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Soneto V de Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega (1501-1536) es introductor, junto con Boscán, de la


lírica renacentista de influencia italiana y máximo exponente de este movimiento
poético durante la primera mitad del siglo XVI. Garcilaso representa al perfecto
cortesano renacentista del que hablaba Baltasar de Castiglione, pues conjuga en su
persona “armas y letras”. Considerado como el primer poeta moderno por su
tratamiento del tema amoroso, cultivó una poesía intimista, melancólica, cuyo
estilo se caracteriza por la claridad, la naturalidad y el buen gusto.
Su producción literaria, exclusivamente poética, es breve; en metros
italianistas: tres églogas, dos elegías, cinco canciones, una oda, una epístola y
treinta y ocho sonetos. El poema que nos ocupa es el soneto XXIII y está dedicado
probablemente a Isabel Freyre, dama portuguesa de la reina y musa de su poesía.
Este poema lírico, perteneciente a su época de plenitud (iniciada a partir de 1532),
demuestra el perfecto manejo del arte italianista que poseía Garcilaso.

Se trata de uno de los poemas en los que Garcilaso alude a su amor por Isabel
Freire, dama de la corte portuguesa a la que ama con locura. Ella marcará los
vaivenes sentimentales de su poesía. Será su norte, su estrella, su razón de ser.
Garcilaso encarna el perfecto cortesano del Renacimiento: soldado, hombre de
palacio, poeta y amante. Es decir, hombre de armas y de letras.
En este poema, se reflejan unos sentimientos que guardan un gran equilibrio (es
decir, nada de exageraciones); y las ideas platónicas sobre el amor también quedan
patentes en el texto (amor platónico e ideal, amor superior).
El tema es, evidentemente, el amor. Ese amor platónico e ideal, un amor de
naturaleza superior y arrebatador.
Se trata de un soneto petrarquista clásico, formado por dos cuartetos más dos
tercetos con rima consonante ABBA ABBA CDE CDE.
En los cuartetos se nos muestra la importancia de este amor con dos metáforas:
1. el alma como papel en el que la amada escribe
2. la amada como motivo de fe, al igual que Dios.
En los tercetos esta idea se refuerza mostrando el poeta que su existencia sólo tiene
sentido por su amada.
MÉTRICA
En lo que respecta a la métrica, el soneto está formado por dos cuartetos y dos
tercetos, compuestos por versos endecasílabos, de arte mayor. Su rima es
consonante. Su esquema métrico es 11A, 11B, 11B, 11A; 11A, 11B, 11B, 11A;
11C, 11D, 11E; 11C, 11D, 11E.
Primer cuarteto:
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
Nos encontramos con la aliteración del sonido /S/: debemos pensar que el
poeta está revelando un secreto en voz baja, susurrando casi, ya que se trata de algo
que no quiere revelar ni a la misma amada.
En este primer cuarteto, aparece la metáfora más audaz y original del poema:
el alma del poeta como papel donde la amada va plasmando los sentimientos que
dan origen al poema («escrito está en mi alma vuestro gesto»). El poeta entonces
ha interiorizado y es un reflejo de la amada, que dicta las palabras de este poema
(«vos sola lo escribisteis»). Es esta una idea del amor platónico, esto es, superior e
ideal; mujer como ideal a la cual rendir vasallaje y adoración.
Segundo cuarteto:
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Este segundo cuarteto se halla entrelazado al primero a través de una anadiplosis
(repetición de la última palabra de un verso y la primera del siguiente) con el fin de
no abandonar el tema: el poeta hace hincapié en la permanencia eterna de este
sentimiento mediante la repetición del verbo estar y el adverbio siempre. La
metáfora alcanza aquí un nuevo plano casi místico, puesto que el poeta está
extasiado por su dama, al igual que los cristianos lo están o estamos ante Dios («de
tanto bien (..) tomando ya la fe por presupuesto»). Y al igual que los cristianos, la
fe es ciega e irracional (tópico amoroso): no se entiende, pero se cree.
Nos encontramos con una hipérbole que señala que es tan grande («de tanto bien»)
la presencia de la amada que el alma del poeta no puede asimilarla (visión cristiana
de Dios).
Primer terceto:
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Aquí hay un giro, pues mediante una nueva hipérbole en el primer verso («yo no
nací sino para quereros») el poeta aparece sin libertad, predestinado a querer
eternamente a esta mujer, mostrándose otra vez una estrecha relación con el
cristianismo, que entiende que el hombre existe para amar a Dios, aunque el
cristiano es más libre que Garcilaso en este poema. Esta falta de libertad queda
también reflejada en una personificación, la del alma que, con autonomía propia,
sin la participación de la voluntad del poeta, no copia ni calca ya, sino que se
recorta a sí misma siguiendo el patrón de la amada.

Segundo terceto:
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Es ya al final del poema cuando el sentimiento desborda el equilibrio del amor
renacentista. Si bien el poeta debe la vida a su amor, este, a su vez, le da la muerte.
Estos dos magníficos últimos versos están construidos sobre la anáfora y el
paralelismo y dos imágenes antitéticas: la vida y la muerte.
Figuras retoricas:
En el primer verso destaca un hipérbaton “Escrito está en mi alma vuestro gesto”.
Dos posibles intenciones son: darle un sentido más lejano al tiempo: “Está escrito”
(frase del evangelio) y destacar gesto, una metonimia que representa a la amada.
En el primer cuarteto destaca el juego entre yo y vos, ella escribe, él lo lee. Ella
ejecuta, él obedece. Se remarca con el encabalgamiento abrupto del tercer verso
que resalta el verbo leo: el poeta no es creado, solo cuenta lo que ya existe: la
belleza que le supera.

En el quinto verso utiliza el verbo presente y futuro para explicar lo eterno de su


amor “estoy y estaré siempre”. Los adverbios de cantidad “Tanto y Cuanto”, que
constituyen una aliteración, agrandan los conceptos. Retóricamente expresa la
superioridad de la mujer que ama sobre él con la expresión “no cabe en mí”. Usa la
fe como respuesta a su impotencia: muestra su religiosidad, para ello, el v.7 es otro
hipérbaton que ensalza el verbo creo.

En el primer terceto destaca la palabra “hábito” que aquí se ajusta a la vestimenta,


al recubrimiento de lo que está destapado, pero también a la costumbre de estar
amándola todos los días en la distancia, desde el secreto. Además, la
personificación “mi alma os ha cortado a su medida” es una personificación.
Equipara el alma con un sastre para seguir jugando con la metáfora del hábito.
No nací sino para quereros del v.9 habla de la predestinación de una persona en su
vida: querer, misión que cumple en el v.11.

El último terceto es una alegoría que representa la gratitud del poeta hacia la dama
por haber otorgado sentido a su vida. Utiliza, pues, la alegoría: vida-muerte en
pago a esa gratitud. Además, resalta la anáfora por vos de los vv. 13 y 14. Su
nacimiento (ya repetido en el v. 9) –como persona, amante y poeta- se lo debe a su
dama. Y seguramente su muerte -si la dama no corresponde- también. Este último
terceto es una sentencia que resume el contenido del soneto completo.

Conclusión: Tenemos entonces una clara y bella muestra de lo que fue el amor
cortesano y renacentista, aunque con reminiscencias de la canción castellana del
siglo anterior: el sufrimiento y muerte voluntarios del enamorado. Garcilaso superó
a Petrarca en saber desvelar elegantemente sus pasiones y sentimientos, dando
muestras de su maestría en la construcción de sonetos, pues, aunque es una estrofa
muy rígida, aparece (casi) en todo momento equilibrada y fluida.

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