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Terapia de Esquemas Emocionales

ROBERT L. LEAHY

Terapia de Esquemas Emocionales


Casi todo el mundo ha experimentado tristeza, ansiedad, ira, arrepentimiento, celos,
envidia y resentimiento. Es difícil imaginar vivir una vida completa sin tener sentimientos
difíciles o problemáticos. Del mismo modo que todos podemos tener pensamientos extraños,
raros o no deseados -pero sin llegar a ser obsesivo-compulsivos-, también podemos tener una
gama completa de emociones sin padecer un trastorno "emocional" o "psiquiátrico". ¿Qué lleva
a algunos de nosotros a quedar incapacitados por los pensamientos y las emociones, mientras
que otros parecen capaces de integrar estas experiencias en una vida más plena? La terapia de
esquemas emocionales (EST por sus siglas en inglés) propone que los trastornos emocionales
suelen ser el resultado de las interpretaciones y evaluaciones de las propias emociones y de las
estrategias empleadas para afrontarlas (Leahy, 2002, 2009b). Comenzaré analizando algunos
contrastes y similitudes entre la terapia de esquemas emocionales y dos modelos con los que
guarda semejanza: el modelo beckiano de terapia cognitiva y la terapia metacognitiva de Wells.
La terapia cognitiva beckiana tradicional hace hincapié en el modo en que los individuos
valoran las situaciones y en su capacidad para afrontarlas, lo que guarda cierto parecido con el
modelo de valoración propuesto por Lazarus. Concretamente, en el modelo beckiano se anima
a los pacientes a identificar sus pensamientos espontáneos o "automáticos" ("fracasaré" o "soy
un perdedor") y a examinar la naturaleza semántica, los errores lógicos y la evidencia de estos
pensamientos. Además, estos pensamientos automáticos se relacionan después con reglas
condicionales o suposiciones subyacentes ("Si no salgo perfectamente bien en un examen,
entonces soy un fracasado"), donde estas reglas condicionales se relacionan, a su vez, con
esquemas subyacentes o creencias centrales sobre uno mismo (defectuoso, indefenso, sin
valía) y los demás (críticos, poco fiables, inferiores). En el modelo beckiano tradicional, las
emociones se consideran la consecuencia de interpretaciones específicas de la realidad,
haciendo poco o ningún hincapié en las interpretaciones de las propias emociones. El modelo
beckiano reconoce que los pensamientos no son equivalentes a la realidad, y el énfasis se pone
en el contenido de estos pensamientos y en cómo pueden someterse a una evaluación lógica y
de evidencia.
Wells ha propuesto un modelo metacognitivo que tiene implicaciones para la
comprensión de los procesos subyacentes a una amplia gama de trastornos (Wells, 2009). En
lugar de centrarse en el contenido específico de los pensamientos, Wells hace hincapié en las
creencias sobre la función y la naturaleza del pensamiento en sí. Los modelos metacognitivos
de "pensar sobre el pensamiento" tienen una larga historia en la psicología del desarrollo,
desde la descripción de Piaget (1932; 1967) del descentramiento y el pensamiento no
egocéntrico (Feffer, 1970) hasta la descripción metacognitiva de Flavell de la asunción de roles
y el egocentrismo en niños y adolescentes (Flavell, 2004). El énfasis inicial en el pensamiento
metacognitivo o no egocéntrico se puso en la capacidad de comprender los déficits
informativos de los demás en relación con uno mismo y la capacidad de coordinar las
perspectivas o el pensamiento de los demás en relación con uno mismo o entre sí. El interés
por reflexionar sobre la naturaleza del pensamiento avanzó aún más gracias a Teasdale y sus
colegas, que identificaron varios niveles de experiencia, incluidas las sensaciones/percepciones,
los enunciados proposicionales con contenido y la conciencia de la "arquitectura" u
organización estructural de la experiencia (Teasdale, 1999a; Teasdale, 1999b). Además, ha
habido un interés considerable en la "teoría de la mente", que ha sido un foco de atención en
cuanto al crecimiento de la cognición social sobre otras "mentalidades", especialmente en
niños pequeños, individuos en el espectro autista y en primates no humanos (Baron-Cohen,
1995; Bjorklund y Kipp, 2002; Fonagy y Target, 1996). El modelo avanzado por Wells se basa en
contribuciones anteriores a la comprensión de la teoría de la mente, pero el énfasis de su
modelo está en cómo los individuos comprenden la función y la naturaleza de su propio
pensamiento, y cómo modificar las estrategias e interpretaciones disfuncionales o "inútiles".
Por ejemplo, consideremos cómo el enfoque cognitivo avanzado por un Beckiano
"anterior" puro (Beck, Emery y Greenberg, 2005) diferiría de los enfoques cognitivos más
recientes, incluidos los modelos metacognitivos, aplicados al TOC. En el enfoque beckiano
original, el terapeuta examinaría el contenido factual y lógico de los pensamientos intrusivos y
consideraría los costos y beneficios de ritualizarlos o neutralizarlos (Beck, et al., 2005). Así, el
modelo cognitivo anterior hacía hincapié en los enunciados proposicionales, el contenido del
pensamiento y los supuestos subyacentes al pensamiento. Por ejemplo, un pensamiento
intrusivo ("estoy contaminado") se sometería a una evaluación fáctica y lógica, haciendo
hincapié en el contenido o la naturaleza esquemática del pensamiento. Sin embargo, los
modelos cognitivos han avanzado considerablemente en los últimos 30 años para incorporar
una amplia gama de perspectivas sobre cómo se evalúan los pensamientos y las sensaciones y
qué estrategias se evocan para hacer frente a estas experiencias internas. Estos modelos más
recientes se consideran parte del modelo general de terapia cognitiva, pero hacen menos
hincapié en el contenido esquemático de los pensamientos. El modelo cognitivo del trastorno
obsesivo-compulsivo (TOC) ha sido elaborado por Salkovskis, Clark y otros para examinar las
evaluaciones que uno da a estos pensamientos. Aunque algunos podrían argumentar que la
terapia cognitiva sólo hace hincapié en el contenido del pensamiento, de hecho Salkovskis,
Clark y sus colegas -todos ellos claramente "terapeutas cognitivos"- se han centrado en las
evaluaciones de las intrusiones, como las valoraciones de la responsabilidad personal, la
relevancia, el control y otros factores (Salkovskis, 1989; Salkovskis y Campbell, 1994; Wells,
2009). El enfoque metacognitivo del TOC ilustra los procesos que conducen de los
"pensamientos intrusivos" a la ritualización, la evitación y la ansiedad (Wells, 2009). En lugar de
centrarse en el contenido esquemático de los pensamientos intrusivos, el enfoque
metacognitivo propone que la evaluación y el control de los pensamientos intrusivos dan lugar
al TOC y a otros trastornos psicológicos (Salkovskis, 1989; Salkovskis y Campbell, 1994; Wells,
2009). Las valoraciones cognitivas de los pensamientos, más que los pensamientos en sí,
sustentan el TOC. Las conductas de seguridad, las estrategias de supresión de pensamientos, la
autovigilancia, la autoconciencia cognitiva y las creencias de que los pensamientos están fuera
de control suelen ser consecuencia de valoraciones problemáticas. Los trastornos psicológicos
se consideran el resultado de la respuesta a pensamientos, sensaciones y emociones que se
derivan de evaluaciones problemáticas de la relevancia personal de un pensamiento, la
responsabilidad de suprimir, neutralizar o actuar en función de las implicaciones de un
pensamiento, la fusión pensamiento-acción, la intolerancia a la incertidumbre y los estándares
perfeccionistas (Purdon, Rowa y Antony, 2005; Rachman, 1997; Wells, 2000; Wilson y
Chambless, 1999). De hecho, se puede argumentar que el TOC refleja un trastorno específico de
la "teoría de la mente", es decir, que la mente debe estar clara, pura y libre de pensamientos no
deseados y que es necesario vigilarla y controlarla. Irónicamente, este trastorno de la "teoría de
la mente" sugiere que la mente es un lugar potencialmente peligroso.
De forma similar, el modelo metacognitivo propone que el trastorno de pánico se
mantiene por las expectativas perfeccionistas sobre el funcionamiento de las emociones y las
sensaciones, la necesidad de vigilar la amenaza "desde dentro" y la necesidad de evitar
situaciones que puedan provocar una excitación fisiológica (Wells, 2009). De forma similar a la
terapia de aceptación y compromiso (ACT; Hayes, Strosahl y Wilson, 2003), los enfoques
metacognitivos de la ansiedad destacan el papel de la evitación y los intentos fallidos de
supresión. Los modelos metacognitivos y cognitivos, sin embargo, proporcionan descripciones
detalladas de estas "teorías de la mente" subyacentes y proponen experimentos conductuales
específicos para poner a prueba hipótesis derivadas explícitamente acerca de estas
proposiciones sobre la mente y las sensaciones. Cabe destacar que parece existir una
convergencia entre estos enfoques metacognitivos y de ACT en el uso de intervenciones que
potencian la atención plena y en la utilización del papel observador hacia los pensamientos y las
sensaciones como intervenciones terapéuticas.
Sin embargo, los modelos cognitivos más tradicionales de la ansiedad y la depresión (en
contraste con el énfasis metacognitivo descrito anteriormente) hacen hincapié en el contenido
esquemático de los trastornos específicos. Así, la depresión se caracteriza por un contenido
relacionado con una visión negativa del yo, el mundo, y el futuro; la ira se relaciona con la
injusticia y los objetivos bloqueados; la ansiedad social con la inadecuación y el juicio de los
demás; y el trastorno obsesivo-compulsivo con el peligro y la responsabilidad. Los modelos
metacognitivos, por el contrario, hacen hincapié en el proceso del pensamiento y en las
estrategias de control; es decir, "esto es sólo otro pensamiento" ofrece un distanciamiento
metacognitivo de un pensamiento, mientras que "cuando utiliza estas conductas de seguridad
mantiene su miedo a que las cosas que no son realmente peligrosas" indica cómo las
estrategias de afrontamiento específicas mantienen el trastorno. Los modelos cognitivos
tradicionales, que utilizan el cuestionamiento socrático para recopilar pruebas para comprobar
el contenido de los pensamientos, se basan en el supuesto de que los pensamientos suelen
estar sesgados y distorsionados. Por el contrario, los modelos metacognitivos subrayan que la
sobreutilización del pensamiento, la preocupación, la rumiación y la evitación son los procesos
problemáticos centrales. Tanto la ACT como los modelos metacognitivos tienen en común que
se centran en las creencias sobre el funcionamiento de la mente y no simplemente en el
contenido de esas creencias. Cambiar la función o la implicación de un pensamiento y cómo se
responde a la "aparición" de un pensamiento son estrategias terapéuticas comunes tanto para
los modelos metacognitivos como para los de aceptación (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999;
Wells, 2009).
En este capítulo, esbozo un enfoque que es coherente con algunos aspectos de la
terapia cognitiva tradicional, pero también con los modelos metacognitivos y basados en la
aceptación. Lo denomino terapia de esquemas emocionales (EST) (Leahy, 2002; Leahy, 2007b;
Leahy, 2009b). Como se ha indicado, los modelos cognitivos tradicionales de la psicopatología
han propuesto que las emociones pueden ser exacerbadas o evocadas por el contenido
cognitivo ("pensamientos automáticos") o que los estados de ánimo pueden ser activados,
evocando los esquemas cognitivos latentes que perpetúan una mayor activación emocional
(Beck, 1976; Miranda, Gross, Persons, & Hahn, 1998; Segal, et al., 2006). Así, en los modelos
cognitivos tradicionales, la emoción precede, acompaña o es consecuencia del contenido
cognitivo. Sin embargo, desde el punto de vista de la EST se argumenta que las propias
emociones pueden constituir un objeto de cognición, es decir, también pueden considerarse un
contenido que el individuo debe evaluar, controlar o utilizar (Leahy, 2002). Este enfoque se
deriva del campo de la "cognición social" (que ahora suele denominarse "teoría de la mente"),
con su énfasis en los modelos de "psicología ingenua" de la intencionalidad, la normalidad, la
comparación social y los procesos de atribución (Eisenberg y Spinrad, 2004; Leahy, 2002,
2003b). Si se puede argumentar que el modelo metacognitivo hace hincapié en los trastornos
de la teoría de la mente, el modelo del esquema emocional hace hincapié en los trastornos de
la teoría de la emoción y de la mente. Los estilos específicos de pensamiento autorreflexivo y
las evaluaciones de los propios pensamientos y sentimientos pueden conducir a valoraciones y
estrategias de regulación emocional problemáticas. Estas ideas sirven como teoría fundamental
para lo que yo llamo "terapia de esquemas emocionales".
He introducido el concepto de "esquema emocional" para sugerir que las personas
tienen un conjunto específico de creencias para procesar, valorar y reaccionar ante sus
emociones (esto difiere del uso del término "esquema emocional" por parte de Greenberg, que
considera que las emociones contienen el contenido cognitivo que puede contribuir a la
patología, o del concepto de esquema emocional de Izard, que se refiere a las interacciones
emoción-cognitivo; Greenberg y Paivio, 1997; Greenberg y Safran, 1987; Izard, 2009). Considero
los esquemas emocionales como un conjunto de interpretaciones y estrategias -similar al uso
del término "esquema" en el modelo cognitivo de Beck (Beck & Alford, 2008; Beck, Rush, Shaw,
& Emery, 1979; Leahy, 2002). Aunque comparte algunos puntos en común con la idea de las
conexiones emoción-pensamiento descritas por Beck y Lazarus (Beck, 1976; A. Lazarus, 1984),
la terapia de esquemas emocionales se centra menos en cómo las emociones surgen de los
pensamientos y más en cómo el contenido de los pensamientos sobre las emociones perpetúa
estrategias de afrontamiento poco útiles. Aunque reconoce que las emociones pueden estar
vinculadas al contenido cognitivo y a los procesos conductuales, atencionales y de memoria, la
EST hace hincapié en la teoría de la emoción implícita en la respuesta del individuo a su
experiencia emocional. Además, el modelo de esquemas emocionales se basa en la opinión de
que existen numerosos esquemas y estrategias potenciales que se utilizan en respuesta a las
propias emociones. Consideremos un ejemplo de estos diferentes esquemas.
Ken está atravesando una ruptura con su novia, que le ha enviado un mensaje de texto
comunicándole que la relación ha terminado. Ken se da cuenta de que se siente enfadado,
confuso, triste y ansioso, y lo comenta con su amigo Dave. Afortunadamente, Dave valida toda
la gama de sentimientos que Ken está teniendo, y añade que el "alivio" podría ser otro
sentimiento posible. En su discusión y expresión de sus sentimientos, Ken empieza a darse
cuenta de que todos sus sentimientos tienen sentido, incluso los que parecen contradecirse
(por ejemplo, triste y aliviado). Dice que se da cuenta de que en este momento se sentirá mal,
pero que estos sentimientos no durarán para siempre y que aún puede hacer las cosas aunque
se sienta decaído. Los esquemas emocionales relevantes para Ken son que puede expresar sus
emociones y que éstas sean validadas por los demás, que sus emociones son temporales y no
abrumadoras, que sus emociones tienen sentido, que puede tolerar sentimientos
contradictorios y que no evita sus emociones sino que actúa a pesar de ellas. No es probable
que Ken sea un candidato para la terapia porque, incluso ante emociones dolorosas, acepta,
tolera e integra esta experiencia en su vida.
Por el contrario, Brian tiene más dificultades con una ruptura similar. Sintiéndose
avergonzado de sus sentimientos, abrumado y confuso por sus emociones de ira, ansiedad,
tristeza y confusión, decide guardarse sus sentimientos para sí mismo. No puede entender
cómo puede tener tantos sentimientos diferentes, mientras rumia para determinar "de una vez
por todas" cómo se "siente realmente". Esta rumiación le lleva a seguir evadiéndose y
rumiando el pasado, a tener la sensación de que no puede escapar de sus sentimientos y a
recurrir al alcohol para calmar su mente inquieta. Brian ilustra una serie de esquemas
emocionales problemáticos: falta de expresión y validación, creencia de que sus sentimientos
no tienen sentido, evitación, rumiación, dependencia del alcohol para adormecer los
sentimientos y una incapacidad para aceptar los sentimientos temporales, pero difíciles, que
está experimentando. En lugar de "procesar" sus emociones, se queda atrapado en ellas y
recurre a la preocupación, la rumiación, la evitación, la culpabilización, el ensimismamiento y el
abuso de sustancias. Esto activa un círculo vicioso de mayor desregulación, que tiene como
resultado una mayor dependencia de las estrategias fallidas que cree que le proporcionarán
seguridad frente a sí mismo.
En la figura 5.1 se muestra un esquema de los esquemas emocionales. Los esquemas
emocionales se evalúan con la Escala de esquemas emocionales de Leahy (LESS), que evalúa 14
dimensiones (Leahy, 2002) de cómo uno interpreta, evalúa, controla o responde a sus propias
emociones. Este esquema ilustra que tomar conciencia de una emoción, etiquetar las
emociones y diferenciarlas son los primeros pasos para afrontar la emoción. De hecho, los
avances actuales en neurociencia sugieren que poner la emoción bajo control consciente
"descendente" puede activar el córtex prefrontal (CPF), reclutando así la capacidad de valorar,
planificar y regular la emoción (Delgado, et al., 2004; Phelps, Delgado, Nearing, & LeDoux,
2004). En el siguiente paso, el individuo persigue la evitación emocional (atracones, purgas,
abuso de sustancias, etc.) y/o valora negativamente la emoción. Las valoraciones incluyen la
atribución (por ejemplo, consenso, generalización, relevancia personal, culpabilización), las
consecuencias de las emociones y las valoraciones de negatividad (por ejemplo, vergüenza y
culpa). Las estrategias de afrontamiento incluyen la evitación, la rumiación y la preocupación, o
la aceptación, la expresión y la búsqueda de validación. Así pues, los esquemas emocionales
incluyen respuestas de valoración conductuales, interpersonales, emocionales y cognitivas.
La terapia de esquemas emocionales aborda la cuestión del "razonamiento emocional" y
la "heurística de la emoción" que tan a menudo forman parte del pensamiento ansioso y
depresivo, pero que también son un componente importante del pensamiento en individuos no
clínicos. Los pacientes ansiosos y deprimidos suelen predecir acontecimientos basándose en su
estado emocional actual, como si sus emociones fueran señales de un peligro externo. De
forma similar a la "fusión pensamiento-acción", el razonamiento emocional y la heurística
emocional suelen estar implícitos y rara vez se examinan. Al reconocer que las emociones son
acontecimientos mentales separados de la realidad externa, el terapeuta de esquemas
emocionales fomenta una conciencia desapegada y consciente de la emoción, al tiempo que
anima a diferenciarla, etiquetarla y vincularla a los pensamientos y a la variación a lo largo del
tiempo y de las situaciones.

Un esquema emocional básico es la creencia de que las emociones difíciles durarán


indefinidamente e interferirán con el funcionamiento. Esto es similar al concepto de
"durabilidad" o "previsión afectiva", en el que las personas en general tienden a predecir que
las emociones agradables o desagradables durarán más de lo que realmente duran (Gilbert,
Pinel, Wilson, Blumberg y Wheatley, 1998; Wilson, Wheatley, Meyers, Gilbert y Axsom, 2000).
La razón de esta distorsión en la predicción de la durabilidad de la emoción no está clara, pero
puede reflejar la falta de consideración de las estrategias de afrontamiento que se emplearán
para la regulación del afecto, las variantes situacionales o incluso el afrontamiento no
consciente. Este sesgo predictivo parece ser más pronunciado en individuos ansiosos y
deprimidos y puede explicar el miedo a la exposición experiencial. La reticencia a someterse a
un tratamiento de exposición suele ser consecuencia de la creencia de que la experiencia
ansiosa durará indefinidamente y abrumará al individuo. La terapia de esquemas emocionales
aborda directamente la cuestión de la previsión afectiva identificando esta dimensión,
recopilando información mediante experimentos conductuales y reevaluando el sesgo
esquemático (Leahy, 2007b; Leahy, 2009a).
Otras dimensiones evaluadas incluyen la creencia de que las emociones propias son
exclusivas de uno mismo, que no existe un consenso general sobre cómo se sentirían las
personas dadas las circunstancias. De hecho, gran parte de la búsqueda de ser tranquilizado por
otros es un intento de normalizar las propias respuestas emocionales buscando la validación de
que las propias emociones tienen sentido y son compartidas por los demás. La culpa y la
vergüenza por la emoción a menudo se asocian con un aumento de la ansiedad o la depresión
por la experiencia emocional, lo que exacerba aún más un exceso de atención a la emoción, la
rumiación y el auto etiquetado disposicional. En los dos ejemplos anteriores, Ken es capaz de
normalizar su emoción, en parte expresando estos sentimientos y obteniendo la validación de
su amigo, y es capaz de temporizar la emoción como una respuesta de ajuste a una experiencia
difícil, pero temporal. En consecuencia, se detiene menos en la emoción, es menos rumiativo y
es capaz de actuar a pesar de la emoción que acepta por el momento. Por el contrario, Brian
está "atascado" en su emoción, alberga estas emociones en privado debido a sentimientos de
vergüenza y a una sobrevaloración de la autonomía, y es incapaz de continuar hasta que
"arregle las cosas".
Una premisa clave de la terapia de esquemas emocionales es que el problema no es la
emoción en sí, sino las interpretaciones y estrategias empleadas y la capacidad o voluntad de
actuar a pesar de estos sentimientos. La EST comparte una visión similar de algunos aspectos
de este proceso con la ACT y la terapia metacognitiva. Sin embargo, una diferencia clave estriba
en hacer hincapié en las interpretaciones, teorías y estrategias específicas que se emplean y en
cómo éstas confirman o desconfirman las teorías subyacentes de regulación de las emociones
que emplea el individuo. Por ejemplo, en la terapia de esquemas emocionales, se hace hincapié
en aclarar y modificar la teoría específica de la propia emoción, utilizando evaluaciones
cognitivas o socráticas, pruebas experienciales, experimentos conductuales y otras
intervenciones para ayudar a normalizar, temporalizar, vincular la emoción a los valores y
encontrar expresión y validación. El modelo de Wells hace hincapié en el pensamiento, no en la
emoción, y no intenta modificar la teoría de la emoción. Los tres modelos -ACT, teoría
metacognitiva y EST- son modelos meta-experienciales, en lugar de centrarse simplemente en
el contenido esquemático de las valoraciones de los estresores externos.

Estrategias de Cambio Cognitivo


El modelo EST hace hincapié en los seis temas siguientes:
1. Las emociones dolorosas y difíciles son universales.
2. Estas emociones evolucionaron para advertirnos del peligro e informarnos de nuestras
necesidades.
3. Las creencias y estrategias subyacentes (esquemas) sobre las emociones determinan el
impacto que una emoción tiene en la escalada o el mantenimiento de sí misma o de
otras emociones.
4. Los esquemas problemáticos incluyen catastrofizar una emoción; pensar que las propias
emociones no tienen sentido; y considerar una emoción como permanente y fuera de
control, vergonzosa, única para uno mismo y que debe mantenerse para uno mismo.
5. Las estrategias de control emocional, como los intentos de suprimir, ignorar, neutralizar
o eliminar mediante el abuso de sustancias y los atracones, ayudan a confirmar las
creencias negativas de las emociones como experiencias intolerables.
6. La expresión y la validación son útiles en la medida en que normalizan, universalizan,
mejoran la comprensión, diferencian varias emociones, reducen la culpa y la vergüenza
y ayudan a aumentar las creencias en la tolerabilidad de la experiencia emocional
(Leahy, 2009b).

Todo lo anterior forma parte de la psicoeducación y de la filosofía subyacente de la


emoción que guía la EST.
La terapia de esquemas emocionales ayuda al paciente en lo siguiente: la identificación
y el etiquetado de una variedad de emociones; la normalización de la experiencia emocional,
incluidas las emociones dolorosas y difíciles; la vinculación de las emociones con las
necesidades personales y con la comunicación interpersonal; la identificación de las creencias y
estrategias problemáticas (esquemas) que el paciente tiene para interpretar, juzgar, controlar y
actuar ante una emoción; la recopilación de información, el uso de técnicas experienciales y la
puesta en marcha de "experimentos" conductuales, interpersonales y emocionales para
desarrollar respuestas más útiles ante las propias emociones (Leahy, 2002, 2003b, 2009a).
El terapeuta de esquemas emocionales utiliza una serie de intervenciones cognitivas,
experienciales y conductuales para poner a prueba y modificar los esquemas emocionales
disfuncionales y las estrategias de control de las emociones. Por ejemplo, considere las
interpretaciones negativas de la emoción representadas en la figura 5.1. La culpa o la vergüenza
por la emoción pueden abordarse mediante técnicas estándar de terapia cognitiva. Por
ejemplo, el paciente puede equiparar tener una emoción (enojo) con ser una persona irritable,
hostil y mezquina. Las técnicas estándar de terapia cognitiva, como distinguir entre un
pensamiento y un comportamiento, pueden utilizarse para cuestionar la opinión de que las
emociones y el comportamiento son equivalentes. Se pueden utilizar otras técnicas cognitivas
para examinar los comportamientos positivos, virtuosos o útiles que la persona ha llevado a
cabo para contrarrestar la opinión de que uno debería avergonzarse de una emoción.
Normalizar la emoción, examinando cómo todo el mundo tiene sentimientos de ira, puede
disipar la culpa y la vergüenza. El terapeuta puede ayudar al paciente a darse cuenta de que
elegir no actuar ante un sentimiento de ira o sexual es en realidad una "elección moral" y que
las elecciones tienen más relevancia moral o ética cuando existe la tentación de actuar de otro
modo. Los sentimientos de culpa o vergüenza por una emoción también pueden abordarse
normalizando una emoción al establecer el consenso de que los demás comparten esos
sentimientos. Las intervenciones de atribución, derivadas del modelo de "análisis de la
varianza" de Jones y Davis, ayudan al paciente a examinar el carácter distintivo de una emoción
("usted y los demás se sienten así cuando responden a Sarah"), el consenso ("casi todo el
mundo tiene estos sentimientos a veces") y la coherencia ("a veces tiene estos sentimientos
pero a veces no") (Jones y Davis, 1965; Kelley, 1972; Weiner, 1986). Examinar cómo las
emociones pueden covariar con la situación y el tiempo, al tiempo que se reconoce que los
demás pueden compartir a menudo la misma respuesta emocional, ayuda a reducir las
inferencias disposicionales sobre el yo. Así, si Carol sabe que rara vez está celosa excepto
cuando está cerca de Mark (consistencia baja) y que los demás responderían de la misma
manera hacia Mark, dado su comportamiento (consenso alto y distintividad alta), entonces es
menos probable que Carol haga la inferencia de que es una "celosa neurótica". Reducir las
inferencias disposicionales negativas relacionadas con la emoción también puede ayudar a
reducir el sentimiento de vergüenza o culpa y la creencia de que uno seguirá sintiéndose así
sean cuales sean las circunstancias.
Por ejemplo, en el caso de los celos de Carol, sus sentimientos se suscitaron cuando
Mark, su novio, dijo que iba a cenar con su coqueta ex novia. Carol dijo que se sentía celosa,
enfadada y ansiosa, pero añadió que le preocupaba estar "convirtiéndose en esa novia celosa
que los hombres odian". Indicó que le preocupaba que sus celos alejaran a Mark. Utilizando un
análisis de atribución, pudo reconocer que casi nunca había expresado celos hacia Mark en
otras situaciones y que rara vez había actuado con celos con parejas anteriores. Además,
cuando recogió datos consensuados de sus amigas, éstas coincidieron en general en que Mark
estaba siendo insensible y que sus sentimientos estaban justificados. Conceptualizamos sus
celos a partir de un modelo de esquema emocional como "enfadada, agitada, preocupada" y
examinamos cómo podría ser útil un modelo cognitivo-conductual multifacético. En concreto,
normalizamos los celos como una emoción eitológicamente válida y útil que protegía la
inversión genética potencial, indicamos que las emociones y los comportamientos son
diferentes, utilizamos un distanciamiento consciente de notar y no juzgar la emoción,
vinculamos sus celos a sus valores superiores de compromiso y honestidad, y nos centramos en
las habilidades de mejora de la relación y la afirmación diplomática, en lugar de la búsqueda de
consuelo, los pucheros o los ataques (Leahy y Tirch, 2008).
Una creencia común sobre la emoción que interfiere con la terapia de exposición es que
la propia ansiedad durará indefinidamente y acabará incapacitando a la persona. Estos
esquemas emocionales llevan al paciente a "esperar hasta que me sienta preparado",
recurriendo a intentos por tranqulizarse, la procrastinación, la evitación y otras estrategias para
evitar el caos experiencial. En algunos casos, el paciente puede argumentar que es "demasiado
frágil" y, por lo tanto, incapaz de realizar exposición hasta que el yo sea "más fuerte" (Leahy,
2007a; Leahy, 2009a, 2009b). El terapeuta puede ayudar al paciente a examinar el valor
funcional de la creencia de que uno es "demasiado frágil". Por ejemplo, un paciente reconoció
que evocaba la creencia "soy demasiado frágil" antes de plantearse la exposición y que, por lo
general, no tenía esta creencia en otros momentos. La consecuencia de la creencia era que
disminuía su probabilidad de hacer la exposición, manteniendo así su creencia en su fragilidad y
limitando el disfrute de su vida. Reconoció que estaba muy empeñado en tratar de convencer a
su terapeuta de que era demasiado frágil y que, de hecho, había logrado convencer a varios
otros terapeutas de esta limitación. El terapeuta obtuvo predicciones específicas sobre la
intensidad y duración de su ansiedad, en caso de que hiciera la exposición, y el impacto
conductual en términos de discapacidad que esto tendría a lo largo del día. Se registraron sus
funestas predicciones y, de hecho, realizó la exposición y reconoció durante los dos días
siguientes que se sentía mejor. Durante la siguiente sesión, se examinaron sus predicciones
funestas como funcionamiento para preservar sus creencias de evitación y fragilidad del yo,
reforzando aún más su creencia de que necesitaba evitar. Sus otras creencias sobre la
"disposición" emocional, la patologización de sí mismo ("debo ser un psicótico"), la búsqueda
de consuelo y la publicidad de su "enfermedad" a los demás para rebajar sus expectativas y las
de los demás también se conceptualizaron como estrategias de esquemas emocionales basadas
en su opinión de que la evitación era la mejor estrategia. Sus esquemas emocionales estaban
subsumidos por un enfoque de la vida basado en la detección de amenazas que él creía que le
"mantenía a salvo". Por desgracia, tuvo que reconocer que estaba a salvo y a la vez arrepentido.
La evitación de situaciones que provocan ansiedad suele basarse en evaluaciones
erróneas del riesgo. Por ejemplo, en el caso anterior, el riesgo de contaminación era exagerado.
Sin embargo, se minimizó el riesgo de mantener el TOC. Me ha resultado útil utilizar un
paradigma de riesgo-riesgo, tomando prestado el modelo de riesgo avanzado por Cass Sunstein
(aplicado a los principios reguladores; Sunstein, 2005). Según el modelo riesgo-riesgo, nunca
hay una elección completamente libre de riesgos. Tanto hacer algo como no hacer nada
conllevan riesgos. Exponerse a la "contaminación" conlleva el pequeño riesgo de enfermar,
mientras que no exponerse conlleva un riesgo mayor de mantener el TOC. Sin embargo, los
pacientes con TOC sobreestiman el riesgo de contaminación en virtud de los heurísticos de
accesibilidad, emoción y familiaridad y mantienen sus creencias de que no pueden tolerar la
ansiedad evitando y escapando. Por desgracia, "probar" la contaminación de una sustancia
generalmente no puede arrojar datos adecuados ("puede que no me dé cáncer en 10 años"),
por lo que el énfasis en la terapia de esquemas emocionales se pone en tolerar la ansiedad.
Hemos descubierto que el concepto de "malestar constructivo" capacita a los pacientes
para enfrentarse a sus miedos de forma que crean que están construyendo "músculo mental".
El malestar constructivo implica que tolerar y utilizar el malestar al servicio de objetivos
importantes es una estrategia útil en la vida. De hecho, el objetivo es "hacer lo que no quiere
hacer que pueda ayudarle a conseguir lo que necesita conseguir". De forma similar a la
tolerancia a la angustia, la voluntad y otros conceptos potenciadores de la ACT y la terapia
dialéctica conductual (DBT), el malestar constructivo es un objetivo de la EST.
Considere a un paciente con TOC que contempla exponerse a la "contaminación". En
lugar de centrarse en el contenido de la contaminación (por ejemplo, examinar las pruebas de
que existe un peligro real), el terapeuta de esquemas emocionales examina las creencias sobre
la durabilidad y la naturaleza abrumadora de experimentar ansiedad. Se centra en la teoría del
paciente sobre la ansiedad y cómo afrontarla. Se identifican las estrategias de afrontamiento
problemáticas (por ejemplo, esperar a sentirse preparado, buscar consuelo, patologizar el yo
como frágil), y estas estrategias se identifican como procesos "confirmatorios" que mantienen
la creencia de que no se puede tolerar la ansiedad (véase la figura 5.2). A continuación, se
examinan y modifican estas creencias sobre la tolerancia de la ansiedad examinando las
pruebas sobre los esquemas emocionales relativos a la durabilidad, el peligro y la fragilidad y
estableciendo experimentos conductuales para poner a prueba las predicciones suscitadas en la
sesión (véase la figura 5.3). El objetivo no es demostrar que el estímulo no está contaminado. El
objetivo es modificar las creencias sobre las emociones y las estrategias problemáticas de
control y evitación emocional.

El Papel de la Metaconciencia
Aunque el conocimiento consciente no es una parte esencial del aprendizaje o cambio
conductual o emocional (Gray, 2004; LeDoux, 1996), el modelo EST intenta, no obstante,
potenciar el conocimiento consciente y la diferenciación de la emoción. Este énfasis se debe a
que la alexitimia (es decir, escasa comprensión y conciencia de las emociones) suele ser
característica de los individuos con ansiedad, depresión y problemas somáticos. El terapeuta de
esquemas emocionales ayuda primero al paciente a identificar, etiquetar y diferenciar la gama
de emociones posibles utilizando técnicas de terapia centrada en la emoción (Greenberg,
2002). Además de identificar las emociones existentes, el terapeuta de EST también identifica
las creencias problemáticas sobre la emoción, como la creencia de que siempre hay que ser
racional, así como las creencias sobre la pérdida de control, la duración y la vergüenza. A
continuación, se examinan estas creencias utilizando técnicas de terapia cognitiva como
examinar los costos y beneficios de la creencia, examinar las pruebas a favor y en contra de la
creencia, sondear a los amigos sobre su gama de emociones y utilizar técnicas de mente
compasiva para mejorar la autoaceptación y la autovalidación.
Esquemas Emocionales, Terapia Cognitiva y Mindfulness
La atención plena se define aquí como adoptar una postura de observación sin juzgar,
con una conciencia abierta en el momento presente y sin ningún intento de control. Se puede
argumentar que la terapia cognitiva tradicional contiene un paso inicial de conciencia plena, es
decir, darse cuenta u observar que un pensamiento es sólo un pensamiento y reconocer que los
pensamientos van y vienen con el tiempo y las situaciones. Sin embargo, la terapia cognitiva
tradicional utiliza la conciencia plena o el distanciamiento como técnicas o experiencias en la
terapia para abordar el contenido del pensamiento mediante técnicas lógicas, factuales y otras
técnicas persuasivas (Beck, Rector, Stolar y Grant, 2009; Beck, et al., 1979; Leahy, 2003a). Por
ejemplo, dar un paso atrás y reconocer que uno está teniendo un pensamiento -y que el
pensamiento es sólo un pensamiento- puede considerarse una primera conciencia plena del
pensamiento. Sin embargo, a diferencia del ejercicio tradicional de atención plena a la
respiración (o conciencia plena de un pensamiento), el terapeuta cognitivo examina las
evaluaciones y la naturaleza fáctica del pensamiento, en lugar de "simplemente permitir que
sea". Así, la terapia cognitiva es más proactiva a la hora de modificar la credibilidad de los
pensamientos que en el caso del terapeuta ACT.
La terapia de esquemas emocionales incluye técnicas de atención plena, pero se centra
específicamente en el contenido esquemático de las creencias sobre las emociones. Cabe
preguntarse si la EST es similar a la terapia cognitiva en cuanto a examinar el contenido de los
pensamientos o si es similar a la MCT y la ACT en cuanto a hacer hincapié en la aceptación
experiencial de la emoción. Quizá la respuesta más equilibrada sea que la EST hace ambas
cosas. Sería incorrecto argumentar que la EST implica la disputa de las emociones, ya que las
emociones son realmente un "hecho" de la experiencia. Sin embargo, las tecnologías ecológicas
sí implican una valoración de la emoción o, más concretamente, examinan los tipos de
valoraciones que se realizan. También se puede argumentar que el modelo MCT de Wells
también implica una valoración de los pensamientos en términos de responsabilidad e
incontrolabilidad. Se trata claramente de valoraciones de la función o la implicación, pero no
del contenido específico de estos pensamientos.
Existe un debate sobre lo que constituye exactamente los llamados enfoques de
"tercera ola" de la terapia cognitivo-conductual. Por ejemplo, ¿deberíamos incluir ACT, DBT,
MBCT y la terapia metacognitiva en esta categoría, aunque los defensores de algunos de estos
enfoques (por ejemplo, Linehan y Wells) no caractericen sus enfoques como de "tercera ola"?
(véase Hofmann y Asmundson, 2008). Sin embargo, todos estos enfoques anteriores hacen
hincapié en la función o el proceso del pensamiento y la experiencia, más que en el contenido
esquemático de los pensamientos. Aunque se puede argumentar que la terapia cognitiva
también evalúa la función del pensamiento (por ejemplo, "¿Cuáles son los costos y los
beneficios de esta creencia?"), la mayor parte del énfasis se pone en modificar las creencias y
fomentar alternativas de resolución de problemas en el afrontamiento. El énfasis de la terapia
cognitiva tradicional suele ponerse en el contenido esquemático de un pensamiento -
especialmente en su validez-, tomando prestado de los modelos de procesamiento de la
información de la atención, la memoria y la valoración del pensamiento (Beck y Alford, 2008).
La terapia de esquemas emocionales combina elementos tanto de la "tercera ola" de la
conciencia desapegada como del reconocimiento del proceso del pensamiento, al tiempo que
evalúa el contenido esquemático de las creencias sobre la emoción. Por eso me refiero a ellas
como "esquemas" emocionales.
La terapia de esquemas emocionales es similar a la terapia centrada en la emoción de
Greenberg en su énfasis en la experiencia emocional, la expresión, la evaluación de las
emociones primarias y secundarias, la visión de las emociones relacionadas con las necesidades
y los valores, y el hecho de que las emociones también pueden "contener" significados (similar
a los "temas relacionales centrales" de Lazarus); (Greenberg y Paivio, 1997; Greenberg y
Watson, 2005; Lazarus, 1999). Sin embargo, la EST es específicamente metaemocional (o
metacognitiva) en el sentido de que evalúa directamente las creencias sobre las emociones y
cómo funcionan las emociones. Por lo tanto, no sólo se hace hincapié en los procesos
rogerianos de expresión, validación y consideración positiva incondicional, sino también en las
teorías implícitas del paciente sobre la emoción. Esto es similar al enfoque adoptado por
Gottman y sus colegas (Gottman, Katz y Hooven, 1997). Por ejemplo, el terapeuta de esquemas
emocionales podría examinar la creencia de que las emociones dolorosas son una oportunidad
para desarrollar emociones más profundas y significativas, o la creencia contraria de que las
emociones dolorosas son un signo de debilidad e inferioridad. El terapeuta centrado en la
emoción utiliza la expresión y la validación como técnicas terapéuticas centrales, al igual que lo
haría el terapeuta del esquema emocional. Sin embargo, la EST considera la validación como un
proceso que afecta a otras evaluaciones cognitivas (o esquemáticas) de la emoción. Así, la
validación lleva a reconocer que las emociones propias no son únicas, que expresar la emoción
no tiene por qué llevar a sentirse abrumado, que generalmente hay menos culpa y vergüenza
con la validación, y que la validación ayuda al paciente a "dar sentido" a los sentimientos. Así
pues, la validación conduce a cambios en las creencias sobre la emoción que, a su vez, pueden
conducir a cambios en la propia emoción (Leahy, 2005b).
La atención plena desapegada, la exposición, la tolerancia a la angustia y otras técnicas
experienciales se utilizan en EST para poner a prueba las creencias sobre las propias emociones,
es decir, se subsumen, en términos generales, como intervenciones de "terapia cognitiva" en
virtud de plantear hipótesis que se ponen a prueba con la experiencia. Al igual que el modelo
metacognitivo, al que la EST debe gran parte de su influencia, las emociones son un "objeto"
del pensamiento y la experiencia y se distinguen de la realidad o de una forma necesaria en la
que se experimenta el mundo. Así, al igual que el terapeuta metacognitivo ayuda al paciente a
reconocer "esto es sólo un pensamiento", el terapeuta del esquema emocional le ayuda a
reconocer "esto es sólo un sentimiento que está teniendo en el momento presente".
Por ejemplo, la conciencia plena de la emoción de los celos implica reconocer que uno
tiene el sentimiento (así como dónde lo siente, por ejemplo, las sensaciones corporales),
reconocer que la emoción puede aparecer y desaparecer con el tiempo y las situaciones, e
intentar adoptar una postura no crítica hacia la emoción, al tiempo que se acepta el
sentimiento de celos como una de las muchas emociones que pueden aparecer y desaparecer.
Imaginarse una emoción como una serie de olas del océano que fluyen y refluyen en una playa,
mientras se piensa "estos sentimientos van y vienen", refleja la conciencia consciente del
sentimiento. La observación desapegada, incluidas las descripciones, las metáforas ("se siente
como una nube oscura sobre mi cabeza") y las imágenes mejoran la aceptación de una emoción
al tiempo que se renuncian a las estrategias de supresión de la emoción. Por ejemplo, la
paciente celosa podría apartarse, reconocer sus sentimientos, reconocer que van y vienen,
notar en qué parte de su cuerpo está sintiendo celos, al tiempo que se da cuenta de que
observar y dejar ir la emoción va seguido de la reaparición del sentimiento. Como resultado, la
emoción se vuelve menos atemorizante. En la EST (similar a la terapia metacognitiva), el
desapego consciente ayuda a poner a prueba la creencia de que las emociones son
abrumadoras y deben suprimirse (Wells, 2009). Se identifican contenidos cognitivos específicos
sobre la emoción: "¿Qué ocurre cuando te apartas y observas?", "¿Qué ocurre cuando no
reprimes la emoción?". Utilizamos el poema de Rumi La casa de huéspedes (1995) para ilustrar
que una emoción puede ser un huésped inesperado que se presenta, se le da la bienvenida y se
le trata con cortesía. Sin embargo, se realizan pruebas cognitivas específicas sobre la duración,
la calidad abrumadora de una emoción y los juicios sobre las emociones.
Parte de la terapia de esquemas emocionales consiste en reducir los juicios moralistas
que suelen hacerse sobre ciertas emociones. De hecho, las creencias populares de que algunas
emociones son peligrosas o "malas" sólo contribuyen a la falta de aceptación, la culpa e incluso
el miedo a una emoción. La terapia de esquemas emocionales adopta el punto de vista de que
todas las emociones han tenido un valor adaptativo en la historia de la especie y, por lo tanto,
forman parte de la naturaleza humana. Esto incluye emociones menospreciadas como la
envidia, los celos, el resentimiento, los deseos de venganza u odio y todas las variedades de
sentimientos sexuales. De forma similar a los modelos metacognitivo y cognitivo de los
pensamientos intrusivos (Clark, 2005; Purdon y Clark, 1993; Wells, 2009), el terapeuta de
esquemas emocionales trata las emociones como "acontecimientos mentales" que ocurren de
forma interna, esporádica e involuntaria y que no tienen ninguna relevancia inmediata para la
bajeza moral.
Algunos pacientes se dicen a sí mismos: "¿qué me pasa que me siento así?", lo que da
lugar a sentimientos de vergüenza y culpa y a una tendencia a rumiar. El terapeuta de
esquemas emocionales puede ayudar al paciente a cambiar este pensamiento evaluativo por:
"Me doy cuenta de que tengo muchos sentimientos que van y vienen, y éste es uno de esos
sentimientos que tengo." De hecho, se puede considerar que las emociones se originan en la
amígdala, con poco control consciente sobre los sentimientos que se producen (LeDoux, 1996).
Al igual que las ilusiones visuales operan fuera de la conciencia y el control conscientes, las
emociones también se activan sin voluntad ni elección conscientes (Gray, 2004). Los conceptos
moralistas como "incorrecto" o "culpable" son más relevantes para las elecciones voluntarias
que se realizan conscientemente, es decir, las elecciones que implican una acción en la que se
consideran alternativas. Si consideramos la evaluación moral como apropiada (a veces) sólo
para la elección consciente libre no obstaculizada por la coacción, la provocación o la capacidad
disminuida, entonces no se podría considerar la "emoción" como una elección moral. La culpa y
la vergüenza por una emoción es un "error de categoría" en el que se aplica erróneamente una
categoría moral a un fenómeno fisiológico o experiencial (Ryle, 1949). Por ejemplo, no tendría
sentido decir que "tuvo una ilusión visual porque es irresponsable", ya que las ilusiones visuales
no son susceptibles de elección consciente. La terapia de esquemas emocionales ayuda al
paciente a reconocer que una emoción no es lo mismo que una elección moral, reduciendo así
los sentimientos de culpa por una emoción. Por ejemplo, la paciente casada que fantasea con
un hombre que no es su marido puede ser disuadida de su sentimiento de culpa reconociendo
que las fantasías son experiencias comunes y que los sentimientos no son acciones. Aceptar
que los sentimientos y las fantasías pueden aparecer y desaparecer -y que no reflejan
necesariamente nada peyorativo sobre la persona que los experimenta- puede ayudar a reducir
la "ansiedad por la emoción" tan a menudo característica de las pacientes con una vida de
fantasía activa. Además, ayudar al paciente a reconocer que la "tentación" es un componente
necesario para una verdadera elección moral ayuda a reducir el sentimiento de "culpa" por
tener tentaciones, ya que no puede haber una decisión moral significativa sin la consideración
de alternativas.
La terapia de esquemas emocionales comparte con la ACT el reconocimiento del papel
de los valores en la clarificación de lo que puede incentivar la elección ante las dificultades. El
papel de los valores, por supuesto, no es nuevo; puede remontarse a la antigua filosofía griega
y romana, en la que los "valores" se equiparaban a las "virtudes", es decir, a hábitos del
carácter como el valor, la integridad y el autocontrol (como defendían, por ejemplo, Aristóteles,
Platón, Epicteto, Séneca y Cicerón). Estas virtudes se identificaban a menudo con la tradición
estoica, pero han perdurado durante casi 2.000 años en la filosofía y la religión occidentales. La
terapia de esquemas emocionales no es neutral sobre qué valores importan, sino que adopta la
postura de que las virtudes clásicas (tal y como las describe Aristóteles) y los valores de
compasión, amabilidad y justicia (tal y como los describe Rawls) pueden informar las elecciones
morales y éticas que el paciente considere (Rawls, 2005). Aristóteles consideraba la virtud como
las cualidades de una persona que usted admiraría, por lo que el objetivo es convertirse en una
persona que usted mismo admiraría. Me ha resultado útil pedir a los pacientes que atiendan a
esta sencilla pregunta: "¿Cuáles son las cualidades personales en alguien a quien usted
admiraría?", seguida de: "¿Cómo podría convertirse en una persona a la que usted admiraría?".
La autoestima no se basa en la popularidad, los logros, el poder, la riqueza o el
hedonismo; se basa en la discrepancia entre las cualidades que usted admiraría y las que
reconoce en sí mismo. El contrato social implícito de equidad y justicia es otra forma de tomar
decisiones morales y éticas. Concretamente, ¿cómo querría que le trataran si no conociera su
estatus real o eventual en la sociedad? Este modelo de "velo de ignorancia" de la elección ética
fomenta la consideración de la equidad, la compasión, la amabilidad y la justicia, en lugar de las
preocupaciones hedonistas o egocéntricas de salirse con la suya.
Así, el paciente que se plantea llevar a cabo una fantasía de infidelidad puede examinar
la elección en términos de las virtudes de integridad y autocontrol y en términos del contrato
social implícito de equidad y reciprocidad que subyace en la relación primaria. La tensión que
subyace a la elección ayuda a clarificar el compromiso con estas virtudes y valores y puede
aclarar la propia identidad y los problemas y puntos fuertes de la relación. Así, en EST, los
valores no son arbitrarios ni neutrales, sino que se examinan a la luz de las virtudes y los
contratos sociales implícitos de equidad y justicia. De hecho, el concepto de equidad ha sido
ampliado por Nussbaum para reconocer que la compasión y la protección de los más "débiles"
(por ejemplo, los discapacitados) pueden hacer necesario ampliar el sentido del contrato social
para centrarse más en la bondad, la compasión y el sufrimiento universal que en los contratos
efectivos para determinar la justicia (Nussbaum, 2005). Está mucho más allá del alcance de este
capítulo examinar las implicaciones de la virtud, la justicia, la compasión y otros sentimientos
morales, pero merece la pena subrayar que las emociones a menudo tienen un componente
valorativo e incluso moral implícito en sus evaluaciones. Ayudar a los pacientes a darse cuenta
de que los valores, las virtudes y la compasión pueden tener costes emocionales puede ayudar
a algunos a tolerar -incluso a crecer- las dificultades que surgen en la vida.
Del mismo modo, las evaluaciones de las emociones a menudo implican que "sentirme
así significa que estoy loco", una creencia basada en el supuesto de que la "cordura" se
caracteriza por la pureza de las emociones. Esto es similar al proceso metacognitivo de evaluar
los pensamientos intrusivos como raros, desagradables o locos y la creencia de que, a menos
que se supriman o eliminen estos pensamientos, la persona perderá el control y se volverá loca
(Wells, 2002). La estrategia meta-emocional en EST consiste en evaluar esta "teoría de la
emoción" considerando lo siguiente: "Usted ha tenido estas emociones muchas veces, pero no
se ha vuelto loco. ¿Cómo explica esto?"; "Otras personas a las que respeta tienen estas
emociones pero no están locas. ¿Por qué?" y "Si se permitiera aceptar la emoción en lugar de
intentar reprimirla, ¿qué predice que ocurriría?". Se puede utilizar la inundación de
pensamientos, en la que el paciente repite una y otra vez: "Me doy cuenta de que tengo este
sentimiento ahora mismo, y acepto este sentimiento en este momento". Esto suele provocar
un aumento de la ansiedad seguido de una disminución a medida que se repite el pensamiento
hasta que se vuelve aburrido (Freeston, et al., 1997). Los intentos de suprimir las emociones (o
los pensamientos) confirman la creencia de que no se pueden tolerar las emociones, de forma
similar a la confirmación de las creencias sobre la supresión de los pensamientos intrusivos.
Reconocer repetidamente que se tiene una emoción -aumentando la aceptación consciente- es
una forma de exposición a reconocer, aceptar y tolerar la emoción, y desconfirma la creencia
de que una emoción debe eliminarse para que el individuo no se vuelva loco.

Investigación sobre los Esquemas Emocionales


Varios estudios respaldan la opinión de que los esquemas emocionales están
relacionados con diversas formas de psicopatología. Los esquemas emocionales problemáticos
están relacionados con una mayor depresión, ansiedad, factores metacognitivos de
preocupación, evitación experiencial, discordia marital, trastornos de la personalidad y
disminución de la atención plena (Leahy, 2002; Leahy y Napolitano, 2005; Leahy, Tirch y
Napolitano, 2009; Napolitano, Taitz y Leahy, 2009a; Napolitano, Taitz y Leahy, 2009b; Tirch,
Leahy y Silberstein, 2009). Incluso cuando se elimina la ansiedad, los esquemas emocionales
están relacionados con procesos metacognitivos problemáticos subyacentes a la preocupación,
lo que sugiere que la preocupación es una estrategia de evitación emocional basada en
interpretaciones negativas de la emoción (Leahy, 2005a). Así, los esquemas emocionales
pueden "tender un puente" entre los modelos metacognitivos y de evitación emocional de la
preocupación (Borkovec, Alcaine y Behar, 2004; Wells, 2004). Los individuos que informan de
una mayor discordia marital son más propensos a respaldar esquemas emocionales
relacionados con una menor expresión y validación y una mayor culpa, pero también son
menos tolerantes con los sentimientos conflictivos (Leahy y Kaplan, 2004). Puede que la
capacidad de tolerar los sentimientos conflictivos hacia la pareja sea un proceso del esquema
emocional que facilite una mayor aceptación de la pareja y una mayor disposición a trabajar en
la relación.
Resulta especialmente interesante la relación entre los esquemas emocionales y las
medidas de evitación experiencial y atención plena. En un estudio reciente, la relación entre
mindfulness y evitación experiencial estuvo mediada por creencias negativas sobre las
emociones (Napolitano, et al., 2009, noviembre-b). Por último, dos estudios preliminares
indican que el entrenamiento en mindfulness afecta a los esquemas emocionales y que el
mindfulness disminuye la evitación emocional al cambiar las creencias negativas sobre las
emociones (Napolitano, et al., 2009a).
Los esquemas emocionales también están relacionados con los trastornos de la
personalidad. Los pacientes con puntuaciones más altas en las dimensiones de personalidad
límite, evitativa y dependiente del Inventario Clínico Multiaxial de Millon refrendan esquemas
emocionales más negativos, mientras que los pacientes con puntuaciones más altas en las
dimensiones de personalidad narcisista e histriónica tienen esquemas emocionales más
positivos (Leahy y Napolitano, 2005). Estos hallazgos sugieren que los trastornos de la
personalidad pueden comprender diferentes estrategias de interpretación y afrontamiento de
las emociones difíciles.
Aunque estos estudios anteriores ofrecen apoyo al papel de los esquemas emocionales
en los procesos subyacentes a la psicopatología, aún no hay pruebas de la eficacia de las
tecnologías ecológicas per se ni de los mecanismos mediadores implicados. Por ejemplo, no
está claro si la terapia de esquemas emocionales es tan eficaz como los modelos cognitivos o
conductuales tradicionales, ni existen pruebas sobre qué tipo de pacientes y problemas serían
especialmente susceptibles. Sin embargo, los datos empíricos hasta ahora sugieren que los
esquemas emocionales desempeñan un papel mediador en una variedad de estados y procesos
patológicos y, por lo tanto, pueden ayudar a salvar la aparente división entre las diferentes
"olas" de la TCC. Por ejemplo, el papel putativo de los esquemas emocionales en la mediación
de la atención plena, la aceptación, la evitación experiencial y la ansiedad sugiere que la
atención plena y la aceptación pueden afectar al modo en que se interpretan las emociones y,
por tanto, dar lugar a una reducción de la ansiedad. Del mismo modo, la modificación de las
creencias sobre las emociones puede obviar la dependencia de la preocupación como
estrategia para evitar las emociones, modificando así los factores metacognitivos subyacentes
al proceso de preocupación. Puede que los diversos enfoques teóricos descritos en el presente
volumen contengan cada uno un elemento de la importante verdad de que los procesos
patológicos interactúan de forma iterativa y simultánea, y que ningún modelo capta toda la
"verdad".

Direcciones Futuras
Una de las dificultades para predecir el futuro es anclarse en el presente. Es poco
probable que los teóricos psicodinámicos de 1960 hubieran podido predecir con exactitud la
revolución cognitiva que cobró impulso en la década de 1970. Y es igualmente improbable que
los teóricos cognitivos de la década de 1990 hubieran predicho el aumento de popularidad de
ACT, DBT o MBCT en los últimos años. Aunque se reconoce el valor de estas contribuciones, un
metaanálisis reciente sugiere que los enfoques de la llamada "tercera ola" aún no han
establecido una eficacia equivalente a las intervenciones cognitivo-conductuales más
consolidadas (Öst, 2008).
Una tendencia que parece estar cobrando cierto impulso se centra en los procesos
transdiagnósticos que parecen trascender los enfoques categóricos específicos de la
psicopatología (Barlow et al., 2004; Harvey, Watkins, Mansell y Shafran, 2004). Los modelos
cognitivos más recientes de la psicopatología se centran ahora tanto en el contenido del
procesamiento esquemático como en la evaluación del proceso de pensamiento por parte del
individuo. Por ejemplo, los enfoques recientes de la terapia cognitiva para la esquizofrenia
incluyen tanto la consideración del contenido del pensamiento delirante (y cómo funciona este
contenido) como en la conciencia metacognitiva de la naturaleza del pensamiento intrusivo o
delirante (Beck, et al., 2009). Del mismo modo, el papel de la evitación, y las estrategias y
creencias que contribuyen a la evitación, parecen haber cobrado importancia entre los
terapeutas cognitivos. La pregunta clave -quizás desde una perspectiva cognitiva- es ¿qué se
aprende (o no se aprende) a través de la evitación? De hecho, la extinción y la exposición
implican cierta mediación "cognitiva", en la medida en que modifican las expectativas. Quizá las
controversias actuales que enfrentan "experiencia" y "cognición" resulten similares a la
innecesaria dicotomización de emoción y pensamiento en los clásicos debates entre Zajonc y
Lazarus (Lazarus, 1982; Zajonc, 1984). Para algunos, la cuestión del "huevo o la gallina" puede
que nunca se reconcilie, aunque para otros el encuadre de la cuestión en uno u otro es
innecesario. De hecho, la ironía de resolver el "debate" entre la primacía de un enfoque sobre
el otro puede resolverse invocando un concepto muy denostado, pero recientemente
resucitado, que ha ganado respetabilidad en la neurociencia: el procesamiento inconsciente
(Bargh, Gollwitzer, Lee-Chai, Trötschel y Barndollar, 2001; Gray, 2004; Hassin, Uleman y Bargh,
2005). La percepción y la categorización pueden producirse fuera del ámbito de la conciencia
consciente y tener un impacto emocional. Así, la dicotomía entre pensamiento y sentimiento
puede reconciliarse si incluimos el pensamiento no consciente, es decir, el pensamiento no
consciente puede dar lugar a respuestas emocionales.
Podría decirse que los humanos son el único animal con capacidad de conciencia
metacognitiva, lo que quizá explique la complejidad de la patología que surge de sus
problemáticas teorías mentales y su dependencia de la preocupación como estrategia de
afrontamiento (Geary, 2005). Sin embargo, la investigación en neurociencia sugiere que se
activan diferentes áreas y funciones del cerebro cuando el individuo emplea diferentes
estrategias para la regulación de las emociones, en algunos casos confiando principalmente en
el hipocampo y la amígdala (Bottom-Up) mientras que en otros casos (Top-Down Processes)
confiando en el córtex prefrontal y áreas relacionadas (Cahn & Polich, 2006; Lazar, et al., 2000;
Quirk, 2007). Las investigaciones futuras, que utilicen tecnologías de neuroimagen como la
fMRI, pueden ayudar a aclarar cómo los procesos mediadores de la aceptación, la conciencia
plena, la reestructuración cognitiva, los procesos metacognitivos y los esquemas emocionales
se reflejan en funciones cerebrales diferentes (o similares).

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