Alicia y Coraline
Alicia y Coraline
Universidad de la República
EL AFUERA Y EL ADENTRO
En casa —pensó la pobre Alicia— estaba mucho mejor, sin cambiar continuamente de tamaño
y sin estar a merced de ratones y conejos. Casi hubiera preferido no haber entrado en la
madriguera… a pesar de que… ¡qué curiosa es esta clase de vida! ¿Qué me habrá sucedido?
Cuando leía cuentos de hadas, pensaba que tales cosas no ocurrían nunca, y ahora ¡aquí me
tienes metida en una de ellas! (2002: 43).
Coraline pensó que no le gustaría dormir allí, pero aquella combinación de colores
resultaba mucho más original que la de su dormitorio. En la habitación había una serie de
cosas extraordinarias que veía por primera vez: ángeles que revoloteaban como gorriones
asustados cuando se les daba cuerda, libros con dibujos que se retorcían, se arrastraban y
relucían, y calaveras de pequeños dinosaurios que castañeteaban los dientes a su paso. Una
gran caja llena de juguetes maravillosos. «Esto es muchísimo mejor», pensó Coraline, y se
asomó a la ventana (2003: 23).
—Es totalmente inútil llamar —dijo el Lacayo—, y eso por dos razones. Primero, porque estoy
del mismo lado de la puerta que tú. Segundo, porque dentro hacen tanto ruido que nadie podrá
oírte.
Y, en efecto, del interior salía el estruendo más extraordinario: incesantes aullidos y estornudos
y, de vez en cuando, un fuerte estallido, como si una fuente o una cazuela se hubieran hecho
añicos (2002: 59).
LAS PUERTAS, LOS UMBRALES
—Minino de Cheshire —empezó más bien con timidez, pues no estaba segura si le gustaría el
nombre; pero el gato se mostró aún más risueño. «¡Vaya! —pensó Alicia—. De momento
parece satisfecho», y prosiguió:
—¿Podrías decirme, por favor, qué camino he de tomar para salir de aquí?
—Por favor, ¿qué lugar es éste? El gato echó un vistazo hacia todos lados.
—Aquí, el lugar en el que estamos —contestó. —Eso ya lo sé. Dime entonces cómo has
llegado hasta aquí.
APRECIACIONES FINALES