En Secreto
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Todos los nombres, personajes, lugares y acontecimientos de esta novela son producto de la imaginación de la autora, o son
empleados como entes de ficción. Cualquier semejanza con personas vivas o fallecidas es mera coincidencia. La autora reconoce
la condición de marcas registradas de diversas marcas citadas en la obra sin permiso de los derechohabientes. El uso de dichas
marcas no significa una esponsorización de la obra por parte de sus propietarios.
Te quiero.
Me gustan las personas que no se rinden, no renuncian, no
desisten cuando aman algo de verdad. Porque cuando las ganas son reales,
el interés siempre está.
—Rafael Cabaliere.
¿Por qué los adultos son tan egoístas? No entiendo por qué no cuentan con
nuestra opinión. Se piensan que por ser niños no nos afecta las decisiones
que toman. Pero le he dejado muy claro a mis padres, que no estoy de
acuerdo en esta nueva mudanza, la tercera en un año. Esta vez han
aprovechado que hay una semana de fiesta nacional para marcharnos a
nuestro nuevo hogar. Es una injusticia porque ahora que estaba haciendo
amigas, llega mi padre y vuelve a cambiar de trabajo. Esta vez, lo supe
antes de que dijese nada. En el instante en que sacó dos cajas enormes de
regalo envueltas una en papel de los vengadores y la otra de unicornios,
comprendí que había gato encerrado. No me equivoqué, así fue. Después de
regalar a mi hermano Caleb un patinete eléctrico y a mí la Nancy más
bonita que jamás había visto, nos dio la noticia de que nos mudamos de
nuevo. Nos volvían a cambiar de colegio en mitad del curso y para colmo
nos íbamos a otro estado. New Bern, estaba demasiado lejos de todo lo que
yo siempre había conocido. Pero esta vez no les dije nada, no hubo
lágrimas, ni reproches tan solo me giré a mi habitación y me puse a recoger
mis juguetes en cajas. Mi hermano en cambio se lo tomó genial, porque es
un vendido. A pesar de que quiero creer a mi madre, en que esta vez será la
última que nos mudemos, no quiero hacerme ilusiones.
Llevo tres días sin hablar. No he dicho ni una sola palabra ni al idiota de
Caleb, que no para de chincharme, y para colmo, hoy cuando hemos bajado
las cajas de la mudanza a la nueva casa, él ha roto una maceta del jardín y
les ha dicho a mis padres que había sido yo. El muy mentiroso se ha
aprovechado de mi voto de silencio para que no pudiera defenderme, he
estado a punto de hablar, pero al final he apretado mis labios y con mi dedo
índice y corazón me he señalado mis ojos para luego señalarle a él, que se
prepare porque no pienso dejar que esto acabe así. Por lo general, nos
llevamos como el perro y el gato todo el día, pero en el fondo nos
queremos.
Durante todo el camino en coche, deseaba con todas mis ganas que nuestro
nuevo hogar no me gustase ni un poquito. Pero mis rezos no han surtido
efecto porque desde el instante en que llegamos, llegué a la conclusión de
que me encanta, parece un lugar sacado de una peli. Todas las casas de la
calle son prácticamente iguales, de dos plantas con la fachada laminada en
color blanco que resalta aún más por su tejado de pizarra. Tiene muchas
ventanas, tantas, que parece un castillo. Tenemos un jardín delantero y otro
trasero con barbacoa y piscina, que da acceso a un sendero que rodea un
lago. Sin duda alguna, parece un lugar sacado de mis sueños. Me encanta
que al fin voy a tener una habitación para mí sola. ¿Sabes lo que eso
significa? Que no tendré que soportar al imbécil de mi hermano. Pero lo
mejor de todo, son las vistas que tiene mi habitación, a pesar de que veo la
casa del vecino, puedo sentarme en el alféizar y contemplar el lago. Lo he
echado a suertes con Caleb y él se ha tenido que quedar con la otra
habitación que da a la parte delantera de la casa.
—¡Eh mudita! —Me llama Caleb.
Me bajo del alféizar para encararme a él que pone su sonrisa de idiota y
cuando estoy lo suficientemente cerca me lanza una araña enorme a la cara.
—¡Ahhhhh! —grito y él se troncha de risa.
—Has roto el silencio, perdedora. —Se mofa de mí y no dudo en
lanzarme hacia él y comenzar a tirarle del pelo.
—Te vas a enterar pecoso. —Comenzamos a pegarnos.
—¡Ya basta! —grita mi madre que sube a trote por la escalera y me coge
en brazos para apartarme de encima de mi hermano.
—Prepárate. —Le advierto y él se sienta en el suelo mirándome como si
nada le afectase.
—Estoy deseando ver que eres capaz de hacer desdentada. —Me vacila
con el mote que me tiene puesto por estar mellada.
—¡Caleb y Abbigail! Ya está bien. —Nos reprende mi madre y ambos
nos callamos. Ella suspira cansada y con la mano que tiene libre se pellizca
el puente de la nariz—. Sé que esta nueva mudanza os ha afectado. Pero, no
podéis llevaros así de mal ahora que os vais a necesitar más que nunca.
»Vais a un nuevo colegio y aunque estéis en cursos diferentes, sois
hermanos y los hermanos están para cuidarse y protegerse. Vuestro padre y
yo estamos haciendo todo lo que podemos por el bien de la familia, yo
también he cambiado a un nuevo hospital y papá a una nueva empresa de
transportes. Todos tenemos cambios y somos una familia. ¡No podéis
declararos la guerra! Así que ya sabéis lo que tenéis que hacer. —Nos
regaña mi madre dejándome en el suelo y acariciándome la mejilla para que
dé el primer paso. Me acerco a mi hermano, le ofrezco mi mano que la
agarra sin dudar y se levanta para abrazarme. Me envuelve en sus brazos y
me da un beso en la mejilla.
—Lo siento Abby, no debí de gastarte esa broma con la araña de juguete
—dice con un arrepentimiento que sé que no siente y luego baja la voz para
susurrarme—. Sabes que la guerra acaba de comenzar. —Me recuerda,
sabiendo que solo es un papel que está haciendo delante de mi madre.
—Te perdono Caleb —miento y bajo mi voz para decirle solo a él la
verdad—. Estoy deseando que veas lo que le ha pasado a tu patinete. —
Suelto una risita.
—Cuando queréis sois adorables. Aunque la señora Montgomery venga
a estar con vosotros, mientras papá y yo estamos trabajando, siempre debéis
de cuidaros el uno al otro, ¿está bien? —Ambos asentimos y mi madre
satisfecha nos da un beso a cada uno y nos recuerda que pronto tendremos
una nueva niñera, que tampoco conocemos y eso nos irrita. Pero no
decimos nada más y ella se marcha satisfecha.
En el momento en que ella desaparece escaleras abajo, ambos nos
separamos y mi hermano me mira alarmado por lo que le ha podido suceder
a su querido patín. Corre hasta su dormitorio y sé que tengo poco tiempo
para huir, cuando descubra que lo he pintado de rosa con spray y se lo he
llenado de pegatinas de unicornios. Debo desaparecer del mapa, al menos
hasta que mi madre no me llame para cenar. Gracias a que mis padres están
tan ocupados con la mudanza, sé que no me echarán en falta.
Me pierdo por la nueva casa, bajo hacia la entrada y miro con urgencia
donde puedo esconderme, pero veo al final del pasillo la puerta que da al
patio trasero. Sin dudarlo dos veces salgo, miro en la zona de la barbacoa y
rodeo la piscina. No encuentro un buen lugar para esconderme, me pillará si
me quedo aquí. Así que abro la puertecita que da al paseo que bordea el
lago y corro sin mirar atrás por el camino empedrado y me alejo un poco
para detenerme y tomar aire. Uff… Cuando lo encuentre va a enloquecer, sé
que se chivará a mis padres y que me castigarán, pero no me importa. Tenía
que dejarle muy claro que a pesar de que tengo ocho años, él solo es dos
años mayor que yo y no puede seguir arrancándole las cabezas a mis
muñecas, porque a él le divierta. Necesito estar tranquila, lejos de su furia y
este lugar me tiene hipnotizada. Es un lugar tranquilo y sé que no se le va a
ocurrir buscarme fuera de casa, porque acabamos de llegar y es algo
impensable. Voy caminando distraída junto a los juncos viendo a los patitos
nadar, cuando descubro que para mi sorpresa no estoy sola. A unos metros
de mí, hay un niño que está sentado con la cabeza enterrada en sus rodillas
y tiembla. Camino hacia él con cuidado y por lo que puedo ver, parece más
grande que yo.
—Hola. —Lo saludo con timidez y él, levanta la cabeza sobresaltado.
Me mira con lágrimas en los ojos, se las seca con la manga de la sudadera y
aspira con fuerza. Le sonrío con cariño y me acerco para sentarme junto a
él. No ha dicho ni una sola palabra, pero tampoco se aparta cuando me
siento a su lado. Veo como me observa entre sorprendido y extrañado.
—¿Vives ahí? —pregunto señalando la casa que hay junto a la mía y él
asiente—. Soy tu nueva vecina, espero que no estés llorando por eso —
intento bromear con él y lo consigo. Cuando sonríe sus ojos que son de un
color negro intenso se le iluminan.
—Hola vecina. —Me responde con una sonrisa triste—. He discutido
con mi padre —confiesa poco orgulloso de ello y aparta la vista para coger
una piedra del suelo y lanzarla al agua con rabia.
—Yo no suelo discutir con los míos, se pasan todo el día trabajando. —
Le comento y apoyo mi mejilla en las rodillas y lo miro con detenimiento.
Él nota que lo estoy observando con descaro y le sonrío—. Me llamo
Abbigail, pero mis amigos me llaman Abby.
—Encantado de conocerte Abb. —Jamás nadie me ha llamado así, pero
me gusta como suena y sonrío divertida por ello—. Soy Zack. —Me ofrece
su mano con una mirada llena de complicidad y se la estrecho sin dudar.
—¡¡¡ABBIGAIL!!! —Oigo gritar a mi hermano y me encojo un poco
del sobresalto. Miro tras mi espalda por si aparece por el sendero, pero no
lo hace. Entonces rompo a carcajadas y Zack lo hace junto a mí sin
comprender aún el motivo.
—Ese grito que parece de un perro rabioso, es del cascarrabias de mi
hermano Caleb. Con él si discuto, y mucho —digo con sinceridad.
—¿Por eso estás aquí? —pregunta curioso.
—Sí, seguramente acaba de descubrir que me he vengado de él por
arrancarle las cabezas a todas mis muñecas. —Él parece alucinado de lo que
le digo y entonces se ríe aún más, cuando comprende todo.
—Espero que no las queme como venganza —añade divertido.
—Puede ser que lo haga, —digo encogiéndome de hombros—. Por eso
guardo una Nancy que me acaban de regalar mis padres en otro lugar… Por
si acaso —susurro.
—Es lo mejor que puedes hacer —comenta risueño—. Yo no tengo
hermanos.
—Debe de ser aburrido no tenerlos —respondo pensativa y él se encoge
de hombros indiferente—. Pero puedes tener muchos amigos, ¿quieres ser
amigo de Caleb?
—¿De tu hermano rabioso? —Me pregunta extrañado y alegre.
—Síp, lo necesita porque acabamos de llegar y no conoce a nadie. —Le
informo.
Él ladea su cabeza como si intentara comprenderme mejor. Guarda silencio
un rato enorme y no comprendo por qué lo hace. Aparto la vista confundida
y me fijo en el lago sereno. Creo que no he dicho nada raro para que me
observe de esa forma, pero cuando vuelvo a mirarlo. Zack vuelve a
sonreírme de forma tan amplia, que se le ven los Brackets y sus dientes ya
casi perfectos.
—¿Y por qué no el tuyo? —Me pregunta intrigado.
—También, pero será nuestro secreto.
Bostezo una vez más cansada mientras vamos en el coche en dirección a
nuestra nueva escuela. Hoy por ser el primer día nos llevan papá y mamá.
Anoche no podía dormir, solo de pensar en mi primer día en la escuela y
por ello, Zack estuvo hablando conmigo hasta tarde. El cuarto dónde él
duerme tiene una ventana justo enfrente de la mía. Así que anoche, como él
estaba solo en su casa, se le ocurrió crear un teléfono con dos vasos de
plásticos unidos por una cuerda y hablar a través de ellos. Me gusta ese
chico, porque es divertido, ingenioso, atento y se porta muy bien conmigo.
Llevamos tan solo unos días aquí y sin embargo tengo la sensación, de que
lo conozco desde siempre.
La tarde que hui de casa, decidí regresar con Zack y presentarles a todos
a nuestro nuevo vecino. Caleb y Zack, se cayeron bien en el primer instante
de conocerse y desde entonces se han vuelto inseparables. Aún aguardo el
momento en que mi hermano me devuelva su venganza, pero está siempre
con Zack y por ahora, pasa de mí. Aunque suelo ir con ellos a todos lados, a
veces mi hermano se empeña en que los deje solos para hacer cosas de
chicos. Pasan mucho tiempo jugando en casa, ya que está cuidándonos la
señora Montgomery y Zack siempre suele estar solo. Según me contó
anoche, su madre había fallecido hacía unos años y su padre siempre estaba
fuera por trabajo. Me da pena, porque es muy triste estar sin tus padres. Yo
no soy capaz de hacerme a la idea. Su padre siempre le da regalos caros y
hasta tiene un móvil de última generación, lo llama todos los días o al
menos eso me dice él. Por lo visto lo ha cogido de costumbre, traerle un
regalo de cada viaje y aunque él no me lo dice, esos juguetes caros no le
gustan. Porque los tiene sin abrir en las cajas, incluso le regaló a mi
hermano tres juegos de la playstation.
Muchas tardes nos bañamos en la piscina y luego cuando ellos
comienzan a jugar a rugby, a veces me dedico a mirarlos desde los
escalones del porche y otras entro en casa con la señora Montgomery, para
ayudarle en lo que este haciendo. Nuestra niñera es una mujer mayor, tanto
que podría ser mi abuela. Tiene el pelo blanco y las mejillas sonrosadas, es
muy dulce y se porta genial con nosotros. A veces, cuando le sobra tiempo
me hace trenzas. Pasa con nosotros todas las tardes que mi madre está de
guardia en el hospital y mi padre aún no ha vuelto de la oficina.
Mi padre detiene el coche al lado de Zack que va caminando con los
auriculares puestos. Va distraído y no es hasta que mi padre toca el claxon
cuando se da cuenta de que estamos a su lado mirándolo y al vernos, una
sonrisa ilumina su rostro.
—¡Buenos días chico! Sube, que te llevamos.
—Buenos días señor Brad, no es necesario… —responde avergonzado.
—¡Vamos Zack! —Lo anima mi madre que baja del coche y le abre la
puerta—. Es el primer día de Caleb y Abbigail, lo mejor para ellos es llegar
contigo.
—Claro tío, así entraré contigo a clase y no pareceré un fracasado como
Abby. —Se ríe de mí, que no tengo la misma suerte y yo sí que no conozco
a nadie.
—¡Mamá! —grito y me quejo.
—¡Caleb, ya basta! No empieces otra vez. —Le riñe mi madre y yo le
saco la lengua victoriosa.
—No se preocupe señora Lisa, yo cuidaré también de Abby —responde
Zack subiéndose al coche y sentándose junto a mi hermano.
—¿Cuántas veces te hemos dicho que solo nos llames Brad y Lisa? —Le
pregunta mi madre risueña subiéndose de nuevo al coche.
—Lo siento Lisa —responde avergonzado con una pequeña sonrisa.
Me mira de forma fugaz y yo le sonrío feliz, mientras me hace un guiño.
Observo a ambos chicos, que van junto a mí en el asiento trasero y me fijo
en que uno parece el reflejo del otro, tan menudos, con brackets, el mismo
uniforme y el corte de pelo parecido. Solo que mi hermano es tan blanco
como la leche y tiene pecas en las mejillas a diferencia de Zack que tiene la
piel ligeramente bronceada.
El resto del camino lo paso mirando por la ventana del coche y me voy
fijando en lo bonito que es este lugar. La gente parece vivir a un ritmo muy
diferente al que había en Gainesville o en Winter Haven, las dos últimas
ciudades de Florida en las que habíamos estado viviendo. Pero New Bern
parece un oasis de tranquilidad, hay algo especial en este lugar que no
puedo negar lo mucho que me gusta. Lo único que deseo, es que esta vez
sea verdad y nos quedemos aquí para siempre.
Cuando bajamos del coche y mis padres se despiden de nosotros, nos
quedamos los tres parados junto a un cartel de madera en el pone
«Bienvenidos a la escuela central de primaria de New Bern». Frente a
nosotros hay un edificio antiguo de dos plantas, con un tejado muy alto
dividido a cuatro aguas, cubierto por tejas de pizarra negra y frente a
nosotros, hay un porche de entrada semicircular que tiene las puertas
abiertas, de par en par, mostrándonos nuestro nuevo colegio. Trago saliva
nerviosa y agarro la mano de mi hermano. Él me la sujeta de forma
protectora y me mira con una sonrisa para que este tranquila. A pesar de
todo Caleb, sabe que no es fácil comenzar de nuevo por tercera vez en un
año y aunque me haya estado chinchando estos días, sé que solo lo hacía de
broma porque para él esto tampoco es fácil.
—Vamos enana. —Me anima tirando de mí.
Apresuro mis pasos para ir al mismo ritmo que él. Zack nos sigue y
caminamos entre cientos de niños que nos observan curiosos, miro a
algunos de forma fugaz y vuelvo a mirar al suelo. Por cada paso que doy
más diminuta me siento y pienso que no ha sido buena idea ponerme hoy
las trenzas. Nos miran como si fuésemos de otro planeta y cuando pasamos
por una puerta de cristal, me fijo en mi reflejo y no veo nada extraño para
que me miren de esa forma. Zack nos lleva a secretaría, allí nos atiende una
mujer de pelo rubio, delgada y con gafas que nos sonríe con alegría y nos
explica con amabilidad cual es el número de nuestras taquillas y Zack se
ofrece a guiarnos a nuestras clases. Me duele la barriga porque estoy
nerviosa, tengo hasta náuseas y creo que no ha sido buena idea tomarme un
segundo tazón de cereales esta mañana. Me pican los ojos, pero no pienso
llorar y que se rían de mí y piensen que soy una llorica. Caminamos por el
pasillo de brillante terrazo en color crema, en el que hay muchísimas
taquillas y hay algunos alumnos cogiendo sus cosas. No pensé que habría
tantos niños, ya que desde que llegué aquí, hace una semana, solo he
conocido a Zack. Cuando nos detenemos frente a la que es mi clase, tomo
aire y me miro los zapatos para tranquilizarme y tener suficiente valor para
entrar.
—¡Vamos Abby! Te va a ir genial. —Me anima con cariño mi hermano.
Lo miro insegura y presiono mis labios porque no pienso llorar. Me lanzo a
sus brazos y me atrae hacia él—. Tranquila, estaré aquí esperándote para ir
al recreo. Sobrevivimos a los otros dos colegios y a este también, tú solo
tienes que estar atenta a los profesores.
—Gracias Caleb, espero que también te vaya bien. —Le digo un poco
más animada y convencida de que lleva razón.
Me aparto de él y veo como Zack guarda silencio. Nos observa apoyado
en el marco de la puerta con los brazos cruzados, parece perdido en sus
pensamientos y a la vez, hay un brillo precioso en sus ojos oscuros que
refleja que está disfrutando de ver que en realidad mi hermano y yo no nos
odiamos tanto como parece. Nos queremos, aunque rara vez nos lo
mostremos.
—Eh Abb. —Solo él me llama así y sonrío—. Seguro que pronto harás
amigas porque eres genial—. Me anima deslizando sus dedos por mis
trenzas, a la vez que me guiña el ojo.
—Gracias Zack —respondo acercándome a él y le doy un beso en la
mejilla, Zack sonríe sorprendido y se acaricia la mejilla donde acabo de
besarle. —Hasta luego chicos. —Me despido de ellos y entro en la clase.
Los nervios se me quitan cuando varias niñas me saludan con alegría y
forman un círculo, me preguntan con curiosidad cómo me llamo, de dónde
vengo y por qué estoy aquí. Estaba contestando a todas las preguntas que
me hacían y parecía que les gustaba, pero su opinión me dejó de importar
cuando una chica negra, con el pelo lleno de cientos de trenzas se acerca al
grupo y me sonríe alegre.
—Hola, la estáis agobiando y no es ningún mono de feria. Ven, si
quieres puedes sentarte conmigo. —Me dice cogiéndome de la mano y
sacándome del medio del círculo que se ha formado.
—Gracias —murmuro avergonzada.
—No hay de qué, eres la novedad, pero en tres días serás una más de
aquí y verás como todo es diferente —comenta sentándose en primera fila y
yo lo hago junto a ella.
—Me llamo Abbigail aunque todos me llaman Abby.
—Yo soy Grace —responde risueña. Me cae bien.
—Me encantan tus trenzas. —Le digo fascinada al ver que tiene trenzas
de raíz por toda la cabeza.
—Gracias, me las hace mi abuela porque tengo el pelo tan rizado que es
indomable. —Se ríe—. Yo llegué nueva a comienzos de curso y sé cómo te
sientes.
—Oye Grace… ¿Quieres ser mi amiga? —pregunto avergonzada y
esperanzada.
—Por supuesto Abby, te he elegido como amiga desde el momento en
que te he visto con esas dos trenzas. —Bromea divertida.
La profesora de mates llega a clase y todos vuelven a sus asientos y aunque
sé que ahora llega el momento de tener que presentarme, contar con la
complicidad de Grace hace que sea más llevadero y que no me importe si
no le gusto al resto de niños. Al menos, sé que ya tengo una amiga, mi
primera amiga.
A pesar de que es sábado y no tengo que ir a la escuela, me suelo despertar
temprano como de costumbre. Tengo la hora cogida de levantarme para
llegar siempre a tiempo a todos lados y nunca necesito una alarma. Miro el
techo de mi dormitorio y me restriego los ojos adormilado. La casa está en
completo silencio y eso solo puede significar una cosa, que mi padre ya se
ha largado de nuevo para el aeropuerto. Porque de lo contrario, estoy seguro
que se le escucharía hablar por teléfono desde su despacho y el olor a rancio
del humo de sus puros inundaría toda la casa. Suspiro frustrado solo de
pensar en el día que es hoy, él lo sabía y ni por ello se ha quedado. Sé que le
importo poco, porque es el tercer año que lo paso solo y la verdad es que
me da igual. No sé por qué anoche pensé tan iluso que él hoy pasaría el día
conmigo. Pero una vez más, solo me ha recordado lo poco que le importo.
Me bajo de la cama cabreado y me froto la cara cansado, bostezo y me
esperezo frente a la ventana de Abby. Pensar en ella me hace sonreír. Parece
que fue ayer cuando apareció junto a mí en el lago. Aquel día, había
discutido con mi padre como de costumbre, porque había pasado solo el día
del aniversario de la muerte de mi madre y a él le traía sin cuidado, parecía
haberla olvidado tan fácil que me dolía. Así que cuando regresó, discutí con
él y él descargó su furia golpeándome y gritándome que fuera un hombre.
Exigiendo que dejase de llorar por algo del pasado y cuando me dejó en
paz, rompí todo lo que estaba a mi paso y me fui de casa. Corrí hasta el lago
y me senté bajo el árbol en el que siempre me sentaba con mi madre. Lo
odiaba, quería desaparecer y marcharme de este lugar para siempre. Pero,
¿a dónde iba a ir? No tenía más familia y casi siempre estaba solo en casa.
Eso era mejor, a que me llevasen los asuntos sociales y me entregasen a una
familia de acogida o a un internado. Estaba pensando en que no le volvería
a permitir ponerme una mano encima, cuando una vocecita que sonaba
como una campanilla me sacó de mi tristeza. Para encontrarme con una
niña pequeña, con el pelo de color del caramelo, que me observaba llena de
curiosidad con los ojos más verdes y grandes, que jamás había visto. Me
gustó su sonrisa pícara y su forma de mirarme.
Aún recuerdo cómo se sentó a mi lado sin avisar y habló conmigo como
si me conociera de toda la vida. Yo no tenía ganas de estar con nadie, pero
me quedé hipnotizado de las cosas que me contaba. Casi no podía dar
crédito a la valentía que tenía al haberse vengado de su hermano, y no sé
por qué, cuando me quedé en silencio observándola, sentí que se me
olvidaban mis problemas. No se me pasó desapercibido, cuando se encogió
al oír gritar a Caleb y a pesar de apretar los labios y juntar los pies nerviosa,
me eligió como amigo para su hermano. Eso me gustó, era fuerte, valiente y
tenía un corazón que la hacía única. Pero yo no solo quería ser amigo de su
hermano sino también de ella, porque de alguna forma sentía que ella me
había encontrado a mí.
Desde aquel día, conocí a mis dos mejores amigos y dejé de plantearme
huir de casa. Con Abb todo es diferente, es mi única amiga chica y tan
divertida, que nunca me canso de oírla hablar. Tiene cientos de sueños.
Como algún día ser doctora como su madre y viajar a la India para ayudar a
los niños huérfanos y cuando me pregunta por mis sueños me quedo le
cambio el tema. Porque estoy convencido que si ella supiese lo que
verdaderamente me gusta diría que soy un imbécil como me recuerda mi
padre. Cada noche, me quedo embobado oyéndole al otro lado del vaso de
plástico que une nuestras ventanas. Es un secreto que solo ella y yo
compartimos, porque Caleb, se cabrearía por no poder participar y sé que es
egoísta, pero durante ese trocito del día, nada más existe excepto ella y yo.
La familia Smith, lleva casi un año aquí y siento que es lo mejor que me
ha podido pasar en mucho tiempo. Sus padres son geniales, se preocupan
por ellos y hasta por mí. Estas navidades en su casa me pusieron regalos
como si fuese uno más y pasé el día de acción de gracias con ellos. Mi
padre también nos acompañó, el señor Brad lo invitó a él también y ese día
no hubo riñas, ni reproches.
Sus padres están casi todo el día fuera de casa, pero todas las noches los
cuatro cenan juntos y aunque ellos no lo saben yo me siento a la vez a cenar
junto a la ventana de mi cocina que da justo enfrente a su comedor. Los
observo y los veo reírse, es imposible no notar cuánto amor hay en esa casa
y de una forma extraña, me siento acompañado durante la cena. Me han
invitado a que me quede a cenar muchas veces, pero no quiero abusar de su
hospitalidad y que se cansen de mí. No quiero que lo que dice mi padre sea
verdad y que cuando vean como soy, prefieran alejarse de mí. Mi padre
siempre me recuerda que soy su decepción constante y tal vez es por eso,
por lo que no termino de acercarme del todo a esa familia, por miedo a
perderlos. Siempre soñaba con el día en que pudiese largarme de aquí, no
creáis que no lo he pensado. Pero para ello, necesito dinero y cuando tenga
el suficiente me largaré de aquí. Aunque desde que conocí a Abby y a
Caleb, dudo de marcharme y perderlos, porque cuando estoy con ellos
siento que estoy en el lugar correcto.
Me pongo un jersey de lana burdeos y me miro frente al espejo, al
recordar que es igual al de Caleb y que me lo tejió su abuela Annie cuando
vino a pasar las Navidades. Bajo las escaleras de casa con una sonrisa al
recordar que es una suerte tenerlos de vecinos. Pero cuando veo una enorme
caja envuelta con papel de regalo, toda mí felicidad se esfuma de un
plumazo. Paso por el lado del regalo y no lo miro más de dos segundos,
porque no pienso abrirlo. Pero leo con rapidez la nota que hay escrita.
¡Felicidades! Y una mierda. ¿Qué padre felicitaba a su hijo por su once
cumpleaños con una nota? El mío sin duda. Me dirijo a la nevera y cuento
los tuppers que hay, para calcular más o menos cuántos días va a estar
fuera. Si no me equivoco, pasará unos cuatro días viendo la comida que me
ha dejado. El día de mi cumpleaños, lo pasaría solo una vez más. Por
suerte, este año tengo a mis vecinos y cuando se despierten, podré pasar el
día con ellos como de costumbre.
Voy a la entrada y cojo una foto de mi madre y sonrío con nostalgia.
Camino de nuevo hasta la cocina y rebusco en los cajones hasta encontrar
una vela. Me siento al lado de la encimera, enciendo la vela, cierro los ojos
y soplo, pidiendo un deseo. «Ojalá que alguna vez le importe lo
suficientemente a alguien». Pero un golpe en seco me sobresalta y doy un
brinco que casi me caigo de espalda del susto, cuando miro hacia el lugar de
donde viene, veo el rostro aplastado de Abby contra el cristal, lleva un
enorme sombrero de paja, del que se escapan sus dos trenzas tan
características y me saluda con una enorme sonrisa llena de alegría.
—¡Hola Zack! He visto la luz encendida de tu cocina y supe que ya
estabas despierto. Caleb aún está desayunando y he pensado venir yo a
contártelo. —Me comenta feliz con voz amortiguada al otro lado.
Le hago un gesto para que rodee la casa y camino hasta la entrada para
abrirle la puerta extrañado y feliz de verla.
—¿Qué haces aquí tan temprano Abb?
—Hoy mis padres están libres y vamos a ir a pasar el día al otro lado del
lago, ¿quieres venir? Le ayudé ayer a la señora Montgomery, a hacer una
tarta de arándanos. Así que iremos de picnic y a la vuelta, iremos a ver un
partido de los Red Bears y comeremos perritos calientes. ¿No es genial? —
Me pregunta de forma apresurada, tierna y cariñosa.
—Esto… yo no puedo ir —digo frotándome la mejilla para que no vea
mi cara de tristeza, porque en realidad me muero de ganas de pasar el día
con ellos. Pero a mi mente viene esa conversación con mi padre en la que
me dice, que ellos también se cansarán de mí si soy demasiado pesado.
—¿Qué? Pero si a ti te encanta ese equipo de rugby y los perritos
calientes. —Frunce el ceño extrañada y se gira para mirar al aparcamiento
de la calle—. Estás solo en casa, el coche de tu padre no está.
—Ya peque, pero… —No me deja continuar, cuando ella pasa por mi
lado y abre la puerta de entrada del todo, viendo la caja que hay a los pies
de las escaleras.
—¡Es tu cumpleaños! —Exclama con efusividad y da un salto para
lanzarse sobre mí. La rodeo con ganas y ella ríe feliz, sin duda alguna mi
día no podía comenzar mejor.
—Trencitas, yo… —Abby me mira con determinación.
—Zack, se te da fatal mentir. Además, te he visto soplar las velas antes y
pedir un deseo. —Me comenta alzando las cejas divertida—. ¿Qué has
pedido? Ya sé, no me lo digas para que se te cumpla, ¿vale? —Me anima,
apartándose de mí para comenzar a dar saltitos y su alegría me contagia—.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS OSITO! —Tan solo a ella se le ocurriría llamarme
de esa forma, por ser fan de nuestro equipo local. Abby ríe despreocupada y
yo lo hago con ella.
—Bueno es que no quiero ser pesado. —Soy sincero y ella deja de saltar
y me mira extrañada inclinando hacia un lado un poco la cara. Parece que
va a decir algo, mira de nuevo hacia el aparcamiento vacío, pero se calla. Se
humedece los labios y toma aire antes de hablar.
—No vas a pasar solo el día de tu cumpleaños. —Me advierte y veo que
la familia Smith ya se ha dado cuenta de cómo es mi padre.
—Bueno, está bien —respondo siendo el niño más feliz de toda la tierra
y ella aplaude llena de júbilo—. Tengo que vestirme, si quieres esperar
mientras.
—Me encantaría.
Me responde con una mirada llena de afecto. Abby nunca había estado en
casa, supongo que el verdadero motivo era porque yo siempre estaba en la
suya. Aunque ambas casas tienen la misma distribución, hay una gran
diferencia entre una y otra. Mi casa es fría y solitaria, al contrario que la
suya que es cálida y está llena de vida.
Ella se pasea por el recibidor con mirada curiosa y observa el regalo sin
abrir, sé que no va a hacer comentario alguno, sabe que no pienso abrirlo.
Es la única que conoce la verdadera razón. Se lo conté una noche mientras
hablábamos por la ventana, había discutido de nuevo con mi padre y
necesitaba hablar con alguien, incluso me sinceré de aquella vez en la que
me dio una paliza. Ella no me dijo nada, no me juzgó, tan solo me sonrío
con tristeza y me prometió que siempre la tendría a ella y a su familia.
Subo las escaleras al trote y me giro para ver como ella se ha sentado en los
primeros escalones y veo como sonríe mientras observa una foto de mi
madre conmigo. La dejo ahí y me dirijo a mi habitación, con un sentimiento
nuevo que brota desde lo más profundo de mi ser y se me concentra en el
estómago. Una sensación que no sé cómo describir, ¿era miedo? ¿nervios?
¿vértigo? No lo sé, pero cada vez que Abby sonríe de esa forma tan tierna e
inocente, una luz se prende en mi interior e ilumina toda la oscuridad que
siente mi alma y me calienta el corazón. Estoy ilusionado, porque aún no
me puedo creer que el día fuese a dar un giro así. Sin duda alguna, nos
esperaba un gran día por delante.
Estábamos exhaustos, nunca había pasado un día así y sin duda alguna, era
lo mejor del mundo mundial. Brad, nos había estado enseñando a Caleb y a
mí a pescar, mientras que Abby y su madre se dedicaban a reírse de
nosotros. Luego jugamos los tres a lanzarnos por una tirolina que había en
aquella zona y pasamos por un puente colgante, que unía dos árboles.
Estaba tan feliz, que quería pellizcarme la mejilla para saber que no era
un sueño. Cuando nos sentamos a comer, Lisa sacó la tarta de arándanos y
puso dos velas. Me cantaron cumpleaños feliz y Abby me regaló una
pulsera de bolitas, que había estado haciendo mientras nosotros habíamos
estado pescando. Tenía un pellizco en el corazón, porque solo pedí que ojalá
esto fuera eterno. Luego fuimos al estadio de los Red Bears, acompañé a
Caleb a comprar perritos calientes y vimos el partido, gritamos y
celebramos la victoria hasta quedarnos roncos.
Ya vamos de regreso y estoy cansado, pero estoy tan emocionado por el día
que he vivido que no consigo que el sueño me rinda. Voy oyendo como Lisa
y Brad van hablando llenos de complicidad, mientras que Caleb y Abby
están dormidos. Mi dulce trencitas respira con el corazón encogido, por el
llanto que ha tenido por culpa de su hermano. No comprendo por qué
siempre tiene que ser tan capullo con ella, cuando en realidad la quiere con
toda su alma. Pero a él le divierte irritarla y es por eso por lo que casi
siempre me cabreo con él. A Abb, se le escapa una lágrima que resbala por
su mejilla y no dudo en borrarla de su rostro con mi dedo pulgar. Observo
mi dedo húmedo por su lágrima y el silencio que hay en el coche llama mi
atención, miro a la parte delantera del coche y veo a Lisa mirándome de un
modo que me ruboriza al haber sido pillado.
—Eres un gran hombrecito Zack, feliz cumpleaños —dice Lisa a la vez
que me ofrece un regalo.
—Muchas gracias señora… es decir, Lisa. —Me corrijo y ella sonríe
complacida—. Pero con todo lo que hacen por mí, no necesito más regalos.
—Vamos Zack seguro que te va a gustar —añade Brad—. Y si tú te
hubieras portado bien con tu hermana, también hubieras tenido un regalo—.
Le riñe a Caleb que se ha despertado y aparta la vista arrepentido.
—Lo siento —dice una vez más mi amigo.
—No entiendo por qué siempre la llevas al límite Caleb —comenta su
madre con seriedad.
—No lo voy a hacer más —responde y ojalá fuese eso cierto.
Me estiro para coger el regalo que Lisa me ofrece, con cuidado de no
despertar a Abby pero no lo consigo porque cuando me vuelvo a sentar en
mi asiento la veo que me sonríe ilusionada y apoya su pequeña manita en
mi brazo. Desgarro el papel y Abby aplaude feliz cuando desdoblo la
camiseta y la miro alucinado. No me puedo creer que me hayan regalado
una camiseta de los Red Bears y encima está grabada con mi nombre y el
número once en honor a la edad que estoy cumpliendo.
—¡Madre mía! —exclama alucinado Caleb.
—¡Me encanta! —grito feliz—. ¡Muchísimas gracias a todos!
Miro a cada uno de ellos que me sonríen con familiaridad y cariño. Sin
duda alguna, este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido en mucho
tiempo y todo gracias a la familia Smith. Sé que ellos aún no lo saben, pero
el mejor regalo ya me lo han hecho al demostrarme que les importo
llevándome hoy con ellos.
Una de las ventajas de que nos cuidase la señora Montgomery es que
teníamos libertad para hacer lo que quisiéramos. Por eso, Caleb y Zack
habían decidido que hoy era la tarde perfecta para ir a casa del señor Lewis.
Abrir los aspersores de su jardín y jugar al rugby en el lago delante de sus
narices. La razón por la que querían hacer esa travesura era sencilla, querían
vengarse del cascarrabias de nuestro vecino, le molestaba oírnos jugar junto
al lago, porque decía que los gritos de Zack y Caleb irrumpían en su
tranquilidad. Por ello, hace una semana les quitó el balón o como ellos le
dicen «la guinda» y se lo destrozó como si fuera un melón, dejándoles muy
claro que odiaba ese juego y a ellos también.
—Abby, ¿por qué has tenido que venir? —Vuelve a preguntar irritado
por quinta vez Caleb.
—Porque os voy a ayudar, cabeza de chorlito —digo molesta, mientras
camino cogida de la mano de Zack que sonríe divertido.
—Está bien, sabes lo que tienes que hacer ¿verdad? —Insiste conforme
llegamos a la casa de nuestro objetivo.
—Que sí pesado… —respondo aburrida, soltándome de Zack y
dirigiéndome a mi puesto.
Mientras ellos comienzan a hacer ruido frente a la casa del señor Lewis, yo
entro en su jardín y me ocupo de que salten los aspersores de su jardín.
Sabía perfectamente cómo activarlos, porque todas las casas de la
urbanización son iguales. Así que me dirijo hasta una esquina en la que hay
una pequeña casetilla con una puerta de metal, la abro y dentro de ella hay
una llave de paso, que hago girar. En el momento que lo hago, salgo
corriendo para salir del jardín. Pero cuando el señor Lewis sale antes de lo
esperado, corro campo a través y me pongo empapada por los aspersores al
igual que le está pasando a él.
—¡Gamberros! —grita el gruñón de nuestro vecino.
Una risita nerviosa se me escapa cuando estoy llegando hasta mi hermano
que sigue jugando con Zack, siguen apurando a que los pille. Cuando llego
a ellos sabemos que es el momento de huir.
—¡Corred! —grita Caleb.
Sin responderle le hacemos caso, el único inconveniente es que me van
cogiendo ventaja y me voy quedando detrás. Corro con todas mis fuerzas,
las piernas me arden y oír a nuestro vecino lanzarnos amenazas de todo
tipo, tampoco ayudaba a que parase. El señor Lewis es un hombre mayor,
pero habíamos subestimado que pudiese alcanzarnos. Cada vez lo oigo más
cerca y miro atemorizada a que me pille a mí que soy la que va última, pero
sin darme cuenta tropiezo con un adoquín y me caigo al suelo.
—¡Auch! —Me quejo tocándome la rodilla.
Zack y Caleb se giran y se vuelven para ayudarme a levantarme y seguimos
corriendo.
—¡Venga vamos! —Me anima Zack.
—¿Por qué has tenido que venir? —Me riñe mi hermano nuevamente y
me irrita que me haga sentir que soy un estorbo.
—Porque Grace aún no ha regresado de visitar a su prima, y me aburría
en casa —respondo molesta.
—Es mejor que haya venido, así es más divertido —comenta Zack.
—Pues como nos pille, no va a ser divertido. —Se queja mi hermano.
—Separémonos —Sugiere nuestro amigo, a la vez que me coge de la
mano y tira de mí en otra dirección.
—Zack no puedo más. —Me quejo por el dolor que tengo en la rodilla.
Entonces él se ríe despreocupado y nos ocultamos tras unos arbustos que
hay cerca del lago. Tira de mí hacia él y me abraza, me quedo quieta y
vemos como mi hermano sigue corriendo y el señor Lewis se detiene
desorientado cuando nos ha perdido de vista a los tres.
—Caleb es un idiota… —Pero no me deja decir nada más, cuando me
tapa la boca con su enorme mano.
—Shh… —Me advierte y le hago caso.
Nuestros rostros están muy cerca y lo miro atemorizada, mientras que él me
observa feliz y me sonríe lleno de complicidad, formándosele pequeñas
arrugas junto a la comisura de sus labios. Siempre he sido consciente de lo
guapo que es mi vecino, pero desde que sé que trae locas a todas las chicas
del instituto, me siento afortunada cada vez que me sonríe de esa forma tan
íntima y cercana. Porque el Zack que yo conozco, es muy diferente al que
ellas piensan que es. Oímos caminar muy cerca al señor Lewis. Presiono
mis labios nerviosa y Zack fija su vista en ellos, sentir tan cerca al
quisquilloso de nuestro vecino me atemoriza. Cierro los ojos como si así
pudiera desaparecer por arte de magia y pienso en que ha sido una idea
horrible. Mi respiración es acelerada y me humedezco los labios antes de
hablar, pero Zack me vuelve a tapar la boca con cuidado.
—Malditos niños, ¿qué se habrán creído? —masculla pensativo mirando
a su alrededor.
Abro los ojos y veo como Zack está aguantando la risa. Nos quedamos
quietos, hasta que él se aleja de nosotros y lo perdemos de vista. Es
entonces cuando mi cuerpo se relaja y sé que estamos fuera de peligro.
—Por qué poco… —digo suspirando, mientras salimos de nuestro
escondite.
—¿Te duele mucho? —Me pregunta mirándome la rodilla
ensangrentada.
—Un poco —respondo aguantando el dolor y caminando normal.
—Anda sube. —Me anima.
Zack se agacha frente a mí para que trepe a su espalda y cuando lo hago, él
aguanta mis piernas, se pone de pie y yo lo rodeo por el cuello.
—Vamos a casa peque. —Me dice con cariño, suspiro cansada y asiento.
Sé que no me puede ver, así que no oculto la enorme sonrisa que tengo en el
rostro porque Zack Williams, el chico más deseado de toda la escuela me
lleva cargada a su espalda. Inspiro su aroma tan familiar a su colonia de
citrus marino de Angel Schlesser, era una mezcla entre limpio y fresco, con
un toque que todavía no sé cómo describir pero que me encanta. Se la
regalé en su último cumpleaños y por alguna extraña razón, era la única que
desde entonces usaba. No estamos lejos de casa, así que no tardamos en
llegar y entrar al jardín trasero.
—Joder, que habéis tardado pensé que os había pillado. —Nos dice mi
hermano que está metido en la piscina.
—Le ha faltado poco. —Comienza a decir Zack divertido, a la vez que
coge carrerilla.
—¡Ni se te ocurra Zack! —grito a su espalda, cuando entiendo lo que va
hacer.
Pero no me dice nada más, él y mi hermano comienzan a partirse de risa
cuando caemos a la piscina y entonces me suelta. Muevo mis piernas para
salir a flote y me acerco al borde de la piscina con toda la ropa empapada.
—Eres idiota. —Me quejo en un tono poco convincente.
—Yo también te quiero trencitas —responde feliz y un cosquilleo me
acaricia la tripa, a la vez que él me hace un guiño y se pierde bajo el agua.
—Jovencitos. —La voz grabe de mi padre, hace que los tres nos giremos
para verlo con la camisa remangada hasta los codos y una cara de pocos
amigos.
—Papá, ¿cómo que has llegado antes? —pregunta extrañado mi
hermano.
—Hoy entré antes a trabajar y resulta que, viniendo para casa, me he
encontrado al señor Lewis empapado. Me he parado a saludarlo y a
preguntarle que le había pasado… —Hace una pausa y yo de forma
alternativa miro a mi hermano y a Zack—. Resulta que unos niños han
activado los aspersores de su jardín, han jugado al rugby frente a su casa y
luego han salido huyendo por patas.
—¡Vaya como está el barrio! —comenta mi hermano y mi padre se
cruza de brazos y alza una ceja.
—Estáis castigados. —Ataja sin más rodeos—. Y tú también chico —
advierte señalando a Zack, que agacha la vista y asiente.
Sin decir nada más mi padre entra en casa y ninguno de los tres decimos
nada más. Porque cuando mi padre se enfada lo mejor es no llevarle la
contraria o el castigo se incrementa un día más, por cada palabra que digas.
Zack, no espera a que mi padre nos diga cual es el castigo y mira que
técnicamente no tiene por qué hacerle caso, pero es tal el respeto que le
tiene, que coge el cortacésped y comienza a pasarlo.
—Venga Caleb, cuanto antes comencemos menor será el castigo, —digo
levantándome para coger el limpiafondos de la piscina y comenzar a
pasarla.
Nos esperaban unos días tensos en casa, por no hablar de que seguramente
tendríamos que ir a casa del Señor Lewis a disculparnos con él. Pero a pesar
de ello, no me importaba ni la rodilla herida, ni el castigo. Porque si algo
bueno había sacado de la tarde de hoy, era que Zack me había tenido
abrazada tras aquel arbusto para que no nos pillasen y luego, me había
traído hasta casa en brazos, por lo que hacía que todo esto mereciera la
pena.
Miro una vez el reloj y aún falta para que llegue Grace, Caroline y Hope,
mis tres amigas vienen a celebrar mi cumpleaños y no puedo estar más
emocionada. Pelis, pizzas, música, helado y fiesta de pijama. Es un plan
perfecto, me encanta y por eso llevo todo el día con una sonrisa imborrable.
Me termino de hacer las planchas en el pelo y bajo para ayudar a mi madre
a decorar la tarta, que desprende un olor dulzón que lo inunda todo. Entro
feliz en la cocina y le doy un beso en la mejilla a mi madre.
—Gracias mamá —digo admirando la tarta de chocolate que tanto me
gusta.
—No todos los días se cumplen catorce años, —responde con cariño.
—Voy a ayudarte a decorar la tarta —comento risueña.
—Ya lo he hecho yo, tranquila, está todo listo. Cuando te subiste a
ducharte tu hermano y Zack terminaron de preparar el proyector en el salón.
El timbre de casa suena y mi madre me hace un gesto de que vaya a abrir.
Salgo corriendo por el pasillo y tal como abro, me encuentro con una
mirada enigmática que me encanta. Tomo aire, me humedezco los labios y
sonrío alegre.
—¡Feliz cumpleaños Abb! —Me susurra, dándome un beso en la mejilla
que me eriza la piel.
Me aparto de él y agacho la vista antes de que pueda darse cuenta de que
me he sonrojado. Sé que para él es algo habitual, pero para mí es especial.
Él sonríe relajado a la vez que se pasa una mano por su despeinado pelo
castaño y es entonces cuando me fijo que viene demasiado arreglado para
pasar la noche en casa. Pues su piel bronceada, por pasar demasiadas horas
entrenando, resalta con una camisa blanca de lino y un pantalón corto beige.
—¿Por qué te has arreglado tanto? —pregunto feliz—. Eres el primero
en llegar. —Le informo y Zack frunce el ceño.
—Verás peque. Esto… La verdad, es que… —Se rasca la nuca y sé que
lo que va a decir no me va a gustar.
—¡Hola chavalote! —Lo saluda alegre mi hermano chocando su puño
con el de Zack—. ¿Preparado para ligar está noche con Alison?
En el momento en que mi hermano pronuncia ese nombre, doy un paso
atrás. Alison es la voz cantante en el instituto, una chica rubia llena de
curvas perfectas y a la que sus padres la dejan hacer una fiesta, cada vez
que a ella le da en gana. Todos los chicos del instituto suspiran por ella y a
Alison, solo está interesada en Zack. No va al mismo curso, es obvio que la
chica más popular del instituto solo tiene ojos en la joven promesa de
nuestro equipo de rugby. Los miro alternativamente e intento hablar, pero sé
que si lo hago, soy capaz de ponerme a llorar. Cambiar mi cumpleaños por
ir a una fiesta de Alison, duele y mucho.
—¡Vamos Abby! No pensarías que nos quedaríamos en una fiesta de
pijamas con las sosas de tus amigas. —Me vacila mi hermano.
Sus palabras me hieren y me escuecen, pero no digo nada. Me giro y me
marcho a mi habitación dejándolos solos, son unos capullos. Como pueden
ser capaces de ser tan egoístas, yo no me pierdo sus cumpleaños por nada
del mundo. Cierro mi puerta y me siento en el suelo, pensando en lo idiota
que he sido por creer que pasarían la noche conmigo. Mi móvil vibra y se
ilumina la pantalla, es un mensaje de Grace, avisándome de que está
llegando y que se acaba de cruzar con los dos imbéciles. Cierro los ojos y
me quedo en silencio, sabiendo que ya se han ido.
Sin duda alguna este cumpleaños iba a ser inolvidable, no de la manera que
yo me lo había imaginado. Pero fue sorprendente cuando Caroline y Hope,
cenaron a toda prisa y me explicaron que habían sido invitadas a la fiesta de
Alison. Así que al final, he soplado las velas con Grace y mis padres. No
me ha pasado desapercibida las miradas de compasión de mis padres, y es
por lo que he decidido pasar del proyector del salón y subir directamente a
mi cuarto con Grace. He cogido mi portátil y nos hemos sentado en mi
cama para terminar de ver la última temporada de los Bridgerton y mi gran
fiesta de pijamas, ha quedado reducida a una noche más con mi mejor
amiga. Había pedido el deseo de que no acabase mi cumple sin verle, pero
estaba claro que Zack, tenía mejores planes que verme o pasar un rato
conmigo.
—Bueno, era un final que no esperaba. —Le comento cerrando la
pantalla del ordenador, tras acabar de ver la serie.
—La vida a veces es así, terminas con la persona que menos esperas —
añade encogiéndose de hombros con indiferencia.
—Vamos Abby, cambia esa cara. —Me anima Grace con una sonrisa
dulce a la vez que se tumba sobre mi cama—. Solo tienes que priorizar
también y darle una oportunidad a John.
—No me gusta. —Soy sincera.
—Lo sé, estás pillada por Zack. Pero él tiene dieciséis y tú catorce, estás
fuera de su radar.
—Seguro que ahora estará metiéndole la lengua hasta la campanilla a
Alison, —digo tumbándome junto a ella con tristeza.
—Es muy probable —responde girándose hacia mí—. Aunque, a veces
me da la sensación, de que él te está esperando y es por eso, por lo que te
animo a seguir soñando —afirma. Se restriega los ojos cansada y bosteza—.
Buenas noches Abby y feliz cumpleaños.
—Buenas noches Grace, —digo sonriéndole y girándome para apagar la
luz.
Me vuelvo a tumbar boca arriba y contemplo las sombras que se proyectan
en el techo de la habitación. La tenue luz de la luna que se filtra por las
cortinas y yo sigo dándole vueltas a lo que me ha dicho Grace.
John Carter es un buen chico, es guapo y me ha escrito una carta por mi
cumpleaños. Para ser sinceros, era el primer y único chico que se ha
atrevido a hacer algo así, incluso sabiendo que corría el riesgo de que Caleb
se enterase y le patease el trasero. Era un mérito a tener en cuenta, ya que
para el resto de chicos yo era invisible y Grace me ha confirmado que los
causantes de ello, eran los abusones de Caleb y Zack.
Un ruido que proviene de la ventana capta mi atención y me incorporo
para ver que la tengo cerrada, pero la cortina se mueve y sé muy bien lo que
eso quiere decir. El corazón me da un brinco y me acerco hasta ella, para
apartar las cortinas y ver moverse el viejo teléfono que habíamos creado
cuando éramos unos críos. Aún seguía activo, aunque ya no lo usábamos
con tanta frecuencia. Pero al otro lado estaba Zack con la luz de su
habitación encendida, con el vaso en sus manos y una enorme sonrisa
traviesa. Lo miro molesta y él me saluda feliz y señala su vaso,
indicándome que coja el mío. Le hago caso y abro el cristal, me pongo el
vaso en el oído y espero que hable.
—Buenas noches peque.
—¿Por qué no me llamas al móvil? —pregunto entre sorprendida y
molesta.
—Porque me apetecía recordar viejos tiempos. —Sonríe despreocupado,
pero sigo enfadada con él.
Estaba enfadada con Zack, pero más que eso era decepción. No entendía
cómo había sido capaz de largarse y pasar de mi cumpleaños. No pienso
hablar con él y me conoce bien, así que antes de que deje el vaso en su
lugar él vuelve a hablar.
—¡Vamos no te enfades trencitas! No pensarás que me he olvidado de
tu regalo.
Su voz en el vaso vibra y me hace cosquillas. Lo miro sorprendida y Zack
sonríe al conocerme tan bien. Sabe que me ha pillado por sorpresa y
disfruta de ello. Él se apoya en el marco de su ventana y a pesar de la
distancia, siento que me observa de esa forma tan intensa e íntima que hace
que los latidos de mi corazón se alteren.
—Creía que era más divertido pasar la noche con Alison. —Le digo
intentando sonar indiferente y veo como se ríe.
—¿Estás celosa Abb? —Me pregunta con voz profunda.
—Jamás. —Miento y me coloco el vaso para oírlo.
—¿Seguro? —Insiste alzando las cejas.
—¿Debería estarlo? —Mi pregunta lo sorprende y veo como su sonrisa
se borra del rostro y me mira serio.
—Para nada peque —responde y quiero creerlo—. Venga, anda, mira
debajo de tu cama. —Me pide cambiando el rumbo de la conversación.
Le hago caso y dejo el vaso en el alfeizar de mi ventana. Corro hasta mi
cama y me agacho para sacar una caja de cartón que no dudo ni un segundo
en abrir. Cuando veo su contenido, me siento en el suelo y saco con cariño
la Nancy que hay en su interior. La miro con nostalgia y acaricio la
rugosidad causada por el pegamento que hay en alguna de sus
extremidades. Sonrío recordando el día en que llegué aquí, me vengué de
Caleb con su patinete, conocí a Zack y perdí a mi última Nancy. Hacía
mucho tiempo que dejé de jugar con ellas, dejé de pedirme muñecas,
porque sabía que tarde o temprano pasarían a formar parte de la colección
de venganzas de mi hermano. Así que opté por decirle a mis padres que ya
no me gustaban y poco a poco, fui olvidándome de ellas y de esa forma de
jugar. Pero, ¿cómo la había conseguido Zack?
—¿Cómo la has encontrado? —pregunto frente a mi ventana y él me
indica que coja el vaso—. ¿Cómo la has encontrado Zack?
—Hace unos días estábamos ayudando a tu padre a ordenar el garaje y
apareció una vieja caja de muñecas descuartizadas y torturadas por tu
hermano… Y bueno, tu padre dijo que ya era hora de tirarlas, porque tú
habías aborrecido las muñecas por culpa de Caleb y bueno, sé que no es así.
Así que pensé que sería bonito que al menos conservaras una. —Me
confiesa y se rasca la cabeza avergonzado.
—Zack es perfecto. Muchas gracias, es el mejor regalo que me podías
hacer.
Estoy tan emocionada que no soy capaz de decirle nada más y vuelvo a
mirar con admiración el trabajo que ha hecho con mi muñeca. Vuelvo a
ponerme el vaso en mi oído y oigo como suspira, entonces lo miro y le
sonrío agradecida.
—No ha quedado igual, pero al menos puedes conservarla como
recuerdo de aquellos años. Pero no pensarás que eso es un regalo, ¿verdad?
Mira entre los recortes. —Me pide a la vez que se sienta en su ventana.
Hago lo que me pide y encuentro una cajita pequeña de terciopelo azul, la
cojo en mis manos y lo miro, él asiente invitándome a que la abra y
obedezco. En su interior hay un colgante plateado con forma de corazón y
ante un regalo tan especial, el mío se acelera.
—Es… precioso. ¡Me encanta! —Confieso y él sonríe a la vez que se
lleva el vaso a sus labios.
—Mi corazón es solo tuyo Abb —susurra y me estremezco. Lo miro
sorprendida porque jamás me había dicho algo así. La inquietud y los
nervios comienzan a brotar en mi estómago y me estremezco ante la oleada
de emociones que me envuelve—. Feliz cumpleaños Abbigail, te prometo
que te recompensaré por no haber estado esta noche, ¿vale? Jamás me
volveré a perder tu fiesta de cumpleaños, he sido un idiota. ¿Me perdonas?
—Me pide con mirada arrepentida y yo asiento sin aliento—. Buenas
noches trencitas. —Sonríe con cariño.
—Buenas noches.
No puedo evitar sonreír como una enamorada, porque me gusta Zack
Williams, y era inevitable ocultarlo después de este gesto tan tierno y
especial. Sin más dejo el vaso en su lugar y veo como él se pierde también
en el interior de su habitación. Me siento frente a mi tocador y me miro en
el espejo. Tengo las mejillas sonrojadas y los ojos me brillan de la emoción,
acaricio con las yemas de mis dedos el colgante y me lo pongo con
facilidad. Estoy perdida por enamorarme de mi mejor amigo. Me tumbo en
la cama al lado de Grace y se me escapa un suspiro junto con una sonrisa en
los labios. Zack Williams, el chico más guapo que conozco, no solo es mi
vecino o mi mejor amigo, sino que me acaba de confesar su amor por mí.
Una confesión que yo guardaré en secreto, junto a mis sentimientos por él,
que habían ido creciendo desde el primer día que lo vi en el lago. Un
secreto que guardaré como mi tesoro más preciado.
Esta noche era de esas veces en las que uno se debería de sentir victorioso,
poderoso y capaz de comerse el mundo. Desde que llegué a la fiesta, todo
había sido elogios, piropos y felicitaciones allá por donde pasase. Gracias a
mi última jugada, habíamos ganado y éramos campeones de la liga
estudiantil de rugby de toda Carolina del Norte. Era por eso por lo que
Jacob, había organizado esta extravagante fiesta de la victoria en su casa.
Tenía que estar feliz por muchos motivos. Entre ellos, porque el curso se
había terminado y con ello, dejaba atrás el instituto. Después de este verano,
por fin me marcharía de una casa que me ahogaba de soledad, era mayor de
edad y por fin podría hacer lo que me viniera en gana. Estudiaría en la
misma universidad que Caleb y había conseguido una beca, no necesitaría
el dinero de mi padre y estudiaría lo que me gustaba, aunque él eso aún no
lo sabía. Porque no tenía ningún derecho a decidir sobre mi futuro y mucho
menos, en las decisiones que tomase de aquí en adelante. Era el tercer
brindis que se hacía en mi nombre y todos a mi alrededor bebían, incluido
yo.
Intentaba diluir el nudo que se había instalado en mi pecho, al recordar
una vez más la mirada de decepción en los ojos de Abby, cuando el árbitro
pitó el final del partido y Alison corrió hasta mí para besarme y pillarme
por sorpresa. Lo peor de todo es que no la aparté, porque quería recordarle
una vez más a mi mente que entre Abby y yo no podía haber nada. Así que
era un capullo, un amigo horrible, egoísta y cobarde por negarme a
reconocer lo que siento por ella. Pero si Caleb se enterase de mis
sentimientos reales hacia su hermana, me daría una paliza y nuestra amistad
se acabaría. Por eso no podía correr ese riesgo, porque la familia Smith era
muy importante para mí. Ellos habían sido lo único bueno que me había
pasado en la vida y yo era tan egoísta que no quería perder a ninguno de
ellos.
Aún recuerdo la semana que estuve con el ojo morado, a causa del
puñetazo que me llevé de mi amigo. Cuando Caleb se enteró de aquel
colgante, fue la primera vez que me pegué con mi amigo por la única chica
que de verdad me importaba. Pero desde ese día me prometí en secreto que
Abbigail Smith, estaba fuera de mi alcance.
Cada vez me es más difícil mantener mi promesa, porque soy un tío,
tengo ojos y no estoy ciego, y veo en la chica tan increíble y apetecible que
se ha convertido. Así que hoy al herirla con aquel beso de Alison, me sentía
culpable y furioso. Y aproveché para dejarle claro a Nill, que Abby, está
fuera de su radar de chicas. Porque ella está prohibida para cualquier chico
del equipo de rugby, y aunque esa norma solo está dentro del equipo, los
rumores han corrido como la pólvora entre todos los estudiantes de New
Bern, y es por eso por lo que ninguno se atreve a ni siquiera pedirle una
cita.
Soy consciente de la decepción que siente, lo veo en su mirada triste
cada vez que su mejor amiga queda con un chico y ella esa noche se queda
en su habitación leyendo. O cuando llegamos a una fiesta y a Grace, no
paran de lloverle pretendientes y mi dulce Abby, parece invisible. La
palabra del capitán y del mejor ala izquierdo del equipo, va a misa. Somos
unos capullos, pero lo hacemos porque la queremos, al fin de cuentas es lo
más valioso que tengo en mi vida. Estoy sentado en un sillón del salón junto
con Caleb, Nill y Jacob, cuando la conversación que están teniendo del
partido se disipa y sus miradas quedan atrapadas en las tres chicas que nos
miran desde el umbral de la puerta.
—Eh tío, ahí vienen las triples A. —Me saca de mis pensamientos con
un codazo Caleb, que le lanza una mirada depredadora a Anna y yo me
encojo de hombros indiferente. Las triples A, son Alison y sus amigas Alice
y Anna. Ellas son las chicas por las que todos los chicos del instituto
suspiran. La verdad que a mí me parece que entre las tres no suman ni una
neurona y media, en comparación con mi trencitas que es despierta y
vivaracha. Pero ella está censurada para mí, la quiero en secreto y me
conformo con hablar con ella cada noche a través de nuestros vasos, que
unen nuestras ventanas o de poder abrazarla y acurrucarla en el sofá, con la
excusa barata de ver una peli de miedo.
Pero la gente habla y saca conclusiones equivocadas. Así que el rumor
de que yo era gay corrió como la pólvora por todo el instituto, la razón
porque pasaba de las chicas y de la despampanante e insistente Alison. La
verdad es que no tengo nada en contra de los gais, pero yo no soy
homosexual y esa fue una de las razones por lo que finalmente accedí a salir
con Alison, para callar bocas. Y la otra razón, fue porque Caleb comenzó a
sospechar de nuevo de que estaba pillado por su hermana. Me pilló un día
mirando de forma ilegal a Abby en bikini, me puse duro y a pesar de que
ella no se dio cuenta Caleb sí se percató, me tiró a la piscina de un empujón
y supe en ese instante que estaba perdido. Así que, para no arriesgar, esa
misma noche fuimos al cine con las triples A y me lie con Alison.
—Enhorabuena por la victoria chicos —afirma Alison con una sonrisa
lobuna clavada en mí, mientras que las dos pánfilas de sus amigas ríen
como dos hienas hambrientas.
No le respondo y cuando ella se sienta en mi regazo me llevo a los labios el
vaso de cerveza y le doy un trago. Alison se queda a un palmo de mis
narices con los labios abiertos como un besugo y yo suspiro aburrido, me he
liado tantas veces con ella que me aburre lo fácil que es. Sus otras dos
amigas tienen una acogida más afectuosa por parte de Caleb y Jacob. Ella
bufa cabreada, se humedece los labios y se lanza a mi cuello para intentar
despertar en mí un ápice de interés por ella.
—Deberías estar feliz de haber sido quien ha dado la victoria al equipo
—susurra.
—Estoy feliz. —Miento con una sonrisa de pegatina y ella se separa de
mi cuello para mirarme con incredulidad.
—Porque no nos subimos a una habitación y me dejas que te relaje, estás
muy tenso. —Ronronea como una gata en celo, frotando sus nalgas contra
mi pierna y masajeando mis hombros.
—Eh, buscarse un cuarto. —Vacila divertido Caleb y vuelvo a beber un
trago para no decirle que se vaya a la mierda.
—Quizás más tarde —respondo y ella pone cara de decepción.
—Zack tengo muchas ganas. —Me susurra en mis labios de forma que
me hace cosquillas en mi piel.
Pero como si de una señal divina de salvación se tratase, mi móvil
comienza a vibrar en el bolsillo de mis vaqueros y Alison se restriega contra
mis vaqueros al sentir la vibración.
—A ver Alison, necesito contestar. —Le digo cogiéndola de la cintura e
intentando apartarla de mí.
—Vamos Zack —añade con fastidio resistiéndose.
—Alison necesito salir. —Le aclaro cogiéndola en peso y levantándome
del asiento para librarme de ella.
—Está bien, te acompaño y luego vamos arriba. —Insiste creando
círculos con su dedo índice sobre mi camiseta.
—Quédate aquí, está noche no me apetece. Enseguida vuelvo. —Le
aclaro apartándome de ella e ignorando las miradas de estupefacción de
nuestros amigos.
Miro el móvil de forma fugaz y cuando veo su nombre, el corazón me da un
vuelco. ¿Qué hace llamándome a estas horas? Son las dos y media de la
madrugada y ella debería estar durmiendo. Hay demasiado ruido aquí
dentro y la música retumba por cada rincón, así que camino entre la gente y
cuando estoy saliendo al jardín la llamada cesa. Solo hago desbloquear el
móvil que vuelve a vibrar con una llamada entrante y esta vez descuelgo al
primer timbre.
—Hola peque —respondo con una sonrisa que intento disimular.
—¿Zack? Zack, no te oigo bien —grita pero la música de la fiesta está
lejos, es ella la que está en un lugar con mucho ruido.
—Abby ¿qué ocurre? ¿dónde estás? —pregunto confundido.
—Esto… Necesito que vengas a por mí a casa de Rosse. —Arrastra las
palabras.
—¿No estabas en casa de Grace?
—Sí, pero ahora estoy en una fiesta en casa de Rosse —responde con
dificultad.
—¿Estás borracha? —Pero el silencio de ella lo confirma—. ¿Y qué
haces en una fiesta? Se suponía que te quedarías con Grace en su casa.
—Sí, pero John iba a la fiesta y pensé que sería buena idea.
—¿Qué? —grito furioso sin dar crédito.
—No te enfades tú también por favor, ya tengo suficiente con John. —
Me pide con voz rota y yo suspiro exasperado, me paseo de un lado a otro
inquieto.
—Abby, ¿estás borracha sin Grace y con John? —pregunto, queriendo
confirmar mis miedos y ella ríe despreocupada.
—Sip, Grace se fue con Colin y necesito que vengas por mí, por favor
no le digas nada a Caleb porque se chivaría a mis padres.
—Voy para allá. Estoy allí en cinco minutos. —Le cuelgo malhumorado
y salgo del jardín de casa de Jacob como alma que lleva el diablo.
Me subo al coche y salgo del aparcamiento exprimiendo las marchas. En
cuanto se conecta el manos libres, llamo a Caleb y en esos escasos
segundos pienso en una mentira que él se trague. Pero antes de que me
responda, cuelgo y sé que me conoce demasiado bien, así que finalmente le
dejo un mensaje diciéndole que me voy a casa. Sé que no se lo va a tragar
del todo, pero mañana él no le dará importancia al asunto. Me alejo de la
urbanización en la que estoy y conduzco por Simmons Street. Mi mente va
a mil pensando en el capullo de John, es el único que parece no importarle
que mi chica está prohibida para él. Joder, he dicho mi chica y es una
locura, porque lo máximo que puede ser, es mi mejor amiga. Cuando llego a
la dirección que Abby me ha mandado, la veo sentada en el bordillo de la
acera y tras ella hay una casa llena de luces centellantes que indican que la
fiesta está en su apogeo. Ella me ve en cuanto giro la esquina y se pone en
pie.
—Sube al coche. —Le digo con la ventanilla bajada.
Me hace caso sin decir ni una sola palabra, me mira de forma nerviosa y
aparta la mirada avergonzada. Se centra en ponerse el cinturón de seguridad
y sigo observándola, pero Abby no atina a ponérselo. Así que sujeto sus
manos y la ayudo para anclarlo. En el momento que la toco ella me mira
alarmada y se humedece los labios con una dulce sonrisa.
—Gracias —susurra de forma casi inaudible.
Pero no le respondo, porque no quiero perder los papeles con ella. ¿En qué
estaba pensando? Salgo a la carretera de nuevo y veo como ella reposa la
cabeza sobre el sillón y lleva los ojos cerrados. No está como una cuba,
pero ha bebido y aprieto mi mandíbula, solo de pensar en la de veces que le
he advertido que no beba en las fiestas en las que no estoy, si se emborracha
cualquiera podría usarla como una muñeca de trapo desechable. Quito el
aire acondicionado y bajo las ventanillas del coche para que el frío de la
noche entre y le ayude a despejarse.
—Abre los ojos, así solo conseguirás marearte y vomitar. —Le aclaro,
ella asiente, pero no me hace caso.
—¿Estás enfadado? —pregunta frunciendo el ceño.
—¿Tú qué crees? —pregunto tenso y sigo atento a la carretera.
—Que estás furioso —responde y suspira cansada.
Vuelvo a mirarla, esta vez fijándome en el mini vestido que lleva y se me
seca la boca. Trago saliva, al ver las curvas que se ciñen y que para mí están
prohibidas.
—¿Te gusta lo que ves? —Su pregunta me pilla por sorpresa y ella
sonríe vacilante con los ojos brillantes.
—Estás borracha. —Le aclaro.
—Y qué tiene eso que ver con lo que te he preguntado Zack… —
murmura y de nuevo esa sonrisa que me encanta.
—Es mejor que te lleve a tu casa. —Pienso en voz alta al recordarme
que no puedo cagarla con ella.
—A casa no, mis padres salen mañana temprano de viaje, ¿recuerdas?
Por eso se suponía que me quedaba a dormir con Grace. —Me aclara y
asiento, ella parece relajarse y vuelve a cerrar los ojos cansada.
Sus padres por primera vez, se van de viaje de aniversario de bodas,
dejando a sus hijos solos en casa. Abby y Caleb no están acostumbrados a
vivir sin la supervisión de ellos, al contrario que yo que he crecido así. Pero
Caleb, ya es mayor de edad y él les ha prometido cuidar de su hermana.
Aunque Abby nos mintió diciendo que se quedaría en casa de Grace. Ahora
comprendo que todo era un cuento para irse a una fiesta con el imbécil de
John Carter. Gruño cabreado y subo la música para acallar mi mente que no
para de recordarme todas las razones por las que no debería de seguir
pensando en besarla y quitarle de la mente a ese idiota de John, para colmo
Caleb comienza a llamarme de forma insistente. No tengo otra opción que
responder.
—Tío, ¿dónde te metes? Alison está buscándote —dice tal como
descuelgo la llamada.
—Me he ido a casa, me he empezado a encontrar mal. —Miento y
aprieto el volante cabreado de tener que hacerlo. No me siento orgulloso de
mentirle a mi mejor amigo, entre nosotros no hay secretos. Pero en todas las
reglas hay una excepción y esa es Abby.
—¿En serio? Pero si ahora ibas a correr contra Nill —responde
incrédulo.
—Lo sé, pero no me encuentro bien para una carrera.
—Tío, tú nunca has cancelado una carrera de coches por nada del
mundo. —Lo sé y miro a Abb que duerme ajena a todo—. Ibas a ganar
mucho dinero…
—Pues siempre hay una primera vez. —Sonrío—. Corre tu por mí,
Caleb, y si ganas quédate con el dinero.
—¿Estás seguro? A ti te hace más falta la pasta que a mí. —Me
recuerda.
—Cuídate hermano. —Le digo.
—Voy a hacer que muerda el polvo. ¡Hasta mañana colega!
Y sin más cuelga alegre, me paso una mano por mi pelo y me despeino
frustrado. Suspiro confundido y sé que está noche podría haber ganado unos
cuantos miles de dólares, que me habrían venido como anillo al dedo, para
mis ahorros de la universidad. Llevo un par de años participando en carreras
clandestinas y es increíble la cantidad de dinero que se mueve entre las
apuestas de los jóvenes. No tengo el mejor coche para competir, por eso
siempre corro con el de alguno de mis colegas a cambio de darles dinero,
pero esta noche todo es diferente. No puedo correr y dejar a mi dulce Abby
tirada cuando me necesita. Tiene las mejillas húmedas de haber estado
llorado y eso me cabrea, solo de pensar que el capullo de John haya
intentado propasarse con ella.
Cuando llego a nuestra calle, veo la casa de Abby completamente a oscuras
y el coche de sus padres aparcado en la puerta. Sonrío aliviado de que mi
padre en cambio nunca este en casa, yo estoy acostumbrado a estar solo
pero Caleb y Abby, nunca han estado solos. Los señores Smith no saben
qué es lo peor que han hecho. Su hijo está ahora mismo corriendo en una
carrera de coches clandestina y su hija está borracha como una cuba.
Aparco frente a mi puerta de garaje y me tomo unos segundos para mirarla
maravillado.
—Eh Abb, despierta —susurro con cariño tocándole el hombro. —
Hemos llegado.
—Mmm, cinco minutos más mamá —balbucea inconsciente y sonrío.
—Está bien peque, no me dejas otra —respondo en voz alta.
Salgo del coche y llego hasta su puerta para quitarle el cinturón de
seguridad y cargarla en brazos. Abby entreabre un poco los ojos, me
reconoce y sonríe con ternura de forma que me calienta el alma. La llevo
sin esfuerzos hasta dentro de mi casa y subo con ella las escaleras hasta
llegar a mi dormitorio. Pienso en los cientos de veces que ella ha estado
aquí, pero jamás se había quedado a dormir. La dejo sobre mi cama y ella ni
se inmuta, sonrío negando para mí. Está preciosa, es el pensamiento más
nítido que tengo en mi mente, le aparto el pelo de la cara y me siento en la
silla de mi escritorio para observarla.
Mi mente me recuerda que si Caleb se entera me mata, no es racional con
nada que respecta a su hermana. No comprendo como de pequeños se
llevaban tan mal y ahora es tan protector con ella, pero sonrío sintiéndome
victorioso porque no se va a enterar.
Abby, hacía mucho tiempo que había dejado de ser una niña y se había
convertido en una chica extremadamente atractiva, inteligente, simpática y
llena de curvas que no me canso de mirar. Le he quitado los zapatos,
¿debería quitarle esa ropa tan incómoda? Me va a reñir si lo hago… pero
termino haciéndolo. La había visto cientos de veces en bikini, verla en
bragas y sujetador debía de ser lo mismo, pero me equivoco. Me fijo en sus
piernas largas, delgadas y morenas, ese culo que resalta con las braguitas de
encaje blanco… mierda. ¡Está realmente buenísima! —Para Zack, deja de
devorarla con los ojos, como un puto salido—. Me esfuerzo en no mirarla
demasiado y la tapo con las sábanas para no ver que está medio desnuda.
Joder es Abby, no debía de desearla así, pero cada vez me es más difícil
verla como mi mejor amiga. La quiero y no lo puedo negar más.
—Joder Abb, ¡qué difícil me lo pones! —Pienso en voz alta, sintiendo
como mi cuerpo se pone tenso.
Decido ir a darme una ducha fría y cuando regreso, me tumbo a su lado.
Cierro los ojos e inspiro, su perfume afrutado que me envuelve y me saca
una sonrisa al sentirme el tío más afortunado de todo el planeta. No puedo
resistirme a tocarla y sin pensarlo, acaricio su brazo con las yemas de mis
dedos. Pero mi chica lo nota y entreabre los ojos adormecida.
—Gracias por todo Zack, —susurra con una débil sonrisa y saboreo sus
palabras.
Instintivamente se gira para mi lado y sigue durmiendo. Joder, está tan
guapa. Tiene un rostro perfecto, con algunas pecas salteadas, una nariz
pequeñita que resalta sus espesas pestañas y unos labios que me muero por
besar. Pero no puedo aprovecharme de esta situación, está semi
inconsciente. Así que inspiro profundamente para intentar mantener la
calma, me tumbo boca arriba y miro fijamente el techo. Suspiro feliz
pensando en que está noche ha terminado mejor de lo que jamás pensé.
—¡Joder Zack, duerme de una vez! —Me digo una vez más y espero que
el sueño me rinda.
Abro un ojo, después el otro y luego los vuelvo a cerrar. No sabría decir un
número exacto de veces en las que había soñado con despertar junto a Zack
y ahora que lo tengo a mi lado, me parece un deseo cumplido. Aún sigue
dormido, sonrío victoriosa, el plan que he diseñado con Grace ha
funcionado. Ella estaba en lo cierto, si lo llamaba en plena madrugada él
vendría a por mí. Me siento feliz y lo observo con detenimiento. Zack
duerme de lado, con un brazo sobre mi cintura y el otro bajo su almohada,
mostrándome un espectáculo hipnotizante de su torso musculoso. Trago
saliva y presiono mis labios para intentar mantener la calma. Pero es
imposible, Zack Williams me tiene abrazada y ha dormido junto a mí,
quiero chillar, saltar de alegría y contárselo a Grace. Recorro con la mirada
su cuerpo, su brazo que me rodea y que irradia calor. Me fijo en su pecho
que sube y baja de forma casi imperceptible.
Entonces me fijo en su rostro, es tan guapo que me deja sin aliento. Su
pelo castaño oscuro cae desigual sobre su frente. La barba incipiente de
varios días dibuja una sombra en su rostro perfecto y sus labios
entreabiertos parecen tan dulces… Trago saliva, está tan cerca que sé que
no puedo desaprovechar la ocasión y debo seguir con el plan. Tengo que
besarle, es la única forma de saber si él siente lo mismo. Así que me armo
de valor y levanto mi mano para enredar mis dedos en su pelo y al
acariciarlo se me eriza la piel, una corriente eléctrica me recorre la espalda.
Tomo aire y me humedezco los labios para armarme de valor, nunca antes
había besado a un chico y tengo miedo, porque estoy segura de que Zack es
un experto. Paseo mi mirada por su rostro relajado, su bronceado resalta sus
espesas pestañas y su barba incipiente. Desciendo mi mano hasta su mejilla
y me acerco a él, cierro los ojos y pienso que no es buena idea, no quiero
arrepentirme después. Cuando los vuelvo abrir me da un vuelco el corazón,
sus ojos negros están abiertos y están clavados en mi boca.
Zack estaba haciéndose el dormido. Me acerco un poco más a él, no se
mueve, ni se echa hacia atrás. Tengo tantas ganas de besarle que ahora
mismo estaría dispuesta a suplicárselo si fuera necesario. Pero no soy tan
valiente como para luego poder soportar su rechazo. Sé que le parezco una
cría, la hermana de su amigo, su vecina y su amiga con la que habla todas
las noches, a través de nuestros vasos… Me sonríe y hago lo mismo. Me
acaricia la cadera y sube su mano por mi vientre, un cosquilleo torturador
despierta mi piel. Estoy segura de que si sigue así, me voy a convertir en
una antorcha humana, tengo calor y siento mis mejillas teñirse de rojo.
—¿Has dormido bien? —pregunta con una voz gutural que me hace
temblar por dentro.
—Sí, ¿y tú? —Le vuelvo a sonreír avergonzada.
—Mejor que nunca —confiesa y agacho mi vista abochornada.
De nuevo en esta habitación, que ha subido de temperatura a mil grados, se
hace un silencio sepulcral. Zack acaricia mi mejilla y me pone un mechón
tras la oreja, de forma que hace que lo mire. Está muy serio y cada vez más
cerca.
—Abb, me muero de ganas de besarte. —Me lee el pensamiento.
Su declaración, mis nervios, la emoción, mi corazón y las mariposas que
brotan por toda mi piel están en ebullición. Veo como se humedece los
labios y a mí se me corta la respiración. Busca mi aprobación con su mirada
y yo asiento en silencio. Entonces acorta los centímetros que nos separan y
roza mi boca lentamente con cuidado. Me siento torpe cuando mis labios se
encuentran con los suyos. Es obvio que mi mente ha colapsado de tantas
emociones encontradas.
El beso es dulce suave y supera con creces todas mis expectativas, de los
cientos de veces que había imaginado este momento. Pero poco a poco me
voy relajando al sentir sus labios cálidos, dulces y placenteros acariciar los
míos. Un remolino de emociones se agolpa en mi estómago y siento como
él sonríe en mis labios, me responde al beso de una forma lenta y
torturadora. Se mueve con destreza y se coloca encima de mí, sintiendo la
influencia de este beso en su cuerpo. Lo noto duro y un suspiro de
excitación se escapa de mis labios, que él atrapa hambriento.
—Abb, ¿qué diablos estamos haciendo? —pregunta a medio susurro con
voz ronca, junto con una mirada oscura cargada de culpabilidad.
—Verás yo… —Intento explicarme nerviosa y avergonzada, pero antes
de que diga nada más, él sonríe entre feliz y aliviado y vuelve a atrapar mis
labios hambriento.
El beso se hace cada vez más intenso, más sensual y experimentado. Noto
que estoy cayendo en espiral a un vacío, donde solo puedo ver el abismo y
siento un cosquilleo indescifrable bailar en mi estómago, que me calienta la
piel. Acaricio con atrevimiento y manos inexpertas la espalda desnuda de
Zack y un suspiro de desahogo muere en mis labios. Su lengua se abre paso
con sensualidad y busca la mía. Clava sus manos en mi cuerpo con posesión
y me atrae hacia él. Nuestros cuerpos están pegados, paso una pierna
alrededor de su cintura y noto lo excitado que él también está. Sus labios
hambrientos hacen que mi cuerpo arda de deseo. Zack me acaricia la
espalda y detiene sus manos en mi trasero que lo presiona y un latigazo de
deseo me azota el cuerpo. Me muerde los labios, la barbilla, me siento viva,
deseada. Pero todo se desvanece cuando el timbre de la casa suena de forma
insistente varias veces. Ambos damos un respingo y nos separamos
alarmados. Zack se pone de pie y me mira como si me reconociera por
primera vez y yo me siento en el filo de su cama inquieta.
—¡Eh tío! ¿Dónde cojones tienes el móvil? —El grito amortiguado de
mi hermano nos llega y ambos nos miramos alarmados, sabiendo que si
Caleb nos descubre se formará la tercera guerra mundial.
—Joder Abb… Él no puede enterarse de que estás aquí, —comenta
nervioso paseándose de un lado a otro como un león enjaulado, pasándose
las manos por el pelo.
—Lo sé. —Es todo lo que le puedo decir y él suelta una carcajada
amarga.
—Estoy muerto como nos descubra —dice perdido en sus pensamientos
y él timbre de la casa vuelve a sonar, sale de la habitación y grita desde la
escalera—. ¡Voy! —Regresa al dormitorio y me mira de una forma tan
intensa, que me hace sentir pequeña. Un nudo se me forma en la garganta y
trago saliva porque no pienso llorar. No ahora. Aparto dolida la vista de él y
pienso que ha sido un maldito error besarle.
—Será mejor que me vaya. —Logro decirle queriendo desaparecer
como por arte de magia y dejar este momento embarazoso. Me levanto sin
mirarlo y cojo mis zapatos.
—Eh vamos peque. —Me alza la barbilla y hace que lo mire para
encontrarme con unos ojos profundos que me cortan la respiración—. Será
nuestro secreto, ¿vale?
—No me gustan las mentiras Zack.
—Lo sé, pero no mentiremos solo que no diremos nada.
—Vale, en secreto —respondo sonando poco convincente y una sonrisa
pícara se dibuja en sus labios.
—Pues no puedes salir y que tu hermano monte en cólera cuando sepa
que hemos pasado la noche juntos —comenta alzando las cejas y no puedo
evitar sonreír con timidez—. Quédate aquí y cuando puedas salir te
mandaré un mensaje. —Me pide acercándose a mí y cierro los ojos
esperando un beso, que no llega a mis labios.
Zack me besa en la frente, como cuando era pequeña, me acaricia el brazo
con afecto y se marcha. Un beso que era familiar, que me gustaba, pero que
hacía que todo fuera diferente. Nos acabábamos de besar y por un instante
creí que mi amor por él era correspondido. Pero después de está confusa
despedida, la decepción que siento me ahoga de tristeza. Me vuelvo a sentar
en su cama y contemplo su habitación, había estado muchas veces aquí.
Sabía de memoria dónde tenía cada póster, cada trofeo y hasta dónde
guardaba las cartitas que las chicas le escribían y le dejaban en su taquilla.
Mi móvil vibra y leo que es él, en un escueto mensaje en el que me dice que
tengo vía libre.
No le respondo, tan solo me limito a recoger mi bolso y mis zapatos y salir
de este lugar que me ahoga. Corro por la acera hasta mi casa y cojo la llave
de emergencias que hay bajo la maceta del porche para entrar, lo hago con
cuidado, pero todo está en silencio. Subo las escaleras al trote y cuando
oigo la risa de mi hermano en su jardín me acerco a mi ventana, para ver
que aún siguen en su casa. Están en el jardín trasero tumbados en una
tumbona cada uno y me molesta ver como Zack actúa como si nada, como
si nuestro beso nunca hubiese existido. Cierro la ventana para evitar oírlos y
me tumbo en la cama para llamar a mi madre.
Me había pasado toda la mañana en mi habitación, había hablado con Grace
y aunque me había pedido detalles de todo, solo le dije que necesitaba estar
lejos de Zack todo lo posible. Así que habíamos quedado para almorzar.
También había estado hablado con mis padres por video llamada, me habían
contado que por la mañana había más tráfico del habitual y llegaron un
poco más tarde al aeropuerto de lo que esperaban y casi pierden el avión a
Phoenix. Era palpable la emoción en los ojos de mi madre y a pesar de que
estaba preocupada por dejarnos solos, le recordé que llevábamos años sin
niñera. Porque desde que la señora Montgomery se fue a vivir a otro estado,
dejamos de tener niñeras y todo había ido bien, solo eran cuatro días. Así
que finalmente pareció tranquilizarse un poco y me despedí de ellos antes
de que cambiasen de opinión y se dieran media vuelta de regreso a casa.
Oigo la música del jardín y sé que Caleb estará haciendo abdominales como
de costumbre, es casi la hora de comer y mi estómago ruge hambriento.
Grace estará al llegar. Me pongo un vestido sencillo de tirantes, me dejo la
melena suelta y me pinto con un poco de brillo los labios.
El timbre de casa suena, de esa forma tan particular al ser pulsado tres
veces y sé perfectamente que solo él llama así. Tal vez, ahora actúe
diferente. Así que, bajo las escaleras al galope, con la intención de
adelantarme a mi hermano para abrirle. Cuando llego junto a la puerta, me
miro un par de segundos en el espejo del recibidor, seguro que a partir de
hoy dejo de ser invisible para Zack. Tomo aire, trago saliva y recuerdo las
palabras de Grace, «poner cara de indiferencia y no de emoción al verle, eso
me hará más interesante». Pongo la mano en el pomo de la puerta y cuento
una, dos y tres…
Entonces ahí está él, con su pelo despeinado y con esa sonrisa tan
característica de que nada le importa lo suficiente, en bañador, sin camiseta,
mostrando cuánto ha mejorado físicamente en los últimos años, debido a los
duros entrenamientos con el equipo. Zack está bueno y él lo sabe, pero mi
cara de indiferencia se esfuma por la sorpresa, al ver que viene acompañado
de Alison y Anna. Él tiene su brazo por los hombros de cada una y ambas
sonríen como dos pánfilas. Me quedo como un pasmarote, muda y
cabreada, al pensar que como tiene la poca decencia de aparecer aquí con
las dos cursis, demostrándome que le importo una mierda.
—Eh… Hola Abb. —Que me llamase así me molestaba, me escocía
como si me echasen alcohol directo en la herida. Sobre todo porque pensé
que entre nosotros siempre había algo especial. Él suelta a ambas chicas que
siguen pegadas a él y mi mente me recuerda que ponga cara de me importa
una mierda, aunque por dentro quiero salir corriendo al sentir como la
decepción me ahoga.
—El idiota de Caleb está en el jardín de atrás, ya sabes el camino —digo
todo lo borde que puedo y le cierro la puerta en las narices.
Que rodeen la casa. Me apoyo en la fría puerta y me llevo la mano a la boca
para ahogar el llanto, ¿cómo ha podido hacerme eso? Después de lo que ha
pasado esta mañana, creía que todo había cambiado… ¡Seré idiota! ¿Qué
esperaba? Siento que mi vida se ha convertido en un ascensor, a veces me
siento en lo más arriba, eufórica y llena de esperanzas cuando lo pillo
mirándome en secreto y otras, me encuentro en el subterráneo de mi
corazón. Justo como ahora, cuando lo he visto con su novia perfecta y
dejándome muy claro que lo que pasó está mañana, no ha significado nada
para él.
Suspiro derrotada, sintiéndome una completa imbécil. Oigo las risas de
las chicas mezcladas con el sonido de la música y supongo que ya se están
bañando, no pienso quedarme ni un segundo más aquí y ver como se
divierten. Le escribo un mensaje a Grace de que necesito que venga ya a
por mí. Me dirijo en silencio hasta la cocina para coger algo de dinero, del
tarro de cerámica donde papá siempre nos lo deja para una emergencia, y
esto lo es. Al girarme tropiezo con Zack que me sujeta por la cintura y me
sonríe de esa forma tan arrolladora, con ese brillo en la mirada que cuando
me habla desearía que las puertas del ascensor de mi vida se quedarán
cerradas para siempre junto a él. Pero me aparto de él y lo ignoro e intento
marcharme fracasando en el intento.
—¿Dónde vas? —pregunta sujetándome del brazo.
—Adiós Zack —digo sin mirarlo y me alejo de él.
—Espera Abb, ¿por qué estás así? —pregunta con el ceño fruncido y me
río con ironía.
—En serio, ¿qué me lo estás preguntando?
—Abby, no es lo que parece…
—¿Ah no? Explícame entonces que es. —Le sostengo la mirada herida y
el guarda silencio.
—Pues, la verdad es que… —Pero se calla, suelta el aire y chasquea la
lengua.
—He quedado con Grace, tengo planes. —Prefiero no escuchar ninguna
excusa barata.
—Muy bien, diviértete —responde cruzándose de brazos y mirándome
con una sonrisa divertida, cambiando por completo de nuevo su actitud.
—Seguro que lo haré —sonrío falsamente y a él eso parece divertirlo
más.
—No regreses tarde. —Me lanza un guiño.
—No eres mi padre —digo irritada.
—Le di mi palabra de que siempre te cuidaría. —Insiste esta vez con
seriedad.
—Se cuidarme sola —respondo pasando por su lado, pero él no lo puede
dejar estar. Me sujeta por el codo y me acerca a él. Lo miro y veo lo alto
que es, debe medir un metro ochenta frente a mi metro sesenta, porque me
saca dos cabezas. Pero incluso así no me intimida y lo miro con descaro.
—Lo mismo dijiste ayer y tuve que ir a por ti. Te recuerdo que estabas
borracha y sabe Dios, qué estabas haciendo con John Carter. —Me informa
con mirada oscura y voz grabe.
—¿Estás celoso? —pregunto con ironía, alzando una ceja y él no
responde, así que sin pensar hablo—. No hice mucho más con él, de lo que
hice contigo esta mañana. —Le vacilo y le miento, aunque él eso no tiene
por qué saberlo.
Zack tensa su mandíbula y me suelta como si mis palabras le quemasen, le
sonrío con una seguridad que no siento y me voy con el corazón acelerado.
Camino por el pasillo sintiendo su mirada clavada en mi espalda, contengo
la respiración y no es hasta que salgo afuera cuando logro respirar de
nuevo.
Grace me está esperando frente a casa y seguramente acaba de llegar,
corro hasta ella y me subo al coche, como si de mi tabla salvavidas se
tratase. Ella mira tras de mí y me giro para ver a Zack plantado en el umbral
de la puerta, mi amiga no dice nada, no hace preguntas y arranca el coche
para salir de aquí cuanto antes. Ella sabe que el beso de esta mañana no fue
bien, se lo conté por teléfono y no es necesario volver a revivir aquel
agridulce momento. Así que ella me sonríe y sé que en su mirada me dice,
que todo va a salir bien. Suspiro sabiendo que no es así, pero había que
intentarlo. Miro por la ventana y cuando nos hemos alejado una manzana de
casa, mi corazón comienza a tranquilizarse.
—Muy bien, me vas a contar, ¿qué hacía Zack mirándote desde el
porche de tu casa, cómo si fueses una mariposa que se le ha escapado? —
pregunta impaciente.
—Ha llegado a casa con Alison y Anna, luego me ha pillado sola en la
cocina y le he mentido diciéndole que anoche también besé a John —digo
de forma atropellada.
—Muy bien, le has demostrado quién manda —comenta con fuerza y
sonrío.
—No significó nada para él. —Le vuelvo a comentar triste.
—Bah, pasa de él. Estamos de vacaciones, es verano y hay chicos por
todos lados. Así que vamos a ir al centro comercial y vamos a comprarnos
algo para ir esta noche a la fiesta de hogueras en la playa.
—Seguro que también estará Zack. —Le informo y ella bufa aburrida.
—Y también estará John.
—No es buena idea. —Soy sincera.
—Abby, tal vez sea hora de darle una oportunidad a John. Porque has
intentado llamar la atención de Zack cientos de veces. Anoche fingiste estar
sola en la fiesta de Rosse, huir de John y estar demasiado borracha. Nada de
eso era cierto, pero era nuestro plan. —Hace una pausa y se detiene en un
stop, antes de cruzar la avenida que nos lleva al centro comercial—. Te
llevó a su casa y luego apareció con Alison en la tuya. Está claro que
nuestro plan fracasó.
—Lo sé, pero canceló una carrera, le mintió a mi hermano —aclaro—.
Eso debe significar algo.
—Sí claro, te diré que significa: No quiere que tu hermano le corte las
pelotas, porque como bien sabemos estás vetada para todo aquel que tenga
un rabo entre las piernas, incluido su mejor amigo.
—No lo comprendes Grace… Estoy enamorada de Zack —confieso.
—Lo sé amiga y te compadezco —comenta con sonrisa triste—. Llevas
enamorada del mismo tío toda tu vida y te recuerdo que tú misma te
prometiste anoche que era la última oportunidad que le darías…
—Tienes razón —afirmo con escozor, siendo consciente de la promesa
que me hice.
—Siempre la tengo, por eso vamos a ir está noche a las hogueras y
vamos a comprarnos un vestido de putizorra, para que vea lo que se ha
perdido. —Me anima y me contagia su risa.
—Eres de lo que no hay —digo riéndome, sintiéndome afortunada por la
amiga que tengo.
—Menos mal, me asustaría ser igual que el resto —responde sacándome
la lengua y robándome una carcajada divertida.
Acabamos de aparcar junto a la playa y veo el Jeep de Zack, a mi amiga no
le pasa desapercibida mi tensión, pero no me dice nada. Caminamos por las
dunas de arena, dejando atrás los aparcamientos y vamos salteando las
plantas, cada vez el bullicio es mayor y el resplandor del fuego ilumina
todo. Veo algunas caras conocidas de gente del instituto, muchos beben
sentados en la arena, otros bailan al son de la música y hay quien se atreve a
correr en ropa interior para darse un chapuzón. Me detengo para quitarme
las sandalias doradas y cuando veo a un par de chicos hacerme un barrido
con sus miradas, tiro con disimulo el filo de mi vestido, arrepintiéndome de
que tal vez sea demasiado corto. Grace en cambio sonríe satisfecha de
llamar la atención, se gira hacia mí y se acerca para que la oiga mejor.
—Divirtámonos Abby —grita y me coge de la mano para acercarnos a
ese par de chicos.
—Hola, soy Matt y este es Adam. —Nos dice el más alto de los dos, a la
vez que su amigo nos ofrece dos vasos para brindar.
—Genial, yo soy Grace y esta es Abby —dice Grace alzando su vaso al
cielo y chocándolo con el mío. Me lo bebo de un trago y el sabor intenso
del alcohol, me quema por dentro, toso y sonrío a Matt que me observa con
demasiado interés. Va a decir algo cuando Nill llega hasta nosotros, le echa
un brazo por los hombros a Matt y me mira con una sonrisa floja.
—Oh vamos Matt, no pierdas el tiempo con Abby Smith, es la hermana
prohibida de Caleb. —Le dice arrastrando las palabras, pero el chico se
suelta del agarre de Nill y se acerca a mí.
—¿Estás prohibida? —Me pregunta incrédulo, no me da tiempo de
responder porque me coge por la cintura y me acerca a él—. ¿Acaso las
reglas no están para romperlas?
—Al fin un tío con pelotas. —Oigo que murmura entre orgullosa y
alucinada Grace, a la vez que alza un vaso al cielo como si estuviera
haciendo un brindis.
—Abby, tienes una sonrisa preciosa y unos labios que quiero probar —
susurra Matt acercándose a mí.
—Eh tío, es la hora de la carrera. —Le dice el otro y él sonríe con
chulería sin apartar los ojos de mis labios.
—Nena, espero verte en la meta porque está noche serás mi trofeo. —
Me dice con voz gutural y una sonrisa ladeada. Trago saliva y me
humedezco los labios, cierro los ojos, pero noto como me empujan y tiran
de mí.
—Bien, bien, bien… No tienes tiempo que perder en esa carrera, así que
chaoooo… —Nos interrumpe Grace que me lleva casi arrastras alejándome
de los chicos.
—Grace, ¿se puede saber qué diablos haces? —Le pregunto enfadada.
—Abby, tu primer beso de verdad no puede ser así y ese tío es un
capullo.
—No me importa, te recuerdo que está mañana me besé con Zack.
—Sí, pero… Yo solo quiero, que el tipo que te quiera besar sea de
verdad, no para meterse en tus bragas. —Me aclara y yo me cruzo de brazos
fulminándola con la mirada.
—¿Otra vez con esas? Era perfecto, un completo desconocido que se la
suda quién es mi hermano.
—Lo siento Abby, yo solo quería… —Pero la interrumpo.
—¿Protegerme? Pues ahórratelo, porque ya tengo dos gorilas que lo
hacen y se han encargado de que nadie se haya atrevido a darme un
estúpido beso y tú que lo sabes. Parece que estás de su parte —digo
sintiéndome mal por discutir también con ella.
—Vale, la he cagado —dice arrepentida—. Pero mira como ese
cabronazo no merecía la pena. —Me informa cogiéndome de los hombros y
haciéndome girar ciento ochenta grados para ver al tipo que acabo de
rechazar, está metiéndole la lengua hasta la campanilla a una chica, a la vez
que le clava los dedos en su trasero.
—Lo siento Grace, últimamente estoy hecha una imbécil —digo
abrazándola arrepentida.
—Yo también Abby, no importa —susurra—. Vamos a ver esa carrera.
—Me pide cogiéndome de la mano.
Ambas corremos por la arena en la misma dirección en la que se dirige la
mayoría de la gente al acantilado. Allí será la carrera del capullo que me
besó está mañana. Pero no puedo negar mi sorpresa e inquietud cuando veo
subido en el coche de Nill a Zack.
Estaba siendo un día de mierda y yo solo quería desahogarme en esta
carrera, sé que era peligroso correr por el acantilado. Era consciente de ello
y yo solo quería canalizar mi frustración. Caleb me notaba tenso y le volví a
mentir, diciéndole que había discutido con mi padre y él se lo creyó, porque
era algo habitual. Pero la verdadera razón de mi mal humor era otra muy
diferente, está mañana besé a Abb y me hizo sentir tantas cosas que he
llegado a la conclusión de que estoy enamorado de Abbigail Smith. Estoy
jodido porque tengo clarísimo que es inalcanzable para mí. Durante toda mi
vida me he conformado con disfrutar de su presencia. Pero ahora eso no es
suficiente.
Me había pasado toda la noche mirándola como un acosador y cuando se
despertó fingí que dormía. Se me seca la garganta solo de recordarla pegada
a mí, con su cuerpo menudo enredado entre mis sábanas. Sabía lo peligroso
que era responderle a aquel beso, pero no pude contenerme y sabe Dios
cómo habríamos terminado si Caleb no llega a tocar el timbre. ¿En qué
estaba pensando? Había sido una jodida locura besarla. Si Caleb se
enteraba, me cortaría las pelotas. Yo mismo fui el que sugerí imponer una
norma de que Abby estaba prohibida para cualquier chico del instituto y su
hermano lo vio genial, pero la verdad es que solo soy un cretino egoísta.
Había visto el brillo en sus ojos cuando nos separamos, pero ese brillo se
apagó cuando me vio tras llamar a su puerta con Alison colgada de mi
brazo. Me di una colleja mental, pensé que ya se habría ido con Grace y me
sentía un miserable de hacerle daño. Quería borrar de mi mente su mirada
triste y ansiaba volver a ver la felicidad en sus ojos.
Necesitaba canalizar mi frustración, vaciar toda mi ira y poder aclararme
la mente. Así que ya sabéis la verdadera razón por la que he accedido a
correr esta carrera infernal. Era un circuito exprés de dos kilómetros ida y
vuelta por el filo del acantilado. Sé que Matt no es trigo limpio sé lo que
hablan de él, pero necesito ese dinero extra. El próximo otoño me largaría
de este pueblo y no dependería nunca más de mi padre.
El rugido del Mustang me saca de mis pensamientos, Nill me sonríe con
orgullo de que corra con su coche. Si gano él se llevará una parte. Aprieto
con fuerza el volante y mantengo la vista anclada al frente. Alison pasa
contoneándose en bikini frente al capó y me lanza un guiño, a la vez que se
humedece los labios con su lengua de forma sugerente. Acelero en vacío y
el motor del coche vuelve a rugir. Mi amigo me coge de la nuca y hace que
lo mire.
—Tío, céntrate. La última curva es muy cerrada y peligrosa. La arena
está batida y puede que el coche no te agarre lo suficiente.
—Lo sé, por eso está noche ganaré el triple. —Le recuerdo.
—Debes de tener cuidado. Reduce la marcha y luego aceleras. —Caleb
me grita dándome instrucciones y advirtiéndome de un par de curvas
peligrosas, pero mi mente está muy lejos de aquí cuando oigo su voz.
—Zack, ¡no lo hagas! —Oigo que grita mi peque.
Nuestra relación está más extraña y tensa que nunca, así que tenemos que
solucionarlo. No me hago a la idea de perderla. Miro por encima del
hombro para encontrarme con una mirada esmeralda que me observa con
miedo entre la multitud. Abby quiere correr hacia donde estamos, pero su
amiga Grace la tiene sujeta. En el instante en que nuestras miradas se
cruzan, siento que algo se quiebra en mi interior y decido apartar la mirada.
La bocina de gas que toca Nill junto con la bajada de banderas de Alison,
indican que la carrera da comienzo.
Salgo llevando el pedal del acelerador pisándole hasta el fondo y noto como
el coche galopa sobre la arena. Correr en la playa hace que todo sea más
salvaje y por ello todas las emociones se intensifican. A pesar de que los
coches tienen tracción en las cuatro ruedas, la arena suelta hace que pueda
perder el control en cualquier instante. El peligro, en todas las carreras lo
hay. Me gusta la adrenalina y el sentir como el coche y mi mente, se
convierten en solo uno. Durante los minutos que dura la carrera, me olvido
de todo y me siento bien, porque controlo algo de mi vida. Miro por el
retrovisor y veo a lo lejos las luces de las hogueras y como nos vamos
adentrando en la oscuridad. Matt me va cogiendo ventaja y no se da por
satisfecho, pues me va cortando el camino. Veo a unos cien metros el pino
que está señalado con un triángulo luminoso, el cual es la señal de que
debemos hacer un giro de ciento ochenta grados para regresar a la meta.
Reduzco la marcha y el motor brama haciendo un ruido ensordecedor,
barajo en escasas milésimas de segundo las posibilidades y sé que si freno
para seguir el camino marcado Matt ganará, pero si sigo en paralelo puedo
tomar ventajas a pesar de que el espacio con el filo del acantilado es
demasiado justo.
Matt me cierra en la curva y decido cogerla por fuera. Su coche casi da un
trompo por la arena batida y mi coche culea más de lo que esperaba. Veo el
vacío del precipicio y cojo el freno de mano, el coche patina y da una
sacudida que hace que me enderece por completo. He ganado un par de
segundos y cojo ventaja, lo suficiente para posicionarme primero. Veo
como mi contrincante se intenta poner en paralelo, pero ya es imposible
darme alcance, vuelvo a cambiar de marcha y acelero al máximo con la
vista clavada en la meta. Cuando la cruzo freno en seco, el coche derrapa y
una nube de arena se levanta en el ambiente. Oigo los aplausos, mezclados
con la música, vítores y gritos de la gente que comienzan a agolparse
alrededor de mí coche. Cierro los ojos para retomar el aliento, mi corazón
palpita desbocado y Nill abre la puerta junto con Caleb que me sacan del
coche para abrazarme. Todos reímos felices y soy consciente de la gran
suma de dinero que acabo de ganar. Entre tanta euforia la busco a ella, pero
no la veo. Me excuso de mis colegas y avanzo entre el mar de personas que
se cruzan para felicitarme y festejar mi victoria. Algunos me palmean la
espalda, otros me ofrecen un vaso para brindar, Allison intenta alcanzarme,
pero no me detengo a perder el tiempo. Nada me importa, excepto ella.
Abby va subiendo descalza por las dunas de arena, alejándose de la
multitud. Corro hacia ella a la vez que grito.
—¡Eh Abby, espera! —Pero ella parece no oírme, no se detiene y sigue
su camino.
Apresuro mi paso, los pies se me entierran en la arena y vuelvo a gritar,
pero ella sigue su camino. Cuando voy bajando el otro lado de la duna gano
velocidad y finalmente la alcanzo.
—¿Estás sorda Abb? —Le pregunto cuando la cojo de la cintura y la
hago que se gire, la veo llorando desconsolada y mi confusión crece—.
¿Estás bien?
Ella me mira asustada, le tiembla la barbilla y las lágrimas surcan sus
mejillas. Cuando me reconoce se intenta soltar de mí y me golpea con sus
puños en el pecho furiosa, le sujeto las muñecas y ella deja de luchar.
—¡Eres imbécil Zack! Podrías haberte matado. —Me grita
desconsolada.
—Pero estoy aquí —digo con voz calmada y la suelto con cautela, le
seco con mis pulgares las mejillas, la abrazo y ella se acurruca en mi pecho
e intento bromear para que deje de temblar—. Además, he ganado un
montón de dinero.
—Eso es lo único que te importa, ¿verdad? Tener lo suficiente para
largarte. —Me grita con voz aguda y rota, dándome un empujón para
alejarse de mí.
—Ehh trencitas… —Intento volver a tocarla. Lo necesito.
—No me llames así Zack, no tienes derecho a hacerlo —Me responde
furiosa.
—Eres la persona que más me importa Abb, eres mi mejor amiga. —Le
confieso.
—Ese es el problema, que después de besarnos no quiero ser solo tu
amiga. Me gustas Zack, y te quiero. —Me grita rota y siento que se me
anudan las entrañas ante su declaración sincera.
No puedo ocultar la sorpresa de mi rostro, porque sus palabras son un dardo
directo a mi corazón. Me quiere, no podía ser más afortunado y más idiota
en hacerle daño. Sabía que tenía que hablar con ella de ese tema, pero jamás
pensé que sería de esta forma. Me quedo callado y sé que ella espera una
respuesta que no puedo darle. No ahora que poco a poco va creciendo una
guerra interna en mi interior. Por una parte, mi lado más racional piensa que
seguir como amigos es lo mejor para los dos, pero mi corazón me grita que
la bese, que borre esa tristeza de sus bonitos ojos aceitunados, sin
importarme nada más.
—Eh, tío ¿qué haces aquí? La fiesta está… —La voz de Caleb rompe
nuestra frágil atmósfera y veo cómo su rostro va desde la confusión a la
preocupación. Joder. ¡Qué oportuno!— ¿Abby? ¿Qué te pasa?
Ella en cuanto ve a su hermano, se suelta de mi agarre y da un par de pasos
atrás, agacha la cabeza y toma aire para intentar recuperar la compostura.
—Quiero irme a casa —balbucea.
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué lloras? —pregunta alarmado.
Abby guarda silencio y pasea su mirada entre su hermano y yo. Sé que no
va a decirle la verdad, pero ¿qué otra mentira va a decir? No podía verla así.
Solo quería desaparecer con ella, abrazarla y susurrarle que todo estaría
bien. Siento como mi mandíbula se tensa y sé que me voy a delatar, pero no
me importa.
—Tío, verás… —Pero me callo cuando veo a Grace aparecer pisando
fuerte, llega hasta nosotros y coge a Abby de la mano.
—¡Vámonos! —Le pide a su amiga alejándose de nosotros.
—Pero… —susurra Caleb confuso.
—Le duele la cabeza, es solo eso. Le pedí que me acompañase esta
noche y no fue una buena idea… —Miente Grace y clava su mirada en mí
—. Adiós cabeza de serrín.
Sin nada más las dos se alejan de nosotros, se suben al coche de Grace y
nos dejan allí perplejos como dos pasmarotes. Caleb se lleva las manos a la
nuca y bufa desesperado antes de mirarme.
—Si me entero del capullo que le ha hecho daño… —Comienza a
decirme.
—Tranquilo, yo mismo me encargaré de él. —En el instante en que le
hago esa promesa a mi amigo, me siento el tío más capullo de la faz de la
tierra.
Era un egoísta por no querer tener que renunciar a nada, por querer todo y
no correr riesgos. Pero comprendo que en la vida hay que elegir, tomar
decisiones y arriesgar. Tenía miedo, estaba acojonado, solo de pensar en que
la puedo perder. Porque Abbigail Smith, es la persona más importante de mi
vida. Solo esperaba que no fuera tarde para decirle a mi dulce chica que mi
corazón solo le pertenecía a ella. No me importaba que su hermano me
diera una paliza, porque merecería la pena a cambio de vivir una vida plena
a su lado.
No había vuelto a casa desde la noche de las hogueras, después de decirle a
Zack lo que sentía por él, no era capaz de estar en la misma habitación que
él. Así que me quedé en casa de Grace, hasta que mis padres regresaran de
su viaje de aniversario. Le mandé un mensaje a Caleb y a él no le importó,
sería una carga menos para él. Pero ahora que mi madre me había avisado
de que estaban en casa, sabía que tarde o temprano tenía que plantarle cara
a mi realidad.
—¿Seguro que estarás bien? —Me pregunta Grace justo antes de
bajarme del coche.
—Tranquila, podré evitarlo y cuando acabe el verano se marchará a la
universidad.
—Cualquier cosa llámame, de todas formas, hablamos mañana para ir a
la playa. —Me recuerda.
—Sí, gracias por todo. —Le digo dándole un abrazo fugaz y bajándome
del coche.
Tomo aire y trago saliva, para armarme de valor y deseando que cuando
entre en casa él no esté. Camino por el corto paseo de hormigón que me
conduce a los dos escalones del porche de madera de casa. Introduzco mi
llave en la cerradura y tal como la puerta se abre, la risa de mi padre con
Zack y Caleb, me indica que están en el salón. Mierda. Tal vez, con un poco
de suerte pueda subir a mi habitación sin que me vean. Cierro la puerta sin
hacer ruido y subo las escaleras con cuidado.
—¡Eh Abby! ¿No vas a darle un beso a tu padre? —Me pregunta él
mismo.
Me giro sobre mis talones y me sujeto a la barandilla, como si de mi tabla
salvavidas se tratase. Lo miro y le regalo mi mejor sonrisa, esforzándome
por ignorar las otras dos figuras que están junto a él.
—¡Hola papá! Iba a dejar la mochila en mi dormitorio… —Miento y
bajo los escalones que nos separan, mientras que él se acerca a mí con los
brazos abiertos.
—Mi dulce mazapán —murmura mientras me abraza y sonrío sobre su
hombro, siempre me llama así y a mí me encanta.
—¿Dónde está mamá? —pregunto deseando marcharme para alejarme
de Zack.
—Está arriba, se acaba de dar una ducha —responde.
—Estupendo, pues voy a saludarla también. Hasta luego —digo con
urgencia y me giro para subir a trote las escaleras.
Cuando llego a la planta superior, me doblo y apoyo mis manos en las
rodillas para retomar el aliento. Cierro los ojos y sonrío, pensando en lo que
siempre me recuerda Grace. La vida es una suma de pequeñas victorias. He
conseguido ignorarlo y aparentar que me es indiferente.
—¡Sí! —exclamo orgullosa de mí misma, a la vez que doy un saltito de
euforia.
—¿Por qué estás tan feliz? —La voz de mi madre me sobresalta y me
giro para verla apoyada en el marco de la puerta de su dormitorio. Mi madre
me observa entre extrañada y confundida, junto con una sonrisa dulce que
baila en sus labios.
—Hola mamá, ¿qué tal vuestro viaje? —pregunto evadiendo su
pregunta. Mi madre aguarda unos segundos y ve que no pienso decir nada
más. Su sonrisa se ensancha y niega para sí.
—Genial tesoro, ha sido como conectar con nuestra juventud. —Me
comenta acercándose a mí y me lanzo a ella para fundirnos en un abrazo.
—Me alegro muchísimo mamá, ¿ves que no hemos quemado la casa? —
Bromeo y ella ríe, reconociendo que fue reticente a dejarnos solos.
—Es cierto, tu hermano este año se va a la universidad y tú, ya mismo te
sacas el carnet de conducir. —Me recuerda acariciándome la mejilla—. El
tiempo pasa volando cuando somos felices.
—Pues sí, necesito que Caleb me de clases para ir a examen. —Le
comento y sé que es mejor que ella se lo pida a mi hermano.
—Tranquila, hablaré con él.
Cuando entro en mi habitación cierro la puerta y me tumbo sobre la cama
para mirar un rato las redes sociales. Veo fotos que han subido muchos de
los que estuvieron en la fiesta de las hogueras y decido dejar el móvil antes
de que me aparezca él en una de esas fotos. Cojo el libro que hay en mi
mesa de noche y decido que no hay mejor plan para pasar el resto del día.
Me sumerjo en la lectura y me evado de la realidad, mi tristeza se esfuma y
es sustituida por un sentimiento de paz que me da felicidad.
El sol se pone, alargo mi brazo para encender la luz y me pongo boca
abajo para seguir leyendo, estoy ensimismada en la historia y solo ansío
conocer su desenlace. Mi hermano había subido para decirme que bajase a
cenar, han comprado comida mexicana, me encanta, pero sé que cuando
compramos mexicano Zack se queda a cenar, así que le he dicho que no me
encuentro bien.
Retomo la lectura y vuelvo a adentrarme en la intensa y fascinante
historia que estoy leyendo. Cuando dos toques suenan tras mi puerta doy un
sobresalto, al romperse mi atmósfera de tranquilidad. Mi madre aparece tras
ella y cuando nuestras miradas se cruzan ella me sonríe con cariño.
—Abby baja a cenar.
—No me encuentro bien —digo sentándome sobre la cama. Ella alza las
cejas, sonríe divertida y niega para sí.
—¿Qué te pasa? —pregunta incrédula.
—Creo que he cogido frío y voy a resfriarme —miento.
—Un catarro…
—Sí, un catarro. —Repito y asiento para intentar ser más creíble, pero
sé que como doctora que es no se lo traga.
—Te diré lo que te pasa jovencita, llevas todo el día metida en tu
habitación y parece que estás evitando algo o mejor dicho, a alguien…
Tienes un corte de digestión emocional por un chico.
—¿Qué? No mamá, es solo que no me apetece cenar. —Es increíble lo
bien que me conoce.
—Claro, lo que tú digas. —Me responde soltando una carcajada—. Por
si te interesa, Zack no cena en casa esta noche. Su padre ha llegado y se ha
ido con él a cenar.
—Qué raro que hayan ido a cenar. —Intento aparentar normalidad, pero
siento como mi corazón se acelera, al saber que Zack odia estar con su
padre. ¿Por qué había accedido a ir con él?— Bueno ahora bajo, ¿vale?
—No tardes, la cena se enfría. —Me dice con una dulce sonrisa.
Estaba flotando en una duermevela cálida y acogedora, cuando un sonido
estridente inunda toda mi habitación y doy un salto de la cama asustada.
Tardo un par de segundos en comprender que es lo que está sucediendo y
cuando veo partirse de risa a Caleb con una bocina de gas en la mano,
comienzo a despotricar y a insultarle, a la vez que le lanzo un zapato que él
esquiva con facilidad.
—¡Arriba bella durmiente! Tú no te vas a librar.
—¿Qué dices imbécil? —Le grito cabreada y avanzo hasta él, pero mi
hermano corre escaleras abajo.
—Hoy vamos a pintar la casa —comenta mi padre que lleva una camisa
vieja.
—¿Has visto cómo me ha despertado? —Me quejo y mi padre niega
feliz.
—Seguro que lo vas a echar de menos cuando se vaya a la universidad,
te vas a aburrir sin él —añade—. Baja y desayuna, ¿vale?
—Me voy a quedar sorda de no oírlo. —Le confieso y él ríe.
—Tu hermano está castigado porque como sabes me ha llegado una
multa por velocidad de hace un mes que le presté mi coche, tú no tienes por
qué ayudar pero me gustaría recordar viejos tiempos.
—Lo que no sé, es cómo han tardado tanto en multarlo —confieso con
una sonrisa y mi padre niega divertido.
—La verdad es que yo tampoco.
—Voy a ponerme algo viejo para pintar, ahora nos vemos papá —digo a
la vez que me giro para entrar de nuevo en mi habitación.
Mis ojos quedan atrapados en el vaso rojo de plástico con la cuerda cortada,
que hay sobre mi escritorio y sin ser consciente estoy mirando a su ventana.
Niego para mí misma, me pongo un vestido viejo y bajo para desayunar
pensando en él. Hacía días que no lo veía, tampoco estaba pasando mucho
tiempo en casa con Caleb y la verdad que eso me ayudaba. Ojalá no hubiera
pasado nada y todo siguiera como antes. Pero él tampoco parecía quererlo
dejar pasar.
No lo entendía, primero me besa, me dice que será nuestro secreto y
luego aparece en mi puerta con Alison. Luego me buscó la noche de las
hogueras y después de dejarle claro que no quería seguir siendo solo su
amiga que me gusta, él no dijo nada. Estaba decepcionada y por eso cuando
una noche tiró del hilo del vaso, me levanté con determinación y en sus
narices corté la cuerda.
En casa se respira un ambiente de armonía y sosiego, mi madre está
cocinando y tarareando una canción que suena en la radio. El aroma de la
carne guisada es inconfundible y se mezcla con las voces apagadas que
llegan de fuera. Mi padre, Caleb y Zack, ya han empezado a pintar, así que
me apresuro a beberme un vaso de zumo de naranja y salgo afuera.
Cuando rodeo la casa, encuentro a mi padre y a Zack, pintando mientras
que Caleb, está subido en la escalera rascando la pintura de una parte de la
fachada y con una brocha está dándole una primera mano de imprimación.
Mi padre ya me tiene preparado un cubo con un poco de pintura y una
brocha, para que vaya pintando los recovecos por donde no entra el rodillo
y los huecos de ventana. No digo nada, simplemente me dedico a realizar la
tarea e ignoro a los tres hombres que hay junto a mí. Siento su mirada
clavada en mí, pero intento disimular que me es indiferente.
—Papá esta noche hay una fiesta y me gustaría poder ir… —Rompe el
silencio Caleb, y sonrío mientras extiendo la pintura con afán con mi
brocha.
—Estás castigado —dice sin querer seguir con el tema.
—Pero es el cumpleaños de la novia de Zack. —Tal como pronuncia
esas palabras no puedo evitar mirar a Zack sorprendida que me observa de
una forma indescifrable. Así que ahora Alison es su novia.
—Por mí como si va Julio César, él puede ir —comenta señalando a
Zack—. Pero tú, estás castigado —dice serio.
—Pero papá… Te he explicado que no vi el radar nuevo que han puesto
y te he dado el dinero de la multa. —Se queja.
—Que pesado eres, venga sigue rascando. —Lo ignora y continúa
pintado. No puedo evitar reírme de la pataleta que tiene y mi hermano me
fulmina con la mirada.
—¿Y tú de qué te ríes? —Brama mi hermano y yo me encojo de
hombros indiferente, y sigo a lo mío.
Pero conozco muy bien a Caleb y cuando le da por algo no para hasta que
lo consigue. No se la de veces que lleva dicho «por favor, papá». Parece un
disco rayado, aprieto la mandíbula y yo misma estoy por gritarle y decirle
que si acaso está sordo. Le ha dicho más de treinta veces que no.
—Pero papá… —Vuelve a la carga. Mi padre suspira frustrado, bufa y
se detiene, apoya sus manos en las caderas y mira a mi hermano que lo
desafía.
—Si vuelves a preguntar…
—¿Qué es lo que te ha vuelto a preguntar? —Lo corta mi madre curiosa
que viene con una bandeja con limonada—. He pensado que os vendría bien
algo fresco. —Termina diciendo a la vez que me ofrece un vaso.
—Mamá, está noche hay una fiesta y van todos mis amigos… —
Comienza a decirle Caleb mirándola con cara de inocencia—. Pero papá
dice que sigo castigado.
—Y lo estás —dice ella y él hunde un poco más los hombros.
Zack que hasta ahora se había mantenido al margen, se manifiesta
rompiendo a carcajadas y Caleb lleno de fastidio coge una brocha que tiene
cerca y la agita para salpicarle. Con la mala suerte de que Zack se mueve
con astucia y todas las gotas de pintura blanca caen sobre mí.
—¡Oh Dios mío! —grito alarmada y fulminó con la mirada a mi
hermano.
—¡Caleb, ya basta! —Le riñe mi padre.
Mi hermano hace un ruido extraño de querer tragarse su propia risa, pero
fracasa en el intento y se ríe. No tardo nada en devolvérsela y hacer lo
mismo en su dirección, empapándole por completo de pintura.
—Vamos Abb, solo es un poco de pintura. —Zack me dirige la palabra,
por primera vez en días.
—Como solo es pintura… —Cojo mi brocha y lo salpico a él también,
mi madre da un paso atrás y empieza a echarnos la bronca.
—¡Ya está bien! —grita mi madre usando la bandeja como escudo.
—Parecéis críos. —Brama mi padre.
—Como te pille verás. —Me amenaza mi hermano que intenta bajarse
de la escalera y mi padre con la mirada le advierte que no lo haga.
Pero veo como mira a Zack y se descifrar esa mirada de complicidad entre
los dos. La había visto cientos de veces y es que a veces se entendían con
una mirada. Sé que el objetivo soy yo, así que salgo corriendo despavorida
y siento como Zack me persigue.
—Véngate por los dos. —Oigo cómo le grita mi hermano.
—Como en los viejos tiempos —dice mi padre y mi madre termina
riéndose.
¿Cómo era posible, que no vieran el riesgo que yo estaba corriendo en estos
momentos? Se lo estaban tomando a bromas y mi corazón peligraba si él
me lograba alcanzar. Sin duda alguna, no ha sido buena idea. Giro la
esquina de la casa y corro hacia el porche, subo los escalones y siento como
me atrapa. Zack me agarra de la camiseta y tira hacia a él. Me detengo y me
giro para mirarlo, me humedezco los labios e intento retomar el aliento.
—Estamos manchando el suelo. —Me advierte mirando el suelo que
tiene nuestras huellas marcadas. Yo me encojo de hombros indiferente e
intento marcharme, pero Zack me agarra por la cintura y me obliga a que lo
mire—. Vamos Abb, no puedo estar así contigo.
—¿Así cómo? —pregunto. Él no responde niega para sí y sonríe—. ¿Así
cómo Zack? Me dejaste muy claro todo, solo amigos. Además, tienes
novia… —Le digo con retintín y lo empujo necesitando un poco de espacio
para respirar. Solo de recordar que está noche irá a la fiesta de Alison.
—¿Es qué no lo comprendes? —Me pregunta exasperado acariciándome
la mejilla y mi cuerpo reacciona a él, se me eriza la piel y me molesta ser
tan transparente ante sus ojos.
—Claro que lo entiendo —respondo furiosa soltándome de su agarre—.
Sabes, ojalá no te hubiera besado nunca.
Sin dejar que me diga nada más entro en casa y cierro la puerta tras de mí.
Me apoyo en ella y miro al techo a la vez que presiono mis labios. «No voy
a llorar». Me digo mentalmente, respiro y me paso una mano por mi coleta
medio deshecha.
—¿Qué pasa Abby, va todo bien? —Me pregunta mi madre con
preocupación. Asiento con una sonrisa intentando no venirme abajo, pero se
me escapa un amago de risa que suena más a un alarido, mezclado por las
lágrimas de frustración que surcan mis mejillas.
—Es solo que… Estoy cansada de los chicos mamá. —Termino
confesando.
Mi madre se acerca hasta mí y la abrazo con necesidad, convirtiéndose una
vez más en mi refugio. Ella me pone el pelo tras la oreja y me susurra al
oído.
—¿De los chicos o de un chico en particular? —pregunta y prefiero no
responderle, lo sabe. No puedo negarlo, no a ella. Mi madre sonríe y me da
un beso en la sien—. Siempre supe que existía la posibilidad de que este día
llegaría Abbigail.
—Mamá estoy manchada de pintura, ten cuidado no te vayas a manchar
tú también. —Le advierto sonando poco convincente.
—Abbigail, no me cambies de tema —responde suspicaz.
—¿Qué? —Es todo lo que logro decir, a la vez que inspiro las lágrimas y
me separo para mirarla. Ella me observa con ternura y una sonrisa dulce en
los labios.
—Zack es un chico especial, siempre he visto como entre vosotros había
un acuerdo no hablado, una unión única que él solo tiene contigo. —
Reconozco que es cierto, pero no digo nada, siempre había sentido que él
me entendía mejor que mi propio hermano—. Solo espero que no os hagáis
daño, porque sois muy importantes el uno para el otro.
—Zack es solo mi amigo. —Le intento aclarar avergonzada.
—¿Y no es ese el problema?
Echaba de menos el entrenamiento matutino con el equipo de rugby, el
deporte siempre me había ayudado a canalizar las emociones y la
frustración. Porque ahora con Abby sin hablarme me estaba volviendo loco.
El colmo era tener que fingir a Caleb y a todos, que estaba bien, cuando en
realidad sentía que me estaba consumiendo. Estaba ausente la mayor parte
del tiempo y a Caleb, le mentía diciéndole que era por problemas con mi
viejo. Pero la realidad era muy diferente. Estaba cabreado con Abby,
cuando la llamé por nuestro vaso y ella apareció tras la ventana, con unas
tijeras y cortó el hilo en mis narices, para después desaparecer tras la
ventana y no dignarse a dirigirme más la palabra. Un hilo que no solo había
conectado nuestras ventanas durante años, sino también nuestros corazones.
¡Joder! Cuando hizo eso, enloquecí. Estuve a punto de colarme en su
habitación y fundirme en un beso con ella para borrar todos nuestros
miedos. Pero la realidad es que no tenía huevos, ¿qué le iba a decir a sus
padres? Por no hablar de Caleb, referente a su hermana no es nada
razonable. Soy un cobarde, había tenido ciento de oportunidades que ella
me había regalado en los últimos años y que había desaprovechado,
pensando que aún no era el momento. Pero, ¿cuándo lo era? Estaba claro
que estar en pleno verano no ayudaba, porque si al menos estuviéramos en
el instituto, buscaría mil excusas para tropezarme con ella. Abbigail llevaba
medio verano evitándome, se pasaba el día en su habitación o se marchaba
con Grace a saber dónde. Por suerte está noche Lisa y Brad han levantado el
castigo a Caleb y para celebrarlo, mi amigo ha pedido pizzas para todos.
Así que a Abby no le queda otra que soportarme a su lado mientras
cenamos. Toco el timbre y espero, deseando que sea ella quien abra, pero no
tengo esa suerte.
—Buenas noches Zack, vamos pasa. —Me invita Brad que se aparta a
un lado y le sonrío.
—Buenas noches, he traído el vino que le gusta a Lisa, —comento
mostrándole la botella que he robado de la bodega de mi padre.
—Oh siempre tan detallista —dice Lisa a la vez que me abraza y me da
un beso en la mejilla—. Las pizzas están al llegar. —Me informa.
—Abbigail, baja ya —grita Brad y se aleja a la cocina junto con su
mujer.
—¡Voy! —grita ella desde arriba y me da un pellizco el estómago
cuando oigo su voz. Lleva días sin hablarme.
—¡Eh tío! —Me recibe Caleb, chocando los puños como tenemos por
costumbre y vamos también a la cocina.
—¿Qué pasa? —Lo saludo y mi amigo se frota las manos ansioso.
—Está noche hay una fiesta que organizan las triples A, y ya soy un
hombre libre así que podemos ir, Alison se alegrará de verte. —Me comenta
alzando las cejas juguetonamente y chocando su hombro con el mío.
—Claro, Nill me ha avisado que irá también —respondo queriendo
cambiar el tema de conversación.
—Mamá, me voy. Grace está al llegar. —La voz de Abby a mi espalda
me sobresalta y me giro para mirarla, pero ella me ignora como de
costumbre.
—No jovencita. —Le corta Lisa.
—Pero mamá…
—Ni mamá ni mamu. Te quedas a cenar y punto. —Le aclara tajante su
madre.
—Uffff… —Bufa molesta y cuelga su bolso diminuto en el pomo de la
silla.
—A tu edad, queda feo hacer pucheritos. —Se mofa Caleb y ella le
enseña su dedo corazón.
—¡Qué te den! —Gruñe intentando pasar por nuestro lado, pero Caleb
no se lo permite. Entonces ella me mira de forma fugaz como siempre que
había estado en apuros con su hermano.
No puedo evitar quedar prendado de lo guapa que está con una minifalda
blanca a juego con un top corto, que muestra su ombligo y su bronceado
veraniego. Caleb me da un cosqui cuando ve que me quedo pasmado
mirándola y yo le doy un empujón a mi amigo para desbloquear el paso.
Carraspeo y me aclaro la garganta antes de hablar.
—Hola Abb.
—Hola. —Me responde con una mirada llena de anhelo a la vez que
pasa por mi lado y va dejando a su paso un rastro de su perfume dulce y
afrutado.
—¿Tú también vas a alguna fiesta? —Le pregunto intentando que no se
me note mucho el interés. Ella se gira y me sonríe falsamente, porque sigue
enfadada conmigo. La miro expectante y Abby parece que estudia su
respuesta, sus palabras desfallecen en sus labios y cuando suena el timbre
tiene la excusa perfecta para desaparecer.
—¡Voy yo! —exclama con urgencia, pasando por mi lado con apremio.
Dejándome con un remolino de emociones que me abrasa la piel y la
curiosidad de qué hará ella esta noche. Estaba claro que iba a ir a algún
lugar con Grace, solo deseaba que fueran a la misma fiesta que nosotros.
Caleb se asoma al pasillo y aguanta una risotada, me hace un gesto para que
me acerque a él y mire quién es el repartidor. Cuando lo veo, un fuego
interno se prende en mi interior y me abrasa. John Carter, el mismo pesado
que lleva babeando por Abby durante todo el curso, está entregándole las
pizzas y comiéndosela con la mirada.
—Que aproveches Abby.
—Gracias John. —Le responde ella con una sonrisa coqueta, a la vez
que inclina un poco su cabeza al suelo y vemos como agacha la mirada
avergonzada.
Estaban tonteando en mis narices y yo me siento como un león enjaulado,
sin ser consciente doy un paso al frente con determinación y Caleb me
sujeta de codo para que no me mueva. Verla coquetear con el capullo de
John me hierve la sangre, Caleb rompe a reír con descaro y Abby se gira
para lanzarle una mirada de advertencia.
—Luego te veo, ¿no? —Le pregunta John, con demasiado interés
ignorándonos por completo a nosotros.
—Claro, te estaré esperando. Hasta luego. —Le responde ella cogiendo
las pizzas y cerrando la puerta tras ella.
Me quedo patidifuso, ¿había oído bien? Luego ella estaría con John a saber
dónde y con la mirada lasciva que él había reflejado en sus ojos tras darle
un repaso, estaba claro que no estarían jugando al parchís. A Caleb se le ha
borrado la diversión, cuando se ha dado cuenta igual que yo de las
intenciones ocultas de John Carter, pero Abby parece ajena a todo eso. O es
que le importa lo más mínimo estar con ese pánfilo, porque pasa por
nuestro lado con naturalidad y entra en la cocina.
—¡A cenar! —Nos avisa Brad y ambos obedecemos.
—Tío, te has dado cuenta…—murmura Caleb y yo asiento sin
comentarle nada más.
Entramos en la cocina y cada uno nos sentamos en nuestro sitio habitual,
Caleb en un extremo, Abby en medio y yo al otro lado. La madre termina
de separar las porciones de pizzas y se chupa la punta de los dedos y nos
observa.
—Estáis los tres guapísimos, poneos juntos que os voy a tomar una foto.
—Pero mamá… —rechista Caleb y con la mirada que le lanza Lisa él se
calla y obedece.
Nos ponemos en pie en el mismo orden en que nos sentamos y Caleb le
echa el brazo por encima del hombro a su hermana, mientras que yo la
abrazo por la cintura, rozo su piel aterciopelada adrede y siento como una
corriente de electricidad me recorre la espina dorsal. Ella se tensa y fuerza
una sonrisa. Se me seca la garganta, trago saliva y sonrío mirando a la
cámara sin prestar demasiada atención. Una vez que el flash salta dos veces,
Abby se aparta de mi lado con rapidez y se sienta en su sitio. Hago lo
mismo y cuando alzo la vista, veo que Lisa me observa de una forma
extraña y me sonríe con dulzura. ¿Acaso Lisa sabe algo? Desde luego iba a
ser una cena muy larga.
Era demasiado tarde para arrepentirme y darme la vuelta, sobre todo porque
Grace no me lo iba a permitir a estas horas de la noche. Solo había que ver
la multitud de gente que bailaban y bebían en el jardín del enorme casoplón,
como para saber que todo el instituto estaba invitado a la fiesta que habían
organizado las triples A. Lo que significaba que también estaría Zack y yo
quería evitar a toda costa estar cerca de él. Me había quedado bien claro que
Zack Williams no había pillado ninguna indirecta en todo este tiempo. La
razón era concisa, habíamos crecido juntos y él solo me veía como una
amiga. Esa era la razón por la que me miraba con esa cara de
arrepentimiento. Grace en cambio tenía otra teoría, Zack tenía miedo. Pero,
¿miedo de qué?
Nunca había venido a una fiesta organizada por las triples A y eso que eran
famosas por ser las más alucinantes que se hacían en todo New Bern. Miro
la fachada iluminada con luces led y estas parpadean al ritmo de la música
que suena a todo volumen y que sale del interior de la casa.
—Prohibido pensar en Zack. —Me advierte Grace, yo asiento y ella me
coge de la mano y tira de mí para subir al porche—. Esta noche vamos a
pasarlo bien —grita para que la oiga. Coge un par de vasos de plástico con
un líquido esmeralda en su interior y me ofrece uno.
—Que así sea —respondo brindando con ella y me lo bebo de un solo
trago.
Una chica nos ofrece una tira de pegatinas con motivos florales, frutales y
veraniegos para ponernos en la cara. Estás pegatinas se reflejan de forma
fluorescente en la oscuridad de la pista de baile. Las cogemos y las
intercambiamos, yo se las pongo a Grace y ella a mí. Cuando termino de
ponerle las pegatinas, me fijo en que están charlando Matt y Adam, los dos
chicos que conocimos la noche de las hogueras. Sé que a mi amiga le gustó
mucho el misterioso Adam, así que sonrío y me acerco a su oído.
—Grace, detrás de ti está Adam con Matt. —Le informo y ella se separa
de mí mirándome alarmada.
—¡Oh madre mía! ¿Cómo estoy? ¿Tengo bien el maquillaje? —Me
pregunta a la vez que se toca las pegatinas y no puedo evitar reírme.
—Tranquila, estás increíble. ¡Venga acércate! —La ánimo, la giro,
dándole un empujoncito. Ella me mira de forma fugaz, y me lanza un beso.
Yo camino en dirección opuesta a mi amiga y entro en el salón, que es una
pista de baile improvisada. Junto a la puerta hay una mesa larga rectangular
repleta de bebidas, vasos y chupitos en forma de gelatina. Anna, una chica
de las triples A me ofrece un chupito que me bebo sin dudar y ella me
sonríe.
—¡Eh Abby! Estás guapísima no te había visto desde que terminó el
instituto. —Me comenta Anna risueña.
—Sí, las vacaciones de verano es lo que tiene. Cada uno va de aquí para
allá.
—¿Has venido con Caleb? —Me pregunta con interés y yo niego feliz.
—No, he venido con Grace, está por ahí saludando a un amigo —
respondo señalando afuera del salón.
—Ah, es que… —Pero se queda callada y mira tras de mí con mirada
centelleante.
—Buenas noches hermanita. —Me saluda Caleb a la vez que me echa el
brazo por el hombro y me da un beso en la mejilla.
No puedo evitar fruncir el ceño extrañada, mi hermano rara vez tiene
muestras de afecto conmigo y menos en público. Lo miro con recelo y
Caleb apesta a whisky. Él tiene la vista clavada en Anna y pongo los ojos en
blanco.
—Hola Anna, estás increíble. —La piropea y ella sonríe coqueta.
—¿Qué tal estás Cab? —Aguanto una carcajada cuando oigo como lo
llama, ¿Cab? ¿En serio? Será mejor que me vaya, Grace se va a partir de
risa cuando se lo cuente.
—Bueno, hermanito voy a buscar a Grace. Hasta luego Anna. —Me
despido de ambos que pasan de mí, porque están muy ocupados en meterse
la lengua hasta la campanilla.
Hay más gente que antes en el salón y me cuesta salir, pero la mano menuda
de Grace me sujeta el antebrazo y tira de mí. Yo me parto de risa, solo de
recordar lo cursi que ha sonado el nombre de mi hermano en los labios de
Anna. Pero Grace no sonríe, está seria y mira justo de dónde vengo.
—¿Qué ocurre Grace? ¿No ha ido bien con Adam? —Le pregunto y es
entonces cuando ella me mira triste y niega siendo poco convincente.
—Ha ido genial, solo que se va y no regresa hasta que comience el
curso. —Me responde y me agarra de la muñeca y se gira con
determinación tirando de mí—. Vamos a la cocina, están jugando a verdad o
atrevimiento y está John.
—Pero qué prisa Grace, ¿qué te ocurre? —Le pregunto deteniéndome, y
haciendo que ella se gire.
—Nada.
—¿Nada? Te conozco y sé que no estás bien. —Le advierto cruzándome
de brazos esperando una explicación que no llega.
Grace mira a su lado y ve una chica con bebida, le coge un vaso y se lo
bebe de golpe. Me ignora y termina llegando al grupito de chicas que están
sentadas junto con John, Mike y Steven. Los tres van a mí misma clase de
historia, pero con el único que había cruzado palabra era con John.
No le digo nada más a Grace y ella parece agradecerlo. Me siento junto a
los demás y comenzamos a jugar a «Verdad o atrevimiento». Llevo ocho
chupitos y arrastro un poco las palabras, pero me siento relajada y feliz.
Grace cuenta una verdad de cómo fingió llorar para que el profesor
Maverick la aprobará y me río junto a ella despreocupada. Sé que estamos
montando un espectáculo, que cada vez hay más curiosos en la cocina que
se ríen cómplices y no me pasa inadvertida la mirada taciturna que está
junto a Alison, pero me da igual. Me doy cuenta como se aproxima mi
turno y Zack está atento a mi respuesta, porque tiene la mirada fija en mí,
está de brazos cruzados y tiene la mandíbula tensa. Así que cuando una
chica que es la que me tiene que preguntar, Tessa creo que se llama, yo ya
he tomado una decisión. Olvidar a Zack.
—Tessa, déjame preguntarle yo a Abby. —Se adelanta Mike el amigo de
John.
—Está bien, ¿no te importa? —Y yo le hago un gesto de que estoy de
acuerdo.
—¿Verdad o desafío? —Me pregunta Mike y le da un codazo a John que
sonríe.
—Desafío —respondo sin dudar. Grace me mira atónita y luego aplaude
feliz y borracha. Veo a Zack dejar de prestarle atención a Alison que está a
su lado contoneándose, pero él está atento a nuestro juego.
—Muy bien, tienes que bajar al sótano y besarte John. —Me reta y yo
me quedo un par de segundos en silencio procesando su propuesta.
—¿Qué? —Le preguntó con voz aguda, porque solo de pensarlo un
cosquilleo de inquietud me acaricia el vientre.
—No —responde Grace por mí.
—Vamos tranquila, será solo un beso. —Me anima Mike y John sonríe
de forma pícara.
—No tienes por qué hacerlo. —Me susurra Grace al oído.
—Creo que no hay mejor momento que este. —Le soy sincera, sintiendo
una valentía en mí que desconocía.
—Pero tu hermano está aquí y también Zack. Como se enteren le van a
arrancar las pelotas. —Me aclara y yo me encojo de hombros.
—El que me bese, sabe a lo qué se arriesga. —Le sonrío y me levanto,
cierro los ojos un momento para recomponerme y cojo aire—.
Sinceramente, creo que no aparecerá ninguno de los dos.
Termino diciéndole, no sé si me ha oído, pero cuando levanto la vista para
buscar a Zack veo que no está. Mierda, me hubiese encantado ver la cara
que se le quedaba cuando me viera salir del sótano cogida de la mano de
John. Salgo de la cocina y un tipo que va corriendo con una diadema de
unicornio me golpea y todo mi cuerpo da una sacudida. Me agarro como
acto reflejo al marco de la puerta y vuelvo a respirar. Joder, ¿tan borracha
estoy? Yo nunca me había emborrachado, la vez que Zack vino a por mí,
mayormente lo fingí, pero esta vez creo que me he pasado. A cada paso que
doy, siento mis piernas pesar menos y flotar. Puff… Giro el pomo de la
puerta que hay bajo el hueco de las escaleras y le doy al interruptor. Las
escaleras son empinadas y creo que no es buena idea bajar. Mi mente me
recuerda que es ahora o nunca, no podía echarme atrás, por primera vez en
mi vida me iba a besar con un chico que de verdad quería besarme. Me
agarro al barandal de madera y con cuidado voy bajando, el ruido
amortiguado de la música se va haciendo cada vez más leve y un silencio
desolador inunda el sótano desierto. Es extraño que no haya nadie, teniendo
en cuenta que estamos en una casa llena de adolescentes hormonados. A no
ser que el anfitrión haya dejado muy claro que está prohibido este lugar.
Miro a mi alrededor y veo una sala recreativa, con una televisión plana
enorme anclada a la pared, frente a un sofá y tras este una mesa de billar.
De repente la luz se apaga y quedo sumida en la completa oscuridad.
—¿John? —Pero solo reina el silencio—. Esto no tiene gracia —grito a
la oscuridad.
Cojo del bolsillo trasero de mi falda el móvil y enciendo la linterna.
Alumbro a la escalera y no hay nadie, pero presiento que no estoy sola.
—John, Mike… Si sois alguno de vosotros, esto no tiene gracia. —
Insisto y como respuesta solo tengo el silencio.
Me dirijo a la escalera para subir y largarme de aquí cuanto antes. Alumbro
el suelo para no tropezar con nada y vuelvo a mirar a la escalera que está
desierta, me agarro con una mano al barandal y con la otra alumbro los
peldaños. Solo hago poner el pie en el primero, cuando siento que me
agarran por detrás de la cintura y tiran de mí.
—¡Aaahhh! —grito y pataleo, cayendo mi móvil al suelo.
—Shh… Tranquila Abb, soy yo. —Me susurra en mi nuca y se me eriza
la piel.
—¿Zack? —pregunto girándome y viendo en la tenue luz una sonrisa
dulce. —¿Qué… Qué haces tú aquí?
—Debería hacerte la misma pregunta —responde con una mirada
divertida, alzando las cejas.
—No te importa. —Atajo.
—Claro que me importa, si tiene que ver contigo y con el salido que
pensaba bajar a meterte de todo menos miedo. —Gruñe con una mirada
feroz y lo empujo cabreada. ¿Cómo se atreve? Él me sujeta por los
antebrazos y me atrae hacia él—. Puedes odiarme cuánto quieras, pero no
iba a dejar que eso pasase. —Me advierte.
—No tienes ningún derecho, ¿sabes? —mascullo enojada—. Estoy
deseando que os vayáis a la universidad y perderos de vista, para poder
hacer lo que me venga en gana y besarme con…
Pero Zack, no deja que continúe, antes de que pueda decir nada más ataca
mi boca y todo el cabreo que tengo se disipa. Todo comienza en un beso
para sellar mis labios y el deseo crece entre ambos conforme lleva sus
manos a mis caderas para atraerme hacia él. El beso crece y se hace más
intenso, su lengua se abre paso entre mis labios de forma exigente y
recuerdo la primera vez que nos besamos, aquel beso era muy diferente.
Nos enredamos y el cosquilleo que siento en el estómago explota por todo
mi cuerpo. Porque este es un beso lleno de deseo, de ganas contenidas y de
sentimientos que llevaban guardados demasiado tiempo. Sus labios son
excitantes, con un ritmo errático y feroz que hacen que mi corazón lata de
forma desenfrenada. Nuestras bocas hambrientas se quieren devorar la una
a la otra. Me arden los labios y siento el pulso desbocado martillear mis
oídos. Sentir su cuerpo pegado al mío me hace temblar. Cuando nuestros
labios se separan, se me escapa un suspiro y Zack apoya su frente en la mía.
Tengo miedo de mirarlo y ver que está arrepentido de lo que ha pasado. Él
me levanta la barbilla y yo sigo con los ojos cerrados.
—Eh Abby, mírame, por favor. —Hago lo que me pide y encuentro una
mirada que me cala hasta lo más profundo del alma—. Abbigail Smith, me
gustas desde el primer instante en que te vi, pero siempre he pensado que lo
que tenemos es tan especial y tan único, que tengo miedo de perderlo.
Porque también están tus padres y tu hermano…
—Shh… —respondo silenciándolo con mi dedo índice sobre sus labios,
acaricio su mejilla y le sonrío, antes de volver a besarlo.
Sus labios contra los míos chocan de nuevo sin previo aviso, en un beso
lento y largo. Me aprieta el trasero y presiona contra él, notando su erección
de lo excitado que está. Sus labios se vuelven refugio, embriagándome y
sintiéndome como una naufraga en ellos. Su boca me da caza de nuevo,
saboreándome sin prisa.
Me besa una y otra vez.
Perdemos la noción del tiempo.
Siento que floto, que con él todo es posible.
El móvil de Zack lleva un rato sonando y no cesa, así que de forma
reticente se aparta de mí y saca él móvil del bolsillo, puedo ver en la
pantalla el nombre de mi hermano y la inquietud se apodera de mí.
—Tranquila vale, no tiene por qué enterarse esta noche. —Me comenta
Zack y asiento muda. Él descuelga la llamada y lo pone en altavoz.
—Eh tío, ¿sigues en la fiesta? —Le pregunta Caleb.
—Sí.
—Genial, es que me voy a ir con Anna y bueno no veo a Abby, sé que
ella y Grace aún siguen en la fiesta. —Le comenta Caleb.
—Tranquilo, yo cuido de ellas —responde Zack a la vez que me hace un
guiño y yo reprimo una sonrisa.
—Gracias hermano —responde aliviado Caleb.
—No las des.
Sin más, mi hermano cuelga y la llamada se corta. El silencio se vuelve a
hacer en el sótano y veo como Zack mira la pantalla del móvil sumido en
sus pensamientos. Me atrevo a tocarle el brazo y acariciarle. Está tan tenso
que parece que está a punto de explotar. Pongo una mano sobre su pecho y
la otra la enredo en su pelo, lo acaricio y eso parece que lo relajaba.
—Tranquilo, lo comprenderá —digo esperanzada.
—No lo creo, cuando se entere me va a dar una paliza, pero por ti
merecerá la pena. —Me responde con voz ronca y una sonrisa triunfal,
acercándose de nuevo a mí con cariño y sonrío en sus labios y nos
perdemos besándonos de nuevo.
Pasa las manos por mi vientre desnudo, se pasea de forma lenta y
torturadora por mis costados. Se para en el contorno de mi pecho y vuelve a
acariciarme la espalda. Después de varios besos hambrientos, el deseo es
demasiado intenso. Zack me empuja con cuidado hacia atrás, hasta que mi
culo choca con el filo de la mesa de billar y me siento sobre ella. Abro mis
piernas un poco y él se coloca en medio. Dejamos de besarnos. La débil luz
de la linterna de mi móvil que aún sigue en el suelo, me permite ver que
tiene los labios hinchados de haber estado devorándome. Nos miramos a los
ojos y sus ojos negros brillan más que de costumbre. Una canción que reina
en la fiesta nos llega amortiguada y el mundo entero desaparece.
—Abb, podría estar besándote toda la noche. —Me dice en voz baja,
demasiado baja y ronca.
—Pues hazlo. —Le respondo sabiendo que ninguno de los dos ha tenido
suficiente.
Aún recuerdo aquella fiesta en la que tomé la decisión más importante de
mi vida, lanzarme al vacío por Abby, sin paracaídas. La quiero, siempre la
he querido y no podíamos seguir así. Por lo que aquella noche, no la perdí
de vista ni un segundo desde que la vi entrar en la cocina. A pesar de que
ella me ignoró como si yo fuese un mueble más, no pude evitar contar los
chupitos que llevaba.
Abby me estaba cabreando, porque si se pasaba de la raya bebiendo se
volvería vulnerable y cualquier salido de los que había en esa fiesta
intentaría meterle mano. Es por eso, por lo que el cretino de Mike, le
propuso que se fuese al sótano con John y cuando ella aceptó, sentí que me
habían dado una patada invisible en los huevos, me quedé sin aliento y tuve
que salir a reponerme con el aire fresco. Necesitaba pensar con claridad,
pero aun así no la perdí de vista. La observé en la lejanía como entraba y
cerraba la puerta del sótano, entonces tomé una decisión, fui hasta allí y me
apoyé en la pared de la puerta del sótano, esperando a que el oportunista de
John apareciera. Tardó en verme, pues estaba perdido en sus sucios
pensamientos con una sonrisa de tiburón, a la vez que el muy capullo se
frotaba las manos. Pero no le permití bajar abajo con ella. Me vaciló cuando
le dije que se largará y finalmente terminé cogiéndole por el cuello de la
camisa y golpeándole contra la pared. A la vez que le ladré, que si no se
largaba y se alejaba de Abby, se iba a llevar un mes cagando dientes del
puñetazo que se iba a llevar. No dijo nada, simplemente se alejó a
regañadientes, tomé aire e intenté mantener la calma. Yo no era un tipo
agresivo, pero solo de pensar que estaba a punto de perderla, me hizo sentir
miedo y decidí que había llegado el momento de arriesgar todo por ella. No
supe cómo iba a reaccionar, pero sabía que la vida era todo o nada y que, si
había una oportunidad para nosotros, era justo en ese momento.
El zumbido de mi móvil en la mesita de noche me saca de mis
pensamientos. Dejo de mirar el techo y estiro mi brazo para cogerlo y leer
un mensaje de buenos días de ella. Ese gesto tan sencillo, me arranca una
sonrisa de imbécil y no dudo en responderle.
*Buenos días trencitas, ¿preparada para tu clase de conducción? Te veo en
diez minutos*
Cuando Zack aparca frente a su puerta de garaje le hago un gesto para que
baje y me siga. Me bajo del coche y lo espero, cuando llega hasta mí
entrelazo mis dedos con los suyos y tiro de él hasta el porche de su casa.
Veo la confusión en su rostro y le sonrío con dulzura, porque a veces no es
necesario decir nada, vale con un simple gesto para explicarle que estoy
aquí y que solo tiene que dejarse llevar. Zack abre la puerta y retomo de
nuevo mi plan, conozco la distribución de esta casa perfectamente, ya que
está hecha a imagen y semejanza de la mía y con el resto de las otras veinte
que forman la urbanización. Subo las escaleras y tiro de él que me sigue sin
rechistar. Me detengo en el descanso del primer tramo y me pongo de
puntillas para tirar de la cuerda que abre la puerta del desván, me suelto de
la mano de Zack y agarro la escalera para desplegarla.
—¿Qué haces? —Me pregunta aunque ya sabe la respuesta, subo el
primer peldaño para estar a su altura y paso mis manos por sus hombros, le
acaricio el cuello y me inclino para darle un beso, que dura un poco más de
lo necesario.
—Confía en mí. —Le vuelvo a decir y borro una lágrima traicionera que
se le escapa y le hago un gesto para que me siga.
Subimos al desván y enciendo la luz, una luz blanquecina que ilumina la
estancia, hay polvo en suspensión como resultado de llevar demasiados
años sin ser visitada por nadie. No sé exactamente cuántas cajas y cientos
de cosas se albergan en este lugar, pero estoy convencida de que aquí están
todas las cosas de su madre.
—Ella no se ha ido Zack, ningún ser querido nuestro se va. Mueren pero
no nos dejan, siguen viviendo aquí en nuestro corazón. —Le digo
girándome y descubriendo a un Zack estupefacto. Le aclaro poniendo la
palma de mi mano sobre su pecho que late desbocado—. En cada cosa que
hicieron, en cada recuerdo que guardamos como nuestro tesoro más
preciado. Tienes la gran suerte de que ella era una artista y dejó todo un
legado, ¿o me equivoco?
—Jamás me había atrevido a subir —responde barriendo con la mirada
cada palmo de la estancia.
Hay varias sábanas blancas que cubren objetos, cajas precintadas, un
caballete con un cuadro sin acabar, una bata rosa cubierta de gotas de
pinturas colgada de una percha y un sombrero francés que en otros tiempo
lucía de un color malva brillante.
—Lo más bonito que podemos hacer es recordarla a través de todo lo
que te dejó, —susurro y trago saliva para intentar diluir el nudo de
emociones que se agolpan en mi pecho.
Zack asiente pero su mente está en otra parte lejos de aquí, tal vez
recordando unos años que creía tener olvidado. Presiono los labios cuando
veo como acaricia con deleite el cuadro que hay sobre el caballete sin
acabar el cual parece un paisaje. Ver tanto dolor reflejado en su mirada me
rompe, tomo aire con dificultad y no soy consciente hasta que noto que mi
rostro se humedece y sé que estoy llorando. Un hipido pequeño se me
escapa y me delata ante mi novio que se aproxima a mí con una mirada
llena de ternura a la vez que me acaricia la mejilla.
—Gracias Abb —confiesa a la vez que tira de mí hacia una de las
sábanas y con la mano que tiene libre la aparta y destapa un cuadro tan
perfecto, que parece una fotografía desde el otro lado del lago—. Solía
pintar realismo. —Me dice pensativo soltándome de la mano y agachándose
frente al cuadro.
—Creo que todo artista, deja una parte de su alma en sus obras y de
alguna forma permanece por siempre viva en ellas. —Confieso conmovida
—. Pintaba como los ángeles.
—Ella es un ángel —responde a la vez que traga saliva.
—No me cabe la menor duda —digo a la vez que tiro de otra sábana y
encuentro un retrato de su madre. Es un dibujo a mano alzada a carboncillo
pero lo que me deja estupefacta es por quién está firmado—. Esto… Está
firmado por ti —susurro sorprendida.
Miro a Zack que no me lo niega y se encoge de hombros con cierta
indiferencia.
—Ese Zack, murió con ella. —Me responde con tanta frialdad que hace
que un escalofrío me recorra la espina dorsal.
—¿Tú crees? —Le pregunto con ironía alzando una ceja y poniéndome
frente a él, para acariciar con mi mano su mejilla. Zack cierra los ojos como
si mi contacto le hiciese daño y suspiro para decirle lo que realmente pienso
—. Porque yo creo que ese Zack está más vivo que nunca y está deseando
de demostrar su talento al mundo.
Es todo lo que le digo con una enorme sonrisa, antes de sellar mi confesión
con sus labios que me reciben con una mezcla entre dolor, anhelo y pasión.
Es durante ese beso, que se va disipando la tensión y el tormento a medida
que va tornándose sincero, sin reproches y lleno de cariño y comprensión.
Cuando nuestros labios se separan, Zack me abraza y descanso mi cabeza
en su pecho. No decimos nada durante un buen rato, supongo que no es
necesario, cuando nuestras almas se comprenden con cada latido de
nuestros corazones. Al cabo de un rato me aparto de Zack y le sonrío
pensando que él no es consciente del gran talento desaprovechado.
—¿Cómo has podido privarme de disfrutar de esta parte tuya? —
pregunto conmovida.
—Dejé de pintar cuando ella murió, mi padre me prohibió subir aquí
después de guardarlo todo —confiesa—. Me acostumbre y en parte yo
también quería olvidar para que así dejase de doler tanto.
—Pero es increíble el talento que tienes —digo señalando el cuadro—.
Eras solo un niño, no tienes culpa de nada de lo que pasó. —Entonces le
hago una pregunta que me viene rondando desde que he visto el retrato de
su madre— ¿También te gusta el arte? —Zack asiente.
—Me encanta —confiesa y se ríe con sarcasmo—. ¡Vaya! Un jugador de
rugby que le gusta el arte.
—Bueno. —Me encojo de hombros y sonrío—. Cosas más raras seguro
que se han visto.
—Seguro que sí —responde mirando de nuevo el cuadro.
—Zack… ¿A qué esperas para matricularte en arte? Puedes estudiarlo en
la Estatal. —Le sugiero, pero él niega.
—No puedo. —Me aclara.
—¿Tienes miedo? ¿Es eso? —pregunto cogiéndole la barbilla y
haciendo que me mire—. Tienes todo mi apoyo.
—No es eso Abby, es solo que recordarla así… —Hace una pausa al
quebrársele la voz y me mira con tristeza—. Ver todas sus cosas me duele
tanto como si me levantaran el alma a tiras.
—Estoy segura de que aprenderás a que deje de doler y sentirás paz
cuando lo hagas. Además, estaré aquí para apoyarte y decirte que te
levantes cuando te caigas. —Lo intento animar porque creo en él y porque
le quiero.
Desde aquella mañana en el desván de mi casa me sentía diferente, había
tomado una decisión, iba a estudiar bellas artes. Se lo conté a Caleb que me
miró como si fuera un extraterrestre, pero me dijo que hiciese lo que me
diera la gana, ya que en la universidad solo íbamos a estar una vez en la
vida. El saber que mi padre detestaba que siguiera el mismo camino que
ella, era lo que más me motivaba a hacerlo y seguir los mismos pasos de mi
madre era un sueño. Claro que sabía que habría consecuencias al decírselo,
por eso primero había tomado medidas y había vaciado el desván llevando
todo al garaje de Abby. Después lo llamé, le solté mi decisión y colgué
sabiendo que no tardaría mucho en visitarme. Así que cuando esta mañana
mi padre llegó a casa, lo primero que hizo fue subir al desván para llevarse
una gran desilusión, ahí ya no quedaba nada para destrozar y herirme. Pero
vi el fuego reflejado en sus ojos y fui consciente de que entonces intentaría
pagar su ira conmigo. Sobre todo, porque no solo se había enterado de lo
que finalmente iba a estudiar, sino que también le habían notificado que
había rechazado una nueva oferta de lo que para él, si era un futuro
brillante. Se desabrochó la correa y se la sacó para castigarme con ella, pero
una fuerza interna se apoderó de mí. Di un paso al frente, lo cogí por el
cuello de la camisa y lo estampé con todas mis fuerzas contra la pared,
dejándole claro que no se atreviera a golpearme. Entonces algo en él
cambió y me miró de esa forma tan déspota, para recordarme una vez más
que yo no merecía la pena. Tal vez tenía razón, no lo sé pero no me
importaba su opinión. Esa noche en cambio tenía otras prioridades.
—¡Eh tío! ¿Dónde cojones tienes la mente? —Me empuja con su
hombro Caleb a la vez que me ofrece un vaso—. Sin alcohol, esta noche
corres. —Me recuerda con una sonrisa de orgullo.
—Solo estoy concentrándome —miento.
A la vez que le doy un trago a mi refresco y suspiro frustrado. Hoy es el día
que va a cambiar todo, así lo había decidido con Abby. Intentaré decírselo
antes de la carrera, no podemos posponerlo más. Hemos pasado todo el
verano ocultándoselo y me marcho con él en menos de cuarenta y ocho
horas para la universidad. Así que por eso he aceptado venir a la última
fiesta del verano antes de la carrera, porque Abby viene con Grace y es un
terreno neutro para decírselo. Camino junto con Caleb por el jardín y
entramos a la cocina dónde nos encontramos con un círculo de chicas
riendo y bebiendo al son de la música, no es hasta que estoy más cerca que
entiendo que están jugando a yo nunca.
—Mira ahí están Abby y Grace. —Me aclara Caleb, como si fuese ciego
y no me diese cuenta de lo deslumbrante que está mi chica con ese vestido
negro.
—Ya veo —respondo con amargura a la vez que me cruzo de brazos y
me pongo con descaro a escuchar.
—Está bien, pues… Yo nunca me he liado con el mejor amigo de mi
hermano o hermana. —Propone una de las chicas.
Veo como varias de las chicas beben y se ríen, entre ellas Abby. Mierda.
Miro de reojo a Caleb que se le desencaja el rostro y coge del brazo a su
hermana para hacerla girar.
—¿Qué haces bebiendo Abby? —Le ladra furioso.
—Beber, en eso consiste el juego. —Le responde Grace que se pone en
medio de ambos hermanos—. ¡Relájate! Que pareces un pitbull rabioso.
La comparación de Grace me hace soltar una carcajada y Caleb se gira aún
con fuego en los ojos, le doy una palmada en la espalda para intentar
quitarle hierro al asunto y bebo un trago para armarme de valor y decirle la
verdad.
—Es cierto tío, estás tenso y Abby ya es mayorcita. —Comienzo a
decirle.
—¿Qué quieres decir con eso? —Me pregunta furioso y me encojo de
hombros a la vez que miro a Abb que me observa preocupada—. Quieres
dejar de mirarla así.
—¿Así como? —Le pregunto alucinando.
—Como si fuese comestible. —Me aclara.
—Es que estoy hambriento —mascullo sin dudar y me preparo para
recibir el primer golpe, pero en cambio Caleb me mira con tanta alucinación
como si yo estuviera vestido de princesa ante él.
—Recuerda que es Abbigail, mi hermana. —Me recalca.
—Lo sé. —Le respondo con frialdad mirándole a los ojos—. Debes de
comprender que siempre ha sido especial para mí y que es imposible que
sea invisible porque…
Pero antes de decir nada más Grace se pone en medio y empuja a Caleb
para que vuelva a su sitio, no me había dado cuenta de que había acortado
la distancia hasta que Grace lo ha empujado. Ella es nuestro cortafuego, así
se definió cuando habló con Abby ésta tarde.
—Me debes un baile. —Le dice sin titubear para distraerlo y me guiña el
ojo.
—¿Un baile? ¿Desde cuándo? —Le pregunta con chulería.
—Desde que te pillé mirándome el culo esta tarde en tu casa. —La
declaración de Grace lo pilla de sorpresa y veo como mi amigo traga saliva
—. ¿Qué pasa? ¿También estoy vetada?
—Tú flipas. —Le responde con desaire.
—Me importa una mierda que lo niegues, quiero bailar y punto. —Le
vacila Grace a la vez que tira de él hasta la pista.
No es hasta que los tenemos suficientemente retirados cuando miro a Abby
que se muerde el labio nerviosa y niega para sí, sé que lo tenemos
complicado. Miro de nuevo hacia la pista de baile y veo a Caleb absorto en
los movimientos de caderas de Grace y no puedo evitar reírme por la ironía
de la situación.
—Ven —dice Abby, a la vez que tira de mí para salir hacia el jardín
trasero de la piscina de Nill.
—Creo que es mejor dejarlo para otro momento —comento viendo la
obviedad de como se lo va a tomar—. Si solo he insinuado que me gustas,
cosa que no es mentira —confieso dándole un beso en la frente y viendo
que nadie se ha dado cuenta de ello—. Y casi se me lanza a la yugular si no
llega a ser por Grace…
—Es que no entiendo como puede ser tan terco y tan infantil —comenta
desesperada.
—Abb, creo que lo mejor será que se lo digamos después de la carrera.
—Ella asiente—. En privado, mejor cuando lleguemos a vuestra casa
porque me va a dar una paliza igualmente —confieso.
—No digas eso Zack. —Me responde con una mirada llena de
preocupación y culpabilidad, acuno con mis manos su rostro.
—Mira peque conozco a tu hermano lo suficiente para saber cómo va a
reaccionar cuando se lo contemos, y puede que nos demos una paliza, pero
lo superaremos. No es la primera vez que nos zurramos. —Le aclaro
recordando alguna que otra vez que nos hemos atizado de lo lindo, pero a la
media hora tan amigos, supongo que es lo que tiene ser casi hermanos.
—¡Menos mal! —Nos sobresalta la voz aguda de Grace.
—¿Qué ocurre? —pregunta Abby separándose de mí.
—Caleb os está buscando porque creo que se lo huele. —Nos informa y
Abby se lanza a la piscina sin dudar.
—¿Qué haces? —grita su amiga y Abby se sumerge.
—¿Sé puede saber dónde os metéis? —pregunta Caleb serio y le hago
un gesto para que mire a la piscina.
—Abb está borracha y estoy diciéndole que no te va a hacer gracia
llevarla en el coche mojada —miento. Mi amigo se ríe, supongo que
soltando la tensión que estaba acumulando solo de pensar que su más
temido miedo se había hecho realidad.
—Puff… —Se ríe entre feliz y aliviado—. Abby en serio eres increíble.
—¡Eres un capullo Caleb! —grita mi chica desde el agua. No puedo
evitar troncharme de risa de ver lo bien que sabe fingir estar ebria.
—No os veía y bueno pensé… —Se lleva las manos a la cabeza con una
sonrisa dibujada en los labios, se revuelve el pelo y mira a Grace que lo
mira con cara de pocos amigos.
—Gilipollas… —gruñe y se lanza a la piscina con Abby.
Vemos como bucea hasta ella y le susurra algo en el oído, algo que sé muy
bien lo que es… Nos hemos librado de lidiar con la realidad por los pelos.
Pero, ¿hasta cuándo?
Esta noche hemos ido a la fiesta de Nill, con la firme decisión de contarle
toda la verdad a mi hermano. Ver que es un troglodita nos hace deducir que
no se va a tomar nada bien nuestra relación, pero lo superará. Al menos eso
espero. No quiero seguir ocultándoselo, no ahora que solo quedan unas
horas para que se marchen a la Estatal. Sé que Zack ha intentado decírselo
antes y viendo como mi hermano estaba atando cabos y poniéndose
agresivo lo hemos dejado pasar. Lleva razón, tal vez al terminar la noche,
después de la carrera, cuando solo estemos los tres llegando a casa. Tal vez
así sea más sencillo.
—Después hablamos con él, ahora prefiero tener la mente despejada
para correr —comenta Zack.
—Está bien —digo sonriendo sobre sus labios cuando me besa.
Me dejo llevar y me olvido de que estamos en los aparcamientos cerca de
dónde va a tener comienzo la carrera, me olvido de que mañana cuando se
vayan una parte de vida se quedará vacía, después de toda una vida juntos y
ahora me toca aprender a amarlo en la distancia. Un año, eso es lo que me
recordaba mi mente continuamente. En un año yo también estaré en la
Estatal y todo será más sencillo, solo tenemos que lidiar un curso viéndonos
los fines de semana o cuando sea festivo. No pasa nada, todo estará bien.
Zack me rodea con sus brazos y me aprieta contra él con necesidad. Sus
labios son un bálsamo para la añoranza que siente mi corazón y eso que
todavía no se ha marchado. Pero estoy tan abstraída en todo lo que me hace
sentir, que no me doy cuenta de que no estamos solos y la realidad sale
como si fuese una luz incandescente. Una luz que nos delata ante un Caleb
que no da crédito, todo pasa demasiado rápido cuando mi hermano me
aparta de un empujón y caigo de espaldas. Solo me incorporo y veo que ha
tumbado a Zack y está sobre él estampando su puño una y otra vez.
—¡NO! —grito rota y corro hasta ellos al ver que Zack no se defiende.
—¿Cuánto tiempo llevas mintiéndome? Eres mi hermano, teníamos una
norma, ella…
—¡Ya basta Caleb! ¡Ayuda! —grito y siento como me desgañito.
Me lanzo sobre mi hermano y logro sujetarle el brazo para evitar que vuelva
a pegarle. Oigo como Zack tose con dificultad, no logro ver bien porque
mis ojos están anegados de lágrimas. Por suerte los gritos han debido de
alertar a los que estaban más cerca y entre ellos Nill y Jacob aparecen para
separarlos.
—¿Cómo has podido? —Le grita exigiendo una respuesta.
—Tío, déjalo no ves que no te ha devuelto ninguna. —Le dice Nill que
lo consigue apartar de Zack.
Tal como mi hermano se aparta, me acerco a mi novio que tiene un pequeño
corte en la mejilla y sangre en la boca. Es entonces cuando rompo en llanto,
al sentir que todo esto es culpa mía. Lo siento, intento decirle, pero no me
sale la voz hasta que oigo a mi hermano y la furia se apodera de mí.
—Abby… —Es todo lo que dice, me levanto hecha una fiera y le golpeo
el pecho con todas mis ganas.
—No, no, no Caleb, ¿qué puto problema tienes? —Le empujo y veo un
brillo de confusión y arrepentimiento en su mirada—. ¡Es tu mejor amigo!
Y yo puedo hacer lo que me dé la gana.
—Abb… Abby.
No espero una respuesta de su parte y tampoco una disculpa, cuando oigo a
Zack decir mi nombre entrecortadamente. Vuelve a toser y se incorpora un
poco para escupir sangre. Me pongo a su lado y lo ayudo a levantarse. Zack,
me pasa un brazo por el hombro y una mirada fugaz llena de culpabilidad,
hace que un dolor punzante me pellizque el corazón.
—Lo siento peque… —Me dice abatido.
—Shh… no digas nada. —Le pido sacando un pañuelo de papel de mi
bolso y presionando en la mejilla, él pone su mano sobre la mía y cuando
nuestras miradas se encuentran le sonrío con tristeza—. Todo va a estar bien
—susurro de forma casi inaudible.
Él asiente y mira a mi hermano que sigue agarrado por Nill y Jacob. Un pito
estridente me sobresalta y sé que significa que los corredores deben ir a sus
puestos, ya que la carrera va a tener lugar en breve.
—Te veo en la meta. —Me informa Zack, aunque suena más a una
súplica.
—Zack por favor… —Pero no me deja terminar.
—Te prometo que será la última, ¿vale? —Me comenta intentando
sonreír, me abraza y apoya su barbilla sobre mi cabeza, suspira y me susurra
—. Te quiero Abby, pase lo que pase quiero que sepas que te quiero.
Asiento y me aparto un poco de él para ver esos ojos negros que tanto me
gustan, le sonrío y le beso, un beso rápido de un fugaz roce de nuestros
labios, pero lo suficiente para sentir que entre nosotros todo está bien.
—Te quiero Zack Williams.
Él se aparta de mí y Jacob comienza a caminar junto a él hacia la línea de
salida, veo como le palmea la espalda y sé que tras de mí está mi hermano
con Nill, pero ahora no quiero hablar con él, necesito tiempo.
—Abby… —murmura arrepentido.
—No Caleb, ahora no… Déjame sola y si ves a Grace, dile que estoy
aquí.
Es todo lo que le digo antes de alejarme de él y de Nill un poco más.
Necesito a mi amiga, sé que estaría distrayendo a mi hermano cuando me
vine a los aparcamientos con Zack y está ajena a todo lo que acaba de
suceder. Cuando mi hermano se marcha con su amigo hacia dónde están
todos los curiosos, para presenciar la última carrera del verano, siento que
vuelvo a respirar. ¿Cómo ha sido capaz de actuar así? Saco mi móvil del
bolsillo y escribo un escueto mensaje a Grace.
Jamás imaginé que todo podría acabar tan rápido, la noche anterior había
sido cálida y desde que me vi sin ella, siento que mi corazón ha emigrado al
Polo Norte. Apenas he dormido y el cansancio es notorio en mi rostro. Me
he puesto una sudadera con capucha para ocultar mi mala cara y los restos
de la noche de ayer. Antes de que todo se fuera a la mierda, habíamos
quedado a las diez en la puerta para poner rumbo a la Estatal y yo había
cumplido con mi palabra. En un primer instante miré hacia su casa y dudé
en si Caleb aparecería, pero lo hizo un poco más tarde junto a sus padres.
No nos dirigimos la palabra a menos que fuese necesario, tan solo hemos
intercambiado un par de palabras monosílabas y siento una tensión palpable
entre nosotros.
Brad, termina de meter una caja de Caleb en el maletero de mi coche,
mientras que Lisa nos da una bolsa con una decena de tuppers con comida
para sobrevivir la primera semana de Universidad. Miro a mi alrededor, a su
ventana y a la puerta de entrada de la casa, esperando y deseando con todas
mis ganas verla aparecer. Pero el tiempo va pasando y la decepción se va
apoderando de mí. Una parte de mí quiere, necesita y desea que ella
aparezca de un momento a otro, pero mi parte más racional presiente que
Abby no vendrá.
—¿Dónde está Abby? —pregunto a Lisa y sé que ella siente la
necesidad en mis palabras. Cuando me toca el brazo con cariño y me da un
leve apretón.
—Se quedó anoche a dormir en casa de Grace, pero me extraña de que
no esté aquí para despediros. No se lo perdería por nada del mundo. —
Termina diciendo demasiado lento y me quita la capucha que llevo puesta,
quedando ante sus ojos el moretón que tengo en la mejilla—. ¿Qué te ha
pasado? —pregunta preocupada y sé que ella siempre ha sabido lo nuestro
antes que nosotros mismos lo descubriéramos.
—No es nada Lisa —respondo apartando la vista avergonzado y
volviéndome a poner la capucha de la sudadera.
—¿Cómo que no es nada? ¿Te has pegado con alguien jovencito? ¿Qué
te tenemos enseñado? —Me pregunta preocupándose como lo haría mi
madre, intento sonreír pero la tristeza no me lo permite. Ella me coge de las
manos y mira mis nudillos perfectos, no me defendí.
—No me he peleado con nadie —miento con una sonrisa fingida—.
Simplemente ayer jugué al rugby sin protecciones —vuelvo a mentir. Lisa
guarda silencio y mira a Brad que se encoge de hombros confundido. Luego
mira a su hijo y le coge las manos viendo sus nudillos.
—No te hemos educado así. ¡Jamás os habéis pegado! ¿Qué pasa
chicos? —Le recrimina con desdén y vuelve a mirarme.
—Ni siquiera sé por qué me voy con él a la universidad —masculla
Caleb asesinándome con la mirada.
—Sois como hermanos —interviene Brad—. Y lo que sea que suceda
entre vosotros lo tenéis que solucionar como dos adultos. Pero no podéis
tirar una amistad única por una cosa que seguramente sea una tontería.
—¿Es por Abby? —pregunta Lisa sabiendo la respuesta.
—Sabes que no le gustan las despedidas —respondo eludiendo la
respuesta, con una sonrisa triste de derrota. Ella me abraza como lo haría mi
propia madre para darme consuelo. Después se separa de mí y me sonríe
con dulzura acariciándome la mejilla.
—Creo que tú jovencito, debes de reflexionar un poco y entender la
suerte que tienes de tener a Zack. —Le reprocha a la vez que lo abraza
también y le da un beso en la sien.
—Bueno venga, creo que si seguís así yo también os voy a abrazar. —Se
excusa abochornado Brad y me palmea la espalda—. Cuidaos y arreglar lo
que os suceda.
—Hasta luego. —Les digo. Me subo para arrancar el coche y espero a
que Caleb mueva su culo y se suba para largarnos de aquí de una vez.
Miro una última hacia el comienzo de nuestra calle, esperando y deseando
que aparezca de un momento a otro. Pero la realidad es que no ha venido,
Abby no está. Cuando Caleb se sienta a mi lado, sube el volumen de la
radio y me da a entender de que no piensa decir ni una sola palabra. En otra
circunstancia puede que no se lo hubiese permitido, pero estoy tan abatido
que se lo agradezco. Aguanto sin apartar la vista del retrovisor todo lo que
puedo, pero Abby ha decidido no venir. Emprendemos la marcha, dejó atrás
la calle en la que vivimos y conforme me voy alejando de ella, de mi
hogar… Siento que una parte de mi alma se queda ahí, en la piscina en la
que tantos baños me he dado con ella, en el lago que nos conocimos, en
aquel jardín que une nuestras ventanas, las cuales han sido testigos del amor
más puro e incondicional que he experimentado en mi vida.
Esta mañana en cuanto el sol comenzó a entrar por mi ventana me
levanté y me quedé un buen rato apoyado en el alféizar. Le envié un
mensaje y le supliqué que viniese. La necesitaba. Mi mente sabía que hoy
comenzaba una nueva etapa de mi vida, un punto de inflexión que lo
cambiaba todo y jamás me imaginé que tomaría este nuevo rumbo sin ella
presente. Era inevitable rememorar todo lo vivido con Abby, porque mi
infancia había sido muy bonita gracias a su familia y a ella. Abbigail Smith
se convirtió en una constante en mi vida y ahora no sé cómo me las voy a
apañar sin ella. Solo quiero pensar que lo nuestro no había sido un adiós,
sino un hasta luego.
Porque era imposible olvidar tanto vivido, como las cientos de veces que
habíamos hablado a través de nuestras ventanas, con un par de vasos de
plástico y un hilo que los conectaba. Y es que ahora lo comprendo, cuando
siento un escalofrío que me recorre el alma. Nosotros siempre habíamos
estado conectados no solo por esos vasos, sino por nuestras almas. Porque
ella sin saberlo me había tocado el alma antes que la piel y dime tú a mí,
¿cómo se supera eso?
No falté a la despedida. Estaba allí, viéndolo tras el cristal del desván. Veía
como me buscaba con necesidad y quería gritar lo suficientemente alto para
que supiese que estaba allí, que a pesar de todo jamás me hubiese perdido
despedirme de él. Pero Caleb seguía siendo un puñetero crío, capullo y
egoísta como él solo. Lo había demostrado una vez más, cuando está
mañana me escuchó llegar y aprovechó que mis padres estaban en el garaje,
lo suficientemente lejos como para oírme que estaba en casa. Me cargó
sobre el hombro y me encerró en el desván y para colmo me arrebató el
móvil. Nadie sabía que estaba aquí, excepto él. Dime a mí, ¿cómo se
perdona eso?
Me dolían las manos y estaba exhausta de golpear la puerta del desván, pero
estaba atrancada con algo. Está mañana leí el mensaje de Zack, en el que
me suplicaba que si le seguía importando, aunque fuese un poco, no faltase
a despedirme de él. Siento que le he fallado. No logro borrar su mirada de
decepción cuando se subió al coche. Cierro los ojos y respiro. Ojalá todo
esto solo fuese una amarga pesadilla. Pego mi oreja al suelo y oigo las
voces de mis padres.
—¡Estoy aquí! ¡Mamá! ¡Papá! —grito a la vez que golpeo de nuevo el
suelo.
Pero nada, las voces se alejan y supongo que están en la planta de abajo. No
me toca otra que esperar y que el lumbreras de mi hermano se digne a
decirles que estoy secuestrada en el desván. Me hago un ovillo, cierro los
ojos y me concentro solo en respirar con la esperanza de que el dolor que
siento en el pecho vaya remitiendo paulatinamente. Los minutos pasan y la
luz que entra por la diminuta ventana, de cristal fijo del desván, se va
alargando un poco más. Una duermevela me va envolviendo y me mantiene
semi inconsciente, hasta que un ruido al otro lado llama mi atención y la
voz de Grace hace que todos mis sentidos se vuelvan a activar.
—¿Abby? ¿Estás aquí? —La puerta se abre y veo como asoma su
cabeza.
—Grace, menos mal —respondo levantándome y caminando hasta ella.
—Yo lo mato. —Es todo lo que me dice antes de ofrecerme su mano. Se
la cojo sin dudar y antes de comenzar a bajar ella me estudia con
advertencia— ¿Estás bien?
—No —respondo abatida—. Mis padres…
—Tu hermano me dejó un mensaje y bueno, he venido en cuanto lo he
visto y tus padres me han abierto…
—Está bien hablaré con ellos. —No digo nada más porque siento que
me tiembla la barbilla al sentir una mezcla entre enfado, tristeza y
decepción.
Bajo junto con mi amiga las escaleras del desván y me encuentro con mis
padres que me miran preocupados. Mi padre me pregunta algo, pero estoy
tan desbordada de emociones que no soy capaz de responderle. Entonces mi
madre me envuelve con sus brazos cálidos, reconfortantes y suaves como si
de un gran almohadón se tratase y me limito a hundir mi rostro en su cuello
y dejo que las lágrimas de tristeza salgan a su libre albedrío.
Los días van pasando y siento que me voy muriendo poco a poco por
dentro. Estoy haciendo el esfuerzo de mi vida en no responder a sus
llamadas, en no leer ni un solo mensaje y en no volver a mi hogar, a ella.
Hice un trato con Caleb y esta vez no pienso romperlo. Aunque siendo
sinceros no sé cómo manejar todo esto porque me parece una auténtica
tortura. Pero no tengo ningún derecho a ser egoísta, no con ella. No puedo
ser el culpable de separarla de su hermano, de que el amor y la armonía que
en su familia siempre se ha respirado desaparezca por mi culpa. No tengo
ningún derecho de arrebatarle eso y sé que si leo un mensaje u oigo su voz
no podré respetar la promesa que le he hecho a su hermano.
Han pasado tres semanas, las clases han comenzado y la vida sigue, al
menos así era para todo el que está a mi alrededor. Yo siento que sigo
atrapado en su sonrisa, en los recuerdos y es eso lo que me mantiene a flote.
Solo me queda aceptar que así son ahora las cosas y así son como deben de
ser.
Mi relación con Caleb sigue deteriorándose cada día más. Desde
entonces no nos hablamos a menos que sea indispensable. Afortunadamente
estudiamos en edificios diferentes y solo nos vemos en los entrenamientos
de rugby y rara vez nos cruzamos en el piso. Mentiría si os dijese que me da
igual, pero perderlo a él también me duele. Al fin y al cabo, los Smith han
sido las únicas personas que me han hecho sentir que le importaba a
alguien. Es por eso, por lo que he pensado que lo mejor es dejar que el
tiempo pase y tal vez, algún día las cosas vuelvan a ser algo parecidas a
como lo eran antes. No he vuelto a New Bern, no estoy preparado para
verla. Caleb en cambio se marcha cada fin de semana y yo me quedó en el
campus.
Ahora es tiempo de aprender a vivir sin ella, porque durante todos estos
años me he acostumbrado a Abby y en estos últimos meses todo se ha
intensificado. Solo quedan todas sus sonrisas, caricias, besos y miradas que
durante años he ido coleccionando en pequeños frascos de cristal que ahora
guardo en mi corazón como mi tesoro más preciado. Lo que más me cuesta
es comprender que se acabó y que me queda por delante un curso muy
largo…
Era mi último año de instituto, se suponía que debía de ser increíble, así era
como siempre lo había soñado junto con Grace. Había que pasarlo bien y
juro que lo intentaba, pero no podía cuando sentía que en mi interior seguía
lloviendo. Lo que antes me importaba ahora ya no. Hace una semana
aprobé el carnet de conducir y en vez de saltar de alegría, lloré porque él era
quien me había enseñado a conducir. ¿Cómo podía ignorar todo lo vivido
con él? ¿Cómo podía hacerlo él? Era como si yo hubiese dejado de existir
para él. No sabía nada de Zack desde aquel día y para obtener todas las
respuestas a mis preguntas, necesitaba verlo. Porque solo así sabría que solo
era una mala racha, que nuestro amor era más fuerte que todo esto que
estaba sucediendo. Caleb lo terminaría comprendiendo tarde o temprano,
solo era cuestión de tiempo y reconocería que actuó como el imbécil más
grande del mundo mundial.
Miro el vaso de plástico que descansa con un trozo de cuerda en el
alféizar de mi ventana, y sonrío con nostalgia al pensar en todas las noches
que nos habíamos pasado hablando a través de ellos. Le escribo un mensaje
a Grace antes de volver a tumbarme sobre la cama. Le he pedido que hable
con Zack, que al menos lo intente. Oigo cerrarse de golpe la puerta
principal y unos pasos indican que alguien está subiendo las escaleras. No
me cabe duda de que es mi hermano, seguramente ya ha acabado su jornada
en la residencia de mayores. Después de todo lo que pasó el día de la
despedida me sinceré con mis padres. No había nada más que ocultar se
acabaron los secretos. Mis padres no me reprocharon nada, pero mi
hermano no tuvo tanta suerte. Han castigado a Caleb durante todo el curso a
trabajar cada fin de semana en la residencia sin obtener ninguna retribución
a cambio, es por eso por lo que regresa cada viernes y yo intento evitarlo, si
lo veo intento no hablar con él a menos que sea necesario. Dos golpes en mi
puerta me avisan de que una vez más lo vuelve a intentar y entierro mi
rostro en la almohada cuando veo que la puerta se abre.
—¡Vete! —advierto.
No dice nada, pero oigo los pasos en la habitación y mi cama cede cuando
él se sienta en el borde.
—Abby en serio que lo siento, pero no puedes odiarme eternamente.
Puede que la cagase, pero te aseguro que es por tu bien. Cuando pase un
tiempo me lo agradecerás…
Aguarda a que le responda, pero sigo en silencio y aprieto mis párpados
para no llorar. Un silencio que a él lo desespera y a mí me sirve, para no
romper a llorar de nuevo y gritarle que todo esto es su culpa. Entonces
sigue.
—Él está en la universidad, no es ningún santo y es uno de los mejores
jugadores del equipo de rugby, le llueven las pretendientas y no puedo
permitir que te haga daño. —Pero esta vez no aguanto más.
—¿No te enteras Caleb? Lo nuestro es real y va más allá de todas esas
cosas superfluas que dices… —Me dirijo a él por primera vez en todo este
tiempo y no puede ocultar la sorpresa en su rostro cuando lo miro desolada.
—Abby lo siento, ¿vale? Pero créeme, solo quiero lo mejor para ti —
dice temblándole la voz y lanzándome una mirada llena de arrepentimiento
y lástima.
—Pues si quieres lo mejor para mí, arréglalo. Haz que al menos me
responda y me diga algo, porque este silencio es atronador y no lo soporto
más.
Mi frágil barrera de autocontrol se hace añicos y rompo a llorar en una
mezcla de tristeza y rabia porque sé que no nos merecemos esto. Porque es
increíble que no quiera comprender que lo que había entre Zack y yo, iba
más allá de este verano. Me duele que piense que soy una ilusa y que me
estoy equivocando. Caleb intenta acercarse a mí para darme consuelo, pero
niego, me aparto todo lo que puedo de él y el llanto se acentúa.
—Lo siento Abby, de verás que lo siento. Intentaré…
—¿En serio? ¡Esto es increíble! ¿No tienes suficiente qué vienes aquí
con recochineo? —La voz de Grace hace que mi hermano se levante sin
dudar de mi lado y se gire para verla a ella.
—Grace, yo… Solo necesito que… —Comienza a decirle en un tono
teñido de tristeza y arrepentimiento.
—Shh… No digas ni una sola palabra más Caleb, bastante has hecho ya.
¡Déjala en paz de una vez! Porque si no lo haces, te juro que soy capaz de
cortarte las pelotas y dárselas de comer al gato de mi abuela. —Lo encara
clavando su dedo índice en el pecho de mi hermano y no puedo evitar
sonreír agradecida de tenerla como amiga.
—Está bien. —Le responde levantando las manos en señal de rendición.
Grace no dice nada más, se aparta y da un paso al lado para dejarle libre el
camino hacia la salida. Mi hermano echa un último vistazo a mi amiga y
niega para sí. Tal como Caleb se marcha Grace cierra la puerta, apoya la
espalda en ella y suspira soltando toda la tensión que tiene. Es increíble
como se hace la dura delante de él y aunque se niega a reconocerlo está
coladita por él. Grace abre los ojos y me mira con compasión, junto con una
sonrisa llena de dulzura.
—Eh vamos, ¿desde cuándo no te duchas? Pareces una vagabunda… —
comenta tumbándose junto a mí y envolviéndome en sus brazos—. Apestas
a tanto dulce que empalagas. —Su comentario me hace reír y ella se aparta
un poco de mí para mirarme sorprendida—. ¿Eso que acabo de oír ha sido
una carcajada?
—Aja —afirmo y le intento mostrar mi mejor sonrisa.
—Estamos progresando y se me ha ocurrido una cosa —dice sentándose
en forma de flor de loto—. Sinceramente ya lo tenía pensado, pero no
puedes seguir malgastando días de vida de esta forma, así que me vas a
escuchar…
—¿Tengo otra elección? —pregunto, recostándome sobre el cabecero de
mi cama.
—Déjame que piense… No. Así que quiero que razones, porque no
pienso hablar con el capullo de Zack. Sinceramente no sé qué diantres le
pasa para que no te responda. Pero la realidad Abby es que le has mandado
un centenar de mensajes y lo has llamado el doble de veces, ¿o me
equivoco?
—¿Qué pretendes Grace?
—¿Me equivoco? —insiste.
—No, no te equivocas —respondo en tono monocorde.
—Gracias por responder, pues creo que es hora de que dejes de
lamentarte y comiences a intentar ser tú misma, ha pasado casi un mes y
créeme, más hace el que quiere que el que puede. —Sus palabras están
cargadas de verdad y la verdad duele, escuece y me rasga un poco más el
alma.
—¿Pretendes hundirme del todo? —Me quejo herida.
—Digamos que pretendo abrirte los ojos, quitarte los puntos de sutura de
un tirón y que grites unos segundos. Prefiero todo eso, antes de ver como
desperdicias un solo día más de tu vida por un tío que al parecer pasa de ti
—responde con total naturalidad.
—¿Y qué insinúas?
—Pues que sigas con tu vida, que vuelvas a ser tu. Necesito que dejes de
llorar por él y que salgas de está cama y nos vayamos a tomar algo. Porque
necesito a mi amiga, ¿lo comprendes? —insiste.
—Lo siento Grace, soy una amiga horrible —respondo abrazándola.
Tiene razón—. ¿Dónde quieres ir? —pregunto a la vez que veo como se le
dibuja una enorme sonrisa.
—Ya lo verás…
Una vez más, me siento sobre el taburete frente al cuadro que descansa en
el caballete que preside mi habitación, de fondo el sonido de un partido de
rugby llena cada silencio de mi dormitorio. Me estremezco al fijarme en las
diminutas pecas salpicadas color bronce de sus mejillas. Cada línea que he
trazado de forma delicada para plasmar esa luz que siempre hay en sus ojos
me desubica y a la vez me deja sin aliento. Una mirada que parece que de
alguna forma irracional me está retando. Dos días, cuarenta y ocho horas
sin sonar mi teléfono, sin una llamada pérdida ni un mensaje sin abrir. Abby
había desistido y sabía que eso solo significaba una cosa… Alzo la mano y
me tiembla el pincel que tengo sujeto, cuando el miedo de haberla perdido
para siempre hace que se me encoja el estómago solo de pensarlo. Dos
golpes tímidos en mi puerta y luego silencio. Trago saliva y me aclaro la
garganta al saber que es él. No respondo, pero lo conozco y si Caleb quiere
algo, no para hasta conseguirlo.
—¡Eh tío! ¿Puedo pasar? —Su voz suena amortiguada al otro lado y
suspiro mirando el retrato de Abby. Por suerte el lienzo está de espalda a la
puerta y aunque entre, no va a ver lo que estoy pintando.
—¿Qué quieres? —gruño en una mezcla entre molesto e irritado.
—Esto… Hola. —Me saluda a la vez que abre y se apoya en el marco de
la puerta solo con un pantalón de chándal puesto, seguramente se acaba de
duchar. Caleb me mira y suspira abatido.
—¿Qué pasa? —pregunto con un gesto alzando la barbilla y
mostrándole la poca paciencia que tengo para soportarlo.
—Mi hermana me odia, mis padres siguen bastante serios por lo que le
hice y Grace cuando me vio está mañana me miró con tanta repulsión que
creo que está planeando mi muerte —comenta y al ver que no voy a decirle
nada él sigue—. Tú también lo haces, ¿verdad?
—¿Qué has hecho para que te odie Abby? —pregunto con el ceño
fruncido.
Él aparta la vista avergonzado y niega para sí. Es la primera vez que me
habla de ella en todo este tiempo y no puedo perder la ocasión de saber de
mi dulce chica. Caleb abre la boca y luego la cierra, como si fuera un pez
fuera del agua. Hasta que finalmente habla.
—Jugué sucio —responde y sus palabras me hacen mostrar interés.
—¿A qué te refieres? —pregunto poniéndome tenso al oírlo.
—Pues que soy un capullo egoísta…
—Eso ya lo sé, quieres ir al grano —exijo exasperado.
—Después de esto, tú también me vas a odiar —afirma y saltan en mi
mente todas las alarmas.
—Prueba suerte —respondo intentando aparentar una serenidad que no
siento.
—Encerré a Abby en el desván para que no llegase nunca a despedirte.
—Suelta de golpe como un detonador.
—¿Qué?
—Que encerré….
—Ya me he enterado —grito y me levanto ciego de rabia—. ¿Cómo has
podido ser tan rastrero? —Le pregunto con desprecio.
—Lo siento tío...
—¿Qué lo sientes? —pregunto con ironía—. Tú no sientes una mierda
—reprocho acercándome a él.
—Consideré que era lo más conveniente, porque si llegaba a
despedirte… ¿Para qué? La lastimarías días más tarde, le has llenado la
cabeza con cientos de promesas que sé no ibas a cumplir. Te crees que no
me he dado cuenta de la chica del pelo lila que se sienta cada día a comer
contigo en el comedor, o de la pelirroja de rizos del equipo de animadoras
que te ha esperado cada día al finalizar el entrenamiento… —dice
intentando justificarse.
Está vez acorto el espacio que nos separa y lo empujo sacándolo de mi
habitación. Me lanzó sobre él y lo acorralo contra la pared. Caleb no se
mueve un ápice y me mira expectante esperando el primer golpe. Un golpe
que no llega, yo no soy así. Bajo mi puño y me aparto de él.
—Eres un puto egoísta —grito cargado de ira, a la vez que me doy la
vuelta hacia mi dormitorio.
Cojo las llaves del coche y cierro de un portazo. Bajo las escaleras a trote y
corro hasta mi coche, golpeo el volante con furia, grito de impotencia hasta
que creo que se me ha desgarrado las cuerdas vocales y giro la llave del
contacto para alejarme de allí.
Entonces sumo dos más dos, ¿cómo había podido ser tan imbécil?
¿Cómo había podido hacer un trato con el capullo de Caleb? Después de
todo lo que pasó la última noche del verano… ¿Cómo he podido estar tan
ciego? ¿Cómo? La llamo y pongo el altavoz, la llamada cesa y vuelvo a
intentarlo. Así una y otra vez, mientras voy conduciendo en dirección a
New Bern. No sé exactamente cuántas veces la llamo, porque la verdad que
he perdido la cuenta. Pero de repente el móvil deja de dar tono y veo que ha
descolgado.
—¿Abby? ¡Abby, gracias a Dios! —exclamo aliviado pasándome una
mano por el pelo.
Pero no dice nada, guarda silencio y un sollozo apagado se filtra con un
golpe de realidad de lo jodido que está todo.
—Abby, por favor acabo de hablar con Caleb y me acabo de enterar de
todo. No tenía ni idea, le hice una promesa, un trato y no sabía que jugó
sucio. Te quiero —confieso y por su parte solo hay un silencio que solo
dura unos segundos, pero que para mí es casi media vida.
—Y yo Zack, pero me quiero más a mí —responde con voz quebrada.
—Peque, lo siento. Juro que no sabía que Caleb… —Pero me
interrumpe.
—Pues te lo intenté decir, en los cientos de mensajes que te escribí y en
cada llamada de la que no obtuve respuesta. Créeme que lo intenté con
todas mis fuerzas casi un mes intentando cada día explicártelo y ahora sé
que todo pasa por algo, que se acabó y punto —confiesa con voz firme y
distante.
—Abby espera… —Le pido desesperado.
—No, no, no… No puedo esperar a una persona que ha aceptado una
explicación de mi hermano, antes que mía. —Un sollozo se le escapa y
rompe a llorar sin consuelo.
—Cariño lo siento, de verdad que jamás he querido hacerte daño. Si no
respondí a esas llamadas fue porque había hecho un trato con él. Le prometí
que te dejaría en paz y pensé… —Pero me detengo y trago saliva al sentir
un nudo que me oprime.
—¿Qué pensaste? ¿Qué había renunciado a ti? ¿A nosotros? Después de
todo, veo que no me conoces… Así que no hagas esto Zack, no me hagas
más daño porque no podría soportarlo —confiesa y una lágrima traicionera
se escapa por mi mejilla. La he perdido.
—¿Qué insinúas? ¿Qué se acabó? —Le pregunto herido.
—No insinúo nada, eso lo decidiste tú cuando te marchaste sin ni
siquiera buscar una respuesta a lo que pasó aquella mañana —solloza. Miro
al frente de la carretera, aprieto la mandíbula y agarró con fuerza el volante.
—Si esto es una despedida, solo quiero saber… ¿Qué ha sido para ti,
todo lo que ha pasado este verano? —pregunto desesperado.
—Zack, no lo comprendes… Hemos sido todo lo que siempre había
soñado, hemos sido la felicidad en estado puro, atardeceres en el templete o
el sosiego que se respira en la orilla del lago. Hemos sido canciones,
sonrisas llenas de complicidad, noches estrelladas y cientos de te quieros
que solo eran promesas incumplidas. Hemos sido todo en secreto. —Guarda
silencio y oigo como contiene un nuevo sollozo.
—Hemos sido muchas cosas —afirmo emocionado—. Por eso no
podemos ignorarlas.
—No lo hago, solo estoy aprendiendo a vivir con ellas. Porque sé que
volver contigo ahora es hacerme daño y no quiero. No quiero volver y pasar
de nuevo por este dolor insoportable. —Se sincera desesperada con voz
rota.
—Jamás te haría daño.
—Ya lo has hecho Zack Williams y solo te pido que si de verdad me
quieres como dices… —Pero esta vez soy yo el que la interrumpe. Lleva
razón. Me hecho a un lado de la carretera y tomo aire para llenarme de
valor a lo que voy a decir. Cierro los ojos al sentir el dolor punzante en mi
pecho.
—Está bien Abb, es lo mínimo que puedo hacer. Te lo debo, solo quiero
que seas feliz y recuerda… Jamás voy a dejar de quererte.
No espero a que responda, cuelgo y me bajo del coche, necesitando aire.
Me asfixio y pongo mis manos sobre mis rodillas exhausto. El corazón me
late frenético y cierro los ojos al sentir un leve mareo y comprender que
hubo una vez, pero que ya no. Todo se ha esfumado y ya solo forma parte
del pasado. La he perdido para siempre y los recuerdos, son lo único que
me quedan de ella.
El invierno ha llegado, con un frío que hiela y te hace temblar hasta el alma.
Tenía esperanza de que sirviera como un bálsamo que adormeciera el dolor
punzante que siento en el pecho. Porque el dolor sigue como una constante
en mi día a día, he pasado noches llorando hasta quedarme dormida y he
aprendido a vivir con una tristeza que me ahoga. Saber que se acabó, que
toda una vida junto a él se termina como un capricho del destino, es difícil
de asimilar. Pero a pesar del dolor visceral que siento, no me arrepiento de
todo lo vivido con Zack Williams. Si pudiera volver al pasado, al punto
exacto en que decidí fingir estar borracha para dormir con él y besarle, lo
volvería a hacer con los ojos cerrados. Pero tampoco puedo negar que poner
punto y final ha servido para hacer añicos cada trozo de mi roto corazón. Se
acabó, solo quedan los recuerdos y creo que es por eso por lo que es tan
doloroso. Porque Zack era mucho más que un novio, más que mi primer
amor. Porque antes de todo era mi amigo, mi alma gemela. Había perdido al
chico que conectó nuestras ventanas y nuestras vidas, con un hilo y dos
vasos. El chico que me hacía visitas sorpresa a mi habitación, que me había
acurrucado cientos de veces a su lado hasta quedarme dormida. Lo había
perdido, ya no volvería a oír sus gritos desde el salón, cuando los Red Bear
ganaran un partido o su risa ronca cuando Caleb bromeaba con él. Todo se
había terminado.
Lo único que me ayudaba a disminuir la culpabilidad era tener la mente
ocupada. No me podía permitir pensar demasiado en todo lo que pudo haber
sido. Porque desde que conocí la jugada sucia que me había hecho Caleb,
comprendí todo y sentí que mi alma sentía un poco de alivio entre tanto
dolor. Ella había estado allí, pero ahora ya era tarde. Entonces sentí de
nuevo un dolor punzante, del que estaba plenamente convencido que jamás
desaparecería del todo, pero con el que tendría que aprender a vivir.
—¡Vamos nenitas a sus puestos!
La orden del entrenador junto con el ruido del silbato me saca de mis
pensamientos. Me pongo en mi lugar y me agacho la protección del casco,
miro a mi contrincante y fijo mis ojos en el chico que me intenta
amedrentar con una mirada feroz. No puedo evitar disimular una sonrisa al
pensar lo ingenuo que es, si piensa que me voy a dejar coger. El silbato
vuelve a sonar y el juego comienza, soy el ala izquierda lo que quiere decir
que soy el más rápido de mi equipo, llego a mi lugar y espero la jugada de
ataque que tenemos estudiada. Salto cargando con mi hombro contra mi
adversario, y recibo la guinda, que me la lanza el otro ala derecha. Sigo
corriendo canalizando la rabia que siento al oír la voz de Caleb gritándome
que se la pase. Pero hago caso omiso, improviso una jugada que sé que no
va a salir bien y no tarda mucho en sumarse los gritos del entrenador.
—¡Zack, ahora! —insiste Caleb.
—¡Demonios Williams, la quieres pasar! —Oigo que despotrica el señor
Hoffman.
Pero el problema es que cuando veo que me tienen acorralado, no tengo
otra opción que tensar mi cuerpo, cerrar los ojos y esperar a sentir el golpe
con sabor metálico. Una sacudida de dolor azota todos los músculos de mi
espalda al caer contra el suelo. Siento un leve aturdimiento, el choque me
deja sin oxígeno y allí tumbado en el césped, mirando el cielo turquesa me
pregunto cuándo volveré a respirar de verdad.
.
Volver a New Bern, era despertar sentimientos que estaban aletargados por
el paso del tiempo, pero que no dejaban de estar presentes y llegar aquí era
tenerlos más vivos que nunca. No me había permitido el lujo, ni el capricho,
de volver a casa en todo el curso. La razón era ella. Había sido un año de
mierda, posiblemente el peor de mi vida. Mi amistad con Caleb, había
experimentado una amplia diversidad de tonalidades y ahora mismo,
digamos que está en fase experimental. Porque desde la última vez que sus
padres vinieron al campus y literalmente me obligaron a comer con ellos, la
tensión que había entre ambos ha ido aminorando. Tal vez, tuvo mucho o
todo que ver, que sus padres lo tenían planeado. Ya que con ellos trajeron
un par de álbumes de fotos repletas de momentos de nuestra infancia,
cientos de fotos en las que aparecemos los dos o a veces los tres. Revivir
tantas cosas, nos hizo comprender que hay amistades que si tuvieran que ser
una palabra sería RESILIENCIA. Nos llevamos algo mejor, aunque no es
como antes, porque es como si entre nosotros hubiera crecido un muro
invisible que de alguna forma nos separa. Pero aun así hemos superado el
primer curso viviendo juntos.
La razón por la que regreso es porque a falta de una semana para acabar
el verano cierran el campus y nos obligan a desalojar el piso por completo.
Así pues, vuelvo a casa después de casi un año. Dejamos atrás el cartel que
da la bienvenida a nuestro pueblo y siento que contengo la respiración solo
de pensar en volver a verla. Me detengo en un semáforo y me fijo en un
grupo de chicas que pasean y ríen por la acera.
—No está aquí. —Me saca de mis pensamientos Caleb y aunque no la
nombra, sé que se refiere a ella.
—¿Y eso? —pregunto fingiendo una tranquilidad que no siento.
—Sabía que tú vendrías y bueno… —Hace una pausa y mira por la
ventanilla—. Se ha ido con Grace a casa de su abuela esta semana. —Su
confesión me hace sentir incómodo.
—Supongo que es lo mejor para todos —digo ahogándome con mis
propias palabras.
Caleb no dice nada más y el semáforo cambia de color, me centro en
conducir y en intentar mantener la calma. No os voy a mentir de que me
moría de ganas de volverla a ver, tenía esperanza en que tal vez… Bah, da
igual. Soy un idiota de campeonato por haberme hecho ilusiones. Aún
recuerdo con total nitidez mi última conversación con ella y si de algo me
arrepiento, fue de haber respetado su opinión y no llegar a New Bern aquel
día para besarla. Tal vez, todo hubiese sido diferente, tal vez…
Cuando aparco en la puerta de mi casa me tomo unos segundos para
reponerme, joder. Claro que sabía que todo lo que tenía adormecido se
despertaría, pero no de esta manera descomunal. Me centro en mi
respiración y clavo la vista en mi casa. En la gran cantidad de sobres y
folletos que sobresalen del buzón, es el claro reflejo de que mi padre
también hace mucho tiempo que no viene por aquí. La verdad que él no
tiene ningún motivo para volver.
—¿Por qué no vienes a comer algo y luego bajas tus cosas? —pregunta
Caleb sacándome de mis pensamientos.
—No creo que sea buena idea. —Le soy sincero.
—Vamos tío, pensé que lo habíamos superado. —Hace una pausa, niega
para sí y sonríe de medio lado—. No hay nadie en mi casa, mis padres están
trabajando y mi hermana…
—Ya, no hace falta que lo repitas —aclaro con tono irritado. Él parece
captar la indirecta y levanta las manos en son de paz. Me arrepiento al
instante de hablarle así e intento enmendarlo—. Creo que es buena idea
comer algo.
Alina tenía pinta de animadora y sabía por sus amigas que solo íbamos a
pasar un rato agradable. Pero quién era yo para decirle que era mejor que
tuviese un poco más de amor propio. Le respondo con un escueto «voy» y
salgo del aparcamiento en dirección a la zona de las residencias de chicas.
Me conozco bastante bien el camino, lo podría hacer hasta con los ojos
cerrados y no porque estuviese acostumbrado a visitar a mi hermana.
Me he alejado un par de calles del estadio de rugby, cuando veo una
camioneta verde botella que ha tenido años mejores aparcada en el arcén y
sé perfectamente de quién se trata. Tan solo de verla allí con el capó
levantado me saca una sonrisa gigante que no puedo ocultar, me detengo a
su lado y bajo la ventana.
—¿Estás en apuros? —Mi voz la sobresalta y se gira para fulminarme
con la mirada.
—¿Me ves cara de damisela del siglo dieciocho? —Su ironía me divierte
y no puedo evitar sonreír un poco más negando para mí mismo, está chica
es imposible.
Me reta con la mirada y espera que le responda, pero subo la ventana y
pongo de nuevo el coche en marcha. La observo por el retrovisor y me
apuesto lo que sea, que ahora mismo está pensando diez maneras diferentes
de patearme los huevos. Pero no soy tan capullo como ella piensa, solo
estoy fastidiándola un poco y cuando considero que ha sido suficiente, doy
la vuelta de nuevo hacia dónde se encuentra. De esta forma mi coche queda
el morro frente al suyo, por si necesita que le conecte las pinzas para
arrancar. Cuando me ve de vuelta, se gira e intenta ignorarme como si eso
fuese posible. Me bajo del coche y ella está inclinada hacia la parte del
motor. No puedo evitar fijarme en sus largas y tonificadas piernas morenas
y en ese culito respingón que es la perdición de cualquier chico.
—¿Qué le ocurre a esta chatarra bombón? —Le pregunto sabiendo que
le molesta que la llame de esa forma cariñosa.
—Le ha costado trabajo arrancar cuando he salido de clase y ha
comenzado a darme tirones. —Me aclara Grace reticente, pero sabe que soy
su única opción.
—Deja que le eche un vistazo, con estas manos hago magia. ¿No te lo
han dicho? —Le vacilo mostrándole las manos y sonriendo con picardía.
Me acerco un poco más de lo necesario hacia ella y su perfume me sacude.
Joder, huele a lavanda. Trago saliva recomponiéndome y no me pasa
inadvertida como su respiración se acelera y sé que no le soy indiferente.
Por eso disfruto llevándola al límite, hasta que Grace me empuja y habla.
—Mientras que no arranques el coche, solo eres un fantasma Caleb
Smith. —Mi nombre en sus labios me parece tentador y asiento
entusiasmado.
Ella se cruza de brazos y guarda silencio esperando que le dé una solución.
No hay que ser muy lumbreras para saber que es un problema de
combustión. Es demasiado intenso el olor de la gasolina, miro cada
recoveco hasta que veo una mancha. La toco con la yema de mis dedos y
me fijo en que proviene de un manguito del sistema de inyección. Este tubo
de goma debería de llevar una abrazadera de metal en el inicio del mismo y
no la tiene. Supongo que se ha roto y se ha salido de su sitio, por eso coge
aire el circuito de gasolina y se ha ahogado el coche. En el maletero de mi
coche tengo un maletín de herramientas y cojo un paquete de bridas, para
sujetar el manguito. Al menos será un apaño para que le sirva hasta que no
le ponga la abrazadera en un taller. Mi móvil no deja de sonar de forma
incesante y sé perfectamente quién es, con mis dedos en pinzas lo saco del
bolsillo trasero del vaquero y respondo la llamada poniéndola en alta voz.
—¿Si nena? —respondo y no me pasa inadvertido que capto la atención
de Grace, que pone los ojos en blanco molesta.
—Caleb cariño, ya deberías de haber llegado y estoy muy, pero que muy
caliente —ronronea Alina y no puedo evitar reprimir una carcajada.
—Esto veras, me ha surgido un imprevisto. —Me excuso sonando poco
convincente.
—Jo… ¡Qué fastidio! —exclama Alina con una pena fingida.
—Sí, es de esos que fastidian tanto como un grano en el culo. —Le
explico adrede para irritar a Grace y lo consigo, porque veo como le arde la
mirada de las malas pulgas que le entran al oírme decir algo así.
—Gilipollas… —masculla apartando la vista de mí y girándose para
darme la espalda.
—Te prometo que te lo compensaré, ¿vale nena? —añado, sin
importarme si no vuelve a llamar.
—Está bien, te llamaré dentro de un rato. Porque Caleb, seguiré aquí
esperándote —sugiere y Grace finge tener una arcada de solo oírla.
—Nos vemos nena —digo divertido y cuelgo antes de que diga algo
más.
Ensancho mi sonrisa sabiendo que Grace cabreada es tan peligrosa como
una bomba nuclear a punto de estallar. Pero cuando explota, no tiene filtros
y dice todo lo que piensa, está preciosa.
—Está muy feo escuchar las conversaciones ajenas, no te han enseñado
que es una falta de educación. —Le comento risueño intentándola picar un
poco más.
—¿Sabes que está feo? Que tengas un ego tan grande. Ogg… Eres…
¡Eres insoportable! ¿Sabes? Además, no te he pedido ayuda, lo tenía
controlado y podrías estar ahora mismo con esa pánfila y no aquí —brama
cabreadísima. Suspiro relajado y apoyo mi cadera en la defensa de su coche
sin prisa alguna.
—Bombón no me cabe dudas de que lo tenías controladísimo —
respondo tranquilo y miro el motor del coche.
—No me llames así —añade molesta.
No se da cuenta que es a la única chica que llamo de esa forma. Porque no
existe mejor palabra para definir a una chica tan increíble como Grace, con
su piel de color chocolate que si la miras sin conocerla, parece tan dulce y
tentadora como un bombón.
—Prueba si ahora arranca —sugiero desviando la conversación.
Me distraigo mirándole el culo cuando se gira y no es hasta que arranca que
no caigo en la cuenta de que no he terminado de apretar las bridas. En el
momento en que el coche arranca me salpico de gasolina.
—¡Apágalo Grace! —grito para que me oiga y me hace caso, aunque
tarda en apagarlo y me pongo perdido de salpicones de gasolina.
Su risa cantarina me llega hasta mis oídos y no puedo evitar unirme a ella.
Vale, tal vez me lo tenía merecido por capullo. Grace llega de nuevo hasta
donde estoy con una sonrisa preciosa y me observa divertida con esos ojos
negros que me nublan la razón.
—Creo que estamos en paz por llamarme grano en el culo —comenta
alegre.
Antes de pensar que se sentiría al tocarle esas trenzas de color grafito o
enredar mis dedos por esos pequeños rizos rebeldes que se escapan y tocan
sus mejillas, me cercioro de apretar bien las bridas y con un alicate de corte
le quito la parte sobrante. Una vez listo la observo de nuevo y siento que
hay algo en mi interior que lleva en silencio toda la vida, pero que me niego
a reconocer, así que lo aparto de un plumazo y me aclaro la garganta.
—Créeme Grace, eres mucho más molesta que eso. —Le respondo con
una sonrisa sosteniéndole la mirada.
La intensidad de mis palabras le hacen dar un paso hacia atrás de forma
inconsciente, como si supiese que es mejor mantenerse alejada de mí. Antes
de que diga nada más vuelvo a hablar.
—Prueba de nuevo a arrancar y si lo hace, no apagues el motor. —Grace
asiente y el coche arranca a la primera, me aseguro una vez más de que ya
no tira gasolina y acto seguido cierro el capo.
—Pues arreglado —comento sosteniendo con una mano el maletín y con
la otra el paquete de bridas.
—Gracias Caleb —responde con alivio.
—No las des. —Le resto importancia—. ¿Qué planes tienes ahora?
—Voy a la cafetería de Abby, no está el encargado y aprovecho para que
me ponga doble el helado de chocolate. —Me confiesa divertida y guarda
silencio un par de segundos como sopesando decirme algo, espero paciente
a que hable—. ¿Y tú? —Veo el arrepentimiento instantáneo en sus bonitos
ojos negros—. Esto… ¡Qué tontería! Es obvio. —Me mira avergonzada,
doblo un poco la cabeza y sonrío divertido.
—¿Qué es obvio bombón? —Necesito oírselo decir de sus dulces labios,
porque es la única manera de mantener en silencio lo que me muero por
decirle. Grace me mira de forma insondable, se sonroja, se humedece los
labios y aparta la vista mirando tras de mí.
—Es mejor que me marche, si no tu hermana se va a preocupar. —Y con
esa frase vuelvo a la realidad de que con ella es mejor mantener las
distancias. Es Grace, y si hay una chica que me importa aparte de mi
hermana, es ella.
—Claro. —Sonrío—. Dale un beso a Abby de mi parte y no olvides de
llevar el coche al taller para que le pongan la abrazadera.
—Lo haré.
Me quedo como un pasmarote observando como se sube en el coche y
emprende la marcha hacia la cafetería. Cuando gira al final de la calle, la
pierdo de vista, suspiro y me doy cuenta de que he estado conteniendo la
respiración desde que se ha despedido de mí. «¡Joder Caleb! ¿Qué diablos
te pasa?» Estamos hablando de Grace, la conozco desde que llegué a New
Bern siendo un crío y es la mejor amiga de Abby. Y no debo de olvidar que
solo me soporta a ratos. Mi móvil vuelve a sonar y aunque no tengo el
número guardado, sé que es de nuevo Alina. Entonces respondo y antes de
que diga nada, ya he tomado una decisión que lo cambiará todo.
—Lo siento nena, hoy no puede ser.
Gracias.
Kayla Laurels. ❤️
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