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ANTOLOGÍA

POÉTICA
DEL MUNDO
Selección: Javier A. Bosch Fossi

Desnudo tumbado con los brazos abiertos. Amedeo Modigliani

LETRA B

Cúcuta, Colombia.
L a poesía es acontecimiento. En la
fuerza de este hecho se tiene aquí una
breve y esencial antología de poemas
para la existencia y el sentido. Años atrás
concurrían a las manos una veintena de
selectos textos poéticos de diferentes
autores y en ese entonces, surgió el
imperativo de difundirlos impresos para que
llegaran uno a uno diariamente a otras manos
y otros ojos. Y en la medida que –sin los
medios electrónicos de hoy- uno a uno se
publicaban, era el perfilarse de un reto:
continuar cada día en prensa escrita
difundiendo y gozando un nuevo y oportuno
poema, poemas así en Verso Libre, en cada
ocasión de un nuevo autor. Hoy, soles
después de esa justa tarea autoimpuesta,
agrupada y mejorada en la presente antología
fruto de la recopilación por distintos
caminos de recientes, conocidos, afortunados
textos de matices multicolores, dígase
gracias a papeles al vuelo, regalos de
humanidades lejanas y próximas, hallazgos
inexplicables o -caminos de vida-, un nuevo
encuentro de más amplios horizontes se
adelanta con el hecho poético.

Sírvase entonces el festejo, el extravío


o entre palabras, el asombro.

Javier A. Bosch F.
SÉ TU MISMO

Sé bueno pero no demasiado bueno.


Sé un poco malo pero no demasiado malo.
Di una oración si la sientes,
Dila si eso te da consuelo.

Sé siempre amable con el mundo si es posible,


Pero si vas a ser cruel olvídalo.

Sonríe, siempre sonríe,


Ten siempre una sonrisa lista, aunque a veces
duela.

Toma la felicidad que puedas,


En donde sea y cuando sea.

Vive sobre todas las cosas, vive, no existas


solamente,
Si tú sabes lo bastante pasa saber qué es el amor
verdadero,
Ama con todo tu corazón.

Vive tu vida de tal modo que cualquier ocasión


Puedas darte la mano contigo mismo,
Y trata de cumplir una cosa diaria aunque sea
poca,

Entonces en las noches acostado bajo las cobijas,


Podrás decir: he hecho lo mejor que pude.
NADIA NAILETH BAEZ
(Colombia)

MADRIGAL MELÁNCOLICO

Lo que yo adoro en ti
No es tu belleza
La belleza existe sólo en nosotros
La belleza es un concepto
Y la belleza es triste.
No es triste en sí,
Sino por lo que hay en ella de fragilidad e
incertidumbre.

Lo que yo adoro en ti No es tu inteligencia.


No es tu espíritu sutil tal ágil, tan luminoso,
-Ave suelta en el cielo matinal de la montaña
Ni es tu ciencia
Del corazón de los hombres y de las cosas.

Lo que yo adoro en ti, No es tu gracia musical


Sucesiva y renovada a cada instante
Gracia aérea como tu propio pensamiento.
Gracia que perturba y colma.

Lo que yo adoro en ti
No es la madre que ya perdí
No es la hermana que ya perdí.
Ni mi padre.

Lo que yo adoro en tu naturaleza


No es el profundo instinto maternal
En tu flanco abierto como una herida.
Ni tu pureza. Ni tu impureza.
Lo que yo adoro en ti -lastímame y consuélame-
Lo que yo adoro en ti, es la vida.

MANUEL BANDEIRA
(Brasil)

MARCEL PROUST PASEA EN BARCA


POR LA BAHÍA DE CORINTIO

A la sombra de la juventud florecida


sentábase todos los días el viejo Anaximandro.
Tan viejo estaba ya el famoso mandrita,
que no despegaba los labios, ni sonreía, ni
parecía comprender
la fiesta de aquellas cabelleras doradas, de
aquellas
risas y picardías de las muchachas más bellas de
Corintio.

Fue hacia el final de su vida,


cuando ya decíase la gente a sí misma al verle
pasar:
a Anaximandro le quedan, cuando más, tres o cuatro
girasoles por deshojar;
fue en aquel pedacito de tiempo que antecede al
morirse,
cuando Anaximandro descubrió la solución del
enigma del tiempo.

Fue allí en Corintio, junto a la bahía, rodeado de


muchachas florecidas.
Le había dado por la inofensiva manía
de protegerse con un quitasol mitad verde mitad
azul a la hora del mediodía;
no saludaba a las gentes de su edad, no frecuentaba
los sitios de los ancianos,
ni parecía tener en común con los del ágora
otra cosa que senectud y nieve alrededor de las
mandíbulas: Anaximandro
se había mudado al tiempo de la juventud florecida,
como quien cambia de país para curarse una dolencia
vieja.
Llegaba con el mediodía a la sombra sonora de
aquellas muchachas de Corintio;
arrastrando los pies, impasible, con su quitasol
abierto, y sentábase calladito,
sentábase en medio de ellas a oír sus gorjeos,
a observar la delicada geometría de aquellas
rodillas
de color de trigo, a atisbar alguna fugitiva
paloma de rosado plumaje,
volando bajo el puente de los hombros.
Nada decía el viejo Anaximandro
ni nada parecía conmoverle bajo su quitasol,
sintiendo el tiempo pasar entre las dulces
muchachas
de Corintio, el tiempo hecho una finísima lluvia
de alfileres de oro, de resplandor de cerezas
mojadas,
el tiempo fluyendo en torno a los tobillos de las
florecidas palomas de Corintio,
el tiempo que en otros sitios acerca a los labios
del hombre una copa de irrechazable veneno,
ofrecía allí al mediodía el néctar de tan especial
ambrosía,
como si él, el tiempo, también quisiera vivir, y
hacerse persona, y deleitarse
en el raso de una piel o en el rayo de una pupila
entre verde y azul.

Silencioso Anaximandro
como un cisne navegaba cada día entre las nubes de
la belleza, y permanecía;
estaba allí, dentro y fuera del tiempo,
paladeando lentos sorbitos de eternidad,
con el ronroneo del gato junto a la estufa.
Al atardecer volvía a su casa,
y pasaba la noche dedicado a escribir pequeños
poemas
para las rumorosas palomas de Corintio.

Los otros sabios de la ciudad murmuraban sin


descanso.
Anaximandro había llegado a ser, más que el ritmo
de las cosechas y que el vaivén de los navíos,
el tema predilecto de los aburridos conciliábulos:
-“Siempre os dije, oh ancianos de Corintio,
afirmaba su viejo enemigo Pródico,
que éste no era un sabio verdadero
ni siquiera un hombre medianamente formal.
¿Su obra? Todo copiado. Todo repetido. Pero vacío
por dentro.
Vacío como un tonel de vino cuando los hijos de
Tebas
vienen a saborear la luz de los viñedos de
Corintio”.

Anaximandro cruzaba impasible las calles de la


ciudad, rumbo a la bahía.
Llevaba abierta su sombrilla azul, y cazaba al
vuelo los rumores de cuanto ocurría:
un día tras otro se iba hacia los sótanos del
tiempo algún profundo anciano.
Los sabios eran talados, día a día, por las
mensajeras de Proserpina, y sólo sus cenizas
pasaban, rumbo al mar, entre las aguas cubiertas
de violetas que es el mar de Corintio.

Todos se iban, y Anaximandro seguía allí,


rodeado de muchachas, sentado bajo el sol.
Un pliegue de la túnica de Atalanta, la garganta
de Aglaé,
cuando Aglaé lanzaba hacia el cielo su himno
para imitar las melodías del ruiseñor,
una sonrisa de Anadiomena, eran todo el alimento
que Anaximandro requería: y estaba allí,
seguía allí, cuando todo a su alrededor se había
evaporado.

Un día, allá, desde lo lejos,


se vio dibujarse una pequeña barca
en el trashorizonte de la bahía de Corintio.
Venía en ella, remando con fatigada tenacidad de
asmático, un hombrecito:
cubría su cabeza un sombrero de paja,
un blanco sombrero de paja encintado de rojo.
Desde su confín el hombrecito miraba hacía el
corazón
de la bahía, y descubría a lo muy lejos una
sombrilla azul,
un redondelito aureolado como el sol.
Hacia allí bogaba.
Terco, tenaz, tarareando una cancioncilla,
el hombrecito de manos enguantadas remaba sin
cesar.
Anaximandro comenzó a sonreír.
La barca, inmóvil en medio de la bahía,
vencía también al tiempo. Despaciosamente el
blanco
sombrero de paja anunció que el hombre regresaba.

Esa noche, poco antes de irse a dormir,


Marcel Proust gritaba exaltado desde su
habitación:
-Madre, tráigame más papel, traiga todo el papel
que pueda.
Voy a comenzar un nuevo capítulo de mi obra.
Voy a titularlo: “A la sombra de las muchachas en
flor:”

GASTÓN BAQUERO
(Cuba)

VIRTUD INTERIOR

Llego aquí como ayer,


sencillamente,
y en medio de los
campos abandono mi
cuerpo
sobre la hierba fácil.

Ni voces que interrumpan la


secreta comunión de la vida,
ni libros imponentes
ni exceso de palabras.
Dulce cielo otoñal sobre los valles;
el agua limpia, el césped, la
inefable sencillez de las cosas;
y yo, sin ligaduras,
buscando el rumbo
cierto
a la sombra de Dios que me sustenta.

Y la emoción que me darán los


hálitos del bosque, santamente,
y el éxtasis divino del
silencio debajo de los
árboles...

La noche azul me cubre;


mi frente se circunda
de lirios y de estrellas
y nace mi bondad y va fluyendo;

y en la inquietud
absorto, sobre la hierba
trémula,
mi corazón humilde
ama todas las
cosas;
y siento hervir mi
sangre, y quiero
derramarla,
y esta virtud
cruenta me va
purificando...

PORFIRIO BARBA JACOB


(Colombia)

PEREGRINOS DEL ALBA

A la dotación del buque "Sirena"


(1836)
Extranjero, tú que pudiste ver a los ahorcados,
abuelos, padres, alucinados alguna vez,
constructores,
del marfil en Ifé o Benin, príncipes amurallados
Tú que no puedes imaginar este mar lleno de
muertos
Este país como una obscena laguna,
como un umbral de maliciosos recuerdos
Quiero que conozcas la impiedad del yugo
que te avergüences también
de la sangre aminorada
En nombre de mis antepasados blancos
yo te hablo
En nombre de Canoom, el negrero:

"Cuando zarpamos el mar de grande se


me perdía en los ojos. Luego de seis
meses de navegar llegamos a la costa
cerrada de unos árboles salvajes e
hincosos. Llevábamos piedrecillas
moradas y algunas telas de tafetán
que luego se convirtieron en un
estupendo amasijo de negros bien
corpulentos y negras que nos
aseguraron paridoras..."

Ahora piensa en la travesía, aquellas cabezas


negras,
aquellos brazos pulidos comidos por la malaria y
el tifus
Piensa en la fiereza del mar batiente
y los cráneos amarillos abajo
Toma por una calle cualquiera de mi ciudad
y oirás los tambores invocando la oración
y un dios mitad trueno mitad palma
hablando por los caracoles

Escucha, extranjero
Sé tú mi única ventura
Déjame darle a estos ojos un sosiego
A este remordimiento una salvación
Acompáñame hasta el amanecer
Te parecerá mentira una isla así tan sola
y estos peregrinos inaugurando el alba siempre

MIGUEL BARNET
(Cuba)

UN GIGANTE A MI LADO

Un gigante a mi lado que respira en mi oreja


y en pueriles ternuras destroza los minutos,
así te siento ahora.

Mis dos senos pequeños ni una mano te llenan


y siento que estremeces si tocas mi cintura.
Estás a mis espaldas,
alto, anheloso y rudo.
Tu nariz en mi pelo tan hoscamente negro.
Nariz de otros países,
frente que vio otros cielos,
pelo que vio las nieves,
casi rojo y bravío.

Gigante de otras tierras,


náufrago de tu inocencia,
náufrago en tu pureza;
siento pena
porque debiera darte un goce limpio
y no tengo otra cosa que darte que un beso.

EMMA BARRANDEGUY
(Argentina)

CANCION CUARTA

Porque lloré más que Libertad Lamarque


-no fue en blanco y negro por supuesto
ni hubo nunca una trompeta con tres violines
al final
anunciando a las calles el sol

y eso que los hombres no lloran


pero a mí los ojos
se me volvieron lagunas / tuve una ballena
y un pez espada / delgadas
manchas de yodo / barcos fantasmas
cangrejas borrachas
girando al sur de mi miopía

y no hubo Dios que parara aquel diluvio


al que no sobrevivió la pólvora
ni las palomas ni
tu nombre

ALBERTO BARRERA
(Venezuela)

POEMA A LA MUERTE DE UN CAIMÁN

El caimán
se lo tragó.

Sus más queridos


lo olvidaron.

Sólo hoy
lo recuerdan
cuando el saurio ha muerto.
En su apéndice

había
una hebilla
con iníciales
y una pistolita
siete y medio.
En realidad
el caimán
no mató a nadie

hay otro ser


mayor
que nos devora.

Tanto la víctima
como el réptil

fueron
uno
todo este tiempo.
Los familiares

deberían
llorar
también
esta muerte.

IGOR BARRETO
(Venezuela)

HAY UN RITMO
Hay un ritmo de la fe, la fe sustento
al despertar en esta inmensa hora
con un ramo de luz entre los brazos.

Hay unas huellas, seguiré las huellas


labradas en el polvo de oro y plata
de los viejos caminos.

Hay unas aguas, beberé las


aguas desde juncos y brisa
resbalando en palacios de humo.

Hay unas frondas, moveré las frondas


con pájaros y frutos sobre el niño
de las mañanas buenas.

Hay un caballo, montaré el caballo


alazán y veloz como el viento
a las once del día.

Hay unas chozas, entraré en las chozas


bajo pupilas negras y fugaces
de tímidas mujeres.

Hay un afecto, cogeré el afecto


en su flor de mastranto al aire simple
de la rústica tarde.

Hay un retorno, viviré el retorno


con su gota de miel y sus esquilas
y un ramo de recuerdo entre mis brazos.
LUIS BARRIOS CRUZ
(Venezuela)

ARTE DE ANOCHECER

Hay un arte de anochecer.


De la entrada del cuerpo al alma,
de la niebla a la redondez
y del círculo al cielo;
hay un arte de luz,
un campo donde anochecer
es mirar la vida
con el cuerpo cerrado.
Hay un arte de anochecer,
un descenso en la entrada del día
a la completa oscuridad.
Un intermedio donde es necesario
recibir y saber todo sin estremecimiento.
Hay un arte,
un paisaje a veces amable,
a veces torvo,
donde ascenso y descenso son accesorios
de la materia limpia.
Hay un arte de anochecer.
Quien ha vivido o soñado con bosques,
luces y demonios,
lo sabe.
JOSÉ BARROETA
(Venezuela)

El cuenco no es de un metal distinto


que el del espejo

Cuenco y espejo son del mismo metal.


Devolviendo luz
uno se convierte en espejo.

Consciente uno es del Señor;


inconsciente, un simple humano.
Venera al Señor sin olvidarte, al
Señor de los ríos encontrados.

BASAVANNA
(India)

A LA QUE ES DEMASIADO ALEGRE

Tu cabeza, tu gesto, tu aire


son bellos como un paisaje bello,
el reír juega en tu rostro
como un fresco viento en el cielo claro.

El paseante triste que tú apenas miras


se deslumbra por la salud
que emana como una claridad
de tus brazos y de tus hombros.

Los fulgurantes colores


de los que siembras tus atuendos
arrojan en el espíritu de los poetas
la imagen de un ballet de flores.

Estas ropas admirables en lo inconfundible


de tu espíritu juguetón;
¡loca por la cual estoy loco
te odio lo mismo que te amo!

Alguna vez en un hermoso jardín


donde arrastraba mi letargo
sentí, como una ironía,
el desgarro del sol sobre mi pecho,
y la primavera y el verdor
humillaron tanto mi corazón,
que sobre una flor he castigado
la audaz insolencia de la Naturaleza.

Así, yo querré, una noche,


cuando la hora del placer llegue,
hacia la fortuna de tu vida,

como un cobarde, arrastrarme sin ruido,


para castigar tu carne alegre,
para maltratar tu seno agraciado,
y hacer en tu lado aturdido
una herida ancha y profunda,

y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de estos labios nuevos
más fulgurantes y más bellos
¡infundirte mi veneno, amada mía!

CHARLES BAUDELAIRE
(Francia)

ESPEJISMO

En el fuego
de mi vigilia
prolongada, te sueño,
en verano,
bañada de mar
bajo mi reloj
de canícula.
Te imagino
dibujando
prolongaciones
de mi cuerpo
en la
arena,
acariciando
el trópico
de mi
amor,
soñado.

SERAFÍN BAUTISTA VILLAMIZAR

(Colombia)

UNA PROPUESTA

Correr
correr fuerte

amanecer despiertos

no declinar
para que el sueño insolente de la indiferencia no
nos atrape
Correr
correr sin descansar
sudando gotas de firmamento
con estrellas inmóviles

Correr
correr aunque sea caminando (que no nos detecten)
pero en nuestra mente no descansamos
Correr y no dejarnos alcanzar
esa es la propuesta...

GABRIEL BECERRA YAÑEZ


(Colombia)

VOLANDO ALTO

Todo el día
sin poder tocar tierra
mariposas
devorando minuciosamente
mis pies.
Desde mi cama
la tierra
como un océano
asomando sus fauces.

CARLOS BEDOYA
(Colombia)

POEMA

Nuestro amor no está en nuestros respectivos


y castos genitales, nuestro amor
tampoco en nuestra boca, ni en las manos:
todo nuestro amor guárdese con pálpito
bajo la sangre pura de los ojos.
Mi amor, tu amor esperan que la muerte
se robe los huesos, el diente y la uña,
esperan que en valle solamente
tus ojos y mis ojos queden juntos
mirándose ya fuera de sus órbitas,
más bien como dos astros, como uno.

CARLOS GERMÁN BELLI


(Perú)

DANDO EL PECHO

Al cogerla tengo
que tener mucho
cuidado.

Es como tratar de
cargar un
montoncito de agua
sin que se derrame.

Me siento en la
mecedora,
la acuno,
y al primer
quejido,
empiezo a dar leche
como una vaca
tranquila.

Ella vuelve a ser


mía,
pegadita a mí,
dependiendo de mí,

como cuando sólo ya


la conocía
y vivía en mi
vientre

GIOCONDA BELLI
(Nicaragua)

ORACIÓN DEL CARNICERO

Señor, lame nuestros cuchillos,


ensaliva las costillas y las
vértebras. Que estos tajos en la res
sean ranuras para llegar hasta ti.
Que la jifa no atraiga a las
hienas,
y que los ganchos no hieran a los aprendices.
Diluye con tu lluvia toda la sangre que
avanza, lenta, espesa, por debajo de las
puertas.
No dejes que los pellejos
sean vendidos a los traficantes,
ni dejes que nadie alce los
fémures de los que se han
sacrificado.
Míranos a través de los ojos desorbitados de los
bueyes.
Que la luz exangüe de nuestra única
bombilla ilumine tu escondrijo, entre
venas, nervios
y tendones, Señor, deja que nos ensañemos
esmeradamente
hasta llegar hasta el suculento blanco de tus
huesos,
y que se sienta tu presencia
en las manchas de los delantales o debajo de las
uñas.
Bendice lo que queda, este banquete para
perros, moscas y zamuros, Señor, bendice lo más
puro.
Y refriega en tu
silencio toda la carne
que amamos.

LUIS ENRIQUE BELMONTE


(Venezuela)
ERAS EL MUNDO

Estabas frente a mí
y sin cuenta
la calle desapareció
la música
la gente

Sólo tu voz
sólo tus ojos

Eras el mundo

HORACIO BENAVIDES
(Colombia)

ANDA UN AMIGO

Anda un amigo en medio de la noche.


Han cerrado los bares. Las persianas
de acero bajaron con estrépito. Los gatos
deslizan apetitos. Anda la luna
por ahí, velada. Pasan coches y luces;
sobreviene, después, un silencio
que mueve la plantita en la cornisa;
silencio que hace un Chambelán
de un grillo -del canto de ese grillo-.
Anda un amigo en medio de la noche.
No lo conozco. Y él no me conoce.
Andamos cerca o lejos, nos cruzamos
-acaso- en una calle. Compartimos
un ómnibus, un cine, un banco de una plaza.
Anda un amigo y ando yo que soy amigo
de ese hombre. En órbitas distintas
-nunca ajenas-. Pero vamos a hallarnos.

En medio de la noche o con la aurora


de rosados dedos, vamos a hallarnos.
Y tenemos que estar preparados a ese encuentro.
Por ahora, susurra el viento oscuro,
graznan letreros viejos y el grillo mete lima.
Ya no pasan los coches. Pasan restos de diarios
y un cartel liberado zapateando en el polvo.
Estoy seguro. Nos encontraremos.

WASHIGTON BENAVIDES
(Uruguay)

LAS SOLEDADES DE BABEL

La soledad es nuestra propiedad más


privada viejo rito de fuegos malabares
en ella nos movemos e inventamos
paredes con espejos de los que siempre
huimos
la soledad es tiempo / veloz o detenido /
reflexiones de noria / espirales de humo /
con amores in vitro / desamores in pectore
/ y repaso metódico de la buena lujuria

la soledad es noche con los ojos


abiertos esbozo de futuro que escondió
la memoria desazones de héroe encerrado
en su pánico
y un sentido de culpa / jubilado de olvido

es la tibia conciencia de cómo deberían


haber sido los cruces de la vida y la muerte
y también el rescate de los breves chispazos
nacidos del encuentro de la muerte y la vida

la soledad se sabe sola en mundo de solos


y se pregunta a veces por otras soledades no como
via crucis entre ánimo y ánima
más bien como interés entomológico

todavía hace un tiempo / en rigor no hace tanto


las soledades / solas /cada una en su hueco
hablaban una sola deshilachada lengua
que en los momentos claves les servía de puente

o también una mano una señal un beso


acercaban al solo la soledad contigua
y una red solidaria de solos conectaba
las geografías y las esperanzas
en el amor y el tango los solos se abrazaban
y como era de todos el idioma del mundo
podían compartir la tristeza y el goce
y hasta se convencían de que no estaban solos

pero algo ha cambiado / está cambiando


cada solo estrenó su nueva cueva
nuevo juego de llaves y candados
y de paso el dialecto de uno solo

ahora cuando bailan los solos y la solas


ya no se enlazan / guardan su distancia
en el amor se abrazan pero piensan
en otro abrazo / el de sus soledades

las soledades de babel ignoran


qué soledades rozan su costado
nunca sabrán de quién es el proyecto
de la torre de espanto que construyen

así / diseminados pero juntos


cercanos pero ajenos / solos codo con codo
cada uno en su burbuja / insolidarios
envejecen mezquinos como islotes
y aunque siga la torre cielo arriba
en busca de ese pobre dios de siempre
ellos se desmoronan sin saberlo
soledades abajo / sueño abajo

MARIO BENEDETTI
(Uruguay)
NO PUEDE SER UN DUELO

En el pequeño lecho, lecho de niño casi, murió la


Droste
(pueden verlo en su museo de Meersburgo);
sobre este sofá murió Hölderlin, en una torre, en
casa de un
carpintero,
Rilke y George Trakl tal vez en lechos de
hospitales
suizos,
en Weimar, los grandes ojos negros de
Nietzsche reposaron sobre una almohada blanca,
hasta su
última mirada
-todo ello son ahora trastos viejos o, incluso, ya
no existen,
indefinibles, sin consistencia
en el indoloro asolamiento eterno.
Llevamos en nosotros los gérmenes de todos los
dioses,
el gene de la muerte y del goce-
¿Quién los separó? Las palabras y las cosas;
¿quién los mezcló? Los sufrimientos y las
circunstancias
en que terminan, madera con arroyos de
lágrimas, morada miserable para cortas horas.
No puede ser un duelo. Demasiado lejos, demasiado
distantes,
demasiado intangibles lecho y lágrimas, ni sí, ni
no,
nacimiento, dolor físico y fe,
un oleaje, sin nombre, un resbalón,
algo sobrenatural que se desplaza en el sueño, un
lecho y lágrimas que se mueven-
¡duérmete!

GOTTFRIED BENN
(Alemania)

ODA AL JARDÍN DEL AGUA

El agua inaugura el espacio


El agua es el alma libre que te llega de lo más
cercano y oscuro
Escucha el agua

que atraviesas esta puerta

Primer
paso es el
amor
Todos los pasos siguientes
escalan la memoria saludando a los que cruzan
Nadie es forastero aquí
Hermanos somos todos
venidos para celebrar la pureza del agua

Oh soberana
que velas la pureza
No olvides
que entre tus manos el alma
florece merced al agua
que corre hacia el infinito

Nada te separa de esta brisa


Nada
de este silencio
Que yo toque una planta es como
que
yo toque la estrella
Una es nuestra naturaleza
Aquí escucho las entrañas que escanden
Escribo el saludo
Escribo el silencio

Si yo hubiera estado aquí una


vez por siempre aquí estaría
Los techos no son menos altos que el cielo
Las ramas no son más lentas que el ala de una
paloma torcaz
La
escalera
que
lleva a mi habitación
conduce también al teatro de las palabras

Escruta esta luz


que de la piedra brota
Los rincones del
jardín los más
alejados
unos a otros se acercan
La corriente del agua los
empuja bajo
la paz de la fuente solitaria

Lenta la sombra avanza


transportando nuestros
pasos
hacia aquello que del todo
ignoramos Libérate de la
satisfacción final Hiciste promesa
de seguir la senda entre un alma y
otra alma
Y los que regresan ya no recuerdan quién eres

Las noches se derraman


por laderas que serpentean hacia los valles del
silencio
Mas los amigos aquí se
congregan noche
tras noche Jardín Desierto

MOHAMMED BENNIS
(Marruecos)
POTRO EN EL TIEMPO

Cierta vez, yo vi
nacer un potro.
Venía de las selvas que mueve la eternidad,
tembloroso y desnudo como la primera hoja.
Traía vuelta hacia el alba la cabeza
inocente y hendidos por un tierno relámpago
los cascos
minerales.

Era un hijo de las robustas edades,


era el viento de Dios sobre la tierra.

Un día rumoroso de abril escarlata


yo lo vi levantarse sobre el hombro del mundo.

Los héroes lo seguían


porque sabía galopar sobre los campos de siglos.
Las vírgenes solares -las de los oros
pendientes- lo llamaron entre guirnaldas
mestizas
"furia de las siete estrellas".
Los niños y los pájaros lo
amaban
porque donde él estaba florecían
tambores, resonaban laureles.
Con las lanzas morenas descendió a las
llanuras, vio edificar países con la sal de los
mares, cruzó largos ríos sobre un río de
banderas,
se asomó a los volcanes coronado de himnos.
Yo vi la libertad nacer de sus ijares,
húmeda y ruborosa, como jardín del tiempo.

Era un joven potro domador de


espigas, que de pie sobre su blanco
relincho daba espacio a las águilas
y abría las puertas de los continentes.

Recuerdo que en el atrio de mis años


oscuros, cuando el gallo lanzó juramentos de
oro
yo negué, cierta vez,
haber visto aquel potro.

El abrió el huracán de las crines sedientas


y me hicieron sus fuegos bajo un humo sin nombre;
me amarraron sus cascos en un verso cualquiera.

Yo le vi correr por los blancos


empíreos luz de sangre sin mancha
con las alas abiertas.

El viento de su hermosura
cruza por mis cambiantes praderas.

JUAN BEROES
(Venezuela)
EL CABALLO MUERTO

¡El muladar! Y a la izquierda, debajo de un césped


y alfalfa, las sepulturas de un cementerio; a la
derecha, una horca que parece pedir limosna a los
transeúntes, igual que un manco.

A este caballo, al que mataron ayer, se lo han


comido los lobos. Tiene las carnes desgarradas
en el cuello, a largas tiras, y parece estar
preparado y engalanado con cintas rojas para
ir a la cabalgata. Cada noche en cuanto la luna
empalidezca el cielo, su esqueleto se echará a
volar; en él cabalgará una bruja, que lo
estimulará con el hueso puntiagudo de su talón
por espuela; soplará el cierzo en el órgano de sus
flancos cavernosos. Y si en aquella hora
taciturna hubiera un ojo sin sueño, abierto
en alguna fosa del camposanto, se cerraría de
inmediato, por no ver a un espectro en las
estrellas. Ya la luna misma, que guiña un ojo,
pierde brillo en el otro y sólo ilumina, como una
candela flotante, al perro flaco y vagabundo que
lame el agua del estanque.
ALOYSIUS BERTRAND
(Italia)

PROMESAS

Reiremos nerviosos
cuando nuestros
cuerpos
chapoteen en el agua de la
vida.

Pececillos inquietos e
inseguros, nuestros dedos
se adentrarán en el bosque de los
encantos. E ingenuos, sorprendidos,
nos miraremos con
ternura,
fusionados en el tiempo y en el
espacio, en la vida.
Me sonreirás. Sólo
nosotros.
Y yo te besaré
apasionadamente clausurando
el murmullo de los pájaros,
suaves trinos espaciados.

Navegaremos solos
en un bergantín de líquida plata
a la isla del deseo:
vergel de las esperanzas
recién vividas.

ANGEL BERROCAL
JAIME JESÚS APRENDIZ
(España)

CANTO DE MUJER

Canto de mujer que se sabe no vista


tras cerrados postigos, ronca voz,
por lánguidos desmayos e imprevistos
temblores recorrida, hecha de huecas
palabras que no entiendo.
Oh voz absorta, tormentosa y dulce,
llena de sueños,
como en un tiempo el canto de sirenas
que en alta mar hechizó a los marinos.
Voz del deseo que no sabe
si quiere o teme, que a nada se refiere
sino a sí misma, a su amor estremecido
y oscuro. Como tú, la encendida carne
aún habla y se escucha
existir, asombrada.

CARLO BETTOCHI
(Italia)
EXILIO

Estoy exiliado en el texto. He bogado


en pos de los signos. Convertido al fin en
poema entre los fogonazos de las cavidades
sonoras. Palabras inmensas, escapadas de las
profundidades malditas, vuelan. Baten alas,
mensajeras de eternidad, tornado audible el ritmo
del tiempo.
Pero ya sabían que estaban condenadas a
buscar la corriente y la ley, yo sabía que a su
nueva libertad sucederían la prudencia de los
días y la fidelidad a los consignas.
Invicto hasta el alba, nazco de sus
cenizas. Después extraño en un mundo de
fragmentos.

MAX BILEN
(Israel)

NO ES POR NADA

Máquinas poderosas de los cielos,


vivimos bajo la presión en esta
ciudad a punto de desmoronarse por
completo.

Es verdad que todavía


podemos captar un sesgo de
belleza en el zumbido de los
teléfonos,
en el gruñido de los semáforos o
en los cables de la luz.

Que podemos contemplar


la inmensa cola de automóviles
y sus respectivas sombras
como un réptil capaz de convertirse en oro,
como una obra maestra...

Pero en las noches,


cuando nos retiramos a dormir,
¿quién nos quita
esta sensación de desamparo?

ALBERTO BLANCO
(México)

EL TERRÓN Y EL GUIJARRO

"El amor no busca complacerse a sí


mismo ni por sí tiene inquietud alguna;
sin embargo a otro da sosiego
y construye un cielo en la desesperación del
infierno."

Así cantaba un pequeño terrón de


arcilla aplastado por las patas del
ganado.
Pero un guijarro del arroyo
murmuraba estos versos
adecuados.

"El amor sólo busca la complacencia de sí


mismo y atar a otro a su deleite;
se regocija cuando los demás pierden la calma
y construyen un infierno a despecho de los
cielos."

WILLIAM BLAKE
(Inglaterra)

Se aproxima el sonido. El alma vuelve a ser joven


Al someterse al susurro abrumador.
En sueños, sin respirar, aprieto contra mis labios
Tu mano que ya parte.

Sueño que soy de nuevo un muchacho, otra vez un


amante,
Veo un barranco y hierbas
silvestres. Y en esas hierbas un matorral
de espinas
En la neblina del atardecer.

A través de las flores, las hojas y las ramas que


hieren
La antigua casa mira en mi corazón
El cielo otra vez atisba, sonrosando de un lado a
otro,
Tu ventana.

Esta voz es tuya y yo daría la vida y el dolor


Por su sonido incomprensible,
Aunque en el sueño yo apriete contra mis labios
Tu amada mano que ya parte.

2 de mayo de 1912

ALEXANDER BLOK
(Rusia)

ARTE POÉTICA

He tratado de dibujar un niño en la corteza de los


árboles
y de ocultar las ramas entre las páginas de un
sueño.
Y he mezclado los cielos a la sombra de un hijo,
a la sombra de un árbol,
a la sombra de un libro.

He tratado de barajar los pocos cielos míos.


De plantar una lengua en la tierra del sueño
y escribir con la mano del deseo, ese libro
que mañana hablará como un hijo.

Sin dejar de girar con un vino en el aire.


Por el hijo de oro, por el libro de espadas, por
el árbol de sangre.

JORGE BOCCANERA
(Argentina)

He visto sus ojos penetrantes, he visto su rostro


claro:
(Nadie mira jamás a los dioses sin condena)
Frío y sin corazón dejóme su ojo
victorioso, muy aturdido por el golpe de su
fuerte luz.

Como aquel al que el rayo sorprende de noche en


los campos,
asombrado palidece si la flecha de los cielos
pasa a su lado silbando y le ciega los ojos,
y tiembla y ve sobrecogido, a Júpiter, furioso.

Dime, Señora, dime en verdad, si tus ojos


verdes o son esos que dicen tiene el amor
cubiertos.
Los tenías, creo yo, la vez en que te vi,

al menos recuerdo que entonces observé


cómo el amor súbitamente, en cuanto te vi,
descubrió contra mí su arco y su
mirada.

ESTEBAN DE LA BOETIE
(Francia)

VENDRÁN A DECIRSE SU AMOR

Los geranios guardan silencio


junto al pilar envejecido
mientras la lluvia se
divierte en tono menor por
los tejados, se desliza por
los canales,
y se esconde rápida
en los huecos de la alcantarilla.
Los geranios saben que
apenas termine el juego de la
lluvia vendrán ellos
junto al pilar
envejecido a decirse su
amor
y a ejercitar una caricia.

ANTONIO BOLÍVAR CARDONA


(Colombia)

LETANÍA DE LA VICTORIA TRONCHADA

Ancla rota de la espera;


lámpara roja del ensueño;
puerta de bronce de la alegría.
El tiempo se detuvo para unir nuestras vidas;
el tiempo, descenso de los astros, abejas de
fuego
, sobre la extendida violeta dormida del espacio.

Ancla rota de la espera.


Esperanza dulcemente
labrada.
Extendí mi corazón en tu umbral, dulzura de la
victoria,
doblegué en tus manos mi vida.
Semilla en la luz
desflecada, lámpara roja del
ensueño,
sobre el mundo levanté tu imagen
coraza del dolor, espada de las sonrisas, albas
efímeras.

Cantando la muerte de la ceniza


tiré mi llanto en el río.
Mi juventud fue flecha de las flautas,
puerta de bronce de la alegría.

El tiempo se detuvo para unir nuestras vidas.


En tus manos, misteriosa amapola doblegué mi
alma, pero tú, hacha dormida, la heriste sin
querer.
Tú mirabas las piedras, el camino, el instante;
yo, el alba; rama del único fruto de oro.

Ancla caída de la espera.


Lámpara rota del ensueño.
Puerta cerrada de la alegría.
Mi dulce victoria tronchada.

SARAH BOLLO
(Uruguay)
Si yo te contara que en el
sueño mis manos como peces
náufragos escalaban a tientas
tus espaldas buscándote las
alas
que te salían debajo de la piel.

Tenías los ojos tristes,


la mirada sostenida en el aire
y la sonrisa deambulando entre los dientes.
Si yo te dijera que al alba
el sueño se interrumpió de súbito,
como se interrumpe un beso,
y yo no pude salvar nada,
ni siquiera la sombra de tu vuelo.

Hubiera bastado un instante


para que mis manos llegaran a tu
pecho donde te nace el corazón.

DAVID BONELLS ROVIRA


(Colombia)

A la hora de la siesta
un toro que escapó del matadero
entró a la casa de puertas abiertas.
Sus patas resbalaron en las baldosas del
zaguán antes de que en los corredores
iluminados de
geranios
se oyera su jadeo desconocido,
el estruendo de su cuerpo inocente.
Por las habitaciones frescas de
sombra erró con una furia ebria,
devastando un universo de cosas minúsculas,
de flores de papel y pocillos y sillas
vacías, hasta llegar a ese cuarto final
al que el silencio temeroso había huido.

La niña, en su precario
escondite, sabía que era un
sueño.
En la quietud del tiempo detenido
podía escuchar el latir atolondrado de su
pecho, su retumbar acompasado
como de pasos de bestia en la penumbra.

PIEDAD BONNETT VELEZ


(Colombia)

VENDEDOR DE FRUTA

Se traía un olor agridulce


de naranjas podridas,
de frutas desoladas por el tiempo,
con perfumes de pozo,
con fragancia de metales mellados por el fuego.

Se traía tan simplemente


sus arrugas,
sus harapos y un modo de caminar
a saltos cortos
como burro trotón tras su burrita.

Se traía además,
sus frutas corroídas,
sus naranjas, sus plátanos,
sus sueños confundidos con la fruta,
sus sarmentosas manos palpando el cuero dulce de
los jugos
y un grito sordo colgando en su garganta
sin poder arribar a sus grandes caminos afilados.

Se traía, una mirada de vegetal angustia,


un ademán de fruta comida por los pájaros
y una pobreza de pájaro herido en la mañana.

Se traía una soledad


de fruta cuaresmera, de gajo sorprendido por
gusanos,
se traía con él, su fe y su muerte
endulzada de jugos soleados.

HECTOR A. BORDA LEAÑO


(Bolivia)
RESACA
(1)

... No tenemos el
mar pero tenemos
náufragos.
Reinaldo Arenas

Sobre tus aguas un bulto:


alguna cifra de las
especie que ha sido desunida,
tal vez un brazo que rema
contra la
desmemoria
-quizás ni eso-:
tan sólo algún despojo que cuelga de una
mano alguien que renuncia al falso colectivo
al aburrimiento y sus extravíos
alguien que salió de la
emboscada acaso un atisbo de
hombre
entre el designio de las
aguas, un cuerpo exhausto, ininteligible
flotando en el famélico Golfo.

RAFAEL BORDAO
(Cuba)
OTRO POEMA DE LOS DONES

Gracias quiero dar al divino


Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de
soñar Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de
Ulises.
Por el amor, que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de preciosos
cristales, Por las místicas monedas de Ángel
Silesio,
Por Schopenhauer,
Que acaso descifró el
universo, Por el fulgor del
fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro
antiguo,
Por la caoba, el cedro y el
sándalo, Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa
Que prodiga color y que no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el
alba, Por la mañana en
Montevideo, Por el arte de la
amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del
infierno, De la torre del fuego
que purifica Y de las esferas
gloriosas,
Por Swedenborg,
Que conversaban con los ángeles en las calles de
Londres,
Por las ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el Idioma que, hace siglos hable en Nortumbria
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikings,
Por la música verbal de
Inglaterra, Por la música verbal
de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los
versos, Por el épico invierno,
Por el nombre de un libro que no he leído: Gesta
Dei per
Francos, Por Verlaine, inocente como los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de
bronce, Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla
de Manhattan,
Por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
Y cuyo nombre, como él hubiera preferido,
ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba,
Que antes del español
escribieron Toda la literatura
española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por la tortuga de Zenón y el mapa de
Royce, Por el olor medicinal de los
eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la
sabiduría, Por el olvido, que anula o modifica
el pasado, Por la costumbre,
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de
un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los
otros, Por la patria, sentida en los
jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Francisco de Asís, que ya
escribieron el poema
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
Por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte,
Esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.

JORGE LUIS BORGES


(Argentina)

El íntimo personaje que soy


no discute
acepta siempre acepta
desde la mañana acepta
su cepillo de dientes
su espumosa máquina de afeitar
algunas quejas de convivencia es natural
pequeñas fricciones
malestares
ninguna posibilidad de perfección
sólo lo vulgar las palabras cursis acepta
lo recursivo
oh sí
el íntimo personaje que soy
el oficiante íngrimo
en su ceremonia ensaya
algunas maniobras circulares gestos
pequeñas maneras de ascender
en vuelo rampante
alrededor de sí
como las moscas.

DOUGLAS BOHORQUEZ
(Venezuela)

UNA MÁS UNA ES UNA

la mujer de mi marido es
perfecta
él la adora cada minuto del día y la
noche
es infatigable buena cocinera madre
ejemplar
amante misteriosa y
perfumada
la mujer de mi marido me da cita por la tarde
nos vemos a escondidas nos imitamos
y con el apuro de la despedida a veces

una se queda
antes de que se vaya la otra

ALICIA BORINSKY
(Argentina)

CAMINOS

Todas las cosas


del mundo
llevan a una cita o
a un libro
Jorge Luis Borges

Todas las cosas vuelven


a contar con uno.
Nada hay más definitivo que
el encuentro.
Son los pasos que han ido,
son los vuelos que se han visto,
son las señas del amor
que se recuerdan.
Todas las cosas vuelven a
contar con uno.
Sobre las secuencias imperceptibles de las
piedras
cada piedra contigua es el retorno.
En cada gran peñasco está el tigre,
hay un águila que mira alrededor
la dificultad en llegar.
Porque
todas las cosas vuelven
a contar con uno.
Todo ya viene en camino,
es tránsito de naturaleza por el tiempo;
el tiempo arena de las ciudades rebeldes
que se revientan constantemente sobre la hierba.
Ya vuelven todas las cosas.
Está en transcurso ante todo el acto libre.
No conduce el pie humano al elefante,
no conduce la mano humana al arado,
no conduce figura humana
ninguna de sus ruedas.
Todas las cosas vuelven
a contar con uno.
Se estrechan y atraen.
Dirigidas van hacia las despedidas,
dirigidas van hacia el retorno.

JAVIER A. BOSCH FOSSI


(Colombia)

EL SECRETO DE LA MATERIA

Subo al desván y tengo seis años


por las escaleras que crujen
bajo los pies que vuelan en secreto,
crujen como la puerta que se abre
a la luz filtrada del pavor de la infancia
donde espero un poco
por todo lo que me espera desde la eternidad.
Tengo siete años y la ceniza se confunde con la
luz
depositada en el tiempo. Los baúles dejan ver el
otro lado
del mundo esparcido por el suelo a mi
alrededor. No son objetos sino el propio
misterio de la
existencia
que va pasando por mis manos
cuando tengo ocho años, cuando tengo ahora
el secreto de una puerta que se abre a la casa.
Recorro los caminos de la mesa, de la cama, de
la cocina,
la raíz de la casa es el desván
donde la luz toca en las manos el
infinito. Subo por los ojos asombrados
y espero todavía la aurora que me aguarda
aproximándose lentamente a su polvo.

ROSA ALICE BRANCO


(Portugal)

ESCENA EN EL CAMPO
La mariposa, revoloteando, se esquivaba del niñito
que quería cogerla y tras ella se esforzaba
y dejaba ir pequeños gritos.
Intentaba retenerlo, su madre, graciosamente
fatigada.
El esposo, sonriente, miraba todo encantado.
Tanta cosa ágil: la mariposa perseguida,
el hijito travieso,
y las jóvenes piernas de su mujer,
mariposeando por el campo.

Al extremo del matorral, sentado en una piedra,


paciente, el viejo Tiempo.

GERALDINO BRASIL
(Brasil)

Acodado contra el repleto bar


vierte en el plateado y curvo cuerno
su infeliz y antigua añoranza de su hogar
las parejas se contonean al girar
él se apoya y desea poder quemar
sus recuerdos igual que un viejo y notorio
emperador
de roma, pero ninguna estrella cuando él nació se
vio en el cielo
centellar
y ningún sabio rey halló su choza. Este repleto
bar
donde los bailarines al girar se contonean al son

guarda toda la fama y reconocimiento que podrá


esperar
de la tierra o del cielo. Se apoya contra el
bar y vierte su infeliz y antigua añoranza en
el saxofón

EDWARD KAMU BRATHWAITE


(Barbados)

PREGUNTAS DE UN OBRERO

¿Quién construyó a Tebas, la de las siete puertas?


Los libros registran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de
piedra?
Y Babilonia, tantas veces destruida,
¿quién la reconstruyó de nuevo otras
tantas?
¿En qué casas de la dorada Lima
vivían los obreros que la
construyeron?
¿A dónde fueron los albañiles la
tarde en que concluyó la muralla
china?
La gran Roma está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes triunfaron
los Césares? Las muchas veces cantada Bizancio
¿sólo tenía palacios para sus moradores?
Incluso en la legendaria Atlántida gritaban
durante la noche en que el mar se los
tragaba los ahogados llamando a sus
esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿El solo? César venció a los galos. ¿No
llevaba por lo menos un cocinero
consigo? Cuando naufragó su flota lloró
el rey Felipe de España. ¿No lloró nadie
más? Federico II triunfó en la guerra de
los siete años. ¿Quién triunfó
además? Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de celebración?

Cada diez años un gran


hombre.
¿Quién pagó los costos?

Tantos informes, tantas preguntas.

BERTOLD BRECHT
(Alemania)
UNIÓN LIBRE

Mi mujer con cabellera de llamaradas de


leño con pensamientos de centellas de calor
con talle de reloj de arena
mi mujer con talle de nutria entre los dientes de
un tigre
mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de
estrellas de última magnitud
con dientes de huella de ratón blanco sobre la
tierra blanca
con lengua de ámbar y vidrio frotados
mi mujer con lengua de hostia apuñalada
con lengua de muñeca que abre y cierra los
ojos con lengua de piedra increíble
mi mujer con pestañas de palotes escritos por un
niño
con cejas de borde de nido de golondrina
mi mujer con sienes de pizarra de techo de
invernadero

y de cristales empañados
mi mujer con hombros de champaña
y de fuente con cabezas de delfines bajo el
hielo mi mujer con muñecas de cerillas
mi mujer con dedos de azar y de as de
corazón con dedos de heno segado
mi mujer con axilas de marta y de
bellotas de noche de San Juan
de ligustro y de nido de escalarias
con brazos de espuma de mar y de
esclusa y de combinación de trigo
y molino
mi mujer con piernas de cohete
con movimientos de relojería y
desesperación mi mujer con pantorrillas
de médula de saúco mi mujer con pies de
iníciales
con pies de manojos de llaves con pies de pájaros
en el momento de beber
mi mujer con cuello de cebada sin pulir
mi mujer con garganta de Valle de Oro
de cita en el lecho mismo del
torrente con senos nocturnos
mi mujer con senos de montículo
marino mi mujer con senos de crisol
de rubíes
con senos de espectro de la rosa bajo
el rocío
mi mujer con vientre de apertura de abanico de los
días
con vientre de garra gigante
mi mujer con espalda de pájaro que huye en vuelo
vertical
con espalda de azogue
con nuca de canto rodado y de tiza mojada
con espalda de luz
y de caída de un vaso en el que acaban de
beber mi mujer con caderas de barquilla
con caderas de lustro y plumas de flecha
y de canutos de plumas de pavo real
blanco de balanza insensible
mi mujer con algas de greda y
amianto mi mujer con nalgas de lomo
de cisne mi mujer con nalgas de
primavera
con sexo de gladiolo
mi mujer con sexo de yacimiento aurífero y de
ornitorrinco
mi mujer con sexo de alga y de viejos
bombones mi mujer con sexo de espejo
mi mujer con ojos llenos de lágrimas
con ojos de panoplia violenta y de aguja
imantada mi mujer con ojos de pradera
mi mujer con ojos de agua para beber en
prisión mi mujer con ojos de bosque
eternamente bajo el hacha con ojos de nivel de
agua de nivel de aire y de fuego

ANDRÉ BRETON
(Francia)

LOS VERANOS
¡Fueron largos y ardientes los
veranos! Estábamos desnudos junto al
mar,
y el mar aún más desnudo. Con los
ojos, y en unos cuerpos ágiles,
hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de


luna, y era la vida cálida y violenta.
Ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrazaba eternos, y éramos sólo
tiempo. Se borraban los astros en el
amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos


felices al modo inmerecido de los
dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!

FRANCISCO BRINES
(España)

REQUIEM
¿Quién puede llamarse mi
amigo?
¿A quién puedo llamar mi amigo?
En esta ciudad tan querida nadie llora por mí;
el miedo me acosa desde el momento en que
despierto;
un miedo que comenzó con mi nacimiento,
con las primeras violencias con las primeras
prohibiciones.
Odié a las maestras que me enseñaron a leer y
escribir
con el mismo gesto displicente con que a los
niños pobres
se les da un juguete viejo en la noche de reyes;
como si ello fuera parte de una condena, con
furia reprimida;
odié a mi maestra de sexto grado hasta el
punto
de desearle la muerte.
Odié a las instituciones que aprisionaron mi
cuerpo
y me negaban los derechos del sexo,
odié a los poderosos ante los cuales se humillaban
mis padres,
odié a mis padres por humillarse ante ellos
pero
disimulé mis odios como pude
porque esas buenas gentes me hubieran conducido
sin piedad a la horca.

Me tragué la desesperación y las ofensas


soporté que a los quince años me vistieran
con
una mortaja.
Después salí al mundo por mis propios medios
desollada, dispuesta a mentir, a engañar,
destruir
y destruirme.
Yo ya había sido juzgada y condenada por las
fuerzas del orden
pero no conocía la
sentencia.
Viví muchos años en esa ignorancia.
A veces me sumergía en un pozo sin luz
y caminaba tanteando las paredes:

buscaba la locura como una liberación


buscaba el sueño como algunos suicidas buscan la
muerte.
Fui feliz y desdichada alternativamente
feliz cuando en las sombras una mano cálida
apretaba la mía,
desdichada cuando perdida toda esperanza supe
que
jamás podría matarme,
y que debería aprender a soportar mis
fracasos
de cualquier manera, para siempre.

CARMEN BRUNA
(Argentina)
CARTA A MI HIJO DE CINCO AÑOS
(Colonia Penal El Frontón)

Hijo.

Óyeme en el pulso del tiempo,


mírame en las nubes,
y en las hojas que caen sin retorno
escucha mi mensaje.

¡Parla niño!
¡Parla en tu media lengua
que yo te veo y te oigo
desde mi sol profundo!

Mi corazón vuela a tu lado


aquí, no necesito corazón.

El mundo es una boca de lobo,


entre sus bayonetas,
¿qué será de ti
sin mis hombros de piedra?

Andarás mucho más suelto,


alado de miseria,
tal vez echándolas de hombre.
Acaso te pregunten.
¿Quién metió a tu papá de redentor?
O, sencillamente, no te pregunten nada.
Cuando crezcas, tú también has de hablar,
harás tus propias preguntas,
irás a alguna fábrica...
Entonces, hijo mío, te entregaré mi guardia,
¡moriré feliz!

LEONCIO BUENO
(Perú)

3 HORAS, 16 MINUTOS y 30 SEGUNDOS

se supone que soy un gran


poeta y tengo sueño por la
tarde
sé que la muerte es un toro
gigantesco dispuesto a embestirme
y tengo sueño por la tarde
sé que hay guerras y hombres que pelean en el
ring sé que hay buena comida, buenos vinos,
buenas
mujeres
y tengo sueño por la tarde
sé que hay una mujer que me ama
y tengo sueño por la tarde,
me inclino hacia el sol tras una cortina
amarilla y me pregunto adónde habrán ido
las moscas del verano
recuerdo la muerte tan sangrienta de Hemingway
y tengo sueño por la tarde.

Algún día no tendré sueño por la tarde


algún día escribiré un poema que encenderá
volcanes

en las colinas que están ahí fuera


pero ahora mismo tengo sueño por la tarde
y alguien me pregunta "Bukowski, ¿qué hora es?"
y yo contesto "3 horas, 16 minutos y 30 segundos".
me siento muy culpable, me siento asqueroso,
inútil,
demente,
tengo sueño
por las tardes,
están bombardeando iglesias, bien, eso está bien,
los niños montan en ponys en los parques, eso
está bien,
las bibliotecas están llenas de miles de libros
sabios,
hay música grandiosa encerrada dentro de la radio y
yo tengo sueño por la tarde,
tengo una fosa dentro de mí diciendo,
bah, deja que lo hagan los demás, déjales que
ganen,
déjame dormir,
el ingenio está a oscuras
barriendo las oscuridad con una escoba,
me voy a donde han ido las moscas del
verano, intentad atraparme.
CHARLES BUKOWSKI
(Estados Unidos)

La que congrega las aguas;


la que escoge las arenas como disponiendo un
lecho;
la que hila cadáveres de mariposa, enraiza las
semillas y practica el hondo rito.

La mujer exacta para guardar con ella


los cofres de la memoria y partir navegando
hacia la vida -como si tras la verificación
del
dolor
(el itinerario de sus abandonadas noches,
el inclemente filo de la angustia que se agazapó
por las
paredes)
como si en sus últimas
palabras enunciara
el primer augurio:
esta insubordinada aceptación de la soledad.

ALVARO BURGOS PALACIOS


(Colombia)
EL NIÑO DUERME

El tren,
sosegado,
aguarda el impulso
hacia andenes festivos.
La pirámide trunca.
El globo se columpia en el aire.
Otra vez vertebrada la jirafa sonríe
descansando la fatiga
de sus viajes sin pausas.
El sopor de la tarde
han calmado los duendes
y un silencio irisado
se desviste en la pieza.
La esperanza respira,
flota aún la balada.
Por entre sus labios
suena un grillo travieso.
El niño duerme.

JACINTO CESAR BURGOS


(Colombia)
ACABADO DE SALIR DEL MUNDO

Acabado de salir del mundo no halla palabras


No halla vacío ni halla nada
Eso sí
No quisiera retornar
No quisiera tener cuerpo otra vez
No quisiera alma

Acabado de salir del mundo traza sus ojos y se


pinta
Es un dibujo de niño
Crea un mal hombre y una peor mujer
Un paraíso sin sentido
Diseña un universo para que ellos se piensen
Escribe una mirada

Acabado de salir del mundo vuelve a crearse


La muerte no le resuelve nada

CAMPO RICARDO BURGOS LÓPEZ


(Colombia)

NOSTALGIA DE LOS CUERPOS

Ya los cuerpos se han marchado.


Uno y otro y todos
a través del tiempo
son apenas duendes locos
ebrios habitantes sin
olvido.
Los amo a todos sin culpas y sin penas:
he muerto en ellos, sin
descanso, y cada vez he
renacido.
Ahora añoro sus
cabellos, sus voces sus
colores,
sus labios con palabras
incendiadas, sus ombligos y sus
clítoris.
Pero añoro todavía más
las preguntas que tatuaron en mi
cuerpo, su perpetuo movimiento
como jadeantes fantasmas amorosos. Ya
los cuerpos se han marchado estarán con
otros cuerpos...
No los olvido. Sé que ellos tampoco.
Colmado de ellos, estoy solo.

JORGE BUSTAMANTE GARCIA


(Colombia)

RETRATO DE UN HOMBRE SUMERGIDO


¿Quién puede ser
ese hombre en el rincón del bar?
¿Quién puede ser
ese hombre solo, solitario,
meditabundo?
¿Quién puede ser?
Los hombros encorvados
el rostro marcado, hundido con las
pequeñas tragedias de la vida
Un espejo torcido de la
Ind Coope and Alsop
refleja ese cabello envejecido, esos
hombros anchos, esas manos
silenciosas, hirsutas, de simio
¿Cuál es, cuál fue el peso que dobló
aquellos hombros?
Ese hombre solo, solitario, pensativo,
¿de qué puede ser?
¿De nada?
¿O vive de nuevo la pesadilla
de toda la vergüenza
que sufrió e hizo sufrir?
La promesa rota, la palabra astillada
su mano roja
cautiva en el cajón emocional las
cosas que nunca ha hecho
y nunca hará
las cosas desesperan
Levanto mis ojos de esa
fachada amarga y veo a
ese hombre en el espejo
Ese hombre soy yo

RICHARD BURTON
(Inglaterra)

CRÓNICA DEL SUEÑO

Si bajara los párpados lentamente con el


recuerdo del color amarillo
caerían las frutas más altas de los árboles
Si anudara los dedos sobre la
espalda se detendría
el viento
y vería sus alas y la red invisible con que
envuelve
las hojas y las arrastra
Si diera un paso hacia atrás estaría otra
vez en la otra tarde
y vería a la madre en la1 blanca ceremonia de las
sábanas
Si peinara hacia adelante mis cabellos
crecería el agua de los
espejos
y se ahogarían todas las imágenes
Si soplara sobre mi mano cerrada dejando un ojo de
aire
se abriría un ojo de aire y por allí pasaría
un barco o una manada de caballos
Si agitara los brazos estaría en el cielo
de los barriletes y los pájaros
Si ahora me diera una vuelta sobre el cuerpo
¿en qué otro sueño
despertaría?

ROMULO BUSTOS AGUIRRE


(Colombia)

LA GACELA SALVAJE

La gacela salvaje en montes


de Judea puede brincar aún,
alborozada,
puede abrevarse en esas aguas vivas
que en la sagrada tierra brotan siempre;
puede alzar su extremidad ligera y con ardientes
ojos
mirar, en un transporte de indómita alegría.

Pies ágiles también y ojos más encendidos


aquí tuvo Judea en otros tiempos,
y en el lugar del ya perdido gozo,
más bellos habitantes hubo un día.
Ondulan en el Líbano los cedros,
pero se fueron las hijas de Judea,
aún más majestuosas.
Más bendita la palma de esos
llanos que de Israel la dispersa
estirpe, pues echa aquí raíces
y se queda, graciosa y solitaria:
ya su suelo natal no deja nunca
y no podrá vivir en otras tierras.

Mas nosotros vagamos, en calores


excesivos, para morir muy lejos:
donde están las cenizas de los padres
nunca descansarán nuestras cenizas;
ya ni un solo sillar le queda a nuestro templo
y en trono de Salem se ha sentado la Burla.

LORD BYRON
(Inglaterra)

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Espere... la Letra C

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