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El cuento fantástico

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;

T IC O
EL CU E NTO FANTAS

Co nt e ni do s :

l nt ro d11 cc 1ón
De f 1nic1 ón
Ca r ac t e rís t,c as
Lo s te m as

' O O .", de Ru bé n Da río


1. D at os ex te rn os
11. D at os in te rn os
lll Ju ic io va lo ra ti vo

ol do Lu go n es
'' El es cu er zo ", de Le op
ón im o
" La ca sa en ca nt ad a· ·, an

108
El cuento fantástico
tNT RO DU CC IÓN

base un aco nte cimiento


Def inic ión Es el rela to que tien e com o
1
explicació n nat ura l o sob re-
/extraño, ant e el cua l se dud a ent re una
natural.

Ca rac ter ísti cas La vac ilac ión .


nte cim ien to ext rañ o se
Ten ien do com o pun to de par tida un aco
dam ent al del cue nto fa n-
pro duc e una vac ilac ión que es la base fun
per son aje s y el lector.
tás tico , tan to en el nar rad or com o en los
üed ad que pro voc a vac i -
• La vac ilac ión en el narrador: la am big
nto s :
lac ión se log ra con dist into s pro ced imie
tim oni o de los aco nte ci-
- Uso de la prim era per son a para dar tes
él los pre sen ció res ta
mie nto s. El hec ho de que nos afirme que
e rela to es inu sita do,
pos ibil ida des a la fals eda d , pero com o est
pro voc a la dud a en el lect or.
tiem pos ver bal es - el
- Co n frec uen cia em ple a det erm ina dos
a des car tar tod a certi-
pre téri to imp erfe cto , por eje mp lo- par
yo pen sé que . .. ).
dum bre (yo pen sab a que . .. en lug ar de
tas loc uci one s (ta l vez
- Co n la mis ma fina lida d se vale de cier
.. ).
alg uie n llam a . .. en lug ar de llam an .

la dud a que sur ge en el


• La vac ilac ión en el lec tor : con sist e en
les o sob ren atu rale s las
lec tor al trat ar de exp lica r si son nat ura
cam ino s el lect or inte nt a
cau sas del fen óm eno ext rañ o. Por dos
aco nte cim ien to pue de d ar-
res olv er su vac ilac ión : o adm ite que el
pta com o pro duc to de la
se en una rea lida d inu sita da o lo ace
ima gin aci ón o de la ilus ión .
a vac ilac ión ent re el mu ndo
• La vac ilac ión en los per son aje s: est
rale s no sól o es sen tida
rac ion al y los aco nte cim ien tos sob ren atu
vivi da por el o los per -
por el lec tor sin o que tam bié n pue de ser
os en uno de los tem as
son aje s has ta con ver tirs e en mu cho s cas
de la obr a.

109
Los temas Surgen de acontecimientos extraños si n los cuales
es imposible que exista to fantástico. Entre otro~ temas se dan los de
la magia, los viajes en el tiempo y en el espacio, la tran sposición 0
fusión de n,undos, el trastrueque de vida Y muerte, la trans mutación
de sueño y realidad .

• La funció n de lo fantástico : lo fantástico produce a través del


suspenso, curiosidad, desazón , miedo. De este modo el escritor
logra la irrupción de lo extraño e inexplicable en el mundo coti-
diano del lector.

• El verdadero huerfa RCO


no es el q
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _u_ e·_ ib:id=o~e=d:u:c:ac:ío:·n~. -
_no~ha~,e~c= ~V~E~R~B:JO~ TU __.,,,.,
~P~R: O

110
;úaÉN OARÍO

o. a.

Estábamos de guarnición cerca de Santiago de Cuba. Había llo-


vido esa noche; no obstante, el calor era excesivo. Aguardábam os la
llegada de una compañía de la nueva fuerza venida de España, para
abandonar aquel paraje en que nos moríamos de hambre, sin lu-
char, llenos de desesperaci ón y de ira. La compañía debía llegar esa
misma noche según el aviso recibido.
Como el calor arreciase, y el sueño no quisiese darme reposo, salí
a respirar fuera de la carpa. Pasada la lluvia, el cielo se había des-
pejado un tanto y en el fondo oscuro brillaban algunas estrellas. Di
suelta a la nube de tristes ideas que se aglomeraban en mi cerebro.
Pensé en tantas cosas amadas que estaban allá lejos; en la perra
suerte que nos perseguía; en que quizá Dios podría dar un nuevo
rumbo a su látigo y nosotros entrar en una nu~eva vía, en una rápida
revancha. En tantas cosas pensaba ... ¿Cuánto tiempo pasó? Las·
estrellas sé que poco a poco fueron palideciendo; un aire que refres-
có el campo todo sopló del lado de la aurora, y ésta inició su apari-
ción, entretanto que una diana que no sé por qué llegaba a mis oídos
como llena de tristeza, regó sus notas matinales.
Poco tiempo después se anunció que la compañía se acercaba.
En efecto, no tardó en llegar a nosotros, y los saludos de nuestros
camaradas y los nuestros se mezclaron en el nuevo sol.
Momentos después hablábamos con los compañeros. Nos traían
, noticias de la patria. Sabían los estragos de las últimas batallas.
Como nosotros, estaban desolados, pero con el deseo quemante ~e
luchar, de agitarse en una furia de venganza, de hacer todo el dano
· posible al enemigo. Todos eran jóvenes y bizarros, menos uno;
todos nos buscaban para comunicarse con· nosotros, par~ conver-
sar, menos uno. Nos traían provisiones que fueron repartida~. A la
j hora del rancho nos pusimos a devorar nuestra escasa pitanza,
i menos uno. - bién podría haber
t ~endría como unos cincuenta anos, ~as tam hasta lo hondo
tenido trescientos. Su mirada triste pare~•a pen;tr~~a vez que se le
de nuestras al mas y decirnos cosa~ de siglos. 9

111
dirigía la palabra, casi no contestaba; sonreía melancólicamente, se
aislaba, buscaba soledad , miraba hacia lo hondo del horizonte, por
el lado del mar.
Era el abanderado. ¿Cómo le llamaban? No oí su nombre nunca.
El capellán me dijo, dos días después : "
-Creo que no nos darán la orden de partir todavía. La gente se
desespera de deseos de pelear. Tenemos algunos enfermos. Por
fin , ¿cuándo veremos llenarse de gloria nuestra pobre y santa ban-
dera? A propósito, ¿ha visto usted al abanderado? Se desvive por
socorrer a los enfermos. Él no come; lleva lo suyo a los otros. He
hablado con él. Es un hombre extraño. Parece bravo y nobilísimo de
corazón . Me ha hablado de sueños irrealizables. Cree que dentro de
poco estaremos en Washington y que se izará nuestra bandera en el
Capitolio, como lo dijo el obispo en su brindis . Lo han apenado las
últimas. desgracias, pero confía en Santiago; en la nobleza de nues-
tra raza , en la justicia de nuestra causa. ¿Sabe usted? Los otros le
hacen burlas ; se ríen de él. Dicen que debajo del uniforme usa una
coraza vieja. Él no les hace caso . Conversando conmigo, suspiraba
profundamente, miraba el cielo y el mar. Es un buen hombre en el
fondo; pai_sano mío, manchego. Cree en Dios y es religioso. Tam-
bién algo poeta. Dicen que por las noches rima redondillas; las
recita solo, en voz baja. Tiene a su bandera uh culto casi supersti-
cioso. Se asegura que pasa las noches en vela; por lo menos, nadie
le ha visto dormir. ¿ Me confesará usted que el abanderado es un
hombre original?
. -Señor capellán -le dije-, he observado ciertamente algo ori:
gi~al en e~e sujeto, que creo, por otra parte, haber visto no se
donde. ¿Como se llama?
, , ·do ver
- No lo se -conte~tome el sacerdote-. No se me ha ocurn 05
su nombre en el registro, pero en su mochila hay marcadas d
letras : "o. Q. ".
A · n,o
un paso del punto en donde acampábamos había un abis

112
Más allá de la boca rocallo ~a sólo se veía sombr a. Una piedra arro-
. da rebota ba y no se sent1a caer.
1
ª Era un bello día. El sol caldea ba tropica lmente la atmósfera. Ha-
bíamos recibid o orden de alistar nos para march ar, y probab lement e
ese mismo día tendría mos el primer encue ntro con las tropas yan-
quis. En todos los rostros , dorado s por el fuego furioso de aquel cielo
candente, brillab a el deseo de la sangre y de la victoria . Todo estaba
listo para la partida ; el clarín había trazad o en el aire su signo de oro.
íbamos a camina r, cuand o un oficial , a todo galope , aparec ió por un
recodo . Llamó a nuestr o jefe, y habló con él mister iosame nte.
¿Cómo os diré lo que fue aquell o? ¿Jamá s habéis sido aplasta dos
por la cúpula de un templo que haya elevad o vuestr a espera nza?
¿Jamás habéis padec ido viendo que asesin an delant e de vosotr os a
vuestra madre ? ... Aquell a fue la más horribl e desola ción . Era " la
noticia" . Estába mos perdid os, perdid os sin remed io . No luchar íamos
más. Debíam os entreg arnos , como prision eros, como vencid os .
Cervera estaba en poder del yanqu i. La escuad ra se la había traga-
do el mar, la habían despe dazad o los cañon es de Norte Améric a. No
quedab a ya nada de Españ a en el mundo que ella descub riera.
Y la horribl e escen a comen zó . Las espad as se entreg aron; los
fu siles tambié n ... Unos soldad os juraba n ; otros palidec ían, con los
ojos húmed os de lágrim as, estalla ndo de indign ación y v~rgüe nza.
Y la bande ra ...
Cuando llegó el mome nto de entreg ar la bande ra, se vio una cosa
que puso en todos el esp.an to glorios o de una inespe rada marav illa.
Aquel hombr e extrañ o, que miraba tan profun damen te con una mi-
~ada de siglos, con su bande ra amaril la y roja, dándo nos una mirada
e la más larga despe dida, sin que nadie se atrevie se a tocarle ,
1

du~se P~s? paso al abism o y se arrojó en él. Todav ía de lo negro
u~ Prec,pic,o, devolv ieron las rocas un ruido metáli co, como el de
ª armadura .
El .~eñor capellá n cavilab a tiempo despu és :
- D. O." ...

113
De pron to creí acla rar el enig ma. Aqu ella fison omía ,
ciertamente,
no me era desc onoc ida. . . .
- D. a. - le dije- está retratado en este ~1eJo libro. Escu
chad:
Frisaba la eda d de nuestro hida lgo por los cmcuenta años
: era de
complexión recia, se·co de carnes, enjuto de rostro, gran
madruga-
dor y amigo de la caza. Quieren deci r que tenía el sobr
enombre de
Quijada, 0 Quesada, que en esto hay alguna diferencia
en los auto-
res que de este caso escriben; aun que por conjeturas
verosímiles
se deja ente nde r que se llamaba Quijano.
Era el aban dera do . ¿Cóm o lo llam aban ?

(En Cuen tos fantá sticos . Madri d, Alianza, 1976.)

l. Dat o s ext ern os en el lecto r, uno de los objet ivos del


cuen to fantá stico .
Autor Su verda dero nomb re es
Félix Rubé n Garc ía y Sarm iento. Na- Géne ro litera rio Es una narración
ció en Meta pa, hoy ciuda d Darío, Ni- de cará cter fantá stico .
carag ua. en 1867 . y murió en su patria
en 1916 desp ués de una vida inqui eta Tem a Las exce pcion ales cualida-
de largo pereg rinaje . Dese mpeñ ó un des de Don Quijo te perdu ran a lo lar-
pape l revo lu cion ario en la lit eratu ra go de los siglo s.
amer icana y espa ñola al dar impu lso Argu men to Un grupo de solda-
al movi mien to mode rnista que se ini - dos espe ran impa cient es la llegada de
ció oficia lmen te con la publi cació n de refue rzos para conti nuar la lucha, en
Azul en 1888.
defe nsa de las últim as colonias espa-
Esc ribió: Prosa s profa nas; Cantos ñolas en Amé rica . Surg e en medio de
de vida y espe ranza ; Poema del oto -
ellos la pres encia de un hombre que.
ño y otros poem as; Oda a Mitre; Can-
muni do de las mism as cualidades de
to a la Arg entina .
Don Quijo te, sorpr ende al resto de la
auar nició n . Es el aban derad o, y. corno
11. Datos internos ~u homó nimo , sabe mant ener el ho·
nor de su patria hasta el punto de que.
Títul o Dos simp les inicia les le
llega do el mom ento de rendirse, ofr~-
basta n al auto r para crear curio sidad
ce su vida por la band era. Que da fi-

114
ente entre sus compañeros la in~
na!m ., adelan ta ras go . ,
ce rt idumbre de quien es aque 1 que do la p .s que iran configuran -
ersonalldad .
cientos años después encarnara de la M h propia del Quijote
tr eS d . Q .. . a~c a a lo largo de todo el
f18 ime nte al legen ano 0 on uI¡ote.
c~~nto . mtrada triste, sonre ía melan-
El desarrollo cronológi co lineal del
col1camente
. ' _no come , nob ,·i1s1
· .mo de
cuento esconde tras sí ~tr~ de carác -
corazon, suenos irrealizables. burlas
ter cícl ico . ya que se insmua la v uelta
u~a una c oraza vieja, manchego, re li~
al '"' resente. en Amé ri ca . de un pers o-
i- . - g,oso , algo poeta, noches en ve la mi -
naie que v1vio trescie ntos anos antes. r ada de siglos. E in clu so, para· d ar
en la Mancha . de la m isma manera mayor testimonio del parecido, el au-
que el traje que utiliza el soldado "D . tor cree reconocerlo en el fragmento
o... esco nde la vieja coraza . que cita te xtualmente, do nde Cerva n-
El cuento ter min a c on un final abier- tes describe a su Quijote .
:0 Oarío con una orac ión ase v erativa, Así v a creando un clima de in ce rti-
Era el abanderado, y con una pregun - dumbre en que la v acilación entre lo
ta retórica , ¿ Cómo lo llamaban? , trata real y lo posible sorprende al lector.
de de sint egr ar la imagen casi perfecta
del Quijot e de Cerv antes , que con los Procedimientos Entre los proce-
nu mero sos y precisos datos ha ido dí mientas utilizados en la literatura
cr eand o en el lector . La v a cilación fantástica se destaca el empleo de los
vuelve a surgir así c or, mayor fuerza. tiempos imperfectos que colaboran en
delinear el ambiente de ambigüedad
Estructura El c uento está relata- en que se desarrolla el cuento: ag uar-
jo en primer a persona, desde el pun- daba mas, ha bia llovido, debia llegar.
:0 de vist a del narrador testigo . Este Este tono ambiguo s e acrecienta
;)roced1 m1e nto -frecuente en lo fan- cuando el autor destaca la ¡mprecisión
'as tiCO- ti ende a lograr la credulidad por medio de ciertas locuciones : no se
r.:- 1 el lec tor. por qué, c reo que , dic en que , se ase-
gura que , no s é dónde , no lo sé. no se
Persona¡es El n ar rador testigo, me ha o c urrido, misteriosamente .
1
0s demás
:· ·: ; pe rso n aje s secunda -
, .,., apen as de li neados s on los que
,;~~ cabi da al personaje, pri n cipal. 111. Juicio valorativo
\ n r:ir cont raste . Y con la repeti ció n de
J,, a f rasP
rr . - mq nos uno, el autor va ar- Daría logra revi vir - en o~ro tiernir~
" 1andr)
Prnt Ptogres1vamente la figura del y en otro espacio - la esen cia del P
· J ago nista

Con lo
sonaje cervantino
d sde las inici ale s
Y lo_gra
del titulo.
dY,e:ae~:=~
corno s primeros dato s -- Tendr,a e t0 do el c ue nto . la
uno
bien POd ,
s cin c ue nt a anos, mas tam - n er A lo largo de
,a haber tenido tr osc ,entos -· curiosidad del lector ·

115
(EOPOLD O LUGONE S
El escuerzo

Un día de tantos, jugando en la quinta de la casa don_de habitaba


la familia. di con un pequeño sap~- qu~., en tez i.e h~1r co~o ;us
congéneres más corpulentos, se me o ex rao~ d,~ana_~en e a10
• dradas. Horrorizá banme los sapos y era mt 1vers1on aplastar
mis pe podía. Así es que el_ pe~ueno - y o b st·,na d o rep t·1I no t ar d,o en
cuantos
cumbir a los golpes de m,s piedras. Como todos los muchach os
~~ados en la vida semicam pestre de nuestras ci,udades de provin-
cia, yo era un sabio en lagartos y sapos._ Ademas, la casa ~staba
situada cerca de un arroyo que cruza la ciudad, lo cual contribuía a
aumentar la frecuenci a de mis relacione s con tales bichos. Entro en
estos detalles, para que se compren da bien cómo me sorprendí al
notar que al atrabiliario sapito me era enterame nte desconocido.
Circunsta ncia de consulta, pues. Y tomando a mi víctima con toda la
precaución del caso, fui a pregunta r por ella a la vieja criada, confi-
dente de mis primeras empresa s de cazador. Tenía yo ocho años y
ella sesenta. El asunto había, pues, de interesar nos a ambos. La
buena mujer estaba, como de costumbr e, sentada a la puerta de la
cocin a, y yo esperaba ver acogido mi relato con la acostumbrada
benevole ncia; cuando apenas hube empezad o, la vi levantarse
apresura damente y arrebatar me de las manos el despanzurrado
animalejo.
-¡Gracia s a Dios que no lo hayas dejado! -exclam ó con mues-
tras de la mayor alegría- . En este mismo instante vamos a que-
marlo.
-¿Quem arlo? -dije yo-. ¿Pero qué va a hacer si ya está
muerto ... ?
.-. l No sabes que es un escuerzo -replicó en tono misterioso
-~ .~terlocu tora- Y que este animalito resucita si no lo queman?
1

~ u~ n te mandó matarlo! ¡Eso habías de sacar al fin con tus pedra-


Aª~- ~hora voyª contarte lo que le pasó al hijo de mi amiga la finada
n ~n,a, que en paz descans e.
so~:e~tras hablaba, había recogido Y encendid o algunas astillas
e as cuales puso el cadáver del escuerzo .

116
¡ Un escu erzo !, decí a yo, aterr ado bajo mi piel de muc hach o
travi e-
so; ¡un escu erzo ! Y sacu día los dedo s com o si el frío del sapo
se me
hubiera pega do a ellos . ¡ Un sapo resu citad o! Era para enfri
arle la
médula a un hom bre de barb a ente ra.
-¿ Pero uste d pien sa cont arno s una nuev a batra com ioma quia
?
-inte rrum pió aquí Julia con el ama ble dese nfad o de su coqu
eterí a
de treinta años .
-De ning ún mod o, seño rita. Es una histo ria que ha pasa
do.
Julia sonr ió .
- No pued e uste d figur arse cuán to dese o cono cerla . . .
- Será uste d com plac ida, tanto más cuan to que teng o la
prete n-
sión de veng arme con ella de su sonrisa.
Así, pues, mien tras se asab a mi fatídica piez a de caza ,
la vieja
criada hilva nó su narr ació n, que es com o sigu e :
Antonia, su amig a, viud a de un sold ado, vivía con el hijo únic
o que
había tenid o de él en una casi ta muy pobr e, dista nte de toda
pobl a-
ción . El muc hach o trab ajab a para amb os, corta ndo mad
era en el
vecino bosq ue, y así -pas aba año tras año, haci endo a pie la
jorna da
de la vida . Un día volvi ó, com o de cost umb re, por la tarde
, para
tomar su mate, aleg re, sano , vigo roso , con su hach a al hom
bro. Y
mientras lo hacía, refiri ó a su mad re que en la raíz de ciert
o árbo l
muy viejo habí a enco ntra do un escu erzo , al cual no le valie ron hin-
chazones para qued ar hech o una tortil la bajo el ojo de su
hach a.
La pobre vieja se llenó de aflic ción al escu char lo, pidié ndol
e que
por favor la acom paña ra al sitio, para quem ar el cadá ver del
anim al.
-Ha s de sa_ber -le dijo - que el escu erzo no perd ona jamá
s al
que lo ofen de. Si no lo quem an, resu cita, sigu e el rastr
o de su
matador Y no desc ansa hast a que pued e hace r con él otro
tanto .
El buen muc hach o rió gran dem ente del cuen to, inten tand
o con-
~encer a la pobr e vieja de que aque llo era una papa rruch
a buen a
ara asus tar a chic os mole stos , pero indig na de preo cupa
r a una
Paersona de ciert a refle xión Ella insis tió sin emb argo , en
com N que la
Panara a quem ar los resto s del anim al.

'

117
, . d b - toda indicación sobre lo distante del siti o,
tnut1I fue to a roma, · ·
-
sobre el dano que po di
' a causarle
'
siendo ya tan v1eJa, e1 sereno de
. . , .
aquell a tarde de noviembre. A toda costa quiso ir Y el tuvo que deci -
dirse a acompañarla. , , . .
No era tan distante; unas seis cuadras a lo mas. Fac1lmente dieron
con el árbol recién cortado , pero por más que hurgaron entre las ~~­
tillas y las ramas desprendidas, el cadáver del escuerzo no aparec10.
- ¿No te dije ? -exclamó ella echándose a llorar-;_ ya se ha ido;
ahora ya no tiene remedio esto. ¡Mi padre San Antonio te ampare!
- Pero qué tontera, afligirse así. Se lo habrán ll evado las hormi-
gas o lo comería algún zorro hambriento. i Habráse visto extrava-
ganci a, llorar por un sapo ! Lo mejor es volver, que ya viene anoche-
ciendo y la humedad de los · pastos es dañosa.
Regresaron, pues, a la casita , ella siempre llorosa, él procurando
distraerla con detall es sobre el maizal que prometía buena cosecha
si seguía lloviendo, hasta volver de nuevo a las bromas y risas en
presen cia de su obstinada tristeza. Era casi de noche cuando llega-
ron . Después de un registro minucioso por todos los rincones, que
excitó de nuevo la risa del muchacho , comieron en el patio, silen-
ciosamente, a la luz de la Luna, y ya se disponía él a tenderse sobre
su mont~ra _para dor~ir,. cuando Antonia le supli có que por aquell a
noche , s1qu1era, consintiese en encerrarse dentro de una caja de
madera que poseía y dormir allí.
La protesta contra semejante petición fue viva. Estaba chocha, la
pobr~, no había duda. iA quién se le ocurría pensar en hacerlo
dormir con aquel calor dentro de una caja que seguramente estaría
llena de sabandijas!
Pero tale~ fueron las súplicas de la anciana que como el much~-
cho la quena tanto d ·d·10, '
era eci acceder a semejante capricho . La caJª
gran~~ · Y aunque un poco encogido no estaría del todo mal. con
r,.ran solt~1tud ~ue arregl ada en el fondo la cama, metióse él aden·
1
o, Y ª tnS t e viuda tomó asiento al lado del mueble, decidida a pasar

118
l de
ch e en ve la pa ra ce rra rlo ap en as hu bie ra la meno'~ seña
la no
peligro .
qu e se ría la me dia no ch e, pu es la Luna muy baja
Calculaba ell a un
za ba a ba ñ~ r. co n su l~z el ap o~ en to, cu an do de repente
empe a
gro , ca s, 1m pe rce pt1 ble , sa lto so bre el dintel de la puert
bultito ne
bía ce rra do po r efe cto de l gran cal or. Antonia se estre-
que no se ha
meció de an gu sti a.
pu es , el ve ng ati vo an im al, se nta do so bre las patas
Allí estaba, en en
n . ¡Qu é mal había he ch o el jov
traseras , co mo me dit an do un pla se
Aq ue lla fig uri ta lúg ub re, inm óv il en la pu ert a llena de luna,
r~írse!
ex tra or din ar iam en te, tom ab a pro po rci on es de monstruo.
agrandaba tos sa po s familiares que
era má s qu e un o de los tan
¿Pero , y si no me nto
tra ba n ca da no ch e a la ca sa en bu sc a de ins ec tos ? Un mo
en
so ste nid a po r es ta ide a. Ma s el es cu erz o dio de pro nto un
respiró,
ué s otr o, en dir ec ció n a la ca ja. No se apresuraba, co mo
saltito , de sp mi ró con ind ec ibl e expre-
ro de su pr es a. An ton ia
si estuviera se gu pirando
n de ter ror a su hij o; do rm ía, ve nc ido po r el sueño, res
sió
acompasadamente .
co n ma no inq uie ta, de jó ca er sin ha ce r ruido la tap a
Entonces, Se gu ía sa lta nd o. Esta~
le. El an im al no se de ten ía.
del pesado mu eb o de
al pie de la ca ja. Ro de óla pa us ad am en te, se detuvo en un
baya
y de sú bit o, co n un sa lto inc reí ble en su pe qu eñ a talla,
los ángulos,
se plantó sobre la tap a.
vida
ton ia no se atr ev ió a ha ce r el me no r movimiento. To da su
An - entera-
se hab' co nc en tra do en su s ojo s . La Lu na ba na ba ah ora

he aq uí lo qu e su ce dió : el sa po co me nz ó a hin-
nte la pieza . Y d'igi·osa,
crnhears e por gra do s au me ntó au me ntó de un a ma ne ra pro.
hasta t · r ' lum en . Pe , rm an ec ió así du ran te un mmuto, en
que 1 np icar su vo os de
rn ª Po bre mu jer sin tió pa sa r po r su co ra zó n tod os los ahog
la t rar
ué s fue re du cié nd os e, re du cié nd os e haS a rec obnd
igi ó a la pu ert a Y atr av es a º
su p~ er_t~. De sp
for ma , sa ltó a tie rra se dir
el Pat~itiva

.....____, ac ªb0· por pe rd er se en tre las hierbas.
'

119
Entonces se atrevi ó Anton ia a levan tarse ,. toda tembl orosa . Con
un violen to adem án abrió de par en par la caJa. Lo que sintió fue de
tal modo horrib le, que a los pocos mese s murió víctim a del espanto
que le produjo.
Un frío mortal salía del mueb le abier to, y el much acho estab a
helad o y rígido bajo la triste luz en que la Luna amor tajab a aq uel
despojo sepulcral, hecho piedr a ya bajo un inexp licabl e baño de
escarcha.

(E n Las fuerza s extrañ as . Bueno s Aires, Huemu l, 1966.)

• lo r¡u e nn /·
a / U VOflfLJd •'
- ·~-........ qt'J npron (Jo t
' Oda
- - ----- ---.._.- ~- - ____ un a vid¡¡
___ QUEV
dura.•_ _ _ EDO
_ __
1~ ___
ANÓNIMO
La casa enca ntada

Una joven so ñó un a noche que camin aba por un extenso sendero


campesino , que ascen día por una colina boscosa, cuya cima estaba
coronada por una herm osa casita blanca, rodeada de un jardín .
Incapaz de oculta r su pl acer, ll amó a la puerta de la casa, que
finalmente fue abiert a por un ho mbre muy , muy anciano, con una
larga barba blanc a. En el mo mento en que ella empezaba a hablarle,
despertó. Todos los detall es de este sueño permanecieron tan gra-
bados en su memo ria, qu e por es pacio de varios días no pudo
pensar en otra cosa . Despu és volvi ó a tener el mismo sueño en tres
noches suces ivas. Y siemp re despe rtaba en el momento en que iba
a tener su conve rsació n con el anci ano.
Pocas sema nas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litch-
field , donde se realiz aba una fiesta de fi n de semana. De pronto
tironeó la mang a del condu ctor y le pidió qu e detuviera el automóvil.
Allí, a la derec ha del camin o pavimentado, estab a el sendero cam-
pesino de su sueño .
- Espéreme un mome nto - suplicó, y echó a andar por el sen-
dero, con el coraz ón latién dole alocadamente.
Ya no se sintió sorpre ndida cuando el caminito subió enros cán-
dose hasta la cima de la bosco sa colina y la dejó ante la casa cu yos
menores detalles record aba ahora con tanta precisión . El mismo
anciano del sueño respo ndió a su impaciente llam ado.
-Díga me - dijo ella- , ¿se vende esta casa?
- Sí - respondió el homb re- , pero no le aconsejo que la compre.
i Esta casa, hija mía, está frecue ntada por un fantasma ! .,
- Un fantasma - repitió la much acha -. ¡Santo Dios!, ¿y quien
es?
- Usted - dijo el ancian o- , y cerró suavemente la puerta .

( En Antolog ía del cuento extraño . Selecci.~n


, traducc ión y notas
, H h tte 1956.)
biográf icas de Rodolfo J . W al sh . Buenos Aires , · ac e '

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