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MISCELÁNEA

Anales de Literatura Hispanoamericana


ISSN-e: 1988-2351

https://dx.doi.org/10.5209/alhi.85136

Autobiografía y cruce en Las malas de Camila Sosa Villada


Ximena Venturini 1

Resumen. En el presente artículo se estudiará el uso del yo autobiográfico en la novela Las malas (2019) de la escritora
argentina Camila Sosa Villada. A partir del relato de su infancia y adolescencia, se analizará la forma en que la
protagonista se nombra así misma en el relato, haciendo de su novela un retrato identitario de su vida como mujer trans.
Además, partiendo de los postulados que Paul B. Preciado presenta en Un apartamento en Urano (2019) sobre el cuerpo
trans como un espacio de mezcla, se analizará el yo que se presenta en la novela entendido como una multiplicidad de
voces que operan en aquello que Preciado denomina “el cruce”: el cuerpo trans cruza una frontera política y que lo
relaciona con la comunidad que lo acepta o rechaza.
Palabras clave: literatura argentina, Camila Sosa Villada, autobiografía, trans/escritura, memoria.

[en] Autobiography and crossover in Las malas by Camila Sosa Villada


Abstract. The aim of this article is to analyze the uses of the autobiography self in the novel Las malas (2019), by the
Argentine writer Camila Sosa Villada. Based on the novel’s account of the protagonist’s childhood and adolescence, I
will study the way she names herself in the story, making the text an identitarian and militant portrait of her life as a trans
woman. Furthermore, following the postulates of Paul B. Preciado in his essay collection Un apartamento en Urano
(2019)—where he considers the trans body as an “space of mixings”— I will discuss the depiction of the self in Las malas
as a multiplicity of voices that interact in the intersection of the gender reassignment process, a phenomenon that Preciado
defines as “the crossing”; the movement in which the trans body crosses a political frontier and connects with the
community whether this community accepts or rejects it.
Keywords: argentine literature, Camila Sosa Villada, autobiography, trans/writing, memory.

Sumario: 1. Las malas de Camila Sosa Villada. 2. Cruce y cuerpos trans. 3. Autobiografía en Las malas. 4. Infancia trans y prostitución.
5. Otras familias y maternidad trans. 6. Conclusiones.

Cómo citar: Venturini, X. (2022) Autobiografía y cruce en Las malas de Camila Sosa Villada, en Anales de Literatua
Hispanoamericana 51, 221-232.

Girls will be boys and boys will be girls


It's a mixed up, muddled up, shook up world, except for Lola
La-la-la-la Lola
(The Kinks)

En el presente artículo se analizará el uso del yo autobiográfico empleado en la novela Las malas (2019) de la
escritora y actriz argentina Camila Sosa Villada. A partir del relato de su infancia y adolescencia, se trabajará
sobre el relato y la forma en que la protagonista se nombra así misma, haciendo de su novela un retrato
identitario y, a la vez militante, de su vida como mujer trans. La novela retrata la vida de la protagonista junto
con sus compañeras, cuya única forma de subsistencia es la prostitución. Los cuerpos de estas mujeres se
presentan como una batalla personal y colectiva, donde tienen que lidiar diariamente con la crueldad de un
mundo que las expulsa: sus familias, sus amores, el acoso de la policía, a la vez que lograr llegar a pagar la
_____________

1
Universidad de Salamanca, España.
Correo: [email protected]

Anales de Lit.Hispanoam. 51 2022: 221-232 221


222 Venturini, X. Anales de Literatura Hispanoamericana 51 2022: 221-232

renta. El universo de las chicas transcurre entre el Parque Sarmiento —una de las zonas “rojas” de la provincia
de Córdoba, Argentina— la supervivencia diaria y la familia que ellas mismas van formando. Sosa Villada
retrata el destino que persiguen, a la vez que cumplen su condena por animarse a ser.
A partir de los postulados que el filósofo español Paul B. Preciado presenta en Un apartamento en Urano
(2019), se aplicará aquello que Preciado sostiene sobre el cuerpo trans. Lo que él denomina como el “cruce” y
que realiza el cuerpo trans al cruzar una frontera política que lo relaciona con la comunidad en donde pretende
desarrollarse (2019: 29). Preciado piensa el cambio de sexo asemejándolo a la experiencia de la migración;
ambos sitúan al cuerpo humano alejándolo de la ciudadanía y el cuidado por parte del Estado al que pertenece

1. Las malas de Camila Sosa Villada

En el prólogo a la novela, el editor y escritor argentino Juan Forn se refiere a la infancia de Camila Sosa Villada
cuando todavía era Cristian Omar, cuando ya ella no se doblegaba a lo que el mundo esperaba que fuera: “Su
padre pasó del orgullo a la furia y le ofreció ahí mismo un panorama instantáneo de lo que tendría que enfrentar
el resto de su vida: vergüenza, miedo, intolerancia, desprecio e incomprensión, sino se doblegaba al mandato
paterno, al mandato cultural” (2019: 11). Ya aquí Camila, conoció el precio que había que pagar por ser ella.
Pero como contrapartida de los castigos por parte de sus padres, ella ganó el tiempo para ser ella: “Mi papá y
mi mamá siempre supieron lo que hacía en ese encierro: escribir y vestirme de mujer. Eso los expulsó de mi
mundo y a mi me salvó de su odio: mi romance conmigo misma, mi mujer prohibida” (2019: 11). Camila nacía
en ese encierro.
Como ya se señaló anteriormente, Las malas (2019) cuenta la historia de un grupo de travestis y su vida en
el Parque Sarmiento en Córdoba, Argentina. Autobiografía, crónica, novela fantástica, son algunos de los
géneros que la novela presenta. Su autora nació en 1982 en la ciudad de La Falda y vivió su adolescencia en
Mina Clavero, un pueblo de cinco mil habitantes en un valle rodeado de montañas cordobesa. Camila Sosa
Villada relata en la novela la historia de sus compañeras y de ella misma. Ella misma ficcionaliza en la novela
parte de su historia personal: se fue a vivir a Córdoba capital cuando cumplió los 18 años y comenzó a estudiar
Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba, y teatro. Si bien intentó buscar trabajos
formales, pero debido a su nombre masculino en su identificación nacional, era discriminada por los posibles
empleadores. Entre los varios trabajos irregulares que tuvo, fue prostituta, vendedora ambulante y mucama por
horas. Pero su talento y su arte fueron abriéndole paso.
En 2009 estrenó su unipersonal Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti. En 2011 protagonizó la
película Mía, de Javier van de Couter. En 2012 actuó en la miniserie La viuda de Rafael. En 2014 hizo en
teatro El bello indiferente, de Jean Cocteau. En 2015, trabajó en Despierta, Corazón Dormido/Frida. En 2016,
en Putx madre y en 2017, en El cabaret de la Difunta Correa y la miniserie La chica que limpia. Es autora del
libro de poemas La novia de Sandro (2015), el ensayo El viaje inútil (2018) y las novelas Las malas (2019)
y Tesis sobre una domesticación (2019).
La novela Las malas tuvo ocho ediciones en Argentina (la octava está en imprenta), con más de 16 mil
ejemplares vendidos. Se publicó en Chile, Uruguay, México, Colombia y también en España, llegando al
mercado europeo. se han vendido los derecho para traducirlo a diversas lenguas como el francés, el alemán, el
italiano, el noruego y al croata Además, hace unas semanas se anunció que se vendieron los derechos
audiovisuales a la productora de Armando Bó (ganador del Oscar por la película Birdman), para transformarlo
en una serie.

2. Cruce y cuerpos trans

Proponemos, entonces, comprender la novela a partir del yo que narra, no como uno unívoco sino como el
resultado de un ejercicio narrativo donde se emplea la autobiografía a la vez que se plantea el problema de los
cuerpos trans. Paul Preciado declara en Un apartamento en Urano (2019) que su libro trata sobre las “crónicas
del cruce”. Este cruce es aquel de ser —en su caso— Beatriz a Paul, cuando todavía ocupaba lo que él
denomina como un espacio social y legal femenino. Preciado resalta en sus crónicas la transición sexual y de
género, señalando la multiplicidad de autore(s) que se presentan en todo texto; donde la aparición de estas
muchas voces están tapadas bajo la unicidad que da el nombre de quien firma (2019: 20). Para Preciado, es
esta multiplicidad de voces las que operan también en el “cruce”, en el proceso de reasignación de género.
Preciado asemeja al cuerpo trans al del sujeto migrante. Tanto sea debido al cambio de sexo o a un proceso
de migración, son ambas prácticas que cuestionan la arquitectura política y legal del Estado-nación. Es decir,
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tanto cuando un cuerpo migra o realidad un cambio de sexo, ese cuerpo queda alejado del resguardo del Estado-
Nación que lo protegía. Donde no solo se transforma ese cuerpo sino también a la comunidad que lo acoge o
rechaza (2019: 29). Esta práctica la define como “del cruce”, es decir cruzar, salir de la protección legal del
Estado-Nación al que se pertenece. En este cruce, es donde empieza a dibujarse el mapa de “una nueva
sociedad, con nuevas formas de producción y de reproducción de la vida” (2019: 29). El cruce es “el lugar de
la incertidumbre, de la no-evidencia, de lo extraño” (2019: 30). Este espacio lo señala no como una debilidad,
sino como una potencia. Los cambios que señala en su cuerpo a partir del -el vello facial, el tono y registro de
voz, entre otras- son marcas del cruce. Cruce que no es simplemente un simple trámite legal sino uno herético,
que lo define como “saltar una pared vertical infinita y caminar sobre una línea dibujada en el aire” (2019: 30).
Al final define al cuerpo trans como el que desea un proceso de “créolisation interior: aceptar que uno solo es
uno mismo gracias y a través del cambio, del mestizaje, de la mezcla. La voz que la testosterona propulsa en
mi garganta no es una voz de hombre, es la voz del cruce. La voz que tiembla en mí es la voz de la frontera”
(2019: 31).
Preciado señala que tanto los cuerpos migrantes como los de las personas trans, lo que se demanda es el
refugio biopolítico: “ser literalmente sujetado en un sistema de ensamblaje semiótico que da sentido a la vida”
(2019: 215). Esta falta de reconocimiento legal y de soporto biocultural niega la soberanía a los cuerpos trans
y migrantes, y los sitúa en una posición de alta vulnerabilidad social (2019: 215). Preciado define esta situación
como una paradójica donde estos cuerpos son justamente los que les piden a los aparatos ideológicos del Estado
que los interpele, al mismo Estado que ellos son los que los excluye (2019: 215). Estos cuerpos piden ser
reconocidos, es decir sometidos, para poder desde ahí inventar formas de sujeción social más libres (2019:
215). Ser aceptados para poder ser ellos mismos.
En Las malas, la protagonista relata su cruce personal. Pasar de Omar a Camila. Uno de los momentos que
recuerda como fundamentes es la imagen de Cris Miró. Cris fue una actriz, bailarina y “vedette”2 que fue la
prima mujer trans que alcanzó notoriedad y fama en la televisión y el teatro en Argentina. El reconocimiento
de Camila en ella marcó en su cruce, un modelo donde mirarse. Un espejo que reflejaba lo que ella quería:
“Yo tenía trece años apenas, todavía no comprendía lo que pasaba dentro de mí, no podía ponerle palabras a
nada de eso. Y entonces apareció Cris Miró en la televisión” (2020: 44). El imprescindible acceso a modelos
donde ese yo que se está construyendo pueda reflejarse en un otro y a partir de allí construirse. Como señaló
muchas veces el feminismo, sin figuras que nos demuestre que es posible, que nos apunten el sendero para ser
nosotros mismos, y como sintió Camila en su infancia:

Yo asistí a su aparición siendo un niño todavía y pensé: “Yo también quiero ser así”. Eso quería para mí. El
desconcierto del travestismo. La desorientación en esa práctica. Fue tal la revelación que, contra viento y marea,
yo también me dejé crecer el pelo, y me elegí un nombre de mujer y estuve atenta, a partir de entonces, al
llamado de mi destino”. (Sosa Villada, 2020: 45)

Subrayamos la palabra práctica, que alude a un movimiento, a una acción. Como en Preciado el cruce, aquí se
habla de la acción de travestirse relacionado con su destino. La llamada en ella de niña hacia su camino
predeterminado. Pero esta identidad es también una identidad política y lo es desde el momento en que se
aparta de la heteronormatividad. Y Camila lo hace de a poco. Va dando pasos hacia su yo verdadero:

[...] al principio me travestía en casa de alguna amiga que, a escondidas de sus padres, me permitía la magia de
convertirme a mí misma. Transformar en una flor canosa a aquel muchachito tímido que se escondía en las
maneras de un estudioso [...] En esa casa a medio hacer encontré escondite para mi mundo de mujer, ahí dejaba
mi ropa, mis zapatos, mi maquillaje, una linterna y velas, para poder escaparme cuando quisiera y dejar de ser
Cristian. (Sosa Villada, 2020: 70-71)

Así, este yo que recuerda su niñez, está también unido a sus compañeras del Parque Sarmiento. Como explica
Rocío Altinier, este yo que:

irrumpe un yo que hila crónicas, memorias, cuasi manifiestos e historias que, sin una cronología del todo
ordenada ni un género estable o enteramente reconocible, no puede más que declinar compulsivamente la
autoridad narrativa de esa primera persona. Y esto es porque ese yo está unido a la manada, al estar con todas

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2
Según la RAE: “Artista principal en un espectáculo de variedades”.
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aquellas travestis que, en la comunidad enraizada en la Plaza Rivadavia de Córdoba, frente a la estatua del
Dante, conforman un aquelarre trans, propio. La narradora habla de organismo, células de un mismo animal:
señala no solo el entretejido de la vida común que propone la obra, sino también la constante fuga del orden
sexual, social, institucional que sus personajes experimentan. (Altinier, 2020: 165)

Ese yo que se transcribe en lo que Natalia Cocciarini explica como la trans/escritura en forma de biografía
que es un ejercicio político:

La trans/escritura como una biografía en primera persona es además de un hecho artístico un ejercicio político
de disputa de sentidos pues esta voz emerge por las fisuras producidas en la lucha por la legitimidad a la
existencia, brota por ellas desgarrando el manto de pretendida universalidad cisheterosexista de los discursos
de poder. Define en primera persona poniendo a circular una narrativa de una vida posible y con ella, recuperar
la voz travesti. Que la historia se sepa es volver a usar esa voz travesti. Esta es una escritura con marcación de
género, pero también de clase, generacional, geográfica. (2019: 130)

En este pacto autobiográfico se combina la ficción y la vida de la narradora Camila junto con la escritora que
firma la novela, se construye a partir del principio de tres identidades cohesivas (autor, narrador y personaje
principal), pero además proclama abiertamente que la ficción cumple un papel fundamental.

3. Autobiografía en Las malas

En relación con el yo presente en la narrativa argentina de los últimos años, la crítica argentina Leonor Arfuch
percibe, durante los ochenta en Latinoamérica, “un interés sostenido y renovado en los infinitos matices de la
narrativa vivencial” (Arfuch, 2002: 17); es decir, se trata de una expansión del espacio biográfico, cuyo
“deslizamiento creciente hacia los ámbitos de la intimidad” definiría “una tonalidad particular de la
subjetividad contemporánea” (Arfuch, 2002: 17). Para la crítica argentina, este desplazamiento se explica en
las recuperadas democracias latinoamericanas, por una causa muy simple: el “retorno de lo biográfico” habría
sido una consecuencia directa ante la caída de las grandes utopías sociales como la revolución o el pueblo. Así,
esta recuperación de lo subjetivo se explicaría no solo a partir de la crisis de los ideales de la modernidad, sino
también por la necesidad de expresar una tonalidad particular de la subjetividad contemporánea: “la
subjetividad que ponían en juego los relatos venía en general “atestiguada” por la asunción del “yo", por la
insistencia en las “vidas reales” y por la “autenticidad de las historias en la voz de sus protagonistas, por la
veracidad que el testimonio imponía al terreno resbaladizo de la ficción” (Arfuch, 2002: 21). Asimismo, este
regreso a la subjetividad se puede notar en la reaparición de la literatura testimonial en la literatura argentina
a partir de 1983. Victoria García explica que con la inauguración de la democracia, se inauguró la entonces
“era del testigo” argentina, en la que proliferan los relatos sobre la detención clandestina y las víctimas de la
represión policial. Pero esta literatura testimonial de los ochenta difiere de la anterior -donde la intervención
literaria era en presente y orientada a la denuncia de un orden social considerado injusto- siendo con el regreso
democrático un género que mira al pasado buscando constituir un espacio de reconstrucción de la memoria
colectiva (García, 2016: 78).
Por su parte, Claudia Kozak estudia los límites de la literatura argentina contemporánea y apunta que ya no
se trata de textualidades cerradas, sino de prácticas escriturarias más cercanas a la experiencia vital. Se refiere
entonces a los textos privados que hoy sí se leen como parte de la obra de un autor, quizás por un efecto de un
principio de ficcionalización de todo discurso. De esta manera, se van construyendo a su vez mundos de
intersubjetividades (Kozak, 2006: 22).
Sin embargo, como sostiene Sylvia Saítta, es a partir de la grave crisis institucional del 20013 en que el yo
regresa con fuerza a la literatura argentina y, ahora, no va a ser un yo que se refiera a la memoria colectiva
sino un yo ligado al mundo privado y personal (Saítta, 2009: 156). De esta manera, Saítta remarca la aparición
en las novelas argentinas de espacios ligados al mundo de lo familiar, de la infancia y de lo privado, como una
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3
La crisis política, económica y social de Argentina en diciembre de 2001 es explicada por Daniel Schutt como los episodios más dramáticos
experimentados en el país en toda su historia contemporánea (Schutt, 2003: 475). Así, algunas consecuencias de la crisis del 2001 que señala son:
un recambio presidencial anticipado, devaluación de la moneda, moratoria del pago de la deuda pública interna y externa, colapso del crédito
público y privado, fractura de la cadena de pagos, estrangulamiento fiscal del Estado, recesión económica prologada devenida en depresión,
descrédito de la clase política, fragilidad institucional e inseguridad jurídica, entre otras consecuencias del estallido de la crisis (Schutt, 2003: 475).
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forma de reconstruir en el plano de lo simbólico, ámbitos de pertenencia y redes de solidaridad fuera de la


violencia social en que se vivía (Saítta, 2009: 156). Así, esta nueva literatura experimenta con géneros y
procedimientos -sobre todo a la vez que incorporan discursos que provienen de soportes electrónicos como los
blogs, pero sin renunciar a dialogar con las grandes tradiciones de la literatura argentina (Saítta, 2009: 157).
Por otro lado, la crítica argentina, destaca que numerosas autobiografías y testimonios volvieron al relato de
la propia existencia, confiando en la potencia narrativa del recuerdo y en la memoria para reconstruir el pasado
(Saítta, 2013: 141).
Por su parte, Alberto Giordano trabaja la presencia dominante de las escrituras del yo en la literatura
argentina contemporánea, en las que señala la presencia de un “giro ético”. Dialogando con Beatriz Sarlo
(2005), el crítico desliza su noción de “giro autobiográfico” con un marcado yo que desconoce las fronteras
entre literatura y vida real, hacia uno más abarcadora, la del “giro subjetivo” (Giordano, 2008: 11). No
comparte la reserva moral de Sarlo sobre la primera persona, defendida por Giordano. Le ataca señalando que
para ella “como si además de odioso el yo que no regula su exposición conforme a determinados principios
morales resultase obsceno” (Giordano, 2008: 38). Para el crítico rosarino, conceptos como intensidad e
intimidad son herramientas útiles para enfrentarse a la heterogeneidad de estas escrituras. Por otro lado,
Giordano discute con los postulados de Josefina Ludmer, cuestionando en particular el planteamiento de una
indeterminada moral que acompañaría el fin de la autonomía literaria desde la última parte de los años sesenta.
Giordano sostiene, en cambio, un renacido “deseo de un vínculo inmediato entre escritura y vida, la literatura
necesitará destruir una vez más sus cimientos institucionales, destruirse a ella misma como institución otra
vez” (Giordano, 2011: 82). Defendiendo la importancia de estudiar las escrituras del yo, destaca que “Ludmer
confunde el presente con la actualidad” y la señala como quien “impone criterios de lectura, como el que dicta
no volver a usar las categorías de autor, obra, estilo, antiguallas de la modernidad” (Giordano, 2011: 77).
También en este libro dialoga implícitamente con César Aira, respondiendo sobre las autobiografías en la
literatura argentina del siglo XXI. Giordano opina que muchos de estos textos autobiográficos pueden
“responder a un deseo de transformación que coloca a quien escribe, a veces por un ejercicio de extremo
ensimismamiento, más acá del comienzo de la reflexión” (Giordano, 2011: 45).
En relación a los subgéneros que tratamos, Ángel Loureiro define la propuesta de Philippe Lejeune y su
concepto de “pacto autobiográfico” (Loureiro, 1991: 2). En Lejeune el centro de atención es la elaboración del
autor de los hechos en el presente de la escritura. La autobiografía es para Lejeune un: “Recit retrospectif en
prose qu'une personne réele fait de sa propre existence, lorsqu'elle met l'accent sur sa vie individuelle, en
particulier sur l'histoire de sa personnalite” (Lejeune, 1975: 14). De esta manera, el pacto es concebido como
un diálogo donde existen tres vectores principales: autor-texto-lector. Manuel Alberca explica que el texto
establece así una relación contractual donde el autor se compromete a decir la verdad sobre sí mismo, es decir,
le propone al lector que “confié en él, que le crea, porque se compromete a contarle la verdad” (Alberca, 2007:
128). El crítico resalta que para que haya autobiografía, entonces, no solo basta con que el autor cuente la
verdad, sino que además debe anunciar y prometerle a su lector que va a contarla, declarándole su compromiso
y pidiéndole que crea en la veracidad de su texto (Alberca, 2007: 129). El crítico español aclara, entonces, que
este pacto que se establece entre lector y autor responde a dos principios: el principio de identidad y el principio
de veracidad. En el primero, Lejeune señala que es necesario que coincidan la identidad del autor, la del
narrador y la del personaje: “Pour qu'il y ait autobiographie (et plus généralement littérature intime), il faut
qu'il y ait identité de l'auteur, du narrateur et de personnage.” (Lejeune, 1975: 15). Así, se establece por este
pacto que autor, narrador y protagonista son la misma entidad, ya que comparten y responden al mismo nombre
propio. El nombre propio cobra valor textual, paratextual y de clave de lectura. Manuel Alberca entiende que
el empleo del nombre propio es la única manera de resolver la fantasmagoría del yo, siendo éste un conector
discursivo sin significado propio (Alberca, 2007: 129). Es en el nombre propio donde se resume la existencia
del autor y es ese nombre, por otra parte, quien asume una serie de textos publicados y obtiene su realidad de
esa lista de obras. Contextualmente, Lejeune declara que la identidad del narrador y del personaje principal
viene indicada, en la mayoría de los casos, por el uso de la primera persona: “L'identité du narrateur et du
personnage principal que suppose l'autobiographie se marque le plus souvent par l`emploi de la prèmiere
personne” (Lejeune, 1975: 15). Pero el teórico francés también admite que existen casos en los que se ha
empleado la tercera persona en una autobiografía -como en los Comentarios de César o algunas autobiografias
religiosas-. En todo caso Lejeune delara que lo importante es de qué manera ese narrador se asume con ese
personaje con el cual se identifica:

Dans les deux cas le narrateur assume vis-à- vis du personnage qu'il a été soit la distance du regard de l'histoire,
soit celle du regard de Dieu, c'est-à-dire de l'eternite, et introduit dans son rècit une transcendance à laquelle,
en dernier ressort, il s`identife. (Lejeune, 1975: 16)
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Lejeune propone, entonces, que en la autobiografía clásica hay identidad entre la persona gramatical, el
narrador y el personaje principal. En cuanto al pacto de veracidad, también llamado por Lejeune como “pacto
de referencialidad”, el mismo implica que el texto es un correlato de la realidad y que, por tanto, es susceptible
de ser sometido a pruebas de verificación. De este modo, se ha matizado la definición de autobiografía,
eliminando su reduccionismo al sostener que “lo esencial […], cualesquiera que sean sus modalidades, es la
extensión del discurso de verdad que se ha prometido mantener” (Lejeune, 2004: 168). Manuel Alberca explica
este principio según el cual lo que se cuenta en el texto se hace como un “expediente de realidad” de algo
acaecido y comprobable a veces por el lector, quien espera o exige el máximo de correspondencia entre el
texto y la realidad nombrada (Alberca, 2007: 130). Lo importante es que el autor puede equivocarse o
confundirse, pero lo cuenta convencido o persuadido de su veracidad. De esta manera las “dudas del lector y
las posibles mentiras” del autor no restan vigencia a este principio; al contrario, acrecientan la expectativa y
exigencia de veracidad que el lector aguarda de los textos autobiográficos (Alberca, 2007: 130). Se trata, así
de un cruce entre la vida real del autor y una ficción exploratoria de su experiencia de vida. En Las malas la
narradora relata desde su yo las vivencias que presencia. Comienza describiendo la vida de ellas la noche que
encuentran al niño:

Yo voy muerta de miedo. Camino detrás de ellas casi corriendo. La visión del niño me ha vaciado por dentro.
Es como si de repente no tuviera organos ni sangre ni huesos ni músculos. En parte es el pánico y en parte la
determinación, dos asuntos que no siempre van de la mano. Las chicas están nerviosas, de sus bocas salen
vapor y suspiros de miedo. (Sosa Villada, 2020: 23)

También desde el momento en que las relata siempre lo hace desde su yo, describiendo la vida diaria de sus
compañeras, su valentía y su mundo:

María, una sordomuda muy joven y un tanto enclenque, pasa a mi lado como un súcubo y abre la puerta de
Encarna sin preguntar, pero con muchísima delicadeza, y se encuentra con aquel cuadro. (Sosa Villada, 2020:
26)

La novela es también una novela de aprendizaje. Un bildungsroman de la narradora Camila y su viaje por su
identidad trans. Da saltos temporales que explican desde su niñez hasta sus días en la Universidad y su
encuentro con sus compañeras travestis. Es una novela atravesada por la búsqueda de la identidad. Construida
con una prosa apabullantemente bella, conjuga la historia de Camila y sus compañeras, a la vez que esa voz se
apropia de una narrativa travesti para decir. Se apropia también del lenguaje que se utiliza peyorativamente
hacia la comunidad trans y a las protagonistas del libro: “trabas”, “putas”, “maricas”, se emplean con
frecuencia, apropiándose de ellos y confirmando una identidad trans, orgullosamente trans.

4. Infancia trans y prostitución

Otra de las identidades y de la búsqueda autobiográfica que la novela plantea, ya que señala también la infancia
en Mina Clavero del personaje de Camila, es su infancia como niña trans. Esa ciudad a la que denomina testigo
de su transformación, del cuerpo del hijo de buscavidas en mujer trans. Camila recuerda su niñez sola
comenzando a conocer su identidad sola, tratando de entender lo que ella era. Describe la experiencia de su
niñez trans como:

Antes de conocer a las travestis del parque, mi historia se reduce a la experiencia de la infancia y a ese
travestismo por instinto al que me expuse siendo niña todavía. Hasta que me cruzo con ellas no sé nada al
respecto, no conozco a otras travestis, no conozco a nadie como yo, me siento la única en el mundo. (Sosa
Villada, 2020: 81)

Este desconocimiento de otros como ella, remite también a la identidad trans y las nociones de políticas de
género y la subjetividad de las infancias trans. Camila resalta el aislamiento y la ignorancia ante otras como
ella, el sentirse sola en el mundo debido a no poder compartir ni conocer otras chicas donde reconocerse. Como
ella señala en su Emiliano Litardo trabaja sobre las infancias trans y refiere a la vulnerabilidad a la que se
somete a las niñas y niños trans. A partir de entender la sexualidad dentro de relaciones de poder con
implicancias en los procesos de subjetivización, Litardo señala las particularidades de las infancias trans donde
la vulnerabilidad de los niños y las niñas trans se debe a la “situación que los contextualiza fuera de los criterios
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de normalidad y tradicionalidad” donde permanecen las situaciones de vulnerabilidad socio jurídica” (2011:
5). Litardo entiende que esta vulnerabilidad se desprende de:

La puesta en práctica de una economía de cuerpos, deseos y relaciones sexo afectivas vinculadas al binarismo
sexo genérico estable, lineal y ordenado, construye a los sujetos y a los objetos que convalidan y legitiman su
propia creación y los instalan en el espacio público como modelos sociales al que todas las personas deben
ajustarse. Es decir, hay una operatoria discursiva y no discursiva que ficcionalmente ordena los cuerpos
individuales dentro del espacio social. (2011: 5)

Es decir, en el caso de subjetividades que escapan de esa norma binaria, los sujetos que se encuentran fuera
del sistema hetenormativo “devienen en abyectos pues se atreven a cuestionar la noción de normalización”
(2011:10). Es decir, se hace necesario atender a las necesidades de estas otras identidades que escapan a la
norma hetenormativa.
Además, su condición de vulnerabilidad también se agravaba debido a la situación socioeconómica a la que
su familia pertenecía. Como ella señala, su padre le envió a trabajar desde pequeña. Debía vender helados a la
gente que paseaba en el río de su ciudad, donde ella lo que recuerda mas nítidamente es la vergüenza que le
daba sentirse pobre:

La palabra era vergüenza. No podía sentir una vergüenza mayor que esa: la constatación de la pobreza.
Mendigar a la gente para que me compraran helados, aprendiendo ya entonces las astucias del comercio que
después pondría en práctica para vender mi cuerpo: decir lo que los clientes quieren oír. (Sosa Villada, 2020:
32)

Camila relaciona su niñez pobre también con el futuro que le esperaba al crecer, la prostitución como única
salida ante la imposibilidad de conseguir trabajos formales siendo una mujer trans. Por otra parte, también
recuerda unido a la inseguridad de ser pobre, los abusos que sufría diariamente realizando la venta ambulatoria.
Mientras que sus compañeros de clase estaban de vacaciones ella “yo trabajaba para pagar el uniforme del
colegio, los útiles” (2020: 33). Fue en una de esas jornadas extenuantes de trabajo infantil, a sus nueve años,
cuando uno de sus clientes la invitó a su carpa, abusando de ella:

[…] como aquel muchachote que un día me invitó a meterme en su carpa y me mostró su pito enorme, duro,
perfecto, y me preguntó si me gustaba y yo le dije que sí, y él me invitó a acariciarlo pero con cuidado porque
mordía. (2020: 33)

Este abuso la hizo recordar también a la violencia verbal con la que la criaban su padre, los dos hombres la
insultaban diciéndole “él me dijo que no servía para nada, que era algo que escuchaba con frecuencia de boca
de mi papá, y me echó de la carpa diciendo que ni se me ocurriera abrir la boca, y yo me alejé” (2020: 33). La
novela relata la vulnerabilidad del personaje del Camila debido a su pobreza, y unida también a la inseguridad
que tiene la infancia trans en un ámbito sin derechos.
También Camila recuerda su infancia unida al terror que su padre le impartía. Esa violencia con la que
creció, la marcó donde padre y hombre se enlazan en esa figura del temor total:

El miedo lo teñía todo en mi casa. No dependía del clima o de una circunstancia en particular: el miedo era el
padre. No hubo policías ni clientes ni crueldades que me hicieran temer del modo en que temía a mi papá. En
honor a la verdad, creo que él también sentía un miedo pavoroso por mí. Es posible que ahí se geste el llanto
de las travestis: en el terror mutuo entre el padre y la travesti cachorra. La herida se abre al mundo y las travestis
lloramos. (Sosa Villada, 2020: 63)

Fue debido a este temor, a su padre, que su primera relación sexual fue marcada por ese miedo. Fue abusada
por dos policías que la amenazaron con contarle a su padre. El miedo al padre venció el miedo a esos policías.
Una vez más, la vulnerabilidad de una adolescente trans en un pueblo la sufrió en carne propia Camila. Una
noche regresando a su casa, aún siendo menor de edad4, a cambio de llevarla a la comisaria y temiendo que su
padre tuviera que buscarla, se fue con ellos en el coche: “El terror era imaginarme a mi papá en la puerta de

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4
En Argentina no se cumple la mayoría de edad hasta los 18 años.
228 Venturini, X. Anales de Literatura Hispanoamericana 51 2022: 221-232

calle mientras yo descendía del patrullero, en un vestido hecho a mano con las cortinas que misteriosamente
habían desaparecido de casa” (Sosa Villada, 2020: 74). Esa noche ellos abusaron los tres de ella:

[…] dos policías y un civil que sospecho era policía. Tuve sexo con ellos por terror al castigo de mi papá.
Preferí perder la virginidad, si es que supone una pérdida, a enfrentar la rabia paterna al enterarse de que su
hijo salía a mariconear vestida de mujer. (Sosa Villada, 2020: 75)

Su primera relación sexual vez unida a la figura de su padre, al miedo, la violencia, y al dolor. Dolor físico
que le daba, además, culpa por haber sido manipulada por el miedo y estos hombres. Aunque claro, una vez
más, su vulnerabilidad fue la que no la cuido, el Estado que debía cuidarla, fue el que abusó de ella. Después
de terminar, de turnarse para tener sexo con ella, “me llevaron tal como habían prometido hasta la esquina de
casa, y me bajaron con la orden escueta y sencilla de que nunca jamás hablara sobre esa noche” (Sosa Villada,
2020: 75-76). La hipocresía y el pacto de silencio al que la someten siendo doblemente abusada, física y
emocionalmente. Camila señala que fue desde ese día donde su cuerpo obtuvo un valor distinto. Dejo de ser
importante para ser solamente una herramienta de trabajo (2020: 77). Como las anteriores mujeres en su familia
educadas para ser mucamas, madres y esposas, sus cuerpos educados y destinados al servicio de los otros;
limpiando y cocinando. Y allí en ese no-valor del cuerpo, Camila una noche volviendo de la facultad comienza
a prostituirse para ganar dinero, para pagar el alquiler, una noche y el dinero llega.
La activista argentina Lohana Berkins estudia la identidad trans como una identidad política. Realizando
una genealogía del travestismo y concentrándose en Argentina, Berkins señala que fue a partir de la década de
los años 90 del siglo pasado, cuando el travestismo irrumpió en el espacio público. Y lo hizo a partir de diversos
discursos como los biomédicos, policiales, sociológicos, jurídicos, políticos y periodísticos, que muchas veces
funcionaron como disparadores en algunas ocasiones para discutir y en otras oportunidades para reforzar las
dinámicas desigualadoras relacionadas con la identidad de género, la sexualidad, la raza, la clase social, la
etnia, la religión, la edad y la ideología (2012: 221). De modo que cuando ella piensa en el travestismo
latinoamericano lo define como “un fenómeno complejo y dinámico” donde hay situaciones atravesadas por
relaciones de privilegio y opresión propias de cada sociedad y de cada momento histórico particular (2012:
222).
Berkins señala que, desde el discurso médico y psicoanalítico, se las han definido “hombres que se visten
con ropas que corresponden a las mujeres” (2012: 222) pero ellas resistien esa definición, que no da cuenta del
modo en que piensan y viven. Fue a partir de la década de 1990, cuando las travestis argentinas comenzaron
a alzar su voz en público y a organizarse y, decidieron que una de las primeras cuestiones en la que tenían que
concentrar sus esfuerzos colectivos era en resignificar el término “travesti”, que hasta el momento tenía
connotaciones negativas para los otros y para ellas mismas. Berkins define que:

El término “travesti” ha sido y sigue siendo utilizado como sinónimo de sidosa, ladrona, escandalosa, infectada,
marginal. Nosotras decidimos darle nuevos sentidos a la palabra ‘travesti’ y vincularla con la lucha, la
resistencia, la dignidad y la felicidad. (Berkins, 2012: 222)

En consonancia con esta definición de identidad trans se encuentra la novela Las malas. Dice Berkins sobre la
identidad travesti y su lugar revolucionario en tanto se aleja a la lógica binaria que impera en la sociedad:

Las travestis somos personas que construimos nuestra identidad cuestionando los sentidos que otorga la cultura
dominante a la genitalidad. La sociedad hace lecturas de los genitales de las personas, y a estas lecturas le
siguen expectativas acerca de la identidad, las habilidades, la posición social, la sexualidad y la moral de cada
persona. Se considera que a un cuerpo con un pene seguirá una subjetividad masculina y a un cuerpo con una
vagina seguirá una subjetividad femenina. El travestismo irrumpe en esta lógica binaria que es hegemónica en
las sociedades occidentales y que oprime a quienes se resisten a ser subsumidas y subsumidos en las categorías
“varón” y “mujer”. (Berkins, 2012: 222)

Algo que es imprescindible en la vida de las chicas trans en Las malas es el ejercicio de la prostitución. Berkins
señala que es importante pensar en la criminalización de la identidad trans, donde una de las consecuencia es
que este colectivo está alejado del Estado:

La desestabilización de la oposición y complementariedad entre lo masculino y lo femenino y de los vínculos


históricamente construidos entre biología y subjetividad operada por la lucha de las travestis para ser
reconocidas como sujetas es sancionada a diario. Considero que un análisis del travestismo necesariamente
debe considerar la criminalización de la identidad travesti y las consecuencias en la vida cotidiana y en la
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subjetividad de las compañeras travestis. Por un lado, el Estado es el principal violador de los derechos de las
travestis, por acción u omisión. Por otro, la desvalorización social se expresa a través de los insultos y
estereotipos, que sistemáticamente remiten a las travestis a un supuesto origen biológico masculino e impugnan
nuestras posibilidades de existir en nuestros propios términos. (Berkins, 2012: 223)

Como relata la narradora de Las malas, “a las travestis no nos nombra nadie, salvo nosotras. El resto de la
gente ignora nuestros nombres” (Sosa Villada: 2020, 83). Ese autonombrarse se traduce también en un gesto
de rebeldía y de autoreconocimiento ante el mundo, es darse una identidad propia y personal ante la
generalización de los otros que invisibiliza la individualidad de cada una de ellas. Por otro lado, una de las
consecuencias de esta criminalización es el ejercicio de la prostitución, no siendo como a veces se cree una
elección propia sino el resultado de la vulnerabilidad social en donde se encuentran:

Estas condiciones de existencia están marcadas por la exclusión de las travestis del sistema educativo formal
y del mercado de trabajo. En este tipo de escenarios, la prostitución constituye la única fuente de ingresos, la
estrategia de supervivencia más extendida y uno de los escasísimos espacios de reconocimiento de la identidad
travesti como una posibilidad de ser en el mundo. (Berkins, 2012: 224)

Explica Camila en Las malas que el camino hacia la prostitución es un destino que llama a las chicas trans.
Son sus cuerpos objeto del deseo oculto de los hombres, y alejadas de la posibilidad de tener otro trabajo
formal, nacen con la prosittución como destino:

Se ejerce la prostitución casi como una consecuencia. Durante toda tu vida te auguran la prostitución. El padre
sentado a la punta de la mesa, entregado a devorar el seso de un cabrito con pan y vino, el padre que llena de
grasa todo lo que toca y te repite una y otra vez cuál será tu destino:
− ¿Sabe usté lo que tiene que hacer un hombre para ser un hombre de bien? Tiene que rezar todas las noches,
formar una familia, tener un trabajo. Difícil va a ser que consiga usté trabajo con la pollerita corta, la cara
pintada y el pelito largo. Sáquese esa pollerita. Sáquese la pintura de la cara. A azotes se la tendría que sacar.
¿Sabe de qué puede trabajar usté así? De chupar pijas, mi amigo. ¿Sabe cómo lo vamos a encontrar su madre
y yo un día? Tirado en una zanja, con sida, con sífilis, con gonorrea, vaya a saber las inmundicias con las que
iremos a encontrarlo su madre y yo un día. Piénselo bien, use la cabeza: a usté, siendo así, nadie lo va a querer.
(Sosa Villada, 2020: 68)

Esta prostitución indicada por el padre se alimentaba de los clientes “respetables” que bebían del cuerpo de
ellas antes de volver a sus casas, sus esposas y sus hijos, “Así de hipócritas son” (Sosa Villada: 2020, 136).
Como vampiros que se esconden y viven en la noche, los clientes succionaban y agotaban la belleza y juventud
de Camila y de sus compañeras, quienes terminaban apaleadas, violentadas, consumidas por ellos. Su belleza
que “esa belleza se me fuera entre los dedos, como arena” (Sosa Villada: 2020, 136). Camila ejercía empujada
por la pobreza y las deudas que la acechaban:

Pero la pobreza se extendía con su manto cada vez más encima de mí. La amenaza permanente del dueño de
la pensión para cobrar el alquiler, más lo que gastaba en champúes, maquillajes, ropa, zapatos, más los remedios
en caso de enfermedad, definían la frecuencia con que salía a hacer mi ronda. También complicaba las cosas
el regateo de los clientes, que eran capaces de pagar fortunas sin cuestionar por el auto que manejaban, o por
la ropa que vestían, o por los teléfonos celulares que ostentaban, pero se les pasaba de moda el corte de pelo
peleando con una travesti el precio de nuestro cuerpo. (Sosa Villada, 2020: 137)

Alejadas del amparo del Estado, se podría hacer una lectura sobre la discusión feminista sobre el abolicionismo
o la reglamentación del ejercicio de la prostitución. Como señala Deborah Daich Argentina tiene, desde el año
1936, una posición abolicionista. A fines de ese año fue sancionada la ley de profilaxis de enfermedades
venéreas, dirigida a proteger la salud pública y, de acuerdo con algunos legisladores de la época, la libertad y
dignidad de las personas. Con ella, la prostitución a título personal y sin autorización estatal dejó de ser delito,
y se penalizó el establecimiento de locales donde se ejerza o incite la prostitución así como a quienes los
regenteen (2012: 73). Esto se traduce en que se respeta la prostitución independiente y se pena la explotación
de la prostitución ajena (2012: 74). Pero a fines prácticos, se penaliza a las mujeres que ejercen debido a que
subsisten en algunas regulaciones locales penas que caen en manos de elección de la policía. Es importnate
señalar este debate dentro del feminismo argentino que, se dan en el marco de un país donde existen redes de
desaparición de mujeres para su explotación sexual. Como explica Daich:

La constante represión policial que han sufrido y sufren todavía hoy las prostitutas, la desaparición de mujeres
–secuestradas por redes de trata con fines de explotación sexual–, y otros hechos de violencia llevaron a una
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serie de acciones públicas y a la confluencia, en el año 2007, de distintas organizaciones feministas en la


Campaña Abolicionista “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución”. (2012: 74)

Daich señala, sin embargo, que la prostitución es una problemática compleja donde subyacen las diferencias
de clase, etnia y género; dando lugar a innumerables escenarios (2012: 71). Daich sugiere repensar esta
problemática no como un fenómeno homogéneo, sino sobre la necesidad de plantear una mirada antropológica
feminista que pueda producir conocimiento etnográfico acerca de los distintos escenarios posibles de la
prostitución, atendiendo siempre a las distintas formas que puede asumir, en dichos escenarios, la lógica
patriarcal (Daich, 2012: 81).

5. Otras familias y maternidad trans

Pero es también sus compañeras prostitutas del Parque Sarmiento las que le dan un hogar y la aceptan como
una más. Son ellas la familia que Camila tuvo que dejar detrás, encarnadas en la Tía Encarna, la matrona que
las cuida. Como explica Agustina Gálligo Wetzel en “Formas de la aparición en Las Malas de Camila Sosa
Villada” ese encuentro se da una noche en el Parque donde Camila conoce a su nueva familia:

[…] el primer encuentro de nuestra protagonista con la manada de travestis del parque Sarmiento liderada por
la Tía Encarna (una travesti que desafía la edad promedio de vida de quienes pertenecen a esta comunidad en
Argentina) se produce gracias a una especie de ternura que despierta el cuerpo joven de Camila al grupo de
travestis que no tarda mucho en cobijarla y burlarse de su tono de voz como forma de bautismo (2020: 55)

Reconociéndola una de ellas, vulnerable y sola, las chicas la acogen como un miembro más de esa familia que
le brinda protección a Camila: “Las veo reírse a carcajadas. La que más ríe es La Tía Encarna. Me arrimo un
poco” (Sosa Villada: 2020, 82). Como explica Gálligo Wetzel la forma de solidaridad y de nuevo parentesco
de esta otra familia, les brinda a las travestis otro camino no solo el de la fatalidad (Gálligo Wetzel: 2020, 56).
De esta manera, la fuerza de esta nueva familia es mostrar que otras familias existen también, otra vez, saliendo
de la hetenormatividad que la sociedad establece. Dice Gálligo Wetzel sobre esta familia:

[…] augurando una forma proposicional de hacer lazos, familias, parentescos que se distancian drásticamente
de las narrativas ancestrales, genealógicas y sanguíneas: hacer parientes es hacer personas, ensamblajes que
toman como antecedente metafórico la vida de las bacterias y fungís en tanto agentes capaces de establecer
parentescos y colaboraciones vitales con, entre y en conjunto con otros sobrevivientes sin que éstos estén
irrevocablemente mediados por la sangre y la genética. (Gálligo Wetzel, 2020: 56)

La narradora de Las malas explica su reconocimiento ante esa manada donde se vió cuidada y educada (Sosa
Villada, 2020: 85). Aquí la novela plantea la maternidad trans, representada en la Tía Encarna, madre adoptiva
de la nueva familia. Su nombre Encarna que, claro, también representa una madre nueva para la nueva vida
de Camila. Encarna esa nueva madre: “Te quiero como a una hija”, me dijo una vez. Y me estrechó como hacía
mi mamá frente ala violencia de mi papá” (Sosa Villada, 2020: 85). Esta nueva madre que adopta a El Brillo
de sus Ojos, el bebé abandonado y encontrado por ellas una noche en el Parque Sarmiento: “Un niño de unos
tres meses abandonado en el Parque. Cubierto con ramas, dispuesto así para que la muerte hiciese con él lo
que quisiera” (Sosa Villada, 2020: 21). La misma noche que Camila conoce a su nueva familia, El Brillo
también las conoce. La novela habla de las parentalidades transexuales, que es muchas veces, la menos
representada y visibilizada incluso dentro del colectivo LGTB. Como explican los investigadores Pichardo
Galán, de Stéfano Barbero y Martín Chiappe:

Efectivamente, una de las mayores dificultades a las que se enfrentan las perso- nas trans se evidencia a la hora
de acceder a la parentalidad, ya que debido a la patologización de su condición se ven sometidas a una
esterilización forzosa produc- to de la medicalización que les es impuesta. Ahora bien, la reasignación de
género no es un impedimento per se para acceder a la parentalidad: muchas personas se plantean la congelación
de esperma y óvulos antes de proceder a la transición por si sur- giera con posterioridad el deseo de tener hijas
o hijos biológicos. Durante el debate, se manifestó la preocupación por las tempranas edades a las que en
algunos casos comienzan las reasignaciones, lo que iría en detrimento de la posibilidad de decidir- se a acceder
en un futuro a la parentalidad. (Galán et al., 2015: 2001)

La novela retrata esta realidad, a la vez que describe la bondad y generosidad de la Tía Encarna que amamanta
a El Brillo con sus pechos de silicona. Esa madre que acoge a la narradora la que Camila denomina “santa
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patrona de todas nosotras, que logramos encontrarte en la búsqueda sin descanso de una madre […] de
procurarnos una madre que nos enseñara a no sufrir” (Sosa Villada, 2020: 141). La generosidad inmensa de
una madre encarnada en esta travesti de edad desconocido, ante la huerfanidad travesti.

6. Conclusiones

En este artículo se trabajó el yo autobiográfico presente en la novela Las malas (2019) de Camila Sosa Villada.
La novela presenta la vida de una mujer trans desde su niñez hasta su adultez, y su encuentro con sus
compañeras prostitutas. La novela trabaja la identidad de este yo, a la que realiza un retrato autobiográfico
trans sobre la vida de estas mujeres en Argentina en el siglo XXI, alejándose de los prejuicios que existen
sobre este colectivo.
Por otro lado, se trabajó la obra de Sosa Villada a la luz del concepto de “cruce” que Paul Preciado presenta
en relación a los cuerpos trans. Estos cuerpos que son presentados como ellos mismos desafiando a los estado-
nación de donde provienen ya que presentan una identidad nueva que los pone en entredicho.
Aunque condenadas a la soledad desde su nacimiento por una sociedad que las oprime, Sosa Villada las
libera nombrándolas como únicas y bellas. La novela abre debates actuales como la reglamentación de la
prostitución o la identidad y la maternidad trans, Sosa Villada se anima a soñar con sus personajes, como
aquella travesti a la que le crecen alas o la que se convierte en loba cuando hay luna llena, Sosa Villada las
retrata con respeto, amor y alegría.

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Sosa Villada, Camila (2020). Las malas. Barcelona: Tusquets Editores.

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