Ensayo de Historia Patria Tomo I Hermano Damasceno Montevideo 10ma Edicion 1955
Ensayo de Historia Patria Tomo I Hermano Damasceno Montevideo 10ma Edicion 1955
H istoria P a im a
por H. D.
L a Cronología y la Geografía
son los dos ojos de la historia-
Vico.
TOMO I
COLONIAJE E INDEPENDENCIA
10.a E D I C I Ó N
MONTEVIDEO
BARREIRO Y RAMOS
SOCIEDAD A N Ó N IM A
BARRE IR O Y RAMOS so ciedad a n ó n im a - MONTEVIDEO
PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN
A LOS ALUMNOS
H. D.
VIII PRÓLOGO DE LA 7* EDICIÓN
HISTORIA PATRIA
PRELIMINARES
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HISTORIA HISTORIA r, g § cu to go.
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ANTIGUA DE LA EDAD M EDIA
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CAPÍTULO I
América precolombina
§ I. El medio uruguayo
nombre al país, la
Central o del río N e
gro, la Oriental o de
la Laguna Merim y
la Meridional, o del
Río de la Plata. Una
densa red hidrográ
fica riega cada una
de estas vertientes.
CLIMA. — El clima
es variable; es tem
plado y algo húmedo;
pero este último in
conveniente es neutra
lizado por el viento
S. y el viento O. o
;pampero. Pocas veces
se sienten fríos inten
sos: es desconocida la
E l Uruguay hidrográfico.
nieve.
FLORA Y FAUNA. — Un territorio de tales condiciones hidro
gráficas y climatológicas tiene que 6er rico en los reinos vegetal y
animal. En efecto, el suelo es esencialmente herboso y es pro
verbial la fecundidad de su ganado vacuno, Caballar y lanar, el
cual constituye todavía su mayor riqueza.
LOS €‘ PARADEROS, \ — Como los principales medios na
turales de la vida se encontraban en los grandes ríos y en los terre
nos de las costas, los indígenas uruguayos fijaban en dichos parajes
su residencia temporal, cambiando de lugar cuando estos medios es
caseaban. Acusan su permanencia en ellos los paraderos o talleres
encontrados a lo largo del litoral del Plata, en el bajo Uruguay
y en el curso inferior de varios ríos interiores, como el Negro, el
San Salvador, el Queguay, el Santa Lucía y otros. El centro del
territorio de la actual República era casi un desierto.
C a le n d a rio
azteca, m o
nolito de S
metros 66 de
diámetro y
p e 8 o de
2k.lt00 kgs.
El año
constaba de
18 m e s e s ;
cada mes de
20 días, que
estaban de-
d ic a d o s a
los dioses.
Cada d io s
presidia un
mes, duran-
te el cual se
ce le b ra b a n
grandes
fiestas y se
sacrificaban
víctim as en
su honor.
E l yaguareté
Y a g u a re té o J a g u a re té , de las voces guaraníticas jagna (perro) y
reté (cuerpo), quiere, pues, decir: cuerpo de perro. E s el tigre am e
ricano; es de las mismas dimensiones y fiereza que el tigre real
y el felino más temible del nuevo continente. E l pelaje, en la m ayo
ría de los individuos, es de un amarillo rojizo. Todo su enorme
cuerpo está cubierto de manchas, unas veces pequeñas, negras v
circulares, y otras grandes, en form a de anillos ribeteados de roio
y negro M uy abundante en tiempo de la Conquista, hoy el yagua-
reté está en vías de completa extinción en nuestro país. — J uan
Zorrilla de San M a r tín : Tabaré.
DESCUBRIMIENTO
■■■■■—---- n-lP-l-4¿V T:r¿xA - ft fl M ft. I ■í s
L ev a n ta b a n g e n e r a lm e n te s u s toldos en lo s m é d a n o s d e l a s co sta » .
C o n sistía n é sto s en c u a tr o e s ta c a s c la v a d a s e n e l su e lo y c u b ie r ta s con
p ieles, r a m a s o p a ja . E n v e r a n o d o r m ía n m u c h o s en h a m a c a s s u s
p en d id a s de lo s á r b o le s.
LENGUAJE. — Créese que su lenguaje, pobre y gutural, era una
corrupción del idioma guaraní.
Según los misioneros jesuítas, que lo estudiaron para evangeli
zar a los indios, el guaraní es muy dulce y armonioso; pero cada
tribu lo hablaba de tal modo, que no se entendían unas con otras . 1
Muchos nombres de ríos, arroyos, cerros, etc., de la R epública son
de origen guaranítico. Así, el nom bre Uruguay, según algunos in té r
pretes, significa “río de caracol”, de urugua, caracol, y y i, r í o ; y se
gún otros, "río de los pintados pájaros”, de urú, pájaro, guag, adorno,
y yi, río. E l poeta nacional Ju an Zorrilla, de San M artín, que fué un
notable guaranista, lo descompone de esta m a n e ra : urú (p ájaro ) ua
(cueva) i (agua o río, según se usa sola la voz, o com binada con
o tra s). De donde Uruguay sig n ificaría : agua que b ro ta de cueva
donde h a y pájaros, o rio de los pájaros.
Pcuraná quiere decir “río como m a r” ; de Pará, mar, y anáf como.
Iguazú (afluente del alto P a ra n á ) significa “río g ran d e” ; de
yi, río, y guazú, grande.
Cuñapirú (afluente del río Tacuaretaibó), m ujer fla c a ; de cuñd,
m ujer y pirú, seco o flaco.
Ibi, t i e r r a ; ha, m o n te ; iguá, g e n te ; aihubá, a m a r ; katú, lo bueno.
Los charrúas tenían u n a noción m uy escasa del número. P a ra sig
nificar 5, levantaban u n a m a n o ; p a ra decir 10, las d o s ; p a ra 20
indicaban los pies y las manos, y con un signo especial o la palabra
tubá, significaban mucho.
PRÁCTICAS RELIGIOSAS. — Los indígenas uruguayos no
profesaban religión determinada; tenían, empero, algunas ideas
padre por la de sus h ijo s; pero si éstos eran adultos se ocultaban por
algunos días, entregándose a m ortificaciones y ayunos.
No tenían ídolos, ni templos, ni ofrecían sacrificios humanos. N o se
afeaban el cuerpo con pinturas o tatuajes (costum bre ta n común
entre los salvajes), excepto las doncellas, cuyo rostro, a l hacerse
núbiles, era m arcado con tres ra y as azules.
P o r orgullo o p ara hacerse temibles, los hom bres se inferían una inci
sión por cad a enemigo que m atab an en la guerra. Algunos ju n tab an
a esta costum bre la de adornarse con la piel del rostro del vencido.
E n tre los charrúas, los hom bres solían llev ar en el labio in ferio r
el barbote o palillo en form a de clavo.
LECTU RA . — “T a b a ré ”
E n el canto II, libro 2.°, del poema, n,os presenta Zorrilla el retrato
físico del charrúa.
Son el hombre-charrúa
la sangre del desierto,
la desgraciada estirpe que agoniza,
sin hogar en la tie rra ni en el cielo.
Se advierte en su m irada
un constante recelo
y una im pasible languidez que tiene
algo de triste, mucho de siniestro.
Pupila prolongada
que prolongó el acecho;*
dilatada nariz y estrecha frente
a que se a ju sta enhiesto
CAPÍTULO II
CA Ñ Ó N ACTUAL
bom barda a n t ig u a
A f alma. B, b alas de hierro.
C, culata.
A, alm a o hueco de las arm as D, cureña, carro en que se co
de fuego, donde entra la loca una pieza de artillería.
pólvora y la bala. E, escobillón, especie de esco
Bf balas de piedra. ba para lim piar los cañones.
C9 culata, parte posterior* de M9 m uñón, cada una de las
las armas de fuego. dos partes cilindricas que
S* soporte de hierro. sirven de eje al cañón.
pero no faltaron teólogos qu$" interpretando a su antojo bíblicos
textos, la pusieran en tela de juicio.
® mun(Jo habitable se reducía en general a los tres continentes
iMiropa, Asia y África y aún éstos se conocían m uy im perfecta-
20 COLONIAJE
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Oran ESPAÑA
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Mapa para lo relativo a la historia patria durante el Coloniaje.
LECTURA. — A m é r ic a p r e c o lo m b in a
lÍpr.RWi
’CANAuÓl
M APA D E T O SC A N E L L I (1474)
L a verdadera posición de A m érica y el prim er viaje de Colón se han
añadido con trazo m ás negro.
C RISTÓ BAL COLÓN, según el grabado de Paolo Giovio (1596).
SI, como dice Iiarrisse, todos los retratos de Colón son fan tasía
pura, queda el que hizo L as C asas con su p lu m a: “Fué de alto
cuerpo, m ás que m ediano; el rostro luengo y autorizado; los ojos
garzos, la color blanca, que tiraba a rojo encendido; la barba y
cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que m uy presto, con los
trabajos se le tornaron c a n o s Es la m isma descripción que da
Fernando Colón. Oviedo dice: “T)e buena estatura y aspecto, más
alto que mediano, e de recios m iem bros; los ojos vivos e las otras
partes del rostro de buena proporción; el cabello m u y bermejo, e
cara algo encendida, e pecoso
Ignórase asim ism o el lugar exacto de su naicimiento. Aunque
alguien ha pretendido hacerle n atu ra l de Galicia, se tiene hoy por
indudable que nació en la entonces república de Génovat si no en
osla misma ciudad. No faltan quienes lo hacen oriundo de Córcega,
lo que no es incompatible con su origen genovés, Blendo así que esta
Isla pertenecía a la sezón a la mencionada república* En cuanto a la
fecha de su nacimiento, se h a ignorado mucho tiempo. Sábese hoy
de un modo indiscutible que nació en 1451.
M a p a p. 80 DESCUBRIMIENTO 37
CAPÍTULO III
§ I. Descubrimiento de América
Colón creía haber alcanzado las Indias, y como las hallara por
el Occidente, llamóse impropiamente al Nuevo Mundo Indias Occi
dentales, e indios a sus habitantes.
E L MUNDO, SEGÚN E L T R A T A D O D E T O R D E S IL L A S
Como se ve, el fam oso tratado daba a España la parte oriental de
la Especería, y a Portugal la parte occidental, que era la m ás
considerable, pero esa línea divisoria sólo pudo señalarse mucho
más tarde con fijeza, por lo que no se respetó por ninguno de los
contratantes. Esto explica la ocupación de todo el B rasil por los
portugueses y de las F ilipinas por los españoles.
bras fueron las del Real Profeta: “ En tus manos, Señor, enco
miendo mi espíritu” .
CAPÍTULO IV
§ I. Solís
adorno en la carabela que m ontaba Solís* era el farol que las otras
dos habían de seguir.
1516 (marzo). Solís descu
bre el territorio uruguayo,
y es muerto por los cha
rrúas al querer tomar po
sesión de él.1
Habiendo reconocido minucio
samente la costa del Brasil, llegó
sin contratiempo a las islas uru
guayas que llamó de Torres, en
honor de su cuñado Francisco
Torres, segundo jefe de la expe
dición. De allí siguió hacia el
sur, y doblando al oeste, se in
ternó en el ancho estuario del
Solís descubrió el Uruguay du- Plata, anclando en un puerto que
rante el reinado del Rey Ca denominó de Nuestra Señora de la
tólico FERN AN D O V de A ra
gón (t ambos en 1516). Candelaria1 (febrero 2 de 1516).
i C erem onias p a r a la to m a de posesión. — Aquí transcribim os
literalm ente el artículo final de las instrucciones que llevaba Solís
para to m ar posesión de las tierras que descubriese, a fin de que
el lector se forme una idea de las costumbres de aquella época:
“Lia m anera que habéis de tener en el tom ar de la posesión de
las tierras é partes que descubriéredes ha de ser, hagáis ante escri
bano público y el m ás número de testigos que pudiéredes é los m ás
conocidos que hubiere, un acto de posesión en nuestro nombre cor
tando árboles é ramas, é cavando 6 haciendo, si hubiere disposición,
algún pequeño edificio, é que sea en parte donde haya algún cerro
señalado ó árbol grande, é decir cuantas leguas está en la m ar,
poco m ás o menos é á qué parte é qué señas tiene, y hacer allí una
horca, y que algunos pongan demanda ante vos, ó como nuestro
capitán é juez, lo sentencéis y determ inéis de m anera que en todo
toméis la dicha posesión, la cual h a de ser por aquella parte donde
la tomáredes, é por todo su partido ó provincia ó isla, é de ello
sacaréis testimonio sinado del dicho escribano, en m anera que haga
fe. Fecho Mancilla, á 24 días del mes de noviembre de 1514 años.
Yo el R ey, etc.**
* P u e rto de la C a n d e la ria . — E ra probablemente el de Monte
video, según se deduce de los escritos de Antáfclo de H errera (H istoria
General de las Indias Occidentales), Fernández de N avarrete (Colec
ción de viajes y descubrimientos que hicieron por m ar los españoles).
y otros cronistas, aunque no faltan quienes sostienen que e ra el de
Maldonado.
Solíase en aquellos tiempos bautizar los parajes descubiertos con
el nombre del santo del día. E sta cristiana costumbre fue de gran
auxilio para los historiadores. Así, por haber denominado Solís
puerto de Nuestra Señora de la Candelaria, al punto donde ancló, ya
sea el de Montevideo o de Maldonado, pudo colegirse que Solís pisó
tierra uruguaya el 2 de febrero, porque en este día celebra la Iglesia
la fiesta de la Purificación de N uestra Señora, vulgarm ente llam ada
la Candelaria.
Aquí, (es decir, en Montevideo, según Madero), ante el escribano
Alarcón y el Estado Mayor de la Arm ada, erigieron una cruz j
DESCUBRIMIENTO 55
1 P e r ip e c ia » d e l v ia j e a l r i a t a . — E l personal expedicionario,
dice Bauzá, iba trabajado por disensiones que sólo esperaban ocasión
propicia para estallar. Los capitanes españoles que obedecían al fu
turo descubridor del Estrecho, tenían celos de nacionalidad, sin que
fueran extraños a rencores de o tra procedencia algunos de los pilotos
portugueses alistados en el armamento. El segundo jefe de la escuadra,
Juan de Cartagena, m ostró desde sus prim eros actos, señalada ten
dencia a insurreccionarse, h asta que no lejos de las islas del Cabo
Verde, un altercado sobre el derrotero, puso fin a la paciencia de M a
gallanes, que aprehendió y destituyó a Cartagena, siendo dicho castigo
el prelim inar de otro m ayor que debía darle m ás adelante.
De las islas del Cabo Verde — dice un antiguo cro n ista— “ volvie
ron las proas a mano derecha, por detrás de nuestro creído continente,
por la prolongación de aquella tierra que se llam a de San Agustín,
nombre puesto por los castellanos y se apartaron hacia el antártico
hasta donde había sido m uerto con algunos compañeros Solís, capitán
de u n a arm ada nuestra que recorría aquellas costas, y que después
se lo comieron los indígenas. Aquel golfo dicen que tiene 38° al otro
lado de la equinoccial, hacia el antártico.
“Enviados por M agallanes unos m ensajeros aguas arrib a del río que
desemboca en el golfo, con una nave y el bote de otra, vieron a tres
hombres semisilvestres y desnudos, dos palmos m ás altos que la esta
tu ra humana. Uno de ellos entró confiado en el bote: pensaron los
nuestros que trae ría los otros a las naves tratando bien al que tenían
consigo; y bien comido y bebido y vestido lo dejaron i r ; pero no vino
ninguno, ni él volvió m ás. Sin embargo, encontraron árboles corta
dos con segures de las nuestras, y tam bién una cruz levantada en lo
alto de otro á r b o l: mas no hallaron huellas de ningún hom bre de los
nuestros." — Pedro M ártir de Anghiera, erudito historiador y sa
cerdote italiano (f 1526).
* O r ig e n y e v o l u c i ó n d e l n o m b r e “ M o n t e v id e o ” . — L a excla
mación Monte vide eu (o Monte vi en, según otros historiadores),
atribuida al vigía de Magallanes, significa un monte vi yo. D. F ra n
cisco de Albo, contram aestre de la Trinidad, dice en el D iario del
viaje de esta nave: “E n derecho del Cabo (el de Santa M aría) hay
una m ontaña hecha como un sombrero a la cual le pusimos nombre
Monte vidi”. Albo no habla de la exclamación del vigía.
Desde entonces esta prim itiva denominación, sea la de Monte vide eu
o M onte vidi, sufrió m uchas variaciones. Aun en vida de Albo, ya se
había transform ado, según lo dice él mismo, en Santo Vidio. E n varios
mapas publicados poco después, nuestro Cerro aparece con los nom
bres Monte Seredo y Monte Seride. Existen otros dos m apas de fines
del siglo X V II donde se en cu en tra: M. Vidio o Seredo, uno de los cua
les (de 1690), escrito en francés, existe en nuestra Biblioteca Nacio
nal, donde sacamos del mismo una reducción fotográfica que obra en
nuestro poder.
Guillermo de L ’Isle, en un m apa de 1700, pone: M. Vidio.
Hoy algunos hacen derivar dicho nombre de San Ovidio, santo po r
tugués “célebre (?) en la E dad Media, aunque no figure en el San-
d e s c u b r i m i e n t o . 61
sía, que duró veintidós días, desertó la San Antonio, que regresó
a España.
El 28 de noviembre, desembocaron las tres naos restantes en el
Mar del Sur, que Magallanes denominó Océano Pacifico,i por lo
apacibles que le parecieron sus aguas; pero pronto había do ver
cuán equivocado estaba.
1 Parece que el cabo S anta M aría fu era prim itivam ente P u n ta del
Este. E l Capitán de N avio D. José A guiar, en su obra “E l R ío de la
P lata y el M ar territo ria l”, lo prueba de un modo convincente.
2 P or ser día de P ascua, popularm ente llamado P a sc u a de flores
o Pascua florida.
3 L uís R am írez , que venía en la expedición, dice que fueron a
anclar “en un puerto de tie rra firm e que se puso por nombre San L á
zaro”, sin mencionar la isla de San Gabriel.
Bauzá supone que sea el mismo puerto de San Gabriel, “que llam ó
Gaboto de San Lázaro por ser aniversario de aquel santo”.
D. Julián O. M iranda, que tra tó de dilucidar el punto en un minucioso
estudio publicado en la R evista H istórica , N.° 22 (1916), después de
cotejar las contradictorias relaciones de los cronistas contem poráneos,
deduce que dicho puerto de San Lázaro es el actual de Conchillas, frente
a la Isla de Martín García.
E ste últim o historiador asegura tam bién en el mencionado estu d io :
1° Que Gaboto no remontó el U ruguay, zarpando directam ente del
fondeadero de San Lázaro hacia las bocas del P a r a n á ;
2® Que de San Lázaro salió G rajeda a reconocer el río U ruguay, fon
deando en la barra del río San Salvador; y que a G rajeda corresponde
la gloria de ser el prim ero que navegara por el río U ruguay después
de su descubrimiento por Rodríguez Serrano.
4 E l fo rtín de San S alv a d o r (? ). — P arece ser un error el hecho
que traen muchos historiadores de la construcción de un fortín en
ese paraje. Luis R am írez habla en su c a rta del Puerto de San Salva
dor, de donde fecha su carta, pero no m enciona ningún fortín. (V éanse
otras pruebas en Del Terruño, por el erudito P. M ontero B row n).
70 COLONIAJE
donde batió a los indios agaces, que le hablan atacado con más
de 300 canoas. De allí siguió al norte, llegando hasta el paraje
llamado la Frontera, donde obtuvo de los indígenas algunas piezas
de plata, manillas de oro, y otras cosas de las que Alejo García
había traído del Perú .1
Gaboto mandó al Emperador varias muestras de estos metales
junto con algunos indígenas, pidiéndole auxilios para acabar la
conquista de tan ricas tierras.1
En esto, supo Gaboto por algunos indios que había entrado una
arm ada en el Río de la P lata. Temiendo que fuese una expedición
enemiga, volvióse al sur, encontrándose al b a ja r el P a ra n á con las
naves de Diego García.
que mucho servicio nos hizo, e mas el propio se acordo con nosotros de
ir por lengua al río y este Bachiller con sus yernos, y hicieron conmigo
una carta de fletam ento para que la truxese en España con la nao
grande ochocientos esclavos, e yo la hice con acuerdo de todos mis
oficiales e contadores e tesoreros, etc., etc.”. (Diego García : Memoria
de la navegación que hice este viaje en la parte del mar Océano desde
que salí de la ciudad de La Coruña, que alli me fue entregada la ar
mada de S. M. que fue en el año de 1526).
1 D e sc u b rim ie n to y c o n q u is ta del B ra sil. — Hemos visto ya
cómo el B rasil fue descubierto en 1499 por el español Alonso de
Hojeda. Al año siguiente (véase 1500> el portugués Alvarez Cabral
M a p a p. 70 DESCUBRIMIENTO 73
P R IM E R PLAN O D E L RÍO D E L A P L A T A
E ste es un fragm ento (dism inuido) del gran m apam undi trazado
por D. Sebastián Gaboto, de acuerdo con los conocimientos adquiridos
en sus viajes, y publicado en el año 15kh-
Adem ás de ser un documento precioso para la historia del R ío de la
P lata, dice Fregeiro, es el térm ino fin a l de una evolución de form as
de trazado de las costas orientales de Sud A m érica
N ótese arriba a las am azonas luchando contra los españoles. M ás
abajo a los indios volviendo de la Sierra de la P la ta cargados de
riquezas.
78 COLONIAJE
y fue que como quedamos con poco bastim ento nos hubim os de soco
rre r a la m isericordia de Dios* y con hiervas del campo; y nos
acontecía ir dos y tres leguas, a buscar los cardos del campo, y no
los h a lla r sino en agua a donde no los podíamos sacar, en fin n uestra
necesidad llego a tanto estrecho, que de dos perros que teníam os nos
convino m atar el uno y comerle y ratones los que podíamos haber que
pensábam os cuando los alcanzabam os que eran c a p o n e s ...
E n el P ara n fi y P a ra g u a y . — “E l 28 de Agosto 1527 partimos en
una Galeota que el Sñr. Capitan General nos emibio para llevarnos
donde él tenia su a s ie n to .. . y llegamos a C arcarana, que es un rio que
e n tra en el P arana que los Indios dize viene de la sierra, donde h alla
rnos quel Sñr. C apitan General habia hecho una fortaleza arto fuerte
para la pacificación de la t i e r r a .. .
“E n la víspera de Navidad, el Sñr. Capitan General m ando al Capl-
tan Gregorio Caro que con 30 hombres quedase para guardar la dicha
fortaleza y esto hecho mando em barcar toda la otra gente en la Galera
y un vergantln que alli se h abla hecho y se fue Parana arriba. . . a n
duvimos algunas vezes a la vela, otras veces atoas (a remolque) con
a r ta fatiga. P or hacerse muy escaso el vastimento que trayam os, el
Sñr. C apitan General acordo de dar a la gente a tre s onzas de a rin a y
no nos duro mucho tiempo que la dicha razion nos la avajaron a dos
onzas, y las davan ta n tazadas que casi no habia u n a buena, en que
hibam os de isla en Isla buscando hiervas de todo género, que no m irá
bamos si eran buenas o m alas, y el que podía haver a las m anos una
culebra o vivora que las hay m uchas y muy grandes y muy emponzoño-
sas, pensaba que tenia m ijor de comer quel R e y ...
“Quando la galera llegava alguna Isla saltábamos della y como lobos
am brientos comer de las prim eras hiervas que a lla v a m o s ... y cozia-
moslas consola agua, y ansí las comíamos a tan to que m uchas vezes
acontecio benir m uchas personas hechando cuanto en el cuerpo tenían
como si fuera ponzoña, y le davan luego azeite que beviesen con lo qual
se le a m a n s a b a ; ansí que con este trabajo pasamos la boca del P a ra
guay, un rio muy caudaloso que va a la dicha sierra de la p la ta . . .
“Siguiendo Paraná arriba, pasamos tantos trab a jo s quanto hom bres
nunca pasaron, porque la razion de arina se avia acavado, y ablannos
dado ciertos dias a dos onzas de Garvanzos, y a dos onzas de tozlno,
y esto acabado nos dieron a medio pie de puerco por hombre. F in a l
m ente quel remedio que teníam os era como lovos am brientos m eternos
por los bosques con las achas en las m anos e buscar algunas palm as
y el que e ra su ventura ta l que no la aliaba, ayunaba, que no comía
sino hiervas que nunca los hom bres ta l com ieron. . .
“Aun la galera no era bien llegada a tie rra quando todos saltavam os
el que m as presto podia a buscar lo que digo arriv a, y algunas per
sonas se m etían tanto por los bosques que no azertaban a tom ar, y
nos acontecía cuando no hallabam os palm as bolver a donde la G alera
estaba, y si topavam os que alguno havia hallado alguna, d a r tra s el
tu erto y a trozos llevarlo a la G alera y picarlo poco a poco con un
cuchillo grande y comerlo, que de aserraduras de tab las a ello a v ia
poca diferencia, y esto era m uy continuo en todos que por Dios lo de
mi parte creo comí de esta m anera m as de u n a a r r o b a ...
DESCUBRIMIENTO 79
“Luis R amírez ” .
ÉPOCA SEGUNDA
(1530 - 1750)
LA CONQUISTA
E sta época abarca un período de m ás de dos siglos. Empieza con los
Adelantados, enviados de E spaña p ara conquistar las tierras descu
biertas y exploradas por los navegantes de que se trató en el capítulo
anterior, y concluye con la creación del gobierno regular (1749), para
la buena adm inistración de los países conquistados.
Dividiremos tan largo período en tres cápítulos solam ente:
CAPÍTULO I. — Conquista m ilita r: Los Adelantados.
» II. — Conquista pacífica: Los Misioneros.
» III. — T entativas de los portugueses: La Colonia y
Montevideo.
CAPÍTULO I
(1535 - 1591)
Chiquito? B R A S IL
a PERU
oCharca».
C hiriguanos
S. SaU afor
ESCALA
‘v Santa
'aros Timbúe6 ¿JSp
S. Salvador
ESCALA
p£atX
§ I. Pedro de Mendoza
(ler. Adelantado: 1535-1537)
al s a lta r a tie rra : “¡Qué buenos aires son los de este suelo!” Según
otras, la capital argentina fué bautizada con este herm oso nombre en
recuerdo de la cofradía religiosa del puerto de Cádiz, titu lad a “N ues
tr a Señora la Virgren M aría de los Buenos Aires* o "N uestra Se
ñora del Buen A ire”, cuya im agen se veneraba en casi todas las igle
sias de las ciudades m editerráneas.
de los encomendero$ j a
pesar de las protestas d«
fray B arto lo m é de la s
C anas' el “protector de
los indios”, y contra la
voluntad de los Reyes,
la encomienda se les hizo
a aquéllos carga ta n pe
sada como la esclavitud.
H abía dos clases de
encomiendas:
1 » La m ita , en la cual
los indios prestaban un
servicio temporal (2 me
ses al año) a sus dueños,
quedando libres d u ran te
el resto del año. L>os ni
ños, las m ujeres y los
ancianos de m ás de 50
años, así como los ca
ciques, eran eximidos de
esa carga. Llam ábanse
m itayos los Indios su
jetos al tributo de la
m ita .
2* La yanacona, en la
cual los Indios podían ser
empleados según el puro
gusto de sus a m o s ; pero
Fray Bartolomé de L A S C A SA S, defensor éstos no podían vender
de los indios durante los primeros tiem
pos de la conquista. los ni despedirlos por
Reproducción de un grupo de bronce eri malos, inútiles o enfer
gido al gran misionero en Guatemala, mos. E staban por el con
donde residió un tiempo, (f 1566). trario, obligados a ves
tirlos, alimentarlos, cul-
darlos en sus enfermedades e instruirlos en algún arte u oficio.
fundar en la costa
uruguaya el pue Dominios de E spaña en Europa durante el
reinado de Felipe I I (1527 - 1598).
blo de San Juan.
quejaba a Irala, éste le contestaba que no lo podía re m e d iar; en lo
cual no le engañaba, porque si es fácil em presa desencadenar las
pasiones revolucionarlas, no lo es tanto sosegar los ánim os y volver
jas cosas a su asiento. P o r fin, no sabiendo qué hacer del G oberna-
Ira la resolvió m andarlo a E spaña, después de diez m eses de
sufrimientos, llevando los que le acom pañaban un largo capítulo de
cargos calumniosos form ados contra él.
En los m om entos de em barcársele, teniendo los A delantados el d e
recho de nom brar a su sucesor, m anifestó A lvar N úñez en alta voz
iu e elegía a Juan de S alazar p a ra gobernar en su nom bre. P reten d e
Ví sustituirlo y se le condena a la m ism a su erte que al Adelantado,
üiste funesto ejemplo, legado por la Conquista, no podía d ejar de
relajar los vínculos de la obediencia legítim a al rep resen tan te de
la autoridad del soberano, no m enos que los de la fratern id ad tan
eli . la vI?a de las n acientes sociedades. Él dejó u n a fu n e sta
semilla ae discordia entre los colonos, amenguó el respeto a la auto-
^ i ^ a -Jas, *r *kus m al som etidas, que no tard a ro n en reac-
n i° , que bacer uso de la fu e rza para som eterlas,
_loJ r 6 fino después de largas y sangrientas luchas,
al desdichado A lvar N úñez fué absuelto después de ave-
c l r Y! iad’ h i e n d o estado preso los ocho años que duró la
. 6 ,como lndemnización de gastos u n a re n ta de 2 .0 0 0
u r?Pu fieron en su destino, porque decían los rebel-
Tu? i bacía, todo el P a ra g u a y ard ería en guerra.
ración de? 8 A ^ l a n t a S ™ 01^ ’ prudenc,a * Justiciera adm inis-
l ' f t c a ^ n h i i r » del A delantado A lvar Núflez Cabeza de
ca, publicados por él mismo en Valladolid en 1555).
96 COLONIAJE Mcupa p. 82
Fegundo gobierno (1609) los Jesuítas fundaron sus fam osas Misiones
del Paraguay, que tam bién estudiarem os en el capítulo II.
E n su tercer gobierno (1618) H ernandarias logró del re y la divi
sión de tan d ilatad a colonia en dos gobernaciones: la del Paraguay,
que conservaba por cap ital a la Asunción y la del R io de la Plata,
con Buenos Aires por cabeza.
L as misiones jesuíticas del P a ra g u a y form aron un verdadero E s
tado, independiente de una y o tra gobernación.
El prim er gobernador de la separada provincia del P araguay fue
D. Manuel F rías, nom brado el 22 de ab ril de 1618. M ás adelante se
enum erarán los gobernadores del Río de la P la ta.
5ueW£ de Corrientes, sito cerca de la confluencia de los
P a ra £ u a y •* es célebre por $u im agen m ilagrosa de I r
108 COLONIAJE
CAPÍTULO II
( 1591- 1680)
1 G o b e rn ad o re s d el R io de la P la ta . — Los g o b e rn a d o re s del
Río de la P la ta , desde 1618 h asta 1776, año en que fue elevada esta
gobernación al rango de virreinato, fueron:
1618 Diego de Góngora. 1678 José de Garro.
1623 Alonso Pérez de Salazar. 1682 José de H errera.
1624 Francisco de Céspedes. 1691 Agustín de Robles.
1632 Pedro E steban D ávila. 1700 Manuel de P rado Maldo
1637 Mendo de la Cueva y Be- nado.
navides. 1704 Alonso de Valdez Inclán.
1640 V entura Mojica. 1708 M anuel de Velazco.
1641 Andrés de Sandoval (In 1712 Alonso de Arce y Soria.
terino). 1715 B altasar García Ros.
1641 Jerónim o Luis de Cabrera. 1717 Bruno Mauricio j3jflJ£avaja.
1646 Jacinto de Larlz. 1734 Miguel ~íé" Satdedo.
1653 Pedro B aigorri Ruiz. 1742 Domingo Ortiz de Rozas.
1660 Alonso M ercado y Villa- 1745 José de Andonaegul.
corta. 1756 Pedro de Ceballos.
1663 José M artínez de Salazar. 1766 TTíarácisco B ucarelli. ^
1674 Andrés de Robles. 1770 Ju an José de V értlz.
2 G óngora y lo s in d íg e n a s u ru g u a y o s . — D. Diego de Gón
gora era oriundo de N av arra, de noble alcurnia y caballero del
hábito de Santiago. No bien $e hubo recibido del gobierno, resolvió,
siguiendo el plan de Saavedra, poner en práctica la sum isión de los
indígenas uruguayos por medio de la conquista espiritual. Con tal pro
pósito invitó al P. Roque González, n a tu ra l de la Asunción, hombre
de ilustre cuna y grandes virtudes, futuro m á rtir de la fe, llamado
a menudo el Demóstenes guaraní por la m aestría con que hablaba
esto idioma, para que se encargara de predicarles la palabra evan
gélica. ! s- *
L a misión era delicada, pero no arredró al buen sacerdote, que
penetró en 1619. por estos campos, explicando a sus moradores, en
lengua guaraní, los santos m isterios de la religión.
Los charrúas, que no se oponían nunca a la gente de paz, dejaron
al P. González seguir tranquilam ente su cam ino; las dem ás p arcia
lidades de indios no le trataro n m al>r y_g,un se dice que redujo alguna,
fundando el pueblecillo de la Concepción en ia banda occidental.
Seducidos por la bondad d e l m is ion ér$T~algunos caudillos indígena*
se trasladaron a Buenos Aires, siendo recibidos por Góngora con
extraordinario agasajo y ofrecimientos de todo gteero. Mas no le
fue dado adelantar sus ofertas h asta la realidad, por sorprenderle
inopinadam ente la m uerte en 1623.
M apa p. 12S CONQUISTA llí
ITUrfiai
Gtiaycitn w
om oí
r e jo o c J
rlV*rt
if/jWWio, *mk/ jfflCJLxncíivi
;«nn Kyuqiuiy-
xuajicí vi fijl. cic5. Catlul ia
OJ J&rvorcdo
f*aba
yoadisrTat&r
cUR. c^tarr>
; La antigua Provincia
del Uruguay.
De u n m apa que abarca
al O. hasta el Pacifico,
y lleva en la parte supe-
rior este m em brete:
t
IH S
E L PARAGUAY
•CxfífAtaria Misiones de los P P . de
Leguas la C om pañía de Jesús.
íd 3*0
* fíaruvFtcaxcij
r, P o r el Sr. de Anville,
Geographo O rdinario del
Rey. 1733.
cipios, dividen tres como p ro v in c ia s... Llám ase la prim era el P<iraná,
la segunda el Guayrá, la tercera el Uruguay.
“L a tierra del U ruguay no es m ás que una provincia, poro muy lata,
que por lo menos tiene trescientas leguas de largo, y de ancho, en p ar
tes m ás de cien to : porque desde el puerto de Buenos Aires h asta
nuestra prim era reducción de los Reyes (Y apeyú), hay cien leguas;
de ésta a la cordillera que está diez leguas arrib a de la reducción
de San Nicolás, hay cincuenta leguas ; luego se siguen otras cincuenta
de monte cerrado hasta salir a los llanos de hacia Guayrá. y de
aquí a los confines del B rasil, hay o tras cien leguas; que todas cum
plen en número de trescientas.
Todas están pobladas* de Indios, pero m uy esp arcid o s; y así en
toda la provincia h abrá veinte mil, poco m ás o menos”.
CONQUISTA 123
Tom e ¿ ore/izo
*9p¿/<6/oj c/ej
tra /t/o j/p o r/a s
j s j Croz\ -S rt's/o ves ORit1* mame/c/coj.
[Yapeyú<•
i* S.Pet/ro
¡J.Jav/er J Estancias
£s to n d a s
Bacaca,
Fstancíaj ggmaaiá
'J a fío
Estancias
Tierras realengas
G O B E R N A C IÓ N
t.dd Vízaít
MONTEVIDEO
\ Estancias #Er£fi£MCMS
® ffecfuec/o/tejyejo/V/cjj
' \ a de /áixmoIctJ l " íranc/JCdMj
i Vr /(O.Ó&_ A • O lrjjp o ¿ /á c /v /jo j
eaCdp//t>/ej
t/e/jjff/j/or?esyejv/Y/c<?j-
/cor? j o j e j/a n c /a j)
*++¿t/n/¿ej </e/7r¿te{/o c/e/fS#
UNA R E D U C C IÓ N (C A N D E L A R IA )
La antigua “Provincia
del Uruguay”9 en el m a
pa del P. jesuíta Luis
E m o t ( a l r e d e d o r de
1630). (Cartografía Je
suítica del Río de la Pla
ta, por el P. Guillermo
Furlong Cardiff, S. J .) .
Publicación de la Facul
Sí tad de Filosofía y L e
tras, Buenos Aires, 1936.
CAPÍTULO III
(1680 - 1750)
Tentativas de los portugueses
§ I. La ganadería
§ III. Montevideo
P L A N T A D E L A E N SE N A D A D E M O N TEVID EO , levantada en
1724 por el capitán ingeniero D. Domingo Petrarca.1
Los dos arroyos sin nombre en el plano, a ambos lados de la
Península, son el de la E stanzuela al E. y de las Canarias al O. Los
arroyos M iguelete y Pantanoso son denominados respectivam ente Rio
de agua dulce y Rio de Monte Video.
1 He aquí la leyenda: “ P l a n t a d e l a e n s e n a d a d e M o n t e V i d e o ».
Y los B ajos y Sondas Situadas En sus| berdaderas S ituasiones; y El
fondo| que tiene E s L am a Suelta, de tres brazas. |1724| Donde E sta
Señalado tres b razas de agua que| Es dentro de la E nsenada Es El
parage donde| dan fondo los Nauios por Causa que E stán | mas a b ri
gados del Suest que E s el biento m as| peligroso en Este paraje, y
los N auios E stan | de baxo del tiro de Cañón, donde no pueden] E sta r
En O tra parte ni con mas Seguridad|.
A. B atería de San Phelipel de 10 Cañones de 241 que se h a fa b ri
cado de| tierra y faxinas.| B. Fuerte delineado que| se ha de hazer,
para| Mayor Resguardo de la| C am paña y b atería y del a l g ú n desem
barco que| puede haver de las| dichas Ensenadas que| E stán a la dere
cha y a la Esquierda Señaladas on la letra C|. D. O tra B atería que
E sta| delineada En la O tra banda Opuesta|. E. Redutto de tierra que!
Abandonaron los Portugueses|.”
N ótese: a) E l reducto de los portugueses — E s m uy general en
contrar en los autores que se han ocupado de la fundación de Monte-
CONQUI STA 147
e u o A MÉ R I C A
CCPaAola
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Vfr.» m rJ,
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Porto
fáUutlOi L
eran sencillas, buenos los hombres, y aunque algo pesadas las auto
ridades, siempre las animó un cariño sincero para con el pueblo.
Un grave suceso vino, sin embargo, a turbar esta tranquilidad.
A fines de 1/30 se sublevaron los charrúas de los campos vecinos
de Montevideo, mataron más do 100 hombres de su población viril,
y a no haber intervenido el misionero jesuíta P . Herrán, para apa
ciguar a los indios, concluyen ellos con la naciente población.
158 COLONIAJE M apa p. 123
LECTURA. — U n g o b ie r n o d e o tr o s tie m p o s .
ÉPOCA TERCERA
(1750 - 1810)
GOBIERNO COLONIAL
E sta tercera época del Coloniaje abarca un período de sesenta años
(1750-1810), en que el U ruguay fue adm inistrado por Gobernadores
nombrados directam ente por el rey de España.
L a dividiremos en cuatro capítulos, a sa b e r:
CAPÍTULO I. — Organización adm inistrativa.
99 II. — Los Gobernadores de M ontevideo.
99 III. — Las invasiones inglesas.
99 IV. — La descomposición del régimen colonial.
CAPÍTULO r
Organización administrativa
Dase el nombre de gobierno colonial al sistema de
gobierno empleado por España con sus colonias de Amé
rica. Dicho sistema estaba reglamentado con gran mi
nuciosidad en las llamadas Xégyes de Indias.
Las Leyes de Indias2 eran el registro oficial donde cons
taban todas las disposiciones reales que se dictaban para
la buena administración de las colonias.
1 A c e r c a d e l a s t e n t a t i v a s p o r t u g u e s a s . — A unque p asam os a
otro capítulo, no se crea que term inen aquí las tentativas portu
guesas. Posteriorm ente, éstos trataron muchas veces de apoderarse
de los territorios españoles del P la ta, como se verá durante el período
de los gobernadores, y aun cuando m ás tarde, con esfuerzo heroico
hubieron sacudido los orientales la vetusta dominación española, no
por eso abandonaron los ambiciosos lusitanos sus seculares pro
yectos de conquista, y veremos al gran A rtigas caer vencido por sus
aguerridos ejércitos. Al fin, sin embargo, tuvieron que renunciar a
eu p re sa ; pero, desgraciadamente, nos la dejaron asolada y reducida
a menos d e la mitad.
7 La L e g is la c ió n I n d ia n a . H is to r ia d e la s R e c o p ila c io n e s * —
La Legislación Indiana, o sean las Leyes de Indias, tendía en general
a la buena adm inistración de las colonias y al cristiano trato de los
naturales, pero tam bién al afán de llenar las arcas reales con el oro
de América, “nervio y espíritu, dice una ley de la Recopilación de
Indias, que da vigor y ser al real estado.**
Desde los comienzos de la Conquista, los Reyes dictaron Cédulas.
GOBIERNO COLONIAL 1 65
A utoridades P e n in su la r es :
A utoridades I n d ia n a s :
1 D e l a I n t e n d e n c i a d e l a R e a l H a c i e n d a de M adrid dependían
todas las Ju n ta s de R eal H acienda de Indias. Montevideo también,
desde sus comienzos* contó con un Oficial Real, encargado de la re
caudación de rentas. Con el desarrollo del comercio, fueron aum en
tando las tareas de los Oficiales Reales, quienes, en los últimos tiem
pos del Coloniaje se denominaron M inistros cíe la R eal Hacienda.
Fueron Oficiales Reales en Montevideo, entre otros, D. Luis de Sosa
M ascareñas, D. Benito Vidal, D. Cosme de Álvarez, D. Bruno Muñoz
y D. Ju an de Arroyo (Archivo General de la Nación).
GOBIERNO COLONIAL 171
LOS CABILDOS
* A lca b ala. — E sta voz se deriva del árabe al - qábala que sig
nifica cobranza, percepción.
* La m ed ia a n a ta llam ábase así por pagarse en la m itad de su
c" S ¡«?£ b .M K te V S 'p lt.”" ” " ,a ‘’,'°dUC, “ *ñ°
180 COLONIAJE Mapa p . 111
1 J u ic io g e n e r a l « o b r e l a p o lít ic a c o lo n ia l e s p a ñ o la , c o m p a
r á n d o la c o n l a I n g le s a , p o r t u g u e s a y h o la n d e s a . — Los móviles
de la conquista y colonización de América por parte de E spaña y de
Inglaterra eran diam et raimen te opuestos. No es extraño, pues, que se
hayan obtenido resultados m uy diferentes.
“M ientras España — dice M uras ( Historia Am ericana y A rgentina)
— veía en sus colonias una fuente de riqueza, de donde extraía cuan
tiosos cargam entos de oro y plata, Inglaterra sólo se decidió al esta
blecimiento dé colonias como un desahogo político, para alejar de su
lado a elementos que consideraba perniciosos, sin esperar de esas
colonias otro beneficio positivo. De aquí que m ientras los colonos
ingleses se establecían definitivam ente en las nuevas poblaciones, y
éstas se desenvolvían en un ambiente de prosperidad industrial y de
libértades políticas, los españoles venían a América en busca de sus
intereses personales o en nombre de la Corona, y como no pensaban
radicarse en estas colonias, no tenían otro interés que ex traer de ellas
cuanta utilidad podían, sin hacerlas prosperar ni desarrollar en ellas
actividades Industriales o políticas, que, por o tra parte, se hallaban
sofocadas por la Influencia m etropolitana, desde que sólo se les per
m itía aquel progreso que pudiera redundar en beneficio de la P e
nínsula.
E n resumen, las colonias inglesas vivían para sí y prosperaron ráp i
damente, m ientras las colonias españolas. no teniendo vida propia,
sólo vivían para la Metrópoli, que se enriquecía con ellas y no les
perm itía levantarse a un estado de prosperidad por tem or de perder
la mina de sus tesoros."
Con todo, Justo es h acer resaltar una característica de la coloniza
ción española, que la pone en un plano m oral muy superior a las
GOBIERNO COLONIAL 182
E l P. L A R R A S A G A en 1800
CAPÍTULO II
(1750 - 1806)
Los Gobernadores de Montevideo
Desde su fundación hasta 1751, como se ha visto,
Montevideo fue gobernado por Comandantes militares
enviados de Buenos Aires.
Desde 1751 hasta 1814, fue administrado el Uruguay
por Gobernadores nombrados directamente por el Rey
de España.
Estos gobernadores estaban subordinados al de Bue
nos Aires, a quien debían sujetarse en los casos graves;
pero en los casos comunes tenían bastante independen
cia. Eran jefes de la fuerza pública, protectores obliga
dos de los indígenas, y tenían la representación exte
rior del país a nombre del soberano.
Los gobernadores que hasta 1810 tuvo Montevideo,
fueron: Viana, La Rosa, Tino, Feliú, Bustamante y
Guerra, Buiz Huidobro y Elvo.
1750 (enero 13). Tratado de Madrid, por el que Es
paña cede las Misiones a Portugal.
Antes de la llegada de Viana a Montevideo, el apocado rey de
España Fernando V I celebró con Portugal el famoso Tratado de
Madrid, llamad^ también de la Permuta.
Por ese tratado, España cedía a Portugal nuestras florecientes
Misiones Orientales, Mío Grande y gran parte de la Banda Oriental
a cambio de la Colonia, que los mismos portugueses nos habían
usurpado y retenían.
Los indios debían emigrar con los misioneros, abandonando a
los portugueses sus templos y sus hogares.
CUESTIÓN DE LÍM ITES HASTA 1750. — El límite primi
tivo de la Banda Oriental al norte, fue el puerto de la Cananea,
en la actual provincia de San Pablo, donde plantó las armas de
M a p a p. 157 GOBIERNO COLONIAL 187
peros del P lata, alzaron tam bién la voz contra el bochornoso tratado,
representando al rey cuántos males Iba a ocasionar su ejecución,
pues los Indios estaban resueltos a m orir antes que abandonar aque
llos hogares que habíán adquirido a costa de tan to s sacrificios.
Desoídas sus Justas protestas, pidieron los Jesuítas tres afios p a ra
hacer desalojar las Misiones, pero les fue negado este plazo.
Viendo que eran desatendidas todas sus reclamaciones, trataron
entonces de persuadir a los indígenas a que' se sometiesen a las órde
nes reales, pero fue en vano. “Cuando puestas las manos sobre los
bantos Evangelios, contestaban, juram os fidelidad a Dios y al R e y de
España, sus sacerdotes y gobernadores nos prometieron en nombre
ae el paz y protección perpetua, y ahora ¡quieren que abandonemos
a patria. ¿S erá creíble que tan poco estables sean las promesas,
1 amxs^ d de los españoles? . . . E n esta tierra hemos nacido,
en eua nemos sido bautizados y en ella queremos morir
E n S a n N ico lá s, habiendo subido el cura al púlpito para leer las
ír 4 6.- .Vé<JuIas Que ordenaban la evacuación de los pueblos, sin
tiempo de concluir, los indios le arrebataron todos los papeles,
arrojándolos a una hoguera.
* « « C a a i b a té y r e n d i c i ó n d e l a s M i s i o n e s . — D e sp u é s
M í combates parciales, en uno de los cuales el gobernador
i?, rte. por 8US Propias manos, al mismo Sepé, el ejército
b a t é T m onteUX ? M T m ,2 5?0 hombres llegó a las fa ld a s del Caai-
alto J " AUÍ 103 ,ndl0S en núm ero de 1.700, con 8 cafiones
t J L * P e n e ? ,del cackjue Nicolás Ñ anguirú, sucesor d e
^ bí.a“ tom ado posiciones con ánim o de re sistir al enemigo.
h„ a ^ ,f I w oam ente. ,ban a ser >nútiles sus heroicos esfuerzos, por-
nnfn -I eraR !nept0® en el ejercicio de la guerra, y sin ningún
♦eun,?° consejo dé oficiales, los aliados resolvieron llevar
e] ataque, produciéndose luego lo que ha dado en
Caaibaté, y que no fue sino una Inm ensa heca-
S que *108^ind ?os° ví Inerrn-te o‘nABaste «eclr, pa “ c o T fto a r ts
tra s l'oB »i/» • tuvlero? 1-200 m uertos y 150 prisioneros, mlen-
éstos Andonaegui, ^oíftuso f n ^ p * ern a™ * * 03 7 41 her,d°3’ W tre
los rlem ll I h ™ HCar? ,Cer^ . - . Ios españoles m archaron a desalojar
fuerza. P de ,as Mlslones- « ue tuvieron que ceder ante la
y ^raai^enta.ción)eno1 t e n ^ ^ r ^ " 3, e'L SaM M i9uel> de cuya belleza
reprim ir dijo en v o r alta m! sorprendido, y sin poderse
pueblos que no" m a U „ J ° . 8 oyeron: ¿T éste es uno de los
estar loca la glnt“ de Madíírt n ar t portu&ueses? — ¡D ebe de
no encuentra rival en ninguna de la» P a r a l u t y 'U“ a poblacIón que
E n 1756 = d LP° r ? Ue n ? sabía el Gobierno español lo que'daba,
insensata Guerra Guaranítica m n * 1f S M lslones la infructuosa e
« n extraño de e x te m in a r a «i’i« m > o s españoles pelearon con el
nios de sus enem ig™ m ejores sübditos y extender lo» doml-
192 COLONIAJE Mapa p. 123
nombre de San B orja, cerca del sitio conocido y a entonces con el nom
bre de Paso de P ay sandú (1752).
Pero al estallar la rebelión llam ada Guerra guaranítica, aquellos
indios destruyeron ellos m ism os todo lo que estaban construyendo y
volvieron a las Misiones para to m ar parte en la defensa.
Diez años m ás tarde (1763), el vecino de Buenos Aires, F rancisco
M artínez de Haedo, compró a la R eal Audiencia los m ismos campos
que habían ocupado los indios m isioneros dé San Miguel y fundó con
ellos u n a gran estancia que llamó de la "R inconada”. P ero no con
tento luego con el terreno antedicho, pretendió que sus posesiones lle
gasen hasta el Queguay, a lo que se opusieron los naturales de Ya-
peyú, que era el pueblo principal, como si dijéramos la capital de las
Misiones, por residir en él las autoridades, así eclesiásticas como
civiles.
D. Gregorio de Soto, que era el Adm inistrador G eneral de dichos
pueblos, el que sustituyó en la adm inistración tem poral a los P P . Je
suítas, salió a la defensa de sus adm inistrados, enviando a los yape-
yuanos a hacer carneadas en los terrenos que él consideraba de su
jurisdicción y estableciendo sobre el río U ruguay y afluentes, puertos
p ara em barcar en ellos los productos de sus faenas. E n tre dichos
“puertos" figura el de P aysandú, nom bre que ya preexistía en el del
Paso homónimo sobre el río U ruguay. L a prim era protesta firm ad a
por Gregorio de Soto es del año 1768.
E n consecuencia se originó un pleito que duró 28 años, y term inó
en 1802 con u n a transacción por la cual se reconocía a M artínez de
Haedo la posesión de las tie rra s com prendidas entre el río Negro y
el arroyo del mismo nombre, y a los yapeyuanos lo situado al N. de
este arroyo, o sea la región en que se asienta la ciudad de Paysandú.
Lo que se llam aba Puerto de Paysandú, establecido en 1768, o acaso
antes, consistía sencillam ente en unos ranchos de p aja y de cueros
que servían de depósito o de b arrac a para alm acenar los cueros, la
leña y el carbón que se habían de em barcar.
E n 1804, a pedido de los vecinos sanduceros, el Obispo de Buenos
Aires, limo. Sr. D. Benito de Lué y R iega, erigió su iglesia en p arro
quia, enviándoles al g ran p atrio ta Pbro. Silverio A. M artínez que fue
el prim er párroco de P aysandú”. — (P. B a ld o m e r o M. V id a l, S. S.).
200 COLONIAJE Mwpa p. gX4
y tardaban largos m eses en h acer la tra v e sía del Océano. A estos pica
ros, que venían ocultos, se les llam aba llovidos.
Siendo, pues, hombres de profesión conocida y conducta pasable, los
españoles que venían al P la ta eran destinados a puntos en que pudie
ran radicarse con sus fam ilias. L a P atagonia, d u ran te m uchos años,
se m iró como tie rra colonizable; m as luego que se vio lo im propia que
era. los elementos llevados a ella se trajeron a nuestros campos, con
notable beneficio para la fu tu ra nacionalidad.” — A bbbguine .
202 COLONIAJE
puso la idea de hacer extensivos los socorros a los enferm os que care
ciesen de medios p a ra su asistencia, y tam bién a los náufragos. E m
pezó la Cofradía esa benéfica misión, y pronto se comprendió la nece
sidad de tener un establecimiento donde a b rig a r a los enferm os in
digentes.
De aquí vino la fundación del H ospital de Caridad, y la base verda
dera do los asilos de beneficencia y caridad pública en el país."
Fundaoión del Hospital de Caridad. — "Lia fundación de! H ospital
se demoró por diversos motivos h a s ta 1788, fecha en la cual, cons
truido un edificio aparente, fue entregado a la C ofradía de S an José
y Caridad para su uso y propiedad. E n 17 de junio de 1788 se tr a s
ladaron de la casa de Maciel los enfermos que él atendía y que que
daron desde entonces en e'1 H ospital”.
“En 1796 se reform aron los estatutos de la C ofradía de San José y
Caridad y sé sometieron a la aprobación del Diocesano de Buenos Aires
y del R ey ; se aum entaron los recursos del Hospital, se construyó una
«ala especial p a ra los tísicos y se hicieron o tras diversas m ejoras.
M ás tarde se estableció tam bién una enferm ería sep arad a p a ra m u
jeres".
E l Hospital del Rey. — “Ocho años m ás tarde, se tra tó de establecer
un hospital general de cuenta de la Real H acienda y tenerlo a cargo de
religiosos. P a ra este hospital, que fue puram ente m ilitar e indepen
diente del de los pobres, se empezó a construir un edificio en el año
1798. No tard ó en habilitarse y prestar grandes servicios, especial
mente durante la invasión Inglesa y el sitio de 1812-14. Cuando A lvear
con el ejército oriental-argentino tomó la plaza en 1814, entregó
aquel hospital a la H erm andad de C aridad, quedando ésta obligada
a atender los enfermos m ilitares m ediante' una m odesta paga. E l H os
pital^ dej_ Rey o Militar, quedó de hecho suprim ido desde entonces”.
— B. F e r n a n d e z t M e d in a : B eneficencia; Montevideo, 1900. —
O. A r a ú j o : H istoria Compendiada de la Civilización Uruguaya.
2 18 COLONIAJE Mapa p.
Piedras
Q u cgu ay
¡•Paycandú
dooa
CAPÍTULO III
(1806 - 1807)
Invasiones Inglesas
§ I. Primera invasión
El 3 de agosto, embarcáronse
los expedicionarios para la orilla
opuesta, fondeando al día si
guiente en las Conchas, donde se
les incorporaron unos 500 volun
tarios. Este fue el único refuerzo
que recibió allende el Río el ejér SA N TIA G O L IN IE R S era oriun
do de N io rt (F rancia). H a
cito montevideano. biendo pasado a España en
1774, tomó servicio en la es
No es que faltara allí ardor pa cuadra española, donde se
distinguió por su valor y sus
triótico para la reconquista; pero conocimientos. Acompañó a
acababan de ser desbaratadas en Ceballos en la célebre expe
dición de éste al R ío de la
Perdricl (julio 31) las fuerzas P lata y era com andante de
la escuadrilla española del
porteñas reclutadas por Puey- P la ta , cuando halló, con las
rredón. invasiones inglesas, el camino
de la celebridad y de la gloria.
Con este refuerzo, rompió sus A l estallar la R evolución de
1810, el leal Liniers se decla
marchas la columna libertadora, ró en favor de España. Hecho
prisionero, fu e fusilado por
que, a causa de varios temporales, orden de la Ju n ta Revolucio
sólo llegó el 10 de agosto, frente naria el 26 de agosto de 1810
(V . esta fech a ).
a la capital.
n . Segunda invasión
rada noticia, contestó con entereza: “No im porta, nosotros somos b as
tantes para vencer a los ingleses", palabras que infundieron nueva
confianza en el ánim o dé los reconquistadores.
3o L a travesía. El día 3, a m edia tarde, entraron los soldados a
bordo y movióse la escuadrilla h a sta San Gabriel, después de espantar
una frag ata inglesa, fondeada a la boca del puerto. A las 6 rompieron
al fin su m archa definitiva, com batida por fuertes chubascos de viento
y agua. En el tránsito casi chocaron con otra fra g a ta enemiga, enmen
dando el derrotero, gracias a una inesperada claridad de luna.
Al am anecer descubrieron a Buenos Aires y la escuadra inglesa fon
deada fu era del banco de la ciudad, yendo luego a desem barcar en el
puerto de las Conchas.
Detenido durante casi u n a sem ana por grandes tem porales, el 9 de
agosto llegaba el ejército patrio ta a un p araje denominado La Chaca
rita, a cuatro kilómetros de la ciudad.
4° Misa campal. R adiante am aneció el día 10, que era domingo. En
un a lta r improvisado, a cuyo frente y flanco form aron las tropas, el
presbítero D. Dám aso A. L arrañ a g a (V. p. 185), capellán del ejército,
ofreció el santo sacrificio para a tra e r sobre los valientes que le rodea
ban la protección del Dios de los ejércitos. A quella cerem onia religiosa,
en la víspera del instante en que la suerte de la guerra iba a fija r los
destinos del Río de la P lata, tenía en la grandeza de su propia sencillez
algo que rem em oraba la fe de los antiguos cruzados. Desde el general
en jefe h a sta el últim o soldado, todos se inclinaron reverentes, cuando
abatidas las banderas y arrodillados los hom bres, fue ofrecido el di
vino sacrificio.
5o La victoria. Term inada la misa, se puso en m arch a el ejército,
animado de un nuevo valor, con rumbo a los corrales de Miserere (hoy
P la za 11 de Setiem bre), arrab al de Buenos Aires. Llegado allí a las
10 1/2 de la m añana, L iniers form ó el éjército en batalla, y después
entregó a su ayudante D. H ilarión de la Q uintana un oficio p ara el
general inglés, a quien intim aba rendición, dándole’ quince m inutos
para decidirse. “L a ju s ta estimación debida al valor de V. E. — le
decía — la generosidad de la nación española y el h o rro r que inspira a
la hum anidad la destrucción de hombres, m eros instrum entos de los
que con justicia o sin ella emprenden la guerra, me estim ulan a dirigir
a V. E. este oficio, para que impuesto del peligro sin recurso en que se
encuentra, me avise en el preciso térm ino de quince m inutos si se halla
dispuesto al partido desesperado de lib rar sus tropas a una total des
trucción, o al de entregarse a la discreción de un enemigo generoso” .
R echazada la intimación, como era de esperarse, avanzó el ejército
rucoiiqüifcjtador hasta ia plaza del R etiro, tomando el parque m ilita r es
tablecido allí, después de dispersar las tro p as que lo defendían.
D urante la noche, en la cual no cesaron las hostilidades, gran n ú
mero de habitantes de Buenos Aires, arm ados como pudieron, se incor
poraron a Liniers. Al día siguiente, las tropas reconquistadoras atacan
denodadamente a las fuerzas inglesas, que se habían atrincherado en
la plaza M ayor y calles adyacentes. Después de dos horas de una
lucha encarnizada, fueron desalojados los enemigos, que se refugiaron
246 COLONIAJE Mapa p. tS9
trella del S ur). Tal fue la prim era hoja de publicidad que viera la
luz en el Uruguay.
Con el objeto de hacer menos pesado el yugo, Áuchm uty adoptó ade
m ás varias medidas dignas de encomio. Así* como lo p rom etiera en la
capitulación, respetó e hizo respetar el culto católico y las propiedades
de los habitantes. Respetó tam bién las prerrogativas del Cabildo, al
que dejó encargado del gobierno municipal. T ratábale con afectad a
deferencia, encabezando siem pre las notas que le dirigía con el tr a
tamiento de Gentlemen (caballeros).
Pero tam bién se le reprochan varias disposiciones verdaderam ente
draconianas, como el bando que, dos días después de ren d id a la plaza,
se pegó en todas las esquinas. E n él m andaba que todos los ciudadanos
compareciesen en la Plaza M ayor p a ra p restar juram ento de fidelidad
a Gran B retaña. Ordenaba asimismo que los ciudadanos, al presen
tarse, traje ran , so pena de deportación a In g late rra, todas sus arm as
y m uniciones, p ara en tregarlas a las nuevas autoridades.
Y p ara colmo, ofrecía un premio de 500 pesos al hom bre libre que
denunciara a la persona que conservase arm as en su poder. Al esclavo
lo prem iaba con la libertad.
A gregaba dicho ¿bando: “Además, queda ordenado que todos los jefes
de las oficinas y demás departam entos, que hayan huido de M ontevi
deo, y que no volviesen antes del día 12 de este mes, con sus libros,
papeles y saldos de cuentas, no serán perm itidos de residir debajo de
la protección del Gobierno británico y su propiedad se rá oonfiscada.”
M ás adelante dictó Áuchm uty otros bandos no menos indignos, dis
poniendo que las casas de comercio c e rra ran su s p u ertas antes de las
8 de la noche, que nadie d e ja ra pernoctar en s u domicilio a persona
alguna, sin previo aviso a la autoridad, etc.
Los infractores a tales órdenes in cu rrían en la confiscación de bie
nes y al destierro o eran som etidos a la ley de las arm as.
“Así — dice A rreguine — se cometieron m uchas ejecuciones, con
fiscaciones de bienes y destierros de ciudadanos a la rem ota Gran B re
taña, durante la felizm ente corta dom inación Inglesa en M ontevideo."
1807 (mayo). Llegada de Whítelocke con nuevos re
fuerzos.
Al posesionarse de Buenos Aires, los ingleses ya se creían due
ños de toda la América española, y prepararon inmediatamente
nuevas expediciones destinadas a conquistar a Chile y Méjico. Pero
- 0 dias despues de la salida de Áuchmuty, llegó a Londres la
noticia de la reconquista de Buenos Aires. Entonces se destinó para
el Bío de la Plata una expedición de 4.000 hombres, que al mando
del general Cráufurd (pr. Cróferd) ya había zarpado para Chile.
Acto continuo, fue nombrado general en jefe de todas las fuer
zas inglesas enviadas al Plata, el teniente general Juan W hítelocke
(pr. Juítloc), quien, a la cabeza de 1.600 hombres más, se embarcó
lleno de arrogancia.
254 COLONIAJE Mapa p . 239
C APITU LACIÓ N D E W H ÍT E L O C K E
(6 de julio de 1807)
E l humillado jefe inglés entrega su espada
al héroe de la reconquista y de la de
fensa* el valiente francés D. Santiago
Liniers.
( D e la H istoria Argentina en cuadros, p o r
¿miers I m h o f f y L e v e n e ; B u e n o s A i r e s , 19 12).
LECTURA. — “T b e S o u th e rn S ta r”
CAPÍTULO IV
I o En el Virreinato en general
a ) E l V irre in a to en 1810. — El V irreinato del Río de la P lata,
creado por Carlos III (1776) tenía por lím ites: al N. el lago Titicaca
y una línea no bien determ inada h asta el río P a ra g u a y ; por el E. el
A tlán tico ; por el S. la confluencia de amibos océanos y por el O. la
Cordillera y el río Desaguadero.
Su extensión era aproxim adam ente de 5 m illones de km.*; su po
blación no alcanzaba a un millón de habitantes. Buenos Aires, la ciu
dad m ás poblada, contaba unos 45.000. Montevideo ten ía irnos 15.000,
como al principio del siglo.
b) I n d u s tr ia y com ercio. — A pesar de las trabas que se oponían a
su fuerza expansiva, el V irreinato había alcanzado un notable grado
de progreso en los comienzos del siglo X IX .
Su principal industria consistía en los productos derivados de la
ganadería.
E n un principio esa in d u stria se reducía a la explotación de los
cueros secoss que se acopiaban en lugares llamados barracas, donde se
salaban los cueros para que no se apolillaran. M ás tarde esas barracas
se denom inaron saladeros. E n éstos sé empezó a explotar la carne y
gordura y se preparó el tasajo, m uy apreciado en los ingenios azucare
ros del B rasil y Cuba para la alim entación de los negros.
A parte de la industria ganadera, existían otras cuyos productos lle
garon a llenar las necesidades del país.
E n Buenos Aires había valiosas industrias de platería y talab a r
tería.
Córdoba sobresalía por sus telares de lana, donde se tejían paños,
que teñ ían con colorantes obtenidos en la m ism a localidad. E laboraba
también cordobanes, badanas y pergam inos de gran aceptación.
Santiago del Estero y San Luis fabricaban estim ados ponchos, fr a
zadas y alfom bras.
Tucumán y Salta elaboraban pellones, cojinillos y ponchos de lana
de vicuña o de carnero y de algodón.
La Rioja y Catamarca producían bastante algodón con el que fabri
caban tejidos que competían con los de ultram ar.
Mendoea, San Juan, La Rioja y Catamarca producían ya, como hoy,
vinos m uy estimados.
c) P ro c e so c u ltu ra l. — Los dos principales centros de cultura del
V irreinato eran la B ciudades de Córdoba y Chuquisaca, debido a que
la principal corriente colonizadora vino del norte y por esa parte efec
tuábase tam bién el comercio, el cual puso a esas dos ciudades m ás eli
GOBIERNO COLONIAL 26 5
2o E n el Uruguay
Las tahonas de Montevideo eran de lo más prim itivo que darse puede
Preliminares
I. Causas de la Revolución
II.‘Legitimidad de la Independencia
En tres causas de derecho natural puede fundarse la
legitimidad de nuestra Independencia:
1.* En la mayoría, que así como autoriza a los hijos llegados
a la edad viril a separarse de sus padres sin agravio, autoriza
también a las colonias, cuando son tnoyov^s de a separarse
de sus metrópolis.
2.» En la necesidad de la igualdad, derivada de los decretos
supremos de Dios, que ha hecho gu a les a todos los hombres, como
hijos su jos que son.
3.° En el derecho de buscar la propia felicidad, que es con-
génito a todo hombre, porque Dios se lo ha dado también.
LECTURA. — Ju ic io de don s a b io s u ru g u a y o »
"La dominación española — dice B auzá — nos dio todos loa ele*
nientos que necesitaba el país para ascender de las oscuridades del
barbarigmo a las esferas de la civilización cristiana.
ÉPOCA PRIMERA
(1810-1814)
CAPÍTULO I
Revolución de Mayo
1810 (mayo 25). Revolución de Mayo, en que los por
teños destituyen al virrey Cisneros, creando la pri
mera Junta de gobierno propio.
PROCLAMA DEL 18 DE MAYO. — A mediados de mayo d<
1810, una fragata inglesa trajo a Buenos Aires la noticia de qu<
toda España había caído en poder de Napoleón, y que sólo leí
quedaba a los españoles la ciudad de Cádiz, donde había tenid<
que refugiarse la Junta Central de Sevilla.
El virrey Cisneros trató de ocultar esta noticia, pero pronto
cundió por toda la ciudad, causando en ella gran agitación.
Cisneros dirigió entonces una proclama a l pueblo, pidiendo
que permaneciera fie l a las nuevas autoridades establecidas en
Cádi», las cuales representaban al rey legítim o Fernando V i l
(18 de m ayo). 1
Alto Perú
La Revolución,
(SO Z/V /A ) de 1810 a 1814.
Afe^^Vi'capiígio
¿ f t p y k > ^ y w tum a
C c ^ a g a jt^ V ^ ^ -
S u¡|ja c T --
tu fe »l
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v«v£A-^Canelones R o c h a ^ j^ A /
*Y '.Las Piedras- > f L. R o c h a & J 0 " V
BUENOS^
AIRES
EL URUGUAY
S^ ^ ^ b3”fPedro
e r « . LJ ¡p ¿í
»/% /mOg ciudadela f 0* vo de 1801 a 1814
N ó te se :
1.0 E n el centro del m apa el A rtigas de Blanes.
2.0 É n el pianito de Montevideo, la parte reducida que ocupa la ciudad.
3.0 Los arroyos Seco y Ccunarías, desaparecidos.
4.0 El paraje de Tres Cruces donde se reunió el Congreso del año X III.
F IN D I LA. DOMINACIÓN ESPADOLA 291
CAPÍTULO II
A r t i g a s
A R T IG A S
E l deán F U N E S 1
CAPÍTULO III
1 E l a r m i s t i c i o : s u s c a u s a s , b a s e s y a l c a n c e . — Muy complejas
fueron las gestiones que tuvieron por resultado la celebración de
este armisticio, y muchos fueron los personajes que en él Intervi
nieron. A este respecto, dice Ju lián O. M iranda: “M ientras las arm as
revolucionarias obtenían sucesivos triunfos en la Banda Oriental, en
la Corte portuguesa de Bío de Janeiro se discutía sobre la suerte
de estos países. Varios personajes y tendencias diversas entraban en
el debate en que se iban a decidir los destinos del antiguo Virreinato.
El Príncipe Regente del B rasil y su m inistro de Relaciones E x te
riores, conde de Linhares, aprovechando la oportunidad que se les
ofrecía para, apoderarse de la B anda Oriental, resolvían auxiliar a
Elío y a los realistas encerrados en la plaza de Montevideo, y para
ese fin h ab ía Invadido nuestras fronteras un poderoso ejército por
tugués al m ando del general Diego de Souza, avanzando por el norte
y por el este sobre el río Negro, Meló y Maldonado.
L a Princesa D.a Carlota de Bor.bón. herm ana de Fernando V II y
esposa del Príncipe Regente, m antenía estrechas relaciones con el
partido m onárquico del P la ta y aspiraba a ser coronada rein a de
estos países. E l m arqués de Casa Irujo, em bajador del rey de E spaña,
trab ajab a por conservar íntegros estos dominios a su soberano.
D. Manuel de Sarratea, representante* del Gobierno de Buenos Aires,
tra ta b a de obtener un Borbón p ara monarca, y en últim o caso volver
al dominio de Fernando V II Las colonias sublevadas.' '
C erraba todo este cuadro de personas y tendencias tan variadas,
el diplomático inglés Lord Strángford, que deseaba ver pacificados
los países del P la ta, como medio de que E spaña no tuviera que
distraer fuerzas y ayudara a In g laterra con todos sus recursos, en
la g u erra que esta nación sostenía con Napoleón.
Como los intereses en juego eran tan diversos, el em bajador
inglés cortó la cuestión, poniendo toda su influencia para un arreglo
pacífico que a le ja ra la guerra por el momento, y con este objeto
obtuvo la celebración de un arm isticio entre el Gobierno de Buenos
Aires y el de Montevideo, que representaba Elío”.
P o r dicho arm isticio el Gobierno bonaerense reconocía de plano
la soberanía de Fernando V II, declaraba la indivisibilidad de la
m onarquía española, y como principio de ejecución a lo pactado,
retirab a sus tropas de la Banda Oriental. S arratea se encargó de
hacer aprobar él arreglo por el Gobierno de su p a ís ; el m arqués de
Casa Iru jo lo impondría a Elío, y el conde de L inhares ordenaría
el retiro del ejército portugués.
“Sem ejantes cláusulas — dice B auzá — proyectadas en medio de
la victoria, y cuando la guarnición de Montevideo sólo contaba con
víveres para quince o veinte días, suponían el m ás cruel de los
desastres. Apenas fue consultado A rtigas sobre ellas, afirmó que
eran inconciliables con los sacrificios de los ciudadanos", negándose
a intervenir en las negociaciones. Pero los ciudadanos cuya suerte
iba a decidirse de ta n extraño modo, no podían ser indiferentes a la
M a p a p. 290 FIN DE LA IX )M IN A C l6N ESPAÑOLA 31 1
mlgo o de Iniciar una guerra de recursos, donde sus fam ilias pagarían
anticipadam ente por ellos, la Inspiración del patriotism o sugirió una
idea original. Cuando las perspectivas de futuro eran m ás negras,
partió de la m ultitud congregada en San José esta palabra heroica:
/ E m ig rem os! Quien fuese el prim ero en pronunciarla, hasta ahora
se ha sa b id o ; pero ella debía de estar en el corazón de la m ayoría,
por la repercusión instantánea que alcanzó. Repitiéronla con Igual
acento de firm eza el oficial y el soldado, la m ujer y el anciano^
dándolo de ese modo la uniform idad de una consigna.
Adm itida la idea, empezó muy luego el movimiento confuso y
extraño de un pueblo que abandona el suelo natal. Las fam ilias
de los voluntarlos que rodeaban a A rtigas, fueron las prim eras en
romper la m archa, buscando la incorporación de sus parientes. Tras
de ellas, siguieron otras, que, seducidas por el ejemplo, debían
reforzar con sus elementos viriles las huestes de los patriotas. El
desfile de las columnas em igrantes, emprendido sin orden ni con
cierto, hacia horm iguear por todos ios caminos, caravanas de gente,
convoyes de carretas y tropas de ganados que arreaban sus propios
dueños. Grandes fogatas se advertían de trecho en trecho, denun
ciando que las antiguas viviendas de los prófugos habían sido
entregadas por ellos mismos a las llam as, para que nada quedara
en p o d e r de sus enem igos...
Cuando aquella enorme m asa de fam ilias, ganados y vehículos
pudo ad quirir una organización, empezó a a rra stra rse pesadam ente
tras de los voluntarios arm ados, cuyas columnas ligeras custodiaban
su retaguardia y flancos. Sucesivas incorporaciones engrosaban el
núm ero de los peregrinos, ofreciendo cada una de ellas su aspecto
peculiar. A vcces eran ancianos, quienes, por la m uerte de sus
cabalgaduras, hab ían debido cruzar largas distancias a pie, los que
vepían a embeberse en las filas. O tras veces eran mujeres, que,
rodeadas de una prole infantil, aparecían guiando la única carreta
disponible, m ientras en lontananza, destechados por sus propias
manos, asum ía ya form as ruinosas el rancho que les sirviera hasta
entonces de m ansión. P or últim o las tribus Indígenas se presentaron
a ocupar el sitio que creían corresponderás, realzando con su
grotesco atavío guerrero, los vividos contornos del cuadro".
“Las gentes de los campos — dice el autor de La Epopeya de A r
tigas — que huían desde el sur ante el invasor portugués que todo
lo arrasaba, se plegaban al núcleo cam in an ta Y lo engrosaban los
que venían del norte y dél oeste. Y como los arroyos van al río y
el río hacia el m ar, por todos los cam inos se veían venir las pobres
c a ra v a n a s : una carreta conducida por una m ujer, cubierta con un
poncho, que allí lleva el grupo de sus hijos desnudos, todo cuanto
le quedaba en el m undo; un viejo que, m ontado en su caballo tra n
sido, golpea en vano con los talones los ijares del a n im a l... una
tropa de ganado a rre a d a por sus dueftos; y otra tropa m ás a llá ;
y un rebaño de ovejas conducido por un m uchacho; y otra carreta
destechada, seguida de un grupo de p e r ro s ... y otro dé jinetes,
que m iran los horizontes sobre las colinas solitarias, por ver al s«
aproxim a el in v a s o r...
“No han faltado quienes, dudando de la sinceridad con que Bue
nos Aires aseguraba a Vigodet que aquello era un acto libérrim o
del pueblo oriental, se han resistido a creer en la espontaneidad
de ese desalojo de una patria, lo han afirmado, con el gobernador
español, que aquel pueblo obró forzado por Artigas. Más que como
probanza de que lo que Buenos A ires decía era la verdad, para
ver bien al héroe en este momento, leam os dos papeles inéditos del
Archivo de Indias de Sevilla. Son dos cartas originales, dirigidas por
A rtigas a D. M ariano Vega.
Dice la una, fechada en el Cuartel General M Perdido, en 19
FIN DE LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA 313
ría abandonar sus hogares a quedar otra vez bajo el jugo espa
ñol. Hasta los charrúas abrazaron la causa del caudillo oriental,
7 en número de 400, le acompañaron en su peregrinación.
§ n . La Revolución en la Argentina
CAPÍTULO IV
INSTRUCCIONES CONSTITUCION D E
E E . UU.
Art. i.« — P rim eram ente pe
P o r consecuencia, nosotros los
dirá la declaración de la inde
representantes de los Estados
pendencia absoluta de estas co Unidos de A m é r ic a ..., publica
lonias, que ellas están absueltas mos y declaram os solemnemente
que estas colonias unidas son y
de toda obligación de fidelidad por derecho deben ser, Estados
a la corona de E spaña y f a libres e independientes, que es
m ilia de los Borbones, y que tán absueltoB de toda fidelidad
a la corona B ritán ica y que
toda conexión política entre toda conexión política entre
ellas y el E stado de España, ellas y el E stado de la G ran
es, y debe ser, totalm ente di- B retaña está y debe e sta r to
talm ente disuelta. (Declaración
suelta. de la independencia de los EE.
UU., 4 de julio de 177V*
A r t. 11. — Que esta P rovin Cada E stado retiene su sobe
cia retiene su soberanía, liber ranía, su libertad, su indepen
tad e independencia, todo poder, dencia, y todo poder, Jurisdic
ción y derecho que esta Confe
jurisdicción y derecho que no deración no delega expresam en
es delegado expresam ente por te a los E stados Unidos reuni
la Confederación a las P ro v in dos en Congreso. (A c ta de Con
federación de los Estados Uni
cias U nidas Juntas en Congreso. dos, art. I I ) .
338 INDEPENDENCIA
entre los patriotas, que el Gobierno porteño temió los malos resul
tados que podía tener su injusto proceder. Para aplacar, pues, la
indignación de los uruguayos, mandó a Rondeau que reuniera otro
congreso para la elección de nuevos diputados.
Rondeau 6e puso de acuerdo con Artigas, y juntos convocaron a
los electores para que enviaran sus delegados al nuevo congreso
Éste se reunió bajo la presidencia de Rondeau, en la Capilla Ma
ciel, a orillas del Miguelete.
Este congreso nombró un nuevo Gobierno provisorio, que debía
consistir en una Junta Gubernativa compuesta de tres miembros.
Eligió también nuevos diputados para la Asamblea Constituyente
y anuló todo lo acordado en el Congreso de Abril, despojando así
a nuestro Artigas de su carácter de Gobernador de la Provincia.
Todos estos actos de Rondeau,1 que no eran m ás que la conti
nuación de las Intrigas de S arratea, sólo obedecían al deseo de anular
a A rtigas y de som eter la B anda O riental a la dependencia absoluta
del Gobierno de Buenos A ires; ta n así es, que ni aun los diputados,
nom brados por ese Congreso fueron admitidos por la A sam blea C ons
tituyente.
b) V ic to ria de S an L orenzo.
— Ya habían pasado cuatro meses
de sitio, y la escasez era gTande
en Montevideo. Muchos españoles se
dedicaban al corso en los ríos para
proveer de víveres a la ciudad. De
esos corsarios, uno Ue los m ás fa
mosos fue un R afael Ruiz, quien a
fines de enero de 1813 avanzó con
su escuadrilla h asta San Lorenzo,
en el P a ra n á . Allí desembarcó con
250 soldados provistos de fusiles
y cañones. P ero no bien hubieron
desembarcado, el coronel San M ar
tín, que con sólo 120 de sus
famosos granaderos a caballo los
estaba espiando, cayó sobre ellos con
tal furia, que los arrojó barranca JOSÉ D E S A N M A R T ÍN fue
abajo, tom ándoles bandera y a r uno de los héroes m ás ilustres
de la Independencia amerioa-
m as y causándoles grandes e stra na. N ació en Yapeyú, de las
gos ífebrero 8 de 1813 ).* Misiones Occidentales (1778),
Empezó su carrera m ilita r en
E sta acción fue el preludio de España contra los franceses.
las grandes hazañas del futuro E n 1812 volvió a su patria, f u n
vencedor de los Andes, que con su dando con A lvear la logia
espada triunfante hab la de d ar la Lautaro, que pronto habia
de tom ar la dirección de la
independencia a dos grandes na causa revolucionaria.
ciones. Su hazaña m ás célebre fu e el
paso de los Andes para ir a
c) Victoria de Salta. — Des libertar a Chile. (V . pág. 400).
pués de su derrota de Tucum án (t, como A rtigas, en el d e s -
tierro en 1850).
te rrib le ; llegó a fa lta r la carne fresca, pues los patriotas arreb ata
ron los ganados que pacían en la falda del Cerro, protegidos por
los fuegos de la fortaleza, e Impedían el desembarco en otros puntos
de la c o sta ; el trigo y o tras vituallas tenían que mandarlos buscar
al Brasil, de donde llegaban con mucho retardo y de muy m ala
ca lid ad ; los aljibes se agotaron y tuvieron que proporcionarse el
agua transportándola en embarcaciones. Una pipa de agua valía
hasta cuatro o cinco pesos. El Cabildo, para evitar abusos, tasó en
12 reales cada una, y puso precio a otros artículos que la carencia
de comestibles hacía pagar veinte veces m ás de lo que intrínseca
mente valían.
Así pasaban los meses para los m ontevideanos: todos sombríos
y funestos. Cada día se peleaba en las afueras, y el atrevimiento
de los patriotas a tanto llegaba, que se venían al pie de las m urallas
a cantar insultos por la noche.
Un día, un joven jinete se acerca a las guardias españolas, las
denuesta, y, golpeándose la boca con la m ano abierta, se burla de
sus balas y de sus hombres, repitiendo m ás adelante este rasgo de
valor casi todos los días, hacléndo cabriolar su corcel a tiro de pis
tola de los muros. E ste joven era D. Ju an Antonio Lavalleja, en
quien ya se perfilaban los contornos del héroe.
Falto de recursos, Vigodet hubo de apelar a una especie de
em préstito forzoso que se repitió varias veces, y que consistía en
obligar a los ricos a contribuir con fuertes sum as al sostenimiento
de la guerra. E sta medida dio lugar a m uchas protestas, en esta y
otras ocasiones, llegando en una a cau sar la m uerte de un avaro,
que m urió de un ataque al deshacerse de una parte de su fortuna.
nN DE LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA 343
Este prim er Directorio compuso acto continuo su m inisterio, en
trando a form ar p arte de él dos orientales: D. Nicolás H errera en
el ramo de H acienda y D. Francisco Jav ier de Viana en el de Guerra.
El hecho principal del gobierno de Posadas fue la creación de la
escuadrilla con que el Irlandés Guillermo Brown h abia de d estru ir
la española, apresurando así la rendición de Montevideo.
Santa.
X/pát/Y/f (
¿as GuacAa,
nu
\crxka
"¿ferccrt.
fc/c re j '
ne/oAcj'
AtcaTcv/c/eo
P1APA Escafa
com p a p a t í y o
Mapa de la Provincia Oriental (1 8 1 ^-1 8 2 4 ).
(P íntese el ag u a y la bandera de A rtigas. V. pág. 361).
L ím ite s su ce siv o s del pafs. — La línea divisoria con el B rasil es
la fijada por el tratad o de San Ildefonso (1777). E n 1801, como hemos
visto, los portugueses nos arrebataron las M isiones, y durante las
invasiones inglesas (1806 - 1807), que distrajeron la atención y el
c2 ida5?P J*e las fronteras» avanzaron h a s ta la línea Ibicui - Yagua-
ron - Mcrin.
D u ran te los afios 1815 y 16, volvió a Im perar en las M isiones
la autoridad de A rtig a s; pero los portugueses, vencedores, las recu
peraron, conservándolas desde entonces.
Vencido A rtigas (1820), al año siguiente quedaba incorporada la
’ 2°. *Porí u^a1, con el nom bre de Provincia Oisplatina.
siguiente- * incorporación fija b a su s lím ites del modo
Tr~?°* e’ E - el, P°r el s - R{° de la Plata, por el O el
pol[ e} N. el río Quarain hasta la cuchilla de S a n ta A na,
rem M í J r J l oi Sania María, y por esta parte el arroyo Tacua-
i M u n n Z i ^ v f . ,sigxllen<l0 a laB Puntas del Y aguarán, en tra en la
oC huy
h ív que
L Z entra
U » en ? el\ Océano."
Aa xa V°Z el puntal de 8an M i° uel * tom ar el
'ím iíeV,PO(Cp°ágm 495 ° menos el 1Im,t® actual. Véase la “cuestión de
344 INDEPENDENCIA
1 D e c re to de P o sad n s. — B á rb a ro y de u n a s a ñ a b r u t a l e ra
ese* decreto. Bien descubría P osadas en él su anim osidad p a ra con el
caudillo oriental. — T a siendo m iem bro del Triunvirato, h ab ía hecho
gestiones con la Corte de Río Janeiro para poner a A rtigas fu e ra
de la ley. ni mismo tiempo que negociaba con él un avenimiento
personal con el fin de atra erle a una celada.
Pero como fracasasen estas últim as negociaciones, por no haberse
entendido A rtigas con los comisionados de Buenos Aires, el flam ante
D irector y su m inistro, el mal ciudadano oriental N icolás H errera,
se estrenaron dictando ese decreto feroz, que revelaba el estallido de
malnuerencias, largo tiempo com prim idas.
Comenzaba el preám bulo del decreto afirm ando "que ningún ciuda
dano había sido m ás generosam ente tratado por el Gobierno de Buenos
««■ í?Ux a quien se habían dispensado toda clase de
, “£ 1 !!^ ‘o .egr° SC le í ,nt* b a “hum ilde y prófugo teniente, viniendo
a Im plorar el socorro de Buenos A ires en los comienzos de la R pvo-
Lonfvo eTa T ° r: * m? r te sa b ' do <*ue ten fa el grado de capitán,
equivalente bajo la dominación española en el P la ta , al de general
Le5m ,i, ^ a e“ r j a.’ "h ab e r com prom etido la situación del Gobierno
después del arm isticio con Elío. batiéndose sin objeto con la s troDas
?:,and0 era conocido del público que su actitud aSte
3el Norte*1d e v i s a ” 0 tUV° °tr a ? 1' j a que defender las poblaciones
te n ía n POr *"* « « to r te o .
íi® (í,a, r’reám ^ u,0^ en el que se le reprochaban tam bién sus
JJt f ? «S n gobierno del P ara g u ay y su desobediencia a S arratea
reñía el Decreto en esta form a: 1.* Se declara a D José A rticas
p itH a ' r d ® ! U8, / rT,pleo8> fuera de ,a Iey 7 enem igo de la
'aso de resistencia0 a i 1° r a la P a t !l!a - 8erá Perseguido y m uerto en
as P ro v ín e l^ 3 . u n , deber de todos los ciudadanos de
.tbles r ^ ! i da8 al traid o r por todos los m edios po-
iona de D W T t i ” . COn pesos al ouo entregue la per-
J t r a t L r A rtiÁ „ í SV?. ° m uerto- — 4 o Todos los que sigan
' presenten i ? L n » r Sf rT í án, / U^ empleos V n e ld o s toda vez que
n,o . í \ general del ejército sitiador, en el térm ino de 40
s. contados desde la publicación del presente Decreto. — 5.» Los
346 INDEPENDENCIA Mapa p. SIfS
¿Buceo
Montevideo^”Brdva
Nótese aquí, una vez más, que la política del Gobierno porteño
fue siempre colocar al Uruguay bajo su propia dependencia* Como
dudase Posadas de la fidelidad de Rondeau, lo sustituyó con su propio
sobrino en los momentos que estaba por rendirse la plaza. Venía así
Alvear a recoger los laureles adquiridos por Rondeau, arrebatándole
la victoria que éste y a tenía asegurada.
p r * iv* & Jü
m , * '' , M
ÉPOCA SEGUNDA
(1814-1815)
DOMINACIÓN PORTEÑA
CAPÍTULO ÚNICO
Actitud de Otorgués. — Ocupado Montevideo por las
tropas porteñas, vino Otorgués a acampar en Las Pie
dras, y desde allí reclamó en nombre de Artigas la entrega
de la Plaza.
Alvear, de acuerdo con el Direc
torio de Buenos Aires, se opuso a
ello, y después de engañar a Otor-
gués con parlamentos, 1 cayó de im
proviso sobre él durante la noche,
sorprendiéndole y dispersándole Ja
gente (junio 25).
Ejecutada esta hazaña, Alvear re
gresó a Montevideo, mientras Otor-
gués, con los restos de su división,
se unía con Rivera en Canelones.
Había terminado la guerra contra
los españoles; iba a comenzar otra
aun más porfiada contra los por
Rodríguez Peña (p. 354).
teños.
1 M u r m iir jijfi, voz m inuana, que significa “cerro frío ” . Llevan este
nombre un cerro y un arroyo (afl. del A iguá) del depto. de Lavalleja.
AI pie del cerro tuvo lugar la acción.
2 F r u c t u o s o R iv e r a , el h éro e de G uayabo, h a b ía nacido en
1788, según se cree generalmente. I. de M aría dice q ae nació “poco
más o menos por el año 1784, en el Miguelete”. E ra , pues, muy joven
;i la sazón ; pero su arrojo y su serenidad en el com bate habían
suplido en él la falta do años, haciéndole ascender rápidam ente a los
más altos puestos m ilitares.
Al resonar por los campos del TJrug;v^y los ecos dfj grito de
DOMINACIÓN PORTELA 357
afios con la. seriedad del porte, pero sabía granjearse las sim patías
de sus oyentes con una conversación suelta, Insinuante y no escasa
de Interés. Penetraba con facilidad las ideas de los dem ás y se las
asim ilaba cuando le parecían buenas, resultando de ahí que muchos,
al oirle, le concedieran m ayor Ilustración de la que tenía. La nota
dominante de su carácter era una am bición Inquieta, de ésas que no
d ejan v ag ar el alm a m ientras no se creen satisfechas, y que no lo
están nunca. Llevado de esa disposición de ánimo, habia dado ya
algunas trazas de su temperamento íntimo, pugnando por obtener
sobre sus compañeros de arm as, casi todos Jóvenes como él, un
ascendiente de superioridad que debía atraerle odiosidades crueles.
Con sus inferiores y con la gente del pueblo llano, se m ostraba muy
abierto, y les seducía con la sencillez del trato y el desprendimiento
con que sabía socorrerlos en todos los casos.” (V. su retrato, pág. 468.)
1 R e n u n c ia de P o sad a* y g o b ie rn o de A lv ea r. — Desde la caída
de Montevideo, soñaba A lvear con u n a quim érica cam paña sobre
Lima, agregando así este brillante lauro de triunfador a su corona
guerrera, bajo los auspicios de su tío el D irector Posadas y sus
amigos de la logia Lautaro.
Sin esperar la term inación de su desastrosa cam paña contra A rti
gas, h ab ía regresado a Buenos Aires, siendo nombrado a su llegada
general en Jefe del Alto Perú.
" P a ra este tiempo los misteriosos m anejos de la logia L autaro
h ablan trascendido a la opinión, y por ésta a los ejércitos, como
resultado de las m aquinaciones de un grupo de ambiciosos que excluían
de las funciones del gobierno y de la guerra a todos los que no
estuvieran afiliados a esta m asonería política.
Animados de este espíritu, los oficiales del ejército del Alto Perú,
al m ando de Rondeau, a quien ya Alvear había soplado la dam a en
Montevideo, se negaron a reconocer al general en Jefe, pronunciándose
abiertam ente contra él (diciem bre 17 de 1814).
No pudiendo reprim ir esta desobediencia a su gobierno, Posadas
renunció el mando el 9 de enero de 1815, retirándose a la vida privada,
a pensar en la nada del hombre y preparar consejos que dejar a sus
hijos por herencia, según sus palabras." — Santiago B ollo: Noticia
Histórica de la República Oriental del Uruguay.
E n su triste desengaño, tuvo Posadas un consuelo, y fue el de
entregar el mando a su Joven sobrino Alvear. De este modo, el que
había tenido el honor de determ inar la capitulación de Montevideo,
y la Infamia de violar su prim era condición de am nistía general,
se veía elevado al pináculo de la gloria, cuando apenas contaba
veinticinco años de edad.
Los tres meses que duró su gobierno, los pasó en distribuir grado»
a sus partidarios y aduladores, en redactar Implacables decretos para
prevenir toda tentativa de conspiración. Pero a p esar de sus decre
tos, una sublevación en el ejército, como luego veremos, le infundió
tal espanto, que se apresuró a abdicar, buscando refugio en un
buque inglés.
DOMINACIÓN PORTEÑA 359
“Ciudadanos de todas c la se s:
TRAJES Y COSTUMBRES
Fines del siglo X V III y comienzos del X IX
ÉPOCA TERCERA
(1815-1821)
PRIMERA INDEPENDENCIA
(La " P atria V ie ja ” )
Esta época se dividirá en dos capítulos:
CAPÍTULO I. — Apogeo de Artigas.
” II. — Invasión portuguesa.
CAPÍTULO I
Apogeo de Artigas
§ I. Otorgués y Barreiro
Gobierno de Otorgues.1 — Aunque valiente soldado,
Otorgués carecía de las dotes de un buen gobernante.
En Purificación 1
(Cuadro de E. N. y m apa de H. D.)
las aguas de los ríos patrios, salió al Océano, siguió las costas
del Brasil, y flameó más tarde altanera junto a las costas de lá’
vieja Europa” (pág. 395).
e) En lo relativo al ejér
cito, creáronse los cuerpos
de Cívicos y de Libertos,
al mando este último de
D. Bufino Bauzá.
E l Cuerpo de Cívico*
se com ponía de 6 com pa
ñías y co n sta b a de 500
plazas, siendo su o f ic ia li
dad de lo m ás d is tin g u id o
de la sociedad.
La co m p a ñ ía dé Grana -
deros (só.lo de 70 pla za s),
fu é la p rim e ra que lle v ó en
sus g o rra s el escudo de a r :
R U F IN O B A U Z A , p adre del h istoria m as de la P ro v in c ia O rie n
dor Francisco Bauzá, ta n ta s veces
ta l. A bonábase u n a s u s c rip
citado en esta obra , nació en M onte
video a fin es d e l . siglo X V I I I . M uy c ió n m ensual p a ra el soste
jo ven aúny se declaró partidario de la n im ie n to del cuerpo de los
R evolución, empezando al lado de Cívicos.
A rtig a s su carrera m ilita r, fecunda
en trabajos y hazañas . Acompañó al E l Cuerpo de Libertos,
gran caudillo en los dos sitio s de
M ontevideo, y en el éxodo al A yuí. creado para, a u m e n ta r la
Concluida la dominación española, g u a rn ic ió n , se com ponía d¡e
luchó B auzá contra la argentina, esclavos negros. P a ra f o r
desempeñando un papel principal en
la batalla decisiva de Guayabos. m a rlo , dispuso B a rre iro que,
Guarneció después la p la za de Mon en p ro p o rc ió n a l n ú m e ro de
tevideo al fren te del cuerpo de L i esclavos que - tu v ie s e c a d a
bertos, llam ados vu lgarm en te “ los
N egros de B auzá.” dueño, se tom asen p a ra el
Guerreó tam bién contra la invasión s e rv ic io de la s arm as, por
portuguesa, hasta que, desalentado, eje m p lo , uno a l poseedor de
abandonó la causa de A rtigas, p a
sando a Buenos A ires (1811). D iez tre s, dos a l que tu vie se
años m á s tarde, hizo la cam paña cinco, tre s a l que poseyese
del B rasil, y durante la G u e rra siete, y así en p roporción
G ra n d e puso su espada a l servicio lo s dem ás, c o n c illa n d o en
de la Defensa. Después de la p a z de
1851, retiróse a la v id a p riva d a , fa lo posible el In te ré s de los
lleciendo en 185it, pobre, pero e sti am os con la necesidad de
m ado de todos sus com patriotas. fo r m a r el re g im ie n to p a ra
la defensa de la patria»
ALTO \ PERÚ
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ir&tvMAA)
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rPi/r/S/cjc/ón /
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CAPÍTULO II
(1 8 1 6 -1 8 2 0 )
§ n . Segunda Campaña
Organización de la resistencia. — Desechadas las hipó
critas proposiciones de Pueyrredón, quedaron los orien
tales reducidos a sus solos y escasos recursos. No decayó,
empero, su ánimo, e intentaron un doble esfuerzo por tie
rra y por mar.
Por aquellos tiempos, Joaqnlu Su&rez había sido preso por Lecor al
intentar una compra de armas en Montevideo. Todo estaba perdido en
el sur. El norte, empero, se mostraba todavía invencible. Es que
allí estaba A rtigas; Artigas, el alma do la resistencia nacional.
1819 (diciembre 14). Combate de Santa María, bri
llante victoria de Artigas contra Abréu.
A fines del año 19, Artigas, lejos de rendirse, había intentado
un supremo esfuerzo contra los portugueses. Invadiendo nue
vamente el Brasil, avanzó hasta el río Santa María,1 donde cam
paba el coronel Abréu con un destacamento de 600 hombres.
Con la incorporación de Latorre, Artigas lo atacó allí con decisión.
Porfiada fue la refriega, quedando Abréu completamente ba
tido, después de sufrir gran mortandad de oficiales y soldados.
Pero desquitó pronto el enemigo esta derrota, pues, rehecho y refor
zado, a los pocos días destrozaba la vanguardia de Artigas en la que
brada2 de Belarmino, obligándola a replegarse al territoiio oriental.
1820 (enero 22). Desastrosa batalla de Tacuarembó.
Después del contraste recién mencionado, los patriotas, bajo el
FIN DE RAMÍ-
HEZ. — Después de
dar en tierra con el
Protector, el traidor
Ramírez, presa del
vértigo de la altura,
esperaba sustituirle
en el protectorado de
las provincias fede
rales ; pero pronto
había de recibir el
pago de su traición.
Mientras el enso
berbecido c a u d illo
marchaba otra vez
sobre la capital ar
gentina para some
terla a su yugo, LO-
pez, su aliado de
ayer, le atacó y de
El Dr. FRANCIA ( dib. de Bertall, según rrotó en varios en
Dem ersay). cuentros, sucumbien
“De una voluntad implacable, Francia des - do en el último el
trozó por la fuerza todas las resistencias ; y mismo Ramírez. Los
gozó de un poder ilimitado, del que no se
sirvió más que para desarrollar los recursos soldados santafesinos
de su país, mostrando siempre un extre le cortaron la cabe
mado desinterés. Era de costumbres a/as- za, la cual» después
teras y de temperamento melancólico: vi
v ía en una soledad casi completa, no te de exhibida por al
niendo por confidente más que a su barbero, gún tiempo en una
lo cual lo hizo comparar al rey de Francia jaula de hierro, pasó
Luis XI. Los rasgos de su cara son regu
lares, y la expresión es fría y voluntariosa” luego a adornar el
D a w s o n : “South America República” (R e escritorio del vence
públicas de Sud América).'1 dor.
TENTADORAS PROPOSI
CIONES. — Disponíase Ar
tigas a cruzar el Paraná,
cuando se le presentaron dos
caciques del Chaco, ofrecién
dole el auxilio de su indiada
para proseguir la guerra con
tra Ramírez. Artigas vaciló
un momento; pero reflexio
nando, rehusó decididamente,
dispuesto a abandonar para
siempre la lucha.
Por aquel mismo tiempo,
recibía cartas del cónsul nor
teamericano en Montevideo,
el cual le ofrecía medios para
trasladarse a los Estados Uni
dos, “donde sería bien recibido
y se le asignaría el sueldo de
su clase para vivir tranquilo,
en lo que tendría mucha sa
C A R L O S A N T O N IO L O P E Z , sucesor
tisfacción el Gobierno de la de Francia. A la muerte del tirano ,
Unión”. el congreso nombró cónsules a
Artigas se manifestó grato Carlos Antonio López y Mariano
R. Alonso, por un período de tre s
al ofrecimiento, pero lo de años. Expirado este trienio, López
clinó resueltamente. Su reso fue elegido presidente de la R e p ú
lución estaba formada: bus blica, cargo que desempeñó hasta
su m uerte (1 862), en que dejó el
car un refugio en el P ara mando en manos de su hijo Fran
guay, donde poder concluir cisco Solano.
sus días en la oscuridad de Carlos A. L ópez estim uló el comer
la vida, aspirando las auras cio y sacó al Paraguay del a is
queridas de estas regiones, lamiento en que lo te n ía sumido el
Dr. Francia. Fue el protector y el
teatro de sus glorias y des amigo de nuestro A rtig as en sus
engaños. últim os años.
P£/?í/ PR OVINCIA DE
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y * Paraguay
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-^^Capipichuelo S. CATALIN,
pfíuá/^V'
Candelaria1
c’ /7'USaladas <- ,
!$• Borja
Mapa de repaso
EL ÁRBOL DE ARTIGAS
Este árbol se halla en Ibiray, a 12 kilómetros de la Asunción. A su
sombra solía ir el venerable anciano a descaAisar en sus paseos,
por lo cual se llamó y se llama todavía “el árbol de Artigas".
Su nombre guaraní es ibirá - pitá, lo que significa “madera colorada**.
El grueso de su tronco es casi de 4 m etros; su altura de 15 metros
y su sombrdt cuando está lleno de hojas , pasa de 25 metros .
Las hojas, como se ve en la que se representa a la derecha, son com
puestas pinadas, de hojuelas m uy parecidas a las hojas de la
cinacina.
(<E ste árbol tan vigoroso y resistente, que ha traspuesto dos siglos ,
puede m irarse como un símbolo del patriarca a quien dio sombra
en el destierro . Fuerte así fue él; de corteza algo áspera tal
vez, pero debajo de esta corteza, corría la savia de las grandes
virtudes y de los grandes afectos.”
LECTURA. — J u ic io so b re A rtig a s
ÉPOCA CUARTA
(1821 -1825)
DOMINACIÓN LUSOBRASILEÑA
E!sta época empieza con el congreso de 1821y que declaró incorpo
rado el U ru g u ay al reino de Portugal, con el nombre de Provincia
Cisplatina o E stado Cisplatino (es decir, situado de este lado del
P lata). E l país conservó esa denominación hasta 1828, en que con
cluyó en realidad la dominación b ra sileñ a ; pero como la gloriosa
cruzada de los Treinta y Tres form a época aparte, la presente a b a r
cará sólo cuatro años, del 21 al 25. Se dividirá en dos cap ítu lo s:
CAPÍTULO I. — Dominación lusitana.
„ II. — Dominación brasileña•
CAPÍTULO I
Dominación Lusitana
§ I. La Cisplatina
General M A R T IN R O D R ÍG U EZ General J U A N G. L A S H E R A S
(1771-1845) (1780-1866)
CAPÍTULO II
Dominación Brasileña
1822 (setiembre 7). El Brasil se separa de Portugal y se
declara independiente.
Al retirarse para Lisboa con la Corte, D. Juan V I había dejado
el gobierno del Brasil en manos de su hijo D. Pedro.
El pueblo aprovechó esta coyuntura para declararse indepen
diente ( Grito de T piranga)1 el 7 de setiembre de 1822. E l 1° de
IM P E R IA LE S T LU S ITA
NOS. — Los portugueses de la
Provincia Cisplatina se dividie
ron entonceiS en dos partidos con
trarios : el de los imperiales o
partidarios del nuevo imperio del
Brasil y el de los lusitanos, que
querían permanecer fieles a Por
tugal. A ambos bandos se plega
ron muchos orientales. Algunos,
empero, trataron de aprovechar
esta contienda entre portugueses
y brasileños para sacudir la tu
tela de unos y otros. Tales fueron
los Caballeros Orientales.
PEDRO I fue el prim er empe
rador del Brasil. A la muerte LOS “ CABALLEROS O RIEN
de su padre Juan VI, heredó
tam bién la corona de P ortu TA LES” . — El Congreso Cispla
gal con el nompre de Pedro tino no representaba, ni mucho
IV. pero al poco tiempo la menos, la voluntad popular. Por
abdioó a favor de su hija, M a
ría do la Gloria. E n 18S1 tu eso la mayor parte de los orien
vo que abdicar también la tales protestaron contra la incor
corona del Brasil, en favor
de su hijo, que fu e proclama poración a Portugal y empezaron
do emperador con el nombre a trabajar por recuperar su in
de Pedro II.
dependencia.
Con tal objeto, se había fundado aun antea (desde 1819) una
sociedad secreta Mamada de los “ Caballeros Orientales” .
Entre sus socios figuraban los Ojibe (Manuel e Ignacio), San
tiago Vázquez (pág. 514), Ventura Vázquez (pág. 322), Antonio
Díaz, Juan C. Blanco, Juan F. Giró, etc.
Esta sociedad patriótica tuvo sus órganos de publicidad para
propagar sus ideas. El primero fue “ La Aurora” , que decía en
su primer número (abril 21 de 1822): “ Este astro luminoso (de
la libertad) aparecerá sin duda, orientales. La aurora le precede y
el sol se levantará sobre un horizonte que nunca más vuelva a
obscurecerse. 99
A “ La Aurora” siguió “ El Pampero” , aparecido a fines de
1822.1
Los Caballeros Orientales se ganaron pronto la adhesión del Ca
bildo de Montevideo, una vez integrado por elementos patriotas
(enero de 1823) y la de muchos oficiales que se habían visto obli
gados a aceptar puestos en el ejército portugués.
Invitados Lavalleja y Rivera a adherirse a ellos, el primero
aceptó, pronunciándose contra Lecor en el Hincón de Clara (T a
cuarembó). Rivera, en cambio, prefirió permanecer con Lecor,
quien íe mandó con una fuerza para prender a Lavalleja; pero
éste logró huir a Entre Ríos.
ÉPOCA QUINTA
(1825-1828)
LOS “TREINTA Y TRES”
A bre esta época la audaz cruzada de los Treinta y Tres patriotas,
©1 19 de abril de 1825. Habiendo declarado a la faz del mundo la
Independencia de la patria (agosto 25), los próceres de la Florida
declararon incorporada la Provincia a las demás del Río de la P lata,
ganándose así el apoyo de la A rgentina.
Con la ay u d a de los argentinos, los orientales derrotaron en di
versas batallas las fuerzas del B rasil, obligando a éste a e n tra r en
arreglos de paz con los vencedores. N egábase el Em perador a soltar
su presa, cuando la conquista de las Misiones por el general R ivera
vino a decidir la contienda en nuestro favor, induciendo a los Gobier
nos im perial y argentino a reconocer la Independencia del U ru
guay (1828).
De ahí la división de esta época en dos capítulos:
CAPÍTULO I. — Los orientales solos (1825).
” I I . — El Uruguay bajo la incorporación argentina
(1826 - 1828).
CAPÍTULO I
SORIANO
fer/éno
cpvf ¿vrrd -
/ *4¿r//2?,
c/*z£C*r/77e/o COLONIA
r *"-¿1.pfr/la/tínCAico Ixfy
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Páne/o
*Cccr/fo
y*
Afontev/c/éo
f á /ó m e f r o j
Jrendj
Derrotero de los 83 hacia el Cerrito
Píntese la "bandera (a zu l - blanco - rojo).
Véase en pág. 408 otro retrato de Lavalleja.
fK>noü/»»K2
CAMPAÑA,na 33 nC«rr¡to
* • • « r*ot*ó* **ir* n ct**uo
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nos de las otras provincias, con quienes se desea integrar una gran
nación, sin mengua, empero, del gobierno propio. Las guerras de
los orientales contra los ejércitos argentinos no se dirigían contra
las provincias argentinas, sino únicamente contra la ambiciosa oli
garquía porteña, que rehusaba a la Provincia Oriental la más ele
mental autonomía.
P o r lo demás, la República A rgentina no existía en 1825 como
organismo constituido. E ra sólo un conjunto de Estados, que se go
bernaban por sí mismos, algunos de ellos independientes de hecho,
como T u c u m á n ; ligados otros por tratados de m utuo apoyo, como
el del Cuadrilátero (pág. 443).
466 INDEPENDENCIA Mapa p. 453
E STAD O M A Y O R D E S A R A N D I
Lavalleja a la derecha*, prim er térm ino; R ivera a la izquierda,
segundo plano.
(Detalle del cuadro “B a t a l l a de S a ra n d I" , de Juan M. B lanes)
CAPÍTULO II
Orientales y Argentinos
§ I. El Uruguay bajo la incorporación argentina
P R E S I D E N C I A D E L A C I S P I íA T I N A . — E l 3 de febrero de
1826 Pedro I nom braba Presidente de la C isplatina a F r a n c i s c o d e
P a n l a M a g r ee s! T a r a r e s é e C a r a t i l l o , Quedando Lecor al fre n te d e l
ejército. Ocupó ese cargo hasta octubre de 1 8 2 7 , en que le sucedió e l
oriental D . T o m á s G a r c í a d e Z ú f il g a (V . págra. 4 2 9 y 4 8 6 ) .
474 INDEPENDENCIA M a p a p. JfSS
El probo y austero
Suárez hizo lo imposible
para ipejorar la situación
del patfs, y en unión con
la Junta de Represen
tantes, dedicóse a orga
nizar el régimen político
y administrativo de la
Provincia, preparando el
terreno a la futura na
cionalidad.
ORGANIZACIÓN AD
JO AQ U ÍN SU Á R E Z es una de las fig u M INISTRATIVA. — En
ras más grandes de la Independencia. los comienzos del año
Naoió en 1781 en la villa de Canelo
nes. Luego que resonaron en el Uru 1827, decretóse la aboli
guay los primeros ecos del Grito de
Ascencio, acudió presuroso al llamado ción de los antiguos Ca
de la patria, peleando como bueno en bildos y se dividió el país
San José y Las Piedras. Acompañó a
A rtigas en el Éxodo y en el sitio de en nueve departamentos,
M ontevideo; pero al retirarse el Jefe a saber: MontevJfl^o,
de los Orientales en 1814 , él se quedó
en el Cerrito hasta la rendición de la Canelones, Maldonado
plaza. Nombrado entonces comandan
te de la Colonia, no tardó en renun (Maldonado, Rocha y
ciar, al ver los comienzos de una con Lavalleja), Cerrof ^Largo
tienda en la que no quería participar.
Compartió con Barreiro el gobierno (Cerro Largo y Treinta
de la provincia (1815-1817), hasta que, y Tres), San José (San
dominado el país por las armas por
tuguesas, se retiró a la espera de m e José, Flores y Florida),
jores días para su infortunada patria.
Secundó con todos sus medios la empre Colonia, Paysandú (todo
sa de los Treinta y Tres, siendo elegi el norte del Río Negro),
do miem bro de la Asam blea de la
Florida. Nombrado gobernador dele Santo Domingo Soriano
gado de la Provincia en julio de 18261 y San Pedro (Durazno).
hizo una administración ejemplar has
ta octubre de 1827, en que fu e susti
tuido por Lavalleja. Dividióse cada uno de
Volvió repetidas veces, como se verá, al estos departamentos en
gobierno de su patria, mostrándose
siempre adm inistrador integérrimo y cuarteles; en cada cuar*
gran patriota, diciembre 26 de 1868).
tel había un alcalde, j
en cada departamento un comisario, dependiendo unos y otroi
del Poder Ejecutivo.
Organizóse también la administración de la justicia, creándose
en abril del mismo año el Tribunal de Apelaciones•
y
LOS TREINTA T TRES 477
1827 (febrero)¡Com
bates victoriosos
de Bacacay y del
Ombú.
E l coronel F E D E R IC O B R A N D Z E N , era
E n las m árgenes del un valiente m ilitar francés, nacido en
Bacacay, el general a r París (1785). Sirvió a su patria en los
gentino L a v a l l e rechaza ejércitos de Napoleón I, que lo condeco
ró con la cruz de la Legión de Honor.
la división de B entos R i- Caído el gran conquistador, vino Brand-
veiro (febrero 13). T res zen a Buenos Aires, de donde pasó a
días después, otro a r Chile, distinguiéndose por su arrojo en
M aipú (1818) y en la campaña del Perú.
gentino, el general M a n
Vuelto a Buenos A ires en m om entos en
t i l l a , atac a en el Ombú que se acababa de declarar la guerra al
al mismo Bentos y lo Brasil, Brandzen se incorporó con el
pone en com pleta dis grado de coronel al ejército republica
no. E l 20 de febrero de 1827, empéñase
persión. E s ta s dos victo la batalla campal de Ituzaingó, y el
rias eran las precurso arrojado francés recibe la orden term i
ra s de la gran batalla nante de romper con su regimiento los
cuadros de la infantería enemiga. Aque
de Ituzaingó. lla orden— dice uno de sus biógrafos—
era un decreto de m u e rte ; pero B ra n d
1827 (febrero 20). zen no vacila y apretando los {jares de
su caballo, va a estrellarse contra los
Batalla campal de cuadros brasileños, sucumbiendo de los
primeros, acribillado de heridas.
Ituzaingó, ganada
Brandzen era un m ilita r caballeresco y
por Alvear. culto. Montevideo ha querido perpetuar
su recuerdo, dando a una de sus calles
Hallándose los impe el nombre de Coronel Brandzen.
riales en la sierra de
Camacuá, donde ocupaban nna posición muy ventajosa, Alvear
482 INDEPENDENCIA
«NJW tlMfc
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W
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CROQUIS
» » X..A. S .A. X .A. X<X. . . 42 >»
ITUZAINGÓ
Formado por «i H isto riad o r A rg an llne
SIGNOS CONVENCIONALES
•J»artillarla, i—i Infantería. A ttbállffls.
" ¿P or q u é lo s o r i e n t a l e s a c ii t n r o n la C o n n t lt a c ió n im ita r la ,
siendo así que con ella veían atacados bus clásicos derechos, ta n
tenazmente defendidos desde la época de A rtigas?* La d u ra nece
sidad de la guerra que m antenían co n tra el B rasil, ayudados por
486 INDEPENDENCIA
L a Convención de 1 828
(1829) con los indios de Misiones, que le habían seguido con ánimo
de pertenecer al Estado Oriental .1
La Asamblea Constituyente, recién instalada en San José (no
viembre 22), otorgó a nuestro conquistador el honroso calificativo
de digno y benemérito general, y sus tropas, llamadas Ejército del
Norte, fueron incorporadas a las demás del Estado.
La gloriosa campaña de los Treinta y Tres estaba terminada: era
un hecho la absoluta y definitiva independencia de la Provincia
Oriental.
L E C T U R A : J u i c i o c r í t i c o d e n u e s t r a I n d e p e n d e n c ia .
“donde pretendió a rra ig a rla bajo el nom bre de San Borja, apelando
a la atracción de este nombre ta n querido y popular entre los indios m i
sioneros" (C. F e rré s: Época Colonial). P ero tampoco prosperó este
pueblo in d io ; fue abandonado a los pocos años, no quedando de
él hoy día ningún vestigio.
1 U n a c a l a v e r a d a d e R i v e r a . — Los 14.000 kilómetros, m ás o
menos, comprendidos entre el A rapey y el Cuareim, no los debemos
al trata d o de 1851 (V. esta fecha), sino a una “calaverada política”
de Rivera, según el ilustre escritor Carlos M. Ram írez. Al desalojar
las Misiones, R ivera había ido a cam par en las m árgenes del río
Cuareim con su ejército y las fam ilias que le acompañaban.
E n ésa situación se le presentó el general brasileño Sebastián
Barreto, intim ándole que desalojara aquel lugar, por pertenecer a
su país.
Rivera, que no reparaba en la ilegal cesión de territorio llevada
a cabo én el año 1819 por el Cabildo de Montevideo, a cambio de
un faro en la isla de F lores (pág. 410), contestó que estaba en
territo rio oriental, el cual llegaba según él h asta el Ibicui, y se
negó a situarse sobre el Arapey, como pretendía el Jefe brasileño.
L as cosas llegaron a ta l grado de tirantez, que era inminente un
conflicto. P o r fortuna, resolvióse éste pacíficam ente, conviniéndose
que el lím ite provisional fuera el Cuareim , río intermedio entre el
A rapey y el Ibicui, sin perjuicio de lo que resolvieran oportunam ente
los gobiernos.
Tal fue el convenio de Irebé Am bá, nombre del paraje en que tuvo
lugar (diciem bre 25 de 1828). No hemos podido ubicarlo en el mapa.
Así fuim os poseedores del Cuareim ; y cuando llegó la hora de
celebrar el trata d o de límites, aun cuando el B rasil había sustentado
siempre sus derechos para llegar h asta el Arapey (en virtud de la
LOS TREINTA T TRES 499
0 Brasileros A guapeyÁ
181 7 A
_ Sto. Tomé(
i ) 1U
812 f p í Í / ^ S- 60rJi
MISIONES
Avalost 820 Jbicuj 182 8
Cambau
1820 , Sta. Ana .
> ^ 8 i6<y,b'raco«
r ,w,w ®N0Ombú
T A c a ta lá n l8 l7 k (¡í 1827
u ° 18 2 0 'O ÍA ra p e y Chico 0 ( V C arum bé Ituzaingó
v R in c ó iw ^ v t*
M 82 5 £ ^
/fX A g u ila l 825
PROVINCIA^ORIENTAL
Cepeda Dolores,
1820 LVl825^ Sarandí 1825
Juncal
2ára te K1827 , India' luerta
BUENOS AIRES
Batallas de la Independencia.
LOS TREINTA Y TRES 501
ÉPOCA SEXTA
(1828 -1830)
GOBIERNO PROVISORIO
CAPITULO I
La Asamblea General Constituyente
1828 (noviembre 22). Se
instala en San José la
‘‘Asamblea General Cons
tituyente y Legislativa”.
Canjeada en Montevideo la
Convención de Paz (octubre 4 ),
los pueblos orientales elegieron
sus representantes que habian de
componer la Asamblea General
Constituyente y Legislativa en
cargada de fijar los destinos de
la patria.
* ti Fué elegido presidente de la
E sta celebre Asamblea, com- Asam blea C onetituyente el
puesta de 28 miembros.1 se ins- ciudadano S IL V E S T R E
B L A N C O , patriota ilus-
talo en San José el 22 de no- trado y de vida intachable.
L A CASA D E L A C O N S T IT U Y E N T E D E 1828
Los próceres que fundaron la República se congregaron en Í828 en
este modesto caserón colonial de la ciudad de San José, que la piqueta
del progreso y a ha destruido. Fue aquélla la primitiva sede de la
A sam blea C onstituyente, nuestro prim er palacio legislativo, el recinto
donde se forjaron nuestras primeras leyes.
1 D e c r e to d e J o n q n fn S u ftr e z s
“DON JOAQUIN SUAREZ, Gobernador y Capitan General Sosti-
tuto del ESTADO.
"SIEN D O necesario hacer saber a los Pueblos que el ESTADO de
M ONTEVIDEO ha entrado al pleno exerciclo de su independencia:
que han cesado ya de hecho y de derecho en sus funciones sobre
este Territorio todas las Autoridades extrangeras. y que la Protec
ción dé las personas, de 'las propiedades y de todos los derechos indi
viduales de los Ciudadanos y H abitantes del P aís están bajo la g aran
tía y salvaguardia del Gobierno Supremo del ESTA D O : usando de
LOS TREINTA Y TRES 505
Reunida en la capilla de la
Aguada, decretó la Asamblea el
escudo de armas de la República,
en la forma siguiente:
“Aguada, m arzo 14 de 1829.
“ L a H. A. G. C. y L. del E s-
11 tado, etc.
MA rticulo único. — E l escudo de
" arm as del E stado será un 6valo
“ coronado con un sol y cuarteado,
“ con u n a balanza por símbolo de
11 la Igualdad y la Justicia, cólo-
“ cada sobre esm alte azul en el
“ campo superior de la d erech a; en
“ el de la izquierda, el Cerro de
MMontevideo, como símbolo de la
“ Fuerza, en campo de p l a t a ; en el
" cuadro inferior de la derecha, un
** caballo suelto, como símbolo de E l general E U G E N IO GARZÓN
" la Libertad, en campo de p l a t a ; es una de las figuras m ás
sim páticas de la época de la
“ 7 en el de la izquierda, sobre es- Independencia. M ilitar valiente
“ m alte azul, un buey, como símbo- y experto, sus m éritos le
granjearon la consideración
u lo de la A bundancia. A dornado general.
4*el escudo con trofeos m ilitares, de Garzón era hijo de Montevideo,
" m arin a y símbolos de comercio. donde nació en 1796. M uy
joven aún alistóse en las f i
M— Silvestre B lanco, Presidente. las de A rtigas, distinguién
**M anuel A . Berro, Secretario”. dose en los dos sitios de Mon
tevideo, particularm ente en la
1829 (mayo 1.°). E l Go batalla del Cerrito. M ás tarde
marchó a la cam paña del
bierno patrio hace su en P erú, en el fam oso regi
m iento orientál N.* 9, al
trada en Montevideo. mando del coronel Pagóla.
Habiéndose retirado las últi De regreso a su patria, pa rti
cipó en, la guerra del B ra
mas tropas extranjeras (abril 23), sil, contribuyendo eficazm ente
al éxito en Ituzaingó.
recibiéronse de la plaza D. M a Terminada la guerra,f abrióse
nuel Oribe y D. Francisco Ma- pronto, por desgracia, la era
de las revoluciones, en las
gariños, comisionados al efecto que tam bién tomó parte el
entonces coronel Garzón.
por el Gobierno patrio. De 1840 a 1851 permaneció
El l .° de mayo siguiente, el alejado del país, al servicio
de Urquiza, a quien decidió a
Gobierno, la Asamblea y el Ejér sacudir el yugo del tirano
Rosas.
cito patriotas hacían su entrada Celebrada la paz9 era Garzón
en Montevideo, por el Camino el ca/ndidato de m á s proba
bilidades para la nueva pre
Real, hoy Avenida A gradada, en sidencia de la Repúblicat
medio del regocijo general. cuando le arrebató la m uerte
el !.• de diciembre de 1851.
510 INDEPENDENCIA
ESCUDO D E A R M A S D E L A R E P Ú B LIC A
Conforme al decreto de su creación ( H de marzo de 1829)
BUEN GOBIERNO
D E RONDEAU
En el entretanto,
Rondeau y la Asam
blea no quedaban Inac
tivos, señalando su
gobierno con m uchas
m ejoras adm inistrati
vas, como la creación
de e s c u e l a s , el fomen
to de la a g r i c u l t u r a ,
la declaración de la
lib e r ta d d e la p r e n
s a , con excepción, sin
embargo, de los ata
ques contra la religión
y seguridad del Estado,
delitos castigados con
m ulta o prisión.
LOS PARTIDOS
TRADICIONALES.—
El Dr. JOSÉ E L L A U R I, padre del futuro El gobierno de Ron
Presidente de la República D. José E.
E lla u ri, fu e uno de los constituyentes deau fue amargado
m ás preclaros.
por las desavenencias
Nació en 1790 de una de aquellas fam ilias
patricias de M ontevideo que ilustraron entre Lavalleja y Ri
sus nombres en el ejercicio continuado vera, quienes, ene
de los cargos públicos. Habiendo concluí-
do en Chuquisaca los estudios de dere mistados desde el año
cho, se trasladó a Buenos Aires cuando 26, se disputaban el
estallaba la Revolución, a la cual se pie-
gó desde luego. poder.
Allí permaneció hasta que la campaña Uno y otro eran
triunfante de Lavalleja abrió a los u ru
guayos las puertas de la patria. E l Dr. caudillos de gran va
E llauri volvió entonces a Montevideo, ler, y merecían con
siendo nombrado secretario de la comi
sión encargada de redactar la C onstitu iguales títulos dirigir
ción. Una vez concluida la tarea de dicha
comisión, él en su calidad de miembro los destinos de la pa
informante, presentó el Proyecto a la tria, pues si el uno
Asam blea Constituyente, en un notable
discurso, que descubre un talento supe- había iniciado su in
rior y el m ás acendrado patriotismo. dependencia, el otro
* E l Dr. E llauri fue uno de los leales amigos
de Rivera, quien, en noviembre de 1830, la había apresurado.
lo nombró m inistro de Gobierno y Rela Los dos gozaban de
ciones Exteriores. E n 18S9 sentó las ba
ses del tratado de am istad y comercio mucho prestigio en
con F rancia; en el mismo año fue en
viado como m inistro plenipotenciario a tre los orientales, di
París y luego a Londres, regresando en vididos en dos parti*
185&al Uruguay ( t 1867).
LOS TREINTA Y TRES 513
JU R A D E L A C O N STITU C IÓ N
(Cuadro de Pedro B lanes V íale)
mto ordenado por la ley del 26 xle junio últim o, procedió a reci-
demáa Gefes y Oficiales de su m ando (siguen su s nom-
&s), a quienes se les preguntó de la m anera siguiente: — prim era
¿ J u rá is a Dios y prom etéis a la P a tria cum plir y hacer cum plir
into de vos dependa la Constitución del Estado O riental del U ru -
ay sancionada el diez de Setiem bre de Mil ochocientos veinte y
eve por los R epresentantes de la N ación? — Sí, Juro (y así las tre s
•aa). Si asi lo hiciereis. Dios os ay u d a rá y si no Él y la P a tr ia os
dem andaran. Acto continuo se hizo fo rm a r pabellones a la tro p a y
ocado el S argento Mayor sobre el costado derecho de la fo rm a-
n, figuró una cruz con su espada y un fusil por cuyo frente desfiló
B atallón besándola cada soldado al p asar por e lla ; con lo cual
alo por term inado el acto que firm ó con el V* B® del Señor Coronel,
A ndrés A . G ó m ez/’
(Del Boletín Histórico del E stado M ayor General del E jé rc ito ).
522 INDEPENDENCIA
CAPÍTULO II
La Constitución de 1830
Antes de pasar a estudiarla, veamos algunas nociones prelimina
res sobre derecho constitucional, sobre el Estado, sus funciones,
sus fines, etc.
CONSTITUCIÓN
7.® Los Representantes son elegidos directam ente por loa pue
blos: uno por cada 8.000 alm as o fracción quo no baje de 2.000.
8.° Los Sonadores son tantos cuantos soan los Departam entos del
territorio (es doclr 9), uno por oada Departam ento.
A m érica p re c o lo m b in a .......................... 5
§ I. E l medio uruguayo ................................. . 5
§ II. Los indígenas del U r u g u a y .......... 6
O § III. C aracteres de los indígenas uruguayos 15
£ Lectura h istó ric a : “Tabaré” 21
H
II E l m undo «le fine» de la E d a d M edia 23
Lectura: Am érica precolombina ............... 34
P4
W ni Colón y el d e sc u b rim ie n to de A m éric a 37
q § I. Descubrim iento de A m érica 37
W § II. Otros descubrimientos 46
H
0 IV D e sc u b rim ie n to del U ru g u a y 51
§ I. Solís .............................................................. 51
§ II. M agallanes ........................................... 58
§ III. Gaboto y García ................................. 67
L e c tu ra : Documento h is tó r ic o ........................ 75
C o n q u ista m ilita r : lo s A d e la n ta d o s . . . . 80
§ I. 1er. Adelantado, Pedro de Mendoza 83
§ II. 2o. A lvar Núñez Cabeza de V aca . . 92
§ III. 3o. J u a n O rtiz de Z á / r a t e ................. 98
§ IV. Ju an de. Torres de V era y Aragón 106
L e c tu ra s: I. Ojeada general sobre la conquista 108
H II. L a penetración espa/ñola en A m é
rica 113
P
O
£ II C o n q u ista p a c ific a : lo s M isio n ero s ............ 114
O § I- P rim eras reducciones uruguayas . . . . 114
O § II. Las MisionesJesuíticas .............................. 120
III T e n ta tiv a s de lo s p o rtu g u e s e s .................... 133
§ I. L a ganadería .......................................... 133
8„II. L a Colonia j e l Sacram ento ............... 137
§ III. M o n tev id eo ......... ......................................... 144
L e c tu ra : Un gobierno de otros tiempos . . . . 161
i, I
II
R ev o lu ció n de M ayo .........................................
A rtig a s ...................................................................
§ I. Insurrección del país .............................
§ II. Rivalidades políticas en Buenos Aires
277
291
291
304
III P rim e r sitio de M ontevideo ...................... .. 306
H H § I. La Revolución en el U ruguay ............ 306
§ II. L a Revolución en la Argentina . . . . 323
Segundo s itio de M ontevideo ....................... 325
§ I. B atalla del Cerrito ..................... 325
§ II. Congresos de 1813 ................................. 330
§ III. E l año 1813 en la Argentina ........... 340
§ IV. Capitulación de Montevideo .................. 344
ép o ca Capítulos Págs.
I D o m in a c ió n L u s it a n a .................................................. 427
LUSOBRASILEÑA
I L os o r ie n t a le s s o lo s .................................................. 447
“33’*
II O r ie n ta le s y a r g e n tin o s ....................................... 4 72
9 I. E l U ruguay bajo la incorporación a r
V.
l.i. KO PRIMERO
1