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J.R. Carriazo.

Diccionarios históricos
Estudios de Lingüística del Español 38 (2017), pp. 35-59

Diccionarios históricos
José Ramón Carriazo Ruiz
Universidad Nacional de Educación a Distancia
[email protected]

Resumen
El objetivo del presente trabajo es responder a la pregunta ¿qué es un diccionario
histórico? y presentar un conjunto selecto de obras referidas a la lengua española,
publicadas en el ámbito hispánico y escogidas con criterio lingüístico o científico, que
puedan clasificarse como repertorios históricos del español. Se repasa primero la
historia de los diccionarios históricos generales europeos (alemán, neerlandés, sueco,
francés, italiano, catalán y español), para pasar después a la situación actual en el
ámbito hispanohablante (en Europa y América), tanto en lo referido a recopilaciones
generales como segmentales. Finalmente, se ofrece una perspectiva de futuro,
enumerando los retos a los que se enfrenta el género a principios del siglo XXI.
Palabras claves: diccionario histórico, español, lexicografía, diacronía, filología.

Abstract
The aim of this paper is to answer the question “What is a historical dictionary?”, and to
present a select set of lexicons referring to the Spanish language, published in the
Hispanic area, and chosen with linguistic or scientific criteria, that can be classified as
historical dictionaries of Spanish. The history of European general historical
dictionaries (German, Dutch, Swedish, French, Italian, Catalan, and Spanish) is
reviewed first, and then the present situation of historical dictionaries in the Spanish-
speaking world (in Europe and America) is studied, reviewing both general and
segmental compilations. Finally, it offers a perspective of the future, listing the
challenges that historical lexicography faces at the beginning of the 21st century.
Key words: historical dictionary, Spanish, lexicography, diachrony, philology.

1. Introducción historiográfica
Existen en lexicografía varios productos o tipos de repertorio con características
históricas: el diccionario general o universal (Martínez de Sousa 2009: 48), el
exhaustivo o integral (Martínez de Sousa 2001: 50) o el diccionario diacrónico
(“Diccionario que analiza el léxico que recoge desde el punto de vista del devenir
histórico como una sucesión convencional de diccionarios sincrónicos”, Martínez de
Sousa 2009: 94). Convencionalmente podemos tomar las siguientes definiciones de
diccionario histórico para operar en este ensayo: “A reference work in which the
vocabulary of a language is traced through time, providing information on etymology
and semantic change” (Hartmann 2001: 174) o “Diccionario semasiológico que describe
las fases anteriores de evolución de sistemas lingüísticos colectivos” (Martínez de Sousa
2009: 57). En la tradición intelectual europea, la lingüística histórico-comparativa ayudó
a promocionar este tipo de obras desde que filólogos como Jacob Grimm sentaron las

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bases para los diccionarios históricos entendidos como la explicación completa de la


historia de una lengua (Hartmann 2001: 41).

El modelo ideal de un diccionario histórico cumpliría las cuatro características


siguientes (Porto Dapena 2000: 106):
1º) Se trata de un diccionario general y exhaustivo, esto es, no presenta ningún
tipo de restricción en su macroestructura, representada por las palabras
pertenecientes a todas las épocas del idioma.
2º) Es, por otro lado, un diccionario de citas o autoridades en la medida en que
presenta textos, pertenecientes a todas las épocas del idioma, que autorizan o
atestiguan la existencia o presencia del vocablo a lo largo del tiempo.
3º) Un diccionario histórico se interesa fundamentalmente por la datación de la
palabra tanto en su primera aparición como en las distintas etapas de su
evolución.
4º) En definitiva, un diccionario histórico en su microestructura pretende
reconstruir todo el proceso evolutivo, sometiendo las distintas acepciones y
subacepciones de cada palabra a una ordenación histórica o histórico-
genética.

Las características tercera y cuarta pueden llevarnos a confundir un diccionario histórico


con un diccionario cronológico, aunque no son exactamente lo mismo:
Das chronologische Wörterbuch ist ein historisches Wörterbuch, das aber nicht
die Sprachhistorische Information ‘Etymon’ zum Anordnungsprinzip macht (wie
z. B. das FEW W. von Wartburgs), sondern das Datum bzw. die Jahreszahl des
frühesten Auftretens der Wörter in einem schriftlichen Text; es ordnet also die
Wörter einer Sprache beginnend mit dem Jahr, in dem der älteste Text verfasst
wurde, den Jahren der Erstbelege folgend, an (Kesserling 1989-1991: 1343).

A continuación, presentaré la evolución de este género lexicográfico, centrándome en su


carácter de diccionario lingüístico total y diacrónico. Dejaré la cuestión de la etimología
para otro trabajo, pues en el presente volumen se parte de la neta distinción entre
diccionarios etimológicos e históricos. Repasaré las principales tradiciones europeas en
lexicografía histórica, para contextualizar los repertorios de carácter diacrónico que se
han elaborado en el ámbito hispánico, cuya planificación y ejecución ha sido muy
influida tanto por los modelos externos como por la tradición lexicográfica hispana. A
continuación, describiré los proyectos que se llevan a cabo en la actualidad, tanto totales
como segmentales o parciales, en relación fundamentalmente con el paso del formato
analógico y soporte papel al digital informático. Por último, volveré de nuevo la mirada
hacia el exterior, para tratar de proponer, a partir de los modelos de otras lenguas, cuál
puede ser el futuro de los diccionarios históricos en el mundo globalizado e
hiperconectado del siglo XXI.

1.2. La lexicografía histórica: los antecedentes europeos


Como señala Seco (1991: 94):
[…] un diccionario histórico [...] [es] un diccionario que teóricamente versa sobre
la totalidad del léxico de una lengua y se propone dar de ese léxico la explicación
de sus contenidos.

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Cabría considerar así cualquier recopilación histórica, siempre que se añadiera el


componente diacrónico al puramente histórico.

La de Seco es, ciertamente, una visión un tanto estricta, pues también caben bajo la
denominación de diccionario histórico recopilaciones parciales:
Since Jakobson [1896-1982], it has been quite normal for linguistics (even if they
are not structuralists and/or use another terminology) to understand diachrony as a
sequence of synchronies. Thus, a historical dictionary can offer a description of a
past synchrony of a language, i. e., a description of a (longer or shorter) stage in
the development of that language; on the other hand, it can concentrate on the
picture of the change itself: that is, then, a diachronic dictionary. One can push
even one step further and posit the type of a historical diachronic dictionary; in
this case, we have in mind a dictionary that is concerned with the development of
a language in the past only, not focussing on or even not considering at all the
present state of that language (Zgusta 2006: 3).

Aparte las grandes recopilaciones lexicográficas de orientación etimológica,


consideradas por Zgusta (2006: 4) un tipo especial de diccionario diacrónico, seis
grandes obras ejemplifican lo que se entiende por diccionario histórico desde los
orígenes del género: el Deutsches Wörterbuch, de los hermanos Grimm; el
Woordenboek der Nederlandsche Taal, de De Vries y Te Winkel; el Svenska
Akademiens Ordbok, de Wisén; el Oxford English Dictionary, de James Murray; el
Trésor de la langue française y el Tesoro della Lingua Italiana degli Origini. El
historicismo define ideológica y metodológicamente estas obras, que poseen, sin
embargo, objetivos y motivaciones particulares. Seco (1991: 99) menciona el inglés, el
alemán, el francés, el italiano, el escocés antiguo, el sueco, el danés, el neerlandés y el
catalán entre las lenguas que disponen o están a punto de disponer de repertorios de este
género; además, alude a los proyectos del diccionario histórico del vasco (iniciado por
Luis Michelena) y el Tesouro del gallego, del Instituto da Lingua Galega. A
continuación repasaremos los tres repertorios citados primero, que desarrollan el patrón
alemán, así como la historia del OED, modelo para las empresas españolas, y la de los
repertorios franceses e italianos, los ejemplos del catalán y los diccionarios históricos
del español elaborados durante el siglo XX.1

1.2.1. Orígenes y desarrollo del género: el Deutsches Wörterbuch, el Woordenboek


der Nederlandsche Taal y el Svenska Akademiens Ordbok
El Deutsches Wörterbuch (DWB), el primer diccionario verdaderamente histórico (“the
first truly historical dictionary”, Zgusta 2006: 39), no es solo un ejemplo avanzado de
las posibilidades del método filológico y lingüístico en cuanto al conocimiento de una
lengua moderna, sino que va más allá de la historia de la lengua alemana, al ser
concebido como un monumento nacional. En el prólogo de la obra de los hermanos
Grimm (Jacob y Wilhelm, Leipzig, verlag von S. Hirzel, 1854) alienta este espíritu
nacional, manifiesto en las diatribas de los autores contra los préstamos románicos y
grecolatinos en general (I, p. xxvi, 6. Fremde wörter). En este sentido, el Deutsches
Wörterbuch está aún próximo ideológicamente a los diccionarios dieciochescos, en los
que se mezcla lo histórico (en forma de autoridades) y lo normativo. Según Manuel
Seco (2003 [1980]: 121):

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En la profunda renovación que la lexicografía experimentó en el siglo XIX, el


Diccionario de Grimm desempeñó un papel fundamental. La orientación histórica
por él inaugurada está presente en una serie no escasa de obras nacidas a lo largo
de ese siglo y del nuestro. Considerando solo las lenguas románicas y germánicas,
mis noticias registran, desde 1854 hasta hoy, veinte diccionarios históricos
emprendidos, de los cuales ocho están terminados, siete están en publicación, dos
fueron abandonados y tres se encuentran en preparación sin haber llegado aún a la
imprenta.

Al igual que todos los grandes diccionarios históricos que vamos a tomar como
ejemplos de recopilación total, filológica, histórica y ultranormativa, el DWB puede
consultarse en internet gracias a Kompetenzzentrums für elektronische Erschließungs-
und Publikationsverfahren in den Geisteswissenschaften de la Universidad de Tréveris,
que lo ha editado en formato electrónico y lo ha publicado en colaboración con la
Academia de las Ciencias de Berlín y Brandemburgo, Berlin-Brandenburgischen
Akademie der Wissenschaften. También, como los otros diccionarios históricos que
repasaremos, la versión del DWB disponible en la web no aprovecha muchas
posibilidades de las herramientas informáticas de consulta porque no es una puesta al
día estructural de la obra, sino su volcado sin más en el nuevo soporte. Das Deutsche
Wörterbuch von Jacob und Wilhelm Grimm auf CD-ROM und im Internet no permite
realizar búsquedas más que mediante el lema, con un sistema de enlaces muy
restringido. Puede consultarse en <http://germazope.uni-trier.de/Projects/DWB>.

El siguiente gran diccionario histórico es el holandés Woordenboek de Nederlandsche


Taal (WNT) (Zgusta 2006: 55): un diccionario filológico, científico y descriptivo de la
lengua neerlandesa de 1500-1976. Comenzado por Matthias de Vries a mediados del
siglo XIX, cinco generaciones de redactores han trabajado en el WNT hasta 1998. Se
han publicado 29 volúmenes y un suplemento (A). En 2001 siguieron tres suplementos
con voces que no se habían tratado en el WNT, especialmente del siglo XX. A propósito
de la estructura de los artículos del WNT, dice Zgusta (2006: 59):
This articulation of the entry into sections […] introduced by short, abbreviated
titles, certainly is inspired by Littré; on the other hand, the typographical clarity
and variety of fonts reaches far beyond Grimm and Littré and it is an important
improvement.

El diccionario ilustra los significados con citas de diversas fuentes (Mooijaart 2004).
También en el área del neerlandés puede mencionarse Die Afrikaanse Woordenboek.
Véase al respecto: Snijman (1980).

El 27 de enero de 2007 se puso a disposición del público la versión en internet de este


monumento lexicográfico holandés: Woordenboek der Nederlandsche Taal op internet
(iWNT), cuya informatización ha llevado más de diez años, con unos resultados muy
interesantes para el diseño de recopilaciones en formato electrónico (Burke 1998;
Kinable 2006). Este trabajo se ha realizado en el Instituut voor Nederlandse Lexicologie
a partir de la versión digitalizada del WNT en CD-rom e introduciendo solo los cambios
necesarios para facilitar la consulta y, por tanto, el aprovechamiento de los contenidos
del diccionario. Así, por ejemplo, a pesar de que las entradas en los diccionarios que han
servido de base estén escritas en ortografía antigua, la de De Vries y Te Winkel, en el

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iWNT las búsquedas se pueden realizar en ortografía moderna. Es posible su consulta,


por suscripción gratuita, en <http://wnt.inl.nl>.

En 1786 la Academia sueca se comprometió a crear un diccionario, para lo que


distribuyó el trabajo entre sus miembros, asignando a cada uno la elaboración de los
contenidos de una o dos letras. Tomaron como modelo el diccionario de la Academia
francesa, pues había sido editado en varias ocasiones en el momento de constituirse la
Academia sueca y gozaba de popularidad; así, siguiendo los preceptos de la época, el
diccionario debía ser normativo y dar información sobre la ortografía, la flexión y el
significado de las palabras, sobre todo de la lengua literaria. En 1864 vio la luz un
fascículo con la letra A; en su prefacio, la Academia admitía no poder hacerse cargo de
la obra por escasez de recursos tanto económicos como de personal. Sin embargo, en
1883 se presentó un nuevo plan de trabajo a cargo de Theodor Wisén y Knut Fredrik
Söderwall: existían ya trabajos lexicográficos sobre el sueco medieval, así que se
decidió continuar el diccionario de la Academia a partir de 1521, considerado el
momento de separación entre la época medieval y la moderna en la historia de la lengua
sueca. Desde entonces el diccionario ha ido sufriendo diversas reorganizaciones (Ekbo
1973: 45-49), hasta llegar a la edición disponible en la red desde 1997
(<http://g3.spraakdata.gu.se/saob/>).

1.2.2. El modelo: The Oxford English Dictionary


El principal diccionario dieciochesco del inglés, equivalente en cierta manera al
Diccionario de autoridades, es el del doctor Johnson, que pronto suscitó ataques y
adhesiones incondicionales a ambos lados del Atlántico. Entre las críticas al diccionario
de Johnson destacan las relacionadas con las etimologías y la escasez de citas literarias
para autorizar todas las voces. De esa corriente crítica surgió una obra innovadora que
apareció por entregas a partir de 1818, publicada primero como parte de la
Encyclopaedia metropolitana: “it consisted of a great many illustrative quotations
drawn from literature, but with relatively few and brief definitions” (Landau 2001: 77).
Su autor, Charles Richardson, era discípulo de John Horne Tooke, quien estaba
obsesionado por la importancia de las etimologías y se había convertido en uno de los
más estrictos detractores de Johnson en las islas británicas. El método de Richardson se
basaba en su convencimiento de que solo las citas y autoridades, siempre que fuesen
bastantes, podían iluminar el “true etymological meaning” (Landau 2001: 77). Esta
certeza le llevó a recoger muchas más citas que Johnson y desde un periodo anterior. Su
recopilación apareció como libro en 1837, bajo el título A New Dictionary of the
English Language, con el propósito principal de demostrar la teoría de Horne Tooke de
que las palabras tenían un único significado verdadero, el etimológico, si bien sus
propuestas etimológicas, precientíficas, resultaban tan excéntricas como sus teorías
semánticas, “but his dictionary was of great interest to lexicographers because it
foreshadowed the historical collections of quotations that were later to form the basis of
the Oxford English Dictionary” (Landau 2001: 78) y de otras recopilaciones históricas
modernas, entre ellas las realizadas en España (Seco 2003 [1980]: 121-126).

El origen del diccionario histórico del inglés puede fecharse en noviembre de 1857,
cuando Richard Chenevix Trech, Dean de Westminster, impartió dos conferencias ante
la Philological Society de Oxford, publicadas posteriormente con el título On Some
Deficiencies in Our English Dictionaries. Trench señala que es misión del lexicógrafo
recoger todos los usos, incluso aquellos considerados incorrectos o desviados, afectados

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o vulgares: “the role of the lexicographer as a recorder of actual usage all actual
usage is clearly and unequivocally delineated” (Landau 2001: 79). Así nació la idea
del diccionario total, no solo normativo y ejemplificador de los usos considerados
elegantes o apropiados, sino como “an historical monument, the history of a nation
contemplated from one point of view, and the wrong ways into which a language has
wandered […] may be nearly as instructive as the right ones”, en palabras del Dean de
Westminster. Además del ejemplo de Richardson, Trench también tenía presente el
diccionario de los hermanos Grimm. Con estos antecedentes:
Following Trench’s talks, the Philological Society decided that rather than merely
supplementing the dictionaries of Johnson or Richardson, a new dictionary was
needed hence the work’s original title: A New Dictionary on Historical
Principles. The first editor, Herbert Coleridge, was appointed in 1859 […] The
real beginning of the dictionary can be placed at 1879, when James A. H. Murray,
a Scottish schoolmaster and an active member of the Philological Society, was
persuaded to take over the editorship (Landau 2001: 80).

El Oxford English Dictionary (OED) no puede definirse como un producto del


positivismo historicista sin más, pues es una obra cuya elaboración sigue viva y llega
hasta la actualidad. El método de recopilación del vocabulario a través de la lectura por
colaboradores voluntarios de obras escogidas (método con el que trabajó Minor y el
resto de los colaboradores de la primera época) estaba orientado precisamente a la
recolección de términos interesantes por su uso, extraño significado, forma, ortografía,
etc., y es, por tanto, un sistema de recogida de citas que luego sería imitado por otros
diccionarios históricos, los españoles entre ellos.2 Pero el OED es, también, el proyecto
lexicográfico de más largo alcance del siglo XX, cuando pasa de ser un diccionario
general basado en principios históricos (es decir, positivos), a ser un verdadero
diccionario histórico en formato electrónico, y por tanto muy cercano a lo que sería un
diccionario histórico del siglo XXI. Para llegar a ese estadio, pasa por varias puestas al
día sucesivas: el First Supplement (1928-1933), el Supplement (1957-1986) y The new
Oxford English Dictionary Project (1982-1987, fase preparatoria, y desde 1987 hasta la
actualidad, informatización). Se puede consultar, mediante el pago de una suscripción,
en <http://www.oed.com/>.

1.2.3. La lexicografía histórica francesa: el Trésor de la langue française, Le


vocabulaire français de 1789 à nos jours d'après les données du Trésor de la langue
française (1981) y el Dictionnaire historique de la langue française (1998)
La lexicografía histórica del francés está presidida, en el XIX, por el Dictionnaire de la
langue française compilado por Littré, cuya organización es algo diferente a la del
Deutsches Wörterbuch de Grimm. Según Littré, uno de los propósitos de un diccionario
histórico es mostrar los fundamentos del uso actual: “un dictionnaire qui, usant de la
part d’histoire inhérente à toute langue, montre quels sont les fondements et les
conditions de l’usage présent, et par là permet de le juger, de le rectifier, de l’assurer” (I,
v). De este modo, Littré también es claramente más normativo e incluso prescriptivo
(cuando va en contra de la realidad del uso) que Grimm, porque la tradición francesa del
cultivo racional (algunos dirían artificial) de la lengua se lo permite, e incluso le impone
serlo. Sobre la noción de norma de Littré véase Maier (1984) y Seco (2003 [1980]:
113):

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[…] presenta la historia de la palabra documentada desde su aparición en la


lengua hasta la actualidad, pero con una discriminación entre la época preclásica y
las épocas clásica y posteriores, obedeciendo a una contaminación entre el criterio
histórico y el criterio normativo.

Se puede decir que Littré es más diacrónico que Grimm porque ofrece muchos más
contextos tomados de los estadios más antiguos de la lengua. La diacronía se divide en
dos espacios temporales, que tratan partes diferentes de la entrada y con distintos
métodos, y la etimología se relega a los comentarios al final de la entrada, dos hechos
que debilitan el carácter diacrónico, pues aparece primero la secuencia temporal entre
los siglos XVII-XIX, después los siglos XI-XVI, y al final la etimología (Zgusta 2006:
55).

Por su reflexión teórica y su alcance, amplio aunque limitado, resulta especialmente


interesante el Trésor de la langue française (TLF), obra de empeño multinacional que
ha contado con un gran equipo humano y los medios informáticos necesarios para su
desarrollo en el Laboratorio de Análisis y Tratamiento informático de la Lengua
Francesa <http://www.atilf.fr/>, del Centre National de la Recherche Scientifique,
vinculado a la Universidad de Nancy, y el Centro Nacional de Recursos Textuales y
Léxicos, <http://www.cnrtl.fr/> (Gorcy 1989-1991: 1672-1678). Se puede consultar
gratuitamente en <http://atilf.atilf.fr/tlf.htm>. Antes del TLF, la historia de las palabras
francesas cuenta, además de la compilación de Littré, con algunas obras parciales
fundamentales: Jal (1842), Godefroy (1885), que se ocupan en especial del vocabulario
marcado y de la historia del léxico antiguo. Esta línea de recopilaciones parciales
continúa en el siglo XX (Huguet 1961), así como las obras de autoría alemana (Tobler y
Lommatzsch 1966). Los autores del TLF no olvidan toda esta tradición:
On sait que d’importants dictionnaires portant notamment sur des états anciens de
langue (Godefroy, Tobler-Lommatzsch, Huguet, p. ex.) obéissent à un tel point de
vue incontestablement pratique (prefacio original del TLF 1971: 7
<http://www.atilf.fr/IMG/pdf/La_Preface_originale_du_TLF.pdf>).

En los últimos años del siglo pasado, los trabajos del Laboratorio de Análisis y
Tratamiento informático de la Lengua Francesa de Nancy y el intenso esfuerzo
realizado para la elaboración del TLF han tenido, junto a la iniciativa editorial, unos
considerables frutos en la lexicografía histórica francesa. Muy vinculado al gran
proyecto de Nancy nació Le vocabulaire français de 1789 à nos jours, que cubre esos
años precisamente. Su principal novedad es presentarse como un diccionario de
frecuencias, donde se pueden consultar las estadísticas de aparición de un determinado
término en el corpus del TLF. Más novedoso, aunque muy dependiente de los materiales
del TLF, resulta el Dictionnaire historique de la langue française de A. Rey, que
promete artículos enciclopédicos y quelques considerations sur les idées et les choses
designées (1992) y ofrece:
[…] la historia resumida de todas y cada una de las palabras incluidas en él […]
resúmenes de historias de palabras […] en cada una de esas monografías [las
entradas] se nos cuenta, con información precisa pero en un estilo accesible para
una amplia gama de lectores, la historia de la palabra que la encabeza y las de las
voces que integran su familia léxica (Álvarez de Miranda 2003: 51).

1.2.4. La lexicografía histórica italiana: Tesoro della Lingua Italiana delle Origini

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En el caso del italiano, como en el del alemán, la unión de los dialectos en una lengua
histórica común está presidida también por principios historicistas, de forma que resulta
una toscanización de la lengua literaria ejemplificada en I promessi sposi de Manzoni,
en la literatura, y en el Dizionario della lingua italiana de Nicolo Tommaseo y
Bernardo Bellini, un monumento lexicográfico equivalente en función y objetivos al
Deutsches Wörterbuch, cuya primera parte publicó UTET (Unión Tipográfica de
Ediciones Turín) en 1861, en el mismo año en que se produjo la unidad de Italia. La
edición se completó en 1879. Este diccionario era de una calidad superior a otros del
siglo XIX, y se considera, con toda la razón, el auténtico diccionario histórico del
italiano. Una de sus cualidades principales es su habilidad para conciliar los aspectos
sincrónicos y diacrónicos de la lengua: aunque da prioridad al uso más moderno, se
dedica un amplio espacio al del pasado, documentado con citas de autores (Beltrami y
Fornara 2004: 367). Este diccionario ha sido criticado sobre todo por su subjetividad en
las definiciones, así como por su uso de las abreviaturas: “it can be difficult to decode
the numerous abbreviations, not all of which are listed in the table” (Beltrami y Fornara
2004: 367).

El principal diccionario italiano del siglo XX es el Grande dizionario della lingua


italiana (GDLI), de Salvatore Battaglia y Georgio Barberi (Beltrami y Fornara 2004:
368). Con este precedente inmediato, el Tesoro della Lingua Italiana degli Origini
(TLIO), obra del Istituto Opera del Vocabolario Italiano, del Consiglio Nazionale delle
Ricerche <http://www.ovi.cnr.it/>, es ya una obra del siglo XXI, en proceso de
elaboración, planificada desde el inicio como un diccionario electrónico, basado en
principios históricos y con una metodología filológica, <http://tlio.ovi.cnr.it/>. La
recopilación, programada para su finalización en 2021 (el 700º aniversario de la muerte
de Dante), estaba pensada en dos partes: un Tesoro exhaustivo de la lengua antigua
hasta 1375 (la muerte de Boccaccio), siguiendo la línea del Thesaurus Linguae Latinae,
y un diccionario histórico de 1375 al presente, supuestamente basado en el Oxford
English Dictionary. En 1972 se decidió continuar el Tesoro solo, posponiendo el trabajo
en el diccionario de lengua en periodos sucesivos hasta su finalización (Beltrami y
Fornara 2004: 372-373). Aunque abarca solamente los textos de los origini, ante quem
1375 (muerte de Boccaccio), esta limitación no impide que el método desarrollado para
la redacción de entradas sea perfectamente completo y comprenda muchas cuestiones
no solo filológicas, sino también lingüísticas y lexicográficas. Su principal novedad, sin
embargo, es de orden estructural y de formato: el TLIO no se redacta para ser impreso y
después transferido a internet, sino que se publica vía internet como trabajo en curso.
Esta característica confiere una extraordinaria coherencia estructural al TLIO (Beltrami
y Fornara 2004: 375-376).

1.2.5. La lexicografía histórica catalana: Diccionari català-valencià-balear


El catalán cuenta con un excelente diccionario histórico, según Martínez de Sousa
(2009: 59), el realizado por A. M. Alcover y F. de B. Moll: Diccionari català-valencià-
balear (DCVB), Palma de Mallorca, 1926-1962. En palabras de Seco (2003 [1980]:
126):
Algunos de los rasgos que caracterizan la historia del Diccionario inglés se
repiten, dentro de nuestra patria, en la historia del Diccionari català-valencià-
balear[:] el respaldo social a la obra, y la entrega total a esta de la vida de sus
creadores, son analogías significativas entre dos libros monumentales terminados
con éxito.

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La finalidad de su creador fue realizar un diccionario total de la lengua catalana y todas


sus variedades:
La idea de Mn. Alcover (Manacor 1862-Palma 1932), mantinguda des del
moment que va concebre el projecte de publicar el diccionari al començament
d’aquest segle [el XX], fou la creació d’un tresor lexicològic del català en totes les
seves varietats: llengua antiga i moderna, literària i dialectal o familiar (Colon y
Soberanas 1986: 211).

Este diccionario histórico, en cuanto filológico, documentado y total, no tuvo por


modelo ninguno de los anteriores, sino que partió de un enfoque primordialmente
dialectal, siguiendo el ejemplo del Glossaire des patois de la Suisse romande (Colon y
Soberanas 1986: 211).

Por otra parte, el Institut d’Estudis Catalans se propuso confeccionar un gran repertorio
lexicográfico que pudiese convertirse en diccionario normativo de la lengua catalana. El
encargo fue encomendado a Pompeu Fabra, quien redacta el proyecto tras concluir la
reforma ortográfica (1913) y haber compuesto un Diccionari ortogràfic (1917).
Originalmente, el diccionario fue planificado como un repertorio total:
El projecte del diccionari de l’Institut comprenia pel que Fabra en diu un
repertori exhaustiu, és a dir, el cabal lexicològic de tots els mots que han tingut
existència al llarg del temps, i, a mès, l’elenc dels vocables de la llengua comuna
que l’Institut jutjava admissibles (Colon y Soberanas 1986: 217).

En 1932 apareció con el nombre de Pompeu Fabra y bajo el título de Diccionari


General de la Llengua Catalana (DGLC), el que se tiene desde entonces por repertorio
normativo del catalán. En el aspecto cronológico, Fabra decidió prescindir de los
arcaísmos y dedica unas palabras del prólogo para explicar que en el “futur gros
diccionari de l’Institut” podrá recogerse el “mot antic completament caigut en desuetud”
(Colon y Soberanas 1986: 219). En la actualidad, tanto el DCVB como la segunda
edición del DGLC pueden consultarse gratuitamente en la página web del Institut
d’Estudis Catalans (<http://dlc.iec.cat/>), entre otras obras lexicográficas. Además, “el
Institut d’Estudis Catalans tiene hoy bastante adelantados los trabajos de un Diccionari
del català contemporani basado en un corpus informatizado que arranca de 1833 (con el
inicio de la Renaixença)” (Álvarez de Miranda 2003: 70).

1.2.6. La lexicografía histórica de la lengua española


La más temprana e importante empresa lexicográfica española de carácter histórico
filológico “corresponde a la Academia Española, que tenía la idea de confeccionarlo
prácticamente desde que en 1739 terminó la publicación del Diccionario de
autoridades” (Martínez de Sousa 2009: 57). La segunda edición del diccionario
autorizado (y en este sentido puede considerarse histórico, como hace Martínez de
Sousa) llegó a ver publicado en 1770 su primer tomo corregido y aumentado, aunque se
aplazó la aparición del resto de los volúmenes ante la urgencia de dar a las prensas el
diccionario usual o manual, una reducción de aquel (Zamora 1999; García de la Concha
2014). Durante el siglo XIX puede seguirse en la documentación académica la gestación
de un diccionario histórico moderno basado en principios científicos y desgajado del
proyecto de continuación de Autoridades, abandonado hacia 1840. Hasta principios de

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ese año, hay referencias en las actas académicas “a correcciones de repartimientos que
podrían corresponder al Diccionario de autoridades” (Clavería 2016: 249):
El Diccionario de autoridades, como los otros diccionarios especiales [de
arcaísmos, neologismos, etimologías, de la rima, etc.], no pasa de ser un propósito
efímero. Si a principios de siglo era el referente lexicográfico de la Academia, a
finales de la centuria se ha desvanecido como proyecto lexicográfico, aunque ha
dejado, como los otros proyectos, una huella indeleble en el Diccionario vulgar
(Clavería 2016: 250-251).

La Academia publicó en 1914 un Plan general para la redacción del Diccionario


histórico de la Lengua Castellana [Emilio Cotarelo et al.], Madrid, [s. n.], 1914 (García
de la Concha 2014: 437). La comisión encargada del diccionario histórico señalaba en el
Plan que no era el momento de retomar el proyecto de un nuevo diccionario de
autoridades, ni de añadirle citas localizadas y datadas precisamente al diccionario
“vulgar”, “sino otro de mayor empeño, que preste otros servicios […] a fin de que
constituya el diccionario histórico de nuestra lengua en que aparezca la evolución de las
palabras, tanto en su forma como en su significado, único modo de que pueda
estudiarse la vida de nuestro idioma” (García de la Concha 2014: 263). La Academia
cumplía así con un imperativo del Reglamento de 1861 (p. 2, Clavería 2016: 137), que:
[…] establecía que la Academia procurara “formar colecciones, clasificadas por
siglos, de palabras, locuciones, frases […] señalando sus fuentes y autoridades, a
fin de que se emprenda inmediatamente y pueda continuarse sin descanso el
Diccionario histórico de la lengua” (García de la Concha 2014: 280).

Esta es la primera documentación del sintagma diccionario histórico en la lengua


española (Martínez de Sousa 2009: 59). Gloria Clavería (2016: 152) registra la
expresión Diccionario histórico y etimológico en las actas de la sesión académica del 22
de noviembre de 1866. Con estos antecedentes, la redacción del Plan de la obra se
encargó al arabista Julián Ribera, quien se inspiró, “sin duda, en el de los Grimm y en el
gran Diccionario de Oxford” (García de la Concha 2014: 280). Los trabajos se
desarrollaron en dos etapas (1919-1926 y 1927-1936), precedidas por una fase
preparatoria (1914-1918) y seguidas, tras la interrupción provocada por la Guerra Civil,
por una etapa final (1940-1946) en la que se manifestó el estancamiento del proyecto
(Campos en prensa: passim).

En 1933 apareció el primer volumen, que comprendía la letra a; tres años después, en
1936, hacía su aparición el segundo, con la b y parte de la c, pero la guerra (1936-1939)
no solo paralizó los trabajos (las academias fueron disueltas, Gaceta de Madrid, 17 de
septiembre de 1936), sino que una bomba incendió el almacén donde se guardaban los
dos primeros volúmenes y la parte correspondiente al tercero:
Durante la Guerra Civil cayó una bomba en el almacén de la Casa Editorial
Hernando, donde estaban depositadas las existencias de los dos primeros
volúmenes editados y había empezado la impresión del tercero. En aquel
momento figuraban como redactores García de Diego, Cotarelo Valledor y Julio
Casares. Fue una desgracia (García de la Concha 2014: 281).

Tras el paréntesis bélico, se hizo evidente que el diccionario histórico elaborado a partir
de los años veinte no correspondía al plan esbozado en 1914, donde se advertía que no

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se trataba de ampliar las autoridades incorporadas al Diccionario de 1726-1739, sino de


“mostrar la evolución de las palabras, tanto en su forma como en su significado, único
modo de que pueda estudiarse la vida de nuestro idioma”. La primera intervención de
Rodríguez Marín en 1939, una vez reintegrada la Academia a sus actividades, estuvo
dedicada al Diccionario histórico y las conclusiones apuntaban ya a que “había […] que
pensar en «otro» Diccionario histórico fiel a ese propósito” (García de la Concha 2014:
297); es decir, al Plan original de 1914. En 1940, tras el intento por reanudar las labores
de redacción, las deficiencias que el trabajo realizado arrastraba, unidas a las de la
metodología, aconsejaron abandonar el proyecto y comenzar de nuevo la obra (Martínez
de Sousa 2009: 57-58). Esta compilación, de alcance limitado, puede consultarse en la
página web de la Real Academia Española
(<http://www.rae.es/recursos/diccionarios/diccionarios-anteriores-1726-
1992/diccionario-historico-1933-1936>).

En 1946 se creó el Seminario de Lexicografía, cuyo director fue Julio Casares (Seco
2003: 167), con Rafael Lapesa como subdirector y Salvador Fernández Ramírez como
redactor jefe. “Era un equipo de lujo” (García de la Concha 2014: 297). Tanto Lapesa
como Fernández Ramírez provenían del Centro de Estudios Históricos (Portolés 1986,
López Sánchez 2006). En 1952 se incorporó al equipo Samuel Gili Gaya, “otro
miembro de la escuela menendezpidalina que unía en la excelencia de sus trabajos la
doble especialidad de gramático y lexicógrafo” (García de la Concha 2014: 298). La
primera fase de la elaboración del nuevo repertorio consistió en el acopio de materiales
fiables por los criterios de edición y las transcripciones. Se siguió el modelo del Oxford
English Dictionary (Seco 2003: 170) solicitando la colaboración pública para el
enriquecimiento de los ficheros (Seco 2003 [1980]: 134), “que, por cierto, muy al
contrario de los ocurrido en el caso inglés, no dio fruto visible” (Seco 2003: 170). El
resultado de este trabajo de cuatro años (1947-1951) fue de casi un millón y medio de
nuevas fichas (García de la Concha 2014: 299), que han sido digitalizadas y pueden
consultarse a través de la herramienta Fichero general, disponible en la web de la
Fundación Rafael Lapesa (<http://web.frl.es/fichero.html>).

En 1948 Julio Casares trazó un nuevo plan de trabajo, con el que se reinició el
diccionario (que tendría 25 volúmenes de unas 1400 páginas a tres columnas); las
características de la nueva obra se conocen por las páginas que al plan le dedica el
propio Casares en su Introducción a la lexicografía moderna (1950), reimpresa
modernamente por el CSIC (Madrid, 1992, tercera edición):
En 1951 se editó una Muestra del futuro diccionario, con 12 páginas de artículos
redactados, con el doble fin de servir de rodaje a los redactores y de pedir
opiniones y críticas a los académicos y a los hispanistas y romanistas de todo el
mundo. Tras esta experiencia, cuyo resultado fue muy alentador, se emprendió la
preparación definitiva del Diccionario (Seco 2003: 171).

En 1960 apareció el primer fascículo (a-abolengo), en 1972 se completó el primer


volumen (a-Alá) y en 1980 se había impreso la mitad del segundo volumen; en 1990
apareció el fascículo 19 (Martínez de Sousa 2009: 58). En el prólogo al primer tomo
(1972) explica “Rafael Lapesa, ya director, la naturaleza de la obra” (García de la
Concha 2014: 300). En palabras contemporáneas a la elaboración del repertorio, de
Diego Catalán (1974: 262):

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Uno de los méritos del DHLE es el rigor con que los redactores han cotejado las
autoridades citadas, acudiendo a los manuscritos, precisando cuidadosamente las
ediciones empleadas y fechando los datos con todo cuidado. El obstáculo mayor
para que esta obra resulte útil es el tiempo gastado en la elaboración de cada
fascículo. Esperemos que en el próximo futuro la redacción de esta obra
fundamental de la Academia Española adquiera, mediante la utilización de
métodos modernos, un ritmo más acelerado, a fin de que la empresa no sea obra
de generaciones.

Este diccionario comparte con el Diccionario de autoridades y el Diccionario histórico


de 1933-36 su carácter filológico, aunque presenta algunas diferencias de fondo
comparado con estas recopilaciones. El método de trabajo se basó en la consulta del
fichero de la Academia y el cotejo de los datos recogidos en él, con los consiguientes
escollos y las limitaciones correspondientes (Marcos Marín 1969: 441; Ariza Viguera
2000: 65). Los materiales empleados pertenecían, principalmente, a obras literarias,
aunque también había documentos no literarios; la proporción entre ambos tipos de
fuentes depende, en cada caso, del uso de la voz y trasluce siempre la separación radical
entre las acepciones del estándar y las propias de los registros especializados, véase el
caso de alma y ánima (Lapesa 1980: 185-186). Como los otros diccionarios históricos
europeos que hemos visto, el Diccionario histórico de la lengua española del siglo XX
es una obra de naturaleza histórica y función normativa, o al menos se planteó como una
revisión a fondo del fichero académico, origen del DRAE y, por consiguiente, como una
corrección y puesta al día de la obra normativa académica; véanse los ejemplos de
amarrazón (Álvarez de Miranda 1984: 135), ambicionar (idem 2003: 56-57), análisis
(idem ibidem: 58-64), anhelar (idem ibidem: 64-65), babote (idem ibidem: 68) y babaza
(idem ibidem: 69).

A pesar del gran trabajo desarrollado durante los años de elaboración de este segundo
proyecto, y del “gran espíritu de colaboración que reina en el Seminario [de
Lexicografía de la RAE]” (Marcos Marín 1969: 450), los artículos no pasaban de la
letra b –en la a se llega hasta apasanca y hay un fascículo de la b–, cuando el proyecto
fue definitivamente desamparado. Manuel Alvar Ezquerra (1976: 30 n. 5) aseguraba que
“si en estos dieciséis años [1960-1976] solo se ha podido llegar hasta albricia, y se
sigue con el mismo ritmo de trabajo, no se terminará [el Diccionario histórico]
presumiblemente antes del 2400”. En 1992 Manuel Seco se acerca a este cálculo:
trescientos setenta y cinco años, “un plazo disparatado” (El País, 31/1/1992, 31).
Martínez de Sousa (2009: 58), de quien tomo las dos citas precedentes, apunta la causa:
“la falta de medios materiales con que atender la confección de una obra tan compleja”.
Así las cosas, el español era la única lengua internacional de la Unión Europea, a
principios del siglo XXI, que no disponía de un diccionario fiable, histórico y filológico,
al que remitir cuando aparecen dudas de interpretación o cuestiones relacionadas con la
norma lingüística, actual o del pasado.
En el 2007 se retoma la idea por tercera vez y se pone en marcha de nuevo el
proyecto. Se prevé que el nuevo intento podría estar terminado en el 2022 (quince
años de trabajo) y comprendería un conjunto de 150.000 palabras. Parece ser que
la obra llevará por título Nuevo diccionario histórico de la lengua española
(NDHLE), algo difícil de entender por cuanto no existe un diccionario histórico
(completo) anterior (Martínez de Sousa 2009: 58-59).

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2. Análisis descriptivo y crítico de la situación actual


Desde 2013, el Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHE) es una
realidad (los primeros 365 artículos se publicaron en agosto), con una muestra que en
2016 alcanza ya los 1500 lemas disponibles para su consulta, junto a muchos otros
materiales, por el público en general desde la página web del Instituto Rafael Lapesa de
la Real Academia Española, con acceso también desde la página electrónica de la
Corporación, aunque no desde la web de la Asociación de Academias de la lengua
española. En la página de la Academia se presenta el proyecto y se ofrece un pequeño
dosier de prensa con las noticias generadas por él, así como el acceso a la interfaz de
consulta de la obra (versión 1.0), el corpus del NDHE (versión 3.1) y sus dos
precedentes: el Diccionario histórico (1933-1936) y el aparecido entre 1960 y 1996.
Desde la página principal del Instituto de Investigación Rafael Lapesa para el Nuevo
diccionario histórico del español también pueden consultarse otros materiales para el
conocimiento y la investigación del vocabulario de la lengua española desde una
perspectiva histórica: el Diccionario de autoridades en formato electrónico, el
Diccionario Histórico del Español de Canarias (DHECan) en la red, un Mapa de
diccionarios académicos, el fichero general de la Academia informatizado y el Corpus
Léxico de Inventarios (CORLEXIN). A continuación, describiré todos estos materiales
indicando su filiación institucional, autoría, situación y utilidades, para pasar en seguida
a examinar críticamente la situación actual de todos ellos.

En la presentación del NDHE (José Antonio Pascual y Mar Campos Souto, Madrid,
agosto de 2013: <http://web.frl.es/DH/ayuda/presentacion.html>), se nos informa de
que:
El Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHE) se ha construido
sobre tres pilares: la Lexicografía (esto es, la Lingüística en su vertiente aplicada
al estudio del léxico), la Filología y la Informática. En el primero de ellos se
asienta la Planta del diccionario; en el segundo, la preparación de una serie de
materiales, que constituyen las bases documentales de la obra. Ambos han
permitido disponer de una herramienta informática con la que se han comenzado
las tareas de redacción y ofrecer una primera muestra del NDHE.
La aplicación de visualización que ahora se pone a disposición del público es un
prototipo que permite consultar los artículos y acceder a una parte de las
informaciones codificadas en él, pues, dado que está en desarrollo, ofrece solo
algunas de las posibilidades de que ha de disponer el NDHE en versiones futuras,
hasta convertirse en un diccionario completamente navegable y adaptado a las
necesidades particulares de cada usuario en un momento dado.

Después, se explican los objetivos (en general y progresivamente, presentar “la


evolución del léxico español a lo largo del tiempo”) y las características de la obra:
El NDHE es una obra de nueva planta, diseñada como un diccionario electrónico
y relacional. Las dos propiedades a que aluden estos adjetivos están estrechamente
vinculadas entre sí, pues difícilmente se podría presentar de un modo ágil la
información de las relaciones morfo-genéticas o semánticas entre las palabras –o,
mejor, entre sus acepciones– sin el soporte en línea. Es innegable que las ventajas
que ofrece actualmente la técnica informática permiten liberar a los diccionarios
del corsé del papel y del orden alfabético. Este diccionario intenta presentar la
vida del léxico de un modo dinámico, tal y como esta se desarrolla, pues las voces

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de una lengua establecen vínculos entre sí y son a menudo tales conexiones –


etimológicas, morfológicas y semánticas– las que explican, en gran parte, su
trayectoria.
Un proyecto de gran envergadura como este, concebido como un trabajo de
investigación aplicada, cuya terminación exige un amplio espacio de tiempo,
obliga a actuar con gran pragmatismo, desarrollando las tareas de manera gradual,
en distintas etapas, y dando también cuenta progresivamente de los resultados
parciales, para que los filólogos y los estudiosos de la lengua en general puedan
consultar lo realizado –por provisional que sea– cuanto antes. El NDHE se
plantea, por consiguiente, como un diccionario perfectible, presentado por capas,
en el que está previsto que los propios usuarios contribuyan a su mejora.

La presentación se cierra con un “apunte histórico” donde se repasan los principales


logros de la lexicografía histórica en los siglos XIX y XX, incluyendo los antecedentes
del NDHE en los anteriores diccionarios históricos planificados y solo parcialmente
elaborados por la Academia Española.

Los artículos se muestran en una pantalla partida, con la casilla de búsqueda y el


lemario alfabético a la derecha y las distintas posibilidades de visualización en la parte
superior: puede consultarse el resumen, el artículo completo o la familia léxica a la que
pertenece el lema; asimismo, desde el menú superior, pueden ordenarse las autoridades
cronológicamente o por su frecuencia en cada entrada. La vista del resumen ofrece el
lema, seguido de la categoría gramatical y las fechas de primera y última
documentaciones; en la línea siguiente aparecen las variantes gráfico-fonéticas o
sublemas (forma del cuadro de búsqueda) y a continuación la etimología, seguida de
una breve reseña histórica y las remisiones a otras entradas. El artículo desplegado o
completo dispone para cada acepción de las relaciones semánticas (hiperónimos,
hipónimos, sinónimos, etc.) y variantes sintácticas (colocaciones y similares), además
de las subacepciones con sus esquemas sintácticos y autoridades. Así, por ejemplo,
podemos saber que voltio, adaptación “del inglés volt, atestiguada en esta lengua desde
1873 […]. El nombre de esta unidad constituye un tributo a Alessandro Volta (OED, s.
v. volt)”, fue creado por la RAE para ser incluido en la decimotercera edición del DRAE
(1899), aunque se “registra por primera vez […] en 1898, en una «carta abierta» dirigida
al director de la revista Madrid Científico, firmada por «Un electricista incipiente»”
(NDHE, s. v. <http://web.frl.es/DH/org/login/Inicio.view>). Es muy probable que la
solución académica fuese difundida por Echegaray y, por eso, “debió de ser conocida
con anterioridad a su aprobación” (Clavería 2016: 242).

Entre los materiales disponibles en la web del Instituto destacan, por su utilidad para los
investigadores en la historia del léxico español, el Corpus Léxico de Inventarios
(CORLEXIN), elaborado por un equipo interuniversitario de investigadores bajo la
dirección de José Ramón Morala, y el Diccionario Histórico del Español de Canarias
(DHECan) en la red, del que son autores los profesores de la Universidad de La Laguna
Cristóbal Corrales y Dolores Corbella. Esta última obra, cuyos antecedentes analizaré
más abajo, constituye un verdadero diccionario histórico segmental o dialectal, que
contiene el léxico documentado en Canarias descrito de acuerdo con las premisas de la
lexicografía histórica:
Tras dos ediciones en formato papel (la primera en 2001 y la segunda,
considerablemente aumentada, en 2013), un convenio entre el Instituto de

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Investigación Rafael Lapesa de la Real Academia Española y el Instituto de


Estudios Canarios ha hecho posible que esta obra pueda consultarse en la red a
través de la página web de estas dos instituciones. Se pone así a disposición de
todos los investigadores la versión electrónica de este texto que contiene más de
dos millones de palabras, con una herramienta informática elaborada por el
Instituto de Investigación Rafael Lapesa que permite la búsqueda simple por
lemas o un rastreo más complejo por el interior de cada artículo lexicográfico.

Por su parte, el CORLEXIN se inserta en la línea de los corpus documentales, con el fin
específico de registrar aquel léxico más difícil de documentar en los textos literarios a
partir de una amplia colección de documentos notariales, especialmente inventarios de
bienes, donde concurren términos de la vida cotidiana y de los oficios populares. Como
antecedente podría mencionarse El Siglo de Oro. Inventario de una época, del
historiador Anastasio Rojo (1996). En la web del Instituto Rafael Lapesa se presenta
con estas palabras:
Bajo la denominación de Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn) se reúnen
transcripciones de textos notariales e inéditos datados en los siglos de oro, pero
preferentemente en el siglo XVII. Todos tienen en común el hecho de recoger
relaciones de bienes (inventarios, cartas de dote, testamentos...) por lo que son
documentos que registran una gran variedad léxica del entorno de la vida
cotidiana.
El corpus, para el que se ha recibido subvención de varios proyectos ministeriales,
está realizado por un equipo de investigación <http://corlexin.unileon.es> dirigido
por José R. Morala y radicado en la Universidad de León, del que forman parte
también investigadores de las universidades de Burgos y de Oviedo.

En la web de la Fundación Lapesa pueden consultarse, asimismo, el Corpus del


diccionario histórico (CDH), el Diccionario de autoridades en formato electrónico –no
simplemente digitalizado, como en el Nuevo tesoro lexicográfico de la página
académica, que contiene “una edición facsimilar de las obras más representativas de la
lexicografía española de los últimos quinientos años” (Rodríguez Barcia 2016: 150)–, el
Diccionario histórico (1933-1936) y su continuador (1960-1996), el Mapa de
diccionarios –una herramienta que permite la búsqueda simultanea en “seis ediciones
representativas del diccionario académico: 1780, 1817, 1884, 1925, 1992 y 2001”
<http://www.frl.es/Paginas/Mapadiccionarios.aspx>, cfr. Rodríguez Barcia 2016: 142–
y el Fichero general con “más de diez millones de papeletas, léxicas y lexicográficas,
ordenadas alfabéticamente en gavetas que contienen, cada una, unas dos mil cédulas”
(<http://www.frl.es/Paginas/FicherolexicoRAE.aspx>). Tanto los diccionarios como el
CDH y el Fichero general se han “digitalizado […] con el objeto de aprovechar esta
valiosa información para el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE)”.

2.1. Los diccionarios históricos en América


Breve capítulo aparte necesita la situación de la lexicografía histórica de la lengua
española en América, pues no son muchas las obras que pueden recibir propiamente el
calificativo de diccionario histórico al otro lado del Atlántico. Algunos críticos
lexicográficos han considerado el Diccionario de construcción y régimen, de Rufino
José Cuervo, como un diccionario histórico, cuando se trata en realidad de un
diccionario parcial y sintáctico que solo comparte con los históricos la inclusión de citas
o autoridades para la ejemplificación de los significados y empleos sintácticos que

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presenta (sobre esta cuestión puede verse Seco 2003: 157-162). También habría que
mencionar el Tentative Dictionary of Medieval Spanish, cuya segunda edición vio la luz
en 2001 (Nueva York: Hispanic Seminary of Medieval Studies), obra de Lloyd A.
Kasten y Florian J. Cody. En el prólogo, se narra el paso de la primera edición (1946) a
la segunda, con 26 000 entradas principales documentadas en ochenta y seis textos
datados entre 1140 y 1489, y su relación con el Dictionary of the Old Spanish
Language, abandonado y transformado en el Diccionario de la prosa castellana del rey
Alfonso X (Nueva York: Hispanic Seminary of Medieval Studies, 2002). Sobre estas
obras pueden verse Álvarez de Miranda (2003: 67, notas 12 y 13) y Bajo Pérez (2013:
408-409).

Otra consideración presenta el Diccionario histórico del español de Venezuela (Pérez


2013), con un prólogo de Manuel Alvar Ezquerra, del que ya ha aparecido el segundo
tomo, aunque más breve que el primero (Caracas: Fundación Empresas Polar, 2016). El
repertorio contiene “aportes documentales cronológicos sobre un conjunto de voces que
alcanza los 3 000 registros léxicos y un conjunto de acepciones que promedian más de 5
000 registros semánticos” (Pérez 2013: 23), organizados en 101 macroartículos
lexicográficos, auténticas monografías históricas sobre otros tantos lemas propios del
español de Venezuela. El Diccionario histórico del español de Venezuela es
continuador del Diccionario de venezolanismos (publicado parcialmente en 1983 y
completo en 1993) elaborado por María Josefina Tejera, discípula de Ángel Rosenblat,
quien ya había planificado un diccionario del español venezolano basado en principios
históricos (Pérez 2013: 14; cfr. Pérez 2012), y del Diccionario del habla actual de
Venezuela de Francisco J. Pérez y Rocío Núñez (Caracas: Universidad Católica Andrés
Bello, 1994). Sus modelos son el Diccionario histórico de la lengua española, de la
Academia, y el Diccionario histórico del español de Canarias, de Cristóbal Corrales y
Dolores Corbella, respecto al cual se afirma:
[…] los estrechos vínculos del español de Canarias y de Venezuela, refrendados
en más de una oportunidad en las páginas del diccionario de Corrales y Corbella,
invitaban a emprender para Venezuela una tarea gemela a la realizada para
Canarias y sobre principios similares (Pérez 2013: 18).

Esos principios similares dan al diccionario una microestructura parecida a la del


repertorio canario (voz lema, con sus variantes ortográficas; marca gramatical;
explicación general de la historia de la voz, documentación de la voz lema, relaciones
lexicográficas de la voz lema y notas “que permiten relacionar los nombres de lugar y
señalar temas lexicográficos, filológicos y bibliográficos que no tienen cabida en los
[otros] apartados”, Pérez 2013: 24). El diccionario, en fin, se presenta como una “obra
en proceso” (Pérez 2013: 25), que irá completándose en entregas sucesivas, y en esto se
parece también al Nuevo diccionario histórico de la lengua española de la Academia.
Álvarez de Miranda (2003: 67, nota 17) menciona, asimismo, el Diccionario histórico
del español de Costa Rica (San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1995).

2.2. Otros diccionarios históricos parciales o segmentales


Si abrimos el concepto de diccionario histórico a otras recopilaciones que no pretendan
explicar la totalidad del léxico de la lengua ni su evolución formal y semántica a lo
largo de toda la historia del idioma, podemos tomar en consideración obras parciales y
segmentales como el Diccionario de la ciencia y de la técnica del Renacimiento,
dirigido por María Jesús Mancho Duque. Este proyecto se propone:

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[…] la realización del tratamiento lexicográfico del vocabulario especializado de


la ciencia –excluida la vertiente bio- (medicina, botánica, zoología, etc.)– y de la
técnica desarrolladas en España –con alguna prolongación en el Nuevo Mundo–
durante el siglo XVI y primer cuarto del XVII.
Con este proyecto se intenta, a la par que cubrir una de las múltiples lagunas en
Lexicografía Histórica del español, obtener un mejor conocimiento del léxico
especializado, lo que redundará también en una más adecuada perspectiva del
vocabulario general y de la propia lengua española en este momento concreto de
su devenir (<http://dicter.usal.es/?idContent=presentacion>).

En la página web del diccionario, además de poder consultarse el vocabulario en línea,


se presenta la planta del repertorio. El proyecto, que aún está en curso, sigue las
directrices del Nuevo diccionario histórico de la lengua española, de la Academia, al
que pretende contribuir. Su principal aporte es la documentación de voces y acepciones
pertenecientes a distintos campos de la ciencia y de la técnica de los siglos XVI y XVII,
con información enciclopédica (ilustraciones) además de histórica y lexicográfica sobre
el segmento de léxico estudiado.

También entrarían en este apartado los diccionarios dialectales que emplean una
metodología histórica y pretenden describir diacrónicamente el léxico de una
determinada variedad geográfica, como es el caso del Diccionario histórico del español
de Canarias, de Cristóbal Corrales y Dolores Corbella. El diccionario canario va ya por
la segunda edición en papel (2013) y puede consultarse en línea desde la página del
NDHE, como hemos visto antes. Tanto por su influencia en el Diccionario histórico del
español de Venezuela (en cuyo prólogo es mencionado por Manuel Alvar como uno de
los únicos antecedentes del mismo, junto al Diccionario histórico-etimológico del habla
canaria de Marcial Morera, Alvar 2013: 10), como por su vinculación con el NDHE, la
obra de Cristóbal Corrales y Dolores Corbella puede considerarse como la culminación
del género lexicográfico histórico en lengua española a principios del siglo XXI. En el
repertorio:
[…] se recogen las primeras documentaciones de las palabras que forman el
léxico diferencial canario, extraídas de un amplio corpus investigado, con la
intención de conocer cómo han sido sus usos y evoluciones de cualquier tipo a lo
largo del tiempo, desde las meramente gráficas a las posibles alteraciones
semánticas sufridas.
Tres aspectos caracterizan este diccionario: el diferencial, el descriptivo y el
histórico (Corrales y Corbella 2013: XIII).

El Diccionario histórico del español de Canarias (DHECan) es continuador de otras


obras lexicográficas segmentales que se ocupan del léxico de Canarias y su historia: el
Tesoro lexicográfico del español de Canarias (TLEC 1992 y 1996), el Diccionario
diferencial del español de Canarias (DDEC 1996), el Diccionario ejemplificado de
canarismos (DECAN 2009) y el Tesoro léxico canario-americano (TLCA 2010), puesto
que “era necesario todo el trabajo anterior de recopilación (TLEC) y de selección y
definición (DDEC y DECAN) para poder llevar a cabo una investigación retrospectiva
basada en los textos” (Corrales y Corbella 2013: XIV); los ejemplos son “el eje
fundamental en torno al que gira la información lexicográfica” (Corrales y Corbella
2013: XV). Aunque su contenido es básicamente diferencial, se recogen algunas voces
del léxico común cuando los datos cronológicos aportados suponen alguna novedad en

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la historia del vocabulario español, “especialmente en relación con el diccionario de


Corominas/Pascual” (Corrales y Corbella 2013: XV): “de ahí que no hayamos dudado
en incluir determinados vocablos cuyo interés estriba, precisamente, en ofrecer nuevos
testimonios, corroborar o apuntar determinada opinión del maestro catalán
[Corominas]” (Corrales y Corbella 2013: XXII). También se han tenido en cuenta el
Diccionario Histórico de la Lengua Española (“En el DHECan el lector puede
descubrir […] muchas palabras no incluidas en los fascículos publicados del texto
académico y otras cuya localización puede verse ampliada o la etimología confirmada o
rechazada por los ejemplos canarios” (Corrales y Corbella 2013: XXII) y se han
empleado para la elaboración del repertorio canario los corpus de la Academia: el
Corpus Diacrónico del Español (CORDE) y el Corpus del Nuevo Diccionario Histórico
(CDH), ambos con un cierto desequilibrio en cuanto a textos peninsulares, insulares y
americanos, de modo que:
El material recogido en el DHECan intenta llenar parte de ese vacío que la
tradición lexicográfica española presenta con respecto a la documentación del
archipiélago, a la vez que hace posible descubrir a través de los textos mismos
cómo y cuándo el habla de esta modalidad comenzó a mostrar su singularidad
(Corrales y Corbella 2013: XXII-XXIII).

Asimismo, merecen reseñarse, entre los medievales, el Diccionario del Español


Medieval de Bodo Müller, que puede consultarse por internet (<http://www.adw.uni-
heidelberg.de/dem/>), el Diccionario general de los textos médicos antiguos (Madrid:
Arco/Libros, 1996), de María Teresa Herrera, y la recopilación de Nieves Sánchez
González de Herrero: Diccionario español de documentos alfonsíes (Madrid:
Arco/Libros, 2000), ejemplos de diccionarios históricos segmentales dedicados a un
periodo concreto (sobre estas obras y otros repertorios del castellano medieval, véase
Bajo 2013: 409-414). Esta línea de diccionarios de la lengua antigua cuenta con una
larga tradición tanto en España como en el resto de países europeos. De hecho, el primer
vocabulario histórico del español, el manuscrito Diccionario del lenguaje antiguo
castellano, de Ramón Cabrera, ha sido considerado por Juan Ramón Lodares (1991)
como el primer representante de la lexicografía diacrónica en lengua española.

3. Proyección y futuro de los diccionarios históricos del español


El diccionario histórico se sitúa en un nivel distinto al del diccionario de uso y
normativo. Un diccionario histórico es una obra descriptiva y exhaustiva en cuanto a su
contenido y, para analizar su proyección y futuro, deben considerarse dos factores: el
destinatario o usuario ideal de este tipo de obras y el formato de los nuevos diccionarios
históricos. Aunque puedan darse situaciones comunicativas aisladas que precisen de una
labor de codificación acorde a las reglas del pasado, en general puede quedar
establecido que un diccionario histórico debe atender a las cuestiones de
descodificación y dejar que las reglas de codificación lingüística se deduzcan de ellas.
Por tanto, el usuario ideal de un diccionario histórico no es el hablante culto medio de
una lengua, aunque también pueda utilizarlo, sino el filólogo
empeñado/encargado/interesado en la descodificación de los textos del pasado. El
destinatario o usuario ideal necesita, en definitiva, la mayor cantidad de información
disponible, incluidos todos los vocablos oscuros, inconsuetus sermo, propios de los
distintos registros (profesionales, técnicos, regionales, de uso restringido en general)
que han tenido desarrollo en la historia de la lengua.

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3.1. El formato electrónico y el usuario ideal


En el futuro, un diccionario histórico debería plantearse como un diccionario para
filólogos que pueden penetrar en él y mejorarlo (Pascual-García 2007: 11); el
destinatario o usuario ideal es, en general, un profesional interesado por una posibilidad
hermenéutica segura de las palabras. El público meta incluirá también otros elementos:
historiadores de la ciencia, lingüistas, críticos literarios, periodistas, historiadores en
general…, lo que también justifica la recopilación de la totalidad de las voces, de
cualquier registro, documentadas en los corpus. El planteamiento de un diccionario
histórico con tales destinatarios ha de ser completo, para que se pueda mejorar y llegar a
la deseada exhaustividad, lo cual justifica la recopilación de todos los vocablos de la
lengua, nos sea conocida o no su historia:
A pesar de que hay que profundizar en las investigaciones lexicográficas con
perspectiva operacional, y que mucho queda por mejorar en la calidad técnica de
los nuevos productos lexicográficos digitales y en papel, en esta nueva era se ha
producido un acercamiento importante de la lexicografía a la sociedad y, desde
luego, difícilmente se concibe una lengua, una sociedad, sin diccionario
(Rodríguez Barcia 2016: 42).

El diccionario total e histórico se plantea como el diccionario de lengua por


antonomasia sin el que no se concibe una sociedad, pero no habrá de contentarse con
recoger todo el léxico, sino que también debe ser coherente y dinámico (características
que pueden alcanzarse con relativa facilidad gracias a las herramientas informáticas). El
acercamiento entre la sociedad y el diccionario obliga al lexicógrafo y filólogo
encargado de la planificación de una obra de las características del NDHE a exigir que
se expliquen “los hechos, y las excepciones de una manera particular, si no queremos
correr el riesgo de convertir estas obras en códigos del uso más o menos abstrusos, en
guías tan impecables como las de teléfonos” (Pascual 2003: 151) y es más:
Que la tradición lexicográfica se desentendiese del aspecto “razonado” que
debieran tener los diccionarios no es justificación suficiente para mantener las
cosas como están. Si los hablantes buscan explicaciones a los usos de la lengua,
no podemos conformarnos con mostrarles qué tienen que decir, sin darles ninguna
razón para ello, basando nuestro silencio en que la lengua carece de lógica.
Ciertamente las lenguas no se pueden explicar a través de la lógica, pero eso no
significa que carezcan de ella y que estén inmersas en el dominio del caos. Y es
que mucho de los que decimos encuentra su razón de ser en la historia (Pascual
2003: 151-152).

Este planteamiento o diseño lexicográfico ha de tener en cuenta, además del destinatario


y la función social del diccionario total, otra cuestión fundamental a esta altura de la
historia: un diccionario del siglo XXI ha de concebirse y realizarse contando con
herramientas informáticas y con su posterior difusión y consulta por la red. Ambas
condicionantes impondrán ciertas características al contenido y enfoque históricos de la
recopilación, e incluso a la megaestructura del diccionario y a su elaboración, ya que
“La lexicografía digital permite, al contrario que la impresa, ofrecer productos cuya
realización se encuentra en curso. Esto implica disponer de recursos a los que de otro
modo no se podría acceder hasta pasado mucho tiempo o, incluso, nunca” (Rodríguez
Barcia 2016: 156).

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La existencia de un diccionario histórico del español como el OED o el Trésor,


accesible para todos los hablantes interesados en internet, debería permitir distintos
niveles de consulta, así como otras formas de interactuar con los materiales puestos a
disposición del público, de modo que el aficionado a las cuestiones históricas y
lingüísticas pueda suscribirse a una bitácora o blog en el que se le den noticias sobre
novedades relacionadas con el diccionario: incorporaciones de voces, correcciones,
seminarios, unidades didácticas, documentales, juegos, la palabra del día, curiosidades
lingüísticas o listas con las palabras más buscadas son medios a través de los cuales
dinamizar el concepto mismo de diccionario (Rodríguez Barcia 2016: 156); o
mantenerse informado desde las redes sociales: la página del OED es muy activa en
Twitter, como lo es también la de la Academia; las “páginas en redes sociales como
Facebook y Twitter […] permiten una continua actualización de las informaciones
acerca de neologismos y otras curiosidades léxicas” (Rodríguez Barcia 2016: 156-157).
En un segundo nivel se situarían los profesionales de la lengua y de la historia,
investigadores y docentes, que tendrían acceso a otro tipo de información más
especializada, desde la propia plataforma; estos usuarios de segundo nivel podrían
participar en la elaboración de materiales, intervenir en foros o en los eventos científicos
organizados por el diccionario. Por último, debería arbitrarse un tercer nivel de
interacción con el diccionario que implicase a lexicógrafos y profesionales de la
investigación lingüística, a los que se permitiría revisar artículos antes de su
publicación, redactar entradas en los blogs, colaborar en la elaboración de materiales
didácticos e intervenir en los eventos científicos organizados por el diccionario; estos
usuarios profesionales accederían a la plataforma exclusivamente a través de sus
instituciones de trabajo, universidades o centros de investigación.

Un diccionario realizado en formato electrónico no es ni semasiológico ni


onomasiológico exclusivamente, pues permite ambos modos de consulta y de redacción.
Las marcas o etiquetas son, en este formato, accesos a la información lexicográfica por
vía onomasiológica, pues el usuario puede demandar todas las voces o acepciones
marcadas con una determinada etiqueta, por ejemplo marina, y el resultado de su
búsqueda resulta una colección de léxico especializado. Por ello, la metalexicografía ha
vuelto a definir el concepto de marca lexicográfica como “vía de acceso a los
vocabularios especiales recogidos en un diccionario”, para adaptarlo así a la nueva
lexicografía en formato electrónico (Garriga 2003: 106-107; Gelpí 2003: 324). En
efecto, desde el punto de vista práctico, el cambio de formato en el trabajo lexicográfico
(del expurgo de autoridades y la recopilación de datos en fichas de papel a su
almacenamiento en bases de datos a partir del análisis de corpus modulares con
instrumentos estadísticos), quizás haya supuesto la mayor revolución metalexicográfica
desde la incorporación de la ficha al ámbito diccionarístico (Alvar Ezquerra 1990; Gelpí
2003: 309). José Antonio Pascual y Rafael García (2007: 38-40) hablaban del futuro
diccionario del español como una base de datos. Este uso superficial de la informática
ha sido claramente superado en el diccionario actual gracias a la herramienta
ARDIDES, descrita por Pilar Salas y Abelardo Torres (2011: 133-159; cfr. Pascual y
Campos 2012).

El NDHE en la actualidad, cuando ya se puede hablar de un auténtico diccionario


histórico (aunque con solo 1500 voces), ha superado los estrechos límites del plan
inicial gracias a la implementación de varias herramientas informáticas para su
redacción y desarrollo. Entre esa fase de planificación/diseño/preparación del proyecto
y aquella en la que se inició realmente su redacción, el diccionario y su concepción

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(métodos y objetivos) se modificaron sustancialmente. Así, no se habla ya de


prediccionario (sino de diccionario, realizado en fases sucesivas), ni se dejan fuera los
hápax (hay algunos ya redactados en los casi 1500 artículos de la muestra publicada), ni
se sostiene que este repertorio esté dirigido solo a filólogos (todo lo contrario: en las
últimas publicaciones del equipo del NDHE, cfr. José Antonio Pascual Rodríguez et alii
(2015), se defiende que este es un diccionario para todos los públicos) y, en
consecuencia, las cifras que se proponen de redacción distan mucho de aquellas que se
daban para un prediccionario. En el convenio que se ha firmado en octubre de 2016 con
Inditex, el NDHE se compromete a tener redactados 6000 artículos en 5 años (que,
sumados a los 1500 ahora publicados, harían un total de 7500).3

3.2. El diccionario como plataforma. Conclusiones


Un diccionario total, documentado e histórico, interesado en mostrar las diversas formas
de cada palabra así como su evolución semántica a lo largo de la historia, no puede ser
ya, en el siglo XXI, un libro, ni varios tomos publicados por entregas en fascículos. El
diccionario histórico nacido en el siglo XIX ha visto dos fracasos en el terreno de la
hispanística por tratar de ajustarse a un modelo que los avances en la ciencia de la
información y las nuevas tecnologías han ido dejando obsoleto en la segunda mitad del
siglo XX. El NDHE representa, en este sentido, el futuro de la lexicografía histórica del
español, como se ha tratado de exponer en las páginas que anteceden, siguiendo el
modelo del OED y, en menor medida, del Trésor de la langue française. El nuevo
diccionario histórico ha de ser una gran base de datos relacional, como es, que esté a
disposición de todos los interesados para su consulta a través de internet, que pueda
interactuar con ellos a través de medios de comunicación digital y redes sociales, para
que crezca con la colaboración de los hablantes e investigadores (y en esto seguiría el
modelo del OED de Murray). Trabajos como los publicados por José Antonio Pascual
Rodríguez (2013), Manuel Alvar Ezquerra (2015) o Pedro Álvarez de Miranda (2016), y
podríamos multiplicar los ejemplos, dan una idea de lo que los investigadores pueden
aportar a un diccionario histórico y son muestra, al tiempo, del interés por cuestiones de
lingüística histórica e historia del vocabulario entre el público culto lector.4

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© Estudios de Lingüística del Español 2017. Reservados todos los derechos. 58


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Niemeyer.

Notas

Este trabajo se terminó de escribir en la Universidad del Pacífico (Lima, Perú), gracias a una ayuda de
movilidad concedida por la Facultad de Filología de la UNED (convocatoria 2016), y forma parte de los
resultados del proyecto de investigación «Léxico y gramática en el siglo XVII: edición y estudio
lingüístico de textos técnicos de navegación y astronomía», con referencia FFI2012-36768, financiado
por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad (España) y concedido en la convocatoria 2012
de ayudas para la realización de proyectos de investigación, subprograma de proyectos de investigación
fundamental no orientada.
1
Para una descripción más pormenorizada de los repertorios mencionados, así como un análisis de su
macroestructura y contenidos, puede verse: La marcación en lexicografía histórica, editado por Marta
Gómez Martínez y José Ramón Carriazo Ruiz y publicado en San Millán de la Cogolla por Cilengua en
2010.
2
Sobre esta fase de elaboración del OED, la colaboración de Minor y los trabajos de edición llevados a
cabo por James Murray, es recomendable la lectura de la novela de Simon Winchester, The surgeon of
Crowthorne, Penguin, 1999.

3
Agradezco a la coordinadora del NDHE, la profesora Mar Campos Souto, los datos que me ha facilitado
para redactar este párrafo sobre el estado del proyecto. En fecha posterior a nuestra conversación al
respecto, la noticia del patrocinio apareció publicada en El País (Jesús Ruiz Mantilla: «Una donación de
Inditex resucita los trabajos del diccionario histórico», 3 de febrero de 2017, edición digital:
<http://cultura.elpais.com/cultura/2017/02/03/actualidad/1486135672_668793.html> [fecha de consulta:
6 de abril de 2017]).

4
Quiero hacer constar asimismo mi agradecimiento a Rafael Rodríguez Marín, María Luisa Calero y
Manuel Alvar Ezquerra por la atenta lectura del manuscrito y los atinados consejos que me dieron para
presentar el trabajo. Por supuesto, la responsabilidad de los errores y faltas es exclusivamente mía.

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