01 - Mina Carter - Pursued by The Imperial Prince
01 - Mina Carter - Pursued by The Imperial Prince
01 - Mina Carter - Pursued by The Imperial Prince
Capítulo 1 ................................................................................................... 7
Capítulo 2 ................................................................................................. 17
Capítulo 3 ................................................................................................. 27
Capítulo 4 ................................................................................................ 36
Capítulo 5 ................................................................................................ 49
Capítulo 6 ................................................................................................ 60
Capítulo 7 .................................................................................................74
Capítulo 8 ................................................................................................ 84
Capítulo 9 ................................................................................................ 94
Capítulo 10 ..............................................................................................103
Capítulo 12 ...............................................................................................121
Prólogo
—No tienes que seguir adelante con esto, lo sabes... ¿No es así, cariño?
Jaida sonrió.
—Papá, estaré bien.
—¿Estás segura?
Los ojos del duque Lianl estaban llenos de preocupación cuando la giró
para mirarlo. Sus manos se detuvieron por un segundo en sus
brazaletes, luego se deslizaron hacia sus manos. Los brazaletes eran
nuevos, para marcar su mayoría de edad.
—Solo tienes dieciocho años, Jaida. Podemos posponer esto un año o...
¿Diez tal vez?
—Papá, está bien. Estoy bien. Ahora soy toda una adulta. Te preocupas
demasiado —Se rió entre dientes, un ligero sonido de diversión. Nada
podía molestarla hoy.
Su padre sonrió mientras la miraba. Sus ojos eran del mismo color que
los de ella, zafiro profundo rodeado de plata de sangre real.
—Te pareces a tu madre. Habría estado tan orgullosa de ti... —El duque
Lianl interrumpió cuando una tristeza familiar llenó sus ojos. Había
estado muerta diez años, pero Malden Lianl nunca había olvidado a su
esposa.
—Gracias. Espero que lo haya hecho —Apretó sus manos suavemente
antes de soltarlas y luego metió su mano en el hueco de su brazo— ¿De
acuerdo?
—Si estás segura.
Lord Malden cedió con un pequeño suspiro, pero ella captó el brillo del
orgullo en sus ojos mientras se enderezaba y asentía con la cabeza al
sirviente en la puerta. Estaban listos. La sirvienta abrió las puertas
delante de ellos y su estómago se apretó. Esto era todo. El momento
con el que había estado soñando durante años.
—Su gracia, Lord Malden, el duque de Lianl, y su hija, Lady Jaida —
anunció el heraldo. Su rica voz rodó alrededor del cavernoso salón de
baile, una voz resonante que llamó la atención de las multitudes
reunidas debajo.
¿Estaría aquí? El corazón de Jaida se metió en su garganta, tratando de
escapar de las mariposas maníacas que corrían alrededor de su
estómago. Los escalofríos se persiguieron sobre su piel mientras Jaida y
su padre se acercaban a la parte superior de la escalera formal. Ancha y
amplia, hizo una gran entrada al salón de baile del palacio, y como
dictaba la tradición, cada debutante bajó esos escalones para tomar su
lugar en la sociedad.
El corazón de Jaida tartamudeó hasta detenerse, ya no latía
salvajemente contra la seda formal de su vestido cuando todos en el
salón de baile de abajo se volvieron para mirarlos. Sus rodillas
temblaron, golpeando tan fuerte que se sorprendió de que la gente de
abajo no pudiera escucharlas.
Incapaz de evitarlo, Jaida levantó los ojos y miró hacia el salón de baile
de abajo. El piso era un caleidoscopio de color. Las sedas y rasos
brillantes de los vestidos formales de las mujeres contrastaban
fuertemente con los grises y verdes sombríos de los hombres.
Su mirada recorrió el pasillo. ¿Todas estas personas realmente habían
acudido solo para verla presentada ante la corte? Sus ojos buscaron
entre la multitud, buscando una figura en particular. Tenía que estar
aquí. Una figura alta y de hombros anchos vestida de negro y con la faja
de sangre real. Su aliento quedó atrapado en su garganta cuando su
mirada chocó con la plata penetrante.
Estaba aquí.
Su alteza, el príncipe Sethan Kai Renza. No solo un príncipe real, sino un
príncipe imperial y el soltero más elegible en los Sistemas Combinados
del Quinto Principado. El único hombre que le interesaba ver.
Todo se desvaneció en el fondo mientras se movía hacia ella, la multitud
se separaba como agua ante él.
Su mano apretó el brazo de su padre mientras se detenían en la
cabecera de las escaleras. Permanecerían allí hasta que fuera invitada
formalmente a la corte, luego ella caminaría sola.
Era un Viaje que significaba su transición de la infancia a la feminidad y la
marcaba como elegible para el matrimonio.
—Respira, cariño —dijo su padre suavemente, obviamente
malinterpretando su tensión como nervios—. Imagínalos en ropa
interior si eso ayuda.
—¡Papá!
—Especialmente el joven Kai-Renza. Lo recuerdo como un mocoso
mimado en pañales —El duque Lianl continuó, ignorando el hecho de
que Jaida estaba tratando de contener su risa y fallando gravemente.
Afortunadamente, al estar en la parte superior de la amplia escalera,
solo su padre podía escuchar los delicados resoplidos de risa que no
podía contener.
—¡No puedes decir cosas así! Es... No sé, ¿traición tal vez?
El duque se encogió de hombros, pero la diversión se drenó de su rostro.
Debajo de ellos, el Príncipe dio un paso adelante.
—Qué demonios... —La voz de su padre hizo eco de la conmoción
cuando Sethan se dirigió al final de la escalera en una violación total del
protocolo.
¿Qué estaba haciendo? La tensión en el cuerpo de su padre se estaba
apoderando, fluyendo a través de Jaida.
—Duque Lianl, es un placer verte en la corte nuevamente —Sethan
inclinó la cabeza en deferencia al estatus de su padre como duque real.
Luego dirigió su atención a Jaida, y el calor estalló en sus ojos plateados.
Se estremeció. Se sentía como si su alma hubiera sido marcada.
Entonces Seth hizo algo que nadie esperaba.
Se inclinó en una profunda reverencia antes de enderezarse y extender
su mano hacia ella.
—Mi señora, ¿me harías el honor?
Capítulo 1
1
Sheesh: Expresión o voz que refleja una emoción o una exaltación del ánimo.
mensajera de alta velocidad en Arcalis Prime hasta una camarera en los
cafés en la nube en Selenis. Diferentes carreras, diferentes nombres,
diferentes identidades. Cuando una cubierta se volvió tan completa y
fácil, tan fácil que comenzó a creer en ella, supo que había estado en el
mismo lugar demasiado tiempo.
Era hora de seguir adelante, antes de que se sintiera cómoda y
comenzara a cometer errores. Los errores permitirían a Seth
encontrarla, y luego la gente moriría. Siempre lo hacían. El problema era
que le gustaban Felis y los chicos. Por primera vez en años se sintió
como en casa. Si una mujer buscada pudiera relajarse lo suficiente como
para sentirse en casa en cualquier lugar.
—¡Jai! El jefe quiere verte en la oficina.
Otra voz interrumpió su conversación. Ambos cargadores giraron hacia
el pesado zumbido de un elevador de grúa que se acercaba. Jaida
ocultó su estremecimiento cuando el conductor las miro con lascivia.
Todas las mujeres en los muelles sabían de Hanrahan, todas habían sido
objeto de sus comentarios sexistas y sugerentes.
—Hola Jai, ¿quieres una mano para salir de esa lata? ¿Quizás un masaje?
—No, gracias Han, podría atrapar algo —Se dio la vuelta con un
zumbido mecánico, poniendo los ojos en blanco cuando pasó junto a
Felis—. Mejor ver lo que quiere el jefe. Te veré mañana si no salgo antes
de que te vayas.
—Está bien, dulces de buena suerte. Con el estado de ánimo en el que
ha estado, es posible que lo necesites.
~~~
Algo andaba mal. Jaida llegó a las puertas principales y se detuvo por
un momento mientras un zarcillo de temor se abría paso por su
columna vertebral. Entrecerrando los ojos, trató de echar un vistazo al
vestíbulo mientras pasaba por el primer conjunto de puertas correderas.
No podía quedarse aquí. La bahía tenía una secuencia de tiempo. En
cinco minutos, el campo de fuerza se rompería y se quedaría tratando
de respirar el vacío duro. Algo que no le apetecía hacer particularmente.
Entre la espada y la pared2. Dio un paso adelante. Las puertas se cerraron
detrás de ella con un sólido golpe. El sonido rodó a través suyo como
una sentencia de muerte. Sus instintos le gritaron que corriera, no que
entrara en el vestíbulo de recepción.
—Mierda, mierda, mierda. Esta es una mala idea.
Se adelantó a las puertas y trató de mirar a través de ellas mientras la
esclusa de aire pasaba por su ciclo. Siempre había pensado que era
exagerado, con la bahía afuera, pero ahora estaba contenta del retraso.
Tratando de despreocuparse, escaneó el vestíbulo. Ya su mente ágil
estaba trabajando en todas las rutas para salir del edificio.
Miriam, la recepcionista, se sentaba detrás del gran escritorio de vidrio
flexible y acero, con los auriculares puestos y las manos moviéndose
rápidamente sobre la holoconsola frente a ella. Sus dedos se retorcían y
pellizcaban mientras trabajaba, arrancando imágenes que Jaida no
podía ver desde este lado del escritorio.
Escaneó alrededor, su visión se desplazaba de un lado a otro de la
habitación. Frente al mostrador de recepción, un pequeño grupo de
sofás se ubicaba frente a ventanas de cuerpo entero con vista a los
muelles de carga. Después de haber trabajado en ellos durante meses,
habría elegido una vista diferente. Incluso una pared en blanco habría
sido preferible.
Nada estaba fuera de lugar, ni siquiera una hoja en las caras palmeras
terranianas en la esquina.
2
Entre la espada y la pared: rock and a hard place dice el texto en inglés.
—Está bien, saltando a las sombras. Contrólate, Jai —Se dijo a sí misma
mientras las puertas frente a ella se abrían y pasaba.
—Hola Miriam, el jefe me llamó. ¿Debo esperar?
Jaida se dirigió hacia las sillas discretamente escondidas detrás de las
palmas. A diferencia de los sofás de felpa para los visitantes, estos eran
de plástico duro y limpio. Para los trabajadores, gente como ella. La
escoria de la sociedad. Hace mucho tiempo se habría sentado en los
sofás y no habría pensado nada al respecto.
Esos días habían quedado atrás. Fue a sentarse en la silla más cercana a
la puerta del ascensor.
—No. Sube, entra directamente —dijo Miriam.
Con una ceja levantada de sorpresa, Jaida se puso de pie y se dirigió
hacia allí. No fue hasta que la puerta se cerró detrás de ella y el ascensor
comenzó a funcionar que procesó lo que Miriam había dicho.
Entra directamente.
Nadie iba directamente a la oficina de Gregaris. Era un tipo accesible,
aunque un poco contundente, pero aun así, nadie iba directamente a su
oficina. La sensación de que algo andaba mal la golpeó en el estómago
nuevamente, robándole el aliento. El ascensor era demasiado pequeño.
No podía escapar. Durante cinco años se había asegurado de que
siempre tuviera una ruta de escape, que siempre hubiera una salida. El
pánico se apoderó de su intestino y su corazón se metió en su garganta.
Algo andaba mal. Arrastró respiraciones profundas hacia sus pulmones
y obligó a su ritmo cardíaco a bajar a algo que se acercaba a la
normalidad. Funcionó, pero apenas. Su corazón latió con fuerza y se
estrelló contra su caja torácica. Los lados de su cuello le dolían con toda
la tensión mientras luchaba contra sus instintos de lucha o huida.
Poco a poco los controló, mordiéndose el labio inferior mientras
observaba cómo contaban los números sobre la puerta. El sudor se
deslizaba entre sus omóplatos y por el valle entre sus senos. No pasaba
nada; no había forma de que Seth pudiera haberla encontrado aquí, no
con todos los aros que había saltado para establecer esta identidad.
Una gran cantidad de dinero había cambiado de manos para que ella
obtuviera los números de identificación y medicos de un niño que había
muerto a los siete años, pero cuyos padres nunca habían registrado la
muerte. Los números médicos valían su peso en oro.
La puerta sonó. Tragó una bocanada de aire mientras se abrían para
revelar el pasillo más allá. Estaba vacío.
Sacudiendo la cabeza, Jaida salió del ascensor y caminó hacia la oficina
de Gregaris. La alfombra de felpa bajo sus pies se comía el sonido de sus
pasos mientras se acercaba a la puerta. Su mano se extendió, estaba
casi en el mango, cuando se detuvo. Un ceño fruncido arrugó la frente.
Algo andaba mal. Los instintos que habían estado clamando desde el
vestíbulo se unieron a ella y se convirtieron en gritos tribales. Esta vez,
escuchó.
Arrebató la mano del mango y giró sobre su talón. El espacio entre sus
hombros le picaba mientras regresaba por el camino que había venido.
Podía sentir el punto de mira pintado en su espalda, una pequeña marca
roja bailando sobre su piel como una mariposa.
Al pasar por la puerta del ascensor, se dirigió a las escaleras de
emergencia al final del pasillo. Apenas había cubierto la mitad de la
distancia cuando comenzó a abrirse. Su corazón se detuvo,
revoloteando profundamente dentro de su pecho cuando comenzó a
retroceder. Sabía lo que vería antes de que el soldado fuertemente
armado entrara por la puerta abierta.
El tiempo se hizo más lento cuando la boca del rifle del soldado se
balanceo hacia ella. El punto rojo de la mira láser recorrió las paredes
pálidas, y luego a través de su campo de visión, cegándola por un
segundo. Dio media vuelta y corrió hacia el ascensor, gritando y
golpeando sus manos contra el metal plano de las puertas cerradas.
—No. Oh, por favor, Señora, no...
Lo habían vuelto a llamar. Pulsó los botones frenéticamente mientras
más soldados se amontonaban en el pasillo. No había salida, solo el
ascensor y las escaleras actualmente llenas por guardias imperiales. O...
La oficina al final del pasillo, la puerta que se cierne en su visión
periférica como un presagio de fatalidad.
—Cojones...
Abandonó el ascensor y corrió por el pasillo, agarrando cada manija a
medida que pasaba, esperando más allá de la esperanza de que una
cedería. Si pudiera entrar en uno de ellos, podría encontrar un conducto
de ventilación o algo así. No sería la primera vez que escapaba de él de
esa manera.
—Lady Jaida Lianl, por orden de Su Majestad Imperial, está bajo
arresto...
—¡Que se joda su Majestad Imperial!
Su mano se cerró alrededor de la última manija de la puerta, y maravilla
de maravillas, se abrió. Tropezó y se estrelló con fuerza contra un pecho
sólido. Fuertes brazos se cerraron a su alrededor, y con un jadeo miró
hacia los familiares ojos plateados.
—Pensé que nunca preguntarías.
—No... —Su jadeo de negación fue automático mientras luchaba contra
su agarre, vicioso como un gato montés, resistiendo y agitándose en su
abrazo.
—Sí —Sofocó sus luchas tirando de ella con fuerza contra él.
El pánico y la conciencia estallaron a través de ella ante la sensación
familiar de su cuerpo contra el de ella. Su Alteza Imperial, el Príncipe
Sethan Kai Renza. Seth. El hombre que una vez había amado con todo
su corazón y alma.
La derrota envolvió su corazón en un abrazo aplastante mientras
miraba hacia arriba. Tenía la cara de un ángel oscuro, todas líneas duras
y masculinas. Sus ojos eran de plata mercurial, su tono casi felino,
rodeados de pestañas gruesas y oscuras. Una nariz recta se sentaba
sobre labios pecaminosamente carnosos con fama de hacer que incluso
una sacerdotisa tuviera pensamientos desenfrenados. Era tan guapo
como ella recordaba, pero donde una vez su expresión había sido
encantadora, ahora era dura y triunfante.
—¡Déjame ir! —Empujó la pared de ladrillos de su pecho, pero fue un
gesto inútil. Seth estaba sólidamente construido con el físico de un
guerrero. Una vez la había excitado, pero ahora mismo daría todo lo
que poseía para estar al otro lado de la galaxia.
—Cualquiera pensaría que no estás contenta de verme —Su acento era
rico y suave, solo un indicio de su acento de la corte que empañaba el
estándar galáctico que hablaba.
El labio de Jaida se curvó en una mueca de desprecio.
—¿No crees? Diosa, debiste estar al final de la cola cuando estaba
entregando los cerebros.
Hizo una mueca ante sus palabras. Sabía que lo haría. El dialecto del
muelle áspero irritaría sus nervios tanto como el insulto.
—No hables así —Su mano se deslizó en el cabello de su nuca, y su
pulgar acarició la piel sensible a un lado de su cuello. Negándose a ser
intimidada, ya sea por su toque o por su cuerpo más grande y poderoso,
ella tiró contra su agarre.
—¿O qué? ¿Me declararas proscrita, me exiliaras de mi familia y me
denunciaras como criminal? Oh... espera. Ya lo hiciste.
La ira estalló en sus ojos plateados. Se inclinó hasta que sus labios
rozaron su oreja y susurró.
—Eres mía, siempre lo fuiste.
Resopló, un sonido poco elegante de diversión y desprecio.
—Nunca seré tuya, Seth. Nunca. ¿Por qué crees que me fui? No eres lo
suficientemente hombre para mí.
Era una tontería decirle a un príncipe imperial, especialmente a Seth,
pero ella no estaba pensando. Quería lastimarlo. Asestar un golpe a su
orgullo masculino. Le dolía el corazón por la mentira, pero ahora que la
había atrapado, era la única arma que tenía. Su corazón había sido
destrozado sin posibilidad de reparación de todos modos, entonces,
¿qué era un dolor más?
Todo lo que importaba ahora era ocultar el efecto que verlo de nuevo
estaba teniendo en ella. Mantuvo su expresión fría y furiosa, pero en el
fondo un aleteo había comenzado en el espacio vacío y magullado de su
alma. La sangre corría más rápido por sus venas al tocarlo, y la sólida
fuerza de su cuerpo contra el de ella comenzó un fuego en su vientre
que ardía más brillante cada segundo.
—¿No soy lo suficientemente hombre? —Su ceja se elevó, un arco de
cuervo contra su piel pálida. La Corte es pálida. Ninguno de los nobles
sería lo suficientemente grosero como para permitir que su piel se
bronceara. Bueno, a menos que hubieran estado huyendo durante cinco
años como ella, tomando cualquier trabajo que pudieran solo para
comer y proporcionar un techo sobre su cabeza. Lo primero que había
hecho para encajar era broncearse.
—Nunca.
Tan pronto como la palabra salió de su boca, supo que había ido
demasiado lejos. La furia brilló en sus ojos, quemándola hasta su alma.
Sus dedos se apretaron en su cabello. Trató de apartar la cara, pero él
enganchó un dedo debajo de su barbilla y tiró. No suave, no áspero,
simplemente imparable.
Sostenida firmemente, observó cómo los labios de Seth descendían. Un
gemido escapó cuando separó sus labios y empujó su lengua más allá de
ellos para reclamar la dulzura interior. El toque de sus labios destrozó
sus defensas. La incredulidad y la necesidad surgieron a través de ella en
cantidades iguales. Se había prometido a sí misma que, si sucedía lo
peor y la capturaba de nuevo, estaría tan fría como la tumba. No le
respondería en absoluto. Para ella, Sethan Kai Renza había dejado de
existir como hombre.
Sí, claro.
Su beso fue diseñado para castigar y humillar, pero tan pronto como la
tocó, su cuerpo respondió. La sangre en sus venas se calentó y sus
pechos se tensaron mientras la sostenía. Su ritmo cardíaco se tambaleó
y se disparó cuando desarrolló problemas para respirar a continuación.
Lo peor de todo fue el calor que se extendía desde su núcleo. La
vergüenza quemaba pancartas brillantes en sus mejillas.
Gimió contra sus labios mientras su lengua empujaba de nuevo,
deslizándose a lo largo de la suya y exigiendo su respuesta. Una
respuesta que ella dio, tentativamente al principio, pero luego con
pasión involuntaria. Su lengua se enredó con la suya en una danza
erótica, pero le dolía el corazón. Después de todo lo que le había hecho,
¿cómo podía anhelar su toque?
Levantó la cabeza. El calor y la satisfacción engreída colorearon sus ojos.
—No soy lo suficientemente hombre, ¿verdad? —Se burló mientras se
alejaba.
Reprimió la sensación de pérdida. No había forma de que ella quisiera
que la tocara, nunca más.
—Llévala a mi habitación en el Babilonia, y por el amor de Dios,
restriega el hedor del muelle de ella.
Capítulo 2
~~~
Seth se paró en el pasillo y trató de recomponerse. Estaba allí. Podía
sentir su firma psíquica mientras se desenrollaba y rozaba su mente. El
delicado contacto, el que había buscado durante tantos años, lo tenía
duro y dolorido en un abrir y cerrar de ojos.
Aspiró un aliento áspero. Pensó que el tiempo había exagerado su
reacción hacia ella, pero la necesidad lo golpeó con la fuerza de un
crucero estelar, tan aguda e inmediata como lo recordaba. Había sido
todo lo que podía hacer para controlarse antes, cuando había estado en
sus brazos.
Sin embargo, se había protegido, ocultando la gloria de su aura de él
para que no pudiera sentirla. Probablemente era automático para ella.
Había pasado tanto tiempo escondida entre plebeyos sin una pizca de
habilidad psíquica. Si no hubiera aprendido a ocultarse, entonces se
habría destacado como un pulgar dolorido. Fácil para aquellos que
había enviado detrás de ella.
Aquí, donde no podía verlo y ya no tenía necesidad de ocultar sus
habilidades, se había relajado un poco. Era solo una fracción, pero fue
suficiente para probarlo. Apoyó la cabeza contra el metal frío de la
puerta y suspiró mientras disfrutaba de su calor. Todo lo que quería
hacer era derribar la maldita puerta y entrar allí. Recogerla en sus
brazos y tomarla como suya de nuevo.
Entró por la puerta y se detuvo, con todos sus sentidos en alerta. Sus
hombres habían revisado todo el hotel, y los barridos de sensores
habían confirmado que estaba claro, pero no tenía sentido tentar al
destino. Tantos asesinos habían sido enviados tras Seth que había
aprendido a nunca relajar la guardia. En el instante en que lo hiciera, el
pinchazo de un cuchillo contra su garganta terminaría con su vida.
Su mirada recorrió la habitación principal de la suite. Cuando sus ojos e
instintos le aseguraron que no había nada fuera de lo común, miró a la
pequeña y esbelta mujer enmarcada por la ventana. Su corazón se
estrelló contra su pecho cuando el triunfo surgió a través de él. Por fin,
después de tantos años, finalmente la tenía, pero era una victoria
agridulce. La tenía prisionera, pero a menos que la mantuviera
encadenada, se iría de nuevo.
Estaba de espaldas a él, pero la tensión en su cuerpo le decía que sabía
que él estaba allí. Caminó hacia adelante, sus ojos acariciando las líneas
de su figura. El cabello negro púrpura que recordaba caía en cascada
por su espalda en ondas de seda, rozando la piel cremosa con la que
había pasado noche tras noche fantaseando. El vestido de la corte
mostraba sus delicados hombros y la curva sensual de su columna
vertebral, pero los delgados brazos a su lado no estaban adornados por
los puños de una mujer noble.
La ligera gordura de la juventud se había desvanecido de sus mejillas y
extremidades, dejando un aire inquietante en sus rasgos y una
delicadeza en su constitución que pasó por alto su ira y se conectó
directamente a los instintos de un hombre que miraba a la mujer que
amaba.
Se detuvo detrás de ella, tan cerca que podía extender la mano y tocarla.
Sin embargo, no lo hizo. Había esperado tanto tiempo por este
momento, lo había imaginado en su mente muchas, muchas veces, pero
ahora que estaba aquí, no sabía si podría seguir adelante. Había
planeado humillarla, tomar lo que quería de la manera más brutal
posible, y luego dejarla a un lado cuando se aburriera.
Se puso rígida, solo un pequeño movimiento, pero Seth lo captó. Su
cabeza se volvió hacia un lado, lo suficiente para que él vislumbrara su
perfil.
—¿Cómo me encontraste? —Su voz era melodiosa y suave, sin
traicionar ninguna emoción. Mentalmente la aplaudió. Proyectó la
imagen de la dama perfectamente educada. Incluso si hubiera
irrumpido aquí, con la hoja manchada de sangre en la mano después de
cortar una franja a través de todo el personal del hotel, dudaba que ella
hiciera algo más que levantar una ceja delicadamente arqueada.
Era la perfección, y al mismo tiempo, una farsa total. Sethan apretó los
dientes. Sabía que bajo esa manera remilgada y apropiada había fuego y
pasión. Solo una noche con ella lo había hechizado, pero luego corrió y
lo dejó desamparado.
—Has sido descuidada estos últimos meses, Jai —respondió, dando el
nombre de la trabajadora que había estado usando. Había estado
trabajando como una trabajadora servil y humilde limpiando lo que
ensuciaban otras personas en lugar de acudir a él. La ira volvió a
aumentar, pero la controló.
—Hubo un avistamiento el mes pasado en el puerto espacial en Terranis,
así que estaba en el sistema cuando recogieron tu identificación aquí.
Jaida asintió, volviéndose para mirar por la ventana nuevamente.
El temperamento de Seth subió otro nivel.
—Realmente no pensaste que podrías superarme por mucho más
tiempo, ¿verdad? Incluso si no hubieras venido aquí... Sabes que todavía
te habría encontrado, ¿no? —La agarró por los hombros y la giró para
enfrentarlo.
Su aliento quedó atrapado en su garganta mientras miraba su rostro,
libre de mugre por primera vez. Señora, era más hermosa de lo que él
recordaba. Levantó la vista. Por una fracción de segundo, Seth cayó en
las profundidades de zafiro de sus ojos antes de que sus párpados
bajaran. Cuando volvió a mirar hacia arriba, el miedo que había visto allí
había desaparecido y la máscara volvió a su lugar. Bajo sus manos, un
temblor recorrió su cuerpo, dándole pistas. Estaba asustada, más de lo
que estaba dejando ver.
Los labios de Seth se apretaron un poco. Bien. Debería estarlo. Se
inclinó, su aliento agitando los rizos junto a su oreja.
—No hay escapatoria de mí, Jaida, no para ti. Nunca.
Trató de sofocar el escalofrío que recorría su cuerpo ante el agarre
calloso sobre sus hombros. La amenaza en la voz de Sethan estaba
implícita y la mirada en sus ojos era dura. Era exactamente como ella lo
recordaba.
Esos pensamientos eran en los que una vez se había deleitado y sobre
los que había construido fantasías adolescentes. Pensamientos que
había pasado cinco años tratando de olvidar, y la Señora la ayude, los
que no quería que se le recordaran ahora. Le dolía el corazón mientras
evitaba su mirada. No podía soportarlo, o él leería la expresión en sus
ojos.
—Mírame —Su voz era suave, pero las palabras eran una orden. Las
palabras de un hombre que estaba acostumbrado a ser obedecido—.
Respóndeme. Admite que no hay escapatoria.
Su garganta se apretó en pánico. Su mirada viajó por la túnica
fuertemente bordada, más allá del cuello abierto, y hasta su mandíbula.
Fuerte y sombreada con rastrojo, era lo más lejos que se atrevía a mirar.
Ya no era una mujer noble, y a pesar de su valentía anterior, ningún
plebeyo miraba directamente a la realeza.
—No, Su Alteza, no hay escapatoria. Nunca la hubo —respondió
aburrida, tratando de desviar la tormenta que sabía que se avecinaba.
Comenzó a mirar hacia abajo de nuevo, pero su mano se movió,
clavándose en el cabello en la nuca. Sus dedos se entrelazaron en las
largas hebras y tiraron de su cabeza hacia atrás suavemente. No luchó;
No tenía sentido. Era más fuerte que ella. Mantuvo los ojos bajos,
negándose a mirarlo.
—Mírame. No volveré a preguntar —dijo Seth en voz baja—. No quieres
enojarme o...
Su mirada se levantó y ella lo fulminó con la mirada.
—¿O qué? ¿Cazarme a través de la galaxia otra vez? ¿O esta vez planeas
hacerme un favor y matarme?
Sus ojos se endurecieron y ella tembló por dentro, negándose a mostrar
miedo. El temperamento de Seth era tan famoso en la corte como su
encanto. Hace cinco años había sido tratada con ese encanto, pero
ahora, después de haber herido su ego, sospechaba que iba a ser
tratada con el otro.
—Oh no, mi señora, tengo algo mucho más... placentero en mente que
matarte —Se inclinó, su intención inconfundible. Esperó hasta que su
aliento susurró sobre sus labios, hasta que sus labios estuvieron a solo
milímetros de los de ella, luego giró la cabeza.
Su beso aterrizó en su mejilla.
Seth se congeló. Su mano, todavía sujeta alrededor de la parte posterior
de su cuello, se detuvo mientras apoyaba su frente contra la de ella. Un
momento después se apartó, y su cálido aliento se avivó contra su
cabello.
—Si así es como lo quieres... Podemos jugar duro. Pero te garantizo que
no te gustará.
Su voz era tensa por la ira, el cuerpo enroscado por la tensión. Jaida
sabía mejor que mirar hacia arriba. Era atrevida, sí. En los lugares en los
que había estado, había tenido que correr la boca para evitar ser
anulada y perdida en las masas. Aun así, nunca se había enfrentado a
ningún bocazas en un bar que fuera la mitad de peligroso que Seth.
Su agarre se apretó aún más en la parte posterior de su cuello,
obligándola a mirar a su alrededor. No quería. Tensó su cuello para
luchar contra él, pero no hizo ninguna diferencia. En cuestión de
segundos su enfrentamiento había terminado y él arrastró su barbilla
alrededor y hacia arriba. Su mirada se dirigió a la suya por un segundo y
se encontró con el cálido mercurio. Sus ojos brillaban de ira, deseo y
escondidos debajo, una necesidad profunda y oscura que asustaba la
vida de ella.
Incapaz de mirarlo a los ojos un momento más, miró hacia abajo. Un
deseo de respuesta estalló a través de su cuerpo como un fuego
repentino, dejando un calor hirviendo a su paso. La desesperación y la
negación se perseguían mutuamente a través de su cabeza.
No sentía nada por él, no quería sentir nada por él. No con la forma en
que la había tratado en el pasado... cómo continuó tratándola ahora.
Como algo que poseía, una posesión.
Sus brazos se apretaron alrededor de ella mientras inclinaba la cabeza.
Iba a besarla... Se quedó quieta en anticipación, y se odió a sí misma
cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
La tensión se enrolló alrededor de la excitación que zumbaba a través
de su cuerpo mientras esperaba que sus labios fueran atacados
nuevamente. En el fondo, lloraba por los suaves besos con los que la
había cortejado hace cinco años.
Ingenua como había sido en ese entonces, todavía había sentido los
deseos más bajos que había mantenido bajo control. Entonces, la había
emocionado. El hecho de que la quisiera tanto, pero la tratara con tanta
reverencia y cuidado, la hizo sentir como una princesa. Su princesa.
La dura realidad se abrió camino de regreso a su corazón. Todo eso se
había detenido cuando la metió en la cama y tomó lo que quería. Su
príncipe azul había desaparecido con su virginidad, y luego había
mostrado sus verdaderos colores.
La ira se arremolinaba a su alrededor como un manto de oscuridad,
pero su beso fue sorprendentemente suave. Los labios firmes se
inclinaron sobre los suyos, se detuvieron y luego pasaron a una
exploración lenta pero exhaustiva. Se mantuvo quieta mientras él
presionaba besos ligeros como plumas en sus labios. De un lado al otro
y luego viceversa. Cuando hizo un circuito completo, se apartó un poco,
acariciando su nariz en un gesto suave. Un gesto que casi podría
confundirse con amor.
Oh, era bueno. A pesar de que sabía que era una mentira, su corazón
amenazaba con derretirse.
—Resistete a mí todo lo que quieras —Su voz era un susurro bajo. Tenía
una voz que era pura tentación, tonos roncos que la hacían pensar en
noches calurosas y sudorosas de placer entre sábanas frías—.
Conseguiré lo que quiero. Siempre lo hago.
—¿Qué quieres? —susurró impotente contra sus labios. Después de su
crueldad anterior, su gentileza la confundió. ¿Cuál era el verdadero Set?
—Te quiero —Mordisqueó su labio inferior y su control comenzó a
agrietarse. Chispas de deseo se dispararon a través de su cuerpo,
saltando y rebotando entre sí como coches de choque. Se estremeció,
herida tan fuertemente que cada sensación se incrementó cien veces—.
Te quiero a ti, por completo. Te quiero en mi cama, tú...
¿Tu corazón, como el mío es tuyo?
Seth hizo una pausa para alisar su lengua sobre las pequeñas heridas
que había infligido.
—...tu admisión de que me perteneces.
Sus esperanzas se estrellaron y se quemaron como un corredor solar en
un accidente fatal, marchitándose a cenizas en su pecho. Ella... éste...
era solo una reivindicación para él. Había huido de él y su orgullo
masculino simplemente no lo permitía.
—No más hablar. Ahora mismo, quiero probarte. Por completo.
Todavía entumecida por la conmoción por el camino que sus
pensamientos habían estado siguiendo, al principio no se dio cuenta de
qué se trataba. Enganchando sus dedos en su vestido, comenzó a
arrastrar la tela de sus hombros. Un tirón rápido y los sujetadores
ocultos cedieron. El vestido se deslizó por sus brazos, el escote siguió su
ejemplo.
Jaida jadeó y se aferró a la tela que caía, atrapándola entre sus brazos y
su cuerpo. El aire frío susurró sobre la parte superior expuesta de sus
senos. Bajo la seda, sus pezones se tensaron hasta convertirse en
guijarros doloridos mientras su mirada hambrienta recorría su piel.
Una ola de calor recorrió su columna vertebral mientras la abrazaba. Un
brazo duro se enroscó alrededor de su cintura, y se echó hacia atrás,
lejos de él.
—No hay nada que hacer. Dejé la degustación para Año Nuevo.
Incluso para sí misma, su negación carecía de convicción. Sintió que sus
labios se retorcían mientras él acariciaba su cuello.
—¿Quieres intentarlo de nuevo y decirlo en serio, cariño?
—¿Quieres follar y morir?
—Creo que la señora protesta demasiado.
Una mano grande se extendió sobre la parte posterior de sus caderas y
las apretó cómodamente contra la suya. Sus ojos se abrieron cuando la
dureza de su polla presionó contra ella. Una espiral de excitación
atravesó su núcleo mientras los recuerdos no deseados de su única
noche juntos la asaltaban.
—¿Se supone que eso me impresionará? —desafió, a pesar del hecho de
que su cuerpo se apretó ante la idea de tenerlo dentro de ella, un
pensamiento que aprovechó todos los instintos femeninos que tenía y
exigió que presionara contra él. Insistió en que frotara sus suaves curvas
contra las llanuras más duras de su cuerpo en un intento deliberado de
burlarse de él y hacer que cumpliera la dura promesa que se le había
hecho. No lo hizo. Ejerciendo un control que no tenía idea de que era
capaz de hacer, frunció el labio—. Pasable. Creo que sí. Lo he pasado
mejor.
La temperatura en la habitación bajó varios grados. Detrás de ellos
llamaron a la puerta.
—¿Su Majestad? El piloto está aquí y esperando que abordes con tu...
compañía.
Seth levantó la cabeza. Sus ojos estaban tan duros como un diamante
cuando se alejó y se enderezó la chaqueta.
—¿Pasable? Oh, mi señora, te vas a arrepentir de decir eso —prometió,
y Jaida sintió la verdad de sus palabras hasta el alma—. Cúbrete, nos
vamos.
Capítulo 3
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Los ojos de Seth brillaron con renovada ira y su mandíbula articulo como
si estuviera buscando una respuesta. Lo tenía muerto a los derechos. La
mayor parte de la nobleza tenía cortesanas; Se consideraba una
profesión honorable para las clases bajas. ¿Pero amor? El amor rara vez,
o nunca, entró en la ecuación.
Por la furia en sus ojos, a Seth no le gustaba que le recordaran ese
hecho. La confusión reinaba en su corazón. Había comenzado esto en la
mañana en que ella corrió, ofreciéndole sedas de cortesana en lugar de
la banda de compromiso que ella había esperado... demonios, que tenía
todo el derecho de esperar. Jaida no era de clase baja; su sangre era tan
noble como la suya. Para él, llevarla a la cama, quitarle la virginidad y
luego no ofrecerle matrimonio era un insulto de primer orden.
Sin embargo, ¿cómo podía haberle ofrecido matrimonio? Su ayuda de
cámara se había complacido en informarle que Seth ya estaba
prometido, o tan bueno como eso. Los arreglos para su matrimonio con
la princesa Amelia del sexto principado ya estaban en marcha,
comenzaron mucho antes de que comenzara a cortejar a Jaida. Algo
que él no le había mencionado por completo.
Sus ojos permanecieron bloqueados. Se negó a mirar hacia otro lado.
Tenía razón, y él lo sabía. Ninguna de las reglas de la sociedad educada o
las reglas que gobernaban a las cortesanas se aplicaban aquí. Voló ese
libro de reglas al cielo hace cinco años.
Abrió la boca para hablar, pero todo lo que iba a decir fue interrumpido
por un tintineo insistente de la sala principal. Una llamada entrante, y si
los tres chirridos repetidos una y otra vez eran una indicación, era
importante.
—Maldita sea, no puedo creer esto —gruñendo se alejó de ella.
Temblando por la pérdida de calor de su cuerpo, Jaida tiró de la seda
que había sido su vestido alrededor suyo y se quedó quieta.
Lágrimas calientes picaban en la parte posterior de sus ojos, pero las
ignoró. Había pensado que podía hacer esto, distanciarse de sus
emociones y dejar que él tuviera lo que quería... Dejar que la follara, que
pasara su lujuria en su cuerpo hasta que se cansara de ella. Entonces
podría desvanecerse en el fondo, desaparecer en algún planeta
remanso y vivir su vida sin ser perseguida. Tal vez incluso algún día
encontrar un hombre y tener una familia...
Cerró el pensamiento antes de que se materializara por completo.
Planes como ese no iban a funcionar, porque no podía hacer esto. Había
pensado que podía, pero no era así. Cuando era niña había soñado con
cómo sería su vida. El sueño de una niña de una vida perfecta completa
con un príncipe romántico y una boda de cuento de hadas.
Sus sueños se habían hecho añicos junto con su corazón, pero quedaba
una cosa de su infancia que no podía quitarse de encima. No podía
simplemente tener sexo con Seth, con cualquier hombre que no amara.
Era una línea que nunca había cruzado, sin importar cuán desesperada
hubiera estado, a pesar de que la vida de una cortesana le habría
proporcionado suficiente dinero para una existencia cómoda.
Se mordió el labio. Si se acostaba con Seth, entonces eso era todo,
todos los sentimientos enterrados profundamente, encerrados en esa
parte de su corazón que había sellado hace cinco años, serían
arrancados y expuestos a la luz. No sabía si podría sobrevivir a eso otra
vez... La voz de Seth retumbó en la habitación contigua, bajada con
cuidado para que no pudiera captar lo que estaba diciendo. Jaida no se
molestó en escuchar. No le importaba lo que tuviera que decirle a su
personal o las órdenes que daba. Alguien más podría haber sido
molestado, y a menudo las cortesanas eran utilizadas como espías, pero
ella estaba tan lejos de ser una espía que era ridículo. A menos, por
supuesto, que hubiera una nueva generación de espías que no podía
esperar para alejarse lo más posible de su objetivo.
Sus ojos trazaron el patrón en la seda de arriba. Si su huida de cinco
años le había enseñado algo, le había enseñado a considerar como
moverse antes de hacerlo. Escapar de Seth ahora, cuando ella estaba en
su nave, iba a ser difícil, si no imposible, de lograr.
Nunca había sido de las que se echaban atrás ante un desafío.
Seth apareció en la puerta para interrumpir sus reflexiones, pero no
llegó más lejos. Jaida giró la cabeza para mirarlo. Parecía incómodo, su
cabello normalmente inmaculado se movía sobre sus anchos hombros y
tenía un ceño fruncido en su rostro. Su corazón se retorció un poco más,
su determinación de no mostrar emoción luchando contra la necesidad
de ir a él y suavizar el ceño fruncido de su frente.
Fría, sin emociones, se recordó a sí misma. Seth no era estúpido; si ella
cambiaba su actitud ahora, se iba a delatar. Se puso de pie, envolviendo
la seda alrededor de su cuerpo estilo toga.
—¿Mi señor? —preguntó, manteniendo su distancia al otro lado de la
cama—. Tengo que irme. Tenemos un problema menor en la frontera
alcariana —Esta explicación fue cortada mientras sus ojos plateados la
recorrían. Atrás quedó el calor que había visto antes, reemplazado por
un aspecto profesional frío. En ese momento supo que había pasado de
ser la mujer que él quería en su cama a un rompecabezas por resolver.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral. Había visto esa mirada
antes, justo antes de que él comenzara a cortejarla. Su mandíbula se
puso un poco en determinación. Si ese era su juego, entonces no tenía
suerte, porque ella no le estaba permitiendo la oportunidad de superar
sus defensas nuevamente.
—Estarás cómoda aquí —continuó, ajeno a los pensamientos que
pasaban por su cabeza y los planes que comenzaban a formarse allí—.
Si necesitas algo más, todo lo que tienes que hacer es comunicármelo y
me aseguraré de que te atiendan. ¿Hay algo que te gustaría en
particular?
Arqueó una ceja, cada centímetro de la noble dama que había sido.
—¿Mi libertad?
Su risa era un rico sonido alrededor de la lujosa habitación.
—Cualquier cosa menos eso. Eso es lo único que nunca obtendrás de mí,
ya te lo dije.
Se encogió de hombros.
—En realidad hay algo...
Seth la miró con interés mientras se acercaba, sus pasos enmascarados
por la alfombra de felpa. Incluso sin la alfombra, sabía que no habría
escuchado su acercamiento si él no hubiera querido que lo hiciera. Era
un príncipe guerrero no solo de nombre sino en realidad, pasando por el
mismo duro entrenamiento que sus hombres. Fue lo que lo convirtió en
uno de los más temidos de los príncipes imperiales.
—Nómbralo, cualquier cosa —Sus labios se curvaron en una pequeña e
indulgente sonrisa mientras la tomaba en sus brazos.
Jaida se educó para ir en silencio, recordándose a sí misma que no debía
pelear con él. Si era honesta consigo misma, no era una dificultad. A
pesar de que se dijo a sí misma lo contrario, quería estar en sus brazos.
La acercó más, colocándola contra las duras llanuras de su cuerpo
mientras estudiaba su rostro.
—Tan hermosa —Trazó la línea de su pómulo, luego su mandíbula con
la punta de su dedo—. Prometo que siempre te cuidaré, te atesoraré...
Cualquier cosa que quieras puedes tenerla. Simplemente no me pidas
que te deje ir, porque no lo haré.
El momento se extendió entre ellos, la conciencia y la tensión se
salieron de control mientras la punta de su dedo trazaba sus labios. La
necesidad de relajarse contra él, apoyar su cabeza en su hombro y
aceptar cualquier cosa que quisiera creció hasta que fue casi
abrumadora. Se aclaró la garganta y miró hacia otro lado.
—No es mucho. Me gustaría utilizar el jardín hidropónico, por favor. Si
mal no recuerdo, tienes un templo a la Señora allí... ha pasado mucho
tiempo desde que presenté mis respetos en un templo apropiado.
Fue a la yugular con un viaje de culpa. Fue su culpa que no hubiera
podido seguir su fe en ninguno de los templos principales. Cualquier
avistamiento de ella traería a sus hombres a la ciudad más rápido de lo
que un mercado atrajo a los cazadores de gangas.
Como ella esperaba, hizo una mueca pero se recuperó rápidamente.
—Por supuesto, mi señora. Siéntete libre de pasear por esta cubierta
como quiera. Sin embargo, te pido que no intentes entrar en ninguna
zona restringida. Mis guardias pueden estar algo vigilantes en sus
deberes y no me gustaría que te lastimes por accidente.
Inclinó la cabeza y se liberó de su abrazo como si su toque ardiera.
—Por supuesto mi señor, no soñaría con eso. Simplemente tengo la
intención de pasar mi tiempo en devoción.
Devoción por salir de aquí, eso es.
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Golpe... Zarpazo. Jaida hizo una mueca cuando el guardia cayó. ¿Lo
había golpeado demasiado fuerte? No quería lastimar a nadie, solo salir
de aquí. Colocando la palanca al alcance de la mano, se arrodilló junto al
guardia caído y empujó las yemas de sus dedos hacia su cuello entre el
cuello alto y su casco.
El alivio la inundó mientras su pulso latía fuertemente bajo sus dedos.
Estaba bien, pero tendría un gran dolor de cabeza cuando se despertara.
Casi sintió lástima por él.
Con la conciencia calmada, se agachó y sacó la pesada pistola de su
funda. Sus movimientos eran rápidos y precisos mientras comprobaba
la seguridad y la configuración, traicionando su experiencia duramente
ganada con este tipo de armamento. Con los labios apretados, lo
aturdió y se volvió. Era hora de lidiar con el segundo guardia.
Con los pies silenciosos, se arrincono en la esquina y se agachó para
mirar a su alrededor, con su pistola robada suelta en la mano. La suerte
estaba con ella. El segundo guardia estaba arrodillado a mitad de
camino a lo largo del pasillo, atándose los cordones de los zapatos.
Jaida negó con la cabeza. No parecía posible que estos dos fueran de la
guardia de élite de Seth.
Alabado sea la Señora por los soldados aburridos.
En silencio se levantó y salió de la esquina. Levantó la pistola y apuntó.
Movió el dedo y encendió la mira láser. Un punto rojo apareció en
medio de la espalda de los guardias. No era estrictamente necesario
para la configuración de aturdimiento que estaba usando, pero dado el
hecho de que este tipo era del Sector Siete, no podía permitirse perder.
Era lo único que se interponía entre ella y una lanzadera hacia la libertad.
Apretó el gatillo y observó cómo se desplomaba al suelo. Levantó la
mirada hacia arriba, notando la cámara de seguridad. Barrió el pasillo en
un arco continuo. Incluso si lograba mantenerse fuera de su línea de
visión, alguien notaría a los guardias inconscientes. Si quería salir de
aquí, iba a tener que ser rápida.
Su cabello se balanceaba sobre sus hombros mientras miraba detrás de
ella. No esperaba llegar tan lejos, y en todo momento esperaba
encontrar hombres armados detrás de ella.
Sus labios se comprimieron en determinación. Si lo lograba, esta vez, se
alejaría tanto que nunca la encontraría, tal vez incluso la extensión de
Imadian. El lugar estaba plagado de reticentes piratas y lleno de guerras
de clanes, pero era el único lugar donde nunca la buscaría.
Primero, sin embargo, tenía que bajarse de esta maldita nave. Con la
pistola suelta a su lado, trotó por el pasillo hacia las puertas de la bahía
del transbordador. Como no llevaba un brazalete de supresión como los
guardias, las puertas detectaron sus signos de vida y se abrieron
silenciosamente. Se agachó a un lado, en caso de que hubiera más
guardias adentro, y luego miró lentamente alrededor del borde de la
puerta.
Fila tras fila de elegantes cazas y lanzaderas se encontraron con sus ojos.
En el otro extremo de la bahía cavernosa, faltaban algunos, y el
personal de cubierta y mecánicos se arremolinaban alrededor. Eso no
era un problema; de todos modos, no tenía la intención de dirigirse a
ese extremo de la bahía.
Se deslizó por la puerta con pies silenciosos y se cubrió detrás del caza
más cercano. Su mirada estaba fija en las puertas de lanzamiento de la
bahía del transbordador. Abriéndose como unas fauces masivas, era
todo lo que separaba la bahía del espacio frío, junto con el tenue brillo
de un campo de fuerza. El personal de cubierta no iba a ser su mayor
desafío; pasar por ese campo lo era.
Capítulo 5
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Seth extendió la mano para cepillar su cabello hacia atrás de su cara y
reclamar sus labios. Sus dedos encontraron humedad y frunció el ceño.
Estaba llorando.
Se congeló, su corazón se retorcía dolorosamente.
Lágrimas silenciosas corrieron por sus mejillas, su cabeza se apartó de él.
Señora, ¿qué clase de monstruo era? Nunca antes había forzado a una
mujer, especialmente a una que significara tanto para él como Jaida.
—Oh señora... Lo siento. Liberación magnética.
Tan pronto como las esposas se soltaron, Seth la tomó en sus brazos y
la llevó a la cama. Su traje estaba arruinado, pero sus manos
revoloteaban alrededor del frente desgarrado, tratando de volver a
juntarlo y cubrir su desnudez. Seth trató de ayudar, solo para que se
estremeciera por su toque.
—No, no. Puedo hacerlo —murmuró, con la voz llena de lágrimas.
Se puso de pie, inseguro de qué hacer. Se estremeció cuando la tocó,
miedo y dolor en sus ojos. Incluso en sus rabias más negras, no había
querido eso. No para que le temiera y temiera su toque.
—Aquí —Trató de hacer su voz lo más suave posible mientras
recuperaba una manta del compartimiento sobre la cama y la cubría con
ella. Se envolvió con ella como un escudo y acercó las piernas. Sus
hombros temblaban más fuerte, los sollozos aún callados, como si
hubiera aprendido a no mostrar su dolor al mundo.
Seth hizo una mueca, sintiendo cada sollozo silencioso como una lanza
en su corazón. ¿Qué había hecho? ¿Realmente valía la pena su venganza,
para romperla tan completamente? Nunca había querido esto. Incapaz
de quedarse de brazos cruzados, se sentó en la litera junto a ella y la
tomó en sus brazos..
—Oye, oye, cariño, no te voy a lastimar.
Luchó contra él, su cuerpo rígido por el pánico. La calmó con suaves
murmullos, sosteniéndola fuertemente contra él para sofocar sus luchas.
No tomó mucho. En treinta segundos ella gimió y se volvió hacia él.
Se recostó contra la pared en la parte posterior de la litera y la acunó en
su regazo.
Su mano acarició su espalda mientras lloraba, sus labios contra su
cabello mientras cantaba canciones de cuna a medio recordar de su
infancia. Finalmente, sus sollozos disminuyeron y luego se detuvieron,
dejando solo el hipo ocasional..
Después de un rato, Seth levantó la cabeza. Su respiración se había
profundizado y nivelado. Una suave sonrisa curvó sus labios. Estaba
dormida.
Con movimientos cuidadosos, cambió sus posiciones en la estrecha
litera, arropándola a lo largo de la pared del fondo aún envuelta en la
manta. La dejó para colocar el transbordador en un patrón de órbita
paralela con el cinturón de asteroides y la radio dentro.
Menos de cuatro minutos después, se deslizó en la litera junto a ella y la
recogió en sus brazos nuevamente. Esta vez, incluso dormida, ella vino
voluntariamente y se acurrucó contra él con un suspiro. Una profunda
sensación de satisfacción se apoderó de Seth, y cerró los ojos.
Estaba en casa.
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Estaba soñando. Otra vez. Era un sueño que salía a relucir con
alarmante regularidad, por lo que lo reconoció tan pronto como se
deslizó en él. Siempre era lo mismo, despertarse para encontrarse
sostenida contra un amplio pecho masculino y sentirse segura. Sentir
que nada en la galaxia podría lastimarla porque la amaba. Él, por
supuesto, nunca fue definido. En su sueño nunca abrió los ojos. Prefería
morar en la fantasía y tratar de aferrarse a ella el mayor tiempo posible.
A medida que avanzaban los sueños, no era particularmente ambiciosa,
solo un par de brazos fuertes para sostenerla, unidos a un hombre que
la amaba y la cuidaba. Para Jaida era lo único que nunca podría tener, y
lo sabía. Seth la había perseguido a lo largo y ancho de la galaxia. Temía
lo que le haría cuando la atrapara, así como lo que le haría a cualquier
hombre que la hubiera tomado era algo en lo que no le gustaba pensar.
Se acurrucó más cerca y respiró hondo. El aroma seductor del hombre
con el que estaba envuelta llenó sus sentidos.
El aroma limpio y agudo de un gel de ducha a base de cítricos, el
almizcle más pesado del sándalo de Altarian, todo combinado con una
fragancia profunda y terrosa que tenía que ser el hombre mismo.
Murmuró alegremente y enterró su nariz contra un pecho que se sentía
como satén estirado sobre granito tallado. Sin embargo, no era solo el
hecho de que Seth probablemente mataría a cualquier chico con el que
estuviera.
En la seguridad de sus sueños, podía admitir los anhelos secretos de su
corazón, incluso si no podía admitirlos mientras estaba despierta. La
razón por la que nunca había mirado a otro chico era porque Jaida era
como su padre; una vez que se enamoró, había sido para toda la vida..
Suspiró mientras una mano grande le acariciaba la espalda. Estaba
enamorada de Seth. Incluso podría admitirlo aquí en el santuario de sus
sueños. Su respuesta anoche cuando se dio cuenta de que estaba
llorando fue como algo sacado de uno de sus sueños.
Ignoró el hecho de que la había hecho llorar en primer lugar. El hecho
de que se hubiera detenido cuando lo hizo, tan enojado como estaba,
significaba todo para ella. Por mucho que pareciera odiarla, tenía que
haber algo allí, incluso si era solo la decencia común de un ser sensible a
otro.
Debe haberse quedado dormida de nuevo en su sueño, porque lo
siguiente que supo fue que los cálidos labios se arrastraban por su
garganta. Se congeló, luego se relajó mientras el aroma familiar de su
hombre soñado asaltaba sus sentidos nuevamente. Estaba bien, esto
era solo parte de su sueño. Es cierto que era una parte nueva y, se
estremeció de deleite, intrigante del sueño, pero seguía siendo un
sueño.
Labios cálidos susurraron sobre su piel, encontrando todas las manchas
que la hacían gemir de deleite. Murmurando suavemente, giró la cabeza
para permitirle un mejor acceso. Se sentía tan bien, tan bien, que no
pudo resistirse. No pudo hacer nada más que instar a su amante soñado
mientras una mano grande y callosa se deslizaba bajo las cálidas mantas
y se encontraba con su piel desnuda debajo.
Su mano acarició su caja torácica centímetro a centímetro lentamente.
Su espalda se arqueó en señal de bienvenida, sus pechos se tensaron y
reafirmaron, y sus pezones se arrugaron en brotes apretados como
para invitar a su toque. Ahuecó uno de ellos, lleno a pesar de su
esbeltez, y rodó el pezón entre sus dedos..
Jadeó, sin esperar eso. Siempre en sus sueños antes, su amante había
sido romántico y... anticuado hasta la médula. Un gemido escapó de sus
labios mientras él arrastraba una línea de besos calientes por su cuello y
más lejos. Inclinándose, giró una lengua caliente sobre su pezón y luego
se lo llevó a la boca. Su jadeo estaba más cerca de uno agudo esta vez.
Sus ojos giraron hacia atrás en su cabeza mientras él chupaba con
fuerza el brote hinchado. El fuego trazó una línea directa entre el calor
de su boca sobre su carne sensible y el dolor construyendo en su coño.
Con cada tirón en su pezón, su canal interno se contrajo fuertemente.
Deseando, sin dolor, ser llenado.
Barrió su lengua sobre su pezón de nuevo y luego se movió hacia abajo.
El calor de su aliento susurró sobre su estómago mientras dejaba un
rastro de besos de mariposa sobre su piel temblorosa. Normalmente
era cosquillosa, pero no aquí, no ahora. Los músculos de su estómago
se tensaron en excitación mientras él rendía homenaje a la ligera
hendidura de su ombligo, luego pasó a mordisquear la hoja de su hueso
de la cadera..
Se mordió el labio para contener el gemido que brotaba de su alma. No
podía soportar esto mucho más. Sus labios flotaron por un momento
sobre el pequeño triángulo de cabello en su monte de venus.
Temblando en anticipación, su clítoris se llenó y pesó mientras
imaginaba su boca cálida y húmeda cerrándose sobre el.
Su lengua recorrió sus pliegues, tentativamente al principio. Un barrido
exploratorio. Se quedó quieto por un momento mientras su lengua se
encontraba con la suave piel de sus labios, el cabello afeitado según las
preparaciones más íntimas en las cámaras del harén.. No sabía por qué
ese pedacito se había trasladado a su sueño, pero justo en este
momento, no le importaba.
Retumbó en aprobación, el bajo ruido de lo profundo de su pecho. El
siguiente paso de su lengua separó los labios externos y buscó la
dulzura interior. Barriendo ligeramente desde su coño hacia arriba,
encontró la pequeña protuberancia de carne dolorida por su toque y se
cerró sobre ella.
Se lo chupó con la boca y mamó. Juró mientras sus caderas se doblaban,
la maldición directamente del astillero, el toque de su lengua como una
descarga eléctrica que hizo que su espalda se arqueara en respuesta.
Su mano se extendió sobre su estómago para mantenerla en su lugar
para las atenciones de su boca. No solo la probó, recogiendo los jugos
de su excitación desde la entrada hasta su coño con otro estruendo. No,
se dio un festín con ella.
Sosteniendo su clítoris entre sus dientes, lo movió rápidamente con su
lengua y luego alternó con succión fuerte. Su cabeza golpeó la
almohada mientras la presión se acumulaba en una bobina apretada
dentro de ella. Trató de negar la necesidad de reunir fuerza en su
interior.
—Oh mi señora…
Sus sueños nunca habían sido tan vívidos y gráficos antes. Nunca. Todo
era más nítido y más enfocado que el sueño vagamente romántico y
seguro de acurrucarse en la cama al que estaba acostumbrada. Su
lengua volvió a pasar por encima de ella y luego apuñaló
profundamente en su coño, un fuerte empujón que la hizo gemir en voz
alta.
El conocimiento de que esto no era un sueño flotó en el borde de su
mente por un tiempo antes de que Jaida se permitiera procesar la
información. Abrió los ojos, mirando hacia el techo de metal del
transbordador de Seth.
Seth. ¿Quién más podría traerle tanto placer? ¿Qué otro hombre había
traído su cuerpo a la vida, podría traer su cuerpo a la vida de esta
manera? ¿Qué otro hombre habría sido el amante sin rostro de sus
sueños? Demasiado cerca del borde para detenerlo, a pesar de que
sabía que debía hacerlo, Jaida se rindió al placer que le estaba dando.
Rendida a lo inevitable. Sus labios tiraron de su clítoris de nuevo y luego
dio vueltas con su lengua. Su respiración se hizo entrecortada mientras
su mundo se centraba únicamente en las sensaciones que estaba
creando.
Otra lamida y ella estaba allí. Su clímax se elevó, rugiendo en sus oídos
como el trueno de una cascada. Todo se ralentizó mientras ella flotaba
en el borde. Solo esperando un lamida más, un toque más.
Se alejó. Gimió de angustia y empujó sus caderas hacia él. No podía
dejarla así, no al borde de la liberación. Su risa era suave, pero no la hizo
esperar mucho. Su lengua volvió a barrer su clítoris en el mismo instante
en que metió dos dedos gruesos dentro de ella.
—Oh…mmm… —gimió mientras un orgasmo se cerraba a su alrededor,
envolviéndola en su abrazo candente. Sus caderas bombeaban
mecánicamente mientras olas de placer rodaban a través de ella. Su
coño se apretó fuertemente alrededor de sus dedos invasores mientras
los montaba, demasiado sin sentido para pensar en otra cosa que no
fuera su propia liberación en ese momento.
Señora, ella iba a ser la muerte de él. Seth mordió su propio gemido
cuando Jaida se desmoronó bajo sus manos y labios..
El dulce aroma de su liberación lo rodeó como el mejor perfume. Su
estrecho canal interno apretando alrededor de sus dedos era pura
tortura. Todo lo que podía pensar era en abrirse los pantalones, liberar
su polla y conducir hacia ella para llegar al cielo.
Era su adicción y su cura todo en uno. Pensó que sería la única mujer
que lo odiaría a muerte. Una amarga diversión torció los labios de Seth.
La diosa tenía una mala vena, eso era seguro.
Sentado sobre sus talones, la miró extendida sobre la litera frente a él,
justo al borde del sueño con el traje de nave abierto para revelar su
voluptuosa figura, era una imagen sacada directamente de la fantasía
de cualquier hombre de sangre roja.
Era la única imagen en la suya, así que cuando se despertó con ella en
sus brazos, no pudo resistirse a besarla. Durante años había fantaseado
con esto, con lo que sucedería cuando finalmente la recuperara. Su
mente había evocado todo tipo de fantasías. Todo, desde una
reconciliación romántica con ella declarando que estaba equivocada,
hasta escenas más desagradables en las que la tenía atada, encadenada
y amordazada mientras la jodía.
El problema era, reflexionó mientras sus dedos acariciaban suavemente
su punto G, que no podía simplemente follarla. Jamás. Siempre había
tenido que hacer el amor con ella, incluso si ella no se daba cuenta.
Nunca había habido otra manera para él. No con Jaida.
Bajó lentamente. Con un rubor en las mejillas, abrió los ojos y lo miró.
Sus ojos eran de terciopelo de medianoche, cálidos y desenfocados por
su placer. Seth mordió un gemido cuando estuvo a punto de correrse y
entonces. Diosa, era hermosa.
Suavemente le quitó los dedos. Con los dedos temblorosos se soltó. El
grueso eje de su polla saltó de su confinamiento de tela a su mano. Seth
se acarició un par de veces, largos movimientos lentos mientras la
miraba, buscando alguna señal de que ella no quería esto. Presemen se
filtró de la hendidura en la punta de su polla. Barriendo un dedo sobre la
cabeza ancha, lo extendió alrededor.
Con la mirada clavada en su cuerpo sonrojado, avanzó. Con su polla en
la mano, la inclinó para presionarse contra la entrada resbaladiza de su
cuerpo. Giró las caderas y la provocó, complacido cuando ella gimió de
nuevo, los sonidos entrecortados llenaron la cabina y lo volvieron loco..
Si había alguna duda sobre cuánto quería esto, todas fueron barridas
cuando se mordió el labio y empujó contra él. El aliento de Seth quedó
atrapado en su pecho mientras se deslizaba dentro de ella solo medio
centímetro.
Estaba en el cielo.
Un gemido bajo se arrancó de su pecho mientras se deslizaba
profundamente dentro de ella, un viaje lento, largo y húmedo de placer
increíble. Estaba tan apretada y caliente como él recordaba. Su coño se
cerró a su alrededor y lo aceptó en un fuerte abrazo que lo hizo
hincharse imposiblemente aún más. Estaba dolorosamente duro, sus
bolas apretadas mientras resistía el impulso de sumergirse en ella y
follarla con golpes duros hasta que se corriera rugiendo su nombre.
No, se educó a sí mismo. Lento y gentil era el nombre del juego. No era
tonto. Había anulado sus poderes superiores de toma de decisiones
seduciéndola mientras estaba medio dormida. Era una mujer fuerte.
Seth se dio cuenta de que era posiblemente más fuerte que él.
Tenía una oportunidad en esto, una oportunidad de meterse debajo de
su piel y asegurarse de que ella fuera tan adicta a él como él lo era con
ella.
Sus bolas golpearon su trasero, y luego estuvo dentro de ella todo el
camino. Seth rodó sus caderas contra las de ella, rechinando en su
contra y atrapando su clítoris entre ellos. Ella gimió. Era un sonido que
amaba, así que lo hizo de nuevo.
Era tension, calor y seda suave, todo combinado en uno. Los sentidos
de Seth se retrajeron del mundo que lo rodeaba y se expandieron en
una vorágine de sensaciones físicas. Sintió cada milímetro de su polla
mientras salía de ella, luego se volvió a trabajar con golpes cortos y
rápidos. Cada sacudida causaba una deliciosa fricción que amenazaba
con derribarlo por el borde, pero su tenacidad era legendaria. No dejaría
que algo tan pequeño como sus propias necesidades le impidiera
complacer a su mujer hasta que ella no tuviera sentido y le suplicara que
la completara. Su respiración se hizo más rápida a medida que se movía
en un ritmo.
Sus caderas establecieron un ritmo constante, su polla se deslizó hacia
ella con un entusiasmo que no había sentido desde entonces... bueno,
desde ella.
Entonces sucedió. Su cuerpo se movió bajo el suyo y su corazón saltó
cuando ella comenzó a responder. Sus labios se separaron, su aliento
venía en jadeos, mientras a su alrededor, su coño se apretaba en
pequeños aleteos, aleteos que amenazaban su tenue control mientras
la empujaba cada vez más cerca de otro clímax. Quería que se corriera,
quería sentirla correrse por toda su polla mientras le traía placer.
Solo la idea de que se corriera sobre él elevó su presión arterial a
ebullición. Una gota de sudor rodó por el centro de su columna
vertebral.
Empujó más fuerte, más rápido, incapaz de detenerse. Agarró su muslo
y lo levantó sobre su cadera y regresó a ella. Nada importaba mientras
su cuerpo, sus instintos, se hacían cargo. Era suya, siempre había sido
suya, y a él no le importaba con quién tuviera que luchar para
demostrarlo, incluso ella.
El triunfo surgió a través de él mientras envolvía sus piernas alrededor
de sus caderas y enganchaba sus tobillos juntos en la parte baja de su
espalda. Seth gruñó mientras la electricidad se acumulaba en la base de
su polla y se expandía. Un nudo candente se retorcía y giraba sobre sí
mismo, creciendo y creciendo hasta que, con un rugido, su cuerpo se
puso rígido y el orgasmo más intenso que jamás había sentido lo
atravesó...
Capítulo 7
~~~
El cansancio tiró del cuerpo de Seth cuando entró en sus aposentos más
tarde ese día. Contrariamente a la creencia popular, ser un príncipe no
era todo fiestas salvajes, champán Herboriav y caviar. Mayormente es
simplemente trabajo duro... al menos lo era para Seth.
Desde el incidente en la bahía médica, primero se las arregló para ser
liberado, lo cual no fue una tarea fácil cuando su Director Médico era
una mujer como Sedj Idirianna. Hacer arreglos para que Jaida fuera
revisada no había sido un problema. Tan pronto como el personal
médico escuchó lo que había sucedido, varios de los médicos, todos
hombres, señaló Seth con irritación, se dirigieron hacia la habitación a la
que la habían llevado.
Ignorando la acumulación y la posterior discusión en la puerta, Seth
había reunido a los soldados que habían acudido en su ayuda, encontró
algo de ropa porque no había forma de que estuviera deambulando con
una bata médica con el colgando, y se dedicó a averiguar por qué
habían sucedido los últimos cinco años.
Varias horas más tarde, la mayoría de ellos pasaron lidiando con la
marca particular de locura que era su antiguo sirviente, Seth estaba listo
para romper. Escuchar las fantasías y delirios del hombre, todo
construido alrededor de las señales del propio Seth, las que no
recordaba haber dado o que habían sido torcidas para significar otra
cosa, lo había dejado sintiéndose enfermo.
Algunas de las cosas que Warin había vomitado mientras los
interrogadores habían hecho su trabajo lo enfriaron hasta la médula:
violentas fantasías de captura y violación que habían revuelto el
estómago de Seth, especialmente porque estaban centradas en él. Jaida
había tenido un escape afortunado. Si no hubiera corrido cuando lo hizo,
quién sabía hasta dónde habría llegado Warin.
Seth se quitó la túnica tan pronto como cruzó la puerta. El resto de su
ropa golpeó la cubierta mientras se dirigía al baño. Jaida. ¿Qué iba a
hacer con ella? El dolor, el amor y el anhelo envolvieron su corazón.
La amaba, pero después de lo que había hecho, no había manera de que
pudiera pedir nada. No después de su reciente conversación con su
padre. En la superficie, había sido cortés y moderado. El duque Lianl le
había pedido a Seth que devolviera a Jaida a su familia y les diera algo
de privacidad para que pudieran atenderla después de su terrible
experiencia. En otras palabras:
—Devuélvela y vete a la mierda.
Seth no lo culpó. Habría hecho lo mismo si estuviera en la situación del
duque, especialmente ahora que la verdad había salido a la luz.
Demonios, si ella hubiera sido su hija, él habría cazado a cualquiera que
la hubiera lastimado y los habría colgado, arrastrado y descuartizado.
Todo lo que podía hacer era llevarla a casa y retroceder. Tal vez con el
tiempo, ella reaparecería en la corte y él podría verla, aunque solo fuera
desde la distancia. Su corazón protestó, pero Seth lo ignoró, metiendo
el dolor en una caja muy adentro y cerrándola. Tal vez algún día, su
familia y ella lo dejarían disculparse.
La puerta de la cámara de baño se abrió para él. Se quitó los pantalones
y se quitó la banda del cabello, luego sacudió la trenza. Las luces
estaban encendidas. Se enfrió, sus instintos de combate se activaron
cuando se alejó de la puerta.
El agua chapoteaba ligeramente, como si alguien se estuviera
moviéndose en ella. Los ojos de Seth se entrecerraron, su atención se
centró en la pequeña piscina en el medio de la habitación. Con las
columnas a su alrededor envueltas en gasa, no podía obtener una
mirada clara, pero alguien estaba allí. Una persona muy femenina, si
esas curvas fueran una indicación.
La esperanza guerreó de emoción por un segundo. Casi podía creer que
era Jaida esperándolo en el agua. Entonces el agua se arremolinó y se
movió fuera de la vista detrás de una de las columnas. Su esperanza
cayó en picado. No podía ser ella... ¿Podría?
—No sé quién eres o qué quieres, pero tienes diez segundos para sacar
ese pequeño trasero del agua de mi baño antes de llamar al guardia.
Se envolvió una toalla alrededor de la cintura y entró en su línea de
visión.
El agua salía de su cuerpo mientras estaba de pie, envolviéndose
amorosamente alrededor de cada curva y hueco. Seth nunca había
querido ser agua tanto en toda su vida. Una gota se desprendió y se
arrastró alrededor de su pezón. Sus ojos de zafiro y plateados eran
sensuales mientras levantaba una ceja.
—¿Quieres que me vaya? Bien... si estás seguro.
Comenzó a girar y levantó el pie hasta el primer paso. Seth quedó
hechizado por un momento, observando la deliciosa curva de su trasero
mientras se movía.
—¡No! No te vayas —Extendió la mano como para detenerla, a pesar de
que ella estaba al otro lado de la habitación.
Miró por encima de su hombro desnudo. Su cabello caía en cascada por
su espalda en una masa de rizos húmedos. Seth tragó saliva mientras la
toalla alrededor de su cintura se acampaba abruptamente. Señora,
estaba más duro que un joven verde presentado con su primera mujer.
—Lo siento, no esperaba que fueras tú. N-no así de todos modos.
Demonios, no esperaba que te acercaras a mí, punto. En todo caso, la
próxima vez que la vio, esperaba que fuera cuando la llevara a casa.
Ciertamente no en su baño. O desnuda.
Haz algo, maldito idiota.
Sus instintos le dieron una patada en el culo mientras se quedaba allí
mirándola con asombro. Recordó cada centímetro de su cuerpo
después de esa noche en el transbordador. Pero aquí estaba ella,
después de todo lo que había hecho, esperándolo.
Si amas algo, déjalo ir. Si vuelve a ti, es tuyo.
Volvió. La comprensión lo impulsó a la acción. Tres pasos más tarde,
estaba en la piscina, el agua agarrando la toalla alrededor de su cintura
mientras caminaba hacia ella.
A menos de dos pasos de ella, hizo una pausa cuando la indecisión lo
golpeó. No se había movido, solo se paró en su paso como la diosa
doncella.
Sin embargo, no era una doncella. Lo sabía a ciencia cierta. Era su mujer.
El triunfo y la ternura surgieron a través de él cuando cerró la brecha
entre ellos. Agarró su muñeca, su toque suave pero firme.
—Por favor, no te vayas.
Tiró de ella hacia él, la presión en su muñeca era lo suficientemente
ligera como para que pudiera separarse si quería. Había terminado de
ser exigente y dominante. Se acercó a él, bajando y volviendo al agua.
Sus ojos estaban oscuros, cautelosos. Todo lo que quería hacer era
apartar esa mirada y hacerlo todo mejor.
—¿Por qué? —Inclinó la cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos. De
alguna manera, a pesar de que estaba tan desnuda como el día en que
nació y físicamente no era rival para él, era la que controlaba esta
situación. Esto fue todo, su oportunidad de explicar y arreglar todo.
Seth abrió la boca, listo para derramar el discurso que había estado
preparando todo el día, por si acaso.
No salió nada.
En cambio, la llevó a sus brazos, reclamando sus labios en un torrente
de pasión que no sabía que era capaz de hacer. Abrió sus suaves labios
con un solo barrido de su lengua, exigiendo un acceso que ella le
concedió de inmediato. Gimiendo profundamente en su pecho, hundió
su lengua en la cálida dulzura de su boca.
El beso no fue suave. No, en lugar de eso, él saqueó, exigiendo su
respuesta mientras la acercaba, tan cerca que parecían más como un
ser unido.
El deseo y la necesidad se arremolinaron a través de él, haciéndolo
marear. Sus instintos le rugieron para que se la llevara. Su polla era tan
dura como una barra de hierro, bolas apretadas a su cuerpo. Señora,
quería follarla... Extender esas bonitas piernas y clavar sus bolas de un
empujón profundamente en su suave cuerpo.
No, no a la mierda. El solo pensamiento lo hizo retroceder. Su beso se
suavizó mientras sentía sus dedos alisándose a través de sus pómulos y
el suave roce de su lengua contra la suya mientras le devolvía el beso.
Quería amarla y hacerle el amor. Por el resto de su vida.
Rompió el beso y la miró a los ojos.
—¿Por qué? Porque te amo. Siempre lo han hecho. Y seguiré amándote
incluso si sales por esa puerta ahora mismo.
El agua se derramó cuando cayó de rodillas frente a ella. Se arremolinó
alrededor de su pecho, mojando los mechones de su cabello mientras
miraba hacia arriba.
—Jaida, eres mi mundo... mis estrellas... todo mi universo, y lo siento
mucho.
Se rió entre dientes con ironía y se metió una mano temblorosa por el
cabello. Simplemente no podía darse el lujo de equivocarse.
—Soy un maldito idiota... Por favor, ¿me dejas compensarte?
Su risa melodiosa llenó la habitación, e increíblemente lo alcanzó. Sus
manos eran suaves mientras acariciaba los mechones de cabello de su
rostro. Su expresión tensa había desaparecido. La felicidad y algo más
suavizaron su rostro.
Seth contuvo la respiración con esperanza. ¿Podría ser amor?
—Siempre me ha encantado tu cabello —Su voz era suave mientras
metía mechones perdidos detrás de su oreja—. Tienes más plata que
antes.
Asintió mientras se acercaba a él. Todavía de rodillas en el agua tibia,
abrió los brazos. En un movimiento elegante, ella presionó su abrazo.
Algo dentro del corazón de Seth se quebró y una sensación cálida y
borrosa se extendió por su pecho.
—Eres un idiota. Me alegra que te des cuenta de eso —Sus labios
flotaban a un pelo de los suyos—. Pero eres mi idiota. Y sí, planeo
hacerte pagar. Durante años y años... hasta que la muerte nos separe,
me imagino.
Seth parpadeó, ocultando su sorpresa antes de darse cuenta de que no
tenía que hacerlo. No con Jaida. Sonrió lentamente y se puso de pie,
recogiéndola en sus brazos. Comenzó a salir del agua, la única mujer
que había amado en sus brazos.
—Entonces... —continuó, sus brazos se enrollaron alrededor de sus
hombros mientras él subía los escalones y comenzó a dirigirse hacia su
dormitorio.
Porque no había forma de que ella estuviera durmiendo separada de él.
Nunca más...
—¿Dónde está?
—¿Dónde está qué?
—Me debes una propuesta, culo tonto.
Seth se rió a carcajadas mientras empujaba las cortinas de la cama a un
lado y la colocaba sobre las sábanas de satén. Al instante él estaba a su
lado, estirándose a su lado. Su mano se extendió sobre su suave
estómago y se deslizó hacia arriba para coquetear con la curva en la
parte inferior de su busto. Sus párpados revolotearon hacia abajo por
un segundo, su respiración se vio comprometida. Sonrió con picardia.
—Oh... ese. Bueno, me imagino que necesito agregar un poco de
persuasión a la mezcla —Se inclinó hacia adelante para cepillar sus
labios con los suyos—. No puedo tenerte diciendo que no, ¿ahora
podemos? —Hizo una pausa, dándose cuenta de lo que había dicho.
Había dicho que no antes—. Oh, mierda, eso no era una amenaza...
Las yemas de sus dedos en sus labios lo cortaron.
—¿Seth?
—¿Hmm?
—Te amo. Siempre lo he hecho. Ahora, cállate y hazme el amor.
FIN