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LIVING

‘La moda justa’, el ensayo


de Marta D. Riezu que
arrasa en ventas con su
invitación a vestir con ética
La periodista catalana se desmarca con un ensayo crítico, informativo y ágil
sobre todo lo que va mal en la industria. ‘Spoiler’: a pesar de la creciente
conversación en torno al concepto de sostenibilidad, el panorama sigue
siendo desolador

POR E VA BLANCO MEDINA

18 de noviembre de 2021
Cortesía de Leila Méndez
Una mudanza le sirvió a Marta D. Riezu (Terrassa, 1979) para darse cuenta de que
tenía ropa para “tres ejércitos”. Este hecho, unido al profundo conocimiento que su
profesión periodística le otorgaba sobre las viciadas dinámicas que mueven la industria
del vestir, le hizo desarrollar una nueva sensibilidad como consumidora de ropa. Lo
cuenta en La moda justa (Anagrama), un texto que, en apenas una semana –se
publicó el pasado 10 de noviembre–, ha conseguido colocarse en las primeras
posiciones de los ensayos más vendidos en Amazon. La propuesta de Riezu pasa por
analizar de manera resumida (limitaciones del formato) los grandes males que corroen
la moda –de la sobreproducción y el desenfreno consumista a la explotación laboral, el
oscurantismo en la cadena de suministro, la esquiva circularidad y la escalofriante
huella ecológica–, a la par que abre la puerta a la esperanza con un listado de
propuestas para que la cosa mejore. ¿El gran reto? Conseguir que el lector se inicie en
el camino del armario sostenible: un conjunto de prendas seleccionadas con
contención e inteligencia, cuyo origen sea perfectamente conocido (y lo más
respetuoso posible con el entorno).

¿Se gastó la palabra ‘sostenibilidad’ de tanto usarla?


Yo no hago ni caso a lo que me dicen las marcas, y cuanto más grandes menos me fío.
Una etiqueta con una hojita verde y una frase muy poética me cuenta que esto es
algodón orgánico. Bueno, eso ya lo veremos. Antes de comprar, pregunto e investigo.
No me da ninguna pereza. Si compras a lo loco te la van a colar por todos lados.
Yo no voy a entregar ciegamente mi confianza a una marca. ¿Por qué iba a hacerlo?
Nuestro dinero construye o destruye, según dónde lo invirtamos. Lo que llevamos
puesto es político, es un posicionamiento. No hablo de consignas baratas ni hippismos
ni prendas sostenibles pero horrorosas. Uno puede vestirse con ética desde la discreción
absoluta, la seriedad, el apoyo a la cultura, el refinamiento.

¿Pecamos los periodistas de poner demasiado el foco en


la actitud del consumidor y poco (o menos) en la
regulación de la industria y las prácticas empresariales?
Ambos son igual de importantes, y deben abordarse en paralelo. Los cambios
individuales suman y los cambios colectivos transforman. Como te decía, mi voto
es mi cartera. Los periodistas están atados muchas veces de pies y manos para criticar a
según quién, porque dependen de esas marcas para su publicidad. Creo que incluso el
más desinformado sabe un poco lo que hay. Las personas con muchos seguidores, por
muy ridículas que las encuentre a veces, tienen un poder comunicativo enorme, más
que algunos medios. Cuando veo en Youtube a uno que se gasta 900 € en Primark y
abre una caja con 85 prendas y se piensa que es, no sé, rico o estiloso o un triunfador,
bueno, ¿cómo contrarrestar tanta bobería? Pues nos toca hacerlo, mira.

Anagrama
De todos los grandes males asociados a la industria de la
moda, ¿cuál es el que más te preocupa personalmente?
Es fácil dejarse llevar por su lado más frívolo y vistoso. La moda está pensada por
estrategas brillantes del diseño, la economía y el marketing para que sea así: divertida,
sociable, alegría pura. Si no trabajas en esto nunca ves qué hay detrás, las miserias y
cutreces que esconde. La moda banal y egoísta es indistinguible a primera vista de
la moda honesta, bien hecha y respetuosa. Las dos lucen mucho. Para que no nos
estafen moralmente no queda otra que investigar a la marca que nos vende. Quién
está detrás de ella, dónde produce y cómo produce.

¿A qué temas concretos te hubiera gustado dedicar más


espacio en el ensayo?
No quería que fuese un ensayo contra la moda. Es un texto que alerta de una mala
relación con la moda. La ropa es un instrumento maravilloso para expresarse, conectar
con otras personas, crecer. Una prenda puede ser un manifiesto, un tesoro, un
artefacto histórico. Guardo la chaqueta de lana con la que se casó mi madre bajo
la nieve. ¿Cómo ponerle un precio a eso? Moda para mí no es comprar a lo loco, ni
hacer caso de las tendencias, ni entrar en la barbaridad de la no-repetición. La
repetición es lo mejor de la vida. La elegancia pasa por liberarse de esas
arbitrariedades infantiles, del ‘ya no se lleva’. ¡Qué estupidez! En La moda justa
invito a disfrutar la moda sin entrar en su juego, a aprovechar su potencial crítico y no
verla solo como un entretenimiento.

¿Cuáles son las cifras que más te impactan en relación a


la factura medioambiental de la moda?
De los 75 millones de trabajadores que se dedican a confeccionar ropa (yo creo que
más, porque los que trabajan desde casa son difíciles de cuantificar), un 98% no gana
lo suficiente para vivir. ¡Un 98%! Es esclavitud moderna. La gran mayoría son
mujeres. Ahí tienes el rostro sin rasgos de la moda: una mujer pobre e intercambiable.
Una moda basada en la mano de obra barata y en la explotación salvaje de recursos
naturales. Otra cifra mucho más tonta, pero significativa: usamos solo un 20% de
lo que tenemos en el armario. Yo a ojo diría que menos y todo. Un armario escueto y
de la mejor calidad que podamos pagar nos ahorraría mucho tiempo y espacio.

Al comienzo del libro relatas que una mudanza te hizo


darte cuenta de que tenías ropa “para vestir a tres
ejércitos”. ¿Qué tiene que pasar (además de una
mudanza) para que frenemos nuestras ansias
consumistas y nos demos cuenta de que no necesitamos
el enésimo vaquero en el armario?
Yo apuntaría a cinco factores. Uno: el entorno. Si tus amigos o tu familia son adictos a
las compras chorras lo tienes crudo, porque vas a asociarlo a cosas buenas, al afecto.
Dos: el presupuesto. La moda que vale la pena exige ahorrar, priorizar y elegir,
cosas nada divertidas pero necesarias para convertirse en un ciudadano civilizado.
Tres: nuestra casa, el espacio del que dispongamos para el guardarropa. Cuatro, y
clave: la propia curiosidad. ¿Te crees todo tal como te lo venden? Es el camino
directo a ser amablemente engañado a diario. Y cinco: la edad. La experiencia, la
sensatez y el hartazgo juegan a nuestro favor; yo desde luego compro mucho mejor que
cuando tenía veinte años. La sigo fastidiando, ¿eh? Pero menos.

Hablando de vaqueros, ¿deberían llegar al consumidor


con una etiqueta gigante en la que se especifique, entre
otras cosas, que se requieren 8.000 litros de agua para
producir un solo par?
Sé que la moda ha glorificado el denim y que todos los popes del diseño lo adoran,
pero ecológicamente es el demonio. Estéticamente, si te digo la verdad, apenas hay
denim interesante. La gran mayoría de los jeans son ridículos, feísimos. ¿Esos
engendros rotos y abiertos por las rodillas que lleva la generación tronista y
tiktokera? Los vaqueros con cristales: ¿cómo es posible esa afrenta? Además de tu
etiqueta gigante, que me encanta, yo añadiría otra que dijera: te puedes vestir con
algo mucho más elegante que los jeans, sal al mundo, adelante, inténtalo.
Por un momento pensamos que la pandemia marcaría
un punto de inflexión y los ritmos insanos de la
industria se relajarían por fin. ¿Dónde ha quedado esta
entelequia? ¿No hemos aprendido nada?
Las marcas grandes no tenían ninguna intención de cambio, y mientras puedan
producir a tope y ganar fortunas lo harán. Por eso: porque pueden. Porque las leyes lo
permiten. Los que ya dudábamos de muchas cosas nos hemos reafirmado. Los que
compran alegremente dudo que hayan abierto los ojos. Para muchos la moda es
escapismo y recompensa, no un momento de compromiso.

¿Verán nuestros ojos un sistema circular real en la


moda, en el que todo lo que se produzca acabe siendo
reciclado?
No. ¿Para qué vamos a engañarnos? Acaba de finalizar la cumbre de Glasgow. ¡Qué
manera de hacer el ridículo! Tanto vuelo de avión y tanto traje a medida para nada. Me
los imagino una semana antes, cortándose el pelo para estar guapos. El proceso de
reciclado es caro, complejo y contaminante. Aún así, es el único camino. Eso, y
multas que castiguen la sobreproducción (que pagarán, como las cadenas de
televisión pagaban silbando los minutos excesivos de anuncios) y leyes férreas acerca de
la Responsabilidad Ampliada del Productor. Pero las multas, el dinero, es solo dinero
que va y viene. ¿Cómo se repone la naturaleza destruida? Una selva perdida no
vuelve.

¿Por dónde recomiendas empezar a alguien que quiera


iniciarse en el camino de la ropa con conciencia?
Ante todo abogo por endurecer un poco el discurso y dejarse de tantos paños calientes,
eso de [pone voz infantil]: ¡Vamos, sé bueno, toma mi mano y bailemos juntos en
círculo! No. El mensaje es: no hay tiempo, no hay margen, el sistema de la moda está
podrido, es un horror, lo que hacemos con los animales no tiene nombre, con los
trabajadores ya ni te cuento. Sé un adulto decente y responde por tus actos: lo que
compras o dejas de comprar –en alimentación, en moda, en muebles– determinará
el futuro. ¿Pasos prácticos? Analizar con objetividad tu armario, regalar a amigos lo
que no usemos, intercambiar con ellos ropa que nos sirva, desconfiar de los mensajes
verdes facilones, poner en cuarentena cada compra y disfrutar la (mucha) ropa que ya
tenemos, que seguramente es fantástica.

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