
g o tu vieron qu e m udar al llevarse a ca b o nuestra fu n d a ció n ( 8 ).
D ic h o s D esca lzos o A lcantarinos españoles p id ieron su fu sión con
los C apu ch in os al celebrarse el C a pítu lo G en era l d e nuestra O rd e n el
15 d e m ayo d el cita d o año 1 5 6 7 ; p ero, c o m o se les con testó q u e « n o

(5) Bullarium, I, p. 17 .
(6) Ibid., p. 23.
(7) C uthber Tj o. c ., p p . ' 18 2 y 2 18 .
(8 ) F É L ix d e G ran ad a, O . F . M . C ap. Anales de los Frailes Menores Capuchi­
nos de Castilla, Salam anca, 1 9 1 0 , p . 3 7 .
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 5

se p od ía llevar a ca b o sin licen cia d el Papa y d el R e y C a tó lico , nada


se h iz o » ( 9 ).
A ú n m ás, ya en 7 d e n o v ie m b re d e 1 5 5 0 Julio I I I , p o r su B reve
B cm P ástoris, ren ovaba la m en cion ada p ro h ib ició n d e qu e los C a pu ­
ch in os p u diesen fu n dar fuera d e Italia, y precisam ente la ejecu ción
d e d ich o B reve se en com en d a b a a los o b isp o s d e Santiago d e C o m p o s -
tela y d e Jaén, lo cual p ru e b a .q u e , lo m ism o en G alicia qu e en A n ­
dalucía, ya existía p o r esas fechas el deseo y hasta el p ro y e cto d e im ir­
se a los C a p u ch in o s; eso h ubiera sid o prácticam ente lo m ism o que
adm itir en España la nueva reform a capu china ( 1 0 ).
S in em bargo, sabem os qu e algunos d e d ich os D esca lzos españoles,
más an im osos y más d e cid id o s, se d irigieron a Italia para allí unirse
a los C a pu ch in os, c o m o efectivam en te lo h icieron el P. A n g e l d e M a s,
el P. A lfo n s o L o b o y otros.
E s m ás, n o obstante esas p roh ib icion es, p on tificia y regia, sabem os
q u e p o c o después, p rob a b lem en te en 1 5 7 0 ( 11 ), el P. F ra n cisco A lar-
c ó n d e T ord esilla s, herm an o d el P . A rcá n gel, el fu n d a d or d e los C a ­
p u ch in os en España, «r e c ib ió en ca rgo y m andato d e los Superiores
m ayores para q u e sin tardanza pasase a España y más p ropiam en te a
Cataluña, para establecer allí el Instituto d e los C a pu ch in os, fu n d a n d o
n u evo co n v e n to en Santa C ru z [¿ d e M ú d e la ? ], c o m o fe u d o de su fa ­
m ilia» ( 1 2 ).
P ero el m en cion a d o P. A la rcó n , apenas em b a rca d o para dar cim a
a la em presa en com en d a da d e pasar a E spaña, ca y ó e n ferm o, vién dose
o b lig a d o a volverse a N á p oles, d o n d e fa lleció en 1 5 7 1 ( 13 ).
H ech os p a recidos tenían lugar en F rancia d o n d e , aun contra la

(9) Collectio authentica ordinalionum et decisionum Capituiorum Generalium.


Capitulum X III (15 6 7 ), en Analecta Ord. FF. Min. Cppuceinorum, V (18 89 ), pp. 79-
80. N o sabem os a qué pueda referirse lo de la prohibición regia. E s v erd ad que
C arlo s V escribió u na carta a Paulo I I I (4 d e diciem bre d e 15 3 5 ) en la que le decía
que, sabedor d e qu e «se ha com enzado a institu ir nuevam ente una cierta secta que
se llam a d e los C ap uch in o s», le pide «no perm ita ni dé lu gar que se proceda ad e­
lante en esto y especialm ente no consienta que en n in gun a m anera se introduzca
en Esp añ a» . P e ro tam bién sabem os qu e lu ego «enterado de la verd ad , los había
recom endado al Pon tífice». C fr. Analecta, X X I X ( 19 1 3 ) , p. 3 1 2 , y T a c c h i V e n t u -
Ri, S . J., Vittoria Colorína e la Rijorma Cappuccina, en Colleclanea Franciscana, I
( I 93 i) , PP- 33- 40 .
( 10) POBLADURA, O. C., p. 83.
(11) B a s iliu s C ap . De qiiadam «peregrina» narratione circa
A R u b í, O . F .
M .
criginem et fundationem Provinciae Capuccinorum Catalauniae ( 15 7 6 - 15 7 8 ) , en Col-
lectanea Franciscana, I X (19 39 ), pp. 36 4-5. C a si lo m ism o qu e dijo en dicho artículo
el P . R u b í, expuso en el qu e escribió con el título Establecimiento de los Capuchinos
en España y primera jundación en Barcelona, en la revista Uisparúa, V (19 4 5 ),
núm . X V I I I , pp. 1-3 7 .
( 12) Crónica napolitana, ossia Memorie storiche cronologiche attenti a’ FF. Min.
Cappuccini della provincia di Napoli, M s. citado por el P . R u b í , art. c., p. 36 5,
nota 1.
( 13 ) Ihid.
6 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

p ro h ib ició n del Papa, trataron d e establecerse los C a pu ch in os en la


m ism a capital en 1 5 7 2 -1 5 7 3 ( 1 4 ).
P or eso precisam ente, p o rq u e la realidad se im p on ía y p o rq u e eran
m uchas ¡as instancias y solicitudes qu e se h icieron , así al C apítu lo
G en eral c o m o al Papa, para q u e los C a pu ch in os se estableciesen en
Irlanda, España y F rancia, G r e g o r io X I I I se v ió en cierto m o d o en
la p recisión d e derogar form alm en te el B reve de P aulo II I, y , co n el
q u e e x p id ió el 6 de m a y o d e 1 5 7 4 , E x n osíri pastoreáis o jficii, p erm i­
tía a los C apu ch in os «pasar librem en te a cu alqu ier parte d el m u n d o
y fundar allí casas y p rov in cia s» (d o m o s, loca, C ustodias e t P rov in ­
cias) ( 15 ).
T a i d ecisión tu v o y ha ten id o en la O rd en , c o m o fá cilm en te p u ed e
conjeturarse, una im portancia capital y d ecisiva en su expan sión y en
su desarrollo e in crem en to. A partir d e esa fech a y en el co rto espacio
d e m e d io siglo lograrán los C a pu ch in os establecerse en gran parte del
m u n d o civ iliza d o y asim ism o irán a otras tierras inexploradas e ig n o ­
tas para llevar a sus habitantes las lu ces d e la fe y d e la civilización .
L a prim era en recibirlos y p rop orcion arles con v en tos fu é F ra n cia ;
a ella sigu ió co n n o m en os entusiasm o y calor E spaña, c o m o vam os a
ver.

4. R esp e c to d e los intentos d e fu n d a ció n d e los C a pu ch in os en


nuestra patria tenem os un testim on io excelen te y fid e d ig n o d e fines
d e 1 5 7 6 o com ie n zo s d el 7 7 en el P. V ica rio G en era l d e la O rd e n ,
Jerón im o de M on te fio re , q u ien así contestaba p o r segunda v e z a los
C on celleres d e B arcelona qu e instaban p o r q u e vin iesen a fu n dar en
la capital d e Cataluña, d icién d oles entre otras cosas qu e «sabía que
la voluntad de ios Padres d e la R e lig ió n había sid o la d e pasar m u ch os
años hacía a España, p e ro q u e p o r las m uchas con tra d iccion es que
habían ten id o p or parte d e algunos ém u los, n o habían log ra d o obtener
íal fa v o r» ( 16 ).
N o fu eron , pues, solam ente los reyes los q u e im p id ie ro n entonces
la entrada d e los C a pu ch in os en nuestra patria. A pesar d e to d o sabe­
m os qu e ya en 1 5 7 5 vin ieron a ella y asim ism o llegaron a pisar tierras
castellanas, traídos p o r el prim er M a rq u és de Santa C ruz.
D o n A lv a ro d e Bazán estaba em parentado c o n la fam ilia d e los
A larcón . E n la batalla d e L ep a n to, d o n d e aquél tanto se distin guió,
m an dan do las naves de la retaguardia, p u d o co m p r o b r p o r sí m ism o
el c e lo d e los C a p u ch in os, designados oficialm ente p o r P ío V capella-

(14 ) O jT H B E R T , O. C ., pp . 2 2 1- 2 2 . — POBLADURA, O. C ., p. 85.


( 15 ) Bullarium, I , pp. 2 2 y 34, y V , pp. 1 - 2 . — C fr. asim ism o Analcota, V (18 S9),
pp. 8 1-8 2 , donde se exponen las causas d e esta concesión.
( 16 ) R u f i n o d a S i e n a , O . F . M . C ap . I FF. Minori Ccppuccini nel primo sé­
calo del!’origine, M s. ed. por el P . S ix to de P isa, O . F . M . C ap ., en L'Italia Fran-
ciscma, V I ( 19 3 1 ) , citado por el P . R u b í , art. c., p. 376.
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 7

4T
nes d e la flota papal en aquella gloriosa jornada. P recisam ente u n o de
ellos era el P. Juan A la rcón d e T ord esilla s, a qu ien una relación
llama «h o m b re d e m u y ejem plar vida y d e valeroso co r a z ó n », qu e n o
sólo se co n ten tó c o n animar a los soldados, llevando el C ru cifijo p en ­
diente d e una alabarda, sin o q u e, al em bestir la galera en qu e iba, a
la contraria, fu é el p rim ero q u e saltó a ella ( 1 7 ).
F u é óin d u da entonces cu a n d o el M a rq u és d e Santa C ru z sintió
deseos d e tener en sus estados y posesion es a los C a p u ch in o s; los p i­
d ió encarecidam ente al P. V ica rio G en era l y c o n toda seguridad que,
en una d e aquellas sus venidas a España, co n sig o los trajo para que
llevasen a ca b o su p ro y e cto d e fu n d a ción . D e b ió su ceder esto en 1 5 7 5 ,
a más tardar.
D e s d e lu eg o sabem os q u e p o r esas fechas v in ieron p o r lo m enos
d os religiosos, y p or cierto e sp a ñ oles; p e r o F elipe II se n e g ó a adm i­
tirlos. A sí lo con sign a el P. A n g e l d e M a s, u n o d e los D esca lzos espa­
ñ oles, qu e pasó a Italia para abrazar la reform a capuchina. E scrib ien d o
desd e G é n o v a a 2 4 d e agosto d e 1 5 7 6 , d ice q u e la n oticia d e qu e los
C on celleres d e B arcelona habían escrito al P. G en era l sobre la fu n ­
d a ción d e un con v e n to en B arcelona, la había sabido tam bién p or dos
Padres españoles qu e «v in g u eren després co n les galeres d e Spayna,
y m e digu eren lo m ateix, y un dells escrigué al pare n ostro G eneral
d e dit n e g o c i» . A ñ a d ie n d o qu e d ifícilm en te se con se g u iría : « L a causa
es ésta: p erq u é lo any pasat lo M a rq u és d e santa C ru z, capitá general
de les galeres de N a p o ls, y altres senyors de Castella pregaren al pare
n ostro G en era l quels donas frates capu chins p erq u é eils v o lie n fe r alcuns
m onastirs en ses terres p rop ies, y lo R n t. Pare G en era l enviá aquelis
dos pares espagnols juntam ent ab lo M a rq u és q u e anava á Spagna, y
essentse los dos pares presentáis al rey, ell les resp on gu é q u e ell amaba
ia nostra religió, más qu e n o con ven ía qu e nosaltres pren guesen m o ­
nastirs en Spayna essenthi los d esca lsos, tots d e u n m ateix habit y
p rofessió, m as solam ent diferents en los prelats» ( 1 8 ).

( 17 ) T c d o s los escritores, al referir la v id a d el P . Ju a n A larcó n , reproducen


cuanto dice el P . M ig u e l de V allad o lid , en sus tantas veces citada Crónica m an u s­
crita, ff. 7 1 ss. A s í ío hace F . C a l a s a n z d e L l e v a n e r a s (C ard . V iv e s y T u tó ) en
Biografíe hispano-capuchina, B arcelo n a, 1 8 9 1 , p. 1 7 1 ss., y el P . F é lix d e P re­
m ié, O . F . M . C ap . en su Libro de las cosas memorables de los PP. Capuchinos de
la Madre de Dios de Cataluña, y particularmente de este nuestro convenio de Arenys
de Mar, M s. del A rch iv o P ro vin cial de los C ap uch in o s de C atalu ñ a, pp. 1 1 1 - 1 1 8 ,
com o asim ism o lo reprod u ce luego en la historia d e los otros conventos de la m en­
cionada P ro vin cia C apuchina.
E s e hecho sucedido en L e p a n te , referid o tam bién po r el P . V allad o lid , lo toma
a su vez fielm ente d e la o b ra de J e r ó n i m o d e T o r r e s y A g u i l e r a , Chronica, y Re­
copilación de varios succesos de guerra que ha acontecido en Italia y partes de
Leuante y Berbería desde que el tinco Salim rompió con Venecianos y fue sobre
la Isla de Chipre año de M .D .LX X..., Z arago za, M . D . L X X I X , cap: 16 , fo l. 7 5 ss.
(18 ) A m b r o s i o d e S a l d e s , O F . M . C a p ., Establecimiento de los Capuchinos
8 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

C o m o esa carta está escrita en 1 5 7 6 , n o ca b e la m en or duda de


q u e ei año anterior ya habían v en id o a España dos C a pu ch in os p or lo
m en os y co n in ten to d e fu n d a r ; y aun n o faltan cronistas q u e afirm en
q u e in clu so llegaron a pisar tierras castellanas: «E sta fu n d a ción , pues,
d e Castilla— escrib e u n o d e ellos— estuvo siem pre m u y caída en los
ánim os d e los qu e la p od ía n intentar, p or h aber sid o ech ados los frailes
d e u n con v en tico desierto q u e habían tom a d o en ei lugar d e l V is o en
una erm ita d e San A n d rés, h abién d olos traído de N á p oles el M a rq u és
de Santa C ru z el año d e 1 5 7 5 » ( 1 9 ).
T a m p o c o esta v ez tu vo e fe cto la fu n d a ción d e los C a p u ch in os eri
España, d e b id o prin cipalm en te a la o p o s ició n d e F elip e I I ; esa m ism a
op o sició n hará tam bién qu e años más tarde sean ech a d os d e los reinos
d e Castilla. Y es qu e justam ente llegaban a España en un m om en to
m u y p o c o p ro p icio , en qu e F elip e II p om a tod os sus con atos en llevar
a ca b o la reform a d e las O rden es religiosas y n o estaba p o r eso m ism o
dispu esto a adm itir otras nuevas. C o m o d e él se ha escrito «m ás que
p or la creación d e nuevas O rd en es, estaba p o r su re d u cció n a las
antiguas, y solía d ecir q u e, según iban m u ltip licán d ose, era d e tem er
qu e abundaran más en el m u n d o les institutos qu e la p ied ad re lig io ­
sa» ( 2 0 ).
Sin em bargo, tam bién la realidad logrará im p on erse, y la vida
sencilla y ejem plar, al par q u e austera, d espren dida d e las cosas y
penitente d e los C a pu ch in os, influirá m u y poderosam en te en su venida
a España y en su p rop a g a ción p or el suelo patrio, c o m o igualm ente
había su ced id o en Italia.
5. E fectiva m en te: la fam a de esos ejem plos d e austeridad y p e ­
nitencia llegó tam bién a España y , al igual q u e a otros corazon es, m o v ió
asim ism o el d e un tal M o s é n Q u e ro l, fa rm a céu tico d e B arcelona, quien
n o con ten to co n sus gestiones personales para hacer ven ir a los C a ­
p u ch in os a la C iu d a d C on d a l, se valió a su v ez d e los qu e form aban
el C o n sejo d e la ciudad.
H e aquí có m o n os lo refiere el P. M ig u e l d e V ailad olid , el más
antiguo cronista e historiador d e la O rd en C apu ch in a en E spañ a: «U n
d istin gu id o farm acéutico d e B arcelona, q u e se llam a M o s é n Q u erol,
m o v id o d e la n oticia q u e le d ieron algunas personas q u e habían estado
en Italia, de la vida ejem plar d e nuestros frailes, solicitó a los del

en España y fundación de sus conventos en Cataluña, en Estudios Franciscanos, I I


(19 0 8 ), pp. 9 1-9 2 .
(1 9 ) F é lix de G ran ad a, o. c ., p. 8. Lo m i s m o d ic e e l P. Juan d e M on­
zón, O . M . C a p ., Erario Divino, M s . c ., f . 4V .
F.
C reem o s, sin em bargo, qu e estos dos cronistas juntan dos sucesos d istin to s: la
venida prim era d e los C ap uch in o s a E sp añ a, en 15 7 5 , y la exp u lsió n de la erm ita
de S a n A n d rés d e E l V iso , qu e tuvo lu gar hacia fines d e 15 7 9 .
(20) M o d e s t o L a f u e n t e , Historia General de España, B arcelo n a, 18 8 8 , t. X I ,
P- 3-
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 9

sería bien enviarles a llamar o darles licen cia para q u e viniesen a fundar
en su ciu d ad , y , c o m o se determ inase en C o n se jo q u e sería b ie n viniesen
y qu e les darían una casa d e d e v o ció n qu e está fuera de la ciu d a d y
las dem ás ayudas necesarias para la fu n d a ción , el so b re d ich o Q u erol
en vió a Italia diversas cartas c o n el aviso y determ in ación d e l C o n s e jo ;
mas c o m o estos avisos n o llegasen o p o r ser d e personas particulares
n o se m ov iesen p or ellas los frailes a venir, p ro cu ró el so b red ich o Q u erol
C o n se jo d e la sobredich a ciu d ad para q u e propu siesen en C o n se jo si
escribiese el C on se jo d e la ciu d a d a nuestro M . R d o . Padre G en eral,
p id ién d ole se sirviese de enviar frailes para esta ¡fu n d ación » ( 2 1 ).
E fectiva m en te : los C on celleres, d espu és de tom ar ese acu erdo en
el C on sejo d el 2 d e ju n io d e 1 5 7 6 , escribieron cu atro días más tarde
al P . G en eral, ofre cié n d o le sus servicios en ese sen tido y hasta la casa
e iglesia d e Santa M a d ron a . E l P. G en era l contestaba el 11 d e o ctu b re
d el m ism o año a Q u erol y a los C on celleres, a gradecien do la buena
voluntad y qu e, si llegaba el caso, aceptaría la casa e iglesia qu e le
ofrecían ( 2 2 ).
M as los C on celleres n o se d ieron p o r satisfechos c o n tal respu esta;
escribieron d e n u ev o al P.. G en era l, h acién d ole las m ism as dem andas
e id én ticos ofrecim ien tos. P ero sólo o b tu v ieron p o r con testación que
una cu estión d e tanta m onta n o quería resolverla p or sí m ism o, sino
q u e esp'eraría a p rop on erla al p ró x im o C a pítu lo G en eral qu e se cele­
braría en 1 5 7 8 .
In sistieron d e n u e v o los C on celleres y , p o r fin, logra ron qu e el
P . G en era l se aviniese a sus deseos. N o m b r ó al defecto p or C om isario
para España al P. A rcá n g el A la rcó n d e T ord esilla s, q u e será el fu n d a­
d o r d e los C apu ch in os en nuestra Patria, c o m o seguidam ente verem os.
E l P. A rcá n g e l A la rcó n d e T ord estilas era español y natural de
T ord esilla s (V alladolid ). P roced ía d e la fam ilia d e los A la rcón y de
los M e n d o z a y estaba em parentado co n la d e l M a rq u és d e Santa C ruz.
H abía id o a Italia c o n sus padres, y allí to m ó el h á b ito ca p u ch in o en
ia p r o v in c ia .d e M ilá n , qu e lu eg o d e jó para pasarse a la d e N ápoles,
en la qu e vivían d os herm anos suyos, tam bién ca p u ch in os, los Padres
F ra n cisco y Juan, aquél fa lle cid o en 1 5 7 1 y éste co fu n d a d o r suyo de
las p rovin cias españolas ( 2 3 ).

( 2 1) V a l l a d o l i d , o . c ., en Estudios Franciscanos, V ( 19 10 ) , p. 4 7 1.
(22) V é ase el texto original del acuerdo y asim ism o las m encionadas cartas en
Estudios Franciscanos, I I (19 0 8 ), pp. 8 8 -9 1. P a ra m ás abundante b ib liografía, véase
el artículo de! P . R u b í, ya citado.
(23) H a y varios historiadores que han hecho al P . A rcán gel natu ral de T a r r a ­
gona, siendo sobradam ente com probado qu e n a d ó en T o rd esillas (V alladolid).
P a ra la vid a del P . A larcó n véase Biografía hispano-capuchina, o. c., pp. 1 0 1 - 1 1 2 ; V a ­
l l a d o l i d , Crónica m s., f. 4 s s .; A n d r é s d e P a l a z u e l o , O . F . M . C a p ., Vitalidad Seráfi­
ca. Los Franciscanos Capuchinos en Castilla, P rim era serie, M ad rid , 1 9 3 1 , pp. 4 8 -6 5 ;
e tcé te ra; Crónicas Capuchinas, Parte prim era, pp. 2 3 7 -3 9 , y Parte tercera, p. 2 8 1.
10 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

ju stam en te en ese m om en to h istórico se hallaba el P. A rcá n g el, al


igu al qu e el P. Juan, sum am ente o cu p a d o, ya desd e 1 5 7 4 , en levantar
el con v en to ca p u ch in o de N á p oles, llam ado d e la C o n ce p c ió n , cu a n d o
fu é design ad o C om isa rio p or el P. G en era l, a fines d e 1 5 7 6 o , más
probab lem en te, a com ien zos d el siguiente año.
P ron to se p u so a buscar com p a ñ eros qu e quisiesen seguirle en su
em presa y p ron to tam bién los en con tró. F u e ro n éstos los PP. M a te o
d e G u a d ix y Serafín d e N á p oles, F r. R afael d e N á p oles, C orista, y los
H erm anos L e g o s F r. P a cífico d e G é n o v a y F r. Q u eru b ín d e N á p o ­
les ( 2 4 ).
P or una coin cid en cia provid en cial, en aquel en ton ces, fe b re ro de
1 5 7 7 , el M a rq u és d e Santa C ru z era llam ado a España ( 2 5 ). N inguna
ocasión más p rop icia para p ed ir al d e Bazán se dignase llevarlos en
sus naves. P ero la estancia d e D . A lv a ro se p r o lo n g ó todavía en Italia
m ás d e un año. C asi otro tanto se d e m o ró , a su v e z , la ven ida d e los
C apu ch in os. P or fin lograron em barcarse en los p rim eros días de 1 5 7 8 ,
p e ro n o en las naves d e l M a rq u és, sin o en las d e l D u q u e d e Sessa,
q u e desd e P uerto H ércu les se dirigieron a España en ese tiem po,
saliendo el 3 d e fe b r e ro d el m e n cio n a d o año ( 2 6 ).
L leg a ron a Palam ós p o c o antes d e R esu rrección . L o s C apu ch in os
se adelantaron a la escuadra y entraron en B arcelona el día d e Pascua,
q u e aquel año ca yó el 3 0 d e m a r z o ; el 17 d e abril entraba en el pu erto
de la C iu d ad C on d a l el d e Sessa c o n todas sus naves ( 2 7 ).
L a prim era visita d e los C a pu ch in os fu é para el Sr. O b is p o d e la
ciu d a d ; después se d irig ieron en com p a ñ ía d e u no d e los C on celleres ai
co n v e n to de los O bservantes, llam ado d e Jesús, d o n d e fu e ro n am able­
m en te recib id o s y h osp ed ados. P ero p ron to ca m b ia ron las c o s a s; a la
am abilidad su ced ió la in d iferencia y lu eg o el desp recio.
S abed or el Sr. O b isp o de lo qu e ocurría, les o fr e c ió para habitación,
aunque tem poralm ente, la casa rectoral con tigu a a la iglesia d e San
G ervasio, distante d e B arcelona unas dos leguas. A llí v ivieron algunos

E s autor el P . A rcán ge l de u n herm osísim o y clásico libro de poesías devotas,


titulado Vergel de plantas divinas en varios metros espirituales, B arcelo n a, 159 4 ,
cu ya descripción detallada puede v erse en Estudios Franciscanos, X X V I I I , pp. 276-88.
D . M ig u e l M ir en su obra Al pie del Altar, D evocion ario clásico-poético, M ad rid ,
19 0 2 , ha recogido m uchas de esas poesías.
(24) E x iste a'gu n a varied ad o divergencia respecto a los nom bres y condición
de los qu e fueron por com pañeros d el P . A rc á n g e l; pero creem os pu ed e sostenerse
en firm e lo que aquí decim os.
(25) R u b í , art. c., p. 380, nota 4.
(26) Ibid., p. 526, nota 5.
(27) V a l l a d o l i d , o. c., en Estudios Franciscanos, V ( 19 10 ) , pp . 4 7 2 -3 . A u n q u e
en ¡as palabras del P . V allad o lid parece ad vertirse alguna contradicción, es m ás
bien aparente, com o lo hace notar el P . R u b í, art. c., p. 5 22 . L o que parece que
intentaba pro b ar sobre todo el P . V allad o lid era que los C ap uchino s h abían ven i­
do en 157 8 .
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA II

m e se s; p ero les fu é fo r z o s o dejarla p o rq u e el re cto r d e la m en cion ada


iglesia llevaba m u y a m al la estancia d e lo s religiosos.
P or fin, un r ic o señor d e B arcelona, p o r n om b re Juan T e rre r, les
o fre ció en Sarriá una capilla c o n su casa adjunta, levantadas en el
lugar d o n d e , según la tradición , había v iv id o Santa Eulalia c o n sus pa­
dres. C o n in d ecib le g o z o re cib ie ro n los C a pu ch in os el ofrecim ien to y
allá se trasladaron. F u é esa m orada perm anente el prim er con ven to
q u e, c o m o tal, tu vieron en España los C a p u ch in os, y allí vivían ya por
lo m en os el 2 0 d e agosto d e 1 5 7 8 .
A l co n v e n to d e Santa E ulalia d e Sarriá se siguieron p ron to otros,
tales c o m o el d e M on teca lv a rio, sito extram uros d e la ciu d ad , p ero
m u y cercan o, cuya prim era piedra se p u so el 14 d e d icie m b re d e 1 5 7 8 ;
el d e V alls, tam bién fu n d a d o a fines d el cita d o año o p rin cip ios del
siguiente i el de San B oy, en 1 5 8 0 , y así otros, c o n una rapidez tan
asom brosa, que, al d ecir d el P. V alla a olid , « e n los on ce p rim eros años
llegaron a 18 co n v e n to s» ( 2 8 ).
6. C o n ese paso la O rd en C apu ch in a había lograd o establecerse
en España y fundar la prim era P rovin cia, llam ada d e la M a d re d e D io s
d e Cataluña.
A ésta seguirán otras d os, la d e V alen cia y A ra g ó n , tam bién co n
m aravillosa rap id ez. P ero, si b ie n es cierto qu e al m ism o tie m p o que
en Cataluña, se in ten tó la entrada en tierras d e Castilla, sus puertas
p or desgracia seguirán cerradas a tales pretensiones. Y lo p eor d e to d o
fu é qu e m u y p ron to su rgieron dificultades y con tra d iccion es qu e im ­
p id ieron p rim ero y am inoraron después el au m en to d e con v en tos y
d e Provincias.
«M a s c o m o el d em on io— d ice el P. V alladolid— viese p or co n je tu ­
ras lo q u e aventuraba a p erd er c o n la dilatación d e la P rovin cia [C ata­
lu ñ a], to m ó p o r m e d io la p ru d en cia hum ana d e algunos religiosos d e
otra C on g reg a ció n para im p ed ir la sob red ich a dilatación, y p or m e d io
d e las personas qu e con v in ieron en este pensam iento y d e las persua­
siones fraudulentas q u e forja ron , m o v ie ro n el án im o d e l C a tó lico F e ­
lip e I I a m andar a los Presidentes y P relados d e este P rin cip a d o de
Cataluña qu e n o consin tiesen tom ar a nuestros religiosos más de d o c e
con v en tos en este rein o, y c o n esta P rovisión R ea l y c o n las sinrazones
q u e añadían, an d uvieron m o v ie n d o ios ánim os d e la gen te p rin cip al y
ordinaria a persuadirse qu e nuestro Instituto es inútil y las fu n d a cio ­
nes d e nuestros con v en tos perniciosas y supérfiuas, y , en ten ien d o n o ­
ticia d e alguna fu n d a ción qu e querían hacer los nuestros, presentaban
co n asistencia d e n otario su P rov isión y procu raban p o r éste y otros
m ed ios im pedirla, y la m ism a diligen cia h icieron para im p ed ir la fu n ­
d a ción d e V alencia y A ra gón , p o rq u e h u b ieron cartas d e la M ajestad

(28) Jbid., p. 1 7 2 .— Analecta O. F. A i. Cap., V I I ( 18 9 1) , p. 3 5 1 .


12 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

d el m ism o rey F elipe I I para los Presidentes d e aquellos rein os p or


las cuales les m andaba qu e d e ninguna suerte consintieran fu n dar en
sus g ob iern os a nuestros religiosos, y, aunque los señores D ip u ta d os
de Cataluña suplicaron a S. M . revocase aquel m andato qu e había dado
para Cataluña, c o m o consta p o r la cop ia d e una carta q u e escribieron ,
la cual está en el A rc h iv o d e nuestro c o n v e n to d e M on teca lv a rio de
B arcelona, n o fu é bastante este fa vor para qu e el re y hiciese lo que
le suplicaban, n i los contrarios dejaron d e m olesta m os, p or lo cual
estu vo parada la fu n d a ción d e esta P rovin cia p o r algún tiem p os con
solos d o ce co n v e n to s» ( 2 9 ).
E n esas palabras están suficientem ente explicadas las dificultades
y co n tra d iccion es qu e su rgieron al intentar las diversas fu n d acion es
llevadas a ca b o p or los C apu ch in os en Cataluña, las qu e lu ego se re p i­
tieron en V alencia y A ra gón ( 3 0 ).
N o nos alargarem os m u ch o en lo referen te a la fu n d a ción d e estas
d os últim as P ro v in cia s; es un asunto q u e n o nos toca d e llen o y sola­
m en te lo h acem os en cuanto q u e fu eron paso para la entrada de los
C apu ch in os en Castilla.

L a fu n d ación d e V alencia co m e n z ó a tratarse ya hacia 1 5 8 7 o 1 5 8 8 ,


en un C apítu lo, ce leb ra d o prob a b lem en te en u n o d e esos años, en
e) qu e el P. Juan A la rcón fu é eleg id o P rovin cial ( 3 1 ) ; p ero su p ro ­
puesta fu é rechazada p o r m ayoría d e v otos ( 3 2 ).
Pasaron varios años y nada se p u d o hacer en ord en a la m e n c io ­
nada fu n d ación . P e ro los esfu erzos aunados d el P. Juan A la rcó n y
del Beato Juan d e R ib era , Patriarca d e A n tioq u ía , A r z o b is p o y V irrey
de V alen cia, lograrán echar p o r tierra aun ios m ayores obstácu los. A
eilos se d e b e sin duda alguna la fu n d a ción d e V alencia.
A sí escribe efectivam en te el P. M ig u e l d e V a lla d o lid : « Y n o o b s ­
tante q u e h abien d o p rop u esto en un C a pítu lo P rovin cia l si sería bien
fu n dar en el rein o d e V alen cia y resu elto qu e n o p o r la m ayor parte
d e ios votos, el P. Juan su po hallar m o d o c o n su p ru d en cia para q u e

(29) Ibid., V I ( 1 9 1 1 ) , 9 9 - 1 1 0 . V éase tam bién allí la v aliosa docum entación que
corrobora este aserto del prim ero d e cronistas capuchinos españoles.
(30) C£r. lo qu e el m ism o P . V alladolid d ice respecto d e la d e V alen cia al
narrarnos la vid a del P . Ju a n A larcó n en su Crónica m s., f. 6 $ r .: « E l P . ju a n de
A larcó n trató d e la fu n dación del reino d e V alen cia en la cual había la m ism a
contradicción qu e en C atalu ñ a por parte d e los O bservantes, p o rqu e aún no tenían
p ro visió n del re y para pro h ibir la fu n dació n en aquel reino, y no obstante que m e
dijo el C o n d e d e A y to n a , padre d e este M arq u és qu e ho y v iv e, siendo v irrey de
V alen cia, que le escribió el R e y F e lip e I I lo m ism o q u e a l v irre y d e C atalu ñ a y
que, respondiéndole en fa vo r nuestro, to m ó a replicar que hiciese lo q u e le había
m andado.»
( 3 1) C fr. Biografía hispano-capuchina, o. c., p. 590, « M in istro s provinciales
d e Cataluña».
(3 2 ) V a l l a d o l i d , Crónica m s., f . 6 s r .
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 13

el Patriarca A rz o b is p o d e V alen cia, D . Juan d e R ib e ra , tom ase a su


ca rg o el n egociar la fu n d a ción y ayudar a ella c o n su hacienda, c o m o
después ayudó y a cabó c o n los religiosos d e nuestra P rov in cia [Cata­
luña] q u e consin tiesen en ello y al fin se e fe ctu ó sien d o C om isa rio d e
esta P rovin cia el P. Juan (había m u erto el P . F ra n cisco d e F igueras
en R om a sien d o P rovin cia l), y el d u q u e d e L erm a virrey d e V alen cia,
el cual ayudó c o n una santa disim u lación a nuestra fu n d a ción d e V a­
len cia » ( 3 3 ).
Q uizás esa propuesta d el P . Juan A la rcón d e fundar en V alencia
fu ese h echa a instancias d e l p r o p io Juan d e R ib era . Estaba éste d e sd e
lu eg o sobradam ente in form a d o d e la vida d e los C a pu ch in os p or el
B to. P ed ro N icolá s F a ctor, q u ien se había pasado d e los R e co le to s a
los C apu ch in os, y c o n ellos estu vo desde 1 5 81 a ju n io d e 1 5 8 3 , v o l­
vién d ose lu eg o a los O bservantes del con v e n to d e Jesús d e B a rcelo­
na ( 3 4 ). «L a fam a d e santidad d e los C a pu ch in os d e Cataluña había
d espertado en el co ra zó n d el Santo Patriarca el S eñ or D . Juan de
R ib era deseos grandes de traerlos a este rein o d e V alen cia, p e ro lo
q u e le o b lig ó más a qu e hiciera más apretadas diligen cias para traerlos
fu eron las instancias grandes qu e p or sus cartas le h iz o el P . F r. N i­
colás F a ctor, después d e haber salido d e ellos, desd e su co n v e n to de
Jesús d e B arcelon a» ( 3 5 ).
B u en o será d e tod os m o d o s consignar aquí p o r adelantado lo que
u n o d e sus historiadores nos d ice d el B to. R ib e r a : « A costa d e gran­
des disgustos y con tra d iccion es (q u e d e ordin ario n unca faltan a las
obras buenas) h izo pasasen [los C a p u ch in os] d e Cataluña a V alencia
para dilatar su sagrado instituto n o solam ente p o r aquel , rein o sino
tam bién p or toda E spaña» (36). E ntusiasm ado p or las noticias re ci­
bidas acerca d e los C a pu ch in os, escrib ió a! P. J erón im o d e S orb o,
qu e a la sazón era S u perior d e toda la O rd en d esd e el C a pítu lo G e n e ­
ral h abid o el m es d e m ayo de 1 5 9 6 ( 3 7 ).
A l tener lugar d ich o C a pítu lo G en era l m oría justam ente en R om a
el P. P rovin cia! d e Cataluña, F ra n cisco d e F ig u e ra s; q u e d ó en ton ces
d e C om isario el P. Juan A la rcó n , qu e había asistido al C a pítu lo en
calidad d e C u stod io, y allí le fu é ord en a do q u e, en llega n d o a la P r o -

( 33) Ibid. D . Fran cisco G ó m ez de San d o val y R o jas, el fu tu ro D u q u e d e L e r ­


m a, era entonces solam ente M arq u és de D en ia.
(34) A n t o n i o d e A l i c a n t e , O. F . M . C ap ., Parte primera de las Chronicas
de Religiosos Capuchinos de la Prouincia de la Sangre de Christo del Rey no de
Valencia, M s., p. 6 (A rch ivo P ro vin cia! de los C ap uch in o s de V alen cia).
(35) Ibid., pp. 2 y 10 .
(36) J u a n J i m é n e z , M ín im o , Vida y Virtudes del V. S. de Dios el limo, y
Excmo. Sr. D. Juan, de Ribera, Patriarca de Antioquta, Obispo de Badajoz y des­
pués Arzobispo de Valencia, su Virrey y Capitán General, etc., R o m a, 1734,_ p. 18 5 .
(37) A l i c a n t e , m s. c., p. 1 1 , n .° 2 1 . — Estadística general de la Seráfica Pro­
vincia de los Menores Capuchinos de Valencia..., V alen cia, 1 9 0 1 , p. 4.— C fr. tam ­
b ién Analecta, V (18 89 ), p. 1 3 3 .
>

14 la p r o v in c ia d f ff. mm. c a p u c h in o s de c a s tilla

vin cia, « c o n co n s e jo d e los Padres D e fin id ores con v oca se y celebrase


el C a pítu lo P rovin cial. L le g ó a 2 de agosto y celeb róse el C anítulo
P rovin cial a 2 7 d e septiem bre del m ism o en el con v e n to d e M o n te -
ca lv a rio», en el qu e fu é eleg id o p o r S u perior P rov in cia l el p r o p io
P. Juan ( 3 8 ).
D e tod os m o d o s parece qu e— c o m o afirma el P . VaJladolid, cuyas
palabras h em os cita d o arriba— , la fu n d a ció n d e V alen cia se llev ó a
ca b o sien d o aún C om isa rio el P . A la rcón , si b ie n los religiosos n o fu e ­
ron enviados a V alen cia sino después d el C a p ítu lo P rovin cia l, tom án ­
d ose la posesión «a tantos d e o c tu b r e » ( 3 9 ).
M a s, c o m o esas gestiones n o p u d ieron llevarse secretam ente, n o fal­
taron quienes acudiesen al rey para con segu ir d e él un d e cre to p o r el
q u e se proh ibía la fu n d a ción d e V alencia. A visa d o de ello el Patriarca,
m an d ó fuesen urgentem en te los religiosos a tom ar p osesión , y , cuan­
d o a m anos d el virrey lleg ó el d e cre to en q u e se le m andaba qu e, si
Jos C apu ch in os n o habían tom a do p osesión d el n u e v o con v e n to en
la ciu d a d d e V alen cia, n o se lo perm itiese, ya había ten id o lugar aqu é­
lla el 2 4 d e octu b re d e 1 5 9 6 ( 4 0 ).
A sí se echaron los fu n dam en tos de otra P rovin cia co n este prim er
con v en to de la calle d e A lboraya, en los arrabales d e la ciu d a d del
T u ria . El Patriarca co lo ca b a solem nem ente la prim era piedra d el c o n ­
v en to definitivo el 7 d e m arzo d e 1 5 9 7 , y , después d e haber gastado,
al d ecir d e su historiador, nada m en os qu e diecisiete m il escu d os en
levantar la fábrica, él m ism o h iz o la traslación del Santísim o a la nueva
iglesia el 2 d e agosto de 1 5 9 8 ( 4 1 ).
A esa fu n d a ción sigu ieron otras co n ritm o verdaderam ente acele­
rado. A sí el co n v e n to de M asam agrell se fu n daba el 2 6 d e a bril d e
1 5 9 7 ; el d e A lbaida, el 2 5 d e en ero d e 1 5 9 8 ; el 19 d el m ism o m es
y año, el de O n ten ien te; el i q d e n o v ie m b re d e 1 5 9 9 , el de A lica n te ;
en 1 6 0 1 se tom aron el d e O llería, a 2 d e m ayo, y el d e S e g o rb e , a
2 5 d e ju lio ; el d e A lcira en 1 6 0 2 ; el 2 d e agosto d e 1 6 0 7 , el d e Já-
tiva, y ¿1 2 d e ju n io d e 1 6 0 8 , el d e C astellón ( 4 2 ).
E n cu an to a su régim en fu é in dep en dien te d e la P rovin cia d e C a­
taluña ya desd e sus com ie n zo s hasta 1 6 0 2 , estando al fren te un C o -

(3 8 ) Libro de los Actos Capitulares así generales como provinciales desde el


Capítulo general celebrado en Roma el último día de mavo de 1 5 9 6 y del Capitulo
Provincial celebrado en esta Provincia de la Madre de Dios de Cataluña a 2 7 de
septiembre del mismo año 15 96 , M s. f. 5v. (A rch ivo P ro vin c ial de los C ap u ch in o s
d e C atalu ñ a).
(39) Ibid., f. 6 r.
(4 0 ) A lic a n te , ms. c., pp. n -1 2 .
(4 1 ) Ibíd., p. 15; J. J i m é n e z , o‘. c ., p . 185.
(4 2 ) A l ic a n t e , m s. c., p p . 18 s s . ;
Estadística general de Valencia, o. c ., pp. 9 -
1 2 . — C fr. tam bién Analecta O. F. M. Cap., V I I ( 1 8 9 1 ) , p p . 1 5 1 - 1 5 5 .
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 15

m isario n om b ra d o p o r el P. G en era l, lo cual n o su ced ió c o n la de


A ragón ( 4 3 X
E n ese citad o año, al celebrarse el C a pítu lo G en era l el 2 6 d e m ayo
y ser e leg id o S u perior d e toda la O rd e n el fu tu ro San L o r e n z o de
Brindis ( 4 4 ), « s e o rd e n ó q u e la P rovin cia d e V alen cia se uniese co n
3a d e Cataluña y qu e en A ra gón y V alen cia p on g a el qu e fu ere P ro­
vincial C om isarios q u e en to d o estén su bordin ados a é l» ( 4 5 ).
A s í sigu ieron las cosas hasta 1 6 0 7 , según p arece, en q u e fu é co n s­
tituida P rovin cia, sien do e le g id o a la sazón prim er P rov in cia l el P . S e­
rafín d e P o licio , u n o de sus fu n dadores ( 4 6 ).

U n año después d e la fu n d a ció n del p rim er co n v e n to en el rein o


d e V alen cia se llevaba a ca b o tam bién la fu n d a ción del p rim er c o n ­
ven to d e la futura P rovin cia d e A ragón . L as vicisitu d es p o r q u e atra­
vesó las refiere así el P. V a lla d o lid : « L a m ism a d iligen cia qu e usó
el P. Juan A la rcón en allanar las dificultades q u e se ofre cie ro n en la
fu n d ación d e la P rovin cia de V alen cia, v ió en la fu n d a ción de A r a g ó n ;
p orq u e n o obstante qu e, c o m o m e d ijo el R e g e n te D . M onserrat
G u a rd iola, procu raron los ém u los qu e escribiesen a la corte los seño­
res d el C o n se jo d e A ra gón , casi tod os los estados d e aquel re in o y
hasta el H ospital G en era l d e Z aragoza, qu e nuestra fu n d a ció n era
p ern iciosa, y n o obstante q u e e l señ or A r z o b is p o y virrey estaban
preven id os co n cartas d el re y para q u e n o n o s recib iesen , p o r lo cual
se d etu vo el C o n se jo en dar licen cia , al fin p u d o m ás la pru dencia
y bu en m o d o d el P . Juan, ayu dado c o n e l fa vor d iv in o , qu e todas las
diligen cias d e nuestros ém u los, p o rq u e , in form ad os los señores A r­
z o b is p o y virrev y los dem ás q u e con tradecían , vin ieron a escribir
lo con trario d e lo q u e p rim ero habían escrito, c o m o el m ism o señor
R ege n te m e d ijo . Y finalm ente el año 1 5 9 7 , sien d o P rov in cia l el
P. Juan, se tu vo C a pítu lo P rovin cia l en B arcelona, en el cual fu é c o n ­
firm ado en el o ficio el P . Ju a n ; y en el d iscu rso d e este año, v ie n d o
la oca sión , se d eterm in ó a fu n dar la p rovin cia d e A r a g ó n » ( 4 7 ).

(4 3 ) A li c a n t e , m s. c ., p . 16. P or ese m o t i v o n o se h a c e m e n c ió n de V a le n c ia
Libro de los Actos Capitulares de Cataluña
e n e l c it a d o h a s ta 1602.
(4 4 ) Analecta, V ( 1 8 8 9 ) , p . 1Ó6.
(4 5 ) Libro de los Actos Capitulares de Cataluña, m s. c ., f. i o r .— A l i c a n t e ,
p. 24.
(4 6 ) N o aparece m u y claro cuándo haya sido con stituida com o tal la P rovincia
d e V alen cia. L a Estadística general, ya citada, p. 1 7 , nota, dice qu e fué en 1 6 0 5 ,
pero creem os sigue en ello al P . A lican te, qu ien, si bien es cierto q u e en una parte
d e s u m s. (p. 2 5 , n .° 4 9 ) parece afirm ar qu e en dicho año 1 6 0 5 se erigieron en
P ro vin cias lo m ism o V alen cia q u e A ragó n , en cam bio en o tra (p. 5 9 , n .° 1 2 5 ) , dice
qu e f u é el año siete, y al describirn os la v id a d el P . S e ra fín d e P olicio (p. 5 2 8 ,
n .° 8 5 ) dice tam b ién q u e e l prim er C ap ítu lo Pro vin cial se celebró después d e 1 6 0 6 .
P o r otra parte sabem os ciertam ente qu e A ragó n no se erigió en P ro vin c ia hasta el
añ o 1 6 0 7 .
(4 7 ) V a l l a d o l i d , Crónica m s ., f f . 6 5 v .- 6 ó r .
IÓ LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

E se m ism o año se enviaron algunos religiosos a Z aragoza ( 4 8 ),


p ero la posesión n o se to m ó hasta el 21 d e m ayo d e 1 5 9 8 , en qu e la
O rd en d e M alta d ió los terrenos para edificar el co n v e n to , p on ién d ose
la prim era piedra el 11 de d icie m b re ( 4 9 ).
C o m o su ced ió en V alencia tam bién en A ra gón se p rop a g ó la O rden
co n gran rapidez. A sí el 31 d e o ctu b re d e 1 5 9 9 se tom aba la fu n d a ­
ción del con v en to d e T a ra z o n a ; el 6 d e e n e r o d e 1 6 0 0 , e l d e Calata-
y u d ; el 2 0 de ju n io d e 1 6 0 2 , el d e H u e s ca ; en 1 6 0 5 se llevaba a ca b o
la fu n d ación d e C aspe y hasta se extendía a P am plon a al tom arse esta
fu n d a ción en 1 0 de ju lio d e 1 6 0 6 ( 5 0 ).
S egú n ya d ijim os al hablar de la P rovin cia d e V a len cia, la d e A ra­
g ón estu vo siem pre regida p o r C u stod ios a m o d o de C om isarios, los
q u e dependían del P rovin cial de Cataluña, q u ien los n om braba a su
arbitrio, ordinariam ente para un trienio. A sí sigu ió hasta 1 6 0 7 en que
con los seis con ven tos arriba m en cion a d os se con stitu yó in depen dien te
co m o P rovin cia ( 5 1 ).

7. Q u erem os añadir a estas notas qu e sirven c o m o d e in trod u c­


ción a nuestra obra, a lgo qu e en cierto m o d o n os p o n e ya a las p u er­
tas d e la fu n d a ció n en tierras d e Castilla, p ero qu e sin e m b a rg o n o
fu é preparación para ello, c o m o tal v ez a prim era vista pudiera parecer.
R etroced ien d o un p o c o en los acon tecim ien tos, h em os d e afirmar
qu e, n o obstante la o p o sició n h echa a los C a p u ch in o s, se fu n d aron en
breve tiem p o nada m en os qu e tres P rovin cias. C o n to d o y c o n eso aún
F elip e I I seguía op u esto a ello y aferrado a su op in ión , c o m o lo da
entender en una d e sus cartas. V a dirigida al Beato R ib era , c o n fech a
< d e m arzo d e 1 5 9 8 , y en ella le p id e su parecer en ord en a q u e el
P rocu rad or general d e la O rd e n d e San F ra n cisco le ha expuesto
«q u e d e n u ev o tratáis d e q u e a una legua d e esa m i ciu d a d d e V alencia
se fu n d e un m onasterio d e C a pu ch in os d e la O rd en d e San F ran­
c is c o » . A ñ a d e q u e, sin innovar cosa, le avise sob re lo q u e h u b iere ( 5 2 ).
N o sabem os lo qu e con testó el P atriarca; p e ro sí p o d e m o s afirmar
qu e la situación n o ca m b ió. M ese s después, el 13 d e septiem bre de
1 5 9 8 , bajaba al sep u lcro el rey P ru d en te y le su ce d ía en el tro n o F e ­
lip e I I I , con ra zón llam ado eí P ío. C o n él habrá d e cam biar radical­
m ente la situación jurídica de los C a pu ch in os españoles.

(48) Crónicas Capuchinas, P arte tercera, p . 274.— V a l l a d o l i d , ibid.


(49) Crónicas Capuchinas, ibid.— Fundationes, fundatores, sigilla el titulares con-
ventuum Aragoniae Capuccinorum provinciae, en Analecta, I X (18 9 3), p. 30.
(,50) Ibid.— Schematismus Ord. Fr. Min. S. Francisci Capuccinorum Provinciae
Aragoniae in Hispania, O loti, 1889.
( 5 1) Bullarium, V , p. 342. — Libro de los Actos Capitulares, y a c it a d o , f o l . 14 v.
C f r . P . V a l l a d o l i d , Crónica m s . , f f . 6 s v . ~ 6 6 r .
(52) A rc h iv o del Patriarca de V alen cia.— L u g a r-M a d rid , C la se -A , Sección-6,
A rm ario I , E stan te 7 , L e g . 3, n .° 42.— H a y copia en el A rc h iv o P ro vin cial d e los
Cap uchinos de V alen cia, C arpeta B , L e g . 10 , n .° 12 6 .
LOS CAPUCHINOS Y SU ESTABLECIMIENTO EN ESPAÑA 17

E n e fe c t o : p o c o después d e haber o cu p a d o el tron o, los C a p u ­


ch in os in vocaban su clem en cia v pedían su real p erm iso para exten ­
derse librem en te p o r los reinos d e V alen cia y A ra gón , ñ o r el P rin cio a -
d o d e Cataluña y co n d a d o s d e R o se lló n v C erdeña. F e lip e I I I , antes
d e dar un p erm iso tan am p lio, con su ltó a los resp ectivos capitanes
generales, virreyes v arzobispos. A sí lo h iz o , entre otros q u e señam os,
co n el A rz o b isp o d e V a len cia, B eato R ib era , c o n fech a 7 d e abril de
1 5 9 9 , p id ién d ole le d ijese co n b reved ad su parecer ( 5 3 ). L o m ism o
v en esa m ism a fe ch a c o n el d e Zaragoza, cu ya con testación vam os a
insertar p o r p a rece m o s d o cu m e n to de im portan cia v q u e n os da una
idea d e las actividades y apostolado d e los C anu ch in os en aauel en­
to n c e s : « S e ñ o r : en la d e siete, a u e h e r e c ib id o h o y , m e m anda
V . M . diga m i parecer cerca d e la licen cia p o r qu e han su p lica d o a
V . M . los F railes C a p u ch in os, para au e librem en te puedan extenderse
en estos reinos. Y o n o los había tratado hasta d e un año acá, q u e v i­
nieron a esta c iu d a d ; en to d o este tiem p o han p r o ce d id o b ie n y con
gran ejem n lo y ed ificación d el p u eb lo. Y aunque n o confiesan, m e
parecen útiles p o r ser gen te m u y m ortificada, d e m u ch a ora ción y
p rov ech osos para ayudar a b ie n m orir, q u e es d e los más principales
institutos qu e ellos tienen v d e m ayor b e n e ficio pára el p ró jim o . Y al
parecer dan p oca p esadu m bre. Y así m e persu ad o n o lo errará V . M . en
hacerles la m e rce d qu e p id en , c o m o sea para lugares grandes y p o ­
pu losos v con bu en n ú m ero d e frailes, advirtien do a los P relados n o
Ies den licen cia d e otra m anera, p o r o u e m e d icen son am igos d e fu n ­
dar m u ch os con v en ticos y d o n d e quiera qu e hallan entrada, y eso n o
lo ten g o p or acertado en ellos ni en otros religiosos. E n cam in e D io s
a V . M . para q u e haga lo q u e con v en g a para su serv icio y n os le
guarde infinitos años. D e C aspe, a 2 7 d e abril d e 1 5 9 9 .— A . A rps. C ae-
saraugust.» ( 5 4 ).
F avorables, c o m o éste, d eb ieron ser los dem ás in form es, puesto
qu e p o c o tiem p o más tarde, el 2 6 d e agosto d e 1 5 9 9 , F elip e I I I e x c e ­
día una R eal C édu la en la q u e, después d e h acer constar qu e los C a ­
p u ch in os habían fu n d a d o con ven tos en los rein os d e V alencia y A ra gón ,
P rin cip a d o d e Cataluña y co n d a d o s d e C erdeñ a y R o se lló n , y qu e de
su eje m p lo y d octrina resultaba m u ch o p re v e ch o a los naturales, d e ­
term ina qu e los C apu ch in os puedan fundar en los m en cion a d os reinos,
p rin cip a d o y con d a d os «las casas y m onasterios q u e tengan p o r b ie n » ,
p reced ien d o siem pre la licen cia d e los Superiores de la O rd en , y que

(53) S e halla tam bién en el m ism o A rch iv o y co-n la m ism a sign. T am b ién
hay copia en nuestro A rc h iv o de V alen cia, a su vez con la m ism a sign atura citada.
(54) A rch iv o d e la C o ron a de A ragó n .— F o n d o s m onacales.— L e g . 6 1 , tom o 2 .0,
fol. 6.
E l A rzo b isp o se llam aba A lon so G reg o rio , qu e rigió aquella diócesis los años
15 9 3 -16 0 2 .
i8 LA PROVINCIA D 2 FF. MM, CAPUCHINOS DE CASTILLA

dichas casas y m onasterios « n o las pu edan fu n dar ni fu n d e n sino en


ciu dades, villas y lugares grandes, có m o d o s y d e con sid era ción , y que
de la grandeza y c o m o d id a d de los d ich os lugares hayan d e ser c o n o ­
ced ores y co n ozca n los virreyes y arzobispos d e cada rein o, y así para
el d ich o e fecto y qu e n o se fu n d en m ás m onasterios d e los qu e con
toda com od id a d p od rá sustentar cada u n o d e los d ich os rein os, p rin ­
cip a d o y con d a d os, haya d e p reced er licen cia d e los d ich os virreyes y
arzobisp os juntam ente cada u n o en su rein o y p rin cip a d o » ( 5 5 ).
T o d a v ía más tarde un B reve d e P aulo V les abrirá n u evos y más
am plios h orizon tes, al perm itirles qu e, n o obstante lo p rescrito p o r su
antecesor G e m e n te V I I I , en su B reve d e 2 3 d e ju lio d e 1 6 0 3 , Q uon iam
ad instituía, los C a pu ch in os españoles pu diesen re cib ir m onasterios o
casas librem en te, co n tal d e qu e, al recibirlas, guardasen las p res­
crip cion es d e los cánones y lo ord en a d o p o r el C o n cilio T r id e n tin o ( 5 6 ).
A pesar d e to d o , Castilla, el rein o d e Castilla, seguía im penetrable
a la sandalia d el C a pu ch in o. N o obstante ese B reve d e P aulo V y la
R ea l C édula d e F elip e I I I , se levantó un m u ro in fran qu eable que
p areció cerrar el p aso para qu e en Castilla n o se fundase. C iertam ente
q u e esa co n cesió n d e parte d e F elip e I I I fu é una oca sión m agnífica
para haber solicita do la m ism a gracia para los reinos de Castilla, p ero
n o se h iz o así, sin que. sepam os la causa.
H agam os sin em b a rgo constar qu e n o fu é , c o m o se ha escrito «el
o rg u llo nacion al, el q u e p or algunos años levantó una barrera para
qu e los C apu ch in os n o se estableciesen en C asdlla y en otras par­
tes» ( 5 7 ), sino más b ie n la em u lación d e algunos.
Y c o n esto n os hallam os prop iam en te en el d in tel d e la historia
d e la P rovin cia C apu ch in a d e la E n carn ación d e las d o s Castillas.

( 55) O riginal d e dicha C é d u la en el A rc h iv o P ro v. d e C ap uch in o s d e V alen cia,


C arpeta B , L e g . 10 , núm eros 12 7 y 12 8 .
(56) B re v e A d uberes fructus (5 d e sept. de 16 06 ), Bullarium, V , 295, y A rc h i­
v o Pro v. d e C ap . d e V alen cia, C arpeta F , L e g . 6 1 , n .° 9 16 , d o n d e existe u n a copia
en pergam ino y autenticada.
(57) CUTHBERT, O. C., p. 237.
PRIMERA PARTE
PRIMER PERIODO
DE LA HISTORIA DE LA PROVINCIA DE CASTILLA

D e s d e s u f u n d a c ió n h a s t a s u d iv i s ió n

( 1575- 1625)

D esean d o qu e nuestro trabajo resulte lo m ás co m p le to p osib le, n o


qu erem os pasar en silen cio cuanto pu eda ilustrar la historia d e la P ro­
vin cia d e Castilla. A sí lo h em os h e ch o en el capítulo prelim inar y así
lo vam os a hacer tam bién ahora al p rop on ern os narrar los esfuerzos
realizados para llevar a ca b o la fu n d a ción d e con ven tos cap u ch in os en
tierras castellanas, aunque d e m om en to nada se haya lograd o. P ero cree­
m os qu e esos esfu erzos d eb en necesariam ente ser narrados p or eso
m ism o qu e integran la historia, y p o r otra parte para qu e qu ed e más
patente la op osició n qu e durante casi m e d io siglo se h iz o a la entrada
de los C apu ch in os en Castilla.
Servirán asim ism o c o m o d e in trod u cción a los h ech os que p reced ie­
ron a la fu n d a ción efectiva del prim er con v e n to en la corte, el de San
A n to n io d el P rado. A ese seguirán otros y otros, n o solam ente en tierras
d e Castilla, sino tam bién en A ndalucía, d e tal manera q u e cu a n d o sólo
contaba n ueve años d e existencia, p od ía ser erigida en P rovin cia en 1 6 1 8 .
Pasados lu ego otros siete años, y cu a n d o ya los con ven tos fu n d a dos al­
canzaban la cifra d e d o ce , se efectúa la d ivisión d e Castilla en 1 6 2 5 ,
para seguir form a n d o c o n siete de sus con ven tos una P rovin cia c o n la
m ism a d en om in a ción , m ientras qu e c o n los c in c o restantes se constituye
la C ustodia de A ndalucía.
S on esos, c o m o claram ente se ve, a con tecim ien tos d e im portancia y
trascendencia q u e m erecen ser tratados p or separado y c o n alguna d e ­
ten ción , así c o m o p or otra parte la organ ización de vida, régim en de
estudios., etc., dados a Castilla en los p rim eros años, co m o C om isariato
y lu e g o co m o P rovin cia. A sí lo vam os a hacer en capítulos sucesivos.
CAPÍTULO PRIMERO
P r im e r o s in t e n t o s d e e s t a b l e c e r s e en C a s t i l l a

i . L o s C ap u ch in os en E l V iso.— 2 . Fracaso d e aquella fu n d a ción .—


3 . O p osición d e los con tra rios.— 4 . O p o sició n interna.— 5 . Trabajos
para fundar en la C o rte.

1. L o s p rim eros C a pu ch in os qu e pisaron tierra española fu eron


traídos, c o m o ya d ijim os arriba, p or el M a rq u és d e Santa C ru z, d on
A lva ro d e Bazán. N o obstante los m u ch os servicios prestados p o r él a
su patria y a F elip e II, éste n o atendió a sus deseos, n o q u iso adm itirlos
en Castilla y aquellos se v ieron ob lig a d os a regresar a Italia en 1 5 7 5 .
H abían pasado solam ente dos añcs d e aquella contrariedad. Iba a
1egresar nuevam ente a España el d e Bazán, llam ado p or el m ism o
F elip e II, y en sus galeras pensaron hacer el viaje los C a pu ch in os que
venían a fundar en B arcelona, P. A rcá n g el A la rcón d e T ord esilla s y
sus com p añ eros, aunque lu e g o lo h icieron en las naves, d el d u q u e de
Sessa.
A l ver q u e los deseos d e los C on celleres d e B arcelona iban a ser
realidad, d e b ió pensar d e n u e v o el M a rq u és en aquella antigua idea y
acariciado p roy ecto de qu e tam bién viniesen los C a pu ch in os a fundar
un con v en to en sus tierras y posesion es d e E l V iso. S i antes había fra­
casado, quizás ahora las cosas h ubiesen ca m b ia d o ; _y si en Cataluña
eran adm itidos, ¿p o r qu é n o lo seríaii tam bién en C astilla? T a n to más
cu anto qu e hasta ahora n o existía p ro h ib ició n form a l d el rey.
Para preven ir los m u ch os in con ven ien tes y dificultades qu e pudieran
surgir, aun de parte d el m ism o F elip e II, o b tu v o de G r e g o r io X I I I un
B reve, p or el qu e se le perm itía establecer u n co n v e n to d e C apu ch in os
en E l V iso. A l m ism o tiem p o se m andaba en él al P. G en eral designase
para el d ich o co n v e n to G u ardián y algunos fraile^, y tam bién en careci­
dam ente se p ed ía 3 F elip e I I y se le urgía para qu e, juntam ente con
los arzobisp os, ob isp os y otros eclesiásticos, n o sólo n o pusiesen im p e ­
d im en to alguno para ello, sino fa voreciesen eficazm ente esa fu n d a ción .
D ic h o B reve fu é c o n c e d id o a p etición de la M arqu esa d e Santa
■M LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

C ru z, doñ a M aría M a n u el, y lleva la fech a 2 7 d e abril d e 1 5 7 7 , jus­


tam ente en el m ism o tie m p o en qu e el P . A rcá n g e l A la rcó n era d esig­
nado C om isario general para llevar a ca b o la fu n d a ción d e Cataluña ( 1 ).
E n ese B reve se hace notar q u e el M a rq u és había h e ch o levantar
una casa para los religiosos en m em oria d e la victoria d e L ep a n to, con
e l fin d e q u e los C a pu ch in os p idiesen constantem ente p o r los fieles
cristianos q u e m u rieron en aquella m em ora b le batalla, y sien do inten­
ció n del M arqu és q u e, p o r el m u c h o a fecto y d e v o ció n qu e la M arqu esa
profesa a la O rd e n C apu ch in a, cu y os religiosos « s e distin guen p o r la
santidad d e vida y co stu m b re s», sea dada la casa, q u e ha h e ch o co n s­
truir, a los C apu ch in os, había p e d id o al Papa perm itiese y autorizase
la erección d el con v en to, a lo q u e G re g o r io X I I I a cce d ió d e m u y buena
voluntad.
P ero ad em á s: se perm itía q u e los D esca lzos o A lcantarinos p u d ie ­
sen, c o n licencia d e sus S u periores, pasarse a los C a pu ch in os, ya que,
co m o el m ism o B reve agrega, «eran m u y p o co s los qu e en E spaña ha­
bía » (e i quia adm od um p a u ci F ratres C a p u ccin i in illis partibus r e p e -
riuntur), palabras qu e d e b e n interpretarse c o m o qu e «eran p o c o s los
qu e para España eran d estin a d os», pues consta c o n certeza qu e en esa
fech a , 1 5 7 7 , n o había C a pu ch in os en nuestra patria.
E l P . G en era l d e la O rd en , o b lig a d o p o r el m an dato e im p osición
d el Papa, d esign ó para aquella n ueva fu n d a ció n a lo s P P. Juan A la rcón
d e T ord esilias, B ernardino d e A lh am a o d e A ra gón y F r. M a se o de
T u rín , L e g o .
E l P. Juan era h erm an o d el P. A rcá n gel, y su design ación para
pasar a España co n el M a rq u és d e Santa C ru z d e b ió hacerse al m ism o
tiem p o q u e el P . A rcá n g el era n o m b ra d o C om isa rio para la fu n d a ción
de Barcelona. N o deja d e llamar desde lu e g o la atención qu e éste, al
escoger los com p a ñ eros en esa em presa, n o eligiese al P . Juan, q u e con
é l vivía en el m ism o co n v e n to y qu e sin duda alguna le h ubiera ayu­
d a d o c o m o n ingún otro. L a única exp lica ción aceptable es la d e que
el P. Juan tem a otra m isión qu e cu m p lir, lleva n d o a ca b o la fu n d ación
d e El V iso.
C o n el M a rqu és d e Santa C ru z y en sus galeras v in ieron los tres
íe lig io so s, arribando a B arcelona a m ed ia dos de m ayo de 1 5 7 8 ( 2 ). L le ­
garon a la C iu d ad C on d a l cu a n d o el P. A rcá n g el y sus com p a ñ eros vivían
aun h ospedados en San G ervasio ( 3 ).
A pesar d e qu e el P . Juan traía sus com p a ñ eros design ados, al
llegar a B arcelona qu ed aron allí el P . B ernardino y F r. M a se o , y él,
ju n to c o n el P. M a te o d e G u a d ix , d irig ió sus pasos ca m in o d e la

(1) C fr. dicho breve In caetera Divinae Majestati, Bullarium, V , pp. 368-370.
(2) Cfr. R ubí , art. c., p. 530, nota 2.
(3) V a l l a d o l i d , o . c ., en Estudios Franciscanos, V (1910), p. 475.
PRIMEROS INTENTOS DE ESTABLECERSE EN CASTILLA 25

M a n ch a , a tierras d e E l V iso , co n el fin d e dar cim a a la fu n d a ció n del


p royecta d o co n v e n to ( 4 ).
N o sabem os a pu n to fijo si, c o m o d icen los cronistas, fu é a fijar
su m orada en Sierra M o re n a , en una erm ita dedicada a San A n d rés, o
si q u e d ó en el p u e b lo d e E l V iso del M a rq u és, en el con v e n to q u e, según
el B reve d e G re g o r io X I I I , el d e Santa C ru z había h e ch o levantar para
los religiosos. N o s in clin am os desde lu e g o p or lo p rim ero, afirm ando
que el tal con v en to n o estaba aún edificado.
E n e fe c t o : en las estribaciones d e Sierra M oren a y en u n o de
los sitios más saludables y am enos existe aún h o y día una ermita d e d i­
cada a San A n d rés, cuya co n stru cció n data ya d el siglo X V ; dista d e El
V iso 17 k ilóm etros, y en ella se veneraba una antigua im agen d el Santo
A p óstol, destruida p o r los ro jo s en 1 9 3 6 . A su alrededor parecen co n ­
servarse aún restos d e ed ifica ción qu e qu ieren sem ejar restos d e c o n ­
ven to, si b ien , según la tradición , fu eron d e una residencia d e T e m ­
plarios ( 5 ).

2. A llí d e b ió fijar su m orada el P. Juan A la rcón , aunque habría


d e ser d e corta du ración , de solos dos años in c o m p le to s ; n o obstante,
sún «re c ib ió algunos seglares al h á b ito ; y , c o m o n o tuviese e fecto
aquella fu n d a ción p or la con tra d icción d e los Padres O bservantes, el
año 1 5 8 0 , a 2 4 de m arzo, se v o lv ió a esta P rovin cia [d e Cataluña] con
d ich o F r. M a te o y c o n un sob rin o suyo llam ado F r. F ra n cisco d e A la r­
có n ( 6 ), qu e había vestid o nuestro h ábito, y c o n otros, llam ados el uno
F r. P ed ro d e G u a d ix , qu e después fu é G u a rd iá n d e esta P rovin cia , y el
otro F r. T a d e o C astellano (o d e Castilla), L e g o , tod os b u en os y eje m ­
plares» ( 7 ).
L a causa d e este segu n d o fracaso fu é qu e el C o n se jo d e Castilla
n o q u iso dar la corresp on d ien te licen cia para fundar, sin o qu e m an dó
saliesen lu eg o d e Castilla ( 8 ), según qu e más patentem ente consta p or

(4) Ibid.—Biografía hispano-capuchina, o. c., p. 173.


(5 )Cfr. I n o c e n t e H e r v á s y B u e n d í a , Diccionario histórico, geográfico, bio­
gráfico y bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real, Ciudad Real, 1899, pp. 647-8.
(6) Cfr. F é lix d e G r a n a d a , o . c ., p. 74-5, donde narra su vida.
(7) Libro de la vestición y profesión de los Religiosos Capuchinos de la Santa
Provincia de Cataluña, recopilado de orden del M. R. P. Provincial Fr. José Fran­
cisco de Barcelona en el año 1 7 7 3 , Ais., cap. V I II, p. 120 (A rch ivo Provincial de
los Capuchinos de Cataluña).— El P. Valladolid, Crónica ms., f. I26v., hablando
del P. Pedro de G uadix dice que tom ó el hábito «en la ermita de S. Andrés que
tomaron nuestros frailes en Sierra M orena, y vino n ovicio a esta Provincia cuando
vino el P. Fr. Juan d e A la rcón ; hizo profesión en M ontecalvario a 25 de marzo
del año 1579». Según esto la vuelta del P. Alarcón a Cataluña habría sidoi un año
antes, en 1579.
(8) C fr. Biografía hispano-capuchina, p. 173.— Crónicas Capuchinas, Par­
te segunda, p. 239.— P e t r u s R o d u l p h i u s T o s s i a n i n e n s i s , O . F. M . Conv.,
Historiarum Seraphicae Religionis libri tres, Venetiis, 1586, f. 201, después de se­
ñalar la fundación de Baicelor_a, añade: «Sed R egio mandato prohibitum fuit ne
26 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

el d o cu m en to qu e abajo cop ia m os, un m em orial presentado a F elipe II


p or el C om isario general d e la O rd e n d e San F rancisco.
Sea d e ello lo qu e fu ere, lo cierto es qu e el P . Juan A la rcón se v io
ob lig a d o a volverse a Cataluña, llegando efectivam en te a B arcelona en
el m es d e m arzo d e 1 5 8 0 , aunque ya tenía ord en d e l P. G en era l para
q u e regresase en septiem bre d e 1 5 7 9 ( 9 ).
Y p o r lo qu e h ace al co n v e n to o fre c id o p or el M a rq u és d e Santa
C ru z en E l V iso , el B ulario d e la O rd en p on e esta nota a con tin u a­
ción d el m en cion a d o B re v e : «V arias dificultades surgidas n o p erm i­
tieron su e jecu ció n , y la casa c o n s tr u id a ' fu é ocu p ada p or los Padres
D e sca lzos» ( 10 ).
Sin em b argo, p od em os añadir qu e n o fu e ro n ta m p oco los D e s ­
calzos sino los O bservantes los q u e en definitiva se qu ed aron c o n la
fu n d a ción de D . A lv a ro d e Bazán, la qu e se red u jo, en un p rin cip io
al m en os, a una sencilla casa, en la cual vivían ya los religiosos en
1 5 8 5 , p ero sin iglesia, ten ien d o qu e d ecir M isa «e n una cuadra
p eq u eñ a » ( 11 ), pues el co n v e n to definitivo n o se acabó hasta 1 6 1 5 ( 1 2 )
y la iglesia hasta 1 6 3 1 , cam biándose en ton ces el titular, San F ra n cis­
c o , p or eí de Santa A na ( 1 3 ).

3. T erm in a m o s este ep iso d io e inten to d e fu n d a ción en tierras de


Castilla co n el siguiente d o cu m e n to enteram ente d e s co n o cid o y al pa­
recer d e 1 5 8 1 , qu e vien e a corrob a r cu anto llevam os d ic h o en éste y

ulterius prcgrederentur Fratres Capuccini, unde in R egno Catalo»iae solum ha-


bitant.»
(9) El P. Am brosio de Vich, Capuchino, al dar sus noticias sobre el P. Juan
Alarcón, dice también que «después de haber estado dos años, por n o haber podido
fundar allí, se volvió a esta Provincia de Cataluña». C fr. V a l l a b o l i d , Crónica ms,,
f. 69
El P. General escribía a mosén Q uerol el 2 de septiembre de 1579, lamentando
n o poder enviar por entonces más religiosos: «A quest’ hora in viaggio per cotesta
volta doi, che m ando, uno de quali é Predicatore et e de la natione spagnola, fra
pochi giorni ancora ne serano Fr. Giovanni fratello del Com messario di cotesti
iuochi con il su com pagno pur predicatore, di m od o che serano di grande aiuto,
finche D io benedetto provederá altro.» Cfr. Estudios Franciscanos, II (1908), p. 147.
(10) Bullarium, V , p. 370.
(11) H e r v á s y B u e n d í a , o . c., p. 647, hace remontar la fundación de este con ­
vento por ios años 1570-80, cosa que en manera alguna puede ser. Sabemos, sin
embargo, que ya estaban allí los Observantes en enero de 1586. E n uno de los
docum entos del Archivo del Marqués de Santa Cruz, que hemos registrado con
esta finalidad, "se habla (Leg.° 6, n.° 7) de la venta de un quiñón que estaba vaxo
del señor san Frnco. que lo pane el arroyo, hecha en esa fecha. Y en otra escritura
de venta de otro quiñón, hecha el 24 de diciem bre de 1587, se dice también
(Leg. 6, n.c 11) que estaba como vamos a el sor. san ¡raneo, a la mano derecha.
L a iglesia cretinitiva se com enzó a edificar en 1623 (Leg. 50, n.° 9).
(12) A rchivo del Marqués de Santa Cruz, L eg. 50, n.° 18.
(13) Ibid., L eg. 50, n.° 9. D e la lectura de este docum ento se desprende que
la primitiva fundación se redujo excíusivamente a una casa, en la que vivieron pro­
visionalmente los religiosos hasta que se hizo el convento en debida forma.
PRIMEROS INTENTOS DE ESTABLECERSE EN CASTILLA 27

en el cap ítu lo prelim inar, y al m ism o tiem p o n os da más luz sobre las
dificultades qu e surgieron para esta fu n d ación .
Se trata, co m o ya h em os in sinu ado arriba, d e un m em orial presen­
tado a F elip e II p o r el C om isario general y otros P relados d e la O r­
d en d e San F ran cisco, y d ice así transcrito literalm ente:
« I S. C . R . M .— A b ra c o m o 4 anyos qu e el m arques d e Sta. C ruz
h izo ven ir d e Italia unos frailes d e Sant F ra n cisco ilam ados C a p u ch i­
n os, co n intento d e q u e fundassen con v en tos en Espania y les d io en
el V is o un m on asterio su yo q u e eslava h a c ien d o ; lo qual en ten d id o
p o r V . M . y su R ea l C o n se jo m a n d o al N u c ió y sus con su ltores que
viesen si con ven ia aniadir otra R e lig ió n nueva en Espania y m irado
p or ellos co n cu id a d o la m u ch ed u m b re d e R elig ion es y con ven tos p o ­
bres, y particularm ente d e Sant F ra n cisco, h icieron rela ción a V . M .
qu e n o con venía aniadir sobrecargas a la rep ú b lica c o n adm itir nuevos
religiosos p ob res, particularm ente sien do los C a pu ch in os d e p o c o p r o ­
v ech o exterior para las almas, p o rq u e tienen estatutos qu e n in gu n o
d e ellos pu eda confessar, y para p redicar entre ellos ay m u y p o c o s , y
las dem as R elig ion es en los p u eb los d e d o n d e sacan las lim osnas tie­
n en cu id a d o de acudirles c o n estos b en eficios espirituales, y c o n esto
tienen harto en qu e en tender para sustentarse p o r ser tantos. V isto
esto, m a n d o V . M . y su R ea l C o n se jo q u e d ich os C a pu ch in os saliessen
d e C astilla; y p o rq u e el m andato n o dezía d e toda E spania, b olv ien -
d ose para Italia, se qu ed aron en B arcelona d o n d e han hasta agora,
qu e qu ieren extenderse p o r Espania y causar in qu ietudes entre los
religiosos d e las provin cias antiguas d e la O rd en d e Sant F rancisco,
co m o consta d e la p rov in cia de la C o n ce p tio n , a d o n d e el P relado de
d ich os C a pu ch in os ha en b ia d o patentes para qu e los frailes d el A b r o ­
jo y d e otras casas se passen a su o b ed ien cia , d e qu e está aquella p r o ­
v in cia alborotada. Y en V alen cia, v ien d o el Patriarcha qu e n o p u ede
salir c o n su preten tion d e los R e co le to s, quiere q u e los C apu ch in os
se passen a V alen cia y los R e co le to s se ju n ten c o n ellos y hagan otro
con v en to en dich a ciu d a d , ten ien d o ya q u atro d e Sant F ra n c is co ; de
suerte qu e, si esto n o se ataja, servirán d e inquietar a las repúblicas
y a las p rovin cias antiguas d e Sant F ra n cisco cu y os ex ercicios en
predication es y con fession es y otros servicios son m anifiestos y sirven
ha V . M . en lo q u e les es m a n d a d o y tienen harta carga los seculares
en sustentarles. A ten to lo so b re d ich o suplican ha V . M . el C om isario
general cism on tan o y los dem ás prelados de la O rd e n d e Sant Fran­
cisco sea servid o de qu e assi c o m o se m a n d o a los d ich os C apu ch in os
salir d e Castilla, se les m ande salir d e toda E spania, qu e ellos m es-
m os an d ich o qu e c o n m edia palabra qu e les m anden, se irán lu ego,
d e q u e rescebira toda la O rd e n m e rce d y b en eficios d e V . M . cuya
R eal P ersona D io s para la d effen sion d e la Santa F e nos co n serv e .»
A l p ie d e d ich o m em orial F elip e I I añadió d e su p u ñ o y letra:
28 LA PROVINCIA DE I-'F. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

«P a rece q u e con ven d ría m andar supression al p rogresso q u e preten­


d en hasta enform ar a S u Santidad, y qu e en llega n d o representar tam ­
bién los incon ven ien tes qu e hay» ( 1 4 ).
L o intentado p or los O bservantes n o se llev ó a ca b o , p ero, p or lo
que a Castilla se refiere, sigu ieron las cosas en el m ism o estado sin
qu e se vislum brase siquiera la p osib ilid a d d e dar un paso en orden
a la fu n d ación . C ierto qu e con tra v ien to y m area, y a pesar d e todas
las cartas y provision es d e F e lip e II, se logra ron las fu n d a cion es de
V alencia y A r a g ó n ; p e r o en Castilla n o lograrán entrar los C a p u ch i­
n os en vida d el rey Prudente. E xp on ga m os m ientras tanto los esfuerzos
realizados para p o d e r con seg u irlo durante su reinado y en los prim eros
años d el d e su sucesor.

4. H e aquí lo qu e con cern ien te a esto nos d ice el P . V a lladolid,


al trazarnos la b iografía d el P. Juan A la r c ó n : « Y n o só lo acabó el
P. Juan estas dos fu n d acion es d e V alen cia y A ra gón , mas aun había
facilitado d e tal manera la d e Castilla, q u e si n o le fueran a la m an o
algunos religiosos d e nuestra P w v in cia [C ataluña], se hubiera fu n d a ­
d o en M a d rid cu a n d o fu n d ó el co n v e n to de C alatayud [ 1 6 0 0 ], p orq u e
vi y o cartas d e algunos señores d el R ea l C o n se jo y le prom etían aque­
lla fu n d ación . D etú v ose el P . Juan p o r respeto a los D efin id ores de
nuestra P rovin cia, qu e alcanzaron una ord en d e l P . G en era l C astel-
ferret para qu e n o p u diesen tom ar con ven tos sin su con sen tim ien to y
n o vin ieron a q u e se fu n dase en ton ces en Castilla, p a recién doles qu e
había p o co s religiosos en la P rovin cia. Y p or esta razón y p or enga­
ñarse el P. Juan, pen sand o q u e haría al caso la fu n d a ción d e Calatayud
para la fu n d ación d e Castilla, d e jó d e ir a M a d rid en aquella ocasión ,
y así se q u ed ó para otro tie m p o » ( 15 ).
A dem ás d e estas cartas d e señores d el C o n s e jo , entre los cuales se
contaba su Presidente el C o n d e d e M iran d a, el P . Juan había c o n ­
traído ante F elip e II un m érito particular cu a n d o en el año d e 1 5 9 4
«p a só a F rancia en la e x p e d ició n d e graves n e g o cio s, a instancias del
E xcm o. Sr. D u q u e d e M a q u e d a , V irrey d e C atalu ñ a; to d o lo cual
p om a la fu n d a ción d e Castilla en tanta seguridad cual nadie podía
esperaría m a y or» ( 16 ).

(14) A rch ivo de Simancas.— Estado, Leg. 161, n.° 107. Aunque no lleva fecha
este docum ento, com o todos los memoriales, ha sido incluido en el atijo de pa­
peles del P. Com isario de San Francisco, Fr. A ntonio de Aguilar, que son de 1581.
Por otra parte, en el inventario n.° 153 del A rch ivo es citado este docum ento com o
riel año mencionado 1581.
(1 5 ) V a l l a d o l i d , Crónica ms., f . 6 6 r .
(1 6 ) Biografía hispano-capuchina, p. 1 7 6 .— F é l i x ce G ranad a, o. c ., p. 8.
H1 P. José Calasanz de Llevaneras, O . F . M . C a p ., m ás ta r d e Cardenal V i v e s y
T u t o , n o ha hecho otra cosa en la mencionada Biografía hispano-capuchina que
copiar casi literalmente la o b r a c.el P . I l d e f o n s o d e C a m p d e v a n o l , O . F . M . C a p ., ti­
tulada Chronica de la santa Provincia de Capuchinos de la Madre de Dios de Ca-
PRIMEROS INTENTOS DE ESTABLECERSE EN CASTILLA 29

P ero, aunque n o faltaron d eseos, n o tu v o e fe cto , más b ie n p o r n o


h aberlo qu erid o así los D e fin id ores d e la P rovin cia de Cataluña, que
p o r falta d e re lig io so s; pu es, si los había para ir tom a n d o tantos c o n ­
ventos en Cataluña, V alencia y A ra gón , ¿ p o r qu é habían d e faltar
solam ente para C astilla?
Es m á s: n o deja d e llamar p oderosam en te la atención el h e ch o
d e qu e cu a n d o en 1 5 9 9 los C a pu ch in os p id ieron a F elip e II I p erm iso
am p lio para p od er extenderse librem en te v fu n dar con v en tos en los
reinos d e V alen cia y A ra gón , P rin cip a d o d e Cataluña y con d a d os d e
R osellón y C erdeñ a, n o se p id iese la m ism a gracia para Castilla cuan­
d o tan p rop icios estaban los ánim os p o r acá, lo m ism o d el rey q u e de
los csue com p on ía n el C o n se jo d e Castilla.
T a l v ez tem ían «algu n os Padres celantes y d e natural e n co g id o ,
c o m o d e ord in ario suelen ser los catalanes, q u e sien d o los ánim os de
p or acá más dilatados, se causaría presto en la O rd e n relajación si se
exten diese en estas p a rtes». Y sobre to d o , c o m o añade el m ism o c r o ­
nista castellano, p o rq u e el P . Juan A la rcón tenía re ce lo «d e ver a los
qu e habían d e ayudar, d e tan contraria o p in ió n » ( 1 7 ).
P or desgracia esa o p o sició n d e los D efin id ores d e Cataluña halló
e c o en los m ism os S uperiores d e la O rd en . A sí el P. P rocu rad or G e ­
neral, A n selm o d e M o n ó p o li, contestaba co n fech a 7 d e septiem ­
bre d e i« ;q 9 a varias consultas, q u e el 2 4 d e ju lio d e aquel año le
habían h ech o, y sobre la fu n d a ción d e Castilla les d e c ía : «C u a n to a pasar
los religiosos a Castilla, se d e b e cam inar p o c o a p o c o , p o rq u e cu ando
será tiem p o, n o faltará el fa vor d e D io s que quitará to d o im p ed i­
m e n to » ( 1 8 ).
Y en definitiva, n o p u d o verificarse « e n virtu d d e una ord en que
n u estros Padres D efin id o r es d e Cataluña alcanzaron d e n u estro Padre
G en eral, el cual, tem ien d o algunos in con ven ien tes d e tan rápidas fu n ­
d acion es, im p u so ciertas c o n d icio n e s para el p o rv e n ir» ( 19 ).

taluña, obra que consta de cuatro tom os y que se conserva ms. en el A rchivo Pro­
vincial d e Capuchinos de Cataluña, con la sign. A - i . Cuanto en Biografía hispano-
capuchina dice de! P. Juan Alarcón lo tom ó de ese ms. casi al pie de la letra,
om itiendo por cierto algunas cosas que nos interesan y que luego haremos notar.
Pero uno y otro escritor han tom ado a su vez las noticias de la obra ms. del P. V a-
lladolid, f f . 6 . - I V . - 6 7 V .
Y por lo que hace a ios servicios prestados por el P. Alarcón a Felipe II, es
cierto que n o en 1593 sino en diciem bre del siguiente año, fué enviado por el
D u q u e de M aqueda al D u q u e de Joyosa para hacerle importantes ofrecimientos de
parte de Felipe II. Las cartas cruzadas con ese m otivo y la relación de la jom ada
del P. Alarcón se encuentran en el A rch ivo de Simancas. Estado, Legajos 171,
341 y 3 4 2 , sobre todo los folios 98-101 d e estd último.
"» ( 1 7 ) F. d e G r a n a d a , o . c ., p . 8 .
(18) A rch ivo de la Corona de Aragón.— Fondos M onacales, Leg. 59, t. 4.0, f. 22.
«(Libro d e Cartas de de todas las suertes. Cartas misivas», carta 3.a Es copia, com o
todas las de este cuaderno.
(19) D e propósito hemos subrayado esas palabras que n o se recogieron en la
30 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

E l 2 7 d e m a v o d e 1 6 0 5 se celebraba en R o m a el C a pítu lo G e ­
neral d e la O rd en . E n él cesaba d e S u perior d e los C a pu ch in os San
L o re n z o d e B rindis y era eleg id o en su lugar el P . Silvestre d e Asís.
A l m ism o tiem p o, aparte d e otras determ in acion es, era d esign ado C o ­
m isario general para las P rovincias d e T o lo s a , Cataluña, V alen cia y
A ragón , el P . Buenaventura d e C atanzaro ( 2 0 ).
E l 6 d e en ero d e 1 6 0 6 presidía el C a pítu lo P rov in cia l d e la p rim e­
ra d e las citadas P rovin cias en C arcassonne Í2 1 ). D ir ig ió lu e g o sus
pasos a Cataluña, y. «h allándose d ic h o P . C om isa rio c o n el P . P rov in ­
cial v D efin id ores en Perpiñán p o r d o n d e co m e n z ó a entrar en esta
P rovin cia a los 6 d e fe b re ro d el d ich o año, y p o r hallarse el d ich o
Padre en ferm o y qu e se le iba agravando la en ferm ed ad , se d ió prisa
de üegar a B arcelon a» ( 2 2 ).
F u é p or esas fech as, sin duda alguna, cu a n d o, desean do d e veras
la fu n d ación d e Castilla y v ién d ose en la im p osib ilid a d d e llesa r per­
sonalm ente a la C orte, en v ió d os Padres c o n esa m isión . E scrib ió con
ellos a varios señores d e la C orte, en com en d á n d oles el asunto, v p rin ­
cipalm en te al d u q u e d e L érm a , su p licán d ole favoreciese a los Padres
qu e iban a disponerla m ientras él estaba en ferm o. L o s d os religiosos
enviados fu eron los PP. M ig u e l de V a lla d olid y F ra n cisco d e Baeza ( 2 3 ).
D ich o s Padres dirigieron sus pasos a la C orte, la cual se e n co n ­
traba aún a nuestro ju icio en V allad olid , d e d o n d e regresó a M a d rid
en los p rim eros m eses d e 1 6 0 6 . H icie ro n sus gestiones y «su m isión
loable y religiosa m en te». P ero «e n m e d io d e la bu ena acogida y de

Biografía hispavo-capuchina, y que trae el P. Campdevano!, Crónica ms. c., t. II, libro
IV , cap. 5, ff. 167-74.
N o hemos pod ido dar con la carta del P. General relativa a este asunto; sin
embargo, en un «Catálogo del A rch ivo d e Cataluña antiguo», Letra E, L eg. 2, mis­
celáneo, com ún de Provincia, se lee: «Letras o carta de| N . R m o. P. General res­
pecto de enviar tres o cuatro religiosos castellanos a Gastilla (1600)».
(20) Analecta, V (1889), p. 224.— Libro de los Actos Capitulares de Cataluña,
ms. c., f. I4r.
(2 1 ) C fr . M e lc h o r de P o b la d u r a , O. F. M . C a p ., Los Frailes Menores Ca­
puchinos en Castilla, M a d r i d , 1 9 4 6 , p . 9 , n o ta I .
(2 2 ) Libro de los Actos Capitulares, m s . c ., f. i4 r .

(2 3 ) F é lix de G ran ad a, o. c ., p. 9 .— A g u s t í n de G ranad a, Descripción de


los principios y progresos, e t c ., m s . c ., p. 3 .— A l i c a n t e , m s. c ., p. 1 2 0 .— J u a n de
M onzón. O . F. M . C a p ., Erario Divino, m s. c ., f f . 4 .v .-5 r . Los c r o n is ta s P . F é li x
de G ranad a y P. M onzón ponen e s to s su cesos el año de 1605, lo cu al n o puede
se r e n m a n e r a a lg u n a , c o m o t a m p o c o lo q u e d ic e n r e la tiv o a l m e m o r ia l d e l P . S o s a ,
q u e se im p r i m ió el m i s m o a ñ o . P o r o tr a p a r te , el P . A l i c a n t e ( p . 1 2 0 ) a fir m a q u e el
P. C o m is a r io C a ta n z a r o e n v ió ord en á la P r o v in c ia d e V talen cia p a ra q u e el P a d re
F r a n c is c o d e S e v illa f u e s e t a m b ié n a la C o r t e c o n ta l o b je t o d e tra b a ja r la f u n d a ­
c ió n , m arch and o allá acom p añado del H no. Lego Fr. D ie g o de M o a r a t. Los de­
m á s c ro n ista s n a d a d ic e n s o b r e e s to .
PRIMEROS INTENTOS BE ESTABLECERSE EN CASTILLA 31

las esperanzas qu e co n cib ie ro n de q u e tendría b u e n e fe cto su p etición ,


le salteó la m uerte al P . C om isa rio, qu e fu é sentido d e to d o s» ( 2 4 ).
E l P. Buenaventura d e C atanzaro m u rió, efectivam en te, en B arce­
lona el 6 d e abril, aun antes d e celebrar el C a pítu lo P rovin cial, el cual
tu vo lugar en el co n v e n to d e M on teca lv a rio el 21 de abril d el citado
año 1 6 0 6 , y en él fu é eleg id o P rovin cia l d e Cataluña el P . H ilarión de
M ed in a celi ( 2 5 ), «m u y santo varón, p e ro rem iso m u ch o para cualquiera
em presa de alguna d ificu lta d » ( 2 6 ).
E l P. H ilarión d io ord en para q u e los Padres q u e gestionaban,
ahora ya en M a d rid , la fu n d a ción en -C astilla, se v olviesen a Cataluña.
N o lo h icieron así sin o q u e, después de h aber exp u esto la bu ena a co­
gida q u e habían te n id o y las esperanzas grandes d e con seg u ir su pre­
ten sión , lograron au torización para continuar sus gestiones.
E fectiva m en te: bu ena acogida habían en con tra d o en el d u q u e de
L erm a y en el d e M a q u ed a y tam bién en el conche d e M ira n d a , P re­
sidente d el C o n se jo de Castilla, qu ien les había o fr e c id o su lice n cia ;
buena acogid a hallaron a su v ez en el C ardenal A r z o b isp o d e T o le d o ,
D . B ernardo Sandoval y R o ja s, qu e asim ism o había o fre c id o la suya.
Hasta el p u n to d e q u e se había co m p ra d o sitio, se disp u so la casa, se
h icieron celdas, se había m an dado ven ir religiosos y p rocu ra d o sayal
para recibir algunos n o v icios ( 2 7 ).
P ero, cu an d o to d o parecía salir a p ed ir d e b o c a , com en za ron las
con tra d iccion es, y los qu e más h icieron fu eron los B ened ictin os de San
M a rtín , los D esca lzos d e San B ernardino y los O bservantes. Y para
persuadir a los C a pu ch in os « d e que era fo r z o s o desistir d e nuestra
pretensión, n os daban p o r los o jo s c o n el m em orial q u e sacó entonces
el P. Sosa, cu y o d esm ed id o p ro ce d e r n os declaraba bastantem ente la
fuerza q u e habían p u esto en d e scom p on ern os y resistir a nuestra en­
trada en C astilla» ( 2 8 ).
E n e fe c t o : el P . F ra n cisco d e Sosa, G en era l q u e había sid o de
Ja O bservancia y fu é más tarde O b isp o de Canarias y d e O sm a, co m p u so
con tra los C a pu ch in os u n m em orial en form a d e «carta qu e escrib ió
al R e y n uestro S eñ or F elip e I I I en razón d e qu e n o con v en ía dar li­
cen cia a los Padres C a pu ch in os para fundar con v en tos en la corona
de C astilla» ( 2 9 ).

(2 4 ) F é l i x d f . G r a n a d a ., ibid. Que todavía estaba el R ey en Valladolid, lo


afirma el P. Francisco de Sosa, en el memorial o carta, del que luego hablaremos,
donde dice «que, estando la Corte en Valladolid fueron los Capuchinos despedidos
del R ey Felipe I I I » (p. 2 7 6 ) .
(25) Libro de los Actos Capitulares, ms. c., f. 14.
(26) F é lix de G ran ad a, ibid.
(2 7 ) ' Ibid.— A g u s t í n ms. c., p. 4 .— A l i c a n t e , ms. c., p. 1 2 0 .
de G ranad a,
(28) F é lix de c., p. 1 0 . Son dignas de ponderarse las idas y v e ­
G ran ad a, o.
nidas de los PP. D escalzos, quienes, a l’ decir de dicho cronista, no perdonaban
horas ni tiempos para buscar recom endaciones en contra de la fundación.
(29) Tratados del limo, y Rvdmo. Sr. D. Fr. F r a n c isc o de S osa, hijo de la San-
32 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

L a finalidad d e ese m em orial era p robar qu e los C a pu ch in os n o


traían nada n u e v o : n i en el rig or, n i en la observan cia, ni en el r e c o ­
gim ien to, n i en la p re d ic a c ió n ; lo ú n ico n u e v o , para el P . Sosa, era
la barba y el ca p u ch o largo. Hasta intenta p robar q u e los C a pu ch in os
n o solam ente n o eran necesarios sino superfluos y hasta p erju d icia ­
les, p u es, h abien d o m u ch os m onaterios q u e viven d e lim osna, al fu n ­
dar otros los C a pu ch in os, ellos saldrían p erju d ica d os. Y en una se­
gu nda parte trataba d e rebatir las razones qu e los C a pu ch in os alega­
ban en su fa vor, entre otras aquellas m ism as qu e el A r z o b is p o d e Z a ­
ragoza señalaba a F e lip e I I I , c o m o más arriba h em os visto, para que
se Ies diese am plia licen cia d e fu n dar con ven tos en V a len cia, A ra gón ,
Cataluña, R oselló n y C erdeñ a, es d e cir, q u e servían d e gran ejem p lo
y ed ificación al p u e b lo , qu e así se aum entaba el n ú m ero d e pred ica­
d ores, qu e ayudaban a b ien m orir, etc.
D e b id o en parte a ese m em oria l v asim ism o a la influencia d e otros
personajes, lo p rom etid o al P. V a lla d olid se iba d em ora n d o. In clu -
so al d e L erm a , gan ado ahora p or los con trarios, to d o se le volvían
excusas, d icien d o q u e p or entonces n o era p o sib le la fu n d a c ió n : qu e
se volviesen a su p rov in cia , b ie n persuadidos d e qu e los quería, c o m o
lo había dem ostrad o al llevarlos a V a len cia , y qu e in clu so al presente
había im p e d id o u n d ecreto en qu e se pon ía p erp etu o silen cio a la
preten sión d e fu n dar en Castilla ( 3 0 ).
E l P. M ig u e l d e V allad olid n o d e b ió persuadirse m u ch o d e esas
razones d el d e L erm a y, cansado de la tardanza y abu rrido p o r los
m il fútiles pretextos a d u cidos, y, más qu e to d o , enterado d e las in ­
trigas d e sus adversarios y con tradictores, se d eterm in ó a hablar cla­
ram ente a F elip e I II ( 3 1 ).
L o h iz o efectivam en te y presentó al rey un m em oria l en q u e le
pedía su licen cia, a ñ a d ien d o: «E l O rd in ario tiene hechas todas las d i­
ligencias co n los m onasterios y parroquias d e esta co rte , d e m o d o
qu e en lo ju d icia l to d o está aju stad o; sólo se espera n os con firm e
la gracia que ya tiene ofrecid a , qu e sus m inistros nos im p id en . A
V . M . su p lico se sirva d e darla, p u es, negándose la fu n d a ción en esta
corte, coleg im os estar revocada y desistirem os d e ella.» A.sim ism o cu l­
paba d e t o d o al d u q u e d e L e rm a ( 3 2 ).
P ero «la resulta q u e tu v o fu é salir un d ecreto q u e saliese d e la

ta Provincia de Santiago, y del convento de San Francisco de Salamanca, General


de toda la Orden, Obispo de Canarias, Osma y Segovia, etc., Salam an ca, 16 2 3 .
F o rm a el m encionado m em orial el tratado V I I y ocupa las pp. 256 -29 6. N o lleva
fecha, pero v a firm ado en S . Ju a n de los R e y e s, de T o le d o , y , a l citar en la p. 282
u n decreto d e Paulo V , dice que h abía sido dado el 1 5 d e no viem bre del año pasado
d e 16 0 5 , d e donde se colige qu e el m em orial fu é escrito en 1606.
(30) C f r . F é l i x d e G r a n a d a , p. 1 1 , y A g u s t í n d e G r a n a d a ,, m s. c., p. 5.
( 3 1) P . F é l i x , ibid.— J u a n d e M o n z ó n , Erario Divino, m s. c., f . 5V .
(32) M o n z ó n , ibid.
PRIMEROS INTENTOS DE ESTABLECERSE EN CASTILLA

co rte » ( 3 3 ) el P . V a lla d oü d , y en eso vin ieron a parar sus idas y v e ­


nidas durante varios m eses.
Sin em ba rgo el P . V a lla d olid , h o m b re e n é rg ico y e m p ren d ed or,
n o se dará p o r enteram ente v e n cid o. E l 2 3 d e m ayo d e 1 6 0 8 se ce le ­
braba en R o m a el C a pítu lo G en era l d e la O rd en . A é l debía asistir
en calidad d e C u sto d io d e Cataluña ('3 4 '). N o se había o lv id a d o del
citad o m em orial del P. Sosa y co n s ig o lo llev ó a R o m a , h a b ien d o ano­
tado en el m argen cu a n to d ecía contra los C a pu ch in os, y presentó
querella ante la C on g re g a ció n de C ardenales, la qu e m a n d ó al N u n c io
d e España re cog e r co n grandes censuras d ich o m em orial. T o d o eso
d ió m otiv o a qu e el Papa P aulo V pu blicase la con stitu ción Ecclesiae
militantis regimini (1 5 d e octu b re d e 1 6 0 8 ) ( 3 5 ), sacada «para atajar
la mala v o z q u e nuestros ém u los habían sem brad o, ocasionada d e la
m ism a con tra d icció n d e q u e n o éram os frailes m en ores, declarando
q u e nuestras C on stitu cion es eran co n fo rm e s a la R egla d e N . P . S. Fran­
c isco , sin haber cosa en ellas q u e en algo le con trad igan » ( 3 6 ).
E l P. V allad olid n o se con ten tó co n e s o ; a p rov ech ó la oca sión para
delatar asim ism o la obra d el P. P e d ro d e A lava, Doótrind satisfactorio
de los Frailes Menores, en la q u e, si n o se d ice abiertam ente q u e los
C a pu ch in os n o sean h ijos d e San F ra n cisco, se d efiende en varias par­
tes qu e la ú nica verdadera O rd en fundada p or San F ra n cisco era la
rama d e los O bservantes ( 3 7 ).

(3 3) F é l i x , p . 1 1 . — A g u s t í n , m s. c., p. 5.
( 34) E n el C ap ítu lo P ro vin cial celebrado el 20 de jü lio de 1607 fu é elegido
D efin id o r y C u sto d io prim ero para el C ap ítu lo G en eral. C fr. Libro de los Actos
Capitulares, m s. c., f. .16.
C35) Bullarium, I , p. 57.
(36) F é l i x d e G r a n a d a , o. c., pp. 12- 13. E s te cronista afirm a qu e el m em o­
rial del P . So sa fu é m an dado recoger po r la In q u isició n d e T o led o . T a m b ié n el
P . M a r t í n d e T o r r e c i l l a , O F . M . C a p ., Apolczema, espejo y excelencias de la
Seráfica Religión de Menores Capuchinos, M a d rid , 1701, p. 270, hablando «de
u nos apuntam ientos im presos qu e dió (el P . Sosa) al rey d e E sp añ a, el año 1606»,
d ice qu e «dichos apuntam ientos están, según tengo entendido, recogidos po r el
San to T r ib u n a l d e la. F e » .
( 37) L a obra del P . A lav a, im presa en M ad rid , 1601, no fu é escrita contra
ios C ap uch in o s ni tam poco se dice en ella directam en te que los C ap uch in o s no sean
verdaderos hijos d e S . F ra n c is c o ; pero lo supon e al hacer ciertas afirm aciones
(pp. 439 y 441), com o é sta : « L o s P adres C ap uch in o s, com o o tra cualqu iera C o n ­
gregación d e R eligio so s, aunque tengan y gocen el títu lo d e F r a ile s d e S a n F r a n ­
cisco, n o es p o r legítim o y verd ad ero derecho sino po r particu lar privilegio.»
L a s delaciones hechas po r el P . V allad o lid , así d el m em orial del P . So sa com o
d e la o b ra d el P . A la v a , se conservan en el A rc h iv o V atican o , F o n d o Borghese,
ser. I , vol. 193, f. 271V.-287V. L le v a n los siguientes títu lo s: Aduertimientos de
le que parece mal escrito en un libro que escriuio el Pe. Alava intitulado satisfac­
torio .de los frayles menores, y Aduertimientos de lo que parece mal escrito en
una relación que el Pe. Francisco de Sossa hizo por escrito al Rey catholico,
y esta estampada, sobre no dexa>■ fundar a los capuchinos en Castilla.
3 -! LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Y , aún n o satisfecho, c o m p u so un la rgo tratado en qu e sale p or


los fu eros d e la verdad en contra d e los m en cion ad os P P . Sosa y A la v a ;
en él refuta sus acusaciones con tra los C a p u ch in os, prin cipalm en te
aquellas q u e se aducían para frustar la fu n d a ción d e C astilla, y lu eg o
prueba co n m il argum entos la legitim id ad d e la O rd e n C apu ch in a, c u ­
yos m iem bros n o p u e d e en m anera alguna negarse sean h ijos verda­
deros del Seráfico Padre ( 3 8 ).
N o obstante esos esfu erzos d el P . V allad olid , la fu n d a ción de co n ­
ven tos 'capuchinos en tierras castellanas seguía sien d o cu estión in ­
soluble.

E stá n escritos a dos co lu m n as: en u na se po n e lo qu e afirm an dichos autores,


y en la otra se rebaten o rectifican.
E n el f. 2 7 t r ., antes de em pezar el texto, otra m ano escrib ió : « X I di nov. 16 08»,
qu e es sin duda la fech a en qu e se presentaron a la San ta Sed e, y al final, f. 287V.,
la m ism a m an o an o tó : «A M o n s. L an fra n c o che n e parli a N o stro Sign ore.»
(38') A l h ab lar así nos referim os a un m anuscrito sin títu lo qu e se conserva
en la B , U n iv e rsita ria d e B arcelo n a (M s. 13 3 ) , pero r u é bien pudiera llevar el de
Defensa de los Capuchinos, com o se le h a dado ( Estudios Franciscanos, X X I V
(19 2 0 ). p . 368). E s m s. anónim o, pero no nos cabe la m enor duda de que su autor
es el P . M igu el de V alladolid.
E n e fe c to : dich o m s., de m ás de 200 pp., es todo él u n a defensa de los C a ­
puchin os, precisam ente en contra de los P P . So sa y A lav a, y justam ente com pues­
to en 1608.
E s , desde luego, d e un religioso que h abía estado en V alen cia y q u e había
hablado con el B to. R ib e ra sob re la fun dación (p. 19 3 ), com o así lo fu é e l P . V a ­
lladolid, G u a rd iá n del convento d e V alen cia en 16 0 2 ( Libro de los Actos Capitu­
lares, m s. c., f. n r . ) ; estaba enterado de cuántos conventos ten ían los C ap uch in o s
en 1608 en el reino d e V alen cia, qu e no era uno, com o decía el P . So sa, sin o diez.
A d e m á s: al final de dicho m s. h a y tres c u a d ern o s; el prim ero lleva el m ism o tí­
tu lo : Advertimientos de lo que parece mal escrito en un libro que escribió el
P. Fr. Pedro de Alava, intitulado Satisfactorio de los Frailes Menores. Y al Sol. 6v.
dice tam bién textu alm en te: Advertimientos de lo que parece mal escrito en una
relación que el P. Sosa hizo por escrito al Rey Católico y 1está estampada, sobre
el no dejar fundar convento de los Capuchinos en España (sic).
E l segundo cuaderno lleva este títu lo : Anotación de los lugares en los cuales
e^ P. Alava habla mal contra los Capuchinos y su Instituto y Regla con algunas
réplicas a lo que dice.
E l tercer cuaderno se titu la : Anotación de los lugares en los cuales el P. Fr. Fran­
cisco de Sosa habla mal de los Capuchinos.
C o m e se v e , h ay una perfecta sem ejanza y casi absoluta igualdad entre los
docum entos d e R o m a y los m encionados.
A d e m á s : el autor estaba perfectam ente al tanto de la m archa d e la fun dación
de C astilla, com o en efecto lo estaba el P . V allad o lid , al afirm ar a l f. 1 7 del c u a­
derno tercero q u e e l P . So sa afirm aba q u e «en V allad o lid fu eron los C ap uchinos
despedidos d el R e y F e lip e I I I » , afirm ación qu e rebate d ic ien d o : «Sien d o verdad
que tienen dos cédu las suyas para fu n d ar en C astilla, y que nun ca el re y los ha
despedido, sino qu e los O bservantes han procu rado p o r m ed io de m inistros entre-
n ie r en todas partes de E sp añ a las sobredichas fundaciones.»
CAPITULO II
N uevos in t e n t o s de f u n d a c ió n en C a s t il l a

i. Esfuerzos para hacerlo en Madrid.— 2. El P. General, Jerónimo de


Castelferretti, el P. Serafín de Policio y S. Lorenzo de Brindis en
la Corte.— 3 . Se vencen todas las dificultades.— 4 . Toma de po­
sesión en el Hospital de los Italianos.— 5 . Una cuestión histórica.

1. E l C ronista P. F é lix d e G ranada presenta siem pre, a m o d o


de m a rco h istórico, los personajes qu e in tervinieron en los h ech os que
preten de narrar año p o r año, d a n d o lu eg o una ligera idea d e los su­
cesos más im portantes así p olíticos c o m o religiosos, q u e en ellos tu ­
vieron lugar.
A sí lo hace tam bién p o r lo q u e respecta al añ o 1 6 0 9 en qu e fe liz ­
m ente se llevó a ca b o la fu n d a ción d el prim er co n v e n to cap u ch in o
en M ad rid .
E ntre esos sucesos y esos personajes apunta c ó m o en ton ces regía
los destinos d e la O rd e n C apu ch in a, en calidad d e V ic a r io G en eral, el
P. J erón im o d e C astelferretti, eleg id o para tan elevad o ca rg o e l 23
de m ayo d e 1 6 0 8 .
O tro h e ch o , qu e tam bién hace notar, es q u e el P. Serafín d e P o ­
licio había sid o eleg id o ya anteriorm ente P rovin cia l d e V alen cia en
1 6 0 7 ( 1), en contrándose en ton ces en Italia a. d o n d e había pasado c o m o
co n fe so r del co n d e de B enavente, d esign ado virrey d e N á p oles. S in em ­
b a rg o d e esa ele cció n n o v o lv ió inm ediatam ente a la P rovin cia, sin o que,
d eb ién d ose celebrar al siguiente año 1 6 0 8 el C a pítu lo G en era l, se qu e­
d ó todavía en Italia para asistir a él ( 2 ).
E n N áp oles se encontraba todavía el 4 d e en ero d e 1 6 0 9 , cu ando
escribía al B eato R ib era estas palabras llenas d e reverente d e v o ció n
hacia la persona d el P atriarca: «P o r ver y besar los pies d e V uestra
E xcelen cia así fuera d e rodillas cu a n d o n o p u diera c o n los p ie s » ( 3 ).

( 1) Y a hem os dicho anteriorm ente en el capítulo prelim inar, nota 46, cóm o
nos parecía casi seguro el qu e V alen cia hu biese sido erigida en P ro vin cia el
año 16 0 7 , y asim ism o q u e el P . P olicio h ab ía sido elegido P ro vin cial en dicho
año, y eso po r prim era vez.
(2) A l i c a n t e , m s . c ,. p . 26, n .° 49 y n . ° 12 5 .
(3) M a n u e l C u b í, P b ro ., Vida del Beato Juan de Ribera, B arcelo n a, 1 9 1 2 , p. 3 1 1 .
36 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

A ñ a d e el C ronista castellano q u e, al pasar p or R o m a el P . P o licio ,


sin duda en d ire cció n a V a len cia, o b tu v o p erm iso para llevar adelante
la fu n d a ción d e M a d r id ; y, para m e jo r lograr su in ten to, m anifestó
al P. G en era l su d e se o d e q u e él m ism o se llegase a la C o rte a besar
la m an o de F elipe II I ( 4 ).
E l P. G en era l v in o efectivam en te a España y , antes d e acercarse
a M s d rid , p resid ió el C a pítu lo P rovin cia l de V a len cia, en m ayó d e
1 6 0 9 , en el qu e d e n u e v o fu é e le g id o S u perior d e aquella P rovin cia
el P. P olicio. P o co s días después el P . G en era l, a com p a ñ a d o d e éste
y d e otros trece religiosos, u nos d e la P rovin cia d e V alen cia y dos de
la de Cataluña, dirigía sus pasos a M a d rid y se h ospedaba en el H o s ­
pital d e los Italianos ( 5 ).

2. E l 2 8 de m a y o lleg ó a la C orte el P. G en era l y , en contránd ose


a la sazón el rey en E l E scorial, allá se en ca m in ó, arribando el 6 de
ju n io. T re s días después era r e cib id o en audiencia solem ne p o r F e ­
lipe I I I , qu ien , llevad o d e su reverente p ied a d , h iz o cu b rir al P. C as-
telferretti d e G ra n d e de España d e P rim era C lase ( 6 ).
E n la festividad d e San A n to n io , 13 d e ju n io, era re cib id o de n u e­
v o el P. G en era l a la audiencia d e l rey. A p ro v e c h ó aquella ocasión
para exp on erle sus deseos d e fu n dar en M a d rid y las razones au e ha­
cían d e to d o p u n to necesaria esa fu n d a ción . Y , antes d e ausentarse
de aquel R eal Sitio, d irig ió a S. M . un m em orial en el q u e repetía
esas m ism as razones, m em orial qu e lu eg o el rey rem itió -al C o n se jo d e
Castilla para su exam en y despach o. T a m b ié n v isitó el P . G en era l al
d u qu e d e L erm a , sien d o r e cib id o p o r éste co n grandes m uestras d e
ven eración ( 7 ).

(4) F é l ix de r a n a d a , o . c ., p . 1 1 .
G
(5 ) A lic a n te , m s. c., p. 1 1 7 , n . u 1 y 2 . E l P . A gu stín de G ran a d a, m s. c., p. 7 ,
afirm a qu e el P . G en eral entró en E sp añ a por V alen cia. C iertam en te q u e no lo
hizo po r C atalu ñ a, P ro vin cia que visitó después d e s u estancia en la C o rte.
(6) A s í lo declara F e lip e I I I en su D esp ach o d e 7 de agosto d e 1 6 1 2 , a su
em bajador en R e m a , C o n d e d e C a s tr o : «C o n m otivo qu e en 9 de ju nio del año
pasado de 16 09, estando en esta corte cl P . F r . Jeró n im o d e C a s te l F e rre te , G e ­
neral de la O rd en d e C ap uch in o s, le h ice m erced d e ad m itirle a m i R e a l audiencia
y, com o S u p erio r d e una O rd en tan ejem plar y conspicua, le hice el h onor de
m an darle cu b rir» (C fr. J o s é M . a P o u Y M a r t í , O . F . M . , Sobre la Grandeza de
España a favor de los Generales Franciscanos, en Archivo Ibero-Americano, X I
( 19 19 ) , PP- 1 5 - 1 7 — M e l c h o r d e P o b l a d u r a , O . F . M . C a p ., Los Generales de la
Orden Capuchina Grandes de España de Primera Clase, en Collectanea Franciscana,
X I I I ( 1943 ). PP- 2 54 -57).
(7) A l i c a n t e , m s. c., p. 1 1 8 , n .° 2 -3 .— A g u s t í n d e G r a n a d a , m s. c., p. 8.—
L a s Crónicas Capuchinas, T e rce ra parte, p. 5 5 1 , d icen qu e el P . G en eral expuso
a! R e y , en tre otras razones qu e había para fu n d a r : e l aum ento del culto, el bien
pú b lico, el qu e la O rd en ten ía m uchas P ro vin cias e n los estados d e S . M . y que
se hacía necesario un con ven to en M a d rid p o r las m uchas veces q u e era forzoso
tratar los asuntos con el R e y o con sus m inistros.
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACION EN CASTILLA 37

E l día 15 partía el P. G en era l d e M a d rid en d ire cció n d e las P ro ­


vincias d e A ra gó n y Cataluña. A q u í lo en contram os el 1 4 d e agosto
d el m ism o año T6 0 9 , p resid ien d o el C a pítu lo P rovin cia l ( 8 ). D e jsb a
sin em barg o en buenas m anos el asunto d e la fu n d a ción d e M a d r id ; el
P. P o licio quedaba en cargado d e to d o y hasta era d esign ado C om isario
para efectuar n o sólo esa fu n d a ción sin o cuantas pudieran legrarse en
C asulla ( 9 ). M u ch as dificu ltad es, y n o d e p c ca m onta, le saldrán al
paso. T e n d rá qu e llevar adelante la p reten sión ante el C o n se jo de
Castilla, y lu eg o v e n ce r la volu n tad d el rey y , lo q u e fu é más d u ro
todavía, la d el p rivad o d e F e lip e I I I . V a m os a ver c ó m o paso a paso
se fu eron allanando todas esas barreras.
E l m em orial qu e el P. C astelferretti d ió al rey, lo rem itió éste al
C o n se jo d e Castilla, al q u e in cu m bía cuanto se relacionase c o n fu n ­
dacion es. A llí se entabló p leito form a l entre los C a pu ch in os y aquellos
otros religiosos qu e se op o n ía n a la nueva fu n d a ción en M a d r id : B e­
n ed ictin os, O bservantes y D esca lzos, y, más qu e los otros, estos últim os.
T o d o s los cronistas ca p u ch in os, varios d e ellos testigos presenciales,
están contestes en afirmar q u e d ic h o p leito se ven tiló ante el C o n sejo
en form a de verdadero ju icio.
E n tan apurado trance el P. P o licio p rom etió a San A n to n io d e
Padua qu e, si el C o n s e jo fallaba a favor d e los C a p u ch in os, le d e d i­
caría la prim era iglesia qu e se edificase, y, para obten er m e jo r esta
gracia, m a n d ó a los religiosos d e la P rov in cia d e V alen cia, d e la que
seguía sien do S u perior P rovin cial, «q u e todas las n och es, después de
la estación d el c o r d ó n , se d ijese a este fin en com u n id a d en todos
los con v en tos el R e sp o n so rio d e San A n to n io y qu e n o parasen hasta
otra ord en suya» ( 1 0 ).
E l P. A n ton io d e A lican te, gran panegirista d el P. P o licio , n os da
toda clase d e p orm en ores d e los esfu erzos h ech os p o r éste para llevar
adelante su in ten to, «solicita n d o la causa d e la fu n d a ció n co n el P re­
sidente y M in istros d el R ea l C o n se jo , h ablando a cada u n o d e p or sí y
presen tan do a tod os m em oriales en q u e c o n razones eficaces les signi­
ficaba la n ecesid ad y con v en ien cia d e tener nuestra R e lig ió n en la corte
de S. M . u n co n v e n to ». A ñ a d e asim ism o qu e dich a causa n o se sacó
d el R eal C o n s e jo : qu e allí se co m e n z ó , se p rosig u ió co n tod os los tér­
m in os y rigor d e justicia c o n qu e se tratan las causas q u e se resuelven
en él, y aquí felizm en te se co n c lu y ó ( 11 ).
P or su parte el P. S evero d e L u ce n a , com p a ñ ero d e San L o r e n z o
en su em bajada ante F e lip e I I I , n o obstante que atribuye gran parte
d e la gloria d e la fu n d a ció n al d e B rin dis, n o deja d e re co n o ce r qu e

(8 ) Libro de los Actos Capitulares de Cataluña, m s . c ., ff. 1 7 V .-1 8 .


(9 ) m s . c., p . 1 1 8 , n .ü 4 .
A lic a n te ,
(1 0 ) Ibid., p . 1 1 9 , n . ° 5.
(1 1 ) Ibrid., p . 1 2 1 , n . ° 8 .
3« LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

«la consulta qu e el C o n s e jo R e a l h iz o tan en nuestro fa v or, la trabajó


y p rocu ró el P. P rovin cia l d e V alen cia a qu ien se le d e b e m u ch o , p o r­
qu e co n su d iligen cia y buena m aña, valiéndose d e l Sr. C on d esta b le y
Sra. D u q u esa d e M e d in a d e R ío s e c o , a ca b ó tan b ie n este paso qu e
era en realidad el más d ificu lto so » ( 1 2 ).
A fortu n adam ente el C o n se jo falló el p leito a favor d e los C a p u ­
ch in os el 1 4 d e ju lio , fiesta d el Seráfico D o c t o r San B uenaventura, n o ­
tando a este p ro p ó sito los cronistas « q u e tod os los felices sucesos que
tu vo esta fu n d a ción , tod os los tu vo en días d e los santos d e nuestra
O rd e n » ( 1 3 ).
Esta con su lta o fallo d el C o n se jo fu é llevado a S egovia, d o n d e se
hallaba a la sazón F elip e I I I , c o n el fin d e obten er tam bién su p e rm i­
s o ; p e ro nada se co n sig u ió hasta su vuelta a M a d rid en los p rim eros
días d e septiem bre ( 1 4 ).
P o c o después, a m ediados d e este m es, llagaba tam bién a la C orte
San L o re n z o d e B rindis, gloria preclara d e la O rd e n C apu ch in a, en
calidad d e em bajador d el em perador d e A lem an ia y d el Papa cerca del
R e y C atólico. C o n su venida se alegraron sobrem anera los C a p u ch i­
n os, qu e en n ú m ero p o r lo m en os d e d iez se hallaban h osp ed a dos en
el H osp ital d e los Italianos. L a fam a y santidad d el d e B rindis p or
una parte y p or otra su íntim a amistad co n la esposa d e F elip e I I I ,
D .a M argarita d e A ustria, a la q u e había c o n o c id o y tratado siendo
niña en V ien a, eran presagio d el b u e n suceso q u e tendrían las cosas ( 1 5 ).

3. C o m o ya h em os in d ica d o antes, la prim era dificu ltad, la de


alcanzar licen cia d e l C o n se jo , estaba ven cida. T ratábase ahora d e c o n ­
seguir el perm iso d e l rey. N in g u n o m ás a p ro p ó sito q u e el p ro p io San

( 12 ) C arta del P . Sev ero d e L u ce n a , C ap uch in o (M a d rid , 1 3 de octubre de


16 09), en Vida, virtudes y milagros de San Lorenzo de Brindis, p o r e l I \ FEAN-
c is c o d e A j o f r í n , O . F . M C ap ., 2 .a ed., B arcelo n a, 1 8 8 1 , pp. 569 -77.
( 13 ) A l i c a n t e , m s. c., p. 12 2 , n .° 10 .
( 14 ) C arta del P . L u cen a, y a citada, ibid., p. 570. P o r lo s D espach o s de F e ­
lipe I I I (A rch ivo d e Sim an cas.— Estado. L e g . 2.704) d el año 16 09 se ded u ce que
se encontraba en Seg ovia desde prim eros d e agosto hasta el 2 de sep tiem b re; en
cam bio, y a aparece u n despacho fechado el 3 de septiem bre en M ad rid .
( 15 ) L o s R ey es deb ían tener y a un alto concepto del San to , puesto qu e en
repetidas cartas G u illér. d e Sa n C lem en te, escribiendo a S . M . desde P raga en
16 0 7 y 16 0 8 , había puesto d e m anifiesto su virtu d y valo r, llam án dole sin rebozo
«santo varón », «santísim o hom bre, vasallo de V . M . y por quien y por la real
prole d e V . M . y d e la rein a n u estra señora está continuam ente haciendo oración»
(Sim an cas.— Estad o . L e g 2.493). P o r su parte el em bajador en A lem an ia, D . B a l­
tasar d e Z ú ñ ig a, dió a S . L o ren zo las convenientes instrucciones (Praga, 8 d e ju ­
n io d e 1609) (Sim an cas.— Estad o . L e g . 709, f. 56). E n ellas dice lo qu e deb e hacer
en su itinerario desde A le m a n ia : q u e debía entrar por B a rc e lo n a ; qu e, a l lleg ar a
M ad rid , se hospedase en los D escalzos que llam an de S a n G il, «qu e es ju n to a
P a la c io » ; ie aconseja luego qu e vea, entre otros, al D u q u e de L e rm a , «m u y d evo ­
ro d e las R eligio n es y en particular de la d e S a n F ran cisco , y quizá él m ism o
querrá lle var a V . P . a la audiencia de S . M .» .
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACIÓN EN CASTILLA 39

L o r e n z o d e B rindis q u e, en su calidad d e em bajador, iba a estar en


con tacto frecu en te c o n F e lip e I I I . Y n o d u dam os qu e, gracias a sus
gestiones, se p u d o dar este segu n d o paso, tan d e cisiv o c o m o el prim ero.
San L o r e n z o se valió para ello d e la reina, q u e tenía fo rm a d o del
Santo un alto co n ce p to , c o m o lo m anifiestan las cartas qu e lu eg o de
su partida d e M a d rid escrib ió a varios personajes ( 16 ). P ero el rey,
antes d e d ecid irse, con su ltó este asunto c o n su co n fe so r, el d o m in ico
P. L u is d e A liaga. E ste, algo p re v e n id o al p rin cip io c o n la n oticia de
q u e los C apu ch in os h abían fu n d a d o en M u rcia sin perm iso de S. M .,
n o q u iso d e m om e n to dar su co n sen tim ie n to ; p ero, enterado lu eg o de
ía falsedad, se in clin ó a fa v o r d e la fu n d a ció n ( 17 ). T a m b ié n a q u í e l
P. P o licio se valió d e su m u ch a d ip lom a cia para lograr esa d ecisión
d e l con fesor, «e n q u e ha te n id o tam bién q u e trabajar y en q u e p on er
cu id a d o y m ed ios, d e m anera qu e salió c o m o deseaba» ( 18 ).
S in em barg o seguían las co n tra d iccion es, p ero seguían tam bién las
gestiones d e San L o r e n z o cerca d e la re in a ; tanto qu e en cierta oca ­
sión , en contránd ose San L o r e n z o reu n id o c o n los reyes «la reina su­
p licó (al rey), presente el P. B rindis, p o r am or d e ella y d e d ich o
P adre, nos diese licen cia para fu n dar, y el rey resp on d ió c o n v o lu n ­
tad mas sin declararse, y a ca b o d e p o c o s días, estando otra v ez juntos
los tres, d ijo la reina al P. B rin d is: «Y a tienen su fu n d a ción cierto,
p ero agradézcanlo a V uestra Paternidad, qu e, si n o fu era p o r él, no
se les d iera », y el rey a esto se son rió, c o m o ap roban do lo qu e la reina
había d ich o , y él les b e só las m anos a tod os dos co n m u c h o agradeci­
m iento y cortesía s; y , según se co lig e p or lo qu e pareció después, el
intervalo en n o declararse S. M . la prim era v e z q u e la reina se lo
su p licó, fu é q u e había r e m itid o la consulta d el C o n se jo al c o n fe ­
so r» (.1 9 ).
N o faltan historiadores qu e, al tratar d e la fu n d a ción d e los C a p u ­
ch in os en la C orte, atribuyen la d ecisión d e l re y a los sucesos d e A le ­
m ania y han q u e rid o seguir, al parecer, lo qu e G il G o n zá le z D ávila
consigna en una d e sus o b r a s : « L a causa d e fundarse éste y otros
con ven tos d e esta R e lig ió n en Castilla fu é p o rq u e en estos tiem pos

(1 6 ) E n tre las varias cartas qu e la R e in a d irigió al em bajador en R o m a y en las


qu e habla de S a n L o re n z o de B rin d is con gran encom io, citarem os la d el 2 4 de no­
viem b re, en q u e d ic e : «A q u í se ha h allad o estos días F r . L o re n z o de B rin d is ... y
ha dado tanta dem ostración de su m u cha religión y virtu d , qu e m e ha edificado
y dejado con m ucha satisfacción.» A sim ism o el R e y escribía al propio em bajador
con fecha 1 4 del m ism o m es, anunciándole se vo lvía a R o m a , y añ a d ía : « S eré m u y
servido en qu e le honréis y hagáis el buen acogim iento qu e m erece su m u cha v ir ­
tu d y santo celo, y que procuréis qu e S u B eatitu d haga lo m ism o y le oiga m u y
gratam ente.» (Sim an cas, E stad o , L e g . 9 9 2 .)
(1 7 ) F é l i x d e G r a n a d a , o . c ., p . 1 6 , y P . A g u s t í n d e G r a n a d a , m s . c ., p . 10.
(1 8 ) L ucena , carta citada, en P . A j o f r ín , o. c., p. 572.

(1 9 ) Ibid.
40 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DÉ CASTILLA

trataban los herejes d e A lem ania d e expulsar del Im p e rio este sagrado
Instituto, p orq u e c o n sus oracion es, co n sejos, serm ones y c o n disputas
deshacían sus d ip arates; y para qu e en A lem an ia co n o cie se n lo m u ch o
qu e España los estim aba, el rey fu n d ó este co n v e n to » ( 2 0 ). N i falta
historiador qu e a esto añade el q u e, al hablar S. L o r e n z o al re y »e n
una d e sus entrevistas so b re los sucesos d e A lem an ia y ex p on erle el
aprieto d e los C apu ch in os en aquel im p e rio , el re y lu e g o se había
adelantado a con ced erle licen cia para la fu n d a ción ( 2 1 ).
Si ese fu é e l m o tiv o d e ia co n ce sió n , es cosa qu e han silenciado
los C ronistas prim itivos d e la P rovin cia d e Castilla, así c o m o tam bién
el P . S ev ero d e L u ce n a qu ien , c o m o ya se ha in d ica d o , estaba en
M a d rid , acom pañ an do a S. L o r e n z o de. B rindis, y n os ha d a d o n o ­
ticias m u y particulares e interesantes d e to d o . E l es qu ien n os d ice
tam bién a con tin u a ción d e las palabras arriba transcritas: «A h o ra el
m iércoles pasado p r ó x im o [7 d e o ctu b re ] estu vo m ed ia hora a solas
c o n el rey el P. B rindis, qu e le d ió audiencia privada, d e q u e salió
con ten tísim o, p o rq u e le acom pañ é, y c re o ha acabado el fin d e sus
n eg ocios. Y p ero en lo qu e toca al n uestro, le d ijo S. M . : «P resto
m andaré despachar el m em oria l o consulta para qu e fu n d é is », d e qu e
d e n u evo le d ió las gracias. M ir e n V uestras C aridades ahora si se
d e b e este n e g o cio al P . B rin d is; acá así lo ju zgam os y así lo enrien­
d en cuantos saben d e e s to ; y , au nqu e el P. Serafín co n su buena
traza y m ed ios, sin d u da lo con clu yera , p e ro c o n to d o hay q u ien duda
y q u ien afirma qu e a b ien n egociar n o fu era en dos a ñ os» ( 2 2 ).
' Faltaba solam ente v en cer la resistencia d el d u q u e de L erm a , quien
había em p eñ ad o su palabra c o n los contrarios d e qu e n o fundarían
en M a d rid los C apu ch in os. H asta tal p u n to qu e la C onsulta d el C o n ­
sejo la había gu ardado en u n escritorio llam ado e l c e s to d e San P atri­
cio , d o n d e solían ir a parar los papeles d e n e g o cio s qu e nunca habían
d e salir a luz ( 2 3 ).
Sin em bargo to d o lo su p o v en cer la d ip lom acia d el P. Serafín d e
P olicio, a qu ien sin duda alguna ca b e la gloria de este éxito. U na

(2 0 ) G i l G o n z á l e z D á v i l a , Monarquía de España. Historia de la vida y he­


chos del ínclito monarca D. Felipe III... Obra postuma , M a d r i d , 1 7 7 1 , p . .1 7 0 . L o
m i s m o a firm a e n Teatro de las graiidezas de la Villa de Madrid , M a d r i d , 1 6 2 3 ,
p p . 2 7 3 - 4 . Y casi ¡ o m i s m o re p ite a s u v e z J e r ó n i m o d e Q u i n t a n a e n Historia de
la antigüedad y nobleza de la villa de Madrid, M a d r i d , 1 6 2 9 , f. 4 3 5 . E s o m i s m o
d ic e a su v e z e l P . A j o f r í n , o . c ., p p . 3 4 9 - 5 0 , y el P . M a t e o d e A h g u i a í j o , O . F . M .
C a p . , e n su o b r a s o b r e el c o n v e n t o d e E l P a r d o , titu la d a Paraíso en el desierto...,
M a d r i d , 1 7 1 3 . Y d e e s e m i s m o se n tir es A n t o n i o d e L e ó n P i n e l o , Anales de M a­
drid. Reinado de Felipe I I I ( 1 6 9 8 - 1 6 2 1 ) , e d . y e s t u d io c r ític o d e l m s . n ° 1 .2 5 5 de
la B . N . , p o r R ic a r d o M arto rell T éllez -G ir ó n , M a d r id , 1 9 3 1 , p p . 8 4 -8 5 .
(2 1 ) A j o f r í n , o . c ., p p . 3 4 9 - 5 0 .
(2 2 ) L ucena, carta c ., en P. Ajofrín, p . 5 7 3 .
(2 3 ) F é l ix de G ranada, o . c., p . 1 6 .— A g u s t í n de G ranada, m s . c ., p . 11.
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACIÓN EN CASTILLA 41

ocasión p rop icia se le o fr e c ió m u y p ron to para inclinar a su fa vor el


án im o d el valido.
E ntre las personas cu ya influencia in terpu so e l P. P o lic io para c o n ­
seguir su in ten to, fu eron la duquesa d e T erra n ov a , qu e más tarde fu n ­
dará el co n v e n to d e A lcalá d e H enares, y su prim a herm ana D . ' V ic -
toiia C olon n a , du quesa d e M e d in a d e k iose'co y viuda d el A lm irante
d e Castilla ( 2 4 ). Su segunda hija, F eiich e E n riq u ez C olon n a , trata­
ba en aquellos días d e con certar su m a trim on io c o n e l n ieto d e l d u ­
qu e d e L erm a , el co n d e d e A m p u d ia , h ijo m ayor d e l d u q u e d e Cea.
Precisam ente d ich o m a trim on io se había co m e n z a d o a con certar la vís­
pera d e San F ra n cisco , 3 d e o ctu b re, y se term in ó feü zm en te el día
üe la octava ( 2 5 ).
A p ro v e ch a n d o aquella oca sión el P . Serafín, escrib ió a la duquesa
d e M e d in a d e R io s e c o , instándole a q u e se acordase d e l asunto d e ios
C apu ch in os. A l siguiente día recib ía la respuesta favorable « d e m ano
de la m ism a duquesa, q u e d ice así p o rq u e io h e visto y le íd o y te n id o
en m is m anos— escrib e el P. L u ce n a — : « M i P a d r e : an oche p e d í al d u ­
qu e m e h iciese m e rce d d e despachar nuestra consulta, y h ám e p ro m e ­
tido qu e mañana lo hará ver y acabar este n e g o c io .» Y co n esto la
visitó esta mañana el P adre, q u e to d o era fiestas y enhorabuenas ese
día y galas, y le 'c o n tó m ás ad L ongum : q u e celeb rá n d ose los capítulos
m atrim oniales entre su hija d e ella y n ieto d e él, le d ijo : «,S e ñ o r:
ahora qu e ten go m is h ijos co lo ca d o s, n in gu na cosa d eseo más q u e ver
un co n v e n to d e C a pu ch in os en esta c o r t e ; su p lico a V . E. m e haga
esta m erced , qu e será gratísim a para m í.» A lo cual resp on d ió ei d u ­
qu e qu e mañana en la n o ch e la haría firmar d el rey. Y esta nueva
co rrió este día entre los m u y fam iliares y lo ten em os ya p o r tan cierto,
qu e n o se d u da d e ello, y así creem os q u e den tro d e o c h o días se to ­
mará la p osesión . Y a se h acen cam as y se a com od a un aposento en

(24) D o ñ a V ictoria C o lo n n a, D u q u esa de M ed in a d e R io seco , fu é h ija de!


céleb re M a rco A n to n io C olonn a, y casó con D . L u is E n riq u ez de C ab rera, octavo
A lm iran te d e C astilla, cuarto D u q u e de M ed iría de R io seco , que falleció en V a lla ­
d o lid el 1 7 de agosto de 1600.— C fr. L u i s C a b r e r a d e C ó r u o b a , Relación de las
cosas sucedidas a: la Corte de España desde 1599 hasta 1614, M a d rid , 18 5 7 ,
pp. 93 y 608. E l P . F é lix d e G ran a d a, o. c ., p. 1 7 , y el P . A lican te, m s. c., p p . 12 6 -
2 S , nos dan m u y interesantes noticias sobre la intervención de la m encionada D u ­
qu esa y d e su h ija cerca del d e L e r m a en los días en qu e se concertó el m atrim onio
d e la h ija con el nieto d e éste.
(25) F é l i x d e G r a n a d a , o. c., p. 17 .— L u c e n a , carta citada, en P . A jo frín ,
p. 5 73. D . F ran cisco G ó m ez de San d o val y R o ja s, C o n d e de A m p u d ia, fu e hijo de
D . C ristó b al G . de San d o val y R o ja s, D u q u e d e U ced a, y nieto del D u q u e de L e rm a ,
D . F r a n c is c o ; fu é p rim ero C o n d e de A m p u d ia, por m erced d e F e lip e I I I , y m ás
tarde D u q u e de C e a ; casó con la segu nda h ija del A lm iran te d e Castilla,, D . L u is
E n riq u ez, y de D .a V icto ria C olonn a, D u q u es de M ed in a de R io seco .— C fr. Luís
C a b r e r a d e C ó r d o b a , o. c., p. 6 17 .
42 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

este H osp ital para ponellas, y n o hay d escu id o en ojear sitio ; quiera
D io s se acierte» ( 2 6 ).
D e b ió ser el lunes, 5 de octu b re , cu a n d o el rey. firm ó el tan ansia­
d o perm iso. S in em b a rg o d ich a n oticia n o lleg ó a co n o ce rse hasta el
viernes, 1 6 , en «q u e se d iv u lg ó y p u b licó que S. M . h iz o para qu e
fundemos^ y la cam pana co m e n z ó el alborada c o n m il repiqu es d i­
ferentes, qu e los d el H osp ital h icie ro n » ( 2 7 ).

4. D a d o ese paso d ecisiv o, faltaba solam ente tom ar p osesión ofi­


cial d el sitio en qu e se había d e levantar el con v en to. M a s, c o m o de
p ron to n o se p u d o determ inar con cretam en te el lugar, se d e c id ió to ­
m ar p osesión sim bólica en el m en cio n a d o H osp ital d e los Italianos,
qu e hasta e n to n ces había servid o d e m orada y h osp ed aje a los religiosos.
T o d o s los cronistas e historiadores se detienen en d escribirn os con
gran lu jo d e porm en ores la cerem on ia d e la tom a d e posesión , a la
qu e d ieron realce y solem nidad los reyes y la fam ilia real ( 2 8 ). P re fe ­
rim os sin em b arg o transcribir la d escrip ción hecha p or el P. Severo
d e L u cen a , llena de singular gracia y galanura. E n su carta ya citada
del 15 de n oviem b re d e 1 6 0 9 , d ic e que «p o r varias causas n o se p u d o
tom ar la p osesión hasta el día d e San D ie g o de A lcalá, 12 d e n o v ie m ­
bre, y to d o lo iba ord en an d o D io s para en día d e nuestros santos para
a u e así se viese c ó m o ellos nos lo am paraban».
« L u e g o estu vo acom od ad a la iglesia d e este H osp ital d e los Italia­
n os, pues adornaron su altar de los adornos d e la C apilla R ea l con
frontai riqu ísim o b o rd a d o sobre b o rd a d o , al p ro p ó sito d e la fiesta, y
sendos b lan don cetes d e plata dorada harto esco g id o s c o n cirios g ru e­
sos y una cru z d e o r o riquísim a y herm osísim a. L a capilla y altar co n
paños d e b ro ca d o co n fo rm e al frontal y d osel, y el cu e r p o d e la ig le­
sia co n tapicería d e o ro y seda d e F landes, d e la historia d el E m p e -
la d o r en T ú n e z , qu e es una d e las cosas más ricas q u e el rey tiene,
y el m iércoles a la tarde, vigilia de San D ie g o , v in o el S eñ or N u n c io
y d e P ontifical b en d ijo un territorio p e q u e ñ o delante d e la iglesia, se-

(26) L u c e n a , carta c., en P . A jo frín , p. 5 73.


(27) C arta del P . S ev ero d e L u ce n a (M a d rid , 1 5 de noviem bre de 1609). N o
conocem os el o rigin al de esta interesan te carta, p ero en nuestro A rch iv o Provincia!
d e C ap uchinos d e C astilla existe una copia de la q u e nos servim os (Sign . 6/0003).
Sabem os qu e el P . L u c e n a escribió desde M ad rid por lo m enos cuatro cartas,
dando noticia a los Su periores de C atalu ñ a de los pasos que se d aban en la fu n ­
dación. D e esas cartas, im portantes sobrem anera, sólo conocem os ésta y la transcrita
a l final d e la o bra del P . A jo frín , en la segunda y tercera edición. P o r uno d e Ibs
catálogos del an tiguo A rc h iv o de los C ap uchinos de C atalu ñ a consta que existía
entre otros docum entos «un legajo qu e contiene lo qu e los fun dadores de C astilla
avisan d e cóm o les van las cosas (16 0 9)». Q uizás haga referencia a las m encionadas
cartas del P . L u cen a.
(28) F é l i x d e G r a n a d a , o. c., p. 17 .— A g u s t í n d e G r a n a b a , m s. c., p. 12 . —
A l i c a n t e , m s. c., p. 12 8 .— A j o f r í n , o. c., pp. 352 -54 .
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACIÓN EN CASTILLA 43

ñalán dolo en cem en terio, y se trabajó t o d o ese día y la n o ch e siguien­


te en com p on er la casa lo m e jo r q u e se p u d o.
» L u e g o en am an ecien do D io s el jueves a 12 d e éste, día d el g lo rio ­
so San D ie g o , vin ieron los reposteros d e estrado c o n acém ilas carga­
das d e to d o lo necesario, qu e aderezaron la cortin a y estrado en la
iglesia para S S . M M . y una ventana qu e hay sobre la puerta d e ella,
co n paños d e carm esí, y el C o rre g id o r p o r su persona y m u ch o s al­
guaciles desd e la plaza d el S o l aqu í c o n d ie c io c h o carros h a cien do
lim piar la calle p o rq u e había m u ch o lo d o a causa d e un gran tu rbión
qu e cayó a las o n ce d e la n o ch e , sin lo m u ch o q u e había llo v id o antes,
y después am an eció el día claro y se d ieron prisa en lim p ia r; y tras
esto vin ieron acém ilas de despensa y cocin ero s, y m u ch a m áquina,
así d e carne c o m o d e p esca d o, p o rq u e co m ió un R egen te d el C o n sejo
y otros oficiales d e l rey, y esta co m id a la d ió la reina nuestra señora,
q u e d eterm in ó h acernos banquete este día.
»A n tes d e las n u eve estaban en la iglesia señores titulados a lo en­
cu b ierto, y n o entraron m ás gente p o rq u e desd e las siete había o ch o
alabarderos; y en esto salim os ca torce frailes y fu im os tod a la calle
m ayor hasta el H ospital de la C orte ju n to a la Puerta del S ol, d o n d e
hallam os sesenta frailes D esca lzos d el co n v e n to d e San G il y d e San
B ernardino y p o co s m en os d e San F ra n cisco. T e n ía m o s allí prepara­
da nuestra C ru z y clérigos d el H osp ita l y la C apilla d e la m ú sica d el
rey y un San A n to n io d e b u lto, vestid o c o n nuestro h ábito, m u y d ev oto,
qu e terna una vara de alto, p u esto en sus andas b ie n aderezadas. Y el
Sr. C on d estable y otros caballeros y el C orreg id or acu dieron allí, y,
estando cosa d e m e d io cuarto, o rd en a n d o las cosa s, pasó la palabra
q u e venía el rey y , al em parejar, cantó la capilla L aúd ate D o m in u m , y
com en za ron a pasar co ch e s y co ch e ro s y caballos. Y , llega n d o S. M . a
nuestro H osp ital, su b ió a la ventana q u e d ije estaba aderezada sobre
1?. iglesia y la reina nuestra señora c o n el c o n d e c ic o d e A m p u d ia ...
» S e c o m e n z ó a cam inar desd e el d ich o H osp ital d e la C orte en p ro ­
cesión , sigu ien d o a la C ru z d e é l San A n to n io en andas, en h om b ros
d e cu atro C apu ch in os, d os d e ellos legos, y tod os los sob red ich os reli­
giosos O bservantes y D esca lzos en ord en a dos hileras, y al ca b o una
cru z d e un p in o re císim o q u e pesa co m o m eliz, q u e tiene cin c o cañas
de largo, y co n ella abrazados d iez d e n osotros, gatean do entre aquel
lo d o lim p ito q u e era placer vernos hacer piernas, y to d o era m enester.
L u e g o v e n ía n lo s clérig os d el H osp ita l revestidos, y detrás el Sr. C o n ­
destable, C orreg id or y otros caballeros cortesanos y d e la V illa e in ­
finita gente d e q u e toda la calle estaba llena y las ven ta n a s... L leg a d os
b a jo la ventana del rey d o n d e estaba h e ch o el agujero para fijar la C ru z,
se pu so el pie en él y los brazos sobre un b a n co, y salió el Sr. N u n c io
d e la iglesia ya revestid o d e P ontifical, c o n sus con celebran tes y co a d ­
jutores co n capas, q u e serían cerca de las on ce d el día, y , adorando
44 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

ia C ru z, se v o lv ió al rey, alzando la ca b eza a la ventana, y le h izo un


gran acatam iento, y el re y se q u itó la gorra en q u e tenia cin tillo de
diam antes y plum as, q u e ib a m u y galán ese día. Y lu e g o el Sr. N u n c io
co m e n z ó a b en d e cir la C ru z c o n m uchas cerem on ias d el P ontifical,
resp on d ien d o la m úsica real. Y p or haber en esta b e n d ición cierto pre­
fa cio qu e can tó en m ás alta v o z el Sr. N u n c io , q u e las ora cion es, fu é
d e gu sto oír la C apilla a las responsiones.
»A ca b a d a la b e n d ició n , com en za m os tod os los d o c e d e n osotros a
levantar la C ru z, y , c o m o era tan m ov ed iza , n o la p u d im os pasar de
los h om b ros, aunque estaba un carpin tero y u n albañil y dos p eon es,
y, estando m u y h a cendosos y alegres en nuestra porfía, se allegaron
más d e treinta alabarderos d el rey, q u e, p on ié n d o se p o r puntales, se
alzó en un instante y se fijó la Santa C ru z, cantando la C apilla en el
interior n o sé q u é cosa d el C erem on ial, q u e pien so era el h im n o V exilla
R eg is, y qu e, c o m o hacían tantas gargantillas, n o le p u d e p ercib ir b ie n ,
aunque estaba tres pasos d e ellos apegado a la C r u z ; en esto se arro­
dilló el Sr. N u n c io y la a d oró y b e só y v u elto al rey le h iz o otra m e ­
sura y se torn ó a la iglesia, q u ed a n d o cam p ea n d o la Santa C ru z, y
orn an d o y beatificando este barrio y calle.
» A q u í fu é después lo b u e n o al entrar en la iglesia la prisa y la d e ­
fensa d e ios alabarderos, p ero a fe qu e n o q u e d ó fraile en la calle ni
en e-1 p eor p u esto en la ig le sia ... D es p u é s d e d ic h o el E va n gelio p re­
d icó el P. F ran cisco m edia hora sola, tom a n d o p or tem a N isi e fjicia -
mvni sicu i parvuli, etc. ( 2 9 ). M u y solem ne fu é el o ficio y c o n m u ch o
gu sto lo asistieron SS. M M . y acabado salieron a dalles, las gracias los
d ich os dos Padres [B rindis y P o lic io ], y S. M . p regu n tó, y e n d o andan­
d o , para p on erse en su c o c h e : « ¿ H a c é is esta cerem on ia siem pre que
fu n d á is ?» D i jo el P. P rovin cial [P. P o lic io ]: « S í, S e ñ o r ». «H o lg a d o
he d e vella, d ijo el rey, qu e m e con ten ta m u c h o » . R e p lic ó e l P . P ro­
v in cia l: «S a lv o, S eñ or, cu a n d o se hace a escondidas y c o n m ie d o , co m o
sabe el d u q u e » , esto es, ei d u q u e d e L erm a , q u e iba delante d el rey
c o n el C on d estable, el cual nos h o n ró m u c h o en este acto, así c o m o
n os ha ayu dado en to d o , q u e verdaderam ente se le d e b e gran voluntad
y grandes obras buenas a este señor en to d o cu a n to ha pasado aquí,
q u e ha p rocu ra d o toda nuestra recu p era ción y acrecen tam ien to» ( 3 0 ).

(29) S e refiere al P . F ra n c is c a d e Sev illa, C ap u ch in o , u no d e los m ás célebres


oradores d e su tiem po, llam ado «el águ ila de los predicadores». U n a prueba de
su ejem plar obediencia la dió en esta o ca sió n ; se le había dicho que no estuviese
predicando m ás de m edia h o ra ; al pasar ese tiem po, y a una señal d el P . Policio,
interru m pió en seco el serm ón, dicien do «que la obediencia le h abía ordenado parar».
(3 0 ) L u c e n a , carta d el 15 d e noviem bre. E l célebre H osp ital d e los Italian o s,
d e qu e tantas veces se hace m ención, estaba situado entre la C arre ra de S a n Je ró ­
nim o y la calle d e Z o rrilla, en el encuentro d e estas do s calles y co n la fachad a a
ia d e C ed aceros o M u ñ o z y R iv ero . H o y ha desaparecido totalm ente lo m ism o el
hospital que la iglesia.
NUEVOS INTENTOS DE FUNDACIÓN EN CASTILLA 45

D esp u és d el acto d e la tom a d e p osesión , llevada a ca b o c o n toda


esa extraordinaria solem nidad, tu vieron lugar otros cu ltos religiosos
qu e se p rolon g a ron p o r cuatro días.
A s í quedaba h ech a la fu n d a ción d e M a d rid , qu e al p ro p io tiem p o
será el p rin cip io d e una nueva P rovin cia capu china en España, la de
la E ncarn ación d e las d os Castillas.

5. C errem os este capítulo d icie n d o algo sobre q u ién ha d e ser


con sid era d o precisam ente c o m o su verd ad ero fu n d a dor.
E l P . A n to n io d e A lica n te, acérrim o d efen sor y apologista d e l
P. Serafín d e P o licio , trata d e vin d ica r para éste tod a la gloria de
haber sido el ú n ico y verdadero fu n d a d or d e Castilla, n ega n d o p o r el
con trario rotu n dam en te qu e a San L o r e n z o d e B rindis pu eda atri­
buírsele ( 3 1 "). Y hasta llega a echar en cara a los h istoriadores de C as­
tilla la ingratitud c o n qu e, a su parecer, habían p r o c e d id o , al n o re­
c o n o ce rlo así ni siquiera en la tra d u cción d e las C rónicas generales de
la O rd en ( 3 2 ).
S in em b argo d e eso los cronistas castellanos y tam bién los andalu­
ces han d ad o p repon deran cia en esa gloria a San L o r e n z o d e B rindis,
con sid era n d o sin . d u da qu e, gracias a su influencia in n egable, se c o n ­
sigu ió el perm iso d el rey, c o m o ya h em os h e c h o notar ( 3 3 ).
N o obstante, en justicia, creem os q u e u n o y otro, San L o r e n z o de
B rindis y el P. Serafín d e P o licio , tu vieron parte en dar los pasos para
llevar a ca b o la fu n d a ción , y a entram bos cabe con sigu ien tem en te su
parte d e gloria. E l P . P o licio , alcanzando la licen cia d el C o n s e jo , y lue­
g o S. L o re n z o , log ra n d o d e cid ir el án im o d e F elin e I H p or m e d io
d e la reina, y u n o y o tro v e n c ie n d o la resistencia d el d u q u e de
L erm a. M as ju sto es tam bién re co n o ce r, y lo h acem os d e b u en grado,
qu e fu é prop iam en te el P . P o lic io qu ien llev ó el p eso d e aquella o r i-
m era fu n d a ción y de las otras qu e a ella se sigu ieron, el qu e fu é alma
y vida d e la naciente P rovin cia , el q u e d irig ió su orga n iza ción y sus
p rogresos, y el qu e rig ió sus d estinos durante los siete prim eros años.
A pesar d e to d o la P rovin cia d e C astilla, sin q u erer quitar esas
glorias al P. P o licio , ha co n sid era d o siem pre c o m o su fu n d a d o r a San
L o re n z o , quizás p o r verle adornado c o n la aureola d e la santidad. C o m o
p ru eb a y agradecim ien to lle v ó a c a b o p o r m e d io d e sus religiosos los
p rocesos d e su beatificación h ech os en 1 6 2 4 , 1 6 2 6 , 1 6 3 0 , 1 6 7 7 y
1 7 2 4 ( 3 4 ). Y , finalm ente, el c o n o c id o P . F ra n cisco d e A jo fr ín , V ic e -

(3 1 ) A l ic a n t e , m s. c ., pp. 1 2 3 -2 6 .
(3 2 ) Ibid
(3 3 ) F é l i x d e G r a n a d a , o . c ., p p . 1 5 - 1 7 .— A g u s t í n d e G r a n a d a , m s . c ., p p . 1 1 -
1 2 .— A j o f r í n , o . c ., pp. 34 ss.
(34) C fr. L u c io M .a F . M ., Los Procesos de 1630 y 1677 Para la
N úñez, O .
beatificación de San Lorenzo de Brindis, en Archivo Ibero-Americano, X I I ( 19T9),
pp. 321- 389, y P . A j o f r í n , o . c ., p . 5 0 5 .
46 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

P ostu lador d e la causa, h iz o el ú ltim o en 1 7 8 3 sob re la identidad del


cu e rp o , extrajo las reliquias q u e se llevaron a R o m a y , tan p ron to
c o m o tu vo lugar la beatificación, escrib ió su vida qu e, aunque resa­
biada d el gusto d e la ép oca , está b ien docu m en ta d a y creem os es la
obra d e m ás valor h istórico salida d e su plu m a ( 3 5 ).
P o r otra parte, al celebrarse en M a d rid las solem nísim as fiestas de
su beatificación en 1 7 8 4 , fiestas qu e duraron diecisiete días, los b ille­
tes enviados c o m o in vita ción llaman a San L o r e n z o «fu n d a d o r d e esta
santa P rovin cia de C astilla» ( 3 6 ).
Y aun h o y en día la actual P rovin cia d e Castilla n o se ha o lv id a d o
de ese h ech o y, c o m o cariñ oso re cu erd o, ha c o lo c a d o en el testero d el
altar m ayor d e la iglesia d e Jesús de M a d rid un b e llo cu a d ro en el
qu e su autor. D . José Llasera, ha q u erid o representar la cerem on ia de
la p osesión sim bólica d el prim er con v en to. E n él, aunque n o resp on ­
d ien d o en rigor a la verd ad histórica, aparece San L o r e n z o b e n d icien ­
d o la C ru z en presencia d el Sr. N u n c io , d e F elip e II I y M argarita,
d el d u q u e d e L erm a , d e otros n o b le s y d e varios religiosos capu chinos.

(35) N o s referim os a la o b ra qu e hem os citados varias v e c e s : Vida, virtudes


y milagros de San. Lorenzo de Brindis, la cual ha tenido tres e d ic io n e s: M ad rid ,
17 8 4 y 19 0 4 , y B arcelon a, 1 8 8 1 . N o contento con eso, com puso u n Compendio,
M a d rid , 17 8 4 , o bra por cierto bastan te rara y q u e sin duda se pu b licó para dar
a conocer en el pu eblo la figu ra del santo de B rin d is.
(36) C fr. Colección «Papeles d e Jesu ítas» , t. 59, f. 2 7 2 , im preso, u n a hoja (B i­
blioteca d e la A cad em ia de la H istoria).
A u n q u e dicha colección se ha llam ado d e Jesu ítas, h ay bastantes tom os de
papeles varios qu e pertenecieron a la B ib lio teca de Sa n A n to n io del Prad o, entre
ellos este tom o 59, com o se dice claram ente al princip io d e él.
CAPITULO III
E l p r im e r co nvento en M a d r id

i . En busca de sitio para convento.— 2. La primera comunidad..—


3. El convento de San Antonio del Prado.— 4 . Los primeros as­
pirantes.

1. E n la festivid ad d e San D ie g o d e A lcalá, q u e en aquel en ton ­


ces se celebraba el 12 d e n ov ie m b re , y c o n Ja solem nidad q u e acabam os
de referir, tu vo lugar la tom a sim bólica d e p osesión d el p rim er c o n ­
ven to d e la naciente P rovin cia d e Castilla en el llam ado H osp ital de
los Italianos. P e ro aquella residencia era solam ente p rovisional, m orada
pasajera d e u nos días o d e u nos m eses. E l p r o p io C om isa rio P . P o lic io así
lo h izo constar antes d e tom ar p o s e s ió n : estarían allí hasta q u e en­
contrasen casa, v. una v ez en contrad o sitio para edificar con v en to,
abandonarían el H osp ital d e los Italianos, d o n d e justam ente vivían va
co n anterioridad trece religiosos en total, to d o s d e la P rovin cia d e V a ­
le n cia ; los dem ás, hasta vein tid ós, se p u sieron lu eg o en ca m in o y lle­
garon a M a d rid antes d e finalizar el m es d e n ov iem b re ( 1 ).
P o r lo qu e respecta al sitio qu e d ebía ser e leg id o para la erección
definitiva del con v en to , n o faltaron o frecim ien tos, y p o r cierto bastante
num erosos.
F u é el p rim ero el C on d esta b le d e Castilla, D . Juan F ernán dez d e
V ela sco, D u q u e d e Frías, qu ien p ro m e tió dar «una huerta herm osísi­
m a, en q u e certifican algunos hay hasta siete m il árboles p o r cu e n ta ;
está a lg o lejos al a rroyo B ernigal, q u e es p o r el ca m in o d e A lcalá,
partiend o desd e M a d rid , d o n d e hay m u ch a agua y tiene su recreación
el C on d esta b le» ( 2 ). P ero tan g e n e ro so o fre cim ie n to , lo m ism o q u e el
d e edificar p or su cuenta el co n v e n to , fu é ¡rechazado p o r quedar m u y
lejos d e la ciu d ad , distante nada m en os q u e una legua d e M a d rid ( 3 ).
A ése se siguieron otros ofrecim ien tos, y entre ellos el d el D u q u e
d e O livares, qu e para tan p ia d o so fin daba un solar ce r ca n o a los C a r-

(1 ) A lic a n te , m s. c., pp. 1 2 7 -8 .


(2) Severo de L ucena, carta c ., en P . A jo frín , p. 574.
(3 ) Ibid.
48 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

melitas D esca lzos ( 4 ). A sim ism o D . E n riqu e d e G u zm á n , M a rq u és d e


P ovar, ofrecía una casa y huerta qu e tenía cerca d e San J e ró n im o ;
D . F ern an d o G aitán, otro en la calle d e A toch a , y o tro tam bién el
D u q u e d e M a q u ed a en la d e L egan itos. P e ro n in g u n o p u d o ser acep ­
tado p o r ser esos sitios red u cid os en dem asía para edificar juntam ente
iglesia y con v en to.
P or fin, n o q u iso ser m en os el D u a u e d e L e rm a , qu ien p u so a d is-
o o s ic ió n de los C a pu ch in os narte d e la huerta d e su casa, sita en la
calle d el P rad o, lo cual fu é p o r una Darte m u v del asjrado d e la reina
v llen ó asim ism o los deseos v aspiraciones d el P. P o lic io ( 5 ). A ceptada
!a oferta, el p ro p io D u a u e fu é d e parecer qu e los religiosos dejasen
cu anto antes el H osp ita l d e los Italianos y , hasta qu e el con v e n to
definitivo se levantase, Ies o fr e ció parte d e su palacio cara m orada.
C o n tal fin h u b o n ecesid ad d e tirar tabiques, d isp on er celdas, hacer
capilla, re fe cto rio y dem ás oficinas propias d e un con v en to. Y , c o m o
d on d e h ay d in ero n o d u elen prendas, trabajaron en esos m enesteres
más d e cien ob reros a u n tie m p o , gastando el d e L erm a solam ente en
e so la respetable sum a d e tres ¡mil d u ca dos ( 6 ).

2. E ntre tanto, los religiosos seguían en el H osp ital d e los Italia­


n os, d o n d e , m u y p o c o después d e haberse to m a d o p osesión , se esta­
b le ció co n p len o rig o r con ven tu al y ju ríd ico la fam ilia religiosa y se
form alizó aquella prim era com u n id a d .
L o s cronistas nos han con serv a d o c o n resp etu oso cariñ o y co n escru­
p u loso cu id a d o los n om b res d e aquellos q u e entraron a form a r parte
d e esa prim era co m u n id a d v c u e c o n justicia d eb en ser con siderados
co m o fundadores, d e la P rovin cia d e Castilla.
C on ese m ism o respeto y escru pulosidad vam os a anotar sus n o m ­
bres, d istribu id os según las P rovincias d e o r ig e n :

De la Provincia de Valencia:
P. S erafín de P o licio , P rov in cia l d e V alencia y C om isa rio general.
P. Juan d e V illafranca, G uardián.
P. F ra n cisco d e Sevilla, P redicador.
P. A gu stín d e G ranada, P redicador.
P. Buenaventura d e V alen cia, P redicador.
P. B ernardino d e V alen cia, P redicador.
P. Sebastián d e V alencia, P redicador.
P. G a b riel d e V alencia.

(4) L o s C arm elitas D escalzos ocupaban, según el plano de W eit ( 16 1 3 - 1 6 3 6 ) ,


casi toda h m anzana com prendida entre las calles d e A lcalá, V ald eiglesias, Plaza
del R e y y B arq u illo . S u iglesia era la actual parroquia d e Sa n Jo sé .
(5 ) A l i c a n t e , ra s. c ., p p . 1 2 9 -3 0 .,
(6 ) F é lix d f . G r a n a d a , o . c ., p . 1 9 .— A g u s t í n d e G r a n a d a , m s . c ., p p . 1 2 -1 3 .
EL PRIMER CONVENTO EN MADRID 49

P. G re g o rio d;i Baeza.


P. R afael d e V alencia.
P. F ran cisco d e B enavente.

C orista s:
F r. Juan d e A lfam bra.
F r. M a te o d e M aluenda.
F r. José d e Linares.
F r. L o r e n z o d e A licante.
F r. A n to n io d e A lican te.
F r. Baltasar d e L érida.
F r. Silvestre de A lican te.

Hermanos Legos:
F r. Juan d e G eron a .
F r. M a rtín d e Sevilla (otros d ice n d e O llería).
F r. V id al de A lcira.
F r. M artín de C isn eros (otros d ice n de Sahagún).

De la Provincia de Cataluña:
P. D ie g o d e Q u iroga , P redicador.
P. S evero d e L a ce n a .
P. A lon so d e Barcelona.
P . F ran cisco d e Baeza, llam ado el v iejo .
P. A m b ro s io d e Perpiñán.
Fr. C risóstom o d e M a d rid , L e g o .

L o s tres ú ltim os llegaron algún tie m p o después de efectuada la


fu n d ación .

D e la P rovin cia d e A ra g ó n :
P. P ed ro d e B arbsstro.
P. F élix d e Granada.

T a m b ié n este ú ltim o v in o a M a d rid u nos m eses desp u és d e hecha


la fu n d a ción .
H em os d e advertir qu e n o tod os sigu ieron lu e g o fo rm a n d o parte
d e la naciente P rovin cia de C a stilla; la m ayoría fu e ro n regresando a
sus P rovin cias de origen en m u y diversos tie m p o s ; entre ellos, F r. V i­
dal d e A lcira, a los p o c o s m eses d e su venida, aunque, a d ecir verdad,
m ás b ien le trajo el P. P o licio en calid ad d e H erm a n o S o cio ( 7 ).

(7) C fr. A l ic a n t e , p. 1 3 5 . E l 10 d e ju n io d e 1 6 1 0 asistía F r . V id al de A lcira


con otros religiosos d e la P ro vin cia de V alen cia a la tom a d e posesión de la nueva
fun dación de Sa n M ateo
50 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

M ien tras llegaban los religiosos, se iba prep arand o la parte d el pa­
lacio d el D u q u e d e L erm a , destinada a co b ija r m en os in cóm od a m en te
aquella num erosa com u n id a d . T re s m eses escasos fu e ro n suficientes
para ello.

3. T o d o historiador m edianam ente in fo rm a d o d e las cosas de M a ­


d rid sabe sobradam ente el lugar que antiguam ente ocu paba la augusta
m otada d el p riv a d o d e F elip e III . L a finca d o n d e estaba em p lazad o su
palacio com p ren d ía el esp acioso terren o q u e se ex tien d e desde la calle
d e San A gu stín , b a ja n d o p or Plaza d e las C ortes hasta P aseo d e l P rad o
(h oy Palace H o te l), sigu ien d o lu eg o hasta la Plaza d e Platerías M a rtí-
n ez, su b ien d o p o r H uertas, calle d e Jesús, Plaza d e Jesús y calle de
C ervantes, hasta unirse c o n la d e San A gu stín . T é n g a se en cuenta que
la actual calle d el D u q u e d e M ed in a ce li n o existía, c o m o ta m p o co la
bajada d e la calle d e C ervantes (antiguam ente d e F ra n cos) desd e la
Plaza d e Jesús hasta P aseo d el P rado, n i la p rolon g a ción d e la de L o p e
d e V ega, tam bién desd e lá Plaza de Jesús hasta el P rado.
D e n tro d e ese esp a cioso recin to, el d e L e rm a había h e ch o levantar
en 1 6 0 6 el co n v e n to d e Padres T rin ita rios D esca lzos, c o n su grandiosa
iglesia, q u e venía a ocupar parte d e la iglesia y co n v e n to actuales d e
los PP. C apu ch in os. A l lad o iz q u ie rd o d e dicha iglesia estaba la capilla
de M. P. Jesús N azareno.
E l p alacio d el B u q u e d e L e rm a venía a caer, p o c o más o m en os,
en la actual calle d el D u q u e d e M e d in a celi. Seguidam en te, hacia la
calle d el P rad o, existían algunas casas tam bién d e su pertenencia, las
cuales fu eron ofrecid as a los C a pu ch in os para la fu n d a ción , terren o su­
ficiente para edificar iglesia y con v e n to , y juntam ente qu edaba en la
parte d e atrás sobrad o esp acio para tener huerta.
M ien tras tanto su m orada d eb ía ser el p r o p io palacio d el D u q u e .
A él, después d e h ech os los arreglos im prescin d ibles y acom odadas las
salas para oficinas propias de un con v e n to , se trasladaron los religiosos
en la tarde d el 2 d e fe b re ro d e 1 6 1 0 , fiesta d e la P urificación . E n la
pequ eña iglesia o capilla se d ijo al día siguiente M isa , qu e «se ce le b ró
cantada a nuestro m o d o » y q u e d ó desd e en ton ces reservad o el San­
tísim o ( 8 ).
P ero aqu ello n o era al fin d e cuentas sin o otra residencia p rovisio­
nal. F orzosam en te había q u e pensar en una casa más a p rop ósito para
la vida con ven tu al, más ^acom odada al vivir d e los religiosos.
A sí lo com p ren d ía el P. P o licio , qu ien , v ie n d o al d e L erm a ocu p a d o
en asuntos d e más m onta, con cern ien tes al g o b ie rn o d e la n a ción , co n
prudencia y h u m ild e cortesía le d ió a en ten der sus deseos d e qu e se
activase la con stru cció n d el co n v e n to definitivo. N o en vano iba pasando

(8) F. de G ranada, o. c ., p . 2 1 .— A . de G ranada, m s. c., p. 1 5 ,


EL PRIMER CONVENTO EN MADRID 51

el tiem p o y estaban para cu m p lirse d os años d e estancia en su palacio.


A v isa d o y com p re n siv o tam bién el D u q u e , d eterm in ó edificar cuan­
to antes el con v en to y q u e fu ese precisam ente p eg a d o a su casa.
D o s años justos, desd e la traslación d e los religiosos d el H ospital
de los Italianos, se cu m p lían el 2 d e fe b re ro d e 1 6 1 2 , y ese día fu é
el e sco g id o para la b e n d ició n y co lo ca ció n d e la prim era piedra d el n uevo
con v en to e iglesia. L a cerem on ia la d escrib en los cronistas, qu e justa­
m ente a ella estuvieron presentes, c o n tod a clase d e p orm en ores, y n o
es d e extrañar cu a n d o alguno d e ellos llega a d e cir q u e fu é «la más
céleb re qu e ha h a b id o en E spañ a» ( 9 ).
T u v o lugar, c o m o h em os d ich o , el día 2 d e fe b re ro d e 1 6 1 2 p or
la tarde. U n a lu cidísim a p rocesión , d e la qu e form a b a n parte nada
m en os qu e cuarenta C a p u ch in os, salió d el palacio d el D u q u e ; a ellos
seguía gran n ú m ero d e clérigos. L a plaza, h o y llam ada d e las C ortes,
estaba totalm ente engalanada co n tapices d el palacio real, y form ába
c o rd ó n a lo largo d e ella la guardia tudesca. Presentes estaban los R eyes,
asistiendo al acto d e s d e u n o d e los balcon es d e l palacio d el D u q u e , y
juntam ente co n ellos el P rín cip e e Infantes, y en otros b a lcon es el
N u n cio d e S u Santidad, m u ch os caballeros, señoras y personas d e lus­
tre. E l C ardenal D . G aspar d e B orja, v estid o d e P ontifical, cerraba la
p ro ce s ió n ; iba rod ea d o d e m u ch os m inistros, u n o de los cuales llevaba
en una fu en te la piedra « d e m á rm ol labrado d e una cuarta en cu a d ro »,
q u e se había d e b e n d e cir, c o n el p erg a m in o de la escritura en caja de
p lo m o y varias m onedas. H ízose c o n m u ch a gravedad la cerem on ia, tal
c o m o lo d isp on e el P ontifical, m ientras qu e la m úsica de la R ea l C a­
pilla cantaba a su v e z lo d e ritual e n sem ejantes casos. D e s d e aquel día
q u ed ó ya dedicada la iglesia a San A n to n io d e Padua. A s í cu m plía el
P. P o licio su prom esa al Santo d e los m ilagros d e dedicarle el prim er
tem p lo qu e se fundase en M a d rid ( 10 ).
L a fábrica se co m e n z ó c o n gran calor y se p rosig u ió c o n el m ism o
entusiasm o. E n ella in virtió el R e y grandes cantidades d e títulos y
m erced es, q u e ap licó para esta o b r a ; tam bién a yu dó grandem ente el
caballero gen ovés D . O cta v io C en tu rión , más tarde M a rq u és d e M o ­
n asterio, m u y d e v o to y gran b ien h ech or de la O r d e n ; n i fu é m enos
g en eroso el p ro p io D u q u e d e L erm a , q u ien , p o r eso m ism o y dem ás
favores h ech os, p id ió y o b tu v o para sí el patronato, gracia qu e tam bién
le c o n ce d ió el R e y , y p o r testim on io p erp etu o sus armas fu e ro n puestas
a los lados del altar m ayor de la iglesia y en la entrada d el co n v e n to ( 1 1 ).
— *— *—
(9) A . d e G r a n a d a , m s. c., p. 20.
(10 ) F . d e G r a n a d a , o. c., pp. 26 -27.
(11) Ibid. 2 3 .— A . d e G r a n a d a , m s. c., p. 17 . S in em bargo, no se sabe c o n c r e ­
tam ente cuándo haya sido concedido dich o patronato, n i existe tam poco docum ento
alguno, y a q u e «no se hicieron por entonces m ás asientos n i escrituras de este p a­
tronato que la palabra y aceptación del D u q u e y consentim iento d e los religiosos,
52 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

«A ca b a d a la obra, q u e d u ró dos años, y hechas las cuentas del


gasto, se halló se habían e x p e n d id o m ás de cuarenta m il d u c a d o s ; ha­
llóse se le debían cu atro m il al señor M a rq u é s ' d e M on a sterio, que
había gastado d e su hacienda, y liberalm ente p e rd o n ó , h a cien d o d e ellos
lim osna a la O rd e n » ( 12 ).
D o s años solam ente fu eron suficientes para levantar el co n v e n to e
iglesia. Y n o es d e extrañ ar; en la fábrica se trabajó c o n entusiasm o y
con tanta prisa, qu e h u b o día en q u e pasaron d e trescientos entre oficia­
les y m aestros. É l 2 0 d e abril d e 1 6 1 4 se daba p o r term inada la obra,
v en la tard e d e ese día tenía lugar la cerem on ia d e la traslación del
S antísim o ( 13 ).
«E sta tarde— d ice u n o d e los cronistas— v ió la C orte segunda vez
la fiesta d el C orp u s C hristi. E staba la plaza d e nuestro con v e n to [la ac­
tual d e las C ortes] toda entoldada y sus paredes todas colgadas d e ricas
tapicerías y colgaduras co n m u ch os altares rica y cu riosam en te aliña­
dos, y c o n todas las dem ostracion es d e fiesta c o n q u e suele la villa d e
M a d rid celebrar el C orp u s, c e le b ró esta traslación c o n m uchas danzas
v c o n toda la m úsica d e la C apilla R eal. V e s tid o d e P ontifical sacó el
Sr. N u n c io d e E spaña c o n sus m anos e l S antísim o S acram ento d e la
iglesia d e la casa d el D u q u e y c o n solem ne p ro cesió n , acom p añ ad o de
su A lteza el P rín cip e nuestro señor, d el D u q u e y d e otros señores gran­
des, d an d o vuelta a la plaza, entró en la iglesia d el n u ev o co n v e n to y
le en cerró en un m u y r ic o tabern ácu lo q u e se p re v in o para esta oca-

hasta el año 16 36 . Q uedando la señora D .a F e lic h e Colorína, viu d a d e! D u q u e de


L e r m a (D . Fran cisco G ó m ez d e San d o val, antes C o n d e d e A m p u d ia), nieto de
n uestro gran D u q u e , y asistiendo en sus casas con trib u n a a la capilla m ayor, a l­
gunos religiosos con celo im prudente quisieron lim itar a dicha D u q u esa la entrada-
po r su tribun a, y llegaron a decir qu e n o se extendía a tanto el derecho de su
patronato, n i había escrituras de él, c o n qu e desp ertaron a la D u q u esa a que se
qu ejase al C o nsejo , el cual, notándonos d e ingratos, m andó hacer escritura d el pa­
tronato m u y a gusto de la D u q u esa» (A . d e G r a n a d a , ibid.).
P o r otra parte., en una com unicación de! D u q u e de M ed in aceli (M a d rid , 1 0 de
ju nio d e 18 3 6 ) a la Ju n ta de incautación d e conventos, se d e c ía : «H asta ahora no
se ha podido h allar escritura de fu n dación del convento de .C ap u ch in o s, tal vez por
el trastorno que sufrieron m i casa y papeles en tiem po d e la gu erra d e la In d e '
pendencia, p o r haberse apoderado de todo ello el gob iern o intru so y los franceses
a consecuencia del decreto del E m p erad o r N apoleón » (N o ta del fichero del A rch ivo
del D u q u e de M edinaceli).
(1 2 ) A l ic a n t e , m s . c„ p. 1 3 1 -1 3 2 .
(13 ) T e n em o s qu e rechazar d e plano lo qu e d ice el P . C oloma, S . J . (Historia
de las sagradas reliquias de San Francisco de Borja, B ilb ao , 19 0 3 , pp. 1 7 - 1 8 ) cuando
afirm a qu e el con ven to e iglesia de S a n A n to n io del P rad o fu eron edificados por
el D u q u e d e L e r m a para casa-profesa d e la C o m pañ ía. N i fu eron edificados para
la C om pañía, sino expresam ente para los C ap uch in o s, ni fu é esa la iglesia a donde
fu eron traídas las reliqu ias de S a n Fran cisco d e B o rja, sino otra edificada posterior­
m en te, en la m ism a calle.
E n e l m i s m o erro r in c u rre M e s o n e r o R o m a n o s (El Antiguo Madrid , M a d r i d ,
1861, p 2 1 5 ) , c o n f u n d ie n d o a d e m á s la s co sa s y lo s a c o n te c im ie n to s .
EL PRIMER CONVENTO EN MADRID 53

s ió n » ( 1 4 ). N i faltó ta m p oco en tan solem ne acto el C ardenal d e T o le d o ,


D . B ernardo d e S andoval y R oja s, qu e, acom p añ ad o d e cuatro O b isp os
qu e le asistían, cerraba aquella tan ilustre cu anto m agnífica p r o ce ­
sión ( 1 5 ). T o d o term in ó « c o n el m ayor re g o c ijo y alegría, así d e los
religiosos c o m o d e tod os los qu e les acom pañ aron c o n m u ch os parabie­
nes qu e recib iero n , sien d o tan deseado día c o n tantas felicid ad es c o n ­
se g u id o » ( 1 6 ).
T a n to m ás, añadirem os n osotros, cu anto q u e desd e en ton ces c o n ­
taba la O rd en co n un co n v e n to en la C orte, q u e será el p rim ero y más
p rin cipal d e la in cipien te P rovin cia d e Castilla.
P ero n o p or haberse h e ch o la traslación d e l S antísim o se vaya a
creer q u e e i con v e n to estaba totalm ente term in ado y co m p le to . En
1 6 1 6 todavía se com p ra b a n d os casillas con tigu as al con v e n to para aña­
dirías sin d u da a éste ( 1 7 ), y en 1 6 2 3 se destinaban nada m en os que
cu atro m il d u ca d os p o r e l C o n se jo d e Castilla c o m o «m e rc e d y lim osna
al m on asterio d e ios C a p u ch in os d e esta villa para el gasto q u e han
d e hacer en traer una fu en te d e agua a su casa» ( 1 8 ).
P or otra parte, fu e ro n m uchas las lim osnas qu e el D u q u e d e L erm a
y el R e y daban anualm ente al m e n cio n a d o con v en to. Y a en 1 6 11 F e ­
lipe III con ced ía le 3 o o arrobas de leña, y en 1 6 1 6 , 2 4 carretadas de
leña cada año ( 1 9 ). Y p od em os d ecir q u e fijam ente se le d ieron anual­
m ente 5 0 0 d u cados, aparte d e otras lim osnas en cera, sobre to d o en la
Sem ana Santa.
A sim ism o el co n v e n to d e San A n to n io ad qu irió p o r su situación
una prep on deran cia extraordinaria. Y , para d e cir aquí sum ariam ente
a lg o d e su historia, solam ente harem os notar qu e fu é siem pre residencia
d e los Superiores d e la P ro v in cia ; en él se celeb ra ro n en su casi tota­
lidad los C apítu los P ro v in cia le s; fu é C o le g io casi sin in te rru p ció n ; te­
nía una grandiosa y b ie n instalada en ferm ería para toda la P ro v in cia ;
poseía una abundante y selecta b ib lioteca , q u e se acercaba a los d oce
m il v o lú m e n e s; n o faltaban en él n u m erosos cu adros d e m érito y de
los m ejores pintores, y en él re cib ie ro n tam bién sepultura ilustres p e r­
sonajes, entre ellos el D u q u e d e M o n te le ó n en 1 6 2 2 .
A to d o esto nada p o d e m o s d ecir de lo q u e fu é aqu el p rim itiv o c o n ­
ven to c o m o ta m p o co la iglesia. U n a y o tr o fu eron d e m o lid o s en 1 7 1 5
para levantar los que lu eg o subsistieron hasta 1 3 9 0 . Sin em bargo, en
el in form e q u e en 1 7 1 5 daban los m aestros d e obra se hacía constar

(1 4 ) A l ic a n t e , m s. c ., p. 1 3 2 , n .° 25.
(1 5 ) M onzón, Erario divino, m s. c., f. 14V . — F. d e G r a n a b a , o. c., p. 40.
(1 6 ) M onzón, ibid.
(1 7 ) Sim an cas.— C ám ara de C astilla, L e g . 1 .0 6 5 , n .° 91.
(1 8 ) A . H . N .— C o nsejo s. L e g . 1 3 .1 9 2 , n .° 63.
(19 ) A rc h iv o del Palacio N . d e M ad rid .— C éd ulas R eales, t. X I , ff. 16 2 y 506.
54 Í.A PROVINCIA DÉ FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

que «su fábrica era muy pobre» y que teman «malísimos cimien­
tos» (20).

4. En aquel primitivo convento de San Antonio se echaron tam­


bién los fundamentos espirituales de la nueva Provincia, al tomar el
hábito los primeros aspirantes a la Orden.
Fué el día de San Romualdo, 7 de febrero de 16x0, cuando tuvo
lugar la primera vestición de hábito. Se le quiso dar tal realce a aquella
ceremonia, que asistieron a ella nada menos que los Reyes y el Duque
de Lerma. Ofició el P. Comisario, Serafín de Policio, y predicó el
P. Diego de Quiroga. De los tres que entonces recibieron la librea
seráfica, uno de ellos era criado del Nuncio, peto no perseveró; los
otros se llamaron Fr. Buenaventura de Cea y Fr. Juan Antonio de
Madrid, legos, «tan buenos religiosos como sabemos», dice uno de los
cronistas (21).
Poco después eran enviados a Castilla cuatro novicios más que en
Alicante habían recibido el hábito de manos del P. Policio. Todos cua­
tro eran jóvenes y pajes del Duque de Montalto, y venían a Madrid
expresamente para que con su ejemplo alentasen a otros y quitasen ios
miedos a los que desviaba de abrazar nuestro instituto el concepto de
su mucho rigor. De los cuatro solamente llegaron a profesar dos: el
P. Serafín de León, que por su virtud y méritos fué después Provin­
cial, y Fr. Luis de Palencia, «religioso muy ejemplar» (22).
A éstos se siguieron luego otros, y con ellos y con los religiosos
que fueron viniendo no sólo de las Provincias españolas sino también
de las italianas, pero que eran castellanos de origen, aumentó aquella
primera comunidad de tal manera que a la procesión del Corpus que
se celebró aquel año en la coronada villa, procesión que entonces re­
vestía inusitada solemnidad, asistieron nada menos que 36 Capuchinos
que llamaron poderosamente la atención del público por su compos­
tura y mortificación (23).
Por eso mismo fué necesario buscar un medio de expansión, fun­
dando otros conventos, como efectivamente así se hizo y aun antes
de edificarse el definitivo de San Antonio.

(20 ) Viridario auténtico, ms. c., p. 134.


(21 ) F. d e G r a n a d a , o. c ., p. 23 .—A. d e G r a b a d a , ms. c ., p. 16.
(22 ) A l i c a n t e , ms. c., p. 135, n.° 29 . E l P. F. de Granada, p. 19, pone entre
los fundadores al P. Serafín de León y al P. Luis de Palencia; pero en rigor no
deben ser considerados tales por haber tomado el hábito posteriormente.
(23 ) F. d e G r a n a d a , o . c ., p. 22 .
CAPITULO IV
M ÁS CONVENTOS EN C A S T IL L A

i. E l de Toledo. — 2. E l de Alcalá de Henares.— 3. E l de E l Pardo.

Las tres mencionadas fundaciones, iniciadas solamente un año des­


pués de instalarse los religiosos provisionalmente en el palacio del du­
que de Lerma, se sucedieron, como vamos a ver, con ritmo verdade­
ramente acelerado. En ellas tuvo parte unas veces la piedad y devoción
hacia la Orden y otras, las exigencias y la necesidad.

1. C o n v e n t o d e T o le d o . La primera que se ofreció fué en la


imperial Toledo. «La entrañable devoción del señor Cardenal Bernardo
de Rojas, Arzobispo de aqueila iglesia», fué el principal motivo de 'esa
nueva fundación (1).
Era el mencionado Cardenal, D . Bernardo de Sandoval y Rojas,
sobrino del duque de Lerma. Fué grande el amor que sintió hacia los
Capuchinos, admirado sobremanera de las virtudes que muy de cerca
pudo observar en ellos, cuando poco menos que con ellos convivió,
al hospedarse frecuentemente en el palacio de su tío. Llevado de ese
aprecio, les ofreció gustoso la fundación de Toledo y para ello un ci­
garral, posesión suya. Estaba situada dicha finca en uno de los sitios
más pintorescos de la ciudad, aunque extramuros y a un cuarto de
legua distante del puente de San Martín, río abajo; era colindante
de otra finca llamada la Peraleda o Peralera y venía a caer frente de
la actual fábrica de armas pero en la ribera contrariadel Tajo (2).
Contenía dicho cigarral, además de la casa, una galería y una huer­
ta con sus árboles frutales y fuentes, siendo sitio muy agradable y
ameno por estar a orillas del río y con vistosa alameda. Por otra parte
el Cardenal lo cedió tan generosamente, que no puso carga alguna,
ni siquiera la de ser patrono; se reservó únicamente una celda y un

( 1) F. de G ra n ada, o . c ., p. 24.

(2 ) S ix to R am ón P a rd o, T o led o en la m ano o d e s c r ip c ió n h is té r ic o -a r tís tic a ,


t. II, Toledo, 1857, pp. 75 -80 .
56 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cuarto para cuando fuese a hacer ejercicios o retirarse de sus ocupa­


ciones (3).
Pronto se consiguió también la licencia del rey (17 de febrero
de 1611), quien hacía constar en ella cómo los Capuchinos tenían per­
miso para fundar monasterios, «aunque siempre que se ofrezca fundar
alguno se nos haya de dar cuenta de ello para que en particular la
concedamos». A continuación anota también que dicho convento se
fundaba «por la devoción que tiene a la dicha Orden» el Cardenal
Arzobispo de Toledo, quien «toma a su cargo la conservación, protec­
ción y amparo de dicho monasterio» (4).
Tres días después daba su permiso por escrito el P. Comisario,
Serafín de Policio, y el 2 7 del mismo mes lo hacía el propio Car­
denal (5).
Con esos permisos fué enviado a Toledo el P. Diego de Quiroga,
con el corista Fr. Silvestre de Alicante, los cuales tomaron posesión
de la mencionada casa, que les entregó en nombre del Cardenal su
propio Secretario, el 4 de marzo (6).
N o satisfecho aún el Cardenal, escribió al Cabildo, expresando su
devoción a los Capuchinos y manifestando su deseo de que se «hol­
garía mucho que el Cabildo los acariciase y algunos capitulares se ha­
llasen presentes el día que pusiesen el Santísimo Sacramento, para
que se les hiciese fiesta solemne», como así se acordó en el Cabildo
de 12 de marzo (7).
Para vivienda de los religiosos se arregló la casa ya existente, co­
rriendo los gastos por cuenta del Cardenal fundador; se hizo la igle­
sia de los aposentos más capaces, con el coro, sacristía y capillas, y se
cerró casa y huerta de pared' de mampostería. Pero, no obstante los
muchos gastos que se hicieron, fué «con poco acierto»: todo quedó
a medio construir y ni siquiera se pensó en levantar enfermería, por
lo cual fueron muchos los religiosos que murieron por este descuiuo,
s> bien esta necesidad se remedió después (8).
Se proveyó también de agua suficiente para el servicio de los re­
ligiosos y riego de la huerta, todo a su vez a expensas del Cardenal,
quien daba además de limosna cuanto era necesario para sanos y en­
fermos y destinó asimismo para ellos parte de la renta anual de doce
mi! ducados que estaban destinados para los pobres (9).

(3) F . d e G r a n a d a , o. c., p. 25 .—A. d e G r a n a d a * ms. c., p. 18.


(4 ) Simancas.— Cédulas de Cámara.—Libro 179 , ff. I 78 v-I 79 r.
( 5) Los originales se conservan en el Archivo Provincial de Capuchinos de
Castilla, 25 / 00094 .
(6 ) Acta de la toma de posesión. Ibid.
(7) Actas Capitulares de Toledo, t. 26 ( 1611- 1614), Cabildo de 12 de marzo
de 1611.
(8) J u a n -d e M o n z ó n , Erario divino, ms. c., f. 16.
(9 ) F . d e G r a n a d a , o . c ., p. 25 .
MÁS CONVENTOS EN CASTILLA 57

A l poco tiempo de la toma de posesión ya se puso en la casa de


Toledo familia conventual, quedando de ese modo algún tanto deshao-
gado el convento de Madrid, de donde también pasaron los novicios
que aquí habían tomado el hábito. Quedó de Guardián el P. Diego
de Quirtga y por Maestro de novicios el P. Sebastián de Valencia,
aunque el noviciado estuvo en Toledo solamente dos años, pasando
más tarde a Alcalá (10).
El P. Diego de Quiroga adquirió luego en la ciudad imperial cré­
ditos de excelente predicador ( n ) . Su fama y el aprecio grande que
el Cardenal sentía por los Capuchinos, contribuyeron poderosamente
a que fuesen bien recibidos y altamente estimados.
De io que tué aquella primera morada y residencia en Toledo,
poco podemos decir; la iglesia, pequeña y en estado ruinoso, fué de­
rribada veinte años después para levantar la que aun hoy en día se
conserva, también de muy reducidas proporciones, y que no es otra
que la ermita del Angel, conocida en Toledo por las populares rome­
rías que tienen lugar en sus alrededores. Y el convento fué convertido
en casas particulares al ser dejado más tarde, por quedar aquél muy
distante de la ciudad y, lo que es peor aún, por resultar muy insano,
siendo muchos los religiosos que enfermaban y morían.
2. C o n v e n t o d e A l c a l á d e H e n a r e s . La finalidad que tuvo el
F. Policio en intentar la fundación de un convento en Alcalá de He­
nares es muy de alabar por lo oportuna y acertada. En Alcalá, además
de su célebre y acreditada Universidad, existían muchas Escuelas, y
una y otras eran muy frecuentadas de estudiantes y estudiosos. Forzo­
samente se podría esperar hubiese buenas y numerosas vocaciones a
la Orden, y consiguientemente un convento allí sería de gran conve­
niencia al progreso y aumento de la naciente Provincia.
Se animó a llevar adelante la idea, pensando que para tal intento
tendría sobradamente propicio al Cardenal Sandoval y Rojas, a la sazón
señor de Alcalá, como así fué. El Cardenal envió luego cartas a su
Vicario de allí y al Corregidor de la villa para que ayudasen esta fun­
dación de los Capuchinos. Dichas cartas fueron llevadas en propia
mano por el P. Pedro de Barbastro, a quien el P. Serafín había enco­
mendado el asunto de la fundación. Y tan bien marcharon las cosas,
que se creyó no habría inconveniente alguno en que se llevase a cabo
la toma de posesión.
Pero faltaba la licencia del rey o, por mejor decir, del Consejo, y,
para conseguirla, se elevó un memorial en que se pedía se sirviese

( 10) Ibid .— M o n z ó n , ms. c., f. r/v.


( 11) En la cuaresma de 1612 ya fué encargado de predicar algunos sermones en
la catedral, como lo fué en los años siguientes. (Cfr. Actas Capitulares de Toledo,
t. 26, Cabildo de 15 de febrero de 1612 y del 1 de febrero de 1613).
5*> LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

aprobar las diligencias hechas. Llegó dicho memorial a manos del pre­
sidente del Consejo, D . Juan de Acuña, Marqués del Vaíle, «poco
afecto a fundaciones», al decir del cronista, quien trabajó para que la
fundación de Alcalá no se llevase a efecto. Hasta tal punto que ios
Capuchinos se vieron en la precisión de recurrir al duque de Lerma
y, gracias a su intervención, se pudo conseguir por ñn el intento (12),
Obtenida la licencia del Consejo, el 20 de septiembre de 1612
partió para Alcalá el P. Serafín, acompañado del P. Sebastián deVa­
lencia, y con ellos D . Francisco Salgado, Secretario del Cardenal, con
el fin de preparar las cosas y tomar posesión (13).
El P. Serafín «pidió a Juan Sánchez Hidalgo, un hombre honrado
y rico de esta villa, le vendiese una tierra suya en el alto de la Horca
Vieja, enfrente de donde está el convento del Angel, que no sólo se
la dió de balde sino que se ofreció a favorecerlos con todo su poder
v hacienda, y en 24 de este mes (septiembre) tomó la posesión de las
tierras el P. Comisario ante Felipe del Castillo, escribano del Ayunta­
miento, y, en el ínterin que se fabricaba el convento, les dió Juan
Sánchez unas casas fuera de la puerta del Rastro Viejo, donde se dis­
puso io necesario para iglesia y habitación de los religiosos que entra­
ron en ella en cinco de octubre de este año» (1612) (14).
En esas casas, sitasfuera de las murallas de la ciudad, se dijo la
primera Misa el 29 de octubre, quedando de Guardián el P. Sebastián
de Valencia, quien juntamente con otros ocho religiosos formaron des­
de entonces la primera comunidad (15).
Para la fábrica del convento definitivo, que debía ser edificado en
tierras de Juan Sánchez, «se echaron los cordeles y la planta y se em­
pezaron a abrir zanjas, y, dispuesto io necesario, en 8 de noviembre
se puso la primera piedra y la bendijo con toda solemnidad y ceremo­
nias que usa la iglesia, el Abad Mayor de esta santa iglesia, D .Ber-
nardino Avila de Vera» (16).

(1 2 ) M o n z ó n , m s . c ., f f. 2 5 -2 7 .
( 13)
Anales Complutenses e historia eclesiástica y seglar de la Ilustre Villa de
Alcalá de Henares... compuesta por un Prebendado de su Santa Iglesia de San Justo.
Libro sexto, cap. 22 , año 1611 (B. N.— Ms. 7 .899).
Este ms., de gran importancia para la historia, sobre todo erlesiástica, de Alcalá,
narra los hechos sucedidos antes de 1 6 4 5 . Su autor parece haber sido testigo pre­
sencial de cuanto dice respecto a los Capuchinos; por eso lo citamos con absoluta
confianza. Por otra parte, desgraciadamente, en nuestro Archivo Provincial se con­
servan de dicho convento muy escasos documentos, y esos relativamente modernos.
( 14) No todos convienen en esta última fecha. É l P. F . de Granada, o. c.,
pone el 3 de octubre, y el P. Monzón, ms. c., f. 20 v., el 4 .
(1 5 ) Anales Complutenses, ms. c., libro sexto, cap. 22 , año 1 6 1 1 , y P. F. de
Granada, p. 28 . Pero no creemos, como éste dice, que el primer Guardián haya sido
el P. Agustín de Granada, puesto que se trasladó allá con los estudiantes de Ma­
drid, y malamente podrían hacerlo cuando aun era una mera residencia provisional.
(1 6 ) Anales Complutenses, ibid.
MÁS CONVENTOS EN CASTILLA 59

Sin embargo, apenas comenzados los trabajos, por no encontrar


agua en aquel lugar, les fué forzoso buscar otro más a propósito. Lo
hallaron) aunque también fuera de la ciudad, en la vega, según se sale
por la puerta dicha de San Bernardo, camino de Camarmilla, justa­
mente en el sitio donde, según los historiadores, falleció el rey Don
Juan (17).
Desgraciadamente este nuevo sitio tenía tales inconvenientes, que
de haberlo buscado a propósito, no se hubiese encontrado otro peor.
Era sumamente húmedo por estar muy cercano al río Henares y, so­
bre todo, muy insano por falta de ventilación. Sin embargo de todo,
se llevó adelante el proyecto y el 6 de abril de 1614 por la tarde «puso
el Vicario General de esta corte arzobispal la primera piedra, asistien­
do el Cabildo de esta santa iglesia, su Abad Mayor, el Corregidor y
mucha gente. Salió la procesión a las seis de la tarde... Iban en esta
procesión todos los religiosos de San Francisco del convento de Santa
María de Jesús y del Angel, el Rector y Colegio Mayor con el Ayun­
tamiento y Corregidor de la villa, que todo aumentaba celebridad tan
solemne» (18).
Y «se dispuso la fábrica en la disposición que hoy vemos», dice
el autor de los Anales Complutenses, y con tal rapidez que el 29 de
julio de 1618 «se mudó a ella el Santísimo Sacramento que le llevó
el Cabildo de esta santa iglesia con gran acompañamiento; estaban las
calles muy bien colgadas y hubo muchos altares» (19).
A levantar la fábrica contribuyeron los fieles con sus limosnas y,
más que todos, el mencionado Juan Sánchez, hasta llegar a empobre­
cerse. N o contribuyó menos D . Octavio Centurión, Marqués de M o­
nasterio, y asimismo otras personas, devotas, como él, de lo Orden.
Pero no llegando aún lo recaudado, tomó a su cuenta el terminarlo,
a condición de que le diesen el patronato, la Duquesa de Terranova,
y, aunque murió al poco tiempo de aquel ofrecimiento, dejó con tal
fin la suma de siete mil ducados. Fué sepultada más tarde en el con­
vento y como patrona de él se le tuvo (20).
Gracias a esta cuantiosa limosna pudo llevarse a feliz término la
fábrica del convento e iglesia, que fué dedicada a San Francisco. En
una de sus capillas— dice un escritor de la época— , «hay un retrato
del original de nuestro P. S. Francisco, tan devoto, que ocasiona te­
meroso respeto. Los religiosos procuran imitarle y edifican con su
ejemplar vida» (21).

(1 7 ) M o n zó n , m s. c ., f. 2ov. y f. 52V .
(1 8 ) Anales Complutenses, 1. c.
(1 9 ) Ibid.
(2 0 ) F. de G r a n a d a , o . c ., p . 2 8 . — F . d e G r a n a d a , m s . c ., p. 21.
(2 1 ) Anales Complutenses, 1. c. A llí r e fie r e un h ech o, m ila g r o s o a ju ic io del
e s c r it o r , s u c e d id o a lo s r e lig io s o s en 1620.
6o LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

El convento de Alcalá fué a los pocos años de su fundación desti­


nado ya a convento de estudios, siéndolo por lo menos, si no antes,
en el Capítulo Provincial de 10 de septiembre de 1615; pero en 16x8,
en vez de convento de estudios, pasa a noviciado, si bien solamente lo
fué por entonces hasta 1621 (22).
Quizás influyese para quitar de allí lo mismo ios estudios que el
noviciado, el que dicho convento resultó tan insano, que ni los mis­
mos religiosos lo querían ya para vivienda. Fueron tantos los que
enfermaron y murieron, que uno de los cronistas llega a llamarle «se­
pultura de religiosos», no pudiendo por otra parte ser debidamente
atendidos los enfermos ni tampoco ser trasladados a Madrid para su
curación por las distandas y muchos inconvenientes del viaje-5(23).
Por eso, como más adelante diremos, se hizo necesario ■'cambiar
de sitio y levantar convento en otro punto dentro de la ciudad.

3 . Convento de E l Pardo. Antes de intentar esta fundación,


pensaron los Superiores solicitar permiso para hacerla en El Escorial,
guiados por una razón de muy poco peso, al menos para ios que vivi­
mos en el siglo X X . Y era que la Corte, que solía trasladarse a dicho
Rea! Sitio para pasar el verano, podría así ganar el jubileo de la Por-
ciúncuia, teniendo en cuenta que en El Escorial no existía iglesia fran­
ciscana donde poder hacerlo.
Sin embargo prevaleció en esto la opinión del P. Policio que de­
seaba fuese en el Real Sitio de El Pardo, lugar más frecuentado de los
reyes. De ese modo podría fomentar mejor la devoción de S. M . y
prestarle algún servicio, aunque corto; por otra parte se atendería
también espiritualmente a los guardas del monte y juntamente vivirían
los religiosos en más apartada soledad (24).
Tres fueron los conventos que sucesivamente tuvieron los Capu-

(2 2 ) A. de G r a n a d a , m s . c ., p . 2 1 . — Erario divino, o. c ., p p . 4 -5 .

(2 3 ) M o n z ó n , m s . c ., f. 2 iv .

( 24 ) Cír. C a r l o s d e A l m e r í a , O. F. M. Cap., Documentos originales archiva­


dos en el Real Convento de Capuchinos de El Pardo en que se convence la in­
disputable verdad de ser el Rey fundador, reedificador, Patrono único y señor ab­
soluto de dicho convento. Ms.. f. 3 (Archivo Prov. de los Capuchinos de Castilla,
33 / 00064 ). A q u í se dice también que el Rey habló con el P. Policio, diciéndole
entre otras cosas: «En ese mi bosque de E l Pardo tengo mis diversiones; tengo
mi palacio, mis criados y guardas en casas distantes; pero no hay más iglesia que
una reducida capilla en mi palacio, ni más sacerdote que un capellán, que va a
decir Misa los días de fiesta. Quiero que tengan más pasto espiritual y que no les
falte per falta de ministros, y quiero que seáis los Capuchinos; id desde luego;
escoged sitio cerca de mi palacio; hágase en él a mi costa y de mi orden convento
con la advocación de Nuestra Señora de los Angeles. A un desierto váis; vuestra
manutención desde ahora correrá de mi cuidado; haced breve lo que osmando:
id seguros de mi protección; yo lo estoy de que pediréis a Dios por mí, por la
reina, por mis hijos y por mis reinos.»
MÁS CONVENTOS EN CASTILLA 6l

chinos en el Real Sitio de El Pardo (25). El primero, provisional, en­


teramente rudimentario, fué hecho a modo de eremitorio. Reducíase
todo él a una pequeñísima iglesia o capilla de «dos tapias y media de
alta», hecha de juncos y barro y cubierta también de juncos, en la
cual había solamente un altar, y a este talle la sacristía, también de
barro y mimbres. Alrededor se fueron haciendo «celdillas para los re­
ligiosos, armándolas de algunas maderas entretegidas de ramas» (26).
El sitio donde se levantó este primitivo convento no deja lugar a
duda; todos los historiadores convienen en que estuvo emplazado «en
lo alto del estanque que es a la parte donde están las moreras» (27),
cuyos años de existencia sería difícil señalar por cuanto de ellas nos
hablan los más antiguos documentos.
Se tomó posesión del sitio para tal fundación y se puso la primera
piedra de ese convento provisional y rudimentario el 13 de noviembre
de 1612, y se pudo decir !a primera Misa el 21 de dicho mes, fiesta
de la Presentación de Nuestra Señora, cuando ya estaban terminados
lo mismo el convento que la capilla (28). Y sin embargo de todo se dió
al acto la mayor solemnidad posible. Fué el mismo P. Policio el que
dijo la Misa, a ella asistió Felipe III, acompañado del Duque de Ler-
ma v de otros caballeros, y predicó el P. Diego de Guiropa (29).
Mas como ese convento era solamente provisional, se eligió luego
sitio a propósito para levantar el definitivo, el 17 de enero de i 6 f } ,
tomando de él posesión ya entonces, aunque la primera piedra no se
puso hasta el 12 de febrero, asistiendo también a esa ceremonia el Rey,
los Infantes, gran número de caballeros y grandes, y oficiando el Pa­
triarca de las Indias, D . Diego de Guzmán (30).
En el pergamino, encerrado en caja de plomo, puesta dentro de

(25) No obstante la abundante documentación que existe sobre ei convento


de E! Pardo, es difícil coordinar cuanto nos dicen los cronistas, por dar cada uno,
sobre todo por lo que a fechas se refiere, datos contradictorios. Después de estudiar
a fondo la documentación particular, hornos fijado las fechas que nos parecen no
sólo probables sino ciertas y que deben sostenerse.
(26 ) M o n z ó n , ms. c., f. 2 iv.—F. d e G r a n a d a , o. c., p. 29 .
(27 ) Cfr. Libro en que se hace mención de la fundación de este convento de
El Pardo, ms., f. 1 (Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 27 / 00071 ). E l P. Car­
los de Almería, ms. c., f. 3, dice también que «venía a estar sobre lo que es estan­
que, hacia las moreras».
( 28) A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 22 .— A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, o. c.,
P- 45-
(29 ) A n g x j i a n o , ibid.— F . d e G r a n a d a , o. c., p. 29 .
(30 ) El P. A n g u i a n o , o . c., p. 5 1 ; el P. F. d e G r a n a d a , o . c., p. 29 , y G i l
G . D á v i i .a , en Monarquía de España. Historia de ¡a vida y hechos del ínclito' mo­
narca... D . Felipe Tercero, Madrid, 1771, pp. .170-71, copian el contenido del per­
gamino que se encerró en la caja de plomo en dicha ocasión, en el que se consig­
nan esas, fechas. Este último historiador hace también relación de la fundación de!
convento. La licencia para ello la dió el Cardenal de Toledo el 5 de febrero de 1613
(Archivo Prov. de Cap. de Castilla, 23 /00002 ).
62 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

la primera piedra, se hacía constar la devoción que Felipe III sentía


por el Seráfico Padre y por los religiosos Capuchinos, amor que le
había impulsado a fundar cerca de su palacio de El Pardo este con­
vento, cuyo titular debía ser Nuestra Señora de los Angeles (31).
Dos años se tardó en la fábrica, la que se ejecutó conforme con
los planos hechos a gusto y satisfacción del P. Policio y muy en con­
formidad de la santa pobreza. Pero resultó «tan desacomodada, corta
y estrecha», que el Rey no pudo por menos de manifestar su descon­
tento, si bien accedió a ello, pensando en que era del agrado de los
frailes. Sin embargo hay historiador que afirma se invirtió allí la res­
petable suma de catorce mil ducados (32).
Justamente se eligió el día 21 de noviembre de 1614 para la tras­
lación del Santísimo a la nueva iglesia, cuando se cumplían exactamen­
te dos años de haberse dicho la primera Misa. Nada faltó en aquella
solemne fiesta. «Colgóse todo el espacio desde el un sitio a otro [el
convento primero al segundo] con las tapicerías reales más ricas;
acompañóse todo con diversidad de ramos; sembróse el suelo de mu­
cha juncia y espadaña, formándose una competida floresta.» Para acom­
pañar Ja procesión vino la Capilla Real y acudieron las danzas del día
del Corpus con otros regocijos de los lugares comarcanos. Las galas
que sacaron este día las damas y señoras de palacio fueron muy pro­
pias para demostración del fervor piadoso con que celebraban fes­
tividad de tanta devoción. Se formó una procesión solemnísima, acom­
pañada de muchos cirios encendidos, con muchos capellanes del Rey,
predicadores de S. M . y muchos religiosos. llevaba el Santísimo el
Patriarca de las Indias bajo palio, cuyas varas movían sacerdotes con
capas. Seguía luego la Capilla Pea! con todo género de instrumentos
v de voces. Cerraba el acompañamiento el Rey con los Príncipes y
toda la Grandeza de la Corte. Hiciéronse las paradas en los dos alta­
res, cantándose villancicos muv a pronósito v aleeres motetes com-
Duestos para el caso. Llegado el Santísimo a la nueva iglesia, dijo la
Misa de Pontifical el Patriarca de las Indias, acabándose así aquella
manifestación de fe y de niedad v al proDÍo tiemoo demostración viva
de la devoción aue a los Capuchinos sentía Felipe III (33).
En aquella obra habían trabajado numerosos operarios y oficiales,
todos pagados por el Rey. Gracias a las listas de jornales podemos
seguir día a día las obras realizadas en el convento y en la huerta. Así
en abril de 1613 se hacen las tapias de la huerta; en 1614 se des­
monta parte de la huerta, se rellenaron de arena sus calles, se pusie­
ron árboles frutales, traídos de Aranjuez, se empedró la plaza que está

(3 1 ) rbid.
(3 2 ) G il G. D á v il a , o . c., p . 171.

(3 3 ) A n g u i a n o , o . c., pp. 5 3 -4 .— F . de G r a n a b a , o. c., p p . 3 2 - 3 .


MÁS CONVENTOS EN CASTILLA 63

delante del convento (la era actual de la huerta) y se hizo una galería
para S. M ., que estaba junto al cuarto del noviciado. En 1615 se hace
el empedrado de las ermitas que había en la huerta para satisfacer la
devoción de los religiosos; se construyen minas, pozos y zanjas para
llevar el agua, obra que ya se había comenzado en 1613; finalmente,
entre las obras realizadas en la iglesia, se cuenta una capilla para el
Santísimo Cristo y otra de San Francisco (34).
Si bien no eran precisamente los Capuchinos los que estaban al
frente de esas obras, tenían en alguna manera la vigilancia de ellas y
debían dar su conformidad par que los obreros pudiesen cobrar (35).
No se contentó Felipe III con hacer el convento sino que procuró
que la estancia de sus moradores fuese lo más llevadera posible. Era de
todo punto necesario traer el agua para uso de los religiosos y para
la huerta, e hizo conducir la de cuatro fuentes del monte, sobre todo
la llamada fuente grande que tomaba su agua un cuarto de legua lejos
del convento en dirección de Valdelapeña (36). «Llevado de la de­
voción que tiene al monasterio de Nuestra Señora de los Angeles»,
manda dar al convento anualmente 150 cargas de leña por tiempo de
su voluntad (37 ). Se considera y tiene como padre y proveedor de tales
religiosos que vivían en aquella soledad, y, aparte de otras limosnas,
ordena darles semanalmente cuatro carneros; mas pareciéndoles de­
masiado y contrario a la pobreza, no quisieron aceptar sino sólo dos.
Eran entonces de residencia 22 religiosos; mas luego, aumentando en
número hasta llegar a 40, también, el Rey mandó aumentar la ra­
ción dándoles semanalmente 73 libras de carnero para su sustento (38).
N i queremos bajar a otros pormenores y a otros regalos hechos
por el Rey y la Reina, tales como cuadros de mérito, relojes, obras de
arte, etc. Pero no podemos por menos de anotar que, al morir, dejó
determinado fuese llevado a su convento de El Pardo el cuadro de
la Virgen del Consuelo que tenía en su cuarto y ante la cual rezaba
diariamente sus devociones, cuadro que por fortuna aún se conserva
en la iglesia.
Mas donde sobre todo se manifestó el aprecio que por los Capu­
chinos sintió Felipe III fué al donarles la sagrada y venerada imagen
de! Santísimo Cristo yacente.
Gregorio Hernández, insigne escultor vallisoletano, había labrado

(34 ) Archivo del PalacioNacional de Madrid.—Patrimonio. El Pardo.—Leg. 6 ,


«Lista de gente aue trabajó en dicho sitio» (el convento).
(35) Ibid.
(36 ) Memorias de las fuentes de este convento [de El Pardo] y del nacimien­
to de ellas. Ms., f. 7 (Archivo Prov. de Cap. de Castilla, 27 /00071 ).
(37 ) Archivo de! PalacioNacional de Madrid.—Cédulas Reales, t. X I, f. 445 .
(38) Archivo del PalacioN. de Madrid.— Secc. Administrativa.—Corporaciones
Religiosas.— Capuchinos.— Leg. 3, Convento de E l Pardo.
64 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

«con místico buril la efigie de Jesucristo en el sepulcro, interpretando


la piedad de Felipe III, que así quiso perpetuar la memoria de haber
nacido en Viernes Santo el que llevó después su corona» (39). Fué
efectivamente en el Viernes Santo de 1605 cuando tuvo lugar el na­
cimiento de Felipe IV, encontrándose aún la Corte en Valladolid.
Cuando un año después se trasladaba a Madrid, Felipe III llevó con­
sigo aquella devotísima imagen y la colocó en su oratorio. Debió ser
al tener lugar la traslación del Santísimo a la iglesia del segundo con­
vento, cuando se determinó a donar a los Capuchinos de El Pardo
aquel Cristo yacente, que para él era un recuerdo y un incentivo de
su piedad.
Desconocemos las circunstancias que conurrieron al traslado de la
mencionada imagen desde el palacio de Madrid a! convento de El Par­
do; se sabe, no obstante, que fué en 1615 y que se formó una con­
curridísima procesión en la que tomó parte mucha gente y gran nú­
mero de títulos y grandes. Se !a colocó en una de las capillas de la
nueva iglesia, haciendo un pequeño ensanche al efecto en el tránsito
de la portería (40). Desde entonces comenzó a ser venerada de nu­
merosos fieles y peregrinos que al convento llegaban diariamente para
satisfacer su devoción.
Aparte de eso, el convento de El Pardo tuvo ya desde un princi­
pio excepcional preponderancia en la Provincia. Apenas terminado, se
destinó a convento-noviciado cuando ya comenzaban a ser numerosas
las recepciones de novicios, «los cuales se enviaban al convento de
El Pardo, que era donde estaba el noviciado de la Provincia de Casti­
lla y Andalucía» (41). Más tarde fué destinado a convento de estudios.
Pero desgraciadamente también en El Pardo se repitió la misma
triste historia de Toledo y Alcalá. N o había pasado siquiera un cuar­
to de siglo y hubo que abandonar aquel convento. El sitio había sido
elegido por el P. Serafín en contra del parecer de todos; su fábrica
se hizo asimismo en conformidad con sus indicaciones, y también en
contra del sentir de los demás religiosos. Por eso fueron muchos los
defectos que allí se cometieron, entre ellos, el principal, que el sitio
era malsano y grandemente nocivo a la salud, por estar en parte baja,
muy cerca del arroyo, y no llegar a él los vientos del Guadarrama,
siendo muchos los religiosos que enfermaban de tercianas. Por otra
parte la consjrucción no era ni medianamente firme y a ello se añadía

(39) A n t o n i o F e r r e p . d e l Río, Historia del reinado de Carlos III en España,


t. I, Madrid, 1856, p. 62 y nota.
(40 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.—Patrimonio.—E l Pardo. Leg. 6 , carta
de D. Tomás de Angulo (14 de junio de 1615),
(41 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 28 .
MÁS CONVENTOS EN CASTILLA 65

que la iglesia resultaba pequeña para contener el número cada día ma­
yor de peregrinos que acudían a venerar el Smo. Cristo (42).
N i que decir tiene que por esos motivos se impuso por necesidad
el cambio de sitio y consiguientemente la edificación de un tercer con­
vento;, como más adelante hemos de reseñar, y que no es otro que el
que aún subsiste hoy en día.
Fáltanos solamente dilucidar la cuestión dónde fué levantado este
segundo convento, cosa que jo s cronistas no dicen con entera claridad.
Hay no obstante datos suficientes para determinar su situación con
entera certeza y para afirmar sin género de duda que estuvo situado
inmediatamente debajo del actual cementerio del pueblo de El Pardo.
En primer término porque sabemos que la era de la huerta, que
no es otra que la actual, utilizada para ios trabajos de recolección, es­
taba justamente delante del convento (43).
Además: todos los historiadores están concordes en decirnos que
el segundo convento estaba donde existió la capilla de Nuestra Seño­
ra de la Paz, imagen que en 1758 fué trasladada a la iglesia del tercer
convento y colocada en un?, hermosa capilla al lado de la Epístola,
que no es otra que la actual capilla del Colegio Seráfico. Entonces se
puso en su lugar la imagen de San José, llamándose desde entonces
capilla de San José, la cual fué convertida luego en sitio de enterra­
mientos, teniendo nada menos que cincuenta y tres nichos en sus pa­
redes laterales (44). Pues bien: esta capilla existía todavía en tiempos
de la exclaustración (45) y aun subsistió bastantes años después. Y
precisamente, según declaración de uno de los que trabajaron en su
derribo, estaba «la capillita de San José inmediata al cementerio, en
la que se enterraban los vecinos del pueblo, especialmente los señores
curas, administradores y empleados del Real Patrimonio» (46).

(4 2 ) M o n z ó n , ms. c., f . 2 2 .
(43 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Patrimonio. E l Pardo. Leg. 6 , «Lista
de la gente que trabajó en dicho sitio» (el convento).
(44 ) Cfr. los documentos 33/00068 y 33 / 00079 , que tratan sobre enterramien­
tos de personas principales en la capilla de San José (Archivo Prov. de Capuchinos
de Castilla).
(45 ) Inventarío del convento de P. P. Capuchinos de El Pardo. Año 1835 .
(Archivo Prov. de Cap. de Castilla, 27 / 00076 ). Aquí se dice: «Panteón. Un altar
viejo con una imagen de San José de talla como de tres cuartas de alto con una
mano rota. Treinta nichos para difuntos en el lado izquierdo. Veintitrés id. en el
lado derecho.»
(46 ) Notas existentes en la Crónica del Convento de PP. Capuchinos de E l Par­
do, de las que se conserva una copia en el Archivo Provincial, hecha por el P. Ber-
nardino de Azpilcueta, en un cuaderno de apuntes: «Colección de documentos re­
ferentes al convento de E l Pardo, al Smo. Cristo», etc.: Declaraciones de D. Vic­
toriano Lucas Carmona, vecino de E l Pardo, hechas a nuestros religiosos en 1902.
CAPITULO V
O tras fundaciones

i. Andalucía recibe a los Capuchinos.— 2. Se fundaen Antequera.—


3. Convento de Salamanca.— 4. El de Granada.

1. Forzosamente tenemos que tratar aquí de la fundación de al­


gunos conventos en tierras de Andalucía. Es por una parte una exi­
gencia histórica, aunque parezca despropósito, y por otra esos con­
ventos, el de Antequera primero y el de Granada después, lo mismo
que años más tarde los de Málaga, Jaén y Andújar, fueron fundados
como expansión o dilatación de Castilla; de ella fueron y de ella for­
maron parte hasta la división en 1625.
N o eran pocos los religiosos naturales de aquellosreinos,que a
Castilla habían venido para fundar, aparte de otros que en ella habían
tomado ya el hábito. Todos sentían grandes deseos de que se fundase
en Andalucía algún convento y procuraban con tal ñn inclinar los áni­
mos, particularmente el del P. Serafín, para que así se ejecutase. Pero
el cronista P. Agustín de Granada añade esta amarga queja y dolorosa
declaración: «Había algunos Padres catalanes que juzgaban por in­
conveniente alargar a esta Provincia antes de fundar en la Mancha, y
disponer los conventos a moderada distancia por no ocasionar a los re­
ligiosos tan largos viajes por despoblado de conventos, y así con este
color sustentaba el P. Serafín su opinión, que era no multiplicar Pro­
vincias en estos reinos y que estuviese en Custodia la de Castilla» (1).
Uno de los que más ansiaban esas fundaciones en Andalucía era
justamente el P. Severo de Lucena. Aparte de su fama de devoto re­
ligioso y del prestigio personal de que gozaba en la Corte, uno de sus
hermanos, D . Sebastián de Tovar, era Secretario del Rey. Tenía asi­
mismo muy buenos conocimientos entre la gente influyente. Todo ello
hizo que muy presto fuesen bella realidad aquellos sus deseos. Una
ocasión propicia para llevarlos a feliz término y para hacer patente
su influencia en la Corte se la ofreció el apuro de un ilustre y acauda-'

(1 ) A g u s t ín de G ran ad a, m s. c ., pp. 2 6 -2 7 .
OTRAS FUNDACIONES 67

lado antequerano. Llamábase éste D . Jerónimo Matías de Rojas, Re­


gidor perpetuo de dicha ciudad. Llegaba a Madrid en 1613 a pretender
un hábito de las Ordenes Militares, y, viendo en ello mucha dificultad,
ofreció la suma de cinco mil ducados si conseguía su intento. Pero
precisamente había salido en aquellos días un Real Decreto por el que
se determinaba, para prevenir abusos, que el que ofreciese dinero para
conseguir hábitos o beneficios, no sólo quedaba privado de él por ese
hecho, sino que sería inhábil para conseguirlos en adelante.
Desilusionado por aquel contratiempo, conoció al P. Severo de Lu-
cena, y, sabedor de los buenos conocimientos e influencia de que gozaba
ante el Duque de Lerma, llegó a prometerle, si le ayudaba en su apuro
y lograba sus deseos, poner todo su empeño para que se fundase un
convento de Capuchinos en Antequera, y que los cinco mil ducados
ofrecidos los destinaría a tal objeto (2).
El P. Severo habló entonces a su hermano, D . Sebastián de Tovar,
exponiéndole el asunto; ambos acudieron al Duque de Lerma, a fin
de obtener del Rey, con su influencia, dispensa del decreto en este
caso particular. Dicho y hecho: la gracia se consiguió prontamente.
Alcanzada su pretensión, volvió D . Jerónimo a Antequera y habló
a los que componían el cabildo de la ciudad con tan eficaces razones,
que se decidieron a escribir al P. Comisario, pidiéndole enviase a
Antequera al P. Severo para tratar de la fundación del convento. Y,
no contentos con eso? en la junta habida el 9 de julio de 1613 se
acordó suplicar al Rey, al Duque de Lerma y al Presidente del Con­
sejo, que lo era a la sazón el Duque de Uceda, concediesen licencia
para dicha fundación, y, para mejor conseguir su intento, comisionaron
al mencionado D . Jerónimo y a otro del .cabildo para que hiciesen las
oportunas gestiones. Afortunadamente un mes después, en el cabildo
del 13 de agosto, se daba cuenta de haber recibido cartas del Duque
de Lerma, del de Uceda y del P. Comisario, Serafín de Policio, en las
que recomendaban a los Capuchinos que eran enviados a fundar (3).

2. C o n v e n t o d e A n t e q u e r a . — Logrado ese primer paso, solicita­


ron también la licencia del Obispo de Málaga, quien la dió el 20 del
mismo mes. Se escribió de nuevo al Consejo a fin de que el Rey otor-

(2) La mayor parte de los datos relativos al convento de Antequera los hemos
entresacado de la obra manuscrita Historia instrumental de la fundación y progre­
sos del convento de Capuchinos de Antequera, escrita por el R. P. Fr. N i c o l á s
de C ó r d o b a , ex Lector de Theología Moral, Custodio primero, y Chronista d e
esta Provincia (de Andalucía). Año 1759 .— Ms. de 102 ff. conservado en el Archivo
Provincial de los Capuchinos de Andalucía. Los datos merecen entera fe por haber
consultado el autor los documentos originales, como Actas del Ayuntamiento, etc.
(3) Ibid., ff. 27 -28 . Toma los datos del Libro de protocolos.
68 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

gase asimismo su permiso, el cual no se hizo esperar, siendo concedido


el 3 de octubre (4).
La Cédula Real comenzaba así: «Por cuanto por parte de vos la
ciudad de Antequera nos fué hecha relación que habíades deseado
mucho tiempo tener en ella un convento de religiosos reformados y
pobres, que se fundase en alguna de las buenas salidas que había al
campo..., lo cual era de gran necesidad y ornato en esa ciudad...,
habíades acordado se hiciese un convento de Frailes Capuchinos del
Señor San Francisco, por la pobreza y ejemplo con que vivían..., damos
licencia y facultad para que se pueda fundar y funde en esa dicha
ciudad...» (5).
De paso queremos hacer notar aquí cómo en ésta, y otras fundacio­
nes, entre los motivos aducidos por las ciudades para pedirlas y llevarlas
a cabo, se hace destacar «la pobreza y ejemplo en que vivían» los
Capuchinos.
Luego de recibida dicha Real Cédula, el P. Severo de Lucena y
el P. José de Linares, enviados por el P. Policio para fundar en Ante­
quera, fueron invitados a escoger sitio a propósito para el convento,
eligiendo !a ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, que estaba justa­
mente en una de las salidas de la ciudad, camino de Málaga, en un
cerro llamado monte de Barrial o Barrizal, ya extramuros y por encima
del barrio de San Juan. De esa ermita tomaron posesión el 15 de
octubre del mismo año 1613 (ó).
Poco después marcharon también a Antequera el P. Bernardino
de Quintanar y Fr. Juan de Ocaña, siendo aún corista. Pero no son
para contadas las incomodidades que pasaron hasta que lograron ha­
cerse algunas celdas en la capilla mayor de la ermita, que era por cierto
muy capaz, y cercaron un trecho de terreno para huerta (7).
Mas se hizo necesario de todo punto buscar sitio para edificar el
convento definitivo, y se escogió al efecto «un collado que está a la

(4 ) Tbi., f. 29 .
( 5) N i c o l a u s a C o r d o b a , O. F. M. Cap., Brevis notitia almae Capuccinorum
S. P. N. S. Francisci Baethicae Provincias in Hispania, Mediolani, 1889 , pp. 3-4,,
donde se reproduce la Real Cédula de Felipe I II . Cfr. también A m b r o s i o d e V a -
í e n c i n a , O. F. M. Cap.. Reseña histórica de Ja Provincia de Capuchinos de Anda­
lucía y varon.es ilustres, en ciencia y virtud, t.’ I, Sevilla, 1906, pp. 33 -35 , donde
también se transcribe dicha Cédula.
(6) C ó r d o b a , Historia Instrumental..., ms. c., f. 29 .— V a l e n c i n a , o . c., p. 36 .
En los ff. ss. se esfuerza el P. Córdoba en probar cómo la toma de posesión no
se llevó a cabo en junio, como sostiene el P. I s i d o r o d e S e v i l l a , O . F . M. Cap., en
su obra Florido andaluz pensil—vergel capuchino ameno— , donde en varios cuadros
de veinte conventos han florecido a Dios muchas fragantes flores de Varones virtuo­
sos... Ms. (Archivo Prov. de Capuchinos de Andalucía). L a misma fecha que el
P. Isidoro pone el P. A. de Granada, ms. c., p. 27 .
(7) A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 28 .
OTRAS FUNDACIONES

salida del camino de Málaga, cerca de la ermita, que fué el que pareció
más a propósito» (8).
Pronto debió dar comienzo la obra, aunque no podemos determi­
nar la fecha exacta: quizás a fines de 1Ó13 o comienzos de 1614. Cedió
el terreno para la fundación D . Juan del Castillo y Padilla «caballero
maestrazgo de dicha ciudad y padre carnal de los RF.. PP. Leandro y
Hermenegildo de Antequera» (9).
Seis años duró la fábrica del convento, el cual fué edificado con
limosnas de la gente, que cooperó no sólo con su dinero, sino también
con su ayuda personal. En cambio, aquel caballero antequerano, don
Jerónimo Matías de Rojas, olvidado de su promesa de cinco mil du­
cados, nada dió y nada hizo (10).
N o podemos señalar con certeza , el año en que se terminaron con­
vento e iglesia, la que fué dedicada a la Inmaculada Concepción. Uno
de los cronistas anota que lo fué siendo Guardián el P. Marcos de
Toledo, Definidor de la Provincia de Castilla y Maestro de novicios
en dicho convento, «varón de insigne virtud, doctrina y prudencia».
D e ser así, no debió terminarse hasta octubre de 1621 (11).
Como la mayor parte de aquellos primeros conventos fundados por
los Capuchinos, también el de Antequera tuvo el defecto y la fatalidad
de ser hecho como para vivir en él solamente algunos años. «Fué este
convento como una habitación y morada de la altísima pobreza, así por
la vileza de los materiales como por la estrechez de la obra, resplan­
deciendo en todo suma austeridad y pobreza» (12). Por eso, debido
a haber hecho resentimiento la obra y por otras muchas incomodidades,
fué forzoso cambiar de sitio y edificar uno nuevo en 1Ó33, el cual ha
perdurado hasta el presente (13).
El convento de Antequera fué destinado ya en octubre de 1620 a
noviciado, aunque sólo por dos o tres años; en 1622 se ponía en él

(8) Ibid.
(9) Sucesión de la Provincia de Capuchinos de Andalucía.— Ms., f. IV. (Ar­
chivo Prov. de Capuchinos de Andalucía). E l convento de Antequera presentó al
Rey un memorial a fin de que autorizase la permuta de las tierras que había dado
D. Juan del Castillo y Padilla para edificar el convento, por otras (23 de marzo
de 1615) (Simancas.—Cámara de Castilla. Leg. 1.051 , n.° 104), y el Rey lo auto­
rizaba por su Cédula del 6 de julio de 1616 (Simancas.—Cédulas de Cámara, L i ­
bro .183, f. 469 ).
E l mismo D. Juan, al enviudar, tomó nuestro hábito para Corista y murió con
fama de santidad en Ecija el año 1633.
( 10) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 28 .
( 11) Ibid. En dicha fecha, octubre de 1621, fué elegido el P.Marcos de To­
ledo Definidor y al mismo tiempo Guardián de Antequera, si bien teste último
cargo lo venía desempeñando desde 1619 (Cfr. Erario divino, o. c., pp. 8-9 ).
( 12) A. d e G r a n a d a , ibid.
( 13) V a l e n c i n a , o . c., t. I I , Sevilla, 1906, pp. 201 ss.
7c LA PROVINCIA DÉ FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

un nuevo curso de Artes, y como coiegio de estudios debió seguir hasta


la división de la Provincia en 1625 (14).
3. C o n v e n t o d e S a la m a n c a . — Salamanca, lo mismo que Alcalá,
era en el siglo X V ÍI emporio de ciencia a donde acudía a graduarse la
juventud estudiosa, si quería el día de mañana tener un puesto de
honor en el gobierno de la nación o en la cátedra. Por eso en ella se
fijó el P. Serafín de Policio, como a su vez lo había hecho anterior­
mente con Alcalá, para tratar de fundar allí un convento. Exisdendo
allí Universidad y Escuelas, se podría ofrecer ocasión de que entrasen
en la Orden sujetos insignes en virtud y en letras.
Abrió horizontes en ello lo sucedido a . un capitán, por nombre
D . Juan de Mier y Noricga, natural de San Vicente de la Barquera.
Había prestado éste una considerable suma de dinero a un genovés,
quien, después de fracasar en sus negocios, se negó a pagar a sus acree­
dores. Sumamente afligido el citado capitán, comenzó a tratar a los
Capuchinos de Madrid, a quienes expuso sus necesidades y aprietos;
al mismo tiempo les prometió que, si volvía a recobrar su hacienda,
la destinaría a obras pías, sobre todo a fundación de algún convento.
Con tal promesa se animaron los religiosos a solucionarle el asunto, y
a tal efecto hablaron a su gran bienhechor D . Octavio Centurión, Mar­
qués de Monasterio, quien tomó como suyo el despacho de este ne­
gocio. Efectivamente: poco tiempo después podía comunicar al P. Se­
rafín que, si el capitán seguía firme en su promesa, el asunto de la
hacienda estaba favorablemente resuelto (15).
Con esos antecedentes se dirigieron al Duque de Lerma y al Con­
sejo, exponiendo los propósitos que tenían de llevar a cabo una nueva
fundación en Salamanca, y al propio tiempo los medios con que
contaban para realizarla. Todo resultó a medida de sus deseos. Presen­
tada la solicitud al Consejo y expuestos ios motivos para fundar, el
Consejo contestó favorablemente, apoyándose en las razones expuestas,
entre otras, que la Orden tenía necesidad de fundar en Salamanca «para
comodidad de los estudios y de los sujetos que de ellos se sacaría para
servicio de dicha Religión». La licencia del Consejo fué despachada el
13 de enero de 1614, y juntamente se autorizó en la misma Real Cé-
duia la fundación de Granada (16).
Dado este importantísimo paso sin gran contratiempo, el P. Serafín,
fiado de la «gran prudencia, virtud y letras» del P. Diego deQuiroga,
le envió luego a Salamanca (17).

(1 4 ) A . de G r a n a d a , m s . c ., pp. 6 7 -7 0 . Sucesión dela Provincia de Capuchi­


nos de Andalucía, m s . c ., ff. 4 -5 .— F . de G ranada, o. c ., p . 65.
(1 5 ) M o n z ó n , m s . c ., f f. 2 4 -2 5 .— F . de G r a n a d a , o . c ., p p . 3 5 -3 6 .
(1 6 ) Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 2 8 /0 0 0 1 9 .— V a l e n c in a , o . c ., I,
p p . 4 1 -2 .
(1 7 ) M on zón , m s . c ., f. 2 5 .
OTRAS FUNDACIONES

Partió el P. Quiroga, acompañado del mencionado capitán Mier y


Noriega, llegando a Salamanca al principio de la Cuaresma. Halló en
todos muy buena acogida, incluso en el Sr. Obispo, a la sazón D . Luis
Fernández de Córdoba, que más tarde lo fué de Málaga y Sevilla;
a ello se añadió el crédito logrado por el P. Quiroga con los sermones
que aún pudo predicar en la parroquia de San Mateo. Tratado con el
Obispo y Cabildo el asunto de la fundación y alcanzadas las licencias,
aún antes de terminarse la Cuaresma pudo tomar posesión de unas
casas que alquiló para el efecto cerca de la mencionada parroquia de
San Mateo, y en ellas dispuso iglesia y algunas celdas (18).
Aquel convento provisional estaba sito en la Ronda del Corpus, y
las casas eran propiedad de la ilustre familia de los Calvo, pasando luego
a los nobles hidalgos salmantinos los Ruanos; aún se conservaban en
1776 el oratorio y la pila del agua bendita (1 9)..
N i que decir tiene que todos los gastos que se iban haciendo fueron
sufragados por el capitán Mier y Noriega, quien en todo momento
prestó al P. Quiroga su ayuda y cooperación.
En Salamanca existía ya un convento de Padres Descalzos los cuales
casi desde su establecimiento en dicha ciudad dieron en llamarse Ca­
puchinos. Mas «así como fundamos nosotros, fué necesario reconocer
el apellido de un hábito y otro, y así un predicador de ellos lo fué
diciendo en los púlpitos dando satisfacción del motivo que hubo para
llamarse así, que fué a distinción de un convento de Recoletos que
habían fundado en la misma ciudad, y que de allí en adelante se lla­
marían los Descalzos del Calvario,' que es la advocación de su igle­
sia» (20).
Tratando ya de buscar sitio para edificar el convento definitivo, el
P. Quiroga y el capitán pusieron sus ojos en unas tierras que había
fuera de la llamada puerta de Zamora, en la carretera de este nombre,
que justamente era una de las entradas más concurridas de la ciudad.
Algunas de esas tierras pertenecían al Cabildo catedral, por lo cual el
20 de octubre de 1614 se presentó una solicitud, firmada por el propio
P. Quiroga en calidad de Guardián de los Capuchinos, en la que se
decía «que parte dei sitio en que ha puesto los ojos para la fundación
de nuevo convento de su Orden, viene a tocar en tierra de V. S., a
quien cuan humildemente puede suplica se sirva mandar que se dé la

( 18) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 31 .—F. d e G r a n ap a , o . c ., pp. 36 y 55 .


( 19) B e r n a r d o D o r a d o , Compendio histórico de la ciudad de Salamanca: su
antigüedad, la de su Santa Iglesia, su fundación y ¡¡randezas que la ilustran, Sa­
lamanca, 1776, p. 462 .
(2 0 ) F . d e G r a n a d a , o . c ., p. 3 7 . E l convento de Padres Descalzos, llamado
vulgarmente el Calvario, fué fundado en 1596 (Cfr. DoRApo, o. c., p. 433 ).
72 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

parte que fuere menester para la dicha fundación por el precio que
valiere» (21).
La primera piedra se puso el 15 de junio de 1615, oficiando en esta
ceremonia el Deán del Cabildo (22). Y lo primero que se hizo fué
levantar un cuarto que sirviese de portería, y encima una sala donde
el capitán D. Juan Mier y Noriega se instaló con su criado para dirigir
las obras (23).
Estas se comenzaron «muy a gusto de toda la Provincia, y ha teni­
do esta casa en lo material y en lo formal notable dicha, pues en todo
se trae por ejemplar con ocasión de mucha virtud que continuamente
se ha profesado en ella. Hízose una muy buena huerta, la necesaria
para que se pueda tener siempre bien cultivada, y el beneficio es tal
que rinde sazonados frutos y abundantes hortalizas; tiene su fuente,
aunque no muy caudal, pero dé muy buena agua» (24).
«Todo se acabó con harta brevedad», de tal manera que al año y
medio se levantó el convento y con la misma celeridad se construyó
la iglesia (25), haciéndose la traslación del Santísimo el año 1617, ofi­
ciando en esta ocasión el Obispo de la diócesis, D . Francisco Mendoza,
y tomando parte en esta fiesta toda la ciudad, revistiendo la ceremonia
solemnidad extraordinaria (26).
El capitán, hombre profundamente piadoso, después de disponer
su cuarto que formaba parte del mismo convento, hizo una tribuna
que le comunicaba con la iglesia; allí asistía día y noche, como si
fuera uno de tantos, religiosos. Más tarde pasó a vivir entre ellos en
hábito de terciario y despidió a su criado, no queriendo en adelante
saber más noticias del mundo, hasta el punto de que habiendo recibido
un despacho del Rey, poniéndole sobre su cabeza en señal de reveren­
cia, sin abrirlo siquiera, lo devolvió al mensajero diciendo: «Decid al
Rey que ya D . Juan de Mier es muerto». Nonagenario terminó sus
días en el mismo convento y fué enterrado en el cementerio común
de los religiosos (27).
El 29 de noviembre de 1621 otorgaba su testamento el mencionado
capitán y fundador del convento de Salamanca. De él se deduce que
para esas fechas aún no estaban totalmente terminados convento e igle­
sia. La enfermería, que antiguamente se poma en todos los conventos,
estaba aún haciéndose. Las tapias de la huerta, hechas de tierra, se
estaban arruinando y era necesario hacerlas de piedra y pizarra; tam-

(21 ) Actas Capitulares de Salamanca. Año 1614 . Cabildo del mes de octubre.
(22 ) Estadismo de la ciudad de Salamanca— 1902— . Salamanca, 1902 , p. 81 .
(23 ) A. d e G ra n a d a , ms. c., p. 32 .
(2 4 ) M on zón , m s. c ., f. 25.
(25) Ibid.— A. d e G r a n a d a , m s. c., p. 32 .
(2 6 ) B. D o r a d o , o . c ., p . 4 6 3 .
(27) F. de G ra n a d a , o . c ., p. 37 .—A. de G ranada, ms. c., p. 32 .
OTRAS FUNDACIONES 73

poco era suficiente el agua para la huerta, proyectándose traerla de


fuera, hacer cañería y asimismo estanque. Para todas esas obras dejaba
el fundador consignada en su testamento la suma de mil ducados (28).
Estaban situados convento e iglesia cerca de la entrada de la puerta
de Zamora; la mayor parte del terreno lo ocupa hoy en día la carre­
tera que va a dicha ciudad, y el resto, casas particulares; de todo no
quedaba otro recuerdo hace unos años sino el aljibe de agua potable
para el consumo de los religiosos. Por otra parte, fueron casi totalmente
destruidos en la guerra de la Independencia, al hacer por allí las tropas
francesas su ataque a la ciudad. De todos modos sabemos que el plano
del primitivo convento constaba solamente de dos pisos, y su forma
era un polígono irregular. El piso bajo lo formaban únicamente ofici­
nas, y el superior 21 celdas para los religiosos, más once para los no­
vicios y aparte la enfermería. Era un edificio sencillo, pobre y austero
en armonía con la índole penitente de sus moradores.
La iglesia era también pequeña, con bóvedas sencillas y fachada
pobrísima: un frontón con una ventana circular y una cruz de remate.
Tenía también varias capillas, al estilo de las otras iglesias capuchinas,
entre ellas una que más tarde se dedicó a la Divina Pastora y otra a
Jesús Nazareno, levantada por el famoso poeta y catedrático D . Diego
de Torres Villarrcel, que quiso ser allí enterrado (29).
En el altar mayor y formando el retablo, como era costumbre entre
los Capuchinos, había un gran cuadro, obra de Vicente Carducho, en
el que se representaba a San Francisco, titular de la iglesia, «con gran
pedazo de gloria arriba y Cristo Señor nuestro y su Madre Santísima,
y abajo gran número de Santos de la Orden» (30).
El convento de Salamanca fué destinado casi inmediatamente de
su inauguración a casa-noviciado, siendo Maestros de novicios, en los
primeros años, los propios Guardianes, a los que «se les concede li­
cencia de recibir novicios por enseñar la experiencia que los estudiantes
se divierten a otras partes si no son luego recibidos» (31).
Y esa elección para noviciado fué tan acertada «que no se ha va­
riado desde sus principios, hallándola siempre tan a propósito por su
recogimiento y demás cualidades que deben tener las que ocupan se­
mejante ministerio» (32).

(28 ) Cfr. el testamento de D. Juan Mier de Noriega en Archivo Prov. de Ca­


puchinos de Castilla, 28 / 00018 .
(29 ) Cfr. J u a n A n t o n i o V i c e n t e B a j o , Chantre, Guía descriptiva de Salaman­
ca, Salamanca, 1901, p. 287 .
(30 ) F . J. S á n c h e z C a n t ó n , Fuentes para la historia del arte español, t. IV ,
Madrid, 1936, p. 100.— P o n z , Viaje por España, X II, 2 .a ed., Madrid, 1788, p. 263 .
(3 1 ) A. d e G r a n a d a , m s . c . , pp. 6 0 y 6 5 .— M o n z ó n , m s . c . , f. 2 5 V .
(3 2 ) M o n z ó n , ibid.
74 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

4. C o n v e n t o de G r a n a d a . — Para sü fundación contaba ya el Pa­


dre Policio anticipadamente con el ofrecimiento hecho de una quinta
con su huerta y jardín. Le animó a dar los pasos para llevarla a cabo
el considerar la conveniencia de que no estuviese solo el convento de
Antequera, sobradamente separado de los restantes de Castilla. Se so­
licitó la Ucencia del Rey al mismo tiempo que se pidió la de Salaman­
ca, y alegando las mismas razones, entre ellas «la comodidad de los
estudios y de los sujetos particulares que hacían instancia por la dicha
fundación, como se decía en la Cédula Real dada el 13 de enero de
1614 (33). _
Se consiguieron también cartas de recomendación del Duque de
Lerma y de otros caballeros para el Sr. Arzobispo de Granada y para
la ciudad, y, con ellas en mano, partió el P. Félix de Granada para
Antequera, donde quedó al frente de aquel convento, mientras el Padre
Severo de Lucena, acompañado del Corista Fr. Juan de Ocaña, mar­
chaba por el mes de mayo a Granada, a dar los pasos para esta fun­
dación.
Estaba entonces de Arzobispo de Granada un franciscano, el
limo. D . Fr. Pedro González de Mendoza, y allí residía también otro
franciscano. P. Juan Ramírez, consejero del Sr. Arzobispo y sujeto
de prestigio y autoridad. A ellos se presentó el P. Severo, entregán­
doles las cartas de recomendación, y fué tan bien recibido, que sin
dificultad alguna el Sr. Arzobispo dió prontamente su consentimiento
v la licencia para fundar.
Otro tanto hizo la ciudad en el cabildo celebrado el 10 de junio,
movida por las buenas recomendaciones que llevaba el P. Severo de
Lucena, en las que se ponderaba la vida ejemplar de los Capuchinos
y los copiosos frutos que habían hecho en los pueblos donde tenían
fundado convento (34).
Entre los ofrecimientos hechos para la fundación se contó el del
Licenciado Campomanes, que quiso dar un carmen próximo al Darro,
muy bueno por cierto pero que no pudo admitirse por ser insano y
poco a propósito. Se escogió, en cambio, una casa pequeña que esta­
ba a espaldas del Hospital Real, cuya puerta daba al campo que lla­
man las Heras de Cristo, a la salida del camino de Jaén (35J.
Con gran solemnidad se tomó posesión de ese sitio el 24 de junio

(3 3 ) C ó r d o b a , Brevis notitia, o . c . , pp. 5 - 6 . — V a l e n c b s a , o . c., I , pp. 41 -42 .


Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 28 / 00019 .
(34 ) V a le n c in a , o. c.j I , p. 44 ss. Toma los datosde una obra manuscrita
del P. Nicolás de Córdoba, Crónica del convento de Granada, ms. que no hemos
podido consultar.
( 3 5 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 3 3 .
OTRAS FUNDACIONES 75

de 1614, festividad de San Juan Bautista, titular que se dió al con­


vento e iglesia (36).
Para ayudar a la fundación fueron enviados luego el P. Francisco
de Sevilla y los Hermanos Legos Fr. Martín de Sevilla, «dicho antes
de la Ollería», «natural de Manzanilla, junto a la misma ciudad», y
Fr. Lorenzo de Campillo, natural de dicho lugar en tierras de la Man­
cha. Poco después era también enviado el P. Bernardino de Quintanar
para que ayudase con la predicación (37).
Porque, aunque fué muy grande la estima que ya desde los co­
mienzos adquirieron los Capuchinos en Granada, sin embargo no es­
tuvieron muy socorridos de limosnas para levantar el convento y la
iglesia. Entre los que más ayudaron fué un genovés, llamado Juan
Bautista Larreta o Sarreta, y más que todos D . Jerónimo de Torres y
Portugal, caballero de Jaén, de la casa de los Condes de Villar, quien
quiso levantar el convento a su costa a condición de que le diesen
el patronato. Aceptado el ofrecimiento, se dió comienzo a la fábrica,
pero, yendo luego a Madrid a casarse, murió en el camino, dejando
en su testamento cuanto fuese necesario para terminar el convento.
Se sacaron en efecto de su hacienda treinta mil ducados con los que
pudo concluirse la obra (38).
Una dificultad no pequeña surgió de improviso y fué la del agua,
de que carecía el lugar escogido para la fundación; todo se resolvió
fácilmente, haciendo la ciudad donación al convento de «tres reales
de agua» de la acequia de Alfacar, el ix de noviembre de 1614 (39),
donación y privilegio que fueron luego confirmados y autorizados por
Felipe III en 1615 (40).
La fábrica de dicho convento duró bastantes años. La inaugura­
ción de la iglesia no pudo llevarse a efecto hasta el 1 de agosto de
1624, haciéndose con la mayor solemnidad y concurriendo en corpo­
ración el Cabildo del Sacro Monte, oficiando el Abad, asistido de
sus Canónigos. Queriendo mostrar su amor a los Capuchinos, deter­
minaron bajar todos los años el 2 de agosto al convento y celebrar por
su cuenta la fiesta de la dedicación de la iglesia, asistiendo no sólo el
Cabildo tino también todos los Capellanes y llevando para el caso los
mejores ornamentos (41).

(36) Ibiá.— F . de G ra n a d a , o. c ., p. 36 .
(37) Ibid.
(38 ) A. d e G ran ad a , ms. c., p. 35 .
(39) Simancas.— Cámara d e Castilla.— L e g . 1.050 , n.° 138 .— V ale n c in a , o. c.,
I, p. 50 .
(40 ) Simancas.—Ibid.
(41 ) C ó r d o ba , Brevis notitia, o. c., pp. 25 -26 .
76 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

El convento de Granada se destinó ya casi desde el principio para


noviciado y lo fué sobre todo a partir de 1618 en que, al celebrarse
el primer Capítulo Provincial de Castilla, aparece designado capitu­
larmente como tal (42).
Una cosa molestaba empero a los religiosos y era obstáculo para
su recogimiento: la torre del Hospital Real, que servía al mismo tiem­
po de atalaya. Desde ella se dominaba la huerta y convento de los
Capuchinos. Por eso el P. Guardián, Lorenzo de Alicante, pidió al
Rey, en septiembre de 1637, se llevase a efecto el acuerdo de derri­
baría (43).

(4 2 ) V a l e n c in a , o. c ., I, p. 126.
(4 3 ) Simancas.— Cámara de Castilla. Memoriales.—Leg. 1 .2 3 7 , septiembre, n.“ 40.
CAPITULO VI
G obierno de C astilla

I. Comisariato del P. Serafín de Policio.— 2 . El P. Iluminado de M e-


sina, nuevo Comisario.— 3. Visita del P. General.— 4. El P. Ga­
briel de Vülanueva, Comisario provisional.

Para nadie es un secreto ni una novedad la mucha y, en gran par­


te de los casos, exagerada intervención que los Reyes ejercían en el
siglo X V II en asuntos religiosos, aun en hechos de menor cuantía.
Prueba de ello, entre otras cosas, va a ser este capítulo de nuestra
historia, como lo será también de la facilidad con que los religiosos
pedían esa intervención real, aun en contra de los Superiores de la
Orden y a las veces también del propio Romano Pontífice.
Aquello que en pasados siglos parecía muy natural y hasta legal
jurídicamente, hoy lo tomaríamos como punible recurso a la autoridad
civil y, aun en el mejor de los casos, ilícito y reprobable.
Aparte de eso queremos hacer notar por anticipado algo que qui­
zás llame nuestra atención, y es el ver que, aun en aquellos tiempos
primeros de extraordinario fervor, de vivir recogido y mortificado, las
pasiones humanas aparezcan y floten en medio de ese ambiente de
espiritualidad profunda.

1. En efecto: el P. Serafín de Policio quedó de Comisario ge­


neral, como ya hemos indicado arriba, para llevar a cabo la fundación
de Madrid v cuantas pudieran tomarse en Castilla, y con ese mismo
cargo siguió aún después de haber cesado de Provincial de Valencia
en el Capítulo del 25 de junio de 1610, al ser elegido Superior de
aquella Provincia el P. Eugenio de Oliva (1).
Así siguió hasta el Capítulo General de 24 de mayo de 1613, en
el que se designó otro en su lugar. La causa fué que el P. Serafín, pa­
deciendo mucho de gota, no podía visitar personalmente los conventos
ni los religiosos; contentándose con hacerlo por cartas. Por otra parte

(1 ) A lic a n te , C r ó n i c a s , m s . c ., p . 1 3 5 , n .° 18.
LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

los mismos religiosos se hallaban disgustados con su gobierno, tan lar­


go y asimismo tan distinto de toda la Orden. Consciente de todo, re­
nunció a su cargo «con grande instancia por su imposibilidad de la
gota y por conocer que los frailes no llevaban bien el gobernar desde
la cama y desear que se diese principio más convenible en esta parte
a la Provincia» (2).
En el Capítulo general se designó para sucederle al P. Francisco
de Nápoles, que al propio tiempo, y sin que sepamos la causa, fué
nombrado Comisario general de las otras Provincias españolas. Pero
éstas protestaron de tal nombramiento, consiguiendo la revocación, que­
dando así solamente de Castilla. Mas el interesado, un tanto molesto
por lo sucedido, renunció a. todo, y de nuevo vino a recaer el cargo
de Comisario en el P. Policio.
No obstante esa confirmación, se le ordenó que, para que su go­
bierno no fuese tan absoluto, celebrase una junta con los Presidentes
de los conventos fundados, y, con el parecer de todos, se ordenase lo
más conveniente para el gobierno de conventos y religiosos. Dicha
junta, a modo de Capítulo, se celebró en El Pardo el 31 de enero
de 1614 (3). En ella se designaron Presidentes de los conventos con
nombre de Guardianes y asimismo se tomaron otras determinaciones,
como poner curso de estudios en Madrid, etc. Pero los cronistas aña­
den con amarga queja que esos nombramientos no se hicieron «por
elección». «Dispusiéronse las familias y fué lo primero que se dispuso
en la Provincia, pero tan informemente, como se ve, pues no fué con
autoridad ni elección de Definidores sino pareceres consultivos y ab­
soluta determinación del mismo P. Fr. Serafín» (4).
2. Los religiosos no pudieron por eso mismo darse por conten­
tos y satisfechos; deseaban otro modo de gobierno, menos absoluto
y más ajustado al que se usaba en toda la Orden. Por ello volvieron
a reclamar al P. General, quien, atendiendo a sus quejas y sabedor
de que no se había dado justa interpretación a su anterior mandato,
ordenó al P. Comisario reunir el Capítulo y que antes se tuviesen las
oportunas elecciones de los vocales. Estos debían ser elegidos de la
siguiente manera: en los conventos donde hubiese Santísimo, los re­

te) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 26 .— F. d e G r a n a d a , o . c., p. 30 y 35 .


( 3) Respecto a la fecha de celebración de esta Junta hay discrepancia entre
los cronistas, diciendo unos que tuvo lugar en 1614, y otros que en 1615 . Creemos
fué en 1614, entre otras razones porque dicha Junta se celebró por mandato del
Capítulo general, e! cual tuvo lugar el 24 de mayo de 1613, y no parece verosímil
que se tardara en obedecer dicha orden año y medio. Además, en esa Junta fué
designado el P. Diego de Quiroga para ia nueva fundación de Salamanca, «que es­
taba para tomarse», como en efecto se llevó a cabo en la Cuaresma de 1614 .—
Cfr. F é l i x d e G r a n a d a , o . c . , p. 34-5 . Erario divino, o. c., p. 3 .— V a l e ü c i n a ,
o. c., I, p. 59 .—A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 37 . Sucesión..., ms. c., f. zr.
(4 ) Ibid,
GOBIERNO DE CASTILLA “9

ligiosos de la respectiva comunidad debían elegir del gremio de toda


la Provincia un Guardián, y luego un Discreto solamente de entre los
religiosos que formaban la respectiva familia conventual. En las casas
donde no hubiese aún Santísimo, quedaban designados sin más los
actuales Presidentes (5).
Dichos Guardianes, elegidos o confirmados, juntamente con los
Discretos, se reunieron capitularmente en el convento de Madrid el
10 de septiembre de 1615. «Año feliz— exclama uno de los cronis­
tas— , en el que comenzó a mostrarse cuerpo perfecto la Custodia en
el modo de gobierno político» (6).
En ese primer Capítulo se eligieron efectivamente cuatro Defini­
dores y se designaron, también por elección, los Superiores de los dis­
tintos conventos y casas, quedando de ese modo el gobierno del Padre
Policio no tan absoluto ni centraüzador (7).
Con ello se aquietaron de momento los ánimos, pero los religiosos
no dejaban de sentir que el P. Comisario no pudiera hacer por sí mis­
mo la visita, «gobernando por cartas los conventos distantes, y por
esta causa no faltaban quejas» (8).
Y , como todas las cosas tienen su límite, bien fuese porque recla­
masen los mismos religiosos o quizás porque el propio P. Serafín puso
de nuevo la renuncia de su cargo con mayor insistencia, lo cierto es
que de la noche a la mañana se recibió la noticia de haber sido nom­
brado nuevo Comisario en la persona del P. Iluminado de Mesina,
italiano (9). Dicha noticia causó en todos muy mala impresión; no era
precisamente esa la solución que se pretendía sino que el, gobierno lo
desempeñase uno de los religiosos españoles. Por eso no faltaron que­
jas y murmuraciones, y hasta el mismo P. Serafín «no lo llevó a bien».
Inquietos y desasosegado los ánimos, se tomó la decisión de acudir
al Rey para que prohibiese al nuevo Comisario su entrada en Castilla
v el ejercicio de su cargo. El P. Iluminado que había desembarcado
va en Cartagena y que, ignorante de lo que pasaba en la Corte, dirigía
sus pasos a Madrid, se encontró en la Mancha con el P. Juan de Va-
lladolid, que le hizo presente la decisión del Rey. El, sin inmutarse
ni llevarlo a mal, la acató, pero, en vez de volverse a Italia, pidió ve­
nir a Madrid con objeto de descansar de su viaje y esperar órdenes
del P. General.

(5) F. d e G r a n a d a , o . c ., 4 2 -3.—A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 39 .


(6) A. d e G ran ad a , ms. c., p. 37 .
( 7 ) Ibid., p. 40 .
(8 ) Ibid.— F . d e G r a n a d a , o. c ., p . 4 3 .
(9) Parece deducirse de lo que dicen los cronistas que dicho nombramiento
obedeció más bien que a la renuncia del P. Serafín, a las quejas de los religiosos.—
Cfr. V a l e n c i n a , o . c . , I , p p . iio -n x .
8c LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Prosiguió su camino hasta la Corte a donde llegó a fines de junio


de 1616. Pero fué tal su comportamiento en el convento de San An­
tonio del Prado y los raros ejemplos de humildad, pobreza y obser­
vancia regular, que dió, y tal la afabilidad y dulzura con que trataba
a los religiosos, que los mismos que habían intervenido para aquella
intromisión del Rey, estaban más que arrepentidos. También lo esta­
ba a su vez el P. Serafín, quien, para congraciarse con el P. Ilumina­
do, le prometió su apoyo e influencia para conseguir la revocación de
aquella determinación del Rey. Así se efectuó, y seguidamente comen­
zó a gobernar el P. Iluminado con carácter de Comisario (10).
Hizo luego la visita, usando de mucha amabilidad y muestra de
buen talento, procurando atraerse las simpatías de todos, lo que logró
efectivamente (n ).
3. Pero, cuando así corrían las cosas, el P. General, Pablo de Ce-
sena, enterado de lo ocurrido, se presentó en España y se encaminó
rápidamente a Madrid, a donde llegó a fines de enero o principios de
febrero de 1617 (12). Visitó seguidamente algunos conventos y con­
vocó el Capítulo que tuvo lugar en El Pardo, el 1 de marzo. En él
fueron elegidos cuatro Definidores; se designaron los Guardianes y
se distribuyeron las familias conventuales, siguiendo de Comisario el
P. Iluminado. Pero «no se puede bien encarecer cuán desgraciado Ca­
pítulo fuese éste y lo que se fué originando de mal por no haber
atendido el P. General al consuelo común de la Provincia que sólo se
libraba en darles Provincial, por el recelo que había de que la querían
tener otros tantos años en semejante suspensión... Las elecciones se
hicieron pacíficamente pero quedaron los ánimos escocidos mucho y
generalmente con desconsuelo toda la Provincia, y más viendo en e!
proceder de! P. General un desabrimiento y aversión conocida contra
aquellos Padres que trataron más eficazmente de esto» (13).
Las pretensiones de estos Padres y, en general, de los religiosos,
reducíanse a que Castilla pasase a ser Provincia y fuese regida por un
religioso español. Pero a todo se mostró el P. General absolutamente
intransigente y al propio tiempo duro, sobre todo con aquellos que
habían mostrado en ello más interés, echándoles en cara que lo hacían
por ambición, y, no contento con eso, llegó hasta negar permiso para
recibir nuevas fundaciones (14).

(1 0 ) A. de G r a n a d a , m s . c ., p. 4 2 .— M o n z ó n , m s . c ., ff. 6 0 -6 1 .
(1 1 ) F. de G ra n ada, o.c.
,pp. 4 4 -4 5 .
(1 2 ) Ibid.— A. d e G r a n a d a , m s . c., p. 4 2 . — P o b l a c ü r a , L os Generalesdela
Orden Capuchina Grandes de España de Primera Clase, e n Collectanea Franciscana,
X I I I (1943), P- 275-
(1 3 ) F. d e G r a n a d a , o . c ., p. 46.
(1 4 ) M o n z ó n , m s . c . , f. 6 2 .
GOBIERNO DE CASTILLA Si

No paró todo en eso. Una vez que el P. General se ausentó de


Castilla, el P. Iluminado cambió radicalmente de conducta, «trocando
la fingida mansedumbre de un principio en rigor absoluto y rígido
gobierno».
Mas justamente el proceder del P. General y luego el carácter
insufrible y despótico del P. Comisario, decidieron a algunos Padres
a dar la última batalla. Entre todos fué el más arriesgado el P. Juan
de Villafranca, quien habló al Duque de Lerma sobre el particular
para ver de poner remedio. Pero, enterado de esos pasos el P. Ilumi­
nado, como primera medida desterró al mencionado P. Villafranca a
Francia, lo que no se llevó a efecto por haber intervenido el Rey.
Fueron sin embargo tales los descontentos, los improcederes, el
mal carácter del P. Iluminado y los malos tratos dados a los religio­
sos, y asimismo las quejas que continuamente se daban contra él, que
por fin varios religiosos tomaron la decisión de acudir al Rey. Entre
otros el propio P. Serafín habló a S. M ., exponiendo lo que pasaba y*
suplicándole diese un despacho para que el P. Iluminado marchase de
Castilla y se nombrase otro religioso para gobernarla.
El Rey no dió de momento ese paso, pero escribió seguidamente
al P. General, exponiéndole la situación de los religiosos, y, aunque
desconocemos los términos de tal carta, es fácil deducirlo por la que
escribió a su embajador en Roma, Cardenal D . Gaspar de Borja, que
es de! tenor siguiente:
«Don Felipe por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de
Aragón, de Sicilia, de Jerusalcn, de Portugal, de Navarra y de las
Indias, etc.
Muy Rdo. en Cristo Padre Cardenal. Mi. muy caro y amado ami­
go: El General de los Capuchinos [ha nombrado] Comisario general
un religioso italiano que en su gobierno ha procedido de manera que
tiene inquietos y muy desconsolados a los religiosos por las sinrazones
que ha hecho y hace con ellos [como] particularmente veréis por el me­
morial que va con ésta por la contraposición que siempre hay entre
ias naciones extranjeras y los españoles; y siendo esta Religión de tan
gran perfección, rigor y aspereza [de vida?], tienen precisa necesidad
de ser gobernados por persona a quien conozcan y los conozca y trate
de manera que vivan consolados v libres de pasiones, se ocupen en
servir a nuestro Señor, y estando de prófximo el Capítujlo general de
esta Orden, que se ha de celebrar en esa corte, me ha parecido con esta
ocasión escribir a! General envíe orden al dicho Comisario para que
vaya con sus compañeros a hallarse en él y [envíe?] su patente a uno
de los Definidores que tiene esta provincia de Castilla, para que haga
oficio de Comisario hasta que llegue el Capítulo, del cual se envíe
orden y mandato para que se puedan celebrar Capítulos en la dicha
Provincia y elegir Provincial castellano, pues hay para esto suficiente
82 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

número de conventos y sujetos capaces de quien echar mano. Yo os


ruego y encargo muy afectuosamente que, en recibiendo ésta, habléis
a dicho General en mi nombre y procuréis con él que en todo caso
venga en hacer lo que escribo, representándole para ello lo que os pare­
ciere convenir de lo contenido en dicha petición, y que, habiendo tan
justas causas, no lo será lo rehúse; y, si habiendo hecho en esto es­
fuerzo con el dicho General, le pareciere riguroso el mandar al dicho
Comisario salga de España y vaya al Capítulo general, a lo me[nos?]
pediréis envíe luego persona de mucha satisfacción que visite esta
Provincia y se satisfaga de la justificación con que se le pide llame al
dicho Comisario, para que, enterado de ella, lo ponga en ejecución.
Y lo mismo haréis al tiempc del Capítulo, dando a entender que en
ninguna manera se permitirá que el dicho Comisario sea extranjero,
pues basta que lo sea el General; y que para excusarlo, se. usará de
los medios que convenga, que no es bien dar a que las cosas lleguen
a este estado. En que también habéis de hacer los oficios que viéredes
ser necesarios con el Cardenal Montalto, Protector de esta Religión, a
quien escribo sobre ello, para que por su parte lo encamine. Y avisarme
héis del suceso que tuvieren las diligencias que hiciéredes, que en ello
recibiré de Vos agradable placer y servicio. Y sea, Muy Rdo. Cardenal,
mi muy amado amigo, nuestro Señor en vuestra continua guarda y
protección. De Madrid, a 29 de noviembre de 1617.— Yo el Rey» ( 15)-

4. Efectivamente, al P. Iluminado le llegó la orden de resignar


su cargo en uno de los Definidores, y escogió para sucederle justa­
mente al último de todos, el P. Gabriel de Villanueva, que no se lleva­
ba bien ni con dicho P. Comisario ni tampoco con el P. Policio (16).
Pero tal nombramiento no trajo, por desgracia, la paz y la calma
ni se aquietaron por eso los ánimos; antes bien comenzaron luego las
disensiones y los toces entre el P. Gabriel de Villanueva y el P. Sera­
fín, y, lo que fué aún peor, todo eso llevó a divisiones y bandos entre
los mismos religiosos, que se mostraban partidarios de uno o de otro.
Descontento y mal avenido el P. Serafín, enfermo como estaba
y casi impedido de la gota, se dió a escribir frecuentes cartas a Roma,
en las que refería cuanto sucedía en Castilla, indicando al mismo
tiempo la conveniencia de que la Custodia fuese gobernada por Padres
italianos; a su vez desacreditaba a los Padres más conspicuos que
había en Castilla y que podían ser nombrados Superiores, entre ellos

( 15) Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede.— Leg. 139, f. 191 .
Las palabras entre corchetes las hemos suplido por haber desaparecido del original
con la goma del sello.
( 16) A d e G r a n a d a , o s . c., p. 46 .
GOBIERNO DE CASTILLA

al P. Diego de Quiioga, que, por haber sido ya Provincial de Valencia,


mayores créditos tenía para ser designado (17).
Tales cartas del P. Policio llegaron, por arte del religioso que le
asistía en su enfermedad, a manos de otros, quienes sin pérdida de
tiempo enteraron al Rey de todo. Felipe III, sabedor del proceder del
P. Serafín, se sintió muy lastimado por ello, tanto más cuanto que todo
iba en contra de los religiosos a los que él tanto favorecía (18).
Con esto quedó el P. Serafín en muy mala posición ante el Rey
v ante los demás religiosos. N i vahó para enmendar la plana el que el
Nuncio interviniese con su autoridad en el asunto. El mal estaba hecho
y las cosas no podían volver atrás ni cambiar de curso (19).
En situación tan penosa y verdaderamente insostenible, eí Patriar­
ca, D . Diego de Guzmán, persuadió al P. Policio marcharse de Cas­
tilla; y, con pretexto de su quebrantada salud y necesidad de tomar
baños en Alicante, salió de la Corte y se encaminó a dicha ciudád,
donde, pasado un año, terminó sus días el 19 de abril de 1619.
Entre tanto que estos últimos y desagradables acontecimientos
tenían lugar, se celebraba en Roma el Capítulo General de la Orden,
e l.i de junio de 16x8, en el que Castilla fué erigida Provincia.

( 17) E! P. Quiroga fué elegido Provincial de Valencia el 30 de enero de 1615


y desempeñó ese cargo hasta el 19 de diciembre de 1618.—Cfr. A l i c a n t e , m s . c.,
pp. 423 y 483 .
( 18) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 49 .
( 19) F. d e G r a n a d a , o . c ., p. 52 .— M o n z ó n , ms. c., ff. 63 -64 .
CAPITULO VII
L a Provincia de Castilla

i. Castilla se eiige en Provincia.— 2. Su gobierno.— 3. P. Bernardino


de Ouintanar.— 4. P. Félix de Granada.— 5. El P. General visita
la Provincia.— 6. El P. Diego de Quiroga, tercer Superior Provináal.

1. Los acontecimientos narrados en el antecedente capítulo, rela­


tivo? al gobierno turbulento de Castilla, tuvieron afortunadamente una
solución satisfactoria, la única que se podía esperar y_ que exigían las
circunstancias, o sea, la erección de Castilla en Provincia, y consiguien­
temente, que su gobierno se llevase como en toda la Orden.
Ocasión propicia brindó para ello la celebración del Capítulo G e­
neral el 1 de junio de 1 6 1 8 , en el que no sólo se renovaron las peticio­
nes de los religiosos, sino que el mismo Felipe III intervino para con­
seguirlo, valiéndose de su embajador en la Ciudad Eterna, el Cardenal
Borja.
Así se lo había escrito ya con anterioridad por medio de la si­
guiente carta:
«Don Felipe por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de
Aragón, de Sicilia, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra y de las
Indias, etc.
M uy Rdo. en Cristo Padre Cardenal. M i muy caro y muy amado
amigo: Aunque por la que os escribí a 29 de noviembre pasado estaréis
con cuidado de procurar que el Capítulo General de los Capuchinos
envíe orden para que en esta Provincia se celebre Capítulo y elija
Provincial castellano, todavía por ser tan importante para el consuelo
de los religiosos que hostigados del rigor, aspereza y modo de proceder
del Comisario general pasado y temiendo que hará lo mismo otro cual­
quier extranjero, se hallan afligidos y temerosos de caer en sus manos,
me ha parecido escribir al Capítulo lo que va aquí, significándoles lo
que conviene y el gusto que tendré en ello, y os ruego y encargo muy
afectuosamente que dándoles mi carta y representando lo que os pare­
ciere de lo que dicho día os escribí y de la relación que os envié,
valiéndoos del Protector de esta Religión, a quien también escribo
LA p r o v in c ia d e c a s t il l a 85

sobre ello, procuréis con muchas veras disponer y encaminar este ne­
gocio de manera que tenga efecto lo que [palabra quemada], que en
ello recibiré de Vos agradable placer y servicio. Y sea Muy Rdo. Car­
denal mi muy caro y muy amado amigo, Nuestro Señor en vuestra con­
tinua guarda y protección. De Madrid a 10 de abril de 1618.— Yo el
Rey» (1).
Efectivamente: celebrado el Capítulo general, en el que fué ele­
gido Superior de toda la Orden el P. Clemente de Noto, el Cardenal
Borja pidió en nombre de su soberano, que Castilla fuese erigida en
Provincia, petición que asimismo hizo en nombre de todos los reli­
giosos el P. Bernardino de Quintanar, que asistía en calidad de Cus­
todio a dicho Capítulo.
A esos deseos accedió por fin el Definitorio genera!, determinando
que Castilla, al igual que otros varios Comisariatos, fuesen erigidos en
Provincias (2 ): «que en la Provincia de Castilla se hiciese Provincial
y fuese un Padre de ésta (Cataluña) a presidir en él y visitarla, que sea
el P. Fr. Dámaso de Castellar» (3).
Dicho P. Castellar, a la sazón Provincial de Cataluña «entró en la
Provincia con mucha cordura, sin quererse entremeter en otra cosa»;
reunió el Capítulo a fines de septiembre o principios de octubre en
el convento de El Pardo, siendo elegido Ministro Provincial el P. Ber­
nardina de Quintanar, y Definidores los PP. Buenaventura de Zamora,
Agustín de Granada, Bernardino de Segovia y Antonio de Segovia (4).
Acabado el Capítulo, el P. Castellar se volvió a su Provincia y los
religiosos quedaron muy contentos y muy en paz (5), después de ver
erigida Castilla en Provincia, con sus siete conventos: cinco en tierras
castellanas y dos en Andalucía.

2. Desde entonces comienza a tener Castilla vida propia e in­


dependiente en cierto modo, y asimismo se abre para ella un nuevo
período de expansión, al cesar la prohibición impuesta por el P. General
anterior de no poder admitir nuevos conventos, y justamente, al ce­
lebrarse ese primer Capítulo Provincial, se designa al P. Jerónimo de
Salamanca come Superior del convento de Toro «para cuando se to­
mase dicha fundación» (6).
A partir de esa fecha también comienzan a celebrarse con regulari-

( 1) Original de la carta en Archivo de la Embajada de España ante la* Santa


Sede. Leg. 139, f. 193.
(2) Cfr. F e l i c e d a M a r e t o , O. F . M . Cap., Tavole dei Capitoli Generali,
o. c., pp. 119- 121.
(3) Libro de los Actos Capitulares de la Provincia de Cataluña, ms. c., f. 20 .
(4 ) F . d e G r a n a d a , o. c., p . 52 .— C ó r d o b a , Brevis notitia, o . c., p. 7 . — Erario
divino, o. e., p. 7 .— A . d e G r a n a d a , ms. c., p. 59 .
(5) A. d e G r a n a d a , ms. c., p . 60 .
(6) Ibid.
86 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

dad los Capítulos Provinciales, cada año, por el mes de octubre, y en


el convento de Madrid o de El Pardo. En ellos prácticamente se elegía
por un trienio consecutivo el. mismo P. Provincial, pero en cambio se
renovaban anualmente los Definidores y los Guardianes.

3. El primero que desempeñó el cargo de Provincial fué, como ya


dejamos dicho, el P. Bernardino de Quintanar, que gobernó Castilla
hasta octubre de 1621. Fué religioso de genio activo y emprendedor,
que no paraba en dificultades ni estaba acostumbrado a dejar las em­
presas a medio hacer.
Había tomado el hábito en la Provincia de Cataluña el 7 de sep­
tiembre de 1592, cuando contaba dieciséis años de edad, y se ordenó
de sacerdote en 1599. En 1611 era predicador y aún no había venido
a ,Castilla, donde lo encontramos en 1614 de Superior de Granada, pa­
sando luego con el mismo cargo a Salamanca en 1615. Luego es elegido
Definidor y Custodio general (1617-1618) y por fin Ministro Provin­
cial (1618) (7).
Era excelente predicador y, aun siendo Superior de Salamanca, en
1615, fué llamado a Barcelona a predicar la Cuaresma (8).
La Provincia de Castilla tiene que agradecerle la fundación de cua­
tro nuevos conventos: Cubas, Málaga, Toro y Jaén. Pero también te­
nemos que decir que su gobierno no fué del agrado de todos, debido
sin duda a su carácter impetuoso, duro y poco complaciente. Todo eso
dió motivo a bastantes quejas que contra él se hicieron al P. General,
el cual, al llegar en 1622 a la Provincia, le «visitó rigurosamente y, por
quietar la multitud de los quejosos, envió al P. Fr. Bernardino a Cata­
luña, no obstante que era castellano»; castigo que el P. Quintanar llevó
con ejemplar paciencia y sin dar la menor queja (9). No obstante eso,
el mismo P. General consignaba lo siguiente en las ordenaciones cue
dió luego a la Provincia de Cataluña: «Tenga por recomendado al
P. Fr. Bernardino de Quintanar durante el tiempo que esté en esta
Provincia, colocándolo de familia en un lugar cómodo y poniendo en
su compañía el compañero que trae de Madrid» (10).
No sabemos cuándo haya vuelto el P. Quintanar a la Provincia.
Pero no desempeñó cargo alguno en adelante, y al dividirse la Pro­
vincia de Castilla debió quedar en la Custodia de Andalucía, en la que
tampoco ejerció otros cargos. Figura sin embargo predicando en
¿a inauguración del convento de Sanlúcar el año 1635, luciendo sus

(7) C a r r o c e r a , Necrologio, o. c., p. 305, 9 de noviembre.


(8) Archivo de la Corona de Aragón.— Fondos Monacales.—Leg. 58 , t. 4 .0, f. 22 .
«Libro de todas las cartas. Cartas misivas», n.° 6 , Carta del Nuncio (Madrid 27 de
agosto de 1615), sobre el P. Quintanar. ’
(9 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 71 .
( 10) Archivo Provincial de les Capuchinos de Cataluña. Ordenaciones del P. G e­
neral en italiano, n.° 7 . Aunque no ponen año, creemos se refieren a estas fechas.
LA PROVINCIA DE CASTILLA 87

grandes dotes oratorias, y después termina sus días en el de Sevilla


en 1Ó41 (11).

4. Por una coincidencia singular, en ese mismo año 1641 moría


también y en tierras castellanas, en Torrijos, su sucesor el P. Félix de
Granada, elegido para Ministro Provincial de Castilla en octubre de
1621.
Había tomado también el hábito en Cataluña en 1596, pero luego
había formado parte de la Provincia de Aragón, de donde pasó a Cas­
tilla poco tiempo después de la fundación del convento de San Antonio
del Prado.
Aunque siempre se firmaba como natural de Granada, los cronistas
afirman que su patria fué Andújar, y allí fué tenido siempre como «uno
de los más nobles caballeros de aquella ciudad», descendiente de los
Duques de Maqueda y de Nájera y pariente muy cercano (12).
Era a su vez hombre emprendedor y había trabajado grandemente
por la propagación de la Orden, sobre todo en Andalucía, ayudando lo
mismo con su influencia que con su predicación. Tal sucedió, por
ejemplo, en la fundación de Antequera, de la que fué Presidente los
primeros años, y asimismo más tarde, en 1619, ayudó al P. Jerónimo
de Salamanca a vencer las dificultades surgidas en la fundación de!
convento de Toro, cuando estaba de Guardián de Salamanca.
Al poco tiempo de ser elegido Provincial dió comienzo a la visita
de los conventos, haciéndola primero en Castilla, pasando luego a An­
dalucía, aun antes de finalizar el año 1621 (13).
Movido sin duda del aplauso con que fué recibido en su ciudad
natal, Andújar, concibió el proyecto de fundar allí un convento, y, no
obstante las muchas dificultades salidas al paso, por fin logrósu intento
en ios primeros meses del año siguiente.
Pero cuando más atareado se hallaba en aquella fundación, recibió
la noticia de que había llegado a la Corte el P. Jacinto deCasal, ca­
puchino italiano, que venía como embajador del Emperador Fernan­
do II al Rey de España y, al mismo tiempo, en nombre de! Sumo
Pontífice, para tratar del socorro de Alemania por una partey por
otra para que se diese al Duque de Baviera el electorado (14).
Entró en Madrid el 16 de diciembre de 1621 con «ruido de auto­
ridad, en su coche y acompañado de un canónigo italiano; traía por

( 11) V a l e n c in a , o. c., t. II, p. 359 , y t. I II , pp. 55-6 .— B. de C arrocera,


Necrologio, o. c., p. 305 , 9 de diciembre.
( 12) V a l e n c i n a , o. c., I, p. 214 .—A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 70 .
( 13) F é l i x d e G r a n a d a , o. c., p. 58 .
( 14) Archivo de Simancas.—Estado. Leg. 2851 y K - 1456, ff. 187, 191 y 195.
Hay aquí abundante documentación sobre el viaje a España del P. Jacinto de Casal:
cartas del Emperador a D. Baltasar de Zúñiga, a Felipe IV y al propio P. Casal
en que se expone la finalidad de su embajada.
88 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

compañero a Fr. Alberto», un hermano lego italiano, que antes había


sido echado de la Corte (15).
Para mejor conseguir su intento y juntamente le ayudase, el P. Ca­
sal mandó venir a Madrid al P. Diego de Quiroga, quien, después de
haber cesado de su cargo de Provincial de Valencia, se había retirado
al convento de Murcia (16).
Sin que sepamos la causa, la venida del P. Quiroga «alteró los
ánimos de algunos y principalmente del P. Fr. Félix de Granada, que
actualmente era. Provincial, y en esta ocasión estaba ausente visitando
los conventos de Andalucía; así como lo supo, partió al punto para
Castilla, como adivinando era mucha persona el P. Fr. Diego para, una
vez vuelto a la Provincia, el estado y asiento de sus cosas no padeciesen
notable alteración, como no se engañó, así por ser el P. Fr. Diego muy
bien afecto a todos como por la grandeza de su talento, prudencia y
otras muchas buenas partes que le hacían bien visto y deseado; al con­
trario, el gobierno presente era duro, violento y no encaminado a la
blandura, paz y sosiego que nuestro estado pide, übrando en la saga­
cidad de alguna alterada violencia lo que por otros caminos no se podía
sustentar, que cayó con facilidad, teniendo con este sujeto con que
poder mejorarse el estado de la Provincia pues parece salió a nuevos
aires de vida» (17).
Por otra parte el carácter del P. Félix de Granada era muy pare­
cido al del P. Bernardino de Quintanar, y por desgracia aquel «era más
rígido y menos amable y en extremo desgraciado en la elección de
amigos, siendo él finísimo con los que tenía por tales, de lo cual se
siguió dar muchas quejas de él al P. General» (18).
Efectivamente: fueron muchas las quejas que se levantaron con­
tra él, debidas a su carácter y a su modo de gobernar, como había su­
cedido también con su antecesor el P. Quintanar. De todo eso se en­
teró suficientemente el P. Jacinto de Casal durante los cuatro meses
largos que permaneció en Madrid; por eso, regresando a Italia, se
encontró de camino con el P. General, Clemente de Noto, «a quien
informó bastantemente del estado en que se hallaba la Provincia y
del descontento con que todos se hallaban del gobierno presente» (19).
Con todo lo cual «el P. General entró sobradamente desazonado en
Castilla con los dos Padres Fr. Félix y Fr. Bernardino» (20).

(1 5 ) F . d e G r a n a d a , o . c ., p . 5 9 . — C f r . t a m b i é n M o n z ó n , m s . c . , f . 6 4 : Venida
del P. Fr. Jacinto de Casal a España.
(1 6 ) F. de G r a n a d a , o . c ., p . 5 9 .— A . d e G r a n a t i a , p . 7 1 . — C f r . t a m b i é n n u e s ­
tro Ei P. Diego de Quiroga diplomático y confesor de reyes
t r a b a jo : (1 5 7 4 -1 6 4 9 ),
en Estudios Franciscanos, 5 0 ( 1 9 4 9 ) , p p . 7 1 - 1 0 0 .
(1 7 ) M o n z ó n , ibid.
(1 8 ) A. de G ranada, m s. c ., p. 71.
(1 9 ) M o n z ó n , m s. c ., f. 6 4 v.
(20 ) A. de G ranada, •bid.
LA PROVINCIA DE CASTILLA 89

5. Llegó a la Provincia a fines de octubre de 1622 y, tan «luego


como entró, se vió bien cuán dueño estaba de todo, obrando de tal
manera que lo mudó todo cuanto tocaba al gobierno pasado, desha­
ciéndose como humo lo que parecía según la prudencia humana no
era fácil de desbaratarse; que así ruedan las cosas y están sujetas con
los no imaginados accidentes a repentinas mudanzas» (21).
Y , después de visitar los conventos de Castilla y «rigurosísimamen-
te» a los dos mencionados Padres, sin pasar a Andalucía, convocó el
Capítulo Provincial que se celebró en Madrid el 11 de diciembre, en
el cual «por mayor conveniencia renunció el Provincial, y fué elegido
el P. Fr. Diego de Quiroga; también renunciaba públicamente, cuan­
do fué llamado, y no quiso el P. General admitir la renuncia» (22).
Como castigo mandó al P. Quintanar a Cataluña, y al P. Félix de
Granada privó «por tres años de ambas voces», pena que cumplió en
uno de los conventos de Andalucía. Luego, al dividirse Castitilla y for­
marse la Custodia de Andalucía, desempeñó el P. Granada casi sin
interrupción el cargo de Definidor hasta 1635 en que es nombrado
Comisario general; es, al mismo tiempo que Definidor, Guardián de
varios conventos, y asiste a la fundación de Sanlúcar y de Cabra. Fi­
nalmente, sin que sepamos la causa, al hacer la visita de Andalucía el
P. General, Juan de Moncalieri, en los primeros meses de 1640, lo
envió a Castilla «por echarlo de Andalucía», muriendo al año siguien­
te en Torrijos, villa de su pariente el Duque de Nájera (23).
No obstante lo que antecede, no podemos por menos de confesar
que, aparte de las fundaciones de nuevos conventos llevadas a cabo
por los dos primeros Provinciales que tuvo Castilla, es gloria suya el
haber organizado debidamente los estudios y asimismo las casas de
noviciado, de tal manera que desde entonces la formación de los as­
pirantes se llevó a cabo no en varios conventos y en grupos disgrega­
dos y poco numerosos, sino en noviciados expresamente designados
v a propósito, uno en Castilla, el de Salamanca, y otro en Andalucía,
el de Granada, a donde eran enviados cuantos pedían el ingreso en
la Orden.

6. Esa labor de organización la habría de proseguir el P. Diego


de Quiroga, sucesor del P. Félix de Granada en el cargo de Provin­
cial. Castilla comenzó entonces a gozar de paz y los ánimos se aquie­
taron grandemente con su elección «que llenó de gozo y consuelo a

(2 1 ) M on zón ,ibid.
(2 2 ) F. d h G r a n a d a , o . c ., p . 6 0 . — A . d e G r a b a b a , p . 7 2 .
(2 3 ) A. d e G r a n a d a , p . 7 c , e n nota marginal, que parece ser del P. Pablo de
Granada.— Cfr. V a l e n c i n a , I II , p. 56 .—B. d e C a r r o c e r a , Necrologio, p. 88 , 2 de
abril.—Libro de los Religiosos Difuntos de Menores Capuchinos... de Andalucía,
año 1641 (Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 46 / 00001 ).
90 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

todos los Padres del Capítulo y al resto de la Porvincia, teniéndose


por dichosos en ser gobernados de sujeto tan experimentado, tan re­
ligioso y prudente; no salieron sus esperanzas vanas, porque el acierto
fué tal como se esperaba de sujeto tan grande» (24).
Entre otras medidas que tomó, una fué hacer venir a la Provincia
algunos que en años anteriores la habían dejado por los motivos indi­
cados, entre ellos el P. Agustín de Granada, que volvió de Valencia
a donde se había retirado en la Cuaresma de 1620, siendo luego en­
viado a Málaga de predicador (25).
Asimismo en el Capítulo en que fué elegido Provincial, dió dos
ordenaciones que luego se repetirán en la mayor parte de los Capítu­
los. Por la primera mandaba que los religiosos no hablasen con mon­
jas sin licencia del P. Provincial, y la segunda prescribía que, al hacer
la visita de los conventos el P. Provincial, cada religioso debía firmar
de su puño y letra 1o que le dijera y expusiera, debiendo ser castiga­
dos los celantes e indiscretos que decían con mentira o con falta de
sinceridad el hecho que deponían (26).
N o queremos por ahora hacer la apología del P. Quiroga: de él
hemos de hablar con detención más adelante. Vino a Castilla en les
primeros días de la fundación de San Antonio del Prado, procedente
de la Provincia de Cataluña, donde había tomado el hábito. Ya hemos
hecho destacar en capítulos anteriores su labor en pro de la extensión
de la naciente Provincia de Castilla por medio de la fundación de
conventos. Por desgracia en el tiempo que gobernó la Provincia, des­
de diciembre de 1622 hasta el 18 de mayo de 1627, sólo se pudo
efectuar una nueva fundación, la de Villanueva del Cárdete, más que
por otra causa, por haber estado sobradamente ocupado en otros gra­
ves asuntos que llenaron su atención y sus actividades.
En efecto: cuando, apenas terminada la visita de los conventos
de Castilla, se disponía a pasar a Andalucía a cumplir ese mismo de­
ber, llegaba a Madrid de incógnito el Príncipe de Gales, el 17 de
marzo de 1623. Las intenciones que le guiaban al emprender este
viaje era la pretensión de concertar su matrimonio con la infanta M a­
ría de Austria, hermana de Felipe IV. A su llegada se levantó en la
Corte un tremendo revuelo. Se organizaron en su honor torneos y fies­
tas, y entre ellas no faltaron tampoco las religiosas. Para obtener su
conversión se celebraron en los tres últimos días de Semana Santa

(24 ) Monzón, ms. c., p. 432 , Vida del M. Rdo. Padre Fr. Diego de Quiroga,
Confesor ds la Señora Emperatriz Doña María de Austria y de la, Serenísima In­
fanta María Teresa de Austria.
(2 5 ) F. d e G r a n a d a , o. c ., p. 6 5 . — A . d e G r a n a d a , m s . c . , pp. 6 5 y 7 2 . — Su­
cesión..., m s . c ., f. 5r.
(26 ) Cfr. d e G r a n a d a , ms. c., p. 74 , donde dice que esas normas las
A g u s t ín
fué estableciendo el P. Quiroga al hacer la visita de los conventos. El ms. Suce­
sión..., f. 5r., dice en cambio que se dieron en el Capítulo.
LA PROVINCIA DE CASTILLA 91

procesiones de penitencia, cuya descripción causa espanto por las mu­


chas y extraordinarias mortificaciones que entonces se hicieron. Tam­
poco faltaron en ellas los Capuchinos, que organizaron a su vez la
suya (27). Ni fué menos notable la que tuvo lugar con motivo de la
festividad del Corpus, presenciada por el de Gales, a la que asistieron
muchos religiosos de todas las Ordenes, entre otros, 126 Jesuítas, 65
Trinitarios Descalzos, 52 Carmelitas Descalzos, 1Ó4 Agustinos, 194
Observantes y Descalzos y 88 Capuchinos (28).
Pero’ ya antes de esa fecha se había tratado sobre lo que debía
hacerse respecto del pretendido matrimonio. Se formó una junta de
teólogos, y entre ellos se contaba también el Provincial de Castilla,
P. Diego de Quiroga; se tuvieron numerosas reuniones que se pro­
longaron hasta fines de mayo; hubo negociaciones, promesas, conve­
nios por una y otra parte; pero a fin de cuentas nada se consiguió (29).
Se quiso hacer un. último esfuerzo, y fué el que algunos intenta­
sen la conversión del Príncipe, teniendo una entrevista con él sobre
materias religiosas. Para ello fueron elegidos el corifesor del Rey y el
P. Quiroga, quien se había dado ya a conocer por lo acertado de sus
consejos en las juntas de Estado habidas cuando el P. Casal se encon­
traba en Madrid (30).
Para mejor conseguir lo que se intentaba el P. Quiroga hizo venir
al P. Pedro de Barbastro, Capuchino de la Provincia de Aragón y teó­
logo consumado; que había sido antes de entrar en la Orden catedrá­
tico de la Universidad de Huesca. Por su parte el P. General, noticio­
so de lo que pasaba, envió a su consultor de visita, el P. Zacarías Bo-
verio, también insigne teólogo y «persona tan grave y tan versado en
las disputas contra los herejes, como lo muestran sus obras» (31).
Los tres Padres mencionados, juntamente con el confesor del Rey,
tuvieron con el Príncipe de Gales una junta o conversación sobre re­
ligión, estando también presente el Conde-Duque de Olivares y Buc­
kingham. Duró la conferencia tres horas y media, pero nada se consi­
guió (32), como nada se logró tampoco con el libro que el P. Boverio

(27 ) M o n z ó n , ms. c., 1 72 - De una procesión que hizo la Religión un Jueves


Santo por orden de Su Majestad cuando vino a España el Príncipe de Gales.
(28 ) C u . Noticias de Madrid, 1621 - 1627, ed. de A n g e l G o n z á l e z P a l e n c i a ,
Madrid, 1942, p. 64 .
(29) C f r . M . d e T o r r e c i l l a , o . c ., p. 296 , donde habla particularmente de la
reunión que se tuvo en palacio el 26 de mayo de 1623, en la que sé tomaron
acuerdos decisivos.—C ír. también Copia del papel que el Príncipe de Gales envió
como respuesta a otro de S. M., enPapeles deJesuítas, t. 71 , n.° 26 , y t. 75 ,
n.° 102(Biblioteca de la Academia de laHistoria), y nuestro artículo arriba citado
en Estudios Franciscanos, 50 ( 1949), pp. 78 - 80 .
(30) Cfr. M o n z ó n , ms. c., pp. 432-3
(31) F. d e G r a n a d a , o. c., p. 62 .
(3 2 ) M o n z ó n , ms. c.,f . 7 2 .
92 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

expresamente compuso para él, tal vez por indicación del Nuncio, «en
muy breve tiempo, como es en menos de veinte días, y sacó a luz,
dedicado al mismo Príncipe, en que trató agudísimamente las materias
oresentes, refutando errores que podían estorbar los intentos» (33).
El hecho fué que el de Gales, sin haberse convertido y sin haber lo­
grado sus deseos de casamiento, se volvió a su país el 9 de sep­
tiembre (34).
Otro asunto, bastante desagradable por cierto, tuvo también ocu­
pado al P. Quiroga en este tiempo, y en su resolución mostró bien
claramente su celo y su amor a la Orden. Un P. Guardián de la Ob­
servancia hizo imprimir en Salamanca los opúsculos del P. Sosa, en­
tre los cuales está el que compuso contra los Capuchinos y del que
ya hemos hecho mención en esta historia (35). Y para colmo otro

(33 ) F. d e G r a n a d a , ibid. La obra del P. B o v e r i o lleva el siguiente título:


Orthodoxa consultatio de ratione verae fidei el Religicmis amplectendae ad Sere-
nissimuni Carolum Walliae Principem, Jacobi I Magnas Britanniae Regis filium ac
Regtii successorem juratum, in suo in Hispamos adventus..., auctore R. P. F. Z a c c h a -
r i a B o v e r i o S a l u t i e n s i , Ord. Min. S . Francisci, qui vulgo Capuccini nuncupantur.
Matriti, apud Thomam Junti, Typographum Regium, M JD CXXIII. Conocemos otras
dos ediciones de esta obra, una hecha en Viena, 1626 , y otra en Madrid, 1633.
En esta obra, escrita en latín elegante y clásico, aunque algo enfático, la firma
su autor er. el convento de Madrid «tertio idus Julii 1623», esdecir, el 13 de
julio, y en el mes de agosto ya estaba terminada su impresión. En ella expone
las notas que debe tener la verdadera Iglesia, y en 3a segunda parte prueba cómo
solamente en la Iglesia Católica se cumplen adecuadamente esas notas, terminando
con una fervorosa peroración en que invita al Príncipe a convertirse y así conseguir
la mano de la Infanta de España.
(34) C fr.: Relación de la partida del serenísimo Principe de Vvalia, que fue
a nueve de Setiembre deste año de 1623, Madrid, 1623, impreso: 2 hojas (B. de la
Academia de la Historia, Papeles de Jesuítas, t. 61 , n.° 25).
«Culpóse—dice un historiador— , y no con motivo, a Olivares; se achacó a la
altivez de Buckingham; se habló de las dilaciones y entorpecimientos en Madrid
y en la curia romana para conceder dispensas, y fatigaron al príncipe las juntas de
teólogos y la catequesis de indiscretos predicadores. Mucho trabajaron y de buena
fe el Conde Bristol y nuestro Gondomar, pero la causa verdadera de no llevarse
a cabo el matrimonio, yace en el secreto. Los dos príncipes se gustaron, pero pro­
bablemente las cancillerías no eran sinceras: España acaso por escrúpulos religio­
sos e Inglaterra por intereses políticos» (A. B a l l e s t e r o s y B a r e t t a , Historia de
España y su influencia en la Historia Universal, IV, primera parte, Barcelona, 1926 ,
225 ). Otro historiador, en cambio, añade por su cuenta: «El Conde de Olivares in­
tervino, además, con un espíritu de intransigencia religiosa que acabó por desco­
razonar a Carlos de Inglaterra, que, al fin, se fué con la desilución y el despecho
anegadof en un torrente de regalos magníficos» (G. M a r a ñ ó n , El Conde-Duque de
Olivares (La pasión de mandar), Madrid, 1936, 52 ). Lo que podemos añadir a todo
esto es que Urbano V II I , en un Breve dirigido al Conde-Duque (27 de abril de
1624), alaba al de Olivares , por haberse opuesto al dicho casamiento por motivos
de Religión con estas palabras: «Hemos oído ahora al amado hijo Fr. Zacarías,
Sacerdote Capuchino, cuánto más estimas el buen nombre que las muchas riquezas»
(,Semanario erudito de V a l l a d a r e s , I I ( 1788), p. 216 ).
( 35 ) Tratados del Ilustrissimo y Reverendissimo Señor Don F r . F r a n c i s c o d e
S o s a .., o. c ., S a la m a n c a , 1623.
LA PROVINCIA DE CASTILLA 93

religioso de la Observancia, el P. Juan de la Solana, publicaba tam­


bién por ese mismo tiempo otro folleto, cuyo título desconocemos, en
el que indirectamente se atacaba a los Capuchinos, ya que en él se
intentaba probar «que la Regular Observancia de los Frailes Menores
de San Francisco es su legítima y verdadera religión». Contra dicho
opúsculo, que constaba de 22 hojas de a folio, salió inmediatamente d
P. Quiroga, llevando el asunto al Supremo Consejo de la Inquisición
V probando ante los Inquisidores cómo, según las Bulas de los Sumos
Pontífices, los Capuchinos eran verdaderos Frailes Menores e hijos
legítimos de San Francisco. Por lo cual el Santo Oficio de la Inqui­
sición ordenó recogerlo (Toledo, 23 de junio de 1623), ya que en él
«se hallan algunos errores contra nuestra santa Fe Católica»; al Padre
Solana se le mandó salir de Madrid, aunque luego, al reconocerse,
el Nuncio, con fecha de 16 de septiembre, revocaba la orden de des­
tierro (36).
Desembarazado ya el P. Quiroga de esos asuntos, emprendía la
ardua misión de visitar les conventos de Andalucía. Justamente el
invierno se echó encima, y fueron tales las incomodidades que sufrió,
los peligros en que se encontró, los trabajos de frío, agua y nieve que
le fuá forzoso soportar, lo mismo al pasar de Castilla a Andalucía por
Sierra Morena, que luego en la visita de aquellos conventos, que por
propia experiencia vino a conocer la gran conveniencia de que se di­
vidiese la* Provincia. Y , una vez terminada la visita, al celebrarse el
Capítulo Provincial en Madrid el 11 de mayo de 1624, en el cual íué
reelegid), allí mismo expuso ante los Capitulares la necesidad de lle­
var a cabo tal división, la que se efectuó, como veremos en otro ca­
pítulo, el año 1625 (37).

(36 ) U n ejemplar del mencionado decreto de la Inquisición hemos visto en el


Archivo Provincial ide Capuchinos de Valencia, Carpeta I, Leg. 98 , números 1.396
y 1.397 . E l P. T o r r e c i l l a , Apolegema, etc., o. c., p. 3-4 , lo copia también al pie
de la letra.
(37) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 76 .
CAPITULO VIII
A u t o r iz a c ió n para nuevas f u n d a c io n e s

i. Permiso del Rey para 3 6 conventos.— 2. El de Cubas.— 3. El de


Málaga.— 4. El de Toro.— 5. El de Jaén.— ó. El de Andújar.

1. Hemos hecho notar que la fundación de conventos en Castilla


llevó un ritmo verdaderamente acelerado hasta 1614. Mas a partir de
ese año todo se paralizó. Varias fueron las causas; entre ellas no fué la
de menos alcance los pocos deseos del P. Serafín de Policio de que
se multiplicasen los conventos, a fin de que Castilla continuase siendo
Comisariato (1).
A ello se añadieron las dificultades externas y contradicciones que
en todas partes se levantaban, mayormente porque el Consejo se mos­
traba poco propicio a nuevas fundaciones. En vista de lo cual los Su­
periores se vieron obligados a tomar las convenientes medidas, entre
otras, acudir al Rey (2).
Bien es cierto que, según propia confesión de Felipe III, al dar
su licencia para fundar en Toledo, la Orden Capuchina «tiene Ucencia
nuestra para fundar monasterios en estos nuestros reinos, aunque siem­
pre que se ofrezca fundar alguno se nos haya de dar cuenta de ello
nara que en particular la concedamos» (3). Pero, aun así eran muchos
[os reparos que se ponían para fundar, y, deseando más libertad de
acción y más amplia licencia, para conseguirla de Felipe III aprove­
charon la ocasión del casamiento del Príncipe Felipe con Isabel de
Borbón y de la Infanta Ana de Austria con Luis X III de Francia en
1615. Se consiguió, afectivamente, pero no tan general como se de­
seaba, bien fuese a instancias del propio P. Serafín, o bien, lo que pa­
rece más probable, por exigencias del Consejo, que limitó, el número
de fundaciones a solas 3 6 ; 12 en Castilla la Vieja, 12 en la Nueva y
12 en Andalucía; al propio tiempo se señalaron los lugares donde po-

( 1) A. d e G r a n a d a , m s . c., p. 26 .
(2 ) Ibid., p p . 3 7 - 3 8 .
(3) Simancas.— Cédulas de Cámara, Libro 179, ff. I 78 v.-i 79 r.
AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES 95

dían llevarse a cabo (4). «Es constante— escribe el P. Torrecilla— que


ej señor rey Felipe III con santo celo concedió a mi Sagrada Religión
de los Capuchinos que pudiesen fundar generalmente todos los con­
ventos que les pareciese convenir en ambas Castillas, Vizcaya, Galicia
y Andalucía. De esta concesión resultaron gravísimas contradicciones
que hicieron los Padres Observantes; lo cual ocasionó que S. M . die­
se decreto para que se suspendiesen las fundaciones, y remitió el ne­
gocio al Consejo Real de Castilla para que consultase sobre ello, y,
después de madura deliberación, sé consultó a S. M . que la concesión
general se limitase a treinta y seis convetnos en ambas Castillas, León.
Asturias y Andalucía, doce en Castilla la Nueva y otros doce en Cas­
tilla la Vieja o en las demás partes referidas, y S. M . fué servido de
hacer la concesión en la forma de la consulta y en ejecución de ella
se han hecho algunas fundaciones, oponiéndose siempre a cualquiera
los Padres Observantes y los Descalzos animosamente» (5).
La mencionada concesión para la fundación de los 36 conventos
fué dada por Felipe III el 10 de marzo de 1616 (6), y en virtud de
ella se hicieron las fundaciones de Toro y Málaga y aun quizás la d<?
Cubas, sin llenar otros requisitos. De todos modos no se usó para nada
de dicha licencia hasta 1619, y a punto estuvo de ser anulada por la
concesión del servicio de millones hecha por las Cortes en 1621.
El 6 de junio de 1618 remitía Felipe III al Presidente de Castilla
c¡na proposición para que el Consejo estudiase el remedio de ia des­
población de España. El Consejo, después de maduro examen, propu­
so a S. M ., el 1 de febrero de 1619, siete medios, a su modo de ver,
<eficaces para la población del reino». Entre ellos el sexto era: «Oue
se tenga la mano en dar licencias para muchas fundaciones de religio­
nes y monasterios, y que se suplique a S. Santidad se sirva de poner
límite en esta parte y en el número de los religiosos, representándole
los grandes daños que se siguen de acrecentarse tanto estos conventos
v aun algunas religiones, y no es el menor el que a ellas mismas se
les sigue, padeciendo con la muchedumbre mayor relajación de la que
fuera justo, por recibirse en ellas muchas personas que más se entran
huyendo de la necesidad y con el gusto y dulzura de la ociosidad, que
por la devoción que a ellos les mueve... Para lo cual no sería medio
poco conveniente que no pudiesen profesar de menos de veinte años,
ni ser recibidos en la religión de menos de dieciséis: que Su Santidad,

(4 ) A . de G ranada, ibid.
(5) M. d e T o r r e c i l l a , O. F. M. Cap., Consultas, a l e g a t o s , apologías y otros
tratados, etc., t. I, 2 .a ed., Madrid, 1702, p. 386 , n.° 52 .—Cfr. también Alegatos,
apologías, etc., t. I II , Madrid, 1697, PP- 331-33-
(6) A. H. N.— Consejos, Leg. 7 .117, n.° 25 .—No hemos podido dar con !a
Cédula original, quizás porque «se ocultó en el mismo oficio donde se había des­
pachado», y con la venida luego del P. Iluminado de Mesina por Comisario no
se preocuparon los Superiores de sacarla a luz (Cfr. A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 38).
96 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

vistas las causas tan justas como se le representarán, podría expedir


Breve para que esto se guardase en estos reinos de España, especial­
mente en esta corona de Castilla» (7).
Esas mismas peticiones habían sido ya formuladas en 1604 y 1610.
Por fin el Rey, cediendo a la imperiosa necesidad en que se encon­
traba el erario público, admitía el servicio de millones en 1621, a con­
dición de no dar permiso por sí y ante sí para fundación de nuevos
conventos (8).
No obstante eso los Capuchinos quedaron exceptuados por haber
obtenido anteriormente licencia para fundar 36, como se vió práctica­
mente al tratar de la fundación del convento de Andújar en 1622 (o),
v asimismo reconoció el Consejo de Castilla en 1629 al afirmar: «Su­
puesto que los dichos Capuchinos tienen licencia anterior a la prohi­
bición de que se funden monasterios, y decretos de V. M . para edi­
ficar el número de casas que proponen y que toda la dificultad consiste
en la contradicción que han hecho los Frailes Descalzos...» (10).
Sin embargo de esa concesión, bastante amplia a fin de cuentas, en
la práctica y para la generalidad se exigió también el permiso del
Consejo, que lo dió o negó según los casos y los informes recibidos;
más tarde se estableció una norma fija para todos.
No sabemos a punto cierto las ciudades o sitios señalados en las
dos Castillas por Felipe III para poder fundar, a excepción de Toro
*• Segovia; los de Andalucía eran los siguientes: Sevilla, Málaga, Cá­
diz, Córdoba, Jaén, Jerez, Ecija, Sanlúcar, Ronda, Osuna, Lucena y
Morón ( n ) .
En virtud de esos permisos y durante el gobierno de los tres pri­
meros Provinciales de Castilla, PP. Quintanar, Granada y Quiroga, se
llevaron a cabo, antes de la división de la Provincia (1625), las cinco
siguientes fundaciones: Cubas, Málaga, Toro, Jaén y Andújar.

2. C o n v e n t o d e C u b a s . — Numerosas habían sido ya las peticiones


hechas para nuevas fundaciones hasta 1619; prácticamente no se pu­
dieron atender por falta de personal y oposición de los Descalzos prin­
cipalmente, y también por la negativa de los religiosos a oír confesio­
nes de seglares, en lo cual no hicieron otra cosa sino seguir la norma
trazada por las Constituciones, aunque «habiendo ya mostrado la ex-
oenencia ser conveniente no negarse a la administración de este sacra-

( 7) Cfr. P e d r o F e r n á n d e z N a v a r r e t e , Conservación de monarquías y discur­


sos políticos sobre la gran consulta que el Consejo hizo al Señor Rey Don Felipe
Tercero, 4 .a ed., Madrid, 1792, pp. 28 -29 .
(8 ) A . d e G r a n a d a , m s . c . , p. 7 0 . — F . d e G r a n a d a , o . c ., p. 60.
(9 ) Ibid. V
( 10) A. H. N.—Consejos, Leg. 7 .117, n.° 35 .
(1 1 ) V a l e n c i n a , o . c ., I , p. 60.
Lam . I
AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES 97

mentó, los que con vida y doctrina se suponen más aptos a ella» (12).
Ofreció esta fundación en Cubas el Marqués de Pobar, D . Enrique
de Guzmán, que era señor de la villa. No era a la verdad muy acep­
table, porque Cubas, aunque en tiempos pasados había llegado a tener
hasta cien vecinos, había venido muy a menos en población y en ri­
queza (13). No obstante, en atención a las instancias del Marqués que
por otra parte se comprometió a dar lo necesario para el culto y sus­
tento de los religiosos, y, más que todo, teniendo en cuenta que distaba
cinco teguas de Madrid y siete de Toledo y era consiguientemente
buen paso entre ambos conventos, se recibió.
El mismo Marqués se encargó de sacar las oportunas licencias del
Consejo y del Ordinario, y, para que más presto se llevase a efecto la
fábrica del convento, el Dr. D. Francisco González de Sepúlveda, M é­
dico del Rey y de la Inquisición, ofreció d?.r (12 de enero de 1619}
unas casas que tenía próximas a la ermita de San Blas, con su huerta
y olivar, que llevaba más de una fanega de sembradura, y un caño de
agua de sus fuentes (14).
Con tan buenos principios se tomó la posesión en la mencionada
ermita de San Blas el 3 de febrero de 1619. Los religiosos quedaron
hospedados en la casa del Dr. Sepúlveda, que desde aquel momento
se convierte en insigne bienhechor y gran amigo de Ja Orden.
Mas, a pesar de todas las promesas del Marqués, el tiempo iba
pasando y nada se hacía, hasta que los Superiores se decidieron a pe­
dirle cediese su patronato a favor del Dr. Sepúlveda. Este, no sólo lo
recibió con extraordinarias muestras de satisfacción y alegría, sino que
inmediatamente puso manos a la obra y comenzó a reunir materiales
para la fábrica del convento e iglesia, y sin pérdida de tiempo dió
principio a la edificación, empleando gran número de operarios. Des­
graciadamente, el de Pobar, viendo que la fábrica marchaba rápida­
mente, se arrepintió de lo hecho y, abusando de su autoridad de señor
de la villa, prohibió al Dr. Sepúlveda seguir adelante en su intento,
ofreciendo él acabarla en breve.
Pero pasó el tiempo y pasaron los años, hasta 1624, y nada hizo.
Entre tanto, el Dr. Sepúlveda, gravemente enfermo, el 6 de marzo
otorgaba su testamento, en el que encarga a sus herederos dar 500
ducados anuales hasta que se termine la obra, con la condición de ser
eilos los patronos; de otro modo sólo dejaba a los religiosos la casa
que habitaron desde un principio. Mas, si el convento se levantaba con

( 12) M o n z ó n , ms. c., f. 26.— Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, p. 343 .


( 13) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 61 .
( 14) Escritura del Dr. Sepúlveda y su mujer por la que hacen dicha dona­
ción (Madrid, 12 de enero de 1619) (A. Provincial de Capuchinos de Castilla,
28 / 00064 ).
9« LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

limosnas diversasj dejaba también a los religiosos los muchos materia­


les de madera y ladrillo que hábía anteriormente juntado (15).
Poco después fallecía el Dr. Sepúlveda (16) y los religiosos, viendo
que el Marqués nada hacía' ni dejaba hacer y que la obra seguía poco
menos que parada, solicitaron ayuda a los herederos de Sepúlveda, su
hermana Lorenza y el marido de ésta, Fernando Pizarro, quienes con
fecha 4 de abril de 1630 les contestan diciendo: «Por cuanto se hace
el convento de Padres Capuchinos de la villa de Cubas por nuestra
cuenta y orden y los dichos Padres no pueden gastar, concertar ni pagar
los gastos de la obra y las demás cosas tocantes a éstas, según la estre­
cha pobreza que en su regla profesan, por estas y otras razones desde
ahora señalamos por todo el tiempo que durase la obra» la siíma de
500 ducados anuales (17).
Así lo hicieron, y con esa limosna y algunas otras, siguió adelante
la obra; pero al fallecer aquellos en 1636, los herederos se negaron
a dar los 500 ducados anuales (18).
Para entonces se habían construido los principales cuartos y ofici­
nas del convento, pero fué necesario parar la fábrica «con suma des­
gracia de este convento y de los que le han habitado y habitan...,
aunque ahora, este año de 1643, la Marquesa de Fobar ha vuelto a
tratar de que se haga la iglesia y se ha ejecutado, con que se espera
ver puesta en perfección con mucha brevedad. Lo labrado del con­
vento es ajustado a nuestras Constituciones, aunque no de mucha dura;
tiene buena huerta y una fuente de excelente agua; goza de saludables
aires, gran soledad y retiro, aunque, por confesar generalmente a todos,
en algunas ocasiones de demasiada frecuencia» (19).
La mencionada Marquesa prosiguió efectivamente la obra y la ter­
minó, dándosele a la iglesia por titular Santa Catalina de Alejandría (20).
Sin embargo de eso, el patronato no se dió a persona determinada,
por haber sido muchas las que contribuyeron a la fábrica. En 1736 eran
patronos los Marqueses de Malpica, cuya casa estaba muy próxima al
convento, y disfrutaban de una tribuna que daba a la iglesia (21).
El convento, lo mismo que la iglesia, resultó pequeño y poco capaz;
&
( 15)Cfr. Tanto de la cláusula del testamento deí Dr. Sepúlveda (6 de marzo
de 1624) (APC, 2 S/00062 y 28 / 00063 ).
( 16) Cfr. el mencionado testamento. En notas adjuntas se hace constar que
murió antes de marzo de 1625 .
( 17) Escritura de D. Fernando Pizarro y D .a Lorenza de Sepúlveda por la
que nombran a un sustituto para que en su nombre administre el dinero de la
obra del convento (4 de abril de 1630)) (APC, 2 8 /ooo66 a).
( 18) Cuentas del empleo de los 500 ducados que cada año debían dar los su­
cesores y herederos para el convento de Cubas (APC, 28 /ooc66 b).
(1 9 ) M on zón , m s. c ., f. 2óv.
(20 ) Cfr. Crómcts Capuchinas, Parte cuarta, p. 343 .
( 21) VA, p. 222 .
AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES 99

ni era necesario más, teniendo en cuenta que Cubas, más que centro
de apostolado o convento de estudios, debía servir como de paso entre
Madrid y Toledo. Por otra parte nunca pudo haber muchos religiosos
por falta de medios económicos, aunque debían salir a predicar a los
pueblos y asimismo asistir espiritualmente a las vecinos de la villa.
La huerta, en cambio, era grande, buena y bien cultivada, gracias
a la abundante agua, cuya distribución se hacía por medio de una muy
bien trazada acequia, modelo en este género de obras (22).

3. Convento de M álaga. — Málaga fué una de las ciudades señala­


das en el decreto de Felipe III, de 10 de marzo de 1616, para que ep
ella pudiesen fundar los Capuchinos. Por eso mismo no se sacó licencia
especial del Consejo, bastando esa general del Rey.
Corría el año 1619 y era a la sazón Provincial el P. Bernardino de
Quintanar. Al llegar, a mediados del citado año, a hacer la visita a!
convento de Antequera, recibió carta de un vecino de Málaga, D . Diego
Polín, en la que le invitaba a pasar a dicha ciudad y gestionar la fun­
dación de un convento. No se hizo de rogar; partió inmediatamente, y
su primer cuidado fué entrevistarse con el Sr. Obispo, D . Luis Fer­
nández de Córdoba, el mismo que en 1614, siendo Obispo de Sala­
manca, concedió aquella fundación. Desde el primer momento no sólo
dió de buen grado ia licencia, sino que prometió ayudar a los religiosos
en cuanto pudiese.
Presentóse luego memorial al Cabildo de la ciudad en que se soli­
citaba también su permiso. Leyóse en la junta habida el 13 de septiem­
bre y, aunque no faltaron algunos regidores que lo contradijeron, por
fin se consiguió la licencia. Se tomó posesión al siguiente día, en una
ermita de la Concepción de Nuestra Señora, sita «dentro de la ciudad,
detrás de la calle nueva per el oriente, donde estuvieron los frailes
algunos días» (23).
Pero el sitio escogido, estando dentro de la ciudad, era muy poco
a propósito para tener huerta, cosa que los Capuchinos miraron siempre
mucho en aquellos orimeros tiempos. A este reparo respondió solícito
el Sr. Obispo, ofreciéndoles una ermita de Santa Brígida, situada a un
lado del Guadalmediana, donde había terreno suficiente para edificar
convento y para tener huerta.
En aquel sitio, hermoso y alegre sobremanera por sus vistas al
mar, «se hizo una muy linda iglesia y convento con bastante sitio nara
huerta, cuyo promontorio cerca de las capillas de la mano derecha me­
reció ser santuario de veinte y tantos cuerpos de santos frailes que

(22 ) Diseño y planos de los lavaderos y conducción del agua de riego para la
huerta y por toda ella (APC, 28 /ooo6oa).
(23 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 61 .— F . d e G r a m a c a , o. c ., p. 55 .— V a í -e n c i n a ,
o. c., I, pp. 132-4
100 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

murieron en la peste del año 1637, y otros que murieron sirviendo a


ios soldados enfermos del Alcazaba el año de 39. Para cuyo honorífico
y decente depósito se cercó el cementerio y se hizo una capilla muy
capaz y de grande devoción» (24).
La fábrica debía estar muy adelantada en 1624, puesto que en ese
año se le destina a colegio de Teología (25); pero no se terminó hasta
el 30 de abril de 1632, día en que asimismo quedó dedicada la iglesia
a Santa Brígida. Falto, sin embargo, de agua el convento, un insigne
bienhechor, D . Baltasar de Cisneros, regidor de Málaga, hizo por su
cuenta la cañería que proveyó de agua a los religiosos; en agradeci­
miento, se le dió el patronato (26).
Dicho convento, que ocupa el tercer lugar entre los fundados en
Andalucía, tuvo, según algunos, por fundador al que con gran celo lo
había sido de Antequera y Granada, el P. Severo de Lucena (27), mien­
tras otros, y aun creemos que con más razón, dan esa gloria al P. Fran­
cisco de Baeza (28).
4. C o n v e n t o d e T o r o . — Este célebre convento capuchino, conser­
vado aún hoy casi tal y como fué levantado por nuestros antepasados,
se fundó en 1619.
Era también la ciudad de Toro una de de las señaladas por Fe­
lipe III para que en ella se pudiese establecer libremente convento;
y, aparte de otras razones, se escogió porque allí no eran de temer
tanto las contradicciones de los Descalzos.
Sin embargo, previendo las dificultades que casi imperiosamente
surgirían, fué designado para llevar a cabo dicha fundación el P. Jeró­
nimo de Salamanca, religioso muy antiguo en la Orden y de más de
sesenta años de edad, «hombre de grande celo del aumento de la
Religión», y asimismo prudente y en extremo político (29).
Buscó en Madrid cartas de recomendación y las obtuvo también
del Duque de Lerma para el corregidor de Toro, pasando a tal objeto
por Valladolid donde aquel residía, retirado por entero de la política.
En las del de Lerma quiso hiciese constar, y así lo consignó efectiva-

.,
(24 ) F. d e G r a n a d a , o. c p. 55 . E l ms. original no pone 1631 , sino 1637 ,
.,
como así realmente fué. Cfr. también V a l e n c q ja , o. c II, p. 341 , y M o n z ó n ,
ms. c., f. 6 9 V . - 7 1 Í .
.,
(25 ) F. d e G r a n a d a , o. c p. 65 .—E D , p. 11.
. .,
(26 ) V a l e n c i n a , o c I, p. 135.
(27 ) Sucesión..., ms. c., f. 3v.
(28 ) Cfr. V a le n ciiC a , o . c.. I , p. 135-6, y Erario divino, o. c., p. 8 .Aquí se
dice q u e fué e! P. Francisco de Baeza«el mozo», que erajustamentehermano del
otro llamado «el viejo»; pero no puede ser en manera alguna, ya que para esas
fechas aquél aún no había tomado el hábito, haciéndolo luego en 1620 (Cfr. V a -
LENCINA, II, p. 312).
(2 9 ) A. d e G r a n a d a , m s . c . , 6 1 .
AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES IO Ï

mente, cómo los Capuchinos tenían permiso del Rey para fundar con­
vento en Toro (30).
Con estas cartas se presentó ante el Obispo de Zamora, D . Juan
de Zapata y Osorio, quien le recibió «como verdadero padre», conce­
diéndole inmediatamente la licencia de fundar. Obtenida ésta, el P. Je­
rónimo de Salamanca, acompañado del Guardián de Salamanca, P. Félix
de Granada, se dirigió a Toro, a donde llegó el 16 de septiembre;
presentó las cartas que llevaba y la licencia del Obispo a las autoridades.
Al siguiente día dieron posesión a los religiosos en una ermita de
Nuestra Señora de la Vega, llamada también del Cristo de las Batallas,
sita extramuros de la ciudad y en medio de la magnífica y espaciosa
vega, ermita que aun hoy día subsiste a orillas del Duero, cuyas aguas
tocan sus muros en las grandes avenidas (31).
Pocos días pudieron estar en aquella morada provisional. Los Ca­
balleros de San Juan, teniéndose como propietarios de la mencionada
ermita (32), quisieron ponerles pleito. En vista de ello y de que el sitio
•resultaba insano, pues en corto tiempo murieron hasta cuatro religiosos
de ¡ios dieciséis que habían ido a la fundación, el Justicia y Ayunta­
miento de Toro, enterados de que por razón de la ermita les querían
«mover pleito y por quitarles de él y por ser gente de tan santa vida y
buen ejemplo y tenerlos más a mano para las cosas necesarias, acorda­
ron que a los dichos frailes se les diese posesión de la ermita de San
Roque, asimismo extramuros de la ciudad»; de ella tomaron posesión
el 4 de octubre de 1619 (33).
Sin embargo, dos días antes habíase dado Provisión Real a instan­
cias de Fr. Juanetín Niño, Ministro Provincial de Santiago, de la Or­
den de San Francisco, por la que se manda no se lleve a cabo dicha
fundación, y, si es que algo se hubiese hecho, se suspenda hasta obtener
licencia del Consejo y del Rey (34).
Las autoridades de Toro, ignorantes de todo, no se intimidaron por
eso; contestaron el 9 del mismo mes de octubre, diciendo obedecían
¡a orden del Rey, pero exponiendo al mismo tiempo los hechos, a saber :
«Que ios Padres Capuchinos vinieron a esta ciudad trayendo licencia

(30) M o n z ó n , ms. c., f. 27 . La carta del Duque de Lerma está fechada en


Valladolid, 9 de septiembre de 1619 , y se conserva original en el Archivo Prov. de
les Capuchinos de Castilla, 28 /00039 .
(3 1 ) C f r . G a s p a r C a l v o A l a g u e r o , Historia de la M uy Noble, M u y Leal y
antigua Ciudad de Tora con noticias biográficas de sus mas ilustres hijos, V a l l a d c i -
lid , 1909, p p . 100 y 114.
(3 2 ) Ibid.— M o n zó n , m s. c ., f . 2 7 .— A . de G ran ad a, m s. c ., p . 64.
(33 ) Acta de los escribanos de Toro sobre la llegada de los Capuchinos a dicha
ciudad ccn licencia del Obispo de Zamora, toma de posesión de la ermita de la
Vega y luego de la de San Roque (Toro, 9 de octubre de 1619) (APC, 28 /00039 ).
(34 ) Provisión Real en contra de la fundación a petición de los Observantes
(2 de octubre de 1619) (APC, 28 / 00040 ).
102 LA PROVINCIA DE FF MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

del Obispo de Zamora y presentaron una petición en ayuntamiento con


una carta del Duque Cardenal en que certificaban a esta ciudad tenían
licencia de S. M . para fundar convento de su Orden en ella. Y visto
por la ciudad el despacho y atendiendo al mucho provecho y ejemplo
que se sigue a los lugares donde están, esta ciudad los admitió y dió
posesión de la ermita de Nuestra Señora de la Vega, extramuros de
esta ciudad. Y pareciendo a la dicha ciudad estaban lejos para gozar
del provecho que de tratarlos se sigue, acordó el pedirles se viniesen
a la ermita del Señor San Roque, que es a los muros de la ciudad, a
donde dicha ciudad los metió y amparó en la posesión de la dicha
ermita con mucho contento de los vecinos, sin haber contradicción de
persona alguna, religiosa ni seglar, y hasta ahora no han hecho edifi­
cación alguna» (35).
Ni se contentó el Ayuntamiento con eso, sino que escribió al Obis­
po de Zamora, haciéndose lenguas de la «vida, doctrina, y ejemplo de
ian ejemplares y santos religiosos», pidiéndole al mismo tiempo les
favorezca y ampare para que siga adelante la fundación (36). Lo propio
hizo más tarde con el Consejo, repitiendo los mismos elogios de los
Capuchinos (37).
N o sabemos el éxito que tuvieron esas alabanzas y recomendacio­
nes; pero sí que, a pesar de la oposición de los Observantes, al fin
de cuentas se les impuso silencio, intimándoles no molestasen para
nada a los Capuchinos (38).
A pesar del entusiasmo con que fueron recibidos, la fábrica del
convento tardó mucho tiempo en llevarse a cabo. No sabemos la fecha
fija en que se puso la primera piedra; tal vez no diera comienzo la
fábrica hasta el provincialato del P. Alejandro de Valencia (1630-1633)
(39), o quizás en el primer año de su sucesor, P. Juan de Ocaña, pues
en octubre de 1634 es aprobado por la Definición un plano rudimenta­
rio de lo que debía ser dicho convento (40). Lo que sí podemos decir
es que dicha obra fué la pesadilla de los Superiores Provinciales, y que
para levantarla poco a poco fué necesario echar mano de muchas limos­
nas de la Provincia (41).
Gracias a la generosidad de un mercader de sedas e insigne bien-

(35 ) Acta de los escribanos de Toro, etc., ya citada.


(36 ) Carta de la ciudad de Toro al Obispo de Zamora (15 de noviembre de
1619) (APC, 28 / 00041 ).
(37) Carta de la ciudad de Toro al Consejo (15 de julio de 1620) (APC,
28 / 00042 ).
(38 ) M o n z ó n , ms. c., f. 27.— Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, pp. 344 -46 .
(39 ) Por él van firmadas algunas resoluciones sobre la fábrica del convento
de Toro (Cfr. Archivo Prov. de los Capuchinos de Castilla, 28 / 00034 ).
(40 ) Juntamente con el plano del convento se halla otro del cuarto que se
habría de levantar al lado paira D. Juan Bravo (APC, 28 /00043 ).
(41 ) Cfr. M o n zó n , ms. c., f. 27 y Crónicas Copuchinas, Parte cuarta, p. 344 -46 .
Au t o r iz a c ió n pa ra n u ev a s fu n d a c io n e s 103

hechor de la Orden, D. Juan de Espinosa, que donó la suma de dieci­


nueve mii reales en 1638 y 1639, y más tarde costeó el cuadro del altar
mayor y volvió a dar otros once mil reales, se pudieron concluir al fin
la iglesia y el convento (42).
Sin embargo, las obras no se dieron por terminadas hasta el 24 de
agosto de 1643 (43)> y aun quedaron por hacer en la iglesia algunas
capillas, entre otras la de la Inmaculada Concepción, edificada tres años
después por Juan Bravo de Lugo y Sotomayor (44).
_ obstante esa tardanzan en su edificación, el convento de Toro
fué considerado como «cumplido convento» y «uno de los mejores que
tiene la Provincia de Castilla» (45).
Su iglesia, que terna por titular a San Roque, aunque no de gran­
des proporciones, no era tampoco muy reducida. Contaba con una
nave central y capillas laterales, bastante espaciosas e independientes
unas de otras, como aun puede verse hoy en día.
Tenía asimismo una espaciosa huerta «muy poblada de hortalizas
y arboleda». Y , como no podía utilizarse otra agua que la de lluvia,
hiciéronse grandes pozos para recogerla, valiéndose luego de una noria
para el riego. Asimismo para el servicio de los religiosos hicieron en
medio del patio del convento un muy capaz aljibe, de 18 varas de pro­
fundidad, a donde iba a parar el agua de todos los tejados.
El convento e iglesia de Toro son ahora posesión de los Padres
Mercedarios Descalzos. Quedaban extramuros, en el camino de Po-
zoantiguo, y aun al presente están separados de la población por la ca­
rretera de Valladolid a Salamanca. Sin embargo, Toro ha conservado
vivo hasta ahora el recuerdo de los antiguos moradores. Aunque el con­
vento ha cambiado de dueños, sigue llamándose aún «los Capuchinos»,
y la larga calle que, partiendo del centro de la ciudad va a desembocar
muy cerca de él, se llama todavía «Calle de los Capuchinos».

5. Convento de Jaén.— Fué Jaén la primera ciudad de Andalucía


'que ya en 1606 solicitó del Consejo Real permiso para una fundación
de Capuchinos, con motivo de haber predicado allí el P. Francisco de

(42 ) Cfr. Peticiones y ofrecimientos de Juan de Espinosa al convento de Toro


y concesiones hechas por la Definición ( 1641) (Archivo Prov. de los Capuchinos
de Castilla, 28 / 00045 , 28/00046 y 28 / 00047 ).
La iglesia se terminó antes que el convento, y debió serlo ya en 1639, pues existe
un Breve de Urbano V II I (4 de junio de 1639) por el que concede una indulgen­
cia plenaria a los que visitaren la iglesia de San Roque de Toro (APC, 28 / 00044 ).
.,
(43) C f r . G . C a l v o A l a g u e r o , o . c p. 114 ss.
(44 ) Cfr. sobre la mencionada capilla de la Concepción, edificada por Juan
Bravo, de la que tuvo el patronato y en la que fué enterrado, los siguientes docu­
mentos del Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 28 / 00049 , 28/00050 y 28 / 00080 .
(45 ) F. d e G r a n a d a , o . c ., p. 5 6 — A. d e G r a n a d a , ras. c., p. 64 .
104 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Sevilla (46). Pero precisamente, como en ese año se gestionaba la fun­


dación de Madrid, que no se consiguió, tampoco el Consejo accedió a
la petición de Jaén.
Se pretendió de nuevo dicha fundación en 1620; el encargado de
hacer las gestiones fué el P. Gregorio de Baeza, no siendo a la verdad
pocas las dificultades que hubo que vencer «de parte del Sr. Obispo
v Religiones», pasándose en esos trámites hasta siete meses (47).
La ciudad, en cambio, «en diez de septiembre de mil seiscientos y
veinte por sus acuerdos ha prestado agradable consentimiento para que
los dichos Religiosos puedan fundar un convento en esta ciudad y en
su territorio, por haber sido deseado de todos estados de gentes gozar
de tal Religión y tan santos varones, y porque, conforme a su instituto,
como es notorio, no sólo no son penosos ni molestos para su sustento,
antes por medio de sus oraciones y sacrificios y pobreza y desnudez lo
dan espiritual y temporal a las almas con su ejemplo» (48).
Todavía pasaron seis meses más sin poder conseguirse los otros
permisos. El Cardenal Obispo de Jaén, D . Baltasar de Moscoso y San­
doval, dió el suyo el 24 de enero de 1621. Sin embargo el Consejo,
solamente tras repetidas instancias de la ciudad (49), concedió su li­
cencia el 22 de marzo; el 22 de abril se tomó posesión de una ermita
sita extramuros y dedicada a San Jerónimo, y de unas casas adjuntas
medio derruidas, colocándose al mismo tiempo el Santísimo, que fué
llevado por el propio Cardenal (50).
Allí estuvieron los religiosos hasta 1625; en ese año, por condes­
cender con los deseos del Cardenal y, más que todo, del Obispo Auxi­
liar de Jaén y de la misma ciudad, se trasladaron a otro sitio. Y es que
tanto unos como otros estaban interesados en que esa ermita de San
Jerónimo quedase para convento de Religiosas. El entonces P. Comisa­
rio de Andalucía, Agustín de Granada, expuso en extenso memorial a
la ciudad (22 de octubre de 1625) las condiciones para trasladarse a
otra parte; entre otras cosas, que se les diese sitio a propósito no sólo
para levantar convento, sino también para tener huerta, y asimismo se
les proporcionase el agua necesaria para riego y el servicio de los reli­
giosos. Aceptadas esas condiciones, se les dió posesión de otra ermita
de Nuestra Señora de la Cabeza (25 de octubre), señalándose sitio para
convento y huerta en la alameda contigua, que estaba también fuera
de los muros de la ciudad. Con eso se cumplió al propio tiempo un

(46) .
A s í consta en los acuerdos de la ciudad. C fr. V a l e n c i n a , o c., I, p . 2 0 1 . —
A. de m s. c., p . 6 8 . — F . d e G r a n a d a , o . c . , p . 5 7 .
G ra n ad a,
(47 ) Ibid.
(48) A s í dicen textualm ente los acuerdos de la ciudad. C fr. V a l e n c i n a , 1. c.
Í49) Ibid.
(5 0 ) C fr. V a l e n c i n a , 1. c., p . 2 0 2 . — C ó r d o b a , Brevis notitia, o. c., p . 2 7 y
Sucesión..., ms. c., f. 4r.
AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES 105

vivo anhelo del Cardenal. Y es que por desgracia no faltaban gentes


desaprensivas que, con pretexto de satisfacer su devoción y visitar la
imagen de la Virgen venerada en la ermita, se entregaban a veces a
costumbres libertinas. Para contrarrestar esas profanaciones, el Carde­
nal había pensado convertir la ermita en iglesia y edificar al lado un
convento que fuese casa de oración. Nada le pareció mejor entonces
que ofrecérselo a los Capuchinos (51).
Allí se levantaron efectivamente convento e iglesia, todo de nueva
planta y a expensas del propio Cardenal Moscoso, quedando por titu­
lar Nuestra Señora de la Cabeza. Para su uso hizo fabricar el Carde­
nal un cuarto pegado al convento, con las oficinas necesarias, y tam­
bién para satisfacción de su piedad una tribuna que comunicaba con
la iglesia (52).
La fábrica se ejecutó con tal rapidez, que el 4 de octubre de 1627
tenía lugar la traslación del Santísimo en una solemnísima procesión,
en la que el mismo Cardenal llevó la Custodia (53).
Sin embargo, ni convento ni iglesia se habían terminado por ente­
ro aún en mayo de 1628, cuando el Cardenal Moscoso donaba a los
Capuchinos tanto la iglesia y convento que «habernos labrado y vamos
labrando a nuestras expensas... y es nuestro intento acabarlo de labrar,
si Dios nos diere vida para ello» (54).
A sus expensas se hizo efectivamente todo. Se cercaron también
la alameda y el bosque próximos a la ermita, que fueron luego con­
vertidos en huerta para los religiosos. Y su biógrafo añade: «La fá­
brica del convento y cuarto es muy decente y capaz, aunque más ajus­
tada a la pobreza de los religiosos que a la grandeza y ánimo de tan
gran señor, Cardenal y Prelado» (55).
Todo debía estar sobradamente terminado para mayo de 1629,
pues el 11 de dicho mes tenía lugar en este convento de Jaén la cele­
bración del Capítulo de la Custodia de Andalucía (56).

6. C o n v e n t o d e A n d ú ja r . — La fundación de Andújar se llevó a


cabe siendo Provincial el P. Félix de Granada. Se ofreció en 1622 y

. ..
(51 ) Cfr. V a l e n c i n a , o c I I, p. 10 ss.— A n d r é s P a s s a n o d e H a r o , Exem-
plar eterno de Prelados, impresso en el corazon, y executado en la vida y acciones
del F.mmo. Señor el Señor Don Baltasar de Moscoso y Sandoval, Presbitero Car­
denal, etc., Toledo, 1670, pp. 18-20 .— A l o n s o d e A n b R A D E , S. J., Idea del per­
fecto Prelado, y vida del Cardenal Arzobispo de Toledo D. Baltasar de Moscoso
y Sandcval, Madrid, 1658, pp. 60 -61 .
(52 ) Ibid.
( 53) Cfr. V a l e n c i n a , ibid.— A . d e G r a n a b a , ms. c., p. 6 9 . — Sucesión..., ms.
c., f. 4 r.
(54) Escritura del patronato del convento de Jaén hecha por el Card. Mos-
ccso y Sandoval (12 de mayo de 1628). Cfr. V a l e n c i n a , o . c., I I, pp. 23 -28 .
( 55) A. P a s s a n o d e H a r o , o. c., p. 20 .
( 56) V a l e n c i n a , o . c . , II, p. 9 2 .
LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPT'CHINOS DE CASTILLA

era «la primera que se intentó después de haber hecho el rey Cortes
v en el servicio que el reino hizo de los millones haber sacado por
condición que S. M . no había de dar más lugar a que se fundasen
nuevos conventos» (57).
No obstante esa dificultad, bien pronto surgió la solución, y fué
que justamente los Capuchinos teman ya con anterioridad permiso de
Felipe III para la fundación de 36 conventos, y, a juicio de todos, la
nueva concesión de millones no invalidaba en manera alguna aquel
permiso. Con ese precedente se animó el P. Félix de Granada a llevar
adelante su intento de fundar en Andújar (58).
Por otra parte estaba seguro de que el Cardenal Moscoso y San­
doval, ahora gran amigo de los Capuchinos, le concedería esa gracia;
Andújar pertenecía a Ja diócesis de Jaén. No se hizo efectivamente
mucho.de rogar el Cardenal, y el 16 de enero de 1622 daba su licen­
cia, haciendo constar en ella una vez más el mucho fruto que los Ca­
puchinos hacían en la Iglesia, «edificando espiritualmente los ánimos
de los fieles con su predicación y ejemplo», proclamando al mismo
tiempo «la mucha devoción que tenemos a la dicha Religión». Junta­
mente en carta aparte pedía a la ciudad de Andújar se dignase con­
cederles la misma gracia (59).
En vista de tal dignación por parte del Cardenal, la ciudad tam­
poco dudó un momento en prestar su consentimiento, y el 18 del mis­
mo mes de enero, el P. Provincial con otros varios religiosos, entre
ios que se contaba el P. Pedro de Andújar, tomó posesión «de la er­
mita y casas del Señor San Roque, que está fuera de los muros de
esta ciudad, donde se tiene erigido y señalado por sitio para hacer fun­
dación de un convento de su Orden», y asimismo de «tres casas acce­
sorias, que tiene la dicha ermita incorporadas con ella» (60).
Sin embargo, aun después de la toma de posesión, no faltaron di­
ficultades; fueron justamente los Observantes y Descalzos, los unos
de Córdoba y los otros de Málaga, quienes se levantaron a impugnar
la fundación. No lograron, a pesar de t-odo, su intento; sólo valió su
contradicción para que de nuevo saliera a luz pública la cuestión del
mencionado decreto de Felipe III en que autorizaba la fundación de
36 conventos en ambas Castillas y Andalucía (61).
Con todo la fábrica no pudo comenzarse hasta 1623, siendo ya

(5 7 ) F. de G r a n a d a , o . c ., p . 6 0 .— A . de G ranada, m s. c., p p . 7 0 -7 1 .
(5 8 ) V a le n c I n a , o. c.
,I , pp. 2 1 4 -2 1 5 .
(5 9 ) Ibid., p p . 2 1 6 -2 1 7 .
(6 0 ) I ’oid., pp,2 2 0 - 2 2 2 . No todos convienen con esa fecha de la toma de po­
sesión. Algunos la ponen en mayo de ese mismo año ( P . A . d e G r a n a b a , ms. c.,
p. 7 1 ) , mientras otros la retrasan hasta el mes de septiembre ( P . C o r b o b a , B r e v i s
nolitia, o.-c., p. 27).
(6 1 ) F. d e G r a n a d a , o . c . , p . 6 0 . — A . d e G r a n a d a , ms. c., p . 7 .
Au t o r iz a c ió n pa ra ñ ü e Vas fu n d a c io n es

Provincial el P. Diego de Quiroga, y se prosiguió muy lentamente.


Gastaron grandes sumas los hermanos D . Alonso y D . Pedro Lucena
V Cárdenas en comprar sitio y llevar adelante las obras. Tanto que,
no pudiéndolas concluir por falta de recursos, el año 1645 D . Anto­
nio Pérez Serrano se comprometió a terminar convento e iglesia, a
condición de que se le diese el patronato, obligándose por otra parte
a pagar a los mencionados hermanos la suma gastada por ellos. Todo
pudo concluirse con felicidad el 12 de mayo de 1645, quedando la
iglesia dedicada también a San Roque, titular de la antigua ermita (62).
Fué esta fundación de Anaújar la última de las llevadas a cabo
antes de la división de la Provincia de Castilla en 1625.

(6 2 ) S u c e s i ó n ..., m s. c ., f. 4 v .— V a l e n c i n a , o. c.
,I I I , pp. 1 0 1 -1 0 4 .
CAPITULO IX

O r g a n i z a c i ó n

i Noviciado.— 2. Estudios. — 3. Vida de los religiosos en Castilla.

1. Ciertamente que en esto no podemos por menos de alabar el


talento y visión del P. Policio. No se contentó con levantar edificios
materiales sino que comenzó luego a organizar la vida de la naciente
Provincia, y, como no podía por menos, la base tenía que ser el no­
viciado, cuna de nuevas vocaciones y forjador de nuevas almas que
aspiraban a la perfección.
Ya hemos dicho anteriormente cómo a los cinco días de tomar
posesión del convento provisional en el palacio del de Lerma, el 7 de fe­
brero de 1610, fiesta de San Romualdo, se daba el hábito a tres as­
pirantes, los cuales allí mismo comenzaban seguidamente el año de
prueba (1). Poco después, ansioso el P. Policio de nuevos aumentos
de Castilla, y viendo que eran muy pocos los que pedían nuestro há­
bito, amedrentados por el rigor en que se vivía, envió a Madrid a
cuatro caballeros mozos, pajes del Duque de Montalto, a quienes dio
el hábito en Alicante, con el fin de que su ejemplo en la Corte alen­
tase a los demás y quitase «los miedos a los que desviaba de abrazar
nuestro instituto el concepto de su mucho rigor» (2).
El primer noviciado, después de Madrid, se colocó en Toledo, más
a propósito que la Corte para el retiro v la soledad, una vez que la
casa del Cardenal D . Bernardo de Sandoval y Rojas se hubo acomo-

( 1) Fueron estos primeros novicios, como ya hemos dicho anteriormente, Fray


Buenaventura de Cea «de condición apacible y de gran virtud; hizo la portería
de Madrid muchos años con. gran edificación»; murió en Madrid en 1643 . Otro
se llamó Fr. Juan Antonio de Madrid, quien «vivió con opinión de virtud; en
todos los ministerios que la obediencia ie ocupó, procedió con mucho ejemplo»;
murió también en San Antonio en 1637 (C fr . M o n zó n , ms. c., pp. 388 y 384 -5,
y C arrocera , Necrologio, o. c., pp. 144 y 236 ). E l tercero, que era criado del
Nuncio, no perseveró.
(2) A l i c a n t e , ms. c., p. 135, n.° 29 .
ORGANIZACIÓN

dado para convento, quedando de Guardián el P. Diego de Quirosa


y de Maestro de novicios el P. Sebastián de Valencia (3).
Luego, y quizás al mismo tiempo que Toledo, fué también novi-
ciaoo El Pardo, pues a partir de 1613, cuando ya comenzaron a ser
numerosas las vocaciones a la Orden, había muy buenas recepciones
de novicios, «los cuales se enviaban al convento de El Pardo que era
donde estaba el noviciado de la Provincia de Castilla y Andalucía» (4).
El 31 de enero de 1614, en la Junta de Superiores allí habida, que­
daba ciertamente El Pardo señalado noviciado y como Maestro de no­
vicios el propio P. Guardián, Bernardino de Valencia (5), y así debió
seglar hasta septiembre de 161$, en que, al celebrarse el primer Ca­
pítulo de la Custodia, aparecen señalados dos noviciados : uno en M a­
drid, siendo Maestro de novicios el P. Guardián, Juan de Villafranca,
y otro en Granada, siendo también al propio tiempo Guardián y Maes­
tro el P. Bernardino de Segovia (6).
Quizás para esas fechas fuese también noviciado el incipiente con­
vento de Salamanca, donde recibieron va en 1615 algunos el hábito (7).
De él escribe uno de los cronistas: «Es casa perpetua de noviciado y
aJ Guardián se le concede licencia de recibir novicios por enseñar la
experiencia que los estudiantes se divierten a otras partes si no son
luego recibidos» (8). Ciertamente lo fué ya desde 16x7 en que, termi­
nados el convento definitivo y la iglesia, «determinóse en la Provincia
fuese casa de noviciado y así desde luego se fueron enviando a ella los
que en otras venían a recogerse y consagrarse a D ios; fué tan acerta­
da elección, que no se ha variado desde sus principios, hallándola siem-
nre tan a propósito por su recogimiento y demás cualidades que de­
ben tener las que ocupan semejante ministerio, ciue es calidad de los
que profesan haber en ella recibido el hábito, criádose y profesado» (9).
Por estos mismos años otros varios conventos, como el de Alcalá,
Toledo, Antequera y Granada, aparecen también como casas de novi­
ciado, y es que eran considerados como tales aunque solamente toma-

(3) M o n z ó n , ms. c., f. i~¡v.—F . d e G r a n a d a , o. c., p. 25 .—Archivo Prov. de


Capuchinos de Castilla, 25 / 00085 .
(4 ) A. d é G r a n a d a , ms. c., p. 28 .
( 5) Sucesión de la Provincia de Capuchinos de Andalucía, ms. c., f. 2 r. Ya
hemos hecho notar arriba la discrepancia existente entre los cronistas sobre si dicha
Junta tuvo lugar en 1614 o 16 x5.
(6 ) Ibid.y f. 2v.— V a l e n c i n a , o . c., I , p. 62 .
(7 ) Cfr. C a r r o c e r a , Necrologio, o. c., p. 47 , 19 de febrero, en que se hace
conmemoración del corista Fr. Juan de Salamanca, que en su ciudad natal tomó
e! hábito el 7 de febrero de 1615,y asimismo en el 9 denoviembre, p. 278 , se
hace memoria del novicio corista Fr. Dionisio deVenezuela, que murió en Sala­
manca en 1615, poco tiempo después de haber allí recibido la seráfica librea.—
Cfr. M o n z ó n , ms. c., p. 331 . •
(8) A. d e G r a n a d a , m s . c., p. 31 .
(9 ) M o n z ó n , m s . c., f. 2 5 V .
HO LA PROVINCIA DE FE. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

sen allí el hábito uno o dos (10). Y así siguieron las cosas hasta 1624
eff que se fijaron definitivamente como noviciados los conventos de
Salamanca y de Granada. Además: el cargo de Maestro de novicios,
que hasta ahora venía siendo desempeñado por el Guardián del res­
pectivo convento, desde ese año, 1624, comienza a ser desempeñado
por otros religiosos. Así en esa fecha queda de Maestro en- Salamanca
el P. Juan de Portilla y en Granada el P. Arcángel de Manzanares (11).
Esa misma observación hemos de hacerla al tratar de la organiza­
ción de los estudios, medida que quizás haya obedecido a la falta de
personal.

2. El P. Alicante, ai tejer la biografía del P. Serafín de Policio,


dice que tan pronto como éste fué elegido Provincial de Valencia y
regresó de Italia, se ocupó en establecer algunas cosas en las que no
se había reparado, entre otras, la de establecer los convenientes estu­
dios, trayendo al efecto por Lector de Artes y Teología al P. Yictorio
de Palermo, religioso muy erudito en la doctrina de Escoto y que luego
sacó muy excelentes predicadores (12).
Aunque por lo que se refiere a Castilla nada se nos dice expresa-,
mente, es bien de creer que el P. Policio, con la experiencia adquirida,
tan pronto como en los conventos fundados comenzó la vida orgánica
con la recepción de los primeros novicios, establecería también los
oportunos estudios. Estos debieron dar comienzo efectivamente ya en
1Ó12 o quizás antes. En la Junta de Superiores celebrada en El Pardo
el 31 de enero de 1614, se determinó poner dos cursos: uno de Filo­
sofía y otro de Teología, con un total de 16 estudiantes, y por Lector
al P. Agustín de Granada, leyendo a los primeros que había tenido,
la Teología, y, a los recién puestos, las Artes o Súmulas (13). De
donde es fácil deducir que, puesto que algunos ya habían estudiado
Filosofía con anterioridad y justamente con el mismo Lector, habrían
comenzado sus estudios años antes.
Esos cursos se pusieron primeramente en el convento de Madrid,
de donde pasaron en septiembre de 1615 a Alcalá, llevando el mismo
Lector, el P. Agustín de Granada, que a la vez desempeñaba el cargo
de Guardián (14). Así siguen las cosas hasta 1618, en que se cambia

(1 0 ) C f r . A . d e G r a n a d a , r a s . c . , p p . 6 0 , 6 5 y 6 7 .— Sucesión... ms. c . . f f . 3 v.-4 r.


Es de advertir que ni el P. Félix de Granada, 'ni tampoco el autor del Erario
divino, señalan en sus respectivos escritos los conventos designados para ser no­
viciado.
(1 1 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p p . 7 0 y 7 5 . —Sucesión..., ms. c., f f . 4 v y 5 v .
(1 2 ) A l i c a n t e , m s . c., p . 5 2 7 , n.° 8 6 .
(1 3 ) .,
F. d e G r a n a d a , o, c p . 2 8 . — A . d e G r a n a d a , m s . c., p . 3 7 . — Sucesión...,
m s . c., f . 2 r .
( 14) Ibid.—ED . pp. 4 - 5.
ORGANIZACIÓN III

el estudio de la Teología de Alcalá a Toledo, también con el mismo


Lector, quien es a su vez Guardián (15).
Pero ya por esas fechas se estableció un nuevo curso de Artes en
El Pardo y por Lector el P. Esteban de Lérida, que por cierto no
desempeñaba el cargo de Guardián, aunque más tarde, en 1621, casa
a Alcalá, siendo a la vez Guadián y Lector, ahora ya de Teología (16).
Un año después, en 1622, se establecen dos nuevos cursos de Ar­
tes: uno en Madrid, siendo nombrado Lector el P. Sebastián de Ye-
pes, y otro en Antequera y por Lector el P. Hermenegildo de Mont-
blanc, ambos sin ser Guardianes (17).
Al P. Sebastián de Yespes, fallecido en 1 6 2 3 o, a más tardar, en
1624 (18), sucedió como Lector de Artes en Madrid el P. Leandro
de Murcia en 1624 (19), y en ese mismo año el P. Hermenegildo de
Montblanc pasa de Antequera a Málaga, con el cargo de Guardián
y a la vez de Lector, ahora va de Teología, dándosele por sustituto o
«Lector de vísperas», al P. Juan de Tarazona (20), «hombre de mu­
cho ingenio y de grandes esneranzas, mas murió en Toro ñocos años
después» (1627) (21). Así siguieron las cosas hasta la división de la
Provincia, advirtiendo de paso que ni entonces ni después se hicieron
los estudios en los mismos conventos fijos y determinados.
Los primeros que cursaron Artes en Castilla fueron, a no dudarlo,
aquellos que habían venido, siendo aún Coristas, de la Provincia de

(1 5 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 4 3 .
( 16) Ibid,, pp. 67 , 70 y 72 .—E D , p. 9 .—Sucesión..., ff. 4 r. y 5r. Sospechamos
que el P. Esteban d e Lérida, que desde el año 1622 no aparece más n i e n las
tablas capitulares ni tampoco en los Alíales, deió poco después Castilla para vol­
verse a Cataluña, su Provincia d e origer, donde falleció en. 1640 .— Cfr. B a s i l i d e
R u b í, O F . M. Cap., Necrologi deis Captttxins de Catalunia i Balears, B a r c e l o n a -
Sarriá, 1945 , p. 131.
( 17) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 72 .
( 18) E! P. Sebastián de Yepesfué insigne predicador y varón muy adornado
de virtudes y letras; había sido antes religioso trinitario calzado; siendo aún diáco­
no, tomo nuestro hábito y, a los cuatro años de ser sacerdote, era ya notable por
su doctrina— Cfr. A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 78 .
Su muerte la pone el P. Monzón, ms. c., p. 533 , en Madrid en 1623 . En cambio,
el P. Córdoba, Brevis tietitia, o. c., p. 44 , dice que murió en Andújar en 1624, siendo
Lector de Filosofía, y esa misma fecha y lugar trae el Libro de los Religiosos Di­
funtos de esta Provincia de Menores Capuchinos de N. S. P. S. Francisco de An­
dalucía desde el año de 1618 en adelante. Ms., f. I (Archivo Prov. de Capuchinos
de Castilla, 4 6 /0001 ).
De todos modos, ciertamente murió antes del Capítulo de mayo de 1624 , pues
ya no aparece en las tablas capitulares.
( 19)' F . d e G r a n a d a , o. c., o. 65 .—E D , p. 12.
(20) Ibid. E l P. V a l e n c i n a , o. c., I, p. 267 , dice equivocadamente «de T a ­
rragona».
(21) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 75 .— B . d e C a r r o c e r a , Necrologio, o. c., p. 127.
112 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Valencia, cuyos nombres hemos consignado arriba, los cuales, a ex­


cepción de uno, habían tomado el hábito en 1 6 0 7 (22)-
Sin embargo no fueron inmediatamente de su profesión puestos
al estudio, sino que debieron pasar antes al llamado Seminario «has­
ta cumplir lo que prescriben nuestras Constituciones a los nuevos, de
estar en el Seminario tres años después de la profesión, antes de des­
tinarlos al estudio» (23).
Creemos sin embargo que para éstos que vinieron a Castilla, no
fueron esos años tan rigurosos. Y por cierto que no deja de causarnos
extrañeza lo sucedido en aquellos primeros tiempos, expücable sola­
mente por la penuria de personal, y es el ver cómo esos mismos Co­
ristas, apenas salidos del noviciado y aun quizás en pleno curso de
estudios, son destinados a echar los fundamentos de las nuevas fun­
daciones que se van tomando. Tal sucede, por ejemplo, con Fr. Sil­
vestre de Alicante, que en 1611 acompaña al P. Diego de Quiroga a
fundar en Toledo, lo mismo que más tarde con Fr. Juan de Ocaña,
que acompaña al P. Severo de Lucena, en 1614, al tomarse la funda­
ción de Granada, como arriba hemos indicado.
Fácilmente se comprende que en esas idas y venidas ni la forma­
ción ni los estudios pudieran llevarse a cabo con perfección; sin em­
bargo todos ellos brillaron después no sólo con el ejemplo de sus vir­
tudes, sino también por su elegante predicación y enjundiosa doctrina,
como tendremos ocasión de hacer notar al hablar del P. Juan de Ocaña.
Para que esa formación e instrucción fuese más completa, ade­
cuada y uniforme, un mismo Lector comenzaba el curso de Filosofía
y lo proseguía con los mismos estudiantes, y a continuación les leía
también Teología, hasta finalizar con ellos totalmente los estudios. Esa
misma costumbre, ya con fuerza de ley, se observará no sólo en estos
primeros años sino también posteriormente.
Por lo demás, nada podemos decir sobre el modo cómo estaban
organizados prácticamente los estudios,autores en uso, ni escuelas y
doctrinas entonces seguidas por los Lectores.
El primero que desempeñó ese cargo en Castilla fué el P. Agustín
de Granada, que había venido de la Provincia de Valencia a la fun­
dación de Madrid. Habiendo hecho allí su profesión religiosa en 1604
V sus estudios antes de ordenarse en 1 6 0 9 , con toda seguridad tendría
por profesor al P. Victorio de Palermo, muy erudito en las doctrinas

(22 ) Fueron los siguientes: José de Linares, Antonio de Alicante, Silvestre


de Alicante, Lorenzo de Alicante y Baltasar deLérida; el primero recibió el hábito
en 1604, los demás en 1607.—Cfr. Estadísticageneralde la Seráfica Provincia de
los Menores Capuchinos de Valencia, Valencia, 1901 .
(23 ) Crónicas de la Provincia de Valencia, Parte I I, Ms., p. 59 , n.° 100 (Ar­
chivo Prov de los Capuchinos de Valencia). Así lo dice expresamente el cronista
hablando del P. Lorenzo de Alicante.
ORGANIZACIÓN 113

de Escoto, las que tal vez enseñó luego el P. Granada a sus discípulos.
Sabemos por otra parte que su preparación fué esmerada; entró en
la. Orden a los veinte años, cuando ya había cursado estudios en la
Universidad de Valencia (24). Los cargos que más tarde le encomen­
daron los Superiores, de Guardián, Definidor, Custodio general y, por
fin, Comisario General, al constituirse Andalucía independiente de
Castilla en 1625, son buena recomendación de su valer (25).
Otro de los que entonces ejerció el cargo de Lector y que comenzó
también muy joven, fué el P. Leandro de Murcia, seguidor de las doc­
trinas de Santo Tomás. Sabemos asimismo que hizo sus estudios en la
Universidad de Salamanca, en ocasión en que su padre desempeñaba
allí el puesto de Teniente de Corregidor (26). De él nos hemos de
ocupar después más largamente.

3. Como complemento de cuanto en este capítulo hemos dicho


sobre la organización de la Provincia en puntos tan importantes, da­
remos a continuación un resumen de la vida extremadamente rígida
y auténticamente capuchina llevada en aquellos primeros años en Cas­
tilla, tiempos verdaderamente heroicos. Vida no sólo muy en confor­
midad de las Constituciones generales de la Orden, sino de bastante
mayor rigor. Así nos lo dicen los primeros cronistas y nadie mejor
que ellos, testigos presenciales de todo, nos podrían informar: «En el
coro se cantaban las divinas alabanzas con tanta devoción y pausa tan
grandes, que los maitines llegaban a tres horas; los ayunos, muy ri­
gurosos, con tan poco sustento, que parecía milagro el peder vivir;
las disciplinas, cotidianas; los edificios, con la misma humildad y po­
breza; los religiosos todos descalzos, que fué lo que más pasmó a la
corte, verlos pór las calles con los más rigurosos fríos de Madrid pisar
con los pies desnudos las nieves, los hielos y las escarchas; el ejem­
plo que daban con la modestia religiosa los pocos que salían por las
cosas necesarias, eran con tanta edificación de los que los miraban,
que no se daban lugar a besarlos el hábito y los más se ponían de ro­
dillas para hacerlo» (27).
Y es que «la obligación de dar principio a una Provincia estimu­
laba mucho a los Prelados y súbditos a particulares fervores, y así, de

(24 ) V a le n cin a , Reseña histórica, t. I I , Sevilla, 1906, p. 262 .


(25 ) B. d e C arrocera , Necrologio, o. c., p. 218 , 29 de agosto.
{ 26 ) Cfr. Información de la genealogía, naturaleza y limpieza del Padre Fray
Leandro de Murcia, Religioso Capuchino, Predicador de S. M., que pretende~ ser
Calificador del Supremo Consejo de la Santa General Inquisición (A. H. N.— Inqui­
sición.— Leg. 1517, n.° 1).
Adelantamos «por de pronto que el P. Leandro no era natural de Murcia, como
se ílama comúnmente y como se firma, sino de L a Puebla de Sanabria (Zamora),
según consta por la partida de bautismo copiada en el citado documento.
( 27) A u c a n te , m s. c., p. 531 , n.° 90.
114 LA provincia de f f . m m . capuchinos de castilla

acuerdo común, porque con ocasión de la largueza en proveernos de


las limosnas no se introdujese alguna relajación en demasía, se ajusta­
ron a un género de moderada abstinencia que se pudiese guardar de
todos, como ahora, sin permitir en ninguna manera se diese carne a
cenar, sino solamente una ensalada cocida o cruda; dar los viernes
solamente un plato de hierbas y tal vez acompañadas con un poco de
escabeche u otro pescado, sin exceder el límite de un solo plato. Antes
de comer este día [el viernes] hacían todos la disciplina, como es cos­
tumbre y constitución para los nuevos y novicios, añadiéndose a esto
que los Advientos y Cuaresmas eran los ayunos los viernes en pan y
agua, hincados de rodillas, y los lunes y miércoles solamente se daba
a comer una cosa, como los viernes de entre año, y todas las noches
se hacía disciplina, como se acostumbra por constitución en la Semana
Santa. La descalcez se introdujo también muy rigurosa sin la permisión
del uso ordinario de las sandalias, y lo mismo fué en el vestuario, no
permitiéndose la túnica si no es con mucha necesidad y ésta sólo a los
frailes ancianos; y asimismo en todo lo demás, que todo se trataba
con aprieto y estrechura» (28).
Esa fué la vida de extremado rigor, de retiro, de apartamiento del
mundo, de suma pobreza en los individuos y en los conventos, carentes
de conveniencias temporales; vida de estrechísima observancia regular,
siendo los actos de comunidad tan indefectibles a sus horas, que por
ningún caso se diferían o adelantaban, y «aun si por alguna grave ur­
gencia faltaba a ellos algún particular, se tenía como por afrentado»;
vida, en fin, que podríamos resumir en dos palabras: oración y peni­
tencia, a que se añadía, como actividad necesaria y externa, el aposto­
lado de la predicación, pero no el del confesonario, como veremos
en Ja segunda parte de este primer tomo.
Las biografías que a su vez allí trazaremos de algunos de aquellos
religiosos, fallecidos antes de la división de la Provincia y notables por
sus virtudes, corroborarán esa vida de ejemplar santidad, llevada por
las primeras comunidades de Castilllla.
Por desgracia ese rigor, llevado a tal extremo, condujo también a
otro, es decir, «a que las cosas no se llevasen con prudencia y suavidad»,
y asimismo a que se notase alguna parcialidad entre los distintos sujetos
venidos de varias Provincias, «no siendo algunos tan admitidos y aca­
riciados de los Prelados y oficiales». Todo eso ocasionó ciertas diferen­
cias y disensiones, de poca monta afortunadamente, llegando algunos
a arrepentirse de haber venido a la nueva fundación (29).

(2 8 ) F . d e G ra n a d a ., o . c., p. 22.— A . d e G r a n a d a , m s. c ., p . 15.


(2 9 ) A . d e G r a n a d a , m s. c ., p. 16.— E l P . A lica n te, m s. c ., p. 124, d ice qu e
el P . G en era l, E steban d e C esena, p e rm itió v in iesen d e Italia y d e otras p rovin cias
religiosos castellanos q u e allí habían to m a d o el h á bito, los cuales, al ver tanto rigor
e n C astilla, tanto av im o a pan y agua, el n o llevar túnica aun e n in v ie rn o , n i usar
ORGANIZACIÓN US

N o obstante esas miserias e inevitables deficiencias, conscientes


aquellos religiosos de que eran los fundadores de una Provincia, «to­
leraban todas esas cosas con prudencia y silencio». Es más: aquel pri­
mitivo modo de vivir, un tanto excepcional y en extremo riguroso fué
aminorándose en el correr de los años, de tal manera que hacia 1630
podía escribir uno de los cronistas: «De estos buenos principios resultó
un medio y templanza en los rigores después, que no ahoga a los flacos
ni da licencia y mano a los descuidados y perezosos; con que se con­
serva hasta hoy en aquella Provincia [la de Castilla] un medio de per­
fección religiosa, viril y prudente, y resplandece principalmente en la
educación de los nuevos» (30). Y así siguió después la Provincia, como
tendremos ocasión de ver.
Todos esos fervores y vida extremadamente rigurosa no podían por
menos de transcender fuera y atraer la admiración de las gentes.. Y no
era solamente el pueblo sino también la nobleza, a una con el Duque
de Lerma y el mismo Felipe III, que en más de una ocasión quiso ser
testigo de aquellos rigores en dar la disciplina, en ayunar y hacer otras
• penitencias (31).
Ni fué menos admiradora de ellos la reina D.a Margarita. Llevada
de su devoción al misterio de la Encarnación, había hecho edificar
con ese título en la Corte un convento de Religiosas Agustinas, e, im­
pulsad? de esa misma devoción, quiso celebrar dicha fiesta con to’da
solemnidad en la capilla de los Capuchinos en el palacio del de Lerma,
y luego un octavario en honor de San Antonio. Es más: por indicación
suya se dió precisamente a la naciente Provincia el título de la Encar­
nación de las dos Castillas (32), que conservó hasta la exclaustración de
1835, o, por mejor decir, hasta la restauración de la Orden en España
en 1877.
Por eso los dos sellos oficiales de la Provincia llevaron representada
la Anunciación de S. Gabriel a la Santísima Virgen; el mayor tenía,
además, en su parte inferior, la imagen de San Francisco con los brazos
extendidos, en actitud de recibir los sagrados estigmas.

d e sandalias, d o rm ir so b re las desnu das tablas, e tc., deséaban «ca m b ia r d e g o b ie r n o » .


P o r l o cual el P. S erafín e scrib ió al P . G e n e ra l para q u e los d escon ten tos pud iesen
m u d a r d e p rov in cia.
(3 0 ) A . d e G r a n a d a , m s. c ., p . 16.
(3 1 ) F . d e G r a n a d a , o . c ., p. 23.
(3 2 ) M a t e o d e A n g u ia n o , O . F . M . C a p ., Parayso en el desierto, donde se
pozan espirituales delicias,- y se alivian las penas de los afligidos, constituido én ei
devotissimo Santuario del Real Bosque del Pardo..., M a d rid , 1713, p. 101.
C A P IT U L O X

C a s t il l a y A n d a l u c ía

i Causas de la división de la Provincia de Castilla.— 2. La Custodia


de Andalucía.— 3 . Límites.— 4. Estadística.— 5. Mutua carta de
Hermandad.

1. Ya dejamos expuesto cómo el P. Provincial, Diego de Quiroga.


a! hacer la visita a los conventos de Andalucía, se dió perfecta cuenta
de la necesidad de dividir la Provincia. Lo estaba pidiendo con apre­
mio y urgencia la enorme distancia de los conventos de Castilla respecto
de los de Andalucía, lo que en aquellos tiempos de andar a pie y a lo
sumo a caballo, dificultaba grandemente no sólo el poder hacer la Visita
pero ni siquiera atender medianamente a las necesidades espirituales y
materiales de los religiosos. Por otra parte la Provincia contaba ya con
doce conventos, número suficiente para poder efectuarse dicha división,
que, a más de conveniente, resultaba necesaria.
Por eso, terminada aquella visita y reunido el Capítulo Provincial
en Madrid el 11 de mayo de 1624, en el que fué nuevamente elegido
el P. Quiroga, expuso sinceramente a los capitulares esa necesidad que
a nadie d # ía coger de sorpresa (1).
Justamente el Capítulo General debía celebrarse un año después,
en 1625, retrasado a esa fecha para que coincidiese con el Año Santo.
Entonces se les presentaba una ocasión oportuna para que los asistentes
a él gestionasen personalmente la realización de esos proyectos y justos
deseos. Además: en dicho Capítulo Provincial se eligieron los dos
Custodios que debían ir a Roma, junto con el P. Diego de Quiroga, a la
elección de los nuevos Superiores de la Orden: uno de ellos, el pri­
mero, fué precisamente el P. Agustín de Granada, hombre de indiscu­
tible valer, partidario asimismo de la división, pues conocía perfecta­
mente las dificultades que existían de comunicación entre los conventos
castellanos y andaluces. El segundo fué el P. Buenaventura de Zamora,
que era a su vez de ese mismo sentir, como lo era también el P. Pro-

( 1) A., de G ran ada , ms. c ., p . 76.


CASTILLA Y ANDALUCÍA 117

vincial. Y concordes y unánimes, presentaron al Definitorio General un


memorial en que exponían las razones que aconsejaban la división (2).
2. Efectivamente: celebrado el Capítulo General el 16 de mayo
de 1625 y elegido como Superior de la Orden el P. Juan María de Noto,
el Definitorio General examinó dicho memorial en que se exponían las
causas mencionadas y al mismo tiempo se pedía «al Rmo. Definitorio
General que, teniendo en consideración lo expuesto, se sirviese separar
los conventos de Andalucía de la Provincia de Castilla, formando una
Custodia de los cinco mencionados conventos de Andalucía, y que éstos
se gobiernen por un Comisario independiente de la Provincia de Cas­
tilla. Y, atendiendo el Rmo. Definitorio General a ser justa la solicitud
de dichos RR. Padres, formaron dicha Custodia y nombraron por Co­
misario general de ella al M. R. P. Agustín de Granada, Ex-Lector y
Custodio primero que era» (3).
A tal fin dió el P. General un decreto que lleva la fecha 10 de junio
de 1625. Por él quedaban divididos los doce conventos que integraban
la Provincia de Castilla: siete de ellos para formar Provincia aparte,
reteniendo la misma denominación de Castilla, y los cinco restantes, la
Custodia de Andalucía.
Dicho decreto va dirigido al P. Agustín de Granada, nuevo Comi­
sario de la Custodia de Andalucía, y es del tenor siguiente, traducido
literalmente a nuestro vulgar:
«AI Reverendo en Cristo P. Fr. Agustín de Granada, Predicador de
la Orden de Frailes Menores Capuchinos de San Francisco.
Fr. Juan María de Noto, Ministro general de la misma Orden, aun­
que indigno, salud.
«Por cuanto en nuestro Capítulo General habido recientemente en
esta ciudad, teniendo presente la extensión de la Provincia de Castilla
V la mucha distancia de un convento a otro, por lo cual resulta muy
dificultoso a los Padres Provinciales el hacer la visita, y asimismo a los
religiosos trasladarse de un lugar a otro, y también por otras razonables
causas, previo el unánime consentimiento de todos los Definidores, se
determine que se dividiese en dos partes, a saber: una que retenga el
nombre de CASTILLA, y otra que deberá llamarse BETICA o AN­
DALUCIA. La primera, Castilla, tenga ya su Provincial que la go­
bierna; en tanto que a la segunda, puesto que no tiene sino cinco
conventos, se le ha de asignar un Comisario o Visitador, hasta que,
aumentado el número de casas, sea erigida en Provincia. Por tanto, con­
fiando mucho en el Señor de tu prudencia, bondad y experiencia, en
virtud de las presentes te constituimos nuestro Comisario general sobre

(2 ) Ibid.— V a l e n c i n a , o . c ., I , p p . 27 8-79 .
(3 ) Sucesión..., m s. c ., f. 6r.
Ii8 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

toda la mencionada parte que está comprendida bajo la designación de


Bética o Andalucía, dándote plena autoridad para que hagas nuestras
veces, así para visitar como para amonestar, corregir, castigar, mudar
los religiosos de un sitio a otro, recibir novicios, fundar nuevos con­
ventos, celebrar Capítulos, confirmar o anular las decisiones o provi­
siones de los Definidores o Guardianes, absolver de los casos reserva­
dos, y hacer en uno y otro fuero todo cuanto Nos mismos podríamos
hacer, si estuviésemos presentes. Los religiosos castellanos, que al pre­
sente estuviesen en alguno de los cinco mencionados conventos, serán
enviados a la Provincia de Castilla después del primer Capítulo; mas
los que sean de la Provincia de Valencia o de alguna otra, seguirán ahí.
Valdrán estas letras por el tiempo de nuestra voluntad. En fe de lo cual
damos las presentes, firmadas de nuestra propia mano y autenticadas
* con el sello mayor de nuestro oficio, en Roma, a 10 de junio de 1625.—
Fr. Juan María de Noto, Ministro general». + (L. S.) (4).
Como puede fácilmente apreciarse, y en contra de lo que quizás
a primera vista pudiera creerse, no fué motivada dicha división por
cuestión de caracteres o desavenencias; no encontramos en ninguno de
los cronistas ni siquiera apuntado semejante motivo; antes bien, todos
convienen unánimemente en señalar las mismas causas que el citado
decreto, es decir, la extensión tan grande de territorio, la considerable
distancia existente de. unos conventos a otros, teniendo muy en cuenta
que era forzoso recorrer a pie aquellas larguísimas jornadas, y, por fin,
las incomodidades sin cuento que para hacer la visita encontraban los
Padres Provinciales, máxime en tiempo de invierno, en que necesaria­
mente había que caminar entre aguas, nieve e intenso frío, por caminos
tortuosos y frecuentemente llenos de pehgros, como eran los ya famo­
sos del puerto de Sierra Morena.
3. El decreto arriba copiado no señala, sin embargo, específica
y taxativamente los límites geográficos, tanto los que abarcaría la Pro­
vincia de Castilla en adelante, como los que habría de comprender

(4 ) F . d e G r a n a d a , o. c., p p . 7 9 -8 0 , c o p ia e! d e cre to en latín.— Valencim a,


o . c., I , p p . 28 0-81 , lo p o n e tra d u cid o y solam en te en castellano.
N o insistim os en rechazar la d e n o m in a ció n q u e el P . V a l e n c i a se em peñ a en
dar siem pre a !a C u stod ia o P rov in cia d e C astilla, llam ándola Castelo-Bética, cu a n d o
en n in g ú n d o cu m e n to ni o ficial n i extraoficial se le d a tal n o m b r e ; ni se n o s alcanza
p o c o ni m u c h o p o r. q u é ha d e tra du cir así la palabra C A S T E L L A en el m e n c io ­
n a d o d ecreto. F u é siem pre C om isariato o P rov in cia d e Castilla, au n qu e c o m p r e n ­
die se tam b ién co n v e n to s e n tierras andaluzas.
L o m ism o decirnos d e otra cu e stió n q u e d e b ió p reocu p ar m u c h o al P. N i c o l á s
d e C ó r d o b a (trevis notitia, o. c ., p p . 8 -9 , 1 0 0 -1 0 4 ): si la P rov in cia d e A n d a lu cía d eb e
r e co n o c e r c o m o m ad re y p rog en itora a la d e C astilla o a la d e V a le n c ia ; ni tiene
im porta n cia n i n o s interesa. S ó lo repetim os lo d ic h o en el d e c r e t o : q u e Castilla,
la P rov in cia d e Castilla, se- d iv id ió en d o s, y q u e los c in c o c o n v e n to s d e A n d alu cía
fo r m a r o n d e sd e 1625 una C u stod ia, q u e e n 1637 í u é erigid a en P rovin cia .
CASTILLA Y ANDALUCÍA

la nueva Custodia de Andalucía; sólo dice que la jurisdicción del Co­


misario se extenderá a la región denominada Bética o Andalucía (5).
Mas por lo que hace a Castilla, su territorio comprendía, separada
Andalucía, los siguientes reinos: las dos Castillas, León, Galicia y
señorío de Vizcaya (6). «A todos estos territorios se propagaron los
conventos de la provincia castellana, si bien no poeemos ningún do­
cumento que establezca los límites con las provincias circunve­
cinas» (7).
Por lo que hace a la distribución del personal, daba dicho decreto
¡as normas para su ejecución; entre ellas, que los religiosos que fue­
sen naturales de Castilla y que estuviesen de residencia en alguno de
los conventos andaluces, debían seguir allí hasta la celebración del
primer Capítulo. En cambio, los de otras Provincias debían quedar
agregados y formando parte de la nueva Custodia. Con esto quiso sin
duda el P. General atender a la escasez y necesidad de personal que
podría experimentarse con dicha división en los conventos andaluces,
pues respecto de Castilla no se tomó medida semejante.
El P. Agustín de Granada, nombrado Comisario de Andalucía, a
su regreso de Roma hizo seguidamente la visita de los conventos de
la Custodia, y, una vez efectuada, convocó el Capítulo que tuvo lugar
en Granada el 9 de enero de 1626. Después de esa fecha los religiosos
castellanos se volvieron a su Provincia, en tanto que los demás, fuesen
de donde fuesen, siguieron en Andalucía (8). Otros historiadores sos­
tienen que se volvieron a sus respectivas Provincias todos los que no
eran naturales de aquellos reinos, quedando únicamente de- fuera los
FP. Lorenzo y Silvestre de Alicante y Gregorio de Pamplona (9).
4. Sea de ello lo que fuere, unos y oíros convienen en que que­
daron en la Custodia solamente setenta religiosos, de los doscientos
cincuenta y dos que en aquel entonces contaba en total y antes de di­
vidirse la Provincia de Castilla ( 10).
Si así fué en realidad, Castilla reuniría cerca de ciento ochenta y
dos, personal desde luego más que suficiente para poblar los siete con­
ventos que le quedaron: Madrid, Toledo, El Pardo, Alcalá de Hena­
res, Salamanca, Cubas y Toro.

(5 ) D e c ía textualm en te el d e c r e t o : Super totean eam partem, qitae sub nomine


Baeticae vel Andaiutiae comprehenditur.
(6 ) Y a lo h em os h e c h o n otar arriba. C fr . T o r r e c i l l a , O . F . M . C a p ., Consultas,
alegatos, apologías y otros tratados, t. I , 2.a e d ., M a d rid , 1702, p . 38 6, n .° 52.
(7 ) M e l c h o r d e P o b la d u r a , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla,
o . c., p . 33.
(8 ) Sucesión..., m s.' c ., f. 6 r .
(9 ) A . d e G r a n a d a , m s. c ., p. 8 8 .— V alenciíja , o .* c ., I I , p p . 33 -4.
(1 0 ) P o b l a d u f a , o . c., p . 44.
120 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Suficientes eran también los que siguieron agregados a Andalucía


para los cinco conventos que componían aquella Custodia, a saber:
Antequera, Granada, Málaga, Jaén y Andújar.
5. Mas antes de separarse una de la otra, Andalucía de Castilla,
para mostrar el afecto que se conservaban, se dieron mutuamente car­
ta de Hermandad, que seguirán renovando hasta la exclaustración de
1835. Juntas habían vivido formando una sola Provincia y caminando
con marcha progresiva y ascendente, material y personalmente, du­
rante quince años. En ellos se habían fundado doce conventos, casi
uno por año, y el número de religiosos había aumentado considerable­
mente hasta alcanzar la cifra de 252 al verificarse la división en 1625,
hecho con que cerramos este primer período de nuestra historia.
SE G U N D O P E R IO D O

D e s d e l a d iv is ió n de l a P r o v in c ia h a s t a c o m ie n z o s d e l s ig l o x v iii

(1625-1701)

EPOCA P R IM E R A

Desde la división hasta la iniciación del apostolado entre infieles


(1625-1645)

C A P IT U L O P R IM E R O

R e o r g a n i z a c i ó n y g o b i e r n o

i. Provincialato del P. Diego de Ouiroga.— 2. Gobierno de los PP. Se­


bastián de Santa Fe y Alejandro de Valencia.— 3. Dos Visitadores
de Castilla a Andalucía y Valencia.— 4. Un Visitador a Castilla.—
5. Los PP. Juan de Ocaña y Cristóbal de Morentin.— 6. Actividad
apostólica.— 7. El P. Serafín de León y las nuevas Constituciones.
8. Importantes ordenaciones capitulares.

1. Llevada a cabo la división de ia Provincia, quedaban en Castilla


siete conventos y aproximadamente unos 182 religiosos, entre Padres,
Coristas y Legos, resultando consiguientemente un promedio de 26 re­
ligiosos por cada convento, cifra, como puede comprenderse, un tanto
elevada.
La labor del P. Provincial, Diego de Quiroga, a la vuelta del Ca­
pítulo general, fué, pues, necesariamente de reorganización. Quedaba
en Castilla noviciado en el convento de Salamanca; quedaba asimismo
un curso de Artes o de Filosofía, que se había puesto justamente en
Madrid en 1624, al frente del cual estaba el P. Leandro de Murcia;
pero se dejaba sentir la necesidad de conventos y de que la Provincia
se extendiese a otras tierras.
122 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Y precisamente, al celebrarse el primer Capítulo Provincial, des­


pués de la división, en enero de 1626, ya aparece designado Presidente
de una nueva fundación en Viiianueva del Cárdete (Cuenca). Con ’ello
la rica región de la Mancha nos abría sus puertas y nos ofrecía sus
fértiles y abundantes campos.
Parecerá quizás extraño que, siendo la Mancha paso obligado para
Andalucía, no se hubiese aún intentado en ella ninguna fundación. Y
es que, teniendo sus ventajas, presentaba otros grandes inconvenien­
tes, no siendo el menor la mucha falta de agua, que hace seca y des­
apacible la región manchega (1).
Si ahora se dió ese paso, fué casi más a instancias de algunos reli­
giosos naturales de aquellas tierras, sobre todo del P. Hilarión de Vi­
llanueva, quien por otra parte había dejado al entrar en la Orden al­
gunos de sus bienes con tal finalidad. La posesión de esa nueva fun­
dación no se efectuó hasta un año más tarde, el 27 de enero de
1627 (2).
Por esas mismas fechas debió también tomarse la fundación de
Valdemaqueda (Toledo), de existencia efímera, pues en diciembre de
1628 va se había dejado (3).
Sin embargo, justamente por causa de esas dos fundaciones, los
Descalzos entablaron contra los Capuchinos un gran pleito ante el
Consejo, que se ventilará en tiempo del sucesor del P. Quiroga. Este
gozaba en la corte de grandísimo ascendiente y era «estimadísimo de
los principales ministros» (4).
Por eso, gracias a esa influencia y estimación, aparte del buen cré­
dito que con su ejemplo y predicación iban adquiriendo en todas partes
los Capuchinos, el propio Felipe IV comenzó a darles entrada en su
palacio, y en los primeros meses de 1626 nombraba por su Predicador
al P. Mauro de Valencia (5), al que un año más tarde vemos agregado
a Castilla, donde es elegido Definidor (6), y en 1628 obtiene el título
de Calificador de la Suprema Inquisición (7).
Esa fué la actividad del P. Quiroga durante esos últimos años de
su gobierno, fuera de la ordinaria y aneja al cargo, como visitar los
conventos, etc., y juntamente ei despacho de algunos negocios que
tenía en 1a corte.

( 1 ) M o n z ó n , ms. c., f. 28.— Crónicas Capuchinas, Parte quinta, p. 204.


(2) Acta de !a toma de posesión (APC, 30/ 00006). t
( 3) Cfr. Breve del Nuncio al Marqués de las Navas (30 de enero de 1627)
(APC, 3/ 00022).— ED, p. 16.
(4) Cfr. P. V e n a n c io da L ag o S a n t o , O. F. M . Cap., Apostolo e Diplomati­
co o il P. Giacinto dei Conti Natta da Casale Monferrato, Cappuccino, Milano, 1886,
p. 229.
( 5) Archivo del Palacio Nacional de Madrid.— Personal.— Cargos.— V - 5.
(6) R I), p. 13.
( 7) A. H. N.— Inquisición, Leg. 1 .313, n.° 26.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 123

El 18 de mayo de 1627 cesaba en su cargo para comenzar, un año


después, otro de más importancia y responsabilidad y que llenará toda
su vida, cual fué el de confesor de la Infanta D.a María de Austria,
hermana de Felipe IV, luego Reina de Hungría y más tarde Empera­
triz de Alemania.
2. El sucesor en el provincialato fué el P. Sebastián de Santa Fe.
Su gobierno, que duró desde el 18 de mayo de 1627 al 15 de mayo
de 1630, fué próspero en acontecimientos.
Era natural de Santa Fe de Bogotá, y creemos que antes de tomar
el hábito capuchino debió hacer sus estudios en una de las Universi­
dades de Salamanca o Alcalá.
El cronista P. Monzón comienza así la narración de su vida: «En­
tre los Prelados que ha tenido esta Provincia en que con tan justa razón
podemos poner los ojos, es el P. Fr. Sebastián de Santa Fe» (8). Le
llama luego «varón santo y muy espiritual, modesto en su mirar y
hablar», recogido, muy amigo de la oración y del estudio. «Tuvo muy
buenas y señaladas prendas de predicador; sabía muy bien teología
escolástica, acompañada con continua lección de Santos y de Sagrada
Escritura. Naturalmente era elocuente: buen lenguaje, sin adornos
vanos, muy propio y casto; las razones vivas, fuertes y eficaces, par­
ticularmente en los sermones del Juicio y de los misterios que en la
Cuaresma la Iglesia celebra, que, como más morales, apretaba con
grande espíritu la doctrina, con que hacía gran fruto» (9). De él refieren
hechos maravillosos los historiadores que le conocieron (10).
Durante esos años de gobierno se consolidó la fundación de Villa-
nueva del Cárdete, no obstante las contradicciones de los Descalzos,
y asimismo, a pesar de la que opusieron en contra de la de Segovia,
también ésta logró realizarse; pero se dejó en cambio la de Valde-
maqueda. Mas lo que tuvo prácticamente más importancia fué la solu­
ción a favor de los Capuchinos del pleito que los Descalzos teman
entablado ante el Consejo de Castilla, lo cual dió motivo a que se tra­
zasen definitivamente ias normas que en adelante debían observarse
en orden a fundaciones.
Cuando ante el Consejo se ventilaba, a mediados de 1628, el men­
cionado pleito, otro quizás de menos importancia pero de mayor honra
para el hábito se discutía y se ganaba ante el Consejo de Estado y ante
la Junta de Casamiento de la Infanta D. María de Austria. Para los
que vivimos en el siglo X X nos parece de muy poco fuste y menos
monta lo que aquí se trató, a saber, si el confesor de dicha Infanta

( 8) M o n z ó n , ms. c., p. 344. Su vida la describe en las pp. 344- 48.


( 9) Ibid., p. 345.
( 10) Ibid., p. 346.— A n g u ia n o , El Paraíso en el desierto, o . c., pp. 78- 80.—
Crónicas Capuchinas, Parte quinta, pp. 542- 45.
m LA provincia de fe . m m . capuchinos de castilla

habría de ser el P. Diego de Quiroga, por quien aquélla tenía sus


preferencias, o el P. Ambrosio de Peñalosa, S. J., apoyado por Fe­
lipe IV. Por fin el Rey, a petición de su hermana y accediendo al parecer
casi unánime de los de la Junta de Casamiento, designaba el 15 de
agosto de 1628 por confesor al P. Quiroga, quien un año después, a
fines de diciembre de 1629, marchaba a Viena, formando parte de
la comitiva regia (11).
Días después de recibir el P. Quiroga su honroso nombramiento,
llegaba a España el P. General de la Orden Capuchina, Juan María de
Noto, con objeto de girar la visita a las Provincias españolas. «Entró
por septiembre en Cataluña, pasó a Valencia y estuvo por Navidad en
Madrid, porque aunque su camino enderezaba por el de Andalucía,
donde tenía ya enviadas citatorias, y se aprestaba a su recibimiento, jun­
tándose en Granada los Definidores, pero le hicieron instancia de aque­
lla Provincia [Castilla], representándole que estaba la Reina de Hungría
para partirse» (12).
A Castilla debió llegar lo más tarde a principios de diciembre, cele­
brando luego y presidiendo el Capítulo Provincial el 19 de dicho
mes (13). Del resultado de su visita sólo sabemos que quitó en las
Provincias españolas los Capítulos trienales, que les habían sido con­
cedidos por el Capítulo General de 1625, con obligación de celebrar
Congregación cada año (14). El 3 de enero de 1629 salía el P. General
de Madrid (15).
El P. Sebastián de Santa Fe, reelegido entonces Provincial, siguió
gobernando a Castilla hasta mayo de 1630; pero, antes de cesar en su
cargo, Felipe IV, prendado de «su singular espíritu y doctrina», le
nombró su Predicador el 13 de febrero, premiando así sus desvelos y
valer (16). No obstante estar enfermo y achacoso, no dejó de hacer la
visita, caminando siempre a pie, y, al hacerla, mostraba gran caridad
con todos, particularmente con los enfermos, ordenando fuesen servi­
dos con mucho cuidado, que nada les faltase y que se observase con ellos
puntualmente cuanto el médico ordenaba (17).
Al cesar el 15 de mayo de 1630 quedó al frente de la Provincia
de Castilla el P. Alejandro de Valencia. De él nos hemos de ocupar
aparte; con todo ya adelantamos que gozó de mucha influencia en
la Corte y cerca de Felipe IV, y que asimismo corrían parejas su in-

( 11 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal.— Confesores.— Q -3 y B- 47.


( 12 ) F é l ix d e G ran ad a , Anales, ms. c., p. 88.
( 13) ED, p. 15 .
( 14) Ibid., pp. 12 y 16.
( 15) Cfr. P o b la d u r a , L os Generales de la Orden Capuchina Grandes de Es­
paña de Primera Clase, en Collectanea Franciscana, X III ( 1943), P- 275> nota 5-
( 16) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal.— Cargos.— S - 31 .— Archivo
de Simancas. Cámara de Castilla, Memoriales, Leg. 1 . 178.— Monzón, ms. c., p. 345.
(1 7 ) M o n zó n , p . 347.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 125

fluencia con su valer; había ingresado en la Orden cuando ya había


hecho sus estudios en la Universidad de su ciudad natal.
Poco después de la celebración del Capítulo en que fué elegido,
se daba principio a la fundación de Valladolid. El difícil papel de
llevarla a cabo se encomendó al P. Jerónimo de Salamanca, «santo vie­
jo que era maravilloso en sus cautelas», y que, gracias a ellas, a su
mucha prudencia y tesón, salió al cabo con el intento, aunque la po­
sesión no se tomó sino un año más tarde (18).
Por otra parte se había dejado sentir notablemente la incomodidad
de vida en el convento de Toledo, ya muy ruinoso y desmantelado, y
muy principalmente la insuficiencia de la iglesia, porlo que se deci­
dieron a levantar una nueva, cuya primera piedra se puso el 2 de abril
de 1631, oficiando en la ceremonia el P. Provincial (19).
Fué en los primeros meses de 1631 cuando los vecinos de Becerril
de Campos pedían insistentemente a los Capuchinos la fundación de
un convento en aquella villa, alegando ante el Consejo que necesita­
ban buenos predicadores y confesores v asimismo dignos ministros que
ayudasen a biaa morir, como eran los Capuchinos (20).
Y una prueba más del crédito que iba adquiriendo el hábito, nos
io da lo sucedido en Valladolid, en que, apenas llegados allí y aun
antes de tomar aquella fundación, ya predicaban con extraordinario
éxito la Cuaresma los PP. Juan de Ocaña, Leandro de Murcia y Je­
rónimo de Salamanca (21).
Honra muy preclara de la Orden había sido San Lorenzo de Brin­
dis. La fama de sus virtudes y de sus milagros era notoria a todos, y
solamente habían pasado cinco años de su muerte, cuando ya se incoaba
en 1624 el primer proceso de beatificación; dos años más tarde se
hacía el segundo, y en 1630, por comisión del propio P. Provincial,
Alejandro de Valencia, dos religiosos de Castilla, los PP. Francisco
de Madrid y Francisco de Medina, llevaban a cabo el tercero (22).
3. Entre tanto se iba acercando la fecha de celebración del Ca­
pítulo General, convocado para 1631; pero, a causa de la peste que
tan horriblemente dejaba sentir sus estragos en algunas partes de Ita­
lia, particularmente en Milán, se suspendió por entonces. El único que
no se enteró de ello fué el P. Francisco de Vera, Custodio de Castilla,
( 18) Ibid., f. 34r.— ED, p. 17 .
( 19) Relación de la colocación de la primera piedra (APC, 25/ 00084).
( 20) Carta del Ayuntamiento al Consejo (1 de febrero de 1631) (APC, 35/ 00013).
( 21 ) Carta del P. Juan de Ocaña al P. Provincial (Valladolid, 5 de febrero
de 1631/ (APC, 28/ 00074).
( 22) Cfr. Archivo Ibero-Americano, X II ( 1919), p. 314 ss., y Archivo Provin­
cial de Capuchinos de Castilla, 12/00030 a 12 / 00033.— E l P. A j o f r í n , Vida de San
Lorenzo, o. c., p. 505, nos habla de dichos dos procesos de 1624 y 1626; desco­
nocemos su contenido y la finalidad. Con toda seguridad que, al igual que los de
1630, 1677 y 1724, serían hechos también por Capuchinos castellanos.
126 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

quien había acompañado al P. Quiroga camino de Italia, cuando mar­


chaba a Viena de confesor de la Reina (23).
Al llegar, a Roma y ver que el Capítulo no se celebraba, regresó
ala Provincia, pero losSuperiores de la Orden le dieron entonces el
nombramiento de Visitador de la Custodia de Andalucía. Contra su
Comisario, P. Agustín de Granada, se habían recibido bastantes que­
jas, ocasionadas del disgusto de los religiosos por verle tan indepen­
diente y durable en sugobierno (24).
El P. Francisco deVera era toda una personalidad; «muy docto
en cánones y teología, buen predicador, de grande prudencia, muy
compuesto en sus costumbres y de muy venerable presencia, y su edad
llegaba a los 60 años». Lo único que le faltaba era «alguna antigüedad
y experiencia entre los Capuchinos», pues se había pasado hacía so­
lamente siete años de los Descalzos, cuando er?, Penitenciario y Procu­
rador en Roma. Se incorporó a la Provincia de Castilla a petición del
Cardenal Trejo, Presidente del Real Consejo (25).
Y muestra clarividente de esas buenascualidades es que visitó
luego la Custodia de Andalucía «con mucha prudencia^ edificación»,
convocando seguidamente el Capítulo el 18 de octubre de 1632. Al
año siguiente, habido el Capítulo General, cesaba en su comisión y
regresaba a la Provincia por el mes de septiembre (26).
Otro hijo de Castilla, el P. Sebastián de Santa Fe, ex-Provincial,
era nombrado, el mismo año de 1631, Visitador ds la Provincia de
Valencia. No son para contadas las protestas que con tal motivo hubo,
ni las personas a quienes se recurrió para que no se llevase a cabo
dicha visita: el Nuncio, varios Cardenales, los Superiores de la Or-
qen, los otros Provinciales españoles, ctc., alegando que había sido
visitada hacía poco tiempo por el P. General; por fin se consiguió la
revocación de tal nombramiento el 15 de agosto de 1631 (27).
Dos años más tarde, el 13 de mayo de 1633, tenía lusiar el Ca­
pítulo General, al cual asistieron de Castilla, el P. Provincial y los dos
Custodios. Pero el cronista, antes de narrar los sucesos que a partir
de esa fecha tuvieron lugar en la Provincia, nos describe su estado y
resume su historia a partir de la división en las siguientes palabras:
«Con grande felicidad había recorrido el largo progreso de tantos años
nuestra Provincia, en suma paz, religión, virtud y prudencia de un
acertado, prudente y celoso gobierno, todos quietos, todos seguros, to-

(2 3 )F. de G ran ad a , Anales, ms. c., p . 106.


(2 4 )Ibid., pp. 105-106.— A . d e G r an ad a , ms. c „ p. 114.
(2 5 )Ibid.
(2 6 )C£r. V a l e n c in a , o . c., II, p. 215.— A . b e G ra n a d a , m s. c., p. 115.
(2 7 )En el Archivo Prov. de Capuchinos de Valencia, Carpeta G , Legajos 72
y 73> hay abundante documentación sobre el particular.— Cfr. también la carta
de los Superiores de Cataluña al P. Vicario General (2 de julio dé 1631) (Archivo
de !a Corona de Aragón, Fondos Monacales, Leg. 61, t. 3.°, f. 37).
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 127

dos unánimes y todos tan deseosos de la mayor gloria de Dios, que


no se oía fuera de los límites de ella ni queja, ni descontento, y, si
alguna cosa se desquiciaba, la atención de tan grandes Superiores como
habían gobernado y gobernaban, así la devolvían a su ser con tanta
destreza, suavidad y maña, que más firme quedaba de cualquier quie­
bra después de su reparo, que antes que hubiese amenazado o pade­
cido el daño» (28).
El P. Alejandro de Valencia, antes de partir para Roma, previendo
lo que por desgracia sucedió, se dirigía a la Provincia por medio de
una carta circular, en la que inculca mucho a los religiosos la paz y
unión de todos, amonestando que no descuiden en modo alguno el
recogimiento y el retiro de los seglares, el respeto a los Prelados y,
sobre todo, aue, «habiendo juzgado por medio necesario para la con­
servación de la paz el no tratar de elecciones en materia alguna», man­
daba por santa obediencia «aue no hablen de elecciones futuras de
ninguna manera, directa ni indirectamente, ni por escrito ni de ningu­
na manera» (29).
Al celebrarse aquel Capítulo General el P. Alejandro protestó v de­
fendió a capa y espada la igualdad de votos para todas las Provincias
en orden a los Custodios, pues sabido es que, mientras las Provincias
ultramontanas no tenían sino dos Cutodios generales, las cismontanas
tenían tres y cuatro, pudiendo asistir todos a Capítulo con voz y
voto (30).

4. Pero en tanto que el P. Valencia se encuentra en Koma, «cuan­


do menos se pensaba que pudiera alterarse la felicidad de este sosie­
go, se removieron en su ausencia los ánimos de algunos religiosos al
parecer con diferencias propias, pero encaminadas, claro está, al bien
común; parecióles que el medio para atajarlas era pedir Visitador, y,
como lo pensaron, así se ejecutó, aguaxdando a que el P. Alejandro,
después de concluido el Capítulo General, que con negocios de la Ma­
jestad Católica había de pasar a Alemania, con su ausencia se podría
mejor conseguir, aue a tener noticia de este intento, las causas no eran
tan graves que fácilmente satisfecho el P. General, fuera sin duda
se excusara» (31).
No sabemos concretamente qué diferencias hayan sido esas que
«hubo entre algunos Padres de la Provincia». El hecho es que, estan-

(2 8 ) M o n z ó n , m s. c., f. 731-.
( 29) Ibid., ff. 91V.-92.
( 30) Cfr. Protesta de los PP. Alejandro de Valencia y Serafín de León ante
el canónigo Sr. Monserrate (5 de junio de 1637) (Archivo Prov. de Capuchinos
de Valencia, Carpeta B, l.eg. 61 , n.° 920).
(3 1 ) M o n z ó n , m s. c., f. 731,
128 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

do el P. Alejandro en Alemania, sin dar aviso alguno, le enviaren un


Visitador (32).
Fué éste el P. Pedro de Calier (Cagliari), natural de Cerdeña, quien
sin decir palabra, se presentó en Castilla para llevar a cabo su comi­
sión. No obstante la extrañeza que causó, se le recibió bien «y em­
pezó a ejercer su misión; escudriñó, inquirió, buscó y escarbó para
saber dónde estaba el daño; muy intrínseco debía ser pues en lo pú­
blico sólo se hizo demostración de una causa que se hizo a un religio­
so... La paz era común en toda la Provincia, que no se puede decir
falta en ella porque dos o tres anden revueltos entre sí; las prelacias
no carecían de sujetos dignos de ellas, y muchos merecedores de otras
mayores; de modo que, mirado el todo, no estaba la Provincia en es­
tado tan calamitoso que mereciese para su restauración viniese a redi­
mirla ningún extraño» (33).
Sin embargo, parece deducirse de las palabras del P. Monzón que,
en parte al menos, los tiros iban dirigidos contra el P. Provincial,
Alejandro de Valencia, a quien, vuelto de Alemania por el mes de
octubre (34), Felipe IV, para recompensar sin duda los buenos ser­
vicios allí prestados, le nombraba su Predicador el 15 de enero de
1634 (35)-
E1 Visitador convocó el Capítulo, que debió celebrarse en los pri­
meros días de mayo de 1634, y en él fué elegido por Superior de Cas­
tilla el P. Juan de Ocaña (36).
5. Durante el provincialato deéste, que duró hasta el 18 de agos­
to de 1636, en que al ser reelegido renunció, Castilla fué adquiriendo
nuevos créditos ante propios y extraños, no contribuyendo a ello poco
el propio P. Ocaña, que, sobresaliendo por sus dotes oratorias, era
nombrado Predicador de S. M. en los primeros meses de 1635 (37).

( 32) Erario divino3 o. c., p. 19.— También lo comunicaba así el P. Quiroga


al Consejo de Estado en sus cartas de 20 de agosto y 8 de septiembre, diciendo
que el P. Provincial, que había partido de Viena, le enteraría de algunas cosas
(Archivo de Simancas.— Estado, Leg. 2 .334, Consejo de Estado del 29 de octubre
de 1633, punto 41).
( 33) M o n zó n ,, ms. c., f. 73.
( 34) Cfr. lo dicho en la nota 32.
( 35) Archivo dei Palacio N. de Madrid.— Personal.— Cargos.— V - 5. Esta elec­
ción la aprobó y confirmó Urbano V III por su Breve Religionis zelus, de 24 de
mayo, y aitique según el Bulario (V., p. 370) vafechado en 1633, creemos es un
error, pues el documento de Palacio pone 1634.
( 36) Erario divino, o. c., p. 21— N o obstantehaberse celebradoel Capítulo,
todavía debió seguir algún tiempo en laProvinciaelP.Calier,pue§con losSupe­
riores de Castilla firma algunas determinaciones relativas al convento de Toledo
el 16 de mayo (Cfr. APC, 25/ 00095).
( 37) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal.— Cargos.— 0 - 2.— Memorial
histórico español, X III, p. 156, carta del P. Sebastián González Pereyra, S. J., 3
de abril de 1635.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 129

Por otra parte, al P. Alejandro de Valencia, que ya lo era, se le con­


cedió el honorífico título de Calificador de la Suprema Inquisición el
2 de noviembre del mencionado año (38).
Al cesar el P. Ocaña fué elegido Provincial el P. Cristóbal de Mo-
rentin, varón de Dios, insigne por sus muchas virtudes. Su vida, en
un todo ejemplar, y su gran prudencia en el gobierno, le hicieron
amable y deseable de todos sus súbditos. Aunque de naturaleza enfer­
miza, era sumamente competente, habiendo hecho sus estudios en la
Universidad de Salamanca (39). Allí había tomado el hábito el 29 de
marzo de ¥620 y, pasados seis años, recibía el presbiterado. Su valer
y la estima que de él se hacía, se pusieron bien a prueba cuando, al
año de ordenarse, era nombrado Maestro de novicios, siguiendo lue­
go ocupando cargos y prelacias sin interrupción hasta su muerte (40).
En los años que estuvo al frente de la Provincia (1636-1639) se
tomó la fundación de Villarrubia de los Ojos (1638); se puso la pri­
mera piedra del tercer convento de El Pardo (1638), o sea del actual,
y asimismo se consiguió el de La Paciencia, de Madrid (1639).
Asistió al Capítulo General habido en R.oma el 29 de mayo de
1637, y consiguió para Castilla el que los Capítulos Provinciales pu­
dieran celebrarse de año y medio en año y medio, viniendo práctica­
mente a gobernar cada Provincial un trienio completo (41).
A dicho Capítulo General asistieron también, en calidad de Cus­
todios, los PP. Alejandro de Valencia y Serafín de León. Ambos pro­
testaron, como ya lo había hecho el P. Valencia en 1633, sobre la
desigualdad de votos de los Custodios de las distintas Provincias, ha
ciéndolo en pleno Capítulo y en nombre de las Provincias de Catalu­
ña, Valencia, Aragón, Castilla, Flandes y Valona. Pero, lejos de ha­
cerles caso, al igual que el Provincial de Flandes, fueron tratados
bastante mal por e l .Cardenal de San Onofre, que era el Protector.
Indignados por- ello, se fueron ante el Canónico Sr. Monserrate, cons­
tituido en dignidad y residente en Roma, para que levantase acta de
su protesta (5 de junio de 1637) (42).
Es verdad que de momento nada se consiguió; pero pronto, el 20
de mayo de 1638, se levantaron nuevas protestas, que ahora procedían
de los Provinciales de Francia (43), y no pasará mucho tiempo sin que
logren ló que deseaban, la igualdad de votos.

( 38) A. H. N.— Inquisición, Leg. 1 . 188, n.° 4.


(3 9 ) M o n zó n , m s. c., p . 420.
(40 Cfr. nuestro Necrologio, o. c., p. 219, 31 de agosto.
(41) ED, p. 22 . •
(42) Cfr. dicha acta en Archivo Prov. de Capuchinos de Valencia, Carpeta B,
Leg. 61, n.° 92c.
(43) Protesta de los Provinciales de Francia (20 de mayo de 1638) (I b i d Car­
peta B, Leg. 61, n.° 921.
130 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

6. Por lo que respecta a la Provincia, se nota en estos años un


gran movimiento de predicación. Son muchos los predicadores que
se disputan los mejores púlpitos, tales como los PP. Jerónimo de Sa­
lamanca, Sebastián de Santa Fe, Leandro de Murcia, Alejandro de
Valencia, Juan de Ocaña, etc., no faltando entre ellos varios que ob­
tienen el título de Predicador de S. M.
Merece sobre todos especial mención el P. Juan de Ocaña, gran­
demente alabado por el jesuíta P. González Pereyra, aunque añadía:
«Si bien a mí ningún hermano me ha edificado más que ver por las
calles un capuchino, los ojos en el suelo, el capucho calado hasta la
boca, pisando su misma barba» (44). Precisamente por su libertad en
hablar fué desterrado de la Corte en abril de 1637 (45)> aunque en
1641, a más tardar, ya había vuelto a Madrid (46), siguiendo su pre­
dicación con el aplauso de siempre, diciendo al Rey, como acota el
mencionado jesuíta, «cosas muy buenas» (47).
Además: durante el gobierno del P. Morentin, fué erigida en
Provincia la Custodia de Andalucía, el año 1637. El primer Capítulo
tuvo lugar el 24 de diciembre de 1638, y en él fué elegido Provincial
el P. Alejandro de Valencia, que en aquel entonces era primer Defini­
dor de Castilla y Guardián del convento de Madrid (48). Rigió los
destinos de Andalucía hasta el 30 de abril de 1640, en que, al cele­
brarse el segundo Capítulo Provincial y ser reelegido, renunció al car­
go y se volvió a Castilla (49).
7. Mientras el P. Valencia era Superior de Andalucía, Castilla
celebraba su Capítulo el 7 de octubre de 1639, y en él era elegido
Provincial el P. Serafín de León. La personalidad de este religioso,
insigne por muchos conceptos, pues se trató de hacer el proceso para

(44) Carta del 10 de abril de 1635, en Memorial histórico español, X III,


pp. 167- 8.
(45) A. R o d r íg u e z V il l a , La Corte y la Monarquía de España en los años ■
de 1636 al 1631 , Madrid, 1886, p. 127.
El P. M . d e P o b la d u r a , L os Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., pá­
ginas 46 ss., cree descubrir en este destierro «la clave de dos tendencias existen­
tes en la Provincia». Nuestro parecer es que el destierro del P. Ocaña obedeció
únicamente a lo dicho en ese sermón. Asimismo el otro hecho que aduce de la
protesta de los Superiores por haber sido designado el P. Ocaña para hacer el
informe sobre los PP. Barca, es un mero incidente en puntillos de más o menos
honor o distinción. El P. Alejandro estaba demasiado acostumbrado a que todo
se lo encomendasen a él. Prueba de ello es que, al hacer la visita el P. General
poco después,nada se echó de ver en ese particular.
(46) ED, p. 25. En el Capítulo de 23 de agosto de 1641 fuéelegido Defini­
dor Provincial y Guardián de! convento de S. Antonio.
( 47) Memorial histórico español, X V I, p. 308, carta del 1 de abril de 1642.
(48) ED, pp. 22- 23.— V alencia , o . c., II, p. 356.
(4 9) V a le n c in a , o . c., III, p. 30.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 131

su beatificación, hemos de presentarla luego aparte como una de las


mayores glorias misioneras de Castilla.
Poco después de su elección se tomaba oficialmente posesión del
convento de La Paciencia, de Madrid, el 3 de diciembre, y el 13 en­
traban los religiosos con gran solemnidad en la primitiva casa y ca-
pilla (50).
Todo marchaba bien en la Provincia, cuando se tuvo noticia de
que el P. General, Juan de Moncaller (Moncaglieri), iba a hacer su
visita reglamentaria a las Provincias españolas. El P. Monzón, que
nos describe lo sucedido con toda clase de pormenores, coloca este
hecho entre «los sucesos más dignos de memoria con otros casos que
desde su fundación han sucedido en la Provincia» (51).
Luego de llegar a España, en vez de dirigir sus pasos hacia la
Corte, visitó la Provincia de Aragón y a continuación la de Valencia
y Andalucía. A medida que iba haciendo la visita, celebraba en cada
una de ellas Capítulo, y al propio tiempo iba imponiendo las nuevas
Constituciones que habían sido hechas por el Cardenal de San Ono-
fre, Protector de la Orden, Constituciones un tanto extrañas y muy
rigurosas, confirmadas, a mayor abundamiento, por Breve de Urba­
no VIII (52).
El 31 de mayo por la tarde llegaba a Madrid; el Capítulo, reuni­
do para el 1 de junio, no se pudo haber hasta el 4. Pero, al comen­
zar los actos capitulares, el P. Provincial, Serafín de León, se le­
vantó para leer, en nombre de todos los vocales, una protesta
en contra de las Constituciones, que no querían admitir en manera
alguna, por no haber sido aprobadas por el Capítulo General, como
ordenaban las propias Constituciones. Se suspendió de momento el
Capítulo; hubo luego entrevistas y conversaciones con el Nuncio, nue­
vos requerimientos del P. General y nueva protesta de los capitulares,
que presentaron un memorial compuesto por el P. Leandro de Mur­
cia, en que probaba cómo las dichas Constituciones no podían ser
admitidas (53).
(5 0 ) C fr. A n g u ia n o , La nueva Jerusalen, en que la perfidia hebraica reiteró
con nuevos ultrajes la Passion de Christo Salvador del M undo, en su sacrosanta
imagen del Crucifixo de la Paciencia, en Madrid, Madrid, 1709, pp. 27 0-27 1.
(5 1 ) M o n z ó n , ms. c., ff. 7 4 -8 5 , «D e la venida a España de nuestro
M . R. P. Juan de Moncaller, Ministro General».
(5 2 ) Breve Ex injuncto (2 4 de marzo de 1638). Bullarium, I, p. 96.
(5 3 ) E! P. M o n z ó n , ms. c ., ff. 7 7 -8 4 , lo copia íntegramente con el siguiente
título: «Memorial en que por vía de disputa moral se representan al Reverendí­
simo P. General de los Frailes Menores Capuchinos los graves inconvenientes que
se siguen de poner en ejecución las nuevas Constituciones remitidas de Roma a
las Provincias de España.» Se imprimió aparte con el mismo título., pero sin lugar,
año ni autor: 6 folios. En el Archivo Provincial de Capuchinos de Castilla (3 /0 0 0 2 6 )
hay un ejemplar, y al final lleva una consulta manuscrita sobre el particular d el
P. P. de Tapia, O. P. (Sto. Tomás de Alcalá, 28 de mayo de 1640).
13-2 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Ante la intransigencia insistente del P. General no quedó otro re­


medio que acudir a! Rey y al Conde-Duque para que interpusieran
su valimiento en esta cuestión. Así lo hicieron, y el Rey, el 7 de junio,
mandaba al P. General una comunicación, diciéndole no se molestase
a ningún religioso ni a la Provincia con leyes o Constituciones nuevas.
Ante esto el P. General, convencido de que nada podría conseguir,
tampoco permitió que las elecciones Sse hiciesen y suspendió el Ca­
pítulo el día 9.
A pesar de todo lo sucedido hubo que cubrir las apariencias. Los
Superiores de la Provincia hicieron que el P. General tuviese una
entrevista con los Reyes; besó la mano a Felipe IV, quien, después
de agasajarle mucho, «le mandó cubrir» en su presencia (54). El
P. General, por su parte, correspondió a esas finezas y atenciones,
concediendo a los Reyes carta de Hermandad con la Orden, fechada
en Madrid el 29 de junio (55).
Pero el asunto de las Constituciones no paró ahí. El 30 de junio
el Rey escribía al Presidente del Consejo de Castilla, comunicándole
cómo había ordenado al P. General no tratase de introducir por la
violencia las nuevas Constituciones en la Provincia de Castilla, orden
que aquél había obedecido. Y en vista de ello con esa misma fecha
el Consejo comunica al P. Provincial de Andalucía la citada orden del
Rey al P. General, de que no introdujese en estos reinos las nuevas
Constituciones (56).
No contento con lo hecho, el P. Provincial de Castilla, en nombre
de los religiosos de España, pide al Rey en un memorial, que influya
en Roma para que se consiga del Papa un decreto revocatorio de las
dichas Constituciones, a k) que el Rey accedió en septiembre de
1640 (57).
El 23 de agosto de 1641 tenía lugar el Capítulo Provincial de
Castilla, en el que salía elegido por segunda vez el P. Alejandro de
Valencia. En las tablas capitulares aparecen por vez primera los Vi­
carios de los conventos, pero solamente para los de Madrid y
El Pardo (58).

( 54) Ibid., f. 77r.


(55) Ibid., f. 84; reproduce textualmente la carta de Hermandad.
( 56) En el Archivo Provincial de Cataluña hemos visto copia de dicha carta
del Rey y del Consejo, que llevan la misma fecha. Sobre el mismo asunto hay cjtra
del Consejo de 5 de julio en el Archivo de la Corona de Aragón, Fondos Mona­
cales, Leg. 59, t. 4, f. 25, «Libro de papeles misceláneos», n.° 19. También fen el
mismo Legajo n.° 18, se encuentra «Súplica de la Provincia (Cataluña) al P. G e­
neral para que la visite cuando se halla en ella, y protesta a las nuevas Constitu­
ciones» (Montecalvario, 13 de agosto de 1640). Y en el Leg. 62, f. 14, se halla
¡a protesta del Capítulo Provincial de Castilla el 4 de junio, juntamente cor* otras
cosas sobre ese asunto.
( 57) Archivo de Simancas.— Estado, Leg. 3004.
( 58) ED, p. 25.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 133

Un año después sucedió en Segovia un hecho que contristó sobre­


manera a la Provincia por lo mucho que se divulgó y por lo malpa­
rado que quedaba el hábito, aunque sin razón. El día de la Expecta­
ción de la Virgen, un Capuchino, cuyo nombre no se cita, pero sí se
dice que era buen predicador, tuvo en la catedral el sermón de la
festividad ante el Sr. Obispo. Este, por no haber entendido bien o por
parecerle mal dos de las proposiciones dichas en el sermón, llamó la
atención del predicador delante de todos y aun antes de bajar del
pùlpito. No es para descrito el revuelo que se levantó ni las hablillas
a que el caso dió lugar, cuando no sólo se divulgó en la ciudad sino
por otras partes. Además, el Sr. Obispo, que por otra parte apreciaba
a los Capuchinos, no quiso atender a las explicaciones que se le dieron ;
por lo cual el P. Leandro de Murcia salió por la honra del hábito y
en defensa del predicador, publicando, aunque sin año, sin lugar y
sin nombre, un folleto, en el que puso de manifiesto la verdad de lo
sucedido y de lo que el predicador había dicho, demostrando al propio
tiempo que dichas proposiciones no eran dignas de censura (59).
En ese mismo año 1642 se remitían las letras convocatorias para
el próximo Capítulo General, que debía tener lugar en Pentecostés
de 1643. Mas antes de que llegase esa fecha, se reunían el 6 de enero
de 1643 en Valencia los capitulares de las cuatro Provincias: Andalucía,
Aragón, Castilla y Valencia, para tratar de si debían asistir o no a dicho
Capítulo en vista de las circunstancias. No asistió a la reunión el Pro­
vincial de Cataluña «por la rebelión del reino, con que estaba desunido
de los demás» (60).
Después de leer un extenso alegato del P. Leandro de Murcia, a
la sazón primer Custodio de Castilla, todos decidieron no asistir al
Capítulo General, y así lo acordaron el 12 de enero, alegando como
razones que, estando en guerra, no se podía ir fácilmente a Roma ni
por tierra ni por mar. Pero las razones reales y verdaderas eran que
temían por su comportamiento en el asunto de las Constituciones, tanto
por parte del Cardenal Protector como del P. General (61).
En realidad de verdad aquello constituía un acto de rebeldía. Y,

( 59) El papel impreso del P. Murcia lleva el siguiente título: A los doctos,
desapasionados y amigos de la verdad (s. 1. s. a .): 6 folios. En nuestro Archivo Pro­
vincial se conserva un ejemplar (sign. 44/ 00007). El P. M o n z ó n , ms. c., ff. 85- 95, 1°
copia literalmente.
(6 0 ) M o n z ó n , m s. c., f. 89V.
( 61) El alegato del P. Murcia lleva este título: «Memorial apologético en que
se prueba que los Padres Provinciales y Custodios de los Capuchinos de estas
Provincias de España, convocados para el Capítulo General próximo futuro del
año 1643, no tienen obligación en conciencia de ir a él ni de comparecer en Roma
donde se ha de celebrar, y que no hay conveniencia alguna que pueda mover a
ello.» L o copia también al pie de la letra el P. M onzón, ff. 9 2 -9 8 , así como nos
refiere puntualmente cuanto sucedió, f. 89V.
134 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

aun no contentos con lo hecho, enviaron a R.oma una protesta, auten­


ticada con la firma de notario, en la que exponían las susodichas excu­
sas para no acudir al Capítulo, y además hacían constar que conside­
raban las letras convocatorias como ilegítimas, y nuevamente protes­
taban de que mientras las Provincias ultramontanas sólo podían enviar
al Capítulo General dos Custodios, las cismontanas enviaban tres y
cuatro. Por fin, volvían a rechazar las nuevas Constituciones que no
consideraban obligatorias en derecho ñor no estar dadas ni aprobadas
por el Capítulo General (62).
Esas protestas surtieron efecto al celebrarse el Capítulo. A él acu­
dieron de España sólo los vocales de la Provincia de Cataluña y unCus­
todio de la de Aragón. Se trató el asunto de las Constituciones nuevas,
pero, al discutirlo, se retiraron los capitulares españoles y franceses, y
su ejemplo siguieron luego todos los demás; de modo que ese punto
no se volvió a tocar más (63).
Con ello la propuesta de los españoles había triunfado en toda la
línea. Urbano VIII daba luego un Breve por el que «fueron confir­
madas las Constituciones impresas en 1609, con las adiciones hechas
en 1625 y 1637». Asimismo, por otro Breve, concedía «la igualdad de
votos a todas las Provincias de la Orden, de tal manera que en lo suce­
sivo cada Provincia designaría solamente dos Custodios que fuesen al
Capítulo General juntamente con el P. Provincial» (64).
Sin embargo, se hizo una nueva impresión de las Constituciones,
y el P. General elegido en dicho Capítulo, Inocencio de Caltagirone.,
por su carta de 15 de agosto, encomendaba al P. Alejandro de Valencia
llevase a cabo su traducción al castellano, las imprimiese y enviase los
correspondientes ejemplares a las otras Provincias (65).
Por lo demás, un dato interesante que nos muestra bien a las claras
el progreso de la Provincia en los estudios, es que la Congregación
definitorial habida en 1643 determinó poner dos cursos de Artes o
Filosofía para atender debidamente al adelanto de los estudiantes (66).

( 62) M o n z ó n , ms. c., ff. 90- 97.— Este mismo documento se halla en el Ar­
chivo Prov. de Capuchinos de Valencia, Carpeta B, Leg. 61, n.° 924.
(6 3 ) M o n z ó n , ms. c., f. 91V.— Libro de los Actos Capitulares así Generales
como Provinciales de Cataluña, ms. c., Capítulo General de 1643.
( 64) Cfr. Analecta, O. F. Min. Cap., VI ( 1890), p. 231 .
( 65) Cfr. copia de dicha carta, enviada al P. Provincial de Cataluña, en la
que al mismo tiempo se le comunica diga cuántos ejemplares necesita su Provincia
(Archivo de la Corona de Aragón.— Fondos Monacales, Leg. 61, t. 2 .“, f. 25 ss.).
Las Constituciones así traducidas e impresas llevan el siguiente título: Cons­
tituciones de los Frayles M atares Capuchinos de San Francisco aprobadas y con­
firmadas por Nuestro muy santo Padre el Papa Urbano VIII. Traducidas de len­
gua italiana en castellano, Madrid, 1644, P°r Carlos Sánchez.
Conocemos tres ediciones o, por mejor decir, impresiones distintas hechas en
el mismo año y por el mismo impresor.
( 66) ED, p. 27.
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO

Asimismo, para procurar el esplendor del culto, se ordenaba tam­


bién entonces que en ciertos días, como las Pascuas, día de San Fran­
cisco, el Titular, los tres días de Semana Santa, la vigilia de Pente­
costés y «los días que se hiciese fiesta con música», se cantase también
en todas las casas la misa conventual (67).
8. Mas como esto resultó difícil o casi imposible en los conventos
donde había pocos religiosos, se dejó en suspenso en el Capítulo de
1644, en 3ue P- Alejandro de Valencia sucedió en el provincialato
el P. Cristóbal de Morentin, elegido también para el mismo cargo por
segunda vez (68).
En ese Capítulo, habido el 10 de junio, se admitió la fundación
ofrecida por el Duque de Alba en su villa de Alba «con tal que cumpla
las condiciones que ofrece» (69).
Pero .sobre todo fué de mucho interés el mencionado Capítulo por
las importantísimas ordenaciones que en él se dieron, una de las cuales
era que «no se permita que ningún religioso vaya a confesar seglares
ni religiosas fuera de casa, sino en caso de manifiesta enfermedad y
licencia de su Prelado, constándole primero de la dicha causa, ni en
casa a nadie que no tenga licencia de Su Santidad o del Capítulo Ge­
neral, so pena de tres panes y aguas y de un año de privación de voz
activa y pasiva» (70).
Con esta ordenación se marca la pauta seguida en cuestión de
confesiones, tanto dentro como fuera del convento, sobre todo en casa,
para lo que era necesaria licencia del Papa o del Capítulo General. Y
acerca de esto, no obstante que trataremos aparte esa cuestión, bueno
será señalar de paso que los moradores del convento de El Pardo tenían
dicha licencia general desde 1618; se consiguió también para los del
convento de Viüanueva del Cárdete en 1628 y, por fin, el 17 de agosto
de 1643, el Nuncio de España, Cardenal Jaime Panzirolo, autorizaba
al P. Provincial para que pudiese nombrar confesores que atendiesen
a los fieles en la iglesia de La Paciencia, no obstante la prohibición
de las Constituciones de la Orden (71).
Por otra ordenación se señalaron en ese último Capítulo las peni­
tencias extraordinarias que debían practicarse ciertos días del año, a
saber: «Comer, en las vigilias o vísperas de ciertos días solemnes, pan
y agua, y se declara que son los siguientes: todos los viernes de marzo,
el Viernes Santo, las vigilias de Nuestra Señora de agosto y septiem-

( 67) Ibid., p. 28,


(68) Ibid., p. 30.
( 69) Ibid.
( 70) Ibid.
( 71 ) Cfr. Archivo de la Embaajda de España ante la Santa Sede, Leg.139;, fo­
lio 193, y Archivo Vaticano, Fondo Borghese,II, f. 31 - 32.— M o n z ó n , ms. c., fo­
lio 28r., y Crómeos Capuchinas, Parte quinta, p. 205.— APC, 31 / 00010.
LA PROVINCIA DE FF» MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

bre y la de la Concepción y Anunciación, si no es que venga en tiempo


pascual, y en la de N. P. S. Francisco, y en los mismos días se haga
la disciplina en el refectorio» (72).
Asimismo se confirmaron las ordenaciones que estaban mandadas
para toda la Provincia «de no hablar ni escribir a monjas ni a mujeres
que están en clausura, ni tomar ni tener chocolate», y también las
dadas para los conventos particulares, que luego indefectiblemente se
repiten en todos los Capítulos: «de no cazar en El Pardo, ni de nego­
ciar o pedir en Madrid, ni nadar en Toledo, ni comer en la ciudad» (73).
No fueron tampoco menos importantes las disposiciones dadas so­
bre los estudios, al establecer no sólo que hubiese Maestro de nuevos,
que sin duda debía haber ya anteriormente, sino un Maestro de Gra­
mática, con el fin de que los tres años que debían pasar los coristas
después del noviciado y antes de ponerse al estudio, no sólo se dedi­
casen a la formación espiritual, sino a completar la formación literaria,
sobre todo aquellos que no la traían al ingresar en la Orden (74).
Pero el P. Provincial, Cristóbal de Morentin, estaba ya gastado y
achacoso. «Varón de mucha oración y penitencia», de quien se refiere
haber recibido del Señor gracias y favores extraordinarios, muy ejem­
plar y competente, sólo gobernó la Provincia un año (75). A mediados
de agosto de 1645 dió comienzo a la visita por el convento de Segovia.
En el camino cogió una disentería tan fuerte, que a los pocos días de
su llegada, el 31 de agosto, fallecía, siendo enterrado en la cripta de
la iglesia de aquel convento.
El cronista termina con estas palabras su biografía: «Después de
una vida gastada en guarda perfecta de su Regla, subió a gozar el pre­
mio de sus merecimientos, dejando a los hombres común fama de san­
tidad» (76).
Pero pudo terminar su carrera mortal, satisfecho de haber pre­
senciado y aun fomentado un glorioso movimiento intelectual, que ha­
bía comenzado ya a renacer pujante en la Provincia. Me refiero a los
primeros libros salidos de la pluma de Capuchinos castellanos y que
entonces vieron la luz pública. El primero de todos fué la traducción
de los Anales de Boverio, hecha por Fr. Francisco Antonio de Madrid
Moneada (77)- Del segundo fué autor el P. Leandro de Murcia, y era
( 72; ED, p. 31 .
( 73) Ibid., p. 32.
( 74) Ibid., p. 30.
(75) Cfr. A n g u ia n o , La Nueva Jerusalén, o. c., pp. 315 - 16.
(7 6 ) M o n zó n , m s. c ., p . 422.
, (77) S e imprimió con el siguiente título: Primera pane de las C¡tronicas' de
ios ^ railes Menores Capuchinos de N. P. S. Francisco, traducidas de la lengua
latina en castellana de los Anuales que escrivio Nuestro Doctiss .0 y Rmo. P. F . Z a -
c h a r ia s B o v e r i o d e S a l u c i o Diffor. Gen. y su mayor Chronista. Por el P. F . F r a n -
REORGANIZACIÓN Y GOBIERNO 137

una Exposición de la Regla en castellano, pues hasta entonces no había


ninguna en nuestro idioma, escrita por Capuchinos (78).
Parejas con ese movimiento intelectual corrió otro de externo apos­
tolado, el movimiento misional. En 1Ó45 iniciaban el apostolado entre
infieles los Capuchinos castellanos y también todos los españoles por
medio de la misión del Congo, apostolado que irá desarrollándose cada
vez más pujante en años posteriores. Su comienzo marca una nueva
etapa en la historia de la Provincia.

a s c o A n t o n io d e M a d r id M on cada , Religioso de la misma Orden. Con licencia,


en Madrid, por Carlos Sánchez. A ñ o de 16 44.»
«Segunda parte... en Madrid.. , año de 1646.»
« Tercera parte... en M adrid..., año de 1647.»
El traductor, que por cierto no llegó a ordenarse, pues falleció siendo aún c o ­
rista, había sido en el siglo uno de los más famosos abogados de la Corte; Uarrtóse
Gabriel de Moncada (el P. A n g u ia n o , La Nueva Jerusalén, p. 320, le llama D. L u is
de Moncada) y llevó durante su juventud vida licenciosa; se convirtió estando en
cierta ocasión rezando con su amiga ante el Cristo de La Paciencia-, tomó luego
el hábito en dicho convento, el 28 de 'marzo de ,1641, día de Jueves Santo, y
falleció en el del Prado el 22 de mayo de 1644, a los cincuenta y un años de edad.
Fué poeta y amigo de Lope de Vega, a su vez panegirista de Moncada, quien supo
corresponder a Lope, después de fallecido éste, con la comedia alegórica: Honras a
L ope de Vega en el Parnaso. Tradujo la obra de Boverio en menos de tres años
y au n durante el noviciado, pero se imprimieron los tres tomos después de su
muerte.— Cfr. A n t o n io d e L eó n P in e l o , Anales o historia de Madrid, Ms., año 1635.—
J A. A l v a r e z B a e n a , Hijos de Madrid, ilustres en santidad, dignidades, armas, cien­
cias y artes, II, Madrid, 1790, pp. 133- 35.— C. A. d e l a B a r rer a y L e ir ad o , Catá­
logo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español, desde sus orígenes hasta
mediados del siglo X V I I I , Madrid, 1860, pp. 261- 63, Moncada.— Necrologio de Cas­
tilla, o. c., p. 132 .
( 78) Su título es: Questiones selectas regulares, y exposición de la Regla de
los Frayles M enores... Compuesto por el Reverendo Padre Fray L e a n d ro d e M u r c ia ,
Lector de santa Teología, Definidor y Custodio de la Prouincia de Castilla, y
Guardian del Convento de San Antonio de Padua de los Frayles Menores Capuchi­
nos de Madrid, natural de la misma ciudad de Murcia. En Madrid, por Gregorio
Rodríguez, año de M .D C .X L V .
C A P IT U L O II

% F u n d a c io n e s e n e s t o s a ñ o s

i . Convento de Villanueva del Cárdete.— 2. El de Segovia.— 3. Pleito


con los Descalzos.— 4. Convento de Valladolid.— 5. El de Villarru-
bia de los Ojos.— 6. El de La Paciencia.

1. El primer convento fundado a partir de la división de la Provin­


cia fué el de Villanueva del Cárdete o Alcardete, que de las dos ma­
neras se denomina, sito en la región de la Mancha, aunque de la
provincia de Cuenca.
Las primeras gestiones para dicha fundación las hicieron varios ve­
cinos de la villa antes de la celebración del Capítulo Provincial en
enero de 1626 (1). Por eso en las tablas capitulares aparece ya desig­
nado como Presidente el P. Diego de Toledo (2).
Poco tiempo después marchaba allá, con el mencionado religioso,
el P. Hilarión de Villanueva, uno de los más interesados en la funda­
ción, para la que había dejado al entrar en la Orden parte de sus
bienes (3).
Pero hasta un año más tarde, el 27 de enero de 1627, no se tomó
la posesión oficial, dándosela ías autoridades en una ermita de su
pertenencia, dedicada a la Concepción de Nuestra Señora, haciéndoles
también entrega de las «cosas y demás bienes que tuviere» (4).
Pero Villanueva era feudo del Prior de Uclés, de la Orden de San­
tiago; sin embargo, al día siguiente de la toma de posesión, aquél con­
cedía a los Capuchinos licencia para fundar, dándosela amplia y gene­
rosamente, y en ella suplicaba al propio tiempo al Consejo de Ordenes
se sirviese dar la suya, para que en todo se procediese con legalidad (5).

(1 ) M o n z ó n , m s. c., f. 28r
( 2) Erario divino, o. c ., p. 13 .
( 3) M o n zó n , ibid.—Acta de la toma d e posesión de la ermita (27 de enero
de 1627) (APC, 30/ 00006).
( 4) Ibid.
( 5) Ibid.
FUNCIONES EN ESTOS ANOS 139

Ahí estuvo precisamente la dificultad mayor. El Consejo de las Orde­


nes, al que por derecho tocaba dar tal licencia, no sólo se mostró reacio
en concederla, sino que, enterado de que los Capuchinos habían dado
aquel paso sin su consentimiento, mandó a las autoridades de la villa,
por provisión real de 16 de julio de 1627, que no siguiese adelante
la fundación, pues, además de no haber contado con su Ucencia, cedía
en perjuicio de seis conventos de San Francisco, que no distaban mu­
cho de Villanueva (6).
A esa intimación del Consejo contestó la villa diciendo que, en
efecto, los Capuchinos habían tomado posesión de una ermita de la
que aquélla era patrona, pero que no teman convento, ni coro, ni San­
tísimo, añadiendo que los vecinos podían sostener sin gran dificultad
una comunidad de doce religiosos, número que solía haber en las de
los Capuchinos (7). Mas el Consejo de las Ordenes, sin atender esas
razones, por otra provisión del 28 de agosto, mandaba terminantemente
que nada se hiciese (8).
Todo ello dió origen a un ruidoso pleito entre Capuchinos y Des­
calzos, que comenzó a mediados de 1627 (9) y no terminó hasta octubre
de 1629. Mas a pesar del pleito, se siguió adelante en la fundación;
y, puesto que una de las mayores dificultades para la obtención del
permiso del Consejo era que los Capuchinos no resultaban de provecho
a la vilia porque no confesaban, se obtuvo del Capítulo General que
pudiesen dedicarse allí lo mismo a la predicación que al apostolado
del confesonario (10).
No satisfecho aun con eso el Consejo, pidió nuevos informes al
Prior de Uclés, quien, el 9 de marzo de 1628, renovaba su permiso
para la fundación y proclamaba una vez más que los Capuchinos eran
de mucha utilidad al bien espiritual de la villa (11).
Así, aun antes de finalizar ese año, se tomaba segunda vez posesión
de. la mencionada ermita de la Concepción, que se hallaba a las afueras
del poblado (12), y los vecinos no sólo la cedían generosamente, sino
que donaban el terreno necesario para iglesia, convento y huerta es­
paciosa (13).

( 6) Petición del Fiscal (13 de julio de 1627), a solicitud de los PP. Descalzos,
para que el Consejo mandase suspender la fundación (Archivo Prov. de Cap. de
Castilla, 30/ 0002) y Provisión Real en ese sentido (16 de julio de 1627) (Ibid.,
30/ 0003).
(7) Ibid.
( 8) Ibid.
( 9) Cfr. Protestación del P. Diego de Toledo en contra de la Provisión Real
y de los Descalzos (2 de septiembre de 1627) (APC, 3o /o o o 2a).
( 10) M o n z ó n , ibid.— Crónicas Capuchinas, Parte quinta, p. 205.
( 11 ) Licencia del Prior de Uclés (9 de marzo de 1628) (APC, 30/ 0007).—
M o n z ó n , ms. c., f. 28v.
( 12) M o n z ó n , ibid.
( 13) Ibid.
LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Pronto se comenzó la obra, a la que ayudó grandemente el vecin­


dario con limosnas y con su trabajo personal, y más aún cediendo en
beneficio de la fábrica lo que a la villa debía una compañía de soldados
que allí estuvo una larga temporada de 1627 (14). Como asimismo ce­
dieron la mitad de otra cuenta de nueve mil ducados, a condición de
que los Capuchinos consiguiesen su cobro (15). También el Consejo
de las Ordenes dió cada año, desde 1630, 500 ducados de limosna para
ayuda de la fábrica (16).
Así pudieron ir disponiendo un convento sencillo y cómodo, aunque
no muy capaz, que debía estar terminado para 1643 0 P000 después,
y también la iglesia de una sola nave, también pobre y sencilla, que se
concluyó algo más tarde (17).
Tema el convento una espaciosa huerta, pero carecía de agua sufi­
ciente para el riego. Ante esa necesidad no se arredraron los Superio­
res. Decididos a traerla nada menos que de «siete mil setecientas varas
de distancia», destinaron para ello, aparte de otras limosnas, tres mil
ducados que un novicio dejó al entrar en la Orden (18). Los planos los
hizo Fr. León de Monterrey en 31 de mayo de 1651, y se había ter­
minado la obra en 1657, costando en total cuatro mil ducados (19).
Los religiosos del convento de Villanueva teman como finalidad
atender al bien espiritual de sus vecinos por medio de la predicación
y del confesonario. El fruto conseguido por ellos se echa- bien de ver
en las siguientes palabras del cronista ya en 1647: «Sobre todo el ejem­
plo de los religiosos se ha esmerado con grande atención, haciendo
gran fruto con él con sus virtudes, loables amonestaciones,- particular
doctrina llena de espíritu, fervor y desengaño en los púlpitos y con­
fesonarios de que muchas almas se han sabido valer, logrando el buen
ánimo, celo y voluntad con que se les ha repartido este divino pasto,
frecuentando el Santísimo Sacramento en la Comunión; tanto que el
pueblo, gozoso de gozar tales bienes, da muchas gracias a su Hacedor
que así se acordó de ellos, visitándolos con enviarlos a su casa esta
Religión que así ha sabido y sabe en retorno de los socorros tempora­
les, administrarles los espirituales para mejor logro del fin principal y
eterno» (20).

( 14) Cfr. los documentos relativos a este particular en el APC, 30/0001 y


30/ 0004.
15) Cesión de estos ducados a los Capuchinos (11 de junio de 1629) (APC,
30/ 0008).
( 16) Cfr. A. H. N.— Consejos.— Legajos 4425 y 4426.
(1 7 ) C fr. M o n z ó n , ms. c ., f. 29r.
(1 8 ) Ibid.
( 19) Parecer de los Definidores sobre la conducción de agua (31 de mayo
de 1651) y cuentas de ella (2 de septiembre de 1657) (Archivo Prov. de Cap. de
Castilla, 30/0009 y 30/ 00010). En el primero de estos documentos se habla con
mucho encomio de Fr. León de Monterrey, lego y fabriquero de la Provincia.
( 20) MONZÓN; ms. c., f. 29.
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS 141

2. Convento de Segovia.— Más de un siglo hace que los Capuchi­


nos no tienen en Segovia convento, y, sin embargo, esta ciudad con­
serva aún de ellos tres recuerdos que les dedicó antaño: Calle alta de
Capuchinos, Calle baja de Capuchinos y Plaza de Capuchinos.
Segovia fué una de las ciudades expresamente señaladas, como
Toro, en el tantas veces mencionado decreto de Felipe III. Pero nin­
gún paso se dió para fundar allí hasta 1624, en que era designado paja
ocupar aquella silla D. Melchor de Moscoso y Sandoval, hijo de los
Condes de Altamira.
A él expusieron los religiosos su deseo, que el Obispo acogió be­
nignamente; lo propio hicieron las autoridades de Segovia, prometien­
do favorecer su pretensión. Sin embargo, nada se hizo prácticamente
hasta junio de 1628, en que, al celebrarse el Capítulo, ya aparece
nombrado Presidente (21).
Mas pronto comenzaron las contradicciones. Vinieron éstas en pri­
mer término de los Descalzos de la Provincia de San Pablo y de su
convento de S. Gabriel de la propia ciudad de Segovia, acudiendo al
Consejo y negando que los Capuchinos tuviesen licencia para fundar
allí. Por el contrario, el Consejo reafirmó su derecho a fundar hasta
36 conventos, siendo Segovia una de las ciudades señaladas, y luego
mandó, por su provisión de 7 de septiembre de 1628, siguiese ade­
lante la fundación (22).
Con asistencia del Sr. Obispo, del P. Provincial, Sebastián de Santa
Fe, y autoridades, se tomó posesión el 2 de octubre, en unas casas en
términos de la parroquia de San Esteban. Desde entonces quedó tam­
bién formada la comunidad de seis Padres y dos Hermanos, y de
Presidente el P. Juan de Ocaña (23).
Un año más tarde, el 22 de octubre de 1629, poco satisfechos los
religiosos del sitio elegido, con permiso del Sr. Obispo se trasladaron
a «las casas de los Menores de Branquerín» (24).
Mal contentos aún los Descalzos, siguieron adelante en su con­
tradicción y acudieron al Nuncio; mas éste remitió el pleito al Pro­
visor de Segovia, quien falló el 7 de octubre de 1630 a favor de los
Capuchinos, mandando guardar perpetuo silencio sobre el particu­
lar (25\
También los Dominicos de Santa Cruz interpusieron pleito contra
los Capuchinos de Segovia ante la Chancillería de Valladolid, alegando

( 21 ) Erario divino, o. c., p. 15.


( 22) Provisión Real (7 de septiembre de 1628) (APC, 30/ 00035).— M o nz ón .
ms. c., f. 30.
( 23) Ibid.
( 24) Permiso del Sr. Obispo: original (APC, 30/ 00036),
( 25) APC, 30/ 00040.
142 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

la proximidad de ambas casas. El pleito fué remitido finalmente al


Nuncio, quien asimismo falló a favor de los Capuchinos (26).
Y para quitar en adelante todo motivo de litigio, se obtuvo de
Urbano VIII un Breve (29 de mayo de 1633) por el que se concede
que, no obstante los decretos y Bulas apostólicas en contrario, puedan
los Capuchinos edificar convento en Segovia en cualquier lugar elegi­
do, sin tener en cuenta la distancia señalada de los demás con­
ventos (27).
Así quedaron zanjadas las cuestiones jurídicas. Pasaron no obstan­
te aún algunos años sin que los Capuchinos pudiesen contar con igle­
sia y convento. Mientras tanto, se valieron para el culto de una ermi­
ta de San Antón, cedida por el Obispo, D. Mendo de Benavides (19
de septiembre de 1637), con la condición de que en la nueva iglesia
tuviese el Santo capilla aparte con su imagen (28).
Dos meses después encontraban los Capuchinos bienhechores in­
signes que se ofrecieron generosamente a levantarles convento e igle­
sia; fueron éstos D. Antonio de Contreras, Conde de Cobatillas, y
su mujer, D.a María de Amezquita y Guzmán. Querían, al mismo
tiempo que hacer la fundación, construir digna sepultura para sus an­
tepasados, cuyos restos reposaban en la ruinosa iglesia de San Pablo.
Después de hablar con el P. Provincial, Cristóbal de Morentin, se
firmó por ambas partes, el 14 de noviembre de 1637, la escritura de
patronato. Se comprometían aquellos a hacer por su cuenta convento
e iglesia en el sitio que se había comprado «en la calle que va desde
San Nicolás al Hospital de la Misericordia... que está frente a la igle­
sia de San Quílez». También harían la huerta y la cerca y dotarían
a la iglesia de lo necesario para el culto. Así quedarían por patronos
con todos los derechos y privilegios; tendrían su enterramiento en la
cripta debajo del altar mayor, lo mismo que los restos de sus oadres;
gozarían de una tribnna que diera a la iglesia y asimismo un cuarto o
casa al lado, que a la muerte de los fundadores pasaría a ser enfer­
mería de los religiosos (29).
Esas cláusulas fueron modificadas por nuevas escrituras en 1642
y 1644; los religiosos renunciaron a dicho cuarto, por parecerles muy
lujoso, haciendo en cambio la enfermería en el piso baio del con­
vento (30).

( 26) M o n z ó n , ms. c., f. 3 ir . — Crónicas Capuchinas, Parte quinta, p. 209.


( 27) En el Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 30/ 00041, se conserva
una copia de dicho Breve. L o trae también el Bulario, V, pp. 370- 71 , pero en vez
de 1633 pone 163S, por equivocación, y entre otras razones porque el año décimo
del pontificado de Urbano V III fué 1633, haciendo sido elegido en 1623.
( 28) Cfr. el original de esta cesión en APC, 30/ 00025.
( 29) Escritura de patronato del convento de Segovia con otras insertas (APC,
30/ 00045).
( 30) Ibid.
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS 143

La primera piedra la puso el Obispo, D. Mendo de Benavides, en


1637, haciendo la ciudad con esa ocasión grande fiesta. Afortunada­
mente, siendo muy costosos los materiales, al hacer los cimientos se
dió con una gran cantera, de la que se sacó la piedra necesaria para
la fábrica (31). Se concluyó en pocos años, haciéndose la traslación del
Santísimo desde la catedral con extraordinaria pompa, y celebrando
luego una solemnísima octava en la que predicaron, entre otros, el
entonces Obispo de Segovia, D. Fr. Pedro de Tapia, O. P., y los
PP. Alejandro de Valencia, Juan de Ocaña y Leandro de Murcia (32).
Se levantó también el cuarto o casa adjunta para los fundadores,
así como la bóveda o cripta para su enterramiento y el de sus padres
y asimismo los sepulcros para unos y otros, dignos de las nobles ce­
nizas que en ellos habían de reposar, y junto a ellos un altar y orato­
rio inmediato,, que era una de las obras de mayor primor de Segovia,
muy visitada por las muchas y preciosas reliquias que allí se guar­
daban (33).
El agua para servicio de los religiosos y riego de la huerta fué
concedida gratuitamente por la ciudad el ó de julio de 1642 (34).
No sabemos cómo haya sido aquel primitivo convento, pues fué
destruido por un incendio en 1789 y segunda vez en febrero de
I79° (35)- En cambio, se ha conservado hasta nuestros días la casa
de los fundadores y también la iglesia primitiva, pequeña, de una sola
nave, con capillas laterales bastante capaces. En ella se aprecian aún
varias inscripciones antiguas en las paredes del presbiterio y asimis­
mo una gran lápida, empotrada en la pared a la izquierda de la en­
trada, en la que está compendiada la historia de la fundación (36).

(3 1 ) M o n z ó n , ms. c., f. 32r.


( 32) Ibid., f. 32V.
( 33) Respuesta a las quejas del Conde de Cobatillas (APC, 30/ 00026).— Cróni­
cas Capuchinas, Parte quinta, p. 211 .
( 34) Ibid.
( 35) Viridialo auténtico, ms. c., p. 616. El convento levantado posteriormente
a esos siniestros se conserva hoy casi igual que lo dejaron los Capuchinos en la
exclaustración de 1835.
(3 6 ) D ice así dicha lápida: Para gloria y honra de Dios nuestro Señor y de
la Virgen Santísima María Señora nuestra concebida sin pecado original. Para ser­
vicio de nuestro Seráfico Padre San Francisco y habitaciones de sus hijos Capuchi­
nos. Para veneración del bienaventurado Padre Señor San Buenaventura, Doctor
de la Iglesia. Para renovación de la iglesia caída del Señor San Antonio Abad, que
se conserve su santa imagen con su fiesta y nuevo jubileo en su capilla y altar de
alma nuevamente concedido. Para participar los fundadores, por lo que han hecho
v por la caridad de esta sagrada Religión de los sufragios que se les dicen, de las
heroicas virtudes y santos ejercicios religiosos. Para sepultura cristiana y vivienda
dé los patronos y llamados a este patronazgo perpetuo. Se edificó desde los principios
comprando el sitio esta iglesia y este convento y esta casa arrimada a él y se adofnó
el culto divino y convento con las riquezas que profesa la pobreza religiosa de su
Instituto. T od o a costa de los bienes y hacienda que Dios nuestro Señor fué ser-
144 LA PROVINCIA DF. FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

El titular era el Seráfico Doctor San Buenaventura. De él había en el


retablo del altar mayor un gran cuadro que le representaba juntamen­
te con otros muchos santos, todo ello muy bien ejecutado al natural
y según el estilo de Carducho. Y en la cripta, lugar de sepultura de
los Condes de Cobatillas, existía una imagen del Señor atado a la co­
lumna, escultura de Nicolás Fumo, y las paredes estaban adornadas
con ocho cuadros: cuatro de D. Juan Carreño y cuatro de Sebastián
Rici, que parece trabajaron a competencia en esta ocasión. Represen­
taban asuntos de la Virgen (37).
Hoy todo ha desaparecido: los sepulcros, los cuadros, la capilla y
también los nichos de los enterramientos de los religiosos, que estaban
p2red por medio. Para confusión de la vanidad humana, la cripta está
convertida en inmundo pajar, y el convento e iglesia son propieda'd
de las Religiosas Oblatas de María Inmaculada.
3. Pleito entre C apuchinos y D escalzos .— Como ya apunta­
mos antes, con motivo de la fundación de Villanueva y de Valdema-
queda, que no subsistió y de la que luego hablaremos, y asimismo de
la de Segovia, se suscitó un gran pleito entre Descalzos y Capuchinos,
al creerse aquéllos perjudicados en sus intereses materiales.
Ciertamente que, como ya varias veces hemos repetido, los Ca­
puchinos tenían permiso para fundar en las dos Castillas 24 conven­
tos; pero prácticamente no se admitía ninguna nueva fundación sin
que el Rey primero y luego el Consejo diesen su licencia especial. Su
nrocedimiento lo exponía así el Consejo al Rey el 29 de octubre de
1629: «Supuesto que los dichos Capuchinos tienen licencia anterior
a la prohibición de que se funden más monasterios, y decretos de
V. M. para edificar el número de casas que proponen, y cue toda la
dificultad consiste en la contradicción que han hecho los Frailes Des­
calzos de San Francisco, porque dicen que algunas fundaciones pue­
den tener perjuicio, cesando las limosnas de que se sustentan, ha ca­
recido al Consejo representar a V. M. que, aunque los Capuchinos
tienen licencia general para cierto número de casas, pero que no pue­
den usar de ella sin sacar nueva Ucencia del Consejo para el lugar
particular donde pretenden fundar, y entonces se hacen las diligencias

vido dar a sus siervos y miserables pecadores D. Antonio de Contreras y Doña


María de Amezquita y Guzmán su mujer. D. Antonio fué hijo de D . Jerónimo An­
tonio de Contreras y de doña María González de Bemaldo de Quirós que están
sepultados en la iglesia de San Pablo. Fué Colegial del Mayor de Oviedo en' Sala­
manca, Caballero de la Orden de Calatrava y después de otros oficios fué del
Consejo y Cámara del Rey nuestro Señor y de su Real Hacienda. Falleció a 29 del
mes de septiembre del año M D C L X X . Doña María fué hija de D . Antonio de
Amezquita y de Doña Juana de Guzmán. El fué natural de Cuencia, descendiente
de D. Luis de Guzmán, Maestre de Calatrava, y sus cuerpos están en entierro de
esta iglesia. Falleció doña María a once del mes de abril del año 1661.»
(37) A. P o n z , Viaje por España, t. IX , 2.a ed., Madrid, 1787, p. 247.
L á m . II

Fachada de la iglesia de Segovia.


Fachada de la iglesia de Alcalá.
Convento convertido en viviendas particulares.
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS 145

acostumbradas para averiguar qué comarca tiene el tal lugar, a quién


pueda ser de perjuicio, y lo demás que conviene para su justificación,
y que así puede V. M. remitirlo al Consejo para que proceda con el
estilo ordinario, pues no se halla para ello especialidad que obligue
añadir nuevas ocupaciones a las que V. M. tiene de cosas tan supe­
riores» (38).
Como exponía asimismo al Consejo el P. Provincial de Castilla,
Sebastián de Santa Fe, en un memorial presentado con este mismo
motivo, «el Consejo les había dado [a los Capuchinos] y daba las pro­
visiones necesarias por las cuales se manda a los Ordinarios y Cabil­
dos informar si la nueva fundación trae algún inconveniente a los
otros conventos ya fundados, y si el número de religiosos se podrá
sustentar sin perjuicio de los otros, y conforme a los informes se con­
cede o deniega la licencia» (39).
Por eso al acusar ahora a los Capuchinos de que no se habían
observado en las fundaciones de Villanueva y Segovia esos trámites,
responde el Consejo que se han hecho «con provisiones del Consejo,
mandando primero informar a los Ordinarios, Justicia y Cabildo en
la forma que el memorial de los Capuchinos refiere; y que aunque
los Descalzos Franciscos los han contradicho, los Ordinarios, Justi­
cia y Cabildos han informado en favor de los dichos Capuchinos y
de que su nueva fundación no era de perjuicio a ios dichos Descalzos
Franciscos ni a otros, y los Capuchinos, sin detrimento de aquellos,
podían ser sustentados, y en esta conformidad se ejecutaron las licen­
cias. Y este estilo ha guardado y guarda siempre el Consejo en seme­
jantes fundaciones de conventos de cualesquiera Religiones».
Pero los Descalzos no se aquietaron con ello; acudieron al Rey,
pidiéndole que donde ellos tuviesen conventos ni tres leguas a la re­
donda, no pudiesen edificar convento los Capuchinos. El Rey dió efec­
tivamente su decreto del 25 de septiembre de 1628, diciendo que los
Capuchinos le informasen por medio del Consejo, si el tal sitio don­
de querían fundar se halla en posibilidad de sustentar el tal convento;
en caso afirmativo, podían usar de la Cédula de Felipe III.
Mas contra esa determinación apeló el Provincial de Castilla con
el memorial arriba mencionado, diciendo se han observado siempre
esas normas. Y remitido el memorial al Consejo el 24 de enero de
1629, para que lo estudiase, contestaba el Consejo al R.ey (27 de ju­
lio de 1629), que puesto que se observaban ya esos trámites «parece
que el Provincial de los Franciscos Descalzos de Castilla la Vieja no
tema necesidad del orden que a su instancia V. M. fué servido de dar»,
y lo que ahora se pretendía era quitar al Consejo el hacer esas dili-

( 38) A. H. N.— Consejos, Leg. 7117 , n.° 35. Hemos extractado lo más impor­
tante del contenido de los muchos documentos aquí existentes sobre el asunto.
( 39) Ibid.
146 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS PE CASTILLA

gencias, siendo así que éi sabe por experiencia cómo ha de hacer las
informaciones; por lo cual era de parecer siguiesen las cosas como
hasta entonces.
Además: en ese mismo sentido volvió a presentar el P. Sebastián
de Santa Fe un segundo memorial, exponiendo que puesto que «todo
procede sin duda de lo mal informado que está, o sea que cree
V. M. que los Capuchinos llevan a cabo las fundaciones con solo
aquella licencia de Felipe III», vuelve a instar para que todo siga lo
mismo. Y cuando este memorial fué remitido por el Rey al Consejo
el 12 de septiembre de 1629, para que informase, contestaba el 29
de octubre, diciendo que puesto que los Capuchinos guardaban en sus
fundaciones los trámites acostumbrados por el Consejo «no se halla
en ello especialidad que obligue añadir nuevas ocupaciones a las que
V. M. tiene de cosas tan superiores». Y el Rey puso a continuación:
«Conforme» (40).
Consiguientemente el pleito fué ganado por los Capuchinos. Pero
los Descalzos no se dieron por satisfechos; volvieron a la carga en
marzo de 1630 por medio del Confesor del Rey y lo volvieron a hacer
más farde en junio del mismo año. Por lo cual el Rey consultaba de
nuevo al Consejo y le proponía que «porque los Capuchinos no sean
del todo desterrados, se podría ordenar que los conventos que ya están
edificados, se queden como están, y no se funden otros de nuevo en
los lugares donde hubiese Franciscos. Descalzos y tres leguas alre­
dedor» (41).
Sin embargo luego, mejor informado el Confesor del Rey, respon­
dió en favor de los Capuchinos y conformándose con el parecer del
Consejo (42).
Pero a pesar de todo los Descalzos consiguieron ese mismo año
1630 decreto de S. M. para que en los lugares donde tuviesen con­
vento y tres leguas en contorno no fundasen los Capuchinos (42a).
Prácticamente fué esa una cuestión que los Descalzos suscitaron
siempre que los Capuchinos intentaron una nueva fundación; sin em­
bargo el Consejo siguió en todo momento la misma línea de conducta.
4. C o n v e n t o d e V a l l a d o l i d . — Prueba de cuanto hemos dicho fué
la fundación de Valladolid, la que más contradicción encontró, sin duda
alguna, sobre lodo de parte de los Descalzos del famoso convento de
(40) Ibid.
(41 ) Ibid., n.° 53.
(42) Así lo dice el P. Leandro de Murcia en su informe sobre la fundación
de Valladolid, citado por el P. T o r r e c i l l a , Consultas, alegatos, apologías y otros
tratados, t. I, 2 .a ed., Madrid, .1702, pp. 388- 90.
(42a) A. H. N.— Consejos. Libro de Matrículas 2769 del Archivo Antiguo de!
Consejo, Leg. ant. 67, n.° 12 , año 1630. N o hemos encontrado dicho decreto por
el cambio de signaturas.
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS 147

San Diego, pues, al decir del cronista, «salieron a luz muchos infor­
mes, solicitáronse favores, frecuentáronse tribunales, fatigáronse prín­
cipes, consiguiéronse decretos tan poco favorables a nuestra causa, que
ya la voz común nos daba por perdidos en ella» (43).
Se dió principio a la fundación poco después de la celebración del
Capítulo Provincial de 15 de mayo de 1630 (44). La venida a Madrid
del Obispo electo, limo. D. Juan de Torres, muy amante de la Orden,
animó a los Capuchinos a pedirle este favor, que él concedió pronta
y generosamente. El P. Jerónimo de Salamanca, avezado a enfrentarse
con las muchas dificultades que surgieron en otras fundaciones, fué
el designado por el P. Provincial, Alejandro de Valencia, para llevar
ésta a cabo (45).
Estando para partir a Valladolid, buscó primero cartas de recomen­
dación para ambos Cabildos y para los de la Chancillería. Pero aun an­
tes de dejar la Corte ya los Descalzos comenzaron a hacerle la contra.
Por otra parte no le favorecía nada en su intento el hambre verdade­
ramente espantosa por que atravesaba Valladolid aquel año, «el más
apretado que se había visto por ella en muchos siglos» (46).
AI mismo tiempo que la de Valladolid se trabajó también la fun­
dación de Becerril de Campos; y a una y otra fué muv cerrada la
oposición de los Descalzos, tanto en Madrid como en Valladolid. En
¿Madrid, sacando provisiones a su favor y volviendo a suscitar ante el
Consejo la sempiterna cuestión de que no se permitiese a los Capu­
chinos fundar convetnos donde ellos lo tuviesen, ni en tres leguas a
ia redonda. Hubo memoriales de una y otra parte; hubo pleitos ante
el Consejo; sacáronse impresos en que se defendían propios intere­
ses; consiguiéronse tres decretos del Rey, unos contrarios a los otros,
hasta que por fin los Capuchinos obtuvieron uno en que se mandaba
que, no obstante la oposición que hubiese, se les concediese la pose­
sión en Valladolid y que el Consejo nos diese sin dilación alguna to­
dos los despachos necesarios (47).
Por su parte no fué poco lo que tuvo que trabajar en Valladolid
e! P. Jerónimo de Salamanca para llevar adelante su intento. No halló
ni en el Obispo ni en los Cabildos y Chancillería apoyo alguno. Des-

( 43) Crónicas Capuchinas, Parte quinta, p. 378.— M O N Z Ó N , tns. c., f. 33r.


(44) ED, p. 17 .
( 45) M o n zó n , ibid., ff. 33v.- 34r.
(4 6 ) F. d e G ra n a d a , ms. c., p. 102.
(4 7 ) T od o l o sucedido entonces puede verse latamente expuesto en el P. M on ­
z ó n , ms. c., ff. 33- 37.— Crónicas Capuchinas, Parte quinta, pp. 379- 383.— Cfr. tam­
bién T o r r e c il l a , Consultas, etc., o. c., pp. 388- 90.— Cfr. asimismo el papel del
Dr. Blas González de Ribero a favor de los Capuchinos (Archivo Prov. de Capuchi­
nos de Castilla, 29/ 00001: Impreso: 10 ff. nn.) en que expone a Felipe IV cómo
su padre había conce,dido a los Capuchinos la fundación de 36 conventos y que
no había razón para negar la de Valladolid y Becerril de Campos.
148 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

alentado, consultó a la sierva de Dios doña Marina de Escobar, cuya


fama de santidad corría de boca en boca. Doña Marina le contestó que
«insistiese en sus pretensiones por el convencimiento que tenía de que
había de ser su fundación para gloria de Dios y bien espiritual de esta
ciudad». Y, no contenta con eso, escribió por su cuenta al Obispo, Ca­
bildo y autoridades de la ciudad, suplicándoles encarecidamente favo­
reciesen a los Capuchinos (48).
Además: el P. Jerónimo, previendo ya la oposición de las Ordenes
Religiosas, habló a los Superiores de los respectivos conventos y con­
sultó con varios teólogos (49), y, preparado así mejor el terreno, instó
de nuevo ante el Obispo y la ciudad. Pero ahora todo se volvieron facili­
dades y apoyo, logrando al fin que el 8 de octubre de dicho año 1630
se le diese permiso para la fundación (50).
El 22 de febrero de 1631 tuvo lugar la instalación de los religiosos
y colocación del Santísimo en la casa que les ofreció D. Enrique Pi­
mentel, Marqués de Tavara, sita fuera de la puerta del Campo Gran­
de, en la margen izquierda del Pisuerga, dándoles asimismo la huer­
ta (51).
Allí estuvieron ios religiosos hasta el 4 de febrero de 1636. Justa­
mente ese día, lunes de carnestolendas, creció el Pisuerga de tal ma­
nera que inundó la huerta y obligó a los religiosos a salir precipitada­
mente de casa, hasta el punto de que el religioso que llevaba el San­
tísimo tuvo que ser sacado en hombros, viniéndose poco después a
tierra todo el convento. El Santísimo fué llevado a la iglesia de los
Carmelitas Calzados (52); aquí estuvieron los religiosos algunos días,
pasando más tarde a habitar una casa próxima al derruido conven­
to (53). Mas el Capítulo del 18 de agosto de 1636 ordenó buscar sitio

(4 8 ) M o n zó n , m s. c ., f. 37.— C a s im ir o G o n z á l e z G a r c ía - V a l l a d o l id , Valla­
dolid: Sus recuerdos y sus grandezas, t. II, Valladolid, 1901, pp. 125- 26.— Crónicas
Capuchinas, Parte quinta, p. 395.
(49) Cfr. M o n z ó n , ibid., ff. 42v.- 47r, y Crónicas Capuchinas, ibid., pp. 386-
393, donde se copian textualmente los pareceres de los teólogos consultados, con­
testando todos favorablemente.
(5 0 ) G ar c ía - V a l l a d o l id , o . c., p. 126.
( 51) Ibid.—Crónicas Capuchinas, ibid., p. 394.— El P. F. d e G r a s a d a , m s. c.,
p. 102, fija la fecha en el 23 de febrero.
(5 2) Cfr. M o n z ó n , ibid., f. 42.— G a r c ía - V a l l a d o l id , o . c., pp. 126-27. M em o­
rias pare los anales de Valladolid desde 1600 hasta 1765 que ha ido apuntando
D . R a f a e l F l o r a n e s R o b l e s para servir con ellas al público, año 1636 (B. N.— M s.
11.282). — «Suceso lastimoso que en la ciudad de Valladolid ha causado la inundación
del río Pisuerga y el Esgueva, que va por dentro y fuera de la ciudad, desde el lunes
de carnestolendas por la mañana, que fué cuatro de febrero hasta el martes en
todo el día de este año 1 6 36». Impreso en Valladolid, en casa de Gerónimo Morillo,
el mismo año (B. N.— Ms. 9.524). En este documento se dice al f. 3r .: «D e la casa
de la huerta de los ingleses y el convento de los Capuchinos aun no quedó señal.»
( 53) Cfr. F l o r a n e s , m s. c., año 1636.
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS ¿49

a propósito para levantar el definitivo, eligiéndole en Campo Grande,


entre los conventos de las religiosas de Nuestra Señora de la Laura
y Corpus Christi, viniendo a quedar emplazado en lo que hoy ocupa
la estación del Norte (54).
La primera piedra se colocó el 12 de marzo de 1637, oficiando el
Obispo D. Fr. Gregorio de Pedrosa y Casares (55), y, aunque al abrirse
las zanjas, se vió que el sitio no era a propósito y por eso se detuvo
la obra por espacio de un año, luego se prosiguió allí mismo por no
encontrar otro mejor (56), y con tal rapidez, que el 3 de octubre de
1640 pudo llevarse a cabo la traslación del Santísimo (57).
Entre los muchos bienhechores que contribuyeron con sus limos­
nas a levantar el convento e iglesia se distinguieron particularmente
D. Pedro de Orozco, que donó seis mil ducados, y D. Juan de Zamora
Cabreros, quien dió catorce mil, cediéndole por eso los religiosos el
patronato (58). Pero D. Juan de Zamora, al hacer sú testamento en
1Ó44, legaba el patronato, al fallecimiento de su mujer, a la ciudad de
Valladolid (59), dejando al propio tiempo una cuantiosa suma a su
disposición para que acabase del todo el convento, hiciese luego las
reparaciones necesarias y celebrase anualmente con la mayor solemni­
dad la fiesta de San José, que fué el titular de la iglesia (60).
El convento ha desaparecido totalmente, lo mismo que la iglesia;
uno y otra eran de reducidas proporciones. En el retablo del altar mayor
había un gran cuadro, al parecer de D. Antonio Pereda, que repre­
sentaba los desposorios de Nuestra Señora; otro de la Asunción en la
pared del presbiterio, y otro de San Antonio, recibiendo en sus brazos
al Niño Jesús de manos de la Virgen, estilo de Jordán (61). Además:

( 54) Cfr. M o n z ó n , m s. c., f. 42r.— G a r c ía -VALLADOLID, o . c ., p. 127 .


( 55) Lo mismo F l o r a n e s que M . S a n g r a d o r V ít o r e s , Historia de la M . I. y
L. Ciudad de Valladolid..., t. II, Valladolid, 1854, pp. 291- 94, que G a r c ía - V aJ-La -
d o l id , o. c., p. 127, llaman al Obispo que puso la primera piedra D iego, siendo
así que su nombre era Gregorio. Asimismo fijan la fecha de la colocación de la
primera piedra el 9 de mayo, habiendo sido el 12 de marzo. Así se pudo com­
probar en 1790, cuando se puso nuevo altar mayor, tabernáculo y gradas, encon­
trándose aquella primera piedra, y en el pergamino encerrado en ella se llama
al Obispo Gregorio y la fecha «12 de marzo de 1637» (Cfr. «Libro verde de los
Guardianes de este convento de Valladolid», Ms., p. 50 (Archivo Prov. de Ca­
puchinos, de Castilla, 27700037).
(5 6 ) M o n z ó n , ibid., f. 42.
( 57) El P. M o n z ó n , ibid., pone el año1640, pero G a r c ía - V a l l a e o l id , o. c.,
p. 127, lo mismo que F l o r a n e s , dicen que fué el año 1641.
( 58) Ibid.
( 59) Cfr. el testamento de D . Juan de Zamora (27 de diciembre de 1639) y
codicilo (29 de noviembre de 1644) (APC, 29/ 00035).
(6 0 ) Ibid.
( 61) Estos cuadros, según G a r c ía - V a l l a d o l ib , o . c ., p. 128, se encontraban
en 1901 en el Museo Provincial de escultura y pintura. Sin embargo, hoy en día
no se conservan allí. Hay, sí, un cuadro de los desposorios, pero es de Antonio
153 La provincia de p f . m m . capuchinos p e castilla

había en el altar mayor cuatro imágenes de Santos de la Orden y cuatro


cuadros de diversos motivos; y en el cuerpo de la iglesia, juntamente
con las dos capillas de que constaba solamente, había una Inmaculada,
un San Buenaventura y un San Félix, de talla, más doce cuadros de
distintos motivos (6ia).
5. C o n v e n t o d e V i l l a r r u b i a d e l o s O j o s . — Fué Villarrubia el
segundo lugar de la Mancha donde fundaron los Capuchinos castellanos,
aunque no antes de 1638.
Dió ocasión a esta fundación el haber Pedro Sánchez Conejero, ve­
cino de esta villa, dejado sus bienes en 1Ó19 para que se edificase un
convento de «Frailes Franciscos Descalzos» (62). Por otra parte, su
hermana dejaba también en su testamento (16 de agosto de 1619) dos
mil ducados con ese mismo fin (63).
Pero ningún paso se dió hasta 1638, en que los Duques de Kíjar,
«señores en lo espiritual y material» de dicha villa, hicieron el ofreci­
miento de esos bienes a los Capuchinos, por medio del Provincial.
P. Cristóbal de Morentin, quien, enfermo como estaba, comisionó (12
de junio de 1638) al P. Alejandro de Valencia para que tratase con el
Duque de Híjar de dicha fundación «que me tiene ofrecida y entre ios
dos comunicada», y, encontrándola bien y a propósito, tomase pose­
sión (64).
Así se hizo, efectivamente, el 21 de junio en la ermita de Nuestra
Señora de la Caridad, «que está cerca de la plaza de esta villa» (65),
aunque no se puso el Santísimo «por algunas justas y graves conside­
raciones que se ofrecieron». Más tarde se pidió autorización al Nuncio
para tenerlo en la casa donde vivían (66).
Pero los religiosos, que gastaron parte de la hacienda dejada para
la fundación, y el Duque de Híjar, que pretendió tener derecho a esos
bienes, hicieron que hubiese entre ellos algunos roces; hasta el punto

Palomino y Velasco, llevando firma y fecha de 1695; bien pudiera haberse ion -
fundido con Pereda. Tampoco existe el cuadro de San Antonio, pero sí otro pa-
lecidc de A. Pereda, titulado «El milagro de las rosas», que representa a San
Francisco recibiendo en sus brazos al Niño Jesús de manos de la Virgen y un
ángel recogiendo rosas de un próximo rosal; bien pudo también confundirse con
San Antonio; de todos modos viste el hábito capuchino. Cfr.también A. P o n z
Viaje por España, t. X I, 2 .a ed., Madrid, 1787, p. 102.
(61a) Inventario hecho en 15 de septiembre de 1809 por orden del gobierno
intruso (Simancas.— Gracia y Justicia. Leg. 1 .256).
( 62) Cfr. testamento de Pedro Sánchez Conejero (25 de enero de 1619) en
Archivo Prov. de Capuchinos |le Castilla, 25/ 00006.
( 63) APC, 25/ 00005.
( 64) AFC, 25 / 00002.
( 65) APC, 25/ 00003.
( 66) M o n zó n , ms. c., f. 48V.— Permiso del Nuncio (Archivo Prov. de Capuchi­
nos de Castilla, «Lista de los papeles del Archivo de Villarrubia», 25/ 00011).
FUNDACIONES EN ESTOS ANOS 151

de que el Duque trabajó ante el Consejo y ante el Arzobispo para que


se quitase a los Capuchinos la fundación. Fué necesario ir a pleito,
que se falló en contra del Duque, el que, por otra parte, reconocido,
volvió luego sobre sus pasos (67).
Pasada esa tempestad, se ajustaron entre los religiosos y el de Híjar
las condiciones de! patronato (9 de septiembre de 1642), que no fueron
otras que las comunes y ordinarias, reservándose los religiosos el dere­
cho de poder disponer de las capillas laterales de la iglesia y dárselas
a algún bienhechor; pero no podían cambiar el convento de lugar, a
no ser «por causa de ser dañoso a la salud o de no poderse allí guardar
la Regla o las leyes permanentes de la Religión» (68).
Obtenidos asimismo la provisión real y el permiso del Arzobispo de
Toledo (69), no pudiendo esperar nada del Duque y teniendo por otra
p «te en cuenta «las incomodidades que al presente en la habitación
se padecen», el P. Provincial, Alejandro de Valencia, quiso dar un paso
decisivo, y, puesta su confianza en Dios, se resolvió a poner la primera
piedra el día de San José de 1644. A pesar de todo, D. Rodrigo Sar­
miento Villaldrando de la Cerda, Conde de Salinas y primer Duque
de Híjar, quedaba como patrono (70).
Sin embargo, los vecinos se decidieron a ayudar con sus limosnas,
comprometiéndose a dar anualmente doce mil maravedises para la fá­
brica y otros doce mil para sostenimiento de los religiosos, los cuales
debían en cambio predicar todos los sermones de tabla que tenía la
villa. Además: las mismas autoridades se comprometieron a pedir
varias veces al año limosnas extraordinarias para los religiosos (71).
No obstante esa buena voluntad de los vecinos y su cooperación en
las obras, la fábrica se realizó muy despacio, hasta el punto de que
aun en 1695 no se habían hecho ni la bóveda para los enterramientos
de los religiosos ni tampoco la enfermería (72).
« La iglesia tenía por titular el Corpus Christi. En el retablo del altar
mayor existía un gran cuadro que representaba la Eucaristía en riquí­
sima custodia, y postrados, en actitud de profunda adoración, apare­
cían San Buenaventura, Santo Tomás y varios Capuchinos.
Además: en el cuerpo de la iglesia y separados por arcos que for­
maban las distintas capillas, existían en el lado derecho tres altares,

( 67) M o n zó n , ibid.
( 68) Escritura del Patronato (Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 25/ 0005),
donde se halla asimismo otra escritura de 21 de octubre de 1658.
( 69) Cfr. Lista de los papeles del Archivo de Villarrubia (APC, 25/ 00011).
(70) Cfr. M o n z ó n , ms. c., f. 49r, donde se copia lo que se puso en el per­
gamino encerrado en la primera piedra.
( 71 ) Acuerdos del Ayuntamiento de Villarrubia a favor del convento (4 y 6
de julio de 1638) (APC, 25/ 0008).
( 72) Cfr. testamento de Juana Gómez de Almo, que deja 800 ducados con ese
fin (APC. 25/ 00014).
152 I.A PROVINCIA DE FF. M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA

dedicados respectivamente a San Isidro, a San Francisco, cuya imagen


era de mucho mérito artístico, y el tercero, en bajorrelieve, represen­
taba los desposorios de San Joaquín y Santa Ana. Al lado izquierdo
existían otros dos: uno de la Virgen de la Caridad, vestida, y otro
de San Antonio.
Ni que decir tiene que tanto el convento como la iglesia eran de
reducidas proporciones, muy en consonancia con el culto que había
y con el número de religiosos que allí residían. En cambio, disfrutaban
de una espaciosa huerta, cuyas buenas dimensiones aún hoy en día
pueden admirarse.
6. C onvento de L a Paciencia.— L o que es hoy en Madrid plaza
de Bilbao, ocuparon antes'el convento e iglesia de La Paciencia de
Cristo, levantados por la piedad de Felipe IV e Isabel de Borbón para
los Capuchinos en 1643 y derribados por el odio antirreligioso de Oló-
zaga en 1837 (73).
Sobrado prolijos seríamos si nos detuviésemos en narrar los hechos
que dieron lugar al célebre auto de fe de 1632 en la Plaza Mayor de
Madrid, en el que fueron quemados vivos siete judíos y otros cuat
en estatua. Todos ellos se dedicaron casi diariamente, durante algunos
años, a ultrajar, un Crucifijo, que más tarde redujeron a cenizas. De­
tenidos por la Inquisición, no sólo los castigó de esa manera, sino que
mandó derribar, al son de tambores y clarines, la casa de la calle de
las Infantas donde se perpetraron tamaños desacatos (74).
En su lugar se levantó un pequeño oratorio, que luego se amplió;
mas, para dar allí el culto debido y reparar tanto ultraje, Felipe IV
determinó (12 de julio de 1632) «hacer en esas casas donde Nuestro
Señor fué ofendido, una fundación, con que sea alabado, venerado y
servido, para cuya ejecución pensará ese Consejo en los medios que
se podrían hallar para sacar con que llevar a efecto este intento» (75).

(73) C fr. R . M e s o n e r o R o m a n o s , El antiguo Madrid, M a d r id , 1861, p. 258.


(74) La bibliografía sobre el particular es abundante; citaremos solamente al­
gunos documentos más importantes: «Ocho causas contra varios judíos portugue­
ses que maltrataron y ultrajaron un Santo Cristo en una casa de la calle de las
Infantas», en A. H. N.— Inquisición, Leg. 140, n.° 158, años 1630- 32. «Auto de
fe celebrado en Madrid este año de M D C X X X II. A l Rey D on Philipe III1.
N. S. Por Ju an G ó m e z d e M o r a , trazador y Maestro mayor de sus reales obras.
Con privilegio en Madrid. Por Franco. Martínez. 1632», Impreso (B. N.—
Ms. 2.364).— «Sagrada Novena del Santísimo Christo de la Paciencia que se ve­
nera en el Convento Real de Padres Capuchinos de esta Corte de Madrid»
(s. 1. s. a.): en las pp. 3-15 trae la historia de la imagen.— Finalmente, la obra
completa y mejor documentada es la del P. M a t e o d e A n g u ia n o , La Nueva Jeru-
salen, en la que la perfidia hebraica reiteró con nuevos ultrages la Passion de
Christo Salvador del mundo en su sacrosanta imagen del Crucifixo de la Paciencia,
Madrid, 1709.
(75) Carta de Felipe IV al Consejo (Simancas.— Secretarías Provinciales. Si­
cilia. Leg 1 .343).
FUNDACIONES EN ESTOS AÑOS 153

Se designó a tal objeto una Junta, cuyo presidente era D. Antonio


de Contreras, fundador de nuestro convento de Segovia, y, como pri­
mera medida, determinó librar con ese fin catorce mil ducados de los
expolios del Arzobispado de Monreal; a esos se añadirían luego otros
más (76).
Sin embargo, fueron pasando los años y ni aquellos catorce mil
ducados se cobraban por múltiples obstáculos, ni podía tenerse el culto
que pedía la devoción de los fieles, porque el oratorio no era a propó­
sito. Por eso se pensó en levantar ailí un convento de religiosos, pro­
yecto que se puso en conocimiento del Rey en 26 de septiembre de 1639,
exponiéndole lo mucho que importaba «poner en aquel santo lugar pren­
das de mucha veneración, que conservasen y aumentasen la memoria y la
devoción de tan gran milagro, y que, pues los Capuchinos de la Pro­
vincia de Castilla pedían esta fundación, parecía muy conveniente el
dársela, y S. M. fué servido de conformarse con la Junta» (77).
El 7 de octubre de ese año estaban reunidos los Capitulares en el
convento de San Antonio; al serles comunicada la gracia que el Rey
les había hecho, recibieron la noticia con gran alborozo, cantándose
inmediatamente un Te Deum (78), aunque la orden real de donación
no se expidió hasta el 20 de noviembre (79).
Se hicieron luego los preparativos para la toma de posesión. Obte­
nida la licencia del Ordinario (6 de diciembre) (80), se trató del nom­
bre que debía darse al nuevo convento, siendo escogido por la Reina
Isabel de Borbói^, y no fué otro que La Paciencia de Cristo (81). El
día 13 se tomó posesión, y ai mismo tiempo se llevó en solemne pro­
cesión a la primitiva capilla una imagen de Cristo Crucificado. Eligióse
para ello una muy devota, existente en la iglesia de San Antonio y que
había sido donada por el Duque de Lerma (82).
Se proyectó que convento e iglesia fuesen grandes. Para ello se
hizo necesario comprar varias casas contiguas a la primera capilla y
luego derruirlas. Todo eso llevó no poco tiempo y dinero, y, aunque
es cierto que los Reyes favorecieron mucho, principalmente la Reina
y también Felipe IV, quien mandó librar de nuevo los catorce mil du-

( 76) Cír. carta de D . Juan Valero Díaz (26 de septiembre de 1634). Ibid.
(77) Comunicado de D. Juan Valero (15 de octubre de 1639) (Simancas.— Gra­
cia y Justicia, Leg. antiguo 621 (mod. 266), f. 93).
( 78) M o n z ó n , ms. c., f. 50V.
(79) «Lista de los instrumentos del Archivo de la Paciencia», en APC,
31 / 00028, Leg. i.°.
( 80) Ibid., Leg. 2 .
( 81) Así se lo comunicaba D. Juan Valero al P. Provincial de orden de S. M .
(12 de diciembre de 1639), ibid., Leg. x.°.— La Reina tomó como cosa suya la
mencionada fundación, según se desprende de las cartas de D. Juan Valero '(Si­
mancas.— Secretarías Provinciales.— Sicilia, Leg. 1 .343).
(8 2 ) A n g u ia n o , o . c. p . 270.
154 LA PROVINCIA 1)E I-'F. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cados de los expolios del Arzobispado de Monreal por una vez y cuatro
mil más cada año (83), el tiempo no corrió en baldé, y hasta el 15 de
junio de 1643 no pudo ponerse la primera piedra de la iglesia (84).
No se edificó al mismo tiempo el convento, teniendo los religiosos
que vivir entre tanto en una de las casas compradas, con harta inco­
modidad. Sin embargo, ya en 1640 era declarado convento formal con
su Guardián al frente, y un año después era dedicado a noviciado (85).
Por fin, tras muchos trabajos, el 17 de septiembre de 1651, fiesta
de las Llagas de San Francisco, tenía lugar la traslación del Santísimo
Sacramento y del Smo. Cristo desde la capilla provisional a la nueva
iglesia (86). Tan fausto acontecimiento se celebró con una solemnísima
octava, en la que tomaron parte los más célebres predicadores, y tal
fama adquirió entonces y en los siguientes años, que desde esa fecha
fué aquel pùlpito «palestra sagrada de los más elevados ingenios» (87).
Desde entonces también comenzaron a tenerse cultos especiales
todos los viernes del año. Por la mañana se exponía ya el Santísimo,
que seguía hasta la tarde, en que, al final de la función, se cantaba el
Miserere con extraordinaria solemnidad. De aquí se tomó ejemplo para
ios Misereres que así en la Corte como en otras partes suelen tener
lugar ante las imágenes de Cristo crucificado (88).
La iglesia, levantada con tanto trabajo, era suficientemente capaz,
de estilo de la época. Tenía diferentes tribunas para poder orar con
más recogimiento. Y el Smo. Cristo se veneraba en capilla aparte, que
ocupaba «todo aquel sitio én que injuriaron la sagrada imagen». Lle­
vaba el altar de retablo un gran lienzo, obra de Francisco Ricci, que
representaba el despojo de Cristo en el Calvario, y alrededor cuatro
cuadros de la historia del famoso Crucifijo, obra de Ricci, Félix Castelo
y Andrés de Vargas (89).
Había en la iglesia otras muchas obras de arte, buenas pinturas y

( 83) Cfr. «Lista de los instrumentos del Archivo de la Paciencia», en APC,


31 / 00028, Leg. i.°, n.° 7 .
( 84) Cfr. M o n z ó n , ms. c., f. 52V. Así lo decía el pergamino que se puso en
la primera piedra y que el P. Monzón copia íntegramente.
( 85) Erario divino, o. c., pp. 24- 25.
( 86) A*. L eó n P in e l o , Anales de Madrid, año 1651, M s. D -29 (B. de la Aca­
demia de la Historia).
( 87) A n g u i an o , o. c., p. 293.
( 88) Ibid., pp. 296- 7. Muchos fueron los fieles que en su testamento dejaron
legados para que se cantase solemnemente el Miserere una o dos veces al ano.—
(Cfr. Archivo Prov. de Capuchinos de Castilla, 31/0004 y 31 / 00028).
( 89) A. P o n z , Viaje por España, t. V , 2 .a ed., Madrid, 1782.— Cfr. también
j . A m a d o r d e l o s R í o s , Historia de la villa y corte de Madrid, t. III, Madrid,
1 S63, grabado de la iglesia y convento de la Paciencia, entre las pp. 324- 325. Tam ­
bién «Ei Mensajero Seráfico», 1930, número extraordinario de diciembre, reprodu­
jo ese grabado y el del convento e iglesia de S. Antonio del Prado.
FUNDACIONES EN ÉSTOS ANOS 155

esculturas, y en bóveda de los enterramientos fueron sepultados por


devoción numerosos títulos y grandes de España (90).
El convento, también de escasa altura y reducidas proporciones,
íué dedicado a noviciado desde sus comienzos hasta 1660, y desde
1663, casi sin interrupción, fué Seminario de nuevos.
Uno y otro, iglesia y convento, estuvieron emplazados, como ya
indicamos, en la actual plaza de Bilbao; sus fachadas daban a la calle
de las Infantas, El único recuerdo que allí queda de los Capuchinos,
desde 1837, es una callejuela de mala muerte, que lleva el nombre de
«Costanilla de Capuchinos».
Prueba por otra parte de la estima que los Reyes sintieron hacia
los religiosos fueron las muchas y cuantiosas limosnas que les tenían
asignadas mensualmente. Además: diariamente, desde 1640, se daban
cuatro azumbres de vino para misa y mesa, y, a partir de 1666, otros
cuatro más; se les servían gratis las medicinas de la Real Botica, y,
desde el 1 de mayo hasta fines de septiembre, se suministraba diaria­
mente cierta cantidad de nieve, en proporción al número de religiosos
de comunidad (91).

(90) A n g u ia n o , o . c ., pp. 298 y 306- 8.


( 91) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Sección Administrativa. Corporacio­
nes Religiosas. Capuchinos.— Leg. 3, Convento de La Paciencia.
C A P IT U L O III

R e fo r m a s y f u n d a c io n e s f r u s t r a d a s e n e s t a é p o c a

I. Nueva iglesia en Toledo.— 2. Nuevo convento e iglesia en El Par­


do.— 3. Fundación frustrada de Valdemaqueda.— 4. La de Alba.—
5. La de Becerril de Campos.

1. Al tratar de la fundación de Toledo dijimos cómo el Cardenal


Sandoval y Rojas había dado para vivienda de los religiosos un cigarral
de su propiedad, donde no sólo se acomodó la familia conventual, sino
que se hizo, de la mejor de las salas, iglesia o capilla. Ni que decir tiene
que, con ei correr de los años, ésta habría de resultar necesariamente pe­
queña e insuficiente. A ello se añadió que el edificio comenzó a cuar­
tearse, amenazando ruina; por lo cual se pensó en levantar otra de
nueva planta, más capaz y que sirviese mejor para el culto.
No contaban los religiosos con recursos para la obra, pero un caba­
llero valenciano, llamado Bartolomé Gisbert, se ofreció de buen grado
a pagar generosamente el coste total. No exigió tampoco grandes con­
diciones, sino tan sólo que se le diese el patronato de la capilla de
Nuestra Señora y asimismo derecho a ser enterrado en ella. Aceptada
por la Provincia esta condición, se dió comienzo a la nueva iglesia,
poniéndose la primera piedra el 2 de abril de 1631, oficiando en tan
solemne acto el P. Alejandro de Valencia, Provincial a la sazón, y siendo
Guardián del convento del Angel el P. Gregorio de Oliva (1).
El mismo Gisbert hizo por su cuenta el coro y sacristía y mandó
pintar el hermoso cuadro que formaba el retablo del altar mayor, obra
de Vicente Carducho. Representaba a la Santísima Trinidad con la
Virgen y mucho acompañamiento de gloria, apareciendo también San
Francisco de Asis, y en primer término el Angel Custodio, titular de
la iglesia, conduciendo un alma, su protegida, simbolizada en un niño,
a quien lleva de la mano para presentarlo al juicio final. Se ven muchas

( 1) Carta de Bartolomé Gisbert al P. Alejandro de Valencia sobre la funda­


ción del convento (3 de diciembre de 1630) y relación de la colocación de la
primera piedra (APC, 25 / 00084).
REFORMAS Y FUNDACIONES FRUSTRADAS EN ESTA ÉPOCA 157

figuras alegóricas de virtudes y vicios, resultando una composición ca­


prichosa pero de agradable efecto, con buen colorido y correcto di­
bujo (2).
A sus expensas se hizo también el bellísimo Sagrario para el altar
mayor, obra del Hno. Lego Fr. Diego de Madrid, de relevante méri-
ro (3)5 Y que debía resultar un tanto precioso, puesto que más tarde
se mandó por los Superiores de la Provincia «se modere y proporcione
a nuestro humilde estado, quitando en todo caso lo superfluo» (4).
La iglesia se terminó en 1633, trasladándose a ella el Santísimo
con extraordinaria solemnidad; al decir del cronista, resultaba esbelta
en extremo y una de las mejores de la Provincia (5).
Para completar la obra del convento, y a fin de que los religiosos
pudiesen vivir en él menos incómodamente, se trajo el agua para la
huerta, por no ser suficiente la que había, por medio de una cañería
costosa. «Todo él— nos dice el P. Monzón, que allí estuvo viviendo—
es un recreo; sus alamedas, río, espaciosa huerta, sabrosos frutales, sa­
ludables fuentes, hermoso templo, pinturas excelentes, galerías, jardi­
nes, enfermería, botica, tan socorrida, limpia y asistida de religiosos de
caridad y suficiencia, hacen un todo que no tiene par ni en lo restante
de la Religión se halla cosa igual a ella» (ó).
No obstante tan ponderativas palabras, hemos de decir, por lo que
a la iglesia se refiere, puesto que aún se conserva tal y como la hicieron
los Capuchinos, que no rebasa las reducidas proporciones de una regular
capilla, pues viene a tener de largo unos 15 metros, por 7 de ancho y
12 de alto.
Por lo demás, y sin embargo de tanta belleza pintada por el cro­
nista, después de haber estado allí los religiosos nada menos que cua­
renta años justos, desde 1611 hasta 1651, les fué forzoso abandonar
aquel convento. Las razones fueron la mucha distancia de la ciudad
de Toledo, unos dos kilómetros largos, y sobre todo la insalubridad;
los religiosos enfermaban con harta frecuencia y también morían fácil­
mente. Por eso les fué necesario buscar otro sitio «donde estuviesen
libres de las moscas del Tajo» (7), como más adelante diremos. La
iglesia, coro, sacristía, capillas, retablo y Sagrario fueron cedidos por
ios Superiores a los sucesores de Bartolomé Gisbert el 7 de noviembre-
de 1662 (8). El convento fué convertido en casas particulares y la

(2 ) A. P o n z , Viaje por España, t. I, 3.a cd., Madrid, 1787, p. 224.


(3 ) M o n z ó n , m s. c ., f. 18.
(4 ) Decreto del P. Visitador, Pedro de Caller, y de los Superiores de la Pro­
vincia (1 6 de mayo de 1634) (APC, 2 5 /0 0 0 9 5 ).
(5 ) M o n z ó n , m s. c ., f. 18.
(6) Ibid., f. 19.
( 7) Ibid.
(8) Escritura de entrega del convento del Angel a D . Francisco Herrera (Ma­
drid, 7 de noviembre de 1662) (APC, 2 5 /0 0 1 1 7 ).
158 LA PROVINCIA DE F F . M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA

iglesia pasó más tarde a ser una de tantas ermitas de devoción. Aun
hoy en día, y después de tantas vicisitudes, se conserva allí el men­
cionado cuadro de Vicente Carducho, y a ella van los toledanos a
celebrar en alegre romería la fiesta del Angel Custodio, antiguo titular
de la iglesia.

2. N u e v o c o n v e n t o d e E l P a r d o . — Ya advertimos arriba aue el


segundo convento, levantado como definitivo en el Real Sitio de El Par­
do, no reunía las condiciones debidas; era sumamente insano y de pare­
des muy endebles; de tal manera que en el verano se hacía irresistible
a sus moradores por el mucho calor y en el invierno insoportable por
las muchas nieblas y humedad. Por lo cual los religiosos pidieron a
Felipe IV les permitiese mudar de sitio y edificar un nuevo convento
de mayores comodidades y mejores condiciones. Ni que decir tiene
que a todo accedió muy gustoso el Rey, dando plena libertad a los Su­
periores para escoger e! sitio que más les placiese.
Aunque, puestos a elegir, hubo varios sitios de muy buenas propor­
ciones, teniendo en cuenta no alejarse de la huerta, que estaba ya culti­
vada y plantada y «es cosa tan necesaria en nuestros conventos por
causa de los casi continuos ayunos», se determinaron a edificar el nuevo
convento en la parte superior de la loma, donde los rayos del sol le
bañarían plenamente y gozaría de los saludables aires del Guadarrama.
El sitio elegido no fué ni más ni menos que el que hoy ocupa el con­
vento que todos conocemos y que, en sus partes principales, se conserva
tal y como entonces se edificó.
Así elegido el sitio, se puso la primera piedra el 30 de noviembre
de 1638, y, para corregir los defectos que se habían cometido en la
edificación del segundo convento, se determinó que este tercero fuese
sólido y capaz, como también la iglesia, hechos de ladrillo con cajones
de piedra y las esquinas de piedra sillería (9). A la colocación y bendi­
ción de la primera medra asistieron los Reyes y toda la corte, oficiando
el Patriarca de las Indias, D. Diego de Guzmán (10).
Doce años duró la fábrica de este tercer y definitivo convento. No
es de extrañar ese tiempo, dadas las distancias y dificultades de acarreo
de los materiales. Y para que todo marchase pronta y ordenadamente,
por encargo del mismo Rey quedó al frente de las obras D. García de
Haro, Conde de Castrillo. Terminadas felizmente, se hizo la traslación
del Santísimo a la nueva iglesia el 9 de octubre de 1650, aprovechando
la estancia de los Reyes en el Real Sitio de El Pardo, asistiendo no
solamente ellos, sino también muchos Grandes de España, Embajadores

(9 ) M o n z ó n , m s. c ., f. 23 v.
(1 0 ) A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o . c ., p . 9 2 -94.
REFORMAS y FUNDACIONES FRUSTRADAS EN ESTA ÉPOCA 159

y multitud de caballeros de Madrid, oficiando a su vez el Patriarca de


las Indias ( n ) .
La iglesia se hizo también tal como hoy está, sin haber sufrido
después grandes transformaciones. Hubo ya desde el principio, además
de las capillas correspondientes a los dos arcos del presbiterio, otras
dos, que no son ni más ni menos que las aun existentes, con la diferencia
que la correspondiente al lado de la Epístola, o sea la del Smo. Cristo,
fué al principio de reducidas proporciones, mandando Carlos II agran­
darla en i 6q 2 y, por fin, en 1832 se levantó la actual por orden de
Fernando VII.
Al lado de la capilla del Smo. Cristo mandó Felipe IV se fabricase
una hermosa galería que miraba a la huerta y al campo, y asimismo
piezas y cocina para cuando S. M. gustase de comer o merendar allí,
y, en medio, un gran patio claustrado. Todo eso desapareció con las
reformas hechas para levantar el actual Seminario Seráfico.
En la capilla correspondiente al arco del presbiterio del lado de la
Epístola había dos altares, y al fondo, o sea en lo que hoy en día es
capilla del Seminario Seráfico, estuvo antes Nuestra Señora de la Paz,
cuando en 1758 se trasladó de su capilla de la huerta por mandato de
Fernando VI.
Aquel segundo convento, luego que le abandonaron los religiosos,
fué demolido, y en el sitio donde estuvo la iglesia se levantó una
ermita, construida por el P. Gregorio de Guadalupe con el fin de colo­
car en ella la mencionada imagen de la Virgen de la Paz, el año 1687 (12).
Como ya indicamos en otro lugar, dicha imagen fué sustituida un siglo
después en su capilla de la huerta por otra de San José.
Los religiosos tuvieron su enterramiento en la bóveda que se levantó
en el centro de la iglesia, y a ella se baiaba por la capilla del lado
del Evangelio y correspondiente a la del Smo. Cristo.
Este tercer convento tuvo ya desde sus comienzos gran abundancia
de cuadros, en su mayor parte de mérito. Para formarse una idea baste
saber que, al tener lugar la exclaustración de 1835, se inventariaron
cerca de quinientos. Citaremos solamente algunos principales. En la
capilla primitiva del Smo. Cristo existían ya dos cuadros con asuntos
de la Pasión, obra de D. Antonio Velázquez; un San Fernando, obra
de Jordán, que aun se ha podido salvar; otro San Fernando, de Alonso
del Arco, del cual había también una Concepción y un San Francisco;

( 11 ) IbidL,, p. 96.
( 12) Cfr. Proceso contra los PP. José de Toledo, Buenaventura de Toledo y
Gregorio de Guadalupe, Capuchinos ( 1689- 1694) (A. H. N.— Inquisición. Leg. 107,
n.° 33 ff. ;v . y 25r.). El P. Guadalupe, en cuyos primeros años de provindalato
fue levantada dicha ermita, fué Superior de Castilla los años 1687- 1690. La pri­
mera piedra la puso el P. Guadalupe el 8 de septiembre de 1687. Cfr. Viridarío
auténtico ms. c., f. 19V.
LA PROVINCIA DE FF . M M . CAPUCHINOS DE CA STILLA

un San Félix, de Francisco Camilo; el grandioso cuadro del altar ma­


yor, de Francisco Ricci, que lo pintó en 1650, y «en las paredes del
presbiterio, en las del coro y nave de la iglesia hay varios cuadritos
del citado Alonso del Arco, y en el antepecho del coro está colocada
una imagen de Nuestra Señora, de medio cuerpo, obra de Sassoferra-
*0» (13). Dicha imagen había sido regalada por Felipe III, quien asi­
mismo donó un Descendimiento, de Vicente Carducho, pintura de
mucha estimación; también el cuadro, de autor desconocido, quizás de
escuela italiana, de la Virgen rodeada de ángeles que le hacen música,
el cual sirvió de retablo al altar mayor de la iglesia del segundo con­
vento, y creemos que de aquella misma época debe ser también el de
San José, de parecido motivo. A esos añadiremos el de San Jerónimo,
atribuido a Ribera, y el del Angel Custodio, también de mérito.
Nada decimos sobre la devoción que se tuvo ya desde aquellos
primeros ?ños al Smo. Cristo; sería necesario dedicarle varios capítulos,
aunque no quisiéramos sino indicar someramente la devoción que siem­
pre le han profesado los Reyes y familia real. Para fomentar esa devo­
ción, y en vista de las dificultades que ofrecían el paso del Manzanares
y la subida al convento, Carlos II mandó hacer un puente sobre el
río y que se allanase y empedrase la calzada de subida, y asimismo se
plantasen a uno y otro lado dos filas de árboles (14).
Tan ameno y deleitoso resultaba ya en el último tercio del si­
glo XVII El Pardo, que un escritor de 167$, el P. Basilio de Zamora,
Capuchino y morador que fué de dicho convento, nos testifica que era
sitio de recreo para los Reyes y también para otras muchas personas
que allí acudían en coches, carros y caballos, sobre todo en primavera
y en verano, no sólo por distraerse, sino también por venerar la imagen
del Smo. Cristo, llegando días en que no bajaban de doscientos los
carros que allí se reunían, pasando por un puente «que la historia da
el nombre de «puente de los Capuchinos» y que creo es la más pulida,
fuerte y hermosa en su tamaño del orbe; es no grande de solos tres
arcos; toda ella de piedra, muy bien labrada a lo moderno con muchos
cubos a trechos; así ellos como la puente, todos coronados de bandas
muy bien torneadas de hierro, dadas de verde; sobre varias pilastras,
ya en los cubos y ya entre las barandas de la puente, hay treinta esta­
tuas de diferentes animales, los más son de mármol, y caudalosas fuentes
que a todas horas y de continuo arrojan por sus bocas copiosos caños de
agua sobre las cristalinas del río, con cuyo quebranto y golpe causan
un agradable rumor de que se llenan aquellos montes y valles» (15).

( 13) P o n z , Viaje por España, t. VI, 2.“ ed., Madrid, 1782, pp. 160- 161 .
(1 4) A n g u ia n o , o. c., p. 95.
( 15) Cosmographia o descripción del mundo, por el R. P. Fr. B a silio c e Za­
mora, Religioso Capuchino, Maestro jubilado en santa Theología, etc. Ms., pp. 315-
317 (Biblioteca Provincial de Toledo. Colección de M SS. Borbón-Lorenzana, Ms. 244).
Lám. Ili

R e s to s d e l prim itivo co n v e n to .
Alcántara lo dibujó.-L. F. Noserct lo grabó. A r c h . P r o v . d e C a p u c h in o s d e M a d r id .

Imagen de S. Antonio, venerada en la iglesia de Santa Leocadia de T oledo.


REFORMAS Y FUNDACIONES FRUSTRADAS EN ESTA ÉPOCA IÓI

3. F undación de V aldemaqueda.— El 30 de enero de 1627 el Nun­


cio Apostólico en España y Patriarca de Antioquía, Excmo. Sr. D. Juan
Bautista Panfilio, concedía su permiso y autorización a D. Antonio de
Avila, Marqués de las Navas y Conde del Risco, para que en el pueblo
o villa de Valdemaqueda, donde el citado Marqués tenía casa solariega
y solía vivir, pudiese levantar para consuelo suyo y también de su ma­
dre, una casa o convento de Capuchinos, con tal de que antes se
obtuviese la licencia del P. General. Allí podría levantar iglesia y con­
vento con todas las oficinas necesarias para vivir cómodamente al menos
doce religiosos (16).
Aunque sobre dicha fundación no poseemos datos rnuy concretos,
sabemos sin embargo que ya se había llevado a cabo en mayo de 1627,
cuando, al celebrarse el 18 de dicho mes el Capítulo Provincial, sale
en las tablas señalado Presidente para ella (17). A nuestro juicio, no
pasó de mero hospicio, si es que realmente se llevó a efecto la toma
de posesión. En diciembre de 1628 ya se había extinguido (18), quizás
por la oposición que a esa fundación, lo mismo que a la de Villanueva
del Cárdete y de Segovia, pusieron los Descalzos, como ya hemos na­
rrado anteriormente.
4. F undación de A lba.— Fué otra fundación frustrada. La pidió
el Duque de Alba en su villa titular, y asimismo fué admitida por el
Capítulo Provincial del 10 de junio de 1644, con tal de que el Duque
cumpliese las condiciones que él mismo había puesto y ofrecido (19).
Pero tampoco dicha fundación siguió adelante, quizás porque el Duque
no cumplió las condiciones aceptadas o porque los religiosos no lo cre­
yeron luego conveniente.
5. F undación de Becerril de C amfos.— Se pretendió al mismo
tiempo que la de Valladolid y experimentó las mismas contradicciones
que ésta de parte de los Descalzos. La fama de que gozaban los Ca­
puchinos de buenos predicadores, confesores y diligentes ministros que
ayudaban con caritativo celo a bien morir, hizo que dicha villa diese
los pasos para llevar a cabo la fundación. Con tal fin el Ayuntamiento
en pleno, reunido el 1 de febrero de 1631, acuerda pedir al Consejo
les conceda la gracia de poder fundar allí los Capuchinos un convento
de su Orden (20).
Ya antes de esa fecha había sido encargado el P. Jerónimo de Sala-

Ció) Cfr. el documento original en pergamino (APC, 3/ 00002).


( 17) ED, p. 14.
(1 8 ) Ibid., p . 16.
(1 9 ) Ibid., p. 30.
( 20) Acuerdo de la villa de Becerril de Campos para la fundación (1 de fe­
brero de 1631) (APC. 35/ 00013).
LA PROVINCIA DE F F . iVlM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

manca de hacer las gestiones conducentes para ello, como asimismo lo


fué para la fundación de Valladolid. Por eso justamente el Cura Bene­
ficiado de Becerril, que deseaba con vivas ansias la fundación, entu­
siasmado con la idea, le escribía, el 2 de febrero de 1631, ofreciendo
cuanto poseía y también las limosnas de los fieles y de la villa para
que se llevase a efecto prontamente (21).
Poco después, alarmados los vecinos con la noticia de que los Des­
calzos habían obtenido del Consejo un decreto para que los Capuchi­
nos no pudiesen fundar en los sitios de Castilla la Vieja donde aquellos
tuviesen convento ni en tres leguas a la redonda, vuelven a escribir
al Consejo, exponiendo que en manera alguna deben tenerse en cuenta
las razones de los Descalzos, haciendo al propio tiempo una verdadera
apología de los Capuchinos: «Sus edificios son muy pobres, su sustento
muy tenue y moderado; lo más del año se alimentan de la hortaliza de
la huerta, el vestido ya se sabe y conoce; son útiles y provechosos a
las repúblicas por los continuos sermones; confesarán y administrarán
en dicha villa respecto de no haber otro convento en ella; visitan los
enfermos, consuélenlos en sus enfermedades, aliéntenlos en el último
trance, ayúdanlos en este paso con maravillosos efectos, componen las
sediciones y discordias de las repúblicas; su vida ejemplar edifica y su
compañía es necesaria» (22).
Sin embargo de tan buenas disposiciones y magníficos precedentes,
dicha fundación no se llevó a cabo, quizás por la oposición decidida
de los Descalzos, quizás también porque los Capuchinos no se resol­
vieron a eilo, por no dar lugar a otra encendida polémica como la
suscitada en Valladolid, o quizás también porque, en último término,
no les interesase tener allí convento.

( 21 ) Carta del Ldo. Juan Gómez al P. Jerónimo de Salamanca sobre la fun­


dación y ofrecimientos que hace para que se lleve a cabo (2 de febrero de 1631)
(APC, 35/ 00014).
(22) Petición de la villa de Becerril al Consejo para que no se haga caso a
!os Descalzos (APC, 35 / 00x 116).
EPOCA SEGUNDA

Desde la iniciación del apostolado entre infieles hasta la abolición de


los Discretos Capitulares
(1645-1693)

C A P IT U L O IV

S u c e s o s y g o b ie r n o d e l a P r o v in c ia h a s t a 1657

1. Provincialato del P. Leandro de Murcia.— 2. Las misiones entre in­


fieles.— 3. La del Darién.— 4. Intento de fundación en Lima.—
5. Visita del P. General Inocencio de Cáltagirone.— 6. Gobierno
de los PP. Alejandro de Valencia, Bernardina de Quiroga, Diego
de Arévalo y Buenaventura de Toledo.— 7. Actividades en estos
años.

Abre esta segunda época, como ya dijimos antes, el hecho, verda­


deramente importante para la Provincia de Castilla, como asimismo
para las otras Provincias capuchinas españolas, de haber iniciado su
apostolado entre infieles, hecho que prácticamente tuvo lugar en los
primeros meses de 1645, poco antes del fallecimiento del P. Cristóbal
de Morentin, el 31 de agosto del citado año.
1. Al quedar vacante el cargo de Ministro Provincial, tomaba las
riendas del gobierno de Casulla el primer Definidor, P. Juan de Oca-
ña, en calidad de Vicario Provincial, siéndolo hasta el 27 de abril de
1646 en que, al celebrarse el Capítulo, fué elegido Provincial el Padre
Leandro de Murcia (1). Más tarde tendremos ocasión de hacer resal­
tar su personalidad, poniendo de relieve su labor científica y sus pre­
claras dotes de predicador.
En las ordenaciones que, al ser elegido Provincial, se dieron a
Castilla, se echa bien de ver al hombre jurista y riguroso en la ob­
servancia de la Regla y Constituciones; lo que entonces se mandó
no tuvo otra finalidad que la más estricta observancia de la pobreza
en las limosnas, en la guarda de las cosas, hasta en las llaves (2).

( 1) ED, p. 32. *
( 2) Cfr. dichas ordenaciones, muy minuciosas por cierto, ibid.¡ pp. 33 y 35.
IÓ4 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Por otra parte, entra entonces en vigor un punto que quizás hasta
ahora no se había puesto en práctica, cual fué el de los Custodios
Provinciales, que, a distinción de los generales, eran designados por
el P. Provincial y los Definidores. La primera vez que aparece su
nombramiento es en este Capítulo de abril de 1646. Venían a ser por
eso mismo a modo de delegados del P. Provincial en algunas cosas,
como por ejemplo, para dar obediencia a los religiosos cuando no se
podía recurrir al P. Provincial o por la mucha distancia o porque el
caso urgía. Por eso precisamente no residieron en Madrid, sede del
P. Provincial, sino uno en Toledo, el de Castilla la Nueva, y en Va-
Uadolid el de Castilla la Vieja.
2. El gobierno del P. Murciase señala principalmente por un
extraordinario movimiento misional en el seno de la Provincia, el que
asimismo experimentaron por esos mismos años las Provincias de Va­
lencia y de Andalucía. A Valencia se le asignó la misión del Marapón
el 2 de octubre de 1645 (3), y a Andalucía, que ya había pedido el
24 de abril de 1644 una misión especial entre infieles (4), también
se le había asignado por la Congregación con fecha 21 de jimio de
1644 (5). Pero aquella misión del Marañen no tuvo efecto y la enco­
mendada a los de Andalucía sólo pudo realizarse después de dos años
largos, durante los cuales hubo no pocos cambios entre los religiosos
designados, pudiendo por fin partir para Guinea catorce religiosos, el
7 de diciembre de 1646; entre ellos iban también dos castellanos:
el P. Serafín de León y el P. Francisco de Vallecas (6), como asimis­
mo anteriormente, en 1645, habían partido para la misión del Congo
otros dos: el P. Buenaventura de Cerdeña y el P. Juan de Santiago,
a los que luego siguieron los PP. José de Pernambuco y Francisco
de Veas.
Mas los religiosos de Gistilla no se dieron con eso por satisfechos.
El 10 de enero de 1646, 17 sacerdotes y 3 hermanos legos, v en agos­
to del mismo año 24 sacerdotes y 13 hermanos legos, animados de
ese espíritu misional, elevaban a los Superiores de la Provincia una
fuerte exposición para que, puesto que a Valencia v a Andalucía se
habían asignado misiones propias entre infieles, no fuese menos Cas­
tilla, y consiguientemente tuviese también a su cargo su propia mi-

( 3) Bullarium O. F. M Cap., V II, p. 336.— Parte primera de las Chronicas de


Religiosos Capuchinos... de Valencia, Ms. c., pp. 860- 62.
(4) N icola u s a Cordoba, Brevis notitia, o. c., pp. 51- 52.
( 5) R. da C esinale, O. F. M . Cap., Storia delle Missioni dei Cappuccini, t. III,
Roma, 1873, p. 502, nota 6, citando el Archivo de la Congregación de Propaganda,
Acta 21 junii 1644. fol. 127 .— Clemens a T e r z o rio , O. F. M . Cap., Manuale Hi-
storicum Missionum Ordinis Minorum Capuccinorum, Isola del Liri, 1926, p. 251,
nota í. . *
(6) Ibid.
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA 1657 I6S

sión y no se viesen obligados a ir de dos en dos a misiones de otras


Provincias. Y hacen constar en dicha exposición que ya anteriormente
habían escrito así individualmente como en grupo a la Congregación
de Propaganda y al P. General, manifestándoles sus deseos (7).
Los Superiores de Castilla, recogiendo sin duda esas aspiraciones,
determinaron pedir a la Congregación una misión especial para la Pro­
vincia. No sabemos a punto fijo cuál haya sido, quizás la del Benín,
quizás la misma del 'Congo. Sin embargo, antes de finalizar el año 1646
llegaba a Madrid Fr. Francisco de Pamplona, después de haber dado
cuenta a Propaganda del feliz comienzo de la misión del Congo. Traía
también el encargo de organizar una nueva misión para el Darién,
en América, a donde debían ir de momento cuatro Capuchinos con
el propio Fr. Francisco. Así lo había determinado la Sda. Congrega­
ción el 3 de agosto de 1646, añadiendo en su decreto estas laudatorias
palabras: «Que habían sido escogidos para misioneros los Capuchinos
especialmente, porque aquella Provincia, muy rica en oro, exige vayan
allá religiosos en un todo ajenos del deseo de riquezas, como son los
Capuchinos» (8).

3. Seguramente que Fr. Francisco de Pamplona debió encontrar­


se al llegar a Madrid con la agradable sorpresa de aquel intenso mo­
vimiento misional, y por otra parte con el deseo de los Superiores
de tener una misión entre infieles, que fuese especialmente encomen­
dada a la Provincia, y debió ofrecerles la del Darién. El hecho fué que
ei 10 de enero de 1647 ya había obtenido Fr. Francisco Cédula Real
para llevar consigo cuatro Padres de Castilla a la mencionada misión,
y asimismo el 19 de marzo del propio año obtenía una segunda Cé­
dula para llevarse asimismo al Hno. Lego Fr. Bartolomé del Prado,
también castellano (9).
Meses después, el 1$ de julio de 1647, la Sda. Congregación en­
comendaba efectivamente a Castilla la misión del Darién, nombrando
a su vez los misioneros que debían ir, y asimismo aprobaba otra nue­
va misión, la de Benín (10), que, aunque al principio también se
encomendó a Castilla, no pudo hacerse cargo de ella por falta de pe<r-

(7) Archivo de Propaganda Fide, Scritture antiche, voi. n o , f. 51 .— B. N.— Ms.


3.818, Misiones Capuchinas en el Congo y Cutnaná, ff. 46- 47. Este documento está
íirmado en Villanueva del Cárdete, agosto de 1646.
( 8) C esinale, o. c., III, p. 712 , nota 4, donde se cita el Archivo de Propagand
Acta 3 augusti 1646, f. 178.— Bullarium, V II, p. 337 ss.
( 9) B. N.— Ms. 3 .818, f. 1 , donde se encuentra dicha Cédula.
( 10) Decretum Sacrae Congregationis de Propaganda Fide habitae die 15 julii
1647 (B. N.— Ms 3.818, f. 45).
LA PROVINCIA DF. FF . M M . CAPUCHINOS D E CASTILLA

sonal ( n ) y corrió a cuenta y riesgo de las Provincias de Valencia y


Aragón (12).
Los misioneros partieron para el Darién el 17 de octubre de
1647 (13), y días antes salía para el Congo la tercera expedición* com­
puesta de catore religiosos, italianos unos y españoles otros, entre ellos
dos castellanos, los PP. José de Pernambuco y Francisco de Veas (14).
4. Justamente, mientras se tramitaban esas expediciones de mi­
sioneros, llegaba a la Provincia otra grata noticia: se pedía insistente­
mente la fundación de un convento en la Ciudad de los Reyes del
Perú, Lima. Ciertamente es éste un hecho digno de consignarse, más
bien que por los resultados obtenidos, por lo que en sí significaba.
El 4 de septiembre de 1647 D. Gabriel de Ocaña y Alarcón es­
cribía en nombre del Consejo al P. Provincial de Castilla, diciéndole
cómo el Hno. Diego de las Casas «mayordomo de la iglesia y capilla
de nuestra Señora del Socorro, fundada en la Ciudad de los Reyes
de las Provincias del Perú, ha representado en el Consejo de Indias,
que la dicha iglesia y capilla se ha fabricado en sitio cómodo y capaz,
con devoción y aplauso general de todos los vecinos y moradores de
aquella ciudad, los cuales de conformidad han instado y procurado
pasen a aquellas partes para el servicio de la dicha iglesia y culto
divino los religiosos necesarios de la Orden de Capuchinos, por ser
tan ejemplar y de tanta edificación como será notorio, y suplica a
S. M. se sirva de dar licencia para que los dichos religiosos pasen aS
Perú en los primeros galeones o flota que se despachare a hacer la
dicha fundación» (15). Para ello se pide el parecer del P. Provincial,
a fin de que exponga las ventajas o inconvenientes, como así lo hace
efectivamente el P. Leandro de Murcia en un largo memorial (Sego-
via, 7 de septiembre de 1647) diciendo que en ello se veía bien ma­
nifiesta la voluntad de Dios, ya que sin solicitarlo lo habían pedido
por unanimidad el Virrey, Arzobispo, Cabildo y Audiencia, como asi­
mismo los vecinos de la ciudad. Con ello se conseguiría también la
reforma de muchos eclesiásticos y religiosos de aquellas Provincias
«que, valiéndose de la doctrina de los indios, han tratado sólo de ad­
quirir dinero con poca edificación de sus almas y de los seglares».

( n ) H ildebrand, O. F. M . Cap., L e Martyr Georges de Geel et les débuts


de la Mission chi Congo ( 1645- 1652), Anvers, .1940, p. 115 .
( 12 ) C esin ale, o. c., III, p. 580, nota 1 . Archivo de Propaganda Fide, Acta
8 junii 1648, f. 86.
( 13) Onrta del P. Antonio de Oviedo (Puertovelo, 27 de diciembre de 1647)
(B. N., Ms. 3.818, ff. 20- 21 ).
( 14) Cfr. nuestro artículo Los Capuchinos españoles en el Conso y sus tra­
bajos en pro de la formación del clero indígena, en España Misionera II ( 1945),
p. 183 ss.— Carta del P. José de Pernambuco (Banza de Soño, 25 de marzo de 1648)
(B. N., Ms. 3.818, ff. 34- 36).
( 15) Carta original en APC, 35/ 00020.
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA 1657 167

Por otra parte el tener allí convento no habría de resultar de grava­


men para el Rey, puesto que la iglesia estaba ya hecha y los religiosos
no podían tener propiedad alguna sino que debían vivir de las limos­
nas que recogiesen de puerta en puerta. De ese modo habría también
allí religiosos ejemplares y operarios desinteresados que buscasen sola­
mente el bien de las almas. Por eso es de parecer se fundé el conven­
to que se solicita y que vayan a él religiosos de Castilla (16). De ese
mismo criterio fué otro religioso consultado sobre el particular, ale­
gando por su cuenta las mismas razones en memorial aparte (17).
Desgraciadamente tal proyecto no se llevó a cabo, quizás porque
el Consejo de Indias juzgase más conveniente no conceder su permi­
so, por haber allí ya otras Ordenes religiosas.
5. Pero al mismo tiempo que nacía pujante en la Provincia ese
espíritu misional, contra Castilla se urdía y propalaba una denigrante
calumnia, asegurándose que se oponía a la entrada en España de!
P. General, Inocencio de Caltagirone. Contra tal insidia protestaron
muy alto los Superiores, escribiendo que todo se hacía con objeto de
poner a la Provincia en contra del Superior de la Orden. «Por tanto
— terminaban su carta— , a V. R. representamos que no es justo se
pase por tan gran maldad y tan perniciosa mentira en desdoro y agra­
vio de toda nuestra Provincia» (18).
El P. General no hizo caso de lo que se decía y, después de ha­
ber visitado las Provincias de Francia, se dirigió con ese mismo objeto
a España, portador al mismo tiempo de otra importante misión. Ha­
bía sido enviado por el Papa para ajustar las paces, y en la Corte de
Francia donde, al decir del Conde de Oñate, «de la virtud del Gene­
ral de los Capuchinos se tiene gran concepto y le reverencian con
aplauso», hizo cuanto pudo para que efectivamente se ajustasen (19).
No es de extrañar que luego fuese recibido con iguales muestras
de respeto en la Corte de Felipe IV, a donde llegó el 31 de agosto
de 1648, cubriéndose de Grande de Primera Clase el 2 de septiem­
bre (20), y que tuviese plena libertad para hablar al Rey de la paz
y del modo de ajustarla (21).
( 16) El original así como el borrador se conservan también en APC, 35/00018
y 35/ 00019.
( 17) Este memorial, que no va firmado, está fechado en Salamanca (25 de sep­
tiembre de 1647) (APC, 35/ 00021).
( 18) M . d e P o blad u ra , Los Generales de la Orden Capuchina grandes de1 Es­
paña de Primera Clase, en Collectanea Franciscana, X III ( 1943), p. 278.
( 19) Carta del Conde de Oñate (Roma, 3 de agosto de 1647) (Simancas.— Es­
tado. Leg. 3.017). En ella refiere lo que el P. Caltagirone hizo para conseguir de
la reina de Francia el ajuste de las paces: cómo le habló de rodillas, cómo lepi­
dió por amor de Dios y de toda la cristiandad esa gracia, cómo le amenazó con
castigos de parte de Dios, etc.
( 20) P o blad u ra , art. c., p . 278.
( 21 ) Ibid.
i6 S LA PROVINCIA DE FF . M M . CAPUCHINOS DE CASTILLA

Visitó después Castilla, dividiendo para ello la Provincia en tres


Congregaciones o reuniones: la primera en el convento de San An­
tonio, donde convocó los de La Paciencia, El Pardo, Alcalá y Cubas.
La segunda en Segovia, donde se reunieron los de Salamanca, Toro
y Valladolid. Y la tercera en Toledo, a donde acudieron los de Villa-
nueva y Villarrubia. Luego, el 9 de octubre de 1648, convocó el Ca­
pítulo Provincial, en el que fué elegido por tercera vez Superior de
Castilla el P. Alejandro de Valencia. El P. General aprovechó aquella
ocasión para dar a la Provincia nuevas ordenaciones cuyo contenido
se ignora (22).
6. Durante el provincialato del P. Valencia que por tercera vez
gobierna ahora la Provincia, siguió el mismo entusiasmo misional ini­
ciado años anteriores. Recibidos los primeros informes de los misione­
ros enviados al Darién, la Sda. Congregación, por su decreto del 19
de enero de 1649, nombraba Prefecto de dicha misión al Provincial
de Castilla, con facultad de nombrar un Vice-Prefecto que residiera
en el Darién, y al propio tiempo designaba para allá otros ocho misio­
neros (23). De todo nos ocuparemos luego en capítulo aparte.
El 10 de octubre de 1649 fallecía en Madrid el ilustre P. Diego
de Quiroga, después de haber asistido en Viena hasta su muerte a la
Emperatriz María de Austria, hermana de Felipe IV, y después de
haber sido escogido por el propio Rey, el 4 de jimio de 1648, con­
fesor de su hija la Infanta María Teresa, más tarde Reina de Fran­
cia (24). Al morir el P. Quiroga, el Rey puso los ojos en el P. Ale­
jandro de Valencia y, el 26 de octubre, le nombraba a su vez con­
fesor de la mencionada Infanta (25).
Con ello, aunque parezca extraño, la actividad del P. Valencia tie­
ne que ceñirse bastante y dedicarse a otras ocupaciones que su nuevo
cargo debía llevar consigo. Desde entonces viene a ser por otra parte
el hombre de confianza del Rey, del Consejo de Estado y del Consejo
de Indias, y su dictamen es requerido en cuantos asuntos se relacionen
con los Capuchinos (26).
Y si bien es cierto que no sabemos concretamente las ocupaciones
que como confesor de la dicha Infanta tenía anejas, ellas fueron mo­
tivo suficiente para que «viéndose impedido con la ocupación de Con­
fesor de Su Alteza la Señora Infanta de España» tratase de dejar su

( 22) Erario divino, o. c., p. 37- 39.


( 23) Decretum Congregationis de Prop. Fide habitae die 19 Januarii 1649
(B. N.j Ms. 3.818, ff. 23 y 45).
( 24) Necrologio, o. c., p. 252, 10 de octubre— Archivo del Palacio N. de M a­
drid.— Personal. Cargos. Q - 3 .
( 25) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal. Cargos.— V - 5.
( 26) Cír. infra, Parte segunda, capítulo X I. •
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA IÓ57

cargo de Provincial, convocando al efecto el Capítulo para el 13 de


enero de 1651 (27), un año antes de terminar su trienio. .
Su sucesor fué el P. Bernardino de Quiroga, dotado de excelentes
cualidades y hombre de indiscutible valer. Ai poco tiempo de orde­
narse, ya comenzó a ejercer cargos importantes, siendo Lector, Guar­
dián de varios conventos y Definidor (28).
Durante su provincialato se trató y por fin se consiguió, el mismo
año de 1651, el que los religiosos del convento del Angel de Toledo
se trasladasen al segundo y definitivo, emplazado junte al Alcázar, y
que se llamó de Santa Leocadia. Asimismo se trató con mucho em­
peño los años 1651 y 1652 la fundación de un convento en Roa (Osma),
que al fin de cuentas no se logró, y también se comenzó a trabajar
la de Jadraque (Guadalajara) que, si bien de momento no se consiguió,
se llevó a cabo años más tarde.
El P. Bernardino de Quiroga consiguió del Rey y del Consejo de
Estado un importante decreto. Viendo los muchos religiosos que ve­
nían a la Corte con pretexto de tratar negocios de príncipes y poten­
tados, principalmente de Italia, valiéndose para ello del Cardenal Pro­
tector, del P General o del Procurador General, con gran perjuicio
de los mismos religiosos y de los ministros del Rey, pide que en ma­
nera alguna den los Superiores de la Orden permiso para venir ai nin­
gún religioso para tratar esos negocios sin dar antes aviso a S. M. Todo
ello lo determinó así el Consejo de Estado y luego el Rey el 25 de
febrero de 1652, dando asimismo orden a los Tribunales para que
tampoco oyesen a dichos religiosos (29).
Aunque parezca quizá extraño, no fué solamente el motivo indica­
do sino otros, como el entrometerse después en política, los que im­
pulsaron al Provincial de Castilla a pedir al Rey y al Consejo de Es­
tado se tomasen tales medidas, que en varias ocasiones hubo más tar­
de que repetir en vista de los abusos cometidos por algunos franceses
e italianos que a Madrid vinieron.
El sucesor del P. Bernardino de Quiroga fué el P. Diego de Aré-
valo, elegido Provincial en el Capítulo de 5 de diciembre de 1653 ( 3°)-
El P. Arévalo fué también hombre enérgico y de valer y, sobre
todo, de mucho espíritu, cuando a los pocos años de ordenarse era
ya nombrado Maestro de Novicios, desempeñando luego varios e im-

( 27) ED, p. 41 .
( 28) Ibid.— Necrologio, o. c., p. 278, 10 de noviembre.
( 29) Simancas.— Estado.— Leg. 3.024. N o había sido tampoco esa la vez pri­
mera que se había pedido lo mismo. Ya en 1616, el P. Serafín de Policio, Comisario
a la sazón de Castilla, pidió a Felipe III, que «no convem'a vengan por acá con
negocios los de nuestra religión». Y aquel monarca escribió inmediatamente al P. Ge­
neral y su embajador en Roma para que así se hiciese (Simancas.— Estado. Leg. 1 .865,
ff. 34 y 36).
( 30) ED, p. 44.
170 LA PROVINCIA D£ FF. MM. CAPUCHINOS Í>E CASTILLA

portantes cargos, como fueron el de Guardián, Custodio, Definidor y


por fin el de Ministro Provincial. Fué también uno de los que en
agosto de 1646 firmaron la súplica elevada a los Superiores de la Pro­
vincia para lograr una misión entre infieles (31).,
Aparte de haber trabajado mucho para levantar el convento de
Santa Leocadia, comprando varias casas, etc., procuró también fuese
adelante la fundación de Jadraque. Además: no dejó piedra por mo­
ver para que se llevase a efecto la fundación de Burgos, exigiendo
en 1655 el cumplimiento de la Real Provisión de Felipe III, que auto­
rizaba a los Capuchinos establecer 36 conventos en tierras castellanas
y andaluzas; pero no vió logrados sus deseos (32).
Durante su provincialato vino a visitar Castilla el P. General For­
tunato de Pieve di Cadore, quien propuso, al finalizar, la celebración del
Capítulo, en el que fué de nuevo elegido el mismo P. Diego de Aré-
valo (33). En esa ocasión, a propuesta del propio P. General, que
también había hecho la visita a las restantes Provincias españolas, los
Superiores de Castilla cedieron de sus derechos en orden a la de­
marcación de los límites para la petición de la limosna, concediendo
a la de Valencia que pudiese hacerlo en tierras de la Mancha (34).
El P. Arévalo, cansado sin duda del gobierno de la Provincia y
aprovechando la celebración del Capítulo para la elección de los Cus­
todios generales, el 10 de septiembre de 1655, renunció a su cargo,
un año antes de termisar el trienio (35).
Así entró a gobernar la Provincia el P. Buenaventura de Toledo,
quien desde 1624 hasta esa fecha había desempeñado por siete trie­
nios el cargo de Guardián y varias veces el de Definidor (36). Mas
su gobierno fué verdaderamente efímero. Yendo camino de la Ciudad
Eterna al Capítulo General, después de haber sufrido muchos con­
tratiempos por mar y tierra, murió, justamente la víspera de celebrar­
se el Capítulo, el 2 de junio de 1655, en Porto Hércules, «veinte le­
guas poco más o menos de Fvoma» (37).
El cronista castellano califica el mencionado Capítulo de “infeli­
císimo para la Religión por los gravísimos trabajos que le acompaña­
ron por todas partes». Fué debido a la peste que por entonces causó

( 31 ) Necrclogio, o. c., p. 315 .— B. N., Ms. 3 .8.18, ff. 46- 47.


( 32) Cfr. dicho requerimiento hecho al Consejo y la respuesta de éste (APC,
35/00030 y 35/ 00031).
( 33) ED, p. 45.
(34) M onzón , ms. c., ff. 98v.- 99r .: «Dudas que propusieron los Padres Pro­
vincial y Definidores para que las resolviese, como lo hizo, nuestro Rmo. P. G e­
neral Fr. Fortunato de Cadoro en la visita que hizo en España y en esta Provincia
por el mes de noviembre del año 1654.»
( 35) E ü , p. 46.
( 36) Necrologio, o. c., p. 142.
( 37) Ibid. y ED, p. 48.
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA EI’LS 171

innumerables víctimas en varias ciudades de Italia. Y por lo que a


la Provincia de Casulla se refiere, no sólo falleció el P. Provincial sino
que de los dos Custodios, uno de ellos, el P. Basilio de Zamora, nom­
brado miembro de la Comisión para resolver las dudas presentadas
al Capítulo, no pudo regresar a España hasta Navidades (38), mien­
tras que el otro, el P. Leandro de Murcia, que había tenido en el pri­
mer escrutinio 21 votos para Definidor General, tardó mucho en re­
gresar a la Provincia por temor al castigo que luego se le impuso,
siendo relegado al convento de Villarrubia de los Ojos (39).
A la muerte del P. Buenaventura de Toledo quedó de Superior
de la Provincia el P. Alejandro de Valencia, primer Definidor, quien,
como ya hemos indicado, por su prudencia y por ser confesor de la
Infanta, tenía ante el Rey y los Consejos mucho crédito. Así, cuando
el P. Buenaventura de Toledo iba camino de la Ciudad Eterna, el Con­
sejo de Indias se dirigía a éi para que, juntamente con otros cuatro
Padres graves de Castilla, diese su sentir acerca de la pretensión del
P. Lorenzo de Magallón de llevar adelante la misión entre los infie­
les de Cumaná. Dicho P. Magallón, célebre en la historia misional,
había presentado al Rey en septiembre de 1653 un memorial en ese
sentido; pero, habiendo sido rechazado, ahora de nuevo expom'a en
otro más extenso las mismas razones que le movían a llevar adelante
sus propósitos. El P. Valencia, junto con los otros cuatro Padres cas­
tellanos, dió su parecer el 6 de junio de 1656, presentando un va­
lioso y muy favorable informe, afirmando que no sólo no hay incon­
veniente alguno en que los religiosos vayan de nuevo a proseguir
sus tareas apostólicas ¡sino que hace un muy cumplido elogio del
P. Magallón y de los otros misioneros, ponderando su celo por la con­
versión de las almas (40). Gracias a ese informe el P. Magallón y sus

(3 8 ) ED, p . 48.— P o b l a d u r a , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla,


o . c ., p . 68 y nota 31, d o n d e cita al P. F i l i p p o B e r n a r b i da F i r e ü z e , Sommaria
cronología de generali, etc.
( 39) El motivo de habérsele impuesto este castigo fué que, a! tratar de elegirse
en el Capítulo general el Definidor español, el P. Murcia se mostró contrario al
presentado por el embajador español, o sea el que luego salió, P. Buenaventura
de San Mateo. Por eso dicho embajador le acusó como contraventor ante el Con­
sejo de Estado, el cual pidió informes sobre el P. Murcia al P. Alejandro de Va­
lencia, quien contestó reprobando su .modo de proceder y diciendo se le debía im­
poner un castigo ejemplar. Por lo cual el Consejo de Estado propone al Rey (15
de septiembre de 1656) que, cuando regrese a España, se le mande a un convento
lejos de la Corte, como el de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) (Simancas.—
Estado.— Negociaciones de Nápoles.— Leg. 3.279, ff. 114 - 119 , donde hay abundante
documentación sobre el particular).— Cfr. también Archivo de la Embajada de Es­
paña en Roma, Leg. 139, ff. 139 y 273, donde se avisa al embajador (10 de octubre
de 1656) híbía sido relegado a un convento de la Mancha por su proceder contra
S. M. en el Capítulo general.
( 40) Parecer del P. Alejandro de Valencia y de los otros Padres (6 de junio
de 1656) (B. N.— Ms. 3.818, pp. 124- 126).
172 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS PE CASTILLA

compañeros pudieron emprender su viaje a América y proseguir la


misión de Cumaná, una de las más célebres que allí tuvieron los Ca­
puchinos españoles.
Además: el propio P. Alejandro había sido designado ya en 1654
Comisario general de la Provincia de Cataluña, y el día 1 de octubre
de 1655 Felipe IV, por medio de su embajador en Roma, insistía ante
la Santa Sede para que continuara en dicho cargo (41). Y referente
sin duda a eso el citado embajador, Duque de Terranova, escribía al
Rey el 24 de junio de 1655: «La elección de nuevo General de Ca­
puchinos va saliendo como se podía desear, espero se mantendrá así.
Hame dado para el P. Fr. Alejandro de Valencia el incluso despacho,
como V. M . le deseaba, para las cosas de Cataluña» (42). Sin em­
bargo quizás no haya desempeñado dicho cargo de Comisario, al
menos los años 1656 y 1657, pues estuvo de Vicario Provincial en
Castilla y, al cesar en el Capítulo de 13 de abril de 1657, fué ele­
gido Definidor primero y al propio tiempo Custodio de Castilla la
Nueva (43).
Pero antes de entregar el gobierno a su sucesor, realizó en bien
de la Provincia un hecho que solamente él y confiando en que tenía
bien guardadas las espaldas, gracias a su influencia en la Corte, pudo
llevar a cabo. M e refiero al cambio de sitio del convento de Alcalá
de Henares, que estaba extramuros, a otra parte más cómoda y den­
tro de la ciudad, en la noche del 2 de marzo de 1657. Para ello no
se contó ni con el permiso del Ordinario ni tampoco de la autoridad
civil, aunque más tarde, y tras los hechos consumados, todo se logró,
como más latamente diremos.
Un mes después de ese acontecimiento le sucedía en el gobierno
de la Provincia el P. Francisco de Yecla, del que nos ocuparemos en
otro capítulo.

7. Por lo demás, haciendo un corto resumen de las actividades


de los religiosos de Castilla durante estos doce años que acabamos
de historiar, no será fuera de propósito añadir a lo que llevamos dicho,
que su apostolado se extendió a los infieles, pero sin descuidar en ma­
nera alguna la predicación moral y doctrinal entre los fieles, lo mismo
en sermones panegíricos que, sobre todo, morales en tiempo de advien­
to y cuaresma. Así desplegaron su celo apostólico y lucieron sus dotes
oratorias, alternando con los mejores predicadores de este tiempo en
¡os pulpitos de las catedrales de Toledo, Salamanca, Segovia y ante

( 41) P o b la d u ra , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 65, y


A rchivo de la Embajada de España, L eg. 139, f. 198.
( 42) Carta del D uqu e de Terranova (Rom a, 24 de junio de 1656). (Simancas.—
Estado. Leg. 3.029.)
( 43) Erario divino, o. c., pp. 49- 50.
SUCESOS Y GOBIERNO DE LA PROVINCIA HASTA 16 5 7

el mismo Rey, mereciendo especial mención los PP. Alejandro de Va­


lencia, Juan de Ocaña, Leandro de Murcia, Juan Francisco Zacer de
Madrid, Serafín de León, Agustín de Villabáñez y Basilio de Zamora.
N o faltaron tampoco religiosos que supieron sostener a mucha al­
tura el honor del hábito, como.fué el P. Diego de Quiroga, que se
carteaba con Felipe IV, con la Infanta Isabel, Gobernadora de los Países
Bajos, y con el Conde-Duque de Oüvares, y cuyo parecer en cuestio­
nes políticas era escuchado y seguido con veneración por el Consejo
de Estado, y también el P. Alejandro de Valencia, consultado frecuen­
temente por el Consejo de Estado y por el de Indias.
Asimismo la Inquisición escoge para sus consultores en estos años
a los PP. Basilio de Zamora, Bernardino de Quiroga y Sebastián de
Villarreaí, además del P. Alejandro de Valencia, que ya lo era ante­
riormente.
También se nota ya desde 1642 y en los años posteriores, que
comienza a generalizarse el dar hábitos de la Tercera Orden a segla­
res de uno y otro sexo, sobre todo en aquellos conventos donde no
había religiosos de San Francisco, como eran los de Villanueva y V i-
liarrubia, lo cual suscitó no pocas polémicas entre Capuchinos y Ob­
servantes, que se prolongarán hasta fines del siglo X V II, como iremos
anotando. Uno de los que más se distinguieron en ellas fué el P. Lean­
dro de Murcia, quien viene a ser por aquellos años, con el P. Basilio
de Zamora, el representante del movimiento científico y literario,
publicando en 1647 su obra Commentaria ad litteram et moralia in
librum Esther y tres' años después, en 1650, Llave maestra y escudo
de Ja verdad, en la que defiende ardorosamente a los Capuchinos.
C A P IT U L O V

C onventos nuevos e intentos de otras fundaciones

l. Convento de Santa Leocadia de Toledo.— 2. Tercer convento de Al­


calá de Henares.— 3. Intento de fundación en Burgos.— 4. Id. en
Roa.

Expondremos en este capítulo las fundaciones que tuvieron lugar en


esos años que acabamos de historiar, es decir, desde 1645 hasta 1657,
y asimismo aquellas que en ese mismo tiempo se ofrecieron a la Pro­
vincia, pero que no pudieron realizarse.

1. C o n v e n t o d e S a n t a L e o c a d i a d e T o l e d o . — Los Capuchinos
tenían convento en Toledo desde 1611. M á s tarde, en 1631, fué nece­
sario agrandarlo y hacer de nueva planta la iglesia. Y aunque todo era
muy acomodado al vivir de los Capuchinos en aquellos tiempos, el
mucho apartamiento de la ciudad, quizás más de dos kilómetros, le s
servía de incomodidad no pequeña. Además: aquel convento d e l An­
gel, precisamente por su proximidad al Tajo, resultaba insano; eran
muchos los religiosos que enfermaban de fiebres y no podían ser asis­
tidos debidamente, dada la distancia que había a la ciudad. S e quiso
remediar ese inconveniente, poniendo una enfermería en e l mismo
Toledo, pero no pudo realizarse. En vista de lo cual se trató de buscar
otro sitio, «donde estuviesen libres de las moscas del Tajo», en frase
del cronista.
Precisamente por esos mismos años el Ayuntamiento de Toledo
había emprendido la reconstrucción de la iglesia colegial de Santa
Leocadia, Patrona de la ciudad. En el sitio donde había sufrido mar­
tirio, levantó Alfonso X una capilla, y en ella hizo colocar los sepulcros
de Wamba y Recesvinto. Venía a reducirse al sitio donde Santa Leoca­
dia había estado encarcelada, que era en realidad de verdad una cueva,
sobre la que se había levantado dicha capilla, de mucha devoción para
los toledanos, y que más tarde llegó a ser colegial, pero que a principios
del siglo X V II se encontraba en ruinas. El Ayuntamiento había deci­
dido su reedificación el 9 de marzo de 1635; Pero ^as obras fueron tan
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE OTRAS FUNDACIONES 175

lentamente que en 1651 no llegaban sino a la, altura de la cornisa (1).


A mediados de ese último año andaban preocupados los Capuchi­
nos en buscar sitio para convento, cuando se les vino a las manos esta
magnífica ocasión, pues la ciudad, sabedora de lo que ocurría, les ofre­
ció generosamente la nueva iglesia que se estaba construyendo. A
mediados de julio se acordó pedir permiso al Arzobispo, y el 17 se
dió cuenta al Ayuntamiento de haberla concedido. Ese mismo día en­
tró el P. Guardián de los Capuchinos para dar gracias a la ciudad, pi­
diendo asimismo se escribiese al Rey y al Consejo para que aprobasen
lo hecho. Pero el 1 de septiembre vino una Real Cédula del 27 de
agosto, en la que se pedía a la ciudad informase del motivo que había
tenido para dar a los Capuchinos aquella iglesia (2 ); incluso se man­
dó luego se les quitase la posesión que el Arzobispo y ciudad habían
dado de una iglesia cuyo patronato pertenecía al Rey (3).
No obstante ese contratiempo, insistieron los Capuchinos en su
demanda, y al fin Felipe IV , por Cédula de 17 de diciembre de 1651,
les concedió Sta. Leocadia, delegando a D . Antonio de Contreras para
que ajustase las condiciones del patronato (4). Entre otras, que los
Reyes serían patronos perpetuos; que en la capilla mayor no podrían
enterrarse sino personas reales; que la nueva iglesia llevaría el título
de Sta. Leocadia. Esas condiciones fueron ratificadas por el Rey el
15 de enero de 1652, y el 28 tomaban los Capuchinos nueva pose­
sión (5).
He aquí cómo se encontraba Sta. Leocadia cuando de ella se hi­
cieron cargo los Capuchinos: «Había en el sitio del mismo calabozo
hecha una capilla muy alta de obra muy antigua de ladrillo con dife­
rentes molduras y ventanas en modo ochavado; la escalera estaba ha­
cia la plazuela dos o tres pasos desviada de los arcos del cuarto del
Alcázar, tendría treinta escalones poco más o menos, y el altar estaba
enfrente de la misma escalera, y al lado derecho del mismo altar, que
era el del Evangelio, estaba la rejilla o sitio donde por tradición se
dice ser el lugar donde la gloriosa virgen hizo la señal de la cruz; a
los dos lados del altar estaban los dos sepulcros de Wamba y Reces-
vinto, los cuales se abrieron y registraron en la conformidad que se

( 1) Cfr. «Fúndase el convento de Capuchinos en la iglesia de Santa Leocadia.


A ñ o de 1651» (B. N .— M s. 13.031, f. 123). Las noticias dadías en este docum ento
están tomadas de otro que era a su vez estracto de los originales que se conser­
vaban en el A rch ivo secreto de T oled o.
( 2) •Ibid.
( 3) C fr. «Las cosas particulares que pertenecen al convento de Santa L eoca­
dia» (A P C , 25/ 00082, y también los docum entos 25/00102 y 25/ 00139, que dicen
relación a lo m ism o).
( 4) Cédula Real (M adrid, 17 de diciem bre de 1651 (A P C , 25/ 00085).
( 5) Ibid.
176 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

dice en un testimonio que de ello dió el P. Fr. Baltasar de Vargas. (6).


A las espaldas de esta capilla había comenzado a labrarse la iglesia,
y para que la entrada a la cueva quedara dentro de ella, se cambió
el altar de la cueva a la parte contraria, se colocaron en él un retablo
de mármol en que está grabado el martirio de la santa, y una imagen
de vulto de la misma santa, también de mármol con un libro en la
mano y en la otra una cruz y una corona de reina en la cabeza» (7).
Las obras de la nueva iglesia, que, como hemos dicho, no llegaban
más que a la cornisa, siguieron adelante a expensas del Cardenal Ar­
zobispo de Toledo, Sr. Moscoso. Pero al mismo tiempo se hizo ne­
cesario hacer el convento, para lo cual tuvieron los religiosos que com­
prar varias casas contiguas, siendo otras cedidas generosamente (8).
También el Rey cedió en 1656 una parcela de terreno para huerta (9).
Por fin, vencidas muchas dificultades y tras no pocos trabajos,
pudo celebrarse la traslación del Santísimo a la nueva iglesia y de los
religiosos del convento del Angel al de Sta. Leocadia, el 19 de no­
viembre de 1661, haciendo con ,tal motivo tres días de fiesta, en las
que tomaron parte los religiosos de la ciudad, el Cabildo y el Ayun­
tamiento (10).
Dichos convento e iglesia estaban emplazados pared por medio
del Alcázar; una de las puertas del regio edificio, justamente la que
estaba debajo del despacho del Coronel Moscardó en la heroica de­
fensa de 1936, se llamaba aún «puerta de Capuchinos». Y desde el
Alcázar se abrían hacia la iglesia dos tribunas para que los Reyes y
familia real pudiesen oír Misa cuando se hospedasen en él (xi).

( 6) Certificado de haber abierto los sepulcros de la santa cueva, de W am ba


y Recesvinto, dado por el P. Secretario Provincial, Baltasar de Vargas (T o le d o , 7
de diciem bre de 1652) (A P C , 25/ 00086).
E n este interesante docum ento se dice que fueron abiertos lqs sepulcros d e los
dos m encionados reyes godos que se decían enterrados en la santa cu eva; se hizo
delante del P. Provincial, Bernardino de Q uircga, y de toda la com unidad, cuyos
religiosos firman el acta también. En el de Recesvinto n o se encontraron sino m u­
chos huesos encerrados en una caja b ien tratada. En el de W am ba «se halló tod o
el cadáver cum plido, aunque ya desbaratado, los huesos enteros y muy, fuertes, en
m uchos pedazos d í tafetán colorado con su viva color y parte del calzado», etc. Se
encontró también en este sepulcro una lámina de plom o en que constaba se habían
abierto antes en tiem po de Felipe II. Se hacen constar en este im portante d ocu ­
m ento los epitafios correspondientes a los dos sepulcros.
( 7) Cfr. el docum ento ya citado 25/ 00082, f. 17, del A P C .
( 8) C fr.. entre otros docum entos, «A cuerdos de la H ermandad y Cofradía de
San Cosm e y S. D am ián» (6 de diciem bre de 1652) (A P C , 25/ 00102).
( 9) Cédula Real (23 de marzo de 1656) (A P C , 25/ 00109, y A rchivo del Pala­
cio N . de M adrid. Cédulas Reales, t. X V , f. 12), y Cédula Real (17 de septiembre
de 1657) (A P C , 25/ 00107, y A rchivo del Palacio N . de M adrid, Cédulas Reales,
t. X V , f. 1).
( 10) C fr. el citado docum ento del A P C , 25/ 00082, f. 18- 21.
( 11) Inform e sobre reparaciones de las tribunas (A P C , 25/ 00150, y Archivo
L á m . IV

Fachada norte, antes de las reformas hechas m od ern am en te.


Bella escultura del Srno. Cristo, de Q. Fernández, rega la d a
en 1615 por Felipe III. En el recuadro ampliación de la
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE OTRAS FUNDACIONES 177

El convento debía ser bastante capaz; en 1676 vivían en él por fo


menos treinta y dos religiosos (12); por otra parte fué unas veces no­
viciado y, cuando no, colegio de Filosofía o Teología.
La iglesia era de cortas dimensiones. Además del altar mayor, tema,
entre otros, los del Smo. Cristo, propiedad de la Cofradía o Herman­
dad de San Cosme y San Damián, de la Concepción, con su capilla
de Sta. María Magdalena, y el de San Antonio de Padua, a quien se
rendía un culto extraordinario (13).
Había en ella varias pinturas de mucho mérito, y eran las siguien­
tes: «en el altar mayor un cuadro de Francisco Ricci, de gran tama­
ño, y representa a la expresada santa en la cárcel donde murió; en
el remate del altar del crucero, al lado de la Epístola, una nuestra Se­
ñora con San Bernardo, bellísima pintura de Alonso Cano, y en la
pared del mismo lado una Concepción de Alonso del Arco. En la sa­
cristía se ve un apostolado del tamaño del natural, de bellos partidos
y verdaderas expresiones, conforme practicó el célebre Tristán. Tam­
bién hay un cuadro chico y es nuestra Señora, San Juan, el Niño Dios
y San José, que está aserrando un madero, obra de Juan de Toledo.
En el coro se ven dos cuadritos pequeños de Sta. Leocadia que hizo
Francisco Camilo» (14).
Siendo como eran los Reyes los patronos del convento, a ellos acu­
dían los religiosos cuando había que hacer alguna reparación (15). Por
eso mismo a los Reyes se acudió, sobre todo, cuando, casi totalmente
arrasados convento e iglesia por las tropas francesas en la guerra d¿
la Independencia (16), se pensó en reedificarlos en 1825 (17), aunque
por desgracia pasaron muy pronto a ser cuartel anejo al Alcázar al
tener lugar la exclaustración de 1835; en 1852 justamente la iglesia
hacía de patio y aún se conservaba en él la lápida del sepulcro del
P. Bernardino de La Moraleja (18).

del Palacio N . de M adrid.— Sección A dm .— Corporaciones Religiosas.— Capuchi­


nos. L eg 3, Convento de T oled o).
( 12) Cfr. docum ento 25/00126 del APC .
( 13) C fr. los docum entos del A P C , 25/ 00102, 25/ 00124, 25/ 00149, 25/ 00141.
( 14) V. PON?, Viaje por España, t. I, 3.a ed., M adrid, 1787, pp. 189- 91.
( 15) C fr. Inform e sobre reparaciones de las tribunas, etc., A P C , 25/00150 y
Archivo del Palacio N . de M adrid. Sección A dm .— Corporaciones Religiosas. Ca­
puchinos. Legajo 3. Convento de T oled o.
( 16) Entonces fueron profanadas las cenizas de ios reyes godos, y de los cu a­
dros solamente se salvó el de Francisco de R icci y el de Juan d e T oled o. Cfr. S ix to
Ramón Parro.. Toledo en la mano o descripción histórico artística, t. II, T o le ­
do, 1858, pp. 75- 80.
( 17) Súplica del P. Guardián, Ferm ín de Alcaraz (3 de marzo de 1825), pi­
diendo a S. M . m edios para reparar iglesia y convento que habían sido destruidos
(A rchivo del Palacio N . de M adrid. Secc. A dm . Corporaciones Religiosas. Capuchi­
nos. Leg. 3. Convento de T oled o).
( í 8) V. la inscripción de la lápida, en el cap. X V de la segunda pai te, nota 33.
I-/8 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

En 1927 no existía de todo ello sino una pequeña cripta, cerrada


por una bóveda, y en el frente un nicho que debió sustentar la imageta
de la santa; a sus pies una mesa de altar, y a uno y otro lado las arcas
rotas de los sepulcros de Wamba y Recesvinto (19).

2. T e r c e r c o n v e n t o d e A l c a l á d e H e n a r e s .— Como ya hicimos
notar, el segundo convento, edificado por los Capuchinos extramuros de
Alcalá, resultaba tan perjudicial para la salud, que llegó a denominar­
se «sepultura de religiosos». Por eso, y no antes de cuarenta y cuatro
años allí pasados, se pensó trasladarlo a otro sitio más cómodo y me­
nos insalubre. La dificultad mayor fué desde luego la económica; mas
ésta se resolvió por fortuna prontamente al tomar nuestro hábito don
Manuel Arrazola y Oñate, en religión P. Manuel de Vitoria, hijo de
D. Bernardo de Oñate, Secretario del Rey, quien al ingresar dejó una
suma considerable con tal destino (20).
Con ese dinero se compraron de antemano unas casas sitas en la
calle de Santiago, y una buena noche, la del 2 de marzo de 1657, si­
gilosamente a ellas se trasladaron los religiosos (21). A las cinco de
la mañana se tomó la posesión, se dijo Misa y se puso el Santísimo,
consumiéndose a esa misma hora en el otro convento. Todo se hizo
sin dar cuenta ni aviso al Ordinario como tampoco a la ciudad, basa­
dos en el principio de que no era convento nuevo sino traslado de
sitio; sin embargo después se obtuvo el consentimiento del Arzobispo
fie Toledo, Cardenal Moscoso. Era a la sazón Vicario Provincial el
P. Alejandro de Valencia y Guardián de Alcalá el P. Diego de Se-
govia (22).
Pasaron sin embargo dos años sin poder dar comienzo a la fábrica
del convento, hasta que en julio de 1659 un sacerdote valenciano,
D . Vicente López, ofreció la suma de ciento sesenta mil reales a con­
dición de que le diesen el patronato. Dicho y hecho: el 12 de julio
de ese mismo año se ajustaban las condiciones. Según ellas el titular
de la iglesia debía ser, en vez de San Francisco, que tenía la antigua,
el de Santa María Egipcíaca; se comprometía dicho sacerdote a hacer
a su costa el cuadro y marco para el altar mayor, que sería también
de la santa; tendría en cambio un cuarto en el convento para poder
vivir en él y una tribuna que diese a la iglesia, y, en la capilla mayor;,
bóveda para su enterramiento y el de sus sucesores en el patronato (23).

( 19) P ila r C u tand .v Santa Leocadia de Toledo, T oled o, 1927, pp. 21- 22.
( 20) Cfr. M o n z ó n , ms. c., f. 2ov.
( 21) Ibid., f. 52V.
( 22) Ibid., f. 2ov.
( 23) Escritura de fundación (12 de julio de 1659) (A P C , 27/ 00064). El
Bto. D iego José de Cádiz, estando en Alcalá, predicó en la fiesta del titular un
solemne sermón, que luego se im prim ió con el título de Ejemplar de arrepentidos...
sermón panegírico, etc., M adrid, 1786.
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE OTRAS FUKBACIONES 179

La primera piedra de la iglesia se puso el 8 de septiembre de


1659 (24) y la obra corrió bajo la dirección del P. Jerónimo de Sala­
manca ("25). El Dr. López, convertido desde entonces en insigne bien­
hechor de los Capuchinos, dió, además de la mencionada suma, otras
limosnas con las que se pudo terminar felizmente el convento, la en­
fermería y la huerta (26).
No podemos fijar la fecha de su terminación. Sin embargo, ya en
1663 debía haberse concluido, por cuanto nos consta que en ese año
se pasó el noviciado del convento de La Paciencia al de Alcalá, en la
esperanza de que allí estaría mejor por la quietud y menor concurso
y por la comodidad de la Universidad para que tomasen el hábito (27).
Así convento como huerta e iglesia se conservaban todavía en per­
fecto estado en 1882. Formaban un paralelogramo regular de trescien­
tos veinte pies de frente por unos ochenta de costado, incluyendo la
huerta y el jardín. Delante del templo había una pequeña lonja, y en
su sencilla fachada un bajo relieve. El edificio carecía de importancia
arquitectónica. La iglesia tenía veinte metros de larga por siete de
ancha, de una sola nave, aunque espaciosa y de bastante elevación, te­
niendo as'imismo capillas, espaciosa sacristía y panteón para enterra­
miento de los religiosos. El retablo del altar mayor lo formaba un
gran cuadro de veinticinco pies, que representaba a San Zósimo dan­
do la Comunión a Sta. María Egipcíaca; tenía arriba un gran pedazo
de gloria, donde está la Sma. Trinidad, San José y San Francisco,
todas excelentes figuras, y sobre todo la de María Santísima, tan bella,
tan adornada, que se conoce ser la reina de los ángeles; es un cuadro
tan excelente, que se tiene por el mejor de su autor, Francisco Ca­
milo (28). Mereció ser reservado para el Museo del Prado, aunque
luego se devolvió a Alcalá y fué colocado en la escalera principal del
Palacio Arzobispal, hoy en día Archivo General Central (29).
Formaban parte del altar mayor las imágenes de San Fidel de Sig-
maringa y de S. José de Leonisa, así como la de S. Félix de Canta-
laicio, escultura de gran mérito; también estaban en la iglesia las de

( 24) M o n z ó n , ros. c., f. 531 ., donde se copia textualmente la inscripción latina


escrita en el pergamino encerrado en la primera piedra.
( 25) Cfr. el final del citado docum ento 27/00064 del APC .
( 26) Escritura sobre los sufragios a que tiene derecho el Sr. L ó p e z (11 de
enero de 1664) (A P C , 27/ 00067).
( 27) E D , p. 58.
( 28) F. J. S á n ch ez C a n tó n , Fuentes para la historia del Arte español, t. IV ,
M adrid, 1936, p. 230.
( 29) J. D . C a l l e j a , Breves noticias históricas de los Colegios y conventos de
Religiosos incorporados a la Universidad de Alcalá de Heivsres, M adrid, 1901,
pp. 58- 60.— Cfr. también E s t e b a n A z a ñ a , Histoiia de la Ciudad de Alcalá de
Henares, TI, M adrid, 1883, pp. 40- 41.
i8 o LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

San Francisco y de Nuestra Señora de los Dolores, que luego fueron


llevadas a! convento de Carmelitas Descalzas (30).
Distinguíase la iglesia por el mucho culto, sobre todo en la novena
de San Antonio y en los martes de cada semana, celebrándose los ejer­
cicios de devoción con gran fervor y extrordinaria concurrencia de
escogida y brillante juventud de ambos sexos (31).
El convento estaba edificado, s e g ú n los historiadores, e n el s o la r
de la casa en que se supone nació el autor del Q uijote; así lo indicaba
al menos una lápida con su inscripción, colocada en la fachada que
daba a la calle de Cervantes ( 32 ) . Era por cierto bastante capaz, ñ e r o
sencillo y pobre, como pobres y pequeñas eran también las celdas,
incluso las de la enfermería. Tenía huerta donde no faltaba su n o r ia
o pozo de agua para el riego. No faltaba tampoco jardín que los reli­
giosos cuidaban con esmero para con sus flores adornar luego la i g l e ­
sia, sobre todo en los días de Pascua Florida y de Pentecostés ( 33 ) .
3. F u n d a c i ó n d e B u r g o s . — Ciertamente que llama la atención del
historiador el que los Capuchinos no hayan tenido en siglos pasados
convento en la importante ciudad de Burgos. Si esa fué la realidad,
no faltaron ni deseos ni medios para ello; pero también aquí, como
en otras muchas partes, les cerró el paso la oposición de otras Ordenes
religiosas.
El senador D. Fernando Quintanadueñas otorgaba su testamento
el 21 de febrero de 1647. Una de sus cláusulas decía así: «Atento
que en la ciudad de Burgos y sus contornos no hay monasterio alguno
de Frailes Franciscos Capuchinos a quienes yo he tenido y tengo par­
ticular devoción por su suma pobreza, humildad, penitencia, grandes
virtudes y ocupación continua en oraciones y buenas obras en servicio
de Dios y bien de los prójimos y con tanto desinterés humano, y que
en los lugares que hay casas suyas se experimentan grandes provechos
espirituales y favores de nuestro Señor, cuya imitación siguen con el
Seráfico Padre S. Francisco», dispone que con los frutos v rentas de
todos sus bienes se compre sitio a propósito en la ciudad de Burgos
y que en él se edifique convento, iglesia y huerta suficiente. El titular
sería el Smo. Rosario. Por eso debía haber en dicho convento quince
religiosos sacerdotes sin contar los legos necesarios, a honor y gloria
de los quince misterios, y que dichos sacerdotes «se empleen, como
acostumbran, en sacrificios, penitencias, oraciones, estudios y predica­
ciones, ya que no profesan el administrar confesiones y otros Sacra-

( 39) C fr. 13. L . A c o s t a d e la T o r r e , Canónigo ele la S. I. Magistral, Guía


del viajero de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares, 1882, p. 166.
( 31 ) J. D . C a l l e j a , o . c ., p . 58.
( 32) Ibid., p. 60.
(33) Ibid.
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE OTRAS FUNDACIONES

mentos, y les encargo que salgan de casa lo menos que les sea posible,
ni anden por las de los seglares a visitas ni otras cosas, excepto eí
ayudar algún moribundo, pues no conviene que quien tan de veras
se dedica a sólo el culto divino y servicio de Dios nuestro Señor, se
divierta a negocios seglares, aunque sea con color de caridad» (34).
Dos años después fallecía D. Fernando Quintanadueñas. Sus he­
rederos trataron de dar cumplimiento a sus disposiciones; pero sur­
gieron presto dificultades no vencibles, entre ellas, que de momento
no se podía contar con los frutos y réditos necesarios para levantar el
convento. Por eso el Nuncio permitió en 1652 se pudiesen coger del
capital hasta seis mil ducados (35).
En 1655 el P. Provincial, Diego de Arévalo, apoyado en el Decre­
to de Felipe III, que permitía la fundación de 36 conventos, de los
que no se habían fundado en Castilla más que doce, pide al Consejo
su licencia para llevar a cabo la fundación de Burgos, pues eí Sr. Quin­
tanadueñas había dejado capital suficiente (36). Y llevando adelante la
empresa el P. Vicario Provincial, Alejandro de Valencia, nombraba en
marzo de 1656 Procuradores para que en su nombre gestionasen di­
cha fundación (37).
Mas pocos meses después, en mayo, daba Felipe IV una Real Pre­
visión a petición del P. Provincial de la Observancia; por ella se man­
daba que, puesto que en virtud del servicio de millones, no se podían
fundar nuevos conventos, Burgos tampoco debía ser una excepción (38).
Los Capuchinos no cejaron sin embargo en su empeño; tampoco
los Observantes, a los cuales se unieron las otras Ordenes religiosas
que en Burgos tenían convento. No faltaron consultas ni alegatos im­
presos por una y otra parte (39).

( 54) C opia del testamento (A P C , 35/ 00017) ; la cláusula está en los ff. 15- 16.
( 35) D ecreto del N u ncio en form a de Breve (30 de agosto de 152). Original en
pergamino (A P C , 35/ 00038).
( 36) M em orial del P. Arévalo al Consejo, pidiendo se le dé al m ism o tiempo
testimonio de que los Capuchinos tenían permiso de Felipe III para fundar treinta
y seis conventos ( 1655) (A P C , 35/00030 y 35/ 00031).
( 37) C om isión dei P. Valencia (5 de marzo d e 1656) (A P C , 35/ 00034).
( 38) Real Provisión (12 de m ayo de 1656) (A P C , 35/ 00035).
( 39) Entre otros, conocem os los siguientes: «P or los Padres Capuchinos con
los conventos de San Francisco de la Obseruancia, y S. Esteuan de los- Descalzos
Recoletos, y los demás de la Ciudad de B u rgos; sobre la licencia que pretenden
del señor A rzobispo para la fundación del Conuento, que ordenó y dispuso por
su testamento D o n Fernando de Quintanadueñas», por el L d o. D . Nicolás Montaña
(M adrid, 14 de abril de 1660). Im p reso: 16 ff. num. (A P C , 35/ 00045).
El P. T o r r e c i l l a sacó también otro, que luego im prim ió en su obra Consultas,
alegatos, apologías, etc., t. I, 2.a ed., M adrid, 1702, pp. 378- 407.
En contra de los Capuchinos existen dos del m ism o autor, D r. Pedro Ortiz
de Zarate: «D iscurso legal del D r. Pedro O rtiz de Zárate. por los Conventos de
San Francisco de la Observancia y de San Esteban de los Descalzos Recoletos y
demás en contra de la fundación del convento de Capuchinos en dicha ciudad»
182 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Quisieron los Capuchinos ganarse a la ciudad, y el F. Sebastián de


Villarreal logró concediese de buen grado permiso D ara la fundación
el 17 de febrero de 1660, y, no obstante que el P. Provincial de la
Observancia, Juan Ortiz de Zárate, influyó para que se derogase, la
misma ciudad volvió a ratificarse en lo dicho el 23 del mismo mes (40).
Los Observantes acudieron entonces ai Rey y consiguieron nueva
Provisión .(18 de marzo de 1660) para que los Capuchinos no funda­
sen en Burgos (41). Y , no contentos aún, recurrieron a Roma y obtu­
vieron letras de la Rota en contra de la fundación; en ellas se citaba
a los Capuchinos a comparecer en Roma para dar cuenta de lo suce­
dido (42). No parando aún en eso, acudieron de nuevo al Rey, con­
siguiendo de él un tercer Decreto (9 de septiembre de 1660) por el
que se prohibía a los Capuchinos fundar en Burgos, en la provincia
y en Fuenmayor (Logroño) (43).
A pesar de lo dicho los Procuradores de la ciudad, queriendo cum­
plir con la última voluntad de D. Fernando Quintanadueñas, ratifica­
ron (29 dé abril de 1661) su licencia para que fundasen los Capuchi­
nos, y asimismo pidieron al Papa, al Arzobispo y al Rey concediesen
generosamente su permiso (44).
Pasaron aún dos años de luchas. Mas, ante las dificultades surgi­
das y, por otra parte, pensadas las pocas ventajas de la fundación, lo
mismo en Burgos que en los pueblos circunvecinos, sobre todo por­
que los religiosos no podrían fácilmente atender a su sustento con solas
las limosnas, decidieron los Superiores renunciar definitivamente a
dicho legado el 29 de diciembre de 1663 (45).
4. F u n d a c i ó n d e R o a .— Se intentó esta fundación con motivo de
haber dispuesto en su testamento el Conde de Siruela, D . Juan de Ve-
lasco y de la Cueva (3 de noviembre de 1649), que, de veinte mil
ducados que dejaba, diez mil se diesen para fundar un convento de
doce religiosos en la ermita de Santa Lucía de la villa de Roa (Bur­
gos) (46).

(Burgos, 21 de febrero de 1660) Im p reso: 12 ff. num. (A P C , 35/ 00043).— El


segundo lleva este título: «P or los conventos de S. Francisco de la Regular O b ­
servancia, de los Recoletos de San Esteban de los O lm os, y demás M onasterios de
Ordenes M endicantes de la ciudad de Burgos con los Padres CaDUchinos y su
S in dico», etc. Im p reso: 23 ff. num. (A P C , 35/ 0006).
( 40) C fr. los docum entos 35/00050 y 35/00042 del A P C , don de se hace
relación de todo lo sucedido.
( 41) Provisión Real (M adrid, 18 de marzo de 1660) (A P C , 35/ 00044).
(42) Cfr. las citadas Letras (10 de m ayo de 1660) (A P C , 35/ 00047).
( 43) Provisión Real (9 de septiembre de 1660) (A P C , 6/ 00042( 52).
( 44) A cuerdo de los Procuradores (Burgos, 29 de abril de 1661) (A PC ,
35/ 00051).
(45) A cu erdo de los Superiores de Castilla (A P C , 35/ 00054).
( 46) T an to del testamento y copia auténtica de esta cláusula (A P C , 35/ 00024).
CONVENTOS NUEVOS E INTENTOS DE. OTRAS FUiUJACIONES 183

La hermana del Conde, sucesora y heredera, expuso al Rey sus


deseos, para que Felipe IV escribiese carta de recomendación al Obis­
po de Osma a fin de obtener su licencia, lo cual hizo efectivamente
el Rey con fecha 30 de agosto de 1652 (47).
Pronto surgieron no pequeñas dificultades, y no fué la de menor
peso y cuantía el que Roa distaba poco de Aguilera, donde los Re­
coletos tenían edificado aquel célebre convento; contaban además éstos
con un Breve de Clemente V III por el que se prohibía edificar otros
monasterios en cinco leguas a la redonda (48).
La hermana del Conde, ante esa dificultad de momento insupera­
ble, se dirigió al Papa para pedirle derogación de dicho Breve sola­
mente. en este caso, alegando que los pueblos circunvecinos de Agui­
lera eran grandes, y, consiguientemente, que no faltarían para unos y
otros religiosos las necesarias limosnas (49). Tal vez para lograr me­
jor su intento interpuso el valimiento del embajador de España en
Roma; pero en 1656 contestaba éste que, habiendo sido obtenido di­
cho Breve a petición del Rey, su derogación no podía solicitarse sin
exponérselo antes a Felipe IV (50).
No debieron darse otros pasos, por cuanto tal derogación no se
consiguió y la fundación no pudo seguir adelante.

( 47) C opia de la carta del rey (A P C , 35/ 00027).


( 48) C fr. copias del Breve de Clem ente V III (19 de octubre de 1595) en
A P C , 35/00008 y 35/ 00009.
( 49) Solicitud de la condesa al Papa, en latín, pero sin fecha (A P C , 35/ 00007).
( 50) Carta del embajador al P. Leandro de M urcia (Rom a, 4 de agosto de
1656) (A P C , 35/ 00036).
C A P IT U L O Vi

E xtensión del apostolado a los infieles

i . M isión dei Congo.— 2. E l P. Buenaventura de Cerdteña.— 3. E\


P. Juan de Santiago.— 4. Los PP. José de Pemambuco y Francisco
de Veas.— 5. M isión de Guinea y Sierra Leona.— 6. Pos PP. A n­
tonio de Jvmena y Serafín de León. — 7. M isión dei D arién .—
8. M artirio del V. P. Antonio de Oviedo.

A partir de 1Ó40 y, sobre todo, desde 1644 se nota en la Provin­


cia un extraordinario movimiento en pro de las misiones entre infieles,
como ya hemos hecho notar anteriormente. Pero por desgracia, for­
zoso es confesar que Castilla no tuvo en eso grandes éxitos. Y no fué
ni por falta de entusiasmos misionales entre los religiosos ni tampoco
por apatía de los Superiores en esta actividad apostólica, sino porque
cuantas empresas misionales le fueron encomendadas fracasaron por
motivos enteramente externos.
Vamos a historiar en este capítulo cuanto hicieron los religiosos
castellanos en ese terreno durante los años 1645 a 1657.

1. M i s i ó n d e l C o n g o . — Prácticamente fué ésta la primera misión


entre infieles que oficialmente tuvieron los Capuchinos españoles, aun­
que no estuviese encomendada a ninguna Provincia, ni tampoco a
solos los españoles, ya que conjuntamente misionaron allí también ita­
lianos y éstos fueron los que en definitiva quedaron encargados de
dicha misión.
Descubiertas aquellas lejanas tierras del Congo en 1482 por un
navegante portugués, se daba comienzo a su evangelización en 1485
por Terciarios Regulares de S. Francisco. Diferentes Ordenes religio­
sas enviaron luego sus misioneros: los Dominicos, los Franciscanos,
los Terciarios Regulares y la Congregación de Canónigos de S. Juan
Evangelista lo hicieron ya los años 1490-1491, disputándose unos y
otros la gloria de haber sido los primeros (1).

( 1) Cfr. J. C u v e lie r , C. SS. R ., m et medewerking van J o s e f B o o k , S. SS. R.,


Het oudkomtnkijk Kongo. Oorsprong omtdekking en eerste chrkticatisatie van
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES 185

Más tarde !o hicieron a su vez los Jesuítas (2), y los Carmelitas


Descalzos en 1582 (3). Mas, como dicho apostolado resultaba harto
duro y martirizador, casi todos los mencionados religiosos se fueron
retirando.
En 1618 Alvaro III, a la sazón Rey del Congo, pedía con muchas
instancias a Paulo V le enviara misioneros Capuchinos. Poco después,
al celebrarse el 1 de junio el Capítulo General de la Orden en Roma
v bajo la presidencia del Cardenal español Trejo, se determinó en él
«que, a instancias del Rey del Congo, se enviase un Visitador general
con otros seis religiosos españoles» (4). Y tal entusiasmo despertó esa
determinación que «en Roma todos se ofrecieron animosamente y en
especial el R. P. Luis de Zaragoza». Y lo que más maravilla es que,
al conocerse en España dicha noticia, «pasaron de cuatrocientos reli­
giosos y de ellos muchos Guardianes y Lectores, los que también se
ofrecieron para ir» (5).
Pero aquella empresa fracasó entonces, como fracasó posteriormen­
te en varias tentativas. Solamente después del Capítuluo General del
22 de mayo de 1643, el P. Inocencio de Caltagirone intentó un últi­
mo esfuerzo. Se designaron cinco italianos: cuatro Padres y un Her­
mano; a ellos se agregó Fr. Francisco de Pamplona, que tenía ya auto­
rización de la Sda. Congregación desde 1642 y asimismo el P. Miguel
de Sessa, napolitano de nacimiento, aunque agregado a la Provincia
de Aragón, que también tema permiso desde 1643 (ó). Más tarde otros
cinco españoles se juntaron a la expedición, formada en total por doce,
entre ellos dos castellanos: los PP. Buenaventura de Cerdeña y Juan

Kongo’s grootsten Koning Alfonso Mvemba Nzinga ( + 1541), Brugge, 1941.—


Collectanea Franciscana, X V I I ( 1946- 1947), pp. 253- 57.— J. P e l l i c e r d e T o b a r ,
Misston evangélica al reino de Congo por la Serafica Religión de los Capuchinos,
M adrid, 1649, prólogo.— P. H ild e b ra n d , O . F . M . Cap., L e Martyr Georges de
Geel et les débuts de la Mission du Congo ( 1645- 1652), Anvers, 1940, p. 70.
Siendo m uy abundante la bibliografía sobra el C on go, aparte de la que iremos
citando, remitimos al lector a nuestros artículos Los Capuchinos españoles en el
Congo y el primer diccionario congolés, en Missionalia Hispánico, II ( 1945), pá­
ginas 209- 230, y Los Capuchinos españoles en el Congo y sus trabajos en pro de
la formación del clero indígena, en España Misionera, II ( 1945), pp. 183- 206, así
com o Dos relaciones inéditas sobre la Misión Capuchvia del Congo, en Collectanea
Franciscana, X V I -X V I I ( 1946- 1947), pp. 102- 124).
( 2) P e l l i c e r , ibid.
( 3) C fr. F lo r e n c io d e l N iñ o Jesús, C. D ., La Misión del Congo y los Car­
melitas y la Propaganda Fide, Pamplona, 1929.
( 4) Analecta O. FF.Min. Cap., V ( 1889), p. 298.
( 5) M a r c o s d e G u a d a la ja ra , Historia Pontifical, parte 5, lib. .17, X I I , pp. 506-
507, citado por el P. R o c c o da C e s in a le , O . F. M . Cap., Storia delle Missione dei
C.appucdni, I I I , Rom a, 1873, P- 524, nota 4 y 5.
( 6) Cfr. C e s in a le , o. c ., p. 530, notas 1 y 2.
LA PROVINCIA CÍE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

de Santiago, que ya habían solicitado esa gracia en febrero de 1644 (7 )-


Vencidas muchas dificultades que salieron al paso, los misioneros
se embarcaban el 20 de enero, aunque no pudieron hacerse a la vela
hasta el 4 de febrero de- 1645; 2 5 de mayo, fiesta de la Ascensión,
llegaban a Pinda, primer puerto del Congo (8)..
Tras de esa expedición marchó una segunda en 1646, compuesta
de cuatro religiosos italianos, que no llegaron a su destino por haber
sido detenidos por los protestantes y obligados a regresar a Europa. Y
precisamente en ese mismo año los Superiores de Castilla escribían a
Propaganda Fide pidiéndole permiso para enviar trece nuevos misio­
neros, solicitando al mismo tiempo para el Provincial de Castilla el
título de Prefecto de aquella misión, con la facultad de nombrar un
Viceprefecto; pero tal proyecto fracasó porque la Congregación no
quería confiar dicha misión a los Capuchinos españoles (9).
Sin embargo, de una tercera expedición, compuesta de catorce mi­
sioneros, ocho italianos y seis españoles, también formaban parte otros
dos castellanos: los PP. José de PernambucG y Francisco de Veas.
Embarcados en Cádiz el 4 de octubre de 1647, y hechos a la vela
el 16, llegaban a su destino el 6 de marzo (10). Fueron esos los últi­
mos Capuchinos españoles que marcharon al Congo, ya que cuestio­
nes de política internacional se lo impedirán hacerlo; así quedaron
solamente en la misión Capuchinos italianos a partir de 1658 (11).

2. De esos cuatro religiosos castellanos enviados a la misión del


Congo, aunque en distintos años, tres murieron en el campo de su
apostolado; solamente volvió el P. Juan de Santiago, después de ha­
ber sufrido allí fuertes enfermedades que le aquejaron luego toda la
vida.
Con él marchó al Congo el P. Buenaventura de Cerdeña; éste tra­
bajó en San Salvador, capital del reino, y aquél en Banza de Soño,
capital del condado del mismo nombre. El P. Buenaventura llegaba
a San Salvador el 2 de septiembre, juntamente con el P. Prefecto,

( 7) C fr. la carta firmada por ambos (M adrid, n de febrero de .1644), en A r­


chivo de Propaganda, Scritt. ant., vol. 123, f. 146V., y en nuestro artículo D os re­
laciones inéditas .sobre la Misión Capuchina del Congo, en Collectanéa Franciscana,
X V I -X V I I ( 1946- 1947), pp. 103- 104.
( 8) L o sucedido en el viaje y las primeras im píesiones recibidas las refiere el
P. Juan de Santiago en carta fechada en Pinda, 11 da junio de 1645, fiesta de la
Sma. Trinidad (Biblioteca del Palacio N . de M adrid, M s. 2.557, ff. 1- 2, y A rchivo
de Propaganda. Scritt. ant., vol. 247, ff. 120 y 127).
( 9) A rchivo de Propaganda Fide, Scritt. ant., vol. l i o , f. 1. Citado per el
P PoBLADURA, O . C ., p. 124.
( 10) El P. José de Pernambuco nos narra en una interesante carta (Banza de
Soño, 25 de marzo de 1648) lo sucedido en el viaje (B. N .— M s. 3. 818, ff. 34- 36).
( 11) Cfr. nuestro artículo Los Capuchinos en el Congo y sus trabajos en pro
de la formación del clero indígena, en España Misionera, II ( 1945), p. 190 ss.
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES

Buenaventura de Alessano, y otros dos religiosos. Y bien podemos decir


que durante el tiempo que estuvo, fué el P. Gerdeña como el alma
de aquel centro misional. Se dedicó desde los primeros días a organizar
las escuelas para niños y jóvenes, a las que los misioneros del Congo
dieron una extraordinaria preponderancia. Y así el P. Antonio de
Teruel pudo consignar: «Trabajó tanto en la doctrina y conversión
de aquella gente como en la fundación de las escuelas, siendo el pri­
mero que puso orden en ellas, componiendo los rudimentos de la gra­
mática en lengua castellana y conguesa.» Y como «era de sutil ingenio,
muy docto y fácil en explicar varias dificultades que se ofrecieron
en la misión», trabajó mucho en aprender la lengua «haciéndose de
ésta en poco tiempo capaz» (12). El fué el que, al llegar los nuevos
misioneros de la tercera expedición, se encargó de enseñársela (13), y
el que luego, juntamente con el sacerdote mestizo, Manuel Reboredo,
más tarde religioso de nuestra Orden con el nombre de P. Francisco
de San Salvador, compuso el primer diccionario congolés hasta ahora
conocido, trilingüe para más mérito: latino, castellano y congolés ( i A
Pero, aparte de esos trabajos y de esos méritos, fué el P. Buenaven­
tura de Cerdeña el misionero diplomático por excelencia, del que se
valió el Rey del Congo para importantes asuntos y embajadas. Así,
cuando en la primavera de 1646 llegan a Luanda cuatro nuevos misio­
neros capuchinos y son apresados por los holandeses y reembarcados
para Europa, el Rey envía por sus embajadores al P. Cerdeña y al
mencionado Reboredo, para que en su nombre exijan la entrega de los
citados misioneros (15).
A fines de 1648 deja San Salvador y pasa a la provincia de Bamba
a ejercer su apostolado. Allí trabaja no sólo en las escuelas, sino en
correrías apostólicas por poblados, predicando y bautizando niños y
adultos, aunque por breve tiempo. El 15 de agosto de 1648 los por-

( 12) A n t o n io d e T e r u e l, O . F. M . Cap., Descripción narrativa de la Misión


de los Padres Capuchinos y sus progresos en el reino del C onso (B. N .— M s. 3. 533,
p. 86).— Cfr. nuestro artículo citado Dos relaciones inéditas sobre la Misión Capu­
china del Congo, en Collectanea Franciscana, X V I -X V Í I ( 1946- 1947), pp. m ss.,
donde se dan m uchos datos biográficos del P. Teruel y se- hace resaltar la im por­
tancia de su obra.
( 13) Cfr. Juan d e S a n tia g o, O . F. M . Cap., Breve relación de lo sucedido a
doce Religiosos Capuchinos que la Santa Sede Apostólica envió por Misionarios
Apostólicos al Reino del Congo (B. del Palacio N . de M adrid, M s. 772, pp. 151 y
173). Cfr, el artículo m encionado en la nota anterior, pp. 103 ss., donde se dan
otros datos biográficos.
( 14) C fr. nuestro artículo Los Capuchinos españoles en el Congo y el primer
diccionario congolés, en Missionalia Hispanica, II ( 1945), pp. 222 ss., donde h e­
mos probado que fueron lo ; Capuchinos españoles, y principalmente el P. Cerdeña,
los que com pusieron dicho diccionario.
( 15) M a t e o d e A n gu ia n o, O . F. M . Cap., Segunda parte de, la Crónica de
los Menores Capuchinos desta Provincia de la Encarnación de las dos Castillas.
(B. N ., M s. 18. 178, ff. 270-272 y 125- 126).
188 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

tugueses habían vuelto a reconquistar la plaza de Luanda a los holan­


deses. Como represalia por la ayuda que los del Congo habían prestado
a los holandeses, quisieron hacerles la guerra. Por dos veces tiene el
P. Cerdeña que dejai- las tareas de su apostolado para ir a entrevistarse,
en nombre del Rey del Congo, con el gobernador de Luanda, hasta
que por fin se ajustan las paces el 13 de abril de 1649 ( ió ). Y cuando
marcha a San Salvador a dar cuenta ai Rey de su embajada, antes de
dejar la capital muere en ella el 14 de mayo de 1649 (17).
Había nacido en Nuoro (Cerdeña). Vino a hacer sus estudios a la
Universidad de Salamanca y, estando en cierta ocasión a media noche
enfrascado en sus libros, ai oír la campana de los Capuchinos que les
llamaba a maitines, le pareció a éi también oír la voz de Dios que le
invitaba a tomar el hábito; así lo efectuó el 19 de octubre de 1629.
Se ordenó de sacerdote en 1639 y, por sus muchos conocimientos filo­
sóficos, teológicos y jurídicos, pronto le fué encomendado el oficiode
Lector, desempeñando luego el cargo de Guardián de Valladolid y
Definidor, dejándolo todo para marchar a la misión del Congo. Se dis­
tinguió tanto por su mucha ciencia como por sus virtudes: humildad,
penitencia y mortificación, sirviendo de ejemplo a todos (18). De éi
pudo escribir su primer compañero en aquella misión, el P; Buena­
ventura de Sorrento: «Que más que todos había trabajado, cuya muerte
fué muy santa y sentida de todos los religiosos y seglares. El Rey mos­
tró grandísimo sentimiento; cantó la misa el Vicario Capitular, y el
capellán del Rey, llamado P. Reboredo, hizo el sermón» (18a).
3. Su compañero, el P. Juan de Santiago, ejerció su ministerio
en Soño durante año y medio. El clima de aquel país y las enferme­
dades por él contraídas minaron de tal modo su salud, que el Prefecto
decidió regresase a Europa en la primera ocasión; mientras se presen­
taba, pasó una temporada en San Salvador; mas, en vista de que sus
males no encontraban alivio, se volvió a Soño en noviembre de 1646.
Aquí siguió sus tareas apostólicas y sacerdotales, enseñando asimismo
en las escuelas a los niños a leer y escribir; les instruía en la gramática
y en la doctrina cristiana, c o n t a n t o éxito, que muy pronto alcanzaron
sus alumnos el número de 580. Bautizó, según propio testimonio, «nueve

( 16) C fr. Arquivos de Angola, 2.a serie, II ( 1944), pp. 169, nota i*. Se repro­
ducen los artículos de paz, tom ándolos de Paiva M a n s o , Historia do Conso, L is­
boa, 1877, pp. 200- 202.
( 17) Necrologioj o. c., p. 126. Son varias las fechas señaladas de su muerte,
pero la del 14 de mayo de 1649 parece la más segura. C fr. H ilbebran'D , o. c.,
p., 238, n. 2.
( 18) Cfr. para su biografía A n gu ia n o, ms. c., f. 126.— Id. Paraíso en el de­
sierto, o. c., pp. 194- 203.— P. T e r u e l, ms. c., pp. 86- 87.
( 18a) Carta del P. Buenaventura de Sorrento, Capuchino (G énova, 21 de abril
de 1650), a los misioneros que se hallaban en Cádiz preparados para marchar al
C on go (Sim an cas— Estado. Leg. 2.670).
EXTENSION DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES

rail niños, hizo unos mil matrimonios y convirtió también algunos


herejes holandeses», fundando asimismo una congregación de personas
piadosas que, llevando vida muy ajustada, ayudaban al misionero en sus
ministerios, le servían de intérpretes y avisaban cuando había algún
enfermo para que recibiese los Sacramentos (19).
Cuando el 6 de marzo de 1648 llegaba a Pinda la tercera expedición
de misioneros, eran recibidos con toda solemnidad en Soño por los
niños de la escuela, dirigidos por el P. Juan de Santiago, «con cuya vis­
ta— dice el P. José de Pernambuco— es excusado decir el júbilo de mi
alma por haber hallado prenda tan cara de mi Provincia santa, si bien
se aguó luego este gozo con la noticia de lo poco que había de durar,
siendo la continua enfermedad de dicho Padre ocasión de dejar estas
pobres almas que con tantas ansias ha buscado y en quien es cierto
deja su corazón» (20).
En el mismo navio en que fueron los misioneros se embarcó para
Europa el P. Santiago el 10 de abril de 1648, y no llegó a Espáña
hasta el 7 de septiembre de 1649. Durante ese año y cinco meses no
estuvo ocioso; muy al contrario, ejerció un salutífero apostolado, pri­
mero en las costas africanas, sobre todo en la isla de Añobón, y luego
en la propia nave que le condujo a Cartagena de Indias, pues no bajaron
de quinientas las personas que murieron a bordo, a muchas de las
cuales instruyó, bautizó y asimismo convirtió a la fe (21).
Así terminó el P. Juan de Santiago su vida de misionero. Vivió
luego en la Provincia ejercitado de sus muchos achaques, empleado v
dedicado a dirigir las almas a Dios, en que trabajó hasta su muerte (22).
Desempeñó durante los años i6 s2 a 1655 el cargo de Vicario v Maestro
de nuevos en el convento de Toro, cargo de poco brillo pero de res­
ponsabilidad y que suconía larga experiencia y elevado conocimiento
de las vías de perfección (23).
«Fué hombre de admirable espíritu, y con su doctrina y ejemplo
encaminó a muchos a la perfección evangélica; alcanzó muy alto grado
de contemplación y era casi continuo en esta enseñanza. Escribió varios
tratados espirituales en lengua castellana, de los cuales sólo se ha im­
preso el Arte de bien morir. También escribió la relación de su viaje
al Congo y los rudimentos de la doctrina cristiana y gramática en lengua
conguesa para la educación de los del Congo. Vivió siempre como abeja
solícita de la casa de Dios, juntando la acción a la contemplación y

( 19) Juan d e S a n tia g o, ms. c., pp. 147, 152, 158 ss.— T e r u e l, ms. c., p. 42.
( 20) Carta del P. José d e Pem am büco (Banza de Soáo, 25 de marzo de 1648)
(B. N .— M s. 3.S 18, ff. 34- 36).
( 21) S a n tia g o , ms. c., pp. 171 ss., donde refiere muy por extenso cuanto le
sucedió desde que salió del C on go hasta que llegó a España.
( 22) A n gu ia n o, Vida y virtudes del Capuchino español, el V. Siervo de Dios
Fr. Francisco de Pamplona, 2.a ed., M adrid, 1704, p. 284.
( 23) E D , pp. 43 y 46.
190 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

adelantándose cada día en perfección, hasta que, lleno de mérito y


buenas obras, cerró dichosamente el paréntesis de su vida en el con­
vento de Toledo, dejando a la posteridad suavísimos olores, la fragan­
cia de sus virtudes, con que se hace perdurable su memoria a los siglos
presentes y venideros» (24).
4. Poco antes de embarcarse para España el P. Santiago, llegaban
al Congo otros dos capuchinos castellanos: los PP. José de Pernambuco
y Francisco de Veas. El primero, natural del Brasil, había ido también
a Salamanca a hacer sus estudios. Allí oyó la voz que le llamaba al
estado religioso y, dejándolo todo, vistió el hábito capuchino el 20 de
abril de 1634. Ordenado de sacerdote, fué destinado para la formación
de los jóvenes, siendo designado Maestro de nuevos y de Gramática
en 1644 en el convento de Toro. Mas luego pidió ser destinado a las
misiones del Congo, gracia que consiguió en 1647, llegando a su des­
tino en marzo de 1648. Y lo primero que bizo fué iniciarse durante
algunos meses en la difícil lengua del país, haciéndose pronto capaz
de ella, de tal modo que uno de sus compañeros, el P. Antonio de
Teruel, nos dice que predicaba sin intérprete «por hablar la lengua
del Congo» (25).
El apostolado lo ejerció en el marquesado de Incusu, juntamente
con el P. Gabriel de Valencia. Poco después de la muerte de éste, vino
a unírsele el P. Francisco de Veas- quien había trabajado desde su lle­
gada en Huandu. Ambos Padres, Pernambuco y Veas, predican con gran
celo, sobre todo contra las supersticiones e idolatrías, y, mientras uno
de ellos dirige su palabra al pueblo reunido en la plaza, el otro se entra
por las casas recogiendo todos los idolillos que encuentra; forman
luego una hoguera, y al grite d e : Exurgat D cus et dissipentur inim ici
ejus, Íes prenden fuego. Lo mismo hacen en sus correrías apostólicas
por los poblados, predicando a la gente, bautizando y casando, y expo-

( 24) A n gu ia n o, ms. c., f. i i o v . La mencionada obra que se im prim ió, lleva


el siguiente título: «R ecuerdo / de dorm idos. / Refugio / de atribulados. / So­
corro de agonizantes. / En breve manual de / advertencias, y devotos afectos. /
(Jtilissimo / Para prevenir envida una acertada m uer- / te, y alentíar á los que
se hallan en su, ultim o trance / D edicado / A la Excelentissima señora D oñ a /
Maria de Guadalupe, Duquesa de A beyro y de M aqueda. / Recopilado por el
Padre / Fray Juan de Santiago. Religioso Capu- / chino de la Provincia de Cas­
tilla. / En M adrid, Por M elch or Sánchez. 1672.
El P. T o r r e c i l l a (Apclogema, etc., o. c., p. 169) dice que es obra postuma,
lo que equivale a decir, que el P. Santiago m urió antes de 1672 (C fr. Necrolo­
gía, p. 2).
N o creemos se haya im preso ninguna de las restantes obras. Ya hemos
dicho anteriormente el título exacto de su relación sobre el C o n g o ; puede verse
una más amplia descripción en nuestro artículo citado Dos relaciones inéditas...,
pp. 107- 111.
( 25) P. T e r u e l, ms. c., p. 129.
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES 191

niendo en más de una ocasión sus vidas, pues los indígenas llevaban
muy a mal la quema de sus idolillos.
A pesar de sus esfuerzos, realmente fué el marquesado de Incusu
uno de los que menos correspondieron a los trabajos de los misioneros.
Por eso y por haber estallado la guerra civil en la provincia, lo mismo
el P. Pernambuco que el P. Veas pasaron a la provincia de Pemba, que
siempre se había mostrado fiel a las enseñanzas evangélicas. Allí pu­
sieron escuela para los mozos y niños, en que se enseñaba a leer y
escribir, la doctrina cristiana, el catecismo y buenas costumbres; se
organizó el culto admirablemente y sé establecieron congregaciones de
hombres y de mujeres, al estilo de San Salvador y de otros puntos
de la misión (26).
Por otra, parte, los PP. Pernambuco y Veas, «como entendían y
hablaban la lengua conguesa, se extendieron y dilataron a otras pro-‘
vincias», resultando así su apostolado más amplio y más eficaz que el
de los otros misioneros (27).
Sin embargo, la salud de ambos se fué poco a poco quebrantando;
fueron muchos los sufrimientos a que vivieron sometidos: poca comida,
clima insano, frecuentes mojaduras, etc., etc., de tal modo que el P. Per­
nambuco, del todo agotado, fallecía en el mismo Pemba, asistido del
P. Veas, con muerte dulce y tranquila. Al comunicarle su compañero
la noticia de que Dios le llamaba para sí, arrodillado en su camastro,
exclamó gozoso: Laeíatus sum in his quae dicta sunt m ihi • Su muerte
tuvo lugar en noviembre de 1653 (28).
Poco después, a fines de diciembre del mismo año ó principios de
enero de 1654, fallecía también en Pemba el P. Veas, víctima de fuertes
calenturas y de continuas hemorragias. Su laboriosidad es gratamente
recordada por todos los historiadores de la misión del Congo. Era el
más joven de los misioneros en la expedición de 1647 Y e* que primero
aprendió la lengua del país, y llegó a dominarla, de tal modo que, cuando
no hubo más remedio que hacer una corrección al Rey del Congo por
sus muchos excesos, fué entre todos elegido como intérprete por el
P. Prefecto. Por lo demás, no fueron menos de seis mil, entre niños
y adultos, los bautizados por él (29).

5. M i s i ó n d e G u i n e a y S i e r r a L e o n a . — F u é esa la segunda mi­


sión en que tomaron parte los Capuchinos españoles. La pidieron los
Superiores de la Provincia de Andalucía a la Sda. Congregación el 24 de

( 26) Ibid., p. 118.


( 27) Ibid., p. 119.
( 28) Ibid., pp. 129- 130.
( 29) Ibid., p. 130.
192 LA PROVINCIA DE FF. KM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

abril de 1644 (30), y el 21 de junio de ese mismo año accedía gustosa


la Congregación (31).
Los misioneros señalados al principio fueron solamente doce; mas
al fin, y después de dos años, se consiguió se embarcasen catorce, todos
ellos de Andalucía, a excepción de los PP. Serafín de León y Francisco
de Valiecas, que lo eran de Castilla. El 7 de diciembre de 1646 se
hacían a la mar en Sanlúcar de Barrameda, y les fué tan próspera la
navegación, que el 23 del mismo mes llegaban al primer puerto dé la
misión, Alé ( 3 ia)- Allí quedaron cuatro de los misioneros, entre ellos
los dos castellanos, mientras los otros seguían rumbo a! puerto de
Gambia. Tres de ellos se internaron luego, llegando a Cacheo; pero,
tomados por los portugueses como espías, fueron apresados y enviados
a Lisboa. Los otros, tras de pasar fuertes enfermedades, trataron de
convertir alguno.s reyezuelos que allí dominaban. Poco lograron hacer,
debido a la fuerte oposición de los portugueses y también de los secua­
ces de Mahoma. Infructuosos resultaron también los trabajos de los
que quedaron en Alé por salirles al paso las mismas dificultades. En
vista del poco fruto conseguido y del que tampoco se podía esperar,
acordaron dejar aquellas tierras africanas y dirigirse al Marañón o
Amazonas, pues para ello tenían ya permiso de la Congregación (32).
Dos fueron los valientes que no quisieron en manera alguna dejar
la misión de Guinea: los PP. Serafín de León y Antonio de Jimena.
Los otros, y entre ellos el P. Francisco de Valiecas, salían de allí poco
después del 6 de febrero de 1647 y llegaban a Cartagena de Indias
el 29 de julio del mismo año (33).

6. Entre tanto en Guinea quedaban los PP. Serafín de León y


Antonio de Jimena. Llenos de celo y esperanzados de conseguir abun-

( 30) N ic o la u s a C ó rd o b a , Brevis noticia, o. c., pp. 51- 52.


( 31) 502,
nota.— C l. a T e r z o r io , O . F. M . Cap., M a­
C fr. C e s in a le , o. c., p.
nual? historicum Missicmum Ordinis Minorum Capuccinorum, Isola del Liri, 1926,
p. 251, nota, citando Arch. de Propaganda, Acta 21 junii 1644, p. 127.
( 31a) Estas fechas las da el P. A n gu ia n o, Vida del Capuchino español, p. 243,
Pero el P. D iego de Guadalcanal dice que salieron de Sanlúcar el 13 de noviem bre,
en carta del 4 de junio de 1647 (B. N .— M s. 3.818, ff. 63- 4).
( 32) Cfr. A n gu ia n o, Vida del Capuchino español, o. c., pp. 241 ss.— C e s in a le ,
o. c.. p. 504 ss.— Verdadera relación del buen suceso y acierto que ha te­
nido la Missión de los Padres Capuchinos de esta Provincia de ArUlalusia que fue­
ron a los Reynos de Guinea el año pasado de 1 6 4 7 a la conversión de tos infieles.
Sacado de la carta que escrivió el R. P. Fr. Gaspar de Sevilla... En M a d rid , 1648
(B. N .— M s. 3.818, ff. 128- 129). L a carta está fechada en Sanguirigu, en el reino
de Gambia, 6 de febrero de 1647.
( 33) Cfr. carta colectiva de los religiosos (Cartagena de Indias, 20 de febrero
de 1648) y otra sin firma (B. N .— M s. 3.818, ff. 11- 12, 29- 32). Cuatro de dichos
religiosos volvieron a España en septiembre de 1649 con cl P. Juan de Santiago
(Cfr. Breve relación, ms. c. del P. S a n tia g o, p. 185).
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES 193

dante fruto, se repartieron aquel campo de apostolado. El P. Jimena


evangelizaría los pueblos de la ribera del río Gambia, mientras que el
P. Serafín dirigía sus pasos a la península de Sierra Leona.
Afortunadamente desaparecieron pronto las dificultades que antes
se oponían a la predicación y a la acción de los misioneros; de tal
modo que el P. Jimena podía escribir el 12 de junio de 1650: «Vanse
bautizando muchos gentiles y todos oyen con mucha devoción la doc­
trina y sermones que predicamos, y de calidad que no nos dejan estar
ociosos en un punto.» Y del P. Serafín particularmente decía que, «di­
vulgaba su llegada a Sierra Leona, le pidieron tres o cuatro reyes el
santo bautismo para sí y para sus hijos y familias: ciue había edificado
muchas iglesias y reedificado otras que estaban caídas» (34).
Dados de lleno a sus ministerios con celo verdaderamente apostólico,
no en vano fué pasando el tiempo. El P. Jimena, abrumado de trabajes
y de edad de setenta años, rendía su espíritu al Señor antes de 1055,
siendo luego enterrado en la iglesia de S. Antonio de Cacheo (35).
Dos años más tarde le seguía el P. Serafín. Con más de setenta
años, tenía, entre otras ocupaciones, que asistir a cuatro pueblos de
cristianos, «de bautizar a sus hijos, a los de sus esclavos y algunos
gentiles; de casamientos, asistencia de enfermos, entierros, composi­
ciones de pleitos y continuo ejercicio de instruir a unos y a otros, y en
particular de más de una hora de doctrina cristiana cada día, después
de rezar el Rosario y predicarles en las fiestas y domingos» (36). Así
pasó su vida en Sierra Leona, donde, como consigna la Sda. Congre­
gación de Propaganda, «por encontrarse pocos portugueses, estaba
pacíficamente y avisaba el gran fruto que ha hecho, asegurando haber
convertido gran número de infieles, entre los que se encuentran cuatro
reyes y un emperador» (36 a).
Presintiendo -se le acercaba su hora, cual otro San Pablo camino de
Jerusalén, se fué despidiendo de los pueblos que encontraba en su
marcha hacia Cacheo, donde, confortado con los Sacramentos, fallecía
en el mes de junio de 1657, en gran opinión de santidad; tanto, aue
diez años más tarde se trató de hacer el proceso para su beatificación,
según que más al pormenor diremos al tejer la biografía de este ilustre

( 34) C opia de la carta del P. A ntonio de Jimena (Arrecife de C abo Verde, 12


de junio de 1650) (B. N .— M s. 3.818, f. 33).— A n gu ia n o, Vida y virtudes del Ca­
puchino español, o. c., pp. 255- 6. *
( 35) An'Güiano, ibid., p. 256. El P. Córdoba^ Brevis notilia, o. c., p. 81, y el
P. V a le n cin a , Reseña histórica, V , p. 58, dicen falleció en 1652; sin embargo, éste
dice qu ese anotó en la tabla de la Provincia que había m uerto en 1654.
( 36) A n gu ia n o, o. c., p. 258.
( 36a) C le m e n te da T e r z o r io , O . F. M . Cap., Le Missioni dei Minori
Cappuccini. Sunto storico, voi. X , A frica ( 1637- 1938), Rom a, 1938, p. 352, nota,
citando el A rchivo de la Congregación d e Propaganda Fide, Actas del 1 de octu­
bre de 165Ü, f. 260V.
194 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

religioso y misionero castellano, con justicia llamado e! apóstol de


Sierra Leona (37).
7. La M i s i ó n d e l D a r i é n .— Cuando Fr. Francisco de Pamplona
regresaba, a fines de 1646, de Roma, después de haber dado cuenta a la
Sda. Congregación de Propaganda Fide del feliz comienzo de la misión
del Congo, traía el encargo de organizar una nueva misión para Amé­
rica, la del Darién. Justamente la Congregación la había encomendado
a los Capuchinos, como ya indicamos arriba, porque para aquellas tierras
sobremanera ricas en oro, se requerían misioneros «en un todo ajenos
del deseo de riquezas, como eran los Capuchinos» (37a).
Al llegar Fr. Francisco a Madrid y encontrarse por una parte con
aquel entusiasmo en pro de ¡as misiones, despertado en Castilla a causa
de la del Congo y de las encomendadas a otras Provincias españolas,
y por otra con el deseo de los Superiores de obtener para la Provincia
una misión propia, debió ofrecerles sin duda alguna la del Darién. El
hecho fué que Fr. Francisco consiguió de Felipe IV Cédula Real por
la que se le autorizaba a él y a otros cuatro Padres castellanos a marchar
al Darién (10 de enero de 1647), gracia que por otra Cédula se conce­
día también a Fr. Bartolomé del Prado (19 de enero) (38).
El 15 de julio la Congregación encomendaba la misión a la Provincia
de Castilla, señalando los siguientes misioneros: PP. Antonio de Oviedo,
Lorenzo de Alicante, Basilio de Valdenuño y Francisco de Canarias, y
los Hnos. Legos Fr. Francisco de Pamplona y Fr. Bartolomé del Prado,
designando como Prefecto al P. Oviedo. Por ese mismo decreto aprueba
la misión del Benín, que asimismo encomienda a la Provincia de Cas­
tilla (39), aunque luego no se hizo cargo de ella.
Los misioneros se encontraban en Cádiz a mediados de septiem­
bre, a excepción de Fr. Bartolomé que había fallecido en Sevilla (40).

( 37) Ibid., pp. 259- 60.


(37 a) L a Congregación había decretado y confiado a los Capuchinos dicha
m isión del Darién el 3 de) agosto de 1646. Cfr. F roilá N d e R ío ü e g r o , O . F. M .
Cap., Orígenes do las Misiones de los PP. Capuchinos en Amériaca. Documentos
( 1646- 1692), Pontevedra, 1931, p. 3.— Bullarium Ord. FF. M in. Cap., V II, 337.
( 38) C fr. Dicha Real Cédula (B. N ., M s. 3.818, f. 1).
( 39) Decretum Sacrae Congregationis de Prop. Fide, habitae die 15 julii 1647,
en e! citado M s. 3.818, ff. 45 y 54.— A n g u i a n o , ms. citado 18. 178, f. 265 ss., donde
trata de las misiones habidas por los Capuchinos en América. Esta parte de dicho
ms. ha sido publicada por el P. F. d e R i o n e g r o , O . F. M . C ap., en Relación de
las Misiones de los PP. Capuchinos en las antiguas provincias españolas, hoy Repú­
blica de Venezuela, t. II, Sevilla, 1918, pp. 80- 214. Haremos las citas por el
P. R i o n e g r o .
Aunque al principio la Provincia de Castilla se hizo cargo de la m isión de
Benín, renunció a ella por falta de personal, encargándose más tarde a las Provin­
cias de Aragón y Valencia ( C f r . H il d e b r a n d , o. c., p. 115, y C e s i n a l e , o. c.,
p. 580, nota 1, Acta de la Congregación del 8 de junio de .1648).
( 40) Carta del P. A ntonio de O viedo (Sanlúcar, 22 de septiembre de 1647)
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LOS INFIELES 195

En dicho puerto se embarcaron el 17 de octubre, llegando felizmente


a Puertovelo a fines de diciembre, y a Panamá el 15 de enero de 1648.,
Aquí fueron duramente probados con largas enfermedades y, después
de repuestos, emprendieron el viaje al Darién a fines de abril (41).
Aunque las noticias que les dieron y las impresiones recibidas en
un principio no fueron a la verdad muy halagüeñas, no perdieron por
eso los ánimos y, llenos de celo, dieron comienzo a su apostolado, lo­
grando reunir en poco tiempo varias familias de indios en un poblado
al que denominaron San Buenaventura de Tarena, por haber sido inau­
gurado el 14 de julio de 1648. Pronto lograron nuevas 1educciones y
formaron otros dos poblados que llamaron Concepción de Nuestra
Señora de Teporica y Santo Domingo de Paya (42).
Mas viendo que eran pocos los misioneros y con objeto de tratar
en Roma varios asuntos relacionados con la misión, fueron enviados
a España Fr. Francisco y el P. Lorenzo de Alicante, que, por ser ya
anciano y achacoso, resultaba casi inútil en aquellas tierras (43).
Por fin se logró una nueva expedición de misioneros, designados
por la Congregación el 19 de enero de 1649, y fueron los siguientes:
PP. Jerónimo del Corral, Domingo de Tudela, Crisòstomo de Mon-
doñedo, José de Villalvilla, Manuel de Canarias y Antonio de Busti-
¡lo, y los Hnos. Legos Fr. Modesto de Cambrav y Fr. Cipriano de
Ocaña (44).
Sin embargo, no fueron esos precisamente los que en fin de cuen­
tas marcharon al Darién. Tal vez debieron surgir serias dificultades
para su embarque. Tanto que en noviembre o diciembre de 1649 aún
no habían salido de España, y el P. Provincial de Castilla, Alejandro
de Valencia, presentaba al Rey un memoriai en el que le expone que
en Darién no había más que tres misioneros, y pide al mismo tiempo
licencia para que en los primeros galeones marchen seis religiosos de
Castilla con orden de extenderse también a Urabá e indios Goaymi
«que caen en la costa del norte y están pidiendo ministro.^» (45).

(B. N .— M s. 3.818, f. 22).— A n g u ia n o -R ío n e g ro , o. c., p. 80.


( 41) Cartas del P. O viedo (Puertovelo, 27 de diciem bre de 1647), y S. Buena­
ventura de Tarena, 14 de julio de 1648) (M s. c. 3. 818, ff. 20- 21, 24- 25).
( 42) Carta del P. O viedo (C oncepción de Nuestra Señera d e T eporica, 18 de
m ayo de 1650) ( I b í d ff. 15- 16).
( 43) Carta del P. O viedo (14 de julio de 1648) ( Ibid., pp. 24- 25).— A n gu ia ü o-
R ío n e g r o , p. 82.
El P. L orenzo de Alicante pertenecía a la Provincia de Valencia; donde falleció
el 14 de agosto de 1659. C fr. E u gen io d e V a le n cia , O. F. M . Cap., N ecrolosio
Seráfico de la Provincia de la Preciosísima Sanare de Cristo de Valencia, Totana,
1934, PP- 313-314.
( 44) D ecretum S. Congregationis de Prop. Fide habitae die 19 Januarii 1649.
(B. N . M s. 3.818, ff. 9- 10, 54- 55, 80- 81),
( 45) Petición del P. Alejandro de Valencia, Provincial de Castilla y «C onfesor
de la Serenísima Infanta» (Ibid., f. 100).
196 LA PROVINCIA DH FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Aun así y todo solamente pudieron embarcarse los siguientes:


. PP. Francisco de Vallecas, Jerónimo de Coveña, Miguel de Madrid,
José de Villalvilla y Fr. Hilario de Torrejón (46). N o sabemos cuán­
do hayan llegado a América, si bien ya estaban en Cartagena para
mediados de septiembre de 1650 (47).
Aunque los comienzos de la misión del Darién fueron buenos, p a ­
saba el tiempo y los frutos conseguidos no eran ni mucho menos pro­
porcionados al trabajo de los misioneros, como de ello se lamentaba
en 1650 el P. Francisco de Canarias (48). Y lo peor de todo fué que
las tribus de la región, varias y muy belicosas, comenzaron a guerrear
entre sí. Para prevenir acontecimientos se puso en el Darién una guar­
nición española, lo cual, en vez de calmar los ánimos, los excitó más,
en la cramcia de que iban a atacarlos. N o bastaron las palabras de
los misioneros para convencerlos de lo contrario; antes bien los to­
maron entonces por enemigos; les robaron todo, recluyeron al P. Fran­
cisco de Canarias en una isla solitaria para que muriese de hambre,
teniendo que ganar la costa a nado; al P. Basilio de Vaidenuño tam­
bién le tuvieron preso y le maltrataron; los demás huyeron y así pu­
dieron salvarse (49).
La guerra prosiguió entre los indios con mayor encarnizamiento.
Esperaron los misioneros algún tiempo para ver si ios ánimos se cal­
maban, y, por fin, el P. Antomo de Oviedo, inflamado del celo por la
salvación de las almas, decidió hacer un último esfuerzo, aun a costa
de su vida. Quiso ir él mismo a hablarles para lograr pacificarlos. Se
despidió de los otros misioneros y en compañía de un español y cinco
indios se embarcó en una canoa. Llegó a la tribu de ios chocoes; pasó
a la de los bugutas, pero luego le dejaron solo sus acompañantes. Saltó
a tierra y, al verle los indios, se lanzaron sobre él y le mataron a saeta­
zos. Sucedió esto en el mes de septiembre de 1651 (50).
El P. Antonio de Oviedo, del que luego hablaremos más extensa­
mente, fué tenido siempre en la Provincia como mártir, dándosele el
título de Venerable.
Los otros misioneros esperaron en vano ia vuelta del P. Antonio

( 46) Cfr. A n gu ia n o, Vida y virtudes del Capuchino español, o. c., p. 296.—


A n g u ia n o -R ío n e g ro , o. c., p. 82.
(47) C fr. carta del P. Francisco de Vallecas (Cartagena, 23 de septiem bre de
1650) (M s. 3.818, ff. 27- 28). El P. Vallecas, m isionero prim ero en G uinea y luego
en América, había vuelto a España en 1648.
( 48) Carta del P. Francisco de Canarias (22 de enero de 1650) (Ibid., ff. 18- 19).
(49) A n gu ia n o, Vida y virtudes del Capuchino español, o. c., p. 297.— Carta
del G obernador de Panamá (18 de octubre d e 1650) (M s. 3.818, f. 88).
( 50) A n gu ia n o, o. c., p. 298.— A n gu ia n o-R íom eg ro, o c., p. 85. Aunque el
P. Anguiano dice Que el martirio del P. O viedo tuvo lugar en 1652, creem os ser
más verídico haya tenido lugar en 1651, por los hechos que sucedieron posterior­
mente.
EXTENSIÓN DEL APOSTOLADO A LÓS INFIELES

para proseguir la misión. Entre tanto se dedicaron a asistir a los apes­


tados de Puertovelo y otras ciudades. Allí murió, mártir de la caridad
y del deber, el P. Francisco de Vallecas, el 5 de enero de 1652, y un
mes más tarde le seguía a su vez el P. José de Villalvilla (51).
Los restantes, sin saber qué hacer, en octubre de 1653 se decidie­
ron a volver a España, aunque entonces solamente lo hicieron el P. Ba­
silio de Vaídenuño y Fr. Hilario de Torrejón, quienes ya estaban de
vuelta en Cádiz en julio de 1654 para dar cuenta de lo sucedido (52).,
y quizás también para gestionar el envío de más misioneros. Al menos
se consiguió que dicha misión se extendiese igualmente a las regiones
circunvecinas, como lo ordenó luego la Congregación el 24 de agosto
de dicho año (53).
Ahí quedaron aún los PP. Francisco de Canarias, Jerónimo de
Coveña y Migue! de Madrid, y allí siguieron trabajando incansables
todavía durante algunos años, al menos hasta 1658, en que el P. M a­
drid fué enviado a España en busca de nuevos operarios (54). Pero,
no obstante que la Congregación de Propaganda, después de recibir
su informe y el del P. Provincial de Castilla sobre los principios y
progresos de dicha* misión, exhortaba a proseguirla y a que se enviasen
más misioneros, lo cierto es que por entonces se dejó totalmente aquella
misión de! Darién (55).

( 51) «Relación de lo sucedido desde el año 1650 en el D ariel y G orgona hasta


el 53 en que salimos de la G orgona» (Mis. c. 3.818, ff. 82- 87).— Carta del P. Ba­
silio de Vaídenuño (Cádiz, 17 de julio de 1654) ( Ibid,, f. 44).
( 52) Carta de D . A ntonio de la Paza, Presidente interino de Panamá (18 de
octubre de 1653) (Ibid., f. 42), y carta de Fr. H ilario de T orrejón (18 de julio
de 1654) (Ibid., f. 39).
( 53) Bullariuni, V II, p. 338.— Actas de la Congr. de Prop. Fide de 24 de agos­
to de 1654, citadas por C e s in a le , o. c., p. 714, nota 6.
( 54) C e s in a le , o . c., pp. 714- 715, nota 1, donde cita las Actas de la C ongre­
gación de Propaganda Fide, d e 1 de iulio de 1658.
( 55) Carta de la Congregación de Propaganda Fide al P. Provincia! de Casti­
lla (4 de febrero d e 1659) (M s. 3818, ff. 37- 38).
C A P IT U L O V II

V ida d e l a P rovin cia d e sd e 1657 a 1678

1 Gobierno del P. Francisco de Yecla. M isión de Arda. — 2. Provin-


cicdato del P. Basilio de Zamora y del P. Pedro de La Moraleja.
Movimiento científico-literario. — 3. Dos Visitadores generales de
Castilla.— 4. Los Provinciales PP. M anuel de M adrid y Antonio
de Caller: — 5. Importantes ordenaciones sobre los estudios.-—
6. P. Antonio de Fuentelapeña. Las misiones populares.— 7. Padre
M artín de Torrecilla. Visitadores generales de Castilla a Sicilia y
Navarra. Nueva misión para Guinea.— 8. E l P. General, Esteban
de Cesena, en M adrid. — 9. Actividades más importantes en estos
años.

1. Al gobierno interino del P. Alejandro de Valencia, como Vica­


rio Provincial, sucedió en el Capítulo del 13 de abril de 1657 el P. Fran­
cisco de Yecla. Su personalidad es sobradamente relevante. Había sido
ya para esas techas Guardián de los conventos de Salamanca, El Par­
do, La Paciencia, San Antonio y Valladolid; dos veces Custodio ge­
neral y nada menos que durante treinta años Definidor Provincial (1).
Era por su prudencia grandemente reconocido y alabado en la
Corte y aun por el mismo Nuncio. Este, que había recibido de la Se­
cretaría de Estado del Vaticano la insinuación de que le eligiese corad
consejero, contestaba así el 10 de septiembre de 1650: «Con la mu­
cha estima que siempre he hecho del P. Fr. Francisco de Yecla, Ca­
puchino, corre parejas mi deferencia hacia él, quien en lo futuro ha­
brá de experimentar mejor los. efectos de ella tanto más cuanto veo
que a ello se añade el agrado de V. E.» (2). Por otra parte, el P. Tc1-
1recilla no duda en llamarle «el oráculo de la corte», afirmando que
por dos veces había renunciado la mitra (3). Más tarde, teniendo en

( 1) Cfr. Necrologio, o. c., p. 142, 2 de junio.


( 2) P o b la d u ra , o. c., p. 140.— A rchivo Vaticano, Nunziatura di Spagna, t 63,
f. 263.
( 3) M . de T o r r e c i l l a , Apólogema, o. c., p. 299, n.° 192.
VIDA DE I.A PROVINCIA DESDE IÓ 57 A 16 78 iy y

cuenta su prudencia y dotes de gobierno, el P. General, Marcos An­


tonio de Carpenédolo, después de hacer la visita en Castilla el año
1665, le designó Comisario y Visitador de las Provincias de Aragón,
Cataluña y Valencia (4).
Su labor durante el tiempo que estuvo al frente de Castilla, 1657-
1660, fué verdaderamente intensa. Es cierto que por entonces se dió
por fracasada la misión del Darién (5), a pesar de los esfuerzos de la
Sda. Congregación para que se prosiguiese y se mandasen nuevos mi­
sioneros, celosos y abnegados (6), como ya hicimos notar en el capítulo
anterior ; sin embargo, por esas mismas fechas y justamente por insinua­
ción de Felipe IV, el P. Yecla pide a la Congregación de Propaganda una
misión para Castilla en el reino de Arda, próximo al Congo, cuyo Rey
había enviado con tal fin un embajador a España (7). Así lo hizo efecti­
vamente la Congregación el 12 de febrero de 1659, señalando al mis­
mo tiempo los misioneros (8).
Por lo demás, ya en el Capítulo en que fué elegido Superior Pro­
vincial el P. Yecla aparecen nombrados Vicarios en todos los conven­
tos formados, y también por vez primera, en 1659, se hace notar el
nombramiento de Fabriqueros, con la particularidad de que, entre los
cuatro designados, tres de ellos eran Hermanos Legos, y el primero,
Fr. Diego de Madrid, cuya pericia artística la ponen bien de mani­
fiesto el hermosísimo Sagrario hecho para la iglesia del Angel de To­
ledo, valorado en dos mil ducados, y la célebre capilla de San Isidro
en la iglesia de San Andrés de la Corte, destinada a guardar las reli­
quias del patrono de Madrid, cuyos planos él ideó y cuya construc­
ción dirigió luego (9).
Durante su gobierno visitó la Provincia el P. General, Simpliciano
de Milán, elegido Superior de toda la Orden el 3 de junio de 1656,
quien el 9 del mismo mes escribía una muy atenta carta a Felipe IV,
comunicándole su nombramiento y ofreciéndose con todos ios religio­

( 4) Erario divino, o. c., p. 6o.


( 5) L os misoneros habían vuelto a España para esas fechas; unos lo habían
hecho en 1653, y otros en 1654.— C fr. M s. 3.818 de la B. N ., ff. 39 y 42- 44, don de
existen las cartas dando cuenta de la im posibilidad de seguir aquella m isión por
no poder alcanzar fruto alguno.
( 6) Carta de la Sda. Congregación de Propaganda Fide al P. Provincial de
Castilla (4 de febrero de 1659) (B. N .— M s. 3.818, f. 37- 8). En dicha carta, con ­
testación a otra de! P. Provincial en que le daba cuenta de los principios y progre­
sos de la m isión del D arién e Indios G orgonas, le invitaba a proseguirla, n o ob s­
tante las muchas dificultades. Sin embargo los religiosos, enterados de le que había
pasado, n o debieron sentirse m uy animados.
( 7) Solicitud del P. Provincial d e Castilla a la Congregación (24 de noviem ­
bre de 1658) (B. N .— M s. 3.818, ff. 67 y 70).
( 8) Jbid., ff. 52-53 y 68- 69.
( 9) C fr; Erario divino, o. c., p. 52.— Z a ca ría s V illa d a , S. J.— Grandezas es­
pañolas.— San Isidro Labrador en la Historia y en la Literatura, M adrid, 1922, p. 44.
200 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

sos al servicio de S. M . (10). Verificada la visita de la que nada de


particular podemos decir, presidió el Capítulo en el convento de San
Antonio el 9 de mayo de 1659, en el que resultó reelegido el Padre
Yecla (11).
En el año que le quedó de gobierno procuró con todo ahinco lle­
var adelante la fábrica del convento e iglesia de Sta. Leocadia de T o ­
ledo, comprando algunas casas, logrando que otras se las donasen y
obteniendo del Rey algunos terrenos para ampliar el solar y poder
tener huerta (12). Además, prosiguió con el mismo empeño que sus
antecesores en la pretensión de fundar en Burgos, así como en Fuen-
mayor (Logroño), aunque por influencia y presión de los Observantes
nada se logró en fin de cuentas.
Gloria es finalmente suya, ya que durante su provincialato se llevó
a cabo en 1658, la impresión del primer ceremonial o ritual hecho
expresamente para Castilla con el fin de uniformar las ceremonias así
litúrgicas como monásticas (13).
2. El 28 de mayo de 1660 cesaba en su cargo y le sucedía el P. Ba­
silio de Zamora, digno de las mayores alabanzas como sabio, teólogo
y predicador. Habiendo tomado el hábito en 1636 y recibido la orde­
nación sacerdotal en 1644, desempeñó sucesivamente los más homo-
sos cargos. Fué Lector, Guardián de Salaman<gi, La Paciencia y San
Antonio, Custodio general, Definidor por seis veces y por fin Ministro
Provincial. Fué asimismo Visitador de las Provincias de Valencia y
Andalucía, Predicador de Felipe IV y Calificador de la Suprema In­
quisición; confesor y consultor del Duque de Medinaceli cuando es­
tuvo de Virrey en Nápoles, donde le sorprendió la muerte el 9 de
agosto de 1696, casi ya nonagenario (14). Sus conocimientos teológi­
cos y de otras ciencias fueron también verdaderamente extraordina­
rios, como lo proclaman las obras que ha dejado inéditas (15).
Poco después de su elección se daban los primeros pasos para la
fundación de Laguardia (Alava), y, aunque con trabajo, por la oposi-

( 10) Carta del P. Sim pliciano de Alilán (Rom a, 9 de junio de 1656) (Simancas.
Estado. L eg. 3.029).
( 11) Erario divino, o. c., p. 51.
( 12) Ctr. los docum entos sobre este particular en A P C , 25/00009 y ss.
( 13) Coliectanea sacra celebriorum actuum ac rituum, quos S. Romana Eccle­
sia egregia celebrai religione. Destinala usui Fr. Min. S. P. N. Francisci Capucà-
norum alniae Prov. Incamationis utriusque Castellae, Matriti, 1658.
sia egregia celebrai religione Destinant usui Fr. M in. S. P. N. Francisci Capucci-
nonim almae Prov. Incamationis atriusque Castellae, Matrite, 1658.
( 14). Necrologio, o. c., p. 200.— A p o llin a r is a V a le n tia , O . F. M . Cap., Bt-
bliotheca Fratrum Minorum Capuccinorum Provintiae Neapolitanae, R om ae-N ea-
pcli, 1886, pp. 48- 50.
( 15) C fr. A . a V a le n tia , o. c., pp. 49- 50, donde se describen sus obras, que se
conservan manuscritas en la B. N . de Nápoles.
VIDA DE LA PROVINCIA DESDE 1657 A 1678 201

ción de los Observantes, al fin se consiguió. Volvió también a la car­


ga en el empeño de fundar en Burgos, pero, después de muchos pa­
peles, pleitos, etc., hubo de desistir, aunque el paso definitivo se dió
en tiempo de su sucesor. En cambio logró ver terminado el convento
de Santa Leocadia de Toledo, cuya inauguración y traslación del San­
tísimo se verificaron el 19 de noviembre de 1661. Desde esa fecha
dejan los religiosos ei convento del Angel, en el que habían seguido
viviendo algunos para cuidar de la huerta y atender a la fábrica de
sayal que allí se hacía para toda la Provincia. U n año más tarde era
cedida la iglesir del Angel a los sucesores de Bartolomé Gisbert (16).
También se intentaron durante el gobierno del P. Basilio de Za­
mora otras dos fundaciones: una en la villa de Monteagudo (noviem­
bre de 1660) (17), y otra en Haro (1662); mas ni una ni otra tuvo
éxito (18).
Creemos que al P. Basilio de Zamora cabe la gloria de haber sido
si no el iniciador sí al menos el principal propulsor de un intenso
movimiento científico y literario qué a partir de su provincialato se
nota en Castilla, cuyas primeras floraciones pudo ya recoger y que
seguirán cada vez más esplendorosas hasta fines de aquel siglo. Con
él comienza, en efecto, una larga serie de escritores sobre ascética
y mística, sobre asuntos predicables, sobre teología y filosofía y sobre
otras cuestiones, los cuales fueron honra y prez de la Orden y de la
Provincia e hicieron de aquel tercio del iglo X V II quizás el más
glorioso de nuestra historia en ese punto. Y con los escritores corrie­
ron asimismo parejas los predicadores, como veremos al final del pre­
sente capítulo y particularmente en la'segunda parte de este tomo.
Pasados los tres años de su mandato se celebró Capítulo Provin­
cial el S de junio de 1663, saliendo elegido Superior de Castilla el
P. Pedro de La Moraleja.
Era natural de dicho pueblo, La Moraleja (Zamora), donde asi­
mismo tuvieron su cuna varios Capuchinos castellanos de aquel siglo
y contemporáneos suyos, entre otros, el P. Bernardino de La Morale­
ja, no menos ilustre por sus letras que por su santidad.
El P. Pedro recibió la librea seráfica en Salamanca el 7 de julio
de 1642 y la ordenación sacerdotal en 1649. Había sido luego Guar­
dián de los conventos de Villarrubia y La Paciencia, Secretario Pro­
vincial y Definidor (19). Se distinguió como excelente predicador y
gozaba de tan grandes créditos, que a los pocos meses de ser elegido

( 16) Cfr. la escritura de cesión en A PC, 25/ 00017.


( 17) Cfr. los docum entos sobre esta fundación (A P C , 35/00048 y 49).
( 18) Cfr. los docum entos en A P C , 35/ 000202.
( 19) Cfr. Necrologio, o. c., p. 85.
202 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Ministro Provincial, el 3 de octubre de 1663, era nombrado Predi­


cador de S. M . (20).
Durante su provincialato se trabajó la fundación de un convento
en Ausejo (Soria) a mediados de 1664; pero no se consiguió, por la
oposición de los Observantes (21). Además, reconociendo quizás el
error cometido al retirar el noviciado de Alcalá de Henares, donde
había estado en un principio, se volvió a dicho convento en 1663, «pa­
reciendo que allí estaría mejor por la quietud y menor concurso y por
ía comodidad de la Universidad para que tomasen el hábito» (22).
Poco más de año y medio llevaba el P. Pedio gobernando la Pro­
vincia cuando el P. General, Marcos Antonio de Carpenédolo, llegaba a
Madrid el 1 de abril de 1665. Después de hacer la visita protocolaria
a los Reyes y ser recibido por ellos como Grande de España de Pri­
mera Clase, convocó el Capítulo Provincial, que presidió el 23 de abril,
y en el que fue reelegido por unanimidad el mismo P. Pedro (23).

3. No sabemos si dicho P. General hizo la visita a los conventos


de Castilla o presidió solamente el Capítulo. De todos modos «ha­
biendo visto y experimentado las muchas prendas de religión y pru­
dencia de nuestro P. Fr. Francisco de Yecla, le dió la comisión am­
plísima de visitar las Provincias de Aragón y Cataluña, y no le valiendo
las causas que propuso para excusarse, hubo de aceptar la comisión
y asi se partió de Madrid el 13 de junio del mismo año, llevando por
su consultor al P. Fr. Antonio de Fuentelapeña, Secretario que era
de esta Provincia». Visitó efectivamente la Provincia de Aragón, cele­
brando luego Capítulo «con gran paz y aceptación de toda aquella
Provincia» ¿ pero no pudo visitar ni Cataluña ni Valencia por falleci­
miento del P. General y cese por ende de su comisión (24).
También se vió hornada entonces Castilla con el nombramien­
to a favor de otro de sus hijos, el P. Basilio de Zamora, de Visitador
de la Provincia de Andalucía. Cuando el P. General hizo la visita en
1665 y presidió el Capítulo Provincial el 2 de junio, hubo en él algu­
nas renuncias y luego bastantes quejas y protestas de la nulidad de
las elecciones. En vista de ello, después de la muerte del P. Carpe-
nédoio, su sucesor, el P. Fortunato de Cadore, envió como Visitador
al P. Basilio, con amplias facultades para examinar dicho asunto y
celebrar nuevo Capítulo. Realizada la visita, convocó efectivamente
el Capítulo, que tuvo lugar el 29 de octubre de 1Ó66 (25).

( 20) A rchivo del Palacio N . de M adrid.— Personal.— Cargos.— M - 89.


( 21) L os docum entos sobre esta fundación se hallan en el A P C , 35/ 0002,
35/ 00055, 35/ 00056.
( 22) E D , p. 58.
( 23) IbicL., p. 59.
( 24) Ibid., p. 60- 61.
( 25) V a le n cin a , o. c., t. I II, Sevilla, 1907, p. 378, y IV , 1908, p! 9- 10.
VIDA DE LA PROVINCIA DESDE IÓ 57 A 16 78 203

4. Cuando esto tenía lugar, ya en Castilla se había celebrado nue­


vo Capítulo el 4 de junio de dicho año, convocado para la elección
de los Custodios generales y también de Ministro Provincial. Salió
elegido el P. Manuel de Madrid, quien había desempeñado ya los si­
guientes cargos: Guardián de Cubas, Salamanca, San Antonio, La Pa­
ciencia, Custodio General y Definidor Provincial (26).
Aparte de esos cargos que nos ponen de manifiesto su valer, se dis­
tinguió asimismo por su ciencia, prudencia y don de consejo, por lo
que el Nuncio buscaba su parecer en asuntos arduos y de importancia.
Ni descolló menos por su decir erudito y elegante, lo mismo que por
su predicación apostólica. Por eso dos meses después de su elección,
el 31 de agosto de 16Ó6, la Reina Gobernadora le concedía el honroso
título de Predicador de S. M . (27). Fué también Calificador de la
Suprema Inquisición, y, al asistir al Capítulo general de 1667, tuvo
14 votos para Definidor en el primer escrutinio (28). Fué designado
Visitador de las Provincias de Sicilia en 1679; en 1684 por segunda
vez desempeñó el cargo de Provincial de Castilla y, al asistir un año
después al Capítulo general, fué elegido Definidor tercero por 121 vo­
tos (29). Su muerte debió tener lugar en 1691 (30).
En el Capítulo provincial en que el P. Manuel de Madrid fué
elegido Superior de Castilla se dieron algunas ordenaciones sobre que
no se hiciesen «en ningún tiempo comedias ni autos», sobre el modo
de hacer algunas penitencias y otras cosas particulares de menor mon­
ta (31). Poco después del Capítulo la Definición tomaba el acuerdo
de llevar un libro oficial donde se consignasen las ordenaciones de los
Capítulos generales y provinciales, determinaciones de ios Superiores,
recepción de Ordenes, licencias para confesar «y todo lo que fuere
digno de memoria», libro que recibió la denominación de Viridario
auténtico, fuente riquísima de noticias, gracias al cual podemos seguir
la marcha y organización de la Provincia desde 1666 hasta 1814.
Si bien es verdad que el P. Madrid no dio a la prensa obra alguna,
sin embargo protegió la publicación de numerosas e importantes obras
de otros religiosos, que se imprimieron entonces, como luego veremos.
Le sucedió en el gobierno de la Provincia el P. Antonio de Caller
(Cagliari), elegido el 10 de mayo de 1669. Había recibido el hábito en

( 26) Cfr. Necrologio, p. 253.


( 27) A rch ivo del Palacio N . de M adrid. Personal. Cargos. M - 3.
( 28) Cfr. P o b la d u ra , o. c., p. 68.
( 29) F e li c e da M a r e t o , O. F . M . Cap., Tavole dei Capitoli Geiierali, o. c.,
P 167.
( 30) A rch ivo del Palacio N . de M adrid. Ibid. Se ponen los recibos d e los
gajes que disfrutaba com o Predicador de S. M ., y elúltimo es de 1691, por lo que
puede conjeturarse haya sido ese año el de su muerte.
( 31) E D , p. 63- 64.
204 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Salamanca el i o de marzo de 1636. Sospechamos se encontraría estu­


diando en aquella Universidad cuando se determinó a seguir la voca­
ción religiosa, como ya lo habían hecho otros varios antes que él. En
1644 se ordenó de sacerdote. Los cargos por él desempeñados fueron:
Vicario de Toledo, Guardián de Toro, Valladolid, El Pardo y La Pa­
ciencia, Custodio provincial, Fabriquero y Definidor varios trienios (32).
Su modo de proceder, o más bien, su carácter dominante y que no
sufría postergación alguna, fué causa de grandes disturbios, disensiones
y pleitos en Castilla en años posteriores a su provincialato. Sin em­
bargo, justo es también reconocer que reuma excelentes dotes de orga­
nizador y gobernante.

5. Ya en el Capítulo en que salió elegido Provincial se dieron


importantes ordenaciones que merecieron la aprobación de todos los
vocales (33); pero fueron aun más transcendentales las que se dieron
al celebrarse Capítulo para la elección de Custodios generales, el 5 del
septiembre de 1670, sobre todo la que dice relación a los estudios de
Gramática para aquellos que no los habían hecho antes de entrar en
la Orden, y que así reza: «Atento al útil que se seguía a la Provincia
de que los nuevos no sólo no olvidasen los principios que traían de
Gramática, sino también de que se recibiesen muchos que por faltos
de ella no eran admitidos, atendiendo a que se harían hábiles en la
Religión, y que no sólo por esta insuficiencia no se privaría de sujetos
que le podrían ser de lustre y crédito y a ellos se les malograría su
vocación, sino que también en el mismo ejercicio de aprenderla éstos,
dicha Religión experimentaría los ingenios para poder con más fun­
damento y seguridad del aprovechamiento y fin que pretende en po­
nerlos al estudio hacer elección de sujetos de esperanza, el que se pu­
siese un estudio de Gramática, que juntamente fuese Seminario, como
se ejecutó, poniéndole en Valladolid y señalándole por Maestro al mis­
mo que dió a la tal familia por Vicario», es decir, al P. Manuel de
Vitoria (34).
Aparte de eso se establecieron las normas que a continuación ano­
tamos acerca del culto y de otros puntos. Se mandaba a los PP. Guar­
dianes cuidasen de que «no se digan las Misas por la mañana, sino que
queden para repartirse hasta el mediodía, y que en los conventos cortos
haya a lo menos una Misa a las diez». Que en ningún convento saliesen
a confesar fuera de los confesores señalados y ordinarios, «sino es en
día de gran concurso y cuando el P. Guardián lo mandase», pero
«ningún confesor por causa de las confesiones deje de asistir a las
Horas Menores del Coro, excepto en días de concurso y que todos

( 32) Necrología, o. c., p . - 69.


(33) Viridario auténtico, ms. c., f. ior.
(34) E D , p. 69.
VIDA DE LA PROVINCIA DESDE IÓ57 A l 6 ? S 205

confiesan, y, al que se hallare faltar a esto, se le quite el confesonario».


Y para que constase mejor de la idoneidad de los confesores y asimismo
de los que iban a ser promovidos a Ordenes, debían ser todos ellos
examinados por tres Padres señalados por la Definición. También se
reguló el dar hábitos de la Orden Tercera, quitando el permiso a los
religiosos particulares y dándosela a los PP. Guardianes que tuviesen
autorización del P. Provincial. Finalmente: que fuera de los días de
recreación, no se jugase a las damas, tablas ni otro juego (35).
Debido quizás a la primera disposición sobre los estudios que hemos
hecho notar como de gran transcendencia, se nota en la Provincia un
gran aumento de personal. Mientras que en 1666 había un total de
314 religiosos, en 1671 arrojaba la cifra de 360, y siete años más tarde,
en 1678, llegaba a contar 450 (36).
Finalmente: en las postrimerías de su gobierno, en abril de 1672,
fué solicitada la fundación de un convento en La Puebla de Sanabria,
por el Conde de Benavente y los vecinos, entusiasmados por los ser­
mones del P. Juan de Tudela, que había predicado la cuaresma en la
mencionada villa, y asimismo por la misión que en el próximo pueblo
de Requejo dieron los hermanos PP. José y Alonso de Carabantes, a
la que asistieron veinte mil personas (37).

6. Su sucesor fué el P. Antonio de Fuentelapeña, elegido el 13 de


mayo de 1672. Sobrado conocido es el P. Fuentelapeña y de él nos
hemos de ocupar más latamente. Ahora anotaremos solamente lo más
saliente sucedido en Castilla durante los tres años de su gobierno.
Primeramente fué rechazada la dicha fundación en La Puebla de
Sanabria, en octubre de 1672, sin que sepamos las causas, con gran
sentimiento de los vecinos y del párroco (38). Lo propio se hizo al
año siguiente, el 25 de julio, con otra fundación ofrecida por doña
Leonor de Saavedra; desconocemos el lugar y las condiciones (39).
El P. Fuentelapeña era grandemente humilde, como lo demostró
en su empeño en renunciar a las dignidades y cargos, y asimismo en
sus obras, alguna de las cuales, E l Ente dilucidado, dió a luz siendo
Provincial. Una de las ordenaciones que se dieron durante su gobierno
fué que, al escribir, no se pusiese en las cartas título alguno, como
Maestro, etc.; de tal modo que, si eran de fuera de la Orden, las
debía romper el P. Guardián, y si de religiosos nuestros, se les casti­
garía con disciplina y pan y agua en el refectorio (40).

( 35) Ibid.. pp 70- 73-


( 36) POBLADURA, O. C . , p. 44. E D , p. 64.
( 37) Cfr. carta del P. Juan de T u dela (6de m ayo de 1672) en A P C , 35/ 00126.
( 38)1 C jr. las respectivas cartas en que manifiestan astossentimientos, en
A P C , 35/00137 y 35/ 00138.
(39) V A , ms. c., í. I 2v.
( 40) Ibid., f. 14V,
206 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Pero el P. Fuentelapeña, aparte de otros méritos, tiene uno muy


singular en este camino de progreso y florecimiento que en Castilla
se nota estos años. Sus antecesores habían promovido con su protección
aquel movimiento científico y literario que se manifestó en la publi­
cación de obras; habían también dado sabias ordenaciones para orga­
nizar mejor los estudios; él tuvo la gloria de haber organizado y dado
impulso a las misiones populares. La predicación que hasta entonces
tenía lugar por medio de panegíricos o sermones morales, sobre todo
en tiempo de adviento y cuaresma, adquirió, gracias a él, ese matiz que
no sabemos hubiese tenido antes, destinando para ello a religiosos de­
terminados, y señalando convento que fuese a modo de centro misional,
el de Valladolid. Así el 17 de abril de 1674 enviaba la obediencia al
P. Angel de Madrid, residente en dicho convento, para que con el
P. Antonio de Trujillo saliese a hacer misión en los lugares que le
pareciese de Castilla la Vieja, y que en esto se ocupasen hasta fin
de junio de este año, y después se volviesen a dicho convento (41). *
Con esa sencilla determinación hizo que el convento de Valladolid
fuese desde entonces centro misional de dcnde partían periódicamente
tandas de misioneros capuchinos castellanos para emplearse durante
varios meses seguidos en la predicación de misiones populares, lo mismo
en Casulla, que en León, Galicia y Asturias, como luego veremos más
ampliamente.
Ya hemos hecho notar los méritos del Hno. Fr. Diego de Madrid,
que trazó los planos y dirigió la fábrica de la capilla de San Isidro
en la iglesia de San Andrés. Su sucesor en esas obras, quizás desde
1663, fué otro Hermano Lego, Fr. Lucas de Guadalajara (42), quien
ahora, en mayo de 1674, y durante el gobierno del P. Fuentelapeña,
obtiene licencia de los Superiores de la Provincia para asistir asimismo
«a la obra de la Puente de Toledo, a instancias del Sr. Presidente de
Castilla» (43). Con ello la honra del hábito adquiría nuevos créditos en
la Corte.

7. El P. Fuentelapeña tuvo un digno sucesor en el gobierno de la


Provincia, el P. Martín de Torrecilla, otra gloria de Castilla y de los
Capuchinos españoles, elegido en el Capítulo del 17 de mayo de 1675.
De él nos ocuparemos con mayor detención en otra parte de esta
historia.
Su provincialato fué a la verdad próspero en acontecimientos, que
nos ponen de manifiesto su actividad lo mismo que la amplitud de su
criterio. Así fué sumamente fácil en conceder licencias para confesar

( 41) Ibid.
( 42) Z . VlLLADA, O. C., p. 44.
( 43) V A , ms. c., f. 14V.
VIDA DE LA PROVINCIA DESDE 16 57 A 1678 207

seglares, cosa que sus antecesores hacían muy restringidamente (44).


Además: favoreció grandemente la difusión de la Orden Tercera, co­
misionando ampliamente para ello a distintos religiosos, sobre todo
predicadores, aunque no fuesen Guardianes. Así lo hace, entre otros,
con el P. Ambròsio de Madrid (28 de mayo de 1675) en el convento
de Laguardia (45), con el P. Baltasar de Vargas (3 de junio) en el
convento de La Paciencia (46), y con los misioneros de Valladolid, a
quienes manda expresamente (3 de mayo de 1677) .den hábitos de la
Orden Tercera (47). Y buena muestra de que así lo hacían y del fervor
que reinaba en las Hermandades Terciarias por ellos fundadas, son las
ordenaciones dadas a la Orden Tercera de Nava del Rey (Valladolid)
por su fundador y visitador, P. Rafael de Pinto, misionero apostólico',
en diciembre de 1677 (48).
Asimismo durante su mandato siguió adelante con mayor pujanza
aquel impulso en pro de las misiones populares, dado por el P. Fuente-
lapeña; son ya varias las tandas de misioneros que se dedican de lleno
en el convento de Valladolid a tan provechoso apostolado, a los que se
les manda den hábitos de la Orden Tercera (49).
Para mayor lustre de Castilla, dos religiosos castellanos fueron en­
viados el año 1677 de Visitadores generales a otras Provincias de la
Orden. Es el primero el P. Antonio de Fuentelapeña, quien en mayo
de 1677 pasa a Sicilia con el cargo de Visitador y Comisario de aque­
llas Provincias (50), y por esas mismas fechas y con la misma comisión
marcha e.l P. Félix de Bustillo a la Custodia de Navarra, que dos años
más tarde será erigida en Provincia (51).
En ese mismo año 1677 fué confiada a Castilla la misión de Guinea
y Sierra Leona, que más bien venía a ser renovación de la ya empren­
dida en 1646 por los Capuchinos andaluces.
Fué asimismo en tiempo del P. Torrecilla cuando, por mandato de
los Superiores de la Provincia, compuso el P. Mateo de Anguiano su
admirable obra Diciplina Religiosa de los Menores Capuchinos de
nuestro Seráfico Padre San Francisco para- la educación de la juventud
de esta Santa Provincia de la Encamación de las dos Castillas, la que,
aprobada y mandada observar en septiembre de 1677, se imprimió en
Madrid al siguiente año. Fué dicho libro el manual imprescindible y

( 44) V A , ms. c;, í. i 6v.


(45) Ibid., f. i 6r.
( 46) Ibid.
( 47) Ibid., f. i6v.
( 48) Dichas ordenaciones se conservan en A P C , 7 / 00016.
( 49) V A , ms. c., f. i 6v.
( 50) Ejerció su cargo desde m ayo de 1677. Cfr. A e t o ííin o da C a s te lla m a -
RE, O . F. M . Cap., Storia dei FF. Min Cappuccini della Provincia di Palernno,
t. I l i , Palermo, 1924, p. 198.— P ob la d u ra , o. c., p. 66,
( 51) P o b la d u ra , ibid.
20 S LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

que desde entonces sirvió de norma segura para la educación de los


religiosos de Castilla y para uniformar en todos los conventos la obser­
vancia regular y las ceremonias de los actos de comunidad.

8. Finalmente, durante su provincialato vino el P. General, Este­


ban de Cesena, a visitar Castilla, como asimismo las otras Provincias
españolas. El P. Cesena, persona poco grata a Carlos II, o más bien a
sus ministros, acusado por otra parte, aunque falsamente, ante el Con­
sejo de Estado por el Cardenal Nitardo y otros, pide venir a Madrid
a sincerarse. Y en efecto, llega a la Corte el 17 de diembre de 1676.
Pretendió luego que el Rey le recibiese y le concediese la cobertura
de Grande de España; pero se levantó entonces una gran oposición,
incluso de parte de los Observantes. Fué necesaria toda la influencia de
los Superiores de Castilla, que al fin vencieron en la contienda y logra­
ron se le hiciese esa gracia, aunque no antes del 16 de febrero de
1677 (52).
Creemos que el P. Cesena aprovecharía ese tiempo de espera para
hacer la visita a los conventos de Castilla, cuyo Capítulo presidió el
22 de marzo, siendo reelegido el propio P. Torrecilla. Pero entonces,
\ por orden del P. General, fué quitada la Lecturía de Valladolid al
P. José de Casarrubios, «a fin de que se dedicase a la predicación y
otras causas que a su Rvma. le parecieron convenientes» (53). Poco des­
pués el P. Secretario cesaba también en su cargo, y asimismo otro de
los Lectores de Artes, el P. Pablo de Salamanca, cesaba también, o
por mejor decir, era retirado de su oficio (54). Todo ello prueba, al
parecer, que algo anormal comenzaba a pasar en la Provincia.
Con todo eso el P. ^General abandonaba Madrid el 20 de abril para
dirigirse a visitar las Provincias de Aragón y Cataluña y luego consiguió
también pasar a Ñapóles con ese mismo fin, lo que antes se le había
negado (55).

( 52) Cfr. M . de P ob la d u ra , L os Generales de la Orden Capuchina Grandes


de España de Pnmgra Clase, en Collectanea Francisccma, X I I I ( 1943), pp. 282- 3,
donde cita la relación y palabras del P. A ntonio Félix de Ravena, com pañero y
cronista del P. Cesena. Este pidió luego se nombrase un ministro que oyese sus
descargos en contra d e las acusaciones dadas contra él por el Cardenal Nitardo,
Marqués de los Vélez y P. Francisco de Jerez. Fué designado el duque d e Alba,
quien en su inform e expuso que el P. General no había faltado en nada contra
el servicio de S. M . : que no tenían fundam ento alguno las acusaciones de los
ém ulos: «que Fr. Francisco de Jerez, D efinidor general p or las Provincias de
España, sería m uy buen religioso, pero que asegura el duque a V . M . ha estado
con gran ansia de ser General, y que es el m otivo de todas estas diferencias, y
que juzga conveniente que. acabado su oficio de D efinidor general, se volviese a
su Provincia o a esta Corte, pues es Predicador de S. M .» (Simancas. Estado.
Leg. 3128, C onsejo de Estado de 22 d e marzo y 8 d e abril de 1677).
(53) ~ A , f. i 6v. E D , p. 81.
( 54) I'oid.
(55) Cfr. P o b la d u ra , art. c., p. 283- 4. Cfr. también el m encionado L eg. 3128
Lám . V

Fachada de la iglesia y convento de La Paciencia.


’.'m

M. Muella lo dibujó.-M. S. Carmona lo grabó. A rcli. Prov. de Capuchinos de M adrid.

Sino. Cristo de La Paciencia como se veneraba en su capilla.


VIDA QE LA PROVINCIA DESDE IÓ 57 A 16 78 2C9

Entre tanto, el generalato del P. Cesena iba tocando a su fin. El


27 de mayo de 1678 se reunía en Roma el Capítulo de la Orden para
elegir sucesor en la persona del P. Bernardo de Porto Maurizio. A dicho
Capítulo concurrieron de Castilla, aparte del P. Torrecilla, como Pro­
vincial, los PP. Félix de Bustillo y Juan Francisco de Milán, como
Custodios, y también el P. Antonio de Fuentelapeña, como Visitador
y Comisario de Sicilia. Justamente en ese Capítulo salió elegido Defini­
dor tercero por 94 votos el P. Torrecilla (56), ec contra del P. Francisco
de Jerez, que era el presentado y protegido del embajador de Carlos II
en Roma (57).

q. Ese solo delito dió origen a los sucesos que narraremos en otro
capítulo y que motivaron indirectamente y como consecuencia no pocas
revueltas y disensiones en Castilla; mas, antes de cerrar el presente,
queremos exponer algunas de las actividades más importantes desarro­
lladas por los religiosos en estos años que acabamos de historiar.
Durante ellos fueron bastantes los que publicaron obras de rele­
vante mérito, tales como los PP. Leandro de Murcia, Gaspar de Viana,
Martín de Torrecilla, Gregorio de Salamanca, José de Nájera, Juan de
Santiago, Antonio de Fuentelapeña y Mateo de Anguiano. Del valor
e importancia de ellas hablaremos más adelante.
Ni descollaron menos, como lo habían hechc en años anteriores,
en la predicación, sobresaliendo especialmente los PP. Miguel de Ma-
jadahonda, Gregorio de Salamanca, Diego de Toledo, Gaspar de Viana,
Juan de Tudela, Rafael de Pinto, Angel de Madrid, Antonio de Tru-
jillo, etc., a los cuales hay que añadir aquellos que obtuvieron en estos
veinte años el título de Predicador de S. M ., que fueron los PP. Juan
Francisco Zacer de Madrid, Leandro de Murcia, Pedro de La Mora­
leja, Alejandro de Toledo, Félix de Bustillo, Manuel de Madrid y José
de Madrid. Y por lo que a éstos hace, el 5 de julio de 1677 recibía
el P. Torrecilla un comunicado de parte de Carlos II en que se le
decía que, teniendo en cuenta el gran número de Predicadores de
S. M ., de lo cual se seguía menos estima del ministerio sagrado, había

del A rchivo d e Simancas, Estado, don de hay infinidad de docum entos relativos a
la prohibición hecha al P. Cesena de visitar la Provincia de Nápoles. En defensa
del P. General se sacó a luz el siguiente papel: «Pública satisfacción a lo que se
acumula al Reverendissim o Padre General de Capuchinos: y fué m otivo (a lo que
se dize) del accidente sucedido en Nápoles con su Reverendissim a». Impreso
(s. a. s. 1.), 8 pp. num. N o lleva tam poco autor, pero n o sería aventurado asegürar
fuese el P. Torrecilla quien lo com puso y publicó.
( 56) F e li c e da M a r e t o , o. c., p. 162.
( 57) Sobre lo sucedido en dicho Capítulo General hay multitud de papeles,
cartas, com unicados, etc., en el A rch ivo de Simancas, Estado, Legs. 3128 y 3129.
Después de haber leído esos docum entos oficiales, advertimos anticipadamente que
reputamos enteramente falso cuanto el P. V a le n ciñ a, o. c., t. IV , Sevilla, 1908,
pp. 190- 93, dice acerca del particular, copiándolo del P. Nicolás de Córdoba.
210 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

determinado que los que hubiesen obtenido tal título de Felipe IV, íes
sería conservado, pero que «se reduzgan los nombrados después a tres
predicadores de cada una de las Religiones, reformándose todos íos
demás sin gozar en la capilla los honores ni en sus Religiones más
privilegio# de los que en ellas tuviesen por sus grados». Se le pide
mande también en secreto los nombres de tres de los últimos Predica­
dores de S. M ., lo mismo de los que residieren en la Corte que fuera
de ella, «atendiendo a los que exceden en virtud y doctrina» (58). No
sabemos quiénes fueron presentados por el P. Torrecilla; sólo pode­
mos decir que los PP. Manuel y José de Madrid obtuvieron de nuevo
el título de Carlos II, el primero el 31 de julio de 1684 y el segundo
el 26 de octubre de 1685 (59).
También en estos veinte años la Suprema Inquisición admitió entre
sus calificadores a los PP. Leandro de Murcia, Manuel de Madrid,
Félix de Bustillo y Martín de Torrecilla.
Finalmente no podemos pasar en silencio que en estos años se nota
un gran interés en propagar la Orden Tercera, como ya hemos dicho
y expondremos mejor después, y asimismo siguen los castellanos de­
fendiendo con ahinco el derecho que en ello asiste a los Capuchinos.
Lo hace primeramente el P. Murcia en su obra Exposición de le p ri­
mera Regla de Sta. Clara, impresa en 1658; lo hace asimismo el P. Pro­
curador, Felipe de Segura, en nombre de la Provincia de Navarra,
legrando del Nuncio un decreto en ese sentido (ic de septiembre de
1669), y, sobre todo, lo hace el P. Torrecilla publicando su obra sobre
Ja Orden Tercera en 1672 y un año más tarde su Apologema, espejo
y excelencias de la Seráfica Religión de Menores Capuchinos.

( 58) Cfr. copia de la mencionada Real O rden en A P C , 6/ 00042( 27.


( 59) A rch ivo dei Palacio N . de M adrid. Personal. Cargos. M - 3.
C A P IT U L O V IH

A um entan los conventos

i. El de Laguardia.— 2. El de Jadraque.— 3. Fundación frustrada en


Fuenmayor.— 4. Id. en Monteagudo.— 5. Id. en Ausejo .— 6. Id. en
La Puebla de Sanabria.

N o fueron a la verdad pocas las fundaciones que en estos años


que acabamos de historiar, 1657 a 1678, se intentaron realizar, unas
veces por propio impulso de los religiosos y las más a sob’citud de
los pueblos y villas. De ellas solamente dos se llevaron a cabo. Sin
embargo, de todas es forzoso ocuparnos en este capítulo.

1. C o n v e n t o d e L a g u a r d i a . — Por desgracia no poseemos ningún


documento oficial que señale los límites exactos existentes entre las
antiguas Provincias capuchinas españolas.
Por eso mismo creemos una cuestión no sólo difícil sino imposible
de dilucidar la de los límites entre Castilla y Navarra por aquellos
años, 1660, en que tuvo lugar la fundación del convento de Laguar­
dia (Alava) (1).
La ocasión de tal fundación fué el ofrecimiento hecho por D . Jeró­
nimo Ruiz Samaniego para que los Capuchinos fuesen a fundar un
convento en San Mederi. Percatados de ello los vecinos de Laguardia,
trabajaron para que no allí, sino en su propia villa se llevase a efecto
tal fundación, lo que consiguieron de D . Jerónimo, quien generosa­
mente ofreció dar tres mil ducados para la obra y otras limosnas para

( 1) C fr. I l d e f o n s o d e C ia u rriz , O. F . M . Cap., Capuchinos ilustres de la


antigua Provincia de Navarra y Cantabria, San Sebastián, 1920, pp. 17- 20. D esde
luego afirmamos con el P. C ia u rriz , que «n o hallamos que fueran claramente de­
finidos les límites que debía com prender la Custodia (d e Navarra y Cantabria),
sino solamente asignados ios conventos que la habían de form ar». L os docum entos
y autoridades por él aducidos y tomados de un impreso que, anónim o, sin lugar ni
año, calió a luz (Cfr. A rchivo Provincial de los Capuchinos de Navarra. Asuntos
Provinciales. 1652- 1799), n o prueban en concreto nada sobre el particular, pues
o n o son docum entos oficiales o no dicen clara y terminantemente cuáles fuesen
ios límites territoriales entre Castilla y Navarra y Cantabria.
212 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

sustento de los religiosos. Por su parte la villa se comprometió a hacer­


les otros donativos y asimismo darles sitio para convento e iglesia (2),
lo que de buen grado aceptó también el cabildo eclesiástico, exigiendo
en cambio hubiesen de morar en dicho convento ocho religiosos, al
menos, confesores y tres predicadores (3).
A partir del mes de mayo de 1660 en que se dieron los primeros
pasos, las cosas corrieron rápidamente. El 29 de junio el P. Provincial
de Castilla, Basilio de Zamora, delegaba al P. Pedro de Guadix para
que en su nombre solicitase del Obispo de Calahorra la licencia para
li» fundación y, obtenida, tomase posesión (4). El Sr. Obispo, D . Fr. Ber­
nardo Ontiveros, dió su licencia el 29 de julio, y en ella hacía constar
que la villa era suficientemente rica para sustentar una comunidad
de doce y más religiosos, siendo por otra parte cierta la necesidad
«que padece dicha villa de obreros que trabajen en el aprovechamiento
espiritual de las almas, enseñanza de la doctrina cristiana y frecuen­
tación de los Santos Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía y pre­
dicación del Santo Evangelio» (5).
Con esa autorización en la mano, el 31 de julio se presentó en
Laguardia el mencionado P. Pedro de Guadix; tomó posesión de la
casa de D . Jerónimo, dijo la Misa, dejó reservado el Santísimo y se
constituyó la comunidad (6).
Muy pronto se dejó sentir la oposición de los Observantes; acudie­
ron al Consejo, alegando se había tomado 1a fundación sin su licencia.
El Consejo mandó efectivamente dar por nulo lo hecho y que desapa­
reciesen capilla, altares, etc. (7). Mas los Capuchinos no se intimida­
ro n ; acudieron a su vez al Conseje, exponiendo teman ya la licencia
deí Ordinario y presentando al mismo tiempo varios informes. Entre
ellos iba el de los sacerdotes de Laguardia (12 de noviembre de 1660),
en el que dicen que la fundación, lejos de perjudicar el derecho pa­
rroquial, ha llevado un bien extraordinario lo mismo al cabildo que a
su iglesia, «sirviendo de gran consuelo, alivio y aumento espiritual
con la mucha frecuencia de los Santos Sacramentos, sermones y otras
obras y oraciones que los dichos Religiosos Capuchinos han hecho y
hacen y administran con grande ejemplo y edificación de su mucha

( 2) Acuerdos de la villa (16 de mayo de 1660) (A P C , 25/ 00044), y 16 de ju­


nio de 1660 (A P C , 25/ 00039).
( 3) A cu erdo del Cabildo eclesiástico (16 de junio de 1660) (A P C , 25/ 00037).
( 4) Com isión del P. Provincial (29 de junio de 1Ó60) (A P C , 25/ 00042).
(5) lbid.
( 6) Acta de la toma de posesión, ¡bid.
( 7) Acta de la toma de posesión, segunda vez (26 de junio de 1661) (A P C ,
25/00041 y docum ento 25/ 00045). Cfr. también el memorial del P. Juan Ortiz, Pro­
vincial de S. Francisco, de la Provincia de Burgos, al Consejo, sobre que n o se
conceda licencia a los Capuchinos d e fundar en la Rioja ( 1660) (A. H . N . Consejos
Leg. 7170, n.° 28).
AUMENTAN LOS CONVENTOS 213

humildad y caridad» (8). A ello se añadía la petición de la villa en el


mismo sentido, haciendo resaltar que desde que los Capuchinos fue­
ron a Laguardia «con su predicación, enseñanza y ejemplo han cesado
la? discordias que había entre los vecinos de la villa y sus aldeas y es
sin comparación mucho mayor que fué en lo pasado la frecuencia de
Sacramentos y los otros ejercicios cristianos» (9). No faltó tampoco
el testimonio del Síndico de los Capuchinos, quien afirmaba se había
llevado a cabo la fundación por no creer necesaria la Ucencia del Rey,
en virtud del permiso dado por Felipe III, fundándose en ello y en
los buenos frutos y trabajos realizados por los Capuchinos en Laguar­
dia, donde por asistir a las confesiones y enfermos habían muerto ya
dos religiosos y enfermado gravemente otros (10).
Apoyado en esas razones y en que el Ordinario había dado ya su
autorización, también el Consejo concedió su licencia el 14 de junio
de 1661, habiéndola renovado también el Sr. Obispo el 7 del mismo
mes. Por ese motivo el P. Luis de Laredo, con comisión del P. Pro­
vincial, tomó de nuevo posesión el 26 de junio de ese mismo año (11).
Pero los Observantes no se dieron por contentos, acudiendo a Roma;
y desde 1661 hasta fines de 1663 fueron varios los Breves que allí
se obtuvieron, unos a favor de los Capuchinos y otros en contra (12).
Por fin, el P. Provincial, Pedro de La Moraleja, hizo el 24 de diciem­
bre de 1663 una información de los vecinos de Laguardia, en la
que se hacía constar que no había otros conventos en tres leguas al­
rededor; que podía la villa sustentar con sus limosnas hasta 20 re­
ligiosos, y que era mucha la utilidad que se seguía a las almas de la
estancia de los religiosos (13). Ese fué sin duda el requisito necesario
para obtener el definitivo permiso de la Santa Sede.
La fábrica del convento se había comenzado ya en diciembre de
1664, fecha eh que un canónigo deja algunas limosnas a los Capuchi­
nos «para que con ellas se continúe la fábrica del convento que han
fundado en la villa de Laguardia» (14). El 1 de junio de 1667 se hizo
la traslación del Santísimo al nuevo convento, y en él vivían ya enton­

es) Testim on io del clero de Laguardia (12 d e noviem bre de 1660) (APC,
25/ 00042).
( 9) Petición de la villa (A P C , 25/ 00076).
( 10) E xposición del síndico de los Capuchinos (A P C , 25/ 00075).
( 11) A cta de la toma de posesión (26 de junio de 1661) (A P C , 25/00041 y
docum ento 25/ 00045).
( 12) Sería prolijo enumerar dichos B reves; hay copias de todos ellos en nues­
tro A P C , 25/ 00071, 25/ 00072, 25/00047 y 25/ 00048.
( 13) Exposición e inform ación hecha a pedimiento del P. Pedro de La M ora­
leja, etc., sobre la utilidad de la fundación del convento de Capuchinos (A P C
25/ 00049). .
, , h íg a d o de D . Pedro Lumbreras, Canónigo D octoral (7 de diciembre
de 1664) (A P C , 25/ 00051).
2X4 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DJ¿ CASTILLA

oes trece religiosos (15), no obstante que todavía un año después no es­
taba del todo terminado, pues faltaban algunas celdas, ni se había
tampoco formado la huerta, etc (16).
Á la iglesia debió darse principio ya en el mes de marzo de 1668,
fecha en que se ajustaron las condiciones del patronato que los ve­
cinos pretendían del «dicho convento de Capuchinos que hoy está fun­
dado dentro de los muros de esta villa con título de la Inmaculada
Concepción de nuestra Señora, y también de la iglesia nueva que se
fundare e hiciere en dicho convento» (17).
Sin embargo, allí se estableció bien pronto la Orden Tercera, por
decreto de la Definición del 10 de enero de 1669, cosa que no sucedía,
que sepamos, en los restantes conventos (18). Asimismo por mandato
de la misma Definición, con esa misma fecha, se debía predicar to­
dos los domingos por las tardes y rezar con los fieles la Corona de
Nuestra Señora (19)
N i en el convento ni en la iglesia, situados en el extremo meridio­
nal de Laguardia, había cosa especial que admirar; su construcción
era sencilla y pobre; en la iglesia, blanca como la nieve y adornada
de bonitos altares, cuadros y esculturas, distinguíanse, sobre todo, la
imagen de San Francisco, vestido de Capuchino, la de S. Fidel de
Sigmaringa y la de S. José de Leonisa y el altar de la Divina Pastora,
que han ido luego a parar a la parroquia de S. Juan Bautista (20).
La iglesia fué destinada en 1835 a cárcel y el convento a Escuelas
y cuartel de la Guardia Civil, y así han seguido después.
2. C o n v e n t o d e Ja d r a q u e . — La villa de Jadraque, atenta al bien
espiritual de los vecinos, solicitó ya en julio de 1652 la fundación de
un convento de Capuchinos, prometiendo darles la ermita de Nuestra
Señora de Castejón y su iglesia, la casa y la huerta adjuntas, con todos
los ornamentos y utensilios que en dichas ermita e iglesia existían (21).
Con ese mismo objeto dirigía al Consejo una solicitud en abril del
siguiente año (22).
Pero nada se hizo hasta 1672, en que la Duquesa del Infantado,
doña Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza, llevada de esos sen­
timientos, solicitó la misma gracia para la villa. Así lo acordó también

( 15) Protesta del P. Guardián y Com unidad contra el patronato que quería
im poner la villa (t de junio de 1667) (A P C , 25/ 00052).
( 16) Dificultades para el patronato (A P C , 25/ 00079).
( 17) Escritura de patronato a favor de la villa y condiciones para ello (8 de
marzo de vi 6óS, (A P C , 25/ 00054).
( 18) Carta de los Superiores sobre establecimiento de la O . T ercera y seña­
lando algunos ejercicios (10 de enero de 1669) (A P C , 25/ 00056).
( 19) V A , f. 9v.
( 20) M . de B a lle s t e r o s , El Libro de Laguardia, Burgos, 1887, pp. 343- 47.
( 21) A cuerdo de 1a villa de Jadraque (7 de )ulio de 1651) (A P C , 25/ 00021).
( 22) Petición al Consejo (2 de abril de 1653) (A P C , 25/ 00016).
AUMENTAN LOS CONVENTOS

el Concejo, reunido el 8 de novembre de dicho año, y el 21 de no­


viembre se hizo la escritura, en la que se estipulan las condiciones en­
tre los Superiores de Castilla, la Duquesa del Infantado y los vecinos.
Era entonces Superior Provincial el P. Martín de Torrecilla. Las con­
diciones fueron las siguientes: El convento e iglesia llevarían por ti­
tular a San Nicolás de Bari y debían hacerse en la ermita de Nuestra
Señora de Castejón, extramuros de la villa, la que sería entregada a
los religiosos, con todo lo que en ella hubiese, juntamente con el re­
tablo sobredorado y grande que estaba en el testero de la iglesia, y asi­
mismo la casa y huerta adjuntas. La villa se comprometía, además, a
contribuir a la fábrica del convento e iglesia y a dar luego limosnas a
los religiosos por el desempeño de sus ministerios. La Duquesa, por
su parte, se obligó a dar cuanto fuese necesario para levantar conven­
to e iglesia; además: proporcionaría de limosna comestibles en espe­
cie, pescado, vino, carne, aceite, etc., a los religiosos, y esto perpetua­
mente. Por ello se comprometía la Provincia a ceder a la Duquesa el
Patronato con todos los derechos anejos, y a que el número de reli­
giosos conventuales en Jadraque fuese de iS a 20, a fin de que pudie­
sen asistir puntualmente a los sermones y confesiones, prestar sus auxi­
lios a los moribundos y enfermos, etc. Debían predicar también las
Cuaresmas, lo mismo en dicha villa que en los lugares de su juris­
dicción (23).
A pesar de tan buenos auspicios hubo que vencer no pocas dificul­
tades para alcanzar el permiso del Consejo de Castilla. Este, aun des­
pués de obtenido el asentimiento de las ciudades con voto en Cortes,
lo denegó el 25 de agosto de 1677, alegando las razones del servicio
de millones y que dicha fundación no era necesaria. Pero la Duquesa
no se desanimó y acudió nuevamente al Consejo, exponiéndole las ne­
cesidades, espirituales de Jadraque y la conveniencia de fundar un con­
vento de Capuchinos para la administración de Sacramentos a ios fie­
les, rebatiendo las razones alegadas por el Consejo, puesto que no
había convento alguno cerca y además ella se comprometía a dar a los
religiosos cuanto necesitasen (24).
Por fin se logró la licencia del Rey y del Consejo el 16 de octubre

( 23) Escritura de fundación (A P C , 25/ 00018.— A . H . N . a e r o . Guadalajara.


Jadraque. Capuchinos. Leg. 276). C fr. también Memorial histórico español, t. 41,
M adrid, 1903, «Relaciones topográficas de España. Relaciones de los pueblos que
pertenecen hoy a la Provincia de Guadalajara con notas y apuntes de D . Juan
Catalina G arcía», pp. 281 ss., donde se pone el contenido de dicha escritura y
se dan algunas notas sobre la ermita de Nuestra Señora de Castejón.
( 24) A . H . N . Consejos. Leg. 7117, n.° 83. Cfr. también el alegato sobre esta
fundación hecho por el L d o. D . Juan Gutiérrez Coronel, en P. T o r r e c i l l a , Con­
sultas, alegatos, apologías, etc., tom o I, 2.a ed., M adrid, 1702, pp. 391- 93.
2 16 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

de 1678 (25), y el Sr. Obispo de Sigüenza, a cuya diócesis pertenece


Jadraque, dió también la suya el 7 de octubre de ese mismo año (26).
D e ese modo se pudo tomar posesión el 6 de noviembre de 1678,
por el P. Pedro de Guadix, con la delegación del P. Vicario Provincial,
Gregorio de Guadalupe (27).
No podemos señalar la fecha de haberse puesto la primera piedra
ni tampoco cuándo haya sido terminada la fábrica. De todos modos
¡a ermita de Nuestra Señora de CaStejón, bastante espaciosa por cierto,
no se destruyó, sino que a su lado se levantaron'el convento y la igle­
sia, sitos, como hemos dicho, extramuros y a la entrada de la villa,
de mala construcción, pequeños y pobres, En ía iglesia existieron, en­
tre otras, las imágenes de San Francisco y de San Félix de Cantalicio,
así como varias pinturas, entre ellas una de Zurbarán, y también en
la sacristía una bellísima escultura de Cristo Crucificado.
Los religiosos tenían que ir todos los sábados en procesión a la
ermita a cantar la Salve y las letanías ante la imagen de la Virgen (28).
El convento estaba convertido hasta hace unos anos en parador
con pretensiones de fonda, y parte de él así como la porción de iglesia
que no fué derribada, se hallaban destinadas para pajar.
Por lo demás, a partir del día de la toma de posesión, los religio­
sos comenzaron a ejercer su ministerio con gran diligencia; pero bien
pronto se persuadieron de que las limosnas ofrecidas por la Duquesa
no eran suficientes para su manutención, por lo que fué preciso au­
mentarlas en 1681 (29). Sin embargo, un documento de 1808 nos
asegura que tanto los religiosos como la Duquesa y sus sucesores su­
pieron cumplir sus mutuos deberes, y lo pactado «por ambas partes
ha tenido una observancia exactísima y se ha realizado en todo tiem­
po con la pundonorosa religiosidad que debe ser propia en tales con­
trayentes».

3. F u n d a c i ó n d e F u e n m a y o r . — La villa de Fuenmayor, en tierra


de la Rioja, entusiasmada de la buena opinión y acreditada fama que
iban adquiriendo los Capuchinos, deseó vivamente tener un convento
de la Orden, con objeto de que los vecinos tuviesen facilidad para
recibir los Sacramentos, oír la palabra divina y ser bien asistidos en
la hora de Is muerte. Aprovechando, pues, la estancia de los PP. Se-

( 25) Licencia de D . Carlos II a la duquesa del Infantado para que en la villa


de Jadraque pueda fundar un convento de Capuchinos (16 de octubre de 1678)
(A P C , 25/ 00019).
( 26) Carta del Sr. O bispo a la duquesa del Infantado en la quei le felicita por
la fundación (M edina, 7 d e octubre de 1678) (A P C , 25/ 00020).
( 27) A P C , 25/ 00021.
( 28) V A , p. 37.— Memorial histórico español, o. c., p. 281, nota.
( 29) Copia de la escritura hecha el 4 de diciem bre de 1681 (A P C , 25/ 00023),
C fr. también la hecha el 29 de octubre de m ism o año (A P C , 25/ 00029).
AUMENTAN LOS CONVENTOS 2L7

bastián de Villarreal y Pedro de Guadix, del convento de Segovia, se


celebró junta en el Ayuntamiento (31 de diciembre de 1659) para
llegar a un acuerdo sobre el particular (30). Días más tarde se ajus­
taron entre los vecinos y los mencionados Padres las condiciones de
fundación. Por lo que a los religiosos miraba, debían ser muy solíci-
tos en la asistencia al confesonario cuando fuesen llamados, predicar
cuantos sermones se les encargase y asistir a bien morir siempre que
fuesen solicitados (31). Dichas condiciones y fundación fueron luego
aceptadas y ratificadas por el Marqués de Lapilla, señor de la villa
de Fuenmayor (32).
Pero los Observantes, que tenían convento en la próxima villa de
Navarrete, creyeron serían perjudicados en las limosnas que reco­
gían en Fuenmayor. Por eso pidieron a Felipe IV negase a los Capu­
chinos permiso para fundar allí, prohibiénaolo efectivamente al mis­
mo tiempo y con la misma provisión (9 de septiembre de 1660), dada
en contra de la -fundación de Burgos (33).
4 . F u n d a c i ó n d e M o n t e a g u d o . — Ya antes de 1660 habían trata-
tado algunos vecinos de la villa de Monteagudo (Soria) de fundar en
eila un convento de Capuchinos. Pero no se dió un paso definitivo y
en firme hasta noviembre de dicho año en que, juntos todos los veci­
nos, incluso los sacerdotes, acordaron con tal fin entregar a los reli­
giosos la ermita de Nuestra Señora de Bienvenida, con la casa adjun­
ta, sacristía, ornamentos, etc., y asimismo la huerta, que llevaba no
menos de cinco fanegas, con objeto de que los religiosos tuviesen
abundantes hortalizas para su sustento (34). A fin de gestionar la fun­
dación, se nombraron comisarios con plenos poderes para tratar el
asunto con el P. Provincial (35). Pero, sin que sepamos la causa, tal
fundación no siguió adelante ni se dieron más pasos en ello.

5. F u n d a c i ó n d e A u s e j o .— Esta fundación en Ausejo (Soria) no


fué pedida por los vecinos, sino que fueron los mismos Capuchinos los
que en 1664 solicitaron para realizarla permiso del Cabildo eclesiásti­
co primero y luego de la villa. El cabildo dió efectivamente su consen­
timiento, aunque condicionado. Y es que los Padres de la Observan­
cia, del próximo convento de Nuestra Señora de Vico, amenazaron

( 30) A cuerdo de la villa (A P C , 35/ 00037).


( 31) C ondiciones puestas para llevar a cabo la fundación (4 de enero de 1660)
(A PC . 35/00039).
( 32) Licencia del M arqués de Lapilla (28 de enero de 1660) (A P C , 35/00040
y 35/ 00041).
( 33) C fr. Provisión Real (9 de septiembre de 1660) (A P C , 6/ 00042( 51).
( 34) A cu erdo de ambos cabildos sobre la fundación y sus condiciones (15 de
noviem bre de 1660) (A P C , 35/ 00049).
(35) Carta al P. Provincial, com unicándole los deseos de ia villa (17 de n o­
viembre de 1660) (A P C , 35/ 00048).
2í8 LA PROVINCIA ¡JE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

con la pena de excomunión, en virtud de una Bula por la que se pro­


hibía !a fundación de otros conventos cercanos a los suyos. Por eso
el Cabildo dio su permiso para fundar, a condción de que antes se
obtuviese dispensa o derogación de la mencionada Bula (36).
Lo propio hizo al siguiente día la villa, persuadida de los muchos
bienes espirituales, que se habían de seguir de tal fundación (37). Y
con tal objeto se enviaron cartas ai rey y al Sr. Obispo, pidiéndoles
se dignasen dar su licencia (38). No obstante la realidad fué que nada
en concreto se consiguió.
6. F u n d a c i ó n d e L a P u e b l a d e S a n a b r i a . — El gran entusiasmo
suscitado, así en la villa como en los pueblos circunvecinos, por los dos
hermanos PP. José y Alonso de Carabantes, con sus sermones y mi­
siones, sobre todo con la dada en Requejo, a la que asistieron no me­
nos de veinte mil personas, preparó el terreno para esta fundación. A
ella se decidieron ios vecinos, animados con la esperanza de lograr
mucho fruto con la asistencia y predicación de los Capuchinos, pues
tuvieron buena experiencia al escuchar asimismo al P . Juan de T u -
dela que allí predicó la Cuaresma en 1672. Al terminarla, por acuerdo
unánime, se solicitó ía fundación (39), petición que apoyó el párroco
y también el propio P . Tudela (40).
Se consiguió luego el permiso del Conde de Benavente, señor de
la villa, quien escribió además muchas cartas de recomendación al
Consejo para conseguir esa gracia (41). Se obtuvo el permiso del
Sr. Obispo de Astorga (42); fué el P. Jerónimo de Torres a informar
sobre las ventajas de la fundación (43); volvieron a insistir el párroco
y vecindario (44); pero en fin de cuentas fué rechazada por los Supe­
riores el 5 d i octubre de 1672, con gran sentimiento de los vecinos (45).

( 36) Consentimiento condicional del C abildo (14 de junio de 1664) (A PC .


35/ 00055).
( 37) Consentimiento de la villa (15 de junio de 1664) (A P C , 35/ 00056).
( 38) Copia de dichas cartas (sin fecha) (A P C , 35/ 00002).
( 39) Acuerdo de la villa sobre la fundación de un convento de Capuchinos
(abril de 1672) (A P C , 35/ 00139( 0).
( 40) Carta del párroco al P. Provincial (24 de abril de 1672) (A P C , 35/ 00124),
y cartas del P. Tudela (6 de mayo de 1672) (A P C , 35/00126 y 35/ o o ¡ 39(b).
( 41) Licencia del C on de (6 de mayo de 1672) (A P C , 35/ 00x25), y cartas
de recom endación (A P C , 35/ 00139( 0) a 35/'o o i 39(k).
( 42) Licencia del O bispo de Astorga (28 de julio de 1672) (A P C , 35/ 00127).
( 43) Cartas del P. Jerónim o de Torres ( 1, 7 , 8 y 20 de septiembre de 1672)
(A P C , 35/ 00129, 35/ 00132, 35/00135 y 35/ 00136).
( 44) Cartas del párroco y vecinos (7 y 6 de septiembre) (A P C , 35/ 00133,
35/00134 y 35/ 00131).
( 45) Cartas del párroco y de la villa (13 y 14 de octubre de 1672) (A ? C ,
35/00137 y 35/ 00138).
C A P IT U L O IX

N uevas m is io n e s entre in f ie l e s

i. La de A rda: sus vicisitudes. — 2. Por segunda vez la de Guinea y


Sierra Leona. Contradicciones. — 3. E l Prefecto P. Antonio de Tru-
jülo. — 4. Frutos conseguidos.

Una prueba más de que la Provincia de Castilla no permaneció


inactiva e indiferente ante el problema de la conversión de los infieles
y de que el entusiasmo por las misiones seguía vivo y palpitante en
sus religiosos a pesar del fracaso de la misión del Darién, son las dos
que en el transcurso de estos años le fueron encomendadas: la de
Arda y la de Guinea y Sierra Leona, ambas en la costa occidental
africana.

1. M i s i ó n d e A r d a . — Arda era un reino próximo al Congo y a


Guinea. Su rey, conocedor de lo que los Capuchinos habían hecho
en esos países vecinos, envió a Felipe IV una embajada para pedirle
misioneros y al mismo tiempo el incremento de las relaciones comer­
ciales. Llamábase el embajador Vans, y durante su permanencia en
Madrid se convirtió a la fe, tomando al ser bautizado el nombre de
Felipe Zapata (1).
Esa petición de misioneros fué muy bien recibida de Felipe IV,
quien se dirigió con la propuesta al P. Provincial de Castilla, Francis­
co de Yecla, el que no sólo la aceptó sino que escribió inmediatamente
a Roma (24 de noviembre de 1658), exponiendo a la Congregación
los deseos del R.ey Católico, las facilidades que daba para tal empresa
y asimismo pidiendo para la Provincia de Castilla esa misión. Y para
que las cosas marchasen más rápidamente, mandaba al mismo tiempo
ios nombres de diez Padres y dos Hermanos, elegidos de entre los
cincuenta y tres religiosos que de toda la Provincia se habían ofrecido
a ir a dicha misión (2). Todo ello mereció el visto bueno de la Con­

( 1) Carta de Felipe IV a D . J. Mascareñas (28 de junio de 1659) (B. N .—


M s. 3.818, f. 72).
( 2) Solicitud del P. Provincial, Francisco de Yecla, a la Congregación (24 de
220 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

gregación de Propaganda Fide, que el 12 de febrero de 1659 aproba­


ba îos misioneros, señalaba las facultades y designaba por Prefecto al
propio Padre Provincial con potestad de nombrar un Vice-Prefecto (3).
Los misioneros entonces designados fueron los siguientes: Padres
Luis Antonio de Salamanca, Agustín de Villabáñez, Manuel de las
Canarias, Diego de Uceda, Buenaventura de Sevilla, Carlos de Los Hi-
nojosos, Benito de Tuy, José de Nájera, Francisco de Santiago de
Compostela, Atanasio de Salamanca y los Hnos. Fr. Andrés de Ocaña
y Fr. Cipriano de Madrid (4). Si bien esos fueron los señalados pri­
meramente, los PP. Diego de Uceda y Buenaventura de Sevilla, que
fallecieron antes de partir, fueron sustituidos por los PP. Basilio de
San Martín y Bernardo de Gudad Rodrigo (5).
Mientras los misioneros se reunían y se tramitaba el pasaje, se
compuso e imprimió el Catecismo de la Doctrina cristiana en lengua
castellana y arda, trabajo que llevó a cabo el P. José de Nájera (6).
Felipe IV se mostró sumamente solícito de que la misión resultase
bien y de que el embajador del Rey de Arda, lo mismo que los misio­
neros, fuesen atendidos como se merecía. Asimismo recomienda en
carta al Rey de Arda a los misioneros, «personas que parecieron más a
propósito para esta jornada en letras y virtudes, cuyo gobierno y prela­
cia encargaron sus Prelados con aprobación mía a Fr. Luis Antonio de
Salamanca, que va por Prefecto de esta misión», hombre docto en le­

noviem bre de 1648), ibíd., ff. 67 y 70. La caita se halla íntegra en 1 el A rch ivo de
Propaganda, Scritture, Africa, a. 1659, t. 255, ff. 58- 59V. Acia, 4 febr. 1659, ff. 23-
24.— Cfr. C e s in a le , o. c., p. 515, nota 1. Sin em bargo el Consejo, antes que a
Castilla, había ofrecido esta m isión a los Capuchinos de Anclalucía por m edio de
la Contratación de Sevilla (Carta del 1 de octubre de 1658) (B. N . M s. 3. 561, f. 15).
( 3) Ibíd., y M s. c. 3.818, ff. 52-53 y 68- 69.
( 4) El P. A n gu ia n o, Vida y virtudes del Capuchino español, o. c., pp. 237- 9,
y en el M s. citado 18178, f. 2li v . confunde algunos nom bres. El P. C e s in a le ,
o. c., p. 515, pone A n ton io de T u y en vez de Benito, lo m ism o que el P. C le m e n te
d e T e r z o r io , O. F. M . Cap., L e Missioni dei Minori Cappuccim. Sunfo storico, X ,
Africa ( 1637- 1938), Rom a, 1938, pp. 355- 6.
( 5) A rchivo de la Congr. de Prop. Fide, Scritture, Africa, 1659, f. 70- 71. Acta,
13 Januarii 1660. La Congregación pone equivocadamente Bernardino de Ciudad
R odrigo en vez de Bernardo. Cfr. C e s in a le , p. 515, nota 1.
( 6) A n gu ia n o, o. c., p. 237, y M s. 18. 178, f. 21 iv.— J osé d e N á je r a , O . F. M .
Cap., Espejo Místico, M adrid, 1672, al lector, f. 10. Este Catecism o cuyos ejempla­
res son rarísimos, lleva el siguiente título: D octrino Christiana, y / explicación de
sus M isterios, en nues- / tro idioma Español, y en len- / gua Arda. / Consagranse,
y dedicanla a la / C oncepción Purissima de Maria Santissimai / Señora nuestra los
primeros M isio - / ñeros de aquel Reyno. / A ñ o (grabado de la Virgen ) 1658. /
En M adrid, por D om in go García Morrás.
Este Catecism o es un docum ento de valor innegable, ya que quizás se trata del
primer docum ento lingüístico con ocid o de la primitiva lengua arda. H a sido re­
im preso y asimismo reproducido fotográficamente por H e n ri L a b o u r e t e t P a u l
R iv e t, Le Royaume tí Arda et son Évangélisation au X V IIe siècle. (Université de
Faris.— Travaux et M ém oires de l’ Institut d ’Ethnologie.— V III).— Paris, 1929.
NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES 221

tras, muy competente y prudente, al cual en carta particular da tam­


bién Felipe IV muy interesantes instrucciones (7).
Dispuesto todo, se embarcaron en Cádiz los doce religiosos, jun­
tamente con el embajador de Arda y su acompañante, y el 25 de no­
viembre de 1659 salían de aquel puerto; en siete días llegaron a Ca­
narias, y a los cincuenta, el 14 de enero de 1660, desembarcaban en la
bahía de Arda (8). Aunque el Rey los recibió muy bien y se mostró
muy agradecido a cuanto se había hecho en agasajar a su embajador,
sin embargo fué dando largas a su conversión e incluso mandó a los
leligiosos que, en vez de vivir en la corte, fuesen a establecerse en la
playa, «a donde a pocos días enfermaron todos de peligro y murieron
cuatro sacerdotes y predicadores; otro parte a la vuelta de España con
el mismo navio, por lo agravado que se halla de enfermedad después
que llegó; y otro, de los cinco sacerdotes que quedamos y dos religio­
sos legos, queda gravemente enfermo» (9).

( 7) Felipe I V escribió con este m otivo tres cartas que llevan la misma fecha
(28 de junio de 1659) : una a D . J. Mascareñas, otra al rey de Arda y otra al
P. Luis A ntonio de Salamanca (Cfr. M s. c. 3818, ff. 72- 75). En la escrita al P. Sa­
lamanca le decía entre otras cosas: «S i con el favor de D ios se convirtieran al­
gunos m ozos de poca edad, procuraréis inclinarlos a que pasen a España, asegu­
rándoles que han de vivir en su entera libertad para volverse siempre que quisie­
ren a su tierra, y esto os lo encargo m ucho por tener entendido que esto es el
medio más conveniente para la propagación de nuestra santa fe católica en aquellas
tierras, porque, repartidos aquí en algunos conventos de religiosos, sean enseña­
dos a leer y escribir y en lengua latina y en lo demás que les fuere necesario
para que los que se inclinaren, vuelvan sacerdotes a su tierra y puedan instruir a
sus naturales en las cosas de nuestra santa fe católica. Y a todos los que se re-
solvieren en venir a estas partes, podéis asegurar de mi parte el buen tratamiento
y cuidado que se pondría en instruirlos, com o lo hicieron los señores reyes de
Portugal, mis predecesores, con los vasallos d e la tierra d e Benín, del C on g o y de
otros reinos cuya [disposición?] ha de correr por mi C onsejo Suprem o de Portu­
gal a quien toca esta materia por ser Arda de la dem arcación de las conquistas
d e aquel reino.»
( 8) Según el P. A n gu ia n o, o. c., p. 239 y M s. 18178, f. 211- 212, Fr. Andrés
de Ocaña, que ib?, ya m uy enfermo de gota, tu vo que quedarse en tierra y falleció
poco después.
( 9) A sí se decía en una extensa relación que el Prefecto, P. Luis A ntonio de
Salamanca, envió a la Sda. Congregación (26 de mayo de 16Ó0) (A rchivo de Propa­
ganda, Scritture, A frica, Algeria, Arda, t. 255, f. 77. Acta 1662, f. 12). E n ella ¡ano­
taba tam bién: «El navio parte, quedando el rey catequizándose y ofreciendo m u­
chas veces de cum plir la palabra de ser cristiano en virtud de la cual nos hemos
resuelto a quedar, aunque sin haber dado paso, por decir que ndjnguno en su reino
es razón lo sea antes que é l; sus vicios, ritos y mujeres son tantos, que n o adm iro
les haga el dem onio toda contradicción, pues hay fidalgo que tiene más de 400
m ujeres; con que el gentío es innumerable, pues las plazas y calles y caminos de
este reino es un horm iguero continuado de gente. A este reino que por la parte
de la travesía hay m uchos muy cercanos, aunque todos m uy extendidos por la lon­
gitud, con que, si D ios nuestro Señor fuere servido que éste reciba, com o espeía­
m os, la doctrina, pedem os creer desearán se-les com unique, porque con el ceb o de
la enseñanza de los niños, están m uy gozosos. Por lo cual y ser tan pocos los que
222 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Esto sucedía a los tres meses de haber llegado, cuando ya habían


comenzado sus trabajos apostólicos, entre otras cosas, con la catequi-
?ación de los niños. Nada se había hecho con las personas mayores
porque el Rey quiso ser el primero en convertirse y bautizarse; pero,
después de muchas dilaciones, cuando se le habló de que, para hacerse
cristiano, tenía que forzosamente dejar su harem, dijo a los misioneros
que lo pensaría mejor, y por de pronto les prohibió hablar de religión
a los niños y jóvenes que frecuentaban las escuelas que allí habían esta­
blecido los misioneros. Por fin, cansados de tan larga espera, que se
prolongó por un año, el Vice-Prefecto propuso al Rey les dijera si
quería convertirse y bautizarse. El Rey lo consultó con sus ministros
y respondió que él nunca había pensado cambiar de religión: que, si
los había llamado a su reino, era únicamente para que conjurasen los
nublados tan frecuentes en aquel país: que, si querían emplearse en
eso, bien; de otro modo, podían marcharse.
Todavía hicieron un ultimo esfuerzo. Cierto día en que los naturales
celebraban una procesión con un ídolo, dos de los misioneros les sa­
lieron al paso, y mientras uno, levantando su Crucifijo, íes increpaba
con fuertes palabras que dejasen la idolatría, el otro se apoderó del
ídolo y lo hizo pedazos. N i que decir tiene que, aparte de los malos
tratos que recibieron ambos, estuvieron muy expuestos a perder allí
mismo sus vidas.
Desesperanzados y después de «haber estado más de un año gra­
vemente enfermos y moribundos» (9 a), decidieron embarcarse para
América, en busca de tierras más acogedoras. Así lo hicieron en dos
navios holandeses, yendo en uno los PP. Luis Antonio de Salamanca,
Carlos de Los Kinojosos y Fr. Cipriano de Madrid, y en el otro los
PP. José de Nájera, Agustín de Villabáñez y Atanasio de Salamanca.
El P. Luis Antonio, que ya se embarcó muy enfermo, falleció du­
rante la travesía; los otros, «después de once meses de calamitosa em­
barcación, que pudiera ser de solos tres, por la contrariedad de los
tiempos, faltos de todo lo necesario y sólo socorridos el más tiempo con
un poco de cebada cocida sin sal, y entre herejes, ya condenados a ser

quedamos y la mies tan dilatada y copiosa cuanto no es posible encarecer, y los


naturales piadosos y el rey hallarse em peñado con el rey nuestro señor y con la
dem ostración de haber enviado segundo embajador por parecerle tardaba el pri­
m ero, si bien n o llegó a España por falta de embarcación y se volvió desde Ibs
Canarias, hum ilde y rendido a los pies de W . lim as, con los religiosos que me
acompañan, les suplico por amor de nuestro Señor, que estén co n la atención
que de su m uy paternal amor esperamos y que tengan este reino m uy en su m e­
moria pues el socorrerle es muy fácil por la continuación d e navios que vienen de
Holanda a estas costas.»
O tro de los misioneros, el P. J osé d e N á jera , dice en cam bio que en pocos
días habían muerto seis de los doce que fueron (Espejo místico en que el hombre
interior se mira prácticamente ilustrado..., M adrid, 1672, al lector, f. <?v.)
( 9a) J osé de N á jera , O . F . M . Cap., Espejo místico, o. c., f. 9v.
NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES

su alimento por sólo ser católicos, y decir que por nosotros padecían
los infortunios de los tiempos» (10), llegaron a las Indias y lograron
reunirse en Caracas. Allí los PP. José de Nájera y Agustín de Villa­
báñez con Fr. Cipriano de Madrid se agregaron a las misiones de Cu-
maná, como luego diremos, y los PP. Carlos de Los Hinojosos y Ata­
nasio de Salamanca se volvieron a España, a fines de 1661 o principios
de 1662, a dar cuenta a los Superiores, formando una relación de lo
sucedido, que más tarde fué remitida a la Congregación (10a).
Así terminó aquella misión de Arda, que costó la vida a siete de
los misioneros y de la que sólo tenemos un buen recuerdo y por otra
parte valiosísimo documento lingüístico en el Catecismo de la Doctrina
cristiana, que entonces se imprimió en lengua castellana y arda y que es
gloria preclara de los Capuchinos castellanos.

2. Misión de Guinea y Sierra Leona.— Con la muerte del P. Se­


rafín de León en 1657 se había extinguido prácticamente la misión de
Guinea y Sierra Leona. Es verdad que en ese mismo año marchaban
a aquel campo de apostolado otros dos Padresi de la Provincia de An­
dalucía, y en 1665 se embarcaba otra expedición compuesta de varios
leligiosos. Mas en poco tiempo fueron muriendo algunos, víctimas del
clima insano y de las enfermedades; otros volvieron a España, quedan­
do solamente el P. Pablo Jerónimo de Fregenal, que, a decir verdad,
emuló el celo apostólico y las hazañas del P. Serafín de León por es­
pacio de tres años. Mas, sintiéndose ya viejo, regresa también a España
er. 1669. Expone en Madrid al Nuncio y luego a la Congregación la
situación de la misión; pero, no obstante sus muchos esfuerzos, no
pudieron poi el momento ser enviados nuevos misioneros por razón de
haber estallado la guerra con Holanda ( 11 ).
Sin embargo, la permanencia del mencionado P. Fregenal en M a­
drid excitó el celo de los Capuchinos castellanos para marchar animo­
sos a renovar aquella empresa, como así lo hicieron años después. Y
fué precisamente una mujer, insigne amante y bienhechora de la Orden,
doña María de Guadalupe, Duquesa de Aveiro y Maqueda, la que se
ofreció a pagar el viaje a los religiosos y asimismo mantenerlos en la
misión a sus expensas. Con esos antecedentes, el Nuncio de España

( 10) Ibíd.
( 10a) Cfr. A n gu ia n o, o. c., p. 239, y M s. 18178, ff. 212- 213.
D e todo lo sucedido en la m isión de Arda hay una relación bastante extensa,
aunque n o da otros datos de interés, y que lleva el siguiente títu lo: «Propuesta a
Felipe I V por un negro enviado por el rey d e Arda, suplicándole le enviase M i­
nistros de la Iglesia para que a él y a todos los de su reino les mstruyensen en
los misterios de la Santa F e Católica» (B. N .— M s. 6170, ff. 120- 125, y M s. 18717( 30).
( 11) Cfr. A n gu ia n o, Vida del Capuchino español> o. c., pp. 261- 67.— - D- M s.
18. 178, ff. 244 ss.— C e s in a le , o. c., p. 508- 510.— N ic o la u s a C o r e o b a , Brevis nc-
titia, o. c., pp. 81 ss.— V a le n cin a , Reseña histórica, o. c., V , p. 61 ss.
224 LA . PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

escribía a h Sda. Congregación, pidiéndole permitiese a doce Capu­


chinos ir en calidad de misioneros a Sierra Leona, gracia que la Con­
gregación concedió de muy buen grado, designando como Prefecto al
P. Antonio de Trujilkr, el 6 de septiembre de 1677 (12).
Los otros misioneros fueron los siguientes: PP. Manuel de Vitoria,
Angel de Madrid, Francisco de La Mota, Lucas de Egea, Angel de
Guarrate, Diego de Casalarreina y Fr. Cipriano de Madrid, «todos
hijos de esta Provincia de Castilla y muy fervorosos». Los demás, hasta
llenar el número de catorce, fueron de las Provincias de Navarra y
Aragón. Sabemos que de Navarra fueron designados por el Nuncio,
según orden recibida de la Congregación, los PP. Ignacio de Zarauz
v Esteban de Arizala; un tercero quedó a libre elección de la Defini-
rión que designó ál P. Lorenzo de Corella (13). Aparte sabemos marchó
también entonces el P. Cristóbal de Azcona, como luego diremos. Y
de la Provincia de Aragón fué ciertamente designado el P. Buenaven­
tura de Maluenda y quizás también el P. Miguel de Epila (14).
Los misioneros debieron embarcarse hacia fines de 1677 en el
puerto de Cádiz, haciendo el viaje a expensas de Carlos II y de la Du­
quesa de Aveiro (15). Les fué forzoso detenerse en Canarias con objeto,
de predicar allí misiones y componer los bandos y disensiones exis­
tentes. 3o cual por fortuna consiguieron muy en breve; luego prosiguieron
su derrotero hasta lograr llegar a su destino, quizás aun antes de ter­
minar el año 1677 (16). Sin embargo, dos de ellos, los PP. Diego de
Casalarreina y Lucas de Egea, no pudieron ya proseguir el viaje, ambos

( 12) C fr. C e s in a le , o. c . , p. 511, nota I, donde copia el acta de la Sda. C on ­


gregación del 22 de agosto de 1678. "
Particularmente seguimos luego en la narración al P. A n g u i a n o , quien sabemos
con certeza estaba muy bien docum entado, cuando él m ism o nos afirma (M s. 18, 178,
f. 258) de los memoriales «cuya copia com o también de los demás instrumentos,
que quedan referidos, saqué a la letra de los originales que me prestó para el caso
el m ism o P. Fr. A ntonio de T rujillo, viviendo juntos de familia en el convento
de El Pardo el año 1687».
( 13) Catálogo de los Capítulos custodíales y de todos los decretos y resolucio­
nes que en ellos se hacen en esta Custodia de Navaira y Cantabria de los Capu­
chinos... Ms., p. 64 (Archivo Provinical de los Capuchinos d e Navarra-Cantabria-
Aragón). L a determinación, del N u ncio y su carta se recibieron per los Superiores de
Navarra el 19 d e noviembre.
( 14) Cfr. I l d e f o n s o d e C i a u r r z z , O. F . M . Cap., La Orden Capuchina en
Aragón. Apuntes históricos y biográficos de la antigua Provincia de Ccpv.:hinos de
Aragón. Zaragoza, 1945, pp. 328- 331. El P. Maltienda estuvo después en la misión
de Cumaná (Cfr. B a l t a s a r d e L o d a r e s , O . F . M . Cap. Los Franciscanos Capu­
chinos en Venezuela, II, 2.* ed., Caracas, 1930, p. 122).
( 15) El P. A n g u i a n o , Vida del Capuchino español, p. 268, y M s. 18. 178, f. 244.V.
dice que los misioneros epiprendieron el viaje el 14 de julio d e 1677, lo cual no
nos parece cierto en manera alguna, pues para entonces n o estaban designados los
religiosos Quizá algunos castellanos adelantasen su marcha para esas fechas y
antes de ser designados por la Congregación.
( 16) liíd .
L ám . VI

Restos del convento en 1925,


NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES 225

por sentirse muy enfermos. El primero se embarcó de nuevo rumbo a


España y el P. Lucas de Egea siguió en Canarias hasta 1683, en que
pudo marchar a incorporarse a sus compañeros (17).
Al llegar los misioneros al puerto de Tumbá y a poco de desem­
barcar, cayeron todos enfermos. Luego de recobrar la salud, se repar­
tieron aquel dilatado campo de apostolado, partiendo todos para Sierra
Leona y comarcas circunvecinas, siendo grandísimo el fruto que en
todas partes lograron recoger, ya desde el primer momento. Pero, apar­
te del terrible e insufrible clima africano, la comida no era abundante
ni nutritiva. De tal manera que, como expondrá luego el P. Trujillo a
la misma Congregación, en poco tiempo murieron cuatro misioneros
y otros cuatro se vieron precisados a regresar a España por motivos
de salud. (18).
No conocemos los nombres de unos y otros. Sin embargo, nos
consta que el primero de los que allí pagaron tributo a la muerte fué
el P. Cristóbal de Azcona, y por cierto muy pronto, en los primeros
meses de 1678 (19). Otro fué el P. Manuel de Vitoria, fallecido en 1680,
cuando se dedicaba a la conversión de los infieles de la Isla de los
Idolos (20).
A todas esas desgracias y contratiempos se juntó el que lo mismo
en Sierra Leona que en las regiones circunvecinas había muchos in­
gleses, enemigos de los católicos, y asimismo gran número de portu­
gueses, dedicados al tráfico de esclavos. N i que decir tiene que, aparte
de los abusos por ellos cometidos, su vida no tenía nada de ejemplar.
Por ello más de una vez tuvieron los misioneros que salir por los
fueros de la justicia y de la moral, siendo por eso mismo objeto de
continuas calumnias y persecuciones de parte de aquéllos, apoyados en
razones aparentes de estado y alegando que los misioneros debían dejar

( 17) La embarcación en que regresaba a España el P. D iego de Casalarreina


fué apresada por corsarios, quienes le llevaron luego a Argel, don de fué vendido
com o esclavo; asistió a los cristianos que tam bién yacían allí presos y esclavos,
y, tras m uchos sufrimientos, falleció en julio de 1678, siendo enterrado en la
iglesia de los Padres Trinitarios Calzados de la mencionada ciudad.
( 18) Acta de la Sda. Congregación del 5 de abril de 1683, citada por C e s in a le ,
o. c., p. 513, nota.
. ( 19) El P. Cristóbal de Azcona, hijo de la Provincia de Navarra, fué «varón
de tan rara y singular virtud, que en. vida y después de m uerto resplandeció con
m uchos y raros prodigios». El P. A n gu ia n o, Vida, etc., p. 272, y M s. 18. 178,
f. 246V., refiere algunos. Pone la fecha de su fallecimiento a primeros de marzo
de 1678, en la isla de Ponga. En cam bio el P. M ig u e l d e Pam ploíía, O. F. M . Cap.,
Esbozo necrológico de la Provincia Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón (s. £.),
1931) PP- 5 y 375> pone su muerte el 2 de febrero, en Cutandi.
( 20) El P. M anuel de Vitoria pertenecía a la Provincia de Castilla; de noble
familia, había desem peñado el cargo de Guardián de Cubas, Vicario y Maestro de
n ovicio en Salamanca y asimismo Vicario y M aestro de Gramática en Valladolid.
Fué excelente predicador y celoso m isionero en Castilla la Vieja, llegando a obtener
el título honroso de M isionero A postólico (Cfr. Necrolosio, o. c., 224).
La PROVINCIA DE FF. KM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

aquellas tierras, por ser castellanos. De ahí que, resultándoles poco


menos que imposible su permanencia allí, y habiendo el Obispo de Cabo
Verde solicitado, hacia 1681, que los misioneros pasasen a dichas islas
a predicar, ío mismo que en la región de Cacheo, enteramente habitada
por gentiles, asi lo hizo el P. Trujillo con algunos compañeros, mien­
tras los otros esperaban acontecimientos en Sierra Leona. Durante trece
meses predicaron «con grandísimo fruto y satisfacción del pueblo y del
Obispo». Animados con estos éxitos, determinaron escribir a Lisboa,
pidiendo autorización para establecerse allí, ya que las islas de Cabo
Verde estaban sujetas a la corona de Portugal. Pero el Príncipe Regente
se negó a ello, alegando que los misioneros «eran castellanos y enviados
por la Sagrada Congregación en perjuicio de las razones y jus de aquel
reino». En vista de tal negativa, el propio Prefecto se dirigió a Lisboa
para gestionar de nuevo dicha autorización (21). Juntamente con él
debió regresar Fr. Cipriano de Madrid, vuelto a Castilla en 1683 y que
falleció al año siguiente (22).
3. Llegado el P. Trujillo a Lisboa, presentó al Príncipe Regente
un memoria] en el que rechaza las acusaciones lanzadas contra los mi­
sioneros, diciendo que desde 1646 en que fueron los primeros Capu­
chinos a Guinea, jamás por jamás se habían inmiscuido en cuestiones
políticas, sino que únicamente habían atendido a la conversión de las
almas. Y en cuanto a las acusaciones contra él, de que en el siglo había
seguido ia carrera militar (23) y que podía presentarse, siendo lobo,
con piel de oveja, dice que no hay inconveniente en que él se retire
con tal de que sigan los otros misioneros (24).
Lo mismo repitió en un segundo memorial, en el que hace relación

( 21) Cfr. Acta de la Sda. Congregación del 5 de abril de 1683, citada por
C e s in a le , o. c., p. 513 , nota.
( 22) Fr. Cipriano de M adrid, L ego, había nacido en 1622 y recibido el há­
bito en Salamnca el 26 de septiembre de 1640. Era de «espíritu tan atentado y
fervoroso, que gastó m uchos años ayudando en cuanto pu d o a la conversión de
las aimas». Estuvo en Arda, Cumaná y Caracas; luego pasó a Sierra L eona, y al
verse tan lleno de años y de achaques, regresó a la Provincia en 1683, falleciendo
al siguiente año en M adrid con gran edificación de todos ( A n g u i a k o , M s. 18. 178,
f. 264V.).
( 23) En más de una ocasión confiesa el P. T rujillo que efectivamente había
sido militar. Y el P. Anguiano (M s. 18. 178, f. 247V.) nos dice q u e f u é Capitán
de Caballería antes de entrar en la O rden, y refiere que en la batalla de Yelves
hizo prisionero a un cabo principal portugués, el cual entró en los Franciscanos
más tarde, y co n e! que se encontró justamente en esta ocasión al estar en Lisboa.
T o d o ello m otivó el que fuesen entonces m uchos a visitarle y conocerle, pero
también el que se hiciese por eso m ism o un tanto sospechoso.
( 24) Cfr. dicho mem orial en el P. A n gu ia n o, M s. 18. 178, ff. 247V.-249V. T a m ­
bién envió otro memorial a Rom a (Cfr. C e s in a le , o. c., p. 513, nota 1). Ese m e­
m orial, así com o los otros dos, se los prestó el P. T rujillo al P. Anguiano, quien
los copia al pie de la letra en su interesante manuscrito.
nuevas m is io n e s en tre in f ie l e s 227

de lo que era la Misión de Guinea y Sierra Leona, diciendo había allí


muchos comerciantes ingleses, holandeses y franceses, todos ellos he­
rejes, a los que los Capuchinos habían predicado, logrando muy buenas
conversiones, consiguiendo asimismo saliesen fuera de aquellas tierras
les mahometanos o mandingas que se dedicaban a propagar su secta.
Pero añade que, si los Capuchinos han de seguir en su apostolado, era
de absoluta necesidad, «para el mejor efecto de la conversión de los infie­
les de dichas misiones y subsistencia de los ministros evangélicos, que las
hubieren de cultivar», el que se funde en Cacheo un hospicio o resi­
dencia que sea como refugio y morada fija de donde los misioneros par­
tirían luego para visitar ios pueblos y aldeas circunvecinas. Propone
que se debe mandar a los ministros y oficiales proteger a los misioneros,
y que, si se quiere enviar misioneros portugueses, los que, según él,
«no tienen ejercicio de misiones, ni la práctica, ni aun inclinación y
mucho menos vocación de Dios», es de parecer que parte de los mi­
sioneros sean portugueses y parte españoles, dividiéndose e-1 campo de
apostolado pero bajo el mismo Prefecto (25).
Vistos esos memoriales en el Consejo de Estado de Portugal, se
acordó fuesen a esta misión religiosos Franciscanos de los Algarbes,
juntamente con los Capuchinos, quedando como Prefecto el P. Trujillo.
Y mientras se preparaban aquéllos, el P. Trujillo hizo un viaje a M a­
drid, donde recogió limosnas para la misión, compró ornamentos y se
llevó consigo al P. José de Illescas como compañero, volviéndose a
Lisboa, donde encontró a los Franciscanos ya dispuestos para embar­
carse. Mas antes obtuvo un decreto por el que el Regente de Portugal
tomaba bajo su protección dicha misión, prometiendo al mismo tiempo
ayudarla (23 de marzo de 1683) (26). Y , no contento con eso, por
otro nuevo decreto, dado al siguiente día, dispensa a los misioneros del
pago de la aduana de cuanto llevaban, que eran: «cien docenas de
cuchillos, cien barras de hierro, cien mazos de hilo de cáñamo y dieci­
séis botijas de aceite» (27).
Debieron partir de Lisboa los ocho Franciscanos con el P. Trujillo
y el P. Illescas hacia fines de marzo, y a últimos de abril llegaban a
Cabo Verde (28). A ! pasar por Canarias recogieron al P. Lucas de Egea,
que había estado allí cinco años dando misiones y ayudando al Sr. Obis-

( 25) Cfr. dicho memorial segundo en el P. A n g u ia n o , M s . c., ff. 25or.- 252v.


( 26) Sabemos que, además del P. José de Illescas, ya habían id o otros varios,
cuyos nombres desconocem os. Así nos lo dice el P. T rujillo en el primero de sus
memoriales (C fr. A n gu ja n o, ms. c., f. 247V.). Quizás haya id o también entonces el
P. Angel de Fuentelapeña.
El P. A n gu ia n o (ms. c., f. 253) copia asimismo el decreto del Regente de Por­
tugal
( 27) Ibíd., f. 255.
( 28) El 23 de abril ya era registrada en los L ib ros de Santiago de C abo Verde
la mencionada provisión del Regente portugués (.Ibíd., f. 255V.).
LA P R O V IN C IA DE I-F . MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

po; pero dicho Padre, después de pasar a Cabo Verde y cuando


llegaba a Cacheo en los últimos días de julio de 1683,..entregaba su
a'ma a Dios (29).
Por lo que hace a los Franciscanos, bien pronto se convencieron
de que no estaban hechos para tanta privación y sufrimiento como en
la misión se padecían, y que ellos no esperaban en manera alguna.
Hasta tomaron la determinación de volverse a Lisboa, sin contar para
nada con el Prefecto, después que, por medio de los oficiales y minis­
tros, enviaron a Portugal un informe en contra de los Capuchinos. Al
enterarse el Prefecto de que se habían embarcado, les siguió en otro
navio y logró darles alcance; les reprochó su proceder y los denunció
ante el Obispo. Luego se dirigió a Lisboa en compañía de otro misio­
nero muy enfermo, el P. Angel de Madrid, quien, al poco tiempo de
su arribo a Lisboa, falleció en el Hospicio que los Capuchinos fran­
ceses tenían en la capital de Portugal, ocurriendo su muerte en 1684
y con tanto crédito, que fué enterrado en la iglesia (30).
A su llegada a Lisboa se encontró el P. Trujillo con las acusaciones
hechas en contra de los misioneros castellanos. Pero no se arredró por
ello: presentó un tercer memorial al Regente; en él exponía lo suce­
dido y afirmaba que las acusaciones no tenían otro fundamento que
la codicia de los que las habían escrito. Asimismo protestaba que no
estaba dispuesto a seguir así: si no querían por misioneros a Ca­
puchinos castellanos, se buscarían italianos. Pide, por fin, que se exa­
mine su actuación: si en los misioneros se halla culpa, que se les cas­
tigue; de otra manera, se les dé condigna satisfacción, y que de todos
modos se resuelva definitivamente si la misión ha de continuar o no (31).
Logró a fin de cuentas un decreto del Rey Pedro II (28 de febrero
de 1685) a su favor, en el que se hacía constar que se hubo en la
misión «con tan ardiente celo e incomparable piedad e hizo tan gran
fruto en aquellas cristiandades, que S. M. se dió por bien servido
de él» (32).
4. Sin embargo de esa solemne aprobación, prácticamente la mi­
sión dejó de existir desde entonces. El P. Trujillo, enfermo e imposi­
bilitado para volver, se retira a Castilla. Los otros misioneros que allá
(29) Ibíd., f. 2451'.— Vida y virtudes del Capuchino español, o. c., p. 260.
(30) El P. A ngel de M adrid era castellano y había tom ado el hábito en Sala­
manca el 22 de mayo de 1654; se ordenó d e sacerdote en 1661. D esde entonces
vivió dedicado por entero al apostolado de la predicación, sobre tod o de misiones
populares, recorriendo las Provincias de Vizcaya, Valladolid, Zam ora, Salamanca y
Avila, consiguiendo en todas partes frutos extrordinarios. Se distinguió por sus cua­
lidades oratorias, pero también por su fervoroso celo en pro de la conversión de
las almas (Cfr. A n g u ia n o , M s . 18.178, ff. 262-264, y Vida* etc., o. c., p. 278).
(31) D ich o memorial se copia también íntegro en el ms. c., ff. 256-258r.
(32) Cfr. dicho decreto ibíd., f. 258, y en Vida, etc., p. 276.
Mu ev a s m is io n e s e n t r i- in f ie l e s , 229

quedaban: PP. Francisco de La Mota, Vice-Prefecto, Angel de Gua-


ti ate, Buenaventura de Maluenda y Angel de Fuentelapeña, seguían
en la misión y seguían trabajando, pero desorientados, sin saber a qué
atenerse, careciendo de noticias y ordenes concretas, y por otra parte
sufriendo contradicciones y persecuciones, como claramente lo dice el
mencionado P. La Mota en carta al Provincial de Castilla (Cacheo,
24 de abril de 1686). En ella acusa a los portugueses y malos cristianos
de las persecuciones que los misioneros experimentan por oponerse a
los abusos en e] trato de los negros esclavos y asimismo a sus deprava­
das costumbres. Los ministerios apostólicos de los misioneros se reducían,
entre los ya cristianos, a administrar los Sacramentos y bautizar a los
moribundos, «trabajando en la enseñanza de la juventud y en quitar
gravísimas ignorancias, pues a los adultos con el uso envejecido, apenas
se les puede hacer capaces de los primeros rudimentos de la fe... En
la reducción de los gentiles se trabaja igualmente y para poderlos en­
señar y predicar con más eficacia hemos aprendido la lengua (33), y
ahora nuevamente hemos hallado entrada en el reino llamado Safi,
cuyos naturales están prontos para recibir la fe... Ya se halla en él el
P. Angel de Guarrate, y con disposición de'hacer iglesia para comenzar
a catequizarlos, y, si esto se consigue, podemos esperar que con su
ejemplo se reduzcan ocho reinos comarcanos, todos pertenecientes a la
misma isla de Bisao, y sujetos a su rey grande, en la cual isla, que es
donde está nuestro hospicio, me dicen que habrá setenta y aun ochenta
mil almas»... Añade que de todo ha dado cuenta al Rey y al Nuncio
de Portugal, y que éste había dado por contestación no se abandonase
en manera alguna la misión. Termina despidiéndose «hasta que nos
veamos en la gloria, que ya los días pasados estuvieron bien cerca de
guiarnos a ella los gentiles, mas yo en especial no la merecía, sí sólo
padecer muchas injurias y empellones y arrastrarnos de las barbas.
Algún fruto se saca ya» (34).
Se presentaron nuevos memoriales al Rey, al Nuncio de Portugal,
al Obispo de Cabo Verde; pero, en vista de que no se ponía remedio
alguno ni se ayudaba a los misioneros, recibieron orden de los Supe­
riores de Castilla de volverse a la Provincia, como lo hicieron a prin­
cipios de 1688 (35).
Así terminó esta misión, que hubiera sido de excelentes resultados
a no haber encontrado los misioneros Capuchinos la resistencia y opo­
sición de quienes más debían haberlos favorecido, los portugueses.
(33) Sobre esto dice el P. TVujillo en el tercero de sus memoriales, hablando
de Sierra Leona, «de la cual tenemos práctica y manuscrita la lengua de sus natu­
rales, que es punto m uy esencial en el progreso de las almas» (M s. c., f. 254V.).
(34) D icha carta se halla en Vida del Capuchino español, p. 276 ss., aunque
no en su totalidad; al pie de la letra y con algunas variantes puede verse en el
ms. c., ff. 259-260.
(35) M s. c., f. 2óor.
C A P IT U L O X

V ic is it u d e s de C a s t illa d esd e 1678 h a sta 1693

I. E l P. Torrecilla, Definidor general.— 2. Su destierro a Portugal y


disturbios en la Provincia.— 3. Provincialato del P. Félix de Bustillo.
Nueva misión al Darién.— 4. Gobierno de los PP. Bemardino de
Toledo , Manuel de Madrid y Gregorio de Guadalupe. Admisión de
donados. N uevos disturbios. M isiones populares.— 5. Un Visitador
a Castilla.— 6. El P. Antonio de Trujillo.— 7. Actividades en es­
tos años.

Estudiaremos en este capítulo los sucesos más importantes que tu­


vieron lugar en Castilla los años 1678 a 1693, años que, al decir del
cronista, fueron de disensiones e «inquietudes jamás vistas en la Pro­
vincia». Y sin embargo de eso podemos añadir que tales deficiencias
y lunares no logran oscurecer en manera alguna ni aun casi aminorar
las mucfias glorias que en ese tiempo puede presentar la Provincia de
Castilla en escritores, predicadores y misioneros.
1. El hecho que dió aunque indirectamente, motivo u ocasión ?,
tales revueltas, fué la elección del P. Martín de Torrecilla, a la sazón
Provincial de Castilla, en Definidor general tercero en el Capítulo cele­
brado el 27 de mayo de 1678.
De rechazo tuvo que cesar el P. Francisco de Jerez, que había
sido elegido para el mismo cargo dos veces seguidas, en 1667 y en
1671 (1). Por otra parte, según hemos anotado, el embajador español
en Roma presentó al P. Jerez como candidato para General de la
Orden en el Capítulo de 1671, en el que salió elegido el P. Esteban
de Cesena (2). Justamente había hecho esa propuesta en nombre de
Carlos II, y ahora, en 1678, lo volvió a presentar también, al menos
para Definidor. En aquellos tiempos en que parecía que todos debían
someterse a la voluntad soberana del rey, creía el embajador que su
propuesta sería aceptada con absoluto rendimiento, al menos por parte
(1) F e l i c e d a M a r e t o , T a v o le , etc., o. c., p p . 156, 159.
(2'; Cfr. supra, p p . 208, 209.
V IC IS IT U D E S D E C A S T IL L A D E S D E IÓ 7 8 H A STA 1693 ¿31

de los españoles. Pero no sucedió así. Y al salir elegido el P. Torre­


cilla, el embajador se creyó desairado y hasta desobedecido. Llamó a
su presencia a cuantos le parecieron contraventores y reprendió su pro­
ceder; entre ellos se encontraban los PP. Torrecilla, Tuan Francisco
de Milán y Antonio de Fuentelapeña, de Castilla, y el P. Francisco de
Barbastro, de la de Aragón, pero que acababa de ser Provincial de
Cerdeña. Y no contento con eso el Marqués del Carpió, daba cuenta
de todo lo sucedido al Consejo de Estado, acusándoles de ambiciosos
y desobedientes (3).
Terminado el Capítulo General, los representantes de Castilla, Pa­
dres Torrecilla, Milán y Bustillo, dirigieron sus pasos tranquilamente
a España, bien ajenos de lo que iba a suceder. Tan es así que el Pa­
dre Torrecilla, habiéndosele concedido «en el Capítulo general pro­
rrogación de su oficio de Provincial por siete meses para que pudiese
visitar segunda vez su Provincia», una vez vuelto a ella comenzó a
visitar efectivamente ios conventos, aunque nc pudo concluir «por ha­
berle sido forzoso el salir de estos reinos» (4).
(3) C fr. carta del M arqués del Carpió (Rom a, 26 de junio de 1678) (Sim an­
cas.— Estado. L eg. 3128). En ella decía del P. Torrecilla que había hecho graves
acusaciones contra el P. José de lea, Custodio de A ndalucía; del P. Juan Fran­
cisco de M ilán, que había contestado al embajador de muy mala manera en aque­
lla entrevista, y del P. Fuentelapeña, que el rey de Francia había dado orden a
su embajador en Rom a para que hiciese cuanto pudiese para que fuese elegido
D efinidor general: que el embajador francés había reunido a los Capuchinos fran­
ceses y así se lo había ordenado, pero que el P. Fuentelapeña, antes de la cele­
bración del Capítulo, había renunciado a todo cargo.
M as en realidad de verdad, lo que había sucedido, com o también lo confiesa
el m ism o embajador de Carlos II, es que el Cardenal Protector le había dado
muy buenas palabras y que luego obró de distinta manera.
P or eso m ism o rechazamos de plano cuanto dice el P. Nicolás de C órdoba, y
de lo que se hace eco el P. V a le n c in a ( Reseña históricaa IV , 191 ss.), afirmando
que algún envidioso de los méritos del P. Jerez— sin duda quieren referirse al P. T o ­
rrecilla— había difundido por todas las Provincias un escrito en que era difamado
el P. Jerez, añadiendo que los que habían ido en contra de él, «acusados de su
propia conciencia se pusieron en fuga disfrazados, hasta que obtuvieron generoso
perdón del ofendido y del embajador d e España en R om a». N i fué verdad lo pri­
m ero ni lo segundo. D e otro m od o n o hay duda alguna que el embajador lo hubie­
ra dicho en las muchas cartas por él escritas al C onsejo de Estado sobre el particu­
lar, com o tam poco lo dijo el P. Jerez, del cual asimismo se conservan varias que
hablan sobre el asunto (Simancas.— Estado.— Legs. 3128 y 3129). Por eso también
querer presentar al P. Torrecilla «com o ém ulo implacable del P. Jerez», ni es exacto
ni v e ríd ico ; y para prueba pueden leerse las cartas que de ambos se conservan
en el A rchivo de Simancas, en las que, al hablar uno del otro„ ni se muestran re­
sentidos ni rencorosos. A mayor abundamiento, hay una carta de varios Capitu­
lares españoles (Rom a, 12 de junio de 1678, L eg. 3 . 128), en que dicen que el
P. Jerez «resentido de no verse reelegido en este Capitulo G eneral», había escrito
al rey una carta llena de quejas contra las elecciones y contra los Capitulares
españoles.
(4) Erario divino, o. c., p. 82.
232 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

En efecto: aun antes de llegar a España y debido a los informes


del mencionado embajador, el Consejo de Estado proponía a S. M. no
se admitiesen en estos reinos a los PP. Torrecilla, Milán, Fuentela-
peña y Barbastro (5). Y para que se llevasen las cosas con tiento, llegó
a nombarse una Junta que también propuso esa misma medida (6).
2. Por su parte el Nuncio, a quien el Consejo de Estado había
insinuado su determinación, comunicaba con fecha 30 de septiembre
de 1678, había intimado la orden de que saliesen de Madrid los Pa­
dres Torrecilla y Milán, habiendo ellos prometido salir al siguiente
día para Alcalá. Añadía que el P. Barbastro se encontraba en Génova
y el P. Fuentelapeña dentro de los confines de España (7). Pero en
realidad de verdad el P. Fuentelapeña, que no regresó con los otros
a España sino poco después, al enterarse del destierro impuesto a sus
compañeros, él mismo se marchó a Portugal, a donde debió llegar a
primeros de noviembre (8), y donde se encontraban ya los PP. To­
rrecilla y Milán desde primeros dé octubre (9).
Allí estuvieron hasta 1681. Al P. Fuentelapeña, teniendo presentes
los servicios prestados al rey al descubrir un complot en Mesina con­
tra los españoles en el tiempo que estuvo en Sicilia de Visitador,
se le levantaba el destierro el 25 de febrero de dicho año (10). A los
otros dos proponía a su vez la Junta el 7 de febrero se les perdonase,
puesto que llevaban ya dos años de destierro y habían purgado sufi­
cientemente su culpa, pero que al venir a España tuviesen que vivir
a 30 leguas de la corte. Sin embargo, en agosto de 1681 todavía se­
guían en Portugal (11).
Veamos lo que entre tanto sucedía en la Provincia. El P. Torrecilla,
al marchar al Capítulo General, dejó por Vicario Provincial al P. An­
tonio de Caller, a la sazón primer Definidor por muerte del P. Fran­
cisco de Yecla, fallecido hacia fines de 1677. Vuelto del Capítulo y al
ser desterrado el P. Torrecilla, en vez de nombrar a dicho P. Caller,
(5) Consejo de Estado del 8 de septiembre de 1678 (Simancas.— Estado.
Leg. 3128)
(6) Ibíd.— Leg. 3129.
(7> Carta del N u n cio (M adrid, 30 de septiembre de 1678).— Ibíd. Leg. 3129.
(8) Carta del P. Fuentelapeña (Yelves de Portugal, 7 de noviem bre de 1678).
Hay también un docum ento de notario (3 de noviem bre).— Ibíd. L eg. 3129.
(9) Carta de los PP. Torrecilla y M ilán (M iranda de D uero, 5 de octubre
de 1678). Ibíd.
(id) C on sejo de Estado del 25 de febrero de 1681.— (Simancas. Estado. Leg.
3064).
(11) Simancas.— Estado. Legajos 3129 y 3065. El rey manda el 17 de
agosto de 1681 se vea ante la Junta que entiende en los asuntos de los Capuchinos,
el memorial de los PP. Torrecilla y M ilán, en que dicen que, puesto que al P. Fuen-
ttlapeña se le había perm itido volver a M adrid, se les permita también a ellos
para dar cuenta y responder ante la Junta.
V IC IS IT U D E S 1 )E C A S T I L L A DESDE 1678 HASTA 1693
233

nombró por Vicario Provincial al segundo Definidor, P. Gregorio de


Guadalupe, por quien aquél sentía bastante predilección por hfber sido
su discípulo. Al mismo tiempo le dió autoridad de convocar y celebrar
Capítulo. Pero todo ello lo llevó muy a mal el P. Caller, y sin reparar
en nada, puso pleito ante el Nuncio, pretendiendo tener derecho a ser
Vicario Provincial por ser primer Definidor y otras razones. Hubo con ese
motivo muchos alegatos en pro y en contra (12). «Y después de ha­
berse fatigado muchos días por una y otra parte, tuvo por bien el
P. Fr. Antonio de Caller de apartarse de dicho pleito y consintió que
el P. Fr. Gregorio de Guadalupe gobernase esta Provincia como Vi­
cario Provincial de ella» (13). Sin embargo, el cronista consigna con
amargor : «Este año (1678) habiendo precedido en la Provincia bien
extraordinarias inquietudes jamás vistas en ella, de suerte que apenas
hubo tribunal en que no se anduviese», el P. Vicario Provincial Gre­
gorio de Guadalupe convocó el Capítulo que se celebró el 17 de di­
ciembre. Y para que nadie pudiese ver en él el menor asomo de am­
bición o de amor a las prelacias, renunció «la, voz pasiva a toda elec­
ción contra las instancias con que los Capitulares le persuadieron no
lo hiciese» (14).
En él fué elegido Ministro Provincial el P. Félix de Bustillo, quien,
aunque estuvo en el úitimo Capítulo General en calidad de Custodio,
no mereció el destierro por su comportamiento, al acatar las insinua­
ciones del embajador español.
3. El P. Bustillo había nacido en 1639. Fué Lector de Artes y
Teología, Definidor Provincial durante cuatro trienios, Guardián de
San Antonio por dos veces y una de La Paciencia. Fué asimismo Vi­
sitador general de la Custodia de Navarra, Predicador de S. M. y Ca­
lificador de la Suprema Inquisición (15).
En dicho Capítulo los asistentes presentaron un memorial al rey
en nombre de la Provincia, pidiendo encarecidamente se les levantase
el destierro a los PP. Torrecilla, Milán y Fuentelapeña (16), gracia
que no consiguieron, como ya hemos indicado. También se hicieron
(12) C fr. T o r r e c il l a . Consultas, alegatos, etc., t. II, 2.« ed., M adrid, 1702,
pp. 416-426, donde reproduce el alegato presentado al N u n cio por el entonces Pro­
curador de la Provincia, P. M ateo de Anguiano, donde se refiere lo sucedido con
muchos pormenores.
(13) E D , p. 82.
(t4 ) Ibíd., p. 83.
(15) Necrologio, o. c., p. 285.— V A , p. 45. N o sabemos a punto fijo cuándo
baya sido designado Predicador de S. M . ni Calificador de la Suprema In qu isición ;
lo era ya en 1689. D eb ió morir hacia fines de noviem bre o principios de diciem bre
de 1694: el 22 de este mes la D efinición presentó al P. M iguel de Pinto para que
«sucediese al M . R . P. Fr. Félix de Bustillo en la predicación de Su M ajestad»
( Viridario, p. 45).
(16) C fr. dicho memorial (Simancas.— Estado. Leg. 3129).
234 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

entonces «algunos apuntamientos y se pusieron algunos preceptos»,


pero de ellos no queda noticia alguna (17).
He aquí, sin embargo de todo lo dicho hasta ahora, un hecho que
tuvo lugar durante el gobierno del P. Bustillo y que nos pone bien
en evidencia el crédito de que gozaban entonces los religiosos de
Castilla.
Ya hemos dicho anteriormente que el P. Fuentelapeña había estado
de Visitador y Comisario de las Provincias de Sicilia, cargo que le con­
fió el P. General por recomendación del rey. Al celebrarse el Capítulo
General de 1678 cesó en su cometido y el rey puso los ojos en el
Padre José de lea, Custodio de la Provincia de Andalucía, para enco­
mendarle dicha misión. Pero intervino el Nuncio, poniendo de parte
del Papa algunos inconvenientes, y propuso en su lugar dos religiosos
de la Provincia de Castilla, ambos Predicadores de S. M., los Padres
Alejandro de Toledo y Manuel de Madrid, a quienes llama «hombres
prudentes», en los cuales Su Santidad había parado mientes para en­
comendarles dicha comisión. El rey escogía el 12 de enero de 1679
al P. Manuel de Madrid y, después de no poco tiempo en que me­
diaron muchos comunicados con el Nuncio para saber las facultades
que se le debían dar. el Consejo determinaba el 23 de septiembre de
dicho año que debía tener la misma autoridad y gozar las mismas
facultades que los otros visitadores (18), como así se hizo.
A mediados de ese mismo año 1679 se trató de fundar un con­
vento en El Toboso, como sus vecinos habían solicitado, pero no pudo
luego llevarse a cabo. Asimismo un año después la villa de Bilbao,
movida por el fruto extraordinario que con su predicación había hecho
el P. Hermenegildo de Madrid, estableciendo al mismo tiempo una
Escuela de Cristo, admiración de todos por las extraordinarias peni­
tencias que hacían sus asociados, pidió también otra fundación en dicha
villa. De momento tampoco pudo lograrse (19).
Por otra parte y para que se vea cómo aun en aquellos años, un
tanto difíciles y agitados, siguió vivo entre los religiosos el entusiasmo
en pro de las misiones y que tampoco se echó de menos el celo de los
Superiores en ese sentido, téngase en cuenta que durante el provin-
ciilato del P. Bustillo volvió Castilla a encargarse por segunda vez
(17) E! Viridario auténtico no los ha consignado, com o tam poco se anotaron
en él los sucesos que en la Provincia tuvieron lugar desde 1677 a 1687, o por m e­
jor decir, creemos que las hojas de dicho manuscrito fueron posteriormente arran­
cadas.
(18) H ay abundante docum entación sobre el particular en el Archivo de Si­
mancas. Estado. Leg. 3129. N o podem os citar el núm ero del docum ento por no
estar numerados.
(19) Cfr. A n d r é s d e P a l a zu e l o , O . F. M . Cap., Convento de Capuchinos de
Deusto (Bilbao), M adrid, 1935, donde se han copiado todos los docum entos relativos
a dicho convento, cuyos originales se conservan en el APC.
v ic is it u d e s d e c a s t il l a d e sd e 1678 h a st a 1693

de la misión del Darién, en octubre de 1680, a requerimiento del Con­


sejo de Indias. Al aceptarla, el P. Provincial no podía por menos de
exponer al Consejo la falta de religiosos en que se encontraba la Pro­
vincia «por haber muerto en cosa de dos años más de ochenta y que
tema otros empleados en la misión de Caracas, que corre por cuenta
de la Provincia de Aragón», aparte de los misioneros que en 1678
habían sido enviados a Sierra Leona. Sin embargo, los designados para
la misión del Darién salieron de Cádiz en enero de 1681 (20).
Antes de finalizar su gobierno el P. Félix de Bustillo, quiso el P. Ge­
neral de ja Orden, Bernardo de Porto Maurizio, visitar las provincias
españolas. Para ello pidió muy atentamente permiso a Carlos II, gracia
que éste le concedía en abril de 1681 (21). El 16 de agosto llegaba a
la corte. Después de ser recibido por el rey con los honores de Grande
de España, visitó la Provincia y presidió el Capítulo, que tuvo lugar
el 30 de septiembre (22).
4. En él fué elegido el P. Bernardino de Toledo por Superior
de Castilla. Había desempeñado ya los cargos de Vicario y Maestro de
nuevos en Segovia, Guardián de Alcalá por dos veces, de Valladolid,
de Toledo también por dos veces y de El Pardo, Custodio de Provincia
y por fin Ministro Provincial, falleciendo el 1 de diciembre de 1683,
nueve meses antes de terminar su trienio (23).
Durante los años de su gobierno nada de importancia tenemos que
señalar en la Provincia, como tampoco en los diez meses que luego
la rigió el P. Antonio de Caller en calidad de Vicario Provincial, hasta
la celebración del nuevo Capítulo Provincial el 30 de septiembre de
1684 Entonces fué elegido por segunda vez el P. Manuel de Madrid,
quien poco después tuvo que pasar a Roma al Capítulo General, cele­
brado en la Ciudad Eterna el 8 de junio de 1685, rigiendo interina­
mente la Provincia el P. Miguel de" Majadahonda, que la «gobernó
todo el tiempo de su comisiatura con mucho acierto y pasó al Señor
poco tiempo después de habérsela restituido a su legítimo pastor» (24).
El P. Provincial, Manuel de Madrid, al asistir al Capítulo General
de 1684 fué elegido Definidor tercero por 121 votos (2$), sucediendo
(20) F é l ix d e G r an ad a , Anales de Castilla, ms. c., p. 129. «Papel segundo
del C onsejo de Indias* (A P C , 1/00014). N o podem os explicam os la causa de tal
m ortandad; quizás algún contagio o peste. En la Provincia de Andalucía habían
muerto por esos mismos años hasta 190 «asistiendo a los enfermos en los lugares
que han padecido contagio en la Andalucía».
(21) Simancas.— Estado.— L eg. 3064.
(22) E D , p. 87.— P o b la d u r a , Los Generales, etc., art. c., p. 276. El M s. 2024
de la B. N ., Noticias de Madrid de 1665 a 1684, f. 99, pone su llegada el dom ingo,
día 17 de agosto, a las siete de la tarde.
(23) Necrologio, o. c., p. 298 .— Erario divino, o. c., p. 91.
(24) E D , p. 94.
(25) F e lic e d a M a r e t o , o. c., p. 167.
236 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL 5 A

así en el puesto del P. Torrecilla. A su llegada a Madrid a los princi­


pios de septiembre de 1685 «la coite y toda la Provincia recibió con
grande alborozo por venir electo en tercer Definidor de toda la Orden».
Hasta el mismo Nuncio, Cardenal Sabbo Mellino, fué a visitarle al
convento de La Paciencia (26).
Traía facultad para celebrar Capítulo o Congregación, pero «no le
permitieron fuese Capítulo los continuos ruegos de los religiosos por
no privarse del singular consuelo que interesaban de su paternal di­
rección» (27). Siguió consiguientemente gobernando la Provincia hasta
1687, en que -(reconociendo que los muchos achaques que había con­
traído en su viaje de Roma, se continuaban sin. intermisión y no le
dejaban llenar el deseo de su ardiente y santo celo, que era visitar
los conventos de la Provincia y examinar sus necesidades para atender
al reparo de ellas, como también a las particulares de cada religioso,
y aunque es verdad que esto lo consiguió desde la celda con no pequeño
consuelo de todos, no obstante, pareciéndole que así no satisfacía bas­
tantemente a su obligación, determinó anticipar el Capítulo cinco meses
antes del cumplimiento de su trienio», como así se hizo el 26 de abril
de dicho año «con suma paz, unión y concordia», saliendo elegido
el P. Gregorio de Guadalupe, que ya para estas fechas era Calificador
de la Suprema inquisición (28). Había sido también Lector de Artes y
Teología, Definidor varias veces, siéndole luego también, así como
segunda vez Ministro Provincial (29).
En dicho último Capítulo se admitieron en principio dos nuevas
fundaciones: una en Bilbao, que de momento tampoco pudo efectuar­
se, y otra en Tarancón, pero solamente en calidad de Hospicio. Asi­
mismo, fuera de otras ordenaciones que los capitulares aprobaron, se
determinó «se instituyesen donados para suplir la falta de religiosos
y hacer las limosnas. También se determinó que en algunas festivida­
des del año se cantase la Misa conventual y que en tiempo del Capítulo
se hiciese memoria de nuestros religiosos difuntos, cantando en el con­
vento del Capítulo un oficio de difuntos con su Misa y Responso asi­
mismo cantado» (30).
Para poner en práctica lo acordado en el Capítulo sobre los dona­
dos, el P. Provincial y los Definidores dieron el 24 de julio de 1687
unas muy importantes ordenaciones, que vienen a ser a modo de re­
glamento especial para ellos, lleno por otra parte de los más interesan­
tes pormenores (31).
(26 E D , p. 94.— V A , f. i8r.
(27) E D , p. 94.
(28) Ibíd., p. 96..
(29) Necrología, p. 107.
(30) E D , p. 98.— V A , f. i9r.
(31) A P C , 4/00025. Son m uv importantes estas ordenaciones que habían de
guardarse «inviolablem ente en lodos los conventos en la recepción, crianza y trato
V IC IS IT U D E S DE C A S llL I - A DESDE 1678 HASTA 1693 237

El 8 de septiembre, fiesta de la Natividad de la Virgen, el propio


P. Guadalupe ponía en la huerta de El Pardo la primera piedra de una
ermira con título de Nuestra Señora de la Paz, «en el propio sitio
r. donde había estado la iglesia antigua de dicho convento» (32). •Y
poco después, en eí mes de octubre, la villa de Carrascosa del Campo,
que constaba de unos cuatrocientos vecinos, solicitaba la fundación de
un convento de Capuchinos, pues convenía «haya religiosos de la dicha
Orden para el consuelo y comunicación espiritual, así de los señores
sacerdotes como de seglares y para el pùlpito y confesonario y culto
divino» (33). Por desgracia, no pudieron satisfacerse los buenos deseos
de los vecinos de la mencionada villa.
Aparte de eso, bien pronto comenzaron las inquietudes y turbu­
lencias que llenarían casi todo el provincialato del P. Guadalupe. En
efecto : en octubre dió comienzo a la visita de la Provincia, que luego
tuvo que interrumpir. Antes de salir de Madrid había dejado al Defi­
nidor más antiguo, a la sazón el P. Torrecilla, con comisión para resol­
ver algunos casos. Pero el Guardián de San Antonio, que le veía salir
\ entrar sin pedirle permiso, lo llevó muy a mal, hasta el punto de que
hubo muchas disputas y alegatos por una y otra parte, con no muy buen
ejemplo de los religiosos, y «se llegó a agriar la materia de manera que
ninguna de las dos partes cedió de su intento» hasta que volvió el
P. Provincial. Se calmaron entonces los ánimos, pero solamente en lo
exterior y de momento (34).
de los Hermanos D onad os» que debían estar «para el servicio del convento y alivio
de los religiosos, com o se acostumbra y está en práctica en otras Provincias de la
O rden».
N in gun o podír ser recibido sin una «diligente inquisición de la vida y costum ­
bres, licencia del P. Provincial y consentimiento de ios religiosos más antiguos de
la com unidad. Antes de vestir el hábito, que era especial, debían ejercitarse och o
días trabajando en la huerta o en otra oficina y ser probados con penitencias y otros
ejercicios espirituales. Vestido el hábito, no podrían salir de casa durante seis
meses, en los que debían recibir una cristiana y religiosa instrucción. Si se con si­
deraban aptos, al año debían ser admitidos a la profesión en la O rden Tercera, y, a
los dos, hacer votos de obediencia y castidad por el tiempo que estuvieren en el
convento. Solamente después de pasado el primer año, se les podría enviar fuera
del convento a hacer los recados. D ebían asistir a casi todos los actos de com uni­
dad, incluso los maitines, decir la culpa com o los novicios, etc.; pero n o podían
vivir en la com unidad, ni tener trato con los religiosos, fuera de los encargados,
los cuales, solamente podían mandarlos, ni debían tam poco ser introducidos en ¡as
oficinas interiores del convento sin «causas muy urgentes». Finalm ente: se estable­
cían los sufragios para ellos y se añadía: «M as se declara y ordena que el que
una vez hubiera sido recibido para donado, nunca será adm itido para religioso
lego».
(32) V A , f. 19V.
(33) A cuerdo de la villa (12 de octubre de 1687) (A P C , 35/00058).
(34) Viridario auténtico, ms. c., pp. 21 y 29. C cn ese m otivo h izo el P. A ntonio
de L a Puebla un erudito alegato que trae el P. Torrecilla, aunque sin decir el n om ­
bre, en su obra Consultas, alegatos, etc., t. II , 2.a ed., M adrid, 1702, pp. 427-491.
138 L\ P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL 5 A

Asimismo otro suceso desagradable vino a causar nuevos distur­


bios. En 1687 el P. Torrecilla fué acusado ante la Inquisición, con tan
mala suerte que fué condenado, y en enero de 1688 se leyó su sen­
tencia en los conventos de San Antonio y de La Paciencia, marchando
luego a cumplir su pena al convento de Segovia, a donde llegó en la
cuaresma de ese año (35). Pero el P. Guadalupe, que era íntimo del
P. Torrecilla, de quien había sido discípulo, comenzó a perseguir y
causar muchos sinsabores y vejámenes a cuantos religiosos consideraba
culpables de la penitencia y prisión del P. Torrecilla. Hasta el punto de
que el P. Francisco de Maderuelo declaraba en 1689 que hacía cinco
años que los PP. Torrecilla y Guadalupe habían gobernado la Provin­
cia «con violencia y opresión que es notorio dentro y fuera de la Reli­
gión». Y el P. Fuentelapeña podía añadir que desde que el P. Torre­
cilla había sido castigado, el P. Guadalupe se portaba de muy distinta
manera: que la Provincia estaba inquieta y hecha una oficina de dis­
turbios y que él había tenido mucho que ofrecer a Dios (36).
En medio de esas perturbaciones tuvo lugar, el 8 de octubre, la
Congregación intermedia, es decir, al año y medio del provincialato
del P. Guadalupe, Congregación celebrada, al decir ingenuo de uno de
los cronistas, «con suma paz y unión». Se mudó entonces el noviciado
del convento de Toledo, donde solamente había permanecido dos años,
al de Alcalá, donde antes había estado. Asimismo para favorecer más
la instrucción de los que, al ingresar en la Orden, no traían suficientes
conocimientos humanísticos para comenzar la Filosofía, «se instituyó
Seminario y símul estudio de Gramática en el Real Convento de
La Paciencia» (37).
Pero más importante que todo eso fué que «a instancias del celo
de algunos religiosos se confirió en Definitorio instituir Misiones como
había sido costumbre laudable, útil y antigua en la Provincia», para
lo cual se designó además el convento de Salamanca y se nombraron
para ello los PP. Matías de Zuaza y Juan ¿e Constantín, con objeto
de que cooperasen «a un fin tan santo y a un dictamen tan seráfico y
según la mente de nuestro amabilísimo P. San Francisco» (38). Y a
ellos se unió luego el P. José de Valderas, que, al terminar entonces
su oficio, de Secretario, lleno de celo por las almas y deseando con vivas
ansias dedicarse de lleno al ministerio de Jas misiones, pide se le con-
Et m ism o P. Torrecilla dice en otra obra, Apolosema, etc., p. n o , que es del
citado P. L a Puebla.
(35) A . H . N .— Inquisición. L eg. 107, n.° 33. Proceso hecho por la Inquisición
de T o le d o contra los PP. José y Buenaventura de T o le d o y G regorio de Guadalupe,
ff. 3 ir, ¿8 y 29.
(36) Ibid., ff. 7, 12 y 13V.
(37) V A , pp. 22-23.— E D , p. 98.
(38) V A , p. 24.
V IC IS IT U D E S D E C A S T IL L A D E S D E 1 6 7 8 H A S T A 1 6 9 ? '39
1
ceda esa gracia «por fin y corónide del oficio de Secretario» (39), como
en efecto lo consiguió. Desde entonces los dos conventos, el de Valla-
drtlid y el de Salamanca, fueron centro especial de celosos misioneros,
dedicados muy particularmente a predicar misiones en pueblos y ciu­
dades durante varios meses seguidos.
5. Aunque, según hacíamos notar arriba, el cronista apuntaba que
la mencionada Congregación de 8 de octubre de 1688 se había cele­
brado «con suma paz y unión», creemos sinceramente que no fué así,
como lo dirán los hechos.
Efectivamente: en esa Congregación, «por justos motivos que re­
sultaron de la visita de este convento de San Antonio y cargos que se
le hicieron al dicho P. Guardián, la Definición determinó no reelegirlo,
nombrando otro en su lugar. Y desde este punto, el dicho P. Guardián
que era en este convento, con otros Padres que le favorecían para sus
fines, uniformemente pidieren a nuestro M. R. P. General les enviase
Visitador a esta Provincia, valiéndose para conseguir dicho intento de
todos los medios posibles, así en esta corte como en la de Roma, con
que lograron su intento» (40).
El P. General envió por Visitador al P. Miguel de Santo Domingo,
Ex-Provincial de Navarra, quien trajo por su consultor al P. Jaime de
Corella, «bien conocido por sus escritos y misiones aue hizo con gran­
de crédito y fruto en varias partes, aunque iba de visita». El P. Miguel
de Sto. Domingo, habiendo visitado los conventos de Madrid, El Pardo,
Segovia y Salamanca, llegó al de Toro, donde falleció. Pero los reli­
giosos descontentos no se dieron aún por satisfechos y lograron viniese
un nuevo Visitador, el P. Basilio de Alcira, de la Provinciá de Valencia,
Calificador de la Suprema Inquisición, en cuyo tiempo «hubo en la
Frovincia los mayores disturbios y escándalos que se habr?n visto» (41).
«Se excitaron nuevas inquietudes y escándalos, así fuera como dentro
de la Religión, intentando por varios modos los dichos Padres mudase
y alterase las cosas, y que para mudar con algún título los religiosos,
prosiguiese la visita para tener zanjadas las cosas v las familias de suerte
que, sacando en ellas los discretos de su parcialidad, fuese el Capítulo
según un plante que para ello tenían ideado» (42).
(39) Ibid., pp. 25-26.
(40) Ibid., pp. 29-30. Según un memorial del P. A ntonio de T rujillo a Car­
los IT, se había relajado la observancia resillar y los prelados eran remisos en
castigar a los culpables, por lo que ios más celosos habían pedido un Visitador.
Adem ás echa la culpa de todo lo sucedido a la elección de los D iscietos capitulares
(Cfr. B a s il io de R u b í , O . F. M . Cap., Abrogación de los Discretos Capitulares, en
Estudios Franciscanos, 49 (1948), pp. 411-12, notas 4 y 5, donde se citan los d o ­
cumentos sobre este asunto existentes en el A rchivo de la Embajada de España
ante la Santa Sede).
(41) V A , p. 30.
(42) E D , p. 100.
240 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL 5 A

Mudó muchos religiosos sin razón alguna, alegando tenía autori­


dad para ello; visitó algunos conventos por su Secretario; a los Pa­
dres Guardianes de La Paciencia y Laguardia puso en la cárcel con
gran escándalo (43). Y con esos antecedentes, hechos los Discretos a
su gusto, convocó el Capítulo, que él mismo presidió, el 6 de octubre
de 1690, en el que fué elegido Ministro Provincial el P. Antonio de
Fuentelapeña; pero, habiendo renunciado por sus achaques, se elegió
al P. Antonio de Trujillo, que por cierto no era del gremio capitular.
Pero además: el P. Alcira hizo elegir por Custodio segundo para Roma
a su consultor, el P. Miguel de Alicante, elección que estaba en contra
de las Constituciones y que luego tuvo que subsanar el Papa (44).
En dicho Capítulo Provincial se hicieron nuevos apuntamientos y
por su parte el P. Visitador dió también los suyos. En ellos se mandaba
que ningún religioso con ningún pretexto tuviese «bolsa, dependencia
de cuentas o dinero»: «que a los religiosos que hubieren estado en la
Santa Inquisición penitenciados, no se les ponga de familia en los
conventos de Madrid, El Pardo, Cubas y Alcalá, y que dichos religiosos
penitenciados por el Santo Tribunal declara quedan incursos en las
penas de privación de voz activa y pasiva». «También envió otro de­
creto a todos los conventos de la Provincia para que los Padres Guar­
dianes despidiesen a los donados que no fueren aptos para ser recibi­
dos para religiosos legos, y se hizo apuntamiento en que se ordena
con precepto formal de santa obediencia se observe este decreto y que
en adelante no se reciban donados sin especial orden de nuestro
Rmo. P. General» (45).
En dicho' Capítulo de 1690 cesaba en su cargo el P. Gregorio de
Guadalupe. Contra él, y asimismo contra los PP. José y Buenaventura
de Toledo, hizo la Inquisición un famoso proceso, en el que fueron
acusados de dirigir y tratar una beata iluminada, por nombre María
de la Paz. En él salieron a relucir otras muchas cosas, siendo a la ver­
dad fiel reflejo del estado de la Provincia durante casi un decenio: modo
de gobernar del P. Guadalupe, intrigas y persecuciones, descontentos
y disturbios entonce» ocasionados, etc. Dicho proceso, aunque comen­
zado ya a mediados de 1689, no se terminó hasta el 30 de marzo de
1694, en q^e el P. José de Toledo fué condenado a ser preso y recluso
y a que se le hiciese proceso definitivo, y los otros, PP. Gregorio de

(43) Ibid.— V A , p. 30.


(44) Ibid.
(45) V A , p. 31. Prueba de que nada se consiguió con esta visita son los hechos
que narraremos en otro capítulo y sobre todo el inform e de'l P. A ntonio de La
Puebla, a la sazón M inistro Provincial, y de los Definidores al P. V icario General
de la O rden en 1700, don de se echan de ver las divisiones existentes aun en la
Provincia y que ya venían de años atrás (Cfr. dicho inform e en A P C , 45/000053).
V IC IS IT U D E S DE C A S T IL L A DESDE 1678 HASTA 1693 241

Guadalupe y Buenaventura de Toledo, a ser presos y reclusos en un


convento de la Orden (46).
Sin embargo no deja de ser extraño que justamente tres años des­
pués de eso, en 1697, el P. Guadalupe fuese elegido segunda vez Mi­
nistro Provincial de Castilla.
6. Hecho ese breve paréntesis que sólo incidentalmente, por ha­
cer a nuestro propósito, hemos querido anotar, seguiremos la narración
de los hechos que tuvieren lugar posteriormente a la elección del Padre
Antonio de Trujillo en Ministro Provincial.
El P. Trujillo había nacido en 1636. Antes de entrar en la Orden
había seguido la carrera militar, llegando a ser capitán de caballería,
y en calidad de tal asistió a la batalla de Yelves, donde hizo prisione­
ro a un cabo portugués, que luego tomó el hábito franciscano (47).
Y, según propia confesión, terna que llorar mucho por su mala vida (48).
El 20 de junio de 1661 recibía el sayal capuchino en el noviciado
de Salamanca y se ordenaba. sacerdote en 1668. En 1677 fué desig­
nado por la Congregación de Propaganda Fide Prefecto de la nueva
misión 3 Guinea y Sierra Leona, encomendada a la Provincia de Cas­
ulla. En ella trabajó con entusiasmo por los intereses de los indígenas
y de los misioneros y en contra de íos portugueses, que a toda costa
querían hacer fracasar la misión (49).
Dos meses solamente después de su elección para Provincial de
Castilla, a mediados de diciembre de 1690, emprendía el camino de
la Ciudad Eterna para asistir al Capítulo General que allí debía tener
lugar al siguiente año el 18 de junio. Dejaba por Vicario Provincial
al P. José de Madrid, que, aunque muy benemérito y siendo Predica­
dor de S. M ., no formaba por cierto parte del Defmitorio. Y los cro­
nistas quieren indicarnos que también este nombramiento fué obra
del P. Visitador Basiüo de Alcira, quien siguió al parecer con su cargo
hasta !a celebración del mencionado Capítulo General (50).
El P. Trujillo llevó a Roma un asunto de bastante importancia
para la Frovincia, cual fué la de conseguir una Bula o Breve del Papa
en que se aboliesen los Discretos capitulares en Castilla. Para eso
obtuvo de Carlos II cartas de recomendación para su embajador en
(46) Cfr. dicho proceso. A. H . N .— Inquisición. Leg. 107, n.° 33, ff. 12,
18 y 25.
(47) M a t e o d e A n gu ia n o, O . F . M . Cap., Segunda pane de la Crónica de
los Menores Capuchinis de nuestro Seráfico P. S. Francisco de esta Provincia de
la Encamación de las dos Castillas... Libro segundo... Misión de Sierra Leona.
M s., f. 247v. (B. N .— M s. 18.178).
(48) Ibid.. f. 249.
(49) Necrologio, p. 27.
(50) Cfr. V A , pp. 30-32. »
242 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

Roma (51). De momento nada se consiguió; pero continuó trabajando


en ello hasta legrarse en 1Ó93, como veremos más detenidamente.
Vuelto del Capítulo General, celebró la Congregación intermedia
el 24 de octubre de 1691 y luego esperó la visita del P. General, Ber-
nardino de Arezzo, para quien obtuvo el permiso de venir a Espa­
ña (52), aunque por otra parte Carlos II estaba muy bien informado
de su valer, ya que le había propuesto para General (53).
El iS de marzo de 1692 entraba el P. Arezzo en Madrid y era
recibido con grandes honores por la Nobleza. El 24, en la recepción
concedida por el rey, se cubría en su presencia de Grande de ''España
de Primera Clase (54). Luego dió comienzo a la visita de los conven­
tos de Castilla, y a continuación presidió el Capítulo Provincial en
San Antonio del Prado el 16 de mayo de dicho año. En él fué elegido
Ministro Provincial el P. Bernardino de Madrid, con cuyo gobierno
se abre nueva época en la historia de Castilla.
7. Terminamos este capítulo, como los anteriores, indicando so­
meramente algunas otras cosas de interés, relativas principalmente a
determinadas actividades de los religiosos, y desde luego podemos
afirmar que, no obstante las circunstancias por que atravesó la Pro­
vincia, poco propicias, a la verdad, sin embargo no faltaron notables
escritores que en esos catorce años dieron a la publicidad obras muy
estimadas. Tales fueron, entre otros, los PP. Martín de Torrecilla,
Gregorio de Guadalupe, Antonio de Fuentelapeña, Agustín de Za­
mora, Gregorio de Salamanca, Isidro de León, Francisco de Maderue-
Io y José de Madrid.
N i se distinguieron menos los predicadores, lo mismo en las mi­
siones que en otras clases de apostolado. Citamos solamente algunos
de los más señalados: PP. Hermenegildo de Madrid, Ambrosio de
Madrid, Manuel de Vitoria, José de Valderas, Francisco de Esquí-
(51) Según carta del M arqués de C ogollu do (Rom a, 27 de m ayo de 1691), en
un despacho del rey de 19 de diciem bre de 1690 «m e manda V. M . solicite se
expida un Breve, abrogando la elección de discretos de ella [la Provincia d e Cas­
tilla] por los m otives que contiene el memorial incluso» (Simancas.— Estado.—
Leg. 3.080). C fr. dicho memorial del P. Trujillo, citado en la nota 40, en el P. R ub I,
artículo también citado. Por él consta que el P. T ru jillo Comenzó a trabajar en la
abolición de los discretos al p oco tiem po de su elección.
(.52) C onsejo de Estado de 9 de octubre de 1691 (Simancas.— Estado. L eg. 3.080).
( 53 ) Carta del Marqués de C ogolludo (Rom a, 24 de junio de 1691), Ibid, Llama
al P. General «teólogo del G ran D uqu e y también del Cardenal de M édicis, sujeto
de gran graduación, virtud y benemérito del em pleo».
(54) E D , p. 104.— R o b l a d u r a , art. c., pp. 286-289.— Viridario, p. 33. A quí se
dice que de la entrada del P. General en M adrid «y circunstancias individuales de
ella escribió una carta impresa D . Carlos Valdivias en la cual se puede ver». A si­
mism o el recibim iento hecho en Segovia el 11 de abril a instancias de D . Luis
de Contreras, M arqués de Lozoya, y «las particularidades de esta entrada se im p ri­
mieron en una carta escrita p o r el Ventero de Fuenfría».
V IC IS IT U D E S DE C A S T IL L A DESDE 1678 HASTA 1693 243

vias, Isidro de Madrid, José de Sevilla, Félix de Alamín, Rafael de


Pinte, Francisco de Maderuelo y Miguel de Pinto. A los que forzoso
es añadir los que fueron Predicadores de S. M., PP. Félix de Bustillo,
Manuel y José de Madrid, y el P. Miguel de Lima, que obtuvo en
estos años dicho honroso título, al que juntó más tarde el que le con­
cedió el propio emperador de Alemania.
Asimismo entre los Calificadores de la Suprema Inquisición fué
admitido el P. Gregorio de Guadalupe.
Y por lo que respecta a la Orden Tercera, siguió también pro­
pagándose con celo, dándose hábitos en todos los conventos y a toda
clase de personas. Además: nuevamente se vuelve a insistir y de­
fender el derecho de los Capuchinos a darlos, como lo hizo el P. T o­
rrecilla con su Ventilabro formal, legal, apologético y seráfico, 1685,
y el P. Francisco de Maderuelo en su Doctrinal erudición de Terce­
ros, 1689 y 1691.
C A P IT U L O XI

U n c o n v e n t o y t r e s in t e n t o s d e f u n d a c ió n

i. Convento de Teaancón.— 2. Fundación frustrada en El Toboso.—


3. Id. en Piedrabuena.— 4. Id. en Carrascosa.

1. La importante villa de Tarancón contaba a mediados del si­


glo XVII con unos ochocientos vecinos. Por eso mismo, viendo que
los sacerdotes no eran suficientes para el cuidado espiritual de los
fieles, había deseado tener años antes un convento de religiosos. Se dirigió
en 1682 a los Padres Trinitarios Descalzos que habían fundado con­
vento en Santa Cruz de la Zarza; mas el obispo de Cuenca, «por
justas causas que a ello le movieron, no vino en conceder la dicha li­
cencia» (1). Cuatro años más tarde, en 1686, se trató el asunto con
los Padres Mercedarios Descalzos, y, después de tener ya acordada
con ellos la escritura, les negaron la licencia el Obispo y el Consejo;
con ja particularidad de que el Sr. Obispo manifestó entonces que sabía
sobradamente que Tarancón necesitaba un convento, pero que no da­
ría permiso para fundar sino a los Capuchinos (2).
Después de las convenientes gestiones con los Superiores de Cas­
tilla, al celebrarse el Capítulo Provincial el 26 de abril de 1687, fué
aceptada la fundación, aunque solamente como hospicio o residencia,
nombrándose al efecto como Presidente al P. Miguel de Valladolid,
Misionero Apostólico (3).
El 27 de julio de ese año se tomó la posesión en el Hospital de
Nuestra Señora de la Salud, destinado para su vivienda (4). Al si­
guiente día se ajustaron las condiciones de fundación, que eran las
siguientes: La villa dejaría a disposición de los religiosos algunas ca-
(1) T om am os estos datos de lo depuesto por los testigos en el Inform e que
se hizo con m otivo de los sucesos, al parecer extraordinarios, que tuvieron lugar en
la fábrica del convento (1704) (A P C , 24/00035).
(2) Cfr. la escritura de fundación (28 de julio de 1687) (A P C , 24/00003).
(3) E D , p. 98.
(4) Inform e citado, declaración del primer testigo (A P C , 24/00035).— M o n ­
z ó n , m s. c., f. 55r.
UN CONVENTO Y T RES IN T E N T O S DE F U N D A C IÓ N 245

sas para que en ellas viviesen hasta que se fabricase el convento; les
atendería mientras tanto con sus limosnas y, si ayudaba luego a la ma­
yor parte de la fábrica, quedaría por patrona del convento. Por su
parte la Orden se comprometía a escoger sitio conveniente para el
convento y, una vez levantado, que hubiese en él, aparte de otros
religiosos, al menos cuatro confesores y predicadores a satisfacción de
la villa, los cuales quedaban obligados a predicar todos los años tres
días en cada semana de Cuaresma (5).
Los religiosos, una vez tomada la posesión, pasaron a vivir a una
casa particular donde estuvieron seis meses, mientras se arreglaba con­
venientemente el hospital, que luego pasó a ser hospicio o residencia
donde estuvieron nada menos que seis años, hasta que, cansados de
no poder llevar reglamentariamente su vida regular, se determinaron
a hacer convento o dejar la fundación. Pero a fe que durante esos
seis años fueron muchas y muy grandes las contradicciones que hu­
bieron de pasar. Vinieron las primeras de los Padres Trinitarios Des­
calzos, quienes alegaron tener más derecho por haber firmado con an­
terioridad un contrato de fundación con la villa; mas ese reparo
se venció, sometiendo el asunto a votación de los vecinos, votando
todos a favor de los Capuchinos, a excepción de cuatro (6). N i faltó
tampoco la oposición de los Observantes de Huete por motivo de las
limosnas, pero tampoco surtió efecto (7).
Por fin se decidieron los Superiores de la Provincia a levantar el
convento por cuenta de la Provincia, en vista de que pasaban los años
sin que se diesen para ello ni limosnas ni donativos de importancia.
Y obtenida la licencia del Consejo de Ordenes el 9 de octubre de
Í692 (8), el 23 de noviembre de ese mismo año se escogió sitio a
propósito en unas casas sitas en la plazuela de San Pedro (9). El 10
de mayo del año siguiente se colocó la Cruz en los terrenos elegidos,
y el 11 el Sr. Obispo de Cuenca, D. Alonso Antonio de San Martín,
revestido de pontifical y acompañado de sus capellanes, bendijo el sitio
y colocó la primera piedra de la iglesia (xo), que se dedicó desde en­
tonces al Eterno Padre, asistiendo a esa ceremonia el P. Antonio de
Fuentelapeña, fomentador entusiasta de dicha devoción (11).
Todo marchaba bien cuando en julio se recibió la noticia de ha­
berse opuesto a la fundación no sólo los Trinitarios sino también los
(5) Cfr. escritura de fundación ya citada.
(6) Inform e ya citado, declaración del primer testigo.
( 7) M o n z ó n , m s. c ., f. 55r.
(8) A sí se dice en la licencia definitiva del rey y del C onsejo (14 de noviem ­
bre de 1693) (A P C , 24/00010).
(9) V A , p. 35.
(10) Ibid., p. 37.
(11) Inform e ya citado.
246 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

diputados dei reino, alegando se había hecho sin su licencia, consiguien­


do se suspendiese la obra por una provisión del Consejo de Castilla
del 3 de junio de 1693 (12).
Pero los Capuchinos no se dejaron ganar la partida; recurrieron
también ellos al Consejo, donde se entabló pleito; el Consejo declaró
por nula la licencia dada por el Consejo de Ordenes; pero, alegando
los Capuchinos habían llevado adelante la fundación en la creencia
de que era suficiente dicha licencia, el Consejo de Castilla, teniendo
en cuenta que se hallaba muy adelantada la fábrica, mandó se le pi­
diese nuevamente licencia, que Carlos II y el Consejo concedieron ge­
nerosamente el 14 de noviembre (13).
Mientras iban adelante las obras del convento e iglesia, fueron de­
jados con tal fin dos importantes legados: uno de dos mil quinientos
ducados, de D. José Beltrán, vecino de Tarancón, aceptado el 6 de
octubre de 1694, que al 6 ° n0 pudo cobrarse (14), y el otro de diez
mil ducados que, aunque con diferente destino, fueron luego aplica­
dos a dicha fábrica, pero que debiendo ser cobrados por censo, no
hubo tampoco, posibilidad de conseguirlos (15). Por eso mismo la
Provincia se vió obligada a proseguir la obra por su cuenta y riesgo,
acudiendo a las limosnas de los fieles y a otros donativos indiferen­
tes, ya que la misma villa de Tarancón tampoco se mostró muy pro­
picia a cumplir sus compromisos. Por ello les recrimina el síndico de
los religiosos y les requiere paraque lo hagan, alegando en cambio,
por parte de los Capuchinos, el exacto cumplimiento de sus obliga­
ciones contraídas, «alimentando a los vecinos de esta villa con el pábulo
espiritual de la predicación y doctrina y asistiendo a los enfermos en
el artículo de la muerte,* ayudándoles a disponerse para bien morir, y
a los confesonarios, arreglándose a la obligación hecha por la Religión,
no faltando en alguna cosa a ella» (16).
Todo el tiempo que duraron las obras, en las que trabajaron a
veces hasta 130 hombres, tales cosas sucedieron, que parecieron a todos
sorprendentes y milagrosas. Tan es así, que en 1704 se hizo un proceso
(12) V A , p. 38, y ¡icencia dei rey y del C onsejo ya citada.
(13) A sí se dice en dicha licencia.
(14) Aceptación de dicho legado por el P. Provincial, Bernardino de M adrid,
con destino a una capilla que debía levantarse en la iglesia (6 de octubre d e 1694)
(A P C , 24/00011 y 24/00012).
(15) Escritura de cesión de un censo de diez mil ducados a favor del convento
de Tarancón (12 de diciem bre de 1695) (A P C , 24/00015), y dificultades para su
cobranza (A P C , 24/00027).
(16) Requerim iento hecho a la villa por el síndico de los Capuchinos (23 de
diciem bre de 1696) (A P C , 24/00013).
UN CONVENTO Y TRES IN T E N T O S DE F U N D A C IÓ N 247

informativo con deposición de muchos testigos, todos unánimes en afir­


mar esos hechos extraordinarios (17).
La fábrica vino a costar más de treinta mil ducados y fué dirigida
en su mayor parte por los PP. Ignacio de Almeida y Baltasar de To­
ledo (18). «Finalizóse en el término de cinco años el más bien dispuesto
convento que tiene esta Provincia y el primero que sabemos haberse
dedicado al Padre Eterno, en que se corrigieron las faltas de los ya
fundados y no quedaron yerros que enmendar a los venideros» (19).
La traslación del Santísimo se llevó a cabo el 11 de octubre de 1697.
asistiendo el Sr. Obispe de Cuenca, los Superiores de la Provincia con
el P. Provincial, Gregorio de Guadalupe, y asimismo otros Padres gra­
ves. Se celebró a continuación un solemne triduo de fiestas, corriendo
el primer día a cuenta del Obispo y predicando un canónigo de Cuenca;
el segundo día !o hizo la villa, predicando el P. Bernardino de Madrid,
Predicador de S. M., «muy del asunto y doctrinal»; el tercero lo hizo la
Provincia, predicando el P. José de Madrid, «tan admirablemente que
no hay palabras con que ponderarlo; tanto que nos pareció a todos que
de cuantas veces le habíamos oído, en ninguna ocasión había llegado
?. ésta» (20).
El convento era regular y proporcionado; tenía 17 celdas al interior
y siete al exterior, midiendo cada una 5,50 m. de largo, 3,10 de ancho
y 3,50 de alto. Tema además buena huerta, en la que no faltaba la
noria ni el estanque para el riego. Tenía también un patio de empa­
rrados, casa de colada, gallinero y corral, enfermería, con su oratorio
y jardín, y por fin, al lado, una casa para el mozo o criado del con­
vento, que comprendía: una habitación, cocina, leñera, pajar, gallinero,
porcal y corral, con su pozo en medio (21).
La iglesia, que aun se conserva y que hoy en día ha sido ce­
dida a los Menores Conventuales, era sin duda alguna una de las
mejores y mayores de la Provincia. Mide 38 metros de longitud por
24 de anchura en el crucero y 10 en la nave central; forma una cruz
latina bien regular y con bóveda y cúpula; aquélla, elegante; ésta, algo
mezquina, irregular y no muy graciosa, de media naranja. Tenía dos
altares en el crucero, dedicados a la Inmaculada y a San José, y luego
cuatro capillas, a las que se da acceso por el crucero, estando rodeadas
de verjas.
En la iglesia había varios lienzos grandes: el del Padre Eterno, que
formaba el retablo del altar mayor; los de San Antonio y de San Félix
(17) C fr. el Inform e arriba citado (A P C , 24/00035), y M on zón » ms. c., ff. 55
y 56.
(18) Cuentas de la obra (A P C , 24/00042).
(19) M onzón , ms. c., f. 56r.
(20) V A , pp. 56 y 57.
(21) Plano del convento (A P C , 24/00043).
LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S D li C A S T IL L A

de Cantaücio, lecibiendo en sus brazos el Niño Jesús de manos de


Nuestra Señora de la Salud; el de Nuestra Señora del Sagrario, del
Ecce Homo, de Jesús atado a la columna, el de la Inmaculada, etc. Tam­
bién había, entre otras, las siguientes imágenes: de San Francisco, de
San Fidel de Sigmaringa, de S. José de Leonisa y de San Félix de
Cantalicio.
2. F u n d a c i ó n d e E l T o b o s o . — En la villa de El Toboso, tan
celebrada en su inmortal obra por el autor del Quijote, hizo levantar
un convento D. Alejo Martínez de Morales, convento destinado
para una comunidad de religiosas. Mas, al no poder ir éstas, el P. Pro­
vincial de Castilla, Félix de Bustillo, logró en 1678 se diese a los
Capuchinos, comprometiéndose 3 conseguir el necesario permiso de las
ciudades con voto en cortes (22). Efectivamente: el P. Bustillo pidió
dichas licencias v sabemos obtuvo las de Plasencia, Palencia, Guada­
lajara, Cuenca y Valladolid, al menos (23); sin embargo, la fundación
no siguió adelante, tal vez porque no se lograren las licencias de las
restantes ciudades.
3 F u n d a c i ó n d e P i e d r a b u e n a . — Ya antes de 1686 se había so­
licitado por esta villa de Ciudad Real la fundación de un convento
de Capuchinos, que no pudo realizarse por muchas causas y no menos
dificultades. Pero en ese año, y precisamente el señor de la villa, Conde
de Piedrabuena, después del fallecimiento de su mujer, solicitó de nuevo
la fundación, para la cual ofrecía considerables limosnas y legados (24).
Para examinar las conveniencias o desventajas de ella, el P. Casi­
miro de Deza, a quien el mencionado Conde había expuesto su deseo,
fué comisionado por los Superiores para tratar de las condiciones pues­
tas por el Conde y por la villa (25). Pero sus informes fueron desfavo­
rables. Piedrabuena, al igual que ios pueblos circunvecinos, por ser
bastante pobre, no se encontraba en disposición de sostener con sus
limosnas los religiosos que pudieran ser enviados a tal convento. En
vista de lo cual no se siguió adelante en la fundación (26).
4. F u n d a c i ó n d e C a r r a s c o s a . — La villa de Carrascosa del Cam­
po (Cuenca) contaba en 1687 más de cuatrocientos vecinos, pero no
estaba espiritualmente bien atendida. Por lo cual en público concejo
acordaron pedir a los Capuchinos la fundación de un convento, persua­
didos de la conveniencia de que «haya religiosos de la dicha Orden para
(22) A cu erdo de la ciudad de Plasencia sobre concesión de licencias para la
fundación d e El T o b o s o (15 de junio de 1679) (A P C , 35/00141).
("23) C fr. dichas licencias en A P C , 35/00140 a 35/00144.
(24) Carta del con de de Piedrabuena (2.1 de diciem bre de 1686) (A PC , 35/00145).
(25) C ondiciones para la fundación (sin fecha) (A P C , 35/00149).
(26) Carta e inform e del P. Casim iro de Deza, Capuchino (Villarrubia, 17 de
enero de 1687) (A P C , 35/00147).
UN CONVENTO Y TRES IN T E N T O S DE F U N D A C IÓ N 249

el consuelo y comunicación espiritual así de los señores sacerdotes como


de seglares y para el pùlpito y confesonario y culto divino». Con tal
objeto les ofrecieron la ermita de Santa Ana, que estaba un poco a las
afueras de la villa y que tenía tierras de su pertenencia, con aguas
también muy saludables para beber y de riego, prometiendo asimismo
hacer otros donativos y concurrir con su trabajo personal a levantar el
convento. Esos mismos acuerdos aprobó también e hizo suyos el cabil­
do eclesiástico (27).
Con tal fin se escribió seguidamente al P. Provincial, exponiendo
esos.deseos y al propio tiempo las ventajas de la fundación (28). Pero,
como las mencionadas, tampoco ésta logró el éxito apetecido.
(27) A cuerdo del vecindario (12 de octubre de 1687) y del cabildo eclesiástico
(21 de octubre de 1687) (A P C , 35/00058).
(28 Carta de la villa al P. Provincial (22 de octubre de 1687) (A P C , 35/00058).
C A P IT U L O X II

N u e v a m is ió n al D a r ié n

i. Castilla se encarga de esta misión segunda vez. — 2. Pocos éxitos


alcanzados.— 3. Capuchinos castellanos en otras misiones de A m é­
rica.—4. En la de L os Llanos de Carracas.— 5. En la de Cumaná.

1. Terminábamos la narración de los sucesos ocurridos en la mi­


sión del Darién diciendo que la Sda. Congregación de Propaganda, al
recibir el informe del P. Provincial de Castilla, Francisco de Yecla,
sobre cuanto en ella había tenido lugar, le escribía (4 dé febrero de
1659) animándole a proseguirla y a enviar otros misioneros, sin ate­
morizarse por las dificultades surgidas (1).
Pocos años después (marzo de 1666) el Cabildo de Cartagena pedía
asimismo al Consejo de Indias fuesen enviados nuevos misioneros al
Darién (ia).
Sin embargo de eso, nada se hizo hasta 1677. La iniciativa de
mandarlos ahora partió del P. Eusebio de Sevilla, quien, en carta al
citado Consejo (30 de noviembre de 1677), pide con apremio se interese
porque así se haga (2). Cün esa finalidad el Consejo se dirigió al
P. Provincial de los Capuchinos de Andalucía; mas éste contesta (21 de
diciembre de 1677) diciendo no puede enviar religiosos de su Provincia
por tener que atender a las misiones de Los Llanos y Cumanagotos y
asimismo a los presidios de San Miguel o Mámora, Melilla y el Pe­
ñón (3).
En vista de esa contestación y de que por aquellos años habían

(1) Carta de la Congregación al P. Provincial de Castilla (4 de febrero de 1659)


(B. N .— M s. 3818, ff. 37-38). D el acta de la Congregación del 1 de ju lio de 1658
se desprende que el P. M iguel de M adrid había sido enviado a España en busca
de nuevos operarios, a frn de que aquellos pueblos, débiles aun en la fe, no volviesen
a caer en la idolatría por falta de quienes les instruyesen (Cfr. C e s in a l e , o . c ., p. 715,
nota 1)
(ia ) Cfr. dos cartas (del C abildo en este sentido (B. N .— M s. 3561, ff. 29-30).
(2) Dicha carta se encuentra en el A rch ivo de Indias. Santa Fe. Leg. 255. D e
los docum entos que aauí se encuentran nos valdremos principalmente.
(3) Ihiá.
NUEVA M IS IÓ N AL D A R IÉ N 251

muerto de la Provincia de Andalucía hasta 190 religiosos (4), el Con­


sejo se dirigió con la misma propuesta al Provincial de Castilla, P. Fé­
lix de Bustillo (5). Este responde al Consejo (5 de octubre de 1680) que,
no obstante haber salido en 1678 para Sierra Leona una misión de
catorce religiosos, enviaría asimismo siete al Darién, y con ese objeto
remite a los conventos una circular, para que lo soliciten cuantos de­
seen ir (6).
Entre los que se ofrecieron se contaron «más de cuarenta religio­
sos de todos estados y los más fueron gente moza». De ellos se escogie­
ron los siete siguientes: PP. Bernardino de Madrid, Prefecto; Agustín
de La Nava del Rey, Vice-Prefecto; Matías de Zuaza, Baltasar de To­
ledo, Jerónimo de Picdrahita, Agustín de Granada y Fr. Pedro de
Madrid (7). A ellos hay que añadir también el P. Esteban de Pas­
trana (8).
Así escogidos los misioneros, el P. Provincial solicita del Consejo
se les den las cosas necesarias para el viaje y para comenzar su obra
evangelizadora (9), a lo que el Consejo accede de muy buen grado
(19 de octubre de 1680), mandando vaya uno en cada una de las
galeras que se dirigían a Indias (10). Ordenó también que dicha misión
dependiese directamente del Provincial de Casulla (26 de octubre de
1689) (11) y de ninguna manera del Comisario general de Misiones,
al que estaban sujetas las demás.
Dispuestas así las cosas, el mismo rey daba las órdenes convenien
(4) Carta del C onsejo al P. Provincial de Castilla ( i de octubre de 1680)
(A P C , 1/00014, p. 127, «Papel primero del Consejo de Indias sobre Jas misiones
del D arién»),
(5) Ibid.— C fr. la misma carta en el tantas veces citado M s. 3.818, de la
B. N ., ff. 114-115.
(6) Copia de dicha carta del P. Provincial a los conventos (9 de octubre
de 1680) en el citado ms. 3.818, ff. 113, y en ei A P C , 1/00014, pp. 129-30.
(7) O bediencia del P. Provincial, Félix de Bustillo, para el P. Bernardino
de M adrid y nombramiento de Prefécto y d e misioneros (26 de octubre de 1680)
(M s. 3.818, ff. 109-111).
(8) A sí lo pone también el P. A n g u ia n o (Vida, etc., o. c., p. 300), com o pone asi­
mism o, en lugar de Fr. Pedro de M adrid, Fr. Gaspar de Salamanca. Y desde
luego podem os decir que ciertamente u n o y otro fueron enviados a la misión. La
Congregación ratificaba el nom bram iento el 20 de julio d e 1682 (Cfr. C e s iu a l e ,
o. c., p. 715, nota 2).
(9) Cfr. el citado ms. 3.818, f. 112, y A rch ivo de Indias, Santa Fe, L eg. 255,
donde se dan pormenores muy curiosos sobre lo que se debe entregar a los
misioneros.
(10) A rch ivo de Indias.— Santa Fe. L eg. 255.
(11) La razón d e esta determinación era que por esa fecha el P. Francisco de
Tauste, Capuchino de la Provincia de Aragón y célebre m isionero en Cumaná, poco
contento al parecer con que el P. Provincial de Andalucía fuese Com isario general
de las M isiones Capuchinas, presentó ante el Consejo d e Indias una solicitud,
pidiendo fuese designado en su lugar el Provincial de Castilla (C fr. M s. 3.818,
f. 101, y A rchivo de Indias. Santa Fe, L eg. 255).
252 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

tes para que se proveyese a los misioneros de lo necesario, permitién­


doles tener hospicio o casa a donde pudiesen ir los enfermos a repo­
nerse o curarse (12). Lo mismo ordenaba a la Casa de Contratación, al
Obispo, al Presidente y Oidores de Panamá, a fin de que se les prove­
yese de libros, rituales, misales, cartillas, etc. (13).
Los misioneros pudieron embarcarse en Cádiz en enero de 1681
y, tras un viaje algo tormentoso, llegaron a Panamá, donde sufrieron
las consecuencias de la aclimatación. Aun se detuvieron algún tiempo
para hacer misión en las diócesis de Panamá y Cartagena, y luego
pasaron al Darién, donde fueron bien recibidos de los indios. Atraídos
ios naturales por los regalillos que los misioneros les daban, se fueron
juntando en poblado, logrando fundar dos en poco tiempo: uno que
dedicaron a la Inmaculada Concepción y que constaba de quinientas al­
mas, sito a orillas del río Tarena y justamente donde los primeros mi­
sioneros del Darién habían fundado la población de S. Buenaventura,
y el otro en la ribera del río Paya, que dedicaron a San José y que
llegó a tener trescientos habitantes.
2. Todo corrió bien mientras los misioneros tuvieron cbsillas que
darles; «pero en faltando los abalorios, cascabeles, navajas y otras cosas
de este género, luego se fueron transmontando, a vivir en su acostum­
brada libertad, vagueando de unas en otras partes» (14).
Por desgracia surgieron además las mismas dificultades para su
conversión que la primera vez. Volvieron los indios a levantarse contra
los españoles, dando muerte a muchos. A ello eran incitados y ayuda­
dos por los enemigos de España, principalmente por piratas ingleses,
holandeses y franceses, que sabían sacar muy buen partido de seme­
jantes revueltas. Y los misioneros, amenazados por unos y otros, y co­
rriendo grave riesgo sus vidas, recibieron orden del Gobernador de re­
tirarse a Panamá, como lo hicieron (15).
Esperaron allí vanamente algún tiempo, y ante la imposibilidad
de proseguir su apostolado y sin saber qué determinación tomar, de­
cidieron informar al rey, al Consejo de Indias y a los Superiores. Para
ello vinieron a España los PP. Agustín de Granada y Esteban de Pas­
trana. Desconocemos el contenido del informe hecho al Consejo, el
cual debió sin duda determinar que la misión se prosiguiese. Prueba
de ello es que los dos mencionados Padres y asimismo otro nuevo, el
(12) Cédula Real de 27 de octubre de 1680 (M s. 3.818, f. 105).
(13) Cfr. las distintas Cédulas Reales (4 de noviem bre de 1680), ibid., ff. 106-110.
(14) A n g u ia n o , Vida, etc., p. 300.— F r o il á n d e R io n e g r o , O . F . M . Cap., Re­
laciones de las Misiones de los PP. Capuchinos en las antiguas Provincias españolas,
hoy República de Venezuela. T . II, Sevilla, 1918, p. 90, donde, com o ya indicamos
anteriormente, se copia al pie de la letra la parte del M s. 18.178, d el P. A n g u ia n o ,
que trata de las misiones de Am érica, y que citaremos A n g u ia n o - R io n e g r o .
(15) A n g u ia n o , Vida, etc., p. 303, y A n g u ia n o - R io n e g r o , p. 91.
NUEVA M IS IÓ N AL D A IR H N 253

P. Jerónimo de Peñacerrada, pidieron al Consejo permiso para regre­


sar al Darién, gracia que les concedió el 31 de agosto de 1684, como
asimismo se la concedió el entonces Vicario Provincia! de Castilla,
P. Antonio de Caller (16).
Los otros misioneros prosiguieron entre tanto su predicación en
las diócesis de Panamá y Cartagena, en espera de que los indios se
pacificasen. Mas, viendo que pasaba el tiempo y que las cosas no lle­
vaban camino de arreglo, decidieron regresar a España, como así lo
ejecutaron varios de ellos antes de 1687 (17), y los restantes, PP. Ber-
nardino de Madrid, Jerónimo de Piedrahita, Agustín de Granada y
el Hno. Fr. Gaspar de Salamanca, lo hicieron a su vez en julio
de 1689 (18).
Así terminó esta segunda tentativa de misión a los terribles y beli­
cosos indios del Darién, sin haber conseguido fruto práctico alguno.
3. No obstante el fracaso de dicha misión y, por desgracia, tam­
bién de las otras que en el siglo XVII fueron particularmente enco­
mendadas a la Provincia de Castilla, podemos asegurar que todo fué
debido a causas enteramente ajenas y externas. No faltaron a la
verdad en los Capuchinos castellanos ni entusiasmo por las misio­
nes ni deseo de ir a ellas. Prueba bien patente la tenemos, entre otras,
en que, cuando en 1658 el P. Provincial, Francisco de Yecla, escribe
a los conventos de la Provincia para pedir voluntarios que quisiesen
ir a la misión de Arda, se ofrecieron nada menos que cmcúenta y
tres (19). Asimismo, cuando el P. Félix de Bustillo escribe de nuevo
a los religiosos de Castilla, en octubre de 1680, solicitando también
voluntarios para la nueva misión del Darién, se contaron entre ellos
«más de cuarenta religiosos de todos estados y los más fueron gente
moza» (20).
Consiguientemente, no puede en manera alguna culparse a la Pro­
vincia ni tampoco a sus Superiores del poco éxito alcanzado en ese
apostolado entre infieles, ya que tuvo Castilla varias misiones que le
fueron especialmente encomendadas, mejor aún, que los mismos Su­
periores solicitaron de Propaganda Fide, unas veces por propio impulso
y otras a petición de los religiosos. Es más: nos atrevemos aun a decir
(r6 ) Cfr. los citados permisos en Archivo de Indias. Santa Fe. L eg. 255.
(17) Sabemos, por ejem plo, que el P. Jerónimo de Peñacerrada fué nom brado
Vicario de Segovia en el Capítulo Provincial de abril de .1687 (Erario divino3 o. 97).
(18) A n g u ia n o - R io n e g r o , o . c., p. 91.— Carta del P. Francisco de L u q u e (Cá­
diz, 17 d e julio de 1689) en que pide los ornamentos que habían llevado a la misión
dei Darién los m encionados Padres, que estaban ya de vuelta (Archivo de Indias.
Santa Fe. L eg. 255).
(19) Solicitud del P. Francisco de Yecla a la Congregación de Propaganda
Fide (24 de noviem bre de 1658) (B. N .— M s. 3.818, ff. 67 y 70).
(20) Cfr. nota 7.
254 LA P R O V IN C IA 1) 1' FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

que el intenso movimiento misional que se nota , en las Provincias es­


pañolas, a partir sobre todo de 1640, tuvo su origen-precisamente entre
los religiosos de Castilla, y de modo particular, lo había iniciado ya
el P. Gaspar de Soria con otros varios, los años 1632 y 1634 (20a).
Además: fueron bastantes los castellanos que, sobre todo en el
último tercio del siglo XVII, lograron agregarse a las misiones que
las Provincias de Andalucía y Aragón tenían en Los Llanos de Ca­
racas y en Cumaná, como lo hace constar el mencionado P. Bustillo
en contestación al Consejo de Indias (21), y asimismo lo testificaba años
antes e! P. Torrecilla, al escribir que había de Castilla «otros muchos
en las misiones de Cumaná y Caracas» (22).
A decir verdad la mayor parte de esos misioneros nos son descono­
cidos. Queremos sin embargo hacer aquí mención de aquellos cuyos
nombres nos constan con certeza. Así completaremos el cuadro de
cuantos en esos años ejercieron un fructífero apostolado entre los in­
fieles de América.
4. Ya dijimos cómo los PP. Agustín de Villabáñez y José de
Nájera al igual que el Hno. Fr. Cipriano de Madrid, al llegar a Ca­
racas a fines de 1661 o primeros meses de 1602, procedentes de la
misión de Arda, en vez de regresar á España, se agregaron a la mi­
sión de Cumaná. Su apostolado allí, no obstante tratarse de indios
caribes, fué ciertamente más afortunado que entre los negros africa­
nos. Lograron, efectivamente, fundar, a primeros de mayo de 1662,
un poblado, compuesto de solos indios caribes, que llegó a tener hasta
600 almas y que llamaron Nuestra Señora del Pilar (23).
Dos años más tarde, el 24 de abril de 1664, lograban echar los
fundamentos de otro pueblo, formado exclusivamente de indios coacas,
al que dieron el nombre de San Juan Bautista (24).
Aparte de eso el P. Nájera, excelente filólogo y lingüista, a quien,
como ya indicamos, debemos el más antiguo documento conocido de
la lengua arda (25), compuso, no obstante gozar de muy precaria salud,
un vocabulario de la lengua chaima o cora (26). Terminado su trabajo
(20a) C fr. M e l c h o r de P ob la d u r a , O . F. M . Cap., Génesis del movimiento
misional en las Provincias Capuchinas de España (1618-1650), en Estudios Francis­
canos■, 50 (1949), mayo-agesto.
(21) C fr. «Papel segundo del Consejo de Indias», al final de los Anales de los
Frailes Menores Capuchinos de Castilla, por el P. F. DE GRANADA, ms. c., p. 129
(A P C , 1/00014).
(22) F. R a t t a r ia z z i (pseud. de T orp.e c il l a i , Apologema, etc., T u rin , 1673,
p. 274.
(23) B a l t a s a r d e L o d a r e s , O . F. M . Cap., Los Franciscanos Capuchinos en
Venezuela, II, 2.a ed., Caracas, 1930, pp. 42-43 y 113.
(24) Ibid., pp. 43 y 114.
(25) Cfr. supra, p. 220.
(26) J osé d e N á jera , Espejo místico, o. c., f. ior.
NUEVA M IS IÓ N AL D A R IÉ N 255

y pasados allí cerca de ocho años, encontrándose más necesitada la


misión de Los Llanos de Caracas, fué destinado a ella el mencionado
P. Nájera al igual que el P. Agustín de Villabáñez y creemos que tam­
bién Fr. Cipriano de Madrid. Además, el P. Nájera iba a ejercer su
apostolado entre los indios de Los Llanos «por causa de trabajar, in­
terpretar y reducir a forma inteligible su lengua». Pero justamente,
al pasar por Caracas para su nuevo destino, enfermó gravemente y por
consejo de los médicos se volvió a España «pues bastaban ocho años
de experiencias sin remedio» (27). Hacia 1670 o poco después debió
regresar a la Provincia donde le encontramos en 1Ó72 imprimiendo
su interesante obra Espejo místico (28). Quizás en ese mismo año o
algo más tarde torna a las misiones de América, quedando agregado
a la de Los Llanos (29).
En dicha misión de Cumaná trabajó también posteriormente el
P. Felipe de Madrid, al que se dió la obediencia para ir el 27 de
septiembre de 1692 (30), y con seguridad que también el P. Buena­
ventura de Viilarrubia, quien en septiembre de 1692 renuncia la Vi­
caría de Vilianueva y pide marchar a las misiones de Indias (31).
5. Más numerosos o al menos más conocidos nos son los Ca­
puchinos castellanos que trabajaron en la evangelización de los indios
Los Llanos.
El primero que sepamos, se cuenta el ya mencionado P. Agustín
de Villabáñez, que fué destinado a pacificar y reducir los indios gayo­
nes, logrando fundar hacia 1671 la población del C ernió de Sania
Rosa (32). Allí vivió el resto de sus días, dedicado por entero al cui­
dado espiritual de aquellos nuevos cristianos. Por intereses de ellos
tuvo que ir en 1683 a Caracas, donde le sorprendió la muerte el 7 de
(27) Ibíd.
(28) Esta obra se im prim ió en M adrid, en 1672,después que el P. Nájera
volvió de Am érica y justamente para satisfacer los deseos de las muchas personas
que se lo habían pedido en Caracas.
(29) Cfr. «Lista de los Religiosos Capuchinos que han id o y asistido en las
M isiones de Caracas y de los que en ellas han m u erto»... D ocu m en to de la A ca­
demia Nacional de la Historia de Venezuela publicado por el P. F r o il á n d e R ío -
n egro , O . F. M . Cap., en Misiones de ios Padres Capuchinos. Documentos del
Gobierno Central de la unidad de la raza... (1646-1817), Pontevedra, 1930, p. 301.
Quizás hubiese id o con el O bispo de Caracas, D . Fr. A ntonio González de
Acuña, en virtud del permiso que el P. General dió en 1672 para que los m isio­
neros con destino a Caracas y Cumaná pudiesen ser elegidos d e entre los Capu­
chinos de toda España (C fr. B. d e L o d a r e s , o . c ., I, 2.a ed., Caracas, 1929, p. ¡90).
(30) V A , ms. c., p. 35.
(31) Ibíd., p. 52.
(32) L o d a r e s , o . c., I, pp. 87-S9 y 143. Sin embargo, en la mencionada «Lista
de los Religiosos Capuchinos que han id o y asistido en las M isiones d » Caracas»,
se dice que fué a ellas en 1672.
256 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

septiembre de dicho año (33), siendo enterrado en el presbiterio de


la iglesia de los PP. de la Observancia (34).
En 1672, o poco después, se le juntaba su antiguo compañero el
P. Nájera. En 1674, lograba éste, tras no pocos trabajos, formar otro
poblado gue se llamó San Antonio de Araure; asistió luego a sus ha­
bitantes durante diez años, y murió allí mismo, en 1684, a los sesenta
y tres años de edad (35).
En 1674 lle g a b a n también con destino a Los Llanos otros dos re­
ligiosos de Castilla: el P. Ignacio de Canarias, que pasó veinte años
evangelizando los indios, hasta que murió en 1695 (36), y el P. Mi­
guel de Madrid. Fué éste uno de los que componían la segunda ex­
pedición de misioneros llegados al Darién a fines de 1649. Allí ejerció
su apostolado y trabajó con incansable celo, lo mismo que en las regio­
nes circunvecinas, hasta 1658, en que regresó a España para solicitar
nuevos operarios (37). No logró su intento pero sí consiguió al menos
el poder volver a América en 1674, siendo destinado a las misiones
de Los Llanos, dedicándose a pacificar y reducir los indios gayones,
al igual que el P. Villabáñez, y ayudado a su vez por el Hno. Fr. Ci­
priano de Madrid, pudo fundar un nuero poblado al que dió el nom­
bre de San Juan Bautista de Duaca (38).
Entre los indios gayones pasó los restantes años de su vida, mu­
riendo luego envenenado. Yendo en cierta ocasión a predicar a El To­
cuyo. se encontró con un matrimonio indio que había sido condenado
a muerte por sus excesos. Compadecido de ellos, logró se les indultase
la pena y luego los llevó consigo a Duaca. Mas lejos de enmendar su
vida, prosiguieron como antes, por lo que el Padre no pudo por me­
nos de reprocharles su proceder; pero la india lo llevó tan mal, que
un buen día le dió a beber un veneno mortífero. No le causó la muer­
te de momento, sino al cabo de tres meses de horrorosos padecimien-
( 33 ) L o d a r e s , ibíd.— N i c o l a u s a C o r d o b a , Brevis noíitia. o. c.; p. 134- 35 -—
A n g u ia n o - R í o n e g r o , o . c . , p p . 155- 156.
( 34 ) Ibíd.
( 35 ) Ibíd.
(36) A íwbrosio de V a l e n c in a , Reseña histórica, o. c ., V , p. 270.
(37) Cfr. tupra, p. 197
(38) N o convienen todos en la fecha de su llegada a las misiones, de L os L la­
nos. L a mencionada «Lista de los Religiosos Capuchinos», etc., señala .1674 com o
año de su llegada. L o m ism o dice también el m encionado P. CÓRDOBA, ibíd-, p. 136.
El P. V a le n c in a , o c., p. 263, dice que fué en 1676. E n cam bio, el P. L o c a r e s ,
o. c., I, p. 143, dice terminantemente que llegó en 1670 o principios de 1671. Sin
embargo nos parece más verosímil la fecha de 1674. Por otra parte, nos consta
que Fr. Cipriano de M adrid ya se encontraba en el convento de San A ntonio del
Prado en agosto de 1676 (Cfr. carta del P. Francisco de L a Puente, M isionero
apostólico capuchino (M adrid, convento de San A ntonio, 15 de agosto de 1676)
(Archivo Provincial de los Capuchinos de Navarra.— «Varia» 1603-1770).
NUEVA M IS IÓ N AL D A R IÉ N 257

tos, falleciendo en Duaca en 1689 y siendo sepultado en su iglesia (39).


En 1688 llegaba también con destino a las mencionadas misiones
de Los Llanos el P. Antonio de Maderuelo (40), cuyas actividades
entre los infieles nos son desconocidas. Y por fin, probablemente en
1692 (41), era destinado también a Los Llanos el P. Marcelino de
San Vicente, cuya brillante historia de misionero, durante -sesenta años,
pertenece más bien al siglo XVIII.
(39} ANGUIANO-R IONEGRO. O. C., p. I55.— L ODARES, o. C., I, pp. 87-8 y 143.
Sin em bargo el P. C ó rd o b a , o. c., p. 137, y el P. V a le n cin a , o . c ., V , p. 264,
fijan !a fecha de ssi muerte en el año 1684, y añaden que, después de haber sido
envenenado, aún sobrevivió tres años con grandes sufrimientos.
T o d o s convienen, en cam bio, en ensalzar sus virtudes y proclamar su santidad,
teniéndole com o verdadero mártir e incluso dándole el título de Venerable.
(40) C fr. la mencionada «Lista de Religiosos C a pu ch in os»..., etc.
(41) En la citada «L is ta ...» se pone la llegada del P. M arcelino de San V i­
cente a las misiones de L os Llanos en el año 1699, lo cual n o nos parece probable.
El P. M arcelino fué elegido Prefecto de dichas misiones el año 170a, y n o creemos
fuese elegido justamente al año de su llegada. A nuestro parecer está más en lo
cierto el P. L o d a r e s , que fija la data d e su arribo a las misiones el año 1692
(o. c., I, pp. 128 y 133).
EPO CA TERCERA

D esde la abolición de los Discretos hasta comienzos del siglo xvill


(I6$f-I70i)

C A P IT U L O X III

G o b ie r n o y v id a de la P r o v in c ia

i. Provincialato del P. Bemardino de Madrid.— 2. Abolición de los


Discretos Capitulares.— 3. El P. Bernardina de Granada.— 4. Flo­
recimiento de la predicación.— 5. Gobierno de los PP. Gregorio
de Guadalupe y Antonio de La Puebla.— 6 . M uerte de Carlos I I .—
7. Resumen de estos años.

1. Desde el 16 de mayo de 1692 comenzó a regir los destinos de


Castilla el P. Bemardino de Madrid, Prefecto que había sido de la
misión del Darién. Pero a la verdad su gobierno daba comienzo en
un ambiente no muy halagüeño y pacífico. Tanto que días después
de la celebración del Capítulo, el 20 de dicho mes,el mismo P. G e­
neral dirigía a toda la Provincia una carta circular en la que amones­
taba encarecidamente a todos a tener caridad, exhortando a que lo
pasado y hecho se diese por olvidado, mandando asimismo aue en
manera alguna se hablase de lo sucedido en la Provincia, y sobre todo
ordenando por santa obediencia y bajo pena de privación de voz activa
y pasiva, que no se hablase, ni dentro ni fuera, de los excesos o de­
litos cometidos, si alguno había habido, como asimismo que bajo nin­
gún pretexto se entablase querella ■alguna (1) .
Por lo demás, el P. Bemardino, del cual nos ocuparemos también
más adelante, había dedicado principalmente sus actividades al apos-
(1) Carta del P. Bernardino de Arezzo (20 de m ayo de 1692) (A P C , 4/00027).
Viridario auténtico, ms. c., p. 34.
G O B IE R N O Y V ID A D E L A P R O V IN C IA 259

tolado. Primero entre los infieles, como ya hemos anotado, y luego en


los pulpitos de la Corte, cobrando créditos de tan excelente predicador,
que el 10 de noviembre de 1692 le concedía Carlos II el título de
Predicador de S. M. (2). Procuró por otra parte favorecer con gran
celo el apostolado por medio de las misiones populares, dando al efec­
to un decreto en el que mandaba se pusiese en ejecución el apun­
tamiento general que ordena se lea moral, y que se dirigía principal­
mente a aquellos Padres que no eran predicadores, con el fin de que se
preparasen para el apostolado. Asimismo determinó se tuviese muy
en cuenta la asistencia de los misioneros; mandó al P. José de San
Clemente dejase el oficio de Lector para dedicarse a la predicación;
ai P. Francisco de Esquivias, que fuese a Valladolid a juntarse con
otros dos misioneros y los tres predicasen misiones en Castilla la Vieja;
otro tanto hizo con el P. Francisco de La Mota en marzo de 1693,
ordenándole a su vez se incorporase a los misioneros del convento de
Valladolid (3). Con eso no hacía sino incrementar y dirigir el fervor
y entusiasmo que sus antecesores habían tratado de estimular entre los
leligiosos en pro de las misiones populares.
A su vez también en ese mismo año 1692 se ventiló ante el Con­
sejo de Indias una cuestión de grandísima importancia para la organi­
zación y dirección de las misiones entre infieles. En 1662 se trató de crear
un Comisario general de todas las Misiones Capuchinas españolas; para
ello se nombró al P. Provincial de Castilla y, al no aceptar, se designó al
de Andalucía. Pero en 1Ó80 el P. Francisco de Tauste, célebre mi­
sionero en Cumaná, poco contento y menos satisfecho con que el
P. Provincial de Andalucía siguiese en ese cargo, presentó ante el
Consejo de Indias una instancia, pidiendo de nuevo fuese designado
en su lugar el Provincial de Castilla. No se aceptó desde luego tal
propuesta, pero la misión del Darién, lejos de quedar sujeta al Co­
misario general, lo fué al propio Provincial de Castilla. Ahora, en 1692,
otro misionero no menos célebre, el P. Ildefonso de Zaragoza, tam­
bién, como el P. Tauste, de la Provincia de Aragón, llegaba a España
y a Castilla «para pretender que el Consejo de Indias nombrase un
Comisario permanente para las Misiones, independiente del Provin­
cial de Andalucía, que lo es; pero la de Castilla [a quien sin duda
debió ofrecérsele], lo embarazó, previniendo algunos inconvenientes
que tema esta materia» (4).

(2) V A , P. 35
(3) Ibíd., pp. 34, 35 y 36.
(4) V A , p. 34.— Cfr. también Representación que ofrece... el Provincial de M e­
nores Capuchinos de la Santa Provincia de Andalucía y Comisario General de las
Misiones... Fr. C a r lo s de H ardai.es M adrid (1757), ff. 7 y 9.
26o LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

2. Pero sobre todo fué durante el gobierno del P. Bernardino


cuando tuvo lugar en la Provincia un hecho que da origen a la divi­
sión de esta época: la abolición de los Discretos Capitulares.
Como ya dijimos anteriormente fué esa una cuestión planteada
en Roma por el P. Antonio de Trujillo, al ir al Capítulo General
de 1691. A pesar de llevar la recomendación personal de Carlos II
para su embajador ante el Papa, a fin de que pusiese toda su influen­
cia para conseguirlo, el asunto ofreció no pequeñas dificultades, naci­
das sin duda alguna de que aquello suponía un cambio importante en la
marcha de la Provincia y por otra parte una dispensa de las Consti­
tuciones que desde muy antiguo no sólo admitían sino prescribían la
elección de los Discretos (5).
Que había dificultades en su consecución lo evidencia el hecho de
que se pasaron dos años sin alcanzarlo y de que en enero de 1693
todavía Carlos II urgía con nuevo empeño a su embajador, y para el
logro de esa gracia requería la influencia de los Cardenales Médicis y
Azayola. Se alegaban como causas que la conservación de los Discre­
tos era origen de muchas discordias (6).
Quien seguía trabajando el asunto, ayudado incluso por el P. Pro­
vincial, era el P. Antonio de Trujillo, hasta el punto de que no sólo
consiguió el llevarlo adelante sino también comprometer a las otras
Provincias españolas, como veremos.
Entre tanto, y mientras se trabajaba activamente en Roma, el P. T o­
rrecilla publicaba en Madrid una consulta sobre el particular, fechada
el 10 de enero de 1693. En ella se advierte prontamente que en
Castilla seguía la misma división que ya se echa de ver en años an­
teriores. Y las razones que allí alega para demostrar la conveniencia
de la abolición de los Discretos Capitulares, son por cierto de bastante
poco peso, a saber: que así los Superiores no tendrían libertad para
corregir a sus súbditos «pues dependen de sus votos en las elecciones
de discretos para mantenerse en el gobierno que poseen y en que
están bien bailados, y necesitan de mendigar su gracia y benevolencia
para ser elegidos segunda vez o para sacar por prelados a sus parciales
y que sean hechura de sus manos para que éstos vuelvan después a
dejar en las mismas el sobredicho gobierno, restituyéndoles lo que les
dieron cuasi en empréstito por el tiempo que les era preciso la vacan­
cia actual de tal gobierno». A eso añade que, estando los Discretos,
el partido o facción dominante haría los Guardianes a su modo e
igualmente las familias, y así seguirían mandando los mismos. Otra
tercera razón expone, y es que de hecho los Dominicos, Observantes.
(5) C fr. V e n a n tiu s a L is le - e n -R ig a u lt , O . F . M . Cap., Monumenta ad Con-
stitutior.es Ordinis FF. M M . Capuccinorum pertinentia, Rom ae, 1918, p. 369 ss.
(6) O rden del rey de 13 de enero de 1693 (Simancas.— Estado. Leg. 3083).
G O B IE R N O Y V ID A D E LA P R O V IN C IA

Trinitarios, Descalzos, Benedictinos, etc., también los habían supri­


mido ya. Y termina defendiendo la utilidad de acudir al rey para con­
seguir tai pretensión, añadiendo que el propio General de la Orden
había reconocido a su vez la conveniencia de suprimir los Discretos
en la Provincia (7).
Como fácilmente se advierte, son esas razones que no convencen. Pre­
cisamente lo que con la abolición se consiguió fué lo contrario: que
de esa forma fueron siempre los mismos los que gobernaron la Pro­
vincia y los que turnaron en los puestos. Sucedió luego lo que en la
Provinica de Valencia, cuyo cronista, al hablar de cómo fueron los
Discretos otra vez devueltos por el P. General Hartmann de Bressa-
none, en 1727, dice que, al hacer la visita a las Provincias de España, halló
en todas ellas un gran clamor contra la abolición de los Discretos, y
viendo los males que de ello se seguían, es decir, que siempre turna­
ban los mismos Superiores y Guardianes, abundando por desgracia el
favoritismo, se determinó a devolver los Discretos, como lo hizo (8).
De todos modos el hecho fué que Inocencio XII expedía, con fe­
cha 29 de marzo de 1693, su Breve N uper pro parte, disponiendo se
aboliesen en la Provincia de Castilia los Discretos y que los Capítulos
se celebrasen sin ellos (9).
El embajador español en Roma, Duque de Medinaceli, avisaba al
rey el 12 de abril de haber conseguido dicho Breve (10), que el 21
de mayo era puesto en manos de Carlos II y más tarde entregado al
P. Provincial con orden de aceptarlo, y asimismo luego intimados
Breve y Real Orden a los Definidores de la Provincia, los cuales tam­
bién lo aceptaron en el mes de agosto (11).
Sin embargo, bien pronto se advirtió en el mencionado documento
alguna oscuridad en sus determinaciones. No venían, por otra parte,
indicados quiénes debían asistir a los Capítulos en lugar de los Dis­
cretos. A ello se añadió que también las otras Provincias españolas
deseaban tal abolición. Por ello el P. Antonio de Trujillo, qué no era
Provincial pero que tramitaba el asunto, presentó al rey un nuevo me­
morial, exponiendo en él que el Breve citado no venía claro, añadiendo
que S. M. había escrito a Roma pidiendo dicha abolición también
para las Provincias de Andalucía y Navarra, pero que asimismo debían
(7) C fr. T o r r e c i l l a , Consultas, alegatos, etc., t. I, 2.a ed., M adrid, 1702,
pp. 512 ss. T od a s las razones aquí expuestas las recoge casi al pie de la Ictica
Inocencio X I I en su Breve de abolición d e los Discretos.
(8) Cfr. Crónicas de la Provincia de Valencia, Parte II I, M s., pp. 41-46. Se valió
de un Breve del Papa (30 de septiembre de 1727), Bullarrum Ord. FF. M M . Cap.,
V , p. 302.
(9) Bullarium, V , pp. 297-8.
(10) Carta del D u q u e de M edinaceli (Rom a, 12 de abril de 1693) (Simancas.
Estado.— L eg. 3083).
(n ) V A , pp. 37 y 39-
LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

ser incluidas las otras tres: Aragón, Cataluña y Valencia, ya. que el
P. Trujillo tenía «poderes de todas y cada in solidum», «puesto que
los daños son comunes y el remedio será universal» (12).
El Papa, accediendo a los deseos de Carlos II y de su embajador,
expide un segundo Breve Alias emanarunt, el 12 de septiembre de
1693. en el que extiende la abolición de los Discretos a las dos Pro­
vincias de Andalucía y Navarra y señala que, en lugar de ellos, debían
asistir a los Capítulos los Definidores, los Custodios y el ex-Provincial
inmediato. Disponía también la celebración de los Capítulos Provin­
ciales de año y medio en año y medio, como ya lo había ordenado
en 1676 Clemente X (13).
Venía también en ese Breve que los mencionados Definidores,
Custodios y ex-Provincial debían tomar parte «in definitoriis et Ca-
pitulis», frase que se repetía en un tercer Breve (5 de abril de 1694),
por el que quedaban asimismo abolidos los Discretos en las Provincias
de Aragón, Cataluña y Valencia (14). Pero esa duda fué resuelta por
otro Breve (14 de agosto de 1695) en que se decía que su intervención
debía limitarse solamente a los Capítulos (15).
Sin esas aclaraciones, al año y medio de gobierno, reunió el Ca­
pítulo el P. Provincial para el 16 de octubre de 1693, el primero que
se iba a celebrar sin Discretos; y justamente la víspera se recibió de
orden del Sr. Nuncio «Bula de Su Santidad en que manda tengan
voto en Capítulo los Reverendos Padres Definidores y el Padre más
moderno de la Provincia», lo cual fué aceptado por los Capitulares
y Padres de la Comunidad de San Antonio (16).
En dicho Capítulo fué reelegido por todos los votos el P. Bernar-
dino de Madrid. En él se dieron algunas ordenaciones y se regulari­
zaron las tablas de platillos, recreos y discipünas que se habían de
tener, determinándose también hubiese dos Seminarios de nuevos, uno
en La Paciencia y otro en Valladolid, lo cual es prueba manifiesta de
la buena marcha de la Provincia y de que por otra parte el número de
aspirantes era cada vez mayor (17). N o obstante eso, no debía exis­
tir muy buena concordia entre los religiosos ni la paz debía reinar
en el ánimo de todos, sin embargo de lo dispuesto por el P. Gene­
ral en la última visita y a pesar de la abolición de los Discretos, pues
el P. Provincial, al ausentarse de Madrid para hacer la visita, dirige
(12) Cír. M em orial del P. A ntonio de T rujillo (sin fecha) (Simancas.— Estado.
Leg. ?o83).-^-Cfr. también el mencionado artículo del P. R ubí, Abrogación de los
discretos capitulares, en Estudios Franciscanos, 49 (1948), p. 414, notas 13 y 15.
(13) Bullariutn, V , pp. 298-300.
(14) Ibid., pp. 300-301. Cfr. el citado artículo del P. R ubí por lo que se
refiere a las consecuencias seguidas de dicha supresión en la Provincia d e Cataluña.
(15) Breve Nuper per Congregaiionem, Bullarium, V , pp. 301-302.
(16) V A , p. 40.
(17) E D , pp. 108-109.
G O B IE R N O Y V ID A D E L A P R O V IN C IA 263

con fecha 4 de febrero de 1694 una carta pastoral «exhortando a los


idigiosos a la unión» (18).
También durante su provincialato se solicitaron dos nuevas fundacio­
nes: una en Esquivias, en 1694, y otra, por segunda vez, en la villa
de Haro, pero solamente pudo lograrse la primera, no obstante haberse
trabajado mucho y haberse dado muchos pasos en pro de la de Haro.
Per otra parte la Provincia seguía distinguiéndose en el apostolado
de la predicación. Se fué aumentando el número de misioneros del
convento de Vailadolid, obteniendo algunos el título de Misionero
Apostólico, entre otros el P. Miguel de Vailadolid. Y, aparte de los
Predicadores del rey, que ya anteriormente hemos nombrado, obtuvie­
ron dicho título los PP. Bernardino de Madrid, Miguel de Pinto, Agus­
tín de La Nava e Ildefonso de Alcaraz (19). Asimismo en septiembre
de 1694 se daba al P. Agustín de Campo el título de Calificador de
la Inquisición (20).
3. En abril de 1695 se cumplía el trienio del P. Bernardino de
Madrid y el 22 se celebró el Capítulo, en el que fué electo Superior
de Castilla el P. Bernardino de Granada.
Era este religioso de fervoroso espíritu y de grande humildad. Ha­
bía recibido el sacerdocio en 1676 y luego desempeñó los cargos de
Vicario y Maestro de novicios en Salamanca, Guardián de Villarrubia
y de San Antonio y, sin haber sido antes Definidor, fué elegido Pro­
vincial. Y en tal concepto debían tenerle por su mucha humildad, que,
temiendo no aceptase el cargo de Provincial, si era elegido antes De­
finidor, no lo fué para este cargo, siéndolo para Provincial con dieciocho
votos de los veinte vocales que asistieron (21).
En dicho Capítulo se determinó que la oración que se tenía en
invierno a media noche y en verano de diez a once del día, se mudase
a las cuatro y media hasta las cinco y media de la mañana. Asimismo
que se estableciesen Maestros de estudiantes «alegando las muchas ra­
zones que hay para ello»; pero esto no fué aprobado por el P. Ge­
neral, «atento a que no los había en Provincia alguna de la Reli­
gión» (22). También se aprobó unánimemente «se escribiese a la Sacra
Congregación, pidiendo el permiso de recibir en esta Provincia los do­
nados», teniendo en cuenta la necesidad que se experimentaba de ellos. A
todo accedió la Sda. Congregación en agosto de 1695 (23), gracia
que más tarde concedió el Papa por un Breve que se recibió el 2 de
(18) V A , p. 42.
(19) E D , p. 107. E l P. Ildefon so de Alcaraz lo debió obtener hacia 1692; cier­
tamente lo tenía ya en octubre del siguiente año.
(20) V A , p. 45 -
(21) E D , p. n i . Necrologio, p. 2.
(22) V A , pp. 46-47.
(23) Ibíd.y pp. 47-48.
¿64 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

octubre, y se señalaron los conventos de El Pardo, Segovia, Alcalá y


Salamanca para noviciado de donados, haciéndose también para ellos
constituciones especiales (24).
4 Durante este provincialato sigue en notable aumento y cada vez
más viva aquella actividad apostólica que ya hemos observado en Cas­
tilla en años anteriores; son muchos los que piden dedicarse de lleno a
la predicación de misiones populares; y para que con más fruto se
llevasen a cabo, se enviaron obediencias a los misioneros de Valladolid
para que hiciesen misiones dentro y fuera de la guardianía, y asimismo
se les «remitieron constituciones vistas y aprobadas por la Rda. Defi­
nición, que se hicieron para todos los misioneros, y las originales se
guardan en el Archivo y un tanto de ellas autorizado se dan a los
que se dedican a tan santo ejercicio» (25).
Además: lucen en el púlpito las galas de excelentes predicadores
en estos años varios Capuchinos de Castilla, particularmente los PP. Ber-
nardino y José de Madrid. Tan es así que al fallecer el 16 de mayo
de 1696 la reina Mariana de Austria, madre de Carlos II, es el P. José
encargado de predicar las honras fúnebres, asistiéndola antes en suen
fermedad, aunque no era su confesor (26).
Para mayor lustre del hábito otros dos hijos de Castilla fueron
nombrados Calificadores de la Inquisición: el P. Antonio de La Pue­
bla, de la de Toledo, y el P. Juan de Pesquera, de la de Valladolid (27).
También se nota estos años un gran aumento de personal, llegando
a tener la Provincia en 1696 un total de 501 religiosos, de los cuales
solamente 96 eran Hermanos Legos; porlo cual con justa razón los
Superiores pedían con urgencia se pudiesen admitir donados para su­
plir esa falta (28).
5. En octubre de dicho año 1696 cumplía el P. Bernardino de
Granada el año y medio de su provincialato; pero, por no haber ile-
(24) Ibid., p. 49.
(25) Ibíd., pp. 48-49.
(26) Ibid., p. 51. Ei sermón fúnebre, que luego se im prim ió, lleva este título:
T ren o sacro, / Panegyrico funeral, / que en las reales exequias / de la Reyna
M adre, nuestra Señora / D oña M aria-Ana de Austria, / que esta en el cielo, /
de orden y en presencia / del R ey nuestro Señor, que D ios guarde, / dixo / en
el Rea!, y religiosissimo / M onasterio de la Encarnación de esta / Corte / y
dedica a la Reyna N . S. / D oña M aria-Ana de N eoburg / que viva siglos, con
gloriosa / posteridad, / Fray íoseph de M adrid, Religioso / Capuchino de N . Se­
ráfico P. S. Francisco, L ector (que ha sido) de Theologia, Padre de esta Provincia
de Castilla, / T h eologo, y Examinador del Tribunal de la N uncia- / tura, y Pre­
dicador de S. M ..
(27) V A , pp. 57 y 52. El primero hizo el juramento el 20 d e m ayo de 1659,
y el segundo el 3 de diciem bre de 1696.
(28) Cfr. el cuadro estadístico en P ob la d u ra , L os Frailes Menores Capuchinos
en Castilla, o. c., p. 44.
G O B IE R N O Y V ID A D E LA P R O V IN C IA 265

gado a tiempo el permiso del P. General y echarse encima el invierno,


se aplazó e! Capítulo para el siguiente año, celebrándose el 29 de
abril <;con mucha paz y edificación de todos». El P. Provincial se
encuentra ya enfermo y achacoso, tanto que ni siquiera puede presidir
el Capítulo, y sin embargo es reelegido por todos los votos, prueba
del aprecio en que era tenido; pero no acepta en manera alguna y sale
elegido el P. Gregorio de Guadalupe, que también renuncia, aunque
su demanda no fué atendida (29).
Como al siguiente año debía celebrarse el Capítulo General, se eli­
gieron en dicha ocasión los Custodios; uno de eilos fué el P. Miguel
de Lima, cuya fama de excelente predicador había traspuesto los lími­
tes de España. Por eso, al asistir en Roma a dicho Capítulo, el embajador
del emperador le rogó tuviese a bien pasar a Viena, pues el emperador,
enterado de las bellísimas cualidades oratorias que le adornaban, deseaba
oír sus sermones. Efectivamente: en su presencia predicó hasta die­
ciocho y, tan prendados quedaron así el emperador como toda la Corte
de sus extraordinarias dotes para la predicación, que todos le hicieron
luego valiosos regalos con sendas dedicatorias en versos latinos (30).
A la vuelta se detuvo también en Bruselas para predicar ante el Duque
de Baviera, quien tuvo asimismo deseos de oírle, no pudiendo por eso
el P. Lima asistir al Capítulo Provincial que tuvo lugar el 24 de oc­
tubre de 1698 (31).
Mas antes de su celebración se efectuó el 15 del mismo mes la
traslación del Santísimo a la iglesia de Tarancón, dedicada ai Eterno
Padre, acto que revistió extraordinaria solemnidad, asistiendo los Su­
periores de la Provincia, el Sr. Obispo de Cuenca y varios canónigos,
durando las fiestas tres días, en los que lucieron a competencia las ga­
las de la oratoria los tres Predicadores de S. M., PP. Bernardino y
José de Madrid e Ildefonso de Alcaraz (32).
En el mencionado Capítulo del 24 de octubre fué reelegido el
P. Guadalupe y, al renunciar, recayó la elección en el P. Antonio de
La Puebla.
Era éste natural de La Puebla de Almenara; vistió el hábito en
el noviciado de Alcalá en 1676 y se ordenó de sacerdote en 1683. Al
siguiente año era ya nombrado Secretario Provincial, desempeñando
már tarde los cargos de Lector, Guardián de Vailadoüd y de La Pa­
ciencia, Definidor varias veces, Vicario Provincial y Ministro Provin­
cial por dos veces, en 1698 y en 1705. Fué Calificador de la Inquisi­
ción de Toledo y Revisor de las librerías de la Corte (33).
(29) V A , p. 55.— E D , p. 114.
(30) V A , pp. 55-56.— E D , p. 116.— T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., p. 188.
(31) Ibíd.
(32) V A , pp. 56-57.— E D , p. 116.
(33) Necrologio, p. 89.
¿66 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

En dicho capítulo, aparte de otras ordenaciones, se determinó que


en vista de la necesidad que sedejaba sentir en muchos religiosos que
no eran predicadores, se estableciese un curso de moral en el convento
de Valladolid, y asimismo se puso en el de El Pardo mi curso de Gra­
mática (34). Y un año más tarde, en octubre de 1699, en atención a
la falta que se notaba de Hermanos Legos, se resolvió se recibiesen
en el noviciado cuantos fuesen necesarios, y no comohasta entonces,
en número limitado. También por esa misma fecha se aceptó una
nueva fundación en la villa de Orgaz (Toledo), de la cual no tenemos
más noticias (35).
En el citado año 1699 se ganó ante el Nuncio y ante el Consejo
de Ordenes un ruidoso pleito entre el Prior de Uclés y el Cura de
Villanueva del Cárdete, por una parte, y la comunidad de Capuchinos
de dicha villa, por otra, sobre derechos y obligaciones de los religiosos
en la procesión del Corpus, pretendiendo aquéllos no poder asistir con
Cruz alzada. Ei P. Torrecilla compuso a tal efecto un erudito alegato
que fué un nuevo triunfo a su favor (36).
Entre tamo se iba acercando la fecha de celebrar Capítulo, que el
P. Provincial, Antonio de La Puebla, obtuvo del Nuncio se retrasase
hasta mayo de 1700. Mas, habiendo obtenido el P. General permiso
para venir a España a hacer la visita, mandó no se celebrase hasta su
llegada; por desgracia, cuando se disponía a embarcarse para España,
fallecía en Génova él 29 de abril de 1700 (37).
Dicho Capítulo Provincial se celebró, por fin, el 8 de octubre. En
previsión de que en 1702 debía tener lugar el Capítulo General, se
trató de elegir en el citado Capítulo Provincial los dos Custodios, y
para eilo se sometió al parecer de todos los Capitulares una consulta
hecha por el P. Torrecilla, en la que probaba no había inconveniente
alguno en que se hiciese la elección de los Custodios para el Capítulo
General. Dicha consulta fué aprobada por todos los vocales, a excep­
ción de cuatro (38).
Pero con ese motivo se volvieron a manifestar de nuevo las disen­
siones existentes en el seno de la Provincia y una vez más se puso
de manifiesto que no todo había terminado con la abolición de los
Discretos. El P. Torrecilla manifestaba su satisfacción por tal abolición
diciendo que ya habían cesado en la Provinica muchos disturbios y
que se celebraban los Capítulos por los señalados en su lugar, «que
( 34) V A , p. 57.
(35) Ifcíd., p. 60.
(36) Ibíd.— T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., pp. 469 ss.
(37) V A , pp. 61-63.
(38) E D , p. 119, Esta consulta se im prim ió luego y llev¡a el siguiente titu lo:
Consultatio N. Adm. Rev. Pal. Martini de Torrecilla (s. a. s. I.), 9, ff. s n. (A P C ,
4 4 /00 0 1 7 )..
G O B IE R N O Y V ID A D E LA P R O V IN C IA 267

son pocos y regularmente los más cuerdos y los más selectos de la


Provincia, sin que tenga intervención en las cales elecciones la multi­
tud de que se origina la confusión y los inconvenientes, de que damos
a Nuestro Señor infinitas gracias por el singular beneficio que en la
tal abolición ha servido hacernos» (39).
Sin embargo, prueba de que no era tanta verdad ni todos estaban
tan satisfechos, y de que había otros que trabajaban para que se res­
tituyesen los Discretos, es que Carlos II comunicaba a su Consejo de"
Estado en junio de 1697: «Por lo que conviene para la mayor obser­
vancia y quietud interior de la Religión de los Capuchinos, que se
mantenga la abrogación de los discretos, que por interposición mía ha
concedido para las Provincias de España la Santidad de Inocencio XII,
he resuelto que por medio de mi embajador en Roma se pasen oficios
con Su Santidad para que no se altere lo que ya tiene concedido.
Téngase entendido en el Consejo de Estado y se ejecutará así» (40).
En el citado Capítulo fué reelegido el P. Antonio de La Puebla y,
aunque renunció con repetidas instancias, «pero no fueron bastantes
para que se le admitiese la renuncia, atendiendo el Capítulo a la sin­
gular prudencia y caritativo celo con que había gobernado la Provin­
cia en los dos años antecedentes; con lo que fué obligado a prose­
guir» (41).
Hecha la elección del p. Provincial y también de los dos Custo­
dios para Roma, se pidió la confirmación al P. Vicario General de la
Orden, Angélico de Wolfac, quien contestó con fecha 3 de diciembre
de 1700, confirmando la elección del P. Antonio de La PueBia, pero
110 aprobando en manera alguna la de los Custodios, por creerla ade­
lantada e inoportuna (42). Por lo cual fué necesario que el P. Provin­
cial y Definidores le respondieran con un memorial impreso en el que
rebaten las objeciones que pudieran ponerse a la determinación toma­
da, a las elecciones hechas y asimismo a la consulta elaborada por el
P. Torrecilla (43).
Pero lo peor de todo fué que el P. Vicario General recibió en ese
intermedio numerosas cartas y no pocas quejas de religiosos sobre el
proceder de los Superiores y de varios otros particularmente.Bl P. Wol-
(39) T o r r e c i l l a , Consultas, alegatos, etc., t. I, 2.a ed., M adrid, 1702, p. 512.
(40) Com unicación del rey (M adrid, iB de junio de 1697) (Simancas.— Estado.
Leg. 3089).
(41) E D , p. 120.
(42) Carta original del P. A n gélico de W olfac (Pragae in B., 3 decembris
1700) (A P C , 5/00005).
(43) Esta contestación impresa lleva el siguiente títu lo: Brevis et sucinta R e­
spondo Ministri Provincialis Castellae, et Definitorum ejusdem Provinciae ad pauco-
rum coram ipso Revmo. Patre Vicario Generali rejragcnorum ibjecriones, in doc■»
irinam juris et facti praecedentis coiuultationis post typis ¿imam coneestas.— Im ­
preso, 8 ff. s. n. (A P C , 44/00018).
268 LA P R O V IN C IA DE FP. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

fac se hizo eco en la mencionada carta de cuantas acusaciones se le


habían hecho, llegando a decir que el estado de la Provincia «según
queja de muchos, era misérrimo». Todas esas acusaciones las repiten
y rechazan el P. Provincial y los Definidores en otro escrito, probando
punto por punto su falsedad y lanzando a su vez otras culpas contra
aquellos que habían escrito al Superior de la Orden, concluyendo que
los que habían hecho venir al P. Basilio de Alcira de Visitador a Cas­
tilla, con gran escándalo de todos, eran los mismos que ahora se que­
jaban (44).
Sea de ello lo que fuere y sin poder constatar la verdad de lo afir­
mado per unos y otros, lo que no puede negarse por desgracia es que
las divisiones seguían en la Provincia y que, después de la abolición
de los Discretos, se continuaba la política de partido en las elecciones y
en la distribución de cargos.
A pesar de lo dicho y de esas deficiencias y flaquezas, que hemos
visto aparecer en más de una ocasión, precisamente en el último ter­
cio de este siglo, tenemos que reconocer una vez más al finalizar, que
esos años fueron para la Provincia verdaderamente gloriosos en múl­
tiples aspectos.
6. Entre tanto, Carlos II entregaba su alma a Dios, a las dos y
media del 1 de noviembre de 1700, después de molesta enfermedad,
llevada con resignación cristiana. «Llamó para que le ayudasen a bien
morir a nuestros RR. PP. Fr. José de Madrid y Fr. Bernardino de
Madrid, que le asistieron tres o cuatro días hasta que expiró y predi­
caron sus honras, el primero en el Convento Real de la Encarnación
y el segundo a la Villa en Santo Domingo el Real» (45).
El 24 de ese mismo mes de noviembre se levantaba el Pendón
Real por Felipe V, como legítimo sucesor en el trono de España, y

(44) Respuesta original del P. Provincial y Definidores a dichis artículos.— M s.,


15 fí. (A P C , 5/000053).
(45) Viridario, pp. 64-65. El sermón del P. José de M adrid, pronunciado
aníe la Corte, lleva el siguiente título: Lam ento de España afligida, /< Espressado
en las Solem nes Reales Exequias, / que á la difunta M ajestad / d e / D . Carlos
Segundo, / N uestro Señor, que de D ios / goza. / Consagró su im perial y! prima­
da / Corte en el Real C onvento de la Encarnación, / día diez y siete de N oviem ­
bre, / año de 1700. / Y rep itió; al inmediato dia el m ism o / C on ven to, y su
Venerable, y Sagrada / Com unidad. / Representado vno y otro leal afecto /
por / el R m o. Padre Fray Josef de M adrid, / R eligioso Capuchino, L ector (que
ha sido) de Theologia, / Examinador, y T h eolog o de la Nunciatura d e España, y
Predicador de su / Magestad. / En las siguientes declamaciones, / Q ue dá á la
estampa, y dedica al com ún exem plo, / y consuelo / V n aficionado del Autor. /
C on licencia: En M a d rid : Por Juan García Infanzón, / Im presor de la Santa
Cruzada. / A ñ o 1701.
El P. Bernardino predicó a su vez otros dos sermones de honras; uno en
el convento de PP. Trinitarios Calzados de M adrid, 23 de diciem bre de 1700,
G O B IE R N O Y V ID A D E L A P R O V IN C IA 269

el 14 de abril del siguiente año 1701 hacía su entrada solemne en


Madrid.
Con ese acontecimiento importante para la historia de nuestra Pa­
tria y asimismo de trascendencia para nuestra Provincia, cerramos este
período y damos por terminada la primera parte de este tomo de nues­
tra historia.
7. Sólo añadimos, como colofón de este capítulo, y repetimos nue­
vamente lo que ya hacíamos notar al finalizar uno de los prece­
dentes, es decir, que no obstante esa falta de paz que se nota
en la Provincia, estos últimos años del siglo XVII, no escasearon los
escritores, distinguiéndose muy especialmente los PP. Antonio de La
Puebla, Antonio de Fuentelapeña, Antonio Iribarne de Tarazona,
José de Sevilla, Francisco de La Mota, José de Madrad, y, sobre todo,
el P. Torrecilla, que en estos años despliega una extraordinaria activi­
dad literaria.
Bastante hemos dicho también sobre los predicadores y misioneros;
no obstante, a los nombres ya citados, lo mismo en éste que en ante­
riores capítulos, añadiremos los PP. Miguel de Valladolid, José de Se­
villa, Francisco de La Mota, José de Illescas y Pedro de Reinosa, y
muy especialmente los cuatro que en estos años consiguieron el título
de Predicador de S. M .: PP. Bernardino de Madrid, Agustín de La
Nava, Miguel de Pinto e Ildefonso de Alcaraz.
También se vieron distinguidos con el nombramiento de Califica­
dores de la Inquisición los PP. Antonio de La Puebla, Juan de Pes­
quera y Agustín de Campo.
Finalmente: la lucha que venía sosteniéndose acerca del derecho
de los Capuchinos a dar hábitos de la Tercera Orden, termina con un
pleito ganado ante el Nuncio;, decretando éste (14 de febrero de 1697)
que los Capuchinos son verdaderos hijos de San Francisco y tienen
pleno derecho a dar hábitos de Terciarios. Así terminaba con éxito la
lucha entablada y sostenida durante más de medio siglo, y que nunca
debiera haberse comenzado, en la que los Capuchinos castellanos lle­
varon, a no dudarlo, la parte más decisiva y al propio tiempo más glo­
riosa, como veremos en la segunda parte.
im preso en 1701, y el otro a la Villa, que lleva el siguiente título: O ración / fu ­
nebre / en las Reales exequias, / que a nuestro difunto / Cfatolico M onarca /
D . Carlos II. / que está en gloria, / consagró / la siempre leal, imperial, /, C oro­
nada Villa de M f.drid, en el C onvento / de Santo D om in go el Real, el dia 17.
d e / D iziem bre de 1700. / D ixola / el R m o. P. Fr. Bernardino de / M adrid,
Predicador de su Magestad, M issionario / Apostolico, y Provincial que ha sido
de esta / Provincia de Capuchinos de los R ey- / nos de Castilla, (s. 1. s. a.).
C A P IT U L O X IV

U l t im a s f u n d a c io n e s en el s ig l o x v ii

i. E l Convento de Esquivias.— 2. Fundación frustrada en Haro .—


3. Estadística.

1. F,1 motivo que hubo para fundar convento en Esquivias (Tole­


do) fué la petición formulada por los vecinos en vista de las necesidades
espirituales que padecían y en las que no podían ser debidamente aten­
didos por los sacerdotes de la villa.
El 30 de noviembre de 1694 se tomó ese acuerdo por voto uná­
nime del vecindario, haciéndose al efecto la correspondiente escritura
ante notario, y comprometiéndose a llevar a cabo la fundación, con
objeto de que así los religiosos atendiesen espiritualmente a las nume­
rosas familias de que se componía la villa, fomentasen la frecuencia de
Sacramentos y el esplendor del culto y asimismo asistiesen a los enfer­
mos y moribundos. Entre las condiciones estipuladas en esa escritura,
hecha entre los vecinos comisionados y el síndico de los Capuchinos,
se establecía que el patronato del convento sería cedido a la villa, com­
prometiéndose ésta a dar 300 ducados anuales para la manutención
de los religiosos, los que irían cuanto antes a establecerse en Esqui­
vias, eligiendo luego el sitio que les pareciese más a propósito para
la fábrica del convento (1).
Ratificadas por ios Superiores de Castilla esas condiciones en 22 de
diciembre del año mencionado^ marchó a Esquivias el P. Miguel de
Pinto (2), y el 6 de enero de 1695 era firmada la escritura definitiva
de fundación por el mencionado religioso, el síndico de los Capuchinos,
y los vecinos. En ella se fijaban de-modo más concreto las obligaciones
mutuas, que eran las siguientes: Además de 150 ducados anuales que
la villa daría de limosna para sustento de los religiosos, cada vecino
debía entregar dos maravedises por arroba de vino que metiese, pero
(1) Escritura hecha entre la villa y el Síndico de los Capuchinos (30 de n o­
viem bre de 1694) (A P C , 30/00110).
(2) V A , p. 45 -
Ú L T IM A S F U N D A C IO N E S EN F.L S I G L O X V II 271

esto solamente durante los diez primeros años, a partir del día de la
toma de posesión; todo ello con el fin de ir formando un fondo común
de unos cuatro mil ducados que luego se destinarían a la fábrica de
convento e iglesia. Los religiosos, en cambio, se comprometían a aten­
der a los fieles en la administración de Sacramentos, asistir a los enfer­
mos y moribundos y a predicar en la parroquia, sobre todo durante la
cuaresma (3).
Esas condiciones fueron modificadas por tres veces, en 1704, 1718
y 1726, advirtiendo además que lo fueron precisamente porque la villa
no cumplía sus compromisos, de lo cual ya se lamentaba amargamente
en 1702 el P. Provincial, José de Santa Cruz, pues debido a eso no
se había podido hacer nada en orden a la edificación del convento e
iglesia (4).
Entre las condiciones puestas por la villa se acordó también que
los Capuchinos pidiesen las correspondientes licencias. Así lo hicieron
y muy prontamente, logrando de Carlos II esa gracia el 12 de febrero
de 1695'; en la misma provisión mandaba al Consejo de Castilla ex­
tendiese la correspondiente autorización y licencia, a lo que el Consejo
puso ciertos reparos, entre ellos que primero debían obtenerse las li­
cencias del Ordinario y de las ciudades con voto en cortes (5). Y, no
obstante que la provisión del rey era absoluta y no condicionada al
citado parecer de las ciudades, a pesar de todo «el Consejo lo con­
tradijo el día 5 del presente mes [mayo] y se quedó suspenso el
decreto» (6).
Por eso prácticamente nada se hizo hasta obtener esos requisitos,
y primeramente la licencia del Ordinario. F.egía entonces la diócesis de
Toledo, a que pertenece Esquivias en lo civil y eclesiástico, el Carde­
nal Pcrtocarrerc, quien concedió su permiso el 15 de mayo de 1696,
bajo condición de que el patronato se diese a la villa y que los Capu­
chinos viniesen obligados a predicar en la iglesia parroquial todos los
sermones del año y principalmente durante la cuaresma, y asimismo
a consolar y ayudar a los enfermos y moribundos. Los religiosos po­
drían elegir sitio que mejor íes pareciese para levantar convento e
iglesia, de la que el mismo Cardenal señalaba por titular la Expecta­
ción de Nuestra Señora (7). Sin embargo de eso, sabemos que la igle­
sia llevó por titular San Félix de Cantalicio.
Conseguidos también los votos de las ciudades y, por fin, nueva-
(3) Escritura de fundación hecha entre el P. M iguel de Pinto, la villa y el
Síndico de Capuchinos (6 de enero de 1695) (A P C , 30/00102).
(4) Carta del P. Provincial José de Santa Cruz (1702) (A P C , 14/00018).
(5) Provisión real y cartas cruzadas entre el rey y el C onsejo con ese m otivo
(junio de 1695, febrero y abril de 1696) (A P C , 30/00101).
(6) V A , p. 47.
(7) Cfr. el original de dicha licencia (A P C , 30/00103).
272 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

mente el del rey (23 de mayo de 1696) (8), ya pudo el P. Miguel


de Pinto, designado Presidente de la nueva fundación, tomar posesión
de unas casas con destino a los religiosos el 24 del mismo mes y año (9).
Luego se eligió el sitio a propósito para levantar convento e iglesia,
sitio que no fué otro que unas eras a la salida de Esquivias y próximas
al camino de Madrid, de las que se tomó asimismo posesión el ó de
agosto (10).
A pesar de que todo corría con viento próspero en un principio,
nada se había hecho en definitiva aun en 1702, ni siquiera se había
dado comienzo a la fábrica, y, lo que es aun peor, no obstante el celo
desplegado por los religiosos en el cumplimiento de sus deberes mi­
nisteriales de predicación, confesonario y asistencia a los enfermos y
moribundos, h .villa no había dado nada, ni en concepto de limosna
para sustento de los religiosos ni para la fábrica del convento. Por eso
mismo comisiona el P. Provincial a los PP. Félix de Cubas e Ignacio
de Reinosa para que notifiquen a la villa que cumpla sus compromi­
sos, pues de otro modo tendrían que dejar la fundación Cu).
A pesar de esas amenazas, nada sé hizo, y dieciséis años más tarde
asegurábase que se habían comenzado a «construir algunos cimientos, en
cuyo estado cesó la obra sin haberse adelantado cosa alguna, habién­
dose frustrado todo los medios y arbitrios dados, por la suma pobreza
de la Religión y estrechez de este pueblo e injurias de los tiempos».
Así se dice en la escritura de 19 de septiembre de 1718, fecha en la
que volvieron 3 establecerse nuevas condiciones, cuando ya los Supe­
riores y los vecinos de la villa se determinaron a comenzar en firme
las obras (12).
Efectivamente: en ese mismo día se dió a ellas principio (13),
aunque la primera piedra de la iglesia no se puso hasta el 4 de abril
de 1719, oficiando en la ceremonia el P. Provincial, Diego de Castri-
11o, por comisión del Arzobispo de Toledo (14).
Duraron las obras .hasta el 12 de mayo de 1725, y al siguiente día
se trasladaron los religiosos al nuevo convento, cuya construcción llegó
a costai' en total más de doscientos ochenta y tres mil reales (15).
(8) Permiso del rey, después de obtenido el del C onsejo (30 de abril dé 1696)
(A P C , 30/00105).
(9) Requerimiento a las autoridades de Esquivias y toma de posesión por el
P. M iguel de Pinto (24 de m ayo de 1696) ( Ibíd .).
(10) V A , p. 52.
(11) Cfr. la mencionada carta del P. José de Santa Cruz.
(12) Cfr. A P C , 30/00110.
(13) Relación de las cuentas de la fábrica del convento desde el 19 de sep­
tiem bre de 1718 en que se com enzó, hasta el 12 de m ayo de 1725 en qué cesó
la obra (A P C , 30/00112).
(14) C fr. el docum ento 14/00018, f. 34, del A P C .
(15) Cí'r. el mencionado docum ento 30/00112 y «M em oria del estado en que
Fachada de la iglesia de Tarancón con lo que ha q u e d a d o
Lám. VII

del antiguo co n v e n to .
Ú L T IM A S F U N D A C IO N E S EN EL S IG L O X V II
273

La iglesia, levantada toda de nueva planta, fué quizás la mayor


de toda la Provincia de Castilla. Tres puertas daban acceso al interior,
que medía de largo nada menos que 44 metros, y de ancho, en el cru­
cero, 14. Aunque de una sola nave propiamente, tenía luego sus capi­
llas, formando cada una cuerpo aparte, con un total cada una de 6,50
metros de largo por 3 de ancho. En el altar mayor había un gran iienzo
que cubría todo el frente, haciendo de retablo; representaba a la Vir­
gen poniendo en los brazos de San Félix de Cantalicio el Niño Jesús,
circundado de ángeles que asombrados contemplan tan encantadora
escena. En la fachada veíase también una imagen de S. Félix, grande
y expresiva, colocada en su hornacina, y no faltaba la torre de espa­
daña, ccmo solían ser todas, sencilla y con su campana de reducido
tamaño.
En una de las capillas laterales, al lado de la Epístola, estaba la
cripta, donde eran enterrados los religiosos, con su altar correspon­
diente para poder decir misa. Y en la iglesia había una verdadera pro­
fusión de cuadros e imágenes, que no bajaban en total de cuarenta,
mereciendo especial mención las imágenes de talla de San Francisco,
de San Antonio y de San Félix de Cantalicio (16). La iglesia se ha
conservado en bastante buen estado y sin ser destinada a usos profanos.
El convento era también espacioso; formaba un gran cuadrado,
con su fuente y aljibe en medio, como era costumbre en todos los
conventos capuchinos. Las celdas, en cambio, eran muy sencillas y muy
estrechas; no faltaba tampoco su buen calentador, muy espacioso, con
asientos de piedra alrededor. Aun se conserva el edificio casi como lo
dejaron los Capuchinos, aunque con ligeras modificaciones con objeto
de habilitarlo para escuelas.
Tenía asimismo una importante y bien surtida biblioteca, cuyo
catálogo se nos ha conservado, la que más tarde fué trasladada a la
P>iblioteca Provincial de Toledo. Una de los mejores donaciones de
libros fué la de «seiscientos veintiséis tomos», todos ellos en latín, en
folio, octavo y cuarto, los que la reina viuda doña Mariana de Austria,
madre de Carlos II, que tenía por confesor al capuchino P. Gabriel de
Chiusa, había mandado dar a dicho convento de Esquivias y que fueron
colocados en su librería en julio de 1726. La misma reina viuda hizo
donación también de frecuentes limosnas e importantes reliquias (17).
2. F undación de H aro.— Fué ésta una de las fundaciones en
que más se trabajó, aunque inúltimente, pues al fin de cuentas nada
se consiguió. No sabemos de quién haya partido la idea de tal funda­
se halla e! convento de Esquivias en el Capítulo de 25 de mayo de 1725» (A PC ,
30/00113).
(16) Catálogo de la biblioteca y cuadros de la iglesia y convento (1835?) (A P C ,
30/00098).
( 17) VA , p. 184.
274 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

ción; sólo que el P. Anselmo de Barcelona escribía desde el convento


de 'Laguarcüa al P. Provincial en 1662, haciendo resaltar sus ventajas
y señalando al mismo tiempo las limosnas que para llevarla a cabo se
ofrecían, entre ellas nada menos que la suma de diez mil ducados (18).
En 1670 D. Juan Gil Sarabia otorgaba testamento y en él dejaba
varias mandas y limosnas que debían ser dadas al convento de Capu­
chinos de Haro, si es que alguna vez llegaba a fundarse (19).
Pasaron después de esos ofrecimientos varios años, sin que nada
se hiciese. En 1694 otra vez la villa y cabildo eclesiástico vuelven a
tratar el asunto y determinan ilevar adelante la fundación (20). Efec­
tivamente: en febrero del siguiente año llegó a hacerse la escritura
entre la villa y el P. Miguel de Valladolid, Custodio de Castilla y
Misionero Apostólico, y en ella se estipulaban las condiciones' para
llevarla a feliz término, condiciones que a la verdad no fueron tan
generosas ccmo en un principio (21).
Poco después predicaban la cuaresma en Haro dicho P. Valladolid
y el P. Francisco de Esquivias. Los vecinos quedaron sumamente com­
placidos y edificados de su predicación, tanto más cuanto después, al
irles a pagar en dinero, ios misioneros no sólo no lo aceptaron, sino
que tampoco recibieron otros regalos y limosnas que quisieron hacerles.
Les llamó ran poderosamente la atención aquel acto de renuncia y
desprendimiento, que el Ayuntamiento mandó levantar acta en el libro
de Juntas para memoria de los venideros y agradecimiento a los Ca­
puchinos (22).
Con tan buenos auspicios siguió gestionándose la fundación. Se
pidió licencia ai Obispo de Calahorra, la que ciertamente no negó pero
tampoco concedió abiertamente (23). Y fuera por ese motivo o por
otras causas que desconocemos, lo cierto es que no llegaron a reali­
zarse los deseos de la villa. Y lo que más admira es que en esta ocasión
no hubo oposición alguna de parte de los Observantes ni Descalzos.
Tanto que el P. Comisario de los Observantes mandó terminantemente
al Provincial de Burgos que en manera alguna se entrometiese en el
asunto ni menos se opusiese, orden que también dió al P. Visitador
de Cantabria (24).
(18) Carta del P. Anselm o de Barcelona al P. Provincial (Laguardia, 25 de
dgosto de 1662) (A P C , 35/00202).
(19) Copia de la cláusula de! testamento (A P C , 35/00203).
(20) Acuerdos tomados por la villa (17 y 18 d e julio dé" 1694) (A P C , 35/00206
y 35/00209).
(21) T a n to de la escritura de fundación y condiciones para ella (H aro, 11 de
febrero de 1695) (A P C , 35/00210).
(22) A cuerdo del Ayuntamiento (13 de marzo de 1695) (A P C , 35/00211).
(23) Carta del O bispo de Calahorra (22 de marzo de 1695) (A P C , 35/00213).
(24) Cartas del P. Com isario, A ntonio de Cárdenas, al P. Provincial (5 de
agosto de 1695) y al P. Visitador (7 de agosto de 1695) (A P C , 35/00214 y 35/00215).
U L T IM A S F U N D A C IO N E S EN EL S IG L O X V II 275

3. Con la fundación del convento de Esquivias, el décimosexto


de la Provincia de Castilla, termina el siglo XVII y termina también
el primer tomo de nuestra historia.
Con satisfacción hemos visto la marcha ascendente y el incremento
que año tras año ha ido teniendo en todos los sentidos la Provincia,
sus progresos y su florecimiento en el orden espiritual, literario, per­
sonal y material. Los dos primeros aspectos se pondrán aun más de
manifiesto en la segunda parte de nuestro trabajo; y, por lo qiie hace
a los otros, se podrán echar bien de ver con una mirada de conjunto al
siguiente cuadro estadístico y comparativo (25):

A ño C o n v. H osp . N ov. Est. M is. Pred. Sac. C lér. TOTAL


Leg.
Reüg.

1613 4 1 8 24 45 12 89

1625 12 2 42 100 40 70 252

1633 10 2 38 94 35 57 224

1637 10 2 40 60 34 66 200

1650 12 2 4 1 66 82 70 88 306

1656 12 2 4 1 73 94 53 114 334

1662 13 2 3 1 04 130 80 90 394

1666 13 2 3 75 83 65 83 314

1678 14 2 4 1 110 150 90 110 450

1685 14 2 4 2 120 160 80 100 460

1601 15 2 4 350

1606 16 5 200 150 55 06 501


2

(25) Cfr. Pobladura, L o s F r a ile s M e n o r e s C a p u c h in o s e n C a s tilla , o. c., p. 44.


SEGUNDA PARTE
C A P IT U L O P R IM E R O

M orada de los r e l ig io s o s

i. Conventos. M o d o de edificarlos.— 2. Iglesias. Adornos.— 3. Huer­


ta.— 4. Biblioteca.— 5. Calentador.— 6. Enfermería.

1. Los antiguos Capuchinos llevaron como norma, aunque no del


todo fija, para edificar los conventos, la señalada por las Constituciones:
«Para que los seglares puedan servirse de nosotros en las cosas espi­
rituales y nosotros de eílos en las temporales, ordenamos que nuestros
conventos no se tomen muy lejos de las ciudades, villas o lugares, ni
tampoco tan cerca, que por la mucha frecuencia de la gente padezca­
mos detrimento; basta que regularmente estén distantes una pequeña
milla, poco más o menos, queriendo antes, a ejemplo! de los Santos Pa­
dres, principalmente del nuestro, habitar en los lugares solitarios y
desiertos, que en las deleitosas ciudades» (1).
No con otra finalidad se hacía sino para atender mejor de esa
manera a la propia santificación, y al mismo tiempo prepararse debi­
damente para la predicación, apostolado al que con preferencia y casi
exclusivamente se dedicaron hasta mediados del siglo XVII los Ca­
puchinos.
Esa norma se observó invariablemente con los conventos castella­
nos edificados en el primer tercio de ese siglo, tales como los de El
Pardo, Toledo, Alcalá, etc.; la única excepción fué el de San Antonio
del Prado, aunque, a decir verdad, venía a estar entonces casi a las
afueras de Madrid.
Pero a medida que avanza el siglo y los Capuchinos van dedicán­
dose también y más de lleno al apostolado del confesonario, los con­
ventos se edifican más próximos a los pueblos y aun en el casco de
las ciudades. Así sucede con el de La Paciencia, de Madrid; con el que
podíamos llamar tercer convento de Alcalá; con el de Toledo, al cam-

<¡i) Constituciones de los Frayles M enores Capuchinos de San Francisco,


aprobadas, y confirmadas por nuestro M uy Santo Padre el Papa Urbano VIII.
Traducidas de lengua italiana en castellano, M adrid, 1644, pp. 29-30.
P R E A M B U L O

Como ya hicimos indicación en la introducción, vamos a tratar en


esta segunda parte puntos de gran interés y que en manera alguna
pudieron ser detenidamente tocados antes por no interrumpir el hilo
de los acontecimientos.
Por otra parte esos puntos dicen relación a los períodos historiados
hasta ahora, y, por su índole general, de haberlos tratado, nos hubiesen
conducido a enojosas repeticiones en casi todos los capítulos. Por ello
hemos preferido dejarlos para este lugar a fin de dedicarles la aten­
ción que se merecen, pero fuera ya de la narración cronológica de
los sucesos.
Con ello quedará más completo nuestro trabajo y más satisfechos
ciertos anhelos que todos sentimos de escrudiñar con curiosidad en lo
pasado para hallar quizás, si no la solución a nuestras dudas, sí al
menos calmar la ansiedad de saber lo que hicieron y fueron nuestros
antepasados en este aspecto particular o en aquel punto determinado.
Tal acontece, por ejemplo, con los estudios, con la predicación, con
otras clases de apostolado, etc., temas de suyo atrayentes e interesantes,
de gran importancia y también de gran utilidad.
Por eso precisamente hemos preferido tratarlos en capítulos sepa­
rados y con bastante detención. Con ellos hemos formado esta segunda
parte, que sin duda ha de ser, para la mayoría de los religiosos, más
instructiva y más aleccionadora que la primera.
____________________________ M ORADA DE LOS R E L IG IO S O S 2 8 1

biarse a Santa Leocadia, etc. Así lo exigían imperiosamente las cir­


cunstancias y a ellas sabían adaptarse.
Por lo demás, la forma observada lo mismo en el trazado de los
planos que en la edificación de las casas, fué guardada con escrupulosa
uniformidad en todos los conventos castellanos. Tenían solamente dos
pisos y formaron todos ellos un cuadrilátero casi perfecto, de mayores
o menores proporciones, según el destino de cada uno, aunque se seguía
la norma de que en .cada casa pudiesen vivir al menos doce religiosos.
El cuarto lado lo completaba también invariablemente la iglesia, mien­
tras que los otros tres eran destinados a oficinas y celdas de los reli­
giosos. La cocina, refectorio, etc., así como las celdas de los Hermanos
ocupaban la planta baja, en tanto que el otro piso estaba destinado a
lss de los Padres, calentador y biblioteca.
En el centro del cuadrilátero, como aun puede observarse hoy en
el convento de El Pardo, en el de, Toro y en otros, había indefectible­
mente un pozo con su aljibe. Notable fué, y es aún, el aljibe del con­
vente de Toro, admirablemente construido para recoger el agua de todos
los tejados, la que conserva con singular pureza y (frescor. Tiene una
profundidad de 18 varas y está dividido en tres cuerpos: el primero,
de forma cuadrada, mide 12 varas; el segundo, en forma de media
naranja, tiene sólo cuatro, y el tercero o inferior, de forma redondeada,
constituye el pocilio y mide dos varas. Está hecho de tal manera
que, al bajar las aguas de los canalones, antes de llegar al aljibe, pasan
por una especie de filtro de arena, y, cuando aquél está lleno, por
medio de conductos de escape va el sobrante al depósito de la huer­
ta (2).
Dichos pozos estaban en medio de uñ jardín o patio y alrededor
iba un claustro bajo, con su sencilla y típica galería de arcos cerrados
con ventanales.
Por demás está el decir que la fábrica era baja y estrecha, pobre,
austera, sin aliño y sin conveniencias temporales, sobre todo la de los
conventos levantados en el primer tercio del siglo XVII, que más bien
recordaban los tugurios de las primitivas comunidades franciscanas y
las de los primeros años de la reforma capuchina. Luego se varió un
tanto, admitiendo fuese mayor y no tan baja, aunque procurando es­
tuviese siempre en armonía con la índole penitente de sus moradores.
Y el material más rico empleado fué el ladrillo, llevando a veces piedra
sillería en las esquinas de las paredes.
2. Formando juego en cierto modo con esa austeridad y esa po­
breza se levantaron también las iglesias. Todas ellas guardaron inva-
(2) G . C a lv o A la g u e r o , Historia de la M uy Noble, M uy Leal y antigua
dudad de Toro con noticias biográficas de sus más ilustres hijos, Valladolid, 1909,
p. 116.
2-32 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

-riablemente el mismo estilo renacimiento sencillísimo, algo barroco en


algunos casos, con frontón en su fachada y en ella una ventana circu­
lar, una cruz por remate y, cuando más, una torre de espadaña para
la campana.
Sus dimensiones eran bien reducidas. No hay duda alguna que en
ellas se siguió también al pie de la letra la prescripción de las Consti­
tuciones: «Nuestras iglesias sean pequeñas, pobres, pero devotas, ho­
nestas y limpísimas, y no las quieran tener grandes para predicar en
ellas» (3).
Esas dimensiones solían ser de 20 metros de largo, 10 de ancho
en el crucero y 15 de alto. Claro está que hubo sus excepciones, como
fueron la de S. Antonio del Prado, la de La Paciencia y, sobre todo,
la de Tarancón, que llega a tener nada menos que 38 metros de larga
por 24 de ancha en el crucero, aventajando a todas la de Esquivias, que
tenía 44 metros de larga.
Ninguna de ellas, que sepamos, constaba sino de una sola nave,
si bien llevaban luego capillas laterales, algunas bastante espaciosas,
que tenían comunicación entre si o con la nave de la iglesia.
No queremos tampoco pasar en silencio otro pormenor interesante,
y es que fué costumbre el que el retablo de los altares, en general, y
particularmente el del mayor, fuese una gran pintura al óleo, con su
marco de madera, que llenase todo el testero del altar; cuadro que
debía representar el titular de la iglesia respectiva (4). Así se hizo
efectivamente, por ejemplo, en El. Pardo, cuyo titular, Nuestra Señora
de los Angeles, está representada en el hermoso cuadro de Francisco
Ricci; así en el primitivo convento del Angel de la Guarda, en Tole­
do, con otro cuadro, también de buenas proporciones y excelente colo­
rido, de Carducho; así también luego con el de Sta. Leocadia, en el
mismo Toledo, con otro cuadro de Francisco Ricci; con el de Sta. Ma­
ría Egipcíaca, la mejor obra de Francisco Camilo, en el de Alcalá. Y
lo mismo podríamos ir diciendo de las otras iglesias.
Pero si, a decir verdad, en ellas resplandecían de modo admirable
la pobreza y sencillez, muy hermanadas con la limpieza, por desgracia
110 fueron, ni mucho menos, modelo de arquitectura, ni en su parte
externa ni tampoco en la interna. De ello se quejaba ya Antonio Ponz
hablando de las de Salamanca y Valladolid, y lo mismo hubiera po­
dido decir del resto (5).
A cambio de esa poca profusión de adornos en los altares lo mis-
(3) Constituciones, o. c., p. 30.
(4) A si lo hace constar el P. Agustín de Zam ora al tratar de ajustar en 1668
las condiciones para el patronato del convento de Laguardia a favor de la villa
(A P C , 25/00079).
(5) P on z, Viaje por España, 2.a ed., t. X I I , M adrid, 1788, p. 263, y t. X I ,
M adrid, 1787, p. 102.
M ORADA DE LOS R E L IG IO S O S 283

mo que en las paredes, arcos, ventanales, etc., lo fueron, quizás con


algún excesivo recargo, en cuanto a los cuadros quepor los entre­
paños se veían colgados, como el mismo Ponz hacía notar describiendo
las iglesias de El Pardo, de Toledo, de S. Antonio del Prado, de
La Paciencia, por no mencionar otras (6). En eso sí: no escatimaron
ni dinero ni artistas, por cuanto fué verdaderamente extraordinario
el número de cuadros existentes lo mismo en iglesias que en conven­
tos. Baste citar como muestra, según ya dijimos, que solamente del
convento de S. Antonio del Prado fueron destinados aformar el mu­
seo de pinturas proyectado por José Bonaparte en 1810, 121 cua­
dros (7), y que al venir la exclaustración en 1835 existían en el con­
vento de El Pardo cerca de 500 (8), muchos de ellos regalos de reyes,
principalmente de Felipe III.
Por lo demás podemos asegurar, como ya lo hemos hecho consignar
anteriormente en la primera parte, que esos cuadros fueron en su ma­
yoría de mérito, y aunque no puede decirse de las primeras firmas
en la pintura, sí podemos citar los nombres de Alonso Cano, Tristán,
Juan de Toledo, Carducho, Jordán, Francisco Camilo, Francisco Ricci,
Alonso del Arco, Antonio de Pereda, Claudio Coello, Francisco Solís,
Juan Carreño, etc.
Sin embargo, en imaginería no fueron tan acertados, lo cual no
tiene nada de extraño cuando, como ya advertimos, en aquel siglo XVII
se daba preferencia en los altares a las pinturas, y las imágenes ocupa­
ban lugar secundario, aunque también se multiplicaron con exagerada
profusión.
3. Réstanos hablar ahora de algo que en toda fundación nues­
tros antepasados consideraron como complementario, mejor aún, indis­
pensable, de absoluta necesidad, máxime en aquellos tiempos, es decir,
la huerta. Por eso, al hacer las escrituras de cualquier fundación nueva,
siempre se pone como condición y requisito el disponer de terreno
suficiente para una huerta capaz de proveer de hortalizas a los religio­
sos durante todo el año.
Y tanto era más necesaria cuanto que entonces, cuando los ayunos
se llevaban con mayor rigor, ios Capuchinos hacían sus comidas a
base de hortalizas, y precisamente su necesidad se dejaba sentir dia­
riamente; por otra parte podían ellos cultivarlas sin necesidad de
pedirlas de limosna. Esa era también una de las razones, un poco ma­
té ) Id., o . c., 2.a e d ., t. V I, M adrid, 1782, pp. 160-161, t. V , p. 282, 3.a ed.,
t. I, M adrid, 1787, pp. 189-191.
(7) P. M a d r a z o , Catalogue des tableaux du M usée du Prado, Prem. éd. franc.,
M adrid, 1913, pp. X I -X I I .
. (8) Inventario del convento de E ! Pardo hecho al tener lugar la exclaustración
de 1835 (A P C , 27/00076).
284 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

terial si se quiere, por qué exigían que los conventos estuviesen fuera
de las poblaciones, cuando de otra manera, viviendo en sitio céntrico,
no les hubiera sido posible disponer de una huerta capaz y espaciosa.
Aun así y todo, en los mismos conventos edificados más en el centro
de las ciudades, como fueron los del Prado, de La Paciencia, de Sta. Leo­
cadia de Toledo, Segovia y Valladolid, todos ellos disponían de huerta
más o menos capaz. Y particularmente fueron notables, como aun hoy
en día pueden admirarse, las de El Pardo, Toledo, Toro, Villarrubia y
Villanueva del Cárdete. En ellas no sólo se cultivaban hortalizas sino
abundantes frutales, como de la de Salamanca, Toledo y Toro dice
expresamente el P. Monzón, que residió en esos conventos, y asi­
mismo lo testifica el P. Agustín de Granada (9). Sabemos también que
de la huerta de El Pardo, cuyos árboles frutales fueron llevados de
Aranjuez, se proveía de fruta a ios conventos del Prado y de La Pa­
ciencia.
Mas de nada hubiera valido o muy poca utilidad hubiera reportado
la huerta, si no se hubiera dispuesto de agua abundante para el riego.
Para conseguirlo tampoco escatimaron aquellos Capuchinos del si­
glo XVII medios ni gastos, pues a la verdad en algunas ocasiones se
hicieron tantos como hubieran sido casi suficientes para levantar en­
tonces un convento. Así lo practicaron en el del Angel de Toledo,
trayendo el agua de buena distancia por medio de una muy costosa
cañería (10); lo mismo y con más razón se diga del de El Par|do, cuya
agua se trajo de varios kilómetros por medio de costosísimas galerías,
pagadas en gran parte con generosa munificiencia por los reyes (11);
y más notable fué aún la traída del agua para la huerta de Vilinueva
del Cárdete desde «siete mil setecientas varas de distancia», con un
coste total de cuatro mil ducados (12).
Como complemento en todas las huertas había grandes estanques
para mejor llevar a cabo el riego, según puede verse aún en las de
El Pardo, Toro, Segovia, Alcalá de Henares, y asimismo para el apro­
vechamiento del agua dispopnían de interesantes sistemas de riego que
aun hoy en día podrían servinos de modelo, siendo los más notables
los de Alcalá de Henares y Cubas (13).
Así, sin faltar en nada a la pobreza y viviendo por otra parte del
trabajo de sus manos y aprovechando los recursos naturales, se hacían
(9) M onzón , ms. c., f. 19 y 25.— A . de G ranada , ms. c., p. 64.
(10) M o n z ó n , ibíd.
(11) M em oria de las fuentes del convento de El Pardo y del nacimiento de
ellas (A P C . 27/00071).
(12) Inform e sobre la traída del agua ai convento de Villanueva (31 de mayo
de 1651) y su ejecución (A P C , 30/00009 y 30/00010).
(13) D iseño y plano de la conducción del agua de riego a la huerta y por
toda ella (A P C , 28/ooo6oa).
M ORADA DE LOS R E L IG IO S O S 285

menos gravosos a los bienhechores y disponían en todo tiempo de fru­


tas y hortalizas suficientes para el consumo diario.
Por otra parte, la huerta debía ser para los religiosos lugar de es­
parcimiento pero también de devoción. Por eso ya desde las primeras
fundaciones, entre otras la de El Pardo (14), existieron algunas ermi­
tas con el fin de que en ellas pudiesen recogerse a orar. Además: sobre
ello consignaba el P. Anguiano en 1678: «Es costumbre antiquísima
el que haya en ella (en la huerta) algunas ermitas devotas y pobres
con algunas imágenes de la Pasión de nuestro Redentor o de los pasos
de la vida de nuestro glorioso Padre S. Francisco y de sus santos
hijos, para que con su vista y contemplación se enciendan sus corazo­
nes en ardientes deseos de imitar sus heroicas virtudes.» A ello se
añade que el hortelano debía cuidar «de tener algunas cruces a trechos
en las calles adornadas, de suerte que formen alguna representación
del monte Calvario» (15). Es decir que, corno en otras partes se ha­
cía, se procurase tener en la huerta el Viacrucis, para que los religiosos
pudiesen practicar allí tan loable devoción.
4. Entre las dependencias asimismo imprescindibles en todos los
conventos se contaba la biblioteca, que debía ser «la oficina que hay
en nuestros conventos de más valor; por esc ninguna pide mayor cui­
dado para su conservación y aumento». Y que así se hacía efectivamen­
te, lo hemos dicho ya al hablar de la mayoría de los conventos, mere­
ciendo especial mención las de San Antonio, La Paciencia, El Pardo y
Esquivias, abundantes sobre todo en obras de Santos Padres, escrito­
res eclesiásticos, asuntos predicables y teología moral (16).
5. Tampoco faltaba en ningún convento el calentador, acerca del
cual nos dice el P. Anguiano : «Para templar el rigor de nuestra des­
nudez y de los casi continuos y rígidos ayunos, y hacer más soportables
los ejercicios de austeridad y mortificación, de suerte que no se supri­
ma el espíritu por la sobrada intensión de aspereza, por común acuer­
do de nuestros antiguos Padres, se estableció el que en todos nuestros
conventos hubiese una pieza o aposento con chimenea, adonde, a cier­
tas horas y tiempos, se encendiese un poco de leña para calentarse los
religiosos los pies en el invierno, conviniendo a estos actos de comuni­
dad los que tuviesen necesidad de semejante alivio.» Y para que no
fuese motivo de distracción y pérdida de tiempo, se debía observar
(14) Archivo del Palacio N . de M adrid.— Patrimonio.— El Pardo. Leg. 6, «L is ­
ta de gente que trabajó en dicho sitio» (el convento).
(15) M a t e o d e A n gu ia n o, O. F. M . Cap., Disciplina religiosa... M adrid, 1678,
p. 253.
(16) L o s respectivos catálogos pueden verse en el A rch ivo de Simancas, G ra­
cia y Justicia, Legs. 1.247 (m od. 529) y 1.248 (m od. 530), don de asimismo constan
las pinturas y objetos artísticos existentes en 1809 en los m encionados conventos.
286 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

en el calentador riguroso silencio, como también debían cuantos asis­


tiesen hacer en común una oración por los bienhechores que daban
leña para este alivio (17).
6. Mucho menos aún podía faltar en casa alguna la enfermería;
debía ser la pieza mejor instalada y mejor orientada, y reunir mayo­
res comodidades las habitaciones destinadas a los enfermos que las de
los otros religiosos. Estaba siempre separada del resto del convento y
constaba ordinariamente de tres o cuatro celdas en las que el ajuar de
camas, colchones, almohadas, etc., aunque pobre, se diferenciaba en
un todo del de las demás. Allí se tenía capilla para que los enfermos
pudiesen hacer su oración, y también altar donde poder decir Misa,
la que se celebraba diariamente siempre que había algún enfermo.
Así se atendía a cuidar las dolencias del cuerpo y se procuraba
asimismo que e). espíritu no sufriese detrimento.
(17) A n gu ia n o, o . c ., pp. 185-6.
C A P IT U L O II

R é g im e n y o r g a n iz a c ió n

i. L o s Capítulos Provinciales: su autoridad: m odo de celebrarse.—


2. Los Ministros Provinciales.— 3. Definidores.— 4. Custodios .—
5. Guardianes.— 6. Vicarios.— 7. Familia conventual.

1. Los Capítulos Provinciales tuvieron siempre, al igual que los


Generales, más importancia que la que hoy en día se les suele dar.
No sólo se reunían en tan solemne ocasión los religiosos para la elec­
ción de nuevos Superiores, sino para deliberar también sobre asuntos
que decían relación a toda la Orden o Provincia, tomar determinacio­
nes importantes y dar las convenientes ordenaciones, que lo mismo
afectaban a la Orden o Provincia en general, que a los conventos par­
ticulares.
Así, y por lo que atañe a los Capítulos Generales, se dieron en
todos ellos muy importantes ordenaciones y se tomaron decisiones que
se refieren a todas las actividades de los religiosos: culto, predicación,
confesonario, estudios, etc.; al mismo tiempo se resolvieron consultas
dirigidas a la más pura observancia de la Regla y Constituciones (1).
Similarmente en todos los Capítulos de Castilla celebrados en el
siglo que hemos historiado en la primera parte, el XVII, se dieron
también ordenaciones y se tomaron acuerdos que dicen relación con
todos esos puntos, como lo hemos hecho notar especialmente, e incluso
se impusieron preceptos de obediencia a los transgresores de algún
punto de disciplina, o encaminados a la mejor guarda de dichas orde­
naciones capitulares.
Mas aparte de eso se discutieron en los Capítulos Provinciales la
conveniencia o desventaja de las fundaciones que se ofrecían, y, según
el voto favorable o no de los vocales, eran admitidas o rechazadas (2).
(1) C fr. Analecta O. Fr. M . Cap., V (1889), p. io , y los años siguientes.
(2) A sí sucedió al tomarse la fundación de Valladolid (E D , p. 17 ); con el
de Villanueva (E D , p. 13, y M onzón , ms. c., f 2 8 r.); con el de Segovia (E D , p. 15);
al dejar el de Valdequemada (E D , p. 17), etc.
288 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

Así fué cómo los Capítulos Provinciales tuvieron carácter no tan


sólo electivo sino también, en cierto modo, legislativo, y marcaron la
marcha de la Provincia y sus progresos en puntos tan importantes como
ios estudios y la predicación, la vida espiritual, la formación de los
religiosos y la observancia regular en toda su amplitud.
Por 1c demás, en cuanto al tiempo de su celebración se varió casi
de continuo. Antes de la división de la Provincia el año 1625, se ce­
lebraban anualmente; pero desde el Capítulo General de 26 de mayo
de dicho año, se dió permiso a las Provincias de España para que pu­
diesen tenerlos cada trienio con tal de que se hiciese cada año Con­
gregación del P. Provincial con los Definidores, pudiendo entonces ha­
cer elección de Guardianes y mudar los que creyesen conveniente (3).
Posteriormente, en. el Capítulo Provincial celebrado el 19 de di­
ciembre de 1628, el P. General que lo había presidido, quitó de nuevo
en las Provincias de España los Capítulos trienales (4), y se volvió
a observar la disciplina general de la Orden, es decir, que «los Ca­
pítulos Provinciales se hagan cada año» (5). Así se siguió hasta 1637,
en que el Capítulo General concedió a Castilla tuviese sus Capítulos
de año y medio en año y medio, y que los Provinciales cumpliesen con
dos elecciones (6), o sea, que ios Capítulos fuesen sexquienales.
Sin perjuicio de lo ordenado por las nuevas Constituciones de 1643,
como ya .dijimos, que volvían a prescribir los Capítulos anuales, Cas­
tilla siguió con dicha concesión particular hasta 1650, en que se con­
cedió a toda la Orden poder convocar los Capítulos Provinciales cada
dieciocho meses (7), y así se practicó hasta que Clemente IX, con su
célebre Constitución Farnesiana (8) volvió a mandar que los Capítulos
fuesen trienales; pero debía celebrarse la llamada Congregación inter­
media, de solos el P. Provincial y Definidores, y en ella se sustituían
los Guardianes cuando habían cumplido el tiempo o por otras causas,
y asimismo la conducta del P. Provincial era juzgada por los Defini­
dores, como también el proceder de los Guardianes, de tal manera que,
al anunciar a la Provincia la celebración de esa Congregación, se orde­
naba a los religiosos escribiesen a la Definición dando cuenta del com-

(3) E D , p. 12 .
(4) Ibíd., p. 1.6.
(5S V e n a n t i u s a L i s l e - e n - R i g a u l t , O. F . M . C a p ., Monumento, ad Consii-
tuliones Ordinis Fratrum M tnontm Capuccinomm perlinentia, R o m a e , 1 9 1 0 , p. 385.
Constituciones de los Frailes Menores Capuchinos de San Francisco..., M a d r i d ,
1644 , P- 39
(6)
E D , p. 22.
C f r Analecta, V I (18 9 0 ), p. 3 4 1 , n .° 1 1 5 .
(7)
B re v e Debitum pastoralis (9 de septiem bre de 16 6 7 ) en Bullariutn, I , p. 1 1 2 ,
(8)
y Analecta, V I I ( 18 9 1) , p. 76. S e llam ó constitución Famcsimna porque se concedió
a instancias del C ard en al F a rn esio . entonces Protector de la O rden. Por lo dem ás,
esa determ inación h abía sido tom ada en el C ap ítu lo G en era l del 26 de m ayo de
ese año
R É G IM E N Y O R G A N IZ A C IÓ N 289

portamiento de los Guardianes, y exponiendo sus necesidades propias


o de los conventos (9).
Otra vez se volvió en 1687 a los Capítulos trienales (10), hasta 1693;
en que Inocencio XII, al abolir los Discretos capitulares en Castilla,
Navarra y Andalucía, mandó de nuevo se tuviesen los Capítulos sex-
quienales (11).
No obstante lo dicho, prácticamente en Castilla los Capítulos se
fueron celebrando con bastante irregularidad, unas veces porque era
forzoso convocarlos antes para la elección de los Custodios generales
que debían ir al Capítulo General, y otras porque así lo ordenaba el
P. General con motivo de su visita a Castilla, y en dos ocasiones con
motivo de haber venido a la Provincia Visitadores generales (12).
En cuanto a los que debían tomar parte en dichos Capítulos se
siguió en la Provincia lo dispuesto en las Constituciones, pero, al ser
abolidos los Discretos de cada convento por Inocencio XII (13), se
designaron en su lugar, como capitulares, los Definidores, los Custodios
y el Ex-Provincial inmediato (14).
El convento en que generalmente, se celebraron fué el de San An­
tonio del Prado, a excepción de cinco que tuvieron lugar en El Pardo
y dos en el de La Paciencia. Y digna de notarse es la munificencia con
' que el rey sufragaba todos los gastos de comida durante esos días de
la celebración del Capítulo, ya desde tiempos de Felipe III (15).
2. La finalidad primaria de esos Capítulos era la elección de Su­
periores Provinciales. Ya entonces se tenía por constitución que pu­
diesen ser elegidos de fuera de la Provincia. Así lo fueron efectiva­
mente los castellanos P. Diego de Quiroga, de la Provincia de Valencia,

(9) E D , p. 7 5.
( 10 ) B re v e d e Ino cen cio X I , Exponi nobis (7 de febrero de 16 8 7), Bullarium, V ,
p. 296.
( 1 1 ) B re v e Alias emanarunt ( 1 2 d e septiem bre de 16 9 3), Bullarium, V , p. 298-300.
( 12 ) A ñ o 16 3 4 ( E D , p. 19 ) y en 16 9 0 (ibid., p. 1 0 0 - 10 1) .
( 13 ) B re v e Nuper pro parte (29 de m arzo d e 16 9 3 ), Bullarium, V , p. 297.
(14 ) B re v e citado Alias emanarunt.
( 15 ) E l P . G u ard ián d e Sa n A n to n io presentó al re y un m em orial en 16 9 3
en el que dice que d esd e F e lip e I I I se venía dando al convento d e lim osna las com idas
d e los C a p ítu lo s: qu e lu ego, desde 16 8 6 , se daban en m aravedises, pero qu e se
h ab ían retrasado m ucho. Y en otro docum ento se dice qu e en los libros d e ofici­
n a constaba qu e en el año 16 4 4 se h abían dado de lim osna paral el C a p ít u lo : 200
lib ras d e carn ero, 50 de ternera, 700 hu evos, 5 libras de aceite, 16 libras de m iel,
80 azum bres de v in o , 7 5 libras d e gu in das, 7 5 libras de cerezas, 16 0 tortillas, 80 li­
bras de pan y 2 barriles d e aceitunas (A rch ivo de Palacio.— Sección A d m inistrativa.
C orporacion es R eligio sas.— L e g . 3.— C ap uchinos.— San A n tonio del P iad o).
P o r otra parte, cuanto se observaba en los C ap ítu los P ro vin ciales venía m inu cio­
sam ente descrito en u n a especie de R itu a l m anuscrito qu e llevaba este títu lo :
Advertencias, que se deben guardar durante el Capítulo Provincial de Menores
Capuchinos.— 42 pp. (B . N.— M s. 8.477).
200 LA P R O V IN C IA D E IF . MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

y P. Alejandro de Valencia, de la de Andalucía; pero en Castilla


no fué elegido ninguno que no perteneciese a ella. Su elección, por
otra parte, solía repetirse generalmente segunda y tercera vez hasta
concluir el trienio, pero no faltaron ocasiones en que sólo fué elegido
por un año o año y medio, lo cual prueba que los vocales tenían en
ello amph'a libertad.
La autoridad del P. Provincial en el gobierno fué, a nuestro juicio,
bastante limitada, fuera del tiempo de visita, ya que las ordenaciones
para toda la Provincia se daban por todo el Capítulo o por la Definición.
Asimismo, aunque era de su competencia hacer la visita a los conven­
tos, con frecuencia delegaba a uno de los Definidores. Esa misma res­
tricción se seguía por lo que se refiere a las confesiones de los religiosos.
Aprobaba a los confesores pero no les daba jurisdicción, sino que de­
jaba a los propios Prelados locales de cada uno el que diesen jurisdic­
ción a los que ellos señalasen, como habían declarado los Capítulos
generales (16).
Al cesir en su cargo, en vez de llevar el título de Ex-Provincial.
se le consideraba como Padre de Provincia, y, aunque era mero título
de respeto y veneración, sin embargo en muchas ocasiones se íes con­
sideró, juntamente con los Padres Definidores, como los consejeros
natos del P. Provincial, y, sobre todo, se pedía su consejo cuando era
forzoso tomar determinaciones importantes relativas a toda la Pro­
vincia.
A pesar de todo no tenían voz activa en los Capítulos; sólo cuando
en 1693 fueron abolidos los Discretos, se concedió voto al Provincial
inmediatamente anterior.
3. Los consejeros natos del P. Provincial fueron los PP. Defini­
dores, elegidos siempre en Capítulo, pero su oficio no duraba sino
hasta el Capítulo siguiente, es decir, un año, año y medio o tres años;
de ese modo se renovaban frecuentemente, como asimismo los Guar­
dianes y los Vicarios. Su voto y parecer y aun aprobación se requirió
siempre para aceptar una nueva fundación, una carga de Misas per­
petuas, para dar ordenaciones nuevas a toda la Provincia o también
para corroborar las de los Capítulos, para establecer nuevos cursos o
dar normas sobre la marcha de los estudios.
Por otra parte los Definidores fueron casi siempre Guardianes, hasta
que en el Capítulo general de 26 de mayo de 1667 se prohibió que
en adelante fuesen elegidos Superiores locales (17). Además: al cesar
no tenían ni títulos ni preeminencia alguna.
4. A los Definidores seguían por orden de precedencia los Cus-

(16 ) E D ; p. 3 1 .
( 17 ) Cfir. Analecta, V I I ( 18 9 1) , p. 77.
R É G IM E N Y O R G A N IZ A C IÓ N 291

todios, unos generales y otros provinciales. Aquellos eran elegidos por


todos los vocales en el Capítulo provincial que inmediatamente prece­
día al Capítulo general. Su finalidad era representar la Provincia en la
elección de los Superiores de toda la Orden. En cambio los Custodios
provinciales eran elegidos por el P. Provincial y Definidores; venían a
ser en cierto modo como delegados del P. Provincial en algunos casos, y
residían uno en Toledo, para la Custodia de Castilla la Nueva, y el
otro en Valladolid, para la de Castilla la Vieja. Podían en algún caso
urgente en que no era fácil acudir al P. Provincial, proveer como les
pareciese justo, incluso dar, por ejemplo, obediencia a ios religiosos de
su Custodia (18). Además: tanto los Custodios generales como los pro­
vinciales, en caso de ausencia, podían nombrar por sí mismos Vice-
Custodios, pero mientras los suplentes generales tenían los mismos
honores y precedencias que los titulares, los provinciales no tenían nada,
de eso (19). Estos no aparecen en Castilla, al menos en las tablas ca­
pitulares, hasta 1645 (20).
5. A los Custodios seguían, aunque ya más concretamente dentro
del marco de la familia conventual, los Guardianes. Fueron casi hasta
1642 no sólo Superiores de la comunidad, sino que también desempe­
ñaron al mismo tiempo el cargo de Lector y sobre todo el de Maestro
de novicios en las respectivas casas de noviciado. Y aun cuando después
no desempeñasen el importante cargo de Maestro, estaban autorizados
por los Provinciales para admitir por sí mismos los postulantes, pero
solamente los aspirantes a sacerdotes, e incluso darles la profesión, con
tal de que tampoco fuesen «de sangre de portugueses por la dificultad
de las pruebas» (21).
6. Los Vicarios de los conventos eran elegidos en Capítulo, al igual
que los Guardianes; sin embargo, en Castilla no aparece su nombra­
miento hasta 1640, y aun eso solamente de los conventos de San An­
tonio y El Pardo (22). Quizás no los hubiese en los restantes conventos
o quizás no se haga constar su nombramiento hasta 1652; pero desde
ese año van apareciendo en las tablas capitulares también en otros con-

(18 ) M a r t í n p e T o r r e c i l l a , O . F . M . C a p ., Consultas, alegatos, apologías y


otros tratados, tom o I , 2.a ed., M a d rid , 17 0 2 , p. n o , y t. I I , 2.a* ed., M a d rid , 17 0 2 ,
pp. 434 y 437 -
(19 ) C fr. E D , pp. 3 5 , 39 , 69-70, y tam bién Catálogo de los Capítulos Custo­
díales y ds todos los decretos y resoluciones de Navarra, M s. c., p. 97 (A rch ivo
Pro vin cial d e los C ap u ch in o s de N avarra).
(20) E D , p. 33.
(2 1 ) C ír . Viridario auténtico, m s. c., ff. 2 v ., 5 r., 8r., 1 3 V . L a razón de dar
dicha autorización fu e, com o dijim os en otra parte, porque estando los noviciados
en Salam an ca y A lca lá, si se dem oraba la entrada de los q u e ped ían la adm isión,
podían lu ego m u dar de parecer con la tardanza y m archarse a otra parte.
(22) E D , p. 25.
292 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

ventos, si bien suele añadirse: «Vicarios nombrados por la Defini­


ción» (23).
Por lo demás el cargo de Vicario adquirió luego una importancia
grande; tanto que aparece inseparable del cargo de Maestro en las
casas de noviciado; es también Maestro de nuevos, es decir, de aquellos
que después del noviciado debían completar su formación durante va­
rios años; de ellos es al mismo tiempo profesor de Gramática, y, por
fin, a su cuenta corre también la formación de los Hermanos Legos
después de su salida del noviciado (24).
7. La familia conventual estaba además integrada por los siguien­
tes elementos: Padres, Coristas, Hermanos Legos y Donados o criados.
Los Padres venían a estar divididos prácticamente en tres catego­
rías o clases: simples sacerdotes, Predicadores y Misioneros, como más
al pormenor diremos al hablar de la predicación. Sin embargo adelan­
tamos que no solamente se dedicaban a ese apostolado, lo mismo que
al confesonario, etc., sino que también consagraron sus esfuerzos y ocios
al ejercicio de la pluma, siguiendo aquella exhortación del P. Manuel
de Jaén: «No puede un pobre religioso, después de cumplir con las
obligaciones de su estado, tener ocupación más noble ni loable que
escribir libros para la pública utilidad, especialmente para los seglares
metidos en la Babilonia del mundo, si Dios le ha dado algún talento
y vocación para ello» (25).
Muy iazonable lo veía también el P. Gaspar de Viana al componer
uno de sus libros, cuando así se expresaba, alegando las razones para
ello: «Lo primero por lograr en vida y en muerte el fruto de mis
estudios por mejores y más excelentes instrumentos de la predicación
evangélica; que si unos tienen la tarea y ocupación del escribir o apli­
cación a componer los libros, otros la tienen de decir y predicar, con
que se logra lo escrito y trabajado» (26).
Y aunque es verdad que «la continuación de el coro, la perennidad
y peso de los ejercicios espirituales y corporales de la mendicidad,
precisa para mantenernos, se llevan tras sí el tiempo y las fuerzas sin
dejar otro recurso que el de limitar mucho el sueño» (27); no obstante
el mismo P. Anguiano, de quien son esas palabras, reconocía en 1706
que «es no poco ponderable que ha más de sesenta años que de sola

(2 3 ) I ’oid., pp. 50, 53, e tc.


(2 4 ) C fr . E D , p p . 4 7 , 5 0 , 5 2 , e tc .
(2 5 ) M an u el de Jaén, O . F. M . C a p ., Remedio universal de laperdición del
mundo, M a d r id , 1 7 8 3 , f. 2v .
( 2 6 ) G a s p a r d e V i a n a , O . F . M . C a p ., El Sol de nuestra España y luz grande
de la Iglesia, el Abulense, en discursos morales, políticos y espirituales, t. I , M a ­
d rid , 1 6 7 0 , p r ó lo g o .
(2 7 ) A n g u ia n o , Vida y virtudes del Capuchino español, o. c ., M a d r id , 1704,
in tr o d u c c ió n .
R É G IM E N Y O R G A N IZ A C IÓ N 293

esta nuestra Provincia de Castilla jamás han faltado dos o tres que
estén escribiendo o imprimiendo» (28).
Además: como dirá el P. Secretario Provincial, Jerónimo de Cu­
bas, «siempre ha sido práctica y costumbre» en la Provincia de Cas­
tilla el «que los religiosos del coro, Predicadores (excepto aquellos de
conocida habilidad) y los que no son predicadores sino sólo sacerdotes
simples, salgan por los lugares de esta Provincia y sus Guardianías a
pedir las limosnas acostumbradas de trigo, etc., a excepción de las
ciudades donde tenemos convento donde ya hay religiosos legos limos­
neros destinados per la Provincia para pedir lo que en dichas ciudades
se acostumbra» (29). Por eso nada debe de extrañarnos leer en las
biografías o reseñas necrológicas de Padres que vivieron en el si­
glo XVII y en el siguiente, el que hayan desempeñado el oficio de limos­
nero, el de portero, etc., pues a todos esos menesteres eran dedicados
a veces por la obediencia.
Por lo que a los Coristas se refiere, de ellos nos ocuparemos al
hablar luego de los estudios. Y en cuanto a los Hermanos Legos, eran
los encargados de modo particular de todas las oficinas y de pedir
diariamente la limosna en los pueblos o ciudades donde se hallaban en­
clavados los conventos. Estaban también al frente de la oficina del
sayal que se hacía en un convento determinado para toda la Provincia,
teniendo a sus órdenes donados o también criados de fuera. Asimismo
eran designados para el cargo de Fabriqueros; de los cuatro señalados en
los Capítulos, dos al menos solían ser Hermanos Legos. Varios de ellos
estaban especializados en arquitectura, albañilería o carpintería, como fue­
ron Fr. Diego de Madrid, Fr. Lucas de Guadalajara, Fr. León de Mon­
terrey y Fr. Miguel de Madrid, según hemos hecho notar anteriormente.
Solía haber también en los conventos donados perpetuos que hacían
los recados, recogían las limosnas por los pueblos, sobre todo las pecu­
niarias, etc. Pero hacían vida enteramente separada de la comunidad;
es más: tenían su casita aparte, como aun hoy en día puede verse en
el convento de Toro, y asimismo nos consta por el plano del convento
de Tarancón (30). Llevaban vida muy piadosa y hasta hacían sus votos,
excepto el de pobreza.
Cuando en Castiila estuvo prohibida la recepción de donados, a causa
de la penuria de Hermanos Legos, fueron admitidos criados que luego se
generalizaron más aún que los donados, en el correr del siglo XVIII.

(28) Id ., Epitome historial de la' conquista espiritual del imperio abyssino en


Etiopía la Alta .., M ad rid , 17 0 6 , p. 17 7 .
(29) A s í lo decía oficialm ente el m encionado P . Secretario, contestando al P a ­
d re P ro vin cial de C atalu ñ a (xMadrid, 9 de julio de 17 4 3 ) (A rch ivo de la C o ro n a de
A rag ó n . F o n d o s M on acales. L e g . 62, £. 3 : M iscelán ea del A rc h iv o d e C ap uchinos,
tom o 6.°).
(30) E x iste en el A P C , 24/00043.
CAPITULO III

A d m is ió n y f o r m a c ió n

i. Vocaciones.— 2. Admisión de candidatos.— 3. Información.— 4. Or­


ganización del noviciado: Maestros de novicios: formación de és­
tos.— 5. Conventos.— 6. Continuación del noviado: los nuevos.

1. No había en el siglo XVII, como en el presente, modo fijo de


reclutar vocaciones, lo mismo para sacerdotes que para hermanos legos.
Las peticiones eran en cierto modo espontáneas, muy frecuentemente
a raíz de una misión, como lo fueron también las fundaciones de nuevos
conventos.
Sin embargo ya hemos indicado que una de las finalidades de la
fundación de los conventos de Salamanca y Alcalá fué precisamente
esa: la de que así pudieran fácilmente reclutarse vocaciones de entre
los muchos estudiantes que en aquellos tiempos frecuentaban las dos
mejores Universidades españolas. Y efectivamente: sabemos, y ya lo
hemos hecho también constar, que varios de los religiosos más escla­
recidos de la Provincia precisamente en este siglo, entre otros los
PP. Buenaventura de Cerdeña, José de Pernambuco, Antonio de Caller,
Alejandro de Valencia, Leandro de Murcia, etc., estando estudiando en
la Universidad de Salamanca, sintiéronse llamados por Dios a ingresar
en nuestra Orden.
De todos modos podemos asegurar que en tiempo alguno faltaron
vocaciones, sino que fueron, por el contrario, numerosas. Las estadís­
ticas son buena prueba de nuestro aserto, cuando sabemos que apenas
llevaba la Provincia medio siglo de existencia ya contaba en 1666 con
314 religiosos: 166 sacerdotes, 65 coristas y 83 hermanos (1); en 1685
tenía en total 460: de ellos 280 Padres, 80 coristas y 100 hermanos (2),
y en 1698 su número se elevaba a 500: 350 Padres, 55 coristas v
96 hermanos (3).

( 1) E D , o. c., p. 64.
(2) D io n y s iu sa G e n o v a , O . F . M . C a p ., Bibliotheca scriptorum Ordinis M i-
norum S. Francisci Capuccinorum , G en u ae, 1 6 9 1 , a l final,
(3) T o r r e c i l l a , Apologema, etc., o. c., p. 309.
A D M IS IO N Y F O R M A C IO N 295

2. No eran por otra parte pocas las diligencias que se hacían para
la admisión de candidatos, sometiéndolos a un minucioso interrogato­
rio, exigiéndoles antes juramento de no encubrir la verdad (4).
La admisión de los aspirantes para sacerdotes se hacía inmediata­
mente que lo pedían, por las causas que ya hemos indicado; para ello
se delegaba a los respectivos Guardianes de Salamanca y Alcalá. En
cambio, los aspirantes a hermanos legos eran admitidos por el P. Pro­
vincial, con la particularidad de que solamente podía haber cuatro de
ellos, cuando más, haciendo al mismo tiempo el año de prueba, según
era estilo de la Provincia, admitiéndose mayor número cuando había
carestía de Hermanos (5).
3. Además: se hacían, durante el tiempo del noviciado, rigurosas
informaciones, las que se llevaban a cabo según el siguiente método.
Los dos Padres delegados debían hacer primero una información secreta,
y, no resultando nada en contrario, se hacía la pública, comenzando por
ver el libro de bautizados y sacar dos partidas: una, firmada del no­
tario, iría acompañando las- informaciones, y la otra se entregaría al
pretendiente. Se examinaría luego el libro de casados para ver si los
padres lo estaban legítimamente. Luego los testigos, que debían ser
seis o siete, contestarían al interrogatorio, firmando sus respuestas junta­
mente con el P. Secretario, y esas certificaciones se enviaban al Guardián
o Presidente del noviciado. Se amonestaba a los Padres informantes
«reparen mucho en los defectos de sangre, linaje y oficios bajos, no se
pierda entre nosotros la buena fama que tenemos en este punto entre
religiosos y seglares, llamando a los Capuchinos caballeros pobres».
Se hacían once preguntas, entre otras: si era legítimo, si los padres
eran cristianos viejos, limpios de mala sangre y raza de judíos, moros,
herejes, etc., y que no hubiesen tenido oficios viles; si tenía vocación,
si en el siglo gozó de buena fama, si tenía enfermedad o achaque ha­
bitual, y, -sobre todo, se insistía mucho en la sexta pregunta, a saber:
«Qué hacienda tienen los padres: si es suficiente para que lo pasen
con decencia, sin necesitar de él en algún tiempo», pues de ello «se
siguen, y aun hoy lloramos, muchos disturbios y escándalos en la Or­
den». «Acuérdense que prepondera más el lustre, esplendor, observan­
cia y santidad de la Orden, que el bien particular del novicio, y que
importa poco tenga dos o tres sujetos más la Religión, pero importa
mucho que se mantenga en la observancia y ejemplo que hasta aquí».
Todos estos informes se hacían antes de profesar y debían ser conocidos
por los religiosos del noviciado antes de admitir los novicios a la pro­
fesión (6).

(4 ) Disciplina religiosa, o. c ., p . 2 .
A n g u ia n O j
(5) V A , m s. c., p. 82.
(6) «M étodos para hacer las inform aciones nosotros los C ap uchino s». M s ., 2 ho-
296 LA P R O V IN C IA D E FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

4. Por lo demás, el noviciado comenzaba con la toma de hábito, y


entonces el pretendiente cambiaba de nombre, como fué costumbre
indefectible entre los Capuchinos castellanos. Y desde el momento en
que se le vestía el hábito entraba «debajo de la disciplina y enseñanza
de su Maestro, a quien debe tener en lugar de su madre, comunicán­
dole con gran confianza hasta el más minímo secreto de su corazón,
cuánto y más las tentaciones y sugestiones del demonio, pues puede
estar cierto, que no hay madre tan amante de su hijo, como él lo es
de sus novicios» (7).
El cargo de Maestro de novicios estuvo unido casi siempre al de
Guardián, lo mismo antes de la división de la Provincia (1625), que
después, hasta 1642; a partir de ese año esos cargos son desempeñados
muy acertadamente por Padres distintos (8).
Los novicios, así coristas como hermanos legos, estaban en un todo
sujetos al P. Maestro, quien cuidaba de su instrucción, educación y for­
mación espiritual. De ahí la importancia que siempre se dió a ese cargo,
exigiendo de quien lo desempeñaba «prudencia, discreción y virtud»,
puesto que había de formarlos por medio de pláticas diarias, tomándoles
la culpa, exigiéndoles la más rigurosa observancia de lo mandado y
aun que «le den cuenta de su espíritu y de las demás cosas de su
obligación» (9). El P. Maestro debía ser para sus novicios una verda­
dera madre espiritual, y por .su parte éstos no debían visitar ni menos
frecuentar las celdas de ios otros, pero sí habían de procurar ir con
asiduidad a la celda del Maestro para darle cuenta de sus tentaciones,
dificultades, etc.
Para llevar a cabo esa formación espiritual, el Maestro no sólo debía
enseñarles el modo de rezar el Oficio divino, las rúbricas del Breviario,
explicarles la Regla, etc., sino que estaba obligado a tener diariamente
una plática sobre asuntos espirituales (10). A ellas asistían también los
novicios legos, pero éstos estaban además bajo de la dependencia y a

jas (B . d e la A cad em ia de la H istoria.— Papeles d e Jesu ítas, t. 58, p. 194). A u n q u e


se h a juntado este tomo a la colección «Papeles d e Jesu íta s» , perteneció, com o otros
varios de la m encionada colección, a la « L ib re ría d e C ap uchino s del P rad o de
M ad rid » , según se lee en la portada de letra d el P . F ran cisco de A jo frín , y fo rm a­
ba el tomo 2 3 d s «Papeles varios».
C asi las m ism as preguntas y el m ism o m étodo d e in fo rm ación se seguía en la
Pro vin cia de N a v a rta , com o puede verse en u n m s. anónim o (quizás del P . D iego
d e Pam plon a), conservado en el A rc h iv o P ro vin cial («V aria». 1820).
E jem p lo s prácticos d e esas Info rm acio n es hem os encontrado v ario s, desde 1694
en adelant en la B iblio teca U n iv ersita ria de Salam anca.— M ss. «Papeles vario s» ,
t. 29, núm s. 1 - 1 2 .
(7 ) A n g u i a n o , o . c ., p. 3 .
(8) V id e sup ra, p. 1 1 0 . — C fr. F.D , o. c., p. 1 3 ss.
(9 ) A n g u i a n o o . c ., p. 15.
(1 0 ) Ibíd.
A D M IS IÓ N Y F O R M A C IÓ N 2 97

cargo de un Hermano Lego andguo, que gozaba para con ellos de


cierra autoridad; de su incumbencia era enseñarles los oficios manua­
les, pero podía también hacerles las convenientes correcciones e in­
cluso imponerles algunas penitencias, aunque no mandarles disciplinas,
privarles de algo de comer, etc. ( n ) .
Por demás está el decir que a todo eso se añadían fuertes mortifi­
caciones y penitencias para probar la vocación de los que aspiraban
a profesar vida tan austera y penitente.
El noviciado terna su propio reglamento, por el que se regía, y,
siendo como fueron varios, dos al menos, cada uno tenía el suyo pro­
pio, por cierto manuscrito, que se iba conservando como oro en paño
de una a otra generación, y en él se habían recogido las piadosas cos­
tumbres y tradiciones de la Provincia (12). Mas para que todo eso
no se perdiese con el correr de los tiempos y a su vez> fuese más uni­
forme la disciplina, se hizo en 1678 una obra de conjunto e impresa
«conformando uniformemente los cuadernos manuscritos de los novi­
ciados de Salamanca y Alcalá, ajustándola cuanto posible a la práctica
antigua de nuestra Provincia, sin faltar a las rúbricas del Misal, Ritual
y Breviario Romano y a lo determinado en nuestras Sagradas Constitu­
ciones» (13). Todo lo llevó a cabo el P. Mateo de Anguiano con la
finalidad de que los nuevos supiesen concretamente a qué atenerse en
los distintos actos de la vida coventual.
Teman también los novicios otros libros de formación espiritual,
en cuya lectura empleaban los ocios que le dejaban libres sus ocupa­
ciones. Sin duda que aun en eso debieron seguir la norma trazada por
las Constituciones, de que, en igualdad de circustancias, fuesen prefe­
ridos los autores de la Orden y de la Provincia, que más brillaron en
ascética y mística, sobre todo el P. Isidro de León, cuya obra en tres
tomos «Místico cielo», leyeron con utilidad y no poco aprovechamien­
to cuantos Capuchinos castellanos escribieron después de su publicación
(1685-16K7') sobre las vías del espíritu.
5. Como ya hemos hecho notar, fueron varios losconventos des­
tinados para noviciado antes de la división de la Provincia: San An­
tonio., Toledo, El Pardo, Toro, Alcalá y Salamanca (14). Desde 1625
continúan siéndolo Salamanca y juntamente Toledo los años 1634 a
1638; La Paciencia, desde 1640 hasta 1663, y a partir de esa fecha
quedan definitivamente por noviciados Salamanca y Alcalá (15).

(n ) I ’oíd., p p 2 57 -8 .
( 12 ) Ibid., prólogo a! religio so lector, f. 9r.
( 13 ) D ecreto de los Su periores d e la P ro vin cia (M a d rid , 10 de septiem bre
de 16 7 7 ), aproban do la obra del P . A n gu iano .— Ibíd., prólogo, f. n r .
(14 ) C ir . sup ra, p. 109 .
(15) E D , pp. 2 0 -2 1, 25-58 .
198 LA P R O V IN C IA D E FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

6. Cosa muy singular y muy digna de tenerse en cuenta fué que


la formación de los nuevos religiosos, así coristas como hermanos legos,
no terminaba, ni mucho menos, con la profesión. Debían los coristas
continuar después, por espacio de tres años y antes de comenzar los
estudios, observando en un todo cuanto en el noviciado observaban.
Y eso mismo se prescribía también a los hermanos legos recién profe­
sos (i6\ Unos y otros tenían al frente un P. Maestro, que de ordinario
era el P. Vicario, el cual estaba obligado a darles diariamente una
plática sobre temas espirituales, a las que necesariamente debían asistir
todos, tanto coristas como hermanos legos, en verano después de Vís­
peras y en invierno después de Completas (17). A su vez los hermanos
legos seguían también bajo de la dependencia de otro Hermano anti­
guo, que terna la obligación de enseñarles, corregirles y, en casos de­
terminados, castigarles, como ya hemos hecho notar respecto de los
novicios (18). Todos ellos, es decir, esos religiosos nuevos, vivían du­
rante esos tres años en conventos determinados, que fueron también
a veces dos al mismo tiempo, tales como Toledo, Toro, Segovia, Va­
lladolid, El Pardo y La Paciencia, y que recibieron el nombre de Se­
minarios de nuevos (19); Además: estaban obligados a confesarse con el
propio P. Guardián o con el Padre que él designare, pero no podían
elegir confesor por sí mismos. La diferencia existente entre nuevos y
antiguos «es que a los nuevos les corre la obligación, mientras lo son,
de confesarse con sus Padres Guardianes o con quien ellos ordenaren,
decir la culpa cada día en el refectorio, excepto los días de fiesta de
precepto; hacer la disciplina todos los viernes del año, aunque sean
días de gran solemnidad; y en los lunes, miércoles y viernes de Ad­
viento y Cuaresma, demás de hacer la disciplina, deben comer en
tierra, aunque el Prelado no se lo mande, y lo mismo se entiende en to­
das las vísperas de Santos de segunda clase, así de la Religión como de la
Iglesia. Demás de esto deben acudir a las pláticas cotidianas, y no pue­
den usar mantos entrar con suelas en el coro, ni hacer cosa alguna de
penalidad o alivio sin expresa licencia del P. Guardián o de su Vicario,
si este cuidare de ellos por comisión del dicho P. Guardián» (20).
Aunque es verdad que esos años estaban dedicados de suyo y en fuerza
de las Constituciones a la formación espiritual, sin embargo, al menos por
lo que a nuestra Provincia se refiere, ya desde 1644 los coristas eran tam­
bién instruidos en los estudios preparatorios, tales como el de la Gramá­
tica, etc. (21), según más expresamente diremos en el siguiente capítulo.

(16 ) C fr. V e n a n tiu s a L i s l e - e n - R i g a l u t , o . c ., pp. 92 ss.


( 17 ) A n g u i a n o , o . c .j p. 1 5 ss. y 17 9 .
(18 ) Ibid., p. 2 57 -8 .
(19 ) E D , pp. 30, 3 3 , 36 y ss.
(20) A n g u i a n o . o . c ., p. 17 9 . •
( 2 1) E D , p. 30.
CAPITULO IV

L O S E S T U D I O S

I. Posición de la Provincia.— 2. Seminarios de nuevos : estudios pre­


paratorios.— 3. Estudio de la Filosofía y de la Teología.— 4. Doc­
trinas y esculas seguidas: escritores.

1. Hemos expuesto en la primera parte la posición adoptada por


la Provincia de Castilla respecto de los estudios y hemos referido cómo
bien pronto, a los tres o cuatro años de fundado el primer convento
en Madrid, ya funcionaron aquéllos regularmente.
Poco a poco se fueron incrementando, de tal modo que, al dividir­
se la Provincia en 1625, estaban ios estudios completamente normali­
zados y aun se fueron perfeccionando más y más.
2. Tratamos anteriormente de los Seminarios de nuevos. Y, como
hicimos notar también, aunque al principio en esos Seminarios no se
atendía sino a la formación espiritual exclusivamente, más tarde, y des­
de luego a partir de 1644, el P. Maestro debía enseñarles también la
Gramática. Justamente el primero señalado para ello ifué el P. José
de Pernambuco, que había hecho sus estudios en la Universidad de
Salamanca (1). Y creemos que así se observó ya en adelante, si bien
no consta del nombramiento de nuevos Profesores hasta 1665 (2). Tén­
gase sin embarg en cuenta que este estudio de Gramática equivalía
a curso de letras humanas, como declaró el Capítulo Provincial del 9
de octubre de 1705 (2a).
Pero sobre todo es muy digna de tenerse en cuenta la determina­
ción del Capítulo Provincial de 1670, que así dice: «En este Capítulo
se determinó novísimamente, atento al útil que se seguía a la Provin­
cia de que los nuevos no sólo no olvidasen los principios que traían
de Gramática, sino también de que se recibiesen muchos que por falta
de ella no eran admitidos, atendiendo a que se harían hábile? en la

( 1) E D , p. 30.
(2) Ibid., p. 6o.
(2a) Viridario auténtico, m s. c., p. 82.
3oo LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S £>E C A S T I L L A

Religión, y que no sólo por esta insuficiencia no se privaría de sujetos


que le podrían ser de lustre y crédito y a ellos se les malograría su
vocación, sino también en el mismo ejercicio de aprenderla éstos, la
Religión experimentaría los ingenios para poder, con más fundamento
y seguridad del aprovechamiento y fin que pretende en ponerlos al
estudio, hacer elección de sujetos de esperanza, el que se pusiese un
estudio de Gramática que juntamente fuese Seminario, como se ejecu­
t ó poniéndole en Valiadolid y señalándole por Maestro al mismo que
dió a la tal familia por Vicario» (3). Que no fué otro que el P. Manuel
de Vitoria, ilustre por su sangre y por su valer, hijo del Secretario
de Felipe IV y que, según parece, debió cursar sus estudios en la Uni­
versidad de Alcalá.
Como fácilmente se desprende de dicha determinación capitular,
al establecer de nuevo el Seminario no sólo se conseguía la instrucción
de los que ingresaban sin la debida preparación para emprender luego
los estudios de Filosofía y Teología, sino que servía de prueba para
ver los que eran aptos para el estudio. Sin embargo, a nuestro juicio
esas palabras de poner «un estudio de Gramática que juntamente fue­
se Seminario», creemos han de entenderse no que antes no hubiesen
existido oíros, sino que, habiendo terminado el curso y la instrucción
un grupo de nuevos, se volvía a establecer otro, como sucedía cuando
se terminaba un curso de Filosofía, se determinaba, casi siempre ca­
pitularmente «establecer ua nuevo curso de Artes». Pues de otro modo
no se ve razón de por qué de la Congregación intermedia de 8 de
octubre de 1688, se diga: «Asimismo se instituyó Seminario y simal
estudio de Gramática en el Real Convento de La Paciencia» (3a).
Todos los estudiantes gramáticos debían seguir en un todo los actos
de comunidad, a excepción de la oración llamada de Prima, de la que
estaban dispensados para preparar sus lecciones (4), y debían tener
dos horas de clase diarias, una por la mañana y otra por la tarde (5).
Ordinariamente el P. Maestro de Gramática era, como ya hemos
indicado, el P. Vicario del convento, a cuenta del cual corría la ins­
trucción y al mismo tiempo la formación espiritual de los estudiantes.,
viniendo a ser-para ellos un verdadero Maestro de novicios con todas
la? atribuciones de tal (6). Su cargo, por lo quea la enseñanza se re­

te) Erario divino, o . c ., p. 69.


(3a) V A , m s. c., p. 23. Y en el año 16 9 8 tam bién se d ic e : « S e puso estudio
d e G ram ática en el R ea l convento d e E l P a rd o : L e c to r el P . F r . G reg o rio d e S o ­
ria.» Ibíd., p. 57.
(4 ) Disciplina religiosa, o . c ., p p . 1 9 9 - 2 0 0 .
A n g u ia n o ,
(5) Ceremonial Seráfico para la instrucción de los Religiosos Capuchinos de
esta Provincia de la Encarnación de las dos Castillas, t. I , M a d rid , 17 7 4 , pp. 57-8.
E s a m ism a d isciplin a y horario debían observarse y a d e antiguo.
(6) Ibíd .— A n g u ia n o , o. c., p. 17 9 .
LOS E S T U D IO S 301

fiere, era inferior en categoría a los Lectores, título que únicamente


llevaban los que enseñaban Filosofía o Teología.
3 Al estudio de estas ciencias pasaban les que ya habían cumpli­
do cuatro años de hábito y por otra parte habían demostrado su apti­
tud para los estudios. Y, puesto que habían cumplido ya cuatro años
de vida religiosa, gozaban una mayor libertad. Podían elegir confesor
entre los señalados, usar manto y suelas al entrar en el coro; decían
la culpa solamente los lunes, miércoles y viernes, pero venían asimismo
obligados a hacer la disciplina y comer en tierra los lunes, miércoles
y viernes de Adviento y Cuaresma y las vísperas de los Santos de pri­
mera y segunda clase así de la Orden como de la Iglesia (7).
Los cursos duraban solamente desde la fiesta de San Francisco has­
ta la de San Buenaventura, y lo primero que se ejecutaba al comenzar
el curso, era hacer todos profesión de defender la fe católica, sus miste­
rios y verdades y particularmcinte «viribus et posse la inmaculada
pureza de la siempre Virgen María Señora nuestra desde el primer
instante de su natural ser, protestando derramar su sangre y perder
la vida por cualquiera de los sobredichos misterios; el cual voto, por
ser esta soberana Emperatriz de los cielos Señora y Protectora nuestra,
le tiene jurado in aetemum nuestra Religión Seráfica» (8).
Las clases se tenían diariamente dos horas y eran solamente por la
mañana. Los sábados se celebraban conclusiones o sabatinas a las tres de
la tarde, conclusiones que se ponían aunciadas en la puerta de! refec­
torio para que los Padres de la comunidad pudiesen asistir a ellas y
aun argüir.
Por otra parte, los estudiantes podían ser, y lo eran efectivamente,
quitados de sus estudios; unas veces por poca aplicación; otras, por
achaques y enfermedades; otras, por su conducta (9), durando a ve­
ces esa separación más de un año. Además: estaban obligados a seguir
en un todo la doctrina de sus respectivos Lectores y no t-ener muchos
libros en la celda, aunque se permitía tener uno o más autores de la
misma facultad (10).
Por su parte los Lectores eran elegidos libremente por los Supe­
riores de la Provincia y generalmente en Capítulo; podían ser también
quitados libremente, al menos entonces, al arbitrio de los mismos Su­
periores; pero generalmente comenzaban la enseñanza de la Filosofía
a un curso de estudiantes y con ellos continuaban luego hasta concluir
también la Teología. Sólo entonces daban en cierto modo por termi-

(7 ) A n g u ia n o , o.c.,
pp. 1 7 9 -8 0 .

(8 ) Ibid., p. 198.
(9) M u ch o s fu eron los casos, com o puede verse en el Viridario auténtico,
m s. c., v , entre otros, vid e f. y p. 52.iov.
(1 0 ) A n g u ia n o , o.c., p. 196.
302 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

nada su tarea docente., cesando en el cargo de Lector, pudiendo osten­


tar en adelante el título de Ex-Lector de Teología, como muchas ve­
ces se ve en las aprobaciones de los libros, título que venía a ser a
modo de Lector Emérito hoy en día. Más tarde el cargo de Lector se
proveyó por reñida oposición, comenzando antes con el cargo de Maes­
tro de estudiantes, que hoy llamaríamos Repetidores, pero que en el
siglo XVII no existieron, pues no obstante que Castilla los pidió en el
Capítulo Provincial del 22 de abril de 1695, e* P General no lo con­
cedió, diciendo «no venía en la propuesta que se le había hecho de
criar Maestros de estudiantes, atento que no los había en provincia al­
guna de la Religión» (11).
Por eso mismo los Lectores debían asistir a la clase indefectible­
mente, por lo cual estaban enteramente dispensados de cualquier otra
ocupación; asimismo debían asistir con sus discípulos al repaso de las
lecciones, así como también éstos repasarlas luego en grupos de dos,
y para ello al principio del curso se echaba suerte del compañero que
a cada uno le podía tocar (12).
Según parece, la clase se daba no por un autor determinado, sino
que cada Lector procuraba «leerles lo más selecto y seguro con bre­
vedad y claridad» (13). Más tarde, cuando en la Orden se llevó a cabo
la reforma de estudios en 1757, se permitía a los Lectores que tuviesen
libros de texto, con el fin de que no tuviesen que escribir tanto (14).
Así se explica el que los más renombrados Lectores que tuvo la
Provincia de Castilla en este primer siglo de su existencia, nos hayan
todos dejado sus textos, unos impresos y otros manuscritos, como luego
hemos de ver. Queremos, sin embargo, hacer notar que todos ellos son
de Teología, a excepción del curso filosófico del P. Torrecilla.
El estudio de la Filosofía debía hacerse por tres años y el de Teolo­
gía por cuatro. Nadie, sin embargo, podía ordenarse sin tener por lo
menos siete años de hábito, aun cuando ya hubiese entrado después
de haber hecho los estudios; no obstante eso, frecuentemente se ob-

(n ) V A , m s c., pp . 46-7.
(1 2 ) A n g u i a n o , o . c ., p . 199.
(1 3 ) Ibíd., p. 196.
(1 4 ) C fr. dicho decreto d e refo rm a de los estudios dado por el D efin ito rio G e ­
neral el 6 d e o ctubre d e 1 7 5 7 , traducido al castellano en A n d r é s d e P a l a z u e l o ,
O. F . M . C ap ., Vitalidad Seráfica. Los Franciscanos Capuchinos de Castilla, S e ­
gu nd a serie, M ad rid , 1 9 3 1 , pp. 2 4 7 s s .; vid e n .0 1 4 .
E l C ro n ista de la P ro vin cia de V alen cia, al dar cuenta de haber recib id o el
m encionado decreto y que se ordenaba a los L ecto res leer po r algún autor im preso,
añ adía este com en tario : « D e este m odo se h a evitado el perdim ien to d e tiem po
qu e se gastaba, los L e cto re s en dictar y los estudiantes en e s c r ib ir ; se ha evitado
el gasto para papel, plum a y tinta, y aq uel tiem po se em plea para m ás u tilidad
en los estudiantes con m ayo r y m ás dilatad a exp licación qu e les hacen los L e c to ­
res y con m ás segu ir y con ferenciar los estudiantes» (Crónicas de la Provincia de
Valencia, P arte I I I , m s., pp. 286 -7, n .° 9 4 ) .
I .O S E S T U D IO S 303

tenía dispensa de esta prescripción. Asimismo, como mandaban las


Constituciones, a los estudiantes no se les podía dar obediencia de pre­
dicar si no habían estudiado siete años cumplidos (15), de lo que tam­
bién se obtenían frecuentes dispensas (16). Es más: los que estaban
para terminar los cursos, obtenían licencia del Nuncio para predicar
aun antes de obtener patente de predicador (17), como sucedió, entre
otros casos, en marzo de 1668, en que «se sacó dispensación del Sr. Nun­
cio para que los estudiantes de dos cursos que aún no habían cumplido
los siete años, pudiesen predicar la Cuaresma» (18).
Además: para que los estudios pudieran realizarse mejor, no sólo
hubo los cursos correspondientes de Filosofía y Teología, sino que,
por ejemplo, en 1643, va se dividió el curso de Filosofía o Artes en
dos, para la mejor marcha y enseñanza. Luego se fueron multiplicando
los cursos, llegando a tenerse comúnmente cuatro, dos de Filosofía v
dos de Teología, como puede comprobarse por las Tablas capitu­
lares (19).
Los estudiantes, así filósofos como teólogos, eran colocados arbitra­
riamente en distintos conventos antes de la división de la Provincia,
como oportunamente anotamos arriba (20). Y, aun después de la divi­
sión, tampoco hubo conventos fijos y determinados para realizar los es­
tudios, habiéndolo sido con algunas interrupciones los siguientes: Se­
govia, Valladolid, Toledo y El Pardo, y más constantemente el de San
Antonio del Prado, donde, menos tres o cuatro años, se cursaron siem­
pre Artes (21).
Difícil nos sería ahora señalar una por una las partes de la Filosofía,
lo mismo que de la Teología, que entonces se estudiaban. La Filosofía,
o Artes, como entonces se llamaba, más bien que un tratado sistemá­
tico, como hoy en día se hace, consistía en el estudio de los libros de
Aristóteles (22). Así lo hizo efectivamente el P. Torrecilla al confec­
cionar su curso filosófico, que estuvo después de texto en la Provincia.
Y respecto de la Teología, creemos que, al menos en el primer tercio

( 15 ) C fr. Constituciones de los Frayles Menores Capuchinos de San Fran­


cisco..., M ad rid , 16 4 4 , p. 49. L a s dispensas para ord enarse antes eran bastantes,
hasta de u n año. C fr. V A , f. 3 v .
(16 ) E n tre otros casos, e! del P . Ju a n Fran cisco d e M ilá n , para qu ien se pidió
dispensa en 16 74 . n o obstante que era ya sacerdote al ingresar en la O rden. C fr.
V A , f. I4r.
( 17 ) M a r t í n d e T o r r e c i l l a , O. F . M . C ap ., Consultas, apologías, etc., t. I,
M ad rid , 17 0 2 , p. 5 2 3 , n .° 90.
(l8 > V A , m s. c., f. 7v.
(19 ) E D , pp . 2 7 , 3 5 , 39, 42, 43 ss
(20) C ir . sup ra, p ..
( 2 1) E D , pp. 12 , 20, 2 1 ss.
(22) C fr. P . H i l a r i n F e l d e r d e L u c e r n e , O . F . M . C a p ., Les études dans
l’Ordre des Frères Mineurs Capucins au premier siècle de son histoire, en Études
Franciscaines, 4 3 ( 19 3 1 ) , p. 36.
304 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

del siglo XVII, se dió preferencia en Casulla a la Dogmática. Más tar­


de. y cuando comenzó a ejercerse con intensidad el apostolado del
confesonario, también la moral ocupó lugar preferente, según lo había
determinado el Capítulo General de 1633 (23). En Castilla hubo Lec­
tores de Moral, señalados expresamente en'las Tablas capitulares, des­
de 1648 a 1653 (24), y decimos expresamente señalados porque, siendo
de absoluta necesidad el estudio de la moral desde el momento en que
se dedicaban a oír confesiones, se ha de suponer que después de esos
años no lo consignara el cronista por creerlo innecesario. Y aunque en
1698. al celebrarse el Capítulo Provincial, se puso en Valladolid «un
curso de morai. por la grande necesidad que se experimentaba teman
muchos religiosos que no eran Predicadores» (25), no quiere decir eso
tampoco que antes no lo hubiese habido, según anteriormente hemos
hecho notar.
4. Réstanos, para terminar este capítulo, hablar de las escuelas se­
guidas y de los textos y autores. Y, a este respecto, tenemos que decir en
primer término que por lo que se refiere a la escuela seguida por los
Capuchinos de Castilla, lo mismo en Filosofía que en Teología, no
poseemos noticias concretas. Ya indicamos al hablar de la organización
de los estudios en 1612 o poco después, que el primer Lector, P. Agus­
tín de Granada, había sido discípulo del P. Victorio de Palermo, Ca­
puchino italiano, muy docto en la doctrina de Escoto, pero no sabemos
si el P. Granada siguió y enseñó precisamente las opiniones del Doctor
Sutil (26).
Es un hecho también que en los siglos X V I y XVII no se impuso
por la Orden obligación alguna a los Lectores de seguir determinadas
opiniones de escuela o concretas tendencias doctrinales, porque, si bien
es cierto que los Capuchins siguieron en su mayoría la doctrina de
San Buenaventura, no tenían sobre ello rigurosa prescripción (27). Sa­
bemos también que la Provincia de Cataluña, al tratar esa cuestión, en
ur. Capítulo Provincial, fué de sentir unánime que los Lectores de Filo­
sofía y Teología enseñasen la doctrina del Seráfico Doctor, pidiéndoselo
así al P. General, Bernardo de Porto Maurizio, quien alabó y aprobó
tal modo de sentir (12 de enero de 1682 (28).
Mas, por lo que atañe a Castilla, no podemos afirmar otro tanto
por falta de datos, particularmente en la primera mitad del siglo XVII.
Luego, sin embargo, tocante a la Filosofía, el P. Torrecilla, autor de
un importante curso filosófico, debió marcar con su obra la enseñanza

(23) Analecta O. F. M. Cap., VT (18 9 0 ), p. 13 9 .


(24) E D , pp. 39 ss.
(25) V A , m s. c., p. 57.
(26) G fr. sup ra, pp. 1 1 0 - 1 1 2 .
(27) C fr. F e í . d e r d e L u c e r n e , art. c., p. 34.
(28) A rch iv o de la C orona de A ragó n .— F o n d o s M on acales.— L e g . 62, f. 8.
LOS E S T U D IO S 3°5

que habían de seguir los Lectores a partir de su impresión (1667-


1671.) (29), ya que él mismo nos dice en 1701, que desde que la pu­
blicó «se han leído y leen las Artes por mi curso» en esta Provincia (30).
Y desde luego, ya. en el prólogo se declara ecléctico e independiente,
siguiendo las opiniones y doctrinas que mejor le parecen, sin que a
ello le muevan razones de escuela, sino tan sólo las que sean eficaces
y convincentes, añadiendo además algunas otras por su cuenta (31).
Entre los filósofos debemos contar también, aunque propiamente
sin haber escrito un tratado sistemático, a! P. Antonio de Fuentela-
peña, por su obra El Ente dilucidado (32), obra rara y curiosísima, su­
mamente ingeniosa y admirada por Vaíera, hasta el punto de proponer
al mismo Menéndez y Pelayo su reedición, formando parte de la co­
lección Filósofos españoles, cuyo primer tomo acababa de sacar a luz
Adolfo de Castro (33).
Referente a la Teología, también los Lectores podían seguir en
aquel siglo XVII la escuela que mejor les pareciese y, en cuanto al
método de enseñanza, tenían amplia libertad para escoger entre la teo­
logía escolástica o la positivo-exegética (34). Los Lectores de Castilla
siguieron en su enseñanza la primera, no faltando honrosas excepcio­
nes que adoptaron la segunda. Y en punto de escuelas, creemos sin­
ceramente que en los escritores del siglo XVII predominó la escuela
tomista.
No sabemos las opiniones seguidas por el P. Torrecilla en los tres
tomos del curso teológico que compuso y que, aun teniéndolos ente­
ramente preparados ya en 1701, los dejó manuscritos en la biblioteca
de San Antonio del Prado (35). Sin embargo, en su obra Suma de to­
das las materias morales (36), se muestra también ecléctico e indepen-
(29) L o s tres tom os se im prim ieron en distintos a ñ o s ; el prim ero, Quaestiones
in ulramque Aristotelicam Logicam, que trata de S ú m u las y L ó g ic a , en M ad rid .
16 6 7 . E l segundo, titulado Quaestiones in octo libros Arislotelis, y qu e trata de
la F ísic a , m undo, cielo, m eteoros y obras de los seis días, se imprimiól tam bién en
M a d rid en 16 6 9 . P o r fin el tercero, Quaestiones in quinqué libros Aristotelis, im ­
preso a su vez en M ad rid , en 1 6 7 1 , trata de la generación, án im a y hábitos na­
turales.
(3 0 ) Apologema, espejo y excelencias, e t c ., o . c ., p . 1 8 5 .
T o r r e c illa ,
(3 1 ) Cursus philosophicus, t. I , ad L ecto rem .
T o r r e c illa ,
(32) L le v a este títu lo : El Ente dilucidado, en que se prueba que hay anima­
les invisibles, y que Por .la m ayor parte lo sean los que se llaman duendes, trasgos
o fantasmas. S e im prim ió dos veces en M a d rid , una en 16 7 6 y o tra en 16 7 7 .
(33) Epistolario de Valera y Menéndez Pelayo, publicado con introducción y
notas por M ig u e l A r tig a s F erran d o y P ed ro S á in z R o d r íg u e z , M a d rid , 19 3 0 ,
P- 43 -
(34) C fr . H. F e ld e r d e L . , art. c ., p. 34.
(3 5 ) A n d rés Epitome historial de las grandezas de
d e L i s b o a , O . F . M . C a p .,
la Seraphica Religión de los Menores Capuchinos, Ma d r i d , 1 7 5 4 , p . 3 5 4 .
(36) E s ta ob ra lleva el siguiente títu lo : Suma de todas las materias morales
arregladas a las condenaciones pontificias de nuestros muy Santos Padres Alexan-
306 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

diente, lo mismo que en sus cinco tomos de Consultas, alegatos, apo­


logías, etc. (37), siguiendo libremente aquellas opiniones que, a su
juicio, son más razonables, sin parar mientes en si son de ésta o aque­
lla escuela. Lo propio hizo luego el P. Francisco de La Mota, compi­
lador de la mencionada Suma del P. Torrecilla (38).
Otros, en cambio, siguieron abiertamente a Santo Tomás, como
fueron, entre ellos, el P. Basilio de Zamora en su Theologia scholastica
aá mentem D. Thomae, que también se conservaba manuscrita en la
biblioteca de San Antonio del Prado (39), y creemos que a su vez se­
guiría al Doctor Angélico en su otra obra Breve epílogo de Teología
moral, que dejó asimismo manuscrita (40). Otro tanto hizo el P. Gre­
gorio de Salamanca en la Suma del P. Eligió Baseo, Capuchino (41),
y en la Suma del P. Leandro del Santísimo Sacramento, Trinitario (42),
seguidor uno y otro de Sto. Tomás. Lo mismo, y con más razón, debe
afirmarse del P. Leandro de Murcia en sus dos gruesos volúmenes que
llevan por título: Disquisitiones morales in Primam Secundas Divi
Thomae (43).
Mencionaremos asimismo otros que escribieron sobre materias teo­
lógicas, adoptando, como se ve por los títulos, el método escolástico,
pero cuyas opiniones o escuelas seguidas desconocemos por no haber
llegado hasta nosotros sus obras, que también se conservaban manus­
critas en la biblioteca del Prado: P . J u a n d e P e s q u e r a , Dispuiationes
theologicae; P. G r e g o r i o d e G u a d a l u p e , Theologia sacra scholastica-,

dro VII y Inocencio XI. So n dos tom os y tu vo en poco tiem po dos ediciones im ­
presas en M ad rid , u n a en 16 9 1 y o tra en 1696.
(37) P rácticam en te form an esta serie d e Consultas, etc., seis tom os, entrando
en ella el quinto, que es el Apologema, espejo y excelencias de la Seráfica Religión
de Menores Capuchinos, M a d rid , 1 7 0 1 . L o s dem ás se im prim iero n en M a d rid en
distintos años por tres veces, la últim a en 17 5 0 .
A esos tom os h ay q u e añ adir sus Consultas morales y exposición de la proposi­
ciones condenadas por nuestros muy Santos Padres Alexandro VII y Inocencio XI,
im preso hasta seis veces, todas ellas en M a d rid y la últim a en 16 9 3.
(38) L le v a este títu lo : Compendio de la Suma añadida del R. P.Martín
de
Torrecilla con adiciones del tomo de Proposiciones condenadas y del de Obispos
y otras. M ad rid , 1698.
(3 9 ) In d ic e de la L ib r e r ía de los C ap uch in o s del P rad o, M s., f. 7 9 0 V . (A rch ivo
P ro v. de C ap uchino s d e C astilla, 4 7 / 0 0 0 1 ) .
(40) A p o l l i n a r i s a V a l e n t í a , O . F . M . C a p ., Bibliotheca Fratrum Minorum
Capuccinorum Provinciae Napolitanae, R o m a e-N eap o li, 1886 , p. 49 -50. S e conserva
en la B ib lio teca N acio n a l de N áp o les al igual que otras obras suyas, que allí se
pueden ver descritas.
(4 1) L a ob ra lleva e! siguiente títu lo : Florum totius Theologiae practicae, tum
sacramentalis, tun¡ moralis R. P. Fr. Eligii Bassaei, Orcünis Capuccinorum Provin­
ciae Gallo-Belgicae, compendium, hoc est, summa sumae..., L u g d u n i, 16 78 .
(42) Summa omniom operum R. P. Leandri de Sanctissimo Sacraraento, L u g -
d u n i, 16 7 2 .
(43) E l prim ero está im preso en M ad rid , 16 6 3, y el segundo en 16 70 .
LOS E S T U D IO S 307

P. A n to n io d e l a P u e b la , Theologia scholastica; P . M ig u e l d e L im a ,
Theologia dogmático, contra haereses, y P . Jo s é d e S a n ta C ru z , Theo­
logia scholastica (44).
Finalmente: no podemos pasar en silencio otra obra del P. Torre­
cilla, que tiene parte dogmática y parte moral y que viene a ser una
valiente impugnación de las proposiciones defendidas por Jansenio y por
el clero galicano, muchas de las cuales fueron condenadas por Alejan­
dro VII (45).
Creemos también que, al igual que la Filosofía y Teología, se culti­
varían otras ciencias necesarias al religioso y al predicador, como la
Sda. Escritura, Derecho canónico y Derecho regular. Fruto sin duda
de esos estudies fueron los siguientes escritos salidos de la pluma
del P. Murcia y del P. Torrecilla. El primero con su meritísima obra
Commentaria litteralia et moralia in librum Esther (46); su Exposición
de la Regla de los Frailes Menores (47), Llave maestra y escudo de la
verdad (48) y Exposición de la Regla de Santa Clara (49), y el P. T o­
rrecilla con su Enciclopedia canónica (50), Examen de la potestad y
jurisdicción de los señores Obispos ( 5 1 ) y Ventilabro formal y apologé­
tico ("52). Finalmente: el P. Gregorio de Salamanca redujo a compen­
dio la mencionada obra del P. Murcia, Exposición de la Regla de los
Frailes Menores (53).

(4 4 ) In d ice d e
ia L ib r e r ía de C ap uch in o s d el P rad o , M s. c., f . 7 9 0 V .
(45) títu lo : Propugnaculum orthodoxae fidei adversus quosdam veri-
L le v a p e r
tcaum catholicarum hostes eas labejactare connantes. T u v o tam bién a l m enos dos
im presiones hechas en. M ad rid , u na en 16 98 y o tra en 17 0 7 .
(46) S u título exacto e s : R. P. Fr. Leandri Montará Aragonii Murciani... com­
mentaria ad litteram, et moralia in librum Esther, cían quinqué copiossisintis indi-
cibus, qua'.tiffmirn sdilicet liticrahhim, pdpagAlphorum moraíiwn, locorum Scrae
Scirpturae, remm et verborum, ac derúque ad condones, M atriti, 16 4 7 .
E s te lib ro, útil lo m ism o a los qu e se ded ican al estudio de la Sa gra d a E scritu ra
qu e a la predicación, es po r ctra parte m uestra bien elocuente d e la m u cha eru ­
dición del autor.
(47) E l verd adero titulo es el sigu ien te: Questiones selectas regulares y Expo­
sición de la Regla de los Frayles Menores, M a d rid , 16 4 5.
(48) S e titu la : Llave maestra y escudo de la verdadera explicación de las Bulas
de Inocencio X y de la Santa Cruzada..., M a d rid , 16 50 .
(49) E s te es su títu lo : Breve y clara exposición y declaración de la primera
Regla de la gloiiosa Virgen Santa Clara..., M a d rid , 16 5 8 . L a tradujo al portugués
una religiosa y se im prim ió en L isb o a, 174 4 .
(50) E s o b ra póstum a y consta de do s v o lú m en e s; se im prim ieron en M ad rid ,
en 1 7 2 1 .
( 5 1) H a tenido dos ediciones, p o r lo m enos, en vid a d e su autor, am bas hechas
en M ad rid , los años 16 8 2 y 16 9 3.
(52) S u título exacto e s : Ventilabro formal, legal, apologético y seráfico... Ven­
tílase el derecho de los Capuchinos a la Seráfica Tercera Orden secular. H a tenido
asim ism o po r lo m enos dos ediciones, am bas en M a d rid , los años 16 8 5 y 1699.
(53) E s ta o b ra del P . Salam anca se titu la : Compendio de las questiones y
exposición de la Regla de N . P. S. Francisco por el R. P. Fr. Leandro de Murcia...
A lcalá, 16 66 .
308 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

Terminamos este capítulo afirmando que fueron muchas las ocasio­


nes en que los Capuchinos castellanos fueron consultados sobre mate­
rias morales o jurídicas, como puede verse en los múltiples casos, con­
sultas y alegatos que el P. Torrecilla consigna en sus libros.]Para mues­
tra sólo citaremos la consulta que se hizo en 1697 a gran número de
teólogos de la corte, sobre si el rey, en un caso determinado, puede
usar de su regalía y hacer se revise una causa. El 25 de enero de dicho
año dieron los Capuchinos de San ¡Antonio del Prado su parecer, del
cual se dice: «Hicieron un docto papel dignísimo de salir a luz pú­
blica, así por la solidez de su doctrina como por los aplausos que ha
merecido de cuantos le han visto.» Lo firman nueve Padres y se im­
primió juntamente con los pareceres de hlgunos otros teólogos consul­
tados (54).
Finalmente: nos es grato consignar con honda satisfacción que
cuantos libros científicos imprimieron los Capuchinos castellanos en
el siglo XVII, que ahora historiamos, fueron debidos a religiosos que
antes ejercieron el honroso y delicado cargo de Lector.

(54) C f r . «Papeles de Jesu ítas» , t. 59, folios 3 3 0 -3 7 7 (B . d e la A cad em ia de


la H istoria).
CAPITULO V

V id a com ún y o b s e r v a n c ia regular

i. Sostenimiento de la vida.— 2. La Pobreza.— 3. Los enfermos y


huéspedes.— 4. Horarios conventuales.— 5. Oficio divino.— 6. Pe­
nitencias y mortificaciones.— 7. Trato con los seglares.

1. Regla establecida e invariable era en el siglo XVII que en cada


convento hubiese al menos doce religiosos. Frecuente era asimismo que
hubiese bastantes más, como casi a mediados de dicho siglo contestaba
el P. Torrecilla al P. Inurrigarro, diciendo «que ya los conventos de
Capuchinos cuando menos tienen a dieciséis y a dieciocho religiosos,
otros a treinta, otros a cuarenta, otros a sesenta, otros a ciento y otros
pasan de este número» (1).
No era fácil por otra parte, profesando estrecha pobreza, atender
debidamente a las mil necesidades que la vida imponía a los religiosos.
El primer medio o recurso propuesto por la Seráfica Regla era el trabajo
material, como así io practicaban aquellos antiguos Capuchinos. Ya lo
hemos hecho notar anteriormente: con ese fin todos los conventos
entonces edificados, aun los fundados en las mismas ciudades, teman
su huerta amplia, bien cultivada. Aun hoy en día pueden verse las
paredes derruidas que circundaban las huertas de los conventos de Vi-
llarrubia, Villanueva, Jadraque, Navalmoral, etc., como admiramos las
que aun siguen en pie, por ejemplo las de El Pardo y Toro. De el
producto de esas huertas, que cultivaban con exquisito cuidado, vivían
mayormente los religiosos, tanto más cuanto que en el siglo XVII, que
ahora historiamos, y particularmente en la primera mitad, debido al
régimen de austeridad y frecuentes ayunos, las hortalizas constituían
el principal alimento. Por eso mismo, según ya hemos hecho notar, no
perdonaban trabajo ni dispendio para que las huertas estuviesen bien
surtidas de agua y bien cultivadas.

(1) M . d e T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., p. 254 , n .° 50. E n Jad raq u e, por


ejem plo, segú n la escritu ra de fu n dación , debía h ab er perm anentem ente 18 ó 2 0 reli­
giosos para qu e p u diesen atender debidam ente a las necesidades espirituales de
la villa.
LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

Otro medio de subsistencia eran las limosnas de ¡las misas y sobre


todo las que recibían en especie como recompensa de la predicación,
particularmente en Adviento y en Cuaresma, por otros sermones suel­
tos predicados entre año y fijamente comprometidos con villas y pue­
blos (2).
Además: en casi todas las fundaciones, según hemos hecho notar
al hablar de cada una en particular, los fundadores, patronos o pueblos,
se comprometían a dar, por vía de limosna y anualmente, cuanto fuese
necesario para el sostenimiento de los religiosos e incluso para el culto.
Tal sucedió particularmente en Jadraque. La duquesa del Infantado,
patrona del convento, no sólo se obligó a proporcionar a los dieciocho
o veinte religiosos que en él habrían de residir, lo necesario, como
pescado, carne, vino, aceite, etc. (3), sino que luego, cuando pareció
no era suficiente lo que daba para su manutención, aumentó la can­
tidad (4).
Existían poi otra parte los llamados Conventos Reales, que lo eran
los de El Pardo, La Paciencia y Sta. Leocadia de Toledo, que reci­
bían de los reyes cuantiosas limosnas (5), y, sobre todo, el de El Pardo,
cuanto era necesario para vivir (6), corriendo asimismo por cuenta del
oatrimonio real el arreglo de los edificios. El de El Pardo y el de La Pa­
ciencia recibían además de la Real Botica cuantos medicamentos nece­
sitaban los religiosos que en dichos conventos moraban.
Como último recurso existía el de pedir limosna. Precisamente,
debido a la proverbial pobreza de los Capuchinos, más estrecha que
en las otras familias franciscanas, se levantaron en cada fundación enor­
mes dificultades, surgidas justamente de los Observantes y de los Des­
calzos, temerosos de que sus limosnas viniesen a menos. Había sin
embargo cosas que en cierto modo no podían proporcionarse sino por
ese medio, como el pan, también la carne y frecuentemente el pescado
y legumbres. Para ello había en cada convento dos limosneros: uno que
corría con la limosna del pueblo, villa o ciudad donde estaba enclavado
el convento, y el otro que hacía la postulación de legumbres, vino e

(2) P o r ejem plo, en V ilian u eva del C árd ete d eb ían predicar todos los serm ones
ya desd e 16 6 8 , y luego tam bién 1a C u aresm a y el A d vien to , p o r acuerdo d e los
vecinos, (A P C , 3 0 / 0 0 0 1 i , 3 0 / 0 0 0 13 y 3 0 /0 0 0 14 ).
Y a hem os hecho notar arriba q u e cuando lo s P P . M ig u e l d e V allad o lid y F r a n ­
cisco d e E sq u ivias predicaron en H aro la C u aresm a, n o quisieron recib ir recom ­
pensa algun a n j siq uiera a título d e lim osna, lo qu e hizo con star el A yu ntam iento
para m em oria d e los venideros y agradecim iento d e la v illa para con los C ap u ch i­
nos ( 1 3 de m arzo d e 16 9 5 ) (A P C , 3 5 / 0 0 2 11) .
(3) E sc ritu ra d e fu n dación en tre la duquesa d el In fa n tad o y los Su p eriores de
la P rovincia ( 2 1 d e no viem bre de 16 76 ) (A P C , 2 5 /0 0 0 18 ).
(4) E sc ritu ra de nu eva dotación (4 d e diciem b re d e 1 6 8 1 ) (A P C , 25/0 0 0 2 3).
(5) C fr. A rch iv o del Palacio N . d e M ad rid .— S ecció n A d m in istrativa.— C o n g re ­
gaciones R eligio sas.— L e g . 3 . C ap uchinos.
(6) C fr. sup ra, p. 63.
V ID A COM Ú N Y O B S E R V A N C IA REGU LAR 311

incluso carne por los pueblos circunvecinos. Diariamente se pedía de


limosna el pan que consumían los religiosos, y en esa labor se emplea­
ban no solamente los Hermanos, sino también los Padres y en ocasiones
los mismos Coristas (7).
2. Sólo así veían salvaguardada convenientemente 'la santa pobre­
za, la que resplandecía a la verdad en todo, dejando huellas bien seña­
ladas e indelebles, lo mismo en los conventos que en las iglesias, en el
ajuar y aun en el propio religioso.
No hay par? qué repetir lo que anteriormente hemos dicho sobre
la sencillez y pobreza con que fueron levantados los conventos e iglesias.
L o mismo en sus fachadas que en sus líneas interiores, y tanto en la
distribución de las oficinas y celdas como en sus dimensiones, se había
rechazado de plano todo sabor de suntuosidad, cuánto más de lujo.
Ni aun éste se permitía en los altares, y, lo que es más de admirar,
ni siquiera en el Sagrario (8).
Pobre era también el ajuar de los religiosos. Las celdas eran tan
reducidas' que no cabían en ellas sino una sencilla mesa de escritorio
con algunos libros y la cama. Esta era tan pobre que aquellos religiosos
no conocieron ni el colchón ni el jergón ni siquiera una estera, sino
las desnudas tablas, y solamente con permiso y necesidad se permitía
tener manta debajo y también almohada de lana (9), debiéndose con­
tentar con ima de paja, cubierta «con un pedacillo de sayal», y con una
manta o frazada, la que «cogiendo media vara poco más o menos de­
bajo de los pies, se tapará con lo restante» (10).
Los religiosos no tenían sino un solo hábito, siempre remendado,
«en señal de pobreza y humildad» (11); era de burdo sayal, fabricado
por los mismos religiosos (12). El manto era sencillo, pero sin forros
y sin bolsos (13), y no estaba permitido llevarlo a los que no habían
cumplido cuatro años de hábito (14). Las cuerdas eran al principio de
cerdas blancas; luego, el día de S. Francisco de 1692, se sustituyeron
por otras de cáñamo, aunque más tarde, en 1704, volvieron a usarse
las de cerda blanca (15).
Pobre era también la comida, a base casi siempre de legumbres

(7) A n g u i a n o , Disciplina religiosa, o. c., p p . 22 2 y 226.


(8) C f r el D ecreto de los Su periores para que se refo rm ase el Sa gra rio de
T o le d o C16 d e m ayo d e 16 34 ) (A P C , 25/00095).
(9) E D , p. 72.
(10 ) A n g u i a n o , o . c., p p . 1 3 y 14 .
( n ) E D , p. 34.
( 12 ) L a fáb rica de sayal estu vo en el convento antiguo d e T o le d o hasta que
lo dejaron los religiosos en 1 6 6 2 ; desp ués pasó al de Jad raq u e, don de siguió hasta
17 0 6 en q u t se puso en el d e L a Paciencia.
(.13) V A , p. 49.
(14 ) A n g u i a n o , o . c ., p . 17 9 .
( 15 ) V A , pp. 3 5 , 69, 78.
3 i¿ LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

y hortalizas, sobre todo en el primer tercio de siglo, como dejamos


anotado en la primera parte. No se permitía tampoco tomar chocolate
sino con permiso del P. Provincial (16); la colación los días de ayuno
era libre y no se consideraba como acto de comunidad (17).
3. Sin embargo toda esa pobreza y rigor, como también las peni­
tencias y mortificaciones de que luego hablaremos, encontraron con los
enfermo.-, y huéspedes una justificada dispensa y mitigación.
Por io que a los enfermos se refiere, debemos decir en primer
lugar que en todos los conventos se exigía la existencia de una enfer­
mería, que debía ser la pieza del convento que mejores condiciones
reuniese de comodidad, orientación e instalación. Aparte de eso existía
también una enfermería general de la Provincia en el convento de San
Antonio del Prado, a donde eran llevados los enfermos crónicos y asis­
tidos con gran solicitud por iUn religioso enfermero que generalmente
tenía algunos conocimientos médicos (18).
A la enfermería era conducido el religioso que no podía seguir la
observancia regular ni la vida común, con el fin de recibir en ella los
cuidados exquisitos que ¡la Religión le podía proporcionar. Y desde el
momento en que quedaba instalado en la enfermería, se veía sometido
a un régimen enteramente distinto, lo mismo de comida que de trato;
dispensado en un todo de la observancia regular y a las órdenes del
enfermero, que lo mismo podía ser Padre, Hermano o Corista. Venía
a ser la enfermería como un pequeño convento; tenía su capilla propia
y allí vivía el enfermo todo el tiempo que durase su enfermedad y hasta
que el enfermero le diese de alta, quien por otra parte tenía que res­
ponder del buen trato que se debía dar a sus subordinados, cuidándo­
los como la más solícita madre. A él, más que a ningún otro, se podría
hacer esta recomendación que se hacía al limosnero y que vale por
todo un tratado: «Ponga todo el cuidado posible en primer lugar en
la asistencia de ios enfermos, de los necesitados y viejos, que son las
columnas de la Religión, los cuales la sustentan con sus .oraciones,
consejo, doctrina y ejemplo» (19).
Si atenciones debían tenerse con los enfermos, casi tantas debían
prodigarse a los huéspedes que llegasen a los conventos, bien fuesen
religiosos de la Orden o extraños. Causa verdaderamente admiración

(1 6 ) V erdaderam ente ahora nos causa poco m enos que h ilarid ad la seriedad
con que el cronista llena páginas enteras p a ra decir, com o cosa d e gran interés,
qu e el P . P ro vin cial había dado perm iso para tom ar chocolate a tales religiosos, y por
tantas veces a la sem ana. C fr. Viridario, ff. 5, 6, 7 , etc.
(1 7 ) A n g u i a n o , o. c ., p . 1 4 9 .
(18 ) F u é , entre otros, m u y celebrado F r . G il de V illalón , qu ien díó a la p u ­
blicid ad dos abultados tom os d e m edicina, que m erecieron m uchas alabanzas de los
m édicos d e p a la c io ; se titulan Tesoro de medicina, M a d rid , 1 7 3 1 , 1 7 3 2 .
(1 9 ) A n g u ia n o , p p . 2 2 1 -2 2 2 .
VEDA C O M Ú N Y O B S E R V A N C IA REGULAR

la minuciosidad con que se describe cuanto debía practicarse con ellos.


No parece sino que con su venida había llegado algún ángel de paz
y bienandanza. ¡Qué caridad fraterna y religiosa urbanidad se observa
en cuanto allí se manda! Aquel recibir a los huéspedes con los brazos
abiertos; salir a su encuentro la comunidad, acompañarles al calenta­
dor, si fuere en tiempo de invierno, y luego al refectorio a tomar algo
caliente, c un refresco en el verano; luego asistirles a lavarse los pies
y, mientras el P. Guardián hacía este menester, otros religiosos les sirven
los paños para enjugarlos, se los secan e incluso se los besan, y, por
fin, el llegarse todos los religiosos de la comunidad para abrazarles y
darles el saludo de bienvenida. Y no parando en ello, disponerles una
cama especial con su colchón, con su almohada de lana y luego dispensa
de maitines durante cierto tiempo y comida especial durante varios días.
No parece sino que cuantos lo inspiraron y ordenaron tenían muy en
su alma el espíritu de caridad que animaba en estos casos el corazón
del Seráfico Padre (20).
4. Fuera de los enfermos y huéspedes, todos los demás religiosos
seguían invariablemente el horario conventual establecido. A las doce
de la noche tenían lugar los Maitines, prescripción que se observó rí­
gidamente en Castilla, sobre todo en aquel primer siglo. Rezadas Lau­
des, se tenía una hora de oración, después de la cual se retiraban los
religiosos a descansar. Por la mañana comenzaban los actos de comu­
nidad a las cinco en punto con el rezo de Prima, después se tema otra
hora de oración, la cual no estaba prescrita en las Constituciones, sino
que fué introducida en la Provincia por costumbre particular, y pre­
cisamente por eso «comúnmente se suelen exceptuar a los Padres Pre­
dicadores, Confesores de seglares cotidianos y a los estudiantes, para
que los dichos tengan algún tiempo para vacar a su ejercicio literario,
precisamente necesario para lograr el fin de su empleo» (21).
Por lo demás, la Provincia de Castilla no quiso admitir privilegio
alguno ni exenciones para sus religiosos, aunque fuesen Misioneros
Apostólicos o Predicadores de S. M. o Calificadores de la Inquisición.
Tan sólo, como dirá más tarde el P. Marcos de Reinosa, admitía pre­
eminencias y exenciones a los que ejercían prelaturas o lecturías, con­
cediéndoles las que son necesarias para el desempeño de su cargo, pero
cesando luego, concluido el oficio (22). Y si admitió alguna exención,
como de la mencionada oración de Prima, fué porque era cosa particu­
lar de la Provincia.
Al rezo de Tercia o de Sexta y Nona, que terna lugar después de

(20) Ibid., pp. 2 0 5 -2 14 .


( 2 1 ) I ’cnd., p. 1 5 1 .
(22) C arta dei P . Ped ro de R ein o sa (28 d e feb rero d e 178 6 ) (A rch ivo de S i ­
m an cas.— G ra c ia y Ju stic ia .— L e g . 644 (m od. 273).
La p r o v in c ia d f. f f . mm. c a p u c h in o s de c a s t il l a

ia oración, seguíase la Misa conventual, a excepción de los noviciados


y Seminarios, en que, después de Tercia, tenían otra hora de oración
especial, siguiéndose Sexta y Nona y la Alisa conventual.
A las once tenía lugar la comida; a las dos, vísperas, y a las cinco
se tocaba a Completas, a cuyo rezo seguía otra hora de oración, que
se prolongaba hasta las seis y media, en que se tema la cena. Terminada
la acción de gracias, se rezaba inmediatamente la Indulgencia, excepto
en verano, y se retiraban los religiosos a sus celdas (23).
5. Punto muy importante en ese horario conventual ocupaba el
rezo del Oficio divino en el coro, 'el que se llevaba con gran pausa y
solemnidad, sobre todo los Maitines y Vísperas, y particularmente en
ciertas festividades. El tono usado no admitía canto, pues, como decía
el P. Anguiano, «nuestro tono no admite quiebros de voz, colas o gar­
ganteados, pues para adecuarle con el hábito y profesión ha de ser
flébil, devoto y humilde» (24). Un tono grave y serio, «de suerte que
cause devoción no sólo al que le canta sino al que le oye. ¡Nuestra sa­
grada familia ha escogido un modo proporcionado a su estado peni­
tente y pobre, sin canto de órgano ,ni reglas de música, pero devoto,
uniforme y sin variación de voces, que convide más al llanto y a la
compunción que a complacer y deleitar el oído» (25).
Parejas en importancia con el Oficio divino corría la meditación
u oración, a la que dedicaban, como ya hemos dicho, las dos horas
diarias señaladas en las Constituciones generales, mas otra especial,
que ya desde los primeros días de la fundación de ia Provincia se ha­
bía también establecido como obligatoria, y una cuarta para los no­
vicios y seminaristas, instituida «para mayor aprovechamiento de los
nuevos».

6. A todo ello añádase lo que el P. Anguiano escribe sobre las


penitencias y mortificaciones: «Siempre esta santa Provincia de Cas­
tilla, desde su primera fundación hasta hoy, ha tenido y tiene en la
común estimación de toda la Religión los 'primeros créditos de refor­
mada y observantísima, no sólo de lo substancial de la Seráfica Regla,
de las Constituciones y apuntamientos, sino también de los consejos
y amonestaciones hechas a nosotros por nuestro glorioso y Seráfico
Patirarca San Francisco; y no es maravilla goce tan ilustres títulos
entre todas las Provincias la que con tanto celo aspira con ánimo in­
defenso y religiosa constancia a mantener siempre en pie aquel seráfico

(23) A n g u i a n o , o . c ., p. 149 .
(24) Ibid., p. 1 3 1 .
(25) Ceremonial Seráfico para la instrucción de los Religiosos Capuchinos dé
esta santa provincia de la Encarnación de las dos Castillas, t. I , M a d rid , 17 7 4 ,
p. 230.
V IÚ A COM ÚN Y O B S E R V A N C IA REGU LAR

espíritu con que dió feliz principio a nuestra sagrada Capucha, res­
plandeciendo cada día con nuevos candores de austeridad, mortifica­
ción y observancia de la regular disciplina» (26). Y como prueba de
ello pone a continuación xa tabla de disciplinas y ayunos que especial­
mente tenía establecidos la Provincia «en ciertos días y tiempos, que
sirvan como de fuerte contramuro para que en ningún tiempo descaezca
un punto de su vigor la austeridad y mortificación de la carne y se
conserven siempre indemnes los que por exacta obligación nos in­
cumben».
Así teman, fuera de los de Constitución, cuarenta y cuatro días de
disciplina al año; trece días de ayuno a pan y agua, mas siete de ayuno
simple; disciplina y ayuno a pan y agua la víspera del santo de cada
uno, y disciplina el día que se estrenase algo nuevo, como mangas,
capucho, manto, túnica o hábito (27). Además: los que no habían cum­
plido cuatro años de hábito, debían hacer la disciplina las vísperas de
los días de Comunión, que solían ser tres veces en semana (28) y to­
dos los viernes del año; y los coristas, así nuevos como antiguos, de­
bían dar la disciplina y comer en tierra los lunes, miércoles y 'viernes
de Adviento y Cuaresma y las vísperas de las festividades de segunda
clase, de la Iglesia o de la Orden (29).
7, Rigurosos, fueron aquellos Capuchinos del siglo XVII en sus
cosas, en sus personas y en su porte, hasta el punto de llamar podero­
samente ¿a atención de una Corte bastante entregada al lujo y a las
diversiones, como del P. Diego de Quiroga pudo decir muy laudato­
riamente el V. e limo. Palafox, que «en medio de palacio y en las
materias seculares se quedaba capuchino» (30).
Por lo demás, la ley que presidía sus relaciones con los seglares y
sus salidas del convento la dejó estampada la Provincia en uno de sus
Ceremoniales: «Sólo la necesidad o la caridad ha de sacar al religioso
de su celda para ir a comunicar con los del siglo» (31). Y aun enton­
ces debía guardar en su porte exterior estos tres puntos: «El capucho
puesto, los ojos bajos que no miren sino donde han de poner los pies,
y las manos metidas en las mangas» (32). Y el buen ejemplo que con

(26) A n g u i a n o , o . c ., p. 259. E sto s elogios están lom ados de la licen cia y per­
m iso del P . G en era l, E steb an de C esena, «para estam par este pequeño volum en», ts
decir, el lib ro del P . A n guiano.
(27) Ibid., p p 2 6 1- 6 2 . E sta tabla d e penitencias fu e u n tanto m odificada siendo
P ro vin cial el P . M an u el de M a d rid (6 de o ctubre d e 1684) (A P C , 4/00024).
(2 8 ) Ibid., p. 24.
(29) Ibid., pp. 179 -8 0 .
(30) Diario del viaje a Alemania, o b r a in é d it a del V. D. Juan de P a la fo x y
M end oza. Lo p r o lo g a y a n o ta X r i s t i n a d e A r t e a g a , M a d r id ^ 1 9 3 5 , p . 2 7 .
(3 1 ) Ceremonial Seráfico, o. c., t. II, p. 283.
(3 2 ) Ibid., p . 2 8 4 .
3 i6 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

elio se daba, lo expresaba así el jesuíta P. Sebastián González en 1635:


«A mí ningún hermano me ha edificado más que ver por las calles a
un capuchino, los ojos en el suelo, el capucho calado hasta la boca,
pisando su misma barba» (33).
También se observaba gran rigor en cuanto a las visitas de seglares,
y el visitar a religiosas y sostener con ellas correspondencia estaba tan
rigurosamente prohibido, que se necesitaba permiso del P. Provincial,
el cual no lo daba sino para cierto número ¡de veces (34).
Cerramos con broche de oro este capítulo citando las palabras de
la Congregación de Propaganda Fide, la que en 1646, al encomendar
a los Capuchinos españoles, y más concretamente a Castilla, la misión
del Darién, testificaba los había escogido especialísimamente «porque
aquella provincia, abundante en oro- pide religiosos ajenos en un todo
de la avaricia de riquezas, como son los Capuchinos» (35).

( 33) Mem-irid histórico español, t. X I I I , carta del P . S . G o n zález a l P . R a fael


P e rey ra, S . J . ( 10 de ab ril d e 16 3 5 ), p. 16 7 -8 .
(34) E D , pp. 3 2 , 34 : 3 7 , etc.
(35) R . DE C e s i n Í a l e , O . F . M . C a p ., Storia delle Missioni dei Cappuccini,
t. I l i , R o m a, 18 7 3 , p. 7 1 2 , nota 4, donde cita las palabras de la C ongregación ,
acta del 3 d e agosto de 1646.
C A P I T U L O VI

E s p ir it u a l id a d en l a P r o v in c ia

I. Form ación espiritual.— 2. F u en tes d e espiritualidad.— 3 . M a n ifes­


taciones.— 4 . M a estros de la vida espiritual y corrientes ascético-
misticas.

1. No puede discutirse y menos aún negarse, que en la vida re­


ligiosa el elemento espiritual es no sólo necesario sino de tal modo
esencial, que sin él no podría subsistir. De él depende, por otra parte,
3a fuerza, la eficacia y hasta la actividad de una Orden o (de una Pro­
vincia; es su termómetro revelador.
Esa espiritualidad que en buena razón y términos concretos debía
ser el ideal de la vida capuchina, la meta a la que todos debían aspirar,
la expresaban ya así las antiguas Constituciones: «En nuestros con­
ventos ya hechos no estén menos de doce frailes, los cuáles co n g re g a ­
dos en el nombre del dulcísimo Jesús, sean unánimes y de un corazón,
esforzándose a atender siempre a mayor perfección» (1).
Los primeros pasos hacía la conquista de ese ideal, de esa meta
de perfección, forzosamente habría que darlos en los años de forma­
ción. Esta se llevaba a cabo no sólo en el año de prueba, en el novicia­
do, sino que se prolongaba por otors tres más, y durante ellos la
preocupación de los nuevos, así como de sus Maestros, habría de ser
una más intensa y sólida formación espiritual. A ella iban encamina­
das las pláticas sobre temas espirituales que diariamente debía dirigir­
les el P. Maestro, y a las que debían asistir lo mismo coristas que her­
manos sin excusa alguna, y allí «con sinceridad de ánimo y corazón
humilde, oigan su doctrina y le den cuenta de su espíritu y de las
demás cosas de su obligación» (2). Y no "se contentaba el P. Maestro
con enseñarles la vida espiritual, sino que también seguidamente venía
obligado a explicarles las obligaciones del propio estado y el modo de
llenarlas cumplidamente.

( 1) Constituciones de los Frayles Menores Capuchinos de San Francisco¿ Ma­


drid, 1644, p. 33
(2 ) A n g u i a n o .. Disciplina religiosa, o . c ., p. 1 5 .
318 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S bE C A S T IL L A

Además: aparte de esa formación recibida de palabra, existía la


escrita. Es decir: la Provincia de Castilla tuvo casi desde mediados del
siglo XVII una norma fija para educar la juventud en la vida conven­
tual y juntamente en la vida espiritual. Me refiero a la obra del P. Ma­
teo de Anguiano (3), en la que ha recogido «las observancias sagradas
y domésticas de dicha Provincia que hasta ahora estaban expuestas al
riesgo de la desuniformídad»; se «dan reglas a todos los religiosos que
se ocupan en los ministerios del convento», y «leyendo este libro ha­
llará en él quien fuere más docto y experimentado en el monástico
modo de vivir y también el más necesitado de saberlo, así aquél como
éste, mucho que aprender; y ejercitándolo todos vivirán gustosos en
esta viña del Señor, así prelados como súbditos, y todas las comuni­
dades serán de su Majestad bien asistidas y de los religiosos ser­
vidas» (4).
Y realmente, en este libro, «escrito con celo santo y religioso para
que se observen las Constituciones, observancias, ceremonias, austeri­
dades y penitencias de dicha Religión santa» (5), hay tan provechosas
enseñanzas, tan acertados consejos y reglas de tan subido ascetismo,
que uno no sabe qué admirar más: si el rigor y pura observancia que
en él se manifiestan, o la santidad de los que debían llevarlo a la
práctica.
2. Con su estudio y detendo examen se echa bien de ver, que una
fuente importantísima de esa espiritualidad y santidad fué la más ri­
gurosa y estrecha observancia regular. De ahí que, como dirá el pro­
pio P. Anguiano, citando las palabras del P. General, Esteban de Ce-
sena, «siempre esta santa Provincia de Castilla desde su primera fun­
dación hasta hoy ha tenido y tiene, en la común estimación de toda
la Religión, los primeros créditos de reformada y observantísima» (6).
Otra de las fuentes de esa espiritualidad fueron las penitencias y
mortificaciones de las que hemos hablado en el precedente capítulo, y,
más que todo, la oración. A ella dedicaron aquellos Capuchinos cas­
tellanos no sólo las dos horas diarias marcadas por las Constituciones,
sino que añadieron una tercera también de comunidad, «sin las que

(3) M e refiero a ia tantas veces citada Disciplina religiosa de los Menores


Capuchinos de nuestro Seraphico Padre San Francisco para la educación de la
iuventud de esta santa Provincia de la Encamación da las dos Castillas\s Madrid, 1678.
Castilla tenía ya desde 1658 su ritual que llevaba| por título: Collectanea sacra
celebriorum actuum ac rituum, quos S. Romana Ecclesia egregia celebrai religione.
Destinata usui Fr. Min. S. P. N . Francisci Capuccinorum almae Provinciae Incar-
r.ationis utriusque Castellae, Matriti, .1658.
(4) A sí lo dicen los PP. Gregorio de Guadalupe y Basilio de Zamora, Capu­
chinos, en la aprobación de la mencionada obra del P. Anguiano, if. 3 V. y sr.
(5 ) Palabras del P. José M éndez de San Juan, de la Orden de los M ínim os, al
censurar la obra del P. Anguiano, f. 6r.
(6 ) A n g u i a n o , o . c., p . 2 5 9 .
E S P I R I T U A L ID A D EN LA P R O V IN C IA 319

tienen los particulares según su devoción especial», cómo dirá muy


acertadamente el P. Isidro de León, añadiendo: «Y he conocido un
religioso lego, bien ocupado en cierta oficina, que, cumpliendo con
ella muy puntualmente, sacaba once horas de tiempo entre el día y la
noche para Vacar a la oración; y otros más desocupados por su vejez
y no estar ya para el trabajo corporal, casi todo el día y también la
noche, no salían del coro o iglesia, empleados y extáticos en este santo
ejercicio. También otros, así coristas como ya sacerdotes, ocupados en
estudios y otros ministerios, además de la ocupación de los oficios
divinos, que son bien largos, no les parece mucho gastar de ordinario
seis o siete horas en el mismo ejercicio de la oración» (7).
Y prueba clarividente de que así era, de que el espíritu de oración
fué uno de los distintivos de su espiritualidad, la tenemos en los es­
critores ascético-místicos de aquel siglo, pertenecientes a la Provincia
de Castilla. En su mayoría escribieron sendos tratados sobre la ora­
ción o contemplación o sobre sus distintos grados. Citaremos por aho­
ra solamente los nombres de los principales: PP. Félix de Alamín,
José de Nájera, Gaspar de Viana, Antonio de Fuentelapeña, Isidro de
León y Agustín de Zamora.
Otra fuente de esa espiritualidad fué la frecuencia de los Sacramen­
tos. Ya sabemos la disciplina que en general seguía entonces la Iglesia,
sobre la Comunión frecuente o diaria. A tenor de ella las Constitucio­
nes capuchinas ordenaban la Comunión dos veces por semana, pero
con eso no se prohibía en modo alguno comulgar los restantes días,
sino que se podía hacer «con tal que pida y obtenga ¡licencia para ello
de los Superiores, y, fuera de lo que se ordena en la Constitución, es
costumbre antigua e n la Provincia el que se comulgue en todas las
festividades de precepto así de la Iglesia como de la Religión y Obis­
pado y los días de Santos dobles mayores, con las de ios seis Docto­
res y otros santos de vidas particulares... Asimismo es estilo de la
Provincia el comulgar los sábados por devoción de nuestra Señora, y
en la Cuaresma se comulga los miércoles, viernes, sábados y do­
mingos» (8).
Por otra parte, los escritores ascético-místicos de entonces llegaron
a aconsejar hasta con apremio no sólo la Comunión frecuente sino
diaria. Asi el P. Nájera escribía: «Que la Comunión frecuente y co­
tidiana sea el medio más proporcionado para conseguir la gloria y
bienaventuranza eterna, si nos llegamos a ella con la debida disposi­
ción, es infalible», y añade: «En esta opinión quiero vivir, esto es,
que la Comunión frecuente es santa y necesaria». Y termina: «La me­
jor disposición que podemos tener para llegar a este soberano Sacra-

(7 ) I s id r o de León, O. F. M . C a p ., M í s t i c o c i e l o , t. I ,. M a d r id ^ 1685, p. 160.

(8) A n o u ia w , o , c ., pp. 23-2 4 .


320 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

mentó hoy, es haber comulgado decentemente ayer, y para llegar ma­


ñana, el haber comulgado hoy y ayer... Que es mejor el comulgar
cada día que no de tarde en tarde» (9). Y por su parte el P. Viana
decía también: «Yo no condeno la frecuencia de la Sagrada Comunión;
soy de parte de quien la aconseja y persuade; ya es pleito vencido el
que conviene frecuentar muy a menudo este divino Sacramento. Así
lo siento y así lo aconsejo» (10). Lo mismo aconsejaba a sus dirigidos
el P. Fuentelapeña, por no citar más testimonios (11).
3. Manifestación, a su vez, espléndida de esa espiritualidad fué
aquel vivir apartados del mundo, ajenos a cuanto pudiera ofender la santa
pobreza, edificando a todos con su penitencia, mortificación y modes­
tia, hasta el punto de que ya en 1630 podía decir el P. Leandro de
Murcia: «Es indudable verdad, comprobada por la experiencia común
de todos los lugares donde los Padres Capuchinos están y por idonde
pasan, que sólo el aspecto austero, penitente y edificativo de su capu­
cho y barba con las demás circunstancias de su mortificación v mo­
destia, compunge los corazones de los fieles y los mueve a devoción
y reverencia notable» (12"). Y treinta años más tarde, un extraño % la
Orden podía repetir: «Sólo el ejemplo de su hábito y desnudez es
bastante para componer los ánimos más inquietos, y se han experi­
mentado en España grandes beneficios en los continuos ejercicios que
administran-, pues nunca en ella faltan predicadores grandes a cuva
persuasión se han visto conversiones de muchas almas; confiesan asi­
mismo y administran los Sacramentos donde no hay conventos de otras
Religiones o donde éstos no son bastantes; componen discordias en
la república, y, mientras en ella se consume el tiempo en fiestas y re­
gocijos, atienden vivamente a los ejercicios de oración y penitencia,
alentando a otros con su ejemplo; asisten a los enfermos y les ayudan
en el mayor aprieto y artículo de su muerte. En las pestes e incendios
ha sido maravillosa su vigilancia, y, cuando el más cercano y obligado
olvida el agradecimiento, ellos, sin reparar en el peligro y contagio,
distribuyen el sustento, curan a los enfermos, les administran los Sa­
cramentos, entierran los difuntos, hasta que en estos ejercicios rinden
sus espíritus» (13).

(9) José de N á je r a , O . F . M C a p ., Espejo Místico, M a d r id , 1672, p p . 63, 67


y 72.
(1 0 ) G a s p a r d e V ia n a , O . F. M . C a p ., L uz práctica, M a d r id , 1665, p. 42.
( 1 1 ) C fr . A n t o n i o d e F u e n t e l a p e ñ a , O. F . M . C ap ., Escuela de la verdad, M a ­
d rid , 1 7 0 1 , pp. 2 0 - 2 1.
( 12 ) C fr. M . d e T o r r e c i l l a , O . F . M . C a p ., Consultas, alegatos, apologías, etcé­
tera, t. I , 2 .a ed., M a d rid , 17 0 2 , p. 389, n .° 9, cop ia al p ie d e la letra e l p a p el que
el P . M u rc ia escribió y se pu blicó sin su no m bre contra los P P . O bservantes y
D escalzo s con m otivo de la fu n dación de V allado lid.
(1 3 ) L ic . N ic o lá s de M on ta ñ a , en su papel im p re s o : Por los Padres Capu-
E S P I R I T U A L ID A D EN LA P R O V IN C IA 321

Floración también de esa espiritualidad fueron las prácticas piado­


sas que más ejercitaron los Capuchinos castellanos ya desde entonces.
Entre ellas ocupa lugar preeminente el Viacrucis. Ya hemos dicho
cómc en la misma huerta se procuraba levantar las cruces con el fin
de que los religiosos pudiesen alimentar su devoción aun en los paseos
y ratos de expansión y descanso. Asimismo había en la huerta ermi­
tas con ese mismo fin, las que en su mayor parte eran dedicadas a la
Sma. Virgen, hacia la cual sintieron nuestros antepasados singular ca­
riño y devoción. En su honor y por costumbre particular de la Pro­
vincia se rezaban diariamente las Letanías en el coro; los sábados
comulgaban también en su honor Coristas y Hermanos (14). En el
convento de El Pardo se cantaba todos los sábados la Salve con gran
solemnidad ante la imagen de Nuestra Señora de la Paz, que estaba
en la huerta, acudiendo la comunidad y gran número de fieles; lo pro­
pio se hacía en Jadraque, desde 1693, ante Ia imagen de Nuestra Se­
ñora de Castejón (15). (Finalmente: no podemos pasar en olvido que
fué Castilla la que solicitó, la primera entre las Provincias de España,
que el Papa se dignase definir: Sacratissimam Virginem M ariam ex
singulari D e i privilegio absque macuía peccaü originalis fu isse con -
ceptam » (16).
Plácenos consignar aquí un hecho que confirma esa devoción a
1? Sma Virgen, y es que la mayoría de las obras impresas en aquel
entonces, van dedicadas a María con palabras que hablan muy alto
del afecto que sentían por ella, proclamándose los autores, con voces
tiernas y amorosos requiebros, sus indignos esclavos. Y no podríamos
pasar en silencio que fué uno de los Capuchinos castellanos, el Padre
Agustín de Zamora, el precursor del Beato Grignion de Monfort en
poner de relieve la importancia de la verdadera devoción a la Santísi­
ma Virgen y de la esclavitud mariana, como lo fué asimismo de la de­
voción al Sagrado Corazón de Jesús (17).
4.. Y terminamos este capítulo señalando los escritores y maestros
de la vida espiritual, que en este siglo XVII tuvo la Provincia de Cas-

chinns, a fa v o r de la fun dación en B u rgo s (M a d rid , 14 d e ab ril de 1660) (A P C ,


3 5 /0 0 0 4 5 )-

( 14 ) A n g u i a n o , o c., p. 24.— T o r r e c i l l a , Consultas, alegatos, etc., t. I I , 2 .a ed.,


M a d rid , 17 0 2 , p. 4 6 1.
( 15 ) Viridario auténtico, m s. c ., p. 37.
(16 ) E stá fechada esta sú p lic a : «D atu m in nostro regali P ard i C o en o bio die
2 5 ju lii 16 17 » . F u é publicada en Analecta, V I I ( 18 9 1) , pp. 87-88. H em os visto
una copia en el A rc h iv o d e la C oron a de A ragó n . Fo n d o s M on acales. L e g . 59, t. 4.0,
f. 22. «Libre, de cartas de todas las suertes. C artas m isivas», n .° 9 b is, «A sun to del
P ro vin cial de C astilla» , donde tam bién se con serva u n a carta del P. P ro vin cial de
C atalu ñ a en el m ism o sentido.
( 17 ) C fr. V i c e n t e d e P e r a l t a , O . F . M . C ap ., El P. Agustín de Zamora, en
Estudios Franciscanos, X X ( 19 18 ) , pp . 3 5 2 ss.
322 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

tilla; indicaremos también sus obras y las corrientes principales por


ellos seguidas en ascética y mística.
El primer tratado de ascética y precisamente sobre la oración, es
debido a la pluma de un Hermano Lego, Fr. Narciso de Tordesillas,
el que hacia 1640 lo escribía con este título: Ejercicio d e oración
para todos estados fundado e'n dos oes: \óh, q u é p o c o , oh , qué
m u ch ol (18).
Sigue en orden cronológico el P. Gaspar de Viana, tan excelente
predicador como escritor. En 1661 publicaba la primera de sus obras,
que lleva por título L u z clarísima (19), pues aquí «hallarán las perso­
nas virtuosas una luz muy clara, que les enseña el camino más sólido
y seguro, aunque estrecho, por donde puedan caminar a la perfección,
y les descubre la eminencia hasta dónde pueden llegar con la divina
gracia, si se resuelven y empeñan, y les propone el blanco a quien
deben mirar y anhelar continuamente» (20), explicando los impedi­
mentos que el alma encuentra y el medio de la oración que debe em­
plear para llegar a la unión con Dios. Y para completar su obra pu­
blicó luego otros dos volúmenes: el primero, y que forma la primera
parte, se titula: L u z práctica (21), y el segundo, C am ino del cielo (22).
En uno y otro tomo pondera el valor de la voluntad y asimismo enseña
prácticamente el modo de ir a Dios por el camino del amor, de la ora­
ción afectiva, de recogimiento, abstracción y vida interior. Creemos
de mucha utilidad e importancia y muy propias para la formación
adecuada de los que comienzan la vida espiritual, estas tres obras del
P. Viana (23).

(18 ) S e ccnseftj» er, la B . N .— M s. 37 6 , y consta de 3 3 fo lio s, form an do parte


de u n tom o de vario s, rotulado «O bras M ísticas». D e l m ism o F r . N arciso existe
tam bién en la B . N ., M s. 9.922, una «R elació n por m ayo r de lo subcedido a las
arm as d e S u M ag d . en la cam paña deste año d e 16 39 , hasta fin del.»
(19 ) • E l título com pleto e s : Luz clarissima que desensaña, mueve, guía, y afi­
ciona las almas que aspiran a la perfección, y las lleva por el camino más sólido
y seguro a la unión con Dios. Encendida con las luzes y doctrina de la Sagrada
Escritura, Santos Padres y Doctores Místicos, M a d rid , 1 6 6 1 . T u v o una segunda
edición, que lleva el m ism o título, hecha en M a d rid , en 16 7 2 .
(20) Ibíd., introducción, p. 19 .
( 2 1 ) H e aq uí el título e x a cto : Luz práctica del mejor, más fácil, y útil camino
del cielo, y de la perfección christiana, que consiste en la vida afectiva y exprcido
de obrar con la voluntad y se ponderan sus excelencias, prerrogativas, dominio, >•
jurisdicción y lo mucho que puede con la divina gracia, M ad rid , 16 6 5 .
(22) E s la parte segunda, y se titu la : Camino del cielo y de la perfección
christiana, el mejor, más fácil y apacible, real y seguro para todas las personas de
cualquier estado y condición que sean, que consiste en la vida afectiva de amor y
de amar, M ad rid , 16 6 7 .
(23) E l P . V ian a fué uno de los m ás entusiastas de la doctrina d e Ju a n T a u le r o ;
sob re sus enseñanzas h a sabido levan tar u n cuerpo de doctrin a qu e h a dejado a la
posteridad en esas tres obras. E l P . L u i s d e G e t i n o , O . P ., en la introducción
a las In^ltudones Divinas del Iluminado Doctor Fr. Juan Tauiero, M a d rid , 19 2 2 ,
pp. X L V - X L V I , dice lo sig u ien te: « E l que esto escribe se atreve a con sign ar un
E S P I R I T U A L ID A D EN LA P R O V IN C IA 323

Pocos años después el P. José de Nájera, misionero primero en


Arda y luego en Cumaná, publicaba su obra E sp ejo m ístico (24). Ya
antes había dado a luz un opúsculo, al parecer anónimo, que llevaba
por título Atajo para e l cielo, «librito breve y se ha impreso muchas
veces», hecho «con deseo de que llegase la facilidad y conocimiento
de la necesidad» de la oración mental a todas las almas (25). En su
E sp ejo m ístico nos da un resumen de la vida espiritual con el fin
de que las almas sencillas y ocupadas encuentren aquí lo que en otros
muchos libros se halla disperso; exponiendo los medios de perfección,
deteniéndose muy particularmente en explicar la oración, modo de ha­
cerla, ventajas, facilidad y grados. Es un verdadero tratado de ascética
y mística. Insiste de mc-do particular en la necesidad y conveniencia
de la Comunión frecuente y aun diaria y defiende, entre otras muchas
cosas, la contemplación adquirida, afirmando que «nadie duda ya de
su existencia ni la pone en tela de juicio» (Diálogo IX).
Por ese mismo tiempo, o poco después, imprimía el P. Agustín de
Zamora una obrita, cuyo título es: D evo c ió n m u y provechosa con
el Espíritu Santo y algunas oraciones para pedirle su divino amor y
m o d o b rev e para saber hacer oración (26). En 1678 publicaba la se­
gunda edición, y al mismo tiempo otra obra de más importancia y
de mayor volumen: L a margarita preciosa del corazón hum ano (27).
En ella se pone de relieve el valor del corazón humano y las gracias
que Dios ie ha hecho, para que sepa el hombre estimarle y gobernarle
con ejercicios espirituales. Los cuatro libros en que va dividido este
tomo, «están llenos de doctrina, de piedad y experiencia y espíritu y
celo del autor, porque prenda en los corazones la llama y luz de la
gracia que los ilumine y encienda en el amor de las riquezas y tesoros
del cielo encerrados en la margarita preciosa del corazón humano. En

personal recuerdo. A T a u le ro lo em pezó a conocer no en T a u le ro m ism o, sino en


el m ístico capuchino, P ad re G a sp a r d e V ian a, leyend o su L uz clarísima, en la
que tanto utiliza y encom ia al D o cto r Ilu m in ad o. E ste P . V ian a era el autor p re­
dilecto del P . Ju a n R o s, m aestro d e novicios del convento dom inicano de Padrón ,
con qu ien nosotros hicim os el año d e pru eba en 18 9 3 , leyendo constantem ente la
obra del dccto capuchino. E l cual se m u estra tan entusiasta de T a u le ro , com o lo
era de V ian a m i piadoso y venerable m aestro de no vicios, que no sabía dejarlo de
las m anos.»
(24) E l título es el sig u ien te: Espejo mystico en que el hombre interior se
mira prácticamente ilustrado, para los conocimientos de, Dios y el exercicio de las
z irludes, guarnecido de símiles y exemplos prácticos y verdades desmidas, M a d rid ,
16 7 2 .
(25) Ibíd., p. v o i.
(26) N o sabem os cuándo se haya pu blicado la prim era ed ic ió n ; esta segunda,
hecha en M a d rid , en 16 7 8 , es tam bién m u y r a r a ; no hem os podido encontrar m ás
q u a u n solo ejem plar en la B . de la U n iv ersid a d de B arcelon a.
(27) E l título total e s : La margarita preciosa del corazón humano. Sus exce­
lencias y las jinezas de Dios maestro Señor para con él, M a d rid , 16 78.
324 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

los cuatro se echa de ver muy pronto, por cualquiera de sus páginas,
sus muchos conocimientos de los caminos de la vida espiritual ascético-
mística» (28). Ambas obras respiran «fragancias de devoción en orden
a la tercera Persona» de la Sma. Trinidad (29), y al mismo tiempo
hacia la Sma. Virgen, declarándonos con los mayores encomios las ex­
celencias de la esclavitud mariana que en el siguiente siglo el Beato
Monfort propagaría en sus escritos, y juntamente echaba en cierto
modo los fundamentos de la devoción al Sdo. Corazón de Jesús, que
asimismo en el siglo XVIII culminaría en todo su esplendor. Lástima
fué que el P. Zamora no haya podido darnos los otros dos tomos que
promete en el primero y que habrían de completar su obra, digna de
los mayores encomios (30).
En 1685 publicaba el P. Antonio de Fuentelapeña la primera de
sus obras ascético-místicas: Retrato divino en que para enamorar las
almas se pintan las divinas perfecciones (31). Esta obra, por desgracia
bastante poco conocida, escrita con admirable estilo, hasta el punto
que el P. Mir pudo ponerla por modelo de descripciones y entre los
«dechados de estilo clásico» y llamar a su autor «escritor atildado del
siglo XVII» (32), nos describe con tan meridiana claridad y devota
unción los atributos divinos, que el alma no puede leerla sin sentirse
grata y suavemente atraída hacia Dios. Lo podríamos llamar «libro
de meditación para las almas contemplativas», y a nuestro juicio pue­
de muy bien ser equiparado a otra obra de este género, debida á la
pluma del P. Nieremberg, L a hermosura de D io s. De aquélla pudo
decir uno de los censores que era «testimonio claro del interior trato
de su autor; pues quien así expresa los arcanos divinos y manifiesta
los escondidos secretos de la Teología mística, bien convence, por lo
que escribe de Dios, lo que le conoce, y de lo que le conoce, se infiere
lo que le ama» (33).
Años después, en 1701, publicaba el P. Fuentelapeña otro libro
de este género, que tituló Escuela d e la verdad (34). La obra debía

(28) V. d e P e r a l t a , art. c., p. 3 5 3 .

(29) M . d e T o r r e c i l l a , Apologema, o . c., p. 10 2 .


(30) A . d e Z a m o r a , La margarita preciosa, prólogo, al final.
(3 1) E ! título com pleto e s : Retrato divino en que para enamorar las almas
se pintan las divinas perfecciones con alusión a las facciones humanas, M a d rifl,
16 8 5. T u v o u n a segunda edición en 16 8 8 , que lleva e! m ism o título, añ adida, desde
la p . 5 1 3 a 5 52 , con u n b reve resum en de T e o lo g ía m ística con este encabezam ien­
to : «R espu esta a L u c in d a en que se la facilita el cam ino dej la perfección y se 1c
da noticia b reve de todo él.»
(32) J u a n M i r y N o g u e r a , Frases de los Autores clásicos españoles, M a d r i d ,
1 8 9 $ pp 5 6 1 y 802.
(3 3) P . S e b a s t i á n V e l a r d e , de los C lérigo s M en o res, en Retrato divino, M a ­
drid, 16 8 8 , f. 7r.
(34) E ste es e l títu lo : Escuela de la verdad, en que se enseña a Lucinda y
debaxo de su nombre a todas las almas, que tocadas de la hiz divina itspiran a la
__________________ E S P I R I T U A L ID A D EN LA P R O V IN C IA 3¿5

constar de varios tomos, y justamente este primero lo dedicaba por


entero a la oración en sus diversos grados. En ella sigue un término
medio entre los escritores ascético-místicos de su tiempo, pues mien­
tras unos, «no permitiendo a las almas se dispongan a la contempla­
ción», las tenían «arrastradas en una continua meditación», otros po­
nían «las almas todas desde sus principios en [la oración de fe, que
es tanto como querer que sin plumas vuelen o que, precipitados, den
miserablemente en una ociosidad que les conduzca sin remedio a una
perpetua ilusión». El en cambio dirige sus esfuerzos «a quitar a las .
almas los tropiezos que se encuentran en algunos autores y a enseñar
a los principiantes los medios verdaderos con que debe procurarse la
cristiana perfección» (35).
Es obra escrita en diálogo, de no tan buen estilo como la primera,
y la que por desgracia no terminó por haber fallecido su autor, según
parece, al siguiente año de haberse publicado (36).
Contemporáneo del P. Fuentelapeña fué el mejor de los Capuchi­
nos castellanos que escribieron sobre ascética y mística, el P. Isidro
de León. De él no conocemos, sin embargo, dato alguno, ni siquiera
cuándo haya nacido o vestido el hábito. Sin embargo, es suficiente
su obra para saber lo que fué: un religioso muy espiritual y «autor
muy docto y experimentado», al decir del P. Manuel de Jaén, quien
añade: «Si quieres hallar el complemento de las tres vías del espíritu
con todos los grados de oración y con extensión de lo infuso, busca los,
ties tomos de a cuartilla del P. Fr. Isidro de León, Capuchino, Místico
rielo, que fué hombre muy ilustrado y parece recogió cuanto es ima­
ginable de oración» (37). «Autor— añade el P. Fuentelapeña— verda­
deramente digno de la mayor estimación por la gran comprensión,
claridad y acierto con que escribió toda la vida espiritual, desde los
más bajos rudimentos de los principiantes hasta las contemplaciones
más altas de les perfectos» (38). Su obra es un sólido tratado de los
grados de la vida espiritual, un tratado sistemático de teología mística,
romo hombre que conocía bien a fondo la materia no sólo por el
estudio sino por experiencia, en sí mismo y en las personas que dirigía.
En ella expone la doctrina y la práctica de las tres vías: purgativa,

perfección, los medios verdaderos que han de escoger y los engañosos que han
de dexar, para llegar felizmente a conseguir. Tratado primero de la oración mental.
M a d rid , 1 7 0 1 .
(3 5 ) Ibid., p r ó lo g o .
(3 6 ) C fr. nuestro Necrologio, o. c., p. 295.
(3 7 ) M anuel de Jaén, O . F . M . C a p ., Remedio universal de la perdición del
murvlo, M a d r id , 1783, pp. 68 y 205.
(3 8 ) A. de F u e n te la p e ñ a , Escuela de la verdad, p.
1 6 5 . L e ded ica tam bién
estas palabras a c o n tin u ació n : «Perm ítase a m i cariño y o bligación este elogio por
debid o, a qu ien m e acom pañó algunos años, a qu ien en m i com pañ ía acabó y es­
tam pó sus lib ros, y a quien tuvo p o r consuelo fu ese m i nom bre en su aprobación.»
3¿é LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

iluminativa y unitiva, que él considera no como caminos distintos


sino tres jornadas de un mismo camino. «Es de lo mejor que se ha
escrito de la mística, en sentir de cuantos los Ihan leído; doctrina só­
lida, con una nueva inventiva y disposición muy singular, explicada
con gran claridad, distinción, modificaciones e inteligencia de términos
como lo confesará cualquiera curioso que gustare de leerlos» (39).
Finalmente: no podemos en manera alguna dejar de citar al clásico
y esclarecido P. Félix de Alamín, que fué luchador impertérrito con­
tra Molinos y sus doctrinas. Son muchas sus obras sobre asuntos as­
céticos y místicos: las mencionaremos según el orden de impresión. En
primer lugar Falacias del dem on io y d e los vicios que apartan del
tom in o real del cielo y de la perfección (40). Es obra sumamente inte­
resante, pues en ella se trazan los medios de perfección y el modo
de combatir los vicios, añadiendo para completarla una serie de me­
ditaciones, muy propias para los que caminan por la vía purgativa.
Poco después publicó E sp ejo d e verdadera y falsa confesión (41),
obra que es fruto de su celo apostólico y reflejo de gus observaciones
en las múltiples misiones populares que había dado, mereciendo el hon­
roso título de Misionero Apostólico.
Importante es asimismo su obra sobre el sacerdocio: Retrato del
verdadero sacerdote (42), obra que muy bien puede compararse con la
tan conocida del P. Antonio de Molina. Interesantes son también las
siguientes que versan sobre materias espirituales: Exhortación a la
observancia d e los m andam ientos, Madrid, 17x4; Felicidad natural
y sobrenatural, Madrid, 1723; T esoro d e beneficios encerrados en
el C red o , Madrid, 1727, y Eternidad de diversas eternidades, MadrM,
1760, que, más bien que obra propiamente tal del P. Alamín, viene a ser
un extracto de uno de sus escritos.

( 39) T o r r e c i l l a , Apologema, o. c . , p. 14 8 . C fr. tam b ién M e l c h o r d e P o b l a -


dura , O. F . M . C a p ., Los Frailes Menores Capuchinoí en Castilla, M a d rid , 1946,
pp. 8 2-3 .
E l título com pleto d e Va o bra del P . Isid ro es el sig u ien te: Místico Cielo en
que se gozan los bienes del alma, y vida de la verdad. Adornado de tres gerarquias,
y en cada una tres Ordenes, que hazen nueve Coros de Espíritus Viadores en el
Destierro... Dibuxado En Primera, Segunda, y Tercera Parte; donde se halla la
Teórica, y Practica de las tres Vias del Espirítuy y se comprehende la sustancia de
toda la Mística Teología, M a d rid , 16 8 5 , 16 8 6 y 16 8 7 . C ad a parte form a u n tomo.
E scrib ió anteriorm ente para «su devoción y aprovecham iento un lib rito que
luego se publicó sin su perm iso y q u e llevaba el siguiente títu lo : Bienes del alma
con aumentos grandes a poca costa, «en qu e se contenía una c ifra de tod-< la M ística
T eo lo gía y vid a d el e sp íritu » ; v a reprod u cido al final del p rim er tom o de su obra
( C fr. Místico Cielo, t. I , prólogo).
(40) L a prim era edición fu é hecha en dos tom os, en M ad rid , años 16 9 3 y
1694. E n 1 7 1 4 se im prim ió segunda vez en M a d rid , pero en un solo tomo.
( 4 1) S e im prim ió tam bién en M ad rid , en 16 9 5 , y asim ism o tuvo tam bién una
segunda edición, en 1 7 1 4 , en M ad rid .
(42) S e im prim ió en M ad rid , en 170 4 .
E S P I R I T U A L ID A D EN LA P R O V IN C IA 3¿7

Hemos dejado para el último lugar otra de sus producciones místicas;


E sp ejo de verdadera y falsa contem plación, Madrid, 1695. De ella nos
dice el P. Torrecilla que va dividida «en cuatro libros útilísimos, porque
en ellos se describe el camino recto para la perfección sin declinar un
ápice a los errores del impío Molinos, justísimamente condenado en
Roma, ni a los de los alumbrados de Sevilla, ni a los begardos, begui-
nos, masilienses, contemplativos falsos, ni a semejantes» (43). Sin em­
bargo, en 1704, este libro era puesto en el índice y asimismo en España
1c prohibía la Suprema Inquisición, según parece por «contrario a la
Sagrada Escritura y Santos Padres» (44).
El misme año que imprimía el P. Alamín la primera de su obras,
sacaba a luz el P. Antonio de La Puebla un librito titulado Pan flo ­
reado (45), en el que explica particularmente los medios de alcanzar
la perfección, deteniéndose de modo especial en la Comunión, oración
y devoción a la Sma. Virgen. Viene a ser un verdadero devocionario
popular, sencillo y apropiado al común de los fieles.
En 1697 otro capuchino castellano, el P. José de Sevilla, también
insigne y muy afamado predicador, publicaba un Tratado para dirigir
las almas a la estrecha unión con D io s, traducido de italiano en español,
Madrid, 1697, del cual no tenemos conocimiento fuera de la nota que
nos da el P. Torrecilla (46).
Por último, y para completar el brillante cuadro de escritores as-
cético-místicos, que durante el siglo XVII resplandecieron en Castilla,
citaremos también la traducción 'que de la obra del capuchino P. Matías
Bellintani de Saló, Práctica d e la oración mental, hizo en Toledo, en 1615,
un corista, perteneciente a la Provincia de Castilla, «que por humildad
no puso su nombre, y dedicó dicha traducción al P. Serafín de Poli­
cio» (47). No sabemos el uso que se haya hecho de esa traducción y la
utilidad que haya reportado; de todos modos aun se conservaba a fines
del siglo XVIII manuscrita, formando parte de la biblioteca de San
Antonio del Prado (48).

(4 3 ) T o r r e c illa , Apologema, p. 130.


io qu e se dice sobre el particular en Obras
( 4 4 ) C fr . delMísticoDoctor S. Juan
de la Cruz. E d ic ió n crítica, por el P . G e r a r d o d e S a n J u a n d e l a Cr u z , C . D .,
t. I , T o led o , 1 9 1 2 , p p . L X I V - L X V .
(45) E l título exacto e s : Pan floreado y partido en prosa y verso para los
párvulos en el conocimiento de la Doctrina Christiana y Perfección evangélicaj M a ­
d rid , 16 9 3.
(46) T o r r e c illa , o.c., p. 16 7 .
(47) T o r r e c illa , o.c., p . 18 5 , n .° 4 7 1.
(48) In d ic e m s. d e la L ib re ría d e los C ap uchino s d el P rad o, hecho por el P adre
Fran cisco de A jo frín , p. 6 35. ( A P C , 4 7 /0 0 0 1).
CAPITULO VII

A p o s t o la d o de la P r e d ic a c ió n

i. S u importancia .— 2 . Predicadores y M isio n e r o s .— 3 . Clases d e pre­


dicación .— 4 . Congregaciones y d evocion es .— 5 . D evocionarios.—
6. Predicadores más célebres. — 7 . Predicadores d e reyes.

1. Nos atreveríamos a afirmar que, si los Capuchinos en general


y muy particularmente los españoles, han tenido ante la Iglesia alguna
personalidad, fué debido, más que a otra cosa, al apostolado de la pre­
dicación, ío mismo entre fieles que entre infieles. No quiere esto decir
que en otros campos y actividades no haya tenido la Orden hombres
eminentes y figuras relevantes, pero creemos que ahí, en la predica­
ción, ha estado su gloria principal y más genuina.
Vamos a concretar ahora nuestro pensamiento a la predicación en­
tre el pueblo fiel. No necesitamos demostrar, por sabido, que fué ése
preferentemente el apostolado ejercido por los Capuchinos ya desde
los primeros días de la reforma; el que asimismo ejercitaron después
los Capuchinos españoles, como confiesa llanamente el mismo P. Fran­
cisco de Sosa en el memorial que presentó a Felipe III para que los Ca­
puchinos nc fundasen en Castilla (1); el que también reconocía el
P. Juan de Santa María, cuando afirmaba en 1615: «Ejercitándose mu­
cho en las predicaciones y muy poco o nada en las confesiones» (2).
Esa era, por otra parte, la única actividad por ellos desarrollada, según
acusación de los Observantes y Descalzos, hecha al querer fundar el
convento de Cubas (1619) y más tarde el de Valladolid (1631) (3).
Desde luego tenemos que confesar que la predicación, si no ex­
clusiva, fué al menos en Castilla principalísima ocupación de los Padres

( 1)
Cfr. Tratados del Illustrissimo y Reverendissimo señor Don Fr. F r a n c i s c o
de hijo de la santa Prouincia de Santiago, y del convento de S. Francisco
So sa,
de Salamanca, General de toda la Orden, Obispo de Canarias, Osma y Segovia, etc.,
S a la m a n c a , 1623, pp. 288 ss.
(2 ) Juan d e S a n ta M a r ía , Chrómca de la Provincia de S. Joseph de los Des­
calzos, t. I , M a d r i d , 1 6 1 5 , p . 2 5 .

(3 ) Ctr. M onzón, Erario divino, m s. c ., f . 35.


APO STO LAD O DE LA P R E D IC A C IÓ N 329

durante los veinte primeros años de su fundación. Y si bien es cierto


nc poseemos muy abundantes datos de aquellos tiempos, hemos con­
signado en la primera parte los suficientes para afirmarlo y probarlo.
A ellos añadimos ahora que esa predicación fué lo mismo de sermones
panegíricos que morales, más frecuentes éstos que aquellos, sobre todo
en Adviento y en Cuaresma, predicación que entonces equivalía a una
prolongada misión. Y sirve además de corroboración a todo ello cuanto
los cronistas nos dicen al trazar la biografía de los más principales
predicadores de aquel primer período: PP. Francisco de Sevilla, Agus­
tín de Granada, Bernardino de Quintanar, Sebastián de Yepes, José
de Tárraga, Buenaventura de Zamora, Diego de Quiroga, etc. (4).
Y aun después, cuando los Capuchinos castellanos comenzaron a
dedicarse al ministerio del confesonario, sintieron siempre por el apos­
tolado de la predicación predilección singular y le concedieron extra­
ordinaria preponderancia en su actividad. Tanto es así que el P. An-
guiano llegaba a decir que nadie debía alegar excusa alguna para ese mi­
nisterio, ni los pocos talentos, ni la falta de prendas naturales, ni el poco
fervor, ni el haberse dedicado mucho tiempo a la predicación y que ya
es justo descansar, pues «el religioso, a quien empleare la obediencia
en este apostólico ejercicio, no debe excusarse mientras tiene salud» (5).
Y buena prueba de ese gran aprecio que se hacía de la predicación,
la tenemos en el hecho que frecuentemente se repetía, es decir, dejar
otras ocupaciones, también de importancia, para dedicarse a ella. Así,
por ejemplo, los PP. José de Casarrubios, José de San Clemente y José
de Illescas, entre otros, dejan la cátedra para dedicarse «con más libertad
a la predicación» (6).
2. Ya hemos hecho notar anteriormente que entre los Padres hubo
siempre tres clases o categorías: los simplemente sacerdotes, que no
obtenían el título de Predicador y que se dedicaban poco a los minis­
terios, a lo sumo al confesonario. Venían luego los predicadores; es
frecuente encontrar' en los documentos, después de la firma, el título
correspondiente. A ellos competía de lleno el ministerio de toda clase
de predicación: panegíricos, homilías, sermones morales en Adviento
y Cuaresma, etc. Por fin, estaban los misioneros, que tenían como en­
cargo especial el recorrer pueblos y ciudades predicando misiones, según
se lo ordenaban los Superiores. Bien entendido que no todo predicador,
ni mucho menos, podía arrogarse el título de misionero, ni tampoco
dedicarse a dar misiones. Por eso el Capítulo general de 1698 advertía

(4) C fr. I d . , pp. 289, 297 y 385.— F . de G ranada, o. c ., pp. 7 3 -7 4 .


(5) A ngutano . Disciplina religiosa, o. c., pp. 16 9 -70 .
(6) C fr. V A , ras. c., p. 3 3 y 48. E s to sucedía los años 16 7 7 , 16 9 2 y 16 95. L o
p ropio hizo el P . Jo sé de V ald eras, al dejar en 16 88 e l cargo de Secretario, y otros
qu e no citarnos.
?3 ° LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

seriamente que el ejercicio de las misiones se tomaba con abuso en


algunas provincias, donde todos o casi todos los predicadores querían
ser misioneros, no teniendo las dotes necesarias. Por eso se mandaba
que el que quisiese ser misionero, debía ser examinado por la Definición
para ver si reunía las condiciones exigidas. También se ordenaba que
las misiones las diesen tres o cuatro Padres juntamente, pero debían ser
todos ellos misioneros (7).
Por lo que atañe a Castilla, todo eso ya se observaba con anterio­
ridad. En efecto: el 17 de abril de 1674 se enviaba obediencia al P. An­
gel de Madrid, del convento de Valladolid, para que con el P. Antonio
de Trujilio «saliese a. hacer misión en los lugares que le pareciese de
Castilla la Vieja, y que en esto se ocupasen hasta fin de junio de este
año y después se volviesen al convento» (8). Allí mismo, en Valladolid,
estaban, en mayo de 1677, con el P. Angel de Madrid, el P. Basilio
de Salamanca y el P. Manuel de Vitoria «y sus compañeros». Lo cual
suponía que había al menos dos tandas de misioneros, compuesta cada
una de des o más (9).
Poco después debió resfriarse un tanto el deseo de misionar, pues
en 16S8 la Definición determina: «A instancias del celo de algunos
religiosos se confirió en Definitorio instituir misiones como había sido
costumbre laudable, útil y antigua en la Provincia», y con ese fin se
designaron los PP. Matías de Zuaza y Juan de Constantín, destinándoles
de familia ai convento de Salamanca (10). Y uno de los que debieron
influir más en el ánimo de los Superiores para tomar esa determinación,
fué sin duda alguna el Secretario Provincial, P. José de Valderas, quien
sólo pide, por remate de su oficio, le permitan dedicarse a la predi­
cación de misiones, «fin tan santo— como él mismo escribe— , y un
dictamen tan seráfico y según la mente de nuestro amabilísimo Padre

(7) Analecta O. F. Min. Cap., V I I ( 18 9 1) , p. 206.


(8) V A , f. i4 v . E l P . M a i e o d e A n g u i a n o , trazando la b iografía del P . A n gel
de M a d rid , que en 16 7 7 m archó a la m isión d e Sierra L e o n a , dice hacía m uchos
años que se ejercitaba en la predicación d e m isiones, y q u e con su ejem plo y p er­
suasiones habia hecho qu e otros le im itasen y se dedicasen a «este santo ejercicio,
y verdaderam ente no se pu ed e du d ar ser el m ás propio d e nuestro institu to y el
m ás conform e a Ir- im itación de C risto R ed en to r nuestro» ( Segunda parte de la
Chronica de los Menores Capuchinos de Nuestro Seráfico Padre San Francisco
desta Provincia de la Encamación de las dos Castillas.— B . N .— M s. 1 8 .1 7 8 , f. 262V.).
(9) Viridano auténtico, m s. c., f. ió v .— L a s excursiones apostólicas debían d u ­
rar varios m eses, pero las m isiones no p o d ían tener lu gar du rante e l A d vien to o
la C u aresm a. L o s m isioneros eran señalados po r el D efin ito rio ; en cam bio, en
N a v a rra se designaban en cada C ap ítu lo, y unas veces eran tres (16 9 9), otras
seis (17 0 0 ), otras cinco ( 17 0 2 ), otras se dejaban al arbitrio del P . P ro vin cial, «según
lo pidiere le necesidad» ( Catálogo de todos los Capítulos custodíales y de lodos
los decreto: y rescluciones, etc. M s. c., pp. 13 6 , 13 9 , 14 3 .— A rch ivo P ro v. d e C a p u ­
chinos de N av arra;.
(10 ) V A , p. 24.
APOSTOLADO DE LA P R E D IC A C IÓ N 331

San Francisco» (11). Efectivamente: años después, en 1692, lo encon­


tramos ya en plena actividad apostólica en el convento de Valladolid
con los Padres Antonio de Oporto y Francisco de Esquivias, misionando
en Castilla la Vieja (12). A ellos se junta en marzo de 1693 P- Fran­
cisco de La Mota (13); en enero de 1695 <<se envió patente de misio­
nario al P. Fr. Pedro de Osma» (14) y en 28 de agosto de ese mismo
año pide el P. José de Illescas «la gracia de dar por acabada su Lectu-
ría por las, ansias con que deseaba darse a las misiones», gracia que le
concedió la Definición, no obstante que le faltaban tres años (15).
En cambio sabemos de otros que también solicitaron esa gracia y
no se les concedió por no tener las dotes necesarias. Así, en octubre
de 1695 «se le respondió por orden de la Rda. Definición a un memo­
rial que presentó el P. Fr. Agustín M .a de Granada en que mencionaba
sus hechos y hazañas y habilidad para ser misionero, y no obstante tuvo
la Definición por acertado el responderle se estuviese en su paz en el
convento de El Pardo» (16).
Por desgracia no conocemos los nombres de muchos otros misione-
tos, tan ilustres como los citados, y que merecen aquí honorífica men­
ción, al igual que los PP. Félix de Alamín, Miguel de Valladolid, Rafael
de Pinto, José de Valderas, etc., los cuales llegaron a obtener el título
de Misionero Apostólico.
El 8 de octubre de 1Ó95 se enviaba obediencia a Valladolid a los
PP. José de Illescas, Francisco de Esquivias y José de Enalda para
que hiciesen misión dentro y fuera de la Guardianía. Pero al mismo
tiempo se les remitieron «Constituciones vistas y aprobadas por la
Rda. Definición, que se hicieron para todos los misioneros, y las ori­
ginales se guardan en el Archivo y un tanto de ellas autorizado se dan
a ios que se dedican a tan santo ejercicio» (17).
Si conociéramos el texto de esas Constituciones, fácil nos sería
determinar muchos interesantes pormenores sobre el modo de predicar
misiones en aquel entonces. Sabemos, sin embargo, por las biografías
de algunos misioneros, y por otros documentos (18) nos consta también.

( 1 1 ) Ibid., pp. 25-26.


( 1 2 ) Ibid., p. 34.
( 1 3 ) Ibid., p. 36.
( 14 ) Ihid., p. 45.
( 15 ) Ibid., p. 48.
(16 ) Ibid., p. 50.
( 17 ) Ibid., p . 49. N o obstante nuestras m uchas investigaciones, no hem os
logrado d ar con n in gú n ejem plar d e dichas C onstituciones de tan subido valor
histórico.
(18 ) Q uince días duró la m isión predicada por el P . A n g e l d e M a d rid en
Salam anca. Q uince días debían du rar tam bién las m isiones que todos los años
debían p red icar los C ap uch in o s de C u b as, en C h in ch ó n , segú n disposición del
testam ento de doña Isab e l C ab rera, vecina d e dicha villa (24 de julio de 17 2 2 )
(A P C , 28/0 00 67 y 28/00070).
332 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

que duraban quince días. Durante ellos debían exponerse las verdades
eternas y asimismo explicarse la doctrina cristiana (19); solía hacerse
con gran solemnidad el Viacrucis (20), establecerse congregaciones de
penitencia, como Escuelas de Cristo o la Orden Tercera (21) y termi­
naban siempre con la procesión de la cruz, que revestía gran aparato,
yendo en ella uno de los misioneros con pesada cruz a cuestas, acom­
pañado de numerosos penitentes que portaban la suya (22).
L o s. misioneros, entregados de lleno a su ministerio, salían entre
año a hacer sus correrías apostólicas, que duraban varios meses, pre­
dicando así bastantes misiones seguidas, pero éstas no debían tener lugar
en manera alguna durante el Adviento o la Cuaresma.
Por lo demás, no será fuera de propósito el anotar que la predica­
ción de misiones populares se fué incrementando más y más en la Pro­
vincia, hasta el punto de que el P. Anguiano confesaba llanamente:
«Verdaderamente nc se puede dudar ser (este santo ejercicio) el más
propio de nuestro instituto y el más conforme a la imitación de Cristo
Redentor nuestro» (23). Y que por otra parte era reconocido por el más
útil, práctico y eficaz para remediar desórdenes, lo proclamaba poco des­
pués el gran misionero P. Manuel de Jaén, cuando así escribía: «Esta
es la red barredera: las demás predicaciones y medios son santos y
buenos; pero suele a veces ser guerra galana. En las misiones todo se
descubre, y es como el ojo general; y allí fcriiter et smviter obra la
divina gracia, lo que no puede ni la amenaza ni la excomunión» (24).
3. Sin embargo de lo dicho, no se redujo la predicación a solas
!as misiones; es más: fueron más-generalizadas las otras clases de pre­
dicación. Y al examinar los sermones impresos que de aauellos tiempos
nos quedan, llegamos a convencernos de que lo mismo predicaban pa­
negíricos, que homilías, que sermones de honras fúnebres, y, más que
todo, sermones morales, ya que no puede negarse que aqueílos Capu­
chinos del siglo XVII prefirieron la predicación durante el Adviento

(1 9 ) C fr. lo s m e n c io n a d o s d o c u m e n to s d e l A P C , 2 8 / 0 0 0 6 7 Y 2 8 0 0 0 7 0 .
(20) C fr. lo que dice el P. A n gu ian o del P . A n gel de M a d rid en e l citado
M s. 1 8 .17 8 , f. 2Ó3r.
( 2 1) A s í lo hacían los P P . A n g el de M a d rid , R a fa e l d e P in to, H erm enegild o
de M ad rid , etc., com o luego verem os.
_ (22) E s interesante la descripción q u e nos hace el P . A n gu ian o de la proce­
sión hecha por el P . A n g el de M ad rid , com o final de la m isión en Salam an ca. E n
ella «iban unos disciplin ándose, otros con cruces a cuestas, otros aspados y otros
con otros gén eros d e m ortificaciones, y en últim o lu gar el P . F r . A n g el con una
cruz pesada al hom bro, u n a corona de espinas a la cabeza y u n a soga larga al
cuello y delante un m uchacho tirando d e ella. D e esta suerte concluía siem pre
sus m isiones» (M;>. citado 1 8 .1 7 8 , f. 263V.).
(2 3 ) A n g u i a n o , m s . c ., f . 262V., e n la v id a d e l P . A n g e l d e M a d r id .
(24) M a n u e l d e J a é n , O.' F . M . C a p ., Instrucción útilísima y fácil para con­
fesar..., M a d r id , 1820, p. 1 9 5 -6 .
APO STO LAD O DE LA P R E D IC A C IÓ N 333

y la Cuaresma a cualquier otra, aparte de las misiones. Prácticamente


el Adviento, al igual que la Cuaresma, venía a ser una continuada mi­
sión, pues había pueblos en que se predicaba dos, tres y hasta cuatro
veces semanales (25). Y prueba de que era preferida esa predicación,
la tenemos en que, al llegar, por ejemplo, la Cuaresma, se pedía licencia
de predicar aun para aquellos sacerdotes que no habían termiiiado los
estudios. Como sucedió en 1668, en que fué tal el número de solicitu­
des, que «se obtuvo del Nuncio el que los Padres estudiantes de los
cursos que aun no habían cumplido siete años de profesión, pudiesen
salir a predicar la Cuaresma» (26).
Sin embargo, volvemos a repetir, encontramos sermones y modelos
de todas las clases de predicación, como oanegíricos, en los Padres Diego
y Alejandre de Toledo, éste segundo Predicador de S. M. (27); ser­
mones fúnebres, como los de los Padres José y Eernardino de Madrid
y Pedro de Reinosa (28); septenarios, como los del P. Tosé de Sevi­
lla (29); sermones morales, como los del P. Gaspar de Viana, los del
P. Sevilla, etc. (30).
Por otra parte, su modo de predicar debía ser, como aconsejaba
el P. Isidro de León, «a Cristo crucificado y no se andar con florecillas
de entendimiento alguno, sino con voz de virtud de corazón inflama­
do, atendiendo a la gloria de Dios y reformación de las costumbres

(25) H ab ía pueblos en qu e se predicaba solam ente los d o m in g o s; en otros,


los sábados y d o m in g o s; y , según confesión del P . G asp a r de V ian a, e ra frecuen te
hacerlo tres veces oor sem ana.
(26) V A , í. 7v.
(27) C fr. T^aurea Complutense, adornada y texida de hermosas hojas de flo­
rida elocuencia de ilustres ramos de sagrada erudición. Serm on es v ario s a sin gu ­
lares asu ntes, escritos por insignes m aestros d e la O ratoria christiana, A lcalá, 1666.
E l P . D iego de T o led o tiene allí un serm ón sobre S a n to T o m á s d e A q u in o (pp. 86-
10 2 ) y el P . A le jan d ro o tro sob re la A su n ció n de la V irg e n (pp. 2 75-2 9 3).
(28) L o s d e los P P . Jo s é y B ern ard in o de M a d rid , ya los hem os citado arriba
en ¡iota (p. 268). E l del P . R ein osa lleva este títu lo : R eales enternecidos ecos,
ayes, y ruspiros de la A u gu stissim a, y Soberana V iu d a R e y n a de las E spañ as,
la señora D .1* M arian a d e N eo b u rg (que D io s gu arde) recopilados E n este Sacro ,
R e a l, P anegírico E p iced io , que E n las Solem nissim as E x eq u ia s que celebró su
M agestad á su D ifu n to E spo so el R e y N . S . D o n C arlo s I I (que está en G lo ria )
con asistencia de la Im p erial C iu d ad de T o le d o , el dia 4. d e N o viem b re deste
año d e 1 7 0 1 . en e! R e a l C o n ven to de P P . C ap uchino s de la m ism a C iu d a d : D ix o
E ! R . P . F r . P ed ro de R ey n o sa, R eligio so C a p u c h in o ... T o le d o , 1 7 0 1 .
(29) Septenario sagrado, y moral, compuesto de siete Oraciones sobre siete
versos del Psaimo Miserere, Predicadas po r el P ad re F r . Jo sep h d e S e v illa ... E n
M a d rid , 1 6 8 1 .
(30) L i ob ra del P . V ian a se titula El Sol de nuestra España, y lu¿ grande
de la Iglesia, el A búlense, en discursos morales, políticos y espirituales... D o s
tom os, M a d n d , 16 70 .
E l P . Jo s é de Sev illa im prim ió tam bién dos tom os de panegíricos, titulados
Ramillete sagrado... Oraciones evangélicas de Cristo María y Santosm M a d rid , 1680
y 16 8 7 , y otros dos d e panegíricos y m orales qu e se titu lan Sermcmes varios de
Cristo, Alaria, Santos y Ferias, prim era y segunda parte, M a d rid , 16 9 4 y 16 9 7 .
334 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

de los creyentes y no al aplauso y estimación, que pide su vanidad


y amor propio» (31). Y el P. Gaspar de Viana, predicador experimen­
tado, lamenta «ver los libros predicables que andan en nuestro español,
tan faltos de doctrina moral, cosa que ha lastimado mucho a los que
con celo y espíritu sienten del ministerio del púlpito y de su ñn. Porque,
¿a quién no lastima ver cuánto se ha puesto la proa en amontanar prue­
bas y discursos especulativos, dando una parte muy pequeña a la con­
secuencia moral, que es el fin a que se deben ordenar para su buen
logro y provecho?». Por lo cual reprende a los que se detienen mucho
en la parte especulativa, y dejan «una muy pequeña para algunas con­
secuencias morales». Por eso sus discursos constan invariablemente de
dos partes: una doctrinal y otra práctica (32).
Pero además: nuestros predicadores de entonces procedieron en el
púlpito con una gran libertad, anunciando a unos y a otros, a pueblo y
a gobernantes, sus propios deberes sin miedo y sin reparo. Y por esa
libertad en reprender los vicios, algunos de ellos se vieron desterrados
luego de la Corte, como el P. Juan de Ocaña en 1637 (33), el P. José
de Madrid en 1 6 7 8 (34) y el P. Pedro de Reinosa en 1701 (35).
4. Añadamos que, entre las devociones propagadas por los predica­
dores y muy particularmente por los misioneros, hay que destacar, sobre
todo, las del Viacrucis y del Rosario. El hacer el Viacrucis con solem­
nidad extraordinaria era uno de los actos más emocionantes de la mi­
sión. El P. Angel de Madrid, al dar una de las más célebres en Salamanca
el año 1676, «misión muy fervorosa» (36), para renovar la devoción
a la Pasión del Señor «puso el Viacrucis que comienza desde la puer­
ta de Zamora y llega hasta el humilladero contiguo a nuestro conven-
to>> (37)- Asimismo «instituyó el que se rezase por las tardes en las
parroquias el Rosario de nuestra Señora» (38). Y más que todos se dis­
tinguió en propagar esta devoción el P. Antonio Iribarne de Ta-
razona, Misionero Apostólico, perteneciente a lo Provincia de Aragón
pero agregado luego a la de Castilla, quien publicó al mismo tiempo

(3 1 ) Místico cielo, t. I I , M a d r i d , 1 6 9 6 , p . 3 0 9 .
I s i d r o d e L e ó n , O . F . M . C a p .,
(32) G a s p a r d e V ia n a , El sol de nuestra España, t . I , prólogo. C fr. M e l c h o r
de P o b l a d u r A j L os Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., pp. 1 0 9 - 1 1 0 .
(3 3) C fr . lo dicho arriba, p. >30.
(34) F u é desterrado a V alladolid «por un serm ón qu e predicó en palacio*.
( 35) F u é tam bién desterrado por el serm ón predicado en T o le d o en la s exe­
quias tíe C arlos I I , d el que hem os hecho m ención.
(36) E l í a s R j í y e r o , S . J . , Misiones del M. R. P. Tirso González de Santa-
lia, S. J., Santiago, 1 9 1 3 , p : 5 18 .
(37) A n g u i a n o , Segunda parte de la Chrómca de los Menores Capuchinos,
etc., M s. c. 1 8 .1 7 8 , f. 26^r . ; quizás sea ya de entonces el fam oso y popular V iacru ­
cis llam ado «de los C ap uchino s», con versos propios para cantar y qu e así co­
m ien zan : «.Poderoso Je sú s N azaren o — de cielos y tierra R e y u n iversal», etc
(38) Ibíd.
APOSTOLADO DE LA P R E D IC A C IÓ N 335

dos libros interesantes sobre la devoción del Rosario. El primero, ti­


tulado Candelero róseo y virgíneo (39), está dedicado a explicar las
excelencias del Santo Rosario, y el segundo, Práctica del Santísimo
Rosario, con el universal concurso d e los católicos pu eblos, cantán­
dolo por las principales plazas y calles (40), enseña prácticamente el
modo de rezarlo en público y cantarlo con gran solemnidad con música
apropiada y popular.
Ni se contentaron tampoco con propagar esas devociones que tan
buenos resultados alcanzaron en el pueblo, sino que, con objeto de
que el fruto obtenido durante la misión, fuese permanente y dura­
dero, procuraron con sumo interés establecer y propagar algunas Con­
gregaciones y, sobre todo, la Orden Tercera, en cuantos pueblos mi­
sionaban o predicaban la Cuaresma. Así, por ejemplo, el P. Angel de
Madrid, al predicar la mencionada misión en Salamanca, estableció
allí la Escuela de Cristo, y «por no ser de nuestro instituto el tener
tales congregaciones en nuestras casas, se puso en el convento de los
Padres Agustinos Recoletos» (41). Lo mismo hizo también, entre otros
muchos casos, el P. Hermenegildo de Madrid, en 16S0, después de
predicar en Bilbao la Cuaresma de ese año con el P. Ambrosio de
Madrid (42). Y en general podemos decir que esa era la norma segui­
da por todos los predicadores de misiones o de cuaresmas, la misma
que luego seguirá el celebérrimo misionero P. Manuel de Jaén, de
quien se dice: «Ni se contentaba su fervoroso celo con remover los
vicios, desterrar los escándalos y arrancar las semillas del pecado sino
qae renovaba las Cofradías, Escuelas de Cristo, Ordenes Terceras y
demás Congregaciones piadosas en que los fieles se ejercitaban en bue­
nas y santas obras, y, donde no las había, procuraba fundarlas e in­
troducirlas» (43).
Y por lo que hace a la Orden Tercera, concretándonos por el mo­
mento solamente a la parte de apostolado fuera de nuestros conventos,
diremos que el 3 de mayo de 1677 se dió orden a los misioneros del
convento de Vailadolid «para que diesen hábitos de la Orden Terce-

(39) E ! título com pleto e s : Candilero roseo, y virgíneo, cuyas htzes nos de­
claran ser Maria Sanlin.ima Autora de su Rosario: y también de que los fieles
lo canten en comunidad por las calles y plaças..., M ad rid , .1697.
(40) S e im prim ió el m ism o año d e 16 9 7 , en M ad rid . F a ra qu e se puedta can­
tar trae con m ú sica el Padrenuestro, el A vem aria, el G lo ria P arri, las L e tan ías y
la Salve.
(4 1 ) A n g u ia n o , m s. c., í. 263.
(4 2 ) C ir . A n d r é s d e P a l a z u e l o , O . F . M . C ap ., Convento de Capuchinos de
Deusto (Bilb ao), M a d r i d , 19 3 5 , pp. 19 ss.
(43) M a n u e l d e J a é n , O . F . M . C a p ., Instrucción útilísima y fácil para con­
fesar particular y generalmente, para prepararse y recibir la Sagrada Comunión.
M a d rid , 18 2 0 , N o ticia de la e je m p la r v id a del V . S. de D io s P . M an u el de Jaén ,
p. 6.
336 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

ra» (44). Y el P. Rafael de Pinto, Misionero Apostólico, después de


la misión dada en Nava del Rey y después de haber fundado allí la
Orden Tercera, le dió muy sabias Ordenaciones en diciembre de 1677,
que son modelo de fervor y penitencia (45).
5. Otro medio empleado por los Capuchinos, ya desde entonces,
para hacer duradero el fruto, sobre todo de las misiones, fué el de
lepardr libritos o devocionarios. Es el P. Manuel de Jaén, celoso y ex­
perimentado misionero, el que, después de aconsejar a los Obispos pro­
curen se den misiones en sus diócesis, añade: «Y si acaso se llega el
que los señores Obispos les repartan libritos a propósito, es lazo fuer­
te y medio admirable para que persevere el fruto». Pone a continua­
ción el ejemplo del Obispo D. José de Barcia, quien no sólo procuró
se diesen misiones en su diócesis sino que dejó varias fundadas, y aña­
de: «Como también repartía muchos y varios libritos devotos a sus
ovejas, y con esto es más permanente en su lugar la doctrina. Y así
solía decir: «Lo que se predica, se olvida presto; pero lo que se im­
prime, persevera». A lo que añade el P. Jaén su propia experiencia
sobre el particular (46).
Efectivamente: así lo practicaron también y ya desde entonces núes-
tíos predicadores y misioneros. Entre otros, mencionaremos en primer
término el librito del V. P. José de Carabantes, titulado Jardín florido
del alma (47). Más bien que libro expresamente escrito por él, es un
devocionario entresacado de la obra «Medios y remedios para ir al cielo
que dió a la estampa el R. .P. Fr. José de Carabantes», como se dice
en la dedicatoria. No sería difícil el que esa tirada aparte la hayan
hecho justamente los misioneros de Castilla, pues precisamente la quin­
ta edición, la más antigua de cuantas conocemos, está hecha en Valla­
dolid, centro de misiones de Castilla, y además por el tiempo en que
estaban muy en auge, en 1672 (48).
Otro de esos libritos o devocionarios lo tenemos en la obrita del
P. Antonio Iribarne de Tarazona, Práctica del Santísimo Rosario, en
que no sólo enseña a rezar y cantar el Santo Rosario, sino que luego
trae todo lo concerniente a ía confesión, con muchos avisos, modo de
hacer la confesión general por medio de preguntas, etc.

(44) V A , f. i6 v .
(45) A P C , 7 /0 0 0 16 .
(4 6 ) M . d e J a é n , o . c ., p. 1 9 7 .
(4 7 ) E l título es el sig u ien te: Ja rd ín florido d el alm a, cvltiu ad o d el christiano.
C o n el exercicio del San to R o sario , d e las cruzes y d e otras devociones. R eg ad o
del cielo. C o n tiernos llam am ientos d e C h risto. P o r el R . P . F r . J o s é d e C a r a v a n -
íe s , R eligio so C ap uch in o , P red icador A postólico. Q uinta im pression, (A l fin a l) :
E n V allad o lid ( 5 6 7 2 ) .— C f r . M a r i a n o A l c o c e r y M a r t í n e z , Catálogo razonado
dt obras impresas en Valladolid ( 1 4 8 1 - 1 8 0 ) , V allad o lid , 1 9 2 6 , pp. 5 9 0 , n .° 1 .7 2 2 .
(4 8 ) Conocem os ctras varias ediciones posteriores p ero con el m ism o con­
tenido.
APO STO LAD O DE LA P R E D IC A C IÓ N 337

Verdadero devocionario y libro de ese género es también el men­


cionado arriba del P. Antonio de La Puebla, que lleva por título Pan
floreado, muy apropiado para la gente sencilla, y en el que se explica
brevemente la doctrina cristiana y luego se enseña el modo de confe­
sar, comulgar, rezar el Rosario, etc.
Quizás el P. Alamín haya escrito también con ese mismo objeto
su obra Espejo de verdadera y falsa confesión, fruto desude luego de
la experiencia adquirida en sus excursiones misioneras por los pueblos
de Castilla, y en la que descubre los defectos que en la recepción
de es Secramento suelen cometerse, sobre todo por la falsa vergüenza.
A los mencionados debiéramos añadir también el librito del Padre
José de Nájera, Atajo para ir al cielo, dedicado principalmente a poner
al alcance de todos el gran medio de la meditación y oración, y que,
aunque breve y sencillo, contendría sin duda cosas prácticas y pro­
vechosas (49).

6. Dejaríamos incompleto este interesante capítulo que hemos de­


dicado al apostolado de la predicación, si no mencionáramos siquiera
los predicadores de más renombre y que más se distinguieron por su
oratoria. Loe; iremos citando cronológicamente.
Aparte de los que se distinguieron en los primeros años, y que van ya
consignados, sobresalieron: el P. Sebastián de Santa Fe, tan ilustre por
su elocuencia como por la santidad de vida, nombrado también predi­
cador de S. M .; el P. Juan de Ocaña, el mejor orador capuchino
de su tiempo, asimismo predicador de S. M .; el P. Alejandro de Va­
lencia, sabio diplomático, y, aunque no tan excelente orador, obtuvo
el título de predicador de S. M .; el P. Alejandro de Toledo, modelo
de oradores, también predicador de S. M .; P. Leandro de Murcia,
tan sabio como buen predicador, siéndolo a su vez de S. M. ; P. Ma­
nuel de Madrid, sabio consejero y gobernante, también predicador de
S. M., asi como los PP. Ildefonso de Alcaraz, Pedro de La Moraleja y
Miguel de Pinto, y entre todos descuellan de modo particular los Pa­
dres Bernardino de Madrid y Miguel de Lima, ambos predicadores
de- Carlos II, y el P. Lima también de S. M. Cesárea, y muy especial­
mente el mejor predicador capuchino, y aun quizás de la Corte, en el
último tercio de! siglo XVII, el P. José de Madrid.
A esos nombres añadiremos, por no citar sino los principales, los
PP. Francisco de Maderuelo, Pedro de Reinosa, orador y poeta, y el
P. José de Sevilla, que nos ha dejado nada menos que cinco tomos
de sermones, casi todos ellos panegíricos, «que dan y contienen frutos

(49) Vide supra, p. 323 .


338 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

muy provechosos para las almas» (50), y, finalmente, el P. Basilio de


Zamora.
Ni quedaría completa esa lista sin los nombres de aquellos que se
dedicaron muy especialmente a misionar en los pueblos de Castilla,
como fueron el P. Félix de Alamín, celoso Misionero Apostólico, en
cuyo ministerio pasó muchísimos años, muriendo nonagenario; el Pa­
dre Angel de Madrid, que recorrió, en sus excursiones apostólicas,
Vizcaya, obispados de Valíadolid, Salamanca, Avila, Zamora y otros,
y, no contento con ello, incitaba a los demás a que también se dedi­
casen a la predicación de misiones por creerlo muy propio de nuestra
Orden (51); el P. Manuel de Vitoria, que a la nobleza: de sangre jun­
tó la santidad de vida y, celoso de la salvación de las almas, recorrió
numerosos pueblos de ambas Castillas (52); el P. Francisco de La
Mota, docto teólogo y moralista, misionero entre infieles y luego no
menos celoso entre fieles; los PP. José de Valderas, Rafael de Pinto
y Miguel de Valíadolid, los tres Misioneros Apostólicos; y por fin los
PP. Pedro de Osma, José de Illescas, Antonio de Oporto, Francisco
de Esquivias, etc., etc.
7. Algo diremos, finalmente, de los que en este siglo XVII fueron
honrados con el título de Predicadores de S. M. La mayor parte de
los nombres van ya citados. Podemos decir que desde 1630 hubo en
Castilla uno al menos que ostentó ese título; y casi siempre tres y
cuatro. Pero desde 1677, por orden del rey, solamente podían ser tres
de la misma Orden y al mismo tiempo (53). Sin embargo, y no obs­
tante esos títulos, en nuestra Provincia no se les concedía privilegio
alguno comc- tampoco precedencia. Es más: la mayor parte llevaba
dicho título ad honorem pero sin gajes, es decir, sin paga, que era al
año, ?egún recibos del P. José de Madrid, sesenta mil maravedises (54).
Y ahora una pregunta para cerrar este capítulo: ¿Se dedicaron nues-
tios predicadores ya en el siglo XVII a dar también Ejercicios espi­
rituales? Pocas noticias a la verdad poseemos sobre el particular. Sólo
sabemos que el P. Gaspar de Viana dió a la prensa un opúsculo de
Ejercicios espirituales, que se imprimió en Bruselas, según testimonio
del P. Torrecilla, y que él había visto personalmente (55). Asimismo
el P. Mateo de Ánguiano tenía compuesto en 1701 un tomo en octavo,
titulado Remedio de distraídos y antídoto de virtuosos, con la práctica

(5 0 ) T o r r e c illa , Apelo gema, o. c., p. 167. L a s obras son las arrib a m en­
cionadas.
(5 1 ) A n g u ia n o , m s. c ., f. 262V .
(5 2 ) A n g u ia n o , Vida del Capuchino español, o. c., p. 273.
( 53) O rd en d el re v (5 de ju lio de 16 7 7 ) ( A P C , 6/0 004 2(37).
(54) A rch iv o del P alacio N . d e M ad rid .— Person al.— M -3 .
( 5 5 ) T o r r e c i l l a , Apologenia, o. c., p. 140 . N o hem os podido encontrar ejem ­
plar alguno.
APOSTOLADO DE IA PREDICACIÓN 339

d e los Ejercicios espirituales d e los diez días para toda suerte de per­
sonas (56). No sabemos sin embargo si se trata de sermones o solamente
de un libro de meditaciones para que los ejercitantes hiciesen en esos
días.
Lo que sí podemos afirmar es que al menos a nuestros conventos se
retiraban ya entonces los seglares para practicar en soledad los Ejercicios.
Así por ejemplo, en el convento de El Pardo, al lado de la ermita
de Nuestra Señora de la Paz, sita en la huerta, se mandó en 1690 «se
haga una celda conjunta a dicha ermita que sirva para hacer ejercicios
así religiosos como seglares» (57).

(56) Ibíd., p. 18 5 .
(57) V A , m s. c., p. 3 1 .
C A P ITU L O V ili

O tras clases de apostolado

i. Confesonario.— 2. D irección d e almas.— 3. Asistencia a en ferm os,


m oribundos y hospitales.— 4. C u lto en nuestras iglesias.— 5. La
O rden Tercera.

1. Para nadie es un secreto que los Capuchinos se mostraron


reacios, desde los primeros días de la reforma, a dedicarse al aposto­
lado del confesonario. Prefirieron llevar vida de mayor soledad y apar­
tamiento del mundo y dedicarse más de lleno al apostolado de la pre­
dicación, que era, según ellos, dé más provecho para las almas y de
menores inconvenientes para los propios religiosos.
Con extraordinario rigor se vino observando esa línea de conducta
en el primer siglo de la reforma y aún se seguía cuando los Capuchi­
nos se extendieron a España y en los días en que se echaban los fun­
damentos de la Provincia de Castilla, primer cuarto del siglo XVII.
Tanto es así que nos refiere el cronista en la vida del P. Francisco de
Sevilla, que, siendo muchas las conversiones debidas a su predicación
y no pudiendo atender a los penitentes que a él acudían para hacer
confesión general, tenía ya en Madrid señalados confesores de otras
Ordenes, a los que les remitía para que con ellos la hiciesen (1).
Sin embargo, bien pronto comenzaron las excepciones y las dispen­
sas. Así, no faltaron personas particulares que obtuvieron el poder te­
ner por confesor a un Capuchino de Castilla. La Marquesa del Valle
consigue de la Santa Sede en 1617 permiso parís poder confesarse con
los Capuchinos de Madrid (2). En 1628 el P. Diego de Quiroga es de­
signado confesor de la Infanta María, hermana de Felipe IV y más
tarde Reina de Hungría (3). El P. Francisco de Alarcón, fallecido en

( 1) Juan d e M o n z ó n , Erario divino, m s. c., p. 299.

(2) Aña’ccta, X I X (19 0 3 ), p. 280.


(3) A rch ivo dci Palacio N . d e M ad rid .— Person al.— C argo s.— Q -3 y B -4 7 .
OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 341

1639, llevaba ya tiempo confesando a la Duquesa de Lerma y sus


criadas (4).
Además: no fueron solamente los particulares sino que hubo con­
ventos a cuyos religiosos se íes concedió licencia de confesar. Así, a los
de El Pardo, convento fundado por Felipe III con ánimo de que así
los guardas del monte pudiesen oír fácilmente Misa, confesar y co­
mulgar (5), la Sama Sede prorrogaba el 4 de marzo de 1618 la licen­
cia de confesar a la servidumbre y séquito de S. M. (6), y nuevamente
el 14 de enero de 1620 se concedían facultades a los Padres de dicho
convento para poder confesar no solamente a las personas de la Corte,
sino también a cuantas vivan en el pueblo (7). Asimismo, al tratar de la
fudación del convento de Villanueva de! Cárdete en 1628, surgiendo
dificultades per no poder confesar, se obtuvo del Capítulo General que
pudiesen ios religiosos dedicarse allí lo mismo a la predicación que al
confesonario (8). El 17 de agosto de 1643 el Nuncio, Cardenal Jaime
Panzirolo, autoriza también al P. Provincial para que en el convento de
La Paciencia pueda nombrar confesores que absuelvan a los fieles, no
obstante lo ordenado en las Constituciones (9).
Por otra parte el Capítulo Provincial del 10 de junio de 1644 man­
daba: «No se permita que ningún religioso vaya a confesar seglares
ni religiosas fuera de casa sino en caso de manifiesta enfermedad y
licencia de su Prelado, constándole primero de la dicha causa; ni en
casa a nadie que no tenga licencia de Su Santidad o del Capítulo ge­
neral, so pena de tres panes y aguas y de un año de privación de voz
activa y pasiva» (10).
Creemos que esos permisos se fueron ampliando notablemente des­
de 1651, como lo hizo la Provincia de Valencia, la que, al celebrar su
Capítulo el 20 de enero de dicho año, tomaba esta determinación:
«Entre otras providencias se acordó por todo el Rdo. Capítulo confe­
sar a seglares, según se había indultado a las Provincias de España y
resuelto por el Capítulo General que se había celebrado en Roma el
año pasado de 1650» (11).
Sin embargo de ese permiso, que no parece del todo genera!, to­
davía se siguieron medidas restrictivas. Así, por ejemplo, el Capítulo

(4) F é lix de G ra n ad a, O. F. M . C ap ., Anales da los Frailes Menores Capu­


chinos de Castilla, o. c., pp . 74-5.
(5 ) A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, o . c ., p . 2 3 .
(6) A rc h iv o d e la E m b ajad a de E sp añ a ante la San ta Sede. L e g . 13 9 , f. 19 2 .
(7) A rc h iv o V aticano.— F o n d o B crg h ese, I I , ff. 3 1 - 3 2 . H a y copia m oderna
en el A P C , 3 3 /0 0 0 3 5 .
(8) M o n z ó n , ms. c., f. 2 8 1.— Crónicas Capuchinas, P arte qu in ta, p. 2 0 5 .
(9) E l original en latín se con serva en el A P C , 3 1/ 0 0 0 10 .
(10 ) E D , o. c.. pp. 3 0 -3 1-
( 1 1 ) Crónicas de la Provincia de Valencia, P arte segunda, M s ., p. 5, n .° 8
(A rch ivo P ro vin cial de ios C ap uchino s d e V alencia).
342 La provincia de ff . mm . capuchinos dé castilla

Genera! de 1667 concedía a ciertas personas determinadas el poder


confesarse con los Capuchinos de Toledo y Alcalá; en cambio se daba
«licencia general para qua en Segovia se confiese» (12). Y no deja de
maravillar el que por la Cuaresma de 1669 «dióse licencia de confesar
seglares a todos los estudiantes o predicadores que salieron de los dos
cursos» (13), como también el que por el mes de mayo de dicho año
«dió licencia el Nuncio de Su Santidad para que sel confesase en cinco
conventos hasta traer licencia o pedirla del Capítulo General» (14).
Como se ve. la necesidad se iba imponiendo, por ser el ministerio
del confesonario complemento del de la predicación; las exigencias
de las nuevas fundaciones lo pedían también imperiosamente. Por eso
creemos que en 1670 ya se confesaba en todas nuestras iglesias, pues
así parece indicarlo la siguiente ordenación capitular dada ese año:
«Que en ningún convento salgan a confesar, si no es los señalados y
ordinarios, si no es en día de gran concurso y cuando el P. Guardián
lo mandase, y que entonces, habiendo confesonarios cerrados, no se
confiese nadie fuera de ellos, y que faltando a esto, se les prohíba el
salir a confesar.» Asimismo se añadía: «Que ningún confesor, por cau­
sa de las confesiones, deje de asistir a Horas Menores de coro, excepto
en días de concurso y en que todos confiesan; y al que se hallare faltar
a esto, se le quite el confesonario» (15). Un año después el Provincial
de Castilla obtenía del Capítulo Genearl dispensa para confesar (16);
de tal modo que el P. Anguiano, al imprimir ení 1678 su libro Disci­
plina Religiosa, ya decía que los confesores debían tener su confeso­
nario propio y señalado por el Superior local, y el que no lo tuviese,
no debía bajar a confesar a la iglesia sin su permiso (17). Creemos,
pues, que ya entonces se confesaba en todos ios conventos de la Pro­
vincia. Y por cierto que, según testimonio del P. Felipe de Florencia,
al acompañar como secretario al P. General Bernadino de Arezzo en
su visita a la Provincia en 1692, era extraordinaria la frecuencia con
que las gentes de todo sexo y condición acudían a nuestras iglesias a
recibir los sacramentos (18).
Por lo que -hace a lasconfesiones de lospropiosreligiosos, se seguía
una disciplina enteramente contraria alactual.Primeramente, a los que
no habían cumplido cuatro años de hábito «les corría la obligación
de confesarse con sus Padres Guardianes o con quien ellos ordenaren»;
( 12 ) V A , m s. c., f. 4v.
(13 ) Ibíd., f. 9v.
(14 ) Ibíd, f. to r.
( 15 ) E D , p. 72.
( 16 ) T o r r e c illa , Consultas, apologías, etc., t. I I , M a d rid , 1702, p. 424, n .° 47.
(1 7 ) A n g u ia n o ^ o.c.
,p . 172.
(1 8 ) C fr. P o b l a d u r a , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 113,
donde cita las palabras textuales.

4
OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 343

prácticamente lo hacía el P. Vicario «por comisión del P. Guar­


dián» (19). Los otros podían elegir confesor entre los señalados, «pero
no dejarle para tomar otro sin licencia del P. Guardián» (20). Además:
cada confesor debía tener hecha la lista de los religiosos que con él se
confesaban y presentarla al P. Guardián, quien asimismo debía designar
los confesores de sus familias, y darles incluso la jurisdicción, no bas­
tando la licencia y aprobación del P. Provincial (21).
Y por lo que se refiere a ser confesores de monjas, ya hemos hecho
notar antes el rigor con que se observaba aquella ordenación, dada
ya antes de la división de la Provincia en 1625, «de no hablar ni es­
cribir a monjas o mujeres de clausura», ordenación que se repite luego
en casi todos los Capítulos Provinciales. Para confesarlas, se necesita­
ba «manifiesta enfermedad y licencia de su Prelado» (22). Ninguno
tampoco podía visitarlas «sin enseñar primero al P. Guardián de su
convento la licencia que tiene del M. R. P. Provincial» (23).
Sin embargo, un Breve de Urbano VIII concedía, entre otras cosas, ai
Ordinario de las Capuchinas de Madrid, el poder escoger un Capuchi­
no para confesor extraordinario de las mismas (24), y en 1669 se de­
terminaba «que vaya un religioso cuatro veces a confesar cada año a
las monjas Capuchinas de Pinto» (25). Son esas las únicas excepciones
1 que conocemos y que debieron existir en Castilla, al menos durante el'
siglo XVII.
Ya hemos dicho anteriormente que el P. Diego de Quiroga fué
designado, el 15 de agosto de 1628, para confesor de la Infanta Doña
María, prometida del Rey de Hungría, Fernando III, y más tarde tam­
bién Emperador de los Romanos. Con ella pasó a Viena en 1630 y
le asistió como confesor y como consejero hasta que falleció en 1646.
Tantos créditos adquirió, que el-4 de junio de 1648 le nombraba Fe­
lipe IV confesor de su hija María Teresa (26). AI fallecer el 10 de
octubre de 1649, era nombrado a su vez por confesor de la misma
Infanta, más tarde Reina de Francia, el P. Alejandro de Valencia (27),
también de la Provincia de Castilla.
No sabemos de ningún otro religioso que haya sido durante este siglo
confesor ni de Infantes ni de Reyes; sin embargo, sí lo fueron de gran­
des y de nobles, entre otros, el P. José de Madrid, el P. Juan de San­
tiago, el P. Bernardino de Madrid y el P. Basilio de Zamora, a quien

(19 ) A n g u i a n o , o. c., p. 179 .


(20) Ibíd., pp 17 9 -18 0 .
( 2 1) C f i. A n g u i a n o , o.c., p: 1 7 2 , y E D , o. c., p. 3 1 .
(22) O rdenaciones d el C ap ítu lo P ro vin cial de 16 4 4 , en E D , p. 30.
(23) Ibíd., p. 71 -
(24) C ír . Buüwium , O. F. M . Cap., V , p. 296.
(25) V A , f. n r .
(26) A rc h iv o del Palacio N . de M ad rid .— Person al.— C argo s. Q -3 y B -4 7 .
(27) Ibíd., V -5 .
344 LA PROVINCIA DE FF. jMM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

el Duque de Medinaceü llevó por su confesor, al ser nombrado Virrey de


Nápoles, donde luego aquél murió (28).
2. Aparte de eso fueron muchas las personas que no sólo se con­
fesaban con ellos sino que los tomaron como maestros y directores de
su conciencia. Tanto que nos atrevemos a afirmar que las obras ascético-
misticas salidas durante este siglo de la pluma de los Capuchinos cas­
tellanos, fueron fruto precisamente de esa dirección. Así lo confiesa
desde luego el P. José de Nájera (29). A impulsos de las necesidades
espirituales del prójimo y de «la experiencia cotidiana que en el go­
bierno de las almas tenemos», publicó también sus libros el P. Gaspar
de Viana (30). Fruto de la experiencia, «en cuya sagrada cátedra del
confesonario está el autor tan versado por dilatados años con útilí­
simos frutos», fué también la Escuela de la Verdad, del P. Fuentela-
peña, a quien había tenido por confesor y director uno de los censores
de su obra nada menos que durante veintidós años (31); afirmando
otro que los hijos espirituales, que «se alimentan de la eficacia amo­
rosa de su doctrina», eran muchos (32).
A esos nombres debemos añadir, entre otros, el P. Juan de Santiago,
de quien afirma el P. Anguiano «que con su doctrina y ejemplo enca­
minó a muchos a la perfección evangélica» (33); el P. Bernardino de
Madrid, del que se dice que por su virtud «era tan venerado, que le
buscaban para muchas consultas y dirección de las almas» (34); el
P. José de Madrid, consumado y experimentado director de espíritus,
como lo proclama muy alto el P. Torrecilla (35).
3. Por otra parte, como dirá más tarde el P. Felipe de Vellisca,
Guardián dei convento de S. Antonio del Prado: «Todos los Capuchi­
nos somos operarios para asistir en lo espiritual al público siempre
que sea necesario» (36). Y ese hermosísimo principio lo pusieron en
práctica muy particularmente cuando se trataba de la asistencia a los
enfermos y moribundos. Como habrá observado el lector cuando hemos
tratado de las fundaciones de los respectivos conventos y de las condi-

(28) C fr. A p o l i n a r i s a V a l e n t í a , O. F . M . C ap ,, Bibliotheca Fr. Min. Cap.


Provinciae Napolitanae, R o m a e-N eap o li, 18 8 6 , p p . 48-49.
(29) J o s é d e N á j e r a , Espejo Místico, o. c., prólogo.
(30) V i a n a , L uz práctica, M a d rid , 16 6 5 , A d verten cia al lector.
( 3 1) F u e n t e l a p e ñ a , Escuela de la verdad, M ad rid , 1 7 0 1 , A p ro b ación del P a­
dre F ran cisco del R in có n , f. n r . , y de D . Sebastián C av ero , f. 6r.
(32) F u e n t e l a p e ñ a , Retrato divino, M a d rid , 16 8 8 , C en su ra del P . Sebastián
V elarde.
(3 3 ) A n g u i a n o , M s . citado 1 8 .1 7 8 , f . n o v .
(34) J . A . A . y B a e n a , Hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, or­
inas, ciencias y artes, t. I , M a d rid , 17 8 9 , p p . 2 3 2 -3 .
(35) T o r r e c i l l a , Apologenia, o. c., p. 16 5 .
(36) A rch iv o de Sim an cas.— G ra c ia y Ju stic a .— L e g . 644 (m od. 276). C arta fe ­
chada en 178 6
OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 345

dones puestas para llevarlas a cabo, casi invariablemente se solicitaban


para que los fieles estuviesen debidamente atendidos en lo espiritual,
y los enfermos y moribundos fuesen muy particularmente ayudados.
Si los Capuchinos fueron, sobre todo en los principios, muy rigu­
rosos en lo de dedicarse a! confesonario, fué siempre una excepción,
muy digna de señalarse, la de la asistencia a los enfermos y mucho
más a los moribundos. Tanto es así que el Arzobispo de Zaragoza, al
informar a Felipe III en 1599 sobre la vida de los Capuchinos, le
decía : «Aunque no confiesan, me parecen útiles por ser gente muy
mortificada, de mucha oración y provechosos para ayudar a bien morir,
que es de los más principales institutos que ellos tienen y de mayor
beneficio paia el prójimo» (37). Que así lo seguían haciendo nos lo
confirma el P. Vellisca quien, al describirnos el apostolado de (los Ca­
puchinos, añade: «Ayudar a bien morir de día y de noche» (38).
Y por 110 dilatarnos en citar muchos casos concretos, diremos
solamente el del P. Isidro de Madrid, de quien se escribe que fué
«continuo operario evangélico, así en el pùlpito como en el auxilio de
lis necesidades del prójimo, particularmente en la muerte, en que asis­
tía a todos a todas horas, con la mejor discreción y espíritu» (39). Y es
garantía de la buena fama que tenían el hecho de que la reina María
Luisa de Orleáns, mujer de Carlos II, en la noche última de su vida,
mandó venir a palacio al P. José de Madrid, y con él y otros se dispuso
con grandes actos de dolor y valor (40). Asimismo la reina madre, doña
Mariana de Austria, es asistida en su muerte por dicho P. José, quien
luego predica sus honras (40a). El propio Carlos II, ya en el lecho de
muerte, «llamó para que la ayudasen a bien morir a nuestros RR. PP. Fray
José de Madrid y Fr. Bernardino de Madrid, que le asistieron fres o cua­
tro días hasta que expiró, y predicaron sus honras, el primero en el con­
vento Real de la Encarnación y el segundo a la Villa en Santo Domingo
el Real» (41).
Varias fueron las obras que se imprimieron para facilitar tan deli­
cado como hermoso apostolado de asistir a los enfermos y moribundos.
E! P. Diego de Toledo publicó un Opúsculo para ayudar a bien morir,
que vió la luz en Valladolid, 1645 (42). También el P. Basilio de Zamora

(37) C arta d el A rzo bisp o d e Z arago za, A lon so G reg o rio ( 2 7 d e ab ril d e 1 5 9 9 )
(.Vrchivo de la C oron a de A ragó n . — Fo n d o s M on acales.— L e g . 6 1 , t. 2 .0, f . 6 ) .
(3 8 ) C arta citada.
(3 9 ) A . y B a e n a , o . c ., I I , M ad rid , 1 7 9 0 , p p . 4 2 9 .
(4 0 ) D u q u e d e M a u r a , Vida y Reinado de Carlos II, t . I I , M a d r i d , 1 9 4 2 , p. 2 2 0 .
(40a) V A , p. 5 1 .
(4 1) Ibid., p. 65. Y a hem os puesto arrib a el título d e los m encionados ser­
m ones, p. 268.
(4 2 ) A s í l o testifica el P . T o r r e c i l l a , Apologema, p. 1 2 4 . S in em bargo,
M . A lc o c e r y M a r tín e z , Catálogo razonado de obras impi-esas en Valladolid (1 4 8 1 -
1 8 0 0 ), V a lla d o lid , 1926, no lo m e n c io n a .
LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

compuso un Manual de advertencias y devotas aspiraciones muy pro-


vechosas para el artículo de la muerte, recopiladas de muchos autores
que de esta materia han escrito, año de 1653 (43). Notable es también,
por no citar más, la obra del P. Juan de Santiago: Recuerdo de dor­
midos : rejugio de atribulados: socorro de agonizantes, en breve manual
de advertencias y devotos afectos, útilísimo para prevenir en vida una
acertada muerte y alentar a los que se hallan en su último trance, Ma­
drid, 1672 (44).
También se extendía el apostolado de los Capuchinos a los hosoi-
tales y cárceles. El P. Vellisca señala que el apostolado de los Capuchi­
nos atendía también a «asistir a los hospitales... al hospicio... y a la
galera» (casa galera o cárcel) (45). Y sabemos, entre otros casos, que
en 1672 los Capuchinos del convento de La Paciencia iban todos los
martes a confesar los enfermos del hospital de la Pasión (46).
4. Zvtas no se vaya a creer por eso que descuidasen el culto en la
, propia iglesia. Procuraron también en ellas atender a las necesidades
de los fieles y acomodarse a ellos, sobre todo en el horario de las Misas.
Así solían éstas comenzar en nuestras iglesias a las seis, pero en los
días de fiesta o cuando había gran concurso de gente, se debía decir una
misa durante la oración de la Pelde, o sea a las cinco y cuarto, Y en
los conventos de mayor culto, como el del Prado, La Paciencia, etc., las.
Misas se decían sin interrupción hasta muy tarde, incluso hasta el me­
diodía, aunque no fuesen días festivos; asimismo en los conventos de
poco culto, por ejemplo el de El Pardo, también se debía decir diaria­
mente, por lo menos, una misa a las diez (47). En varias festividades
más solemnes del año estaba prescrito se cantase la misa conventual (48).
Culto por otra parte verdaderamente extraordinario se daba en el
convento de El Pardo al Smo. Cristo, ya desde que fué llevada la vene­
randa imagen en 16x5 (49}.

( 43) A . A V a le n t ía , o. c.,
p. 49. S e con serva m s. en la B . N acio n al d e Ñ á ­
p ales juntam ente con esta o b ra : Christiano recuerdo para moverse el alma a con­
trición de sus culpas, discurrido por el M . R. P. Fr. Basilio de Zamora... a petición
de un pecador arrepentido.
(44) E s ob ra postum a, a! decii del F . T o r r e c i l l a (Apolosema, p. 16 9). O tros
Cap uchinos españoles escribieron tam bién sobre el m ism o tem a, entre ellos el P . B a ­
s ilio d e T e r u e l , de la P ro vin cia d e V a le n c ia : Ejercicio y modo de ayudar a "bien
morir, V a le n c ia ; P . P a b l o d e A l i c a n t e , tam bién d e la P ro vin cia d e V a le n c ia : El
buen amigo de la muerte, im preso en V a le n c ia ; y el P . F é l i x B r e t o s d e P a m p l o ­
n a , d e la P rovincia d e N a v a r r a : Consuelo de agonizantes y alivio de asistentes.
(45) C arta citada en la nota 36.
(46) J o s é d e N á j e r a , Espejo místico, o. c., p. 1 1 7 .
(47 ) E D , p. 7 1. ■ .
(48) A s í lo determ inó la C ongregación definitorial de 16 4 3 ( E D , p 28) v el
C ap ítu lo P ro vin cial de 16 8 7 (V A , f. 19 1.).
(49 ) C f r . C o n d e s a D ’A u l n o y , Un viaje porEspaña en 1679, « E dicio n es L a
N av e » , M a d rid (s. a.), p. 386. H ablan do de su v isita al convento d e E l Pard o, le
OTRAS CLASES DE APOSTOLADO- 347

Culto extraordinario recibía también el llamado Cristo de La Pa­


ciencia, uno de los de mayor devoción en la corte, así como el Cristo
de la Salvación (49a), que se veneraba en la iglesia del Prado, donde
se tenían solemnes novenas a San Antonio, se celebraban con gran
pompa todos los martes del año, etc. Lo propio se diga de Toledo,
donde se hacían grandes fiestas en honor de Sta. Leocadia, de
San Antonio y de San Cosme y San Damián, cuya Cofradía conserva­
ron los Capuchinos a! hacerse cargo de dicha iglesia en 1651, pero que
al fin de cuentas vino a ser una excepción por entonces, ya que los
Capuchinos no las tenían «por no ser de nuestro instituto el tener
tales congregaciones en nuestras casas», como dirá el P. Mateo de
Anguiann (50). No obstante eso, a fines del siglo XVII, en 1693, se
establecía en nuestra iglesia de San Antonio dél Prado la Congregación
en honor del Eterno Padre, cuyas Constituciones habían sido debida­
mente aprobadas en agosto de dicho año, gracias al celo del P. Antonio
de Fuentelapeña, promotor de dicha devoción a la primera Persona de
la Sma. Trinidad (51).
5. Excepción fué también, aunque muy justa, la Orden Tercera.
Nada decimos por ahora de lo que los castellanos trabajaron y lucharon
para hacer triunfar la verdad de que los Capuchinos podían libremente
dar el hábito de la Orden Tercera a toda clase de personas: consigna­
remos solamente que de hecho lo dieron, lo mismo a personas par­
ticulares que a los que formaron hermandades. Así, por ejemplo, en
el convenio de Villarrubia se daba ya antes de 1642, derecho que de­
claró muy legítimo el Nuncio por su decreto del 17 de octubre de
dicho año (52); lo mismo sucedía en el convento de Villanueva (53).
En el convento de Laguardia, y al poco dempo de su fundación, tam­
bién se establecía la Orden Tercera y se señalaban algunos ejercicios
(10 de enero de 1669) (54), ordenándose al mismo tiempo se designase un
P. Ministro que diese hábitos y profesiones, llevase un libro con los nom­
bres de todos y que los primeros domingos de cada mes se hiciese la pro­

llam a «lu gar de fervien te devoción donde se venera u n C risto desclavado de su cruz,
qu e hace frecuentes m ilagros».
(49a) E l P . B ern ard in o d e M a d rid com puso en su h o n o r: Novena de Salvación
para los vivos y para los difuntos y el modo de hacerse, dedicada a la santa ima­
gen de la Salvación que se venera en la iglesia de San Antonio, jM adrid, 178 8 .
(50) M s. citado .18 .17 8 , f. 2ó 3r.
( 5 1) T o r r e c illa , Propugnaculurn Ortodoxae Fidei, M atriti, 16 9 8 , p. 459-60.
(52) D eclaració n p e r parte del N u n cio de que los C ap u ch in o s pu ed en d ar há­
bitos de la O . T e rc e ra com o los dem ás hijos d e S a n F ran cisco ( 1 7 de o ctubre de
16 4 2 ; (A P C , 30/00 073).
( 53) T o r r e c i l l a , Apolcgema, o. c., p. 388, copiando su o b ra : Regla de
la Tercera Orden elucidada.
(54) C arta de los Su periores de C astilla ( 10 de enero d e 1669) (A P C , 25/00 056).
348 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cesión de la cuerda y se rezase el Rosario; mandándose asimismo que


todos los domingos del año se predicase por las tardes en nuestra iglesia
y que el P. Ministro rezase con los fieles «la corona de nuestra Señora»,
«sin que en una y otra ocasión se meta la comunidad en dichas acciones
en forma de comunidad» (55). Poco después, en 1672, el propio P. T o ­
rrecilla confesaba que en los «lugares grandes (de esta Provincia) ya que
no se dé (el hábito) a todos, por atender a nuestro recogimiento..., se
da a algunos devotos que lo piden» (56). Y todavía se siguió más am­
plio criterio de allí en adelante, pues en 1675 se nombraba al P. Bal­
tasar de Vargas Ministro de la Orden Tercera de La Paciencia (57);
en 1677 se daba orden a los misioneros de Valladolid para que diesen
el hábito de ¡a Tercera Orden a toda clase de personas (58); en 1692,
también en e! convento de Segovia se nombraba por Ministro al P. Fran­
cisco de Maderuelo (59), etc.
Asimismo, no contentos con establecer Hermandades en nuestras
iglesias y también fuera, les daban a su vez sabios estatutos y ordenacio­
nes, come hizo el P. Rafael de Pinto en 1677 con la Hermandad de
Nava del Rey (60), como se hizo en 1669 con la de Laguardia (61), y
así en otras partes (62).
Además: e! P. Francisco de Maderuelo, Doctor en Jurisprudencia
por la Universidad de Salamanca y esclarecido predicador, publicó para
gobierno de las Hermandades éste que bien pudiéramos llamar manual
de Terciarios y que intituló: Doctrinal erudición de Terceros, en que
con brevedad se les da noticias claras de su Regla, Privilegios y princi­
pales Indulgencias, y para los Terceros sacerdotes Seculares un Epílogo
de los grandes Privilegios que participan de absolver casos reservados,
censuras, dispensar irregularidades, y conmutar votos. Con un modelo,
para que los Visitadores Capuchinos los puedan gobernar con acierto,
sin detrimento de su retiro (63). Asimismo el P. Torrecilla había im­
preso antes, en 1672, Regla de la Tercera Orden elucidada y resolución
de todas las dificultades que se pueden ofrecer, así acerca de los Ter-
( 55) VA, f. 9.
(56) T o r r e c illa , Apologema, p. 388.
( 57) V A , í. l6r.
(58) Ibíii., (. i6 v .
(59) Ibíd., p. 34.
(60) S e c o n seivan m an uscritas en el A P C , 7 /0 0 0 16 .
(6 1) C fr. sobre ellas los docum entos del A P C , 2 5/0 0 0 5 6 , 25/0 0 0 7 3 y 2 5/0 0 74 .
(62) « fo r m a y ord en Que debe tener en sus ejercicios d e penitencia la O rden
T e rce ra de S a n F ran cisco » (A P C , 7 /0 0 0 15 ).
(63) S e im prim ió en M a d rid , 16 8 9 , y tuvo u n a segunda edición en 1 6 9 1 , tam ­
b ién im presa en M ad rid . E l P . T o r r e c i l l a , Apologema, p. 13 3 - 3 4 , d ice eq uivoca­
dam ente qu e la prim era edición se hizo en 1690. E l P . M ad eru elo , adem ás de Jo
dicho, expon e el derecho que los C ap uchinos tienen a dar hábitos d e T erciario s.
OTRAS CLASES DE APOSTOLADO 349

ceros, corno acerca de la Cofradía de la C uerda, y d e los q u e traen la


Cuerda sin ser Cofrades (64). En esta obra que después reprodujo en
su A p o lo gem a (65), pone la Regla de la Orden Tercera, modo de dar
el hábito y la profesión, etc., y asimismo trata muchas y prácticas cues­
tiones, relacionadas con los privilegios de los Terciarios.

(64) S e im prim ió en M ad rid , en 16 7 2 .


(65) P p . 3 7 8 ss.
CAPITULO IX
E n pro de la I g l e s ia , de la O rd en y de la P a t r ia

i . Servicios prestados a la Iglesia. Impugnadores de! error. Calificado­


res de la Inquisición.— 2 . Amantes de las glorias de la Orden.—
3 . Defensores de sus derechos. El P. Procurador.— 4 . Servicios a
la Patria.

1. La actividad de los Capuchinos castellanos en el siglo XVII


no se redujo ai apostolado de la predicación; tuvo también, como ya
hemos indicado, más amplios horizontes y se extendió a otros campos,
ccn lo que contribuyó no menos eficazmente a la salvación de las almas.
Vamos a exponer, tras de lo dicho en anteriores capítulos, algunos
servicios por ellos prestados a la Iglesia, a la que ciertamente no sir­
vieron en los grados de la Jerarquía eclesiástica. Aunque es cierto que
algunos de sus hijos fueron invitados a ello, declinaron tales honores y
dignidades, entre otros el P. Alejandro de Valencia, que rehusó el arzo­
bispado de Valencia, y el P. Francisco de Yecla, que por dos veces
renunció la mitra (1 ).
Por otra parte, aquellos no fueron tiempos de movidas controver­
sias religiosas para escribir grandes tratados apologéticos o dogmáticos
en defensa de la Iglesia. Sin embargo, cuando. no obstante la condenación
de las perniciosas doctrinas de Bayo y Jansenio, sus secuaces seguían aún
propalándolas, el P. Torrecilla publicaba su libro Consultas morales (2 ),
que llegó a tener en poco tiempo seis ediciones, y en el que expone
y rebate las propsiciones condenadas por Alejandro VII e Inocencio X I ;
V poco después sacaba a luz otro de no menos valor e importancia,
Propugnaculum orthodoxae fidei (3), en el que asimismo expone y

( 1) Apolo gema, o. c., p. 299 .


T o r r e c illa ,
( 2)
Su título completo es: Consultas morales y exposición de las proposiciones
condenadas por nuestros muy Santos Padres Inocencio X I y Alexandro V II. L a pri­
mera edición íué hecha en Madrid en 1 6 8 4 ; la segunda, en 1686, y en 1701 contaba
ya seis.
(3) He aquí el título exacto: Propugnaculum orthodoxae fidei adversus quos-
dam veritatum catkolicarum hostes, eas labefactcre concones, Matriti, 1698 .
EN PRO DE LA IGLESIA, DE LA ORDEN Y DE LA PATRIA 351

rebate lys proposiciones condenadas por Alejandro VIII y también las


contenidas en la famosa declaración del clero galicano.
Tustamente por esas mismas fechas Molinos publicaba su no menos
famosa Guía espiritual, que dió a la imprenta en 16 7 5 . Poco después
comenzaba a combatir sus doctrinas el P. Félix de Alamín, que ya años
atrás, desde 1668, había impugnado sus enseñanzas (4). Y no contento
con eso, después que Inocencio X I condenaba la mencionada Guía es­
piritual, el 20 de noviembre de 1688 , publicaba en dos tomos su obra
Falacias del demonio (Madrid, 16 9 3- 169 4), obra que, como él mismo
dice, «preserva contra los errores de Molinos» y «declara cuál sea el
camino recto de la virtud y perfección», según reza la portada. Ade­
más: contra Molinos escribió expresamente su otra obra Espejo de
verdadera y falsa contemplación, impresa en Madrid en 16 9 5, aunque
por desgracia fué prohibida en 17 0 4 , no porque hubiese caído en el
extremo opuesto, como suele suceder en estos casos, sino por parecer
contraria a la Sda. Escritura y Santos Padres.
Por su parte el P. Fuentelapeña frecuentemente en su obra Escuela
de la verdad habla de las enseñanzas y doctrinas de Molinos (pp. 93-94,
336. etc.), refutando su modo de pensar, como asimismo hizo el P. To­
rrecilla en el tomo segundo de Ccnsultas> apologías, etc. (5), donde se
confutan «las más principales proposiciones del impío heresiarca Mo­
linos con las censuras teológicas que las competen y explicación de
éstas».
Además: así como muchos Capuchinos castellanos fueron distingui­
dos con el título de Predicador de S. M ., otros muchos lo fueron tam­
bién con el no menos honroso de Calificador de la Santa Inquisición,
bien de la Suprema o de otros Tribunales residentes en distintas ciuda­
des. Tales fueron los PP. Alejandro de Valencia, Basilio de Zamora,
Leandro de Murcia, Gregorio de Guadalupe, Bernardino de Quiroga,
Félix de Bustillo, Martín de Torrecilla, Sebastián de Viliarreal, Manuel
de Madrid, etc., los cuales fueron todos Calificadores de la Suprema
Inquisición. Su cometido era vigilar si las obras que salían a luz mere­
cían alguna censura teológica por la que debiesen ser delatadas a la
Inquisición, y por otra parte, cuando alguna obra era denunciada a dicho
Tribunal, por contener proposiciones heréticas, erróneas o sospechosas,
debían examinarla y exponer su parecer en los consejos o reuniones que
con esa finalidad se tenían.
A esos nombres debemos añadir el del P. Antonio de La Puebla,
que, además de Calificador de la Suprema, era también Revisor de las

^ Crí. Obras del A/íístico Dcctor S. Jucun de la Cruz. Edición crítica por el
P. d e S J u a n d e l a C r u z , C . D., t. I, Toledo, 1912 , pp. 64 - 65 .
G erard o

(5 ) Esta obra se publicó la primera vez en Madrid en 1694 , y la segunda,


añadida, en 1702 .
352 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Librerías de la corte, por si acaso en ellas seponían a la venta libros


que estuviesen prohibidos por la Inquisición oque hubiesen sido a
ella delatados. Asimismo el P. Juan de Pesquera, primero Calificador
de la Inquisición de Valladolid, cargo que juró el 3 de diciembre de
1696, y más tarde también de la Suprema, al igual que el P. Agustín
de Campo, el que en 1694 fué nombrado de la de Llerena y pasó a
ser Calificador de la Suprema antes de 17 0 0 .
Y ya que de la Inquisición hablamos, queremos hacer constar cómo
uno de sus mejores defensores fué el tantas veces mencionado P. Torre­
cilla. Encontrándose en Portugal en ocasión en que el Tribunal de aque!
reino se hallaba suspenso por el Papa, malamente informado sobre su
recto proceder, el Sr. Obispo de Miranda y Leiría, hermano del Inqui­
sidor general, le ordenó formar una extensa apología o memorial en su
defensa, el cual, presentado en nombre del reino junto en Cortes a
Inocencio XI y enterado éste de la falsedad de las calumnias, mandó
luego volver la jurisdicción a dicho Tribunal (6).
2. Más valiosos fueron sin duda los servicios que los Capuchinos
castellanos prestaron a !a Orden, proclamando sus glorias y, sobre todo,
defendiendo sus derechos con celo de amantes y fervientes hijos. En
primer lugar fueron religiosos castellanos los que tradujeron del latín y
luego imprimieron ias Crónicas generales de la Orden Capuchina. Les
dos primeros tomos del P. Zacarías Boverio los vertió al castellano
Fr. Francisco Antonio de Madrid Moneada, llamado en el siglo Gabriel
Moneada, tan ilustre abogado como culto literato, íntimo amigo de
Lope de Vega, y se imprimieron en tres volúmenes (7 ). El tercer tomo
de las Crónicas generales, debido a la pluma del P. Marcelino de Pisa,
escrito a su vez en latín, lo tradujo también a nuestro vulgar en ele­
gante estilo y sacó a luz en dos volúmenes el P. José de Madrid; forman
los tomos cuarto y quinto de las Crónicas y tmn sido ampliados en la
traducción con muchas e interesantes noticias referentes particular­
mente a la Provincia de Castilla (8).
Asimismo el P. Mateo de Anguiano, amante, como muy pocos, de

(6) Consultas, apologías, e t c ., t. I l, 2 .a ed., Madrid, 1702 , pp. 1- 118 .


(7) Primera parte de las Chromcas de los frailes Menores Capuchinos de San
Francisco Traducida del latín de los Anales de Fr. Zacarías Boverio de Saludo.
P o r el P a d r e F r . F r a n c i s c o A n t o n i o d e M a d r i d M o n c a d a , M a d r i d , 1644 .
Segunda parte..., Madrid, 1646 .
Tercera parte..., Madrid, 1647 .
(8) Quarta parte de las Chronicas de los Frayles Menores Capuchinos de
N . S. P. S. Francisco... Traducida del idioma latino en castellano de los Anales
que escrivtó el P. Fr. Marcelino de Pise..., aumentada en algunas noticias pertene­
cientes a esta Provincia de la Encamación de las dos Castillas, por F r . J o s e f d e
Madrid, religioso de la misma Provincia, Madrid, 1690 .
Quinta parte..., Madrid, 1691.
EN PRO DE LA IGLESIA, DE LA ORDEN Y DE LA PATRIA 353

las glorias de la Orden, publicó en 1685 la vida del V. Fr. Francisco


de Pamplona, en la que no se na contentado con proporcionarnos mu­
chos y valiosos datos biográficos de él, sino que ha aprovechado esa
ocasión para dar a la publicidad noticias muy interesantes sobre la
Orden y especialmente sobre las misiones de los Capuchinos españoles,
así en Africa como en América (9). Lo propio hizo en otras obras his­
tóricas que escribió en los primeros años del siglo XVIII (10 ).
Además: ha sido el P. Torrecilla el que contra viento y marea pu­
blicó, aunque bajo seudónimo, la mejor apología de la Orden en aquel
siglo (1 1 ). En ella sale al paso de las calumnias contra ella levantadas
y luego pone de relieve sus glorias en escritores, en hombres eminentes
en santidad, letras, cargos, dignidades, etc. Sobre todo la parte dedicada
a los escritores merece nuestra estima, y aprecio, por las muchas noti­
cias que sobre ellos nos da, particularmente acerca de ios españoles.
A él unió también su voz el P. Leandro de Murcia con varios
trabajos y memoriales y de modo especial con su obra Llave maestra
y escudo de la verdad (Madrid, 16 50 ), cuya segunda parte es una apo­
logía de la Orden en contra del P. Fr. Martín de San José.
3. Precisamente esas obras y otra infinidad de memoriales se
escribieron e imprimieron para esclarecer una cuestión que en el siglo en
que vivimos, está sobradamente dilucidada, a saber, que los Capuchinos
son verdaderos hijos de San Francisco. No bastó ía Constitución de
Paulo V (1 2 ) ni la Bula de Urbano VIII (1 3 ) para dar esa cuestión por
resuelta definitivamente. Surgió en primer término el P. Juan de 1a
Solana en 1 6 2 3 , que lo negaba; pronto sin embargo hubo de retractarse,
gracias a los trabajos del P. Diego de Quiroga y de! P. Alonso de To­
ledo, Procurador éste de la Provincia (14 ). Es luego el P. Martín de
San José, de los Descalzos de la Provincia de San Pablo, quien en su

(9) Vida v virtudes de el Capuchino español, el V. Siervo de Dios Fr. Francis­


co de Pamplona, Religioso Lego de la Seraphica Religión de los Menores Capu­
chinos de Ñ. Padre San Francisco..,, llamado en el siglo Don Tiburád de Redin...,
Madrid, ( 1685). La segunda edición se publicó también en Madrid en 1704 .
( 10) Entre otras: Missión apostólica de la Isla de La Trinidad de Barlovento
y en Santo Tomé de la Guayana..., Madrid, 1702.— Missión apostólica del Maracay-
b o..., Madrid, 1702.— Epítome historial y conquista espiritual del imperio abisinio...,
Madrid, 1706.
( 11) Apologema, espeio y excelencias de la Seráfica Religión de Menores Capu­
chinos purificadas en el crisol de la verdad de las escorias de la contradicción..., por
F e r m í n R a t t a r i a z z i , Turín, 1673
Salió a luz con ese seudónimo, mas la segunda edición, que es la que siempre
citamos, impresa en 1 7 0 J , lleva el nombre de su verdadero' autor, P. T o r r e c i l l a .
( 12) Constitución Ecclesiae militantis (15 de octubre de 1608), en Bullarium,
V, p. 57-
( 13) Constitución Salvatoris et Domini (28 de junio de 1627), en Bullarium,
I, PP- 77 y 201 .
( 14) Vide supra, p. 93 .
354 LA PROVINCIA DE l-'F. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

Exposición de la Regla (2 .1 ed., Salamanca, 16 3 5 ), vuelve sobre el mismo


asunto, obteniendo debida contestación del P. Leandro de Murcia en la
segunda parte de su obra Llave maestra y escudo de la verdad (Madrid,
16 50 ). Suscita nuevamente esa cuestión el P. Bernardino de Inurrigarro,
de la Observancia, quien presenta, dos memoriales sobre la petición de
limosna en Guetaria y Ataún, pero en los que repite las mismas o pa­
recidas especies. Le salen al paso los PP. Félix de Pamplona y Gregorio
de Coreila, de la Provincia de Navarra, también con sus respectivos
memoriales; el asunto es llevado ante el Nuncio; plantean allí el pleito,
de una parte el P. Inurrigarro y de otra el P. Procurador de Castilla,
Juan Francisco de Milán, y por fin el Nuncio, Galeazo Mariscoti, falla
a favor de los Capuchinos (mayo de 16 7 2 ); manda recoger todos los
memoriales y retractarse al P. Inurrigarro (1 5 ). Esa misma ocasión apro­
vecha también el P. Torrecilla para publicar la mencionada obra Apo-
logema, espejo y excelencias de la Seráfica Religión de Menores Capu­
chinos, en la que habla largo y tendido del P. Inurrigarro y rebate* sus
memoriales punto por punto.
Pero todavía hicieron más ruido las disputas sobre si los Capuchi­
nos tenían o no derecho a dar hábitos de la Orden Tercera a los segla­
res. Fué el 31 de enero de 1620 cuando la Sda. Congregación de Obis­
pos y Regulares concedió a los Capuchinos la facultad de dar hábitos
de Terciario (16 ). Como era natural, y dado el estado de las cosas,
aquella determinación no pudo ser del agrado de los Observantes. Ya,
hacia 16 36 , debía haber por esa causa algo de tirantez o de lucha, pues
sabemos se sacaron entonces varias copias auténticas de la mencionada
determinación para mostrarlas luego en tiempo y lugares oportunos (1 7 ).
Pero los Capuchinos castellanos siguieron dando hábitos, particular­
mente en los conventos de Villanueva v Villarrubia y en otras partes
donde no había conventos franciscanos, lo cuál suscitó una querella de

( 15) Decreto del Nuncio y retractación del P. Inurriagarro (9 de mayo de


1672) (A PC, 3/00003 y 3 / 00030 ). Al sacar el P. Inurrigarro sus memoriales, el
P. Procurador de Castilla, Juan Francisco de Milán, publicó a su vez el siguiente
«Informe en que se demuestra que los memoriales que dió a la estampa el Padre
Fray Bernardino de Inurrigarro, son contrarios a las Bulas de Paulo V, Urba­
no V II I y Paulo III» (Impreso: s. 1. s. a.: 22 folios). En virtud de ese informe el
Nuncio por decréto del 28 de octubre de 1671 mandó recoger todos los memoriales
y remitirlos a su tribunal. Allí se siguió pleito entre el P. Milán y el P. Inurri-
garro; ganado por el primero, al P. Inurrigarro se le mandó retractarse por el
decreto mencionado, y al mismo tiempo se ordenó recoger los memoriales suyos y
los de los PP. Félix de Pamplona y Gregorio de Coreila, Capuchinos de 1a Provin­
cia de Navarra.
Cfr. también T o r r e c i l l a , Apologema, etc., o. c., Madrid, 1701, pp. 1 ss., y
342 ss.
( 16) E l Decreto comienza Cum alias a Sacra Congregaticme, en BvJlarium,
I, p. 63 . Dos copias autentificadas se hallan en el APC, 7/00002 y 7 / 00003 .
( 17) Una de ellas, sacada el 17 de junio de 1636, se conserva en APC, 7 / 00012 .
_____________EN PRO DE LA IQLESIA, DE LA ORDEN Y CE LA PATRIA ____________ 355

los Observantes de Camón (Ciudad Real) en 16 4 2 . Hubo necesidad


de apelar al Nuncio, quien, el 1 7 de octubre de 16 4 2 , da un decreto, a
petición de ios Capuchinos, por el que declara que pueden dar hábitos
de la Tercera Orden lo mismo que los otros hijos de San Francisco (18 ).
Aun se siguió con el mismo empeño, y un tal Ledo. Juan Rodrí­
guez Sobarzo, nombre falso con toda seguridad, vuelve a negar ese
derecho a los Capuchinos, rebatiéndole luego el P. Leandro de Murcia
al publicar su obra Exposición de la primera Regía de Santa Clara (19 ).
Ni se paró aun ahí; siguieron poniéndose obstáculos y dificultades a
tal derecho, hasta el punto de que el P. Felipe de Segura, Procurador
de Castilla, en nombre de la Provincia de Navarra, pide al Nuncio inter­
ponga su autoridad en el asunto, como así lo hace el 10 de noviembre
de 1669 (2 0 ). Pero tampoco con eso cesó la lucha. Por lo cual el P. To­
rrecilla publicaba tres años después su obra sobre la Orden Tercera (2 1 ),
en que probaba lo »mismo con nuevos argumentos y alegando idénticos
textos y autoridades; la obra se imprimió a pesar de la gran oposición
hecha por los Observantes (2 2 ). Todavía el P. Torrecilla volvía a la car­
ga, en vista de que no se aquietaban los ánimos, publicando en 1685
otra nueva obra, en que vindica al mismo tiempo dos cosas: que los
Capuchinos son hijos verdaderos y legítimos de San Francisco, y que
tienen perfecto derecho a dar-hábitos de la Tercera Orden (2 3 ). A esa

( 18) Dicho decreto se conserva en APC, 30 /00073 . Cfr. también P. T o r r e c i l l a ,


Apolügema, p. 381.. donde se hace historia de todo lo sucedido.
( 19) E l titulo exacto es el s i g u i e n t e : Breve y clara exposición y declaración
de la primera Regla de la gloriosa Virgen Sania Clara, confirmada por el Papa Ino­
cencio Qitarto, de feliz recordación, la cual guardan, las Madres Descalzas y Capu­
chinas..., Madrid, 1658 . En el capítulo X X X IV es donde trata la cuestión de loa
Terciarios. Dicha obra ha s i d o iT ad u cid a al portugués e im p r e s a en Lisboa, 1744.
(20) Súplica del P. Felipe de Segura y contestación y mandamiento del Nun­
cio, Isidro Jacinto de Pau (Madrid, 10 de septiembre de 1669) (APC, 3 / 00027 ).
Cír. también P. T o r r e c i l l a , Apologema, p. 381 .
(21)Regla de la Orden Tercera elucidada y resolución de todas las dificultades
que se pueden ofrecer, así acerca de los Terciarios, como acerca dela Cuerda,
y de los que traen la Cuerda sin ser Cofrades, Madrid,- 1672 .
(22 ) Cfr. T o r r e c i l l a , Apologema, p. 383 , donde refiere cuanto sucedió acerca
de la impresión de dicha obra sobre la Orden Tercera, que aquí, en elApologema,
pp. 378 3s., vuelve a publicar íntegramente.
Contra ella sacó a luz el P. Francisco Gavanzo, Observante de la Provincia de
Cantabria, el siguiente «Informe en que se penen de manifiesto las proposiciones,
y materias que se tratan en el libro, cuyo título es: Regla de la Tercera Orden
elucidada. Y ios motivos que tiene la Orden de la Regular Observancia de San
Francisco para suplicar en el Real Consejo de Castilla, mande recoger, y que se
recoja, y se reforme la licencia que tiene dada para que se imprima dicho libro».
Madrid 1673 (Impreso; 22 foüos) (Archivo Provincial de Capuchinos de Navarra.
«Varia». 1603 - 1770 .)
(23 ) Se titula: Ventilabro formal, legal, apologético y seráfico. Con que se
separa ¡o incierto de lo cierto, y se saca en limpio el grano de la verdad. Ven­
tílase el derecho de los Capuchinos a la Seráfica Tercera Orden Secular. Madrid*,
356 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

obra siguió luego la del P. Francisco de Maderuelo, en que insiste sobre


lo mismo (24 ). Finalmente: todo termina con un nuevo pleito ante el
Nuncio, dando éste un decreto en contra del P. Francisco de Rozas y
de D. Sebastián de Enguera, declarando a los Capuchinos verdaderos
hijos de San Francisco y su innegable derecho a dar hábitos de la Orden
Tercera (14 de febrero de 16 9 7) (2 5 ).
No bajamos a otros pormenores y otras disputas de menos interés
sobre parecidas cuestiones. Pero no podemo dejar de hacer resaltar un
pape!, muy importante que en todas ellas cupo a los Capuchinos de
Castilla. Én efecto: en cada Capítulo Provincial se nombraba un Pro­
curador, el cual estaba encargado de representar y defender los intereses
de los religiosos de la Provincia ante las autoridades eclesiásticas y civi­
les. Pero prácticamente dicho P. Procurador estuvo además encargado
de tramitar en la corte los negocios, pleitos y comisiones de las otras
Provincias españolas. Así lo hacían de hecho y en la práctica cuando
habí?, que pedir al Nuncio una certificación, presentar una Bula, acre­
ditar un derecho, pedir una satisfacción, una sentencia, el fallo de una
causa o quizás también llevar los pleitos adelante. Así vemos que lo eje-
cutó. por ejemplo, con el P. Solana, el P. Alonso de Toledo; así lo hizo
también el P. Felipe de Segura en 1669 , en nombre de la Provincia de
Navarra; así lo hizo el P. Juan Francisco de Milán en 1 6 7 1 - 16 7 2 , con­
tra el P. inurrigarro; el P. Pedro de Algete en 1689 para obtener del
Nuncio el que los Capuchinos pudiesen pedir libremente limosna en
toda España (26 ), etc. Todos ellos desempeñaron el importante cargo
de Procurador de la Provincia.
Finalmente: fueron los Capuchinos de Castilla los que vindicaron
para los Generales de h Orden el título y honores de Grandes de Es­
paña de Primera Clase, que ostentaron desde 1609 casi todos. Eran los
Capuchinos castellanos los que acreditaban ante el rey ese derecho, pre­
paraban la cobertura, hacían que la Grandeza de España agasajase con
toda clase de honores a cuantos Generales se llegaron a la corte, acom-

1685 . Se volvió a imprimir, formando parte det Tomo cuarto apologético, «etc., Ma­
drid, 1699 .
(24 ) Doctrinal erudición de Terceros. En que con brevedad se les da noticias
claras de su Regla, Privilegios, y principales indulgencias..., Madrid, 1689 . Tuvo
una segunda edición, Madrid, 1691.
(25 ) Decreto del Nuncio, José de Archinto, contra el P. Francisco Rozas, Ob­
servante, y D. Sebasián de Enguera, declarando que los Capuchinos son verdade­
ros hijos de S. Francisco y pueden dar hábitos de Terciarios (Madrid, .14 de fe­
brero de 1697 ) (APC, 3 /00035 ). E l P. Torrecilla sacó también entonces un impreso
de solas tres hojas, que tituló: «Pleito ejecutoriado en la Nunciatura este año de
1697 a favor de mi Sda. Religión de Capuchinos en orden a poder dar hábitos de
Terceros a los seglares que lo piden.» (APC, 6 / 00042 ) (23 y 30).
( 26) Cfr. dicho decreto del Nuncio (22 de agosto de 1689) (APC, 3 / 00031 ).
EN PRO DE LA IGLESIA, DE LA ORDEN Y DE LA PATRIA 35 7

pañándoles con gran lujo de carruajes y libreas en sus visitas a los


reyes y honrándose con poder besarles la mano, etc. (2 7 ).
Elios fueron, por último, los que de modo particular sostuvieron
ante la corte si prestigio del hábito capuchino por medio de sus pre­
dicadores y asimismo, durante medio siglo, por medio de sus diplo­
máticos que fueron a la vez confesores de reyes.
4. En efecto: no podíamos pasar en silencio este aspecto de los
servicios prestados a la Patria, aunque desde luego confesamos que en
general estuvieron siempre apartados de la política. Sin embargo, forzo­
so es dedicar nuestros elogios al que, según el P. Torrecilla, «fué el
móvil de las monarquías de España y Alemania: el polo en quien
cargaron los negocios de más peso de aquella era, como lo sabe toda
Europa», el P. Diego de Quiroga (28 ). De él podemos afirmar que
desde que fué designado por confesor de la Infanta D.a María de
Austria, más tarde reina de Hungría y esposa del rey primero y luego
emperador Fernando III, hasta su muerte, el 10 de octubre de 1649,
vivió enteramente consagrado a buscar el bien y engrandecimiento de
España y de la Casa de Austria.
Consignemos sólo algunos hechos. Cuando en 16 3 2 se traía de romper
definitivamente con Francia y formar una Liga Católica,' entra el P. Qui­
roga a tomar parte de la junta (29 ); busca el modo de atraerse las
simpatías de los príncipes y generales alemanes; va frecuentemente
a Moravia y a Alemania; remite importantes noticias de Hungría y de
Polonia al Consejo de Estado; busca el modo de que se envíen soco­
rros contra los protestantes holandeses; propone los medios para que
los príncipes de allí lleguen a'unirse, etc. Sus cartas son tenidas muy
en consideración por el Consejo de Estado y, sobre todo, por el Conde-
Duque de Olivares, que llega a decir: «A Fr. Diego de Quiroga tengo
por persona de tan buenas partes y prendas», que se debe «aprobar
todo lo que hace y dispone», y añade, hablando de cierto negocio
secreto: «Se debía proponer a Quiroga para que corriera con él con­
fidentemente por ser la persona que tenemos en la corte del empera­
dor firme» (30).
La lectura de los muchos documentos que sobre eso se conservan,
lleva a la conclusión de que se tema en él tanta y más confianza que

(27 ) Cfr. sobre todo ello el interesante estudio de! P . M e l c h o r d e P o b l a d u r a ,


Los Generales de la Orden Capuchinc Grcrdes de España de Primera Clase,
en Colleclanea Franciscana, X I I I ( 1943), pp. 253 -312 .
(28 ) T o r r e c i l l a , Apologema, p. 296 .— Cfr. nuestro artículo El P. Diego de
Ouiroga diplomático y confesor de reyes ( 1574- 1649), en Estudios Franciscanos, 50
(1949), PP- 71 - 100.
(29 ) Archivo de Simancas.—Estado. Leg. 2 .333 , Consejo de Estado del 23 de
enero de 1632 .
(30 ) Ibid. Consejo de Estado del 17 de diciembre de 1632 .
LA PROVINCIA DE I-F. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

en los mismos embajadores. Su actividad, sin embargo, se vió inte­


rrumpida por el celoso, desconfiado y hombre de pocos amigos, Mar­
qués de Castañeda, embajador de España en Viena. No obstante, al
cesar en 1 6 4 1 , quedaba la embajada en sus manos, «debajo de la di­
rección del confesor de la emperatriz» (3 1 ). Y ante las excusas de
Quiroga, le contesta el Consejo diciendo «espera S. M. que con tal
atención asistirá a los negocios que se le ofrecieren, que no haría falta
el embajador el tiempo que tardare en llegar a aqueila corte» (3 2 ).
Allí siguió prestando sus servicios a España, hasta la muerte de la em­
peratriz en 1646.
Con el P. Quiroga compartió los honores y las glorias el P. Ale­
jandro de Valencia, quien ya el año de 16 3 3 había estado en Alemania
para enterarse de la marcha de los negocios políticos, con el fin de
informar después al Consejo de Estado (33). Fué luego el hombre
de confianza y a quien el Consejo de Estado y el de Indias consultaron
siempre en asuntos relacionados con la Orden (34); quien asimismo
en 16 5 1 deja el cargo de Provincial.de Castilla para ocuparse en cum­
plir sus obligaciones de confesor de la Infanta María Teresa, más
tarde reina de de Francia (35 ).
Más de una vez hemos hablado del P. Antonio de Fuentelapeña.
En mayo de 16 7 7 llegaba a Sicilia en calidad de Comisario y Visitador
general de aquellas Provincias, con motivo de algunas disensiones ha­
bidas entre los religiosos y el Juez de la Monarquía, y allí siguió hasta
el Capítulo general de 16 7 8 . Durante ese año no sólo logró que des­
apareciesen aquellas diferencias sino que, por confidencias recibidas,
logró descubrir una conjuración tramada entre franceses y mesineses
contra España, y, no contento con eso, gracias a su influencia se con­
siguió que los caballeros de Malta se pusiesen al servicio de S. M. Ca­
tólica en la guerra contra Mesina (36).

( 31) Ibid. Leg. 2 .345 , Consejo de Estado de 21 de julio de 1644 .


(32) Ibid.
(33 ) ED , p. 19.—Archivo de Simancas.—Estado. Leg. 2 .334 , Consejo de E s­
tado del 29 de octubre de 1633, puntos 35 y 41 .
(34) Cfr. supra, p. 128.
( 35) ED , p. 41 .
(36 ) Archivo de Simancas.— Estado. Leg. 3 . 129, Consejo de Estado del 16 de
mayo de 1680 .
CAPITULO X
R e l i g i o s o s i n s i g n e s

i . P. Serafín de Policio.— 2 . P. Francisco de Sevilla.— 3 . P. Juan de


Villafrmca.— 4 . P. Severo de Lucena.

Comoremate y necesario complemento de esta segunda parte de


la historia de la Provincia Capuchina de Castilla en el siglo XVII,re­
copilaremos en varios capítulos las biografías de aquellos que más re­
levante personalidad ofrecen y que más se distinguieron por su san­
tidad, por su ciencia o por su actividad apostólica.
Y vienen en primer término varios de los quefueron fundadores
de Castilla y que a esa gloria juntaron el ejemplo de sus virtudes, con
ias que supieron echar tan sólidos fundamentos a la naciente Provincia.
Los cuatro mencionados y de que primeramente nos ocupamos, falle­
cieron antes de su división.
1. No podemos, desde luego, pasar en olvido la figura destacada
del P. Serafín de Policio, primer Comisario y superior, y podríamos
decir fundador, aunque no exclusivo; su personalidad, a nuestro juicio
y al de aquel que mire con imparcialidad las cosas, ha de resultar un
tanto compleja. Y decimos compleja porque no acertamos a explicar­
nos la razón de su extraño comportamiento en las varias vicisitudes
de su vida.
Justamente han sido los cronistas primitivos de la Provincia los
que más se han recatado de prodigarle alabanzas; es más: los que
más han criticado su gobierno y su conducta. En cambio los extraños
unánimemente le alaban ( 1 ).
Fué natural de Policio (Polizzi.) (Sicilia), y descendía de la fa­
milia de los Señorinos. Cuando solamente contaba dieciséis años fué

( 1) Pueden consultarse las siguientes obras donde se dan noticias de su vida:


Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, pp. 358 -60.— Biografía hispanc-capuchina, pp.
449 -453 .—V a l e n c i n a , I, pp. 137- 142 .— A l i c a n t e , ms. c., pp. 522 -533 .— J u a n d e M o n ­
z ó n , ms. c., pp. 286 - 8 .— F. d e G r a n a d a , o. c., pp. 65-67 y passim.—A. d e G r a n a d a ,
ms. c., pp. 16, 26 ss.
3&o LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

admitido entre los Capuchinos de la Provincia de Palermo (2 ). Más


tarde, y sin duda después de haber recibido el sacerdocio, era contado
entre los destinados a la fundación de Cataluña, donde desempeñó el
cargo de Maestro de novicios (3).
En el Capítulo provincial celebrado en Montecalvaiio, ei 2 7 de
septiembre de 159 6 , cuando se determinó fundar en Valencia y enviar
a ese objeto siete religiosos, entre ellos también se encontraba el P. Po­
licio, prueba inequívoca de la estima en que era tenido (4). En Va­
lencia fué designado primer Guardián y asimismo primer Maestro de
novicios, y durante ios cuatro años que allí estuvo desempeñando esos
cargos, gozó de la amistad del Patriarca, Beato Ribera, del futuro du­
que de Lerma, D. Francisco G. de Sandoval y Rojas, y del conde de
Benavente, D. Francisco Pimentel, cuando uno y otro fueron allí vi­
rreyes. Asimismo se esforzó en educar convenientemente a los que
entonces temaron el hábito y formarlos en el verdadero espíritu capu­
chino con sus palabras y más aún con su ejemplo (5).
Pasados esos años, cuando el conde de Benavente fué designado
Virrey de Nápoles, se llevó consigo al P. Serafín por su confesor. En
Nápoles no se olvidó en manera alguna de la Provincia de Valencia;
fueron verdaderamente muchos y extraordinarios los donativos que
le envió: cálices, imágenes, retablos, reliquias, etc.
Asistiendo al virrey en su propio palacio, no pudo en modo alguno
escapar a las intrigas palaciegas de aquellos que ambicionaban puestos
y recomendaciones, ocasionándole «grandes mortificaciones, por las
injustas quejas de los seglares y por el indiscreto celo de los religiosos,
que sentían sucediese lo que a Fr. Serafín no le era posible re­
mediar» (6).
Para obviar esos inconvenientes se retiró a su Provincia de origen,
Palermo, en busca de sosiego y de apartamiento. Pero, cuando se en­
contraba gozando de aquella quietud, le llegó 1a. noticia de haber sido
elegido Provincial de Valencia, al celebrar su primer Capítulo Pro­
vincial en 160 7 (7 ).
Como al siguiente año debía celebrarse en Roma el Capítulo Ge­
neral, siguió aún en Italia para asistir a él, el 23 de mayo de 16 0 R.

(2) A l i c a n t e , ms. c., p . 5 2 3 .


(3) Ibid.— Biografía hispano-capuchina, p. 449 .
(4 ) Libro da los Actos Capitulares de Cataluña, ms. c., ff. 5 - 6 .
(5 ) A l i c a n t e , ms. c., pp. 5 2 4 - 2 5 . Este cronista conoció personalmente al P. Po­
licio y en su obra no acaba de ponderar en largos párrafos lo que hizo para formar
a la Provincia de Valencia en el verdadero espíritu de la Orden: en la pura obser­
vancia regular, en la pobreza, en la penitencia y oración.
(6 ) Crónicas capuchinas, Parte cuarta p. 359 .
(7 ) F. d e G r a n a d a , o . c., p. 6 6 . — A l i c a n t e , ms. c., pp. 2 5 y 2 5 8 . Cfr. también
lo que arriba hemos dicho sobre cuándo tuvo lugar la celebración del primer Capí-
lulo Provincial de Valencia.
36 i

Vuelto a España en 1609, tiene lugar en Valencia el segundo Capítu­


lo Provincial en el mes de mayo, en el que es reelegido el propio
P. Serafín. Días después marcha a Madrid con intento de gestionar la
fundación del primer convento en la corte (8). Ya hemos referido lo
que trabajó en ello y asimismo lo que después hizo para llevar a cabo
otras seis fundaciones, poniendo en juego su influencia y valimiento
para alcanzar del rey y del duque de Lerma los necesarios permisos.
El P. Policio fué por temperamento y por carácter grandemente
emprendedor; no se paraba en dificultades ni le arredraban los con­
tratiempos, aunque viniesen de las más altas esferas; sabía por otra
parte componérselas con envidiable destreza y buscar recomendaciones
y aprovechar coyunturas hasta lograr su intento. Quizás le ayudase en
ello su modo de ser, por todos reconocido como sagaz y diplomático.
Aparte de esas bellas cualidades, que tanto le valieron, si quisié­
ramos tejer el panegírico de sus virtudes, no acertaríamos a escoger.
Por eso preferimos citar la autoridad del P. Anguiano, de quien son
estas alabanzas: «Su ejemplar vida era un espejo cristalino que ma­
nifestaba a propios y extraños la imagen de un perfecto fraile menor
y verdadero imitador de N. P. S. Francisco. Su lecho fueron siempre
dos desnudas tablas. Andaba sin sandalias, aun en el rigor del invierno.
Ayunaba casi todo el año, y a solo pan y agua muchísimas veces, y en
algunas Semanas Santas pasaba sin comida alguna. No usaba de la
túnica que concede la Regla, por más que los hielos le atormentasen.
Tejido de puntas de acero un cilicio, era su inmediata y continua cruz,
a que añadía, sin compasión alguna de su débil y macerado cuerpo,
sangrientas y dilatadísimas disciplinas. Su oración era continua, y pe­
regrina su paciencia y humildad» (9).
Pero ya desde que los Capuchinos' se instalaron en la casa del du­
que de Lerma en 1 6 1 0 , comenzó el P. Policio a padecer de gota, en­
fermedad que le aquejó luego toda la vida. Es verdad que al principio
no le impidió seguir con el cargo de Comisario y llevar a efecto las
fundaciones de los conventos ni aun visitarlos; pero poco a poco el
mal fué avanzando, hasta el punto de que le era forzoso guardar cama
casi de continuo, y únicamente por carta podía gobernar los religiosos.
Aun allí, en el retiro del convento y de su celda, era visitado de los
Grandes de España, títulos y Prelados y también del mismo Felipe III
que no se desdeñaba de sentarse en la esquina de su tarima y pasar
allí largos ratos de conversación (10 ).
El P. Policio estuvo gobernando Castilla hasta 1 6 1 7 . Cierto que,
en vista de su enfermedad, presentó varias veces la renuncia de su

(8 ) A l ic a n t e , m s . c ., p. 117.
(9 ) M a te o de A n g u ia n o , O. F. M . C a p ., El Paraíso en el desierto..., o. c.,
pp. 4 3 -4 4 .
(1 0 ) Ibid.— A lic a n te , m s. c ., p . 5 3 2 .— A . d e G r a n a d a , m s . c ., p . 4 2 .
362 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cargo y que por circunstancias especiales no se vió hasta ese año libre
de prelacias; pero, no obstante poseer muy bellas dotes de gobierno,
también forzoso es confesar con amargura que en el desempeño de
su cargo no fué tan desinteresado ni tan imparcial como fuera de de­
sear, sino, ai contrario, muy absoluto y sobradamente partidista. Por
ello no faltaron disgustos entre los religiosos, disensiones y frecuentes
quejas a los Superiores de la Orden, como ya hemos hecho notar (n ).
Fué por otra parte el P. Serafín muy aferrado a su modo de pen­
sar y de ver las cosas, particularmente en cuestión de fundaciones, no
ateniéndose en manera alguna al parecer de otros religiosos ni en cuan­
to a la elección de sitio ni. en cuanto al modo de edificar los conventos.
Por eso desgraciadamente casi todos los levantados durante su man­
dato, tuvieron que ser luego reedificados y, lo que es aún peor, fué
forzoso cambiar de sitio por resultar insano el primero.
Además: nc puede alabarse en manera alguna su intolerante em­
peño en no permitir que el gobierno de Castilla pasase a manos de
religiosos de la Custodia, sino que fuese gobernada por italianos, cuan­
do había en ella sujetos suficiemente capaces.
Por eso tenemos que decir, aun con dolor, que en medio de sus virtu­
des y bellas cualidades, que somos los primeros en reconocer, fué so­
bradamente amigo de armar intrigas y de quedar luego bien con to­
dos, de congraciarse con los Superiores para justificarse a sí mismo,
aun a costa de los demás.
Todo ello ie acarreó, como no podía por menos, enemistades y
despegos, y, aun por desgracia, desprecios de parte de los religiosos.
El mismo Felipe III, su amigo y confidente antes, le retiró su gracia
y amistad.
Vivía ya desde 1 6 1 7 en el convento de San Antonio muy enfermo,
sin decir misa, casi sin poder moverse, pero entregado de lleno a la
oración; por la mañana se le llevaba al coro y allí se estaba la mayor
parte del día.
El Patriarca, D. Diego de Guzmán, enterado de su situación física
y moral, Je persuadió marcharse de Castilla; el P. Serafín comprendió
a su vez la conveniencia, y, con pretexto de tomar baños en Alicante
y buscar clima más benigno, salió de la corte aun aparentemente con
honra. El Patriarca le consiguió un coche de las reales caballerizas y
que pudiese por despedida besar la mano al rey, quien «le hizo mer­
ced de una nobleza de mil ducados para que se le hiciese en nuestro
convento de Alicante una celda» (1 2 ).
Tomó allí los baños, que le sentaron tan bien, que pudo celebrar
misa; pero, entrado el invierno, se halló nuevamente impedido, y sólo
ayudado de muletas iba diariamente a la iglesia a oír misa y comulgar.

(11) A . d e G r a n a d a , m s . c ., p . 16.
( 12) Ibid., p. 50 .— A l i c a n t e , m s . c ., p . 532 ,— F. de G ra n a d a , o . c ., p. 52 .
RELIGIOSOS INSIGNES 363

Así vivió un año, entregado por entero a la oración y trato con Dios,
hasta el 18 de abril de 1 6 1 9 , en que falleció en el mencionado con­
vento de Alicante, «donde sus cenizas están estimadas y veneradas
con suma piedad de los fieles, deseando merecer su intercesión» (1 3 ).
2. Entre otros muchos religiosos que asimismo se distinguieron
esos años por su ciencia al par que por sus virtudes y santidad, me­
rece también puesto de preferencia el V. P. Francisco de Sevilla, lla­
mado «el águila de los predicadores».
En la ciudad del Betis vió la luz primera el 19 de marzo de 1 5 5 8 ; des­
cendía de la familia de los Vélaseos, y su nombre de pila fué también
el de Francisco.
Cuando entró capuchino contaba ya cuarenta años de edad; era
sarcerdote y asimismo llevaba ya bastantes años vistiendo el hábito
de mercedario en la Provincia de Andalucía. Su fama de excelente
predicador corría de boca en boca por varias regiones de España, y,
al venir a predicar a Madrid, llamó tanto la atención, que todos dieron
en llamarle «el águila de los predicadores, por el alto vuelo que to­
maba en sus asuntos, agudeza de ingenio y mucha erudición con que
se encumbraba y se aventajaba a todos los predicadores de su
tiempo» (14 ).
No contento además con la observancia común de las leyes, quiso
seguir la corirente de reformas entonces muy en boga, y llevarlas al
seno de su propia Orden en la Provincia de Andalucía. Pero, no se­
cundado en su intento, un tanto desengañado y asimismo víctima por
ello de contradicciones, se retiró a la Provincia de Valencia, donde
igualmente se dió a conocer muy presto como notable orador.
Deseoso de quietud y enemigo de aplausos, pidió formar parte de
la comunidad de Puig. Allí conoció a los Capuchinos cuando éstos se
acercaban a las puertas de aquel monasterio en demanda de limosnas.
Como en otro tiempo San Antonio en Coímbra, también él se sintió
animado a abrazar vida de más rigor, prendado de la mortificación
y virtud de los Capuchinos, cuyo hábito pidió y vistió luego el 29 de
mayo de 160 2 (1 5 ).
Justamente, casi por esas fechas, era elegido Superior de toda la
Orden Capuchina el futuro San Lorenzo de Brindis. Un año más tar­
de, cuando debía emitir su profesión, se encontraba San Lorenzo en
Valencia, haciendo la visita. Enterado de que el novicio había sido

( 13) M o n z ó n , ms. c., p. 288 .— F. d e G r a n a d a , o. c., p. 67 .


( 14) A l i c a n t e , m s . c., p. 4 2 5 ; su vida la describe en las pp. 425 -481 . Pueden
consultarse también: Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, pp. 191-212 .— Biograjía his-
pano-capuchina, pp. 373 -400 .— M o n z ó n , ms. c., pp. 289 - 304 .— V a l e n g i m a , o. c., I,
pp. 63-108 — N i c o l á s d e C ó r d o b a , Historia instrumental del convento de Antequera,
ms. c., ff. 37 - 50 .— Bullarium, O. F.. M . Cap., V, p. 364 .
( 15) Estadistic a°enerál de la Provincia de Valencia, o. c., núm. 68 .
364 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

antes religioso de otra Orden, mandó que inmediatamente se le des­


pidiese. No valieron súplicas ni recomendaciones, en que se ponían
de manifiesto las excelentes cualidades del novicio; San Lorenzo se
mostró inexorable. Esa su firmeza y energía de carácter le habían lle­
vado también, haciendo la visita en la Provincia de Cataluña, a privar
de voz y voto en los Capítulos a varios Padres, entre ellos, al P. Mi­
guel de Valladolid (16 ).
Hubo que recurrir al Beato Ribera, quien, ni corto ni perezoso,
mandó luego preparar su carroza, y, acompañado de otros dos Obispos,
de su Vicario y del duque de Gandía, se dirigió al convento de Ca­
puchinos de Valencia, pidiendo una entrevista con el P. General. Sólo
después de muchas razones se avino San Lorenzo, y, sin pérdida de
tiempo, allí mismo, en presencia dei Patriarca, le dió la profesión (1 7 ).
Formando parte de aquella Provincia siguió hasta 1609. Sin em­
bargo, ya en 1606 fué llamado a predicar a Jaén, donde obtuvo tan
resonante éxito, que el Ayuntamiento acordó pedir la fundación de
un convento, aunque de momento no se logró (18 ).
A Madrid pasó en 1609 para tomar parte en la fundación de aquel
primer convento. Al llevarse a cabo la toma de posesión en el Hospi­
tal de los italianos, el 1 2 de noviembre, fué encargado de predicar
el sermón de circunstancias ante los reyes, príncipes, grandes y Nun­
cio de S. S. Al mandato del P. Policio de que no tardase más de media
hora, fué tan obediente y «tan puntual, que, haciéndole señal de ella,
se dejó con la última palabra, que le cogió, sin más remate de sermón,
diciendo: «la obediencia me ha mandado no predique más ni pase
adelante» (19 ).
Desde entonces quedó agregado a la naciente Provincia de Casti­
lla y entró a formar parte de aquella primera comunidad de Capuchi­
nos de la corte. Todavía volvió a Valencia pero no para incorporarse
a aquella Provincia, sino para sufrir el destierro que le intimó el conde
de los Arcos, Mayordomo de la reina, por su libertad en reprender los
vicios, y, más que todo, porque, predicando en cierta ocasión a las
Capuchinas de Pinto, sus palabras fueron mal interpretadas (20 ).
Nuevamente se encontraba en Castilla en 1 6 1 4 , cuya cuaresma pre­
dicó en Alcalá de Henares (2 1 ), siendo luego enviado a Granada, como

(1 6 ) L ibro de los A ctos Capitulares d e Cataluña, m s . C., f . 14V .


( 17) A l i c a n t e , ms. c., p. 440 .
( 18) Cfr. V a l e n c i n a , o . c ., I, p. 201 . Según el P. Alicante, ms. c., pp. 441 -2 ,
estuvo también, en la corte el citado año 1606, llamado por el P. Miguel de Valla­
dolid, para que le ayudase a hacer las gestiones de la fundación, pero no nos pa­
rece probable.
(1 9 ) A lic a n te , ibid.
(20 ) 'Cfr. M o n z ó n , ms. c., pp. 300 - 301 , dcndi refiere lo sucedido.
(21 ) Así lo dice su biógrafo el P. Buenaventura de Valencia, citado por el
P. V a l e n c i n a , o. c., I, p. 56 .
RELIGIOSOS INSIGNES 365

Presidente de aquella fundación, de la que se había tomado posesión


el 24 de junio del mismo año. Mas, al llegar el invierno, como los
fríos le fuesen muy perjudiciales para la vista, que tenía en extremo
delicada, fué destinado al convento de Antequera. El cargo de Pre­
sidente fué el único que desempeñó en Castilla; mas en Valencia
había sido elegido Definidor en 1609 y lo era aún cuando marchó a
Madrid a la nueva fundación (2 2 ).
El P. Alicante, que le conoció personalmente, y el P. Juan de Mon­
zón, que recogió las noticias que se habían conservado frescas en la
memoria de los que con el P. Francisco de Sevilla habían convivido,
se extienden largamente en hacer resaltar las virtudes en que se dis­
tinguió, y sobre todo enaltecen sus dotes oratorias y los éxitos alcan­
zados en sus predicaciones. «Dióle también naturaleza las suyas, dán­
dole tedas las partes naturales que se requieren en un predicador;
dióle un aspecto grave, modesto, apacible, que le hacía venerable;
su rostro mortificado, pálido y macilento, que parecía el suyo más de
difunto que de hombre vivo; su barba cana y larga, su voz sonora
como la de un clarín, muy entera, y, cuando quería atemorizar a los
pecadores, parecía la trompeta del juicio la suya; su lenguaje fué claro,
cuerdo y sin ninguna afectación» (2 3 ).
A esa natural gracia y elocuencia juntaba «que sin afectar palabras,
jas hallaba muy propias para lo que quería explicar; mucha prudencia,
maduro juicio, razones fuertes y eficaces, y las acciones, que son la
principal parte del sermón, muy propias y naturales, juntamente con
una voz sana, clara, inteligible y sonora», a que añadía profundos co­
nocimientos de Teología y Sda. Escritura y asimismo ima extrordina-
ria gracia de ponderación y de moción que se comunicaba al auditorio
ya desde el principio (24 ).
A eso hay que juntar su fervor y celo en pro de la salvación de
laj almas, que le hizo alcanzar conversiones verdaderamente extraor­
dinarias, sobre todo, de pecadores de muchos años sin confesión y de
mujeres de mal vivir. Llegó luego a instituir siete congregaciones o
asociaciones de personas, que tenían por finalidad frecuentar los Sa­
cramentos, visitar hospitales y cárceles y reunir dotes para casar huér­
fanas y mujeres que se convertían.
Los historiadores están concordes en afirmar que fué él quien in­
trodujo en el pùlpito la costumbre de decir al comienzo del sermón:
«Sea alabado el Santísimo Sacramento». El «dió principio en Madrid
y otras partes de Castilla y Andalucía y Valencia en sus sermones a
hacer esta salutación, y comúnmente los predicadores dicen ahora en
los púlpitos. Y aunque a los principios se reían de él cuando comenzó,

(2 2 ) A l ic a n t e , m s. c ., p . 125.
(2 3 ) Ibid., p . 4 5 4 .
:24> Ibid.— C f r . t a m b ié n P . M o n z ó n , m s . c ., p . 2 9 2 .
366 LA PROVINOLA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

perseveró tanto, que quedó introducida y estampada en los corazones


de los fieles, de tal manera que ya causa admiración el dejarse de
decir en los púípitos, y en cualquiera fiesta del Santísimo Sacramento
guardan ios músicos para el remate de ella, cantándola con grande sua­
vidad y dulzura. De tal manera que a este siervo de Dios se le debe en
España esta devoción, como a Santo Domingo la del Rosario y a San
Bernardino la del nombre de Jesús» (2 5 ). Exhortaba además al pueblo
a que repitiese esa jaculatoria con ocasión de haber concedido el Beato
Ribera cuarenta días de indulgencia, y sobre todo cuando más tarde
Paulo V, a instancias de Felipe III, la enriqueció con indulgencia ple-
naria (26).
Así, con fervoroso celo, recorrió en sus predicaciones muchas ciuda­
des y pueblos de Valencia, Murcia, Alicante, Madrid, jaén, Gra­
nada, etc.
A todo ello hemos de añadir el viviente ejemplo de sus virtudes,
de Jas que se hacen lenguas sus biógrafos, sobre todo, de su pobreza,
humildad, obediencia y devoción especialísima al Smo. Sacramento y
a la Sma. Virgen. Realizó en su predicación y con su vida hechos mara­
villosos, y obró prodigios extraordinarios, «como consta todo de seis
procesos auténticos, que se hiciern del progreso de su santa, religiosa
y prodigiosa vida» (2 7 ).
De edad avanzada y casi ciego moría en el convento de Antequera
con fama de santidad el 27 de diciembre de 1 6 1 5 . «Escribió su vida,
tomando informaciones auténticas, el P. Fr. Buenaventura de Va­
lencia» (28).

(25 ) M o n z ó n , ms. c., p. 303 . Así lo afirma también el P. J o s é d e M a d r i d ,


Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, p. 198, donde dice que fue el primero que en
los reinos de España, singularmente en Madrid y Valencia, estiló el decir al prin­
cipio: -xSea alabado el Santísimo Sacramento y la Purísima Concepción de nues­
tra Señora:», a que Felipe IV mandó se añadiese: «Concebida sin mancha de pe­
cado original en el primer instante de su ser natural.»
(2 6 ) A l ic a n t e , m s. c ., p. 466.
(2 7 ) M o n zó n , m s. c ., p. 304.
(2 8 ) E l P. d e G r a n a d a , o . c ., pp. 5 0 - 5 1 , y el P. C ó r d o b a , Brevis noti-
F é lix
tia, o. c., p. ponen la fecha de su muerte en el año 1 6 1 8 , y así lo hemos con­
41,
signado también en nuestro Necrologio, p. 3 2 0 , 2 7 de diciembre, pero creemos más
exacta la fecha de 1 6 1 5 .
Dicha vida, escrita por el P. Buenaventura de Valencia, que constaba de cinco
o seis libros o partes, se conservaba en el Archivo Provincial de los Capuchinos
de Andalucía anteriormente a la exclaustración de 1835, pero luego se perdió.
Quizá sea esa misma vida la que se conserva en el Archivo Provincial de los Capu­
chinos de Bolonia con el siguiente. título : «Vida y milagros del P. Francisco de
Sevilla escrita por el P, Buenaventura de Valencia, con laaprobación del Obispo
de Segorbe en 24 de marzo de 1623 .» Ms. : voi. en 8 .° de 26 hojas.Cfr.Amlecta
O. F . Ai. Cap., X X IX ( 1913), p. 93-
Y e n e s e m is m o a r c h iv o s e c o n s e r v a t a m b ié n esta m u y in te r e s a n te o b r a , d e b id a
p r e c is a m e n t e a la p lu m a del P. F r a n c is c o de S e v i l l a : Raccolta autentica ài d e­
posizioni e testim oncm ze giuraté fa tts nd 1611 su la v irtù e fam a d i santità di pa-
RELIGIOSOS INSIGNES 367

3. Uno de los cronistas primitivos califica al mencionado P. Fran­


cisco y al P. Juan de Viliafranea, del que nos vamos a ocupar, de
«varonas de macha santidad y raros ejemplos», y añade que, si del
P. Francisco se había escrito su biografía, «del P. Fr. Juan se podría
hacer la misma diligencia, que no menos lo merecía su gran celo y
santa vida» (2 9 ).
Su nacimiento tuvo lugar en 15 7 6 . Fué «caballero bien nacido, na­
tural de Viliafranca de Vizcaya; vino a este reino de Valencia con los
señores condes de Benavente, cuando vinieron el año 15 9 7 por vi­
rreyes de él, a quien sirvió de secretario de cifra y de quien fué muy
querido por su calidad, buen proceder y fiel trato y mucho más por
su mucha virtud de que trataba, aunque caballero mezo» (30).
Tomó el hábito capuchino en Valencia el 1 1 de junio de 1 6 0 1 .
Por su mucha virtud y prudencia le obligaron pronto ios Superiores
a aceptar el cargo de Guardián del convento de Ollería, que desem­
peñó dos veces consecutivas y en el que aun estaba cuando el P. Po­
licio le llevó consigo a la fundación de Madrid (3 1 ).
Hay que contarle, consiguientemente, entre los fundadores de nues­
tra Provincia de Castilla, y por cierto no de los menos principales. £1
fué el primer Superior del convento de San Antonio del Prado, y en
ese cargo siguió hasta febrero de 1 6 1 7 . Pero además: vino a ser como
el lugarteniente del P. Comisario, Serafín de Policio, primero al tener
éste que ausentarse a Valencia, por ser Superior Provincial de allí, y
luego por estar muy enfermo de la gota. De tal manera que sobre el
P. Juan recayó el peso del gobierno del convento de San Antonio y
también el de toda la Custodia en muchas ocasiones (3 2 ).
Así fué parte muy principal para echar los fundamentos de la
Provincia de Castilla en la mayor pobreza, observancia regular y
extremado rigor de ayunos y de vigilias, de casi perpetuo silencio, de
vida recogida, hasta el punto de que no se trataba con seglares ni salía
del convento sino para cosas muy necesarias, y siempre con los pies
descalzos, sin permitirse siquiera las sandalias (33). Era, por otra parte,
muy celoso del culto divino y de que el rezo en el coro se llevase con
mucha pausa y gran solemnidad.

recchi reiigiosi di delta Prov. \Valetiza] per opera del P. Francesco de Sevigiia, D e-
finitore.— Vol. en 8 .“ de 142 folios (Cfr. Ibid.).
(29 ) F. d e G r a n a d a , o. c. pp. 5 0 - 5 1 . Hablan también del P. Juan de Villa-
franca las Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, pp. 3 3 8 - 4 0 . — Biografía hispano-capu-
china, pp. 4 3 8 - 4 4 0 , q u e no hace sino copiar las Crónicas.— A l i c a n t e , ms.pp.6 3 4 -
641 .— M o n z ó n , ms. c., pp. 3 3 5 - 3 4 0 . — Bullarium O.F. A i . C a p V, p. 364 .
(30 ) Alicante, ms. c., pp. 634 -35 .
(3 1 ) Ibid.
( 32) Ibid.
(.33) Ibid-
368 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

No queremos bajar a otros pormenores de su vida ni recordar otras


virtudes en que fué modelo y ejemplar; pero no podemos por menos
de ver en él a uno de los paladines de la independencia de la Provin­
cia de Castilla. „
En 1 6 1 1 moría en El Escorial la reina Margarita de Austria, esposa
de Felipe III. Había sido grandemente devota de los Capuchinos; por
eso, en nombre y representación de todos, allá acudió el Superior de
San Antonio, P. Juan, para visitarla y asistirla en su enfermedad, como
lo hicieron a su vez otros muchos religiosos (34).
Siguió de Superior de Madrid, y en 1 6 1 5 , año en que Castilla co­
menzó a regirse como Custodia, por Comisario y Definidores, fué tam­
bién elegido Definidor el P. Ju2n, así como luego en el Capítulo de
1 6 1 7 , en el que fué al propio tiempo designado Guardián de Gra­
nada (35).
Pero aquí comienza su prueba y su calvario. Dicho Capítulo Pro­
vincial fué presidido por el P. General, Pablo de Cesena, y en él vol­
vieron los religiosos a renovar sus instancias para conseguir fuese Cas­
tilla erigida en Provincia con los siete conventos que entonces tenía.
Todo fué en vano; el P. General no quisó acceder en manera alguna.
El P. Juan de Villafranca marchó a su convento de Granada, aun­
que decidido a llevar adelante aquel justo empeño. Escribió con tal
objeto varias cartas al duque de Lerma, pero sucedió que, al contestar
a una de ellas, le prometía el duque que a su tiempo daría S. M. Pro­
vincial a los religiosos. Esa carta, llevada al convento de San Antonio,
fué leída por quien no debía, y, como suele suceder, nara congraciar­
se con los Superiores dió aviso de todo al P. Iluminado de Mesina,
que era entonces Comisario de Castilla, quien se enteró de todos los
tejes y manejes de los descontentos. Como resultado de todo, el P. Ge­
neral, sabedor a su vez de lo pasaba, envió seguidamente su obedien­
cia al. P. Juan de Villafranca para que fuese a Marsella a entrevistarse
con él o recibir órdenes suyas que allí se le darían. «Y no sería otra
— acota un cronista— , sino que el Guardián le pusiese en cárcel y le
diese aviso» (36).
Todo se hizo así. A los pocos días, el P. Villafranca recibía la obe­
diencia del P. General y se ponía en camino para su destierro. Pero
entonces se enteraron los religiosos de todo lo sucedido; y el asunto
de la mencionada carta, las muchas quejas de los religiosos contra el
P. Iluminado y otras causas dieron lugar a que éste se viese obligado
a salir de España y dejar su cargo, como ya expusimos en la primera
parte. Mientras tanto el P. Juan había llegado a Valencia; una orden
de Felipe III, intimada por su virrey el duque de Feria, hizo no si-

(3 4 ) F . de G ran ad a, o . c ., p . 2 4 .— A . d e G r a n a d a , m s . c ., p p . 4 3 - 4 6 .
(3 5 ) F. de G ran ad a, o. c ., p . 4 5 . — ED , c . c .,. p . 6 .
(36) F. de G ran ad a, o . c ., p. 47.
RELIGIOSOS INSIGNES 369

guíese adelante. Por fin, y sin duda alguna después de la celebración


del Capítulo General, el 1 de junio de 1 6 x8, regresaba a Madrid (37).
Pero ? los pocos días fallecía en la corte «con grande aprobación
de su santa y religiosa vida, y hay de él muchas memorias en la Pro­
vincia de Castilla por haber sido su santidad no vulgar en todo gé­
nero de virtudes» (38).
El P. Juan de Monzón recogió de labios de los que le conocieron
y trataron muy en la intimidad, los datos de su vida y los encomios
de sus muchas virtudes. Y, al trazar su biografía, hace resaltar su vida
interior de trato continuo con Dios y el amor a la oración; su hu­
mildad aun en medio de los muchos cargos que desempeñó; su
castidad en palabras y sentidos; su mortificación en todo y su peni­
tencia, hasta el pumo de que nunca usó sandalias; y finalmente su
amor a la pobreza, siendo, según un testigo presencial, «no sólo po­
bre en una cosa, sino generalmente en todas: en la comida, en el
vestido, en la celda, en la cama y en todo lo demás que tocaba a su
persona y a todo el convento, así súbdito como cuando Prelado; abo­
rrecía cualquiera diligencia que se ponía en aderezar la comida y
guisarla con alguna curiosidad, pareciéndole tiempo perdido y muy aje­
no de lo que conviene a religiosos» (39).
Falleció en el convento de San Antonio, en la festividad de las Lla­
gas de S. Francisco, 1 7 de septiembre de 1 6 18 , en gran opinión de
santidad, que Dios manifestó luego, pues a los quince años de su muerte,
en ocasión en que los religioss entraron en la bóveda donde estaba
enterrado para sacar el cuerpo del conde de Peñaranda, que allí había
recibido también sepultura, encontraron el cuerpo del P. Juan entero
e incorrupto, sin mudanza alguna ni aun siquiera mal olor (40).
4. Como el P. Vi'ilafranca fué también paladín de la independen­
cia de Castilla el V. P. Severo de Lucena, noble e ilustre por su san­
gre y más noble aun y más ilustre por sus virtudes (4 1 ).
Se llamó en el siglo Martín Tobar Fernández. No sabemos las cir­
cunstancias especiales que le movieron a tomar el hábito capuchino,
que recibió el 5 de noviembre de 15 9 2 en el convento de Barcelona.
Tres años después de su profesión, y cuando aun era Corista, fué
destinado por los Superiores para llevar a cabo la fundación de Va-

(3 7 ) Ib id ., p. 48— A. d e G ran ada, ms. c., pp. 4 3 - 4 6 .


(3 8 ) A. de G r a n a d a , ibid.— A l i c a n t e , m s . c ., p . 640.
(3 9 ) M o n z ó n , m s . c ., p . 335.
(4 0 ) Ibid., p. 339.
(4 1 )Cfr. M o n z ó n , ms. c., p. 3 4 8 . L a vida del P. Lucen¡a ladescribe este cro­
nista en las pp. 3 4 8 - 3 5 0 , o mejor dicho, copia al pie de laletra, como élmismo
dice, el Epitome de su vida impreso por D. Sebastián de Tobar. Véase también
su biografía en: Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, pp. 6 7 0 - 6 7 2 . — Biografía hispcmo-
capvxhina, que copia al pie de la letra las Crónicas.— V a l e n c i n a , o . c., I, pp. 2 3 8 - 2 6 5 .
370 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

lencia en 159 6 (4 2 ). Allí debió ordenarse, con toda probabilidad, en


159 9 , y por algunos años siguió formando parte de esta Provincia.
En 1609 habia vuelto a incorporarse a su Provincia de origen, Ca­
taluña. Y cuando en el mes de septiembre de dicho año desembarcaba
en Barcelona San Lorenzo de Brindis^ embajador del Papa y del em­
perador ante Felipe III, se le señaló por compañero al P. Severo de
Lucena. Con él vino a la corte, le ayudó a gestionar sus asuntos, sir­
viéndole con toda seguridad de intérprete, y en Madrid se encontraba
aún cuando tuvo lugar la fundación y toma de posesión del primer
convento, cuyos trámites nos describe con escrupulosa minuciosidad en
sus cartas.
Luego que San Lorenzo terminó en España sus asuntos y embajada,
el P. Severo volvió a Madrid y entró a formar parte de aquella co­
munidad, quedando agregado definitivamente a la naciente Provincia.
Desde entonces fué muy notable la parte que tuvo en la propagación
de la Orden en Castilla y en Andalucía con su influencia y asimismo
con su cooperación personal.
No fué ciertamente el P. Lucena insigne predicador ni estaba do­
tado, al parecer, de grandes cualidades oratorias; pero, aparte de sus
muchas virtudes, era excelente consejero y poseía el don de gentes,
que en aquellos primeros tiempos de expansión y fundaciones fué de
grandísima utilidad. Tenía mucha amistad con el duque de Lerma y
con otros personajes nobles e influyentes, y no sólo estaba emparenta­
do, sino que era hermano de D. Sebastián de Tobar, uno de los se­
cretarios de Felie III, que lo será también luego de Feüpe IV. Todo
ello hacía del P. Severo un hombre experto en la tramitación de los
negocios, sagaz para llevarlos a cabo, finamente diplomático y poderosa­
mente influyente para conseguir favores y gracias, lo que aprovechará en
bien la Orden.
Uno de sus mayores deseos era precisamente verla propagada tam­
bién en Andalucía. Una ocasión magnífica se le vino de improviso a
las manos. En 1 6 1 3 se presentaba en la corte un caballero antequerano
con pretensiones de conseguir un hábito de Santiago. Muchas- dificul­
tades surgieron, pero al fin de cuentas se alcanzó tal favor, gracias a la
influencia del P Lucena con el duque de Lerma. Aquel caballero cum­
plió !a promesa de gestionar una fundación de Capuchinos en Anteque-
ra, cuya posesión se tomó en octubre de 1 6 1 3 por el P. Severo de Lu­
cena y el P. José de Linares.
Asegurada aquella fundación, trabajó incansable hasta conseguir lo
propio en Granada, y con tanto éxito, que el 24 de junio de 16 14 po­
día tomar ya la posesión.
Cuando aun se encuentra en Granada le llega la noticia de la vic-

( 42) Libro de los Actos Capitulares de Cataluña, m s. c., f. 6r.


RELIGIOSOS INSIGNES 371

toria obtenida por las armas españolas de haber tomado en el mes de


julio la plaza de la Mámora. Le falta tiempo para escribir a su her­
mano, D. Sebastián de Tobar, una carta fechada en Granada el 9 de
septiembre, en la que le pide interponga su valimiento ante el rey para
que a la nueva plaza conquistada a los moros, se le cambie el nombre
por el de San Miguel y se encomiende al santo Arcángel su custodia
para que no vuelva a caer en manos de los enemigos. No se hizo de
momento, pero más tarde el propio hermano del P. Severo lo volverá
a pedir a Felipe IV, quien así lo mandó el 15 de junio de 16 4 3, como
también el que los ejércitos y armas de S. M . Católica se pusiesen
bajo la protección de! glorioso San Miguel, según la insinuaba también
el P. Severo en la mencionada carta (4 3).
No se contentó con propagar y extender la Orden por Andalucía;
trabajó también cuanto pudo por conseguir que Castilla fuese erigida
en Provincia, lo que le acarreó no pocos sufrimientos. Ya hemos hecho
notar lo poco condescendiente que estuvo el P. General, Pablo de Ce-
sena, con los deseos de los castellanos en ese punto; pero sobre todo
se mostró muy desabrido «y en particular atropelló al P. Fr. Severo
de Lucena al despedirse con un andate via... tan riguroso que cerró
las puertas a la confianza de muchos para no verle más la cara» (44).
Si quisiéramos detenernos en la narración de sus virtudes y de los
dones y favores que el cielo le otorgó, forzoso nos sería alargarnos
demasido; lo resumimos, así como su vida, en las siguientes palabras
con las que el hermano del P. Severo hacía su apología ante el rey, di­
ciendo que fué «fundador de su Orden en estos reinos de Castilla y
Andalucía; religioso de suma aprobación, muy observante en las obli­
gaciones de su estado, con admirable rendimiento de la voluntad; en
!a& fatigas, refugio alegre y de consuelo para los afligidos; piadosísi­
mo y suave edificador de los ánimos que le consultaron; ejemplar san­
tamente envidiado de los Padres superiores y súbditos de su Religión,
a quien asistió y gobernó; aplaudido también en las estimaciones de

(43 ) Cfr. N i c o l a u s a C o r d o b a , Brevis notitia, o. c., pp. 62 -68 , donde repro­


duce la carta del P. Severo, el memorial de su hermano y el decreto de! rey. No
obstante que se ha escrito que no se cambió el nombre de Mámora por el de San
Miguel de Ultramar hasta el Consejo de Guerra de 2 de octubre de 1664 (Cfr.: «Me­
morial al rey Felipe IV de D. Sebastián de Tobar, en que, apoyado en lo que ha­
bía anunciado su hermano el V. S. de Dios Fr. Severo de Tobar, de cuya vida
y muerte incluye una relación, pide que a la plaza de Mámora se le ponga el nom­
bre de San Miguel, dedicándose a este santo; lo que se verificó a consulta del
Consejo de Guerra de 2 de octubre de 1664.»), sin embargo podemos asegurar, por
muchos documentos, que ya se le llamaba San Miguel de Ultramar al menos des­
de 1645. Con ese nombre será conocida luego dicha plaza en la historia y así
se hace constar en los documentos oficiales. Con ella está íntimamente ligada la
historia de ¡a imagen de Jesús Nazareno, que hoy veneramos los Capuchinos en
nuestra iglesia de Madrid.
(44 ) F . d e G r a n a d a , o. c., p. 46 .
372 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cuantos le trataron, príncipes y particulares; sujeto reconocido en le­


tras, espíritu y capacidad y venerado por las virtudes y perfecciones en
que resplandeció» (4 5).
Los cargos que desempeñó en la Orden y en la Provincia de Cas­
tilla fueron el de Presidente, primero, y Guardián, después, del con­
vento de Antequera desde 1 6 1 5 hasta 16 18 y desde 16 2 2 hasta su fa-
llacimiento (46), que tuvo lugar en el mencionado convento el 20 de
enero 16 2 4 , con gran fama de santidad, como lo publican bien a las
claras las cartas que el P. Hermenegildo de Montblanc, residente tam­
bién en Antcquera, escribió a su hermano a raíz de la muerte (4 7), y
lo atestigua asimismo el proceso informativo que hizo el Obispo de
Almería, D. Fr. Antonio Biedma, Dominico. De ese proceso se reco­
piló una vida que más tarde imprimió el hermano del P. Severo, D. Se­
bastián de Tobar (48).
Cerramos su biografía con las palabras de un historiador contem­
poráneo, el Maestro Gil González Dávila, que sin duda debió cono­
cerle: «Fué Fr. Severo de Tobar, natural de Málaga, varón de tan
grande santidad, que mereció por ella el título de santo, que le da
la ciudad de Antequera, donde murió en el Señor. Revelóle Dios la
hora de su fin y el lugar donde moriría, y otras cosas que tocaré en
su lugar» (49).

(45 ) Cfr. C ó r d o b a , o. c., p. 63 , en que reproduce el memorial de D. Sebas­


tián de Tobar.— Cfr. también: «Memorial dado a la Católica Magestad del Rey
nuestro señor Felipe I II . Sobre la invocación y devoción del Glorioso Arcángel
S. Miguel, Capitan general de los Exercitos del Cielo.» Madrid, 1643. Impreso: 6
folios numerados. Contiene este documento el memorial de Tobar, una carta de
éste, epítcme de la vida del P. Severo y dos cartas del P. Hermenegildo de Mont­
blanc. (B. de la Academia de la Historia.— «Papeles de Jesuítas», t. óx, f. 14).
(46 ) E D , pp. 5- 10. '
(47 ) Cfr. el mencionado Memorial de Tobar y V a l e n c i n a , o. c., I, pp. 259 -
262 , que copia literalmente dichas cartas.
(48 ) Lleva el siguiente título: «Epítome de la vida y dichoso tránsito del sier­
vo de Dios, Venerable y venerado Padre Fray Severo de Tobar, por el Iiustrísimo
y Reverendísimo Señor D. Fray Antonio de Biedma, de la Orden de Santo Do­
mingo, Obispo de la Santa Iglesia de Almería, del Consejo de S. M., etc.»
(49 ) M. G. G o n z á l e z D á v i l a , Monarquía de España. Historia de la vida y h e ­
chos del ínclito monarca... D . Felipe III, Madrid, 1771, p. 179 .
CAPITULO XI

C o n f e s o r e s d e r e y e s

i. El P. Diego de Quiroga. Su actividad diplomática. Su personalidad.—


2 . El P. Alejandro de Valencia. Su influencia y su valer.

i. Fué el tantas veces mencionado P. Quiroga una de nuestras


mejores glorias en aquel siglo. «Basta sólo el nombrarle— dice el P. To­
rrecilla— , no sólo para su mayor alabanza, sino para gloria de la Ca­
pacha y de toda la nación española» (i). Su personalidad bien merece
un estudio más extenso, por lo que representa en la Europa de media­
dos del siglo xvn (ia). Concretaremos las noticias más importantes de
su vida.
Fué, como fácilmente se comprende, natural de Quiroga (Orense),
en aquel entonces arciprestazgo y perteneciente al arcedianato de Ro­
bleda, diócesis de Astorga (2 ). Allí nació el 16 de agosto de 15 7 4 (3).
Unos le hacen descendiente de la Casa de Pol (4); otros, de los Qui­
roga y Losada (5), y otros de la de Somoza y Mezquita (6), familias
todas ellas ilustres de Galicia.
En su juventud se mostró partidario y seguidor de las armas:
quiso correr la suerte de los ejércitos españoles que en Flandes y en
•Francia se batían heroicamente, llegando a obtener el grado de Alférez.
Su valentía se puso bien a prueba en el cerco de la plaza de La Fére

(1 ) T o r r e c illa , A pologema, p. 296.


(la) Véase nuestro estudio: t i Padre Diego de Quiroga, diplomático y confesor
da reyes ( 1574- 1649), en. Estudios Franciscanos, 50 ( 1949), pp. 71 - 100.
(2) J u a n S o b r e i r a S a l g a d o , Galicia ilustrada. Ms. 12-21 -7-121 de la B. de la
Academia de la Historia.
(3 ) Cfr. nuestro Necrologio, o. c., p. 252 .
(4 ) Cfr. Cenni biografici e ritratti di Padri illustri dell’Ordine Cappuccino meri­
tevoli e renunziantti a dignità ecclesiastiche del 1570 al 1850 , t. I l i , Roma, 1850,
pp. 52 -54 .— Bullarium, V, p. 364 .
(5) F. d e l a G á n d a r a , Nobiliario, armas y triunfos de Galacia, hechos heroicos
de sus hijos y elogios de su nobleza, Madrid, 1677, p. 285 .
(6) Noticias de la Casa de Quiroga. «Colección Salazar», Ms. E - 2 , p.' 260 (B. de
la Academia de la Historia). Sus padres serían D. Gonzalo Sánchez de la Somoza
y IX* Isabel de Mezquita.
374 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

por Enrique IV de Francia. Disfrazado de labriego, fué detenido por


el enemigo como espía y condenado a la horca por no querer revelar­
los secretos que se le habían confiado; mas, por amenazas del general
español, se le perdonó la pena y se le puso en libertad. Le quedó, sin
embargo, un triste recuerdo para toda la vida: un fuerte dolor de ca­
beza, efecto del tormento que en aquella ocasión le dieron (7 ).
Quizá desengañado por aquello, al volver a España dió un valiente
adiós al mundo y vistió nuestro hábito en la Provincia de Cataluña, en
el convento de Figueras, el 3 de junio de 159 8 , donde asimismo pro­
fesó al siguiente año (8). No sabemos cuándo haya recibido la orde­
nación sacerdotal; en 1609, al pasar a la fundación de Castilla, ya era
sacerdote y predicador (9).
La Provincia de Castilla le es deudora de innumerables servicios por
él prestados en la fundación de varios conventos, sobre todo del de To­
ledo, cuya posesión tomó el 4 da marzo de 1 6 1 1 (10 ), y del de Sala­
manca, cuya posesión tomó también a fines de la cuaresma d e i 6 i 4 (n ).
Sus dotes de «prudencia, virtud y letras», por una parte (1 2 ), y por otra
sus excelentes dotes de orador (1 3 ), le abrieron paso a través de las
muchas dificultades surgidas.
Tales créditos debió alcanzar en los pocos años que contaba de re­
ligioso, que la Provincia de Valencia le elegía por su Superior el 30 de
enero de 1 6 1 5 , al celebrar su octavo Capítulo provincial, siendo «reci­
bido con general aplauso de toda ella por sus muchas y singulares pren­
das» (14 ). Gobernó aquella Provincia hasta el 7 de diciembre de 16 18
(1 5 ), y al cesar, en vez de volver a Castilla, se retiró al convento de Mur­
cia, hasta fines de 1 6 2 1 . Viene a sacarle de aquel retiro la llegada a
España del capuchino P. Jacinto Natta de Casal, Legado del Papa y en­
viado extraordinario del emperador Fernando II, que entró en Madrid
el 16 de diciembre de dicho año (16 ). Poco después llamaba al P. Qui-
roga para que le ayudase en su empresa de conseguir de Felipe IV nue-

(7 )J. d e C a r a m u e l, Theologia moralis fundamentalis, Lugduni, 1657, p. 90 .


(8 ) Analecta O. F. M . Cap., V II ( 1891), pp. 350- 51 .
(9) F. d e G r a n a d a , o. c., p. 19.
( 10) Ibid., p. 25 .
( 11) Ibid., p. 36 .— D o r a d o , Historia de Salamanca, o. c., p. 462 .
(1 2 ) M o n z ó n , Erario divino, m s. c ., f. 25.
( 13) Cfr. Actas Capitulares de Toledo, t. 26 ( 1611 - 1614), miércoles, 15 de fe­
brero de 1612.—Actas Capitulares de Salamanca, 1614, 3 de septiembre. En ellas
consta que al poco tiempo de su llegada a esas ciudades ya le fueron encomendados
sermones de compromiso en la Catedral.
( 14) A n t o n i o d e A l i c a n t e , O. F. M. Cap., Primera parte de las Chrcmicas de
los Capuchinos de Valencia, ms. c., p. 423 , n. 331 .
( 15) Ibid., p. 483 , n.° 1.
_ ( 16) F. d e G r a n a d a , Anales, o. c., pp. 58- 59 .— V e n a n z io d a L a g o s a n t o , O. F. M.
Cap., Apostolo e diplomático, o il P. Giacinto dei Conti Natte da Cósale Monferrato,
Milano, 1886, p. 213 .
Co n feso r es d e reyes 375

vos socorros para Alemania, o al menos que no retirase los que allí
había (1 7 ).
Mientras el P. Casal se encuentra en Madrid gestionando sus asun­
tos, las cosas de Alemania empeoran y se ve obligado a enviar al P. Qui-
roga con cartas para el emperador y el duque Maximiliano, a fin de
que los ponga al corriente de lo que había conseguido ya en Madrid.
En esa ocasión hizo del P. Quiroga grandes elogios, diciendo al em-
peradot Je escuchase como si fuera él mismo, sin desconfanza alguna,
pues era religioso de grandes cualidades, sólo amante del verdadero
bien de la religión, como podría decir el de Oñate, embajador de Es­
paña en Viena¿ que le conocía. Y en la carta al duque Maximiliano
añadía: «Es hombre de gran talento y la mejor cabeza conocida; es
español de nación, pero un verdadero israelita de corazón; habla el
francés y sabe todos los secretos de la corte, donde es estimadísimo de
los principales ministros; no digo sino que V. A. puede creerle y con­
fiar como a mí mismo» (18 ). Poco después, el P. Jacinto se ve obliga­
do por las circunstancias a marchar a Alemania, mientras deja en Ma­
drid al P. Quiroga encargado de ultimar sus asuntos (19 ).
Meses después, por diciembre de 16 2 2 , era elegido Ministro Pro­
vincial de Castilla, siguiendo en dicho cargo hasta el 18 de mayo de
16 2 7 (2 0 ). Esos años fueron prósperos en acontecimientos, en los que
el P. Quiroga tuvo parte muy principal.
En marzo de 16 2 3 entraba de incógnito en Madrid el Príncipe de
Gales. Sus intentos eran merecer la mano de la Infanta María de Aus­
tria, hija de Felipe III. El mayor obstáculo que hubo para el casamien­
to fué, sin duda alguna, el ser protestante. Se tuvieron varias juntas de
teólogos, en las que se discutió lo que debía hacerse. Sobre todo fué
muy señalada la del 26 de mayo, en la que se reunieron hasta cua­
renta teólogos; entre ellos se encontraba también el Provincial de Ca­
puchinos, P. Diego de Quiroga. Todos ellos debían dar su parecer por
escrito; el P. Quiroga dió el suyo, pero contrario en un todo al casa­
miento (2 1 ).
Como último recurso se intentó también su conversión, y para ello
se determinó que algunos teólogos tuviesen con el Príncipe algunas
conferencias sobre religión. Fueron escogidos el confesor del rey y el
P. Quiroga, al que luego se juntaron también los PP. Pedro de Barbas­

te) Ibid.
( 18) V. d a L a g o s a n t o , o. c ., pp. 228 -29 .
( 19) Ibid.
(20 ) E D , o. c., pp. 10- 12.
(21 ) G G. D á v i l a , Teatro eclesiástico de las iglesias metropolitanas y catedrales
de los reinos de las dos Castillas, t. I, Madrid, 1645, pp. 119- 121, pone los nombres
de cuantos asistieron a dicha Junta en el Palacio Real, en la gran sala donde los
íeinos de Castilla celebren sus autos, y entre ellos pone también al P. Quiroga.—
Cfr. asimismo T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., p. 296 .
376 La p r o v in c ia d e f f . m m . c a p u c h in o s d e c a s t il l a

tro, de la Provincia de Aragón, y Zacarías Boverio, el tan conocido cro­


nista de la Orden, quien en aquella ocasión compuso en muy poco tiem­
po su obra Orlhodoxa consultatio de ratione verae fidei et Religionis
amplectandae (2 2 ). Sin embargo, nada se consiguió, y, en consecuencia,
el Príncipe se volvió en septiembre a Inglaterra sin haber logrado su
pretensión.
Por esas mismas fechas se ocupó también del memorial que el
P. Juan de la Solana, de la Regular Observancia, sacó a luz, en el que
se hablaba en contra de los Capuchinos. Logró que el Santo Oficio lo
mandase recoger y que su autor se retractase (2 3 ).
Por eso mismo no pudo hacer entonces la visita reglamentaria a los
conventos de Andalucía; tuvo que hacerla en pleno invierno; pero fue­
ron tantas las dificultades que encontró y los sufrimientos que experi­
mentó en los viajes, que decidió trabajar con todo ahinco para que se
efectuase la división de la Provincia de Castilla, como se logró en el
Capítulo general del 16 de mayo de 16 25 (2 4 ).
Poco después se concertaba el matrimonio entre la Infanta María
de Austria con el rey de Hungría, Fernando III. En 1628 se hacían los
preparativos de lo que debía formar la casa de la Infanta y futura reina
y se trató también la cuestión de quién habría de ir por su confesor.
Naturalmente, a los que vivimos en el siglo xx nos parece esa cuestión
cosa de muy poca monta, pero en aquel entonces se llegaban a celebrar
con tal objeto juntas extraordinarias nada menos que del Consejo de
Estado; el confesor, más bien que elegido, era en cierto modo impuesto.
Así iba a suceder también en este caso. Se entabló entonces un verda­
dero pugilato entre quién debía ser: si un capuchino, el P. Diego de
Quiroga, o un jesuíta, el P. Ambrosio de Peñalosa. Las razones de
Estado estaban a favor del jesuíta; así lo pedía, por otra parte, también
el emperador, futuro padre político de la Infanta. Pero «habiendo mos­
trado mi hermana— decía Felipe IV a la Junta de Casamiento— más
inclinación a querer confesarse con Fr. Diego de Quiroga que con
religiosos de la Compañía», pregunta a la Junta se tomen los pareceres
y votos. De los once que la forman, ocho dijeron terminantemente que
la Infanta debía tener libertad para elegir y «pues para su consuelo y
satisfacción hace elección de persona de tanta aprobación y virtud
general, buena y santa opinión» (Marqués de Gelves) y «concurriendo
en este religioso tantas partes de virtud, letras, santidad y opinión y
ser sujeto muy a propósito para lo mismo... ninguno puede ir a Ale-

(22 ) Se imprimió en Madrid, en 1623 ; de ella existe una segunda edición hecha
en Viena, en 1626, y otra en Madrid, en 1633 . Está dedicada al Príncipe y escrita
en latín muy elegante.
(23 ) V. supra, p. 93 . También trae esos documentos el P. T o r r e c i l l a , Apo\¿-
gema, pp. 3 -4 .
(24 ) V. supra, p. n 6 ss.
CONFESORES DE REYES 3 77

inania de más aprobación» (Duque de Feria) que el P. Quiroga, a quien


los restantes consejeros prodigaron también sendas alabanzas (2 5 ).
De hecho el 15 de agosto de 16 2 8 'el P. Quiroga era nombrado por
el rey confesor de la Infanta y reina de Hungría, con todos los emolu­
mentos (26). Días después el embajador de Alemania, conde de Fran-
kenburg, escribía una carta al conde-duque de Olivares (24 de agosto),
en la que le decía que una tal resolución «era tan celebrada en la corte,
que no' he visto elección tan generalmente bien aprobada» (2 7 ).
Siguieron los preparativos, y el 26 de diciembre partía la Infanta
con todo su séquito de Madrid en dirección a Barcelona; cón ella iba
también su confesor, el P. Quiroga, y el Capellán mayor y limosnero,
el futuro V. e limo. D. Juan de Palafox, quie hace en su Diario de
aquella jornada hasta Viena, este hermosísimo elogio del P. Quiroga:
«Hombre de virtud y prudencia conocida y espiritual sin encogimien­
to, cuerdo y mortificado, y que en medio de palacio y en las materias
más seculares se quedaba Capuchino» (28 ).
Sigue su viaje, predicando muchas veces delante de la Infanta, ha­
ciendo de intérprete en las visitas de cortesía de distintos príncipes de
Italia y Alemania (29 ), y en los primeros días de enero de 16 3 1 en­
tran en Viena. Pero al llegar, ya se había reanudado la guerra llamada
de los Treinta Años.
Difícil, por no decir imposible, nos sería ahora resumir la actuación
del P. Quiroga en esas circunstancias al lado de la reina de Hungría,
como confesor y como consejero, y, sobre todo, como hábil diplomáti­
co, tratando de atraerse la amistad de los príncipes y generales alema­
nes, su acercamiento a la casa de Austria, su unión para formar la Liga
Católica, que favoreciese los intereses católicos en Alemania y en Ho­
landa, etc., etc. Algo hemos dicho ya anteriormente sobre eso mismo.
Fueron frecuentes sus cartas a Felipe IV, a la Infanta Isabel, al Conde-
Duque de Olivares, así como las de éstos al P. Quiroga, y mucho le
valió también su íntima amistad con Wallenstein. Para el Conde-Du­
que y para el Consejo de Estado su parecer y los informes enviados tu­

fes) Así se expresaron, poco más o menos, los componentes de la Junta que
tuvo lugar el 21 de julio de 1628 (Simancas.— Estado.—Francia. K - 1442, documentos
83 y 86). Cfr. mi artículo citado en Estudios Franciscanos, pp. 81 -83, donde se copian
casi íntegros los distintos pareceres.
(26 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.—Personal.—Cargos. Q -3 y B-47 .
(27 ) Simancas.— Estado.— Francia.— K - 1442, documento 91 .
(28 ) Esta obra de Palaíox titulada «Diario de la jornada que hizo la Serenísima
Señora Reina de Hungría... con la relación de la familia, carruajes y plata que llevó
el Duque de Alba, a cuyo cargo fué la jornada y entrega», inédita hasta hace unos
años y una de cuyas copias se conserva en la B. N. Ms. 8176 , fué publicada con
el siguiente título: Diario del viaje a Alemania. Obra inédita del V. D . Juan de
Palafox y Mendoza. Lo prologa y anota Xristina de Arteaga, Madrid, 1935, pp. 27 -28 .
Citamos esta edición.
( 29) Ibid., pp. 70 , 73 y 94-
37« LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

vieron siempre un valor decisivo: bastaba fuesen de él para aprobarlos


y seguirlos, sin atender a más razones, como ya hemos hecho notar en
anteriores capítulos (30). Preciosos datos hubiéramos encontrado tam­
bién para seguirle en sus gestiones poh'ticas y diplomáticas, en el tomo
de a folio que aun se conservaba en 1 7 1 3 en la biblioteca de San An­
tonio del Prado y que contenía «varias epístolas escritas a diferentes
reyes y príncipes de aquellos tiempos sobre varias materias que se ofre­
cieron, en las cuales se manifiesta la alteza de su ingenio, su profunda
comprensión y su rara prudencia para tratar con acierto muchos y gra­
vísimos negocie^ que le fiaron el César y nuestro Católico Monarca
D. Felipe IV, de quienes fué muy amado y estimado siempre» (3 1 ).
El cronista de Castilla, al tejer la biografía del P. Quiroga, trata por
otra parte de mostrarnos con multitud de hechos, que no podemos re­
ferir por no alargarnos demasiado, su actividad diplomática en Alema­
nia hasta la muerte de la emperatriz María de Austria en 1646 (3 2 ).
Durante esa larga estancia en Viena conoció y trató muy íntima­
mente al limo. D. Fr. Juan de Caramuel, Obispo de Satrián, quien fué
luego uno de sus mejores panegiristas en sus escritos. El es quien le
llama «sutilísimo, doctísimo, ingeniosísimo», y, aunque confiesa no ha­
ber escrito nada, añade que «en Filosofía tenía muchas cosas escogidas
con excelencia y en Teología muchas cosas de gran momento... En
política fué sumo: que toda su vida había estado ocupado y tratado ne­
gocios públicos» (3 3 ).
En Viena siguió después de la muerte de !a emperatriz, ocupado
asimismo en iguales asuntos. Pero debieron ser tales ios créditos al­
canzados ante Felipe IV, que, aun estando allí, el 4 de junio de 1648 ,
le nombraba Confesor de su hija la Infanta María Teresa (34). Cuan­
do Mariana de Austria se dirigía a España a contraer matrimonio con
su tío Felipe IV, el P. Quiroga vino formando parte de la comitiva;
mas, al llegar a Yepes, le dió una fuerte calentura, que todavía le per­
mitió ¡legar a Madrid, aunque muy enfermo, el 6 de octubre de 1649 ,
a las cinco de la tarde; el 9, sábado, se le agravó la enfermedad, reci-

(30 ) Pueden consultarse sobre ello los muchos documentos existentes en Siman­
cas. Estado. Legs. 2332 , 2333 , 2334 , 2335 , 2343 , 2345 , 2346 .—Cfr. también Corres­
pondence de ¡a Cour d’Espagne sur les affaires des Pays-Bas au X V II siècle, etc., Bru­
xelles, 1927, t. I I, pp. 635 , 644 -45 , 647 , 648 , 670 , donde se citan varias cartas del
P. Quiroga.
(31 ) A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o. c., p. 236 .
(32 ) M o n z ó n , Erario divino, ms. c., pp. 429 -436 . No parece sea debida esta
reseña biográfica al P. Monzón, a juzgar al menos por la letra; de todos modos
se ve que quien la escribió estaba muy enterado de todo por les muchos porme­
nores que en ella consigna.
( 33) J- C a r a m u e l, Theologia moralis fundamentalis, Lugduni, 1657 , p. 325 .—
Bullarium, V, p. 365 .
(34 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal.—Cargos. Q- 3 .
CONFESORES DE REYES 379

hiendo los Sacramentos. «Con que domingo, a ja una y media de la


mañana, a 10 de dicho mes, trocó esta vida temporal por la eterna y
ios trabajos presentes por los descansos y gozos perpetuos, siendo de
edad de setenta y cinco años, un mes y veinticinco días, y de Reli­
gión cincuenta y un años» (3 5 ).
Justamente aquella mañana del domingo llegaba el Nuncio en Ma­
drid al convento de San Antonio del Prado con objeto de visitar al
Padre Quiroga; al sp.ber que había muerto, no pudo por menos de ma­
nifestar su sentimiento, diciendo «que a ningún hombre había desea­
do tanto conocer en el mundo, y que, pues no lo había podido conse­
guir en vida, quería a lo menos conocerle muerto, y así entró a ver el
cadáver y se le puso a contemplar muy despacio» (36).
Entre los títulos que le fueron concedidos está el de Calificador
de la Suprema Inquisición, Predicador de S. M ., y los autores están
contestes en afirmar que, a petición de Felipe IV, Urbano VIH le ofre­
ció el capelo cardenalicio en 16 30 , que él por humildad renunció en­
tonces, como asimismo lo hizo por segunda vez algunos años des­
pués (3 7 ).
Prácticamente, como se deja entender, no pudo desempeñar el car­
eo de Confesor de la Infanta María Teresa, hija de Felipe IV y más
tarde Reina de Francia por su casamiento con Luis XIV. Pero el Rey
quiso en cierto modo recompensar sus servicios, nombrando para el mis­
mo cargo a otro capuchino de Castilla, el P. Alejandro de Valencia,
el 26 de octubre de 1649 (38).
2. La personalidad del P. Valencia nos es sobradamente conocida.
Natural de la ciudad del Turia, donde nació en 159 4 , se llamó en el
siglo Francisco Vicente Salsadella. En la Universidad de su ciudad
natal hizo sus estudios (39); quizás después hubiese venido a perfec­
cionarlos en alguna Universidad de Castilla, tal vez la de Alcalá,
tomando luego el hábito capuchino en Toledo en 1 6 x1 o 1 6 1 3 (40).
Ordenado de sacerdote en 1 6 2 1 , pronto comenzó a desempeñar cargos
en la Provincia, siendo Guardián de los conventos de Toledo, Salaman­
ca, El Pardo, San Antonio, La Paciencia, varias veces Definidor, tres
veces Ministro Provincial de Castilla y asimismo una de Andalucía,
en 16 38 , después de ser erigida ésta en Provincia el año anterior.

(3 5 ) M o n z ó n , ms, c., p . 435.


(3 6 ) T o r r e c t t x a , Apologema, p . 297.
(3 7 ) A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, p. 23 5-37 .— T orr ecilla, Apolo gema,
p. 297. — Cfr. también cuanto sobre ello decimos en nuestro articulo citado, p p . 84 -85.
(3 8 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.— Personal.— Cargos.— V -5 .
(3 9 ) A. H. N.— Inquisición. Leg. 1188, n.° 4. Así la afirma uno de los testigos,
el tercero (f. 35V.).
(4 0 ) Cfr. nuestro Necroiogio, p. 181.— E l P. M o n z ó H , ms. c., p . 4 3 6 , dice que
tomó el hábito en 1613.
38o LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

El cronista castellano teje de él este cumplido elogio: «Era muy


puntual y exacto en la observancia regular y procuraba que los demás
lo fuesen, siendo él el primero en ejecutar lo que mandaba a los otros;
fué muy piadoso y tan inclinado a hacer bien y consolar, que pare­
cía no vivir de otra cosa; tuvo muy buenas prendas de predicador, con
lenguaje muy propio y castizo, sin demasiado adorno ni vana retórica,
y por su buen espíritu y doctrina mereció que la Majestad del Rey
nuestro señor, D. Felipe IV, le hiciese su Predicador, y lo fué muchos
años con no menos séquito que los aventajados de su tiempo» (4 1 ).
Efectivamente: fué distinguido con el honroso título de Predica­
dor de S. M ., y además con todos los gajes correspondientes, el 15 de
enero de 16 34 (4 2), título que luego le confirmó Urbano VIII con un
Breve especial (4 3). En este mismo año comenzó a ejercer también el
cargo de Consultor y Calificador de la Suprema Inquisición, aunque
las informaciones no se hicieron hasta el siguiente año (44).
Su actividad con respecto a la Provincia queda ya expuesta en la
primera parte, al hacer historia de los sucesos que en ella tuvieron lu­
gar en esos años. Fué, como ya indicamos también, uno de los que de­
fendieron con más ahinco en el Capítulo general de 16 3 7 , al asistir a
éi en calidad de Custodio, la igualdad de votos de todas las Provincias
de la Orden, y quien, en parte por ese motivo y también por el asun­
to de las Constituciones, hizo que los Capuchinos españoles no asistie­
sen al siguiente Capítulo general de 16 4 3 . Sin embargo, recibió luego
el encargo del P. General, Inocencio de Caltagirone, de traducir del
latín al castellano las Constituciones antiguas con algunos nuevos es­
tatutos, como así lo hizo, imprimiéndose en Madrid en 1644 (45).
Como ya dijimos, fué nombrado Confesor de*la Infanta el 26 de
octubre de 164 9 . Desde entonces comienza a ser el hombre de con­
fianza del Rey y sus ministros: se le consulta cuanto dice relación con
asuntos de la Orden. Así, cuando el P. General concede en 1650 a
los PP. Arsenio de Vinaroz y Buenaventura de San Mateo licencia para
ser confesores de las damas y criadas de la Reina y para residir o ir
donde mejor conviniere, el Consejo de Estado le consulta para saber
su parecer y si encuentra en ello algún reparo (46). Cuando el P. Lo-

(4 1 ) M o n z ó n , m s. c., p . 43 6.
(42 ) Archivo cíel Palacio N. de Madrid.—Personal.— Cargos.—V - 5 .
(43 ) Breve Religionis zelus (24 de mayo de 1633), Bullarium, V, p . 370 . Creemos
lleva la fecha equivocada de 1633 en vez de .1634.
(44 ) A. H. N.— Inquisición. Leg. 1188, n.° 4 .
(45 ) Carta del P. Valencia al Provincial de Cataluña, comunicándole ese encargo
del P. General (Madrid, 28 de noviembre de 1643) (Archivo de la Corona de Ara­
gón. Fondos Monacales. Legs. 61 , f. 35 , y 62 , f. 92 ).
(46 ) Simancas —Estado. Leg. 3020 , Consejo de Estado del 3 de marzo de 1650.
Aquí se encuentra también la autorización del P. General, concedida a petición del
rey (Génova, 17 de noviembre de 1649).
CONFESORES DE REYES 381

renzo de Magallón, deseando proseguir las misiones de Cumaná, pre­


senta al Rey su segundo memorial en ese sentido en 16 5 6 , el P. Valen­
cia es el encargado por el Consejo de Indias para emitir su parecer,
aprobando muy decididamente la prosecución de dicha misión y ha­
ciendo al propio tiempo un muy cumplido elogio del P. Magallón (4 7 ).
Cuando en ese mismo año de 1656 el P. Leandro de Murcia obra en
el Capítulo genera! en contra del parecer del embajador español en
Roma y también del Rey, el Consejo de Estado pide también su opi­
nión sobre el P. Murcia (48). Asimismo en 16 5 4 , y sin duda con mo­
tivo de los sucesos de Cataluña, fué designado Comisario general de
aquella Provincia a petición de! Rey, siguiendo aún con este cargo el si­
guiente año (4 9 ), y todavía en 1656 el Embajador en Roma comunica­
ba al Rev: «El P. General de Capuchinos hame dado para el P. Fr. Ale­
jandro de Valencia el incluso despacho, como V. M. lo deseaba, para
las cosas de Cataluña.» (50).
Otros muchos asuntos le debieron ser encomendados precisamente
por su cargo de confesor de la Infanta, tanto que en enero de 16 5 1
renuncia a ser Provincial por atender a esa ocupación (5 1 ). En ella es­
tuvo cerca de diez años «con gran satisfacción de S. M. y consuelo
de S. A.» Desgraciadamente luego sufrió durante un año falta abso­
luta de memoria, «pero sin lesión del entendimiento», y sin que tam­
poco los médicos de Cámara acertasen con la causa ni menos pusie­
sen remedio. Al fin falleció en el convento de San Antonio el sábado
T9 de julio de 16 5 9 , «de edad de sesenta y cinco años y cuarenta y seis
de Religión, habiendo en todos ellos sido el decoro y apoyo no só!o de
esta Provincia de Castilla y de las demás de España, sino también de
toda la Reügión» (5 2 ).

(47 ) Cfr. eí memorial del P. Magallón impreso y el parecer del P. Valencia y


de otros Padres de Castilla (Madrid, 6 de junio de 1656) (B. N. Ms. 3818, ff. .124- 126).
(48 ) Cfr. Simancas.—Estado. Leg. 3279 , donde hay varios informes suyos.
(49) Cfr. P o b la d u r a , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 65.
(50) Simancas.— Estado. Leg. 3029 . Carta del duoue de Terranova, embajador
de España en Roma (24 de junio de 1656).
(51 ) Erario divino, o. c., p. 41 .
(5 2 ) M o n zó n , m s. c., p p . 4 3 6 -4 3 7 .
CAPITULO XII
P r e d i c a d o r e s m á s d i s t in g u i d o s

i . P. Juan de Ocaña.— 2 . P. Miguel de Lima.— 3 . P. Bernardino de


Madrid.— 4 . P. José de Madrid.

.Al señalar en este capítulo solamente algunos predicadores deter­


minados, no pretendemos con ello rebajar el mérito de los demás. Pre­
cisamente no fueron los que aquí vamos a consignar los que más ser­
mones nos han dejado para poder juzgarlos; muy al contrario, de al­
guno de ellos ni siquiera se conserva uno sólo de muestra y para apre­
ciar su oratoria; pero, a nuestro juicio y por los testimonios de sus
contemporáneos; fueron los que más brillaron en el arte de la elo­
cuencia.
1. Y viene en primer término el P. Juan de Ocaña. Su personali­
dad en este aspecto es manifiestamente destacada. Vamos a prescindir
de- otros datos que ya hemos consignado anteriormente y ceñirnos a
sólo la predicación.
Sus primeros triunfos conocidos fueron en Valladolid, donde pre­
dica la Cuaresma de 1 6 3 1 , justamente poco después de haber fundado
allí los Capuchinos, obteniendo grande éxito por lo bien que se reci­
bía su palabra y asimismo por el concurso de gentes que acudía a oír­
le (1 ). Pero sobre todo adquirió mayores créditos al serle concedido el
título de Predicador de S. M ., que debió serlo en marzo de 16 3 5 , Íun"
tamente con otros siete (.2).
Un jesuíta contemporáneo que nos hace la descripción de todos ellos,
enumera también «al Guardián de los Capuchinos, Ocaña, que dicen
es buen predicador» (3).

( 1) Carta del P. Ocaña al P. Provincial (Valladolid, 5 de febrero de 1631)


(APC, 28 / 00074 ).
(2) Memorial histórico español, t. X I II , carta del P. Sebastián González al
P. R. Pereyra, S. J. (3 de abril de 1635), p. 156.—Archivo del Palacio N. de Ma­
drid.— Personal.— Cargos.— 0 -2 . Su expediente se ha traspapelado y por ese moti­
vo no hemos podido consultarlo ni saber el día exacto en que se le dió ei título.
(3) Memorial histórico español, t. X I I I , carta del P. S. González, S. J. (10 de
abril de 1635), pp 167-68 ).
PREDICADORES MAS DISTINGUIDOS 383

Al siguiente año celebra el Consejo de Portugal una gran fiesta el


24 de octubre en el Hospital de los Portugueses. Allí asiste y celebra
de Pontifical el Obispo de Mérida. El predicador elegido para tan so­
lemne acto es el P. Ocaña, quien, al decir del cronista, «predicó un muy
grande sermón» (4).
El P. Ocaña representa, a nuestro modo de ver, a la oratoria fogo­
sa, pero que a! mismo tiempo sabe decir con libertad y valentía la
verdad aun a los más altos personajes.
En efecto: el Conde-Duque se decide a pasar en santo recogimien­
to la Semana Santa de 16 3 7 «para entender con más atención a las co­
sas del espíritu». Para ello escoge el cuarto real, que daba al templo
de San Jerónimo, cuyas paredes eran casi medianeras con las del Pala­
cio del Buen Retiro. Para predicar esos días en dicha iglesia fueron
escogidos los mejores predicadores de la corte; entre ellos se contaba
el P. Ocaña. A los sermones acude gran concurso de gente, pero por
desgracia no todos los predicadores están a la altura de su ministerio,
de lo que se siguieron incluso algunos escándalos, porque no todos
predicaron a Jesús Crucificado, sino que quisieron «acreditarse de elo­
cuentes en retórica muy profana». El P. Ocaña en esta ocasión, y aun
a las mismas barbas del Conde-Duque, se atrevió a declamar fuerte­
mente y con valentía «contra el papel sellado y tanto tributo, ponde­
rando que todo ello sería aún de llevarse, si se emplease en defensa
del reino; pero que no era de sufrir que se gastase en impertinencias
V fábricas inútiles». La inmediata fué, como va se deja suponer, el que
e! P. Ocaña saliese desterrado de la corte (5).
Poco debió de durar su destierro. Y desde luego podemos afirmar
que ni aun por eso dejó de predicar con entera libertad. Así en la Cua­
resma de 16 4 2 los predicadores, en sus sermones ante Felipe IV, ha­
bían dicho cosas muv buenas; ñero entre ellos se distinguió el P. Oca-
ña, hablando «con demasiada libertad: que estas cosas es bien decir-
lar cuando es necesario y el modo las debe suavificar» (6). Y que así
lo hacía efectivamente el P. Ocaña nos lo dicen bien claro estas pala­
bras de Felipe IV, quien, en sabiendo predicaba aouél, solía decir:
«Vamos a oír cuatro verdades dichas con cortesía.» (7 ).
Célebre también fué el sermón que predicó en Septuagésima de
16 4 3 , en Ia canilla de Palacio, a raíz de la caída del Conde-Duque de
Olivares. «Todo el sermón fué contra el Sr. Conde-Duque, confir­
mando a! Rey en su determinación. Desde luego entró careando la

(4 ) V. R. V illa r , Sucesos de la Monarquía de 1636 y 1637 , Madrid, 1886 ,


p . 60 .
(5 ) Ibid., p. 1 2 7 . — F.ntre
las nuevas habidas en Madrid a18 de abril de1 6 3 7 ,
una era que el F. Ocaña había salido desterrado (Cfr. Ms. 1 8 4 4 7 , de la B. N . ,
ff. 5 8 - 6 0 ) .
(6 ) Memorial histórico, t. X V I, carta del 1 de abril de 1642, p. 308.
(7 ) A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, o. c., p. 5 9 .
384 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

viña de aquel día con la de San Mateo... y dijo de esta suerte: «Dos
viñas tenemos hoy opuestas entre sí, aunque hermanadas para una bue­
na enseñanza. La una se pierde porque cuidan de ella sólo los criados
sin el amo; la otra fructifica y aprovecha porque cuida de ella el amo
sin los criados; y como parece necesario se pierda la que administran
criados sin amo, así es infalible que se restaure y conserve la viña de
la que empieza a cuidar el amo sin los criados.» Y así prosiguió su ser­
món diciendo otras mil razones (8).
Nada tiene de extraño ese entrometerse en política en aquellos
tiempos aun desde el púlpito: parece se tomaba entonces como un de­
ber, lo mismo el alabar que el reprender. Y desde luego queremos ha­
cer notar sobre todo en el P. Ocaña esa libertad de reprensión al mis­
mo tiempo que la fogosidad de su oratoria, que aun supo conservar has­
ta el fin de sus días, hacia 16 5 4 .
2. Representante de otra oratoria más florida, más llena de poe­
sía, de imágenes vivas y de vivo colorido, fué el P. Miguel de Lima,
posterior al P. Ocaña casi medio siglo. No sabemos concretamente
cuándo haya obtenido el título de Predicador de S. M .; lo tenía ya,
desde luego, antes del 30 de marzo de 1689 (9). De todos modos, no
obstante que por desgracia no nos haya quedado de él ningún sermón
impreso, ya entonces había obtenido en el púlpito éxitos muy resonan­
tes. Tanto que el P. Torrecilla, que le conoció personalmente, le tri­
buta los más encomiásticos elogios. Como prueba de sus cualidades ora­
torias excepcionales, no sólo fué Predicador de Carlos II, sino que,
yendo a Roma al Capítulo general de 1698 en calidad de Custodio de
Castilla, el Emperador Leopoldo, por medio de su embajador, le in­
vitó a pasar a Viena, pues ardientemente deseaba oírle. Así lo hizo, pre­
dicando ante S. M. Cesárea hasta dieciocho sermones. Tan de! agrado
fueron del Emperador y de toda la nobleza, que no son para dichas las
alabanzas que le tributaron y asimismo los valiosos regalos que le hi­
cieron de imágenes, reliquias, etc., todas ellas con sendas dedicatorias
en latín, en ias que se exaltaba sobremanera su elocuencia (10 ).
De vuelta de Viena tuvo que detenerse en Bruselas para predicar
asimismo ante el Elector Duque de Baviera, que quiso también escú­
chale, llevado a su vez de la fama de su oratoria (1 1 ). Aparte de eso
fueron muchos los sermones que predicó, «así a la Majestad de nues­
tro Católico Monarca, como a diversos Consejos y en otros autorizados

(8) Memorial histórico, t. XVTI, carta del 1 de febrero de 1643, pp. 4 -5 .


(9 ) En !a aprobación dada en esa fecha a ¡á Cuarta pane de las Crónicas, tra­
ducidas por el P. José de Madrid, ya se firma Predicador de S. M.
( 10) Antes de la guerra teníamos en nuestro poder copia de esas dedicatorias,
que nos desaparecieron én aquella revuelta.
(1 1 ) T o r r e c illa , Apologema, o. c ., p . 188.
Lám. V i l i

Museo Prov. de Salamanca. Museo Prov. de Salamanca.


,°4yttrnxv^‘

Q v' A R T A
E i -a s CHRONICA5> p ? 1,
fy}¿^SDEVORES CA?VCílIIÍ^
f.,» . «íí/*~ * ¿jj
bMMBte. j4*tfkgtAíétttft Ar»t'° 11 ± 'ÉVS

Portada de la traducción de los tomos IV y V de las Crónicas. Aparecen


las efigies de su autor, P. Marcelino de Pisa, y del traductor,
P. José de Madrid. _ __ _
PREDICADORES MÁS DISTINGUIDOS 385

púlpitos, con aplauso y séquito de numerosos concursos» (1 2 ), pero


por desgracia no se imprimieron.
Ayudábanle desde luego sus cualidades de poeta y agudo ingenio
de que son buena muestra los versos, anagramas, epigramas, etc., así la­
tinos como castellanos, que compuso en alabanza de autores o de obras
que en su tiempo se dieron a la prensa (1 3 ). Compuso también, y por
cierto con mucha soltura y no menos elegancia, los himnos para el ofi­
cio y Misa en honor del Eterno Padre, cuya aprobación se pidió a
Rema a instancias del P. Antonio de Fuentelapeña, y cuyo rezo, no
obstante tener el apoyo de Carlos II, no pudo conseguirse (14 ).
^3 . Otro de los mejores predicadores, contemporáneo del P. Lima,
fué el P. Bernardino de Madrid. Aunque su failecimiento tuvo lugar
el 2 3 de julio de 1 7 1 5 (1 5 ), la historia de su vida, la de su apostolado
y predicación pertenece más bien al siglo XVII. Su oratoria corres­
pondía a su modo de ser, era reflejo de su devoción y de su piedad y
virtud. Ya hemos dicho anteriormente que sin tener en cuenta los mu­
chos cargos desempeñados ni tampoco su avanzada edad, fué en 16 8 1
por Prefecto de la misión del Darién, que por segunda vez intentaba
la conversión de los bravos indios de aquella región, y que fracasó, al
igual que la primera, en 1689 (16 ). Al poco tiempo de su regreso era
elegido Provincial de Castilla en 16 9 2 , y el 10 de noviembre de ese
mismo año era recibido como Predicador de S. M . (1 7 ). «En este em­
pleo se portó con el mayor desinterés y libertad santa, predicando al
Rey y a su corte la verdad evangélica desnuda y sin lisonja» (18 ). Ese
mismo cronista testifica que eran por otra parte tan grandes los audi­
torios que acudían a escuchar sus sermones, que no cabían en las igle­
sias, siendo asimismo tan venerado por su virtud «que le buscaban
para muchas consultas y dirección de las almas» (19 ).
Su oratoria, como ya hemos dicho, era reposada, llena de piadosa
unción. Como dirá el cronista de Castilla, al describirnos la fiesta de
la inauguración de la iglesia de Tarancón, en octubre de 16 9 7 , «muy

( 12) Ihid.
( 13) Cfr., por ejemplo, los que puso a los libros del P. José de Madrid, Cuarta
y quinta parte de las Crónicas.
( 14) Este oficio se conserva, escrito en letra magnifica, en la Librería del
Cabildo de Toledo, Ms. 3 7 -1 1 (3 .0), y, tras una dedicatoria, ostenta el siguiente
título: Officium recitandum in laudem Dei Patris Ommpotenlis Dominica V post
Pascha,— C f r . también T o r b e c i l l a , Apologema, p. 189.
(1 5 ) Cfr. n u e s tr o Necrologio, p . 1 8 5 .— J. A . A l v a r e z y B a e n a , Hijos de M a­
drid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes, t. I, Madrid, 1789,
PP. 232 -3 .
( j 6) Cfr. supra, p. 251 .
( 17) VA, p. 35 .
(1 8 ) A l v a r e z B a e n a , o . c ., p . 232.
( 19) Ibid.
386 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

del asunto y muy doctrinal» (20). Prueba por otra parte de su celo es
el hecho de que la primera esposa de Carlos II y asimismo este mo­
narca quisiesen ser auxiliados en su última hora precisamente por él
y por su compañero y paisano el P. José de Madrid (2 1 ). Y testimonio
de la elocuencia de ambos y de la fama de excelentes predicadores que
teman, fué que uno y otro fueron encargados de predicar las honras del
último de los Austrias: el P. Bernardi.no, por la Villa de Madrid en
Sto. Domingo el Resl, y luego en las Trinitarias Calzadas, y el P. José,
en el Real Convento de la Encarnación (2 2 ).
Son esos les únicos sermones que de él se nos han conservado y
que predicó cuando contaba nada menos que sesenta años de hábito.
Al cumplir ios setenta y cinco, en ocasión en que el P. General, Miguel
Angel de Ragusa, hacía su entrada en el convento de La Paciencia de
Madrid, en medio de toda la Grandeza española, presidida por el Mar­
qués de Priego, el P. Bernardino entraba en agonía y fallecía a las doce
y tres cuartos de hora de la noche del 2 2 al 23 de julio de 1 7 1 5 , te­
niendo lugar su entierro el 2 3 , a las seis de la tarde,concurriendo a él
toda la grandeza «por convite del Marqués de Priego», que quiso en
aquella ocasión demostrar al P. General el aprecio en que se tenía a
los Capuchinos (2 3 ).
4. Le adelantó en rendir tributo a la muerte v le aventajó sin
duda alguna como predicador, el P. José de Madrid. Creemos fué este
Padre el mejor predicador entre los Capuchinos de su tiempo y uno
de los más aventajados de la corte. Fué un hombre completo: por su
saber, por su virtud, por su elocuencia.
Desempeñó el oficio de Lector de Filosofía y Teología y asimismo
el de Examinador para ordenandos y confesores, y por su ciencia le hi­
cieron Teólogo y Examinador de la Nunciatura, como se suele firmar
casi siempre en sus sermones y en las aprobaciones o censuras (2 3 a).
For lo demás: alcanzó del Capítulo general de 166 7 renuncia a la voz
activa y pasiva (24 ), y en ese propósito perduró toda su vida. El único
cargo que desempeñó fué el de Vicario Provincial, pero sin ser Defini­
dor, mientras que el P. Provincial, Antonio de Trujillo, asistía al Capí­
tulo general celebrado el 18 de junio de 16 9 1 (2 5 ). Sin embargo de

(20 ) VA, p. 57.


(21 ) Anguiano, o. c., p. 103, y V i r i d a r i o , pp. 64 -65 .
(22 ) VA, p. 65 .— Cfr. supra, p. 268 .
(23 ) VA, pp. 141- 142 .
(23 a) Bien demostró su ciencia teológica en las numerosas consultas que se le
hicieron. El P. T o rre cilla , Alegatos, apologías, etc., t. I II , Madrid, 1697, pp. 391 -
96 y 399 -400 , trae dos suyas.
( 24) VA, f. 5 r.
( 25) ED , p. 102.
PREDICADORES MÁS DISTINGUIDOS 387

eso, el P. General, atento a los muchos méritos contraídos, le concedió


el título de Padre de Provincia, que era tanto como Ex-Provincial.
Ya cuando estaba en El Pardo de Lector de Teología, en 16 6 7, era
solicitada su predicación (26), tanto que dos años después, sin duda
para que no abandonase su cargo de Lector, se le puso precepto de
obediencia para que «se excusase de venir a predicar a Madrid y pre­
cepto de no revelar el precepto» (2 7 ). Sin embargo fué tal la fama que
alcanzó con los sermones anteriormente predicados, que, apenas termi­
na su Lccturía en 16 7 2 , es honrado con el título de Predicador de
S. M . el 6 de diciembre de dicho año, ahcra solamente «ad honorem»;
más tarde; el 26 de octubre de 16 8 5, también con los correspondientes
gajes, «teniendo consideración a la suficiencia, habilidad, letras, ejemplo
y buena doctrina» (28 ).
«Prosiguió, — nos dice su biógrafo— , la carrera del púlpito por cua­
renta años con fruto grande de sus oyentes y admiración común de los fie­
les por la frecuencia de sus sermones a que asistía tanto auditorio, que no
eran capaces las iglesias. El anunciar a los reyes la verdad sin disimulo
ni lisonja, le produjo calumnias y el destierro, pero todo se convirtió
luego en mayor aplauso y estimación, siendo tan grande la de los reyes,
que, aun estando baldado de la gota, hacían traerle a su presencia para
oírle» (29 ).
El P. José de Madrid, el mejor de nuestros predicadores en el últi­
mo tercio del siglo XVII, lo fué ciertamente de cuerpo entero. Su ora­
toria es también reflejo de su vida: una vida austera, sin ambiciones,
sin dispensas de ninguna clase, consagrada por entero a su ministerio.
Su oratoria es reposada, solemne: anuncia la verdad con libertad abso­
luta y con gran valentía a todos, siendo por eso mismo, como dice
muy acertadamente el P. Manuel de Jaén, «tan venerado y tan temido
de príncipes, grandes, señoras y aun de reyes» (30).
Es, por otra parte, el orador de las grandes solemnidades. En mayo
de 16 76 muere la emperatriz Claudia Felice de Austria. El 2 de junio
s.e celebran solemnes funerales en la capilla de palacio de Madrid y
asisten también los reyes. El encargado de! sermón fúnebre es el P. José
de Madrid, estando todo «muy honesto y con grande lucimiento» (3 1 ).
Sin embargo de eso,^2os años después predica en palacio otro sermón;
quizás sus palabras fueron mal interpretadas, y pocos días después era

(2 6 ) V A , f. 6v
( 27) Ibid., f. n r .
(28 ) Archivo del Palacio N. de Madrid.—Personal.—Cargos.— M- 3 .
( 29) A. y B a e n a , o . c . , t. I II , Madrid, ,179o, pp. 50 - 52 .
(30 ) P. M. d e J a é n ', O. F. M . Cap., Instrucción útilísima y fácil para confesor.
Madrid, 1820, p. 257 .
(31 ) Noticias de Madrid de 1665 a 1684 (B. N. Ms. 2024 , f. 561 ). Dicho sermón
entonces predicado, se imprimió con el título: La Aguila imperial... Epicedio sa­
cro, etc., Madrid, 1676 ,
388 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA _____ ____

desterrado de la corte al convento de Valladolid (3 2 ). A pesar de ese


contratiempo, ni se desanima ni ceja en su empeño: sigue su predi­
cación con nuevos ánimos, a la vuelta de su destierro, en la corte y
también en otras partes de España, siendo innumerables los que no le
perdían sermón «atraídos del dulce imán de su estilo y deseosos de su
espiritual aprovechamiento a que todos sus sermones se ordenan, como
lo puede testificar toda España, y en especial esta corte de Madrid,
donde cada día lo experimentan los más ilustres y numerosos concursos
de los fieles» (3 3 ).
Y que era sobremanera grande su elocuencia nos lo dicen unánimes
cuantos asistieron en 1.697 a la inauguración de la iglesia de Tarancón,
en cuyas fiestas predicaron a competencia, entre otros, los PP. Ildefonso
de Alcaraz, Bcmardino y José de Madrid, los tres Predicadores de
S. M . Pero del P. José dice el cronista de Castilla: «Predicó tan admi­
rablemente, que no hay palabra con que ponderarlo, tanto que nos
pareció a todos que de cuantas veces le habíamos oído, en ninguna
ocasión había llegado a ésta» (34). Y otro testigo presencial, después
de llamar al P. José de Madrid «uno de los mayores hombres que en
su tiempo ha habido en España», añade que en esta ocasión predicó
«con grande aplauso de los oyentes, en particular de dicho limo. Sr. Obis­
po (de Cuenca;, a quien vió este testigo le hizo muchas honras y aga­
sajos» (3 5 ).
Las relaciones de aquel tiempo no se recatan de llamarle «gran
orador apostólico». Asiste a bien morir a la primera esposa de Carlos II,
María Luisa de Orleans, expresamente llamado por ella, el 1 2 de febre­
ro de 1689, aunque después no debió predicar sus honras (36). También
asiste a bien morir a la segunda esposa de Felipe IV y madre de Car­
los II, D.a Mariana de Austria, que fallece el 16 de mayo, cuyas honras
predica luego «de orden y en presencia del rey nuestro señor» (37).
Finalmente, como ya hemos indicado anteriormente, asiste durante tres
días a bien morir a Carlos II y luego predica también las honras que
la corte le dedicó en el Real Convento de la Encamación, el 1 7 de

(32 ) Carta de D . Jerónimo Miguel Ramos deí Marz^no al P. Juan Francisco


de Milán (Madrid, 14 de diciembre de 1678) (Simancas.—Estado.—Leg. 3064 ).
(3 3 ) T o r r e c il l a , o . c ., p . 1 6 5 .
(34 ) VA, p. 57 .
( 35) «Información de la nueva fábrica y fundación del convento de Capuchinos
d e la villa d e Tarancón en el Obispado de Cuenca, año de 1704» (APC, 24 / 00035 ,
f. I 2 V.).
(3 6 ) D u q u e d e M a u r a , Vida y Reinado de Carlos 11, t . I I , M a d r i d , 1942 ,
p. 220 . T o m a su s n o tic ia s d e las re la c io n e s d e a q u e l t ie m p o .
(37) E l s e r m ó n lle v a e s te t í t u l o : Treno sacro, Panegyrico funeral, que en las
reales exequias de la Rey na Aladre, nuestra Señora Doña Alaria-Ana de Austria...
dijo... F r a y J o s e p h d e M a d r i d . . . (s . 1. s. a.). Las aprobaciones lle v a n la fecha
de 1696 .
PREDICADORES MÁS DISTINGUIDOS 3«9

noviembre de 17 0 0 , y asimismo al día siguiente predica otro sermón


en los funerales que le hizo «su Venerable y Sagrada Comunidad» (38).
Son esos sermones los únicos que conocemos de él, no obstante
que el P. Torrecilla nos dice fueron otros varios los que se imprimieron
en 1669 y 16 7 2 (39). Basta sin embargo lo dicho para darse una idea
de lo que fué su predicación y su elocuencia.
Ni se ciñó tampoco su actividad a ese apostolado. También ejercitó
su ministerio en el confesonario, como ya hemos hecho notar, así como
en la dirección de las almas, portándose en ello con gran dignidad
y siendo en el trato con sus confesados «acérrimo en este punto», como
dice el P. Jaén, gran admirador suyo, que le conoció y que le llama
«insigne predicador apostólico» (40).
Además: tradujo al castellano el tercer tomo de los Anales de la
Orden del P. Marcelino de Pisa, que publicó con el siguiente título:
Cuarta y quinta parte de las Chronicas de los Frayles Menores Capuchi­
nos (4 1 ). Dicha traducción «está hecha con estilo tan admirable, puro,
elocuente y propio, y tan lacónica, que se lleva dulcemente las atenciones
de los lectores» (4 2 ).
Ni fué menos esclarecido por su elocuencia que por su virtud. La
admiración que la gente sentía por él, se puso bien de manifiesto ai
fallecer en la mañana del 30 de marzo de 170 9 y ser enterrado ese
mismo día en la bóveda de los religiosos del convento de San Antonio,
«concurriendo tanto número de gente de todas suertes, que no cabía
en la iglesia y pórtico, señalándose más los grandes señores, que todos
a una le aclamaban santo, quitándole a porfía pedazos del hábito y ca­
bellos, y aun algún dedo quisieron cortarle. Su cuerpo está entero y
de él sacaron varios retratos los señores por su especial devoción» (4 3).
Desde luego podemos decir que fué tal la veneración en que se le
tuvo, que un gran cuadro suyo adornó hasta la exclaustración de 1835
las paredes de la iglesia de San Antonio del Prado.

( 38) Lleva por título: Lamento de España afligida, expresado en las Solemnes
Reales Exequias, que á la difunta Magestas de D . Carlos Segundo... consogró su
imperial y primada Corte en el Real Convento delaEncamación... Madrid, 1701 .
Van juntos los dos sermones o «declamaciones».
( 39) T o r r e c i l l a , o . c . , p. 165.— A l v a r e z y B a e n a , o . c . , cita varios otros ser­
mones impresos.
(40 ) P. J a é n , o. c., pp. 254 y 257 .
(41 ) Se imprimieren ambos tomos en Madrid,1690 y 1691,respectivamente.
Añadió numerosas noticias referentes a la Provincia de Castilla.
(4 2 ) T o r r e c il l a , o . c ., p. 165.
(4 3 ) A lv a r e z y p. 5 2 . Las noticias que aquí recoge están toma­
B a e n a , o . c .,
das del ms. Memorias historiales, en el que se consignaban las vidas de los reli­
giosos y también los hechos más salientes de la Provincia. Per desgracia ese manus­
crito, de gran importancia para la historia de Castilla, ha desaparecido.— Cfr. también
P. A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, o. c., p. 2 3 8 - 2 3 9 .
CAPITULO XIII
I l u s t r e s m i s i o n e r o s

i . El V. P. Antonio de Oviedo, misionero y mártir en el Darién.—


2 . El V. P. Serafín de León, apóstol de Sierra Leona.

Hemos dedicado ya tres largos capítulos a historiar las misiones


que la Provincia de Castilla tuvo entre infieles durante el siglo XVII.
Allí lucimos también mención de los misioneros que más se distin­
guieron en ese meritorio apostolado.
Queremos completar ahora aquel cuadro, haciendo resaltar la per­
sonalidad de dos de ellos, tenidos ya desde su muerte en gran venera­
ción, hasta el punto de habérseles unánimemente tributado el título de
Venerables, al uno por su martirio y al otro por la sántidad de su vida.
Me refiero a los PP. Antonio de Oviedo y Serafín de León, misionero
aquél en el Darién y éste en Sierra Leona.
i. En el Museo Provincial de Salamanca se conserva, entre otros,
un cuadro de no mucho mérito, que representa el martirio del P. Oviedo,
cuadro que perteneció, como otros varios allí existentes, uno de ellos
del P. Diego de Quiroga, ah antiguo convento de Capuchinos de dicha
ciudad.
La razón de habérsele dedicado ese cuadro, precisamente en el con­
vento de Salamanca, es porque en él vistió el sayal capuchino el 1 2 de
junio de 1 6 19 (1 ). El historiador Dorado llega a considerarle por eso
como una de las glorias de dicho convento, del que hoy no se conserva
más que el solar (2 ).
Recibida en 1 6 2 6 la ordenación sacerdotal, se dedicó desde entonces
a la predicación, apostolado que ejerció hasta que la Provincia de Cas­
tilla se hizo cargo de 12 misión del Darién (Panamá) a mediados de
16 4 7 , como arriba hemos expuesto, y la Congregación, por su decreto

( 1) Cfr. Necrologio, p. 235 .


(2 ) B. Dorado, Compendio histórico de la ciudad de Salamanca..., Salamanca,
1777, P- 462 ss.
ILUSTRES MISIONEROS 391

del 15 de julio, designaba por Prefecto al mencionado P. Antonio de


Oviedo (3 ).
De su vida, a partir de esa fecha, tenemos datos interesantes en las
caitas que escribió al P. Provincial, dándole cuenta de todo. Por cierto
que desde luego no fueron pocas las dificultades que debió encontrar
para llevar -a feliz tármino su empresa, pues, aun antes de embarcarse,
le escribía desde Saniúcar: «Si no fuera por dar pesadumbre a Vuestra
Caridad y por no dar qué decir, dejara el oficio» (4). Sin embargo los
misioneros pudieron luego embarcarse -en Cádiz el 17 de octubre y
llegaron a Cartagena «con próspero viaje en cincuenta días» ; de Car­
tagena fueron a Puertovelo en cincuenta horas, y de aquí a Panamá.
Al encontrarse ya muy cerca del campo de apostolado, toma todas las
medidas necesarias para que tenga éxito la empresa que se le ha en­
comendado; no obstante que surgieron nuevas dificultades, él se mues­
tra confiado en Dios, añadiendo: «Déme el Señor ayuda, y suplico
a V. C. no me falte con sus oraciones, que cierto que no venir preve­
nido por muchas almas santas de diversas partes que pintaron la jor­
nada por sus puntos, como pasa, tuviera mucho trabajo; pero Dios,
como padre de misericordia, quiso manifestarles los sucesos. Sea el
Señor bendito por tanta misericordia». Estas noticias comunicaba al
P. Provincial un mes poco más o menos después de su arribo (5).
Llegaron al Darién «el día de'ía Cruz de mayo»; poco tiempo después
entraban ya en tierras de indios, pero bien pronto el P. Oviedo observa
con gran lástima de su corazón que, aunque hay algunos cristianos,
«están tan bárbaros como si no lo fueran», pues «sólo se atiende por
la mayor parte al trato y ai adquirir dineros o plata, por lo cual, aunque
estén enfermos en sus estancias, nadie los busca ni administra los
Sacramentos si ellos no vienen al lugar o casa del Padre a recibirlos.,..
No quisiera decir esto, pero es tanta la lástima, que quiebra el corazón,
porque, según veo en sus naturales, juzgo que si se trabajase, se haría
provecho, y que no se cumple con el ministerio de convertir almas» (6).
Su celo por la salvación de las almas se pone bien de manifiesto en
esa carta, por la que se ve no atendía a bien alguno material, sino solamen­
te a que se cumpla el fin del ministerio de los misioneros. Y prueba de
ello es que en ese mismo día en que estaba fechada, 14 de julio de 1648,
se decía la primera misa en el primer poblado.de indios, San Buena-

(3) Cfr. supra, p. 194.—Decreto de la Sea. Congregación, 15 de julio de 1647


(B. N.— Ms. 3 .818 , ff. 45 y 54).
(4 ) Carta del P. Oviedo (Saniúcar, 22 de septiembre de 1647) (Ms. c. 3 .818 ,
f. 22).
( 5) Carta del mismo (Puertovelo, 27 de diciembre de 1647) ([ I b í d f. 20 -21 ).
(6 ) Carta del mismo (S. Buenaventura de Tarena, 14 de julio de 1648) (Ibíd.
ff. 24 -25).
392 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

ventura de Tarena, no obstante las muchas y enormes dificultades que


se encontraron para ello.
Pero donde aparece retratado de cuerpo entero el P. Antonio de
Oviedo, en su interior y en su celo, es eñ la carta que con fecha 18 de
mayo de 16 5 c dirigía asimismo ai P. Provincial: Nuestra vida «en
estos montes pasamos llena de hartas cosas y miserias, y yo más que los
demás Padres. La salud no nos ayuda mucho, si bien no se falta ai
ministerio; qué comer, aunque pobremente, no falta, y a querer comer
lo que el señor Presidente y demás oficiales Reales nos ofrecen a costa
del rey nuestro señor; pero yo, aunque contra el dictamen de alguno,
viendo que hemos venido a padecer y que nuestro ministerio es apos­
tólico, acordándome de la doctrina que el Señor dió a sus discípulos
cuando los envió por el mundo, no lo quiero aceptar, antes le he escrito
que no me envíen nada si no es que se lo pida, y se han edificado,
y más cuando supieron que al P. Fr. Basilio se le había quemado la
casa y lo que tenía, fuera del recado de decir Misa, y que con todo
eso no quería nada. Quemóse una imagen de un Santo Cristo muy linda,
que lo he sentido mucho; pero el Señor lo debió permitir para que
estuviésemos más libres para poder ir a donde Dios fuese servido,
porque ajuar para misionarios apostólicos es de mucho embarazo».
Añade luego las muchas amenazas de muerte que los indios le tenían
hechas, pero «en todos estos lances no he visto alguno que se pusiera
de mi parte, sino el divino favor de Dios nuestro Señor, el cual como
ve mi flaqueza y pusilanimidad, de tal suerte me quitó el temor, que
duermo tan seguro como si durmiese entre mis hermanos en el con­
vento, sin cerrar puerta ni tener defensa. Dígolo para confusión mía,
porque si yo fuera el que debo, me dejara Dios pelear con los temores,
como hizo al Apóstol San Pablo, y como los indios me ven tan sin
temor, me temen a mí» (7 ).
Sin embargo, de dicha carta se desprende que eran muy contadas
las conversiones. «Tres pueblos tenemos, habiendo sacado la gente de
los montes con harto trabajo; pienso que ahora será más fácil juntar­
los, porque el rey tiene soldados en esta provincia, que hará veinte días
que han llegado para defensa del inglés y holandés pirata, que anda
en el mar del norte robando la costa de Cartagena y pretende seño­
rearse de esta provincia y entrarse a robar la costa del mar del sur
de Panamá y La Plata... y esta gente es vilísima e interesada, y así
fácilmente se hacen amigos del enemigo y le dan entrada como ahora
lo tenían intentado, por cuatro hachas y machetes que les dan» (8).
Pero justamente esos soldados, puestos para defensa, dieron motivo
a que los naturales se sublevasen en contra de lo españoles, creyendo

(7) Carta del mismo (Concepción de Nuestra Señora de Teporica, 18 de mayo


de 1650) (Ibíd., ff. 15- 16).
(8) Tbid.
ILUSTRES MISIONEROS 393

iban a conquistarlos y rendirlos a Ja fuerza. En vano trataron los mi­


sioneros de calmarlos y persuadirlos de la finalidad de la guarnición:
no hubo posibilidad de reducirlos; mataron a muchos españoles que en­
contraron por sus derras y hasta los propios misioneros corrieron inmi­
nente peligro de muerte, como ya dejamos dicho (9).
Esos alborotos debieron comenzar con toda seguridad ya en 16 5 0 .
según una interesante relación de uno de los misioneros (10 ), y se pro­
siguieron bastante tiempo, hasta el punto de que los religiosos estaban
resueltos a volverse a España. Sin embargo, el decidido y celoso
P. Antonio de Oviedo quiso intentar un último esfuerzo, aun a cos­
ta de su vida, y fué dirigirse personalmente a los mismos indios. Se
despidió de los religiosos; tomó una canoa y, llevando consigo un
español y cinco indios, se encaminó a los chocoes; pasó luego a los
burgutas, pero entonces le abandonaron sus acompañantes, siguiendo
él adelante, hasta que, al avistarle los gorgonas, le arremetieron a
saetazos y lanzadas, quitándole la vida y dándole una muerte cruelí­
sima; le serraron luego por remate el casco de la cabeza e hicieron
de él taza para beber (1 1 ).
Así acabó este animoso misionero, «y de su gran virtud y celo
apostólico se debe creer piadosamente procedió en esta jornada con
particular inspiración del Espíritu Santo, por cuyo medio le dispuso
para darle el premio de sus muchos trabajos, con la corona y palma
del martirio» (1 2 ).
Y como tal mártir ha sido tenido siempre, y hasta se le ha dado
el título de Venerable (1 3 ).
2. Entre tanto que esto sucedía en el Darién, otro hijo de Cas­
tilla, no menos ilustre que el anterior, el P. Serafín de León, des­
plegaba en Sierra Leona (Africa) una actividad apostólica que no
se podía esperar de su avanzada edad.
Había tomado el hábito capuchino en 1609 en Alicante, siendo
entonces paje del duque de Montalto, enviado luego a Madrid para
que cen su ejemplo se animasen otros a solicitar entrada en la Or-

(9 ) Cfr. supra, p. 1 9 6 . — M a t e o d e A n g u i a n o - F r o i l á n d e R í o n e g r o , Relaciones


de las Misiones de los PP. Capuchinos, o. c ., t. I I , Sevilla, 1 9 1 8 , pp. 8 3 .
( 10) Cfr. «Relación de lo sucedido desde el año 50 en el Dariel y Gorgona
hasta el 53 en que salimos de la Gorgona» (Ms. c. 3 .818 , ff. 82 - 87). Aunque no
lleva firma, parece por el contexto ser del P. Basilio de Valdenuño, uno de los
misioneros supervivientes.
( 11) A n g u i a n o , Vida del Capuchino español, o. c., p. 298 .— A n g u i a n o - R í o -
N EGRO, c. c., p. 84 -5 . Estas noticias fueron dadas a los misioneros que por segunda
vez pasaron en 1080 a evangelizar el Darién, según refiere el propio P. Anguiano.
(1 2 ) A n g u i a n o - R í o n e g r o , o . c ., p. 8 5 .
( 13) Su muerte la pone el, P. Anguiano hacia el 17 de septiembre de 1652 ;
creemos sin embargo, como ya dijimos arriba, debió tener lugar un año antes, es
decir, en 1651 .
394 LA PROVINCIA Dli FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

den (14 ). Al decir de! P. Anguiano, fué el primer novicio de coro


que tuvo la Provincia de Castilla, profesando en el convento de San
Antonio, pasando luego al de El Pardo, donde hizo sus estudios, y,
acabado el curso de siete años de Artes y Teología, fué instituido pre­
dicador, comenzando pronto sus éxitos apostólicos. Ocupóle asimismo
la Provincia, por sus letras y virtudes, en varias prelacias (1 5 ). Fué
Guardián de Toro (16 6 2 ), Cubas (16 2 8 ), Salamanca ( 16 28 ), San An­
tonio (16 30 , 16 38 ), Valladolid (1 6 3 1 ), Toledo (16 3 4 ), El Pardo (16 3 8 );
fué también Definidor provincial durante casi diez años (16 28 - 16 3 8 )
y, por fin, Ministro provincial (16 39 ). «En todas fué ejemplo de pre­
lados y de súbditos; porque ninguno más puntual en la observancia
regular, ni más celoso de ella; ninguno más rendido de la obediencia,
más pobre, humilde y retirado de criaturas, ni más continuo en la
oración y austeridad de vida; y, sobre todo, fué extremado en la ca­
ridad y amor de Dios y de los prójimos» (16 ).
Cuando contaba nada menos que sesenta años de edad, se embar­
caba rumbo a' las misiones africanas de Guinea, juntamente con otros
Capuchinos andaluces y castellanos, a fines de 1646, llegando aún
antes de terminar el año al primer puerto, Alé, donde, con otros tres
religiosos, se dedicó con todas veras a la conversión de aquellas gen­
tes y asimismo a la asistencia de los cristianos en Dencallor, Lama-
baya, Joala y en las tierras del gran Jalofo. Allí estuvieron durante
seis meses y, cuando ya comenzaban a recoger el fruto de sus tra­
bajos y predicación, tuvieron que abandonar aquellas tierras, pues los
portugueses, tanto los eclesiásticos como las autoridades civiles, impi­
dieron siguiesen adelante, lo que también hicieron con los otros re­
ligiosos que habían trabajado en ese mismo, tiempo en la región del
Gambia (1 7 ).
Pero quien más culpa tuvo en eso y en el fracaso de la misión
íué el Visitador o Canónigo Vicario, Sede vacante, quien prohibió,
bajo pena de excomunión, el comercio entre castellanos y portugue­
ses y, lo que es más todavía, que recibiesen los Sacramentos de los
religiosos, diciendo eran espías que iban a reducir a los portugueses
a! servicio del rey de España, como lo habían hecho ya en el Congo (18 ).

(1 4 ) Cfr. A n to n io de A lic a n te , O .- F . M . Cap., Primera parte de los Chro-


nicas... de la Prciinría de Valencia, Ms. c., p. 135-6 .
(1 5 ) M a t e o d e A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, o . c ., p . 187.
(1 6 ) Ibíd. -
(1 7 ) Carta del P. Francisco de Vallecas (Guinea, 7 de diciembre de 1 6 4 6 )
(Ms. 3 . 8 1 8 , fí. 1 2 0 - 2 2 ) . Aunque no lleva firma y además etsá incompleta, se ve
por el contexto que es del mencionado Padre, ya que al nombrar los religiosos
que quedaron en Arrecife, dice que fueron «el P. Fr. Serafín de León, el P. Fr. Die­
go de Guadaícanal, un religioso lego (Fr. Alonso de Vélez) y yo», constándonos
por otros documentos que el cuarto fué precisamente el P. Valiecas.
( 18) Ibíd.
ILUSTRES MISIONEROS 395

En vista de que no podían hacer nada, resolvieron los misioneros


marcharse a América, para lo cual ya tenían anticipadamente el necesa­
rio permiso, embarcándose el 24 de junio y llegando a Cartagena de In­
dias el 29 de julio de 16 4 7 , en el misino navio que los llevó a
Guinea (19 ).
Sin embargo, en Guinea quedaron los PP. Serafín de León y An­
tonio de Jimena, con consentimiento del P. Vice-Prefecto, Gaspar de
Sevilla, así por estar ya enfermos y ancianos como porque de su pro­
pia voluntad querían ver si aún iograban algún fruto entre aquellos
gentiles (20 ). Cuando ya estuvieron solos, se dedicaron primeramente
a administrar los Sacramentos y predicar a los cristianos de aquellas
poblaciones donde antes lo habían hecho. Pero luego el P. Serafín
dejó encomendadas a su compañero las poblaciones próximas al río
Gambia y él se dirigió a la península de Sierra Leona, poblada sola­
mente de gentiles, donde trabajará incansablemente durante diez años,
hasta su muerte.
De los frutos por él alcanzados en dicha región es buen testimo­
nio la carta del P. Antonio de Jimena al P. Guardián del convento
de Sanlúcar, en la que le comunica cómo los portugueses habían cam­
biado ya de parecer y no les miraban sino como a ministros del Señor.
Añade que el P. Serafín le había escrito desde Sierra Leona,' comuni­
cándole «que, divulgada su llegada a Sierra Leona, le pidieron tres
o cuatro reyes el santo Bautismo para sí y para sus hijos y familias.
Que había edificado muchas iglesias y reedificado otras que estaban
caídas» (2 1 ).
Asimismo el propio P. Serafín escribía cinco años después otra
carta al P. Angel de Valencia, Prefecto de la misión del Benín, en
lá que le exponía la buena disposición de aquellas gentes para recibir
la fe y ei bautismo, pero que no se lograban más frutos por falta de
misioneros: «Pues es cierto que no se han bautizado un grande em­
perador, llamado de los Sapis, y otro rey muy poderoso de tierras,
sólo por falta de ministros. Porque yo no he podido asistirlos por la
ocupación que tengo en cuatro pueblos de cristianos, de bautizar a
sus hijos, 3 los de sus esclavos y a ¡algunos gentiles: de casamientos,
asistencia de enfermos, entierros, composiciones de pleitos y continuo
ejercicio de instruir a unos y a otros, y en particular de más de una

( 19) ta ita común de ios misioneros llegados de la Guinea (Cartagena de Indias:


20 de febrero de 1648) (Ms. citado 3 .818 , ff. 11- 12).
(20 ) Carta de uno de los Padres andaluces que llegaron a Cartagena (sin año
y sin fecha ni firma) (Ms. 3.818 , ff. 29 -32).
(21 ) Carta del P. Timena (Arrecife de Cabo Verde, 12 de junio de 1650)
(Ms. 3 .818, f. 33 ).— A n g u i a n o , Vicia y virtudes del capuchino español, p. 256 .—
Id., Segunda paite de la crónica..,, Ms. citado 18.178, f. 221 .
3?6 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

hora de doctrina cristiana cada día, después de rezar el Rosario y


predicar en las fiestas y domingos» (2 2 ).
Sin embargo, por fin tuvo la satisfacción de catequizar al mencio­
nado rey de los Sapis y a ese otro rey poderoso de que habla en su
carta (2 3 ).
Uno de los pueblos donde residió mucho tiempo fué el de los
Lagozes (Sierra Leona). La habitación donde se recogía era la sacris­
tía de la pequeña iglesia, que «más parecía sepultura de muertos que
habitación de vivos— dice uno de los que la vieron— , sin tener otra
casa ni otra morada ni otra puerta más que la que daba a la iglesia».
Así—dice el mismo testigo— , «supo aprender a bien vivir en la casa
de verdadera doctrina, que es la iglesia de Cristo; supo granjearse el
bien y evitar cuanto es perjudicial; porque poco importa hablar bien
de ¿as virtudes, conocerlas y saber sus divisiones si tales virtudes fal­
tan en la propia persona» (2 4 ).
Pero aquellos trabajos dures y pesados no eran ya para un an­
ciano que pasaba de los setenta. Por otra parte, comenzó a faltarle
la vista. Tuvo asimismo, como luego veremos, conocimiento del día
y hora de su muerte, y, persuadido de ello, se dirigió a la población
de Cacheo, donde había sacerdote e iglesia. Fué despidiéndose, como
otro San Pablo camino de Jerusalén, de cuantos pueblos había evan­
gelizado, diciéndoles claramente iba a morir. Al llegar a la mencio­
nada población de Cacheo, se retiró a vivir en. un aposentillo de una
viuda anciana. Allí, sin ser grandemente gravoso a nadie, pasó el
resto de sus días en continua oración. Cuando ya no le fué posible
decir misa, se hacía llevar a la iglesia, donde la oía y comulgaba
v luego quedaba allí hasta el anochecer en gue iban por él para lle­
varle a su aposentillo. Así continuó hasta que le llegó su hora, ha­
biendo recibido antes los Santos Sacramentos. Fué luego sepultado
en la iglesia de Cacheo, donde arimismo reposaban los restos del
P. Antonio de Jknena, y en su entierro sucedió un milagro singular,
testificado por todos los que estuvieron presentes, y fué que las cam­
panas se tocaron por sí solas y en tono festivo y de gloria. Así lo
testifica el P. Agustín de Ronda, quien, al escribir casi un año des­
pués, el 3 de abril de 16 58 , desde el puerto de Tumbá, daba la no­
ticia de la muerte del P. Serafín de León, sucedida por jimio de 16 5 7 ,

(22 ) Carta del P. Serafín de León (Puerto de Tumba, — Guinea, Sierra Leona—,
25 de febrero de 1655), en A n g u i a n o , Vidal del Capuchino español, o. c.$ p. 258 ,
y en el citado Ms. 1 8 .1 7 8 , f. 223 , donde la copia íntegra. Asimismo se halia una
copia en el P. A n t o n i o d e T e r u e l , Descripción narrativa de la misión... del Congo
(B. N.—Ms. 3533 ). al tratar de las misiones de los Capuchinos en Guinea.
(2 3 ) Cfr. A n g u ia n o , o. c., p . 2 5 8 .
(2 4 ) F r. A n drÉ de F aro, O F. M ., Peregrinafáo de André de Faro á térra
dos gentíos, Lisboa, 1945 , pp. 59 -60 .
397

y hacía notar el citado prodigio así como el que había predicho el


día y la hora de su muerte (25 ). Lo propio testificaron luego, en 1666,
los PP. Teodoro de Bruselas y Basilio de Cabra, cuando oficialmente
pidieron testimonio de tal milagro ante notario y asimismo quisieron
llevar a España los restos tanto del P. Serafín como del P. jimena,
lo que no pudieron hacer porque, habiendo cambiado de sitio la igle­
sia y siendo sumamente difícil identificarlos, todas las pesquisas fue­
ron inútiles para conseguir su intento (26).
Nuevas investigaciones se hicieron, según el P. Anguiano, por los
Capuchinos castellanos, cuando en 1678 fueron de nuevo a hacerse
cargo de dicha misión de Sierra Leona, pero tampoco se logró
nada (2 7 ).
Terminamos la biografía de tan ilustre misionero con estas pala­
bras del P. Anguiano: «Mucho y admirable se me ofrecía decir de
este apostólico varón, lustre singular de nuestra Provincia de Castilla
V primer fruto de eila, consagrado a Dios en las misiones de los in­
fieles de Guinea, a quien con razón le toca el glorioso título de Após­
tol de Sierra Leona» (28 ).

(25 ) Carta del P. Agustín de Ronda (Puerto de Tumba, 3 de ab'ril de 1658),


en A n g u i a n o , Ms. 18. 178, f. 224 , donde la copia íntegra, como asimismo el P. T e ­
r u e l , en su obra ms. citada anteriormente, al final.— Cfr. A n g u ia & O , Vida del Ca­
puchino español, p. 262 .
(26 ) Cfr. «Tanto de las diligencias hechas en Cacheo por los Padres Teodoro
de Bruselas y Basilio de Cabra en justificación de haberse repicado las campanas por
sí en el entierro del P. Serafín de León, y para traerse los huesos de éste y del
P. Antonio de Jimena ( 1666)» (B . N . —Ms. 3 .561 , f. 28 , 2 hojas). Cfr. también
A m b r o s i o d e V a i . e n c i n á , O . F . M. Cap., Reseña históricau o. c., t. V , Sevilla, 1908,
pp. 78 ss., donde copia lo que el P. N i c o l á s d e C ó r d o b a dice sobre e¡ particular en
la Crónica del convento de Cádiz, ms.
(2 7 ) Cfr. AN G UIA NO * Vida del Capuchino español, o. c., p . 2 6 0 , y Ms. citado
1 8 .1 7 8 , f. 2 2 7 .
(28 ) A n g u i a n o , Vida del Capuchino español, p . 261 .
CAPÍTULO XIV
S a b io s y e s c r i t o r e s

i . Vida, escritos y mérito literario del P. Leandro de Murcia.—


2 . Id. del P. Antonio de Fuentelapeña.— 3 . Id. del P. Martín de
T orrecüla.

Son los tres mencionados Padres, a nuestro juicio, los más ge-
nuinos representantes de la ciencia en aquella antigua Provincia de
la Encarnación de las dos Castillas. Por eso a ellos vamos a dedicar
este capítulo.
1. A pesar de que el P. Leandro en la portada de sus obras se
dice y repite natural de Murcia, lo mismo que también han repetido
luego otros historiadores, tenemos que afirmar que no en Murcia sino
en La Puebla de Sanabria (Zamora) nació y allí fué bautizado el 24
de agosto de 1600, imponiéndosele el nombre de Juan Monte de
Aragón. Sus padres se llamaron Pedro de Monte Isla, abogado, na­
tural de Murcia, y su madre María de Aragón y Borno, nacida en
Cartagena. Cuando el P. Leandro vino al mundo, su padre era Co­
rregidor de La Puebla de Sanabria, cargo que aún desempeñó por
varios años (1 ).
Los estudios los hizo en Salamanca, a donde pasó su padre y
donde le encontramos aún los años 1 6 1 5 y 1 6 1 6 , desempeñando el
cargo de Teniente de Corregidor (2 ). Entre tanto, el P. Leandro, sin­
tiéndose llamado por Dios, tomó nuestro hábito en Salamanca el 20
de mayo de 1 6 1 5 , y en 16 2 2 recibía la ordenación sacerdotal (3).
No debieron ser pocos los créditos que muy pronto alcanzó entre
los religiosos cuando dos años después, en 16 24 , y contando solamen­
te veinticuatro de edad, es nombrado Lector de Artes en el convento

( 1) «Información de la genealogía, naturaleza y limpieza de sangre del P. Fray


Leandro de Murcia, Religioso Capuchino, Predicador de S. M., que pretende ser
Calificador del Consejo Supremo de la Santa General Inquisición».— A. H. N.— In­
quisición. Le¡?. 1.517 , n.c 1. Se pone aquí la partida de bautismo,
( 2) I b í d declaraciones del testigo segundo.
(3) Cfs. nuestro Necrclogio, p. m .
SABIOS Y ESCRITORES 399

de Madrid, siguiendo la enseñanza de la Filosofía y Teología has­


ta 1630 (4).
Fué asimismo Guardián de Alcalá (16 2 8 ), Valladolid (1 6 3 1 ), To­
ledo (1 6 3 1 ), El Pardo (16 3 9 -4 2), San Antonio (1660), Definidor va­
rias veces (16 38 -44, 1 6 5 1 , 1660), Custodio Provincial (16 4 2), Minis­
tro Provincial (1646) y Custodio general (16 5 5 ) (5)*
Ya hemos dicho que durante su provincialato se llevó a cabo la
Misión del Dárién, y hubiera sido de gran transcendencia la proyec­
tada fundación de un convento en Lima, en lo que también durante
su gobierno se trabajó (6).
Él P. Murcia dedicó principalmente sus actividades al pulpito y
a la pluma. Y por lo que hace a su predicación sabemos que predicó
mucho y con mucha aceptación, de tal modo que de él pudieron afir­
mar varios contemporáneos v testigos que le oyeron en más de una
ocasión, que gozaba fama de buen religioso y de buen predicador,
siendo tenido en gran opinión por sus letras y doctrina, así entre los
religiosos como entre los seglares (7 ). Por eso mismo el 29 de marzo
de 1 661 fué nombrado por Felipe IV su Predicador (8). Sin embar­
go, nada podemos decir particularmente de su oratoria, por no ha­
bernos dejado ningún sermón impreso.
Creemos, no obstante, que el mérito principal del P. Murcia fué
lrs parte ’iteraría, es decir, sus escritos, y reconocemos de buen grado
que fué, al decir del P. Anguiano, «oráculo de sabiduría y peregrino
en todas las facultades, como lo manifiestan sus muchos y varios es­
critos y lo publican muchos y muy graves autores de varias naciones
en los suyos» (9).
El primer escrito que hasta nosotros ha llegado a través de las
obras del P. Torrecilla, es un memorial en respuesta a los Observan­
tes y Descalzos de Valladolid, que se oponían a la fundación de los
Capuchinos en dicha ciudad, así como en toda Castilla la Vieja (xo).
Tiene además la gloria de haber sido el primero, entre los Capu­
chinos castellanos, que dió a la prensa una obra, y por cierto no de
escaso mérito, su Exposición de la Regla, llamada también Cuestiones
selectas y regulares (1 1 ). Dichs obra se distingue por la claridad en

(4 ) E D , o. c., pp. 12- 16.


(5) Ibid., pp. 16 ss.— Necrologio, p. m .
(6) Cfr. supra, pp. 166 ss.
(7) Cfr. ¡a mencionada información; así lo asegurantodos los testigos.
(8) Archivo del Palacio N. de Madrid.—Personal— Cargos.M.- 113.
(9 ) A nguiano , Paraíso en -el desierto, o. c., p. 237 .
( 10) Cfr. T o r r e c i l l a , Consultas, alegatos, apologías, etc., t. I, 2 .a ed... Madrid,
1702, pp. 388 -90 . De él trae también una erudita consulta que compuso en 1652
con motivo del Jubileo del Año Santo, en el t. II, 2 .a ed., Madrid, 1702, pp. 529 -
. 532-
(t i) E l titulo exacto es: Questiones selectas regulares y Exposición de la
4oo LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

la exposición, por el orden y divisiones y asimismo por «su estilo y


lenguaje tan natural, sencillo y adecuado a los asuntos que toca, como
elegante y castizo. Tiene muchos puntos de contacto con los Padres
Luis de la Puente y Fr. Fernando de Zárate, y en ocasiones recuerda
al mismo Fr. Luis de Granada» (1 2 ). Su autoridad es citada con mu­
cho encomio por los expositores posteriores (1 3 ), siendo además la
primera exposición que por los Capuchinos se publicó en caste­
llano (14 ).
A ese escrito siguieron prontamente otros, tales como Commenta-
ria ad litteram et moralia iti librum Esther, que forman un abultado
tomo de 5 18 pp., obra impresa en Madrid en 16 4 7, que puede ser
de mucha utilidad 3 los predicadores y en la que muestra sus cono­
cimientos lingüísticos y escriturarios.
Tres años después, en 1650 y en Madrid, imprimía una tercera
obra, titulada Llave maestra y escudo de la verdad, obra que pudié­
ramos llamar ocasional, compuesta con motivo del Año Santo, sobre
las indulgencias y gracias que durante él quedaban en vigor, aunque
luego dedica la segunda parte a la defensa de los Capuchinos contra
el P. Martín de San José.
Por esos mismos añós salieron a luz varios memoriales suyos, bien
en defensa de sus obras, bien en defensa de las de otros. Creemos
los publicaría sin su nombre, por lo cual es muy difícil localizarlos
e indentificarlos. Sabemos, desde luego, es el autor de un memorial
oue fué presentado al P. General, Juan de Moncaller (Moncaglieri),
por los Capuchinos de Castilla, y apoyados en él rechazaron las Cons­
tituciones hechas por el Cardenal de San Onofre, Protector de la Or-

Regla de los Frayles Menores, Madrid, 1645 . Esta exposición, declarada «óptima»
en la última edición del P. B u l s a n o , O. F. M. Cap., Exposilio Reguhe F F. Minorum
S. P. Francisci Assisiensis, Rcmae, 1932 , p. 33 , n.° 8, se tradujo al latín, pero no
llegó a imprimirse, conservándose manuscrita entre los Capuchinos de la Provincia
de Genova (1. c.). Sin embargo, en1 la p. 205 , n.° 3, se cita como impresa en Gé-
nova, en 1654 .
(1 2 ) J. P í o T e j e r a y R . d e M o n c a d a , Biblioteca del murciano o Ensayo de
un Diccionario biográfica y bibliográfico de la literatura en Murcia, t. I, M a d r i d ,
J924 , P- 533-
( 13) Cfr. T o r r e c i l l a , Apologema, o. c., p. 175 , donde pone muchos autores
que le citan con encomio.
( 14) Cfr. la dedicatoria «al cristiano y religioso lector». Contra esta obra del
P . Murcia sacó cierto autor anónimo unas Observaciones, y contra estas se publicó
luego el siguiente papel: «Información en defensa de las Questiones Selectas Re­
gulares y Exposición de la Resila de N. P. S. Franciscq, compuestas por el Reve-
íendo Padre frai Leandro de Murcia, Lector de santa Teología, Y Prouinciai de
la Prouincia de Castilla de los Padres Capuchinos, contra las Observaciones hechas
por un Autor innominado, o anonymo, contra las dichas Questiones, y Exposición.
Por el Padre frai C l a u d i o P a l a d í n , Lector de santa Teología, del Orden de nuestro
P. S. Francisco, natural de Lim a en el Perú». Impreso (s. a. s. 1.): 27 pp. (APC,
45 / 00014 ).
SABIOS Y ESCRITORES 401

den. Otro de! mismo estilo se presentó al Capítulo general de 16 4 3,


y en él se pretendía probar que los Capuchinos españoles no tenían
obligación de acudir a Roma en esa ocasión, como no lo hicieron (1 5 ).
Y que el P. Murcia fué «bien docto no sólo en las cuestiones re­
gulares y exposición de la Regla, sino también en Teología moral,
positiva y eclesiástica, y bien erudito en los Derechos canónico y ci­
vil, lo testifican a cada paso sus obras, que son irrefragables tes­
tigos» (16 ).
De ello da efectivamente testimonio su obra Breve, y clara expo­
sición y declaración de la primera Regla de la gloriosa Virgen Santa
CAara, que imprimió en Madrid en 1658 (16 a), y en la que no sólo
trata de la Regla de. Sta. Clara, sino que expene muchas dudas y
dificultades que atañen a todas las religiosas: sobre los votos, oficio
divino, clausura, profesión, elecciones, etc.
Pero quizá sobre todos los mencionados escritos haya que colocar
el último que publicó y que consta de dos gruesos volúmenes: Dis-
qmsitiones morales in primam secundae Divi Thcmae' (1 7 ). Exposi­
ción a la gran obra del Doctor Angélico, en donde se discuten mu­
chas cuestiones por él no tocadas ni tratadas, así como otras que per­
tenecen a la secunda secundae.
Al año siguiente de publicar el primer tomo, o sea en 1664, fué
designado para Calificador de la Suprema Inquisición (18 ); luego,
en los años transcurridos hasta sacar a luz el segundo en 16 7 0 , tuvie­
ron lugar en su vida hechos y acontecimientos que van a explicarnos
de alguna manera su modo de ser, su carácter.
Ya en 16 5 6 , cuando asistió en calidad de Custodio al Capítulo ge­
neral, procedió en contra de lo aconsejado por el embajador español,
y, consiguientemente, en contra del parecer de Felipe IV, por no
haber querido dar su voto para la elección del Definidor general es­
pañol, P. Buenaventura de San Mateo. Por eso mismo a su regreso
se pidieren por el Consejo de Estado informes sobre su conducta al

( 15) De esos memoriales s'e imprimió, al menos, el primero, cuyo título es-
«Memorial en que por vía de disputa moral, se representan al Reuerendissimo
Padre General, de los Frayles Menores Capuchinos, los graues inconuinientes que
se siguen, de poner en execución las nueuas Constituciones remitidas de Roma á
estas Prouincias de España».— Impreso (s. a. s. 1. s. a.): 6 folios numerados. En
el ejemplar que se conserva en el APC, 3 /00026 , lleva al final manuscrita la apro­
bación del P. P. de Tapia (Sto. Tomás de Alcalá, 28 de mayo de 1640).
Este impreso es totalmente idéntico al cue trae, como del P. Murcia, el P. M o n ­
z ó n en su Erario divino, ms. c., ff. 77 -81V.
(1 6 ) T o r r e c illa , Apologema, p. 175.
( 16a) Esta obra fuá traducida al portugués e impresa en Lisboa en 1744 con
este título: Breve , e clara exposicam, e declaragam da prim eira R egra da. gloriosa
S. Clara...
( 17) Se imprimieron en Madrid, el primero, en 1663, y el segundo, en 1670.
( 18) A. H. N.— Inquisición. Leg. 1.517, n.° I. Información arriba citada.
402 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

P. Alejandro de Valencia, quien dice de él no le ha extrañado nada


su proceder «teniendo conocido el genio del sujeto, todo atento a sí
mismo», por lo que fué de parecer se le debía castigar, desterrándole
a un convento lejos de la corte, por ejemplo, el de Villarrubia de los
Ops, como así se hizo luego (19).
Sin embargo, mal se compagina ese castigo con los honores que
muy pronto se le concedieron, de Predicador de S. M . en 16 6 1 , lla­
mándole entonces en la prensa «insigne y grande escritor de las sa­
gradas letras» (20), y luego de Calificador de la Suprema Inquisición
en 166 4.
Pero lo que resulta aún más extraño es que a la edad de sesenta
y seis años intentase dejar los Capuchinos para- pasarse a los Obser­
vantes. Para ello obtuvo un Breve de Alejandro VII y licencia de los
PP. Generales, Simpliciano de Milán y Marco Antonio de Carpené-
dolo; consiguió asimismo la admisión por parte del General de los
Observantes, y. sin dar cuenta a nadie, estando conventual en San
Antonio del Prado, salió cautelosamente el <5 de enero de 1666 y se
fué a los Observantes con intento de recibir su hábito. Estos se lo
dieron, efectivamente, y por ello se siguió pleito ante el Nuncio, quien
al fin dió la razón a los Capuchinos, anuló todo lo hecho y el 15 de
septiembre de 1668 el P. Murcia se vió obligado a volver al convento
del Prado (2 1 ).
No sabemos concretamente la causa de esa su determinación; qui­
zás, come supone un documento del Archivo, «algunas desazonciilas
intestinas o caseras o alguna ola o fluctuación de displicencia» (2 2 ). De

( 19) Simancas—Estado. Leg. 3 .279 , ff. 115- 119.


(20 ) «Sucesos más notables de Europa, desde el 15 del abril de 1660 por todo
el 1661 ».—Impreso: f. 31-.
(21) Sobre este asunto hay mucha documentación: Cartas del P. Francisco
de Yecla, Vicario Provincial (14 de marzo de 1667) al Provincial de Cataluña co­
municándole !o sucedido para que él y sus Definidores tomen también cartas en
el asunto y deleguen al P. Jacinto de Madrid para que gestione ante el Nuncio
la vuelta del P. Murcia, como así se hace (Gerona, 29 de marzo de 1667) ; nueva
carta del P. Yecla comunicando que el Nuncio dió por nulo tcdo lo hecho por
el P. Leandro (Archivo de la Corona de Aragón.— Fondos Monacales. Leg. 62 , ff. 11
y 92 ). Asimismo hay en el APC, 6 /00063 , un interesante documento que así se
titula: «Hechos tocantes al R. P. Fr. Leandro de Murcia», escrito en 1763 , fir­
mado per F. J. de Sa (¿Fr. José de Sangüesa?). En él dice su autor que el año men­
cionado 1763 el Cronista de los Observantes le había presentado un memorial del
P. Murcia en que pedía el hábito de los Observantes: que tenía Breve para ello,
etcétera, y consiguientemente que creía había tomado el hábito y había muerto
entre ellos. En vista de todo tuvo que mostrarle la documentación existente en el
Archivo de los Capuchinos, que no es otra que) la tomada del Viridario auténtico,
ms. c., ff. 3, 6 y 8, donde se dice cuanto hemos referido en el texto, y con ello
quedó "onvencido el Cronista de ¡os Observantes.
(22) Cfr. el mencionado documento «Hechos tocantes al R. P. Fr. Leandro
de Murcia».
SABIOS y ESCRITORES 403

allí en adelante siguió entre los Capuchinos, «llegó a edad muy cre­
cida, y mientras vivió, conservó con admiración común felicísima me­
moria de cuanto había estudiado. Yace en el convento de San An­
tonio de esta corte» (2 3 ), aunque no podemos determinar la fecha
de su fallecimiento.

2. Contemporáneo del P. Murcia y más ilustre que él por su


sangre y por sus títulos, fué el P. Antonio de Fuentelapeña. En este
pueblo de la Provincia de Zamora existió la casa solariega de los Arias
y Porres, de ilustre abolengo, ostentando en su entrada el escudo de
armas. AJlí nació el P. Fuentelapeña en marzo de 16 28 (24 ). Herma­
nos suyos fueron el P. José Arias y Porres, Clérigo Menor; D. Gómez
Arias y Forres, Regidor perpetuo de Medina del Campo y Alcalde de
su fortaleza, y D. Manuel Arias y Porres, caballero dei hábito de San
Juan de Malta,. Comendador de las Encomiendas de Yébenes y del
Viso, Vice-Canciller de su Religión, Gobernador del Consejo de Cas­
tilla y luego Arzobispo de Sevilla y Cardenal (2 5 ).
No sabemos los estudios que realizó antes de entrar en la Orden,
cuyo hábito recibió en Salamanca el 23 de diciembre de 16 4 3, orde­
nándose de sacerdote en 16 5 1 (26 ). Desempeñó el cargo de Secretario
provincial desde 1659 a 1 Ó70, el de Custodio general de 16 70 a 16 7 2 ,
en que es elegido Ministro Provincial, siguiendo en ese puesto hasta
mayo de 16 7 5 (2 7 ). Dos años más tarde es designado por el P. Ge­
neral, a prepuesta de! rey de España, Visitador y Comisario de las
Provincias capuchinas de la isla de Sicilia, a donde llega en mayo
de 16 7 7 Y permanece hasta la celebración del Capítulo general
en 1678 (28).
Respecto de su comportamiento allí hay abundante documentación
en el Archivo de Simancas. En uno de los informes se dice que fué
a Sicilia de Visitador por haber divisiones entre los religiosos de aque­
llas Provincias a causa del desacuerdo existente entre el Juez de la
Monarquía y el P. General, Esteban de Cesena: que lo compuso todo
y que luego celebró con gran paz los Capítulos respectivos: que con
su hermano D. Manuel Arias había hecho para que los Caballeros de
Malta se pusiesen al servicio del rey de España, y que había descu-

1 (23 ) A n g u i a n o , Paraíso en el desierto, p. 238 .


(24 ) Archivo Parroquial de Santa María de los Caballeros de la villa de Fuen­
telapeña. «Libro segundo de Bautizados», f. 79 .
(25) E l P. Francisco Arias, que en febrero de 1725 obtuvo la gracia de Pre­
dicador de S. M. (Simancas.— Gracia y Justicia. Leg. 926 (mod. 375 ), aprobó la obra
Retrato divino, y les otros tres hermanos le dedicaron sus versos a!; imprimir
El Ente dilucidado.
(26 ) Cfr. nuestro Necrologio, p. 295 .
(27) Ibíd., y E D , pp. 51 ss.
(28 ) Cfr. P o t í l a o u r a , Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 66.
404 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

bierto una conjuración de mesineses y franceses en Zaragoza (Sicilia)


en contra de las armas españolas. Todo ello lo reconocen el Virrey de
Sicilia, ei Juez de la Monarquía, el Cardenal Portocarrero (29), como
asimismo lo reconoció también la Junta que se formó para juzgar su
proceder y el de los PP. Martín de Torrecilla y Juan Francisco de
Milán, diciendo ser «sujeto de calidad conocida, tener un hermano
en Malta, en una de las primeras dignidades de la Religión y muy
atendido de ella por sus prendas» (30).
Sin embargo de esos buenos servicios, a! celebrarse el mencionado
Capítulo general y asistir a él, fué luego acusado de haber ido en con­
tra de las disposiciones del embajador español en Roma, por no haber
querido elegir en Definidor general al P. Francisco de Jerez, y de que
se había unido con los franceses y que incluso éstos habían recibido
órdenes de elegir al P. Fuentelapeña, si bien éste se retiró antes de
las elecciones (3 1 ).
Sea de ello lo que fuere, apenas puso el pie en España, de vuelta de
dicho Capítulo, tuvo que salir desterrado a Portugal, donde ya estaban
los PP. Torrecilla y Milán. Mas antes «dejó un memorial impreso en que
refiere a V. M. sus operaciones y pide justicia en su trabajo» (3 2 ). El
P. Fuentelapeña se hallaba ya en Yelves de Portugal el 7 de noviembre
de 1678 (33), donde seguía aún en los primeros meses del año siguiente
en que el P. Provincial de Castilla, Félix de Bustillo, intercede por
éí, diciendo tiene ya sesenta años, que padecía de gota, que vivía de
limosna en un hospital y que no había motivo para tenerle desterrado,
añadiendo era sobrino de D. Fernando Villalobos, «Embajador de
Malta y deudo de otros muchos que actualmente se hallan en el Real
Servicio de V. M .» (34). Sin embargo de todo, allí siguió hasta que
el Consejo de Estado le permite (25 de febrero de 16 8 1 ) regresar a
España (3 5 ).
Desde entonces pasa su vida llena de achaques, tanto que en 1690,
al celebrarse Capítulo provincial y salir elegido Provincial por segun­
da vez. renuncia precisamente por eso, quedando de primer Defini­
dor (36). Retirado de cargos, dedicado a escribir libros, entregado a
la vida de oración y de piedad, al confesonario y a la dirección de

(29 ) Cfr. para todo esto la abundante documentación existente en el Archivo


de Simancas, Estado, Leg. 3 .129, pues todo el mencionado legajo y el 3.128 versan
sobre asuntos de Capuchinos de diversos años.
( 30 ) Ibíd
( 31 ) Ibíd.
( 32) Así lo afirma el P. Fuentelapeña en otro memorial presentado en 1681 .
Ibíd.
(33)Carta suva de esa fecha y lugar. Ibíd.
(34) Ibíd.
(35) Simancas.— Estado. Leg. 3 .064 .
(36) ED, p. 10 1 .
¿ABIOS Y ESCRITORES 405

las almas, pasa el resto de su vida hasta 17 0 2 , año en que creemos


haya fallecido.
Vamos a ocuparnos ahora de sus escritos, de sus iibros impresor.
Y en primer lugar, del que más le ha hecho célebre, aunque no sea
el de más mérito, a saber: El Ente dilucidado. Discurso único no­
tísimo en que muestra hay en la naturaleza animales irracionales in­
visibles y cuáles sean (3 7 ).
Sobre ese libro se han emitido las más raras y contradictorias opi­
niones. Mientras unos no ven sino un tejido de extravagancias, para
otros no sólo tiene mérito sino mérito extraordinario, ya se le mire
como recopilación de vulgares creencias de su tiempo, ya se le con­
sidere como refutación de lo que en aquel entonces se pensaba sobre
los duendes, es decir, que eran demonios o seres espirituales, etc.
En mi opinión el libro del P. Fuentelapeña puede muy bien to­
marse como recopilación de muchas vulgares creencias, consideradas
verídicas en su tiempo, a las que él no solamente no daba fe, sino
que quiso ponerlas en su libro para más ridiculizarlas, como fué, en­
tre otras, ia cuestión de los duendes. Pero, aparte de eso, se tratan
también en el mencionado libro otras muchas cuestiones filosóficas, so­
bre ciencias naturales, etc., diciendo cosas verdaderamente peregrinas.
Juan de Valera era tan entusiasta del P. Fuentelapeña, que llegó
a escribir estas ponderativas palabras: «Yo diré que el P. Fuentelape­
ña lo adivinaba todo de tenazón, como se dice vulgarmente. Como no
hubo jamás ingenio más invencionero ni atrevido, ni memoria más
rica de erudición, ni desenvoltura científica más grande, que los de
este ameno, delicioso y candoroso ex-provincial de capuchinos; no
es extraño que lo adivinase todo... Interesante sería y aún daría asun­
to de sobra para un tomo, el comparar la ciencia novísima con lo de
este ex-provincial de capuchinos,' y el probar lo mucho que la ciencia
novísima le debe» (38). Y , llevado de ese mismo entusiasmo, llegaba
a proponer se publicase en la Biblioteca de AA. Españoles de Ribade-
neyra un segundo tomo de Filósofos españoles, donde El Ente di'lu-

(37 ) De él hay dos ediciones hechas ambas en Madrid, 1676 y 1677 ; una y
otra son raras y estimables para los bibliófilos. Contra este libro del P. Fuentela­
peña salió este otro: «Responde Don Andrés Davila Heredsa, Señor de la Carena,
Capitán de Cavallo, Ingeniero Militar, Professor de las Mathematicas. Al libro
Del Ente Dilucidado, Discurso único... Inipresso en Valencia, en la Oficina de
Villagrassa, año de 1678 .»
A la verdad, examinado detenidamente Cite libro, queda su autor bastante mal­
parado por las razones tan poco convincentes que aduce; casi con su lectura re­
salta más el mérito y la razón a favor del P. Fuentelapeña.
(38 ) J. de Valera, Obras.— V II. Disertaciones y juicios críticos, Madrid, 1890 ,
pp. 322 ss. Habla a propósito de la publicación del tomo 65 de la Biblioteca de
AA. E E . de Ribadeneyra, Obras escogidas de Filósofos, Madrid, 1873, y comentan­
do el discurso oreliminar del Excmo. e limo. Sr. D. Adolfo de Castro.
406 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

cidüdo tuviese cabida (39), y así se lo escribía también a Menéndez


y Pelayo en una de sus cartas (40).
Pero omitiendo otras muchas cosas, sólo haremos resaltar las dos
siguientes. En primer lugar, su teoría de la atracción universal, sobre
la cual llega a decir D. Adolfo de Castro que el P. Fuentelapeña, que
publicó su libro en 16 7 6 , diez años justamente antes que Newton sus .
Philosophiae naíuralis principia mathematica, establece los mismos
principios que el sabio inglés, aunque con términos más vulgares (4 1 ).
Lo mismo pudiéramos afirmar de su teoría sobre aviación: no le falta
pormenor alguno para describirnos el avión tal como hoy en día se
le conoce, advirtiendo también de paso y por añadidura que ha sido
el primero que imprimió algo sobre el arte de volar (4 2 ). Otro tanto
pudiéramos decir de la teoría y principios de la radiotelefonía (4 3).
No obstante, preciso es confesar que en dicha obra no debe bus­
carse mucha literatura. En cambio, en la que publicó nueve años
más tarde: Retrato divino en que para enamorar las almas se pintan
las divinas perfecciones con alusión a las facciones humanas (44), en­
contramos en primer lugar no poca teología y teología mística, no
pocas enseñanzas prácticas, muy elevados conceptos que realmente sir­
ven a maravilla para enamorar las almas y encenderlas en el amor
divino. Pero, además, dicha obra es modelo acabado de literatura, has­
ta el punto de que el P. Mir llega a ponerla por dechado de descrip­
ciones, que, a decir verdad, son maravillosas, y también de estilo clá­
sico, llamando a su autor «escritor atildado del siglo XVII» (4 5). Nos­
otros no dudaríamos en considerarle quizás el mejor, literariamente
considerado, de nuestros escritores capuchinos españoles, al menos en
prosa.
Quiso completar dicha obra con otra también ascético-mística,
pero de menos mérito literario, que tituló Escuela de la verdad (46),

(3 9 ) Ibíd.., p. 330.
(4 0 ) Epistolario de Valora y Menéndez Pelayo, p u b lic a d o c o n una in tr o d u cc ió n
y n oia s, p o r M i g u e l A r t i g a s F e r r a n d o y P e d r o S a in z R o d r í g u e z , M a d rid , 1930,
P- 43 -
(41 ) Cfr. el citado discurso preliminar de D. Adolfo de Castro, pp. C -C I, y
P. Fuentelapeña, El Ente dilucidado, Madrid, 1677, 2 .a ed., p. 361 .
(42 ) Cfr. Vicente Castañeda, El primer libro impreso sobre aviación, ¿es es­
pañol?, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 33 ( 1915), pp. 350-60 . Aquí
prueba cómo efectivamente el primer libro que se imprimió sobre aviación fué es­
pañol y no otro que el del P. Fuentelapeña, El Ente dilucidado, Cfr. pp. 426 y ss.
de este libro.
(4 3 ) C fr . F u e n t e la p e ñ a , c . c ., p . 322.
(44 ) Tuvo también dos ediciones, Madrid, 1685 y 1686 ; añadió en la segunda
un resumen de Teología mística.
(45 ) J. M ir y Noguera, Frases de los Autores clásicos españoles, Madrid, 1889 ,
pp. 561 y 802 .
(46 ) E l título completo es como sigue: Escuela de la verdad, en que se en­
seña a Lucinda y debaxo áe su nombre, a todas las Almas, que tocadas de la luz
SABIOS Y ESCRITORES 407

en la que. como ya dijimos en otra parte, enseña el justo medio en


la dilección de las almas. Lástima es que su autor, que al componer
este libro contaba ya sesenta años de Religión, no pudiera ver logrados
sus deseos de darnos un tratado complete de vida espiritual, como
en el prólogo había prometido. Sin embargo, esa sola parte fué muy
alabada de los escritores franceses contemporáneos, precisamente per
su recto criterio en saber enseñar el camino medio entre otras di­
rectrices extremas defendidas por no pocos escritores ascético-mís-
ticos (4 7 ;.
Además de lo dicho el P. Fuentelapeña fué el gran entusiasta
y propagador de la devoción al Eterno Padre. No se contentó con
levantar en la iglesia de San Antonio del Prado una capilla, colocar
en ella la imagen del Eterno Padre y asimismo importantes reliquias,
y adornarla con exquisito cuidado (48), sino que fundó además una
Congregación en su honor y le dió constituciones propias, siendo una -
y otras aprobadas por el Cardenal Portocarrero el 25 de agosto de
169 3 ; a ella pertenecían los reyes y familia real, el Nuncio y muy dis­
tinguidas personalidades (49). Hizo también se erigiesen Congrega­
ciones similares en otras partes y asimismo que la iglesia del convento
de Tarancón fuese dedicada a la primera Persona de la Sma. Tri­
nidad.
Animado con esos éxitos, compuso el oficio y la misa en honor
del Eterno Padre (50) y se valió de la influencia de Carlos II y de la
recomendación de treinta Obispos para conseguir su aprobación en
Roma (5 1 ). Pero a causa de las dificultades puestas por el Promotor
de la Fe en 1696, prácticamente no se lograron esos deseos (5 2 ).

Divina aspiran a ia perfección. Los medios verdaderos que han de escoger, *y los
engaños que han de dexar, para llegarla felizmente a conseguir. Tratado priinerv
de la Oraciór mental..., Madrid 1701 .
(47 ) C f r . Memoires pour l’histoire des sdencies et de baux aríst c it a d o p o r
A d o lfo d e C a s t r o , d is c u r s o ta m b ié n c it a d o , p . C I , n o ta .
(4 8 ) T o r r e c illa , Propugr.aculu.m orthodoxae' fidei, Matriti, 1698, p. 97 .
( 49) Ibid, p. 459-
(50) Una copia hecha con letra hermosísima, imitando imprenta, se halla en
la Librería del Cabildo de Toledo (Ms. 37 - 11, 3 .0) y ostenta el siguiente título:
Sanctissimo, ac Beatissimo Patri Christi Vices Gerenti Innocentio X I. Totius Cathc-
iicae Ecclesiae Pontifici Optimo Máximo. Frater Antorñus a Fonte la Pegna Htt-
millimus Filius inter Minores Fratres Capuccinos. P. E. P. Son 24 hojas orladas,
tinta a dos colores. La dedicatoria al Papa es del P. Fuentelapeña y en ella con­
fiesa hacía veinte años que internamente s e había sentido inspirado paca sacar
el oficio y misa en honor del Eterno Padre, y da seguidamente las razones teoló­
gicas por las que se debe dar culto a la Primera Persona de la Sma. Trinidad.
Tiene a continuación el oficio completo, con hermosos himnos, obra del capuchino
P Miguel de Lima, y por fin la Misa.
(5 1 ) T o r r e c i l l a , Propugnaculum, o . c., p . 4 6 0 .
(5 2 ) Ibid, pp. 454 ss.
408 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA

3. Siete años después del fallecimiento del P. Fuentelapeña


(17 0 2 ) rendía también tributo a la muerte en el convento de San An­
tonio del Prado, el 2 7 de diciembre de 17 0 9 , otro ilustre capuchino
castellano, el P. Martín de Torrecilla, bien conocido por sus escritos
y, a nuestro juicio, el más distinguido representante del saber teoló­
gico entre los capuchinos españoles.
Fué natural de Torrecilla de la Orden (Valiadoiid), a la que de­
dicó uno de sus libros, Ventilabro formal y apologético. Recibió el
hábito en el noviciado de Salamanca el 1 1 de noviembre de 16 50 y
la ordenación sacerdotal en 16 5 7 . Cuatro años más tarde, en 1 6 6 1 ,
era nombrado Lector de Filosofía, siguiendo luego enseñando la Teo­
logía hasta 16 6 9 ; en 1665 es elegido Definidor Provincial, siéndolo
luego durante cinco trienios, y en abril de 1668 fué designado Guar­
dián de El Pardo. Finalmente, en 1 6 7 5 , es elegido Ministro Provin­
cial; asiste tres años después al Capítulo general, saliendo elegido
Definidor en el segundo escrutinio por 94 votos (53 ). Ya gozaba
para entonces el título de Calificador de la Suprema Inquisición, que
le fué concedido en 16 7 1 o 16 7 2 (54).
Elegido Definidor general en 16 7 8 , a su vuelta comenzó a visitar
la Provincia, pero no pudo terminar su visita, como ya dijimos, por
haber recibido orden de salir desterrado a Portugal, donde ya se en­
contraba el 5 de octubre de 1678 (55). Allí le fué forzoso permane­
cer durante dos años; no valieron recomendaciones del Nuncio,
ni súplicas de los Superiores de Castilla, ni memoriales del propio in­
teresado. Solamente el 7 de febrero de 16 8 1 la Junta encargada del
asunto de los Capuchinos proponía que, puesto que el P. Torrecilla,
lo mismo que su compañero el P. Milán, habían purgado suficiente­
mente su culpa, podían volver a España, pero que se les debía des­
tinar a un convento 30 leguas lejos de la corte (56), y, efectivamen­
te, volvieron en agosto de 1 6 8 1 , siendo destinado uno a Valiadoiid y
otro a Salamanca (57).
Sin embargo, el P. Torrecilla estuvo todo aquel tiempo de per­
manencia en Portugal bien mirado y considerado, e incluso fué hués­
ped del obispo de Miranda y Leiría, D. José de Lancáster, a ruegos
del cual escribió su libro sobre la jurisdicción de los Obispes y un

Cfr. nuestro Necrología, p. 320.— Viridario auténtico, ms. c., f. 7v.— F e ­


( 53)
lic e Tavole dei Capitoli generáli, o. c., p. 162.
de M a re to ,
(54 ) AI imprimir en 1671 el tercer tomo del Curso filosófico aun no se firma
Calificador, lo cual hace en 1672 al publicar Regla de la Orderh Tercera.
( 55) Simancas.—Estado. Leg. 3129 . Comunicación del Nuncio al Consejo de
Estado (30 de septiembre de 1678) y carta de los interesados (Miranda del Duero,
5 de octubre de 1678).
(56 ) Ibid.
(57) Ibid. Consejo de Estado del 23 de agosto de 1681 .
SABIOS Y ESCRITORES 409

extensísimo memorial en defensa de la Inquisición portuguesa, con e!


que se logró se devolviese la jurisdicción a dicho Tribunal (58).
Vuelto a la Provincia, y después de cesar en su cargo de Defini­
dor general, en 16 8 5, fué elegido en 168 7 Definidor provincial; pero,
sin que concretamente sepamos la causa, el Tribunal de la Inquisi­
ción le condenaba pocos meses después, pasando en la cuaresma de
1688 al convento de Segovia a cumplir su castigo (59). Desde esa
fecha no vuelve a ejercer cargo alguno; sin embargo, desde 1695
hasta su muerte es designado examinador de cuantos debían recibir
órdenes o licencias para confesar, residiendo entonces en San Anto­
nio del Prado, donde fallece el 27 de diciembre de 17 0 9 .
Esa fué la vida del P. Torrecilla, vida'ciertamente azorosa, fruto,
en parte al menos, de su especial carácter; pero lo que en manera
alguna puede ponerse en tela de juicio es su valer.
El P. Torrecilla puede ser considerado bajo los aspectos siguien­
tes: como filósofo, teólogo, canonista, moralista y defensor de las glo­
rias y derechos de I2 Orden.
Su Filosofía, que consta de tres tomos, como ya dijimos, no es un
curso en forma, tal y como hoy día suele hacerse, sino más bien co­
mentarios a los libros de Aristóteles (60). Sin embargo, en cuanto a
escuelas y opiniones se muestra totalmente ecléctico. Este curse debió
componerlo al mismo tiempo que explicaba Altes a sus discípulos; y,
para facilitar esa tarea de escribir, se le dispensó en 1669 de la asis­
tencia a Horas Menores (6 1 ).
Quizí también, al explicar luego Teología, escribiese los tres to­
mos del curso teológico que compuso, pero que no imprimió (6 2). A
este mismo grupo de teología dogmática podíamos juntar su otra obra
Propugnaculum orthcdoxae fidei adversus quosáam veritatum catho-
hcarum hostes eas labejactare corlantes, Matriti, 16 9 8 ; impugnación
de las proposiciones condenadas por Alejandro VIII y de las declara­
ciones del clero galicano, que termina con un breve tratado sobre la

(58) T o rre c illa , Consultas, alegatos, apologías, etc., 2 .a ed., Madrid, 1702,
pp. 1-2 ; dicho memorial ocupa las pp. 3- 118. Hay asimismo otras consultas res­
pondidas cuando se hallaba en Portugal (pp. 122- 124, 205 -209, etc.).
(59) A. H. N.— Inquisición. Leg. 107, n.° 33 . Causa contra los PP. Gregorio
de Guadalupe, Buenaventura y José de Toledo, f. 31 .
(60) E l título exacto de estos temos es el siguiente: Quaestiones in utramque
aristotelicam Logicam, Quaestiones in octo libros Aristotelis physicorum et in li­
bros de mundo, coelo et meteoris et in opera sex dierum, y Quaestiones in quinqué
libros aristotélicos, dúos de ortu et interitu, tresque de anima, Matriti, 166(7, 1669 y
1671 .
(61 ) VA, ms. c f. 11.
(62) Cfr. Andrés de Lisboa, O. F. M. Cap., Epítome historial de las grande­
zas de la Seraphica Religión de los Menores Capuchinos, Madrid, 1754 , p. 854,
donde dice que se conservaban manuscritos en la Biblioteca de S. Antonio del Prado.
LA P R O V IN C IA D E F t\ MM. C A P U C H IN O S Í>E C A S T IL L A

distinción existente entre las tres divinas Personas de la Sma. T r i ­


nidad (63 ).
M ás importantes fueron, sin duda, sus obras morales. L a primera
lleva por título Consultas morales y exposición de las proposiciones con­
denadas por nuestros muy Santos Padres Inocencio X I y Alejandro VII,
obra que, publicada por vez primera en 1684 , había alcanzado en 1701
seis ediciones.
Obra más completa, más didáctica y una teología moral en todo
rigor es la Suma de tedas las materias morales, que consta de dos grue­
sos tomos y que alcanzó en pocos años dos ediciones (64 ). Hemos de
confesar, sin embargo, que ha sido tildado de un poco laxista, aunque
a la verdad el fin llevado‘ por él en defender o en exponer algunas
opiniones fué el de ayudar a las almas de conciencia escrupulosa y
no precisamente que sirviesen a todos de norma y que se siguiesen.
D os obras nos dejó también en que se echan bien de ver sus co­
nocimientos jurídicos y canónicos, a saber: Examen de la potestad y
jurisdicción de los señores Obispos, así en común como de los Obis­
pos Regulares y Titulares, con algunas consultas concernientes a la
materia, que viene a ser como el vademecum de los Obispos, que en­
contrarán en ella, aparte de cuanto concierne a su potestad y jurisdic­
ción, normas prudentes y adecuadas al buen gobierno de los fieles ( 65 ).
v Enciclopedia canónica, civil, moral, regular y ortodoxa, dispuesta por
el orden aljabétiro, M adrid, 1 7 2 1 , que consta de dos tomos y que se
imprimieron después de su muerte. E n ella trata cuestiones m uy inte­
resantes sobre las materias citadas en cada una de las palabras alfabé­
ticamente dispuestas.
A todos esos escritos mencionados, capaces por sí solos para dar
sobrada fama, hay que añadir seis gruesos volúmenes de Consultas,
alegatos, apologías, etc., en los que ha recogido innum erables.consul­
tas, memoriales, defensas y alegatos sobre las más diversas materias,
lo mismo dogmáticas que morales, jurídicas que regulares, etc. Todo
ello, al mismo tiempo que nos prueba su ilustración verdaderamente
universal, enciclopédica, nos demuestra la estima y el aprecio en que
se le tenía y el valor que se daba a su parecer y opinión. A llí hay
consultas de N uncios, de Obispos de España y de fuera, de Superio­
res de Ordenes religiosas, de comunidades enteras, de sacerdotes, et­
cétera, etc. (66 ). Con razón podían escribir los Superiores de Castilla
en 1700 , cuando aun vivía el P. Torrecilla, en respuesta al P. G en e­
ra l: «Hunc consulunt tum intra quam extra hoc regnum fere ex óm­
nibus Religionibus M agistri et Communitates integrae necnon quam

(63) Hay una segunda edición hecha en Madrid, 1707.


(64) La primera edición se hizo en 1691 y la segunda en 1696, enMadrid.
(65) Tuvo también dos ediciones, 1682 y 1693, ambas enMadrid.
( 66) El tomo V lo forma el Apologeina en su segunda impresión hecha en 1701.
S A B IO S Y E S C R IT O R E S 411

plures jurisconsulti, Academiarum moderaíores prim arii, Apostoüci


N untii, Inquisitores et Cardinales ad dubia quae ipsis oceurrunt di-
solvenda» ( 67 ).
Adem ás: el P. To rrecilla fué durante treinta años el más entu­
siasta apologista de la Orden Capuchina y el más acérrimo defensor
de sus derechos en contra de las calumnias de sus enemigos, como ya
hemos hecho notar en otros capítulos. Contra viento y marea sacó a
luz, aunque bajo seudónimo y fingiendo su impresión en T u rín , la obra
que tituló: Apologema, espejo y excelencias de la Seráfica Religión
de Menores Capuchinos, purificados en el crisol de la verdad de las
escorias de la contradicción ( 68 ). E l contenido de este escrito ya lo
hemos expuesto anteriormente.
N o fué menor su empeño en defender sus derechos a dar hábitos
de la Orden Tercera, como ya hemos hecho también notar, sacando
memoriales y sobre todo publicando en 1672 su importante obra Re­
gla de la Tercera Orden elucidada y resolución de lodos las dificulta­
des que se pueden ofrecer... (69).
Y pocos años después, en 1685 , volvía a insistir sobre ios dos te­
mas mencionados, probando que los Capuchinos son verdaderos hijos
de San Francisco y que tienen derecho a dar hábitos de Terciarios a
toda clase de personas seglares, con su obra Ventilabro formal, legal
apologético y seráfico... Ventílase el derecho de los Capuchinos a la
Seráfica Tercera Orden secular (70 ).
Por otra parte, los escritos del P. To rrecilla, además de su mé­
rito intrínseco, tienen gran valor histórico; ellos nos muestran en mu­
chos casos la marcha de gran número de esas disputas que hoy en
día no tienen ya interés alguno y que, si se traen a colación, es por exi­
girlo así la historia de su vida y el realce de sus méritos.
A todos ellos añadiremos también el literario, pues es de justicia
el reconocérselo. Su expresión es tersa, llena de fuerza y hermosura,
distinguiéndose su lenguaje por la claridad, precisión y casticism o;
apenas se encuentran en él vestigios de culteranismo, conceptismo y
barroquismo en la literatura, que entonces comezaba a ganar terreno.
N os es grato consignar que su nombre ha sido incluido en el Catálo-

(67) Informe de los Superiores de Castilla sobre el estado de la Provincia, dado


al P. General C1700), Ms., f. dv. (APC, 5/ 00005*-.).
( 68) La primera edición salió con el nombre de F e rm ín R a t t a r i a z z i ; la segun­
da, bajo su nombre en Madrid, 1701.
(69) Se imprimió por vez primera en Madrid, 1672, y segunda vez formando
parte de la segunda edición de Apologema, Madrid, 1701, pp. 378 ss. Aquí refiere
las peripecias que le sucedieron con los Observantes durante la impresión, y no
contentos con eso dieron a !a publicidad el Informe de que arriba hemos hecho
mención, p. 355.
(70) Impreso en Madrid, 1685. Se insertó luego en eí tomo IV de Consultas,
alegatos, etc., Madrid, 1699.
412 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

go de Autoridades publicado por la Academia Española de la Lengua.


Per otra parte, si P. To rrecilla, hombre de inmensa cultura y muy
instruido en letras sagradas y profanas, como puede comprobarse por
las numerosísimas citas que a cada paso se encuentran en sus obras,
espone su doctrina con agudeza de ingenio, silidez de razonamiento e
interés y novedad en el desarrollo de las cuestiones. Además, sus opi­
niones se ven corroboradas con la aprobación de muchos teólogos de
fuera y dentro de la Orden, llamándole unas veces «doctísimo», «sa­
pientísimo, dignísimo Definidor general de la Orden Capuchina, me-
ritísime Calificador ex muñere del Santo Oficio de la Inquisición», et­
cétera ( 7 1 ).
Valgan, por todas las alabanzas que pudiéramos prodigarle, las pa­
labras del D r. D . M anuel de Ayala Salcedo: «Es muy gigante nuestro
Rm o. P. Torrecilla, m uy diestro en las disputas canónicas, morales y
teológicas; su pluma está muy hecha a coronarse de triunfos; con su
modestia rinde y con sus razones y argumentos convence... Ninguno
basta ahora le ha hecho callar, siempre ha llevado adelante sus opi­
n io n e s...; siempre han quedado corridos y convencidos sus conturba­
dores, porque han visto cuán en vano han sido sus armas contra lo
acerado y sólido de su grande erudición... L o que me admira más en
nuestro célebre P. T o rrecilla es la abundancia grande, la variedad her­
mosa de noticias, que esparce, especialmente cuando le im pugnan;
por una objeción que le ponen, nos da muchas y m uy fundadas doctri­
nas con que satisface a los contrarios y nos enseña y deleita a sus
afectos» ( 72 ).
M as no se crea por eso que todo haya sido gratulaciones y ala­
banzas: el P. Torrecilla tuvo también sus impugnadores, como era
natural. Y a hemos hablado del folleto sacado por el P. Francisco Ca-
vanzo en contra de su libro sobre la Orden Tercera. Contra él y con­
tra algunas doctrinas de su libro Consultas morales publicó Andrés
Pitillas y Ruesga un Tratado de medias «innatas, de los Beneficios,
Préstamos y Capellanías, etc., Alcalá, 1698 . A dem ás: ya anteriormen­
te habían sido delatadas esas proposiciones sobre las medias annatas
a la Inquisición de Toledo en 1 6 9 7 ; pero la Junta de Calificadores,
entre los que se contaba el P. Antonio de L a Puebla, contestó por
dos veces, en octubre y noviembre de dicho año, que no había lugar
a censura alguna ( 7 3 ).
Asimism o contra su obra tantas veces citada, Apologcma, escribió
el P. Juan del Olm o, Observante, Arbol Seráfico, que con luces de

(71) Cfr. T o r r e c il l a . Consultas, alegatos, etc., t. I, 2 .* ed.,Madrid, 1702,


pp. 249-50
(72) T o r r e c il l a , Tomo sexto apologético... Parteprimera, Madrid,1705, cen­
sura del Dr. D. Manuel Ayala y Salcedo.
(73) A. H. N.— Inquisición. Leg. 4482, n.° 8 .
S A B IO S Y E S C R IT O R E S 413

verdad manifiesta al mundo la legítima y nunca interrupta sucesión


Por línea recta del Generalísimo de toda la Orden de San Francisco...
Barcelona, 1703 ( 7 3 a). Tam bién dicho P. Olm o escribió contra él esta
otra obra: Respuesta apologética a una apología del M . R. P. M .
Fr. Martín de Torrecilla, Religioso Capuchino, en razón da la grande
autoridad de los Prelados Regulares sobre el punto de casos reserva­
dos.. , Zaragoza, 1702 . E l interesado dió digna contestación con su
Tomo sexto apologético, M adrid, 1705 .
E l 21 de noviembre de 1704 fueron asimismo delatadas a la In ­
quisición cuatro de sus obras, a saber: Regla de la Orden Tercera,
M adrid, 1 6 7 2 ; Ventilabro formal..., M adrid, 1 6 8 5 ; Apologetna...,
T u rín , 1673 , y el tomo V de Consultas, alegatos, etc., o sea la segunda
edición de Apologema, M adrid, 1 7 0 1 . E l Consejo de la Inquisición
dió decreto de recoger dichos libros «por contener proposiciones sedi­
ciosas y turbativas de la paz entre las dos religiones sagradas de O b­
servantes y Capuchinos» (20 de junio de 1705 ) ( 74 ). Después de eso
Jos Superiores de la Provincia pidieron se entregasen al P. Torrecilla
las acusaciones y cargos concretos que contra él se habían hecho y
presentaron a la Inquisición, en 1706 , una Respuesta a la delación que
se hizo en el Sto. Tribunal contra qitatro Libros del Padre Torrecilla.
Por el Padre Provincial y Diffinidores de esta Provinciac de Castilla
de Menores Capuchinos (7 5 ).
Creemos que, no obstante la valiente y docta defensa hecha por los
Superiores de Castilla de las obras del P. Torrecilla, la Inquisición de­
bió prohibirlas definitivamente. Pero la Provincia no se resignó a ello,
y en 1732 la Definición determinaba «se entable la causa en la In qu i­
sición tocante a las obras de N . Padre Torrecilla, para cuyo fin fué
señalado el R . P. Definidor Granada [Gregorio de]» (70 ). Debido sin
duda a sus gestiones se consiguió que dichos libros corriesen libre­
mente con las correcciones señaladas en el decreto de la Inquisición
del 16 de abril de 1736 ( 77 ), lo cual supuso un triunfo para la causo
del P. T o rre cilla ; tanto que los Superiores de Castilla sfe apresuraron

(73a) Este libro fuá delatado a Is Inquisición por el P. Provincial y Definido­


res de Castilla el 30 de enero de 1704, por medio de un escrito en que hacen notar
las proposiciones que merecen censura (APC, 3 / 00037). Ms., 9 hojas.— Cfr. también
Viridario auténtico, ms. c., p. 75, y Archivo Ibero-Amcricano, XVI ( 1921), 248- 50,
en que se describen ¡as obras del P. O’mo.
( 74) A. H. N — Inquisición. Leg. 4462, n.° 6.
(75) Se conserva manuscrita en nuestro Archivo Provincial de Castilla, 46 / 00017 ;
consta de 144 folios numerados. Hay también en el mismo Archivo otros documentos
relativos a lo mismo, 6/ 00002, 44/00005 y 44 / 00014.
(76) VA, ms. c., p. 209.
(77) Se conservan dos copias de dicho decreto en APC, 44/00006 y 44 / 00016.
juntamente con la« correcciones; uno y otras pueden verse en Papeles de Jesuítas,
t. 203, n.° 19, f. 406 (B. de la Academia de la Historia). Las coriecciones afectaban
solamente al Ventilabro y a! Apologema en sus dos impresiones.
414 la p rovincia de f f . mm. capuchinos de c a s t i l l a _______

a comunicarlo a todos los conventos, incluso de las otras Provincias,


enviando ai efecto copias de dicho decreto, por «el que se permite
corran las obras de nuestro R . P. Torrecilla, tildadas algunas cosas que
cita dicho decreto» (78 ).
N o paró aún ahí este asunto. M ás tarde, sin que sepamos la fecha
exacta, se entresacaron de los libros del P. T o rrecilla hasta 3 33 propo­
siciones, y en un libelo, suscrito al parecer por nueve, entre Arzobis­
pos y Obispos de España, e impreso por dos veces en Rom a, fueron
presentadas al Cardenal Belluga para que a su vez las presentase al
Papa, a fin de que fuesen condenadas. Parte de ellas las insertó en
sus obras e! P. D aniel Cóncina, O. P ., acusando a! P. To rrecilla de
laxista. Pero muy pronto le salió al paso el P. Pablo de Colindres,
quien le demostró cómo muchas de dichas proposiciones, atribuidas al
P. Torrecilla en el mencionado libelo, se las imputaban falsamente,
y que las otras eran expuestas por él en sus obras, pero en manera
alguna defendidas. T a n convencido quedó el P. Cóncina de ello, que
luego puso en uno de sus libros una advertencia con la historia de lo
sucedido, prometiendo retirar esas proposiciones de sus obras en otras
ediciones, como efectivamente retiró el catálogo de todas ellas, añadien­
do que «ni en lo más mínimo quería desmerecer la autoridad y estima­
ción debidas al P. M artín de Torrecilla, a causa de las mencionadas
proposiciones suscritas bajo su nombre» ( 79 ).
L a disertación que el P. Colindres hizo sobre el particular se con­
servaba manuscrita antiguamente en el Archivo Provincial de Castilla
ÍSo), y la Provincia, agradecida, le escribió el 18 de julio de 1753
«dándole las gracias por el especial trabajo que tomó en la defensa de
To rrecilla contra el P. Cóncina, Dom inico» ( 8 1 ).
A sí quedaron vindicados, con sobrada justicia, la memoria y los
méritos de este ilustre hijo de la Provincia de Castilla.

(78) VA, ms. c., p. 223.


(7 9 ) P. Ad Theologimi christianam dosmatico-moralcm
D a n ie l C ó n c in a , Ó .
apparaats 2.a ed., t. I, Roma“, 1755, p. LVI, «Monitum quo exponitur factum pro-
positionum excerptarurn ex libris P. Martini Torrecilla.»
(80) L a m b e r to d e Z a r a g o z a , O. F. M. Cap. Elogio del Reverendísimo Padre
Fray Pablo de Colindres, General de la Orden de Menores Capuchinos de San
Francisco. Zaragoza. 1773, pp. 24- 25.— ID., 2 .a 'ed., Milán, 1889, p. 21 .
( 81) VA, ms. c., p. 225.
CAPITULO XV
A ureola de s a n t i d a d

i .—Vida ejemplar y austera.— 2 . Vida de retiro, oración y predica­


ción.— 3 . Veneración popular, de reyes y prelados.— 4 . Ejemplos
vivientes.

1. L a perfección alcanzada, la santidad, debe ser el ideal supre­


mo de la vida religiosa, y a conseguirlo han de tender necesariamente
todos aquellos que militan bajo ei estandarte de cuantas Ordenes re­
ligiosas tiene aprobadas la Iglesia.
Por eso, glorias son de una Orden o de una Provincia, no sólo
aquellos hijos que le han dado lustre con su saber y con su influencia,
con sus escritos-y con su predicación, sino de modo particular aque­
llos que con su vida han demostrado ante el mundo que aquella sabia
legislación que la gobierna y el espíritu que la anima, pueden elevar­
nos fácilmente a esa santidad.
Concretándonos a nuestra Provincia, como gloria señalada consi­
deramos no sóio aquellos cuyos nombres hemos citado en estos últi­
mos capítulos, ilustres unos por su predicación, otros por su saber,
otros por sus escritos, etc., etc., sino también todos cuantos sobresalie­
ron por la santidad de vida, con cuyos nombres cerramos este último
capítulo de nuestra historia en el siglo x v u . Y que a todos ellos ani­
maba esa legislación encarnada en la observancia regular y ese espí­
ritu de penitencia, mortificación, oración y desprendimiento del mundo,
por una parte, y por otra, a la mayoría de ellos también la llama del
apostolado, son prueba fehaciente los testimonios y hechos que a con­
tinuación vamos a exponer.
Y a en 1599 el Arzobispo de Zaragoza podía consignar de los C a ­
puchino;; en general: «Yo no los había tratado hasta de un año acá
que vinieron a esta ciudad ; en todo este tiempo han procedido bien
y con gran ejemplo y edificación del pueblo. Y aunque no confiesan,
me parecen útiles por ser gente muy mortificada, de mucha oración
y provechosos para ayudar a bien m orir, que es de los más principales
- fió LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

institutos que ellos tienen y de mayor beneficio para el prójimo» ( i) .


Precisamente esa vida de pobreza, de retiro y oración, de despren­
dimiento de las cosas de la tierra, y juntamente de apostolado y de
predicación fervorosa, a la que ayudaba poderosamente el ejemplo vivo
de sus virtudes, fué el secreto de las fundaciones que en Castilla se
llevaron a cabo, las cuales nacieron a impulsos de la devoción que unas
veces los pueblos, otras veces muchos ilustres personajes comenzaron
a sentir hacia los Capuchinos, a quienes se les llama frecuentemente
en los documentos «varones santos».
A sí, cuando Felipe I I I daba su Cédula R eal p2ra la fundación del
convento de Antequera ( 1 6 1 3 ) hace notar que la ciudad había pedido
a los Capuchinos «por la pobreza y ejemplo con que vivían» (2 ).
Cuando ¿simismo Jaén pide a los Capuchinos que funden allí un con­
vento, añade esta razón: «Por haber sido deseado de todos estados
de gentes gozar de tal Religión y tan santos varones y porque con­
forme a su instituto, como es notorio, no sólo no son penosos ni mo­
lestos para su sustento, antes por medio de oraciones y sacrificios y
pobreza y desnudez, le dan espiritual y temporal a las almas con su
ejemplo» ( 3 ). Asimism o el Cardenal Moscoso, al dar su permiso para
la fundación de un convento de la Orden en Andújar decía: «Consi­
derando el mucho fruto que hace ésta en la Iglesia, edificando espi­
ritualmente los ánimos de los fieles con su predicación y ejemplo, de­
más de la mucha devoción que tenemos a la dicha Religión» (.4) ; y
escribiendo a la ciudad añadía: «prometiéndome con el ejemplo de tan
santos religiosos m uy grandes medios de virtud y devoción» ( 5 ).
Digno también de citarse es el testimonio dado ñor la ciudad de
T o ro en 1619 cuando así contestaba al rey, diciendo había admitido
a los Capuchinos «atendiendo al mucho provecho y ejemplo que se
sigue a los lugares donde están ..., y pareciendo a la dicha ciudad es­
taban lejos para gozar del provecho que de tratarlos se sigue, acordó
nedirles se viniesen a la ermita de San Roque, que es a los muros de
la ciudad» ( 6). A ello se añade el testimonio dado al Sr. Obispo de
Zamora, diciendo que «toda la ciudad está m uy edificada con su vida,
doctrina y ejemplo y se desconsolaría mucho de que la privasen de
tan ejemplares y santos religiosos» ( 7 ). Y , en respuesta a! Consejo,

( 1) Cfr. supra, p. 17.


(2) C fr. d ich a C é d u la e n C ó r d o b a , Brezis notitia, o. c., p. 4 .
(3 ) V a i .e n c in a , Reseña histórica, o. c., I , p . 201, d o n d e c op ia el acu erd o d e
la ciu d ad (19 d e fe b re r o d e 1621).
(4) Ibid, p. 216. donde transcribe dicho permiso (16 de enero de 1622).
(5) Ibid., p. 218.
(6) Contestación del corregidor de la ciudad de Toro (9 de octubre de 1619)
a la provisión del rey en contra de la fundación (APC, 28 / 00040).
(7 ) R ecom en dación de la ciudad de T o ro para que el O b is p o interponga su va-
AUREOLA DE S A N T ID A D 417

exponía: «Porque por su vida ejemplar y doctrina merecen ser am­


parados» ( 8).

2. Fueron efectivamente su doctrina, su predicación y su vida


ejemplar, sumamente penitente, lo que convertía las almas y pro­
ducía en ellas efectos verdaderamente sorprendentes. Podemos figu­
rarnos, por ejemplo, a uno de aquellos predicadores que sale de su
convento casi diariamente durante la Cuaresma a predicar en una de
las iglesias de M adrid. V a con su tosco hábito, raída la cabeza, los
pies enteramente descalzos, sin usar siquiera el alivio de las sanda­
lias, y marcha por calles y plazas, pisando la escarcha o e l suelo he­
lado. Si después, con su predicación sobre las verdades eternas, no
se movían los corazones, no sabemos qué pudiera hacerse para llegar
a conmoverlos y convertirlos.
Y por no citar otros testimonios, hacia 1630 podía escribir el
P. Leandro de M u rcia en contra de las pretensiones de los Obser­
vantes y Descalzos que se oponían a la fundación de Valladolid: « Y
es indudable verdad, comprobada por la experiencia común de to­
dos los lugares donde los Padres Capuchinos están y por donde pa­
san, que sólo e! aspecto austero, penitente y edificativo de su capu­
cho y barba con las demás circunstancias de su mortificación y mo­
destia, compunge los corazones de los fieles y ios mueve a devoción
y reverencia notable» (9 ). Y un año más tarde, en 1 6 3 1 , escribía al
Consejo la villa de Becerril de Campos, hablando sobre los Capuchi­
nos: «Sus edificios son muy pobres, su sustento m uy tenue y mo­
derado; lo más del año se alimentan con la hortaliza de la huerta;
el vestido ya se sabe y conoce; son útiles y provechosos a las repú­
blicas por los continuos serm ones...;, visitan los enfermos, consué-
lanlos en sus enfermedades, áliéntanlos en el último trance, ayudán­
dole?; en este paso con maravillosos afectos, componen las sediciones
y discordias de las repúblicas; su vida ejemplar edifica y su com­
pañía es necesaria» ( 10 ).
Y el 21 de febrero de 1647 , al otorgar su testamento el senador
D . Fernando Qüintanadueñas y dejar un legado suficiente para que
pudiera llevarse a cabo en Burgos una fundación de Capuchinos, de­
cía : «A quienes yo he tenido y tengo particular devoción por su suma

limento ante el rey en pro de la fundación (15 de noviembre de 1619) (APC, 28 / 00041).
(8) Recomendación de las autoridades de Toro al Consejo en pro de la fun­
dación (15 de julio de 1620) (APC, 28/ 00042).
(9) Cfr. ToitKEClLLA, Consultas, alegatos, etc., t. I, ed. 2.a, Madrid, 1702,
pp. 388- 390, donde se copia todo el memorial del P. Murcia.'
( 10) Petición de la villa de Becerril de Campos al Consejo para que no se
haga caso a I00 Descalzos, que se oponían a la fundación de los Capuchinos ( 1631)
(APC, 35/ 00016).
418 LA P R O V IN C IA PE FF. ¡VL\1. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

pobreza, humildad, penitencia, grandes virtudes y ocupación conti­


nua en oraciones y buenas obras en servicio de Dios y bien de los
prójimos y con tanto desinterés humano, y que en los lugares que hay
casas suyas, se experimentan grandes provechos espirituales y favo­
res de nuestro Señor, cuya imitación siguen con el Seráfico Padre San
Francisco». E n dicho convento debía haber quince religiosos sacerdo­
tes que «se empleen, como acostumbran, en sacrificios, penitencias, ora­
ciones, estudios y predicaciones, ya que no profesan el administrar con­
fesiones y otros Sacramentos, y les encargo que salgan de casa lo me­
nos que les sea posible, ni anden por las de los seglares a visitar ni
otras cosas, excepto al ayudar algún moribundo, pues no conviene
que quien tan de veras se dedica a sólo el culto divino y servicio de
D ios nuestro Señor, se divierta a negocios seglares aunque sea con
color de caridad» ( u ) .
N o olvidemos, por otra parte, lo que ya anteriormente hemos apun­
tado, es decir, el elogio tributado y consignado por la Sagrada C o n ­
gregación de Propaganda Fid e en su acta del 3 de agosto de 1646 ,
cuando, al encomendar la m isión del D arién a los Capuchinos, daba
la siguiente razón: «Fueron especialmente escogidos los Capuchinos
para misioneros, porque aquella provincia (Darién), siendo m uy rica
en oro, requiere religiosos en un todo ajenos a la avaricia del dinero,
come son los Capuchinos» ( 12 ).
Y a propósito también de la mencionada fundación de Burgos es­
cribía en 1660 el Ld o . Nicolás de M ontaña: «Ultimamente con esta
fundación logra la ciudad de Burgos muchas utilidades, pues sólo el
ejemplo de su hábito y desnudez es bastante para componer los áni­
mos más inquietos, y se han experimentado en España grandes bene­
ficios en los continuos ejercicios- que administran, pues nunca en ella
faltan predicadores grandes a cuya persuasión se han visto conversio­
nes de muchas alm as; componen discordias en la república, y, m ien­
tras en ella se consume el tiempo en fiestas y regocijos, atienden viva­
mente a los ejercicios de oración y penitencia, alentando a todos con
su ejem plo; asisten a los enfermos y les ayudan en el mayor aprieto y
artículo de su m uerte; en las pestes e incendios ha sido maravillosa
su vigilancia» ( 1 3 ).
L o propio hacían constar los sacerdotes de la villa de Laguardia,
exponiendo el bien que se seguía de la estancia allí de los Capuchi-

( n ) Cfr. copia del testamento en APC, 35/ 00017, ff. 15 y 16.


( 12) Cfr. Cesinale, Storia dellc Missioni dei Cappuccini, t. III, Roma, 1873,
p. 712, nota 4 .
( 13) Ledo. N ic o l á s d e M o n t a ñ a : «Por los Padres Capuchinos con los con­
ventos de San Francisco de la Observancia... sobre la licencia que pretenden del
Sr. Arzobispo para la fundación del convento».. (Madrid, 14 de abril de 1660).--
Impreso, f. 13 (APC, 35/ 00045).
AUREOLA DE S A N T ID A D * 419

nos «sirviendo de gran consuelo, alivio y aumento espiritual con la


mucha frecuencia de los santos Sacramentos, sermones y otras obras
y oraciones» ( 14 ). A lo que añadía la propia v illa : «Con su predica­
ción, enseñanza y ejemplo han cesado las discordias que había entre
los vecinos de la villa y sus aldeas, y es sin comparación mucho ma­
yor que fué en lo pasado la frecuencia de Sacramentos y los otros ejer­
cicios cristianos» ( 1 5 ).
Esos testimonios que pudiéramos m ultiplicar, nos prueban por una
parte el celo que animaba a aquellos religiosos, lo bien que era recibi­
da su predicación, y por otra nos demuestra que su vida ejemplar y pe­
nitente, dada a la oración, apartada del mundo, era el secreto de la opi­
nión en que eran tenidos; la que hacía fuesen solicitados para llevar a
cabo las fundaciones numerosas que se hicieron y otras muchas, tres
veces más que las efectuadas, que no pudieron realizarse.

3. Prueba, además, de esa veneración por parte del pueblo es el


siguiente testimonio que el Secretario de Visita del P. General, Ber-
nardino de Arezzo, consignaba en su diario en 1 Ó9 2 : «Son los espa­
ñoles m uy devotos de N . P. San Francisco : tanto que los Capuchinos
se ven obligados con frecuencia a pararse en las calles a instancias de
hombres, mujeres y aun damas en coche, que quieren besar su hábito.
Cualquiera persona que encontrábamos por las calles, aunque fuera de
elevada posición, inmediatamente se retiraba— si era m ujer con reve­
rente inclinación, y si era varón, con el sombrero en la mano— a la
parte más sucia, dejándonos a nosotros la parte más limpia. Y , si en
alguna bocacalle tropezábamos con algún coche, el cochero, apenas nos
veía, paraba los caballos y no se movía mientras no hubiéramos pasa­
do. L o mismo hacen con todos los Capuchinos» ( 16 ).
Además, a esa aclamación popular se unía también la de la noble­
za. N o hay para qué repetir las muchas muestras que de ese afecto die­
ron los Duques de Le rm a , casa unida más tarde a la de M edinaceli, al
construir por su cuenta el convento de San Antonio; la Duquesa de
Terranova, al levantar el de Alcalá de H enares; la Duquesa del Infan­
tado, el de Jadraque; los Marqueses de Povar, el de C u b a s; D . E n ­
rique Pimentel, el primitivo de Valladolid, etc. Y ese afecto de la no­
bleza se poma sobre todo de manifiesto cuando los Generales de la
Orden venían a la corte e iban a besar la mano al R e y, recibiendo al

( 14) Testimonio del clero de Laguardia sobre que la fundación del convento de
Capuchinos no perjudica los derechos parroquiales (12 de noviembre de 1660) (APC,
25 / 00042).
( 15) Petición al Consejo hecha por la villa para lograr la fundación (sin año)
(APC, 25/ 00076).
( 16) Cfr. Pobladura, Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 148.
4¿0 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

mismo tiempo la investidura de Grandes de España, como se despren­


de de las muchas relaciones que existen sobre ello ( 1 7 ).
jÑí fueron tampoco menores las muestras de admiración y afecto
por paite de los reyes, singularmente de Felipe 111 y de su consorte
la rema M argarita ( 18 ) ; de Felipe I V y de su mujer Isabel de Borbón,
al levantarnos el convenio de L a Paciencia y asimismo concedernos lue­
go el R eal de Santa Leocadia de Toledo.
A ese afecto añadamos el de los Cardenales Bernardo de Sandoval
y Rojas y de su sobrino Baltasar Moscoso y Sandoval; el primero, ce­
diendo su cigarral de Toledo a Jos Capuchinos en 1 6 x 1 y acomodando a
su costa la casa para convento, etc., y el segundo, fundándoles el con­
vento de Jaén primero y luego dándoles en Toledo la iglesia de Santa
Leocadia, y haciendo uno y otro continuas protestas de «la devoción
particular que tenemos a la santa religión de San Francisco de C a ­
puchinos Descalzos».

4. E sa misma espiritualidad y perfección la enseñaron luego en sus


libros, según ya hemos expuesto al tratar de la observancia regular y
de la espiritualidad en la Provincia. J
Y más que todo la enseñaron con su vida práctica y real. Pero
por desgracia, y tratando concretamente de los religiosos que se dis­
tinguieron en aquel siglo X V I I por sus virtudes heroicas y por su san­
tidad, hay que repetir una vez más lo que escribe el biógrafo del Pa­
dre M anuel de Jaén : « L a sagrada Religión de Padres Capuchinos,
que desde su prim er origen ha procurado con demasiado tesón ocultar
sus glorias y no dar a conocer sus ilustres hijos que han florecido en
santidad y letras, continúa en el día con el mismo empeño» ( 19 ). A
lo que por su cuenta añade el P. Francisco de A jo frín : « Si en todas
'.as Provincias gobierna este espíritu, llámese de humildad, en ésta de
las dos Castillas aun vive más radicado.» Y para probarlo, cita el caso,
sucedido en Segovia, de un hermano lego ( ¿ F r . G il de Guadalajara?),
muerto allí con gran fama de santidad, pero que luego mandaron
los prelados se quemase cuanto se había escrito de su vida, virtudes y
milagros (20 ).
Y por cierto que no ha sido y es pequeña desgracia esa de que poco
o nada se haya escrito sobre el particular, pues resulta difícil, por no

(1 7 ) C fr. P o b la d u r a , Los Generales de la Orden Capuchina Grandes de Es­


paña de Primera Clase, en Collectanea Franciscana, X III (1 9 4 3 ), pp. 25 3 -3 0 2 .
(1 8 ) Cfr. la obra d e l P . A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o . o ,, e n ■cuyas pá­
ginas se encu entran a cad a p a so m uestras in e q u ív o ca s d e esa estima.
(1 9 ) Cfr. Instrucción Utilísima y fácil para confesar, etc., por el P . Manuel
de J a é n , O . F. M . Cap., Madrid, 1820, p. 3, «Noticia de la ejemplar vida del V. S.
de Dios Fr. Manuel de Jaén, Capuchino y Misionero Apostólico.»
(2 0 ) F r a n c is c o de A jo frín , O . F . M. Cap., Traducción del Apéndice de los
Anales de la Orden, Tomo séptimo.— Ms. 12.913 de la B. N., prólogo.
AUREOLA DE S A N T ID A D 421

decir imposible, llegar a reconstruir la personalidad de muchos de los


religiosos que con sus virtudes edificaron a los otros e ilustraron la
Provincia.
Pararemos mientes en algunos de los más principales, siguiendo e1
orden cronológico de su fallecimiento.
Y en prim er lugar se nos ofrece el Hermano F r . Junípero de T o ­
rres (m. 1 6 2 3 ), aue en todo el curso de la vida brilló por su oenitencia v
aspereza en el propio trato, así como por su amor a la pobreza v a la
oración- lo mismo que por sus avunos extraordinarios, en los que qui­
so emular al mismo Seráfico Padre (21 ).
Digno es también de imperecedera memoria el P. Tosé de M adrid
(m. tan amante del retiro y de la oración como de la penitencia y
m ortificación; tuvo m uv frecuentes éxtasis a vista de la comunidad y
recibió del Señor gracias extraordinarias (22 ).
E n Segovia perduró por mucho tiempo, v aun la recuerdan las his­
torias, la memoria del prim er religioso fallecido en e! convento allí
fundado en 1628 . a saber, F r . G il de G uadalatVa (Vn. 1620 ), que gozó
fama de santo ante religiosos v sedares, y también fama de mucha po­
breza, de mucha mortificación v penitencia, hasta el punto de aue
siempre anduvo descalzo, sin hacer uso alguno de las sandalias; reci­
bió del Señor favores extraordinarios y su cuerpo se conservó entero
por mucho tiempo, exhalando suavísimo perfume (23 ).
Em uló la penitencia del anterior, andando asimismo siempre des­
calzo de pie y pierna, aun entré hielos y nieves, el P. Jerónimo de Sa-
¡amancá (m. 1 6 3 1 ), que, en medio de su vida' trabajosa v mortificada,
llegó a la avanzada, edad de ochenta y cuatro años; venerable viejo, que
igualmente se distinguió por su rara prudencia, gracias a la cual se llevó
a cabo la fundación de los conventos de T o ro , Segovia y Valladclid.

( 21) Monzón, Erario divino, ms c., parte cuarta «Vidas ejemplares de los re­
ligiosos difuntos», pp. 395- 407.
El testimonio del P. Monzón, lo mismo respecto de este religioso que de los si­
guientes, es muy digr.o de tenerse en cuenta y muy digno de crédito, pues nos
refiere hechos que él mismo presenció o le refirieron testigos de vista.
(22) Ibid., pp. 407- 414 .— Biografía hispano-capuchina, o. c., pp. 539- 542.—
Crónicas Capuchinas, Quinta parte, pp. 247- 251.
(23) Monzón, ms. c., pp. 377- 79 .—Biografía hispano-capuchina, pp. 469 -70 .—
Matías de Marquina, O. F. M. Cap., Apéndice a la terceni parte de los Anales
de la Religión de Menores Capuchinos..., sexto y séptimo' tomo de sus Chrcmicas
generales traducidas del idioma latino en que las escrivió el R. P. Fr. Sylvestre¡ JDE
Milán.. Parte primera o tomo sexto, Madrid, 1758, pp. 288- 9 .
Debe advertirse que aunque todos los autores citados ponen la fecha del falle­
cimiento de Fr. Gil de Guadalajara el año 1620, y así lo hemos' puesto también
en el Necrologio, o. 304, preciso es confesar no puede ser exacta, ya que falleció
en el concento de Segovia, el cual no se fundó hasta 1628; creemos, pues, que su
muerte debió tener lugar en 1630.
(422 I.A P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

Conoció con anticipación el día de su muerte y luego se apareció a


otro religioso, participándole la dicha de haberse salvado ( 24 ).
U n año después fallecía en S. Antonio del Prado F r . Cipriano de
Sorrento (m. 1632 ), quien desempeñó por muchos años en dicho conven­
to el oficio de enfermero mavor, distinguiéndose por su extraordina­
ria caridad en cuidar a los enfermos. Fueron también señaladas su pe­
nitencia v elevada oración. Dejó esta vida mortal a los cuarenta años
de religión, gozando gran fama de santidad, y con las reliquias de su
hábito se obraron después algunos prodigios (25 ).
E n la festividad de las Llagas de ese mismo año, 17 de septiem­
bre de 1632 , en el mencionado convento del Prado, mudaba este des­
tierro por la patria el P. Sebastián de Santa F e . Estudiante en Sala-*
manca, dejó su carrera y el mundo para tomar nuestro hábito con an­
helos fervorosos de conseguir la perfección. Se distinguió por su amor
a la oración y penitencia y asimismo por su predicación ardiente, lle­
gando a obtener el título de Predicador de S. M . Gobernó Castilla
como M inistro Provincial y recibió de Dios gracias extraordinarias,
de las que fueron testigos muchos religiosos que con él convivieron,
ante los cuales gozó en vida y en muerte de gran fama de santo y vir­
tuoso religioso ( 26 ).
D e F r . Mateo de Santa Ana (m. 1636 ), hermano lego, nos refiere el
P. Tuan de Monzón, que le conoció y trató, casos m uy extraordinarios,
V tejiendo la apología de sus virtudes, hace resaltar su penitencia, sin
permitir tampoco el uso de las sandalias, y le pone por modelo acabado
de oración v laboriosidad ( 27 ).
Con fama de santo vivió y murió, y por tal tuvo siempre la Pro­
vincia al P. Antonio de M ilm arcos ím. 1637 ), que, si fué sumamente hu­
milde, pacífico y sufrido, brilló igualmente por su pobreza y por su
obediencia en grado extraordinario (28 ).
Modelo fué también de esas mismas virtudes v descolló de modo
especial por su castidad, el P. Eugenio de Yébenes (m. 1638 ), de quien
pudo escribirse que fué «retrato de San Francisco y espejo de toda
virtud» ( 29 ).
« E l hermano F r . Lorenzo del Cam pillo también murió ( 1629 ) con
mucha muestra de santidad, como siempre la dio en vida.» Sobresalió
por su penitencia v por su modestia, y en el desempeño de su oficio
de portero se mostró dechado perfecto de caridad; fueron varios les

( 24) Monzón ms. c., pp. 383- 4 . — Biografía hispano-capuchina, pp. 565- 67 .—
Crónicas Capuchinas, Quinta parte, o. c., po. 460- 62.
(25) Monzón, ms. c., pp. 319- 324.— Crónicas Capuchinas, quinta parte, pp. 545- 48 .
(26) Monzón, ms. c„ pp. 344- 48 .—Crónicas Capuchinas, Quinta parte, pp.
542- 545.—Anguiano, Paraíso en el desierto, o. c., pp. 78- 81.
(27 ) Tbid., pp. 364- 68 .
( 28) J b i d pp 328- 29.— Félix de Granada, Anales, o . c ., pp. 75- 76 .
(29) Monzón, ms. c., pp. 41 - 419.5—F élix de Granada, o. c., p. 72 .
AU REOLA DE S A N T ID A D 423

hechos milagrosos que Dios obró en vida por su medio, hechos que
comprobaron luego testigos fidedignos ( 30).
Otro hermano lego, F r . M artín de Mingram'lla (m. 1642 ), se distin­
guió por su caridad v por su elevada oración; en el incendio de la
Plaza M ayor de M adrid, en 16 32 , le sucedieron hechos que rayaron
a vista de todos en milagrosos; tuvo asimismo el don de profecía y se
vió favorecido de D ios por otras gracias extraordinarias ( 3 1 ).
E l P . Cristóbal de M orentin fué otro de los muchos aue, al hacer
sus estudios en Salamanca, desengañado del mundo, vistió nuestro
hábito capuchino, v lo m ismo de súbdito que de suoerior, fué modelo
de virtudes, singularmente de pobreza, de retiro v de oración. Se dis­
t i n t i ó también como excelente predicador y, siendo M inistro Pro­
vincial, rindió su esníritu al Señor en el convento de Segovia, el 31
de aposto de 1645 , dejando en pos de sí gran fama de santo y virtuoso
religioso ( 32 ).
D e las virtudes aue adornaron al. P. Bernardino de L a Moraleia
(m. 1676 ) hace el P. Mateo de Antmiano una extensa y bien merecida
apología, parando mientes sobre todo en su pobreza, en el ri<?or de su
vida v apartamiento del mundo, en su sencillez v bnmiMad. F u é muy
estimado de señores y grandes mientras vivió en M adrid, desempe­
ñando el oficio de portero, v. entre Jas suradas extraordinarias de aue
-J' p o z ó , una fué el don de nrofecía, anunciando con anterioridad el día
de su muerte. T a l fué la fama que de su santidad se tenía, aue, a los
ouinceí días de su fallecimiento, mandó el N uncio se sacase su cuerpo
del enterramiento común v se colocase en la iglesia de Santa Leo ca­
dia de Toledo, con sU lápida de mármol y la correspondiente inscrip­
ción. F u é devotísimo de la Santísima Virgen v de las almas del P u r­
gatorio. «H izo nuestro Señor por él algunos milagros, oue se refieren
entre los religiosos y seglares... «Para m í— añade el P. Anguiano— , el
máximo de sus m ineros fué v es su prodigiosa v admirable vida» ( 23 ').
Excelente predicador y mu.v celoso de la salvación de las almas fué
el P. Isidro de M adrid (m. 1683 ), quien a otras muchas virtudes añadió

(5 0 ) M o n z ó n , m s. c .; p p. 368- 373.— F é l i x d e G r a n a d a , o . c.. p. 71. — Cróni­


cas Capuchinas, cuarta parte, p p . 363- 365.— Biografía hispano-capuchina, p. 358, p ero
d ic e q u e m u r ió en A n d a lu cía , sie n d o cie rto q u e m u r ió en el c o n v e n to d e l T rado.
(3 1 ) M o n z ó n , m s. c ., p p. 37 3-37 7.
(3 2 ) Ibid., p p . 42 0 -4 2 2 .
( 33) Anguiano, Paraíso en el desierto, o. c., pp. 219- 227. El decreto del Nun­
cio lleva la fecha 29 de julio de 1676 (ÁPC, 25 / 00088). La lápida que se puso
sobre su sepultura tenía esta inscripción: «Aquí yace el P. Fr. Bernardino de la
Moraleja predicador Capuchino y Religioso de singular virtud. Sacóse de! sepul­
cro común y púsose en este lugar por orden y mandato del Ilustrísimo Señor Ar­
zobispo de Cesarea, Nuncio Apostólico en los Reynos de España a Instancias de
la Excma. Señora D .a María de Guadalupe, Duquesa de Aveiro y de Maqueda,
año de M DCLXXVII.» (Cfr. M iguel de S. Román y León Carbonero y Sol,
Toledo Religioso, Sevilla, 1852, p. 146).
4 ?4 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S DE C A S T IL L A

de modo principal e! ejercicio de la oración y mortificación. Tam bién


murió con fama de santidad y en su vida sucedieron varios prodigios,
al decir del P. Anguiano, que 1c conoció y trató en la intimidad ( 34 ).
N o menos fervoroso fué su compatriota el P. Angel de M adrid,
incansable misionero en muchos pueblos y ciudades de Castilla y más
tarde evangélico operario en las regiones africanas de G uinea y Sierra
Leona. T a l crédito de virtud gozó, que al fallecer en Lisb o a en 1684 ,
fué enterrado en la iglesia del Hospicio que los Capuchinos franceses
tenían entonces en la capital portuguesa ( 35 ).
D e m uy distinto espíritu, de vida retirada y escondida, aunque
descendiente de noble alcurnia, amante del silencio v de la oración,
sumamente pobre, ejemplo viviente de virtudes, fué el P. Antonio
de Vitoria ím . 1687 ), quien pasó cincuenta años en la religión, siendo
siempre «de ejemplar virtud y vida». Su cuerpo se conservó entero
e incorrupto por muchos años y al contacto de sus reliquias sucedie-
ton algunos hechos prodigiosos ( 36 ).
A la gloria de sus virtudes juntó la del martirio el P. M iguel de
M adrid (m. 1689 ), que, llevado de su celo por la salvación de las almas,
estuvo primero en la misión del D arién, pasando luego a la de L o s L la ­
nos de Caracas. Después de fundar la población de San Juan Bautista
de Duaca, murió allí envenenado por una india ( 37 ).
E n esos mismos años y con el mismo nombre vivió un hermano
lego. F r . M ig u e l d e M adrid, fallecido nueve años después (i. 6 q 8 ), ha­
biendo pasado en la religión treinta y cinco. E l trabajo material en la
carpintería o en la portería y la vida interior fueron sus dos continuas
ocupaciones, distinguiéndose igualmente en la obediencia, pobreza, hu­
mildad v rigidez de vida, !o mismo aue por su caridad para con los
pobres. Su vida entera estuvo llena de hechos no sólo prodigiosos, sino
verdaderamente milagrosos, que nos refiere el P. Anguiano, testigo,
compañero suvo v conocedor de sus virtudes. G ozó de frecuentes éx­
tasis v arrobamientos y conoció con antelación el día de su muerte ( 38 ).
Term inam os esta enumeración con el glorioso nombre del P. José
de M adrid (m. 1709 ), del que hemos hablado anteriormente, y que a la

(3 4 ) A ngtjiano , o . e., p p. 21 1-21 6.— J. A n t o n io A . y B ae n a . Hijos de Ma­


drid, etc., t. I I , M a d rid . 1790, p . ¿2 9 .
(3 5 ) Anguiano, Segunda parte de las Crónicas, etc., ms. 18.178 d e !a B . N.,
ya cita d o, ff . 226 ss.
(3 6 ) A n g u ia n o , Paraíso
en el desierto, o. c ., p p . 20 8 -2 1 1 . — Libre de entierros
de este Combento de Capuchinos de Santa Leocadia desta Cuidad de Toledo, ms.
f. 3 (A P C , 4 6 /0 0 0 0 2 ).
( 37) Baltasar de Loades, O. F. M. Cap., Los Franciscanos Capuchinos en
Venezuela, 2 .a ed., t. I, Caracas, 1929, p. 143.—Andrés de Lisboa, O. F. M. Cap.,
Epítome historial de las grandezas de la Seraphica Religión de los Menores Qipit-
puchinos, Madrid 1754, p. 40.
(■38) A n g u ia n o , Paraíso en el desierto, o . c ., p p . 22 7-23 4.— J. A . A l v a r e z y
B aen a , Hijos de Madrid, etc., o, c.. t. I V , M a d rid , 1791.
AUREOLA DE S A N T ID A D 425

gloria de su oratoria y de su celo, puesto de manifiesto en los miles


de sermones que predicó durante cuarenta años, llamado «varón apos­
tólico», anunciador de la verdad sin disimulo y sin lisonja, unió la de
ser aclamado «santo» por todos en su m uerte; sus reliquias se guarda­
ron con gran veneración y su cuerpo se conservaba entero después de
muchos años. D e él se hicieron muchos cuadros y retratos, y uno de
ellos, de gran tamaño, se conservaba en la iglesia de S. Antonio del
Prado ( 39 ).
A todos los citados tenemos que añadir los nombres del V . P. A n ­
tonio de Oviedo, muerto por los indios gorgonas en aras de su celo
en 1 6 5 1 , en la misión del Darién, y del V . P. Serafín da Leó n , llama­
do con sobrada razón el apóstol de Sierra Leona, muerto en 1657 en
Cacheo (Guinea) en olor de santidad. U n o y otro fueron tenidos siem­
pre en la Provincia y honrados con el título de Venerables, y estamos
seguros de que, si en nuestro siglo o en el pasado hubiesen fallecido,
se hubiese llevado a cabo el proceso de beatificación y hoy los veríamos
en los altares.
Cerramos este capítulo, último de nuestra historia en el siglo X V I L
con estas alabanzas del primer cronista de la Provincia, P. Fé lix de G ra ­
nada. quien a su vez cierra la lista de religiosos ilustres de que hace
mención en sus Anales, con las siguientes palabras: «De otros muchos
Padres y Hermanos, antiguos y modernos, hace memoria esta Provin­
cia, que, si se hubieran de traer aauí, era salir del intento y divertir­
nos de lo que nos está esperando. Basta saber que en sus vidas y ejem­
plos de todos y en el lustre de santidad con que se mantiene, se cono­
ce el fervor con que se fundó y el espíritu con que la ayudaron los Pa­
dres que fueron sucediendo» ( 40)..

( 39) J A . A l v a r e z y B a e n a , o . c ., t. III, M a d rid , 1790, pp. 50 -52. Crf, tam­


bién c u a n to arriba hemos dicho sobre este ilustre predicador.
(4 0 ) F é l i x d e G r a n a d a , Anales, o . c . , p. 78.
ÍNDICE ALFABETICO
N. B. En este Índice no se anotan las referencias meramente bibliográficas. Usamos,
además, las abreviaturas siguientes: Cap., para indicar los religiosos Capuchinos;
conv., igual a convento; fund., fundación que no se llevó a efecto; prov., igual a
provincia-, mis., misiones encomendadas a la Orden Capuchina.
t
A Alboraya, conv. de, 14.
Alcalá de Henares, conv. de, 55, 57, 64,
Abrojo, conv. del, 27.
109, 172, 174, 178 ss., 238, 264, 280,
Acuña, Juan de, marqués del Valle, 58.
282, 284, 294 ss., 342, 364, 419, y
Aguilera, conv. de, 183.
passim.
Agustín de Campo, Cap., 263, 269, 352.
Alcantarinos, 4 , 24 .
Agustín de Granada, Cap., 48, 58, 85,
Alcira, conv. de, 14.
90 , 104, n o , 112, 113, 116, 117, 119,
126, 304, 329- Alé, puerto de, 192.
Agustín de Granada, Cap., XX, 36, 68, Alejandro VII, 350, 402 .
90 y 284. Alejandro VIII, 351.
Agustín de Granada, Cap., 251, 252, 253. Alejandro de Toledo, Cap., 209, 234,
Agustín M.a de Granada, Cap., 331. 333, 337-
Agustín de La Nava del Rey, Cap., 251. Alejandro de Valencia, Cap., 102, 121,
263, 269 . 124 ss., 129, 130, 132 ss., 143, 147,
Agustín de Ronda, Cap., 396. 150, 151, 156, 163, 168 ss., 171, 172.
Agustín de Villabáñez, Cap., 173, 220, 173» 178, 181, 195, 198, 290, 294, 337,
222, 223, 254, 255, 256. 343, 350, 351, 358, 379 ss., 402.
Agustín de Zamora, Cap., 242, 282, 319, Alfonso X, 174.
321, 3 2 3 . Alicante, conv. de, 14, 362, 393.
Agustinos, 91. Alonso de Barcelona, Cap., 49 .
Agustinos Recoletos, 335. Alonso de Carabantes, Cap., 205, 218.
Alarcón, v. Arcángel, Francisco y Juan Alonso, Gregorio, 17.
de Tcrdesillas. Alonso de Toledo, Cap., 353, 356.
Alava, Pedro de, O. F. M., Obs., 33, 34. Alonso de Vélez, Cap., 394.
Alba, fund. de, 135, 156, 161. Alvaro III, 185.
Alba, duque de, 135, 161, 208. Amazonas, mis. de, 192.
Albacina, conv. de, 3 ; v. Constituciones. Ambrosio de Madrid, Cap., 207, 242
Albaida, conv. de, 14. y 335.
428 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Ambrosio de Perpiñán, Cap., 49 . Antonio de Segovia, Cap., 85.


Ambrosio de Valencina, Cap., XVIII, Antonio Iribarne de Tarazona, Cap.,
XXI, 118, 209 y 231. 269, 334, 335, 336.
Ambrosio de Vich, Cap., 26 . Antonio de Teruel, Cap., 187, 190.
Amezquita y Guzmán, María, 142. Antonio de Trujillo, Cap., 206, 219, 224,
Andalucía, prov. de, 116, 117, 118, 119, 225, 226, 227, 228, 229, 230, 239, 240,
126, 130 ss., 164, 202, 235, 251, 254, 241 ss., 260 ss., 330, 386.
259, 260, 290, y passim. Antonio de Vitoria, Cap., 424 .
Andrés de Ocaña, Cap., 220. Aragón, prov. de, 11, .12, 15, 16, 29, 30,
Angel de Fuentelapeña, Cap., 229. 32, 37, 49, 87, 91 , 131, 133, 166, 194 ,
Andújar, conv. de, 87, 94 , 96, 105 ss., 199, 202, 208, 224, 235, 254, 262, 375.
y 416 . Aragón y Borno, María de, 398.
Angel de Guarrate, Cap., 224, 229. Arcángel de Manzanares, Cap., n o .
Angel de Madrid, Cap., 206, 209, 224, Arcángel Alarcón de Tordesillas, Cap., 5,
228, 330, 331, 332, 334, 335, 338, 424- 9 , 10, 23 , 24.
Angel de Mas, Cap., 5, 6 . Arco, Alonso del, 159, 177, 283.
Angel de Valencia, Cap., 395. Arda, mis. de, 198, 199, 219 ss., 254.
Angélico de Wolfac, Cap., 267. Arias y Porres, Gómez, 403 .
Anselmo de Barcelona, Cap., 274. Arias y Porres, José, 403.
Anselmo de Monópoli, -Cap., 29. Arias y Porres, Manuel, 403.
Antequera, conv. de, 66, 67 ss., 109, 365. Arrazola y Oñate, Manuel, 178.
372, 416. Arsenio de Vinaroz, Cap., 380.
Antonio de Alicante, Cap., X X, 30, 37, Atanasio de Salamanca, Cap., 220, 222
41, 45, 49, 52, n o , .112, 114, 365. y 223.
Antonio de Bustillo, Cap., 195. A'usejo, fund. de, 202, 211, 217.
Antonio de Caller, Cap., 198, 203 ss., Aveiro y Maqueda, duquesa de, 190, 223
232, 233, 235, 294. 224. y
Antonio de Fuentelapeña, Cap., 198, Avila, Antonio de, 161. ,
202, 205 ss., 207, 209, 231 ss., 234, Ayala Salcedo, Manuel, 412.
238, 240, 242, 245, 269, 305,319,320, Aytona, conde de, 12.
324, 325, 344, 347, 358, 385, 403 ss.
Antonio de Jimena, Cap., 184, 192 ss.,
B
395, 397-
Antonio de Maderuelo, Cap., 257. Baltasar de Lérida, Cap., 49, 112.
Antonio de Milmarcos, Cap., 422. Baltasar de Toledo, Cap., 247, 251.
Antonio de Oporto, Cap., 33.1, 338. Baltasar de Vargas, Cap., 176, 207, 348.
Antonio de Oviedo, Cap., 184, 194 ss., Ballesteros y Baretta, Antonio, 92 .
390 ss., 425. Bamba, 187.
Antonio de La Puebla, Cap., 237, 258, Barcelona, 6, 7, 8, 10, n , 13, 15, 23.
264, 265 ss., 307, 327, 337, 351, 412. Barcelona, conv. de, 369.
Antonio de Padua (S.), 37, 177, 180, 247. Barcia, José, 336.
273- Barea, PP., Cap., 130.
Antonio Félix de Ravena, Cap., 208. Bartolomé del Prado, Cap., 165, 194.
Antonio de San Martín, Alonso, 245. Basilio de Alcira, Cap., 239 ss., 241, 268.
ÍN D IC E A L F A B É T IC O 429

Basilio de Cabra, Cap., 397. Borja, Francisco de (S.), 52.


Basilio de Salamanca, Cap., 330. Borja, Card. Gaspar de, 51, 81, 84, 85.
Basilio de San Martin, Cap., 220. Bonaparte, José, 283.
Basilio de Temei, Cap., 346. Boverio, v. Zacarías.
Basilio de Valdenuno, Cap., 194, 196, Bravo de Lugo y Sotomayor, Juan, 102,
197, 392, 393- 103.
Basilio de Zamora, Cap., 160, 171, 173, Bruselas, 384.
198, 200 ss., 202, 212, 306, 338, 343, Buckingham, 91, 92 .
345, 351. Buenaventura (S.), 144, 150, 151, 304.
Baviera, duque de, 87, 384. Buenaventura de Carrocera, Cap., XIX.
Bayo, 350. Buenaventura de Catanzaro, Cap., 30, 31 .
Bazan, Alvaro de, 6, 7, 8, 10, 23, 24, 25 Buenaventura de Cea, Cap., 54, 108.
y 26 . Buenaventura de Cerdeña, Cap., 164, 184,
Becerril de Campos, fund. de, 125, 147, 185 ss., 294-
156, 161, 162, 417 . Buenaventura de Ciudad Rodrigo, Cap..
Beltràn, Luis,, 246. XVII, XVIII.
Belluga, Card., 414. Buenaventura de Maluenda, Cap., 224,
Benavente, conde de, 205, 2.18, 360, 367. 229.
Benavides, Mendo de, 142, 143. Buenaventura de San Mateo, Cap., 171,
Benedictinos, 31, 261. 380, 401 .
Benin, mis. del, 165, 194, 221. Buenaventura de Sevilla, Cap., 220.
Benito de Tuy, Cap., 220. Buenaventura de Sorrento, Cap., 188.
Bernardino de Alhama, Cap., 24 . Buenaventura de Toledo, Cap., 159, 163,
Bernardino de Arezzo, Cap., 242, 258, 170, 23 8, 240.
419. Buenaventura de Valencia, Cap., 48, 366.
Bernardino de Azpilcueta, Cap., 65. Buenaventura de Villarrubia, Cap., 255.
Bernardino de Granada, Cap., 258, 263 ss. Buenaventura de Zamora, Cap., 85, 116,
Bernardino de La Moraleja, Cap., 177, 329.
201, 423 . Burgos, fund. de, 170, 174, 180 ss., 200.
Bernardino de Madrid, Cap., 242, 247, 201, 217, 417, 418.
251 ss., 258 ss., 264, 268, 269, 333, 337,
343, 344, 345, 3^5 ss., 388. c
Bernardino de Quintanar, Cap., 68, 75.
84, 85, 86, 88, 89, 96 , 99, 329. Cabo Verde, 26 ss.
Bernardino de Quiroga, Cap., 163, 169. Cacheo, 192, 193, 226, 228, 396, 425.
173, 176, 351. Cádiz, 96, 391.
Bernardino de Segovia, Cap., 85 . Calatayud, conv. de, .16, 28.
Bernardino de Toledo, Cap., 230, 235. Camerino, 2 .
Bernardino de Valencia, Cap., 48, 109. Camilo, Francisco, 160, 177, 179, 282,
Bernardo de Ciudad Rodrigo, Cap., 220. 283.
Bernardo de Porto Maurizio, Cap., 235, Cano, Alonso, 177, 283.
304 . Canónigos de San Juan, 184.
Biedma, Antonio, 372. Capítulos, 124, 129, 287SS.
Bilbao, fund. de, 234, 326. Capuchinas de Madrid y Pinto, 343.
430 L A P R O V IN C IA DE F F . M M . C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Capuchinos, iss.; vida en Castilla, 113SS., Cipriano de Ocaña, Cap., 195.


y passim. Cipriano de Sorrento, Cap., 422 .
Caracas, mis. de, 235. Cisneros, Baltasar de, 100.
Caramuel, Juan de, 378. Claudia Felice de Austria, 387.
Carducho, Vicente, 73, 156, 158, 160, 283. Clemente VII, 2, 3 .
Carlos II, 159, 160, 208, 209, 210, 224, Clemente VIII, 18, 183.
230, 235, 241, 242, 246, 258, 260, 261, Clemente X, 262.
264, 267, 268, 271, 345, 384, 385, 386, Clemente de Noto, Cap., 85, 88.
388. Cobatilias, conde de, v. Contreras, An­
Carlos V, 5. tonio de.
Carlos de Almería, Cap., 61. Coello, Claudio, 283.
Carlos de Los Hinojosos, Cap., 220, 222, Celoma,-P., S. J., 52.
223. Colonna, Victoria, 5, 41 .
Carmelitas Calzados, 148. Comisario de misiones, 259.
Carmelitas Descalzas, 180. Concelleres, 6, 7, 9 .
Carmelitas Descalzos, 48, 91 , .185. Concepción de Ntra. Sra. de Teporica,
Carpió, marqués del, 231. 195, 392.
Carrascosa del Campo, fund. de, 237, 244. Cóncina, Daniel, O. P., 4 .14.
248, 249. Confesiones, confesionario, 135, 139, 206.
Carreño, Juan, 144, 283. 328, 340SS.
Cartagena de Indias, 192, 391, 395. Congo, mis. del, 164, 184 ss., 199, 221,
Casas, Diego de las, 166. 394-
Casimiro de Deza, Cap., 248. Constituciones capuchinas, 3, 121, 131 ss.,
Caspe, conv. de, 16. 133, 134, 400.
Castañeda, marqués de, 358. Contreras, Antonio de, 142, 153, 175.
Gástelo, Félix, 154. Conventuales, 1, 4, 247. ,
Castellón, conv. de, 14. Córdoba, 96 .
Castilla, prov. de, 18, 45, 46, 47, 53, 84, Crisòstomo de Madrid, Cap., 49 .
117 ss., y passim. Crisòstomo de Mondoñedo, Cap., 195.
Castillo y Padilla, Juan del, 69 . Cristóbal de Azcona, Cap., 224, 225.
Castrillo, conde de, v. García de Haro. Cristóbal de Morentin, Cap., 121, 129 ss..
Castro, Adolfo de, 305, 405, 406. 135 ss., 142, 150, 163, 423.
Cataluña, prov. de, 7, 8, 11, 12, 13, 14, Cubas, conv. de, 86, 94 , 96 ss., 284, 328.
16, 25, 28, 29, 30, 31, 32 , 34, 37, 4 9 , Cumaná, mis. de, 250, 254, 255.
86, 90, 132, 133, 134, 199, 202, 208, Custodios, 129, 134, 164, 266, 290, 380.
262, 363, 374 - •
Cavanzo, Francisco, O. F. M. Obs., 355,
D
412 .
Centurión, Octavio, 51, 52, 59, 70. Dámaso de Castellar, Cap., 85.
Cerdeña, condado de, 17, 29, 32. Darién, mis. del, 163, 165, 166, 184,
Cerrito de Santa Rosa, 255. 194 ss., 199 , 230, 235, 250 ss., 259, 385,
Q bo, Catalina, 2, 3 . 390, 391, 399, 418, 424, 425 .
Cipriano de Madrid, Cap., 220, 222 ss.. Definidores (PP.), 287, 290.
226, 254 ss. Descalzos (PP.), 4, 5, 7, 24, 26, 31, 38,
ÍN D I C E A L F A B É T IC O 431

43 , 71, 91, 95, 96, 100, 106, 123, 138, Esteban de Pastrana, Cap., 251, 252.
13 9 , 1 4 1 , 144 ss., 147, 162, 1 8 1 , 328, Estudios, 108, i i o s s ., 198, 204, 238,
399, 417- 299SS.
Diego de Arévalo, Cap., 163, 169 ss., 181. Eugenio de Oliva, Cap., 77.
Diego José de Cádiz (Bto.), Cap., 178. Eusebio de Sevilla, Cap., 250.
Diego de Casalarreina, Cap., 224, 225. Eugenio de Yébenes, Cap., 422.
Diego de Castrillo, Cap., 272.
Diego de Guadalcanal, Cap., 394. F
Diego de Madrid, Cap., 157, 199, 206,
Factor, Pedro Nicolás (Bto.), 13.
293-
Felipe II, 7, 8, 11, 12, 16, 23, 25, 26,
Diego de Quiroga, Cap., 49, 54, 56, 57,
27, 28, 29, 176.
61 , 70, 78, 83, 84, 88, 90, 91, 92, 9 3 ,
Felipe III, 16, 17, 18, 31, 32, 36, 38,
96, 107, 109, 112, 116, 121 ss., 124, 128,
39, 45, 46, 53, 61, 62, 63, 64, 75, 8 1 ,
168, 173, 261, 274,289, 310, 315, 329,
83, 84, 94 ss., 115, 145, 146, 160, 181,
340, 343, 353, 357,358, 373 ss., 39o.
213, 283, 289, 328, 341, 345, 361, 366,
Diego de Segovia, Cap., 178.
368, 370, 416, 420.
Diego de Toledo, Cap., 138, 139, 209,
Felipe IV, 64, 122, 123, .124, 128, 152,
333, 345-
153, >58, 159, 173, 175, 181,182,194,
Diego de Uceda, Cap., 220.
199, 217, 2.19, 220, 340, 374,376,377,
Dionisio de Venezuela, Cap., 109.
378, 379, 380, 383, 388, 399,401,420.
Discretos capitulares, 241, 258, 2óoss.,
Felipe V, 268.
266, 289.
Felipe de Florencia, Cap., 342.
Divina Pastora, 73, 214.
Felipe de Madrid, Cap., 255.
Domingo de Tudela, Cap., 195.
Felipe de Segura, Cap., 355, 356.
Dominicos, 141, 184, 260.
Felipe de Vellisca, Cap., 344, 345, 346.
Donados, 230, 236, 240, 263, 293.
Félix de Alamín, Cao., 243, 319, 326..
327, 331, 337, 338, 351.
E Félix de Bustillo, Cap., 207, 209, 210,
Ecija, 96 . 230, 233 ss., 243, 248, 251, 253, 254,
Eligió Baseo, Cap., 306. 351, 404-
Enfermería, 286, 312. Félix de Cantalicio (SO, Cao., 150, 179,
Enguera, Sebastián de, 356. 216, 247, 248, 271, 273.
Enrique IV, 374. Félix de Cubas, Cap., 272.
Enriquez Colonna, Feliche, 41 , 52. Félix de Granada, Cap., XVII, XXI, 35,
Escobar, Marina de, 148. 49, 74, 87 ss., 106, 425 .
Escoto, Juan Duns, n o , 304. Félix de Pamplona, Cap., 354.
España, 6, 7, 8, 378, y passim. Félix Bretos de Pamplona, Cap., 346.
Espinosa, Juan de, 103. Fermín de Alcaraz, Cap., 177.
Esquivias, conv. de, 263, 270 ss. Fére (La), 373.
Esteban de Arizala, Cap., 224. Feria, duque de, 377.
Esteban de Cesena, Cap., 198, 208, 209, Fernández de Córdoba, Luis, 71, 99-
230, 318, 403 . Femando II, 374.
Esteban de Lérida, Cap., I I I . Fernando III, 343, 376.
432 LA P R O V IN C IA DE FF. M M . C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Fernando VI, 159. Francisco de Veas, Cap., 164, 166, 184,


Fernando VII, 159. 186, 190 ss.
Fidel de Sigmaringa (S.), Cap., 179, 214. Francisco de Vera, Cap., 125 ss.
248. Francisco de Yecla, Cap., 172, 198 ss.,
Figueras, conv. de, 374. 202, 219, 232, 250, 253, 350.
Fortunato de Pieve di Cadore, Cap., 170, Frankenburg, conde de, 377.
202 . Froilán de Rionegro, Cap., XXII.
Franciscanos, 184, 227 ss. Fuenmayor, fund. de, 182, 200, 211, 216,
Francisco de Ajofrin, Cap., XVII, 42, 45, 217.
125, 296, 420 . Fumo, Nicolás, 144.
Francisco de Alarcôn, Cap., 25, 340.
Francisco de Asis (S.), ,178, 179, 180, G
214, 216, 248, 273.
Gabriel de Valencia, Cap., 48, .190.
Francisco de Baeza, Cap., 30, 49, 100.
Gabriel de Villanueva, Cap., 77, 82.
Francisco de Barbastro, Cap., 231 ss.
Gaitán, Fernando, 48 .
Francisco de Benavente, Cap., 49.
Gales, principe de, 90 ss., 375.
Francisco de Canarias, Cap., 194, 196,
Gambia, puerto de, 192.
197-
García de Haro, 158.
Francisco de Esquivias, Cap., 242, 259.
Gaspar de Salamanca, Cap., 251, 253.
274, 3 3 1, 338. Gaspar de Sevilla, Cap., 395.
Francisco de Figueras, Cap., 13.
Gaspar de Soria, Cap., 254.
Francisco de Jerez, Cap., 208, 209, 230, Gaspar de Viana, Cap., 209, 292, 319,
231, 404 .
320, 322, 333, 334, 338, 344-
Francisco de Maderuelo, Cap., 238, 242, Getino, Luis de, O. P., 322.
243, 337, 348, 356. Gelves, marqués de, 376.
Francisco de Madrid, Cap., 125. Gil de Guadalajara, Cap., 420, 421.
Francisco Antonio de Madrid Moncada, Gil de Villalón, Cap., 312.
Cap., XVI, 136, 137, 352. Gisbert, Bartolomé, 156, 157.
Francisco de Medina, Cap., 125. Gómez de Sandoval y Mendoza, Cata­
Francisco de La Mota, Cap., 224, 229, lina, 214, 215.
259, 269, 306, 331, 338. González de Acuña, Antonio, 255.
Francisco de Nâpoles, Cap., 78. González Dávila, Gil, 39, 61, 372.
Francisco de Pamplona, Cap., 165, 185, González de Mendoza, Pedro; 74 .
194, I95> 353- González Pereyra, Sebastián, S. J., 128,
Francisco de San Salvador, Cap., 187. 130, 316.
Francisco de Santiago de C., Cap., 220. González de Sepúlveda, Francisco, 97 .
Francisco de Sevilla, Cap., 44 , 48, 75, Granada, conv. de, 66, 74, 109, n o , 364,
103, 329, 340, 363 ss. 370.
Francisco de Tauste, Cap., 251, 259. Granada, Luis de, O. P., 400.
Francisco Alarcôn de Tordesillas, Cap., Gregorio X III, 6, 23, 24, 25.
5, 9- Gregorio de Baeza, Cap., 49, 104.
Francisco de Vallecas, Cap., 164, 192 ss., Gregorio de Corella, Cap., 354.
196, 197- Gregorio de Guadalupe, Cap., 159, 216,
ÍN D IC E A L F A B É T IC O 433

230, 233, 236 ss., 242, 243, 247, 258, Incusu, 190 .
265, 306, 351. Infantado, duquesa del, 214, 215, 216.
Gregorio de Oliva, Cap., 156. 310.
Gregorio de Pamplona, Cap., 119. Inocencio XI, 350, 351, 352.
Gregorio de Salamanca, Cap., 209, 242, Inocencio X II, 26.1, 289.
306, 307. Inocencio de Caltagirone, Cap., 123,
Grignioa de Monfort, 321. 163, 167, 185, 380.
Guadalupe, María de, 190, 223, 224. . Inurrigarro, Beraardino de, O. F. M.
Guardiola, Monserrat, 15. Obs., 309, 354, 356.
Guinea, mis. de, 184, 191 ss., 198, 219. Isabel de Borbón, 152, 420.
223 ss., 394 , 395, 397, 424- Isabel, Infanta, 173, 377.
Guzmán, Diego de, 69, 83, 158, 362. Isidoro de Sevilla, Cap., 68.
Guzmán, Enrique de, 48 , 97. Isidro de León, Cap., 242, 297, 319,
325, 326, 333.
Isidro de Madrid, Cap., 243, 345, 423 .
H
Haro, fund. de, 201, 263, 273 ss.
Hartmann de Bressanone, Cap., 261.
J
Hermenegildo de Antequera, Cap., 69 . Jacinto Natta de Casal, Cap., 87, 88,
Hermenegildo de Madrid, Cap., n i , 9i, 374, 375-
234, 242, 335. Jadraque, conv. de, 169, 201, 214 ss., 309,
Hermenegildo de Montblanc, Cap., n i , 310, 311.
372. Jaén, 5-
Hernández, Gregorio, 63 . Jaén, conv. de, 86, 94 , 96, .103 ss., 416.
Híjar, duques de, 150, 151. 420 .
Hilario de Torrejón, Cap., 196, 197- Jansenio, 350.
Hilarión de Medinaceli, Cap., 31. Játiva, conv. de, 14.
Hilarión de Villanueva, Cap., 138. Jerez, conv. de, 96 .
Jerónimo de Castelferretti, Cap., 28, 35.
Huesca, conv. de, 16.
Huete, conv. de, 245. 36, 37-
Jerónimo del Corral, Cap., 195.
Jerónimo de Coveña, Cap., 196, 197.
I
Jerónimo de Cubas, Cap., 293.
Ignacio de Almeida, Cap., 247. Jerónimo de Monefiore, Cap., 6 .
Ignacio de Canarias, Cap., 256. Jerónimo de Peñacerrada, Cap., 253.
Ignacio de Reinosa, Cap., 272. Jerónimo de Piedrahita, Cap., 251, 253.
Ignacio de Zaráuz, Cap., 224. Jerónimo de Salamanca, Cap., 85, 87.
Ildefonso de Alcaraz, Cap., 263, 269, 100, roí, 125, 130, 147, 148, 162, 179,
337, 388. 421.
Ildefonso de Campdevanol, Cap., 28, Jerónimo de Sorbo, Cap., 13.
30. Jerónimo de Torres, Cap., 218.
Ildefonso de Zaragoza, Cap., 259. Jesuítas, 91, 185.
Iluminado de Mesina, Cao., 77 , 79 , 80, Jesús, conv. de, 10, 13.
81, 82, 95, 368. Jesús Nazareno, 50, 73.
434 LA P R O V IN C IA D E F F . MM. C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Jiménez, Juan, 13, 14. Juan M .a de Noto, Cap., 117, 124.


Jordán, 159, 283. Juan de Ocaña, Cap., 68, 74, 102, 112,
José Francisco de Barcelona, Cap., 25 . 121, 125, 128, 129, 130, 141, 163, 173:
José de Carabantes (V.), Cap., 205, 218, 334, 337, 382 ss.
336. Juan de Pesquera, Cap., 264, 269, 306.
José de Casarrubios, Cap., 208, 329. 352.
José de Enalda, Cap., 331. Juan de Portilla, Cap., n o .
José de lea, Cap., 231, 234. Juan de Salamanca, Cap., 109.
José de Illescas, Cap., 227, 269, 329, Juan de Santiago, Cap., 164, 184, 185,
331, 338. 186, 188 ss., ,192, 209, 343, 344, 346.
José de Leonisa (SO, Cap., 179, 214, 248. Juan de Tarazona, Cap., n i .
José de Linares, Cap., 49, 68, 112, 370. Juan Alarcón de Tordesillas, Cap., 7, 9,
José C. de Llevaneras, Cap., 12, 28, 29 . 10, 12, 13 ss., 24 ss., 28, 29 .
José de Madrid, Cap., XVI, 209, 241, Juan de Tudela, Cap., 205, 209. 218.
242, 243, 247, 264, 268, 269, 333, 334, Juan de Valladolid, Cap., 79 .
337, 338, 343, 344, 345, 352, 386 ss., Juan de Villafranca, Cap., 48, 81, 109,
424 . 367 ss.
José de Madrid, Cap., 42.1. Julio III, 4, 5.
José de Nájera, Cap., 209, 220, 222, Junípero de Torres, Cap., 421.
223, 254, 255, 256, 319, 323, 337, 344-
José de Pernambuco, Cap., 164, 166,
L
184, 186, 189, 190 ss., 294, 299.
José de San Clemente, Cap., 259, 329. Labouret, Henri, 220.
José de Sangüesa, Cap., 402. Lagozes, 396.
José de Santa Cruz, Cap., 271, 307. Laguardia, conv. de, 200, 207, 211 ss.,
José de Sevilla, Cap., 243, 269, 327, 333, 347, 348, 418.
. 337. Lancáster, José de, 408.
José de Tárraga, Cap., 329. Lapilla, marqués de, 217.
José de Toledo, Cap., 159, 238, 240. Larreta, Juan Bautista, 75 .
José de Valderas, Cap. 238, 242, 330, Leandro de Antequera, Cap., 69.
331, 338. Leandro de Murcia, Cap., n i , 113, 121,
José de Villalvilla, Cap., 195, 196, 107. 125, .130, 131, 133, 136, i f ¡ , 143,
Juan de Alfambra, Cap., 49 . 163 ss., 171, 173, .183, 209, 210, 294,
Juan de Constantin, Cap., 238, 330. 306, 307, 32c, 337, 35i, 353, 354, 355,
Juan de Gerona, Cap., 49. 381, 388 ss., 417.
Juan Antonio de Madrid, Cap., 54, 108. Leandro del Smo. Sacramento, 306.
Juan Francisco Zacer de Madrid, Cap., León X, 1.
173, 209 . León de Monterrey, Cap., 140, 293.
Juan Francisco de Milán, Cap., 209, Leopoldo, emperador, 384.
231 ss., 354, 356, 404, 408. Lepanto, 6, 24 .
Juan de Moncaller, Cap., 131, 132, 400. Lerma, duque de, 13, 30, 31, 32, 36,
Juan de Monzón, Cap., XVIII, X X, 123, 40, 41, 46 , 48 , 50, 51, 52, 53, 54, 61,
128, 131, 133, 143, 157, 284, 365, 369, loo, 115, 360, 361, 370.
422 . Lerma, duquesa de, 341, 419.
ÍN D IC E A L F A B É T IC O 435

Lima, fund. de, .166 , 167, 399. Marcelino de Pisa, Cap., XVI, 352,
Lobo, Alfonso, Cap., 5. 389.
Lorenzo de Alicante, Cap., 49, 76, II 2; Marcelino de San Vicente, Cap., 257.
119, 194, 195- Marcos Antonio de Carpenédolo, Cap.,
Lorenzo de Brindis CS.), Cap., 15, 30, 199, 202, 402.
35, 37, 38, 39, 40, 44, 45, 46, 125, Marcos de Toledo, Cap., 69.
363, 364, 370. Margarita de Austria, 38, 39, 46, 115,
Lorenzo del Campillo, Cap., 75, 422. 368, 420 .
Lorenzo de Corella, Cap., 224. María de Austria, 90, 123, 168, 340, 343,
Lorenzo de Magallón, Cap., 171, 381. 374, 376, 378.
López, Vicente, 178, 179. María Luisa de Orleáns, 388.
Losada, 373. María Teresa de Austria, 90, 168, 343,
Lucas de Egea, Cap., 224, 227. 378, 379-
Lucas de Guadalajara, Cap., 206, 293. Mariana de Austria, 264, 273, 388 .
Lucena, 96. Mariscoti, Galeazo, 354.
Lucena y Cárdenas, Alonso y Pedro, Martín de Cisneros, Cap., 49 .
107. Martín de Mingranilla, Cap., 423.
Ludovico de Fossombrone, Cap., 2. Martín de Sevilla, Cap., 49, 75 .
Luis XIV, 379. Martín de Torrecilla, Cap., 33, 91, 93 ,
Luis tíe Aliaga, O. P., 39. 198, 206 ss., 215, 230 ss., 237, 238, 242,
Luis de Laredo, Cap., 213. 243, 254, 260, 266, 302, 303, 304,
Luis de Palencia, Cap., 54. 305 ss., 308, 309, 327, 338, 344, 348..
Luis Antonio de Salamanca, Cap., 220 ss. 350 ss., 384, 389, 399, 404, 408 ss.
Luis de Zaragoza, Cap., 185. Martínez Morales, Alejo, 247.
Lumbreras, Pedro, 213. Masamagrell, conv. de, 14
Mascareñas, Juan, 219, 221.
Maseo de Turín, Cap., 24.
M
Mateo de Anguiano, Cap., XVII, XXI,
Madrid, 30, 35, 36, 46, 47, y passim. X XII, 40, 137, 152, 207, 209, 233,
Madrid, conv. de, v. San Antonio del 285, 297, 314, 318, 332, 338, 342, 347,
Prado y La Paciencia. 352, 361, 394-
Málaga, conv. de, 94, 95, 96, 99 ss. Mateo de Bascio, Cap., 1.
Malpica. marqueses de, 98 . Mateo de Guadix, Cap., 10, 24, 25.
Mámora, 250, 371. Mateo de Maluenda, Cap., 49.
Manuel de Canarias, Cap., 195, 220. Mateo de Santa Ana, Cap,, 422.
Manuel de Jaén, Cap., 292, 325, 332, Matías de Zuaza, Cap., 238, 251, 330.
335, 336, 387, 389, 420. Matías de Marquir.a, Cap., XVII.
Manuel de Madrid, Cap., 199, 203 ss.. Matías de Rojas, Jerónimo, 67, 69.
209, 210, 230, 234 ss., 243, 337, 351- Matías Belüntani de Saló, Cap., 343.
Manuel de Vitoria, Cap., 178, 204, 224. Mauro de Valencia, Cap., 122.
225, 242, 300, 338. Maximiliano, duque, 375.
Maqueda, duque de, 28, 29, 31, 48, 87. Medinaceli, duque de, 52, 200, 261, 344,
Marañón, Gregorio, 92. 419 .
Marañón, mis. del, .164, 192'. M e lc h o r de P o b la d u r a , C a p ., X I X , 130 .
436 LA P R O V IN C IA DE FF. M M . C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Mellino, Card. Sabbo, 236. Moscoso y Sandoval, Card. Melchor, 141.


Mendoza, Francisco, 72.
Menéndez y Pelayo, 305, 406. N
Mercedarios Descalzos, 103, 244.
Nápoles, conv. de, 10.
Mesonero Romanos, 52.
Miguel de Alicante, Cap., 240. Nápoles, prov. de, 208.
Miguel de Epila, Cap., 224. Narciso de Tordesillas, Cap., 322.
Miguel de Lima, Cap., 243, 265, 307. Nava del Rey, '207, 336, 348.
337, 384, ss. Navalmoral, conv. de, 309.
Miguel de Madrid, Cap., 196, 197, 250, Navarra, prov. de, 198, 207, 211, 224,
256, 424 . 261, 262, 355.
Miguel de Madrid, Cap., 295, 424. Navarrete, conv. de, 217.
Miguel de Majadahonda, Cap., 209, 235. Navas, marqués de las, 161.
Miguel de Pinto, Cap., 233, 243, 263, Nicolás de Córdoba, Cap., XVIII, 111,
269, 270, 272, 337. 118, 209.
Miguel Angel de Ragusa, Cap., 386. Nicolás de Bari (S.), 215.
Miguel de Santo Domingo, Cap., 239. Niño, Juanetín, O. F. M. Obs., 101.
Miguel de Sessa, Cap., 185. Nitardo, Card., 208.
Miguel de Valladolid, Cap., XIX, 7, 8. Nuestra Señora del Pilar, 254.
10, 11, 12, 14, 15, 25, 28, 30, 32, 33, Núñez, Lucio Ma., O. F. M., 45.
364.
Miguel de Valladolid, Cap., 244, 263, O
269, 274, 331, 338.
Oblatas de María Inmaculada, 144.
Mier y Noriega, Juan de, 70, 71, 72,
Observantes, 1, 2, 4 , 12, 13, 26, 26, 28.
73- 31, 91, 95, 106, 181, 182, 200, 201,
Mir y Noguera, J., 406.
202, 212, 217, 245, 256, 260, 274, 310.
Miranda, conde de, 28 .
328, 354, 355, 399, 402, 411, 417-
Modesto de Cambray, Cap., 195.
Ocaña v Alarcón, Gabriel de, 166.
Molina, Antonio de, 326.
Olivares, conde-duque de, 47 , 91, 92, 357;
Molinos, Miguel de, 327.
377, 383.
Monasterio, marqués de, v. Centurión,
Olmo, Juan del, O. F. M. Obs., 412, 413 .
Octavio.
Ollería, conv. de, 14 367.
Moneada, Gabriel, v. Francisco A. de
Onteniente, conv. de, 14.
Madrid Moneada.
Ontiveros, Bernardo, 212.
Montalto, duque de, 54, 109, 393 .
Montaña, Nicolás de, 418. Oñate, Bernardo de, 178.
Monte Isla, Pedro, 398. Oñate, conde de, 167, 375.
Monteagudo, fund. de, 201, 211, 217. Orden Tercera, 173, 207, 214, 243, 269,
Montecalvario, conv. de, n , 14, 31 , 360. 332, 335, 340, 347 ss., 354 ss., 411 ss.
Monteleón,, duque de, 53. Orozco, Pedro de, 149.
Morón, 96 . Ortiz de Zárate, Juan, O. F. M. Obs.,
Moscardó, Coronel, 176. 182, 212.
Moscoso y Sandoval, Card. Baltasar, 104, Ortiz de Zárate, Pedro, 181.
105, 106, 178, 416, 420 . Osuna, 96 .
I N D IC E A L F A B É T IC O 437

P Pereda, Antonio, 149, 150, 293.


Pérez Serrano, Antonio, 107.
Pablo de Alicante, Cap., 346.
Piedrabuena, conde de, 248.
Pablo de Cesena, Cap., 80, 115, 368.
Piedrabuena, fund. de, 244, 248.
Pablo de Colindres, Cap., 414.
Pimentel, Enrique, .148, 419.
Pablo Jerónimo de Fregenal, Cap., 223.
Pimentel, Francisco, 360.
Pablo de Granada, Cap., 89.
Pinda, puerto de, 186 , 189.
Pablo de Salamanca, Cap., 208. Pinto, Capuchinas de, 343.
Paciencia (La), conv. de, 129, 131, 135, Pío IV, 4 .
138, .152 ss., 207, 236, 238, 262, 280. Pío V, 6.
282, 283 ss., 289, 297, 298, 300, 310, Pío X, 1.
311, 341, 346, 348, 386, 420. Pitillas y Ruesga, Andrés, 412.
Pacífico de Genova, Cap., 10. Pol, casa de, 373.
Padre Eterno, devoción al, 245, 247, 347. Ponz, Antonio, 282, 283.
385, 407. Portocarrero, Card., 404, 407.
Padre de Provincia, 290. Pou y Martí, José M.a, O. F. M., 36.
Palafox, Juan de, 315, 377. Povar, marqueses de, 48 , 97, 98, 419.
Palamós, 10. Prado, conv. del, v. San Antonio del
Palomino y Velasco, Antonio, 149. Prado.
Panfilio, Juan Bautista, 161. Predicación, 114, 258, 328 ss., 332.
Pamplona, conv. de, 16. Predicadores, .130, 172, 292, 329 ss.
Panamá, 195. Predicadores de S. M., 209, 210, 337, 338.
Panzirolo, Card. Jaime, 135. Priego, marqués de, 386.
Pardo (El), conV. de, 55, 60, 78, 80, 108, Pucci, Lorenzo, 2 .
129, 135, 156, 158 ss., 264, 266, 280. Puebla (La) de Sanabria, fund. de, 205,
281, 283, 285, 289, 297, 303, 309, 3 io, 211, 218, 397-
339, 341, 346. Puente, Luis de la, S. J., 400.
Paulo III, 4, 5, 6 . Puerto Hércules, 10, 170.
Paulo V, 18, 33, 353, 366. Puertovelo, 195.
Pedro II, 228.
Pedro de Algete, Cap., 356. Q
Pedro de Andújar, Cap., 106.
Querol, Mosén, 8, 9 .
Pedro de Barbastro, Cap., 49 , 57, 91, 375.
Querubín de Nápoles, Cap., 10.
Pedro de Caller, Cap., 128, 157.
Quintana, Jerónimo de, 40 .
Pedro de Guadix, Cap., 25, 212, 216, 217.
Quintanadueñas, Fernando, 180, 181, 182,
Pedro de La Moraleja, Cap., 198, 201 ss..
417.
209, 213, 337- Quiroga, 373.
Pedro de Madrid, Cap., 251.
Pedro de Reinosa, Cap., 269, 333, 334, R
337, 338.
Rafael de Fossombrone, Cap., 2 .
Pedrosa y Casares, Gregorio, 149,
Pemba, 191. Rafael de Nápoles, Cap., 10.
Peñalosa, Ambrosio de, S. J., 124, 376. Rafael de Pinto, Cap., 243, 331, 336, 338.
Peñón, presidio del, 250. 348.
438 LA P R O V IN C IA D E F F . M M . C A P U C H IN O S D E C A S T I L L A

Rafael de Valencia, Cap., 49. Sanlúcar de Barrameda, 192, 391.


Ramirez, Juan, O. F. M. Obs., 74. Sanlúcar, conv. de, 86, 96 .
Recesvinto, rey, 174, 175, 176, 178. Santa Cruz, marqueses de, v. Bazán, Al­
Ribera (Bto.), Juan de, 12, 13, 14, 16, varo de.
17, 35, 360, 364, 366. Santa Cruz de Múdela, 5 .
Ricci, Francisco, 154, 160, 177, 282, 283. Santa Cruz de la Zarza, 244.
Rioja, 212. Santa Leocadia, conv. de, v. Toledo,
Risco, conde del, 161. conv. de.
Rivet, Paul, 220. Santa Madrona, 9 .
Roa, fund. de, 169, 174, 182, 183. Santa María, Juan de, O. F. M. Disc,,
Roboredo, Manuel, 187, 188. 328.
Rcdriguez Sobarzo, Juan, 355. Santo Domingo de Paya, 195.
Ronda, 96. Sarmiento Villaldrando de la Cerda, Ro­
Ros, Juan, O. P., 323. drigo, 151.
Rosellôn, condado del, 17, 29, 32. Sarriá, conv. de, 11.
Rozas, Francisco de, 356. Sassoferrato, 160.
Ruiz Samaniego, Jerônimo, 2 I 1 ss. Sebastián de Santa Fe, Cap., 121, 123 ss.,
126, 130, 141, 145, 146, 337, 422.
S Sebastián de Valencia, Cap., 48, 57, 58,
109.
Saavedra, Leonor de, 205. Sebastián de Villarreal, Cap., 173, 182,
Salamanca,conv. de, 66, 70, 78, 109, 110.
217, 351 .
239, 264, 282, 294 ss., 374, 398, 4°3, Sebastián de Yepes, Cap., n i , 329.
408 . , Segorbe, conv. de, 14.
San Antonio del Prado, conv. de, 21 , 47, Segovia, conv. de, 96, 138, 141, 145, 264,
51 ss., 200, 238, 239, 280, 282, 283 ss., 284, 287, 299, 303, 342, 348, 420 .
289, 297, 346, 347, 361, 362, 364, 367, Serafín de Ñápeles, Cap., 10.
379, 389, 402, 407, 408, 419, 422, 425. Serafín de León, Cap., 54, 121, 127, 129,
San Boy, conv. de, n . 130 ss., 173, 174, 192 ss., 223, 390,
San Buenaventura de Tarena, 195, 391. 393 ss., 425.
San José, Martin de, O. F. M. Obs., Serafín de Policio, Cap., 15, 35 ss., 39 ,
353, 400 . 40, 41, 44 , 45, 47 ss., 54, 57, 58, 60 ss.,
San Juan Bautista, poblado, 254. 66, 67, 70 , 74, 77, 78, 79, 82, 83,
San Juan Bautista de Duaca, 256, 424, 93 , 108, n o , 169, 327, 359 ss., 367.
San Mederi, 211. Sessa, duque de, 10.
San Miguel de Ultramar, 250, 371. Severo de Lucena, Cap., 37 ss., 47, 49,
San Onofre, Card., 129, 131, 400. 66, 68, 74, 100, 112, 369 ss.
San Salvador, 187, 188. Sevilla, 96 .
Sânchez Conejero, Pedro, 150. Sicilia, prov. de, 198, 203, 207, 403.
Sânchez Hidalgo, Juan, 58, 59. Sierra Leona, mis. de, 184, 191 ss., 219,
Sandoval y Rojas, Card. Bemardo, 31, 223 ss., 235, 251, 390, 393 ss., 424, 425,
53, 55 ss., 108, 156, 420. Silvestre de Alicante, Cap., 49 , 56, 112,
Sandoval y Rojas, Francisco G., v. Ler- 119.
ma, duque de. Silvestre de Asís, Cap., 30.
Í N D IC E A L F A B É T IC O 439

Silvestre, D. de Milán, Cap., XVI. Trinitarios Descalzos, 50, 91, 244, 245.
Simpliciano de Milán, Cap., 199, 402. Tristán, 293.
Siruela, conde de, 182. Tumbá, puerto de, 225, 396.
Solana, Juan de la, O. F. M. Obs., 93,
353, 356, 376. u
Solís, Francisco, 283.
Urabá, mis. de, 195.
Somoza, 373.
Urbano VIII, 92, 103, 131, 134, 142,
Soño, 188, 189.
343, 353, 379, 380.
Sosa, Francisco de, O. F. M. Obs., 31,
33, 34, 92 , 328.
V

T Valdemaqueda, fund, de, 122, 156, 161.


Tadeo Castellano o de Castilla, Cap., 25 . Valencia, conv. de, 14.
Tapia, Pedro, O. P., 131, 143. Valencia, prov. de, n ss., 29, 30, 32, 35,
Tarazona, conv. de, 16. 36, 47, 77, 131, 133, 164, 166, 170,
Taulero, Juan, O. P., 322. 194 , 199 , 202, 261, 262, 289, 341, 36o,
Tavara, marqués de, 148. 369, 374-
Teodoro de Bruselas, Cap., 397. Valera, Juan de, 305, 405.
Terciarios Regulares, 184. Valladolid, conv. de, 125, 138, 146 ss.,
Terranova, duquesa de, 41, 419. 207, 239, 262, 266, 282, 284, 298, 300,

Terrer, Juan, n . 303, 328, 330, 348, 408 , 4 x7 , 4 19 -


Toboso (El), fund. de, 234, 244, 248. Valle, marqueses del, 58, 340.
Toledo, Alcázar de, 176, 177. Valls, conv. de, n .
Toledo, conv. de, 55, 64, 94, 109, 125, Vans, 219.
156 ss., 169, 174 ss., 200, 201, 238, 280, Vargas, Andrés de, 154.
282, 284, 297, 298, 310, 311, 342, 347, Velasco y de la Cueva, Juan, 182.
374, 420. Velázquez, Antonio, 159.
Toledo, Juan de, 177, 283. Vélez, marqués de los, 208.
Tolosa, prov. de, 30. Victorio de Palermo, Cap., n o , 112,
Tomás (Sto.), 113, 151, 306, 401. 304.
Toro, conv. de, 86, 87, 94, 95, 96 , 100 ss., Vidal de Alcira, Cap., 49 .
281, 284, 293 , 297 , 298, 303, 309, 416 . Viena, 378, 384.
Torrecilla de la Orden, 408. Villalobos, Fernando, 404.
Torres, Juan de, 147. Villanueva del Cárdete, conv. de, .122,
Torres Villarroel, Diego de, 73 . 123, 135, 138 ss., 145, 266, 284, 287,
Torres y Portugal, Jerónimo de, 75. 309, 341, 347, 354-
Torrijos, 87, 89. Villarrubia de los Ojos, conv. de, 129,
Tovar, Sebastián de, 66, 67, 369, 370, 138, 150 ss., 171, 284, 309, 347, 354,

371, 373- 388, 402 .


Trinitarios Calzados, 225, 396. Viso (El), 8, 23, 24, 25, 26 .
440 LA P R O V IN C IA DE FF. MM. C A P U C H IN O S D E C A S T IL L A

Vives y Turó, Card., v. José C. de Lle- z


vaneras.
Zacarías Boverio de Salucio, Cap., XVI,
91, 136, 139, 352, 376.
w Zamora y Cabreros, Juan de, 149.
Wamba, rey, 174, 175, 1/6, 178- Zapata, Felipe, 219.
Wallenstein, 377. Zapata y Osorio, Juan, roí.
Zaragoza, conv. de, 16.
Y Zaragoza (Sicilia), 404.
Zarate, Fernando de, 400.
Yepes, 378. Zúñiga, Baltasar de, 38, 87.
Yelve s de Po rtu gal, 404. Zurbarán, 216.
INDICE D E ILUSTRACIONES

L ám . I T o ro : c o n v e n to y h u e rta q u e fu e ro n d e lo s C a p u c h in o s . F a c h a d a de la
ig le s ia de T o ro a lg o re s ta u ra d a .

Ig le s ia de V illa n u e v a d e l C á rd e te . P a t io in t e r io r d e l c o n v e n to , c o n ­
v e r tid o en c e m e n te rio .

L ám . II F a c h a d a de la ig le s ia de S e g o v ia . F a c h a d a n o rte d e l c o n v e n to , q u e da
a la h u e rta .

F a c h a d a de la ig le s ia de A lc a lá . C o n v e n to c o n v e r tid o en v iv ie n d a s
p a rtic u la r e s .

L ám . 111 E r m ita d e l A n g e l de T o le d o , p r im it iv a ig le s ia de lo s C a p u c h in o s .
R e s to s d e l p r im it iv o c o n v e n to .

Im ag en d e S . A n to n io , v e n e ra d a en la ig le s ia de S a n ta L e o c a d ia de
T o le d o .

L á m . IV F a c h a d a o rie n ta l d e l c o n v e n to de E l P a rd o . F a c h a d a n o rte , a n te s de
la s re fo rm a s h e c h a s m o d e rn a m e n te .

B e lla e s c u lt u ra d e l S in o . C r is t o , de G . F e rn á n d e z , re g a la d a en 1615 p o r
F e lip e III. E n e l re c u a d ro a m p lia c ió n de la c a b e z a .

Lám. V F a c h a d a de la ig le s ia y c o n v e n to d e L a P a c ie n c ia .

S m o , C r is t o de L a P a c ie n c ia c o m o se v e n e ra b a en su c a p illa .

L ám . VI F a c h a d a de la ig le s ia de L a g u a r d ia . R e s to s d e l c o n v e n to en 1925.

Ig le s ia de Ja d ra q u e . R e s to s d e l c o n v e n to .

L ám . V II F a c h a d a de la ig le s ia de T a r a n c ó n c o n lo q u e h a q u e d a d o d e l a n tig u o
c o n v e n to .

C o n v e n to de E s q u iv ia s en 1925. L a ig le s ia .

L á m . V III P . D ie g o de Q u iro g a . V . P . A n t o n io de O v ie d o .

P o r ta d a d e la tra d u c c ió n de lo s to m o s I V y V d e la s Crónicas. A p a r e ­
c e n la s e fig ie s de su a u to r, P . M a r c e lin o de P is a , y d e l tra d u c to r,
P. Jo sé d e M a d r id .
ESTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN LOS
TALLERES GRÁFICOS EDICIONES JURA, CALLE
DE SAN LORENZO, 11, MADRID, EL DlA 2 DE
JULIO DE 1949, FESTIVIDAD DE LA VISITACIÓN.

LAUS DEO

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