Ahí Está El Detalle - , Por Carlos Monsiváis
Ahí Está El Detalle - , Por Carlos Monsiváis
L
a poesía modernista es un sacudimiento cultural que prueba, al
alcanzar a masas que se suponían inaccesibles o incapaces de
sentir ese pasmo estético de la palabra, la enorme posibilidad de
alcanzar y conmover, con el solo empleo de la poesía, a sectores
condenados solamente al atraso y a la incomprensión de lo bello. ¿Cómo
no van a estar sentenciados a la sordera idiomática si se les regaña por no
hablar y no vocalizar como la elite? Dicho sea de paso, la elite del poder y
del dinero en México, asombrosamente iletrada por lo común, desprecia
con furia a los ignorantes.
Por eso, en los años treinta, cuando el cine mexicano inicia lo que muy
idealizadamente se llama «época de oro», sólo hay un registro confuso y
mitificador del habla popular por razones de censura del buen gusto
dominante de un racismo nada avergonzado de serlo, del rechazo teatral de
los sectores ilustrados y de la fuerza del amedrentamiento lingüístico. «Si
no sabes hablar como Dios manda (sería el mensaje) mejor ni hables». Y
Dios manda que sus hijos utilicen la corrección y el decoro de los
académicos de la lengua, investidos en ese momento con la autoridad del
esplendor idiomático al que atacan las hordas de los inconscientes.
Por lo demás, hoy vemos toda la primera etapa del cine de Cantinflas
que es la que vale la pena desde una perspectiva entonces inimaginable.
En su momento a Cantinflas se le califica de feliz excentricidad y se le ve
muy natural, porque su legitimidad viene del sitio que le consigue al habla
popular. En su momento Cantinflas no es declarado una subversión
idiomática sino, por el contrario, una incorporación al idioma. Hoy nos
divierte la lógica del disparate, una suerte de Lewis Carroll, lo inesperado,
con una técnica a la que calificamos de suprema astucia. Entonces regocija
la indefensión de los pobres que nada más eso consiguen, cuando se les da
la oportunidad de hacer uso de lo que creían era el castellano.
Esta idea que el cine da, de Cantinflas a Pedro Infante y David Silva,
esta idea del habla libérrima, como fortaleza asediada, conquista de la
marginalidad social y derecho de los pobres, alcanza en Nosotros los
Pobres y Campeón sin corona, niveles paradigmáticos. Ahí no entran, ni
podrían hacerlo, las intimidaciones de los académicos, lo «chicho» y lo
«gacho» no hacen caso de lo excelso y lo mefítico. Si la educación me dio
hasta aquí, lo que tengo no me apena, más bien me regocija, sería la
conclusión de estos hablantes. De hecho, el cine legitima el habla pública
de los que jamás hablarían en público.
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