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8.

EL MODERNISMO

El modernismo surgió en 1880, fue una reacción de la sociedad mercantilista y utilitaria de


finales del S.XIX denunciando la doble moral burguesa y como mecanismo de evasión ante
la revolución industrial. Su estilo busca la belleza ideal, reivindicando la libertad creadora del
autor que se autoexcluye en un gesto de independencia intelectual y superioridad estética.
Reflejan la soledad incomprendida y orgullosa del poeta, el uso frecuente de los recursos
literarios y la invención de ritmos y rechazo hacia la utilidad social. Los temas son el crimen,
personajes mitológicos o el interés morboso por la muerte además del malditismo. Su
principal precursor fue Rubén Darío.

En las repúblicas hispanoamericanas los poetas estaban descontentos con la sociedad y el


arte y abrieron sus obras a influencias francesas aclimatándolas a sus respectivos países.
Los tres precursores fueron: José Martí con su tono intimista, gusto por la sencillez y
espontaneidad sentimental heredadas de las Rimas de Bécquer, Ismaelillo, Versos libres,
etc… Julián del Casal introdujo en nuestra lengua el decadentismo, con sus obras Bustos y
Rimas o Rey solitario. Manuel Gutiérrez Nájera fundó La revista azul (1894), anticipó ya
con el uso del decasílabo y otros metros la revolución métrica que culminó Rubén Darío.

La renovación de la poesía de Rubén Darío en la lengua española ha resultado esencial.


Incorporó al castellano las formas y los temas de poetas parnasianos y simbolistas
franceses. Tras su muerte en 1916 se marca el final de la época, pero su huella en América
se prolongó hasta mediados del S.XX y todavía es visible un siglo después. Sus obras más
conocidas son Los Raros y Tierras solares. En su primer viaje a España se encontró con
grandes escritores del S.XIX español (Zorrilla, Pardo Bazán, Galdós,etc…), en el segundo
conoció a escritores de su generación como: Manuel Machado que publicó Alma y
Caprichos, obras fundamentales en la renovación de la poesía española. Antonio
Machado, publicó Soledades, ampliada en 1907 con el título de Soledades, galerías y otros
poemas. Juan Ramón Jiménez con la obra de Ninfeas y Almas de violeta. Y Otros poetas
influyentes como Ricardo Gil, quien estuvo vinculado a Murcia, y autor de La caja de
música, Salvador Rueda con su obra Los caballos andaluces y Manuel Reina con
Andantes y Allegros.
El estilo modernista influyó tanto en poetas como en escritores en prosa. La ruptura con el
realismo decimonónico se produjo con Ramón María del Valle-Inclán, la riqueza sensorial y
rítmica de su prosa y el peculiar mundo que recrea, convierten a sus Sonatas en la cumbre
de la prosa modernista, algunas de sus obras son Cuento de Abril o La media Noche.
Destacó también Gabriel Miró, un novelista con obras como Las cerezas del cementerio o
Del huerto provinciano.

En el teatro sobresalían las obras cómicas (sainetes), en las que fueron maestros los
hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero con obras como Mañana de sol o
Ventolera.
El gran triunfador sobre el escenario fue Jacinto Benavente, abarca desde el sainete al
drama, fue premio Nobel de la literatura en 1922 y sus obras más conocidas son La noche
del sábado o Los intereses creados.
Todos estos autores se sumaron al modernismo y así arraigó con fuerza el suelo español y
se sucedieron las tertulias, revistas y libros.

En la actualidad el término modernismo abarca el período que llega hasta la I Guerra


Mundial (1914) y se caracterizó por la renovación del arte y las ideas. Tras el modernismo
llegaron las corrientes literarias vanguardistas en la primera mitad del S.XX que propondrían
una ruptura con las convenciones del lenguaje.
9. LA GENERACIÓN DEL 98

Los jóvenes escritores españoles que se dan a conocer a comienzos del S.XX muestran un
propósito de superación del realismo con nuevas técnicas y un deseo de modernidad sin
renunciar a la tradición literaria y espiritual. La novela española a comienzos del S.XX se
caracteriza por el rechazo realista naturalista al que acusan de no captar la complejidad de
la vida y la búsqueda de nuevas técnicas narrativas capaces de mostrarla.
El término modernismo se contraponía al concepto de generación del 98. El modo de narrar
de los autores responde al deseo de superar tanto la temática como el modelo de la novela
naturalista, lo que implicaba romper los límites de los géneros literarios tradicionales
incorporando la novela, la reflexión filosófica o la confesión íntima autobiográfica; en
segundo lugar dotar al lenguaje de la novela de la intensidad lírica de la poesía.

Los rasgos más característicos fueron la asimilación de los recursos retóricos de la poesía,
la tendencia a fundir géneros literarios, el predominio de la novela de aprendizaje, la
identificación del yo narrativo en el mundo narrado y la supresión de argumentos cerrados,
sustituyéndolo por el mundo interior de los personajes, los diálogos realistas y la anécdota,
además por reflexiones y sensaciones que tiene el protagonista a la hora de contactar con el
mundo que le rodea.

Destaca Miguel de Unamuno, un dramaturgo liberal e individualista, marcado por una lucha
entre fe y razón, hizo de la duda y la lucha entre contrarios su razón de ser, aparece en
todas sus obras, como: En torno al casticismo, Vida de don Quijote y Sancho, Del
sentimiento trágico de la vida y La agonía del Cristianismo. Publicó su primer libro,
Poesías(1907) y se siente más cerca de Quevedo y de Góngora. Sus versos se dedicaron a
analizar las grandes obsesiones religiosas y existenciales del autor en un tono de confesión
íntima poco usual en la época, usa un tono de dolorido malestar, el rechazo burgués y la
necesidad de superar al realismo. Poemas como Romancero del destierro denunciando la
política tras la Guerra Civil o su obra lírica Cancionero reflejan las emociones más íntimas,
sus dudas y contradicciones.
La cohesión de Pio Baroja en sus relatos se obtiene mediante la naturalidad de la lengua
ante toda la comunicación con el lector, el tono adecuado en cada momento y un ritmo muy
personal. El predominio de la narración de sucesos y de la acción sobre las descripciones,
quieren captar el fluir de la vida, que para él es caótico y sin finalidad. Destacamos sus
obras Camino de perfección, El árbol de la ciencia, Zalacaín el aventurero o su trilogía de La
lucha por la vida.
Azorín, pretendió conseguir la verosimilitud psicológica por fragmentos separados que
transmitían al lector las sensaciones de los personajes. Él es autor de obras como Los
pueblos, La Voluntad o La Ruta de don Quijote.
Ramón María del Valle-Inclán rompe la linealidad de la acción y la sustituye por la
simultaneidad de acontecimientos. Obras importantes son: El ruedo ibérico, Divinas palabras
o la trilogía Comedias bárbaras. Rompe la división tradicional en actos en su obra Luces de
bohemia. Contando con las características de esta nueva concepción como la visión distante
de la realidad, intención crítica con la deformación paródica de la realidad, animalización y
cosificación de los personajes, uso de un lenguaje expresivo y eficaz, estética expresionista
y revitalización de la tradición satírica española.
Antonio Machado comienza a alejarse del simbolismo para emprender en solitario un
camino más ascético, quiso eternizar lo momentáneo sin abandonar la introspección. Todo
ya está presente en su autorretrato de 1903.

La I Guerra Mundial marcó el final de la belle époque y comenzó una etapa oscura para
muchos. La generación del 98, término elaborado y difundido por Azorín; quedó atrás dando
paso a los movimientos de vanguardia y el novecentismo.
10. LOS MOVIMIENTOS DE VANGUARDIA Y EL NOVECENTISMO

La I Guerra Mundial marcó el final y el inicio de una nueva etapa, pese a que España
permaneció neutral en el conflicto, la situación general no era buena.
Apareció un nuevo movimiento denominado Novecentismo, un grupo de intelectuales que
giraron en torno a la labor de José Ortega y Gasset, por otro lado las vanguardias son
movimientos artísticos y literarios que tenían la intención de provocar una revolución en la
cultura.

Las principales características que compartían sus autores son: eran moderados,
dialogantes y partidarios del reformismo burgués, eran europeístas, atendían a las
novedades artísticas de Europa, reniegan del irracionalismo visceral, defienden un ideal
clásico, buscan la pureza estética con una literatura culta y defienden posturas sobre la
realidad circundante. El ensayo novecentista fue cultivado con éxito para expresar sus
ideas.
José Ortega y Gasset con su estilo, cuidado y vocación clásica, buscó la claridad de la
exposición, la precisión y el orden metodológico, cabe destacar sus obras: El tema de
nuestro tiempo, de sus ensayos, Meditaciones del Quijote o La deshumanización del Arte.
Eugenio D'ors publicó la novela La ben plantada, tres horas en el Museo Del Prado y Lo
barroco.
Gregorio Marañón tiene escritos sobre diversos personajes como Luis Vives, El conde-
duque de Olivares, El Greco y Toledo, etc..
Manuel Azaña, quien llegó a ser presidente durante la II República; publicó El problema
español, la invención del Quijote, El jardín de los grales.

En la generación del 14 destacaron:


Gabriel Miró fue el creador más genuino de la novela lírica con obras como Las cerezas del
cementerio, Nuestro Padre san Daniel, El obispo leproso, etc.. calificadas también como
intelectuales, las novelas de Ramón Pérez de Ayala: Tinieblas en las cumbres, Troteras y
danzaderas.
Entre otros novelistas con éxito destacaron Vicente Blasco Ibáñez autor de La catedral;
Wencelasco Fernández Flórez autor de Volvoreta, Felipe Trigo con El médico rural y José
López Pinillos con Cintas rojas.
Juan Ramón Jiménez fue el poeta que mejor representó la modernidad de la época, sus
obras más destacables fueron Platero y yo, Rimas y Jardines lejanos.
Las vanguardias por su parte rechazaron el sentimentalismo, revisaron y criticaron la
tradición literaria atendiendo así a lo novedoso y actual. Se muestra en ellas interés hacia lo
incoherente, la mirada objetiva y la negación a imitar a la naturaleza, intentando así provocar
el escándalo.

Las primeras vanguardias históricas surgieron a finales del S.XX y se ceñían a las artes
plásticas pretendiendo la renovación formal, el mayor representante será Ramón Gómez de
la Serna con obras como Ismos
La novela deshumanizada de los años veinte fue una transformación radical creada por una
generación que querían poner en práctica conceptos de Ortega y Gasset, empezando de
esta manera la generación del 27.
11. GENERACIÓN DEL 27

Los autores de la Generación del 27 tienen una excelente formación académica, temas
universales, sintetizan la idea de una poesía pura, armonizan el respeto por la tradición
literaria con el gusto por la novedad y la vanguardia, buscan equilibrio entre lo sentimental y
lo intelectual, antirrománticos, escriben desde el influjo juanramoniano de la minoría selecta,
mantienen las formas tradicionales aunque utilizan el verso libre, el versículo y el poema en
prosa, buscando siempre el equilibrio entre lo sentimental y lo intelectual.

Juan Ramón destacó por su devoción por el oficio del poeta y su búsqueda de la belleza
ideal, que influyó en autores como Pedro Salinas, quien tiene tres libros esenciales: La voz
a ti debida, Razón de amor y Largo lamento. El tema principal de estas obras es el amor. Y
Jorge Guillén representa la encarnación de la poesía pura con una técnica compositiva
excelente. Su primer libro fue Cántico y se le unirán Clamor y Homenaje.

Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Aleixandre, Federico García Lorca, Concha Méndez,
Luis Cernuda y Rafael Albert fusionaron lo tradicional y lo vanguardista como se aprecia
en el Romancero gitano de Federico García Lorca.

De Gerardo Diego destacan sus juegos verbales y su espiritualidad, sus obras más
representativas son Imagen y Versos humanos.
Vicente Aleixandre en su primera etapa con el verso libre y los poemas en prosa destacan
Poemas como labios o La destrucción o el amor. En su madurez creadora abre un mundo
más personal y solidario con la obra Historia del corazón.
Federico García Lorca se convirtió en un poeta conocido y admirado con Canciones, su
mundo trágico adquiere fuerza en Romancero Gitano. También destacó en el teatro con
rasgos como la tragedia clásica a través del drama rural, la alegoría, el uso de la lírica
popular, la renovación del lenguaje escénico a través de la imagen surrealista y metateatro,
creando un teatro poético y simbolista. Por ejemplo, La casa de Bernarda Alba o El público.
Concha Méndez usó estilos de los cancioneros medievales y tradicionales castellanas,
destacan obras como Vida vida y Niño en sombra.
Luis Cernuda, homosexual, introvertido y solitario, con obras como Los placeres prohibídos
o Donde habite el olvido, y en la obra La realidad y el deseo, ofrece reflexiones sobre el
deseo del amor o la soledad. Rafael Alberti se dio a conocer con Marinero en tierra, fue
también un reconocido autor teatral con obras como Noche de guerra en el Museo del
Prado. Manuel Altolaguirre, marido de Concha Méndez,escribió Las islas invitadas y Amor.

Respecto a la evolución de la poesía del 27, tras la Guerra Civil, los poetas rehumanizaron
su poesía
Ramón J. Sender publicó antes de la guerra Las Imán y Siete domingos rojos, también es
autor de novelas de carácter histórico como Bizancio.
Max Aub defendió una literatura comprometida y del que sobresale una extensa serie de
novelas en las que analiza el origen y desarrollo de la Guerra Civil, por ejemplo Campo
cerrado, Campo de sangre, Campo abierto y Campo del Moro.
Otros autores fueron; Francisco de Ayala que publicó relatos de vanguardia como Cazador
en el alba. Arturo Barea con La forja de un rebelde. Y Manuel Chaves Nogales con A
sangre y fuego.

Tras un período de libre expresión literaria y desarrollo cultural llega con la Dictadura
Franquista un período de censura literaria y aislamiento internacional, de la que surge la
narrativa de la generación de los cincuenta y más tarde de los años sesenta.
12. LA NOVELA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XX (DE 1939 HASTA 1975)

Tras un período de libre expresión literaria y desarrollo cultural llega con la Dictadura
Franquista un período de censura literaria y aislamiento internacional, de la que surge la
narrativa de la generación de los cincuenta y más tarde de los años sesenta.

En cuanto a las características del realismo social en los años 50 encontramos la limitación
del narrador como testigo imparcial de la situación, el protagonismo y el contexto de esta, el
objetivismo, el comportamiento de los personajes por las situaciones sociales y políticas, y la
acción se desarrolla en un espacio y tiempo reducidos. Algunos autores son:
Camilo José Cela cuya primera novela es La familia de Pascual, evolucionó a formas más
complejas en obras como La colmena. Carmen Laforet se sirvió de la experiencia para
escribir Nada o La Mujer nueva. Miguel Delibes escribió La sombra del ciprés es alargada y
cinco horas con Mario. Gonzalo Torrente Ballester, con su trilogía Los gozos y las
sombras se convirtió en uno de los autores más importantes de la segunda mitad del siglo.

La narrativa de los años 50, son novelas dominadas por un realismo objetivista en el que el
narrador externo, muestra situaciones socialmente injustas. Algunos autores son:
Jesús Fernández Santos, que publicó Los bravos, una novela ambientada en un pueblo de
León, lleno de violencia. Rafael Sánchez Ferlosio, fue nombrado novelista tras su obra El
Jarama, una muestra perfecta del realismo social. Carmen Martín Gaite publicó Entre
visillos donde analiza la situación opresiva de las mujeres en Salamanca. Ana María
Matute, su obras Los Abel o Los niños tontos reflejaban un mundo conflictivo en el que los
débiles y los pobres son víctimas de la injusticia social. Ignacio Aldecoa fue autor de
cuentos como El fulgor y la sangre. José Manuel Caballero Bonald, poeta antes que
novelista, es autor de Dos días de septiembre y Ágata ojo de gato. Juan Benet, lleva a
cabo la superación, mediante un estilo y lenguaje riguroso y autónomo con Volverás a
Región.

La narrativa en los años 60 se caracteriza por el uso del monólogo interior, la aparición de
un narrador problemático, la ruptura del tiempo cronológico y los saltos en el tiempo.
Algunos autores son:
Luis Martin Santos, mediante Tiempo de silencio logró a la perfección la renovación de la
narrativa. Juan Goytisolo, con su obra Señas de identidad llega al punto de superación del
realismo social. Juan Marse en Últimas tardes con Teresa se burla sarcásticamente de la
novela social, La oscura historia de la prima Montse tiene una estructura más elaborada.
Eduardo Mendoza inició con La verdad sobre el caso savolta, novela ambientada en la
violenta Barcelona, más tarde escribió La ciudad de los prodigios. Miguel Espinosa escribió
Escuela de mandarines, fue su primera novela y constó de dieciocho años de trabajo.
Francisco Umbral, escribió Mortal y rosa una obra sobre la muerte de su hijo de 6 años a
causa de leucemia. Al mismo tiempo público Las ninfas una novela sobre la vida de un
adolescente, y su acceso al mundo del erotismo.
Otros autores a los que podemos nombrar son: Alfonso Grosso comienza bajo el realismo
social con La zarja y en su etapa de madurez con Los invitados. De Fernando Quiñones
destaca La gran temporada. Y por último Álvaro Cunqueiro quien escribió Merlín y familia.

En conclusión, el panorama narrativo de estos años se caracteriza por su riqueza y por ser
reflejo de las secuelas de la guerra, los problemas existenciales, etc… A partir de 1975 se
volverá a una estética realista, regresando al placer de contar historias.
13. POESÍA ESPAÑOLA A PARTIR DE 1936 HASTA 1975

Tras la posguerra, años de poesía arraigada y desarraigada, solo la literatura social se


manifiesta. Una vez desaparecida la dictadura, los escritores optan por evitar la literatura
social y olvidan el experimentalismo, recuperando la tradición sin desaprovechar los
recursos técnicos recientes.
Entre estos escritores destacó Carmen Conde, muy cercana al magisterio de Juan Ramón
Jiménez. Destaca por su poesía íntima como la presente en su libro Mujer sin Edén y el
poema Nostalgia de mujer. Miguel Hernández tuvo gran facilidad para imitar y le
apasionaba aprender, lo demuestra en su obras Perito en lunas, Viento del pueblo y El
hombre acecha. Sus últimos poemas están recogidos en Cancionero y romancero de
ausencias. Ramón Gaya defendió la elegancia y la clasicidad, con proyectos literarios,
artísticos y teatrales, destaca su poema De pintor a pintor.

La poesía arraigada solía seguir una temática clásica, tenía una visión optimista y
esperanzada, un lenguaje depurado y seguía la métrica clásica. Por otro lado, la
desarraigada se caracterizaba por temas sociales, visión pesimista, lenguaje agrio, rupturas
sintácticas y presencia frecuente de los traumas causados por la guerra.

En los años cuarenta destacaron estos poetas arraigados, mantuvieron los distintos grados
de reserva y distancia, los temas principales son la familia, el paisaje o las vivencias y ritos
religiosos. Destacó Leopoldo Panero con Escrito a cada instante, su libro más significativo,
un ejemplo de poema de este autor es Hijo Mío. Y Luis Rosales siguió las mismas pautas
del grupo pero se fue distanciando de la temática, publicó La casa encendida, Diario de una
resurrección o La Trilogía Carta entera.
Dentro de los desarraigados de la poesía social destacó Gabriel Celaya con
Tranquilamente hablando, Más allá de las ruinas de Germán Bleiberg, José Luis Hidalgo
publicó Los muertos y José Hierro publicó Tierra sin nosotros y Alegría.
El Cántico fue fundado por poetas como Juan Bernier, Ricardo Molina, Mario López,
Julio Aumente y Pablo García Baema, destacando de este el poema Junio.
Los poetas relacionados con el postismo quisieron recuperar el estilo de la vanguardia
destacando a Carlos Edmundo de Ory con el poema Teoría finita, Gloria Fuertes, Ángel
Crespo y Juan Eduardo.

En los años cincuenta la poesía desarraigada evoluciona hasta la poesía social. Uno de los
autores más representativos fue Blas de Otero con su obra Pido la paz y la palabra, y
Claudio Rodríguez con Conjuros estuvieron influenciados por Antonio Machado y Pablo
Neruda, usando un lenguaje más cuidado, personal y lírico.

Durante la mitad de los años sesenta y los setenta surgió una generación conocida como los
novísimos. Eran poetas jóvenes que en cuanto a contenidos, fueron de lo personal a lo
público. Destaca Pere Gimferrer con Arde el mar. Una educación sentimental de Manuel
Vázquez, Museo de cera de José María Álvarez o Sepulcro en Tarquinia de Antonio
Colinas.

Tras este período donde se evitó la poesía social, aparecerán a partir del año 1975 nuevas
tendencias en la poesía como son la rehumanización, la reivindicación de la subjetividad, el
uso del humor y de la ironía y se extiende la preocupación social y existencial.
14. TEATRO ESPAÑOL DESDE 1936 HASTA 1975
El teatro español posterior a la Guerra Civil presenta limitaciones respecto a la riqueza
creativa del teatro extranjero. La creación teatral se vio afectada por el exilio de los autores
más innovadores, afines al bando republicano. Por lo tanto, las corrientes renovadoras de la
dramaturgia europea se reflejarán tarde en las obras de los autores que crean en España.
En este panorama triunfó un teatro convencional, carente de riesgo y pensado para el
entretenimiento de la burguesía. Un teatro concebido como entretenimiento, totalmente
conservador transmite los ideales que sustenta el régimen.

Enrique Jardiel Poncela intenta una renovación del teatro mediante un uso inteligente y
moderno del humor, como en Eloísa está debajo de un almendro y Cuatro corazones con
freno y marcha atrás.
Continuando con este teatro del humor nombramos a José López Rubio La otra orilla;
Miguel Mihura, trabajó el humor del absurdo y los juegos de palabras, como en Tres
sombreros de copa. Debemos citar también a Edgar Neville con La familia Mínguez.
También tuvo éxito el teatro de Alejandro Casona, que reestrenó obras como La dama del
alba o La barca sin pescador.

La década de los 50 supuso para España un tímido desbloqueo internacional y el fin del
racionamiento, pero no terminó con las desigualdades sociales, la represión ni la censura.
En este contexto, una nueva generación de escritores vino a renovar el panorama teatral, a
pesar de ser difícil llegar a los escenarios.
Nombramos a Antonio Buero Vallejo como el dramaturgo por excelencia de este periodo.
El estreno de Historia de una escalera inauguró el teatro existencial en España y supuso un
éxito de taquilla, también destaca El tragaluz.
Alfonso Sastre consiguió estrenar Escuadra hacia la muerte o La taberna fantástica.
Realizaba tragedias complejas combinando lo épico y lo grotesco, mezclando diferentes
registros. Otros nombres destacados son: Lauro Olmo con La camisa o La condecoración.
Juan Martín con El teatrito de don Ramón; Carlos Muñiz, con El grillo; Rodríguez Méndez
en Los inocentes de la Moncloa; y Antonio Gala con Anillos para una dama.
Se caracterizan por usar un lenguaje directo, violento y provocativo, incluyendo formas
coloquiales continuándo con la denuncia social.
Desde finales de los años sesenta, cabe destacar a Fernando Arrabal, quien creó el teatro
pánico, que concilia el esperpento valleinclanesco, el surrealismo, el teatro de la crueldad y
el del absurdo, como medios para mostrar la sinrazón del mundo. Destacan obras como El
cementerio de automóviles. Francisco Nieva también participa de esta renovación teatral
que rompe con los esquemas realistas, incorporando elementos del surrealismo, del
esperpento y del absurdo. Destaca El combate de Ópalos.

En los años sesenta se inician tendencias experimentalistas. Se caracterizan por


considerar la representación un espectáculo total en el que el texto literario es solo
un ingrediente más, de ahí la importancia que adquieren las luces, el sonido o la
escenografía. Se intenta romper esa frontera entre el escenario y los espectadores,
implicando al público en el espectáculo. Para salvar la censura se recurre a la parábola y a
la presencia de objetos simbólicos que han de ser interpretados. Este concepto del teatro es
el que desarrollan las compañías de teatro del momento y que siguen activas hasta
nuestros días. Destacan grupos como Els Comediants, Teatre Lliure o el TEU de Murcia.

Finalizada la dictadura y eliminada la censura, parecían abrirse caminos prometedores para


el teatro, apoyado por el Estado. Las obras pierden el tono reivindicativo, vuelven a
representarse los autores silenciados, se consolidan las compañías de teatro independiente
y prolifera el teatro de calle. Pero todos estos elementos no favorecen el renacimiento de la
vida dramática española; el teatro ha dejado de ser el espectáculo por excelencia y sufre la
competencia de otras ofertas de entretenimiento.

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