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EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN

Y DE LA ILUMINACIÓN

RITOS PROPIOS DE ESTE PERÍODO

152. En este tiempo, que de ordinario coincidirá con la Cuaresma y que


comienza con la «elección», los catecúmenos juntamente con la
comunidad local se entregan al recogimiento espiritual como
preparación para las fiestas pascuales y para la iniciación de los
sacramentos. A este objeto se celebran para ellos los escrutinios, las
«entregas» y los ritos de preparación inmediata.

ESCRUTINIOS Y ENTREGAS

153. En la Cuaresma, que precede a los sacramentos de la iniciación, se


celebran los escrutinios y las «entregas». Con estos ritos se completa la
preparación espiritual y catequética de los «elegidos» o «postulantes»,
que se prolonga durante todo el tiempo de Cuaresma.

I. ESCRUTINIOS

154. La finalidad de los escrutinios es primordialmente espiritual, y se


completa con ayuda de los exorcismos. Porque el objeto de los
escrutinios es purificar las almas y los corazones, proteger contra las
tentaciones, rectificar la intención y mover la voluntad, para que los
catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y prosigan con
mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios.

155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento


íntimo de Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el
sincero conocimiento de sí mismos, la reflexión seria de la conciencia y
la verdadera penitencia.
156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los
diáconos, los elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del
misterio de Cristo que nos libra del pecado, se desprenden de las
consecuencias del pecado y del influjo diabólico, consiguen fuerzas para
su itinerario espiritual, y se les abre el corazón para recibir los dones del
Salvador.

157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de


Cristo, se celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos
conozcan gradualmente el misterio del pecado, del cual todo el
universo, y cada hombre en particular, anhela redimirse para verse libre
de sus consecuencias actuales y futuras; ya para que se impregnen sus
mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua viva (cfr. Evangelio
de la samaritana), luz (cfr. Evangelio del ciego de nacimiento),
resurrección y vida (cfr. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es
necesario que haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en
el deseo de la salvación desde el primer escrutinio al último.

158. Los escrutinios se celebran por un sacerdote o por un diácono, al


frente de la comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios
también se aprovechen espiritualmente los fieles, y para que intercedan
en las súplicas por los «elegidos».

159. Los escrutinios se hacen en las Misas de los escrutinios, que se


celebran los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma; léanse las
lecturas del ciclo «A» con sus cantos, según están asignadas en el
leccionario de la Misa (Ordo lectionum Missae, nn. 745, 746, 747). Pero si
en estos domingos, por razones pastorales, no se pueden hacer, elíjanse
otros domingos de Cuaresma, o de los días de entre semana más
convenientes. Sin embargo, la primera Misa de los escrutinios debe ser
siempre la Misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de
nacimiento; y la tercera, la de Lázaro.
PRIMER ESCRUTINIO

160. El primer escrutinio se celebra el tercer domingo de Cuaresma,


empleando las fórmulas señaladas tanto en el misal como en el
leccionario (cfr. también nn. 376-377).

Homilía

161. El celebrante, basándose en las lecturas de la sagrada Escritura,


expone en la homilía el objeto del primer escrutinio, fijándose tanto en
la liturgia cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.

Oración en silencio

162. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se


ponen de pie delante del celebrante. Éste, vuelto primero hacia los
fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos, pidiendo el espíritu de
penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los hijos de
Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en
silencio, y los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su
postura corporal, ya sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye
con estas o parecidas palabras: 

Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (o: arrodillaos) y orad.

Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio


durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se
levantan.
Súplicas por los elegidos

163. Mientras se hacen las súplicas por los elegidos, los padrinos y
madrinas apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.

Celebrante: 
Oremos por estos elegidos, a los que eligió la Iglesia confiadamente
después de un camino ya largo, para que, acabada la preparación, en las
fiestas pascuales encuentren a Cristo en sus sacramentos.

Lector: 
Para que mediten en su corazón las palabras divinas y las saboreen más
profundamente cada día, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector: 
Para que conozcan a Cristo, que vino a salvar lo que había perecido,
roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector: 
Para que confiesen con humildad de corazón que son pecadores,
roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector: 
Para que rechacen sinceramente en sus costumbres todo lo que
desagrada a Cristo y le es contrario, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.


Lector:
Para que el Espíritu Santo, que escruta los corazones de todos los
hombres, fortalezca su debilidad, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector: 
Para que enseñados por el mismo Espíritu aprendan lo que es de Dios y
lo que le agrada, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector: 
Para que también sus familias pongan en Cristo su esperanza, y
encuentren en él la paz y la santidad, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector:
Para que nosotros mismos nos preparemos a las fiestas pascuales
corrigiendo nuestros pensamientos, levantando el corazón y
practicando con caridad las obras de misericordia, roguemos al Señor.

R./ Escúchanos, Señor.

Lector:
Para que en el mundo entero se fortalezca lo débil, se restaure lo
ruinoso, se encuentre lo perdido y se rescate lo encontrado, roguemos al
Señor.

R./ Escúchanos, Señor.


Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la
monición del celebrante como las invocaciones del lector. Añádanse
también las acostumbradas peticiones por las necesidades de la Iglesia
y de todo el mundo, si después de despedidos los catecúmenos se
omite la oración universal en la Eucaristía (cfr. n. 166).

Otras fórmulas de las súplicas «ad libitum» en el n. 378.

Exorcismo

164. Después de las súplicas, vuelto hacia los elegidos, dice con las
manos juntas:

Oremos. Oh Dios, que nos enviaste como Salvador a tu Hijo, concédenos


que estos catecúmenos, que desean sacar agua viva como la
Samaritana, convertidos como ella con la palabra del Señor, se
confiesen cargados de pecados y debilidades. No permitas, te
suplicamos, que con vana confianza en sí mismos, sean engañados por
la potestad diabólica, mas líbralos del espíritu pérfido, para que,
reconociendo sus maldades, merezcan ser purificados interiormente
para comenzar el camino de la salvación. Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone


la mano en silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante
prosigue:

Señor Jesús, tú eres la fuente a la que acuden estos sedientos y el


maestro al que buscan. Ante ti, que eres el único santo, no se atreven a
proclamarse inocentes. Confiadamente abren sus corazones, confiesan
su suciedad, descubren sus llagas ocultas. Líbrales, pues,
bondadosamente de sus flaquezas, cura su enfermedad, apaga su sed, y
otórgales la paz. Por la virtud de tu nombre, que invocamos con fe, séles
propicio y sálvalos. Domina al espíritu maligno, derrotado cuando
resucitaste. Por el Espíritu Santo muestra el camino a tus elegidos para
que caminando hacia el Padre, le adoren en la verdad. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos.

Todos:

Amén.

Otras fórmulas de exorcismo «ad libitum» en el n. 379.

Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido,


v.gr., entre los salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.
Despedida de los elegidos

165. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo: 

Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio. Y que el Señor esté


siempre con vosotros.

Elegidos: 

Amén.

Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la


iglesia, hágase como se dijo en el Rito de entrada en el catecumenado,
n. 96.
Pero si no se celebra la Eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún
canto a propósito, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.
II. ENTREGAS

181. Si las «entregas» no se hubieran hecho antes (cfr. nn. 125-126), se


celebrarán después de los «escrutinios». Con las «entregas», una vez
completada la preparación doctrinal de los catecúmenos, o al menos,
comenzada en el tiempo oportuno, la Iglesia les entrega con amor los
documentos que desde la antigüedad constituyen un compendio de su
fe y de su oración.

182. Es de desear que las «entregas» se hagan en presencia de la


comunidad de los fieles, después de la liturgia de la palabra de la Misa
ferial, con lecturas que sean apropiadas a la ceremonia de la «entrega».

ENTREGA DEL SÍMBOLO

183. La primera «entrega» que se hace es la «entrega del Símbolo», que


los elegidos se aprenderán de memoria, y después pronunciarán
públicamente (cfr. nn. 194-199), antes de que según ese Símbolo
proclamen su fe en el día del Bautismo.

184. La entrega del Símbolo se hace durante la semana que sigue al


primer escrutinio. Si se juzga oportuno, se puede celebrar también
durante el tiempo del catecumenado (cfr. nn. 125-126).

Lecturas y homilía

185. En lugar de las lecturas asignadas a la feria, léanse lecturas a


propósito, v.gr.:

Lectura I. Dt 6,1-7:
«Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón». Habló Moisés al
pueblo y dijo: Éstos son los preceptos...

Salmo responsorial. Sal 18, 8. 9. 10. 11.


R./ (Jn 6,68): Señor, en tus palabras hay vida eterna.
Lectura II. Rm 10,8-13: «Confesión de fe del que cree en Dios». Hermanos:
¿Qué dice la Escritura?...

O bien: 1 Co 15,1-8a (larga) ó 1-4 (breve): «El Evangelio os está salvando, si


es que conserváis el Evangelio que os proclamé». Os recuerdo ahora,
hermanos, el Evangelio... 8 por último se me apareció también a mí.

Versículo antes del Evangelio: Jn 3,16: Tanto amó Dios al mundo que
entregó a su Hijo único para que todos los que creen en él tengan vida
eterna.

Evangelio: Mt 16,13-18: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». En aquel


tiempo, al llegar a Cesarea de Filipo…

O bien: Jn 12,44-50: «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree
en mí no quedará en tinieblas».
En aquel tiempo, Jesús dijo gritando...

Sigue la homilía, en la que el celebrante, basándose en los textos


sagrados, explica el significado y la importancia del Símbolo, ya
respecto de la catequesis recibida, ya para la profesión de fe que se ha
de pronunciar en el Bautismo, y que ha de observarse durante toda la
vida.

ENTREGA DEL SÍMBOLO

186. Después de la homilía, el diácono dice: 

Acérquense los elegidos, para recibir de la Iglesia el Símbolo de la fe.


Entonces el celebrante les habla con estas o parecidas palabras:

Queridos elegidos, escuchad las palabras de la fe, por la cual recibiréis la


justificación. Las palabras son pocas, pero contienen grandes misterios.
Recibidlas y guardadlas con sencillez de corazón.

A continuación el celebrante comienza el Símbolo, diciendo: 

Creo en Dios,

y prosigue o bien él solo, o bien juntamente con la comunidad de fieles:


Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo,
su único Hijo, nuestro Señor;
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos;
al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió a los cielos,
y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso.
Desde allí, ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
Si se juzga conveniente, también puede emplearse, en lugar del
anterior, el Símbolo Niceno-Constantinopolitano:

Creo en un solo Dios,


Padre todopoderoso,
Creador de cielo y tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Y en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

Oración sobre los elegidos

187. Después el celebrante invita a los fieles a orar con estas o parecidas
palabras: 

Oremos por nuestros elegidos,


para que Dios nuestro Señor
les ilumine interiormente,
les abra con amor las puertas de la Iglesia,
y así encuentren en el Bautismo
el perdón de sus pecados,
y la incorporación plena a Cristo
nuestro Señor.

Todos oran en silencio.


Seguidamente el celebrante, con las manos extendidas sobre los
elegidos, dice:

 Te suplicamos, Señor,
fuente de luz y de verdad,
que tu eterna y justísima piedad,
descienda sobre estos siervos tuyos N. y N.
purifícalos y santifícalos,
dales la verdadera ciencia,
firme esperanza y santa doctrina,
para que se hagan dignos de acercarse a la gracia del Bautismo. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Todos:  Amén.

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