TEMA 4. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833) Historia de España
TEMA 4. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833) Historia de España
TEMA 4. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788-1833) Historia de España
- Entre 1812 y 1814: el imperio napoleónico empezó a tener problemas en Europa (desastre de la invasión de
Rusia). Esto permitió a los ejércitos españoles, portugueses y británicos emprender una ofensiva victoriosa que
obligó a los franceses a retirarse. Las tropas francesas fueron retrocediendo progresivamente hacia la frontera
pirenaica empujadas por los españoles y por el ejército anglo-portugués dirigido por el general Wellington. Son
famosas las victorias de Arapiles [Salamanca], Vitoria y San Marcial [Guipúzcoa].
A finales de 1813 se firmó el Tratado de Valençay, por el que Napoleón volvía a reconocer a Fernando VII
como rey de España, concluyendo así la guerra de manera oficial (las últimas unidades militares francesas
abandonaron España en abril de 1814).
Las consecuencias de la guerra.
La guerra supuso un enorme colapso demográfico. Se calcula que hubo medio millón de muertos, una cifra
considerable para una población total de unos 11 millones en 1807. A las bajas producidas en combate hay que
añadir las debidas a las epidemias y a las hambrunas, sin olvidar el exilio de los afrancesados, españoles que
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habían colaborado con el gobierno de José I y que debieron atravesar la frontera junto con las tropas francesas al
término de la guerra.
Los daños materiales no fueron menores. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San Sebastián quedaron
totalmente arrasadas. En otras muchas fueron destruidos edificios y monumentos artísticos. Además, los franceses
también llevaron a cabo un importante expolio de obras artísticas, sólo parcialmente devueltas tras la guerra.
Respecto a los daños económicos, hubo fábricas y manufacturas destruidas en acciones de guerra. Pero fueron
los campesinos los que soportaron el peso principal: alistamientos masivos y campos arrasados. Por si fuera poco, la
guerra arruinó definitivamente la Hacienda española.
Por otro lado, la guerra activó el proceso de independencia de la América española. Ante el vacío de poder
creado, los grupos criollos optaron por negarse a acatar la nueva monarquía francesa. Sustituyeron a las viejas
autoridades, organizaron sus propias Juntas y establecieron un régimen de autogobierno que está en el inicio del
proceso de emancipación de las colonias.
El reinado de Fernando VII (1814-1833) representa la lucha de dos opciones políticas: el absolutismo y el
liberalismo. Por otro lado, durante esta etapa culmina el proceso de emancipación de Hispanoamérica, que se había
iniciado durante el periodo de la Guerra de Independencia contra los franceses.
1. El sexenio absolutista (1814-1820).
El Tratado de Valençay (1813) suponía el final de la guerra contra los franceses y el retorno de Fernando
VII reconocido como rey legítimo de España. Ese retorno del rey planteaba el problema de integrar al monarca
en el nuevo modelo político elaborado en Cádiz, pues Fernando VII había abandonado el país como monarca
absoluto y ahora se esperaba que volviera como monarca constitucional.
Por su parte, los absolutistas se organizaron y mostraron al rey su apoyo incondicional para que se restaurase el
Antiguo Régimen en España; así lo hacen entregando al monarca (que se encontraba ya en Valencia) el Manifiesto
de los Persas, documento firmado (en abril de 1814) por sesenta y nueve diputados absolutistas pidiéndole al rey
que rechazara los planteamientos liberales y restaurase la monarquía absoluta.
Con este apoyo, Fernando VII promulgó un Real Decreto el 4 de mayo de 1814 en el que declaraba "nulos y de
ningún valor ni efecto" la Constitución y los decretos de las Cortes de Cádiz y anunciaba la vuelta al absolutismo.
En los meses siguientes se produjo la restauración de todas las antiguas instituciones, del régimen señorial y de
la Inquisición. Además, inmediatamente comenzará una brutal represión contra los liberales: muchos fueron
detenidos o asesinados, mientras que otros tuvieron que huir hacia el exilio o actuar en la clandestinidad
organizados en sociedades secretas.
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Sin embargo, la situación interior era muy inestable: el país había sufrido grandes destrozos por la guerra, las
actividades económicas estaban paralizadas, las finanzas del Estado casi en bancarrota y en los territorios
americanos se había iniciado el proceso de independencia. Los liberales aprovecharon esta debilidad para oponerse
al régimen; la principal forma de actuación fueron los pronunciamientos militares (sublevaciones, levantamientos
armados protagonizados por militares), que fracasaron sistemáticamente entre 1814 y 1820, pero que evidenciaban
el descontento popular y el agotamiento del modelo absolutista.
2. El Trienio Liberal (1820-1823).
En 1820, triunfó en Andalucía un pronunciamiento (golpe de Estado) liberal de un cuerpo de ejército al mando
del teniente coronel Rafael del Riego que estaba en Cabezas de San Juan (Sevilla) a punto de embarcar hacia
América para sofocar el movimiento de independencia. El movimiento revolucionario se fue extendiendo a otras
zonas de España y las fuerzas afines al rey fueron incapaces de reaccionar. Finalmente, Fernando VII, sorprendido
por el éxito del pronunciamiento de Riego, se vio obligado a jurar la Constitución 1812 de y convertirse en un
monarca constitucional.
Fernando VII nombró un nuevo Gobierno que proclamó la amnistía y convocó elecciones. Las nuevas
Cortes, con mayoría de diputados liberales, iniciaron rápidamente una importante obra legislativa, restaurando
gran parte de las reformas de Cádiz: se vuelve a abolir la Inquisición; se desamortizan bienes de la Iglesia; se
restablecen las libertades económicas y también la libertad de imprenta, expresión y opinión; la Milicia Nacional
fue reintroducida…
Pero muy pronto se pudo observar que existía una oposición al nuevo régimen liberal: el propio rey trataba de
dificultar la acción legislativa y de gobierno y surgió un poderoso sector realista (integrado fundamentalmente por
la nobleza y el clero) que además contaba con el apoyo de gran parte del campesinado, que no se había visto
beneficiado por las reformas de los liberales (se acabó con el régimen señorial, pero las propiedades no cambiaron de
manos, ni hubo repartos de tierras, ni rebaja de impuestos).
Además, estaba surgiendo una división en el seno de los propios liberales: por un lado se estaba configurando
un sector, el de los moderados o doceañistas, que era partidario de realizar reformas muy limitadas y llegar a un
entendimiento con los absolutistas; por otro lado, los exaltados o veinteañistas planteaban la necesidad de acelerar
y profundizar en las reformas y enfrentarse al monarca, confiando en el apoyo de los sectores liberales de las
ciudades, de parte del ejército, de los intelectuales y de la prensa.
El régimen del Trienio finalizó debido a la intervención de las potencias absolutistas europeas. La Santa
Alianza respondió a las peticiones de Fernando VII y encargó a Francia intervenir en España para restaurar el
absolutismo. Así, en abril de 1823, unos 60.000 soldados apoyados por unos 35.000 realistas españoles ("los Cien
Mil Hijos de San Luis") ocuparon el país y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
En noviembre de 1822, se celebra el Congreso de Verona, con la asistencia de Reino Unido, Francia, Austria, Rusia y
Prusia. Las potencias asistentes, con la abstención del Reino Unido, que exigió garantías para que la intervención militar no
se extendiera a las colonias españolas en América, deciden intervenir militarmente en España para terminar con la
revolución liberal y reinstaurar el absolutismo; ya hemos visto como el mismo Fernando VII reclamaba esta intervención,
pues había sido obligado a jurar la Constitución de 1812 tras el pronunciamiento de Riego. La intervención militar correría a
cargo de un ejército francés, comprometiéndose el resto de potencias a ayudarle económicamente. De este modo, tal y como
se había acordado en Verona, en abril de 1823 un numeroso ejército francés al mando del duque de Angulema (denominado los
Cien Mil Hijos de San Luis), invadía España; este ejército ocupó el territorio nacional con el apoyo de tropas realistas
españolas. La resistencia fue escasa. Fernando VII publicaba el Decreto del Puerto de Santa María y restauraba su poder
absoluto (TEXTO). Comienza así la Década absolutista, conocida como la Década ominosa por los liberales.
Texto 8. Puerto de Santa María, 1 de octubre de 1823 (Decreto publicado el 7 de octubre en la Gaceta de
Madrid)
“Bien públicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y
siguieron al establecimiento de la democrática Constitución de Cádiz en el mes de marzo de 1820: la más criminal
traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi Real Persona, y la violencia más inevitable,
fueron los elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código
democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias. Mis vasallos […] gobernados tiránicamente, en virtud y
a nombre de la Constitución, y espiados traidoramente hasta en sus mismos aposentos, ni les era posible reclamar
el orden ni la justicia, ni podían conformarse con leyes establecidas por la cobardía y la traición, sostenidas por la
violencia, y productoras del desorden más espantoso, de la anarquía más desoladora y de la indigencia universal.
(…) No fue estéril el grito general de la Nación: por todas las Provincias se formaban cuerpos armados que
lidiaron contra los soldados de la Constitución […]
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La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi Real Familia, la mísera situación de
mis vasallos fieles y leales, y las máximas perniciosas que profusamente esparcían a toda costa los agentes
Españoles por todas partes, determinaron poner fin a un estado de cosas que era el escándalo universal, que
caminaba a trastornar todos los Tronos y todas las instituciones antiguas cambiándolas en la irreligión y en la
inmoralidad.
Encargada la Francia de tan santa empresa, en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de todos los rebeldes del
mundo, reunidos por desgracia de la España en el suelo clásico de la fidelidad y de la lealtad. Mi augusto y amado
primo el Duque de Angulema al frente de un Ejército, vencedor en todos mis dominios, me ha sacado de la
esclavitud en que gemía, restituyéndome a mis amados vasallos fieles y constantes.
Sentado ya otra vez en el trono de S. Fernando […], deseando proveer de remedio las más urgentes necesidades de
mis pueblos, y manifestar a todo el mundo mi verdadera voluntad en el primer momento que he recobrado la
libertad; he venido a declarar lo siguiente:
[…] Son nulos y de ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional (de cualquiera clase y
condición que sean) que ha dominado a mis pueblos desde el día 7 de marzo de 1820 hasta hoy, día 1 de octubre
de 1823, declarando, como declaro, que en toda esta época he carecido de libertad, obligado a sancionar las leyes
y a expedir órdenes, decretos y reglamentos que en contra mi voluntad se meditaba y expedían por el mismo
gobierno. […]”.
Puerto de Santa María, 1 de octubre de 1823 (Decreto publicado el 7 de octubre en la Gaceta de Madrid)