Ivankov. Hijos de La Mafia - Nerea Vara

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 230

IVANKOV.

HIJOS
DE LA MAFIA

NEREA VARA








Título: Ivankov. Hijos de la mafia.
© 2022, Nerea Vara.
De la maquetación: 2022, Nerea Vara.
De la cubierta: 2022, Nerea Vara.
Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción
total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin
autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La
infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la
propiedad intelectual. El copyright estimula la creatividad, defiende la
diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la
libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una
edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al
no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por
ningún medio sin permiso.








Para las personas que todavía
tienen esperanza en el poder del amor.
ÍNDICE
PRIMERA PARTE «Sublimes deseos»
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
SEGUNDA PARTE «Eterna condena»
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
EPÍLOGO
CARTA DE AGRADECIMIENTO






PRIMERA PARTE
«Sublimes deseos»

I


DANTE

Sus labios se posan en mi hombro a la vez que rodean mi cintura con ambos brazos. Sonrío y tiro el
cigarro al suelo, lo apago y me doy la vuelta.
—¿Vamos?
—¿No has visto a Gabi? —pregunto mirando por encima de su hombro.
—No, en la clase de química no estaba, se habrá ido antes.
—Da igual, luego la llamo.
Mackenzie se pone el casco antes de subirse en la moto tras de mí, me inclino para arrancarla y siento
su pecho pegarse a mi espalda para no caerse. Salgo del aparcamiento del instituto y me incorporo al
tráfico de Manhattan.
Mañana es mi cumpleaños y no puedo esperar ni un día más para que mi padre me regale el coche de
mis sueños. Llevo pidiéndoselo desde los dieciséis, pero no ha habido manera de convencerle, y no será
por dinero. Mi familia… no es como las demás.

Papá es el jefe de una mafia que lleva reinando en esta costa desde antes de que yo naciera, y el abuelo
antes que él. Cometen delitos diariamente, aunque procuran mantenerme al margen de todo, en vano. No
soy gilipollas, por lo que estoy al tanto de todos los ámbitos en los que se mueven. En ocasiones he
conseguido sacarle algo de información a mi tía Sasha, es la que más me consiente. Cuando quiero algo
que sé que mis padres no van a darme ni en sueños, acudo a ella directamente.
—Nos vemos mañana. —Mackenzie se baja de la moto y me da el casco antes de acercarse para
besarme—. Te quiero.
—Y yo. —Espero a que entre en su portal del Upper East Side y me pongo en marcha.
Llevamos juntos siete meses, pero me gusta desde hace más. Todo el instituto suspira por ella, a pesar
de que no pertenece al grupo de animadoras ni es parte de ningún club popular. Ella es más de esa clase
de chicas que rompe los moldes y no atiende a protocolos. En la cafetería se sienta donde le da la gana,
ignorando las malas miradas o comentarios del resto de los grupos. No duda en defender a los empollones
cuando Sabrina, la capitana de las animadoras, se mete con ellos, les pone la zancadilla y demás
crueldades.
Yo no puedo hablar muy alto porque, sí, soy el capitán del equipo de rugby, pero no soy ningún matón.
Mi familia me educó dentro de unos valores y unos principios muy sólidos, aunque también es verdad que
la gente me respeta sin necesidad de que yo haga nada. Imagino que el hecho de que todos sepan que soy
el hijo de Hell Ivankov, ayuda.

Detengo la moto junto a la entrada y saludo a los hombres que caminan por el terreno, abro la puerta y
me encuentro con una escena nada extraña procedente del despacho. Saludo a papá, que está con sus
papeles en el escritorio, y me acerco hasta mi madre para darle un beso.
—Hola, cariño. —Mamá acaricia mi espalda.
Dejo los dos cascos sobre la mesa y me cruzo de brazos junto a ella, observando a mi tía Sasha
desesperada por el fuerte carácter de su hija.
—¡Todas se van a quedar hasta las tres! —exclama Gabi con rabia.
—¿Ves algún atisbo en mi rostro de que eso me importe? —La rubia se echa el pelo a un lado y la señala
con el dedo—. Tu padre no quería dejarte ir, así que agradéceme que te deje hasta la una.
—¡Pero no es justo!
—¿Habrá algún día en el que en esta casa reine la paz? —El abuelo entra negando con la cabeza y mira
a su nieta, la cual se da la vuelta hacia él y le hace pucheros para que consiga convencer a su madre de
que ceda.
—Ayúdame a convencerla —le suplica.
—¿A convencerla de qué? —pregunta el viejo sin entender.
—¡De nada! —Sasha bufa y saca su móvil del bolsillo trasero de sus vaqueros ajustados cuando
comienza a sonar—. Estás castigada —dice entonces—, verás como la próxima vez te conformas.
—¿¡Qué!? —grita mi prima—. ¡Tengo que ir a esa fiesta!
Mi tía la asesina con la mirada antes de alejarse para poder hablar con tranquilidad, seguramente se
trate de algo relacionado con su marca.
Sas es una reconocida diseñadora, no solo de zapatos, que fue con lo que comenzó, sino también de
ropa interior. Ivankova ha conseguido llegar a niveles tan altos que ya tiene tiendas en la mayoría de los
países del mundo, consiguiendo que su fortuna ascienda aún más. Y digo aún más porque nuestra familia
maneja mucho dinero; muchísimo. Ya lo entenderéis.

Escuchamos cómo un coche se detiene fuera, voy hacia la entrada principal para abrir la puerta cuando
Marie baja las escaleras tecleando algo en su móvil.
—Te vas a caer. —Le advierto girando el pomo.
—¡Te nos haces viejo! —exclama el tío Nathan saliendo del coche. Richard, su marido, choca mi puño y
entra en la mansión junto con Kibo.
Le adoptaron hace once años, poco después de casarse. Kibo tenía siete años cuando le trajeron de
África tras haber perdido a sus padres en la guerra civil de Somalia. No tiene muchos recuerdos, aunque
supongo que es mejor así.
Tiene diecinueve, por lo que la corta diferencia de edad y la estrecha relación que mi familia ha tenido
siempre ha provocado que sea uno de mis mejor amigos.
—¿Todo listo para mañana? —Me pregunta en voz baja cuando pasa por mi lado.
—Shh, luego te cuento.
Asiente y vamos de nuevo hacia el despacho.
Mi hermana pequeña está sentada sobre las piernas de Hell, seguramente comiéndole la oreja para que
le dé dinero. Es muy parecida a Gabi, con la diferencia de que Marie sabe cómo camelarse a su papá, a
pesar de tener solo quince años, es una manipuladora de cuidado.
—A ver. —Mi padre se pone de pie y sale de su escritorio mirando a todos—. El cumpleaños empieza a
las cinco, que nadie se retrase.
—Connor vuelve de Chicago esta noche, y no sé si Nick llegará a tiempo —comenta Sasha,
incorporándose a la conversación tras colgar el teléfono.
—¿Pero va a venir con Allie o no? —Mi madre frunce el ceño y mueve la mano sin entender nada.
Mi tío Nicholas es la hostia, nunca para. Ha pasado la vida recorriendo el mundo, de un lado para otro.
Cuando yo nací estaba saliendo con Allie, pero se separaron poco después cuando ella se incorporó a la
universidad. Tuvieron algunos problemas debido a que ella quería centrarse en sus estudios y él
consideraba que era muy peligroso que saliera de la ciudad durante tanto tiempo. Una prueba más de que
mi familia no es normal.
Total, que al final rompieron y cada uno siguió su camino; Nick lo pasó muy mal, por lo que me ha
contado mi padre algunos días incluso intentó ir a buscarla, pero le disuadieron. Sin embargo, y eso es
algo que he aprendido con los años al ver a los que me rodean, el amor es algo que no conoce de barreras,
de tiempo ni de espacio. Cuando cumplí diez años, Hope invitó a Allie a la fiesta, hacía mucho tiempo que
no se veían y ninguno había rehecho su vida. Recuerdo ver cómo estaban hablando agitadamente y de
repente él la tomo por la cintura y la besó. No han vuelto a separarse desde entonces.
—Allie tiene un congreso en Carolina del Norte hasta las cuatro, dudo que llegue a las cinco —informa
mi tía—, pero vendrá más tarde. ¿Qué más da?
—Bueno, pues ya está, cada uno que llegue cuando le dé la gana —zanja el jefe. Nos mira a mis primos,
a mi hermana y a mí y hace una señal con la cabeza para que salgamos—. Venga, id a hacer los deberes,
tenemos que hablar.
—Yo me quedo —digo cruzándome de brazos.
—Y yo —apoya Kibo.
—No pensaréis que yo voy a salir si ellos se quedan. —Gabi arquea una ceja y nos señala.
—Gabriela Ivankova, sal de aquí ahora mismo —ordena su madre.
—¡Agh, te odio! —gruñe atravesando la puerta.
—¡Estupendo! —Sasha cierra los ojos y expira con fuerza.
—¿Ahora te das cuenta de lo que era aguantarte a diario? —Le pregunta Nathan, haciendo que todos
rompan en carcajadas, ella incluida.
—Yo por lo menos era más educada, joder.
—¡De eso nada! —exclama mi madre.
Los cinco nos miran cuando se dan cuenta de que Kibo y yo seguimos aquí. Hell señala la puerta con la
cabeza y Richard imita el gesto mirando a su hijo.
—Tengo diecinueve años —apunta mi primo—. ¿Hasta cuándo pensáis seguir tomándonos por idiotas?
—Hasta que podamos —responde mi madre encogiéndose de hombros.
—Ya no somos unos críos. —Miro a mi padre directamente—. Tarde o temprano tendremos que entrar
en todo esto de lo que intentáis mantenernos al margen. Sabemos de sobra de dónde viene el dinero y lo
que hacéis para conseguirlo. ¡Toda la puta ciudad lo sabe!
—En ese caso —dice mi abuelo dirigiéndose a sus tres hijos—, ya es hora de que la nueva generación se
ponga manos a la obra.


II

DANTE

El silencio invade el despacho cuando el viejo suelta esa perlita por la boca, pero solo dura unos pocos
segundos.
—¿Te has vuelto loco? —Mi padre lo mira y extiende las manos en un gesto interrogativo.
—Sí, definitivamente —afirma Hope, mi madre.
Sasha simplemente pone los ojos en blanco y se centra en responder el mensaje que acaba de llegarle,
como si ya supiera lo que va a suceder.
—¿Piensas vivir toda la vida? —Vladimir observa a su hijo con detenimiento—. Porque yo no, ya tengo
casi sesenta años y tú tienes cuarenta y dos. Y estos dos chicos —dice señalándonos— ya no son ningunos
críos. De hecho, hace tiempo que deberían haber empezado a aprender a…
—Basta —interrumpe mi madre con seriedad.
—Papá, no. —Se le une el tío Nathan—. Vamos a dejar el tema.
—Dante, salid, vamos —pide Hell, aunque sé que es una orden clara, lo conozco.
Y no necesita repetírmelo dos veces.
—Vale, nos vamos, pero antes quiero que os quede claro que sabemos de sobra lo que pasa a nuestro
alrededor. Sabemos lo que significa llevar el apellido Ivankov, os recuerdo que nosotros también lo
llevamos, y la gente lo sabe. No me siento avergonzado de pertenecer a una mafia, porque esa mafia es mi
familia.
—Dante…
—No, mamá, déjame terminar —solicito, y ella suspira dedicando una mirada significativa a su marido
—. Os pensáis que somos gilipollas, que nos creemos que toda la cantidad de dinero que entra en esta
casa es de la empresa de coches, de las telecomunicaciones o del hotel, pero sabemos de sobra que todo
eso solo es una tapadera. ¡Joder, hemos crecido en esta casa! —Suelto una risa amarga.
—¿Qué clase de empresarios viven en una fortaleza con dos puertas blindadas para entrar y dos
docenas de hombres vigilando el terreno? —Kibo me apoya con los brazos cruzados a mi lado.
—Hablaremos de esto en otro momento, ¿de acuerdo? —Hell se expresa con dureza y seguridad, así
que solo asentimos y nos marchamos sin decir una sola palabra más.

HELL

Espero a que las puertas del despacho se cierren para mirar a mi padre sin entender a qué cojones ha
venido eso.
—¿Acaso pretendes que maten a mi hijo?
—Relájate —contesta haciendo un gesto de despreocupación con la mano—. Tú hijo no es ningún santo.
Ni el tuyo —añade mirando a mi hermano—. Y mucho menos la tuya. —Arquea una ceja en dirección a
Sasha, la cual pone los ojos en blanco y se encoge de hombros—. Menuda joyita has parido. Todos
vosotros.
—¿Qué propones? —Sas suspira y se cruza de brazos.
—¡Sasha! —Hope la reprende—. ¿¡Cómo puedes siquiera planteártelo!?
—Porque no quiero que a mi hija le peguen un tiro dentro de cinco años por no estar preparada —
responde con firmeza y seriedad.
—Exacto. —V camina tranquilamente por el despacho frotándose las manos, como si esto fuese algo
que llevara tiempo pensando—. Vuestros hijos deben empezar a prepararse ya, os guste o no. Esto es una
familia —recuerda mirándonos a todos—, y la familia se protege.
—No pienso permitir que mi hijo tenga que pasar por todo esto, Vladimir.
Sabía que mi mujer diría algo parecido, hemos hablado de esto tantas veces…
—Tu hijo es un Ivankov, y todos sabíais que este día llegaría. Tú misma llevas encargándote del
blanqueo desde que Nicholas se fue, eres una mamá con doble vida, igual que vosotros tres —dice
mirándonos a Sas, Nate y a mí—. La diferencia es que yo soy realista y sabía que los chicos acabarían
enterándose de todo, tarde o temprano. A pesar de todos vuestros vagos intentos por disimular. ¿De
verdad creías que las mentiras que habéis inventado cada vez que nos han atacado, se las iban a tragar?
—Ríe y niega con la cabeza, se cruza de brazos y apoya su cuerpo en el borde la mesa de mi escritorio.
—Gabi lo sabe desde hace tiempo —confiesa entonces mi hermana la inoportuna.
—¿Perdona? —Hope despega los parpados con incredulidad—. ¡Acordamos no decirles nada!
—¡Es muy lista, joder! —Se defiende la rubia—. ¿Qué iba a hacer, mentirla? Me pareció más sensato
contarle todo y tratar de que mi hija sepa defenderse si algún día la atacan igual que a nosotras a la salida
de una discoteca. ¿O es que acaso ya lo has olvidado? —Se dedican una mirada de reproche hasta que
finalmente Hope se rinde y cierra los ojos, los cubre con su mano y yo me acerco para darle un beso en la
cabeza.
—Tienen razón, mi amor —digo levantando su barbilla.
—No quiero que Dante reciba balazos como su padre.
—Ni yo, pero esto es una familia y todo el mundo sabe que es nuestro hijo, que el legado continuará
con él. Tiene que empezar a prepararse.
Niega con la cabeza, pero no dice nada, solo deja escapar una bocanada de aire y mira a mi padre, el
cual gira su cuerpo hacia su hijo menor.
—¿Nathan?
Todos esperamos su reacción, así como la de su marido, Richard, el que ahora mismo tiene el rostro
más pálido que la nieve.
—No estoy de acuerdo —contesta formando una línea con los labios, voltea la cabeza hacia Richie y
éste le mira—, pero tienen razón.
—¿Hablas en serio?
—Mi vida, Kibo ya tiene diecinueve años, los mismos que yo cuando entré activamente en todo esto.
¿No crees que debería saber utilizar un arma si algún día necesita hacerlo?
—Está decidido —zanja el patriarca de la familia, a punto de cumplir los sesenta años—. Dante, Kibo y
Gabriella comenzarán su entrenamiento el lunes a primera hora, dejaremos a Marie al margen de
momento.

DANTE

Le doy otro bocado a la sandía sentado en el borde de la piscina, Kibo hace un largo y regresa para
apoyarse con los brazos a mi lado, me hace un gesto para que le pase su plato de fruta y luego señala a las
ventanas del despacho, las cuales se ven desde el jardín de la mansión en la que me crie.
—¿De qué crees que están hablando?
—No lo sé, pero seguramente estén discutiendo sobre lo que les hemos dicho. Sé que mi madre no va a
querer que nos involucremos, pero espero que Sas y mi padre la convenzan.
—Está claro que la que más fácil lo va a tener es Gabi, Sasha es una mujer muy independiente,
seguramente quiera que su hija también lo sea.
—Sí, opino lo mismo.
Comemos un poco más y vemos que nuestra prima viene hablando, bueno, gritando de furia al teléfono,
mientras se acerca en bikini con una toalla colgada del brazo.
—¡Que te he dicho que sí, Deborah! —exclama y se sienta en una de las hamacas que hay tras nosotros
—. ¡Es el club de mi madre! ¡Pues yo que sé! Que sí, que vale, luego hablamos, adiós. —Cuelga y suelta un
grito frustrado, pataleando sobre la superficie acolchada.
—¿Problemas en el paraíso? —inquiere Kibo.
—¿¡Podéis explicarme por qué todos mis amigos y amigas van a ir a la primera fiesta pitufo de La
Cueva, y yo, hija de la propietaria, no puede ir!?
—Te lo has buscado, Gabi —comento mirándola a través de mis gafas de sol. Ella arquea una ceja y me
lanza una mirada de odio—. Te lo digo en serio, parece mentira que después de diecisiete años todavía no
sepas cómo manejar a tu madre.
—¿Qué quieres decir? —Se acerca hasta el borde de la piscina y agacha su cuerpo para introducir las
piernas junto a Kibo.
—Joder, si tuvieras a mi madre lo sabrías —contesto mirando a mi primo.
—O mi padre. —Se une él, a lo que yo asiento.
—Sas es la más fácil de la familia, Gabi, solo tienes que saber cómo pedirle las cosas.
—Yo no tengo la paciencia que tenéis vosotros. Además, conmigo es mucho más exigente y estricta.
¡Agh! ¡Es que me saca de quicio!
Kibo y yo reímos ante su cabreo, no se da cuenta de que es una calcomanía de su madre, por lo que nos
han contado, Sas era exactamente igual cuando tenía su edad.
—Tenéis que ayudarme, ¿ya os ha dado los pases a vosotros?
Asentimos con desinterés.
Mi tía Sasha abrió un club muy exclusivo y privado cuando apenas tenía veintiún años. Siempre ha sido
una mujer muy ambiciosa, pero aquello fue una locura, no hay otro lugar similar en toda la ciudad. Yo solo
he estado una vez, pero no de noche que es cuando abre, si no de día, ayudando a Sas con algunas cosas.
La Cueva es un sitio para dejarte llevar; para liberar los sentidos y disfrutar el momento como si no
hubiera un mañana. Memento mori.
Se divide en varias estancias o salas, y tiene tres plantas. Al acceder, lo primero que te encuentras es
una sala en la que te hacen una breve entrevista para saber el tipo de chica o chico que te atrae y
preguntarte la ropa que querrás llevar durante la fiesta. No puedes quedarte con la que llevas puesta.
Luego pasas a otra en la que diferentes modistas te ofrecen catálogos con ropa interior, disfraces y
atuendos sexys, dependiendo de lo que hayas respondido en la entrevista previa. Todos están conectados
mediante tablets, de modo que el trato es muy personalizado. Escoges el atuendo que quieres, y te piden
que te lo pongas en un probador y dejes todas tus pertenencias en la bolsa que encontrarás dentro, así
como tu ropa, cartera, móvil… etc. Tras eso, pasas a la última sala, en la que te ofrecen todo tipo de
juguetes sexuales y, muy importante, antifaces. Además, dependiendo del tipo de entrada que tengas,
también podrás pedir droga, primeras calidades, claro, las que mi familia trafica.
El interior es un lugar oscuro, elegante y perfectamente pensado para que todo el mundo pueda
practicar sexo en cualquier parte. Está lleno de sofás de terciopelo rojo, biombos e imágenes sensuales
proyectadas en las paredes negras y luces rojas incrustadas en el suelo. La segunda planta está cubierta
con camas repartidas estratégicamente, pero sin paredes; quien quiera follar, lo hará delante de otros. Y
la última planta se divide en habitaciones temáticas.
Todo esto me lo ha contado mi tía Sas en confidencialidad, exigiéndome que no lo compartiera con
ninguno de mis primos. Obviamente, Kibo se excluye de eso.
—¿De qué color es vuestra entrada? —pregunta Gabi.
—Blanca.
—O sea que os incluye el alcohol.
—¿Y tú cómo sabes lo que incluye cada una? —Frunzo el ceño y ella encoje los hombros.
—Soy más lista de lo que todos os pensáis —responde con indiferencia—. Mamá me ha contado todo
sobre ese sitio. Sé que la entrada amarilla solo es un pase sencillo, sin extras; la blanca incluye todo el
alcohol que quieras, y la roja —dice con tono interesante— incluye alcohol y droga.
Kibo y yo nos miramos, preguntándonos casi por telepatía hasta qué punto es Gabi conocedora de todo
lo que maneja la familia.
—Y sí, sé que la droga es nuestra. Mamá maneja toda la cocaína de la costa junto a tu padre —
continúa, y luego mira a Kibo—, y el tuyo se encarga de extorsionar a medio Nueva York para que hagan
la vista gorda y nos dejen en paz. ¿Adivinad quién se encarga de que todas nuestras cuentas y dinero
estén limpios? —Dirige la mirada hacia el interior del despacho, desde cuya ventana ahora se puede a mi
madre—. La dulce e inocente Hope. Ella blanquea toda la pasta para que parezca legal y procedente de
las empresas de vehículos de alta gama, las telecomunicaciones y el hotel que tenemos.
Se pone sus gafas de sol, le da un bocado a la sandía que aún tengo en las manos y se lanza al agua con
elegancia, dejándonos atónitos.
—Os lo he dicho, esta cabecita sirve para mucho más de lo que pensáis —dice cogiendo impulso para
nadar.


III

DANTE

A las cinco menos cuarto salgo de mi dormitorio, que antiguamente era el de mi tío Nate, vestido y
preparado para celebrar mi cumpleaños en familia. Espero que Nick y Allie lleguen a tiempo, tengo ganas
de verlos antes de continuar con la fiesta en La Cueva.
Tras años de incesantes peticiones por redes sociales para que La Cueva haga una noche semanal para
menores, Sas ha decidido probar y la primera noche pitufo —así la ha llamado—, será hoy. Por supuesto,
el pase rojo no se ofrece y el amarillo es solo para los jóvenes de entre veintiuno y veinticuatro —que es el
tope de edad que se acepta esta noche— excepto mi primo, yo y algunos amigos. Además, el precio será
muy inferior al habitual, puesto que normalmente la entrada amarilla cuesta doscientos cincuenta dólares,
la blanca, quinientos, y la roja cuesta novecientos cincuenta. Claro que en esos precios ya entran todas las
consumiciones correspondientes.
Hay que tener en cuenta que es uno de los clubs más cotizados y famosos del mundo, viene gente
desde todo el globo y entre sus habituales se encuentran muchos famosos y niños ricos que viven de las
fortunas de sus familias. La gente viene a divertirse de un modo que no podrían hacer en cualquier otro
sitio, de un modo que no podrían hacer sin antifaces y con su identidad al descubierto.
Sasha se cura en salud, así que a los menores de veintiuno se les exigirá un permiso firmado por sus
padres para poder acceder al interior. A pesar de que no se vayan a ofrecer drogas, todo el mundo sabe lo
que hay dentro, así que es lógico que no quiera arriesgarse a recibir denuncias posteriores.
—¡Dante! —llama mi madre desde la planta principal.
Bajo las escaleras y sonrío al ver a mi novia hablando con ella de forma animada.
Mackenzie es mi amiga desde los catorce años cuando entré en la Trinity School, uno de los institutos
más exclusivos de Manhattan, en el Upper West Side. Hace unos cuantos meses decidimos darnos una
oportunidad e intentarlo como pareja, y la verdad es que no nos va mal. Me gusta y me pone mucho, sin
embargo, hay ocasiones en las que he llegado a pensar que estaríamos mejor solo como amigos, sin el
sexo y todos los celos de por medio. Mackie es genial, pero también es muy celosa, y eso, para alguien
como yo, que tiene tantas amigas, no es fácil.
—Hola —saludo dándole un beso en los labios.
—Feliz cumpleaños —dice sonriente—, otra vez.
—Voy a ver si está todo listo para la merienda. —Mi madre nos guiña un ojo y desaparece por el pasillo.
Paso un brazo por los hombros de mi novia y salimos al jardín para sentarnos junto al resto de mis
primos.
—Tengo tu pase para La Cueva en mi dormitorio —informo con voz traviesa—, así que ya no puedes
negarte.
Se detiene en seco y aparta mi brazo, da un paso atrás y cruza los suyos.
—Te dije que no iba a ir, Dante. Y, la verdad, esperaba que tú tampoco lo hicieras.
Pongo los ojos en blanco y miro hacia el exterior por los ventanales, desde donde Kibo me manda una
pregunta muda viendo que Mackenzie se encuentra con esa postura amenazante que pone antes de
enfadarse de verdad.
—Es mi cumpleaños, Mackie, mi tía nos ha regalado pases vip para mis amigos y para mí, Kibo también
viene. ¡Hasta Gabi va a ir! Es la primera noche pitufo.
—Como si es pitufa y viene el Papa. Aunque dudo que el Papa aprobase un sitio como ese.
—No tienes por qué hacer nada que no quieras —contesto empezando a cabrearme. Siempre que
hablamos de Sasha o de cualquier otra cosa relacionada con mi familia, reacciona igual.
—¿Y tú?
—Yo, ¿qué?
—¿Para qué vas? Porque ese sitio es para solteros, para gente que busca con quién follar disfrazados y
en habitaciones pornográficas.
—A lo mejor me apetecía follar con mi novia después de divertirme con mis amigos —suelto con
demasiada dureza.
—¿Apetecía?
—Sí, la verdad es que se me están quitando las ganas. —Resoplo y me revuelvo el pelo, disimulando
cuando mi padre pasa por nuestro lado y frunce el ceño al ver la escena—. Escucha, vamos a disfrutar de
la tarde, ¿de acuerdo? No quiero hacer esto delante de mi familia.
—Yo creo que lo mejor es que me marche —dice negando con la cabeza.
—Oye, no, ¿por qué?
—¿Vas a ir a la fiesta?
—Sí, sabes que odio que me prohíbas cosas, Mackenzie, yo nunca te he dicho lo que tienes o no tienes
que hacer. Confío en ti.
—Bien, pues que te diviertas. —Espera unos segundos, probablemente para que yo la detenga o vuelva
a suplicarle para que se quede, pero no pienso hacerlo—. Feliz cumpleaños.
Niego con la cabeza mientras veo cómo sale por la puerta, que se encuentra abierta para los invitados
que van llegando, y se sube en el coche de mi familia para que Jamie, nuestro chofer, la lleve de vuelta a
su casa.
—¿Qué ha pasado? —Escucho la voz de papá a mi espalda.
—Nada, tiene que irse —contesto con desdén, paso por su lado para marcharme, pero sujeta mi brazo.
—Dante, ¿qué pasa? ¿Por qué discutíais?
—Por lo mismo de siempre, papá —resoplo aburrido—. Me ha dicho que no quiere venir a La Cueva
esta noche y que no quiere que yo vaya, que ese sitio solo es para solteros y para gente que quiere buscar
alguien con quién follar.
—¿Y tú qué le has dicho?
—Que no me gusta que me prohíban nada, que yo confío en ella y espero que ella haga lo mismo
conmigo.
—¿Y?
Señalo la puerta como si fuera obvio y él asiente.
—Has hecho lo que tenías que hacer, la confianza y el respeto es la base de una relación.
—¿Y Mackie? —pregunta mi hermana pequeña uniéndose a la conversación.
—Se ha largado.

*

Ya le he ganado tres partidas de Blackjack a mi tío Nicholas cuando el reloj de la entrada marca las
nueve y media de la noche. Allie choca mi mano entre risas por comprobar una noche más lo malo que es
su novio a las cartas.
—Cariño, mejor dedícate a otra cosa —sugiere ella antes de inclinarse para darle un beso.
—Amor, ¿no se supone que deberías estar de mi lado?
—Dante es mi sobrino.
—Y yo tu novio.
—Los novios van y vienen. —Se burla ella sacándole la lengua antes de salir corriendo. Él la sigue y
damos la partida por terminada.
Río al ver cómo juegan igual que dos adolescentes, me habría encantado verlos en sus inicios, por lo
que me han contado, no fue sencillo porque Allie proviene de una familia muy convencional y no
aceptaron a Nick con facilidad.
—Bueno, mocosos —anuncia mi tía mientras se coloca la melena rubia a un lado de los hombros—, La
Cueva os espera. Más os vale comportaros, he dado permiso a mis hombres de seguridad para que os
echen de una patada si os pasáis de la raya.
—Somos tus sobrinos —recuerda Kibo con el ceño fruncido.
—Precisamente por eso, os conozco.
—¿Nos vamos? —Gabi taconea nerviosa desde la puerta y teclea en su móvil.
—Oye, ¿recuerdas todo lo que hemos hablado? —pregunta su padre, a lo que ella pone los ojos en
blanco, pero enseguida se recompone ante la ceja alzada de su madre.
—Sí, papá, lo recuerdo.
Connor y Sasha son muy diferentes respecto a la educación que le han dado a Gabi. Él es más
permisivo, aunque se preocupa mucho más que ella, sin embargo, Sasha le impone mucho más respeto
que él. Supongo que es porque mi tía es una de las mujeres más influyentes y poderosas del país, puede
chasquear los dedos y que a Gabi le prohíban la entrada en todas las tiendas y clubs de la ciudad, por no
mencionar cuando la castiga anulando su crédito en la tarjeta.
—¿Le has puesto los ojos en blanco a tu padre, Gabriella? —Sasha camina lentamente hacia ella, todos
alrededor enmudecen—. Porque te recuerdo que te he levantado el castigo bajo condiciones muy claras.
—No, mamá, te lo ha parecido a ti. ¿Podemos irnos ya? Os he dicho que no voy a hacer nada que
vosotros no haríais.
Hell, Nathan, Nick, Allie y Hope rompen en una carcajada, pero cierran la boca y desvían la mirada en
cuanto mi tía les fulmina con la mirada. Creo que hay pocas cosas que ella no haya hecho en su juventud.
—Mejor no hagas nada que yo no haría —matiza Connor dándole un beso en la frente. Mi prima asiente
y abre la puerta de la calle.
—Pasadlo bien. —Es lo único que mis padres me dicen antes de salir.
—Sobre decir que no podéis comentar con nadie todo lo que hemos hablado respecto a… —Nathan
señala a su alrededor, refiriéndose con claridad a la familia y el negocio.
—Claro, no somos idiotas —contesta Kibo.
Caminamos hacia el coche y nos dedicamos una sonrisa cómplice al pensar en la noche que nos espera.


IV

ASIA

Mi mejor amiga da saltitos de emoción cuando el grupo delante de nosotros ya entra en La Cueva.
Somos las siguientes.
—No puedo creer que llevemos hora y media haciendo cola.
—Verás cómo merece la pena. —Me da un abrazo y yo sonrío por lo contagiosa que es su ilusión.

Cuando me mudé desde Nashville hace unos meses, estaba aterrada por no ser capaz de iniciar una
vida en Nueva York. Siempre he soñado con ser periodista y trabajar en algún periódico importante como
el Times, así que el año pasado me animé a dar un cambio en mi vida y mudarme a la ciudad que nunca
duerme para hacer el último año de instituto aquí y luego acceder a la Universidad de Columbia.
Gracias a mis excelentes notas, me concedieron una beca completa para la Trinity School, la mejor de
la ciudad, en la que comenzaré cuando termine el verano. Sin embargo, a pesar de no tener que pagar los
estudios, sí tengo que pagar el apartamento que alquilé en Queens al llegar, más exactamente en Long
Island. Para ello trabajo duro en una pizzería del centro, estoy bastante contenta porque allí conocí a
Camila, mexicana de origen emigrada a Nueva York junto a sus padres cuando era bebé.
Ambas andamos en patines por un local ambientado a lo Grease, con una enorme gramola, colores
turquesa y luces de Neón. No se gana mucho, pero las propinas son geniales porque la mayoría de la
gente que viene son turistas, así que son generosos.
Cuando nos enteramos de que el club más extravagante y exclusivo de la ciudad iba a preparar una
noche para menores, enseguida empezamos a ahorrar y a meter más horas para poder pagar la entrada.
Además, la dueña es Sasha Ivankova, diseñadora de mi línea de lencería favorita, así que si, encima de
disfrutar de la noche, puedo verla y hacerme una foto con ella, haremos la noche redonda.
—¡Mira, mira! —exclama Cami señalando dos coches que acaban de pararse al otro lado de la acera.
Uno de ellos es blanco, deportivo y deslumbrante, mientras que el otro es negro, un todoterreno muy
grande con los cristales tintados.
—Es ella, es su coche —anuncia mi amiga convencida—. ¡Asia, es Sasha!
Mis ojos salen de sus órbitas al ver una esbelta pierna enfundando unos Ivankova color crema, sale del
coche y se pone en pie. Agita la cabellera dorada a los lados al indicarle algo a su hija, igual de
deslumbrante que ella, cuando sale por el lado del copiloto. No escuchamos nada debido a los gritos de la
gente que hay haciendo cola tras nosotras, algunos fotógrafos la graban, pero ella ignora por completo a
todos, igual que siempre.
—Es perfecta —dice mi amiga cuando Sasha cierra el coche y camina hacia sus acompañantes, en los
que no había reparado hasta ahora—. ¿Cómo puede caber tanta belleza y tanto estilo en una sola persona?
—Mira, Cami —señalo al resto del grupo.
—Creo que son sus sobrinos.
—¿Sí?
—¿No te acuerdas de esa foto que la prensa les hizo saliendo de aquel restaurante en Año Nuevo?
—Es verdad.
Hay muchísimos rumores acerca de Sasha Ivankova y de su familia, pero yo no me creo ninguno.
Simplemente es una mujer fuerte que ha tenido éxito, y por eso todo el mundo la envidia y se inventa
cosas sobre ella. A pesar de eso, es cierto que es muy celosa de su privacidad y en raras ocasiones se
consiguen fotos de su familia, a excepción de su hija Gabi, la cual tiene sus redes sociales inundadas de
fotos únicamente de ella.
—Madre mía, qué guapos —murmura una chica a nuestra espalda cuando la familia se acerca hacia la
puerta.
Pasan justo por delante de nosotras, saltándose la cola y accediendo al club sin dirigir palabra a nadie.
Sin embargo, algo sucede. Uno de los sobrinos, el rubio, hace contacto visual conmigo durante varios
segundos hasta que el guardaespaldas que camina tras ellos le pide que entre en el edificio.

DANTE

Jamie detiene el vehículo en la acera de enfrente a La Cueva, pudiendo vislumbrar desde aquí el
enorme letrero, las luces rojas del interior a través de las sutiles ventanas y la inacabable cola de
personas rodeando el edificio.
—Esto está petado de gente —comento mientras salimos.
—Y nosotros vamos a ahorrarnos la cola —vacila Kibo haciendo que ambos rompamos en una carcajada
y choquemos el puño.
—¿Listos, mis pequeños? —Sasha nos hace un gesto para que la sigamos cuando se pone en marcha
hacia la puerta, camina en primer lugar, sin esperar a su guardaespaldas.
Es espectacular cómo la gente admira a mi tía, la cantidad de personas que ahora mismo se encuentran
gritando. Hay algunos paparazzi tirándonos fotos, pero seguimos las claras indicaciones de Sas e
ignoramos a todo el mundo, hasta que llego a la puerta del club y me encuentro con dos chicas en primera
fila, esperando para entrar. Me llaman increíblemente la atención los ojos de una de ellas, parecen dos
galaxias repletas de diminutas estrellas, rodeadas por pestañas negras y muchas pequeñas pecas
decorando su rostro. Entonces, John, uno de los guardaespaldas de Sas, me da pide que siga caminando.
—Bueno, ya os expliqué cómo va esto —comienza mi tía cuando llegamos a la primera sala—.
Normalmente se entra de dos en dos, pero haremos la excepción. Voy a ir entrando, paso de saber los
gustos sexuales de mi hija —dice negando con la cabeza. Le dedica una mirada de advertencia a Gabi y se
marcha. Solo ellas saben la conversación que habrán tenido antes de venir.
—Bien, Gabi, pasa con Kyle —pide una trabajadora—, y vosotros dos conmigo.
La seguimos hasta un pequeño escritorio y respondemos a todas las preguntas que nos hace, yo pido
un disfraz de vaquero y Kibo uno de pirata, por supuesto, estilo eróticos todos ellos. No hay de otra clase
aquí. Si vienes, sabes a lo que vienes, si no es esto lo que buscas, hay otras cientos de discotecas en la
ciudad.
Una vez que ya estamos con nuestro respectivo atuendo, pasamos los tres a la última sala, en la cual
nos dan los antifaces, nos preguntan si queremos algún juguete sexual para que el personal del interior
pueda proporcionárnoslo sin tener que preguntar, y se asegura del color de nuestras entradas. Entonces,
antes de salir, estampa un sello de tinta invisible en nuestras frentes, cuya información solo puede ser
vista a través de las gafas especiales que llevan todos los camareros y personal del interior de La Cueva.
—Sasha es la puta ama —concluye Kibo cuando por fin atravesamos la última puerta y nos adentramos
en el interior del club.
—Lo sé —dice ella apareciendo por otra puerta.
Mira a su hija de arriba abajo, observando el disfraz de presa que ha escogido, y forma una línea con
los labios, toma aire y asiente.
—Muy adecuado —comenta con ironía—. En fin, pasadlo bien y recordad que hay cámaras. —Nos guiña
el ojo y vuelve a marcharse.
—¿Eso qué ha significado? —cuestiona Gabi— No creo que vaya a estar vigilándonos por las cámaras,
¿verdad? —Nos mira preocupada, nosotros no decimos nada—. ¿¡Verdad!?
—Mira, allí están tus amigas —indica Kibo señalando a Deborah a unos metros, con un disfraz igual de
discreto que el de todas las personas que estamos aquí.
Vaya orgía de hormonas.
Avanzamos por el la sala principal observando el lugar, reconociendo a algunas personas por sus
tatuajes y cuerpos, ya que todos llevamos la cara medio tapada con máscaras o antifaces. Vemos a
nuestros amigos sentados en unos sofás alrededor de una mesa, así que vamos hasta ellos.
—Mira que os ha costado llegar —dice Kenan en cuanto nos ve—, y eso que sois vip.
Todos reímos y chocamos los puños a modo de saludo antes de sentarnos. Un camarero se nos
aproxima con una bandeja, en la que lleva dos copas de diferentes colores, las deja sobre la mesa frente a
nosotros y se marcha sin decir palabra.
—¿Cómo sabe lo que íbamos a tomar? —pregunta mi primo tras dar un trago y comprobar que es lo que
le gusta.
—Porque os habrá mirado cuando habéis entrado. —Señala nuestra frente—. Ahí pone lo que habéis
dicho en todas las salas, lo que os gusta beber, las chicas, etc.
—Vuestra tía tiene un cerebro peligrosamente maravilloso —destaca Alan, otro de nuestros amigos—.
Haber creado esto… —mira a su alrededor— en fin, es la hostia.
—Lo es. —Asiento realmente fascinado por lo que esa rubia creó solo con veintiún años.
Entonces, la puerta por la que nosotros hemos salido se abre de nuevo, esta vez para dejar pasar a un
sexy unicornio y a una sexy enfermera. Mi lógica me dice que debe ser la chica cuyos ojos me han dejado
impactados, ya que eran las siguientes en entrar. Y, efectivamente, lo compruebo cuando pasan por
nuestro lado y vuelvo a ver sus ojos, es ella. Su amiga le dice algo y ambas van hacia la pista de baile, que
esta noche anima un famoso Dj sueco.
—Vamos a la pista ¿o qué? —digo a mis amigos, a lo que ellos asienten y me siguen.


V

ASIA

Han pasado dos horas más o menos desde que llegamos, no hemos dejado de bailar excepto por el rato
que hemos estado sentadas junto a unos chicos. No puedo asegurarlo, pero diría que dos de ellos son los
sobrinos que acompañaban a Sasha. No han querido decirme sus nombres y nosotras tampoco los
nuestros, pero lo cierto es que lo estamos pasando muy bien.
—¡Vamos a tomar un chupito! —exclama el rubio por encima de la música.
—¿¡Otro!?
Él asiente ensanchando la sonrisa más traviesa que he visto nunca y tira de mi mano hacia él. Camila
me comunica con la mirada que se queda bailando con el otro chico y rompe a reír cuando él la coge por
la espalda y la levanta del suelo.
Nosotros caminamos hasta una mesa alta en un rincón de la barra y el rubio hace una señal de dos con
los dedos al camarero, el cual asiente y se pone manos a la obra.
—Dios mío, como siga bebiendo no sé cómo voy a llegar a casa —río al sentir que el alcohol me va
subiendo.
—Yo te llevo —contesta él acercándose sutilmente.
Relajo la sonrisa y, sin pensar mucho, me acerco a sus labios, él me corresponde, pero apenas un par
de segundos, ya que enseguida retrocede y niega con la cabeza.
—Lo siento, no puedo.
—Perdona, no he debido hacerlo. —Me disculpo sintiéndome fatal.
—No, no, en serio. —Se rasca la cabeza y se toma de un trago uno de los chupitos que el camarero nos
deja sobre la mesa—. Lo siento, no es culpa tuya, es que…
—Tienes novia —afirmo. Él solo asiente—. Y habéis discutido antes de venir.
Vuelve a asentir.
—Hoy es mi cumpleaños, tenía un pase para los dos, pero ella no ha querido venir porque opina que
este no es un sitio decente para una pareja.
—Vaya… —Desvío ligeramente la mirada porque no sé qué decirle—. Bueno, creo que será mejor que
me marche ya.
—No, por favor, no te vayas por mi culpa.
—No, tranquilo. —Sonrío—. De todas formas, mañana tengo que trabajar temprano, así que debería
irme ya. Ha sido un placer conocerte, rubio.
—Lo mismo digo, pequeño unicornio.
Me devuelve la sonrisa y se inclina para darme dos besos que me saben a muy poco, pero, en fin, no
voy a romper ninguna relación.
Busco a Camila y le doy tiempo para despedirse antes de marcharnos, ella concuerda en que, si no,
mañana no habrá quien nos despierte. Pasamos a la sala de cambio para recuperar nuestra ropa y
pertenencias, y salimos a la calurosa noche de Manhattan para buscar un taxi.
—¿Qué ha pasado con ese chico? —pregunta cuando ya podemos hablar sin gritar debido al volumen de
la zona de la pista de baile.
—Le he besado, pero tenía novia. —Le lamento y encojo mis hombros.
—Joder, Asia, qué mala suerte tienes con los tíos.
—La historia de mi vida.

DANTE

Veo cómo mi pequeño unicornio abandona La Cueva tras rechazar el que seguramente habría sido un
increíble beso. Camino hasta el sofá y me dejo caer junto a mis amigos, Kibo me ve y se acerca, señala la
puerta del baño y yo le sigo hasta allí.
—¿Qué ha pasado? —pregunta mientras saca un porro ya hecho de la goma de su calcetín. Yo me
agacho y saco un pequeño mechero para que se lo encienda.
—¿Lo has visto? —Lo miro de reojo, él asiente—. Casi me lío con ella, tío. Bueno, en realidad lo he
hecho durante dos segundos.
—No me jodas, Dante, eso no ha sido un beso. No te emparanoyes, que ya te veo venir, no le digas nada
a Mackie.
—Pero tengo que decírselo, Kibo, la he cagado.
—Joder. —Le da una calada al porro y retiene el aire cuando la puerta de fuera se abre despacio, el
sonido de unos tacones se acerca hasta detenerse fuera de nuestra puerta y ella se aclara la voz.
—Abrid.
No necesita repetirlo. Retiro el pestillo y empujo la puerta para encontrarnos de frente con Sasha, la
cual pone los ojos en blanco y echa el cuello hacia atrás.
—Pero chicos, ¿por qué me lo ponéis tan fácil? —reclama lloriqueando—. Suéltalo antes de que te
marees, anda —pide a Kibo, el cual abre la boca y expulsa todo el humo de golpe.
—No se lo digas a mis padres, por favor —suplica.
Ella frunce el ceño varios segundos, mira a la cámara de la esquina sobre la puerta del servicio y luego
nos empuja hacia atrás.
—Dame una calada, si sigo viendo a Gabi con ese niñato de los Morris acabaré metiéndole un bala… —
Cierra la boca y nos mira, dibuja una falsa sonrisa y da una calada sin acabar la frase—. ¿Qué hacéis aquí?
¿Cómo coño habéis colado esto?
—No nos han registrado, como veníamos contigo. —Me encojo de hombros.
—Mierda de seguridad —murmura—. ¿Estáis bien? ¿Ha pasado algo? —Me mira directamente a mí, ha
tenido que ver el beso.
—Todo bien —miento sin poder mantener su mirada.
—De acuerdo. —Da otra calada profunda—. Ni una palabra de esto a vuestros padres, acabad rápido y
salid de aquí. El baño está para mear, coño —dice antes de cerrar la puerta.

*

Nos cuesta un rato convencer a Gabi de que ya tenemos que irnos, que Sasha nos ha mandado a
buscarla, pero nos cuesta aún más separarla de Kenny Morrison, el hijo malcriado de un famoso
empresario, con el cual Kibo y yo compartimos clase en la Trinity.
—¿Qué más os da? —cuestiona él mientras acaricia la pierna de mi prima, que se encuentra sentada
sobre él en un sillón—. Luego la llevo yo.
—A mí me la suda —respondo aburrido—, a la que no le da igual es a su madre, que, por si no lo sabes,
es la dueña de este sitio.
—Claro que lo sé.
—De verdad, qué incordio de primos sois —rechista la menor.
—De acuerdo, quédate —asiente Kibo y tira de mi brazo—, verás lo que tarda Sasha en venir ella misma
y prohibiros la entrada a los dos.
—Esperad —dice con los ojos en blanco cuando nos estamos dando la vuelta—. Ya voy.
Esperamos a que se despidan de un modo demasiado cariñoso como para querer mirarlos, así que me
giro y no puedo evitar acordarme de mi unicornio al ver cómo una pareja ríe en la misma mesa que
nosotros estábamos un rato antes. ¿Quién será esa chica?

ASIA

El ruido en la escalera, justo por fuera de mi apartamento, me despierta de forma brusca. Sin embargo,
me hacen un favor, ya que se me debió de olvidar poner el despertador y ya llego tarde a trabajar.
—Maldita sea. —Me sermoneo a mí misma a la vez que un pie se me enreda en la sábana cuando voy a
levantarme apresurada.
Vivo sola, y eso es algo que me gusta la mayor parte del tiempo ya que nadie me obliga a recoger mi
desastre. La parte mala es tener que pagar yo sola el alquiler, pero es un piso bastante pequeño, solo
tiene un salón y una cocina, todo el la misma estancia, cuarto de baño y una angosta habitación. Más que
de sobra para cubrir mis necesidades.
—¿Falta algo, Nino?
Afino el oído cuando el ruido que me ha despertado es ahora acompañado por voces que desconozco,
aunque no hace falta que me esfuerce mucho, ya que en este edifico las paredes son de papel. Sé que el
apartamento de enfrente estaba vacío, pero parece ser que mis nuevos vecinos han llegado.
—Mierda —digo al darme cuenta de que me estoy distrayendo, como siempre, y al final me regañarán
con razón cuando llegue al trabajo.
Me quito de la cabeza la esperanza de tener tiempo para desayunar, me desvisto con rapidez y me
pongo el uniforme blanco a rayas azules, acompañado del delantal con el mismo tono turquesa. Menos
mal que no nos mandan traernos los patines todos los días, pesan un montón como para ir cargada con
ellos.
Recojo mi pelo en un moño despeinado, lo rodeo con la cinta azulada y me pongo un poco de color en
los labios antes de pasar la cabeza por dentro del bolso para llevarlo colgado. Compruebo que la cartera,
el móvil y las llaves están dentro, y abro la puerta para salir corriendo, con tan mala suerte que me doy de
bruces con una enorme pila de cajas, las cuales no se caen de milagro, porque un chico las sujeta.
—Lo siento, perdóname —digo avergonzada—, espero no haber roto nada.
—No te preocupes, soy yo el que estaba invadiendo todo el espacio. —Sonríe y me tiende su mano a
modo de presentación—. Me llamo Niniano de Luca, pero puedes llamarme Nino, soy tu nuevo vecino.


VI

ASIA

Me sorprendo al comprobar que este chico no debe ser mucho más mayor que yo, voy a responder
cuando otra persona sale del apartamento con la sonrisa más grande que he visto en mi vida.
—¡Hola! —exclama la chica y se acerca entusiasmada para darme dos besos—. ¿Eres nuestra vecina?
—Eso parece. —Nino asiente con la cabeza y yo sonrío—. Ella es mi hermana Fiorella, acabamos de
mudarnos.
—Es un placer, yo me llamo Asia. Me encantaría ayudaros con todas estas cajas, pero ya llego tarde al
trabajo. —Levanto mi muñeca para comprobar la hora—. Madre mía, tarde no, tardísimo. —Rodeo todos
los trastos que tienen en el descansillo y les saludo con la mano antes de bajar corriendo las tres plantas
—. ¡Lo siento!
—¡Tranquila! —grita la chica asomando la cabeza por la barandilla—. ¡Encantada de conocerte!
—¡Igualmente! —contesto sin dejar de mirar los escalones, no vaya a ser que me caiga rodando.
Salgo del portal y miro hacia ambos lados de la calle antes de cruzar a toda prisa para no perder el
metro de las ocho y diez, ya tendría que estar en la cafetería hace diez minutos. Corro cuando las puertas
están a punto de cerrarse y consigo entrar por los pelos, con el cuerpo girado y los brazos levantados.
—Ay, menos mal —murmuro para mí misma y trago saliva para recuperar el aliento. Siento cómo mi
móvil vibra en el bolso, así que voy hasta un asiento libre y respiro un poco mientras lo saco para
responder a mi mejor amiga—. Ya lo sé, llego tardísimo.
—¿Te has dormido? —interroga Camila al otro lado en voz muy baja, seguro que se ha escondido para
llamarme sin que la vean con el teléfono.
—Sí, se me olvidó poner la alarma, ya estoy en el metro. ¿Ha llegado Ruffo? —pregunto haciendo
referencia a nuestro jefe.
—Todavía no, ha dejado una nota diciendo que llegará sobre las diez, pero ha mandado a Alicia hasta
entonces.
—Vale, intentaré entrar por detrás para que no me vea, llego en unos quince minutos.
—Hasta ahora.
—Adiós.
Alicia es la hija pequeña del dueño, solo tiene quince años, pero en una sabelotodo y siempre le cuenta
a su padre lo que hacemos cuando la manda a ella. Viven justo en el portal de al lado y ella ya está de
vacaciones en el colegio, así que hay días que nos manda abrir a nosotras y Alicia viene poco después
para controlarnos. Gracias a Dios que hoy no era mi turno de abrir, porque de haberlo sido, lo más seguro
es que me hubieran despedido por llegar tarde.
Todavía no sé como me las voy a ingeniar cuando empiece las clases en otoño, espero que Ruffo acepte
ponerme solo turnos de tarde.

DANTE

Me despierto tarde, como cada domingo, voy derecho a la ducha para despejarme y después bajo a la
cocina para desayunar. En esta casa vive mucha gente, y quien no vive aquí, como mis primos, vienen
todos los días, así que siempre está abarrotada.
—Buenos días, cariño —saluda mi madre cuando me acerco para darle un beso.
—Buenos días, ¿papá? —Me siento en una silla a su lado y espero a que Corín, la cocinera, coloque el
desayuno frente a mí.
—Está trabajando —contesta sin apartar la vista de la revista que lee.
—Ya, ¿y dónde está trabajando exactamente? —Apoyo los codos sobre la mesa y la miro con una ceja
arqueada.
Mi hermana entra en ese momento por la puerta, mojada y en bañador por haberse pasado la mañana
en la piscina con un par de amigas, las cuales llevan armando escándalo desde las diez. Mi madre me
hace una señal con los ojos para que no continúe con esa conversación y yo sostengo su mirada hasta que
Corín coloca un humeante plato de bacon y huevos revueltos frente a mí.
—Mami, ¿pueden quedarse a comer? —pregunta Marie sin preocuparse por darme los buenos días.
—Claro, Corín os preparará unos sándwiches, ¿os apetece?
—¡Gracias! —exclama mi hermana pequeña antes de volver corriendo al jardín.
—¿Tú no deberías estar en el hotel? —señalo con la boca llena de comida—. Se supone que eres la
directora, ¿no?
Hope deja la revista sobre la mesa con un sonoro ruido, se cruza de brazos y me observa con el ceño
fruncido. Yo continúo comiendo sin alterarme por su seriedad.
—Escúchame bien —pide sin moverse—. Sé que ya no eres un niño y que tienes curiosidad por saber…
cosas. —Se calla y sonríe a su hija pequeña cuando entra a por una bandeja de zumos que Corín estaba
preparando—. Yo solo quiero protegerte, Dante, ¿entiendes eso? No te haces una idea de… —Niega con la
cabeza y cierra los ojos, yo no digo nada—. Mi juventud no fue sencilla, cariño, tuve que pasar por cosas
duras que quiero evitarte a ti.
—Tal y como has dicho, ya no soy un niño, mamá. —Dejo el tenedor sobre el plato e intento buscar
comprensión en su mirada—. Sé que todos tratáis de protegernos a los cuatro, y entiendo que Marie siga
ajena a todo, solo tiene quince años, pero Gabi, Kibo y yo no —declaro seguro de mí mismo mientras ella
suspira—. No quiero hacerte sufrir, pero creo que tenemos la confianza como para empezar a ser sinceros
del todo, ¿no te parece?
—No vas a rendirte, ¿verdad? —adivina con resignación, niego con la cabeza y ella asiente triste—. De
acuerdo, en ese caso, mañana por la mañana tendremos una reunión con tu abuelo y todos tus primos. —
Hace una pausa, realmente preocupada por lo que se avecina—. Si queréis ser mayores, vais a tener que
serlo de verdad. Mayores, responsables y discretos.
—¿Lo que nunca fue papá, dices?
Los dos rompemos a reír y yo retiro la silla para darle un beso en la mejilla antes de seguir disfrutando
de mi bacon y mis huevos revueltos.

ASIA

Dejo la bolsa con los patines en mi taquilla de empleada, y me pongo las sandalias mientras escucho
cómo Camila me cuenta sus últimos cotilleos, todos procedentes de un libro que se está leyendo.
—¡Casi no me lo creó cuando ella se entera de que el chico tatuado es traficante de armas! —exclama
haciéndome reír por su entusiasmo—. ¿Te lo puedes creer?
—Lo que no me puedo creer es que me estés haciendo spoiler de todo —protesto a modo de broma—,
ya no voy a poder leérmelo.
—Tampoco ibas a hacerlo, nunca te lees los libros que te presto. —Pone los ojos en blanco y camina
hasta mí para esperar a que termine de guardarlo todo en la taquilla antes de marcharnos.
—Es que no tengo tiempo, Cami —admito—, ya sabes que estoy intentando adelantar con las clases, la
Trinity es una institución muy importante y tremendamente complicada. Como suspenda una sola
asignatura, me quitarán la beca.
—No te preocupes, eso no pasará porque eres súper lista. Bueno, como te iba diciendo, Alexis no
conocía a Ryder, es prácticamente la única de toda la ciudad que no sabe de él. —Escucho a Camila y
asiento de vez en cuando para que vea que le presto atención mientras las dos vamos hacia el metro—.
Hasta su mejor amiga sabe que es tipo con asuntos peligrosos entre manos.
—Bueno, no será para tanto. —Sonrío y le cedo el sitio para que se siente cuando llegamos a la parada
y solo hay uno libre.
—¿¡Que no será para tanto!? —exclama ofendida—. Ese chico, Asia, estudia derecho en la universidad y
su padre es el jefe de policía. ¿A quién se le ocurre traficar con armas en la casa de un policía? Por Dios,
es que parece tonto. —Pone los ojos en blanco y yo la abrazo por la ternura que me causa.
—Tu metro —informo cuando su línea se aproxima.
—Nos vemos mañana, recuerda que tenemos turno de tarde.
—Claro, hasta mañana. —La despido con la mano cuando las puertas del vagón se cierran y ella dibuja
una mueca con la cara para hacerme reír.
Soy muy afortunada por haberme hecho amiga suya, si no, estaría más sola que la una en esta
gigantesca ciudad.

Llego a mi edificio agotada, solo he trabajado seis horas, pero el hecho de tener que llevar los patines
prácticamente todo el tiempo, hace que se me carguen las piernas muchísimo, así que siempre termino
muy cansada. Es por eso por lo que espero al ascensor en lugar de subir andando, apoyo la espalda en el
respaldo y rebusco en mi bolso para sacar las llaves.
Estoy a punto de cerrar la puerta de mi apartamento cuando la de enfrente se abre.
—Hola. —Nino da un par de pasos son una gentil sonrisa—. Me preguntaba si podrías hacernos un
favor.
—Claro, dime. —Asiento y trato de ser amable, aunque lo único que deseo es tumbarme en el sofá hasta
la noche.
—Hoy es domingo y no conocemos la zona, ¿sabrías decirnos si hay algún supermercado abierto?
Estamos preparando la cena, pero no nos hemos percatado de que nos falta la sal y la pimienta.
—Pues la verdad es que por aquí cerca no hay ninguno.
—Vaya, qué mala suerte. —Chasquea la lengua y desvía la mirada.
—Pero yo puedo darte un poco de sal y pimienta, no hay problema.
—¿De verdad?
—Claro, pasa. —Sonrío y le hago un gesto para que me acompañe.
Mis padres siempre me han enseñado a ser cuidadosa y no dejar pasar a extraños, sin embargo, este
chico me da buenas vibraciones, no tiene pinta de ser un ladrón o un asesino, así que, ¿por qué
preocuparme?



VII

DANTE

El despacho se encuentra ahora mismo lleno, mis primos y yo permanecemos sentados en el sofá que
hay junto al escritorio, mientras que nuestros padres aguardan impacientes a que el patriarca comience a
hablar.
—Bueno, la semana pasada hicisteis un alegato frente a toda la familia —comienza Vladimir—,
presumisteis de saber de dónde proviene nuestro dinero y a qué nos dedicamos, ¿es así? —Clava la mirada
en Kibo, después en mí, y finalmente en Gabi.
—Yo lo sé, abue. —La última hace una pompa con el chicle que tiene en la boca y se pone en pie bajo la
atenta mirada de sus padres. Sasha arquea una ceja y luego pone los ojos en blanco.
—Ilumíname —pide el viejo.
—A ver, tenemos algunos negocios legales que solo sirven como tapadera para todo el dinero en negro
que sacamos de otros sitios. El hotel, la empresa de telecomunicaciones… etcétera, ayudan a que la pasta
ganada con la droga, las armas, la prostitución y demás parezca legal. —Dibuja unas comillas con sus
manos y luego hace una pompa más con el dichoso chicle que estoy a punto de sacarle de la boca.
—¿Y tú cómo sabes eso? —cuestiona V con los ojos entornados.
Gabi duda, Sasha cambia el peso de su pierna derecha a la izquierda y se cruza de brazos, Connor, en
cambio, niega con la cabeza y se cubre el rostro con una mano.
—Bueno, he escuchado rumores por ahí, y soy muy lista.
Su madre sonríe y asiente satisfecha, el abuelo aguarda un momento y luego se acerca para besar la
mejilla de su nieta.
—Buena chica, veo que tu madre te ha enseñado muy bien los valores de esta familia.
—¿Eh? —pregunta desconcertada.
—Ya les dije que te lo había contado todo —habla entonces la rubia—, pero me alegra ver que has
captado el mensaje de discreción y lealtad, gracias por no delatarme.
Gabi sonríe orgullosa y regresa a su asiento a mi lado, entonces, mi padre me mira y luego intercambia
otra mirada con mi madre, la cual asiente en medio de un largo suspiro.
—Está bien, basta de gilipolleces. —Hell camina hasta el centro del despacho y da una palmada en la
espalda de su padre, el cual, con un gesto de la mano, le cede su puesto—. Dante, Kibo, Gabriella —dice
mirándonos a cada uno de nosotros—, os hemos pedido que vengáis esta mañana porque os habéis
encargado de dejarnos claro que ya estáis preparados para pasar a formar una parte activa en el negocio
familiar. —Hace una pausa y los tres asentimos en silencio—. Para empezar, debéis tener muy claro que
estoy no es un juego. —Lleva su mano a la parte trasera del pantalón y, de pronto, nos muestra una pistola
—. Las armas matan.
—Si estáis dispuestos a llevar un arma —continúa Sasha—, lo primer que debéis asumir es que pueden
pegaros un tiro. —Mira directamente a su hija, la cual traga saliva de forma sonora.
—Llevamos muchos años en esto. —Mi tío Nathan da un paso adelante y se coloca junto a sus hermanos
—. Si no hemos querido compartirlo antes con vosotros, solo ha sido por protegeros —admite, y Kibo
asiente cuando su padre pone los ojos en él—. Hemos perdido gente, hemos visto morir a personas y…
—Y hemos matado. —Hope se adelanta con los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada dura y una
postura de confianza. Mi padre la mira y lleva su mano hasta la de ella para entrelazar sus dedos.
—No estamos orgullosos de pertenecer a una mafia —confiesa mi padre—, pero sí lo estamos de ser
una familia unida, una familia que se protege y que se ama.
—Hemos decidido que es hora de enseñaros y contaros todo porque vuestro abuelo tiene razón —dice
mi madre—, nos guste o no, esto es lo que somos, y vosotros también. Sois nuestros hijos y, por lo tanto,
corréis el mismo peligro que nosotros.
—O más —interviene Sas—. Irán a por vosotros, siempre lo han hecho, pero hemos intentado
protegeros como hemos podido. Sin embargo, los últimos años se ha ido haciendo más complicado porque
ya sois más mayores, empezáis a salir de fiesta —explica mirando a su hija— y a hacer cosas que no
hacíais cuando eráis unos niños.
—Así es. —El abuelo se levanta del borde de la mesa del despacho, y desliza la mirada por los ojos de
todos sus hijos antes de darse la vuelta hacia nosotros—. La pregunta es, ¿estáis preparados para lo que
todo eso significa? ¿Estáis preparados para empuñar un arma, defenderos cuando sea necesario y, matar
si vuestra vida o la de un miembro de la familia corre peligro?

*

ASIA

El verano avanza a pasos agigantados, las últimas semanas se han pasado volando y ya estamos a
finales de agosto, no puedo creer que solo falte una semana para comenzar las clases. Confieso que he
estado muy ocupada, entre el trabajo y las horas que he dedicado a estudiar y prepararme para llevar
todo al día, apenas he disfrutado del sol y del calor. A pesar de todo, no me arrepiento porque ahora tengo
un poco más de confianza en mí misma y sé que me resultará más sencillo cuando llegue el momento de
estudiar para los exámenes.
Camila me dice que debo relajarme y no tomarme las cosas tan en serio, pero es que ella no sabe lo
importante que es aprobar todo este curso, poder ir a la universidad de Columbia y estudiar periodismo es
lo único que me importa, es lo que me mueve para ir todos los días al trabajo y ganar dinero.

La puerta suena cuando estoy secándome después de salir de la ducha, imagino que será Nino o Fio,
así que me rodeo con una toalla y asomo la cabeza por la puerta del cuarto de baño.
—¡Pasa, está abierto!
—¿Dónde estás? —La voz de Nino desde el salón me hace sonreír.
—Acabo de ducharme, ahora salgo.
Desde que él y su hermana se mudaron en frente, nos hemos hecho inseparables. A ver, tampoco
pasamos el día entero juntos, pero nos llevamos bien y siempre que podemos, ellos vienen a cenar o a
comer a mi casa, o yo voy a la de ellos.
Me han contado que vienen de Calabria, en Italia, y que se han mudado porque, al igual que yo,
quieren estudiar en Columbia. La diferencia es que para ellos el dinero no es un problema, su padre es
empresario y todas las semanas les manda dinero de sobra para que hagan todo lo que quieran. Cuando
les pregunté que por qué no se habían ido a vivir a un apartamento mejor en Manhattan, cerca de la
Trinity —a la que también van a acudir—, me dijeron que prefieren guardar el dinero para otras cosas,
que con esta casa les basta y les sobra. Es curioso porque luego llevan ropa de marcas muy caras, Fio
tiene maquillaje y cremas que yo ni siquiera soñaría con comprarme, y Nino conduce un Audi bastante
caro. Lo sé porque me tocó arreglar unos cuantos cuando ayudaba a mi padre en el taller, en Nashville.
—Ya estoy —digo cuando salgo ya vestida y le veo sentado en mi sofá—. ¿Qué tal el día?
—Aburrido, Fio se ha ido a dar un masaje, así que me ha dejado a cargo de la cena.
—¿Qué delicia italiana vas a cocinar esta vez? —río dejándome caer a su lado.
—Había pensado en una lasaña, ¿te apetece?
—Sí, por favor, te quedan buenísimas.
Ríe conmigo y asiente mientras yo enciendo la televisión. Es un chico muy agradable, educado y super
correcto. Me refiero a que no es como otros que he conocido, parece maduro para su edad y nunca lo he
visto enfadado, siempre habla con calma y, cuando hay algo que no le gusta o no está de acuerdo, intenta
mirarlo desde diferentes ángulos hasta llegar a un acuerdo. Me atrevería a decir que es un poco frío y
calculador, pero en el buen sentido.
Su hermana, en cambio, es la chica más risueña que he conocido, constantemente con una sonrisa
dibujada en su hermoso rostro. Siempre está de buen humor y es muy cariñosa, intenta que la gente a su
alrededor se sienta bien y es complaciente.
Estoy feliz porque, a pesar de que Cami ya acabó el instituto hace dos años y no iré con ella a clase, sí
lo haré con Nino y Fio. Quizá no a la misma clase, pero sí a la misma institución, por lo que no estaré sola
del todo.
—¿Estás nerviosa por empezar las clases? —comenta al ver sobre la mesa baja que hay entre el sofá y
la televisión, los libros que he estado ojeando durante todo el verano.
—Un poco, pero no por las clases, si no por la gente —admito mirándole—. He visto muchas series de
televisión de adolescentes ricachones, con sus uniformes perfectamente planchados y ese increíble ego
que llega hasta las nubes.
—¿Te preocupa que te hagan el vacío?
—Supongo. —Me encojo de hombros y paso de canal.
—Serían idiotas si lo hacen. —Intenta animarme y lo consigue en cierta medida—. Eres una chica
estupenda, seguro que, si eres tú misma, ellos también lo pensarán.
—Ojalá.
—Y si no es así, nosotros estaremos allí. —Me da un toque con el hombro de forma amistosa y yo río
por el gesto.
—Muchas gracias por los ánimos. La verdad es que tengo ganas de que sea lunes por la mañana, lo
peor va a ser la ridícula falda de uniforme y la camisa abotonada, que, encima, me la he comprado
pequeña y ya no me la cambian, así que me queda super ajustada.
—Si quieres puedo…
—No. —Levanto la mano para rechazar su dinero una vez más—. Me abrocha, así que la usaré hasta
que los botones revienen —río acompañada por él.


VIII

DANTE

—Limpia todas estas y luego vuelves a montarlas —ordena mi padre.
—¿Otra vez? Ya lo he hecho dos veces —protesto señalando las pistolas sobre la mesa.
—Pues mira qué bien, así te costará menos. —Se da la vuelta hacia mis primos sin añadir nada más.
Pongo los ojos en blanco y obedezco mientras escucho cómo Sasha intenta que Gabi comprenda que es
muy importante que no hable de todo esto con ninguna de sus amigas. La rubia está un poco preocupada
porque su hija ha pasado los últimos meses de verano practicando todo lo que nos han enseñado, con tal
entusiasmo y agilidad, que se ha vuelto una experta igual que lo era su madre a su edad.
—¿Ahora te das cuenta de lo preocupado que estaba yo cada vez que te escabas por la ventana para
irte a Cielo? —comenta mi padre.
—¿¡Te escapabas por la noche!? —exclama Gabi con estupefacción.
—Estupendo, Hell —celebra mi tía con ironía.
—¡Te escapabas y luego no eres capaz de dejarme a mí hasta más de medianoche! —reclama su hija
con un tono que yo jamás emplearía con mis padres.
—¡Porque no quiero que te hagan las mismas cosas que me hicieron a mí! —contesta Sasha perdiendo
los nervios por completo. Mi prima la mira con seriedad ahora, confundida, al igual que Kibo y que yo.
La rubia sacude la cabeza y se aleja del despacho caminando sobre la madera con sus tacones
amarillos. Mi padre me hace una señal para que continúe con lo mío y sale detrás de ella.
—Gabriella, te has pasado —reprocha mi tío Nathan con expresión decepcionada antes de seguir
explicándole algo a su hijo.
Yo retiro la silla para separarme y me acerco a sofá donde está sentada mi prima, ahora con la mirada
perdida en algún punto de la pared.
—Oye, ¿por qué no vas y le pides perdón? —sugiero con un tono más amable.
—No, ahora no serviría, está muy enfadada. —Niega con la cabeza y apoya los codos en sus rodillas—.
Es que no sé por qué a veces dice algunas cosas que no entiendo —declara mirándome a mí—. A ver, sé
que les pasaron cosas cuando eran jóvenes y eso, pero ¿hasta el punto de ser tan sobreprotectora
conmigo?
—¿Sobreprotectora? —río con sarcasmo—. Eres la que más libertad ha tenido siempre, Gabi, si tuvieras
a mi madre, te darías cuenta de lo que es estar sobreprotegido.
—Me da igual, joder, yo quiero poder salir y hacer las cosas que hacen mis amigas, pero cada vez que
pongo un pie en casa, mis padres me miran como si acabasen de recuperar el aliento, como si lo hubiesen
estado conteniendo cada minuto que he estado fuera, y tampoco quiero que vivan preocupados por mí. Sé
cuidarme sola.
—Lo mismo decía tu madre. —Giramos la cabeza cuando Hope entra por la puerta—. ¿Y sabes qué? —
Se agacha frente a nosotros y coloca un mechón suelto de mi prima tras su oreja cuando ésta niega con la
cabeza—. Que era verdad. Sasha siempre ha sabido protegerse sola, se ha protegido a ella y lo ha hecho
conmigo, con toda la familia. Tu madre ha hecho cosas que probablemente nunca te cuente, y todas ellas
han sido por y para cuidar de nosotros —cuenta sin un ápice de mentira.
—Entonces ¿por qué no deja que yo me cuide sola?
—Porque te quiere, porque es tu madre y por el mismo motivo que yo intento proteger a Marie y a
Dante. Queremos evitar que paséis por ciertas situaciones que tuvimos que pasar nosotros, las cuales nos
enseñaron a apreciar mejor lo que tenemos.
—¿Qué situaciones? Ella nunca quiere darme detalles cuando le pregunto.
—Ni lo hará nunca. —Connor camina hacia nosotros con el rostro serio, puedo ver a Sasha apoyada en
el marco de la puerta, hablando con Hell mientras gesticula y trata de no subir la voz—. Levántate,
Gabriella, nos vamos.
—¿Por qué?
—Porque soy tu padre y te estoy diciendo que nos vamos —habla con autoridad y enfado.
—¿Y mamá? —cuestiona ella poniéndose en pie.
—¿Ahora te preocupa mamá?
Gabi agacha la cabeza y no dice nada antes de dirigirse hacia la puerta, cuando pasa por donde está su
madre, intercambian una mirada, pero Sasha no se mueve ni hace comentarios para impedir que Connor
se la lleve, el cual espera a que ella esté fuera para acercarse a besar los labios de su mujer antes de irse
junto a Gabi.
—Joder. —Niego con la cabeza por el mal comportamiento de mi prima y vuelvo a mi silla antes de que
mi padre regrese y vea que no he adelantado nada.

El verano ha sido un constante ir y venir, hemos tenido que aprender muchas cosas en muy poco
tiempo. Sasha nos ha enseñado a usar armas blancas, a abrir y cerrar navajas de abanico sin rebanarnos
un dedo y a desarmar sin salir heridos; mi padre ha sido el encargado de ayudarnos con la puntería y los
conocimientos acerca de las armas de fuego, nos ha instruido en defensa personal y me ha tocado
llevarme unos cuantos golpes antes de aprender a detenerlos; y el tío Nate nos ha explicado cosas más
referentes a cómo consiguen que la policía no nos eche las manos encima, cómo pasamos desapercibidos
y la cantidad de gente a la que hay que pagar para que no acabemos en la cárcel. Sabíamos que este
negocio era grande, pero hasta que no nos han contado y mostrado todo, no hemos sido conscientes de
hasta qué punto el apellido Ivankov maneja esta ciudad. Esta costa del país.

ASIA

—Vamos, maldita sea —gruño frente al espejo a la vez que intento atar los últimos dos botones de la
camisa blanca, los cuales se niegan en rotundo—. Joder.
Me rindo porque, como siempre, veo que voy a llegar tarde el primer día de clase, así que dejo sueltos
los dos botones superiores y coloco la corbata negra por encima, de modo que cubra un poco la piel
expuesta. Lo único que me faltaba es que me expulsasen por mostrar un poco el canalillo.
—¿Se ve mucho? —pregunto a Nino y Fiorella cuando tocan mi puerta.
—Que va —dice ella negando con la cabeza—. Además, seguro que todas lo llevan así o incluso más
desabrochado, por no mencionar que se subirán la falda para que parezca aún más corta.
—¿¡Más!? —exclamo y miro la mía muy por encima de las rodillas—. Es imposible que se la suban más.
—Venga, mirad qué hora es. —Nino se impacienta tras mirar su reloj de oro.
—Ya voy.
Correteo por la casa para asegurarme de que tengo todo lo necesario, que la vitrocerámica está
apagada y todas las ventanas bajadas, me miro una última vez en el espejo y cuelgo la mochila en mi
hombro antes de salir.
Monto en la parte trasera del impoluto coche de Nino y lleno mis pulmones de aire para tranquilizarme,
estoy muerta de los nervios porque no tengo ni idea de donde está mi primera clase y encima vamos a
llegar tarde.
—No puede ser.
Levanto la vista cuando Nino suelta una bocanada de aire, y me encuentro con la increíble caravana
que hay para cruzar el puente hacia Manhattan.
—Teníamos que haber ido en metro —maldigo y echo la cabeza hacia atrás.

Cuando estacionamos el vehículo, ya hace diez minutos que las clases han empezado, por lo que los
tres salimos corriendo hacia secretaría para pedir nuestra hoja informativa con todas las clases. La mujer
nos mira asustada al llegar hasta allí casi con la lengua fuera, así que sonríe con amabilidad y nos pide
que respiremos con calma, que, por ser el primer día, seguro que los profesores no lo tienen en cuenta.
—Tu clase está en esta misma planta, al fondo, la número 3 —indica mirándome a mi—. Y las vuestras
en la primera planta, estáis juntos en la primera, así que la número 12, junto al cuarto de baño.
—Muchas gracias —dice Nino después de que los tres tengamos ya nuestras hojas.
—No puedo hacerlo. —Me detengo en medio del pasillo cuando ellos ya han subido un par de
escalones.
—¿Cómo que no puedes hacerlo? —Fio se acerca hasta mí y sujeta mis mejillas con sus manos—. Haz el
favor de ir ahora mismo a tu clase, tocas la puerta y entras con la cabeza bien alta. Eres la futura
periodista del New York Times, así que haz que todo el mundo se entere. —Me guiña un ojo y yo sonrío
ante sus palabras de apoyo.
—Suerte —dice Nino cuando miro a ambos antes de comenzar a andar.
—Gracias.


IX

DANTE

Bromeo con Kibo sentado en mi pupitre, ligeramente recostado y con la pelota de rugby entre las
manos. El profesor da su discursito de todos los años acerca del respeto que debemos tenernos los unos a
los otros, pide que no toleremos el acoso a nadie y que, si lo vemos, lo denunciemos al director. Varias de
mis compañeras se miran y arquean una ceja, en especial Sabrina, la abeja reina, la cual hace un gesto
despectivo, seguramente sobre alguna nueva víctima que ya ha visto por los pasillos.
Mackie no comparte clase conmigo este año más que en dos asignaturas, pero no me importa, ya no
estamos juntos; de hecho, lo dejamos poco después de la fiesta en La Cueva, cuando le conté que había
besado a otra chica. Montó en cólera y, tras hablar después de que se calmase, llegamos a la conclusión
de que nos iría mucho mejor solo como amigos, así que digamos que ahora nos estamos dando un poco de
espacio.
—Todos los putos años lo mismo —susurro a mi primo y pongo los ojos en blanco mientras echo la
cabeza hacia atrás con aburrimiento.
En ese momento unos golpecitos en la puerta llaman mi atención, así que levanto la cabeza al tiempo
que se abre y una chica nueva entra por ella. Hace un gesto para recolocarse la mochila, con tan mala
suerte de que debía estar entreabierta y parte del contenido sale desparramado por el suelo.
—Vaya. —El profesor se acerca para ayudarla a recoger todo mientras el rostro de la chica, cuya cara
me suena muchísimo, empieza a sonrojarse a la velocidad de la luz.
—Por Dios, mirad qué patosa —ríe Sabrina junto a su séquito.
—Eres la nueva, imagino —dice el señor Looper mientras hace que se adentre más en la clase, la chica
solo asiente—. ¿Cómo te llamas?
—Asia.
—Qué nombre tan interesante, yo soy el señor Looper. —Se ve que intenta ser amable con ella, pero
solo consigue avergonzarla aún más—. Puedes sentarte en ese pupitre —indica y señala el que está libre
justo delante de Sabrina.
La chica camina temblorosa y puedo ver cómo aprieta la mochila con fuerza porque sus nudillos se
tornan blanquecinos, cuando está a punto de sentarse y el profesor ya está dado la vuelta, Sabrina se
inclina y tira de la silla hacia ella.
—Este sitio está ocupado, puedes sentarte en el suelo.
Pongo los ojos en blanco y arrastro la silla para levantarme, cansado ya de su actitud de zorra
adinerada.
—Siéntate en mi pupitre —ofrezco con una sonrisa cuando llego hasta ella—. Yo me sentaré aquí.
—Muchas gracias —murmura y sostiene mi mirada un par de segundos, hace un gesto como si a ella
también le sonase mi rostro, y pasa por mi lado para sentarse más atrás.
—Mira qué bien me ha salido la jugada —comenta Sabrina enredando un mechón de mi pelo en su
dedo.
—Tienes que dejar de ser tan perra, acabarán saliéndote arrugas antes de tiempo.
—Cretino —dice mientras me suelta y regresa a su asiento.

ASIA

Intento respirar con calma después de sentar en el pupitre que el chico rubio me ha cedido, no puedo
dejar de mirarlo por detrás mientras el profesor continúa hablando. Creo que es… No, no puede ser. O sí,
me parece recordar que en alguna parte leí que los sobrinos de Sasha Ivankova asistían a la Trinity, sin
embargo, ¿es posible que el chico que besé en La Cueva sea el mismo que acaba de cederme su asiento?
—¿Asia?
—Sí, disculpe. —Sacudo la cabeza cuando el rubio se gira hacia mí, al parecer el profesor me ha
preguntado algo y estaba tan distraída que no me he enterado.
—Decía que si puedes presentarte a la clase para que te conozcamos un poco más.
—Mmm, claro… —Cierro los ojos un segundo para armarme de valor e ignorar a la estúpida que me ha
llamado patosa y no ha querido que me siente frente a ella—. A ver, me llamo Asia Levine, hace unos
meses me mudé desde Nashville y trabajo en Meli’s. —Me encojo de hombros y formo una fina línea con
los labios, no sé qué más decir.
—¿¡Trabajas!? —exclama con una mueca de asco una de las chicas que, imagino, debe ser amiga de la
imbécil.
—Sí, trabajo desde hace años. En Nashville ayudaba a mi padre en su taller y con los chicos de… —
Cierro la boca al ver cómo las expresiones de la mitad de la clase se contraen, igual que si estuviesen
mirando a un extraterrestre.
—¿Y por qué has escogido hacer tu último año en la Trinity School? —insiste el señor Looper sin dar
importancia a lo anterior.
—Me gustaría estudiar periodismo en la universidad de Columbia… —Dejo la frase en el aire porque
imagino que ya lo entienden.
—Como si tuvieras dinero para pagarla. —Se carcajea la pelirroja y sus amigas la imitan.
—Sabrina, por favor —dice el profesor con un gesto de advertencia que solo provoca que ella ponga los
ojos en blanco—. Muchas gracias, Asia, puedes sentarte.
Es evidente que estoy sonrojada porque noto el calor en mis mejillas igual que si tuviese dos mecheros
quemándome a cada lado. Yo nunca he sido una chica vergonzosa, de hecho, soy todo lo contrario, pero
aquí no sé qué me está pasando. En mi hogar, en mi antiguo instituto y con los chicos que venían a
practicar boxeo en el gimnasio de papá, siempre fui muy extrovertida y risueña; aquí, en cambio, me
siento pequeña e insignificante entre todas estas personas adineradas, encumbradas en lo más alto de la
sociedad.

El timbre suena una hora después, todos los alumnos se levantan y recogen sus cosas para salir al
pasillo y caminar hacia sus próximas clases. Yo también guardo mis pertenencias mientras busco la hoja
orientativa para saber hacia dónde debo ir, pero se cuela entre dos cuadernos y aterriza en el suelo. Un
tacón negro la pisa cuando me agacho para recogerla, no necesito levantar la cabeza para saber de quién
se trata.
—Yo te voy a llamar África, porque parece que es de donde vienes con ese pelo grasiento y descuidado.
¿Habéis visto, chicas?
—Sí, da mucho asco —comenta otra con el mismo tono dañino.
—¿Vosotras no tendríais que ir a poneros el uniforme de animadoras? —El chico rubio se acerca junto a
otro con la piel tan negra como un bombón de chocolate—. La entrenadora ha cambiado los horarios.
—¿Y tú cómo lo sabes?
Me levanto y veo a la tal Sabrina con una ceja arqueada, a su lado, otras tres chicas parecen cortadas
por el mismo patrón que ella. Y sí, para acierto de Fiorella, todas llevan las faldas mucho más cortas y más
de dos botones de la camisa desabrochados.
—Porque soy el capitán del equipo y mi trabajo es saber esas cosas —contesta él y se agacha para
recoger la hoja, la cual Sabrina tarda un par de segundos en liberar.
—Que te diviertas con África —ríe ella antes de darse la vuelta junto a sus abejas tras ella.

DANTE

Observo cautivado esos ojos que reconozco en cuanto vuelvo a tenerla a menos de un metro. Me he
pasado la clase intentando recordar de qué me sonaba, y finalmente he caído en que es la chica que
conocí en la fiesta pitufo de La Cueva, mi pequeño unicornio.
—Disculpa a Sabrina —digo señalándola con la cabeza—, es mala por naturaleza.
—Gracias. —Asiente y acepta la hoja cuando se la ofrezco.
—Dante, voy yendo hacia el vestuario, tengo que pasar a por la ropa —comenta Kibo—. ¿Cojo la tuya?
—Sí, ahora voy.
—Vale. Hasta luego, Asia —habla con una sonrisa antes de darse la vuelta.
—Hasta luego.
—Oye, puede que me equivoque y que quede como un imbécil —digo entornando un poco los ojos con
una media sonrisa—, pero tú eres la chica unicornio de la fiesta pitufo de La Cueva, ¿verdad? —Aguardo
un segundo hasta que una sonrisa aparece en su rostro y se cubre la boca con una mano, muerta de
vergüenza.
—Madre mía, ¿rubio? —pregunta sin poder dejar de reír.
—El mismo. —Asiento y me apoyo en el borde del pupitre de atrás—. Menuda casualidad.
—Sí, últimamente las casualidades me persiguen —comenta mientras cierra la mochila y se la coloca en
el hombro.
—Igual es el destino, ¿crees en él?
—Sí, mucho —admite y se detiene al pasar por mi lado—. ¿Te importaría ayudarme? —Me enseña la
hoja que he recogido del suelo y señala su segunda asignatura—. ¿Dónde está esta clase?
—Vamos, te acompaño.
—Gracias.
Dejo que pase primero y me coloco a su lado cuando llegamos al pasillo, camina con precaución y mira
hacia los lados cuando la gente anda igual que si esto fuese una auténtica selva, solo que una con mucho
dinero.
—Me ha llamado la atención lo que has dicho de… —No me da tiempo a terminar la frase.
—¡Asia! —exclama una chica sonriente mientras se acerca junto a un tío que nunca había visto, por lo
que imagino que los tres deben ser nuevos.
—Hola, Fio —saluda ella con un abrazo, parece aliviada.
—¿Qué tal la clase?
—Bueno, bien —miente, ¿por qué miente? —. Perdona, él es Dante… —dice mirándome pensativa por
no saber mi apellido, aunque eso no me lo creo.
—Ivankov —aclaro con una sonrisa, provocando que la del chico y la chica que no conozco desaparezca
de golpe.
—Es Dante Ivankov, compartimos clase —continúa Asia, ajena al cambio de expresión de sus dos
amigos.
—Qué bien. —La tal Fio intenta disimular y vuelve a sonreír, pero conmigo no funciona, estos dos me
conocen. Al menos conocen mi apellido. Aunque, por otro lado, ¿quién no?
—Estamos juntos en la tercera clase —habla entonces el chico sin darle oportunidad a Asia a
presentármelos a ellos.
—¿En serio? —cuestiona el unicornio emocionada mientras revisa su hoja y la de su amiga—. Dante iba
a llevarme hasta allí.
—No es necesario. —El chico se acerca y pasa una mano por su espalda instando a que camine—. Ya
sabemos dónde está, vamos antes de que suene el timbre.
—Gracias —dice ella dedicándome una sonrisa antes de marcharse junto a sus amigos.
Permanezco de pie en medio del pasillo, con la vista fija en ese tío que ahora se aleja junto a Asia. Si
simplemente conoce mi apellido porque le suena o porque le han hablado de nosotros, no debería darle
mayor importancia. Sin embargo, si me conoce por otro motivo más específico, no dudará en darse la
vuelta para mirarme antes de desaparecer por las escaleras.
—Tío, ¿qué coño haces? —Kibo aparece por detrás—. Vamos, el entrenador nos espera y no me
apetece…
—Espera, joder.
—¿Qué pasa? —pregunta al ver mi expresión y sigue mi mirada.
Cuando creo que todo son paranoias mías, los tres suben los primeros escalones, pero él permanece un
poco rezagado, se detiene, apoya la mano en la barandilla y se gira provocando que nuestras miradas se
crucen. Lo sabía.


X

DANTE

—Ese tío me conoce —explico a Kibo mientras le señalo con el dedo, sin importarme una mierda que él
se dé cuenta.
—Todo el mundo te conoce, Dante. —Ríe quitándole importancia—. Venga vamos, joder.
—¿¡Quieres escucharme!? —exclamo y me giro hacia él cuando el otro ya ha desaparecido.
—¿Qué quieres? —Mi primo suspira aburrido.
—¿Te acuerdas de la chica con la que me besé en La Cueva?
—Sí.
—Es Asia.
—¡Venga ya! —Estalla en una carcajada y los dos caminamos hacia el vestuario para cambiarnos para el
entrenamiento—. Qué causalidad, ¿no?
—Ya ves. La cosa es que ha venido con otros dos nuevos, un chico y una chica —explico mientras
bajamos la escaleras hacia el sótano—. Cuando me ha presentado a ellos y ha dicho mi apellido, los dos se
han quedado flipando y han cambiado la cara, se han puesto serios y me atrevería a decir que en tensión.
—Bueno, puede que se hayan asustado —dice sin importancia—, si han oído hablar de nosotros y de
todos los rumores que hay, es normal, tío. No todos los días conoces a los miembros de una mafia —
susurra después de mirar hacia ambos lados para asegurarse de que no hay nadie cerca.
—Que no, estoy seguro de que hay algo más.
—Eres un paranoias. —Ríe y abre la puerta para entrar al vestuario.
—Eso espero, que solo sea una paranoia.
Antes del verano no me tomaba las cosas tan en serio, no le daba mayor importancia cuando me metía
en peleas o cuando algún gilipollas se pasaba de la raya, pero ahora, tras conocer todos los detalles del
negocio familiar y ser consciente de que los enemigos pueden salir de hasta de debajo de las piedras,
digamos que me he vuelto un “paranoias”, como dice mi primo.

Sudamos la camiseta con gusto, disfrutando de este deporte y pasándolo en grande mientras el
entrenador deja que le hagamos alguna que otra broma, sin pasarnos, claro. En una esquina del campo las
animadoras hacen lo mismo, con Sabrina en cabeza y Lindsay bajo sus órdenes. Es una buena abeja reina,
ella no suele ensuciarse las manos, siempre manda a Lindsay o a alguna de sus abejitas a hacer el trabajo
por ella. Haríamos una buena pareja si no fuese tan mala.
—¿Cuándo será la fiesta en la playa, Dante? —pregunta Sean mientras terminamos de ducharnos.
—Este viernes, Gabi se está encargando, ya sabéis que nadie planea una fiesta como ella.
—Sabrina debe estar que echa humo —vacila Kibo y cierra el agua para cubrirse la mitad del cuerpo
con su toalla—. El año pasado ya la tuvieron gorda porque tampoco dejó que ella hiciese nada.
—Que sea la capitana del equipo de animadoras no quiere decir que sea la reina de las fiestas —
comento sacudiéndome el pelo con la mano.
—No, esa es tu prima. —Ríe Sean junto al resto del equipo.
—Y está mucho más buena que el curso pasado. —Kurt se muerde el labio y otro par de chicos asienten
—. En serio, ¿qué ha hecho este verano? Apenas se la ha visto por ahí.
—Nada interesante —digo con desinterés mientras sonrío de reojo a Kibo.

ASIA

Nino, Fio y yo nos adentramos en la cafetería a la hora de almorzar, a sabiendas de que esto será
igualito que en el resto de los institutos.
—Veamos —comienza Fio—, allí están los del equipo de rugby. —Señala una mesa casi en el centro, en
la cual puedo ver a Dante y el otro chico riendo junto al resto, ataviados con sus peculiares cazadoras del
equipo de la Trinity.
—Las abejas —comento con desprecio al ver la mesa de al lado.
—Empollones al fondo —continúa Nino mientras caminamos con tranquilidad hacia la zona en la que te
entregan la comida.
—Mira, esos se marchan —dice Fio señalando una mesa cerca de las del centro—, voy a reservarla.
—Espera —pide su hermano, pero ella ya se aleja dando saltitos—. Joder.
Observamos cómo se sienta y nos saluda con la mano de forma animada, sin darse cuenta de que
Sabrina y un par más se han levantado de sus sillas y se acercan a ella.
—Esa tía otra vez —maldigo mientras nos acercamos.
No escuchamos lo que están hablando, pero Fiorella se pone en pie y acerca su cuerpo al de Sabrina, la
cual echa su pelo hacia atrás dramáticamente. Entonces, Dante gira la cabeza y nos ve, su rostro cambia
cuando Nino llega hasta su hermana e, igual que Sabrina, se levanta.
—¿Es que no te sirve con una mesa? —pregunta mi amiga sin acobardarse.
—Todas son mías, cielo. —La abeja reina sonríe con malicia—. Si dejo que te sientes o no, es decisión
mía.
—Venga, chicas, ya basta. —Dante se abre paso entre todas las animadoras hasta llegar a Sabrina.
Me mira un segundo, pero enseguida se fija en Nino y no aparta la vista de él, diría que de modo
amenazante.
—Fio, vámonos —Nino susurra por detrás de su hermana.
Me resulta extraño que no se enfrente a Dante, que no salga en defensa de Fiorella y, al parecer, el
rubio piensa lo mismo porque parece desconcertado.
—¡Mira tú por donde! —exclama la idiota—. Si eres amiguita de África, Dios las cría y ellas solitas se
juntan. —Se carcajea junto al resto de sus secuaces—. Los inodoros tienen tapas muy cómodas en las que
podáis sentaros todos a comer.
—Yo creo que la que debería sentarse allí eres tú. —Fio da otro paso más y puedo ver cómo el tono de
su voz ya no es tan amigable.
Nino rodea su brazo con una mano y tira hacia atrás, se coloca delante de ella y le lanza una mirada de
advertencia que queda entre ellos. Dante da otro paso más, va a decir algo, pero entonces las animadoras
miran por encima de mis hombros y algunas ponen los ojos en blanco.
—¿Qué está pasando aquí?
Abro los ojos estupefacta al ver a Gabriella Ivankova justo detrás de mí. Lleva el uniforme personificado
con detalles que lo hacen ser único, los tirabuzones de su pelo caen igual de brillantes que un amanecer, y
no me cabe ninguna duda de que esos zapatos son los Ivankova de la nueva temporada, la que todavía no
ha llegado al mercado.
—No pasa nada, Gabi —contesta Dante—, un malentendido, ¿verdad, Sabrina?
La pelirroja entorna los ojos y desafía a la reina Ivankova sin pudor alguno, sus miradas se cruzan
durante varios segundos hasta que Gabriella da un par de pasos despacio hacia ella.
—¿A quién le estás haciendo la vida imposible esta vez? —cuestiona con la cabeza ligeramente ladeada.
A su espalda, un poco rezagado, veo a un chico que, por su modo de llevar el uniforme, los adornos con
los que lo acompaña, y la expresión de su cuerpo, diría que es homosexual. También hay otra chica con la
misma expresión de superioridad y confianza que tiene Gabriella ahora mismo, ambos parecen
acompañarla y aguardar pacientes a ver cómo pone orden.
—Venga, ya está —anuncia Dante haciendo un gesto con las manos y colocándose entre ellas.
—Vámonos de aquí, Fiorella —insiste Nino en voz baja—, no deberíamos llamar la atención.
—¿Y vosotros sois? —La hija de mi diseñadora favorita gira sobre sus tacones y pone toda su atención
en nosotros, aunque parece más interesada en el miembro masculino de nuestro pequeño grupo.
—Nadie —contesta Nino mientras tira de su hermana con disimulo—, ya nos íbamos.
—¿Cómo te llamas? —insiste.
—Eso, ¿cómo te llamas? —Dante se acerca y las animadoras retroceden, sabiendo que han vuelto a
perder frente a la que parece ser la verdadera reina de la Trinity. Lo siento, Sabrina, pero no puede haber
dos reinas en la misma colmena.
—Niniano —contesta él a regañadientes.
—¿Apellido? —preguntan Dante y su prima a la vez.
—Tenemos que irnos. —De repente, lanza una mirada a su hermana y ambos se escabullen entre el
público que se ha acercado a observar la escena.
Todo sucede tan deprisa que no me doy cuenta de por dónde se han ido y permanezco ahí de pie,
inmóvil. Gabriella se acerca a mí y me inspecciona, su primo pone los ojos en blanco y dice algo al chico
que también es sobrino de Sasha.
—¿Eres la nueva? —pregunta con un tono que creo pretende ser amigable.
—Sí, es mi primer día. —Intento contestar con naturalidad, aunque lo que me provoque sea abrazarla y
decirle lo que admiro a su madre.
—¿Y qué tal está yendo?
—Bueno… —Desvío la mirada hacia Sabrina, que no nos quita los ojos de encima.
—Curso nuevo, víctimas nuevas. —Gabriella niega con la cabeza y se encoge de hombros para quitarle
importancia—. No dejes que te pise o no te dejará en paz en todo el año. Es un consejo. —Me guiña un ojo
y se aleja acompañada de sus dos ¿amigos?
Dante sostiene mi mirada y parece que va a decirme algo, pero creo que ya he tenido demasiadas
experiencias por hoy, así que, sin darle tiempo a hablar, me doy la vuelta y abandono la cafetería de forma
apresurada. Imagino que cuando llegue a casa comeré con más ganas.


XI

DANTE

No sé lo que acaba de pasar, lo que sí pienso saber es quién es ese Niniano y su hermana, no me ha
gustado un pelo que no quisiera decirme su apellido, ¿acaso oculta algo? Porque si es así, voy a
averiguarlo.

Descanso sobre una hamaca de la piscina, acompañado por mis primos y mi tío Nick, el cual acaba de
enterarse de que ya somos conocedores de todo lo que la familia ha intentado ocultarnos siempre. Allie y
él han pasado el verano haciendo una vuelta al mundo, por lo que llevábamos meses sin hablar apenas con
ellos. Ya es jueves y ha aprovechado que Allie tiene trabajo para venir a pasar con nosotros el fin de
semana.
—¿De verdad crees que estás listo, Dante? —cuestiona y baja un poco sus gafas de sol para mirarme.
—Sí, después de todo lo que nos han contado, creo que es importante que sepamos defendernos.
¿Quién te dice que no vamos a tener que hacer frente a las mismas cosas que vosotros cuando eráis
jóvenes?
—Dios quiera que no sea así. —Suspira y vuelve a bajarse las gafas para seguir disfrutando de los
últimos rayos de sol.
—Oye, ¿conoces de algo a esa chica que estaba el lunes en la cafetería? —averigua Gabi.
—¿A cuál de las dos? —Le pregunto.
—La nueva víctima de Sabrina.
—Se llama Asia, viene conmigo a algunas clases. A la que no conozco es a la otra y a su hermanito, no
me hace ninguna gracia que estuviese tan misterioso con su apellido.
—Y menos te va a gustar cuando te diga lo que he descubierto.
Se sienta en la hamaca y yo me incorporo un poco para prestarle atención, Kibo nada hasta la orilla de
la piscina cuando nos ve y de un salto sale del agua, sacude su pelo y se sienta al lado de Gabi.
—¿Qué pasa? ¿Es una especie de espía secreto? —bromea mi primo.
—Peor, no os lo vais a creer.
—Habla de una puta vez, me estás poniendo de los nervios —gruño y compruebo que Nick tiene los
auriculares puestos.
—Niniano y Fiorella De Luca —comienza con ese peculiar tono interesante que tanto le gusta
interpretar—. Provienen de Calabria, de la Calabria antigua. —Hace una pausa para que sumemos dos
más dos, pero yo no quiero creer en la primera teoría que me viene a la cabeza—. Chicos, pertenecen a la
‘Ndrangheta.
—Ni de coña. —Kibo suelta una risa nerviosa.
Gabi se levanta sin decir nada y camina hasta la mesa en la que está su mochila de clase, saca una
carpeta amarilla y luego unos papeles, los cuales nos entrega después de sentarse.
—Su padre es nada más y nada menos que Donatello De Luca, lleva años en una prisión de Italia —
explica mientras yo mismo leo la información en las hojas que nos ha dado—. Su abuelo fue Capo Crimine
de la ‘Ndrangheta, y después se padre hasta que lo pillaron y lo encarcelaron.
—Esto es… —Niego con la cabeza igual que Kibo, el cual no ha dejado de hacer ese gesto desde que
Gabi ha puesto los papeles en sus manos—. ¿A qué cojones ha venido a Nueva York? —La miro cuando no
encuentro esa información en el dossier.
—Mi contacto dice que hace unos meses se creó una nueva ‘ndrina en la ciudad, es como un grupo de
miembros de la ‘Ndrangheta que tienen que obedecer las órdenes de otro tío, no me acuerdo cómo llaman
a ese. —Pone los ojos en blanco y gesticula con las manos—. El caso es que Nino tiene la doti de
trequartino, lo que significa que tiene acceso a tres cuartos de la organización.
—¿Tiene a gente a sus órdenes? —pregunta Kibo con el rostro serio.
—Sí, unos cuantos. Debe obedecer las órdenes del tío ese que os digo que no me acuerdo cómo lo
llaman, y así ascender en la escala jerárquica para llegar a ocupar el puesto de su padre y ser un orgullo
para él.
—La madre que me parió —maldigo y le devuelvo los papeles para frotarme los ojos—, esto no es
bueno.
—¿Crees que deberíamos contárselo a nuestros padres? —cuestiona Kibo, ante lo que niego con
seguridad.
—No, ellos ya tienen suficiente con todo el trabajo, esto es asunto nuestro.

ASIA

He sobrevivido a la primera quincena de clase, no puedo creerlo, pensé que no pasaría del lunes
cuando esa zorra, porque no tiene otro nombre, decidió que yo sería su nueva víctima este curso. No se ha
cansado de hacerme bromas pesadas, como antes de ayer que se las ingenió para hacerme explotar en la
cabeza un globo lleno de agua y harina. Juro que estuve a punto de matarla, pero no es mi estilo, además,
Gabriella se acercó y se aseguró de dejar en ridículo a Sabrina contándole a todo el mundo que esa nariz
de la que tanto presume es operada.
Hoy es viernes y Dante me ha pedido que vaya a la fiesta que se celebra en la playa para despedir el
verano, la organiza su prima y dice que será divertido. Personalmente solo lo veo como una nueva
oportunidad para que Sabrina me humille, pero esta vez no iré sola, Camila viene conmigo.
—¿Te gusta este? —cuestiono frente al espejo tras probarme el tercer biquini.
—Te queda genial, Asia, deja de probarte bañadores ya. —Bosteza en el sofá mientras espera a que se
le sequen las uñas—. ¿Acaso quieren impresionar a alguien? —pregunta con una ceja arqueada.
—No, idiota, solo quiero sentirme segura entre toda esa gente. No te imaginas lo crueles que pueden
llegar a ser, Cami.
—No tienen nada que decir de ti porque estás estupenda, así que deja de darle vueltas. ¿Van a venir Fio
y Nino?
—No lo sé, han estado muy raros toda la semana. —Me quedo pensativa mirando cómo mi amiga sopla
a sus dedos, la verdad es que no lo había pensado hasta ahora.
—¿Crees que es por Dante y su familia? Todavía no asimilo que vayas con ellos a clase —ríe y niega con
la cabeza—. Dime, ¿qué posibilidades hay de que el mismo chico que besaste en La Cueva acabe en la
misma clase que tú?
—Las mismas de que volvamos a besarnos —bromeo y le tiro un cojín mientras le saco la lengua.

Nino nos ha dicho que tiene que ocuparse de algunos asuntos antes de venir a la fiesta, su hermana ha
querido acompañarle, pero él ha insistido en que no, que nos adelantemos y después se une a nosotras.
Así que hemos cogido el metro y después de un largo camino, por fin estamos en la playa de Long Beach,
inmensamente larga y con una arena blanca que provoca quitarte las zapatillas y pisarla.
—Esto está abarrotado —observa Cami a medida que bajamos las escaleras y vemos a la gente
alrededor de hogueras, con grandes altavoces y diferentes barras improvisadas de bar.
—Gabi ha hecho un buen trabajo —comento y río ante una escena divertida que están protagonizando
unos cuantos chicos a unos metros.
—¿Lo dudabas? Es Gabriella Ivankova, por Dios. —Cami se sujeta en mí para quitarse las sandalias, las
mete en su bolsa de playa y, de un movimiento, se deshace del vestido y deja a la vista un biquini precioso.
—¿Tú qué opinas? —pregunto a Fio al verla más seria y callada de lo habitual.
—Está muy bien —dice con una sonrisa, aunque la conozco ya de varios meses como para saber que le
pasa algo. Sin embargo, no soy una persona entrometida, así que esperaré a que ella misma quiera
contármelo.
—Bueno, vamos allá.
Después de unos cuantos minutos paseando y saludando a las pocas personas que conozco, y sin haber
visto todavía a Dante ni a Kibo, decido que ya es hora de desvestirme. Me quito los pantalones cortos
vaqueros y después la camiseta, guardo todo en la mochila y luego me siento sobre un tronco situado
junto a una de las hogueras, la más grande. Mis amigas se sitúan a mis costados y esperamos a que la
barra se libere un poco para ir a buscar algo para beber.
—¿Qué hora es? —pregunta Fio cuando, un rato después, su hermano todavía no la ha llamado para ver
dónde estamos.
—Las siete y media, está atardeciendo, mirad qué bonito.
Observamos unos minutos al horizonte cuando el sol comienza a ponerse, hasta que un rato después, el
ruido de música muy alta nos llama la atención en la carretera. Un impecable Ferrari descapotable negro
se detiene justo frente a las escaleras que dan a la playa, y la gente grita y celebra mientras lo señala con
las manos. Bueno, mientras señalan a sus integrantes, que no podían ser otros que los Ivankov.
Kibo abre la puerta del copiloto, tras él sale Gabriella y, por el otro lado, Dante se levanta ataviado
únicamente con un sexy bañador blanco. Gabi lleva una corta bata de seda rosa semi transparente medio
desatada, y por debajo, por supuesto, un biquini de la línea de su madre. Por un momento me siento
orgullosa y contenta por haberme puesto el Ivankova que tan caro me costó, pero al cual casi no he
podido sacar partido este verano. ¿Lo reconocerá?

DANTE

Apago el motor y rodeo el coche para descender las escaleras hacia la blanca arena de la playa de Long
Beach. Gabi da un saltito tras sujetar la mano de Kenny Morrison y besa su mejilla antes de que él la
ayude a subirse a una tarima en el centro de todo el espacio que la fiesta ocupa.
—¡Hola a todos! —grita por el micrófono inalámbrico que Oscar, su mejor amigo, acaba de darle—. Veo
muchas caritas nuevas por aquí. —Ríe y mueve las caderas mientras saca la lengua—. Espero que lo
paséis muy bien esta noche, ya conocéis la única regla, ¿verdad?
Dirige el micrófono a la gente y se lleva la mano a la oreja mientras todos los presentes, y ya habituales
en esta fiesta de fin de verano, gritan:
—¡Memento mori!
—¡Dale caña, Mike! —pide al Dj que ha contratado y sujeta las manos de dos compañeros del equipo de
rugby para que la ayuden a bajar.
No puedo evitar reír por lo diva que es y lo bien que sabe manejar a todo el mundo, es sorprendente
cómo sabe lo que cada persona quiere y necesita en cada momento, me pregunto si mi tía Sasha era así
cuando tenía su edad. Me habría encantado conocer esa época de su vida, la de todos, en realidad.


XII

DANTE

Sonrío y aplaudo junto la resto cuando Gabi da por iniciada la fiesta.
—Vamos a por una copa —sugiere Kibo señalando la barra más cercana.
Tardamos más de diez minutos en llegar debido a la cantidad de amigas que me paran por el camino
para saludarme y para coquetear, seamos claros. Y lo mismo con Kibo, él es muy selectivo y no le gusta
cualquiera, aunque disfruta del buen sexo igual que yo, e igual que todos.
—Brenda está tremenda hoy, eh. —Me da un golpe en el pecho y la señala a unos metros, bailando con
otra amiga de nuestra prima.
Yo busco de forma involuntaria a Asia entre todos los presentes, no la he visto todavía y algo me dice
que no vendrá.
Su semana no ha sido fácil, Sabrina y las demás animadoras han estado haciéndole la vida imposible,
con bromas tan pesadas que yo me habría dado de hostias con cualquier tío que me hubiese hecho
cualquier cosa parecida. Ella, sin embargo, se lo ha tomado con calma y no les ha dado ni pizca de
atención, que es lo que buscan. He tratado de acercarme a ella en varias ocasiones, pero no se separa de
De Luca ni un puto segundo fuera de clase, y con él prefiero mantener las distancias. Por ahora.
—¿Qué tomáis?
—Jack Daniels para los dos —contesta Kibo al camarero.
Muevo el cuerpo un poco al ritmo de la música mientras permanezco con un codo apoyado en la barra,
deslizo la mirada por la gente que va y viene, que baila y que charla animadamente. La busco, no vamos a
engañarnos.
—A eso le llamo yo hacer una entrada triunfal.
Sonrío aún sin haberme dado la vuelta, paso la lengua por mis labios y ahí está. Las pecas que decoran
sus mejillas y parte de su nariz parecen más visibles con esta luz del atardecer, y debo decir que ese
biquini le queda impresionante. Realza sus pechos, ni muy grandes ni muy pequeños, y me sorprendo al
ver un discreto tatuaje que lleva en el vientre, por el cual pienso preguntarle más adelante.
—¿Te estabas escondiendo? —pregunto con la sonrisa ladeada y unas ganas inmensas de retroceder a
aquel día en el que rechacé su beso.
—¿Acaso me buscabas? —Arquea una ceja y yo asiento sin más.
—Desde que he llegado.

ASIA

A eso el llamo yo ser sincero. Dante aguarda una respuesta por mi parte, y yo me arrepiento de haberle
hecho esa pregunta porque ahora no sé qué decir.
—Aquí tenéis.
Se gira cuando el camarero deja un vaso frente a él y luego me mira de nuevo.
—¿Qué quieres tomar? —pregunta mientras posa una mano en mi espalda y me insta para que me
acerque.
—Sorpréndeme, algo que no sea muy fuerte. —Sonrío y me quedo absorta por sus facciones cuando le
pide algo al chico tras la barra.
Tiene la mandíbula marcada por una fina línea que le hace parecer el típico chico malo, su nuez se
mueve bajo la garganta y se le forman unas sexys arrugas de expresión cuando sonríe, en la frente y en
las mejillas.
—Prueba esto. —Me anima tras tenderme el vaso que le acaba de dar el camarero. Me abstengo de
olerlo y lo acerco a mis labios, no aparto la vista de él mientras termino por completo con el chupito—. ¿Y
bien?
—Te dije algo suave. —Toso y paso el dorso de la mano por mi boca para limpiar los restos.
—Perdona. —Ríe y me ofrece su copa, no sé lo que está tomando, pero dudo que sea más fuerte que lo
que acabo de deslizar por mi garganta.
Doy un par de tragos y tomo aire sintiendo que el sabor anterior deja paso al nuevo, el cual, debo decir,
no está nada mal.
—Tenía ganas de volver a verte, unicornio —comenta entonces, y una sonrisa abarca su rostro
dibujando las ya mencionadas arrugas.
Voy a responder, pero veo a Nino acercarse por detrás de Dante, cuando levanto la vista, el rubio me
imita y puedo observar cómo tensa la mandíbula y desaparece su sonrisa como si acabase de ver al
mismísimo Lucifer.
—¿Estás bien? —pregunto colocando una mano en el hombro de Dante. Nino aún está a unos cuantos
metros, por lo que no nos escuchar.
—Sí, pero no deberías acercarte a ese tío —sugiere con voz seria y convencida.
—¿Por qué dices eso? —Arqueo una ceja y doy un paso atrás, contrariada y sin que sus palabras me
agraden del todo. ¿A qué ha venido eso?
—No lo conoces, él… —Rasca su nuca y mira de nuevo a su espalda para comprobar que casi ha llegado
hasta nosotros.
—Lo conozco más que a ti —espeto antes de alejarme de él para reunirme con mi amigo.
Dante intenta sujetar mi brazo, pero me aparto y le lanzo una mirada de advertencia para que no se le
ocurra volver a tomarse esas confianzas conmigo.
Nino frunce el ceño al percatarse de lo sucedido, siento los ojos de Dante clavados en mi espalda, pero
no vuelvo a mirarlo, solo sujeto la mano de Nino y me alejo con él antes de que pueda producirse un
enfrentamiento entre ellos. Aunque, pensándolo bien, nunca he visto a Nino enfrentado con nadie, y no
será porque no ha tenido ocasiones, puesto que el rubio se le ha encarado en más de una ocasión, sin
embargo, él ha reaccionado al contrario de cualquier chico que conozco.
—¿Qué ha pasado? —inquiere mientras regresamos junto a su hermana y Cami.
—Nada, ¿a qué te refieres? —Me hago la tonta todo lo bien que puedo.
—Dante te ha sujetado por el brazo, parecíais estar discutiendo.
—Ah, eso. —Miro hacia otro lado buscando a mis amigas—. Solo ha sido un malentendido, nada más.
¿Qué has estado haciendo para tardar tanto?
—Nada, tenía asuntos que resolver. —Igual de misterioso que siempre, me deja con la curiosidad.

DANTE

Poso el vaso de cristal sobre la barra metálica con rabia, derramando parte del contenido. Apenas
conozco a Asia y, a pesar de que no puedo negar que me atrae sexualmente, no puedo permitir que se
junte con un puto capo de la mafia calabresa, ¿acaso nos hemos vuelto locos? Esta jodida costa es mía, es
de mi familia, de los Ivankov. La ‘Ndrangheta no tiene nada que hacer aquí, al menos nada bueno.
—Hola, guapo. —Tabitha susurra en mi oreja desde atrás, desliza las manos por mi abdomen y va
rodeándome hasta colocarse frente a mí, entre la barra y yo.
—¿Cómo estás, preciosa?
Le doy un beso en la comisura de los labios y permanecemos así de juntos varios segundos más, hasta
que Kibo me llama con una pelota de rugby en la mano y me hace un gesto para que vaya.
—¿Podemos acabar esto más tarde? —Rozo mi nariz con la suya y le doy un beso en la boca cuando
sonríe coqueta y asiente.
—Luego nos vemos —dice y pasa por mi lado, admiro su trasero bajo ese tanga de biquini morado y
reacciono al escuchar de nuevo la voz de mi primo.
Jugamos un pequeño e improvisado partido sobre la arena mientras la gente arremolinada a nuestro
alrededor nos anima y celebra marque quien marque, puesto que todos pertenecemos al mismo equipo.
Río cuando Kibo me la cuela y ambos nos rebozamos en la arena cuando se tira sobre mí, hasta que Sean
se quita el bañador, realiza unos movimientos de cadera bajo los gritos y risas del resto, y corre hacia el
agua. Nosotros le imitamos, aunque sin desnudarnos, no me apetece que mi anatomía completa esté
mañana en las redes sociales y en las revistas. No sería la primera vez que algún cabrón nos vende a la
prensa como carnaza por ser sobrinos de Sasha, la reina por excelencia de la lencería, los clubs exóticos y
los zapatos más altos.
—Deberías olvidarla —comenta mi primo salpicándome con el agua.
—¿Eh? —Lo miro sin comprender y él alza una ceja.
—Le has echado el ojo a Asia.
—No digas gilipolleces.
—Te la quieres follar.
—Igual que cualquier tío que tenga ojos en la cara. —Río para quitar tensión y me lanzo encima de él
para meter su cabeza bajo el océano.

*

Doy otro trago a mi copa sentado en un tronco alrededor de la hoguera, ya estoy un poco borracho y no
puedo dejar de reír con mis amigos. El encuentro con Tab ha sido rápido y en mi coche, he tenido que
ponerle la capota para que no nos viera medio paseo marítimo, pero ha merecido la pena; desde que
Mackie y yo lo dejamos, me he acostado con diferentes chicas, ¿por qué negarlo? Estoy soltero, soy joven
y responsable —casi siempre— y disfruto del sexo, así que no me cierro a nada.
—Mira. —Kibo me da un golpe en el estómago con el dorso de su mano y señala con la cabeza las
escaleras de salida hacia el paseo, por las que ahora están subiendo Asia, Nino y compañía.
Sé que he bebido y que mi padre no aprobaría lo que voy a hacer, pero que le jodan, seguro que él
cometió más irresponsabilidades cuando era joven.
—¿A dónde vas? —Mi primo se levanta y camina tras de mí cuando me dirijo hacia ellos—. Dante, no es
buena idea, aquí hay mucha gente.
—¿Me ves preocupado?
Nino, que se ha girado para ver si su hermana le sigue, me ve acercándome hacia ellos y todo su rostro
se tensa, provocando que el de Fiorella haga lo mismo al percatarse de lo que sucede.
—¿Ya os marcháis? —pregunto con una falsa sonrisa.
—Sí, mañana tenemos que madrugar. —La que contesta es la única chica de quien no conozco el
nombre, imagino que será amiga de Asia. Esta última permanece callada y su postura es ligeramente
defensiva, en claro apoyo al cabrón italiano.
—Veo que siempre vas muy bien acompañado —continúo intentando provocarle, este tío debe tener
cojones si es parte de la ‘Ndrangheta.
—Tenemos que irnos. —Es lo único que dice antes de lanzarle una mirada a su hermana.
—Yo creo que no. —Sujeto su brazo y subo un par de escalones para colocarme a su altura—. Niniano
De Luca —pronuncio su apellido cerca de su rostro, el cual termina por descomponerse—. Sé quien eres
—hablo en voz baja para que solo él me escuche, aunque me da igual si alguien más lo hace.
—Apártate —pide ahondando en su paciencia.
—¿Pensaste que podrías llegar a mi ciudad y pasar desapercibido?
Siento la presencia de Kibo a mi espalda, estoy seguro de que preparado para cualquier cosa. Soy
consciente de que esto es un error, pero llevo días queriendo enfrentarle y descubrir qué cojones ha
venido a hacer a Nueva York.


XIII

ASIA

Me cosquillean los dedos por lo nerviosa que estoy, no me gustan nada las peleas y parece que esa es la
clara intención de Dante. No comprendo por qué se comporta así, hasta hace unas horas me parecía un
chico encantador, e incluso me sentía atraída por él, mucho. Sin embargo, desde que antes me ha dicho
que no quería que me acercase a Nino y ahora, ver su estado de macho poderoso buscando un
enfrentamiento que Nino no ha provocado, solo me produce desprecio. Odio a este tipo de chicos.
—Te he pedido amablemente que te hagas a un lado, te advierto que la próxima vez
no seré tan simpático —amenaza mi amigo por primera vez. Una sonrisa triunfante cruza el rostro del que
parece ser el rey de esta playa, de la Trinity y de toda la ciudad.
—Me encantaría verlo, De Luca. —Dante da un paso más y Nino suelta todo el aire contenido con
fuerza por la nariz.
Su hermana rodea su muñeca con fuerza cuando el puño comienza a temblarle, le habla en el oído para
pedirle que se tranquilice y casi suplica para que nos marchemos.
—¿Por qué siempre me pierdo todo el drama? —Gabriella Ivankova se cruza de brazos sobre la arena,
al lado de Kibo, el cual está claramente preparado para lo que sea que vaya a hacer el rubio.
—No hay ningún drama —apunta el moreno—, Dante, vamos.
—Nino, ¿por qué no te relajas y te tomas algo conmigo? —Gabi balancea su cadera hacia un lado y pasa
la lengua por sus dientes en lo que parece ser una seductora sonrisa que el italiano no pasa
desapercibida.
—Porque tenemos que irnos. —Le contesta Fio con nerviosismo.
Con el corazón en un puño, observo cómo consigue que su hermano retroceda y suba las escaleras
hacia el paseo, Dante no le quita el ojo de encima hasta que yo rompo su contacto visual, le lanzo una
mirada de desprecio y cabreo y corro para unirme a mis amigos. Cami me espera y ambas nos
apresuramos hasta alcanzar a los mellizos, los cuales han avanzado a pasos agigantados. Llegamos justo
para escuchar cómo Fio le dice algo sobre un mastro di giornata, lo cual no tengo ni idea de lo que
significa, y él contesta que ya lo sabe y que no ha podido evitarlo.
—¿Estás bien? —Camino a su lado y sujeto su hombro para que disminuya la velocidad.
—Sí, perdona el momento incómodo, no pretendía entrar en una discusión con ese… —Frunce los labios
y respira por la nariz—. No debo entrar en su juego.
—Nino. —Fio le lanza una mirada que solo ellos entienden, y yo decido no insistir, lo último que quiero
es crear un enfrentamiento entre ellos.
En cuanto a Dante, esta noche ha propiciado que mi opinión sobre él cambie por completo. No sé qué
ha sucedido o lo que se le pasa por la cabeza, el modo en el que ha actuado no es el que me tiene
acostumbrada en los últimos días, aunque tampoco hace mucho que lo conozco, en realidad. Había
escuchado hablar de él muchas veces, pero, por supuesto, nunca había entablado una conversación con él
ni habíamos compartido tiempo juntos; esta última semana, que ha sido la primera de clase, ha sido muy
atento y cordial conmigo, al menos en la medida de lo posible. Se ha quedado un poco al margen en lo que
a Sabrina respecta, algo que entiendo puesto que a ella la conoce desde hace años y a mí solo de hace
unos pocos meses.
Aquel día en la fiesta pitufo hablamos de muchas cosas, sobre todo de sus gustos y de los míos, pero
nada que hiciese referencia a quienes éramos ninguno de los dos o de dónde proveníamos. Sin embargo,
no sé, sentí una conexión especial, y estos días ha mostrado ser un buen chico, pero, al parecer, tan solo
fingía conmigo, puesto que su actitud de hoy me ha dejado claro que es el mismo matón que Sabrina.

DANTE

Observo cómo los cuatro se alejan y escucho a Gabi resoplar a mi espalda. Me doy la vuelta para bajar
las escaleras de nuevo hacia la arena y la señalo con el dedo a modo de advertencia.
—¿A qué ha venido eso?
—¿El qué? —pregunta desconcertada, o eso pretende que piense.
—Lo de invitarle a una copa. Es el enemigo, Gabi, no vas a enrollarte con él, tienes cientos de tíos tras
de ti.
—Pero me gusta, es… misterioso. —Se muerde la uña postiza mientras observa cómo se aleja por el
paseo, y yo chasqueo los dedos frente a ella.
—Es parte de la ‘Ndrangheta, ¿se te ha olvidado ya? —Le recuerda su primo.
—¿Y qué más da? No le quiero para más que un rato. —Pone los ojos en blanco.
—Eres única cogiendo las reglas y reventándolas. —Niego con la cabeza y decido regresar a la fiesta
antes de que el alcohol me lleve a hacer otra cosa de la que mañana pueda arrepentirme.

*

Gabi teclea en su móvil mientras le dan un masaje en los pies, yo espero a que mi peluquero termine de
cortarme el pelo como me gusta y luego decido salir con el coche a dar una vuelta y despejar mis
pensamientos. Es domingo y, gracias a Dios, no tengo resaca, así que se me ocurre escribir a los chicos
para ir a tomar algo a esa cafetería que me recomendó ayer Tabitha.
—Acabo de aparcar, ¿ya estáis todos? —pregunto a Kibo al teléfono.
—Sí, y no vas a creerte quién trabaja aquí.
—¿Quién? —Camino con mis zapatillas deportivas de ciento veinte dólares por encima de la acera de
piedra en dirección a la ubicación que me ha dado antes mi primo.
—Ahora lo verás.
—Estoy en la puerta —digo antes de colgar y guardar el teléfono en el bolsillo de mi cazadora del
equipo de rugby de la Trinity.
Me detengo en la entrada mirando a mi alrededor, el sitio está bien, ambientado al estilo de los años
sesenta o setenta, los colores son fuertes y veo neones por todas partes. Avanzo un poco a medida que
busco a mis amigos, pero no es a ellos a quien veo primero. Asia se desliza con soltura sobre unos patines
turquesas y rosas, una agradable sonrisa decora su rostro mientras lleva algunos batidos encima de una
bandeja hasta una mesa a algunos metros. Lleva un vestido corto a rayas y un delantal a juego con sus
patines, además de una cinta del mismo tono rodeando el moño que se ha hecho.
—¡Dante! —Sean me llama al otro lado de la cafetería, en cuando mi nombre suena, Asia gira la cabeza
y nuestras miradas se cruzan.
Puedo ver cómo su garganta se mueve cuando traga saliva, sostiene la bandeja con una mano y eleva
los hombros para llenar sus pulmones de aire. Mi intención de ir a hablar con ella desaparece cuando
mueve los patines y se aleja en dirección contraria con el mismo rostro serio que me dedicó ayer antes de
marcharse con Nino.
Camino hasta la mesa en la que se encuentran mis amigos y me siento al lado de Kibo, los saludo y
acepto la carta de batidos que me pasa Jerry para ver qué tomar.
—¿Por qué hemos venido aquí? —pregunto con fastidio chasqueando la lengua.
—Porque tú has querido, te recuerdo que Tab te dio ayer la dirección y cuando te contó que las
camareras iban en patines, no dudaste en venir. —Mi primo me lanza una mirada confusa acompañada de
una pregunta muda.
—Joder, no sabía que era aquí donde trabajaba Asia.
—Pues lo dijo en clase —indica Sean—, cuando se presentó.
—¿Crees que me quedé con el nombre de la puta cafetería en la que trabaja? —maldigo y me callo
cuando veo que se aproxima. Genial, encima es su zona.
—¿Qué vais a tomar? —pregunta ignorándome por completo y mirando solo a mis amigos.
—Queremos que nos atienda otra camarera —espeto cabreado, ¿quién se ha creído que es para
ignorarme así?
—¿Disculpa? —Entorna los ojos con el mismo enfado y apoya las manos en sus caderas. Ni mi primo ni
mis amigos me contradicen, solo observan la escena en silencio.
—Que quiero que me atienda otra camarera —repito sin apartar mis ojos de los suyos.
—Eso no es posible, lo lamento. Si no quieres que te atienda yo, ahí tienes la puerta. —La señala con el
dedo y ahora se cruza de brazos, cambia el peso de una pierna a otra y yo me controlo para no perder la
paciencia, nadie me habla así nunca, la gente me respeta, y no puedo permitir que me deje en ridículo
delante de mis amigos.
Me pongo en pie y me coloco a su lado, levanta la cabeza para clavar sus ojos en los míos y no se
acobarda. Miro a mi alrededor, necesito tener una seria conversación con ella, pero no puedo apartarla a
ninguna parte porque esto está lleno de gente.


XIV

ASIA

La tensión en su mandíbula, unida a esos ojos que ahora mismo parecen estar arrastrándome al
infierno más abrasador, hacen que tenga que fingir toda la seguridad que en realidad no poseo; no con él.
—¿Qué vas a tomar? —hablo muy cerca de su rostro.
—Que sea la última vez que me hablas así —murmura completamente furioso, sé que no va a ponerme
una mano encima, dudo que sea de esos, pero soy consciente de que estoy llevándole a límite.
Estos días he podido comprobar que absolutamente todo el mundo le respeta, profesores incluidos, así
que no debe estar haciéndole ni pizca de gracia que yo me enfrente así a él.
—Señorito Ivankov —digo, decidida a sacarle de sus casillas todo lo que pueda, ¿a qué ha venido eso de
pedir otra camarera? Si mi actitud con él ha cambiado ha sido porque él solo se lo ha ganado a pulso—.
No tengo todo el día. Si no quiere usted tomar nada, solo dígalo y no me haga perder más el tiempo. —
Alzo la barbilla en un vano intento de acercarme un poco a su altura.
Dante suelta una sonora carcajada, la cual solo dura dos segundos, puesto que voltea el rostro hacia su
primo, le dirige una mirada que solo ellos entienden, vuelve a mirarme a mí y de pronto se agacha para
cogerme en brazos y echarme a su hombro.
—¿¡Te has vuelto loco!? —exclamo intentando que me suelte.
—No grites —dice mientras sus manos me sujetan por las piernas y se aleja de la cafetería conmigo
encima.
Voy a levantar la voz de nuevo, pero veo a mi jefe a lo lejos hablando por teléfono, no puedo dejar que
vea este espectáculo porque me echará, así que me muerdo las mejillas por dentro para controlarme.
Dante sale a la calle y se aleja varios metros más sin soltarme, hasta que escucho cómo abre una
puerta y me sienta en su descapotable. La cierra después y se agacha para apoyar los codos en ella, a mi
lado.
—Me importa una mierda lo que opines de mí, no te conozco y por lo que a mí respecta puedes hacer lo
que te dé la gana con ese gilipollas.
—¡Eres un…!
—No he terminado. —Me interrumpe levantando un dedo—. Soy consciente de que no sabes quién soy,
por eso voy a pasar por alto todo este numerito, pero que sea la última vez que se te ocurre hablarme así
o dejarme en ridículo delante de cualquiera. Si no te interesa que seamos amigos, perfecto, pero el
respeto es algo que nunca puede perderse, Asia. Con nadie.
—Estás enfermo —espeto cerca de su rostro antes de empujarle para poder abrir la puerta.
—Tú estás increíble con ese uniforme —dice antes de que le lance una mirada de odio y me aleje
patinando por la acera para regresar a la cafetería.
¿Cómo he podido ser tan idiota de fijarme en alguien como él? Definitivamente las apariencias no
engañan, parecía ser el típico chico popular, de esos malos que Cami adora en sus libros, de los que es
mejor alejarse y, efectivamente, es todo lo que Dante representa aunque la última semana no lo haya
parecido.

DANTE

Decido que es mejor marcharme y no seguir tentando a la suerte, al menos no hoy, pero pienso volver
aquí más a menudo a partir de ahora.
Aparco entre los coches de mi padre y mi tía Sasha, y saludo a los hombres de seguridad que pasean
por el jardín de la entrada. Me quito la chaqueta de la Trinity al subir las escaleras principales y la dejo
colgada en el perchero del hall.
—Has vuelto pronto —comenta mi padre cuando entro en el despecho.
—Ya, estoy cansado. ¿Qué haces? —Me acerco a él y me siento en una esquina de la mesa.
—Repasando cuentas. —Alza la cabeza y entorna los ojos como cuando está a punto de preguntarme
algo—. ¿Tú te drogas?
—No, papá. —Miento.
—Voy a repetir la pregunta —dice y se recuesta en su silla—. ¿Te drogas?
El sonido de unos tacones por el pasillo me indica que Sasha se está aproximando, dudo que haya
contado lo de La Cueva porque ella misma nos dijo que no lo contásemos, pero tampoco me gusta mentir
a mis padres.
—Solo fumo porros de vez en cuando —admito y él asiente.
—¿Nada más? ¿Has probado la cocaína?
—No.
—¿Y Gabi? —Giro la cabeza y me encuentro con la rubia arqueando una ceja mientras se acerca hasta
donde los dos nos encontramos.
—Que yo sepa, tampoco. Y no será porque no la tenemos cerca.
—Algún día tendrás que llevar toda la cocaína de la costa —recuerda Hell—, ¿eres consciente de eso?
—Sí, papá, pero falta mucho para eso. Estás hecho un toro —bromeo dándole un golpe en el hombro
para quitar un poco de hierro al asunto.
—Mamá, ¿cuándo me van a llegar los zapatos nuevos? —inquiere Gabi uniéndose a la conversación.
—Mañana, no seas pesada. —Mi tía pone los ojos en blanco y se aleja cuando vuelve a sonarle el móvil.
Es una mujer pegada a un teléfono y a una pistola.
—Gabi, Hope me ha dicho que ya ha reservado el hotel para tu cumpleaños, ha cerrado todas las
reservas para ese día. —Le cuenta mi padre.
—Ay, qué bien. —Celebra dando saltitos mientras desbloquea su móvil y se aleja, seguramente para
contárselo a sus amigas.
Mi familia tiene varios negocios legales para poder justificar la mayor cantidad posible que ingresamos
de forma ilegal.
Por un lado, está La Cueva, de la cual se ocupa solo Sasha, es una gran fuente de ingresos porque las
entradas son carísimas y todos los fines de semana se llena.
Luego tenemos el hotel que hace muchos años papá le compró a un italiano, lo lleva mi madre y es un
negocio importante también porque las habitaciones son bastante caras, especialmente las suites.
Además, algunas zonas se utilizan como tapadera para reuniones privadas entre bandas, negociaciones
ilegales entre políticos, banqueros, empresarios importantes… etc., así cómo habitaciones especiales con
entrada independiente para todas esas personas que quieren acudir acompañadas de mujeres y
hombres… Bueno, digamos que no por sus esposas o maridos.
Por otro lado, la marca Ivankova es otro ingreso importante, tiene tiendas en casi todo el mundo y las
prendas, tanto de lencería como los zapatos, no son precisamente baratos. A pesar de que solo Sasha es la
que trabaja en ese ámbito, comparte el dinero con toda la familia. Todos somos uno, la unión y la lealtad
es lo más importante que tenemos, son los valores que siempre me han enseñado y por los que nos
regimos todos los Ivankov.
Al margen de esos tres negocios o empresas, también tenemos la de telecomunicaciones que sigue
dirigiendo mi abuelo, y el concesionario de coches de alta gama, de donde sacamos muchísima pasta.
Todos esos ingresos son repartidos y gestionados por mi madre. Creo que Hope es una super mujer, sé
que hay muchas cosas de su pasado que no conozco y que ella no me contará nunca, y es precisamente
por eso por lo que estoy seguro de que ha debido de pasar por cosas tan fuertes que la han convertido en
la pedazo de mujer, de madre y de persona que es hoy en día; capaz de manejar semejantes cantidades de
dinero con discreción, elegancia y siempre con una sonrisa por muy agotada que esté.
Ella se encarga de dividir los ingresos que tenemos con la droga, las armas y demás negocios que no
me gustan nada, y mezclarlos con los ingresos legales para después ingresarlos en las diferentes cuentas
de banco que tenemos. Por supuesto, más de la mitad no va a parar al banco, sino a paraísos fiscales en
los que nadie pide explicaciones ni mete las narices. Mamá trabaja junto a mi tío Nathan, cuyo trabajo es
extorsionar a peces gordos de entidades financieras, banqueros e incluso ciertas personas pertenecientes
al Senado y otros ámbitos políticos, además, obviamente, de jueces y jefes de las principales comisarías;
todo ello para que nos dejen en paz y no se metan en nuestros asuntos. Si hay algo que he aprendido, por
muy triste que suene, es que todo el mundo tiene un precio, y más cuanto tiene facturas que pagar y
familia que mantener.
—Deberías practicar tu puntería, Dante. —Mi padre habla sin levantar la cabeza de sus papeles y yo
resoplo por su insistencia, no es la primera vez que me lo dice esta semana.
—¿De verdad crees que me voy a ver envuelto en un tiroteo de casa al instituto? —Reposo los brazos en
la superficie de la mesa al mismo tiempo que me agacho y busco su mirada.
—Los ataques siempre vienen cuando menos lo esperas, así que más te vale estar preparado. Hay
mucho en juego, ¿lo entiendes?


XV

ASIA

Voy tan absorta en repasar los apuntes de la próxima clase, ya que no quiero volver a hacer el ridículo
cuando el profesor me pregunte, que no me doy cuenta de que Sabrina y sus abejas están a unos metros
de mí hasta que me pone la zancadilla y acabo cayendo de bruces al suelo.
—Parece que alguien tiene dos pies izquierdos. —Estalla en una carcajada y luego retira su pelo hacia
el lado derecho de su hombro mientras me mira con la barbilla alzada.
Dante aparece junto a Kibo y sus amigos por el lado opuesto del pasillo, su mandíbula se tensiona al
verme en el suelo al mismo tiempo que se detiene junto a Sabrina y le dedica una mirada seria mientras
ella le devuelve una llena de orgullo, acompañada por una sonrisa traviesa. Recojo la mochila para volver
a echármela en el hombro, a la vez que alargo el brazo en busca de mi estuche, me pongo en pie y, cuando
levanto la cabeza, Dante ya no está.
—¿Algo que decir? —cuestiona Sabrina cuando me posiciono frente a ella. Mi nariz se hincha debido a
la bocanada de aire que expulso, pero me muerdo la lengua, rodeo su grupito de harpías y entro en el
aula.
Realmente no tendría ningún problema en partirle la cara, pero sé cómo terminaría esto, lo he visto
muchas veces en las películas. Lo más probable es que Sabrina se hiciese la víctima cuando le rompiese la
nariz —porque eso sería lo mínimo—, y correría al despacho del director para acusarme de agresión, algo
totalmente prohibido en esta institución. Ella lleva aquí toda la vida y sus padres son dueños de una
importante multinacional, están bañados en dinero; yo, en cambio, acabo de llegar, soy becada y no me
conoce nadie. ¿Adivinamos a quién expulsarían?
Camino hasta mi pupitre y me siento, apoyo los codos en la mesa y observo la clase con atención, todo
es tan típico que resulta insultante.
Cuando decidí venir a Nueva York, reconozco que tenía la esperanza de vivir algún tipo de aventura,
desde luego algo más que conocer a un grupito de niños y niñas adineradas que se creen los reyes y
reinas del universo. Resulta decepcionante ver cómo Dante juega con la pelota de rugby entre sus dedos,
apoyado de forma desenfadada en su silla mientras comenta alguna jugada con sus amigos, los cuales
están apoyados en las mesas; y, por otro lado, a las abejitas zumbonas charlando sobre maquillaje
mientras se critican las unas a las otras por tener más grasa de la “adecuada” para una cheerleader.
Patético. Cómo se nota que no han tenido que trabajar ni un solo día para ganarse unos dólares con los
que llenar la nevera, sus problemas son tan insignificantes para mí, que no podría sentirme más fuera de
lugar.

El timbre suena después de que el profesor nos junte en parejas para un trabajo sobre la colonización
de los Estados Unidos, ¿con quién me ha tocado?
—A mi casa no podemos ir, así que vamos a la tuya. —Dante se aproxima con desinterés y apoya los
puños sobre mi pupitre.
—¿Qué te hace pensar que voy a dejarte venir a mi casa?
—Pues tú dirás dónde quieres que hagamos el trabajo.
—Existen unos edificios especiales llenos de libros y mesas, en los cuales se acude a estudiar y a…
—Las bibliotecas me dan alergia. —Suelta una bocanada de aire, como si le estuviese aburriendo.
—Pues vamos al parque —espeto igual de cansada.
Desciende la vista y rodea mi móvil con su mano, lo levanta y me lo coloca frente a la cara para que lo
desbloquee, frunzo el ceño y lo hago para ver lo que busca.
—¿Puedo saber qué haces? —pregunto mientras teclea varios segundos antes de devolvérmelo.
—Ya tienes mi número, mándame la dirección de tu casa y nos vemos en dos horas.
—Te he dicho… —Cierro la boca y aprieto los labios con rabia cuando se aleja y sale por la puerta del
aula junto a su primo.

DANTE

Cierro mi taquilla y me apoyo en ella para escuchar cómo Sabrina despotrica sobre algunas chicas,
hasta que llega el turno de Asia. Niego con la cabeza y la apoyo en el metal azul mientras cierro los ojos
para llenarme de paciencia.
Odio ver cómo la acosa cada puto día, cómo le hace la vida imposible y ella no se defiende. No sé si no
lo hace porque en realidad es así y no es capaz de plantarle cara, o por miedo a las represalias que la de
pelo rizado pueda tomar, como acusarla de agresión y provocar que pierda su beca.
Por otro lado, yo no puedo meterme porque… Simplemente porque no puedo, joder. Llevo en la Trinity
desde que tengo memoria y, a pesar de que mi familia sea la que es, me ha costado ganarme el respeto de
la gente por mí mismo. Podría haber sido un marginado que se aísla y camina por los pasillos con una
sudadera y la capucha puesta, pero no, decidí honrar a mi apellido y hacerme notar. No sé lo que haría mi
padre en mi lugar, pero las cosas no son ahora como cuando él era joven, ahora, y aquí, aprovechan cada
mínimo desliz para hacerte la cruz y mandarte al otro pasillo. Y no puedo permitirme que eso suceda.
—¿Por qué la has tomado con ella? —pregunto a Sabrina con desinterés a la vez que cruzo los brazos
sobre mi pecho.
Ella hace una pompa con el chicle que lleva en la boca y apoya una mano en mi hombro con confianza.
—¿Tú la has visto bien? —Ríe y señala hacia la puerta del aula, de la que ahora está saliendo—. No
podría haberme tocado una mejor.
Se dispone a ir hacia ella, pero, por algún motivo, rodeo su muñeca y la detengo. Me mira
desconcertada y frunce el ceño, momento que Asia aprovecha para apresurarse y doblar la esquina del
pasillo hacia la salida. La pobre no ha parado ni en su taquilla para dejar los libros.
—¿A qué ha venido eso?
—Es que te pasas, ¿no crees? —Pongo los ojos en blanco para restarle importancia.
—No lo creo, no. Verás cuando se entere de lo que le tengo preparado para el baile de otoño. —
Intercambia una mirada con sus amigas y todas sonríen con malicia.
—¿Qué vas a hacerle?
—Ya lo verás. —Me lanza un beso y guiña su ojo derecho antes de darse la vuelta para alejarse dando
saltitos con su uniforme junto a sus abejillas.
—Ven un momento conmigo —pido tirando de su mano hacia un pasillo más desierto.
—Estabas tardando. —Ronronea con una sonrisa coqueta mientras me empuja contra la pared.
—No. —Coloco una mano en pecho para alejarla—. No te hagas ilusiones.
—¿Qué es lo que quieres entonces? —Entorna los ojos un tanto perdida y mira a ambos lados, nos
hemos quedado solos. Es la última hora y los alumnos ya están abandonando la institución.
—Quiero que dejes en paz a Asia.
Una perturbada sonrisa crece lentamente en su rostro, como si estuviese descubriendo un enorme
secreto que se hallaba oculto en lo más profundo del océano hasta ahora.
—Eso no va a salirte barato, cielo. —Se cruza de brazos y cambia su peso de pierna.
—¿Qué quieres?
—Que vengas al baile conmigo.
Cierro los ojos por saber que eso sería su precio, lleva queriendo que la acompañe al baile desde hace
tres años. Dice que el capitán del equipo debe ir con la capitana de las animadoras, algo que me parece
absurdo y estúpido; además de que el año pasado yo estaba con Mackie, así que no le di ni opción. Sin
embargo, sé que si quiero que Asia tenga un curso escolar lo más normal posible, aunque la relación entre
nosotros sea imposible, no me queda otra que aceptar.
—De acuerdo, pero no quiero que vuelvas a hacerle ni una sola putada más. —La advierto con el dedo y
doy un paso adelante para acercarme más.
—Una pequeñita de vez en cuando. —Dibuja una sonrisa angelical, si es que eso es posible, y luego
estalla en una carcajada al ver que a mí no me ha hecho gracia—. Estás loco por ella, eh. —Niega con la
cabeza y chasquea la lengua—. Qué decepción y qué desperdicio.
—Una cosa más. —La detengo cuando va a girarse—. Que nadie se entere de esto, ¿me has entendido?
—La miro a los ojos con seriedad, asiente y la suelto—. Si vuelves a molestarla o hablas de esto con
alguien, puedo asegurarte que le contaré a todo el jodido instituto que tu madre…
—¡Que sí! —exclama mirando nerviosa hacia los lados antes de que pueda recordarle que su querida y
fiel madre, no es lo que aparenta ser.
Observo cómo me lanza una mirada de odio antes de darse la vuelta sobre sus zapatillas deportivas, y
me quedo apoyado algunos segundos más en la pared, sin saber bien por qué acabo de hacer esto, hasta
que mi móvil vibra en el bolsillo de mi cazadora del equipo.


XVI

ASIA

Apoyo los pies en el sofá, y recojo las piernas mientras coloco las manos entre ellas y jugueteo con el
móvil entre mis dedos. La pantalla refleja el nombre de Dante en un mensaje abierto que aún no he
mandado, me da rabia que se vaya a salir con la suya, pero, a diferencia de él, yo no puedo permitirme
suspender el trabajo.
Sin dudarlo más, pulso en «enviar» y echo la cabeza hacia atrás a la vez que dejo escapar un sonoro
suspiro. La puerta suena poco después, así que me acomodo la sudadera de andar por casa —no pienso
arreglarme ni lo más mínimo por él—, y arrastro los pies sobre la moqueta.
—Nino —digo sorprendida porque no lo esperaba, pensaba que sería Dante.
—¿Te pillo en mal momento? —Frunce el ceño por mi expresión y me apresuro a negar con la cabeza.
—Claro que no, pasa. —Dejo que él cierre la puerta y me siento en una banqueta para mirarle y
dedicarle una sonrisa.
—¿Cómo ha ido el día? Hoy hemos salido antes, teníamos algunos asuntos que atender. —Frota sus
manos mientras camina y me lanza una mirada de soslayo.
—Ha ido bien, como todos los días, ya sabes. —Me encojo de hombros sin darle importancia al episodio
con Sabrina—. ¿Y vosotros? ¿Todo bien con ese misterioso asunto? —Sonrío a modo de broma y me
levanto para rodear el sofá y que ambos nos sentemos en él.
—Todo bien.
—¿Podrías… darme más detalles? —Vuelvo a sonreír, esta vez tratando de parecer inocente—. Perdona
mi lado curioso, pero es que siempre te surgen asuntos e imprevistos y bueno, no puedo evitar preguntar.
—No es nada importante, temas familiares —habla sin cambiar mucho la expresión.
—Pensaba que Fio y tú estabais solos aquí, que vuestros padres se quedaron en Italia.
—Así es, pero tuvimos que arreglar un tema de dinero para pagar el semestre.
—Comprendo. —Asiento con la cabeza y decido no insistir, no soy imbécil, sé que ambos me ocultan
algo, pero no voy a interrogarlo al respecto.
Picamos algo y vemos diferentes cosas durante un rato, charlando sobre nuestra serie preferida y
riendo al imaginar lo que sucederá en el siguiente capítulo. Habrá pasado hora y media cuando la puerta
vuelve a sonar, todo mi cuerpo se tensa de inmediato al recordar que le he mandado mi dirección a Dante
y que, muy posiblemente, sea él.
—¿Esperas a alguien? —Nino pasa de canal apretando los botones del mando a distancia de modo
distraído, sin retirar la mirada de la pantalla.
—Pues… de hecho, sí. —Maldigo interiormente por no haberme dado cuenta de la hora que es—. Había
quedado con Dante para hacer un trabajo, nos ha tocado juntos.
Mi vecino se estira notablemente, sus hombros se elevan casi de forma imperceptible y puedo ver cómo
su perfil dibuja la marca de su mandíbula cuando la tensa.
—¿Dante Ivankov? —pregunta al mismo tiempo que se levanta y yo camino hacia la puerta cuando el
timbre vuelve a sonar.
—Lo siento, no me he dado cuenta de la hora. —Me disculpo también con la mirada y abro sin más
remedio.
El rubio ni siquiera posa la vista en mí, directamente lo hace en Nino que se encuentra un par de metro
por detrás, y su rostro adquiere la misma expresión que la de él.
—Os dejo trabajar —dice el italiano encaminándose hacia la puerta, en la que todavía se encuentra
Dante.
—Después hablamos —murmuro sin saber dónde meterme, odio haberles puesto en esta situación.
Bueno, a Nino, el otro me da exactamente igual cómo pueda sentirse.
Hago un gesto para que Dante entre en el apartamento y, así, se aparte de la puerta y Nino pueda salir.
Siento que transcurren unos eternos minutos hasta que eso sucede, aunque no sean más de tres o cuatro
segundos. Ninguno aparta la vista del otro hasta que la madera se interpone entre ellos, entonces, la
puerta de enfrente suena cuando Nino la cierra, y Dante me dirige una mirada desconcertada.
—¿Sois vecinos?

DANTE

Asia separa su mirada de la mía y camina para cerrar la puerta de su apartamento, a continuación gira
sobre sus propios pies y se cruza de brazos arqueando una ceja.
—Te he hecho una pregunta.
—Cuya respuesta es más que obvia si das por hecho que acaba de entrar en la casa de enfrente.
Pasa por mi lado mirándome de reojo y yo lleno mis pulmones de aire para hacer acopio de paciencia.
—¿Por qué me hablas así? ¿Puedo saber qué te he hecho para este odio tan repentino? Hace un par de
semanas todo estaba bien —La sigo cuando se sienta en el sofá para imitarla, aunque guardando cierta
distancia.
Dejo la mochila en el suelo y apoyo los codos en las rodillas mientras doy un vistazo alrededor,
observando lo diminuto que es este lugar.
—¿Qué me has hecho? —Suelta una carcajada cargada de sarcasmo y tuerce su cuerpo ligeramente
hacia mí—. Veamos, ¿te parece poco echarme sobre tu hombro igual que si fuese un saco de patatas? O
¿creerte con el derecho de decirme con quién debo o no relacionarme cuando tú y yo no somos nada?
—Siento haberte sacado así de la cafetería —digo sin avergonzarme, sé que no fueron las mejores
formas. Se remueve un tanto incómoda, pero no dice nada al respecto, imagino que no se esperaba una
disculpa por mi parte—. Sé que no es excusa, pero digamos que uno de mis defectos es la impulsividad
desmedida.
—¿Y lo de Nino? ¿A qué vino eso?
—Prefiero no hablar sobre él, yo te di una advertencia. —La miro con seriedad, este tema no me gusta
nada—. Queda en tu mano si aceptarla o no.
—Pero lo dirías por algo, o ¿es que acaso son simples celos? —Su ceja se eleva lentamente y yo tengo
que mover la cabeza para que no vea la sonrisa que dibujan mis labios. A pesar de todo, no puedo
negarme a mí mismo que esta chica me provoca demasiadas cosas, cada una mejor que la anterior.
—Te aseguro, Asia, que si quisiera hacer que te olvides de ese imbécil, no podrías hacer nada por
evitarlo.
—Vaya, veo que la falta de humildad es tu segundo defecto.
Sostengo su mirada unos segundos, igual que si estuviésemos librando una lucha interna por ver quién
aguanta más sin abalanzarse sobre los labios del otro. Pero, entonces, se aclara la garganta y gira el
rostro al ver que no voy a contestar nada a su provocación, porque lo que en realidad me provoca es toda
ella.
—Creo que lo mejor sería dividir el trabajo para no tener que hacerlo todo juntos —comenta al mismo
tiempo que deja su libro y cuaderno de historia sobre la mesita baja que hay entre el sofá y la televisión.
—Pues yo creo que deberíamos hacerlo juntos, no sé cómo trabajas y no me apetece que me pongan
una mala nota por tu culpa —hablo mientras abro el libro en busca del tema que estamos dando ahora,
veo que me mira con incredulidad ante lo que acabo de decir, así que giro el rostro ligeramente—. ¿Qué?
¿Quieres una foto? Sé que la pegarías en el cabecero de tu cama para verla todas las noches antes de irte
a dormir —bromeo sin evitar una sonrisa curvada y provocando que ella también se eche a reír.
—Madre mía, desafías las leyes de la matemática, no entiendo cómo tanto ego cabe en un solo cuerpo.
—Si a ti te cabe tanta belleza, ¿por qué no puede caberme a mí tanto ego?
—No intentes comprarme con palabras bonitas.
—No necesito comprarte, tú sola vendrás a mí cuando te des cuenta de que ese cabrón de enfrente no
es lo que aparenta. Yo puedo ser un creído, un idiota, un egocéntrico, y todo lo que tú quieras llamarme,
pero al menos voy de frente.
—¿Qué narices significa eso, Dante? —Deja el cuaderno en la mesa y me hace un gesto con la mano
para que le explique mi comentario, pero eso es algo de lo que no puedo hablar con ella. Es la única parte
de mi vida que no puedo compartir.
—Nada, simplemente que no es quien tú piensas o quien él te muestra, Niniano de Luca y su hermana
tienen muchas cosas que estoy seguro de que no te gustarían. —Chasqueo la lengua y me maldigo por
haber hablado más de la cuenta, no sé por qué no soy capaz de cerrar la jodida boca.
—¿Y tú cómo lo sabes? ¿Los conoces de antes?
—Deja de hacerme preguntas, he venido a hacer el trabajo. Podemos entretenernos de muchas otras
formas si es lo que quieres —sugiero sin privarme de echar un vistazo a sus piernas cuando las cruza—,
pero no voy a hablar de esa familia.
—No puedes dejarme con la miel en los labios —protesta mientras frunce el ceño.
—Puedo quitártela si quieres. —Me acerco a ella un poco más, y el beso que nos dimos en La Cueva
vuelve a mi mente como tantas otras veces desde que la conozco.
Ella se aproxima algunas centímetros más, mi boca casi está sobre la suya, pero entonces arrastra los
labios por mi mejilla hasta alcanzar mi oreja y puedo sentir su aliento caliente sobre ella.
—Me rechazaste un beso hace meses, así que no creas que tendrás otra oportunidad. Hay trenes que
solo pasan una vez en la vida.


XVII

DANTE

Ladeo la sonrisa porque con su rechazo solo ha conseguido que mi deseo por alcanzar sus labios
aumente.
Decido dejar de jugar y ponerme a trabajar en serio porque no puedo suspender, y sé que ella tampoco,
se juega la beca y no me perdonaría que la perdiese por algo como esto. Nos encargamos de diferentes
puntos cada uno, intercambiamos miradas de reojo y puedo ver cómo se muerde la mejilla por dentro para
evitar sonreír. ¿Acaso le divierte la situación? Porque a mí sí, aunque me divertiría mucho más si pudiese
saciar mi sed de ella.
—Bueno, mañana podemos seguir, se ha hecho un poco tarde. —Asia cierra el cuaderno y se recuesta
en el sofá para estirar los brazos.
—¿Tarde? —Miro mi reloj de muñeca, los fluorescentes del techo reflejan un brillo en la esfera de oro—.
Solo son las seis.
—Por eso, no me gusta cenar después de las siete, luego no duermo bien —dice poniéndose de pie,
como una invitación para que la imite y me marche.
—¿Puedo invitarte a cenar entonces? —pregunto al mismo tiempo que guardo las cosas en mi mochila.
—No.
—¿No? ¿Así, sin más? —Arqueo una ceja y ella suspira.
—¿Por qué quieres invitarme a cenar, Dante? —Cruza los brazos sobre su pecho.
—Porque sí, ¿tiene que haber un motivo? Empezamos con muy buen pie, y las cosas se han torcido por
mi culpa. Deja que te compense —indico y le ofrezco mi mano—. ¿Tregua?
Se lo piensa varios segundos, incluso estoy convencido de que los alarga para hacerme exasperar; mi
mano se mantiene extendida esperando ser estrechada por la suya, hasta que finalmente lo hace.
—Está bien, pero no voy a ir a cenar contigo a ningún sitio de esos en los que te cobran hasta por
retirarte la silla.
—Me parece bien, conozco otro que podría gustarte.
—Vale, dame un par de minutos, voy a ponerme algo decente. —Señala su atuendo y yo asiento, aunque
está preciosa con esa sudadera oversize y las mallas negras, dudo que la dejasen entras así en el
restaurante.
Aprovecho que me quedo solo para ojear un poco más el salón, el cual solo tiene un sofá de tres plazas,
la mesita baja y un televisor de tamaño estándar. Al lado de la puerta de entrada de la calle, hay una barra
de cocina, para separar un poco ambas estancias en una cocina americana. Las dos únicas puertas que
hay aparte de esa, es la de su habitación y la de lo que imagino será el cuarto de baño. Supongo que no
debe ser sencillo para ella pagar este apartamento, por muy pequeño que sea, la admiro por eso, por
ganar su propio dinero y administrarse.
—Ya estoy. —Escucho a mi espalda, así que me giro para comprobar que se ha puesto unos pantalones
negros, acompañado de una camisa abotonada azul y una chaqueta de lana por encima.
—Estupendo, pues vamos. —Me reprimo de piropearla porque no quiero que piense que soy un pesado
o que mis palabras están vacías. Hay gente que piensa que cuando repites muchas veces algo, deja de
tener sentido.
Salimos a la calle y caminamos uno al lado del otro, ella un par de pasos rezagada por ir tecleando en
su teléfono. La guío hasta una calle trasera donde he dejado mi moto, puesto que no me atrevía a dejarla
en la zona delantera, digamos que este barrio no es muy seguro… Asia mira la moto con desagrado, pero
no hace comentarios al respecto, así que yo tampoco. Estoy ya montado cuando un coche negro se detiene
a varios metros por detrás de nosotros, tiene espacio de sobra para pasar, pero no se mueve.
—Asía, súbete a la moto —pido sin dejar de mirarlo con el ceño fruncido.
—Espero que ese restaurante no esté muy lejos —comenta ajena a mi preocupación cuando una fuerte
lluvia comienza a caer sobre nosotros.
Coloca una pierna a cada lado y yo arranco a la vez que veo cómo una de las ventanillas baja con
lentitud, una mano sale por ella y el arma que la acompaña nos apunta.
—¡Agárrate fuerte! —grito antes de acelerar.
El primer disparo pasa rozándome el brazo, Asia se agacha contra mi espalda y da un grito tan alto que
me provoca cerrar los ojos un segundo.
—¡Nos están disparando! —exclama entre atónita y acojonada.
—¡No te sueltes y esconde la cabeza! —Doy un brusco giro para incorporarme a la calle principal y
escucho cómo el coche derrapa a nuestra espalda para seguirnos.
Los dedos de mi acompañante se clavan a mis costados y sus brazos me asfixian por el agarre tan
fuerte. Conduzco todo lo rápido que puedo hasta que una grúa corta la carretera y me veo obligado a
esquivarla, invado el carril contrario y siento cómo pierdo el control de la moto al resbalar con el cemento
mojado. Caemos al suelo y nos desplazamos violentamente hasta un descampado de tierra embarrada, las
pequeñas piedras abren la carne de mi pierna izquierda, una rebota en mi ceja y puedo notar cómo se me
abre el labio. Entonces mis manos sueltan el manillar y mi cuerpo sale despedido varios metros, frenando
solo después de dar varias vueltas sobre mí mismo.

ASIA

Cierro los ojos con fuerza para no ver el impacto, el pantalón se desgarra en la zona de mi muslo
cuando nos arrastramos con agresividad hasta que la moto choca con una farola y nos frena. La cabeza
me da vueltas y me siento muy confundida, alguien nos estaba disparando y de pronto… No sé qué ha
pasado, había una grúa y mucha lluvia, creo que…
—Asía —balbucea Dante a unos metros, alejado de la moto de la cual ha salido disparado. Muevo la
cabeza muy despacio hacia él, y veo el terror en sus ojos mirando por encima de mí, hacia mi espalda.
De pronto unas manos fuerte me levantan del suelo y un grito desgarrador sale de mi garganta por el
dolor que me produce. La lluvia no deja de caer sobre mi rostro, impidiéndome ver con claridad, tengo las
manos magulladas y toda la ropa manchada de barro.
—¡Dante! —grito en un acto desesperado.
—¡No la toquéis! —Se pone de pie con dificultad y trata de venir hacia mí, pero entonces dos hombres
pasan por mis costados y lo sujetan. Uno lo agarra por detrás mientras el otro le da un fuerte golpe en el
estómago.
La sangre que le ha provocado en el accidente cae de su ceja y labio al suelo, mezclándose con los
charcos de agua y fango que empapan el descampado en el que estamos.
—¡Soltadle! —Intento liberarme, pero me encuentro muy mareada, apenas tengo fuerza.
—Asia. —Mi nombre sale de entre sus labios en un tono tan bajo que percibo cómo él también está
igual de malherido que yo.
—Metedlos en el coche. —Una voz que conozco muy bien suena a mi espalda, y siento cómo todo mi
mundo se viene abajo.


XVIII

ASIA

Una bolsa negra cubre mi cabeza antes de arrastrarme en contra mi voluntad hacia el maletero del
coche en el que imagino que nos seguían. Intento mantener la cabeza fría y no decir nada sin haberlo
pensado antes porque, al parecer, las cosas son muy diferentes a como yo imaginaba.
—¡Deja de resistirte! —exclaman desde fuera antes de lanzar otro cuerpo contra mí, el cual acaba a mi
espalda.
Cierran el maletero y yo levanto las manos para quitarme la bolsa de la cara, giro el cuerpo para
colocarme boca arriba y hago lo mismo con la de Dante, ya que a él sí le han atado las manos.
—¿Estás bien? —pregunto en cuanto mis ojos se encuentran con los suyos.
—Lo siento muchísimo, Asia. —Niega con la cabeza y deja escapar un gruñido frustrado mientras da
una patada a un costado del maletero en el que nos encontramos.
Llevo los dedos hasta su ceja e intento limpiar la sangre, pero me doy cuenta de que estoy llena de
barro, así que miro a mi alrededor en busca de algo limpio, hallando una sábana blanca que prefiero no
pensar ahora mismo en cuál es su cometido.
—Cierra los ojos. —Le pido, pero no lo hace, solo se mantiene mirándome mientras yo limpio la herida
de su ceja y la de su labio. El muslo me arde y sé que se va a infectar, pero es como si estuviese en una
especie de trance, no consigo unir una idea con otra.
—¿No vas a preguntarme nada? —Levanta sus manos unidas para quitarme la sábana y limpiarme
ahora él mis heridas.
—No sabría ni por dónde empezar. —Niego con la cabeza—. Ese… él era-era Nino.
—Sí. —Asiente sin sorpresa alguna en su voz.
—¿Quién es? ¿Por qué está haciendo esto?
—Prometo que voy a contártelo todo. Ya no me queda más remedio —dice esto último casi para sí
mismo—. Pero ahora necesito pensar, tenemos que salir de aquí.
—Vale, ¿cómo vamos a hacerlo?
—Mete la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros y dame la navaja que tengo.
—Voy. —Ladea su cuerpo hacia mí para darme acceso y la saco en cuanto mis dedos la rozan.
—Ahora ábrela y corta la brida —pide poniendo las manos frente a mí—, cuidado.
Hago fuerza y consigo hacerlo con facilidad, en cuanto sus manos quedan liberadas extiende los brazos
hacia mí y me envuelve con ellos. Me quedo petrificada durante algunos segundos, pero en seguida
consigo sentirme ligeramente reconfortada. A pesar de la situación.
—Te juro por Dios que no voy a dejar que te pongan una puta mano encima. —Sus labios se mueven
pegados a mi frente mientras habla, y puedo notar el absoluto convencimiento en sus palabras.
—¿Conocías a Nino de antes? —pregunto mientras me separo algunos centímetros, aunque aún muy
cerca de su rostro.
—No, pero sé quien es. Te dije que no era bueno para ti y no mentía, Asia —habla con lástima y
resignación—. Aunque la verdad es que yo tampoco lo soy. Siento mucho que esto haya pasado,
claramente venían solo a por mí, tú no tienes nada que ver.
—¿Soy un daño colateral?
—Por desgracia.
—¿Quién eres Dante? ¿Qué está pasando?
—No es fácil de explicar.
—Estoy encerrada contigo en un maletero, creo que merezco que lo intentes.
Una bocanada de aire se escapa de entre sus labios, y el olor al chicle de hierbabuena que tenía en la
boca llega hasta mí. Va a hablar cuando el coche se detiene de pronto con un frenazo brusco que hace que
nos juntemos aún más. Dirijo una mirada alarmada al rubio que tengo delante y él sujeta mis manos, las
lleva hasta sus labios y deposita un beso en mis dedos.
—No te harán daño. —Me promete antes de que escuchemos pasos aproximándose.
—Venga, fuera —habla un hombre tras abrir el maletero. Tira de mí para sacarme, y no me resisto
porque sé que entonces será peor.
Veo que Dante sale por su propio pie cuando le apuntan con una pistola, estamos en una especie de
garaje enorme, oscuro y frío. Los dientes me castañean por lo helada que estoy, el agua de toda la ropa y
de mi pelo gotea en el suelo, creando un charco a mi alrededor. Apenas me mantengo en pie por lo que me
arde el muslo, no quiero ni mirar el aspecto que debe tener.

DANTE

De acuerdo, son cuatro y yo solo uno, desarmado y herido. ¿Qué podría salir mal? Maldita sea, debí
aceptar el arma de mi padre cuando me la ofreció esta mañana. Sin embargo, no me pareció buena idea
acudir al instituto con una jodida pistola.
—A ella lleváosla abajo, él se queda. —La sangre de todo mi organismo entra en ebullición cuando
Niniano De Luca se aproxima, su semblante está serio y una 9mm descansa entre sus dedos.
—Nino. —Asia rompe a llorar igual que un vidriera de colores haciéndose pedazos—. ¿Qué estás
haciendo? ¿Qué es todo esto?
—No es nada personal, nunca debiste relacionarte con él —contesta sin emoción alguna en su voz.
—Deja que nos vayamos —solloza, y yo solo tiemblo de rabia al ver lo magullada y malherida que se
encuentra, completamente empapada y cubierta de barro, por no mencionar la enorme herida de su
muslo, que le dejará una notable cicatriz—. Sea lo que sea, podemos arreglarlo de otro modo, esto no es
necesario.
—Niniano, ella no tiene nada que ver con esto, suéltala —exijo dando un paso hacia él, pero freno
cuando siento el cañón de un arma en mi nuca.
—Eso deberías haberlo pensado antes de involucrarla.
—¡Tú la has involucrado, jodido cabrón! —Me olvido de la pistola porque dudo que vaya a matarme, ya
lo habría hecho, y ando con decisión hacia él.
Dos manos me detienen de golpe por detrás y él me asesta dos puñetazos, uno en las costillas y otro en
la cara, como si se estuviese desfogando por no haber podido dármelos antes.
—¡Basta ya! —suplica Asia sin dejar de llorar—. ¿¡Qué es lo que quieres!?
—Lleváosla —repite él sin siquiera mirarla.
—No se te ocurra hacerla daño. —Le advierto clavando mi mirada en la suya.
—¡Dante!
Patalea con fuerza mientras un hombre la levanta en el aire y camina marcha atrás con ella. Tensiono
los brazos y lleno mis pulmones de aire, cuento hasta tres en mi cabeza y entonces muevo los brazos con
violencia de repente, para conseguir soltarme sin que se lo esperen. Como cuando retiras el mantel de
una mesa que está llena de platos y cubiertos, y estos se mantienen intactos.
Los hombres miran a Nino desconcertados y, en una fracción de segundo, le doy un patada en la pierna
para que pierda el equilibrio y caiga al suelo, aprovecho para sujetar con fuerza su muñeca y la levanto al
mismo tiempo que su dedo aprieta el gatillo. Recuerdo el día exacto en el que mi padre me enseñó este
movimiento.
—¡No os mováis! —ordeno después de haberle arrebatado el arma—. Si movéis un puto dedo os juro
que le reviento los sesos —amenazo a los tipos mientras apunto a Nino, el cual se encuentra furioso y con
las aletas de su nariz en movimiento por la velocidad en la que está respirando—. Suéltala. —Señalo a
Asia con la cabeza y ella corre hasta mí cojeando cuando el hombre la libera.
Camino marcha atrás sin bajar el arma, hacia el coche en el que nos han traído.
—¿Sabes conducir? —pregunto a mi unicornio malherido.
—Sí. —Capta el mensaje enseguida porque rodea el vehículo y se sube, lo pone en marcha y espera a
que yo esté montado antes de acelerar a fondo. Las ruedas chirrían en el suelo del garaje y sale humo de
ellas, mientras yo sigo asomado por la ventana sin dejar de apuntar a los cinco hombres que ahora nos
observan cargados de odio y venganza.
Me siento por fin cuando ya nos hemos incorporado a la carretera, reviso por el espejo retrovisor que
no nos sigan, y giro el rostro hacia Asia. Ella no dice nada, mantiene la vista al frente cuando me inclino
para coger el cinturón de seguridad y tirar de él para ponérselo.
—Gracias —musita casi sin voz.
Hago lo propio con el mío y después observo el arma aún entre mis manos, el dedo me tiembla
ligeramente sobre el gatillo, creo que en una mezcla de rabia y miedo por ser la primera situación real a
la que he tenido que enfrentarme.
—¿Hacia donde voy? —Su voz me saca de mis pensamientos.
—Gira a la izquierda ahí delante y después incorpórate en la 77.
Asiente y yo la guío hasta el «Koroleva Brilliantov», nuestro hotel. Decido ir allí porque no quiero meter
a Asia en mi casa, no quiero involucrarla en toda esta mierda más de lo necesario, y tampoco podemos ir a
la suya, no ahora sabiendo que su puto vecino ha estado a punto de matarnos.
—¿Sigues teniendo tu teléfono? —Le pregunto después de hacer que se detenga en la puerta trasera
del hotel, en la zona por la que accede la gente que no quiere ser vista en compañías inadecuadas.
—Sí, pero no sé si funcionará —dice mientras se levanta hacia un lado para sacarlo del bolsillo de su
trasero.
—Como esté igual que el mío. —Niego con la cabeza al recordar cómo ha salido disparado de mis
vaqueros cuando esos cabrones me han arrastrado.
—Funciona —comunica tras desbloquearlo y entregármelo.
—Bien, dame un momento. —Marco el primer número que viene a mi mente y aguardo con el móvil
pegado en la oreja.
—¿Quién es? —contesta enseguida.
—Sasha, necesito tu ayuda.
—¿Dante?
—Sí, escúchame, no tengo mucho tiempo. Llama al hotel y di que me abran la puerta de Montecarlo,
estoy aquí fuera en un coche negro.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
—Tía, por favor.
—¿Gabi está bien? ¿Está contigo?
—Está bien, no está aquí.
—De acuerdo, ahora mismo llamo, y en una hora estoy ahí. Tengo una puta reunión que no puedo
anular, pero si…
—Estoy bien, te lo juro. No te preocupes y no le cuentes nada de esto a nadie, después te lo explico.
—Vale, hasta luego.
—Adiós.
Apoyo la cabeza en el respaldo y dejo escapar el aire que no sabía que había contenido, giro el rostro
un poco y me encuentro con la mirada de Asia clavada en mis manos ensangrentadas y manchadas de
lodo, en una de ellas, la pistola, y en la otra, su teléfono.
Veo cómo alguien del equipo de trabajo se acerca, me reconoce en cuanto me ve y sus ojos se entornan
en una pregunta muda. Bajo la ventanilla y le doy las gracias cuando me entrega el mando del garaje
individual con acceso directo a la habitación, me dedica un asentimiento de cabeza y se aleja sin hacer
comentario alguno.
—Vamos —digo tras apretar el botón y ver cómo la puerta metálica se va abriendo despacio hacia
arriba.
Asia traga saliva y acelera despacio hasta estar dentro por completo, entonces detiene el vehículo y me
mira sin saber qué hacer. Yo salgo y lo rodeo para ayudarla a salir, la pierna me duele horrores, pero yo
soy el culpable de todo esto, así que ella es mi prioridad.
—Es aquí mismo —indico mientras paso su brazo por detrás de mi cuello y rodeo su cintura para que se
apoye en mí.
Une sus labios con fuerza y cierra los ojos, imagino que para reprimir un jadeo de dolor cuando tiene
que subir un escalón. Coloco la tarjeta en el lector y giro la manilla cuando se enciende la luz verde, la
empujo con la mano y hago que los dos entremos despacio.
La suite Montecarlo es una de las mejores del hotel, por eso sabía que seguramente estaría vacía.
Suele reservarse para altos cargos y gente muy importante, así que lo más probable era que no hubiera
nadie ahora.
—Vamos, siéntate. —La acompaño hasta el borde de la cama y ella estira la pierna herida cuando su
trasero toca el colchón.
Sus manos agarran con fuerza el edredón al ver por fin el estado de la herida, tiene parte de la piel
levantada, hay zonas en carne viva y la mezcla de sangre con barro no ayuda a que el aspecto sea menos
alarmante.
—La tuya está igual —dice entonces, al ver que estoy mirándola.
—La mía no importa, voy a encender el agua de la ducha para que se caliente y puedas lavarte. En una
hora vendrá mi tía y podremos solucionar todo esto.
No dice nada, así que me alejo por el pasillo y accedo al enorme cuarto de baño, tiene un jacuzzi
empotrado en forma de semi triángulo, y luego una ducha que va de una esquina a otra de la pared, con
un asiento dentro de la misma y múltiples chorros, tanto en la pared como en el techo.
Abro el grifo y me apoyo en la cristalera que hace de mampara mientras espero a que el agua se
caliente. ¿Cómo ha podido suceder esto? Debí detener a ese hijo de puta en cuanto Gabi me dijo que era
parte de la ‘Ndrangheta, pero no lo hice, en su lugar preferí jugar con él al gato y a ratón, y hoy me ha
cazado. Ese cabrón ha decidido jugar con fuego, y en lo que al infierno respecta, los Ivankov no tenemos
competencia.


XIX

ASIA

Me arde la garganta por la necesidad que tengo de llorar, pero no voy a hacerlo; odio cuando en las
películas las protagonistas pierden los nervios y se ponen histéricas. Esta no parece ser una situación de
la que se salga llorando.
¿Cómo hemos llegado a esto? Cielos, acaban de intentar matarme, mi vecino y una persona que
comenzaba a querer; el mejor amigo que he tenido hasta la fecha, ¿acaso todos los buenos ratos que
hemos pasado juntos no han significado nada para él? El Nino que he visto y escuchado en ese lugar
oscuro y frío no es el mismo que se ha mostrado ante mí, de hecho, parecía una persona completamente
diferente.
En cuanto a Dante, mi cabeza funciona a mil por hora en este momento, me manda diferentes
reacciones y pensamientos que solo están haciendo que me vuelve aún más loca. Creía que era un capullo
sin corazón, un niñato pijo y adinerado que solo le preocupaba el marcador al final de un partido, salir con
las chicas más populares y tener el coche más caro; puede que todo eso le preocupe, pero hoy me ha
demostrado que no es lo único. La forma en la que me ha mirado en ese maletero y cómo su voz se ha
desgarrado para gritar que me soltasen, me ha mostrado otra cara de él, una que, supongo, se esfuerza
por ocultar al resto del mundo. Sin embargo, tiene muchas explicaciones que darme, empezando por su
relación con Nino y el motivo por el que hoy ha intentado acabar con nuestras vidas.
—El agua ya está caliente. —Su voz desde la puerta hace que alce la cabeza para encontrarme con sus
ojos.
Se aproxima para ayudarme a levantar y atravesamos en silencio la enorme habitación de este hotel,
que imagino será de su famosa tía Sasha Ivankova.
Dios mío, me va a estallar la cabeza con tanta información.
—¿Crees que podrás sola? —cuestiona cuando me apoyo en la pared de baldosas blancas. Observo la
mancha de barro y sangre que marcan mis dedos ahora en ellas y niego con la cabeza.
—¿Hay algunas tijeras? No creo que pueda quitarme los pantalones. —Dirijo la mirada a mi derrotado
muslo y trago saliva para no vomitar, jamás había visto nada tan asqueroso como la pinta que está
adquiriendo.
—Déjame ver.
Recorre el cuarto de baño abriendo cajones y armarios hasta que encuentra el botiquín, lo celebra con
un «perfecto» y enseguida regresa a mi lado con él. Me quita las botas con cuidado y luego introduce la
hoja de la tijera por debajo para ir rasgando la tela vaquera del pantalón negro.
—Lo siento —dice cuando un pequeño gemido dolorido se escapa entre mis labios al llegar a la herida
—. Dios, cómo tienes esto. Maldito hijo de puta —gruñe en voz baja al mismo tiempo que con unas pinzas
retira restos de tela pegada e incrustada entre los pedazos de piel y carne abierta de mi muslo.
Aprieto los puños a los lados y me muerdo el labio con fuerza, varias lágrimas se deslizan por mis
mejillas, mezclándose con el lodo y la sangre en ellas. Dante por fin llega hasta mi ropa interior y también
la rasga por completo, dejándome desnuda por un lado. Aparta la vista y me pide permiso sin abrir la
boca.
La verdad es que esta no era la forma en la que imaginaba que nos encontraríamos desnudos por
primera vez; de hecho, hacía días que había descartado esa idea de mi mente después de ver su
comportamiento con Nino. En cambio, ahora, creo que carece de importancia después de todo.
Asiento con la cabeza y él vuelve a agacharse para repetir el proceso con la otra pata del pantalón,
puedo ver cómo cierra los ojos ante el dolor que él mismo debe estar sintiendo. Mis heridas provienen
únicamente del accidente de moto, pero es que las suyas, además de eso, también vienen de la paliza que
le han dado.
—Esta parte es mejor que la cortes tú —indica entregándome las tijeras cuando ya solo falta cortar la
zona delantera del pantalón para que caiga por completo.
Las acepto y él se da la vuelta, espera unos segundos y luego gira sobre sus propios pies de nuevo
hacia mí, ahora con una toalla blanca en las manos. Se acerca sin despegar sus ojos de los míos y rodea
mi cuerpo con ella, despacio, cuando ya estoy desnuda de cintura para abajo.
—Gracias.
—¿Puedes sola con el resto? —pregunta mientras me ayuda a quitarme la cazadora de lana, la cual
también está ligeramente pegada a la piel de mi brazo.
—Sí, gracias.
—Bien, estaré al otro lado de la puerta si necesitas cualquier cosa. Cuando te duches, ponte este
albornoz y cuando venga mi tía le digo que nos traiga algo de ropa.
Asiento y, cuando se da la vuelta y va hacia la puerta sin evitar disimular la cojera que le producen sus
heridas, lo llamo.
—Dante, espera.
—¿Uhm? —Gira y aguarda a que le responda.
—No… No es necesario que te vayas. Sé que eso te duele tanto como a mí o más, entra y límpiate, no
quiero que se te infecte por estar esperando a que yo salga.
—No te preocupes, Asia, de verdad. —Niega con la cabeza sin moverse.

DANTE

No voy a mentir, nunca me habían dado una paliza como la de hoy, ni había tenido accidentes o heridas
semejantes. Mi familia se ha encargado de mantenernos seguros toda nuestra vida, de modo que lo de
hace un rato ha sido nuevo y bastante fuerte para mí. A pesar de que ya nos advirtieron a mis primos y a
mí de que los enemigos están siempre a la vuelta de la esquina y que, en contra de nuestro pensamiento,
podríamos ser atacados en cualquier lugar y sin esperarlo, jamás habría imaginado que fuese a suceder
de verdad.
Tanto la pierna como las costillas y el resto de las heridas que el accidente —y esos cabrones— me han
producido, me arden y hacen que quiera retorcerme de dolor. Sin embargo, recordar que mi padre, mi
madre, mi abuelo, y toda mi familia ha debido de pasar por decenas de cosas mil veces peores, hace que
no me vea capaz de emitir queja alguna. Si algo he aprendido de ellos, es la fortaleza y los cojones ante
situaciones desesperadas.
—Por favor —insiste Asia, se ve tan frágil y tan agotada ahora mismo—, no estaría tranquila sabiendo
que tú estás ahí fuera esperando que yo salga para poder entrar tú. Vamos, ven.
—Está bien, gracias.
Abre la puerta de la mampara y se mete en la ducha, cuyos cristales se encuentran ahora empañados
por el vahó del interior. Termina de desnudarse y deja caer la poca ropa que le queda en el suelo, sobre
las baldosas también blancas. Permanezco de pie aquí, sin moverme mientras no puedo apartar los ojos de
su increíble cuerpo, ahora bajo el chorro de agua caliente, esperando que me una a ella.
Me quito la cazadora de la Trinity y trato de desvestirme por completo intentando no gritar por el dolor
que me provoca la jodida tela del pantalón, incrustada en mi piel igual que la de ella. Abro la puerta para
acceder al interior de la ducha y no se gira hacia mí, solo alarga la mano para cambiar el modo de los
chorros y que salgan ahora también desde el otro lado, provocando que caigan encima de los dos.
El agua en mis heridas es igual que una plancha ardiendo, sé lo que debe estar doliéndole a ella porque
yo siento lo mismo. Los mechones de su pelo caen por su espalda desnuda y mojada, llevándose consigo
los restos de barro y sangre, tiñendo nuestros pies de un color marrón rojizo que me enfurece.
No soy consciente de que estoy tocándola hasta que me encuentro ya a su espalda, con las palmas de
mis manos en sus hombros. Entonces escucho un gemido que me revela que está llorando, que toda esta
situación al fin la ha superado y se ha venido abajo. Demasiado ha tardado, otra chica en su lugar —
cualquiera de la Trinity—, habría entrado en un ataque de histeria y se habría desmayado ante el primer
disparo.
—Shh, tranquila —susurro entrelazando mis dedos con los suyos para llevarlos a su abdomen y
abrazarla desde atrás—. Todo ha terminado, no volverás a pasar por algo así.
¿Por qué le mientes? Ni tú te crees algo semejante.
—Perdona —dice soltándose de mis brazos y colocándose justo debajo del chorro de agua.
—No tienes que pedir perdón por nada. —La insto a darse la vuelta para poder mirarla a los ojos, y, una
vez más, me quedo embobado ante esas pupilas llenas de estrellas que ahora brillan incluso más por las
lágrimas que las rodean—. No tienes la culpa de nada, no debí haberte invitado a cenar. Ahora mismo
estarías a salvo y en tu casa si hubiese mantenido la puta boca cerrada. —Gruño solo para mí mismo y
cierro los ojos bajo el agua, odiándome por haberla metido en esto.
Cuando vuelvo abrirlos, sacudo la cabeza y veo que sigue ahí parada, mirándome.
—Me debes muchas explicaciones —dice dando un paso hacia mí, sus pies casi tocan los míos debido a
la cercanía—, pero me has salvado la vida, así que no te culpes por ello.
—Sí, después de haberla puesto en peligro.
—Tú no sabías que esto pasaría, ¿me equivoco?
—No, claro que no, pero debí haber… Tendría que haber… —Niego con la cabeza sin saber en realidad
qué decir, así que solo suspiro y me disculpo una vez más—. Lo siento. Oye, deberíamos limpiar las
heridas con jabón, pásamelo, está ahí encima. —Señalo con el dedo la repisa en la que se encuentra todo
el material de aseo de muestra.
—Pon la mano —pide después de abrir uno de los botes.
Nos repartimos el jabón y cada uno nos encargamos de limpiar nuestras heridas, maldecimos y no nos
reprimimos a la hora de quejarnos por el dolor que estamos sintiendo. La pierna de Asia está peor que la
mía, ella iba detrás, por lo que su muslo estaba ligeramente sobre el mío, así que el impacto ha sido
mayor. Por mi parte, las heridas son más internas, los puñetazos que Nino y sus hombres me han dado no
han sido suaves, pero creo que no tengo nada roto.
—Con cuidado —digo mientras envuelvo a Asia en el albornoz de seda blanca—, deja la pierna fuera.
Yo me cubro después solo con una toalla para que mi brazo quede al aire, y los dos vamos al dormitorio
para tumbarnos en la cama y esperar hasta que Sasha llegue.

ASIA

Abanico mi muslo para refrescar la quemazón mientras espero a que Dante tome la iniciativa y me
cuente lo que ha sucedido. No quiero presionarlo, así que tan solo permanezco semi tumbada a su lado, él
ha volcado el botiquín sobre el colchón y está ojeando lo que hay dentro.
—Creo que le diré a Sas que… —No termina la frase porque alguien llama a la puerta.
Mi cuerpo se pone alerta y por encima de todo el silencio se escucha cómo mi estómago se da la vuelta
en un sonoro retortijón.
—Nadie sabe que estamos aquí —señala Dante para tranquilizarme—, voy a abrir.
—Asegúrate —pido mientras camina hacia la entrada, ante lo que él asiente y me lanza una mirada
tranquilizadora.
Escucho voces desde la cama y luego unos tacones aproximándose deprisa. La mismísima Sasha
Ivankova hace su aparición en el dormitorio, enfundada en unos ajustados pantalones blancos de lino, una
camisa magenta con cremallera en el centro y una cazadora vaquera que se ajusta perfectamente a sus
curvas. Por no mencionar, por supuesto, los tacones negros de su nueva colección y el bolso a juego. Estoy
segura de que por debajo debe llevar puesta alguna de sus piezas de lencería más caras.
—Hola, ¿cómo te llamas? —pregunta dejando el bolso sobre el diván antes de quitarse la cazadora.
—Asia.
Creo que voy a vomitar, estoy semi desnuda, herida y acojonada delante de la mujer que más admiro y
que, casualmente, es tía del chico que me ha metido en todo esto.
—Joder, Dante, debería meterte la puta cabeza en el váter y tirar de la cadena. —Maldice mientras le
señala amenazante con el dedo.
—Lo siento, no lo vi venir.
—¿Que no lo viste venir? —Ríe con cinismo y le lanza una mirada significativa que solo ellos
comprenden—. Te lo dije, te advertí que… —Frunce los labios y luego se lleva las manos a la cabeza,
cierra los ojos y llena sus pulmones de aire—. De acuerdo, vale, déjame hacer una llamada.
—Tenemos todo el día —contesta Dante mientras se sienta en el borde del colchón, su tía lo asesina con
la mirada y luego pone atención al móvil cuando quien sea a quien ha llamado, le responde.
—Necesito que me traigas al hotel un juego de ropa deportiva para mi sobrino, holgada, unas zapatillas
y también un juego de ropa femenina… —Me mira un par de segundos y luego mira mis pies—. Talla 8 de
inferior y 6 de calzado… Sí, que sea oversize y rápido. Suite Montecarlo, di que vienes de mi parte para
que te dejen pasar, código 3809. Adiós.
—¿Le has dicho algo a mis padres?
—No, pero la directora de este hotel es tu madre, Dante, ¿acaso te crees que no se lo van a contar? —
Niega con la cabeza y luego rodea la cama para acercarse a mí, su sola presencia me pone la piel de
gallina—. Eso tiene una pinta espantosa, y la tuya también —indica hablando a su sobrino.
—Ya lo sé, pero no me pareció lo más apropiado ir a un jodido hospital.
—Obviamente no. Hay que desinfectarlo y vendarlo —explica sentándose a mi lado—, ve pasándome lo
que te pida.
—De acuerdo.
Sasha me mira en una advertencia de que lo que va a hacer me va a doler, pero yo no puedo sentir más
que sus manos sobre mi pierna. Me encuentro tan fascinada por toda su persona, y que sea precisamente
ella la que haya acudido en nuestra ayuda, solo hace esto aún más loco si cabe.
—Muchas gracias —digo cuando termina de vendarme y cubre el muslo con el albornoz.
A continuación repite el proceso con su sobrino y luego le pide hablar unos minutos a solas, por lo que
decido tumbarme un poco más y tratar de relajarme, algo me dice que esto no ha hecho más que empezar.



XX

DANTE

Entro en la zona del salón de esta inmensa suite y me preparo para la reprimenda de mi tía, apoyo mi
cuerpo en la mesa de cristal y simplemente la escucho.
—Habla —exige con los brazos cruzados y el peso de su cuerpo sobre el lado izquierdo de su cadera.
—Niniano y Fiorella De Luca.
—¿Has dicho De Luca? —Dibuja una mueca preocupada y a continuación su rostro se va transformando
lentamente a uno enfurecido—. Calabria, ¿no es así?
—Sí, ¿los conoces?
—Son parientes de Marco Manzotti. —Cierra los ojos en un sonoro suspiro y echa la cabeza hacia atrás,
murmura algo que no escucho y luego clava su mirada en mí de nuevo—. Dante, dime que esto no os lo ha
hecho él.
—He ido a casa de Asia a hacer un trabajo y cuando hemos bajado a la calle con la intención de ir a
cenar, un coche nos estaba esperando junto a mi moto. —Guardo silencio cuando clava las uñas en sus
propios brazos cruzados—. Nos han disparado, así que he salido con la moto a toda velocidad y en una
obra he perdido el control. Llovía mucho, nos estaban persiguiendo y el suelo resbalaba, nos hemos ido
contra una farola y luego nos han secuestrado —continúo, pero el rostro de la rubia está cada vez más
descompuesto—. Nos han metido en el maletero y poco después hemos llegado a un garaje enorme donde
estaba De Luca. No me preguntes cómo, pero he conseguido arrebatarle la pistola y así ha sido como
hemos logrado salir de allí. No he querido ir a la mansión para no meter a toda la familia en esto, ha sido
por mi culpa, Sasha, es asunto mío.
—No sabes lo que dices. —Niega con la cabeza y la sombra de los recuerdos parece cruzar sus ojos—.
No tienes ni puñetera idea de dónde acabas de meterte. De meternos, porque esto nos incumbe a todos.
—No, yo la he cagado y yo voy a solucionarlo.
—Somos una familia, Dante —habla con firmeza y seguridad—, ¿acaso te crees que ellos han venido
solos?
—Sí, su madre está muerta y su padre preso en una cárcel de Italia de máxima seguridad. Son parte de
la ‘Ndrangheta, Sas.
—Ya lo sé, tu padre y yo tuvimos una buena con ellos cuando tú aún ibas en pañales. —Niega con la
cabeza y se deja caer en un sofá, parece cansada, como si el peso de la vida se le estuviese cayendo
encima en este momento.
—¿Hablas en serio? —Camino hasta ella y me siento a su lado.
—Nosotros enviamos a su padre a la cárcel, Dante.

ASIA

El sonido de la puerta vuelve a inquietarme, espero a que Dante o Sasha vengan para abrir, pero nada
sucede, imagino que no lo han escuchado. Solo pasan unos segundos antes de que vuelvan a tocar, así que
me tapo con el albornoz y camino cojeando hasta ella para abrirla, imaginando que será la persona a la
que la reina de la moda ha encargado la ropa.
—¿Sí? —digo mientras giro la manilla.
De repente la puerta se abre bruscamente y pierdo el equilibrio, caigo al suelo sin reprimir un grito de
dolor y el corazón se me sale del pecho al ver a un tipo con la cara cubierta por un pasamontañas, con una
navaja en su mano derecha y un teléfono en la otra.
—Por favor, no me hagas daño —suplico antes de tragar saliva y retroceder con las palmas de las
manos en el suelo, arrastrando la pierna vendada.
—No lo haré si te levantas y vienes conmigo.
Sostengo su mirada unos segundos, tengo que llamar a Dante, pero sé que en cuanto lo haga, el
hombre no dudará en agredirme, y no puedo con un solo golpe más.
—Veo que será a la fuerza —deduce al mismo tiempo que comienza a andar hacia mí para levantarme.
—¡No! ¡Dante! —Le doy una patada con la pierna buena, consiguiendo que retroceda apenas un par de
pasos, pero enseguida se inclina con la navaja en alto y a mí se me atasca la voz en la garganta.
—Eh. —Escucho la voz de Sasha por detrás de mí, e inmediatamente después de que el hombre alce su
cabeza para mirarla, el estruendo de un disparo rebota en las paredes de la habitación.
La bala abre un agujero en el todo el centro de la frente del encapuchado, y su sangre me baña por
completo, cubriendo mi cuerpo por segunda vez en una tarde.
Sasha se aproxima y me lo quita de encima empujándolo con uno de sus tacones, Dante me sujeta por
los brazos para levantarme y se coloca frente a mí para examinarme, preocupado.
—Háblame, Asia, dime si te ha hecho algo —pide sujetándome por las mejillas.
—No. No. No. —Trago saliva sin dejar de negar con la cabeza mientras mi pecho sube y baja con
violencia, paso la mano por mi frente al sentir una gota resbalando por ella, y una arcada sube por mi
garganta al ver cómo se macha de sangre. Tengo la cara cubierta de sangre.
—¡Seguridad! —grita Sasha desde la puerta—. ¿¡Qué cojones pasa con vosotros!?
Dante me guía hasta el baño mientras sigo escuchando cómo la rubia regaña a los guardias, los cuales
se disculpan con no se qué excusa y ella les pide que se deshagan del cadáver. ¿Así, sin más? ¿Es que en
esta familia ven todo esto normal?
—Asia, por Dios, dime algo. Eh, unicornio. —Pasa la toalla por mi rostro para secarlo después de
haberme lavado con agua, y luego levanta mis manos para besar mis nudillos sin dejar de mirarme a los
ojos.
—Cuéntame ahora mismo qué está pasando.
—Asia, necesitas calmarte, tienes que…
—¡Que me lo cuentes! —exclamo apartándolo de un manotazo.
—Joder, ven, es mejor que te sientes. —Intenta tirar de mi brazo, pero vuelvo a separarlo de mí.
—No quiero sentarme, quiero saber por qué narices nos han secuestrado, han intentado matarnos, ¡dos
veces! —recalco empezando a sentirme furiosa— y tu tía acaba de matar a un hombre igual que si acabase
de vender un par de zapatos. ¿¡Qué hace con una pistola!? ¿Y qué es eso de deshacerse del cadáver? —Me
llevo los dedos a la frente porque realmente me encuentro mareada y muy desconcertada ante tantas
incoherencias.
—¿De verdad quieres saberlo? Te aseguro que sería mucho mejor que lo olvidases todo.
—¿Pero es que estás drogado o qué coño te pasa? —Río sarcásticamente y dibujo un semblante
interrogante, no sé si está vacilándome—. ¿De verdad crees que esto se puede olvidar como si nada?
—Asia, yo… Mi familia… —Despeina su pelo con la mano y luego mira hacia la puerta cuando
escuchamos de nuevo los tacones de Sasha.
—El coche en el que habéis venido es de ellos, ¿verdad? —pregunta mirando a Dante, el cual asiente
sin decir nada—. Debía tener un GPS, no han dudado en mandar a alguien, están locos, joder. —Niega con
la cabeza y teclea algo en su móvil—. Tenemos que contárselo a tu padre ya.
—No.

DANTE

Me niego a que esto trascienda más, no puedo implicar a toda la familia, por mucho que mi padre y Sas
sean los responsables de que el padre de De Luca esté en prisión, yo me he buscado esto a pulso.
—Dante, van a venir a por todos vosotros, ¿lo entiendes? —La rubia intenta hacerme entrar en razón—.
Si te han atacado a ti, también lo van a hacer con Kibo y con… —Su rostro se torna ligeramente pálido al
llegar a la conclusión de que Gabi forma parte del paquete.
—La última vez que hablé con ella me dijo que iba al centro comercial con sus amigas, que tenía que
comprar cosas para su fiesta de cumpleaños —contesto adivinando sus pensamientos.
—La he llamado cuatro veces, pero no me responde. El localizador de su móvil la sitúa en Queens, pero
no entiendo qué cojones puede estar haciendo allí —comenta deslizando el dedo por la pantalla a la vez
que provoca que sus largas uñas hagan ruido con cada pasada.
Vuelve a llevarse el aparato a la oreja y Asia permanece en silencio mientras los tres aguardamos a ver
si Gabi contesta.
—Gabriella, ¿dónde estás? —habla poco después mientras se pasea con los tacones por el cuarto de
baño—. Que sea la última vez que tengo que llamarte cinco veces para poder hablar contigo, ¿me has
entendido?... ¡Me da igual! ¡Si te llamo no es para preguntarte por el puto tiempo, es por algo
importante!... Vete ahora mismo para la mansión… ¡Que muevas el culo inmediatamente! —Cuelga sin
esperar a que su hija la responda y luego se toma tres segundos para respirar con los ojos cerrados, como
cada vez que mantiene una conversación seria con ella.
—No vamos a ir a la mansión, Sasha —le advierto—, es mejor que nos quedemos aquí hasta mañana,
pon seguridad en la puerta.
—¿Crees que vas a poder manejar a ese niñato tú solo? —Arquea una ceja y cruza los brazos.
—Sí, la próxima vez no me pillará desprevenido.
—¿Hola? —Asia levanta una mano y nos dirige una mirada atónita a los dos, primero a Sasha y después
a mí.
—¿No sabe nada? —inquiere mi tía con una sonrisa malévola, gesto ante el que niego con la cabeza al
adivinar sus intenciones—. Asia, cielo, te llamabas así, ¿verdad?
—Sí.
—Bueno, pues como mi sobrino es un cobarde y le va a costar contarte todo por miedo a que te
acojones y salgas corriendo, te lo voy a contar yo para hacerle un favor.
—Sasha, no.
—Cállate. —Levanta una mano en mi dirección y yo resoplo con resignación mientras me apoyo en la
pared y observo el rostro de mi unicornio herido—. Verás, supongo que habrás escuchado nuestro apellido
muchas veces.
—Sí, por ti. —Agacha la mirada tímidamente, recuerdo que admira la colección de mi tía y, por ende,
debe admirarla a ella—. Me gusta mucho tu ropa, no sabía que Dante era tu sobrino hasta que… Bueno,
eso no importa.
—Una admiradora. —Sonríe la rubia y ladea un poco la cabeza, se aproxima a ella y sujeta un mechón
de su pelo mojado entre sus dedos mientras la analiza—. Eres muy guapa, ¿el idiota de mi sobrino ya te lo
ha dicho?
—Al grano, Sasha —imploro con desesperación.
—Por desgracia la belleza es algo que parece perseguir a estos chicos Ivankov. En cierto modo me
recuerdas a cuando llegó la ovejilla de Nick a casa. —Ríe con añoranza solo para ella ante algún tipo de
recuerdo que ni tan siquiera yo conozco, y luego niega con la cabeza—. Por desgracia, Asia, Dante te ha
escogido, y eso ha dibujado una diana en tu frente, como lo hizo con Hope cuando Hell apareció en su
vida, y Allie cuando Nick lo hizo después.
—¿Eso qué significa? ¿Por qué nos han secuestrado? ¿Quiénes sois? —La voz de Asia es prácticamente
una súplica, y ahora es a mí a quien mira.
—¿Te ves capaz de continuar tú solito o debo hacer yo todo el puto trabajo en esta familia? —Sasha
pone los ojos en blanco cuando su teléfono suena con la melodía dramática que tiene puesta para cuando
la llama su hija, y sale por la puerta hacia el dormitorio.
—Asia, mi familia pertenece a una mafia.
La información se apelotona en mi boca y sale sin ningún tipo de filtro, algo que sobra después de lo
que hemos vivido hace un rato.

ASIA

—¿Dónde está la cámara? —Le pregunto mientras río y miro a las esquinas del cuarto de baño.
—¿Qué cámara?
—La que nos está grabando.
—No hay ninguna cámara, Asia, no estoy bromeando. —Da unos pasos hasta llegar frente a mí y se
agacha un poco para buscar mi mirada—. El apellido Ivankov no solo pertenece a una marca de ropa, a
unos coches caros o a un hotel, todo eso son solo tapaderas. En realidad somos la familia más poderosa de
la costa este de los Estados Unidos, mi padre y mi tía fueron los encargados de que el padre de Nino esté
ahora en la cárcel, sospecho que por eso han venido a por nosotros.
Dejo de reírme al ver su semblante serio y es entonces cuando puedo notar cómo una horrible
sensación sube por mi estómago. Me llevo la mano a la boca y giro bruscamente para alcanzar el váter,
agacharme tan rápido como la herida me lo permite, y vomitar. Vaciar mi estómago por completo y casi
deseo que mi alma caiga con él.
Dante corre hasta mí y sujeta mi pelo aún húmedo por la ducha entre sus manos, aguarda en silencio a
que termine y luego me ofrece una toalla limpia. La acepto y me apoyo en él para ir hacia el lavabo y
enjuagarme la boca, alargando el momento porque realmente no tengo idea de qué decir. Dudo incluso
que mi cabeza sea capaz de procesar lo que acabo de escuchar.
—¿El padre de Nino está en prisión? —Es lo primero que viene a mi cabeza, supongo que porque es lo
último que él me ha contado.
—Sí, ellos son parte de otra mafia, la ‘Ndrangheta, pertenecientes a la Calabria más antigua. —
Sostiene mi mirada a través del espejo y hace pausas como queriendo darme tiempo para asimilar—. Oye,
Asia, no sé lo que él te habrá contado, pero te aseguro que solo han sido mentiras. Creo que esta noche
has podido comprobar que no le importas lo más mínimo, los ‘Ndrangheta se rigen por un código
extremadamente estricto —continua cuando me doy la vuelta hacia él—. Su mafia está por encima de
cualquier cosa y de cualquier persona, matarían a miembros de su propia familia si se lo pidiesen.
—Por favor, dime que todo esto es una pesadilla, que te has colado en mis sueños y voy a despertar en
cuanto suene la alarma —imploro con los ojos cerrados, pero él no habla, solo siento cómo coloca ambas
manos en mis mejillas y espera a que vuelva a abrirlos para encontrarme con los suyos.
—Lo siento —repite por décima vez—, pero esta es ahora también tu realidad.
—Y ¿puedo saber cómo voy a sobrevivir a ella?
—No voy a dejar que te pase nada, necesito que confíes en mí para que pueda mantenerte con vida.
Algo grande ha comenzado esta noche, y sé que Nino ya te ha tachado de su lista, así que deja que yo me
encargue de que no te elimine del todo.


XXI

DANTE

Asia da pequeños sorbos a la tila que he mandado que le traigan, Sasha está organizando todo un
ejército para que nadie pueda hacernos daño aquí, y yo estoy sentado en el sofá que hay justo frente a la
cama, tras una pequeña mesa baja. Desmonto la pistola que mi tía me ha dado y la limpio sin quitarle los
ojos de encima a la única chica que ha despertado la vena protectora en mí.
—¿¡Qué es todo esto!?
—Oh, mierda. —Cierro los ojos y me dejo caer en el respaldo del sofá al escuchar la voz de mi madre
desde fuera.
—Te juro que iba a llamarte en cuanto tuviese todo cubierto. —Esa es mi tía Sasha, seguramente
disculpándose ante el semblante preocupado de mi madre, casi puedo verla en mi cabeza.
—¿Qué ha pasado?
—Entra —pide la rubia.
Dejo el arma sobre la mesa y me preparo para recibir a la señora Hope, la cual avanza por el pasillo de
la suite desconcertada.
—¿Dante? —Frunce el ceño y luego ve a Asia, cuya pierna está al descubierto bajo unos pantalones
cortos—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? —Se acerca hasta mí para darme un beso en la frente y luego
busca explicaciones en Sasha, la cual resopla y me mira a mí.
—¿Quién te ha llamado? —cuestiono levantándome como puedo, no quiero que se entere de que estoy
herido.
—Es mi hotel. —Su semblante es serio y sé que quiere una explicación inmediatamente—. Si mi hijo
aparece cubierto de barro y pide que le abran una habitación sin que nadie se entere, ¿qué esperas que
haga el servicio? —Alza las cejas como si yo tuviese que responder—. ¡Llamarme!
—Tranquilízate, mamá, estoy bien. Oye, mira, ella es Asia —digo para que se le olvide un poco la otra
parte—, una amiga de clase.
—Hola, Asia. —La saluda y luego vuelve a dirigirse a mí—. O me cuentas de una maldita vez lo que ha
pasado, o llamo a tu padre ahora mismo.
—No, no. —Levanto la mano para que deje el teléfono y suspiro resignado.
Hope permanece de pie frente a mí mientras le relato todo lo sucedido, no me interrumpe y dibuja
diferentes expresiones a medida que avanzo en la historia. De vez en cuando lanza una mirada asesina a
mi tía Sasha por no haberla llamado antes, imagino, y otras veces mira a Asia con lástima por haberla
metido en todo esto.
—Debiste hablarnos de esa familia cuando supiste quien era ese chico, Dante —indica minutos después.
—¿Mi amor?
—No me jodas. —Maldigo cuando escucho a mi padre acercándose—. Me has dicho que no le dirías
nada si te lo contaba —reclamo a mi madre.
—Te he mentido. —Me dedica una falsa sonrisa y luego le da un beso en los labios a Hell Ivankov
cuando él llega hasta la estancia en la que nos encontramos.
Con él vienen Gabi y Kibo, los cuales me miran entre confusos y preocupados, sobre todo el segundo,
puesto que la primera está matándose con su madre por no haberla respondido al teléfono a la primera.
—Pues ya estamos todos. —Niego con la cabeza y me dejo caer en el sofá otra vez, mi padre posa sus
ojos en mí y no es necesario que diga nada más—. Nos han atacado, tenías razón y yo no, ¿contento? —
digo al recordar el momento en el que me advirtió de llevar un arma siempre encima.
Hell estalla en una carcajada amarga y luego se aproxima para sentarse en el borde de la mesa de
madera que hay frente mí.
—¿Crees que me pone feliz saber que han atacado a mi hijo? ¿A una de las personas más importantes
de mi vida? —habla ahora con seriedad y yo solo niego con la cabeza—. ¿Quién ha sido?
—Niniano De Luca.
—De Luca —repite y de inmediato busca la mirada de Sasha, la cual asiente con los brazos cruzados.
—Ese cabrón ha mandado a su hijo a cobrarnos todo lo que le hicimos —dice la rubia.
—¿Acaso sabéis quiénes son? —Gabi mira extrañada a su madre y esta le devuelve la misma mirada.
—¿Y tú? ¿De qué coño conoces a ese chico?
—Fui yo la que descubrí quienes eran —contesta la pequeña rubia orgullosa—. Tengo contactos, mamá.
—¿Disculpa? —Sasha se lleva la mano al pecho y arquea una ceja.
—Después nos ocuparemos de eso —señala mi padre, el cual apoya los codos en las rodillas y sujeta su
rostro entre las manos, como siempre que quiere concentrarse. Su mirada se pierde en algún punto de la
suite y todos guardamos silencio esperando qué dirá.
—Vaya, vaya —interrumpe entonces Gabi cuando Asia se levanta silenciosa y trata de meterse en el
cuarto de baño—. ¿Te has perdido? —La recorre de arriba abajo y frunce el ceño al ver la herida cubierta
con una venda, después me mira a mí y Kibo repite el mismo gesto.
—¿Quién es ella? —pregunta mi padre al darse cuenta de su presencia.
—Otra oveja —contesta Sasha sin más.
—No, por favor. —Mi padre se recuesta en el sillón y mi madre se posiciona detrás para darle un beso
—. La historia se repite.
—Nos aseguraremos de que no sea así. —Le dice ella convencida.
Gabi se cuela entre todos los presentes y llega hasta Asia, le ofrece su mano para que le de la taza
vacía y, después de dejarla sobre una encimera, vuelve a tenderle la mano para que se apoye en ella y
pueda guiarla hasta el sofá en el que me encuentro.
—Siéntate, ahora eres tan parte de esto como nosotros —informo con lástima y rabia—. Por desgracia.
—¿Puedes darnos más detalles? —demanda Kibo.
—Resumidamente, íbamos a salir a cenar cuando un coche nos estaba esperando. Nos dispararon, nos
siguieron y tuvimos un accidente con la moto. —Me detengo al ver la expresión de mi padre al decir todo
eso, pero su mirada pide que continúe—. Nos encerraron en un maletero y nos llevaron hasta un garaje,
allí estaba De Luca y unos cuantos hombres más. Me… dieron una paliza y conseguí arrebatarle el arma.
—Miro a mi padre y sonrío con tristeza—. Aquellas clases que me diste por fin me han servido de algo.
—Habría preferido que no tuvieses que ponerlas en practica nunca. —Se lamenta mientras me da una
palmadita en la nuca y tira de mí para besar mi frente.
—Tu cachorro quiere ocuparse del niño De Luca solito —informa entonces mi tía, y Gabi y Kibo
asienten estando de acuerdo conmigo.
—Sí, nosotros nos encargaremos —apoya mi prima con seguridad—. Puedo disuadirle, confiad en mí.
—Tú te callas, y como me entere de que andas por ahí…
—A ver, vamos a guardar la calma un segundo. —Mi padre interrumpe el ataque protector de Sasha y
está a punto de hablar cuando mi tío Nathan llega.
Vuelvo a relatar toda la maldita historia, le presento a Asia y él insiste en que Kibo se marche para
mantenerlo a salvo. Siempre ha sido el más cuidadoso de la familia, incluso en ocasiones me ha costado
imaginarlo haciendo frente a balas y puñetazos.
—Haremos lo siguiente —decreta el patriarca, me pregunto qué opinará mi abuelo de todo esto ahora
que ya se ha retirado casi por completo—: vosotros cuatro volveréis el lunes al instituto como si nada
hubiese sucedido, me juego el cuello a que él hará lo mismo.
—Sí, la ‘Ndrangheta es muy cuidadosa —interviene la rubia asintiendo con la cabeza—. Si hay algo que
les caracteriza es el silencio y la elegancia. Si hubieseis conocido a Marco y Anna… —Su mirada se cruza
con la de mis padres y mi tío, y todos ellos la apoyan con un asentimiento.
—Exacto —continúa Hell—. Ese chico volverá a las clases como si no hubiese estado a punto de
mataros, os cruzaréis por los pasillos y no te dedicará una palabra más alta que la otra. No puede, su
código no les permite meterse en problemas, deben pasar desapercibidos.
—Entonces lo que tendríamos que hacer es sacar a esa rata de su agujero —comenta mi primo
encogiéndose de hombros cuando mi tío Nathan le muestra su desacuerdo—. Si lo que quiere es ser
invisible, hagamos que le sea imposible.
—Sí, puedo hacer que pierda los nervios —aseguro—, conozco su punto débil, puedo hablarle de su
padre.
—Yo puedo hablar con él. —Todos miramos a Asia cuando se decide a participar por fin—. Somos
amigos, sé que lo somos. —Agacha la cabeza, no sé si por la pena de recordar lo que ha pasado, o por lo
intimidada que se siente.
—Asia…
—No, Dante. —Me interrumpe—. Sé que lo que compartimos estos meses fue real, no me creo que sea
capaz de hacerme daño.
—¿Acaso no te ha quedado claro? —Gabi arquea una ceja, señala su pierna y su madre le da una
palmadita en el hombro para que no sea tan desconsiderada. Como si ella tuviese mucho más tacto.
—Fui un daño colateral, Dante me lo dijo, Nino solo lo buscaba a él.
—Cariño, siento ser yo la que te saque de esa ilusión —anuncia mi madre con todo el tacto que le falta
a las dos rubias—, pero ese chico solo piensa en su venganza. Hace años que su padre está en prisión por
culpa de Hell y de Sasha, ellos fueron los que consiguieron hacerle salir de su zulo para ser descubierto
por la policía.
—Pero somos amigos. —Solloza y a mí se me parte el corazón por verla así.
—Esa gente no tiene amigos, todo lo que hacen es por su propio beneficio, todo tiene unas segundas
intenciones. Lo más probable es que Nino supiese que Dante y tú os conocíais y por eso se acercó a ti —
indica Hope pensativa.
—¿Cuándo os conocisteis vosotros dos? —Hell entorna los ojos y yo viajo a la noche aquella en la que
rechacé el beso de mi unicornio.
—Fue antes de verano, en la fiesta pitufo de La Cueva —responde Asia, al parecer interesada realmente
en todo esto.
—Seguro que ese cabrón estuvo allí, nos vio juntos y después te siguió para ver dónde vivías y así
mudarse justo en frente —reflexiona Dante en voz alta.
—¿Sois vecinos? —pregunta mi padre sorprendido, ante lo que ella asiente con el rostro ligeramente
empalidecido, como si todo comenzase a cuadrar.
—Callaos —ordena Sasha con el teléfono en la oreja—. Necesito que me busques una persona en el
registro de la fiesta pitufo del veinte de junio… Sí… Se llama Niniano De Luca… —Su rostro cambia y
asiente en nuestra dirección segundos después, justo antes de colgar—. Estuvo allí, y su hermana Fiorella
también.
—¿Lo ves ahora? —Mi madre se sienta frente a Asia y la abraza cuando esta rompe a llorar—. No te
culpes, esta gente es profesional, son entrenados desde bien pequeños para ser unos mentirosos de
primera y manipular a la gente.
—Que hijo de puta —gruño notando cómo me hierve la sangre.
—Escucha, Asia. —Intercambio una mirada con mi padre cuando se dirige a ella—. Por suerte o por
desgracia te has visto involucrada en esto, no puedo asegurarte que no saldrás herida, y menos ahora que
Niniano ha visto que estás del lado de mi hijo, pero lo que sí puedo prometerte es que tendrás a todos los
miembros de mi familia dispuestos a protegerte. —Suspira y yo asiento ante sus palabras. Asia me mira,
seco sus lágrimas con mis pulgares y paso un brazo por detrás de su espalda para acercarla a mí—. Dicho
esto, y sabiendo que Dante se va a oponer rotundamente, te necesitamos para frenar a ese cabrón.


XXII

ASIA

Mi pecho sube y baja con rapidez por los nervios, Dante está discutiendo con su padre y la familia se
encuentra dividida; unos opinan que sería bueno usarme de señuelo para atraer a Nino, y otros se oponen
rotundamente.
—¿¡Habrías expuesto así a mamá cuando eráis jóvenes!? —reclama el rubio al otro rubio más mayor y,
por cierto, igual de atractivo. Ya sé de dónde ha salido Dante.
—Tu madre hizo cosas mucho peores, te lo aseguro —contesta Hell con el semblante serio.
—Hay ocasiones en la vida en las que hay que hacer un pequeño sacrificio por lograr algo mayor,
Dante. —Sasha camina y la madera se estremece bajo sus tacones—. Os lo hemos dado todo en esta vida
—añade, ahora mirando a su hija—, pero el mundo de ahí fuera es una puta jungla llena de leones
armados y peligrosos.
—Sí, pero nosotros lo somos más. —La madre de Dante, la cual ha resultado ser muy cariñosa y
amable, se pone en pie para frenar la pelea de sus dos hombres—. Somos una familia y la familia es
sagrada —continúa con la mirada fija en su primogénito—. No se la traiciona, no se la falla y…
—No se la abandona. —Dante finaliza la frase cuando su madre espera que lo haga, como si fuese una
especie de mantra que todos conocen y aplican.
—No dejaremos que le pase nada —insiste Hell cuando el rubio me mira lleno de preocupación.
—Miradla, está muerta de miedo —dice señalándome con la mano—, es imposible que Nino no averigüe
lo que pretendéis que haga.
—Eh, no te adelantes. —Sasha dibuja una sonrisa traviesa y me pasa un brazo por los hombros
mientras mueve mi barbilla con sus dedos para observar mis facciones—. Aquí hay mucho potencial que
explotar, solo déjamela unas cuantas horas.
Me doy cuenta de que Hope quiere decir algo, pero se lo piensa mejor y se mantiene en silencio;
Nathan, mellizo de Sasha, se limita a negar con la cabeza y a mirar a su hijo, el cual parece igual de poco
decidido que Dante.
—¿Tú qué opinas? —El susodicho se acerca a mí, sujeta mis manos entre las suyas y me observa como
si toda su familia no estuviese a nuestro alrededor.
No habría imaginado nunca que fijarme en un chico guapo me fuese a traer tantos problemas. Cuando
conocí a Dante en aquella fiesta de su tía, simplemente fue un rato divertido, un momento de dejarse
llevar y no pensar en las consecuencias. Le besé por puro deseo y lujuria, jamás hubiese pensado que un
miembro de la mafia calabresa fuese a estar pendiente de mis movimientos —bueno, de los suyos—, y todo
fuese a desencadenar en esto.
—Opino que nadie me obligó a besarte —contesto al mismo tiempo que me encojo de hombros—. Yo
sola he tomado todas las decisiones que al final me han llevado a ti, así que no me queda otra que
atenerme a las consecuencias. Decidme qué tengo que hacer.

*

Suspiro tras bloquear el teléfono por quinta vez, después de marcar el número de mis padres para
llamarles y contarles lo sucedido. Dante se despide del último miembro de su familia y regresa al
dormitorio tras asegurarse de que el hotel está protegido.
—¿En qué estás pensando? —Me pregunta tras apoyarse en el extremo contrario del colchón.
—En mis padres, en si debería contarles todo.
—No lo hagas, Asia. —Niega con la cabeza y aparta la mirada, sé que se siente muy mal por haberme
involucrado—. Si saben que estás en peligro, vendrán a Nueva York y entonces ellos pasarán a ser un
objetivo tan claro para De Luca como tú.
—Ya, bueno, no soy tan fuerte como tú. Estoy sola aquí. —Lanzo el móvil sobre el edredón y me tumbo
con la mirada fija en el techo.
—¿Estás enfadada conmigo?
El colchón se hunde a mi lado cuando se aproxima un poco más, aunque sin llegar a colocarse a mi lado
del todo.
—No, lo estoy conmigo por haber sido tan estúpida de confiar en ese… —Me muerdo la lengua con
rabia—. Todo-todo pareció tan sincero.
—Está entrenado para hacer exactamente lo que ha hecho contigo, nadie se habría dado cuenta.
—El resto del mundo me da igual. —Suelto una bocanada de aire y me incorporo apoyándome en los
codos para mirarle—. Dante, yo vine aquí con el claro objetivo de graduarme en la Trinity y después ir a la
universidad de Columbia a estudiar periodismo. Tengo una beca, unas obligaciones, un trabajo que
necesito para poder pagar el apartamento y…
—Ni se te ocurra pensar que vas a volver a ese apartamento, Asia. —Se apresura a decir sin dejarme
terminar—. ¿Tengo que recordarte a quién tienes viviendo en frente?
—¿Dónde voy a vivir entonces? —pregunto desconcertada.
—Ya veremos, de momento te quedarás aquí. —Señala la suite con su mano y alza las cejas—. No me
digas que no es mucho mejor que tu…
—Mi ¿qué? —Me levanto de la cama y apoyo las manos en mis caderas—. Yo no soy hija de mafiosos
millonarios. Por si no te has dado cuenta, trabajo casi a diario para ganar dinero con el que poder
comprar comida. No me llega ni para un maldito uniforme nuevo, así que las mansiones, los coches
lujosos y las suites de hotel no entran en mis preocupaciones. —Cojeo hasta la puerta que comunica con el
salón porque ahora mismo no me apetece hablar más con él—. No necesito tu dinero.
—Asia, espera. —Me sigue y trata de sujetarme, pero me suelto de un manotazo y le advierto con la
mirada que no se le ocurra volver a intentarlo—. Lo siento, joder, no he pretendido decir eso. Te admiro
por la independencia que tienes, sé que te esfuerzas cada día y eso es algo que me encanta de ti. —Sus
hombros se elevan cuando respira profundamente, se rasca la nuca y luego chasquea la lengua—. Oye, yo
no elegí nacer en esta familia, pero doy gracias a Dios cada día por hacerlo. Sí, mis padres y mis tíos
hacen cosas malas, cosas ilegales, pero son las personas más buenas, generosas y maravillosas que he
conocido. Provenimos de mundos muy diferentes, pero de alguna forma el destino ha querido que nos
conociéramos, dijiste que crees en el destino.
—Así es. —Me encojo de hombros antes de cruzar los brazos, su discursito me está comprando, pero no
quiero parecer tan fácil de convencer.
—Pues entonces no luches contra algo que ya no tiene marcha atrás. Te pido perdón si te he ofendido
de alguna forma, y también te pido perdón por no haberte protegido mejor esta noche. A diferencia de mis
padres, yo soy nuevo en todo esto. —Niega con la cabeza y se sienta en el sofá en el que yo pretendía
pasar la noche—. Solo hace unos meses que me enteré de todo y, bueno, este ha sido mi primer
enfrentamiento. Nunca me había visto en una situación parecida, mi padre ha insistido muchas veces en
que tendría que llevar un arma conmigo todo el tiempo, pero no he querido hacerle caso y mira lo que ha
pasado.
—Pues yo me alegro de que no le hicieras caso —digo sentándome a su lado, él me mira sin decir nada
—. Imagina lo que hubiese pasado si llevas una pistola a clase o si te da por meterte en un tiroteo con
todos esos hombres que estaban con Nino. Igual ahora mismo estaríamos muertos.

DANTE

Asia y yo decidimos hacer una pequeña tregua, hemos pasado por un día muy largo y me alegra que no
se haya enfadado después de todo. Cuando le he dicho que se quedaría aquí, en el hotel, en ningún
momento se me ha ocurrido insinuar que su apartamento no sea digno o adecuado, puesto que no es lo
que pienso. De hecho, en numerosas ocasiones la he envidiado por tener esa libertad que yo no poseo, he
deseado tener mi propio espacio como ella y, bueno, ser independiente. Sin embargo, soy consciente de
que mi situación no es sencilla, dista mucho de serlo. Al contrario de lo que mucha gente pueda pensar, el
dinero no siempre da la felicidad; ayuda mucho, pero cuando vives con el peligro soplándote en la nuca,
las cosas cambian.
—¿Estás bien? ¿Necesitas algo? —Le pregunto cuando se cubre con el edredón y suelta un suspiro.
Apoya la cabeza en la almohada, en mi dirección, y niega con la cabeza.
—Estoy bien, ¿no vas a acostarte?
—Dormiré en el sofá, así estarás más cómoda.
—No digas tonterías, esta cama mide dos metros, Dante. —Pone los ojos en blanco y separa las sábanas
hacia atrás haciendo una señal para que me tumbe—. Me has visto desnuda, nos hemos duchado juntos,
creo que podemos compartir la cama, ¿no te parece? —insiste al ver que no me decido.
—Sí, tienes razón. Espera. —Camino hacia la cómoda bajo la televisión y abro el bote de antibióticos
que me ha traído mi madre hace un rato, Asia extiende la palma de la mano para que le entregue uno, y
yo saco otro para mí.
—Gracias —dice después de que le pase un vaso de agua.
Tras tomarnos la medicación, me quito los pantalones y dejo que la carísima ropa de cama me
reconforte. Asia está como a medio metro de mí, pero nos encontramos mirándonos el uno al otro.
—Madre mía, Cami no se lo va a creer cuando le cuente todo esto —comenta segundos después.
—No puedes contárselo a nadie.
—¿Por qué? Ella es mi amiga, mi única amiga real.
—A cualquier persona a la que se lo cuentes, la estarás poniendo en peligro.
Expulsa todo el aire de sus pulmones y voltea su cuerpo hacia arriba, clava la vista en el techo y
murmura algo que no escucho. Decido acercarme más, me apoyo en el codo y espero a que me mire.
—Dime en qué estás pensando, por favor.
—Pienso en que no sé cómo confiar en ti, cómo saber si tú no estás utilizándome al igual que Nino. Con
él he compartido muchísimas más cosas que contigo, le he contado cosas personales de mi vida y me ha
ayudado cuando lo he necesitado. ¿Cómo sé entonces que tú no estás fingiendo igual que él?
Sostengo su mirada y pienso en las mejores palabras para hacer que me crea, que entienda que todo lo
que le he dicho o hecho, ha sido porque realmente lo sentía. Entonces me doy cuenta de que por mucho
que lo intente, sus dudas no se disiparán con un puñado de palabras.
Me inclino un poco más y agoto el espacio que separa mi boca de la suya, acaricio su mejilla con mi
mano libre y espero a que ella reaccione, que me empuje para darme un tortazo o haga todo lo contrario.

XXIII

ASIA

Mis parpados caen involuntariamente ante este inesperado beso que me ha pillado totalmente por
sorpresa. No sé si es por la cantidad de emociones y cosas que he vivido hoy, si la adrenalina por lo
sucedido aún corre por mi cuerpo, o si es algo tan simple y genuino como la atracción que siento por
Dante, pero no lo separo. Mis manos sujetan su cabeza y se pierden entre los sedosos mechones rubios de
su cabello, su lengua profundiza en mi boca e intensifica el beso hasta el punto de acelerar mi respiración
por la nariz.
—Mi unicornio —susurra contra mis labios unos segundos después, antes de volver a besarme—. Nunca
te he dicho nada que no sintiese. —Se aparta unos centímetros y su pulgar se desliza por mi labio inferior.
—Lo siento, es que todavía no puedo creer que… —Niego con la cabeza incapaz de repetirlo en voz
alta.
—Es absolutamente normal, han sido unos cuantos meses e imagino que habéis hecho muchas cosas
juntos. —Aclara su garganta y se tumba boca arriba, mi ceño se frunce al imaginar lo que está pensando,
así que ahora soy yo la que se inclina hacia él.
—No nos hemos acostado, si es lo que supones —aclaro cuando él sostiene mi mirada sin decir nada—.
Ni nos hemos besado, solo somos… éramos amigos. Buenos amigos.
—No es asunto mío, solo espero que creas en lo que te digo. Desconozco las cosas que le has contado o
lo que habéis hecho, pero ahora podrá usar todo eso en tu contra, y lo hará. —Fija sus ojos en mí para
dejarme claro que habla en serio—. Te lo aseguro.
—No le tengo miedo.
—Deberías, ya has visto que no se anda con gilipolleces.
—¿Insinúas que intentará… matarme?
—Probablemente. En cuanto dude de ti o piense que te acercas a él por mí —dice sin más, y yo siento
que no seré capaz de otra decepción más, que necesito alejarme de Nino para aceptar todo lo que ha
sucedido—. Pero no dejaré que te haga daño, y mi familia tampoco.
Suelto el aire contenido y él aparta su brazo a la vez que hace un gesto para que me tumbe a su lado, le
observo un par de segundos y finalmente cedo. Apoyo la cabeza en el hueco de su cuello y aspiro
profundamente su olor, una sensación de seguridad me reconforta y cierro los ojos sin que ninguno de los
dos volvamos a decir una palabra antes de caer rendidos por el sueño.

Me despierto por un fuerte estruendo en el exterior, parece provenir de la zona de la puerta de entrada
a la suite. Dante duerme profundamente a mi lado, creo que podría estallarle una bomba al lado y no se
despertaría.
—Dante —susurro y le doy en el pecho.
—Mmm. —Entreabre los ojos y luego se los frota con la palma de su mano antes de abrirlos del todo—.
¿Qué pasa?
—He escuchado algo fuera.
—¿En serio? —Enseguida se alerta y yo me aparto cuando se incorpora de un golpe.
—Sí, hace unos segundos.
—Quédate aquí —indica mientras veo cómo carga su arma y camina hacia la puerta con una leve
cojera.
Solo lleva la ropa interior y está descalzo, su cabello se encuentra ligeramente despeinado y los
músculos de su abdomen se mueven con cada paso.
Ignoro sus órdenes y salgo de la cama, miro a mi alrededor en busca de algo con lo que defenderme,
pero no encuentro nada, así que doy un golpe frustrado sobre la almohada y, entonces, esta se mueve y
me muestra una navaja bajo la de Dante. Sin pensármelo dos veces, me lanzo a por ella reprimiendo un
jadeo de dolor por la pierna, la abro y me dirijo al mismo sitio que el rubio armado.
Lo encuentro tras la puerta, con la oreja pegada a ella y la pistola entre ambas manos, en alto y
preparada para disparar. Cuando me ve, hace una señal para que retroceda y no haga ruido, pero niego
con la cabeza y me acerco un poco más.
—¿¡Qué haces!? ¡Escóndete en el cuarto de baño! —exclama en voz baja gesticulando a la vez con las
manos.
—¡No! —Imito el tono de su voz—. Me has dicho que estoy tan metida en esto como tú, así que no
pienso esconderme.
Me asesina con la mirada unos segundos, imagino que cabreado por no obedecerle, pero finalmente se
lleva un dedo a los labios para que no haga ruido y abre despacio. Asoma la cabeza y se aparta tras la
pared con rapidez cuando un disparo suena, al mismo tiempo que con su mano me empuja hacia atrás,
provocando que mi espalda dé de lleno contra la puerta del aseo. Reprimo un grito dolorido y noto cómo
la navaja me tiembla entre los dedos, mis nudillos deben estar blancos por cómo la estoy apretando.
—¡Seguridad! —grita Dante sin moverse.
—¡Todo controlado!
Una voz varonil llega hasta nuestros oídos algunos segundos después, sin embargo, no nos movemos
hasta que vuelve a hablar.
—Señor Ivankov, puede salir, soy Konrad.
—¿Qué ha pasado? —pregunta sin bajar el arma hasta que comprueba que ese hombre es quien dice
ser.
—Han aprovechado el cambio de guardia, se han colado por el sótano de tuberías y maquinaria y han
dado a la cocina del hotel.
—¿Alguna baja?
—Dos, señor —contesta el guardia con lástima—. Ya hemos avisado a la señora, ha dicho que venía
enseguida.

DANTE

Maldigo en silencio a ese hijo de puta que está poniendo todo su empeño en acabar conmigo, sin
importarle a quién deba llevarse por delante.
Cuando Konrad se marcha, cierro la puerta de la suite y me giro hacia Asia, la cual está temblando y
con la navaja entre sus manos.
—Vamos, dámela —pido extendiendo la mano hacia ella—. Ya no vas a necesitarla. —Asiento cuando
ella suelta el aire que estaba conteniendo y la deja sobre la palma de mi mano, sus piernas empiezan a
temblar más notoriamente y tengo que pasar un brazo por su cintura para que no se caiga.
—Estoy bien —dice mientras regresamos al dormitorio.
—Has sido muy valiente. —Me siento a su lado en la cama y sujeto su barbilla para que me mire—.
¿Habrías sido capaz de usarla? —pregunto al mismo tiempo que le muestro la navaja, ella asiente y su
pecho se mueve al aspirar en profundidad.
—No parará hasta matarte, ¿verdad?
—Eso parece. —Chasqueo la lengua y le pongo el seguro al arma, la dejo sobre la mesita de noche y lo
mismo con la navaja—. Creo que lo mejor va a ser que nos separemos. Está claro que viene a por mí, así
que por tu seguridad, deberíamos estar en diferentes lugares.
—¿Y si viene a por mí? —cuestiona asustada y alerta.
—No lo hará, pero igualmente tendrás seguridad. Creo que te quedarás aquí y yo me iré a la mansión,
aquello es una fortaleza.
—No quiero quedarme sola. —Esos ojos llenos de galaxias y estrellas me parten el corazón, quiero
quedarme con ella, pero temo que eso cause el peor de los desenlaces.
—Te juro que me encantaría quedarme contigo, Asía. —Coloco las manos en sus mejillas y le doy un
pequeño beso en los labios, a continuación cierro los ojos y apoyo mi frente en la suya—. Me quedaría
aquí encerrado contigo sin dudarlo, pero no puedo seguir poniéndote en peligro. Llevamos juntos menos
de veinticuatro horas y ya han intentado matarte tres veces.
—¿Y qué hacemos? —pregunta sin apartarse, su mirada alterna entre mis ojos y mis labios—. Puede
que si le llamo o voy a su casa, siente que no soy una amenaza y me deja en paz. Quizá si hablo con
Fiorella…
—Ella es su hermana, los dos han planeado esto juntos. —Niego con la cabeza, convencido de que no
pienso dejar que vuelva a ese apartamento.
—¿Entonces?
—Déjame hablar con mi familia, ¿de acuerdo? Ellos tienen más experiencia en esto.
Asiente sin mucho convencimiento y luego entrelaza sus dedos con los míos, apoya la mano en mi
rodilla y busca mi mirada. Se aproxima sin pudor y sin miedo alguno a ser rechazada, y sus labios se
encuentran con los míos igual que si de un imán se tratasen. Nos besamos sin prisa y sin pensar en que un
nuevo ataque pueda producirse, me siento fascinado por el modo en que Asia está haciendo frente a esto,
por cómo se lo está tomando.
Por un momento me viene a la cabeza el día en el que mi madre y mi padre se conocieron, o Allie y el
tío Nick, Nate y Richard, o mi tía Sasha y Connor. Siempre he querido conocer más de esos tiempo, pero
ellos no son muy detallistas, solo me cuentan las cosas buenas y no los problemas o las situaciones
peligrosas por las que pasaron. Lástima que nunca podré saberlo.


XXIV

ASIA

Aguardo observando cómo Dante intercambia una calurosa conversación con su madre, ella está
furiosa porque han vuelto a intentar matarnos y encima han perdido a dos de sus hombres de seguridad.
Me encuentro sentada en el borde de la cama mirando la pistola que Hope lleva metida en la parte trasera
del pantalón, por encima de la camisa, e imagino si yo sería capad de vivir así; pienso en si podría
interpretar ese papel de novia de un mafioso, la cual debe ir armada para que no la maten. La verdad es
que antes he pasado miedo, bueno, y durante todo el maldito día. Creo que tendría que coger una libreta e
ir apuntando todo el abanico de sentimientos que he abarcado hoy, desde la decepción hasta la excitación.
—Asia, vístete, por favor —pide la jefa minutos después—, nos vamos.
—Enseguida —contesto y recojo mi ropa del suelo para meterme en el cuarto de baño.
La venda de la pierna está ligeramente ensangrentada, tendría que ir a un hospital, pero no creo que
esta familia lo frecuente mucho. Más bien parece que todos ellos tienen nociones de primeros auxilios en
heridas de armas y puñaladas.
—Ya estoy, ¿a dónde vamos?
—A la mansión, allí estaréis a salvo. —Hope me dedica una pequeña sonrisa, pero, aun sin conocerla,
puedo notar que es forzada.
Asiento con la cabeza rehusándome de hacer nuevas preguntas, y simplemente obedezco las
indicaciones que me dan en silencio.
Hope camina delante, lleva la pistola en su mano y fuera de la habitación nos esperan cuatro hombres
enormes, vestidos de negro y también armados. Nos guían hasta un todoterreno del mismo color y veo
que en el asiento del conductor se encuentra Hell, el padre de Dante.
—¿Por qué habéis tardado tanto? —cuestiona y tira un cigarrillo a medio fumar por la ventanilla bajada.
—Pregúntale a tu hijo —contesta la pelirroja de mal humor mientras rodea el coche para montar.
—Espera, te ayudo. —Dante ignora los comentarios de sus padres y me abre la puerta, sujeta mi mano
y me alza con cuidado para poder subir al asiento trasero.
—Gracias, ya está. —Sonrío tímidamente y él me devuelve el gesto, más sincero que el de su madre.
Cuando todos estamos ya montados, Hell acelera y sale derrapando por la curva que da acceso a la
calle principal. Su mujer le cuenta lo que ha sucedido hace unos minutos y Dante no se inmiscuye, en
lugar de formar parte de la conversación, entrelaza sus dedos con los míos y me acerca a su cuerpo para
rodearme con un brazo.
—¿Cómo estás? —pregunta en un tono de voz íntimo, casi susurrando en mi oído.
—Bien, no te preocupes, soy fuerte. —Froto mi nariz con la suya y él suspira antes de llevar la mano
hasta mi cabeza y depositar un beso en mi frente.
Nos adentramos en el Bronx y yo veo cómo todo parece ir mejorando, irónicamente porque, ¿dónde
podría vivir una familia de mafiosos que no fuera en el barrio más peligroso de Nueva York? Para mi
sorpresa, el coche toma un desvío y se adentra en Riverdale, una de las zonas más ricas de la ciudad y
que, sí, forma parte del Bronx. Sin embargo, queda en claro que valen para todo, tanto para el lujo de
hoteles y mansiones, como para revolcarse en el fango y pasear con pistola en tacones de diecisiete
centímetros, como Sasha. Aunque ella es otra liga diferente, no creo que sea humana. Esa belleza, talento,
gusto para la moda y, bueno, en general para todo, es como si pusiera un océano de diferencias entre ella
y yo.
—Es aquí, ya hemos llegado —anuncia el rubio más joven cuando el coche se detiene
momentáneamente mientras una valla metálica se abre hacia un costado.
—¿Tenéis una valla?
—Dos —contestan Dante y sus padres al mismo tiempo.
—Oh.
Es el propio Hell quien me abre la puerta para ayudarme a bajar sin dar tiempo a que su hijo llegue
hasta mí, se lo agradezco y escucho cómo Hope habla con alguien al otro lado. Entonces me doy la vuelta
para observar, maravillada, la impresionante mansión de los Ivankov.
—Ven, ya conoces a casi toda mi familia —dice Dante sujetándome por la cintura para ayudarme a
caminar. La realidad es que él tampoco parece andar muy bien, su herida es como la mía, pero agradezco
las intenciones.
—¿Estáis bien? —Un chico que no conozco sale de la casa y me sujeta por la mano libre sin preguntar
—. Me llamo Nick, es un placer conocerte.
—Asia —sonrío—, igualmente.
—¿Qué coño ha pasado ahora? —Sasha se recoge la rubia cabellera en un moño despeinado y coloca las
manos en sus caderas a modo de jarra.
—Nos han atacado —resume Dante.
—Qué raro, gente intentando matar a mi familia.
Todos desvían la mirada hacia las escaleras cuando un hombre mayor las baja apoyado en un bastón.

DANTE

—Hola, abuelo.
—¿Estás bien? Cojeas —dice señalando mi pierna—. Y también ella, que puedes presentármela cuando
te apetezca. ¿O es que tengo que adivinar su nombre?
—Es Asia, una amiga —explico entonces—. Asia, él es mi abuelo, Vladimir Ivankov.
—Es un placer, Vladimir. —Mi pequeño unicornio le ofrece su mano y yo ruego interiormente para que
V la acepte, cosa que tarda unos segundos en hacer.
—¡Hola! ¿Os habéis cargado a alguien? —La voz cantarina de mi prima llega desde mi espalda, así que
me doy la vuelta para dirigirle una mirada de advertencia.
—No, Gabi, pero ellos si han intentado darnos viaje a nosotros. ¿Qué haces aquí? ¿Qué hacéis todos
aquí? Deberíais estar durmiendo en vuestras casas, son las cuatro de la mañana.
—Yo los he reunido —dice entonces mi padre—, tenemos que tomar una puta decisión antes de que os
vuelen la cabeza a los dos. Ya sabes que en esta familia no hay horarios, hijo.
—Venga, todo el mundo al despacho, no quiero que Marie se despierte —ordena la matriarca, alias,
Hope.
—A esa no la despierta una bomba nuclear. —Kibo sale de la cocina junto a su padre y ambos chocan mi
mano, el primero con un bocadillo entre las manos.
Desvío la mirada hacia Asia y puedo ver lo perdida y confusa que se encuentra, ha conocido a
demasiadas personas esta noche y está en una casa que no es la suya. Además, tiene que estar agotada,
yo mismo lo estoy tras los jodidos ataques que hemos sufrido y toda la tensión de las últimas horas.
—Si quieres podemos ir a dormir y mañana lo solucionamos. —Le digo frotando su espalda
cariñosamente.
—Yo… No creo que a tu padre le haga gracia la idea —comenta señalándolo con la cabeza cuando ya
todos están esperándonos en el despacho.
—Me da igual, le diré que estás cansada, si quiere yo mismo me quedaré, pero tú deberías acostarte.
—Te lo agradezco, la verdad es que me pesan los párpados.
—Es por las pastillas que tomamos para la pierna, yo también lo noto. Espera aquí un segundo, ahora
mismo vuelvo.
—¿Qué pasa? —Mi madre frunce el ceño y señala a Asia con la cabeza cuando me acerco hasta ellos.
—Estamos derrotados —admito—, ella debe acostarse, yo me quedaré para planear algo, pero Asia
tiene que descansar, no está acostumbrada a todo esto.
—Tiene razón —apoya Nathan—, ya están los dos en la mansión, aquí nadie los tocará. —Se encoge de
hombros en dirección a su hermano, ante lo que Hell exhala un suspiro y dirige la mirada a mi madre.
—Está bien, id a dormir. Esta noche nos quedaremos todos aquí y mañana después de desayunar
pensaremos en algo. A las diez todos en el despacho, sin excusas.
—De acuerdo, hasta mañana.
Le doy un beso a mi madre y otro a mi padre, y salgo del despacho con Gabi y Kibo.
—¿Qué tal estás? —pregunta mi prima a Asia.
—He tenido días mejores. —Sonríe en respuesta.
—Te acostumbrarás. Buenas noches, o madrugadas, o lo que sea. —Pone los ojos en blanco y sube las
escaleras con Kibo después de que este también se despida.
—¿Quieres un poco de agua o algo de comer? Puedo pedirle al servicio que prepare algo, seguro que se
han levantado con todo este revuelo.
—No, no, solo quiero dormir unas pocas horas seguidas. —Bosteza y mira a su alrededor, supongo que
preguntándose dónde está mi dormitorio.
—No te preocupes, aquí no nos molestarán. Venga, es en la planta de arriba.
—Así que este es tu castillo, eh —comenta mientras subimos los escalones poco a poco.
—No, solo es mi casa, pero imagino que has podido comprobar la seguridad que nos rodea. Hay dos
docenas de hombres patrullando el perímetro las veinticuatro horas, las dos vallas exteriores y el resto de
gente que tenemos fuera de la propiedad. Es casi imposible que nada pueda pasarnos aquí.
—Reconozco que eso me alivia un poco, necesito poder cerrar los ojos sin pensar que van a dispararme
mientras tanto.
—Aquí no lo harán. Ya estamos, es esa de ahí. —Añado ante su rostro dolorido—. Solo unos pasos más.
La sujeto por la cintura y abro la puerta blanca con la mano libre, la empujo y guío a Asia hasta mi
cama, la cual abro rápidamente antes de tumbarla.
—Joder —gruñe y aprieta los dientes durante los segundos que tarda en acomodarse. Yo mismo me
encargo de soltar el botón del pantalón oversize que Sasha le ha traído, y ella levanta ligeramente el
trasero para dejar que lo saque del todo—. Gracias. —Deja escapar una bocanada de aire y cierra los ojos.
—De nada, ¿necesitas algo?
—Que te tumbes conmigo y dejemos atrás esta mierda de día.
—Me parece una idea cojonuda.

XXV

ASIA

En contra de los planes, el abuelo y el padre de Hell nos han obligado a quedarnos en la mansión otras
dos semanas más. Sin embargo, me ha ayudado para que la pierna se cure bastante y poder volver a la
normalidad. Bueno, si a esto se le puede llamar normalidad.
—¿Quién es? —Me pregunta Dante cuando el móvil vuelve a sonarme.
Estamos sentados en el sofá con sus primos, los cuales sí han estado yendo al instituto, y con su tío
Nicholas y su pareja, Allie. Esta semana he podido conocer mejor a la familia Ivankov y, debo decir que, no
me han dejado indiferente.
—Es Cami, no ha parado de mandarme mensajes. Si no voy a trabajar me van a echar.
—Es peligroso —recuerda el rubio—, Niniano sabe que trabajas allí.
—No puedo quedarme sin trabajo, ¿qué hago? —Me inclino en el sofá y le miro, ya hemos tenido esta
conversación y le he explicado que no pienso vivir escondida.
Mira a su primo y a su tío, el cual no parece querer intervenir en la conversación, supongo que cada
cual tiene su propia historia…
—Podemos acompañarla —sugiere Kibo—, estar allí hasta que salga.
—¿Todos los días?
—No, solo hasta que se nos ocurra algo mejor.
—Asia, mira qué preciosidad. —Gabi tira de mi brazo para que me gire y eche un vistazo a los bolsos
que se está comprando por internet—. Me gustan estos dos, ¿cuál me iría mejor con el vestido que te
enseñé ayer?
—¿En serio? —Alzo las cejas y ella levanta la vista de la pantalla, me mira a mí y después a sus primos.
—¿Qué pasa? ¿Me he perdido algo?
—Sí —digo levantándome—, que me voy a trabajar. Estoy harta de estar encerrada.
—Te entiendo —comenta Allie lanzando una mirada a su novio—, pero piénsalo dos veces.
—Espera, espera. —Dante y Kibo también se levantan, Gabi dibuja una mueca aburrida y se tumba en
el sofá absorta en su teléfono—. Te acompaño.
—Como quieras, pero vámonos ya. Son las tres y media y entro a las cuatro, con suerte llegaremos
antes.
—Joder, eres increíble —resopla el rubio.
Aguardo desde la entrada observando cómo Kibo y él recargan sus armas, las guardan en su pantalón y
también una navaja cada uno. Me ofrecen otra, pero declino la idea, no tendría dónde guardarla dentro
del uniforme de la cafetería.
—Gabi, ¿vienes? —inquiero cuando sale del salón.
—¿A ver cómo trabajas? —Se carcajea—. Gracias, pero creo que podré encontrar otro plan más
interesante.
—Estoy segura de ello. —Asiento y la despido con un gesto de la cabeza antes de salir de la casa.
Miro desde el asiento trasero cómo Dante conduce, y pienso en lo que este chico se ha vuelto para mí
desde que lo conocí. He pasado por diferente fases respecto a él, la primera noche me encantó e incluso lo
besé; después, cuando coincidí con él en clase, pensé que el Dante de La Cueva no existía y que en
realidad era el típico capullo, capitán del equipo y loco por las animadoras. Gran error, no es para nada
así. Es un buen chico, cariñoso, atento y con una capacidad de aprendizaje y de atención increíble.
Durante estos días he podido observar cómo escucha a su padre y trata de mejorar y de instruirse con
rapidez, sé que todo esto no se lo esperaba —al igual que yo—, y que ha sido una sorpresa para él. De las
malas. Sin embargo, se está esforzando, y eso para mí es suficiente.
—Ya estamos aquí —dice frente a la puerta de la cafetería—. Kibo, ve a aparcar y yo entraré con ella.
—Bien.
—Madre mía, no sé qué voy a decirles a todos. He faltado cuatro días seguidos —comento mientras
caminamos hacia la entrada de personal.
—Diles que has estado enferma, en cierto modo es verdad.
Suspiro y él se apoya en las taquillas de otros trabajadores mientras yo abro la mía para sacar el
uniforme. Me he acostumbrado a cambiarme delante de él, no siento vergüenza y la verdad es que me
gusta ver cómo admira mi cuerpo en silencio.
—¿Estoy bien? —Doy una vuelta frente a él y me ajusto la coleta con los colores de la cafetería.
—Estás preciosa, igual que siempre. —Da un par de pasos y coloca una mano en mi cintura, se acerca a
mi boca y deposita un lento beso en mis labios.
No sé lo que somos, no hemos puesto nombre a la relación que tenemos, simplemente lo disfrutamos y
dejamos que vaya evolucionando por sí solo. Nos gustamos, eso es más que evidente, de modo que no voy
a cortar la única cosa que me hace feliz últimamente.
—Gracias. —Sonrío antes de despeinar su pelo y provocar que ría conmigo, voy a devolverle el beso
cuando la puerta se abre y Cami aparece totalmente apurada.
—¡Asia! —exclama dándome un abrazo.
—Perdóname, lo siento mucho —suplico entre sus brazos.
—¿Dónde demonios has estado metida?
—No puedo contártelo, solo debes saber que estoy bien y que no volveré a desaparecer.
—Imagino que él tiene algo que ver al respecto. —Lanza una mirada nada agradable a Dante y éste le
dedica una sonrisa.
—Olvídalo, ¿vale? Él me ha salvado la vida, Nino…
—Asia. —El rubio dice mi nombre con ese tono que sé que es de advertencia. No debo contarle nada a
Cami porque si lo hago, ella querrá intervenir y solo la pondría en peligro.
—¿Qué? —pregunta Cami— ¿Qué pasa con Nino?
—Nada, tú solo… —Suspiro y le doy otro abrazo—. Estoy bien, voy a esta bien y todo volverá a la
normalidad. No hagas más preguntas, por favor. Vamos a trabajar.

DANTE

—Es tu decisión y la respeto. —Asiente con lástima—. Pero recuerda que, tarde o temprano, todo se
acaba sabiendo.
Se da la vuelta y cruza la puerta hacia la cafetería, beso en la frente de Asia e intercambio con ella un
puñado de palabras de aliento sin necesidad de abrir la boca, y la seguimos.
—Siéntate donde quieras, vamos a poner las máquinas en marcha. —Me dice antes de comenzar con su
tarea.
Asiento y camino tranquilamente hasta una de las mesas, me cuelo en el asiento azul acolchado y
espero a que Camilla abra las puertas antes de que Kibo entre. La amiga de Asia nos dedica una mirada
de desagrado a ambos y se desliza en sus patines para empezar su jornada.
—¿Qué me he perdido?
—La amiga —digo señalándola—, no le caemos muy bien.
—¿Le ha contado Asia lo que ha pasado con Nino?
—Ha estado a punto, pero no.
Levanto la cabeza cuando mi pequeño unicornio se desliza sobre cuatro ruedas rosas hasta nosotros,
ataviada con el uniforme que le queda como un guante y la libreta entre sus manos.
—¿Qué os apetece tomar? —pregunta con una encantadora sonrisa.
—Vamos a pasar unas cuantas horas aquí, así que toma ochenta pavos y ve trayéndonos lo que quieras.
—Saco los billetes de la cartera y se los entrego, ella los guarda en su delantal y me guiña un ojo antes de
darse la vuelta para marcharse.
—Le tenías que haber pedido un cubo —comenta mi primo con aire despreocupado.
—¿Un cubo?
—Sí, para recoger la baba que se te cae cada vez que la ves.
—Imbécil. —Río y le doy un empujón.
—Seré un imbécil, pero tengo razón, ¿verdad?
—Sí, no voy a negarlo, me conoces muy bien. —Me encojo de hombros y la observo preparar dos
batidos de chocolate.
La gente empieza a entrar y la cafetería, famosa en la ciudad por sus batidos, se va llenando con
rapidez. El jefe de mi chica no tarda en llegar, mantienen una acalorada conversación en la que veo cómo
Asia gesticula y hace muchos gestos con las manos, pero la cosa no parece ir bien, así que me levanto.
—¿Qué pasa? —pregunta Kibo cuando sale del ensimismamiento que le causa el dulce sabor de su
batido.
—Creo que no ha ido bien.
Sigue mi mirada y también se levanta cuando Asia tira al suelo la bandeja y grita un “que te jodan” a su
jefe antes de desaparecer por la puerta por la que hemos llegado.
—Ve a por el coche y espéranos en la puerta —ordeno a Kibo antes de correr tras ella.
Salto la barra apoyándome en una mano e, ignorando a Camilla, entro en el vestuario y me la
encuentro dándole patadas a las taquillas mientras llora. La abrazo en contra de su voluntad y trato de
que se calme mientras susurro palabras en su oído.
—Todo saldrá bien, no necesitas este trabajo.
—¡Sí lo necesito! —grita en mi oreja cuando no dejo de abrazarla.
—Escúchame. —Sujeto sus mejillas y busco su mirada cubierta de lágrimas—. Si lo que quieres es
trabajar, yo te ayudaré a encontrar otro trabajo. No necesitas estar en un sitio en el que no te valoran, ¿de
acuerdo? Eres una chica excepcional que merece que el mundo lo sepa, así que sécate lo ojos, deja de
llorar y asume de una vez lo que vales, Asia Levine.


XXVI

DANTE

Kibo conduce mi Ferrari negro mientras yo le doy conversación a Asia para que deje de pensar en el
imbécil de su jefe, además del hecho de que se ha quedado sin trabajo. Está muy preocupada porque sé
que quiere regresar a su apartamento, o alquilar uno nuevo, y necesita dinero para poder mantenerse. Ni
siquiera se me ha ocurrido ofrecerle mi dinero porque la conozco lo suficiente como para saber que se
ofendería, pero espero que ella también me conozca lo suficiente a mí para tener claro que no voy a dejar
que se quede en la calle o sin poder pagar el instituto.
—Venga, pediremos pizza y veremos películas de miedo hasta que te quedes dormida.
—Gracias por el intento. —Sonríe aun con los ojos cristalizados por haber estado llorando, y sale del
coche cuando Kibo aparca en mi parcela del garaje.
La espero junto a la puerta trasera por la que se accede directamente a la mansión, y los tres entramos
en silencio. Algunas voces nos llegan desde el salón, así que nos acercamos y vemos a Gabi, Sasha, mi
madre y Allie riendo mientras cenan pizza y patatas fritas.
—Me habéis leído la mente —digo cogiendo un pedazo bien cargado de pepperoni.
—¿Por qué habéis vuelto tan pronto? —Mi prima arquea una ceja y su madre observa la mirada triste
de Asia.
—Has llorado, ¿qué ha pasado?
—Me han echado —contesta a Sasha, la cual niega con la cabeza mientras ríe sin disimulo alguno.
—Pues claro que te han echado, mírate, demasiado potencial desperdiciado. —La señala de arriba
abajo y se pone en pie, después camina hasta la mesa auxiliar frente a la chimenea, saca una caja de la ya
conocida y característica bolsa de productos Ivankova, y regresa a su lado.
—¿Qué es? —Asia acepta cautelosa la caja—. Dime que no es lo que creo que es —añade ahora con
emoción.
—Compruébalo por ti misma —indica mi tía mientras me guiña un ojo.
—¡Oh, Dios mío! —Deja caer la caja al suelo mientras sostiene dos imponentes zapatos negros con una
tira que los rodea a modo de decoración.
—Son de la nueva colección, aún no han salido al mercado. —Gabi presume mostrando los suyos,
iguales a los de Asia, pero en tonos rosados.
—Muchísimas gracias, Sasha, significa mucho para mí. —Hace ademán de darle un abrazo, pero se
contiene y simplemente le dedica una encantadora sonrisa antes de deshacerse de sus deportivas para
probárselos.
—Joder, has crecido de repente —bromeo al verla mucho más alta.
—Son impresionantes —observa ella dando algunos pasos.
—Quiero que seas mi nueva coordinadora de eventos —espeta Sasha como si acabase de decir que el
coche necesita gasolina.
Tanto Asia como yo la miramos desconcertados, con la diferencia de que yo sé que no bromea y que ha
sido una decisión igual de impulsiva que sus actos.
—¿Es una…? ¿Estás…?
—Si tartamudeas en un evento, te echará a la calle —comenta mi madre sonriendo cariñosamente.
—No pienso… No… —Asia toma una bocanada de aire cuando la rubia alza una ceja y se cruza de
brazos—. No pienso tartamudear, pero dime si estás hablando en serio.
—Por supuesto, ¿por quién me has tomado? —Se lleva la mano al pecho fingiendo que está ofendida y
después cambia la expresión a una más divertida—. A ver, ya sabrás que Ivankova ofrece presentaciones y
jornadas de puertas abiertas a los almacenes una vez al mes, además de cada vez que sale una línea o
producto nuevo.
—Sí.
—Bueno, también sabrás que acudo a todos los desfiles importantes y a la semana de la moda de
Londres y de París.
—Por supuesto, nunca me pierdo ninguno —habla emocionada.
—Estupendo, pues a partir de ahora los verás en persona porque quiero que te encargues de algunas
cosas. Alma está saturada de trabajo y no le vendría mal un poco de ayuda, ella se ocupará de enseñarte
lo que necesitas saber y esto te dará libertad para poder estudiar sin trabajar todas las tardes.
Hope sonríe y admira en silencio a Sasha, al igual que Allie; Gabi sostiene en su rostro una sonrisa
igual de grande que la mía y Asia no deja de tragar saliva para no estallar en lágrimas.
—Bueno, di algo.
Esta vez no se contiene, acaba con los metros que la separa de la rubia y la rodea con sus brazos
mientras no deja de repetir “gracias” una y otra vez. Es valiente. Abrazar a Sasha sin tener confianza es
como rodear una rosa con la mano teniendo fe en que sus espinas no se te clavarán.
—Yo tengo un primer trabajo para ti —dice entonces Gabi con una malévola sonrisa.
—Gabriella, tu padre todavía no ha decidido nada al respecto. —Se adelanta su madre intuyendo sus
intenciones.
—Dentro de poco es mi cumpleaños, me ayudarás a organizar la fiesta en La Cueva.

ASIA

Termino con el último pedazo de pizza cuando Dante ya se ha dormido a mi lado.
Después de soltar alguna lágrima y de abrazar a Sasha a riesgo de llevarme un corte por su parte —
gracias a Dios no ha sido así—, nos hemos despedido tras coger una caja de pizza y hemos subido a la
habitación del rubio, donde llevo una semana durmiendo.
Este nuevo empleo me dará la posibilidad de poder alquilar un apartamento mejor, poder pagar la
Trinity e incluso un uniforme nuevo. Trabajar en Ivankova es un sueño que jamás me había ni tan siquiera
planteado, pero ahora se ha hecho realidad y estoy tan emocionada que no puedo parar de dar vueltas y
de saborear pedazos de pizza. La emoción, la ansiedad y la tristeza hacen que no pueda parar de comer.
Sasha me ha dicho que el domingo quedaremos para desayunar y me explicará todo, firmaremos el
contrato y nos pondremos manos a la obra. Y, por si eso fuera poco, me ha dado un adelanto de cinco mil
dólares en efectivo. ¡Cinco mil dólares! En la cafetería tenía que trabajar durante al menos cinco meses
para poder ganar eso, no puedo imaginarme lo que cobraré trabajando para Sasha.
—Unicornio, ¿tienes ganas de bailar o es que no dejas de moverte porque necesitas ir al servicio? —
pregunta Dante con los ojos cerrados y voz adormilada.
—Perdona, es que estoy nerviosa, y ansiosa, y emocionada, y…
—Lo pillo. —Ríe y se coloca boca arriba para tomar impulso con sus manos y sentarse con la espalda
apoyada en el cabecero de la cama.
—Tu tía es una mujer increíble, y no lo digo solo porque me haya dado trabajo. —Matizo por si las
dudas—. La admiro desde hace muchísimo tiempo, cuando vivía en Nashville siempre fantaseaba con
verla en persona y poder llevar algún día unos Ivankova —digo girándome para mirarlo—. Aunque sabía
que nunca podría permitírmelos.
—Pues ya tienes unos regalados por ella —dice retirando un mechón de pelo de mi rostro sonriendo—,
y vais a trabajar juntas.
—Tengo miedo.
Cambio la expresión sin poder evitar sentir unas inmensas ganas de vomitar de repente.
—¿Miedo?
—Esto es algo demasiado bueno para que me esté pasando a mí, Dante —reflexiono en voz alta—.
Hasta ahora, lo mejor que me había pasado había sido entrar en la Trinity, me esforcé para ello durante
muchísimos años y mi padre casi se arruina para ayudarme.
—Pues ahora estás dentro, no solo de la Trinity, sino también de Ivankova. —Sostiene mi mano con la
suya y la lleva hasta sus labios para depositar un beso en mis nudillos—. Créetelo, disfrútalo y vívelo.
Suspiro y asiento, acepto encantada el beso que me da a continuación en los labios y ambos sonreímos
al separarnos.
—Sabes a pizza —dice mordiendo mi labio inferior—, me has dado hambre. Vamos a saquear la cocina.

*

Kibo, Gabi, Dante y yo subimos las escaleras principales de la Trinity con nuestros uniformes
enfundados y preparados para lo que sea. Hell nos ha dado claras indicaciones: “Actuad con normalidad y
esperad a ver qué hace él.” La segunda parte del plan es la que me incluye directamente a mí, y a la cual
Dante sigue oponiéndose debido a que debemos fingir una pelea delante de Nino y después de eso
alejarme del rubio para que el italiano crea mis sinceras intenciones. Sin embargo, esta parte todavía no
está clara y debemos aclararla después de ver lo que pasa.
—Ese uniforme consigue cortarme la respiración —susurra Dante con los labios pegados a mi cabeza
desde atrás mientras esperamos a que la marabunta de alumnos descongestione el pasillo.
—Entonces como a mí, necesito comprarme otro con urgencia antes de que mis pechos queden
expuestos delante de todo el maldito instituto.
—Iremos esta tarde, ¿quieres? —pregunta a la vez que seguimos caminando despacio—. Después
podemos cenar en esa hamburguesería nueva que han abierto en la 5ª avenida.
—Me encanta ese plan. —Giro la cabeza para guiñarle un ojo y a continuación freno en seco cuando
Nino y Fiorella aparecen frente a nosotros caminando en dirección contraria.
Dante se abre camino a mi lado y me coloca ligeramente a su espalda, Kibo intenta hacer lo mismo con
Gabi, pero ella se adelanta para colocarse la primera.
—Huele a esa colonia barata que me encontré en Calabria, ¿la recuerdas, Kibo? —La pequeña rubia
finge olfatear y los rostros de los italianos se descomponen al escuchar el nombre de su región.
—Sí, olía igual que la mierda. —La apoya su primo mayor.
Dante no habla, se ciñe a las órdenes de su padre y su mandíbula se tensa cuando Nino da un paso
adelante buscando mi mirada. Fiorella lo sujeta por la camisa del uniforme y murmura algo en su oído que
no escuchamos, entonces se abren las puertas de las aulas y el pasillo comienza a vaciarse.
—¿Estamos en un velatorio? —La voz de Sabrina consigue irritarme de un modo sobrehumano—. Ya es
viernes, chicos, habéis faltado toda la semana, ¿os habéis pegado la varicela los unos a los otros? Mirad
los zapatos que lleva la africana, seguro que los ha robado. —Ríe junto a sus abejas y Gabi rompe en una
carcajada más sonora que las de ellas juntas.
—Te diría que masticaras bien la envidia para no atragantarte —dice mientras se aproxima a ella sobre
los tacones que su madre le ha regalado, iguales que los míos y los que también llevo hoy puestos—, pero
la verdad es que me encantaría ver cómo te ahogas en tu propio veneno mientras tus secuaces te roban
toda la ropa para venderla y así poder comprarse más laxantes para seguir delgadas.
—Eres demasiado afortunada por ser quien eres, Gabriella Ivankova. Ese apellido te protege y tú…
—No necesito mi apellido para quitarme los zapatos y clavarte la punta en el jodido…
—Basta ya. —Dante introduce una mano entre ambas y después le hace una señal con la cabeza a
Sabrina para que entre en clase, la cual obedece sin rechistar.
Cuando volvemos a girar la cabeza hacia Nino y Fiorella, ya no están.
—Si esa zorra vuelve a molestarte, asegúrate de que le quede claro que ahora eres parte de esta
familia. —Me dice Gabi antes de marcharse hacia su clase.

DANTE

Atiendo a las explicaciones del profesor de historia porque no puedo suspender, y con todo lo que ha
pasado últimamente, y lo que estoy seguro que está por llegar, no va a ser fácil para ninguno de nosotros
mantener nuestro nivel académico.
—Asia, ¿puedes ir a buscar rotuladores nuevos? —Le pide el profesor señalando la pizarra, ante lo que
ella asiente con una sonrisa y arrastra la silla para levantarse.
Me mira antes de salir por la puerta y yo le guiño el ojo, embobado por el efecto que causa en mí. La
capacidad que está teniendo para asumir las cosas, y su afán por querer seguir siendo independiente y
cuidar de sí misma, me parece lo más sexy que he visto en una chica hasta ahora.
Sabrina se da la vuelta —sigue sentada delante de mí—, y planta un beso en la nota que tiene entre los
dedos antes de dejarla sobre mi mesa. Yo la abro sin borrar la sonrisa de mi rostro y delante de ella la
hago pedazos sin leerla. Une sus labios en un gesto furioso mientras expira con fuerza y vuelve a girarse
dramáticamente al mismo tiempo que la puerta se abre y Asia entra ya con los rotuladores nuevos. Se los
entrega al profesor y se aproxima entre los pupitres sin despegar sus ojos de los míos, los cuales no
pueden evitar recorrer toda su anatomía sabiendo lo que tiene por debajo de ese uniforme que le queda
pequeño.
Entonces, y sin que ninguno de los dos lo podamos prever, Sabrina estira el pie y Asia cae hacia delante
violentamente. Voy a levantarme harto ya de esta situación, cuando mi no tan inocente unicornio tira con
fuera del tobillo de Sabrina hasta que ésta aterriza en el suelo totalmente desconcertada. Asia se coloca a
horcajadas encima de ella sin pensárselo dos veces, alarga la mano hasta el estuche de la abeja reina y
saca las tijeras, las abre y coloca la hoja cortante pegada al cuello de la chica que lleva acosándola desde
que llegó al instituto.
—¡Asia! —El profesor se abre paso entre los alumnos, los cuales ya están grabando la escena con sus
móviles—. ¡Suelta eso!
—Si se te ocurre volver a meterte conmigo, te juro por Dios que los rizos no será lo único que te
cortaré. —Le dice muy cerca de su rostro—. Has acabado con mi paciencia.
Coloco una mano en su hombro sin hacer presión ni tratar de separarla, simplemente para que sepa
que estoy con ella, que no está sola. Aguarda unos segundos más y no se quita de encima hasta que gotas
de lágrimas resbalan por los costados del rostro de Sabrina, la cual continúa tumbada en el suelo.
—Asia Levine, vaya inmediatamente al despacho del director —ordena el profesor con seriedad.
Ella obedece y guarda sus cosas en la mochila antes de dirigirse a la puerta, yo hago lo mismo y la sigo.
El profesor ni siquiera intenta detenerme.
Cuando ya estamos en el pasillo, sujeto su muñeca para abrazarla, pero la aparta y niega con la cabeza
mientras traga saliva.
—No me toques ahora, Dante. —Su pecho sube y baja con fuerza, el botón superior de la camisa se le
ha desabrochado y parte del sujetador está ahora expuesto.
—Tranquilízate, vamos al baño. —Camino para que me siga, pero respetando su espacio, creo que le
está dando un ataque de ansiedad.
Espero a que se acerque y abro el grifo, me mojo las manos y después las paso por su rostro, le recojo
el pelo en un moño desastroso y humedezco un poco su cuello. Dejo que se apoye en el lavabo y me coloco
a su espalda para soplarle suavemente en la nuca. Asia alza la vista y se encuentra conmigo en el espejo,
tras ella. Entrelazo mis dedos con los suyos y lentamente llevo nuestras manos hasta su pecho, pego su
espalda a mí y la insto a que respire conmigo, calmadamente, sin dejar de mirarnos a través de nuestro
reflejo.
—Menudo unicornio peleón estás hecha —bromeo antes de depositar un beso en su mejilla.


XXVII

ASIA

Giro sobre mis talones para hacer lo que mi cuerpo me pide en estos momentos: besar a mi rubio
favorito. Nuestros labios se complementan como las piezas de una misma maquinaria, sus manos sobre mi
cintura me impulsan a sentarme en el lavabo y a enroscar las piernas alrededor de su cuerpo.
—No sé por qué he reaccionado así. —Exhalo un suspiro cuando nos separamos y apoyo mi frente en la
suya.
—Porque Sabrina lleva jodiéndote la vida desde que llegaste, otra en tu lugar no habría aguantado
tanto sus humillaciones.
—Me van a expulsar, Dante. —Empujo su pecho con suavidad para regresar al suelo y rehacerme el
moño despeinado que él ha improvisado en medio de mi ataque de ansiedad.
—No te preocupes por eso.
—¿Qué no me preocupe? —Lo miro y suelto una risa sin una gota de humor—. La Trinity es mi última
oportunidad para poder ir a Columbia, para ti es fácil porque tu familia…
—Ahora también es la tuya, Asia. —Me interrumpe y toma mis manos—. Cuentas con nuestro apoyo,
confía en mí, no van a expulsarte. Además, toda la clase ha visto cómo Sabrina te ha puesto la zancadilla,
y cómo no ha parado de acosarte desde el primer día.
—Le he puesto una tijera en el cuello —insisto.
—He podido verlo. —Sonríe con dulzura y acaricia mi mejilla—. Venga, vamos a hablar con el director,
no pasará nada.
Dejo que me guíe por los pasillos con nuestros dedos entrelazados, subimos unas escaleras hasta la
primera planta y me detengo fuera de la puerta con el letrero del señor Bose. Puedo notar cómo me
tiemblan las piernas y me sudan las manos.
—Adelante —dice cuando el rubio toca el cristal con sus nudillos.
—Buenos días, Patrick.
Miro a Dante entre desconcertada y sorprendida por la confianza con la que se dirige a él.
—Hola, Dante, ¿qué ha pasado? —Nos hace un gesto para tomar asiento en las dos sillas que hay frente
a su escritorio, tras el cual se encuentra él.
—Nada importante, Sabrina ha vuelto a hacer de las suyas y Asia se ha defendido. —Se encoge de
hombros y vuelve a tomar mi mano, gesto que el director sigue con sus ojos mientras asiente.
—Asia, ¿os habéis peleado? La violencia está completamente prohibida en esta institución. Estás aquí
con una beca, ¿verdad?
—Sí, pero pronto podré pagar el curso sin necesidad de ella —contesto sin dejarme intimidar por su
tono.
—Dime qué ha sucedido con Sabrina.
Miro a Dante a la vez que dejo escapar una bocanada de aire, y él me guiña un ojo a la vez que me
dedica una sonrisa calmada. Su apoyo me tranquiliza sobremanera.
—Sabrina no ha dejado de acosarme desde que llegué —admito clavando la mirada en el director—.
Siempre la he ignorado y he tratado de cumplir con las normas de no violencia del centro, pero es una
maltratadora y sus amigas le siguen el rollo. Hoy ha vuelto a ponerme la zancadilla en medio de clase para
tirarme al suelo y humillarme, y por primera vez me he defendido.
—¿La has golpeado?
—No, solo la he tirado al suelo, al igual que ella a mí, y le he dicho que no vuelva a meterse conmigo
porque ya ha agotado mi paciencia.
El director guarda silencio y une los dedos frente a su rostro, pensativo y observando nuestras manos
unidas. Me gusta que Dante se mantenga a mi lado pero me deje hablar por mí misma, creo que empieza
a conocerme.
—Comprendo. —Se aclara la garganta e inclina su cuerpo para apoyar los codos en su mesa—. Y tú
¿por qué estás aquí con ella, Dante?
—Es mi chica y se ha puesto muy nerviosa cuando el profesor le ha pedido venir a verte, no quería
dejarla sola.
—Así que sois pareja. Ya veo. —Asiente con la cabeza y veo de reojo cómo Dante entorna los ojos y
también se inclina un poco hacia delante—. ¿Ya has tenido el placer de conocer a los Ivankov, Asia?
—Sí, Dante y yo estamos viviendo juntos, son todos encantadores.
No sé por qué he dicho eso, creo que ser parte de ellos puede ayudarme a que las consecuencias sean
menores, y no me gusta el modo en el que el director me está presionando. A la mierda con todo.

DANTE

Tal y como ya imaginaba, Asia no sufre ningún castigo. Sé que el hecho de que sea mi chica ha tenido
mucho que ver, pero en realidad no podrían castigarla por haberse defendido de su acosadora, lo que ha
hecho ni siquiera se asemeja a lo que habríamos hecho Kibo, Gabi o yo si cualquiera nos hubiera puesto la
zancadilla. Por no mencionar el resto de putadas que le ha hecho en todo este tiempo.
—Dios mío, he estado a punto de vomitar de los nervios —dice ella cuando regresamos al pasillo donde
se encuentra nuestro aula, el timbre ha sonado y los alumnos ya caminan hacia sus próximas clases.
—Te dije que saldría bien, no tenía motivo para expulsarte.
—No soy estúpida, sé que el director es amigo de tus padres o…
—No —río—, pero mi familia es la mayor inversora de este centro, se dejan una pasta aquí todos los
años.
—Lo que sea. —Coloca las manos en mi pecho y me empuja contra la pared, no se pone de puntillas
antes de besarme debido a que hoy lleva los zapatos que Sasha le regaló ayer y ha crecido como quince
centímetros con ellos—. Gracias —susurra sobre mis labios.
—Nadie se mete con mi unicornio. —Sonrío y le devuelvo el beso.
—¿Qué ha pasado? —Gabi se cruza de brazos frente a nosotros con una expresión divertida en su
rostro.
—He seguido tu consejo —responde Asia antes de sonreír.
—Esa es mi prima, bien hecho. Esa zorra no volverá a molestarte. —Alza su mano para que Asia la
choque y Kibo pone los ojos en blanco.
—No te han expulsado, ¿no? —cuestiona él.
—No, le he dicho que ha sido en defensa propia y que Sabrina llevaba todo el curso tocándome las
narices.
—Y es la verdad —dice Gabi con rabia—. La he visto salir de vuestra clase y parecía acojonada, a ver si
aprende de una puta vez que nadie se mete con un Ivankov.

*

Esperamos a que mis tíos Nathan y Richard lleguen a la mansión para decidir nuestro próximo paso.
Sasha y Connor están en la mesa grande del despacho, él sentado en una silla y ella sobre la mesa,
sonriendo y diciendo algo a su marido mientras éste acaricia su muslo. Entonces Gabi se acerca a ellos y
les dice algo sobre su fiesta de cumpleaños en La Cueva.
—Te dije que tenía que hablarlo con tu padre. —Le contesta la rubia.
—Papá, por favor —suplica mi prima ignorando a su madre.
—Todavía falta una semana, cariño. —Connor suspira y a continuación mira a Sasha—. El club es tuyo,
nena, tú tienes la última palabra.
—Entonces lo llevo claro —protesta Gabi antes de cruzarse de brazos y dejarse caer en una silla a su
lado.
Dejo de prestarle atención cuando escucho una carcajada de mi madre. Se encuentra sentada sobre el
regazo de Hell Ivankov, ambos en la silla que hace tiempo perteneció a mi abuelo, Vladimir, tras el
escritorio principal del despacho. Se besan y yo sonrío por la cantidad de amor que se procesan el uno al
otro.
—Tus padres son un encanto —comenta Asia a mi lado. Estamos sentados en el sillón de cuero frente a
la mesa grande, en el que también están mi tío Nick y Allie.
—Sí, cuando los miro siempre pienso en todas las cosas que han debido pasar y, aun así, parecen más
unidos que nunca.
—Ya estamos aquí, perdonad la tardanza. —Nathan besa la mejilla de su hermana cuando la rubia se
acerca para abrazarlo, y yo choco la mano de Kibo antes de saludar a mis tíos.
El rostro de Richard me deja claro una vez más que no está de acuerdo con todo nuestro mundo, solo
se casó con Nathan por lo que se quieren, pero siempre está a al defensiva.
—Bueno, empecemos. —Hell y Hope se ponen en pie y caminan al centro del despacho donde todos los
observamos—. Asia, ¿cómo sigue tu pierna?
—Mejor, apenas me duele ya y me estoy poniendo todos los días la crema que me dio Sasha.
—Estupendo, ayudará a que no te quede una gran cicatriz —asegura la rubia.
—Dante nos ha contado que hoy os habéis encontrado con Niniano y Fiorella —dice mi madre y
nosotros asentimos a la vez que Connor acaricia la cabeza de su hija con el rostro lleno de preocupación.
—Tenemos que dar el siguiente paso —continúa papá—. Asia, es tu turno.
—¿Estás seguro de que no hay otra forma? —cuestiono aún sin resignarme a que mi unicornio deba
pasar por esto.
—Sí, hijo, es la única manera de que Niniano salga de su escondite y exponga a su familia —responde
Hope.
—Estaré bien, decidme exactamente lo que queréis que haga. —Asia sujeta mi mano y sonríe hacia mí
para que me tranquilice, pero ella no tiene ni idea de lo que todo esto conlleva.
—Lo primero que harás será irte de esta casa.
Todos miramos a la puerta cuando Vladimir aparece apoyado en su bastón y un puro entre los labios.
—Abuelo…
—Si tu novia sigue viviendo aquí, ese chico no se tragará nada.
—Tiene razón, Dante —apoya Sasha.
—¿Y dónde pretendéis que viva? No va a volver a su apartamento para estar justo frente a esos
cabrones. —Noto cómo empiezo a perder los nervios.
—No, vivirá en Manhattan, alquilaremos una casa para ella —explica V mientras se sienta en la silla
que su hijo menor le ha ofrecido—. Pondremos seguridad las 24 horas, si quiere podemos darle también
un Dobermann para que la acompañe cuando salga.
—Me encantan los perros, en mi casa tenía tres. —Sonríe ella con un asentimiento.
—Bien, haremos eso entonces —decide mi padre—. Durante el fin de semana te encontraremos un
apartamento en un edificio seguro, organizaré tu protección e iremos a la academia de perros donde
siempre adoptamos a los nuestros, y podrás elegir a tu compañero.
—Vale, entendido. —Asia acepta y yo simplemente suspiro, no hay nada que pueda decir o hacer para
que cambie de idea—. ¿Y respecto a Nino?
—Deberás fingir una bronca con Dante asegurándote de que él lo ve, pero debe ser muy real. —Sasha
nos mira a los dos—. Deciros cosas que os duelan de verdad, os conocéis, tened claro que todo es ficción,
pero no debe parecerlo.
—En resumen —apoya Nathan—. Tened claro que entre vosotros todo está bien y no empecéis a darle
vueltas a la cabeza tras la discusión sobre las cosas que os diréis. Tened claro en todo momento que el
objetivo es Niniano de Luca.


XXVIII

DANTE

Este plan no me convence en absoluto. Asia me ha repetido cuarenta veces que debo confiar en ella,
que no la subestime y que es capaz de hacer lo que sea, pero ella no lo entiende. Yo no dudo de su valía,
de hecho, creo que puede sorprenderme aún más de lo que ya lo ha hecho, lo que temo es que esta
mierda haga que nuestra relación se resienta.
—Rubio, deja de darle vueltas ya.
—Lo siento. —Exhalo un suspiro y desvío la mirada del suelo a ella, que se encuentra poniéndose el
nuevo uniforme que se compró ayer con Gabi, este sí de su talla.
—Hemos hecho una promesa —dice colocándose frente a mí—. Yo pienso cumplirla, ¿lo harás tú?
—Haré lo que sea por ti —admito tirando de su mano para acercarla a mí.
—Voy a decirte cosas muy feas, cosas que te van a doler.
—Y yo a ti.
—Lo sé, pero todo será mentira. Debemos asegurarnos de que Nino lo vea todo —recuerda acariciando
mi pelo.
Yo asiento y después me pongo en pie para besar sus labios y así obtener esa pequeña dosis de cariño
que necesito para comenzar la mañana. Hoy será el último día que nos levantamos juntos hasta nuevo
aviso, y eso me tiene muy nervioso.

Mientras desayunamos, mi padre me explica que finalmente han alquilado un apartamento discreto y
poco llamativo, acorde con lo que Asia podría estar ganando para que Nino no sospeche.
—Si la metemos en un ático de lujo, el italiano no se lo tragará. Sabrá que planeamos algo, no es tonto
—comenta mi madre.
—Me parece bien. —Asia asiente y luego entrelaza sus dedos con los míos bajo la mesa—. Tampoco
sabría qué hacer en una casa tan grande, no estoy acostumbrada al lujo, la verdad.
—Sasha te diría que a eso te acostumbras rápido. —Hope pone los ojos en blanco y todos reímos,
aunque en mi caso no es una risa de verdad.
—Hijo, ¿no vas a comer nada?
—No, tengo el estómago revuelto.
—Ven, quiero hablar contigo —dice entonces el rey de la casa.
Aparto la silla y sigo a mi padre al despacho, cuya puerta cierro después de entrar. Me cruzo de brazos
cuando se apoya en la mesa de su escritorio y alzo las cejas interrogante.
—Estás perdido por esa chica, eh. —Sonríe con nostalgia y casi puedo ver el fantasma de los recuerdos
en su mirada.
—A ti no puedo mentirte, eres Hell Ivankov. Seguro que tu historia con mamá fue mucho más
complicada que la mía con Asia.
Asiente con la cabeza pero, como siempre, no hace comentario alguno respecto a esos tiempos.
—No seas igual de idiota que yo, Dante. La cagué mucho con tu madre, me dejé llevar por la rabia y por
las malas decisiones muchas veces y estuve a punto de perderla.
—Es la primera vez que me cuentas algo de vosotros —indico asombrado.
—Sí, bueno, fueron tiempo difíciles. Lo único que te quiero decir es que no dejes que las cosas se vayan
a la mierda por nadie más que vosotros mismos, que el exterior no os influya. Si se tiene que acabar, que
se acabe porque así lo queréis, no por malentendido o gilipolleces de fuera.
—Entendido.
—Bien. —Se acerca con los brazos abiertos y me rodea con ellos algunos segundos—. Este es mi chico,
ahora ve a hacer lo que mejor sabemos hacer los Ivankov.
—Sobrevivir.

ASIA

Trago saliva dificultosamente cuando veo de reojo cómo Nino y Fiorella avanzan por el pasillo. Gabi me
lanza una mirada de asentimiento y Kibo suspira, puedo ver cómo sus hombros se levantan bajo el
uniforme de la Trinity.
Cierro los ojos y me lleno de valor antes de darme la vuelta y enfrentar a Dante, el cual está fingiendo
que busca algo en su taquilla. Doy algunos pasos hasta llegar a él y tiro de su cazadora hacia atrás
mientras empiezo la actuación.
—¡Te pedí que no te metieras en mi vida, pero no has podido evitar hacerlo, ¿verdad?!
—¿De qué hablas? —Finge desconcierto y ya puedo ver cómo algunos alumnos descienden la velocidad
de sus pasos para enterarse de lo que está pasando.
—¡Me han despedido, Dante!
—¿¡Y por qué crees que yo tengo la culpa!?
—¡No lo sé! Déjame pensar, ¿a lo mejor por ir todas las malditas tardes a distraerme y hacer que
desatienda mis obligaciones? O no, no, ¡tal vez por plantarle cara a mi jefe y exigirle que me suba el
sueldo! —Desvío un segundo la mirada hacia Gabi para comprobar que Nino está escuchando todo, y ella
asiente y me guiña un ojo con disimulo.
—¿Quién te ha…?
—¡No se te ocurra negarlo! Ha sido la explicación que me han dado antes de echarme a la calle de una
patada.
—¡Lo siento, joder! —Dante tensiona la mandíbula, lo conozco y está muy nervioso, espero que esté
siendo creíble—. Te dije que no necesitabas trabajar en esa mierda de cafetería, que yo podría pagarte
la…
—¡No quiero tu sucio dinero! —exclamo y muero por dentro porque la discusión está a punto de
ponerse muy fea.
—Asia, cállate. —Me advierte, y no sé si lo hace de verdad o si es parte de la actuación.
—No pienso callarme, ¿acaso crees que la gente no sabe de dónde viene el dinero de tu familia?
Todo el mundo literalmente se ha detenido y está observando la discusión, cuchichean y algunos
incluso nos graban con sus móviles.
—¡Por lo menos tengo dinero, joder! —Ríe y mira a Kibo, el cual finge apoyarlo, aunque no lo está
haciendo nada bien.
—¿Qué coño quieres decir con eso?
—Lo sabes de sobra, Asia. No encajas aquí, Sabrina tenía razón, deberías volver a tu ciudad y dejarnos
a todos en paz. Supongo que fue bonito mientras duró. —Trata de hacer una broma, pero solo él se ríe
ante ella antes de tornar su rostro serio de nuevo.
Un silencio sepulcral se asienta en el pasillo, me repito en bucle que lo que acaba de decir es solo un
guion, uno que tal vez debimos haber preparado juntos. Sin embargo, acordamos que era mejor no
decirnos nada para que las reacciones fuesen más reales. Pero no voy a mentir, eso último… Joder, me ha
hecho pedazos.
No sé por qué, pero algunas lágrimas resbalan por mis mejillas, miro a mi alrededor y puedo ver cómo
Gabi asiente con la cabeza y me transmite calma. Kibo ni siquiera me mira, y Dante está luchando consigo
mismo por no mandar todo el plan a la mierda y abrazarme. Lo sé, puedo verlo en sus ojos.
—De acuerdo. Lo he pillado, no te preocupes. —Asiento con la cabeza y me aseguro de darme la vuelta
para que Nino me vea llorando antes de secarme las lágrimas y salir corriendo.
Me encierro en el cuarto de baño de chicas y observo mi reflejo herido en el espejo mientras rezo para
que haya dado resultado. Entonces la puerta se abre y una inmensa sonrisa se dibuja interiormente en mi
cabeza.
—Hola… —Fiorella entra cautelosa y apoya la mochila en los lavabos, saca un paquete de pañuelos y
me ofrece uno.
—Gracias.
—Mira, sé que debes estar odiándome por… Bueno… —No encuentra las palabras, pero no voy a
ayudarla porque realmente la odio. Odio el modo en el que su hermano y ella me usaron para llegar a
Dante—. Lo que quiero decir es que yo no soy como Niniano, Asia. A estas alturas ya debes estar enterada
de todo…
—¿Qué es lo que quieres, Fiorella? —Me cruzo de brazos y la miro con dureza.
—Esto no tiene por qué acabar así entre nosotras. Dante y su familia son malas personas, pero nosotros
no lo somos. Por favor, deja que te lo explique todo.
—¿Puedes explicarme por qué tu hermano me secuestró y casi me mata? —Alzo una ceja y suelto una
risa sarcástica.
—Sí. Asia, ellos no son quienes crees que son. Han matado a mucha gente inocente, y siguen
haciéndolo.
—Sé que los odiáis porque mandaron a vuestro padre a la cárcel.
—No lo mandaron a la cárcel, Asia. Hell Ivankov mató a mi padre.

DANTE

—Venga, el circo ha terminado, cada payaso a su clase. —Gabi dispersa a la gente mientras yo lucho
conmigo mismo por no salir corriendo tras Asia.
—Me he pasado —digo antes de dar un puñetazo a la taquilla—. ¡Mierda!
—Chst. —Mi prima mira a los lados y tira de mi brazo—. Aquí no.
Kibo recoge mi mochila del suelo y se la coloca en el hombro opuesto al que lleva la suya. Nos sigue y
yo me dejo llevar por Gabi, que no sé por qué está saliendo de la escuela. Giramos la esquina este del
edificio y al otro lado de la calle veo el coche de mi tía.
—Ve con mi madre, le diremos a tus profesores que estás enfermo, tu padre va a llamar al director.
—¿Qué dices? —pregunto a la pequeña bruja.
—Sabíamos que te pasaría esto, todo está planeado, ahora ve.
—Necesito hablar con Asia, lo que le he dicho… —Revuelvo mi pelo y me pongo furioso conmigo mismo
—. No puedo dejar que piense que iba en serio.
La puerta del Audi se abre y Sasha sale, me hace un gesto con la cabeza para que vaya y mis primos la
imitan.
—Tenía que ser así. —Kibo me da una palmadita en la espalda y luego se acerca para darme un abrazo
—. La vigilaré —susurra en mi oído.
Lo miro en silencio, cojo mi mochila y cruzo la calle para montarme en el vehículo antes de que la rubia
salga derrapando.
—¿Qué haces aquí? —Le pregunto tras segundos de silencio.
—Te conozco, tienes la sangre de los Ivankov, caliente e impulsiva. Sabía que te sentirías así. Todos lo
sabíamos.
—He sido muy cruel, Sasha. Le he dicho lo peor que podría haberle dicho, me he puesto de parte de
Sabrina.
—Has hecho lo que tenías que hacer. A veces hay que sacrificar pequeñas cosas para obtener otras
mayores.
—¿Algún día vas a decirme lo que eso significa?
—Espero no tener que hacerlo nunca.


XXIX

ASIA

No entiendo por qué Fiorella me acaba de decir que Hell mató a su padre, estoy segura de que eso es
mentira, pero no quiero decirle nada que pueda hacer cambiar su pensamiento de que lo mío con Dante se
acaba de ir a la mierda.
—Tengo que irme, no quiero llegar tarde a clase. —Miento para quitármela de encima, si acepto su
amistad con mucha facilidad puede que sospeche de mis intenciones.
—Oye, no me rechaces, por favor. —Niega con la cabeza para sí misma y murmura algo, entonces
puedo ver cómo llena sus pulmones de aire en una profunda respiración y después cambia su expresión—.
Sé que te hemos defraudado, y soy consciente de que la confianza es igual que un vaso de cristal, cuando
se rompe es imposible unir todos los pedazos.
—Así es. —Me recoloco el asa de la mochila en el hombro y después cruzo los brazos, a la defensiva.
—Lo sé, solo te pido que nos des otra oportunidad. Nunca se nos ocurriría decirte cosas tan duras como
las que te acaba de decir Dante.
—No, vosotros preferís secuestrarme. —Dejo escapar una amarga carcajada, pero me aclaro la
garganta y suspiro—. Mira, ahora mismo no estoy para esto, puede que en otro momento.
—Está bien, cuando quieras. —Asiente y espera sin moverse a que yo abandone el cuarto de baño
femenino.
En cuanto pongo un pie fuera, me encuentro con Nino observándome desde la pared de enfrente,
apoyado en ella. Se recompone y hace amago de acercarse, pero yo niego con la cabeza y desvío la
mirada, dando entonces con la de Kibo y Gabi. Esta última le dice algo a su primo, el cual asiente antes de
marcharse, y ella se aproxima hacia mí.
—¿Estás bien? —cuestiona en voz baja. Nino no aparta la vista de nosotras y eso solo me produce ganas
de ir y partirle la cara.
—¿La verdad? No. —Sonrío sin ganas y ella pasa un brazo por mi hombro a la vez que me insta a
caminar.
—Pues deberías, ha funcionado a la primera —comenta bajando la voz cuando pasamos por delante del
italiano.
—¿Crees que dará resultado si no me alejo de ti? Digo, si seguimos juntas y eso, tal vez Nino no se
acerque a mí.
—Al contrario, si todos nos alejamos será cuando piense que sucede algo raro. Yo no te he hecho nada
para que te enfades, y tú a mí tampoco. Además… —Se detiene en seco y dibuja una sonrisa igual de
traviesa que ella—. Este fin de semana es mi cumpleaños, y mi madre ha aceptado dejarme celebrarlo en
La Cueva con la condición de que no vuelva a pedirle nada hasta el año que viene.
—Cosa que no vas a hacer —adivino.
—Correcto, pero eso no tiene que saberlo hasta que pase el cumpleaños. —Le resta importancia con la
mano y regresa la sonrisa a su rostro—. Me ha llamado mi tío Hell y me ha dado la dirección del
apartamento.
Me tiende un papel escrito que saca del dobladillo de su falda y espera a que lo lea.
—Ya han mandado allí todas tus cosas, y esta tarde cuando llegues a casa quiere que le llames para que
vayáis a elegir a tu futuro mejor amigo.
—¿Eh?
—¡El perro! —exclama ofendida como si fuese obvio.
—Ah, vale, sí. —Asiento sin mucho entusiasmo mientras me acompaña hasta mi clase.
—No irá Hell, obviamente, lo más probable es que Nino te ponga vigilancia. Te irá a buscar un taxi, él
tendrá todas las instrucciones.
—De acuerdo, gracias, Gabi. Tengo que entrar ya.
—Oye, no te habrás tomado en serio las cosas que te ha dicho Dante, ¿no? Sabes que era todo parte de
la actuación.
—Lo sé… —Aparto la mirada, pero ella sujeta mis mejillas con su mano, puedo ver de reojo las largas
uñas postizas de color carmesí que lleva.
—Tú también te has pasado tres pueblos, bonita.
—Lo siento.
—Da igual, lo habéis hecho muy bien —contesta sin darle mayor importancia—. Te llamo esta tarde,
quita esa cara de pasa, eres demasiado guapa como para estar tan seria.
Me lanza un beso al aire con la mano y se aleja contoneando el trasero bajo la falda del uniforme.

Las clases pasan muy despacio, el pupitre de Dante permanece vacío durante todo el día, y yo no tengo
ganas ni fuerza para hacer frente a los comentarios y cuchicheos de la gente con la que me cruzo por los
pasillos. No he parado de mirar mi móvil cada cinco minutos, con la esperanza de que mi rubio me haya
escrito, pero no lo hace. ¿Estará igual que yo? Tal vez le haya dolido lo que le he dicho tanto como a mí lo
que ha dicho él, a pesar de que esto ya estaba hablado. No lo sé, creo que si debemos seguir con esta
situación mucho más tiempo, acabaré volviéndome loca. O cagándola, que es aún peor.
Cuando salgo de clase, veo que un taxi está esperándome en la puerta exterior; sé que es para mí
porque el conductor me hace una señal con la mano para que me acerque. Imagino que los Ivankov están
detrás de esto.
Me relajo en el asiento trasero y dejo que conduzca por Manhattan hasta que llegamos a la dirección
que ponía en el papel, el taxista me dice que ya está pagado y que él mismo pasará a recogerme dentro de
un par de horas para llevarme a la academia de los Dóberman para elegir al mío.
—Buenas tardes… —Saludo al hombre que se encuentra leyendo el periódico tras una mesa en el hall
del edificio.
—Buenas tardes, señorita. Esta es su llave, planta cinco todo al fondo cuando salgas del ascensor.
—Gracias —digo a la vez la acepto y le dedico una sonrisa mientras espero a que se abran las puertas
metálicas.
Asciendo en silencio y sin querer mirarme en el espejo que hay a mi espalda, no me apetece ver mi
reflejo triste y apagado devolviéndome un mirada de decepción. O ¿es miedo? No lo sé, la verdad es que
nunca hubiera imaginado que mi estancia en Nueva York se tornaría semejante locura.
Estoy perdida en mis pensamientos cuando introduzco la llave en la ranura y empujo la puerta para
acceder a mi nuevo hogar. Sin embargo, es imposible sentirlo así si mis padres no están en él. O Dante,
que es lo más parecido a una familia que tengo en esta eterna ciudad.
—Vaya —murmuro mientras voy descubriendo el lugar.
No es igual de lujoso que la mansión, pero sin duda tiene el toque de los Ivankov. De hecho, si no estoy
equivocada, el perfume que llega hasta mis fosas nasales es el de la reina, pero no hay nadie aquí dentro,
así que continúo inspeccionando.
La cocina es pequeña, pero el salón es enorme, con una televisión más grande que cualquiera que haya
tenido en mi vida, y unos sofás que dicen comodidad a gritos. Avanzo por el corto pasillo hasta la única
puerta que hay, la cual está abierta e imagino corresponde al dormitorio. Las paredes están empapeladas
con un color crema precioso y en el medio hay una cama un poco más pequeña que la de Dante, pero lo
suficientemente grande como para dormir tres personas. ¿Es que esta gente no sabe lo que es pasar
desapercibidos? Supongo que habrán pensado que lo que importan son las apariencias, y que mientras el
exterior del edificio parezca destartalado —que tampoco es para tanto—, el interior puede estar lleno de
comodidades.
—Oh, por Dios. —Me cubro la boca con las manos ocultando una gigantesca sonrisa cuando abro el
armario y lo veo hasta los topes de ropa, todas las prendas con la inconfundible etiqueta roja de Ivankova,
y cuatro pares de zapatos de la nueva colección en la parte de abajo.
Me agacho a coger una tarjeta que hay sobre la madera, sin conseguir borrar la sonrisa de mi rostro.

A veces tenemos días malos, lo sé por experiencia, pero no hay nada que unos buenos zapatos no puedan mejorar. Disfruta de todo
esto, es tuyo, y es un placer para mí que lo lleves. Además, recuerda que ahora trabajas para mí, así que no puedo dejar que mis
empleados vistan cualquier cosa.
Besitos, Sasha Ivankova.

Increíble. Esta mujer es increíble. Siempre la he admirado por todo lo que ha logrado, por su actitud y
por la seguridad que siempre transmite en los medios de comunicación; el modo en el que consigue
empoderar a la figura de la mujer, sin importarle los comentarios o las críticas que reciba por mostrar su
cuerpo cómo y cuando quiere. De mayor quiero ser como Sasha Ivankova.
Cuando me doy la vuelta para probar la cama, veo que bajo una de las almohadas asoma algo, así que
me acerco para ver lo que es. Un nudo se forma en mi garganta cuando desdoblo la prenda y veo que se
trata de la camiseta con la que he estado durmiendo cada noche en casa de Dante, con la diferencia de
que ahora huele a él. El rubio ha estado aquí con Sasha, y no puedo evitar interpretar esto como un gesto
de que todo va bien. Que estamos bien.

DANTE

Observo sentado en una silla cómo mi padre charla con mi tía, hablan sobre los negocios, pero no
presto mucha atención. Igual que si fuera un niño, Hell me ha quitado el móvil, dice que es por mi bien,
que si lo tengo correré a escribir a Asia y seguramente acabe yendo a verla, y tire todo el plan a la basura.
Yo discrepo. Creo que eso es lo que haré si no me devuelve mi jodido teléfono y me deja comprobar si mi
unicornio está bien.
—Cielo, ¿has merendado? —Mi madre acaricia mi pelo cuando entra en el despacho, Marie viene tras
ella con un sándwich en la mano.
—No tengo hambre.
—Mamá no quiere contarme por qué has roto con Asia, ¿vas a contármelo tú? —inquiere mi hermana
dibujando una mirada acusatoria—. Te ha dejado ella, ¿verdad?
—Cállate, no tienes ni puta idea.
—Eh, no os habléis así —ordena mi madre señalándonos a los dos—. Marie, a hacer los deberes, venga.
—Pero mamá…
—No me hagas repetirlo. —Amenaza la pelirroja—. Sabes que como no saques el curso no irás al viaje
que está organizando la escuela a Italia, así que tú misma.
—Joder, qué pesadilla —protesta al mismo tiempo que gira sobre sus talones para marcharse.
—¡Esa boca, esa boca! —exclama Hope frunciendo el ceño.
A continuación, me mira a mí y me hace una señal disimuladamente para que la siga al jardín, mira a
mi padre para comprobar que sigue entretenido con la rubia y saca su móvil del bolsillo trasero del
pantalón.
—Como papá te vea, la vais a tener —digo aceptándolo cuando me lo ofrece.
—Dos minutos, ni uno más.
Regresa al despacho y yo sonrío cuando me guiña un ojo desde el interior, alejándome varios pasos en
dirección a la piscina para que mi padre no me vea. Al principio pienso en mandarle un mensaje, pero no
tengo tiempo de esperar a que responda, así que me decido por una llamada.
Marco su número y aguardo impaciente al otro lado de la línea, paseándome de un lado a otro con un
nudo en el estómago por no saber si estará cabreada por todo lo que le dije.
—¿Hope? Hola, ¿pasa algo?
—No, solo que un rubio idiota te echa de menos.
—Dante.
Mi rostro se ilumina con una inmensa sonrisa cuando escucho su voz y percibo el mismo nerviosismo
que yo tengo.
—Hola, unicornio —respondo a la vez que rasco mi nuca y echo un vistazo a través de la ventana para
comprobar que mi padre no se ha percatado de nada—. No tengo mucho tiempo, Hell me ha quitado el
móvil y mi madre me ha dejado el suyo a escondidas.
—Pensaba que no querías hablar conmigo… Ya sabes, por todo lo que te dije esta mañana.
—¿Yo? No, tenía miedo de que tú te hubieses enfadado conmigo. Me pasé, no tendría que haber dicho
lo de Sabrina, lo siento.
—Tranquilo, yo también fui demasiado lejos. Has estado en el apartamento, ¿verdad? He encontrado la
camiseta.
—Sí, he estado allí un par de horas con mi tía, quería que tuvieses algo mío, que te acuerdes de mí
cuando te vayas a dormir. —Me siento en el borde de una hamaca y la imagino tumbada en la cama o
sentada en el sofá de su nueva casa.
—No necesito nada para acordarme, Dante. Hemos dormido juntos un montón de días, desearía que
esto no tuviese que ser así… —Suspira al otro lado de la línea, mis ganas de abrazarla van en aumento y
no puedo evitar sentir rabia hacia mi padre por haber tomado una medida tan extrema.
—Yo también, preciosa, te aseguro que no estoy feliz con esta mierda.
—Quiero verte.
—Y yo a ti, pero mi padre me tiene vigilado. ¿Crees que me va a permitir ir si me ha quitado hasta el
teléfono? Dice que si Nino, o cualquiera que tenga vigilándote, me ve aparecer por allí, el plan se irá a
tomar por el culo.
—Pues ponte una gorra y unas gafas, disfrázate, no sé, lo que haga falta. Pero ven a dormir conmigo,
esto me viene grande…
—Asia…
—Perdona, no me hagas caso, da igual. —Su tono de voz cambia entonces, se aclara la garganta y trata
de hablar con más firmeza.
—Escucha, mi madre me está haciendo señales ya para que corte, vas a esta bien, no te preocupes por
nada, te han puesto seguridad y esta noche tendrás ya el perro contigo, los entrenan desde pequeños y va
a obedecer todo lo que tú le mandes.
—Ya. De acuerdo, entendido.
—Por favor, comprende que…
—He dicho que sí, que lo entiendo. Ve a devolver el teléfono, lo último que quiero es que te metas en
problemas con tu familia por mi culpa. Adiós.
No me da la oportunidad de responde porque lo siguiente que escucho es un pitido al otro lado de la
línea. Maldigo en voz baja y vuelvo a llamarla, pero no responde, y mi madre no para de lanzarme miradas
asesinas para que entre de una vez en el despacho y le devuelva el móvil.
Maldita sea mi existencia, no sé cómo voy a hacerlo, pero tengo que ir a verla. Por mucho que sepa que
esto no está bien, los impulsos pueden más que la lealtad, y lo que siento por Asia no es solo simple
atracción; de hecho, ni siquiera nos hemos acostado, y no por falta de ganas, sino que simplemente
nuestra relación se ha dado de un modo diferente a otras chicas con las que he estado en mi vida. Las
cosas con Asia van a otro ritmo, la deseo más que a nada y no me cabe la menor duda de que ella también
a mí, sin embargo, debido a las circunstancias imagino que hemos puesto otras prioridades por delante,
como el cariño, la protección y el apoyo. Como el que necesita ahora mismo, y no voy a negárselo.


XXX

DANTE

Escucho el tic tac del reloj como si fuese el único sonido que hay en el salón, ignorando la película que
están viendo mis padres y mi abuelo. Ya son las once de la noche, no he podido ni cenar de los nervios que
tengo en el estómago por lo que voy a hacer, puedo disparar y meterme en peleas, pero nunca he
desobedecido las órdenes de mi padre. Hasta hoy.
—Mi amor, yo me voy a acostar ya, estoy rendida —comenta mi madre en medio de un bostezo.
—Vamos, yo también, mañana tengo que madrugar —apoya Hell—. ¿Te quedas?
—Sí, voy a terminar de ver la película. —Asiento de forma desinteresada antes de darles la buenas
noches.
Vladimir está dormido en el sofá, roncando desde hace ya una hora, así que no será un problema.
Cuando escucho la puerta del dormitorio de mis padres, me asomo a las escaleras para comprobar que
toda la casa está ya en silencio y tranquila. Fuera está lloviendo, pero no quiero subir a por una cazadora
porque podrían escucharme volver a salir; no puedo arriesgarme. Vuelvo al salón y, tras asegurarme de
que mi abuelo sigue en el quinto sueño, entro al despacho y pido un taxi, le doy indicaciones para que me
recoja fuera del camino de la mansión y salgo por la puerta del garaje para que no se escuche la principal.
—Me cago en la puta. —Corro cuando el aguacero me empapa de pies a cabeza, ignoro las miradas de
los seguratas que tenemos haciendo guardia y salgo atravesando la caseta de Joe, el que controla las
verjas metálicas.
—¿Saben sus padres que va a salir, señorito Dante? —cuestiona extrañado al ver que no me llevo el
coche ni la moto.
—Sí, tranquilo, un taxi me está esperando.
—De acuerdo.
Me alejo unos cuantos metros de la mansión y doy un último vistazo atrás antes de doblar la esquina
hacia la calle principal, entonces lo veo. Mi padre está asomado a la ventana de su dormitorio, me observa
sin cambiar de expresión y yo sostengo su mirada unos segundos antes de darme la vuelta y continuar mi
camino. Esto tendrá consecuencias, pero no me importa.

HELL

—Tu hijo acaba de escaparse de casa —comento a mi mujer mientras ella se lava los dientes.
—¿En serio? —Reprime una risa y yo asiento en silencio a la vez que veo cómo Dante se aleja corriendo
y monta en un taxi.
—Llevaba puesto el anillo, ¿verdad?
—Sí, nunca se lo quita, igual que tú el tuyo. —Hope se aproxima ya ataviada con su pijama de seda
blanco, me dedica una sonrisa y después pasa los brazos por mi cuello para besarme—. Es tu hijo, Hell,
¿qué esperabas?
—También es el tuyo, tenía la esperanza de que hubiese heredado algo de tu sensatez.
—Los impulsos amorosos pueden más que la sensatez —contesta con una mirada cómplice—. ¿O acaso
ya has olvidado la de locuras que hice yo por estar contigo?
—¿Te refieres a cuando acudiste a una cita con tres matones rusos para que acabasen contigo en vez
de conmigo? —Finjo estar recordando y ella frunce los labios mientras asiente—. O quizá estabas
pensando en aquella ocasión en la que mi hermana y tú os colasteis en una reunión privada entre dos
mafias, en una fábrica abandonada, y os liasteis a tiros de buenas a primeras. Ah, no, no, espera, seguro
que…
—Cualquiera de esas me sirve de ejemplo. —Rompe a reír a la vez que cubre mi boca con su mano para
que deje de recordar las veces en la que puso en peligro su vida para proteger la mía—. Lo que quiero
decir es que Dante ya no es un niño, mi amor. Está enamorado, y encima le has quitado el móvil, ¿de
verdad pensaste que se quedaría de brazos cruzados?
—Bueno, esperaba que después de que tú le dejases tu teléfono a escondidas para llamar a su novia, se
iría a dormir tranquilo.
—Ups. —Sonríe y retrocede tapándose la boca.
Yo camino despacio hacia ella y le hago un gesto para que se detenga, ambos reímos y ella corretea por
la habitación, saltando a la cama cuando intento sujetarla. Me tumbo sobre su cuerpo y sujeto sus manos
por encima de la cabeza.
—Sabía que te habías dado cuenta —asegura cuando rozo mi nariz con la suya antes de darle un beso.
—No pudiste evitarlo, ¿eh?
—No, lo siento. A pesar de haber pasado tantos años, todavía recuerdo cómo éramos en esa época. La
intensidad con la que sentíamos, ¿tú lo has olvidado?
—Nunca podría olvidar el día en el que me dijiste que me querías, ni el modo en el que te fuiste
metiendo en mi corazón sin que me diera apenas cuenta.
Ruedo hacia un lado para que ambos quedemos tumbados en la cama, mirándonos mientras yo acaricio
su rostro y la observo igual de enamorado que hace dieciocho años.

ASIA

Admiro la fuerza con la que la lluvia me está acompañando esta noche, como si estuviese igual de
asustada y confusa que yo. Las gotas repiquetean en la ventana mientras me tomo una taza de té antes de
irme a dormir, en un vano intento de que la infusión me calme y me ayude a despejar la mente de todo lo
que la cruza ahora mismo.
—¿No te gustan las tormentas? —pregunto a Baxter cuando se acerca y levanta mi mano al apoyar su
cabeza en ella.
El Dóberman que he adoptado no me ha dejado sola desde que hemos llegado a casa, es muy obediente
y listo. Me observa con las orejas tiesas a través de los profundos ojos negros que tiene, provocándome
una pequeña sonrisa.
—Venga, a dormir.
Le señalo la camita que he colocado en el dormitorio, junto a la puerta, y enseguida se tumba sin
dudarlo. Yo me quito la ropa y la sustituyo por la camiseta de Dante, en quien no he dejado de pensar en
todo el maldito día.
Sé que he sido un poco injusta con él al haberle pedido que viniese a dormir conmigo, no lo he
pensado, simplemente se lo he dicho. Entiendo que no quiera meterse en problemas con su padre, pero es
el primer día que duermo sola —no solo en una cama, si no en una casa— desde que nos secuestraron, y
no puedo evitar estar alerta a cada ruido que llega a mis oídos. Debo pedirles un arma, aunque haya un
hombre de seguridad trabajando en la entrada del edificio, no me siento segura.
Acabo de apagar la luz hace unos minutos cuando suena el timbre de la puerta, no del portal, si no del
apartamento, por lo que quien quiera que sea, no acaba de venir, de lo contrario, el vigilante no le habría
dejado pasar.
—Baxter, conmigo —susurro mientras paso por su lado y entro en la cocina para coger un cuchillo. El
más grande que encuentro.
Me sobresalto y el afilado utensilio de cocina se me cae de las manos cuando el timbre vuelve a sonar
de repente. El perro ladra entonces, enseña los colmillos y yo no recuerdo cómo se le mandaba callar, mi
mente se bloquea, muerta de miedo.
—Asia, soy yo.
La voz de Dante me llega desde el otro lado de la puerta, frunzo el ceño y me acerco a la mirilla,
comprobando que, efectivamente, es él. Sin embargo, Baxter sigue ladrando y no sé cómo detenerlo.
—Shh, tranquilo. —Le digo haciendo señales de calma con las manos.
—Abre —insiste Dante—, no atacará si tú no se lo pides.
—¿Estás seguro? Todavía me falta mucho entrenamiento con él, me han dicho en la protectora que no
es cosa de unas horas.
—Abre.
—Ahí quieto —ordeno al Dóberman, el cual retrocede varios pasos y cambia la expresión de su cara—.
Madre mía, ¿qué te ha pasado? —pregunto al ver que el rubio se encuentra completamente calado.
Me hago a un lado para dejar que pase y él entra sacudiéndose el agua del pelo con la mano,
revolviéndolo y dándole un aire más aniñado. Gotas de agua se le agolpan en las pestañas y está
guapísimo cuando se gira y una sonrisa ilumina su rostro al mirarme.
—Me he escapado, no podía sacar el coche ni la moto para no hacer ruido, así que he tenido que correr
hasta la calle principal para coger un taxi.
—¿La mafia no usa paraguas?
—Odio los paraguas, se dan la vuelta cuando hace aire y pareces gilipolla en medio de la lluvia
intentando ponerlo derecho.
Uno los labios en una sonrisa por verlo aquí, por haberse escapado para venir a verme a pesar de haber
dicho que no podía hacerlo. Sin preocuparme por el perro, puesto que se encuentra olisqueando a mi
rubio favorito, me acerco un par de pasos a él y acaricio la curva de su sonrisa antes de fundirme en un
beso con él. Sus manos bajan por mi espalda para pegarme más, haciendo que el agua de su camiseta
traspase la mía y llegue hasta mis pechos desprovistos de ropa.
—No puedo creer que estés aquí —confieso cuando sus labios se separan de los míos un segundo.
Ayudo a que se quite la camiseta para no coger una pulmonía, y veo que él quiere hacer lo mismo con
la mía, así que no dudo en levantar los brazos y dejar que observe mi cuerpo desnudo una vez más. No
nos hemos acostado, pero nos hemos visto sin ropa ya unas cuantas veces, a pesar de no haber sido en las
circunstancias más normales…
—Ven. —Tiro de su mano hacia el dormitorio, me doy cuenta de que está nervioso por su mirada, por
cómo titubea unos segundos antes de dejarse llevar por mí.
—No pienses que he venido para esto, unicornio —dice cuando me tumbo y lo insto a que él se coloque
sobre mí.
—¿Eso significa que no quieres?
Ríe y niega con la cabeza antes de darme un corto beso.
—Para nada, pero no tengo prisa.
—Deja de hablar.
Asiente cuando sonrío y alzo las cejas, une sus labios a los míos y me besa unos segundos antes de
descender lentamente por mi clavícula, acariciando toda la piel que va encontrando por el camino hasta
llegar a mis pechos. Los masajea y cierro los ojos al sentir el tacto húmedo de su lengua rodeando uno de
los pezones, escondo los dedos entre mechones de su pelo y me muerdo el labio en el momento que con
sus manos tira de mi única ropa interior para sacarla por los pies.
—¿Tienes preservativo? —pregunto observando cómo él también se deshace de toda su ropa.
—Sí. —Saca la cartera del vaquero que ya estaba en el suelo, la abre y me muestra un envoltorio
cuadrado y dorado. Lo lanza al colchón y después vuelve a trepar por mi cuerpo para buscar mis labios.
Me centro en besarlo y disfrutar de la sensación tan placentera que me produce cada cosa que hace,
pero la situación mejora cuando cuela la mano entre los dos y comienza a acariciarme donde no lo había
hecho antes. La yema de sus dedos hacer círculos sobre mi clítoris y provoca un sonoro jadeo procedente
de mi garganta, lo que hace que Dante sonría y repita el mismo movimiento. Un profundo calor se
apodera de mí y no puedo evitar alzar la pelvis para aumentar el roce, algo que parece ser un claro
indicador para él, puesto que se incorpora y abre el preservativo.
—Nunca te he preguntado si eres virgen —dice entonces al mismo tiempo que se tumba encima de mí.
—¿Importa?
—Sí, ¿lo eres?
—No, pero hace mucho de aquello, no he vuelto a estar con nadie.
—Bien, en ese caso esto puede doler. Avísame si quieres que pare.
Asiento y él me da un beso en los labios antes de deslizar la boca por la mejilla para buscar mi cuello.
Lo acaricia despacio y yo intento relajarme y pensar solo en él y en lo segura y completa que me siento
cuando estoy a su lado. Ignoro el pinchazo entre los muslos y recuerdo que debo respirar, Dante me lo
pone muy fácil.
—Te juro que me perdería en tus ojos todas las noches —susurra sin detener el movimiento de sus
caderas, mirándome unos segundos para después besarme de nuevo.

*

Mastico un pedazo de pizza sentada sobre la encimera de la cocina, la cual da al salón, mientras
observo cómo Dante intenta sintonizarme los canales de la televisión que se han ido debido a la tormenta.
Acabamos de acostarnos por primera vez, temía que el momento de después fuese incómodo o extraño,
pero nada más lejos de la realidad. El rubio me ha guiado hasta la ducha, como ya hizo la noche en la que
casi nos matan, y allí hemos seguido besándonos sin pudor y sin sentir que algo haya cambiado entre
nosotros. A continuación, se ha rodeado la cadera con una toalla mientras toda su ropa está en la
secadora, y hemos pedido pizza igual que una noche más. Adoro a este chico, el modo en el que me hace
sentir y cómo me mira, la admiración que sus ojos me transmiten, el cariño; el ¿amor?


XXXI

DANTE

Llevo cuatro noches yendo a dormir con Asia, mi padre no me dijo nada el día después de que me viera
escapándome de la mansión, así que las noches siguientes he salido por la puerta y he ido en moto. No sé
si Nino le ha puesto vigilancia, yo no he visto ningún coche, pero de todas formas he intentado pasar
desapercibido con gorras y gafas; en el edificio de Asia viven otra veintena de personas, así que podría ser
un visitante cualquiera, además, la moto que he estado trayendo en la de mi tío Nick, así que no la ha
podido reconocer.
Cada minuto que paso al lado de ese pequeño unicornio es uno más que doy gracias a Dios por haberla
puesto en mi camino. Desde el momento en el que me separo de ella para ir por diferentes caminos al
instituto cada mañana, cuento los minutos que quedan para volver a encontrarnos a la noche. A pesar de
poder abrazarla, besarla y disfrutar de cada rincón de su cuerpo cuando dormimos juntos, siempre ansío
más, nunca es suficiente, es igual que la más fuerte de las drogas que maneja mi familia, la adicción más
fuerte que he experimentado tiene nombre y apellidos: Asia Levine.
—Estoy tan emocionada por la fiesta de esta noche que ya he ido tres veces al baño esta mañana —
comunica mi prima mientras saco los libros de mi próxima clase la taquilla.
—¿Qué te ha hecho pensar que necesite tanta información? —cuestiono con una mueca de desagrado.
—Imbécil, te hablo en serio. Todo tiene que salir perfecto, Asia me ha ayudado con cada detalle, es muy
buena organizando cosas, mi madre estará muy contenta con ella. Se va a forrar.
—Estupendo, ahora si me lo permites, tengo clase. —Cierro la puerta metálica y la miro esperando que
acabe de explotar la burbuja de chicle que está formando con sus labios, sin poder evitar pinchársela yo
mientras estallo en una carcajada.
—¡Dante! —exclama dándome un empujón mientras se despega la goma de mascar de los labios y la
nariz.
—Perdona, ¿qué decías? —Río y estiro la mano para retirarle el último pedazo adherido a su barbilla.
—Me estás ocultando algo —adivina entornando los ojos—. Asia y tú estáis muy felices, demasiado
teniendo en cuenta vuestra situación. —Da un paso hacia mí y mira a los lados para comprobar que nadie
nos escucha—. Habla.
—He ido a dormir con ella todos los días de esta semana —admito en voz baja.
—¡Habéis follado por fin! —celebra ella, y acto seguido se cubre la boca y vuelve a asegurarse de que
nadie ha puesto atención.
—¿Eres idiota o qué te pasa? —La reprendo—. Además, ¿qué te hace pensar que no nos habíamos
acostado ya?
—Ella me lo contó —dice sin más—. Pero me alegra saber que la estás satisfaciendo, así es más
productiva.
—Hola, vamos a clase, ¿o qué? —Kibo nos saluda cuando llega hasta nosotros.
—Dante y Asia ya han follado.
—Por el amor de Dios, Gabriella —resoplo echando la cabeza hacia atrás.
—Ya lo sabía —contesta mi primo encogiéndose de hombros.
—¿¡Se lo has contado a él y a mí no!?
En el momento que veo que Gabi está a punto de entrar en cólera, le doy un beso en la frente y me
despido con la excusa de que voy a llegar tarde a clase, pero eso es aún peor porque odia que la deje
hablando sola. Después me devolverá el golpe, lo sé.
—¿Qué tal anoche? —Miro a Kibo mientras nos dirigimos a clase de economía—. ¿Con quién saliste?
—Con Grigori y Kurt, Sean tenía que hacer no se qué con su madre.
—¿Qué tal Grigori? El otro día estaba un poco irritable, ¿no? —comento al recordar el momento de
tensión que tuvo mi primo con uno de sus mejores amigos.
—Mejor, me pidió perdón y me contó que está teniendo problemas con su madre.
—¿Sigue pasando? —Bajo la voz al hablar sobre los trapicheos que hace el chico que llegó a la Trinity
hace un par de años.
—Sí, de eso te iba a hablar, me ha preguntado si queremos algo para esta noche. No puedes pillar nada
en tu casa porque Sasha y tu padre lo tienen todo contado al dedillo.
—Ya, en casa imposible. —Me siento en mi silla de clase y Kibo sobre el pupitre, bajo la voz para hablar
del tema sin que nadie nos escuche—. Y en La Cueva va a estar jodido, eh, mira la última vez. El día de la
fiesta Pitufo cuando Sasha nos vio por las cámaras entrando al baño para fumarnos la hierba.
—Es que no es gilipollas, y nuestros padres tampoco. Joder, ellos lo han hecho mucho antes que
nosotros, saben de sobra lo que hay.
—Además esta noche ni máscaras ni hostias, a cara descubierta. Espero que al menos nos dejen
tomarnos alguna copa.
Kibo sigue mi mirada y no responde al darse cuenta de que Asia acaba de entrar en clase. A ojos del
mundo, nosotros ya no estamos juntos y no nos hablamos, así que evitamos mirarnos porque no podemos
no sonreír cuando lo hacemos.

GABI

Trato de respirar despacio para relajarme mientras doy los últimos repasos a La Cueva junto a Asia. Ya
son las nueve y media, y la fiesta empieza a las diez, así que tengo que ir a que me den los últimos
retoques al maquillaje y a quitarme los rulos para dejar que los rizos adornen mi bello rostro.
—Gabi, me comunican que la gente ya está haciendo cola y que ya da la vuelta al edificio —dice mi
madre antes de que me vaya hacia la sala número dos, donde te preparan antes de entrar al interior del
club.
—Mamá, júrame que no voy a verte en toda la noche, no se te ocurra aparecer y montarme un
numerito.
—Si tú cumples con todo lo que hemos hablado, te aseguro que no me verás.
—¿Vas a estar mirando las cámaras? —Me cruzo de brazos y ella arquea una ceja.
—Es mi negocio, ¿tú qué crees?
—¿No puedes pedir que otro lo haga por ti? Joder, mamá, no voy a estar a gusto sabiendo que tengo tus
ojos pegados a la puta nuca.
—¿Acaso piensas hacer algo que no deberías? —Imita mi gesto y también cruza los brazos, con la
diferencia de que ella se ve mucho más amenazante y segura que yo. No contesto, así que se acerca y
acaricia mi mejilla—. Cielo, soy tu madre, todo lo que estés pensando, yo he tenido años para
perfeccionarlo, así que ten cuidadito y no se te ocurra pasarte de la raya.
—Te odio. —Le dedico una falsa sonrisa y ella me la devuelve.
—Y por eso yo te quiero —dice marchándose hacia la sala de control sobre sus tacones.
Por mucha rabia que me dé aceptarlo, dudo que nadie tenga una madre tan espectacular, inteligente y
generosa como la mía. Siempre ha sido mi punto de referencia, mi modelo a seguir, a pesar de saber que
hace cosas ilegales y que algún día yo tomaré su relevo.
—¡Vamos, vamos! —exclamo a los trabajadores cuando entro en la sala dos.
Me siento en una silla giratoria y cierro los ojos para que terminen de maquillarme y de prepararme.
Asia está acabando de vestirse y acabo de escuchar por el walkie-talkie de Bernard, el encargado de las
salas, que Dante y Kibo están fuera.
—Bueno, bueno, la que ha montado la cumpleañera.
Sonrío y abro los ojos para ver a mi primo Kibo entrando junto al rubio, se acerca para darme un beso
sin interferir en el trabajo de la maquilladora y los dos observamos cómo Dante se cuela en el cambiador
donde se encuentra Asia.
—Qué envidia —comenta el moreno.
—Si lo que quieres es una novia, esta misma noche te busco una —hablo con la boca abierta mientras
me pintan los labios.
—Paso, demasiada responsabilidad. —Ríe Kibo a la vez que niega con la cabeza.

*

Doy un sorbo a mi copa de ron antes de subir al escenario con ayuda de uno de mis amigos, la gente
aplaude y grita piropos que me hacen reír y dar un par de vueltas para lucir el espectacular vestido que
me ha regalado mi madre; azul eléctrico y de cuero, ajustado a más no poder, con una cremallera en el
escote que llega hasta el ombligo. Todo ello acompañado de una gargantilla de oro blanco, regalo de papá,
y unos Ivankova negros.
—Gracias a todos por venir —hablo por el micrófono cuando consigo que la gente se calle—. Estoy
encantada de compartir el día de mi cumpleaños con vosotros, espero que lo paséis bien y que os portéis
mal. —Guiño un ojo a Asia y ella alza su copa al igual que el resto de los presentes.
El reggaetón empieza a sonar por los altavoces a todo volumen y yo estiro la mano hacia Asia para que
se suba conmigo al escenario a bailar. Pego su cuerpo al mío y nos juntamos más cuando algunas de mis
amigas se suben también, la gente silva y la fiesta comienza oficialmente.
No ha pasado más de media hora cuando veo cómo mi madre sale por la puerta de la sala de vigilancia
y se lleva la mano al oído mientras gesticula con las manos, como si estuviese hablando a través del
interfono. Me busca entre la gente y yo frunzo el ceño cuando me hace un gesto para que me acerque a
ella.
—¿Qué pasa? Te he dicho que no…
—¿Has invitado a De Luca? —pregunta interrumpiéndome.
—No, yo no he invitado a nadie, solo he dado los pases vip que te pedí, el resto de gente es del
instituto, todo Dios sabe que es mi cumpleaños, mamá.
—Pues está fuera y quiere entrar.
—Déjalo pasar.
—Ni de coña —contesta con una sarcástica carcajada.
—Sé lo que me hago, mamá, confía en mí.
—No tienes ni puñetera idea de lo que hablas, Gabi. Eres un cría, no eres capaz de…
—¿De qué? —Sostengo su mirada y ella niega con la cabeza a la vez que deja escapar un suspiro
derrotado.
—Dejad que pase —habla al micrófono que tiene adherido a la camisa—. Espero que sepas lo que
haces, hay cosas que no tienen vuelta atrás.
Me dedica una mirada que no sabría decir lo que significa exactamente, y desaparece por la puerta,
esta vez no la de la sala de vigilancia, si no la que da al patio trasero.
Estoy regresando a la pista de baile cuando veo cómo Dante se aproxima con la cara furiosa mirando a
mi espalda, lo detengo sujetando sus hombros y trato de buscar su mirada para que me preste atención.
—Yo lo he dejado pasar —aclaro adivinando el motivo de su ira sin necesidad de darme la vuelta.
—¿Te has vuelto loca? —Kibo se toca la frente en un gesto confuso y Dante parpadea repetidas veces.
—¿Qué pretendes? —cuestiona el rubio.
—Que me dejes hacer mi parte, no todo se soluciona con violencia. Hay otro tipo de armas que solo las
mujeres poseemos.
—No podré acercarme a Asia en toda la puta noche, ¿lo has pensado? —habla cabreado y lo cierto es
que no había caído en ese detalle—. Me has jodido la puta fiesta.
Se da la vuelta justo cuando su unicornio se abre camino entre la gente, supongo que buscándolo a él o
a mí. Dante mira a Nino, después a Asia y niega sutilmente con la cabeza a la vez que se marcha en
dirección contraria; Kibo lo sigue.
—¿Qué pasa? —La morena llega hasta mí, sonrío para quitarle importancia y ella se da cuenta de que el
italiano se encuentra tras nosotras—. ¿Qué hace aquí?
—Lo tengo todo controlado, vamos a bailar.
—¿Y Dante?
—Con Nino aquí es mejor que mantengáis las distancias, venga, es mi cumpleaños, pasémoslo bien.
Me subo a un podio cuando una de mis canciones favoritas de reggaetón empieza a sonar, pero
reggaetón del de antes, del 2000. Muevo las caderas y no despego la vista de Niniano, el cual se
encuentra apoyado en la barra, solo, bebiendo una cerveza y analizando cada uno de mis movimientos. Su
mirada me quema y excita a partes iguales. Saber que es el último tío en la faz de la tierra con el que
debería acostarme, solo hace que tenga más ganas de morder la manzana. Si existe el purgatorio es
porque también existen los pecadores y, sinceramente, no me importaría pasar por él para purgar los
míos.
Da el último trago al botellín y después se acerca a paso tranquilo, mira a los lados y encuentra la
puerta del cuarto de baño para minusválidos, vuelve a mirarme a mí y se aleja en esa dirección.
—Ahora vengo —aviso a Asia cuando bajo del podio y paso por su lado.
—¿Dónde vas?
Sin responderla, me abro paso entre la gente que no deja de saludarme y de felicitarme cada dos
metros. Cuando estoy a punto de abrir la puerta del servicio, una mano me sujeta con firmeza desde atrás.
—¿Qué cojones te crees que estás haciendo? —El rostro descompuesto de mi madre consigue ponerme
los pelos de punta.
—Suéltame —pido sin moverme.
—Gabriella, no se te ocurra atravesar esa puerta, te aseguro que este no es el camino que quieres
elegir.
Algo en su mirada me está gritando que obedezca, que me quiere y que solo busca el bien para mí, sin
embargo, otra parte me dice que debo seguir mi propio camino y no el que ella me marca, cometer mis
errores y aprender de ellos.
—Mamá, déjame, sé lo que hago. —Doy un tirón para soltarme y froto la zona por la que me ha
sujetado.
—Ah, ¿sí? —Se carcajea—. ¿Y puedo saber qué es?
—Muy probablemente lo mismo que hacías tú a mi edad.
No me espero la bofetada que me da a continuación. Sus ojos se cristalizan y puedo notar cómo le
tiemblan las manos, su garganta se mueve cuando traga saliva y mira hacia la pista de baile un segundo,
desde donde nos observan Dante y Kibo. Vuelve a mirarme, se muerde el labio y se marcha a paso
apresurado, esta vez hacia la salida del club. Yo me recompongo y atravieso la puerta al purgatorio.


XXXII

GABI

Cierro la puerta a mi espalda y veo a Nino apoyado en la pared de enfrente, fumándose un cigarro y
nada preocupado teniendo en cuenta que está en el club de la mujer que mandó a la cárcel a su padre.
Los vaqueros gastados que lleva le quedan como un guante, casi tan bien como a mí este vestido.
—¿Tienes otro? —pregunto señalando el cigarrillo.
Duda unos segundos, provocando en mí un nerviosismo nada habitual. Entonces, se separa de la pared
y coge el paquete del bolsillo trasero de sus pantalones, me ofrece uno y espera a que lo coloque entre
mis labios para acercarse más y dejar que lo encienda con su mechero.
—Es tu cumpleaños —afirma sin separarse, yo solo asiento—. Felicidades.
—Gracias.
—Te gusta llamar la atención ¿verdad, Gabriella?
Las sílabas salen de entre sus labios con un deje en la voz que le otorga un aire más atractivo del que
me gustaría admitir. Ladeo la sonrisa y doy una calada en silencio, sin contestar.
—Montas esta fiesta, te pones ese vestido —comenta echando una ojeada a todo mi atuendo, desde los
pies hasta regresar a mis ojos—. Te encanta ser el centro de todas las miradas.
—¿Hay algo de malo en eso? —Me encojo de hombros con aire despreocupado.
—Bueno, lo malo de que tanta gente te observe, es que pueden ver tus puntos débiles. Y tú, Gabriella,
tienes unos cuantos.
—Deja de decir mi nombre así. —Expulso el aire del cigarro en su rostro y trato de recomponerme ante
su cercanía.
—¿Cómo?
—No sé, con esa voz.
—Es mi voz.
—Pues no me gusta, así que deja de hacerlo.
—Ahí está —sonríe, pero no da ni un solo paso atrás.
—¿El qué?
—Uno de tus puntos débiles, mientes de puta pena. Dices que no te gusta mi voz, finges odiarme,
seguramente planeas matarme con tu familia, pero aquí estás. Encerrada entre cuatro paredes con el
único tío que se supone que no deberías estar.
—¿Qué puedo decir? Soy una rebelde. —Intento reír para disimular que realmente me intimida más que
ninguna otra persona, pero creo que me tiene calada.
—No, te excita lo prohibido, te pone estar aquí conmigo sin saber qué va a pasar.
—Eres un gilipollas. —Lo empujo sin mucha fuerza y apago el cigarro con agua antes de tirarlo a la
papelera.
—Creo que tu madre no está muy feliz de tenerme aquí —dice antes de pasar la lengua sutilmente por
sus labios.
—Si queremos que esto funcione es mejor que no hablemos de familias, ¿no te parece?
—¿Qué es lo que quieres que funcione? —inquiere entonces acercándose de nuevo.
—No hemos venido al baño a fumar, eso ha quedado claro.
—No.
Su rostro se acerca despacio, pero de un modo nada dubitativo, coloca una mano en mi cintura y no
tarda en pegar su boca a la mía con la misma brusquedad que un camión chocando contra un muro de
cemento. Rodeo su cuello con mis brazos y yo misma me siento sobre la encimera del lavabo, separo las
piernas y él se posiciona entre ellas. Desabrocho el botón de los pantalones para bajárselos sin romper el
beso, repito el proceso con los bóxer negros que lleva y saco un condón de mi escote.
—Dame —pide quitándomelo de las manos. Arqueo una ceja ante su exigencia, pero no replico, tan solo
espero a que se lo ponga para volver a acercarlo a mí—. Para esto hemos venido, ¿no? —pregunta a la vez
que con una fuerte embestida se abre camino entre mis muslos.
Gimo en su oído y él me empuja hacia atrás haciendo que mi espalda se pegue al espejo, me baja la
cremallera del vestido dejando automáticamente expuestos mis pechos y su mirada recorre cada
centímetro de ellos, acabando en el punto donde su cuerpo se une con el mío.
—¿Esto es lo que querías? —habla sin detenerse y casi me atrevería a decir que con rabia—. Un polvo
en el cuarto de baño para joder a tu madre.
Me incorporo, y doy un fuerte y brusco tirón a su pelo provocando que se detenga en seco y me mire
lleno de ira. Su boca se encuentra entreabierta y casi puedo notar el calor abrasador que sale de sus ojos.
—Te he dicho que no hables de mi familia. ¿Acaso no te ha quedado lo suficientemente claro?
Sostiene mi mirada unos pocos segundos, aguardo a ver si tiene algo que añadir, pero en su lugar me
besa y continúa penetrándome.
Su mano derecha se cuela entre los dos cuando deduce que mi orgasmo está cerca, acaricia mi clítoris
con el ritmo que yo misma le marco y no tardo en correrme. Por la expresión de su rostro y los jadeos que
trata de ocultar, él también lo hace minutos después. La situación me excita tanto que mi lado
multiorgásmico me regala una nueva sacudida que lo hace sonreír curvando la comisura de sus labios.
—Esto nunca ha pasado —jadea con la voz entrecortada por la respiración agitada a la vez que sale de
mí y se retira el condón.
—Por supuesto que no —coincido y lo empujo con el tacón hacia atrás para poder bajarme del lavabo y
subirme las bragas.
—Si mi hermana se entera de esto, acabaré contigo —dice mientras se abrocha los pantalones
observando mis tetas antes de que me las cubra con la tela del vestido.
—¿Acabas de amenazarme? —Río y me llevo una mano al pecho, ofendida.
—Lo has pillado. —Me guiña un ojo, abre la puerta del servicio y se marcha sin volver a mirarme ni
darme la posibilidad de replicar.

DANTE

Cada célula de mi cuerpo arde cuando veo cómo Nino sale del baño en el que se había metido Gabi
minutos antes. Kibo se lleva las manos a la cabeza y despeina su pelo, furioso e igual de impotente que yo.
Sin embargo, la situación empeora cuando, entre la gente, observo a ese cabrón acercarse a Asia.
—¡Quieto! —Kibo me sujeta por la camiseta cuando mis pies echan a andar solos.
—Lo mato. Te juro por Dios que lo voy a matar —mascullo rabioso negando con la cabeza.
—Este era el puto plan, no la cagues ahora.
—No, la que la ha cagado ha sido tu jodida prima. —La señalo cuando sale del cuarto de baño, igual de
elegante que después de que su madre la cruzara la cara. Ahora lo entiendo todo.
—¿Qué pasa? —cuestiona Grigori cuando regresa con nuestras copas.
—Gabi se acaba de tirar a Nino —cuenta Kibo.
—No jodas.
Grigori sabe todo acerca de nuestra familia, Kibo confía en él y eso es suficiente para mí. Además, nos
ha ayudado en varias ocasiones a salir de apuros en los que no hemos sabido cómo actuar. Su madre tuvo
una juventud un tanto alocada y conoció a tipos bastante peligrosos, así que digamos que él también ha
crecido en un entorno en el que ha tenido que aprender a defenderse.
—No se os ocurra echarme la charla, ya me la ha dado mi madre. —Gabi pone los ojos en blanco
cuando llega hasta nosotros y ve nuestras caras.
—Sí, y una buena hostia te ha dado también —recuerda Kibo.
—¿Qué le has dicho para que lo hiciera? —cuestiono preocupado.
Es cierto que Gabi y mi tía discuten a todas horas y tienen muchos enfrentamientos, pero nunca había
visto que le diera una bofetada así, ha debido decirle algo fuerte para que la rubia haya perdido el control
de ese modo.
—Nada que no sea verdad, supongo que las verdades duelen a veces. Nuestros padres tuvieron sus
guerras y las solucionaron, esta es la nuestra.
—Te viene grande, Gabriella —reprende Kibo—. No puedes ir por tu cuenta.
—Siéntate y observa. —Alza la barbilla con el semblante serio y se pierde entre la gente.

ASIA

Estoy yendo hacia la barra para pedirme una copa y beber sola, puesto que no puedo acercarme a mi
novio y mi amiga ha desaparecido no sé dónde, cuándo quien menos me espero me aborda de repente.
—Nino. —Me aclaro la garganta debido a que ha sonad demasiado débil—. Hola.
—Hola, ¿podemos hablar?
Miro por encima de sus hombros disimuladamente, encontrándome con la furiosa mirada de Dante y
Kibo a su lado, sujetándolo por la camiseta.
—Depende de lo que quieras decirme. —Apoyo los codos en la barra y él se posiciona a mi lado.
—Lo siento.
—¿Qué sientes exactamente? —cuestiono frunciendo el ceño sin creerme ni una sola palabra que sale
de su boca.
—Sé que crees que te utilicé para llegar a Dante, imagino que ya te lo han contado todo.
—Sí, obviamente tuvieron que hacerlo cuando casi me matas —recuerdo acusatoriamente.
—No sabía que estaríais juntos, solo mandé que lo trajeran a él, fuiste…
—Un daño colateral, sí, Dante me ha dicho lo mismo. —Pongo los ojos en blanco y doy las gracias al
camarero que me entrega la copa—. Eres un mentiroso de mierda, Nino, confié en ti, en tu hermana, os
conté todo, pensaba que éramos amigos. —Niego con la cabeza y trato de calmarme, creía que esto sería
más fácil, pero realmente me siento dolida por lo que me hizo.
—Perdóname, es verdad que al principio me acerqué a ti por eso, pero después te conocí, vi que eres
una buena chica, que no mereces que esa familia te arruine la vida.
—No, para eso ya estás tú, ¿no?
—Bueno, por lo que he visto, las cosas con Dante no van bien, eso debe ser por algo. Solo te pido que
me des otra oportunidad, o al menos a Fio. Asia, ella está hundida desde que pasó todo, mi hermana no es
como yo, ella no forma parte de la… —Baja la voz y deja en el aire el nombre de su mafia—. El caso es que
no me habla desde entonces, me culpa de que vuestra amistad se haya roto, ella no sabía nada.
—No confío en ti. —Me encojo de hombros siendo sincera.
—Lo entiendo, pero no hagas que ella pague mis cagadas.
—Yo no soy la responsable de eso, lo eres tú.
—Dame un respiro, ¿tregua? —Me ofrece su mano, aguarda paciente a ver qué decisión tomo y
entonces sonríe.
Esa sonrisa que tantas veces me dedicó en mi casa cuando le contaba mis problemas y trataba de
animarme. La rabia crece en mi interior por todo lo que me ha hecho y el plan se reactiva.
—Está bien —digo estrechándola.


XXXIII

DANTE

Han pasado tres semanas desde el cumpleaños de Gabi, desde que Nino y Asia hicieron una tregua y
Asia fingió perdonarlo. Desde ese día no hemos vuelto a dormir juntos y apenas podemos vernos porque
está todo el jodido tiempo con él.
No me imaginaba que ver a Asia entablando relación de nuevo con Nino me iba a costar tanto, sé que
es lo que tenían que hacer, pero no puedo evitar revolverme al pensar que están juntos.
Por otro lado, Gabi no se lo está poniendo nada fácil a sus padres, alguien le mandó un mensaje
anónimo a Connor contándole que su hija se había tirado a Nino y, bueno, como era de esperar, la
reacción de su padre no tardó en llegar.
—Sasha, dime que esto no es verdad —pidió casi suplicante mientras todos estábamos comiendo en la
mansión y un mensaje llegó a su móvil.
La rubia cerró los ojos y a continuación miró a su hija, cuyo rostro estaba empalideciendo a medida que
el de Connor iba adquiriendo un tono rojizo.
—Gabriella, vete al coche, nos vamos —dijo él tras levantarse de la mesa.
—Oye, ¿qué pasa? —Hell también se levantó y palmeo el hombro de Connor, confuso al igual que el
resto de los presentes.
El afectado salió del salón y lo próximo que escuchamos fue un profundo grito desgarrador procedente
de la entrada principal, todos fuimos hacia allí y encontramos a Connor tirando el jarrón de una mesa
mientras su pecho subía y bajaba a toda velocidad.
Sasha guardó su móvil en el bolso y pidió a su familia que ahora no hiciera preguntas, caminó hacia
Connor y trató de hablar con él, pero no tuvo suerte.
—¿Qué cojones está pasando, Sasha? —Sus ojos estaban inundados de lágrimas, creo que algo se le
rompió por dentro al recibir ese mensaje, cuyo contenido descubrimos después.
—Cálmate.
—¿Que me calme? ¿Estás usando a nuestra hija para acercaros a ese hijo de puta?
—Repite eso. —Sasha dio dos pasos hacia él y el tono de su voz cambió por completo, se retaron con la
mirada durante algunos segundos, hasta que mi madre intervino.
—Vale, ya está bien, ¿qué está pasando? —Hope tiro sutilmente del brazo de la rubia hacia atrás y miró
a Connor, el cual volvió a levantar su móvil y leyó en voz alta:
—“Al parece a tu hija se le da igual de bien hacer el papel de puta que a tu mujer cuando tenía su edad,
deberías controlarla antes de que vuelva a follarse a Niniano y la deje embarazada. ¿Imaginas lo que sería
tener un bebé del enemigo?”
Gabi se cubrió la boca con sus manos al escucharlo, retrocedió algunos pasos hasta estar a mi lado y yo
simplemente negué con la cabeza. Sabía que esto no era buena idea.
—Está claro que esto te lo ha mandado alguien que quiere joderos —reflexionó mi madre y buscó la
mirada de Sasha, cuyas mejillas estaban cubiertas de lágrimas, probablemente, por lo que le había dicho
su marido.
—Ha tenido que ser él mismo, ¿quién iba a querer meter mierda si no? —dije yo cuando ninguno de los
dos abrió la boca.
—Desde que te conocí me he quedado en tu sombra y he aceptado lo que viniera porque eres mi mujer,
te amo y te respeto —comenzó entonces Connor sin apartar la mirada de Sasha—, pero por mi vida que no
pienso permitir que mi hija pase por lo que pasamos nosotros.
—¿¡De qué coño me estás acusando!? —La rubia estalló y entonces Hell tuvo que intervenir y colocarse
en medio de los dos—. ¿¡Acaso piensas que yo pondría en peligro la vida de mi hija!? ¿¡Crees que dejaría
que pasase por todo lo que yo tuve que pasar!?
—Ya, venga. —Hell le hizo una señal a mi madre y ella se llevó a Sasha a la cocina, mientras que mi
padre hizo lo propio con Connor para llevarlo al despacho.
Lo que sucedió después prefiero no recordarlo, pero digamos que ahora Connor está en su casa y
Sasha se ha quedado en la mansión desde entonces. Su maridó se arrepintió de haberla acusado cuando
Gabi le contó que se acostaron porque ella quiso, que su madre, de hecho, trató de frenarla, pero Sasha
dice que necesita tiempo y que prefiere esperar a que se le pasen las ganas de partirle la cara a Connor.
Tener a la rubia en casa las 24h durante quince días puede llegar a ser muy estresante, y más en el
estado de nervios que se encuentra por lo de su marido y su hija. Tiene una personalidad igual de
explosiva e impredecible que Gabi, así que hay que escoger las palabras que se dicen cuando se enfada
para que no entre en cólera.
—Buenas, ¿preparado para que te dé una paliza? —Río y choco la mano de mi primo cuando llega al
gimnasio en el que hemos quedado para pelear sobre el ring y, así, entrenar junto a mi padre y mi tío
Nick.
—Estoy de mal humor, así que mejor que te prepares tú.
—¿Qué ha pasado? —inquiere mi padre después de saludarlo.
—Mis padres han estado discutiendo, Richard ha tenido problemas en su trabajo porque alguien ha
soltado el rumor en la oficina de que es el marido de un narcotraficante, y que seguro que usa el trabajo
en la empresa para justificar el dinero sucio de mi padre. De Nathan —especifica como siempre que habla
de sus dos padres.
—No me jodas. —Nick lo mira desconcertado y mi padre ya ha ido a por su teléfono para llamar a
Nathan, imagino.
—¿Sabe quién ha podido decir eso? ¿Hay alguien que pueda querer hacer que lo echen?
—No, Richard no tiene enemigos. —Kibo se frota la cara y después se sube al ring—. Venga, necesito
desfogarme.

ASIA

Nunca me había sentido tan sola como en las últimas semanas, menos mal que tengo a Baxter, que al
menos me hace compañía y trata de animarme con caricias cuando me da el bajón y rompo a llorar.
Me mata cruzarme con Dante por los pasillos del instituto y compartir clase con él sin poder hablarlo o
besarlo. Con Gabi sigo teniendo relación, pero no es lo mismo, aunque agradezco el apoyo que me da sin
levantar sospechas, Kibo apenas me habla tampoco, supongo que debe posicionarse a ojos de la gente.
—¿Qué hacías en el cuarto de baño de los chicos? —cuestiono extrañada al ver a Gabi salir de él
mientras se repasa el pintalabios con ayuda de un espejo de mano.
—Nada que deba preocuparte —dice sin más, pero entonces ella sola se delata cuando, segundos
después, Nino también sale, mira a los lados y después se marcha hacia la segunda planta por las
escaleras.
—¿Te has enrollado con él?
—¿Eh? ¿Con quién? —Mira a su espalda, pero el italiano ya no está.
—Gabi, dime que no te estás acostando con Nino en los servicios del instituto.
—No me estoy acostando con Nino en los servicios del instituto —dice cerrando el espejo con una
sonrisa.
—¡Estás mintiendo! —exclamo llevándome las manos a la cabeza—. ¿Por qué lo haces?
—Folla bien. —Encoge sus hombros y se cuelga la mochila del hombro después de guardar su
maquillaje.
—Gabi, tienes segundas intenciones, sabes que no deberías estar haciendo eso, ¿Dante y Kibo están al
tanto?
—A medias, saben que nos acostamos la noche de mi cumpleaños, pero no que llevo haciéndolo casi a
diario desde entonces —comenta como si fuera lo más normal del mundo—. No puedo resistirme, joder, es
italiano, ¿qué quieres que haga? Tienen el don de la palabra y de los dedos.
—Agh, no quiero detalles de sus dedos, gracias. —Dibujo una mueca de asco y niego con la cabeza
suspirando—. Me dijo que su padre está muerto, que Hell lo mató —recuerdo entonces.
—Gilipolleces, su padre está encarcelado.
—Bueno, él cree que no.
—Que piense lo que quiera mientras siga fo…
—Vale, lo he pillado. —La interrumpo y gesticulo con las manos para que deje ese tema—. ¿Sabe su
hermana lo que hacéis?
—No, no quiere que se entere nadie y, sinceramente, para mí también es mejor así.
—No creo que esto vaya a terminar bien, pero tú sabrás.
—Pues eso, mejor cuéntame tú los avances que has hecho con él. ¿Ya confía de nuevo en ti?
—Supongo, hace como si no hubiese pasado nada, y yo me pongo de los nervios, me está costando
mucho actuar de esta forma, Gabi, no sé cuánto tiempo más pueda aguantar sin mandarlo a la mierda.
Espera —digo cuando suena mi móvil—. Es un mensaje de tu primo.

11:25am Dante
Las noches nunca habían tenido tantas horas como
estas tres semanas, me muero por besarte, unicornio.
Estás preciosa.
11:26am Yo
Lo mismo digo, espero que esto acabe pronto.

Alzo la cabeza para encontrarme con sus ojos verdes, acompañados de una sonrisa sutil después de
leer mi respuesta. Miro a ambos lados y me guiña un ojo con rapidez antes de continuar con la charla en
su grupo de amigos.
—Sois adorables —comenta Gabi tras echar un ojo a la pantalla y leer los mensajes.
—Nunca pensé que diría esto, pero creo que estoy enamorada de tu primo.


XXXIV


SASHA

Escucho la puerta del dormitorio desde el cuarto de baño, tiene que ser él porque nadie más entra y se
queda callado. Sé que viene a disculparse, obviamente, lo que soltó el otro día fue una de las mayores
cagadas que ha podido hacer conmigo hasta la fecha. ¿Cómo cojones se le pudo ocurrir que yo utilice a
nuestra hija para acercarnos a ese hijo de puta? Por más vueltas que le doy a la cabeza, no consigo
entenderlo. ¿Tan poco me conoce después de media vida juntos?
—Sé que estás ahí. Sal, por favor —pide desde el otro lado de la puerta del cuarto de baño.
—¿Qué coño quieres, Connor? —Apoyo las manos en las caderas y lo observo. Sé que ha estado
llorando, conozco esa mirada y la expresión que tiene su cuerpo ahora mismo.
—Disculparme. Otra vez. —Se encoje de hombros y trata de acercarse, pero levanto la mano para
detenerlo.
—Ya te has disculpado, ahora puedes largarte otra vez. —Voy a encerrarme en el cuarto de baño, pero
sujeta la puerta con la mano y la empuja.
—Por favor, joder. Yo... cuando me llegó el mensaje no pude reaccionar, no quería creer que...
—No querías, pero lo hiciste.
—Lo siento, Sasha. ¿Qué más puedo hacer o decir para que me perdones? —Sujeta mi mano, pero la
retiro y niego con la cabeza, me doy la vuelta y comienzo a cepillar mi pelo frente al espejo, ignorando su
presencia.
En lugar de marcharse, apoya la espalda contra las baldosas y me observa en silencio, sabe que odio
que haga eso. Me pone nerviosa, no por el hecho de que me mire, que eso me encanta, si no por no saber
lo que está pensando. Ahora mismo solo deseo partirle un jarrón en la cabeza y besarlo a partes iguales.
—Estás preciosa con ese vestido —comenta señalando con la cabeza el atuendo que he elegido después
de ducharme.
—Ya lo sé. ¿Dónde está Gabi? —pregunto sin mirarlo.
—Me dijo ayer que iba a pasar la noche con una amiga, que tenían que hacer un trabajo.
—¿¡Y la has creído!? —Me giro perpleja a la vez que niego con la cabeza.
—Joder, no me voy a convertir en un carcelero, Sasha.
—¡Pues deberías! ¿Acaso no te acuerdas de cómo era yo a su edad? —Salgo del cuarto de baño para
coger el móvil de encima de la cama.
—Gabi no es como tú.
Arqueo una ceja incrédula, sin saber cómo tomarme ese comentario. En cuanto observa mi expresión,
cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás.
—Para —dice sin más.
—Te aseguro que me encantaría pensar que la hija que he parido no se parece a mí, pero ¿sabes lo que
me dijo antes de cruzarle la cara en su cumpleaños? —Me observa en silencio, sabe que la ha cagado con
ese comentario—. Dijo que iba a hacer lo que seguramente yo hacía a su edad. ¿Recuerdas lo que hacía yo
a los veinte años, Connor? —Pego mi rostro al suyo—. Porque si quieres te lo puedo recordar.
—Lo siento, no he pretendido decir eso, me he expresado mal —contesta, y sé que lo dice en serio, sin
embargo, ya es tarde.
—Últimamente no paras de decir cosas de las que después te arrepientes.
—Lo siento, ¿vale? ¡Joder, Sasha! Sabías que no quería que Gabi entrase en toda esta mierda, hemos
intentado criarla al margen, y ¿para qué? Para que ahora se acueste con un puto capo de la mafia
calabresa. ¿¡Nos hemos vuelto locos!? ¿En qué punto de la historia me he perdido?
—En el punto de que mi hija es una Ivankova. En ese —digo antes de salir del dormitorio.


GABI

Observo a los lados un poco confundida, alguien ha dejado una nota en mi taquilla diciendo que me
reúna con quien sea en la puerta trasera de la Trinity al terminar el recreo. No conozco la letra, pero algo
me dice que sé quién es.
No habrán pasado más de tres minutos cuando el rugido de una moto me hace girar la cabeza hacia la
izquierda, disimulo una sonrisa y me siento en el pequeño muro que separa el terreno de la calle
secundaria, Nino se quita el caso, lo cuelga del manillar y se acerca. No intercambiamos ni una sola
palabra, alza las manos y yo apoyo las mías en sus hombros para que me sujete y me ayude a bajar.
Acepto el casco cuando me lo ofrece y me lo coloco, espero a que él se suba y me siento tras él,
rodeando su cintura con los brazos.
No tengo ni puñetera idea de dónde me lleva, sé que mis padres me cortarían la cabeza por esto, que
Asia no lo aprobaría y que mis primos me odiarían; se sentirían decepcionados. ¿Soy mala persona porque
eso ahora mismo no me importe una mierda?
Frunzo el ceño cuando se salta un semáforo y sale de la ciudad, empiezo a preocuparme al ver que no
se detiene, sigue avanzando y se adentra por un camino poco transitado.
—¿A dónde vamos? —consulto cuando baja la velocidad al llegar a un edificio enorme, abandonado. De
estas casas piloto que se comienzan, pero nunca se acaban.
No responde, así que dejo de insistir, no puedo dejar que vea mi miedo o mi inseguridad. Si me ha
traído aquí para matarme, más me vale tener los ovarios tan bien puesto como siempre, aunque dudo
mucho que esa sea su intención. Llevamos ya un mes teniendo encuentros furtivos y quedando a
escondidas, semanas en las que no solo hemos follado, si no que también hemos compartido momentos
íntimos en el sentido figurado de la palabra. Bah, es igual, yo me entiendo.
—Nino, ¿qué es esto? —Doy un paso atrás cuando, al bajarnos de la moto, escucho voces procedentes
del interior del lugar—. ¿Quién hay ahí dentro?
—Lo siento. —No me mira, sujeta mi antebrazo y tira con fuerza de mí.
—¡No! ¿¡Qué coño haces!? —Me resisto, pero poco tengo que hacer con la fuerza que tiene.
Decido dejar de pelear y aclarar mi mente, tengo una pistola en la mochila, necesito sacarla antes de
llegar hasta donde sea que me está llevando. Aquí dentro huele a humedad que tira para atrás, me hace
atravesar unos plásticos y lo que en algún momento fueron espacios para colocar las puertas.
Las voces están cada vez más fuertes y, a menos que me traicionen los nervios, juraría que eso es
italiano.
—Te juro por Dios que te mataré —advierto a Nino sin resistirme.
—Te aseguro que esto no es lo que yo quería, pero no tengo más remedio —habla en voz baja justo
antes de llegar hasta dos hombres trajeados, repeinados y de la edad de mi padre.
—Buen trabajo, la putita Ivankova es nuestra —celebra uno de ellos cuando Nino me empuja hacia él.
En cuanto me sujeta para mirarme, le escupo en un ojo y le clavo el tacón de mis Ivankova en el pie
antes de salir corriendo.
—¡Vuelve aquí, zorra!
—¡Gabi! —La voz de Nino me advierte que es él quien me está persiguiendo.
Desearía poder correr más deprisa, pero estos zapatos no me lo permiten, de modo que, al pasar por al
lado de un andamio, tropiezo y caigo al suelo. Me doy la vuelta con rapidez para sacar la pistola de la
mochila y no dudo en apuntar al cabrón que me he estado follando durante las últimas dos semanas
cuando llega hasta mí.
—Baja eso —pide con sus manos en alto.
—Me das asco. —Lo miro con desprecio antes de sonreír por la cara de acojonado que tiene—. ¿Por qué
lo haces?
—No lo entiendes, Gabriella, la ‘Ndrangheta está por encima de todo. Por más que yo quiera... No
puedo. —Suspira y baja las manos, ¿se está rindiendo?
—Puta —masculla una voz antes de que una bala pase silbándome los oídos.
—¡No! —Nino se tira a por el hombre que acaba de dispararme, le arrebata el arma y le da un
puñetazo.
—¡Estás muerto! —exclama el otro, ahora disparándolo a él.
—¡Corre, Gabi! —grita a la vez que se pone a cubierto tras un muro.
Ruedo sobre mí misma sin darme cuenta de las escaleras que hay a unos pasos, por las cuales caigo
rodando hasta que la pared de lo que iba a ser un sótano, me frena.
—¡Prometisteis no hacerla daño! —exclama el italiano con rabia.
—¡Tiene que morir, Niniano! ¡Su hija por tu padre!
Pienso en escapar, irme corriendo y llevarme la moto en la que hemos venido hasta aquí, pero ni
siquiera sé si sabré arrancarla. Por otro lado, si Nino no se hubiese interpuesto, ahora tendría una bala
atravesándome la cabeza, aunque ha sido él quien me ha traído aquí. ¡Joder! ¿¡Qué hago!?
—Maldita sea —hablo para mí misma resignada por lo que ya sabía hace diez segundos.


XXXV

GABI

Subo las escaleras despacio, ignorando las heridas que tengo por todo el cuerpo y con la pistola en alto.
No me apetece llevarme un tiro en la frente, así que saco el pequeño espejo que siempre llevo dentro de
la camisa del colegio y lo abro para mirar por él.
Alcanzo a ver a Nino a un par de metros, si corre podría llegar hasta aquí, aunque quizá le dispararían
antes. Sin embargo, debo intentarlo, no puedo dejarlo aquí tirado, no antes de que me dé una explicación,
si tiene que morir yo misma lo mataré.
—¡Nino! —grito sin asomarme, veo cómo gira la cabeza hacia las escaleras. Entonces saco el arma y
comienzo a disparar en la dirección de dónde vienen los otros disparos.
Aprovecha para correr despavorido y se tira al suelo, con tan mala suerte que él también acaba
rodando escaleras abajo.
Bajo tras él sin dejar de mirar a lo alto de las escaleras, disparo una vez cuando una cabeza se asoma
por ella y me agacho junto a Nino.
—¡Levanta! —exclamo cuando veo que tiene los ojos cerrados—. ¡Vamos! —Le doy una patada en el
estómago antes de volver a disparar.
Me mira desorientado un segundo antes de ponerse en pie, en cuanto escuchamos una nueva oleada de
disparos, me cubre con su cuerpo y me empuja hacia las otras escaleras que hay al otro lado del edificio,
las cuales supongo nos devolverán a la planta principal.
Corremos despavoridos, magullados y sin dejar de disparar, pero solo me quedan dos balas. Una de las
primeras cosas que mi madre me enseñó fue a contar los disparos, "no querrás que te vuelen la cabeza
por ir de lista" fueron sus palabras.
—Venga, venga —insta a que suba los escalones para hacerlo él tras de mí—. Tengo que sacar el
cargador, cúbreme.
—Solo me quedan dos balas —informo y señalo la moto al otro lado de las paredes con los huecos
donde algún día pensaron en poner ventanas, comienzo a correr más deprisa, pero entonces me frena y de
un salto sale del edificio—. Salta, yo te cojo.
—¿Y si te clavo un tacón en el ojo? No lo veo, eh. —Niego con la cabeza poco convencida.
—¿Prefieres que te maten?
—¡Ah! —grito antes de tirarme cuando me disparan sin acertar.
Caigo sobre él provocando que ambos vayamos al suelo, me pongo en pie todo lo rápido que puedo y
ambos echamos a correr hacia la moto. Veo cómo tira el cargador vacío y con un ágil movimiento recarga
su arma.
—¿Prefieres disparar o conducir? —pregunta cuando estamos llegando al vehículo de dos ruedas.
—Tú conduces, yo disparo.

DANTE

A tomar por el culo, ya no aguanto más, estoy harto de esta situación y encima me siento como un
gilipollas. Sé lo que mi padre me ha dicho, las charlas que me ha dado estos últimos días para que "sea
fuerte" y "no me deje llevar por los impulsos"; son la mayor estupidez que me ha dicho en años. Es que ni
siquiera él se lo cree, por no mencionar las caras de mi madre, a saber lo que hacían ellos a mi edad.
No me lo pienso dos veces al coger mi arma, un par de cargadores extra como siempre Hell me ha
enseñado, y subirme a la moto de mi tío Nick para ir a verla. Necesito tocarla, olerla, sentir el tacto de sus
manos sobre mi piel y dejarme hipnotizar por las galaxias que tiene dentro de esas hermosas pupilas
negras como el azabache.
Aparco donde siempre, frente al edificio, y rezo en silencio mientras el ascensor suba para que el
cabrón de Niniano no esté con ella.
—Dante. —Me mira perpleja cuando abre la puerta después de que toque el timbre.
—Los he cortado del jardín de la mansión —digo mostrándole los tulipanes que traigo, con tierra y todo.
Se abalanza a mis brazos y une sus labios con los míos, sonreímos mientras nos besamos y yo hago que
retroceda para entrar en su apartamento. Baxter nos observa desde su camita, alza las orejas cuando me
ve, y enseguida vuelve a dormirse.
—¿Sabes que posiblemente hayas mandado todo el plan a la mierda? —comenta cuando me siento en el
sofá con ella sobre mis piernas.
—Me da igual, estaba harto.
—Tendrías que haber llamado, ¿y si Nino llega a estar aquí?
—Si te hubiese avisado, no habría sido una sorpresa y no habrías sonreído como lo has hecho —digo
antes de besar los hoyuelos que se le forman.
—Habría sonreído igual. —Suspira y apoya su frente en la mía, ambos guardamos silencio y respiramos
con tranquilidad, a pocos centímetros.
No sé el rato que habrá pasado cuando el timbre suena en repetidas ocasiones, ambos nos miramos
extrañados y preocupados a la vez.
—Niniano —adivino.
—Lo dudo, siempre me escribe antes de venir, y desde luego no toca el timbre como si quisiera
quemarlo —contesta ella al mismo tiempo que camina hacia la puerta.
—¡Abre! —La voz de mi prima hace que todas mis alertas se disparen de golpe.
—¿Gabi?
Asia abre la puerta y mi mente se nubla ante lo que presencian mis ojos, igual que si fuesen fichas de
un dominó, la primera cae cuando el italiano entra en el apartamento tras Gabi.
—¡No, para! —exclama la rubia al ver cómo alzo el puño en dirección a la nariz de Niniano, el cual no
se lo espera y cae de espaldas contra la barra de la cocina—. ¡Dante, joder!
Entre ella y Asia me sujetan, el moreno solo se limpia la sangre, y es entonces cuando me percato que
no es la única que tiene. Miro a mi prima y sujeto su barbilla para alzársela y ver lo magullada que está.
—¿¡Ha sido él!? —Vuelvo a tirarme hacia el italiano, pero Gabi se cuelga de mi brazo.
—¡No! ¡Escúchame, joder!
—Calma, por favor, contadnos qué ha pasado. ¿De dónde venís así? —interroga Asia después de
colocarse entre los dos.
—¿Te han hecho algo más? —Muevo a mi prima y levanto sus brazos mientras la inspecciono, ella pone
los ojos en blanco y alza las cejas cuando termino.
—¿Quieres que me quite la ropa también?
—Gabriella, contéstame.
—No sé ni por dónde empezar. —Resopla y me mira de reojo.
—Puedes empezar contándome lo que haces con este.
—Ha sido mi culpa. —La voz que menos quiero escuchar ahora mismo es la primera en hablar.
—¿Por qué será que eso no me sorprende? Primero nosotros y ahora mi prima, te has propuesto acabar
con esta familia, hijo de punta —mascullo, y no vuelvo a golpearlo porque tengo a Asia prácticamente
pegada a mi cuerpo.
—Ha sido un malentendido —interviene la rubia—. Nosotros hemos ido a dar una vuelta y...
—¿Disculpa? —Arqueo una ceja en su dirección—. ¿Desde cuándo tú das vueltas con el enemigo? ¿Con
el cabrón que ha mandado un mensaje a tu padre diciendo que habéis follado igual que la puta de tu
madre?
—Eh, eh, ¿de qué hablas? —Nino me señala con el dedo y da un paso adelante.
—Te juro por Dios que como se te ocurra negarlo te comes la encimera —amenazo sin que mi novia me
deje acercarme a él.
—Mi padre recibió un mensaje hace unos cuantos días, decía que soy igual de puta que mi madre con
mi edad y que cuidado si no quiero quedarme embarazada del enemigo. —Gabi lo mira ahora.
—¿De verdad me creéis tan estúpido? Me ofendéis. —Deja escapar una carcajada amarga.
—Te he advertido.
Me deshago de Asia y doy varios pasos hasta él, esquiva mis golpes y me los devuelve, enzarzándonos
al fin en una pelea que ambos llevábamos tanto tiempo esperando.
Gabi se sienta en una banqueta de la cocina tras sacar un batido de la nevera, Asia no deja de gritar
que nos detengamos y mi prima se ve obligada a moverse cuando nos tiramos sobre ella, protesta y
cambia la banqueta por el sofá.
—¡Ayúdame a separarlos! —insiste el unicornio.
—Déjalos, se tenían muchas ganas.
Asesto un puñetazo en su barbilla y él me devuelve otro en el estómago, entonces cae sobre mi cuerpo
y me sujeta para que me detenga.
—¡Ya! —grita y se levanta con rapidez para alejarse.

Asia corre hasta mí para ayudarme y, seguramente, evitar que vaya de nuevo a por el italiano, pero lo
cierto es que me he quedado bastante a gusto. Al menos hasta que vuelva a abrir la boca.
—¿Habéis acabado? —comenta Gabi con la boca llena de pan—. ¿Ya habéis descubierto quién la tiene
más grande?
—¿Qué mierdas hacías con él? Te pido por favor que no me digas que lleváis todo este tiempo follando.
—Pues no te lo digo. —Se encoge de hombros y a mí se me vuelve a nublar la vista.
—No hay más tíos en el mundo, ¿verdad? ¡Tenías que elegirlo a él!
—Estoy aquí —interviene él levantando una mano desde la otra punta del salón.
—¡Ya lo veo! —grito y Asia me hace un gesto con las manos para que me calme— Lárgate antes de que
termine de hacer lo que debí haber hecho en cuanto me enteré de quién eras —amenazo al mismo tiempo
que saco la pistola.
—Guarda eso, anda —pide Gabi sin mucho entusiasmo—. Las cosas han cambiado.
—¿Que han cambiado? —Asia la mira confusa—. ¿A qué te refieres?
—Nino me ha salvado la vida esta tarde —confiesa a la vez que intercambia una mirada con él, ambos
se observan algunos segundos en silencio.
—¿Qué ha pasado? —inquiero intentando guardar la calma.
—Unos italianos de la ‘Ndrangheta nos han seguido y nos han atacado, él me ha salvado. Si no hubiese
sido por él, ahora mismo estaría muerta.
—Mientes, Gabriella —digo absolutamente convencido—. Dios, te conozco demasiado bien.
—Es lo que ha pasado, ¿de acuerdo? —Me mira fijamente y no vuelve a hablar hasta que suspiro y
niego con la cabeza—. Si es verdad que él no ha sido quien ha mandado ese mensaje, entonces tenemos
un problema muy serio.
—Más serio —especifica Asia.


XXXVI

ASIA

La tensión se podría cortar con esa navaja que Sasha siempre lleva encima. Gabi intenta convencer a
Dante de que tienen que ayudar a Nino mientras a mí me han dejado con él en el salón, lo cierto es que no
sé ni qué decirle, si todo lo que Gabi cuenta es cierto, quizá el Nino que conocí al principio no era tan
irreal. Aunque, pensándolo bien, ¿el hecho de que haya salvado a Gabi borra el que quisiera matarme a
mí? No.
—Sabía que estabais fingiendo —espeta de golpe en medio del silencio únicamente interrumpido por
los gritos de Gabi en la habitación.
—No sé de qué me hablas. —Trato de mentir, pero siempre se me ha dado de pena.
—Aquella pelea que tuvisteis en la Trinity fue tan falsa como las chicas que te acosan, Asia.
—Eso es falso, discutimos de verdad. —Evito su mirada, esto me está saliendo mal, muy mal.
—Ah, ¿sí? ¿Qué hace aquí entonces?
—Ha venido a disculparse, pero lo estaba mandando a la mierda cuando habéis llegado —hablo con
más decisión.
—Claro, por eso estabas abrazada a él para que no me golpease. —Ríe para sí mismo a la vez que niega
con la cabeza—. Dile a Gabi que te enseñe a mentir, anda. A ella se le da fenomenal.
—¿Por qué dices eso?
—Por nada. Oye, de verdad que lamento todo lo que ha pasado, las cosas son demasiado complicadas
como para explicártelas, pero yo nunca quise hacerte daño. Dante y su familia fueron el único objetivo
desde el primer día que me mandaron a Nueva York.
—Vas a tener que ampliar un poquito más esa información —interviene Dante apareciendo de repente
junto a Gabi.
Nino suspira y se levanta del sofá donde estaba sentado, camina en silencio hasta la nevera, saca dos
cervezas y regresa hasta donde se encuentra ahora el rubio, le ofrece una y aguarda paciente a que este
la acepte.
—Va contra mis principios, Niniano. Has intentado matarme, a mí y a la chica de la que estoy
enamorado. —Desvía la mirada hacia mí y yo trago saliva por ser la primera vez que confiesa eso.
—¿Qué querías que hicera? Tú, como miembro de la mafia rusa deberías entenderme mejor que nadie.
—Retira la mano al ver que Dante no acepta la cerveza, pero entonces el rubio lo sujeta por el brazo y se
la quita.
—Para mí, y para los míos, la familia está por encima de todo. Y no vamos matando gente así porque sí,
a diferencia de vosotros.
—¿Que no? —Ríe y recoge la banqueta del suelo para sentarse en ella—. ¿Cuánto te ha contado su
familia de sus inicios?
Dante intercambia una mirada con Gabi, la cual niega con la cabeza adelantándose a las intenciones de
su primo.
—Si tienes algo que decir, suéltalo de una puta vez —insta él.
—Tu abuelo ha sido el mayor hijo de puta de la costa este de los Estados Unidos, Dante.
—No te pases —advierte Gabi señalándolo con un dedo—. Sabemos que pertenecemos a una mafia y
que eso implica muchas cosas, pero controla lo que dices.
—¿Sabes cómo se conocieron tus padres? —pregunta a Dante tras ignorar las palabras de Gabi, pero
este no responde, solo traga saliva y da otro sorbo a su cerveza—. Vladimir la compró para prostituirla en
uno de sus burdeles.
—¡Cierra la puta boca! —No me molesto en interponerme en su camino, y tampoco podría hacerlo
porque ahora mismo me encuentro paralizada.
Nino se las ingenia para sujetar a Dante y empujarlo contra la pared, por cómo lo hace, se ve que no
quiere hacerle daño, tan solo sujetarlo para que se calme, pero el rubio no deja de retorcerse.
—La verdad es dolorosa, pero si hay algo que valoramos en la 'Ndrangheta es la sinceridad. Por
desgracia veo que en tu familia eso no se estila. —Se aparta de él y retrocede unos pasos sin moverse.
—Siento ser yo quien os saque de la burbuja que vuestros padres han creado para vosotros, pero las
cosas son mucho peores de lo que imagináis. —Mira a Dante, el cual sigue apoyado contra la pared, ahora
con la cabeza agachada y apoyada en sus manos.
Camino hasta él y alzo sus ojos, los cuales se tornan cristalinos por momentos, miro a Gabi, pero ella
tampoco es capaz de abrir la boca, ha ido retrocediendo hasta sentarse en el respaldo del sofá.
—Tu abuelo compró a tu madre cuando ella tenía la misma edad que tú ahora, ella era huérfana y vivía
en la calle. Vladimir la metió al prostíbulo y allí fue de dónde la sacó tu padre, voy a ahorrarte los detalles
de todo lo que pasó. El caso es que se enamoraron y Hell Ivankov se salió un poco del camino marcado
por el vor hasta la fecha.
—Creo que es suficiente, Nino —digo lanzándole una mirada asesina, me mata ver cómo las lágrimas
resbalan por el rostro destrozado del rubio.
—No, deja que hable —interviene Gabi, y Nino gira para mirarla a ella—. ¿Qué sabes de mi madre?
—¿Estás segura?
—No, pero debo saberlo, quizá así entienda muchas de las cosas que hasta ahora no... Bueno, tengo
que saberlo.
—Sasha Ivankova. Siempre ha sido la reina, nadie ha tenido cojones de plantarle cara, y quien lo hacía,
terminaba con un balazo entre las cejas. Tu madre ha sido la que más ha sacrificado de la familia,
Gabriella.
—¿A qué te refieres? —consulta la rubia, puedo ver cómo traga saliva y se humedece los labios, debe
tener la boca tan seca por los nervios como yo.
—Lo siento, pero no voy a continuar.
—¿Por qué?
—Porque no, con lo que os he contado es suficiente para que os hagáis una idea de las mentiras que
vuestros padres os han contado.
—¡Solo querían protegerlos! —Me pongo en pie y camino furiosa hasta Nino—. ¿¡Con qué derecho te
crees de venir aquí y soltar todo eso como si nada!? —Le doy un empujón y su expresión ni cambia ni un
ápice—. ¡Eres un cabrón! ¡Mira cómo los has dejado! —Señalo a ambos con la mano, Dante arrodillado en
el suelo y Gabi sentada contra el respaldo del sofá, con la mirada perdida—. Lárgate de mi casa ahora
mismo.
—Asia, piensa en frío, por favor.
—¡¿Frío!? ¡Para frío ya estás tú! ¡Fuera! —Lo empujo hasta la puerta y se la cierro en las narices.
Camino hasta Dante y tiro de su cuerpo para levantarlo, lo llevo hasta el sofá y él se deja guiar en
silencio como un autómata, después repito el proceso con Gabi, con la diferencia de que esta no me deja
que la toque. Cuando los dos están ya sentados, el uno junto al otro, me voy un segundo a la cocina a por
dos vasos de agua y, cuando regreso, me los encuentro a los dos llorando aún más fuerte, Dante
abrazando a su prima y murmurando cosas que solo ellos escuchan.

Me siento en la mesita frente a ellos y los observo, Dante coge el vaso de agua que le ofrezco y se lo
pasa a Gabi, espera a que de unos tragos y después limpia el rímel corrido de las mejillas de su prima.
—Necesito ver a mi madre —informa la rubia.
—Y yo a la mía. —Dante asiente y ambos se ponen en pie.
Yo no sé qué hacer, esto es un momento demasiado personal, me encantaría ir para apoyarlos, pero sé
que necesitan estar a solas, de modo que me adelanto y le evito el tener que pedirme que me quede.
—Llamadme si necesitáis cualquier cosa, por favor —digo a Dante cuando Gabi ya está llamando al
ascensor, él asiente con la cabeza, me da un beso en los labios y se marcha.


XXXVII

DANTE

Detengo la moto frente a la mansión unos cuantos minutos después, ni Gabi ni yo hemos intercambiado
más palabras, ahora mismo no soy capaz de hilar dos pensamientos seguidos.
Es que... ni tan siquiera soy capaz de expresar lo que siento.
Mi prima abre la puerta y entra antes que yo, ambos nos dirigimos al despacho y entramos en silencio,
el corazón me va a mil por hora, tengo retortijones y me pican la yema de los dedos.
La primera persona que veo es mi padre, sentado en su silla ojeando unos papeles, alza la cabeza hacia
mí y frunce el ceño al ver mi cara, imagino que debo estar hecho un cromo; al venir hacia aquí se me
nublaba la vista por las lágrimas, así que, bueno, creo que mi aspecto debe hablar por sí solo.
—Cariño, ¿qué ha pasado? —Giro el rostro al escuchar la voz de mi madre a mi izquierda, se levanta de
la silla donde estaba sentada y viene hacia mí, al igual que mi padre.
De un momento a otro, siento una oleada de sentimientos tan fuerte que me mareo unos instantes,
entre los dos me sujetan y es entonces, cuando mi madre me abraza, que termino de romperme en miles
de pedazos.
Caigo de rodillas en el suelo con ellos a mi lado, no dicen nada, solo me abrazan. Hope besa mi frente y
Hell acaricia mi espalda, pacientes y resignados.
—Lo siento muchísimo. —Es lo que dice mi madre cuando mis ojos conectan con los suyos. Los dos
están ya llorando igual que yo, y eso no hace más que confirmar lo que Niniano me ha contado.
Me pierdo en los ojos verdes de mi padre, sé que quiere contarme muchas cosas, que necesita decirme
lo que yo necesito escuchar, pero no es necesario, con una de sus miradas tenemos miles de
conversaciones mudas.
—Pero bueno, ¿qué ha pasado ahora?
—No. —Mi padre me sujeta la cabeza con sus manos y pega mi rostro al suyo al ver que el mío se
descompone—. Hace dieciocho años de aquello, no lo hagas.
—No es un buen momento —explica mi madre al que, hasta hoy, era mi abuelo.
—¿Qué está pasando aquí? Gabriella, ¿de dónde coño vienes? —Sasha entra junto a su marido
caminando detrás de Vladimir.
Mi prima corre hasta ella y la abraza deshecha en lágrimas, Sasha busca mi mirada, la de su hermano,
la de cualquiera que le explique lo que está pasando, pero yo solo puedo observar a la persona que
prostituyó al mayor tesoro de mi vida.
—Desde hoy —mascullo con rabia y con todo el aplomo que mi padre me transmite con su mano
apoyada en mi hombro—, para mí estás muerto.
El rostro del vor v zakone se descompone al igual que el de los demás, traga saliva y pestañea un par
de veces a la vez que llena sus pulmones de aire. A continuación, asiente y se da la vuelta sin añadir ni
una sola palabra más.
—Lo siento, lo siento —balbucea Gabi entre los brazos de su madre, la cual la mira un segundo a los
ojos antes de volver a abrazarla.
Connor se rasca la nuca, nervioso y muerto de preocupación y se une al abrazo de su familia.
—Venga, ya está —dice la rubia con voz cariñosa mientras acaricia el pelo de su hija.
Los tres se acercan a nosotros y entre todos se encargan de que Gabi y yo nos sentemos en el sofá.
No soy capaz de soltar la mano de mi madre, de modo que ella se sienta a mi lado, Sasha junto a Gabi,
y Connor y mi padre permanecen de pie.
—¿Qué sabéis? —consulta mi padre tras secarse las lágrimas y cruzar los brazos.
—Todo —digo yo.
—¿Todo? —Sasha mira a su hija alarmada.
—Bueno, sabemos lo que el abuelo te hizo. —Gabi mira a mi madre entre llantos y después a la suya—.
Y que tú eres la que más ha tenido que sacrificar por la familia.
—¿Por qué no me lo contasteis? —Paso el dorso de mi mano por la cara para despejarme y respiro en
profundidad antes de mirar a mi padre.
—Es algo que pasó hace muchísimos años y que ya no se puede cambiar, ¿qué sentido tenía contártelo?
—Cariño, hay cosas que sucedieron que nos cambiaron a todos —explica Hope acariciando mi barbilla
—. No estuvieron bien, fueron duras, mucho—. Traga saliva y dedica una pequeña sonrisa a mi padre—.
Pero eso hizo que nosotros nos conociésemos y tú nacieras.
—¿Cómo puedes mirarlo a la cara? —Me pongo en pie y me dirijo al patriarca—. Ese hombre prostituyó
a tu mujer, ¡a mi madre!
—Eres muy joven para entender muchas cosas, y te puedo asegurar que comprendo a la perfección
cómo te sientes. —Suspira y apoya una mano en mi cuello—. No voy a decirte que perdones a tu abuelo
porque sé que esa es una decisión que tienes que tomar tú y que, de hacerlo, llevará su tiempo. Tan solo
quiero que sepas que cualquier guerra que creas que tienes que librar contra él, ya la libré yo en su
momento. Tu abuelo fue una persona muy mala, Dante, hizo cosas horribles por el negocio familiar, por
este imperio que hoy aún conservamos.
—Pero ha cambiado —interviene mi madre desde el sofá—. Vladimir hace muchos años que ya no es el
que era cuando yo lo conocí. Aquella persona ya no existe, ahora es un hombre bueno, cariño.
Niego con la cabeza, no soy capaz de comprender que hayan podido perdonarle algo así, esto es
demasiado para mí.
—Gabi, deja de llorar ya. —Sasha levanta la barbilla de su hija y la obliga a mirarla a los ojos—. Seca
esas lágrimas, levanta la cabeza y empieza a comportarte como lo que eres, una Ivankov. Venga, arriba. —
La rubia tira de la mano de su hija, se quita el palo con el que tiene el pelo recogido y lo hace con el de su
hija, después pasa sus pulgares por las mejillas de Gabi y la sostiene por los hombros para mirarla—. No
sé lo que te han contado, y estoy aquí para cualquier cosa de la que quieras hablar o quieras
preguntarme, pero con poco que sepas, debes ser consciente de que las mujeres en esta familia no nos
rendimos. Nosotras peleamos, somos fuertes y sabemos cuidarnos, pero eso no significa que debamos
hacerlo solas, porque tenemos una familia que siempre se protege. Así que ahora, mi pequeña, tienes dos
opciones, y quiero que te quede claro que ambas son igual de válidas y que yo siempre estaré orgullosa de
cualquiera que tomes.
—¿Cuáles son? —musita Gabi respirando sin apartar la mirada de la de su madre.
—Volver a casa y encerrarte en tu dormitorio a llorar hasta que se te caigan las pestañas, o pedir cita
en la peluquería, irte de compras con tu madre y volver a la batalla con las pilas recargadas. Porque sí,
familia, creo que estamos metidos de lleno en esta mierda y ya no hay vuelta atrás —dice esto último
mirándonos a todos—. ¿Y bien? ¿Qué escoges?
—Lo segundo —habla mi prima con decisión y una pequeña sonrisa, lo cual provoca otra más grande en
la de su madre.
—No lo he dudado ni por un momento.
—Buenas, ¿había reunión? —Kibo entra entonces junto a mi tío Nathan.
—¿Qué pasa? ¿Y esas caras? —inquiere el mayor frunciendo el ceño.
—Se han enterado de todo —cuenta mi madre antes de darle un abrazo.
—¿De qué os habéis enterado? —Kibo me mira a mí directamente—. Tío, ¿qué hostias pasa? ¿Por qué
estáis todos llorando?
Mi primo escucha en silencio toda la historia, de vez en cuando intercambia alguna mirada con su
padre, el cual solo niega con la cabeza y se seca un par de lágrimas antes de que Hell y Sasha lo abracen.
Soy incapaz de imaginar la cantidad de cosas que han tenido que vivir, creo que se escapa completamente
de mi cabeza, ¿me contarán todo algún día? Aunque dudo que pueda haber algo peor al hecho de que
prostituyan a tu madre.
—¿Quién os ha contado todo esto? —pregunta Kibo cuando el relato finaliza.
—Niniano, ¿verdad? —deduce mi tía Sasha—. No ha podido ser nadie más.
—Sí, Gabi y él... Han tenido un altercado. —Dejo la frase en el aire cuando mi prima me lanza una
mirada asesina.
—¿Qué altercado? —Connor mira a su hija, la cual se ha encargado de limpiar la sangre que tenía en el
labio antes de venir.
—Gracias, Dante. —Me dice ella a mí, yo solo me encojo de hombros.
—Gabriella, ¿qué hacías con ese tío? No me digas que... —La rubia no es capaz de decirlo en voz alta e
intercambia una mirada con su marido.
—¿Te estás acostando con Niniano? —inquiere entonces Hell.
—No... —Agacha la cabeza y su madre la sujeta por el pelo para hacer que la levante y la mire—. ¡Ay! —
Se queja mientras se frota cuando Sasha la suelta—. ¡Vale, joder, sí!
—Dios mío. —Connor se frota los ojos, incrédulo.
—¿Yo qué te dije? —La rubia trata de hablar sin perder los nervios—. ¿Te dije que te acostases con el
enemigo? ¡No! ¡Joder! ¡Te dije que eso era justo lo que no tenías que hacer!
—¡Ya lo sé!
—Bueno, vamos a darle la vuelta a esto y mirar el lado positivo —interviene mi madre—. Ya no se puede
deshacer, así que busquémosle provecho.
—Nino se está enamorando de mí —comenta la pequeña rubia con seguridad—. Hoy me ha salvado la
vida, unos italianos nos estaban esperando y él me ha salvado.
—¿¡Pero qué cojones estás diciendo!? —exclama su padre perdiendo la cordura.
—Deja de mentir, Gabi, nadie se va a tragar esa historia de mierda —comento sin ganas, sé que no ha
sucedido así.
—Eso es imposible, cielo, la ‘Ndrangheta no traiciona a su organización. —Hope la mira con cariño,
también sabe que está mintiendo—. ¿Por qué no nos cuentas lo que ha pasado en realidad? Como te ha
dicho Sasha, el hecho de que puedas cuidarte sola no implica que tengas que hacerlo, somos una familia.
—Joder. —Resopla y se deja caer hacia atrás en el sofá, apoya la espalda en el respaldo y todos
aguardamos a que empiece hablar, incluido su padre, el cual dejó de fumar hace tres años y, al parecer,
acaba de volver—. Bueno, pues nada, me he escapado del colegio para irme con Nino en su moto, no sabía
a…
—¿Disculpa? —Sasha la interrumpe con las cejas alzadas.


XXXVIII

DANTE

—¿Me vas a estar cortando todo el rato? Porque entonces no lo cuento.
La rubia se muerde el labio con fuerza y hace una señal con la mano para que su hija continúe
hablando.
—No sabía a dónde me iba a llevar hasta que hemos llegado a una casa piloto, de esas que no
terminaron de construir a las afueras, camino a Nueva Jersey. Al llegar, me ha dicho que lo sentía y me ha
llevado dentro, donde había dos hombres de vuestra edad, más o menos.
—La madre que me parió —masculla Kibo apoyando la cabeza en sus manos, yo palmeo su espalda y
vuelvo a observar a mi prima, estaba clarísimo que mentía.
—Nino me ha dicho que lo sentía y que tenía que hacerlo, me ha empujado hacia uno de los hombres,
pero le he dado un pisotón con los tacones y le he escupido en la cara, entonces he echado a correr, pero
me he tropezado con un andamio y me he caído al suelo.
Observo las miradas que intercambian Sasha y mi madre, juro que desearía poder leer la mente ahora
mismo para saber todo lo que está pensando.
—He sacado la pistola que llevaba en la mochila y he apuntado a Nino cuando él ha llegado hasta mí,
entonces otro de los hombres ha venido corriendo y me ha disparado.
Los ojos de mi tío Connor están a punto de salirse de sus órbitas, de hecho, en su rostro puedo ver
cómo se marea y necesita sentarse en una de las sillas junto a la ayuda de mi madre, la cual susurra algo
en su oído.
—Obviamente, no me ha alcanzado —continúa Gabi—. Pero no me ha alcanzado porque Nino se lo ha
impedido, él se ha tirado a por el hombre y me ha dicho que corriese. Me he caído rodando por unas
escaleras y, bueno, he escuchado cómo él les decía a los hombres que habían prometido no hacerme daño,
y uno de ellos le ha contestado: “Su hija por tu padre”.
—Estaba claro —comenta Hell mirando a Sasha—, Donatello ha debido mandarlo para vengarse.
—Ellos creen que su padre está muerto —apunto al recordarlo.
—Eso les ha querido hacer creer para alimentar su odio —deduce mi tío Nathan—. ¿Y el tema del
mensaje y lo que han hecho con Richard?
—Dice que no ha sido él, que no sería tan estúpido. —Gabi mira a su madre, y esta asiente con el rostro
pensativo.
—Lo cierto es que no es su estilo.
—¿Quién entonces? —pregunta Hope.
—No lo sé, pero Nino no dudó en atacar a Asia y Dante en plena calle, secuestrarlos y ahora ha
intentado lo mismo con mi hija —reflexiona la rubia tras ponerse en pie—. Esto es algo mucho más
rebuscado, esto viene de antes… —Mira a sus hermanos, a Hope y a Connor.
—¿Eso qué quiere decir? —pregunto, ya estoy harto de secretos—. Quizá si hacemos una lista con todos
los enemigos que habéis tenido o tenéis, podemos…
—No voy a vivir lo suficiente para enumerarlos a todos.
Miramos hacia la puerta del despacho al escuchar la voz de Vladirmir. Todos los músculos de mi cuerpo
se tensan, y siento cómo Kibo también reacciona igual a mi lado; él adora a mi madre, siempre ha sido su
figura femenina cuando ha necesitado su consejo.
—¿Podéis dejarme a solas con Dante? —pide para sorpresa de todos.
Tardan unos segundos en reaccionar, pero poco a poco van abandonando el despacho, Kibo y mi madre
son los últimos en hacerlo, y mi padre no despega los pies del suelo, supongo que él no cuenta.
—Hijo, sé que ahora mismo me odias, y sé lo que es ese sentimiento porque yo llevo odiándome desde
hace dieciocho años —habla con cansancio, puedo ver lo mayor que está y el agotamiento en su voz—.
Nunca podré perdonarme lo que tus padres sufrieron por mi culpa, lo que hice con tu madre… —Cierra
los ojos, y puedo ver en la mirada de Hell cómo se debate entre ir hacia él o permanecer a mi lado, pero
no se mueve—. No tengo el derecho de pedirte que me perdones, así que no lo haré, solo quiero que sepas
que tus primos y tú sois lo más grande que la vida podría haberme regalado, vosotros le dais el sentido a
la palabra “familia”, y entendería que no quieras volver a mirarme a la cara. Lo siento mucho. —Pestañea
y algunas lágrimas caen al suelo, yo me siento incapaz de hablar, por un momento vuelvo a ver a mi
abuelo, al que conozco y adoro, pero otra parte de mí no puede olvidar todo lo demás.
—Voy a decirle al resto que entre, tenemos que hablar. —Mi padre da el tema por cerrado y camina
hasta la puerta.
La familia se va haciendo sitio en el salón, incluidos el tío Nick y la tía Allie que acaban de llegar, al
parecer quieren contarnos algo, pero con todo esto que ha pasado, prefieren dejarlo para después.
—Bueno, los chicos dicen que De Luca niega ser el responsable del mensaje que le mandaron a Connor
y de los rumores que han provocado que echen a Richard —habla el patriarca.
—Ideas —dice Nick alzando las cejas—. Podría ser literalmente cualquiera, tenemos miles de enemigos.
—Sí, pero ¿cuántos que quieran hacer daño a vuestros hijos? —comenta Allie—. Quiero decir que,
podrían atacarlos como ya han hecho en otras ocasiones, ¿por qué actuar desde la sombra?
—Siento ser la que diga esto en voz alta —comenta Sasha—, pero si no fuese porque yo misma rebané
la garganta de ese hijo de puta, me atrevería a decir que está detrás de todo esto.
—¿Qué? —Gabi la mira.
—Ah, ¿que eso no te lo han contado? —Se muerde la mejilla y evita la mirada reprobatoria de su marido
—. Enemigos del pasado.
—¿Y si Oleg tuvo un hijo? —Vladimir habla desde una esquina del despacho.
—¿Puede alguien explicarnos quién es Oleg? —habla Kibo.
—Fue uno de nuestros mayores enemigos. —Hell informa resignado, sabe que no puede seguir
ocultándonos cosas—. Hizo que perdiésemos a mucha gente, acabamos con él cuando tú eras un bebé.
—Lo matasteis.
—Sí.
—Yo lo maté. —Sasha suspira y mira a su hija tras intercambiar un puñado de palabras mudas con su
marido—. Él estaba obsesionado conmigo, así que le tendí una trampa, fingí aceptar el estar con él a
cambio de que dejase en paz a toda la familia y me fui a su casa. —Acaricia la cabeza de Gabi cuando el
labio inferior de esta empieza a temblar, pero se resiste de llorar—. Estuve viviendo con él unos días... En
fin, al final lo maté y ahí acabó todo.
—No voy a preguntar lo que tuviste que hacer para convencerlo de que querías estar con él. —Kibo
sostiene la mirada de su tía y esta asiente antes de posar sus ojos sobre los de su única hija.
—Hay ocasiones en la vida, en las que hay que hacer un sacrificio por obtener algo mayor —repite esa
frase que tantas veces nos ha dicho.
Connor tira de la mano de su mujer, Sasha sonríe con nostalgia y no se resiste cuando Connor besa sus
labios. Todos observamos la escena en silencio y con alegría, ya que estos dos llevaban días sin dirigirse la
palabra. A continuación, él mira a su hija sin soltar a la madre y asiente para reafirmar todo lo que Sasha
acaba de contar.
—Ahora ya sabes lo que significa esa frase, espero que nunca la olvides —pide a Gabi, ante lo que ella
se pone en pie y abraza a los dos.
—De acuerdo —Hell retoma el peso de la conversación—, ¿estamos todos de acuerdo en suponer que
Oleg tuvo un hijo?
—No lo sé, me parece demasiado retorcido —comenta Nathan.
—Bueno, que sea al menos una opción que tener sobre la mesa —pide mi madre mirándolo.
—Podría ser cualquiera, incluso alguien que ya conocéis. —Allie nos mira pensativos a Kibo, Gabi y a mí
—. Alguno de vuestros compañeros del colegio.
—Eso tendría sentido, así es cómo podría enterarse de todo lo que pasa a su alrededor. —Hell asiente
convencido.
—Mis amigos no son, ya os lo digo. Oscar y Verónica no serían capaces de hacerme algo así. —Gabi
niega con la cabeza.
—Pues los nuestros menos. —Apoyo yo tras dar un rápido recorrido por todas las amistades que Kibo y
yo compartimos.
—¿Qué sabemos de Asia? —Nathan evita mi mirada al soltar esa barbaridad.
—¿Qué cojones insinúas? —Me pongo en pie y mi padre coloca una mano en mi pecho para que no me
acerque.
—Lo siento, Dante, pero demasiada gente nos ha traicionado como para dudar de todo el mundo que no
es de la familia.
—Asia es de la familia —habla mi padre.
—Lo siento, Hell, pero ¿tengo que recordarte el nombre de todas las personas que eran amigos y nos
jodieron?
—Jeoff —dice Sasha con rabia en su voz.
—Marco —añade Nathan.
—León. —Nick se encoge de hombros.
—¿De verdad pensáis que Asia podría ser la hija perdida de Oleg? —cuestiona mi madre con
incredulidad—. Por Dios, ¿la habéis visto bien? Esa chica es un ser de luz.
—Asia no es —insisto sintiendo cómo me queman los brazos.
—¿Pondrías la mano en el fuego? —insiste mi tío menos favorito ahora mismo.
—Me metería en un puto edificio en llamas por ella.
—Vale, los ánimos están un poco cargados, ¿por qué no hacemos un descanso y continuamos mañana?
Ya se ha hecho tarde y tengo una reunión mañana a primera hora en el hotel —sugiere Hope.
—Asia no es. —Vladimir interviene cuando todos asentimos ante la propuesta de la matriarca—. Sé ver
el amor en los ojos de la gente, esa chica está loca por Dante.


XXXIX

ASIA

Ya no me quedan uñas cuando el timbre suena unas horas después, corro tanto hacia la puerta que por
el camino me tropiezo con Baxter, el cual se ha puesto nervioso por mi repentida espantada del sofá.
Gracias a Dios que antes, en cuanto he visto que las cosas se iban a poner feas entre Nino y Dante, he
decidido encerrarlo para que no mordiese a nadie.
—Por fin —digo haciéndome a un lado para dejar que el rubio pase—. ¿Cómo estás? ¿Qué ha pasado?
Lo sigo hasta le sofá y acaricio su cabello cuando se tumba, apoyándola en mis piernas, noto la
humedad en mis dedos segundos después, y sé que está llorando.
—Ay, no, por favor. —Intento que se incorpore y lo abrazo mejor, no dice nada, creo que no es capaz de
hablar, así que no insisto.
No quiero ni pensar cómo me sentiría yo si me enterase de que mi abuelo prostituyó a mi madre, por
muchos años que hayan pasado desde entonces y por mucho que él haya cambiado.
—Te necesito, Asia —confiesa minutos después.
—No me voy a ir a ninguna parte, y que le den al plan, ya se nos ocurrirá otra cosa.
—No lo entiendes. —Se sienta para poder mirarme a los ojos—. Te necesito, pero no puedo estar
contigo.
—No digas tonterías.
—Lo que mi familia... Todo esto que he descubierto lo ha cambiado todo, ¿cómo voy a seguir contigo
después de saber lo que las mujeres de esta familia han tenido que hacer a lo largo de los años? Joder,
eres la siguiente.
—No soy la siguiente en nada, yo no voy a... —No me atrevo a repetir lo que hicieron con su madre—.
Por favor, no pienses eso, ahora mismo nos necesitamos más que nunca.
—Tengo miedo, Asia, estoy acojonado. —Apoya los codos en las rodillas y yo me incorporo para girar su
barbilla y que me mire.
—¿Sabes? Cami me cuenta muchas cosas sobre los libros que lee. Hace poco terminó uno sobre un
chico que era traficante de armas, estaba enamorado y le decía a la chica que no podían estar juntos
porque no quería que a ella le hiciesen algo por su culpa.
—¿Cómo acaba el libro? —pregunta con tristeza.
—De la única forma que puede acabar una historia en la que una pareja se quiere tanto como yo te
quiero a ti.
—Estabas aquí cuando antes le he dicho a Nino que estoy enamorado de ti, ¿verdad? —dibuja una
sonrisa inocente y yo asiento imitando su gesto.
—Sí, algo he escuchado.
—Te quiero demasiado para ponerte en peligro —dice de repente sujetándome por las mejillas—.
Perdería la puta cabeza si tú tuvieras que hacer... Asia, lo que mi madre y Sasha han tenido que hacer
durante su vida, y deduzco que mi tía Allie también, es algo que yo jamás podría soportar que te pasase a
ti.
—Me niego a ser igual de estúpida que todos esos libros en los que sueltan el discursito de que no
pueden estar juntos, es absurdo y gilipollas. —Ahora soy yo la que lo sujeta a él—. Y ni tú ni yo somos
gilipollas, ¿verdad? Estamos por encima de eso, Dante.
—Si te digo que no quiero estar contigo y que todo esto ha sido una mentira, ¿qué pensarías?
—Que eres un mentiroso de mierda, y me decepcionarías bastante. Serías un cobarde.
—Joder. —Suspira y se deja caer en el respaldo del sofá.
—Me quieres —digo sentándome sobre su cuerpo, él me mira sin mover la cabeza y dibuja una pequeña
sonrisa a la vez que lleva las manos hasta mi cintura.
—Demasiado, unicornio. Eres un peligro para mí. —Se incorpora un poco para abrazarme y une sus
labios a los míos.
—¿Por qué?
—Porque sería capaz de cualquier cosa para mantenerte a salvo.
—¿Y eso es malo?
—Escúchame, si quieres que sigamos juntos y que no te suelte el discursito de los libros, entonces
tienes que prometerme que no vas a meterte más en todo esto, bastante has tenido que aguantar ya.
—Si estamos juntos, estamos juntos, Dante. Dormimos juntos, nos acostamos, nos besamos,
merendamos sándwiches de queso con más queso. —Ambos sonreímos al recordar el mal experimento que
terminó por convertirse en un manjar—. Y también peleamos juntos.
—Mi familia no usa siempre los puños para pelear, ¿sabes?
—¿Y eso qué quiere decir?
—Pues que no estás en igualdad de condiciones si se te acerca alguien con una pistola y tú solo tienes
tu cuerpo para defenderte.
—Pues aprenderé a disparar —digo convencida—. Y no me subestimes, mi padre tenía un gimnasio
montado en el taller, iban muchos luchadores a entrenar con él y me enseñaban algunos golpes.
—No te subestimo, solo quiero protegerte.
—Ya lo haces, no has dejado de hacerlo desde que nos conocimos.
—Sí, ¿cómo el día que intentaron matarte tres veces en menos de veinticuatro horas?
—Anécdotas para nuestros nietos. —Río, y enseguida me arrepiento por mi comentario al darme cuenta
de que le he recordado a su abuelo.
—Me ha pedido perdón, se ha puesto a llorar y mis padres me han dicho que ya no es el hombre que
era hace casi veinte años. Me han contado que hizo cosas horribles... —Traga saliva y yo acaricio su pelo,
intentando darle apoyo moral de alguna forma—. No sé, Asia, me parece increíble que ellos hayan podido
perdonarlo como si nada.
—Bueno, no sabes tampoco lo que pasaron, no todo al menos. Estoy segura de que tu padre se volvería
loco en aquel momento, probablemente él se encargó de hacerle todo lo que tú quieres hacerle ahora
mismo.
—Eso me ha dicho mi padre. —Suspira y me rodea con sus brazos para acercarme más a su cuerpo—.
No quiero volver a casa, me quedo a dormir contigo.
—¿Pensabas que iba a dejar que te marcharas? —cuestiono con una sonrisa y la ceja arqueada.

KIBO

Después de la reunión, dejo a mi padre en casa y le digo que voy a pasar la noche en casa de un amigo
porque lo está pasando un poco mal y sé que me necesita, duda por un momento, pero finalmente lo
acepta.
Conduzco hasta la casa de Grigori, detengo el vehículo fuera de la valla metálica y, como siempre,
espero a que él salga a recibirme antes de entrar.
—Gracias por venir —dice tras chocar mi puño con el suyo—. Vamos, he preparado unos huevos con
patatas que te vas a chupar los dedos. —Ríe y me insta a caminar.
—Anda que te lo vas a currar un poquito, cabrón —bromeo y lo sigo hasta la cocina.
—No te quejes, que mi madre quería que pidiera a domicilio.
—¿Dónde está?
—No lo sé, salió hace dos horas y aún no ha vuelto. Tengo que terminar de empaquetarle la hierba,
creo que ya tiene algunos compradores.
—¿Dónde está? Lo voy haciendo mientras tú terminas.
—En la sala, sobre la mesa. Gracias.
Asiento y atravieso la puerta, miro a mi alrededor en busca del mando de la televisión, pero no lo
encuentro, así que pongo un poco de música en el móvil y comienzo a llenar las bolsitas de plástico con las
cantidades que hay anotadas en la libreta.
Peso la marihuana en la pequeña báscula e introduzco la misma cantidad en todas.
Cuando me enteré de que su madre, ex prostituta y camella desde antes de que Grigori naciera, se
dedicaba a la venta de hierba, me rayé un poco porque sabía que mi familia se dedicaba al narcotráfico,
pero no a qué drogas exactamente. No respiré tranquilo hasta saber que solo era cocaína.
—Deja eso y a comer, que se enfría —indica mi colega algunos minutos después.
Entre los dos hacemos a un lado todo el material y él coloca un pequeño mantel para que podamos
cenar.
—¿Estás bien? —inquiere un poco después—. Sé que te gustan mis patatas fritas y estás muy callado.
—Hoy nos hemos enterado de algunas cosas, mis primos y yo, sobre la juventud de nuestros padres.
—¿Como qué? —pregunta con la boca llena.
—Tío, mi abuelo prostituyó a mi tía Hope cuando solo era una adolescente.
—¿Qué me estás contando? —Me mira perplejo, traga y bebe agua antes de pasar una servilleta por sus
labios—. Hostia, no me quiero imaginar cómo debe estar Dante.
—Pues mal, esto nos ha pillado a todos por sorpresa. Sabíamos que habían pasado cosas jodidas, ¿pero
esto?
—Lo siento, tío. —Me dedica una mirada de lástima y mete un pedazo de huevo frito en su boca.
—¿Tu madre cómo está? —Decido cambiar de tema, aparte de por él, también he venido por mí, Grigori
es mi mejor amigo y siempre consigue que me despeje cuando estoy rayado. Ese ese amigo que todos
deberíamos tener.


XL

GABI

Mis padres se quedan dormidos abrazados en el sofá, los tres hemos puesto una película después de
cenar y enseguida se han dormido, pero yo no puedo. Estoy demasiado preocupada por Nino. No contesta
mis mensajes y no sé dónde puede estar metido, a su casa no ha ido porque allí es donde seguramente le
habrán ido a buscar, así que no tengo ni idea de dónde se encuentra.
Me levanto para ir a la nevera a matar mi ansiedad con comida, abro un paquete de queso de untar y
meto la cuchara directamente dentro; la estoy chupando cuando mi móvil suena en la sala. Corro a por él
tan nerviosa que me doy con el dedo meñique contra la esquina de la mesita junto al sofá. Me muerdo la
mano para no gritar de dolor y voy al cuarto de baño de mi dormitorio, me encierro y meto el pie bajo
agua fría mientras desbloqueo el teléfono para leer el mensaje.

02:34am Nino
¿Eres consciente de que podría denunciarte por
acoso con todos los mensajes que me has mandado?

02:35am Yo
¡Pues haber contestado al primero!
¿Dónde coño te has metido?

02:35am Nino
Estoy escondido, han ido a casa a por mí, mi
hermana me ha llamado y me ha dicho que han
puesto precio a mi cabeza.

Maldita sea, no puedo dejarlo solo, esto ha pasado por haberme salvado, por traicionar a su
organización para impedir que me pegasen un tiro. Miro a mis padres durmiendo plácidamente en el sofá,
y pienso en el disgusto que se llevarán si despiertan y no estoy en casa, pero, ¿qué puedo hacer? Joder,
¿qué habrían hecho ellos en mi situación? Puede que haya cometido muchos errores e imprudencias, pero
si hay algo que he aprendido de ellos, y de la familia en general, es que no abandonas a la gente que te
importa. No sé lo que Nino es para mí, me niego rotundamente a ponerle nombre, pero al menos tengo
una responsabilidad con él por haberme salvado. Aunque haya sido él quien me metiese en la boca de los
leones.

NINO

Las gotas de agua caen de forma incesante por el aguacero que está acompañándome esta noche. He
vagado por callejones durante horas hasta encontrar esta fábrica abandonada donde algún vagabundo se
habrá dejado el colchón en el que estoy sentado, y el cual he empapado por completo por el estado
lamentable de mi indumentaria.
No puedo creer que haya acabado en esta situación por un demonio rubio de pelo semi rizado. ¿En qué
momento ha pasado ella a tener el control de mis acciones y mis sentimientos? Porque lo cierto es que no
puedo negarme más a mí mismo que esto es inviable, lo que Gabriella me provoca es incorrecto. Saca mi
lado más oscuro y mi lado más real, a partes iguales. Con ella no soy De Luca, trequartino de la locale de
Nueva York, hijo del Capo Donatello De Luca, de la 'Ndrangheta calabresa. Con ella soy solo Nino.
Cuando la vi por primera vez, algo dentro de mí me dijo que me traería problemas. La mirada que me
dedicó fue de todo menos inocente, ella lo sabía, yo lo sabía, hasta su primo lo sabía. No pensé mucho con
la cabeza fría antes de acudir a la celebración de su cumpleaños, tan solo me dejé llevar por primera vez
en mi vida.
Como miembro de la organización, debo ser un ejemplo de comportamiento. Mis acciones deben ser
impecables, pasar desapercibido y no llamar la atención de nadie, especialmente de la familia a por la que
me enviaron. ¿Podría haberlo hecho peor? Desde luego no.
Gabi no deja de escribirme mensajes, sé que está preocupada, pero, maldita sea, tengo que cortar esto
antes de que sea demasiado tarde. Si es que no lo es ya. Decido tumbarme, pero enseguida me levanto
porque estoy helado de frío por tener la ropa tan mojada, veo que no voy a pegar ojo. Dios santo, han
puesto precio a mi cabeza, ya sé cómo va a terminar esto, no puede acabar de otro modo que conmigo
muerto.
Contesto a los mensajes de Gabriella porque no quiero que se pase la noche en vela pensando dónde
estaré metido, es capaz ponerme en busca y captura, y bastante tengo con que me busque mi
organización criminal, como para que ahora también lo hagan los Ivankov.

02:34am Yo
¿Eres consciente de que podría denunciarte por
acoso con todos los mensajes que me has mandado?

02:35am Gabriella
¡Pues haber contestado al primero!
¿Dónde coño te has metido?

02:35am Yo
Estoy escondido, han ido a casa a por mí, mi
hermana me ha llamado y me ha dicho que han
puesto precio a mi cabeza.

02:35 am Gabriella
Dime dónde estás.

02:36am Yo
No.

02:36 Gabriella
¿Por qué? ¡Dímelo! Mándame una ubicación.

02:36am Yo
Porque si te lo digo, vas a venir.

02:37am Gabriella
Nino, dime ahora mismo dónde estás. Te llevo lo que
necesites, sabes que no voy a ser capaz de pegar ojo. ¡Dímelo!

No tengo ninguna gana de discutir, así que le mando mi ubicación y le digo que traiga una manta y una
toalla, al menos así podré secarme y no morir por una pulmonía antes de que me perforen la cabeza.
La espero en lo alto del edificio, en la pequeña estancia que he escogido como refugio indefinido. No
soy nuevo en esto, el móvil con el que me he estado comunicando con Gabriella desde el primer día es uno
de prepago que nadie de la organización conoce, tan solo mi hermana; el que ellos me dieron, lo he
metido en un autobús que salía en dirección Kansas hace unas horas, cuando Asia me ha echado de su
casa.
Silbo al ver cómo la rubia detiene su coche justo debajo, ella alza la cabeza cubriéndose los ojos con la
mano para que las gotas de lluvia no penetren en ellos, y se adentra corriendo en la fábrica. Espero a que
suba las escaleras y no digo nada cuando al fin está frente a mí, igual de mojada y con un cabreo de los
mil demonios.
—Que sea la última vez que no me contestas los mensajes. —Dice tirándome la bolsa de deporte que
lleva al pecho—. Ni siquiera he podido cenar, joder.
—¿Tan preocupada estabas por mí? —comento mirándola de reojo mientras saco la toalla.
—No, idiota, pero me sentía culpable. Te buscan por haberme ayudado a escapar, mis principios no me
permitían dejarte solo, me han educado muy bien, ¿sabes?
—¿Cuándo vas a admitir que te gusto, Gabriella? —Dejo la bolsa en el suelo y me acerco a ella mientras
seco por encima las gotas de mi pelo.
—¿Cuándo vas a admitirlo tú? —Arquea una ceja y apoya las manos en sus caderas.
—Me gustas.
Abre la boca, pero vuelve a cerrarla, se echa el pelo hacia un lado y pasa por mi lado fingiendo que ojea
el lúgubre lugar en el que nos encontramos. El ruido de sus tacones de aguja retumba en todas las
paredes vacías.
—¿Piensas quedarte aquí? Este sitio está hecho un asco.
—Es la idea de momento. Van a matarme, antes o después me encontrarán.
Gira sobre sus pies para mirarme, en sus ojos puedo ver cómo está sopesando la respuesta, quiere
fingir indiferencia, pero, joder, es inútil conmigo, sé leerla demasiado bien.


XLI

NINO

—No puedo dejar que te maten, va contra mis principios —indica encogiéndose de hombros.
—A ver si es que ahora todo lo que haces es por tus principios. —Río y camino hacia ella, paso la toalla
por detrás de su cuerpo y de un tirón la pego a mi pecho—. Cuando me besas, ¿también lo haces por
principios?
—Siempre me besas tú primero, mis principios me impiden rechazarte. —Se muerde el labio para no
romper a reír, yo asiento sin creerme nada y la suelto.
—Es mejor que te marches, con que uno de los dos enferme es más que suficiente. Este no es lugar
para una señorita de tu categoría. —Recorro su cuerpo con mis ojos, sin disimular al llegar al borde del
vestido que lleva, solo a ella se le ocurriría ponerse semejante atuendo con la que está cayendo.
—Pues la verdad es que no, pero ¿qué le vamos a hacer? Es el sitio que tú has escogido.
—Era esto o debajo de un puente.
—Oye... Tal vez podría hablar con mi tío Hell y...
—No. —La interrumpo de inmediato—. Ni se te ocurra.
—¿Por qué?
—Porque al igual que tú tienes tus principios, yo tengo los míos. No puedo aceptar la ayuda del hombre
que mató a mi padre y a cuyo hijo yo he intentado matar. Joder, si suena hasta cómico. —Me dejo caer en
el colchón y paso la manta por detrás de mis hombros.
—Ellos dicen que tu padre está en la cárcel. —Gabriella se aproxima un tanto indecisa, dobla las
rodillas, titubea y, finalmente, acaba sentada a mi lado.
—Eso es mentira, tu madre y Hell Ivankov lo mataron.
—Nino, creo que a ti tampoco te han contado toda la verdad.
—¿Cuál es tu teoría? —inquiero dudoso, ya me han dicho demasiadas veces que mi padre está vivo, y
como eso sea cierto...
—Bueno, ¿cuánto hace que no lo ves?
—Muchos años, desde que tuvieron el enfrentamiento con tu familia, y él ya nunca volvió a Calabria.
Nos dijeron que lo habían asesinado, que le habían acribillado a cuchillazos por todo el cuerpo y la cara.
—Clavo la mirada en el suelo y dejo que mi visión se emborrone—. Nos trajeron el cuerpo, pero a Fio y a
mí nunca nos dejaron verlo.
—Nino, ese no es el estilo de mi familia. Creo que tu padre sigue vivo, mi madre me ha contado que
ellos fueron los responsables de entregarlo a la policía y que desde entonces está en una cárcel de aquí,
de Nueva York.
—Eso es imposible. —Niego sin querer creérmelo—. No tiene sentido.
—He leído mucho sobre tu mafia y...
—Organización criminal —corrijo más por costumbre que por otra cosa.
—Lo que sea, y sé que los capos cogen fama y prestigio si van a prisión. Es posible que él esté
encerrado y que os haya mentido para alimentar vuestro odio y que, llegado el momento, toda mi familia
muera a manos de sus propios hijos.
—Mi padre no me habría mentido en algo tan grave —aseguro, aunque lo cierto es que Donatello es
capaz de cualquier cosa.
—No conozco a tu padre, pero sí conozco a mi madre, y te puedo asegurar que ya no tendría ningún
sentido que me mintiese, me ha contado cosas peores... —Veo cómo traga saliva y entonces recuerdo todo
lo que les he soltado esta tarde en casa de Asia.
—Oye, respecto a lo que os he dicho antes, lo siento. Sé que no era asunto mío, debí haberme callado.
—Sujeto su barbilla para que gire el rostro y poder ver esos ojos que tan acabado me tienen.
—Da igual. —Fuerza una sonrisa e, involuntariamente, mira mis labios.
En esta ocasión no soy yo el que la besa, somos los dos. Nos acercamos al mismo tiempo hasta que su
boca encaja con la mía tan bien como siempre.
Acaricio su pelo humedecido e introduzco mi lengua cuando ella hace lo propio; el olor de su perfume
se me mete hasta dentro, me sujeta por el cuello de la cazadora y me aproxima aún más a ella.
—Que pillemos un catarro es una cosa, pero algo me dice que este colchón tiene otras muchas
sustancias que pueden perjudicarnos gravemente la salud. —Sonrío al ver sus intenciones, y ella asiente
antes de estallar en una carcajada.
La manta que ha traído es lo suficientemente grande como para que podamos poner al menos medio
cuerpo sobre ella, y cubrirnos con la otra media. Gabi se posiciona boca arriba y yo me apoyo en un codo
para observarla.
—Dilo —pido, y no hace falta que especifique, ella sabe de sobre a qué me refiero, pero niega con la
cabeza—. ¿Por qué?
—Si lo digo en voz alta, será real.
—Yo lo he dicho, y te aseguro que estoy mucho más jodido que tú.
—¿Para qué quieres que lo diga si ya lo sabes?
—Porque sé que eres muy orgullosa y que tienes miedo, si lo dices me demostrarás que es real. Sé que
solo lo admitirías si lo sientes.
Alza un poco la cabeza para besarme, pero yo retrocedo y sonrío; me fulmina con la mirada, coloca una
mano en mi cuello y trata de acercarme, pero vuelvo a reír.
—No voy a volver a besarte hasta que reconozcas que te gusto.
—Eso es chantaje —señala—. ¿Acaso ya te dedicas a los negocios familiares y yo no estoy enterada?
—Se me dan bien muchas cosas, preciosa, algunas de ellas ya las conoces —susurro cerca de su oído al
mismo tiempo que tiro del lóbulo con mis labios.
—Eres un embaucador nato, cómo se nota que eres italiano —ríe y niega con la cabeza sosteniendo mi
mirada, la cual la insta a que lo admita de una vez.
—¿Por qué no lo haces? ¿Temes sufrir una combustión espontánea o algo así?
—Jamás en la vida le he dicho a alguien que me gusta, ¿sabes?
—Tenía que llegar un italiano para que lo hicieras, y aquí estoy. Es tu turno —bromeo para hacerla reír
y que se relaje.
Dejo que me acerque a su boca, solo un sutil roce, percibo el calor desde aquí y me muero de ganas de
besarla, pero la experiencia me ha enseñado a ser muy paciente.
—Lo admito —dice entonces en un pequeño susurro.
—Dilo.
—Me gustas, joder. Me gustas, ¿contento?
En lugar de responder, pego mis labios a los suyos y me dejo llevar en la medida de lo posible para el
lugar asqueroso en el que nos encontramos. Sé que ha llegado el momento de frenar cuando a ella se le
olvida todo y baja la mano por mi pantalón.
—¿Ahora el colchón te da lo mismo? —Río y ella lloriquea.

XLII

DANTE

Las caderas de Asia bailan sobre mi cuerpo, adelante y atrás, con la música de «The Weekend» de
fondo y las gotas de lluvia repiqueteando contra los cristales. Me deleito con el movimiento de su pelo,
acariciando sus propios pezones mientras yo la ayudo a marcar el ritmo perfecto para los dos ahora
mismo.
—Eres una puta escultura, deberías estar en un museo —digo cuando se detiene sin que salga de ella y
se tumba para poder besarme.
—Y tú deberías escribir un libro de piropos —ríe sobre mis labios y comienza a moverse de nuevo.
Jadea encima de mí y puedo notar que su orgasmo está cerca cuando siento una presión más fuerte que
momentos antes alrededor de mi polla, es exactamente lo que hace siempre tres o cuatro segundos antes
de estallar en unos gemidos, tan altos, que enseguida detonan mi orgasmo.
Clavo los dedos alrededor de sus piernas y ahora soy yo el que se mueve con rapidez cuando ella se
detiene y apoya los brazos en la almohada, a cada lado de mi cabeza.
Apoya su frente en la mía y aguarda unos segundos hasta que mis sacudidas se detienen, momento que
aprovecha para besar mis labios y sonreír con esa mirada cansada y satisfecha que alimenta todos mis
putos sueños eróticos.
—Y querías dejarme —dice ya tumbada a mi lado.
Ambos rompemos a reír y yo me giro para hacerla cosquillas, provocando que se retuerza hasta que
ambos terminamos abrazados de nuevo.
Estamos besándonos cuando suena el timbre, inmediatamente me tenso y miro mi reloj de muñeca para
comprobar que son las tres y veinte de la madrugada.
—¿Estás esperando a alguien? —pregunto a Asia mientras me levanto y me pongo los pantalones.
—Sí, he pedido una pizza —dice, y dibuja una mueca cuando la miro—. ¿A quién voy a estar esperando
a estas horas?
—Quédate aquí. —Cargo el arma y Baxter me sigue sin que yo tenga que pedírselo, pero entonces miro
atrás y veo que es a Asia a la que sigue, ya que, por supuesto, no piensa quedarse en el dormitorio.
—¿Cuándo vas a darme una pistola? —susurra ella a mi espalda.
—¿Te parece el mejor momento para tener esta conversación? —Frunzo el ceño cuando vuelven a tocar
el timbre.
—Soy Gabi, abre.
—¿Otra vez? —Maldigo y guardo el arma en la trasera de mi pantalón para girar la llave—. Espero que
en esta ocasión no vengas con... —No termino la frase al ver al italiano a su lado.
—Ni una palabra. —La rubia levanta el dedo hacia mí y me hace retroceder para que Niniano entre,
pero este permanece en el umbral de la puerta sin moverse.
—Dante. —Me llama cuando estoy llenando mis pulmones de aire y comienzan a picarme de nuevo la
yema de los dedos, como cada vez que lo veo—. Quiero disculparme por haberte contado todo eso antes,
no era algo de mi incumbencia y debí haberme callado. Lo siento.
—No, no era de tu incumbencia, ¿algo más?
—Sí, también siento haberos atacado a Asia y a ti, sé que no lo entenderías, aunque te lo explicase, así
que solo puedo pedirte perdón de corazón. Lo siento.
Sostengo su mirada varios segundos, Gabi se cruza de brazos y espera alguna reacción por mi parte.
No me sale decirle nada, así que solo me hago a un lado para que pase y camino hasta sentarme en una
banqueta.
—¿A qué viene todo esto, Nino? —inquiere Asia confusa—. Y a estas horas, no entiendo nada, ¿de dónde
venís?
—La 'Ndrangheta lo busca para matarlo. Saben que me salvó la vida y ahora quieren acabar con él —
habla Gabi.
—¿Pretendes esconderte en casa de mi novia para que una organización criminal calabresa con años de
experiencia no te mate? —Suelto una carcajada amarga y él suspira, mira a Gabi y niega con la cabeza.
—Dante, tenemos que ayudarlo —insiste mi prima.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque le ha salvado la vida a tu prima, ¿te parece poco? —consulta ofendida.
—¿Dices después de haber sido él quien te llevó allí para que te secuestrasen y te matasen? —Frunzo el
ceño y el italiano asiente.
—Tiene razón, Gabriella.
—Bien, pues que te den, yo misma me encargaré, no necesito tu ayuda —espeta ella con el mismo
carácter que su madre.
—Espera. —La detengo y sé que voy a arrepentirme de esto—. Quiero hablar contigo —digo mirando a
Niniano—. Necesito que me aclares unas cuantas cosas.
—De acuerdo. —Asiente y espera a que le dé alguna indicación, de modo que hago un gesto con la
cabeza para que se siente en el sofá.
Las chicas nos imitan, y espero que Gabi sea capaz de mantenerse callada y no interrumpirme cada dos
por tres.
—¿Qué quieres saber? —averigua él segundos después.
—Todo, quiero saber cómo es la ‘Ndrangheta, cuál era exactamente el propósito que tenías al venir
aquí, cuántos hombres tienes, dónde y, sobre todo, por qué has decidido abandonar tu plan. Porque lo has
abandonado, ¿verdad? —Alzo las cejas y él asiente.
—Sí, y todo lo demás… es demasiado complicado.
—Pues hazme un resumen.
—Bien, pues llegué hace unos meses, antes de aquella fiesta —comienza, yo asiento al saber que se
refiere a la de La Cueva—. Me pidieron que averiguase todo sobre vosotros, que me infiltrase y
consiguiese toda la información que nos faltaba antes de… atacar.
—Por eso te acercaste a mí —interviene Asia.
—Sí, pero eso solo fue al principio. Te vi en aquella fiesta junto a Dante, y supe que, si me hacía amigo
tuyo, tú acabarías llevándome hasta él. Después te conocí y me di cuenta de que…
—Si, venga, nos saltamos esa parte. —Lo interrumpo porque eso no me interesa—. ¿Cómo os
organizáis? ¿Cuánto poder tienes?
—Yo pertenezco a la Sociedad Mayor y mi doti es la de trequartino.
—En cristiano —pido para entenderlo bien.
—La doti es como el grado que ocupas en la estructura jerárquica, yo estoy muy arriba, llevo años en
esto, desde que era un crío. A diferencia de otras organizaciones criminales, en la ‘Ndrangheta no se
hereda la posición —revela y nos mira a los tres para ver si estamos entendiendo algo, yo asiento—. Mi
padre era capo crimine, pero con su muerte yo no paso directamente a su puesto, si no que debo ascender
siguiendo las órdenes del mastro di giornata.
—Tu padre no está muerto —aseguro y él intercambia una mirada con Gabi.
—Últimamente no paro de escuchar eso. —Deja escapar una bocanada de aire y yo decido compartir
con él la información que Hell me dio una noche, mientras Asia dormía y yo bajé a su despacho.
—Mi familia lo entregó a las autoridades a cambio de inmunidad para nosotros, tu padre intentó matar
a los míos y ellos solo se defendieron. Por lo que tengo entendido, fue un problema de drogas, tu padre
quería vender cocaína aquí y, bueno, eso es nuestro. —Hago una pausa para que me interrumpa, pero, al
parecer, se ha quedado mudo, así que prosigo—. Niniano, tu padre está en la Prisión Estatal de Attica.
—No puede ser, he estado años visitando su tumba. —Niega con la cabeza y se pone en pie, revuelve su
pelo y puedo ver la angustia en su mirada.
—¿Llegaste a ver su cuerpo?
—No. —Gabi habla por él—. A él y a su hermana nunca los dejaron verlo, les contaron que tu padre y mi
madre lo acuchillaron por todo el cuerpo hasta matarlo, incluso en la cara.
—Venga ya, ese no es su estilo. Por Dios, ¿imaginas a tu madre acuchillando la cara de otra persona?
Joder, si acaso le rebana el cuello, pero ¿eso?
—Necesito ver a mi hermana, tengo-tengo que hablar con ella y contarle…
—Tranquilo, llámala y que venga aquí —propone la rubia.
Yo maldigo en silencio y miro a Asia, esto no es una buena idea, este es su apartamento donde se
supone que ella tendría que estar segura, ¡no donde se esconde un puto trequar no se qué de la mafia
calabresa!
—De acuerdo, llámala y que venga, podéis esconderos aquí, pero, Asia, tú te vienes a la mansión. Todo
el plan se ha ido a la mierda, ya no tiene sentido que permanezcas aquí.
—Sabía que estabais mintiendo —comenta Nino sin apartar la mirada de la lluvia a través de la ventana
—. En esta familia mentís de pena.
—No nos han entrenado para ser unos hijos de puta como tú desde pequeño, es lo que hay —contesto,
él ni siquiera se gira—. Haz la maleta —solicito a mi unicornio, el cual obedece sin rechistar—, Gabi, te
vienes con nosotros.
—No, yo me quedo con él.
—¿Y si os han visto llegar? No voy a correr ese riesgo, además, ¿qué vas a hacer cuando tus padres se
enteren de que no estás en casa? Porque dudo mucho que te hayan dado permiso para salir en mitad de la
noche.
—Tú ocúpate de tus asuntos, que yo me ocuparé de los míos. —Me fulmina con la mirada y camina
hasta Niniano, le toca el hombro para llamar su atención y, no me creo lo que ven mis ojos, cuando él se
da la vuelta y ambos se abrazan de un modo espontáneo y natural.
Decido no insistir porque ya lo hará su madre, me adentro en la habitación y Asia me lanza una mirada
preocupada a la par que inquieta.
—¿O sea que ahora Los Ivankov y los De Luca, tienen una alianza?
—No, Los Ivankov y Niniano de Luca.


XLIII

DANTE

Tras dejarle un par de cargadores llenos a Gabi y a Niniano, y advertirles de que me avisen en caso de
cualquier cosa, llamo a Jamie, nuestro chófer, para que venga a buscarnos porque no podemos llevar a
Baxter en la moto. Asia lo eligió como su compañero, y no vamos a abandonarlo ahora que ya no lo
necesita para su protección, él ya es uno más de la familia.
—Dante, ¿qué ha pasado? —cuestiona mi padre cuando nos ve a los tres entrando en casa—. ¿Qué
hacéis juntos?
—Es una larga historia, vamos. —Le pido con un gesto de la mano que vuelva a entrar en el despacho
donde se pasa las horas, y él me sigue con el ceño fruncido.
—¿Estáis bien?
—Sí, ya sé que no tendría que haber ido a verla, pero ya no lo aguantaba más, lo siento. —Espero a que
diga algo, pero solo asiente resignado y se sienta en el borde de la mesa de su escritorio—. El caso es que
estábamos en su apartamento cuando han tocado el timbre, eran otra vez Niniano y Gabi.
—¿Sasha sabe que ha ido a buscarlo? —pregunta preocupado, yo niego con la cabeza—. Dios santo, esa
chica va a terminar por volver loca a su madre, voy a llamarla.
—Espera que te cuente todo —digo mientras Asia se agacha para acaricia a su perro—. Niniano ha
abandonado la ‘Ndrangheta, ahora lo buscan para matarlo.
—Dante, eso no es posible, esa organización es la más solida y estricta que conozco, están entrenados
para haceros creer lo que ellos quieren, seguro que está engañando a tu prima para…
—Los he visto, papá. —Interrumpo negando con la cabeza—. Está loco por ella, por favor, confía en mí.
Podría haber dejado que la matasen esta tarde, y en su lugar la ha salvado.
—¿Lo estás defendiendo? —consulta perplejo, y lo entiendo porque ni yo mismo puedo creer que
hayamos llegado a este punto.
—Solo estoy diciendo que a él tampoco le han contado toda la verdad. —Hago una pausa, es un tema
delicado—. Les dijeron que su padre había muerto en vuestras manos, acuchillado por todo el cuerpo,
incluida la cara.
—Por Dios, eso es una chapuza —rebate el patriarca dibujando una mueca de asco.
—Lo sé, le he explicado que los han tenido engañados para alimentar su odio y ejecutar su venganza,
que Donatello está en la Prisión Estatal de Attica.
—¿¡Le has dicho dónde está su padre!? —exclama llevándose las manos a la cabeza—. Dante, ahora va
a ir a verlo, hablarán y él lo convencerá para que acabe con todos nosotros. Le va a dar mucho más poder,
aumentará su doti y tendrá un jodido ejército para él solo, maldita sea —gruñe y se enciende un cigarro.
—No lo creo, estaba destrozado.
—Es cierto —interviene Asia tras ponerse en pie—. Esta noche he podido ver al Nino que yo conozco,
está realmente hundido, dudo mucho que su padre pueda convencerlo de nada.
—Espero que estéis en lo cierto porque si yo tengo razón, ya podemos prepararnos.

*

Asia y yo nos despertamos tarde al día siguiente, nadie nos ha llamado para ir al colegio, así que
deduzco que la cosa está jodida de verdad.
—Ya voy —murmura ella cuando Baxter lame su mano antes de morder el edredón y tirar de él para
destaparnos a los dos.
—Buenos días, cosa bonita. —Sonrío y deposito un beso en su hombro, ya que está tumbada boca abajo
—. Parece que alguien te reclama.
—¿Qué hora es?
—Las once.
—¿¡Las once!? —Alza la cabeza y se pone de rodillas sobre el colchón—. Dante, hemos perdido tres
clases, madre mía, me van a expulsar —habla atropelladamente.
—Tranquilízate, eres una Ivankov, nadie va a expulsarte. —Tiro de su mano para que caiga sobre mí y,
así, poder disfrutar de su calor y besar sus labios.
—Demasiados privilegios para una chica que ha nacido sin ellos —comenta antes de levantarse—. Voy a
bajar a darle de comer a Baxter, ¿puede salir al jardín?
—Claro, tiene que acostumbrarse a la casa y a todos los que viven en ella. Aquí hay mucha gente, no
me apetece que le muerda el culo a ninguno de los escoltas —río y entro al cuarto de baño para lavarme
los dientes.

Cuando entramos al despacho para dar los buenos días, encontramos a mi padre hablando por teléfono,
así que saludo a mi tío Nick, al cual Hell ya ha debido poner al tanto de todo, y aguardo a que termine.
—Claro que sí, sabes que estoy para lo que necesites —aclara a la persona con la que habla—. Hecho,
mándame la hora del vuelo y te llamo cuando esté con ella. —Sonríe y asiente con la cabeza—. Hablamos,
Ryder, un abrazo para Alexis.
—¿Era Ryder? —averiguo.
Él y Alexis son como dos tíos más para mis primos y para mí, los conocemos desde pequeños y han
venido a vernos unas cuantas veces, al igual que nosotros hemos ido de vacaciones a Flagstaff en
numerosas ocasiones; me encanta Arizona.
—Sí, dice que Cassandra va a empezar las clases en Columbia dentro de una semana, quiere que le
demos protección y, bueno, que la cuidemos, ya sabes.
—Al final los ha convencido. —Río, su hija lleva meses pidiéndoles venir a estudiar a Nueva York, vive
enamorada de esta ciudad desde que nos visitó por primera vez, pero Alexis no estaba muy convencida.
—¿Quiénes son? —curiosea Asia tras abrirle la puerta del jardín a su perro.
—Ryder es un viejo amigo de la familia, era traficante de armas hace años, él nos abastecía, pero luego
lo dejó y ahora tiene su propio bufete de abogados en Phoenix, Alexis es pediatra en el hospital de
Flagstaff.
—Y tienen una hija que va a venir aquí a estudiar —afirma ella.
—Sí, Cassandra cumple dieciocho en unos meses, pero se adelantó un curso porque es
extremadamente inteligente, siempre ha querido estudiar en Columbia, como tú. —Sonrío a mi chica y ella
me devuelve el gesto—. ¿Cuándo llega? Kibo se alegrará mucho, aunque seguro que él ya lo sabe, hablan
casi todos los días.
—Su vuelo llega esta noche —informa mi padre antes de volver a su escritorio cuando el móvil suena de
nuevo—. Id a desayunar, Sasha está fuera de sí, no ha dejado de llamarme en toda la mañana, estoy
intentado controlarla para que no vaya al apartamento y acabe con De Luca. Tiene una reunión y después
vendrán aquí, hemos quedado todos para comer.
—Vale.

KIBO

Sonrío como un idiota cuando Cass me dice que su avión llega esta noche, que está a punto de
despegar.
Lleva todo el mes pidiéndome consejo para convencer a sus padres de que la dejen venir a estudiar a
Nueva York, comprendo que ellos hayan dudado mucho, casi puedo ver la conversación que habrán tenido
Ryder y Alexis hasta llegar a un acuerdo. El hecho de que él fuese traficante de armas, y todo lo que eso
implica, provocó que, tras dejarlo, su forma de vivir diese un giro radical. Sin embargo, nunca ha dejado
atrás a sus amigos, y menos a mi tío Hell.
Cass y yo hemos crecido juntos como quien dice, somos amigos desde que tengo memoria, aunque nos
hemos visto mucho menos de lo que a ambos nos hubiese gustado, por motivo de la distancia y eso. No lo
reconoceré en voz alta, pero ambos perdimos la virginidad el uno con el otro, hace ya dos años de eso y
aún puedo recordarlo.
Aquel verano pasamos prácticamente dos meses en la cabaña que tiene Ryder en un lago, las cosas
estaban un poco jodidas por aquí, así que nuestros padres nos mandaron para allá a mis primos y a mí.
Cass y yo siempre hemos tenido mucha química y, bueno, aquel verano solo hizo más que agravarla, por
mucho que fuésemos dos adolescentes. Cuando llegó el momento de regresar cada uno a su vida,
acordamos que todo quedase en una amistad maravillosa, puesto que ambos sabíamos que no seríamos
capaces de mantener una relación a distancia, y ni siquiera sabíamos si eso era lo que queríamos.
Ahora… Bueno, el hecho es que va a vivir aquí y que no sé lo que va a pasar, lo que sí sé es que acaba
de alegrarme el año.
—Me tengo que marchar ya —digo a Grigori tras tirar el cigarro al suelo de Central Park donde hemos
pasado la tarde.
Después de haber pasado la noche en su casa, he podido reafirmar lo buen amigo que es, ha
conseguido que por unas horas me olvide de toda la mierda que implica ser parte de la familia Ivankov.
—¿Me vas a abandonar por una chica? —Se hace el ofendido y yo arqueo una ceja—. Es broma, me
alegra verte feliz, apenas la conozco, pero sé que te vuelve loco.
—Tampoco te pases, solo somos amigos.
—Que follan —especifica—. Sois amigos que follan. —Ríe y yo le doy un empujón amistoso.
—Eso solo ha pasado un par de veces, quedamos en que solo seríamos amigos.
—Sí, pero eso era porque estabais el uno a tomar por el culo del otro. Ahora la vas a tener aquí mismo.
—Deja de comerme la cabeza, cabrón. Luego hablamos. —Reímos y nos despedimos antes de que yo
vaya hacia el estacionamiento donde tengo mi coche.
Aún faltan unas horas para que llegue, pero antes quiero pasar por casa para darme una ducha y estar
presentable. Y no, eso no significa nada más, joder.


XLIV

ASIA

Me miro las uñas de los pies mientras se secan, con los talones apoyados sobre la mesa de cristal que
hay frente a la televisión gigantesca del salón. Escucho a lo lejos cómo Dante entrena su puntería en el
campo de tiro que tienen más allá del jardín, junto a su tío Nicholas y su padre. Yo he preferido dejarlos
solos, creo que necesitan pasar tiempo juntos.
—Hola. —Vladimir entra apoyado en su bastón.
—Hola —saludo y bajo los pies de la mesa con rapidez.
—Puedes dejarlos, esta es también tu casa ahora. El rebaño va creciendo —comenta, y al ver que yo
dibujo una mueca con la cara, le quita importancia con la mano—. ¿Cómo está Dante?
—Bueno, lo lleva como puede... —Supongo que percibe mi nerviosismo porque, en lugar de acercarse y
sentarse en cualquiera de los lugares libres del enorme sofá, prefiere hacerlo en una silla junto al piano—.
Dante tiene mucho que asimilar.
—Así es. —Asiente con la cabeza y pasa la mano por la cabeza rapada, o calva, no lo sabría especificar
—. Supongo que estás al tanto de todo.
—Sí.
—Te quiero dar las gracias por cómo lo tratas, sé que, sin ti, todo esto le costaría mucho más. Tú eres
su esperanza, al igual que Hope fue la de mi hijo.
—Supongo que es lo que se hace cuando se está enamorado. —Me encojo de hombros, aunque sigo
tensa—. No voy a salir corriendo por muchos detalles que descubra, lo quiero y eso pesa más que lo malo.
—Sabía que no me equivocaba contigo. —Sonríe y se pone en pie tras mirar a mi espalda, yo giro la
cabeza y veo cómo Dante se acerca—. Gracias —repite Vladimir antes de marcharse por donde ha venido.
—Abuelo. —El rubio lo llama y él se queda paralizado en la puerta del salón, gira despacio y puedo ver
cómo la nuez de su garganta se mueve cuando traga saliva—. ¿Vas a comer con nosotros? Mi padre me ha
dicho que viene toda la familia.
—Me encantaría —dice con la voz un tanto rota.
Dante asiente y ambos se miran unos segundos antes de que el mayor se aleje, yo me levanto y camino
hasta mi novio, rodeo su cuello con mis brazos y uno mis labios a los suyos.
—Tienes un corazón de oro, Dante Ivankov.
—Es lo que aprendo de ti.
—Oye, ¿de verdad te parece bien que Cami venga a verme aquí? —consulto por tercera vez.
Esta mañana me he levantado un poco triste porque extraño a mi familia, con todo lo que ha pasado,
además, he perdido la amistad de Fio, y sé que, aunque volviésemos a hablar, nada sería igual porque he
perdido la confianza en ella, así que solo me queda Camila. Dante me ha dicho que, bajo mi propia
responsabilidad y sabiendo que podría ponerla en peligro, puedo dejar que venga aquí a verme. Sin
embargo, eso implica contarle varios detalles sobre esta familia.
—Sí, sé que he sido egoísta contigo, no tienes a tu familia y ella es tu única amiga. Solo te pido que
tengas cuidado con lo que eliges contarle, cuanto menos sepa, mejor.
—Te lo prometo. ¿A qué hora es la comida?
—Al final será una cena —interviene Hell tras entrar al salón por la puerta del jardín junto a Nicholas
—. Allie se va a retrasar, y así también podrá venir Cassandra, llega a las siete y cuarto. Kibo irá a
recogerla.
—¿Ya sabéis algo de Gabi? Sasha al final no ha venido.
—Prefiero no saber nada, de verdad. Tu tía me da unos dolores horribles de cabeza —contesta el
patriarca mientras se rasca la frente y se dirige al despacho junto a mi tío, el cual choca mi mano antes de
irse.
La casa se va llenando de gente a medida que se acerca la hora de la cena, Camila acaba de llegar y no
deja de hacerme preguntas, empezando con una explicación para que la propiedad esté rodeada de
hombres armados. Cuando le he contado que Los Ivankov son empresarios muy famosos y que por eso
necesitan protección, no se lo ha creído. De hecho, me ha dicho que ha estado haciendo sus propias
averiguaciones y que sabe que son parte de la mafia rusa, dice que hay muchos rumores y que, "cuando el
río suena, agua lleva". Lo que me ha sorprendido, es que no parece asustada ni sorprendida.
—¿No te da miedo estar aquí? Ya has visto que hay armas por todas partes, y esta familia no se anda
con bobadas.
—Bueno, supongo que tienen muchos enemigos y que tienen que estar armados para defenderse.
Existen otras mafias, Asia, no creas que Los Ivankov son el centro del mundo, estoy segura de que hay
gente más poderosa que ellos —dice sin más, como si fuere una reflexión a la que lleva tiempo dándole
vueltas.
—Y tú, ¿por qué sabes tanto? —La miro extrañada.
—Leo mucho —contesta con una sonrisa—. ¿No me enseñas el resto de la casa? —consulta mirando
hacia arriba de las escaleras.
—Arriba solo están las habitaciones, no creo que eso sea muy interesante.
—Si tú lo dices.

KIBO

Me estoy terminando de morder los últimos resquicios de uña que me quedan cuando una larga
cabellera castaña claro aparece entre la gente, tirando de dos maletas enormes y una sonrisa aún más
grande en rostro al verme. Sin esperarme a que cruce la puerta de llegadas, salto la barandilla donde
esperan los familiares y ella suelta las maletas para tirarse a mi cuello.
—¡Por fin! —exclamo levantándola en el aire y dando vueltas con ella.
—¡Te has cortado el pelo! —chilla mientras revuelve el poco que tengo.
—¿Te gusta? —pregunto a la vez que voy a buscar sus maletas y tiro de ellas.
—Claro, a ti todo te queda bien, ya lo sabes. Te da un aire macarra muy guay. —Me saca la lengua y yo
niego con la cabeza, la he echado mucho de menos.
—¿Qué tal ha ido el vuelo?
—Fatal, había dos niños que no paraban de llorar, no he podido pegar ojo y encima me he quedado sin
batería en el móvil, mi padre me va a matar.
—Toma, llámalo —digo pasándole el mío.
—Gracias. —Mira a la pantalla de camino al aparcamiento y se lleva el teléfono a la oreja—. Ya estoy...
Porque el mío se ha quedado sin batería... Que sí, papá, en cuanto llegue a casa de Hell lo pongo a
cargar... No seas exagerado, no te pongas cursi, eh... Yo también te quiero, dile a mamá que luego hablo
con ella, ya vamos a entrar en el coche... Vale, adiós.
Intercambiamos anécdotas y me cuenta miles de cosas que ha hecho estos días, aunque la mitad ya las
conozco porque hablamos casi todos los días; sin embargo, me encanta escucharla, así que no la
interrumpo.
—La mansión Ivankov —observa después de silvar cuando la segunda puerta metálica se abre para
nosotros—. Esta casa nunca dejará de imponerme, es magestuosa.
—La verdad es que sí. —Asiento y aparco entre los coches de mi tía Sasha y de Dante.
—¡Cass! —exclama mi tía Hope bajando las escaleras para abrazarla—. ¿Cómo puede ser posible que
estés aún más guapa que la última vez que nos vimos?
—Los genes de sus padres —comenta Hell con una sonrisa desde la puerta principal.
—Me alegro de veros. —Cassandra sonríe y todos entramos en la casa tras sacar las maletas—. Gracias,
en serio, si no hubieseis hablado con mi padre, seguro que no me hubiese dejado venir.
—Ryder es como un hermano, así que tú eres de la familia —indica el rubio.
—Bienvenida, Cass. —Dante sale del despacho y ambos se abrazan—. Espero que tengas hambre
porque te estábamos esperando para cenar.
—Me muero de hambre —habla con una sonrisa y todos vamos hacia el comedor para sentarnos
alrededor de la mesa.
—¿Ya estamos todos? —pregunta Vladimir tras unirse a nosotros. Intercambio una mirada con mi primo
y, por el asentimiento de cabeza que me dirige y su mirada, sé que las cosas entre él y nuestro abuelo se
han suavizado un poco.
Hope es como una madre para mí, reconozco que no podré olvidar con facilidad lo que hemos
descubierto sobre aquella época, pero si su hijo lo ha perdonado, o está en proceso de hacerlo, no sé yo
quien inicie una nueva trifulca.
—¡No estamos todos, no! —grita la rubia loca de la familia—. Falta mi querida hija a la que adoro más
que nada en el mundo, ¡pero a la que pienso cancelar todas las tarjetas de crédito!
—Y Marie —comenta Hope—, la he avisado dos veces ya, pero no baja. Mi amor, ¿te importa ir a ver si
está en su dormitorio?
—Claro. —Hell le da un beso en la frente y sale del comedor.
—¿Los humos están un poco caldeados, o me lo parece a mí? —susurra Cassandra, la cual se ha
sentado a mi lado, por supuesto.
—Demasiado diría yo, espero que esta noche no se convierta en un puto circo. —En ese mismo
momento, la puerta principal se abre y Gabi entra por ella, pero no viene sola—. Retiro lo dicho.
—Marie no está en su dormitorio —informa Hell bajando las escaleras a paso apresurado—. La he
localizado y aparece en Nueva Jersey —dice mirando a su mujer—. ¿Puedes explicarme qué hace mi hija
de quince años en Nueva Jersey?


XLV

HELL

Hope se pone en pie y deja caer la servilleta que tenía sobre sus rodillas, puedo ver cómo le tiemblan
las manos, no necesito que diga nada, su mirada habla sola. Dante también se levanta y camina hasta mí
para quitarme el localizador de la mano.
—¿Dónde os ha dicho que estaba? —cuestiona mi hijo.
—Se suponía que iba a hacer los deberes con una amiga y luego venía a casa para la cena —habla Hope
—. Pensaba que ya habría vuelto.
—¿Su amiga vive en Nueva Jersey? —inquiere Dante.
—No, vive en Manhattan.
—Yo no he sido.
Todos giramos la cabeza hacia Niniano cuando Gabi entra con él en el comedor.
—¿Puedes explicarme qué cojones hace este tío aquí? —Connor la mira lleno de furia.
—Al parecer, tu hija ha decidido hacer todo lo que le digo al revés. —Sasha, que ya está de pie desde
que Gabi ha traspasado la puerta, se dirige a ella.
—¡Basta! —Hope alza la palma de las manos en dirección a todos los presentes—. Mi hija ha
desaparecido —dice mirando a Sasha, la cual fulmina a la suya con la mirada y después se acerca a
nosotros—. Necesito que la encontremos.
—Está bien, verás cómo solo es un malentendido —comenta Cassandra, a la cual todos miramos con
una ceja arqueada—. Perdón.
—Niniano, ¿es posible que tu gente la tenga? —pregunto cuando él se acerca.
—No, eso no estaba dentro del plan, Marie nunca fue un objetivo.
—Ya, bueno, y tú tenías que matar a mi hija, no acostarte con ella —espeta Connor antes de que Nick
apoye una mano en su hombro.
—¿Habrías preferido que la matara?
—¿Me está hablando a mí? —Connor mira a su mujer, la cual está a punto de perder la cabeza—. ¿El
niñato este me está hablando a mí?
Hope me mira y yo asiento, ambos abandonamos el salón sin perder ni un solo segundo más,
encontrando a Vladimir al teléfono ya saliendo por la puerta principal.
—Como si tienes que levantar cada puta piedra del fondo del río Hudson, ¡encuentra a mi nieta!
—Hope y yo vamos a seguir el localizador —informo a mi padre ya junto a los coches.
—Bien, yo voy detrás.
—Esperad, tenemos que dividirnos. —Sasha me habla desde lo alto de las escaleras—. Sé que no
puedes pensar con claridad, pero esto podría ser una trampa, Hell. Si vamos todos al mismo punto... —No
acaba la frase y sé a lo que se refiere.
—Dejadme ayudar. —Nino se acerca y Gabi viene tras él—. Me quedan algunos contactos fieles, puedo
pedirles que pongan a los suyos a echar un vistazo por los alrededores de ese lugar, a ellos no los
conocen.
Dudo, dudo mucho, ¿por qué fiarme de este chico que hace nada intentó matar a mi hijo? ¿Quién me
dice a mí que esto no lo haya montado él, que se esté infiltrando para enterarse de cómo nos movemos, de
nuestros puntos débiles y nuestras defensas?
Miro a mi padre, el cual está negando con la cabeza, sé que él no confía en nadie, sé que, si él siguiese
al mando de este imperio, no dejaría que nadie fuera de la familia interfiriese, pero no puedo arriesgar a
todos. Si Sasha tiene razón, pueden estar esperándonos con explosivos y armas para acabar con todos
nosotros.
—Hazlo, que Gabi te dé mi número, llámame cuando estén situados. Esta es la localización —digo
mostrándole la pantalla del aparato.
—De acuerdo. —Nino asiente y se aleja para llamar por teléfono.

DANTE

Salto al coche de mi padre antes de que este pise el acelerador, cierro la puerta y rezo para que a Asia
no se le ocurra seguirme con mi prima, o vete a saber.
—Para el coche —pide entonces mi madre—. Abajo, Dante.
—No pienso quedarme comiendo pollo frito mientras mi hermana está secuestrada, si soy de esta
familia, lo soy del todo.
Veo cómo mis padres intercambian una mirada cómplice y, una vez más, desearía poder saber lo que
piensan, aunque lo imagino cuando, tras abrirse las vallas de seguridad, Hell pisa a fondo el acelerador y
sale derrapando de la propiedad.
Asia me llama, pero no se lo cojo, ahora mismo necesito tener la mente clara, concentrarme en todo lo
que mis padres me han enseñado; en todo el entrenamiento.
Cuando estamos cruzando el puente de George Washington, que une Manhattan con Nueva Jersey, me
giro en los asientos traseros para mirar a través del cristal trasero. No me sorprendo al ver el 4x4 de
Sasha, el furgón de mi abuelo y otros tres más que identifico como los de nuestros escoltas. Puede que ser
una mafia no sea el sueño de ningún niño cuando es pequeño, pero yo no podría estar más orgulloso de la
familia que tengo.
—Es ahí. —Mi madre señala un edifico al final de la carretera, cogiendo un camino secundario y
ligeramente enterrado entre árboles—. Hell.
—Ya lo sé.
A pesar de haber estado entrenando durante meses, me impresiona ver lo que sucede a continuación.
Los seis vehículos se detienen paralelamente, mi madre saca la pistola de su pantalón y la carga, su rostro
está más serio que nunca; mi padre la imita, y lo mismo hacen mi abuelo, mi tío Nathan, Kibo y Sasha.
Atrás, cuatro hombres salen de cada furgón, cargados hasta los dientes con armas que a mí no me han
enseñado a utilizar.
—Sasha y Nathan por detrás con Kibo —ordena mi padre—. Dante, Hope, V conmigo por delante. El
resto repartíos y cuatro quedaos aquí. Ya sabéis lo que tenéis que hacer.
Trago saliva y aparto los brazos cuando mi madre se acerca y llena los bolsillos de mis pantalones
vaqueros con cargadores, la sigo y me quedo petrificado al ver el arsenal que hay en el maletero. Todos
nos cargamos hasta los dientes y comenzamos a aproximarnos al edificio siguiendo en todo momento las
indicaciones del patriarca.
Cuando llegamos a la puerta, mi padre y V intercambian una mirada al ver cómo es el lugar, supongo
que recordando algo que yo desconozco; V entra el primero, camina con templanza, con firmeza y sin
titubear. Yo no puedo dejar de mirar a mi madre, ahora mismo estoy entre impresionado, fascinado y
acojonado a partes iguales, la adrenalina no me deja hilar dos pensamientos seguidos.
—¡No me toques!
El rostro de mi madre se descompone, al igual que el de mi padre y mi abuelo. Los tres disparan sin
haber ni tan siquiera llegado al lugar del que provienen los gritos de mi hermana pequeña, y corremos.
Corremos como no hemos hecho en la vida, yo al menos.
Cuando llegamos, Sasha ya está dándose de hostias con una mujer que no he visto en mi vida. Ambas
ruedan por el suelo y ninguna parece tener la intención de rendirse. Mi padre dispara a un hombre que
alza el arma hacia nosotros, le da en un hombro y provoca que caiga de espaldas, corre hasta él y le da el
tiro de gracia.
Kibo busca mi mirada, asiento en su dirección y ambos nos unimos a la lucha de nuestros padres.
—¡Saca a tu hermana de aquí! —grita Hope por encima del sonido de las balas.
Me escondo detrás de una columna y veo a mi madre junto a Nathan a uno metros, agachados tras un
coche destartalado, disparando a otro grupo de hombres que acaba de llegar.
Sasha le da un puñetazo más a la mujer, saca su navaja y, sin ninguna delicadeza, la pasa por su cuello
provocando que todo se llene de sangre. A continuación, mira a Marie, que está en una esquina de la
estancia, se ha caído de la silla, pero sigue atada.
—¡Cubridme! —grita la rubia, y no espera a comprobar que la hemos escuchado, corre hasta Marie y,
en ese momento, mi abuelo se tira sobre su propia hija cuando un hombre se abalanza a por ella.
Vladimir gira ya en el suelo y dispara tres veces en el pecho del susodicho, intercambia una mirada con
su hija y entre los dos sueltan a Marie. Todos seguimos disparando para que puedan llegar hasta nosotros,
Sasha empuja a mi hermana contra mi pecho y yo guardo la pistola para que no se asuste, ya que su
rostro refleja el terror en su esencia más pura.
—Tranquila, peque, vamos, voy a sacarte de aquí. —Intento sonreír para que se mueva, pero ella solo
se tira a mi pecho y rompe a llorar con más fuerza sin soltarme—. Tenemos que irnos, venga.
Kibo nos sigue sin dejar de disparar a su espalda, antes de salir, giro el rostro y me encuentro con la
mirada de mi padre, indicándome que no me detenga, que me marche.


XLVI

ASIA

La mansión entera está alerta, Connor no se despega del teléfono, Nicholas está intentando convencer
a Allie de que se vaya al dormitorio, pero ella no obedece, dice que no piensa irse a ninguna parte. Por
otro lado, Gabi y Cassandra hablan sobre lo que ha pasado, al parecer, la segunda sabía algo sobre los
Ivankov, pero no hasta el punto en el que se encontraban. Nos encontramos, soy parte de la familia.
Richard se ha ido porque ha dicho que no puede soportar tanta tensión, que esto es una locura, que
deberían llamar a la policía para que se encarguen de Marie y no sé cuántas cosas más. Creo que no está
muy feliz con la vida que lleva su marido.
En cuanto a Nino, tampoco ha dejado el teléfono tranquilo, habla en italiano, así que no sé lo que está
diciendo, pero nunca lo había visto chillando como lo está haciendo ahora.
Una oleada de disparos inesperados hace que todos nos agachemos, Connor busca a su hija y es el
encargado de guiarnos a todos al interior del despacho, la única parte blindada de la casa aparte de la
sala del pánico que tienen en el sótano.
—¡Peter! —Nicholas habla por el walkie-talkie—. ¿¡Podéis contenerlos!?
—¡No lo sé! ¡Son dos furgones y un camión!
—¡Camila! —Miro a mi alrededor alterada al no verla en el despacho—. ¿¡Dónde está mi amiga!?
—Creo que ha ido al servicio hace unos minutos —contesta Cassandra.
—¡Atiéndeme! —Gabi chasquea los dedos frente a su cara y le entrega un arma que acaba de sacar de
la vitrina del despacho—. Tu padre fue traficante de armas, lo sabías ¿no? —pregunta y la chica asiente—.
Bien, pues lo llevas en la sangre.
—Tengo que encontrar a Camila —hablo para mí misma mientras camino hacia la puerta del despacho,
la abro, pero me encuentro con Nino al otro lado.
—¿A dónde vas? Vuelve dentro —indica caminando para hacerme retroceder.
—No encuentro a Camila —explico nerviosa
—Seguro que se ha escondido, tienes que entrar. ¡Vamos! —exclama cuando una granada se cuela por
una de las ventanas principales.
Se tira sobre mi cuerpo y Nicholas cierra la puerta con rapidez, pegando su cuerpo a ella después.
Enseguida escuchamos una fuerte explosión y la puerta retumba y se mueve, pero resiste.
—¡Llama a tu gente! —Connor mira a Nino y acepta la pistola que su propia hija le pasa.
—¡Los he mandado a Nueva Jersey! —contesta él con frustración.
—¡Están llegando Hell y los demás! —La voz de uno de los escoltas nos llega a través del aparato que
ha rodado hasta debajo de una mesa.
—Madre mía, Vladimir va a entrar en cólera cuando vea la que están liando en su casa.
Asiento ante el comentario de Nicholas y observo cómo no le quita los ojos de encima a su novia, la cual
ya está con el arma lista para lo que sea necesario. Me resulta curioso porque Allie no tiene ninguna pinta
de pertenecer a este mundo, sé que les ha costado mucho estar juntos, pero deben amarse de verdad para
haber podido superar tantos inconvenientes.
—Vamos, tenemos que ayudarlos a entrar —dice Connor.
Y todos asentimos. Gabi me da una lección de diez segundos sobre cómo cargar el arma y disparar,
aunque para lo poco que me explica, me habría servido con lo que he visto en las películas. Madre mía, no
sé si todas las armas serán iguales, pero esta que me ha dado pesa como mil demonios.
—¡Vamos, vamos! —grita Nino apuntando más allá de los setos y disparando junto al resto de los
hombres cuando los furgones y los coches de la familia llegan hasta la propiedad.
Gabi se posiciona a su lado, junto a su padre, y yo al otro lado de Nino. El primer disparo que hago en
toda mi vida, acaba pinchando la rueda del coche de Vladimir, el cual me lanza una mirada perpleja antes
de echar a correr junto al resto de su familia hacia el interior de la casa.
—¡Entra y ponte a cubierto! —Me insta el más anciano de la casa tras quitarme el arma de las manos.
—¡Dante! —Lo llamo cuando se queda rezagado junto a su madre y su padre, caminando marcha atrás
hasta llegar a las escaleras.
Todos retroceden poco a poco hasta que las puertas principales están cerradas.

DANTE

Mis padres corren hacia el interior del despacho con el único propósito de poner a salvo a Marie, mi
madre se agacha junto a ella en el suelo, que se encuentra tapando sus oídos con las manos sin dejar de
llorar, y Hope la inspecciona y la abraza mientras susurra para que intente calmarse. Hell las observa y
puedo notar cómo su rostro se va tornando rojo de ira, las venas de sus brazos sobresalen al igual que la
del cuello, y eso no es buena señal.
Intercambia una mirada con mi abuelo, ambos buscan a Sasha y a Nathan, y los tres desaparecen por
la puerta del despacho sin decir nada más.
—¿¡A dónde vais!? —Trato de ir tras ellos, pero Nick me lo impide.
—¿Estás bien?
Abro los brazos para envolver a Asia con ellos cuando corre hasta mí, está temblando y muerta de
miedo.
—¿Y tú? ¿Te ha pasado algo?
—Estoy bien, pero necesito encontrar a Camila, estaba con nosotras cuando el tiroteo ha empezado, y
la he perdido de vista.
—Seguro que se ha escondido.
—¡Tapaos los oídos! —grita Connor tras asomarse por un rincón de las cortinas.
Todos obedecemos y, segundos después, un fuerte estruendo sale disparado del interior de nuestra
casa justo antes de que varias explosiones suenen fuera de la propiedad.
Nick abre las puertas del despacho y yo me quedo inmóvil al ver a mi tía Sasha, a Nathan, a mi abuelo
y a mi padre, los cuatro con una rodilla en el suelo y cada uno con un bazuka sobre el hombro.
Se levantan y, cuando dejo de prestar atención a Asia, esta sale corriendo fuera del despacho gritando
el nombre de su amiga como loca.
—¡Vuelve aquí! —Corro tras ella a la parte trasera de la casa, pero lo que sucede a continuación se
escapa por completo de mi poder.
Cuatro hombres avanzan por el jardín con sus pistolas en alto, nuestros escoltas están tirados sobre la
hierba, muertos, y Asia paralizada con los pies clavados al suelo.
Un disparo entra y la atraviesa, Asia cae sobre mis brazos y yo siento que abandono mi propio cuerpo.
Igual que una visión borrosa cuando estás soñando, me veo a mí mismo desde arriba, gritando a la vez
que disparo sin control a los cuatro hombres que ahora están a no más de dos metros de mí.
Acierto de lleno en el pecho de dos de ellos, el tercero me apunta a mí, pero enseguida cae cuando
alguien se aproxima por mi espalda disparando también, haciendo que los restantes mueran en el acto.


XLVII

DANTE

—¡Asia! —Palmeo sus mejillas después de tirar el arma al suelo, Nino se arrodilla a mi lado y entonces
compruebo que ha sido él quien me ha salvado y ha matado a esos dos hombres—. No se despierta —digo
con la voz temblorosa.
—Tengo nociones de medicina, me instruyeron para estos casos —informa el italiano con seguridad.
—¿¡Qué ha pasado!? —Mi padre corre hasta nosotros y se lleva las manos a la cabeza al ver a todos sus
hombres de seguridad desparramados y muertos por el jardín, a continuación, ve a los cuatro
encapuchados que están más cerca de nosotros y, finalmente, a Asia—. ¿Tiene pulso?
—Sí, tenemos que tumbarla y mirarle la herida, sé detener hemorragias, pero necesito algunas cosas —
habla Nino.
—La hostia. —Gabi se cubre la boca al llegar también y ver el panorama, tras ella vienen la rubia y
Connor.
—Vamos, llevémosla dentro —insta mi padre.
Yo no puedo apartar mis ojos de ella, deseando tener poderes que hagan que abra los ojos y me enseñe
esas pupilas estrelladas que me hacen perder el sentido.
Yo mismo la llevo hasta la mesa del despacho y la tumbo sobre ella, los demás intercambian
comentarios, expresiones y maldiciones, pero no presto atención a nadie, solo necesito que Asia se
despierte, que me mire y me diga que todo va a estar bien.
—De acuerdo, va a sobrevivir. —Nino me habla a mí directamente—. Te lo prometo, la bala ha
atravesado su brazo.
—¿Y por qué no despierta?
—Se ha desmayado.
—Quitaos. —Sasha rodea la mesa, destapa un bote con una esponja dentro impregnada en algo que
huele horriblemente fuerte y lo coloca bajo la nariz de Asia—. Arriba, ovejita.
—Gracias a Dios. —La respiración vuelve a mis pulmones cuando mi unicornio entreabre los ojos
despacio, se humedece los labios y enseguida dibuja una mueca de dolor—. Estás bien, te han disparado.
—¿¡Qué!? —Intenta ponerse de pie, así que entre Nino y yo la ayudamos a incorporarse.
—Tengo que coserte, así que igual prefieres quedarte tumbada —apunta el italiano.
—No, tengo que verlo. Cuando me cosieron la rodilla al caerme de la bici, tuve que mirar todo el rato,
no puedo estarme quieta si no sé lo que me hacen.
—Como quieras. —Nino me mira y se da cuenta de que tengo el corazón dividido porque mi hermana
sigue llorando desconsoladamente en una esquina del despacho, junto a mi madre—. Ve, yo me encargo.
Voy hasta donde se encuentran y Marie me abraza en cuanto me agacho frente a ella, mi madre
acaricia mi rostro y me dedica una sonrisa derrotada.
—Estoy muy orgullosa de ti —señala antes de ponerse en pie e ir hasta mi padre para fundirse en un
abrazo con él.
—Estás a salvo, nadie va a volver a hacerte daño —prometo a mi hermana pequeña.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué me han secuestrado y todos tenéis tantas pistolas? No entiendo nada.
—Tienes una familia poco convencional, eso es lo que pasa.
—Me está llamando mi padre —anuncia Cassandra con cara de acojonada.
—Joder, sí que ha tardado, cómo se nota que ese también tiene gente en todas partes. —Hell se rasca la
nuca y alarga la mano para que Cass le pase su teléfono—. Tu hija está bien —contesta sin saludar—. Lo
sé, lo siento muchísimo, te aseguro que no teníamos… Ya… Lo lamento, Ryder… De acuerdo, adiós.
—Está que se sube por las paredes, ¿verdad? —adivina Sasha.
—Cualquier cosa que imagines es poco, no me extrañaría que se presentase aquí. Lo llamaré en unas
horas cuando esté más calmado.
Cassandra se aleja un poco para hablar con él, y los gritos del tatuado llegan hasta nuestros oídos
cuando ella se separa el teléfono de la oreja.
Permanezco junto a mi hermana, aunque consigo que se ponga en pie y camine hasta su padre, el cual
la abraza y trata de tranquilizarla después de sentarse con ella en el sofá. Mi madre viene hasta mí y me
sujeta las mejillas, hace que levante la barbilla y busca mi mirada.
—Has hecho lo que tenías que hacer —señala convencida.
—Nunca había matado a nadie. —Trago saliva y ella me abraza, acaricia mi cabeza y después busca mis
ojos nuevamente.
—Si no hubieses disparado, ellos lo habrían hecho, y ahora Asia y tú estaríais muertos. Nunca es buena
idea acabar con la vida de otra persona, en esta familia no somos asesinos, no buscamos enfrentamientos,
pero sí nos defendemos. Y cuando atacan a un miembro de la familia, nos atacan a todos. Has hecho lo
que tenías que hacer —repite, y sé que lo hace porque necesita convencerme, sabe que, si no lo hace,
estaré pensando en esto en bucle.
—Te quiero, mamá. —La abrazo otra vez y ella me guiña un ojo antes de señalar a Asia con la cabeza.

ASIA

—Gracias, Nino —digo cuando termina de vendarme.
—Bueno, pues ya eres oficialmente una Ivankov —comenta Sasha sentándose sobre la mesa de un salto
—. ¿Cómo estás?
—Preocupada por mi amiga.
—Seguro que se ha largado en cuanto ha empezado todo el jaleo.
—¿Y si ha sido ella la que lo ha iniciado? —Nathan me observa sin apartarse de su hijo, el cual está
fumando delante de la familia sin importarle ya que lo vean.
—¿Cami? —Frunzo el ceño, confusa.
—Sí, puede que ella sea quién ha orquestado todo esto.
—¿Te has vuelto loco?
—¡Loca te has vuelto tú saliendo a por ella así! —exclama Dante, y su ataque me pilla por sorpresa—.
¡Podrían haberte matado!
—Bueno, calmémonos —pide su madre acariciándole la espalda.
—¡No sé dónde está mi amiga, y ahora la acusáis de ser ella la que ha organizado todo esto! —Me bajo
de la mesa y camino hasta él hecha una furia.
—¡No era el puto momento de salir a buscarla! —Sujeta mis mejillas y se me hace añicos el corazón
cuando veo cómo sus ojos se humedecen—. Te podrían haber matado —repite, en esta ocasión apenas en
un susurro.
—Lo siento —digo antes de abrazarlo aun con el dolor insoportable del brazo.

*

Ha pasado una hora más o menos desde el ataque, Marie se ha quedado dormida en el sofá y el resto
está reunido en el despacho, lo que parece ser su segunda casa.
Hell nos ha pedido a Cassandra y a mí que nos quedemos en la sala por si Marie despierta, así que
ambas estamos sentadas en el sofá viendo una película sin prestarle atención, mientras ellos hablan de
sus cosas.
—Menuda bienvenida... —comento por hablar de algo y conocerla un poco.
—Sí, las cosas nunca son fáciles con esta familia, si hubieses escuchado el cabreo de mi padre.
—Oh, todos lo hemos escuchado, te lo aseguro. —Sonrío y ella conmigo, entonces se lleva los dedos a
los labios para que bajemos el tono cuando Marie se revuelve.
—¿Conoces a los Ivankov desde hace mucho?
—Sí, desde siempre, diría yo. Mi padre y Hell se han llevado siempre muy bien, hemos pasado muchas
vacaciones juntos.
—Por lo que veo, con quien mejor te llevas es con Kibo, ¿no? Parece haber química entre vosotros. —
Alzo las dejas de modo sugerente y ella dibuja una sonrisa tonta.
—Kibo es genial, es mi mejor amigo, hablamos casi todos los días y, bueno, no voy a negar que hemos
tenido nuestros momentos... Ya me entiendes.
—Lo sabía, se os ve a la legua.
—¿De qué crees que están hablando? —inquiere Cassandra y señala la pared junto a la que se
encuentra el despacho.
—¿Ahí dentro? De nada bueno. —Dibujo una sonrisa cansada y ella asiente con resignación—. Siento
que hayas llegado en este momento, la verdad es que lo mejor para ti sería que te mantuvieses lo más
lejos de esta familia, pero sé que no vas a hacerlo.
—¿Por qué dices eso?
—Bueno, parece que toda mujer que entra en la vida de un Ivankov, acaba marcada. —Me encojo de
hombros y señalo la herida de mi brazo—. Es cuestión de tiempo que te toque.
—Vale, no me asustes —pide y su sonrisa ahora es incómoda—. A ver, sé defenderme y eso, no soy un
ratoncito asustado, pero espero que lo de esta noche sea un hecho aislado y no se convierta en algo
habitual...
—Ya, yo también. —Asiento, aunque lo hago más por ella que por mí misma, soy perfectamente
consciente de que esto solo acaba de empezar.


XLVIII

DANTE

Mi madre cierra la puerta después de comprobar que Marie sigue dormida en el sofá, Asia y Cass se
han quedado con ella, y lo prefiero así, necesito estar centrado y cuando tengo a Asia cerca, solo pienso
en ella y en protegerla.
—Vale, lo de esta noche no puede repetirse —habla Connor—. No sé quién cojones ha sido, pero
menuda cagada.
—Nos ha pillado por sorpresa a todos —comenta mi padre desde la silla tras su escritorio—. Sasha,
tenías razón con que era una trampa, aunque al final has acabado viniendo con nosotros.
—No he podido quedarme, es mi sobrina, Hell.
—Lo sé, y gracias por haberla soltado. Y a ti, papá —dice mirando a Vladirmir, el cual ahora está
sentado en una de las sillas con el rostro pensativo.
—Mi casa destrozada otra vez, exactamente igual que hace dieciocho años.
—Lo recuerdo, no es algo que se olvide con facilidad. —Hope asiente y camina para sentarse junto a mi
padre.
—¿De verdad creéis que esto ha sido un simple asalto más? —insiste el más mayor de los presentes, se
apoya en su bastón para levantarse y pasa su mirada por cada uno de nosotros—. Esto lleva firma.
—Oleg está muerto —asegura Sasha—, os lo puedo asegurar.
—Esto lleva firma —repite mi abuelo negando con la cabeza—. Es exactamente su estilo, Kozlov está
detrás de esto. Padre o hijo, me da lo mismo.
—O hija —interviene Nathan—. ¿Qué hay de esa amiga de Asia?
—¿Camila? —Gabi frunce el ceño—. Esa chica no tiene mucho potencial que digamos, es demasiado
básica para preparar esto.
—Y ¿dónde se ha metido? —Hell nos dirige una mirada—. Porque no ha vuelto a aparecer.
—No lo sé... —Kibo se muerde el labio y dibuja el mismo semblante pensativo que el resto—. Lo que
está claro es que Niniano no ha sido —aclara ahora mirando al italiano, el cual se encuentra en una
esquina del despacho, sentado en la silla más alejada.
—No. —Lo miro y me levanto del sofá para acercarme a él, que también se pone en pie—. Gracias por
salvarnos a Asia y a mí. —Le ofrezco la mano y él la estrecha sin decir nada.
—En esta familia sabemos perdonar, De Luca —señala el patriarca—. Lo que no toleramos es la
deslealtad. Antes eras parte de la 'Ndrangheta, pero si te quedas con nosotros, todo eso debe desaparecer
de tu vida. No te conocemos, pero sí a tu padre. —El italiano atiende a lo que Hell dice sin moverse de su
asiento—. Lamento que aquello sucediese así y que hayas crecido sin él, pero nosotros no iniciamos
aquella guerra. Y me temo que él lo ha aprovechado para usaros a tu hermana y a ti.
—Gabriella me ha dicho que está en Attica —indica antes de tragar saliva, nervioso—. ¿Tienes... alguna
prueba de eso?
Mi padre le hace un gesto a Sasha y esta camina hasta la estantería donde están todos los libros y
archivos que usan habitualmente, abre uno de los cajones y saca una carpeta amarilla. Camina hasta Nino
y se la entrega tras sostener su mirada unos segundos, sin embargo, cuando él la va a aceptar, la rubia
echa la mano hacia atrás.
—Vuelve a intentar matar a mi hija, y esparciré tus huesos por toda Calabria.
El moreno asiente sin ninguna duda en sus ojos y toma la carpeta, la abre y todos guardamos silencio
observando cómo pestañea repetidamente cuando las lágrimas amenazan sus ojos. Desde aquí puedo ver
la foto de Donatello en la penitenciaria.
—Esto no tiene sentido, ¿por qué engañarme? —Nino niega con la cabeza y le devuelve la carpeta a
Sasha cuando decide que no quiere saber más—. Podría haber utilizado a cualquiera para acabar con
vosotros.
—Tú eres su hijo —señala Hope—. Debió pensar que no tendrías problema en infiltrarte y acabar con
nosotros desde dentro.
—Toda mi vida ha sido una mentira. —Resopla y saca el paquete de tabaco de su cazadora, pero está
vacío, así que yo cojo el que Kibo ha dejado sobre la mesilla y se lo paso—. Gracias. ¿Se puede fumar
aquí? —pregunta directamente a mi padre.
—Sí.
—No sé qué pensar, de verdad que ahora mismo no puedo... —Se rasca la frente y observa a Gabi
cuando esta se levanta para acercarse a él, pero entonces Connor arquea una ceja y ella se muerde las
mejillas por dentro, cierra los ojos y vuelve a sentarse—. Necesito asimilar todo esto, Hell.
—Es comprensible, pero tenemos que dejar claros los términos. O te quedas, y eso implica meterte
hasta el fondo, o te marchas.
—Bueno, si hubiese querido joderos, habría dejado que esos tíos perforasen la cabeza de Dante hace
unas horas.
—O tal vez lo has salvado para ganarte nuestra confianza. —Connor habla desde el otro lado de la mesa
con los brazos cruzados.
—Sé que me odias por lo que ha pasado con Gabriella, pero no es lo que parece. —Nino vuelve a
dirigirse a Connor sin pudor alguno—. Eres su padre y, como tal, mereces mi máximo respeto. Entiendo
que no me quieras cerca de tu hija, pero yo no me iré a ninguna parte a menos que ella me lo pida.
—Y eso no va a pasar. —Mi prima se levanta, ahora sí, ignorando la cara perpleja de su padre, camina
hasta Nino y le da un abrazo.
—La madre que me pario —murmura Connor dejándose caer en la silla que ocupaba su hija hasta ese
momento.
—Que corra el aire. —Sasha hace un movimiento con la mano después de suspirar con resignación.
—Interpreto esto como que estás con nosotros —afirma Hell.
—Hasta el final —decide Niniano sin soltar a Gabi.
—Bien, entonces ahora lo que necesitamos es saber quién cojones está detrás del ataque de hoy.
¿Puede ser la 'Ndrangheta por haberse enterado de que estabas aquí? —inquiere Nathan.
—No, ya se habían llevado a Marie cuando yo he llegado.
—Tiene razón. —Coincido con el italiano, algo que nunca hubiese imaginado—. Han tenido que
secuestrar a Marie hace horas, Nino ni siquiera había venido a la mansión. Tiene que haber sido alguien
que conozca nuestras rutinas, que supiera que hoy nos íbamos a reunir todos.
—Hagamos una lista de posibles sospechosos, mañana quiero que todos presentemos al menos dos
nombres, ¿de acuerdo? No penséis en amistades, no podemos fiarnos de nadie —advierte Hell, y todos
asentimos—. Bien, todo el mundo a dormir. Ya he avisado a los obreros, estarán trabajando toda la noche
para dejar la fachada como Dios manda lo antes posible, así que poneos tapones para los oídos.
—Todas las habitaciones están preparados. Kibo, duerme con Cass, no creo que le apetezca pasar la
noche sola después de todo esto —comenta Hope.
—No. —Sasha alza el dedo cuando Gabi abre la boca—. Ni lo sueñes. Niniano duerme en el cuarto de la
otra esquina, el que está más lejos del tuyo.
—Lo que tú digas. —La rubia pone los ojos en blanco y todos abandonamos el despacho bajo la promesa
de pensar en sospechosos para mañana.

NINO

Espero en una esquina del dormitorio al que Sasha me ha traído mientras ella mira por la ventana para
asegurarse de que los escoltas están donde deberían, a continuación, hace un gesto con la mano para que
camine más hacia el interior de la estancia.
—No muerdo —señala con el rostro serio—. A menos que me den motivos. —Se acerca sobre los
mismos zapatos que utiliza su hija, me observa en silencio unos segundos y yo sostengo su mirada sin
pudor—. ¿Me vas a dar motivos, De Luca?
—No.
—Mi hija es lo más sagrado que tengo en la vida, y estoy segura de que antes de llegar a Nueva York te
has estudiado bien el curriculum de todos los miembros de esta familia. —Espera a que la interrumpa,
pero solo asiento con la cabeza—. Contarle cosas sobre nuestro pasado fue una jugada muy inteligente
por tu parte, sé que no entiendes el motivo por el cual les ocultamos todo eso durante todos estos años,
pero no debiste abrir la boca, no te correspondía.
—Lo sé, siento haberlo hecho.
—Pedir perdón es de valientes, lo dejaré correr. Sin embargo —añade levantando un dedo frente a mi
rostro—, si vuelves a pasarte de la raya, aunque sea un milímetro, no dudaré en cortarte el cuello. ¿Me he
expresado con claridad?
—¿Como hiciste con Oleg Kozlov? —inquiero sin dejar que me intimide, he estudiado mucho a esta
mujer, sé que la gente cobarde no tiene nada que hacer con ella.
—Exactamente igual que hice con él.
Asiento y decido no provocarla más, conozco los límites y es capaz de mandarme a dormir a la calle si
considera que la estoy faltando al respeto. Camina hasta la puerta para marcharse, pero justo se
encuentra con Gabriella correteando por el pasillo hacia aquí.
—¿Qué haces? Te he dicho que…
—Cinco minutos, por favor, mamá —suplica ella uniendo las manos sobre su pecho.
—Tienes un minuto y con la puerta abierta —indica antes de lanzarme una mirada de advertencia y
alejarse por el pasillo.
—¿Cómo estás? —La rubia se acerca y entorna un poco la puerta sin llegar a cerrarla, tira de mi mano
hacia el baño para que no se nos vea y acaricia mi mejilla.
—Confundido, enfadado, preocupado, triste… —contesto con la mirada perdida.
—Oye, no vas a estar solo, aquí estoy para lo que necesites.
—Necesito que mi hermana vuelva a Calabria con el resto de la familia, no quiero que esté aquí, si no
me encuentran a mí, al final irán a por ella para hacerme salir.
—Bien, pues mañana mismo nos encargaremos de eso. ¿Qué más?
—Tengo que ir a ver a mi padre —digo y ella aparta la mirada—. ¿Qué?
—Nada, si es lo que quieres, pues hazlo, pero no creo que sea buena idea.
—¿Por qué?
—Él ha montado todo esto, Nino —señala con la expresión seria—. Lo primero que hará cuando le
digan que lo has traicionado será mandar que te maten. Yo también he estudiado tu organización, eh, no
creas que aquí solo estudias tú. —Dibuja una pequeña sonrisa para hacerme reír.
—Estoy muy confundido, Gabriella. —Dejo escapar una bocanada de aire y voy hasta la cama para
sentarme en el borde, apoyo los codos en las rodillas y miro al suelo—. Te juro que no puedo creer que
haya terminado aquí, en la casa de la familia con la que tenía que acabar y… —Alzo la cabeza para
mirarla, embobado por la belleza tan dolorosa que me hipnotiza como a un imbécil—. Y loco por la
primera persona que me mandaron matar.
—Deja de decirlo que al final me lo voy a terminar creyendo —dice arqueando una ceja a la vez que
tuerce la sonrisa.
—La modestia no te pega.
—Ya, sé que estás loco por mí desde aquel día en la fiesta de mi cumpleaños.
—Y tú por mí. —Me incorporo y aproximo mi boca a la suya, pero, entonces, tras ella, puedo ver cómo
Sasha nos observa con los brazos cruzados desde el otro lado de la barandilla de la planta superior—. Tu
madre es intimidante, y eso, viniendo de alguien que ha crecido en una organización criminal, es todo un
halago.
Gabriella voltea la cabeza y suspira al ver a su madre.
—Me encantaría poder dormir contigo, pero no quiero que te manden a la calle de una patada. —Se
pone en pie y yo la imito, nos observamos unos segundos y se da la vuelta para marcharse.
Yo camino hasta la puerta, espero a ver cómo Sasha intercambia una mirada con ella y después me
mira a mí. No parece tener intenciones de moverse, así que cierro la puerta y decido que, sea como sea,
esta noche no la voy a pasar solo.


XLIX

GABI

Observo desde la cama cómo la puerta del dormitorio que ocupo cuando duermo en la mansión se abre
despacio, Nino entra en silencio y cierra detrás de él, mira a su alrededor y da varios pasos para coger
una silla y colocarla bajo el manillar. Sonrío negando con la cabeza y retiro la sábana, me deleito con el
movimiento de sus brazos cuando los mueve para quitarse la camiseta blanca de manga corta, la deja caer
en el suelo y, a continuación, se deshace de las zapatillas y de los pantalones vaqueros negros. Cuando ya
solo se encuentra ataviados con unos bóxer negros que dejan poco a la imaginación, trepa por la cama, yo
solita separo las piernas y él se tumba sobre mí.
Sus labios se unen a los míos sin bienvenidas de por medio, la humedad de su lengua me pide permiso
y, por supuesto, se lo concedo. Acaricia mi pierna con una mano mientras que con la otra busca mis
muñecas para sujetarlas por encima de mi cabeza.
—Lo llevas claro —digo con una ceja arqueada.
—Si me tocas, no te follo. Elige. —Sus oscuros ojos negros me inspeccionan decidido.
—¿Qué clase de elección es esa?
—Un muy sencilla si tienes en cuenta todo lo que quiero hacerte. —Pasa la lengua por sus labios a la
vez que se separa un poco para bajar la vista por mi vientre hasta abajo.
—No prometo nada —digo sujetando las barras de madera del cabecero para controlar los impulsos.
Nino lleva la boca hasta mi cuello y comienza a regalarme besos húmedos, acompañados de su
respiración caliente y de lo que sus dedos ya han empezado a hacer entre mis muslos. Jadeo y aprieto la
madera para sustituirla por su pelo, que es lo que tengo ganas de tocar en realidad.
—Lo estás haciendo muy bien —susurra sobre mis labios, pero no me deja besarlo, en su lugar,
desciende y desabrocha la bata de seda que llevo, separándola para dejarme completamente desnuda—.
Habría apostado toda mi fortuna a que estabas desnuda.
—Y no la habrías perdido —digo con la misma voz que la suya.
Ríe sobre mis pechos, provocando una pequeña vibración que termina por encenderme, rodea ambos
pezones con su lengua y no les dedica mucho más tiempo, ya que su destino era claro desde que traspasó
la puerta del dormitorio.
—Déjame tocarte —suplico con los ojos cerrados cuando su lengua roza mi clítoris de forma
inesperada.
—No —contesta antes de perderse por completo en mi interior.
Juguetea con sus labios, rozando, acariciando y lamiendo sin otorgarme descanso alguno, yo clavo las
esquinas de la cama en las palmas de mis manos porque estoy segura de que, si lo toco, se detendrá y es
capaz de dejarme así.
Sus dedos me penetran con firmeza provocando un gemido demasiado alto para el lugar en el que nos
encontramos, me quito la almohada de debajo de la cabeza y la coloco encima de mi boca para que no se
me escuche. Siento calambres gratamente conocidos comenzando a formarse por todo mi cuerpo,
especialmente entre los muslos, y él también lo sabe.
—Ni se te ocurra —digo retirando la almohada de mi cara cuando se detiene.
Observo cómo se levanta, baja la única ropa interior que le queda y una promitente erección me deja
claras sus intenciones, de modo que sonrío y espero a que saque un condón de su cartera.
—¿De verdad no quieres que te toque? —Paso la lengua por mis labios y me incorporo, él no habla solo
sostiene mi mirada y se acerca al borde la cama.
Sujeta todo mi pelo rubio con una mano y lo coloca hacia un lado cuando mi boca rodea su polla hasta
que siento cómo me roza la garganta. Alzo la mirada y me humedezco aún más al ver su cara de placer,
continúo algunos minutos más, dejando que él sea quien marca el ritmo con su mano en mi cabeza.
Entonces, sujeta mi mano y hace que me ponga de pie, mira a su alrededor y posa la vista sobre un
tocador que hay a unos pasos, con un espejo en frente. Me guía hasta allí y me empuja con suavidad
contra él, se coloca a mi espalda y sus dedos vuelven a provocar un infierno en mis adentros al mismo
tiempo que, con la otra mano, me gira el rostro para poder besarme. Mis ojos se encuentran con los suyos
en el espejo, sujeta mi cadera y no duda al penetrarme de una estocada firme y profunda.
—¡Ah!
Coloca una mano sobre mi boca y rodea mi cuello con la otra, me folla sin despegar sus ojos de los míos
a través de nuestro reflejo, aumentando si es posible el orgasmo cuando no tardo en correrme. No retira
la mano de mi boca hasta que dejo de gemir, y es entonces cuando él comienza, me empuja contra el
tocador y coloca una mano en mi espalda al mismo tiempo que me sujeta por la cintura con la otra. Un
bote de colonia cae a la alfombra por el movimiento, pero no se detiene, se corre sin emitir más sonido
que unos cuantos gruñidos bajos; se mantiene dentro de mí y hace que me incorpore para apoyar su
frente en mi cabeza.
—¿Se te ha olvidado donde estamos? —pregunta después de retirarse el condón y dejar que me dé a
vuelta.
—Como si pudiera controlar lo que hago cuando me corro.
—Creo que a tu padre le daría un infarto si entra y nos ve follando —comenta antes de caminar hacia el
cuarto de baño.
—Mala suerte, yo también los he escuchado a ellos. Muchas veces —especifico con una mueca de asco
por imaginarme a mis padres haciendo lo mismo que acabamos de hacer nosotros ahora mismo.

KIBO

Estoy nervioso, ¿por qué estoy nervioso? Ni que fuera la primera vez que voy a dormir con Cassandra.
Aunque, haciendo memoria, la última vez nos besamos, y fue cuando después decidimos que solo seríamos
amigos, que era lo que más nos convenía y lo mejor para los dos.
Alcanzo a ver a través de la puerta entreabierta del cuarto de baño cómo se quita la camiseta para
ponerse el pijama que le ha dejado Gabi. Siempre he pensado que tiene una piel perfecta, ella dice que
quiere tener tantos tatuajes como su padre, algo que me da completamente igual, es su cuerpo y puede
hacer lo que quiera con él, pero Ryder dice que debe cumplir los dieciocho primero. Su madre no tiene
ninguno, algo que contrasta mucho cuando los ves a los dos juntos, son una pareja curiosa, aunque se ve a
la legua lo enamorados que están.
—¿Cuál es mi lado? —Cassandra se acerca a los pies de la cama.
—Ese —indico señalando el lado contrario hacia el que ruedo a continuación.
Estaba tumbado en el medio mientras imaginaba todas las cosas que no haremos esta noche, hicimos
una promesa.
—¿A qué viene esa cara? —Ríe y aparta el edredón para meterse dentro—. ¿Me lo parece a mí, o estás
nervioso?
—No digas gilipolleces. —Me uno a su carcajada y espero a que se tumbe para girarme hacia ella y
mirarla—. ¿Cómo estás tú? Ya sabes, después de todo lo de hoy…
—Pues tengo hambre —comenta y ambos volvemos a reír—. Se suponía que me habían invitado a una
cena, y al final ni cena ni nada, solo disparos y explosiones.
—Es verdad, ¿pedimos una pizza?
—Dudo que a tu familia le parezca bien que un desconocido se acerque en una moto de reparto. Deja,
deja, que todavía lo disparan y tenemos otra desgracia. —Niega con la cabeza y sonríe—. Primero
cuéntame a qué ha venido todo eso y después bajamos a ver qué tenéis los Ivankov en la nevera.
—Es complicado, Cass. —Dejo escapar una bocanada de aire y me tumbo boca arriba—. Todo empezó
con la llegada de los De Luca, los ataques, enfrentamientos, todo. Mi tío Hell y Sasha mandaron al padre
de Nino a prisión, y él fingió estar muerto para alimentar el odio de sus hijos y mandarlos a por nosotros.
—Giro el rostro hacia ella—. A matarnos, vamos.
—Vivís una puta película. —Traga saliva y se acerca más a mí—. ¿Te haces una idea de lo que haría mi
padre si supiera todo lo que hay detrás? —susurra.
—Ryder es consciente de todo esto, Cass, él mismo estuvo aquí cuando aún no habíamos nacido.
—Ya lo sé, pero no está aquí ahora.
—¿Se te ha olvidado lo que prometimos la última vez que compartimos cama? —digo al ver sus claras
intenciones—. De hecho, fuiste tú la que lo propuso.
—Las cosas cambian —señala antes de posar sus labios sobre los míos.
Acaricio su cabello con mis manos y ella se acerca más, de modo que coloca su cuerpo casi por
completo sobre el mío. Soy consciente de que no tendría que estar haciendo esto, pero sus besos siempre
han sido adictivos para mí, Cass tiene algo que ninguna otra chica consigue darme, aunque no sabría
explicar lo que es con claridad. Supongo que me siento yo mismo a su lado, sabe lo que decir en cada
momento para subirme el ánimo y hacer que deje de pensar en mis mierdas. Que solo piense en ella.


L

DANTE

Acaricio el pelo de Asia cuando algunos rayos de sol se cuelan entre el día nublado y me dan en los
ojos, no quiero despertarla, este es mi momento favorito del día. No hay nada que me calme tanto como
su respiración apaciguada cuando duerme, es algo fascinante.
—Buenos días —dice con voz adormilada a la vez que alza la cabeza para mirarme.
—Buenos días. —Sonrío y la abrazo—. ¿Has podido descansar? ¿Qué tal el brazo?
—Bien, me duele poco, con los analgésicos y los antibióticos que me ha conseguido Sasha, estaré como
nueva enseguida. Soy fuerte.
—Sé que lo eres, Asia. —La observo embobado—. Eres increíble.
—Calla, tonto. ¿Hoy es sábado o domingo? Últimamente no sé ni en qué día vivo.
—Sábado, esta noche hay una fiesta en el Upper East Side, se celebra todos los años.
—¿Qué fiesta? Qué raro que Gabi no vaya —comenta y se levanta de la cama.
—¿Gabi? No se la perdería ni con un tiro en cada pierna. Es la fiesta de las debutantes, en mi opinión
una tradición machista y estúpida, pero algo imperdonable entre la élite de la ciudad. —Pongo los ojos en
blanco y también salgo de la cama.
—Dudo mucho que Sasha la deje ir con todo lo que ha pasado.
—Sasha nunca la ha dejado ir, no quiere que su hija aparezca como debutante, siempre ha dicho que
Gabriella solo está disponible para ella misma, que nadie necesita saber más.
—Qué mujer tan inteligente es tu tía, ¿por qué dices entonces que Gabi no se la perdería? Si no la ha
dejado ir nunca —inquiere.
—Le prometió que este año sí.
—Suerte con eso —dice con una sonrisa antes de meterse en el cuarto de baño.
Saco ropa limpia del armario y me peino un poco, o me despeino, mejor dicho, en el espejo que hay en
el dormitorio. Entonces escucho la puerta de al lado abrirse, así que salgo para darle los buenos días a la
rubia.
—¿Ya se ha levantado Gabi? —pregunta Sasha cuando me ve.
—Ni idea, nosotros acabamos de sacar el culo de la cama.
—Voy a despertarla.
—Ya voy yo, nena. —Connor le da un beso en la cabeza y yo me acerco tras él para asomarme a la
planta principal y ver si Hell ya anda por ahí, algo más que claro dado las horas que son—. Gabriella, ¿por
qué has cerrado con llave?
Giro al escuchar a su padre tocando la puerta repetidas veces e, involuntariamente, mi mirada se
desvía hasta la puerta cerrada donde se supone que está durmiendo Nino. Dios mío, esto se va a poner
muy feo.
—¿Qué pasa? —pregunta mi tía caminando con un albornoz rojo cubriendo su cuerpo.
—Tu hija no contesta y no me abre.
—Gabi, tienes 3 segundos antes de que te corte la tarjeta de crédito por el medio —habla Sasha pegada
a la puerta—. Uno, dos…
—¡Espera! —grita mi prima al otro lado—. Bajad a desayunar, ahora voy.
—Abre.
—¡Estoy desnuda, mamá! Acabo de salir de la ducha.
—Pues te tapas y abres, no pienso moverme de aquí. —Mira a su marido y sus ojos realizan el mismo
recorrido que los míos segundos antes.
—Ve a ver —dice Connor como si le leyese la mente.
Sasha camina descalza hasta la habitación de Nino, toca un par de veces y gira el pomo. Cierro los ojos
cuando se da la vuelta y su expresión cambia a una más enfurecida aún, negando en dirección a su
marido.
—Tira la puerta —pide a Connor.
—Nena, quizá podríamos...
—O tiras la puerta o reviento la cerradura de un disparo.
—¿¡Qué dices, mamá!? —exclama Gabi desde dentro.
—Niniano De Luca, año de nacimiento me es indiferente, año de su muerte, dos mil diecinueve. —Kibo
se acerca riendo, pero pide perdón con las manos cuando su tía lo fulmina con la mirada.
Se apoya en la barandilla a mi lado y aguarda a ver el espectáculo.
—Sasha. —Hope entra en escena en ese momento al salir de la habitación de mi hermana pequeña, con
la que ha debido pasar la noche—. No quiero disparos en esta casa, ¿queda claro?
—Mi hija está encerrada en su habitación con un jodido miembro de la 'Ndrangheta, la sacas tú por las
buenas, o la saco yo por las malas —contesta haciéndose a un lado para dejar que mi madre se acerque.
—Gabi, cariño, tienes a todos un poco nerviosos por aquí —habla entonces la pelirroja—. Lo mejor será
que abras y afrontes esto como una persona adulta. ¿No dices siempre que ya no eres una niña? Pues
demuéstralo.
Hay un silencio eterno de varios segundos, en los cuales Sasha trata de tomar bocanadas de aire junto
a Connor, que creo que en cualquier momento se tirará por la barandilla para abajo.
El pomo gira en ese momento y la puerta se abre despacio, Sasha se aproxima y termina de empujarla
haciendo que su hija retroceda.
—¿Dónde está? —pregunta Connor entrando también.
Kibo y yo nos asomamos, no queremos perdernos nada.
—Estoy aquí —habla el italiano sentado en el sillón que hay en un rincón de la habitación mientras se
ata los cordones de sus botas marrones.
—Mamá, por favor, hablemos como adultas —solicita Gabi acojonada, no me gustaría estar en su pellejo
ahora mismo—. Deja que te lo explique.
Sasha estalla entonces en una carcajada a la vez que sus ojos se inundan de lágrimas, ¿está llorando y
riendo al mismo tiempo? Mi madre sonríe y se acerca a ella, la abraza y le dice algo al oído.
—No puedo —dice mirando a Connor, el cual tan solo niega con la cabeza—. Es que no puedo, sería
demasiado hipócrita por mi parte. Si lo más grave que va a hacer nuestra hija es meter en su habitación a
un narcotraficante, creo que podré dormir tranquila por las noches. ¿Tú no?
—No quiero que lo haga y punto, mientras viva bajo mi techo, tendrá que seguir mis normas. —El
moreno niega con la cabeza y Sasha lo sigue por el pasillo.
—Así solo conseguirás alejarla de nosotros, ¿es que acaso no tienes memoria? —espeta ella provocando
que él se detenga en seco y se gire para mirarla—. Gabriella tiene diecisiete años, Connor, ¿te cuento lo
que hacía yo con su edad?
—Yo quiero saberlo —contestamos Kibo, Gabi y yo a la vez.
—¿Y se supone que por eso yo tengo que ser más permisivo con ella? Porque tú a su edad... —Connor
deja la frase en el aire y los dos ignoran nuestro comentario.
—No, pero sí más comprensivo. Parece mentira que no conozcas a tu propia hija, Connor, si no quieres
que haga algo, entonces no se lo prohíbas. Prohibir algo a un Ivankov es darle el permiso para hacerlo a
escondidas, créeme, sé de lo que hablo.
—Edúcala tú entonces —dice antes de darse la vuelta—, porque parece que a mí se me da de pena.

CONNOR

Sasha me sigue al interior de la habitación y cierra la puerta tras ella, me doy la vuelta para
enfrentarla y todavía siento cómo las mariposas revolotean en mi estómago cada vez que estamos juntos.
Sasha tiene ese magnetismo que no la deja pasar desapercibida, es un puto imán que me atrae a ella
desde el día que la conocí.
—Sé que no me entiendes —digo sentándome en el banco acolchado que hay a los pies de la cama.
—Te equivocas, te entiendo perfectamente. —Camina hasta mí y coloca los dedos en mi barbilla para
que la alce y la mire—. Eres un padre maravilloso, Connor.
Apoya las manos en mis hombros y se sienta a horcajadas sobre mi cuerpo, su frente se pega a la mía y
ambos respiramos en silencio algunos segundos.
—Nunca podré agradecerte lo suficiente el que todos estos años hayas permanecido a mi lado —habla
buscando mi mirada—. Sabes que te amo con locura, soy consciente de todo lo que has hecho por mí, de
cómo has aceptado todo lo que implicaba ser mi novio y después mi marido. Sé que soy una mujer
complicada.
—Todo lo que he hecho ha sido porque estoy tan enamorado de ti como el primer día, Sasha, pero
estamos hablando de nuestra hija, ella...
—Vale. —Coloca dos dedos sobre mis labios—. Entiendo que quieras protegerla, que quieras que sea
una adolescente normal, pero, cariño, es que no lo es. —Sus ojos me transmiten lástima—. Gabi no es una
niña, aunque por su edad deba serlo. En esta familia, por desgracia, la infancia no dura mucho. Sé que la
tuya fue muy diferente y que tú querrías que la de tu hija fuese igual, pero eso es imposible.
Hace una pausa en la cual deposita un beso en mis labios y acaricia mi pelo, yo no puedo dejar de
perderme en sus ojos; hemos tenido esta conversación tantas veces...
—Hace tiempo que te dije que ya iba siendo hora de que Gabi supiese cosas, que se implicase en todo
esto. Mira la diferencia que ha habido cuando han secuestrado a Marie y cuando han intentado matar a
nuestra hija.
—No me lo recuerdes —digo y hago que se ponga en pie para poder levantarme yo también.
—Gabriella está hoy viva por todo lo que le he enseñado, Connor. Si hubiese seguido tus indicaciones y
hubiese pospuesto su entrenamiento, nuestra hija estaría ahora muerta. Igual que Marie si no hubiésemos
ido a por ella.
—Sasha. —Le lanzo una mirada de advertencia, sabe que no me gusta ese tono de voz que está
empleando.
—No, Connor. Si lo que quieres es que me avergüence o me arrepienta de haber instruido a mi hija en
cómo usar un arma o cómo defenderse, no lo voy a hacer, porque gracias a eso está viva.
—Joder. —Me froto los ojos y vuelvo a sentarme, no sé ni qué decir, sé que tiene razón, pero no soy
capaz de afrontar que mi hija tenga que pasar el resto de su vida alerta. Como su madre.
—Las cosas son así. —Se encoge de hombros resignada—. Lo sabías cuando empezaste conmigo, lo
sabías cuando aceptaste ser mi marido y lo sabías cuando decidimos tener a nuestra hija. No puedes venir
diecisiete años después e intentar cambiar la realidad.


LI

GABI

—Otra vez están discutiendo por mi culpa. —Cierro los ojos para tragarme las lágrimas y mi tía Hope
me abraza.
—Cariño, no es tu culpa, ellos tienen muchas cosas que hablar. No es fácil tener hijos en esta familia,
dímelo a mí —comenta e intercambia una mirada con Dante, el cual ahora está contando a Asia lo que ha
pasado, supongo—. Vosotros no os ponéis en nuestro lugar y es normal, no tenéis que hacerlo, tenéis que
vivir vuestra vida y cometer vuestros propios errores.
—¿¡Y por qué mi padre no lo entiende!?
—Porque él no ha crecido aquí, él tuvo una adolescencia normal fuera de este mundo, y no quiere que
tú tengas que pasar por todo lo que pasó tu madre.
—Pero es que yo no tengo por qué seguir todos los pasos de mi madre. —Suspiro y niego con la cabeza
—. Voy a hablar con ellos.
—Esa es una decisión muy valiente, adelante. —Hope me guiña un ojo y me acompaña hasta la puerta
de mis padres, la cual toco con los nudillos antes de entrar.
—¿Podemos hablar? —pregunto con un nudo en la garganta.
—Claro, pasa. —Mi madre asiente con la cabeza y se acerca más a mi padre para mirarme.
—Lo siento, sé que me dijiste que no me acercara a Nino, pero no es algo que pueda controlar tan
fácilmente. —Agacho la cabeza, pero entonces ella camina hasta mí, me alza la barbilla y me hace una
señal para que continúe—. Siento haberos decepcionado.
—No lo has hecho —dice con seguridad—. Entiendo lo que sientes, Gabriella, mejor de lo que puedas
imaginar. Sé que piensas que solo queremos prohibirte cosas o que crees que estamos aquí para
amargarte la existencia, pero no es así. Nosotros te queremos más que a nada en el mundo, eres nuestra
hija.
—Tienes miedo de que me pase todo lo que le pasó a mamá —hablo ahora a mi padre, el cual ni
siquiera se ha puesto en pie cuando he entrado—. No quiero que te pases la vida temblando cada vez que
atravieso la puerta de la calle, que contengas la respiración desde que me marcho hasta que vuelvo.
Se me parte el corazón cuando veo cómo pestañea y algunas lágrimas caen de sus ojos, así que me
acerco hasta él y me arrodillo para poder abrazarlo. Mi madre nos observa y asiente al mismo tiempo que
limpia sus propias lágrimas.
—Te prometo que seré más cuidadosa, papá. Te lo contaré todo y volveré a pedirte consejos como
cuando era más pequeña, pero necesito que tú me prometas a mí que dejarás de tratarme como a una
niña. Si no quieres verme con Nino, está bien, lo respetaré, pero eso no quiere decir que no vayamos a
estar juntos fuera de casa, quiero ser sincera contigo. —Limpio sus lágrimas y sostengo su mirada—. No
voy a volver a mentirte, solo quiero que intentes ponerte en mi lugar y pienses en qué hubieseis hecho
mamá y tú si el abuelo os hubiese prohibido estar juntos.
Ambos miramos a Sasha cuando suelta una carcajada, entonces se acerca y nos ofrece una mano a
cada uno, miro a mi padre y los dos nos ponemos en pie.
—¿Tienes algo que decirle a tu hija? —Le pregunta ella.
—Que eres todo mi mundo y te quiero más que a nada. —Deja escapar una bocanada de aire y separa
los brazos para envolvernos a las dos con ellos.

DANTE

Contra todo pronóstico, los Ivankov se van de gala.
Cuando le he contado a mi padre que hoy era la gala de debutantes en Manhattan, ha llegado a la
conclusión de que, antes que una lista con posibles sospechosos, mejor ir en persona y echar un vistazo a
todos los presentes. Está completamente seguro de que la persona que nos atacó el otro día, y la que nos
ha estado jodiendo, es el hijo o hija de Oleg, y cree que está entre nuestros amigos.
Asia está muy preocupada porque Camila no aparece, desde el ataque no ha vuelto a saber nada de
ella, yo he insistido en que seguro que se ha marchado porque está acojonada y necesita unos días para
asimilarlo todo; sin embargo, empiezo a temer que eso no sea verdad. ¿Y si es ella la hija perdida de Oleg?
¿Es solo una casualidad que haya estado presente en todas las ocasiones que nos ha pasado algo? ¿Cómo
sabemos que no se acercó a Asia con el objetivo de llegar a nosotros? Después de todo, Nino lo hizo.
—Mi unicornio es lo más precioso de todo el jodido planeta —aseguro cuando sale del dormitorio de
Sasha ataviada con su vestido.
Es granate y tiene dos piezas, una falda larga hasta el suelo, la cual abraza cada una de sus curvas, y
una especie de top, no sé si los llaman así, de encaje con manga larga, la cual tapa la venda más o menos,
pero con toda la espalda al descubierto. Está sublime.
—Tú también estás muy guapo —dice con una pequeña sonrisa antes de moverse para dejar que Gabi
salga tras ella.
—Vamos, anímate, verás como Camila se presenta allí por sorpresa. ¿Le mandaste la dirección y todos
los datos para que la dejen pasar?
—Sí, pero no ha contestado a ninguno de mis mensajes.
—Dejad paso a la reina. —Gabi camina con su esbelta figura sobre los nuevos Ivankova que estrenó
hace solo unos días, ataviada con un vestido, también largo, pero muy diferente al de Asia.
Este es negro hasta los tobillos, pero completamente lleno de transparencias. Tiene como hojas secas
de árboles decorando cada rincón para que no se vea su cuerpo por debajo, es las zonas más estratégicas;
y la parte superior se une con la inferior en un vertiginoso escote en forma de uve prácticamente hasta el
ombligo. Está preciosa.
—La reina está detrás de ti, cariño. —Mi madre sonríe cuando Sasha arquea una ceja detrás de su hija,
la cual se hace a un lado igual de sonriente y realiza una reverencia frente a la rubia.
El vestido de Sasha no podía ser de otro color que rojo, hasta los pies, escotado sin llegar a la
exageración y tan sexy como elegante. Todo lo que la representa.
—¿Y Cassandra? —cuestiona Kibo tras el improvisado desfile.
—Ha dicho que no necesitaba mi ayuda, estará en su habitación —contesta Sasha encogiéndose de
hombros—. ¿Vamos? Está bien llegar tarde, pero no hoy, esto es una misión de reconocimiento. —Mira a
su hija—. No vamos de fiesta, sabes que odio esa mierda de las debutantes.
—Que sí, venga, vamos bajando. Ve a por Cass, Kibo —pide la pequeña rubia a su primo mayor.
Todos descendemos las escaleras para reunirnos con el resto, excepto mi madre, que ha decidido
quedarse con Marie porque a ella no le apetecía salir.
Mi hermana va a necesitar un tiempo para reponerse de todo esto, hemos considerado la idea de
contratar un psicólogo, pero ha sido ella misma la que lo ha declinado. Mis padres tuvieron una
conversación con ella en la que le explicaron todo lo que pudieron sobre el motivo por el que la han
secuestrado y no fueron a la policía, el motivo por el que fuimos nosotros mismos los que la rescatamos.
—He escuchado comentarios en el colegio... —dijo cuando, al fin, consiguió dejar de llorar—. Pero me
parecían locuras.
—Bueno, no lo son. —Hell acarició su cabeza con cariño—. No queríamos que te enterases así,
estábamos esperando a que fueses un poco más mayor para compartir todo esto contigo.
—Pues el plan os ha salido de perlas. —Usó el sarcasmo, como siempre que está nerviosa, pero
enseguida cambió la expresión cuando mis padres se miraron entre ellos—. ¿Voy a morir?
—Por supuesto que no —respondió Hope con seguridad—. Esto ha pasado porque nos hemos relajado,
no pensábamos que fuesen a ir a por ti, ha sido culpa nuestra.
—No volverá a suceder —decretó el patriarca.
El caso es que esto va a ser todo un proceso, así que mamá se queda hoy con ella, no es necesario que
venga, todos los demás acudiremos.
—Oye, Nick y yo llevamos días intentando hablar con vosotros —comenta mi tía Allie cuando vamos a
salir a por los coches, ella tampoco viene—. Pero con todo lo que ha pasado, pues...
—No lo digas. —Sasha se tapa la boca con una enorme sonrisa—. ¡Una mini Dolly!
Nick y Allie rompen a reír, así que todos lo damos por hecho y nos acercamos para felicitarlos y
abrazarlos. Nos cuentan que hace un par de meses que lo saben y que por eso Allie ha estado tan ausente,
no quieren correr el riesgo de que pueda pasarle algo, y todos lo entendemos.
—Venga, Hope y yo cuidaremos de Marie, pasadlo bien y tened cuidado —pide la nueva mamá tras
besar a Nick, el cual dice que la ama y sale de la casa junto a mi padre.
—¡Cassandra! —grita Kibo por cuarta vez desde la entrada de la mansión.
—¡Estoy, estoy!
Miramos hacia las escaleras y la mandíbula de mi primo cae casi hasta el suelo al verla, yo reprimo una
risa y los dejo solos antes de reparar en su aspecto. Me queda claro que no necesita la ayuda de nadie al
comprobar que se ha puesto unos pantalones de seda negros, unidos a una especie de corsé y un lazo del
mismo tejido rodeando su cintura; lo cierto es que está espectacular, y dudo que ninguna otra asistente a
la fiesta tenga los ovarios de presentarse en pantalones. Cómo se nota que no es de aquí.

*

Los coches se detienen frente a la alfombra roja del Museo Metropolitano de Arte, el cual las familias
más ricas alquilan anualmente. Todos salimos y vamos adentrándonos bajo las indicaciones de los
organizadores, tras dar nuestros respectivos nombres en la entrada.
—Bien, dispersaos —indica la rubia—, todos atentos a los teléfonos.
Gabi y Nino se alejan cuando la primera divisa a su mejor amigo, Oscar, y su amiga, Verónica. Los
observo mientras camino con Asia sujeta a mi brazo, cualquiera de los dos podría ser, ambos estuvieron
en la fiesta de La Cueva, aunque, ¿quién cojones no estuvo en esa fiesta?
Oscar proviene de una familia desestructurada, por lo que tengo entendido. Lo ha criado su tía
ricachona, la cual se apiadó de él cuando era un niño, así que de sus orígenes no es que se sepa mucho.
Sin embargo, ha sido fiel a Gabi desde que llegó a Nueva York y entró en la Trinity hace cuatro años.
¿Puede alguien esperar por su venganza cuatro años? No lo sé.
En cuanto a Verónica, en apariencia todo es normal, nunca me han comentado nada sobre que sea
adoptada o algo que pudiese explicar que su padre fuese Oleg, así que no lo sé. De todas formas, la teoría
de que todo esto lleva la firma Kozlov no es más que una suposición de mi abuelo y mi padre, no tenemos
confirmación alguna; de modo que, para mí, el culpable podría ser cualquiera.
—Me siento observada —comenta Asia cuando nos adentramos en el salón principal.
—Eso es porque estás quitándole la respiración a los acompañantes de todas las debutantes, preciosa.
Mira cómo te miran, ni siquiera disimulan. —Señalo a un par de chicos a unos pasos de nosotros.
—Calla, qué vergüenza. —Se sonroja y aparta la mirada, me vuelve tan loco que no sé ni cómo
expresarlo.
—No te imaginas lo afortunado que me siento por ser yo el que te lleva del brazo, Asia. —Me detengo
para poder mirarla a los ojos e instarla a que baile con la canción que está sonando en el grupo musical
que han contratado—. Eres, sin duda, lo mejor que me ha pasado en muchísimo tiempo.
—Los dioses te bendijeron con el don de la palabra además del de la belleza. —Ríe y se acerca para
besarme.
Giro el rostro al escuchar la carcajada de mi primo y de Cassandra, y veo que ya ha encontrado a
nuestros amigos, de modo que rodeo la cintura de mi novia con un brazo y la llevo hasta ellos.
Kenan, Sean, Grigori, Kurt, Jerry, Tabitha y algunas amigas más chocan sus copas de champagne a la
vez. Sabrina y sus abejas se unen al grupo al mismo tiempo que Asia y yo llegamos hasta ellos.
—Buenas noches —saluda mi unicornio con una sonrisa, a todos menos a las últimas, que las ignora por
completo.
—Buenas. —Mis amigos le dan dos besos y chocan mi mano.
—Hasta que al final la reina de Nueva York ha decidido honrarnos con su presencia. —Sabrina echa un
vistazo a Sasha, la cual está besando los labios de su marido mientras ambos bailan en la pista.
—Me alegra ver que estás aprendiendo la escala jerárquica de esta ciudad —comenta Asia sin borrar la
mejor sonrisa falsa que podría haber imaginado.
—Vamos, chicas, tengo cosas mucho más interesantes que hacer que perder mi tiempo aquí. —Sabrina
la fulmina con la mirada— Esto no ha terminado —promete en voz baja y se aleja junto a sus secuaces.
Dudo que ella sea la responsable de todo esto, no es tan inteligente y, mucho menos, paciente. Aunque,
con todo lo que he visto en tan poco tiempo, nada me sorprendería, esta chica tiene demasiado odio
dentro…
Nos sentamos alrededor de la mesa redonda que lleva nuestros nombres y comenzamos a charlar de
forma animada, Kibo hace manitas con Cassandra y eso me hace sonreír, ya era hora, joder. Sé que lleva
pillado por ella muchos años, pero la distancia les impedía estar juntos.
De vez en cuando intercambio miradas con mi padre, que se encuentra junto a mi tío Nathan y junto a
Nick en lo alto de las escaleras, apoyados en las barandillas mientras hablan y observan todo desde la
distancia. Sasha y Connor se pasean, bailan, ríen y fingen divertirse, pero, lo cierto es que a mí no pueden
engañarme, están igual de alertas que todos los demás.
—¿De verdad crees que alguno de ellos es el responsable de toda esta mierda? —Kibo susurra en mi
oído disimuladamente cuando todos ríen por una broma que ha hecho Sean.
Observo detenidamente a mis amigos, a algunos los conozco de toda la vida, mientras que otros no
llevan más de dos, tres o cuatro años con nosotros. Me niego a creer que durante tanto tiempo nos han
estado engañando, que han jugado con nosotros. Son mis amigos, joder, ¿por qué ellos y no Oscar o
Verónica? ¿Por qué no Sabrina o cualquiera de sus abejas? ¿Por qué no Camila? La que, por cierto, no ha
aparecido y sigue sin responder...
Sasha hace un gesto con la cabeza cuando el organizador de la gala se sube al escenario y empieza a
hablar por el micrófono para dar su discurso de bienvenida.
—Kibo, ven un momento. —Lo llamo para que se levante conmigo, y me doy cuenta de cómo Sean,
Kenan y Grigori nos miran—. Ahora volvemos, no sé qué querrá decirnos mi tía. —Río para quitarle
importancia.
Atravesamos las mesas llenas de los padres de las debutantes, sus acompañantes y demás invitados,
hasta llegar al rincón donde está ahora toda mi familia, Gabi incluida.
—¿Tenéis algo? —Nos pregunta mi padre.
—Papá, dudo mucho que sea alguno de ellos, esto es desesperante, no puedo estar sin confiar en mis
propios amigos.
—Tiene que ser alguno de ellos, o de los tuyos, Gabi —insiste Sasha negando con la cabeza—. Es que
no puede ser nadie más, ¿quién sabía que nos reuníamos para la cena el día del secuestro de Marie?
—Pues todos, Sasha —contesta Kibo—. Tenemos un grupo de Whatsapp, joder.
—No podemos perder más tiempo, chicos —anuncia entonces el patriarca—. Hemos venido aquí con un
objetivo claro y no pienso largarme sin saber quién secuestró a mi hija y atacó mi casa. Venga, cada uno a
lo suyo, nos vemos cuando la gala termine.








SEGUNDA PARTE
«Eterna condena»
I


GABI

Cuando la fiesta de las debutantes termina, mi familia se reúne para volver a casa y hablar sobre todo
lo que hemos observado, pero lo cierto es que yo no he llegado a ninguna conclusión; me niego a pensar
que mis mejores amigos sean unos traidores.
—¿Qué vamos a hacer? —Nino habla en voz baja mientras bajamos las escaleras del edificio hacia los
coches que ya nos esperan.
—No lo sé, ¿crees que puedan ser Oscar o Verónica?
—Ella no, pero él... —Intercambia una mirada conmigo y espera a que estemos dentro de vehículo para
seguir hablando—. Oscar proviene de una familia desestructurada y no sabes una mierda de su familia,
Gabriella.
—¿Crees que es Oscar? —Mi madre se gira en el asiento delantero después de arrancar el coche, mi
padre va de copiloto.
—No lo sé, joder. —Niego con la cabeza—. Yo... lo dudo, siempre ha sido fiel, mamá.
—No sabe nada de su familia —insiste Nino a mi lado—. Podría ser él perfectamente.
—No podemos arriesgarnos —habla mi padre cuando la reina se incorpora al tráfico después de que el
coche de los escoltas se ponga en marcha delante nuestro—. No vuelvas a contarles nada, Gabriella. Ni un
puto detalle de la familia o de los planes que hagas, ¿estamos?
Asiento en silencio y bajo la mirada cuando siento cómo Nino entrelaza sus dedos con los míos. No
quiero provocar a mi padre y le he prometido que delante de él no tendré muestras de cariño
desmesurado con Nino, así que me contengo de besar sus labios.

Las próximas semanas pasan volando, tanto que cuando quiero darme cuenta ya ha pasado la Navidad
y el invierno ha comenzado a azotar Nueva York con toda su fuerza. Estas semanas han sido
sorprendentemente tranquilas en la mansión Ivankov, desde que fuimos a la fiesta de debutantes, en
noviembre, el plan para cazar al traidor o la traidora se detuvo. Mi abuelo tuvo una conversación con sus
hijos y acordaron no dejar de lado los negocios familiares, puesto que últimamente todo había girado en
torno a lo sucedido desde verano, y no podíamos permitirnos mostrarnos débiles frente a otras familias,
puesto que entonces intentarían arrebatar a mi abuelo y a mi familia en general, todo por lo que han
luchado desde hace tantos años.
Debido a todo esto, se acordó mantenernos alerta frente absolutamente todo el mundo, todos nuestros
amigos y conocidos, e informar acerca de cualquier sospecha que tuviésemos, por mínima que fuese. El
abuelo dice que las cosas hay que hacerlas con cabeza, así que imagino que es lo que están haciendo; yo,
sinceramente, solo espero que esto no nos estalle en la cara y nos arrepintamos de haber esperado tanto
para pasar a la acción.

COLTON

Cierro la maleta y corro hasta la ventana de mi dormitorio para expulsar el humo y tirar el cigarro que
me estaba fumando, como mi padre me vuelva a pillar, no me dejará ir a Nueva York con ellos.
—¿Cómo vas? Salimos en… —Entra con el ceño fruncido y se rasca los ojos, pasa por mi lado a la vez
que me dirige una mirada acusatoria y se asoma a la ventana del ático en el que vivo desde que nací,
donde mis padres ya vivían antes que yo—. Te lo advertí.
—Joder, papá, es un cigarro, no estoy fumando hierba —protesto y expulso una bocanada de aire.
—Josh, el avión nos está esperando. —Mi madre se acerca por el pasillo—. ¿Qué hacéis?
—Colton no viene —decreta él y se cruza de brazos.
—¿Cómo que no viene? Claro que viene, ¿con quién vamos a dejarlo? Alice y Rick van, y solo no se va a
quedar. Además, ¿por qué no viene?
—¿Se lo dices tú o se lo digo yo? —Arquea mi padre una ceja en mi dirección.
—Oye, lo hablamos en el coche de camino al aeropuerto. Venga, sabes que odio que tengan que esperar
por nosotros —habla y se da la vuelta.
—Que no viene, Wendy.
—¡Vamos! —grita ya desde el salón.
—Olvídate de salir por ahí con tu primo, ya te lo digo —advierte él en mi dirección antes de seguir a su
mujer.
Wendy y Josh son los padres que me tocaron, y son geniales la mayor parte del tiempo, pero es cierto
que desde que cumplí los diecisiete se han vuelto un poco más estrictos y controlan cada puta cosa que
hago. Mi primo Greg tiene ahora veinte recién cumplidos, y siempre nos hemos llevado como hermanos,
salimos juntos y compartimos amigos, pero es que mi tío Rick nunca ha sido tan pesado como lo está
siendo últimamente mi padre.
Este fin de semana vamos a Nueva York porque es el cumpleaños de Connor, el mellizo de tía Alice, que
es la madre de mi primo Greg, y quieren darle una sorpresa. Mi madre y Connor tienen una amistad desde
que eran adolescentes, a pesar de que mi padre no puede ni verlo, y mucho menos al hermano de Connor,
Jackson; tuvieron problemas bastante serios cuando yo aún no había nacido. El caso es que mamá tiene
ganas de verlo, y mi padre ha dicho que no quiere que vaya sola porque la familia de la mujer con la que
Connor se casó, es un poco especial.
Connor se mudó a Nueva York con su hermano hace mucho tiempo, y desde entonces vive allí y rehízo
su vida con Sasha Ivankova, la diosa de muchos de mis compañeros de clase. Yo prefiero a su hija,
Gabriella, digamos que nos conocimos a fondo el año pasado, en una de las visitas que hicieron a San
Francisco para que Connor pudiese visitar a su sobrino y su hermana.
Serán interesantes estas mini vacaciones a Nueva York.

GABI

—Menos mal que dejé todo preparado para mañana, Asia está siendo de gran ayuda —comenta mamá
al detenerse en un semáforo mientras volvemos de cenar todos en un restaurante.
—¿Mañana? —Mi padre la observa confundido.
—¿Estás de coña? —Ríe ella—. ¿Pensabas que me iba a olvidar de tu cumpleaños?
—Nena, no. —Niega él con la cabeza—. ¿Te crees que están las cosas para celebrar cumpleaños?
—Las cosas están para celebrar la vida, cariño. Cada puto día hay que dar las gracias por seguir
respirando, así que el día en el que cumples cuarenta y dos años no va a pasar desapercibido.
—Dime que no has montado una fiesta.
—No he montado una fiesta —habla ella, pero su sonrisa a través del espejo retrovisor evidencia lo
contrario.
—Gracias a Dios —contesta él aliviado.
—No he montado una fiesta, lo ha hecho Asia.
—No me jodas, Sasha —reprocha él suspirando—. ¿Cuánta gente y dónde? ¿Te haces una idea del
cabreo que se va a pillar mi hermana? Le dije a Alice que no íbamos a hacer nada especial este año y que
no viniese.
—No seas tonto y déjate llevar.
—¿Que me deje llevar por ti? —Arquea él una ceja—. Dime una sola vez en la que eso haya salido bien.
Solo una.
—Exagerado. —Mi madre pone los ojos en blanco y aguarda a que las vallas metálicas se abran para
acceder a la mansión cuando llegamos—. Ya están aquí —informa con una sonrisa malvada.
—¿Quién está aquí? Sasha, no. —Mi padre se lleva las manos a la cabeza cuando la tía Alice sale por la
puerta principal con una sonrisa enorme—. Nena. —Mira a mi madre y niega con la cabeza sin poder
evitar emocionarse—. Te ha tenido que costar mucho convencer a tu hermano de esto, pero te amo por
ello.
—Sal a abrazar a tu hermana, anda.
—¡Sorpresa! —Alice salta al cuello de mi padre y ambos se funden en un abrazo, tras ella sale mi primo
Greg, el cual baja las escaleras hacia mí para llenar mi cara de besos. Rick nos espera apoyado en la
puerta sin mucha emoción en su rostro.
—¡Has crecido! —Río gritando cuando Greg me levanta del suelo.
—Hola. —Nino se acerca por detrás de mí.
—Nino, te presento a mi primo Greg, es la familia que tengo en San Francisco.
—Lo sé. —Asiente él con una sonrisa y estrecha su mano.
Claro, ¿cómo no iba a saberlo? Tuvo que investigar mucho, estoy segura de que conoce más detalles de
mi vida que cualquier otra persona, y eso me resulta un tanto escalofriante. Sin embargo, supongo que no
le quedó otra que investigar a la persona que debía matar cuando llegó a Nueva York.
—Hola. —Alice saluda a mi madre con dos besos y luego me abraza a mí. El trato que tienen entre ellas
es cordial y poco más, nunca he querido preguntar el por qué.
Al igual que Rick con mi padre, incluso ha habido veces en las que han estado a punto de llegar a las
manos, pero sé que no lo han hecho por Greg y por mí. Soy consciente de que mi madre no es la única con
un pasado, mi padre también tuvo el suyo en San Francisco y, al parecer, Rick estuvo muy implicado en él.
Para mal.
—¿Y esto? —Dante y Asia se bajan del coche junto a Hell, Nick, Kibo y Nathan.
—¿Lo sabías? —El tío Nate mira a Hell, confuso.
—Joder, el cumpleaños de Connor —masculla él—. Se me había olvidado. —Escucho que contesta antes
de acercarse con una sonrisa para saludar a todos.
—Connor, te he traído una sorpresa —anuncia la tía Alice con notable emoción en su voz—. Está dentro.
—¿Qué sorpresa, Alice? —pregunta Sasha entornando los ojos.
—Lo siento, es su día —responde la otra encogiendo sus hombros.
Todos caminamos al interior de la casa y me quedo petrificada en la entrada, como si mis pies no
pudiesen seguir avanzando de repente cuando, sentado en las escaleras del hall, las que van a la segunda
planta de la mansión, veo a Colton, riendo mientras teclea algo en su teléfono. Su mirada se alza, pero su
cabeza no, provocando esas arrugas en su frente que fueron las encargadas de hacer que hace
exactamente un año nos liásemos en San Francisco.
—A este no lo conozco —comenta Nino pasando por mi lado al ver que yo no me muevo.

II

DANTE

Apoyo las manos en la espalda de mi prima para hacer que entre en la casa de una vez, sigo su mirada
y veo el motivo por el que se ha quedado petrificada. Un chico que no conozco en persona, pero que sí
reconozco por fotos que he visto en las redes sociales de Greg, está en medio del hall de mi casa.
Se pone en pie y se aproxima con una sonrisa ladeada en su rostro, sujeta a Gabi por la cintura, la cual
no mueve ni un mechón de su pelo, y deposita un beso en su mejilla.
—Explícame cómo puedes estar más guapa que la última vez que te vi —dice mirándola solo a ella.
Suceden diferentes cosas a la vez, y no sé ni para dónde mirar.
Por un lado, Niniano fija la vista en Colton, creo que se llamaba, después de escuchar lo que acaba de
decirle a Gabi. No tanto por lo que ha dicho, si no por cómo Gabi ha reaccionado, o no lo ha hecho, para
ser más exactos.
Por otro lado, Connor se queda igual de sorprendido que su hija al ver a Wendy esperándolo con los
brazos separados y una sonrisa de absoluta felicidad. A ella sí la conozco, he escuchado hablar de esta
morena en varias ocasiones, sé que Sasha no estará muy feliz con esta sorpresa...
—¡Estás loca! —grita él abrazando a su amiga mientras Sasha y Josh, el padre de Colton, los observan
con el rostro contraído.
—Tenía que venir, hace un año que no nos vemos —contesta Wendy tras separarse—. Siento que no
hayamos avisado —dice esto mirando ahora a Sasha y Hell—, pero queríamos que fuera una sorpresa—.
¿Os pillamos... bien?
—No, no nos pilláis bien —contesta Sasha cruzando sus brazos—. Debisteis avisar.
—Bueno, ya están aquí, así que mejor que se vayan instalando —sugiere Hell lanzando una mirada a su
mujer—. Nosotros al despacho, tenemos que hablar.
—¿Todo bien? —Alice frunce el ceño hacia Connor, el cual asiente con una sonrisa.
—Sí, que Gabi os diga dónde podéis dormir, vais a tener que compartir habitación con vuestros hijos,
estamos un poco concurridos por aquí estos días.
—No hay problema, podemos irnos a un hotel si no.
—No digas tonterías. —Se gira hacia Gabi y le señala las escaleras—. Llévalos a las habitaciones.
Entro en el despacho con el claro convencimiento de que estamos demasiadas personas en esta casa
ahora mismo. La familia bajo el mismo techo es algo con lo que he crecido, pero ellos solo son familia de
Connor... No me agrada que estén por aquí sin saber lo que pueda pasar.
—Creo que deberían irse al hotel —sugiero a mi padre cuando entro al despacho.
—Solo van a ser dos noches, el lunes se marchan —comenta Hope—. Además, mañana es el cumpleaños
de Connor, entre la celebración y eso, cuando queramos darnos cuenta se ha pasado el fin de semana.
—¿Dónde va a ser? —Connor mira a su mujer, la cual está ahora de brazos cruzados con un cabreo de
los mil demonios—. Ni se te ocurra cabrearte ahora porque ha venido Wendy, yo no lo sabía.
—Tu querida hermana es poquito hija de puta —dice alzando las cejas—. La invito para que te dé una
sorpresa y puedas ver a tu sobrino, y aparece con esta tía que sabe que no puedo ni verla.
—Te recuerdo que también ha venido Josh, ¿crees que eso me hace la más mínima gracia? Y no llames
hija de puta a mi hermana —advierte con un dedo.
—¡Basta! —Vladimir entra y lanza su bastón contra la mesa—. ¿¡Es que tenéis todavía veinte años!?
¿¡Acaso no sois conscientes de en lo que estamos metidos!?
Todos los presentes guardan silencio. Nathan, Kibo y Cassandra están compartiendo asiento en el sofá,
mientras que Asia, mis padres y yo estamos de pie junto a la mesa del despacho; Sasha y Connor se
encuentran cada uno en una esquina.
—Hace poco tiempo que secuestraron a mi nieta, por el amor de Dios —continúa mi abuelo—. ¿En qué
momento se te ocurrió que meter a seis desconocidos en casa iba a ser buena idea? —Acusa a su hija y la
rubia traga saliva, pero no aparta la mirada ni cambia su compostura.
—Es el cumpleaños de mi marido, papá, y pienso celebrarlo.
—Vas a hacer lo que te salga de las narices, como has hecho toda la vida.
—Bueno, a ver, vamos a poner las cartas sobre la mesa y a organizarnos. —Mi madre da un par de
pasos adelante para colocarse ligeramente entre Vladimir y Sasha—. Por un lado, tenemos el cumpleaños
de Connor, que en dos días habrá pasado y toda su familia estará de regreso a San Francisco.
—Y por el otro lado tenemos al cabronazo que nos está jodiendo —interviene mi tío Nicholas entrando
al despacho, supongo que Allie se habrá quedado con Gabi ayudando a que los invitados se instalen.
—Quien quiera que sea lleva casi tres meses sin dar señales de vida, ¿creéis que se estará preparando
para echarse encima de nosotros con todo lo que tiene? —reflexiona la pelirroja.
—De eso no tengas ninguna duda, mi amor —responde mi padre.
Gracias a Dios, y a los negocios de la familia, que tenemos una mansión que hace honor a su propio
nombre, porque, de lo contrario, no sé dónde meteríamos a tanta gente.
—Necesitamos hacer una lista con los sospechosos que hemos reunido durante este tiempo. —Hell se
sienta en su silla y coge un bolígrafo, alza la mirada hacia todos y comienza a escribir.

ASIA

Todos nos miramos los unos a los otros, esperando que alguien empiece a hablar, pero nadie lo hace.
¿Por qué? Bueno, porque eso implica acusar a sus propios amigos.
—Oscar —apuesta Nino convencido—. Ese tío no me gusta nada, Gabriella no conoce su pasado ni sus
orígenes.
—De acuerdo —dice Hell a la vez que escribe sobre la hoja blanca de papel—. Más.
—¿Verónica? —sugiere Kibo.
—Lo dudo mucho, conozco a su madre y jamás habría estado con un tipo como Kozlov —responde
Sasha con una expresión de asco al pronuncia el apellido ruso.
—Vuestros amigos, hijo. —Nathan mira a Kibo, y este hace lo propio con mi rubio antes de apoyar los
codos en sus rodillas y suspirar.
—Joder —masculla y niega con la cabeza—. No lo creo, pero, no sé, ¿Kenan, Grigori o Sean?
—Gracias, sé que esto no es fácil para vosotros. —El padre de mi novio sigue anotando antes de alzar la
cabeza hacia nosotros.
—¿Grigori? —pregunta Dante perplejo—. Es tu mejor amigo, tío.
—¡Yo que sé! —Kibo se levanta y se rasca la cabeza—. He dicho ellos tres por lo que habéis dicho de los
orígenes y eso. Bah, no lo sé, de verdad —dice mirando a Hell—. Es que pondría la mano en el fuego por
todos ellos.
—Sabrina —intervengo con seguridad—. Me odia, y no lo disimula. Está loca por Dante, cosa que
tampoco se esfuerza en ocultar, quizá esté resentida por haber sido rechazada.
—Es una opción, pero su odio tiene que venir de mucho antes —comenta Hope—. Esto no es por ti,
Asia, es por toda la familia. Aunque no debemos olvidar que no sabemos si el, o la responsable, tiene algo
que ver con Oleg, solo es una teoría.
—Así es. —Asiente su marido—. Sabrina podría ser responsable al igual que el resto.
—¿Mackie?
Dante mira a su primo en cuanto él pronuncia el nombre de su ex novia, abre la boca para contestar,
pero vuelve a cerrarla al no encontrar palabras.
—Piénsalo, tío —reflexiona Kibo—. Ella siempre ha odiado todo esto demasiado, pero nunca se alejaba.
Siempre se quedaba contigo a pesar de no soportar a nadie de la familia, ¿cómo sabemos que no se acercó
a ti para tenerte controlado y enterarse de todo? ¿Es casualidad que los ataques hayan empezado justo
después de que lo dejaseis?
—Eso tendría mucho sentido —apoya Sasha pensativa—. Siempre pensé que era una chica muy
observadora y preguntona, aunque después iba de mosquita muerta.
—Odiamos a las mosquitas muertas. —Hope alza una ceja en dirección a la rubia y ambas asienten.
—Tengo otra sospechosa —comenta Nino tras acercarse a mí, y yo niego porque ya sé lo que va a decir
—. Lo siento, pero que una persona desaparezca de un momento a otro y ni siquiera se encuentre su
cuerpo… no es normal, Asia.
—¿¡Su cuerpo!? —exclamo mirando a Dante—. ¿¡Qué hablas de cuerpo!?
—Hay dos opciones —continúa el italiano loco—. Uno, que ella sea la responsable y se marchase justo
antes del tiroteo; y dos, que esté muerta.
—¡No está muerta!
Dante pasa los brazos por mi cintura para abrazarme, sé que estoy montando un numerito, pero, joder,
decirme de buenas a primeras que la única amiga real que he tenido en Nueva York podría haber perdido
la vida... No es algo como para tomarse a cachondeo.
—De momento tenemos estos sospechosos —habla Hell ignorando mi momento de niña llorona—.
Oscar, Kenan, Grigori, Sean, Sabrina, Mackenzie y Camila.
—Bien, ahora solo nos queda descartar —sentencia Hope.

III

GABI

He prometido comportarme delante de mi padre, y la puerta de su dormitorio está entreabierta, así que
no quiero arriesgarme a cagarla de nuevo.
—Buenas noches. —Asomo la cabeza un poco hacia delante y le doy un rápido beso en los labios, ambos
sonreímos y él se marcha caminando hacia atrás para mirarme antes de meterse en su cuarto.
Yo me dejo caer en la cama y suspiro, hemos tenido un pequeño desencuentro porque ha querido saber
quién es Colton y el motivo por el que me ha dejado sin palabras. Dice que me conoce y que sabe que eso
no es sencillo, así que no ha parado de insistir hasta que le he contado la pequeña mentira de que solo
somos amigos, pero que no me esperaba verlo; que me ha pillado por sorpresa.
Falso.
Colton y yo nos enrollamos como si el mundo se fuese a terminar mañana en Presidio Park hace menos
de un año, cuando estuve visitando a Greg y a mis tíos en San Francisco.
Recuerdo que mi primo me invitó a salir con él y sus amigos, entre los cuales estaba, por supuesto,
Colton. Hicimos una barbacoa y después ellos empezaron a beber, yo todavía no había cumplido los
dieciséis, me faltan dos semanas, así que no bebí. Greg me dijo que lo hiciera si quería, que él no le
contaría nada a mis padres, pero Sasha tiene un olfato de sabueso, sé que me habría olido el alcohol nada
más entrar por casa.
El caso es que yo no necesito el alcohol para animarme, así que enseguida entré en confianza y me
puse a bailar junto a ellos. Lo cierto es que me parecieron unos chicos muy simpáticos y divertidos,
aunque Greg no me quitase el ojo de encima y advirtiese a todos que, como se les ocurriera tocarme un
pelo de la cabeza, les cortaba las manos.
Eso explicaría a la perfección el hecho de que él no sepa que esa misma noche Colton y yo nos
enrollamos cuando él me acompañó a casa; Greg se quedó con una chica, así que su primo se ofreció a
llevarme. Y lo hizo, aunque no sin antes explorar mi boca en profundidad.
Me encantó, joder, ¿para qué negarlo? Es de esos chicos que tienen un encanto innato y que, cuando
quieres darte cuenta, ya te han ganado. ¡No hay más que verlo! Y yo soy débil, muy débil... Aquello se
quedó ahí porque mi madre me llamó por teléfono y me dijo que me quería en casa en cinco minutos; si no
me hubiese llamado... Bueno, tal vez la cosa habría sido diferente.

Me sobresalto cuando el pomo de la puerta gira sin mucho cuidado y, la misma sonrisa traviesa que ha
puesto al verme hace unas horas, entra en mi habitación sin pedir permiso.
—¿Qué coño haces aquí? —digo levantándome de la cama a la vez que me ato a la cintura la bata de
seda blanca—. Vete antes de que alguien te vea.
—¿Alguien o tu novio? —pregunta torciendo la sonrisa.
—Eres un descarado. —Cruzo los brazos y levanto la barbilla tal y como mi madre me ha enseñado—.
¿Qué quieres?
—Nada. —Se encoje de hombros y pasa por mi lado, ojea la habitación, camina hasta mi cama y
entonces sonríe de esa forma.
—Colton, en serio. —Intento no reírme, pero no puedo evitarlo, la comisura de mis labios se curva y eso
solo es un motivo más para que él se acerque a mí.
—Ahí está.
—¿El qué?
—La sonrisa que me cautivó hace un año, en medio de la noche debajo de una farola que tintineaba. —
Sus palabras son igual que el hierro candente—. Aún recuerdo el olor de tu perfume. —Aspira por la nariz
muy cerca de mi rostro—. Estuve soñando contigo durante semanas, ¿sabes?
—Tienes que irte —insisto, aunque mi risa hace que no suene nada convincente.
—Que va, no tengo que hacerlo. —Niega con la cabeza y me sigue hasta la puerta—. Nadie se enteró
hace un año —susurra—, ¿por qué tendrían que hacerlo ahora? Dame un motivo para que te deje dormir y
no sea el motivo de tu insomnio.
—¿Qué te parece que mis padres están durmiendo en la habitación de al lado? —Río en voz baja
alzando las cejas.
—Vaya, y yo que pensaba que me ibas a decir que es porque tienes novio. —Ladea la sonrisa, se acerca,
deposita un beso en mi mejilla y se marcha.
Me odio a mí misma por no haber respondido eso, cojo una almohada del sillón y la tiro contra la pared,
con tan mala suerte que le doy a unas cuantas fotos y estas caen al suelo provocando demasiado ruido.
—¡Joder!
En cuanto suelto ese grito, me tapo la boca y pataleo en silencio en el suelo como cuando era pequeña,
rabiosa y frustrada por haber perdido el control de la situación.
—¡Gabi! —Mi madre entra corriendo en mi dormitorio segundos después con su arma preparada para
disparar.
—¡Baja eso, loca! —exclamo agachándome.
—¿Qué ha pasado?
—¿¡Gabriella!? —Nino aparece tras ella, y a su lado, mi padre.
Enseguida toda la casa se despierta, las luces se encienden iluminando el cielo del Bronx, y yo quiero
cargarme a Colton Matthews.
—¿Qué pasa? —El susodicho sale de su habitación bostezando—. ¿Es que en esta casa no se duerme?
Le lanzo una mirada asesina y él me guiña un ojo cuando nadie repara en él, se da la vuelta y regresa a
su habitación, no sin antes lanzar un beso a Cassandra, la cual ríe y lo sigue a su dormitorio después de
decirle algo a Kibo. Recuerdo entonces que ambos son amigos debido a que sus padres siempre han sido
como hermanos, tengo entendido que Ryder y Josh también tuvieron su propia historia en San Francisco
años atrás.

CASSANDRA

—No hagas ruido —susurra Colton señalando a sus padres en la cama, ambos dormidos y abrazados.
Coge el edredón con el que se estaba tapando él en el sofá cama y abre despacio las puertas del balcón
para que ambos salgamos. Yo tiro un par de almohadas en el suelo y él nos tapa a los dos después de que
nos sentemos.
—¿Qué has liado ahora? —inquiero acusatoriamente después de que se encienda un cigarro y me lo
pase.
—No sé de qué hablas. —Finge inocencia, pero lo conozco desde que nació, solo le saco un año y sé de
lo que es capaz.
—Venga, Colton, he visto cómo te miraba Gabi. ¿Os habéis liado?
—Qué cosas tienes —dice negando con la cabeza y sujetando mi mano para acercarse el cigarro a los
labios—. Sabes que mi corazón es tuyo, princesa, no sería capaz de fijarme en nadie más.
—¡Cállate! —exclamo dándole un empujón cariñoso mientras estallo en una carcajada.
—¡Shh! —Rodea mi cuello con su brazo para pegarme a su pecho y taparme la boca con la mano—. No
grites.
Ambos reímos en voz baja y él va bajando la mano poco a poco, pero no me despega de su cuerpo;
puedo sentir el calor que desprende y debo admitir que siempre he pensado que tiene una sonrisa
demasiado atrayente.
—Eres la persona más peligrosa con la que podrían encerrar a una chica con novio en una habitación —
digo con diversión sin moverme.
—¿Es que me has puesto los cuernos y me lo dices con ese descaro? —Alza las cejas ofendido y yo ríe
mientras niego con la cabeza.
—No tienes remedio.
—Y te encanta. —Me da un beso en la frente y yo tomo una bocanada de aire antes de apoyarme en su
cuello.
Es demasiado complicado explicar mi relación con Colton, hemos estado a punto de liarnos tantas
veces, que he perdido la cuenta, pero nunca lo hacemos. ¿Por qué? No sabría afirmarlo con seguridad y no
es algo que hayamos hablado, pero creo que ambos tenemos miedo de que, después, nuestra amistad se
vaya a la mierda.

IV

ASIA

Estoy viviendo en una casa de locos.
No sé la cantidad de personas que hay en la mansión en estos momentos, lo que sí sé, es que hay
demasiadas hormonas y demasiados conflictos pasados como para que la fiesta de esta noche no acabe en
desgracia.
Sasha ha confiado en mí para que empiece a encargarme de la organización de algunas fiestas
puntuales de La Cueva, como la esta noche en la que Connor cumple años.
Me dio vía libre y me dijo que usase mi imaginación, tras hablar un poco con Connor de forma
disimulada e intentar averiguar sus gustos a través de diferentes personas, descubrí que Halloween es su
festividad favorita y, teniendo en cuenta que el último no se ha podido celebrar por lo tensas que estaban
las cosas, se me ha ocurrido montar una especie de "casa del terror".
Sasha no me ha dado presupuesto, me dijo que no reparase en gastos porque su marido se merece todo
lo mejor, así que llevo un par de semanas firmando cheques a su nombre. Reconozco que ha sido divertido
y me he sentido poderosa, a pesar de que ese dinero no fuese mío. Lo cierto es que La Cueva ha quedado
transformada y parece sacada de una película de terror, espero no haberme pasado.
—Tienes todo listo, ¿verdad? —Sasha entra en el dormitorio que comparto con Dante sin preocuparse
por llamar a la puerta.
—Sí —contesto terminando de vestirme, Dante sigue en la ducha.
—Me han pasado la factura esta mañana —comenta acercándose con el ceño fruncido, trago saliva y no
sé ni dónde meterme, pero entonces cambia la expresión y la sustituye por una sonrisa—. Joder, Asia,
tendrías que verte la cara —dice rompiendo a reír.
—No me vuelvas a hacer eso —pido llevándome la mano al pecho.
—Has gastado poco, no sé cómo has conseguido montar semejante espectáculo con ese dinero, pero te
felicito. —Sonríe y se da la vuelta para marcharse.
—¿Has visto un fantasma? —Me pregunta el rubio tras salir del baño únicamente con una toalla blanca
rodeando su cadera.
—Los que vas a ver tú esta noche. —Río y paso los brazos por detrás de su cuello para besarlo.
—Estoy seguro de que Connor va a flipar, es un loco de Halloween y de las películas de terror.
—He contratado actores para que se disfracen de asesinos de Slasher, espero que no le dé un infarto.
—¿Infarto? —Ríe soltándome para vestirse—. Espera que no se haga amigo de ellos.

DANTE

Bajamos a desayunar, pero la mesa está llena de gente, así que cogemos unas tostadas y, tras poner
una buena ración de huevos revueltos y bacon en un plato, salimos al jardín. Aquí no es que haya mucha
menos gente, así que nos colocamos en dos hamacas que arrastramos hasta la mesa de metal para estar
junto al resto.
—Esto parece el parque de atracciones en hora punta —comenta Nino cuando Colton sale poco después
de nosotros.
—Y que lo digas. —Kibo pega un bocado a su sándwich de queso cuando Cassandra sale al jardín tras
Colton, corretea hasta él y lo empuja a la piscina.
—¡La has cagado, princesita! —grita él en medio de una carcajada, y sale del agua de un salto
comenzando a dar vueltas alrededor de la piscina para perseguir a la hija de Ryder.
—¿Qué se traen estos dos? —Doy un trago al vaso de zumo de mi primo, el cual me lanza una mirada
asesina sin responder—. Tranquilo, seguro que solo son amigos.
—Me parece a mí que este chico tiene muchas amigas —comenta mi prima sin darse cuenta de la
mirada que le lanza Niniano.
—Joder, cómo hemos empezado el día, eh. —Miro a Asia y esta sonríe, traga lo que tenía en la boca y se
inclina para darme un beso que le devuelvo encantado.
Desayunamos observando y, reconozco que, riendo también, cómo Colton y Cassandra se divierten
dentro del agua; todos menos Kibo, el cual prefiere coger su comida y terminársela dentro de la casa.
Gabriella, por su parte, solo les dirige miradas de desagrado, sin darse cuenta de que sus celos son
demasiado evidentes para el ex miembro de la 'Ndrangheta que la contempla indignado.
Poco después, el recién llegado de San Francisco sale del agua cuando su padre lo llama desde la
puerta de la cocina, se dirige hasta él, intercambian algunas palabras y un par de risas, y regresa para
lanzarse al agua. Sin embargo, baja un poco sus gafas de sol al darse cuenta de que Gabi lo está
observando, así que sonríe de medio lado y camina hasta ella.
—Te juro por Dios que como se te ocurra si quiera pensarlo, te mato —indica ella al ver las intenciones
del otro.
—Lo estás deseando. —Colton sacude su pelo sobre la cabeza de la rubia, salpicando también a Nino, el
cual tensa la mandíbula.
Esto no va a tener un final feliz.
—¡Ni se te ocurra! —exclama Gabi cuando Colton la sujeta por detrás para levantarla del banco, pero
no es que las risas de mi prima ayuden a frenarlo—. ¡Para, no!
—Te ha dicho que la sueltes —dice el italiano llenando sus pulmones de aire.
—¡Colton, te juro que te mato! —Ambos continúan vacilando, ajenos al drama que se avecina cuando
Niniano se pone en pie.
—¡Te ha dicho que la sueltes! —repite dando un empujón al hombro de Colton.
Este retira las manos del cuerpo de Gabi, se quita las gafas de sol despacio y lo observa al mismo
tiempo que hace un movimiento con la cabeza para retirarse los mechones de pelo mojado de sus ojos.
—¿Cuántas veces te tienen que pedir las cosas para que las entiendas? —continúa Niniano, de modo
que le doy mi plato a Asia y me pongo en pie.
—¿Tú eras? —pregunta el de San Francisco llevándose la mano a la oreja.
—Venga, ya está. —Me interpongo entre los dos y miro directamente a Nino, el cual está debatiéndose
entre rompe la cara a Colton, rompérnosla a los dos, o darse la vuelta.
—¿A ti no te han enseñado lo que es el respeto en tu casa? —insiste el italiano sin retroceder.
—A mí sí ¿sabes tú lo que es el sentido del humor? —Colton borra la sonrisa de su rostro y es entonces
cuando sé que yo solo no voy a poder separarlos.
—¿Qué está pasando? —Connor sale de la cocina en ese momento—. ¿Nino?
—Nada, ha intentado tirar a Gabriella al agua cuando ella no quería.
—A ver... —Gabi se rasca la cabeza, incómoda.
Sé que quiere decir que no ha sido para tanto, que estaban jugando y Nino ha reaccionado así por
celos, pero no quiere sacarle la cara a Colton porque entonces el otro se enfadaría.
—No se te ocurra ponerle las manos encima a mi hija, te lo advierto —habla Connor acercándose a
Colton, el cual da un paso atrás y lo mira de arriba abajo—. ¿Me quieres decir algo?
—¡Eh! —Josh se une a la partida en ese momento. Avanza descalzo por encima del césped, y Connor
parece olvidarse del pequeño Matthews cuando el mayor aparece—. ¿Qué puto problema tienes con mi
hijo? Como no te atreves con el padre, tienes que ir a por él, ¿o cómo va la cosa?

V

DANTE

—Este día tenía que llegar. —Sasha se acerca con un pedazo de sandía en la mano.
—No, por favor, qué cruz —dice Wendy caminando tras ella.
—Déjalos. —La rubia levanta el brazo para impedir que la morena vaya hasta su marido—. Si te metes,
me veré obligada a hacer lo mismo, y ninguna de las dos queremos eso, ¿verdad?
—¿Y vas a dejar que se den de hostias así, sin más? ¿Qué ejemplo es ese para nuestros hijos?
—O dejamos que se den de hostias solo los padres, o añadimos a las madres. —Gira para mirarla, y yo
rezo para que Hope aparezca pronto.
—Matthews, ¿por qué será que siempre que vienes me traes problemas? —masculla Connor
acercándose a su rostro.
—Te aseguro que en esta ocasión venía en son de paz, es tu cumpleaños y mi mujer quería verte, muy
en contra de mi voluntad, debo añadir. —Hace una pausa en la que Connor sonríe orgulloso—. Pero ¿qué
se supone que debo hacer cuando te enfrentas a mi hijo de diecisiete años?
—No me he enfrentado a él.
—Que va. —Josh se carcajea e intercambia una mirada con Wendy, la cual está ahora hablando con
Sasha—. Algún día tú y yo tendremos una seria conversación, pero no será delante de mi hijo, eso te lo
puedo asegurar.
—¿Temes que vea lo cobarde que es su padre? —cuestiona cuando Josh se da la vuelta, y yo me
apresuro a coger a Asia y levantarla de la hamaca para alejarnos unos metros.
Josh gira sobre sus talones, sonríe y echa la cabeza hacia atrás, sostiene la mirada de Connor y se
prepara para el puñetazo que este intenta asestar en su rostro, el cual esquiva por los pelos.
—¡Connor! —Su hermana Alice entra corriendo en el jardín seguida por su marido Rick y su hijo Greg
—. ¡Siempre lo mismo contigo!
—¿¡Tenías que traerlo a mi cumpleaños!? —grita él cuando Colton y Rick apoyan la mano en el pecho
de Josh para obligarlo a retroceder.
—¡Te he traído a Wendy, joder! ¡Josh viene en el paquete!
—Pues menudo paquete de mierda —masculla Connor, provocando que Josh se libre de su hijo y de su
amigo, y se tire sobre él, cayendo ambos al agua.
—¡Mamá! —exclama Gabi al ver que la rubia está dando un bocado a la sandía, esta hace un gesto con
la mano para que su hija se tranquilice.
—¿Te parece normal la que has preparado? —inquiere Colton avanzando hacia Nino—. Conozco a
Gabriella lo suficientemente bien como para saber cuándo habla en serio y cuándo no. Recuérdalo la
próxima vez que se te ocurra montarle una escenita de celos.

GABI

Madre de Dios, no me puedo creer que todo esto haya pasado porque Colton me haya intentado tirar a
la piscina, si lo llego a saber, me dejo, joder.
Solo quería jugar un rato, ¿qué tiene de malo? No sé por qué Nino se ha puesto así, ni siquiera sabe
que Colton y yo nos liamos en San Francisco, ni que anoche se metió en mi habitación. Si se ha puesto así
sin tener toda esa información... Santo cielo.
Cassandra sale del agua cuando mi padre y Josh caen en la piscina, se dan puñetazos y saltan el uno
sobre el otro. Alice, la hermana de Connor, maldice y discute con mi madre, porque una insiste en
hacerlos parar y la otra dice que no, que deje que se peguen y zanjen sus asuntos de una vez.
—Pero ¿qué cojones? —Hell aparece en escena con un brazo por encima de los hombros de Hope, el
cual enseguida retira para correr hasta el borde de la piscina—. ¡Connor! ¡Connor!
—¿Qué ha pasado? —Hope habla directamente a la reina de la casa, y niega con la cabeza cuando esta
le ofrece un mordisco de su sandía.
—Lo de siempre, ya sabes que Connor y Josh no son muy amigos. Al final tenían que darse, era
inevitable.
—Y tú aquí, ¿tan tranquila? —reprocha la pelirroja apoyando las manos en sus caderas.
—¿Qué quieres que haga?
—¡Pues pararlos! —exclama Wendy a su lado.
—No me grites en el oído —contesta mi madre sin mirarla.
—Dios, no te soporto, te lo juro —dice ella antes de aproximarse también a la piscina.
—Pues no sé para qué coño vienes a ver a mi marido. —Sasha le lanza una mirada de odio, la cual es
ignorada por Wendy ya que se encuentra a unos metros.
Me llevo las manos a los oídos cuando Hell, que había entrado en el interior de la casa, regresa
segundos después con su arma en la mano; levanta la pistola hacia el cielo y dispara. Colton cubre a
Cassandra con su cuerpo de forma instintiva, al igual que Nino hace conmigo y Dante con Asia.
—Fuera del agua. Los dos —ordena el patriarca cuando Josh y Connor dejan de pegarse y lo miran.
Ambos se alejan y sale cada uno por un lado de la piscina, Wendy se acerca para observar las heridas
de Josh, pero mi madre no despega los pies del suelo, solo mira a Connor con detenimiento sin abrir la
boca.
—¿Dónde cojones os pensáis que estáis? —Mi tío Hell los mira furiosos y su mujer se aproxima para
quitarle la pistola de la mano sin interrumpirlo—. ¡Delante de los chavales os vais a dar de hostias! —grita
y nos señala a todos—. ¿¡Estáis de coña!?
—Ha sido culpa mía, Hell, lo siento —dice Connor negando con la cabeza, Josh solo lo fulmina con la
mirada y se mete en la mansión cuando Wendy tira de su mano y llama a Colton para que los siga.
—Entiendo que tengas tu pasado con ese tío, pero esta es mi casa, ¿estamos? Si no quieres que estén
aquí, los echas, pero no te pones a darte de hostias delante de tu hija.
Connor asiente y se acerca a mí, me pide perdón y, tras depositar un beso en mi frente, camina hasta
mi madre, la cual pone los ojos en blanco y le señala la puerta para ir tras él después. Supongo que
intenta hacer el papel de buena esposa, después de todo.
—¿Qué pasa? ¿A dónde vas? —Kibo sujeta el brazo de Cassandra cuando esta se dirige a la casa.
—A ver a Colton. Que te cuente tu prima lo que ha pasado —dice mirándome a mí con expresión
acusatoria.
—¿Otra vez te vas detrás de ese tío? —masculla tensando la mandíbula, y Cassandra arquea una ceja,
incrédula.
—¿Qué tío? ¿Mi amigo dices? Sí, otra vez. Y si tienes algún problema, dale una vuelta antes en la
cabeza para no soltarme algo de lo que después te arrepientas. —Le hace un gesto con la mano para que
la deje pasar—. Si me disculpas.
Kibo se acerca a nosotros con el rostro furioso, apoya un pie en el banco y se sienta sobre la mesa de
metal, junto a Dante, Asia, Nino y yo.
—Tenemos que sacar a esta gente de casa, como sea —sentencia mirando a Nino, el cual asiente con
seriedad.
—Calma, joder. —Dante niega con la cabeza y levanta las manos para pedir un poco de cordura,
supongo—. Colton y Greg no tienen la culpa de las movidas que tuviesen sus padres con Connor, al igual
que nosotros no la tenemos por lo que los nuestros pudieran hacer en el pasado.
—Ya lo sé —dice Kibo—, pero es que no lo aguanto. Lleva aquí una jodida noche y mira todo lo que ha
pasado ya.
—¿Qué ha pasado? Porque, que yo sepa, lo único que el chaval ha hecho ha sido intentar tirar a Gabi al
agua y, lo siento Niniano, pero no parece que ella lo estuviese pasando mal.
—Dante, no jodas, eh. —Kibo le lanza una mirada acusatoria.
—No me jodáis vosotros, estáis los dos celosos porque ha intentado ligar con Gabi y con Cassandra, y
eso os reconcome por dentro. —Sus palabras dejan callados a los dos aludidos—. Parece mentira, de
verdad. ¿Creéis que con peleas vais a conseguir que una tía se fije en vosotros? Cambiad de táctica, coño.
Vamos —dice a Asia ofreciéndole su mano.

VI

ASIA

Sigo a Dante al interior de la casa y ambos vamos a la habitación para lavarnos los dientes tras
desayunar, cierro la puerta cuando estamos dentro y lo observo con una sonrisa.
—¿Por qué me estás mirando así? —consulta con la boca llena de pasta.
—“¿Creéis que con peleas vais a conseguir que una tía se fije en vosotros?” —repito su discursito y él
rompe a reír, manchando todo el espejo—. ¿Tengo que recordarte todas las veces que tú has querido
golpear a Nino?
—No es lo mismo —contesta tras enjuagarse con agua.
—¿Por qué? —Paso tras él y acepto mi cepillo cuando me lo ofrece.
—Porque Niniano es un De Luca, en cuanto llegó, Gabi se enteró de quién era y supimos que estaban
aquí por nosotros. Es cierto que no me hacía ni puñetera gracia que se acercase a ti, pero, mira, tenía mis
razones. Te recuerdo que nos secuestró y trató de matarnos, no podía soportar verlo cerca de ti porque
estaba seguro de que tenía segundas intenciones.
—Bueno, de todas formas, te ha quedado muy bien. —Río y él me lanza la toalla.
—Solo conocen a Colton desde ayer por la noche, obviamente están jodidos porque solo lleva aquí una
noche y ya tiene a mi prima y a Cassandra que les tiemblan las piernas cada vez que se acerca.
—¿En serio?
—Las conozco. —Asiente y se deja caer en la cama cuando apoyo las manos en su pecho y lo hago
retroceder—. Y Kibo está bastante pillado por Cass, pero Colton y ella se conocen de toda la vida también,
y se han visto mucho más a menudo. Ryder y Josh son como hermanos, se ven casi todos los meses.
—¿Y tú por qué sabes todo eso?
—Por Kibo, él habla con Cassandra a diario, y le cuenta cuándo va a San Francisco o cuándo ellos van a
Arizona.
—¿Y tu prima? ¿Crees que le gusta Colton más que Nino?
—No, creo que lo de Colton es pura atracción, pero con el italiano tiene algo más intenso. No la he visto
con nadie como con él, si te digo la verdad.
—Bueno, pues tendremos que intentar que no se maten en la fiesta de esta noche —concluyo—,
bastante sangre falsa va a haber. No quiero de la de verdad.

*

Estoy nerviosa, quiero que todo salga tal y como lo he planeado, pero temo que algo se tuerza y la
fiesta se vaya a la mierda. La casa del terror ha quedado espectacular, he usado las tres salas por las que
pasa la gente al entrar en La Cueva, donde normalmente se les prepara, se les da la ropa, etc., para que
sean las antesalas de la casa.
¿Quiénes serán los participantes? Bueno, la lista es larga:
Hell, Hope, Dante, Marie, Sasha, Connor (obviamente), Gabi, Nino, Nathan, Kibo, Nick, Allie y yo, por
parte de la familia. Además, se nos han unido por parte de San Francisco y de Arizona, Cassandra, Wendy,
Colton, Alice y Greg; Josh y Rick han salido a cenar.

—Todos preparados —anuncia Sasha cuando ya hemos bajado de los coches y nos encontramos en la
puerta de La Cueva, todos me observan—. Ignóralos —indica refiriéndose a los paparazzi que buscan la
mejor fotografía de la Reina de la lencería y el vicio de Nueva York.
—Vale, bien, bueno, es una casa del terror, pero con premio final —comienzo la explicación, y Sasha
frunce el ceño, esto no se lo he contado—. Tenemos que hacer dos equipos.
—La acabas de cagar —espeta Connor con una sonrisa de lástima pillándome totalmente por sorpresa,
desvía la mirada hacia Sasha y, entonces, veo cómo las comisuras de sus labios se van curvando poco a
poco.
—¿Has preparado una competición, Asia? —inquiere la rubia caminando hacia mí con un tono divertido
en su voz.
—Bueno… ¿sí? ¿Pasa algo?
—Sasha es tremendamente competitiva —explica Hell negando con la cabeza.
—Navilimpiadas de Halloween. —Nicholas se aproxima y se posiciona frente a la rubia—. Tú y yo
tenemos algo pendiente, primita.
—Bueno, ya tenemos a los dos capitanes. —Hope la señala sonriente—. ¿Vais a repetir la táctica de
hace dieciocho años?
—¿De qué habla? —pregunto a Dante, pero este se encoje de hombros.
—Hicimos una especie de competición por Navidad hace mucho tiempo, y el equipo de Sasha ganó al
de Nick —informa Hope rememorando sus recuerdos.
—Vaya… no tenía ni idea. —Sonrío avergonzada—. Si queréis podemos dejar eso a un lado y
simplemente…
—¿Disculpa? —Sasha se lleva la mano al pecho—. No, no, hay competición. ¿Verdad, cariño? —Arquea
la ceja en dirección a Connor, el cual está riendo al mismo tiempo que se acerca a ella y deposita un beso
en sus labios.
—Por supuesto, pero, ¿esta vez me vas a dejar estar en tu equipo?
—Claro que sí.
—Entonces me apunto.
—Bien, pues en total somos dieciocho. —Miro a Connor ahora—. He intentado que viniese tu hermano
Jackson, pero me ha dicho que trabajaba esta noche, lo siento.
—No te preocupes. —Sonríe, y veo cómo Colton intercambia algunas palabras en voz baja con su primo
Greg, al mismo tiempo que el rostro de Wendy se contrae y lanza una mirada a Alice.
—Oye, ¿se puede hacer esto dentro? Porque al final voy a tener que hacer algo con ellos, y no me
apetece salir en primera plana mañana —comenta Sasha señalando con la cabeza los fotógrafos.
—Mmm… —Recuerdo que al comienzo ya está todo ambientado como Elm Street y el actor de Freddy
Krueger es el primero en aparecer—. Por poder se puede, pero ya empieza la casa ahí.
—Da igual, vamos —insiste la rubia.
—Está bien, seguidme.
Abro la puerta principal y soy la primera en entrar para comprobar el estado de todo, a continuación,
les hago una señal con la mano y les pide que se coloquen al fondo, justo por donde Krueger saldrá
cuando lo vea oportuno.
—Una cosa —digo cuando ya están todos dentro esperando indicaciones—. Dejad las armas en ese
cesto, por favor. —Lo señalo con el dedo—. Me niego a que disparéis a alguien cuando os asusten.
—No, yo no. —Sasha niega con la cabeza—. No voy a entrar desarmada, no me fío de nadie.
Todos asienten, así que no insisto y me pregunto qué les habrán explicado a Colton y Greg para que no
se sorprendan con todo el tema de las armas. Antes, cuando Hell ha disparado al cielo, no se han
inmutado; a ver, sí, pero no han hecho preguntas al respecto. Supongo que sus padres, en su momento, les
explicarían lo que creyeron indispensable y necesario.
—De acuerdo, Sasha y Nicholas os tenéis que colocar sobre esa marca. —Señalo un círculo iluminado
con la luz artificial de dos farolas.
—Asia, esto es una pasada. —Me felicita Dante, y el resto se unen a su enhorabuena.
—No vas a echarme sangre o algún mejunje de esos encima, ¿verdad? —cuestiona la reina antes de
meterse en la marca.
—No, tranquila. De momento no. —Sonrío con malicia y ella me lanza una mirada asesina—. Elegid a
vuestro equipo.
—Empiezo yo —decide ella, y Nick simplemente ríe sin rebatirla—. Connor.
—¿¡Eliges a papá antes que a mí!? —protesta Gabi ofendida, pero Sasha la ignora y besa los labios de
su marido.
—Te toca, Nick —indico.
—Hell. —Abre los brazos y hace una señal divertida para que él se acerque, provocando que todos los
presentes rían.
—Gabriella —continúa la rubia, y su hija se acerca dando saltitos para abrazar a sus padres.
—Niniano.
—Ya empezamos —dice Hope riendo por la elección de Nick—. Vas a hacer lo mismo que te hizo Sasha
hace dieciocho años, solo que al revés y usando a su hija, ¿verdad?
—La venganza se sirve bien fría. —Nick guiña un ojo a su prima, y esta trata de calmar a su hija, la cual
ahora protesta porque el italiano no va a estar en su equipo.
—Elijo a la oveja —habla Sasha orgullosa, y todos los adultos rompen en una carcajada que nosotros no
entendemos, supongo que son cosas relacionadas con aquellas Navilimpiadas que jugaron ellos años
atrás.
—No te va a funcionar otra vez —asegura Nick cuando Allie se posiciona junto a Sasha—. Elijo a
Nathan, ven aquí, primito.
—Pues yo a Hope.
—Dante, conmigo —comunica Nicholas.
—¡Asia! —exclama entonces Sasha con entusiasmo, yo me lamento por no poder compartir esta
experiencia con mi novio, pero camino hasta el equipo de la reina.
—Kibo.
—Sasha, la niña conmigo —advierte Hope a su amiga.
—Venga, Marie, más te vale ser buena jugadora. —Le dice su tía cuando la pequeña de la familia se
acerca y abraza a su madre.
—Bien, San Francisco —comienza Nick pasando su mirada por encima de los que quedan—. Wendy
conmigo —dice entonces, y casi puedo ver cómo se mueven los engranajes de su cerebro pensando en sus
tácticas de juego.
—Mi amor, ¿vas a dejar a mi hermana ahí? —Connor mira a su esposa.
—Shh, esto es una competición. Elijo a Colton —indica tras echar un vistazo al equipo de su primo y
comprobar que Nino está allí.
Apostaría a que está intentando separar a las parejas para que el miembro contrario se desconcentre y
no pueda pensar en el juego. Ha elegido a Colton porque Nino está en el equipo de Nicholas, y sabe que
estará pensando todo el rato en Gabi y no será de ayuda.
—No me lo puedo creer —protesta Connor tras ver la elección de la rubia.
—Elijo a Greg —sigue el capitán, y el susodicho camina y se coloca junto a Wendy.
—¡Cassandra! —exclama Sasha, de nuevo emocionada—. Madre mía, lo estás haciendo de pena, eh —
ríe en dirección a su primo.
—Alice conmigo, equipos cerrados —sentencia Nick tras observarlos.
—¡Mujeres contra hombres! —grita Sasha, y juro que nunca la había visto tan emocionada desde que la
conozco.
—Bueno, no del todo —apunta Connor meneando la cabeza y obviando el hecho de que Colton es el
único chico entre tanta chica, aparte de él.
Sasha sabe jugar bien sus cartas, la expresión de Nino y Kibo ahora mismo es ideal para ser dibujada
sobre un lienzo en blanco.

VII

COLTON

Me coloco tras Cassandra y paso los brazos por sus hombros, acerándola a mí, ella sonríe y gira el
rostro para depositar un beso en mi mejilla.
—Estarás contento —señala echando un vistazo a todas las chicas del equipo—. No te has visto en una
así en tu vida.
—Sabes que sí —contesto y ambos rompemos a reír—. Quizá quieras mantener las distancias para que
tu noviecito no se enfade. —Lo señalo con la cabeza y ella sigue mi mirada, comprobando cómo Kibo no es
capaz de disimular sus celos.
—No es mi novio —espeta con decisión—. Y no lo será si sigue comportándose así. —Niega con la
cabeza y se mueve para colocarse a mi lado, sin apartar mis brazos de su cuerpo—. Tú y yo somos amigos,
si Kibo no puede aceptar eso ahora que no tenemos nada serio, entonces imagina cómo sería en una
relación.
—Por eso eres mi chica favorita —digo antes de sonreír y abrazarla.
—Qué bien hueles siempre, capullo. —Me da un empujón amistoso y, de pronto, suelta un grito ahogado
cuando un actor disfrazado de Freddy Krueger sale de detrás de mí—. ¡Joder, que me da un infarto! —
exclama a la vez que rompe a reír y se lleva la mano al pecho.
—Hostia. —Lo miro y me maravillo por lo bien logrado que está—. Tío, eres idéntico al de verdad.
Acerca las cuchillas de sus dedos a mi cara y yo doy un par de pasos atrás, no me fio ni un pelo de la
gente que haya contratado esta familia, adoro demasiado mi cara como para arriesgarme.
—Joder, Asia. —Connor aplaude y el resto lo imita, haciendo que la chica que ha montado la fiesta
realice una pequeña reverencia y se sonroje. Su novio camina hasta ella y le dice algo en el oído antes de
besarla.
—Bueno, vamos ¿o qué? —Sasha se acerca hasta la puerta que da a la siguiente sala, y su equipo la
sigue, así que yo también.
—Entonces gana el equipo que antes llegue a la última sala —informa Asia antes de separarse del rubio
—. Buena suerte a todos.
Sasha abre la puerta con decisión, y no se inmuta cuando un grito suena a su izquierda, gira la cabeza
y aparta la calavera que ha salido disparada de un manotazo. Connor sonríe y trata de darle la mano, pero
ella declina la oferta con un gesto de la cabeza, incitando a su marido a que se centre.
—Joder. —El cumpleañero no deja de maravillarse con la ambientación que tiene cada rincón—. Esto es
Crystal Lake —comenta al ver todo el decorado.
—Atentas entonces, Jason Voorhees debe de estar a punto de aparecer —señalo y Cassandra se acerca
más a mí—. Tranquila —río cuando coge mi brazo para que la sujete—. ¿Desde cuándo te dan miedo las
casas de terror?
—No me dan miedo, es que hueles muy bien, ya te lo he dicho —miente y ríe conmigo.
—Aquí hay una pregunta —comunica Gabi tras acercarse a una puerta oculta entre un montón de
árboles falsos.
—¿Cuál es? —Su madre va hasta ella.
—¿Quién es el asesino original de Viernes 13? —Lee en voz alta.
—Pues Jason —contesta Marie al lado de su madre—. El loco ese de la máscara.
—No. —Connor niega con la cabeza y se acerca a su hija—. La asesina original es la madre de Jason, la
señora Voorhees.
En ese momento la puerta cede sola, y Connor sonríe orgulloso antes de acercarse hacia su mujer, la
cual le hace un gesto, satisfecha, para que la bese.
—Pasa, cariño. —Hope apoya la mano en la espalda de Marie para que vaya delante.
Yo voy el último, por detrás de Cassandra, la cual no me suelta ni cuando tenemos que atravesar un
estrecho callejón perfectamente ambientado en los lugares donde asesinaba Jack el Destripador.
—¡Ahh!
Todos miramos hacia adelante cuando la más pequeña se cae de culo al ver al recién mencionado
asesino de Londres, el cual la amenaza con un cuchillo, espero que falso.
—¡Quítamelas, quítamelas! —grita moviéndose como una loca cuando se da cuenta de que ha caído
contra unas telarañas repletas de esos insectos que mi mejor amiga tanto detesta.
—Me muero. —Cassandra agita las manos y empieza a hiperventilar—. Dime que son falsas.
—La madre que me parió. —Sasha sacude la cabeza y lanza una mirada asesina hacia Marie y hacia
Cass.
—Ya está, cielo. —Hope la ayuda a ponerse de pie—. Son de mentira, mira, no...
—Me quiero ir. —Niega con la cabeza frenéticamente mirando a su madre.
—Pero hija...
—Llévatela —pide Sasha poniendo los ojos en blanco.
—Vale, retroceded y que os lleven directamente al final, esperadnos allí —indica Asia con una sonrisa
cómplice—. Lo siento si te ha asustado.
—Has hecho un trabajo espectacular. —Hope le guiña un ojo y se marcha con su hija desandando los
pasos.
—¿Podemos seguir o alguien más necesita un desfibrilador? —La rubia mira directamente a Cassandra,
la cual finge una sonrisa y niega con la cabeza.

DANTE

Camino orgulloso por cada nuevo detalle que veo, no tengo palabras para el increíble trabajo que ha
hecho mi unicornio. De hecho, no sabía que conociese tanto el mundo Slasher, para ser sincero.
—Me parece que nos van a vomitar —comenta Wendy tras señalar el cartel de una calle en una esquina
—. 3500 Prospect Noroeste.
—¿Qué es? —cuestiona su sobrino Greg—. ¿Dónde estamos?
—En El Exorcista —sentencio al reconocer la imagen de la casa al doblar una esquina.
—Que vomiten a Nino —bromea Kibo—. Así lo despeinan un poco, que siempre va muy repeinado. —
Todos rompemos a reír, menos el susodicho que simplemente lo ignora.
—Ahí viene. —Señalo con la cabeza hacia una puerta que se abre, por la cual aparece una actriz
idéntica a la niña del papel que protagoniza esta sala.
—Ay no. —Alice se esconde detrás de su hijo, el cual ríe e ignora las malas caras que le dedican Nino y
Kibo.
No me gusta un pelo que esos dos se hayan propuesto hacerle el vacío a Greg, por mucho que Colton
no les guste, su primo no tiene la culpa de nada, joder. Además, Kibo no es la primera vez que lo ve, ya ha
venido en alguna ocasión para pasar tiempo con Gabi, así que no entiendo este comportamiento ahora.
—Ponte ahí, mamá. —Greg señala una farola junto a la fachada de la casa, y ella obedece porque la
niña se acerca a nosotros.
En ese momento todos estallamos en una carcajada cuando una mezcla de no sé qué, baña a la pobre
mujer de pies a cabeza. Wendy se lleva las manos a la boca para no reír y se queda petrificada unos
segundos antes de ir hasta ella.
—¡Greg! —grita Alice, y el susodicho se sujeta el estómago por no poder parar de reír al ver a su madre
pringada de algo que simula ser vómito.
—Ojo con Asia —comenta Hell—, recordadme que no me meta nunca con ella.
—Pues yo estoy rezando para que también vomiten a Sasha —confiesa Nick sin dejar de reír.
—Se la carga —expresa mi padre—. No creo que Asia se arriesgue.
—Ese cabrón tiene que estar gozándola.
Miro hacia Kibo cuando escucho cómo habla con Nino, su mandíbula se encuentra tensionada y la del
italiano la imita al oír esas palabras.
—Espero que Gabriella sea mucho más lista que Cassandra —comenta Niniano con rabia.
—Tanto que te han entrenado para fingir indiferencia ante enemigos —digo frente a él—, ¿y no te han
enseñado a controlar los celos?
—No estoy celoso —espeta, y yo rompo a reír.
—Hostia, y decías que los Ivankov mentimos de pena. Os sugiero a los dos que cambiéis de actitud,
porque ni Cassandra ni mi prima son chicas a las que podáis controlar o decir con quién pueden hablar.
Os mandarán a tomar por el culo a los dos. —Niego con la cabeza y vuelvo junto a Greg, el cual está
escondiéndose detrás de la niña del exorcista para que su madre no lo alcance.
—Se supone que la que tiene que acojonarnos es ella. —Nicholas la señala y la pobre actriz intenta
asustarnos de nuevo—. Pero Alice da más miedo.
—A ver, aquí hay una pregunta —anuncio tras inspeccionar el lugar—. ¿Cuál es el nombre de la niña
esta?
—Pues la niña del exorcista —contesta el italiano con cara de aburrimiento.
—No, joder, el puto nombre de la niña.
—Yo lo sabía. —Wendy se muerde el labio y cierra los ojos—. Es algo con erre. Ra… no, Ro…
—Venga, guapa, piensa. —Nick la insta y todos nos ponemos a sugerir nombre al aire, pero ninguno es
el correcto.
—¡Regan! —exclama entonces ella—. ¡Es Regan!
—¡Bien hecho! —Mi tío Nicholas choca su mano cuando una puerta nueva se abre.

Pasamos por unas pocas salas más, resolviendo preguntas, viendo asesinos de Slasher y riendo más que
asustándonos. Bueno, todos menos mi primo y Nino, que han estado todo el rato atrás del todo, hablando
de sus cosas y sin apenas participar. Me ponen de una mala hostia que he tenido que morderme la lengua.
He preferido no decir nada porque Asia no está en este equipo y no los está viendo, pero, si hubiese
estado aquí, me habría parecido una falta de respeto que pasasen así de todo. Al menos que finjan que se
divierten, me he quedado dormido durante noches mientras ella permanecía despierta organizando todo
esto, joder.
—¿Eso son gritos? —inquiere mi padre cuando ya estamos en la última sala de todas, la cual está
ambientada a lo Matanza de Texas—. Son ellas, han ganado —dice sonriendo al reconocer la voz de Sasha.
—¿Otra vez? —Nicholas maldice y yo río de nuevo al ver cómo Alice sigue intentando quitarse todo el
pringue de encima.
Resolvemos la pregunta acerca de la herramienta que usa el asesino de esta película para matar, y
todos salimos por la puerta de forma apresurada cuando, el sonido de una motosierra tras nosotros, nos
indica que Leatherface se ha unido a la fiesta.
—¡Hemos ganado! —comunica mi tía en cuanto nos reunimos al final—. ¡Otra vez! —Salta sobre el
cuerpo de su primo y éste la sujeta rompiendo a reír.
—Te odio —dice él con diversión.
—¿Y Hope y Marie? —pregunta mi padre al ver que no están.
—Tu cachorra se ha meado encima nada más empezar, así que Hope se la ha llevado fuera —responde
la rubia poniendo los ojos en blanco—. Así que os hemos ganado con dos jugadoras en el banquillo —
continúa fanfarroneando.
—¿Dónde está Cassandra? —Kibo da un vistazo a su alrededor—. Y el de San Francisco.
—Eso, ¿y mi hijo? —averigua Wendy.
—Se han quedado charlando con Michel Myers —ríe Allie mientras acaricia su barriga—. Cass quería
probarse la máscara, así que al final le han convencido y se han quedado haciéndose fotos.
Kibo suspira y se aleja para salir por la última puerta, que supongo dará ya a la parte de La Cueva
donde nos esperan mi hermana y mi madre. Todos lo seguimos y yo paso un brazo tras los hombros de
Asia para acercarla a mí.
—Enhorabuena, cada hora de sueño perdida ha merecido la pena. —Sonrío y ella me da las gracias
antes de besarme—. No sabía que fueras fanática de todo esto.
—Porque no lo soy, pero sabía que Connor sí, así que he buscado un montón de información para que
todo se acercase a la realidad todo lo posible. Sabía que él lo valoraría.
—¿Y lo ha hecho?
—Sí, ha estado dándome las gracias todo el rato, es un encanto.
—Bueno, ¿y mi premio? —Sasha se aproxima haciendo un gesto con las manos en dirección a Asia, y
esta ríe mientras pasa por detrás de la barra y saca una caja.
—¿Qué es esto? —La rubia la abre con curiosidad y sonríe con cariño al ver una corona preciosa, con
brillantes y un montón de piedrecitas.
—Tu corona, reina. —Asia se encoge de hombros y sale de la barra para colocarse a su lado, se la quita
de las manos y se la pone.
—¿Cómo sabías que ganaría? —Sasha frunce el ceño—. O que sería la capitana.
—Bueno, me arriesgué —contesta mi unicornio—. Tú me has enseñado a darlo todo y has confiado en
mí para que prepare la fiesta de tu marido, así que yo también he confiado en que tú ganarías.
Mi tía no dice nada, solo sonríe y traga saliva antes de acercarla a su cuerpo y abrazarla, entonces se
quita la corona para observarla mejor y Asia hace un gesto para que el resto del equipo ganador se
acerque y entregarles las medallas que hay en la caja.
—Esto no ha sido barato —comenta la rubia alzando las cejas—. No has podido pagar esta corona y
todo lo que has preparado con el dinero que has gastado.
—La corona la he encargado yo con el adelanto que me diste de mi trabajo —confiesa con una sonrisa,
y yo termino de enamorarme todavía más, camino hasta ella y la beso.
Sasha se ha quedado sin palabras, así que musita un “gracias” y se da la vuelta para que su marido la
admire y la llene de besos.

VIII

CASSANDRA

Cuando regresamos a la sala final junto al resto, busco a Kibo para preguntarle qué tal ha ido todo y si
se ha divertido, lo veo sentado en uno de los sofás junto a Nino, Gabriella, Dante, Asia y Greg, así que voy
hacia ellos.
—O sea que la reina Sasha ha ganado —comento sentándome junto a Kibo, paso una mano por su brazo
para engancharme a él, pero hace un gesto para apartarme, así que arqueo una ceja y me levanto.
—Espera —dice siguiéndome hasta la barra.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan imbécil, Kibo?
—¿Qué quieres que haga? No puedo evitarlo.
—¿El qué? ¿Ser imbécil? —Me cruzo de brazos y bajo un poco la voz cuando Colton y su padre giran la
cabeza hacia nosotros.
—Desde que ese tío ha llegado, no te has despegado de él.
—Kibo, vino anoche —recuerdo con las cejas alzadas—. No lleva aquí ni veinticuatro horas.
—Exacto, y ya te tiemblan las piernas en cuanto se te acerca.
—¿Disculpa? —Suelto una carcajada amarga y me llevo la mano al pecho, incrédula—. Dime que no has
dicho lo que acabo de escuchar.
—Es lo que veo, lo siento.
—Pues ve a que te revisen la puta vista —sugiero acercándome más a él—. Colton es mi mejor amigo
desde que tengo memoria, hacía tiempo que no lo veía y me apetece pasar tiempo con él. Si no puedes
entender eso, entonces es tu jodido problema.
—Pensaba que tu mejor amigo era yo —objeta sin expresión alguna en su rostro.
—No me acuesto con mis mejores amigos. —Me doy la vuelta y me meto en el cuarto de baño, cerrando
con pestillo por si se le ocurre seguirme.
Me echo un poco de agua en la nuca y niego mirándome al espejo, llevo aquí un fin de semana y ya
echo de menos a mi madre. Me pregunto qué habría hecho ella si mi padre le hubiese montado un
numerito de celos como los que Kibo me lleva montando desde que Colton llegó. ¡Que no ha pasado ni un
día!
—¿Me abres? —La voz de Wendy me llega desde el otro lado de la puerta, así que la dejo pasar—.
¿Estás bien?
—Más o menos. —Me fuerzo a sonreír y ella frunce las cejas—. Echo de menos a mi madre, necesito
que me aconseje y… No sé, ella insistió mucho en que no me viniese a estudiar a Nueva York, no quiero
darle la razón tan pronto.
—¿Qué ha pasado, Cass?
—Eso me gustaría a mí saber. —Me siento sobre la tapa del retrete y suspiro—. Kibo está rarísimo, de
repente tiene celos de Colton y me parece super injusto porque no lo conoce.
—¿De Colton mi Colton? —consulta sorprendida—. Pero si vosotros siempre os habéis llevado así. A ver,
entiendo que mi hijo es un poco… —Se muerde el labio y tuerce la mirada, buscando la palabra adecuada
—. Un poco como su padre —ríe segundos después—. Pero no sé, tú eres como una hermana para él, dudo
que tenga un interés más allá que el simple vacile que tiene con todo el mundo, con la diferencia de que
vosotros os conocéis de siempre.
—Pues eso le he dicho a Kibo, pero no lo entiende.
—Bueno, nosotros nos vamos el lunes, así que no te preocupes, Colton no será un problema para
vuestra relación. Aunque…
—Ya sé lo que me vas a decir.
—¿Qué te voy a decir?
—Pues lo mismo que me diría mi madre, seguramente.
Wendy sonríe y asiente, tira de mi mano para que me levante y me coloca frente al espejo; entonces
retira mi larga cabellera castaña hacia atrás y apoya las manos en mis hombros.
—Conocí a Alexis cuando las dos éramos muy jóvenes, tendrías que haber visto la facilidad con la que
convencía a tu padre de cualquier cosa. —Ríe con añoranza y yo sonrío al imaginarlo, aún hoy es capaz de
hacer lo que quiere con papá—. Los dos pasaron por momento difíciles, pero eso fue precisamente lo que
más los unió. Si crees que Kibo es un chico que merece la pena, entonces haz que entienda que, la
confianza, es lo más importante en una pareja. —Se encoge de hombros y yo me giro hacia ella—. Y si no,
que nos lo pregunten a Josh y a mí.
—No me imaginaba que él y Connor se llevasen tan mal.
—Las cosas entre esos dos nunca han sido sencillas, ya se detestaban incluso antes de que yo llegara.
Tienen su propia historia, pero, como todo el mundo, ¿no? Tú céntrate en hacer y estar con quien te haga
feliz, lo demás da igual.
—Gracias. —La abrazo y ambas salimos del cuarto de baño.
Tengo claro que Kibo me gusta, pero esta nueva versión celosa y posesiva no, así que espero que solo
sea algo pasajero y que se disculpe, porque ni él ni nadie me va a impedir o va a controlar con quién hablo
o salgo.

ASIA

Pongo la música y los altavoces comienzan a retumbar, toda la familia se pone en pie y empieza a
bailar. Me siento feliz de ver cómo Sasha y Connor se besan y murmuran cosas, ha sido difícil ver lo mal
que lo han pasado los días que han estado sin hablarse, estos dos nacieron para no separarse en la vida.
Nino y Gabi hablan en un rincón, él sentado en una baqueta y ella de pie, por su postura sé que intenta
hacerse la dura, pero el italiano… Pues es italiano, así que no le conlleva mucho esfuerzo hacerla sonreír y
dejar que la bese.
Wendy y Alice se han marchado para que la segunda pueda ducharse y quitarse la peste de encima,
pobre, agradezco que la palanca del vómito falso no se haya accionado cuando Sasha se ha colocado
debajo sin saberlo. Estoy segura de que los chicos del control la han visto por las cámaras y no han tenido
narices de echarle el vómito por encima.
Colton está bailando con Greg, Nicholas y Allie, cantan la canción a voces y provocan que todos los
demás rompamos en carcajadas por lo mal que lo hacen. Tras ellos, un poco alejados, Kibo habla con
Cassandra, la cual no parece estar muy contenta.
—¿Será Kibo capaz de arreglarlo? —inquiero entre los brazos de Dante.
—Eso espero, sé que está loco por ella. Si es que mira a Colton —señala riéndose al ver cómo salta
sobre los hombros de Greg y finge ser un vaquero sobre su caballo—. Cass solo es una amiga para él, y
con Gabi lo único que ha hecho ha sido tontear un poco, pero este tío no ha venido para eso.
—Bueno, no tiene pinta de ser un chico al que le falte la compañía femenina —expreso mirándolo, y
giro el rostro al ver que Dante no contesta y tiene una ceja arqueada—. Es guapo, tengo ojos en la cara
como para darme cuenta.
—Tienes unos ojos preciosos, eso es lo que tienes —dice besándome después.
—No hay nadie más atractivo y que me ponga más que mi rubio —murmuro sobre sus labios.
—No hace falta que lo jures —bromea entre beso y beso—. Y si no, que se lo pregunten a tus vecinos,
no sé si las paredes de la habitación de tu apartamento sean lo suficientemente gordas como para que no
te escuchen gritar cuando te corres.
Baja las manos hasta mi trasero y me pega a él, desliza los labios por la comisura de los míos y los
arrastra hasta llegar a mi oído.
—Desde luego, las de la mansión no lo son, así que vamos a tener que poner remedio a estos días de
ayuno, preciosa.
—¿Se te ocurre algo? —averiguo interesada cuando mira a su alrededor.
—Estamos en La Cueva, digo yo que, si hay un buen sitio donde follar, ese es este. —Tuerce la sonrisa y
entrelaza sus dedos con los míos—. Vamos.

IX

ASIA

Lo sigo sin oponer resistencia y disimula cuando sus padres nos miran, pero enseguida vuelven a lo
suyo y nosotros aprovechamos para ir hacia las escaleras que dan a la segunda planta. Aquí no hay
paredes y todo está lleno de camas redondas, otras con dosel y sofás que incitan a la lujuria por todas
partes.
—Arriba —dice él y me insta a correr, pero se detiene entre los dos tramos de escaleras y me empuja
contra la pared.
Su lengua me consume, me atrapa y me lleva hasta mis sitios diferentes. Recorre mi cuerpo con sus
manos y regresa arriba para sujetarme por la cabeza y no dejar que me separe de él ni un centímetro.
Retrocedemos sin dejar de besarnos hasta que nos topamos con el primer escalón, entonces vuelve a
entrelazar nuestros dedos y me lleva hasta la primera puerta de las muchas habitaciones que hay en La
Cueva. La abre sin prestar atención al interior y, cuando estamos dentro, vuelve a cerrarla y se gira para
observarme.
—«¿Quién os condujo o quién os alumbraba, al salir de esa noche tan profunda que ennegrece los
valles del infierno?» —relato uno de mis párrafos favoritos del poema del Purgatorio de Dante, de la
Divina Comedia, mientras retrocedo hasta que mis piernas tocan la cama.
—«¿Se han quebrado las leyes del abismo?» —continúa él, dejándome completamente sorprendida—.
«¿O el designio del cielo se ha mudado y venís, condenada, a mis grutas?»
—No me lo puedo creer. —Sonrío sobre sus labios cuando continúa con las siguientes líneas.
—Me llamo Dante, preciosa, ¿acaso pensabas que no conocería el Purgatorio?
Su boca me atrapa de manera hambrienta y de un empujón me tira sobre la cama, se quita su camiseta
y la deja caer en el suelo antes de tumbarse sobre mí y llenar de besos cada rincón de mi piel.
—Estoy loco por ti, Asia —susurra al regresar a mi boca.
Separo más las piernas cuando la yema de sus dedos asciende por mi muslo, pierde la mano por
interior del vestido y me acaricia por encima de la ropa interior. Rompo el beso para jadear y me dejo caer
en la lujuria de su mirada, puedo notar cómo me humedezco y él no pregunta antes de tirar hacia debajo
de la goma y hundirse dentro de mí. Encorvo la espalda y trato de no gritar para no darle la razón, pero
no puedo evitarlo y eso solo provoca que el ritmo de sus dedos se alterne entre uno calmado y otro más
rápido.
—¿Has visto todo lo que tenemos aquí? —Su voz parece llegada del mismo purgatorio del cual proviene
su nombre—. Elige algo.
Se pone de pie y yo me apoyo en los codos para echar un vistazo a la mesa que hay a unos pasos, nunca
había subido aquí, aunque sí había escuchado hablar sobre la cantidad de juguetes sexuales que se
ofrecen, todos ellos nuevos y en sus respetivos envoltorios.
—Nunca he probado nada de esto —confieso mientras me coloco de rodillas para quitarme el vestido.
—Si te soy sincero, yo tampoco. —Ríe y coge un consolador al azar, el cual parece tener algunos
botones pequeños—. ¿Qué te parece este? —Lo lanza sobre el colchón y termina de desnudarse mientras
yo curioseo el vibrador.
Mi rubio se coloca de rodillas sobre la cama completamente expuesto y preparado para mí, no me
avergüenzo ni disimulo al ver la prominente erección que me ofrece, así como tampoco me contengo
cuando me dan ganas de meterla en mi boca. Los labios de Dante dibujan una o, pero sus ojos no se
separan de los míos cuando introduzco su miembro en mi boca hasta donde la garganta me lo permite.
—Joder, Asia —gruñe y sus dedos se pierden entre los mechones de mi pelo cuando lo sujetan con
fuerza y tira hacia atrás.
Él decide cuando me deja acercarme y cuando no, él decide cuándo mi lengua lo alcanza y cuando solo
necesita mirarme.
—Túmbate —pide poco después.
Se posiciona a mi lado y busca mis labios para distraerme mientras coloca el vibrador en el punto
preciso y, entonces, lo enciende.
—¡Ah! —Echo la cabeza hacia atrás y él aprovecha para mordisquear y lamer mi cuello, justo ahí donde
sabe que me pierdo.
Puedo notar cómo me penetra con el aparato al mismo tiempo que no deja de vibrar, y es demasiado
para mí, no tardo más de unos pocos minutos en tener un orgasmo que solo sirve para darle la razón en
cuanto al elevando todo de mis gemidos.
—Sabes que ahora voy a follarte, ¿verdad? —señala haciendo que me coloque de costado a la vez que él
se tumba tras de mí.
—No tenía ninguna duda de ello —digo antes de besarlo.
Echo la mano hacia atrás para buscarlo, pero siento cómo se está colocando el preservativo, así que la
subo para sujetar su cabeza y él mismo se encarga de penetrarme con fuerza cuando está correctamente
posicionado.
—¿Te gusta así? —murmura en mi oído mientras me lo hace, primero despacio y después más deprisa.
—Sí —jadeo con los ojos cerrados.
El ritmo de sus caderas aumenta, y sé que su orgasmo está cerca minutos después cuando lleva los
dedos hasta mi clítoris y comienza a jugar con él.
—Quiero que te corras conmigo.
Lo miro y no despego mis pupilas de las suyas hasta que me veo obligada a cerrar los ojos cuando los
calambres hacen que todo mi cuerpo convulsione más que antes. El rubio gruñe en mi oído y eso solo hace
que el orgasmo sea aún mayor.
Me dejo caer extasiada y paso la lengua por mis labios para humedecerlos y tragar saliva, entonces
abro los ojos y veo el cartel sobre la cama, identificador de que acabamos de follar como nunca en una
habitación llamada “La luxure”.

GABI

Aspiro en profundidad cuando el olor a bacon entra por debajo de la puerta y llega hasta mi cama, me
levanto el antifaz rosa a tiempo de ver cómo Nino sale del cuarto de baño desnudo, secándose el pelo con
una toalla blanca. Me relamo y apoyo los codos en el colchón para mirar mejor, él finge no darse cuenta y
saca un bóxer azul marino del cajón, se lo pone y después observa su reflejo en el espejo para peinarse
como le gusta.
—¿Tienes hambre? —consulta con voz sosegada al mismo tiempo que rodea la cama para besarme.
—Tenía hambre hace un momento cuando el bacon ha invadido la habitación, pero ahora que te he
visto desnudo, estoy famélica. —Reímos y rodeo su cuerpo para tirarlo sobre mí.
—¿Ya me has perdonado? —Acaricia mis labios y se coloca de costado.
—¿Por ser un celoso posesivo y paranoico?
—Sí, aunque lo de paranoico... —Se calla al ver cómo alzo una ceja, suspira y deposita un beso en mis
labios—. Lo siento, sé que Colton no significa nada para ti, pero no puedo evitar molestarme cuando veo
cómo trata de meterse en tus bragas.
—No me gustan las bragas.
—Tanga, me has entendido, joder. ¿Puedes tomarme en serio un minuto? —Frunce el ceño y yo río para
quitar hierro al asunto.
—Número uno: Colton no significa nada para mí, aparte de un chico con el que compartí algunos ratos
cuando fui a San Francisco. Y número dos: no quiere meterse en ninguna parte, simplemente es un chico
travieso al que le gusta divertirse, pero dudo que lo haga con malicia.
Me levanto de la cama para ir hacia el cuarto de baño a lavarme los dientes, Nino termina de vestirse y,
por cómo me mira de reojo, sé que prefiere dar el tema por zanjado. Los de San Francisco se marchan en
unas horas, así que ¿para qué darle más vueltas al asunto?
Cuando entramos en el comedor, la mayoría de la gente ya está aquí, desayunando algunos sentados en
las sillas, otros de pie y varios en el sofá. Lo cierto es que tengo ganas de que la calma regrese un poco a
la casa, hay demasiadas personas y es bastante caótico. Además, a estos no les gusta todo el tema del
crimen organizado y de las armas, de modo que hemos tenido que disimular todo lo que hemos podido, y
resulta agotador.
—Bueno, chicos, nosotros tenemos que ir yendo hacia el aeropuerto ya —comenta Wendy cuando nos
ve aparecer, se dirige a su hijo y le acaricia la cabeza para llamar su atención. Colton asiente y busca a
Cass con la mirada.
Observo cómo Kibo se da la vuelta rabioso, sé que se muere de celos y, por experiencia, eso solo
conseguirá que Cassandra se aleje de él; no es una chica a la que pueda controlar, en eso se parece a mí.
—¿Cuándo voy a volver a verte? —Colton le habla en voz privada cuando ella se acerca cabizbaja—.
Oye, no se te ocurra ponerte a llorar.
—Te he echado muchísimo de menos y ahora... —Traga saliva y lo abraza, Colton hunde los dedos en su
cabello y cierra los ojos—. Es que ha sido tan poco tiempo, que se me ha pasado volando.
—Verás cómo antes de que te des cuenta, estamos comiendo alitas de pollo fritas en el malecón. —Le
guiña un ojo y pestañea varias veces, si no fuera porque creo que es imposible, pensaría que Colton
también se ha emocionado por tener que despedirse.
Vuelven a abrazarse y Kibo pasa por delante de nosotros para salir al jardín, ignorando las palabras en
voz baja de Dante, el cual, supongo, le está diciendo que disimule y no se comporte como un loco celoso.
Tras separarse de Cass, aunque sin soltar sus dedos entrelazados, Colton me mira, después mira a
Nino y de nuevo regresa a mí. Sé que, si él no estuviese, probablemente soltaría algún comentario
sarcástico para ruborizarme, pero evita hacerlo por Nino. Tan solo me guiña un ojo y se gira hacia su
madre, Wendy, cuando escuchamos cómo se despide de mi padre.
—¿Queréis que os haga una foto? —Sasha arquea una ceja con los brazos cruzados—. Así podrás
pegarla en tu carpeta cual colegiala enamorada.
—Me alegra ver que no has cambiado, sigues siendo igual de zorra —contesta Wendy con una sonrisa
irónica. Mi madre, para sorpresa de todos, solo se carcajea y le muestra su dedo corazón antes de dar otro
bocado a su tostada llena de mermelada de albaricoque.
—Os espero en el coche, no tardéis. —Es lo único que dice Josh antes de desaparecer por la puerta.
La tía Alice se despide de su hermano y después de mí, también abrazo a mi primo Gregg y los
acompañamos hasta la puerta principal, donde Josh está guardando las maletas con ayuda de nuestro
chófer.
—Cielo, prométeme que me llamarás si necesitas hablar —pide Wendy a Cassandra, la cual asiente y se
limpia las lágrimas—. Y no se te ocurra dejar de ser tú misma. Por nadie. —Especifica antes de besar su
frente e ir hacia el vehículo.
El último en montar es Colton, que se ve incapaz de soltarse de su mejor amiga, la cual no puede dejar
de llorar. Ambos se dicen que se quieren, él besa la frente de ella y se monta en el asiento trasero,
pidiendo a nuestro chófer que arranque antes de volver a bajarse de él.
Hasta la próxima, San Francisco.

X

3 MESES DESPUÉS

NINO

No me doy cuenta de lo agotado que estoy de entrenar hasta que Gabi entra en el gimnasio de la
mansión con un batido de proteínas, lo deja sobre la mesilla de metal reflectante y me lanza una toalla, la
cual aterriza sobre mis pectorales.
—¿Piensas batir algún récord? —observa al mismo tiempo que pasa la lengua por sus labios para
recoger los restos de líquido que han quedado tras dar un sorbo.
—¿A qué te refieres?
—Llevas casi tres horas aquí metido.
—No me había dado cuenta, pero sí, estoy cansado. —Me seco el sudor y camino hasta ella para
aceptar la bebida, la sigo con la mirada mientras se coloca delante del enorme espejo que su madre
mandó instalar hace años y me busca con los ojos—. ¿Tus padres han decidido algo ya acerca de lo de
irnos a vivir tú y yo solos?
—Sí, y no suelen ponerse de acuerdo casi nunca, pero en esto coinciden. —Suspira y niega con la
cabeza—. Dicen que soy una cría y que no piensan permitir que viva sola con un chico, y menos sabiendo
todo lo que nos rodea.
—Comprendo, era de esperar. No me sorprende en absoluto su decisión. —Extiendo la mano para que
se acerque—. Además, los mensajes amenazadores que no habéis dejado de recibir durante los últimos
meses, no ayudan mucho.
—Lo sé, encima no somos capaces de averiguar de dónde proceden.
—Es imposible —interviene Dante al entrar en el gimnasio preparado para entrenar junto a Asia—,
siempre usan un móvil de prepago distinto y la señal viene de diferentes repetidores. Sea quien sea, sabe
bien lo que hace.
—Sasha está desesperada —comenta Asia tras subirse a la cinta de correr—, si la vieseis en el trabajo…
Ha despedido a cuatro empleados esta semana.
—Joder. —El rubio niega con la cabeza y coge un par de pesas.
—Lo que no entiendo es por qué no ponéis vigilancia a todas las personas de las que sospecháis —
reflexiono en voz alta—. Han pasado más de tres meses y estamos igual, ¿a qué espera Hell para actuar?
—No quiere precipitarse y dar un paso en falso —contesta su hijo—, no tenemos pruebas ni hilos de los
que tirar. Aunque vigilásemos a todos, ¿de qué serviría? No podemos seguir a todo el puto instituto,
debemos esperar a que cometa algún error y se descubra algo que nos sirva de ayuda.

El tic de mi pierna no para mientras aguardo en el coche en frente del instituto, estoy harto de no
hacer nada y de ver cómo todos los Ivankov mantienen acaloradas discusiones, padres con hijos, acerca
de quién podría ser la persona que ha estado jodiéndonos a todos estos meses. El mensaje que mandaron
a Connor sobre mi encuentro en el servicio con Gabi, o el rumor acerca de que Richard andaba metido en
el narcotráfico, solo fueron el comienzo.
Estas semanas quien quiera que sea ha ido sobre todo a por Sasha, se las ha ingeniado para lanzar
falsas noticias de que la marca Ivankova es un fraude, que se usa para lavar dinero ilegal, que las modelos
usadas para la publicidad son prostitutas de los clubs de la familia y muchas más cosas del estilo. La
familia apenas puede dar un paso sin que algún paparazzi lo aborde con preguntas sobre la reina de la
moda.
—¿Y este a dónde cojones va? —Me pregunto a mí mismo en el interior del vehículo cuando diviso a lo
lejos cómo Connor detiene su coche en el parking del instituto, ¿viene a recoger a Gabi?
Voy a salir cuando de repente la persona de la cual sospeché desde el inicio baja las escaleras traseras,
mirando hacia todos lados como queriendo asegurarse de que nadie se percata de lo que va a hacer.
Connor entra en el interior del colegio, tal vez ha venido a hablar con algún profesor, no tengo ni idea,
lo que llama mi atención es que quien ha estado jodiéndonos se agacha junto al 4x4 de mi suegro, abre la
mochila que lleva y se pone a manipular algo que desde aquí no alcanzo a ver.
Saco mi móvil para llamar a Gabi, esto no me gusta nada, aún no ha llegado la hora de salida, de modo
que en el aparcamiento todavía no hay casi nadie, pero si lo que esa persona está colocando es lo que creo
que es, tengo que sacar a todo el mundo de aquí.
—¿Qué quieres? —susurra mi chica en voz baja—. Estoy en clase.
—Tu padre acaba de entrar en el colegio, tienes que salir, está pasando algo.
—Que estoy en medio de un examen.
Escucho otra voz de fondo y a Gabi disculpándose, después ruidos y a continuación de nuevo su voz al
otro lado del altavoz.
—¡Me acaban de echar de clase, Nino! ¡Y me han suspendido! ¿¡Se puede saber qué es tan importante
y dónde coño estás!?
—Sal al aparcamiento. No, espera, no salgas, entro yo.
Me aseguro de que nadie me vea y corro al interior de la Trinity, Gabi me espera junto a las taquillas
con las manos extendidas en señal interrogante y una expresión furiosa.
—Tenemos que buscar a tu padre y avisar al director, están poniendo una bomba en su coche —explico
a la vez que tiro de su mano en dirección contraria al parking.
—Pero ¿¡qué dices!? —Frena en seco y yo trato de que camine, pero ella señala la puerta de al lado,
haciendo que recuerde que aquí también se encuentran Dante, Asia y Kibo.
Sin dudarlo ni un momento, abre la puerta de par en par, toda la clase la observa, pero nadie dice nada,
solo el profesor. Sin embargo, Dante, Asia y Kibo se levantan sin necesidad de que Gabi o yo abramos la
boca, supongo que nuestro rostro habla por sí solo.
—Están poniendo una bomba en el coche de Connor, tenemos que sacar a todo el mundo de aquí —
informo mientras caminamos hacia el despacho del director.
—¿Quién? —inquiere el rubio.
—No lo sé —miento. Necesito obtener pruebas reales de la identidad de la persona que lo ha hecho, o
no me creerán, pensarán que me he equivocado o que la he confundido.
Atravesamos la puerta que separa el pasillo en dos mitades, yo el último, en ese mismo instante la
sirena que indica el final de las clases suena y todo se vuelve una jungla.
El pasillo se llena de alumnos en pocos segundos, nosotros nos miramos sin saber cómo actuar, pero
todo termina de empeorar al ver a Connor saliendo del cuarto de baño y yendo hacia la salida. El rostro de
Gabi se desencaja y todos empezamos a gritar su nombre, algo en vano puesto que hay muchísimo ruido.
Dejo a todos atrás y corro, me abro paso entre la gente, salto mochilas tiradas en el suelo y empujo
cual jugador de rugby. Sé que Gabi y el resto vienen por detrás, escucho cómo advierten a la gente que
corran, que se alejen, la voz de Asia gritando "bomba" queda muy por detrás de mí cuando al fin llego al
aparcamiento.
—¡Connor! —Vacío mis pulmones en el grito más desgarrador que he dado hasta la fecha—. ¡Una
bomba! ¡Connor!
La gente que me escucha y advierte el pánico en mi cara echa a correr despavorida, yo ignoro a todo el
mundo, tan solo me centro en llegar hasta él, quien, al parecer, lleva los auriculares puestos; por un
instante me pregunto qué canción estará escuchando.
Entonces, sujeta la manilla del vehículo y alza la mirada, sus ojos se cruzan con los míos y no me
detengo a pesar de ser consciente de que en cualquier instante esa bomba puede llevarnos a los dos por
delante. Su rostro se contrae al ver a todo el mundo corriendo, algo de lo que no se había percatado hasta
el momento.
Mi cuerpo impacta con fuerza contra el suyo apenas unos segundos antes de que el cielo se tiña de
fuego y humo negro.

XI

SASHA

Mi móvil suena sobre el mostrador de la entrada de mi oficina, donde acabo de dejar una nueva pila de
currículums, estoy harta de la gente incompetente.
—Hola, ¿Sasha?
—Sí, ¿qué pasa? —contesto. Me muerdo el borde de la uña postiza mientras miro a mi ayudante, el cual
se ha quedado para cotillear.
—Oye, tienes que venir, ha pasado algo...
Por su voz sé que se trata de algo grave, de modo que únicamente cojo mi bolso y salgo corriendo hacia
las escaleras sin despegarme del teléfono.
—Hope, ¿puedes ser más precisa? —suplico bajando los escalones.
—No voy a decírtelo por teléfono, ven a casa —contesta antes de colgar.
No intento volver a llamarla porque sé que habrá apagado el móvil, y eso únicamente me confirma que
se trata de algo grave de verdad.
Derrapo por el garaje para subir la cuesta que da a la calle principal del Upper, pero todo está
colapsado de coches, y es entonces cuando, a través del cristal, veo una enorme cortina de humo a lo
lejos, en el lado opuesto a Central Park. Una nausea sube por mi garganta al pensar que puede proceder
del colegio de mi hija, de modo que enciendo la radio y termino de marearme al escuchar lo que dicen,
junto al sonido de sirenas y helicópteros en el aire.
—«Hace apenas unos minutos una bomba ha estallado en el aparcamiento de la Trinity School,
institución a la que acuden numerosos jóvenes de la élite de Nueva York. No tenemos más detalles, solo
sabemos que acababan de finalizar las clases y los alumnos se disponían a dar por terminado el día
escolar. La policía y el cuerpo de bomberos...»
Dejo de escuchar. La vista se me nubla y necesito salir del coche, el ruido en la calle es ensordecedor,
huele a gasolina y la gente grita y aprieta el claxon de sus vehículos, queriendo avanzar por una vía
totalmente anegada.
Miro a mi alrededor, necesito llegar hasta mi familia, ahora mismo robaría un puto helicóptero si
pudiese llegar hasta alguno, pero lo que más a mano tengo es la moto de un hombre que teclea en su
móvil como si no tuviese ninguna prisa, de modo que corro hasta él sobre mis Ivankova negros y me
detengo a su lado.
—Bájate, necesito tu moto.
—¿Qué dices? Lárgate, anda. —Ríe y no levanta ni la mirada.
—Bájate. —Pego el cañón de mi 9mm a su frente, y entonces sí que alza la vista y casi juraría que se
está meando encima.
Me deja hasta el casco, pero no lo cojo, acelero a fondo y me meto entre los coches, esquivando
personas, señales y saltándome todos los semáforos. Atravieso Manhattan y, por un momento, pienso en ir
al colegio, pero Hope me ha dicho que vaya a la mansión, y lo que ella dice es como una biblia sagrada
para mí, de modo que no dudo y cruzo el puente, Mott Haven y no me detengo hasta llegar a las puertas
de la mansión.
Me bajo porque no tengo tiempo de esperar a que me abran, y corro despavorida hasta la puerta
principal, la cual está abierta y un médico saliendo por ella.
—¿Qué coño ha pasado? ¿Dónde está Gabi? —inquiero cuando entro en la mansión.
—¡Mamá! —Mi niña corre hasta mí, separo mis brazos y ella llora desconsolada sobre mi pecho, lo que
hace que una punzada de dolor en mis entrañas me haga soltarla de golpe y buscar su mirada.
—Connor —digo en cuanto comprendo su angustia. Ella rompe a llorar de nuevo con más fuerza, el
resto de mi familia me observa con la misma expresión—. ¿Dónde está? ¡Que alguien me diga qué ha
pasado!
—Han puesto una bomba en su coche —habla entonces mi hermano mayor, mi protector, el que siempre
ha velado por mí y por mi mellizo—. Está vivo —dice a la vez que tira de mi mano para abrazarme.
—Nino le ha salvado la vida —interviene Hope secando las lágrimas que no sabía que estaba
derramando—, ambos están en el dormitorio, el médico acaba de verlos.
Corro escaleras arriba y abro puertas hasta que los encuentro a ambos en una de las habitaciones de
invitados, donde hay dos camas individuales. En cuanto Connor me ve, sus ojos se inundan de lágrimas y
yo me apresuro para que él no haga movimientos. Su pierna derecha está vendada hasta el muslo, al igual
que parte de la cabeza; tiene moratones tanto en la cara como en el pecho.
—Nena, lo siento —balbucea a la vez que acaricia mi pelo cuando escondo el rostro en su cuello—. Debí
ser más cuidadoso, no esperaba que fuesen a…
—Shh. —Coloco un dedo sobre sus labios e inspecciono su rostro—. ¿Cómo te encuentras? ¿Qué ha
pasado?
—Me siento como si una manada de rinocerontes me hubiese pateado el culo. —Tose y se lleva la mano
al pecho con una mueca de dolor—. Niniano me ha salvado, no me di cuenta de nada porque llevaba la
música puesta, hasta que vi a todo el mundo corriendo por el aparcamiento y él hacia mí, con la cara
descompuesta señalando el coche. Se abalanzó encima de mí y me empujó unos cuantos metros hasta el
césped, entonces la bomba explotó. Hell dice que, una de dos, o el mando de accionamiento sufrió un
retroceso y por eso no impactó de inmediato, o la persona que lo puso en realidad no quería matarnos.
Volteo el rostro hacia el italiano cuando escucho el llanto de Gabi junto a él, acariciando su mano. Beso
los labios de mi marido con cuidado y me levanto de su cama para acercarme a Nino.
—¿Cómo está él?
—El médico ha dicho que puede tardar unas horas en despertar, cayó sobre Connor, de modo que se
llevó el mayor impacto —informa Hell desde la puerta.
—Su cara… —Mi hija pasa los dedos por encima de un apósito que recorre el rostro de su novio desde
la barbilla hasta por encima de la ceja derecha, pasando por el ojo y la mejilla.
—Tendrá una cicatriz sexy que lo hará inigualable —aseguro buscando la mirada de mi pequeña, ella
suelta una pequeña carcajada llena de lágrimas y asiente—. Ha salvado la vida de tu padre, eso nunca se
nos olvidará.

*

DANTE

—De acuerdo, ¿qué tenemos? ¿En qué punto estamos? —Nos reunimos en el despacho, agotados
mentalmente por los últimos meses sin nuevas averiguaciones.
—Esto nos está llevando demasiado tiempo —comenta mi tío Nick acariciando la barriga de Allie, cuyo
embarazo avanza con éxito.
—Esta gente es profesional, ha pasado mucho tiempo y no hemos podido averiguar un puto nombre. —
Miro a mi padre, quien se encuentra rascando su barbilla, pensativo, sentado en su silla tras el escritorio
—. Tal vez sea hora de abrir nuestras miras…
—¿A qué te refieres? —cuestiona mi unicornio. Hoy está especialmente preciosa, se ha hecho unos
tirabuzones que le adornan el rostro de un modo angelical que me vuelve loco.
—Todos estamos seguros de que nuestros amigos no son, que no nos traicionarían, quizá por eso no
hemos avanzado.
—¿Ahora dudas de ellos? —Kibo alza las cejas, ofendido—. Yo sigo estando completamente convencido
de que ninguno de ellos sería capaz de estar detrás de esto.
—Solo puedes confiar en la familia, hijo —dice su padre a la vez que palmea su hombro.
—Yo estoy dispuesta a todo —interviene Gabi—, solo quiero encontrar al cabrón que le ha hecho esto a
mi padre y a Nino. Pienso rajarle la garganta yo misma.
—Eso no será necesario. —Sasha ojea la pantalla de su móvil cuando suena, pero lo ignora—. Y
recordad todos que puede ser una mujer, no sabemos de quién se trata, no tenemos ni puta idea, joder.
—Si hasta ahora hemos estado alerta, a partir de hoy os quiero a todos con mil ojos. —Hell se pone en
pie—. Cualquier cosa rara que veáis, por pequeña que sea, algo que os haga desconfiar, que no os cuadre.
—Nos observa mientras camina—. Obedeced a vuestro instinto, esto tiene que acabar, hoy han sido
Connor y Nino, pero mañana podríamos ser cualquier de nosotros. Un bebé está creciendo en el vientre
de Allie, debemos poner fin a esta mierda cuanto antes.

XII

NINO

Pego mi espalda a la pared de fuera del vestuario y contengo la respiración, aguardo nervioso a que la
persona que vi en el aparcamiento deje su mochila en la taquilla y salga junto al resto, y me aproximo con
cuidado.

Aún no me acostumbro a mi nueva imagen cada vez que mi reflejo se proyecta en los espejos a mi paso,
la marca que atraviesa mi rostro está cicatrizando bien, y debo agradecer que al menos no he perdido la
visión. Gabi deposita besos en todo mi rostro cada vez que me ve mirándome a mí mismo, repite que me
hace aún más sexy y que no hubiese soportado que aquella bomba acabase conmigo o con su padre. Sasha
y Connor, el cual también está recuperándose, me dieron las gracias y por su forma de hacerlo, me
dejaron claro que esto es algo que nunca olvidarán.
Supongo que salvar la vida de tu suegro te da muchos puntos en la familia.

—Vamos, vamos. —Me repito a mí mismo en voz baja a la vez que trato de abrir la taquilla—. Bien,
¿dónde tienes el móvil?
Lo encuentro en el bolsillo exterior de la mochila, conecto a él el equipo que me enseñaron a usar en la
‘Ndrangheta hace años y espero ansioso a que cargue. En cuanto las tres lucecitas verdes se encienden y
la Tablet me refleja todo el sistema operativo del móvil, lo desconecto y vuelvo a dejarlo todo donde
estaba.
He pinchado el teléfono.
Subo las escaleras sin levantar sospechas, me reúno con Gabi en la cafetería y beso sus labios
adelantándome a su pregunta.
—Estaba en el baño, ¿ya has acabado? —Observo su bandeja con la manzana terminada y el plato de
puré de patatas casi vacío.
—Sí, esto está bastante tranquilo, las animadoras y los jugadores se están preparando para el partido
de hoy. Espero que Dante y Kibo sean capaces de centrarse, todo esto los tiene super ausentes.
—Como a todos…
—¿No sabes nada de tu hermana? —cuestiona como cada día desde que Fio regresó a Italia.
—No, no me habla, supongo que tomé mi elección al quedarme a tu lado y no marchar con ella.
—Siento que tuvieses que elegir. —Acaricia mi rostro y apoya su frente en la mía antes de besarme—.
Sabes que esta es tu familia, mis padres te quieren como a uno más, has hecho más por nosotros que
muchas otras personas que decían ser aliados.
—Por desgracia es muy difícil encontrar alguien en quien confiar de verdad.
—Yo confío en ti, Nino. —Sostiene mi mirada.
—Y yo en ti.

Después de dejar a Gabi en la mansión para estar con sus padres, me marcho con la excusa de que
tengo que hacer unas compras. Esta noche han organizado una cena, quieren pasar una velada tranquila y
disfrutar los unos de los otros, últimamente las cosas han sido tan complicadas que se les ha olvidado lo
que es disfrutar como si no sucediese nada; como si nadie quisiese matarlos.
Permanezco en el interior del vehículo aparcado en el centro comercial, aguardando a que la persona a
quien le he pinchado el móvil se despierte de la siesta y me dé las pruebas que necesito. Me he metido en
la cámara y en el micrófono, de modo que tengo acceso a todo lo que suceda siempre que lleve el teléfono
encima.
—Despierta, tengo que marcharme. —La voz de una mujer se escucha a lo lejos.
—¿A dónde vas?
La imagen de la persona en cuyo móvil me he metido, lo coge para, supongo, mirar la hora o ver sus
notificaciones, apareciendo su rostro de lleno en pantalla. Ajeno a que yo estoy al otro lado.
A continuación, se ve cómo camina con el aparato entre sus dedos hasta dejarlo de nuevo sobre alguna
superficie que me muestra el techo de lo que parece ser el salón.
—¿Los has visto en el instituto?
—Sí.
—¿Y? ¿Te han comentado algo? ¿Sospechan de alguien?
—Están más perdidos que al principio.
—Estás haciendo un buen trabajo, cariño.

ASIA

—¿Se puede saber qué miras? —Dante acaricia mi mejilla y me observa mientras vemos un programa
en la televisión.
—A ti. Sigo sin acostumbrarme a tu belleza.
—Qué tonto eres. —Sonrío y le beso.
—Soy tan afortunado de tenerte que a veces se me olvida, y lo siento por eso.
—¿Qué pasa? ¿A qué viene esto? —Me incorporo y frunzo el ceño.
—No pasa nada, sin contar lo obvio, es solo que siento que a veces no te digo lo suficiente que te
quiero. Que te has convertido es una de las personas más importantes de mi vida, Asia.
—Tú también para mí, rubio.
Nos observamos en silencio durante algunos segundos, hasta que Sasha nos llama para que nos
levantemos a cenar. Dante tira de mi mano y ambos nos acercamos hasta la mesa, llena ya de comida
deliciosa que huele de maravilla, toda cocinada por el servicio de la casa.
—Menuda pinta tiene todo. —Hell aspira el aroma por la nariz y acaricia el trasero de su mujer, le
guiña un ojo y se sienta a su lado.
—Me alegra ver que pensáis en las embarazadas, tengo que comer por dos —bromea Allie antes de
llenar su boca con un puñado de patatas fritas—. Así me estoy poniendo, madre mía.
—Amor, estás más preciosa que nunca, y rellena de una criatura que me va a hacer el hombre más feliz
del mundo. —Besa el dorso de su mano y ella ríe.
—Oye, ¿estás bien? —Gabi busca la mirada de Nino, el cual se encuentra ausente desde que ha llegado
hace un rato.
Asiente con la cabeza sin decir nada, y acepta una copa de vino que le pasa su suegro.
—Venga, a comer, que esto se enfría y no sabe igual. —Nick alza su vaso y todos brindamos con una
sonrisa.

La cena avanza con tranquilidad, reímos y hacemos comentarios sin importancia en un ambiente
relajado que hacía tiempo que no se daba por aquí. Las parejas se besan y todos bromeamos tratando, en
silencio, de no hablar sobre lo que lleva volviendo locas nuestras vidas desde hace meses. Sin embargo,
supongo que eso es imposible cuando tratan de matarte.
—Mamá, ¿puedo irme ya a mi cuarto? Tengo que estudiar. —Marie se retira de la mesa un rato después
y Hope asiente con una sonrisa.
—Bueno, ¿alguien tiene algo nuevo que contar? —pregunta entonces Vladimir.
—Yo… —Gabi evita alzar la vista—. No sé, lo he estado pensando y creo que Grigori podría ser el
traidor. Lo siento, Kibo —añade cuando su primo la mira con incredulidad.
—¿De qué cojones estás hablando? ¿Por qué él y no cualquiera de tus amigos?
—Piénsalo, no sabemos nada de él.
—Tú no sabrás nada de él, yo conozco toda su vida, he estado en su casa, conozco a su madre y…
—¿Y a su padre? —Hell se limpia la boca con una servilleta y une sus dedos sobre la mesa tras apoyar
los codos en el borde.
—¿Qué pasa con él?
—No lo conoces, no sabes quién es, en realidad podría haberse inventado una vida y ser un completo
desconocido. Ser el traidor.
—Dejadlo en paz, no es él —advierte cerrando los ojos y tratando de hablar de un modo calmado—.
¿Dante?
—No sé qué decir… —Mi rubio duda, sé que quiere apoyarlo, pero que está igual de perdido que el
resto.
—De puta madre, ¿tú también? —Se pone en pie y da un fuerte golpe sobre la mesa.
—Siéntate, Kibo. —Le ordena su abuelo con voz sosegada—. Obedece, chico.
—¡Podría ser cualquiera! —exclama aún de pie mirándonos a todos—. ¡Dadme una prueba, solo una, de
que él es el traidor!
—Kibo, siéntate. —Nino también se levanta, y ahora todas las miradas se centran en él.
—¿Y tú qué tienes que decir?
Entonces el italiano se aleja unos pasos, la familia al completo guarda silencio y espera a que regrese
con una tablet en sus manos, la cual coloca en el centro de la mesa. Alza la mirada hacia Kibo y musita un
“lo siento” antes de darle al play.

XIII

DANTE

A medida que los segundos pasan y la grabación que Nino nos muestra avanza, el rostro de Kibo se
descompone poco a poco. Grigori habla con tanto odio e ira acumulada que todas nuestras sospechas,
aquellas que todos tuvimos en algún momento, pero tratamos de negarnos a nosotros mismos, se
descubren.
—No imaginas lo que me está costando, cada vez que los veo solo tengo ganas de destrozarlos y acabar
con ellos uno a uno —dice a su madre con furia y asco.
Al parecer se trata de la grabación de una conversación que ambos han tenido, supongo que Nino le
habrá pinchado el teléfono para poder disipar sus dudas. Ha sido el único capaz de pensar con
objetividad.
—Oleg estaría muy orgulloso de ti, todo este tiempo merecerá la pena —responde su madre.
—Eso espero. Ellos son los responsables de que no pudiese conocerlo, me lo arrebataron igual que a un
perro y esa… hija de puta lo torturó de la forma más ruin.
La frágil copa de cristal que se encuentra entre los dedos de Sasha estalla en pedazos, la rubia ni
siquiera cambia de expresión cuando uno de los pedazos rasga la palma de su mano. Su rostro está
cargado de la misma furia que las palabras del traidor a quien ahora podemos poner nombre y cara.
—Relájate, no quiero que te dé otro brote y luego no puedas controlarte. Todavía no ha llegado el
momento de que todo se descubra.
—¿¡Cuándo!?
Grigori aparece en la pantalla de la tablet cuando se pone de pie, entonces su madre se aproxima a él y
le ofrece un cigarro, ambos se lo encienden y vuelven a desaparecer de la cámara.
—Pronto, ya tengo pensado el próximo paso. De esta no van a poder librarse.
Nino pulsa de nuevo la pantalla y esta se apaga, imagino que no hablan de nada más que pueda
interesarnos ahora mismo. Gabi no aparta las manos de su boca, atónita y sin saber qué decir, como la
mayoría.
—Ese niñato ha firmado la sentencia de su muerte —promete Sasha, y se levanta para coger una
servilleta con la que limpiarse la sangre y presionar el corte superficial.
—Hijo… —Mi tío Nathan posa la mano sobre el hombro de Kibo, por cuyo rostro caen unas cuantas
lágrimas que no se esfuerza por ocultar.
—Lo siento —dice Kibo negando con la cabeza—. No… Yo… Debí darme cuenta.
—Eh, espera. —Lo llamo cuando se levanta y se aleja con paso apresurado, da un portazo y coge su
moto.
—Déjalo —pide Hell—, necesita tiempo.
—Vergüenza me da que haya tenido que venir un italiano a descubrir quién intenta matar a mi familia.
—V se rasca el tabique nasal, los años le pesan más que nunca—. Ese cabrón debe estar danzando en su
tumba.
—Estaba claro que esto era obra de un Kozlov —reflexiona Hope, sosegada y serena—. Grigori es
peligroso, más que su padre porque su juventud le da una valentía y una inmadurez que lo convierte en
impredecible.
—Pero por lo que hemos escuchado, actúa bajo las órdenes de su madre —comenta Allie—. Dudo que
haga nada sin su consentimiento.
—Esa mujer…
—¿La conoces? —Hell mira a mi abuelo con una ceja arqueada—. No me digas que…
—Recuerdo su cara, ha envejecido, pero sigue siendo la misma de hace veinte años. Se escapó de la
furgoneta cuando Jax la estaba trasladando a uno de los clubs, la dimos por muerta después de
encontrarla unas horas más tarde y ver que le habían dado una paliza.
—Dios Santo —murmura mi madre en un gesto reprobatorio.
Yo intento borrar de mi memoria toda la información acerca de lo que mi abuelo le hizo a mi madre y el
modo en el que mis padres se conocieron, sigo sintiendo una punzada de dolor cuando recuerdo que
Vladimir Ivankov conseguía la mayoría de su capital ilegal secuestrando y prostituyendo a mujeres. Es
algo que nunca podré olvidar ni perdonar, simplemente intento dejarlo apartado en un lugar oscuro y
escondido en lo más profundo de mi cerebro.
—O sea que de alguna forma ella llegó hasta Oleg —observa Nick pensativo—, debió de quedarse
embarazada y él la ayudaría con el chaval hasta que Sasha se lo cargó.
—Una lástima no haberle cortado los…
—Nena. —Connor interrumpe a su mujer cuando Gabi la mira confusa.
—Debe morir —decreta Vladimir—, y pronto.

KIBO

Me duele el corazón.
Detengo la moto en frente de la mansión un rato después, tras dar una vuelta con la moto y estar a
punto de ir a casa de Grigori. Quisiera gritarle cuánto le odio, preguntarle cómo ha sido capaz de hacerme
esto, para mí se había convertido en un hermano, han sido dos años de amistad, ¡dos años! Tanto tiempo
para descubrir ahora que todo ha sido falso, que su odio por mí y por mi familia es tan grande como lo era
mi sentimiento de amistad y de lealtad hacia él.
Habría matado por alguien que quiere matarme. Irónico.

—Hola, cielo. ¿Cómo estás? —Cass se levanta de las escaleras donde estaba esperándome y se acerca
para abrazarme cuando no respondo.
—Es… surrealista. —Niego con la cabeza y dejo que me guíe hasta el jardín trasero donde nos
sentamos en un banco—. Lo he metido en mi casa, con mi familia, Cass. Le he contado todo acerca de
nosotros, me he abierto con él como no lo había hecho con nadie.
—Te entiendo, y siento mucho que te haya sucedido esto, sé lo que Grigori significaba para ti. Dime
cómo puedo ayudarte. —Pasa los pulgares por mis mejillas y me mira.
—Ya me ayudas estando aquí —respondo y busco sus labios.
Nos quedamos un rato abrazados y tumbados en una de las hamacas del jardín; sé que mi familia está
ahí dentro, en el despacho, puedo verlos a través de las cristaleras planeando cómo matar a quien era,
hasta hoy, mi mejor amigo. No estoy preparado para eso.
—¿Qué… piensas hacer? Con Grigori. —Cass habla como con miedo, con precaución, tratando se no ser
insensible, supongo.
—Matarlo. Sé que es lo que debemos hacer, pero tengo demasiados sentimientos encontrados. Él no es
la persona que yo creía, mi amigo no existe, nunca ha existido, al menos no como yo lo consideraba. En su
lugar es el hijo del hombre que más ha hecho sufrir a mi familia, que secuestró y… no quiero ni pensarlo.
—Sacudo la cabeza, furioso y rabioso por la impotencia—. Me siento tan imbécil y tan utilizado. ¿Por qué
se acercó a mí en lugar de a Dante? Supuso que yo sería más débil, más fácil de engañar.
—Eh, no pienses eso. —Se apoya en el codo para buscar mi mirada—. Eres un buen chico, noble y con
un gran corazón.
—Pues quizá debería ser más hijo de puta para que no me pasen estas cosas.
—En ese caso yo nunca me habría fijado en ti.
La observo unos segundos, suspiro y me levanto de la hamaca, ella me imita y me sigue cuando camino
al interior de la mansión. Mi familia está planeando acabar con el enemigo y no pienso dejarla sola. La
familia es sagrada; no se la abandona, no se le traiciona y no se le falla.

XIV

NINO

Me bajo del coche en el centro comercial para comprar algunas cosas para Gabi, quiero levantarle un
poco el ánimo y sé que no hay nada que lo consiga como un buen conjunto de lencería o unos zapatos.
Estos últimos dos días han sido bastante inestables para todos, desde que descubrieron que Grigori es
el traidor, no han parado de ingeniar formas para acabar con él, matarlo y eliminar del todo la estirpe de
los Kozlov, algo que creyeron que ya había logrado cuando Sasha mató a Oleg hace ya casi dos décadas.

Estoy cerca de la puerta cuando me detengo al divisar a unos metros a alguien que conozco bien, se
baja las oscuras gafas de sol y me hace un gesto con la cabeza para que nos apartemos a una zona con
menos gente. Su caro traje italiano apenas se mueve sobre su cuerpo a medida que camina, expulsa el
humo de un cigarrillo y se voltea para mirarme.
—Pietro, ¿qué haces aquí? —pregunto a la vez que ojeo a mi alrededor, estoy seguro de que no ha
venido solo.
—Qué decepción, primo. —Chasquea la lengua y me observa con desagrado—. ¿Cuándo te has
convertido en la putita de los Ivankov?
—¿Te envía tu padre? ¿Acaso no ha tenido los huevos de venir el mismo a matarme?
—Marco Manzotti es un hombre ocupado, la ‘Ndrangueta invade toda su vida, como si no lo supieses
ya. Además, no queremos matarte, somos familia.
—¿Y qué es lo que queréis?
—Que regreses con nosotros, me envían para reconducirte por el buen camino. —Sonríe con sarcasmo,
pasa la lengua por sus labios y se acerca un paso—. Esa chica no vale que eches toda tu vida por la borda,
primo. La familia te da otra oportunidad.
—Pues dile a la familia de mi parte que pueden meterse su oferta por el culo —hablo cerca de su rostro.
—¿Desde cuando eres tan mal hablado?
—Adiós, Pietro. —Me doy la vuelta para marchar, pero su voz me detiene.
—La mataremos.
—Si se os ocurre intentar si quiera ponerle un dedo encima, sabéis que acabaré con todos vosotros, me
habéis entrenado bien.
Rompe en una carcajada y niega con la cabeza, da una calada y me observa en silencio aún si borrar el
gesto divertido de su rostro.
—Sabían que contestarías algo semejante, de modo que te ofrecen otro trato. Deja a Gabriella
Ivankova, aléjate de toda la familia y prometen inmunidad para ella.
—No voy a hacer eso, Pietro.
—Sabes que no podrás protegerla toda la vida, Niniano. —Su expresión se torna seria y sé que no
bromea—. Si hay algo que caracteriza a la ‘Ndrangueta es la paciencia y la codicia, no pararán hasta que
todos los Ivankov mueran. La pregunta es si dejarás que te arrastren con ellos.
—Dejadlos en paz, mi padre está vivo, encarcelado. No lo mataron, solo lo entregaron a las autoridades,
nos engañaron.
—Aunque eso fuese cierto, de igual forma acabaron con su vida al entregarlo. Son unos chivatos y la ley
frente a los traidores es muy clara. Yo ya te he dado el mensaje, ahora queda en tu mano qué hacer. Si
dejas a Gabriella, te prometo en nombre de toda la familia que no sufrirá ningún daño, pero si no lo haces,
morirá al igual que su madre y todos los Ivankov.
Sostiene mi mirada algunos segundos y entonces se marcha con paso tranquilo, elegante y sosegado; si
no supiese que es adoptado, creería que lleva por su cuerpo la sangre de Anna y Marco Manzotti.

No puedo dejar a Gabriella, la amo, nunca pensé que me pasaría esto con la persona que me mandaron
matar, pero ha sucedido. ¿Y ahora debo dejarla? Ni hablar. Ella es todo mi mundo ahora, no podría… Sin
embargo, conozco a la `Ndrangueta, sé que cumplirán con su palabra de dejarla con vida si me alejo de
ella, de igual forma que la matarán si no lo hago.
—¡Joder! —Golpeo el volante con los puños una y otra vez, furioso e impotente, perdiendo los papeles
como pocas veces he hecho, deseando poder echar el tiempo atrás y… y no lo sé. ¿No haberla conocido?
No, eso jamás. Todo ha merecido la pena, cada instante a su lado, a pesar de lo que suceda de ahora en
adelante.

*

Las continuas ganas de llorar me impiden tragar con normalidad cuando Gabi se queda dormida entre
mis brazos mientras vemos una película, el resto de la familia ya se ha ido a la cama, excepto Sasha,
Connor y Hope que están hablando en el jardín, y Hell que debe estar con sus papeles en el despacho.
—Te amo —susurro en voz casi imperceptible, dejo la nota que le he escrito en su regazo y me levanto
con sumo cuidado para que no se despierte.
La observo durante varios minutos desde la puerta, con la cazadora puesta y las llaves de la moto ya en
mi mano, tratando de memorizar todos sus rasgos y disfrutar de estos últimos instantes. Entonces se
remueve un poco y decido marcharme antes de que abra los ojos, encuentre la nota y se vuelva loca.
Porque sé que lo hará.

GABI

Despego los parpados y busco a Nino a ambos lados del sofá, ¿dónde se ha metido?
—¿Nino? —llamo mientras me incorporo para levantarme, entonces un papel cae al suelo y mi
estómago se revuelve—. «Gabriella, lamento haber vuelto tu vida un caos y siento dejarte a través de una
nota, pero me he dado cuenta de que no estoy enamorado y que lo mejor para todos es que desaparezca
de tu vida. Lo siento.»
Alzo la cabeza con los ojos prácticamente fuera de sus órbitas y corro hasta la puerta gritando su
nombre, me resbalo porque voy en calcetines y estoy a punto de caerme, sin embargo, logro recuperar el
equilibrio y salgo por la puerta principal que estaba medio abierta. Lo encuentro caminando hacia su
moto, se detiene cuando me escucha y su rostro está vacío de expresión alguna al girarse.
—¿¡Qué mierdas es esto!? —exclamo tirándole la nota a la cara—. ¡Habla!
Sus labios no se despegan, escucho la voz de mi madre por detrás, pero la ignoro, supongo que la casa
entera ha debido despertarse con mis gritos.
—¿¡Acaso no piensas decir nada!? ¿¡Pensabas dejarme con una puta nota!? ¡Cobarde! —Lo empujo y
retrocede varios pasos, sus ojos están llenos de lágrimas, pero no pestañea para que no se derramen
como las mías—. ¡Di algo! ¡Nino! —Golpeo su pecho con todas mis fuerzas, sujeto sus mejillas con mis
manos y trato de crear alguna reacción por su parte, pero solo llora.
Entonces sus manos rodean mis muñecas y con suavidad me aleja de su cuerpo, se sube a la moto y
murmura un “lo siento” antes de ponerse el casco. Intento sujetarlo, pero mi padre me agarra por la
cintura y me levanta cuando empiezo a patalear y a gritar como una loca en pleno ataque psicótico. El
vehículo desaparece por el camino y las puertas metálicas se cierran tras él, solo entonces papá me suelta
y yo caigo de rodillas en el suelo, mis piernas no pueden sujetarme. Tan solo siento los brazos de mi
madre rodeando mi cuerpo, también de rodillas a mi lado, busca mi mirada y sus ojos me transmiten
seguridad, comprensión y amor. No dice nada, tan solo me mira y después me abraza de nuevo.
—Entrad todos en casa —ordena sin separarse, no sé quién ha contemplado la escena, me da igual,
obedecen excepto mi padre y mi tía Hope—. Vamos a levantarnos y a entrar poco a poco.
Dejo que sus palabras me guíen y los cuatro vamos hasta mi dormitorio, me encuentro sin fuerzas, con
una opresión en el pecho y la incapacidad para respirar con normalidad debido a los llantos intermitentes.
Me estoy ahogando.
—Gabriella, mírame. —Mi madre sujeta mi barbilla con fuerza y me obliga a no separar mis ojos de los
suyos—. Respira conmigo, ¿de acuerdo? Despacio. —Asiente y trato de imitar la forma en la que coge aire
por la nariz y lo expulsa por la boca, sin embargo, recuerdo de nuevo la cara de Nino y me doy cuenta de
que no me acuerdo de cómo ha sido nuestro último beso.
—Cariño, tienes que calmarte, bebe un poco de agua.
Cojo el vaso que me tiende mi tía Hope y bebo un par de sorbos entre llanto y llanto, mi madre acaricia
mi cabeza y con su mirada me indica que beba un poco más.
—Buena chica, ahora vamos a tumbarnos tú y yo.
Me acurruco en la cama con ella frente a mí, no sé si nos hemos quedado solas, solo sé que sus manos
sujetando las mías son lo único que me sostienen. Me mira en silencio varios minutos, aguardando
paciente a que deje de llorar, o al menos que lo haga con menos ansiedad.
—¿Cómo te llamas? —pregunta entonces—. Vamos, dime tu nombre.
—Gabriella —musito.
—¿Qué más?
—Ivankova.
—Gabriella Ivankova, ¿sabes lo que eso significa? —continúa, y sé lo que intenta, así que asiento—.
Bien, tenías una vida absolutamente maravillosa antes de que Niniano llegase a ella, ¿la recuerdas?
—No. —Rompo a llorar de nuevo al imaginar cómo será mi vida sin él.
—Tranquila, lo harás —asegura con convicción, como si ella hubiese pasado por lo mismo que estoy
pasando yo ahora—. Te has convertido en el mayor orgullo de mi vida, Gabi, y eso, viniendo de mí, es algo
excepcional. —Su sonrisa se me contagia un poco—. Eres fuerte, preciosa, independiente y muy
inteligente, sabes que puedes conseguir cualquier cosa que te propongas, y que tu vida no depende en
absoluto de un chico. La experiencia en esta familia te ha enseñado que la vida es igual de fugaz que lo
que tarda una bala en salir de la recámara, que debemos agarrar cada momento y exprimirlo como si no
fuese a repetirse jamás, y que todo lo que vivimos, todo, sucede por algo. Niniano llegó a tu vida porque
así debía suceder. —Hace una pausa cuando las lágrimas me invaden una vez más—. Él tenía que
enseñarte lo que es el amor, y el desamor. Lo que es sufrir una decepción, y levantarte mucho más fuerte.
No lo culpes ni pienses que esto es algo que no vas a superar, él te ha hecho un regalo maravilloso, y ha
sido la experiencia de sentirte viva. Porque no hay nada que te haga sentir más viva que el amor.
—Quiero que vuelva —sollozo y ella asiente.
—Lo sé, sé que ahora mismo solo sientes que lo necesitas y no ves cómo será tu día a día sin él, solo ves
ese vacío. No voy a decirte que no te va a costar superarlo y que habrá días en los que creas que no
puedes soportar la tristeza; lo que sí puedo prometerte, es que esto lo superaremos juntas como que
nuestro apellido es Ivankova.

XV

DANTE

—No podemos esperar más, tenemos que ir a por ese cabrón —mascullo entre dientes, furioso y aún
dolido.
Es cierto que yo no tenía con Grigori la misma confianza que Kibo, pero lo consideraba un buen amigo,
alguien cercano en quien confiar y con quien contar. No sé cómo he podido ser tan estúpido, cómo no nos
hemos dado cuenta ninguno de las intenciones que había tras cada uno de sus gestos de amistad
desinteresados. Já! Hijo de puta, no solo ha dejado hundido a mi primo, sino que ha hecho que todos
desconfiemos aún más de todo el mundo. Esto nos ha desestabilizado, pero da igual, nos repondremos
como siempre lo hacemos, juntos, en familia.
—Hay que planear algo sólido, cariño. —Mi madre suspira y mira a su marido—. Ese chico puede ser
peor que su padre, Hell, tiene mucho rencor acumulado desde hace demasiados años, al igual que su
madre. Deberíamos actuar con cautela.
—¿Qué propones? —Sasha entra con una expresión agotada—. Gabi se acaba de dormir.
—¿Cómo está? —cuestiona Connor, el cual ha considerado que necesitaban un momento a solas madre
e hija.
—Mal, el chico que pensaba que la quería la ha dejado abandonada de buenas a primeras, ¿cómo va a
estar? —Le lanza una mirada de reproche que no llego a entender, pero entonces cierra los ojos un
segundo y Connor se acerca para abrazarla—. Lo siento, esto ha removido demasiadas cosas del pasado.
—Gabi saldrá de esta —habla él tras depositar un beso en los labios de la rubia—. Es igual de fuerte
que su madre, y nos tiene a todos nosotros para recordarle cuánto vale.
Sasha asiente y los dos se vuelven hacia nosotros.
—Lo de Nino no tiene sentido —dice entonces Kibo desde la esquina donde se encuentra con Cassandra
—. Ese chaval está enamorado de verdad, han tenido que amenazarle o algo para que la deje y se aleje de
nosotros.
—Lo sé —asiente Sasha—, pero no quiero decirle nada a Gabi porque entonces iría como una loca a
buscarle. ¿Creéis que ha sido Grigori?
—Lo dudo —digo yo negando con la cabeza—. Nino no se habría dejado amenazar por él, no le tiene
miedo. Solo hay alguien a quien el italiano teme.
—La ‘Ndrangheta. —Asia juguetea con mi pelo sentada sobre mis rodillas en una silla—. Han tenido
que ser ellos.
—Exacto —coincido—. De alguna forma se han puesto en contacto con él y han debido convencerle de
que la deje, puede que le hayan prometido inmunidad para ella a cambio, venir solo a por nosotros y dejar
con vida a Gabi.
—¿Qué pasa? —Mi padre responde a una llamada de teléfono y todos guardamos silencio para ver de
qué se trata—. ¿Cuándo? ¿Estáis seguros? De acuerdo.
—¿Quién era, mi amor? —inquiere Hope.
—Han visto a Pietro Manzotti merodeando por el Bronx.
—Lo sabía. —Chasqueo la lengua, furioso.
—Ese cabrón ha tenido que venir en nombre de la familia, lo habrán mandado para intentar que Nino
regrese con ellos, o para que se quite de en medio —reflexiona mi primo.
—Maravilloso, dos familias queriendo matar a la mía. La noche mejora por momentos. —Vladimir
Ivankov se enciende un puro sin apartar la mirada de la ventana, hay tormenta y la lluvia maltrata los
cristales con fuerza—. Apartaremos a los italianos por el momento, hay que acabar con Kozlov, esto está
durando demasiado.
—Opino igual —concuerda mi padre, y mi madre asiente—. Tenemos la ventaja de que él no sabe que lo
hemos descubierto, podríamos hacerlo venir aquí y pegarle un tiro. Rápido y eficaz.
—Ese chaval no es tan idiota como pensamos, si levantamos la mínima sospecha y cree que lo sabemos,
desaparecerá. —El abuelo se acerca apoyado en su bastón—. Hay que darle unas vueltas a esto, proceder
con cabeza.

GABI

Me observo en el espejo varios segundos, sin llegar a comprender por qué Nino me ha hecho esto.
¿Cómo ha sido capaz de dejarme? No solo eso, sino que encima lo ha hecho a través de una nota. Si algo
conozco a Nino, y creo que lo conozco mucho, sé que puede tener defectos, pero cobarde no es uno de
ellos. Mi italiano jamás hubiese hecho algo así de no ser por algún motivo oculto, tiene que haber una
razón para no haber sido capaz de dejarme a la cara, y la única que se me ocurre es que en realidad no
quería dejarme. Me ama, lo sé, está tan enamorado de mí como yo de él. Me jugaría toda mi colección de
zapatos.
—Esto no se va a quedar así. —Me digo a mí misma antes de secarme las lágrimas con rabia y tirarme
en la cama para alcanzar mi teléfono en la mesilla del lado contrario. Lo desbloqueo y sonrío al comprobar
que el localizador del móvil de Nino sigue encendido—. Vas a tener que decírmelo todo a la cara.
Entro al cuarto de baño, me refresco y aplico una crema calmante para bajar la hinchazón de los
párpados, a continuación, abro los cajones de maquillaje y me concentro en arreglar este desastre de
cara. Nino no se va a librar de mí sin darme una explicación, si realmente no está enamorado, va a tener
que decírmelo y no a través de una maldita nota.
Me visto con un pantalón cómodo de deporte, unas botas negras y una sudadera a juego, sport, pero
con clase. Bajo las escaleras despacio, pero retrocedo deprisa porque la puerta del despacho está abierta
y toda la familia está dentro, si mis padres me ven, no me dejarán salir a estas horas, y menos sabiendo a
dónde me dirijo. Me conocen. De modo que miro a mi alrededor y se me ocurre ir hacia la puerta del
jardín para salir por ahí y rodear la casa.
—¿A dónde va, señorita? —Uno de los escoltas me ve entonces, al llegar a la fachada principal.
Es el más joven de todos, Ash, creo que tiene unos veintidós años, y ha estado echándome miradas
indiscretas desde el primer día que llegó. Decido recurrir a mis armas naturales puesto que no puedo
dejar que vaya a avisar a mis padres.
—Necesito que me guardes un secreto —murmuro aproximándome a él, estoy calada porque no he
cogido un paraguas, y él está igual de mojado. Reconozco que no es nada feo, pero mi corazón tiene dueño
italiano.
—¿Cuál?
—Verás, tengo que estudiar para un examen y no quiero preocupar a mi familia, pero me va bastante
mal en la asignatura, no quiero suspender. Y una amiga me ha dicho que puedo pasar la noche con ella y
que me explicará todo lo que no entiendo.
—No te creo. —Se muestra desconfiado y me tutea, voy a tener que esforzarme más.
—De acuerdo. —Sonrío y acaricio su pecho bajo el traje y la corbata que lleva—. He quedado con un
chico.
—¿Niniano?
—No, otro. Nino me ha dejado y no pienso quedarme en la cama llorando, merezco algo mejor, ¿no te
parece?
Duda algunos segundos, dirige su mirada hacia la puerta principal de la mansión y después vuelve a
mirarme a mí.
—Y deduzco que no quieres que tus padres se enteren de que vas a salir.
—Deduces bien, ¿vas a ayudarme o me vas a delatar? —Me cruzo de brazos, empezando a cansarme,
tengo que irme ya.
—De acuerdo, pero te llevo yo.
—Ni de coña.
—No voy a dejar que te escapes sola, a medianoche, lloviendo y sin escolta, Gabriella. Te llevo a donde
sea y espero a que termines de… lo que sea a lo que vas.
—Joder, está bien —acepto a regañadientes, sé que no va a cambiar de idea—. Vamos, cogeremos un
taxi.
—No, tengo el coche fuera de la barrera exterior.
Asiento y lo sigo fingiendo que no estoy haciendo nada malo cuando el resto de los hombres de
seguridad me ven, supongo que al ir con Ash no se sorprenden mucho de que salga a estas horas.
—¿A dónde vamos? —pregunta cuando ya estamos dentro del vehículo.
—Al hotel Kimpton en Manhattan.
Me lanza una mirada recelosa, pero evita hacer comentarios y se pone en marcha. Conduce bajo la
lluvia y sé que quiere decir algo, aunque no se atreve por miedo a pasar la línea del respeto con la hija y
sobrina de sus jefes.
—Vamos, suéltalo —digo después de unos minutos.
—No tengo nada que decir.
—Mientes.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Que eres una chica preciosa, divertida y que Niniano no es consciente de
lo que ha perdido esta noche? Ya lo sabes.
Sonrío y lo miro, él no aparta la vista de la carretera, pero de igual forma le doy las gracias por lo que
yo ya me había dicho a mí misma.
—Te espero aquí, no tengas prisa, pero ten el móvil cerca y llámame si necesitas cualquier cosa, ¿de
acuerdo? —pide un rato después cuando llegamos a la dirección que le he dado.
—Sí, gracias por traerme y por no delatarme, Ash.
—Espero que no me cueste el puesto de trabajo.
—No lo hará.
Me bajo del coche y entro en el hotel, decidida a no marcharme de aquí sin la explicación que he
venido a buscar.

XVI

GABI

Me escondo tras un carro de maletas al ver a Nino dirigirse hacia las escaleras, pensaba sobornar al
recepcionista para que me dijera en qué habitación está, pero la suerte se ha puesto de mi lado.
Corro y me felicito mentalmente por haberme puesto las botas y no unos zapatos, puesto que puedo
acercarme sin hacer ruido. Subo peldaño tras peldaño, aprovechando que hay varias personas y puedo
pasar desapercibida, asomo la cabeza para comprobar que no lo he perdido de vista y me dispongo a
seguirlo sin disimular.
—Nino —llamo cuando ya ha abierto la puerta de su dormitorio.
Gira la cabeza y se sorprende al verme, mira hacia ambos lados del pasillo y enseguida me sujeta por la
mano y me mete con rapidez a la habitación.
—¿Qué haces aquí? ¿Te ha visto alguien?
—¿Quién se supone que no tiene que verme? —Arqueo una ceja—. Sabía que me estabas ocultando
algo, dime qué pasa.
—No pasa nada, Gabi. —Suspira y se apoya en la pared, quiere mantener la distancia—. Ya te lo dije.
—No, no me dijiste una mierda, lo escribiste que es diferente. —Me acerco a él y lo obligo a mirarme
cuando agacha la cabeza—. ¿No me quieres?
—Gabi…
—Mírame a los ojos y dime que no estás enamorado de mí.
—No estoy enamorado de ti —dice entonces con una frialdad que no conocía. Bueno, sí, pero nunca la
había tenido conmigo.
—No te creo. —Niego con cabeza, decidida a que todo esto es una mentira.
Aproximo mi rostro al suyo despacio, sus ojos no se apartan y por un segundo nuestros labios se tocan,
pero entonces gira la cabeza y me rechaza.
—¿Qué ha cambiado de repente? Hace unas horas todo estaba bien, llevamos meses durmiendo
abrazados, compartiéndolo todo. ¡Dime qué narices te ha pasado para querer echar todo eso por la borda!
¿Acaso todo ha sido una mentira? ¿Me has utilizado como a Asia? —hablo sola, ya que él no responde a
nada—. No, tu hermana se ha marchado y no te habla, has repudiado a tu familia, no hubieses hecho todo
eso a menos que me quisieses de verdad. ¿O en realidad sí que te habla y me lo has estado ocultando?
¡Habla! ¡Di algo! —exclamo golpeando su pecho.
—Te he dicho que no estoy enamorado de ti, Gabriella. No te quiero.
—¡Intentaste matarme y yo te salvé la vida, maldito desagradecido! —Una furia interna comienza a
subirme por los brazos—. ¡No tienes ni puta idea de lo que estás dejando escapar! Te vas a arrepentir de
esto, te lo juro.
Me doy la vuelta y abro la puerta para marcharme, no me siento capaz de volver a mirarlo, así que
salgo corriendo sin cerrarla, bajo las escaleras y no me permito llorar hasta que estoy en la calle. Apoyo
las manos en las rodillas y grito, saco toda la rabia y la impotencia que tengo dentro y camino en dirección
contraria a donde se encuentra el coche de Ash.
—¡Gabriella! —Su voz me llama algunos metros por detrás—. ¡Espera!
Corre hasta mí y me detiene, sus manos sujetan mis brazos y me impiden seguir caminando, busca mi
mirada y entonces me abraza al ver que estoy llorando. No dice nada y yo estoy agotada, dejo que me
lleve hasta su 4x4, pero en lugar de arrancarlo, me pasa un paquete de pañuelos.
—Has venido a ver a Niniano, ¿verdad?
—Me ha utilizado, todo este tiempo ha estado jugando conmigo.
—Mereces a un tío que sepa valorarte —dice girando mi rostro por la barbilla, sus ojos son marrones
claro y lleva barba de varios días—. Tómatelo como un aprendizaje, una experiencia, y deja de llorar.
Por un segundo pienso que va a besarme, pero no lo hace, enciende el motor y se pone rumbo a la
mansión. Apenas hablamos en el camino de regreso, tan solo cuando vuelve a aparcar en el mismo lugar
de antes.
—Si aceptas mi consejo, vuelve a tu rutina y olvídate de ese chico. Algunas personas dicen que el amor
duele, pero yo no estoy de acuerdo, creo que cuando alguien te quiere, no te hace sufrir, y es lo que estás
haciendo ahora, sufrir.
—Gracias por acompañarme, y gracias también por aguantar mi rabieta. Hablaré con mi tío para que te
ascienda, me vendrá bien tenerte cerca. —Sonrío con desgana y él me guiña un ojo antes de que nos
bajemos del coche.

Esta noche ha sido dura, pero también me ha hecho más dura a mí. Si Niniano no me quiere, o si es tan
cobarde de fingir que no lo hace por el motivo que sea, entonces no merece que yo derrame ni una sola
lágrima por él. Sigo pensando que sucede algo más, que hay algo detrás de esto, pero, al menos por mi
parte, creía que teníamos la suficiente confianza como para contárnoslo todo. Me equivocaba.

ASIA

Tras comer todos juntos, mi rubio y yo subimos al dormitorio a ver una película y pasa lo que suele
pasar últimamente por lo cansados que estamos: nos quedamos dormidos. Al despertar, decido darme una
ducha para espabilarme, Dante me besa cuando salgo del cuarto de baño y echa un vistazo por la ventana
al escuchar un coche, supongo que serán Nick y Allie. Han quedado en reunirse todos para tener en
cuenta las ideas que ha tenido cada uno acerca de cómo acabar con Grigori y con su madre de una vez
por todas, sin pequeños ataques ni la mínima opción de fracasar. Tiene que ser algo eficaz, rápido y
limpio, según las palabras del patriarca. Vladimir ha insistido en numerosas ocasiones en que no se le
puede subestimar, que estamos pensando que es un crío con rencor, pero en realidad es capaz de todo.
—Esa falda te hace un culazo espectacular —susurra de repente mi rubio favorito al mismo tiempo que
pega su entrepierna a mi trasero.
—Ya veo que te gusta. —Río y giro la cara para besarle.
Una de sus manos me sujeta con suavidad por el cuello mientras que la otra se pierde por debajo de la
tela, acaricia mis muslos y se adentra bajo mis bragas. Sus labios recorren la línea de mi mandíbula,
llegan hasta el lóbulo de mi oreja y lo sujetan mientras sus dedos alcanzan la zona más sensible de mi
cuerpo.
—Dante, te están esperando —murmuro sin mucho entusiasmo por detenerle.
—Pues que esperen.
Masajea mi clítoris con delicadeza, de la forma que tantas veces ha comprobado que resulta efectiva
para hacerme perder el sentido.
Cuando empezamos, hace ya meses, al principio se notaba que temíamos hacerlo mal, tanto él como yo,
en especial el sexo oral, pero a medida que la confianza fue creciendo más, empezamos a comunicarnos y
a enseñarnos mutuamente lo que nos gusta, cómo nos gusta, lo que no, lo que nunca haríamos o las
fantasías que tenemos. Y es que creo que debe ser así. Me resulta imposible entender que una pareja sea
capaz de darse placer sin comunicación, ¿cómo puede saber la otra persona que no me gusta algo si no se
lo digo? O ¿cómo puede saber él si a mí me apetece probar algo nuevo si no me lo pregunta? Ahí está el
secreto, en el respeto y en la comunicación. Es básico.
—No pienso bajar hasta haber hecho que te corras. —Sus palabras susurradas en mi oído consiguen
humedecerme tanto como sus dedos—. Hasta que me regales ese gemido que se ha convertido en una
adicción para mí y sienta cómo te deshaces en mis manos.
—¡Dante! —grita su madre desde la planta inferior—. ¡Baja, vamos!
—Venga, tienes que ir —digo sujetando su mano por la muñeca para que se detenga.
—Shh, imagina mi lengua entrando y saliendo de ti —insiste aumentando la velocidad de sus dedos—.
Yo desnudo sobre tu cuerpo, follándote como te gusta.
—Ahh…
—Justo así. —Una pequeña risa ronca acompañada de sus dientes tirando de mi oreja son clave para
que me retuerza bajo sus brazos.
—Dante… Joder.
Su mano sube de mis pechos hasta mi boca y la cubren para tratar de silenciar el grito que sabe que va
a salir de mi garganta, intento moverme y las piernas me tiemblan, pero él me sostiene y no detiene el
movimiento de sus dedos hasta que mi clítoris está tan hinchado que el simple tacto me resulta doloroso.
Solo entonces deja que me dé la vuelta, sonríe al ver mis ojos entrecerrados y me besa con cariño.
—Ahora podemos irnos.

XVII

ASIA

—El ambiente está caldeado —comenta Cassandra en voz baja cuando Dante y yo llegamos a la planta
principal, la mayoría están ya en el despacho.
—Están desesperados, como no pillen pronto a ese ruso y acaben con él, no sé qué pasará, Dante tiene
hasta pesadillas por las noches.
—¿Y si los dejamos solos y nos vamos a estudiar a la biblioteca? Tengo que terminar un trabajo para la
universidad y necesito sacar unas fotocopias de algunos libros.
—Vale, voy a decírselo a Dante, así aprovecho yo también porque en esta casa me resulta muy
complicado concentrarme. —Le hago un gesto con los ojos y ella sonríe asintiendo, supongo que es
consciente de a lo que me refiero.
—Rubio —llamo cuando se adelanta algunos pasos—, me marcho con Cass un rato, vamos a la
biblioteca.
—No me parece buena idea que salgáis solas. —Frunce el ceño y mira a la hija de Ryder cuando Kibo se
le acerca.
—Solo vamos a estudiar, tenemos que buscar algunas cosas en los libros que no vienen en internet. —
Me adelanto a lo que ya sé que me va a decir—. Además… Ya sabes que me cuesta estudiar aquí, Dante.
Últimamente es complicado concentrarse en medio de tantos gritos, armas y rodeada de escoltas.
—Lo siento. —Suspira y sé cómo se debate entre dejar que me marche sin protección o mandar a que
nos sigan.
—No tienes la culpa, yo elegí quedarme a tu lado con todas las consecuencias. —Me pongo ligeramente
de puntillas para besarlo.
—Dante, venga —llama su padre a unos metros.
—Va, tranquilo —digo mientras me alejo sin dejar de mirarlo—, te llamo, ¿vale? Te quiero.
—No te separes del móvil, te quiero.
No se queda convencido, pero valoro que confíe en mí, sabe que es algo importante en nuestra
relación; que, a pesar de las circunstancias, me sobreproteja lo menos posible y me dé la independencia
que toda pareja debe tener. Sé que no siempre es viable debido al modo de vida que llevan tanto su
familia como él, y también soy consciente del futuro que me espera si decido permanecer a su lado, cosa
que pienso hacer, pero ¿qué puedo decir? Lo amo. Simple, pero real.
—Kibo dice que tengamos cuidado y bla, bla —señala Cass de camino a mi coche, sí, Hope me ha
comprado un coche como regalo adelantado de cumpleaños.
—Dante igual, pero bueno, solo vamos a la biblioteca, no vamos a salir de ahí, así que ya le he dicho
que esté tranquilo. ¿Cómo llevan tus padres toda esta situación? —pregunto mientras pongo el coche en
marcha y me dirijo hacia las barreras de la mansión.
—Fatal, cada día me toca convencerlos de que estoy bien, me hacen prometerles mil veces que no ha
pasado nada, que no me han hecho nada y que todo va estupendamente.
—¿Y te creen? —Arqueo una ceja con incredulidad.
—No, por eso es la misma historia todos los días, a veces no les cojo el teléfono, pero es incluso peor,
son capaces de presentarse aquí.
—Hay que entenderles, debe ser duro tener a tu hija casi en la otra punta del país y rodeada de
mafiosos. Yo no creo que pudiese pegar ojo por las noches.
—¿Y los tuyos?
—¿Quién? ¿Mis padres?
—Sí, ¿qué opinan de tu relación con Dante?
—No saben nada.
—¿En serio? —Se inclina en el asiento para mirarme.
—A ver, saben que estoy con Dante, pero nada respecto a la familia y todo eso.
—Vaya, ¿y te sientes bien mintiéndoles?
—Pues no —espeto. Este tema es delicado para mí—. He estado a punto de contarles la verdad tantas
veces que he perdido la cuenta, pero al final nunca lo hago porque sé que vendrían y les pondría en
peligro. Cada persona que se relaciona con los Ivankov dibuja una diana en su cabeza, y ahora yo soy
parte de ellos. No pienso involucrar a mis padres en algo que solo me concierne a mí, yo decidí formar
parte de la familia, no ellos.
—Pero ellos son tu familia.
—Por supuesto, por eso no lo hago, porque los quiero y quiero que sigan con vida. ¿Cambiamos de
tema?
—Perdona, no pretendía hacerte sentir mal, es solo que…
—Da igual. —Decido cortarla y hablar de otra cosa, pronto será mi cumpleaños y nunca lo he pasado
sin ellos, así que prefiero evitar ese tema todo lo posible.

CASSANDRA

No insisto ya que veo que el tema de sus padres es duro para ella, no imagino lo que sería mi vida si
tuviese que guardar secretos con los míos.
Supongo que no tiene nada que ver, mi padre es Ryder Black, conocido en todo Arizona por ser un
prestigioso abogado, lo que poca gente sabe es que cuando tenía pocos años más que yo, su negocio era la
compra venta de armas, dominaba todo Flagstaff, hacía lo que quería. Bueno, menos la zona en la que un
tal Ronnie hacía lo mismo, creo que tenían la ciudad dividida o algo así, nunca han querido darme muchos
detalles, pero a lo largo de los años he ido averiguando cosas a través de mi madre y de los amigos de
ellos. Como que ese cabrón mató a su mejor amigo y eso ayudó a que mis padres se acercasen más y
terminasen enamorados.
La cuestión es que venimos de mundos diferentes, Asia nunca había estado relacionada con todas estas
cosas hasta que conoció a Dante; yo, en cambio, provengo de una familia donde me han enseñado a
cuidarme y a defenderme sola, Ryder se ha encargado de instruirme desde pequeña, no con armas,
aunque sí que sé manejarlas, pero sí en el cuerpo a cuerpo, en la defensa personal. Imagino que es
previsor.
Sin embargo, la muerte de su amigo le cambió la vida, la forma de pensar y de ver el mundo. Se retiró
de las armas y se centró en su carrera de derecho, y desde entonces no volvió a tocar una pistola, al
menos no por negocio como hasta entonces. Aunque sí que me han contado que antes de que yo naciera
tuvieron que acudir en la ayuda de los Ivankov alguna vez, algo que a mi madre no le hizo ninguna gracia,
y ese es parte del motivo por el que no está feliz con mi mudanza a su casa y a su ciudad. Si sigo aquí es
por mi padre, él la convenció de dejarme venir y de darme la oportunidad, pero sé que discuten cada día y
ella lo culparía eternamente si me sucediese algo… Es complicado.
—Vamos a aquella, hay menos gente —sugiero señalando la mesa más al fondo de la segunda planta.
—No pensé que la biblioteca fuese a estar tan llena —protesta Asia. Le cuesta mucho concentrarse
cuando ve movimiento a su alrededor.
—Podemos buscar lo que necesitamos y seguir en tu apartamento, nos vendrá bien pasar un rato
alejadas del mundo Ivankov. —Pongo los ojos en blanco, reconozco que hay momentos en los que me
agobia y me produce ansiedad tanta incertidumbre y personal de seguridad por toda la casa.
—Me parece bien —dice y deja su mochila encima de la mesa—. Iré a por el libro que necesito y tú haz
lo mismo, sacamos unas fotocopias y listo.
—Hecho. —Asiento y me dirijo hacia la zona donde veo un letrero pequeño que me indica la sección en
la cual supongo que encontraré lo que busco.

ASIA

Mientras recorro los pasillos, mi mente divaga por todo lo vivido desde que llegué a Nueva York, el
modo en el que mi vida ha dado un giro radical y cómo ya no podré volver a ser la misma Asia que aterrizó
en Nueva York con una maleta llena de sueños y esperanzas. Ahora los tengo, eso no cambiará, pero soy
consciente de que es complicado y que ser parte de los Ivankov, supone sacrificar muchas cosas.
Por otro lado, aunque no se lo he dicho a Dante porque no quiero que se sienta más culpable de lo que
ya se siente, llevo días pensando en que no queda nada para mi cumpleaños y que mis padres no han
parado de decirme que van a venir a verme diga yo lo que diga. ¿Quiero que lo hagan? Por supuesto, los
echo de menos cada día. ¿Tengo miedo? También, no podría vivir sabiendo que les ha sucedido algo por mi
culpa, por mi decisión de enamorarme —aunque eso no se pueda decidir— de un futuro vor v zakone.
Tras unos minutos, tanto Cassandra como yo damos con lo que necesitamos y hacemos las fotocopias
antes de coger nuestras cosas e ir hacia el ascensor. Dos hombres entran justo antes de que se cierren las
puertas mecánicas, su aspecto no me gusta nada y por la posición que toman los hombros de Cass, me doy
cuenta de que se ha puesto alerta.

XVIII

ASIA

Intercambio miradas con Cass en silencio, nuestros dos acompañantes no se mueven y casi parece que
ni respiran, pero, entonces, un par de segundos antes de que el ascensor llegue a la planta subterránea
donde hemos aparcado, el más alto pulsa el botón de “STOP”. Casi no me da tiempo a reaccionar cuando
sus cuerpos parecen activarse de repente para sujetarnos, o Dios sabe para qué. Sin embargo, Cassandra
se adelanta, apoya su mano en mi hombro y golpea con la pierna a uno de ellos en sus partes bajas.
—Hija de puta —farfulla adolorido mientras se lleva las manos a los testículos, su espalda se dobla y
cae de rodillas al suelo.
Entonces, el otro extiende los brazos hacia nosotras y yo aprovecho que mi amiga le da un mordisco en
la mano y le realiza una llave que, muy probablemente, le haya enseñado su padre, para volver a pulsar el
botón del ascensor y salir corriendo cuando las puertas se abren. Giro la cabeza un segundo para
asegurarme de que Cass me sigue y ambas atravesamos el parking casi desierto con la intención de
alcanzar mi coche. No es muy tarde, pero ya ha anochecido y como la biblioteca está en el centro,
supongo que la gente viene andando o en transporte público.
—¡Corre, Asia, no te detengas! —grita cuando vuelvo a mirar hacia atrás.
Los hombres nos siguen, pero, a pesar de que les sacamos ventaja, no sirve de nada puesto que, antes
de que podamos alcanzar mi vehículo, un furgón oscuro nos corta el paso con brusquedad, la puerta
trasera se abre y varias personas con capuchas tiran de nosotras hacia el interior. Nos están
secuestrando.

DANTE

Miro mi reloj de muñeca por quinta vez, me estoy impacientando porque no sé nada de Asia y hace rato
que debería haber vuelto, o haberme llamado, sin embargo, ni siquiera contesta a mis llamadas o
mensajes.
—¿Estás bien, cariño? —Mi madre se percata de mi ansiedad y se acerca cuando el resto de la familia
aún sigue planeando qué hacer con el hijo de puta de Grigori.
—Estoy preocupado por Asia, no me contesta y hace rato que tendría que haber vuelto.
—¿Qué pasa? —Sasha se acerca al ver la cara de mi madre, la cual ha cambiado drásticamente al
escucharme.
—Dante no sabe nada de Asia y no le coge el teléfono.
—Localízala —ordena la rubia.
—No me gusta invadir así su intimidad. —Me rasco la nuca, lo he pensado varias veces, pero no me
agrada la idea de espiarla de esa manera.
—Hazlo, joder, ¿para qué coño queremos los localizadores si no los usamos? —insiste impaciente a la
vez que me quita el móvil para hacerlo ella misma.
—No da señal —digo tras algunos segundos en los que la pantalla no da dirección alguna.
—Esto no es bueno. —Sasha niega con la cabeza y se gira para llamar a mi padre, supongo, pero la
sujeto por la mano.
—Espera, joder, igual solo es un problema de cobertura, dejad que vaya a su casa a comprobar si están
allí. Llamaré a Kibo ahora para ver si sabe algo de Cass, ella tampoco ha regresado aún.
Mi primo se ha marchado hace un rato, no sabemos dónde, pero desde la traición de Grigori, hay
ocasiones en las que necesita aislarse y estar solo, así que tratamos de no agobiarlo.
—No me parece buena idea, hijo.
—Mamá, por favor, ya no soy un niño, deja que me ocupe de esto. Si voy y no está, os llamaré, lo
prometo.
—Llama a Kibo primero —pide preocupada—, y pregúntale.
—Vale. —Acepto porque lo cierto es que necesito saber si ha hablado con Cass.
—Dime —contesta enseguida desde el otro lado del altavoz.
—Oye, ¿tienes noticias de Cassandra? Asia aún no ha vuelto y no me coge el móvil, y tampoco tiene
señal el localizador.
—No, yo también llevo un rato intentando hablar con Cass, pero nada.
—Joder, vale, voy a ver si están en casa de Asia y te aviso. Adiós.
—De acuerdo.
Mi madre y mi tía intercambian una mirada, la rubia niega, pero finalmente mi madre suspira y asiente
ante mi petición muda de dejarme marchar, me da un beso en la frente y yo me voy corriendo hacia el
garaje para coger mi moto.
Intento no pensar en nada de camino a Manhattan, no ponerme en lo peor porque entonces no podré
pensar con claridad, aunque lo cierto es que Asia es muy cuidadosa para estas cosas y sabe que es
importante no desconectarse del mundo, ni de mí, cuando está sola. Para bien o para mal, es una Ivankov
y eso tiene sus consecuencias.
Detengo la moto frente a la fachada del edificio donde mi padre le alquiló un apartamento hace meses,
cuando nos enteramos de lo de Nino, la ‘Ndrangueta y todo eso, parece que fue en otra vida; el portero
me abre la puerta principal al verme.
—Buenas, ¿sabes si Asia ha venido?
—Le diría casi seguro que no, señorito Ivankov.
—De acuerdo, gracias.
La respiración se me atasca en la garganta a medida que subo en el ascensor.
—No pienses, no pienses, todo está bien, por favor, que esté en casa —murmuro con los ojos cerrados y
la cabeza apoyada en la pared.
Toco el timbre un par de veces, pero no se escucha ningún movimiento dentro, así que accedo con mi
llave.
—¿Asía? Asia, ¿estás aquí? —pregunto a la vez que recorro el apartamento—. ¡Joder! —Me siento en el
sofá y trato de calmarme, de pensar dónde podría haberse metido y el motivo por el que no me contesta
las llamadas. Todo me lleva a la misma conclusión, la cual se confirma cuando un mensaje suena en el
teléfono entre mis manos. Me pongo de pie mientras el corazón me palpita en las sienes y siento que me
va a explotar, es un video. Me acaban de mandar un video desde un número que no tengo en la agenda, y
me tiemblan tanto las manos que no soy capaz de abrirlo.
—Por favor, por favor… —susurro con los ojos cerrados, respiro y pulso en la pantalla.
Mi rostro empalidece y un escalofrío me sube por la espalda, noto una acumulación de sentimientos tan
grande que algunas lágrimas salen de mis ojos; no sé si son de tristeza, miedo, culpabilidad, de rabia. Asia
y Cassandra se encuentran sentadas en dos sillas, ambas atadas, amordazas y llenas de golpes, sangre y
suciedad; lloran y un hombre las sujeta bruscamente de la cabeza por detrás obligándolas a que miren a
la cámara.
—Tienes media hora para venir a la dirección que te he mandado, hazlo solo y desarmado, o ambas
morirán.
El video termina con esa indicación de alguien que conozco bien, o creía que conocía. Grigori habla
desde detrás del móvil con el que ha grabado la escena, sin tener los cojones de enfocarse a sí mismo,
confirmando lo cobarde y rata que es.
Ahora sí lloro de rabia.
Lloro y grito, golpeo la mesa del centro y doy vueltas por el salón sin saber qué hacer, sin saber qué
decisión tomar. Sé que no es un farol y que es capaz de cualquier cosa, no obstante, también soy
consciente de que yo solo no voy a ser capaz de liberarlas. Grigori tiene muy clara su misión, tanto que ha
sido capaz de bordar el puto papel de amigo durante dos años. ¡Dos años! Es una puta locura, joder, por
eso estoy seguro de que no estarán solo él y el otro hombre que salía en el video, debe haber llevado al
menos a media docena más, de modo que no voy a poder hacer nada sin la ayuda de mi familia. Y no debo.
La familia es sagrada; no se la abandona, no se la traiciona y no se la falla. Así que no lo pienso más y
pulso sobre el nombre de Hell Ivankov en la pantalla de mi móvil.
—Dante, ¿qué pasa, hijo?
—Papá, os necesito, han secuestrado a Asia y Cass.

XIX

ASIA

Hablo conmigo misma, me repito que las lágrimas no me van a sacar de aquí, que la ansiedad no va a
desatarme y los gritos no me liberarán.
La estancia en la que estamos parece ser una vieja tienda, aunque no sabría decir de qué porque que
hay diferentes objetos por todas partes, los cuales no tienen nada que ver unos con otros. Sin embargo,
poco después, cuando mis ojos ya se han acostumbrado un poco a la penumbra, advierto algo que podría
ayudarnos a salir de aquí en el caso de que pudiésemos solarnos las manos: unas navajas. Descansan
apoyadas dentro de un expositor en el interior de una vitrina de cristal, las hay de todas las formas, tipos
y tamaños.
—Sé lo que piensas —farfulla Cass a mi lado tras seguir mi mirada, no es sencillo entenderla a través
de la mordaza que divide su boca en dos por lo apretada que está—. No podremos soltarnos, ya lo he
intentado.
—Pues tenemos que seguir intentándolo.
No hablamos mucho más puesto que el esfuerzo es doloroso, tengo la garganta seca por todo lo que he
llorado al principio, y la mandíbula molida.
—Tranquila, Asia, tu Romeo está en camino. —Se carcajea Grigori frente a mí. Sale de detrás de un
mostrador, con un cigarrillo sujeto entre sus labios y la pistola en la mano. Saca el cargador, lo comprueba
y vuelve a introducirlo—. ¿Crees que vendrá solo como le he pedido? La verdad es que tengo mis dudas —
reflexiona en voz alta sin que nadie le pregunte—. Ese concepto de familia y de unidad de mierda que
tienen podría ser un problema si le lleva a tomar la decisión equivocada; sin embargo, me decanto más
por su lado narcisista y de héroe, te quiere como un perrito —ríe y apoya una mano en mi hombro—, dudo
que vaya a ponerte en peligro. Bueno, en más peligro. —Vuelve a reír y de nuevo desaparece por la misma
puerta trasera que ha entrado.
Yo, en cambio, confío en Dante y sé que tomará la decisión correcta. A pesar de que sé que es
perfectamente capaz de liberarnos y de cuidar de sí mismo —ya me lo demostró cuando Nino nos encerró
en aquel maletero—, el rubio sabe que esto no puede hacerlo solo si quiere que todos salgamos con vida,
que hay muchas más posibilidades de lograrlo con toda la familia.

HELL

No puedo creer que estemos pasando de nuevo por esto, demasiados recuerdos se apelotonan en mi
cabeza al pensar en Asia y Cassandra dentro de ese lugar, muertas de miedo y llenas de hematomas. Esto
es algo que, por muy fuertes que sean, las perseguirá toda la vida, es como si fuesen pequeños traumas
que se van acumulando; y es necesario encerrarlos todos en la caja de Pandora de nuestras cabezas para
poder continuar viviendo. Lo que mis hermanos, mi mujer y yo pasamos cuando teníamos más menos la
edad de nuestro hijo ahora, Gabi, Kibo, Asia… Aquello no puede repetirse, no va a repetirse. Por mi vida
que pienso acabar con cada hijo de puta que se le ocurra traer más desgracia a esta familia.
—Mi amor, ¿estás bien? —Hope acaricia mi pierna mientras conduzco hacia la dirección que Dante nos
ha dado.
—Sí, no te preocupes.
—Demasiados recuerdos —habla Sasha desde el asiento de atrás.
Los tres intercambiamos una mirada a través del espejo retrovisor, no es necesario decirlo en voz alta
para saber lo que pensamos.
—¿Creéis que Dante será capaz de controlarse? Cuando vea a Asia… —Nate no quiere terminar la
frase.
—Sabe lo que está en juego —respondo seguro de mi hijo.
—Ya, pero no hemos tenido más que diez minutos para planearlo, Hell.
—Lo hará bien —apoya mi hermana—. Tiene la sangre caliente, pero es inteligente. De lo contrario, no
nos habría contado nada y hubiese venido él solo.
—Habría sido una muerte segura —insiste Nathan.
—Cuando la vida de la persona que amas está peligro, te da lo mismo si la muerte es segura o una
opción, no piensas, solo actúas. —Hope traga saliva y yo sujeto su mano para que detenga el tembleque de
piernas que tiene, deposito un beso en sus nudillos y trato de transmitirle mi seguridad.
Sé de sobra de lo que habla.
Mi mente se transporta a hace casi veinte años, al día exacto en el que casi matan a la mujer de mi vida
por querer salvarme a mí, por acudir a una cita donde tres rusos pensaban acabar conmigo. Expuso su
vida sin pensárselo ni un segundo, me dejó en la cama, dormido, y salió a hurtadillas sin meditarlo y sin
ningún miedo a la muerte, armada tan solo con un cuchillo de cocina.
—Quita tus manos de ella si no quieres un billete directo al infierno, hijo de puta —ordené con la pistola
en alto en cuanto llegué al punto de encuentro algunos minutos después y ver que la tenían sujeta, tras
despertar y ver una llamada a mi móvil, la cual ella había respondido por mí mientras yo descansaba a su
lado, ajeno a todo.
Marqué ese número de vuelta y el ruso me dijo lo mismo que le debió decir a ella, por eso supe el sitio
al que Hope se estaba dirigiendo en aquel momento.
—Bueno, creo que todos sabemos lo que va a pasar, así que podríamos ahorrarnos el tiempo de los
insultos y las amenazas absurdas —comentó el que pareció ser el jefe.
Y ahí fue donde la situación dio un giro inesperado, todo sucedió en cuestión de segundos, en los que
Hope y yo nos dijimos mil cosas con la mirada, en silencio, y juntos conseguimos acabar con ellos.
—¿Te han hecho algo? —pregunté sin soltarla cuando corrí hasta ella tras matar a los rusos.
—Estoy bien.
—No estás bien. —Me restregué el pelo, recapitulando lo que acababa de pasar—. ¿¡Cómo coño se te
ha ocurrido hacer algo así!?
—Te dije que no dejaría que nadie te hiciera daño.
—Por Dios, tú… tú… —Caminé de un lado para otro, sin encontrar las putas palabras—. ¡Podrían
haberte matado!
—¡Ya lo sé! —gritó de repente— ¿¡Crees que no tenía miedo!? ¿¡Que no pensaba que iban a matarme!?
¡Pues sí, lo pensaba! ¿¡Pero, sabes qué!? ¡Que me da igual, Hell! ¡Me da igual! ¿Y quieres saber por qué?
Porque si te matan, ya no me quedará nada.
—¿Por qué coño tienes que ser tan testaruda?
—¡Porque te quiero, Hell! —espetó. Mi cuerpo giró de modo automático ante esa confesión que nunca
antes nos habíamos hecho—. Te quiero.
—Repítelo —solicité mientras caminé hasta ella y levanté su barbilla. Negó con la cabeza—. Necesito
que lo repitas.
—¿Por qué?
—Porque yo también te quiero.
Y así fue como ambos descubrimos que, desde ese día, no habría nada ni nadie que fuese a ser capaz de
separarnos, así fuese en esta vida como en la siguiente.

XX

GABI

Ignoro a mi padre cuando toca la puerta de mi dormitorio por segunda vez, estoy hecha una furia
porque no me han dejado ir a ayudar a Asia y Cass. ¿Por qué Kibo puede ir y yo no? Han ido todos menos
mi padre y yo, al cual han dejado conmigo como si necesitase una puta niñera. Bueno, y con Marie, pero
ella es como si viviese en sus mundos de unicornios y nubes de algodón; a veces me pregunto si es tonta y
no se entera de lo que pasa en sus narices, o si se lo hace porque es más sencillo fingir que no sabe nada.
—Cariño, por favor. —Connor entra cuando no le respondo, suspira al verme tumbada en la cama con el
móvil y la expresión seria—. ¿Por qué no bajas al salón y vemos juntos una película?
—Sí, claro, vamos a ver una comedia mientras toda nuestra familia se juega la vida. ¡Qué divertido! —
Finjo una sonrisa que borro un par de segundos después—. Tu mujer está allí también, ¿eres consciente
de eso? ¿Tan poco te importa que dejas que vaya sin ti a poner su vida en peligro?
—Basta, Gabriella —espeta con voz autoritaria—. Voy a decirte dos cosas y no las repetiré, así que
espero que me escuches con atención. —Se acerca un par de pasos y yo permanezco callada, mi padre
siempre es el más blando de los tres, cuando discuto con mi madre no interfiere a menos que las cosas se
salgan de contexto, pero trata de mostrarse neutral y no perder nunca los papeles—. Lo primero es que tu
madre es una mujer completamente independiente y con capacidad de sobra para defenderse y cuidar de
sí misma sin mi ayuda ni la de nadie —dice, y juraría que tiene un nudo en la garganta—. ¿De verdad
piensas que no me muero por dentro cada vez que la veo con una puta pistola entre las manos? Con
navajas escondidas por la ropa y preparada para salir a la calle a… —Cierra la boca y agacha la cabeza,
exhala un suspiro y vuelve a mirarme—. No sabes nada de la vida, Gabi, nada. La vida al lado de tu madre
es como estar dentro de un parque de atracciones lleno de montañas rusas, las cuales pueden fallar en
cualquier momento y mandar tu vida a tomar por el culo. Pero es una vida que yo elegí al permanecer a su
lado, una vida que elegí y acepté después de muchas dudas. Y lo segundo, ¿dudas de si Sasha me
importa? ¿De verdad?
Quiero hablar y pedirle perdón, pero ahora la que tiene un nudo en la garganta y la que no es capaz de
abrir la boca, soy yo.
—Criarte ha sido lo más maravilloso, y a la vez difícil, que he hecho en toda mi vida. Tu madre y yo nos
hemos pasado noches enteras en vela, hablando y discutiendo sobre cuánto debías saber y cuándo. He
suplicado y llorado por intentar convencerla de que las armas y toda esta vida quedase fuera de tu
educación, sin embargo, es algo inevitable teniendo en cuenta el apellido que llevas. ¿Sabes por qué eres
Gabriella Ivankova y no Gabriella Andrews? —pregunta en medio de su monólogo, yo tan solo niego con la
cabeza—. Porque eso te hace poderosa, eso te hace temible y el día de mañana servirá para que la gente
te respete sin necesidad de hacer nada. Me ha costado mucho, muchísimo —ríe con lástima—, asumir y
aceptar lo que eso significa, no te haces una idea. —Chasquea la lengua y se sienta en el borde de la
cama, sin mirarme. Apoya los codos en las rodillas y se rasca la cabeza. No lo dudo, me inclino para
abrazarlo y él me rodea con su cuerpo.
—Lo siento, soy una idiota, sabes que la mitad de las veces no pienso las cosas que digo. Sé que mamá
y tú os queréis mucho, puedo verlo en cada mirada y cada gesto, pero es que a veces…
—Sé que no es fácil. —Me interrumpe girándose para colocar una pierna ligeramente flexionada sobre
el colchón, hacia mí—. Y también sé que lo que ha pasado con Niniano no te lo esperabas, que te sientes
perdida y muy triste.
—Es que no me lo creo, papá, no entiendo nada. Deja a su familia, la traiciona por mí, ¿y ahora me deja
porque no está enamorado? —cuestiono completamente desconcertada.
—No sabes lo que ese chico debe estar sintiendo ni los motivos por los cuales actúa así, cariño.
—¿Eso qué quiere decir? —Entorno los ojos cuando traga saliva y mira hacia otro lado—. ¿Qué sabes,
papá? Le han obligado a dejarme, ¿verdad?
—Yo no he dicho eso, Gabi, para porque te veo venir —advierte con el dedo y se levanta de la cama.
—Pero has dicho…
—No. —Me interrumpe—. Se acabó el tema, si Niniano te ha dejado ha sido porque él lo ha decidido,
sea cual sea el motivo debes respetarlo.
Asiento en silencio para no preocuparlo, pero esto solo confirma mis sospechas; estoy segura de que mi
madre, o seguramente toda la familia, conoce los motivos reales que han llevado a que el chico que se
jugó la vida para salvar a mi padre, me haya dejado de la noche a la mañana.
—Si cambias de idea y te apetece ver una película conmigo, estaré en el salón —informa antes de
cerrar la puerta de mi dormitorio. Bueno, el dormitorio que tengo en casa de mis tíos.
En cuanto escucho cómo baja las escaleras, me levanto de la cama y corro para asomarme por la
ventana, la abro y veo que Ash está patrullando a unos metros.
—Ash —llamo en un susurro, enseguida alza la cabeza—. Invéntate una excusa y sube —ordeno, él mira
a sus costados y dibuja una mueca confusa—. Te necesito, por favor.
Duda unos segundos, pero finalmente asiente y desaparece de mi vista al voltear la casa; espero que
sea un buen actor.
Me quito el pijama y rebusco en el armario algo que ponerme, lanzo cosas por el aire y trato de calmar
mi cabeza, que ahora mismo está funcionando demasiado deprisa como para ordenar mis ideas.
La puerta suena entonces.
—¡Pasa! —digo sin mirar.
—Aquí me tienes.
Me levanto para hablar con él, me pareció un chico encantador el otro día y, en cuanto mi padre ha
dicho todo eso, no lo he dudado ni un momento al pensar en acudir a Ash para que me ayude.
—Joder. —Gira la cabeza y se da la vuelta, entonces me doy cuenta de que estoy en ropa interior—. No
quiero que me despidan, Gabriella, ¿puedes vestirte?
—Sí, perdona. —Me decido por una falda corta azul y una sudadera que Nino me regaló—. Ya.
—¿Qué quieres? —inquiere tras mirarme.
—Tienes que ayudarme otra vez.
—No voy a ayudar a que te escapes para ir a ver a un tío por el que desde que se fue, no has parado de
llorar.
—No es lo que piensas, le han obligado a dejarme, Ash, han debido de amenazarle de alguna forma,
necesito hablar con él. Por favor —suplico acercándome para sujetar sus manos y ponerle ojitos.
—No sé, Gabi… —Niega con la cabeza y suspira—. Aunque quisiera, no sabría cómo ayudarte, tu padre
está en el salón y tu abuelo en el despacho.
—¿Te han visto subir?
—No.
—De acuerdo, haremos lo siguiente…

XXI

DANTE

Detengo la moto en la zona vieja de Queens, junto a la puerta de la dirección que me han dado; por lo
poco que queda en el escaparate y el estado de las cosas que veo, parece ser una vieja tienda de objetos
de coleccionista, pero claramente se encuentra abandonada. Me quito el casco y lo sujeto con firmeza,
preparado para usarlo como arma y golpear a quien se interponga entre Asia y yo. Bueno, y Cassandra.
A pesar de lo que Grigori me ha dicho, sí vengo armado, no solo con mi Glock, sino también con un par
de navajas, una regalada por mi padre y otra por mi abuelo. Hell, Hope y Sasha están solo a unos metros,
escondidos al otro lado de la calle tras un camión que hay aparcado; y un poco más allá se encuentran mi
tío Nick, Kibo y su padre. El resto de hombres aguardan instrucciones del jefe metidos en los coches, al
final de la calle.
Giro la manilla oxidada y la empujo con el pie, pesa, así que le doy con más fuerza hasta que la abro del
todo y puedo ver parte del interior. Enseguida escucho las voces de Asia y Cass a unos metros, balbucean
y no entiendo bien lo que dicen, pero son ellas, así que no dudo en correr en esa dirección.
—¡Cuidado! —grita entonces mi chica mirando a mi espalda. Sin embargo, no me da tiempo a
voltearme, lo que imagino debe ser la culata de un arma me golpea con tanta fuerza que mi cerebro
desconecta.

Lo próximo que mis ojos ven es a una mujer desconocida, rubia, de unos cincuenta y cinco o sesenta
años. Su cabellera dorada se mueve recogida en una coleta alta, va vestida toda de negro y parece sacada
de alguna película de karatecas o maestros del kung-fu. Golpea y dispara a los hombres de Grigori con
soltura y agilidad mientras trato de ponerme en pie a pesar de mi visión borrosa, me apoyo en una rodilla
y saco mi arma de la tobillera, la alzo para disparar, pero entonces la mente me hace dudar de lo que ven
mis ojos. La desconocida ha dejado KO a todos. La puerta por la que he entrado se abre al mismo tiempo
que ella cruza una mirada conmigo, duda un instante y finalmente sale corriendo por detrás justo antes de
que mi padre, mi madre y Sasha entren en la tienda.
—¿Qué cojones ha pasado? —Hell inspecciona el lugar con su arma preparada, a la vez que mi madre
desata a Asia y Cass, y Sasha se asegura de que todos los hombres que están tirados en el suelo, sigan
inconscientes o muertos.
—No-no lo sé, joder. —Aún sigo confuso y me quema la cabeza.
—No te toques —pide mi padre sujetando mi mano—. Tienes una brecha. ¿Quién ha hecho todo esto? —
Señala a los hombres.
—Dante, ¿estás bien? —Asia se levanta y ambos caminamos el uno hacia el otro, ignoro a mi padre y la
abrazo, es lo único que necesito hacer en este momento. Lo demás puede esperar.
—Lo siento mucho, lo siento —repito una y otra vez, entre beso y beso, salado y húmedo por las
lágrimas de ambos—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien, debí hacerte caso. —Se lamenta y yo envuelvo su cuerpo con mis brazos a la vez que me
giro al escuchar cómo Kibo entra en la tienda junto a mis tíos y corre hacia Cassandra, de la que me había
olvidado completamente.
—Dante, céntrate. —Sasha tira de mi brazo y chasquea los dedos frente a mi rostro—. Si tú estabas
inconsciente, ¿quién ha hecho todo esto?
—No lo sé, joder. Cuando he abierto los ojos aún veía borroso y estaba confundido, pero juraría que ha
sido una mujer mayor, rubia y hermana gemela de Jackie Chan.
—Sí, yo no la había visto en mi vida —coincide Asia con el ceño fruncido, y Cass asiente con la cabeza
—. Pero les ha dado a todos una buena paliza y, no sé, juraría que…
—¿Qué pasa, Asia? —Mi madre acaricia su pelo cuando deja de hablar.
—No… No lo sé, lo cierto es que su rostro se me hacía algo conocido —reflexiona, pero parece confusa.
Yo no puedo decir nada porque apenas la he visto bien, entre la oscuridad del lugar y la hostia que me
han dado en la cabeza, tengo que dar gracias de haber podido diferenciar el color de su pelo.
—Bueno, podemos seguir con esta conversación en la mansión —sugiere Nick—, Grigori no está entre
los presentes, así que no me extrañaría que apareciese de repente.
Una lluvia de balas parece ser invocada por sus palabras.
—¡Nicholas! —Le reprende mi tía Sas—. ¡Dios, eres gafe!
—¡Por la puerta de atrás! —exclama mi madre—. ¡Vamos, vamos!
Ella, Hell y Sasha abren fuego hacia la parte frontal de la tienda, por donde hemos entrado,
agazapados tras el mostrador. Nos cubren y todos nos vamos alejando sin dejar de disparar a la nada, ya
que no se ve más que la oscuridad de la noche. Nos agachamos y saltamos un pequeño muro trasero para
salir al callejón, oigo cómo mi padre habla por teléfono con sus hombres, no más de tres palabras antes de
colgar. En ese instante se escucha cómo varias ruedas chirrían en el asfalto a lo lejos, corremos y salimos
a la calle principal, donde ya no parece haber nadie. No dudamos en aprovechar la ventaja y subirnos a
los furgones, nos alejamos de la zona y son los hombres de seguridad quienes permanecen unos minutos
más, asegurando el perímetro.
No sé lo que ha pasado esta noche, pero cuando esa mujer me ha mirado a los ojos… Da igual, creo que
el golpe me está haciendo delirar.

GABI

—No sé, Gabi… —Niega con la cabeza y suspira—. Aunque quisiera, no sabría cómo ayudarte, tu padre
está en el salón y tu abuelo en el despacho.
—¿Te han visto subir?
—No.
—De acuerdo, haremos lo siguiente…
—Lo que deberías hacer es quedarte aquí tranquila y no meternos en más problemas a ninguno de los
dos. —Me interrumpe con los ojos cerrados a la vez que pellizca su nariz y suspira.
—¿Vas a ayudarme o no?
—Sí, voy a ayudarte no ayudándote a escapar, Gabi.
—Ash, por favor. —Doy golpecitos con el pie en el suelo, impaciente.
—Lo siento, en serio, pero no voy a colaborar en esto. —Chasquea la lengua y se da la vuelta, camina
hasta la puerta y la cierra tras de sí.
—¡Joder! —gruño en voz baja tirando un cojín contra la pared.
Me siento en el borde de la cama y pienso, trato de reflexionar de ese modo que ni mi madre ni yo
sabemos hacer, pero de la forma en que tantas veces mi padre ha querido enseñarme. «Piensa dos veces
antes de actuar, cariño. Y si es necesario, tres.» Suele decirme a menudo…
—Vale, de acuerdo, puede que no salga de esta casa, pero de una forma o de otra, vamos a hablar.
Salgo de mi dormitorio y bajo las escaleras hasta el salón, sonrío al ver a mi padre sentado en el sofá,
con una foto de él y de mi madre entre las manos; la acerca a sus labios y deposita un beso en ella antes
de alzar la cabeza hacia mí.
—Hola, princesa, ¿estás mejor? —cuestiona y da palmaditas en el asiento a su lado.
—Sí, papá, ¿cómo estás tú? ¿Mamá no ha llamado aún? —Me siento a su lado y dejo que me abrace.
—No, pero no te preocupes, estarán bien. Seguro que en cualquier momento aparecen por la puerta
con Asia y Cass.
—¿De cuándo es esta foto? —Se la quito de las manos y la inspecciono.
—Hace unos diecisiete años, en un viaje que hicimos a la selva de Costa Rica. —La comisura de sus
labios se encorva y acaricia la silueta de su mujer, la cual aparece a su lado, ambos tirados en el medio del
barro, con la cara y toda la ropa manchada pero una enorme sonrisa de felicidad en sus rostros.
—Parecíais muy contentos a pensar de estar llenos de barro —río y su emoción parece invadirme.
—La noche anterior me había dicho que estaba embarazada, acabábamos de enterarnos de que íbamos
a ser padres —confiesa y yo separo bien mis ojos por la sorpresa.
—¡O sea que yo salgo en esta foto! —exclamo y vuelvo a mirarla—. Bueno, en cierta forma, ya me
entiendes.
—Por supuesto. —Asiente sonriente y besa mi frente—. Te quiero muchísimo, Gabi.
—Y yo a ti, papá. Siento lo mal que os lo hago pasar a veces.
—No te preocupes, eres digna hija de tu madre.
Ambos reímos y decido dejar mis planes para más tarde, me quedo junto a él y vemos la película, la
comentamos y tratamos de estar entretenidos hasta que, un rato después, la valla exterior suena.

XXII

ASIA

Llegamos a la mansión en silencio, supongo que cada uno perdido en sus propios pensamientos y
reflexiones. Cass es la que más ausente parece, creo que esta noche ha cambiado algo para ella, me
pregunto si habrá llegado a la conclusión de que venir aquí no fue una buena idea, tal y como decía su
madre. Espero que no, a Kibo le daría algo si, tras perder al que consideraba su mejor amigo y
experimentar la mayor de las traiciones, la pierde también a ella; ha sido su gran apoyo este tiempo y creo
que está empezando a enamorarse, si es que no lo está ya.
—Unicornio, ¿de verdad estás bien? —habla Dante cerca de mi rostro cuando el coche se detiene para
esperar a que se abran las vallas de la mansión.
—Sí, no te preocupes más. —Sonrío a la vez que acaricio su mejilla, acerco mis labios y los poso sobre
los suyos—. Y no te culpes, que te conozco.
—Tarde.
—Bueno, pues deja de hacerlo, tú me advertiste y yo decidí irme de todas formas, en todo caso sería
culpa mía, no tuya.
—El único responsable de esto es el hijo de Oleg, él será quien pague por todos estos meses en los que
nos ha vuelto locos sospechando que se trataba de alguien cercano —concluye Hope antes de abrir la
puerta para bajarse.
—En cierto modo así es —digo yo con lástima tras ver a Kibo bajándose del otro vehículo—. Pobre, no
se merece esta mierda, no volverá a confiar en nadie.
—Lo hará, solo necesita tiempo y espacio. —Mi rubio pasa un brazo por mis hombros y me acerca para
besar mi frente—. Vamos.
Ya en el interior de la mansión, el silencio parece ser uno más de la familia. No sé si por cansancio, por
preocupación o porque nadie sabe bien qué decir. Lo de esa mujer rubia que nos ha ayudado esta noche,
ha sido, como poco, muy raro; y lo peor de todo es que me resulta familiar, aunque no consigo saber de
qué.
Cuando entramos, Gabi y Connor salen del salón para abrazar a Sasha, les contamos lo sucedido y Kibo
entrelaza sus dedos con los de Cass, le dice algo al oído y ambos se retiran hacia las escaleras.
—Joder, como Ryder se entere de lo que le ha pasado a su hija, vendrá a por ella y nos cortará los
huevos a todos —apunta Nicholas cuando estamos ya casi todos en el despacho.
—¿No se lo has contado? —Le pregunta Nathan a su hermano mayor.
—No. —Hell niega con la cabeza, chasquea la lengua y encoge sus hombros—. ¿Para qué? Cass ya está
sana y salva, ¿por qué preocuparle?
—Mi amor, creo que tiene derecho a saberlo —interviene Hope, la responsable de poner un poco de
cordura y sentido común en esta familia—. ¿Tú no querrían saberlo si a alguno de tus hijos les sucediese
algo?
—Pues sí, pero joder… —Se rasca la nunca y deja escapar un suspiro agotado—. Vamos a dormir,
mañana le llamo y pienso cómo explicárselo.
—Venga, todo el mundo a la cama —apoya la pelirroja antes de cerrar los ojos cuando su marido rodea
sus hombros y deposita un beso en su frente.

RYDER

Admiro el trasero de mi mujer mientras toma el sol en el jardín de nuestra casa, aún hay ocasiones en
las que me siento abrumado por cuánto la amo, por cómo llena de felicidad mi vida y cada día me hace ser
mejor persona.
—Eres un pervertido, ¿lo sabías? —apunta con una sonrisa y los ojos cerrados bajo las gafas de sol.
—Claro que lo sé, y tú desde que me conoces. —Camino sobre el césped hasta colocarme justo frente al
sol, arrojando algo de sombra en ella.
—¿Por qué no usas esas manos tatuadas para ponerme crema?
—¿Dónde quieres que la ponga exactamente? —pregunto con tono juguetón al mismo tiempo que me
arrodillo a su lado.
—Por todas partes, mi vida. —Se inclina sonriente para besarme.
—Tus deseos son mis órdenes —contesto y río a la vez que acepto el bote que me pasa, voy a echan un
poco en mis manos cuando mi móvil suena sobre la mesa que hay junto a la barbacoa—. Un momento, voy
a ver si es Cass.
Camino de vuelta unos metros y me sorprendo al ver en pantalla el nombre de mi contacto en Nueva
York, frunzo el ceño puesto que no es habitual que me llame, no es una de esas personas con las que
tengo relación regularmente.
—Hola, ¿qué pasa? —pregunto al descolgar.
Noto cómo se descompone mi rostro a medida que va hablando, Alexis se levanta y se acerca
realizando una pregunta muda con la mirada, doy las gracias a mi contacto y miro a mi mujer.
—¿Qué pasa? ¿Quién era?
—Han secuestrado a Cass, pero ya está a salvo —explico mientras me preparo para su reacción.
—¿¡Qué!? —Se lleva las manos a la cabeza—. ¡Te dije que no era una buena idea! ¡Te supliqué que no la
dejásemos marchar con ellos! ¡Esa gente es la mafia, Ryder!
Asiento con la cabeza en silencio, tiene razón y yo no quise escucharla, pensé que nuestra hija merecía
la oportunidad de tener una vida normal donde ella quisiera; no volcar en ella nuestros miedos ni hacer
que pagase por nuestras experiencias del pasado.
—Lo siento, gatita. —Le ofrezco mi mano para que se acerque, pero niega con la cabeza.
—La quiero de vuelta, Ryder —ordena con autoridad—. Quiero a Cassandra en casa mañana mismo.
—Claro, voy a reservar un vuelo para Nueva York.
Entro en casa de forma apresurada, abro el portátil y empiezo a teclear para coger el primer vuelo que
hay hoy. Alexis me sigue, se coloca a mi lado y observa la pantalla con los brazos cruzados, su semblante
es de preocupación a la par que enfado.
—¿Hell no te ha llamado?
—¿Crees que si me hubiese llamado no te lo habría dicho? —La miro incrédulo, suspira y señala el
ordenador con el dedo.
—Coge ese, sale en tres horas.

Después de preparar una bolsa pequeña y asegurarme de que tengo todo lo que necesito, voy a la
cocina para tomarme un café antes de marcharme. Alexis aparta la mirada de la sartén donde está
cocinando un poco de bacon, y la dirige hacia mí; apenas hemos hablado desde que mi contacto me ha
llamado y me ha explicado todo. Que secuestraron a Asia y a Cassandra, y que los Ivankov las rescataron
a las pocas horas sin que sufrieran daño alguno. Me da igual, Hell debió llamarme en cuanto lo supo,
¿quién coño se cree que es para ocultarme algo así? El juró protegerla, si la dejé irse a Nueva York y
convencí a Alexis, fue precisamente por eso.
—Me voy, volveré con Cass, te lo prometo —digo ya desde la puerta, está enfadada y prefiero no forzar
la situación. Sin embargo, se da la vuelta y deja el tenedor sobre la encimera antes de acercarse.
—Ten cuidado —pide y se pone de puntillas para rodear mi cuello con sus brazos.
—Lo siento, gatita, te quiero —murmuro con la cabeza enterrada bajo su pelo.
—Y yo a ti. —Sujeta mi rostro y me besa—. Vuelve pronto.
—He reservado dos vuelos para mañana.

XXIII

DANTE

Todos estamos desayunando de forma intermitente, medio sentados, medio levantados. Asia está
apoyada en la pared mientras se bebe un zumo de naranja, Cass es la tercera vez que le ha dicho a Kibo
que no tiene hambre, el cual tampoco ha podido probar bocado, Sasha, Connor y Gabi comen tostadas con
crema de cacahuete y el resto va y viene.
—¿Y ahora quién viene? —Mi tío Nick mueve la cortina de la ventana para asomarse a la entrada,
donde la valla metálica ha empezado a abrirse.
—Seguro que es mi padre —informa Cass a la vez que se levanta nerviosa y se dirige a la entrada de la
mansión; el resto la seguimos.
Llego a tiempo de ver cómo Hell abre antes de que suene el timbre, y un hombre tatuado que resulta
fácilmente reconocible lo observa con dureza unos segundos antes de Cass aparezca en escena.
—¿Quién te crees que eres para no informarme de que han secuestrado a mi propia hija? —Arremete
contra mi padre dándole un par de toques en el pecho con el dedo—. Espero que tengas la maleta hecha
porque nos vamos en cinco minutos —le dice a su hija mientras entra en la casa y se acerca a ella para
abrazarla—. ¿Estás bien?
—Sí, papá, ya te lo he dicho por teléfono, no hacía falta que vinieses hasta aquí…
—Y yo te he dicho que iba a venir a buscarte. ¿Tienes idea de cómo está tu madre? ¿De cómo ha pasado
todo este tiempo que llevas viviendo aquí? Donde supuestamente iban a cuidar de ti como si de una hija
más te tratases. —Esto último lo dice mirando a Hell, el cual todavía no ha abierto la boca porque sabe
que Ryder tiene toda la razón para sentirse así.
Si hubiese sido yo el secuestrado, mi hermana o cualquiera de mis primos, toda mi familia —no solo mi
padre— habría movido cielo y tierra, y se habría armado hasta los dientes para rescatarme; básicamente
lo mismo que hemos hecho cuando han secuestrado a Asia y Cass.
—Lo siento mucho, Ryder —habla por fin—. No tengo excusa, debí haber prestado más atención al
cuidado de tu hija, sé que te lo prometí. Lo lamento de verdad.
Se miran a los ojos y el tatuado chasquea la lengua al mismo tiempo que niega con la cabeza, imagino
que no le responde porque ya no hay forma de echar el tiempo atrás, mi padre se ha disculpado, así que,
bueno, poco más se puede hacer ya.
—Venga, hija, coge tus cosas, tenemos el vuelo en unas horas.
—¿Cass? —En ese momento Kibo traga saliva y toca el brazo de su mejor amiga, por no decir la chica
de la que está enamorado.
Como Ryder se la lleve de vuelta a Arizona, a mi primo le va a dar algo, acaba de perder a su mejor
amigo, el puto traidor de Grigori que lleva años fingiendo para acabar con toda mi familia, si Cass se va
ahora, mi primo se hundirá aún más.
—Yo… lo-lo siento Kibo —solloza y lo mira—. Sé que no nos ha pasado nada, pero estas horas ahí atada
en una silla, con esos tíos apuntándonos con sus pistolas, metiéndonos en una furgoneta con la cara
tapada… —Se seca las lágrimas de angustia y retrocede un paso con las manos alzadas cuando el moreno
intenta abrazarla—. Sé que me lo advertiste y que debí ser más prudente, pero esto me ha hecho darme
cuenta de que no quiero vivir toda mi vida con miedo, teniendo que tener cuidado y sin poder ir a estudiar
a una biblioteca o a comerme un helado por pánico a que me secuestren o algo peor. —Su cabeza se agita
mientras habla, a la par que sus manos—. Tú… yo… —No parece encontrar las palabras—. Te quiero
mucho, Kibo, a toda tu familia, pero no quiero esta vida para mi futuro, y tampoco quiero que mis padres
estén en una constante pesadilla por si vuelve a pasarme algo. Lo siento… Lo hemos intentado, pero…
—Por favor, Cass, no te rindas tan pronto… —suplica mi primo mientras es casi palpable el pozo de
tristeza y oscuridad en el que está a punto de caer.
—Hijo, es suficiente. —Nathan sujeta su hombro con una mano y le clava ligeramente los dedos en
señal de apoyo.
—Bueno, venga, tenemos que marcharnos, Cassandra —insiste Ryder agitado.
—De verdad que lo siento. —Esta vuelve a mirar a Kibo y se da la vuelta para subir a la habitación
donde ha estado dejando sus cosas durante este tiempo.

KIBO

No puedo dejar que se marche así, ella no. Subo las escaleras y la sigo hasta la habitación, mi padre me
llama a mi espalda para que lo deje estar, y escucho cómo Ryder resopla, pero me da igual.
—No me lo pongas más difícil, por favor —suplica ella cuando me ve entrar en el dormitorio.
—Te lo pido y te lo suplico si hace falta, no te vayas así. —Sostengo sus manos entre las mías y las beso
sin dejar de mirarla a los ojos—. Esto que tenemos es…
—Lo sé, Kibo, te lo aseguro, y me parte el puto corazón tener que irme, pero no soy Asia, no soy Allie,
no soy Hope, y mucho menos soy Sasha. —Niega y suelta sus manos—. Esta vida no es para mí, cada una
es completamente libre de tomar la decisión que mejor le parezca o que le diga su corazón, pero para mí,
el amor no lo vale todo.
—Por favor…
—Lo siento, tengo que irme, mi padre es capaz de subir a buscarme.
Intenta darme un abrazo y besarme, pero no puedo, no quiero pensar que esto es una despedida y que
será la última vez que la vea, la toque o la bese. Interpongo las manos entre los dos y me dedica una
mirada triste, sé que las lágrimas que está derramando son reales, sé que me quiere y también sé que, en
otras circunstancias, se quedaría a mi lado, pero supongo que su amor no es tan grande como el mío.
Tiene razón en algo que ha dicho, ella no es como el resto de las mujeres de esta familia, las cuales sí
luchan por amor y forman parte del círculo de personas que tienen la firme creencia de que el amor es la
fuerza que mueve el mundo, que no hay nada que el amor no pueda vencer. Supongo que no soy lo
suficientemente importante para ella.
Me quedo sentado en la cama viendo cómo sale por la puerta, ni siquiera la sigo esta vez, ¿para qué?
No pasan más de un par de minutos hasta que escucho cómo el motor se pone de nuevo en marcha y las
vallas se abren otra vez, esta vez para dejar que el amor de mi vida desaparezca.
—Eh —dice Dante poco después cuando entra en la habitación—. Dime qué necesitas, si puedo hacer
algo para que sientas mejor, sabes que estoy aquí.
—Bienvenido al mundo de los Ivankov abandonados. —Gabi se apoya en el marco de la puerta con los
brazos cruzados.
—Joder, Gabi, en serio. —Mi primo la reprende y ella se encoge de hombros.
—¿Qué pasa? No he dicho nada que no sea verdad.
—Un poquito de sensibilidad, coño.
—Dejadlo, es igual —contesto sin ganas mientras me levanto.
—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? —Me ofrece el rubio.
—No, prefiero esta solo, voy a salir a correr un rato.
Bajo la escaleras con mis primos por detrás, y no me sorprendo al ver que el resto de la familia está en
el despacho, hablando y trabajando en los negocios familiares, como si lo que acaba de pasar ya fuese
algo olvidado, algo que no me ha roto en mil pedazos.
—Hijo, ¿cómo estás? —Mi padre sale en cuanto me ve, junto a Sasha y mi tía Hope. Hell, Connor y Nick
me miran desde el interior del despacho.
—Esto es una mierda, Kibo, lo sé —interviene Sasha—, pero la vida está llena de momento en los que
sientes que solo cambias de mejilla para que te sigan dando hostias. Lo que tienes que hacer…
—Tal vez si dejaseis de matar, vender droga y extorsionar a la gente, podría llevar una puta vida normal
en la que la gente que me rodea no se ponga en peligro cada vez que dobla la esquina.
—Hijo, por favor… —Mi padre intenta sujetarme cuando abro la puerta de la mansión para irme y
alejarme de todo, pero Hope lo llama.
—Déjalo, Nate, necesita tiempo. —Escucho que le dice mientras bajo las escaleras principales, me doy
la vuelta antes de subirme a la moto de mi primo, cuyas llaves siempre deja puestas, y los miro.
—Lo siento —digo y pongo el motor en marcha, mi padre y Hope me observan desde fuera, y Sasha
desde detrás de ellos—. Supongo que es el precio que hay que pagar por ser un Ivankov, ¿verdad? —
Acelero y la gravilla bajo las ruedas sale disparada al mismo tiempo que yo salgo de la propiedad, sé que
pueden matarme y que corro peligro, pero parece que todo eso forma parte del apellido que mi padre me
otorgó el día que me adoptó, así que cuanto antes lo asuma, mejor.

DANTE

Asia se lava los dientes mientras me mira desde el cuarto de baño, puedo percibir algo en ella que me
dice que no está bien, aunque supongo que después de un secuestro, es lo normal. La han secuestrado, se
han llevado a la fuerza y han maltratado al amor de mi vida; aunque pueda sonar exagerado, es lo que
siento, y no puedo creer que haya sido tan estúpido de no haber prevenido esta situación. Sé que intenté
que no se fuese a la biblioteca sin protección, pero debí haber insistido.
—Déjalo ya, Dante —dice después de apagar la luz y apartar el edredón para tumbarse a mi lado.
—¿A qué te refieres?
—Deja de culparte.
—¿Tan transparente soy? —Sonrío y coloco su pelo tras la oreja.
—Para mí, sí.
—Lo siento mucho, Asia, esto no tendría que haber sucedido —lamento mientras hago un gesto para
que se apoye en mi pecho.
—Ya, bueno... pero ha pasado, y ya no podemos hacer nada.
—Sé que preguntarte si estás bien es algo absurdo, pero, ¿cómo te sientes? Sé que estás mal, que algo
está pasando por esta cabecita.
—No lo sé, Dante. —Suspira y se incorpora un poco para mirarme —. Me han secuestrado, es algo muy
fuerte.
—Lo sé.
—A ver, soy consciente, y lo he sido desde el primer día, de que estar contigo es peligroso, que formar
parte de tu familia es, cuanto menos, arriesgado. —Se encoge de hombros, yo no sé ni qué decir —. Pero
lo cierto es que esto ha sido como una bofetada de realidad, ¿sabes? Como un enorme "abre los ojos" del
destino —continúa y dibuja unas comillas en el aire.
—No sé qué decir aparte de que lo siento, ojalá hubiese sido yo, no te mereces pasar por esto. —
Chasqueo la lengua y dejo escapar una bocanada de aire a la vez que me apoyo en el colchón para
levantarme —. Si supiese que cortar contigo y separarme de ti, sería la solución, te prometo que lo haría
sin dudarlo. —Y lo cierto es que estoy siendo completamente sincero. Ella niega y se levanta para
acercarse a mí —. Pero no serviría de nada porque todo el mundo sabe lo loco que estoy por ti, te usarían
para hacerme daño de igual forma que ha hecho Grigori esta vez. Ese hijo de puta...
—Tranquilízate y deja de decir estupideces, sabes que no me refería a eso y que no quiero que lo
dejemos. Te amo, Dante. —Frunce los labios en una media sonrisa, yo sostengo sus mejillas y la beso.
—Te amo, te amo —murmuro sobre sus labios —. Dime si hay algo que pueda hacer para que te sientas
mejor.
—Bueno, me gustaría salir de aquí unos días, de la mansión.
—De acuerdo... —Dudo porque no me parece la mejor idea, y menos con lo que acaba de pasar.
—No sé, siento que necesito reconectar conmigo misma y encontrar el balance entre lo que es
necesario y lo que yo necesito, no sé si me entiendes.
—Claro que sí, unicornio. —Asiento y la guio de vuelta a la cama.
—Es que hace solo unos meses que llegué a Nueva York con un montón de planes y de sueños y,
bueno...
—Todo se ha ido a la mierda por estar conmigo.
—No me malinterpretes, no cambiaría nada de lo que hemos vivido y si volviese atrás, tomaría las
mismas decisiones, pero... Sí, todo se ha ido a la mierda.
Sé que intenta ser lo más clara posible sin ofenderme, sin embargo, lo que ella no sabe, es que es
imposible que algo de lo diga pueda llegar a hacerme daño; tiene razón en todo y me sorprende que
quiera seguir conmigo.
—¿Qué te parece si nos vamos al apartamento que alquilamos para ti en Manhattan? Eso sí, con
seguridad en la recepción del edificio. Podríamos celebrar tu cumpleaños.
—Pensaba que no te acordarías —dice con una sonrisa.
—¿Que no me acordaría de tu cumpleaños? —Frunzo el ceño y ella se encoje de hombros—. No voy a
mentirte a estas alturas, mi plan era organizarte una gran fiesta, lo que una diosa como tú se merece,
pero creo que después de lo que ha pasado, no tienes muchas ganas, ¿me equivoco?
—Lo primero, gracias. —Me besa en los labios unos segundos—. Y lo segundo, me conoces bien, no me
apetece mucho meterme en ningún sitio rodeada de gente felicitándome y tener que fingir que todo está
bien.
—No te preocupes, mañana se lo digo a Sasha y páramos todos los preparativos. Dios, me matará por
habértelo contado. —Sonrío y ella se disculpa con la mirada.
—Gracias por entenderme.
—Buscaría a quien pudiese fabricar una máquina y bajarte la luna si me lo pidieras.
—Idiota. —Ambos reímos y nos besamos antes de abrazarnos tumbados, la yema de mis dedos acaricia
su brazo y permanecemos así hasta que nos dormimos.

XXIV


HELL

Me encuentro con la mirada perdida en algún punto del despacho, ese que durante tantos años ocupó
mi padre, mi despiadado y cruel padre, Vladimir Ivankov, el cual se convirtió en otra persona el día que mi
mujer me regalo lo más grande que tengo en la vida, mis hijos. Mi hijo, Dante, el mismo al que pretendo
legar este negocio que tantas desgracias ha traído a nuestra vida.
—Mi amor, ¿estás bien? —Hope se acerca y acaricia los tirabuzones cortos de mi cabello, sonrío y la
sujeto por las caderas para colocarla apoyada en la mesa del escritorio, entre mis piernas.
—Estaba pensando en que es increíble que la mujer más preciosa, buena, cariñosa, fuerte y generosa
del mundo siga conmigo después de tanto tiempo.
—Hell. —Dibuja una pequeña sonrisa, pero insiste—. ¿Qué pasa?
Suspiro agotado, pero agotado de verdad, no físicamente como cuando corres una maratón, si no
mentalmente, cansado de la vida, de delinquir, de pelear a cada segundo por correr un instante por
delante de la muerte. Cansado de este negocio.
—No quiero que Dante tenga que vivir la misma vida que nosotros.
—De acuerdo. —Se inclina hacia delante con el ceño fruncido—. No sé lo que se está pasando por tu
cabeza, Hell, pero sabes que no voy a cuestionar nada de lo que tenga que ver con la seguridad de
nuestros hijos.
—Tal vez esté desvariando por el agotamiento, no lo sé. —Niego y reposo la cabeza en el respaldo del
butacón con los ojos cerrados—. Sueño con un futuro para Dante y para Marie en el que no tengan que
mirar por encima de su hombro cada vez que salgan a tomar un helado, que puedan tener hijos con la
libertad de saber que nadie va a perseguirlos o a intentar secuestrarlos a la salida del colegio, que… —No
sigo, no es necesario, sé que Hope me entiende mejor que nadie, son las mismas preocupaciones que
tuvimos nosotros, y seguimos teniendo, desde el día que nacieron.
—Marie está segura en Reino Unido, el colegio al que la hemos mandado tiene la mayor seguridad de
todo el continente, mi amor. —Se detiene un instante y frunce los labios cuando la miro—. Pero sé que no
te refieres a eso.
—Tenemos que dejarlo, Hope. Esta vida, este negocio, este mundo.
—Te aseguro que si pudiese pedir un deseo en esta vida sería ese, pero ¿cómo? Me pasé todo el
comienzo de nuestra relación suplicándotelo, pidiendo que lo dejases, que nos alejásemos de todo esto, y
siempre me decías que era una vida de la que no se podía salir.
—Y es así. —Vladimir entra en el despacho apoyado en su bastón, con el mismo gesto cansado que le
llevo notando casi a toda la familia desde que nos enteramos de la traición de Grigori, desde que supimos
que el legado de Kozlov no terminó con Oleg.
—Tiene que haber alguna forma —digo a la vez que me giro un poco hacia él, no nos sorprendemos por
su irrupción, es esta casa y en esta familia no hay secretos.
—Sí, en ataúdes. —Fruta su nariz y se aprieta el tabique hacia arriba—. En la mafia se entra, pero
nunca se sale, hijo; tan solo con los pies por delante. Es un fiero destino.
Mi mujer y yo lo observamos unos segundos en silencio, V nos mira a los dos con lástima, como quien
mira a un cordero que va directo al matadero, y entonces niega con la cabeza y se da la vuelta para
marcharse.
—Te traeré algo para el dolor de cabeza —habla entonces Hope, voy a preguntarle cómo sabe que me
duele, pero ella se adelanta con una sonrisa y un “te conozco” antes de irse.
Me inclino hacia delante para sacar el cuaderno de contactos y ponerme a trabajar un poco, necesito
despejar mi mente y concentrarme en lo que siempre me han enseñado: el negocio familiar.
Estoy rebuscando entre los viejos papeles de V porque ayer se me cayó un poco de café sobre mi
agenda y no se ven algunos números de teléfono que necesito, los cuales no guardo en mi móvil por
razones obvias. Sabemos que llevamos décadas con los teléfonos pinchados, la pasma ya no sabe qué
hacer para pillarnos. Entre varias hojas gastadas y llenas de cuentas, encuentro un pequeño sobre
amarilleado por el tiempo, pero lo que de verdad llama mi atención es que, con una caligrafía casi
perfecta, está escrito mi nombre en el centro; no dudo en abrirlo y sacar el papel de dentro.
“Mi querido y pequeño rey, no imaginas lo que es sentir cómo creces dentro de mí. A veces, cuando te mueves al escuchar mi voz,
me pregunto cómo es posible sentir tanto amor por alguien que ni siquiera has visto; luego me doy cuenta de mi error. Yo te he
visto, Hell, he soñado contigo tantas veces, que no puedo contarlas. He imaginado lo que será nuestra vida cuando te conviertas
en un hombre, he fantaseado con la idea que compartir contigo los momentos en los que tú vayas a ser padre. Te digo con
seguridad que será el momento más importante de tu vida, y nada será igual después de ese día. Estoy deseando vivir cada minuto
de tu vida contigo, enseñarte, consentirte y quererte. Qué poquito queda, mi amor.
Te ama, tu madre.
Ekaterina Tretianova”

Apenas puedo leer el final porque las lágrimas empañan mis ojos, pestañeo y unas cuantas salen y caen
por mis mejillas. La leo tres veces más, y voy a empezar una cuarta cuando Hope vuelve de la cocina,
supongo que con la pastilla que ha ido a buscar; al ver mi estado, su rostro se descompone.
—¿Qué ha pasado? ¿Es por Marie? —Deja el vaso de agua y el analgésico sobre la mesa y coge la carta
cuando se la tiendo. La lee en silencio y traga saliva, sus ojos también se empañan, pero se resiste a
pestañear para no llorar, entonces me la entrega de nuevo y, sin decir nada, se arrodilla entre mis piernas
y me abraza.
—Es lo más bonito que he leído en muchísimo tiempo, mi amor, tu madre estaría muy orgullosa de ti. —
Seca mis lágrimas, y voy a contestar cuando mi padre regresa, esta vez con teléfono pegado a la oreja. Sin
embargo, cuelga de inmediato.
—¿Qué pasa?
Aparto a Hope para ponerme en pie y me aproximo a mi padre con la carta en la mano, con el dorso me
limpio el rostro y se la muestro para que me dé una explicación. Sé que el tema de mi madre es bastante
tabú, de hecho, nunca he hablado de ella con mi padre más de un minuto o dos seguidos, puesto que no
ha superado su muerte y dudo que algún día lo haga. Cuando era joven y acababa de conocer a Hope…
Bueno, de lo que pasó, recuerdo que tuvimos una conversación en la que me dijo que mi amor por ella
terminaría por matarla, que es lo que pasa en esta familia. Aquello me hizo replantearme muchas cosas,
mi madre murió por estar con mi padre, la mataron por ser su novia, su vida no les importaba lo más
mínimo, lo único que querían era hacer daño a V; y lo consiguieron, porque aquello fue el detonante para
que se convirtiese en el hombre duro, cruel y despiadado que fue durante tantos años. Sin embargo, mi
amor por Hope y el suyo por mí, era demasiado fuerte como para alejarnos, fuimos incapaces, y a día de
hoy, no me arrepiento de absolutamente nada porque aquello me ha dado a mis dos hijos.
—¿Dónde has encontrado esto? —masculla con la mandíbula tensionada tras verla, no necesita leerla,
supongo que lo ha hecho cientos de veces ya como para reconocerla con solo verla en mis manos.
—¿Por qué nunca me la diste, papá? —Rompo a llorar y el mundo se me viene encima, no sé por qué,
para muchos solo será una carta, pero para mí es todo lo que tengo de mi madre, palabras que van
dirigidas a mí, cosas que ella quería que supiese—. No tenías ningún derecho a ocultármela.
Veo cómo Hope se lleva la mano a la boca para que no se escucho como está llorando, sé que quiere
venir y abrazarme, pero no quiere inmiscuirse en este momento con mi padre, algo que debió suceder
hacer muchísimos años.
—Hijo, yo… —Se da la vuelta y se lleva las manos a la cara, está destrozado, pueden dispararle,
torturarle, hacerle lo que quieran, pero si realmente hay algo que le duele a Vladimir Ivankov, es mi
madre.
Rodeo su cuerpo para ponerme frente a él y le retiro las manos de la cara, sus ojos están enrojecidos e
inundados de lágrimas, jamás le había visto así. Nos miramos un par de segundos, y siento que con esta
mirada me dice las miles de cosas que todos estos años no ha sido capaz de pronunciar, las cosas que le
han llevado a cometer actos atroces que ambos sabemos que jamás podré perdonarle, y las cosas que,
desde que yo tenía dos años y mi madre murió, mataron su humanidad.
Entonces nos abrazamos, y algo sucede dentro de los dos.
Los sollozos de Hope son casi más fuertes que los nuestros, que ya es decir.
—Lo siento, lo siento muchísimo, hijo —balbucea, sujeta mi rostro con sus manos y pega mi frente a la
suya—. Lo siento todo. Tu madre… es que no…
Rompe a llorar de nuevo, Hope coge una silla de la mesa grande y se la acerca para que se siente
cuando se tambalea un poco, entonces sucede otra cosa que jamás me hubiese imaginado.
—Lo siento, Hope. —Sujeta las manos de mi mujer y las rodillas le fallan, cae frente a ella deshecho en
lágrimas, suplicando que le perdone por lo que los tres sabemos, por lo que hizo con ella cuando llegó a
nuestra vida.
Nunca le había llegado a pedir perdón de verdad, no de esta forma, no con esta sinceridad. Nada de lo
que diga o haga podrá cambiar lo que sucedió, pero sé que para Hope era muy importante ver el
verdadero arrepentimiento del hombre que la compró y la prostituyó cuando solo era una adolescente.
—Nunca me perdonaré lo que te hice, cada día pienso en que algo así le hubiese sucedido a mi Katia
y… Lo siento tanto —gimotea y Hope tan solo asiente mientras llora y, con una mano sostiene las de él y
con la otra acaricia su cabeza rapada.
—Levanta, vamos —pide ella a la vez que me mira, yo me seco de nuevo las lágrimas y me acerco para
que entre los dos le ayudemos a ponerse en pie y a sentarse en la silla que Hope le ha traído.
Cuando ya lo tenemos sentado, mi mujer coge la jarra de agua que solemos tener en la mesa, y sirve
dos vasos para darnos uno a cada uno antes de ponerse uno para ella. Cojo el de mi padre después de que
le haya dado unos sorbos y él mismo saca del bolsillo su pañuelo de tela con sus iniciales bordadas para
secarse la cara. Guardamos unos segundos de silencio, en los cuales mi mujer y yo nos miramos y
tratamos de recuperar la normalidad en la respiración; Vladimir tiene la vista perdida en el suelo, pero
pestañea cuando suena su teléfono.

XXV

HOPE

—Qué raro —comenta el que sigue siendo el patriarca de la familia, ese hombre que tanto mal ha traído
a mi vida, pero hacia quien tengo tantísimos sentimientos contradictorios—. Me está llamando Scott —
dice mirando directamente a su hijo.
—Scott, ¿nuestro infiltrado en la policía? —pregunta Hell a la vez que frunce el ceño, su padre asiente
—. Qué raro, sabe que no tiene que llamar a menos que pase algo grave, pon el manos libres.
Vladimir asiente y desliza el dedo por la pantalla para descolgar al subinspector que, desde que apenas
era tan solo un cadete, tenemos en nómina dentro del Departamento de Policía de Nueva York, en el área
del narcotráfico.
—Ivankov, no tengo mucho tiempo —habla de forma apresurada.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué saben? —pregunta Hell, dejando claro que está el altavoz puesto.
—Hola, Hell, lamento deciros que la DEA se ha hecho con las suficientes pruebas como para
desmantelaros todo, ya nos son pruebas circunstanciales como hasta ahora, y no puedo hacer nada, se
escapa de mi poder.
—¿Es una puta broma? —V se tensa y a mí empiezan a entrarme retortijones, de modo que me siento
en la silla de la que se ha levantado él—. Te pago más que a cualquier otra persona por hacer que todo lo
tangible desaparezca, arréglatelas, haz lo que tengas que hacer, paga a quien tengas que pagar, ¡pero
arréglalo!
—Lo siento mucho, llevo años trabajando para vosotros y sabéis que no os llamaría si fuese algo que yo
pudiese solucionar, que es lo que he estado haciendo todo este tiempo, pero ya no hay forma de seguir
eliminando pruebas sin que sospechen de mí, Vladimir. Solo te quieren a ti, no están interesados en Hell
ni en el resto de la familia, creen que, si tú caes, el resto irá detrás. Lo siento, estáis solos a partir de
ahora.
—No se te ocurra pensar que… ¿Scott? ¡Scott! ¡Cabrón! —exclama y lanza el móvil contra el sofá
cuando se da cuenta de que ha colgado.
—¿Cómo es esto de grave? —les pregunto muerta de miedo.
—En una escala del uno al diez, yo diría que un millón. —Mi marido se rasca la cabeza y mira a su
padre—. No le digamos nada todavía a los demás, tenemos que pensar.
—Yo me ocupo de esto —anuncia entonces V mientras camina hacia la salida.
—¿Cómo que tú te ocupas? ¿qué vas a hacer? ¡V!
—¡No hagáis nada! —ordena a su hijo ya desde la puerta de la mansión.
—¿Qué narices acaba de pasar?
—No lo sé. —Mi marido se frota los ojos y da un sorbo al vaso de agua.
—Nunca había visto a tu padre así, de hecho, desconocía que tuviese humildad, la verdad… —confieso
en un suspiro.
—Ese no era Vladimir Ivankov —dice y hace una pausa para mirarme—. No al menos el que conocemos.
No sé, tal vez después de cuarenta años con la guardia en alto, por una vez ha sido capaz de ser el chaval
que fue antes de perder a mi madre.

KIBO

Dejo de trotar y bajo el ritmo de mis pies para ir caminando cada vez más despacio hasta detenerme
por completo, doy un trago de la fuente que hay a un costado del camino empedrado de Central Park, por
donde salgo a correr desde que mi mundo empezó a caer en picado, y me siento en un banco. Solo hace
una semana que Cass se marchó, y ya siento que fue en otra vida; sigo sin comprender por qué no quiso
luchar un poco más por lo nuestro, quizá sea un egoísta por querer que permaneciese a mi lado, pero es lo
que yo hubiese hecho en su lugar. Ella rompió la mitad de mi corazón, la mitad que seguía sana tras la
traición de Grigori, él fue el responsable de machacar y pisotear la poca confianza que podía tener en las
personas. Si dos de las que más quería y en quien más confiaba me han fallado, ¿cómo voy a volver a
confiar en alguien? No, eso es imposible. Tan solo quiero ir a por él, acabar con su vida igual que él quiso
hacer con la mía y la de toda mi familia. Esto tiene que acabar ya, se ha alargado demasiado, mi familia
me pide paciencia y prudencia, pero ya no me queda de eso.
—No fallas ni un día, campeón. —La risa de Deb, la chica con la que coincido cada día desde que
empecé a correr por aquí, me llega cuando se detiene a unos metros.
—Tú tampoco —digo sonriendo mientras me recuesto en el banco y espero a que llegue hasta mi lado.
—¿Qué puedo decir? Me gusta estar en forma. ¿Cuál es tu excusa?
Se quita los auriculares inalámbricos y veo cómo detiene la música en su móvil, después da un trago de
la botella que lleva y, a continuación, se seca el sudor de la frente con el dorso de su mano; los mechones
rubios que se han soltado de la coleta de su pelo caen mojados a cada lado de su rostro, entonces me
mira.
—¿Eh? —pregunto distraído.
—Que cual es tu excusa para venir a correr todos los días.
—Me ayuda a… no sé. —Suspiro—. Supongo que lo hago como terapia, ¿sabes?
—Sí, sé a lo que te refieres. ¿Algo que necesitas olvidar? —Sonríe y me escudriña con sus ojos—. No es
algo, es alguien, ¿verdad? Venga, confiesa. —Me da un toque amistoso con la pierna y yo respondo a su
gento con una sonrisa.
—Algo así.
—¿Cómo se llama?
—Cassandra. Se llama Cassandra —confieso mientras alzo las cejas y me encojo de hombros—. Ella…
Bueno, no éramos exactamente pareja, pero lo que fuese terminó hace una semana cuando se largó de la
ciudad.
—Vaya, siento oír eso. —Permanecemos mirándonos un par de segundos—. ¿Te apetece que comamos
algo? Hay un puesto de perritos calientes muy cerca.
—No sé. —Dudo y ella se pone en pie.
—¡Venga! —insiste riendo—. Dicen que son de lo mejorcito de todo Nueva York. —Hace énfasis en la
palabra “todo” —. No querrás ser el responsable de que no los pruebe, ¿verdad?
—Jamás —río y también me levanto—. No podría vivir con el peso de saber que te has perdido los
mejores perritos de la ciudad por mi culpa.
—Bien dicho.

Pasamos la tarde juntos, un par de horas, no más, pero lo suficiente para ayudarme a desconectar un
poco y sentirme como un chico normal. Sin embargo, no bajo la guardia, no puedo, supongo que es la
costumbre, ¿no? Saber que, al mínimo momento de debilidad, podrían intentar matarme. A pesar de eso,
trato de disfrutar del momento, vivir el aquí y ahora con esta chica de la que apenas sé nada, pero que,
por un rato, consigue hacerme sentir bien. No voy a ser hipócrita, no quiero nada con nadie y tampoco
estoy preparado, pero tener una amiga o una compañera de entrenamiento, no creo que sea tan mala
idea. ¿Verdad?
—¿Hace mucho que no hablas con ella? —me pregunta después de comernos un helado.
—Solo me respondió un par de mensajes después de irse, para decirme que había llegado bien a
Arizona y que sentía cómo habían acabado las cosas. No me ha vuelto a contestar desde entonces.
—Vaya, ¿y tú has seguido escribiéndola?
—Sí, pero se acabó. —Exhalo y me froto los ojos—. Se acabó.
—Bueno, si te apetece puedo darte mi número y, así, cada vez que tengas ganas de escribirla a ella,
puedes escribirme a mí. Como amiga, tranquilo. —Curva la comisura de los labios y dos hoyuelos se le
forman a cada lado de las mejillas—. Tranquilo, Kibo, nadie muere por amor.

XXVI


DANTE

Termino de cortar la pizza casera que hemos hecho Asia y yo en su apartamento de Manhattan, y
ambos nos servimos algunos trozos en un plato. Lo llevamos a la mesita de enfrente del sofá y nos
sentamos, ella recoge sus piernas para sentarse más cómodamente y yo le acerco el plato cuando ya está
colocada.
—Gracias, amor.
—Veamos qué obra de arte hemos cocinado —digo mientras cojo un trozo y lo coloco frente a ella para
que choque el suyo con el mío antes de llevárnoslo a la boca.
—Dios mío —farfulla con la boca llena—. ¡Está buenísima!
—No tanto como tú —río después de tragar—. Sabes que vas a ser mi prostre, ¿verdad? —Alzo las cejas
y ella me tira un beso con diversión.
Cenamos tranquilamente mientras vemos una película, hacemos bromas y trato de que se encuentre lo
más cómoda posible, que se olvide de que Mike, uno de nuestros hombres de seguridad, está en la
recepción del edificio y que, aparcado fuera, hay un furgón con dos hombres más. Intento que se sienta
una chica normal, algo muy complicado teniendo en cuenta quienes somos…
—Acompáñame —pido después de un rato, cuando ya nos encontramos tumbados en el sofá.
—¿A dónde? —Frunce el ceño con desconfianza.
—Vamos, levanta.
Acepta mi mano y deja que la guíe hasta el cuarto de baño del dormitorio, pongo un poco de música de
fondo y comienzo a besarla mientras voy retirando poco a poco su ropa. Enseguida capta el mensaje
puesto que ella hace el mismo trabajo conmigo. Meto los dedos por debajo de las gomas de sus bragas y
me arrodillo al mismo tiempo que las bajo y voy dejando besos húmedos por su vientre y sus muslos.
Sujeta mis manos y tira de mí hacia arriba, me besa y retrocede conmigo hasta estar dentro de la ducha,
donde abre el grifo y ambos nos pegamos más cuando sale el chorro de agua frío durante unos segundos.
—Oh, Dios —gruño al sentir cómo rodea el grosor de mi polla con su mano ya experta para mí—. Me
vuelves loco, Asia.
La beso e imito su gesto, mis dedos tantean entre sus piernas sin llegar a tocar nada concreto, acaricio
su pubis y voy metiendo un dedo poco a poco. La humedad que siento dentro de ella es muy diferente a la
del agua que cae sobre nosotros, me hace jadear. El movimiento de su mano es constante, y el de mi
dedos también.
—Quiero sentirte dentro —musita con sus labios sobre los míos.
—Primero vas a correrte así.
Con mi mano rodeo su cuello con delicadeza, sujetándolo, pero sin apretar, como sé que le gusta. La
hago retroceder hasta que su espalda toca la pared, saco los dedos para levantar su pierna y hacer que la
apoye en un costado de la ducha, donde hay un pequeño banco de mármol. Ahora sí. Mi mano se aventura
de nuevo y me dejo llevar por ese lado más primitivo que sale cuando la excitación es tan grande. Dibujo
círculos sobre su clítoris sin detenerme, dejo que sus gemidos sean mi sintonía, que ella me pida lo que
necesita en cada instante solo con mirarme, con el modo de mover las caderas, de alejarse y acercarse.
Noto cómo estoy muy cerca, sus movimientos y la presión que ejerce sobre mi miembro es demasiado
perfecta como para poder soportarlo un minuto más.
—Voy a correrme —informo con frente apoyada en la suya.
—Yo también —jadea y, segundos después, ambos alcanzamos el orgasmo, uno en la mano del otro.

ASIA

Hace un rato que me he despertado al escuchar unas sirenas de policía en la calle, pero estoy tan a
gusto en la cama, que ni si quiera me he movido. Dante duerme a mi lado igual que un bebé, solo le falta
sonreír. Es tan guapo, en un mes será junio y hará un año que nos conocimos en aquella fiesta en La
Cueva, la cual cambió mi vida para siempre, y aún hoy me sigue impactando la sincronía que tienen sus
facciones, lo atractivo que está incluso dormido con un poco de babilla en la comisura del labio. Sonrío
para mí misma y me acurruco a su lado, por acto reflejo levanta el brazo para hacer sitio en su pecho, e
inspira tras colocar la nariz entre mi pelo.
—Feliz cumpleaños, mi unicornio —susurra antes de elevar mi barbilla para depositar un beso en mi
labios.
—Gracias, rubio. —Lo abrazo con una sonrisa en el rostro y permanecemos así hasta que, de repente,
suena el timbre—. ¿Eh? ¿Serán tus padres?
—Lo dudo —dice con el ceño fruncido—. Quédate aquí.
Asiento, aunque no obedezco. En cuento se pone unos calzoncillos y sale descalzo de la habitación, yo
me cubro con la bata de seda que me regaló Sasha —bueno, en realidad me llenó el armario de ropa—, y
me asomo para poder ver quién se encuentra al otro lado de la puerta.
—Mmm… hola, buscamos a Asia —habla una voz que de inmediato me revuelve las tripas por los
nervios.
—¿Mamá?
—¡Hija, felicidades! —exclama con su excéntrica voz mientras entra en el apartamento y me abraza.
—Felicidades, cielo. —Mi padre no está tan contento, supongo que por haberse encontrado con Dante
ataviado únicamente con unos ajustados bóxers.
—Pero… yo no… ¿Por qué no me habéis dicho que veníais? ¿Y cómo os han dejado pasar? —cuestiono
esto último mirando directamente a Dante, y al mismo tiempo le dedico un gesto que espero que entienda
como que quiero que sea disimulado porque mis padres no conocen ningún detalle de la vida de la familia
de mi novio.
—Porque nos habrías dicho que no viniésemos, igual que llevas haciendo desde hace meses hija. —La
voz de mi padre es más autoritaria que a lo que me tiene acostumbrada—. Hace un siglo que no te vemos,
¿cómo íbamos a perdernos tu cumpleaños? Basta fue ya el chasco de no verte en Navidad…
—Lo siento… os dije que tenía muchos exámenes a la vuelta y que tenía que estudiar. Por favor,
sentaos, voy a vestirme —digo mientras señalo los sofás con la mano.
—Sí, será mejor que os vistáis —farfulla sin mirarme.
Cuando entramos en el dormitorio y cierro la puerta, Dante se me rasca la frente y me mira a la vez
que forma una línea con los labios.
—Lo sé, no es necesario que digas nada. Date prisa, vístete, por favor, mis padres nunca me habían
visto en esta situación. —Doy vueltas de un lado para otro buscando mis bragas—. Dios mío, qué
vergüenza.
—Preciosa, para un momento —pide y me sujeta por los hombros—. ¿Qué vas a hacer? No es buena
idea que permanezcan aquí…
Sé que no lo es, que lo mejor sería que no me viesen con ellos en la calle para que no los asociasen
conmigo y, por ende, poner sus vidas en peligro, pero ¡yo qué sabía que iban a venir! No he parado de
pedirles que no lo hicieran, que ya iría yo cuando pudiese, usando siempre la maldita y falsa excusa de los
estudios y los exámenes, cuando no recuerdo la última vez que me senté a estudiar; bueno, sí, hace unos
días y me secuestraron.
—¡No lo sé! —exclamo en voz baja—. No le digas nada a la familia, me iré por ahí a comer con ellos e
intentaré que se marchen hoy mismo.
—No te lo crees ni tú, no van a irse tan pronto, Asia. Llevan casi un año sin verte, lo raro es que no se
hayan presentado antes.
—¿¡Y qué hago!?
—Imagino que no le has hablado de los Ivankov, ¿verdad?
—No, ni siquiera sabe tu apellido, sería capaz de buscaros en internet. —Pongo los ojos en blanco
porque así es mi padre.
—Pues no lo sé, supongo que querrán pasar unos días contigo, acompañarte en tu cumpleaños. Solo
espero que no quieran conocer a mis padres… —Dibuja una mueca con la boca.
—No, no, no. —Muevo la cabeza de forma frenética—. De eso nada. —Me recojo el pelo en una coleta
baja lo saco por fuera del jersey que me he puesto—. Les voy a sugerir que nos quedemos en casa, a ver si
los convenzo. Les digo que tengo ganas de que me cocinen algo, ¡yo qué sé!
—De acuerdo, ¿quieres que me vaya o me quedo?
—Yo quiero que te quedes, pero supongo que mi padre estará más cómodo si te vas. Lo siento. —
Agacho la cabeza y él se acerca para elevar mi barbilla y besarme.
—No te preocupes, pero llámame enseguida si pasa algo o si vais a salir, por favor. Sabes que no es por
control de control de novios, o sea, que no es de ese control tóxico tipo… Bueno, que no es que quiera
saber dónde estás en todo momento, que yo…
—Shh. —Coloco un dedo en sus labios—. Respira —río y él relaja un poco los hombros con una sonrisa
—. Lo sé, te quiero.
—Yo también te quiero. Vamos, me despediré de ellos y volveré cuando me digas.
—Está bien, vamos.

XXVII


SASHA

Recorro el pene de mi marido con la lengua, desde la base hasta la punta, sé cuánto le gusta que varíe
el ritmo, que lo haga lento y la introduzca hasta la garganta, y de repente que aumente la velocidad. Y es
así como lo hago. Y también es así como logro que se corra en mi boca pocos minutos después,
asegurándome de que ninguna gota resbale al caro sofá que tenemos en la habitación de la mansión.
—Mamá, ¿me vas a dejar los zapatos que…? ¡Agg, socorro, mis ojos! —Gabriella se tapa la cara con las
manos y finge una arcada mientras se da la vuelta—. ¡Qué asco! ¿¡Cómo sois tan asquerosos!? ¡No vas a
poder pagar un psicólogo que me borre este trauma!
—Te jodes, te he dicho mil veces que aprendas a llamar a las puertas antes de entrar —contesto
después de tragar y pasarme el dorso de la mano por los labios—. Si tus padres están en su habitación con
la puerta cerrada, cosa que nunca hacemos, ¿qué te hace pensar que únicamente estaremos hablando?
—¡Guarros! —grita de nuevo, pero no se va, tan solo permanece de espaldas a nosotros, Connor se ha
escabullido correteando al cuarto de baño con la mano sobre sus partes íntimas.
—Más te vale que no te encuentre nunca haciéndole una felación a ningún chico, avisada quedas —
advierto y termino de abrocharme la bata alrededor de mi cintura desnuda. ¿Qué quieres? Márchate —
digo dándole un toque en el hombro tras acercarme a ella.
—¡No me toques! ¡Dios, que vomito!
—¡Pues lárgate!
—¡Que quiero que me dejes los zapatos para el cumple de Asia!
—¿¡Y tiene que ser en este momento!? ¡Estoy desnuda y tu padre acaba de co…!
—¡Ahhh! ¡Mis oídos!
—Pero ¿qué está pasando aquí? —Hell sube las escaleras con las manos separadas en un gesto
interrogativo.
—¡Hoy no ceno, estoy enferma! —grita mi hija mientras se marcha dando zancadas por el pasillo. Mi
hermano me mira y realiza una pregunta muda.
—Nada, le estaba haciendo una mamada a Connor y ha entrado sin llamar.
—Por el amor de Dios, Sasha, ¿no sabes lo que son los pestillos?
—Intento educar a mi hija, joder. Que aprenda a llamar a las puertas, verás cómo la próxima vez se lo
piensa dos veces antes de volver a entrar. —Alzo las cejas y cierro para ir a ver si mi marido sigue vivo o si
le ha dado un infarto.

GABI

Cierro de un portazo mi habitación y corro a lavarme la cara para intentar borrar esa traumática y
asquerosa imagen de mis retinas. Joder, sé que tienen sexo y esas cosas, ¡pero son mis padres! ¡Puaj! Es
que no sé qué me ha dado más asco, si ver a mi madre de rodillas y con todo el… ¡Dios, es que voy a
vomitar de verdad!
Entonces suena mi móvil, y eso detiene mi arcada. Corro a cogerlo pensando que será Nino, sí, aún
tengo la vaga esperanza de creer que todo ha sido una pesadilla y él regresará, pero no. Hace dos
semanas que me dejó y desde entonces no he tenido noticias suyas. Mi mente y mi corazón siguen
perteneciéndole, ¿qué hago? No puedo evitar recordar cada uno de los instantes que compartí a su lado,
para muchos puede sonar cursi o exagerado, pero para mí… No sé, Nino ha sido una transición en mi
vida, no soy la misma que era antes de conocerlo.
Ni de lejos.
—Dime.
—Tu madre sigue adelante con mi fiesta de cumpleaños, ¿verdad?
—Asia, no te esfuerces, sabes que no hay nadie que pueda convencerla de no dar una fiesta, además,
que sepas que, por ir divina, acabo de pillar a mis padres manteniendo relaciones sexuales. —Dibujo una
mueca de asco al recordarlo.
—¿Qué dices?
—Sí, mi madre hincando rodilla como una profesional. No superaré esa imagen en mi vida. ¿Ya se han
ido tus padres?
—Sí, acabo de dejarlos en el aeropuerto, han sido dos días muy largos, he intentado salir de casa lo
mínimo.
Por su voz, sé que no ha tenido que ser fácil para ella. Asia echa de menos a su familia a diario, y estoy
segurísima de que ha estado encantada al tenerlos a su lado, pero también sé que va a vivir aterrada
durante un tiempo, pensando que nuestros enemigos van a usarlos para hacerla daño y, por ende, a mi
familia.
—Bueno, ahora piensa en la fiesta de mañana, va a ser genial, ya verás. Podremos desconectar de todo
y divertirnos por una noche como si el mundo no fuese a terminar de repente… —Pongo los ojos en blanco
porque, en realidad, eso es lo que puede suceder.
—Estoy segura de que tu madre se encargará de contratar el doble de seguridad.
—¿El doble? Já. La Cueva va a ser peor que Alcatraz.
—Qué exagerada —ríe al otro lado de la línea, pero lo cierto es que, en esto, no exagero. Quizá en otras
cosas sí…
—Supongo que me lo habrías dicho, pero… ¿sabes algo de Nino?
—Pues no, se lo ha tragado la tierra. —Suspiro y me dejo caer en la cama—. Lo echo de menos, Asia.
—Ya lo sé, no quiero pensar cómo estaría yo si me faltase tu primo.
—Tranquila, ese no te deja ni aunque le pongan una pistola en la cabeza, está completamente
enamorado de ti. Nunca le había visto así con ninguna chica.
—El sentimiento es mutuo.
—Lo sé. Bueno, ¿ya te has decidido entre los dos vestidos para mañana?
—Más o menos, Dante dice que me quedan bien los dos, así que no es de mucha ayuda, a ti te gusta
más el azul, ¿verdad?
—¡Obvio! Es que no sé ni cómo puedes estar en duda aún, con eso y con los Ivankova blancos de la
última colección vas a estar deslumbrante.
—¿Tú qué te vas a poner?
—¡Sorpresa! —río con ella y nos despedimos enseguida cuando mi abuelo nos convoca a todos en el
despacho.

Me coloco en el lado opuesto a mis padres porque aún soy incapaz de mirarlos sin que mi rostro dibuje
una mueca automática de asco, mi primo Kibo me pregunta qué me pasa, pero no quiero rememorarlo de
nuevo, así que le quito importancia con un gesto de la cabeza. A mi otro lado está Hope y a su lado Hell, y
sentado en la silla tras el escritorio se encuentra el abuelo.
—Sé que no voy a convenceros para que no deis la fiesta de mañana, así como sé que no es una buena
idea y que, conociendo la trayectoria de esta familia, es muy probable que algo suceda. —Se calla y se
pone en pie, apoyado en su bastón rodea la mesa y se sirve una copa de algún licor—. Dicho esto, os pido
que seáis prudentes —dice antes de hacer una pausa y mirarnos a todos—. Estamos muy cerca de acabar
con ese niñato y con su madre, no la caguéis.
—¿Cerca? —pregunto con una ceja arqueada—. ¿Qué me he perdido? Hasta hace una semana, querías
esperar, abuelo. Nos has repetido muchas veces que no nos precipitásemos y fingiésemos normalidad.
¿Qué ha cambiado?
—No hagáis preguntas, simplemente obedeced.
Frunzo el ceño y miro a mi madre, la cual tiene la misma expresión que yo, le susurra algo a mi padre y
se va del despacho, no antes de dedicarme una mirada ofendida. ¡Encima! ¡He sido yo la que se ha
traumado, no ella!
Sea lo que sea que tiene mi abuelo entre manos, sé que la fiesta de mañana será muy grande y que nos
vendrá bien a todo fingir un poco de normalidad por una noche.

XXVIII


DANTE

Admiro la belleza del amor de mi vida mientras termina de hacerse unos tirabuzones, me observa a
través del espejo y está a punto de quemarse mientras me quito la toalla que rodeaba mi cintura para
vestirme.
—Si lo prefieres, voy desnudo, eh.
—Vale, yo también iré desnuda —señala y deja la plancha sobre la encimera—. Así vamos a juego, ¿qué
te parece?
—Que mejor nos vestimos —advierto mientras se acerca a mí, sonreímos y sostengo su trasero con mi
mano para atraerla a mi entrepierna.
—De acuerdo, vístete entonces. —Ríe antes de regresar a su tarea, me parece tan complicado eso que
se está haciendo en el pelo, yo seguramente me quemaría diez veces y no conseguiría un rizo definido.
Un rato después bajamos las escaleras de la mansión, lugar al que volvimos cuando Asia pudo
conseguir que sus padres se marchasen. No fue fácil. La parte buena es que consiguió convencerlos de
que todo iba bien y no se enteraron de nada de lo relacionado con mi familia, que era lo que más nos
preocupaba a ambos. Hemos estado hablando y sabemos que un secreto como este no puede esconderse
para toda la vida, pero bueno… Asia dice que cuanto más pueda alargar el momento, mejor. Conoce a su
padres y sabe cómo reaccionarán, que querrán que se vaya de Nueva York y que se aleje de todo lo
relacionado conmigo.
Eso no pasará.
—Se supone que yo siempre soy la más guapa y sexy de las fiestas —dice Gabi al salir de su dormitorio
y vernos en la entrada principal de la mansión—, pero hoy me he esforzado mucho para no quitarte
protagonismo. —Mira a Asia y ambas ríen.
—Cualquiera lo diría con ese vestido que te has puesto —señala.
—Oye, pues es el más normalito que tengo, ¡no te quejes! Si hubieses visto mi primera opción… A Nino
le habría vuelto loco.
Nos quedamos en silencio, la verdad es que no sé qué responder a eso y Asia parece que está igual que
yo, sorprendida. Entonces mi prima fuerza una sonrisa y termina de bajar las escaleras.
—Él se lo pierde. —Se encoje de hombros y saca el móvil del escote—. Vamos a hacernos una foto, que
el mundo entero sepa que hoy es tu cumpleaños.

*

La música resuena en los altavoces de La Cueva, Sasha no ha reparado en gastos, para no variar, así
que no falta de nada; desde luces de todos los colores que se van alternando para crear la atmósfera
perfecta y que bailan al ritmo de los sonidos, hasta humo que brota de los orificios que hay por las
paredes y permanece a nuestros pies, sin llegar a subir y a dificultar la visión.
—Madre mía, la rubia se supera cada vez —comenta Kibo, el cual ha invitado a una chica que ha
conocido corriendo por Central Park. Dice que solo son amigos, a mí me da igual, lo que me importa es
que lo noto un poco más animado.
—La verdad es que tu madre es increíble. —Asia mira a Gabi y está se encoje de hombros mientras da
un sorbo de su pajita.
—No está mal.
—¡Venga ya! —insiste mi unicornio—. ¿Tanto te cuesta reconocerlo?
—¡Que sí! ¡Que es una pasada! —Mi prima pone los ojos en blanco y se acaba la copa ignorando que la
pajita se le cae al suelo—. Voy a por otra.

ASIA

Bailo sin parar toda la noche, me divierto como hacía mucho tiempo que no lo hacía y, por una vez,
consigo creerme durante unas horas que soy una chica normal y corriente. Aquella joven que llegó a
Nueva York con el sueño de estudiar y poder ir a la mejor universidad, la misma que hizo una amiga
llamada Camilla, la cual desapareció y nunca más supo de ella, la chica que conoció a sus vecinos
italianos, que luego resultaron ser miembros de la mafia calabresa y casi la matan. Aquella. Tan lejana,
tan desconocida… Dios mío, me ha cambiado tanto la vida en casi un año, que siento una nausea
subiéndome por el estómago, aunque seguramente se deba a las copas de whiskey que llevo tomadas.
—Ey, ey, despacio. —Mi rubio me sostiene por la cintura y besa mis labios—. Igual deberíamos bajar el
ritmo, ¿qué te parece?
—Me parece una buena idea, odio vomitar y creo que voy por ese camino. —Río mientras él asiente con
la cabeza y ríe conmigo.
—¿Te apetece que nos sentemos un rato y comamos un pedazo de tarta?
—Claro, me vendrá bien y aún no la hemos probado.
—Kibo, vamos a sentarnos —avisa a su primo, el cual asiente con una sonrisa y continúa bailando con
su amiga. No recuerdo el nombre.
Dejo que Dante me guíe entre la gente, personas que conozco y otras que no, pero todas ellas me
saludan y felicitan a mi paso. Se me engancha el encaje del vestido con el anillo de una chica, y al tirar se
rasga ligeramente, ambas sonreímos un tanto ebrias y nos detenemos para soltar la tela sin crear más
desastre, nos pedimos perdón y por fin llego hasta los sofás. Me dejo caer y mi novio me ayuda a sentarme
mejor antes de decirme que va a por la tarta, asiento y cierro los ojos cuando besa mi frente antes de
alejarse. A unos metros observo cómo Gabi y Sasha mantienen una acalorada discusión, la rubia mayor
señala a la barra del bar y después a su hija, mientras que ésta última, apunta con el dedo a su madre y le
dice algo. Sasha señala las escaleras que llevan a la planta superior de La Cueva, donde se encuentran los
dormitorios que se usan en las fiestas… Bueno, esas fiestas tan conocidas de este lugar, y después le dice
algo a un par de camareros antes de fulminar con la mirada a su hija y alejarse.
—¡Ya estoy aquí! Menos mal que hemos decidido sentarnos y probar la tarta, porque apenas queda un
poco —ríe y coloca un plato frente a mí—. ¿Qué pasa? ¿Qué mirabas?
—Gabi y Sasha. —Me encojo de hombros y él pone los ojos en blanco.
—Nada nuevo, ¿no? —pregunta al mismo tiempo que me tiende una cuchara, yo niego con la cabeza y
sonrío antes de coger un pedazo.
—¡Madre mía, está deliciosa! —exclamo cubriendo mi boca con la mano.
—Tú sí que lo estás.
Nos reímos y acercamos los labios para darnos un pequeño beso antes de seguir comiendo, de reojo
veo cómo Gabi se saca una petaca de debajo del vestido.

XXIX

GABI

La fiesta avanza con normalidad, mi madre ha creado un fuerte en el exterior del edificio y un
perímetro de seguridad, que ni los militares serían capaz de entrar sin que nos enterásemos con diez
minutos de antelación.
Echo mucho de menos a mi italiano, quizá por eso estoy bebiendo sin control, un nudo se forma en mi
garganta cada vez que veo a Dante con Asia, besándose y susurrándose cosas al oído, o a mis padres, o a
Hell y Hope, o incluso a mi primo Kibo con esa amiga que ha traído —pretenderá que nos creamos que
solo le gusta como amiga—. Me quema por dentro el saber que yo eso no lo tengo, que Nino decidió
abandonarme después de habernos salvado la vida mutuamente, después de haber desafiado a dos mafias
para estar juntos. A día de hoy me sigo preguntando si tan poco signifiqué para él.
—Ponme otra —pido al camarero cuando se acerca en la barra.
—¿Estás segura? —Frunce un poco el ceño y se aleja cambiando el rostro cuando mira por encima de
mi hombro.
—¿Qué te crees que estás haciendo?
Pongo los ojos en blanco al escuchar la voz de mi madre, qué pesada de verdad, no hay fiesta que no
tenga que aguármela.
—Divertirme como todo el mundo, ¿esto no es una fiesta? Pues es lo que hago.
—¿Divertirte y beber hasta perder la consciencia es lo mismo para ti? —Arquea una ceja y apoya las
manos en sus caderas.
Lo cierto es que, incluso borracha, no puedo evitar reconocer lo jodida reina que es mi madre. Lo
poderosa que parece y lo preciosa que está siempre, sin necesidad de arreglarse en exceso como hoy, que
le ha preocupado más la seguridad del sitio y no ha pensado en su look, se ha puesto unos pantalones
vaqueros rasgados, un top de seda negra por encima del obligo y, por supuesto, unos Ivankova. Y sigue
pareciendo una diosa, aunque igual lo borracha que estoy y las luces que la apuntan desde atrás y desde
arriba, colaboran en este efecto angelical.
—Oye —dice chasqueando los dedos frente a mí—. ¿Me estás escuchando?
No, madre, estaba embobada por tu maldita perfección, ¿qué decías?
—¡Que sí! Te he escuchado, ¿vas a dejar que me lo pase bien o vas a venir a fastidiarme la fiesta como
siempre?
—Gabriella, no te lo estás pasando bien, mira el moco que llevas, joder.
—¡Que estoy bien! Solo quiero bailar y olvidarme de cualquier italiano. —Aparto la mirada después de
decir eso, no debí decir eso, lo que faltaba para que mi madre se apiade de mí, lo último que quiero es que
me tenga lástima.
—Chicos, ni una gota más de alcohol para mi hija, ¿entendido? —ordena a los camareros, los cuales
asienten cual perrillos. Maldita sea.
—¿En serio, mamá?
—Tienes dos opciones —dice y da un par de pasos para acercarse más a mí—. Seguir la fiesta sin la
necesidad de beber más alcohol, o subir esas escaleras de ahí, meterte en una habitación y dormir la
mona hasta que nos vayamos. Tú eliges. —Vuelve a mirar a los camareros y les insiste en que no me
vendan nada más, me fulmina con la mirada unos segundos y se pierde entre la gente.
—Maldita sea —mascullo y me giro hacia a los camareros, pero estos se disculpan con la mirada y
continúan atendiendo al resto de la gente—. Lástima para ti que yo sea más lista —digo mientras saco la
petaca que me he metido dentro de la liga, sabía que, una vez más, mi madre intentaría aguarme la fiesta.
Doy un trago, pero compruebo que está vacía, con las prisas olvidé llenarla antes de salir de casa—. ¡Agh!
Observo a la gente, todos ríen y se divierten, se están pasando bien mientras que yo soy una
desgraciada, no puedo quitarme a Nino de la cabeza y estoy amargada. Siento cómo me viene el bajón y
presiente que el alcohol me va a subir de golpe, así que me dirijo a las escaleras y subo hasta la primera
habitación que encuentro. Una vez dentro, me doy cuenta de que es la que tiene ambientación griega, la
cama tiene dosel y todo está decorado en tonos azules y blanco mármol. Abro una de las chocolatinas que
hay sobre una mesita, dentro de una cesta hecha con paja, y me la zampo de un bocado; repito el proceso
con otras dos mientras me mantengo sentada en el sillón que hay junto a la cama, no quiero tumbarme
porque entonces el mareo será brutal. Aquí estoy bien.
Me encuentro cantando en voz alta la canción que estaba sonando abajo cuando subía, mientras ojeo
las redes sociales y lo que los invitados suben a sus historias. Entonces, me llega un mensaje de un
número que no tengo guardado, lo abro esperanzada y sintiendo cómo el corazón se me va a salir del
pecho, ¿será él?
—Que sea de Nino, por favor, que sea de Nino —suplico en voz alta antes de abrirlo.
Frunzo el ceño y arqueo una ceja a medida que voy leyendo lo que pone y, descubro, al final, de quién
proviene: Camilla.

“Hola, Gabriella, estoy en peligro y necesito que vengas a recogerme, sé que ha pasado mucho tiempo, pero te lo explicaré todo.
Por favor, ayúdame, estoy en el polígono 3 que hay a las afueras de Queens, dirección sur. Te lo pido, por favor, necesito tu ayuda.
Camilla.”

—¿Perdón? —digo en voz alta y me pongo de pie—. ¿Y esta qué quiere ahora? ¿Pero no estaba muerta?
Medito unos instantes y vuelvo a leer el mensaje, me mordisqueo la punta de la uña, sin llegar a
morderla, algo que he descubierto que hago cuando estoy nerviosa. La verdad es que sería un regalo
alucinante, traerle a Camilla, Asia se volvería loca, lo pasó fatal cuando desapareció. Dice que está en
peligro, pero recuerdo que era una exagerada y una intensa, seguro que hay un perro detrás de alguna
valla y no para de ladrar, eso es el peligro para ella.
Pongo los ojos en blanco y decido acudir, si me cruzo con mi madre le diré que marcho para casa,
seguro que se alegra.
Bajo las escaleras e intento no cruzarme con nadie que me haga preguntas, consigo llego hasta la
puerta que da a la habitación pre-salida, pero me topo de frente con uno de los guardias.
—Señorita —dice al verme.
—Me voy a casa, esta fiesta me aburre.
—¿Lo sabe su madre?
—Pues claro, es la que me ha invitado amablemente a que me marche —digo con los brazos cruzados, y
finjo tambalearme un poco para que piense que estoy tan borracha que por eso mi madre me ha mandado
para casa. Pero lo cierto es que el mensaje de Camilla y las tres o cuatro chocolatinas, me han bajado un
poco el efecto del alcohol.
—No sé qué hacer, creo que debería decirle a la señora Ivankova que se va a marchar. —Mueve los
labios de forma dubitativa y mira a mi espalda, seguro que deseando ver a alguien que pueda darle una
orden más directa.
—Tú mismo, la he visto subiendo a una de las habitaciones con mi padre, pero si quieres
interrumpirlos, allá tú.
—No, no, de acuerdo —acepta enseguida—, le diré a uno de los guardias que la lleve a casa, señorita.
—No, cogeré un taxi. —Paso por su lado y atravieso la segunda puerta, camino por el pasillo
empedrado y salgo a la calle. Él me sigue y dice algo, pero lo ignoro.
—Gabriella, ¿qué haces aquí fuera? —me pregunta entonces Ash, el cual no sé para qué se ha traído a
la fiesta en lugar de dejarlo cuidando de la mansión.
—Me marcho a casa, esta fiesta es una mierda.
—Te llevo.
—Que no, qué pesados sois todos con llevarme, ¿queréis que mi madre se entere de que habéis dejado
una brecha en el perímetro?
Se miran entre varios guardas y dudan, pero Ash es demasiado insistente.
—Prefiero que se cabree por eso antes de saber que he dejado que te marchases en un taxi.
—Joder, no me voy a librar de ti, ¿eh? —Suelto un suspiro y él niega con la cabeza—. Bueno, pues ve a
por el coche y recógeme a la vuelta, me estoy meando y paso de volver a entrar.
—¿Cómo dices?
—¿Qué pasa? No será la primera vez que hago pis en un callejón, no soy ninguna princesita eh, si es
eso lo que te crees.
—De-de acuerdo, no tardaré, tengo el coche en la calle de al lado, no te alejes.
—Pues hombre, no voy a mear aquí delante vuestro, ¿o es que acaso queréis verme desnuda? —Alzo
una ceja y me cruzo de brazos mirando a todos los que están prestando atención a la conversación. La
mayoría apartan la mirada, intimidados, pero Ash me conoce más que el resto.
—Sé lo que intentas, por favor, no te vayas muy lejos, no tardaré.
—Que sí, venga.
Camino hacia el callejón donde he dicho que iba y, una vez estoy dentro, corro por él hasta la calle que
sale por el otro lado del edificio, miro a ambos lados y tuerzo la esquina cuando veo que un taxi desciende
la velocidad, lo llamo con la mano y frena. Me alegro de no tener que dar vueltas buscando un taxi libre
porque está empezando a llover y tiene pinta de que va a ser de esos diluvios de primavera que te calan
hasta los huesos.
—Buenas noches, ¿a dónde te llevo? —pregunta el hombre a través del espejo retrovisor.
Le doy las indicaciones del polígono y me pregunta si estoy segura de querer ir ahí, que es una
apartada y bla bla, le digo que sí y se pone en marcha. Miro hacia atrás por las ventanas para asegurarme
de que nadie me ha visto, y me relajo en el asiento los minutos que tardamos en llegar hasta el lugar.
Pruebo a llamar al número desde el que me ha llegado el mensaje, pero nadie responde.
—Ya hemos llegado, es aquí. ¿Está segura de que no quiere que la espere?
—Estoy segura, gracias. —Le pago y me bajo del vehículo amarillo, el señor aguarda unos segundos y
se marcha cuando el hago un gesto con la mano—. Bueno, Camilla, más te vale que esto no sea una broma
—digo en voz alta mientras me adentro en el polígono.

XXX


GABI

Estoy mojada de pies a cabeza, y me daría igual si no fuese porque estos zapatos no pueden mojarse,
maldita sea. Apresuro el paso hasta estar dentro de lo que parece una vieja fábrica abandonada, en
desuso. Tengo la sensación de haber estado aquí antes, pero supongo que es por el parecido que guarda al
sitio que me llevó Nino cuando quiso secuestrarme, aunque sé que no es el mismo porque estaba en la
dirección opuesta.
—¿Camilla?
Instintivamente me llevo la mano a la cartuchera que llevo bajo el vestido para coger el arma, la
borrachera se me ha pasado casi del todo y creo que no ha sido buena idea venir aquí sola, mierda.
—¡Camilla! ¿Estás aquí?
—Aquí está —anuncia una voz a mi espalda—, pero a diferencia de ti, ella no está sola. —Grigori se
carcajea, la supuesta amiga de Asia camina junto a él, pero ni me mira, tiene los ojos clavados en el suelo
y creo que está llorando.
—Lo siento mucho, Gabriella, me ha obligado a…
—¡Cállate! —exclama y le da un bofetón tirándola al suelo.
Camilla se hace un ovillo y deduzco que no es la primera vez que la trata de esta forma, por su aspecto
estoy segura de que la ha tenido secuestrada todo este tiempo y esperaba el momento oportuno para
usarla a su favor.
—Hijo de puta —mascullo mientras saco la pistola; para mi desgracia, no tengo tiempo ni de cargarla,
puesto que me sujetan por detrás y un brazo rodea mi cuello inmovilizándome en el acto.
—Qué suerte para mí que no seas tan lista como tu madre, ¿cómo se te ocurre venir sola a un polígono
por la noche? Desde luego mi madre tenía razón, tu arrogancia y narcisismo te hacen completamente
temeraria. Suerte para mí.
—Espero que sepas rezar —digo mientras me arrastran hasta él.
—¿Por qué crees que debería rezar?
—Porque cuando mi madre se entere de esto, matarte será su octavo pecado capital.

SASHA

Hace rato que no veo a Gabi y eso no me gusta nada, mi hija es igual que un tiburón blanco, por muy
peligrosa que sea, es mejor verla porque cuando no la ves, es cuando de verdad tienes que preocuparte.
—¿Has mirado en las habitaciones? —pregunto a mi marido cuando regresa de dar una vuelta por todo
el club— Le dije que se fuese a dormir la mona si no quería seguir divirtiéndose sin alcohol.
—En las habitaciones no está —anuncia entonces mi hermano mellizo.
—En los baños tampoco —dice Asia, la cual también ha ido a buscarla junto a Dante.
—De acuerdo, necesito un momento. —Cierro los ojos y me aparto unos metros, tengo que respirar
para contener los nervios y que estos no me nublen el cerebro.
—Voy a preguntar a los de seguridad, han tenido que verla si ha salido.
—Ya lo hago yo. —Me adelanto a mi hermano mayor y voy hacia la puerta de salida, me extraña que
cuando el guarda me ve, exhala aire y aparta la vista. Sé que lo hace porque sus hombros se elevan un
poco y su postura corporal cambia, se pone alerta.
—¿Dónde está Gabi?
—Ella… Bueno, ella quería marcharse.
—¿¡Y la habéis dejado!? —Lo aparto de un empujón y salgo hacia el pasillo que da a la calle, mi familia
me acompaña.
—Señora Ivankova, lo siento muchísimo —dice Ash cuando me ve, es el guardia más joven que tenemos
y sé que Gabi se lleva bien con él.
—¿Dónde está? —interroga Connor, la vena de su cuello palpita cada vez que pasa sangre, puedo ver
que está haciendo tanto esfuerzo por contener los nervios como yo.
—Quería marcharse en taxi, pero le dije que no, que yo la llevaría a casa y que me esperase. Fui a por
el coche y cuando volví, ella ya no estaba. —Puedo notar lo agobiado y preocupado que está, pero ahora
mismo me da igual.
—Localízala —pido a mi marido—, el anillo, no se lo quita nunca.
Recuerdo la discusión que tuve con mi marido hace unos años cuando quise instalar un localizador en
el anillo que le regalamos por su decimocuarto cumpleaños, él decía que eso era un ataque a su
privacidad, yo solo alcé una ceja y le recordé lo que significaba ser un Ivankov. Aceptó, por supuesto.
—No lo lleva —anuncia entonces Asia con la misma preocupación—. Se lo ha quitado antes de salir, ha
dicho que no le pegaba con el vestido.
—¡Es un anillo de oro blanco, por el amor de Dios, pega con todo! —grito comenzando a desesperarme.
—Tranquilízate, mi amor, por favor, así no vamos a encontrarla. —Connor me da un abrazo y mi
hermano mayor decide encargarse de dar la fiesta por finalizada, mandar a todo el mundo para casa y
reunirnos en la mansión.

*

Ha pasado más de hora y media desde que vi a mi hija por última vez, solo puedo repetir en mi cabeza
una y otra vez la última conversación que tuvimos, una discusión, como de costumbre. No quiero llorar
porque entonces me vendré abajo y seré inservible, no podré concentrarme y se me nublará el juicio. Lo
primero que he hecho al llegar a casa ha sido correr a su habitación para ver si estaba dentro, dormida y
ajena a la preocupación que nos estaba causando a todos, pero nada más lejos de la realidad, ni siquiera
ha pasado por casa.
—¡Os dije que algo pasaría! —exclama mi padre completamente furioso.
—V, así no ayudas. —Hell le hace un gesto con la cabeza y después se acerca a mí para abrazarme.
—Yo tengo una idea, pero no sé si os parecerá absurda —dice Asia desde un rincón. Todos la miramos
expectantes—. ¿Y si llamamos a Nino? Él la quiere, estoy segura de que la dejó por algún motivo diferente
al que le dijo a ella, seguro que le obligaron o… —Se calla al ver cómo los mayores nos miramos entre
nosotros.
—¿Lo sabíais? —pregunta Dante, su padre asiente—. O sea que Gabi tenía razón, le obligaron a dejarla.
—Eso da igual ahora, hijo —interviene Hope—, lo importante es que Niniano nunca ha dejado de
quererla y es posible que tampoco haya dejado de cuidarla —añade mirándome a mí—, quizá sepa dónde
la tienen, Sasha.
—¿Pues a qué estamos esperando? ¿Quién tiene su número?
—Yo, espera —dice Dante mientras saca su móvil del pantalón, pulsa en la pantalla y se lleva el teléfono
al oído—. ¿Nino?

XXXI


DANTE

Me llevo el móvil a la oreja y suena un par de veces hasta que alguien al otro lado descuelga, pero no
dice nada, solo escucho su respiración.
—¿Nino?
—Hola, Dante.
—Han secuestrado a Gabi —digo sin rodeos, no hay tiempo que perder.
—Lo sé.
—¿Lo sabes? Espera, voy a poner el altavoz, estamos todos aquí. —Pulso en la pantalla y dejo el móvil
sobre la mesa.
—Habla, Niniano. ¿Sabes dónde tienen a mi hija? —Connor habla por todos.
—Sí, no me he separado de ella desde que me marché, aunque ella piense que sí. He estado cuidándola
desde la distancia, todo lo alejado que he podido para no poner su vida en peligro.
—Pues no la has cuidado muy bien porque la han secuestrado —espeta la rubia antes de que Hope le
haga una señal con las manos.
—Nino, ¿sabes donde está? —repite mi madre con el tono más calmado.
—La tiene Grigori.
—¡Joder! —grita Connor tirando un vaso contra la pared, algo muy poco propio de él.
—La tienen en el polígono 3 del camino viejo de Queens. ¿Lo conocéis?
—Yo sé dónde está —interviene mi tío Nick, el cual acaba de bajar al despacho para reunirse con
nosotros después de estar con Allie en la habitación, está ya de ocho meses, a punto de dar a luz.
—Pues vamos —digo yo sin dudarlo.
—A ver, un momento, esto necesita una organización, no quiero chapuzas —pide el patriarca—. No
quiero perder a nadie esta noche, ¿estamos?
—No vamos a perder a nadie, papá —dice Sasha mientras abre la vitrina de cristal y empieza a repartir
munición—. ¿Quién viene?
—Todos —dice Kibo.
—Todos no —me apresuro a decir—, Asia no viene.
—Y Allie tampoco —añade Nick, aunque eso era obvio.
—Te quedas cuidando de ella, ¿de acuerdo? —Sostengo las manos de mi unicornio y limpio un par de
lágrimas que caen por sus mejillas—. Sé que no quieres que vaya, pero…
—Tienes que hacerlo, lo sé. —Me abraza, acaricio su pelo y deposito un beso en su frente—. Vuelve
conmigo.
—Lo haré, y traeré a Gabi con nosotros, te lo prometo.
—Tengo a seis hombres que aún me son leales después de dejar la ‘Ndrangheta, os esperamos en la
entrada de la carretera del camino, daos prisa. —Cuelga y yo me guardo el teléfono en el bolsillo.
—Debemos esperar a que lleguen todos los hombres que teníamos en La Cueva, Sasha, no podemos ir
solos y aquí apenas nos quedan siete u ocho —recuerda mi madre, la voz de la razón.
—No pienso esperar ni un minuto más, a saber lo que ese hijo de puta le está haciendo a mi niña, como
sea igual que su padre y… —Se muerde el labio inferior y sus ojos se cristalizan, entonces Connor sale
corriendo hacia los coches y esa es nuestra señal para no esperar por nadie más. Me despido de nuevo de
Asia y me subo en el coche de mis padres, donde también vienen Kibo y el tío Nathan. Delante nuestro va
Connor junto a Sasha, mi abuelo, Nick y uno de nuestros hombres de seguridad; y tras nosotros va un
vehículo más con los pocos hombres que quedaban en la mansión. Todos los de La Cueva ya han sido
avisados para ir a la mansión a proteger a Asia y Allie, por si esto es una distracción y pretenden
atacarnos por dos lados después de dividirnos.

—Mirad, ahí está Nino —señalo cuando lo veo a lo lejos, alumbrado por los faros del coche de Connor.
Detenemos los vehículos y corremos hacia ellos, Nino ya está armado hasta los dientes y todos
preparados para adentrarnos en el polígono, aun a sabiendas de que esto será, muy probablemente, una
trampa.
—¿Cuántos hombres tiene? —pregunta mi padre.
—No lo sabemos con seguridad, no hemos podido acercarnos más sin que nos viesen.
—Joder, o sea que puede que eso esté lleno de rusos —comenta Nick rascándose la mejilla con la misma
mano con la que sostiene el arma—. Bueno, que sea lo que Dios quiera, vamos.
—Esperad, tenéis que saber algo. —Nos detenemos ante su voz y lo miramos impacientes—. Camilla
está con Grigori. Ella le mandó un mensaje a Gabi para hacerla venir aquí.
—¿Cómo dices? —Levanto las cejas y giro ligeramente el rostro para agudizar el oído, creo que me falla
porque lo que acabo de escuchar no puede ser cierto.
—Debió secuestrarla hace meses, y la ha tenido encerrada hasta poder usarla como señuelo, ella no
tiene nada que ver, es una víctima, no la disparéis.
—Esto tiene que ser una puta broma —masculla Sasha—, esa niñata ha engañado a mi hija para que el
ruso la secuestrase, ¿y me pides que no le haga daño?
—Sasha, te está diciendo que la ha obligado. —Mi padre coloca una mano en su hombro, pero la rubia
se aparta y pone rumbo a la fábrica.
—No te separes de mí —me pide mi madre, yo asiento y todos nos encaminamos hacia la oscuridad de
la noche bajo un cielo que ha decidido soltar el diluvio universal, como si supiese que la lluvia lo hace todo
mucho más dramático.
A medida que nos vamos acercando se puede ver mejor la fábrica, es de color amarillento por fuera y
está llena de grafitis, algunos parecen más recientes y otros están borrados por las inclemencias del
tiempo, por no mencionar las innumerables heces de ave que hay por todas partes. Deben usar este lugar
para guarecerse. Hay muchos huecos que algún día debieron ser puertas, pero que ahora apenas son
espacios abiertos que dejan entrever el interior del lugar, para poder acceder, hay que subir una altura
puesto que la fábrica no está a pie de calle, sino que está ligeramente elevada; supongo que por algún
lugar habrá unos escalones de acceso, pero no vamos a ponernos a buscarlos. Mi padre sube de un salto y
ayuda a subir a mi madre, y lo mismo hacemos con mi abuelo, el cual debe estar echando en falta su
bastón. Por dentro es un lugar igual de machacado que por fuera, con muchas ventanas en la parte
superior, pero pequeñas y cuyos cristales están medio rotos, lo cual me hace mirar al suelo y hacer una
señal al resto para que tenga cuidado de no pisar los restos y, por ende, hacer ruido.
Nino se dirige a sus hombres con señales de la mano, se nota que todos han sido igualmente instruidos
y parecen un comando profesional. Los Ivankov somos más de improvisar.

XXXII


HELL

Intentamos acercarnos de la forma más sigilosa posible para tener a nuestro favor el factor sorpresa,
ya que no sabemos cuántos hombres habrá, y al menos poder aprovechar el primer golpe. Hemos pactado
tomar diferentes posiciones para disparar todos a la vez y acabar con el mayor número de rusos posible
de una vez, pero, ¿a quien queremos engañar? Esta es una familia de sangre caliente, los planes rara vez
se cumplen.
Nos colocamos tras diferentes paredes, junto a los huecos que algún día fueron puertas, y aguardamos
la señal de Vladimir. Miro a Sasha y le pido paciencia, sé que toda la sangre se le agolpa en las manos
ahora mismo, en el dedo que tiene sobre el gatillo; hace amago de asomarse para mirar, e intento que se
esté quieta, pero es demasiado tarde. El ruido que se escucha, seguido de un grito de Gabi y el rostro de
Sasha, me deja claro que acaban de golpear a su hija y que nuestro plan del factor sorpresa se ha ido a la
mierda.
Sasha saca todo el cuerpo y realiza el primer disparo, todos nos preparamos y, tras meses de prudencia
y de organización, empieza la batalla final. Y todo apunta a que será un desastre.
—¡Hija de puta! —grita Grigori llevándose una mano a la oreja, a la cual le falta la mitad debido al
disparo de Sasha.
Gabi se agazapa a la pata de la mesa de metal a la cual está atada cuando el ruso intenta levantarla
para llevársela, se agarra con todas sus fuerzas y no se suelta. Grigori le da otra bofetada y Sasha pierde
la cabeza, al igual que su marido. Empezamos a disparar y los cuerpos comienzan a caer inertes al suelo,
un grupo nuevo de rusos aparecen en escena cuando el cabecilla grita algo en su idioma. Entre balas
alcanzo a ver cómo Camilla se agacha y se marcha corriendo. Ellos no tienen apenas donde esconderse
porque se encuentran de cara a la pared del fondo, solo tienen el hueco de una puerta, mientras que
nosotros tenemos varias, además de muros y columnas de piedra viejas y desgastadas. Las aprovechamos
para cubrirnos a medida que vamos avanzando hacia ellas, Nino es un tirador de puta madre, veo cómo
acaba con dos hombre de una vez antes de volver a resguardarse.
—¡No toques a mi hija! —grita la rubia mientras dispara una y otra vez, pero se agacha para cambiar
de cargador cuando se queda sin balas.

DANTE

La piedra de las paredes y las columnas a nuestro alrededor salta por los aires con cada disparo que
recibimos, es la primera vez que me veo en una de estas, y mi primo Kibo también. En sus ojos puedo ver
el miedo, está a mi lado, su brazo roza el mío por lo apretados que estamos para que la pared nos cubra a
los dos.
—¿A la de tres? —digo apoyando mi frente en la suya. Asiente y es él quien cuenta.
—Una, dos y tres. ¡Ahh! —grita a la vez que saca el cuerpo para poder disparar.
Acierta en un ruso que cae desplomado en el suelo y lo celebramos con un asentimiento cuando
volvemos tras la pared.
Entonces, tras él veo cómo Sasha y Connor se dedican una mirada, Connor niega con la cabeza
suplicante y todo sucede deprisa. Sasha murmura un “te amo” y coge impulso para levantarse del bajo
muro en el que está metida, pero en ese momento, mi abuelo, que estaba observando la escena desde otro
punto, y el cual conoce de sobra a su hija, se adelanta.
—¡Kozlov! —grita saliendo a pecho descubierto con dos ametralladoras, una en cada mano.
—¡Papá! —exclaman Sasha y el tío Nathan a la vez.
Vladimir aprovecha el cuerpo de un ruso que acaba de matar, para colocárselo frente a él e ir
avanzando, tira una de las armas y usa el cuerpo del hombre como escudo mientras sigue avanzando y
disparando con la otra. Nos damos cuenta de lo que intenta hacer, de modo que todos salimos de nuestros
escondites y comenzamos a disparar sin parar, para cubrirle y que le dé tiempo a llegar hasta Grigori, el
cual sigue intentando separar a Gabi de la mesa para llevársela.
Vamos avanzando sin bajar el arma, obligando a los rusos a no poder asomarse para dar tiempo a mi
abuelo de llegar hasta el pequeño hijo de puta. Cuando lo hace, tira el cuerpo que ha estado usando de
escudo y se lanza sobre Grigori, lo sujeta para que deje en paz a su nieta y se enfrascan en un cuerpo a
cuerpo con armas de por medio, la metralleta de mi abuelo es muy útil para distancias largas, pero
demasiado grande para distancias cortas. Un disparo resuena entonces entre ellos dos, y ambos caen al
suelo. Todos nos quedamos paralizados una fracción de segundo, pero aparecen más rusos por todas
partes y nos vemos obligados a seguir con el enfrentamiento sin saber si mi abuelo ha disparado a Grigori,
o si ha sido él quien ha disparado a V. Nos vamos acercando y el corazón se me detiene cuando Kozlov se
mueve y se quita de encima el cuerpo ensangrentado de Vladimir, lo empuja a un lado y se levanta. Gabi
grita y trata de acercarse a él, pero está atada y no llega.
—¡Abuelo! ¡Abuelo, despierta! —solloza desesperada, intenta soltarse las bridas de las muñecas, pero
la sangre de los cortes resbala por su piel, y la mesa es demasiado pesada para poder moverla por sí sola.
Mi padre y mis tíos tienen la mirada desencajada ante la escena del cuerpo de Vladimir inmóvil, yo
quiero correr, pero mi madre me sujeta y se tira sobre mí detrás de una columna. Entonces, desde el lado
opuesto, desde nuestra espalda, una oleada nueva e inesperada de disparos empieza a resonar en la
lúgubre fábrica. Me giro y veo que son unas ocho o nueve personas vestidas completamente de negro, con
chalecos antibalas y pasamontañas. Disparan con precisión y entre ellos, los pocos hombres que nos
quedan vivos a nosotros y los pocos que le quedan también a Nino, conseguimos reducir a los rusos contra
todo pronóstico.
Mi padre se tira sobre la espalda de Grigori cuando este trata de escapar al ver que no le quedan
hombres, y entre él y Nick lo reducen en el suelo. Nicholas lo sujeta para que mi padre pueda acercarse a
ver a Vladimir, y el sonido de los disparos da paso al sonido ahogado de los llantos.

XXXIII

DANTE

Sasha corre con un cuchillo para cortar las bridas, y ella y su hija se abrazan, Connor se une a ellas,
Gabi se seca las lágrimas furiosa y se levanta del suelo, le quita la pistola a su padre y camina hasta
Kozlov, el cual está soltando maldiciones en ruso mientras Nick tiene su rodilla sobre su cuello, tumbado
boca abajo.
—¡Gabi, no! —Sasha le levanta el brazo y el disparo que iba a parar en la cabeza de ese cabrón,
termina perdido en algún lugar de la fábrica—. Si haces esto, nunca podrás borrarlo de tu cabeza,
recordarás este momento el resto de tu vida. Dame la pistola.
—Ha matado al abuelo —llora desconsolada y rabiosa.
—Dámela.
Gabi obedece y no aparta los ojos de su madre, Nathan se encuentra arrodillado junto a V, llorando
mientras Hope lo abraza, Hell está con ellos, aunque pendiente de la decisión de su hermana pequeña,
sabe que Grigori debe morir ahora; yo creo que estoy en shock, en parte por lo de mi abuelo, pero
también por la mujer rubia que ha vuelto a ayudarnos y nadie parece haberle dado importancia. Antes de
marcharse, se ha quitado el pasamontañas dejándome ver que, una vez más, ha sido ella la que nos ha
salvado, con la diferencia de que en esta ocasión estaba llorando cuando se ha marchado. ¿Quién es y por
qué a nadie le importa?
—No mires, Gabi, por favor. —Sasha pide a su hija algo que sabe que no hará, se resigna y coloca la
pistola sobre la cabeza de Grigori, mira a Gabi y esta no separa la mirada del cuerpo del ruso ni cuando la
rubia aprieta el gatillo y los sesos se desparraman por el suelo.

Kozlov hijo ha muerto.

Entonces sí, en ese momento toda la familia nos reunimos alrededor del cuerpo de Vladimir, algunos
lloran y otros tienen la mirada perdida, como si esto solo fuese un mal sueño. Él no quería hacer esto, no
quería que se celebrase una fiesta y no quería que hoy perdiésemos a nadie. Y a quien hemos perdido es a
él.
—Levanta hija, venga. —Sasha y Connor tiran de ella para que se aleje del cuerpo de su abuelo, a quien
está abrazada y no para de pedir perdón.
Se pone en pie y, por su mirada, creo que ve a Nino por primera vez, que no había reparado en su
presencia hasta ahora, porque enseguida rompe a llorar con más fuerza cuando él se acerca y la envuelve
en sus brazos.
—No puedes morir así. —Hell se limpia las lágrimas y se coloca de rodillas a su lado—. Nate, sigue
taponando la herida —pide a su hermano mientras se pone a realizarle la RCP.
El abuelo tiene un disparo en el estómago y ha perdido mucha sangre, pero no sería la primera vez que
sobrevive a un arma de fuego. Sin embargo, en esta ocasión pinta muy mal, aunque es cierto que las otras
veces no sé cómo fue porque yo ni siquiera había nacido.
—Hope, comprueba su pulso y dime cuando sientas algo.
Mi madre obedece en silencio y sostiene la muñeca de mi abuelo, coloca dos dedos en ella y niega con
la cabeza, de modo que mi padre continúa.
—¿Dónde está Marcel? ¡Que venga! —grita mirando a Sasha, la cual asiente y se lleva el móvil a la
oreja.
Marcel es uno de nuestros hombres de seguridad más veteranos, tiene más de cincuenta años y hace
más de la mitad que fue instruido en medicina para las situaciones en las que pasa algo y la familia no
puede acudir al hospital porque harían demasiadas preguntas. No tarda mucho en llegar, unos veinte
minutos, durante los cuales no hemos dejado de realizar la RCP al abuelo, se han ido turnando entre mi
padre, Nate y Nick.
—¿Tiene pulso? —pregunta cuando llega, derrapa con la moto dentro de la fábrica y se quita la mochila
que traía puesta.
—Débil, pero sí —informa mi madre.
Marcel comienza a sacar cosas, le pone una vía y suero, le mira con diferentes aparatos y pide que
metan el coche hasta dentro para moverle lo menos posible. Decido acompañar a mi tío Nick y ambos
corremos hasta uno de los furgones, bordeamos la fábrica para buscar otra entrada que no tenga el muro
que hemos saltado antes, y encontramos una entrada que supongo sería para meter la mercancía cuando
esta fábrica funcionaba. Subimos la rampa y entramos hasta donde están los demás, no se preocupa por
evitar los cadáveres y noto cómo pasamos por encima de ellos.
Evito pensarlo.
—Vamos a levantarlo por los pies, el torso y la cabeza, intentad que se mueva lo menos posible.
Entre unos cuantos conseguimos meter al abuelo en el coche y Marcel va atrás con él, taponando la
herida y controlando sus constantes vitales.

GABI

—No se puede morir, esto ha sido mi culpa, no se puede morir —balbuceo casi sin sentido con la mirada
perdida en el asiento delantero del coche.
—Haremos todo lo posible porque eso no suceda. —Nino me tiene entre sus brazos y no para de
acariciar mi cabeza mientras me susurra cosas en el oído.
Esto debe ser un sueño, uno en el que el abuelo muere y Nino vuelve a mi lado, como tantas veces he
soñado y deseado. Me refiero a lo segundo, pero si lo primero debe pasar para que lo segundo suceda,
prefiero no volver a ver al hombre del que estoy enamorada nunca más.
—¿Cómo…? ¿Cuándo has…? —Lo miro, pero no me salen las palabras, estoy demasiado confusa y
preocupada y no soy capaz de expresarme con claridad.
—Siempre he estado contigo, Gabi —confiesa—. Me amenazaron con matarte si no me alejaba de ti,
prometieron inmunidad para ti, dejarte fuera del paquete. No podía arriesgarme.
—¿De quién hablas? ¿Kozlov?
—No, la ‘Ndrangheta. Querían ir a por toda tu familia porque pensaban que ellos habían matado a mi
padre, pero los convencí de que solo lo habían entregado. Aun así, dijeron que eso era traición y que os
matarían igualmente, pero que a ti te dejarían vivir a cambio de que me alejase de ti.
—Pero no han venido a por nosotros, no hemos recibido ningún ataque de ellos —digo en voz más alta,
mi madre me mira por el espejo retrovisor y se gira hacia mí.
—¿Seguro que estás bien? ¿No te ha…? —Cierra los labios con fuerza y traga saliva.
—No me ha tocado, no al menos de esa forma, solo me ha golpeado.
Ella asiente y vuelve a mirar hacia delante, veo cómo mi padre aparta una mano del volante y busca la
de su mujer, se la lleva a los labios y deposita un beso en los nudillos. Entonces me sorprende ver algo que
no pasa muy a menudo: mi madre llorando. Se pasa la mano por la cara para secar las lágrimas y baja la
ventanilla para que le dé el aire. Sé que ella tuvo una historia con el padre de Grigori, que fue la
responsable de matarlo y que algo pasó en aquella época, nunca han querido darme detalles, pero
supongo que no fue nada agradable y que, a día de hoy, sigue marcando la vida de los dos.

XXXIV


ASIA

Ya he ido al cuarto de baño tres veces y estoy tomándome una tila cuando escucho el sonido metálico
de las barreras exteriores al abrirse. Salgo corriendo de la habitación de Allie y le pido que baje despacio,
pero yo no puedo esperarla, necesito saber qué ha pasado y abrazar a Dante. Porque está vivo, tiene que
estarlo.
Abro la puerta principal de la mansión y bajo las pocas escaleras alargadas hasta el camino empedrado
de fuera, está parando de llover, pero aun caen algunas gotas. No sé en qué coche viene cada uno, así que
tan solo permanezco de pie esperando que todos salgan. Un grito se me atasca en la garganta al ver cómo
entre Nick y Hell sacan a Vladimir, está lleno de sangre y lleva una vía puesta.
—Asia. —Me giro y rompo a llorar al ver a Dante, corre hasta mí y nos abrazamos—. Estoy bien, Gabi
está bien y Grigori muerto —anuncia mientras sostiene mis mejillas para besarme.
—Tu abuelo…
—Tiene el pulso débil, pero vamos a salvarlo.
—Le han disparado por mi culpa —dice Gabi acercándose echa un mar de lágrimas.
—¡Gabi! —exclamo y corro a abrazarla—. Dios mío, estás llena de golpes.
—Estoy bien, yo solo quería hacerte un regalo de cumpleaños, Camilla…
—Vamos dentro. —Dante la interrumpe y yo me quedo pálida e inmóvil, ¿qué tiene Camilla que ver con
todo esto?
—¿Porque ha nombrado a Cami? —pregunto a mi novio mientras me lleva escaleras arriba.
—Lo siento —continúa llorando Gabi, la cual no se separa de los brazos de Nino, me alegra ver que al
menos esto se ha resuelto.
—Ven —solicita Dante guiándome hasta uno de los sillones del despacho.
—No voy a sentarme, dime qué ha pasado.
—Camilla está viva, Grigori la secuestró hace meses y la ha usado hoy para atraer a Gabi. Le mandó un
mensaje pidiéndole ayuda y mi prima estaba demasiado borracha como para aplicar la lógica y no irse
sola a un polígono abandonado, solo quería traértela por tu cumpleaños.
—Esto no-no… Ella no, yo… —Mi corazón se acelera y noto que estoy metiendo más oxígeno del normal
en mi cuerpo, pero aun así siento que me ahogo. Intento hablar, pero apenas me sale un hilillo de voz y
Dante me insta a sentarme.
—Respira despacio. —Hope se arrodilla frente a mí y sujeta mi rostro con una mano—. Eso es, inspira,
expira. Echa todo el aire y siente cómo los pulmones se vacían y vuelven a llenarse de aire.
Dante permanece a mi lado sin soltarme la mano, no puedo creerme que esto esté pasando, que mi
mejor amiga haya estado meses secuestrada y que no me haya dado cuenta, que incluso llegase a dudar
de que ella era la traidora. No podré perdonarme esto nunca.
—¿Dónde está? Ella-ella, ¿dónde está? —les pregunto segundos después—. ¿Ha…?
—No, creemos que está viva, Hell la vio marcharse corriendo cuando los disparos comenzaron, pero no
tenemos ni idea de donde puede estar, Asia —explica Hope y me insta a beber un poco de agua.
—Ahora no te preocupes por eso. —Dante me da un beso en la frente y Hope nos dice que va a ver
cómo sigue Vladimir.
—¿Que no me preocupe? ¿Cómo no voy a preocuparme? Si está metida en todo esto es por mí, por ser
mi amiga.
—No es tu culpa, amor, por favor, tienes que quitarte eso de la cabeza o no podrás estar nunca en paz.
Mira, en todo caso si alguien tiene la culpa aquí soy yo, todo esto es por mí y por mi familia, Camilla,
Cassandra, tú, y cualquier otra persona que sea parte de nuestra vida está en peligro por nosotros. Así
que, si quieres culpar a alguien, cúlpame a mí.
—Es culpa mía porque yo elegí quererte, Dante.
—Eso no se elige, Asia. El amor no es algo que puedas activar y desactivar a tu antojo, sucede, estés o
no preparada para ello.
—Lo siento. —Niego con la cabeza y me abraza cuando empiezo a llorar otra vez, Dios mío, esto tiene
que ser una pesadilla, no puede estar pasando.

HELL

Han pasado unas cinco horas desde que llegamos a la mansión. Permanezco de pie con los brazos
cruzados a los pies de la cama de mi padre, observando cómo Marcel vigila sus constantes vitales, las
cuales, gracias a Dios, se mantienen estables. Al llegar, le hizo varias trasfusiones de sangre y consiguió
detener la hemorragia, dice que sobrevivirá, que solo necesita descansar.
—Tengo que hablar con la familia, ¿te quedas aquí? —le pregunto.
—Claro, ve tranquilo.
—Gracias por todo, Marcel. —Palmeo su espalda y voy hacia las escaleras para reunir a todos en el
despacho, debo contarles lo que nos dijo Scott sobre la DEA.
—…pero mamá, es que no lo entendéis, es la segunda vez que la veo. —Dante parece desesperado
antes algo que le está contando a mi mujer en la cocina.
—¿Qué sucede?
—El grupo que nos ha ayudado al final en la fábrica, los que han aparecido vestidos de negro y después
se han marchado sin decir nada —comenta Hope, yo asiento y alzo las cejas—. Tu hijo insiste en que hay
algo raro y que ha visto otra vez a la mujer rubia que nos ayudó cuando secuestraron a Asia y Cass.
—Han debido ser alguna de las bandas con las que colaboramos, hijo. Sabes que son numerosas y que
nos deben favores, habrán acudido en nuestra ayuda —acaricio su nuca y él suspira.
—No, papá, estoy seguro de que es otra cosa.
—¿Qué cosa?
—No lo sé, pero la mujer rubia se ha marchado llorando, y es la segunda vez que nos ayuda sin decir
nada. Además, parecían un comando super profesional, cómo se movían y todo…
—Te sorprendería lo preparadas que pueden estar algunas bandas. Venga, vamos al despacho, tengo
que contaros algo.
Mi hijo niega con la cabeza y se queda hablando con Asia unos segundos antes de seguirnos, aguardo
unos minutos a que estemos todos y miro en silencio el rostro maltratado de mi sobrina. Un nudo se forma
en mi garganta, me acerco a ella y beso su frente antes de abrazarla.
—El abuelo se va a poner bien, siento muchísimo que hayas tenido que pasar por esto, Gabi.
—Estoy bien, tío, no te preocupes, soy fuerte como mamá. —Fuerza una pequeña sonrisa y yo beso a mi
hermana antes de regresar junto a Hope para contar todo a la familia.
—Bueno, ¿qué pasa ahora? Todo ha terminado ya, ¿no? —Nick acaricia la barriga de Allie, ambos
sentados en el sofá.
—Aún tenemos frentes abiertos —comienzo, y el rostro de algunos cambia—, no os lo he contado antes
porque V me pidió que esperase, pero lo sucedido hoy lo cambia todo.
—Dilo ya, joder —presiona Sasha con un gesto de las manos.
—Scott llamó para informarnos de que la DEA ha reunido las pruebas suficientes como para echar todo
esto abajo, quieren a V.
Un silencio sepulcral se instala de pronto en el despacho, rostros desencajados, miradas nerviosas,
bocas que se abren para decir algo sin ser capaces de articular palabra. Ni tan siquiera Sasha.
—Todos los documentos ilegales, el blanqueo, la extorsión, el tráfico de armas, la droga… Todo está
firmado por V, todo está a su nombre, no hay nada a nombre de los demás —comienza Hope. Hace un rato
hemos tenido una conversación reveladora que podría salvarnos de todo esto.
—Vladimir Ivankov es el vor, él es la cabeza. —Miro a mis hermanos—. Si la cortamos, no habrá nada
que perseguir, el imperio de los Ivankov habrá acabado.
—¿Estáis queriendo decir que finjamos la muerte de papá? —Nathan da un paso al frente y me mira a
mí y después a Sasha, la cual está mordiéndose el labio y asintiendo con la cabeza.
—Es perfecto, la DEA quiere a V, pero si V muere, no tendrán nada.
—¿Y cómo sabéis que no vendrán a por los demás? —pregunta Kibo no muy convencido—. Aquí todos
sacamos tajada de ese dinero, dinero ilegal, por cierto.
—No todo —explica Hope—. Tenemos el hotel que es legal y que factura muchísimo dinero, tenemos la
empresa de telecomunicaciones y la de vehículos de alta gama…
—Y tenemos Ivankova y La Cueva —continúa Sasha con una sonrisa temeraria—. Es puñeteramente
perfecto. Y la oportunidad de dejar todo lo ilegal, cortar el tráfico de todo y salirnos del negocio. Con
Vladimir muerto, nadie sospechará, pensarán que hemos querido dejarlo y seguir con nuestra vida, no es
como cuando teníamos veinte años, Hell. Esto puede ser nuestra salida.

XXXV


DOS DÍAS DESPUÉS

DANTE

La gente se extiende por todo el cementerio Woodlawn, ha venido tantísima gente que se pierde más
allá de la vista. Amigos, conocidos, miembros de bandas aliadas, otros no tan aliados, supongo que para
comprobar con sus propios ojos que el patriarca Ivankov ha caído. A pesar de que me he despedido de mi
abuelo hace un rato y lo he dejado viendo las noticias sentado en su butacón, vivir esto es como si
realmente estuviese ahí abajo, en la tumba sobre la que ahora están echando tierra y la cual tiene su
nombre y apellido gravado en letras de oro.
Cuando mi padre le contó la idea, enseguida la aceptó y dijo que le parecía la mejor forma de borrarse
el mapa y que todos pudiésemos llevar una vida normal. Aun no hemos pensado cómo lo haremos para
que nadie lo reconozca, pero supongo que estará unos meses encerrado en la propiedad y que después se
hará alguna operación en la cara para cambiarla y no parecerse al Vladimir que el mundo conoce.
Por otro lado, hemos despedido a más de la mitad de los hombres de seguridad, tan solo conservamos a
los más veteranos y de confianza, al resto se le ha dado una buena comisión y se le ha agradecido sus
fieles servicios. Si queremos normalidad, debemos aparentarla.
Aun está el tema de la ‘Ndrangheta, pero Nino nos ha dicho que tiene a un par de personas dentro y
que por el momento están atendiendo otros asuntos más importantes para ellos, que, si deciden dar el
paso de venir a por nosotros, lo sabremos con antelación.
—Gracias a todos por venir —dice mi padre cuando la lápida ya está cubierta por completo y todos
hemos pasado a tirar una flor dentro—. Mi padre estaría feliz de saber que tantos amigos e
incondicionales han acudido al día de su despedida. Su memoria siempre será recordada.
Nos abrazamos entre nosotros y fingimos tristeza todo lo que podemos, a Gabi se le escapa una risilla
que creo que solo alcanzo a ver yo, me bajo las gafas de sol que todos llevamos para hacerle un gesto y
que se comporte. Nino aprieta su mano y ella pide perdón con los labios.
—¿Por qué no se pira todo el mundo ya? —susurra Sasha cuando la gente todavía permanece a nuestra
espalda.
—Shh. —Mi padre besa mi frente y aprovecha para hablar sin que le lean los labios—. Hay un furgón de
la DEA detrás de aquellas lápidas, no miréis y disimulad.
Alzo los ojos despacio, aunque sé que con las gafas no se ve a dónde estoy mirando, y efectivamente allí
están, con su coche inconfundible y dos hombres dentro de él.
Aguardamos un rato más hasta que la última persona se marcha, entonces lo hace también el cura tras
darnos el pésame de nuevo de uno en uno; minutos después, el coche de la DEA se aleja y por fin nos
quedamos solos.
—Dios mío, qué pesados, pensé que no se irían nunca —espeta Gabi quitándose las gafas de sol y
relajando la postura.
—No seas imprudente —pide su padre—. No sabemos si habrá más agentes vigilando, mejor vayámonos
ya a la mansión.
—Sí, será lo mejor —coincide mi madre.
Nos damos la vuelta para irnos, pero detenemos el paso al ver a una mujer acercarse con un papel
entre las manos, ¡la mujer rubia! Miro a mis padres y ambos fruncen el ceño, al igual que el resto de la
familia.
—¿Quién es esa? ¿Alguien la conoce? —pregunta Sasha.
—Yo no —contesta su hermano mellizo.
—Es la mujer rubia de la que os he hablado —susurro, y entonces a mi padre se le desencaja el rostro.
A medida que se va acercando, mi padre está más pálido y yo no entiendo nada, mi madre sujeta su
brazo y le pregunta si sabe quién es, pero él está mudo. Los demás tampoco entendemos nada, hasta que
ella se detiene a un metro de mi padre. Entonces rompe a llorar con más fuerza de la que ya lo hacía a
medida que se aproximaba, intenta tocar a mi padre, pero duda un par de veces y retrocede la mano,
hasta que finalmente da un paso y lo abraza.

HELL

Cada célula de mi cuerpo se activa y las hormonas viajan por mi cuerpo mandándome diferentes
mensajes, unas me dices una cosa y otras me dicen otras, pero todas ellas se unen para provocar que cada
pelo de mi cuerpo se erice cuando esta mujer me abraza. Su olor, el tacto de sus dedos en mi nuca y el
sonido de su llanto. Siento como si me diesen una bofetada y regresase cuarenta años atrás, no quiero
creerlo. Esto no. No puede ser cierto.
—Lo siento muchísimo —solloza—. Hell, lo siento tanto.
La separo de mí y miro sus ojos, al pestañear me doy cuenta de los míos están inundados de lágrimas, y
a mi lado puedo ver cómo mi mujer se cubre la boca con las manos y murmura un “no puede ser”, lo que
termina por disipar mis dudas.
—¿M-mamá? —pregunto, aunque el hecho de verme a mí mismo en ella es la única respuesta que
necesito.
—Mi vida. —Me abraza de nuevo, pero yo estoy paralizado, me obligo a reaccionar y a mover mi
cuerpo, a rodear el suyo con mis brazos y hundir la nariz en su cabello para aspirar en profundidad.
—Hostia puta. —Escucho a Sasha a unos metros—. Es ella, es Ekaterina.
—¿Eres tú de verdad? ¿Estás aquí o estoy soñando? —Consigo decir entre gimoteos. A mi lado escucho
los llantos de Hope y de mi hijo, ellos saben, en especial mi mujer, lo que mi madre significa para mí. Que
ahora esté aquí es… Es imposible.
—No estás soñando, hijo mío, soy yo. —Levanta mis manos para besarlas y sus piernas flaquean
cuando, tras de mí, lee el nombre de la lápida—. No, no, no. —Llora y se acerca hasta ella, cayendo de
rodillas cuando llega—. Lo siento, lo siento, mi amor.
—Deberíamos llevarla a la mansión —dice entonces Hope—. Hell, vámonos. —Busca mi mirada para
hacerme reaccionar, para hacerme reconectar con la realidad y el ahora—. Vamos.
Asiento y me acerco a… ¿mi madre? La sostengo para ayudarla a levantar y entre Hope y yo
conseguimos llevarla hasta el coche. El resto de la familia nos sigue en silencio, dudo que ninguno sepa
qué decir.
El trayecto en el coche desde el cementerio hasta casa es corto puesto que no está muy lejos, pero mi
mujer conduce puesto que yo no puedo dejar de mirar a mi madre. No soy capaz ni tan siquiera de
parpadear por si ella se desvanece.
—Lo siento tanto, hijo, intenté llegar antes, pero no encontraba el sitio.
—¿De qué hablas?
—Tú eres la que ha estado ayudándonos, ¿verdad? —Dante habla desde el otro lado del asiento, mi
madre sonríe con tristeza y asiente—. Cuando secuestraron a Asia y a Cass, y el otro día con Gabi.
—Así es, pero llegué tarde y ahora Vlad ha muerto. —Rompe a llorar de nuevo y yo la abrazo.
La verdad es que no sé ni por qué no le he dicho todavía que está vivo, supongo que una parte de mí
está tan confusa y tienen tantísimas preguntas, que no soy capaz de ordenar mi cabeza. Mi hijo me mira
como queriendo decirme algo, supongo que lo mismo, la pregunta de por qué no le decimos que no ha
muerto. A estas alturas lo mejor es que lo vea por ella misma.
Dios mío, V, no sé cómo va a reaccionar cuando la vea, temo que le dé un infarto y muera de verdad.

XXXVI


VLADIMIR

Cierro el periódico y apago la televisión cuando escucho abrirse la puerta principal de la mansión. No
quiero ni pensar la cantidad de gente que ha debido ir a decirme adiós, seguro que más de la mitad felices
por saber que he dejado el negocio, buitres carroñeros, si vosotros supieseis. A mí no se me mata tan
fácilmente.
—¿Ya habéis terminado de enterrarme? —pregunto a la vez que salgo del despacho para recibirlos.
—¿Vlad?
El vaso de agua que llevo en la mano se me cae cuando la sangre deja de llegar de golpe a mis
músculos, se me nubla la vista y tengo que agarrarme al marco de la puerta para no caerme. Siento un
fortísimo pinchazo en el corazón y no puedo tragar porque la respiración se me atasca en la garganta
seca, sin una gota de saliva.
Solo ha existido una persona en mi vida que me llamase así, y murió llevándose mi alma con ella.
—¿Estás vivo?
Ekaterina se alza frente a mí de igual forma que aparece cada noche en mis sueños desde hace casi
cincuenta años, pestañeo para asegurarme de que no me he quedado dormido en el sillón o, peor, he
muerto y estoy en la otra vida.
—No lo sé —contesto con total sinceridad—. Creo que-que estoy muerto. —Miro confuso a mi hijo Hell,
el cual está hecho un mar de lágrimas, se pasa los dedos por los ojos y me sonríe.
—Estás vivo, papá. Estáis vivos los dos.
—¿Kat?
—No puede ser cierto. —Corre hasta mí y ambos nos abrazamos como cuando teníamos diecisiete años.
He recordado aquel último abrazo cada día desde que la perdí, procurando no olvidar los hoyuelos de
sus mejillas al reír, el candor de su risa y color de su cabello cuando hondeaba al viento subida a mi moto,
recorriendo las calles de Rizhsky.
—¿Eres tú? —Sostengo sus mejillas y beso sus labios por primera vez desde que morí junto a ella—.
¿Cómo es posible? Mi padre me dijo que… yo te vi, estabas muerta.
—Lo siento tanto, mi amor, me obligaron, lo siento muchísimo. ¿Podrás perdonarme?
—Creo que deberíamos sentarnos y aclarar todo esto, ma-mamá. —Hell balbucea con razón, nunca ha
pronunciado esa palabra, al menos no desde que tenía dos años, y no lo recuerda.
Ella asiente y los cuatro nos dirigimos al interior del despacho, veo cómo Hope le dice algo a mi hijo, lo
abraza y después de guiñar un ojo a mi nieto, cierra las puertas y nos deja solos.

HELL

Nos quedamos en silencio durante al menos un par de minutos, Vladimir, Dante y yo solo podemos
mirarla a ella, y ella a nosotros. Entonces pestañeo y me seco las lágrimas, aclaro mi garganta y sirvo un
vaso de agua para cada uno, mi padre lo rechaza pero ella, mi madre, lo coge con una sonrisa y dar unos
tragos antes de inclinarse para dejarlo sobre la mesita baja de cristal.
—No sé ni por dónde empezar —dice después de llenar sus pulmones de aire.
—¿Por qué me mentiste? —V lanza una pregunta directa que, en realidad, es el centro de la cuestión, el
verdadero motivo por el que hemos vivido sin ella.
—Dios. De acuerdo. —Apoya los codos en sus rodillas y parece que se prepara para comenzar su relato
—. ¿Recuerdas que mi padre era el director, por decirlo de alguna forma, de la FSKN?
—¿Qué es eso? —inquiere Dante mientras mi padre asiente.
—Es el equivalente ruso de la DEA, el Servicio Federal Ruso de Fiscalización de Estupefacientes.
Cuando era adolescente, mi padre era el alto cargo y quien tomaba las decisiones de absolutamente todo
—continúa, los tres la escuchamos atentos—. Vlad, cuando nos conocimos yo no lo sabía, y no fue hasta
casi dos años después y con un bebé ya —solloza mientras me sonríe con lástima y acaricia mi mejilla—,
cuando me enteré de que la FSKN estaba detrás de tu padre y de toda tu familia. Tenían todo tipo de
pruebas, al parecer había un infiltrado que llevaba año y medio entre vosotros, y pasaba toda la
información para haceros caer.
—¿Quién era? —V tensiona la mandíbula y cierra los ojos para contener el aliento.
—Ya da igual, murió hace mucho.
—Dime quién…
—Por favor, escúchame —interrumpe ella sosteniendo sus manos—. Sabes que mi padre no te quería,
que intentó separarnos por todos los medios, pero siempre a su manera, de forma sutil y sin llamar la
atención. —Se calla un momento y niega con la cabeza, en ella se percibe la tristeza de los fantasmas del
pasado, los cuales es notable que no han dejado de perseguirla todos estos años—. El día que me enteré
de que iban a asaltaros en mitad de la noche, le supliqué llorando que no lo hiciese, que pensase en mí, en
nuestro bebé y en cómo me arruinaría la vida si te mandaba a la cárcel para siempre.
—Te vi muerta —insiste el patriarca con lágrimas en los ojos.
—Fue un montaje —confiesa al fin, V cierra los ojos y se levanta del sofá, llora con más fuerza y niega
para sí mismo. Mi madre también se pone en pie y se revuelve el pelo desesperada, Dante y yo tan solo
observamos la escena como si no estuviésemos aquí—. Mi padre me obligó a fingir mi muerte y a dejarte,
dejar Rusia y venirme a Estados Unidos a cambio de dejar en paz a tu familia. Le supliqué que me dejase
quedarme con Hell, pero se negó en rotundo, lo despreciaba por ser hijo tuyo, nunca lo reconoció como
nieto. Él estaba obsesionado conmigo, Vlad, lo sabes, siempre lo supiste. Era un hombre frío y
manipulador, le daba igual tirar años de trabajo y de investigación policial a la basura si así conseguía
alejarme de ti y de tu vida. ¿Recuerdas el incendió que hubo en la sede principal de la FSKN? Lo provocó
él, quemó todas las pruebas que había en contra de tu familia después de asegurarse de que tú me vieses
muerta.
—No, ¡no! ¿¡Por qué!? Toda una vida sin ti… ¡yo me-me volví loco! —grita mirándola angustiado, yo me
obligo a que el sonido de mis llantos no sea notable para no interrumpirles, esto… Esto es demasiado.
—Lo sé. Por eso nunca fui capaz de volver.

XXXVII


HELL

—Yo hay algo que no entiendo —interviene entonces Dante—. ¿Ahora eres parte de la DEA como tu
padre? Porque las dos veces que nos has ayudado ha quedado muy claro que se te da de puta madre, y la
forma en la que te movías y disparabas… Era profesional.
—No soy de la DEA —dice y mira a Vladimir—, ya no.
—¿Eso qué significa?
—Que lo he sido durante muchos años, cuando mi padre me arrastró a Estados Unidos tras fingir mi
muerte, me reclutó. Me entrenó y no paró hasta que me convertí en una de sus mejores agentes.
—No, no, no puede ser, Kat, por el amor de Dios, dime que no es verdad.
—Lo siento muchísimo —solloza—. Me he pasado la vida a vuestro lado, desde que supe que te traías
todo el imperio a Nueva York, he usado mi influencia para salvaros de muchas situaciones en las que os
tenían en el punto de mira. ¿Cómo creéis si no que Scott habría podido pasaros tantísima información?
—No me jodas —digo yo sin pensarlo—. ¿Scott trabaja para ti?
—Así es, yo le pedí que os ayudase y que os transmitiese todo lo que yo iba averiguando. Las redadas,
las entregas, las identidades de los agentes infiltrados, todo. Supongo que era mi forma de redimirme por
haber… Por haber creado al despiadado Vladimir Ivankov. —Mis padres se sostienen la mirada y sé que V
tiene los sentimientos divididos ahora mismo, que, por un lado, siente la traición más grande de su vida,
pero, por el otro, le da igual porque el amor incondicional que tiene por ella, puede con todo.
—¿Por qué nunca volviste? ¿Cómo has podido estar todos estos años observándonos desde la distancia?
No soy capaz de entender que hayas sido capaz de ver crecer a tu hijo, ver… todo lo que supongo que has
visto y… quedarte ahí, plantada.
—Lo siento tanto, Vlad —insiste sin ser capaz de contener el llanto—. Supe que mi supuesta muerte te
había destrozado, que fue el detonante para convertirte en un hombre cruel capaz de… No podía volver.
—Niega y coge aire de forma entrecortada—. No me sentía con el derecho de reaparecer en tu vida
después de haber sido la causante de tantísimo dolor y de tantísimas muertes.
—No tenías el derecho de decidir por mí, Kat. Me habría pasado mil vidas enteras en la cárcel antes de
verte muerta en mitad de la calle. Me mataste contigo. —Mi padre se rompe y cae sobre la silla que tiene
tras él, hago amago de acercarme, pero dejo que sea ella la que se arrodille frente a él y lo abrace.
Permanecen varios minutos así, llorando y pidiéndose perdón, susurrándose cosas que quedan entre
ellos y que no necesito saber. Es posible que mi madre haya cometido muchos errores en su vida, pero, a
estas alturas del juego, ¿Quién no los ha cometido? Es mi madre y lo único que me importa es que está
viva y está aquí. La familia es lo primero.

DANTE

La familia regresa al despacho un rato después, mi abuela —dios, qué raro— se encarga de dar
explicaciones al resto y de hacer un resumen rápido de todo lo que nos ha contado anteriormente a los
tres. Mi madre abraza a mi padre y después a mí, se sienta junto a nosotros y todos los presentes
escuchan el relato de Ekaterina en silencio. Sasha cambia de expresión continuamente, pero, por primera
vez, es capaz de callarse y escuchar todo antes de hablar.
—O sea que traicionaste a mi padre.
—Sí, lo hice —asume y la rubia asiente con la cabeza y con los labios apretados.
—¿Sabes que una de las cosas más importantes de esta familia es la lealtad?
—Lo sé, Sasha, y nunca podré pedir perdón las suficientes veces. —Se mantiene serena, aunque sé que
está esforzándose por no seguir llorando, V permanece a su lado y no dice nada, pero sé que él ya la ha
perdonado, que sería capaz de bajar al infierno y volver a subir por ella. Bueno, en cierto modo es lo que
ha hecho—. Mirad, soy consciente de todo el daño que os he causado, en especial a vosotros dos —dice
mirándonos a mi padre y a mí—, y entendería perfectamente que no quisieseis volver a saber nada más de
mí. Al fin y al cabo, no he formado parte de vuestra vida, así que no me necesitáis en ella.
—Te equivocas —intervengo y me adelanto para sostener sus manos—. Yo sí te necesito, y te perdono,
mamá. —Trago saliva para no seguir llorando, pero no lo consigo cuando ella me abraza y sus lágrimas
empapan mi cuello—. Eres parte de la familia, y eso es algo sagrado. —Miro a Sasha, la cual asiente en
silencio captando el mensaje, después, me giro hacia mi padre y espero la reacción del patriarca, el cual
suspira y cierra los ojos antes de hablar.
—Te amé cuando era un solo un crío, Kat —recuerda mientras se acerca a ella—. Habría muerto por ti
y, honestamente, si hay algo que me mantuvo con vida fue la venganza y el odio. Te equivocaste y no
tenías ningún derecho a tomar aquella decisión por mí. —Hace una pausa y se muerde los labios, traga
saliva y expira—. Te amé en la vida y te amé en la muerte, llegué a repudiar a mi propio hijo por el dolor
que me producía mirarlo a los ojos y verte a ti en ellos. He sobrevivido con tu recuerdo, comportándome
de la forma más temeraria y deseando que algún día me volasen la cabeza para poder reunirme contigo. Y
ahora estás aquí. —Se encoge de hombros y una lágrima sale de su ojo al pestañear—. Me da igual que
sea en la vida o en la muerte porque nunca podré dejar de amarte, Kat.
Mi madre da unos pasos hasta él y le separa los brazos para envolverse con ellos cuando V rompe a
llorar una vez más. Estoy seguro de que hoy ha llorado más que en toda su vida junta, y que no se había
sentido así desde el día en el que la creyó muerta.
Hoy marcará un antes y un después en la vida de los Ivankov.

XXXVIII


GABI

—¿Entonces puedo llamarte abuela?
—Gabriella, por Dios —reprocha mi madre dándome un golpe suave que me despeina.
—¿Qué? Es para saberlo, joder. Ekaterina es muy largo, mejor abuela, o abu.
La familia ríe entre lágrimas y me alegra de poner una nota de humor entre tanto drama. Suficiente he
tenido con el secuestro, aunque si algo ha tenido de bueno es que Nino ha regresado
—Puedes llamarme como quieras —sonríe ella.
—Pues gracias por ayudar a salvarme la vida, abu. —Voy hasta ella y le doy un abrazo.
—Sí, gracias por eso. —Asiente mi madre—. No sé cómo habríamos salido de allí sin ti y tus hombres.
Que, por cierto, si ya no eres parte de la DEA, ¿Quién son ellos?
—Son colegas de profesión que se convirtieron en amigos fieles con el paso de los años, yo hace dos
que ya no pertenezco a la DEA, pero ellos sí, así que me ayudan cuando lo necesito. Y… bueno, sobre eso,
me gustaría proponeros algo.
Todos la miramos extrañados sin saber a qué se refiere, nos pide que nos sentemos y nos dice que lo
que va a ofrecernos es una decisión muy importante que debemos tomar juntos conociendo bien todas las
consecuencias.
—¿De qué se trata? —inquiere el tío Hell.
—Quiero ofreceros la posibilidad de empezar de nuevo, de dejar esta vida atrás y convertiros en
personas anónimas en otra parte del mundo. Nuevas identidades.
Nos miramos entre todos, confusos y, al menos yo, sin llegar a entender bien a qué se refiere. No
hablará de mudarnos, ¿no?
—Explícate —pide el abuelo.
—Lo he pensado bien mientras… bueno, cuando creía que habías muerto. Creo que la mejor forma de
que todos comencéis de nuevo y os salgáis del negocio limpios, asegurándoos de que la DEA no aparecerá
con algo nuevo dentro de unos meses, es desapareciendo. He consultado con conocidos en diferentes
países sin tratado de extradición, y el mejor es Cuba.
—Oye, oye, un momento —interrumpo yo mirando a mi madre anonadada—. ¿Quieres que nos vayamos
a vivir a Cuba?
—Solo os pido que lo penséis, reflexionad. Nunca podréis vivir tranquilos, no aquí, ni en Nueva York ni
en ningún otro estado. Siempre habrá confidentes, chivatos y vendidos que querrán sacar tajada a través
de vosotros, las ratas abundan y lo sabéis.
—Eso es cierto —asiente mi madre.
—¡Mamá! ¡No puedes hablar en serio! —reclamo enfadada, yo no quiero marcharme, esta es mi ciudad
y mi casa, aquí soy popular, me conoce todo el mundo.
—Gabi, escucha la propuesta, por favor. —Nino aprieta mi mano y me pide calma a través de la mirada,
voy a rechistar, pero acaricia mi pelo y me susurra que me tranquilice.
—Se que es un cambio muy grande, y que algunos de vosotros tenéis familia fuera de aquí. —Mira a
Asia y a Allie, la cual no ha querido perderse este momento—. No habría problema en conseguir
identidades nuevas para ellos también, si es lo que deseáis.
—Yo no-no puedo. —Asia mira Dante, el cual asiente y besa su frente—. A ver, yo te quiero, os quiero a
todos y-y sois como mi familia, pero… Dios, estamos hablando de borrarme del mapa, desaparecer. Tengo
dieciocho años, mis padres, ellos-yo no…
—Tranquila, preciosa, no tienes que dar explicaciones. —Mi primo vuelve a besarla y mira a su padre,
el cual suspira.
—Esto es muy complicado, mamá.
—Lo sé, por eso os he dicho que reflexionéis acerca de ello y me digáis algo cuanto antes —dice
Ekaterina—. Lo tengo todo preparado, tan solo debéis aceptar y llamaré a este número. —Coge un
bolígrafo del escritorio y lo anota—. Sabe qué hacer y tiene identidades preparados para todos, podríamos
desaparecer esta misma noche. —Esto último lo matiza mirando a Asia y después a Allie, la cual se
acaricia la barriga en silencio.
—Yo voy —decide a quien mi madre bautizó como Dolly hace años—. No quiero una vida llena de
peligros para mi hijo, estoy harta de vivir con miedo y de huir —confiesa mirando a Nick, el cual sonríe y
deposita un beso en sus labios mientras ambos acarician la barriga de Allie.
—Nosotros vamos —repite el moreno, y a su lado veo cómo mis padres hablan en susurros, espero que
no se les ocurra decir lo que creo.
—Nosotros también. —Kibo mira a su padre, el cual se muestra dubitativo, supongo que en gran parte
por su ex marido Richard, de quien se divorció hace unos meses y con quien apenas mantiene ya contacto.
No ha sido nada fácil para él y tampoco para Kibo, pero se han sentido muy juzgados y, en parte,
traicionados por él.
—Si es lo que quieres, hijo, yo no tengo más que añadir, nos unimos —decreta el mellizo de mi madre.
—Mientras mi nombre no sea Julia Alberta o algo por el estilo, cuenta con nosotros. —Mi madre levanta
la mano y pone los ojos en blanco, mi padre la observa en silencio y se sostienen la mirada, hasta que
finalmente asiente.
—¿¡Hola!? ¿A alguien le importa lo que yo opine? —cuestiono incrédula.
—Mientras seas menor de edad y tu seguridad dependa de nuestras decisiones, no. —Sasha se cruza de
brazos y yo me levanto de las piernas de Nino para salir del despacho.
—Gabi, espera —pide él corriendo tras de mí—. Espera, por favor.
—Me parece alucinante que apoyes esta locura —le reprocho—. Primero me dejas sin darme
explicaciones y ahora te parece bien que me obliguen a dejarlo todo a mí.
—Apoyaré cualquier decisión que implique tu seguridad.
—¿Por eso me dejaste? —Entorno los ojos, enfadada.
—Ya te lo he explicado, y comprendo que estés disgustada, pero lo repetiría mil veces porque te
prefiero enfadada y viva, que alegre y muerta. —Me desafía con la mirada y me deja ahí plantada para
regresar al despacho.
Intento controlar mis impulsos y hablar conmigo misma en silencio para tomar las riendas de mi
inestabilidad emocional, sé que marcharnos y empezar de cero no es una idea del todo mala, pero dejar
todo esto atrás… Miro a mi alrededor, la mansión, el lugar donde me crie, donde nací y donde aprendí
todo lo que sé. Sin embargo, esto no tiene ningún sentido para mí sin las personas que están en el
despacho, si ellos se marchan, no hay nada que me retenga aquí.
—¡Está bien! —Me rindo con un grito—. ¡Pero quiero elegir mi nombre!

XXXIX


DANTE

Todos han decidido ya que aceptan la propuesta de Ekaterina, excepto mis padres, Asia y yo. Bueno,
obviamente mi hermana Marie va en el paquete, pero ahora mismo está en el internado más seguro de
Reino Unido y no vamos a meterla en esto hasta que la decisión está tomada. ¿Por qué no lo hemos hecho
todavía? Por Asia, porque yo no puedo irme sin ella y mis padres no se irán sin mí. De modo que, sí,
estamos jodidos.
—Cálmate, por favor —le pido por enésima vez desde que nos hemos venido a la habitación para poder
hablar.
—No puedo calmarme, Dante, no puedes dejar en mis hombros la responsabilidad del futuro de tu
familia.
—Y no lo estoy haciendo, es nuestra decisión. Tú decidiste permaneces a mi lado a pesar de saber lo
peligroso que era, renunciaste a ver a tus padres durante meses por mi culpa. ¿De verdad esperabas que
yo me fuese a largar ahora y a dejarte a ti?
—No puedo, Dante.
Sujeta mis mejillas y me besa, su mano acaricia mi nuca por encima del pelo y después me mira a los
ojos.
—Yo tampoco.
—Toc, toc.
Miramos hacia la puerta cuando esta se abre ligeramente y mi abuela asoma la cabeza con una
pequeña sonrisa.
—¿Puedo pasar?
—Sí.
—Me gustaría hablar un momento con Asia, pero puedes quedarte si lo deseas, hijo —me dice a mí, yo
asiento y me coloco tras ella cuando arrastra una silla para sentarse frente a Asia.
—Tenía tu edad cuando me mudé a Nueva York, hundida y miserable por haber tenido que abandonar
al amor de mi vida y a mi hijo de dos años en Rusia. Aquel dolor… —Niega con la cabeza—. Aquello no
puede compararse a nada. Asía, sé que estás loca por mi nieto, os he visto juntos y conozco la complicidad
que se esconde tras vuestras miradas; así como también sé cuánto quieres a tus padres y que ellos son la
única familia que te queda.
Sus ojos se cristalizan a medida que mi abuela continúa hablando, nunca pensé que viviría una escena
como esta.
—Quiero proponerte algo.
—¿El qué? —pregunta ella ya entre lágrimas.
—Si así lo deseas, te ofrezco la posibilidad de marcharte a Cuba con una nueva identidad, pero sin la
necesidad de perder a tus padres. Es un riesgo, no voy a mentiros —dice mirándonos a ambos—, pero ya
lo he hablado con Hell y con Hope y están dispuestos a correrlo. Podrás comunicarte con ellos mediante
un teléfono satelital, contarles todo lo sucedido y darles la oportunidad de decidir si quieren viajar a Cuba
contigo. Sé que te gustaría hablarlo con ellos en persona, pero no hay tiempo para eso, de modo que te
ofrezco esta opción. Dante tiene que marcharse, no puede quedarse aquí.
—No pienso irme sin ella —digo a su espalda.
—Debes hacerlo, no puedes quedarte aquí y hacer que tus padres se queden contigo, es cuestión de
seguridad, Dante. Sé que la amas, pero amar también consiste en dejar marchar a veces. —Nos mira a los
dos unos segundos y se levanta para ir hacia la puerta—. Pensadlo.
—Yo no puedo vivir sin ti, Asia, no quiero. —La abrazo y ambos nos desahogamos durante unos minutos
—. Me quedaré contigo, no tienes que decidir nada, no hagas caso a lo que te ha dicho mi abuela, me da
igual. Mis padres pueden irse, yo me quedaré aquí.
—Te matarán, os matarán a todos. —Cierra los ojos y se frota la cara—. Me iré, no puedo poner el
peligro a mis padres, ellos no saben nada de tu familia. —Camina por la habitación mientras habla—. A
ellos siempre les ha encantado el sur, seguro que cuando se lo cuente, lo dejan todo y se vienen —habla
nerviosa, casi intentando convencerse a sí misma.
—Lo siento. —Apoyo los codos en las rodillas y escondo el rostro en mis manos.
—No es tu culpa —dice a la vez que se agacha frente a mí—. No me obligaste a quererte, Dante. —Se
encoge de hombros—. Todas las decisiones que he tomado desde que te conocí, han sido mías, y de nadie
más. De modo que, al igual que tú tienes que cargar con las consecuencias de tus actos, y tu familia
también, yo debo hacer lo mismo.
Asiento en silencio y Asia me abraza, deposito besos en el hueco de su cuello y acaricio su cabello. Poco
después nos levantamos y no tardamos mucho en hacer una maleta cada uno, al igual que han hecho los
demás mientras nosotros hablábamos.
—Oye, ¿pero va en serio lo de que solo podemos llevar una maleta? —pregunta Gabi desde la puerta de
su habitación, Sasha va a contestar cuando todos se giran a mirarnos.
—¿Y bien? —Mi padre nos observa desde el pasillo.
—Nos vamos. —Asia asiente con una pequeña sonrisa y todos lo celebran del mismo modo, mi padre y
mi madre se acercan y nos dan un abrazo a cada uno.
—Todo saldrá bien —promete mi madre antes de besar la frente de mi novia.
—¿¡Hola!? —Gabi levanta la mano—. ¡En una maleta no me caben ni la mitad de los zapatos! ¡Mamá!
—¿Qué hija? ¿qué quieres ahora? —cuestiona la rubia con exasperación. Su hija señala su maleta
imposible de cerrar y lloriquea como si fuese obvio—. Lo sé, ¿a mí me lo vas a decir? Te recuerdo que
tengo más ropa y, por supuesto, más zapatos que tú, pero es lo que hay. Imagina que tienes que salir
corriendo porque te vas a otra ciudad con una identidad nueva y que solo puedes llevar una maleta con
tus cosas favoritas. ¡Anda mira! Si es eso lo que está pasando. —Gabi fulmina a su madre con la mirada y
vuelve a su habitación—. ¡Mete ropa cómoda, no se te ocurra llenarla de vestidos y mini faldas!
—Las nuestras ya están —informo a mis padres—. ¿Las meto en el coche?
—Sí, hijo. Tenemos dos furgones listos aparcados en la parte de atrás, John te ayudará, está
organizando todo.
—De acuerdo.
Los cuatro bajamos las escaleras y Asia y yo nos dirigimos al jardín trasero para salir a la calzada
donde están aparcados, mientras mi padre va a recibir al repartidos que nos ha traído cinco o seis pizzas
para picar algo antes de marchar.

Un rato después, y cuando los coches ya están completamente cargados, mi abuela ya ha dado el okay
a su contacto y los pasaportes y demás documentos que necesitamos para las nuevas identidades ya están
listos, los recogeremos en el aeropuerto donde nos está esperando un avión privado para llevarnos a
nuestra nueva vida en cuanto nos comamos las pizzas y nos despidamos de la mansión.
Esto se acaba.

XL

ASIA

Observo cómo la familia ríe y se besa, se abrazan y comparten recuerdos mientras todos comemos
alrededor de la mesa del despacho. Yo tan solo finjo, no puedo ser hipócrita, debo reconocer que este final
me entristece y que desearía poder estar compartiendo esto con mis padres. Ellos lo son todo para mí,
pero ese es también el motivo por el que no puedo quedarme. De acuerdo, es posible que, si regreso con
ellos y dejo atrás a los Ivankov, nunca suceda nada y nadie resulte herido, pero, ¿y si no? ¿Y si en cuanto
llegue a mi casa Grigori me encuentra y los mata en venganza por todo lo sucedido? ¿Quién puede
asegurarme un porcentaje de probabilidades? En realidad, me da igual, porque con que tan solo haya un
1% de posibilidades de que mis padres paguen las consecuencias de mis decisiones, no puedo
arriesgarme. Además, en el otro lado están mis sentimientos por Dante y la responsabilidad de ser
consecuente con todos mis actos en los últimos meses. Amo a ese rubio, quiero compartir mi vida con él,
vivir la vida con él y, ¿por qué no? Algún día formar una familia juntos. No sé, creo que mi posición es la
más complicada de entre todos ellos, joder.
—Preciosa, dime que estás bien, por favor —me pide Dante tras apartar un mechón de pelo de mi cara.
—No lo estoy —confieso con una pequeña sonrisa—, pero lo estaré. No vuelvas a decirme que lo
sientes. —Me adelanto colocando los dedos sobre su boca, él sonríe y tan solo me da un beso y me dice
que me quiere.
Voy a decirle que yo también, pero entonces mi voz queda silenciada cuando algo estalla contra la
fachada de la cocina y todo sale volando por los aires. Un ola de humo y ceniza invade el despacho, todos
nos tiramos al suelo y en menos de cinco segundos y de asegurarnos de que todos estamos bien, la familia
Ivankov entra en modo automático.
—¡Hell, reparte la vitrina! —ordena su padre desde la otra punta de la estancia.
—¡Nick, lleva a Allie al furgón y largaos de aquí! —grita Sasha mientras carga su arma y se aproxima
agachada hasta la ventana del despacho—. ¿¡Cuantos hay!? —pregunta a los pocos hombres que nos
quedan.
—¡Dos coches bien cargados! —contestan desde el exterior—. ¡Ataque, cúbranse!
—¡Todos al suelo! —Ekaterina se tira sobre el cuerpo de Dante y, por consiguiente, sobre el mío.
Parte de la fachada del despacho explota en mil pedazos, cayendo sobre todos nosotros, a excepción de
Allie y Nick que hace unos segundos corrieron hacia la parte trasera. Miro a mi alrededor y no veo nada
más que humo y piedra, ladrillos y cristales. Toso cuando Ekaterina se levanta y nos libera, Dante me
pregunta si estoy bien, y en cuanto le digo que sí, me tiende un arma y me besa los labios susurrando un
“te quiero”.
—¿¡Estáis todos bien!? —Connor ayuda a su hija a levantarse, pero él cojea y un hilillo de sangre le cae
por la cabeza, además de rasguños y cortes en brazos y pecho, donde tiene la camiseta rota.
—¡Sí! —van contestando los demás, casi todos heridos, pero conscientes.
—¡Todos a los furgones! ¡Hay que salir de aquí! —exclama Ekaterina.
—¡Debemos defendernos! —Sasha comienza a disparar, pero no es nada a comparación con las armas
con las que nos están atacando.
—¿¡Con qué!? —le contesta su marido—. ¡Habéis despedido a casi todos los hombres, Sasha! ¡Tenemos
que irnos! —Tira de ella, pero se resiste unos segundos, hasta que finalmente suelta un grito de
frustración y ella, Connor y Gabi caminan agachados hacia la salida entre los escombros.
—¡Vamos! —Ekaterina nos insta a que les sigamos, miro a Dante y a Hell, el cual está terminando de
coger todas las armas y la munición de la vitrina, y repartiéndosela entre él y su mujer. Entonces nos
devuelven la mirada y señalan la puerta para que sigamos al resto de la familia.
Corremos, nos detenemos y nos agachamos cuando vuelven a atacar, y continuamos corriendo cuando
paran para recargar sus armas, supongo. Todos estamos ya saliendo por el jardín trasero para subirnos a
los furgones donde nos esperan Allie y Nick, cuando me giro al escuchar un grito de Hell.
—¡Mamá! ¿¡Qué haces!?
Nos detenemos y giramos la cabeza para ver qué es lo que sucede, entonces Ekaterina, la cual estaba
regresando a la mansión, nos mira y corre hasta nosotros con una bomba en las manos.
—¿Qué haces con eso? —Vladimir levanta las manos hacia ella despacio—. Dámela, puede explotar,
¿estás loca?
—Vlad, si detono esta bomba, todo explotará y el mundo entero pensará que los Ivankov han muerto.
Borrados del mapa de verdad, sin preguntas sobre donde estaréis, sin preguntas sobre qué habrá
sucedido con el negocio, nada. Todo desaparecerá.
La familia toma la decisión en pocos segundos, se miran entre ellos y asienten los unos a los otros,
todos nos subimos a los furgones excepto Hell, Hope y Vladimir. Dante permanece con una pierna dentro
y otra fuera.
—Voy a colocarla en la entrada junto a las escaleras y vuelvo, la detonaré a distancia cuando estemos lo
suficientemente lejos.
—Te acompaño —dice Vladimir.
—No. —Ekaterina niega, pero V ya está caminando hacia el interior, de modo que ella lo sigue, ambos
medio agachados y cubriéndose en los pedazos de fachada que hay caídos en el interior de la casa.

VLADIMIR

Me coloco frente a mi la única mujer que he amado en mi vida cuando comienzan de nuevo los
disparos. Ya no escucho voces fuera, de modo que imagino que todos nuestros hombres han muerto, pero
borro ese pensamiento de mi cabeza de inmediato porque no puedo permitirme ahora mismo sentir
lástima. Ya habrá tiempo de llorar.
—Aquí es suficiente, venga, déjala —le digo cuando llegamos a una esquina de las escaleras. Ella
asiente y deja cuidadosamente la carga de dinamita en el suelo, la cual reconozco como una de las
nuestras después de mirarla bien. Voy a preguntarle de dónde la ha sacado, pero después de conocer toda
su historia y las habilidades y conocimientos que ha debido adquirir en la DEA durante todos estos años,
me abstengo.
—Activada, vamos. —Asiente mirándome cuando la luz roja se enciende.
Corremos de vuelta a los furgones y, tras cerrar las puertas, Nick arranca el de delante y Sasha en el
que vamos nosotros. Salimos de la propiedad y cuando estamos lo suficientemente alejados, Kat le pide
que se detenga para apretar el detonador. Todos miramos atrás para echar un ultimo vistazo al que ha
sido nuestro hogar durante toda una vida, cuya fachada ha sido restaurada en tantísimas ocasiones y
donde nos hemos resguardado cuando el mundo se caía a nuestro alrededor.
—Maldita sea —masculla entonces, la miro y veo cómo pulsa el detonador dos y tres veces seguidas,
pero nada sucede.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—No lo sé, se ha debido soltar algún cable, debo volver. —Lo dice al mismo tiempo que sale del coche y
comienza a correr.
—¡No! ¡Kat! —exclamo al mismo tiempo que voy tras ella.
—¡Mamá! —Escucho a mi hijo a mi espalda y me giro para pedirle que nos espere en el furgón, veo
cómo quiere salir corriendo, pero Hope y Dante lo sujetan.
—¡No vengas! ¡Ahora volvemos! —grito y me doy la vuelta para ir a buscar a mi mujer, no pienso volver
a perderla.
—¡Vete de aquí! —Kat me hace señales con las manos cuando ve que me acerco.
—No voy a dejarte —aseguro al llegar hasta ella, se encuentra agachada frente a la bomba, cuya luz ya
no está roja.
—Mi amor, no funciona el detonador a distancia. —Niega con la cabeza y traga saliva—. Lo siento.
—Pues déjala y vámonos, venga. —Tiro de ella para que se levante, pero en ese momento escuchamos
voces de nuestros enemigos acercándose. Grigori grita el nombre de nuestro hijo con una ira en su voz
que sé que no parará hasta verlo muerto.
—Márchate, por favor, déjame arreglar todo lo que he causado en todos estos años —suplica ella
acariciando mi rostro.
—¿¡De qué estás hablando!? —susurro en voz baja porque ya están cerca.
—Todo esto es culpa mía, Vlad, yo hice que te convirtieses en esto y que tu vida y la de nuestro hijo
haya estado impregnada de dolor y muerte. Déjame compensároslo, detonaré la bomba y, no solo os darán
por muertos, sino que Kozlov y los suyos también lo estarán y nuestra familia podrá estar a salvo.
—¡Ni hablar! ¿Estás loca?
—¡Ya casi están aquí! ¡Vete! —Me empuja, pero me sujeto a la barandilla y niego con la cabeza.
Y sin saber por qué, sonrío. Acaricio su rostro y beso sus labios, y a pesar de estar rodeado de balas, de
estruendos y de dolor como lo he estado durante casi toda mi vida, por primera vez me siento en paz.
—Lo haremos juntos —decreto.
—No. —Llora porque sabe que la decisión está tomada y que, aunque cambiase de idea, tampoco
tendría tiempo para irme ya. Entonces mira por encima de mi hombro y veo que susurra un “te quiero”.
Me giro para ver a donde está mirando, mi corazón se encoge al ver que Hell ha conseguido zafarse de
Hope y está al otro lado del jardín, su rostro está descompuesto e inundado de lágrimas. Entonces coge
impulso para correr hacia nosotros, niego con la cabeza y repito las palabras de mi mujer. Digo a mi hijo
que le quiero como pocas veces he hecho durante mi vida, y le guiño un ojo con una sonrisa. Me giro para
volver a mirar a Kat, apoyamos la frente el uno en la del otro y nos besamos.
—¿Juntos? —pregunta ella sin abrir los ojos.
—Juntos.
Ambos pulsamos el detonador a la vez, con una sonrisa y sabiendo que nos espera toda una muerte por
delante, dando sentido una vez más al tatuaje que llevo en mi muñeca: Memento Mori.

XLI

HELL

El impacto de la bomba me golpea igual que si de un muro de cemento se tratase, salgo disparado por
los aires unos cuantos metros, el golpe contra el suelo es igual de duro que el impacto de la bomba, pero
no tanto como acabar de ver cómo tus padres dan su vida para salvar la tuya y la de toda la familia. Me
incorporo como puedo, pero las lágrimas me impiden ver con claridad lo que tengo delante, me nublan la
vista y lo veo todo borroso. Paso mi brazo por el rostro para intentar despejarlas, pero solo consigo llorar
más la ver lo que tengo delante. La mansión en la que crecí hecha pedazos, derruida por completo y
convertida en una amasijo de piedras y de recuerdos.
Y entre ellos, mis padres.
Me agacho sin poder despegar la vista de la escena, revolviendo mi pelo y maldiciendo. Grito una y otra
vez, dejo que el inmenso agujero que hay en mi interior salga a modo de lágrimas y gritos.
—¡Hell! ¡Hell!
—¡Papá!
Las voces de mi mujer y mi hijo me reactivan, consiguen que me ponga en pie y me lleven hasta ellos.
Dejo que la mansión arda a mi espalda, decidido a que el fuego, la muerte y el infierno se queden atrás;
regreso junto a ellos, consiguiendo verlos cuando el humo se va disipando con el viento. Ambos corren
hasta mí, toda la familia ha salido de los furgones y se encuentra con la expresión contraída.
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —inquiere Hope tras besarme.
—¿Dónde está papá? —Sasha se acerca mientras sus manos están alzadas a la defensiva—. Hell, ¿do-
dónde está?
Rompo a llorar mientras niego con la cabeza, mi mujer se lleva las manos a la boca y cada uno
reacciona como su cuerpo le pide. Sasha me golpea.
—No, no, no, no —solloza mientras da puñetazos a mi pecho con los ojos cerrados—. Yo la abrazo hasta
que consigo que se detenga y ambos caemos de rodillas al suelo. Nate se acerca y tiro de su camiseta para
que poder abrazarle también.
—¿Por qué…? ¿Qué ha pasado? —Mi hermano pequeño se seca las lágrimas, en vano, y los tres nos
levantamos del suelo.
—No lo sé. —Niego con la cabeza—. No me ha dado tiempo a llegar —sollozo y Hope sostiene mis
manos en señal de apoyo—. Me han mirado con una sonrisa y-y he visto a Grigori y a sus hombres
aparecer al otro lado, y entonces han detonado la bomba juntos.
—No lo entiendo, tenía el detonador a distancia —balbucea Sasha.
—Se han ido juntos. —Todos miramos a Nicholas, el cual tiene una pequeña sonrisa en su rostro, se
encoge de hombros cuando me mira a mí—. Tus padres tenían claro que querían estar juntos, les daba
igual donde. Supongo que el detonador a distancia no funcionaba y que habrán escuchado o visto cómo
Grigori se acercaba. Han querido regalarnos una vida nueva, Hell.

DANTE

En el coche solo se escuchan llantos, mi madre está abrazando a mi padre y diciéndole cuanto le
quiere, cómo vamos a poder comenzar de cero y lo bien que va a ir todo a partir de ahora. Yo creo que
estoy un poco en shock, Asia me mira cada pocos segundos y no suelta mi mano; el tío Nick va
conduciendo en silencio mientras Allie se acaricia la barriga. Volar estando de ocho meses no es lo más
recomendable, pero es un vuelo de poco más de tres horas desde Nueva York hasta La Habana, y a estas
alturas del partido… Es lo menos arriesgado que hemos hecho.

Llegamos al aeropuerto y Allie se encarga junto a Nick y Asia de recoger todos los documentos que
necesitamos, se reúnen con el contacto de la abuela y regresan al poco rato. Nos indican por qué puerta
debemos salir para coger el avión privado y entre todos nos dirigimos en silencio hacia allí. Llevamos tres
carritos cargados de maletas y, como un día me dijo Asia, de sueños, solo que estos están rotos. Supongo
que el tiempo todo lo cura, ¿no? Eso dicen al menos, y estoy seguro que mientras estemos juntos, todo
saldrá bien.

GABI

El viaje en avión pasa despacio, aunque sé que a todos nos viene bien detener el tiempo. Por primera
vez, estando aquí arriba, a tantas millas del suelo y sin poder hacer otra cosa que esperar, sabiendo que
nadie va a poder atacarnos a esta distancia, siento que todo estará bien. Nino no suelta mi mano y su
sonrisa y sus besos me reconfortan. Miro a mi alrededor con un nudo en la garganta porque la ausencia
de mi abuelo siempre fue notable, no era un hombre que pasase desapercibido, cuando estaba en un
mismo lugar que tú, lo notabas, aunque no hablase. Bueno, pues también se nota cuando no está. Sin
embargo, todas estas personas que hay aquí conmigo son lo más importante del mundo para mí, me ha
costado darme cuenta y sé que aún me queda mucho por madurar, pero sé que ellos son todo lo que
necesito, y que da igual donde estemos, mientras lo hagamos juntos.

KIBO

Me he odiado a mí mismo durante noches enteras, me he autocompadecido e incluso he llegado a
romper espejos a puñetazos por no ser capaz de soportar mi propio reflejo. Yo traje a Grigori a esta
familia, yo le facilité las cosas para jodernos la vida, fue a mí a quien utilizó y a quien engañó durante dos
años enteros. Me ha costado mucho tiempo perdonarme y darme cuenta de que fui un simple peón y que,
si no hubiese sido yo, habría sido otro. Grigori Kozlov tenía claro que quería acabar con mi familia, le daba
igual el precio que tuviese que pagar, así que sé que habría encontrado la manera de llegar hasta
nosotros.
La muerte de mi abuelo me duele, sé que no fue un buen hombre y que hizo cosas muy malas durante
su vida, pero también sé que ha dedicado los últimos quince años a intentar resarcirse. El fin no justifica
los medios, y hay cosas que hizo que lo perseguirán allá donde esté, pero era mi abuelo y me quería.
Protegió a toda la familia durante su vida, y lo hizo hasta su muerte.

NATHAN

Me duele el corazón. Mi padre siempre me dijo que era débil, me machacó durante toda mi
adolescencia para que creciese, para que me hiciese fuerte y me convirtiese en un hombre. Con el tiempo
me di cuenta de que lo único que quería era prepararme para ser capaz de hacer frente a la vida que me
iba a tocar vivir. Vladimir nunca supo demostrar su amor, al menos no durante la primera mitad de su
vida, pero sí después. Los últimos años pasó de ser un hombre huraño, duro y cruel, a ser un abuelo para
sus nietos y un padre para sus hijos. Nos enseñó lo que era ser padres y cómo no debíamos educar a
nuestros hijos, cómo evitar comportarnos de la misma forma que él hizo con nosotros, y cómo criar y
enseñarles a defenderse en este mundo desde el cariño y el amor. No sé cómo los demás recordarán a
Vladimir Ivankov, yo lo haré como un padre sacrificado, resignado y con un inmenso amor por su familia.

SASHA

Mi estado de ánimo es más inestable que una novata con mis tacones. Paso del llanto a la rabia en
minutos, sé que Connor ya no sabe cómo animarme ni qué decirme, pero lo cierto es que, aunque necesite
estar sola, lo amo por aguantarme y no separarse de mí. Estoy orgullosa de cómo se lo está tomando Gabi
y de la hija tan fuerte que he criado. Creo que yo soy la persona que más ha entendido siempre a mi
padre, supe leer entre líneas cuando era una niña y me expresaba su amor de maneras que para otros solo
sería desprecio. Siempre fui consciente de que lo que sucedía en el negocio no estaba bien, de que había
cosas que no debían hacerse, pero mi padre me educó para cuidar de la familia, y creo que él pensaba que
esa era la única manera de cuidar de nosotros. La supuesta muerte de Ekaterina le dejó vacío por dentro,
creó a un hombre sin sentimientos, cruel y que lo único que quería era asegurarse de no volver a perder a
nadie más. Sin embargo, también creo que durante muchos años nos trató de forma incorrecta y nos alejó
de él por no ser capaz de demostrar su amor, por pensar que el amor era una debilidad. Y eso me lo
traspasó a mí. Me costó mucho darme cuenta de que amar no es de cobardes, si no de todo lo contrario, y
eso, en cierta forma, se lo debo también a él. Ha tomado la decisión de abandonar este mundo de la mano
del amor de su vida, y eso es algo que nunca jamás podré reprocharle porque yo no imagino una mejor
forma de morir.

HOPE

La muerte de Vladimir ha traído demasiado recuerdos a mi cabeza. Y no buenos precisamente. Es el
hombre que más me ha hecho sufrir en la vida, la persona que peor me ha tratado y me ha hecho sentir
asco de mí misma. Vladirmir Ivankov me compró cuando apenas tenía dieciocho años, me prostituyó y me
obligó a hacer cosas que jamás podré olvidar. Nada de eso tiene justificación alguna, nada. Toda mi vida
he tratado de guardar aquel capítulo bajo llave en el ático de mis recuerdos porque también fue el
desencadenante para conocer a Hell. Lo mejor que me ha pasado en la vida. Hell es el hombre más bueno,
generoso, cariñoso, fuerte, comprensivo, atento y cuidadoso que he conocido, y es el hijo de Vladimir. ¿Si
pasar por todo aquel infierno valió la pena por haberle conocido? No, nada lo vale, nadie debería pasar
por lo que yo pasé. Sin embargo, sucedió, y él fue quien me sacó de aquello. Tarde, sí, pero me sacó. Sé
que él mismo nunca podrá perdonarse aquella hora de más que tardó en entrar en aquella habitación,
pero se ha dedicado a compensármelo durante cada hora de cada día del resto de su vida. ¿Si lamento la
muerte de Vladimir? Sí, lo lamento, pero no me duele. Lo único que puedo agradecerle es haberse
sacrificado por darnos una oportunidad al resto, haber sido fiel a su legado de que la familia es, siempre,
lo primero.

HELL

Mi padre se ha ido. Esta vez para siempre. Ha casi muerto en tantas ocasiones, que todavía pienso que
en cualquier momento quizá aparece por la puerta y nos dice que estaba escondido en el cuarto de baño
del avión. Pero no, Vladimir Ivankov ha muerto, y mi madre también. Mi madre, Dios mío, apenas la
recupero para volver a perderla. Supongo que el hecho de tener su muerte tan asumida desde que nací,
hace esto algo más soportable, pero no por ello menos doloroso. En tan pocas horas me había dado tiempo
a hacer tantísimos planes con ella, me la imaginaba en tantas situaciones cotidianas… Pero debo ser
fuerte. Por mi familia. Ahora más que nunca cobran sentido sus palabras, sus lecciones y su legado.
V ha tenido una vida muy complicada, sé que no ha debido ser fácil estar siempre alerta, arriba, al pie
del cañón, a defensiva. Hay cosas que nunca jamás le perdoné y nunca podré hacerlo, cosas que no soy
capaz ni de verbalizarlas. ¿Si he llegado a odiar a mi propio padre? Por supuesto. Le he odiado y
repudiado. ¿Si he deseado que muriese? Nunca. Vladimir ha cuidado de esta familia como ha podido
durante toda su vida, hasta el final. Nos ha dado la oportunidad que nos quitó al entrar en este negocio,
nos ha dado la posibilidad de comenzar de cero y tener una vida normal, algo que nunca creímos posible.
Y, pase lo que pase, y estemos donde estemos, sé que seremos felices porque estaremos juntos, porque
somos una familia, y eso es sagrado para los Ivankov.

EPÍLOGO


10 AÑOS DESPUÉS

DANTE / MARCOS

—April, ¿dónde está tu prima? —Acaricio la cabeza de mi hija cuando se acerca corriendo hasta mí, su
eterna sonrisa se me contagia y la cojo en brazos mientras salgo al jardín.
—Ya se van —explica a la vez que señala el coche de Nicholas a unos metros.
Camino hasta allí y la dejo en el suelo para que vaya a jugar, le hago un gesto a mi tío y realizo una
pregunta muda, a lo que él se encoje de hombros y señala a su mujer.
—No quiere esperar, dice que así nos dará tiempo a montar la tienda antes de que anochezca.
Allie sale de su casa con una bolsa al hombro y una nevera portátil en la mano, me sonríe y se hace a
un lado para esquivar a las dos niñas cuando pasan correteando.
—¡Maddi, te vas a caer! Hasta que no se abra la cabeza no aprenderá. —Suspira y le da las cosas a su
marido para que continúe llenando el coche—. Marcos, ¿estáis seguros de que no podéis acompañarnos?
—Sí, Elena tiene la reunión con el corresponsal de España mañana, así que es imposible. La próxima
vez.
—¿Qué tal le va con el reportaje ese que está haciendo? Por más que le pregunto, no suelta prenda.
—Está contenta, a mí tampoco me cuenta nada —río y me siento en un tronco que hay en el suelo—.
Dice que hasta que no le publiquen el artículo, nada, que no quiere gafarlo. Ya sabes cómo es.
Aun después de haber pasado tantos años, me cuesta llamar a mi unicornio por el nombre que pone en
su pasaporte, aquel con el que le bautizaron el día que nos regalaron vidas nuevas, de la mano de,
también, nuevas identidades. Yo soy Marcos y ella es Elena; tuvimos una preciosa niña hace cuatro años, a
quien pusimos April, el cual habría quedado muy bien con nuestro apellido real, el que siempre
tendremos, pero nada bien con los que nos impusieron y que ahora lleva nuestra hija: Guzmán Navarro.
Sí, aquí se usan dos apellidos, ¿no es de locos?
El tío Nick se convirtió en el tío Darío, y Allie en Isabella. Ella dio a luz a un niña a las dos semanas de
aterrizar en Cuba, no tenían claro qué nombre ponerle porque hasta que no nació no supieron que sería
una niña, y todos pensamos que sería niño. Finalmente se decidieron por Maddison, el cual tampoco
queda nada bien con el apellido que le ha tocado: Santos Ortega. Sim embargo, es el precio que debemos
pagar por vivir en paz y tranquilos.
Tengo que reconocer que cuando vivíamos en Nueva York, jamás me hubiese imaginado que nuestra
vida pudiese dar un cambio tan brusco. Allie y yo seguimos juntos y más enamorados que nunca, nuestra
hija no fue buscada, pero se convirtió en el mayor regalo cuando llegó. Los tres vivimos en una casa a
pocos metros de la de mis padres, donde viven con mi hermana Marie, la cual ahora es Bianca y tardó casi
un año en aceptar todo lo sucedido. Ahora está feliz, lleva unos meses saliendo con un tal Eduardo que ha
pasado todos los controles familiares, así que mi padre y yo le dimos luz blanca. Cosas que nunca
cambiarán.
Hell pasó a llamarse Hugo Guzmán Castaneda, y mi madre dejó de firmar como Hope para empezar a
hacerlo como Anabel Sierra Bravo. No voy a mentir, cuando estamos a solas en casa o una comida
familiar, a veces se nos escapan nuestros verdaderos nombres, pero desde el inicio acordamos intentar
acostumbrarnos a nuestras nuevas identidades para no cagarla en público y poner en peligro nuestra
nueva vida.
—Felicitadme —pide Sasha tras bajarse de la moto en la que va y viene a trabajar.
—¿Por qué? —pregunta su marido, el cual estaba leyendo un libro en la tumbona que tiene frente a su
casa.
—He conseguido las telas que quería y todos me decían que sería imposibles importarlas desde Estados
Unidos. Se nota que no me conocen —fanfarronea mientras se pone las gafas de sol.
Sí, por si no se había notado todavía, al llegar nos habían asignado dos casas literalmente encima de la
arena, en la playa. Se encuentran a una media hora de Playa Larga, una zona muy deshabitada y
extremadamente tranquila; todo lo opuesto a Nueva York. Por la parte delantera tienen un jardín y dan a
una carretera muy poco transitada, solo por la gente que vive por la zona, repartidores, etc., y por la
trasera, da a la playa. Con el paso de los meses y cuando conseguimos asentarnos y normalizar nuestras
cuentas, decidimos comprar tres casas más, justo las que estaban a los costados y que se encontraban en
venta desde hacía bastante tiempo.
El dinero nunca ha sido problema porque, a pesar de haber dejado el negocio familiar y los demás
ingresos legales que teníamos como La Cueva, Ivankova, el hotel, etc., teníamos muchísimo dinero en
paraísos fiscales, por supuesto. La mayoría, de hecho. La abuela se encargó de dar instrucciones precisas
sobre cómo cambiar la titularidad de aquellas cuentas a las nuevas identidades cuando planeó todo. Si a
eso le sumas la increíble diferencia que hay entre el valor del dólar americano y el peso cubano… Bueno,
podría decirse que tenemos liquidez como para vivir siete vidas sin trabajar. Aun así, trabajamos.
Mi tía Sasha, ahora Mía Guzmán, compró un establecimiento en Playa Larga y montó su tienda de ropa,
inspirada por supuesto en la moda neoyorquina. Aunque eso nadie lo sabe. Nate, también conocido como
Fabián, se dedica a montar excursiones en barco para los turistas, y Kibo, alias Jaime, le ayuda llevando la
parte económica y la página web. En cuanto a mi prima Gabi y a Nino, a quienes se les conoce como
Daniela Olivera y Ulises Campo, hace meses que no los vemos porque dedican gran parte de su tiempo a
viajar y a recorrer los rincones cubanos.
Cada uno buscamos algo que nos entusiasmase y, por fortuna y gracias al dinero que tenemos, pudimos
montar negocios o, como mi preciosa Elena, sacar la carrera de periodismo que tanto deseaba. No pudo ir
a la universidad de sus sueños, pero es la mejor reportera que jamás conoceré, apasionada, intuitiva y
trabajadora.

Somos felices.

HELL

Disfruto del sonido de las olas, no muy fuerte pero lo suficientemente relajante después de todo el día
trabajando. Con los ojos cerrados dejo que el mar despeje mi mente y me haga sonreír; cómo me ha
cambiado la vida. Tal vez no me creáis, pero llevo años sin tocar un arma, sin sentirme amenazado y sin
tener que llevar cargadores repartidos por los bolsillos de los vaqueros; aunque, bueno, no es que los use
muy a menudo, ya que aquí, en Playa Larga, donde llevo viviendo junto a mi familia desde que dejamos
Estados Unidos, la temperatura media es de más de veinticinco grados.
Cada día dedico unos minutos a imaginar lo que estarán haciendo mis padres allá donde estén, lo
felices que se sentirán al saber que, gracias a ellos, tuvimos la oportunidad de comenzar de cero y, hoy,
casi diez años después, nuestro pasado como reyes de la mafia parece que fue en otra vida. Ahora soy
abuelo de una preciosa niña que está creciendo feliz, sin conocer la maldad y sin temer por su vida, con la
inocencia intacta, tal y como yo hubiese deseado criar a mis hijos.
—¿En qué piensa el rey de mi vida sentado en su pedacito de playa a la luz del atardecer? —Mi mujer
arrastra la arena con sus pies y se deja caer a mi lado. Sonríe, pero sonríe de verdad, tranquila,
apaciguada y feliz.
—Pensaba en una conversación que tuvimos hace unos treinta años. —Paso un brazo por detrás de su
espalda y muevo las piernas para que se recueste y poder abrazarla.
—Recuérdamela —pide con los ojos cerrados y su cabeza apoyada en mi pecho.
—Tú llorabas y me suplicabas que dejase mi mundo atrás, temías por mi vida cada vez que cruzaba la
puerta y yo te decía que no soy un hombre que huye. Que de la mafia nunca se sale y siempre habrá
enemigos que te buscarán donde estés.
Hope suspira, entrelaza sus dedos con los míos y se lleva una de mis manos a sus labios para besar el
dorso.
—¿Y ahora qué piensas de aquella conversación?
—Que, si me hubiesen dicho que ahora estaríamos aquí, en paz y felices, no lo hubiese creído. Te quiero
tanto, Hope, no viviré las suficientes vidas como para demostrártelo.
—Lo haces cada día, Hell. Perdón, Hugo. —Me saca la lengua y ambos reímos, sé que intenta quitar
hierro al asunto y que no nos pongamos nostálgicos.
—A ti en lugar de Elena podría haberte tocado Esperanza, es lo que has sido para mí desde el día que
te conocí. Mi dosis de esperanza. —Sostengo su mentón para besarla, y lo hacemos durante algunos
minutos más, sonriendo y bromeando sobre nombres que nunca nos pertenecerán.
—¡Abuelos! —Apri salta sobre nosotros de repente, nos giramos para cogerla y los tres nos revolcamos
en la arena.
—Cuidado, cariño, que los abuelos ya están mayores —vacila mi hijo antes de lanzarme una pelota de
fútbol.
—¿Mayores? Ahora veremos quién está mayor. —Me levanto y le hago una señal para que se coloque,
comienzo a correr con la pelota y él trata se quitármela, entonces se unen mi hermano y mi sobrino.
De lejos escuchamos las risas del resto de la familia, unos animan a Dante y otros a mí. Connor, Sasha,
Marie y Nick se unen al partido improvisado. Asumo el rol de portero y caigo al suelo tratando de parar
un gol que me lanza mi hija. Todos lo celebran y yo me tomo unos segundos para observarles y disfrutar,
sonreír al cielo y dar las gracias por la maravillosa vida que tengo.
Da igual lo que piense el mundo, cómo nos llamen, cómo firmemos o cómo nos conozcan, porque para
nosotros, para la familia, siempre seremos los Ivankov.


FIN
CARTA DE AGRADECIMIENTO

Me parece increíble estar escribiendo los agradecimientos de la última parte de esta saga, la cual, no
solo me ha cambiado la vida a mí, sino a muchas más personas. Gracias a estos libros, he conocido a gente
maravillosa, lectoras que ahora son buenas amigas y a otras/os escritoras/es magníficas/os.
Por todo ello, no puedo cerrar esta etapa sin dar las gracias, por supuesto, a mi madre y a mi hermana,
por estar siempre en los momentos más duros y en los días en los que no era ni capaz de tocar una tecla.
Os quiero tanto…
A ti, mi pelirroja, Adriana, o Arizona para mí. Los Ivankov son los responsables de que tú y yo nos
conociésemos, y que hoy tenga en ti a una amiga y una hermana; así que doy las gracias por el momento
en el que Placeres Violentos llegó a tus manos. Tus consejos, sugerencias, emociones, e incluso presiones
(jajaja) me han alegrado el camino, siempre te estaré agradecida por no soltar mi mano.
A vosotras, Maialen, Paloma y Marina, por vuestras innumerables locuras y momentos dramáticos que
tantas ideas locas me han aportado a lo largo de los años, gracias por emocionaros con cada pedacito que
os he mandado, por vivirlo con tantísima intensidad y motivarme a continuar. Sin vosotras no hubiese sido
lo mismo.
Y a todas mis lectoras que durante los pasados años han seguido mandándome mensajes de apoyo,
felicitándome por cada libro y siendo fieles a pesar de mis momentos de bajón y de bloqueo. Gracias por
vuestra comprensión y, sobre todo, por vuestra paciencia.

Por último, pero no menos importante, gracias a vosotros, Hell, Hope, Nathan, Nick, Allie, Connor,
Vladimir, Dante, Kibo, Gabi, Asia, pero en especial, gracias a ti, mi reina, Sasha. Podría extenderme una
página entera con motivos por los que te doy las gracias, pero lo resumiré: gracias por ser tú.

Siempre Ivankov.

Os quiere,

Nerea Vara
OTRAS OBRAS DE LA AUTORA

CLANDESTINO

Gracias a la numerosa fortuna que sus padres les dejaron, Wendy y Rick han podido vivir sin problemas.
Ella es rechazada por la universidad a la que pretendía ir, así que decide que ya es hora de volver a San
Francisco, tras cuatro años estudiando en París. Su hermano lleva una vida llena de vicios. Es dueño de un
concesionario de vehículos y le sobra el dinero. Cuando Wen le dice que quiere volver a casa, se alegra
por volver a tenerla cerca pero no por los problemas que pueda causarle.
Él vive con su mejor amigo, Josh. Wendy y Josh nunca se han soportado y esto es algo que preocupa a Rick
inmensamente. Josh es igual que él, vicioso y con una vida nada recomendable para su hermana. Su día a
día consiste en trabajar unas pocas horas y dedicar el resto del tiempo al juego, las fiestas, los coches, las
peleas y a las mujeres, sobre todo a las mujeres. Puede controlar a su hermana, mantenerla lejos de ese
mundo oscuro... o al menos eso cree él.

Aunque pronto se dará cuenta de que la dulce y pequeña Wen ha crecido, y ya no es la misma de hace
cuatro años...

ERES MI DOSIS
Stephen Sinclaire decidió cerrar su corazón el día que lo hicieron añicos cuando solo era un adolescente.
Desde entonces se rige por tres reglas que nunca incumple: él manda, no repite con la misma y jamás
suplica. Dedica su vida a su carrera en la NBA, hasta el día en el que su rodilla sufre grandes daños y
debe cambiar de profesión...
Alyssa Mills se muda a Charlotte para acudir a la mejor universidad de interpretación y de paso, poder
huir de su novio maltratador. Ríe, se divierte, acude a fiestas de fraternidades y vive bajo el continuo
temor de ser encontrada por él. Hasta que un nuevo profesor se une a la plantilla y hace que comience a
ver el mundo con otros ojos.
Amor, lucha interna de sentimientos y verdaderas amistades, en una historia que te demostrará cómo la
edad y las circunstancias le importan bien poco al corazón.

VIDA PRESTADA
Savannah vivía alejada del mundo. No conocía nada más allá de su comunidad y sus costumbres Amish.
Mason Fox era el chico del momento, la sensación. La persona por la cual las fans cometían verdaderas
locuras. Tenía todo lo que un joven pueda desear: dinero, fama, diversión...
Cada uno vivía en su propio cielo. ¿Qué sucede cuando te sacan de tu zona de confort? ¿Cómo hacer
frente a una vida prestada? Una historia cautivadora repleta de primeras veces.

LA ATRACCIÓN DE COOPER

Alaska. Una ciudad condenada a estar cubierta de nieve la mayor parte del tiempo.
Una chica independiente y feliz, con una vida normal y cotidiana. Su única preocupación, divertirse con
sus amigos y aprobar los exámenes. Tres chicos nuevos llegan al instituto envueltos en un halo de
misterio, ocultan un secreto. Secreto que defenderán a toda costa, no tienen más remedio...
Taylor descubrirá unas flores muy poco comunes, con cientos de leyendas medievales a sus espaldas.
¿Tendrán éstas algo que ver con el secreto de los Elliott? ¿Qué ocurrirá cuando a la chica risueña le entre
la curiosidad?

Déjate llevar por esta historia llena de amor y misterio, y descubre cómo Taylor y Cooper luchan contra
sus sentimientos.

TOXIC
Él amaba las armas, quería su vida de traficante al margen de la ley, a pesar de que su padre fuera el jefe
de policía. No pertenecía a nada ni a nadie, solo él, sus amigos y su carrera de Derecho para algún día
marcharse lejos.

Ella era terca y ambiciosa. Trabajaba duro cada noche sobre la barra de un bar, bailando y aguantando las
groserías de los clientes tras la barra. Tan solo tenía a su mejor amigo, el cual la apoyaba
incondicionalmente, y su carrera de Medicina. Su sueño era ayudar a los demás.

Dos mundos totalmente opuestos, para un único desenlace. ¿Te lo perderás?



CAZADOR

No llevaba el demonio dentro, pero su crueldad era brutal.
No estaba poseído, pero su mente era tremendamente perturbadora.
No deseaba matar, simplemente su sed era incontrolable.
Era su naturaleza, la esencia de su vida. Él era un cazador.

Kieran Norwood es un vampiro. Eso es así por mucho que él trate de ocultarlo, y se esfuerza. Ha logrado
mantenerlo en secreto frente a su padre y sus dos hermanos, vive en una ciudad grande y no le cuesta
pasar desapercibido; si no cuentas el reguero de cadáveres que cada vez lo señalan más de cerca. Su vida,
sin embargo, se complica cuando su padre le comunica que tendrá que compartir techo con la hija
adoptada de su tío, el cual forma parte del ejército y estará fuera por tiempo desconocido. Kieran no sabe
cómo podrá controlar su sed, sus letales ganas de despedazar a las chicas como ella. Valerie sigue el
patrón, es exactamente igual que las chicas que han ido cayendo en las redes de Kieran para satisfacerle
de formas perturbadoras y luego servirle de cena. ¿Podrá esta vez el vampiro controlar sus impulsos
animales, o se convertirá Valerie en un nuevo caso para la policía de Calgary?

También podría gustarte