Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 25

Nombre de la escuela: Escuela secundaria técnica

número 2
Maestra: Claudia del Carmen Díaz de la Cruz
Alumno: Jesus Alexander lustre Peralta, Miguel Jesus
lustre Jiménez, Eduardo Jiménez reyes
Grado: 3 Grupo: “C”
Materia: Español
Fecha de entrega: 31/10/2023
Proyecto: poemas, dichos, refranes y pregones
INDICE
Poemas.
1. Coplas por la muerte de su padre
2. A una rosa
3. Soneto de repente
4. Lo inefable

5. Balada

6. Los heraldos negros

7. Arte poética

8. El poeta pide a su amor que le


escriba

9. Ajedrez II

10. Qué se ama cuando se ama

11. Dos cuerpos

12. De aquí a la eternidad

13. Amo, amas

14. Otoño

15. Las cosas

16. Dudar

17. Bolero
18. Cartas a una desconocida
19. Madrigal
20.
Poemas

Coplas por la muerte de su padre

Recuerde el alma dormida


Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte,
Tan callando,
Cuán presto se va el placer,
Cómo, después de acordado
Da dolor,
Cómo, a nuestro parecer,
Cualquier tiempo pasado
Fue mejor.
A una rosa
1

Ayer naciste, y morirás mañana.


Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lúcida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó tu hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida porque en tu
hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
Soneto de repente

Un soneto me manda hacer Violante,


que en mi vida me he visto en tal aprieto, 2
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.
Lo inefable

Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,


No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una
herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
De un pensamiento inmenso que se arraiga en la
vida
Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
Que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...
Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,
Desgarradora y árida, la trágica simiente
Clavada en las entrañas como un diente feroz!...
Pero arrancarla un día en una flor que abriera
Milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
Tener entre las manos la cabeza de Dios!
4

Balada

El pasó con otra;


yo le vi pasar.
Siempre dulce el viento
y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
le vieron pasar!
El va amando a otra
por la tierra en flor.
Ha abierto el espino;
pasa una canción.
¡Y él va amando a otra
por la tierra en flor!
El besó a la otra
a orillas del mar;
resbaló en las olas
la luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
la extensión del mar!
El irá con otra
por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiere callar)
¡Y él irá con otra
por la eternidad!

5
Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!


Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos
quema.
Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos,
como
cuando por sobre el hombro nos llama una
palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

6
Arte poética

Que el verso sea como una llave


Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
Cuanto miren los ojos creado sea,
Y el alma del oyente quede temblando.
Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando no da vida, mata,
Estamos en el ciclo de los nervios,
El músculo cuelga,
Como recuerdo, en los museos;
Mas no por eso tenemos menos fuerza:
El vigor verdadero
Reside en la cabeza.
Por qué cantáis la rosa, ¡oh, Poetas!
Hacedla florecer en el poema;
Sólo para nosotros
Viven todas las cosas bajo el Sol.
El Poeta es un pequeño Dios.

7
El poeta pide a su amor que le
escriba

Amor de mis entrañas, viva muerte,


en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
Ajedrez II
8

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada


reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Qué se ama cuando se ama
9

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz


terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se
halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su
hondura, sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?
¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay
mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en
particular fugaces
de eternidad visible?
Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no
poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado
siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo
paraíso.
Dos cuerpos

Dos cuerpos frente a frente


son a veces dos olas
y la noche es océano.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.
Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.
De aquí a la eternidad

Descubrir a Dios entre las sábanas


-no en el templo fariseo 11
ni en la altiva mezquita-
sábanas blancas
sudario del amor que te cubría
manto sagrado
inicial la bienaventurada ascensión
de tu piel a la eternidad
de tu vientre al círculo celestial
sentir a Dios en tus húmedas cavidades
en el grito vertiginoso
de la jauría de tus vísceras
Saber
que Dios está escondido entre las sábanas
sudoroso
consagrando tu sangre menstrual
elevando el cáliz de tu vientre.
Descubrir, de pronto, que Dios
era una Diosa,
última ascesis,
de aquí a la eternidad.

Amo, amas

12
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
Amar por toda ciencia y amar por todo
anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
Amar la inmensidad que es de amor
encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos
mismos!
Otoño

Aprovechemos el otoño 13
antes de que el inverno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.
Las cosas
14

El bastón, las monedas, el llavero,


la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Dudar
15
Dudar de lo que nos dijeron y de nuestras
propias afirmaciones,
de nuestros sentimientos, de nuestros sueños
y de nuestros anhelos.
Dudar como una manera de vivir el
pensamiento y la acción,
allí donde nos arroja el riesgo de un discurrir
diferente,
a la fragilidad de lo incierto
y a la ligereza de lo que se sabe precario,
demasiado precario.
Bolero
16

Qué vanidad imaginar


que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca


la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Cartas a una desconocida


17

Cuando pasen los años, cuando pasen


los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo solo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus
labios,
un pobre hombre cansado de andar por los
jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!
Madrigal

18
Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.
A veces
19
A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir,
bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor
rompiéndome el pecho,
una flor, y decir:
Esta flor, para usted.

20

También podría gustarte