La Rata de Tilea - Sandy Mitchell
La Rata de Tilea - Sandy Mitchell
Warble se detuvo, con el brazo medio levantado para hacer una señal
a la camarera, e inclinó la cabeza hacia atrás para mirarla directamente a
los ojos. Había visto al puñado de refugiados andrajosos que habían
llegado al Páramo unos meses antes, rescatados en medio del océano por
buques mercantes y las noticias que habían traído, resultaban cada vez
más confusas al contarlas mientras corrían de calle en calle, pero estaba
seguro de que estaba a punto de oír algo que lo apartaría de su comida si
se lo permitía.
-Continúa…- decidió finalmente, ya que la curiosidad superaba sus
deseos más físicos.
Su voz era neutra, sin inflexiones. Hablar con Lisette siempre le daba
escalofríos a Warble. Trató de igualar su tono, pero los Halflings, no
estaban preparados para ello.
-Tal vez no… Pero antes, aclárame una cosa… Conoces a algunas
personas con algún tipo de... vínculo con el Cisne Volador, ¿no es así?
-Nunca hablo de mis negocios, ya lo sabes.
Él ya lo sabía. Pero, por el contrario, ni siquiera sabía con certeza si
ella era miembro del Gremio y mucho menos si estaba tan arriba en él
como sospechaba, pero sí sabía por experiencias pasadas, que cualquier
cosa que le dijera acabaría llegando a los oídos de esas personas.
-He oído que uno de sus clientes, fue asaltado el otro día.
Aquella noticia, hizo que su mirada se entrecerrara, sólo una mínima
fracción.
- ¿Quién te dijo eso? - quiso saber ella.
-El mismo cliente. Me ha contratado para recuperar una pieza
perdida- se confesó el Halfling.
-Preguntaré al respecto… ¿Qué más? - terció ella echando una
penetrante mirada.
-Un hombre gordo. También busca el objeto. Anda con un niño… o
un halfling, según me dijeron. ¿Alguno de tus... contactos?
-No.
Un leve, aunque brusco movimiento de cabeza, dejó varias mechas
ondulando en su cabello. Warble no había esperado una respuesta tan
directa y se quedó un momento sin saber qué hacer… nunca la había visto
tan agitada. Eso, bastó para convencerlo de que ella decía la verdad y de
que nada de esto tenía que ver con los del Gremio.
Eso debería haberle hecho sentirse mejor, pero no lo hizo. Sólo se
preguntaba quién podría ser tan estúpido (o tan poderoso) como para no
preocuparse por enemistarse con ellos.
Warble acababa de doblar la esquina del callejón Tanner, cuando el
hombre gordo surgió como un barco a toda vela en medio de la niebla. El
halfling giró sobre sus talones, justo a tiempo para ver cómo una pequeña
figura con un gran cuchillo, se colaba en el callejón detrás suyo. Llevaba un
gran sombrero flexible con una larga pluma, que ocultaba eficazmente su
rostro y un traje de terciopelo, del que brotaban encajes en extrañas
direcciones. Tardó un momento en darse cuenta de que el sombrero,
estaba más o menos a la altura de su pecho, antes de sacar su propia arma
y retroceder contra la pared más cercana.
-Muy bien, puercos- gorjeó. - ¿Quién va primero? ¿El mono o el
organillero?
-Creo que estás buscando una estatua de rata, ¿no? - se oyó a sus
espaldas.
Warble se puso en pie de un salto, apartándose y haciendo volar la
silla. El estruendo, pareció llenar aquel local habitualmente silencioso y
miró avergonzado a los rostros de la taberna que miraban en su dirección
debido al espectáculo ofrecido, antes de que sus ojos alcanzaran la hebilla
del cinturón del gigante rubio que estaba detrás de él. Al cabo de un
momento, se reanudaron las conversaciones.
-Lo siento. ¿Te he asustado? - se disculpó el gigante.
-Sólo me he acojonado un poco- le concedió Warble, guardando su
daga.
FIN.