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Créditos
Moderadora de Traducción
3lik@

Traductoras
Anamiletg
NaomiiMora
Vanemm08
Krispipe
Yiany
marbelysz
Rose_Poison1324
Yavana E.
Wan_TT18

Recopilación y Revisión

3lik@ & Mais

Diseño
Bruja_Luna_
Índice
Capítulo 19
Sinopsis
Capítulo 20
Capítulo 1
Capítulo 21
Capítulo 2
Capítulo 22
Capítulo 3
Capítulo 23
Capítulo 4
Capítulo 24
Capítulo 5
Capítulo 25
Capítulo 6
Capítulo 26
Capítulo 7
Capítulo 27
Capítulo 8
Capítulo 28
Capítulo 9
Capítulo 29
Capítulo 10
Capítulo 30
Capítulo 11
Capítulo 31
Capítulo 12
Capítulo 32
Capítulo 13
Epílogo
Capítulo 14
Gracias
Capítulo 15
Agradecimientos de la autora
Capítulo 16
Glosario
Capítulo 17

Capítulo 18
Sinopsis
Después de meses de búsqueda, Ember y sus amigos
finalmente han encontrado la Espada de Luz, la única arma
capaz de destruir a la Reina Aneira y poner fin a su gobierno.
Este es el destino de Ember. O eso pensó ella. Ahora un pacto
para salvar al hombre que ama lo cambia todo.

En esta última entrega de la serie Darkness, cuando la


verdad salga a la luz, Ember aprenderá que es mejor dejar
algunas cosas en la oscuridad a medida que su mundo se
desgarra aún más. Ya no es más el agujero del conejo, sino un
eterno vacío oscuro lleno de mentiras, traiciones y secretos
interminables.

La lucha por la Tierra ha comenzado, y Ember tendrá que


hacer un último sacrificio para salvar a millones de vidas
inocentes y a sus seres queridos.

Pero el precio puede ser demasiado alto, incluso para ella.

Blood Beyond the Darkness (Darkness Series #4)


Para Fluffer Nutter.

Hemos llegado al final de esta serie.

Gracias por subirte conmigo a está loca montaña rusa.

En memoria de Cal, maravilloso amigo de la familia.

Gracias por la inspiración de un personaje querido.

Tú eras el verdadero personaje.

Te amamos y te extrañamos.
Capítulo 1
Traducido por NaomiiMora

Sangre.

Pegajosa y espesa.

Nos cubría la cara y las manos, las de Eli y las mías, como pintura
acrílica espesa. Mechones sueltos de mi cabello se pegaban a la sangre en
parches mientras la ligera brisa del Otro Mundo me hacía cosquillas en la
piel, tratando de soltar mi coleta. Mi melena de cabello negro azabache con
sus mechas rojas colgaba por un lado de mi cuello, protegiendo al pixie de
quince centímetros que se escondía allí. Caminando a través de los verdes
profundos y la magia resplandeciente del bosque del Otro Mundo, sentí el
encanto del mundo golpeando los bordes de mi piel, aunque no pudo romper
las pesadas esposas de hierro que sujetaban mis brazos frente a mí.

A pesar de que solo había estado aquí una vez antes, el Otro Mundo
se sentía extrañamente como un viejo amigo dándome la bienvenida a casa.
En cierto modo, era mi hogar. Nací aquí, donde debería haberme criado.
Pero nada en mi vida había salido según lo planeado. El hecho de que la
Reina Aneira me atrapara de nuevo y me llevara a su calabozo antes de
matarme era un verdadero testimonio de ello. Solo habían pasado unos
meses desde la última vez que me capturó cuando vine a salvar a mi familia
y amigos. Han pasado tantas cosas desde entonces.

Las hojas y la grava crujían bajo los pies con una cadencia repetitiva
mientras Aneira flotaba con gracia sobre el camino. Le prestaba poca
atención a la belleza que la rodeaba. La respuesta del bosque a la Reina era
apartarse: las ramas retrocedían y los árboles se marchitaban, sintiendo el
poder retorcido y cruel de la mujer que caminaba varios metros frente a mí.
Debería haber sido la campeona de la naturaleza. En cambio, quemaba y
mataba sin pensarlo mucho. Si notaba su efecto en el mundo natural, no se
demostró.

Mis botas se tambalearon hacia adelante cuando el guardia me


empujó. Mis pies se movieron debajo de mi cuerpo mientras trataba de
mantenerme erguida. Le lancé una mirada sucia por encima del hombro. La
sonrisa sardónica del guardia se burló de mí, me dio otro empujón y se rió.
Mordí con fuerza mi labio, el sabor cobrizo de la sangre se deslizó por mi
garganta. La última vez que hice un comentario me había hecho tropezar, y
mi rostro se había enfrentado a un grave destino.

Ser prisioneros de la Reina no era como debería haber terminado


nuestro tiempo en Grecia. Deberíamos estar de regreso en la pequeña
ciudad de Kalambaka, celebrando. Después de meses de búsqueda,
habíamos localizado la Espada de la Luz, la única arma capaz de matar a
Aneira, la Reina Seelie, y poner fin a su gobierno. Ahora esta espada estaba
en su poder, que le dio Josh, su Primer Caballero, y un antiguo amigo mío
en quien había confiado ciegamente. Kennedy había sido secuestrado por
Lorcan, quien usó al Strighoul para distraernos. También había una buena
posibilidad de que Lars estuviera muerto. Mi cuello estaba tratando de
recuperarse de donde Drauk, líder del Strighoul, lo había desgarrado, antes
de que le cortara la cabeza. Mis huesos estaban magullados por la enorme
caída que Josh y yo tuvimos en la caverna. Y para colmo, Eli, mi madre y yo
habíamos sido capturados por la Reina y probablemente estaríamos
muertos pronto. Sobre todo, mi corazón todavía estaba tratando de
recuperarse de casi perder a Eli. Todo en un gran día. Lo único positivo era
que el resto de mis amigos estaban a salvo y, con suerte, de regreso a
Estados Unidos.

—Apresúrate. —Un guardia empujó a Eli, quien tropezó hacia


adelante. Un gruñido salió de la garganta de Eli y sus ojos brillaron rojos.
Rápidamente se controló a sí mismo. Normalmente, podría atravesar a la
mitad de estos guardias antes de que pudieran sacar un arma. Hoy no.

Seguía siendo un inútil. El hierro les hacía eso a las hadas, nuestra
principal debilidad. Yo era solo la mitad Fay y mis porciones de Demonio y
Morador Oscuro eventualmente aumentarían mi tolerancia al metal.
Cuando supe por primera vez sobre el Otro Mundo, Cole había descrito a
Fay como una palabra abreviada para Hada, la élite que gobernaba el Otro
Mundo. Fae era un término general para todas las especies del Otro Mundo.
Solo los Faes, las Hadas, tenían debilidad por el hierro, aunque cada especie
de hadas tenía su propia debilidad. Hoy mi resistencia gradual al metal no
estaba sucediendo lo suficientemente rápido. Mi cuerpo quedó demasiado
traumatizado por todo lo que había pasado en Grecia.

Mi madre tampoco parecía tener fuerzas para luchar contra Aneira ni


contra los soldados. Y Eli definitivamente no estaba en su punto más fuerte.
Sólo media hora antes, había estado muerto: la Reina le había degollado
frente a mí. Había sido una prueba de Aneira para ver si mis poderes podían
atravesar las esposas de hierro. Lo habían hecho, y ahora sabía que
eventualmente me volvería resistente al metal. Quería la inmunidad para
ella. Aneira quería todo lo que no poseía.

Aunque no habíamos planeado ser capturados, nos llevaban al lugar


donde estaban retenidos mi padrastro —Mark— mi mejor amigo —Ryan—,
y West, junto con la Espada de la Luz, la Espada de Nuada. No era del todo
malo. ¿Cierto?

De acuerdo, era algo completamente malo, pero tenía que pensar que
un hilo de luz se escondía en este lío en alguna parte.

El hombro de Eli chocó conmigo, haciendo que Cal se removiera bajo


mi cabello. Miré a Eli. Llevaba una de las túnicas de guardia, pero sabía que
debajo su cuerpo desnudo estaba cubierto de sangre y heridas que hacían
juego con su rostro. La sangre manaba de las cicatrices que cubrían su
cabeza y su cabello castaño estaba manchado de rojo. Se curaría, pero
seguía débil por la pelea con el Strighoul y por desangrarse hasta morir. No
casi desangrado hasta morir. Totalmente muerto. Mis poderes y resolución
fueron la razón por la que caminaba a mi lado ahora.

Hace poco le había dicho que lo amaba. Su respuesta para mí fue:

No deberías. No me ames. No lo valgo. No era la respuesta que


esperaba, especialmente cuando lo vi morir frente a mí.

¿Estás bien? preguntaron sus ojos verdes.

Adolorida. ¿Y tú? mis ojos dijeron de nuevo a los suyos. Desde el día
en que nos conocimos, poseíamos esta extraña forma de comunicarnos. No
podía escuchar sus pensamientos. Sus palabras simplemente aparecían en
mi mente, como en la pantalla de una computadora.

Sorprendido de que no estés celosa. El guardia está tan cerca de mi


trasero que creo que acaba de convertirme en su perra.

Una carcajada ahogada subió por mi garganta. Incluso en esta


situación, Eli podría hacerme reír. ¿Celosa? Demonios, ya les tengo
camisetas que dicen “Perra” y “Perra Maestra”.

Eli hizo una pausa, sacudió la cabeza y recibió otro empujón violento.
Sus ojos brillaron cuando su cuello y hombros se tensaron.

Respira, Eli. Saldremos de esto. No estoy segura si lo creía, pero quería


hacerlo.

Hace veintidós años, la Reina exilió a los Moradores Oscuros del Otro
Mundo, impidiéndoles usar las puertas del Otro Mundo. Solo la Reina o un
Druida poseían el poder de romper la prohibición. Así que la reciente
entrada de Eli en el Otro Mundo no había sido fácil. La mente de Aneira no
había estado en el acceso de Eli, así que cuando el soldado lo empujó hacia
adelante, Eli se estrelló de cara contra la abertura. El guardia se estrelló
contra él y ambos terminaron con la nariz ensangrentada.

Con un simple movimiento de la mano de Aneira y un encantamiento,


Eli cayó a través del velo. El destierro se levantó. Sus ojos se agrandaron al
contemplar su antigua patria. Reveló poca emoción a través de su expresión,
pero debido a que su sangre fluía en mí después de salvar su vida, pude
sentir lo que sentía: emoción, confusión y temor al ver cada detalle.
Finalmente estaba en casa de nuevo, algo que había deseado durante mucho
tiempo. ¿Estaría a la altura de lo que recordaba?

Mi madre estuvo con nosotros después de que se “ofreció como


voluntaria” para el viaje a los calabozos de la Reina. Volví a mirar a mi
mamá. Caminaba varios metros detrás de nosotros. Mechones de su cabello
castaño rojizo sobresalían de la única trenza que caía por su espalda.
Mantenía la cabeza hacia adelante y la barbilla en alto. Todavía no me
miraba, probablemente sabiendo que no obtendría nada más que una
mirada de ¿qué mierda estabas pensando?
Decir que nuestra relación ha sido tensa desde la reaparición de mi
madre en mi vida sería quedarse corto. Odiaba la tensión. Solíamos ser tan
cercanas, pero habían pasado demasiadas cosas desde su asesinato.
Demasiado dolor. Me había ocultado tantos secretos. Sin embargo, había
dejado que Aneira la capturara, hace muchos años, para mantenerme a
salvo. Su asesinato fue arreglado para encubrir su desaparición. No había
estado involucrada en los detalles de su fallecimiento y se sorprendió
cuando le dije que encontré su cuerpo. No podía culparla, pero eso no
significaba que estuviera de acuerdo. Cierto o no, su brutal matanza había
dejado cicatrices en lo más profundo de mi psique. Hubo años de
medicamentos, terapia y un período en un psiquiátrico, aunque su muerte
no fue lo único que produjo mi ruptura mental. En el momento en que ya
no estaba, comencé a escuchar voces y a ver criaturas, bestias y cosas sobre
las que solo se lee en los cuentos de hadas. Mis conductores de autobús y
profesores de matemáticas se habían disuelto en trolls y goblins.

Los médicos convencieron a Mark de que creé estos mundos para


escapar de mi realidad. Poco sabían que los cuentos de hadas eran mi
realidad, no mi escape.

El guardia me empujó hacia el puente devolviéndome a los problemas


actuales. Una ráfaga de viento sopló a través de los mechones de mi cabello,
envolviéndolos en nudos uno alrededor del otro. Muy por debajo, agua índigo
se precipitaba bajo los pies, barriendo las rocas mientras se derramaba en
las aguas profundas del lago en el lado más alejado del castillo. Un bosque
frondoso rodeaba la fortaleza, suavizando la imponente presencia. El verde
intenso de los árboles solo resaltaba el brillante color zafiro del lago.

Cruzamos el tramo hasta donde se encontraba el castillo. Mi cuello se


inclinó hacia atrás para tener una vista completa. El impresionante y
abrumador palacio de piedra se elevó hacia el cielo. Un hombre al frente
gritó, y las puertas del tamaño de un campo de fútbol se liberaron de su
agarre, crujiendo cuando abrieron sus alas y nos permitieron entrar.

Cuando entré en la propiedad de la fortaleza, mi ansiedad se aceleró


más y más hasta que alcanzó la cresta, golpeando contra mis costillas. El
miedo al futuro pesaba en mi corazón. ¿Podría ver a Mark y Ryan? ¿Cómo
podría liberar a West? De los tres, era alguien a quien posiblemente podría
ayudar.
Una idea mal formada y loca se formó en mi mente. Para ser justos,
esas eran normalmente mis únicas ideas.

Murmuré tan bajo que el guardia detrás de nosotros no pudo oír:

—Cal, necesito que vayas al calabozo. Allí hay un cuervo llamado


Grimmel. Dile que Fire te envió para ayudar a liberar al Caballero Oscuro.

La cabeza de Eli se inclinó hacia un lado. Podía sentir la pregunta en


su movimiento.

Oeste. Miré directamente a Eli. Nuestro grupo avanzó a través del


adoquín, acercándose a la entrada real del castillo.

Eli asintió levemente. Conocí a Grimmel a través de una de mis


caminatas en sueños. Los cuervos eran guías de sueños conocidos y podían
ver e interactuar con personas que no estaban presentes. Vivía en el
calabozo donde West estaba cautivo.

—¿Quieres que vaya al calabozo? ¿De nuevo? ¿No debería esperarte?


—El tono de Cal sonaba aprensivo—. Quiero decir, no es como si no fueras
a estar allí lo suficientemente pronto.

Sacudí mi coleta, las puntas de mi cabello azotaron su rostro.

—Está bien. Está bien. —Agarró mi cabello, levantándose—. Vas a


tener que distraer al imbécil y sus compinches detrás de nosotros para que
pueda escapar.

—En eso estoy.

Dejé que mi pie rozara el suelo y lo golpeara con la losa. Con un


tropiezo, choqué con Eli. Fácilmente podría haber soportado mi peso, pero
se dejó tambalear y caer por una puerta lateral de entrada. Con un
estruendo se abrió y cayó al estrecho espacio. Los soldados detrás de mí
entraron inmediatamente en acción. Mientras los guardias se preocupaban
por que Eli se levantara y volviera al rumbo correcto, Cal corrió hacia la viga
del techo sin ser visto. Solté un suspiro de alivio.

—Vuelve a ponerte de pie. —El centinela de Eli agarró con más fuerza
la culata de su rifle.
—Por la forma en que has estado siguiendo mi trasero, pensé que me
preferirías a cuatro patas. —Eli le guiñó un ojo al hombre. Mi sonrisa solo
se hizo más amplia cuando el oficial titubeó y farfulló ante la insinuación de
Eli.

—No confío en los Moradores Oscuros —rezongó el guardia—. Ahora


levántate. —Los Moradores Oscuros hacían que la mayoría de los Fae
quisieran orinarse en los pantalones.

Con una sonrisa arrogante, Eli se puso de pie y se sacudió, la bata se


abrió un poco. Tuvo especial cuidado en un área determinada. Mis grilletes
tintinearon cuando me llevé las manos a la cara y sacudí la cabeza. Eli era
bueno para inquietar a los demás sin importar la táctica que usara. Le
gustaba jugar con la gente, y la mayor parte del tiempo, yo también lo
disfrutaba, incluso cuando la persona era yo. Tenía una forma de burlarse
de mí que era torturadora y eufórica al mismo tiempo.

—¿Cuál es el retraso? —La sedosa voz de Aneira se deslizó por el gran


vestíbulo de entrada.

El guardia empujó a Eli hacia adelante diciendo:

—Pido disculpas, mi señora.

—¿Este te está dando problemas? —Se deslizó entre el grupo y se


acercó a Eli, deslizando su mano por su mejilla. Aunque Eli se estremeció
notablemente, ella se puso de puntillas y le besó la comisura de la boca—.
Es un rebelde. —Su voz sonaba como un ronroneo.

Gotas de sangre se deslizaron por mi garganta, mis dientes se


hundieron profundamente en mi labio inferior.

—Creo que deberíamos celebrar. —Aneira retrocedió unos pasos. Su


mirada se deslizó sobre la forma apenas cubierta de Eli—. Tú y yo tendremos
una fiesta privada más tarde.

Un gruñido salió de las profundidades de mi estómago cuando di un


paso hacia ella. Sus soldados estaban sobre mí antes de que pudiera tomar
otro.
—Oh, a tu amada no le gusta mi idea. —La reina mantuvo su atención
en Eli—. No tengo ninguna duda de que has escuchado esto antes, pero
estoy sorprendido de ti, Elighan. ¿Un Dae? Esperaba algo mejor. ¿Caer en
la trampa de quien mató a toda tu familia?

Mantuvo su rostro tan quieto que no parecía estar respirando.

—Bueno, no dudo que después de esta noche ambos vean el error en


su elección de amante. —Se dio la vuelta y se dirigió a las puertas frente a
nosotros—. Por ahora, siento la necesidad de celebrar festividades.

Aneira hizo un gesto con la mano y una ráfaga de viento sopló por el
pasillo, abriendo las puertas frente a nosotros. Su principal poder era
controlar el aire, aunque esto nunca había sido lo suficientemente bueno
para ella. Había estado codiciando mis poderes de fuego, mente y tierra
desde el día en que descubrió que todavía vivía. También quería la
bonificación adicional de mi sangre de Morador Oscuro, que eventualmente
la haría resistente al hierro.

Los guardias y la corte de la Reina se alineaban a ambos lados de las


puertas esperando a que entrara su monarca. Se quedaron rígidos cuando
pasamos. Ni una cabeza se movió, pero muchos ojos nos siguieron a Eli y a
mí con disgusto y miedo. Sentí los zarcillos espinosos de la inquietud de Eli,
mezclados con una aceitosa repulsión en mi propio estómago. La Reina se
había asegurado de que los Fae aprendieran a odiar a los Moradores
clasificándonos como abominaciones con nuestro linaje mitad Fay, mitad
demonio. Había matado a miles de Moradores al nacer y había perseguido a
cualquiera que escapara. Su miedo a nuestro poder, una profecía, y cómo
no podíamos dejarnos seducir por ella alimentaba su propaganda de odio
hacia los de mi especie.

La Reina solo podía morir con un arma, la Espada de Nuada, la


Espada de la Luz. La profecía decía que una Moradora la mataría con la
espada y se convertiría en Reina. Todos estaban convencidos de que la
Moradora era yo. Por mucho que me encantaría negar estos hechos, también
lo creía. Había albergado una pizca de duda hasta que Kennedy reveló un
mapa oculto en mi espalda, un mapa que mostraba dónde estaba escondida
la espada. Este descubrimiento arruinó mi última esperanza. Ahora la
espada que debería usar para matar a Aneira seguía en sus manos. Y si lo
usaba contra ella, Eli moriría. Ese había sido nuestro trato. Ella le había
cortado la garganta con un arma soldada por Fae, y la única forma en que
podía salvarlo era haciendo el voto. Si tocaba la espada, la muerte
recuperaría a su víctima.

Aneira entró tranquilamente en la enorme sala del trono, con su


cabello rojo llameante flotando detrás. El fuego de las bombillas que
recubrían las paredes se reflejaba en su cabello reluciente en una
ondulación de oro, rubíes y carmesí. Estiró los brazos, su presencia llenando
el enorme espacio.

—Tendremos un banquete —gritó Aneira, sus ojos violetas brillando a


la luz del fuego. Sus sirvientes se movieron en respuesta y se dirigieron al
área de la cocina—. Y música. —Otros sirvientes salieron corriendo a
petición suya.

Esperaba alguna versión del Renacimiento de la música con flautas y


guitarras de madera mientras las mujeres con trajes de moza servían
cerveza. En cambio, la música se filtró desde las vigas. Eché la cabeza hacia
atrás y entrecerré los ojos. Alineados a lo largo de las vigas había altavoces.
La música no era de la Tierra, pero tampoco era música de flauta
centelleante. Sonaba moderno, como una mezcla de rock, blues y celta.

Eran Hadas modernas. Nada como los estereotipos que los humanos
conocían de años de cuentos de hadas antiguos. Las hadas mezclaban lo
antiguo y lo nuevo en una hermosa armonía: un antiguo castillo equipado
con artilugios de vanguardia y diseños modernos. Incluso Aneira no era la
idea normal de una reina. Sí, tenía el cabello largo, por lo general trenzado
en diseños extremadamente intrincados o suelto por la espalda, pero vestía
elegante, sexy y contemporánea. Hoy llevaba unos pantalones de cuero
negro flexible, pero también la había visto con un vestido transparente y sin
espalda, que haría llorar a cualquier diseñador de París por su belleza.

Mesas y sillas parecieron surgir de la nada cuando los sirvientes


rápidamente hicieron sus órdenes y prepararon la habitación para su
placer. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero si aún no nos había
encerrado en el calabozo, estábamos aquí por una razón. El pensamiento
me aterrorizó.
Los guardias nos llevaron a los tres al interior del Gran Comedor. El
nombre de la sala encajaba perfectamente: grande en longitud y altura y
grandiosa en belleza. Las ventanas llenaban todo un lado de la habitación,
con vistas al lago azul brillante de abajo y las montañas nevadas en la
distancia. Candelabros colgaban en el medio, cada uno cubierto con
millones de hilos de seda cruda. La habitación resplandecía con un fulgor
fascinante. En cada extremo de la habitación, una placa de metal flotaba y
sostenía un fuego brillante, que fluía a través de la cámara, calentando el
gran salón.

Aneira se giró para mirarme y luego miró por encima de mi hombro


diciendo:

—Oh Dios. Josh, querido, estás aquí. ¿Por qué no buscas a nuestros
otros invitados? Estoy segura de que les gustaría unirse a nuestras
festividades.

Por el rabillo del ojo, vi a Josh inclinarse y retirarse a través de las


puertas. El dolor de su doble cara siguió siendo una herida abierta y cruda
en mi corazón. Una ira profunda y ardiente tronaba a través de mí. ¿Cómo
pude ser tan estúpida? ¿Cómo no pude verlo? No confiaba en la mayoría de
la gente, pero una vez que consideré a alguien como mi amigo, me cegaba.
Mucha gente me dijo que mis amigos y mi familia eran mi debilidad, y Josh
demostró que la teoría era cierta. Después de todas las mentiras y engaños,
¿cómo podría seguir confiando y creyendo en mis seres más queridos
cuando tantos otros rompieron trozo de mi corazón? Debería haber visto
venir su traición. En el fondo, tal vez lo había hecho. Extrañamente, todavía
había una parte de mi alma que rechazaba a Josh engañándome. Había sido
mi amigo, pero se había vuelto contra mí y yo no parecía poder afrontarlo.

Los criados llevaban bandejas de comida, llenando el espacio con los


ricos olores del pan y la carne asada. Mi estómago rugió al pensar en
proteínas. La parte Moradora Oscura de mí prefería la carne cruda, pero me
moría de hambre, y sentí que habían pasado días desde que había comido.
Eli se movió inquieto a mi lado, su lengua lamiendo sus labios. Los
Moradores Oscuros eran complicados y básicos al mismo tiempo. La comida
y el sexo eran sus principales necesidades primarias, pero nada en el mundo
Fae era simple. Eli era, con mucho, la persona más compleja que conocía.
Un criado le llevó a Aneira un cuenco de agua y un paño. Lo agarró y
marchó hacia Eli, balanceando sus caderas.

—Debemos limpiarte para la fiesta, Elighan. —Mojó el trapo en el agua


y se llevó la mano a la cara, limpiando la suciedad y la sangre. Era
extrañamente tierno, excepto por un destello en su mirada mientras lo
miraba descaradamente.

Eli siseó entre dientes cuando ella tocó una herida abierta.

—Hay algunos fluidos corporales de un diablillo aquí. —Mojó la tela


de nuevo—. Cosas inútiles, excepto cuando se convierten en un remedio
curativo. —No tenía un gran respeto por faes de clase menor como diablillos,
duendes o brownies. Sin embargo, todavía estaban muy por encima de Daes.

La mano de la Reina se movió hacia abajo y abrió la túnica de Eli,


mostrando su físico. Ella frotó su pecho, moviéndose más abajo con cada
pasada. Los músculos de Eli se tensaron, presionando contra su piel cuando
dio un paso atrás. Otro gruñido de advertencia salió de mi boca.

—Es tan adorable. Cree que su pequeño ladrido me está asustando.


—Aneira me miró por encima del hombro—. ¿Qué vas a hacer para
detenerme, Ember? ¿Crees que tu patético gruñido de posesión va a evitar
que lo toque aquí? —Su mano fue a su entrepierna. Eli la agarró por la
muñeca antes de que sus dedos pudieran hacer contacto y la apartó. Aneira
miró a través de sus pestañas con un puchero tímido—. Puedes ponerte
duro conmigo más tarde.

El fuego ardía en mis entrañas y borboteaba. Bombillas de vidrio se


rompieron a lo largo de la pared y el fuego quemó la piedra, tocando el techo.
La energía la rodeó mientras mi mente la apartaba de Eli. Se tambaleó,
dejando caer el cuenco y el paño, antes de recuperarse. Algunos sirvientes
cercanos a ella cayeron al suelo, no preparados para la energía que les envié.

—Impresionante. Y pensar que puedes hacerlo a través del hierro. Qué


poder debes tener cuando estás desatada. —Sus ojos brillaron—. Póngale
otro par de hierros. Siento que pronto se pondrá rebelde y odiaría tener que
matarla antes de conseguir lo que quiero.
Un guardia, ya enguantado, sacó otro juego de una caja de madera
sobre la mesa.

—No, no, no. —grité, tratando de retroceder. Estas esposas eran más
gruesas y resistentes que las que había visto antes. El Fay, de cabello rubio
y ojos azules, colocó los nuevos grilletes junto al otro juego. Mis rodillas
golpearon el suelo con un ruido sordo, el dolor llenó mi pecho y un intenso
gemido salió de mi boca.

—Dios mío, niña. Es como si estuviera arrancando tu alma de tu


cuerpo. —Aneira se frotó la sien.

La fulminé con la mirada. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.


Antes de que me pusieran estos nuevos grilletes, mis poderes se habían
vuelto más fuertes, y no habría pasado mucho tiempo antes de que la
arrojara a través de los grandes ventanales hacia el lago de abajo.

—Levántenla. —Aneira hizo un gesto a los guardias para que me


levantaran.

Varios hombres tuvieron que aguantar todo mi peso porque no podía


hacer que mis piernas dejaran de temblar el tiempo suficiente para estar de
pie.

Josh entró en la cámara e inclinó la cabeza en señal de respeto,


diciendo:

—Su majestad, he regresado con sus invitados. —Ahora estaba


vestido como Primer Caballero. Pantalones de cuero negros ajustados
cubrían sus delgadas piernas. La mitad superior de su cuerpo había
cambiado del chico que conocí en Silverwood, lo que hacía que pareciera
desproporcionado. La camisa negra de manga larga con la insignia de la
reina le quedaba ceñida a sus anchos hombros y brazos musculosos. Su
mata de cabello rizado rubio arena estaba peinado hacia atrás lejos de su
rostro.

Ella se volvió hacia él y juntó las manos, diciendo:

—Maravilloso. Ahora podemos comer. Todos deben estar


hambrientos.
Dos personas estaban detrás de Josh. Mis pulmones dejaron de
bombear aire cuando los absorbí. Ahora sabía lo que planeaba hacer Aneira.
El terror me lamió, como una llama caliente.

Oh, por favor, no...


Capítulo 2
Traducido por NaomiiMora

—¡No! —grité mientras empujaba hacia adelante, llevando a mis


guardias conmigo. Rápidamente me tiraron hacia atrás, deteniendo mi
persecución, lo que nos llevaría a todos a plantar nuestras caras en el suelo.

—¿Ember? —Los ojos azules de Mark se agrandaron al ver mi estado


desaliñado. El alivio y la felicidad llenaron su expresión.

—¡Ember! —gritó Ryan. Ambos dieron pasos en mi dirección, pero los


guardias los agarraron por los brazos y los empujaron hacia atrás.

No podía apartar la mirada de ellos. Mis brazos y mi corazón dolían


por correr y abrazar a ambos hombres.

—¿Estás bien? —A Mark le podrían cortar una pierna, pero


igualmente estaría preocupado por ti.

Mi garganta se cerró y todo lo que pude hacer fue asentir.

Aneira me rodeó.

—Me encantan las reuniones familiares. Hagámoslo aún más


extraordinario. Estoy segura, Sr. Hill, que nunca pensó que volvería a ver a
su esposa muerta —declaró Aneira a Mark mientras señalaba a los guardias
que mantenían a la persona oculta detrás de mí.

La incredulidad de Mark fue tangible. Cada emoción rodó por su


rostro como un molinillo.

—¿Lily? —susurró con dureza.

—Sí. Soy yo. —Mamá tembló, las lágrimas llenaron sus ojos.
—No... esto no puede ser posible. —Sacudió la cabeza como si
estuviera tratando de aclarar su vista y su mente del obvio engaño.

No hace mucho, había pasado por lo mismo. Supuestamente fue


asesinada cuando yo tenía doce años. Mark había visto el cadáver cuando
el forense se la llevó. Cuando estás seguro de que algo es cierto y luego
descubres que no lo es, es difícil cambiar tu forma de pensar.

—Espabílese, señor Hill. No tengo tiempo para que su diminuto


cerebro humano comprenda la verdad. Tu esposa te mintió desde el
momento en que te conoció, arrastrándote a un mundo del que nunca
deberías haber formado parte. Incluso te dejó amar esta cosa —dijo,
señalándome—, haciéndote sentir que eras el padre de una niña humana.
De hecho, no es humana de ninguna manera. Ella no es más que un
demonio, un Dae asqueroso y sucio.

Mamá echó los hombros hacia atrás antes de decir:

—No lo olvides. También es parte Fay, Aneira, perra engreída.

Aneira se dio la vuelta y golpeó la cara de mi madre. Automáticamente,


tanto Mark como yo nos acercamos a ella. No llegamos lejos.

—Deberías aprender a silenciar tu boca, Lily. Siempre te metía en


problemas. Siempre fuiste impulsiva y estúpida. Esta vez no hay forma de
salir del lío que has creado. —Aneira agarró la cabeza de mi madre e hizo
que Lily la mirara. Luego, como una cortina cerrada, los rasgos retorcidos
de Aneira se emparejaron, una sonrisa forzada regresó a su boca—. Pero me
adelanto. Todo a tiempo, y ahora mismo digo que comamos. —Aneira se
volvió hacia Mark y Ryan—. Los invitados primero.

Los soldados empujaron a Mark y Ryan a la mesa y los obligaron a


sentarse.

—Siento que uno de ustedes ha comido comida Fae. —Aneira se


deslizó hacia Ryan y le acarició la mejilla con los nudillos—. Serás un gran
sirviente en mi casa, o tal vez un bufón. Tu cuerpo redondo y regordete ya
me gusta. —Luego se movió detrás de Mark—. Pero tú. Serás divertido.
Mamá miró salvajemente de un lado a otro entre la Reina y Mark, el
entendimiento llegando a ella.

—Aneira, por favor no hagas esto.

—¿No quieres que tu esposo finalmente sea realmente parte de


nuestro mundo, Lily? Si no lo hace, entonces debería haberlo dejado en paz.
Dejar al humano a su propia especie.

La mandíbula de mamá se apretó, como si estuviera luchando contra


las palabras que realmente quería decirle a Aneira.

—Tu gusto por agradar a estos humanos no me sorprende con tu


educación. Aunque pensé que tu tiempo aquí en el castillo te habría
inculcado algo de refinamiento. —Aneira volvió a centrar su atención en los
invitados a la mesa—. Ahora, coman, muchachos.

—No —dijo Mark, sentándose derecho, su rostro desafiante.

Las manos de Aneira agarraron la silla antes de que su cabeza cayera


hacia atrás, dejando escapar una carcajada.

—Su audaz desobediencia es divertida, señor Hill. Creo que ya sabe


que lo pedí solo para ser educada. —Se inclinó sobre su silla y le frotó el
brazo, su tono volviéndose más agudo—. Come.

Los ojos de Mark se pusieron vidriosos y tomó un trozo de pan y se lo


puso en la lengua.

—¡No! —grité, luchando contra las manos que me sujetaban. Mamá


luchaba a mi lado; un grito brotó de su pecho.

Mark masticó y tragó de forma robótica. Mis piernas se aflojaron. Todo


lo que habíamos trabajado para sacarlo desapareció de un bocado. Ahora,
como Ryan, nunca podría abandonar el reino del Otro Mundo.

La sonrisa de Aneira iluminó la habitación y luego se retorció con


venganza.

—Ahora es el momento del postre y los fuegos artificiales.


Aneira cruzó la cámara a grandes zancadas hasta una pared cubierta
con espejos antiguos. Estaban frente a la bahía de ventanas y reflejaban el
paisaje montañoso verde y el lago azul profundo. Las imágenes del vidrio
transformaron la pared en una obra de arte.

Hizo señas a sus hombres para que me llevaran hacia adelante. Mis
botas se arrastraron por el suelo de madera mientras me acercaban a ella.
La inquietud revoloteó en mis pulmones. Mi ansiedad se amplificaba con
cada paso. Incluso con las esposas dobles podía sentir cómo mis habilidades
aumentaban, rodando alrededor de mi pecho como una nube de polvo.

—Supongo que debería esperar los fuegos artificiales hasta después


del postre, pero no puedo arriesgarme a mantenerte sumisa y controlar tus
poderes. —Era una lucha para mí mantener la cabeza erguida, pero me
aferraba a cada matiz—. Tenías razón al pensar que tal vez no pueda
manejar un intercambio de sangre contigo. Los Fae no están destinados a
mezclarse con otras especies. Sin embargo, su misma existencia hace añicos
esta teoría. Los Daes tienen un poder que ningún Fae común debería tener.
¿Cómo es que algo como tú tiene mayores poderes que una Reina?

La Reina era formidable, pero había muchos Fae que eran iguales a
ella, si no más poderosos. Su verdadero poder existía en su capacidad para
controlar a los demás a través del glamour y el miedo. Si no te sometías, ella
haría que sus soldados te mataran. Simple y eficaz. Había muchos
dictadores en la Tierra que habían seguido la misma estrategia. Y
exactamente como ellos, quería un control total y yo lo amenazaba todo.

—Mis espías han encontrado otra forma de obtener tus poderes sin
transferir sangre. ¿Y sabes a quién tengo que agradecérselo? —Se giró para
mirarme—. A ti. Descubrí que tu magia puede transferir habilidades.

—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Obligué a las palabras a salir de


mi boca.

—Prefiero mostrártelo. —Asintió con la cabeza y alguien me rodeó,


avanzando hacia la Reina. Una sacudida de terror apretó mi corazón.

Asim.
Asim era un amplificador. Cualquier cosa que tocara aumentaría a
niveles capaces de matarte. Había contribuido a mi destrucción de Seattle y
había ayudado a Aneira a arrasar otras ciudades después. Fue una gran
razón por la que miles murieron por mi mano en Seattle. Los fantasmas de
los muertos acechaban mi alma.

No podía dejar que me tocara. El miedo me chupó los pulmones,


marchitándolos hasta convertirlos en pieles huecas de pasas. Mis hombros
dieron un tirón y lucharon contra las manos que me sujetaban. La sangre
bombeaba ruidosamente en mis oídos.

—Su Majestad. —Asim hizo una reverencia. Era un chico hermoso con
piel oscura, impecable y cabello y ojos color chocolate.

—Asim, recuerdas lo que discutimos. Lo deseo poderoso, pero no


queremos demoler el castillo.

—Sí, su Majestad. —Se inclinó una y otra vez, pareciendo


terriblemente ansioso. No necesitaba lanzarle glamour. La reverencia de
Asim por la reina era su control sobre él.

—Dos dedos deberían bastar.

¿Qué planeaba hacer? Con un toque de Asim, demolería esta


habitación y todos los que estaban en ella.

Asim se acercó a mí con la mano extendida.

Me hundí hacia el Fay detrás de mí, pero gemí con la necesidad de


extender la mano hacia Asim. Recordar la devastación que había causado
no era mi única preocupación. No pude negar la euforia que sentí por la
cantidad de magia que había bombeado a través de mí. La necesidad y el
deseo de asimilar más y más hasta que no quedara nada de mí trajeron a
partes iguales euforia y devastación. Había matado, destruido y herido a
personas. Y, lamentablemente, lo había deseado debido al júbilo que recibí
del poder. Lamentablemente, como un drogadicto, todavía ansiaba esos
sentimientos, la euforia. ¿Sería algo con lo que siempre lucharía? Había
escuchado las historias de Daes que se habían destruido a sí mismos porque
no podían luchar contra la necesidad de más. La magia los había matado.
El anhelo en mí se mantenía fuerte. Si no tenía cuidado, me envolvería,
matándome a mí y a todos los que me rodean.

Con cada paso que daba Asim, me inclinaba más hacia atrás en mi
captor. Cuando Asim llegó a mi lado, el guardia me dejó caer al suelo, el
peso de los hierros me derribó. Con sus gruesos guantes todavía puestos,
se inclinó y abrió mis puños.

Un instante. Ese fue todo el tiempo que tuve que reaccionar después
de que el hierro cayera de mis brazos. Mi mente no estaba centrada en nada
excepto en Aneira.

Mi magia la golpeó contra los espejos al mismo tiempo que la


habitación explotó con bolas de fuego. Cada llama atravesaba el cristal que
los envolvía y alcanzaba cualquier cosa que tuvieran a su alcance. La energía
estalló en mí, el miedo y la ira agitaron las llamas más. El cuerpo de Aneira
se quedó pegado a la pared, incapaz de salir de mi fuerza. Mi visión estaba
dirigida a ella, pero sentí objetos que se movían por la habitación detrás de
mí.

—Crees que puedes controlarme. —Mi voz salió fría y extraña. Sentí el
cambio. Sabía que mis ojos eran negros, el Demonio en mí se hizo cargo.
Toda emoción salió, dejando solo la necesidad de más poder y el deseo de
controlar y destruir. Fue increíble dejar de lado todos mis miedos y
preocupaciones. Fue liberador no sentir ni importarme más.

Desde atrás escuché que alguien llamaba mi nombre. No pude


descifrar si era hombre o mujer, no es que me importara. Lo único que
quería era matar a la cosa que tenía delante. Aneira gritó a sus hombres que
me agarraran, pero nadie me tocó mientras avanzaba. Una silla pasó
rápidamente junto a mi cabeza, chocando con la pared. Se astilló en
pedazos, cayendo al suelo.

—Es a mí a quien debes temer, Aneira. —Mi boca se movió, pero las
palabras no se sentían como las mías. En algún lugar dentro, una voz me
rogó que me detuviera antes de que perdiera el control. Empujé la pequeña
e insignificante parte de mí más profundamente. La gente que lastimaba ya
no me importaba.
Otra ola de magia se desplegó, y la chimenea flotante contra la pared
del fondo se levantó y estalló en una furia ardiente. Un grito de dolor
atravesó la habitación, apartando mi atención de Aneira. Mi mirada se posó
en la persona que estaba causando la perturbación.

Un hombre yacía en el suelo, con el brazo y parte de la cara


ennegrecidos. Su piel se arrugó, derritiéndose por el calor de la llama que lo
golpeó.

El demonio en mí se disolvió instantáneamente, la emoción llenó el


espacio como el sol. Mi estómago se revolvió en bilis, listo para vomitar.

—¡Mark! —Mis piernas dieron pasos hacia él.

—Agárrenla —sonó la voz de Aneira. Docenas de dedos se envolvieron


alrededor de mis hombros y brazos, arrastrándome hacia atrás.

—Déjenme ir —chillé. Mark era mi único pensamiento ahora.

No era la única que luchaba por llegar a Mark. Mamá gritó por él,
deseando desesperadamente alcanzarla. Los soldados se arrodillaron
alrededor de Mark, sentándolo. Su rostro se contrajo de dolor. Yo hice esto.
Yo lo lastimé. Cada vez que usaba mi poder, solo terminaba lastimando a
personas inocentes o a quienes amaba.

Aneira me agarró la cara y la apuntó directamente a la suya.

—Estará bien. Tener comida Fae le ayudará a sanar. Aunque, siempre


llevará las cicatrices de lo que hiciste. —Apretó mi rostro con más fuerza—.
Este evento solo demuestra que no eres capaz de manejar tus poderes. Por
la seguridad de quienes te rodean, te los quitaré de las manos. —Sus dedos
se alejaron de mi cara, sus uñas dejaron rastros por mi mandíbula—. Ahora,
Asim. —Aneira le hizo un gesto al chico y se apartó del camino.

Asim puso sus dos dedos en mi brazo. Una vez más mis sentidos me
abandonaron. Pero parecía diferente. Extremo. Probablemente como pasar
de la marihuana a la heroína. La sensación anterior era minúscula en
comparación con este subidón. Perdí la mayor parte de la vista y el oído,
todo se volvió borroso en un paisaje lejano. Estaba en un plano diferente,
mirando hacia abajo. La magia hirvió, exudando por mis poros. Nada más
que poder y fuerza absolutos atravesó mi núcleo. Vértigo sacudió mi pecho
cuando la felicidad se apoderó de mí. Toda mi tristeza y miedo
desaparecieron, desahogando mi alma pesada y dejándome respirar por
completo por primera vez en meses. Sin culpa, vergüenza o arrepentimiento,
solo poder y fuerza.

—Otro dedo —gritó Aneira y se deslizó detrás de mí. ¿Esconder a


Aneira? Patética bruja hada.

Otro de los dedos de Asim se encontró con mi piel.

El poder explotó a través de mí y crepitó en el aire. La electricidad en


la atmósfera se encendió, enviando un rayo de luz fuera de mí. El rayo se
reflejó en el espejo, partiéndolo en un mosaico de piezas. Rebotó, se dirigió
directamente hacia mí y me atravesó el estómago. Un dolor cegador me
atravesó y se expandió a cada célula de mi cuerpo. Un grito salió de mi
garganta. Me estrellé contra el suelo. Escuché otro grito que sonaba muy
lejos y rebotó en las paredes, fusionándose con el mío. Solo estaba
parcialmente consciente de que un cuerpo caía detrás de mí. La sensación
de desgarro en mi cuerpo fue demasiado. El dolor me atravesó,
destripándome.

Nadé entrando y saliendo de la conciencia. Las voces y los gritos de la


gente me trajeron de vuelta antes de que volviera a caer en la oscuridad. A
través del lodo espeso, abrí mi camino de regreso. Jadeé por respirar cuando
mis ojos se abrieron de golpe.

—Mi Reina, ¿está bien? —Un hombre estaba detrás de mí, y varios
hombres se apiñaron alrededor del cuerpo a mi lado. Aneira se agitó y se
despertó.

—¿Majestad? —Josh se sentó a su lado, sosteniendo su cabeza en su


regazo. Su mirada se dirigió a la mía, antes de volver a su dama. Fue breve,
pero vi que sus ojos se llenaban de miedo y preocupación. No tenía derecho
a preocuparse si yo estaba bien. Eligió su lado.

—Sí. Sí. Estoy despierta. —Se movió molesta—. Ayúdenme. —Tres


hombres revoloteaban a su alrededor, todos tratando de ayudar a su
monarca.
Me senté e hice un inventario. La electricidad todavía crepitaba dentro
de mí, pero estaba disminuyendo lentamente. Fue entonces cuando lo sentí,
o más bien la ausencia de él, como si alguien hubiera erradicado partes de
mi alma. Me sentí vacía. Vacante. No hay palabras que puedan describirlo
realmente, pero lo sabía sin lugar a duda: mis poderes se habían ido. El
pánico se apoderó de mí.

—¿Qué pasó? —Miré a Aneira—. ¿Qué hiciste?

Aneira se balanceó un poco y Josh saltó para agarrarla.

—Estoy bien. —Apartó su mano de un manotazo y luego se volvió


hacia mí—. Te lo dije, Ember, aprendí cómo transferirme tus poderes sin
usar sangre.

En el fondo no había creído que pudiera hacerlo, especialmente


usando mi propia magia. Me sentí traicionada por mis poderes, como si se
hubieran vuelto en mi contra y voluntariamente eligieran ir hacia ella.
Empujando mis pies debajo de mí, me paré con piernas temblorosas.
Nuestras alturas similares hicieron que fuera fácil mirar directamente a sus
ojos azul violeta.

Aneira estiró los brazos.

—Ahora tengo los poderes de un Dae y un Morador Oscuro, además


de los míos. —Giró la mano hacia las pocas luces a lo largo de la pared, que
habían sobrevivido a mi ira, y movió el brazo. Al principio no pasó nada, y
el alivio me invadió el pecho. Quizás no funcionó. Yo no tenía mis poderes,
pero ¿tal vez ella tampoco los tenía?

Mi mirada vagó por debajo de las luces. Mark se apoyó contra la pared
y se puso de pie, pero la piel del brazo y la mejilla estaba enrojecida y en
carne viva. Nuestros ojos se conectaron y los míos se llenaron
instantáneamente de lágrimas. Lo siento mucho. Traté de expresarle mi
pesar. Sacudió la cabeza, sus ojos llenos de amor, su expresión me decía
que no estaba molesto conmigo. ¿Cómo podría no estarlo? Había sido yo,
mis poderes, quien lo había quemado. Mi magia había destruido y herido a
muchos.
Un repentino estallido de la pared desvió mi atención de Mark. Las
llamas dentro de las bombillas se dispararon y rompieron el vidrio. La fila
de personas a lo largo de la pared se agachó, usando sus brazos para
protegerse de los escombros. Una risita de júbilo vino de Aneira, y rompió
todas las luces en la línea.

—¡Oh, qué agradable!

Me sentí violada. Tomó pedazos de mí, mi alma, quien era yo. La ira
me inundó las venas con cada latido.

—Para alguien que odia tanto a Daes y Moradores Oscuros, parece


terriblemente complacido de tener sus habilidades —dije.

La sonrisa desapareció de su rostro.

—Será un placer matarte.

Un gruñido vino del otro lado de la habitación.

—Dile a tu mascota que se porte bien, o tendré una bonita cadena


gruesa con la que encadenarlo —se burló, manteniendo su enfoque en mí—
. Es tan agradable saber que ya no tengo ningún uso para ti. —Una sonrisa
cruel volvió a torcer sus labios.

La energía se estrelló contra mí, levantándome, y me balanceé


mientras trataba de controlar sus nuevas fuerzas. Con una sacudida, volé
de regreso, chocando con la pared. Mi cabeza se partió con un crujido y caí
sin fuerzas al suelo.

Eli se soltó del agarre de su captura y corrió hacia mí.

Mi cabeza palpitaba con un dolor agudo. Había conocido el miedo


antes, pero darme cuenta de que ya no tenía mis poderes envió un nuevo
nivel de terror a través de mí. Me sentí impotente contra ella. Desnuda. La
magia era parte de lo que siempre había sido, incluso cuando no era
consciente de ello. Mis párpados bajaron; mi cuerpo quería dormir.

—Quédate conmigo, Brycin. —Eli tomó mi cara, volviéndola hacia él.


No te rindas conmigo. Sus ojos decían en privado.
La risa sedosa de Aneira llenó el salón.

—Oh, amor joven. Ustedes son tan deliciosos. Podría comerlos. —


Inclinó la cabeza y miró a Eli—. Ambos lo sabemos, Elighan, si supiera toda
la verdad sobre ti, no estaría tan enamorada. ¿Vamos a ver?

Eli torció su cuerpo y se puso de pie para enfrentarla. No pude ver su


expresión.

Aneira juntó las manos y se acercó a él.

—Para rematar mi encantadora fiesta, creo que es hora de servir el


delicioso postre que planeé para ti, Ember. —Su tono era condescendiente,
su sonrisa demasiado amplia, demasiado alegre. Protegiéndome, empujé mi
espalda contra la pared, usándola y a Eli como apoyo para ponerme de pie.
Aneira fulminó con la mirada a mi mamá—. Es lo mínimo que puedo hacer.
Deberías saber toda la verdad sobre Elighan y sobre tu madre... tu
verdadera madre.

La expresión de mamá palideció, pero levantó la barbilla con aire


desafiante.

—Haz lo que quieras Aneira. No tengo miedo de ti.

Aneira sonrió dulcemente.

—Deberías. —Su cabeza se volvió hacia mí—. ¿Crees que Ember


seguirá amándote después de lo que le diré?
Capítulo 3
Traducido por Vanemm08

¿Qué quiso decir con mi verdadera madre? Mi estómago se hundió, y


la expresión temblorosa de mamá ante las palabras de la Reina envió una
ola de terror patinando dentro de mí.

Aneira se acercó a mi mamá mientras me miraba.

—La persona en la que confiabas sin dudarlo fue la que más te mintió.
Cuánto desearía que fuera tu verdadera madre, pero esta cambia-formas no
es más que un fraude.

Mi mirada fue salvajemente de Aneira a mi mamá.

—¿De qué está hablando?

—Iba a decirte la verdad. —Mamá tragó saliva, el dolor se apoderó


profundamente de sus ojos—. Lo siento mucho. —Se atragantó, perdiendo
la voz.

Mi corazón latía en mi pecho. Mi cabeza se movía de un lado a otro.

—No...

—Veo que Ember es una aprendiz visual. Bueno, ¿por qué no le


muestras lo que le has estado ocultando, Lily?

La mano de la Reina agarró el brazo de mi mamá. El aire onduló a su


alrededor. Al instante, el cuerpo de mamá se encogió hasta el suelo y se le
cayó la ropa. En lugar de mi madre había un pequeño zorro rojo.

Jadeé. Conocía al zorro; era el mismo que había venido con Torin en
nuestros paisajes oníricos. Los ojos marrones y anaranjados de mi madre
me miraban a través de los del zorro, muy abiertos por la preocupación. No
era de extrañar que me resultara tan familiar. En algún lugar de mí había
hecho la conexión hace mucho tiempo: su vínculo con los zorros, sus viajes
al norte. Pero la negación era más fuerte que cualquier magia. Podía cegarte
ante lo que sucedía frente a tu cara. ¿Cuántas cosas había pasado por alto
demasiado asustada para reconocer la verdad?

Mi atención voló hacia Mark. Se quedó quieto, con el rostro y el cuerpo


congelados por la conmoción, la confusión y el dolor.

Aneira apartó el brazo de la nuca del zorro. El cuerpo desnudo de mi


madre se formó lentamente, rizándose alrededor de su ropa.

Era una cambia-formas. No un Hada.

Ahora entendía por qué tenía un sentido del olfato como el de los
Moradores Oscuros cuando no era un rasgo de hada. Por qué el hierro no
parecía molestarla. No afectaba a los cambia-formas. Por qué no había
caminado en sueños conmigo. Porque no podía. Tantas incidencias que
ignoré. La intensa verdad de que no era mi madre me inundó, rodeando la
roca que se formaba en mi interior.

—¿Nunca te preguntaste por qué no te parecías en nada a ella incluso


después de que supiste que los Daes asumen las cualidades de sus padres?
—Aneira colocó sus dedos debajo de la barbilla de mi mamá, girándola para
que la mirara—. La mitad de tu sangre es de hada pura, no de cambia-
formas. Tienes sangre que no solo es noble sino real. —Aneira alejó sus
dedos. Una ira profundamente arraigada coloreó sus palabras, pero no fue
su tono lo que llamó mi atención.

—¿Real? —Sabía que mi madre había sido noble, lo cual era diferente
de la realeza. Real solo quería decir una cosa...

—Sí, Ember. Compartes mi sangre. —Frunció el ceño ante su


declaración—. Mi hermanita, Aisling, era tu verdadera madre.

Aisling.

Oh, Dios. Una vez más, mi nombre resultó ser una pista de quién era
yo. Una broma cruel y retorcida.
—Así que la relación me convierte en tu querida tía. Qué feliz me sentí
al saber que mi única sobrina era Dae. —Su risa burlona resonó a través
del castillo.

¿Mi tía? ¿Estaba relacionada con esta perra?

Miré a la mujer en el suelo. Seguía siendo mi madre, lo único sólido


que tuve durante la mayor parte de mis años mientras crecía. Ella me había
protegido y amado. Ahora me sentía como si estuviera mirando a una
extraña. Mis reflejos querían luchar contra los soldados que inmovilizaban
su cuerpo expuesto. Todavía quería protegerla, pero su traición era un
vórtice que tal vez nunca volviera a revelar luz.

—Tu verdadera madre se dejó seducir por un demonio. Los demonios


son buenos en eso, especialmente Devlin. Usó a Aisling. Torció su mente
haciéndole creer que le importaba, pero solo quería crear un arma contra
mí. Y lo hizo. A ti.

Las historias de Lars en Grecia hicieron clic en mi cerebro. Había


estado hablando de Aisling, mi madre biológica. Todo lo que dijo contradecía
la declaración de Aneira. La versión de Lars era que Aisling había estado
enamorada de Lars y Devlin, y ambos hermanos Demonio la habían amado.
Mi instinto me dijo que Aneira estaba mintiendo. Ella sabía la verdad.

—¿Estás segura de que no fueron ellos los que fueron seducidos?

Ella entendió mi significado. Sus párpados se contrajeron. Caminó


hacia mí, su mano envolvió mi cuello, sus labios cerca de mi oído.

—Mi hermana era hermosa, inteligente, por encima de ellos en todos


los sentidos... y fue asesinada porque se rebajó a estar no solo con uno sino
con dos de ellos. Y porque ella te dejó vivir. —Ahora que sabía que mi madre
era un hada real, la hermana de la reina, las razones del odio de Aneira
tenían más sentido. Tantas cosas tenían sentido.

Su mano libre envolvió una de las mechas rojas de mi cabello.

—Te pareces mucho a ella. Sin embargo, tus ojos amarillos y tu


cabello negro son un recordatorio de tu verdadera ascendencia. Cada vez
que te miro, me enferma. Eres un demonio y una repugnante mestiza.
Mi primer encuentro con Aneira la había hecho retroceder en estado
de shock, como si hubiera visto un fantasma. En cierto modo, supongo que
sí. Había visto a su hermana muerta mirándola.

—Todos la amaban y eran como polillas a la llama. No hubo una


persona que no cayera bajo su hechizo. Su magia era desigual. Y tú eres la
razón por la que ella ya no está conmigo. Te eligió a ti en lugar de a mí. El
hecho de que estés viviendo en lugar de ella es una tortura. No puedo
esperar a matarte, lenta y dolorosamente. —Un crujido de las luces
encendidas indicó que estaba perdiendo los estribos. Otra oleada de furia
me atravesó. Estaba usando mi poder. Mi magia.

Respiró hondo y se alejó.

—No solo destruiré la Tierra y a todos los que amas, te diré una cosa
más antes de que mueras. —Su sonrisa ansiosa regresó—. Quiero que sepas
la verdad sobre tu amante. —Una sonrisa malvada torció su hermoso rostro
mientras señalaba a Eli—. Él fue quien la mató. Mató a tu madre.

Colapsé contra la pared.

—¿Qué?

—Elighan ayudó a asesinar a Aisling. El hombre con el que te


acostaste estaba allí cuando la masacraron. —La Reina se apartó de mí y
sus ojos me escudriñaron vagamente—. Estoy segura de que ella habría
estado muy orgullosa de tu elección de hombres.

Miré a Eli. No me miraba.

Mis rodillas casi cedieron cuando otra verdad me golpeó. La noche que
Lorcan nos interrumpió a Eli y a mí, Lorcan me dijo que habían matado a
mi madre. Primero lo había relacionado con el asesinato de Lily. Descubrí
su cuerpo desgarrado. Pero cuando la encontré viva en el calabozo de la
Reina, le conté lo que dijo Lorcan tratando de molestarme. Ahora sabía que
había dicho la verdad. Parecía que Lorcan siempre decía la verdad, tanto si
querías creerlo como si no.

—Em... —La frase de Eli fue interrumpida por un toque de la mano de


Aneira. Sus ojos se pusieron vidriosos.
—Cállate —le dijo Aneira. La boca de Eli se apretó, obedeciendo—.
Tuviste mucho tiempo para decirle la verdad. Creo que ahora es mi turno.
¿No estás de acuerdo?

Asintió sumisamente y se apartó de mí. Era aterradora la facilidad con


la que podía poner a alguien bajo su hechizo. Un pensamiento vino a mi
cabeza. Como ya no tengo mis poderes, ¿podrá controlarme? Ni siquiera
quería insinuarlo en caso de que todavía no hubiera considerado la
posibilidad.

El pensamiento fue relegado a un segundo plano cuando volví a mirar


a Eli. El profundo dolor de lo que hizo me lastimó mucho más que tirarme
por un barranco. Eli había ayudado a asesinar a mi madre. El tatuaje no
había mentido. Había estado tratando de protegerme. Había escapado de los
sueños más allá de la tumba, tratando de advertirme. No importaba si la
conocía o no. Era mi madre y él había ayudado a asesinarla.

—Los Moradores Oscuros querían vengarse de mí. Mi pobre hermana


fue su forma de llegar hasta mí. —Aneira le dio unas palmaditas en el brazo
a Eli, casi como si lo desafiara a refutar su afirmación.

Lorcan había dicho que fueron contratados para matar; no lo hicieron


por venganza. Fueron designados para matar a un Hada que traicionó a su
pueblo y a su hija, que era una abominación. Si quería venganza por su
hermana, ¿por qué no habría ido tras Lorcan, el verdadero asesino, en lugar
de trabajar con él? No lo haría. Aneira claramente estaba mintiendo.

—Oh, ¿no juegas bien al mártir? Puede que hayan ayudado a matarla,
pero ambas sabemos que tú planeaste su asesinato —me burlé.

Aneira se movió tan rápido que no la vi hasta que fue demasiado tarde.
Su mano hizo crujir mi mandíbula. La fuerza del golpe me derribó. Mi "tía"
me siguió hasta el suelo, agarrándome la garganta.

—¿Cómo te atreves a hacer una acusación tan absurda? Nunca


hubiera lastimado a mi hermana. La amo. —Luego susurró para que nadie
más pudiera oír—: Eres una mocosa insufrible. Tú eres la razón por la que
ella está muerta. Tú eres la culpable. Ella te eligió a ti en lugar de a mí...
Tuve que matarla. Me traicionó. Traicionó a nuestra especie. Rompió la ley.
Yo fui la agraviada. —Sus palabras sonaron frenéticas. Poco a poco estaba
perdiendo la compostura—. Pronto te unirás a ella. Finalmente.

Descansó, se tomó un momento mientras se ponía de pie, colocando


su agradable fachada de Reina en su lugar.

—Ahora volvamos a las festividades, ¿de acuerdo? —Dio un paso


atrás, puso su mano sobre Eli y miró hacia mí. La venganza hervía a fuego
lento en el tacto—. Antes de que mate a tu amante, quiero que sepas que
me vengaré por lo que hizo su especie. Lo obligaré a pagar. Una y otra vez.

Mi estómago se hizo un nudo ante su insinuación. Una protección


natural hacia Eli me invadió, y un gruñido resonó en mi garganta. Si alguien
iba a hacerle daño, esa sería yo. Me levanté sobre mis pies. Cuando abrí la
boca para responder, la agonía explotó alrededor de mi mandíbula. Se sentía
como si estuviera rota. Pero el calor ya subía por mi columna como si mis
poderes estuvieran trabajando, tratando de curar mi mandíbula agrietada.
¿Pero cómo? Mis habilidades se habían ido. Fue entonces cuando me di
cuenta: todavía era Moradora Oscura. La sangre de Eli todavía hervía en mis
venas. Podía sentirla moverse, sintiendo el lugar vacío que mis viejos
poderes solían llenar moviéndose. Ella no había tomado la sangre de mi
cuerpo, por lo que no recibió la sangre que Eli me dio. El ser Morador Oscuro
estaba en mi sangre, no era un elemento que pudiera robarme.

Ella pensó que tenía los rasgos de Morador Oscuro, así como mis
poderes de Dae. No lo hacía.

La Reina negó con la cabeza con falsa lástima.

—No te preocupes. Dejaré que me mires con Elighan un rato antes de


matarte. No quiero que te sientas excluida. —La furia me golpeó y se
convirtió en dolor cuando Eli miró hacia el espacio como si no pasara nada.
Su glamour todavía lo cubría.

Incluso si seguía siendo parte Morador Oscuro, no cambiaba nada. No


podía derrotarla con mis habilidades parciales. La derrota me tragó. Mi
cerebro y mi corazón estaban llenos de dolor. Una parte de mí quería
recostarse en el suelo y pedirle a Aneira que acabara conmigo. Ella había
ganado. Poseía la espada y mi fuerza. Mark y Ryan nunca podrían dejar el
Otro Mundo, mi mamá no era mi verdadera madre y el hombre que amaba
ayudó a matar a mi madre biológica.

Mi mundo y mi fuerza de voluntad se estaban desmoronando. Lo


único que me mantenía en pie fue ver a Mark y Ryan al otro lado de la
habitación, sus ojos aterrorizados mirándome con confianza y fe. Necesitaba
intentar ponerlos a salvo. West permanecía bajo mis pies todavía encerrado
en el calabozo. Tenía la esperanza de que Cal hubiera logrado sacarlo porque
no había mucho que pudiera hacer por él en este momento. La última vez
que caminé en sueños para ver a West, apenas podía mantener la cabeza
erguida. Tenía que creer que encontraría fuerzas en alguna parte. Si no
escapaba pronto, moriría aquí con el resto de nosotros.

Aneira ya no tenía motivos para mantenernos con vida. Recurriría a


la tortura y la muerte lenta para aquellos que sentía que la habían
perjudicado. Para los demás, con suerte, sería rápido e indoloro.

Un movimiento detrás de Ryan llamó mi atención. En lo profundo de


las sombras del pasillo estaba Castien.

Vestía el traje de guardia de la Reina, pero trabajaba para Lars como


espía. Una expresión decidida se posó en sus bonitos rasgos. Tenía el corto
cabello negro y brillante y los brillantes y únicos ojos azules de las Hadas.
Apretó la boca en una delgada línea y su mano agarró su espada. ¿Intentaría
sacar a Ryan de aquí? ¿Por sí mismo? ¿Qué estaba pensando?

En ese momento, las ventanas que daban al lago se hicieron añicos


en una explosión de cristal ensordecedor. Las paredes temblaron cuando la
presión llenó la habitación, haciéndonos perder el control. Mi hombro golpeó
el piso mientras mi cuerpo se deslizaba por el suelo. Los gritos resonaron en
las paredes y se mezclaron con el sonido de los cristales rotos al romperse.

El viento bramaba a través de la abertura mientras cinco figuras


flotaban, descendiendo desde el techo. A través de la lluvia de escombros,
mis ojos se enfocaron en una persona enorme. Rimmon. Saltó al suelo,
sacudiendo la habitación como un Goliat. Que Rimmon estuviera aquí
significaba una cosa.

Lars.
Sus poderes telequinéticos permitieron a cada uno de su grupo flotar
sobre el suelo. Cuando los soltó, saltaron al suelo, listos para la batalla.
Reconocí rápidamente a Alki, Koke y Gorgon de pie junto a Lars. Mi corazón
se disparó y sentí el primer rayo de esperanza.

Los hombres de la Reina se colocaron en posición frente a ella, algunos


ya atacaban a los intrusos.

El sonido metálico resonó en el aire cuando las espadas chocaron. Alki


dio un grito de batalla enviando un escalofrío a mi corazón.

—¡Ember, vamos! —La mano de Eli rodeó mi brazo y me levantó para


que me moviera.

Una vez arriba, busqué en la habitación para encontrar a mi familia.


Los cuerpos abarrotaron el espacio mientras los guerreros bailaban en la
batalla. La sangre salpicó y gorgoteó cuando Koke y Alki cortaron a varios
soldados a la vez, cortándoles la garganta en amplios arcos.

—¡Ember! —Escuché llamar a Lars. Se movió hacia mí. Quería correr


hacia él, pero no podía dejar atrás a nadie de mi familia.

Eli tiró de mi brazo, acercándome a él.

—Necesito sacar a mi familia primero —le grité a Eli, saliendo de su


agarre.

Me volví, ignorando que tanto él como Lars me gritaban.

—Ember. ¡No! —La voz de Lars me llegó de nuevo.

Corrí sin idea de hacia dónde me dirigía. Un guardia saltó en mi


camino; su espada cortó a centímetros de mi cara. El entrenamiento de Alki
permaneció conmigo. Incluso sin mis poderes o una espada, aún podía
luchar. Sin nada que lo detuviera, el Morador Oscuro en mí saltó a la
superficie. Me abalancé, sin darle tiempo para recobrar su ingenio. Nos
estrellamos contra el suelo, su cuerpo se llevó la peor parte.

Mi familia fue amenazada y ya no estaba encadenada. Estaba enojada.


Matar. Matar. Matar.
Mis dientes bajaron por su garganta, rasgando la suave piel de Hada.
Un grito salió de su carne deshilachada. No esperaba que yo fuera un
desafío, especialmente cuando pensaba que no tenía magia. Una fuerza
chocó conmigo, enviándome a rodar por el suelo. Otro guardia había venido
hacia mí, pero un cuerpo se precipitó hacia él. Miré hacia arriba y vi que Eli
había tirado al hombre y golpeó un poste. Su cuello se partió cuando su
cabeza golpeó la pared y se arrugó en un montón. Eli agarró al guardia
debajo de mí. Su cuello se rompió bajo su agarre.

¡Mi muerte! Gruñí y me limpié distraídamente la sangre que corría por


mi barbilla.

—Brycin. Detente. —Una voz dominante rompió el control que tenía


sobre el hombre en sus brazos. Me hizo sentir desigual y distante. Perdida.

Mi mirada se dirigió a mi Alfa, buscando una dirección. Una vez que


un Morador Oscuro se concentraba en su presa, era difícil romper la
conexión. La mayoría de las personas nunca se interpondrían en el medio a
menos que quisieran convertirse en otra víctima.

—Tráela. —Asintió detrás de mí. Lily había vuelto a ser un zorro y


estaba saltando y esquivando a los soldados que venían hacia ella. Todos
mis sentidos resurgieron, chocando en mi cerebro.

—Mamá —grité.

Los ojos del zorro se iluminaron y se volvieron hacia mí. Con un


aullido, el pequeño animal se dirigió hacia mí.

—¿Dónde están Mark y Ryan? —le pregunté a Eli.

Eli negó con la cabeza.

—No están aquí.

—¿Qué? Estaban ahí. ¿A dónde fueron?

—No lo sé.

Otro estruendo me llamó la atención. En medio de la habitación,


Aneira y Lars se peleaban. No con espadas ni con manos, sino con sus
mentes. Aneira ahora tenía el poder de un demonio, y el nuevo atributo no
era algo que Lars hubiera estado esperando.

Lanzó el cuerpo de Lars al aire y él chocó con el trono de la reina.


Tanto él como la silla rodaron de la plataforma al suelo.

—¡Lars! —Mis palabras se ahogaron en la ruidosa habitación.

Él se levantó, sus ojos amarillos brillando. Con cada paso que daba,
se oscurecían hasta volverse negros. Aneira se elevó por los aires y se estrelló
contra la pared. La inmovilizó allí, ahogándola.

—Esto es simplemente un juego previo para mí, Lars. —Forzó una


sonrisa.

Sus ojos se entrecerraron en ella.

Un ruido ahogado salió de la garganta de Aneira.

—Llegas demasiado tarde, Demonio. Ya tengo sus poderes. —Arriba,


las llamas surgieron de los bulbos rotos, lamiendo la parte superior de
nuestras cabezas. Lars voló sobre sus pies hacia las ventanas abiertas.

—Lars —llamó Alki al mismo tiempo que unas manos rodearon mi


cintura, arrojándome sobre un enorme hombro de piel oscura. Rimmon
saltó hacia la ventana abierta conmigo colgada de la espalda.

—Espera... ¡Eli! ¡Mi mamá! —Golpeé ineficazmente la espalda de


Rimmon.

Un objeto saltó repentinamente hacia Rimmon y se subió a su otro


hombro. El zorro acurrucó su cuerpo contra su cuello para que no se cayera.
Dejé escapar un pequeño suspiro de alivio. Levanté la cabeza para localizar
a todos los demás, pero no tuve tiempo de agarrarme a nadie antes de que
Rimmon llegara al marco de la ventana y saltara. Sus gigantescos guantes
nos sostuvieron a mí y al zorro contra sus hombros. Un grito se atascó en
mi garganta mientras bajábamos en caída libre. Mi estómago y mi cabeza se
hundieron de terror.

Por el rabillo del ojo, un pájaro del tamaño de una camioneta se


abalanzó sobre el techo y se zambulló debajo de nosotros.
—Sostente. —El agarre de Rimmon me abrazó con más fuerza.

Oh, mierda. Apreté los párpados con fuerza con anticipación.

Chocamos con la espalda del pájaro, que chilló con el impacto. Otro
par de brazos rodearon el cuello de Rimmon, chocando con el mío. Levanté
las pestañas y miré por encima del hombro de Rimmon. Mi madre estaba de
vuelta en su forma humana, desnuda y temblando, mientras se aferraba a
él.

Una sombra sobre mi cabeza me hizo mirar hacia el cielo. Otro pájaro
del tamaño de una camioneta voló en círculos más alto y también parecía
estar cargando personas.

Nuestro pájaro batió sus alas y curvó su cuerpo, cambiando de


dirección. El viento agitó lo último de mi cola de caballo, dejándola volar
libremente en una masa alrededor de mi cabeza. Me liberé del agarre de
Rimmon y me arrastré para sentarme sobre el pájaro como si fuera un
caballo. Las plumas eran suaves y tersas contra mi piel. Eso parecía ser un
águila enorme, pero las plumas eran negras como el ébano. Se mezclaría
con la noche, así como con un Morador Oscuro y podría deslizarse
silenciosamente detrás de ti.
Capítulo 4
Traducido por Vanemm08

Navegamos un rato antes de que el pájaro se dirigiera a un prado.


Batió sus alas y se posó suavemente en el suelo.

Rimmon, siendo su yo habitualmente hablador, se deslizó


silenciosamente fuera del lomo del pájaro y aterrizó en el suelo con un ruido
sordo. Mamá siguió a Rimmon cuando yo me fui por el otro lado. Fue una
caída más grande de lo que esperaba, y mis rodillas se llevaron la peor parte
de mi desembarco y el dolor del impacto. Me puse de pie, frotándolos. El
pájaro ladeó la cabeza y me miró.

—Eres hermoso. —Pasé mi mano por las plumas. Su pico bajó y me


picoteó los dedos—. ¡Oye! ¡Ay!

—No lo llamaría hermoso. Ori se pone extremadamente gruñón —dijo


Rimmon. Se había quitado la camiseta sin mangas y se la había entregado
a mi mamá. Su parte superior llegaba a las pantorrillas.

—Oh. —Di un paso atrás—. Perdón.

El pájaro se disolvió frente a mí, con los brazos extendidos donde


habían estado las alas. El pico afilado se fundió con el rostro de un hombre.
El hombre corpulento que estaba allí era un guardia que reconocí del
complejo de Lars pero que nunca conocí oficialmente. Él era un cambia-
formas. Un cambia-formas-pájaro.

—No soy hermoso —se quejó—. Soy Majestuoso. —Ori se alejó de mí


pisando fuerte.

Me estaba acostumbrando a ver gente desnuda. Aun así, era difícil


hacer contacto visual completo, aunque los cambia-formas parecían estar
siempre extremadamente en forma y no hacían daño a la vista.
Afortunadamente o tal vez desafortunadamente para mí, el otro pájaro
tocó el suelo y dio a mis ojos algo más a lo que agarrarse. Lars, Koke, Alki,
Gorgon y Eli se apilaban sobre el segundo pájaro.

—¿Dónde están Mark y Ryan? —Corrí, frenética, hacia Lars.

—Deberían estar aquí pronto. —Lars saltó fuera del pájaro y aterrizó
con gracia sobre sus pies.

—¿Qué quieres decir? ¿Están bien?

—Sí. En realidad, fueron los primeros fuera de peligro. Durante la


distracción, cuando nosotros entramos a la habitación, Castien se movió sin
que nadie se diera cuenta para sacar a Ryan y Mark. —Lars se limpió los
pantalones cargo y los alisó. Todos desmontaron tras él—. Todo fue
planeado estratégicamente. Están a salvo.

El aire salió de mis pulmones con alivio, que se llenó rápidamente de


plomo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Miré entre el Rey Unseelie y la cambia-


formas-zorro—. ¿Por qué ninguno de los dos me lo dijo? ¿Soy la sobrina de
la reina? ¿Mi verdadera madre era una princesa Hada?

—Técnicamente ahora eres princesa. Eres la siguiente en la línea para


el trono, por eso necesitas matar a Aneira.

—¿Soy una princesa? —Mi cabeza giró violentamente mirándolos a los


dos con total consternación y conmoción.

—Ember... —Lily puso sus dedos suavemente sobre su boca, parecía


estar buscando las palabras.

—Lily. —Lars negó con la cabeza y luego me miró—. Sé que tienes


muchas preguntas, pero ahora no es el momento. Tenemos que salir de aquí.
Todavía no estamos a salvo, y apenas sacamos a todos la primera vez. No
quiero rescatarte a ti y a tus amigos de nuevo.

Estaba en lo correcto. Necesitábamos ponernos a salvo antes de que


me volviera loca.
—No rescatamos a West —dijo Eli, su voz tensa por la ira. Caminó
hacia mí, mientras yo me alejaba rápidamente. Ahora que estábamos fuera
de peligro, el dolor y el disgusto llenaron mi pecho. No quería estar cerca de
él.

—Todavía no lo sabemos. Cal podría haberlo rescatado. —A propósito,


mantuve mis ojos fuera de él. Tenía que mantener mis emociones intactas
un poco más, al menos hasta que estuviéramos todos a salvo y lejos de
Aneira.

—¿Confías en un duendecillo y un cuervo para liberar a un hombre


que probablemente ni siquiera pueda caminar? ¿De una celda?
¿Inadvertidos? —Los ojos de Eli se enrojecieron por la irritación.

—No te atrevas a hablarme de confianza. —El dolor en mi corazón


subió poco a poco por mi garganta, queriendo escapar.

Eli hizo una pausa. Su boca se abrió y luego se cerró antes de que se
alejara de mí; su mano se deslizó sobre su cabeza, frotando ferozmente su
cuero cabelludo.

La tensión llenó el espacio. Mamá me miró, pero cuando mi mirada


ardiente se encontró con la suya, la desvió. Finalmente, me volví hacia Lars.

—¿Qué hay de Mark y Ryan? ¿No pueden regresar a la Tierra?

—Ember. —Lars se pellizcó el puente de la nariz—. Tengo el problema


resuelto. Al menos para Ryan. Mark ahora tendrá que ser parte del plan del
Otro Mundo. Hay una casa de refugio en el lado Dark Fae donde irán. Allí
estarán bastante seguros.

Parpadeé para quitarme las lágrimas.

—Gracias.

Me dio un rígido asentimiento.

—Además, gracias por venir a buscarnos. —La emoción me recorrió


con la fuerza de un tren mientras miraba a mi tío—. Estoy tan feliz de que
estés vivo.
—Me ofende bastante si crees que Aneira puede matar al Rey Unseelie
tan fácilmente. —Lars frunció el ceño.

—Ella lo hizo sonar...

—Tuve que hacerle creer que era más poderosa que yo en Grecia. Su
ego es su debilidad. Si pensara que hui con miedo, no esperaría la pelea que
trajimos a la puerta de su casa más tarde. Sin embargo, esto sucedió antes
de que ella obtuviera la espada. Lo habría jugado de manera diferente si
hubiera sabido sobre Josh. No habría dejado que te llevara ni a la espada.

Hice una mueca.

—Bueno, gracias de todos modos... por venir por nosotros.

—No me des las gracias, Ember. El error fue mío. Mi propia arrogancia
me cegó. Y ahora ella tiene tus poderes... —Lars apartó la mirada de mí, su
espalda erguida—. No me detendría ante nada para llegar a ti. Nunca lo
dudes.

Crucé los brazos sobre mi estómago, tratando de contener la emoción


que quería derramarse por el suelo, pintando todas las superficies. Tragué.

—Ella no los tiene todos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Lars.

Los párpados de Eli se estrecharon, tomando aliento.

—Todavía es Morador Oscuro.

—¿Estás seguro? —Lars miró de un lado a otro entre Eli y yo.

—Sí —dijo, mientras yo asentía en respuesta.

El dolor debe haber cruzado mi rostro al pensar en mis poderes siendo


arrancados de mi cuerpo porque Lars dijo:

—Sé que tu pérdida debe ser inquietante y desagradable para ti. Lo


único positivo que tienes de la pérdida es que ya no tienes que temer al
hierro.
Mis ojos se agrandaron. Ni siquiera había pensado en el lado positivo.
No tener la magia Dae significaba que ya no tenía la debilidad de ser mitad
Hada. Se sentía liberador al saber que un enemigo no podía contenerme tan
fácilmente. Bueno, podrían hacerlo porque ahora era más humana, pero no
golpeando un trozo de metal alrededor de mi muñeca.

Un susurro de maleza detuvo mi respuesta a Lars. Todos nos


agachamos, algunos sacando armas, otros listos para convertirse en armas.
Con la disminución de mis poderes, cualquier ayuda que pudiera brindar se
había reducido considerablemente.

Castien atravesó el follaje primero, seguido por Ryan y Mark. Un grito


brotó de mi boca, mis piernas se movieron en el instante en que los vi. Sin
saber a quién acudir primero, corrí hacia ambos. Mark reaccionó de
inmediato, corriendo hacia mí con tal determinación que chocamos el uno
contra el otro. Sus brazos largos y delgados me envolvieron y me apretó con
tanta fuerza que perdí el aliento. Un sollozo que no esperaba estalló en mi
pecho. Nos aferramos el uno al otro mientras trataba de controlarme.
Cuando lo miré a la cara, vi que no era el único. Las lágrimas corrían por
sus mejillas, desapareciendo bajo el crecimiento de su barba chamuscada.
Temblando, mis dedos tocaron las marcas de quemaduras en su rostro y
brazo. No se inmutó. Ya no estaban rojos o hinchados, más como cicatrices
de quemaduras que habían estado allí durante años.

—Lo siento mucho —susurré, la culpa se apoderó de mi voz.

—Estoy bien. Ya no duelen. —Apartó mi mano de su rostro—. No


tienes la culpa.

—Pero sí la tengo.

Me dio otro abrazo.

—Mi niña, todo lo que me importa es que estés viva y aquí. Es todo lo
que importa. No pensé que volvería a verte.

—Nunca podrás deshacerte de mí tan fácilmente —sollocé.

Podía sentir a Ryan retorciéndose a mi lado, ansioso por recibir un


abrazo. Su energía era tan diferente ahora. Seguía siendo Ryan, pero
después de la pérdida de su primo y ser un prisionero en el mundo Fae,
parecía menos el niño despreocupado que conocía antes. Había tristeza en
él, una pérdida de inocencia.

Me solté de los brazos de Mark y fui directo a los de Ryan, casi


tirándolo. No había palabras por decir, pero aun así le dije al oído:

—Lo siento mucho. —Tan patético. Tres palabras nunca podrían


cubrir la pérdida de su primo Ian o la realidad de que nunca más podría
regresar a la Tierra. Respondió con un sonido de hipo mientras me abrazaba
con más fuerza.

—Sabes que ahora soy un hada, ¿verdad? —murmuró en mi oído.

—Siempre has sido una, pero al menos ahora puedes decir que es
oficial —repliqué.

—Un poco decepcionado porque no hay alas ni varita. Siempre quise


una varita. ¿Y dónde está el brillo? ¡Pensé que las hadas venían con polvo
brillante! —Ryan se apartó y se secó los ojos.

—Sí, yo me quejaría con la gerencia. —Le guiñé un ojo a Castien,


quien se sonrojó.

—Ember, no tenemos tiempo para reuniones. Sin duda, los hombres


de Aneira nos persiguen. Tenemos que irnos —interrumpió la voz de Lars.

Frotándome la nariz y los ojos, di un paso atrás pero no solté la mano


de Ryan. Mark me frotó el hombro. Los acababa de recuperar. No podía
dejarlos ir de nuevo.

—Oye, nena, ¿dónde estás? —Una diminuta y familiar voz llegó desde
la distancia. Mi audición de Morador lo recogió. Me di cuenta por la
inclinación de la cabeza de Eli que él también lo escuchó—. ¿Cal? —Un
cruce entre alivio y pánico sacudió mis cuerdas vocales—. Cal, estoy aquí.
—Me acerqué a su voz.

Su pequeña figura de quince centímetros voló a través de las ramas


hacia mí, jadeando y sin aliento. Extendí mi mano donde aterrizó.
—Hice lo que dijiste... —Jadeó en busca de aire—. Tenías razón. El
Cuervo... me ayudó. —Cal puso su mano sobre su pecho, jadeando—. Pero
ahora... ummm... tenemos... un problema... —Tomó otra profunda
bocanada de aire—. Lo siento, volé súper rápido para llegar aquí...

—¿Cuál es el problema, Cal? —exigí.

Se inclinó sobre sus rodillas tratando de recuperar el aliento. Un


mechón de cabello castaño oscuro cayó sobre sus ojos.

—Morador Oscuro. —Señaló detrás de él y luchó por pronunciar las


palabras entre jadeos—. No se mueve. Colapsó. Traté de levantarlo... no
pude.

West.

Eli corrió hacia mí.

—¿Dónde? ¿Dónde está, Cal?

Cal señaló de nuevo detrás de él.

—Por ahí en alguna parte. Escuché venir a los hombres de la Reina.


No es seguro.

Eli se dirigió a los árboles.

—¿Qué estás haciendo? —gritó Lars.

Eli se dio la vuelta, sus ojos brillaban intensamente.

—Buscar a mi hermano.

—No seas estúpido. Probablemente ya lo hayan encontrado. Debemos


salir de aquí mientras podamos. —La ira golpeaba cada palabra que
pronunciaba Lars.

—Entonces vete. Pero no me iré de aquí sin él.

—Yo tampoco. —Di un paso hacia Eli. Podía sentir el peso de mi Alfa
llamándome, necesitándome. Los ojos de Eli se clavaron en los míos. Ni una
pizca de emoción parpadeó a través de ellos. Coloqué el cuerpo exhausto de
Cal sobre el hombro de Ryan—. Quédate aquí, Cal.

El sentido del olfato de Eli podía encontrar a West más rápido que Cal,
y Cal parecía demasiado agotado para volar de todos modos.

—Absolutamente no, Ember —gritó mamá o Lily, como debería


llamarla ahora. Sus pies descalzos se movían fácilmente sobre los palos y
las rocas del suelo.

Me volví lentamente hacia ella. Mi cabeza se inclinó; mis ojos la


miraron en señal de advertencia.

—No me digas qué hacer.

Su expresión facial se veía triste mientras me miraba a mí y luego a


Mark. Apretó la boca en una línea firme y estresada mientras la miraba.
Pobre Mark. Todo lo que había pasado. Pensó que el amor de su vida había
muerto. Descubrir que no lo estaba y saber que mintió sobre tantas cosas
tenía que ser increíblemente confuso para él.

—Estoy de acuerdo. No vine aquí y arriesgué todo para que te atrapen


de nuevo.

El pecho de Lars se hinchó, desafiándome a contradecir su orden.


Ahora era completamente el Rey Unseelie. Por mucho que odiara la idea, Eli
era mi Alfa. Lo seguía primero. En el momento en que mis otros poderes
desaparecieron, los instintos del Morador Oscuro se hicieron cargo. Mi
conexión con Eli se sentía aún más fuerte, lo que me cabreó. Pero mi familia
estaba en problemas. West me necesitaba e iría a buscarlo.

—Lo siento. No dejamos a la familia atrás. —Con mis intenciones


claras, aceleré el paso. Eli sintió mi decisión, se volvió y echó a correr. Lo
seguí.

El dolor de la traición y la desconfianza hacia Eli no se había


desvanecido. No había olvidado que había participado en el asesinato de mi
verdadera madre. Sin embargo, el poder de ayudar a mi Alfa y a mi familia
Morador Oscuro fluyó sobre el dolor punzante. Haría lo que tuviera que
hacer. West era la prioridad. Me ocuparía de todo lo demás más tarde.
Eli nos condujo a través del laberinto de densos bosques. Las
conexiones que solía tener con la tierra ahora eran agujeros vacíos en mí.
Era como visitar a un viejo amigo y descubrir que ya no tenían nada en
común. La conexión que tenías en un momento se había ido. Me dolía el
corazón.

Eli olfateó el aire y cambió de dirección. Silenciosamente, me quedé


en su cola. Cuando se detuvo, casi choco contra su espalda. Sacudió la
cabeza, olisqueando de nuevo. Giró a su derecha, trepando por el tronco de
un árbol caído. Eli se arrastró hacia un montón de carne en el suelo.

—¿West? Oh, mierda, hermano.

Se me escapó un grito ahogado. El delgado bulto de huesos en el suelo


parecía un caparazón de lo que había sido West cuando nos conocimos. Eli
lo agarró por el hombro y lo hizo rodar tiernamente sobre su espalda. West
se veía incluso peor de lo que recordaba de la última caminata en sueños.
Su ropa estaba manchada de hollín, sangre y materia fecal. El exceso de tela
colgaba de su cuerpo demacrado.

West rodó la cabeza hacia mí. La sangre goteaba por su barbilla


mientras gemía de dolor. Su cuello estaba destrozado con cortes recientes y
viejas heridas. Sus ojos estaban hundidos y desenfocados.

—Oye. Estoy aquí. Vas a estar bien —dijo Eli gentilmente a West, su
gran mano sosteniendo la cabeza de West.

Ver tanta suavidad en Eli siempre era discordante. Amaba a su familia


con fiereza. Y en privado. A pesar de que yo era parte de ellos, me enojó ver
un lado cálido de él después de lo que pasó con Aisling. Quería odiarlo, con
cada fibra que me quedaba. No quería luchar con mis sentimientos. Quería,
necesitaba, despreciarlo.

La boca de West se movió, pero su voz era demasiado baja para que
lo entendiera.

—¿Qué? —Eli se inclinó poniendo su oreja en la boca de West. West


murmuró algo que hizo que Eli se echara hacia atrás y se riera—. Es bueno
ver que algunas cosas no cambian.
—¿Qué dijo? —Me aventuré más cerca de los chicos.

La cabeza de Eli se volvió y sus ojos se clavaron profundamente en los


míos, haciendo que mi respiración se detuviera.

—Dijo que me tomó bastante tiempo, y lo menos que pude haber


hecho fue traer agua de hadas para darle un baño de esponja.

Me reí a carcajadas.

—Sí, ni siquiera puede levantar la cabeza... al menos no la que está


sobre sus hombros.

Un resoplido salió de West.

—Yo también te he echado de menos, cariño. —Cada palabra sonaba


ahogada, confusa y torturada al salir.

No pude evitar sonreír. West definitivamente poseía el encanto del


grupo. Ninguno de ellos carecía de la atención de las mujeres, pero West,
con su acento sureño y su aspecto rudo, hacía que las bragas cayeran por
montón. Curiosamente, solo había vivido en el sur por poco tiempo, pero
sabía que el acento atraía a las damas.

Aullidos y gruñidos de perros resonaban en el bosque. Me quedé


quieta. Todavía estaban lejos, pero me di cuenta de que se estaban moviendo
hacia nosotros.

—¡Mierda! —Salté hacia Eli y West—. Tenemos que irnos.

—Esto va a doler, hermano, pero tenemos que sacarte de aquí. —Eli


deslizó sus brazos debajo de él. El rostro de West se contrajo de dolor cuando
Eli lo tomó en sus brazos y lo cargó como a un bebé.

—¿Que necesitas que haga? —dije, y miré a Eli.

—No podré cambiar ya que mi atención está en mantenerlo con vida.


—Eli ajustó a West de nuevo. West gimió, cerró los ojos y su cabeza se inclinó
hacia un lado—. Necesito que seas la líder y la exploradora. Debes estar
completamente sintonizada con tus sentidos. Es posible que las Hadas no
puedan olernos, pero sus perros sí.
Tragué nerviosamente.

—Son lindos perritos, ¿cierto?

—No exactamente. No son como los perros de la Tierra. Estos perros


son mucho más grandes y tienen sentidos y dientes más fuertes. Como un
perro lobo irlandés con esteroides.

—Excelente. —Puse una sonrisa falsa en mi rostro—. Fascinante.

—Y son extremadamente rápidos. Vamos.

Cerré los ojos brevemente y llamé al Morador Oscuro en mí. Sin


necesidad de luchar contra todos mis otros poderes, se apresuró a salir a la
superficie con entusiasmo. Me di la vuelta y dejé que todos los sonidos y
olores del bosque me inundaran. Salté hacia adelante, olfateando el aire. Un
fuerte olor a perro vino de mi izquierda, cortando el camino que hicimos al
llegar aquí. Los soldados nos estaban dividiendo. Mi familia y amigos
estaban a un lado, y Eli, West y yo estábamos del otro. Era un riesgo, pero
decidí que deberíamos rodearlos deslizándonos detrás de ellos.
Continuarían avanzando y no regresando de donde vinieron, ¿cierto? Oh,
cielos. Por favor, deja que tenga razón.

Sin una palabra, Eli siguió mi ejemplo. West se había desmayado, su


cuerpo era un peso muerto en los brazos de Eli.

Incluso tan desnutrido como estaba West, todavía no era un tipo


pequeño. La fuerza de Eli era irreprochable y no parecía demasiado molesto
por el peso. Estaba más molesto por la carga real que transportaba. Su
rostro era de piedra, pero se apresuró hacia adelante, ansioso por mantener
vivo a West.

Los olores y las voces me obligaron a ampliar mi círculo. Mi estómago


se hizo un nudo por la tensión. Cada paso que dimos fue mío para decidir,
así como el resultado. Odiaba el peso que ponía sobre mis hombros. Esta
presión y ansiedad debe ser como se sentían Eli y Cole todos los días.

Me detuve en seco cuando un fuerte olor se infiltró en mi nariz. Me


volví para mirar a Eli. Sus hombros se tensaron, se curvaron hacia adelante
y un gruñido bajo salió de su garganta.
Los ojos estaban sobre mí. Podía sentirlos. Giré en un círculo, mi
mirada vagando cada centímetro del bosque. Eli resopló. Estaba a punto de
colocar a West en el suelo cuando una gran masa se lanzó desde el bosque,
lanzándose hacia su garganta. Tanto los hombres como el animal se
estrellaron contra el suelo. El cuerpo de West rodó, flácido cuando golpeó la
tierra.

Salté sobre la espalda del enorme perro. Su pelo áspero se frotó contra
mi piel como papel de lija. Me aferré a él y lo rodeé con mis brazos y piernas.
Eli estaba ocupado tratando de evitar que sus mandíbulas se apretaran
contra su cuello. Apreté mis manos alrededor de la garganta del perro y le
eché la cabeza hacia atrás. Se movió lo suficiente como para que no le
rompiera el cuello, pero ambos caímos. Rodó sobre mí y me dejó sin aliento
en los pulmones. Sus dientes mordieron y masticaron el aire mientras
trataba de llegar a mi cara y cuello. Los dientes rozaron mi mejilla, seguidos
de una cálida sensación de ardor en mi cara. El peso del perro inmovilizó mi
cuerpo en su lugar y no podía moverme. Mis párpados se cerraron en
defensa propia. Un grito penetrante asaltó mis tímpanos. Mis ojos se
abrieron para ver a Eli parado encima de mí, el perro en sus manos. Con un
rápido giro de su brazo rompió el cuello del animal. Se quedó flácido en sus
brazos antes de tirarlo a un lado.

Suspiré y dejé que mi cabeza cayera hacia el suelo.

—Vamos. Tenemos que irnos. —Eli se acuclilló a mi lado. Me senté,


sintiéndome aturdida y mareada—. Jesús, Brycin. Estás sangrando de
nuevo. —Llevó su manga a mi mejilla, limpiando el corte. Me aparté y me
puse de pie.

Eli miró al suelo, dejando escapar lentamente un gran suspiro. Sus


hombros se pusieron rígidos y su expresión se convirtió en hielo cuando se
puso de pie.

—Movámonos.

Con eso, cargó a West.


Solo habíamos viajado diez minutos cuando detecté otro olor.
Humano. La alegría me llenó. Olía a Mark. Especias viejas. Pero ahora su
colonia se mezcló con un nuevo olor. Magia de hadas, como el aire antes de
una tormenta, densa y pesada mezclada con lluvia fresca y tierra. También
había dulzura, una pizca de miel o vainilla. Su cuerpo estaba comenzando
a digerir la comida Fae. Al igual que Ryan, se enfermaba cuando su cuerpo
absorbía la sustancia extraña. Teníamos que llevarlo a un lugar seguro
antes de que su sistema reaccionara al elemento alienígena. Sería mucho
más difícil viajar con él si también tuviéramos que cargarlo.

Lars fue el primero en encontrarnos. El alivio en sus ojos se


transformó rápidamente en ira. El resto del grupo siguió detrás.

—Oh, mierda en corteza de fresno. Gracias a Dios. —Mamá puso su


mano sobre su pecho, dejando escapar un suspiro liberado. Me di cuenta
de que luchó por no correr hacia mí, pero mi expresión cautelosa la mantuvo
a distancia.

Mark no tuvo el mismo problema; me dio un abrazo de oso y me besó


la línea del cabello.

—Por favor, no vuelvas a salir corriendo. Nos asustaste a mí ya tu


madre hasta la muerte... —Mark se calló al darse cuenta de lo que dijo.

Dio un paso atrás y se aclaró la garganta nerviosamente mientras


miraba a Lily. Claramente, él tampoco sabía cuál era su posición sobre la
cuestión de mi parentesco. Qué desastre tan jodido era mi familia.

En la distancia, un coro de aullidos y un frenesí de ladridos nos


rodearon. Nos quedamos inmóviles. Por la cercanía y el tono desesperado de
los perros, me di cuenta de que habían captado nuestro olor. Venían por
nosotros.

—Rimmon, tú y Ori diríjanse hacia el sur —dijo Lars a los dos


hombres antes de señalar al otro cambia-pájaros—. Deryn, toma a Koke y
Alki y dirígete hacia el este. Castien, sabes lo que tienes que hacer... sigue
el río hacia el noroeste desde aquí. Lily, decide ahora con quién quieres ir.
—Él asintió con la cabeza hacia ella—. Esperemos que nuestra estrategia
los divida y los confunda.
Castien se llevó a Mark y Ryan.

—Espera. ¿Qué? —Mi voz era frenética.

—Castien y yo planeamos la fuga a fondo. Estarán bien. —El cuerpo


de Lars se inclinaba con impaciencia en la dirección en la que quería que
fuéramos. La ansiedad de separarme de Mark y Ryan me taladró las
entrañas.

Otro conjunto de aullidos agudos rebotó en las rocas y los árboles que
nos rodeaban. Estaban más cerca. Todos caminaron en la dirección
designada, excepto mamá, Mark, Ryan y yo.

—Los tengo, Ember. ¡Vete! —Castien me despidió con la mano.

Mis dedos de los pies se movían hacia arriba y hacia abajo, todavía
dudando en irme. Los ojos azul claro de Mark parecían doloridos mientras
miraba de un lado a otro entre su esposa y yo. Me detuvo por completo y
comencé a moverme hacia él. ¡No! No puedo dejarlo a él ni a Ryan de nuevo.

—¡Ember, tenemos que correr! Estarán bien. Lo prometo. —Lars


empujó mi hombro para que me moviera. Eli se había detenido y me miró
ansiosamente. Mamá no se movió en absoluto, su mirada fue de Mark a mí.
Su rostro estaba fruncido.

—No puedo. Iré con ellos —insistí.

—No —gritó Lars—. A pesar de que ella tiene tus poderes, todavía te
quiere, Ember. Quiere que te vayas de este mundo y no se detendrá hasta
que se consuma tu muerte. No es seguro que te quedes en el Otro Mundo.

—No es seguro para mí en ningún lado. —Apreté los dientes—. Y si no


es seguro para mí, tampoco lo es para ellos.

—La diferencia es que no pueden irse. —Los ojos de color amarillo


verdoso de Lars se transformaron en un color oliva oscuro.

—Ve, Ember. —Las palabras de Mark detuvieron la discusión en mi


garganta—. Tu seguridad es lo único concerniente a mí. Necesito saber que
estás a salvo, y si salir de aquí asegura tu vida, debes irte.
—Mark...

—Sin discusiones, jovencita. —Trató de mantenerse severo, pero su


voz temblaba.

Las lágrimas me picaron en los ojos y ardieron en mi pecho. Corrí


hacia él y lo rodeé con mis brazos.

—Te amo demasiado. Puede que no pueda llevarte a casa, pero te


protegeré. Lo prometo.

—Vamos. Tenemos que irnos —exigió Lars. Me aparté de Mark.

—Yo también te amo, Solecito. Eres mi hija, de sangre o no. —Besó


mi mejilla. Un grito gutural surgió de mí mientras asentía y me volvía.

Lily se acercó a nosotros.

—Mark, volveré. Necesito poner a salvo a Ember y luego te encontraré.


—Su voz sonaba insegura.

La expresión de Mark se endureció cuando su atención se posó en


ella. Asintió y se alejó.

Rápidamente me volví hacia Ryan.

—Te amo, Ry. —Lars me agarró por la camiseta y tiró de mí hacia


adelante cortando mi abrazo—. Por favor, mantenlos a salvo, Castien. Haz
lo que tengas que hacer; solo asegúrate de que estén bien.

Castien asintió.

—Lo haré.

Lágrimas no derramadas se acumularon detrás de mis ojos. Mis


piernas se movieron rápidamente mientras corríamos hacia el oeste hacia
una puerta del Otro Mundo.
Capítulo 5
Traducido por krispipe

Saltamos a través de docenas de puertas del Otro Mundo, entrando y


saliendo de lugares como Brasil, Australia y Nuevo México. Finalmente, una
nos acercó a la propiedad de Lars. Había millones de puertas por todo el
mundo, por lo que sería difícil para ellos detectar por cuál habíamos pasado.
Todavía sentía la necesidad de ponerme a salvo dentro de los muros de su
complejo. La Reina no podía alcanzarnos allí.

La adrenalina se estaba desvaneciendo, revelando un vacío en mi


interior donde solían estar mis poderes. Me sentía vacía. Mi cuerpo luchaba
contra el dolor paralizante en su interior, que no provenía de la pelea, sino
de tantas cosas: tener que dejar a Mark y Ryan, la verdad de que mi madre
no era en realidad mi madre, el chico que amaba estando involucrado o
contribuyendo a la muerte de mi madre verdadera, y estar ligada por sangre
a la Reina. Familia. La mujer que había matado y herido a tantos era mi tía.
¿Cómo podría dejar atrás todo eso?

Un pequeño punto en mi pecho ardía, creciendo con cada paso que


daba. La mujer que era mi madre desde el día que nací corrió a mi lado, su
rostro solemne.

La expresión de Eli se reflejó en la de ella mientras sus pies tocaban


el suelo a mi otro lado. West se sacudía alrededor de sus hombros. Sus
gruñidos inconscientes me decían que al menos aún estaba vivo. Esto solo
realzó mis pensamientos sobre Mark y Ryan. De una sentada, Aneira me
había arrebatado a todos los que amaba de una manera u otra. Esperaba
que Castien pudiera mantenerlos a salvo. Mi cabeza necesitaba
concentrarse en otros asuntos: conseguir que Kennedy regresara de Lorcan
y romper la maldición que me lanzó la Reina.
La corriente eléctrica del hechizo que rodeaba el complejo de Lars hizo
cosquillas en mi piel. Resoplé mientras me ponía a gatas. Me sentía como si
estuviera en un juego de pilla pilla para niños, y casi llegara a mi zona de
seguridad. Solo respiración pesada llenaba el aire, nuestro grupo se detuvo.
Mis manos fueron a mis rodillas mientras mi inclinaba, tomando aire
profundamente.

—Olvidé preguntarte si estabas bien, Ember. —Lars se volvió hacia


mí, luciendo tranquilo y sereno, como si simplemente hubiera estado
paseando y no me hubiera salvado de la Reina del Otro Mundo. Él solo tenía
un pequeño corte en la mejilla. Por otro lado, yo me veía como una mierda
con sangre, moretones, cortes, cabello andrajoso y ropa rota.

Asentí automáticamente, todavía tratando de respirar. Entonces sus


palabras me golpearon. ¿Estaba bien? Estaba lejos de estar bien. Me puse
de pie, ira subiendo por mi columna. Mi madre —Lily— pareció sentir mi
cambio de humor. La conmoción aturdida y el dolor que experimenté antes
se convirtieron en una ira inconmensurable.

—Ember…

—No —la interrumpí.

—Por favor, déjame explicarte. —Dio un paso hacia mí.

Mis pies se alejaron de ella y mi mirada se movió entre ella y Eli. Eli
colocó suavemente a West en el suelo, su atención sobre mí.

—¿Qué puedes decirme para hacer todo lo que hiciste… todo lo que
ustedes hicieron… mejor?

—Ember, solo te mentí para protegerte…

—¡Para! —Calor estalló en mi garganta, rabia vibró en la superficie—.


Solo me mentiste para protegerte a ti misma.

Dolor atravesó su cara. En algún lugar profundo de mi interior todavía


me entristecía lastimarla, pero en ese momento no quería nada más que
herirla.
—Se suponía que eras la persona en la que más confiaba, y todo lo
que has hecho es mentir y causarme dolor. —Mi voz subió varias octavas.
Todo se precipitó sobre mí.

—Ember, por favor entiende… —Ella se acercó a mí.

El instinto buscó mi magia para protegerme.

Nada.

Lágrimas brotaron de mis ojos cuando aparté su mano.

—¡Mantente alejada de mí!

Eli había estado de pie en silencio a un lado, pero mis pensamientos


nunca se habían alejado de él.

—Y tú. —Señalé, emoción rompiendo mi voz. Tantos pensamientos


impidieron que mi boca volviera a abrirse.

—Ember, no sabes toda la verdad. —Dio un paso adelante.

Una risa enloquecida salió de mi garganta.

—¿Verdad? ¿Qué sabes de la verdad? —Lo miré—. Dime una cosa, Eli.
¿Aneira estaba mintiendo? ¿Estuviste allí la noche que mataron a Aisling?

Los músculos de su cuello se contrajeron, apretó la boca.

—No, no estaba mintiendo. Estuve allí.

—¿Por eso ella quería protegerme de ti? —Señalé a Lily—. ¿Es por eso
por lo que se conocieron? ¿Por lo que se odian tanto? Ella te vio allí, ¿no? —
Mi cabeza se movió del uno al otro.

Mamá miró al suelo y asintió al mismo tiempo que Eli respondió:

—Sí.

Cualquier esperanza que tuviera se evaporó en el aire. Olas de ira y


odio me invadieron, consumiendo cada pensamiento, sin dejar espacio para
nada más. Algo en mí se rompió. Todas las mentiras, heridas y traición que
había superado antes se desplomaron, asfixiándome.

—¿Así que ayudaste a matar a mi verdadera madre, Eli? ¿Estabas allí


para matarme también?

—No…

Sus palabras fueron interrumpidas.

Lily apretó los puños a sus costados y su rostro se llenó de furia.

—Yo estaba allí, Elighan, ¿recuerdas? Sé que ibas a intentar matar a


Ember, pero Brycin te detuvo.

La mujer y el sujeto Dae que nombré después. Mamá me había


contado cómo Brycin nos había ayudado a escapar del castillo a un lugar
seguro. Ella fue capturada luego, torturada y asesinada por no revelar
nuestro paradero.

—No voy a mentir. Quería matar a esa mujer con cada fibra de mi ser.
Ella me separó de mi familia. —Un gruñido se deslizó entre sus dientes—.
Pero no estaba allí por ti.

—¿Se supone que eso lo hará mejor? —Mis brazos se abrieron. Mis
cuerdas vocales se apretaron, intentando mantener mi voz firme—. Dime,
Eli, ¿cada vez que te acostabas conmigo el rostro de mi madre cruzaba tu
mente? ¿Te corrías al saber la verdad mientras estabas dentro de mí? —
Luché por aire, las palabras derramándose en un torrente de emoción—.
¿Pensaste que pasaría por alto tu pequeña transgresión? ¿Que podría
perdonarte? —Una lágrima se derramó, formando una ola de ellas, para
rodar por mi cara, cegándome—. Dejaste que me enamorara de ti.

Su boca se abrió de nuevo, pero sacudí la cabeza violentamente.

—¡No! ¡Cállate! —grité. Otra ola de ira puso mis músculos al límite. Mi
cuerpo se movió hacia él antes de que me diera cuenta. Mis puños se
cerraron contra su rostro y pecho—. ¡Te ODIO!

No se movió, pero sus manos alcanzaron mis muñecas.


—Ember…

—¡No! —seguí llorando sobre él. Unos brazos me agarraron por detrás
y me apartaron de Eli.

Arañé, pateé y escupí una ráfaga de palabras incompresibles. Mi


cerebro se apagó; mi única necesidad era matar y atacar las cosas que me
lastimaban.

—Deja. Me. Ir. —Luché contra su agarre. Calor golpeó a través de mí.

Mi sangre de Morador Oscuro quería lastimar a las dos personas


frente a mí con mis propias manos. Infligir dolor externamente, como el dolor
que yo sentía internamente. No era más que un animal salvaje. Aneira tenía
mis poderes, pero mis respuestas todavía estaban allí. Lo que yo
consideraba mi poder Oscuro —la emoción de apagarme y dejar que puro
odio frío tome el control— era de lejos la parte más aterradora. Disfrutaba
lastimando a la gente. Destruyendo. Era la parte que la Reina quería, y yo
temía… porque me gustaba.

—¡Ember, para! —Lars me apretó más contra su cuerpo. Fácilmente


podría detenerme, aún más ahora. Su poder podía atarme o controlarme en
un instante, pero no lo hizo. Me dejó sacudirme y moverme contra sus
brazos.

Ignorando sus palabras, extendí la mano de nuevo, balanceándome y


gruñendo.

—Shhhh —murmuró Lars en mi oído, y su agarre se convirtió en un


abrazo más fuerte—. Cálmate.

La simple diferencia en su toque rompió algo en mí. Mi rabia se


desinfló y la lucha en mí volvió a la pura angustia. Un largo sollozo brotó de
las profundidades de mi pecho. Me derrumbé en sus brazos.

—Creo que ambos deberían irse. —Lars me hizo girar para enfrentar
su pecho, mis lágrimas salpicando su camisa.

Ellos dudaron.

—Váyanse. —Estiré el cuello para mirarlos a los ojos.


Lágrimas cayeron del rostro de mi madre, dolor se abría paso mientras
sollozaba. Eli estaba inmóvil.

—¡Ahora! —grité tan guturalmente que me dolió la garganta.

Lily dio unos pasos atrás, todavía sin querer irse. No podía aguantar
mucho más.

—Hagan lo que les ha pidió —dijo Lars—, o los expulsaré de la


propiedad yo mismo. —El abrazo de mi tío era ahora lo único que me
mantenía en pie.

Con un rápido asentimiento, Eli giró y levantó a West, acunándolo en


sus brazos. Me dio una última mirada por encima del hombro antes de saltar
a la maleza y desaparecer en las espesas sombras de la noche.

Lily contuvo un grito y se llevó la mano a la boca. Ahora sin necesidad


de esconderse ya de mí, cambió a su forma de pequeño zorro rojo. El top
que Rimmon le dio cayó en un charco en el suelo. El animal se giró con la
cabeza gacha, trotando hacia el límite de la propiedad. Sus ojos marrones
anaranjados me miraron por última vez. Con un suave gemido, ella también
se deslizó hacia el bosque.

Quería que se fueran, pero ahora lo habían hecho realmente, mi


corazón estalló como un dique. Mis piernas se hundieron debajo de mí. Lars
me ayudó a tirarme al suelo, sin soltarme. Un río de agonía me desgarró.
Gemí de dolor y aullé con pena.

A lo lejos, un rugido de dolor de un animal dividió el aire sacudiendo


los árboles y la tierra debajo de mí.
Capítulo 6
Traducido por Yiany

La lluvia golpeaba la puerta de cristal. Nubes grises y negras


atravesaban el cielo de la tarde, ahogando la tierra con agua. Me quedé
mirando distraídamente, observando cómo las volutas de aire condensado
se entrelazaban y se enrollaban entre sí con enojo. Varias semanas antes,
el clima habría coincidido con lo que estaba sucediendo dentro de mí; ahora
estaba entumecida. Me acosté de costado en una bola, con las mantas hasta
la barbilla, mirando el mundo moverse fuera de mis puertas.

—Ya no puedo soportarla así de inmóvil. —Un pie diminuto golpeó con
impaciencia mi hombro—. Han pasado tres semanas. Reharé la cama con
ella si es necesario. Es necesario cambiar las sábanas. Son asquerosas.

Un bufido vino de otra pequeña figura en mi otro hombro.

—Buena suerte.

Cal, fiel a su palabra, me había encontrado. Lars no cuestionó ni


reaccionó ante la aparición del pequeño duendecillo junto a mi cama.
Incluso reconoció a Cal, hablándole cuando yo no respondía.

No había dicho más de un par de palabras desde que Eli y mi mamá


dejaron la propiedad. Lars me acostó después de mi colapso y no me había
movido mucho desde entonces. La depresión estaba tan arraigada en mis
huesos que me dolía incluso caminar hasta el baño. La comida había
perdido su atractivo. Marguerite me había hecho tomar un sorbo de sopa,
que realzó con crema rica y mantequilla para mantener peso sobre mí.
Todavía no hizo lo suficiente. Me veía demacrada y enfermiza, mi cabello
fibroso y descuidado. Mi problema era que no me importaba nada. Las cosas
más simples me agotarían. Ni siquiera los pensamientos de mis amigos
movían nada en mí, excepto la desesperanza.
Cal rodeó el hombro de Sinnie con el brazo, y tuvo que aletear para
lograrlo. Solo medía quince centímetros; ella medía treinta.

—Mi dulce postre, sabes cuánto adoro tu determinación, pero creo


que debes dejar ir esta. —Sinnie había estado tratando de cambiar mi cama
durante una semana durante las pequeñas ventanas de tiempo cuando iba
al baño.

Sinnie le apartó el brazo de un manotazo. Cal había estado tratando


de embelesarla desde el día en que llegó, sin suerte.

—No haré tal cosa, hombrecito.

Cal voló hacia mí y aterrizó en mi cuello.

—Sinnie, eres una mujer de honor y deber, lo entiendo. Pero, esta...


—Su pequeño puño golpeó mi cabeza—. Está cuarteada como un huevo.
Loca como un troll de árboles. Fracturada, loca, chiflada... una rama
astillada... No la superarás.

—Veremos. —Sinnie me pisó el brazo con el pie—. ¿Escuchas lo que


estoy diciendo, niña? —Me empujó—. Voy a rehacer tu cama al final de hoy,
incluso si tengo que empujarte fuera de ella. —Con eso desapareció.

Cal se apoyó en mi cabeza y suspiró soñadoramente.

—Qué mujer.

Parpadeé en respuesta, la mayor parte de mi atención todavía estaba


en la tormenta fuera de mi habitación.

—Entonces... ¿sabes que ha vuelto?

No tuvo que decir quién. No había necesidad. No tenía la voluntad ni


la energía para decirle a Cal que Eli nunca se había ido. Había estado
merodeando por el borde de la frontera del complejo desde el día en que le
ordené que se fuera. Unas cuantas veces había visto el cuerpo negro y
resbaladizo paseando entre los árboles. Me había acostumbrado a la
sensación de la sangre de Eli en mí. No sé cómo sería no sentirlo. Su
presencia estaba allí, pero había ruido blanco de fondo. Ni siquiera me
complació saber que tenía frío y estaba mojado. Mi dolor fue más profundo
de lo que podían curar las pequeñas victorias.

—Lars lo dejó entrar en el recinto anoche. ¿Sabías? —Cal se sentó,


usando la pendiente de mi hombro como respaldo.

Lo hacía. Mi oído y mi olfato se habían agudizado. Más prueba, sin


mis poderes, el Morador Oscuro estaba asumiendo el control.

—Estuvieron en la oficina de Lars durante más de dos horas. Traté de


escuchar, pero esa maldita mujer, Marguerite, me ahuyentó.

A lo largo de las semanas, Lars empezó a tolerar la presencia


constante de Eli. Incluso Rimmon y los otros guardias lo dejaron solo,
actuando como si fuera parte del escenario mientras realizaban sus rondas
nocturnas. Mi oído y mi vista habían captado a los guardias reconociéndolo,
saludándolo cuando pasaban junto a la aterradora bestia en la frontera de
la tierra. Sus ojos verdes brillaban desde las profundidades del bosque,
mirándome.

De vez en cuando, picos de odio me golpeaban al verlo, pero luego el


vacío se apoderaba de mí. No estaba muy segura de por qué Lars aceptó su
presencia en el recinto. Si no lo supiera mejor, diría que Lars sentía cierta
empatía por él. Hace solo un par de noches, vi a Rimmon dirigirse hacia
donde acampaba Eli.

—¿Oye, Morador? —La voz profunda de Rimmon resonó a través de la


propiedad y en mi canal auditivo hipersensible—. Al Rey le gustaría hablar
contigo.

—¿Qué pasa?

Automáticamente presioné mis párpados juntos, escuchando los


familiares timbres ásperos de la voz de Eli. Sacudió mi pecho y provocó que
me doliera.

—No es mi problema. Dice que quiere que Marguerite te dé algo de


comer y luego te encontrarás con él en su oficina. También pidió que te
duches antes de entrar a su casa. Apestas.

¿Qué? ¿Lars lo dejaba entrar en la casa? ¿Marguerite le da de comer?


—Mejor deja de hablarme dulcemente, R. Se siente solo aquí. —El tono
de Eli era coqueto.

—Cállate, Morador. Personalmente, preferiría matarte, pero al Rey le


gustaría verte primero. —La voz de Rimmon era tensa. El humor no era algo
que él entendiera—. Ahora sígueme. Hay una ducha en la sala de
entrenamiento.

Me levanté de golpe en la cama, mi cabeza daba vueltas por el


movimiento repentino. ¿Por qué Lars animaba a Eli? ¿Por qué quería hablar
con él?

La pesadez de mi depresión hizo que mi cuerpo volviera a acurrucarse


en la almohada con un grito de rabia. Cogí mi vaso de agua y lo tiré contra
la pared. El vidrio se hizo añicos en miles de pedazos, cayendo al suelo. El
agua goteaba en charcos por mi pared. No me hizo sentir mejor.

La furia putrefacta se moldeó en mi estómago. ¿Cómo podía Lars


sentir simpatía por alguien que ayudó a asesinar a mi madre y a la mujer
que había amado?

Mi madre. Pensar en mi mamá y no tener la imagen de Lily en mi


mente me inquietaba.

Aisling. Mi madre biológica. Un hada real que murió para protegerme.


Ni siquiera sabía cómo era ella. Solo tenía una imagen fracturada y un
sentimiento de un sueño al que aferrarme. Todas esas veces que los Faes
me decían que me parecía a mi mamá, me preguntaba de qué estaban
hablando. Lily y yo no nos parecíamos en nada. Creí que veían algo que yo
no. Mi nariz y labios, las mechas rojas en mi cabello, todas esas cosas deben
haber venido de Aisling. Crecí pensando que tenía una madre y un padre
normales. El hombre que pensé que era mi padre biológico no había existido,
pero yo lo había creído vivo en algún lugar del mundo, cuando en realidad
era huérfana. Lily me había criado. Me amó. Vi su sacrificio, pero mi ira
luchó por permitirme perdonarla. Su terror de perderme hizo que su peor
temor se hiciera realidad. Pensar en ella desencadenó una ola de culpa que
se apoderó de mí. Apreté la mandíbula y aparté la emoción.

Ya había terminado de llorar.


—Oye, nena, ¿me estás escuchando? Cal tiró del lóbulo de mi oreja,
llevándome al presente—. Holaaaaaaa. Hola. Hola —repitió en mi oído,
fingiendo que era una cueva enorme. No estaba lejos—. Sí, me estoy
cansando de tus constantes parloteos todo el tiempo, de todos modos. ¿Por
qué no te quedas ahí como un montón de excremento de duende podrido y
yo hablaré?

Se apoyó en mi hombro y me dio unas palmaditas.

—Vaya, eres muy buena ignorándome. Eeeeeeen fin... esta mañana,


¿sabes cuando te quedaste ahí tan angustiada con la idea de que me vaya?
Fui al... otro lugar.

Él, como otros, pensaba que, si limitaban las menciones de las


palabras Moradores Oscuros o Eli, me ayudaría a recuperarme más rápido.

—Todavía no han rastreado a Lorcan. Sigue moviéndose, un paso por


delante. Encontraron su último escondite, pero el grupo ya se había
marchado. Simmons la busca todos los días. No te preocupes. La
encontraremos —dijo Cal.

Todos estaban tratando de encontrar a Kennedy. El hecho de que no


me mirara debería haberme avergonzado. Estaba desprovista de emoción.

—Además, supongo que te gustaría saber que me tomé la libertad y


fui al Otro Mundo para ver cómo estaba tu padre... Mark.

Mis ojos finalmente se lanzaron desde la ventana hasta mi hombro.


Mark era la única luz en mi oscuridad. Mi corazón se desgarró en mi pecho.
El torrente de culpa que todavía sentía por lastimarlo me destrozó el alma.
La gente probablemente seguía pensando: Tienes tanto poder, ¿por qué no
destruyes a la Reina y terminas con esto? Si fuera tan fácil. Mis poderes no
podían matarla, pero podían matar y herir a todos los demás. Si alguna vez
recuperara la espada y me encontrara sola con ella, no dudaría. Perdería mi
vida si pudiera detenerla y todo el dolor y la destrucción que causó.

Apenas había llegado a un acuerdo con Ryan ya que él nunca podría


regresar a la Tierra. Ahora asumí la culpa de Mark. El trabajo, la vida y todo
lo demás de Mark habían desaparecido. Su vida existía ahora en el mundo
Fae. Todo porque entró en nuestra familia, porque se enamoró de Lily. De
mí.

—Tu... madre... Lily... está allí con él. —Él tampoco sabía cómo
llamarla—. Lars pensó que sería mejor que tu amigo y padre tuvieran más
seguridad. Entonces Torin y Thara también se mudaron. Pueden ayudar a
Lily y Castien a mantenerlos a salvo.

Me dio algo de alivio. Cuanta más protección, mejor. De hecho, era el


único lugar al que podía ir Torin. No querría estar cerca de los Moradores
Oscuros, y no podría vagar sin protección por la Tierra o el Otro Mundo. A
la reina todavía le encantaría tenerlo en sus manos. Para torturarlo hasta
que se hiciera añicos en fragmentos irreparables. Se había burlado de Torin
bastante bien la última vez que lo mantuvo prisionero.

Al principio me sorprendió que Torin no hubiera intentado hablar


conmigo a través de nuestras mentes o incluso llevarme a un paisaje de
ensueño, pero finalmente me di cuenta de que cuando la Reina tomó mis
habilidades, tomó todas esas ventajas Fay, incluido el vínculo entre
nosotros. Debería haber estado agradecida de que ya nada me atara a Torin,
y no tenía que preocuparme por llevar a Eli a un paisaje onírico, excepto que
me sentía más sola. Aislada. El dolor me convirtió en un caparazón hueco.
La desolación era lo único que llenaba mi alma vacía.

Mis párpados se apretaron.

—Algunas otras buenas noticias. —Cal se sentó, forzando un tono


alegre—. Parece que la Reina no está cazándote. Bueno, no descaradamente
de todos modos.

No necesitaba hacerlo. Tenía mis poderes y tenía la espada. De


acuerdo, ella todavía me quería muerta y le encantaría encontrarme, pero
podía esperar a Samhain, el momento en que los dos mundos chocaran,
cuando la barrera entre los dos estaba en su punto más débil. Planeaba
derribar la pared entre ellos para siempre. Faltaban menos de dos meses, o
lo era la última vez que había sido coherente con el tiempo.

Alguien llamó y abrió la puerta al mismo tiempo.


—Oye, pequeña Dae. —La voz de Nic llegó a través de la habitación a
oscuras. Cerró la puerta detrás de él. Continuando desde donde lo dejamos,
Nic me visitó todos los días antes de irse por la noche para emprender su
trabajo en Incubus. A veces encontraba el camino a mi habitación cuando
llegaba a casa de sus aventuras. Nic era impresionante, un dios español
empapado en sexualidad. En el momento en que incluso se acercaba,
sentías como si te arrancara la ropa. Siendo una Dae, técnicamente era
inmune a sus encantos, pero todavía no había podido negar mi atracción
por él. No estaba muerta.

Hasta ahora.

Se metió en la cama detrás de mí como siempre lo hacía, sus brazos


se envolvieron alrededor de mi cintura. Pero me quedé allí, indiferente a sus
manos o labios mordisqueando mi cuello.

Cal le dio un golpe en el brazo.

—¡Oye! Estábamos hablando...

Nic resopló.

—Estoy aquí para no hablar.

Sabía que le agradaba a Nic, pero también me veía como un desafío.


Especialmente ahora. Pero estaba entumecida... rota. Su mano frotó mi
pierna metódicamente, lo que en realidad fue un alivio. Me sentí cansada, e
incluso mientras me besaba la nuca, me quedé dormida.

Mis párpados se levantaron y contemplé el espacio tenuemente


iluminado. Batí mis pestañas tratando de aclarar mi visión. De ninguna
manera debería estar aquí. Barras alineadas en un patrón continuo a lo largo
del largo pasillo oscuro. Paja húmeda y mohosa se amontonaba en el suelo
de cada celda y salpicaba el camino de piedra en el medio.

—¿Qué demonios? —murmuré para mí. ¿Por qué estaba en el calabozo


de la reina?
—Ha llegado el fuego. —Una voz llegó por el pasillo.

—¿Grimmel? —Di pasos vacilantes, siguiendo el sonido. En el rincón


oscuro, el enano dormía en una silla de madera destartalada; el cuervo se
paraba sobre su hombro—. ¿Cómo haces esto? ¿Pensé que ya no podía, ni un
paisaje de ensueño ni un paseo de ensueño?

—Grimmel guía todas las mentes. —Los cuervos eran poderosos guías
de sueños, por lo que me estaba arrastrando hacia un paseo de ensueño.

Podía interactuar con las personas en los paseos en sueños como si


fueran tan reales para él como las personas que estaban en la habitación.
Nadie más podría verme, pero él podría.

—El fuego es tenue y débil. Sin llama. Sin chispa.

—Oye, ahora.

—Enciende fuego. Arde y quema.

—¿Puedes decirme qué quieres y por qué estoy aquí?

—Escape del Caballero Oscuro.

—Sí. Gracias por tu ayuda, Grimmel. West va a vivir gracias a ti.

—Silencio.

No estaba segura si me estaba diciendo que me callara o ahora que


West se había ido, estaba más tranquilo.

—Ayuda al bebé a escapar. —Los ojos negros y pequeños de Grimmel


se clavaron en mí. Él había adorado a mi madre y la ayudó a sacarnos a Lily
y a mí del castillo—. La llama se apaga. Todo por nada. Conducirá a la
destrucción.

—¿Qué quieres que haga al respecto, Grimmel? Ella tiene la espada.


Ha tomado mis poderes.

—Bebé llora demasiado. —Inclinó la cabeza—. Combatir fuego.

—¿Cómo?
—Buscar. Querer.

—Maldito seas Fae. ¿No puedes simplemente decir lo que quieres decir
sin los acertijos? —Agitando sus alas, Grimmel ajustó su agarre en el hombro
del enano—. Lo sabrás. —Con un empujón de energía, volví a mi habitación
en el complejo de Lars.

Cuando desperté, Nic se había ido. Mi mente hojeó la conversación


con Grimmel, dejándome inquieta y aún más exhausta. No tenía idea de lo
que pensaba que yo sabría. El cuervo estaba loco de mierda, así que lo
aparté de mi mente.

El parpadeo del reloj me dijo que se acercaba el amanecer. Dormir


doce o más horas seguidas no era nada nuevo para mí. Dormir era lo que
hacía la mayor parte del tiempo. El cielo nublado se iluminó mientras seguía
entrando y saliendo del sueño.

Las luces de mi habitación se encendieron y mis ojos se abrieron de


golpe.

—Levántate.

La voz de Alki retumbó a través de la silenciosa habitación. Estaba


vestido con su atuendo de entrenamiento de sudadera y camiseta negra sin
mangas. Su físico de fisicoculturista ondeó a través de la tela. Con su corte
de pelo severo, rasgos asiáticos afilados y su forma musculosa, era
intimidante. No era alguien a quien me gustaría encontrar en un aliado.

Me sacudí de sorpresa, pero por lo demás no respondí.

—Dije que te levantes. —Se dirigió a mi cama cuando no reaccioné—.


Estamos entrenando hoy. Eres débil, tanto de mente como de cuerpo,
especialmente sin tu magia. Ahora levántate. No volveré a pedirlo.

—Vete —me quejé, mi boca tenía dificultades para moverse después


de semanas de no hablar—. No tengo mis poderes de todos modos. ¿Qué
importa?
Alki me agarró del brazo y con un fuerte tirón me sacó de la cama. Caí
al suelo con un ruido sordo.

—Todavía puedes luchar. Tu cuerpo es una herramienta. Y el Morador


Oscuro todavía está en ti.

—Déjame en paz. —Me acurruqué en el suelo en una bola.

Me levantó en brazos.

—Te dije que no lo volvería a pedir.

—Déjame ir. —Empujé débilmente contra su pecho inflexible. Me llevó


escaleras abajo como si no pesara nada—. No entrenaré —protesté—.
También podrías dejarme.

Él no respondió y siguió cargándome afuera. Llevaba sólo una


camiseta sin mangas y un par de sudaderas, así que la fría mañana me puso
la piel de gallina.

El caluroso verano se estaba convirtiendo en una caída rápida. Hojas


de crujientes naranjas, amarillos y marrones salpicaban el suelo, la mayoría
todavía se aferraban desesperadamente a los árboles, aferrándose a sus
últimos restos de vida. El tiempo en el Otro Mundo era un concepto tan
extraño. Durante mi primera visita, sentí que solo había estado allí por uno
o dos días, y habían pasado tres años. El tiempo que pasé allí recientemente
no se sintió muy diferente, pero cuando regresamos solo había pasado un
mes. Parecía no tener rima ni razón para ello. Como la mayoría de los Fae,
hacía lo que quería cuando quería.

—Alki, bájame. —Mi voz se hizo cada vez más fuerte.

Me tomó un momento darme cuenta de que no me iba a llevar a la


sala de entrenamiento. Antes de que pudiera preguntar, dobló la esquina y
se detuvo en la piscina.

—Noooo. —La palabra salió demasiado tarde.

Sentí la liberación de sus brazos mientras me sumergía en el agua


helada. Sentí como si un rayo de electricidad golpeara mi corazón. Todo en
mí se despertó, volviendo a la vida. Rompí la superficie con un grito ahogado.
—No insultes la vida de los perdidos en tu nombre. ¿Crees que no
desearían volver a estar vivos? Si tuvieran la oportunidad, ¿crees que
desperdiciarían un momento? ¡No perecieron para que vivas una vida media!
—Sus palabras silenciaron las duras palabras que estaba a punto de
enviarle—. Ahora sal de la piscina. Estamos entrenando hoy y todos los días
hasta la guerra. —Los ojos oscuros de Alki me atravesaron antes de que se
diera la vuelta y se dirigiera hacia el edificio de piedra en la propiedad.

Me estremecí, moviéndome lentamente hacia los escalones de la


piscina. Sus palabras dolían, pero tenía razón. Me había rendido. Siempre
había sido una luchadora, pero había dejado que la vida me ganara. Esta
persona no era yo. Nunca dejaba que nada se interponga en mi camino. Sí,
había tenido un par de semanas de mierda, pero la idea de todas esas
personas que murieron en Seattle, Monterey, junto con mi madre biológica...
Estaba segura de que todos habrían elegido lidiar con mis problemas si
hubiera significado que podían volver a vivir, ver a sus seres queridos y
abrazar a sus hijos una vez más.

Me desperté al instante. El agua helada goteaba de mi piel, el aire frío


azotaba mi cabello. Mi corazón latía en mi pecho, confirmando que estaba
viva. La determinación despertó en mi cuerpo, agitando a la superviviente
en mí. Yo era una guerrera y lucharía.
Capítulo 7
Traducido por Wan_TT18 & Traducido por Vanemm08

Cada músculo y articulación me odiaba. No, odiaban a Alki, pero tenía


que sentir y escuchar sus quejas. Los ejercicios a los que me sometió fueron
una agonía: correr en el barro, cuesta arriba; escalar la pared de cuerdas;
hacer flexiones y abdominales hasta querer vomitar. Me di cuenta de que no
me gustaba ser más humana. Mi cuerpo no se curó ni se recuperó tan
rápido, y todo se sentía cada vez más difícil de hacer. Me empujó hasta que
vomité y luego me desmayé. Alki no tuvo compasión por mi falta de poderes.
Sabía que necesitaba entrenar. Ya no podía depender de que mi magia me
apoyara, y necesitaba poder resistir la batalla sin ellos.

Finalmente me disculpó por el día, pero el entrenamiento con Alki


estaba lejos de terminar.

—Te has debilitado de cuerpo y de mente. —Alki me golpeó el cuero


cabelludo y el estómago con el bastón que usó para patearme el trasero en
Bataireacht, una forma de lucha irlandesa con palos—. Pero esto es lo más
importante. —Volvió a golpear mi cabeza y luego mi corazón —. Estas son
las armas más poderosas que puedes tener.

—Tonterías. Entonces estamos en problemas.

Alki frunció el ceño, no en lo más mínimo divertida.

—Gente dura —murmuré.

—Suficiente. No estás en lugar de bromear. Ya no tienes tus poderes


en los que confiar. ¿Cómo crees que podrás luchar contra la Reina? No hay
forma de que puedas vencerla en tu condición. No estás preparada y estás
condenada al fracaso si no ves la gravedad de tu situación.
Todo el humor abandonó mi rostro, haciendo que mis hombros
cayeran.

—Podemos entrenar tu cuerpo, y entrenaremos lo haremos, pero tu


mente y tu corazón son los que ganarán la guerra. —Alki vino a mi alrededor,
enfrentándome—. Y ganará, Ember. Debería.

Alki tenía razón. Como ya no podía superarla con mi magia, tuve que
burlarla. Encontrar su debilidad. Y mi amor y determinación eran mis
fuerzas impulsoras. Necesitaba aprender mucho más antes de enfrentarme
a mi tía. Odiaba pensar en Aneira como un pariente consanguíneo. La
verdad se había convertido en un enorme dolor en mi trasero. Una parte de
mí pensaba que había estado mejor siendo feliz en la ignorancia cuando no
tenía ni idea de lo que podían significar el verdadero dolor, la pérdida y la
traición. Esta era mi vida. Llegar a aceptarlo en lugar de luchar contra ello
era la única forma de salvar mi cordura. No había un qué pasaría; sólo había
un ahora qué.

Después de que Marguerite me diera una cena temprana, me dirigí


cojeando a la oficina de Lars.

—¿Darme hipertermia fue tu idea de despertarme? —dije mientras


empujaba la puerta, entrando sin ser invitada. La espalda de un duendecillo
daba frente al Rey Unseelie—. ¡Simmons!

El duende se volvió, su rostro se iluminó.

—¡Mi señora! —Voló hacia mí, pero se detuvo cuando Lars se aclaró
la garganta.

Simmons se dio la vuelta y se puso firme.

—¿Todo lo que te dije llegará a Torin y Castien?

Simmons bajó la cabeza.

—Sí, señor.

—Puedes retirarte, Simmons.

Simmons hizo una reverencia a Lars y se acercó a mí.


—Mi señora, es tan bueno verla... hablar de nuevo.

—Yo también te extrañé. —Le sonreí suavemente al pequeño


duendecillo de cabello rubio y ojos azules. Su atuendo de piloto de combate
de la década de 1960 parecía más limpio de lo que nunca lo había visto. Su
espada de bastón colgaba de su cinturón.

—Simmons —la voz de Lars sonó con advertencia.

—Espérame —le susurré—. Quiero verte antes de que te vayas.

Simmons asintió y salió.

—Lo haré, mi señora.

Cerré la puerta detrás de él y me enfrenté a Lars de nuevo.

—No respondiste a mi pregunta.

Lars no reconoció mi presencia. Terminó lo que estaba trabajando


antes de sentarse, sus ojos mirándome.

—Funcionó, ¿no? Te sacó de tu coma de autocompasión.

Cruzando mis brazos, le lancé una mirada amarga.

—¿Autocompasión?

—No dije si era merecido o no. —Juntó los dedos—. Sin embargo,
antes de darme el crédito por sacarte de la cama, no fue idea mía. Alguien
más pensó que necesitabas un... ¿Cómo lo expresó...? Fue idea suya que
volvieras a entrenar.

—¿Eli?

—Sí, o como empiezo a pensar en él: los muebles de jardín.

No pude detener la pequeña risa que estalló.

—¿Acabas de hacer una broma?

Apretó sus labios.


—Ten cuidado, podrías ser susceptible a algo llamado humor —
bromeé.

Sus ojos se entrecerraron.

—No importa. Pasó. —Me senté en la silla frente a él—. Ahora que
estoy hablando de nuevo, creo que tenemos algunas cosas que discutir.
Tengo un montón de preguntas.

Lars inclinó la cabeza en firme acuerdo.

—¿Cómo me robó Aneira mis poderes? ¿Puedo recuperarlos? —dije, y


me senté hacia adelante en mi asiento.

Lars miró al techo pensativo.

—A través de una de mis fuentes en Seattle, hay un rumor en el que


los poderes Fae fueron transferidos a un humano por tu magia.

—¿Qué? ¿Yo? ¿Cómo es eso posible?

—Durante la tormenta eléctrica, un rayo golpeó a un Fae,


atravesándolo y conectándose con el humano que estaba detrás. Si hubiera
sido un rayo normal, estoy seguro de que no habría hecho nada excepto
quizás matar al humano. Sin embargo, no fue una tormenta normal. Fue
una fuerte magia Fae. Tu magia. —La atención de Lars se apoderó de mí—.
Aneira obviamente escuchó el rumor y estaba dispuesta a intentarlo. —Un
ceño fruncido apretó los labios de Lars—. Demostrando que este rumor es
un hecho.

—¿Algo que hice lo causó? —Puse mi cabeza en mis manos y me froté


la cara con rudeza.

—No podemos detenernos en lo que ha sucedido. No podemos


cambiarlo. Debemos centrarnos en lo que haremos ahora.

Miré a través de mis manos y luego apoyé mi barbilla en mi mano.

—Probablemente sea mejor que no tenga mis poderes. Parece que solo
hago daño a la gente.
—Ember, ¿pensaste que serías capaz de contener tus habilidades?

—Un poco. Sí. —Me senté derecho—. Lo hiciste sonar... Si continuaba


entrenando y trabajando duro, los manejaría. Finalmente.

—Agarre es la palabra clave allí. No control. —Se reclinó en su silla—


. Como Dae, nunca dejarás de trabajar para contenerlos. Como es bien
sabido, los Daes siempre fueron mal vistos, mucho antes de que Aneira los
reclamara como abominaciones y los ilegalizara. Eran demasiado poderosos,
incluso para su propio bien. Demasiado de algo, especialmente magia,
puede ser algo peligroso. Los Daes no eran inmunes a la sobredosis de magia
en su sistema. La mayoría terminó suicidándose.

Era consciente de esta posibilidad, pero escucharlo a bocajarro de


labios de Lars, solo confirmó mis mayores temores. Una vez que recuperara
mis poderes, todos los días serían una pelea, una lucha para contenerme.
No habría alivio, y siempre existiría la posibilidad de que pudiera herir,
posiblemente matar, a alguien de nuevo.

—Ahora mismo, necesitamos centrarte sin ellos, hasta que


averigüemos cómo podemos recuperarlos de Aneira. La única forma en que
veo que los obtengas de nuevo es matándola. Su muerte te los devolverá.
Necesitamos poner la espada en tus manos. —Se tiró de los puños y se
enderezó la camisa.

Mi espalda se curvó en la silla. Un silencio creció entre nosotros antes


de que susurrara:

—Quiero saber por qué dejaste entrar a Eli aquí. No te agrada y no lo


quiero cerca de mí... Así que, ¿por qué está aquí?

Lars suspiró.

—Tienes razón. No me gustan los Moradores Oscuros, aunque no me


gusta mucha gente.

Giró su silla, concentrándose en salir por la ventana lateral donde Eli


estaba de pie mirándonos. El horizonte que se oscurecía dibujaba sombras
sobre la alfombra.
—Aunque puede que no me gusten los habitantes de las tinieblas, los
respeto. Son leales y luchan a muerte por los suyos. Admiro tal devoción. —
Se volvió y me miró con los ojos entrecerrados—. Ahora eres uno de ellos.
No importa lo que creas que haya hecho o cuáles hayan sido sus acciones,
morirá por ti. Como tu tío, no puedo evitar respetar su tenacidad. Todos
hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos. Incluso tú, Ember, tienes
las manos manchadas de sangre. Mataste sin querer a las madres y los
padres de muchas personas.

Era la verdad. Me cortó el estómago como miles de hojas de afeitar.

—Pero fue mi madre a quien ayudó a matar, lo cual no es algo que


pueda superar.

Se señaló a sí mismo y respondió:

—Maté a tu padre. ¿Encuentras bien mi acción?

La lógica de su declaración me golpeó.

—No, no está bien, pero tenías que hacerlo. Devlin estaba loco. Estaba
matando gente.

Lars me miró de reojo.

—Recuerda, pisa con cuidado cuando intentes difuminar la línea


entre el bien y el mal. Puede ser diferente desde donde estás parada. —Se
volvió para mirarme—. Asegúrate de comprender el lado de Elighan antes
de emitir un juicio.

—No puedo creer que lo estés defendiendo. —Había más conmoción


en mi sentimiento que ira.

—No lo estoy defendiendo. Simplemente estoy sugiriendo que hay más


en la historia de Elighan que en el lado de Lily. —Lars suspiró—. Te pareces
mucho a tu madre. Tan terca.

—¿Cuál? —Resoplé. No era mi intención que saliera tan burlona.

—Ambas. —Una de sus cejas se arqueó—. Heredaste la terquedad de


una y la obtuviste en tu entorno con la otra. Aisling y Lily son
extremadamente tenaces, como tú. —Su expresión se suavizó un poco
cuando dijo el nombre de Aisling.

—Estabas enamorado de Aisling, ¿eh? —solté. Puse las piezas juntas,


pero quería escuchar la historia completa de su boca.

Lars me miró fijamente, sus ojos amarillos mirándome. Finalmente,


desvió la mirada.

—Sí. Estábamos enamorados.

—Dime. Quiero conocer tu versión de los hechos.

Hubo un minuto de silencio antes de comenzar.

—Aisling estaba casada con Eris, quien era abusivo y controlador.


Aisling no era el tipo de mujer a la que restringías. Ella era independiente,
decidida y llena de vida. Luché contra mis sentimientos durante mucho
tiempo, pero incluso yo, un demonio, me enamoré de sus encantos. No hubo
un Fae que no lo hiciera. Tenía una llamarada y te sentías vivo en su
presencia. Nuestra aventura estuvo llena de pasión. Fui yo quien la llevó por
primera vez a Grecia. Mi ciudad natal era un lugar perfecto para reunirse.
A veces, Devlin se unía a nosotros. Mi hermano y yo éramos cercanos en ese
entonces. Con ella, podríamos ser nosotros mismos. No hubo ninguna
pretensión. Los tres nos hicimos amigos. Luz, Oscuridad, Fay, Demonio,
dejamos ir los prejuicios y fuimos nosotros mismos.

Parpadeó y miró por la ventana, su voz tensa con control.

—Sentí que Devlin también estaba enamorado de ella. Yo era


arrogante y joven y ni siquiera consideré que podría perderla por él. Aisling
y yo estábamos profundamente enamorados, pero mi necesidad de poder,
mi deseo de tener lo que mi hermano estaba logrando como el Rey Unseelie,
me consumía. Cuanto más distante me volvía, más se volvía hacia él en
busca de consuelo. Mirando hacia atrás, puedo ver cómo sucedió; entonces,
no lo hice. Digamos que no reaccioné bien al descubrir que los sentimientos
de Aisling se habían trasladado a mi hermano. Devlin y yo luchamos casi
hasta la muerte. No hablamos después. Aisling odiaba cómo nos separaba,
pero ninguno de nosotros pudo alejarse.
—Nuestros sentimientos no disminuyeron, incluso después de que
ella eligió a mi hermano. Con Devlin se sentía segura y amada; para mí,
siempre fue una tormenta de hambre y deseo, una adicción difícil de romper.

¿Acaso no lo sabía mejor?

—¿Así que continuaste tu aventura?

Lars asintió.

—Intentamos mantenernos alejados, pero la mayoría de las veces no


pudimos.

Mi madre biológica estaba casada con una Fay mientras tenía una
aventura con dos demonios. Vaya, mamá.

—Creo que Devlin sabía que Aisling realmente me amaba. Pero


ansiaba poder y estaba demasiado absorto en sí mismo para ver lo que tenía.
Sus celos lo cambiaron. Ella lo dejó, pero para entonces estaba embarazada.
Eris creía que el bebé era suyo. Era demasiado arrogante y de mente
estrecha para ver la verdad.

—Aisling quería quedarse con el bebé. Sabía que la verdad saldría tan
pronto como nacieras. Ella comprendió que desde el momento en que
descubrió que estaba embarazada no podría esconderse de Aneira y, por lo
tanto, su propia desaparición era inevitable. Como se sabe, según la ley de
Fay, una asociación con un demonio de cualquier manera es causa de
muerte. Ser princesa y estar embarazada de un hijo de Demonio fue la peor
acción que pudo haber hecho. Aneira nunca dejaría que su propia hermana
eluda la ley. Incluso si hubiera querido perdonar a Aisling, habría hecho de
ella un ejemplo.

Lars se volvió hacia mí con tristeza en sus ojos.

—Aisling entendió su destino, pero no quería el mismo destino para


ti. Lily era la doncella y la mejor amiga de Aisling. Se volvió hacia ella en
busca de ayuda. Por supuesto, sabes que Aneira estuvo al tanto de los
asuntos durante mucho tiempo y planeaba matar en secreto a Aisling,
culpándola a los Moradores Oscuros. —Un breve destello de dolor se
apoderó de su frente, luego desapareció—. Podría haberla ayudado si
hubiera venido a mí.

—¿Por qué no lo hizo? —pregunté.

Él se encogió de hombros.

—Aisling era tremendamente independiente. No quería necesitar a


nadie ni estar bajo el control de nadie más. Era demasiado terca para su
propio bien. Por eso ella y Lily se hicieron tan buenas amigas. Se parecían
mucho y se entendían como ningún otro. Eran más como hermanas de lo
que Aneira y Aisling habían sido jamás.

—¿Qué le pasó a Eris?

—Se mató —se burló Lars.

—¿Qué?

—Su orgullo se sintió enormemente insultado cuando se enteró de


que su esposa tenía una aventura. No solo lo traicionó, sino que traicionó a
su Reina y corona con dos Demonios, uno el Rey Unseelie, y ahora llevaba
un hijo bastardo. Eris no podía enfrentarse a nadie. Su dignidad y estatura
fueron sus fuerzas impulsoras. No vio una forma de redención después de
haber sido tan humillado. —El tono de Lars reveló desprecio por Eris.
Sonaba como un idiota, pero todavía estaba triste. Terminó con su vida por
lo que había hecho mi madre, aunque no sentí demasiada lástima al saber
que había sido abusivo.

Rez y Lars estaban juntos, pero nunca lo escuché hablar de ella como
lo hizo con Aisling hace un momento. Estaba bastante segura de que Aisling
había sido el amor de su vida. El que amaba y dejó escapar. Antes de
descubrir que era parte Demonio, nunca pensé que un Demonio pudiera
amar o sentir una pérdida. ¡Santo cielo! ¡Estaba equivocada!
Experimentaban una gran tristeza, y cuando perdían algo o alguien, las
repercusiones de su dolor no son eran personales sino globales. Los Fae, en
general, parecían comportarse de manera similar. Ocultaban sus
verdaderas emociones, aunque cuando se rompían, era una catástrofe.
Después de enterarme de mi mamá y Eli, me encerré en mí misma; el
deseo de destruir hervía a fuego lento bajo la superficie. Crecer como
humana me permitió controlar un poco más mis tendencias Fae. Podría
haber sido algo bueno que ya no tuviera mis poderes; de lo contrario, bien
podría haber arrasado otra ciudad sin la ayuda de Asim.

Me retorcí en mi asiento. Mi siguiente pregunta me había estado


molestando por un tiempo y no podía evitarla por más tiempo. Eché un
vistazo a mis manos en mi regazo.

—¿Hay alguna posibilidad... de que quizás...? —Resoplé, sosteniendo


mi cabeza en alto. Desafiante—. ¿Podrías ser mi padre?

Lars no reaccionó; ni siquiera parpadeó. El silencio creció y no estaba


seguro de si me respondería. La silla crujió cuando se apartó de mí. Se puso
de pie y caminó hacia las ventanas.

—No lo sé.

—¿Estaban ustedes dos juntos cuando fui... concebida?

Lars se aclaró la garganta, sus ojos distantes y su rostro contraído.


Nunca lo había visto incómodo.

—Sí. Como dije, Aisling y yo no podíamos mantenernos alejados.

—Entonces... ¿Existe la posibilidad de que seas mi padre?

Su única respuesta fue un rápido asentimiento.

No sabía qué hacer con la información ahora que la tenía. No estaba


segura de cómo me sentía al respecto.

—¿Hay alguna forma de hacerse la prueba?

Lars negó con la cabeza de un lado a otro, sin dejar de mirarme.

—No. Mi hermano y yo éramos gemelos idénticos. Los gemelos


humanos pueden tener ADN diferente, pero mi hermano y yo éramos
demonio puro, idéntico a la última hebra de ADN. Solo nuestras
personalidades eran diferentes. No hay forma de saber quién es tu verdadero
padre.

—Pero ella dijo que yo era de Devlin.

—Devlin no estaba seguro de que continuara nuestra aventura. Si lo


estaba, no dijo nada. Pero mi hermano era inteligente. Creo que lo supo todo
el tiempo. La amaba y tampoco quería perderla. Cuando ella se quedó con
él, estuvo dispuesto a ignorarlo. Habría sido un mejor padre antes de
volverse loco. Ya fuera Devlin o yo, eligió al hombre que pensó que te
protegería mejor.

—¿Por qué se volvió loco?

—Ser el Rey Unseelie no es un trabajo fácil. Él no estaba tan


preparado para ello como yo. Creo que el conocimiento del inconsistente
amor de Aisling también erosionó lentamente su mente. Cuando ella murió,
actuó de forma completamente irracional y ya no le importaba nada.
Destruir y matar eran sus formas de lidiar con ello.

Mierda en una corteza de fresno. Entre Aneira y mi padre, la locura


corría desenfrenada en mi familia. No caí muy lejos de ese manzano. Pensé
que mi vida era complicada. Estas complicaciones iban más allá. Los
escritores de telenovelas necesitaban tomar notas sobre mi familia.

Mi familia.

Tan jodidos y locos como estaban todos, tenía una. Vivos o muertos,
sangre o no sangre, podía llamar familia a todas estas personas, incluso a
los Moradores Oscuros. No importaba lo que hubieran hecho, eran parte de
mí. Sabía que pronto tendría que enfrentarme a Eli de nuevo. Y a Lily.

Lars se apartó de la ventana y se volvió hacia mí. Pareció captar mi


línea de pensamiento.

—Sé que estás enojada con ella, Ember. Tienes derecho a estarlo. Sin
embargo, creo que debes entender por lo que pasó. Puede que no esté de
acuerdo con todas las decisiones que tomó Lily, pero siento que hizo lo que
pensó que era correcto. Conociéndote ahora, puedo ver por qué eligió
mantener su vida en secreto de ti. Eres demasiado impulsiva e inquisitiva.
Si te hubiera dicho algo sobre quién eras en verdad, habrías buscado más
respuestas. La verdad te habría matado. Al principio pensé que era una
decisión tonta, pero ahora creo que fue prudente. Quería mantenerte
protegida.

Jugué con las puntas de mi cabello, mirando hacia abajo. No quería


admitir lo mucho que tenía sentido. Aun así, no disminuyó la traición que
sentía.

—Hizo lo mejor que pudo. Te mantuvo protegida durante dieciocho


años, incluso cuando no estaba cerca. Toda una hazaña, ya que fueron
cazadas todos los días desde que ambas escaparon del castillo.

Me moví en mi silla con irritación.

—Dale la oportunidad de contarte su historia. —Lars se sentó en la


esquina de su escritorio.

—¿Por qué debería hacerlo? —La ira pronunció las palabras antes de
que la racionalidad se apoderara de mi lengua.

—Porque renunció a todo lo que tenía por ti. No olvides que Lily tenía
familia, amigos, un futuro marido, un hogar... y lo dejó todo. Por ti. Perdió
a su mejor amiga, todo por un bebé que no era suyo y que ni siquiera debería
haber existido. El prejuicio contra los Daes estaba en su punto álgido en el
momento de tu nacimiento, sin embargo, ella te crio como a los suyos.
Estaba huyendo, sola y asustada, con una recién nacida. Puede que Lily y
yo nunca nos llevemos bien, pero siempre la consideraré con la más alta
estima. No creo que nadie más hubiera hecho lo que ella hizo.

Mordí mi labio, sintiendo una ola de gratitud y culpa. El amor se abrió


camino a través de mi dolor y pena.

—Puede que haya cometido muchos errores, pero te ama más que a
nada. Ella se entregó a Aneira y permaneció en silencio durante años de
tortura para mantenerte a salvo. Si no puedes encontrar la manera de
perdonarla, entonces eres menos como tu madre y más como tu verdadero
padre de lo que pensaba.
Mantuve la cabeza gacha todo el tiempo que habló, avergonzada de la
angustia que le causé a Lily. Un fuerte deseo de verla golpeó mi pecho,
agarrando mi corazón. Ahora que estaba de regreso en la tierra de los vivos,
había tantas cosas con las que tenía que lidiar.

—Necesito verla a ella, a Ryan y a mi papá. —El rostro de Kennedy


estalló en mi cabeza. Salté de mi silla, repentinamente inquieta y enojada
conmigo misma por no buscarla. ¿Qué tipo de amiga era?—. Ay Dios mío.
Necesito encontrar a Kennedy.

Lars se puso de pie, con los hombros hacia atrás en señal de


frustración, como si estuviera tratando de apaciguar a un niño petulante.
Rodeó su escritorio y me miró desde detrás.

—En su ausencia, hemos estado haciendo todo lo posible para


encontrarla. Ella también es importante para nosotros.

—Lo sé y estoy agradecida por eso, pero necesito hacer algo. He sido
tan egoísta. Ella me necesita y yo no estuve allí para ella.

—Ella no se da cuenta de tu ausencia.

—Pero yo sí. —Me balanceé sobre las puntas de mis pies, mis
pantorrillas se contrajeron en protesta.

—No hay forma de que te deje salir de aquí. Puede parecer que la Reina
no te está buscando, pero ambos sabemos que lo está. Tendrá espías por
todas partes. Tu muerte se ha convertido en su obsesión.

—Lars, no puedo convertirme en una prisionera aquí también.


Necesito encontrar a mi amiga. Necesito ver a Ryan, mi mamá y mi papá. —
El pánico movió mis brazos frenéticamente—. No puedo detener mi vida. No
puedo.

—¡Ember! —Su voz cortó mi perorata como un cuchillo—. ¿Entiendes


la gravedad de lo que está pasando? Pronto tendré un ejército aquí. Aneira
va a derribar los muros con tus poderes robados. La destrucción estará más
allá de la comprensión. ¿Te das cuenta de que todavía eres tú quien tiene
que matarla? Encontraremos una manera de llevarte a la espada. Es
nuestra única oportunidad. ¿Y si te pasa algo? —Se apagó—. Nuestras
posibilidades son extremadamente escasas. Necesitamos a todos en su
mejor momento... y vivos.

Todavía tenía que decirles a todos la verdad sobre la espada. Una


parte de mí quería permanecer en silencio y dejarle creer que teníamos
esperanza. La otra parte necesitaba quitarme el peso del pecho.

—¿Y si no pudiera matarla?

Bajó las cejas.

—Tienes que hacerlo.

—No. Quiero decir, ¿qué pasa si algo pasa y ya no puedo obtener la


espada?

—No es una opción. —Lo dijo con tanta firmeza que casi detuvo las
palabras en mi garganta.

—¿Alguien puede matarla? ¿Alguien que tenga la espada? —Mi dedo


se curvó alrededor del dobladillo de mi top—. ¿Por qué no lo haces tú? Eres
el Rey Unseelie. Y no creas que me he olvidado de nuestro acuerdo. Nunca
lo había pensado hasta ahora... pero ¿por qué quieres tanto la espada, Lars?
Si estás tan convencido de que me convertiré en reina, ¿no te estoy
entregando un arma que puede matarme? —Mi mirada estaba llena de
acusación—. ¿Por eso la quieres? ¿Algo que siempre mantendrás sobre mí
para mantenerme a raya? ¿Para controlarme?

Apretó la mandíbula mientras me miraba.

—Tu suposición no es la razón por la que deseo la espada.

—¿Entonces por qué? Nadie desearía un arma tan fuerte excepto para
usarla para controlar y destruir.

Lars presionó sus manos sobre su escritorio.

—Tal noción allí mismo hará que te maten. Las hadas y la mayoría de
los líderes codician objetos y secretos para controlar y mantener el juego a
su favor. ¿Cuál es la frase humana, "Aquellos con más juguetes ganan"?
Para los Fae lo es aún más.
—¿Lo usarás para ordenarme si no te gusta algo que hago?

—Esperemos que no suceda.

—Eres un idiota —grité.

—Soy un demonio, Ember. No olvides ese hecho.

—No lo haré. —Me crucé de brazos—. Menos mal que no puedo


conseguirte lo que más quieres.

—Vas a hacerlo. Aceptaste los términos. —Sus pestañas bajaron


mientras su enfoque se clavaba en mí, forzando mis piernas hacia atrás
contra la silla—. Lo siento, pero no tenemos tiempo para la incertidumbre y
la terquedad. No nos queda otra opción que ganar. Vas a matarla, Ember.
No soy yo el que está profetizado. Eres tú. Si no reconoces tu parte, creo que
estamos condenados.

Tragué nerviosamente.

—Sin presión ni nada.

—Entiendo que la tarea es mucho para ti. Por mucho que no creas lo
que digo, solo quiero lo mejor para ti. Eres mi sangre. —Posiblemente mi hija
no fue dicho, pero pude escucharlo en la pausa—. Si pudiera haber otra
forma, la tomaría, pero no podemos. La tarea que tenemos ante nosotros es
nuestro destino. Tu destino. Debemos terminar la guerra que ella forzó. Y
matar a Aneira.

Algo en mí se rompió.

—¡Pero no puedo tocarla, Lars! Ella me maldijo.

El silencio inmovilizó la habitación, pinchando mi piel mientras me


miraba.

—¿Disculpa?

Lamiendo mis labios, aparté la mirada.


—Cuando Aneira mató a Eli, dijo que me dejaría traerlo de vuelta si le
prometía que nunca volvería a tocar la espada. Si lo hiciera, moriría. Esta
vez para siempre.

La cara de Lars se sonrojó y sus ojos se arremolinaban brillantemente.

—¿Y. Tú. Aceptaste? —Luchaba por controlar su ira, pero sus


hombros y pecho se tensaron como cables de acero a punto de romperse.
De repente parecía más alto, cerniéndose sobre mí. La habitación se hizo
estrecha y pequeña. Un escalofrío me rozó los huesos.

—Sí. —Mi voz sonaba pequeña.

Sus rasgos cambiaron. No le brotaban cuernos de la cabeza, pero sus


ojos brillaban de un verde amarillento, y eclipsaban los bulbos parpadeantes
del cielo. Los huesos debajo de su piel sobresalían bruscamente a través de
su piel ahora delgada como un pergamino. Sus ojos se pusieron
completamente negros.

Di un paso atrás. Había escuchado a tanta gente decirme que era


extraño cuando mis ojos se ponían negros, y ahora vi lo que querían decir.
No quedaba nada de blanco, solo dos charcos negros de furia.

—¿Lars? —Mi voz chilló.

Ya no se parecía al atractivo Rey de piel aceitunada, sino a un


monstruo de pesadilla.

—¡Lars!

Me miró, y sentí como si su mirada me atravesara, desgarrando mi


alma. Dio unos pasos hacia mí. Mi instinto me dijo que corriera, pero mis
piernas solo me movieron contra la pared.

El demonio de repente se paró justo frente a mí, sus dedos huesudos


envolviéndose alrededor de mi garganta y apretando. Mis pies se levantaron
del suelo, su mano estrangulándome mientras me empujaba hacia la pared.
El aire salió de mis pulmones, como si lo hubieran succionado con una
aspiradora.
—Lars... por favor, detente —me atraganté, mis ojos comenzaron a
lagrimear.

Podía ver mi reflejo en sus ojos negros, mi rostro enrojecido y tenso,


desesperado por respirar. Sus dedos se clavaron en mi piel, aplastando mis
cuerdas vocales.

—Lars... tío. —Mi voz no salió de mi boca, pero las palabras se


formaron en mis labios.

El demonio se detuvo, mi cuerpo se deslizó hacia el suelo. Soltó una


fuerte bocanada de aire por la nariz, y negó con la cabeza. Sus rasgos se
volvieron lentamente hacia el rostro que había llegado a conocer tan bien.
Lars dejó caer la mano y se alejó.

Me froté la garganta, tosiendo.

Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos hablara. Si


necesitaba tiempo para controlar su temperamento, se lo daría. Hablar solo
podría enojarlo de nuevo.

La tensión convirtió los pequeños ruidos de la casa al máximo


volumen. Mi audición recogió a Marguerite poniendo una olla en la estufa.
La estridencia del metal contra metal me lastimó los tímpanos.

—Está bien. —Lars se dio la vuelta y caminó hacia las puertas


francesas y miró hacia la noche.

No habría disculpas para mí. Los demonios no funcionaban así.

—Nada ha cambiado.

Parpadeé, sus palabras se hundieron pesadas en mi corazón.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir?

Se movió ligeramente hacia mí, pero mantuvo los ojos mirando hacia
adelante.

—Todavía puedes matar a la Reina.

La rabia instantánea me empujó fuera de la pared.


—¡Pero significará que Eli muere!

Lars finalmente se volvió y me miró.

—Sí, lo hace.

—¿Q-Qué? —Incluso después de todo lo que había hecho, la mera idea


de que le sucediera algo malo, de que ya no existiera, provocó un terror tan
profundo que me quedé sin aliento.

—Tú misma dijiste que ya no querías volver a verlo. Juraste que lo


odiabas.

—¡No quise decir que quería que muriera!

Lars suspiró. Respiró lenta y metódicamente. Me di cuenta de que


estaba luchando por mantener el control.

Ahora mismo no me importaba.

—¿Cómo puedes siquiera decir eso? Y aquí pensaba que te había


llegado a agradar.

—Los hechos no tienen nada que ver con si me agrada o no. Estamos
en guerra, Ember.

—¿Qué tan desalmado eres? No puedes esperar que lo mate sin


importar lo que haya hecho... no lo haré.

—Ahora, ¿quién está siendo egoísta? —Lars se trasladó a su


escritorio—. ¿Una vida vale millones? ¿Libertad y felicidad? ¿Tus amigos y
tu familia? Todo eso ya no existirá. ¿La vida de Elighan vale toda la pérdida
y el sufrimiento para ti?

Mi boca se abrió. Luego se cerró. Mi primera respuesta fue decir que


sí. Incluso si no quisiera volver a verlo nunca, y él hubiera hecho cosas
horribles, no podría matarlo. ¿Pero estaba siendo egoísta? ¿La vida de Eli
valía la destrucción de la Tierra? Ya había matado a tantos. ¿Realmente
podría condenar a todos a una vida de esclavitud o muerte? ¿Estaba
dispuesta a renunciar a las vidas de millones de humanos inocentes y Fae
por la suya?
—También lo estás condenando a un destino aún peor que la muerte.

—¿Qué?

—Digamos que no tocas la espada. Sí, Elighan viviría... por un tiempo.


Aneira también. ¿Cuánto tiempo crees que duraría su vida después de eso?
Tu forma será rápida e indolora. Aneira lo torturará más allá del
reconocimiento. Tampoco hablo solo físicamente. Lo que le hizo a Torin sería
un juego de niños comparado con lo que le haría a Eli. Ella siente la conexión
entre ustedes. Será cruel al tratar con él, especialmente para lastimarte.
Incluso si ya te ha matado, lo atormentará por despecho. —Los ojos de Lars
brillaron negros de nuevo, insinuando que el Demonio en él estaba cerca de
la superficie—. ¿Es ese destino lo que quieres para él?

Mis párpados parpadearon febrilmente y me miré los pies con voz


suave.

—No.

El peso del mundo estaba sobre mis hombros, aplastando mis huesos
contra la tierra. Mis dos elecciones eran insoportables. ¿Cómo podría una
pequeña decisión mía hacer o deshacer al mundo entero? Aneira estaba
conspirando y se había apresurado a actuar ese día. Vio que mi amor por
Eli era suficiente para pensar que me tenía, pero ¿podría pensar que lo
elegiría a él entre toda la población? Sí, lo haría. No tenía respeto ni amor
por los humanos y probablemente nunca podría imaginar que yo elegiría su
lado. Por mucho que lo odiara en este momento, también me importaba
demasiado como para dejar que lo torturaran. Estaba destinada a matar al
hombre que amaba, y sabía cuál sería mi elección cuando llegara el
momento.

—No le hablarás de la maldición. Quiero que todas las mentes estén


despejadas para ir a la guerra. —Lars se reclinó en su silla, sus hombros
apretados alrededor de su cuello.

—¿No quieres que le diga que va a morir? —La voz chillona no sonaba
como la mía.
—No. —Lars se reclinó—. Alterará su perspectiva sobre la batalla que
se avecina. Será impulsivo y tonto. Su dedicación, sabiendo que morirá,
estaría sesgada.

No estaba particularmente loca por la idea de contárselo. De todos


modos, ¿cómo le dices a alguien que está condenado a morir? Pero
ocultárselo a él, a mi Alfa, tampoco me sentó bien.

—Ato tu lengua, ojos y manos para que no se lo digas a nadie. —Sentí


el peso de su hechizo caer sobre mí, envolviéndose alrededor de mi garganta
y lengua.

—¿Por qué... por qué hiciste eso? —Mi mano fue a mi cuello ya
magullado.

—Te hice la decisión más fácil. Ya no tienes la opción. No puedes


sentirte culpable por algo que no puedes hacer. Cúlpame por la ignorancia
de Elighan. Ambos sabemos que esta elección es la mejor. No hay nada que
puedas hacer para cambiar las realidades, y el conocimiento de Elighan no
ayudará.

Una rabia abrasadora ondeó entre mis costillas. Lars estaba forzando
mi mano y quitándome el poder elegir. Lo odiaba, pero al mismo tiempo, me
sentí aliviada de la decisión de decirle que ya no estaba en mis manos. Lars
tenía razón. Probablemente era mejor que Eli no lo supiera. Miré hacia abajo
mientras una lágrima caía de mi ojo.

—Lo siento, Ember, pero mi decisión es por un bien mayor.

Mis párpados se estrecharon mientras levantaba la cabeza.

—Me importa un carajo qué es lo mejor en este momento. No te


preocupes. Haré lo que tenga que hacer, ¡pero no me des tópicos sobre el
bien común! —herví.

Con un giro me impulsé hacia la puerta. Agarré el pomo, abrí la puerta


de un tirón y la cerré de golpe detrás de mí.

No sabía qué me cabreaba más: el hecho de que sentía que no tenía


otra opción en el asunto, o que aún quería elegir al hombre que debería
disgustarme.
¿El mundo estaba en mis manos? Sí, buena suerte, Tierra...
Capítulo 8
Traducido por krispipe

Miré por las ventanas hacia el cielo que se oscurecía mientras me


sentaba en mi cama. Nubes almibaradas chorreaban lluvia, ocultando todo
rastro de la luna y las estrellas más allá. El pulso de mi corazón latía más
rápido en mi pecho mientras la noche aplastaba las paredes sobre mí. Había
estado aquí demasiado tiempo sin hacer nada mientras mi vida pasaba. Mi
amiga estaba perdida en algún lugar. Entendía que buscar a Kennedy en
este momento era estúpido. Lorcan ya la había llevado lejos de aquí. Pero
sabía que podía llegar a Ryan, Mark y Lily. La necesidad de escuchar
finalmente la historia de mi madre dominó mis pensamientos.

—Necesito que me lleves al Otro Mundo. —Mi rodilla se balanceó


arriba y abajo en mi cama—. Quiero ver a mi familia.

—Ella habla. —Cal voló desde el candelabro hasta mi hombro.


Simmons lo siguió, aterrizando bruscamente en mi cama—. Buena chica.
Ahora siéntate. —Cal señaló hacia la cama.

Miré hacia abajo. Mi trasero ya estaba acurrucado en mi cama.

—Bueeeeena chica. —Cal me dio unas palmaditas en la mejilla—. Tan


obediente.

Lo aparté de mi hombro, y cayó sobre mi edredón.

—Perrito malo, malo.

—Cal, no insultes a mi señora. —Simmons se subió a mi pierna, se


cruzó de brazos y golpeó con su pie en mi muslo.

—Lo digo en serio. Necesito ir ahora. Necesito hablar con mi mamá,


ver a Mark y Ryan.
Cal se acercó y se subió a mi otra pierna.

—¿Estás chiflada, nena? De acuerdo, eso está bien probado, ¿pero


estás loca?

Fruncí el ceño.

—Lars nunca te dejará salir de aquí —exclamó Cal.

Simmons asintió.

—Mi señora, él tiene razón.

—Lars no tiene por qué saberlo.

—Cierto, porque su ignorancia siempre ha funcionado muy bien en el


pasado. —Cal puso los ojos en blanco.

—Lo que quiero decir es que no tiene que saberlo hasta después de
que me vaya. —La necesidad de ir, de moverme, se llevó todo pensamiento
racional y lo guardó en un cajón en el fondo de mi mente—. Mejor ir ahora
y pedir perdón después.

No podía quedarme en la habitación ni un minuto más. Sin previo


aviso, corrí, llevándome a Cal y Simmons conmigo.

—¡Avisa a un duendecillo cuando vas a estallar por todo el lugar! —


gritó Cal mientras volaba por el aire.

Simmons se acomodó en la cama.

Mis pies se movieron frenéticamente frente a las puertas de mi patio.

—Cal, me voy. Puedes ayudarme o no

—Sin mi ayuda, ¿cómo sabrás llegar allí, eh? —Voló para mirarme a
los ojos. Sus manos en las caderas.

Una sonrisa creció en mis labios cuando me volví hacia el otro duende.

—¿Simmons?
Simmons miró a su alrededor, inquieto por mi sonrisa.

—¿Qué?

La boca de Cal se abrió ligeramente.

—¿Me estás tomando el pelo? No estás siendo justa, nena.

—¿Qué? —Mis ojos se agrandaron—. Solo estoy preguntando. No tiene


que decir que sí.

—Oh, vamos. Ambos sabemos que él haría todo lo que le pidieras.

La cabeza de Simmons se movió entre nosotros.

—¿Qué? ¿Qué quieres pedirme, mi señora?

—Quiere que la lleves al Otro Mundo. —Cal voló hasta la cama.

—¿Qué? ¿Quieres que te acompañe en contra de las órdenes del Rey


Unseelie al Otro Mundo? —Los ojos de Simmons crecieron hasta el tamaño
de monedas de diez centavos.

—Sí —confirmé.

Él tragó saliva y miró hacia abajo. Me arrodillé, poniéndome a su


altura.

—Simmons, he estado atrapada en mi propia miseria demasiado


tiempo. He sido una hija y una amiga terrible. Necesito arreglar este desastre
que hice. —Hice una pausa, sabiendo el poder que tendrían mis próximas
palabras sobre él—. Como futura Reina, pido tu servicio, soldado. Necesito
tu ayuda.

Simmons levantó la cabeza y el orgullo le llenó el pecho y la cara.

—Que montón de pedos de hada. —Cal dejó caer la cabeza


dramáticamente hacia atrás—. Podrías apretar su pequeño corazón de
duende…

—Lo haré —le interrumpió Simmons.


—Oh, qué sorpresa. —Cal levantó los brazos.

Me incliné y le di a Simmons un beso en la mejilla.

—Gracias.

—¿Qué te hace pensar que voy a ir con ustedes? —Cal pisoteó hacia
el borde de la cama, sus ojos ambarinos brillaban con fastidio.

—Necesito que te quedes aquí para contárselo a Lars después de que


me haya ido. Incluso puedes decir que trataste de detenerme.

—¡Ni hablar, duendecillo! Realmente quieres acortar mi vida de


duende, ¿verdad?

—Ahh, esto te mantiene joven.

—Sí, porque si estoy muerto, no envejeceré —refunfuñó Cal—. No soy


tan estúpido como para ir en contra del Rey Unseelie.

Moví mis cejas.

—Sí, lo harás.

Me miró, entendiendo rápido lo que quería decir.

—No me puedes comprar, nena.

Con eso empecé a reír.

—¡Está bien! —Se encogió de hombros y suspiró—. Conoces mi


debilidad. Yo tampoco puedo pelear contigo, malvada hechicera. —Se pasó
el brazo por los ojos dramáticamente.

—Eso pensaba. —Sonreí.

Unas horas después me encontraba sumergida en el Otro Mundo. El


bosque en el lado Oscuro me recordó mis sueños antes de conocer mi
verdadera naturaleza o poderes. Sombras se aferraban a cada árbol torcido,
envolviéndolo hasta difuminar fuertemente las líneas donde terminaba un
árbol y comenzaba el otro. Ramas torcidas, retorciéndose hacia el cielo
nocturno, dejando solo que la luz de la luna cayera en rayos a través de las
ramas. Parecía el oscuro bosque encantado que siempre imaginabas en tu
cabeza cuando eras niño, lleno de duendes y monstruos. No tenía miedo.
Por mucho que hubiera amado el bosque de la luz, descubrí que amaba el
bosque de la Oscuridad aún más. La magia llenó mis pulmones con aire
denso y chisporroteó en mi cuerpo.

—Por aquí, mi señora. —Las alas de Simmons vibraron en el aire,


emitiendo pequeñas chispas.

Esto me hizo preguntarme si esta acción era de dónde venía la idea


del polvo de duendes. La magia cargó su entorno, y la fricción de sus alas
batientes hizo que el aura brillara detrás de él. Nunca lo había notado antes.
Si era porque la magia era más espesa aquí o porque estaba tan oscuro que
finalmente pude verlo, no lo sabía. No obstante, era genial.

Cuanto más profundo me llevaba Simmons al Oscuro bosque Fae,


más notaba a las criaturas. A veces escuchaba murmullos y movimiento en
la maleza mientras algo se alejaba de mí. Un animal del tamaño de un
conejito con ojos rojos y cuernos se lanzó a la maleza.

—¿Qué fue eso?

—Probablemente una libre cornuda, un hobbit de árbol o un troll


terrestre. —Simmons hizo un gesto con la mano, despidiéndolos a todos.

—Oh, sí, por supuesto. ¿Por qué no lo serían? —dije secamente. El


Otro Mundo seguía siendo un misterio para mí, y a veces me detenía y
pensaba: Mierda… esta es mi vida.

—Cuidado con tus pasos, mi señora. Aquí hay una madriguera de


enanos.

Caminé por el lugar donde Simmons estaba inmóvil. Las ramas


distorsionadas se abrían paso a través de la maleza que se extendía por el
suelo. Esta arañó mi espalda y mi cabello mientras me inclinaba. Había un
vacío ahora en mi alma donde una vez había sentido la vida de la tierra. Los
árboles parecían curiosos cuando pasé, como si sintieran algo diferente en
mí, pero rápidamente perdieron el interés cuando no sintieron nada más en
el interior.
Una gran criatura alada, coriácea y con diente puntiagudos, rozó mi
cabeza.

—¡Mierda! ¿Qué demonios pasó volando junto a nosotros?

Simmons suspiró y se volvió para de qué hablaba. La cosa volvió a


zumbar a lado de mi cabeza, su cola suave y tupida rozando mi frente.
Golpeé el suelo en defensa.

—Oh, sí, esas cosas suelen ser desagradable. —Simmons sacó su


arma de plástico—. Pero este es solo un bebé. Ni siquiera tiene sus cuernos
todavía.

—¿Qué es? ¿Algún tipo de murciélago?

—No. Es un wolpertinger, una especie de ardilla con alas, cuernos,


cola y colmillos. —Deslizó la espada en su cinturón—. Sus colmillos son
demasiado pequeños para hacerte daño, mi señora, y no tiene cuernos
todavía. Estás a salvo.

—¿Un wolpertinger? ¿No tiene padres ni primos ni nadie cerca? —Me


puse de pie lentamente.

—Sí, lo más probable. —Simmons se dio la vuelta. Donde Cal lo


hubiera dicho sarcásticamente, Simmons lo hizo simplemente como un
hecho—. Probablemente deberíamos salir de su territorio.

Seguí rápidamente a Simmons. Viajamos un rato mientras intentaba


seguirle el ritmo. Cuando atravesamos los matorrales, hice una pausa. Mis
ojos se abrieron ante la belleza que tenía delante. Luz blanca brillaba a
través de la niebla como luces navideñas. Estas diminutas bombillas
encendidas parpadeaban a mi alrededor, dando vueltas como luciérnagas.
Un cosquilleo en mi brazo me hizo mirar hacia abajo. Una aterrizó sobre mí.

—¿Qué son? —Mis ojos examinaron la criatura del tamaño de una


moneda de diez centavos. No parecía una luciérnaga normal; era más como
una mariquita de gran tamaño con alas eléctricas brillando cada vez que
comenzaba a volar.

—Lamprog. —Simmons frunció el ceño y la apartó de mi brazo—.


Aléjate.
—¡Oye! No estaba lastimando a nadie. —Fruncí el ceño a Simmons—
. Son hermosas.

—No tanto como piensas —resopló Simmons.

La que ahuyentó regresó. Cuanto más se acercaba, más grandes


parecían sus colmillos, que sobresalían de su boca.

Un dolor agudo me recorrió el brazo cuando sus dientes se hundieron


en mi muñeca.

—¡Ay! —grité golpeando el insecto—. ¿Qué demonios?

—Ya te lo dije, mi señora. No son agradables. La mayoría de las cosas


en este bosque no son necesariamente agradables, sin importar lo lindas
que parezcan.

—Maldita sea. —Sacudí mi brazo. Un hormigueo se infiltró en mi


brazo, mientras el veneno se extendía—. ¿Son peligrosas?

—No individualmente, pero una vez al año en la luna llena antes de


Samhain, miles de lamprog se reúnen para aparearse. Se vuelven violentas
y agresivas y pueden ser especialmente peligrosas en ese momento. En
cualquier otro momento, son simplemente molestas. Tu brazo puede estar
entumecido un tiempo, pero el veneno no debería lastimarte.

—El debería en esa oración no me hace sentir mejor.

—Vamos, mi señora. —Simmons voló hacia adelante—. No dejes que


se te posen encima y estarás bien.

Seguí a Simmons durante lo que me pareció media hora, pero el


tiempo aquí se sentía extraño. Podrían haber sido minutos o días.

—Por aquí. Ya casi llegamos, mi señora. —Señaló una cueva. Estaba


oscura como la boca del lobo, y había musgo pegado en las paredes,
goteando sobre el pasillo como rastras.

—¿Quieres que entre ahí?


—No hay otro camino. —Simmons aterrizó bruscamente en mi
hombro. Sin perder el ritmo envolví mi mano a su alrededor,
estabilizándolo—. ¿Trajiste una antorcha?

—Sí. —Mis dedos se sumergieron en mi bolsillo, luchando con la


pequeña linterna que metí allí.

—Como recordará, mi señora, a los duendes no nos gustan mucho las


cuevas.

Eché mi cabello sobre mi hombro, escondiendo a Simmons debajo.

—¿Mejor?

—Sí, mi señora. —Sus alas revolotearon contra mi cuello mientras se


acurrucaba más—. Pero odio las cuevas. Están llenas de murciélagos y
arañas, todas cosas que tienen a considerar comida a los duendes.

Compartía los miedos de Simmons por las cosas horripilantes.

—Actúa como una adulta. Actúa como una adulta —repetí, y entré en
la partición opaca que me dividía de mi familia.
Capítulo 9
Traducido por Vanemm08

La boca del túnel me tragó y me dejó caer por la garganta de la


montaña. Las paredes se cerraron con más fuerza, mi respiración fue una
reiteración cortante y rápida. Simplemente respira. Mantén la calma. Puedes
salir, repetí en mi cabeza y mantuve mi atención en mis pies. Simmons se
quedó acurrucado en mi cuello y me animó a lo largo del camino.

—Ya casi estamos ahí, mi señora.

Finalmente salimos del túnel a un hermoso oasis. El lugar estaba en


el fondo de un barranco. La montaña encerraba una cabaña de piedra y una
cascada que alimentaba un pequeño lago se encontraba en el lado opuesto.
Parecía bien protegido. Tenías que saber dónde estaba, o nunca te darías
cuenta de que estaba allí.

Mi mamá, Torin y Thara salieron de la cabaña con armas. Todas las


armas me apuntaron.

—¿Cuál es tu negocio aquí? —Thara quitó el seguro.

—¡No dispares! Soy yo. —Levanté mis brazos.

—¿Ember? —Mamá bajó un poco el arma, pero se mantuvo en


guardia.

—Por supuesto que es mi señora. —Simmons salió volando de mi


melena.

Torin dejó caer su brazo a su lado al ver a Simmons. Desde que Aneira
había tomado mis poderes, Torin y yo ya no teníamos ningún vínculo; no
podía sentirme ni sentir que venía.
Mamá dejó caer su arma en la funda y corrió hacia mí, pero se detuvo
cuando se acercó. Pude ver su frente arrugarse y sus ojos llenarse de
lágrimas, probablemente no estaba segura de cómo reaccionaría, queriendo
envolver sus brazos alrededor de mí, pero sin saber si se le permitía abrazar.
Desde que hablé con Lars, mi ira se había disipado un poco, aunque seguía
habiendo un muro entre nosotras, y sabía que ella me dejaría romperlo o
no.

—La alarma se apagó. —Dio otro paso vacilante hacia mí. Por
supuesto. Probablemente tenían la advertencia escrita en todos lados—.
Ustedes deberían estar a la defensiva. —Miré mis zapatos.

—Estoy tan feliz de que estés aquí —dijo en voz baja, volviendo a
concentrarme en ella. Asentí con la cabeza y luego volví a prestar atención
a mis pies—. Bueno, entra. —Giró su cuerpo y me indicó que me dirigiera a
la cabaña.

—¿Ember? —Escuché una voz masculina desde el porche. La


familiaridad hizo que las lágrimas picaran debajo de mis párpados.

Corrí hacia Mark. Salió del porche, encontrándome a mitad de


camino. Sus brazos me envolvieron en un abrazo de oso y me aplastaron
con la intensidad.

—Solecito —susurró, besando la parte superior de mi cabeza. Me


aferré a él con todo lo que tenía. Este hombre lo era todo para mí. No había
duda de quién era mi papá—. Te he echado tanto de menos.

Un grito ahogado salió de mi garganta, mis cuerdas vocales demasiado


gruesas para responder. É estaba bien.

Tal vez nunca podría regresar a la Tierra, pero estaba vivo.

—Te amo tanto, —murmuré finalmente.

Me abrazó con más fuerza antes de besarme la cabeza de nuevo.

Cuando me aparté, mis ojos se posaron en la cicatriz de la quemadura


en su rostro. Me estremecí, tomando su brazo en mi mano, viendo la
mutilación allí también.
—No vayas allí, Em. Estoy bien. Por favor, no te culpes. —La carne
arrugada y descolorida sería para siempre un recordatorio de lo que era
capaz de hacer. No importaba lo que Mark dijera, la culpa nunca se
resolvería por sí sola. Tendría que vivir con eso.

Solo el sonido de Ryan llamándome me alejó del abrazo de Mark. Pasé


de sus brazos a los de Ryan en un instante.

—M&M. —Suspiró en mi oído.

La responsabilidad me golpeó como un puñetazo en el estómago.

—Ry, lo siento mucho. Por todo.

Me aparté para mirarlo. El resplandor que antes emanaba de él se


había nivelado. Fue difícil de explicar. Se veía normal, pero podía oler que
ya no era del todo humano. Su piel tenía un resplandor que los modelos
envidiarían. Había perdido peso por estar enfermo, pero seguía siendo el
cálido oso de peluche que amaba. La gran diferencia era su brillante sonrisa.
Parecía... feliz. Mi mirada se dirigió a Castien en la puerta, apoyado contra
el marco. Sus ojos estaban puestos en Ryan.

—Em, no hay nada por lo que debas disculparte. Nada de esto fue tu
culpa. —La mirada de Ryan penetró la mía.

—Ambos sabemos que eso no es cierto. —Negué con la cabeza.

—¡Guau! Hola, ensimismada. —La mano de Ryan hizo movimientos


circulares a mí alrededor—. Esto no se trata solo de ti... —Trató de mantener
una mirada seria, pero falló miserablemente—. Es sobre mí. —Una pequeña
risa se expulsó de mi pecho. Ryan siempre podía hacerme sentir mejor sin
importar en qué estado de ánimo estuviera.

—Te lo agradezco, Ry, pero tú y yo sabemos que no estarías aquí si no


fuera por mí. —Aparté la mirada—. Tú... nosotros... no hubiéramos perdido
a Ian.

Ryan se miró los pies. Esta vez todo iba en serio.

—No te culpo, Em. Al principio lo hice. Entonces me di cuenta de que


tú también eras una víctima. Todos podemos jugar al juego de la culpa, pero
la persona a la que deberíamos castigar es la chica que lo mató. —
Samantha. Incluso el pensamiento de ella causaba un odio tan puro y crudo
que me mareaba—. También puedes lanzar a Lorcan allí por si acaso.

—Me vengaré, Ryan. Te lo juro. Samantha pagará. Lorcan también.

Ryan me miró por unos momentos. Mucho había cambiado desde la


última vez que nos vimos. Finalmente asintió, entendiendo y aceptando mi
significado. Definitivamente, Ryan era más un amante que un luchador.
Pero Ian valía la pena la pelea. Y la matanza.

Ryan se aclaró la garganta antes de decir:

—Toda esta seriedad me hace querer ponerme en peligro. —Levantó


los brazos y se volvió hacia la entrada de la cabaña—. ¡Hidromiel por todos
lados!

—¿Hidromiel? —Arqueé una ceja.

—Sí, Ryan está entrando demasiado bien en su nuevo mundo. —


Castien se rio entre dientes, empujando a Ryan mientras atravesaba la
puerta.

—Me estoy aclimatando. —Los dedos de Ryan se curvaron entre


comillas.

—Si así es como quieres llamarlo. —Castien se rio disimuladamente.


Su broma era familiar y cómoda.

—Estábamos haciendo la cena. —Mamá vino a verme—. Espero que


te quedes.

—Por supuesto que lo hará. —El brazo de Mark me rodeó, llevándome


a la casa.

Todos regresaron a la cálida cabaña. Era más grande de lo que parecía


desde fuera con la parte trasera incorporada a la montaña. Los suelos de
madera y las paredes de piedra le daban un toque hogareño.

Había sofás mullidos alrededor de la chimenea, donde un cálido


resplandor bailaba en el hogar. El fuego todavía llamaba a mi alma,
retorciéndose alrededor de mis venas. Las llamas se enroscaron y se
balancearon con una gracia hipnótica. Estiré mi mano para sentir el calor.
Pero no me reconoció ni respondió a la conexión que solíamos tener. Yo no
era nada para eso. Parpadeé y me di la vuelta, sintiéndome extrañamente
rechazada.

Escudriñé el resto de la casa. Al entrar, había una cocina a la


izquierda y una enorme mesa de madera se encontraba entre la sala de estar
y la cocina. Un baño y lo que supuse que era un dormitorio estaban en el
lado derecho. Una escalera de caracol junto a la sala de estar conducía al
segundo piso. No era enorme, pero era agradable y parecía tener suficiente
espacio para los seis, especialmente cuando la mayoría de ellos
probablemente preferían estar al aire libre cuando podían.

Thara y Mark habían hecho estofado de venado, mientras que mamá


horneaba pan de soda. Supuse que Thara había matado y despellejado el
ciervo, y Mark lo había cocinado. Mark siempre había sido el chef de nuestra
casa.

A mamá le gustaba hornear, pero no cocinar. Ahora sabía que tenía


gente que le había cocinado la mayor parte de su vida. Su papel en el castillo
había estado muy lejos de las cocinas.

Simmons se enorgullecía de ayudar a mi madre a enrollar y amasar el


pan. Castien y Ryan pusieron la mesa. Todos jugaron un papel en esta
pequeña familia, excepto Torin. Se dejó caer en el sofá con una taza de
hidromiel en la mano, mirando fijamente al fuego.

Aunque ya no podía sentir a Torin, mis sentidos de Morador Oscuro


captaron un aura pesada y enojada que lo rodeaba. La ira y el resentimiento
que se desprendían de él me herían profundamente. Había estado tan
seguro del camino de su vida que cuando no salió como lo había planeado,
no pudo manejarlo. Llevaba en la sangre ser soldado y Primer Caballero. Ya
no era ninguno de los dos. También había estado tan seguro de su destino
conmigo. A todo esto, se le añadió lo que le hizo Aneira: el ser brutalizado y
la tortura. ¿Cómo podía alguien volver de algo tan horrible? Especialmente
cuando la persona por la que lo hiciste se enamora de alguien a quien odias.

—Oye —dije, y me senté en el sofá junto a él.


Apretó los labios y sus ojos se mantuvieron fijos en el fuego.

Me lamí el labio inferior.

—Torin, quiero disculparme... —Mi oración se apagó. Apretó la


mandíbula y rechinó los dientes de manera audible—. Lamento lo que
pasaste. Lo que hiciste por mí. —Negué con la cabeza al recordar su rostro
magullado y ensangrentado cuando había escapado del castillo. Tenía la
nariz rota, el ojo cerrado por la hinchazón y la sangre seca le cubría el cuero
cabelludo—. Nunca podré pagarte por tu sacrificio. Por estar siempre ahí
para mí. —Puse mi mano sobre la suya.

Torin sacó su mano de debajo de la mía.

Tragándome el rechazo, continué.

—Torin, estoy tan, tan...

—Fuiste lo único que me ayudó —me interrumpió—. Cuando me echó


alquitrán hirviendo encima, cuando me golpeó con un garrote con púas,
cuando me puso en el potro y se complació por mí una y otra vez mientras
me destrozaban las articulaciones, imaginé tu cara, vi tu sonrisa, escuché
tu risa. Me llevó a otro lugar. Podría escapar de mi infierno por un momento
sabiendo que estabas ahí afuera esperándome. Tú eras la razón por la que
quería sobrevivir. Porque al final, te tendría a ti.

Mis dedos se agarraron el uno al otro con tanta fuerza que mis
nudillos se pusieron blancos.

—Oh, Jesús —susurré.

Hubo una pausa prolongada, que se sintió llena de tensión, dolor e


inquietud. Su lenguaje corporal expresaba que no quería mi lástima o mis
disculpas. Finalmente, un susurro ronco salió de mi boca:

—Ahora estás libre de mí. El vínculo se ha ido. Debes haber sentido


la verdad a estas alturas. Puedes seguir adelante con tu vida. —Quizás con
Thara.

Torin saltó fuera del sofá. Su voz sonaba baja y tensa.


—¿Crees que dejaría de amarte porque ya no hay un vínculo? No me
conoces en absoluto. —Dio un paso antes de volverse hacia mí—. Todo lo
que hice fue porque te amaba. Porque se suponía que eras mi futuro. Mi
esposa. Mi amor. Vínculo o no. —Se apartó de mí y salió furioso de la cabaña,
cerrando la puerta de golpe.

Un silencio incómodo llenó la pequeña casa. Thara miró fijamente la


puerta y parecía que quería seguirlo. Yo también lo hice, pero dudaba que
quisiera volver a ver mi cara. Todavía no podía darle lo que quería.

Mamá se secó las manos con una toalla y se acercó a mí.

—Dale tiempo —dijo en voz baja.

Asentí y miré hacia mi regazo. El ácido subió desde mi estómago


mientras consideraba lo que realmente le había sucedido. Las teorías habían
reflexionado en mi mente, pero la verdad real de lo que ella le hizo provocó
que el vómito se cuajara en la parte posterior de mi garganta, a un respiro
de la liberación.

—Momentos incómodos como estos requieren más alcohol. —Ryan se


acercó y me entregó una taza de hidromiel, un delicioso vino elaborado con
miel fermentada. Era fuerte y tenía un sabor dulce y suave.

Mark colocó el estofado en la mesa y todos nos sentamos alrededor de


la mesa. Simmons se había estado quedando aquí y alguien le había
construido una silla y una mesa del tamaño de una muñeca que colocaron
a mi lado. Parecía el trabajo práctico de mamá. Como yo, a ella también le
encantaba construir y crear cosas. El vaso de hidromiel de Simmons era un
dedal. Sabía que, si Cal estuviera aquí, estaría gritando que su taza no era
más que un vaso de chupito y que sería mejor que alguien le trajera algo en
lo que pudiera nadar.

El alcohol alivió un poco la tensión en la mesa. Torin no regresó, lo


que probablemente fue mejor, y todos empezaron a relajarse. En mi segundo
vaso, incluso mi guardia contra mi madre se ablandaba. Quería hablar con
ella. Lars me había ayudado a ver que le debía la oportunidad de contar su
historia.
Ryan, Mark y yo entramos en nuestras bromas habituales durante la
cena. Kennedy y Ryan habían pasado muchas cenas en mi casa, y se sintió
increíblemente familiar recuperar la charla. Todo lo que necesitábamos era
a Kennedy. Como si Ryan pudiera leer mis pensamientos, se aclaró la
garganta.

—¿Nada sobre Kennedy todavía?

—No. —Negué con la cabeza.

—Recibo informes a diario de que están buscándola —dijo Simmons—


. No nos detendremos hasta que la encontremos.

Me mordí el labio. Fui demasiado cobarde para admitir que no había


sido parte de la búsqueda.

Más tarde, mientras llevábamos nuestros platos al fregadero, me


incliné hacia mi madre.

—¿Quieres dar un paseo?

Sus ojos se abrieron y asintió.

Mark entró y tomó los platos de nuestras manos.

—Tengo los platos. Vayan ustedes dos. —Nos sonrió cálidamente a los
dos.

La sonrisa de mamá iluminó su rostro cuando lo miró. Le puso la


mano en el brazo y se lo apretó con cariño. Él le devolvió la sonrisa y sus
ojos estaban llenos de amor cuando la miró. Me sentí como si estuviera
entrometiéndome en un momento privado. Me alegré de que estuvieran
tratando de resolverlo. Sabía que pasara lo que pasara lo superarían juntos.
El amor como el de ellos no desaparece sin importar cuán enojado o herido
estés. Es para siempre.

Una imagen de la sonrisa de Eli pasó por mi mente, desgarrándome


las entrañas.

Torin estaba sentado en una mecedora en el porche cuando salimos.


En el momento en que aparecimos, se puso de pie y desapareció dentro de
la casa. Parecía que dondequiera que estuviera, él no quería estar ahí. La
puerta se cerró de golpe, lo que nos dejó a mamá y a mí solas en el porche.

—Ha pasado por mucho. —Mamá miró hacia la puerta.

—Lo sé.

—Es un buen hombre, pero su mundo entero se ha hecho añicos. No


sabe qué hacer ahora. Cuando le conté que te habían quitado los poderes,
dijo que sentía la desconexión entre ustedes, pero que no lo entendió hasta
que se lo hice saber. Primero pensó que estabas muerta y se volvió un poco
loco. No sabe cómo adaptarse a que no eres el centro de su mundo. —Mamá
salió del porche, sus botas crujían sobre la grava—. Realmente espero que
encuentre su camino. Me recuerda demasiado a Eris en este momento. En
blanco y negro. Cuando la vida se tornó gris, su orgullo y terquedad no le
dejaron seguir adelante.

—Me está asustando. Cada vez que lo veo, se vuelve cada vez más
oscuro. No sé qué hacer. —Me detuve y me volví para mirar a mi mamá.

—No es tu trabajo arreglarlo, Ember. Tiene que encontrar su propio


camino. —Lily hizo girar su largo cabello castaño rojizo en un moño bajo—.
Solo puedes estar allí como su amiga cuando él decida aceptar lo sucedido.
En este momento, verte solo empeora las cosas.

Respiré hondo, la verdad de sus palabras se instaló como una cuchilla


entre mis huesos.

—Y creo que Thara sobre todo desea que él supere esto y vea que hay
más en la vida que tú —bromeó mamá.

Me reí a carcajadas.

—Sí, noté su atención en él desde el momento en que llegaron al


rancho del Morador.

Su pequeña mano tocó mi cara.

—El simple hecho de que ames a alguien no significa que ellos


también te amarán. El amor no funciona así. Los corazones no aman por
orden... o con lógica.
Pinchazos de dolor asaltaron mi propio corazón; sabía que sus
palabras tenían un doble significado: Eli y ella.

Caminamos en silencio durante un rato antes de que se rompiera.

—Lo siento mucho, Em, por todo el dolor que te causé y la traición
que debes sentir por todas las mentiras.

—Dime. Quiero saberlo todo. —Dejé de caminar y miré hacia lo


profundo del bosque en sombras. Podía escuchar la cascada en la
distancia—. Desde el principio.

Sus hombros se levantaron mientras dejaba escapar un largo suspiro.


Se tomó un momento para ordenar sus pensamientos.

—Mi familia siempre había trabajado para la familia real. Aisling y yo


teníamos la misma edad, y encajaba perfectamente con convertirme en su
Searbhanta, básicamente una dama en espera. Cuando asumí el papel,
ambas teníamos alrededor de doce años, en años humanos. Inmediatamente
nos hicimos mejores amigas y pasamos juntas cada momento de vigilia.
Cuando Aneira tomó el trono, nuestra amistad se hizo aún más fuerte.
Éramos la confidente y el apoyo de la otra. Ella y su hermana nunca se
llevaron bien, aunque a Aneira le gusta fingir lo contrario. Aneira estaba
celosa de nuestra relación. Sentía envidia de todo cuando se trataba de
Aisling. Aisling era definitivamente la favorita de su padre. Su madre murió
al dar a luz a Aisling... otra razón por la que Aneira la odiaba.

Las sombras en el rostro de mamá se aclararon y sonrió.

—Aisling era hermosa, poderosa, fuerte, atrevida y los hombres se


empujaban para estar a su lado. Aneira era todas esas cosas, pero incluso
de niña actuaba fría y distante. Ella estaba impulsada por el poder y no veía
nada más. Para ser justos, Aisling nunca tuvo que preocuparse por gobernar
o ser una reina. Tenía más libertad y menos responsabilidad. Aisling era
libre de ser la niña salvaje y hacer lo que quisiera. Aneira tuvo que asumir
muchas cosas a una edad temprana. El Rey mimó a Aisling pero crio a
Aneira para mantener sus sentimientos y emociones bajo llave. De hecho,
la trató con crueldad, actuando distante y reservado, preparándola para ser
la reina.
»La división entre las hermanas crecía cada año, llenando su relación
de resentimiento e ira —dijo—. Eris siempre estuvo comprometido con
Aisling, y al principio le agradaba. Ella quedó atrapada en la idea de que
ellos fueran una pareja y no vio al verdadero hombre debajo. Después de su
compromiso, las cosas cambiaron lentamente. Se mostró su temperamento
y necesidad de poder. Traté de que ella lo viera, pero ignoró mi consejo. Solo
un mes después de su matrimonio, ella bajó las escaleras con un ojo
morado.

Mamá miró a través de los árboles al cielo del atardecer. Las estrellas
eran magníficas y luminosas. Quería extender la mano y agarrarlas.

Los ojos de mamá brillaban con orgullo por su amiga.

—Aisling era fuerte y solo dejó que la brutalidad sucediera una vez
más antes de ponerlo en su lugar. Nunca volvió a tocarla físicamente,
aunque abusó de ella emocionalmente. Aneira hizo a un lado los intentos de
Aisling de hablar con ella. A Aneira le gustaba Eris y tendía a ignorar
cualquier cosa negativa sobre él. Yo era la única persona a la que Aisling
podía acudir. —Los párpados de mamá parpadearon repetidamente.

—¿Entonces qué pasó? ¿Cuándo conoció a Lars?

Mamá suspiró profundamente, sentándose en una roca detrás de ella.

—Aneira ya estaba obsesionada con regresar a la Tierra. Aisling vio


hasta dónde llegaría su hermana para controlarla, y supo que sus planes
eran matar o esclavizar a todos los humanos. Además, el miedo de Aneira a
Daes y Druidas se convirtió en tal odio que trató de aniquilar ambas líneas.
Aisling sabía que tenía que hacer algo. Nadie en el castillo tenía el poder o
el deseo de detener a Aneira. Me refiero a detenerla de verdad. Aisling se
reunió en secreto con Lars ya que no podía ir directamente al Rey Unseelie.
Devlin no era fácil de encontrar, y sería peligroso si algún espía detectaba a
Aisling con Devlin. Hadas asociándose con demonios era tan inaceptable
que podría significar su vida. Sería peor para una princesa, así que ella y
Lars se conocieron cuando su secreto podía ser garantizado. Sabía de sus
reuniones, pero pasó un tiempo antes de que ella me dijera que estaban
teniendo una aventura, que se había enamorado de él. Como amiga suya
me encontré con él varias veces. No podía negar su conexión, pero sabía que
él no era bueno para ella. Nada positivo saldría de su relación. Hice todo lo
posible para que viera la locura. Era tan terca y de espíritu libre como tú, y
siguió a su corazón.

—Como si no fueras igualmente terca y de espíritu libre. —Sonreí.

—Sí, lo soy. Pero no lo era tanto en ese entonces. Aisling fue lo


suficiente por las dos. —Mamá sonrió—. Sus planes de encontrar la espada
y matar a Aneira fueron los motivos para encontrarse, pero su amor floreció
y se prolongó durante años. Creo que Eris sabía que lo estaba engañando,
pero nunca lo admitiría. —Hizo una pausa por un momento antes de
continuar—. Las cosas podrían haber continuado, pero Lars estaba
cambiando. Su propia obsesión por el poder, por lo que tenía su hermano,
le ganó. Aisling se había convertido en una buena amiga de Devlin en este
punto y se dirigió a él en busca de consejo y apoyo. Todo se puso bastante
pegajoso entre ellos. Se enamoró de Devlin, pero siempre sentí que lo miraba
más como un amigo que como un amante. Lars era su debilidad; no podían
mantenerse alejados.

Su conexión me recordó la mía y la de Eli. Y mis sentimientos por


Torin me recordaron lo que Aisling podría haber sentido por Devlin...
seguridad, pero sin pasión.

—Cuando Aisling descubrió que estaba embarazada, supe que las


cosas nunca volverían a ser lo mismo. No cabía duda de que se quedaría
con el bebé. Como su amiga, no voy a negar que le rogué que se deshiciera
de ti. —Mamá se secó una lágrima que se le escapaba—. Pero no lo haría.
Entendió las repercusiones de su elección. No habría forma de afirmar que
eras hijo de Eris. Tampoco quería hacerlo. Te amaba. Estaba orgullosa de
tener un Dae.

—¿Sabes quién es mi verdadero padre? ¿Te lo dijo? —Pateé un


guijarro suelto con el dedo del pie.

—No. —Lily negó con la cabeza—. Como sabes, Aisling no era perfecta.
Amaba a dos hombres. Alguna gente podría juzgarla, pero la vi con los dos.
Cada uno sacó algo diferente en ella. Devlin se sintió más seguro y la
adoraba más allá de las palabras. Lars y ella estaban conectados más allá
del tiempo y el espacio. Se entendían sin hablar. Eran tan intensos y
enamorados el uno del otro, y fue lo que los destruyó. Ambos hombres,
cuando la veías con ellos, ella parecía estar bien. No hubo un momento
correcto o incorrecto, simplemente desafortunado.

Entendía. El amor llegaba de muchas formas y con varias personas.


Encajan en tu vida de manera diferente. No se trataba de quién tenía razón
o quién estaba equivocado o quién era bueno o malo. Al final del día, era
quien te hacía reír y sentir que él era la persona con la que querías pasar tu
vida. La imagen de la sonrisa arrogante de Eli, sus ojos verdes brillando con
picardía, me impresionó mucho. Él estaba ahí. Siempre. Mi garganta se
contrajo cuando traté de tragar.

—Cuéntame tu versión sobre la noche en que huiste conmigo a la


Tierra.

—Aisling comenzó a planificar en el momento en que se enteró de ti.


No me dijo nada sobre cuándo encontró la espada o dónde la escondió. Creo
que quería mantenerme a salvo e inocente de sus planes, sabiendo que yo
sería la primera persona por la que vendrían. Solo me pidió una cosa: que
fuera quien te sacara del castillo y te llevara a la Tierra, donde podría
esconderte.

Mamá se deslizó hacia la roca con voz ronca.

—Concebimos nuestro plan. Se puso en contacto con la Dae, Brycin.


Hablamos y tramamos cada día, reduciéndolo a una ciencia. Ambas
ignoramos la verdad frente a nosotras... estábamos planeando su muerte.
Sabía que Aneira vendría tras ella y el bebé. La ira de Aneira representaba
una gran amenaza para Aisling y para ti, y Aneira nunca la dejaría ni a ti
estar a salvo, incluso huyendo. Aisling se quedaría atrás y distraería a su
hermana mientras yo te sacaba. Ella no temía a la muerte. Lo único que
quería era que tú estuvieras ilesa y crecieras lejos de Aneira.

Crucé los brazos sobre el pecho para contener el dolor y el amor por
alguien a quien nunca conocería.

Mi mamá negó con la cabeza.

—Al principio estaba resentida contigo. Tú eras la razón por la que mi


amiga moriría. Entendía que quería que te criara y te amara como a mí
misma. Pero todo lo que vi fue un bebé Dae destruyendo nuestras vidas.
Entonces naciste... —Mamá sorbió y se enjugó la nariz con los dedos—. Te
puso en mis brazos y me dijo que te protegiera con todo lo que tenía. Que te
mantuviera alejada del Otro Mundo. En el momento en que te sostuve en
mis brazos, todo cambió. Se sentía como si siempre hubieras estado
destinada a ser mía. Nada en el mundo podría haberme impedido cumplir
mi promesa, tanto si ella me lo pedía como si no. El vínculo que sentí contigo
fue instantáneo y supe que nunca cambiaría.

Mamá tomó una bocanada de aire, conteniendo las lágrimas.

—Habíamos estado planeando en secreto, pero también Aneira. Ella


supo de su hermana y los Demonios por mucho más tiempo de lo que
sabíamos. Sabía que el bebé no le pertenecía a Eris. Vino por ustedes dos
esa noche. Bueno, en realidad contrató a los Moradores Oscuros para que
vinieran a buscarte. No quiso ensuciarse las manos con la muerte de su
hermana y su sobrina bebé. Aneira ideó mantener el secreto de que eres un
Dae. Si estuvieras muerta, podría interpretar a la reina inconsolable que
perdió a su hermana y a su sobrina. Desafortunadamente para Aneira,
viviste, y los chismes sobre tus dos ojos y cabello de diferentes colores le
prendieron fuego al castillo. Durante años ha tratado de aplastar los
rumores, pero nunca pudo.

—¿Qué pasó cuando nos sacabas? —No podía decir su nombre, pero
quería escuchar la verdad. Quería que finalmente lo dijera.

—Podía oler la llegada del Morador Oscuro. Por lo general, son difíciles
de detectar, pero no se molestó en ocultar su olor ni su presencia. Aisling te
besó en la cabeza y te murmuró algo. No estaba prestando atención a sus
palabras porque estaba muy concentrada en la bestia que se dirigía hacia
nosotras. También sabiendo que me estaba despidiendo de ella. Para
siempre... —Algunas lágrimas más cayeron por las mejillas de mamá. Se
tomó unos momentos antes de comenzar de nuevo—. Brycin nos esperaba
en una de las puertas secretas del castillo. Cuando Lorcan irrumpió,
corrimos. Un cuervo nos condujo hasta Brycin. El cuervo adoraba y era fiel
a Aisling.

¿Un cuervo? Tenía que ser Grimmel de quien estaba hablando.


Mencionó que me había ayudado a salir.
—Él conocía cada centímetro del castillo, cada túnel y espacio secreto.
Nos estaba llevando a un pasaje que nos sacaría. Fue entonces cuando nos
encontramos con el otro Morador Oscuro. —Sus ojos se clavaron en los
míos—. Elighan.

Mi corazón latía más rápido, golpeando como un tambor en mi pecho.

—Nuestros ojos se conectaron y vi y olí el deseo de matar, sus ojos


rojos, clavados en nosotras. Vigilaba el pasillo. Brycin me empujó hacia
nuestra ruta de escape y bloqueó a Eli de ti. Se abalanzó sobre ella y la
habría matado, pero el sonido de los gritos de Aisling atravesaron el palacio.
—Mamá hizo otra pausa. Su rostro se contrajo como si estuviera recordando
otro recuerdo tortuoso—. Su atención se centró en la habitación. Nos dio
solo un momento para escapar de Elighan. Cada paso que daba hacía que
se me abriera el estómago al saber que estaba siendo asesinada. Pero
llevarte a un lugar seguro fue la cuerda a la que me aferré para mantener
mis pies en movimiento y dejarla atrás.

Cada vez que intentaba decirme que Eli era peligroso, o intentaba
alejarme de él, no la había escuchado. Ahora entendía su desesperación.
Era una madre que solo quería proteger a su bebé. Para mantenerme alejada
del Morador Oscuro que había querido acabar con mi vida. Debería haberla
escuchado. Debería haber corrido rápido y lejos.

Las lágrimas caían de mi barbilla. No me había dado cuenta de que


estaba llorando. Los sacrificios que mis dos madres hicieron por mí, lo que
pasaron para mantenerme a salvo.

—Por eso te necesitaba lejos de los Moradores Oscuros, especialmente


de Elighan. Quería protegerte de él. Por el dolor que sufrirías cuando te
enteraras.

Sin decir una palabra, me acerqué a ella y la abracé. Un grito ahogado


salió de sus labios y me abrazó con feroz desesperación. Sollozó, dejando ir
años de secretos, recuerdos dolorosos y mentiras.

—Es la razón por la que hice todo. Lo hice por ella. Lo hice por ti. —
Su mano llegó a la parte de atrás de mi cabeza y acarició mi cabello—. Te
amo demasiado. Siento mucho haberte causado tanto dolor.
Aisling me dio a luz, pero Lily era mi madre. Siempre amaría a Aisling
y me asombraba por lo que ella renunció por mí. Pero la increíble mujer
frente a mí me vendó las rodillas cuando me caí de la bicicleta, me abrazó y
se acurrucó conmigo cuando tuve una pesadilla, me hizo galletas de
mantequilla de maní cuando alguien se portó mal conmigo en la escuela.
Ella me crio.

Puede que me parezca a Aisling, pero soy igual a Lily, quien siempre
había sido mi ídolo. Cometió errores y está lejos de ser perfecta, pero cuanto
más envejecía, más entendía. Todo el dolor que había sentido no desapareció
por completo, pero era algo que podíamos superar. Lily había sacrificado su
hogar, su familia, su vida en el Otro Mundo por el amor de su amiga y una
niña. Vivió su vida huyendo, siempre tratando de mantenerme a salvo y
protegida. Me dio un hogar, un amor incondicional y a Mark. Me dio un
padre. No me importaba si Lars o Devlin eran mi verdadero padre. Ya tenía
uno; Mark siempre sería mi papá. Y Lily siempre sería mi mamá.

—Shhh. —Le di unas palmaditas en la espalda.

—Sabía que algún día tendría que decirte la verdad. Pensé que estaba
protegiéndote al ocultarlo. Esperaba que la ignorancia te mantuviera a salvo.
—Se echó hacia atrás, mirándome a los ojos.

—Creo que lo hizo... hasta que dejó de hacerlo —dije.

Se frotó la nariz con el dorso de la mano.

—Estaba tan asustada de que si supieras la verdad te perdería.

—Eres mi mamá. Puede que me enoje contigo, pero nunca me


perderás. Jamás.

Me sostuvo en un abrazo aplastante. Estuvimos abrazadas durante


mucho tiempo.

Madre e hija, encontrando una nueva relación a través del dolor.

Mamá apretó mi mano con fuerza mientras caminábamos de regreso


a la casa.
—Aisling estaría tan orgullosa de ti... de la persona increíble en la que
te has convertido.

Me detuve y me volví hacia ella.

—Ambas se sacrificaron mucho por mí. Tú lo dejaste todo y ella dio su


vida.

Ahuecó mis mejillas con amor grabado profundamente en su rostro.

—Y no me arrepiento ni un segundo, y sé que Aisling lo volvería a


hacer sin dudarlo.

—¿Por qué harías esto por un bebé que no es tuyo?

—Porque somos tus madres. —Sonrió—. Y lo vales. Lo vales todo.


Capítulo 10
Traducido por Yiany

La entrada a la Tierra se deslizó sobre mí, haciéndome cosquillas en


la piel. La niebla había entrado, disimulando los detalles del bosque
sombrío. La luna se asomaba a través de delgadas manchas en la densa
humedad. El otoño había llegado y una brisa fresca se mecía a través de mi
chaqueta ligera.

Examiné el área mientras lúgubres volutas lamían mis pies y se


enroscaban alrededor del follaje. Los bosques oscuros y espeluznantes
nunca me asustaron. De hecho, normalmente me sentía como en casa en la
misteriosa oscuridad. Esta noche parecía diferente. Algo se sentía mal. El
vello de mis brazos se erizó. Agachándome, saqué la hoja corta de mi bota.
Había aprendido a confiar en mi instinto.

El deseo de Simmons de estar conmigo resonó en mi corazón


acelerado. Simmons se había quedado atrás. Lars lo quería allí, él y Cal, las
palomas mensajeras entre los mundos.

Había salido por una puerta lejos del límite de la propiedad de Lars
en caso de que alguien me viera. La casa estaba a más de ocho millas de
distancia. Me agaché más abajo, dando pasos vacilantes. La sensación de
desequilibrio solo se intensificaba cuanto más caminaba y no pasaba nada.
Las campanas sonaban en todos los sentidos intensificados que me
quedaban. Mi corazón trotaba como un caballo de exhibición ansioso en mi
pecho.

Todavía nada.

Tomé una profunda bocanada de aire, mi nariz evaluando cada olor a


mi alrededor. Había demasiados animales y olores para descifrar si uno era
peligroso. Posiblemente me estaban cazando. Normalmente esto no enviaría
miedo a mis entrañas, pero también era más humana de lo que había sido.
Seguía siendo una Moradora Oscura, pero eso no evitaría que un oso o un
puma se me clavara en la carne.

La luz de la luna se deslizó detrás de una nube, sumergiéndome en


una oscuridad brumosa.

¡Corre! Mis instintos me chillaron.

Junto con el latido de mi corazón, mis pies golpeaban la tierra,


empujándome hacia adelante. Una onda helada me acarició la nuca y la
espalda. Mis nervios me calentaron rápidamente, goteando gotas de sudor
a lo largo de mi columna.

Corre más rápido.

La intuición encendió otro fuego bajo mis pies. Mis músculos se


tensaron mientras empujaba mis piernas para moverme más rápido,
saltando y esquivando los obstáculos de la madera.

Las ramas de un árbol distorsionado se curvaron hacia abajo,


envolviéndose alrededor de una roca de dos pisos, bloqueando mi camino.
Giré en una nueva dirección, pero tropecé. El miedo saltó a mis entrañas y
se enroscó a su alrededor. Olí lo que estaba detrás de mí, su olor arraigado
en mi memoria.

Strighoul.

Una rama se partió detrás de mí. Me di la vuelta para ver docenas de


ojos rojos y pequeños mirándome a través de la noche sombría. Respiré
profundamente. Jodida ni siquiera lo cubría. Si todavía tuviera mis poderes,
posiblemente podría haber luchado contra ellos. Con tantos Strighoul contra
una mitad Moradora Oscura, no tenía esperanzas. Se acercaron como un
frente unido y me rodearon. Mi mirada frenética se movió bruscamente por
todas partes tratando de encontrar un escape.

—No te escaparás. —La voz nasal de Vek habló a través de la


oscuridad—. Solo hemos estado jugando con nuestra cena hasta ahora.
Salió de las sombras. Su piel irregular e incolora parecía aún más
aterradora en la penumbra. Miles de dientes de aguja parpadearon cuando
abrió la boca y me mostró su arsenal. La bruma de la luna se reflejaba en
la saliva que goteaba, que empapaba cada diente con un brillo reluciente.

—Ha sido un dolor llegar a ti en el pasado. Te agradezco por hacer que


tu captura sea tan fácil hoy.

Mantuve mi voz tranquila.

—No te sirvo ahora. Mis poderes se han ido. No recibirás ningún golpe
de mi parte. —No sabía si informarle del cambio era bueno o malo para mi
resultado, pero estaba dispuesta a intentarlo.

Una risa vino de detrás de Vek, quien claramente había asumido el


cargo de líder. Su nuevo segundo se acercó a él y me sonrió. Era más delgado
que Vek y solo tenía un ojo. El otro ojo no se abriría nunca más, estropeado
por las marcas de garras arraigadas profundamente en su piel.

—Sé que estás mintiendo. Puedo oler la Moradora Oscura en ti. El


golpe contigo será agradable, al igual que la venganza de nuestro último
líder.

Me lamí los labios mirando a las dos criaturas. Su antiguo líder había
sido Drauk. Le había cortado la cabeza cuando nos atacaron en la cueva
mientras estábamos en Grecia. Lorcan los había contratado para
distraernos y poder agarrar a Kennedy.

—Además de nuestra venganza, nos pagaron para encontrarte. Sé que


preferiría matarte ella misma, pero si algo saliera mal... —Se interrumpió.

—Espera. ¿Encontrarme? ¿Trabajan ahora para Aneira? —La


confusión entrelazó mis palabras—. Pero son Faes de Oscuridad. ¿Pensé
que la querían muerta?

—Lo somos y lo hacemos. —Vek asintió, sus ojos rojos brillaban—.


Como tu novio, o lo que sea que solía ser, somos mercenarios. Trabajamos
para el mejor postor. Nuestra venganza contra ella llegará con el tiempo,
pero hasta entonces, tenemos que arreglárnoslas. Eres un premio
demasiado importante para dejarlo pasar.
Los Fae de Oscuridad eran definitivamente oportunistas.

—¿Ya nadie es fiel a su lado? —Lancé mis brazos.

Vek chasqueó los dientes. Recordé, con dolorosa claridad, esos


dientes desgarrándome el cuello.

—Seremos fieles cuando La Oscuridad comience a dar resultados o


pague mejor. Deberías decirle a tu tío que sus trabajadores van a la huelga.
—Vek resopló.

Entonces... el secreto de mi parentesco fue descubierto. El secreto


peor guardado en el Otro Mundo.

—Definitivamente lo prefería cuando tu padre era rey, especialmente


cuando se volvía loco. Fueron buenos tiempos. —Vek dio otro paso hacia
mí.

Mi cuerpo se encerró en defensa. Agarré el mango de mi espada con


tanta fuerza que me dolió. Ser amenazada hizo que saliera a la luz la
Moradora Oscura que había en mí: mis ojos se movieron y la noche que tenía
ante mí se agudizó con intensidad.

—Veo que el tiempo de hablar se acabó. —Vek se lamió el labio


inferior.

El resto de sus hombres se había movido hacia adelante para


mantenerme en un espacio reducido, y la pared de piedra detrás de mí me
encerró.

Cuando me volví y junté mis piernas para saltar sobre la pared, Vek
saltó hacia adelante y agarró mi cabello. Con un tirón, mi cuerpo cayó al
suelo. Estaba encima de mí antes de que pudiera reaccionar, arrancando el
cuchillo de mi mano.

—Preveo que algo saldrá mal. Supongo que la Reina no te atrapará


con vida. O entera. —La boca de Vek se abrió, las dagas de sus dientes se
dirigieron a mi cuello.

El terror se apoderó de mí y mi Moradora Oscura respondió. Me solté


de su agarre y aplasté la palma de mi mano en su boca. El hueso crujió, me
cortó la piel y me desgarró los tendones de la mano. A través del dolor, pude
sentir pedazos de sus colmillos cayendo de mi mano a mi pecho como
granizo.

Gritó tan fuerte que mis oídos sonaron dolorosamente. El cuerpo de


Vek se deslizó del mío al suelo. La sangre brotó de su boca mientras escupía
fragmentos de dientes.

—Perra —chilló. Su boca estaba sanguinolenta, con costras llenas de


dientes rotos y ensangrentados, goteando baba.

¡Mierda! Si pensaba que estaba jodida antes, la represalia por


defenderme sería lenta y tortuosa.

El segundo de Vek me agarró por las axilas y me puso de pie de un


tirón. Su agarre se volvió doloroso cuando agarró mi cuello, doblándolo
dolorosamente hacia un lado.

Vek tardó unos momentos, pero finalmente se puso de pie, escupiendo


más sangre y huesos.

—Quiero romperte el cuello como una ramita, pero será más divertido
comerte viva.

—Entonces tendremos que conseguirte una pajita. Probablemente


deberías mantenerte alejado de los sólidos por un tiempo.

¿Por qué, boca, por qué? ¿Por qué siempre debes abrir y decir mierda
para empeorar las cosas?

El puño de Vek golpeó mi cara. Mi nariz crujió y de ella brotó sangre


caliente. Me palpitaba la mejilla, pero volví la cara hacia él, desafiante.

—Tal vez si lo pides amablemente, te prepararán un batido.

Iba a morir. No iban a ser amables al respecto de todos modos, así


que bien podría salir siendo mi yo inteligente habitual.

Un chillido confuso vino de las profundidades de la garganta de Vek,


sus manos encontraron mi cuello y me arrancó del agarre de su hombre.
Ambos fuimos al suelo. Sus manos aplastaron mi conducto de aire y golpeó
mi cabeza contra la tierra mientras gruñía de furia. Los puntos aparecieron
en mi visión mientras luchaba contra él. El aire ya no entraba en mis
pulmones y el pánico ardía en mi pecho y ojos. La muerte era inevitable.
Pensé que lo había aceptado, pero cuando llegó el momento, olvidé estar de
acuerdo.

Mis manos le arrancaron los dedos, tratando de meterme debajo de


ellos y quitárselos. Su furia salvaje los mantuvo cerrados como acero
alrededor de mi cuello. Las piernas se agitaron cuando mis rodillas chocaron
con su espalda. Fuera de mi visión periférica, vi movimiento. Las piernas se
movían en diferentes direcciones alrededor de mi cabeza. Me preguntaba por
qué. Es curioso que cuando te estás muriendo, o al menos te desmayas,
prestas atención a cosas extrañas. Era frenético e irracional.

La oscuridad devoró mi vista. Mis oídos zumbaban por la falta de


oxígeno. Mi Moradora Oscura se defendió con todo lo que tenía, pero la falta
de aire me robó la energía. Algo golpeó a Vek y una ráfaga de aire se infiltró
en mis pulmones, inflándolos como globos. Las manos de Vek se habían ido,
pero aún podía sentir la presión de ellas grabadas en mi garganta. Farfullé,
tosí y rodé a mi lado. Mi audición fluyó de regreso a mis canales auditivos.
Un rugido los llenó junto con el sonido de chillidos y movimientos frenéticos.
Una negrura resbaladiza pasó sobre mi cuerpo. Cuatro patas enormes se
erguían como una fortaleza a mi alrededor, protegiéndome.
Capítulo 11
Traducido por Vanemm08

Eli. Las figuras se habían retirado por la asesina bestia oscura.

—Solo hay uno de ustedes, Elighan. ¿Crees que puedes protegerla de


todos nosotros? —Las palabras de Vek fueron entrecortadas y enredadas.

Un gruñido retumbó en el suelo. El sonido y el temblor que causó


habrían sido suficientes para hacerme salir corriendo de allí, pero los
Strighoul eran tenaces, recordándome a una manada de hienas.

Avanzaron lentamente, rodeándolo. Podía sentir la frustración de Eli.


Si me dejaba, uno de ellos me apresaría. Si no lo hacía, lo atacarían por
todos lados.

No tenía ninguna duda de que por sí solo, Eli podría enfrentarlos a


todos. Conmigo herida, él estaba en problemas. Era frustrante para mí estar
tan indefensa. Por lo general, a estas alturas la tierra me estaría curando,
dándome fuerzas para luchar. Todavía me sentía conectada a la tierra, pero
no podía ayudarme.

Uno de los Strighoul saltó y mordió una de las patas traseras de Eli.
Rugió y comenzó a moverse antes de decidirse en contra. Otro saltó y mordió
el frente de Eli. La forma de bestia de Eli bramó.

Se acercaron un poco más, volviéndose más valientes. Me dolía mucho


la garganta, pero había dejado de toser. La sangre empapó mi camisa y la
de mi cara estaba seca. Rodé sobre mi estómago, debajo de Eli, tratando de
tener una mejor vista. No manejaba bien el estar indefensa. Tenía mucho
dolor, pero no podía sentarme y ser la damisela en apuros. Si me quedaba
una onza de energía, la usaría para luchar. Mi cuchillo había caído
demasiado lejos de donde Eli y yo esperábamos para recuperarlo.
Temblando, me arrastré debajo de él y me paré.

Sus ojos encontraron los míos.

¿Qué estás haciendo?

Luchando, Dragen. Es lo que hago.

Resopló de frustración, pero no trató de detenerme.

Súbete a mi espalda.

Mis ojos se agrandaron.

¿Has visto tu espalda? ¿Me quieres cocinada en cuadritos de carne?

Puedes caber en el medio. Ten cuidado.

Ten cuidado. Correcto. Me estaba hablando a mí.

Cuando puse mi pie en su costado, se lanzó hacia adelante y golpeó a


un Strighoul que se acercaba a nosotros.

¡Deja de moverte! Grité dentro de mi cabeza. Sabía que no me había


escuchado ya que su atención se mantuvo en la amenaza que nos rodeaba.

Su cabeza giró hacia atrás para mirarme.

Ahora, Brycin. No tenemos tiempo para la indecisión.

¡Tú no serás cortado por la mitad si esto no sale bien! Le grité.

¿Preferirías un pequeño corte o que uno de ellos te partiera en pedazos


y te comiera mientras aún estás viva?

Buen punto.

Eli le dio otro golpe a un Strighoul que lo invadía.

Pequeño corte, mi trasero, pensé mientras miraba las dagas que


sobresalían de su espalda. Pero tenía razón; Preferiría ser acuchillada por
sus afiladas armas que por las de ellos.
Se bajó mientras yo trataba de deslizarme entre las afiladas hojas. Vek
gimió y saltó hacia mí, golpeando mi cuerpo mientras chocaba con el costado
de Eli. Sin pensarlo, mi mano agarró la espalda de Eli para evitar caerme.
El dolor me abrasó cuando mi piel se desgarró. La sangre brotó de mi palma.
Vek también gritó y cayó al suelo, sujetando su brazo. Un trozo de carne
yacía en el suelo junto a él.

Eli sintió mi peso y saltó hacia adelante, derribando a los Strighoul


como bolos. Mis manos rodearon el borde dentado de su espalda. Me tragué
un gemido de dolor, pero aguanté. Mis manos se desgarraron mientras
chocaba con cada cuerpo, golpeándolos hacia atrás. Vek me agarró de la
pierna y me arrancó la rótula de la rodilla. Grité de dolor. Eli arremetió
contra él y su garra cortó el brazo de Vek. Con un sonido repugnante, Vek
y su mano cayeron de mi pierna al suelo, la mano ya no estaba unida a su
dueño.

El ruido proveniente de Vek no era nada que hubiera escuchado


antes. El vómito subió por mi garganta mientras la sangre me rociaba. Eli
no vaciló. Se sumergió en el bosque, alejándonos de las criaturas carnívoras.

Varias millas más tarde, cuando la pérdida de sangre me mareó, me


resbalé de la espalda de Eli y golpeé el suelo con un ruido sordo, finalmente
se detuvo.

Lo último que recuerdo son ojos verdes y un cuerpo desnudo inclinado


sobre mí.

—¡Brycin! —Me llamó una voz desde la oscuridad—. No te mueras


sobre mí. —Hubo una pausa antes de que la misma voz familiar hablara de
nuevo—. ¿Darle mi sangre volverá a funcionar?

—Creo que sí. Ella ahora es más Morador Oscuro que cualquier otra
cosa, pero todavía hay muchas variables. No tiene sus poderes Dae, así que
no sé si afectará la forma en que tome tu sangre esta vez. Absorbió mucho
veneno a través de los cortes en sus manos de tus púas; ahora solo está viva
gracias a su sangre de Morador Oscuro. —Conocía la otra voz tan bien como
la primera. Owen.

Mis párpados se negaron a abrirse. Nada respondió a mis órdenes de


moverse. Me sentí atrapada dentro de mi cuerpo.

Podía oír, pero nada más. Ni siquiera podía sentir mi cuerpo, lo que
me hacía preguntarme si estaba en él.

—Toma todo lo que necesites. Ella perdió mucho allí. Tienes suerte de
haberla encontrado a tiempo.

—Casi no lo hago. Cuando la conexión entre nosotros desapareció esta


vez, supuse que se fue al Otro Mundo. Por su olor, supe por qué puerta
había pasado, así que esperé allí. Sentí que nuestro vínculo volvía a la vida,
pero no entró por la misma puerta. —Eli hizo una pausa—. Fue una tortura
cuando olí a los Strighoul y supe que estaba tan lejos. Casi la pierdo por
ellos.

Silencio.

—¿Ya te has puesto en contacto con Lars? —Owen sonaba como si


estuviera directamente sobre mí. Escuché el suave chirriar de las ruedas
acercándose.

—Sí. —Eli contuvo el aliento—. No fue una conversación agradable.


Estoy seguro de que estará aquí en un momento. Ay.

—Lo siento —respondió Owen—. La aguja es gruesa. Necesitamos


llenar la bolsa intravenosa e introducirla en su sistema lo más rápido que
podamos.

—Va a estar bien, ¿cierto?

—Nunca había visto a nadie sufrir como ella y seguir levantándose —


dijo Owen—. Es una luchadora. —Su tono me dijo que no solo estaba
hablando de mis heridas físicas.

—Sí. Lo es.
—Tienes que decirle toda la verdad cuando se despierte, y lo hará. —
No estaba seguro de si Owen intentaba convencer a Eli o a sí mismo.

—Ya no importa. Tomó su decisión. Se acabó. —La voz de Eli se volvió


helada.

Owen no respondió.

A lo lejos, casi como si alguien más lo estuviera experimentando, sentí


un extraño escozor en el brazo.

—La morfina debería mantenerla alejada del dolor. Veremos en un


momento cómo reacciona a tu sangre. Creo que lo aceptará bien. —Los
zapatos de Owen hicieron clic en la dura madera—. Siéntate y relájate.
Regresaré en breve con algo para que comas y para revisarla. —El ruido de
la puerta al cerrarse se produjo poco después.

El sonido de la respiración de Eli fue lo único que escuché durante


mucho tiempo. Una cálida sensación comenzó a acurrucarse en mi mente,
sacándome de la conciencia. Cuando una silla se deslizó por el suelo y se
acercó a mí, sentí que mi cuerpo se contraía.

—Cuando me estaba muriendo, probablemente piensas que no te


escuché, pero lo hice. —La voz de Eli sonaba grave y baja. Podía sentir que
estaba a solo unos centímetros de mi cara—. Te daré las mismas palabras
inspiradoras que me diste a mí. No te atrevas a morir sobre mí, Brycin.
Tampoco seas tan malditamente cabezota. Si realmente quieres enojarme,
vivirás. Estar viva, tan cerca de mí... y no poder tenerte. Eso me castigará lo
suficiente. Más que el hecho de mueras. —Suspiró—. Y sé que te encanta
meterte debajo de mi piel. Torturarme.

Luché por aferrarme a sus palabras, por entender lo que estaba


diciendo, pero rápidamente se deslizaron fuera de mi cabeza tan pronto
como las pronunció. El sueño envolvió densamente mi mente y creó un filtro
borroso.

Una presión distante cayó sobre mi frente antes de caer en el


reconfortante escape del sueño.
Esta vez no me sorprendió ver las filas de celdas y las sombras oscuras
del calabozo.

—¿Grimmel?

El sonido de las alas batiendo me llegó antes de ver al cuervo. Bajó en


picado y aterrizó en una carretilla llena de heno sucio.

—Fuego más brillante ahora. Luz por dentro.

—Voy a tomar eso como un cumplido. —Estaba bastante segura de


saber lo que quería decir, pero nunca lo sabías con los Fae.

—¿Sabes lo que buscas, Fuego?

La voz de Lily me llegó de repente:

—Un cuervo, Grimmel, que adoraba y era fiel a Aisling, conocía cada
centímetro del castillo, cada túnel y habitación secreta.

La astilla enconada en mi mente desde mi último paseo onírico con él


finalmente se hundió.

—Puedes ayudarme a localizar la espada. Descubre dónde está


escondida —exclamé.

Las garras de Grimmel llegaron hasta el borde del cañón.

—La llama finalmente se encendió.

—¿Por qué no lo dijiste directamente hace mucho tiempo?

—Porque no.

—¿Eso es todo? ¿Por qué no?

—La grandeza solo se encuentra en la chispa más brillante.

Froté el puente de mi nariz.

—Voy a cortarte las alas.


Grimmel inclinó la cabeza, luciendo como si no entendiera mi
comentario.

—Muy bien, ¿me ayudarás a encontrar dónde Aneira ha escondido la


espada?

—No.

—¿No? —Balbuceé—. Pero dijiste...

—La Reina siente las llamas de Fuego.

—¿Quieres decir que ella me sentirá aquí? —Sus ojos negros


continuaron mirándome—. Entonces, ¿puedes buscar por mí?

—Grimmel lo hace. Grimmel ayuda —gritó y voló hasta la ventana


enrejada—. Grimmel conoce todos los secretos. —Se deslizó fuera de la
habitación al mismo tiempo que sentí el impulso de ser impulsado fuera del
paseo de los sueños y de regreso a mi cuerpo en la Tierra.

La luz sangró lentamente bajo mis párpados mientras se levantaban.


El brillo de un candelabro sobre mi cabeza atrajo mis ojos, agudizando mi
enfoque.

—Está bien, Ember. Estás en casa y a salvo. —Una voz habló a mi


lado.

Mi cabeza se sacudió al ver a Rez sentada en una silla junto a mi cama


con un paño húmedo en la mano.

Abrí la boca para hablar, pero no salió nada. Hice una mueca al menor
movimiento de mi cabeza, mi cuello estaba muy magullado.

—No deberías intentar hablar. Tus cuerdas vocales se han dañado. —


Rez se sentó hacia adelante y puso su mano sobre la mía—. Debido a la
sangre del Morador Oscuro, sanarás. Pero la lesión fue grave, por lo que
todavía tomará algo de tiempo.
Un borroso recuerdo de Eli y Owen se sumergió en mi conciencia. Mis
venas zumbaban con nueva sangre de Morador Oscuro. Mis sentidos eran
tan agudos que era casi incómodo para mí mantener los ojos abiertos. Los
olores a antiséptico, sangre y sudor eran tan potentes que sentí náuseas.

Me levanté y me apoyé en la cabecera. Cuando me sentí menos


mareada, busqué el cajón de mi mesita de noche. Dentro había un diario.
Lo arrebaté y agarré un bolígrafo. Al encontrar una página en blanco,
garabateé una nota.

¿Cuánto tiempo he estado desmayada?

Los ojos de Rez recorrieron la página.

—Has estado durmiendo durante tres días. Pero te has ido del
complejo durante dos semanas.

Arqueé las cejas. ¿Dos semanas? Maldita diferencia horaria del Otro
Mundo.

¿Lars está cabreado? —Escribí.

Rez inclinó la cabeza.

—¿Qué crees?

Sí, eso es lo que pensé.

—Lars hizo que te trajeran aquí hace unos días.

—¿Traer de vuelta? —mi voz salió ahogada.

—No hables. —me regañó Rez—. Elighan te salvó y te llevó al médico


de su familia. No tiene el poder de curar como solía hacerlo. Casi te
perdemos.

Los recuerdos tenues al principio se volvieron más concretos en mi


mente: Eli salvándome de los Strighoul, subiéndome a su espalda, las
afiladas dagas en su espalda cortando mis manos en pedazos. Luego se puso
nublado. Miré hacia abajo a mis manos. Gruesas líneas blancas las
cruzaban como un tablero de ajedrez.
—Le pediré a Marguerite que te prepare una sopa especial. Es la receta
de la familia de Sinnie y te ayudará a curar tu garganta.

Rez se puso de pie y sus manos cepillaron los pliegues de sus


ajustados pantalones de cuero. La mujer era hermosa, con su largo cabello
oscuro, ojos color chocolate oscuro y piel color oliva. Era difícil no mirarla
con la mandíbula en el suelo.

Le dio un beso rápido a mi cabeza.

—Nos asustaste hasta la muerte. No vuelvas a hacer eso nunca.

Asentí. Fue una tontería. Era consciente de la estupidez que pasaba.

Nunca parece impedirme actuar.

Ella me dejó enfrascada en mi estupidez y dolor. Una lluvia suave caía


sobre las puertas francesas de mi habitación.

Balanceando mis piernas, mis pies tocaron la exuberante alfombra y


mis dedos de los pies se curvaron en la lana aterciopelada.

La necesidad de moverme hacia las puertas me empujó hacia


adelante. Podía sentirlo. La fuerza de su sangre me impulsó hacia la
ventana. Presionando mi mano contra el cristal, mi mirada escudriñó el
paisaje gris y húmedo. El cosquilleo de mi piel me dijo que sus ojos estaban
sobre mí. Mirándome. Mi corazón latía bajo mis costillas, golpeando
fuertemente en mi pecho. La última vez que me dio su sangre, recordé la
abrumadora conexión que tenía con él. Disminuyó con el tiempo, pero al
principio se sintió extremo. Una vez más supe exactamente dónde estaba,
en el árbol en el que estaba apoyado, aunque no podía verlo.

Me llamaba. No solo porque era mi Alfa, sino porque mi cuerpo


anhelaba el suyo. Cada sentido en mí se sintió sobre estimulado. Mi piel
podía sentir sus ojos arrastrándose sobre cada centímetro de mi cuerpo. Era
como si sus dedos me estuvieran tocando. Me apoyé contra la fría ventana,
mis piernas temblaban debajo de mí y mi respiración se aceleró. El deseo
me consumió. Me sentí avergonzada cuando un gemido salió de mí.

No. No puedo. Al principio fue mi dolor lo que me hizo no querer


escuchar su parte. Después de la historia de mi madre, me sentí bien por
despreciarlo. Pero al verlo de nuevo, con su sangre nadando a través de mí,
calentando mi cuerpo, me di cuenta de la verdad. Fue el dolor que sentiría
si lo dejaba volver lo que me detuvo. Él moriría. No veía forma de evitar su
muerte. Entendía lo que tenía que hacer. Salvar millones de vidas en
comparación con una parecía una opción obvia. Pero cuando se trataba de
Eli, nada nunca había sido claro u obvio. Sería más fácil seguir odiándolo,
mantenerlo a distancia.

Con una ingesta brusca, me aparté de las puertas. Mis piernas


temblorosas no estaban listas para el movimiento; caí en picado sobre mi
trasero. Mis omóplatos chocaron con el marco de la cama. Una risa
sobresaltada salió de mi garganta. Al instante, hice una mueca de dolor. No
importaba cuánto entrenara, no importaba cuán elegante se hubiera vuelto
mi espada, era torpe, de principio a fin.

—¿Ember? —La ansiosa voz de Rez atravesó la habitación.

—¿Dónde estás, mi dulce niña? —Marguerite entró rápidamente en la


habitación.

—Aquí —gruñó mi voz. Un dolor seco y agudo me cortó la garganta.

Incliné la cabeza hacia atrás contra el edredón de plumas y lamenté


intentar hablar.

Rez rodeó el costado de la enorme cama. La cabeza de Marguerite


apareció alrededor de Rez.

—¿Qué estás haciendo en el suelo? ¿Te caíste de la cama? —preguntó


Rez.

Suspiré profundamente.

Rez frunció el ceño, pero se inclinó para ayudarme a ponerme de pie.

—Tienes que tomártelo con calma. Tu cuerpo está débil. Ahora se


parece mucho más al de un humano.

Fruncí el ceño, sintiendo la sangre de los Moradores Oscuros correr


palpablemente por mis venas. Un profundo dolor se apoderó de mi corazón.
Extrañaba mucho mis poderes de Dae. Una parte de mí se había ido y me
sentía vacía y fría sin ellos.

Después de que Rez me reinstaló en la cama, Marguerite la apartó de


un golpe. Sus manos rodearon un cuenco.

—Mi dulce, necesitas beber. —Me entregó la sopa.

Mi nariz se arrugó. Olía a abono podrido. Apreté los labios y negué


con la cabeza. La expresión preocupada de Marguerite cambió y sus cejas
se estrecharon hacia mí.

—Ayudará a sanar. Bebe.

—Sé que huele mal, pero te ayudará a reparar la garganta. —Rez


apretó mi tobillo a través del edredón.

Marguerite seguía haciéndome señas para que bebiera. Cerré los ojos
y me metí el cuenco en la boca. Instantáneamente mi reflejo nauseoso se
activó, queriendo que el sabor a ave saliera de mis papilas gustativas.
Marguerite colocó sus dedos sobre el cuenco y lo inclinó más hacia mi boca.

—Bébelo todo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando obligué el último líquido a


bajar por mi garganta. Gemí, necesitando limpiar mi lengua para quitarme
el desagradable sabor. El olor ya se había quedado atascado en mi nariz.

—Solo espera. —Rez me guiñó un ojo y una sonrisa torció sus labios.

Marguerite la golpeó, su mirada le decía que se callara.

Fue entonces cuando comenzó la quema. Sentí como si alguien me


rociara la garganta con queroseno y le arrojara una cerilla.

—¡Ahhhh!

—Lo siento. Olvidé advertirte sobre la quemadura posterior. —Rez


sonrió y volvió a palmear mi pierna.
—¡Ahhhhh! —Fue todo lo que pude sacar y no muy bien, mientras mis
manos arañaban mi pecho y garganta. Mi nariz y ojos gotearon líquido en
represalia—. Agua —chillé.

Marguerite fue la primera en negar con la cabeza.

—Mi dulce, lo siento. No hay comida ni agua hasta que termine de


curarse. —Frotó mi brazo.

El escozor abrasador bajó hasta mi estómago y luego volvió a subir


por mi esófago. Un gemido salió de la incineración que era mi garganta y me
acurruqué de lado. Sentía que el dolor nunca terminaría. Finalmente, la
frescura reemplazó al calor, como el aloe en las quemaduras solares. Lloré
de alivio mientras acariciaba mi garganta y calmaba la irritación.

—Ya, ya. —La mano de Marguerite acarició un lado de mi cabeza—.


Mejor ahora.

Me tomó otro momento antes de sentarme, sin sentir nada de la


quemadura, que me había torturado apenas unos momentos antes.

—¿Qué demonios fue eso? —Mis cuerdas vocales flaquearon, pero ya


no me dolía tanto hablar.

—Es un remedio Brownie. —Rez se sentó a los pies de mi cama—.


Pensé que era mejor no decirte por lo que pasarías. Odié la primera vez que
Marguerite me lo dio, pero ahora sabiendo lo que hace... es tan difícil de
tomar, incluso cuando sabes que te hará sentir mejor al final. Ser ignorante
es a veces una bendición. —Un destello de tristeza insinuó en sus ojos—.
En mi línea de trabajo, he tenido que beber mucho de su remedio.

—¿Qué quieres decir? —Rez era una sirena. Nunca le pregunté los
detalles de su trabajo, pero pensé que la mayoría de los hombres iban de
buena gana.

Su mirada se dirigió al candelabro.

—Muchos de ellos pelean conmigo al final. Intentar estrangularme es


como creen que podrán escapar. Nunca lo hacen.

Oh.
La mirada lejana desapareció de su expresión mientras se ponía de
pie.

—Te dejaremos descansar, pero probablemente comenzarás a sentirte


mucho mejor.

Marguerite agarró el cuenco vacío con una mano; la otra me alcanzó


la cara y la acarició.

—Nos preocupamos. Feliz que estés en casa segura. —Se inclinó y


besó mi frente antes de girarse. Su estatua baja y rechoncha se arrastró
hacia la puerta.

—Duerme un poco. —Rez me cubrió con la manta y luego se dirigió


hacia la puerta.

—¿Rez?

—¿Sí? —Se volvió, sosteniendo la puerta.

—¿Te gusta ser una sirena?

Sus ojos se agrandaron antes de mirar al suelo. Un suave suspiro salió


de ella. Sus ojos volvieron a mirar a los míos.

—No hay agrado ni desagrado; es lo que soy. —Dio un paso atrás y


cerró la puerta.

Me acosté, masticando lo que dijo. A diferencia de los humanos, los


Fae no cuestionaban qué eran. Simplemente lo aceptaban: bueno, malo o
feo. No sabía qué era mejor: intentar ser alguien que no eras o aceptar con
orgullo y fuerza lo que eras.

Me quedé allí por un tiempo, mis pensamientos volvieron a la


caminata de sueños con Grimmel, todavía vívidos en mi mente. Necesitaba
decirle a Lars que Grimmel estaba buscando la Espada de Luz. Con suerte,
el cuervo encontraría algo pronto y se pondría en contacto conmigo. Sería
muy útil saber la ubicación de la espada. Al menos sabríamos adónde ir una
vez estuviéramos dentro del castillo. Si llegábamos tan lejos.
Finalmente, mi cerebro se cansó de los interminables pensamientos
que daban vueltas en mi interior y caí en un sueño profundo.
Capítulo 12
Traducido por Anamiletg

Apenas amanecía cuando mis párpados se abrieron. Mi estómago


gruñó de hambre. Me moví y me senté. Rez tenía razón; me sentía mucho
mejor. Mis dedos de los pies presionaron la cómoda alfombra cuando me
levanté de la cama. Mi estómago gritó pidiendo comida. Mi cerebro envió
imágenes a mi cabeza, mi boca haciéndose agua instantáneamente.

Ciervo. Crudo.

Mi parte de Morador Oscuro se animó, mareada y lamiendo sus


labios.

Cazar.

Corrí a mi armario y me puse un par de medias, una camiseta sin


mangas y una sudadera con capucha. Metiendo mis pies en zapatillas, salí
corriendo de mi habitación. Rápidamente recogí mi cabello en una cola de
caballo mientras bajaba las escaleras. El hambre dominaba cada
pensamiento. No encontré a nadie mientras atravesaba la casa silenciosa y
salía por la puerta de la cocina. La niebla se adhirió sólidamente al suelo y
a los árboles al comienzo del crepúsculo. El olor a lluvia fresca y suciedad
húmeda se infiltró en mi nariz.

Él también estaba allí. El olor constante de él se mezclaba con los


olores familiares de la tierra. El Morador Oscuro en mí necesitaba cazar y
comer más de lo que deseaba mantenerse alejado de Eli. Probablemente
sintió que estaba afuera. No me importaba.

Dejé que mi olfato rastreara cualquier indicio de caza y me interné en


el bosque. El olor difundido de un ciervo a lo lejos atrapó mi nariz. Mis
piernas se desgarraron después de eso. Normalmente dejaría que mis
poderes Dae me llevaran a través del terreno cuando había tanta niebla y
oscuridad. Esta vez no pude. Incluso con las agudas habilidades de Morador
Oscuro, tropecé y tropecé con cosas que nunca habría tenido si tuviera mi
magia Dae. Había dado por sentado los mapas de mi entorno que se habían
trazado en perfecto detalle en mi mente. La pérdida de mis habilidades solo
hizo que me moviera más rápido, la ira se convirtió en determinación. El
ciervo estaba cerca, palpitando de vida. Salté de una roca mientras mi
atención se concentraba en muerte. El hedor almizclado de la piel mojada y
el olor a sangre que corría por sus venas subieron por mi nariz. Todo lo
demás pasó a un segundo plano. Mi respiración sonaba fuerte en mis oídos
mientras mi corazón latía con adrenalina. Los músculos de mi pantorrilla
se tensaron con rigidez mientras me impulsaba a correr. La vieja herida de
guerra siempre sería un recordatorio del ataque de Lorcan.

Luego, un camión, o lo que parecía uno, se estrelló contra mí. Mi


cuerpo se retorció en el aire hacia el atacante, llevándolo al suelo con un
crujido brutal. Los ojos verdes brillantes se clavaron en los míos, apartando
mi atención del ciervo. Por un momento me sentí confundida y aturdida.

Cuando los Moradores Oscuros se fijan en algo, obtienen una visión


de túnel. Es difícil desviarlos de su curso. Les toma un momento aclarar sus
mentes y reajustar, como presionar un botón de reinicio y esperar a que se
recarguen los datos.

No ayudó que Eli estuviera entre mis piernas, cada parte de él


presionada firmemente contra mí. Fui superada por el impulso básico de
Morador Oscuro de cazar, matar o follar. Con él entre mis muslos, sentí una
necesidad instantánea y desesperada. Mi deseo por él me cabreó. Luché
debajo de él.

—¿A dónde ibas? —Su tono sonaba agudo.

—¿Por qué diablos debería decírtelo?

Su peso sobre mí se hizo más pesado. Solo me dejaría levantarme


cuando estuviera lista. Su boca se apretó en una línea.

—Lo juro, Brycin, si vuelves a hacer algo estúpido, podría matarte yo


mismo.

La furia me generó un siseo.


—Adelante. Haznos a los dos un favor. Sabes que lo has querido
desde hace mucho tiempo. —Por favor, así no tengo que tomar una decisión
imposible.

Eli cerró los ojos brevemente, su mandíbula apretándose con más


fuerza. Aspiró aire profundamente por la nariz.

—¿Estás en una misión suicida últimamente? ¿Es eso?

—¿Por qué diablos te importa? —Me moví debajo de él. Sus ojos
brillaban más fuerte, rozando en rojo.

—Detente —advirtió.

Lo hice. Estaba duro como una roca contra mi cadera. Su impulso


entre los tres instintos era incluso más dominante que el mío.
Probablemente querría hacer las tres en este momento.

—Entonces, quítate de encima.

Se quedó en su lugar, mirándome. Su cabello había crecido aún más


desde la última vez que lo vi y llegaba sus hombros. Me recordó a la primera
vez que lo conocí. Cómo deseaba pasar mis manos por los sedosos mechones
marrones.

Tuve que reprimir cada impulso de mantener mis manos para mí. Su
mirada se clavó en mí. Mi acalorado aliento entraba y salía superficialmente
de mis pulmones. Mi mente y mi corazón me decían una cosa, ya que mi
cuerpo y la naturaleza deseaban que me arrancara los pantalones, se
metiera dentro y me llevara allí mismo.

—Dime a dónde ibas —dijo con los dientes apretados.

—¡Mierda en corteza de fresno! Estaba cazando —le dije—. ¿De


acuerdo? ¿Te parece bien, papá?

Parpadeó y se alejó de mí, reemplazando su cuerpo caliente con el


aire fresco de la mañana.

—¿Estabas cazando?
—Sí. —Me levanté y puse distancia entre nosotros—. Parece que
anhelo aún más la carne cruda ahora.

Me miró. No se veía ninguna emoción en su rostro. Sabía que estaba


diciendo la verdad. Con su sangre tan arraigada en mí, probablemente podía
sentir todo lo que yo sentía. El conocimiento me molestó. No me gustó que
él supiera que tuvo un efecto tan fuerte en mí, especialmente porque no
estaba matando lo que quería hacer en este momento.

—¿Qué esperabas hacer una vez que lo atraparas?

Eh. No había pensado más allá de mi ansia.

—¿Vas a desgarrar el cuello de Bambi mientras aún esté vivo?

Hice una mueca. Él tenía razón. No podría haberlo matado excepto si


lentamente le desgarraba la garganta hasta que se desangrara hasta morir.
Vaya, no era eso lo que había planeado.

—Marguerite guarda los filetes en el congelador. Pensé que ahora


mismo te resultaría más fácil soportarlo. Mataré uno nuevo más tarde para
ti.

Crucé mis brazos, frotando uno de mis zapatos sobre un guijarro.

—Gracias.

Él sonrió, negó con la cabeza y se reclinó contra un árbol. No se iría.


Miré a mi alrededor. Todavía estábamos dentro de la línea de propiedad de
Lars.

Eli sintió mis emociones y respondió:

—Lars pensó que era inteligente tener otro par de ojos sobre ti.
Especialmente perteneciente a alguien que podría sentirte y saber cuándo
estás tratando de irte.

Agarrando mis codos con fuerza, me alejé. La indignación subió por


mi garganta.

—Ahora soy tu guardaespaldas personal.


Su sonrisa parecía cualquier cosa menos amistosa o agradable.
Mientras lo observaba descansando casualmente contra el árbol, no pude
negar la parte de mí que quería rogarle que me dijera toda la verdad y negar
su participación en la muerte de Aisling. Pero si él hacía eso... No, Ember,
mantente fuerte. Mantenlo lejos.

—No te quiero como mi guardaespaldas. No te quiero aquí en


absoluto. Tienes que irte. —Mi voz salió más suave y quebrada de lo que
quería.

Para contrarrestar mi voz débil, levanté la barbilla.

Soltó un poco de aire y miró hacia un lado.

—Eso es duro.

—¿Qué? —La indignación me subió por los hombros—. Pero no te


quiero cerca de mí. Por una vez respeta mis sentimientos y vete.

Se volvió, sus ojos ardían, suplicando.

—Ember...

—¡No! —Me froté la piel como si los insectos se arrastraran por ella.

Sus ojos ardieron en los míos. Nos miramos el uno al otro durante
mucho tiempo. Ninguno de los dos renunció a nuestra postura. No se dijo
nada, pero no tenía que ser así. Ambos entendimos el significado de nuestra
postura, en las frías miradas que lanzamos.

Finalmente, su mirada se movió hacia un lado, su mandíbula hizo


clic mientras la movía.

—Supongo que has tomado una decisión. —Sacudió la cabeza y se


volvió.

—Me aplastaste. ¡Me arrancaste el corazón! —grité mientras se


alejaba de mí. Mis cuerdas vocales curativas se tensaron, rompiendo mis
palabras.
La ira atravesó su rostro cuando se dio la vuelta y se acercó a mí. Se
puso a centímetros de mi cara.

—Y tú acabas de arrancar el mío.

—No tienes uno. —Podía sentir el ardor de las lágrimas detrás de mis
párpados. Su olor familiar flotaba profundamente en mi nariz.

—Entonces hemos terminado aquí. —Su mandíbula se movió


rígidamente mientras hablaba, su voz baja y ronca.

—Terminamos el día que nos conocimos.

No respondió mientras se dirigía a la línea de propiedad. Mi corazón


se sentía como si se ahogara en agonía. Esta rotura será más fácil, Ember.
Estás tomando la decisión correcta. Dolerá mucho más si lo dejas entrar de
nuevo.

Entonces, ¿por qué no se sentía de esa manera?


Capítulo 13
Traducido por Marbelysz

Mi determinación de apartar a Eli de mi vida duró poco. Al final de la


tarde, Nic vino a buscarme a mi habitación.

—Lars exige tu presencia en su despacho. —Me hizo un gesto para


que le siguiera escaleras abajo.

Normalmente Nic me dejaba en la puerta con una palmada en el culo


o un comentario sexual. En lugar de eso, llamó a la puerta y avisó a Lars de
nuestra llegada antes de abrirme. El gran despacho estaba lleno de gente.
La sensación de la sangre de Eli latiendo en mis venas era tan prominente
después de mi segunda dosis, que me sobresaturó, dejándome insensible a
cuando estaba realmente cerca. Como ahora.

Todos los Moradores Oscuros estaban allí. También estaban todos los
miembros de mi familia demoníaca, junto con Torin, Thara y mi madre.
Todos los ojos se volvieron hacia mí. Me sentí como si acabara de entrar en
una versión deformada de una intervención. Cal cruzó la habitación hacia
mí y se posó en mi hombro.

Los ojos de Eli fueron lo primero que fijé, pero rápidamente me aparté
y me centré en Lars.

—¿Qué está pasando?

No digas intervención. Por favor, no digas intervención.

—Han pasado muchas cosas desde tu pequeña aventura en el Otro


Mundo. —Las palabras de Lars eran afiladas y pretendían apuñalarme.
Todavía no me había enfrentado a mí por ello—. Sólo tenemos un mes hasta
Samhain. Debemos prepararnos para la guerra que se avecina. A partir de
esta noche, formaremos nuestro ejército y entrenaremos. —Lars miró a Alki
y a Koke, reconociéndolos—. Nuestra tierra se convertirá en un
campamento. Miles de Fae oscuros han sido convocados aquí. Rimmon ya
ha notado la llegada de algunos.

Me sorprendió el plan de Lars para la inminente guerra. Su hogar era


su santuario, y sabía que odiaba la idea de traer a miles de Fae a su patio
trasero y a su mundo. Pero los tiempos eran desesperados. Necesitábamos
un lugar seguro para entrenar, y este era el lugar más fortificado de la Tierra.

—La seguridad será extremadamente estricta. Será más difícil entrar


aquí que entrar en el despacho oval de la Casa Blanca sin invitación.
Rimmon y Gorgon se asegurarán de que todos los que entren sean fieles a
nuestra causa. —Lars no entró en detalles, pero conociendo al Rey Unseelie,
no quería saber los detalles, ya que conocía su inclinación por la violencia
cuando era necesario.

Lars se mantenía erguido detrás de su escritorio, dominando la sala,


aunque no era el suyo el poder que me hacía vibrar la columna vertebral.
La atracción de estar junto a los Moradores Oscuros, y especialmente junto
a Eli, era casi aplastante. Respiré entrecortadamente y mantuve las
extremidades inmóviles para no ceder al deseo.

—Los he invitado a los tres… —Lars asintió hacia mamá, Torin y


Thara. Torin apartó la mirada de cierto Morador Oscuro para fijarla de nuevo
en el Rey Unseelie—. Necesito que sean conscientes de lo que está
ocurriendo. La tensión va a aumentar en el Otro Mundo, y la Reina se dará
cuenta de que algo está sucediendo. Los tres se quedarán en la cabaña y
protegerán a los humanos. —Los ojos amarillos de Lars se desviaron hacia
los míos antes de volver—. Si los necesito, los convocaré a través de
Simmons o Cal. Estos son los únicos mensajeros que enviaré. Si viene
alguien más, mátenlo. —Miró hacia el hombro de mi madre, donde Simmons
se mantenía erguido, haciendo el saludo de militar a Lars—. Simmons ha
accedido a continuar su residencia con ustedes en caso de que necesiten
comunicarse conmigo. Cal permanecerá aquí.

Asintieron, pero Lars no esperó a que estuvieran de acuerdo antes de


dirigirse a los Moradores Oscuros.
—Cole y yo hemos hablado antes y hemos llegado a la conclusión de
que todos ustedes se quedarán aquí hasta la guerra y participarán en los
entrenamientos de Alki y Koke.

—¿Qué? —Las palabras se me salieron de la boca.

La cabeza de Eli se sacudió en mi dirección, con los párpados


entrecerrados.

—Supongo que vas a tener que acostumbrarte a la idea de que esté


cerca.

Mi boca se abrió para rebatir, pero no se me ocurrió ni una sola cosa


completamente desinteresada para no quererlos aquí. Mis problemas iban a
tener que quedar al margen hasta que la guerra terminara. Si es que
llegábamos a salir vivos.

Eli vio mi lucha. Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel.

—La vida es una mierda, Brycin.

—Y tú eres la razón por la que se convirtió en una —repliqué.

Se encogió de hombros.

—Es el encanto de los Dragen.

—Encanto no es la palabra exacta que usaría para ello.

—Me encanta cuando hacen esto. —Cal se sentó en mi hombro con


su cabeza oscilando entre Eli y yo.

Todos en la habitación se quedaron en silencio mientras observaban


nuestra réplica. Eli tenía una manera de hacer que el mundo entero
desapareciera, dejándonos a nosotros dos, ya fuera peleando, follando o
hablando. La vergüenza inundó mis mejillas. Fruncí el ceño y aparté la vista
de las miradas embobadas.

—Volvamos a la razón por la que te traje aquí. —Lars se metió una


mano en el bolsillo, con un tono irritado—. Como todos sabemos, en el
campo de batalla hay algo más que luchar. Aneira tiene ahora la espada en
su poder. Debemos recuperarla y matarla. De lo contrario, estamos
condenados. Todo será destruido.

Sus ojos me miraron fijamente, y el significado estaba cargado en su


mirada. Sin poder sostenerla, metí las manos en la parte trasera de los
pantalones, mirando al suelo. Sabía lo que significaba la mirada de Lars, un
recordatorio de que Eli sería sacrificado. Mis pestañas se dirigieron hacia
donde estaba Eli. Unos dedos invisibles se enroscaron alrededor de mi
garganta, exprimiendo el aire de mis pulmones. Lo perdería, y él nunca me
habría contado lo que realmente sucedió aquella noche en el castillo. ¿Qué
tan egoísta era yo? ¿No merecía ser escuchado? ¿Que su historia saliera a
la luz? Aunque al final me hiciera más daño.

—Mientras los Fae Oscuros luchan, debemos tener otro grupo


dirigiéndose al palacio. Ember tiene que entrar en la habitación donde se
encuentra la espada. Tengo espías buscando en el castillo. Todavía no han
descubierto su paradero.

Arrastré los pies.

—También tengo a alguien buscando por mí. La encontrará.

—¿Qué quieres decir? ¿Quién? —Lars me miró con desconfianza.

—El cuervo que nos ayudó a mamá y a mí a escapar. Si alguien puede


encontrarlo, será él.

—¿Grimmel? —Mamá se adelantó—. ¿Ese viejo pájaro sigue vivo?

Lars negó con la cabeza, desechando el comentario de mamá, con su


mirada láser puesta en mí.

—¿Cómo sabes que el cuervo no es un espía de Aneira?

Mamá dio unos pasos hacia su escritorio.

—Era fiel a Aisling, Lars. Conozco a Grimmel. Odiaba a Aneira y


adoraba a Aisling. No le entregaría a Ember.

—¿Estás segura? —Lars apoyó las manos en el escritorio y se inclinó


hacia Lily.
Ella asintió.

—Sí. No traicionaría la memoria de Aisling ni la de su hijo.

—Muy bien. Buenas noticias, entonces. —Lars se enderezó—. En el


momento en que él se ponga en contacto contigo, Ember, vendrás
directamente a mí. ¿Entendido?

—Sí —reconocí.

Lars se dirigió hacia las puertas francesas.

—Antes de que podamos conseguir la espada, necesitamos que un


Druida rompa el hechizo de protección. Aneira ciertamente la ha encantado.
Además de la Reina, un Druida es el único que puede romper su magia.
Necesitamos encontrar a Kennedy. Ella es imprescindible para nuestro plan.
Cole, necesito que intensifiques la búsqueda.

Cole levantó la cabeza desafiante, un mechón de su largo pelo castaño


rojizo le cayó en la cara.

—Hemos estado buscando todos los días. Lorcan ha sido bueno


moviéndose justo antes de que encontremos su ubicación.

—Bueno, entonces, es hora de probar un nuevo plan. Yo digo que


aceptemos trabajar con él.

—Oh, diablos, no —ladró Cooper.

La energía erizada de los Moradores de la Oscuridad se condensó, y


mi piel picó para correr hacia el grupo. A mi familia. Me froté la sien tratando
de desalojar este pensamiento.

Cole se adelantó, actuando primero.

—No confiamos en la posibilidad de que no esté trabajando con


Aneira. No pondré a nadie de mi familia ni de la tuya en peligro.

Entonces Lars desafió a Cole:

—Bueno, haz lo que tengas que hacer, pero si no veo resultados


pronto, tomaré el asunto en mis manos.
Cole se puso rígido ante las palabras de Lars, pero no le refutó.

—Muy bien, se levanta la sesión —dijo Lars, haciendo un gesto con la


mano—. Tengo cosas que arreglar con los recién llegados. Quiero que
algunos de ustedes vuelvan aquí mañana por la noche. Tenemos mucho que
planear. —Se deslizó alrededor de su escritorio, dirigiéndose a la puerta con
Rez, Alki y Koke justo detrás de él.

Le di un abrazo a mi madre antes de que se apresurara a salir. Me di


cuenta de que estaba ansiosa por volver con Mark. Dejar a Ryan y a Mark
desprotegidos probablemente la ponía nerviosa. Castien estaba allí, pero no
sería suficiente protección si hubiera una verdadera amenaza. Cuando se
marchó, Torin ni siquiera reconoció mi existencia cuando pasó, Thara
siguiéndolo.

Cooper me frotó la cabeza y Gabby me dio un suave puñetazo en el


brazo cuando pasaron.

—Otra vez compañeros de habitación —bromeó.

Cole me apretó el hombro.

—Me alegro de que estés bien.

—Sí, yo también.

Owen se acercó detrás de su hermano.

—Supongo que es a ti a quien hay que agradecer que me hayas


salvado la vida, otra vez. —Le sonreí a Owen.

—Simplemente te pinché con agujas y cosí tus heridas. Habrías


muerto si no fuera por la sangre de Eli.

Volví a mirar al suelo, una montaña rusa de emociones me recorrió.


Eli me había salvado la vida dos veces, sin dudarlo.

—Gracias de todos modos. —Quise abrazar a Owen, pero parecía


incómodo con el contacto físico que iba más allá del médico-paciente. Se
apartó, con el cuerpo rígido. Junté las manos y sonreí agradecida.
Eli pasó junto a mí en último lugar. La electricidad crepitó en el aire
entre nosotros. Resopló y se dirigió a la puerta. Cerré los ojos y dejé escapar
un suspiro de alivio. Aunque sabía que no podía alejarme de él mucho más
tiempo ni negarle la oportunidad de explicarse, no estaba preparada en ese
momento.

El sonido de la puerta al cerrarse me hizo abrir los párpados. Eli se


quedó mirándome. La puerta se cerró firmemente tras él; simplemente se
quedó en el lado equivocado de la misma. Sus ojos verdes me perforaron la
piel, provocando una tormenta de emociones. Estar cerca de él era más
difícil de lo que pensaba. Quería ser capaz de apagar mi anhelo por él.

El dolor envolvía mi corazón. Mis muros se alzaron, defendiéndolo. No,


no estoy preparada. Todavía no.

Me dirigí a la puerta. No estaba huyendo... sólo me movía


extremadamente rápido. Me hice a un lado y traté de rodearlo. Él
contrarrestó mi paso. Su cuerpo estaba cerca. El calor fluía de su físico,
golpeando el mío. Intenté rodearle de nuevo, pero me bloqueó. Su mano se
extendió y rozó mi brazo. Un zumbido de electricidad se apoderó de mi
pecho. Me eché hacia atrás.

—No lo hagas.

Permaneció en silencio, con una expresión neutra, pero no se apartó.


Todo dentro y fuera de mí se estremeció. Estaba demasiado cerca. Mi
conciencia y mi cuerpo luchaban por lo que cada uno quería.

—Brycin. —Mi nombre sonó bajo y ronco. Su voz fue un puñal en mi


corazón.

Las lágrimas amenazaron bajo mis párpados, pero no volvería a llorar.


Había terminado con las lágrimas.

Retrocedí varios pasos, golpeando el escritorio.

—No puedo hacer esto.

—Escúchame. —Volvió a acercarse a mí.

Le aparté la mano de un manotazo.


—No. —Si dejaba que me tocara, perdería la lucha dentro de mí.

—Escucha mi versión —exigió. Su frente se alineó con un ceño


fruncido.

—Jódete. —Mi hombro chocó con él mientras me dirigía a la puerta.

El pánico hizo que mis músculos se movieran. Se estaba acercando


demasiado. El muro interior quería protegerme, pero se tambaleaba,
vacilando bajo su mirada.

—No tengo que hacer nada de lo que me pidas.

—Sí. Sí. Tienes. —Eli me agarró del brazo con fuerza. Me empujó
contra la pared, inmovilizando mis muñecas—. Me has golpeado, me has
clavado lanzas de madera, me has gritado, me has ignorado, has usado tus
poderes contra mí... y lo he aceptado. —Se me cortó la respiración cuando
se apretó contra mí. Sus ojos brillaron de color verde y su mandíbula se
apretó con determinación—. Me vas a escuchar.

El corazón me latía en el pecho. Todavía podía asustarme mucho. Me


sentía enfadada, aterrorizada y herida, pero mi cuerpo era infiel a mi mente.
Estar tan cerca de él de nuevo sólo hacía que lo anhelara. Aparté la mirada
mordiéndome el labio, intentando librarme de las imágenes de él
arrancándome los vaqueros y arrastrando lentamente mi ropa interior por
las piernas, con sus dedos recorriendo mi piel.

—Yo no maté a tu madre. Lorcan lo hizo —me lanzó, con las cejas
fruncidas.

Me enfadé diciendo:

—Lo sé, pero aun así estabas allí. Ayudando, ¿verdad?

—¿Me dejas terminar? —gruñó.

Mi respiración era pesada, atrapada en mis pulmones. Le miré


fijamente pero no respondí.

—Estaba allí para detenerlo.


Mi mundo se detuvo.

—¿Qué? —susurré.

Soltó su agarre sobre mí y dio un paso atrás. Tenía mi atención.

—Después de lo que pasó con los Daes, los Moradores Oscuros


perdieron el respeto. La gente ya no nos temía como antes. Otros grupos
querían aprovecharse de nuestra debilidad percibida y porque perdimos a
muchos de nuestro grupo. Lorcan siempre había codiciado el papel de líder.
Era demasiado joven tras la muerte de mi padre, así que recayó en Cole. Es
justo decir que Lorcan y Cole nunca se llevaron bien. Lorcan se sentía
ofendido porque el nuevo líder no era de verdadera sangre. Se enfadó aún
más cuando Cole me preparó para ser su segundo. —Se frotó la gruesa
barba de la barbilla.

Eli seguía pareciendo estar demasiado cerca. Me crucé de brazos,


poniendo una especie de barrera entre nosotros.

—Lorcan se encargó de encontrar una manera de redimir a nuestro


clan. La Reina le dijo que tenía una misión secreta que nadie podría conocer,
y que, si él completaba el trabajo, ella no sólo restauraría nuestro legado,
sino que nos inundaría de riquezas.

Me tragué mi tristeza y mi ira. Sabía cuál era la misión. Matar a Aisling


y a mí.

—Cole estaba en contra. Él y Lorcan se enzarzaron en una gran pelea


sobre quién debía ser el verdadero líder. Cole, en su enfado, dejó caer que
nunca elegiría a Lorcan como su Segundo, y que quería nombrarme a mí.
Digamos que Lorcan no estaba contento. Me retó. Gané.

Eli se apartó de mí y se pasó la mano por el pelo. Se rizó ligeramente


en las puntas.

—Debería haber sabido que Lorcan no lo dejaría pasar. No sé si pensó


que cumplir con la búsqueda demostraría que era el líder adecuado o qué,
pero fue por su cuenta a cumplir la tarea. Mi instinto me dijo que lo
siguiera... —Eli hizo una pausa, dejando escapar una bocanada de aire, y
sus hombros bajaron—. Cuando llegué, ya estaba en forma de Morador
Oscuro, y Aisling yacía en el suelo. —Volvió a callar y pareció luchar con
esfuerzo para continuar—. Cuando llegué a los aposentos privados, Lily
estaba intentando escapar del castillo contigo. Lily pensó que había ido allí
para matarlas a ti y a Aisling. El clan de los Zorros es de los Fae de la Luz,
y nosotros somos de la Oscuridad. Nuestros clanes nunca se han gustado.
Verme allí solo profundizó su odio. Su prejuicio era probablemente
merecido, pero no por esa noche. No quería tener nada que ver con la muerte
de ningún Fay real o bebé. Desafortunadamente, la Dae que había matado
a mi familia, la mujer llamada Brycin, estaba con ustedes. Reaccioné.
Quería matarla por lo que le hizo a mi familia. Me distraje cuando oí gritar
a Aisling. El Dae se escabulló contigo y con Lily.

Su mirada se posó en mí. Mi atención se desvió y se centró en mis


zapatos. Mi pelo me tapaba la cara, protegiéndome de sus ojos penetrantes.

—Lily siempre se equivocó conmigo. Cuando llegué a Lorcan y Aisling,


ya era demasiado tarde. Aisling se resistió, e hirió a Lorcan lo suficiente
como para sacarle sangre. Mientras estaba tumbada, cantó algo y limpió la
sangre de Lorcan con una pequeña manta que llevaba en la mano. En ese
momento no lo entendí, pero ahora sé que estaba lanzando una maldición
sobre la línea del Morador Oscuro y uniéndola a ti. Por eso tu símbolo
familiar reacciona a nosotros, especialmente a Lorcan. Respondería a todos
los Moradores Oscuros, pero sobre todo a Lorcan y a mí. Somos de la misma
línea de sangre, sangre derramada cerca del cuerpo de tu madre la noche
de su muerte.

Mi mirada se desvió hacia Eli, y solté el aliento que no me había dado


cuenta de que estaba conteniendo—. Entonces, ¿por qué me dijiste que la
habías matado? ¿Por qué me hiciste creer que habías ayudado?

Su rostro se contorsionó y sus ojos se volvieron distantes.

—El hecho de que no la haya matado no me convierte en el bueno.


Quiero que sepas esto... No intenté salvar a tu madre porque tuviera
corazón, o porque de repente me volviera moral. No lo hice. Sólo traté de
detener a Lorcan porque sabía que la Reina estaba tramando algo, y era un
mal negocio. Lo hice por mi familia. A Lorcan le gusta culparme de ser quien
nos exilió al Otro Mundo porque estropeé la misión, pero yo sabía que nos
exiliarían pasara lo que pasara, sobre todo si completábamos el encargo. La
Reina no podía matarnos, pero no nos quería cerca por razones de
responsabilidad. ¿Qué pasaría si alguien descubriera que mandó matar a
su propia hermana? En cambio, su popularidad y poder se dispararon al
interpretar a la Reina afligida que perdió a su hermana a manos de los
despiadados Moradores Oscuros... exactamente como lo había planeado. —
Su manzana de Adán se balanceó mientras tragaba—. No puedo decir que,
dadas las diferentes circunstancias, habría actuado de forma diferente a
Lorcan. Tu madre podría haber sido fácilmente otra madre que maté en otra
noche. Éramos asesinos. Eso era lo que éramos en el Otro Mundo. No me
disculparé por ello.

Intenté asimilar la nueva revelación. Lars me dijo antes que la verdad


era algo curioso. Una historia no es unidimensional. Tiene muchas capas,
versiones y realidades. No podía negar que la verdad de Eli cambiaba mis
sentimientos, debilitando mi resistencia a mantenerlo distante.

No, Ember. Odiarlo será más fácil.

—Pero yo era una persona diferente entonces. Hemos cambiado desde


que estamos en la Tierra. Tú me has cambiado. —Se lamió el labio inferior—
. He cometido muchos errores. Nunca he tenido a alguien que me haya
deshecho por completo. —Eli aspiró una respiración entrecortada—.
Probablemente nunca haré lo correcto, pero no estaré sin ti. Ya no.

Parpadeé, aclarando los ojos.

—Podrías habérmelo dicho.

Eli resopló y negó con la cabeza.

—¿Habría cambiado algo? Yo seguía estando allí. No lo detuve.

—Pero podrías haberme dicho que intentaste salvarla.

—No la estaba salvando, Ember. Nos estaba salvando a nosotros. —


Sus manos volaron al centro de su pecho, enfatizando su punto.

—Sean cuales sean tus razones, seguías intentando detener a Lorcan.


Podrías haber dicho algo, negarlo —le grité, con el agravamiento
acumulándose en mí.
—Lo hice —ladró Eli—. No querías escuchar mi versión, ¿recuerdas?

La noche en el bosque después de la primera vez que estuvimos


juntos, cuando Lorcan apareció, vino a mi mente.

—¿Es esto cierto? —pregunté, con la voz atrapada en la garganta—.


¿Mataste a mi madre?

—Em, no es lo que... —Eli finalmente habló.

Lo interrumpí:

—¿No es qué, Eli? ¿Mataste o no mataste a mi madre?

—No es tan sencillo.

Una risa enloquecida brotó de mis labios.

—Oh, yo creo que sí es así de simple.

Me costaba confiar en la gente y automáticamente pensaba lo peor


de ellos. No había dejado que Eli se explicara. Saqué una conclusión
precipitada. Incluso si hubiera intentado explicarse, ¿habría escuchado?
Probablemente no habría escuchado su versión. No había estado preparada
para escuchar toda la verdad, especialmente sobre Lily y mi verdadera
madre.

—¿Y después?

Miró hacia otro lado.

—La primera vez que volviste del Otro Mundo, Lily quiso hablar
conmigo, ¿recuerdas?

Asentí con la cabeza, ya sabiendo lo que venía.

—Me rogó que no dijera nada. Quería decírtelo a su manera. Estuve


de acuerdo. No me correspondía a mí, sino a ella, decirte algo. En el Otro
Mundo nos tomamos los juramentos muy en serio. Hasta que no saliera la
verdad, no podía revelar nada.
—¿Por qué no se lo dijiste entonces? Al menos podrías haberle
contado las circunstancias —grité—. Podría haberla aliviado del odio y el
dolor que sentía por ti. Todos esos meses que tuvo que vernos a ti y a mí
juntos, pensando que eras el asesino de Aisling y casi el mío.

Se frotó la mano en el puente de la nariz.

—No lo sé. Yo también estaba enfadado con ella. Sentí que no


importaba lo que dijera, no lo crearía de todos modos. Pensaría que lo dije
para poder meterme en tus pantalones.

De repente, todas aquellas expresiones extrañas y comentarios raros


que habían pasado entre los Moradores Oscuros y mi madre tenían sentido.
Ya no estaba enfadada con ella por ocultarme la realidad, y no me molestaba
que impidiera a Eli revelar la verdad. Había sido su lugar. No de él. Pero
como Eli no se lo dijo, debido a su orgullo y terquedad, mi madre pasó por
meses de tortura silenciosa. Probablemente tenía razón: en ese momento
ella era demasiado obstinada para escuchar su versión. Probablemente
habría pensado que era una mentira. De tal palo, tal astilla.

Saber por lo que pasó Lily para sacarme y protegerme de Aneira me


ayudó a entender sus decisiones. Tampoco podía estar molesta con su
creencia de que Eli había ayudado a matar a Aisling. Si hubiera visto a un
Morador Oscuro bloqueando el pasillo y atacando al Dae llamado Brycin,
habría llegado a la misma conclusión. Y Eli dejó que siguiera creyéndolo.

Toda la nueva información se sentía como si mis pensamientos


vagaran por la pasta. Espacio. Necesitaba espacio.

Estar cerca de Eli no me ayudaba a pensar con claridad. Le había


echado de menos. Demasiado. Frotándome la cabeza, lo rodeé, la puerta a
mi alcance.

—No te alejes de mí —retumbó Eli, su autoridad alfa me paró en seco.

—¡No lo hagas! No te atrevas a darme órdenes. —Me giré hacia él,


mirándolo fijamente—. Que de repente no seas el asesino de Aisling no
significa que mis sentimientos hayan cambiado abruptamente. Necesito
tiempo.
—No.

—¿Qué?

—He dicho que no —gruñó.

— No me digas que no!

—Sí, lo haré.

—¿Por qué?

—Porque sí.

—¿Lo mejor que puedes hacer es porque sí? —Mis pies se movieron de
nuevo hacia la puerta—. Porque si no es suficiente. Porque... eres mía,
Brycin.

—No soy propiedad de nadie —siseé, manteniendo la mirada en la


puerta.

Hubo un ligero gruñido en su garganta.

—Tú. eres. Mía.

El dolor me invadió el pecho y mi cabeza tembló ligeramente. Alcancé


el pomo de la puerta.

Un grito frustrado salió de él.

—Ta gra agam ort. —Sus palabras salieron disparadas. La frase en


gaélico suspendió mi mano en el pomo. Entendí lo que había dicho.

Te amo.

Mis ojos se abrieron de par en par, girando hacia atrás para mirarle.

—¿Qué?

—Me has oído. —Se frotó la nuca—. Nunca he dicho esas palabras a
nadie... y desde luego nunca me he creído capaz de hacerlo.

Hubo una pausa tensa antes de hablar en voz baja:


—¿Cómo sé que no es porque tengo tu sangre?

Eli frunció el ceño.

—Mi sangre crea un vínculo, pero no crea sentimientos. Digamos que,


hipotéticamente, le diera mi sangre a Thara, sabría dónde está, pero no
haría que me gustara más. Créeme. No funciona así.

Sus palabras eran una mezcla de fuego y hielo. Felicidad y agonía.


Había esperado tanto tiempo para oírle decir algo siquiera parecido a esto.
Comprendí un poco más por qué reaccionó tan duramente conmigo cuando
le dije por primera vez que lo amaba: no creía que yo fuera a sentir lo mismo
después de descubrir la verdad. Mi corazón no funcionaba de esa manera.
Si seguíamos juntos o no, nunca dejaría de amarlo. Di un puñetazo a la
pared mientras la frustración me asfixiaba como un corsé.

—¡Maldita sea!

Todo parecía tan retorcido y puesto al revés. El hombre al que amaba


por fin me decía que me correspondía, y yo iba a hacer que lo mataran.
Jodido ni siquiera empezaba a cubrirlo.

Pateé y golpeé todo lo que se interpuso en mi camino.

—¡MIERDA! —volví a gritar.

La liberación se sentía como una droga, y necesitaba más de ella. Algo


en mí se rompió. Mis manos fueron a por todo lo que no estaba clavado,
lanzando, golpeando y pateando todo lo que había en el despacho de Lars.
Arranqué los libros de las estanterías y tiré las sillas por toda la habitación.
Mis manos arrancaron los cables de la impresora de la pared. La impresora
saltó por los aires, golpeando la puerta. Trozos de pintura y trozos de yeso
se desmoronaron por la abolladura que causó. La rabia. La rabia. La
oscuridad, que aún residía en mí, estaba encontrando su camino hacia la
superficie.

—¡Detente! —Eli se aferró a mis manos, tratando de bloquearme. La


sangre cubría sus palmas. Tardé un momento en darme cuenta de que la
sangre era mía, de los cortes en mis nudillos y palmas.

—¡No, suéltame! —Intenté zafarme de su agarre.


No tenía ni idea de la enfermiza y retorcida verdad. ¿Sería capaz de
hacerlo al final? ¿Elegir entre Eli y el mundo? Sin mis poderes, era como
golpear una pared de cemento. No me gustaba. Dejé que mi bestia saliera a
la superficie. Empujé a Eli. Sin esperar mi fuerza de Morador, retrocedió a
trompicones y se estrelló contra la puerta. Sus ojos brillaron.

—¡Damnu ort! —Se abalanzó sobre mí, golpeándome contra la


superficie opuesta. El aire fue aplastado fuera de mis pulmones. Mi Morador
Oscuro cobró más vida.

No quería que me detuvieran. Mi furia buscaba romper, destruir y


destrozar todo lo que veía. Había tantas cosas que necesitaba dejar salir.
Tantas emociones que no podía manejar. Él se interpuso en mi camino.
Literalmente. Mi rodilla se levantó y él se torció hacia un lado.

—No volveré a caer en esa —retumbó, forzándome con más fuerza


contra la pared.

Eso sólo me irritó más y... me excitó. Sus ojos verdes se tiñeron de
rojo al percibir el olor de mis hormonas en la habitación. El deseo que sentía
por él no hacía más que avivar el fuego de mi ira.

Volví a darle una patada, arañando contra su agarre.

—¡Suéltame!

—Para —rugió. Podía sentir la autoridad de sus palabras que pesaba


sobre mi impulso de morderlo y golpearlo.

La rabia se disparó en mi pecho.

—Deja de intentar controlarme.

Pisé con fuerza su pie. Su agarre se aflojó y aproveché para patear la


articulación de su rodilla. Su pierna se dobló, haciéndole caer. Pisé con
fuerza su pantorrilla y salté sobre él. Me agarró el tobillo en el aire y tiró
hacia abajo. Caí con fuerza y mi hombro se estrelló contra el suelo de
madera mientras giraba.

La bestia que ambos llevábamos dentro era cada vez más evidente,
aunque sólo uno de los dos podía cambiar por completo. Respirando con
dificultad y gruñendo, me deshice de su agarre y volví a saltar. Él se movió
más rápido. Me rodeó la cintura con un brazo y me empujó hacia atrás,
lanzándome sobre el escritorio de Lars. Los papeles se esparcieron como
mariposas por el escritorio.

—Para —me ordenó.

Me quedé quieta cuando la mano de Eli pasó por detrás de mi cabeza,


tirando bruscamente de mí hacia atrás. Sus ojos estaban ahora
completamente rojos y llenos de una necesidad feroz. Un sonido salió de su
pecho, mientras su rodilla separaba mis piernas. Su agarre en el pelo se
hizo más fuerte, casi hasta un nivel doloroso y emocionante. Mis pulmones
bombeaban aire rápidamente. Se llevó mis nudillos ensangrentados a la
boca, lamiéndolos. Incluso el más mínimo roce de su piel con la mía
alcanzaba niveles dolorosos. Me inclinó la cabeza, girando mi cara hacia la
suya. Sus labios se movieron hacia abajo, a sólo un soplo de los míos.

Mis manos se estrellaron contra su pecho y él retrocedió a


trompicones. Antes de que pudiera responder, le empujé de nuevo. Esta vez
se golpeó contra el cristal y astilló las puertas francesas. Sus ojos brillaron
cuando me acerqué a él. Se lamió los labios. Una mancha de mi sangre
seguía pegada a su labio inferior. Mis dedos se engancharon al cuello de su
camiseta y la rasgaron. La tela se rasgó por la mitad, cayendo de su cuerpo
y mostrando su cincelado torso. Su pecho se movía hacia dentro y hacia
fuera rápidamente.

Su mirada se enlazó con la mía, firme y penetrante. Ambos


contuvimos la respiración por un momento antes de chocar el uno con el
otro. Sus labios se movieron sobre los míos con ferocidad. El calor se disparó
bajo mi estómago. La necesidad de sentirlo dentro de mí era insoportable.
Me arrancó la camisa por encima de la cabeza, dándonos un pequeño
respiro antes de que nuestras bocas volvieran a encontrar su camino. Mi
sujetador cayó al suelo mientras él me apoyaba en la mesa. El ruido de sus
vaqueros con la bragueta abierta sonó como una ametralladora. Me levantó
y me dejó caer sobre la mesa. Todo se estrelló contra el suelo cuando me
obligó a retroceder. De un tirón, me quitó los vaqueros. Nuestro deseo mutuo
no era suave ni delicado. No había ningún "vamos a tomarnos nuestro
tiempo" aquí. Era inmediato y desesperado. Violento. Le arañé los hombros,
haciéndole sangre, y le hice caer encima de mí. Me quitó la ropa interior,
que se unió a sus vaqueros en el suelo. Lo deseaba tanto que me resultaba
doloroso. Mi cuerpo se estremeció.

—Brycin. Mírame —dijo rasposamente.

Mi mirada se dirigió a la suya. Podía sentirlo duro contra mi pierna.


Entonces se deslizó dentro de mí. Jadeé y cerré los ojos.

—No. Abre los ojos y mantenlos abiertos. Quiero que veas cómo te
follo.

Lo hice.

Me levantó y mis piernas lo rodearon con fuerza. Se quedó dentro de


mí mientras se ponía de pie, presionándome contra la puerta de la oficina.
Me penetró profundamente y con fuerza, haciéndome gemir.

No nos quitamos los ojos de encima mientras el mundo entero se


desvanecía a nuestro alrededor.
Capítulo 14
Traducido por Yiany

Me acurruqué en el costado de Eli; nuestras piernas y brazos


entrelazados. La habitación oscura estaba iluminada solo por el brillo
brumoso de la luna que se filtraba a través de la delgada cortina y cruzaba
suavemente el piso hasta mi enorme cama.

Suspiré con satisfacción. La primera vez pudo haber sido intensa y


agresiva; la última vez había sido apasionada pero más suave. Nos tomamos
nuestro tiempo para redescubrirnos. Ambas formas habían sido
asombrosas. Nunca podría imaginar tener suficiente de él.

Sus labios tocaron el espacio entre mis cejas. Hizo un sonido como si
fuera a hablar, pero no salió nada.

—¿Qué? —Apoyé la barbilla en su pecho y lo miré.

—¿Qué de qué?

—Ibas a decir algo.

—¿Lo hacía?

—Sí. Así que habla.

—La cama es asombrosa. Y robusta.

Fruncí el ceño, mi ceja se elevó.

Apretó la boca y luego suspiró.

—Terminé...

—¿Qué? —Mi cabeza se disparó.


—Brycin.

—Lo siento, continúa.

Tomó otro respiro.

—Iba a decir que he terminado de volver a estar sin ti.

—¿Pero si termino contigo? —Puse mi mano debajo de mi barbilla.

—No lo harás.

Mis ojos se abrieron un poco y mi cabeza se inclinó hacia un lado.

—Ah, ¿en serio?

Él tomó la parte de atrás de mi cabeza, haciéndome rodar debajo de


él.

—Si lo haces, te encontrarás con un acosador implacable. Una


sombra en tu trasero.

—Oh, Dios mío. Mi propia brigada de traseros personal.

Sonrió mientras se inclinaba y me besaba.

—Lo digo en serio. Nunca más.

—¿Crees que puedes manejarme a tiempo completo?

—Escuché que hay un gran paquete de beneficios para ti.

Sus labios se deslizaron por la piel entre mis pechos, mientras algo
más rozaba mi pierna. La tortura de saber lo que nos esperaba me retorció
las entrañas. No podía pensar en eso, no esta noche. Lo más probable es
que ninguno de nosotros sobreviviera a la batalla. Tenía que disfrutar el
tiempo que tenía con él.

Toqué su cara, volviéndola hacia la mía.

—No lo digas a menos que lo digas en serio. ¿Te sentirás así cuando
te canses de dormir conmigo o te moleste demasiadas veces?
—Puede que te canses de tener sexo conmigo primero. —Besó mi
cuello suavemente, subiendo lentamente. Dudoso, pensé—. Disfrutemos
ahora mismo. —Mordió mi labio superior. Podía sentir su sonrisa haciendo
cosquillas en mi boca.

Obligué a mi sonrisa a igualar la suya.

—Está bien, pero si alguna vez piensas en engañarme, especialmente


con la Sra. Tetas y Culo… —Hice una pausa dramática—, trozos de tocino
frito, muy frito.

—Shhhh. —Miró debajo de la manta—. Te dije que pueden


escucharte.

Agarré la manta, gritando allí.

—Entonces escúchame... vaga a otro lado y te convertirás en un


kebab de ternera carbonizado con albóndigas.

Eli se encogió, haciéndome reír. Luego se volvió hacia mí, sus manos
tocaron mi rostro y su expresión se volvió intensa.

—Créeme. No se irá a ningún otro lado. Ahora tiene derechos de


ocupante ilegal. —Sus labios se encontraron con los míos con fervor.
Encontró su camino de regreso dentro de mí, mostrándome exactamente lo
que quería decir.

—¡Maldita sea, Ember! —tronó Lars, golpeando la puerta del


dormitorio a la mañana siguiente.

Mis párpados se entreabrieron; borrosa, miré a mi alrededor


confundida. La gente golpeando la puerta maldiciéndonos debería ser
normal para mí a estas alturas.

—¿Qué diablos le hicieron ustedes dos a mi oficina?

Maldición.
Eli se dio la vuelta refunfuñando.

—No someteré a Marguerite a limpiar tu desorden, especialmente


cuando tu ropa interior esté en el suelo. Los quiero a los dos ahora. No usaré
mi escritorio hasta que sepa que ha sido desinfectado completamente.

Marguerite recogía mi ropa interior todo el tiempo, pero entendía lo


que quería decir. Esto era un poco diferente.

—¿Tocaste la manija de la puerta? —le gritó Eli.

—Sí ¿por qué? —preguntó Lars con escepticismo.

—Uh, no hay razón.

Lars gimió y murmuró algo incomprensible y se marchó pisando


fuerte.

Miré por encima del hombro a Eli.

—Creo que estamos en problemas.

Los ojos de Eli estaban cerrados; su cabeza se acurrucó de nuevo en


la almohada. No parecía que se movería pronto. Solo sus manos se estiraron,
atrayéndome hacia él.

—Rompí su impresora, ¿no? —Entrelacé mis dedos con los suyos,


que estaban envueltos alrededor de mi cintura.

Eli resopló.

—Sí, seguro que lo hiciste. Como que pulverizamos su oficina.

—Maldita sea. Estamos empezando a ser bastante caros.

—Tú lo estás. —Me guiñó un ojo cuando me di la vuelta para


mirarlo—. Por tu culpa tuve que comprarle a Cooper una bicicleta nueva.

—¿Qué tiene que ver conmigo? Ni siquiera estaba aquí cuando la


perdió.

—Exactamente.
Fruncí el ceño.

—No quieres saber. —Metió el brazo debajo de la almohada, rodando


sobre el estómago.

—Tomaré tu palabra. —Me senté, quitando las mantas.

—Oh, oh. —Las sábanas se le habían caído cuando me levanté,


mostrando todo su cuerpo esculpido. Normalmente, habría encontrado la
vista enormemente agradable, excepto por lo que vi ahora, en todo el trasero
de Eli.

Los pixies guardaban rencor y no perdonaban tan fácilmente.


Ciertamente, el amante del jugo de enebro aún no había perdonado al
Morador Oscuro. No quería pensar en cuándo se coló aquí para tomar
represalias. Con suerte, fue bien después de que Eli y yo nos desmayáramos
de agotamiento.

—Oh mierda. —Mi mano fue a mi boca, bloqueando el medio gemido,


medio risa.

—¿Qué? —Los párpados de Eli se abrieron.

Tinta y pegatinas brillantes de Tinker Bell estaban pegadas por todo


el trasero y la espalda de Eli. "Espolvorea polvo de Pixie" y "Creo en el poder
de Pixie". estaban escritas en la espalda de Eli con purpurina.

—¿Qué? —Eli siguió mi mirada y miró por encima del hombro—.


¿Qué demonios?

No pude detenerme. Me acurruqué hacia adelante con una risa


histérica. Eli se arrastró fuera de la cama, persiguiendo su propia cola
mientras trataba de tener una mejor vista de su trasero. Su mano fue a una
de las pegatinas y trató de quitarla.

—Ay. —Se estremeció—. ¡Maldita sea, el pequeño hijo de puta las


super pegó!

Lágrimas se derramaron por mis mejillas.

—Oh, Cal, eres mi héroe.


Eli negó con la cabeza y gritó en mi habitación.

—¡Esto es la guerra, juguete de niña alada!

—¿Cómo dormiste durante eso? —Me limpié los ojos. ¿Cómo lo


hicimos ambos?

—Supongo que alguien realmente me agotó. —Eli me guiñó un ojo y


luego volvió a los objetos pegados en su espalda.

Mientras lo veía hacer una mueca de dolor mientras luchaba por


quitarse una pegatina, sentí una punzada de tristeza y culpa. Este momento
de felicidad terminaría y nunca más lo recuperaría. Él moriría, y si decidía
que no podía hacerlo, el mundo colapsaría. Millones morirían. Mis hombros
se curvaron. Sentí que me rompería bajo la presión de la responsabilidad.
Incluso en contra de mi voluntad, le estaba ocultando secretos. En cierto
modo, estaba agradecida de que Lars hubiera tomado la decisión por mí. Mi
lengua había sido atada por él antes. Ni siquiera podía decirle a Eli a través
de nuestra comunicación visual. Incluso si pudiera habérselo dicho, ¿qué le
diría? ¿Cómo podía uno decirle a alguien que la única forma de vencer a la
Reina lo mataría? Tenía que haber una forma de evitarlo. ¿Kennedy podría
romperlo? ¿Podría un Druida acabar con el hechizo de la reina? Estaba
desesperada. Intentaría cualquier cosa.

El pensamiento de Kennedy trajo más vergüenza. Necesitaba


encontrarla. Un escalofrío recorrió mi corazón al pensar en Lorcan teniendo
a Kennedy. Esperaba que no la hubiera lastimado, aunque no me extrañaría
nada de él.

—Necesito darme una ducha. La única forma de sacar estas cosas.


—Sonrió, claramente un poco impresionado por la creatividad de Cal.

Mi risa se secó cuando mis pensamientos se desviaron hacia las


oscuras realidades que tenía por delante. Me levanté de la cama y me dirigí
a mi vestidor. Aquí estaba disfrutando del mejor sexo de mi vida con el amor
de mi vida que pronto moriría, y posiblemente Kennedy estaba siendo
torturada. Abrí un cajón de un tirón y agarré una de mis camisetas. Eli
sintió mi cambio de humor y me siguió.

—La encontraremos. —Se envolvió a mi alrededor.


Mis ojos se movieron por encima de mi hombro.

Él sonrió.

—No eres difícil de leer y todavía puedo sentir tus emociones. —Su
brazo rodeó mi cintura, haciéndome girar para mirarlo. Sus manos
recorrieron mi piel desnuda—. Seguiremos a Lorcan. La recuperaremos.

Asentí.

Me acercó más. Lancé mis brazos alrededor de su cuello y caí en su


abrazo envolvente. Esperaba que solo pudiera sentir mi ansiedad por
Kennedy y no creyera que él tenía algo que ver con el declive de mi estado
de ánimo.

Apretó más fuerte. Estos momentos eran raros para él. Tenía que
disfrutarlos mientras pudiera. Nuestros cuerpos desnudos se fusionaron
mientras nos abrazamos.

Suspiró profundamente y me dio un beso en el hombro, luego golpeó


mi trasero desnudo.

—Ahora vístete y ve a limpiar tu desorden, mujer.

—Y estamos de vuelta —dije secamente, negando con la cabeza.


Capítulo 15
Traducido por Rose_Poison1324

Más tarde ese día, estaba sorprendida por el movimiento en la cima


de la colina. La inundación de los Fae Oscuros en la tierra del Rey Unseelie
estaba comenzando. Parecía ser la única asombrada por los Fae Oscuros de
aspecto extraño que nos inundaban. Venían en todas las formas y tamaños,
desde pequeños gnomos del bosque hasta grandes trolls de montaña. No
tenía ni idea de lo que eran muchos de ellos, pero la mayoría de los Fae
Oscuros eran de apariencia humana. No era de extrañar, ya que la
Oscuridad necesitaba mezclarse más con los humanos, puesto que la
Oscuridad los necesitaba para vivir de ellos.

Lars había montado un campo de cabañas de lona, pero muchos


trajeron su propia versión de casas portátiles y algunos incluso cavaron
agujeros en el suelo.

—Oh no. ¿Alguien quiere sacarme los ojos? —Estaba de rodillas,


mirando a través de las cortinas de la ventana detrás del rincón del
desayuno.

—¿Por qué? —Eli mordió un gran bocado del sándwich que


Marguerite preparó para el almuerzo.

—Hay un duende que hace pis en el césped —dije—. Supongo que


seis pulgadas de hombre se aplican a todas las criaturas Fae.

Eli me golpeó el trasero.

—Come aquí, cariño. —West me dio una palmada en el otro lado del
trasero.

Me di la vuelta y me deslicé por la cabina curva, dejándome caer en


una posición sentada. Eli, Cooper, West y yo nos sentamos todos juntos.
Marguerite estaba preparando más sándwiches en la encimera. Rez
agarró uno y caminó hacia la mesa, deslizando el plato hacia mí.

—Probablemente verás cosas peores que Fae haciendo pis. —Sacó


una silla y se sentó frente a mí—. Y muchos de ellos. Habrá miles de Fae
dirigiéndose aquí en las próximas dos semanas.

—¿Cómo no se dará cuenta la Reina? —Aplasté el pan ciabatta,


tratando de que me quedara más plano para que me entrara en la boca.

—Lars les dejó en claro que usaran glamour en sí mismos, usen


diferentes puertas y espacien su llegada. —Rez tomó un pepinillo de mi
plato—. La mayoría de los Fae Oscuros están ansiosos por la pelea. Quieren
que Aneira sea destruida. Ellos tampoco quieren que nada lo arruine.

—Maldita sea, este sándwich es increíble. Ya estoy enamorado de ti,


mamacita —murmuró Cooper con la boca llena de comida:

—En serio. ¿Quieres vivir conmigo? —West le guiñó un ojo a


Marguerite. Ella se sonrojó y le dio un golpe con la mano, pero tarareó feliz.

El sonido de alguien golpeando el vidrio fluyó hacia nosotros.

—Hmmm... ¿nena? ¿Ayuda? —Habló una voz ahogada—. Vamos,


Marguerite, no dejarás que me dejen aquí, ¿verdad? —La voz de Cal llegó
desde el centro de la isla.

Marguerite miró al hada traviesa y luego a Eli. Ella les sonrió a los
dos y luego se volvió hacia sus sándwiches.

—Lo siento, Cal. Esto es entre tú y Eli. —Levanté mis manos.

Eli se rió entre dientes y tomó otro bocado de su sándwich, luciendo


presumido.

Traté de mantener la sonrisa fuera de mi rostro mientras miraba a


Cal. Se sentó en el fondo de un frasco de vidrio, tirando de sus pies,
aparentemente pegados a la base. Elí tomó un frasco y untó el fondo interior
y los lados con miel. Vertió una pulgada de jugo de enebro en el fondo. Cal,
por supuesto, no pudo resistir la tentación. Tan pronto como entró, sus alas
y pies quedaron atrapados en el dulce. Había estado atrapado allí la mayor
parte de la mañana. El jugo de enebro había sido bebido hacía mucho
tiempo. Dejado en el fondo estaba un hada amargado y cabreado.

—Tu trasero es mío, Morador Oscuro. —Cal golpeó el cristal.

—Tráelo, princesa —murmuró Eli entre mordiscos.

La situación iba a empeorar. Los duendes no eran criaturas dulces e


indulgentes. Eran pequeños, pero poderosos. Eli realmente lo estaba
pidiendo.

—¿Deberías llamarlo princesa cuando tú todavía tienes brillantina


cubriéndote el trasero? —Cooper sonrió, haciendo que West se riera.

Traté de contener la mía, pero una sonrisa iluminó mi rostro. Eli se


había duchado varias veces desde la mañana y el brillo aún se adhería a su
piel.

Eli lanzó una advertencia a sus hermanos.

—Mejor cuídenlo. Ahora tengo el poder de las hadas.

Todos nos echamos a reír; incluso Rez y Marguerite no pudieron


ocultar su diversión. Cuando nos callamos, Rez señaló mi plato.

—Ember, come. Sigues estando débil.

Mi mirada permaneció pegada a mi plato, pero pude sentir que Eli


me miraba antes de darse la vuelta, moviéndose en su asiento. Sabía que él
era una de las razones por las que dejé de comer.

—Come, cariño. —El hombro de West me golpeó—. Entonces tus


senos se agrandarán.

Cooper resopló en su plato.

—Secundo eso.

Eli se echó hacia atrás, su mano acariciando mi muslo.

—Desea todo lo que quieras... aún seguiré sin tocarlos.


—Comer no ayudará. Ahora son una causa perdida. —Me encogí de
hombros.

—Ember necesita comer. Y ustedes necesitan comportarse. —Rez


señaló a West.

—Buena suerte con eso. —Me metí parte del sándwich en la boca.
Mastiqué algunos bocados—. ¿Cómo va a albergar nuestra propiedad a
miles de Fae? Doscientos acres no es suficiente para contener tantos.

—Glamour y mucho. —Rez masticaba las papas fritas—. Estamos


ampliando nuestra línea de propiedad y usando glamour para los humanos,
también, para disuadirlos de ir de excursión o pasar por nuestra área. Si
por casualidad alguien todavía lo hace, no podrá ver nada fuera de lo común.

La realidad de la guerra inminente se estaba volviendo real.


Habíamos hablado de eso, pero ver la invasión de Faes Oscuros llegando a
la tierra lo hizo tangible. Y sabía que muchos de estos Fae que estaban en
nuestro campo no estarían vivos en cuestión de semanas.

Se me hizo un nudo en el estómago. Aparté mi plato.

—Será mejor que termines tu comida. —Rez se puso de pie, tomó otro
plato del mostrador cargado con un gran sándwich y papas fritas y se dirigió
a la oficina de Lars.

—Si no lo haces, me lo comeré. —Cooper se lamió los dedos,


consiguiendo hasta la última migaja.

Eli resopló.

—Tengo prioridad, ¿verdad? —Apretó mi rodilla.

Silenciosamente, deslicé mi plato hacia West. Se rió entre dientes


cuando ambos nos chocamos con los puños.

—Con que así será. —Eli se puso de pie—. Cuidado ahí fuera, Brycin.
Sé dónde guarda Marguerite la mantequilla de maní. Es posible que te
encuentres sin ella pronto. —Una sonrisa de complicidad asomó a sus labios
mientras miraba la pequeña fuerza de la naturaleza.
Marguerite trató de ocultar la sonrisa, pero su rostro se sonrojó. Ella
me amaba, pero no tenía ninguna duda de que Eli ganaría cada vez que se
tratara de ella.

—Esas son palabras de pelea, Dragen. —Salí de la cabina y me paré


frente a él.

Las manos de Eli se aferraron a mi cintura y salí volando. Mi cuerpo


se desplomó cuando me colocó sobre su hombro.

—Oh no, no otra vez. —Luché contra su agarre.

—No. Sin payasadas en la cocina. —Marguerite agitó su cuchillo en


el aire hacia mí y Eli.

—Si tan solo supieras cuál es tu lugar, mujer, no tendría que hacer
esto. Sabes, deberías ser dócil, dulce y servil.

Cooper y West estallaron en carcajadas.

—Hablando de sumisión. Llévame al campo de entrenamiento,


muchacho. —Dejé que mis brazos y mi cabeza colgaran libremente por su
espalda—. Inmediatamente.

Lars había mencionado varias veces después de que limpié su oficina


que sería mejor que encontrara mi trasero en el campo de entrenamiento
después del almuerzo. En parte pretendía castigarme, pero sentí que estaba
tan nervioso como yo por mi lucha contra Aneira sin poderes.

Eli nos hizo girar hacia la puerta.

—¿Vas a sacar mi billetera de nuevo?

—Silencio, chico. No te dirijas a la futura reina de esa manera. —Mis


dedos tiraron del estuche de cuero.

Levanté la cabeza y les guiñé un ojo a West y Cooper, mientras


revisaba la billetera de Eli y sacaba el dinero en efectivo y lo metía en la
parte trasera de mis jeans. Cooper y West negaron con la cabeza, riendo.
—¡Espera! —Los brazos de Cal se agitaron alrededor de su sala de
espera—. Nena, será mejor que me saques de aquí, o también te orinaré en
la cabeza esta noche.

No se sabía que los pixies hicieran amenazas vacías.

—¿Chicos? —Miré a los chicos y le hice un gesto a Cal.

—Sí, lo sacaremos. Apoyo a cualquiera que quiera orinar sobre Eli.


—West me guiñó un ojo.

Gracias, le dije en voz baja. Saludé y le lancé un beso a Marguerite


mientras Eli nos metía por la puerta de la cocina. Al salir, el aire fresco rozó
mi piel expuesta, revitalizándome para salir de mi coma alimenticio. Eli me
cargó por unos pasos antes de detenerse y deslizar mi cuerpo por el suyo,
poniéndome de pie.

—¿Sabes lo que le hago a las futuras reinas voluntarias?

Mis dedos se envolvieron alrededor de las presillas de su cinturón,


tirando de él contra mí.

—Dilo.

—Las ato y uso mi boca para torturarlas. —Su barba incipiente rozó
mi mejilla, sus labios rozaron mi cuello.

Me puse de puntillas, tomando su cabeza entre mis manos.

—Creo que necesitaré una vista previa para ver cómo responderé en
situaciones como las que mencionas. —Mi boca se encontró con la de Eli
cuando una voz habló detrás de mí.

—Oye, pequeño Dae. —Nic trotó hacia nosotros, sus ojos marrones
brillando mientras nos miraba a Eli ya mí—. Alki me envió a buscarte. Dice
que debes estar en el campo ahora mismo.

—Sí. Gracias. —Los dientes de Eli rechinaron mientras miraba al


Incubus.
Los ojos de Nic vagaron lentamente a lo largo de Eli, con una
expresión de desafío e interés. Nic no discriminaba entre género, raza o
estatus. El sexo era sexo para él.

Eli captó la mirada de Nic.

—¿Ves algo que te guste?

—Más como algo que quiero. —Su labio se curvó—. Ahora veo por
qué mi pequeña Dae está tan contenta. Las vibraciones sexuales que
emanan de ti... —Nic aspiró.

Muchos hombres humanos se habrían sentido amenazados o


incómodos por su declaración, pero los Fae no crecían con los mismos
prejuicios sexuales. Incluso a pesar de lo varonil que era Eli, la atracción de
otro hombre no lo desconcertaba.

—Lo siento. Ya estoy en un compromiso. —Eli se encogió de hombros.

—Oh, yo también la deseo. Yo digo que hagamos una fiesta. —Nic me


guiñó un ojo.

Los hombros de Eli se erizaron.

—Sí, no vas a tocarla ni a meterte en la cama con ella nunca más.


¿Lo entendiste?

Eso es lo que Eli encontró ofensivo: Nic coqueteando conmigo.

—Entendido. —Nic levantó las manos—. No voy a negar que lo echaré


de menos. He disfrutado el tiempo contigo, pequeña Dae. —Nic se volvió
para irse—. Si alguna vez te aburres, ya sabes dónde encontrarme. —Guiñó
un ojo y se dirigió de regreso al campo.

Los párpados de Eli bajaron, mirando a Nic.

—Ella no lo hará.

Mis dedos se entrelazaron con los de Eli.


—Creo que estaba hablando contigo —lo burlé y lo arrastré hacia el
campo. Ambos necesitábamos trabajar un poco de energía extra, pero con
Alki no sería divertido. Horas de dolor y agonía se extendía por delante.

La sesión de tortura de Alki se prolongó durante cuatro horas. Mis


piernas apenas trabajaron para subir las escaleras a mi habitación. Eli abrió
la ducha y me empujó dentro. El agua caliente aflojó mis músculos e impidió
que temblaran. Eli se unió a mí, lavándome el cabello y sosteniéndome en
posición vertical. Tiempos como ahora extrañaba mis poderes Dae con una
pasión tan feroz que vaciaban mi corazón. Mi parte de Morador Oscuro me
mantenía de pie y me haría moverme más rápido que cualquier humano,
pero nada como mi magia Dae solía hacerlo. La falta de curación al instante
y tener abundante energía y fuerza zumbando de mi magia dejó un abismo
en mi alma.

—Odio esto. —Presioné mi cabeza contra la pared de azulejos. El


agua caía sobre mí desde arriba—. Sin mis poderes, soy débil. Siento que
me falta una parte de mí.

Eli agarró mis caderas y me dio la vuelta. Sus manos se curvaron en


mi mandíbula, inclinando mi cabeza hacia atrás.

—Puede que no tengas tu magia, pero eres cualquier cosa menos


débil. —El agua le corría por los hombros y la cara—. Créeme. Con o sin tus
poderes, sigues siendo la misma obstinada y un dolor de trasero de chica
que conocí en Silverwood. —Sonrió y se lamió el exceso de agua de su labio—
. No te definen. Tú te defines.

Mi mirada bajó, viendo las pieles de agua deslizarse de su brazo.


Agarró mi barbilla, volviendo mi cara hacia la suya.

—¿Entiendes lo que estoy diciendo?

—Sí. Lo entiendo. —Una suave sonrisa tiró de mi boca—. Y tienes


razón. Incluso si no fueras un Morador Oscuro, seguirías siendo un idiota.

Una sonrisa subió por su boca.


—Absolutamente. —Sus dedos agarraron mis caderas—. ¿Qué tal si
te muestro lo mucho que puedo ser?

Recién salida de una ducha y mientras me vestía, un lamento


penetrante llenó mis oídos y vibró el suelo. Eli se tapó los oídos con ambas
manos, haciendo una mueca. Sabía exactamente qué causaba el sonido,
habiendo experimentado algo similar en el rancho del Morador. El hechizo
de propiedad se había cruzado sin permiso. Antes de que pudiera
reaccionar, Eli salió corriendo de mi habitación. Me puse un par de
sudaderas y corrí tras él, mi cuerpo dolorido no me llevaba tan rápido.

—Oye, nena. ¿A dónde crees que vas? Tengo una cuenta pendiente
contigo —habló Cal mientras yo corría por la cocina. Probablemente estaba
allí siguiendo a Sinnie mientras ella trataba de hacer sus quehaceres.
Estaba solo sin Simmons. La ausencia de Simmons nos afectó a los dos más
de lo que imaginaba. Extrañaba al cabrón.

—Quédate aquí —ordené cuando atrapé la puerta cerrándose por la


que Eli había pasado.

—¿Y perderse toda la diversión? —Se acercó a mí—. De ninguna


manera.

—Entonces prométeme que te quedarás callado y fuera del camino.

Se acomodó en mi hombro.

—¿No lo hago siempre?

Lo miré con la ceja arqueada.

—Sí, sí, está bien. Lo haré esta vez.

Era propiedad de Lars, y él se ocuparía de quien intentara entrar,


pero no pude evitar ir. Siempre había sido protectora con mi familia y
amigos, pero desde que me convertí en Morador Oscuro, esos rasgos se
habían intensificado aún más. Este era mi hogar y lo defendería.
A mitad de camino recogí un olor.

Lorcan.

Esta vez no temí verlo. Él era la única conexión con mi mejor amiga.
Un sentimiento molesto oprimía mi corazón. Oh, por favor, di que está bien.

Los tendones de mis piernas se estiraron, doloridos por la tensión


mientras corría detrás de Eli. Cal volaba a mi lado. Mi corazón latía con
miedo y ansiedad. ¿Y si le pasó algo? ¿Qué le había hecho mientras estaba
con él? ¿La había lastimado? Tantos escenarios horribles pasaron por mi
cabeza mientras me habría camino a través del bosque hasta el límite de la
propiedad. El aroma de Lorcan mezclado con el de Kennedy me llevó en una
dirección definida.

Reduje la velocidad a un trote cuando vi a Lars, Rimmon, Gorgon,


Cole, Eli, Cooper y Gabby de pie en el anillo interior del límite de la
propiedad. Lorcan, Dax y Dominic eran fáciles de ver frente a nuestro grupo.

—No ese bastardo otra vez. —Cal flotaba en el aire, con los brazos
cruzados sobre su camiseta de Woody Woodpecker.

El odio se estrelló contra mi pecho en el momento en que vi el rostro


engreído de Lorcan. Mató a mi madre. Me la quitó. Entonces vi el pelo largo
y rojo que contrastaba como una llamarada con las hojas verdes de los
árboles. Samantha.

Un gruñido vibró en mi garganta.

Cal se coló debajo de mi cabello en mi cuello.

—Tranquila, nena.

Otro rugido subió por mi garganta. Entonces Kennedy entró en mi


línea de visión.

—¡Kennedy!

Inclinó la cabeza hacia mí y sonrió, pero no se apartó del lado de


Lorcan. Mis pies se detuvieron junto a Eli. Algo parecía estar mal, como
cepillar las plumas de un pájaro al revés.
—Lorcan, te juro por Dios que si la lastimaste... —escupí, mi furor
casi empuja mis pies sobre la línea invisible que divide a nuestros grupos.

—¿Te parece herida? —Esos familiares ojos verdes se entrecerraron


en mí, mirándome de arriba abajo con desprecio. Su parecido físico y sus
gestos con Eli siempre me inquietaban.

—Simplemente porque no puedo ver...

—Estoy bien, Ember. —La voz dulce y suave habitual de Kennedy


sonó audazmente en el aire, cortando mi perorata.

Lorcan abrió los brazos.

—Escuchamos que estabas reclutando gente para tu guerra. Pensé


que podríamos venir a ofrecer nuestros servicios.

Resoplé.

—¿Me estás tomando el pelo, ¿verdad?

Lars miró a Lorcan antes de asentir.

—¿Q-Q-ué? ¿Hablas en serio? ¡Pero mató a Aisling! —farfullé como


un gato en el agua.

Lars se volvió hacia mí lentamente.

—Esto es la guerra, Ember, y tenemos que sacrificarnos. —Sus ojos


brillaban con significado—. Puede que no me guste, y cuando termine la
guerra, algunas alianzas pueden terminar. Hasta entonces, debemos
trabajar contra nuestro enemigo común.

Lars y sus hombres se volvieron para irse, pero se detuvieron y se


enfrentaron a Lorcan.

—Nuestros sentimientos personales tienen que quedar en segundo


lugar si queremos lograr nuestro objetivo. No podemos ganar a menos que
estemos dispuestos a comprometernos de una forma u otra. —Miró a
Lorcan—. Eres bienvenido a unirte; sin embargo, si haces un movimiento
fuera de lugar, te mataré yo mismo.
Tan arrogante como podía ser Lorcan, su nuez de Adán se balanceaba
nerviosamente mientras asentía con la cabeza. El Rey Unseelie no hacía
amenazas que no tuviera la intención de cumplir. Lars y sus hombres
desaparecieron en el bosque.

—No puede hablar en serio. —Cal me pisoteó el hombro con el pie.

Me volví hacia Lorcan. Su sonrisa superior regresó a sus labios


mientras se pavoneaba por la línea de la propiedad. Con una palabra del
Rey, el enemigo estaba dentro de los muros.

Cuando Kennedy cruzó la línea, no corrió hacia mí como pensaba.


Ella se quedó al lado de Lorcan.

Nuevamente mi estómago se estremeció por la incertidumbre. Nadie


la sujetaba ni tenía un arma amenazándola. No tenía ataduras y ni siquiera
parecía asustada. Se mantuvo firme pero relajada en su postura. Mantuvo
la barbilla en alto y su comportamiento la reveló como parte del grupo, no
en contra.

Mi mirada se encontró con la de ella inquisitivamente, buscando un


SOS secreto o una señal de que estaba siendo aterrorizada de alguna
manera. Tal vez habían colgado a su familia o posiblemente a Jared como
una amenaza para que ella se comportara. Ella me enviaría una pequeña
señal. Nos conocíamos bien. Solo tenía que parpadear graciosamente para
que yo me diera cuenta.

No pasó nada. Kennedy no se apartó de mi mirada, sino que la


sostuvo. Una pared bloqueó cualquier emoción de su expresión. Había visto
a Kennedy cambiar y crecer después de descubrir que era un Druida, pero
esto se sentía diferente. La confianza hizo que su pequeño cuerpo se irguiera
más alto. No parecía asustada ni insegura.

Se me formó un nudo en el estómago, que traté de negar. Pero el


pensamiento siguió llegando. Ella no era una prisionera. Se quedó con ellos
por su cuenta.

—No me trago el hecho de que estés aquí para ayudar. —Cole estaba
en toda su altura, cada centímetro era una criatura poderosa.
Los ojos de Lorcan se dirigieron a Kennedy y luego rápidamente
volvieron a mirar a Cole.

—Nunca me he opuesto a que trabajemos juntos. Ustedes sí. Siento


que podemos ser más fuertes cooperando que separados contra Aneira.

La risa atronadora de Eli llenó el aire.

—Este comentario proviene del tipo que traicionó a su familia, se


metió en la cama con el único enemigo que nos prohibió la entrada a la
Tierra, secuestró a Ember, la entregó a la Reina, y luego secuestró a
Kennedy. —Eli le hizo un gesto a mi amiga—. ¿Y quieres que confiemos en
ti? No lo creo.

Lorcan se frotó frenéticamente la cabeza rapada.

—Cree lo que quieras de mí. Lo que hice fue por ustedes. ¿Crees que
quería ir con Aneira? Eli, no podías ver bien cuando se trataba de ella. —
Lorcan me señaló—. Sabía que ir con Rey Unseelie solo causaría una guerra.
Y lo hizo. Quería evitar el combate, así que fui a la fuente. Traté de mantener
a mi familia alejada de esto. Lo hice por ti.

Cooper soltó una breve carcajada.

—Creo que todos podemos prescindir de tu versión de estar ahí para


tu familia.

Dominic se acercó a la línea.

—Bájate de tu maldito caballo, Cooper. Lorcan fue el único que


realmente sacrificó algo. Elighan solo sacrificó su juicio y ética para estar
con esa abominación. Él lo hizo para sí mismo. Nosotros no.

—Me encanta que hablen de mí como si no estuviera aquí. Muy bueno


para el ego —murmuré. Nadie me escuchó—. ¿Matar a mi madre fue solo
por amor a tu familia? —le escupí a Lorcan.

Eli rápidamente envolvió sus dedos alrededor de mi muñeca. La


sensación de su mano sobre mí me calmó un poco, pero mi necesidad de
hacer que Lorcan pagara por sus crímenes me presionó con mayor fuerza.
—Sí —respondió Lorcan—. Estaba haciendo un trabajo. Éramos
mercenarios. Es lo que hicimos. Matamos para vivir, Ember. Hemos matado
a muchas criaturas y personas que tenían madres y familias. Tu madre no
fue personal para mí.

—¡Ella lo fue para mí!

—Si quieres odiar a alguien, odia a Aneira. Quería tu muerte y planeó


el asesinato de Aisling hasta el último detalle. Yo era un peón que usó para
hacerlo.

Pero Aneira no estaba aquí, y Lorcan sí. ¿Había alguna diferencia


entre la persona que cometió el crimen, pero no tenía vínculos con él y la
persona que no se ensució las manos, pero lo había planeado todo?

Dominic infló su pecho a Eli y dijo acusadoramente:

—Lástima que Eli lo arruinó, y tu sobreviviste. De lo contrario, no


estaríamos aquí en este lío.

Eli rugió y se abalanzó sobre Dominic. En ese milisegundo, todos se


movieron hacia el grupo opuesto de Moradores Oscuros. Lo vi como una
oportunidad perfecta para ir a por Lorcan, pero Samantha se interpuso en
mi camino. Ella serviría igual de bien.

Una sonrisa cruel torció mis labios. Mi odio por ella era más fuerte
que por Lorcan. Sí, mató a mi madre, pero no fue personal para él. Todo en
Samantha era ofensivo. Ella mató a Ian por su venganza hacia mí. Ella le
había cortado la garganta con el puro vértigo que solo venía de los
verdaderamente sádicos.

Cal sintió que me enroscaba. Voló por los aires mientras yo me


enfocaba en la garganta de Samantha. Lo quería.

Tu muerte es mía. Sus palabras entraron en mi mente.

¿Qué demonios? No esperaba su voz dentro de mi cabeza. Ella se


lanzó hacia mí, atrapándome en un momento vulnerable.

—¡Ember! —gritó Cal, volviéndome a enfocar.


Agarró las puntas de su cabello y tiró de su cabeza hacia atrás. Ella
gritó y me abalancé. La sensación de mis pupilas cambiando a finos
diamantes, ojos de una asesina, subió mi adrenalina más alto. Mis dientes
anhelaban su garganta; mi boca se hizo agua por la matanza. La necesidad
de destrozarla estaba ahí, pero Samantha era el verdadero monstruo. Yo
solo era una aspirante. Había pocas posibilidades de que pudiera lastimarla.
Estaba dispuesta a intentarlo.

A mitad del salto hubo un pop. La presión aliviada en el aire rompió


mi enfoque en Sam y nos lanzó a las dos de regreso al suelo. Aterrizamos a
solo unos metros la una de la otra. El aire entraba y salía de mis pulmones
mientras me orientaba.

¿Qué acaba de suceder?

—¡DETÉNGANSE AHORA! —La voz de Kennedy tronó a través de mi


neblina. Mi cabeza se levantó para mirar.

Todos, excepto Kennedy, habían caído al suelo en grupos rebeldes.


Todos ahora mirábamos boquiabiertos a la chica que estaba en el medio.

Mierda en corteza de fresno. ¿Kennedy hizo eso? Sus poderes habían


aumentado mucho desde la última vez que la vi.

—Fue mi idea venir aquí hoy. —Hablaba con confianza y su mirada


se posó en todos nosotros—. Estaremos mejor juntos que separados. Así que
superen el pasado y sus problemas. ¡Todos ustedes! —Me dirigió sus últimas
palabras, sintiendo mi refutación—. Y te comportarás. —Señaló a Lorcan
cuando abrió la boca para hablar—. Estoy de acuerdo con Lars. Tratemos el
problema real. Ahora mismo tenemos que trabajar en equipo. Necesitamos
derrotar a Aneira. Tendrán la oportunidad de matarse unos a otros después.

Lorcan cerró la boca con un clic. Sus ojos se apartaron de su intensa


mirada sobre él.

Si hubiera estado de pie, mi mandíbula habría golpeado el suelo.


Nunca había visto a nadie callar a Lorcan ni tener ningún tipo de control
sobre él. ¿Qué había sucedido para convertir al cautivo en líder?

Cole se puso de pie primero.


—Ella tiene razón. Nuestros rencores deben pasar a un segundo
plano por ahora.

—¡Fácil para ti decir! —Me levanté de un salto—. ¡Uno de ellos no


mató a uno de tus buenos amigos y a tu madre y te entregó a la Reina!

Ember, suficiente. La voz de Cole apareció en mi cabeza. Podía oírlo.


Pareció entender el agrandamiento de mis ojos. Sin tus otros poderes, te
convertirás en un Morador Oscuro. Te estás enlazando con nosotros.
Comenzará esporádicamente, pero se volverá más sólido a medida que pase
el tiempo. Su voz vino claramente a mi mente.

Por supuesto. Así como una vez me había vinculado con Torin, ya
que había perdido mi magia Fay, ahora estaba vinculada a los Moradores
Oscuros.

Cole me había hablado mentalmente, pero ahora se dirigió al resto


del grupo en voz alta con una voz tranquilizadora. El Alfa tenía el poder de
calmar a los demás con su voz. El profundo tenor de su voz nos tranquilizó
a todos de vuelta.

—Pero Aneira es un enemigo mucho mayor. Ella destruirá la Tierra y


todo lo que han llegado a amar. Todos seremos esclavos, no solo los
humanos. No estoy diciendo que tengan que llevarse bien o incluso ser
cordiales, pero necesito que tengamos una tregua.

—Pero… —Mis palabras fueron interrumpidas cuando el Alfa levantó


la mano. Mi voz murió en mi garganta.

Retrocede, Ember, ordenó en mi cabeza.

—No toleres eso. —Cal se posó en mi brazo. No entendía que yo no


quería, pero no tenía otra opción.

Cole continuó:

—Solo hasta que termine el conflicto, como recomienda Kennedy.


Entonces podemos tratar entre nosotros. Hasta entonces, necesitamos una
tregua entre nosotros.
Todo en mí quería protestar, pero tenía que respetar la autoridad de
mi Alfa. Si no hubiera sentido en el fondo en algún lugar que Cole, Lars y
Kennedy tenían razón, probablemente lo habría disputado más.

Eli se cruzó de brazos.

—Bien. Pero eso no significa que voy a confiar en él... o en cualquiera


de ellos. Ni por asomo.

—Lo mismo aquí, hermano —se burló Lorcan.

Labios se movieron contra mi oreja.

—Y en el momento en que esta pequeña tregua termine, voy a


disfrutar de hacerte pedazos —susurró Samantha.

—Lo mismo —me burlé de ella—. Con placer.


Capítulo 16
Traducido por NaomiiMora

—¡Kennedy! —gritó Jared mientras ella y yo caminábamos hacia el


campo de entrenamiento.

Mientras corría hacia nosotros, noté cómo su cuerpo comenzaba a


desarrollarse de un niño a un joven, llenando más su camiseta usada. Poco
a poco se estaba poniendo al día con su edad humana real. Jared cumpliría
diecinueve en unos meses, pero su cuerpo y su mente aún eran jóvenes. No
parecía tener mucho más de quince o dieciséis años. Habían pasado casi
cuatro años terrestres mientras estuvo encerrado en el Otro Mundo antes
de que yo lo sacara a él ya Kennedy.

La edad no solía importarle a los Fae ya que vivimos durante miles


de años, pero Jared era mitad humano. También se crio en la Tierra,
creciendo de manera diferente al resto del clan. Debido a su mitad humana,
tendían a mimarlo demasiado. Ahora se avecinaba una guerra y Cole parecía
demasiado consciente de los mimos que Jared había recibido.

Unas noches después de la llegada de los Moradores Oscuros al


complejo de Lars, escuché a Owen, Jared y Cole discutir. Podría culpar de
mi curiosidad a mi oído fino de Morador Oscuro. Pero, diablos, seamos
honestos. Simplemente era entrometida.

—¿Quieres que entrene, pero no pelee? —La voz de Jared sonó a


través de la delgada pared de madera de la cabaña temporal que habitaban
en el aire frío de la noche.

—Es mi culpa —habló Cole—. Debería haber sido más inflexible sobre
tu entrenamiento desde el principio, pero ahora la culpa es retrospectiva.
—Jared, tengo entendido que estás molesto con nosotros, pero tienes
que saber que solo estamos haciendo esto para tu beneficio. —Para mí, el
tono de Owen siempre se sintió como un ungüento en una llaga. Calmante
y relajante.

Excepto que Jared no parecía tomarlo de la misma manera.

—¿Crees que mantenerme fuera de la batalla es un beneficio para


mí? No, es solo por tu bien porque no crees que pueda aguantar. ¡Para ti soy
débil e inútil!

—Jared. —Cole resopló de irritación—. No es que pensemos que eres


débil. Pero por mucho que te guste negarlo, eres mitad humano. Tu herencia
te hace ser más vulnerable que nosotros. No te criaron como tu padre y yo,
lo cual es algo bueno, te lo prometo. —Un pequeño suspiro salió de la
garganta de Cole—. Estás pasando por un momento difícil en este momento.
Hablo por experiencia en la crianza de tres Moradores Oscuros adolescentes.
Tú más. Tanto sus hormonas humanas como las de Morador Oscuro están
fuera de control. Todo se intensifica y no se puede pensar con claridad. Eres
agresivo e impulsivo. —Cole hizo una pausa. Podía ver su silueta ir y venir
junto a la ventana—. Mantengo mi decisión. Eres demasiado joven e
inexperto para estar en el campo de batalla, pero aun así quiero que
entrenes todos los días.

—Tonterías —habló Jared. Algo golpeó la pared haciendo temblar la


cabina. Lo más probable es que fuera su pie o su puño—. ¿Así que hago
todo el entrenamiento, pero no puedo ponerlo en práctica?

—A partir de ahora. Sí —respondió Cole.

—¿Ahora? —La voz de Jared se elevó con optimismo—. ¿Existe la


posibilidad de que, si trabajo muy duro y me vuelvo realmente bueno, me
dejes ir?

Hubo una larga pausa antes de que Cole hablara.

—Quizás. —Quizás era todo lo que necesitaba Jared. En cada


momento despierto, Jared se lanzaba a entrenar. Tratando de acumular
años de educación y práctica en unas pocas semanas. Siempre había uno
de sus compañeros Moradores Oscuros entrenando con él.
El oponente de hoy fue Owen. La voz atronadora de Alki llegó desde
el campo mientras él y Koke mostraban sus movimientos en el escenario.
Miles de Faes Oscuros se movieron simultáneamente juntos, creando una
obra de arte en movimiento en el césped.

—¡Bebé! —Jared dejó caer su espada.

Pura felicidad se mostró en sus ojos cuando vio a Kennedy


caminando hacia él. Corrió hacia ella, casi tirándola cuando la rodeó con
sus brazos. Las palabras se atascaron en su garganta cuando tomó su rostro
y la miró fijamente. Se inclinó y la besó con fuerza. Sus brazos la apretaron,
tocando cada parte de ella.

—No puedo respirar. —Los labios de Kennedy se convirtieron en una


sonrisa, pero la misma felicidad no se mostró en sus ojos.

—Lo siento mucho... maldita sea, te he echado de menos. ¿Estás


bien? ¿Te hicieron daño? —La miró frenéticamente de la cabeza a los pies.

—No, estoy bien. —Escapó de sus brazos.

Esperé ansiosamente el momento en que Jared notara a Lorcan.


Cuando llegó, Jared no defraudó.

—¡Idiota! ¿Cómo te atreves a mostrar tu rostro aquí? —Voló hacia


Lorcan. Eli podría haber intervenido fácilmente para bloquear el puñetazo
de Jared, pero se apartó, con una media sonrisa en el rostro.

Lorcan también podría haberse hecho a un lado; sus reacciones eran


mucho más rápidas que las de Jared. Pero Lorcan dejó que el golpe hiciera
contacto, lo que solo hizo que tropezara uno o dos pasos hacia atrás. Jared
giró el hombro y se estrelló contra el estómago de Lorcan. Estaba
asombrado, pero Lorcan lo tomó. No luchó contra Jared ni trató de
detenerlo. Fue la primera cosa decente que vi hacer a Lorcan. Sabía que se
lo merecía.

Miré a Kennedy. Esperaba que estuviera en el medio tratando de


evitar que Jared saliera lastimado, pero solo los miró fijamente, con el ceño
fruncido. Kennedy solía ser muy sensible a las peleas de personas. Cuando
veía películas con extrema violencia, siempre se escondía debajo de las
sábanas mientras Ryan y yo las disfrutábamos. Así que su falta de acción
me sorprendió.

—Ahora las cosas están mejorando. Debería decirle a Sinnie que


cocine palomitas de maíz. —Cal se apoyó en mi cuello. Lo aparté. Aleteó a
mi lado y resopló.

—Jared, suficiente. —Cole finalmente intervino y tiró de él hacia


atrás.

—Déjame ir. —Se molestó Jared, con los ojos todavía fijos en su
objetivo.

—¿Cooper? —Cole asintió con la cabeza.

Cooper avanzó y envolvió sus dedos alrededor de la nuca de Jared,


llevándolo hacia el bosque.

—Vamos a caminar. Cálmate.

—No quiero calmarme. ¿Cómo van a dejar que venga aquí después
de lo que ha hecho? Secuestró a mi novia. Nos traicionó. —La agresión de
Jared volvió a aumentar.

Cole le dio a Cooper otra mirada mordaz y Cooper empujó a Jared


hacia adelante. Jared tropezó mientras trataba de darse la vuelta y regresar,
luchando por salir del agarre de Cooper. Finalmente desaparecieron entre
los árboles, pero escuchamos las peroratas de Jared durante mucho tiempo
después.

—Creo que tenemos que discutir algunos asuntos —dijo Cole con
frialdad y se volvió hacia las cabañas temporales que Lars había construido
al otro lado del campo.

La mayoría de los Fae acampaban afuera, pero algunos exigían algún


tipo de vivienda, ya fuera una casa en un árbol o una madriguera en el
suelo. Los Moradores Oscuros se hicieron cargo de algunas cabañas e
hicieron un enorme pozo de fuego donde se sentaban la mayoría de las
noches.
Gabby, Samantha, Dax y Dominic siguieron a Cole. Seguí mirando a
Kennedy. Sus ojos y labios estaban apretados mientras miraba entre la
forma desaparecida de Jared y Lorcan. Lorcan se limpió la sangre de los
labios. La miró brevemente y luego se alejó.

Dio media vuelta y, sin decir una palabra, caminó penosamente hacia
la cabina, con los hombros rígidos. Mis piernas se movieron para alcanzarla.

—¿Estás segura de que estás bien? —Tomé su mano en la mía


mientras caminábamos.

—Ojalá la gente dejara de preguntarme si estoy bien —respondió sin


siquiera mirarme—. Como sabes, no soy fácil de controlar ahora. —Le había
dicho lo mismo hace meses. No sabía qué había causado el abismo entre
nosotras, pero algo andaba mal.

El olor de Lorcan flotaba cerca de nosotros, haciendo que mi


naturaleza depredadora se encendiera. El impulso de girar y arrancarle la
garganta era tan atractivo que tuve que forzar mi mano libre en un puño,
que metí en mi bolsillo. La presencia de Eli detrás de mí ayudó a actuar
como un amortiguador entre Lorcan y yo.

No sabía cómo iba a tener una tregua con Lorcan o Samantha.

Nos reunimos fuera de la cabaña de Cole y Owen. La tensión


crepitaba en los bordes del grupo, tensando el precario tratado. Lorcan se
pavoneó junto a Cole en desafío para demostrar que todavía tenía autoridad
sobre su propio grupo. Las cosas nunca volverían a ser como solían ser.
Lorcan dejó en claro que era Alfa en su manada y que nunca volvería a ser
Beta. Eli apretó los puños ante la audacia de Lorcan, pero mantuvo la boca
cerrada.

El cuerpo de Cole se tensó, pero no le dijo una palabra a Lorcan.

—Sé que trabajar juntos será difícil. Pero necesitamos una alianza
entre nosotros para derrotar a nuestro enemigo común. Sé que ninguno de
nosotros quiere que Aneira tenga el control de la Tierra y el Otro Mundo.
Sus poderes ya son demasiado grandes. Sus ideas de libertad y supremacía
han destruido el nuestro y muchos otros clanes oscuros, y su dominio sobre
Humanos y Faes solo empeorará. Puede que no estemos de acuerdo en
muchos temas, pero creo que podemos unirnos en este. —La voz de Cole se
disparó a través de la asamblea, dejándonos quietos.

Lorcan asintió.

—Sí, estoy de acuerdo con Cole. Necesitamos dejar atrás el pasado y


enfocarnos en el futuro.

—¿Tú olvidar el pasado? —se burló Eli—. Encuentro divertido lo que


dices cuando todo lo que haces es volver a mencionarlo y culpar a los demás
de por qué haces las cosas que haces. Te quedas ahí pretendiendo ser Alfa,
diciendo que tenemos que luchar contra Aneira, cuando eras tú quien
trabajaba con ella. Nosotros no.

Lorcan cambió su peso y se movió bajo el escrutinio.

—Entiendo tu sentir, Elighan. Como líder, haces lo que crees que es


mejor para tu clan. En ese momento sentí que estaba haciendo
precisamente eso. Rápidamente me di cuenta de que la elección podría no
haber sido la más efectiva. He hecho las paces y he seguido adelante. Eres
tú quien no lo dejará ir. Ni tu ni Cole pueden quedarse aquí y decir que
siempre han tomado las mejores decisiones para la familia. Nuestra división
prueba esto.

Las manos de Eli se apretaron aún más. Cole miró al suelo y respiró
hondo.

—Cuán éticos se han vuelto ustedes aquí en la Tierra. ¿Crees que


Padre me estaría cuestionando siquiera? Entendía los verdaderos actos de
un líder y lo lejos que a veces tenías que llegar.

—Padre no habría hecho lo que hiciste —dijo Eli.

Lorcan negó con la cabeza.

—No tienes idea de quién era Dragen en realidad, Eli. Eras joven y lo
idolatrabas. Vi de lo que era capaz. Pregúntale a Cole. Él sabe de lo que
estoy hablando. Tienes una noción de padre que es una fantasía. Madre
también. Ella era igualmente cruel y confabuladora. Solo viste lo que querías
y solo recuerdas lo que querías. Eran Moradores Oscuros principio a fin,
razón por la cual Cole se ha esforzado tanto en criarte de manera diferente.
Nunca le gustó cómo lidereaban. Los odiaba. ¿Verdad, Cole? —Lorcan se
volvió hacia Cole.

Cole se quedó inmóvil, aunque podía sentir las vibraciones de cada


uno de sus músculos luchando por no golpear a Lorcan contra el suelo.

—Era mayor, ya estaba demasiado lejos para seguir los pasos de


papá, ¿eh, Cole? ¿Es esa la razón por la que eligió a Eli? ¿Me parecía
demasiado al hombre que despreciabas? —Lorcan se volvió hacia Eli—. Por
otro lado, Cole aún podría salvarte.

El hombre a mi lado inhalaba y exhalaba profundamente


respiraciones. Eli se quedó quieto, pero la violencia debajo era atronadora.

—¿Y quieres saber por qué Cole odiaba tanto a papá? ¿El hombre al
que admirabas como un héroe? — Lorcan le lanzó a Cole una mirada aguda,
llena de significado. Y Cole pareció entender las palabras no dichas.

—Lorcan, no lo hagas. —Cole negó con la cabeza y miró rápidamente


a Eli.

—¿No qué? ¿Decir la verdad? ¿No crees que es hora de que lo sepa?
—La mano de Lorcan señaló en dirección a Eli. El cuerpo de Eli se crispó,
su mirada se movió entre los dos hombres.

Una inquietante conciencia se apoderó de mí de repente. Oh no.

—¿Cuándo supiste que eras el hijo bastardo de mi padre, Cole? —


Lorcan cruzó los brazos cuando un grito ahogado cayó sobre el grupo.

Owen dio un brinco hacia adelante.

—¿Qué?

Cole ignoró el arrebato de Owen, los músculos de su mandíbula se


tensaron.

—¿Cuándo lo hiciste?
—Hace mucho tiempo. —Una emoción fugaz revoloteó a través de la
expresión de Lorcan—. Una noche encontré a mi padre acercándose a
escondidas a tu madre cuando tu supuesto padre se fue a un trabajo, un
trabajo que mi padre le asignó. No pasó mucho tiempo antes de que me
diera cuenta de que la aventura había durado un tiempo. Después de que
naciste, pude verlo en la forma en que el Padre te miraba y en cómo se dirigía
a ti. La dureza que te mostró fue una bandera roja. Y de vez en cuando podía
verlo en ti. Tu boca, en tus gestos.

—¿Qué? ¿Esto es una broma? —El pecho de Eli se sacudió a mi lado


mientras trataba de hablar. Cuando ninguno de los hermanos lo miró, se
volvió hacia Lorcan—. ¿Lo sabías y no me lo dijiste? ¿Madre lo sabía?

—Sí. —La habitual expresión de suficiencia de Lorcan se evaporó y


las comisuras de su boca se volvieron hacia abajo, como un niño herido—.
Una noche escuché a Padre y Madre discutiendo sobre Cole. Lo obligó a
guardar silencio sobre la aventura y su bebé bastardo. Era fácil cuando se
parecía tanto a su madre. Fácilmente podría mezclarse como el hijo de
Donovan. —La voz de Lorcan salió baja, la ira tiñendo su tono—. Quería el
título de Alfa más de lo que quería una compañera fiel.

Pude ver la tormenta que se avecinaba en la mente de Eli, sus


emociones una ráfaga de dolor, traición y conmoción. Mantuvo su cuerpo
rígido, sus cejas fruncidas.

—¿Tu eres mi hermano? —Los ojos de Eli estaban en Cole, su voz


salió como un susurro.

—Mitad —dijo Lorcan.

—Mierda —murmuró Gabby en voz baja. Sus ojos no brillaron de


emoción como lo hacían normalmente en el drama. Ni ella pudo tomar a la
ligera la revelación de Lorcan.

Owen se quitó los lentes y se frotó los ojos.

—¿Cómo es que no me lo dijiste?

Cole se dio la vuelta, su temperamento estallando.


—Porque no quería que fuera verdad. Sabía que me mirarías diferente
si lo supieras. —Owen dio un paso atrás. Cole cerró los ojos antes de volver
a abrirlos—. Eres mi hermano, Owen. Nada cambiará el hecho, y no quería
que cambiara para ti.

Owen asintió con la cabeza. Pasaron unos momentos antes de que


encontrara su voz.

—No lo hará. Mitad o completo, sigues siendo mi hermano.

Cole dio un gran paso y envolvió a Owen en un abrazo, golpeando su


espalda.

—No quiero que Jared lo sepa. —Le oí susurrarle al oído a Owen.

Owen asintió, su mano se movió hacia el hombro de Cole mientras se


separaban.

El odio de Lorcan hacia Cole ahora tenía más sentido para mí. Lorcan
había descargado su enojo con su padre en el niño inocente, como resultado
de una aventura. Esto había hecho que el ascenso de Cole a Alpha fuera
aún más doloroso para Lorcan, especialmente cuando Cole eligió a Eli.

Y aquí pensaba yo que mi familia debería estar en un espectáculo de


televisión.

Los pies de Eli se mantuvieron firmes en el suelo mientras miraba a


sus dos hermanos mayores. Sabía que Eli pensaba en todo su clan como
sus hermanos y hermanas, pero esto era un poco diferente. Cole era de
sangre, un medio hermano del que nunca había conocido. Un profundo
secreto familiar finalmente encontró su camino a la superficie.

La mirada de Cole aterrizó en Eli, suavizándose.

—Lamento no haberte dicho. No quería ser yo quien destruyera tus


puntos de vista sobre tu padre. Pensé que era mejor dejar todo como estaba.

—Aun así deberías habérmelo dicho. —Las manos de Eli se


levantaron, mientras se pasaba la cabeza por la cabeza—. ¿Por qué ahora,
Lorcan? ¿Por qué sacarlo a colación ahora?
—Porque sentí que era hora de que supieras la verdad. Estás tan
decidido a que yo sea el villano a pesar de que no tienes idea de cuántas
veces te protegí, cómo me paré frente a mi padre cuando se volvió abusivo y
cruel. Recibí las palizas cuando se emborrachaba y su temperamento
necesitaba una salida. —Lorcan se golpeó el pecho con los dedos—. ¿Aun
así quieres convertirme en el malo? Bien.

La reacción a las palabras de Lorcan contorsionó el rostro de Eli.


Apretó los puños y echó para atrás los hombros. Un silencio palpable
envolvió al grupo. Entramos en el ojo de la tormenta, esperando con temor
a que la ira de la Madre Naturaleza reapareciera.

La voz baja de Cole finalmente atravesó la barricada invisible.

—Quiero hablar de eso, Eli. Tenemos muchas cosas que discutir,


pero creo que deberíamos hacerlo más tarde, en privado. —Cole se rascó la
nuca. Era su gesto cuando estaba frustrado o nervioso.

Eli apretó la parte de atrás de su cuello con una mano. Quería


consolarlo, pero sabía que primero tenía que procesar los hechos. Ahora
mismo rechazaría cualquier consuelo. Sus instintos estaban en guardia y a
la defensiva.

—Sí. Necesitamos volver a lo que es realmente importante: matar a


la Reina. —El tono de Eli sonaba frío y cortante.

Oh, sí, va a necesitar algo de tiempo con este.

—¿Eli? —Si podía sentir que Eli se apagaba, Cole también podía
sentir el cambio de humor de su segundo.

—No, tienes razón. —Eli hizo rodar sus propios hombros, su cuello
rígido—. No podemos cambiar el pasado. Centrémonos en lo que podemos
modificar.

El nerviosismo se apoderó de mi corazón, mientras sentía que su


estado de ánimo se desviaba por un callejón vicioso.

Eli se aclaró la garganta y ajustó su postura, una clara señal de que


estaba cambiando de tema.
—Todos saben que recientemente me llevaron al Otro Mundo donde
Aneira levantó la maldición para que yo pudiera atravesar las puertas. —Se
detuvo. Mis pies se sentían como si estuvieran de pie sobre una trampilla,
sin saber a dónde iba con esto—. Pensé que era temporal, pero para mi
sorpresa, cuando escapamos, pude volver a atravesar las puertas. Me tomó
un tiempo, pero finalmente se me ocurrió que Aneira les había otorgado a
todos… —la mano de Eli se movió en dirección al grupo de Lorcan—, la
misma libertad cuando trabajaban para ella. De repente me pregunté, ¿para
qué necesitabas a Kennedy? ¿Por qué secuestrarla y hablar de tu necesidad
de ella si ya pudiste atravesar las puertas del Otro Mundo?

Mi cabeza se torció hacia arriba cuando su punto completó su círculo


en mi cerebro. Todos, excepto el clan de Lorcan, gritaron para mirar a
Lorcan.

—Mierda —gritó Gabby—. ¿Por qué la secuestraste?

Varias miradas inquisitivas aterrizaron en Lorcan. Se tiró de la parte


inferior de la chaqueta con una sonrisa de dolor en el rostro.

—Porque la maldición no se ha levantado.

Mi mano fue a mi cadera mientras cambiaba mi peso hacia un lado.

—¿De qué estás hablando? ¿Te lo volvió a poner? He visto a Eli entrar
y salir por esas puertas.

—No, estúpida perra. —Samantha se colocó frente a Dax y Dominic.

El calor quemó mi cuello mientras la ira llenaba mis huesos, y Eli


rápidamente se paró frente a mí y miró a Samantha.

—Estoy mirando a la estúpida perra, si vuelves a abrir la boca. —Su


voz se heló tan rápidamente que enfrió mi furia.

Los ojos de Samantha se agrandaron y luego se redujeron a astillas.

—Ya no eres mi Alfa, Eli, y ya no eres el hombre al que se supone que


debo obedecer. Cole te arruinó. Te quitó tu verdadero destino.

Los ojos de Eli nunca dejaron los de ella, incluso su voz.


—Y estoy agradecido.

Los ojos de Samantha florecieron en un rojo profundo, y un gruñido


siseó de sus dientes.

—¡Deténganse! —Lorcan levantó el brazo hacia Samantha—. No


tenemos tiempo para tus pequeñas rabietas.

Ella frunció el ceño en su dirección, antes de escabullirse entre los


dos matones a su lado. Su mirada bailaba de un lado a otro entre Eli y yo.

—Ahora para responder a tu pregunta. —Lorcan curvó su cuerpo


para mirarme—. Todavía podemos entrar y salir por las puertas del Otro
Mundo, pero eso no significa que la maldición se haya levantado.

—Ve al grano, Lorcan. —Cole agitaba inquieto su cuerpo de un lado


a otro.

—También pensé que cuando Aneira nos dio la entrada, ya no


teníamos que preocuparnos. Pensé que mi plan había funcionado y que
habíamos conseguido lo que queríamos. Regresé al Otro Mundo, pensando
que estábamos en casa, donde pertenecíamos. Estuvimos allí solo un día del
Otro Mundo antes de que lo sintiéramos. —Lorcan hizo una pausa con estilo
dramático—. Fue como si la tierra nos rechazara. Después de un tiempo, se
volvió demasiado doloroso. Tuvimos que retirarnos a la Tierra. —Todo su
clan asintió con la cabeza en acuerdo con su historia—. Puede que se nos
permita entrar y salir del Otro Mundo, pero todavía estamos prohibidos en
la tierra. La maldición de Aneira nunca se levantará de nosotros. O hacemos
que un druida lo rompa, o Aneira tiene que morir. Sabíamos que, si Ember
era la que se profetizaba, entonces no tendría sentido quitarle la espada. Si
lo lograba, la maldición se rompería. Si no lo hizo, todavía tenía refuerzos.
Kennedy. Fue lo mejor de ambas situaciones.

Eli negó con la cabeza.

—Pero yo estaba en el Otro Mundo y no sentí nada.

—Estuviste allí solo unas horas y ya estabas herido. ¿Cómo sabes


que no empezaste a sentirlo? —La ceja de Lorcan se levantó, desafiando la
declaración de Eli.
—Es cierto. —West dijo en voz baja junto a Eli—. No entendí en ese
momento, pero tiene sentido. La falta de sangre me había debilitado, pero
era más que eso. Estar allí me destruyó, me destrozó por dentro. Pensé que
era porque había estado en el lado de la Luz demasiado tiempo. —West había
sido un hueso cuando lo sacamos de allí. Su rápido declive fue causado por
algo más que la simple pérdida de sangre.

Eli se frotó distraídamente el codo, frunciendo el ceño.

—Está diciendo la verdad. —Las diminutas piernas de Kennedy la


llevaron hacia Lorcan, de pie desafiante a su lado—. Hice un hechizo
revelador, y la maldición se cerró con fuerza alrededor de su aura.

—Entonces nada ha cambiado realmente —dijo Cole—. Romper


nuestra maldición es importante para nosotros, lo sé, pero será en vano si
no tenemos otro mundo al que regresar, o nos hemos convertido en esclavos
de Aneira o estamos huyendo de ella. Somos una especie egocéntrica, pero
no podemos olvidar que la guerra está más allá de nuestros pequeños
problemas. Luchamos por una causa más grande. Luchamos por todos los
Faes de Oscuridad. Romper nuestra maldición es la guinda del pastel si la
matamos.

—Gracias. —Levanté los brazos—. Finalmente lo admites. —Desde el


día en que conocí a los Moradores Oscuros, habían estado obsesionados con
volver al Otro Mundo. No parecía importar a quién lastimaban o qué más
pasaba a su alrededor. Era agradable escuchar a Cole reconocer su
tendencia fanática.

—¿Qué? —La boca de Cole se arqueó.

Mis párpados bajaron.

—Toda la parte egoísta, no puede ver más allá de sus propios


imbéciles.

Las risitas estallaron entre la reunión.

—La sección No se trata solo de ti.

—No recibí el memo. —West se inclinó más allá de Eli para verme.
—Muy bien. —Cole aplaudió—. Por ahora creo que podemos
tomarnos un descanso. Lars se reunirá con Lorcan y conmigo más tarde, y
les haremos saber cuál es el plan. Hasta entonces, no nos molestemos y
tratemos de llevarnos bien cuando lo hagan.

Los murmullos zumbaron a través de los clanes mientras la gente se


dispersaba.

—¿Eli? —llamó Cole.

Eli asintió rápidamente y se movió hacia los otros Moradores


Oscuros.

—Oye. —Agarré su mano.

Eli me miró sin emociones. No dije nada en voz alta ni a través de mis
ojos. No lo necesitaba. Su cabeza se levantó ligeramente y apretó mi mano.
Luego se dio la vuelta y caminó hacia su nueva familia. Owen, Cole, Lorcan
y Eli se dirigieron a la cabaña y cerraron la puerta detrás de ellos.
Capítulo 17
Traducido por Yiany

Kennedy compartía habitación con Gabby, así que me dirigí


directamente allí después de la reunión. Teníamos mucho de lo que
ponernos al día. Mi último encuentro con Kennedy me dejó incómoda,
excluida, algo que no había experimentado con ella. Nunca pensé que
Kennedy fuera capaz de sentir resentimiento o enojo, pero ya no era la chica
de la escuela, ya no era vulnerable. ¿Y si se enterara de que nunca la había
buscado? Mi culpa por sí sola era suficiente para poner una división entre
nosotras.

Mis nudillos golpearon la puerta de madera.

—Adelante. —La voz de Kennedy empapó a través de las grietas.

Entré en la pequeña y acogedora cabaña. La ropa de Gabby estaba


colgada por todas partes, sobre una silla y rezumaba de su tocador como si
vomitara tela, pero ella no estaba en la habitación. Kennedy estaba de
espaldas a mí. Colocó la ropa doblada de su bolso en una ordenada pila
sobre su cama.

—Hola. —Cerré la puerta, pero no me aventuré más allá de la


entrada.

—Hola. —Kennedy se mantuvo de espaldas.

Sacó más ropa del paquete de lona de la que tenía antes. Lorcan
probablemente le dio la bolsa llena de ropa que le había comprado. La idea
de que él le comprara cosas como champú o tampones no se instaló
correctamente en mi mente.
—Espero que Lorcan tenga más sentido de la moda que Gabby u
Owen. —Mi intento de humor fracasó mientras ella seguía desempacando
su maleta sin decir palabra.

Me moví, sintiendo el incómodo silencio construyéndose entre


nosotras.

—Ken —titubeé—. Lo-lo siento mucho.

Se detuvo, sin volverse, con los brazos apretados contra el pecho.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Por no protegerte. Por no evitar que Lorcan te llevara. Y


no encontrarte lo suficientemente rápido. —Por ni siquiera buscar.

Ella se volvió lentamente hacia mí.

—Nada de eso fue tu culpa. No podrías haberlo detenido y no puedes


protegerme cada minuto de cada día. No soy un bebé indefenso. Puedo
cuidar de mí misma.

—Lo sé.

—¿Lo haces? —La fricción rebotó entre nosotras y se extendió por


todos los rincones.

No sabía qué hacer. La sensación retorció mis manos una contra la


otra. Las palabras tácitas se agolparon a nuestro alrededor como matones,
atormentando y destrozando nuestra amistad. La única forma de lidiar con
un problema era de frente.

Respiré hondo y solté.

—¿Estás bien? —Mi zapato frotó las delgadas tablas—. ¿Te lastimó?

Sentada en el borde de su colchón, Kennedy negó con la cabeza. Sus


hombros bajaron junto con sus defensas.

—No.

—¿Qué paso después? —Agarré una silla de madera junto a la cama.


—No quiero hablar de ello.

—¿Ken? —Me senté y me incliné hacia delante para tomar sus manos
entre las mías.

Kennedy se apartó de mi alcance, se puso de pie y se acercó a la


ventana. Me dolió el corazón. Me sentí responsable de lo que le pasó. Estaba
demasiado atrapada en mi propia confusión.

—Kennedy, háblame. —Me volví para mirar su espalda.

Kennedy se dio la vuelta y me miró con los ojos entrecerrados.

—¿Quieres que hable? Bien. ¿Por qué no me hablaste de Ryan?

Se sintió mal verla mirarme así. La ira y la traición se reflejaban


profundamente en sus ojos marrones.

—Yo...

—Me ocultaste la verdad. —Kennedy cortó mi oración—. ¿No crees


que tenía derecho a saber que mi mejor amigo, el chico del que soy amiga
desde el jardín de infancia, nunca podría volver a la Tierra?

—Ken...

Agitó la mano, interrumpiéndome de nuevo.

—Lorcan me dijo la verdad. ¿Sabes lo estúpida y traicionada que me


sentí siendo la última persona en saberlo? Tú de todas las personas deberías
saber cómo se siente, pero fuiste tú quién me lo ocultó. Te quejas de que los
Fae te guardan secretos y, sin embargo, eres exactamente como ellos.

Un aliento agudo estalló en mis pulmones ante la verdad de sus


acusaciones. Sabía exactamente cómo se sentía. Su rostro ahora mostraba
dolor y tristeza.

—Creí que todo nuestro trabajo era sacarlo, y al menos uno de


nosotros estaría libre de este lío y del Otro Mundo. Pero Ryan nunca puede
volver a casa. No podrá volver a ver a su familia ni mudarse a San Francisco
como había soñado. —Kennedy se paseó por la habitación.
—Lo sé. Lo lamento. —Mi cabeza bajó—. Probablemente no te
importe, pero en realidad pensé que era lo mejor y que saber sobre Ryan te
distraería.

Se detuvo, su nariz dilatada.

—No tenías derecho a decidir por mí. Qué poco debes pensar de mí
que crees no quisiera ayudar. También tengo intereses en la guerra. Ryan o
no, voy a pelear. Aneira mató a toda mi familia y también le gustaría verme
muerta. No eres la única que tiene motivos para odiarla.

Kennedy ya no era una chica dulce y tímida. Era feroz y fuerte.


Siempre nos había dejado dominar a Ryan ya mí. Ya no más.

—Tienes razón. —Asentí—. Todo lo que puedo decir es que lo siento,


y nunca más te ocultaré nada. Puedes manejar mucho más de lo que te di
crédito.

Sus hombros se relajaron.

—Gracias.

No sabía qué hacer. Quería abrazarla y que todo volviera a la


normalidad. Pero no éramos normales. Todavía parecía haber una valla
entre nosotras.

—¿Estamos bien?

Ella miró hacia arriba, encontrándose con mi mirada.

—Lo estaremos.

Mis labios se formaron en una sonrisa delgada y triste. Entendía.


Tendría que ganarme su confianza con el tiempo. Un largo silencio llenó la
habitación, ninguna sabía qué decir o hacer a continuación.

—Lorcan me mantuvo a salvo. No me hizo daño. De hecho, me ayudó.


—Habló en voz baja, envolviendo sus brazos alrededor de sí misma,
volviendo a sentarse en su cama—. Me ha enseñado mucho. Mi magia ha
crecido mucho.
—¿Lorcan? —Mis ojos se entrecerraron.

Su cabeza se levantó bruscamente, su rostro se volvió desafiante.

—Él es el único que ha sido sincero conmigo. Cole y Owen nunca me


dijeron toda la verdad, aunque lo sabían. Lorcan me habló de mi familia y
del verdadero poder de nuestra magia. Me ha hecho más fuerte.

—Porque quiere usarte.

Kennedy saltó fuera de la cama.

—Ya sé lo que quiere de mí. Nunca lo mantuvo en secreto. ¿Puedes


decir lo mismo de Eli? ¿O Cole? Me quieren por lo mismo. ¿Qué lo hace
diferente?

—Porque es Lorcan.

Apretó los labios con tanta fuerza que se pusieron blancos.

—No es lo que crees que es.

Un balbuceo salió de mi garganta.

—¿Qu-qué? Lorcan es el tipo que te secuestró, hizo que mataran a


Ian y asesinó a mi madre.

Su pecho creció mientras aspiraba un balde de aire.

—Samantha mató a Ian. Lorcan en realidad no quería lastimar a


ninguno de nosotros. Estaba mintiendo para que actuaras.

Abrí y cerré la boca.

—Lorcan no fanfarronea. Le importaba una mierda si Ian moría o no.


No le importa un carajo nadie más que sí mismo.

La expresión de Kennedy se endureció, la barricada se hizo más


gruesa entre nosotras.
—¿Qué diablos está pasando? —Miré a mi alrededor como si algo en
la habitación pudiera responder a mi pregunta—. ¿Es el síndrome de
Estocolmo o algo así?

Kennedy inclinó la cabeza y me miró.

—¿Qué es esto, Ken? ¿Por qué estás defendiendo a Lorcan? —Luego,


con un pensamiento, el hielo se deslizó por mi pecho y me congeló—. Tienes
sentimientos por él.

—Por supuesto que no —refutó.

Su negación se sintió demasiado rápida. Demasiado a la defensiva.

—Oh, no. —Mis ojos se abrieron más mientras la miraba. Se movió


nerviosamente bajo mi mirada—. ¿Pero Jared?

La furia brilló a través de sus ojos.

—Puede que haya llegado a comprender mejor a Lorcan, pero amo a


Jared. —Sus puños se apretaron contra sus piernas—. No confundas tu
situación con la mía. No soy tú. Sin embargo, no veo cómo tienes espacio
para juzgar. Te enamoraste de un asesino. Pero está bien porque te permites
creer que Eli es diferente. —Pasó junto a mí, deteniéndose en la puerta—.
Has guardado secretos y me has mentido. Dices que eres diferente de los
Fae, pero no lo eres. Dices que solo quieren usarme. No soy estúpida, Ember.
Puedo sentir que viniste aquí por tus propios motivos. ¿Para qué quieres
usarme?

Mi boca no pudo salir más que:

—Yo-yo...

—Eso es lo que pensé. —Aunque me miró, sus ojos tenían un brillo


lejano. Agarró la puerta, la abrió de par en par y luego se volvió y habló en
voz baja—: Lo que se ha hecho no se puede deshacer, no con mi mano. Su
muerte vendrá por la tuya. —Parpadeó, volviendo a sí misma, luego salió
pisando fuerte por la puerta. Se estrelló con un estruendo ensordecedor.

¿Qué demonios acababa de pasar?


Sus palabras se retorcieron alrededor de mi estómago, reprimiendo
mientras estaba en estado de conmoción. Conscientemente, no había venido
aquí para pedirle ayuda, pero su vidente vio mi verdadero deseo. Me sentí
enferma y agitada. Mis emociones rotaron a través de locura, dolor,
devastación y culpa. Kennedy era una gran prioridad para mí, pero no podía
negar que Eli tenía una urgencia aún mayor. Para encontrar una manera de
romper la maldición sobre mí para que él no muriera.

La vergüenza se apoderó de mi conciencia. ¿Qué tipo de amiga era?


No una buena, últimamente. Su reacción hacia Lorcan también me molestó,
la forma en que le defendió y habló de él. Se sentía mal, pero nada en nuestra
lucha parecía correcto.
Capítulo 18
Traducido por Yavana E.

La fealdad se filtró en mi alma. Mi última esperanza de salvar la vida


de Eli sin dejar de matar a Aneira había perecido, enfriando mi corazón.
Además, nunca me había peleado con Kennedy, y ni una sola vez se había
enfadado conmigo. No así.

Incluso sin mis poderes, la oscuridad que aún formaba parte de mi


ADN me cegaba. Atormentaba mi cuerpo porque no podía liberarla. Ansiaba
dejar que el poder se apoderara de mí y me empujara más allá de los
sentimientos o la preocupación. Ese tipo de poder sólo me ocurrió unas
pocas veces, pero la sensación de control y fuerza totales, sin que me
importara nada de lo que me rodeaba, era adictiva.

Con el deseo de destruir crepitando en mis venas, me dirigí al edificio


de piedra de la propiedad donde Alki me entrenó. Volé la primera sala de
entrenamiento y una estructura de piedra más fuerte la sustituyó. Lars
había prohibido a todo el mundo, excepto a su familia, entrar allí. En ella se
guardaban algunas armas extraordinariamente poderosas, una de las
cuales era la espada que ahora me pertenecía. Era antigua y había visto
muchas batallas en su época. El estoque me había mostrado imágenes de
algunas de sus cruzadas del pasado. Eran sangrientas y espantosas, pero
el arma nunca se doblegó ante ninguna otra espada. Estaba orgullosa de
sus conquistas, y el placer subía por mi columna vertebral al tener una
espada que no dudaba en matar.

Cuanto más tiempo pasaba lejos de la discusión con Kennedy, más


oscuro se volvía mi estado de ánimo. La negrura no iba a ninguna parte y
obstruía mis pensamientos racionales dejando sólo la ira y la frustración.
La desesperanza de mi situación con Eli movía mi alma al odio. Estábamos
condenados. La vida es una perra cruel y retorcida.
Cuando murmuré la palabra mágica para liberar la cerradura, la
puerta se abrió de golpe en señal de bienvenida. Mis dedos la atraparon al
entrar y la cerré de golpe tras de mí. Me dirigí directamente a la pared. Con
un toque de mi dedo, las puertas del armario se abrieron, revelando la
reluciente muestra de metal de las espadas recién afiladas que colgaban en
sus vainas de cuero. Un sable grabado con símbolos celtas entrelazados me
llamó la atención. No era la espada más bella, pero sí una de las más fuertes.
Mi mano agarró la empuñadura.

Al sentir mi tacto, la magia zumbó a través de la hoja, bajando por la


empuñadura y llegando a mi mano. Al sentir mi energía oscura, vibró como
si estuviera ansiosa por una batalla, o tal vez el arma estaba simplemente
cansada de estar en el estante.

Yo también. Mis nervios se crispaban al pensar en lo que iba a


ocurrir: el momento en que, aunque saliera victoriosa, después de que
murieran cientos o miles de personas, hundiera la espada en el frío corazón
de Aneira, y Eli muriera. Una parte de mí deseaba que empezara para poder
terminar.

—Lo siento, amigo mío. Hoy no hay batalla. —La hice girar, cortando
el aire, luego giré en círculo y la clavé en el maniquí de entrenamiento.

Una y otra vez giré, giré y clavé mi espada en los objetos de


entrenamiento. Podía oír a Alki en mi cabeza: No eres lo suficientemente
rápida. Ya no tienes el lujo de tus poderes. No vivirás si no puedes vencerlos
en un duelo. Otra vez.

Gotas de sudor recorrían mi cara y se deslizaban por el espacio entre


mis pechos. Mi furia crecía con cada puñalada, la espada atraía la ira de mí;
se complacía con mi furia y quería más.

Las bisagras de la puerta crujieron. Me giré, con la espada preparada


para enfrentarme a una amenaza viva. La punta se dirigió a la garganta, la
sangre goteó cuando la punta perforadora rompió la piel del intruso.

Eli se limitó a mirarme, con el cuerpo tenso, pero con los brazos a los
lados.

Retrocediendo, bajé la espada.


—Tienes suerte de que no te haya matado.

En el momento en que las palabras salieron de mi boca, me


estremecí. Él ladeó la cabeza, con la misma expresión. No tenía ni idea de lo
fatídicas que eran esas palabras.

Mi hombro chocó con su brazo mientras me lanzaba a su alrededor,


dirigiéndome a la pared de armas.

—¿Qué haces aquí? —Volví a meter la espada en su funda.

—Estás bromeando, ¿verdad? —Se giró para mirarme—. Con el nivel


de emociones que estás lanzando, sería capaz de sentirte al otro lado del
mundo ahora mismo. Estoy en medio de una conversación con mi medio
hermano y se me pone el pene duro como una piedra.

Sonreí ante su comentario, pero enseguida me estremecí, consciente


de que él también estaba pasando por muchas cosas. Hoy había sido un día
duro en general.

La nueva dosis de sangre que recibí de Eli se había equilibrado en


mí. No podía sentir sus emociones tan intensamente como él podía sentir
las mías. Tuve el impulso de esconderme de él, ya demasiado abierta y
expuesta.

Agarré una toalla de la pila de ropa limpia de la encimera y me limpié


el sudor de la cara. Se acercó a mí, me quitó la toalla de las manos y la tiró
a un lado. Me agarró de las caderas y me acercó.

—¿Vas a contarme qué te tiene tan alterada?

Sacudí la cabeza y miré hacia otro lado.

—¿Vas a contarme cómo fue tu charla con Cole y Lorcan?

Cerró los ojos brevemente, su voz se volvió forzada.

—He tenido un día infernal, y tú estás lanzando un montón de


endorfinas ahora mismo. Si no quieres que actúe sobre ellas, será mejor que
hables rápido. Si no...
La frustración todavía me recorría y me daba ganas de sacarle la
pulpa a alguien a golpes. Él podía sentirlo, pero tomó mi acercamiento a él
como una respuesta.

Amplió su postura mientras me bajaba lentamente la cremallera de


los vaqueros. Su mano se deslizó por debajo de mi ropa interior y sus dedos
bajaron lentamente, suaves y burlones. Seguí mirando a la pared, sintiendo
que se me aceleraba la respiración. Mi ira se mantenía firme. Intenté no
reaccionar cuando sus dedos se introdujeron más profundamente, con más
fuerza.

Mis párpados se agitaron mientras tocaba el punto.

—Quédate ahí —murmuró mientras se arrodillaba y me tiraba de los


pantalones y la ropa interior hasta los tobillos.

La ligera brisa de la ventana golpeó mi desnudez. Me abrió más las


piernas y su lengua se abrió paso hacia el interior.

Gemí, y cuando mis piernas amenazaban con ceder, me agarró por


la cintura con un brazo. Me apretó más contra su cara, lamiendo, chupando
y mordiendo. Le agarré la nuca. Mis dedos se enroscaron en sus mechones
de cabello. Su boca estaba tan caliente que el viento fresco sólo me
estimulaba más.

Mis piernas ya no podían sostenerme. Me bajó mientras nos


recostaba, sin que su lengua me abandonara. Me sentía en llamas. Cada
terminación nerviosa palpitaba.

Dejé escapar un fuerte gemido, su lengua entraba y salía más rápido.

—Ahora, Eli. Quiero que me folles.

Mi ira se convirtió en una violenta pasión. Se bajó los pantalones con


una mano mientras yo me movía a lo largo de su cuerpo, ya temblando de
necesidad. Normalmente le gustaba tomar el control, pero se quedó debajo
de mí, dejándome ser el líder. Parecía entender que mi nivel de agitación se
traducía en una necesidad de dominarlo. Le inmovilicé los brazos en la
colchoneta con una mano mientras con la otra le guiaba hacia mí,
lentamente. Sus ojos se pusieron rojos y me rendí a la agresión. Nada en mí
era dulce, amable o tranquilo. Le desgarré la camisa y mis uñas dejaron
marcas en su pecho. Gritando, le cabalgué sin descanso. Descargué en él
toda mi ira, mi arrepentimiento y mi frustración. Sus caderas se elevaron
más, sus manos agarraron mis caderas mientras yo me inclinaba hacia
atrás.

Eli gruñía debajo de mí, ambos sentíamos que se acercaba el clímax.


Mi rabia no estaba preparada para dejarlo ir todavía. Apreté más fuerte a su
alrededor. Dejó escapar un rugido.

De repente, los dos estábamos de pie, con sus manos firmemente


alrededor de mi culo. Empujó mi espalda contra la pared de la espada. Mis
manos se echaron hacia atrás y se enredaron en las espadas. Las espadas
sintieron nuestra pasión y cobraron vida en mi mano, enviando su poder a
través de mí. Me penetró tan profundamente que se me aguaron los ojos.
Quería más. Apretó aún más. Los pedazos de la pared de piedra se
derrumbaron en el suelo mientras la puerta se golpeaba en sus bisagras. El
éxtasis que escapaba de mi garganta sonaba más animal que humano. Se
sumergió una y otra vez, llevándome al límite donde ya no podía ver ni
respirar.

Entonces, todo se hizo añicos. Toda mi ira. Toda mi tristeza. Toda mi


preocupación.

Eli soltó un rugido estremecedor. La ventana se rompió en una


telaraña de líneas y varios trozos se hicieron añicos. Los trozos del techo
llovieron sobre nuestras cabezas. Ambos caímos al suelo, jadeantes y
sudorosos.

Con el cuerpo demasiado flácido para moverse, sólo escuché nuestras


respiraciones antes de oír las voces del exterior.

—¿Qué fue eso?

—No tengo ni idea.

—No sé ustedes, pero yo estoy muy caliente. Hay un montón de magia


intensa alrededor ahora mismo.

—Sonó como si viniera de allí.


—¿Algo que está siendo torturado y asesinado?

El labio de Eli se levantó en una sonrisa ladeada.

—¿Oyes lo que dicen, Brycin? Algo aquí está siendo brutalizado. Creo
que ese algo era yo. —Eli se puso de lado. Su camisa estaba hecha jirones.
Líneas rojas furiosas recorrían su pecho desde mis uñas. Todavía tenía
puestas sus botas, sus jeans rodeando sus tobillos. Eli había sido más suave
con mi camisa.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe. Varios


Fae oscuros de aspecto humano y lo que parecía ser un troll entraron en la
habitación a trompicones, con las armas preparadas para la batalla.

Se detuvieron en seco y sus ojos se abrieron de par en par. Luego,


una lenta sonrisa se dibujó en sus rostros.

—¿Ustedes provocaron esto? —El troll miró a su alrededor con


incredulidad.

—¿Ember? —El tono nervioso de Cal llegó a mis oídos antes de salir
volando por la ventana rota—. Lars pare... Ahhhhh —gritó y se cubrió los
ojos.

Me tiré de los pantalones y me senté. Eli siguió el ejemplo, pero lo


hizo lentamente, sin preocuparse por si alguien lo veía.

—Oh, dulce néctar de enebro. Estoy cegado de por vida —se lamentó
Cal, tapándose los ojos—. ¡Tanto culo de Morador desnudo grabado en mi
cerebro ahora!

—Como si no lo hubieras visto antes. —Eli se subió la cremallera del


pantalón, con el ceño fruncido, probablemente recordando cuando Cal le
puso pegatinas por todo el culo con pegamento extra fuerte.

—Pensamos que alguien estaba siendo torturado aquí. —Uno de los


Fae de aspecto humano entró en la habitación. Sus ojos nos escrutaron y
se detuvieron en mí.

—No estás muy lejos. —Eli sonrió, apoyándose en sus manos.


—Eso sí que es jodidamente mágico. Juego de palabras —declaró un
Fae calvo y de barba oscura—. Mierda. Estoy impresionado y envidioso.
Nunca había sentido nada parecido.

Cal siguió gimiendo, con la cara cubierta.

—Cal, estamos vestidos —le dije y luego me volví hacia nuestro


público, con la cara sonrojada por la vergüenza—. Gracias, chicos, pero
estamos bien.

La mayoría de ellos resopló, haciendo comentarios sarcásticos en voz


baja.

Lars entró en la sala.

—¿Qué está pasando? Nadie puede entrar aquí. —Se detuvo y sus
ojos se clavaron en mí y luego en Eli. La comprensión llenó su expresión, y
su boca se tensó. El Rey Unseelie se dirigió a los hombres de la puerta—.
Vuelvan a su entrenamiento o a lo que sea que estaban haciendo.

Salieron corriendo de la habitación como cucarachas cuando se


enciende una luz.

—Ember, Elighan, los necesito en mi despacho. Ahora. —Lars tomó


aire, volvió a abrir la boca, con cara de querer decir algo más, y luego frunció
el ceño y salió de la habitación. Cerró la puerta con un fuerte golpe.

Un suspiro y luego la risa estalló de repente en mi pecho.

—¿Te estás riendo? —Cal se acercó a mi oído—. No hay suficiente


jugo de enebro en el mundo para bloquear la imagen de mi mente. Estoy
marcado de por vida.

Su comentario sólo me hizo reír más. Eli se recostó en la colchoneta,


con un brazo metido detrás de la cabeza.

—Puede que yo también tenga cicatrices de por vida. —Su mano libre
tocó los agujeros de su camisa. Entre los jirones, noté que las marcas de las
uñas en su pecho estaban salpicadas de sangre.
—Tú… —Cal me señaló. Intenté taparme la boca para contener las
risas—. Me debes una cantidad de néctar de enebro del tamaño de una
piscina. Suficiente para ahogar las malas imágenes.

—¿Qué tal mi bañera? ¿Es eso justo? —respondí.

Cal inclinó la cabeza y luego asintió.

—Sí, la bañera servirá. Pero todavía estoy muy traumatizado aquí. —


Voló, deteniéndose en Eli—. Yo dormiría con un ojo abierto, Morador. La
venganza llegará. Vigilaría tu extraordinario y firme trasero.

No pude ocultar mi sonrisa. Cal dio un resoplido enfurecido y salió


corriendo por la ventana, cantando:

—Me gustan los culos grandes, y no puedo mentir...

La histeria se apoderó de mí.

—¿Cómo es que se sabe esa canción? —Jadeé entre respiraciones.

—Son las influencias de Cooper y West allí. Introduciéndole en la


cultura americana.

Me acurruqué de lado mirando a Eli, todavía riendo.

Él se acercó a mí. Puse mi mano en la suya y me deslicé hacia él.

—Te sientes mejor. —Sus ojos brillaron. No era una pregunta.

—Tu ego es enorme —resoplé.

—También lo son la mayoría de mis partes.

Le di un golpe en el brazo con un gemido.

Se encogió de hombros.

—Te tengo a ti.

Me quedé con la boca abierta. No se equivocaba.

—Y tú me tienes a mí, mujer. Completamente. —Su labio se torció.


Sé que te tengo. Intenté decir en su mente sin mirarlo.

Sus cejas se arquearon.

—Lo he oído. ¿Ahora te vinculas con los Moradores Oscuros?

—Eso parece.

—Mierda, ahora debo tener cuidado con lo que les digo a mis
hermanos a tus espaldas. —Sonrió.

—Yo también. —Me incliné y lo besé.

—Divertido.

—Creo que ahora mismo sigue siendo bastante esporádico.

—Somos capaces de dirigir las conversaciones a ciertas personas y


bloquear otras. Así que puede que sólo oigas lo que otros quieren que oigas,
o cuando los pensamientos se dirigen a ti personalmente. No es diferente de
tu conexión Fay con Torin.

—Ya no tengo un vínculo con él. Desapareció cuando me quitaron


mis poderes Fay.

Una sonrisa creció en el rostro de Eli.

—¿Ya no puedes vincularte con él?

—No.

Su sonrisa se hizo más amplia.

—No parezcas tan feliz. Mis poderes se han ido, lo cual es la parte
más desagradable.

—Sí, pero acabo de encontrar el lado bueno. Si no puedes


comunicarte con el chico hada, entonces tampoco puedes soñar o caminar
en sueños con él.
—No puedo en absoluto. —A menos que Grimmel me metiera en uno.
Me dolía hablar de mi magia perdida. Mi humor feliz se desvaneció, y volví
a dirigir la conversación hacia él—. ¿Estás bien? ¿Con lo de Cole?

Miró al techo.

—No diré que es la mejor noticia que he descubierto. El padre al que


idolatraba era un idiota infiel, pero desde luego no es la peor. Me impactó
más al principio, pero ahora...—Los hombros de Eli se levantaron hacia sus
orejas—. En cierto modo tiene sentido. Cole siempre se sintió como un
hermano mayor para mí. Ahora, realmente lo es.

—¿Y Lorcan?

—Entiendo más sus acciones. Todavía no confío en él, pero ha pasado


por muchas cosas. No me di cuenta de lo mucho que me ocultó.

Apoyé la cabeza en la mano. El corazón me latía dolorosamente en el


pecho mientras lo miraba fijamente. Después de un rato, se volvió para
mirarme, captando mi emoción expuesta. Apresuradamente, desvié la
mirada hacia la pared del fondo.

Se quedó callado antes de soltar un poco de aire.

—Maldita sea, mujer, sabes follar. Te lo reconozco.

—Bueno, si necesitas algún indicador o algo...

Sus cejas se alzaron.

—¿Indicadores?

—Sí, ya sabes que, si necesitas algún consejo o técnica, puedo


ayudarte. Sería bueno que supieras un poco más sobre lo que estás
haciendo. —Hice un esfuerzo para que mis labios no rompieran la línea en
la que los estaba forzando.

Me agarró y me atrajo hacia él. Chillé cuando intentó hacerme


cosquillas.

—¡No, para! —Intenté zafarme de él, me dolían las mejillas.


Me tiró bruscamente hacia él y me besó.

—Sigo pensando que tengo que ponerte un bozal. Puedes hacer


mucho ruido —susurró roncamente.

—¡Rompiste el edificio! —Señalé los cristales rotos y los trozos de


escombros.

—No fui sólo yo. Tú contribuiste.

—La segunda vez que Lars tendrá que arreglar nuestra sala de
entrenamiento por mi culpa.

Me llevé la mano a la frente.

—Probablemente Lars quiera encerrarme en una habitación


acolchada.

—Por la mirada que nos echó, imagino que Lars preferiría castrarme
o que me prohibieran la entrada a la propiedad. —Eli se puso de pie,
arrastrándome con él.

—Creo que le recordamos demasiado a su pasado.

Miré por la astillada ventana, recordando lo que me había contado


sobre su pasión con Aisling. Su nivel de deseo era raro y probablemente
difícil de vivir sin él una vez que lo experimentabas. La forma en que hablaba
de mi madre biológica y el modo en que sus ojos brillaban en el recuerdo
revelaban que la había amado, pero que era demasiado estúpido para verlo
cuando la tenía. Yo no haría lo mismo con Eli. Mi corazón se hacía añicos
al saber que sólo tendríamos un breve tiempo juntos. Disfrutaría cada
minuto de él.

Las manos de Eli me ahuecaron la barbilla y me dieron vuelta para


mirarlo.

—Ahora que puedo pensar bien, ¿quieres decirme por qué estabas
tan enfadada?

Oh, hombre, ¿por dónde empiezo? Me aparté y di un paso atrás.


—Kennedy y yo tuvimos una pelea. Una mala.

Frunció el ceño.

—¿Sobre qué?

—Ryan. —Me revolví con el dobladillo de la camisa—. Sabe que no


puede volver, y está enfadada porque no se lo dije. Con razón. Debería
haberlo hecho.

—Tal vez. —Los ojos de Eli me estudiaron—. ¿Eso es todo?

No. Pero mis labios se apretaron, conteniendo mis pensamientos.


Sólo el hecho de que te voy a matar, y nadie puede ayudarme.

Mi boca se abrió para intentar decírselo, sólo un indicio, cualquier


cosa que pudiera, pero el hechizo me cerró la garganta. No salieron palabras.
Un incómodo apretón me retorció las cuerdas vocales.

Respiré entrecortadamente para librarme del agarre del hechizo.

—Eso es todo.

Me observó. El escepticismo pesaba en sus ojos verdes. Cuando no


di más detalles, soltó un suspiro y sus hombros se hundieron. Se dio la
vuelta y se dirigió a la puerta.

—Vamos. Vamos a ver qué quiere Lars.

Le seguí, y mi alegría dio paso al zumbido de frustración que


desprendía. Podía sentir que estaba mintiendo.
Capítulo 19
Traducido por NaomiiMora

La oficina de Lars estaba llena de personas alineadas contra la pared.


Cuerpos hombro con hombro apretujados en el espacio libre frente al
escritorio. Todos los ojos miraban la esquina de la habitación donde colgaba
el televisor de pantalla plana de Lars. En el monitor aparecían imágenes de
destrucción y confusión. Fuego salía disparado por las ventanas de los
edificios, el hormigón se derrumbaba y la madera se amontonaba en
enormes montones desparramados en todas direcciones por las calles. Los
coches eran aplastados por árboles y postes. La sangre cubría los rostros de
las personas que lloraban y gritaban mientras corrían en el primer plano de
la pantalla. Una sensación enfermiza de déjà vu se apoderó de mí,
aumentando el miedo en mi pecho, que sofocó cualquier emoción eufórica
que me quedaba, dejándome vacía y fría.

No… no otra vez.

Cole, West, Cooper, Gabby, Owen, Torin, Kennedy, Lorcan, Dax, Alki
y Koke se quedaron mirando las imágenes. Simmons se colocó sobre el
hombro de Torin. Los ojos de Torin se encontraron con los míos brevemente
antes de apartar la mirada. Ignoré el dolor que destellaba en sus ojos y dirigí
mi atención a la actividad en la televisión.

Mi estómago dio un vuelco. Un titular cruzó el monitor:


TERREMOTOS 9.0 GOLPEAN A NUEVA YORK Y LONDRES. LOS DAÑOS
DEL FUEGO DESTRUYEN CIUDADES Y MATAN A CIENTOS DE MILES.

—Oh Dios mío. —Me llevé una mano a la boca.

Las náuseas me subieron al estómago y me subieron por la garganta.


Una vista aérea mostró a Nueva York como un montón de escombros en
llamas. Central Park era una hoguera. La imagen cambió de nuevo y mostró
la Estatua de la Libertad como una enorme pieza de metal arrugada, que
yacía más en el Océano Atlántico que en tierra. Una pantalla dividida
mostraba Londres ardiendo. Big Ben era un montón de escombros junto a
los restos del edificio del Parlamento. La gente gritaba y aullaba tan fuerte
como las sirenas que intentaban llegar hasta los heridos. Agarré mi
estómago, conteniendo la bilis que subía por mi garganta. Lágrimas corrían
por el rostro de Kennedy. Todos los rostros de la habitación estaban
retorcidos de horror.

Estaba sucediendo de nuevo, Aneira demostraba quién tenía el


control.

Lars estaba de pie en su escritorio. Su tono sonaba serio cuando se


dirigió a la habitación.

—Mis fuentes dicen que usó los poderes de Ember, magnificados por
Asim, para causar esta devastación. Con el poder de la tierra y el fuego junto
con su propio poder del aire, provocó un gran terremoto y la destrucción
posterior. Terremoto más fuego con vientos masivos es todo lo que necesita.
El corazón de ambas ciudades arderá en cuestión de horas. Tiene todos los
elementos que necesita para destruir.

Mi cerebro no podía seguir el ritmo de la idea de que tanto Londres


como Nueva York cayeran de rodillas. El tormento de la gente que sufría
reverberaba a través de mí en una ola. Me sentí como si estuviera de pie
junto a ellos.

—Tenemos que hacer algo. —Avancé hacia la habitación. Simmons


escuchó mi voz, corrió hacia la puerta y aterrizó en mi hombro.

—¿Qué quieres que hagamos, Ember? —Los ojos amarillos de Lars


se levantaron hacia los míos, desafiantes.

—¡Algo! ¡Cualquier cosa! —grité—. No podemos dejar que se salga con


la suya. No puede volver a matar y destruir... con mis poderes. Tenemos que
detenerla.

Lars vino de alrededor de su escritorio.


—¿Qué sugieres? ¿Ir al Otro Mundo y luchar contra ella ahora
mismo?

—¡Sí! —grité, volviéndome para mirar a los demás en la habitación.

—Entonces, ganará. —Juntó las manos—. La Reina en su propia


tierra es demasiado poderosa. Ni yo ni ningún Fae Oscuro podremos luchar
allí por mucho tiempo.

—¿Qué quieres decir? Luchaste contra ella cuando me rescataste.

Lars se frotó el puente de la nariz.

—Solo por un breve tiempo. No podría haberme quedado mucho más


tiempo sin sentir los efectos.

Le parpadeé con incredulidad.

—¿Qué efectos?

—Los Oscuros no pueden luchar demasiado tiempo en la tierra de


Luz y viceversa —dijo—. La Oscuridad toma la energía de la Luz y la Luz
agota la nuestra. Por eso que todas nuestras batallas tienen lugar durante
Samhain. Reduce toda la tierra, la Tierra y el Otro Mundo, neutral e igual
en una pelea.

Los otros Fae asintieron con la cabeza en confirmación. De repente


entendí lo que West dijo antes sobre estar en el lado de la Luz demasiado
tiempo. No era solo la pérdida de sangre y la maldición del Morador Oscuro
lo que lo debilitaba. Tenía tres energías consecutivas trabajando en su
contra. ¿Cómo había durado tanto tiempo?

Gruñí y froté mi frente, un dolor de cabeza como un taladro me


abrumaba. Simmons me dio unas palmaditas en el cuello con suavidad.
Aparté la mirada de la televisión. Más muerte. Más destrucción. Y no había
nada que pudiera hacer al respecto en este momento. Aneira estaba
paralizando la Tierra, debilitándola, así que cuando el muro cayera durante
Samhain, no habría pelea. Tomaría el control. Incluso si lucháramos contra
ella y ganáramos, la Tierra nunca volvería a ser la misma. El daño que ya
había causado en todo el mundo dejaría profundas cicatrices.
—¿Qué hacemos? —Inspiré—. ¿Cuál es nuestro próximo paso?

Lars asintió con la cabeza como si hubiera estado esperando a que


superara toda la emoción y finalmente hiciera la pregunta correcta.

—Lucharemos contra ella, Ember. Y la vamos a derrotar. La profecía


se cumplirá. —Golpeó con los nudillos el escritorio, enfatizando sus
palabras—. Como futura Reina de la Luz, quiero saber qué harías tú a
continuación.

El aire quedó atrapado en mi garganta. Si la profecía se cumpliera,


en solo unos días podría estar gobernando el Otro Mundo. Negué con la
cabeza. Nada en mí se sentía calificado para ser Reina. Tampoco quería
serlo. Todos se volvieron hacia mí, como si esperaran que dijera algo
brillante o los guiara. Mi cerebro se quedó en blanco.

—Necesitamos diseñar estrategias para cada movimiento, cada rol


que la gente jugará. Hacemos algunas carreras de práctica para que todos
nos sintamos cómodos con lo que estamos haciendo —dijo Kennedy. Las
lágrimas se habían secado. Su voz giró todas las cabezas hacia ella—. La
familiaridad con nuestros roles nos mantendrá en el objetivo en lugar de
dejar que el miedo se apodere de nosotros.

No pude evitar que mi boca se abriera. No debería sorprenderme. A


Kennedy le gustaba planificar. Quería estar preparada antes de entrar en
cualquier situación. Yo era más del tipo de chica que se sentaba en el asiento
de mis pantalones.

Lars sonrió levemente.

—Exactamente lo que estaba pensando. —Asintió con la cabeza en


señal de aprobación. La vergüenza inundó mis mejillas. Aquí estaba yo, la
llamada futura reina, y mi mente se quedó en blanco—. Aneira está
intentando debilitarnos. He recibido una gran cantidad de llamadas de Faes
Oscuros que sobrevivieron y están huyendo de Londres y Nueva York. Ellos
se dirigirán aquí. La magia causó la destrucción, por lo que no solo mató a
los humanos, sino que también murieron cientos de Faes Oscuros.

—Se ha planteado lo que está en juego y debemos estar preparados


para lo que está por venir. El simple entrenamiento ya no es suficiente. Con
la ayuda de Cole, comencé a planificar el mejor enfoque para la guerra. —
Lars hizo contacto visual con cada persona en la habitación—. Los más
importantes son Ember y Kennedy. Tendrán que estar donde se encuentra
la espada.

—¿Ya se ha localizado la espada? —Cole estaba en medio de la


habitación, con el brazo cruzado.

—No —dijo Lars—. Aún no. Tengo informantes buscando. No dudo


que tendremos la información antes de que comience la batalla. —Lars tenía
una forma precisa de hablar que te cautivaba por completo. Creías todo lo
que te decía.

Vamos, Grimmel. Ven por nosotros.

—Como todos saben, Ember no tiene sus poderes de Fay. Al menos


ya no se ve afectada por el hierro mientras que Aneira sí. Mis espías me han
dicho que está tratando a diario de probarse a sí misma con el hierro, lo que
me lleva a creer que cree que tiene los poderes del Morador Oscuro junto
con los de Ember. Está frustrada de por qué Ember pudo soportar el hierro,
y ella no puede.

—La espada estará protegida con hechizos y custodiada durante todo


el día. El plan esencial es tener a Ember, la espada y Aneira en la misma
habitación. Me aseguraré de tener siempre los ojos puestos en la Reina.
Cuando regrese al castillo, la seguiré. Hasta entonces, tengo que estar con
mis hombres. Aneira tiene que estar segura de mi presencia en el campo.
Sin embargo, entiendo que, ya que Ember no tiene sus poderes, soy el único
lo suficientemente fuerte como para ayudar a contener a Aneira el tiempo
suficiente para que Ember la mate con la espada. —Lars juntó su mano—.
Por si acaso, Cole y yo hemos desarrollado un plan. Quiero que estemos
preparados para todas las circunstancias que puedan surgir.

Lars levantó el brazo y le hizo un gesto a Cole. Cole buscó en su


bolsillo y sacó una banda de metal intrincadamente tejida.

—Ember, llevarás un brazalete de hierro. Solo existe uno de estos


brazaletes, y es extremadamente poderoso. Está hecho por duendes y
ayudará a debilitar a Aneira.
Lo señalé y dije:

—Eso es...

—Oh, he echado de menos tu collar de perrito. —Eli lo alcanzó y


suspiró con nostalgia—. No puedo llevarte a caminar como solía hacerlo.

Mi codo encontró sus entrañas.

Conteniendo la respiración, tentativamente lo tomé de la mano de


Cole y dejé que el frío metal se deslizara sobre mis dedos. Apreté los dientes
por reflejo, esperando que llegara el dolor. Pero el hierro se sentó
inofensivamente en mi palma, y dejé escapar el aliento. La experiencia fue
agridulce. Era agradable no sentir la agonía de mis entrañas siendo
arrancadas cada vez que el hierro me tocaba, pero esto solo solidificó una
parte de mi alma que ya me había sido quitada, dejando un enorme agujero
vacío.

—¿No te encanta la idea de encerrarlo alrededor de la muñeca de


Aneira y usarlo para restringir y agotar los poderes de la perra? —dijo
Cooper detrás de mí.

—Si no lo haces, ¿puedo, cariño? —West habló desde contra la pared,


su tono agudo y lleno de odio y amargura—. Tengo algunas quejas sobre el
calabozo que me gustaría presentarle.

El odio de West por ella probablemente se disparó tanto como el mío.


Quizás nunca perdonara a Lorcan, pero su verdadero odio era por Aneira.
La quería muerta y por su propia mano. Sabía que a Eli le frustraba no ser
quien pudiera matarla; así que ni siquiera podía imaginar la irritación que
West sentía por eso.

—Esperamos que no tenga que usar el brazalete, pero quiero que esté
preparado. Y ahora puedes llevarlo sin repercusiones. —Lars rodeó su
escritorio y se sentó en su silla. Apagó la televisión. Las horribles imágenes
de dolor, miedo y devastación desaparecieron—. Tenemos mucho que
discutir; todos siéntanse cómodos.
Pasamos otras dos horas en la oficina de Lars antes de que nos
despidiera. Estaba alcanzando la puerta, necesitando aire y un momento
para mí, cuando escuché la voz de Lars dirigirse hacia mí:

—Ember, tú y Elighan quédense. —Su tono tenía un matiz de


disgusto. ¿Podría estar seriamente molesto con nosotros por lo que sucedió
en la sala de entrenamiento antes?

Regresé a su oficina, moviéndome hacia un lado para dejar que la


gente pasara. Torin y Kennedy me pasaron sin mirarme. Mis hombros se
hundieron con su rechazo.

—Adiós, mi señora. —Simmons me dio otra palmada en el cuello y


voló detrás de Torin, de regreso al Otro Mundo. Todos los demás se
marcharon, dejándonos a Eli ya mí solos con Lars.

—Kennedy será un líder fantástico de los Druidas algún día. —Lars


se acomodó en su asiento.

Me acerqué a su escritorio.

—¿Pensé que yo era la última de los Druidas?

—Tengo la sensación de que Kennedy no fue la única escondida.


Después de la guerra, no me sorprenderá que surjan otros. —Señaló con la
mano a los asientos frente a su escritorio—. Ambos siéntense.

—Lars, ¿no puedes enfadarte con nosotros por lo que hicimos en la


sala de entrenamiento? —Me dejé caer en la silla. Eli se acomodó sobre el
que estaba al lado del mío.

Lars suspiró y me miró fijamente.

—De verdad, Ember. Creo que tenemos asuntos más urgentes que
tus proezas sexuales con Elighan. Eres parte Demon y Fay y en gran medida
la hija de tu madre. —Miró por la ventana hacia la brumosa luz otoñal—.
No soy como tu padre humano, molesto porque estás teniendo sexo. El sexo
es una parte natural de quiénes somos. No nos sentimos avergonzados,
tímidos o impactados por ello como lo están muchos humanos.

—Está bien, entonces, ¿qué quieres?


Lars se reclinó.

—Quiero saber que estamos en la misma página y que seguirás tu


destino, matarás a Aneira y te convertirás en Reina. No quiero que nada se
interponga en tu camino para lograrlo. —Su mirada se dirigió a Eli.

Mi boca se apretó en una línea mientras mis ojos se redujeron a


rendijas.

—Nada se interpondrá en su camino. Ember matará a Aneira y


tomará el trono. —Eli se sentó más en el respaldo curvo de la silla.

Apreté los dientes con más fuerza para evitar gritar. En cada
momento luchaba con la idea de lo que elegiría al final. La mayoría de los
escenarios terminaban conmigo eligiendo a Eli. Pero esa imagen era solo
una fantasía. Después de la devastación mostrada en la televisión y el
volumen de vidas de las personas, Aneira se hizo añicos en cuestión de
minutos: bebés, madres, padres, hermanas y hermanos, ¿cómo podría
renunciar a todas esas vidas humanas y la libertad de Faes Oscuros y de
Luz por una persona? ¿Por mi propio deseo egoísta? Incluso cuando traté
de imaginarme a mí misma como una reina, no vi a Eli a mi lado. Ya sea
que sobreviviera o no, nunca podría vivir conmigo en la Luz. Él era un Fae
Oscuro.

Independientemente del destino que me deparara, si me coronaran,


el asiento contiguo estaría vacío. Siempre. Por el bienestar de Fay, tendría
que continuar. Pero cada vez que miraba a Eli, no confiaba en poder.

—¿Qué pasa si no quiero ser reina? —susurré.

Lars golpeó el escritorio con el puño.

—No importa lo que quieras. Es tu destino. Debes aceptarlo y correr


hacia él con ambos brazos, o fracasaremos —respondió Lars—. Y tú juegas
un papel, Elighan.

—¿Cómo puedo ayudar? —Una ceja se curvó en el rostro de Eli.

Se me pusieron los vellos de punta. ¿A Lars le gustaba burlarse de


mí?
—Eres el único en quien confío para llevarla completamente adentro.
Sé con certeza que lucharás y matarás a todo lo que se interponga en el
camino de Ember.

Eli inclinó la cabeza en señal de acuerdo.

La carga de lo que se avecinaba me pesaba mucho. Hace un minuto


quería proclamar la guerra y atacar a Aneira. Ahora me di cuenta de lo que
significaba la declaración: una lucha a muerte. Para todos nosotros.

—Ahora tenemos el objetivo claro. Vamos. Tengo algunos asuntos


que hacer y necesito lidiar con lo que sucedió en Nueva York y Londres.

Alcanzó el teléfono, sus ojos amarillo verdoso brillaron intensamente,


una señal de ira. Había un leve temblor en su mano. Había estado cerca de
Lars lo suficiente como para saber que escondía sus sentimientos,
conservando un exterior compuesto para mantener tranquilos a todos los
que lo rodeaban. Estaba todo menos relajado por dentro. La burla de Aneira
le molestó más de lo que dejaba ver.

Eli y yo salimos de su oficina, los gritos de agonía aún resonaban en


mi cabeza y corazón.
Capítulo 20
Traducido por Rose_Poison1324

Después de dejar a Lars, encontramos a casi todo el mundo abajo en


la sala de estar, sin dejar de ver las actualizaciones en las noticias.

El mismo video de la devastación se repetía una y otra vez. No hubo


muchas novedades, excepto por un creciente número de muertos. Una vez
más, sentí el peso de lo sucedido descender sobre mí, la sangre cubriendo
mis manos, porque mis poderes lo habían causado. El dolor que sentí por
los que sufrían consumió mi alma, colocándome en un estado de
inmovilización. Me sentí impotente. Inútil. Aneira podría destruir el mundo
con un movimiento de su muñeca. ¿Quién era yo para detenerla,
especialmente ahora? Ella tenía mis poderes. Y nos aplastaría.

Mi atención se desvió hacia la televisión que mostraba a una niña


llorando, la sangre seca formaba una costra en sus trenzas rubias. Después
de un momento, mi corazón ya no podía escucharla llorar por su madre. Era
demasiado. Mi garganta se cerró, recortando mi aire. Mi mano fue a mi
pecho mientras me ponía de pie y salía de la habitación.

—¿Em? —Escuché que tanto Kennedy como Eli me llamaban.

No tenía idea de adónde iba hasta que busqué la seguridad de mi


dormitorio, mi propia burbuja de protección. Rodeé mi cama hacia las
ventanas, de cara al mundo exterior y me apoyé en ella, respirando
entrecortadamente. La vista giró y dejé que mi cuerpo se deslizara al suelo.

El rostro de Kennedy entró en mi visión.

—Esto no es tu culpa. —Se inclinó y puso sus manos en mis


rodillas—. Respira. Concéntrate en mí. En mis ojos.
Sus dedos se hundieron en mis jeans, lo que me ayudó a
concentrarme. Murmuró algo, y de inmediato un ligero entumecimiento
calmó la agonía y despejó el confuso desorden en mi cabeza.

—¿Acabas de usar conmigo tu magia Druida?

—Sí. Estabas teniendo un ataque de pánico. Podía verlo venir, y no


iba a ser bonito. —Frotó mi pierna—. Entiendo por qué sientes que lo que
hizo Aneira depende más de ti que de cualquier otra persona, pero no es tu
culpa. No provocaste la destrucción que vimos. No dejes que Aneira se te
meta en la cabeza. Necesitamos que estés en tu mejor condición. Aneira te
quitó tus poderes, pero no te quitó quién eres.

—Siento que esos poderes son lo que soy.

Kennedy negó con la cabeza.

—No. Te suman, pero no son tú. Eres mucho más que tus
habilidades.

Las lágrimas se acumularon bajo mis párpados. Eli había dicho algo
similar.

—Eres la chica de la que me hice amiga en la secundaria que es fuerte


y luchadora, ama profundamente y peleará hasta la muerte por aquellos que
le importan. Esa es quién eres. Eres la persona que amo y he extrañado
tanto. —Se subió los lentes por el puente de la nariz y sus ojos marrones se
llenaron de lágrimas.

Me tambaleé hacia adelante, abrazando a Kennedy.

—Yo también te he echado mucho de menos. Odio que te enojes


conmigo. Es algo que no había experimentado antes y no quiero volver a
experimentarlo nunca más. Te amo tanto.

Kennedy sollozó y sus brazos me envolvieron.

—El día de hoy me dio una gran dosis de perspectiva. Estaba siendo
tonta. En este momento, lo único que me importa es que Ryan y tú están
vivos y en mi vida. Todos los demás pueden besarme el trasero.
Me eché hacia atrás, mis ojos se agrandaron con una sorpresa
burlona.

—Kennedy... maldijiste.

Ella soltó una risita entre sollozos y se sentó sobre sus talones.

—Sí y lo dije en serio.

—La mierda de repente se puso seria.

Ambos rompimos en hipo y risas. La liberación se sintió mejor de lo


que podría proporcionar cualquier droga. A veces, en las situaciones más
trágicas o tristes, la risa era una necesidad.

Cuando nos calmamos un poco, Kennedy se movió a mi lado,


recostándose contra la cama.

—Hoy me di cuenta de que quiero hacer algo. Incluso si es realmente


una tontería.

—¿Qué?

—Ver a Ryan. —Kennedy curvó sus manos en su regazo—. Sé que


Lars nos lo negará, pero necesito verlo. Abrazarlo. No puede venir aquí, así
que lo único que puedo hacer es ir a él.

Me identifiqué con la necesidad de ir con nuestro amigo, pero negué


con la cabeza.

—Ken, lo hice y casi me mata el Strighoul. Es muy peligroso.

¿Realmente salieron esas palabras de mi boca?

Kennedy giró la cabeza para mirarme.

—Lo sé, pero ¿cuándo te detuvo eso antes?

—Uhhhh ... buen punto.

—Em, por favor. —La necesidad en su voz sonaba palpable.


—Está bien. Está bien. —Miré al techo en derrota—. No tengo derecho
a decirte que no hagas nada.

La idea de ver a Mark, Ryan y mi mamá se desarrolló en mi cabeza.


Una lenta sonrisa apareció en mis labios.

—Vamos a hacerlo.

Todo su rostro se iluminó.

Hice una mueca ante la realidad de hacerlo.

—Problema. No hay forma de que pueda ir sin que Eli lo sepa. Me


encadenará en el sótano más rápido de lo que puedo parpadear. Y no de la
manera divertida.

Kennedy se apartó de mí, con la mirada fija en el exterior.

—Sí, esos Moradores Oscuros hacen que sea difícil conseguir


cualquier cosa. —Ella frunció el ceño y entrecerró los ojos.

No pude descifrar su expresión. Mi instinto me dijo que no estaba


hablando de Jared.

—Son un dolor en el trasero.

Kennedy asintió con la cabeza, con la mirada perdida.

Nos sentamos en silencio mientras una sonrisa crecía en mis labios.

—Mi cumpleaños es mañana...

Kennedy levantó la cabeza, un brillo conspirador brilló en sus ojos.

—La cumpleañera debería poder hacer lo que quiera.

—Y quiero hacer una fiesta con mis amigos y padres en el Otro


Mundo.

—Buena suerte. —La voz de Gabby habló desde la puerta. Entró


pisando fuerte en la habitación y se dejó caer sobre mi cama, apoyando la
barbilla entre Kennedy y yo.
Desde nuestro tiempo en Grecia, parecía mucho más cómoda
merodeando a nuestro alrededor. En el fondo sabía que disfrutaba el tiempo
de chicas, incluso si nunca lo aceptaba.

—Vamos, Gab, no es como si fueras una seguidora de las reglas. —


Estiré el cuello para mirarla.

—No, pero me gusta mi vida, y Eli me mataría si se enterara de que


lo sabía y las dejé ir.

Me encogí de hombros.

—Y Eli sabe que hago lo que quiero. Nadie me deja hacer nada.

Gabby resopló.

—Además, planeo decírselo a Eli. No puedo llegar muy lejos sin que
él lo sepa de todos modos.

—¿Crees que estará bien con eso? ¿Después de la última vez? —


Gabby se volvió de costado y apoyó la cabeza en su mano—. Pensé que
íbamos a tener que internarlo. Eres tan tonto como un diablillo si crees que
él estará de acuerdo con tu partida.

Sonreí.

—Tengo mis métodos de persuasión.

Las cejas de Gabby se arquearon.

—Está bien, se les llama chantaje y culpa.

—Ahora, esa es una verdadera respuesta Fae. —Gabby hurgó en la


pelusa imaginaria de mi almohada, su comportamiento se volvió tímido y
vacilante. Que se veía todo mal en ella. Especialmente con su atuendo punk-
rock, cabello teñido de morado y negro, y botas altas hasta la rodilla—. Te
apoyaré con Eli si… —un rastro de rubor se extendió en sus mejillas. No la
había visto sonrojarse o avergonzarse. Nunca.

—¿Si qué? —La animé, curiosa por saber qué podía ofrecerle y qué la
haría reaccionar de esta manera.
—Si... si pudieras averiguar si Alki está saliendo con alguien y tal vez
hablar bien de mí. Sé que es un mal momento... pero todo lo que está
pasando me hizo pensar... ¿sabes?

Mi mandíbula se aflojó.

—No esperaba eso.

Continuó tirando de la almohada, con la cara en llamas.

—Lo lamento. ¿Las voces en mi cabeza estaban parloteando en voz


alta porque podría haber jurado que me pediste un favor para hablar bien
de ti con mi sexy entrenador de demonios, Alki? —Palmeé mis oídos.

—Sí, sí. Adelante, diviértete, páiste gréine.

—Oh, lo haré. —Me froté las manos. Kennedy se rio a mi lado. Se


sintió bien alejarse de la desgarradora tragedia y simplemente ser chicas por
un momento.

Gabby puso los ojos en blanco, pero sonrió suavemente. Realmente


debe gustarle para que acepte cualquier tipo de burla de mí.

—Está bien, te ayudaré con Alki, pero en lugar de ayudarme con Eli,
debes distraer a Lars mientras vamos al Otro Mundo.

Ella frunció el ceño, contemplando mi trato. Se sentó, con las piernas


dobladas debajo de ella.

—De acuerdo.
Capítulo 21
Traducido por AnamiletG

Antes de considerar el arreglo de Gabby-Alki, necesitaba hablar con


Eli. Lo encontré pasando el rato en la habitación de Cooper y West.
Probablemente necesitaban un descanso de ver la desolación de lo que
estaba sucediendo en todo el país y el mundo. Algo que entendía
profundamente. La necesidad de la comodidad de amigos y familiares en un
momento como este era poderosa. El deseo de sentir sus brazos a mi
alrededor hormigueaba en mis venas, atrayéndome hacia él.

West me llamó cuando entré en la puerta.

—¡Oye, cariño! Siempre es bueno ver tu hermosa figura entrar por mi


puerta.

Sonreí, apoyándome contra el marco. West descansaba en su cama.


Eli yacía contra la pared en el otro extremo, y Cooper se estiró
completamente en su cama frente a ellos.

—Déjame adivinar. ¿No sabías que Eli estaba aquí, y vendrías aquí en
secreto por mí? —West le guiñó un ojo.

Una sugerente sonrisa curvó mis labios.

—¿Eli quién?

Cooper y West se rieron. Se quedó en silencio de nuevo, mi atención


todavía estaba dirigida a West. Eli se aclaró la garganta.

—Oh, Eli. Hola. No te vi allí. —Fingí vergüenza.

Eli simplemente se rio, negando con la cabeza.


Salté fuera de la puerta, me estrellé contra la cama entre los dos
hombres y los abordé.

—Pila de perritos —gritó Cooper y saltó encima de mí.

Los resortes y yo gemimos en represalia.

—En este caso, no está lejos de la verdad —chillé bajo el peso de los
hombres sobre mí. Su respuesta fue hacerme cosquillas. Me contoneé
contra ellos, tratando de escapar—. Deténganse. Deténganse. —Me reí.
Como dos hermanos mayores y un hombre que vivían para atormentarme,
no lo hicieron. Ignoraron mis súplicas.

Finalmente, me deslicé fuera de la cama al suelo, alejándome de ellos.


Bajé el dobladillo de mi blusa, que se había deslizado hacia arriba mientras
trataba de escapar. Jadeando, traté de recuperar el aliento.

—Ustedes no son tan justos.

—¿Cuál sería la diversión en eso? —West retrocedió, apoyándose


contra la pared.

Cooper se puso de pie y salió de entre sus dos hermanos mayores.

—Sería bueno que te desnudaras.

Eli se rio entre dientes mientras se movía hacia el borde de la cama,


con los pies sobre los tablones de madera desiguales. Apoyó los codos en las
piernas. Mientras me levantaba, Eli me agarró por las presillas del cinturón
y tiró de mí entre sus piernas.

—¿Necesitas algo?

Asentí.

—Está bien, chicos, los veré en el entrenamiento más tarde- —Eli se


puso de pie, sus dedos todavía curvados alrededor de mis pantalones.

—¿De nuevo? —La cabeza de Cooper cayó hacia atrás con angustia.

—¿Qué puedo decir? El deber llama. —Eli golpeó a Cooper en el


hombro mientras me conducía hacia la puerta.
—West, digo que nos emborrachemos y encontremos a algunas
mujeres Lado Oscuro Fae retorcidas y cachondas —la voz de Cooper nos
siguió fuera de la cabaña.

—Suena como un plan brillante. —Escuché a West reír.

Conduje a Eli desde las cabañas hacia el bosque. Nos detuvimos al


borde del bosque.

—Sabes que es mi cumpleaños mañana.

—Vaya, debe ser un gran favor. —Se cruzó de brazos.

—Ya que no puedo mentirte como una persona normal, tengo que
intentarlo de la manera honesta, pero llena de halagos.

La boca de Eli se curvó en una sonrisa lateral.

—Ve al grano, Brycin.

—Kennedy y yo queremos ir al Otro Mundo para visitar a Ryan. —Al


ver el ceño fruncido cruzar su rostro, levanté mi mano, deteniéndolo antes
de que comenzaran las refutaciones—. Como dije, es mi cumpleaños, y
realmente me gustaría cenar con mi familia y amigos. Como lo hace la gente
común.

Eli se acercó a mí.

—Primero, somos cualquier cosa menos normal; segundo, no hay


forma de que Lars te lo permita.

—Ya me encargué.

Su frente crujió por la sorpresa.

—¿Te está permitiendo ir?

—¿Honestamente? No, pero tengo a alguien que lo va a distraer por


mí.

—¿A quién engatusaste para que aceptara hacer lo imposible?


—Gabby.

—¿Qué? —La conmoción en su rostro se veía cómica—. ¿Cómo diablos


conseguiste que ella aceptara tu plan?

—El secreto está entre nosotros. Solo sé que lo hice. —Sentí que una
sonrisa se extendía por mi rostro—. Y no te estoy pidiendo permiso. Pensé
en decírtelo de antemano en lugar de que te enteraras cuando desapareciera
de tu radar. De esta forma no enviarás un grupo de búsqueda y no
involucrarás a Lars.

La frustración se dibujó en su frente.

—¿Solo tú y Kennedy?

Asentí.

Su ceño se frunció más profundamente. Apretó los labios y miró al


suelo con el ceño fruncido. Ninguno de los dos habló. Una exhalación
profunda y pesada salió antes de hablar. Su voz baja y autoritaria.

—Siendo un Alfa, siempre tengo que pensar por el grupo. Todo lo que
hago les concierne. Bueno o malo.

—De acuerdo...

Se pasó la mano por el pelo.

—El punto al que estoy llegando es que debes darte cuenta de que ya
no estás sola. Tú estás conmigo. Estás en un clan. Tienes una familia...
varias en realidad. Todo lo que haces, dices o no dices les afecta. Me afecta.

Eché un vistazo a mis pies. Él estaba en lo correcto. No estaba


acostumbrada a hablar con la gente ni a pensar por nadie más que por mí
misma. Siempre había sido independiente. Pero después del supuesto
asesinato de mi madre, me había convertido en una isla y no dejaba entrar
a nadie, excepto a Mark. Pero incluso con él, mantuve cierta distancia.
Ahora mi isla solitaria tenía puentes hacia todos estos otros lugares, y ya no
podía simplemente pensar en mí.

Mis hombros cayeron con una fuerte caída.


—Oye. —Eli puso sus manos en mi cara, levantando mi cabeza—.
Supongo que como es tu cumpleaños, puedes hacer algo tonto y precario.

Mi sonrisa se extendió con codicia por mi rostro. Me puse de puntillas


y lo besé.

—Gracias.

—Siempre estoy listo para comportamientos perversos. Solo tienes


que incluirme.

—Lo hice.

—No, me lo dijiste, pero no me incluías a mí.

Me eché hacia atrás, realmente acogiéndolo.

—¿Quieres ir conmigo y pasar el rato con mi madre y Torin?

—Creo que es hora de que Lily y yo lleguemos a un entendimiento.

Parpadeé en estado de conmoción.

—Estaremos sentados alrededor de una mesa para cenar y tendrás


que hablar con la gente.

—¿Habrá alcohol?

—Por supuesto. Y conociendo a mi mamá, habrá pastel.

—Entonces quiero estar allí para tu cumpleaños.

Las palabras se sintieron extrañas al salir de su boca. Sospechaba


que en realidad no quería estar allí, pero lo estaba haciendo por mí. Hablar
con mi mamá también era por mí. Dudaba que le importara si estaba del
lado bueno de mi madre, pero sabía que yo sí.

—Ten cuidado, Dragen, el caballo oscuro en el que estás montando


está desarrollando manchas blancas.

Sus ojos se entrecerraron y un profundo gruñido salió de él. Me agarró


y presionó mi espalda contra una roca gigante. Mi pulso se aceleró por mis
venas ante la emoción de sus acciones. A lo lejos vi figuras moviéndose,
practicando ejercicios.

—La gente puede vernos.

Eli me empujó más fuerte contra la roca, inmovilizando mis brazos


hacia atrás.

—Soy una bestia. No me importa. —Sus ojos se pusieron rojos, su


aliento caliente en mi cuello mientras se inclinaba—. No olvides lo que
realmente soy y te vuelvas complaciente conmigo o pienses que soy alguien
que no soy. Alguna vez.

Más tarde encontré a Alki dirigiéndose al campo de entrenamiento. Su


rostro parecía cansado, una mirada que nunca le había visto. Manchas
oscuras rodeaban sus ojos y sus hombros comenzaban a inclinarse.
Sospechaba que uno de sus poderes era que podía luchar sin cesar sin
cansarse. La cantidad de gente que entrenó, día tras día, haría que cualquier
otro Fae se derrumbara después del primer día más o menos. Habían pasado
semanas y recién ahora comenzaba a mostrar signos de agotamiento.

Mis piernas alcanzaron su ritmo.

—Toma tu espada. Necesitas entrenar más. —Me frunció el ceño.

Me volví hacia el campo. Miles de Seelie y Unseelie se mezclaron en


grupos, balanceando hachas y espadas. Los Fae eran en su mayoría
anticuados en la batalla, todavía prefiriendo espadas a pistolas o sus propios
dientes y garras a cualquiera de ellos. Habría algunos en el campo que no
siguieron esas reglas, pero en su mayor parte, parecía un código de honor
extraño. Para ellos, era una pelea más verdadera si pudieras golpear a
alguien con tu propia mano que con una bala.

—En realidad, vine a ofrecer ayuda. —Resoplé y tuve que correr para
igualar su ritmo rápido.

Alki redujo la velocidad.


—¿Quieres ayudarme a entrenar a los soldados?

—Yo no. Tengo a alguien más en mente.

—Koke me está ayudando.

—Estás entrenando a más de mil Fae a todas horas del día y de la


noche. A Koke y a ti les vendría bien un poco de ayuda, especialmente para
aquellos cuerpos que pueden transformarse en armas.

Las cejas de Alki se curvaron ligeramente hacia mí.

—¿Y a quién recomiendas?

—Gabby. —Prácticamente grité su nombre—. Ella sería perfecta para


ayudar con los cambia-formas, ayudándolos a entrenar para ser más letales
en combate. —Mi plan podría no funcionar, pero no iba a pasarle una nota
pidiéndole que marcara la casilla si pensaba que Gabby era linda.

Alki se detuvo y se volvió hacia mí.

—¿Quieres que un Morador Oscuro me ayude?

La solicitud fue tan incómoda para él como la sentí para mí.

—Um... sí. Es una luchadora increíble.

Sus ojos entrecerrados me dijeron que no se estaba creyendo de eso.

—No importa, tienes razón. Tú y Koke tienen todo cubierto. Estoy


segura de que estaremos listos para la guerra con dos personas entrenando
a cientos de tipos diferentes de Fae, por un total de miles. —Asentí y di un
paso atrás—. Perdón por molestarte.

Me ignoraría o mordería el anzuelo. Ahora le tocaba a Gabby.


casamentera y ser indirecta no eran mis especialidades.

Eli y yo caminamos para encontrarnos con Kennedy. En la distancia,


una figura alta estaba junto a ella. Las sombras de la noche mantuvieron
ocultos los rasgos de la persona. Mi primer instinto asumió que era Jared,
pero rápidamente me di cuenta de que la persona era demasiado alta y de
constitución poderosa para ser Jared.
Mi estómago cayó al suelo. Agarré el brazo de Eli, sabiendo que podía
oler quién era.

Se puso rígido bajo mi toque; un gruñido bajo se descargó de su pecho.

—Tranquilo, hermanito —la voz de Lorcan se filtró tranquilamente en


el aire de la noche—. No estoy aquí para causar un problema.

—Entonces, ¿por qué estás? —Los músculos de los hombros de Eli se


comprimieron.

—Estoy aquí para mantener a Kennedy a salvo si pasa algo.

Eli y yo nos detuvimos a solo unos metros de Kennedy y Lorcan.

—Puedo ocuparme de eso —dijo Eli entre dientes.

—No estoy diciendo que no puedas, pero si un grupo de Strighoul


viene tras Emmy de nuevo, ¿a quién protegerás?

—¡Oye! —Mis manos fueron a mis caderas—. No soy una damisela


aquí y tampoco lo es Kennedy. Podemos cuidarnos solas.

La sonrisa de suficiencia de Lorcan levantó sus labios.

—Nunca dije que fueras una damisela. He oído que eres todo un tigre.
—Su implicación no dicha de "en la cama se sentó pesadamente al final de
su oración—. Pero sabes que, sin tus poderes, no puedes ayudar tanto como
quisieras. Y los poderes de Kennedy no son para lastimar a la gente. Los
suyos son para curar y proteger.

—Dije que podía venir. —Kennedy arrastró los pies—. Lorcan tiene
razón. No puedo pelear como ustedes, y si algo sucediera, confío en que él
me respaldará.

¿Confianza? ¿Lorcan? Esas dos palabras no pertenecían a la misma


oración.

—¿Qué pasa con Jared? —pregunté.

Kennedy frunció el ceño.


—Estaba entrenando y parecía bastante feliz allí. Pensé que sería
mejor que se quedara. Si nos encontramos con problemas, sé que él no
puede cambiar como ustedes dos. —Hizo un gesto a Lorcan y Eli—. No
quiero que Jared salga lastimado. No podría vivir conmigo mismo si le
pasara algo.

Sus palabras sonaban sinceras, como si quisiera decir cada sílaba.


Había pocas dudas de que amaba a Jared. Sus sentimientos hacia él no se
alejaron de la molesta sensación en la boca del estómago de que había
alguna conexión entre Kennedy y Lorcan. No sabría decir si era solo un
respeto compartido o más.

Cambié mi peso. Abrí la boca para refutar la necesidad de Lorcan,


cuando me interrumpió.

—Entiendo tu desconfianza hacia mí, Ember. Maté a Aisling. Es un


hecho simple y llano, pero no me disculparé por lo que hice. Para mí fue un
trabajo. Puede que te parezca frío y desalmado, pero así éramos entonces.
Incluso tu chico aquí no puede ser excluido. Eli también mató a mucha
gente. La madre o el padre de alguien.

Era cierto, y estaba siendo un hipócrita, pero se sentía diferente


porque Lorcan mató a mi madre.

—No voy a arruinar tu noche y entrar. Sé que Lily haría que mi cabeza
sirviera como entrada. Estoy planeando quedarme afuera, haciendo guardia
como la buena bestia obediente que soy.

Lo fulminé con la mirada. No retrocedió ni apartó la mirada de mí. El


tiempo corría y no teníamos mucho como antes. Debíamos tener cuidado ya
que el tiempo era diferente en el Otro Mundo. Lars no se distraería más allá
de mañana por la tarde antes de que viniera a buscarnos.

—Bien. Pero te quedas lejos de la casa. No quiero que mi madre tenga


ni siquiera una pizca de tu olor nauseabundo; no la detendré si intenta
matarte.

Lorcan levantó los brazos en señal de rendición.

—Acordado.
Eli dio un paso adelante y se puso frente a la cara de Lorcan.

—Intentas cualquier cosa o haces cualquier cosa que no me guste, y


esta vez te mataré, Lorcan. No vacilaré. ¿Entendido?

—Lo entiendo. —Movió las cejas y se burló—: Lorcan se tira un pedo


demasiado fuerte y es hombre muerto. Memo recibido.

Gruñendo, me abrí paso entre los dos chicos y me dirigí hacia el límite
de la propiedad.

—Está bien, Cal, sal. Puedes mostrarnos el camino.

—¿C-co-cómo sabías que estaba aquí? —La voz de Cal vino de un


árbol.

—Porque te conozco. —Hubo un silencio—. ¿Cal?

—Está equivocado. Cal no está aquí ahora mismo. Puede dejar un


mensaje en el pitido. Beeeeep.

—Cal, trae tu pequeño trasero de duendecillo aquí ahora.

Las hojas crujieron sobre mi cabeza antes de que una molestia alada
revoloteara hacia mí.

—Maldita sea, nena. Eres buena. —Cal flotaba en la línea de mis ojos.

—No. Eres predecible. —Sonreí—. Y un fisgón.

—Mis habilidades para escuchar me han resultado útiles muchas


veces.

Me reí a carcajadas.

—¿Espiando quieres decir?

—Etiquetas, etiquetas. —Hizo un gesto con la mano.

—¿Puedes mostrarnos el camino a la casa?


—Por el dulce néctar de los dioses, nena, no haré tal cosa. Casi me
convertí en un pudín de duendecillo la última vez.

—¿Qué tal si consigo papel matamoscas, duendecillo? —Eli se movió


detrás de mí.

Cal lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Y qué tal si consigo mi rotulador y una barra de pegamento


brillante, Morador? —Cal se llevó los dedos a los ojos y luego señaló a Eli
como si dijera: "Te estoy mirando".

—¡Chicos! Tregua por ahora, ¿de acuerdo? —Suspiré, frotando mi


cuello—. Cal, haré que Marguerite te deje usar su enorme fregadero de la
cocina para el jugo de enebro, y ¿qué tal uno de esos besos que todavía te
debo?

Cal se puso rojo, una mirada soñadora vidriosa en sus ojos. Luego
volvió a mirar a Eli, sus ojos se volvieron duros de nuevo.

—Sígueme. —Agarró su espada de plástico y señaló hacia adelante.

Si no nos matábamos todos esta noche, la llamaría un éxito.


Capítulo 22
Traducido por Yiany

Cal nos condujo a través de las puertas hacia el Otro Mundo. Eli y
Lorcan se movieron con cautela ya que todavía desconfiaban del aspecto de
que se les permitiera entrar al Otro Mundo. Lorcan había mencionado que
no podían estar allí más que un día completo del Otro Mundo sin que
comenzara a ser doloroso. Solo íbamos a estar allí unas pocas horas.
Deberían estar bien.

Cuando Cal nos guio hacia el bosque tortuoso, me di cuenta de lo


fácil que sería perdernos en estos bosques. Todo parecía exactamente igual.
Una ruptura en los árboles o un arroyo no parecía diferente de los que
cruzamos antes.

—¿Debo dejar migas de pan?

Lorcan y Eli me miraron con confusión, solo Kennedy pareció


entender mi broma.

—Estaba pensando lo mismo.

—¿Migas de pan? —dijo Lorcan—. ¿Qué tal si pones un letrero que


diga: "Aquí hay un aperitivo que te llevará a tu plato principal"? —Se señaló
a sí mismo.

—Ella estaba bromeando. —Kennedy se rio—. Es de un cuento de


hadas para niños con el que crecimos, Hansel y Gretel. Se pierden en el
bosque y son encerrados por una bruja y devorados. ¿Nunca has oído hablar
de él?

Lorcan y Eli negaron con la cabeza.


—No, pero si estuvieran dejando migas de pan en un bosque lleno de
Faes Oscuros, deberían haber sido comidos. —Lorcan arqueó una ceja
afilada como si se sintiera ofendido por la idea.

—Sí, demasiado estúpidos para vivir de todos modos —agregó Eli.

Kennedy y yo nos sonreímos mutuamente.

—Vaya, alguien se está tomando los cuentos de hadas de Grimm un


poco en serio —observé a los dos hermanos.

—Porque esta mierda es seria —dijo Eli mientras continuaba


caminando por el follaje—. Un cuento de hadas significa algo diferente para
ti que para nosotros. Es real y una perra.

Pensando en Aneira y lo que le hizo a Londres y Nueva York, tenía


que estar de acuerdo. La Reina de las Hadas es una perra despiadada.

Cuando llegamos a la cueva, Cal se metió en mi capucha,


preparándose para la entrada. Criaturas como wolpertingers, murciélagos y
arañas verían a Cal como almuerzo.

—Así que... supongo que me quedaré aquí. —Lorcan señaló una roca
junto a la cueva.

—Será mejor. —Asentí.

—Gracias, Lorcan. Intentaremos no demorarnos. —Kennedy le tocó


el brazo con suavidad.

Él miró su mano y luego lejos.

—Estoy mirando la luna. Si se mueve más allá de los árboles, iré


detrás de ustedes.

—Yo también la veré. Debemos tener mucho cuidado con el tiempo


que pasamos aquí —dijo Eli mientras entrábamos en la boca de la cueva,
tocando su sien—. Avísame si pasa algo —agregó, refiriéndose a su vínculo.
Lorcan no sabía que yo también podría escucharlo—. O nuestra llamada de
advertencia.
Lorcan miró a Eli por un momento antes de asentir.

—Lo haré.

—¿Llamada de advertencia? —Kennedy le preguntó a Eli, mientras


entramos en la cueva.

—Es un aullido específico que nuestro padre nos enseñó si no podía


comunicarse con nosotros a través de nuestro vínculo. —Las pupilas de Eli
se agrandaron a medida que se adaptaban a la oscuridad que lo rodeaba.

Entonces, empezamos a entrar en la caverna que nos llevaba a


nuestra familia y amigos.

Salimos del túnel y nos trasladamos a la parcela de tierra protegida


donde se encontraba la cabaña. El sonido de una cascada retumbó en la
distancia. Aquí era por la tarde, pero aún no había luz. El lado oscuro
Unseelie del Otro Mundo se mantenía en perpetuos intervalos de
tarde/noche. Las mañanas y las tardes se parecían más al anochecer antes
de que la noche te envolviera de nuevo en la negrura. Mis poderes perdidos
no tenían nada que ver con mis preferencias, pero mi lado Demonio todavía
favorecía la oscuridad, mientras que mi Fay anhelaba la luz.

Simmons salió por la puerta con Torin y Castien detrás. Habíamos


activado las barreras, haciéndoles saber que había intrusos.

—Solo soy yo —grité, agitando los brazos hacia los dos hombres.

—¿Mi señora? —Simmons se lanzó hacia mí.

—Dijiste que no me llamarías así en público —dijo Cal secamente


debajo de mi cabello.

—¡Cal! —Simmons se alineó en busca de su amigo, chocando con él.


Ambos cayeron de mi hombro, casi golpeando el suelo antes de tomar aire
y volar hacia el cielo, riendo y parloteando. Apostaba a que nunca habían
estado separados tanto tiempo.

—¿Ember? —Escuché la voz de mi mamá venir detrás de ellos—.


¿Ember está aquí?
—Sí, mamá. Vine a celebrar mi cumpleaños contigo.

Ella embistió a Torin y Castien contra la pared mientras los


empujaba, corriendo hacia mí.

—¿Hoy es tu cumpleaños?

—Sí. —Sabía que no estaban a la misma hora que la Tierra y


probablemente no tenía mucha idea de qué día era.

Me tuvo en sus brazos en cuestión de segundos.

—Oh, mi niña. ¡Feliz cumpleaños! —Entonces su cuerpo se tensó en


mis brazos. Sabía exactamente qué la hizo reaccionar como lo hizo. O quién
lo causó. Menos mal que Lorcan se había quedado en la entrada de la cueva,
o tendría un ataque de pánico en mis brazos—. Elighan. —Ella dio un paso
atrás.

—Lily. —Eli asintió.

Antes de que pudiera decir nada, Ryan salió al porche.

—¿Kennedy? —Su voz resonó en el aire fresco—. Oh, Dios mío.


¡Kennedy! —Ryan bajó precipitadamente los escalones.

—¡Ryan! —Kennedy corrió hacia él. Los dos casi se golpean el uno al
otro cuando se juntaron.

—No puedo creer que estés aquí. —La mano de Ryan acarició la nuca
de Kennedy—. Estás a salvo. —Kennedy se apartó para mirarlo—. Hicimos
un pacto en tercer grado de que seríamos amigos para siempre, y siempre
estaremos el uno para el otro pase lo que pase. Tomé la promesa en serio.
No hay nada que me aleje de ti. —Las lágrimas corrían por su rostro.

—Excepto cuando fui secuestrado por los Fae. —Ryan le apretó el


brazo.

—Excepto eso. —Ella rio.

—Nos enseña a no leer la letra pequeña de nuestro pacto. —Ryan


puso los ojos en blanco dramáticamente.
Mi corazón se disparó al verlos juntos. Reunidos. Habían sido
mejores amigos desde el jardín de infancia y habían pasado por muchas
cosas. Me alegré de haber venido por Kennedy.

Ryan miró por encima del hombro de Kennedy.

—Oye. —Me señaló—. Trae tu picante trasero aquí y únete a nuestra


reunión. Eres parte de nosotros.

—Pero no firmé ningún contrato de mejor amiga.

—Tu contrato fue firmado con sangre. —Ryan se puso las manos en
las caderas e inclinó la cabeza—. Ahora trae tu trasero aquí.

Corrí hacia ellos. Los tres nos entrelazamos con brazos y lágrimas.
Ya era el mejor cumpleaños que podía pedir.

—Ahora, trae aquí al caliente y feliz buen bocado para que pueda
apretar su culo con astucia —susurró Ryan en mi oído.

Me eché a reír y miré por encima del hombro. Eli sonrió, abriendo los
brazos.

—Todo lo que tienes que hacer es preguntar, Ryan. —Las mejillas de


Ryan se volvieron varios tonos más allá de la vergüenza.

—Tiene un oído excepcional. —Le guiñé un ojo a Ryan—. Y un culo


firme. Recomiendo encarecidamente sentirlo al menos una vez esta noche.

Ryan dejó que su disgusto se desvaneciera. Nunca duraba mucho


con él. Buscó en el porche donde estaba Castien.

—¿Te importa, cariño?

Castien negó con la cabeza y agitó la mano, dándole el visto bueno.


Mark estaba junto a Castien sonriéndonos a todos. Esperaba que lo llevara
de regreso a las muchas noches en que Ryan y Kennedy vinieron a la casa,
y bromeamos mucho de esta manera.

Mark fue mi próxima víctima de un abrazo.


—Es mi cumpleaños. Trasero de Eli para todos —exclamé mientras
me dirigía hacia mi papá.

—Me siento como una piñata —murmuró Eli.

—Ahora que seas una piñata es algo en lo que quiero participar. —El
tono de mamá no era nada gracioso.

—¡Yo también! —Cal levantó la mano.

Suspiré, pero mantuve mis ojos en Mark.

—Hola papá. —Lo rodeé con mis brazos.

—Es bueno verte. —Me apretó con fuerza—. Feliz cumpleaños,


Solecito.

Torin había estado parado allí todo el tiempo, su cuerpo lleno de


tensión y sus ojos fijos en Eli.

—¿Lo trajiste aquí?

Quería pasar una buena noche, pero había que resolver las cosas
antes de que pudiera suceder la diversión.

—Está bien. Antes de continuar, necesitamos aclarar algo. —Me volví


y miré a mi madre—. Sé que crees que Eli estaba allí para hacernos daño en
el castillo, pero no fue así.

La contradicción de mamá ya se estaba formando en su boca.

Levanté mi mano, en señal de interrupción.

—Fue allí para detener a Lorcan. Cuando lo vio en el pasillo, se dirigía


a tratar de evitar que su hermano cumpliera con el plan de Aneira. —
Mantuve mi voz fuerte mientras miraba a todos. Entonces mis ojos se
posaron en mamá y Eli—. Creo que ustedes dos necesitan discutir todos los
detalles porque ambos están en mi vida. Tendrán que aprender a llevarse
bien ya que no elegiré entre ustedes ni quedaré atrapada en su enemistad.
El resto de nosotros empezaremos a emborracharnos.

Me volví y entré en la cabaña.


El rostro de Torin se contrajo con el ceño fruncido y se apresuró a
bajar las escaleras. Sus brazos se balancearon rígidamente a los costados
mientras desaparecía en el bosque.

—Bueno, no hay pastel de cumpleaños para él. —Cal entró en la


habitación.

—Sir Torin ha pasado por mucho —impugnó Simmons—. No puedes


privarlo de pastel también.

Resoplé. Para ellos, privar a cualquiera de azúcar o alcohol era un


pecado sin medida. Castigo cruel e inusual.

—Espero que tengamos los ingredientes para preparar un pastel. —


Mark se dirigió a la cocina—. No es como si pudieras correr a la tienda o
conseguir una caja de mezcla para pasteles a la vuelta de la esquina.

—¿Tienen tiendas aquí? —Ni siquiera había pensado en cómo


obtenían su comida.

Thara se apoyó en el mostrador y dijo:

—Por supuesto que sí, pero la ciudad más cercana está a unas veinte
millas. Y no han empaquetado nada. Nada se procesa aquí como en la Tierra.

En algunos aspectos, los Fae estaban bastante avanzados, pero en


otros, todavía estaban en la época medieval con sus mercados de consumo.
Al menos ahora tenían refrigeradores, luces y otros aparatos que
funcionaban con energía solar y magia. En muchos sentidos, estaban
mucho mejor sin todos los dispositivos humanos. Si la Reina no asesinaba
a los humanos, la comida rápida los mataría por ella.

Kennedy, Ryan y Castien entraron en la casa, pero Eli y mi madre


no. Miré por la puerta y vi a los dos alejarse. Bien. Nunca se querrían el uno
al otro, pero quería que al menos supieran la historia del otro y llegaran a
una especie de tregua.

Mark y Thara reunieron todo lo que necesitaban para un pastel y una


cena sencillos. No me importaba si había pastel o comida. Solo quería estar
con ellos.
Durante la siguiente hora, Kennedy, Ryan y yo nos pusimos al día,
riendo y llorando a través de nuestras aventuras e historias desde la última
vez que nos vimos. Mientras cocinaba, Mark comentaba su versión de vez
en cuando. Estaba diligente en mantener llena la taza del chef. Las mejillas
de Mark estaban rosadas y estaba de un humor especialmente alegre
cuando la cena estuvo lista.

Ryan y yo pusimos la mesa mientras Castien y Kennedy se sentaban


en el sofá intercambiando historias sobre Ryan.

—No, no, lo hace cuando se enoja. —Kennedy se rio.

—¿Qué? —Ryan dejó caer los cubiertos sobre la mesa y los miró.

—Nada. —Tanto Kennedy como Castien dijeron a la vez, con los ojos
muy abiertos e inocentes.

—Al menos tengan la decencia de hablar a mis espaldas —bromeó.

—Entonces, ¿cómo sabrías lo que pensamos de ti? —bromeé


mientras colocaba los platos alrededor de la mesa.

—Ya sé que piensan que soy gracioso, devastadoramente guapo y


tengo un gusto impecable en la ropa.

Sonreí.

—Nunca dije que te dijéramos la verdad en tu cara.

—Jaja —se burló y luego trató de parecer serio.

—La cena está lista. ¿Dónde están Eli y Lily? —Mark agarró la olla de
la estufa y la colocó sobre la mesa.

Eli y mi mamá aún no habían regresado.

—Iré a ver si puedo encontrarlos.

Cal y Simmons, que por lo general querían ir conmigo, ya estaban en


sus lugares, sus tazas vacías golpeando la mesa en rebelión.
—¡Llena la taza o mearemos en la olla! —De acuerdo, Cal dirigió el
cántico, pero Simmons golpeó su taza sobre la mesa junto con él.

—Será mejor que hagas lo que te pidan, o tendremos pis de duende


en nuestro estofado.

Agarré la manija de la puerta y me dirigí hacia la oscuridad. El final


de la tarde se había vuelto negro. Las estrellas brillaban en lo alto, pero la
luna arrojaba suficiente luz para permitirme ver hacia dónde me dirigía. Mi
instinto me atrajo hacia Eli, y supe que él podía sentirme venir. Al entrar en
un claro, los vi parados allí. Ambos tenían los brazos cruzados sobre el
pecho y ninguna sonrisa en sus rostros, pero estaban vivos. Buena señal.

La cabeza de Eli se giró en mi dirección.

—No, no nos hemos matado.

—Aún —resopló mi mamá. Humor. La situación parecía mejor de lo


que esperaba.

—La cena está lista —dije y me acerqué.

—De acuerdo. —Mamá vino hacia mí, tomando mi mano entre las
suyas—. Los veré adentro. —Le dio un apretón a mi mano antes de alejarse
de nosotros, de regreso a la casa.

Cuando se fue, me volví hacia Eli.

—¿Entonces?

Caminó hacia mí, ampliando su postura y sus manos llegaron a mis


caderas.

—Nunca le agradaré a tu madre. Ella siempre querrá algo mejor para


ti. Pero creo que hemos llegado a un alto el fuego.

Me acurruqué en él.

—Eso es todo lo que puedo pedir. —Sus labios se posaron sobre los
míos, encendiendo mi cuerpo. Cuando nos separamos, le pregunté—:
¿Cómo te sientes? ¿La maldición ya ha comenzado a afectarte?
—No sé. Me siento inquieto, pero no sé si es el hechizo o porque estoy
ansioso por el tiempo aquí.

—¿Cómo te sientes estando de vuelta en el Otro Mundo? Lo querías


durante tanto tiempo. ¿Es extraño volver?

—Sí, es extraño estar aquí de nuevo. —Apretó los labios, pensativo—


. Una parte de mí se siente como si finalmente puedo relajarme, que estoy
en casa. Pero no es exactamente lo que recuerdo. Mis recuerdos lo
convirtieron en algo que ya no encajaba con quien soy. —Se frotó la frente—
. También me doy cuenta de que hay cosas en el reino de la Tierra que
extrañaría.

Me acerqué más a él, besando sus labios suavemente.

—Como la mantequilla de maní.

—Sí, definitivamente la extrañaría. —Mordió mi labio inferior.

—¿Qué más?

—Mi moto —murmuró entre besos—. Y tú en ella. Mis dos chicas


entre mis piernas.

—Yo también extrañaría tu Harley. Cuando regresemos, deberíamos


rendirle un homenaje. —Con esa frase, hielo llenó mis pulmones. Él no sería
el que dejaría el reino de la Tierra al final. Estaría sentada en un trono en el
lado de la Luz sin él.

Oh diablos, no.

—Tu idea me da ganas de empezar ahora. Podemos agregar la moto


más tarde. —Cerró mis pensamientos mientras su beso se hacía más
profundo, su boca desesperada contra la mía.

—Nosotros. Tenemos. Que. Volver —dije en las pausas por aire.

—En un minuto. —Mordió mi labio inferior—. Te tengo algo.

Inclinándome, farfullé.

—¿Me tienes algo? ¿Como un regalo de cumpleaños?


—Uhhh... seguro. —Me besó de nuevo. Sarcasmo espeso en su tono.

—Está bien, ¿cuál es mi regalo que no es de cumpleaños?

Se apartó de mí y se levantó la camisa.

—Aprecio el sentimiento, pero puedo tener ese paquete cualquier día.


—Le guiñé un ojo.

—Maldita sea, mujer, ¿ya te has cansado de mi cuerpo? —Sacudió la


cabeza, agarrando algo metido en la cintura de sus pantalones—. Por mucho
que creas que soy un mejor regalo, te conseguí esto. —Sin ceremonias, Eli
dejó caer una hoja envainada en mi mano.

Me quedé mirando el cuero flexible antes de sacar el cuchillo de


quince centímetros de su funda. La hoja se curvó ligeramente y estaba
diseñada con patrones y motivos delicados y bellamente tejidos. Mis dedos
no pudieron evitar tocar los grabados. Tarareó bajo mi mano, cobrando vida.
Las imágenes pasaron por mi mente con demasiada rapidez, pero el poder y
el orgullo llenaron mi pecho. Instantáneamente, sentí la conexión. Fue
hecho para mí. Me reclamó como yo lo reclamé.

El aire aspiró a través de mis labios.

—Es hermoso.

—Está hecho por duendes con el mejor metal Fae. —Eli mantuvo sus
ojos en el arma—. Encajará perfectamente en tu bota.

Mi cabeza giró hacia arriba para mirarlo a la cara. Tal vez cualquier
chica odiara recibir una daga como regalo, pero a mí me encantó. La había
hecho especialmente para mí. Me zambullí en él, rodeando su cuello con los
brazos.

—Gracias.

—Sabía que eras el tipo de chica que preferiría algo capaz de destripar
a un Fae en lugar de recibir flores.

Mi sonrisa se ensanchó.
—Tú lo sabes. —Acerqué su boca a la mía, mostrándole mi
agradecimiento.

—Digo, ya que te lo di, debería haber alguna promesa no escrita de


que no puedes usarla conmigo, no importa cuánto quieras.

—Oh, nunca hago ese tipo de promesas. —Mi boca volvió a la suya;
nuestros besos se profundizaron.

—¿Señññora? Fiesssta essspera. —La voz de Cal se arrastró desde el


bosque—. El Sr. Marky dice que no seguiiiremos tomando hasta que
regresssse.

Apoyé mi frente contra la de Eli con una risita.

—Voy a matar a esa pequeña Barbie voladora —gruñó Eli.

—Vamos. Hay alcohol y pastel. —Tiré de su mano mientras deslizaba


mi nuevo regalo en mi bota. Encajaba exactamente como dijo.

—La única forma de tratar con tu familia.

—Si no vas a ser amable, exigiré que juguemos a ponerle la cola al


burro.

A mitad de la cena, la puerta se abrió y Torin entró. Agarró la silla


vacía y se sentó.

—Feliz cumpleaños, Ember. —Inclinó la cabeza en mi dirección.

—Gracias —respondí, un poco aturdida por el saludo de Torin.

Thara le sonrió mientras llenaba su plato. Quería decirle que me


alegraba de que regresara y que no era lo mismo sin él aquí, pero me quedé
en silencio. Estar aquí era un gran paso para él. Eli se sentó lejos del otro
lado, pero estaban juntos en la misma mesa, compartiendo una comida.
Significó mucho. La felicidad se infló en mi corazón mientras miraba
alrededor de la mesa a todos los rostros tan queridos para mí. Risas e
historias desbordaron la habitación. Cada una de estas personas pertenecía
a mi familia. Con cada nueva persona que se convirtió en parte de mi
mundo, mi corazón fortalecido se abrió más para recibirlos.

Más tarde, cuando sacaron el pastel, Cal cayó sobre mi cabeza,


pretendiendo ser un sombrero de cumpleaños. Cuanto más trataba de
sacarlo, más amenazaba con hacer caca en mi cabeza, así que cedí. Pero
tracé la línea con la gente que cantaba. Aquellos que no habían nacido en
la Tierra estaban familiarizados con la molesta melodía, pero el mundo Fae
no tenía la misma canción de cumpleaños que los humanos. Por lo que
estaba agradecida.

Una energía inquieta hizo que la rodilla de Eli se balanceara


implacablemente contra la mía, y se removió en su asiento. No solía estar
inquieto.

Lo miré inquisitivamente. ¿La maldición?

Me respondió con un movimiento de cabeza. El hechizo le estaba


haciendo sentir incómodo. Era hora de irse. Ya habíamos estado fuera más
tiempo del que deberíamos, pero me resultó difícil irme. Hoy era la primera
vez que cumplía años con todas las personas que amaba y, lamentablemente
sabía que probablemente sería la última. La noche era asombrosa, pero una
guerra estaba al otro lado, enrollada y esperando, como una serpiente.

—Tenemos que volver —susurró Eli en mi oído. Asentí con la cabeza,


la sonrisa desapareció de mi rostro—. Tienes otro regalo esperándote en tu
habitación más tarde, si te hace sentir mejor. —Acarició mi cuello, colocando
mi mano en lo alto de su muslo.

—Meh. —Me encogí de hombros, jugando a la indiferencia.

—Sabes que eso solo hará que sea más decidido.

Mis ojos se agrandaron.

—¿En serio? Nunca hubiera pensado que podrías ser manipulado tan
fácilmente.

—Tan mentirosa.
Le guiñé un ojo.

Cal metió su dedo en mi cabeza.

—Lo siento, todos. Hacen esto mucho. Continúen como si no


estuvieran aquí porque ciertamente no saben de nosotros y de lo incómodo
que pueden poner una habitación. —Mi respuesta fue hacerle un gesto
obsceno con el dedo. Cayó por los aires—. Te van a hacer caca más tarde.

—Pruébalo, pixie, y le diré a Sinnie que fuiste tú quien deshizo todas


las camas y escondió todas las sábanas de la casa para poder verla.

Sus ojos se volvieron del tamaño de platillos.

—No lo harías.

—Oh, lo haría. Y ella estaba enojada. Recuerdo que amenazó con


destripar al culpable si alguna vez descubría quién era.

Cal me fulminó con la mirada.

—Tú ganas este, nena, pero solo porque le tengo más miedo a ella
que a ti.

—Hombre inteligente. —Me reí—. Odio mencionarlo, pero tenemos


que irnos. Estoy segura de que ya pasó el momento en que deberíamos haber
regresado. —Empujé mi silla fuera de la mesa.

—Mamá, acompáñame fuera. —Tomé su mano en la mía.

Abracé a todos, con uno doble para Mark.

Los ojos de Kennedy se llenaron de lágrimas al tener que dejar a


Ryan. Ella era mucho más consciente que él de que estos podrían ser
nuestros últimos momentos juntos.

—¿Mi señora? —Simmons se acercó a mi mirada.

—Tienes que quedarte aquí —le dije—. Protege a mi familia. Lars te


llamará pronto.

—Sí, mi señora. —Simmons hizo una reverencia.


—¿Por qué me llamas así? ¿Por qué siempre me has tratado como a
tu reina? ¿Sabías sobre la profecía?

—No, mi señora, pero siempre supe que estabas destinada a grandes


cosas. —Simmons ladeó la cabeza—. En el momento en que te encontramos
en el bosque, supe que eras alguien especial. No había duda de que te
seguiría.

Sentí un nudo en mi garganta.

—Gracias, Simmons. Ha sido un honor tenerte como mi amigo. Y


soldado. —Se puso de pie más alto, cepillando su chaqueta de piloto de
combate—. Eres un guerrero feroz y fiel.

Desde la punta de las orejas hasta los dedos de los pies desnudos,
Simmons se sonrojó.

—Oh, mierda en una galleta de mantequilla de escarabajo, ¿el


almíbar está lo suficientemente espeso, nena? —Cal voló junto a Simmons,
sus alas esculpiendo una chispa en el denso aire Fae, que titilaba cada vez
que sus alas batían.

Levanté a Cal del aire y le di un beso descuidado. Se puso rojo como


una langosta y farfulló, sin habla por mi acción.

—Eso lo callará. —Simmons sonrió de oreja a oreja y voló hacia mí


dándome cinco. Su pequeña mano golpeó la mitad de mi palma—. Siempre
es algo bueno.

Sonriendo, salí de la casa. Cal voló silenciosamente hacia la cueva.


Kennedy y Eli comenzaron a seguirlo, mientras yo volvía con mi mamá.

—Lars y yo estamos de acuerdo en que queremos que te quedes aquí


durante la batalla.

Mamá negó con la cabeza.

—No. De ninguna manera.


—Mamá, escúchame. Ambos sabemos que esta pelea va a ser mala.
Gente va a morir. Y somos lo suficientemente sabios como para saber que
una probablemente sea yo.

Lily tomó mi otra mano.

—No digas eso.

—Admítelo o no, es la verdad. Mark te perdió una vez, y apenas lo


logró sin desmoronarse. No tengo elección en la lucha, pero tú sí. No podrá
soportar perdernos a las dos. Ya ha pasado por demasiado.

Líquido llenó los ojos de mamá, su voz se ahogó.

—Tampoco te volveré a perder. No puedo sentarme y no hacer nada.

—Tengo a algunos de los mejores guerreros a mi lado. Te amo, pero


no eres una luchadora. Y no puedo manejar si te pasa algo. ¿Y qué hay de
Mark? Por favor, mamá, quédate por mí. Por él. —Tragué saliva más allá de
la opresión en mi garganta. Ella miró al suelo, vacilante en su decidida
armadura—. Además, la capa entre los mundos será fina en el mejor de los
casos, y ¿qué pasa si Aneira comienza a hacer agujeros en ella? Puede que
tengas que defender tu hogar. Torin y Thara estarán con nosotros, dejando
solo a Castien para proteger a Mark y Ryan.

La cabeza de mamá se levantó, sus ojos de color marrón anaranjado


reflejando la luz de la luna. En lo más profundo de ellos, vi la lucha rabiosa
dentro de su corazón para permanecer con Mark o ir conmigo.

—¿Quédate por mí, por favor? —rogué.

—Ember, ¿sabes lo que me estás pidiendo? —Una lágrima se deslizó


por su rostro—. Eres mi hija. Siempre serás mi primer instinto de
protección.

—Lo sé, pero no hay nada que puedas hacer para ayudarme una vez
que estemos en el campo de batalla. Estando allí solo me distraerá. ¿Crees
que podría continuar si te pasara algo? —Dejé caer sus manos, alcanzando
sus hombros—. Quédate aquí y defiende al hombre que ambas amamos.
Estar aquí es cómo puedes ayudarme. Quiero creer que ustedes tengan su
felices para siempre. Déjame tener esta esperanza.
Un pequeño grito salió del pecho de mi madre.

—Prométemelo. —Apreté mi agarre.

Me miró fijamente y sus ojos parecían atormentados. Luego,


lentamente, una resolución fluyó de ellos.

—Sí, lo prometo.

La tiré hacia mí, mis brazos la aplastaron.

—Gracias —susurré.

Nos abrazamos con fuerza; las palabras ya no eran necesarias. Se


apartó, se puso de puntillas y me besó en la frente.

—Te amo.

—Yo también te amo.

—Patea el trasero de la perra por mí, ¿de acuerdo?

Me reí.

—Lo haré.

Los ojos de mamá se llenaron de lágrimas de nuevo.

—Aisling estaría tan orgullosa de la mujer en la que te has convertido.


Eres lo mejor que me ha pasado. Estoy muy agradecida por ti y cada
segundo bendices mi vida. Vive. Vive para todos los que te aman. —Se alejó,
tomando mi mejilla en su mano. Sus ojos rápidamente se dirigieron hacia
donde estaba Eli—. Todo lo que puedo pedir es que alguien te ame de todo
corazón. Y lo hace.

Nos abrazamos de nuevo. Con un sollozo desgarrador, se apartó de


mí y se dirigió hacia Mark en el porche. La tomó en sus brazos mientras ella
lloraba en su pecho. Él le besó la coronilla con los ojos llenos de amor y
tristeza.
Dando la vuelta, me dirigí al túnel. Tenía que irme ahora o nunca lo
haría. Cuando llegué al lado de Eli, su pulgar se acercó y limpió el agua
salada que se acumulaba debajo de mis ojos.

—Los verás de nuevo.

—Estaremos todos juntos de nuevo. —Kennedy tomó mi mano,


tirándome hacia el pasillo.
Capítulo 23
Traducido por NaomiiMora

—¿Qué demonios te tomó tanto tiempo? —exigió Lorcan en el


momento en que salimos de la caverna—. De hecho, pensé en venir a
buscarlos.

—Tu presencia habría ido bien. —Me limpié la espalda, sintiendo el


suave cosquilleo de las telarañas cubriéndome.

Cal salió disparado de la capucha de mi chaqueta, limpiándose


frenéticamente la cabeza y las alas.

—Como si me importara una mierda —refunfuñó Lorcan. Su cuerpo


se contrajo y se sacudió, recordándome la rodilla de Eli en la cena—. Ustedes
estuvieron allí mucho más tiempo del que se suponía que debían estar.

—¿Te sientes solo y asustado aquí solo, Lorcan? —bromeó Eli.

—Si eso es. —Lorcan miró al cielo.

—Lo siento, teníamos mucho que poner al día. —Kennedy le tocó el


brazo ligeramente—. Gracias por esperar.

—No es como si tuviera otra opción —se burló él.

—No tenías que venir en absoluto —dije mientras pasaba. Solo había
dado unos pasos cuando escuché un zumbido—. ¿Qué pasa con el ruido?

—No estoy seguro, pero en este bosque probablemente nada bueno.


—Lorcan comenzó a caminar a través del follaje—. Vamos a salir de aquí.

Por una vez estuve de acuerdo con él.


Cuanto más caminábamos, más fuerte se volvía el zumbido. Mientras
atravesaba algunos arbustos, escuché a Cal tartamudear:

—Um ... ¿Ember? —Flotó en el aire con su atención al frente.

Mi paso vaciló y me detuve por completo.

—Mierda —dijo Lorcan detrás de mí.

Unos pocos metros más allá de donde nos encontrábamos había


miles de luciérnagas. La luz parpadeaba en ellas en latidos pulsantes y
encendía la noche a nuestro alrededor, haciendo que todo brillara y
centelleara en la oscuridad del bosque. El zumbido de sus alas repiqueteaba
en mi pecho y extremidades, consumiendo el aire.

La advertencia de Simmons sobre sus hábitos de cría y el período de


tiempo volvió a mi mente. Pasaron varias noches antes de Samhain. Una
luna llena.

Estupideces.

—Recuerdo estas cosas de cuando era niño —habló Eli a mi lado—.


Evitábamos el bosque en las noches en que estaban procreando. Significa
pequeñas mierdas.

Kennedy, demasiado ocupada mirándolos, perdió el equilibrio


cuando dio un paso. Cayó por el montículo en el que estábamos parados y
se estrelló contra la pared de luciérnagas, interrumpiendo a los insectos que
cortejaban.

—¡Kennedy! —gritó Lorcan y saltó hacia abajo para alcanzarla.

Los insectos sintieron la amenaza; su estado de ánimo ya apasionado


se volvió furioso. Una ola de insectos se estrelló contra Lorcan y Kennedy,
mientras más se dirigían hacia mí y Eli.

Kennedy soltó un grito cuando los insectos la mordieron.

—¡Cal! —grité que se retirara, pero en cambio, sacó su espada,


cortando a los insectos enojados.
Había demasiados para luchar. Eli saltó junto a Lorcan, tratando de
sacar a Kennedy del enjambre. Los insectos rápidamente nos rodearon. Me
sumergí junto a mis amigos. Apreté los labios, protegiéndome la cara con el
brazo. Volaban hacia nosotros desde todas las direcciones, subiéndose a
nuestras ropas. Las ronchas de sus picaduras burbujearon sobre mi piel.
Mechones de cabello se enredaron cuando los insectos atrapados en sus
zarcillos lucharon por liberarse. El entumecimiento se apoderó de mis
extremidades.

—¡Corre! —Eli me empujó hacia adelante.

Lorcan levantó a Kennedy, sus brazos hinchados por los piquetes, su


cuerpo flácido en sus brazos. Lorcan hundió su rostro en ella y se precipitó
a través, los insectos rebotando en su cabeza y hombros mientras corría
hacia adelante.

Mi mirada se movió rápidamente alrededor.

—¿Dónde está Cal? —Apenas podía hablar; mis labios se estaban


entumeciendo a medida que más colmillos se clavaban en mi piel. Un cuerpo
pequeño tirado en el suelo a cierta distancia me llamó la atención—. ¡Cal!

Me abrí camino a través de la tormenta para llegar a él. Mis piernas


anestesiadas lucharon por moverse, como si estuviera empujando a través
del barro.

—Iré por él. —Eli me agarró—. Vete de aquí. ¡Ahora!

No esperó mi respuesta antes de meterse más en el enjambre. Fue


difícil de hacer, pero me obligué a hacer lo que dijo. Mis zapatos resbalaron
por la tierra; mis piernas querían doblarse bajo mi peso. Tropezando y
tropezando todo el camino, finalmente despejé la horda de insectos. Caí al
otro lado de un pequeño arroyo al lado de Lorcan y Kennedy. El agua parecía
una barricada que mantenía a los insectos a un lado del arroyo.

—¿Dónde está Eli? —demandó Lorcan en el momento en que choqué


con el terraplén húmedo.
—Fue a buscar a Cal —murmuré con los labios sin vida.
Obligándome a sentarme, miré hacia atrás al otro lado del agua—. Debería
estar justo detrás de mí.

Fueron solo unos pocos latidos, pero se sintió como una eternidad
mientras esperábamos a que Eli rompiera el aluvión de insectos. Nada. No
debería llevarle tanto tiempo. Me temblaban las piernas mientras trataba de
levantarme, lista para volver tras él.

Antes de que pudiera moverme, Lorcan se puso de pie y ya estaba


cruzando el arroyo.

—¿Eli? —gritó, cubriéndose la cara con el brazo mientras se sumergía


de nuevo, la masa envolviéndolo.

—¿Estás bien? —Me enfrenté a Kennedy, tratando de distraerme de


correr detrás de Lorcan. Lo buscará. Lo hará.

La cabeza de Kennedy cayó al suelo mientras trataba de mirarme. Se


balanceó en una forma de asentimiento. El veneno la afectó más que a
nosotros. Éramos de este mundo. Todavía era humana y su cuerpo
reaccionaba de manera diferente.

—Eso fue un sí, ¿verdad? —Le aparté el cabello de la frente.

Mi atención volvió a centrarse en el lugar donde Lorcan desapareció.


El pánico se apoderó de mi corazón. Normalmente, el veneno de luciérnaga
no era más que una picadura de abeja, si no eras alérgica; ¿pero si un
enjambre tan grande como este te atacara de una vez? ¿Cuántas pequeñas
dosis de veneno podría tomar un cuerpo antes de que ya no pudiera
procesar? Con las piernas temblorosas, me paré y caminé penosamente
hasta el medio del arroyo. El pánico se convirtió en terror total.

—¿Eli? —grité—. ¿Lorcan?

Nadie respondió. Mis pies avanzaron hacia adelante, llevándome a la


barrera del enjambre zumbante. Di otro paso inestable, lista para
sumergirme cuando una fuerza masiva se estrelló contra mí, tirándome
sobre mi trasero. Lorcan se giró hacia un lado, el cuerpo inerte que llevaba
se deslizó de su hombro y se estrelló contra el arroyo. Lorcan cayó de bruces
al lado de Eli. El agua y los guijarros se elevaron en el aire cuando los dos
grandes marcos golpearon. Lorcan gimió y se dio la vuelta. Tanto él como
Eli estaban tendidos de espaldas, el hilo de agua encontrando su camino
alrededor de las nuevas presas creadas por sus cuerpos.

Kennedy gruñó. Me di cuenta de que estaba tratando de sentarse,


pero no lo estaba haciendo. Me di la vuelta y me arrastré hacia ellos, mis
manos y rodillas avanzaban pesadamente por el agua mientras me colocaba
entre los dos hombres.

—¿Eli? —Mis manos fueron a su rostro. Un sonido bajo salió de su


pecho. Dejé escapar un suspiro de alivio—. Oh, gracias a Dios que estás
bien.

—Sí, yo también estoy bien. No, de verdad es dulce de tu parte que


lo preguntes. Gracias. —Lorcan parpadeó deliberadamente, con la mirada
fija en el cielo.

—Esperaba que estuvieras allí el tiempo suficiente para que al menos


te adormecieran la boca por un tiempo —resoplé.

—No tuve tanta suerte —murmuró Eli.

Cuando lo miré, sus ojos estaban abiertos pero desenfocados.

—Bien, hermano, mira si te salvo el culo de nuevo.

—¿Dónde está Cal? ¿Lo atrapaste? —Si Eli y Lorcan estuvieran tan
afectados, ¿cómo lo manejaría un duendecillo de quince centímetros?

Los labios de Eli se juntaron mientras trataba de mover el brazo.


Ninguno funcionó. Agarró su camisa y trató de levantar la tela. Mis dedos
fueron a los suyos para ayudar, y me mostró mi respuesta. Metido en la
funda donde Eli había escondido mi cuchillo, entre sus pantalones y la
cadera, estaba Cal. Estaba inconsciente, pero pude ver el pequeño aleteo de
su pecho. Estaba respirando. Hundí mi cabeza en el pecho de Eli en un
respiro. Cal estaba bien.

—Si tú... —Eli se detuvo. Me recosté—. Nunca le digas. Estaba así de


cerca. A mi polla. Te encadenaré.
—Hmmmm... juegos previos. —Me incliné hacia él y le besé la frente.

El movimiento en la orilla llamó mi atención. Kennedy se había


sentado en una posición sentada y lentamente se arrastró hacia el arroyo,
deteniéndose al otro lado de Lorcan antes de caer junto a él. Su cuerpo
frente al de él, su cabeza a la altura de su hombro. No parecía que ninguno
de nosotros estuviera listo para moverse por un momento. Puse mi cabeza
en el pecho de Eli, acurrucándome junto a él. El agua realmente se sentía
reconfortante contra las picaduras. Mirando las estrellas, encontré el
silencio pacífico. Incluso el zumbido del farolillo era un sonido hipnótico que
me adormecía más profundamente. Emparedado entre dos cuerpos
calientes, el suave goteo del agua y el latido del corazón de Eli constante en
mi oído no pasó mucho tiempo antes de que mis párpados se volvieran
pesados. El veneno nos llevó a todos a una profunda lasitud.

—¿Grimmel? —llamé en el momento en que mis pestañas se


levantaron.

—Bebé fuego —dijo Grimmel desde el hombro del enano. El hombrecito


estaba de espaldas a mí mientras arrojaba paja vieja de una celda, gruñendo
por el esfuerzo.

—¿Lo encontraste? —pregunté.

Las elegantes alas negras de Grimmel se agitaron.

—¿Duda de la llama?

—No. Si alguien pudo encontrarlo, tú podrías.

Grimmel revoloteó, sus plumas se hincharon. El enano siguió


trabajando sin darse cuenta o simplemente sin importarle que su cuervo hable
a la nada.

—¿Puedes mostrármelo?
El mareo se apoderó de mí mientras me sumergía de esta habitación a
otra. El espacio estaba oscuro excepto por la espada brillante que colgaba en
el aire en medio del espacio. El área solo tenía una ventana con gruesas
contraventanas de madera que impedían la entrada de luz. Las puertas que
daban entrada y salida estaban en la esquina más alejada.

—¿Qué es este lugar?

Las garras de Grimmel se enroscaron alrededor de mi hombro mientras


aterrizaba.

—No sé.

—Entonces, ¿cómo lo encontraré?

—Siguiendo caminos ocultos. Abajo del mundo. La noche falsa


alumbrará el camino.

—¿Qué? ¿Qué demonios significa eso?

—No hay tiempo. Ve, Fuego. Antes de que la tormenta te destierre.

—¡Oh no! —La voz de Kennedy atravesó el suave aire de la mañana—


. Chicos, nos quedamos dormidos. Levántense. ¡Tenemos que irnos!

Mis ojos se abrieron de par en par ante la perturbación de mi sueño.


¿Mañana? Me levanté de un salto, mi cabello empapado golpeó mi espalda
en un mechón. Kennedy y yo nos batimos en duelo con nuestras expresiones
de Oh, mierda con los ojos muy abiertos.

—Eli, despierta. —Empujé su pecho. No se movió.

Mierda en corteza de fresno. Estábamos en tantos problemas. Si


fuera de mañana aquí, ¿quién sabe cuántas horas habían pasado en la
Tierra? Esperaba que Samhain no hubiera llegado todavía. Seguramente
Grimmel nunca me dejaría dormir tanto.

Eli, aturdido, se volvió de lado, un lado que sostenía a un duendecillo.


—No, tú no. —Agarré la funda de su cintura. Cal estaba acurrucado
en él, roncando. Até la funda a la presilla de mi cinturón—. Despierta. —
Eché agua en la cara de Eli. Sus ojos se abrieron de golpe. Miró a su
alrededor confundido antes de sentarse.

—Pensé que todo era un sueño. —Se frotó la cara, el agua goteaba y
resbalaba por su muñeca.

—Lamentablemente no. —Me paré, tirando de él conmigo. Hizo una


mueca y se agarró el estómago.

—Oye, Lorcan, despierta. —Eli pateó el pie de Lorcan.

Mientras dormíamos, el enjambre de luciérnagas se había disipado,


su noche de retozar había terminado. Las grandes ronchas habían
desaparecido junto con ellas, y solo las manchas rojas mostraban dónde nos
habían atacado.

Lorcan abrió los ojos y parpadeó ante Eli, una confusión similar en
sus idénticos ojos verdes. Pareció aún más sorprendido cuando vio a
Kennedy sentado a su lado.

—No es un sueño. —Eli agarró a Lorcan del brazo y tiró de él.

—Demonios. —Lorcan negó con la cabeza, luciendo como si estuviera


tratando de aclarar su mente. Se acercó a Kennedy y la ayudó a levantarse.
Lorcan luego siseó, inclinándose.

—¿Qué ocurre? —Ella lo tomó.

—Tenemos que salir de aquí. —Respiró hondo y se enderezó.

Eli se frotó los brazos y el cuello, respirando con dificultad entre


dientes.

Kennedy y yo nos miramos la una a la otra con miradas de


complicidad. Nadie necesitaba decirlo. Habíamos estado aquí demasiado
tiempo, y la maldición los atravesaba con fuerza.

Nos dirigimos hacia la abertura, el cielo de la mañana tenue apenas


lo suficientemente claro como para llamarlo amanecer, aunque mi cuerpo
sintió que era más tarde de lo que parecía. Mientras avanzábamos por el
bosque, Eli se secó el sudor de la frente y rechinó los dientes. Cal se agitó
mientras caminábamos. Finalmente asomó la cabeza, pero se quedó callado.
Todos lucíamos como el infierno, con un lado seco y el otro cubierto de agua
fangosa. Manchas rojas cubriendo nuestra piel y nuestros pantalones se
hundían con lodo, irritándonos. Lorcan tropezó y su rodilla golpeó el suelo.
Eli se acercó a él tambaleándose y tiró de él hacia arriba. La agonía los
estaba volviendo cenicientos.

—Gracias. —Lorcan agarró el brazo de Eli con más fuerza.

—Y gracias. Por anoche. Salvándome. —Eli respiró pesadamente, sus


ojos fijos en lo que estaba frente a él.

Lorcan no respondió, pero había algo sin decir entre ellos, algo que
no necesitaba palabras. Lorcan no había dudado en ir tras Eli. Cuando Eli
lo necesitaba, él había estado allí. Sus acciones no eran algo que ni siquiera
yo pudiera pasar por alto.

Cuando finalmente llegamos a la puerta, ya no estaba feliz de verla.


Nuestra escapada debería haber sido divertida y algo que Lars no sabría. La
posibilidad de que permaneciera ignorante ahora era nula. Lo único que me
salvaba era la nueva información sobre la ubicación de la espada.

—Quizás deberíamos quedarnos. —Miré a Eli con nostalgia.

—Si no sintiera que el Otro Mundo me parte por dentro y


empujándome, estaría de acuerdo —gruñó, me dio un codazo en la espalda
y me condujo a través de la puerta.

En el momento en que Eli y Lorcan entraron, el alivio brotó de sus


pulmones. No tenía idea de la incomodidad que habían sentido, pero
conociendo a Eli, era más de lo que podía imaginar.

Estábamos a solo unos metros del límite de la propiedad de Lars


cuando escuché una voz.

—Señor, han regresado. —Gorgon, el jefe de seguridad de Lars salió.


Rimmon se mantuvo firme detrás de él.
—Mierda. —Mi última pizca de esperanza que no nos hubiéramos ido
el tiempo suficiente para que Lars se enterara se disolvió.

—Oh, creo que dirás mucho más cuando Lars te llame. No creas que
lo he visto nunca tan enojado. ¿Verdad, Rimmon?

Rimmon resopló. Tragué saliva.

—Vamos. El jefe se dirige hacia nosotros ahora. —Gorgon señaló con


la cabeza detrás de él.

Cuando cruzamos la línea de propiedad, el hechizo se deslizó sobre


mis miembros. Gorgon nos escoltó a través del bosque, y con cada paso, el
miedo se hundió más profundamente.

—¿Cuánto tiempo estuvimos fuera? —pregunté.

—Cinco días.

Esto significaba que solo faltaban tres días para Samhain.

Doble mierda.

Los primeros sonidos vinieron de Cal mientras se deslizaba fuera de


la funda, volando hacia mi hombro.

—Estás tan jodida, nena. Y no por él. —Señaló con el pulgar a Eli.

Estuve de acuerdo. La ira de Lars era válida, pero el castigo podía


exceder al crimen. La mayoría le temía y no sin razón. Era un demonio con
el poder de controlar tu cuerpo para hacer que hagas cosas en contra de tu
voluntad. Si tratabas de ignorar sus órdenes, sentías como si te rasparan
las entrañas con un rallador de queso. De todos modos, era inútil ignorarlo;
su poder era demasiado para luchar. Todo lo que mi cerebro imaginó para
mi castigo fue que me obligaran a azotar mi propia espalda con una pelota
con púas. O ahogar mi cabeza en una olla de aceite hirviendo.

—Deténganse. —Gorgon nos detuvo—. Quiere encontrarlos aquí.

—¿Por qué? ¿Entonces no habrá testigos? —exclamé.

Gorgon se limitó a sonreír.


Kennedy parecía querer vomitar. Eli y Lorcan permanecieron
inexpresivos.

La persona que salió a nuestro encuentro no era la que esperaba.

—¿Gabby?

—Vine a verlos recibir un azote.

—Creo que has hecho lo suficiente, Gabrielle. —Lars, vestido con un


traje impecable, caminaba por el follaje como si fuera una acera de
Manhattan.

—Sí, Gabrielle. —Puse mis manos en mis caderas.

—¿Qué? —Gabby se encogió de hombros—. Lo distraje. No especificó


cuánto tiempo tuve para desviar su atención. Estoy bien, pero creo que cinco
días ha superado incluso mi capacidad.

—Gracias, Gorgon. Tú y Rimmon pueden volver a sus deberes. —Lars


asintió con desdén a los hombres.

Gorgon hizo una leve reverencia y regresó a su puesto. Cuando pasó


a mi lado, sonrió. No lo conocía bien, pero parecía estar disfrutando mucho
con mi reprimenda. Claramente no era uno de mis fans.

Lars se tiró de los puños de la camisa debajo de las mangas de la


chaqueta; su voz se tensó.

—Y creo que Alki te espera en el campo, Gabrielle. —La indirecta fue


clara.

—¿Alki? —Mi ceja se arqueó.

Las manos de Gabby fueron a sus caderas y un tinte de color tiñó


sus mejillas.

—Ahora lo estoy ayudando en el entrenamiento.

—¿De verdad? —Mi pequeña charla con Alki funcionó.

—Sí. —La cara de Gabby se puso roja, luego puso los ojos en blanco.
—Y deberías irte, Gabrielle —ordenó Lars. Cuando Gabby no se
movió, Lars la miró y sus pupilas se convirtieron en orbes negros—. Ahora.

Gabby se arrastró hacia atrás, con los ojos muy abiertos.

—Creo que Alki me necesita en el campo de entrenamiento. Los


dejaré para que se pongan al día. —Se volvió y desapareció en el bosque.

Queriendo unirme a ella yo misma, me mantuve firme, mi cuerpo


rígido, esperando su ira.

—Estoy seguro de que Sinnie me ha extrañado. Será mejor que vayas


a aliviar su preocupación. —Cal se apartó de mi hombro y me saludó desde
detrás de Lars.

Lo miré.

—Cobarde —murmuré.

—No, simplemente inteligente. —Se dirigió en dirección a la casa.

La piel de Lars palideció y su Demonio luchó por control. Apretó los


puños, respirando profunda, lenta y metódicamente mientras me miraba
con el ceño fruncido.

—Debes haber sido diseñada para poner a prueba mi paciencia.

—Es curioso, es lo que pienso también —se rio Eli mientras me daba
un codazo en el brazo.

De repente Eli estaba en el aire, sus dedos arañando su garganta.

—¿Te parece una broma, Elighan? —Los dientes de Lars


chasquearon; su rostro se contorsionó más hasta convertirse en una
criatura espantosa.

—Basta —le grité a Lars. Mis instintos querían combatir sus poderes.
Una vez más me sentí impotente.

Eli luchó por respirar, sus piernas temblaban mientras colgaba.


Lorcan fue enviado volando al suelo, con las manos en busca de su propia
garganta, ahogándose. Kennedy chilló, sus piernas se arrugaron debajo de
ella como a la fuerza.

—Conozco sus debilidades. —Lars debió haber apretado su agarre


alrededor de las gargantas de Eli y Lorcan porque ambos emitieron un croar
de gárgaras—. No olviden lo que puedo hacer si vuelven a desobedecerme.

—¡Por favor para! —supliqué—. Sé dónde está guardada la espada.


Grimmel me lo mostró. —Algo así cómo. No pude obtener mucho de las
enigmáticas palabras de Grimmel—. Sigue caminos ocultos. Abajo del
mundo. —Aún era más de lo que habíamos sabido antes.

Lorcan se quedó inmóvil.

—¿Donde? —Sus ojos negros eran intensos e inquietos.

—Debajo del castillo. —Creo—. Te contaré todos los detalles de la


caminata de los sueños si los dejas ir.

—Su información no hace que su desaparición durante cinco días sea


aceptable.

Sus labios blancos se movieron con fuerza, pero Eli cayó al suelo y
su masa estremeció la tierra bajo mis pies. Eli se incorporó, sus propios ojos
enrojecidos. Un gruñido sacudió su cuerpo.

Escuché a Lorcan jadear en busca de aire y moverse rápidamente


hacia Kennedy.

—Estoy bien —murmuró.

Me coloqué entre Lars y mis amigos.

—Suficiente. Nuestra desaparición fue culpa mía. Quería pasar mi


cumpleaños con mi familia.

La cabeza de Lars se sacudió levemente ante mis palabras.

—¿Te pusiste en peligro y desapareciste durante cinco días para


poder tener una fiesta de cumpleaños?
—Sí. Quería una noche en la que no me sintiera indefensa o
asustada. Una noche podría olvidar todo lo que estoy destinada, todas las
personas que podría perder, y simplemente divertirme pasando tiempo con
algunas de las personas que amo.

Lars no se movió, pero sus ojos amarillo verde normales llenaron sus
pupilas. Su piel adquirió un tono más aceitunado. Finalmente, rompió el
aire pesado que sofocaba el espacio.

—Los quiero a los cuatro en mi oficina en diez minutos. —Giró y se


alejó.

Me volví hacia Eli. Su mano descansaba en su cuello, pero su


atención se centró en la espalda de Lars.

—Eli, ¿estás bien?

Me miró fijamente.

—Sí. Bien.

Estaba enojado y sabía que era mejor no preocuparme demasiado.


Solo aumentaría su ira. A Eli no le gustaba ser el menos superior en una
pelea.

—Mierda —murmuró Lorcan entre dientes, frotándose el cuello.

—Y estaba simplemente irritado. Deberías ver cuando realmente se


enoja. —Suspiré, el alivio se deslizó de mis hombros.

—¿Estaba simplemente irritable? —dijo Lorcan.

—Créanme. Si estuviera realmente enojado, ninguno de nosotros


estaría respirando en este momento —respondí.

Eli retumbó detrás de mí:

—¿El cuervo te visitó anoche?

—Sí —lo enfrenté—. Iba a decírselos, pero nuestra primera prioridad


era sacarlos del Otro Mundo. Ahora tenemos que lidiar con un demonio
enojado.
Sus labios se curvaron hacia abajo, pero me dio un breve
asentimiento. Me volví en dirección a la casa con un suspiro. Era muy
probable que me esperara una olla de aceite hirviendo. Mis pies se
arrastraron hacia la casa. El resto lo siguió a regañadientes.
Capítulo 24
Traducido por NaomiiMora

El cálido sol brillaba en un hermoso día de otoño diseñado para


relajarse. La madre naturaleza pintó cada hoja con un pigmento de color
brillante. Rojos y naranjas brillantes tiñeron los árboles en un arco iris de
tonos castaños. El otoño era mi época favorita del año, y respiré hondo,
aprovechando todos los olores picantes de la temporada. Mi disfrute del día
perfecto se vio empañado por la incertidumbre sobre cuál sería el castigo de
Lars. No nos había liberado.

Solo llegamos al comienzo del campo de camino a la oficina del Rey


Unseelie cuando una voz gritó:

—¡Kennedy! —Jared trotó hacia nosotros desde su lugar de


entrenamiento en el césped. Su rostro sudoroso se iluminó al ver a su
novia—. ¿Dónde has estado? Estaba realmente preocupado por ti. —Vaciló
cuando su atención pasó de ella al hombre detrás de ella—. ¿Qué demonios
estás haciendo aquí?

Kennedy levantó la mano.

—Cálmate. No es lo que piensas.

Jared no respondió, manteniendo su atención fija en Lorcan.

—Oye. —Kennedy le agarró la barbilla y la volvió hacia ella.

Jared pareció finalmente ver a su novia. La alcanzó y le dio un beso


rápido.

—¿Dónde estabas? Te fuiste una semana.

Kennedy tomó la mejilla de Jared con sus manos.


—Lo lamento. Fuimos a ver a Ryan. Se suponía que solo íbamos a
estar fuera un día, pero algunos insectos nos atacaron... y... tuvimos mucha
suerte de salir.

—¿Fuiste al Otro Mundo sin mí? —Su cuerpo se puso rígido y sus
ojos se agrandaron ante sus palabras.

—Estabas entrenando, lo cual es más importante que venir conmigo.


Quería ver a Ryan y pasar tiempo con él. Necesitabas quedarte aquí y
entrenar. —Le dio otro beso rápido.

Asintió con entusiasmo, su ira disolviéndose.

—Deberías ver lo que aprendí. —Se alejó de ella, rebotó e hizo un giro
sesgado hacia un lado. Aterrizó e hizo algunos golpes en el espacio frente a
él.

—Impresionante. —Kennedy sonrió y se acercó a él, besando su


mejilla.

Eli agarró la nuca de Jared y lo apretó juguetonamente.

—¿Crees que puedes pelear conmigo ahora?

—Oh, puedo derribarte, viejo. —Jared mordió el anzuelo y rebotó


como el conejito Energizer.

El brazo de Eli se envolvió alrededor del torso de Jared, que cayó al


suelo en cuestión de segundos.

—¿Seguro?

El ego de Jared era todo Morador Oscuro y chico. No le gustaba que


lo mostraran, especialmente frente a Kennedy. Sus ojos se entrecerraron
mientras saltaba hacia arriba, golpeando a Eli en el estómago.

—Tenemos que irnos. Lars está lo suficientemente furioso con


nosotros. —Quité mi cabello enmarañado de mi hombro, atándolo en un
moño bajo. Me picaba la piel por el barro y la mugre secándose. Anhelaba
una ducha.
Eli llevó a Jared a un bloqueo de cabeza, frotando la parte superior
de su cabeza.

—Sigue trabajando en esos movimientos. Saldré más tarde y


practicaré contigo.

—¿A dónde van? —Jared nos examinó a los cuatro.

Kennedy hizo un gesto hacia la casa.

—Lars nos quiere en su oficina.

—Quiero ir. —Jared se liberó del agarre de Eli y saltó hacia Kennedy,
tomando su mano entre las suyas. Una mirada posesiva se dirigió a Lorcan.
Kennedy me miró.

—No, lo siento, J. Pero estoy evitando que te cuelguen los intestinos


junto con el resto de nosotros. —Le di unas palmaditas en la espalda
mientras pasaba.

—Lo siento. —Kennedy le apretó la mano.

—Vendré a buscarte después de la práctica. —Le dio un beso rápido


y volvió corriendo a su lugar en el campo.

Llegamos a la casa donde Cal se sentaba en el reposa cucharas en la


estufa junto a Marguerite mientras cocinaba.

—Tú renegado. —Lo señalé mientras caminaba y le di a Marguerite


un abrazo rápido.

—Autoconservación —me gritó.

—Desertor.

—En deliciosos brownies. —Cal se rió.

Gemí, negando con la cabeza. Los cuatro continuamos hasta la


oficina de Lars.

Cuando entramos, Rez estaba de pie en su escritorio, tableta en


mano, mientras Lars estaba al teléfono.
Rez se volvió y me miró exasperado.

—Tienes que dejar de volverlo loco. Te juro que le has dado sus
primeras canas.

—Pero entonces, ¿por qué iba a levantarme por la mañana? —


respondí.

—Te ves terrible. ¿Qué pasó? —Frunció el ceño.

Cuando estaba a punto de responder, Lars colgó el teléfono y ella


volvió a mirarlo.

—Los Selkies llegarán pronto. Asegúrate de que estén ubicados cerca


del río —le dijo Lars a Rez

Sus dedos golpearon la pantalla.

—¿Eso es todo?

—Sí, puedes irte. —Se relajó en su silla. Ella asintió y salió, sin
sonreír ni una sola vez.

La mirada de Lars cayó sobre cada miembro del cuarteto y luego me


taladró.

—Como futura reina, espero que actúes de cierta manera,


especialmente después de los recientes eventos en Londres y Nueva York.
Tienes que dejar de pensar en ti misma y empezar a pensar en el reino.

Ouch.

—Tendrás obligaciones, gente a la que dirigir y una corte entera que


te buscará para guiarlos a través de las secuelas de la guerra. Comienza a
actuar como si fueras la gobernante de estas personas y no como una niña
egoísta y malcriada. Ahora eres una adulta. Compórtate como una.

Enfadada, me acerqué a su escritorio, coloqué mis manos en la parte


superior y me incliné hacia su espacio.

—Por eso necesitaba hacerlo. Sí, y es un fuerte sí, vivo lo suficiente


para convertirme en Reina, toda mi vida está envuelta en un moño. Tendré
mi existencia planeada para mí, hasta cuando vaya al baño. Estoy dispuesta
a hacerlo porque no quiero que la Luz sufra. Necesitan una gobernante y
necesitan a alguien que los saque del lío de Aneira. Sé que soy su sangre,
así que, si se supone que soy yo, lo haré. Pero no es porque quiera. —Me
incliné aún más hacia su rostro, mi voz era un susurro áspero—. Sabes
mejor que nadie a qué estoy renunciando, a hacer lo correcto. Las masacres
y la destrucción de Aneira dejaron excepcionalmente claro que necesitaba
una última noche con mi familia y amigos. No me hagas sentir mal por
querer estar con ellos.

Nuestros ojos estaban estancados antes de que se moviera y asintiera


levemente.

—Cuéntame todo sobre lo que dijo el cuervo y dónde está la espada.

Le informé de todos los aspectos de mi caminata de ensueño con


Grimmel.

Cuando terminé, giró su silla y miró por la ventana.

—Todos lucen y huelen horriblemente. Límpiense, y luego me


gustaría que los cuatro pasaran por diferentes escenarios y estrategias para
entrar al castillo. Todos ustedes deben estar preparados para cada situación
que se presente en su camino. He creado un campo de batalla simulado en
la planta baja, en la sala de estar. Nadie los interrumpirá allí. No quiero se
vayan hasta que hayan desarrollado una docena de planes para infiltrarse
en el castillo. Y aún más de cómo escaparán. —Lars volvió a su escritorio y
tomó el teléfono—. Retírense. —Nos había perdonado, pero su brusquedad
me dijo que podría girar hacia el otro lado con la misma facilidad.

No había ido al Otro Mundo para enojarlo o ser rebelde por despecho.
Ver a mi mamá y a mi papá lo significó todo para mí. Si iba a morir, quería
que supieran cuánto los amaba y que tuvieran esos últimos momentos con
ellos. Aun así, odiaba molestar a Lars.

Todos salieron de la habitación. Cuando llegué a la puerta, Lars me


llamó.

—Ember, entiendo cómo se siente y sé sobre la pérdida y el sacrificio.


Pero debe hacerse, y cuanto más rápido lo aceptes, mejor será para ti.
Me volví para mirarlo.

—Esa es la diferencia entre tú y yo. Sacrificar a las personas que amo


nunca será algo que aceptaré. —Salí de su oficina y cerré la puerta.

Después de nuestras duchas, los cuatro nos reunimos en la gran


sala familiar de la planta baja. Al entrar, vi el campo de batalla simulado de
Lars. Era del tamaño de una mesa de ping-pong y estaba colocado en el
centro de la habitación. Un castillo y un campo en miniatura se colocaban
en el medio, replicando la fortaleza Seelie. Se detalló a la perfección incluso
en el puente y el paisaje. Docenas y decenas de diminutas figuras de plástico
pintadas con la insignia de la Reina yacían apiladas, una de ellas más
grande que el resto, representando a la Reina. En el otro lado había figuras
negras, la mayoría en blanco, excepto por un puñado con iniciales. Encontré
la cabeza de la figurilla de Ember Brycin en el foso.

—Parece correcto. —Eli se rio disimuladamente. Tomé el modelo de


figura pequeña y lo arrojé al lago pintado.

—Genial. —Agarró su pieza.

Dejé mi yo en miniatura al comienzo del pasaje.

—Está bien. Tenemos que empezar. Digamos que llegamos al puente,


pero está bloqueado. ¿Cuáles son nuestras otras opciones?

Lorcan y Kennedy se movieron a un lado de la mesa frente a mí y Eli.


Lorcan le entregó a Kennedy su modelo. Ella se lo quitó de los dedos, sus
ojos se enfocaron en la mesa antes de hablar.

—El puente es nuestra única forma de entrar y salir, a menos que...

—...vengamos del agua —Lorcan terminó su oración.

—Correcto. —Le sonrió y colocó a sus personajes en el lago.

Dejo mi pieza en un lugar junto al lago.

—Así es como entré antes. Aquí hay túneles de alcantarillado.


Esperemos que nadie le haya dicho a Aneira cómo entré la última vez, o no
se le haya ocurrido.
—Alguien lo pensará —dijo Eli.

—No sé. Torin lo habría hecho, pero Josh es su Primer Caballero


ahora. No tendría idea de que están allí.

—Sus otros soldados lo harían.

—Probablemente, pero es una opción. Puede que sea nuestro único


camino.

—Estoy de acuerdo. Sobre el agua, estamos demasiado expuestos. —


Eli evaluó la pizarra.

—No si estamos en el agua —dijeron Kennedy y Lorcan al mismo


tiempo. Se miraron y se rieron. Le dio un golpe en el hombro—. Tenemos
que dejar de hacer esto.

—Lo sé. —Se rio entre dientes de nuevo, empujándolo hacia atrás—.
Dax quería matarnos una noche, recuerda.

—Oh, sí, lo recuerdo. —Lorcan se frotó la parte de atrás de la oreja;


una sonrisa jugó en sus labios, y se perdió en un recuerdo.

Eli frunció el ceño, su mirada fue de uno a otro.

—Ahí están. Los he buscado por todas partes. —Jared bajó los
últimos escalones de la habitación.

Kennedy levantó la cabeza y la sonrisa desapareció de su rostro.


Rápidamente se alejó de Lorcan.

—Oh, genial. —Jared se acercó a la mesa y tomó una figura del


tablero—. ¿Dónde está la mía?

—No tienes una. —Lorcan colocó su figura en el tablero.

—¿Por qué no?

—Porque no irás con nosotros. Lo sabes. —Kennedy le puso la mano


en el brazo y se lo frotó.
—Correcto. Me quedaré aquí con las mujeres y los niños. —Lo
fulminó con la mirada.

Las chicas inmediatamente nos pusimos las manos en las caderas.

—¿Disculpa? —Mis cejas se arquearon.

—Sabes a lo que me refiero —se quejó.

—Te quedarás aquí y protegerás a personas como Marguerite y Rez,


lo cual es un trabajo enorme.

Habría hechizos de protección en la propiedad, pero si el muro se


derrumbaba, los encantamientos se volverían inútiles, dejando la casa y las
personas que necesitaban quedarse atrás vulnerables. Marguerite y Rez
podían cuidarse solas, pero necesitábamos que Jared creyera que el suyo
era un deber legítimo.

—Amigo, mi novia va a la batalla y yo tengo que quedarme en casa


con la niñera. No es justo. —Jared golpeó la mesa con el puño.

A veces podía ver y sentir la diferencia de edad entre ellos. Kennedy


había crecido mucho. Ella siempre había avanzado mucho más allá de sus
años, pero Jared y Kennedy todavía parecían estar de acuerdo. Ahora, el
ceño fruncido de Kennedy reveló que también podría estar sintiendo que los
años crecían entre ellos.

—¿Cuándo ha sido la vida justa? —Lorcan rodó su figura entre sus


dedos.

El pecho de Jared se expandió, los músculos de su rostro se


contrajeron.

—Vete a la mierda.

—Jared, detente. —Kennedy le masajeó la sien—. Sabes que, si


pudiera quedarme atrás, lo haría, créeme.

—Sí, pero te necesitan —Jared le escupió a Kennedy, entrecerrando


los ojos hacia ella—. Eres especial en el buen sentido. Yo soy solo una
molestia y un lastre, pero no pueden prescindir de ti.
—¡Oye! —La voz de Lorcan retumbó por la habitación—. Eso es
suficiente, Jared. Estás enojado con la situación, conmigo. No te desquites
con Kennedy. —La mano de Lorcan tocó la espalda baja de Kennedy de
manera protectora. Fue solo un instante antes de que se diera cuenta de lo
que hacía y dejó caer el brazo. Pero fue suficiente.

El tiempo se congeló por un respiro, y la tensión creció en la


habitación hasta que explotó por todas las paredes, despegándose en
pedazos.

Con un rugido, Jared voló hacia Lorcan, en el mismo instante en que


Eli saltó y bloqueó a Jared para que no llegara a Lorcan.

—Caray. —Eli agarró a Jared por los hombros.

—Apártate de mi camino, Eli —espetó Jared, sus ojos color avellana


ardían de un color rojo oscuro.

—Necesitas calmarte, J. —Eli agarró los brazos de Jared con más


fuerza, refrenando su empuje hacia adelante.

—¿Qué tal si te vas a la mierda también? Realmente no eres diferente.


También me tratas como a un niño. ¡Tengo casi diecinueve años! —Su rostro
se retorció de furia hacia Eli, y luego se volvió hacia Lorcan—. Y mantén tus
manos fuera de mi novia. ¿Por qué la tocas? Es mía. ¡No es tuya!

El tono posesivo no pasó desapercibido para Kennedy. Sus cejas se


deslizaron hacia abajo en un ángulo.

—Jared. Detente. —Se movió frente a Lorcan, tratando de estar en la


línea de visión de Jared, pero su cabeza seguía girando y girando hacia un
lado para mantener su objetivo a la vista.

—¿Por qué demonios estás aquí de todos modos? ¿No deberías volver
corriendo a la Reina como el perro faldero entrenado que eres? —Podía
escuchar la influencia de Eli en cada insulto que Jared lanzaba a Lorcan.

Lorcan apretó la mandíbula, pero no se movió de su lugar.

—¿Por qué no te vas, Lorcan? Nadie te quiere aquí. A nadie le gustas.


—Jared luchó contra el agarre de Eli.
—Por favor, Jared. —Kennedy dio otro paso tentativo más cerca.

—Tú también quieres que se vaya, ¿no? —La barbilla de Jared se


movió hacia Lorcan—. Sé que no puedes soportarlo más que el resto de
nosotros. Dile.

—Jared... —Kennedy juntó las manos, con los ojos muy abiertos por
la súplica.

—¡Maldita sea, Ken, díselo!

Su boca se abrió y se cerró.

Jared se balanceó sobre sus talones. Las manos de Eli se alejaron de


él cuando la confusión de Jared se convirtió rápidamente en comprensión.
Sus hombros se hundieron, el dolor le pellizcó los músculos de la cara.

—Jared, yo... —Kennedy lo alcanzó.

Él se apartó bruscamente.

—¡No lo hagas!

Echó la mano hacia atrás, sosteniéndola contra su pecho. Los ojos


de Kennedy reflejaban las lágrimas no derramadas que se acumulaban bajo
sus párpados.

—Ahora lo entiendo. —La ira llenó la voz de Jared.

—No. —Kennedy negó con la cabeza—. No es así.

—Debo haber estado ciego para no verlo. —El cuerpo de Jared estaba
rígido, su tono cruel—. ¿Disfrutaste burlándote de mí? ¿Engañándome?
¿Fingiendo que te importaba?

—¿De qué estás hablando? Te quiero. —Kennedy todavía se aferraba


a su muñeca, manteniéndola apretada contra su cuerpo.

Jared ignoró a Kennedy y continuó:

—¿Él? —Señaló a Lorcan—. ¿En serio? ¿Prefieres estar con él?


—No. —Kennedy negó con la cabeza.

—No es lo que estás pensando —dijo Lorcan detrás de Kennedy.

—¡Cállate! —Jared estaba furioso—. No puedes hablar.

Todos nos quedamos en silencio mientras Jared miraba a Kennedy y


Lorcan antes de maldecir en voz baja y dirigirse hacia las escaleras.

—¿Jared? —Kennedy se volvió para seguirlo.

Continuó subiendo las escaleras, sin mirar atrás. Los pies de


Kennedy se movieron tentativamente detrás de él.

—Jared ...

—Déjalo ir. Necesita calmarse —le dijo Eli a Kennedy—. Tiene el


temperamento irlandés caliente como el resto de nosotros. Estará bien una
vez que se calme.

Kennedy se volvió a medias hacia Eli y asintió. Sus labios temblaron,


sus ojos llenos de líquido. Respiró hondo, pero ya no pudo contener el
torrente de lágrimas. Se llevó la mano a la boca y un sollozo brotó de sus
labios. Giró hacia el pasillo que conducía a los baños y corrió.

—Mierda —murmuró Lorcan frotándose la frente y volvió la cabeza


hacia donde Kennedy desapareció—. Tal vez debería ir a hablar con él.

—¡No! —Tanto Eli como yo dijimos al unísono.

—Dile que no es así. —Lorcan hizo un gesto con la mano en dirección


a Kennedy.

—¿No lo es? —Eli se cruzó de brazos, con la mirada fija en Lorcan—.


Jared vería a través de la mentira.

El pecho de Lorcan se llenó de aire, su boca se abrió y sostuvo la


mirada de Eli. Parecía estar a punto de protestar contra la afirmación de Eli.
Luego cerró la mandíbula y sus ojos se desviaron hacia un lado. El
movimiento de Lorcan fue tan mínimo que casi no lo noté, pero su cabeza
se inclinó levemente en reconocimiento. Estaba seguro de que a Kennedy le
importaba más Lorcan de lo que dejaba ver, pero no sabía qué tan serios
eran sus sentimientos. Estaba claro, los de Lorcan eran profundos.

—Solo lo empeorarás ahora mismo. —Eli se pasó la mano por el pelo,


con la atención puesta en la puerta—. Yo iré.

—Y yo veré a Kennedy. —Ya estaba a la mitad de la habitación,


dirigiéndome al pasillo.

No me tomó mucho tiempo encontrarla. Cuando doblé la esquina,


estaba sentada en el suelo, con la espalda contra la pared. No había forma
de que no escuchara lo que habíamos dicho. Me deslicé por la pared y me
senté a su lado. Mi hombro chocó con el de ella.

—¿Estás bien?

Dejó caer las rodillas, metió las piernas debajo y apretó las manos en
el regazo. Las lágrimas se deslizaron por su rostro.

—Realmente no.

—Lo siento mucho, Ken. —Apoyé mi cabeza en su hombro—. No te


merecías eso.

Sus hombros temblaron con un sollozo silencioso.

—¿No es así?

Levanté la cabeza y esperé a que continuara. Cuando no lo hizo,


finalmente le pregunté:

—¿Pasó algo contigo y con Lorcan?

Su cabeza permaneció inclinada, sus manos acercándose a su rostro.

—Soy una persona horrible, ¿no?

Oh, mierda santa en corteza de fresno. Es cierto.

Mi pecho se contrajo, pero empujé mis propias emociones a un lado.


—No, por supuesto que no. —Envolví mi brazo alrededor de su
hombro y la atraje hacia mí—. Eres humana Ken... bueno, la mayor parte
—bromeé—. Todos cometemos errores, pero nos levantamos, nos sacudimos
y tratamos de aprender de nuestros errores. O eso he oído.

Se enjugó frenéticamente los ojos.

—Eso es lo que Em...

Mierda.

—¿No sientes que fue un error?

—No. Si. No sé. —Su cabeza se echó hacia atrás, golpeando la pared—
. Amo a Jared, pero ahora siento una gran brecha entre nosotros. Yo he
cambiado, y tal vez él también. Pero de cualquier manera que hayamos
cambiado, nos está separando. No juntos. Lo he estado sintiendo durante
mucho tiempo, pero he estado tratando de ignorarlo. Pensé que podríamos
pasar; podríamos hacerlo funcionar.

—Entonces, ¿qué pasó con Lorcan?

Su cola de caballo rozó la pared mientras movía la cabeza hacia


adelante y hacia atrás.

—No quiero hablar de Lorcan. Lo que está pasando no tiene nada que
ver con él.

—¿Nada que ver con él? —repetí mientras giraba mi cuerpo para
enfrentarla—. Tiene todo que ver con él.

—No. Esta situación tiene que ver con que Jared, yo y yo siendo
honesta conmigo misma. —Su rostro estaba surcado de lágrimas, pero sus
ojos ahora estaban secos—. Lo último que quiero hacer es herir a Jared,
pero tampoco puedo mentirme a mí misma.

—No, no puedes —concordé—. Eso no sería justo para ninguno de


los dos.
Puso su mano sobre la mía y apretó mi mano. No dijo una palabra,
pero no fue necesario. Habíamos sido amigas demasiado tiempo para que
yo no sintiera su amor y agradecimiento.

—¿No me vas a decir lo que pasó? —Miré a través de mis pestañas a


Kennedy.

—Necesito resolver algunas cosas por mi cuenta primero. ¿De


acuerdo? —respondió, retirando su mano. Sus dedos se entrelazaron,
anudados en su regazo.

—Sí. Está bien.

Sacudió los dedos y se puso de pie. Me quedé con ella.

—No hay duda de que amo a Jared. Simplemente no sé si es


suficiente para mantenernos juntos.

—¿Lorcan? —intenté de nuevo.

Suspiró.

—Me preocupo por él. Mucho. Sin embargo, todavía no sé lo que


significa. No negaré que me atrae. Pero haré lo que sea necesario para que
funcione con Jared.

Mi estómago dio un vuelco al escuchar sus confesiones. No podía


negar que Lorcan había cambiado desde que lo conocí. Para mí, había pocas
dudas de que Kennedy era la razón. Todavía me sentía enferma ante la idea
de que ella quisiera estar con Lorcan. Pero no quería que se quedara con
Jared porque sentía que debería hacerlo.

Cualquiera que sea su elección, yo estaría allí para ella. Era mi amiga
y su felicidad era lo primero.
Capítulo 25
Traducido por Yiany

Los dos días siguientes fueron un borrón de luchas estratégicas,


preparativos y ejercicios una y otra vez. Kennedy no me había hablado sobre
lo que estaba pasando entre ella y Jared, pero la tensión entre ellos era
obvia. Antes, estaban constantemente tocándose y besándose, siendo todos
empalagosos y dulces. Ahora, estaban parados a varios pies de distancia.
En los descansos, estaban cerca el uno del otro, pero estaban en silencio o
discutían en voz baja. Me rompió el corazón verlos pelear. Dolía aún más
pensar que estaban tratando de forzar una relación que ya no funcionaba,
para ninguno de los dos. Lamentablemente, con la guerra tan cerca, los
problemas de su relación no ocupaban un lugar destacado en su lista de
prioridades.

El último día antes de Samhain, nuestro grupo, que incluía a


Moradores Oscuros, Demonios, Kennedy, Cal, Simmons y yo, nos
apostamos en un lote trasero de la propiedad de Lars, lejos de los otros Fae
de entrenamiento. Lars me puso a cargo, queriendo que me acostumbrara
al papel de líder. No me sentía cómoda siendo quién mandaba, aunque
siempre me había cuidado y me había ocupado de lo que necesitaba. Liderar
a una masa de personas que estaban mejor capacitadas y tenían más
conocimiento y experiencia era abrumador e incómodo. Al observar a Lars y
Cole, me di cuenta de que un buen líder reconoce las limitaciones y delega.
Kennedy era de gran ayuda para dividir a la gente; su visión de vidente
podría identificar sus fortalezas y debilidades.

Alki, Koke, Nic y Maya iban a liderar la batalla principal en el campo


con Lars y el resto de los miles de Faes de Oscuridad que habían estado
entrenando aquí. Solo un puñado de nosotros se dirigiría al castillo. Thara,
Dominic, Dax y Samantha estaban en el primer grupo que debía contener
al lado opuesto. Serían nuestra defensa más importante, para que el resto
de nosotros pudiéramos sortear la batalla principal y acercarnos al castillo.
La siguiente unidad contenía a Cooper, West, Owen y Gabby, quienes debían
contener la línea de Seelie. El último equipo que nos ayudaría a entrar
estaba formado por Lorcan y Cole. Eli y Torin serían los que nos llevarían a
Kennedy y a mí, junto con dos duendes, todo el camino hasta la habitación
donde la Espada de la Luz permanecía escondida. Gracias al cuervo, tenía
una idea de dónde estaba. Y con el conocimiento íntimo que Torin tenía del
castillo, conocía formas de entrar en la habitación que ninguno de los demás
tenía.

Rez y Marguerite planearon una última comida la noche antes de


Samhain. Mi estómago dio un vuelco con el mero pensamiento de la comida.
Sin pronunciar una palabra, supimos que podrían ser nuestros últimos
momentos juntos. Si perdíamos la guerra, sería la última cena para todos
nosotros.

Fue increíble ver a mi familia Demonio junto a mi familia Morador


Oscuro. Nadie hubiera creído que estos grupos pudieran trabajar tan de
cerca, y mucho menos comer, reír y contar historias entre ellos. Había
tensión en el aire. Los viejos prejuicios no desaparecen de la noche a la
mañana, pero el hecho de que estuvieran todos aquí juntos era suficiente.
Se reunieron gracias a mí: el adhesivo inesperado que unió a estos dos
grupos.

Lars se sentó en la cabecera de la mesa, Rez a su derecha, la silla


abierta de Marguerite a su izquierda. Alki y Koke se sentaron junto a Rez
con Nic y Maya al otro lado de Marguerite. Kennedy y yo estábamos una
frente a la otra en el medio, los amortiguadores y las conexiones entre las
facciones. Eli, Cooper, West y Cole se sentaron del mismo lado que yo. Jared,
Owen y Gabby se sentaron del lado de Kennedy. Lars se aseguró de que no
hubiera otro jefe de la mesa. Era rey y quería mantener claro su papel.

Marguerite trajo un cuenco humeante de la cocina. Cal y Simmons


los seguían de cerca, siguiendo el olor del plato como si tuvieran una correa.
El tiempo de Cal en la cocina siguiendo a Sinnie lo había unido a él y a
Marguerite.

—¿Estás segura de que no quieres agregar algunas bayas encima?


—Cal revoloteó alrededor del plato—. Creo que realmente mejoraría el sabor.
—Y tu tolerancia al alcohol. —Kennedy se rio.

Pares de ojos se giraron para mirarla. El ratón tranquilo estaba


rugiendo como un león últimamente. Me encantaba, pero aun así me tomó
por sorpresa, olvidando su fuerte cambio, especialmente desde que regresó
con el equipo de Lorcan.

Cal solo asintió.

—Exactamente.

Simmons revoloteó junto a mi plato.

—Cal, si sigues avanzando esta noche, tendré que sacarte del baño.
De nuevo.

—Me caí. Y sucedió una vez. —Cal se dio la vuelta, volando hacia
mí—. Está bien, está bien, dos veces. —Cal aterrizó al lado de Simmons y
rodeó los hombros de su amigo con los brazos—. ¿Qué harías sin mí?

—Probablemente ser respetable.

—Phhhhtttt. —Cal hizo caso omiso de esta noción—. Respetable tal


vez, pero muerto de aburrimiento. —Simmons inclinó la cabeza y suspiró
profundamente. Ambos sabíamos que Cal tenía razón.

Marguerite colocó el plato que llevaba cerca de Lars. Su espalda se


relajó en la silla y nos miró como si fuéramos sus súbditos.

—Huelo a mole. —Nic se frotó las manos. Captando mi mirada, me


guiñó un ojo. Le devolví la sonrisa.

Nic siempre sería Nic.

Marguerite golpeó su mano mientras él trataba de agarrar el plato,


diciéndole algo en español. Sonreí ante la familiaridad de Nic y Marguerite
bromeando. Su adoración por él era tan clara que se me llenaron los ojos de
lágrimas.

Me di cuenta mientras miraba alrededor de la mesa viendo a todos


juntos, de una manera distorsionada, así serían las vacaciones con mis
familias recién mezcladas: risas, grandes cantidades de bebida y
discusiones masivas entre los lados. ¿De eso se trataban las vacaciones,
verdad? Me pareció la idea perfecta. Excepto que probablemente nunca
sucedería.

Agarré la mano de Eli con más fuerza debajo de la mesa. Me miró,


dándome una leve sonrisa, su pulgar recorriendo la parte posterior del mío.
No necesitábamos palabras. Él estaba al tanto de nuestras probabilidades.
Simplemente no estaba al tanto de las suyas.

Podía sentir a Lars mirándome. Mi cabeza se levantó para mirar hacia


la mesa extendida. Su expresión era clara. Harás esto. Morirá de cualquier
manera. Rápidamente por alguien a quien ama o por alguien que lo obligará
a sufrir durante un tiempo espantosamente largo.

Mis labios se apretaron y mi mirada volvió a mi plato.

—Uhm... mi mano. —La voz de Eli se disparó en mi oído. Mi mirada


saltó a su regazo, dándome cuenta de que apretaba su mano con fuerza.

—Lo siento. —Lo solté.

Su frente se frunció.

—¿Estás bien?

Un resoplido áspero salió de mi garganta.

—Oh, sí. Impresionante. —Agarré la cerveza frente a él y me la bebí.


No pude ocultar una mueca de disgusto por el sabor acre—. Uf.

Eli me miró fijamente.

—¿Qué?

—¿Aparte del punto que bebiste cerveza? —Se reclinó aún más en su
silla, que crujió como si no pudiera sostenerse—. Bebiste mi cerveza y ni
siquiera la apreciaste como se merecía. Ese fue un brebaje limitado de
Brujas.

Cogí la botella y me encogí de hombros.


—Todavía sabía a orina de troll.

Eli hizo un chillido de ofensa.

—Es una orina de troll especial. —Palmeé su brazo—. ¿Mejor?

Su cabello le rozó los hombros mientras negaba con la cabeza.

—Pagarás por insultar y despreciar mi cerveza.

—Ponlo en mi cuenta. —Me incliné más cerca de él.

—Tu cuenta se pagará en su totalidad esta noche —murmuró contra


mi oído.

—¿En serio? —declaró Gabby desde el otro lado de la mesa—. Estoy


comiendo aquí. O al menos intentando. —Al más puro estilo Eli,
simplemente para atormentar más a su hermana, acercó mi rostro al suyo
y me besó descuidadamente, haciendo molestos sonidos de chasquidos.

—Ewww. —Me reí y me eché hacia atrás cuando Eli lamió un lado de
mi cara.

—¡Elighan! —Gabby le tiró una tortilla.

La agarró en el aire y se la metió en la boca. Masticando felizmente,


sonrió a través de la mesa a su hermana. Gabby lo fulminó con la mirada y
le sacó la lengua. Fue como un paso hacia su pasado. Podía verlos tan
claramente como niños, burlándose uno del otro hasta que alguien se
enojara de verdad. Probablemente el pobre Cole.

Familia y hermanos. Me lo había perdido, a pesar de que tenía a


mamá y a Mark. Ahora finalmente era parte de una gran familia extendida,
y tenía mucho miedo de que me la quitaran. Me encantaba cada uno de
ellos. No había nada que no haría por ellos.

Lars se aclaró la garganta y se puso de pie.

—Antes de que comencemos a comer, o de que la cena se convierta


en una pelea de comida, quiero agradecerle a Marguerite por preparar una
vez más nuestra deliciosa cena. —Él asintió con la cabeza cuando ella se
deslizó en su asiento, dejando el último plato.

—No sé cómo sobreviví antes de que Marguerite viniera a esta casa.


—La voz o el rostro de Lars no mostraban emoción, pero pronunció las
palabras con calidez y cariño. Un demonio que mostrara algún tipo de
sentimiento era una rareza en sí mismo.

Marguerite se sonrojó y agitó su mano hacia él.

Lars en realidad le sonrió.

—Esto no es algo que jamás pensé que diría o sentiría, pero pase lo
que pase mañana... estoy orgulloso de todos ustedes aquí. Nunca imaginé
trabajar con algunos de ustedes. —Señaló la mesa hacia los Moradores
Oscuros—. Aunque tiempos como estos producen aliados interesantes. Ha
sido un honor trabajar con ustedes. —Asintió con la cabeza a Cole, quien
inclinó su cerveza en señal de reconocimiento—. Ember. —Mi nombre me
sacudió más rígida en mi asiento—. Has sido la mayor sorpresa de todas.
Buena y mala. Nunca pensé que podría importarme nada... especialmente
después de perder a tu madre. Como Demonio, nunca deseé una familia. En
el momento en que pisaste mi propiedad, mis sentimientos cambiaron.
Finalmente entendí la decisión de Aisling de protegerte, eligiendo salvarte
antes de que a sí misma.

Mis párpados eran diques endebles, que apenas retenían el torrente


que quería abrirse paso y derramarse por mi cara.

—Hija o sobrina, no me importa. —Mantuvo su rostro como piedra,


pero vi más allá de la fachada. A mí tampoco me importaba si era mi padre
o mi tío. Lo amaba lo suficiente como para ambos—. Aisling estaría muy
orgullosa de ti, y yo también. Creo que mañana cumplirás la profecía y te
convertirás en una excelente reina. —Levantó su taza mientras todos en la
mesa se unían.

Chocamos las copas y nos sumergimos en la comida que Marguerite


había preparado.

Mientras me sentaba allí y miraba alrededor, la bilis subió por mi


garganta. La parte de convertirse en reina siempre parecía olvidarla,
enfocándome simplemente en pasar la guerra. Sin pensar en lo que pasaría
después si ganábamos. ningún resultado, gane o pierda, era bueno para mí.
Eli no era parte de ninguno de los dos escenarios. La felicidad me sería
esquiva. Pero mi felicidad no era el punto, ¿verdad? De alguna manera, el
destino nunca había dejado que mi vida fuera completamente mía. Tenía
que hacer lo mejor de lo que sea que sucediera. Por la Tierra y por las
personas que sobrevivieran.

Mis reflexiones se desvanecieron a medida que avanzaba la cena. La


cantidad de veces que se levantaron y llenaron copas junto con otros
discursos aligeró mi estado de ánimo. Probablemente no deberíamos haber
estado bebiendo antes de la batalla, pero podría ser nuestra última noche
juntos. Íbamos a disfrutarlo. Cuando salieron los tragos de tequila, también
lo hicieron las historias. Me dolía el estómago cuando West nos contó sobre
la noche en que él, Cooper y Eli se escondieron en una iglesia para escapar
de la policía.

—Eli saltó al confesionario para esconderse. —Los ojos de West


brillaron con diversión al recordar—. Hubiera sido perfecto si no hubiera
alguien ya en él. ¿Recuerdas a Eli? —West se echó a reír.

Una risa salió de Eli.

—Sí. La viejita me agarró de la oreja, me hizo sentar y confesar. —Eli


negó con la cabeza mientras todos se reían a carcajadas—. Maldita sea, ella
era una vieja murciélago malo.

—Lo mejor fue cuando vinimos a buscarlo. —Cooper tomó una


bocanada de aire—. Ella lo estaba golpeando en la espinilla con su bastón
cuando dejó de hablar. Ella seguía diciendo: “No me pongas los ojos en
blanco, chico. Sigue hablando. Puedo decir que eres más resbaladizo que
una serpiente en jabón".

—No olviden que ella sentó sus traseros después del mío —señaló Eli
tanto a Cooper como a West. West se secó los ojos, las risas brotaban de su
pecho—. Incluso si la policía nos hubiera encontrado, probablemente nos
habría dejado ir. Su castigo fue mucho más severo de lo que podrían
habernos dado.
Los músculos de mi estómago estaban acalambrados y doloridos, mi
cara estaba llena de lágrimas después de escuchar sus historias.

Lars se quedó más tiempo de lo que pensaba, incluso después de


terminar el postre. Se recostó, mirando a la asamblea de personas alrededor
de su mesa. Una vez podría haber jurado que vi un parpadeo de diversión
en sus ojos, pero podría haber sido el alcohol lo que me hizo ver cosas.
Gorgon finalmente entró, susurrando algo al oído de Lars, lo que alejó al Rey
Unseelie. Rez lo siguió. Maya y Koke desaparecieron poco después, nunca
siendo de los que se relajan y se divierten.

Estaba segura de que Alki sería el primero en irse; toda su filosofía


se oponía a divertirse. Bueno, al menos este tipo de diversión. Por lo general,
disfrutaba torturándome con ejercicios e interminables horas de
entrenamiento. Pero aquí se sentó. Gabby fue al baño y cuando volvió se
sentó en el asiento vacío junto a Alki. Él solo la reconoció con un leve
movimiento de cabeza, pero una sonrisa llenó mi rostro. Miré hacia abajo,
para que mi cabello ocultara mi reacción.

Cal agitó los brazos alrededor.

—¡Mis nuevos flotadores! —Rodajas de aceitunas rodeaban sus


bíceps como pequeñas cámaras de aire.

Eli se acercó y partió un trozo de aceituna y se lo metió en la boca.

—Sabroso flotador.

—¡Oye! —Cal señaló amenazadoramente a Eli mientras la otra mitad


de la aceituna se deslizaba de su brazo hacia la mesa.

Sonreí y miré a Eli.

—Yo no me metería con los nuevos dispositivos de flotación del


hombre —se burló Eli.

—Me gustaría verlo mantenerse a flote con eso.

—No te preocupes Cal. Te conseguiré los reales. Barbie tenía una


colección de piscina, ¿verdad?
Él asintió en respuesta, se desinfló y miró a Eli antes de romper un
trozo de aceituna de su otro brazo y morderlo.

—Multifuncional. —Sonreí.

Cal me miró con el ceño fruncido y luego se encogió de hombros.

—Sí.

La carcajada de Kennedy atrajo mi atención al otro lado de la mesa,


pero ella no la contuvo. En la gran y arqueada ventana detrás de ella capté
un par de ojos verdes brillantes. La intensidad de la mirada era tan familiar
que tuve que mirar a Eli para asegurarme de que se sentaba a mi lado.
Cuando miré hacia atrás, los ojos se habían ido.

Lorcan.

Lorcan mirándonos no me molestó como lo haría normalmente. No


sabía si era el tequila el que hablaba o si lo había llegado a conocer mejor.
Me cabreó y me hizo sentir culpable, pero ya no lo despreciaba. Hubo
momentos en que, si no pensaba en su pasado o en el mío, diría que incluso
podría reconocer que estaba bien.

Oh, sí... es la bebida la que habla.

Kennedy se rio tanto de algo que se resbaló de la silla, tirando a Jared


con ella. Todos en la mesa rugieron divertidos, mientras que la pareja se reía
tan fuerte cada vez que intentaban levantarse, fallaban.

Jared la atrajo hacia él y la besó en la frente.

—Mira, así es como se supone que debemos ser. Pertenecemos


juntos. —Sus labios encontraron su cabeza de nuevo, con fuerza—. Te he
extrañado. Eres. Mía. De nadie más.

Kennedy se soltó de su agarre. La fricción aumentó entre ellos,


desbordándose al resto de la habitación.

—No soy tuya, Jared. Hemos pasado por esto —dijo en voz baja,
sentándose, con la espalda recta—. No soy algo de ti propiedad.
Especialmente ahora.
Como un interruptor, todo el comportamiento de Jared cambió. Se
sentó y se recostó sobre sus manos, su aura llena de arrogante agresión.

—¿Y cuántas veces te he explicado? Soy Morador Oscuro. Eres mía.


Te reclamé. Así es como funcionamos.

Kennedy se puso de pie.

—Pareces olvidar fácilmente que también eres parte humano. ¿Qué


pasa contigo últimamente? Estás esforzándote tanto por ser algo que no
eres. —Con los brazos cruzados, su mirada se dirigió al suelo—. P-pensé
que aún podíamos ser amigos... —Bebió la mitad de su copa y con un gran
suspiro, volvió su atención a Jared—. Sí, eres Morador Oscuro, pero también
eres humano. Solías ser simplemente Jared, el chico que amaba, lo cual ya
no parece ser suficiente para ti.

—Gracioso, parece que soy yo quien ya no es suficiente para ti. —Se


levantó, con los hombros apretados y encorvados. Se movió sobre ella, sus
palabras acusatorias—. Además, ¿por qué diablos quiero ser solo Jared? Es
débil y patético. Todo el mundo me trata como si fuera a romperme o como
si fuera un estúpido.

—También soy humana. ¿Dirías que soy débil o estúpida? —exclamó


Kennedy. Su diminuta figura no se acobardó bajo su imponente cuerpo.

—No.

—Entonces, ¿por qué dirías esas cosas? Eres cualquier cosa menos
eso. —Sus cejas se hundieron, pellizcando el puente de su nariz.

Jared resopló.

—¿En realidad? Tú de todas las personas me estás preguntando ¿por


qué? Cuando eres la que más me trata como un idiota. No crees que puedo
ver la verdad, pero la veo. No soy ciego. —Se alejó, sus miradas se
encontraron. Jared no dio más detalles, pero al menos tres de nosotros en
la sala sabíamos a qué se refería. Probablemente toda la habitación lo hizo.

El rostro de Jared estaba tenso, tensando la piel de su frente. Ladeó


la cabeza para mirar alrededor de la habitación.
—Se trata de que acepte mi lado humano. Entonces está bien. Tengo
dieciocho. Un adulto. Tomo mis propias decisiones.

—Jared, perdiste algunos años en el Otro Mundo. Todavía no tienes


emocionalmente dieciocho años. —Owen empujó su silla hacia atrás y se
levantó.

Cole empujó su asiento hacia atrás.

—Sé que estás molesto con mi decisión, pero prefiero que me odies
que morir. Ya hablamos de eso. No puedo permitirme que seas impetuoso o
imprudente. No con algo tan serio. Eres joven y crees que eres invencible.
—Se puso de pie—. Por mucho que lo odies, ser mitad humano te vuelve
más vulnerable. No me arriesgaré a perderte porque eres descuidado y no
estás entrenado para lo que está por venir.

Los Moradores Oscuros nunca fueron de los que miman


emocionalmente a alguien. Podrían tratar de mantener a Jared protegido
físicamente, pero no eran más que directos cuando se trataba de emociones.

El pecho de Jared se llenó de aire.

—¿Crees que quiero ser medio humano? Una vergüenza para el clan.
Quiero ser completamente Morador Oscuro, para que me puedan tratar
como uno de ustedes.

La silla de Owen se estrelló contra el suelo mientras corría alrededor


de la mesa, impulsándonos a todos a ponernos de pie.

—¡No digas eso! —gruñó Owen, su voz profunda, retumbando en la


habitación.

En el tiempo que había conocido a Owen, nunca lo había visto perder


los estribos. Casi podrías olvidar que era un Morador Oscuro. Pero ahora la
bestia estaba viva en él. Sus pupilas adquirieron forma de diamante, sus
hombros se enroscaron hacia adelante mientras pisoteaba hacia Jared. Los
músculos se crisparon bajo su piel, respondiendo a sus emociones. La bestia
quería salir. Era unos centímetros más alto que su hijo y lo usaba a su favor.
Jared retrocedió unos pasos.
—Eres la mitad de tu madre, una de las personas más fuertes que he
conocido. No te avergüences de lo que era. No insultes su memoria.

La nariz de Jared se ensanchó, apretando la mandíbula.

—Pero he hecho todo el entrenamiento. Pensé que cambiarías de


opinión cuando vieras lo bueno que soy. Y soy bueno.

Owen bajó la cabeza y un escalofrío recorrió su cuerpo mientras


respiraba hondo. La bestia estaba siendo gobernada de nuevo.

—Lo eres. Pero no es suficiente.

El rostro de Jared se volvió de un profundo tono rojo mientras sus


manos se apretaban más a su costado.

—Perdí a tu madre. No te perderé a ti también —susurró Owen,


volviendo a la mesa.

Un silencio se apoderó de la habitación antes de que Cole lo rompiera.

—Eres cualquier cosa menos una vergüenza para nosotros. Eres el


pegamento que mantiene unida a nuestra familia. Eres nuestra sangre vital,
y si te pasara algo...

Los ojos de Jared se llenaron de lágrimas. Apartó la mirada.

—No pueden mantenerme en una burbuja para siempre. —Cole dejó


caer la cabeza.

—Lo sé. Pero este no es el momento. Preferiría que Kennedy se


quedara también, pero ella tiene que ir. Es una pieza vital en la guerra.

—Sí, sí. No deseado. —Jared negó con la cabeza y caminó hacia la


puerta—. Mensaje recibido. —Su puño golpeó la pared mientras salía,
poniendo un signo de exclamación en su partida. La furia de Jared no era
solo por no pelear en la guerra. No lo sabía con certeza, pero parecía
bastante obvio que él y Kennedy se habían separado, y Jared no estaba muy
feliz por eso.
Kennedy no se movió para seguirlo. Se volvió hacia las puertas de
cristal que conducían al patio exterior, las abrió de un tirón y desapareció
en la oscuridad.

—Qué matanza total de abejorros. —Cal se paseó por la mesa.

—¿Eh? —respondí.

West puso los ojos en blanco.

—Aguafiestas, juguete, como en estado de ebriedad. No como el


sonido que hace una abeja 1.

Tanto Simmons como Cal inclinaron la cabeza.

—Oh, sí, me pregunté un poco por eso. —Cal se puso las manos en
las caderas.

West y Cooper estaban enseñando jerga a los duendes. Los


resultados eran bastante graciosos.

Cole colocó sus manos sobre la mesa y se inclinó hacia ellos.

—Jared eventualmente superará esta etapa. —Cole asintió a Eli,


Cooper y Gabby—. He pasado por esto antes con ustedes tres.

Elí asintió.

—Sí, probablemente éramos incluso peores que él. Es un momento


difícil para los Moradores Oscuros adolescentes, pero uno que también está
pasando por la pubertad humana...

—Todavía tiene mental y físicamente quince años, incluso si ya quiere


tener dieciocho. Finalmente se pondrá al día consigo mismo, cuando todas
las hormonas se igualen. Estará bien. —Owen juntó las manos. Podía
sentirlo insinuando el final de la noche. Eli también lo notó.

—Está bien. —Eli se alejó de su silla—. Creo que la fiesta ha


terminado. —Se inclinó hacia mi oído, la tensión de la escena anterior estaba

1
N.T. Juego de palabras en inglés, aguafiestas se escribe buzz kill, pero por separado buzz
es (zumbido) y kill (asesinato).
tensa en su voz—. Excepto la nuestra. Es hora de pagar en su totalidad,
Brycin.

Dormir era imposible mientras mi cerebro repasaba cada escenario y


todo lo que podía salir mal en la batalla. Me di la vuelta por décima vez en
quince minutos y golpeé mi almohada antes de dejar caer mi cabeza. La
muerte inminente de Eli me carcomía. La idea de nunca despertar a su lado
o escuchar su voz de nuevo hizo que el vómito me quemara la garganta.
Nunca sentir el calor de su cuerpo presionando contra el mío, mientras
dormía con una mano siempre sobre mí. Un espasmo apretó mis pulmones.
La idea de estar sin él era demasiado, y cada minuto me acercaba más al
momento en que tendría que actuar.

—¿Quieres tranquilizarte, mujer? —Su mano presionó mi pierna,


empujándome hacia la cama. Miré por encima del hombro. Eli yacía de
espaldas a mi lado, mirando al techo.

—Lo siento, ¿te estoy manteniendo despierto?

—Realmente no. —Movió la cabeza para mirarme—. Pero me estás


volviendo loco con el dar vueltas y vueltas.

Me di la vuelta para mirarlo.

—Lo siento.

Mi mano se estiró para trazar la cicatriz que cortaba desde su barbilla


hasta la línea del cabello, su barba me hacía cosquillas en los dedos. Eli
cerró los ojos, dejándome tocar los contornos de su rostro. Las lágrimas me
cegaron mientras mis dedos y mis ojos delineaban cada matiz de sus rasgos.
Mi corazón dolía con mis sentimientos por él. Habíamos llegado tan lejos,
pasado por tanto, y podría perderlo en las próximas veinticuatro horas.
Ahogué el gemido queriendo salir a la superficie.

—Te amo. —Me estaba esforzando tanto por no llorar que apenas
podía pronunciar las palabras.
Sus ojos se abrieron: luces verdes brillantes en la habitación oscura.
Su mano echó hacia atrás los mechones sueltos de cabello que caían
alrededor de mi cara, curvándose alrededor de mi mandíbula. Me atrajo
hacia él, sus labios encontrando los míos.

—Ídem, Brycin —murmuró entre besos.

Curvó su brazo alrededor de mí, tirando de mi cuerpo hacia el suyo.


Sus brazos se sentían tan cálidos y protectores. Me mareé y enfermé al
darme cuenta de que no me retendrían después de mañana. Sus labios se
movieron suavemente besando mi frente.

—Cualquier cosa que se materialice mañana, sabes que siempre te


seguiré, mujer, a donde vayas. Incluso en la muerte.

Mi cabeza se sacudió al mirarlo. Mi garganta se sentía obstruida. Eli


no era de los sentimentales. No entendía cuán siniestras eran esas palabras.
Mis ojos parpadearon rápidamente tratando de evitar que el agua corriera.
No funcionó.

—No te va a pasar nada. —Sentí la necesidad de decir la mentira en


voz alta, como si fuera posible. Tenía que creer, o no me levantaría por la
mañana e iría a la batalla.

—Eres fuerte y resultarás ser una gran reina.

—¿Por qué todo el mundo sigue diciendo eso? No quiero ser una. —
Negué con la cabeza.

—Oye. —Agarró mi barbilla—. A veces elegimos el destino y a veces


el destino nos elige a nosotros. El día que entraste en mi vida en la comisaría
me eligió a mí. —Una sonrisa traviesa curvó el lado de su labio—. Y me
alegro porque fui demasiado terco y estúpido para ver lo que estaba frente
a mí.

Mis sentimientos me empujaron hacia adelante, mi boca encontrando


la suya. Me quedé sin palabras. Una vez me dijo que la única forma en que
quería morir era acostándose conmigo. Durante el resto de la noche me
aseguré de que su deseo se cumpliera de todas las formas posibles. Nos
tomamos nuestro tiempo y redescubrimos el cuerpo del otro y lo adoramos.
Como si fuera la última noche de nuestras vidas.
Capítulo 26
Traducido por Vanemm08

Pasada la medianoche, Samhain


El cielo nocturno brillaba con azules, amarillos, púrpuras y rojos. El
tango Mágico giraba y giraba en la atmósfera, encendiendo chispas cuando
nuestros mundos chocaban. Gracias a mí y a Asim, el poder extra de la
Reina estaba rompiendo aún más las líneas. Incluso los humanos notarían
los cambios. Parecía que las auroras boreales habían cruzado nuestros
cielos usando la Tierra como pista de baile. Los relámpagos estallaron y
desgarraron alrededor de los cielos en rabiosos rayos de energía y luz.

La magia disminuyó más y más grande, chisporroteando en mi piel.


El campo de Faes Oscuros estaba inmóvil, armas en mano, esperando. Lars
se aseguró de que estuviéramos en el lugar correcto para que el castillo no
estuviera lejos de nosotros cuando cayera el muro.

El día fue tenso y lleno de energía inquieta. Esperando. Cada minuto


era una agonía. Luché entre tratar de disfrutar los últimos minutos que
tenía con mis seres queridos o querer que la maldita cosa comenzara.
Cualquier cosa tenía que ser mejor que esperar. Con las diferencias horarias
en todo el mundo, la capa entre los mundos comenzó a juntarse temprano
en el día. Para los humanos probablemente parecía una densa humedad
ondulando el aire, pero podía sentir el encantamiento expandiéndose en la
atmósfera, empujando y arrugando cuando chocó con la Tierra. A medida
que avanzaba el día, aumentaba la sensación.

La medianoche era cuando la barrera llegaría a su punto más débil.


La magia bombeó pesadamente por el aire justo antes. A las doce, el cielo
estalló en una muestra de arte de relámpagos y colores.
Ahora estaba de pie en la fresca oscuridad mirando por encima de mi
cabeza mientras la Tierra se iluminaba como si fuegos artificiales fueran
lanzados al aire. En lo profundo de mi alma, un dolor rodó alrededor del
vacío donde había estado el núcleo de mi poder. Fuego. Tierra.

Cal se paró en mi hombro, tirando de la pequeña bolsa sujeta a su


cinturón.

—¿Estás segura de que no puedo tener ni una pizca de jugo de enebro


en polvo? Creo que podría calmar mis nervios. Quiero decir que podría ser
el último de mi vida. ¿Quieres negarme lo que podría ser mi última pizca de
felicidad?

—Cal, no puedes beber durante la batalla. —Simmons estaba sentado


en mi otro hombro. Su pie pisoteó mi clavícula.

—¿Quién dice? —respondió Cal bruscamente—. De todos modos,


técnicamente no es beber. —Sus dedos pincharon el contenido dentro de la
bolsa.

—Porque somos soldados. Debemos tener todo nuestro ingenio sobre


nosotros.

—Saltando jugo de enebro, este soldado tiene el ingenio para saber


que debería estar borracho.

Mis ojos todavía estaban fijos en los colores que caían alrededor del
cielo.

—Cal, te prometo que, si superamos esto, llenaré la gigantesca piscina


de Lars con jugo de enebro.

—Oh-oh, tienes que conseguirme flotadores de brazos reales y un


sillón... y... y una pajita rizada. Siempre quise uno de esos.

—Hecho y hecho. —Sonreí.

—Mi señora, sólo lo está animando. —Simmons resopló a mi lado.

—También te conseguiré unos flotadores y una pajita rizada.


Hubo una pausa antes de que él pronunciara:

—Agradecería sus regalos, mi señora. Gracias.

Mi sonrisa se ensanchó.

Detecté a Eli caminando detrás de mí. Todavía podía hacer que mi


cuerpo hormigueara, aunque la reacción a mi tatuaje casi había
desaparecido. Si realmente me lo permitiera, podría sentir un leve cosquilleo
en advertencia cuando me tocara. A lo mejor, nunca desaparecería
realmente. Un recordatorio del pasado, que ya no era algo malo.

Sus dedos rozaron los míos. En mi visión periférica, lo vi a mi lado,


mirando al cielo. Mis dedos encontraron los suyos y se enroscaron alrededor
de su mano grande y cálida. Agarró la mía de vuelta. Eli volvió la cabeza
hacia mí. Los rayos y el brillo vibrante de la atmósfera se reflejaban en sus
ojos. No pronunció una palabra, pero su fuerte presencia fue suficiente para
calmarme. Sería muy difícil hablar. Decir todas las cosas que dejamos sin
decir entre nosotros. No podía dejar que mi mente aterrizara en la idea de
que lo perdería.

Cole se acercó y agarró el hombro de Eli. Eli lo miró y sus ojos se


encontraron. El amor era más profundo que la mera mentalidad de manada.
Eran familia y hermanos leales.

Otro crujido agudo se encendió sobre nosotros. A la luz, la silueta de


un castillo se alzaba en la distancia, a más de media docena de campos de
fútbol de nosotros, encaramados en una colina rodeada principalmente de
agua. La ya frágil pared entre los dos mundos se difuminó y se adelgazó aún
más. Aneira planeaba destrozar la barrera para que nunca volviera a la
normalidad. Si no la deteníamos antes de que terminara el día, la atmósfera
de la Tierra nunca podría curarse a sí misma. Los mundos se fusionarían
para siempre. Ya le había hecho agujeros cuando destruyó Monterrey,
Londres, Nueva York y, con mi ayuda involuntaria, Seattle. La magia se
desbordó. Pasase lo que pasase, dudaba que los Fae pudiéramos ocultar
nuestros secretos por más tiempo. En todo el mundo, los humanos
experimentarían y verían cosas que no podrían explicar con la ciencia. El
pánico de las masas crearía un efecto apocalíptico. Y no se equivocarían si
reaccionaran de esta manera. Tenía que detener a Aneira; su muerte era mi
destino.
Al otro lado del frágil muro que separaba los dos mundos, miles de
soldados Seelie y Luz Fae estaban vestidos para la batalla. Un estruendo
sacudió el suelo cuando ambos bandos golpearon con sus armas la tierra
húmeda. Gritos de batalla profundos y guturales enviaron el vello de mis
brazos y cuello hacia arriba.

—Mierda en una corteza de fresno —murmuré.

Por el rabillo del ojo, vi a Cal meter los dedos en la bolsa y lamerlos
rápidamente. No podía culparlo. Mi mano libre estaba metida en mi bolsillo
tocando el frío metal del brazalete Goblin. Era un ancla que me mantenía
conectada a lo que tenía que hacer.

El nivel de energía que emanaba en el aire entre los dos lados floreció
en mi pecho. Un terror como nunca había experimentado se apoderó de mis
músculos. Había estado nerviosa y asustada antes. Pero estar aquí, ver al
otro lado con sus armas, sentir su deseo de matarnos me dio ganas de correr
como el infierno. Pero el miedo que recorría mi cuerpo debilitaba mis
músculos. Luché contra el impulso de caer al suelo, acurrucarme, cubrirme
la cabeza y esperar que nadie me viera. Había visto este tipo de escenas de
batalla en películas y siempre imaginé cómo sería en la vida real. Ni siquiera
se acercaba. Hoy la muerte nos encontraría a muchos de nosotros.
Alejándonos de nuestros seres queridos y empapando el campo con nuestra
sangre.

Un objeto voló sobre mi cabeza y vi a Lars en la espalda de Ori. El


pájaro elegante y majestuoso atravesó el cielo como una bailarina de ballet.
Lars estaba vestido con todo su equipo de batalla, y su imponente presencia
envió jadeos entre la multitud. La pared sería lo suficientemente delgada
como para atravesarla pronto. El Rey Unseelie estaba aquí para reunir a sus
tropas.

Lars extendió los brazos e inmediatamente todos los de nuestro lado


se callaron.

—¡Compañeros Oscuros, durante demasiado tiempo hemos estado


bajo el control de la Reina Aneira, sufriendo bajo los prejuicios y las reglas
de la Luz contra nosotros! —Una ola de vítores y golpes de armas en acuerdo
reverberaron a través de mis zapatos, hormigueando mis pies—. Quiere
esclavizar o matar nuestra fuente de energía. —Los abucheos y los silbidos
rompieron entre los vítores—. ¡Quiere vernos destruidos!

La poderosa voz de Lars tronó. Quería animar y golpear el suelo junto


con todos.

—La Oscuridad ya no será controlada por la Luz. Este es nuestro


mundo, y ella no nos quitará lo que nos pertenece. Hoy luchamos. ¡Por
nuestras vidas, por nuestra libertad y por nuestro mundo!

La oscuridad estalló en una armonía unida de canciones y gritos de


batalla que sacudieron los pulmones en mi pecho.

La energía era adictiva, aumentando mi adrenalina.

Todo lo que necesitábamos era a Mel Gibson con atuendo escocés a


caballo.

Otro rayo fracturado atravesó la noche y chocó con parte de la pared


que aún estaba levantada. La capa entre los mundos se encogió, se enroscó
sobre sí misma y creó un agujero gigantesco como una envoltura de plástico
en el fuego. Podía sentir en mis huesos que Aneira estaba rompiendo la
barrera con mis poderes. La ira y la indignación me llenaron. Era mí magia.
Ella usó mi magia para controlar los mundos.

El sonido ensordecedor de los gritos me golpeó, casi derribándome.


Ambos duendes salieron al aire, gritando. Hubo una carrera hacia la
abertura desde ambos lados cuando Aneira envió una ráfaga más de
relámpago y rompió otra grieta en la atmósfera.

Alki hizo sonar el cuerno desde la parte trasera del cambia-formas-


pájaro, Deryn.

La guerra había comenzado.

Eli me agarró por el cuello de mi chaqueta y tiró de mí contra su


cuerpo, alineando cada parte de nosotros. Su mano se levantó, ahuecando
la parte de atrás de mi cabeza, atrayéndome. Sus labios aplastaron los míos,
y me besó tan apasionada y profundamente que todo a mí alrededor
desapareció. Se echó hacia atrás abruptamente, girando su cuerpo hacia
adelante de nuevo. Me tambaleé ante la intensidad tanto del beso como de
la partida. Ahora, estaba lista para la batalla. Aneira no me lo quitaría. Nadie
lo haría.

—Vamos a matar a la perra —declaró Eli.

Lorcan, Eli, Cole, Owen se mantenían en forma de hombre mientras


que el resto de los Moradores Oscuros estaban en forma de bestia. Era más
fácil para los no Moradores comunicarse si algunos podían hablar. Pero en
caso de que Eli tuviera que cambiarse, tenía un conjunto extra de ropa
dentro de mi pequeña mochila unida a la funda de mi espada para cuando
él necesitara volver a su forma de hombre. A los Moradores no parecía
gustarles la idea de que partes de ellos fueran tan accesibles para ser
apuñaladas o cortadas. Apoyaba el sentimiento de todo corazón.

Los asesinos Oscuros emergieron, resbaladizos y negros como la


noche, y me rodearon. Sin mirar, supe que eran Cooper, West y Gabby. Mi
conexión con los Moradores Oscuros se hundía tan profundamente en las
fibras de mi alma que ya no podía imaginar lo que se sentía al no ser uno
de ellos. Sin verlos, podías sentir a cada uno. Su presencia individual se
arrastraba sobre ti, declarando su voz. Mi conexión con ellos había pasado
de un puente de cuerda delgado a una calzada de hormigón reforzada con
acero. Escuché conversaciones completas entre ellos.

West golpeó mi pierna, y nuestras miradas se encontraron cuando lo


miré. Ojalá pudiera ser yo quien lo hiciera. Cuando la mates, haz que sienta
la agonía que me infligió a mí y a tantos otros.

Asentí. Lo haré.

Los ojos de West brillaron de color rojo cuando rugió su propia forma
de grito de batalla y cargó hacia adelante. Mi piel se erizó ante el sonido. Fue
el llamado de la muerte.

La hoja de mi espalda silbó mientras la sacaba de su vaina. Cal y


Simmons sacaron sus diminutas espadas, simplemente para mostrarlas, ya
que su trabajo tenía que ver con el polvo de enebro y llevarnos al castillo.

Kennedy estaba detrás de mí y también llevaba una mochila y una


espada. Torin se quedó a un lado, Thara a su lado. Iban vestidos como
guerreros: gruesos pantalones de cuero, impenetrables camisas negras de
manga larga, con un escudo de metal plateado. Estos no tenían la insignia
de la Reina, ni la del Rey. Luchaban por ellos mismos y por todas nuestras
libertades. Sus espadas colgaban de sus manos derechas.

—Kennedy, quédate cerca de mí.

Agarré el mango de la hoja con más fuerza. Ella también sostenía una
pistola Fae. Era su mejor defensa hasta que se quedara sin balas. Solo podía
llevar una ronda adicional, ya que eran de hierro puro y extremadamente
pesadas. La niña no estaba hecha para la batalla. Su primera arma era su
magia, pero no podía hacer nada más que noquear a alguien por unos
momentos. Tendría que funcionar. Detrás de ella estaba el grupo de Lorcan.
Por mucho que me disgustara la idea, hoy éramos un frente unido.
Samantha se acercó sigilosamente a Lorcan. Ella y yo tendríamos nuestro
momento, y una de nosotras terminaría muerta al final. Sus ojos rojos se
encontraron con los míos, brillando más y más conforme gruñía. Sus
sentimientos por mí eran mutuos. Pero ahora mismo no era el momento.

El eco del choque de metales, el sonido de las armaduras y la gente


gritando dominaba mis sentidos. Lars condujo a su tropa desde el cielo. La
Reina no se encontraba en ningún lugar del campo, pero tenía que estar allí
en alguna parte. Ella querría estar cerca pero también en un espacio donde
pudiera usar mi magia de manera segura para destruir la capa entre los
mundos.

—Movámonos —gritó Cole—. Conoces el plan. Asegurémonos que se


cumpla.

¡Santo cielo! Esto realmente estaba sucediendo. Mis entrañas se


retorcieron en nudos y mis zapatos golpearon la tierra mientras trotaba con
mi grupo. La ocasión para la que habíamos planeado y entrenado había
llegado. No había repetición. No podríamos intentarlo mañana. Teníamos
una oportunidad de fracasar o tener éxito.

Nuestro grupo esquivó la batalla principal tratando de mezclarnos


mientras parecía ser parte de la pelea.

Los sonidos de fuertes y escalofriantes gritos de dolor, el sonido


metálico de los huesos, los huesos convirtiéndose en polvo, las bestias
chillando en el campo y en el aire dominaban el cielo alrededor del campo
de batalla. Había cientos de criaturas delante de mí, desde las más
hermosas hasta las más horribles, cortando con sus espadas las gargantas
de los demás. Trolls y goblins se abalanzaron sobre Fae con aspecto de elfo
esbelto, que parecía que procedían de una película de Disney. El olor a
sangre me subió por la nariz.

Miré a mí alrededor a mis socios estratégicos. Cada pareja tenía una


parte diferente del plan para llevar a Torin, Kennedy, Eli y a mí al interior
del castillo.

Echando un vistazo una vez más a la desalentadora fortaleza que se


cernía sobre la tierra, donde una profecía decía que yo gobernaría, tomé un
respiro, contuve mi dolor y corrí furiosamente por el destino que nos
aguardaba.
Capítulo 27
Traducido por Vanemm08

El enjambre de soldados aplastando nuestra primera línea de ataque


llegó con el sonido húmedo de las hojas cortando cuerpos y el chirrido de
metal y hueso. Cambia-formas voladores con jinetes a sus espaldas
salpicaban el cielo. Pájaros y murciélagos del tamaño de camionetas volaban
en círculos sobre sus cabezas mientras las flechas llovían desde ellos.

Impresionantes polillas de color blanco cremoso y fucsia junto a


mariposas se arremolinaban con colores azul cobalto, verde neón y naranja
vivo llenando el cielo. Incluso estos insectos del tamaño de un Goliat eran
asesinos. Sus dientes, que podrían perforar agujeros en un automóvil, salían
de sus bocas cuando agarraban a las víctimas y las mordían, arrancándoles
la cabeza.

Mierda en una corteza de fresno. Ya no estábamos en un dulce cuento


de hadas. Está bien, nunca lo estuvimos.

Nuestro grupo se deslizó hacia un lado, continuando hasta el otro


extremo del campo. Hadas de Luz blandiendo espadas y hachas nos
atacaron. Thara, Samantha, Dax y Dominic saltaron tras ellos, dejando el
camino despejado para nosotros. Thara no vaciló mientras se sumergía en
el torrente de Luz. Vi que Torin quería unirse, pero siguió corriendo. Nuestro
destino quedó en la distancia.

Alki y Deryn se abalanzaron sobre sus cabezas, seguidos por un


enorme cambia-formas-polilla. El cambia-formas-pájaro era mucho más
grande, pero solo lo convirtió en un objetivo más grande. La polilla tomó
vuelo sobre Alki y bombardeó en picado la espalda del pájaro. Alki se giró y
empujó su espada hacia la polilla con colmillos. La hoja salió por la parte
posterior de la cabeza del insecto. La cosa chirrió de angustia y cayó sobre
Alki, derribándolo de Deryn. Desde lo alto del cielo, el cuerpo de Alki cayó
en picado a la tierra, la polilla lo siguió hasta el suelo.

¡Alki! El grito de la voz de Gabby en mi cabeza me disparó los nervios


y me hizo poner mis manos sobre mis oídos en defensa. Sus garras
escupieron la tierra mientras giraba, atravesando el campo hacia donde
golpeaba su cuerpo.

—¡Gabby! —le gritó Cole, pero fue inútil. Ella no vaciló ante la voz de
su Alfa. No había nada que le impidiera llegar hasta Alki.

Los ojos de Cole se entrecerraron y se concentraron en ella; estaba


tratando de comunicarse con ella a través de su vínculo antes de que se
mezclara con las sombras y desapareciera.

Un rayo atravesó el cielo antes del amanecer, y chocó con el escudo


del Otro Mundo cerca de nosotros, tirándonos al suelo. La electricidad se
encendió y se arrastró sobre una parte de la pared invisible como venas,
abriendo un abismo en ella. La magia brotó de la herida, invadiendo el aire
de la Tierra. Un grupo de Hadas de Luz se dirigió a la apertura.

—Vamos.

Eli se puso de pie, ayudándome a escabullirme de nuestra proximidad


a la chisporroteante pared y a los soldados invasores. Salieron cientos de
gnomos y cambia-formas-lobo. Un solo gnomo no era una amenaza, pero
cientos de ellos con armas, moviéndose con su veloz velocidad, enviaron
sacudidas de terror a mis piernas. Lars me había enseñado que había luz y
oscuridad en todas las especies. Era una elección.

—Corran —nos gritó Torin.

La sangre bombeaba frenéticamente en mi cuerpo. Había más


atacantes de los que esperábamos y no podíamos dejarlos atrás,
especialmente a los lobos.

Cuando los retadores vinieron por nosotros, West y Cooper se


volvieron hacia ellos, arqueando sus espinas mientras gruñían. Las hojas
de sus espaldas reflejaban los colores que atravesaban el cielo nocturno. Sin
dudarlo, se lanzaron hacia el enemigo, enfocándose en la mayor amenaza
para nosotros con la gracia de un exquisito pero crudo Ballet. West y Cooper
se movieron juntos con una belleza ágil y se deslizaron hacia la cabeza de
lobo, desgarrándolo con una despiadada magnificencia. Fue brutal,
escalofriante e increíble de ver.

—Brycin, muévete —me gritó Eli.

Hice lo que me dijo y eché a correr. Solo bajamos la colina antes de


que viéramos tropas adicionales viniendo por nosotros. Más gnomos, lobos
y Hadas de Luz se abalanzaron sobre nosotros por encima de la cresta, y
por un lado. El denso bosque se encontraba en el lado opuesto.

—Mierda.

La única forma en que podíamos avanzar era a través del bosque. No


podíamos dejar que nadie viera que estábamos tratando de entrar al castillo
a través de los túneles del alcantarillado, o cientos de criaturas nos
seguirían.

Cole se detuvo y se volvió, indicándonos que siguiéramos corriendo.

—Vayan. Los retrasaré.

Abrí la boca para protestar porque no podía retenerlos a todos, cuando


una forma se lanzó a través de la maleza y se instaló junto a Cole.

—Puedo ayudarte, tío. —Jared, vestido con pantalones cargo y una


camiseta, sostenía una espada en sus manos. Otro cuchillo colgaba de su
cintura, pero no llevaba chaleco protector ni nada.

—Jared. ¡No! —Tanto Kennedy como Owen gritaron.

Cole se volvió hacia su sobrino.

—¿Qué estás haciendo aquí? Vuelve, Jared. Es muy peligroso.

—Ésta también es mi pelea. Soy un habitante Oscuro; déjame actuar


como tal.

Jared se mantuvo firme en su posición.


—No. Esto no es fingido. La gente va a morir y no dejaré que seas uno
de ellos. —Owen agarró el brazo de Jared. Con cada segundo que estábamos
allí, nuestros oponentes ganaban terreno.

Eli agarró a Jared.

—¡Vete! No podemos preocuparnos también por ti.

Jared miró a Kennedy, su rostro enrojecido.

—¡Entonces no lo hagas! Puedo luchar. —Sus pupilas se alargaron,


sus ojos ardían de un rojo intenso, adquiriendo algo de la apariencia de
Morador Oscuro. Su mandíbula se apretó en una fuerte línea desafiante,
tratando de ocultar el verdadero miedo que vi en sus ojos.

—¿Chicos? —Kennedy señaló nerviosamente delante de nosotros, los


lobos y los gnomos ahora estaban a solo unos metros de distancia.

Era demasiado tarde para que Jared se fuera. Ahora estaba en la


batalla, lo quisiéramos o no.

Owen empujó a Jared hacia Eli.

—Me quedaré. Ve con ellos.

Cole y Owen cambiaron a la forma de Morador Oscuro, listos para el


ataque. Jared hizo rodar el mango de su espada entre sus dedos. Tanto la
emoción como el miedo se mostraban en sus ojos.

Mi cabeza se movió bruscamente cuando escuché a Torin gritar desde


la parte de adelante. Saltó hacia atrás con su espada balanceándose. Más
soldados de la Luz se estrellaron contra los árboles cerca de nosotros y
bloquearon nuestro camino.

Cal y Simmons volaron de regreso hacia mí.

—Mi señora, estamos rodeados —anunció Simmons.

—Magdalenas de mierda, hay un desastre en nuestro camino. —Cal


tiró de dos espadas bastón de su cinturón.

Saqué mi espada; zumbaba con anticipación por la pelea.


—Reduzcamos su número, muchachos.

Kennedy se volvió, sus ojos se movieron nerviosamente del grupo que


nos rodeaba a Jared.

—Kennedy, no lo hagas. —Lorcan claramente también sintió el pánico


creciendo en ella.

Extendió las manos y murmuró algo. Una compresión de magia salió


de ella.

Todos en un radio de quince metros cayeron al suelo.

Las rocas golpearon mi coxis cuando caí de espaldas. Los gritos y


susurros de los otros miembros de nuestro grupo me dijeron que también
estaban tratando de ponerse de pie. El hechizo de Kennedy salió de ella
como una onda sónica. No discriminó. Al tratar de ayudarnos, nos llevó a
todos al suelo, lo que nos hizo más vulnerables a los ataques. Salimos
rápidamente de la tierra.

—Lo siento mucho. Solo estaba tratando de ayudar.

Kennedy se llevó las manos a la boca. Lorcan amplió su paso,


sosteniendo su espada.

—Por favor, no vuelvas a ayudar.

Ella lo miró con remordimiento en su expresión y asintió.

Los rugidos del lado opuesto atravesaron mis tímpanos y mis


pulmones. Respiré profundamente cuando la masa de combatientes
atravesó nuestra frontera, viniendo hacia nosotros desde todos lados.

Giré, golpeando mi espada contra el metal de mi retador. Mi estoque


cantó con vida, corriendo con energía mientras chocaba una vez más. Una
hermosa soldado Hada de cabello rubio y ojos azules estaba frente a mí. Su
exquisita mandíbula cincelada se mantuvo firme mientras se echaba hacia
atrás y me atacaba de nuevo. Me agaché, sintiendo la ráfaga de aire
alejándome de mi cuero cabelludo. Sabía exactamente quién era yo, y podía
ver la rabia y el disgusto profundo en sus ojos cada vez que su espada fallaba
en mí. Qué orgullosa se sentiría si pudiera llevar mi cabeza hacia la Reina.
Ya debía saborear la recompensa, las riquezas y la fama que tendría si
pudiera encontrar un camino hacia mi cuello.

Mi arma no aceptaría nada de esto. No le gustaba la idea de perder.


Envió una corriente de energía a través de mi brazo mientras cortaba. La
punta golpeó su armadura. Los soldados ligeros vestían los uniformes que
había visto en Torin cuando era Primer Caballero: pantalones de cuero y la
gruesa camisa negra de manga larga con la insignia de la Reina en el escudo
del pecho. Tanto los pantalones como la camisa eran más gruesos y difíciles
de penetrar de lo que parecían, lo que proporcionaba una gran protección.

Bailé alrededor de mi enemigo mientras captaba una rápida visión


general de la escena que me rodeaba. Lorcan y Eli se quedaron cerca de
Jared, enfrentándose a los luchadores más grandes. Kennedy disparó contra
cualquier cosa que se acercara a ella. El sonido de los disparos se había
convertido durante mucho tiempo en un ruido blanco en mi cabeza. Ya
había recargado, por lo que pronto se quedaría sin municiones. Torin y yo,
junto con Cal y Simmons, cubrimos el otro lado. Nos quedamos en
formación de círculo, de espaldas el uno al otro.

—¡Ajá! Otra docena de panaderos. —Jared rebotó sobre las puntas de


los pies, cortando una corriente de gnomos. Cuanto más bajaba, más
animados y ansiosos se volvían sus movimientos.

—Bien, J, pero no seas demasiado arrogante —comentó Lorcan.

Jared declaró por encima del hombro:

—Claro, tú eres quien me enseñará a no ser un idiota arrogante. —


Hubo una burla casi inaudible de Eli cuando sus manos a medio formar y
con garras cortaron a través de la guardia de un Hada y tiró el cuerpo a un
lado.

La Fey con la que luchaba resbaló en la sangre que empapaba el suelo


debajo de nuestros pies. Tropezó conmigo, ambas caímos al suelo. Sabía
que, si se caía encima de mí, estaba acabada. Mi Morador Oscuro entró en
acción y me agaché con los hombros encorvados cerca de las orejas, lista
para atacar. Gruñí, me arrojé a un lado y rodé antes de que su cuerpo
aterrizara sobre el mío. Su rostro golpeó la tierra húmeda, y salté sobre su
espalda, mis dientes crujieron cuando el instinto primordial tomó el control.
El mundo desapareció a mí alrededor.

Matar. Mía.

Mis dientes fueron a su garganta, desgarrando la suave carne. Se


movió violentamente bajo mi agarre.

La lucha se filtró de su cuerpo antes de quedarse quieta.

—¡Ember! —Una voz resonó en mi cabeza, pero no le presté atención,


todavía estaba concentrada en mi muerte.

Los disparos sonaron cerca de mi oído antes de que un cuerpo


colapsara sobre mí, sacándome de mi zona.

El penetrante olor a sangre y la cacofonía de los cambia-formas-


pájaros chirriantes, los gritos de batalla y el tintineo de espadas mientras la
gente luchaba inundó mis sentidos. Me giré para ver a Kennedy de pie cerca
de mí, su arma todavía humeaba. El soldado que rodó de mí al suelo todavía
sostenía la espada que había estado listo para lanzar.

Mis ojos se agrandaron. Santa mierda. Casi me habían cortado la


cabeza porque había dejado que mi parte de Morador Oscuro se hiciera
cargo. Muy poco se interponía en el camino para romper el contacto. Su
enfoque era porque los Moradores Oscuros eran buenos asesinos, pero
quizás no perfectos para la guerra. Bueno, al menos yo no. No tenía los años
de entrenamiento y aprendizaje para ver y sentir más allá de mi presa.

—Gracias. —Salté, limpiándome la sangre de la boca.

Asintió, pero su atención estaba centrada detrás de mí. Me di la vuelta


para ver a Cole y Owen bajando la colina, sacando criaturas mientras se
acercaban a nosotros.

Cole, nuestro Alfa, habló a través de nuestro vínculo. Vienen más Fey,
Eli. Llevan lanzas y flechas. Tienes que irte ahora.

Cole y Owen se acercaron lo suficiente para que yo pudiera ver que


sus elegantes abrigos negros estaban empapados en sangre.
Las heridas estaban profundamente arraigadas en sus cuerpos,
piernas y rostros.

—¡Padre! —La atención de Jared se apartó de la pelea cuando vio el


cuerpo herido de Owen.

—¡Jared! —gritó Kennedy, señalando delante de él. Seguí el dedo de


Kennedy. Un hombre-criatura dos veces el tamaño de Rimmon salió
disparado de los árboles, un hacha gigante descendiendo sobre Jared.

Un gruñido vino de la forma de bestia de Owen mientras saltaba,


golpeando a Jared fuera del camino. El hacha encontró su nuevo objetivo
cuando se hundió profundamente en el cuerpo de Owen. La hoja del hacha
se hundió en la tierra.

Grité. El horror se abrió camino a través de mi corazón cuando el


cuerpo de Owen cayó sobre el de Jared. El peso llevó a Jared al suelo.

Todo sucedió en una fracción de segundo. Los ojos de Cole brillaron


de un color burdeos tan profundo que parecían casi negros. Su forma de
bestia se sumergió en el gigante y le cortó el cuello, arrancando la cabeza
del goliat con los dientes. Saltó de él, las cuchillas de su espalda se erizaron.
La cabeza ensangrentada del gigante cayó al suelo. Eli sacó a Jared de
debajo de Owen. Jared luchó y luchó contra Eli, esforzándose por volver por
su padre.

—Retírense —gritó uno de los soldados Luz Fae.

El grupo de hombres, gnomos y los tres lobos que quedaban


retrocedieron corriendo. Cole aulló y corrió tras ellos. Su rabia estaba espesa
en mis pensamientos. Sin palabras, simplemente una locura roja.

—Tenemos que irnos. Vienen más hombres. —Torin habló primero,


asintiendo con la cabeza a pequeñas figuras en la distancia que se dirigían
hacia nosotros. Pronto los que se retiraran verían que tenían refuerzos y
volverían por nosotros.

Cal y Simmons se dirigieron hacia Torin, listos para salir.

Jared sollozó y arañó el hombro de Eli, pero el rostro de Eli


permaneció como una piedra.
—Jared, tenemos que irnos. No podemos quedarnos. Owen no querría
que lo hicieras.

—No —se lamentó.

—Hazlo por tu padre. No salvó tu vida para que perdieras. —Eli lo


agarró con más fuerza—. Necesito que sigas con vida, chico. —Esas palabras
lo paralizaron.

Eli bajó a Jared al suelo y abrazó a su sobrino con fuerza. Kennedy se


puso detrás de Jared y le tocó el codo. Se puso rígido y se secó la cara,
borrando las señales de que había estado llorando antes de volverse hacia
ella. No estaba engañando a nadie, pero era un rasgo del Morador: nunca
mostrar debilidad.

Kennedy lo rodeó con sus brazos y le besó la frente. Les dimos un


momento. Eli y Lorcan se arrodillaron junto al cuerpo de Owen, con la
cabeza inclinada. Escuché murmurar algo antes de ponerse de pie.

—Vamos —dijo Eli, su voz indiferente y amarga. La expresión de


Lorcan reflejó la de Eli. Su mandíbula se apretó con fuerza y sus ojos
estaban muertos, pero la determinación se posó en su frente.

No me había movido, todavía no podía creer lo que había sucedido. Mi


cerebro y mi cuerpo estaban separados el uno del otro. Owen, el médico que
me salvó la vida, el hombre que siempre fue tan amable y cariñoso estaba
muerto. Hasta ahora, no creía que los Moradores Oscuros pudieran morir;
parecían invencibles. La pérdida de él, de uno de mi familia, fue
desgarradora. Sentí como si una bala atravesara mi corazón y me arrancara
una buena parte. En ese enorme agujero estaba Owen. Siempre faltaría una
parte de mí.
Capítulo 28
Traducido por Vanemm08

Nuestro grupo menguante entró en el bosque, acercándose a los


túneles del alcantarillado. Nos deslizamos silenciosamente por la maleza,
cada paso nos alejaba de la batalla. Nuestros ojos eran agudos y enfocados
en cualquier movimiento que empujara las hojas. Jared no era tan sigiloso
como los demás. Sorbía ruidosamente mientras sus pies se arrastraban por
la maleza.

Torin y los duendes exploraron el camino con el resto de nosotros


pisándoles los talones.

—¿Crees que alguien nos siguió? —le dije a Eli.

Se llevó el dedo a los labios e inclinó la cabeza para oír mejor.

—Déjalos venir. —Jared blandió su espada en un movimiento


cortante—. Los mataré a todos.

—Jared. —Kennedy le tocó el brazo, como para calmarlo.

—No me digas que me calle. Acabo de perder a mi padre. Ellos. Lo.


Mataron. —Se volvió hacia Kennedy, su ira sacudiendo su cuerpo—. ¡Los
destrozaré miembro por miembro!

—Shhhh. —Torin miró por encima del hombro a Jared mientras


cortaba un camino a través del follaje—. Jared. Cállate —le advirtió Lorcan.

—¡No. Me. Digas. Qué. Hacer! —gritó Jared, sus músculos se


contrajeron alrededor de su cuello—. ¿Por qué estás aquí, Lorcan? No te
preocupas por nada más que por ti mismo. Oh, excepto robarme a mi novia.
O debería decir ex novia.
—Jared, detente. —Kennedy lo alcanzó de nuevo.

Él se apartó de ella y ella se tambaleó hacia atrás.

—No, no me detendré. ¡No me importa un carajo ninguno de ustedes


ahora mismo! Mi papá fue cortado por la mitad en frente de mí. —Extendió
los brazos, agitando las manos. La ira subió por su cuello, torciendo sus
rasgos. Estaba herido y arremetiendo—. Salgan, cabrones. ¿Quieren
matarnos? ¡Vengan a buscarme! —La tristeza llenó sus ojos mientras un
profundo ceño marcaba sus rasgos—. Murió tratando de salvarme. —
Respiró, su cara se enrojeció y sus venas lucharon contra la piel con rabia—
. ¡Y es su maldita culpa! ¡Y es su maldita culpa! Si hubiera entrenado más...
me hubieran tratado como a un igual, esto nunca hubiera sucedido.

—Jared —la voz de Eli sonaba severa.

Jared saltó hacia Eli tan rápido y de repente Eli se estremeció.

—Nunca fui lo suficientemente bueno. Ustedes siempre pensaron en


mí como menos que ustedes, como su debilidad.

—¡Detente! —rugió Eli—. Eres nuestra debilidad, pero no de la forma


en que piensas. Eres a quien todos amamos más que a nada. Es posible que
te hayamos protegido demasiado porque no podríamos imaginar cómo
continuaríamos si algo te sucediera. Hiciste de nuestro exilio a la Tierra lo
mejor que nos pudo pasar. Eras nuestro pegamento cuando la mayoría de
nosotros queríamos matarnos. Tú eres la razón por la que todavía
intentamos ser una familia. —Eli miró a Lorcan.

Lorcan inclinó la cabeza en señal de acuerdo.

—Él tiene razón. Nunca dejé de amarte, chico. Nunca.

Jared se quedó en estado de conmoción, su cabeza moviéndose


rápidamente de un hermano a otro.

Las cabezas de Lorcan y Eli giraron y se cimentaron en un lugar


directo en el bosque. Sus comportamientos se alteraron, gruñidos a fuego
lento de sus gargantas.

—¡Abajo! —gritó Eli.


Un silbido agudo golpeó el aire. Apenas tuvimos tiempo de reaccionar
cuando una lanza atravesó los árboles. Una hoja triangular de Hada estalló
a través del espacio y se lanzó directamente al pecho de Jared,
acurrucándose profundamente. Su cuerpo voló hacia atrás. El largo eje
rompió el otro lado de él amarrándolo a un árbol, inmovilizando el cuerpo
de Jared con él. El lanzamiento fue tan firme y preciso que salpicó poca
sangre. Los ojos de Jared estaban abiertos con horror. La vida se les escapó
rápidamente, volviendo sus ojos color avellana vacante y hueca.

Mi garganta ardió con un grito gutural que salió de mis pulmones. El


vómito llenó mi estómago, ardiendo.

—¡Jared! —gritó Eli mientras corría hacia donde el cuerpo de Jared


colgaba sin fuerzas.

Ay, Dios mío. Esto no puede estar sucediendo. La conmoción por la


muerte de Owen todavía embotaba mis pensamientos.

Gritos y chillidos tanto de Lorcan como de Kennedy llenaron mi


cabeza, registrando una angustia más allá de las palabras. Corrieron hacia
Jared. La devastación me paralizó, impidiendo que mis piernas se movieran
hacia el grupo.

Un puñado de soldados Seelie atravesó la maleza. Torin se echó hacia


atrás, saltando sobre los arbustos, su espada chocó con el enemigo, los dos
duendes lo flanqueaban. Eli y Lorcan tardaron más de lo normal en
responder a la amenaza.

Todo estaba sucediendo tan rápido. Mi cerebro ni siquiera podía


comprender lo que me rodeaba cuando una mano me rodeó y me tapó la
boca. Las uñas se clavaron en mi mejilla y mi cadera.

—Si haces un sonido, te romperé el cuello aquí mismo —siseó una voz
familiar en mi oído. Samantha, de vuelta en su forma humana—. Ahora
muévete.

Samantha? ¿Por qué estaba aquí? Debería estar peleando en el


campo. No me di cuenta de lo que estaba pasando, mi mente todavía estaba
firmemente en el cuerpo inerte de Jared. Kennedy estaba de rodillas junto a
él, sollozando. No se dio cuenta de la entrada de Samantha. Los chicos
estaban demasiado ocupados luchando contra sus oponentes para observar
mi secuestro. Mi grito ahogado pasó desapercibido. ¡Eli! Traté de llamar a
través del vínculo, pero él no respondió, su atención todavía estaba en los
varios Fae que venían hacia él.

Samantha me apartó del grupo, me arrastró a un pequeño cobertizo


de piedra de mantenimiento y cerró la gruesa puerta de metal. Deslizó una
barra pesada a través de él y dejó caer la barrera en sus soportes con un
sonido metálico antes de volverse hacia mí. La rabia y el odio distorsionaron
sus rasgos.

—Jared está muerto... —Su voz temblaba—. Sentí a Owen morir.


Nuestra conexión terminó abruptamente. Y Dominic fue asesinado frente a
mí —gritó, frotándose la cabeza como si estuviera tratando de borrar el
pensamiento—. Perdí a tres miembros de mi familia por tu culpa. ¡Es tu
culpa! —Sus ojos brillaron en la oscuridad—. Todo lo que le ha pasado a mi
clan es culpa tuya, y he terminado con esto. —Su tono tranquilo pero
hirviente me sacó de mi capullo, que me había protegido de sentir o darme
cuenta de lo que estaba ocurriendo.

—¿Qué estás haciendo, Samantha? —Di un paso atrás.

Ella gruñó.

—¿Crees que quiero que seas reina?

El hielo se deslizó por mi garganta hasta mis pulmones.

—¿Estás del lado de Aneira?

—Estoy de mi lado. —Se acercó—. No quiero a ninguna de las dos.


Pero por el momento, ¿preferiría tenerla a ella o a alguna repugnante
abominación como líder? Eso es una obviedad. —Su largo cabello rojo
colgaba sobre sus pechos desnudos. Parecía una Venus de Milo desgastada
por la batalla, no una asesina—. Preferiría saber que estás muerta y en
pequeños trozos esparcidos por el suelo que permitirte convertirte en reina.
Debería haberte matado hace mucho tiempo... en el momento en que
entraste en la vida de Elighan y lo destruiste.
La comprensión se apoderó de mí como una suave lluvia. O tal vez
una lluvia ácida. Su odio por mí provenía de Eli. Ella siempre me había
despreciado, pero supuse que su aborrecimiento por Aneira eclipsaba su
odio hacia mí al menos un poco. No fue así. Estaba actuando en contra de
su propia manada. Sería una marginada.

—Me quitaste todo —escupió. Sus ojos ardían de odio, su rostro se


contraía por la ira y sus dientes se mostraban—. Desde que éramos
pequeños, estaba destinada a Elighan. Íbamos a continuar con la línea de
manada y convertirnos en los Alfas. Esta era la vida que se suponía que
debía tener. Eli iba a ser mi marido. ¡Mío! Me quitaste todo. Me robaste la
vida, mi futuro.

Mi mandíbula se abrió. ¿Qué? Nadie me había hablado de Samantha


y Eli, aunque tenía pocas dudas de que fuera cierto. Tenía sentido. No le
habría gustado que ninguna chica se acercara a Eli, pero habría mirado a
las Natashas del mundo con un gesto de su mano, pensando que él las
superaría y eventualmente volvería con ella. Había arruinado su plan. Y para
colmo, era un Dae.

—¿Sabes cuánto tiempo he querido matarte? ¿Todas las formas en


que soñé con hacerte daño? Mi fantasía favorita es aquella en la que Eli
mira... finalmente te ve por lo que realmente eres.

La estabilidad de Samantha siempre había estado mal, pero ahora el


balancín se había inclinado y caído con fuerza en el lado loco.

—¿Entonces por qué esperar?

Ladeó la cabeza.

—Si te mataba antes de la guerra, tendría al Rey Unseelie y su banda


de idiotas detrás de mí. Hacerlo aquí y ahora parecerá que eres otra víctima
de la guerra. Mucha gente va a morir hoy. Y uno de ellos serás tú.

Lo más aterrador de todo era lo cuerda que sonaba. Pulgada a


pulgada, retrocedí. No sería una pelea justa. Sin mis poderes, estaría muerta
en minutos. Y solo duraría tanto tiempo porque ella querría jugar conmigo
primero. Mi Morador Oscuro no podía luchar contra ella.
Pero lo intentaría. Agarré la empuñadura del sable con más fuerza.

Sonrió, mostrando los dientes.

—¿Estás lista para morir, Dae? Porque estoy dispuesta a matarte.


Puedes unirte a tu inútil amigo humano que maté.

Apreté los dientes y gruñí. Su espalda se curvó, su cuerpo se


transformó en una bestia mortal. Los ojos rojos se encontraron con los míos
mientras sus garras se movían hacia mi cuerpo. Me agaché y giré,
empuñando mi espada. Las uñas de Samantha cortaron mi espada y sus
dientes se partieron en mi brazo.

Su cuerpo rodó graciosamente sobre el suelo antes de que ella saltara


y viniera por mi garganta. Mi espada la atacó, pero ella pasó rápidamente,
mi espada falló por completo. Eli me había advertido hace mucho tiempo
que Samantha era una hábil luchadora. Incluso si tuviera mi magia, estaba
fuera de mi liga.

Sam soltó una carcajada mientras se giraba, sus garras golpeando


mis muslos. Salté hacia atrás, golpeando la pared. En el pequeño espacio,
me resultó difícil protegerme adecuadamente. Se abalanzó sobre mis
piernas. Me lancé sobre ella, girando para aterrizar sobre mi espalda, mi
espada apuntando en su dirección.

Al quedarme corta, mi hombro golpeó el desvencijado piso de madera.


El dolor me subió por el brazo. La espada se me cayó de la mano y resonó
ruidosamente en las tablas. Su pierna trasera pateó mi cara. Agachando mi
cabeza bajo mi brazo, mi costado se llevó la peor parte de su patada. Las
uñas atravesaron mi chaqueta y se clavaron en mi brazo. Grité. Samantha
giró su esbelto cuerpo para enfrentarme. Empujándome a través del dolor,
agarré mi espada y me puse de pie.

Se acercó y me golpeó con sus garras jugando conmigo como un ratón.


La sangre goteó sobre mi mano mientras trataba de levantar la espada. La
hoja se deslizó de mis dedos mojados, golpeó el suelo y se deslizó por el
espacio. En ese instante su peso de bestia me derribó. Su cuerpo se movió
sobre el mío, y su cuerpo humano ahora inmovilizó el mío.
—Quería tomarme mi tiempo para matarte, pero lamentablemente no
puedo darme el lujo. —Su mano no había cambiado por completo, tenía una
garra de bestia brillante y mortal, que se clavó en mi garganta—. Necesito
que me mires cuando mueras. Saber que gané. Algún día Elighan se olvidará
de ti y encontrará el camino de regreso a mí y a lo que se suponía que
teníamos. Quiero que sepas que al final será mi nombre el que gritará.

—Si está gritando tu nombre, será simplemente para llamar tu


atención antes de que te mate. —Necesitaba mantenerla hablando mientras
mi mano se doblaba hacia mi pie—. Eli siempre ha tenido mejor gusto que
escogerte a ti. ¿Qué tan horrible tienes que ser si él prefiere joder a un Dae
que estar contigo?

Los ojos de Sam se encendieron de un rojo más intenso y un estruendo


salió de su estómago. Levantó mi cabeza y la golpeó contra la madera
gastada. Chorros de luz atravesaron mi visión. Su puño con garras se
estrelló en mi mejilla, y el dolor estalló en mis ojos y cabeza.

—¿De verdad crees que enojarme es sabio?

Casi ahí. Estiré más mi brazo.

—Voy a morir de todos modos —me burlé. Podía sentir la sangre


cubriendo mis dientes—. Bien podría enojarte mientras lo hago.

—¿Ember? —La puerta traqueteó cuando Eli la golpeó—. Samantha,


detente. No quieres hacer esto. —Eli no podía vernos, pero podía olernos y
sentirnos a las dos, especialmente mi sangre.

Samantha gruñó hacia la entrada, luego rugió. Eli simplemente había


aumentado su necesidad de matarme. Cambió de nuevo a Morador Oscuro,
con la nariz y la boca protuberantes, los colmillos goteando por la necesidad
de represalias.

—Voy a disfrutar esto. Es hora de morir, Dae.

El cuerpo de Eli se estrelló contra la puerta una y otra vez, mientras


intentaba entrar.

Mi mano luchó por el borde de mi bota. Vamos. ¡Consíguelo! Grité en


mi cabeza cuando sus dientes alcanzaron la arteria de mi cuello,
aplastándolo. El dolor cortó mi cuerpo, inmovilizándome. La sangre salió de
mi garganta a través de su rostro, lo que la hizo aullar de emoción. Sam
echó la cabeza hacia atrás, su boca cubierta con mi sangre, sus ojos ardían
de un rojo intenso. ¿Así sería como moriría? ¿Por Samantha? No. Maldita.
Sea.

Mi brazo tembló, débil por el trauma y la pérdida de sangre, pero se


estiró más hacia mi pie. Su boca como daga se abrió y chasqueó
ansiosamente por el otro lado de mi garganta. Gotas de saliva cayeron sobre
mi piel. Su boca caliente y a centímetros de la arteria en la que apuntó. Las
manchas nublaron mi visión, y con agonía empujé la mano hacia mi pierna
con todo lo que tenía. Mis dedos se enroscaron alrededor de la empuñadura
de la pequeña daga metida en el costado de mi bota, la soldada por las Hadas
que Eli me dio por mi cumpleaños. Apreté desesperadamente el cuchillo y
levanté el brazo, apuntando a su corazón. La hoja se hundió profundamente
en su espalda, a través de su corazón.

Su cabeza se tambaleó hacia atrás y un gemido escalofriante surgió


de las profundidades de su cuerpo. Torcí la hoja más profundamente. Los
ojos de Samantha se agrandaron, volviéndose azules. Su rostro y sus manos
se volvieron humanos.

El odio emanaba de las profundidades de sus ojos. La sangre goteó


sobre mí de su boca mientras aún trataba de luchar.

—Todavía no es mi momento. Pero definitivamente es el tuyo —me


burlé, y pude sentir mi rostro retorcerse de repulsión.

Su cuerpo se deslizó fuera del mío, me levanté y le susurré al oído:

—Eso es por Ian. Y cuando mueras, debes saber que no solo me


convertiré en Reina, sino que un Dae te superó, en todos los sentidos, perra
psicótica —siseé—. Además, Eli me dio la espada que te mató. Llámalo
justicia poética.

Samantha yacía allí, la sangre brotaba de ella y se filtraba por las


grietas del suelo. Sus labios se movieron débilmente, y capté la palabra,
puta, antes de que se quedara quieta para siempre.
—Me han llamado peor. —Empujé el resto de ella fuera de mí. Me
levanté gateando y me tambaleé por mi propia pérdida de sangre. Si tuviera
mis poderes, ya me habría estado curando. Al menos el Morador Oscuro en
mí redujo la velocidad de la fuga.

Me incliné sobre ella y tiré de mi espada de su espalda con un


resbaladizo sonido de succión. Con un trozo de mi camisa rota, limpié el
acero y lo metí de nuevo en mi bota.

—Ember —la voz de Eli golpeó la madera junto con su cuerpo. El metal
de la puerta rota resonó por toda la habitación.

Me arrastré hasta la abertura, desenganchando la barra. Cuando la


puerta se abrió. Eli entró rápidamente en la habitación y se detuvo en seco.
Sus ojos fueron de mí, al cuerpo en el suelo, de nuevo a mí, aterrizando en
mi cuello.

—¿Estás bien?

—No estoy muerta.

Frunció el ceño y se acercó a mí; sus brazos me atrajeron hacia él. Su


mano yendo a la herida que rezumaba en mi cuello.

—Lo siento mucho. Si hubiera sabido lo que estaba haciendo...

—No es culpa de nadie. —Presioné mi mejilla contra su pecho—.


Nuestro tiempo tardó mucho en llegar. Me alegro de que finalmente haya
terminado.

El impacto de matarla me mantuvo entumecida. Algún día podría


golpearme, o tal vez nunca lo haría. No sentí alegría ni tristeza, solo alivio
por haber sobrevivido.

—Siento mucho lo de Jared. —Me mordí el labio, manteniendo a raya


las lágrimas. Habría un momento para llorar.

La tristeza desgarradora se grabó en la expresión de Eli. Su laringe se


balanceó mientras se tragaba la emoción. Besó mi cabeza y me apretó más
fuerte. Además de la muerte de Jared, sabía que Samantha lo lastimó más
de lo que dejó ver. A pesar de todas sus malas cualidades, Samantha seguía
siendo su clan. Como Torin para mí, estaba destinada a Eli, pero el destino
intervino y cambió el camino. Al igual que Torin, no manejó bien el cambio
de planes.

La vida de Eli y la mía juntas nunca habría sido fácil, pero ciertamente
habría sido la correcta. Ahora, debido al juramento de Aneira, nunca
tendríamos la oportunidad de llevarlo a cabo.

—Tenemos que irnos. Kennedy, los duendes y Torin nos esperan en el


túnel. Lorcan montará guardia y se asegurará de que nadie nos siga.

—¿Qué pasa con los hombres que mataron a Jared?

Los músculos de la mandíbula de Eli se contrajeron.

—Nos ocupamos de ellos.

Asentí contra su camisa y me alejé. Al volverme, miré hacia atrás y lo


vi agachado junto a Samantha. Se inclinó, le cerró los ojos con los dedos y
le tocó suavemente la cara. Sus ojos se cerraron brevemente antes de
levantarse y seguirme fuera de la habitación.

Lorcan estaba de pie en la entrada de los túneles esperándonos, su


postura alta y erguida. El molde de su boca se tensó. Parecía estar luchando
por contener la emoción. Sam mencionó antes que había sentido la muerte
de Owen. Sin duda, Lorcan había experimentado la de Samantha. Ella era
una de sus compañeras de manada. El Alfa del grupo conectado más fuerte
con todos es su grupo. Su vínculo con ella murió en el momento en que ella
lo hizo.

—Lo siento, hermano. —La voz de Eli sonaba solemne, pero su cuerpo
permanecía rígido, sus músculos preparados para reaccionar ante cualquier
cosa que Lorcan lanzara en nuestro camino.

Lorcan no se movió para atacar. Su agitación no parecía estar dirigida


a nosotros.

Lorcan se masajeó la nuca, mirando al suelo. Se sumergió en una


profunda bocanada de aire.
—Debería haberlo visto venir. —Su voz temblaba de ira y dolor—. Fue
decisión de Samantha, no tuya. Un verdadero Alfa sabría lo que estaba
pasando con su clan. Samantha siempre fue emocional e impredecible, pero
al final, mi ego no tenía ninguna duda de que seguiría mis órdenes. Ese es
mi defecto.

Mi boca se abrió ante Lorcan. De hecho, sonaba arrepentido. ¿Qué


diablos le había pasado al imbécil arrogante y despiadado que había llegado
a conocer?

—Lorcan...

Levantó la mano, interrumpiéndome.

—Hiciste lo que tenías que hacer, Ember. —Se frotó la cara con la
palma de la mano con brusquedad, cuando sus ojos encontraron los míos,
volvieron al estado frío y sin emociones—. Ahora cada uno de nosotros ha
matado a alguien que amamos. Uno de los miembros de nuestra familia.

Aspiré un grito ahogado. La bala de la realización en mi pecho se sintió


aguda.

—Ustedes necesitan irse. No tenemos tiempo para hablar. —Lorcan


hizo un gesto hacia el túnel. Eli asintió, tomó mi mano y dio un paso hacia
la entrada.

—Buena suerte, hermano. —La voz de Lorcan sonaba impasible, pero


sus ojos reflejaban una profunda preocupación.

Por primera vez, pude ver el afecto que Lorcan sentía por su hermano
pequeño.

Eli hizo una pausa antes de abrazar a Lorcan y golpearle la espalda.


Fue un abrazo varonil, pero pude sentir el amor entre ellos. Perder a Jared
y Owen también cambió mi perspectiva. Mi aborrecimiento por Lorcan se
suavizó. El odio me agotó y me impidió ver lo que era realmente importante:
la familia.

Aunque nunca lo olvidaría, necesitaba moverme para pasar a través


de ello.
Los hombres se separaron. Eli presionó su mano en mi espalda baja,
llevándome al túnel. Lorcan me asintió profundamente.

—Mantente a salvo, Ember.

Mi pie tropezó y mi cabeza se movió bruscamente hacia él. Nos


miramos mutuamente y algo que no pude explicar pasó entre nosotros.
Quizás fue comprensión. Quizás fue el perdón. No lo sabía, pero algo había
cambiado.

—Tú también, Lorcan.

Nunca seríamos amigos, pero él era el hermano del hombre que


amaba y un compañero Morador Oscuro. De alguna manera, estaría
conectado conmigo para siempre.
Capítulo 29
Traducido por Vanemm08

Eli y yo dejamos a Lorcan y nos dirigimos hacia el canal. Corrimos por


el largo pasillo con el sonido de nuestros pies reverberando al unísono en
las paredes.

—Mi señora, ¿se encuentra bien? —Simmons y Cal se acercaron a mí


tan pronto como nos vieron.

—Sí. Estoy bien. —Agarré a Simmons mientras intentaba aterrizar y


lo coloqué en mi hombro.

Cal se acomodó a mi otro lado, tocando la costra de sangre alrededor


del desgarro en mi cuello.

—No puedo dejarte ni por un momento, ¿cierto?

En el momento en que doblamos la esquina, Torin espetó:

—¿Dónde han estado, chicos? —Estaba de pie con la espalda rígida,


los brazos en jarras y los ojos entrecerrados hasta convertirse en rendijas
arrugadas.

—Lo siento —le espeté—. Estaba tratando de no convertirme en una


comida de venganza servida con un lado de aborrecimiento.

Torin entrecerró silenciosamente su mirada en mí, luego nos dio la


espalda.

Kennedy se sentó en el suelo junto a los pies de Torin. Sus brazos se


envolvieron alrededor de sus piernas, mientras se mecía. Lágrimas secas
cubrieron su rostro mientras miraba al vacío. Me arrodillé y la rodeé con los
brazos. Ella se quedó sin responder, su cuerpo en estado de conmoción.
Toqué su cara. No podía decir nada para aliviar su dolor. La mirada de Ken
se desvió hacia mí, vacía. Hizo que mi corazón se encogiera. Ella me dio un
pequeño asentimiento y tomó mi mano. La ayudé a ponerse de pie. Sabía
que ambas queríamos hacernos un ovillo y decir que se joda la guerra. Pero
tendríamos que llorar más tarde. La voluntad y la fuerza de Kennedy
continuaron asombrándome. Se necesitaba una fuerza extraordinaria para
seguir adelante. Era algo que entendía bien.

Saqué una luz de mi mochila para iluminar nuestro camino mientras


viajábamos por los túneles.

Torin sintió las paredes mientras caminábamos. Después de un corto


tiempo de moverse, se detuvo.

—Aquí. —Un castillo con pasadizos secretos no me sorprendió. Tenía


la sensación de que este lugar estaba lleno de ellos. Su mano presionó en
diferentes puntos de la pared, pero no pasó nada—. Maldita sea. Me ha
impedido entrar en los pasajes.

—¿Qué hacemos? —La voz de Kennedy se elevó con frustración.

—Encontrar otra forma de entrar. —Eli miró por el pasillo oscuro.

Torin se giró para mirar a Eli.

—¿Otro camino? No tenemos tiempo para encontrar otra forma.

—¿Qué esperas que hagamos? ¿Quedarnos aquí y esperar a que se


abra? Lo siento, pero olvidé mi abrepuertas de garaje. —Eli se acercó más a
Torin, poniéndose en su cara.

—¿Cuál es tu gran plan? —Torin se acercó a Eli.

—Basta, los dos. —Tiré de sus brazos, tratando de que retrocedieran—


. No tenemos tiempo para la mierda de la testosterona.

—No. No lo tienen. —Una voz vino del otro lado de la puerta cuando
se movió, abriéndose.

El miedo endureció el aire en mis pulmones. Reconocí la voz al


instante.
—¿Josh? —Me giré y me enfrenté a la figura.

—Pareces sorprendida. —Josh inclinó la cabeza.

Se quedó allí, vestido con el atuendo del Primer Caballero: pantalones


de cuero negro y una camisa larga con estantes cubierta con el escudo de
la Reina. Era incluso más alto y corpulento que la última vez que lo vi.
Mantuvo sus ojos fijos en mí.

—¿De verdad pensaste que le daría la espalda a la única persona que


se preocupó por mí? ¿Qué de hecho, me había enamorado de los trucos de
la Reina y no era el que la estaba usando como un violín?

Mi boca se aflojó, los ojos muy abiertos, mientras continuaba


mirándolo.

Josh movió los pies.

—Sé que no confías en mí, pero te juro... que nunca planeé


traicionarte.

—Tienes razón. No creo ni una sola palabra que salga de tu boca. —


Eli se acercó a Josh, su pecho extendido, usando su diferencia de altura
para inclinarse sobre Josh—. ¿Cómo sabemos que no es una trampa?

Los labios de Josh se apretaron con más fuerza y echó la cabeza hacia
atrás para mirar a Eli. Mantuvo los ojos fijos en los de Eli.

—No lo saben. Excepto por mi palabra. —Se volvió de nuevo hacia


mí—. Ember, me conoces. Me refiero a que me conoces de verdad. Créeme.
Estoy de tu lado.

—Me entregaste a mí y a la espada a la Reina. —Negué con la cabeza—


. ¿Cómo puedo confiar en ti?

—Tenía que hacerlo. Observaba cada uno de mis movimientos.


Necesitaba hacerle creer que era leal. —Josh fue a dar un paso alrededor de
Eli, pero Eli volvió a bloquear su camino hacia mí—. ¡Créeme!

Dudé, queriendo creer en sus palabras, pero me había quemado


demasiadas veces antes.
—Lo admito, me enamoré de ella y de lo que podía ofrecerme al
principio, pero lo que te hizo fue cuando la vi por lo que realmente es. —
Josh asintió a Torin—. Fácilmente podría ser el próximo chico al que ella
torturara. Pero para entonces ya era demasiado tarde. Estaba en mi cabeza.
—Se frotó la sien con aire ausente—. Tenía que hacer lo que ella quería, o
estaríamos todos muertos. Pero te lo juro, Em. Siempre planeé apuñalarla
por la espalda al final.

—Está diciendo la verdad —dijo Kennedy detrás de mí. Me giré para


mirar a Kennedy con los párpados cerrados—. El falso Caballero guiará el
camino.

¿Por qué esta frase sonaba tan familiar? Me enfrenté a Josh de nuevo
y lo miré profundamente a los ojos, ahora viendo la certeza escrita
profundamente en ellos. Mi cerebro dio vueltas en un torbellino de confusión
y preguntas antes de tocar fondo, derramando las respuestas sobre mí.
Probablemente estaba haciendo la cosa más estúpida, pero mi instinto me
dijo que tenía razón.

Mis labios se arquearon.

—Se trata de un maldito momento para que te pongas del lado


correcto, Josh. Tenemos mucho de qué hablar, pero ahora mismo tenemos
prisa.

Josh inclinó la cabeza hacia mí, con la boca abierta.

—¿Yo? He estado aquí esperando por ti. ¿Sabes lo que se necesitó para
escapar de mis hombres sin ser cuestionado? Al menos Aneira está
demasiado distraída por Lars y la batalla para estar en mi cabeza.

—Espera. ¿Qué? —La protesta de Eli llegó a mis oídos, pero lo ignoré
mientras chocaba con Josh.

Mis brazos se envolvieron alrededor de él mientras ahogaba un


sollozo.

—Lo sabía.

—Lo siento mucho, Em. Fue necesario. Estaba en mi mente cada


segundo, obligándome y amenazándome. Tenía que jugar como si realmente
te estuviera traicionando. Necesitaba creer que me tenía completamente
bajo su hechizo. —Acarició mi cabello—. No sabía que estaría en Grecia. Me
asusté y, al exagerarlo, casi me matan.

—¿Estás bromeando, Brycin? —interrumpió Eli. Extendió los brazos,


su mirada fue hacia mí y luego hacia Josh—. Diga lo que diga Kennedy,
¿realmente vas a confiar en él? ¿Estás loca?

—Sí. Supongo que lo estoy. —Salí del abrazo de Josh y giré el cuello
para mirar a Eli—. Le creo. Y necesito que tengas fe en mí.

La cabeza de Eli se inclinó hacia un lado, su mandíbula se movía hacia


adelante y hacia atrás, rechinando los dientes.

—¿Qué otra alternativa tenemos? —le supliqué a Eli. Mantuvo su


atención fija en mi rostro antes de que sus hombros se hundieran.

—Bien —dijo, luego se volvió hacia Josh—. Pero si nos traicionas, te


haré pedazos antes de que puedas pestañear. ¿Me entiendes?

La nuez de Josh se balanceó antes de que asintiera.

—Sí. Entiendo.

Eli le devolvió un leve asentimiento.

Me enfrenté a Josh.

—¿Sin embargo, estás bien? ¿No te lastimó ni nada?

—Estoy bien. —Miró hacia abajo. Había pesadez detrás de sus


palabras. No podía pensar en lo que quería decir con estar bien o en lo que
Aneira podría haberle hecho. Tendría que esperar—. Ella no tiene idea de
que la he estado engañando todo el tiempo. Nunca dudó ni por un segundo
que yo era un humano tonto y crédulo que se enamoró de su anzuelo, sedal
y plomada. Me dejó escuchar cosas... como dónde se guardaba la espada.

—¿Cómo sabías que estaríamos aquí? —Me solté de sus brazos.

—Digamos que me lo dijo un pajarito.

—¿Grimmel?
—¿Ese es el nombre del cuervo loco?

Asentí.

—Venía a mi ventana todas las noches y farfullaba tonterías. Incluso


soñaba con él, y cada vez que me conducía hasta aquí me decía: “Te veo,
falso caballero. Tú ayudas a encender la llama”.

—Falsa es la noche que iluminará tu camino. —Recordé las ambiguas


palabras de Grimmel. Oh, mierda. Quería decir caballero, no noche 2. Había
estado insinuando las verdaderas intenciones de Josh e insinuando que él
sería el que nos ayudaría a atravesar los pasillos y entrar en la sala de
espadas.

Tiré de Josh hacia mí de nuevo.

—No sabes lo feliz que estoy de verte. Te he echado tanto de menos.

—Yo también te extrañé. —Los brazos de Josh me rodearon con más


fuerza—. Eres la única, además de la Sra. Sánchez, que realmente se
preocupó por mí.

—Bien, bien. —Eli nos dio un codazo—. Tenemos que irnos antes de
que todas las habilidades de actuación de Josh sean en vano.

—No olvides a Dragen, quién te salvó el trasero —declaró Josh por


encima del hombro mientras se alejaba de mí—. Incluso te engañé.
Embaucar al embaucador. ¿No puedes decir que no estás impresionado?

Eli lo fulminó con la mirada.

Al no estar totalmente ciega, una parte de mí también entendió que


Josh no lo hizo del todo por mí. Todavía tenía un complejo humano, y una
parte de él se emocionó porque nos había engañado a todos. Un humano
engañó a los embaucadores más notorios, los Fae.

En ese momento, no me importó. Él estaba aquí y eso es lo que


importaba. Josh agarró mi mano mientras nos dirigíamos hacia el túnel.

2
N.T. En inglés dice “knight” que quiere decir caballero, y en su pronunciación, se confunde
con “night” de noche.
—Siento tener que sacarte un cuchillo en la cueva y entregarle la
espada. Ella estaba mirando. No tuve elección.

Asentí.

—No estoy feliz por eso, pero ahora lo veo. Podría manejar la hoja
hasta la yugular, pero ¿la caída en la cueva? Nunca te perdonaré por la
caída libre.

—Sí, porque planeé casi morir. —Josh puso los ojos en blanco y nos
indicó que avanzáramos—. Debería quedar bastante claro, majestad, sólo
quedan dos hombres vigilando la habitación. —Instantáneamente hizo una
mueca—. Lo siento, he tenido que decir majestad tanto que es difícil parar.

—Cal, tú y Simmons están dentro. —Asentí con la cabeza hacia las


bolsas alrededor de sus cinturas—. Es hora de dormir para algunos
guardias.

—Sí, mi señora. —Simmons se adelantó volando.

Cal frunció el ceño y miró el contenido.

—Lo siento mucho, mi amor. Ser mal utilizado de esta manera está
mal. Por favor, perdona la violación que estoy a punto de cometer.

—Cal —le advertí.

—Sí, sí, nena. Sujeta esos pantalones entre tus mejillas. Me voy —
cortó Cal, antes de ir detrás de Simmons.

Desaparecieron en la oscuridad, que se tragó el camino frente a


nosotros. Kennedy, Torin, Eli, Josh y yo trotamos por el camino con solo la
luz de Kennedy y mi diminuta linterna para guiarnos.

—Aquí —llamó Torin de repente.

Todos nos detuvimos en el espacio. Un vago perfil de una puerta


interrumpió el muro de piedra sin costuras.

—Destrúyanlo, para que puedan entrar y salir. —Señalé a los duendes


flotando en el espacio.
—Sí, deja salir a los pequeños duendes para que no orinen en la
alfombra. —Cal bufó.

—Alguien está amargado —le reprendí—. Bien. Una lamida antes de


irte.

El rostro de Cal se iluminó mientras se lamía toda la mano y la metía


en la bolsa. Salió apelmazado en polvo.

—Cal… —Puse mi mano en mi frente—. No es exactamente lo que


quise decir.

—Para ser justos, dijiste una lamida. No especificaste cuántos dedos


podía usar. Su lengua aún no ha abandonado su mano. —Eli se encogió de
hombros.

—Sí, entendí eso. —Me froté la sien y asentí con la cabeza hacia la
abertura—. Hazlo ahora antes de que te emborraches... más.

Torin dio un paso atrás, dejando que Josh se hiciera cargo. Solo el
Primer Caballero tenía acceso a las puertas. Josh empujó un trozo que
sobresalía de la piedra. La pared se movió, revelando otra puerta batiente.
Lo empujó con cuidado y lo abrió un poco.

—Cuento con ustedes. Está bien, sobre todo con Simmons. —Fruncí
el ceño cuando Cal finalmente puso la lengua en su boca e hipo.

—No te fallaré, mi señora. —Simmons me saludó antes de lanzarse al


hueco. Cal se acercó a la abertura, se bajó los pantalones y se sacudió antes
de salir volando.

—Estoy seguro de que en algunas culturas mostrar tu trasero


desnudo es una señal de respeto —dijo Eli con una sonrisa.

—Sí, el tuyo. —Le di un golpe en el hombro.

Torin exhaló profundamente, su cabeza cayendo hacia atrás con


molestia. Apreté mis labios, apartando la mirada de Eli. No necesitaba una
conexión con Torin para ver su angustia e irritación con Eli y conmigo.
Esperamos unos minutos para dar tiempo a Cal y Simmons. Torin
rebotó sobre las puntas de sus pies, ansioso por moverse.

—Creo que ha sido suficiente tiempo. Vamos. —Apenas terminó su


oración antes de deslizarse por la puerta.

—Tengo la clara impresión de que no disfruta mucho de mi compañía.


—Eli sonrió antes de deslizarse por la abertura.

El resto de nosotros lo seguimos, entrando silenciosamente en la


habitación. Era un espacio grande con varios pasillos que partían. Al ver las
pequeñas ventanas en la parte superior y oler el olor húmedo, supe que
estábamos al nivel del calabozo. Pero alfombras y tapices cubrían las
paredes del espacio. Nada como el calabozo real.

Josh señaló el pasillo más cercano.

—Por aquí.

—No. Por aquí. —Torin se dirigió a una de las antecámaras.

Hicimos una pausa. Eli se volvió y siguió a Torin.

—Lo siento, Josh. Torin se criio aquí. —Confié más en el conocimiento


que Torin tenía del castillo que en el de Josh.

Josh nos siguió a regañadientes por el pasillo.

En el momento en que vi las grandes puertas de madera al final, mis


instintos lanzaron advertencias: mi piel hormigueó y mi corazón se aceleró.
No había guardias ni Simmons ni Cal.

—Chicos, ¿qué...? —Me detuve cuando Eli se dio la vuelta, su áspero


gruñido se estremeció en las paredes de roca, su enfoque en las sombras.

El sonido de la espada de Torin al ser desenvainada levantó mi carne.

—No deberías enviar duendes para hacer el trabajo de un hombre —


habló una voz masculina profunda y aterciopelada, y su contorno apareció
en la penumbra. Cuanto más se acercaba, más podía ver que tenía algo
apretado en el puño.
—¡Cal! —Corrí hacia adelante.

Eli me agarró del brazo, tirándome hacia atrás. Cal yacía inerte en la
mano del guardia.

—¿Qué le hiciste?

—Probó su propia medicina. —El hombre se rio entre dientes—.


Mucho de eso. Se lo vertió por la garganta hasta que se atragantó.

Podía sentir la rabia encendiendo mi pecho. El pecho de Cal se movió


lentamente. Aún respiraba. El polvo de la planta de enebro ponía a las hadas
a dormir y emborrachaba a los duendes, pero ¿cuánta sustancia
comprimida podría manejar un duendecillo? Cuando la rana lámpara nos
atacó, el metabolismo de Cal solo pudo quemar hasta cierto punto. Podría
morir de una sobredosis. Eli me agarró con más fuerza, sintiendo mi
necesidad de bajar la guardia y agarrar a Cal. ¿Dónde estaba Simmons?

—Déjalo ir, Quilliam. —Torin apuntó con su espada al hombre.

¿Quilliam? El nombre le sonaba familiar. Entonces, un recuerdo de


golpear la nariz de este hombre bajo mi palma me vino a la mente. Había
sido una víctima de mi intento de colarme en el castillo la primera vez. Su
mirada de odio me dijo que claramente me recordaba.

—No lo creo, Torin. Me parece que este tipo es extrañamente


importante para ti. ¿Cuántas veces te gané a las cartas? Sabes que no doy
una buena mano. —Quilliam se metió a Cal en el bolsillo y lo palmeó—. Lo
mantendré a salvo, aquí mismo.

—Juegas a las cartas de la misma manera, deslizando algunas en tus


mangas y bolsillos para hacer trampas más tarde. —Los músculos de la
mandíbula de Torin se tensaron contra su piel.

—Eres un héroe, ¿no es así? Tú eliges el bien y el mal, mientras que


yo elijo ganar —se burló Quilliam —. Creo que la Reina preferirá mi forma.

—Hablando de Aneira. —Los hombros de Eli se encorvaron mientras


escudriñaba la habitación—. ¿Dónde está tu dueña?
—Está pateando el trasero del Rey Unseelie en este momento. Pronto
estará muerto y tú también.

Eli se rio entre dientes a mi lado.

—¿Crees que puedes llevarnos a todos?

Un puñado de hombres de la reina se apresuró detrás de Quilliam.

—Lo hago. —Asintió de nuevo.

Un grito me hizo dar vueltas. Algunos guardias se habían colgado


detrás de nosotros, agarrando a Josh.

El impulso me movió hacia él. El guardia que sujetaba a Josh le clavó


la espada en la garganta. Mis pies se detuvieron, pegados al suelo.

—Quilliam. Déjalo ir. La discusión es entre nosotros. —Torin lo desafió


a él y al tipo que sostenía a Josh.

—Tienes razón. Mi verdadero odio es hacia ti —gruñó Quilliam.

Una sonrisa tensa subió a la boca de Torin.

—¿Te sigue consumiendo tener que tocar el segundo violín? Debe


haber dolido cuando la Reina te ignoró de nuevo, especialmente por un
humano.

Los hombros de Quilliam se echaron hacia atrás con fuerza.

—Al menos no me deshonré por un Dae.

—Parece que tu nariz se ha curado. —Incliné mi cabeza—. Aunque


tengo que decir que parece torcida. Te queda bien.

Torin resopló y me miró. Era la primera vez que veía humor en sus
ojos en mucho tiempo. Nuestros ojos se conectaron. Torin y yo nos
sonreímos, los únicos dos en la habitación, sin contar a Quilliam, que
entendió la broma. Algo brilló en los ojos de Torin, pero antes de que pudiera
descifrarlo, su mirada se separó de la mía. Se enfrentó a Quilliam y su
expresión se oscureció.
—Solías ser algo, Torin. Lo tenías todo. Te admiraba. Ahora no eres
nada. Y parece que ni siquiera conseguiste a la chica... ¿esa cosa valió la
pena? —Quilliam asintió con la cabeza hacia mí.

Eli inmediatamente me detuvo, impidiéndome atacar al tipo como un


toro.

Torin apretó su espada con más fuerza.

—Sí.

Quilliam se rio.

—Parece que ambos Primeros Caballeros tienen una debilidad por los
Daes. —Quilliam se acercó a Josh y le agarró la cara con una mano—. Este
nunca debería haber sido el Primer Caballero. Un humano. Qué vergüenza
para nosotros.

Josh tragó saliva. Mantuvo el pecho erguido, un frente estoico, pero


pude sentir su terror como pequeños dardos disparándolo. Quilliam era un
soldado de principio a fin. Fue criado para ponerse en peligro para proteger
a su Reina. Josh había sido simplemente un accesorio y todos lo sabían.

Quilliam volvió la cabeza hacia Torin, apartándose de Josh.

—¿Ha llegado esto finalmente a ti y a mí, Torin? Estudiante versus


maestro.

—Nunca fuiste bueno escuchando o aprendiendo —declaró Torin.

—Supongamos que el estudiante sabía que podía superar al maestro


a una edad temprana. —Quilliam curvó los dedos hacia Torin, haciéndole
señas para que se acercara—. Vamos, Capitán, veamos quién tiene las
mejores habilidades.

—Sigo siendo el Primer Caballero. Aléjense. —Josh se dirigió a los


soldados—. Tienen que obedecerme.

¿Qué está haciendo?

Quilliam sin prisa le dio la espalda a Torin y se acercó a Josh.


—¿Tengo que hacerlo?

—Sí. Es la ley de las hadas. Obedecer a tu Primer Caballero sin


dudarlo. —Josh puso fuerza en sus palabras.

Quilliam se acarició la nariz y asintió.

—Tienes razón, lo hago. —Sin previo aviso, sacó su espada y apuñaló


a Josh en la garganta. La sangre volvió a rociar el rostro de Quilliam—.
Ahora ya no eres el Primer Caballero.

—¡Josh! —Un grito salió de mi boca cuando vi los ojos de mi amigo


hincharse, antes de que su cuerpo se diera cuenta de lo que sucedió y cayera
de rodillas. Eli me atrapó mientras mi cuerpo quería colapsar y moverse
hacia Josh al mismo tiempo.

—En realidad, nunca lo fuiste. No eras nada para ella y mucho menos
para nosotros. —Quilliam giró su espada antes de arrancarla del cuello de
Josh. Burbujas de sangre brotaron de la herida abierta. Josh se estremeció
mientras caía de costado—. La Reina estaba deseando matarte ella misma.
No soportaba verte, humano. Pero tendrá que perdonarme. No podía
soportar escuchar tu irritante voz ni un momento más. —Quilliam pateó el
cuerpo de Josh.

Josh luchó por respirar, jadeando por aire, mientras su fuerza vital
fluía de su cuerpo. Su mirada revoloteó por la habitación y aterrizó en mí.

Fue sólo un breve momento que sus ojos se clavaron en los míos,
llenos de miedo y tristeza. Luego se vidriaron.

Josh estaba muerto.


Capítulo 30
Traducido por AnamiletG

Mi cuerpo tembló. Eli me sostuvo cerca de él. Él era lo único que me


impedía arrastrarme hacia Josh.

El chico que yacía muerto en el suelo había sido mi primer amigo en


Silverwood, desgarbado y divertido, con un gran corazón. Toda su vida,
había sido traicionado y abusado. Lo único que quería era que alguien lo
amara y fuera más que la nada que su padre le hacía sentir. Podría haberse
enamorado fácilmente de las palabras y falsedades de Aneira, pero volvió a
mí. Siempre había sido mi amigo, incluso cuando ya no lo creía. Esperaba
que supiera que había sido amado.

La escena frente a mí se volvió borrosa mientras las lágrimas llenaban


mis ojos. Quilliam y sus hombres avanzaron hacia nosotros.

—Ahora es tu turno.

—Ve, lo tengo. —Torin nos hizo señas hacia la puerta—. Yo los


detendré.

—¿Qué? —Negué con la cabeza—. No te dejaremos, Torin. —Había


ocho de ellos y él era solo uno.

—Él no estará solo. —Simmons cayó en picado desde el techo, donde


había estado al acecho.

—Ve, mi señora. Sir Torin y yo nos ocuparemos de ellos. —Simmons


sacó su espada de plástico y se lanzó hacia el ojo de un guardia—. ¡Nadie se
mete con mi amigo! —Adoraba a Simmons, pero la ayuda que Torin
necesitaba iba mucho más allá de él.
—Elighan, sácala de aquí. —Torin le dio a Eli una mirada feroz
comunicando más de lo que pude descifrar.

Torin dio un paso adelante, entrando en modo de batalla. Eli nos


arrastró a mí y a Kennedy hacia la entrada. Me tomó un momento identificar
la expresión de Torin. Se estaba sacrificando por nosotros. Por mí.

—¡No! Elí, detente. Tenemos que ayudarlo —me lamenté—. Morirá si


lo dejamos. —Golpeé contra Eli. Empujó a Kennedy a través de la puerta
con él y yo justo detrás. Bloqueándola detrás de nosotros, protegiéndonos—
. ¡Elí! No podemos dejarlos. Hay demasiados guardias. Torin y Simmons
morirán.

Eli agarró los lados de mi cara, obligándome a mirarlo.

—Es su decisión. La de Simmons también. Lo están haciendo para


que puedas terminar tu búsqueda y otros puedan vivir. Torin entiende que
tu misión es más grande que su vida.

Mis piernas se arquearon cuando un sollozo silencioso atravesó mi


pecho. Había perdido a tres personas que amaba en cuestión de una hora.
Torin y Simmons pronto los seguirían. Y posiblemente Cal, si no lo estaba
ya.

Y si continuaba, perdería uno más. No podía hacerlo. Yo tampoco lo


perdería.

Eli mantuvo sus brazos alrededor de mí, ayudándome a ponerme de


pie. Me envolvió en sus brazos, dándome un momento para llorar.

Reuní toda la fuerza que pude, aprovechando los sacrificios de la


muerte de mi amigo, y me aparté de su pecho.

—Terminemos esto. —La chica que había venido a la batalla nunca se


iba a ir. Incluso si viviera, la mayor parte de mi corazón nunca iría más allá
de los muros de esta prisión. Se quedaría, junto con los que murieron aquí.

Eli atravesó varias puertas cerradas con llave y subió un conjunto de


escaleras severas. La mano de Eli sobresalió, deteniéndonos. Se llevó el dedo
a los labios indicándonos que nos quedáramos en silencio. Fue entonces
cuando capté el sonido de suaves ronquidos provenientes del rellano sobre
nosotros. Los tres caminamos de puntillas hasta la esquina. Eli se asomó
por la pared y luego retrocedió rápidamente.

—Dos guardias. Dormidos.

Suspiré con alivio. Esto debía haber sido obra de Simmons.

Nos deslizamos por ellos como volutas de niebla en la noche antes de


llegar a la habitación de mi sueño.

El encantamiento se arremolinó alrededor de nosotros tres,


crepitando en el aire. En medio de la habitación, la Espada de la Luz levitó,
brillando y palpitando con un hechizo de protección.

Kennedy se acercó a él y sus manos sintieron el aire.

—Normalmente no digo esto, pero diablos.

Vacilé ante su lenguaje. Decía la palabra todo el tiempo, pero se sentía


mal y aterrador saliendo de la boca de Kennedy.

—Voy a apoyar eso. —Eli estaba al otro lado de ella.

—Sí, pero cuando ella lo dice, sé que estamos jodidos. —Intenté


reírme, pero salió más como un gemido.

—El hechizo es bastante poderoso y complejo. —Las cejas de Kennedy


se fruncieron y sus manos temblaron.

—La magia que lo protege está más allá de mis capacidades. No sé si


puedo romperlo.

—Tienes que hacerlo —supliqué. No podíamos llegar tan lejos y perder


a tanta gente por nada.

El miedo consumió el rostro y el cuerpo de Kennedy.

—¿Qué pasa si no puedo, Ember? ¿Qué pasa si llegamos hasta aquí


y no puedo romperlo?

Las manos de Eli sujetaron sus brazos y la giraron para mirarlo.


—Jared creyó en ti, y yo también tengo fe en ti. —Los ojos de Kennedy
estaban muy abiertos y dilatados por el pánico—. Cierra los ojos y respira
hondo —exigió.

Durante unos agonizantes segundos se quedó mirando, jadeando


levemente, y me preocupé de que finalmente se hubiera resquebrajado y
todo estuviera perdido. Pero luego, tomó una sólida inhalación y asintió. La
soltó y la giró hacia la espada.

—Ignora todo lo que esté fuera de ti. Olvida que la habitación existe o
que alguien más está aquí. Solo concéntrate en lo que está frente a ti. Siente
la magia y déjate llevar. Puedes hacerlo, Kennedy.

Como si Eli obrara su propia magia, sus hombros se relajaron


mientras inhalaba. Mi piel picaba cuando la magia aumentó en la
habitación. La voz de Kennedy comenzó baja, pero sus cánticos llenaron la
habitación, fuertes y determinado.

Era como estar de vuelta en la cueva en Grecia. El hechizo se espesó


alrededor de mi tráquea, asfixiándome. La pesadez empujó la habitación
mientras su voz subía de volumen. La saliva salió disparada de la boca de
Kennedy mientras más profunda caía en su magia. Creció a su alrededor,
entrando en la habitación y aumentando la presión. Se sentía como una
soga estrangulándome. El sudor se deslizó por la frente de Kennedy y sus
ojos se apretaron con fuerza.

Un peso me golpeó encima y mis piernas colapsaron. Un grito


estrangulado se liberó cuando otro bloque de energía me aplastó. Los puntos
impedían mi visión y la bilis subía por la parte posterior de mi garganta. Eli
gruñó cuando sus propias piernas fueron llevadas al suelo. Kennedy estaba
en una burbuja. El viento que no sentí arremolinó su cabello mientras sus
palabras se volvían más febriles. Luchó contra la carga de la magia. Su boca
apretó las palabras que salían de sus labios. Las lágrimas fluían libremente
del rostro de Kennedy, la sangre goteaba de su nariz. El encantamiento la
estaba matando. Quería gritarle que se detuviera, pero las palabras no
podían viajar a mi boca.

Entonces, escuché un pop. Como una articulación que se vuelve a


poner en su sitio. Un grito espeluznante salió de Kennedy antes de que
cayera al suelo. La presión de la habitación se disipó. El brillo alrededor de
la espada se disipó. El hechizo de protección se rompió.

—¿Kennedy? —Trepé sobre mis manos y rodillas hasta donde su


cuerpo blanco yacía arrugado en el suelo—. ¡Oh, Dios, no! —Puse su cabeza
en mi regazo, inclinándome sobre ella, escuchando. Nada.

Eli estaba a su otro lado.

—Kennedy, vamos. —Él la sacudió—. Vamos —rugió.

—No, no, no, no. —Mis manos bombearon frenéticamente en su


pecho. Si tuviera mis poderes, podría salvarla, verter mi energía en ella.
Estaba indefensa—. Eli, haz algo. —Sabía que él no podía hacer más de lo
que yo podía, pero a mi salvaje desesperación no le importaba la lógica.

Inclinó su cabeza hacia atrás y respiró en su boca mientras yo


bombeaba en su pecho.

—Por favor, Ken, no te mueras. Tú tampoco puedes irte.

La idea de perder a las dos personas en la habitación despertó un


terror tan profundo en mí que ya no podía ni ver ni pensar. Ya estaba
perdida en la agonía. No. Mi corazón no podía soportar el dolor.

—¡Detente! —Eli apartó mis manos del pecho de Kennedy. Se inclinó,


con la oreja pegada a su pecho. Sus ojos se cerraron, el alivio se extendió
por sus facciones—. Está latiendo.

El sonido que provenía de mí no era ni mucho menos humano, pero


estaba lleno de alivio. Su pecho se movía en respiraciones débiles y
superficiales. Estaba viva, que era todo lo que me importaba. Elí se puso de
pie. Me dio un momento antes de hablar.

—La Reina se dirigirá hacia nosotros pronto. Ella sabrá que el hechizo
se ha roto. Kennedy casi muere por esto. Ahora es tu turno de asegurarte
de que los sacrificios de hoy valgan la pena. Las muertes de Jared, Owen y
Josh no pueden ser en vano.
Mis pies presionaron el suelo mientras me ponía de pie. Mirar al
hombre frente a mí casi me hizo colapsar de nuevo. No podía seguir adelante
con eso... estar sin él.

—Será mejor que vayas a agarrar la espada. —Los ojos de Eli brillaban
y estaban enfocados en mí mientras se movía alrededor de Kennedy y se
paraba frente a mí.

Lo miré, luego de nuevo a la espada. Mi cabeza se sacudió antes de


siquiera pensar en mi respuesta.

—N-no puedo.

—Sí. Puedes.

—¡No! No entiendes.

—¿No crees que lo sé? —Su voz se elevó, cortándome—. Sé lo que me


pasará si lo haces.

—¿Qué-qué? —farfullé—. ¿Cómo?

—El mueble de jardín tiene una audición excepcional. Te escuché a ti


y a Lars hablando de eso una noche.

—Eso fue hace un mes. ¿Lo has sabido todo el tiempo?

Me agarró de los hombros, mirándome. A través de la mirada aguda y


dura, vi una ligera suavidad.

—Mi vida no vale los millones de vidas humanas y Fae perdidas si no


lo haces. No hay opción. Agarra la maldita cosa ahora. —Su expresión se
volvió feroz.

Una angustia tan profunda me atravesó el corazón y me subió por la


garganta, impidiéndome hablar. Sólo salió un grito gutural.

—Eli, no puedo perderte. Ahora no.

Tomó la parte de atrás de mi cabeza con firmeza obligándome a


mirarlo.
—No es una opción múltiple. Estás recogiendo la espada. Es una
orden de tu Alfa.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla, mi pecho se agitó y otro ruido


salió de mí como un animal herido. El destino del mundo entero estaba
cabalgando sobre mis hombros. Estaba más allá de lo imaginable. Él estaba
tratando de hacerlo más fácil para mí sacrificándose y diciéndome que no
tenía elección en el asunto. Pero la tenía. Podría elegirlo.

Si la profecía era correcta, mataría a la Reina y ocuparía su lugar.


Estaba en mi línea de sangre.

Todo se sentía mal, especialmente sin él. No quería convertirme en


reina. No quería sentarme en un trono y dar órdenes, no sin él. Quería estar
afuera en el mundo, cazando a los malos en lugar de condenarlos. Se
suponía que Eli era mi futuro. Mi siempre. Él era una parte de mí.

Pero la justicia era algo de lo que los Fae no sabían nada. No fueron
las cartas que me repartieron. Sabía lo que tenía que hacer, pero en este
momento con el chico que amaba parado frente a mí, con el corazón
latiendo, su cuerpo cálido y vivo a mi lado, no pensé que podría seguir
adelante.

—Oye. —Tiró de mi cabello, reteniendo mi atención—. ¿No puedes


seguir una orden por una vez? El mundo te necesita ahora.

—Pero yo te necesito.

Sus labios se convirtieron en una sonrisa arrogante.

—Seamos honestos, lo único por lo que realmente me quisiste fue por


mi cuerpo y mi mantequilla de maní. Probablemente juntos. Y no niegues la
mayor parte del tiempo que querías matarme.

Incliné mi cabeza contra su mano mientras lo miraba con el ceño


fruncido.

—¿Demasiado pronto? —Se inclinó más cerca, esa maldita sonrisa


arrogante tiró de su labio aún más alto.

—Sí.
—Bien...

—Solo cállate, Dragen —murmuré, interrumpiéndolo.

Me puse de puntillas. Mis labios encontraron los suyos con una


explosión de emoción. La cruda desesperación, el dolor, el amor y la ira se
profundizaron más mientras nuestras bocas intentaban comunicar cada
sentimiento. Mis manos pasaron por su cabello, atrayéndolo hacia mí. No
quería pensar que esta era la última vez que iba a besarlo o abrazarlo. Sus
labios devastaron los míos, tirando y tirando con necesidad. El sabor de su
boca se mezcló con la sal de mis lágrimas. No nos contuvimos. No podía
acercarme lo suficiente a él. Quería meterme dentro de él y nunca volver a
salir. El recuerdo de nuestro casi primer beso en la cascada, y luego nuestro
primer beso real en el bosque se infiltró en mis pensamientos.

Habíamos pasado por mucho juntos. Si hubiera sabido que teníamos


tan poco tiempo juntos...

Me aferré a él más fuerte. Mi lengua buscando la suya con una


necesidad tan grande que era una agonía. Me abrazó con una profunda
desesperación que me prendió fuego. Nos besamos con la conciencia de
saber que sería nuestro último beso.

Se apartó primero, apoyando su frente en la mía.

—Ahora ve a salvar el mundo, mujer.

—Te amo. —Mis ojos se trasladaron a los suyos.

Su sonrisa de chico malo tiró de un lado de su boca.

—El amor no es una palabra suficientemente sustancial para lo que


siento por ti, Brycin. Nunca lo ha sido.

Mi corazón se rompió en pequeños fragmentos. Girando la cabeza,


miré la espada. No podía mirarlo sin perderlo de nuevo.
Capítulo 31
Traducido por Yavana E.

—Todo esto es tan trágicamente romántico. —La sedosa voz de la


Reina se deslizó por la habitación.

Me estremecí con el sonido, agarrando la espada de mi espalda. Ella


estaba de pie en la entrada. Tenía moratones y cortes en la cara, los
pantalones de cuero y el top rasgados, y el cabello enroscado alrededor de
los hombros.

Lars. Ya debería estar aquí. ¿Dónde estaba? ¿Estaba bien?

—Te subestimé, Ember. En realidad, a los dos. Pensé que al final lo


elegirías a él. Se supone que el amor es ciego y egoísta, y esperaba que
tomaras el ejemplo de tu madre y siguieras el mismo camino. Y nunca pensé
que un Morador Oscuro se sacrificaría por amor. —Pequeñas campanas de
risa salieron de su garganta.

—Es curioso, pero cuando pienso en egoísta y ciego, inmediatamente


pienso en ti. —Mis pies se pusieron en posición de combate, esperando a
que se moviera.

—¿Ciego? Tú eres la que no tiene poderes y todavía crees que puedes


matarme. —Su sonrisa petulante llenó sus rasgos—. Puedo destruirte aquí
mismo, Ember, con tu propia magia.

Apreté los labios y tragué nerviosamente, pero mantuve la mirada


fija.

—Y realmente... ya has fracasado. Tu Rey no va a venir a salvarte. En


este momento está llevando a más de sus hombres a las manos de la muerte.
Las barreras están cayendo, y no puedes detenerlo. —Nos rodeó en un
semicírculo, dirigiéndose a la Espada de la Luz. Llevaba su propio sable a
su lado—. ¿Por qué sigues intentándolo?

Con cada paso que daba, me bloqueaba la espada. Todavía no podía


tocarla, pero podía impedirme llegar a ella. Necesitaba agarrarla antes de
que ella se moviera al frente.

Eli debió pensar lo mismo porque se inclinó hacia mi oído.

—¡Ve!

Con eso, su cuerpo se movió, sus ropas se rasgaron mientras su


Morador Oscuro estallaba. Un rugido salió de su garganta mientras saltaba
hacia la Reina. La estaba distrayendo por mí.

Ignorando el dolor desgarrador de mi corazón, corrí hacia la espada.


No tenía tiempo para pensar o dudar.

Eli sólo podía disuadirla hasta que la tocara. Entonces estaba todo
en mí. Tenía que ser rápida antes de que ella pudiera reaccionar. Me cerré
y dejé que la oscuridad me atravesara. Aneira era la razón por la que Eli
moriría esta noche, la razón por la que no volvería a acostarme a su lado o
a reírme de algo que dijera o hiciera.

No moriría en vano.

Mis dedos se enroscaron con fuerza alrededor del mango mientras lo


sacaba del soporte.

Entonces todo se detuvo.

El dolor me golpeó la mano y subió por el brazo. Sentí como si alguien


me arrancara las venas a través de la piel y luego vertiera ácido en las
heridas abiertas. Se me cortó la respiración.

Una luz blanca parpadeó, cegando mi visión. Un grito resonó en las


paredes. Parecía mi voz, pero no podía decir si tenía la boca abierta o no. Mi
cabeza se estrelló contra el duro suelo, que era la única forma de saber cuál
era el camino hacia arriba. La superficie se agitó y se sacudió debajo de mí,
y la saliva salió por un lado de mi boca. Volví a convulsionar y mi corazón
se agitó. Demasiado... demasiado dolor. Mi cuerpo se negaba a permanecer
despierto. Agarró mi mente en el camino, tomándola en la profunda cubierta
protectora de la negrura.

Cuando mis pestañas se levantaron, parpadeé unas cuantas veces,


mi cerebro tratando de entender dónde estaba.

—¿No te dije que te causaría dolor si tocabas la Espada de la Luz? —


La Reina me miró—. Me aseguré de que el sufrimiento fuera tan insoportable
que no serías capaz de superarlo.

Recordé su advertencia, pero pensé que mi ira y mi determinación lo


superarían como en las películas. La agonía me paralizó. Todavía no podía
moverme; mis músculos estaban bloqueados por el trauma.

Quería enfrentarme a ella, pero mi cuerpo tenía otra opinión.


Gruñendo, me hice un ovillo de lado. Mi mirada se topó con un objeto detrás
de Aneira. El cuerpo desnudo y sin vida de Eli estaba tirado en un montón.
El corazón se me apretó tanto que me quemó el estómago y las lágrimas me
llenaron los ojos. La comprensión de lo que había hecho me golpeó de nuevo.

Eli estaba muerto.

No había palabras para la angustia que sentía. El hombre testarudo,


sexy y molesto ya no existía. Puede que lo haya salvado de un destino más
cruel de la mano de Aneira, pero ese pensamiento no me ayudó a aliviar mi
corazón. Pensar en el mundo sin un Eli Dragen estaba mal. Saber que me
quedaría sin él me causaba una pena tan profunda que me quitaba el
aliento.

No es una elección múltiple. Lo estás haciendo. Es una orden de tu


Alfa... ahora ve a salvar el mundo, mujer. Su voz volvió a mí.

No podía dejar que su sacrificio fuera en vano.

El brazalete de hierro en mi bolsillo me presionó en la cadera


recordándome su defecto. El efecto del metal sobre Aneira era mi última
esperanza. Mi mano temblaba y se golpeaba contra mi pierna mientras
intentaba alcanzar mi bolsillo. Cuanto más cerca estuviera, más
posibilidades tendría de ponerle el brazalete.
—Qué chica tan tonta y estúpida. Eres una inútil y has matado a tu
amante sin motivo. Está muerto, la barrera entre mundos se ha
derrumbado, y yo sigo viva —se burló. Había locura en sus ojos, como si por
fin hubiera caído sobre la línea de la razón—. Quiero mostrarte tu fracaso
antes de que mueras. Lo has perdido todo, Ember. —Me puso de pie de un
tirón, aunque mis piernas no podían sostener mi peso y se inclinaron debajo
de mí—. Ponte de pie, desdichada. —Aneira me agarró por la nuca, con una
daga clavada en mi costado—. Camina.

Cuando no me moví, pude sentir una presión que me rodeaba,


controlando mis músculos sin que yo lo ordenara. Era la misma magia que
podía hacer Lars. Un rasgo demoniaco. Estaba utilizando poderes que yo no
dominaba, aunque habían sido míos. Por supuesto, Aneira había
descubierto cómo utilizarlos para el mal.

Mis piernas me transportaron hacia una ventana cubierta. Agitó la


mano que portaba la espada y un chorro de viento hizo que se abrieran los
postigos. Los colores y la luz llenaron el cielo nocturno. Rayos de color
púrpura, azul, rojo y naranja chisporrotearon a través de millones de
agujeros en la atmósfera. La magia se derramó por los espacios, envolviendo
el reino de la Tierra.

Tomé la escena que se desarrollaba en el campo de batalla más allá


del castillo. Los gritos de agonía y el crujido del metal resonaron en mis
oídos. Un gemido subió a mi garganta y se quedó allí. Tuve este sueño antes
de descubrir lo que era. Parecía que había pasado tanto tiempo, pero
recordaba cada detalle.

Los cuerpos se amontonaban en la pradera quemada. La ceniza y el


humo flotaban en el aire. La sangre empapaba la hierba, tiñéndola de un rico
tono burdeos. La visión de la carnicería y el olor de la carne carbonizada me
golpearon el estómago, provocándome arcadas. Un dolor punzante se hundió
en mi corazón. Estaba segura, sin saber por qué, de que yo era la responsable
de la destrucción que tenía delante.

Aneira lo había hecho, pero con mis poderes, lo que me hacía sentir
responsable. Torin me advirtió de lo que eran capaces esas habilidades. Él
quería que yo impidiera que sucediera. Pero el sueño, aunque ligeramente
alterado, se había hecho realidad.
—Toma una buena mirada, Ember. Mira tu fracaso. —Una sonrisa
consumió su rostro, orgullo por lo que había hecho—. Los mundos son casi
uno. Nada que puedas hacer lo detendrá, y pronto todo estará bajo mi
control. Si los humanos sobreviven, también serán míos.

—No —susurré.

Era demasiado tarde: otro desastre que no podía detener. La Tierra


estaba perdida, siendo consumida por la magia del Otro Mundo. Mis
entrañas se estremecieron con la catástrofe que había permitido que
ocurriera. ¿Cómo pensé que podría vencer a Aneira? Una poderosa Reina
Seelie contra un Dae recién encontrado sin poderes. Fui una tonta. Todos
lo habíamos sido. Pero Lars creía en mí, todos tenían fe en mí. Tenía que
seguir luchando hasta mi último aliento. Por ellos.

El cuchillo de Aneira se clavó más en mi costado.

—Durante demasiados siglos nos hemos escondido como cobardes.


Ahora dejemos que los humanos teman, que se acobarden, que se escondan.

¿Qué pasaría ahora con el mundo? Todos habíamos perdido mucho


hoy. No podía tomar lo que ya estaba hecho, pero podía intentar impedir
que Aneira gobernara el nuevo mundo. Mis dedos se habían calmado y los
metí en el bolsillo. Se enroscaron en el frío metal. Mis dientes rechinaron en
la familiar anticipación del dolor del hierro. Por supuesto, no llegó.

—Sabía que Lars intentaría llegar hasta aquí. Sin embargo, ha sido
detenido. No tienes a nadie que venga a rescatarte. —Aneira me pellizcó la
nuca y me hizo girar la cabeza para mirar hacia el extremo izquierdo—. Me
aseguré de mantenerlo ocupado mientras me ocupaba de ti.

Los agudos y familiares lamentos de Strighoul brotaron del bosque.


No podía ver los rostros, pero conocía sus movimientos y su inconfundible
grito estridente. Cientos de cabezas calvas y desiguales se arremolinaban
como hormigas, cubriendo el campo con miles de dientes mortales.

Sería un baño de sangre, y cuantos más mataran, más poder


tendrían. Serían invencibles. Con temor, vi a los Strighoul acercarse a las
tropas de Lars. El corazón y la respiración se me congelaron en el pecho
cuando los grupos chocaron.
—Mercenarios. —Aneira chasqueó la lengua—. No tienen un bando.
El dinero es su verdadero líder. Bastante útil en este caso. En cuanto la
guerra termine, los destruiré a todos.

Entonces, algo extraño sucedió. Los Strighoul se detuvieron. Cada


uno se dio la vuelta, poniéndose al lado de los combatientes Fae Oscuros,
enfrentando a los hombres de la Reina.

Ninguna de las dos necesitó decir nada. El acto desafiante fue


suficiente. Vek y sus hombres le dedicaron un gran dedo corazón a la Reina,
diciéndole dónde podía meterse su trato. Conocía a los Strighoul lo
suficientemente bien como para saber que no estaban siendo honorables de
repente ni estaban del lado de los Fae Oscuros. Estaban cambiando de
bando por ellos mismos. Odiaban el control de Aneira y la querían muerta.

Los hombros de Aneira se encorvaron al ver cómo se producía la


transgresión, y sus ojos se entrecerraron hasta convertirse en rendijas
brillantes. Un gruñido bajo y vibrante salió de su garganta. Miró hacia abajo,
con puños; luego relajó la mano. Cuando levantó la cabeza, tenía una
sonrisa divertida en el rostro.

—Como si fuera a confiar en una panda de vividores. Eran sólo una


ventaja, pero no algo con lo que contaba. —Levantó la mano—. Descarga el
Carrog.

La magia golpeó mi piel mientras pasaba a mi lado, dirigiéndose al


bosque. La espesa bruma de aire se precipitó entre los árboles y subió a la
montaña. Un segundo después de que desapareciera sobre la colina, unos
rugidos profundos y estruendosos reverberaron en los acantilados.

¿Qué demonios?

A lo lejos, grupos de árboles se fracturaron mientras docenas de


enormes criaturas descendían por la montaña. Solté un grito ahogado. Los
seres eran tan grandes que sobresalían de los árboles del bosque. Eran tan
gruesos y altos como un rascacielos de ciudad. Las cabezas parecían un
cruce entre un hombre y un oso. Sus cuerpos peludos eran más
humanoides, pero las piernas y los pies eran pura bestia. Tres de sus
enormes dedos con garras estaban orientados hacia el frente, mientras que
el otro estaba más hacia el lado, como lo estarían los de un oso. El cabello
les colgaba de la nuca y de la espalda en forma de rastas, que hacían juego
con sus largas barbas anudadas. La parte superior de la cabeza era calva.
Las criaturas tenían bocas grandes con dientes como bloques. Buenos para
triturar objetos duros, como árboles y rocas, y huesos. Me recordó a lo que
los humanos describen como gigantes u otra versión de los trolls.

Cientos de bestias gigantescas de diferentes alturas y tonos de


marrón se abrieron paso por el bosque en dirección al campo, a mis amigos
y a mi familia. Por Lars.

Los Strighoul salieron corriendo, abandonando su batalla contra la


Reina. Lo que fuera que se avecinaba no valía la pena para ellos. El honor y
la integridad no eran algo que les importara. Las hienas esperarían a que
los otros mataran y luego volverían por las sobras.

—¿Qué son? —Mi boca balbuceó las palabras mientras intentaba


trabajar de nuevo.

—Son Carrogs. Tontos como rocas, pero harán cualquier cosa que les
diga. Los humanos han visto versiones jóvenes que no saben nada mejor en
diferentes zonas del mundo. Creo que los han llamado Gigantes o Pie
Grande. Realmente no me importa. Lo único que me importa es que son
difíciles de matar, les encanta luchar y destruirán a cualquiera que se les
ponga por delante.

—¿Incluso a tu propia gente?

—La guerra es un sacrificio. —Apretó más su símbolo de


determinación en mi cuello—. Todas las personas que amas morirán hoy.
Mira en el campo; mira detrás de ti. La mayoría de ellos ya han muerto. Y
los que aún no han huido, morirán en breve.

Intenté zafarme del agarre de Aneira, pero fue inútil. ¿Era la derrota
total como debía terminar la historia? Deseabas que el bien prevaleciera y
venciera al mal. Excepto que aquí en realidad no había ni buenos ni malos,
y las cosas ciertamente no eran justas.

Mientras seguíamos allí, las raíces eran arrancadas de la tierra


mientras los Carrogs lanzaban árboles al aire, aplastando cuerpos a su
paso. Las ranas se movían lentamente, pero cada paso hacía temblar el
suelo.

Llevaban hachas y mazos, que utilizaban como palos y bates de


béisbol. Unos pocos parecían estar disfrutando de una partida de golf, pero
en lugar de pelotas, conducían cuerpos. Gritos de muerte y angustia
vibraron en mis huesos.

¿Habíamos perdido? El mundo estaba destruido y pronto me uniría


a Eli en el suelo. Mis pestañas se agitaron mientras le devolvía la mirada. El
entumecimiento me cubría. Todos mis seres queridos estaban muertos o lo
estarían pronto, probablemente torturados de forma horrible antes de dejar
que la muerte los tomara con gratitud. Empecé a envidiar el rápido
fallecimiento de Eli. Nunca vería lo que era el mundo ni experimentaría el
tormento que Aneira le habría infligido.

Unos aleteos en la ventana desviaron mi mirada del campo de batalla


y de la magia que surcaba el cielo.

—Estoy aquí, mi señora. —Simmons se lanzó a través de la ventana,


pasando por delante de Aneira.

—Simmons, ¿qué estás haciendo? Sal de aquí.

—Soy tu fiel soldado. Nunca la abandonaré, mi señora.

—¡Simmons, te lo ordeno!

—Lo siento, mi señora. Sir Torin ha solicitado mi presencia aquí sin


importar sus objeciones.

—¿Torin? —No pude evitar que la pregunta saliera. El pequeño trozo


de esperanza dio vueltas en mi pecho y quiso aterrizar.

—Vivo, mi señora. Calvin y él envían sus disculpas ya que no pueden


asistir al combate.

Se refería a que habían sobrevivido, pero probablemente estaban


malheridos. Todavía era un poco de felicidad. Al menos vivían. La esperanza
se estrelló en mí, dándome la voluntad de luchar. Mis piernas tomaron más
de mi peso mientras me levantaba.
—Todo esto es muy divertido. —Aneira soltó una carcajada—. Un
duendecillo que cree que puede ayudarte. Qué dulce.

Simmons sacó su pequeña espada, sus ojos bajando en un


resplandor.

—He aprendido a no dudar nunca de lo que pueden hacer 15


centímetros —dije y me lancé de nuevo fuera de su alcance, aterrizando con
fuerza sobre mi trasero.

Simmons se lanzó en picado sobre Aneira, desviando su atención


mientras yo sacaba el brazalete del bolsillo y me ponía en pie. Aneira se
abalanzó sobre el duendecillo, pero éste siguió atacándola, rodeando su
cabeza. Esta sería probablemente la única oportunidad que tenía. Salté
hacia ella. Mis piernas, que no estaban preparadas para el repentino
movimiento, se derrumbaron debajo de mí. Caí de bruces sobre el suelo
rígido; el hierro del duende salió volando de mi mano y patinó por el suelo.

—¡Simmons! —grité e hice un gesto con la cabeza hacia el brazalete.

Él siguió mi línea de visión y se lanzó a por el objeto. Aneira trató de


arrebatarlo, pero se echó atrás cuando se dio cuenta de lo que era. Simmons
lo agarró y se lanzó al aire.

—¿Cómo va tu inmunidad al hierro, Aneira? ¿Cómo te está ayudando


la característica de Morador Oscuro?

Me impulsé hacia arriba. Tenía que ser consciente de que aún no


podía luchar contra el metal. No tenía nada del Morador Oscuro en ella. Yo
sí, y podía sentirlo saliendo a la superficie. La agudización de mi visión me
decía que mis ojos se habían vuelto verticales.

—El Morador Oscuro nunca me abandonó porque me fue dado a


través de la sangre. Algo que nunca se puede tener.

—Sí me lo pregunté. Lo intenté una y otra vez pensando que sólo


tenía que trabajar a través de él. —Una sonrisa cruel torció su boca—.
Debería haber sabido que las características que mataron a tu madre se
quedarían contigo. Desagradecida, pequeña desdichada. ¿Aún te acuestas
con el asesino de tu madre? A ella le encantaría el respeto que le has
mostrado.

—Tú la mataste, Aneira. Los Moradores Oscuros fueron sólo los


instrumentos. Tú fuiste quien asesinó a mi madre. Tu propia hermana.

Las bombillas de fuego de la habitación estallaron, las llamas


flameando con su ira.

—Cállate. Ella no estaría muerta si no fuera por ti —gritó.

Podía sentir que el aire se volvía más denso. Pronto lo perdería, y yo


sabía muy bien de lo que era capaz si lo hacía.

—¡Simmons, ahora!

Cole me había dicho la palabra goblin para bloquear el brazalete en


su muñeca. Tenía que hacerlo rápido.

Simmons me lanzó la banda y se lanzó a por sus ojos. Me abalancé


sobre sus muñecas, el Morador Oscuro que había en mí me dio la energía y
el deseo de destrozarla.

—¡No! —gritó Aneira, apuntando su mano hacia mí.

Mi cuerpo se estrelló contra la pared y mi cabeza se quebró hacia


atrás, haciendo que mi visión se volviera borrosa. Me caí y me desplomé. La
sangre me entró por los ojos y se acumuló en el suelo.

Simmons gritó algo y la atacó. Ella lo arrancó del aire.

—Los faes menores deberían dedicarse a lo que se les da bien. Estar


extintos.

La Reina tiró a Simmons al suelo y lo golpeó con su zapato, haciendo


girar el tacón de su bota con fuerza sobre su pequeño cuerpo. Sus alas se
desgarraron en pedazos, arrastrándose en arco lejos de su cuerpo retorcido.

Un grito saltó de las paredes: el mío. Arañé el suelo de piedra


intentando ir hacia él, pero no podía mover el cuerpo.
—Tú eres la siguiente. —Aneira se acercó a donde yo yacía y me miró.
Me dio una patada en la mano, haciendo que el hierro se me escapara de
las manos. Se quedó mirándome—. Tu postura es bastante paradójica. —Se
inclinó, acercándose a mi rostro—. Encontré a mi hermana en la misma
posición y la vi morir también.

Sabía que Aneira había planeado el asesinato de Aisling, pero el


hecho de que hubiera observado con placer me demostró lo verdaderamente
fría que era. La ira ardió en mi pecho, y mis párpados se estrecharon hacia
Aneira.

—Sí, me echó la misma mirada antes de morir. Pensó que había sido
más astuta que yo y que había ganado, aunque sólo fuera para sacarte del
Otro Mundo. Bueno, Aisling... ¿me oyes? Tu hija bastarda te está siguiendo
a los oscuros pozos del inframundo. Por fin tendrán algo de tiempo juntas.
—Sus ojos escudriñaron a su alrededor salvajemente y parecían estar
esperando realmente la respuesta de su hermana.

Aneira bajó la mirada, sus ojos se abrieron de par en par mientras


me observaba. Sentí que ya no me veía a mí, sino a un fantasma.

—¿Aisling?

Se echó hacia atrás y sacudió la cabeza, tratando de despejar los


recuerdos que la atormentaban. Se balanceó hacia adelante y hacia atrás
sobre las puntas de los pies. Palabras que no pude descifrar salieron de su
boca en un murmullo confuso. Parecía que se había roto.

Lars me dijo que demasiada magia podía volver loco a alguien,


especialmente a alguien con poderes Dae. Ella tenía los suyos y los míos. No
era natural para su cuerpo o su mente soportar tanto. Un Fay puro no
podría manejar el poder de un Dae por mucho tiempo. Ninguna otra especie
podría. Fuimos diseñados para manejarlo mejor. Pero incluso luchando por
contener nuestra magia, algunos Daes seguían volviéndose locos.

Aneira me gritó.

—Aisling, sé que puedes oírme. He ganado, hermanita. Hiciste bien


en intentar superarme, pero yo me impuse. Papá siempre dijo que tú eras
la más inteligente, la más fuerte y la más mágica. Parece que estaba
equivocado. Sobreviví a todos ustedes. Y hasta gané contra una profecía. Al
final fui yo quien superó a todos.

Una ola de mareo me envolvió. Sentía la cabeza espesa y aturdida. La


pérdida de sangre me arrastró hacia la inconsciencia. Parecía que estaba
viendo a Aneira a través de los ojos de mi madre. Aisling había esperado la
traición de su hermana. Mi corazón se sentía pesado por la tristeza.

—Te quería, Aneira. Incluso cuando lo hiciste imposible. —Las


palabras salieron de mi boca, pero no recordaba haberlas pensado.

¿Qué demonios?

Aneira se detuvo, y sus enormes ojos se clavaron en mí.

—¡Me traicionaste! Me abandonaste. No me querías. Querías más a


esos Demonios —despotricó.

Lo que me había pasado desapareció y dejó un ligero cosquilleo en mi


espalda. La energía se movía a través de mi tatuaje. El calor encendió las
marcas de tinta rizadas, ardiendo a través de mi espalda, dándome fuerza.
En mi cerebro mareado, sabía sin lugar a duda que mi madre había acudido
a mí. Aisling fue la que habló. La fuerza venía de ella. Mi tatuaje era su
tarjeta de visita, lo que me mandó en sueños para protegerme. Ella quería
que sobreviviera. Que luchara contra mi enemigo y saliera a salvo.

Gracias, mamá.

Intenté levantar la cabeza, pero un gruñido involuntario salió de mis


labios.

Aneira sacudió la cabeza y sus ojos azul-violeta se centraron en mí.


Su confusión había desaparecido. Ya no veía a mi madre; me veía a mí. Su
agarre se tensó alrededor de la empuñadura de su espada.

—He estado esperando este día. Deberías haber muerto tú, no mi


hermana —se burló Aneira—. No puedo creer que me haya traicionado por
un demonio y una hija bastarda. ¡UNA DAE!

Intenté levantar la cabeza de nuevo. Se mantuvo el tiempo suficiente


para obtener una mejor vista de la habitación. La Espada de la Luz
descansaba en el suelo detrás de Aneira, cerca del cuerpo de Eli. Con cada
fibra u onza de mi energía, llegaría hasta la espada. Era mi destino, y no
podía fallar. La energía se estrelló contra mi pecho, haciéndome retroceder
la cabeza. Todos mis músculos se bloquearon bajo la magia de Demonio,
manteniéndome inamovible contra las frías piedras.

—No saldrás de aquí. Viva al menos —aulló.

Una sola lágrima se filtró de mi ojo. Me enfureció. No moriría llorando


como un bebé.

Las palabras de Eli volvieron a perseguirme. Estamos juntos en esto.


No importa el resultado. Sí, ambos moriríamos aquí. Muy Romeo y Julieta
de nosotros para perecer juntos.

Siempre odié esa obra.

—Ahora es tu turno de unirte a tu madre y a tu padre. Aisling dio su


propia vida para salvarte... todo para nada. —Aneira sacó su espada—.
Fallaste, Ember. Ni siquiera la profetizada pudo matarme.

Cerré los ojos, sintiendo que una ráfaga de aire golpeaba mi rostro
cuando blandí la espada hacia mi cuello. Lo siento, fue todo lo que pude
pensar, a todas las personas que aún vivían y a mis seres queridos.

Un grito agudo resonó en la habitación. Mis párpados se abrieron de


golpe. A pocos centímetros de mi cuello, la espada cayó de las manos de
Aneira. Su boca se abrió en un grito congelado. Una punta de metal brillante
sobresalía de su estómago y la sangre se filtraba en la tela de su ropa. Aneira
se quedó sin fuerzas y se desplomó. Su carne se desgarró mientras la espada
se deslizaba fuera de su cuerpo.
Capítulo 32
Traducido por Yavana E.

Mi cerebro se esforzó por comprender la escena que tenía delante.

—Los Daes no fueron los únicos cuyas líneas de sangre fueron


reprimidas.

Kennedy estaba de pie junto al cuerpo de la Reina, con la Espada de


la Luz en la mano. Estaba Iluminaba con un cálido resplandor, llenando la
habitación con su brillante fulgor. Había cobrado vida para Kennedy. Nunca
lo había hecho para mí... porque... Yo no era para quien estaba destinada.
Nunca.

Por uno de la Luz, la Oscuridad tomará su venganza.

Una línea de sangre que no puede ser reprimida se elevará al poder.

Un descendiente tomará el trono.

La sangre buscará matarlo.

Aquella que posea la Espada de la Luz tendrá el poder.

¡Santo cielo! La profecía hablaba de dos personas diferentes, no de


una. Nunca dijo que un Dae tomaría el trono, sino la que posee la espada.
Había sido pensada para Kennedy todo el tiempo.

Mi cuerpo se liberó del agarre demoníaco de Aneira y me levanté.

—¡Ember!

La atención de Kennedy finalmente se separó de Aneira. Kennedy dejó


caer la espada a sus pies y vino a mi lado para ayudarme. Sus brazos se
agitaron mientras me ayudaba a ponerme de pie. Me tambaleé y casi me caí
de nuevo, pero ella me agarró con más fuerza.

—¿Estás bien?

Asentí.

—Creo que sí.

Un gemido salió del cuerpo a nuestros pies. Un grito surgió de


Kennedy mientras saltaba hacia atrás. Volví a arrodillarme y giré la cara de
Aneira hacia mí.

—Todavía está viva. —Miré a Kennedy. Deja que sea yo quien diga lo
obvio. El rostro de Kennedy se puso blanco, sus ojos me miraban con
esperanza. Sacudí la cabeza—. Kennedy, tienes que ser tú. Brilló por ti. Eres
tú quien fue profetizada, no yo. Tú eres la que debe matarla. Y mientras
Aneira viva, la maldición sigue sobre mí. No puedo tocar la espada.

Podía saborear mi deseo de la sangre de Aneira. Quería vengar todo


lo que ella había hecho: las muertes de mis amigos y familiares, la
aniquilación de personas inocentes. Quería destruirla, pero ahora me daba
cuenta de que no era mi destino matar a Aneira y convertirme en Reina. Era
el de Kennedy.

Kennedy no era una persona violenta ni mucho menos. La única


razón por la que podía apuñalar a Aneira era porque estaba a punto de
cortarme la cabeza. La idea de apuñalar a Aneira de nuevo hizo que Kennedy
tuviera ganas de vomitar.

—Y tienes que cortarle la cabeza. Es la única manera de matarla.

—¿Qué? —gritó Kennedy—. ¡No puedo cortarle la cabeza!

Aneira tosió, la sangre goteaba de su boca.

Me puse de pie.

—Tienes que hacerlo. Debes ser tú. Estás destinada a ser la Reina.
—Mi voz sonó fuerte y segura al darme cuenta de que tenía razón.
Una inquietante risa salió del cuerpo a nuestros pies.

—Las dos son patéticas. Ni siquiera las todopoderosas Dae y Druida


pueden matarme... —Otro espasmo de tos hizo que su frase se
interrumpiera.

Agarré las manos de Kennedy, obligándola a mirarme.

—Kennedy, tú y sólo tú tienes que cumplir la visión. Recuerda todo


lo que te ha tomado: tu familia humana, Ryan y Jared. Todo tu clan murió
porque ella quería romper el hechizo de la espada. Esta espada siempre
estuvo destinada a ti para vengar a tu familia.

Kennedy tragó saliva.

De repente, Aneira se dio la vuelta y agarró su propia espada


personal. El instinto de Kennedy tomó el control. Cogió la espada de Nuada.
Ardió con fuerza al tocarla. El cuerpo de Aneira se levantó de un salto y, con
un grito estrangulado, se volvió hacia mí. La ira y el odio retorcían sus
rasgos.

Kennedy se lanzó frente a mí, balanceándose. Con un escalofriante


corte de carne y hueso, la espada atravesó el cuello de Aneira. La sangre nos
salpicó mientras el cuerpo de Aneira caía como un bulto en el suelo. Su
cabeza voló por la habitación y rodó por debajo de un banco. Realmente
simbólico. Desde abajo de su trono, donde nunca volvería a reinar, los ojos
muertos de la Reina estaban abiertos de par en par con horror, mirándonos
con incredulidad.

En ese momento, la maldición de Aneira sobre mí se rompió. Me


arrodillé con un profundo jadeo. La magia surgió en mi cuerpo y descargó
el poder a través de mí como el agua de una presa rota. Era casi demasiado.
Me aferré a la superficie, respirando con fuerza. Luego, el torrente se detuvo.
Mi magia se enroscó felizmente en mi interior. El vacío al que nunca me
había acostumbrado gorgoteó de felicidad. Se alegraba de estar en casa. Mi
pecho se abrió, sintiendo que el poder emanaba a través de mí. Volví a
sentirme completa. Mi brazo rodeó mi estómago acunando el núcleo de mi
energía.
La habitación se quedó en silencio. Sólo se oía la fuerte respiración
de Kennedy y la mía propia. Sangre que no era mía goteaba por mi rostro.

—Mierda. —Mi estómago se apretó mientras más sangre de Aneira se


deslizaba por las comisuras de mi boca. No iba a vomitar—. ¿Estás bien? —
Me volví hacia Kennedy.

Ella estaba inmóvil.

—¿Kennedy? ¿Estás bien?

Asintió con la cabeza. La espada cayó al viejo suelo de piedra cuando


se desprendió de sus manos. Un grito salió de sus labios.

Me apresuré a rodearla con mis brazos. La abracé con fuerza


mientras sollozaba.

—Shhhh... está bien. —No había nada más que pudiera decir.
Ninguna palabra haría desaparecer el recuerdo de ella cortando la cabeza
de una mujer. No importaba lo malvada que fuera la persona, Kennedy no
funcionaba como yo. No sentía nada por la muerte de Aneira. Al menos en
ese momento estaba insensible a ella. Ella tenía que morir.

—Está muerta —Kennedy hipó en mi oído. Giró su cabeza sobre mi


hombro, sus lágrimas empaparon mi camisa.

—Lo hiciste. —La apreté más contra mi cuerpo—. Eso necesita


muchas pelotas, chica. Estoy muy orgullosa de ti.

Kennedy se liberó de mis brazos, dando un paso atrás. Sus piernas


se doblaron, y extendí mi mano agarrando su codo, evitando que se cayera.
Volvió su rostro hinchado y manchado hacia el mío, y sus suaves ojos
marrones me miraron con tristeza y duda.

—Lo hicimos.

Líquido bordeó las esquinas de mis párpados, y una pequeña sonrisa


dolorida se extendió por mi boca.
—Sí. Lo hicimos. Juntas. —Como la profecía siempre había previsto.
Pero nadie más había predicho que, con la ayuda de una Dae, sería un
Druida quien gobernaría.

Puede que la profecía no se haya cumplido de la manera que la


mayoría esperaba, pero se había cumplido. Todos éramos héroes en esta
historia.

Mi destino y mi fuerza no estaban ligados a una profecía, ni siquiera


a mis propios poderes. Aprendí que era la misma persona con o sin ellos. Lo
que era y lo que quería para mi vida provenía de mí. Yo lo dictaba. Mis
poderes siempre serían una parte de mí, pero no fue hasta que los perdí
cuando me di cuenta de que no me definían. Amé, viví, luché, metí la pata
y me caí de bruces, muchas veces. Pero era yo, y estaba orgullosa de ello.

Soy Ember Aisling Devlin Brycin... y estoy orgullosa de todo lo que


mi nombre representa.
Epílogo
Traducido por Yavana E.

Me encontraba en un acantilado mirando hacia la bahía de San


Francisco. El famoso puente del Golden Gate yacía sumergido bajo las frías
aguas del Pacífico. No había resistido la infiltración de la magia que saturó
la Tierra cuando se derrumbó la barrera entre los mundos.
Estructuralmente no muchos lo hicieron, no en Norteamérica al menos.
Había visto que Europa había sobrevivido mejor, sin contar Londres, por
supuesto, ya que fue golpeada dos veces. En general, parecía que cuanto
más antigua era la estructura, mejor funcionaba contra la magia.

La tecnología murió por completo. No había mucho que pudiera


resistir la tormenta de energía del Otro Mundo. Los Fae no eran
completamente ajenos a la tecnología. Tenían sus propias versiones del
equipo necesario. Extrañamente, sólo el Rey Unseelie y sus hombres tenían
estas herramientas a su disposición. Afortunadamente, yo era una de esas
personas. El artilugio que colgaba de la trabilla de mi cinturón funcionaba
como un walkie-talkie de larga distancia. Para mi trabajo debía tenerlo.

Viajar ya no era fácil. Los aviones, los autos y los trenes habían sido
abandonados y considerados inútiles. Las antiguas puertas al Otro Mundo
habían desaparecido en su mayor parte, ya que los mundos ahora se unían
como uno solo.

Todavía quedaban reductos de magia si se sabía cómo encontrarlos.


Me tomó un tiempo y muchas entradas equivocadas, pero estaba empezando
a aprender cómo llegar a los lugares a los que necesitaba ir. Me sentía mal
por el humano desprevenido que atravesaba una y acababa en otro estado
o país. Cuando ocurría, tenía que ser traumático.

La playa de abajo, que normalmente estaba repleta de turistas y


lugareños, estaba vacía. El agua azul y brillante rodaba sobre la arena
precisamente como siempre lo había hecho. Pero el mundo ya no era lo que
era. Habían pasado cuatro meses desde Samhain, cuando la vida y el mundo
cambiaron por completo. De repente, los humanos podían ver los monstruos
que creían que sólo existían en los libros. Podían ver a los trolls que eran
sus profesores de matemáticas y a los duendes que conducían el autobús
local. El caos era un eufemismo. Los humanos perdieron su orientación y
sus realidades, y la vida se convirtió en una batalla campal.

Por supuesto, muchos Fae se aprovecharon del desorden, siendo los


Strighoul algunos de los peores infractores. Crecían en fuerza y número.
Sabía que era cuestión de tiempo que tuviéramos que enfrentarnos a ellos.
Cuanto más tiempo tomáramos para recuperar nuestro mundo, más
grandes y audaces serían los Strighoul. Llegaría el día en que no podríamos
seguir ignorándolos. Afortunadamente, hoy no era ese día.

El Rey Unseelie y la recién nombrada Reina Seelie hacían todo lo


posible por restablecer el orden.

Uno pensaría que a un demonio le encantaría el caos, las emociones


exacerbadas y el libertinaje.

El hombre en su peor momento. Pero se había salido de control. Lars


favorecía el caos organizado, que podía regular y gobernar.

Kennedy había tomado su papel de reina con una fuerza y


determinación que me hizo sentirme honrada de conocerla. Era como si
estuviera destinada a ser reina. Si creías en las profecías, lo había sido. En
el fondo siempre había sentido que yo nunca lo había sido. Ser gobernante
Seelie no era yo y no era algo que quisiera. Prefería lo que hacía ahora.

Luchaba con su nuevo título. No era fácil pasar de estudiante de


preparatoria a gobernante de un reino. Kennedy también luchaba en
privado. La muerte de Jared la cambió. Lloró desesperadamente su pérdida.
Nunca hablaba mucho de ello. Aparte de Ryan, yo era la única a la que
dejaba ver sus verdaderas emociones.

Incluso entonces, podía sentir que se contenía.

La transición de Kennedy tampoco había sido fácil para los Fae.


Muchos de ellos se rebelaron contra ella, diciendo que no era de sangre Fae
y que no debía ser su Reina. Con la ayuda de Torin y Thara, estaba
empezando a establecer una nueva corte real y a construir un gobierno.

Cuando me envió a buscar a su familia, a sus padres adoptivos y a


su hermana, me enteré de que todos habían perecido tras la guerra, en el
lugar y el momento equivocados. El día que le revelé la noticia fue horrible.
Kennedy lloró sobre mi hombro hasta que uno de sus hombres la necesitó
para algo. Se limpió la cara, levantó la cabeza y volvió al trabajo. La gente
me necesita. Debo ser fuerte para ellos me dijo antes de salir de la habitación.
Nada de su tragedia personal se mostraba al mundo exterior. Se entregaba
a sus tareas. Era compasiva, regia y justa.

Muchos humanos eran incapaces de enfrentarse al nuevo mundo,


pero Kennedy hizo todo lo posible para ayudar tanto a los humanos como a
los Fae. Levantó refugios para aquellos que no eran capaces de manejar el
cambio. Los alojamientos eran básicamente una nueva versión de un
hospital mental.

Me enteré por Lars de alguien que conocía y que ahora estaba en uno
de los asilos. El sheriff Weiss. Un hombre que sólo veía un mundo en blanco
y negro. Después de la caída, cuando el mundo entero se volvió gris y los
monstruos y los mitos dejaron de ser cuentos para dormir, se desmoronó.
No pudo manejar la nueva realidad.

Él y los que eran como él fueron puestos en un lugar donde no podían


hacerse daño a sí mismos ni a los demás. Debía sentirse satisfactorio y algo
parecido a la justicia saber que Weiss estaba encerrado en el lugar exacto
donde siempre quiso colocarme. De hecho, me sentí mal por él. Su mente
no era lo suficientemente fuerte como para aceptar que su inflexible verdad
había sido la mentira.

Mi mirada se paseó por el aislado paisaje que me rodeaba. El Otro


Mundo cambió la atmósfera de la Tierra. El aire era espeso y pesado con la
magia. El sol se ponía en la distancia, arrojando una neblina púrpura
eléctrica que tejía y rodaba con densidad. La sensación de hormigueo en la
piel me causaba que el cabello se erizara. Mis poderes rebosaban con el flujo
constante de energía.

Me sentí más satisfecha con mis habilidades restauradas, pero sería


una lucha constante para mí mantenerlas controladas y no dejar que
tomaran el control. Se suponía que los Daes no debían existir, y muchos se
volvían locos por su exceso de magia. La necesidad de soltarme y dejarme
llevar por el poder era a veces abrumadora, sobre todo justo después de
recuperar mis habilidades. Aneira había acentuado su necesidad de ser
utilizados, como un adicto que suspira por el siguiente golpe. No era algo
que fuera a superar nunca, pero esperaba llegar al punto de poder manejar
el deseo constante. No dejaría que me dictaran. Me dictaba a mí misma.

En el momento en que mis poderes habían vuelto, también lo había


hecho mi vínculo con Torin. No era tan fuerte, pero podía sentirlo de nuevo.
Nuestra conexión nunca desaparecería del todo. Era otra cosa con la que
viviría. Después de la guerra, supe que Torin apenas había salido vivo del
castillo. Esperaba que sus experiencias le dieran una nueva visión de la
vida. Hasta ahora no había visto un gran cambio, aunque sentía que la
oscuridad empezaba a menguar en su interior. Incluso con el vínculo
devuelto entre nosotros, nunca compartíamos paisajes de ensueño ni
hablábamos entre nosotros en nuestras mentes, y sabía que nunca
volveríamos a hacerlo. Ya no compartíamos la intimidad de ese tipo de
conexiones.

Torin permaneció fielmente junto a su nueva Reina. Una vez más se


convirtió en el Primer Caballero, sin las implicaciones negativas que
conllevaba el título. Tal vez el haber recuperado un aspecto de su vida le
devolvió parte de su alma. Permaneció al lado de Kennedy e hizo su trabajo
sin cesar. A través de nuestro vínculo, podía sentir su alma, que una vez
había sido tan brillante y feliz, sólo se aligeraba ahora cuando Kennedy
entraba. Ella le había devuelto su lugar. Una especie de paz. La gratitud de
Torin hacia ella era evidente, aunque era todo deber y poco más.

Siempre se me retorcían las entrañas al saber que yo tenía mucho


que ver con su oscuridad, pero ya no me culpaba. Torin había elegido
afrontar lo ocurrido como lo hizo. Podía haber visto que le esperaba otro
destino. Como alguien me dijo una vez: a veces eliges el destino y a veces él
te elige a ti. Nunca dejaría de preocuparme por Torin. Se merecía tanto, si
sólo dejara entrar la felicidad.

Thara permanecía devotamente a su lado. Ella tampoco dejaría de


cuidarlo. Puede que él nunca la viera como quería, pero seguía siendo leal y
siempre estaría ahí para él. Esperaba que algún día él se fijara en ella como
una mujer bella y fuerte, y no como una simple soldado fiel.

Me ceñí más la chaqueta de cuero y el viento me revolvió el cabello


alrededor de la cara. El frío se me metió en los huesos.

—¿Ember? —Una voz crepitante salió de mi cadera—. ¿Estás ahí?

Desenganché el walkie-talkie y me lo llevé a la boca.

—Hola, Cole. ¿Qué pasa?

—En realidad, sólo estaba comprobando. Hacía tiempo que no sabía


nada de ti. Tenía pensado enviar a Cooper para que te localizara pronto.

Una suave sonrisa apareció en mis labios. Cole se había vuelto


mucho más paternal desde la guerra. Perder a tantos miembros de su familia
en combate le hacía aferrarse más a los que aún tenía. Era curioso, yo había
crecido hasta los seis años con un solo padre. Ahora tenía demasiados para
contarlos. Cole y Lars eran a veces peores que mi madre y mi padre juntos.

—¿Es cazarme realmente lo que deberías asignar a tu segundo? —


me burlé—. Creo que ustedes tienen cosas más importantes de las que
ocuparse.

—Él lo pidió, especialmente si estabas desnuda.

Seguían siendo los mismos moteros malos, los mismos Jinetes de la


Oscuridad, pero ahora trabajaban con Lars, exportando e importando
artículos para el Rey. Estaban increíblemente ocupados. Lars intentaba que
el mundo volviera a ponerse en pie, o en nuevos pies, empezando por Seattle.
Desde la caída de la barrera, las cosas eran muy diferentes, sobre todo en
lo que respectaba a las pruebas de nuevas tecnologías y estructuras capaces
de resistir los elementos de la Tierra y del Otro Mundo. Los MDOs estaban
más solicitados de lo que podían soportar.

Cooper era ahora el Segundo y estaba haciendo un trabajo


excepcional.

Una carcajada salió de mi pecho.


—Dile que, si consigue encontrarme, me desnudaré…

—¡Reto aceptado! —Oí a Cooper gritar desde el fondo.

—Creo que yo también participaré en esa apuesta, querida. —La voz


de West habló detrás de la de Cooper.

West se había curado por fuera, pero oí que todavía tenía pesadillas
violentas. Tomaría tiempo, pero esperaba que al final se pusiera bien.

Sacudí la cabeza, riendo más fuerte. Los echaba mucho de menos a


todos. Incluso a Gabby. Después de las horribles pérdidas en nuestra
familia, ella y yo llegamos a un entendimiento. Me atrevo a decir que incluso
nos gustábamos, aunque ninguno de los dos lo admitiría en voz alta. Ella
era alguien que crecía en ti, se metía bajo tu piel como una rebaba. También
irritaba como una. Sin embargo, la quería. Era mi hermana, para bien o
para mal. Una vez le pregunté si había pasado algo entre ella y Alki, y me
dijo que me metiera en mis asuntos. Bien, fue más bien un "vete a la
mierda". De todos modos, entendí lo esencial.

Todavía no sabía con certeza lo que estaba pasando entre ellos, pero
me parecía muy peculiar que cuando Gabby se iba a un trabajo para Lars,
Alki se fuera con ellos, actuando como enlace. También me di cuenta de que
cuando Alki desaparecía, haciendo sus cosas de demonio, Gabby partía en
alguna salida personal. Me daba una sensación de felicidad que se
encontraran en medio de tanta tristeza.

—Te echamos de menos, cariño —dijo West por el walkie-talkie.

Me dolía el corazón al escuchar sus voces. Necesitaba verlos pronto


y visitar a mis padres y a mi familia Demonio. Se me hacía la boca agua
constantemente al pensar en la comida de Marguerite.

Tomaré una tarea más y volveré allí un rato. Me decía lo mismo cada
vez que me llamaban. Nunca lo hacía. Era difícil. El rancho se sentía
diferente. Tranquilo. Había evitado volver durante meses.

Lorcan y Dax no habían vuelto al rancho a vivir, pero no habían


desaparecido como yo pensaba. Cooper me dijo que Lorcan visitaba a Cole
al menos dos veces por semana. Seguía habiendo mucha tensión entre ellos,
pero el tirón del hermano era más fuerte. Mis sentimientos por Lorcan eran
contradictorios. Luchó a nuestro lado y se formó una extraña tregua entre
nosotros. Hacía tiempo que deseaba su muerte, pero eso no nos convertía
en mejores amigos. Era otra persona compleja que de alguna manera se
abrió camino en mi vida.

La muerte de Samantha no creó ninguna satisfacción. No trajo a Ian


de vuelta. Lo único que me hacía feliz era que no tenía que preocuparme de
que viniera a por mí. Nunca más.

La pérdida de Josh también era difícil de pensar. Al menos me enteré


de la verdad antes de que muriera, y supo que era amado. El dolor de su
fallecimiento fue otro asunto que empujé a lo más profundo, encerrando el
dolor para otro día.

Las pérdidas no terminaron ahí. También perdimos a Koke y a Maya.


Nunca había estado cerca de ninguno de los dos, pero sus muertes nos
afectaron: más vacíos, menos familia, en la mesa. Nic perdió un ojo en la
guerra, pero me aseguró que la cosa de los piratas le funcionaba aún mejor.
Nunca cambiaría, y eso tenía algo de reconfortante. Estaba en el cielo en el
nuevo reino. Cuando el mundo se desmorona, la gente necesita más formas
de escapar, y no quiere estar sola. Nic estaba ocupado con mujeres y
hombres solitarios y asustados desde el atardecer hasta el amanecer.

Rez estaba aún más ocupada con los nuevos asuntos de Lars,
gestionando y manteniendo todo funcionando como una máquina bien
engrasada. Lars no podía prescindir de ella ni de Marguerite, al menos
profesionalmente.

Lars era ahora el único propietario de la Espada de Nuada, la Espada


de la Luz, como había jurado. Me dijo que la había puesto en un lugar
seguro, donde nadie pudiera encontrarla. Aunque nunca lo prometió, dijo
que no debía temer por Kennedy. Que nunca la usaría con ella o para
controlarla. Yo amaba al hombre, pero había aprendido a no confiar nunca
del todo en un demonio.

El walkie-talkie volvió a sonar, trayendo mi atención al presente.


—Mark ha estado trabajando sin parar en el laboratorio de Owen. Le
fascinan las plantas del Otro Mundo y sus propiedades curativas. Quiere
ver si puede crear un té o una medicina para ayudar a la gente.

—Oh, cielos, ¿tenemos otro Dr. Frankenstein en nuestras manos?

Como los mundos estaban ahora enredados, Ryan y Mark eran libres.
Lily y Mark se instalaron de nuevo en Olympia, en una propiedad que
colindaba con el rancho del Morador Oscuro. Mark llegó a respetar a Cole y
se hicieron muy amigos. Mamá nunca se sentiría totalmente cómoda con los
Moradores Oscuros, pero se estaban acostumbrando a la presencia del otro.
Mamá los trataba como miembros de la familia que sólo se toleran porque
son familia. Probablemente sentían lo mismo por su zorro acechador, que la
visitaba desde Canadá con frecuencia.

Mamá y yo hablábamos por el walkie-talkie casi cada dos días. Nunca


volveríamos a ser lo que éramos antes, pero tampoco éramos las mismas
personas. Yo había sido una niña humana de doce años cuando ella se fue.

Ahora era una poderosa Dae que podía vivir miles de años. Nos
estábamos conociendo de nuevo y redefiniendo nuestra relación. Aisling era
mi madre biológica, pero Lily era mi verdadera madre. Nunca olvidaría lo
que cada una sacrificó para dejarme vivir. Mis madres eran mujeres
extraordinarias.

No hubo un solo momento en el que dudara de que Aisling hubiera


acudido a mí el día del castillo. En el fondo, de alguna manera sabía que no
volvería a acudir a mí, pero había estado a mi lado cuando más la
necesitaba. Me sentí honrada de ser su hija. Ella permaneció conmigo: en
mi personalidad, en mi aspecto e incluso en mi tatuaje.

Ryan y Castien también se mudaron a una cabaña en la propiedad


de mis padres. Ryan se acercó más a Mark, y creo que se sintió mejor
sabiendo que estaba a pocos pasos. Por razones propias, Ryan nunca
visitaba a su familia. Me pidió que me asegurara de que estaban bien, pero
no quería verlos. Descubrí que ahora vivían en Texas, cerca de la hermana
de su padre. Creo que estar de vuelta con ellos significaba que Ryan tendría
que ser el mismo chico que había desaparecido. Pensaba que su padre lo
rechazaría de nuevo porque era aún más uno de ellos, un hada real.
También tendría que reconocer la dolorosa verdad de que Ian estaba
realmente muerto. Ryan nunca hablaba de él y me callaba cuando sacaba
el tema. El dolor de Ryan seguía siendo demasiado profundo y crudo cuando
se trataba de su primo. Ryan estaba seguro con saber que sus padres
estaban a salvo y era feliz en la vida que había elegido. Mis padres se
convirtieron en sus padres.

Mi mirada se desvió hacia el panorama que tenía delante. Ryan


siempre había querido venir a San Francisco, pero ya no era la ciudad que
había imaginado. Yo crecí no muy lejos, en Monterrey, otro lugar que Aneira
destruyó. Londres y Nueva York no tuvieron la oportunidad de recuperarse
antes de que la magia total llegara. Con la ayuda de Lars y Kennedy, Seattle
ocupaba ahora el puesto de ciudad central en Estados Unidos.

De pie, mirando el agua, la soledad me envolvió. Me estremecí y me


rodeé con los brazos. Cole habló, sacándome de mis pensamientos.

—Sí. Bueno, no muchos humanos han tomado bien la magia.


Muchos están muriendo o perdiendo la cabeza. Quiere encontrar una cura.

—Trabajó en la silvicultura. No es médico.

—Díselo tú. Es tan terco como su hija. —Cole se echó a reír y luego
se aclaró la garganta—. Me preguntó si había hablado contigo hoy. ¿Vas a
volver pronto a casa? Te echa de menos.

Me mordí el labio, dudando antes de responder.

—Pronto. Lo prometo.

Cole suspiró. Podía oír la frustración en su voz. Cole, Mark y mi


madre llevaban meses intentando que volviera allí. Lars incluso probó con
"el Rey Unseelie exige tu presencia". No funcionó. Cada vez respondía lo
mismo. Pronto. Lo prometo. No lo había hecho.

—Bien. Cuídate. Todos te echamos de menos.

—Tú también. —Apagué el walkie-talkie, sacando mis palabras


rápidamente antes de que la emoción las rompiera en pedacitos. Esta vez
podría cumplir mi promesa. Sin embargo, mi trabajo tenía prioridad.
Aneira se había ido, pero aun así consiguió su deseo. Los mundos
eran uno y todo era un caos. La mayoría de los humanos no aceptaban a
los Fae, y muchos intentaban matarlos. La mayoría de los Fae seguían
creyendo que los humanos estaban por debajo de ellos y pensaban que
debían ser erradicados o utilizados como esclavos.

Definitivamente, la estrechez de miras no era una cualidad


exclusivamente humana. Era interesante la cantidad de gente que no quería
que una persona estuviera en el gobierno por el color de su piel, su religión
o su género, y que decidió que esas cosas ya no importaban. Muchos
intolerantes se unieron a sus antiguos adversarios. La discriminación ya no
era entre humanos, sino entre las razas humana y Fae. Había una fuerte
mentalidad de Nosotros contra Ellos en ambos bandos. El mundo tardaría
mucho tiempo en encontrar algún sentido de normalidad, si es que alguna
vez lo hacía.

El océano se estrelló contra las rocas. Tomé aire, sintiendo que la


magia bajaba por mi garganta. Un pequeño sonido de estallido llegó desde
atrás.

—¡Demonios! —exclamó una voz, acompañada de otras dos pequeñas


voces.

—¡Te lo dije!

—Como si fuera a atender a razones, Calvin.

Mantuve la mirada al frente, una leve sonrisa curvando mis labios.

—¿Perdidos otra vez?

Un gruñido entró en mi oído mientras unos brazos rodeaban mi


cintura.

—Podrías escuchar a los pixies, ¿sabes? Parece que entienden el


nuevo sistema de puertas.
—Gracias, mi señora. —Simmons dio la vuelta para enfrentarse a mí.

Mi corazón aún se tambaleaba cuando recordaba a Simmons


aplastado contra la piedra bajo el pesado pie de Aneira. Su nariz se había
curado, pero estaría permanentemente torcida. Sus alas habían sido
arrancadas de su cuerpo y dañadas sin remedio. Sus nuevas alas mecánicas
zumbaban silenciosamente detrás de él. Las delicadas y bellas alas estaban
hechas por duendes y eran extremadamente geniales. Todavía le costaba
aterrizar, lo que no tenía nada que ver con sus nuevas alas.

—En realidad es más cabeza dura que tú, chica. —Cal voló hacia mi
hombro.

Mi sonrisa se amplió.

—No lo sé.

Eli resopló, con su barbilla bajando a mi otro hombro.

—Están llenos de mierda. Esas estupideces no tienen ni pies ni


cabeza.

—Porque eres demasiado intratable para ver el patrón... o escuchar


a alguien más.

Unas manos familiares me agarraron por la cintura y me envolvieron.


Cal se alejó, murmurando algo en voz baja. Mis chicos, aunque se gustaban,
nunca lo reconocerían.

Nos habíamos convertido en una extraña familia disfuncional. Y a mí


me encantaba.

—¿Esto viene de la autoridad de escuchar y obedecer a los demás?


—Las cejas de Eli se arquearon.

Levanté la mano y tracé la nueva cicatriz que atravesaba su piel. La


ley de los Moradores Oscuros: si uno se convertía en Segundo mientras el
Segundo aún vivía, debía haber una lucha por el poder. Cooper no tenía que
matar a Eli, pero tenía que ganar limpiamente para que la autoridad de un
Segundo fuera transferida. Eli luchó, pero me di cuenta de que se contuvo.
Se acercaba a propósito a un golpe en lugar de alejarse. Había sido brutal
verlo.

Pero podía tomar cualquier cosa después de casi perderlo de nuevo.


Que le patearan el culo a propósito no era nada comparado con ver su
cadáver en el suelo del castillo. En el momento en que Aneira murió,
también lo hizo su magia, rompiendo todas las maldiciones que había
puesto sobre mí. También lo hizo la que estaba vinculada a Eli a través de
mí. Cuando fui a su lado, después de que Kennedy la decapitara, escuché
el latido de su corazón. Latía lentamente y era casi inexistente, pero lo
suficiente para que vertiera en él todo lo que tenía de mi fuente de vida. Los
poderes que Aneira robó estaban completamente cargados y listos para salir.
Dieron todo lo que pudieron para traer a Eli de vuelta.

¿Y su respuesta después de llenarlo con todo lo que tenía?

—¿Qué te he dicho, Brycin, sobre cómo quiero salir? —susurró con


voz ronca.

Me incliné hacia él con una sonrisa bailando en mis labios.

—Piensa que nos estaríamos aventurando en el territorio de la


Necrofilia.

—Te gusta lo pervertido.

—También me gustan con un poco más de lucha.

—Qué bueno. —Sus labios devoraron los míos.

Después de su muerte no había duda de que nunca nos


separaríamos. Donde uno de nosotros iba, el otro lo seguía. A veces
teníamos que dividir y conquistar por un trabajo, pero intentábamos no
pasar más de un par de días sin vernos. El Morador Oscuro en mí odiaba
cuando mi compañero estaba demasiado lejos. Tanta unión era algo nuevo
para mí. Siempre había sido extremadamente independiente, todavía lo era,
pero cuando llegábamos a más de cuatro días, un dolor físico crispaba mis
músculos y mi piel, obligándome a ir a buscarlo. La conexión había estado
en silencio durante un tiempo, pero en el momento en que volvió a la vida y
nos miramos, cada célula de nosotros reclamó al otro. En términos de los
Moradores Oscuros, habíamos reclamado oficialmente ser compañeros. Yo
seguía odiando la palabra, mi vena independiente era demasiado fuerte. Eli
era el único en el mundo que podía tener tanto de mí.

El rancho también le inquietaba. Me estaba costando regresar, pero


Eli lo evitaba a toda costa.

Un día tendría que reconciliarse con los espacios vacíos que Owen y
Jared habían dejado. Pero hasta entonces, al igual que yo, se concentraba
en el trabajo.

Ahora éramos caza recompensas. Nuestra misión era mantener los


problemas del nuevo mundo lo más controlados posible, evitar que los
rebeldes humanos y Fae incitaran una revolución.

Con el mundo tan revuelto, necesitaba estar ahí para Kennedy de


cualquier manera que pudiera. Sentía como si mi destino estuviera ligado a
ayudar a la Reina y, afortunadamente, a no serlo. Quería ayudar a crear
nuestro nuevo mundo y estar en medio de todo. Manos en el trabajo y
ensuciándome. La persona que podía simpatizar y proteger tanto a los
humanos como a los Fae. Mi destino siempre había sido unir los diferentes
mundos y personas. Ahora el trabajo era a una escala mucho mayor.
Siempre debía liderar y proteger, pero no siendo la Reina Seelie.

Éramos más bien como sheriffs en el nuevo Salvaje Oeste. Teníamos


que conseguir algún tipo de orden en un mundo loco haciendo cumplir las
leyes. Eli y yo éramos los encargados de traer a cualquiera que no quisiera
seguir estas nuevas normas. Créanme. La ironía de que fuéramos nosotros
los que trajéramos a los rebeldes no se nos escapó a ninguno de los dos.

Cuando Eli quiso dejar los MODs, Lars sugirió que Eli y yo seríamos
buenos caza recompensas, persiguiendo a los Fae y a los humanos que se
mataban entre sí o intentaban iniciar una revuelta. Habíamos localizado a
muchos que utilizaban la destrucción en su beneficio, tanto hadas como
humanos. Ahora mismo, los Faes parecían ser nuestro principal pan de cada
día. Habíamos capturado a más de noventa forajidos en cuatro meses.
Lamentablemente, el total ni siquiera hacía mella en cuántos había por ahí.
El número era infinito. Y nuestras mayores amenazas, los Strighoul, eran
como la mafia. Sabíamos que estaban ahí, pero no podíamos llegar a ellos.
Se movían en grandes manadas y utilizaban los poderes de los Fae
que consumían para obtener más poder y esclavos que trabajaran para ellos.
Con el tiempo iríamos por ellos, pero ahora mismo cazábamos a los grupos
más pequeños antes de que se descontrolaran.

Mis manos bajaron a la mandíbula de Eli, su barba se erizó bajo las


yemas de mis dedos.

—Entonces, ¿recibiste la nueva asignación de Kennedy? —pregunté.

Se concentró por completo en mi boca mientras asentía.

—Un lich.

—¿Un qué?

Sacudió la cabeza y sonrió.

—Se me olvida lo poco que sabes todavía. Un lich. Es básicamente


una cosa esquelética de aspecto aterrador con el poder de resucitar a los
muertos.

—¿Como un nigromante?

—Más o menos. A diferencia de un nigromante, un lich ya está muerto


y sólo puede trabajar de noche. Nuestro nuevo objetivo está tratando de
formar una pequeña pandilla para sí mismo utilizando algunos de sus
compañeros muertos del cementerio. Luego está haciendo que ataquen a los
humanos. —Se acercó, con su atención todavía en mis labios.

—¿Dónde? —Inhalé, inclinándome hacia él.

—Portugal.

Calculé rápidamente la diferencia horaria en mi cabeza.

—Faltan varias horas para su noche.

—Tiempo de sobra. —Me levantó y mis piernas se enroscaron en su


cintura—. Y mira. No hay nadie por aquí.
—Estamos aquí. —Las alas artificiales de Simmons zumbaron cerca
de mi oído.

—¿Oyes algo? —Eli sonrió, sus labios se movieron contra los míos.

—¿El zumbido de un ventilador? —Sonreí.

—Oh, qué bien. —Simmons levantó las manos, lo que sólo hizo que
Eli y yo nos riéramos—. ¿Cómo los llamó Sir West, Cal? ¿Nerfos?

—Nym-com-poops. —Cal cruzó los brazos con un resoplido.

Exhalé entrecortadamente, intentando no reírme.

—La palabra es ninfos.

—Y, Barbies, si no se van pronto, van a ver un ejemplo de lo que


significa. Y otro adelanto de mi culo desnudo. —Eli me acarició la oreja.

—¡Nooo! El trauma que tuve que soportar la última vez. —Cal


escondió su cara en el pliegue de su codo.

—Si van primero a Portugal y vigilan al lich, les garantizo que nuestra
bañera se llenará de zumo de enebro. —Mis ojos no se apartaron de los de
Eli mientras hablaba.

—¡Auf wiedersehen 3! —Cal saludó con la mano, dirigiéndose ya al


bolsillo de la magia—. Vamos, Simmons.

—Eso es alemán —dije por encima del hombro de Eli.

—¡Entonces, au revoir 4! —Cal me saludó antes de desaparecer por la


puerta.

—Eso es... —Suspiré—. Francés.

—Me aseguraré de que llegue al país correcto, mi señora. —Simmons


me hizo una rápida reverencia y se dirigió tras Cal.

3
N.T. Adiós en alemán.
4
N.T. Adiós en francés.
—Gracias, Simmons.

—Esperemos que esta vez, cuando usemos la bañera, Cal se dé


cuenta de que estamos en ella. —Eli fingió un escalofrío—. Tener tres
cuerpos desnudos en una bañera nunca tendrá el mismo atractivo para mí.

—A Cal no pareció importarle.

—A ti tampoco. —Eli me agarró el trasero con más firmeza,


acercándome más.

—Me dijiste que nunca subestimara lo que pueden hacer 15


centímetros —le susurré roncamente al oído.

Los ojos de Eli brillaron.

—Creo que tendrás que duplicar eso.

—Vivimos en la tierra de los Fae, no en la tierra imaginaria.

—Cállate, Brycin. —Eli nos trasladó a un lugar suave de la hierba.

—¿Por qué no me obligas, Dragen? Eres todo palabrería y poca


acción.

Mi espalda estaba en el suelo, su cuerpo entre mis piernas en una


fracción de segundo.

—Te he echado de menos. —Sus labios se encontraron con los míos


con un fuerte deseo.

—¿Treinta horas, veinte minutos y cuarenta y cinco segundos es


demasiado tiempo para ti?

Sonrió.

—Sí. —Sus dedos desabrocharon mis vaqueros y pasaron por debajo


de mi ropa interior.

Gemí suavemente mientras me quitaba los pantalones, sin perder el


contacto conmigo.
—Puedo decir que no me has echado de menos en absoluto. —Sonrió
mientras me hacía jadear más fuerte.

—La verdad es que no. —Forcé mi voz para mantenerla uniforme—.


Sin embargo, eché de menos a Cal y Simmons.

Sonrió mientras empujaba los vaqueros por las caderas.

—Veremos qué nombre gritas.

No me dio la oportunidad de responder.

El mundo estaba hecho pedazos, pero no había ningún otro lugar en


el que quisiera estar. Finalmente encontré mi lugar en este mundo loco. Sí...
y eso incluía estar al lado de un Morador Oscuro alto, engreído y un dolor
en el culo.

Eli y yo siempre seríamos complicados. Las cosas nunca serían


fáciles para nosotros, pero él era mi hogar. Me entendía a un nivel que nadie
más lo haría. Más allá de la sangre, más allá de la oscuridad o la luz,
estábamos conectados. Lucharíamos juntos por el nuevo mundo. Y
lucharíamos el uno por el otro.

Siempre.

Probablemente debería buscar terapia para eso.


Glosario
A GHRA: En gaélico ―mi amor.

AR MEISCE: En irlandés ―borracho o intoxicado.

BITSEACH: En gaélico ―zorra.

BROWNIES: Pequeños Faeries trabajadores que habitan en casa o


almacenes. Son raramente vistos y podrían hacer la limpieza y las cosas de
la casa a la noche.

CAMINANTE DE SUEÑOS: Tiene la habilidad de ponerse en un lugar que


está sucediendo en la vida real o en tiempo real. Pero no se puede ver o
interactuar con la gente mientras se camina en sueños. Eres un fantasma
para ellos.

CARROGS: Criaturas gigantes. Parte humana, parte bestia. Son difíciles de


matar, les encanta pelear y destruirán a cualquiera que se enfrente a ellos.

CIACH ORT: En irlandés ―maldita sea.

CINAED/CIONAODH: En irlandés significa ―nacido/a del fuego.

CONJURO: Un conjuro o un encantamiento es un encanto o hechizo creado


usando palabras.

DAE: Seres con sangre de hada pura y de demonio. Sus poderes y


características físicas representan a los dos linajes. Los hijos de hadas y
demonios son extremadamente poderosos. Son temidos y considerados
abominaciones, fueron asesinados al nacer por la Reina Seelie durante
siglos.

DAMNU AIR: En irlandés ―maldita sea.


DAMNU ORT: En irlandés ―maldito.

DAMNU ORT BEAN DHUBH: En irlandés ―maldita mujer de cabello negro.

DEMONIO: Un grupo extenso de seres poderosos y, usualmente, malévolos.


Viven de las fuerzas vitales de los humanos, ganadas por el sexo, el
libertinaje, la corrupción, la codicia, los sueños, la energía y la muerte. Viven
en la Tierra, haciéndose pasar por animales o humanos; siendo su
revestimiento exterior su mejor arma para seducir u obtener su presa.

DRAOIDH: Otro término para “Druida”.

DRAOIDHEAN: Plural para Druida

DROCHRATH AIR: En gaélico “Maldición” o “Maldito/a seas”.

DRUIDA: Importantes personajes en la Antigua Cultura Celta. Tenían los


puestos de consejeros, jueces y profesores. Tanto de género femenino como
masculino, y son magos y videntes que tienen la capacidad de manipular el
tiempo, el espacio y la materia. Son los únicos seres humanos capaces de
vivir en el Otro Mundo y pueden vivir durante siglos.

DUENDES: Criaturas bajas y feas. Pueden ser muy malhumorados y


gruñones. Son codiciosos y se sienten atraídos por monedas y objetos
brillantes. Se llevarán cualquier cosa que dejes en el suelo.

ESCENA ORINICA: Es llevar a alguien a un sueño, por lo general sólo a otra


Hada. Pero debido a la sangre que comparten, Ember puede llevar a Eli a la
suya. Ella puede interactuar plenamente con la persona. Se siente tan real
como cuando estás despierto.

FAE: Amplio grupo de seres mágicos que se originó en el reino de la Tierra


y emigró al Otro Mundo cuando las guerras humanas comenzaron a tomar
sus tierras. Pueden ser tanto dulces y juguetones como escalofriantes y
peligrosos. Todos ellos poseen el don del glamour (poder de la ilusión) y
algunos tienen la capacidad de cambiar de forma.

GABH SUAS ORT FHÉIN: En gaélico “Vete a la mierda”.

GLAMOUR: Ilusión creada por las hadas para camuflarse, distraer o


cambiar la apariencia.
GNOMOS: Pequeñas criaturas parecidas a los humanos que viven bajo
tierra. Hay de diferentes tipos: gnomos de bosque, gnomos de jardín y
gnomos de casa. Son territoriales y traviesos y no les gustan los humanos
particularmente.

HADA (FAY): Selecto grupo de élite de los fae. Las hadas de la nobleza de
sangre pura se erigen como la corte judicial conocida como el Seelie de
Tuatha De Danann. Tienen tamaño humano y podrían ser confundidos por
humanos si no fuera por su belleza antinatural. Una de sus debilidades es
el hierro, ya que es venenoso para los fey / fae y puede matarlos si hay
demasiado en su sistema. Vea también "Fae" por encima.

INCUBUS: Macho. Seduce humanos, absorbiendo su fuerza vital a través


del sexo.

KELPIE: Un espíritu del agua del folklore escocés que, por lo general, toma
la forma de un caballo. Tiene la reputación de deleitarse con el ahogamiento
de los viajeros.

LAMPROG: Mariquita de gran tamaño con alas eléctricas que brillan cada
vez que comienza a volar. Una vez al año, en luna llena antes de Samhain,
miles se reúnen para aparearse. Se vuelven violentos y agresivos y pueden
ser muy peligrosos.

MAC AN DONAIS: En gaélico “maldición”, literalmente significa “hijo de la


recesión”.

MO CHROI: En gaélico “mi amor”.

MO CHUISLE MO CHROI: Frase cariñosa en irlandés que significa pulso de


mi corazón". También puede significar "mi amor" o "cariño".

MO CHUISLE: En gaélico “mi latido”.

MO SHIORGHRA: En gaélico “amor eterno”.

MORADOR OSCURO: Mercenario autónomo del Otro Mundo. El único


grupo del Otro Mundo que no está ni bajo el mandato de la Reina Seelie ni
del Rey Unseelie. Fueron exiliados a la Tierra por la Reina.

NI CEART GO CUR LE CHEILE: En gaélico “No hay fuerza sin unidad”.


NINJUITSU, PANKRATION O BATAIREACHT: Formas de artes marciales.
Bataireacht es pelear con palos irlandeses.

OTRO MUNDO: Otro reino fuera del reino de la tierra.

PÁISTE GRÉINE: En gaélico “hijo nacido fuera del matrimonio”.

PIROQUINESIS: La capacidad prender fuego a objetos o personas a través


de la concentración de la energía psíquica.

PIXIE: Estas hadas de quince centímetros son criaturas traviesas que


disfrutan con la práctica de bromas. Son violentas y leales y tienen un alta
“alergia” al zumo de enebro.

POOKA/PHOOKA/PHOUKA: Duende en irlandés. Son cambiantes de


forma que, usualmente, toman la apariencia de una cabra.

RAICLEACH: En irlandés para zorra, mujer “fácil”.

‘S MAGADH FÚM ATÁ TÚ: Estás bromeando.

SAMHAIN: Es una tradición que se describe como un intervalo mágico en el


que las leyes del tiempo y el espacio se suspenden temporalmente y se
levanta el delgado velo entre los mundos. Se celebra el 31 de octubre.

SEELIE: El tribunal "de Luz" de los Tuatha De Danaan que significa


"bendecido". Este tribunal se compone de todos/as los/as hadas y fae
nobles (puros). Tienen poderes que pueden usarse para el bien o para el
mal, pero son considerados como más honrados que los Unseelie. Sin
embargo, "luz" no significa necesariamente "bueno".

SHEFRO: Un tipo de hada macho.

SHURIKEN: Armas tradicionales japonesas sostenidas con las manos,


ocultas, que son generalmente lanzadas.

SIDHE: Otro nombre para la gente fae de Tuatha De Danann.

SIONNACH: En gaélico “zorra”.

STRIAPACH: En gaélico “puta”.


STRIGOI: “Caníbal” del mundo de los Fae. Consume la carne de los otros
Fae para ganar sus poderes. A veces comerá humanos, pero prefiere Fae.

TECNOQUINESIS: La capacidad de mover un objeto con el poder de los


pensamientos de uno mismo.

TÉIGH TRASNA ORT FÉIN: Palabrota en gaélico con el significado


aproximado de “Que te jodan”.

TELEQUINESIS: Poder de mover algo con la mente y sin utilizar la fuerza


física.

TUATHA DE DANANN (o DANAAN): Raza de gente en la mitología irlandesa.


Son los primeros Fae/Hadas.

UNSEELIE: Las hadas "oscuras" de los Tuatha De Danaan. Éstas son


consideradas los no-puros o rebeldes del Otro Mundo y no siguen los
caminos de los Seelie. Son de hábitos nocturnos y tienen poderes con
intensiones más inmorales. También pueden utilizar su capa exterior para
seducir o ganar a sus presas; sin embargo, "oscuro" no significa
necesariamente "malo."

WARDS: Un hechizo mágico y poderoso fundamentalmente usado para


defender una zona y se supone que impide a los enemigos pasar a través.

WOLPERTINGER: Una especie de ardilla con alas, astas, cola y colmillos.


Gracias
Gracias a todos mis lectores. Tu opinión realmente me importa y ayuda
a otros a decidir si quieren comprar mi libro. Si disfrutaste de este libro,
considera dejar una reseña honesta en el sitio donde lo compraste. Gracias.

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Zoey Daniels ha salido de un hogar de acogida


a otro, donde crece rápido y fuerte. Cuando la
colocan en su “hogar de última oportunidad”,
encuentra una razón para quedarse y cambiar
su vida: su hermana adoptiva, Lexi, que está
paralizada y confinada a una silla de ruedas.
Zoey hará cualquier cosa para mantener a
salvo a Lexi. Después de la secundaria, Zoey es
contratada por una agencia gubernamental
especial, el Departamento de Genética
Molecular. (DMG), donde conoce a la otra razón
para quedarse: Daniel, su compañero de
trabajo, el hombre al que ama.

Pero hay algo único en Zoey. Ella puede ver


Fae. Debido a esto, el DMG la contrata para
trabajar como Recolectora: capturando, investigando, probando y usando a
las hadas para salvar vidas humanas. El trabajo nunca se registra en su
radar de simpatía. Fue criada para pensar en las hadas como bestias que
se alimentan de humanos y quieren destruirlos.
Cuando la devastación golpea a Seattle, el mundo entero de Zoey se
pone patas arriba. La tormenta eléctrica la conecta con un despiadado Fae
vagabundo llamado Ryker cuyos tratos los exponen a más problemas y
peligros. Se embarcan en un viaje, huyendo y escondiéndose del gobierno y
de los Fae, quienes amenazan sus vidas y las de sus seres queridos.
Agradecimientos

de la autora
¡No puedo creer que Blood Beyond Darkness sea
el final de la serie Darkness! El primer libro,
Darkness of Light, comenzó como una pequeña
idea, un vistazo a los personajes que se me
ocurrieron cuando estaba tratando de dormir.

Se derritieron lentamente en la página cuando


no me dejaban en paz. No sabía que esos
personajes cambiarían mi vida para siempre. Me
estaban llevando a donde se supone que debo
estar. Siempre estaré agradecido con Eli y
Ember, por venir a mí tan alto y fuerte que ya no
podía ignorar mi destino.

A mis lectores: ustedes son la razón por la que esos personajes


cobraron vida, viven tan brillantemente en las páginas y pudieron continuar
contando su historia. ¡Me mantuvieron despierta por la noche, así que es
justo que te mantuvieran despierto a ti también! Gracias por apoyarme (¡o
al menos a Eli!) tan completamente. Aunque la serie ha terminado, Eli y Em
nunca lo estarán, y espero que la próxima serie sea una que te encante
tanto.

Para mi mamá: estos libros probablemente no se habrían hecho


públicos si no fuera por ti. Eres mi crítico, orientadora y apoyo. No sé qué
haría sin ti. Gracias.
A Chase Nottingham: Eres mi salvador. Tu edición y tus notas son
fundamentales para mí, y tus ideas me han convertido en un mejor escritor.
Gracias. http://www.chaseediting.com y [email protected].

Para Jordan Rosenfeld: Eres una mujer increíble. Tus notas hacen
que mi escritura y la historia sean mucho más ricas. Gracias de nuevo por
todas las horas que dedicaste para ayudar a dar forma y desarrollar mi libro.
¡Absolutamente te adoro! http://jordanrosenfeld.net/.

A Dave de Woulds & Shoulds: Tus diseños de portada son


asombrosos. Creo que he ganado muchos fans nuevos solo gracias a ellos.
Gracias por su continua ayuda y talento. http://ediciónydiseño.com.

A Judi en http://formatting4u.com. ¡Gracias! Has hecho que el estrés


de sacar mis libros a tiempo sea mucho más fácil.

A mi equipo callejero, Stacey’s Geek Squad (también conocido como


Eli’s Entourage): Jessa, Dee, Akilah, Tori, Casey, Shayna, Heather, Brandi,
Jackie, Danielle y Aarati. Chicas las quiero mucho. Su apoyo “por encima y
más allá” se agradece más de lo que las palabras pueden decir.

A todos los blogueros que me han apoyado: Mi agradecimiento es por


todo lo que hacen y por lo mucho que ayudan a los autores independientes
por puro amor a la lectura. Me inclino. ¡Todos ustedes son increíbles!

Para personas increíbles como Tammie Ross Zimmerman y Charles


Young: van más allá... ¡Siempre serán mi “elección personal”!

A todos los autores independientes/híbridos que me inspiran,


desafían, apoyan y empujan a ser mejor. ¡Te amo! A Janet Wallace que hace
esto con una sola palabra o simplemente con el tono de su voz. Eres una
mujer increíble. ¡Si tan solo pudiera tenerte en mi bolsillo todos los días
pateándome el trasero!

Y a todos los que han adquirido la serie Darkness. ¡GRACIAS!

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