El Cuento Fantástico
El Cuento Fantástico
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T IC O
EL CU E NTO FANTAS
Co nt e ni do s :
l nt ro d11 cc 1ón
De f 1nic1 ón
Ca r ac t e rís t,c as
Lo s te m as
ol do Lu go n es
'' El es cu er zo ", de Le op
ón im o
" La ca sa en ca nt ad a· ·, an
108
El cuento fantástico
tNT RO DU CC IÓN
109
Los temas Surgen de acontecimientos extraños si n los cuales
es imposible que exista to fantástico. Entre otro~ temas se dan los de
la magia, los viajes en el tiempo y en el espacio, la tran sposición 0
fusión de n,undos, el trastrueque de vida Y muerte, la trans mutación
de sueño y realidad .
110
;úaÉN OARÍO
o. a.
111
dirigía la palabra, casi no contestaba; sonreía melancólicamente, se
aislaba, buscaba soledad , miraba hacia lo hondo del horizonte, por
el lado del mar.
Era el abanderado. ¿Cómo le llamaban? No oí su nombre nunca.
El capellán me dijo, dos días después : "
-Creo que no nos darán la orden de partir todavía. La gente se
desespera de deseos de pelear. Tenemos algunos enfermos. Por
fin , ¿cuándo veremos llenarse de gloria nuestra pobre y santa ban-
dera? A propósito, ¿ha visto usted al abanderado? Se desvive por
socorrer a los enfermos. Él no come; lleva lo suyo a los otros. He
hablado con él. Es un hombre extraño. Parece bravo y nobilísimo de
corazón . Me ha hablado de sueños irrealizables. Cree que dentro de
poco estaremos en Washington y que se izará nuestra bandera en el
Capitolio, como lo dijo el obispo en su brindis . Lo han apenado las
últimas. desgracias, pero confía en Santiago; en la nobleza de nues-
tra raza , en la justicia de nuestra causa. ¿Sabe usted? Los otros le
hacen burlas ; se ríen de él. Dicen que debajo del uniforme usa una
coraza vieja. Él no les hace caso . Conversando conmigo, suspiraba
profundamente, miraba el cielo y el mar. Es un buen hombre en el
fondo; pai_sano mío, manchego. Cree en Dios y es religioso. Tam-
bién algo poeta. Dicen que por las noches rima redondillas; las
recita solo, en voz baja. Tiene a su bandera uh culto casi supersti-
cioso. Se asegura que pasa las noches en vela; por lo menos, nadie
le ha visto dormir. ¿ Me confesará usted que el abanderado es un
hombre original?
. -Señor capellán -le dije-, he observado ciertamente algo ori:
gi~al en e~e sujeto, que creo, por otra parte, haber visto no se
donde. ¿Como se llama?
, , ·do ver
- No lo se -conte~tome el sacerdote-. No se me ha ocurn 05
su nombre en el registro, pero en su mochila hay marcadas d
letras : "o. Q. ".
A · n,o
un paso del punto en donde acampábamos había un abis
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Más allá de la boca rocallo ~a sólo se veía sombr a. Una piedra arro-
. da rebota ba y no se sent1a caer.
1
ª Era un bello día. El sol caldea ba tropica lmente la atmósfera. Ha-
bíamos recibid o orden de alistar nos para march ar, y probab lement e
ese mismo día tendría mos el primer encue ntro con las tropas yan-
quis. En todos los rostros , dorado s por el fuego furioso de aquel cielo
candente, brillab a el deseo de la sangre y de la victoria . Todo estaba
listo para la partida ; el clarín había trazad o en el aire su signo de oro.
íbamos a camina r, cuand o un oficial , a todo galope , aparec ió por un
recodo . Llamó a nuestr o jefe, y habló con él mister iosame nte.
¿Cómo os diré lo que fue aquell o? ¿Jamá s habéis sido aplasta dos
por la cúpula de un templo que haya elevad o vuestr a espera nza?
¿Jamás habéis padec ido viendo que asesin an delant e de vosotr os a
vuestra madre ? ... Aquell a fue la más horribl e desola ción . Era " la
noticia" . Estába mos perdid os, perdid os sin remed io . No luchar íamos
más. Debíam os entreg arnos , como prision eros, como vencid os .
Cervera estaba en poder del yanqu i. La escuad ra se la había traga-
do el mar, la habían despe dazad o los cañon es de Norte Améric a. No
quedab a ya nada de Españ a en el mundo que ella descub riera.
Y la horribl e escen a comen zó . Las espad as se entreg aron; los
fu siles tambié n ... Unos soldad os juraba n ; otros palidec ían, con los
ojos húmed os de lágrim as, estalla ndo de indign ación y v~rgüe nza.
Y la bande ra ...
Cuando llegó el mome nto de entreg ar la bande ra, se vio una cosa
que puso en todos el esp.an to glorios o de una inespe rada marav illa.
Aquel hombr e extrañ o, que miraba tan profun damen te con una mi-
~ada de siglos, con su bande ra amaril la y roja, dándo nos una mirada
e la más larga despe dida, sin que nadie se atrevie se a tocarle ,
1
.ª
du~se P~s? paso al abism o y se arrojó en él. Todav ía de lo negro
u~ Prec,pic,o, devolv ieron las rocas un ruido metáli co, como el de
ª armadura .
El .~eñor capellá n cavilab a tiempo despu és :
- D. O." ...
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De pron to creí acla rar el enig ma. Aqu ella fison omía ,
ciertamente,
no me era desc onoc ida. . . .
- D. a. - le dije- está retratado en este ~1eJo libro. Escu
chad:
Frisaba la eda d de nuestro hida lgo por los cmcuenta años
: era de
complexión recia, se·co de carnes, enjuto de rostro, gran
madruga-
dor y amigo de la caza. Quieren deci r que tenía el sobr
enombre de
Quijada, 0 Quesada, que en esto hay alguna diferencia
en los auto-
res que de este caso escriben; aun que por conjeturas
verosímiles
se deja ente nde r que se llamaba Quijano.
Era el aban dera do . ¿Cóm o lo llam aban ?
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ente entre sus compañeros la in~
na!m ., adelan ta ras go . ,
ce rt idumbre de quien es aque 1 que do la p .s que iran configuran -
ersonalldad .
cientos años después encarnara de la M h propia del Quijote
tr eS d . Q .. . a~c a a lo largo de todo el
f18 ime nte al legen ano 0 on uI¡ote.
c~~nto . mtrada triste, sonre ía melan-
El desarrollo cronológi co lineal del
col1camente
. ' _no come , nob ,·i1s1
· .mo de
cuento esconde tras sí ~tr~ de carác -
corazon, suenos irrealizables. burlas
ter cícl ico . ya que se insmua la v uelta
u~a una c oraza vieja, manchego, re li~
al '"' resente. en Amé ri ca . de un pers o-
i- . - g,oso , algo poeta, noches en ve la mi -
naie que v1vio trescie ntos anos antes. r ada de siglos. E in clu so, para· d ar
en la Mancha . de la m isma manera mayor testimonio del parecido, el au-
que el traje que utiliza el soldado "D . tor cree reconocerlo en el fragmento
o... esco nde la vieja coraza . que cita te xtualmente, do nde Cerva n-
El cuento ter min a c on un final abier- tes describe a su Quijote .
:0 Oarío con una orac ión ase v erativa, Así v a creando un clima de in ce rti-
Era el abanderado, y con una pregun - dumbre en que la v acilación entre lo
ta retórica , ¿ Cómo lo llamaban? , trata real y lo posible sorprende al lector.
de de sint egr ar la imagen casi perfecta
del Quijot e de Cerv antes , que con los Procedimientos Entre los proce-
nu mero sos y precisos datos ha ido dí mientas utilizados en la literatura
cr eand o en el lector . La v a cilación fantástica se destaca el empleo de los
vuelve a surgir así c or, mayor fuerza. tiempos imperfectos que colaboran en
delinear el ambiente de ambigüedad
Estructura El c uento está relata- en que se desarrolla el cuento: ag uar-
jo en primer a persona, desde el pun- daba mas, ha bia llovido, debia llegar.
:0 de vist a del narrador testigo . Este Este tono ambiguo s e acrecienta
;)roced1 m1e nto -frecuente en lo fan- cuando el autor destaca la ¡mprecisión
'as tiCO- ti ende a lograr la credulidad por medio de ciertas locuciones : no se
r.:- 1 el lec tor. por qué, c reo que , dic en que , se ase-
gura que , no s é dónde , no lo sé. no se
Persona¡es El n ar rador testigo, me ha o c urrido, misteriosamente .
1
0s demás
:· ·: ; pe rso n aje s secunda -
, .,., apen as de li neados s on los que
,;~~ cabi da al personaje, pri n cipal. 111. Juicio valorativo
\ n r:ir cont raste . Y con la repeti ció n de
J,, a f rasP
rr . - mq nos uno, el autor va ar- Daría logra revi vir - en o~ro tiernir~
" 1andr)
Prnt Ptogres1vamente la figura del y en otro espacio - la esen cia del P
· J ago nista
Con lo
sonaje cervantino
d sde las inici ale s
Y lo_gra
del titulo.
dY,e:ae~:=~
corno s primeros dato s -- Tendr,a e t0 do el c ue nto . la
uno
bien POd ,
s cin c ue nt a anos, mas tam - n er A lo largo de
,a haber tenido tr osc ,entos -· curiosidad del lector ·
115
(EOPOLD O LUGONE S
El escuerzo
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¡ Un escu erzo !, decí a yo, aterr ado bajo mi piel de muc hach o
travi e-
so; ¡un escu erzo ! Y sacu día los dedo s com o si el frío del sapo
se me
hubiera pega do a ellos . ¡ Un sapo resu citad o! Era para enfri
arle la
médula a un hom bre de barb a ente ra.
-¿ Pero uste d pien sa cont arno s una nuev a batra com ioma quia
?
-inte rrum pió aquí Julia con el ama ble dese nfad o de su coqu
eterí a
de treinta años .
-De ning ún mod o, seño rita. Es una histo ria que ha pasa
do.
Julia sonr ió .
- No pued e uste d figur arse cuán to dese o cono cerla . . .
- Será uste d com plac ida, tanto más cuan to que teng o la
prete n-
sión de veng arme con ella de su sonrisa.
Así, pues, mien tras se asab a mi fatídica piez a de caza ,
la vieja
criada hilva nó su narr ació n, que es com o sigu e :
Antonia, su amig a, viud a de un sold ado, vivía con el hijo únic
o que
había tenid o de él en una casi ta muy pobr e, dista nte de toda
pobl a-
ción . El muc hach o trab ajab a para amb os, corta ndo mad
era en el
vecino bosq ue, y así -pas aba año tras año, haci endo a pie la
jorna da
de la vida . Un día volvi ó, com o de cost umb re, por la tarde
, para
tomar su mate, aleg re, sano , vigo roso , con su hach a al hom
bro. Y
mientras lo hacía, refiri ó a su mad re que en la raíz de ciert
o árbo l
muy viejo habí a enco ntra do un escu erzo , al cual no le valie ron hin-
chazones para qued ar hech o una tortil la bajo el ojo de su
hach a.
La pobre vieja se llenó de aflic ción al escu char lo, pidié ndol
e que
por favor la acom paña ra al sitio, para quem ar el cadá ver del
anim al.
-Ha s de sa_ber -le dijo - que el escu erzo no perd ona jamá
s al
que lo ofen de. Si no lo quem an, resu cita, sigu e el rastr
o de su
matador Y no desc ansa hast a que pued e hace r con él otro
tanto .
El buen muc hach o rió gran dem ente del cuen to, inten tand
o con-
~encer a la pobr e vieja de que aque llo era una papa rruch
a buen a
ara asus tar a chic os mole stos , pero indig na de preo cupa
r a una
Paersona de ciert a refle xión Ella insis tió sin emb argo , en
com N que la
Panara a quem ar los resto s del anim al.
•
'
117
, . d b - toda indicación sobre lo distante del siti o,
tnut1I fue to a roma, · ·
-
sobre el dano que po di
' a causarle
'
siendo ya tan v1eJa, e1 sereno de
. . , .
aquell a tarde de noviembre. A toda costa quiso ir Y el tuvo que deci -
dirse a acompañarla. , , . .
No era tan distante; unas seis cuadras a lo mas. Fac1lmente dieron
con el árbol recién cortado , pero por más que hurgaron entre las ~~
tillas y las ramas desprendidas, el cadáver del escuerzo no aparec10.
- ¿No te dije ? -exclamó ella echándose a llorar-;_ ya se ha ido;
ahora ya no tiene remedio esto. ¡Mi padre San Antonio te ampare!
- Pero qué tontera, afligirse así. Se lo habrán ll evado las hormi-
gas o lo comería algún zorro hambriento. i Habráse visto extrava-
ganci a, llorar por un sapo ! Lo mejor es volver, que ya viene anoche-
ciendo y la humedad de los · pastos es dañosa.
Regresaron, pues, a la casita , ella siempre llorosa, él procurando
distraerla con detall es sobre el maizal que prometía buena cosecha
si seguía lloviendo, hasta volver de nuevo a las bromas y risas en
presen cia de su obstinada tristeza. Era casi de noche cuando llega-
ron . Después de un registro minucioso por todos los rincones, que
excitó de nuevo la risa del muchacho , comieron en el patio, silen-
ciosamente, a la luz de la Luna, y ya se disponía él a tenderse sobre
su mont~ra _para dor~ir,. cuando Antonia le supli có que por aquell a
noche , s1qu1era, consintiese en encerrarse dentro de una caja de
madera que poseía y dormir allí.
La protesta contra semejante petición fue viva. Estaba chocha, la
pobr~, no había duda. iA quién se le ocurría pensar en hacerlo
dormir con aquel calor dentro de una caja que seguramente estaría
llena de sabandijas!
Pero tale~ fueron las súplicas de la anciana que como el much~-
cho la quena tanto d ·d·10, '
era eci acceder a semejante capricho . La caJª
gran~~ · Y aunque un poco encogido no estaría del todo mal. con
r,.ran solt~1tud ~ue arregl ada en el fondo la cama, metióse él aden·
1
o, Y ª tnS t e viuda tomó asiento al lado del mueble, decidida a pasar
118
l de
ch e en ve la pa ra ce rra rlo ap en as hu bie ra la meno'~ seña
la no
peligro .
qu e se ría la me dia no ch e, pu es la Luna muy baja
Calculaba ell a un
za ba a ba ñ~ r. co n su l~z el ap o~ en to, cu an do de repente
empe a
gro , ca s, 1m pe rce pt1 ble , sa lto so bre el dintel de la puert
bultito ne
bía ce rra do po r efe cto de l gran cal or. Antonia se estre-
que no se ha
meció de an gu sti a.
pu es , el ve ng ati vo an im al, se nta do so bre las patas
Allí estaba, en en
n . ¡Qu é mal había he ch o el jov
traseras , co mo me dit an do un pla se
Aq ue lla fig uri ta lúg ub re, inm óv il en la pu ert a llena de luna,
r~írse!
ex tra or din ar iam en te, tom ab a pro po rci on es de monstruo.
agrandaba tos sa po s familiares que
era má s qu e un o de los tan
¿Pero , y si no me nto
tra ba n ca da no ch e a la ca sa en bu sc a de ins ec tos ? Un mo
en
so ste nid a po r es ta ide a. Ma s el es cu erz o dio de pro nto un
respiró,
ué s otr o, en dir ec ció n a la ca ja. No se apresuraba, co mo
saltito , de sp mi ró con ind ec ibl e expre-
ro de su pr es a. An ton ia
si estuviera se gu pirando
n de ter ror a su hij o; do rm ía, ve nc ido po r el sueño, res
sió
acompasadamente .
co n ma no inq uie ta, de jó ca er sin ha ce r ruido la tap a
Entonces, Se gu ía sa lta nd o. Esta~
le. El an im al no se de ten ía.
del pesado mu eb o de
al pie de la ca ja. Ro de óla pa us ad am en te, se detuvo en un
baya
y de sú bit o, co n un sa lto inc reí ble en su pe qu eñ a talla,
los ángulos,
se plantó sobre la tap a.
vida
ton ia no se atr ev ió a ha ce r el me no r movimiento. To da su
An - entera-
se hab' co nc en tra do en su s ojo s . La Lu na ba na ba ah ora
'ª
he aq uí lo qu e su ce dió : el sa po co me nz ó a hin-
nte la pieza . Y d'igi·osa,
crnhears e por gra do s au me ntó au me ntó de un a ma ne ra pro.
hasta t · r ' lum en . Pe , rm an ec ió así du ran te un mmuto, en
que 1 np icar su vo os de
rn ª Po bre mu jer sin tió pa sa r po r su co ra zó n tod os los ahog
la t rar
ué s fue re du cié nd os e, re du cié nd os e haS a rec obnd
igi ó a la pu ert a Y atr av es a º
su p~ er_t~. De sp
for ma , sa ltó a tie rra se dir
el Pat~itiva
'º
.....____, ac ªb0· por pe rd er se en tre las hierbas.
'
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Entonces se atrevi ó Anton ia a levan tarse ,. toda tembl orosa . Con
un violen to adem án abrió de par en par la caJa. Lo que sintió fue de
tal modo horrib le, que a los pocos mese s murió víctim a del espanto
que le produjo.
Un frío mortal salía del mueb le abier to, y el much acho estab a
helad o y rígido bajo la triste luz en que la Luna amor tajab a aq uel
despojo sepulcral, hecho piedr a ya bajo un inexp licabl e baño de
escarcha.
• lo r¡u e nn /·
a / U VOflfLJd •'
- ·~-........ qt'J npron (Jo t
' Oda
- - ----- ---.._.- ~- - ____ un a vid¡¡
___ QUEV
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1~ ___
ANÓNIMO
La casa enca ntada
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