Actividad de Literatura Quiroga
Actividad de Literatura Quiroga
A la deriva
Horacio Quiroga
El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie.
Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yararacusú que arrollada
sobre sí misma esperaba otro ataque.
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no
había sentido gusto alguno.
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo—. ¡Dame caña!
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras
otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con
lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba
como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban
ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear
más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito
lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su
canoa. Sentóse en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí
la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo
llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del
río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un
nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía
el monte.