Frevre Prologo Sub
Frevre Prologo Sub
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palabras: "Siempre han sabido dos cosas: saber hacer
y saber detenerse".
" ,~sí es ~m?, al reunirse en mí la doble aspereza,
critica, polenuca y guerrera", del Franco Condado y
de ~rena, no acepté de buen grado la historia de los
venc~dos de 1870, ~us temblorosas prudencias, sus re-
nuncias ante toda smtesis, su culto por el "hecho" la-
borios? pero intelectualmente perezoso y ese gusto 'casi
exclusr~ro por la historia diplomática ("¡Si la hubiéramos
awendido mejor no seguiría preocupándonos!"), obse-
SIOn de los hombres que nos adoctrinaban entre 1895
Y 1902, ?esde AI?e:11 Sorel (ese semidiós) hasta ltmile
Bourgeois ~~sa decima de dios). A ese doble rigor se
~ebe tambie~ el que yo haya reaccionado casi instin-
tivamente Y sm apoyo en el campo de los historiadores
(entre .mis amigos se encontraban lingüistas y orientalis-
tas, psicólogos y médicos, geógrafos y germanistas desde
J1:1les Bloch hasta Henri Wallon, Charles BlondeÍ, Jules
Swn,. Marcel Ray, mientras que los menos conformistas
d.e nus hermanos historiadores, con algunas raras excep-
c.10nes entre las ~ales hay .que ,señalar la de Augus-
tin. Renaud~t, se alineaban sm mas, creyéndose osados,
ba10. el ª~?igu~ estandarte de Charles Seignobos); y que
me mscnbiera mmediatamente entre los fieles de la Re-
vue de Syn:Mse Historique y de su creador, Henri
Berr: nada tiene de extraño una aventura tal. A no ser
e~ h~h~ de ~ue. califica una época: ni mis atrevimientos
m nus mgemosidades fueron suficientes para levantar
fff contra mía aquellos valientes corazones que me que-
n.an bien y qu~ me lo demostraban en cada ocasión;
pienso en Gabnel Monod, en Christian Pfister en Ca-
mille Jullian y también en Gustave Bloch y ~n Vida!
de la Blache (aunque él ya había hecho su propia revo-
lución para sí y para sus sucesores). La alta universi-
dad de aquel tiempo era aristócrata de coraz6n al me-
nos. Y entre los grandes reinaba t.Jna benevolencia ope-
rante, una frate:rni<lad.
Así pues, solo en la liza, trabaj~ lo mejor _que supe.
Algunas de las cosas que en estos cmcuenta anos he po-
dido decir, y que parecían aventuradas cuand? las for-
mulaba por vez primera, son ya un lugar ~omun. Otras
·guen siendo discutidas. La suerte del pionero es en-
gañosa: o bien su generación le d a razón casi.· mme
si · dia-
tamente y absorbe en un gran es~erzo colectivo. su es-
fuerzo de investigador aislado; o bien su generación. re-
siste y deja que la generación siguiente haga germma~
la semilla prematuramente lanzada en los sur?os. ~i
está la causa de que el éxito prolongado de ciertos h-
bros de ciertos artículos, sorprenda a su autor: no. en-
contraron su verdadero público has.ta diez o qumce
años después de su publicación, cuando les llegaron
ayudas externas.
Hablando de ayudas, he de decir que me dio una
gran seguridad el descubrimiento, de Henri Pire~e, a
partir de 1910, cuando me sumergia en su pe~ueno v~
lumen de la colección Flammarion, Les anciennes de-
mocraties des Pays-Bas y después en los primeros tomos
de la Historia de Bélgica, en espera de las esplén?idas
memorias que fueron su canto del cisne (Los periodos
de la historia social del capitalismo, 1914; Mahoma Y
Carlomagno, 1922; Merovingios y .cm:olingios, ~923; Y
por último esa joya que es el Hbnto .Las C/,u_dades
de la Edad Media, 1927). Me dio segundad, pnmero,
y después júbilo personal saber que un hombre fuerte
r~corría, c~n paso constant~ y d?~inador, los ~ampo~
históricos de la Bélgica amiga. Jubilo que experimente
de nuevo cuando Marc Bloch, joven historiador, oon
ocho años menos que yo, orientado por sí mismo de una
forma ligeramente distinta, vino a re~paldarme frater-
nalmente, a continuar y prolongar rm esfuei:z;o en su
campo de medievalista. En 19~9 fun~amos ¡untos los
Annales, ayudados desde el pnmer numero por. la fi-
delidad de Leuilliot y más que par el beneplácito de
HeJUi finmne po:r ~µ magnffi.ca colaboración. ¡Pero
~
cómo no reconocer el mérito que corresponde, en aque-
llos Annales que adquirieron rápido prestigio y en los
que había que aceptar de entrada su carácter saluda-
ble y vivificador, a todos los que a mi alrededor for-
maron un círculo fraternal y ferviente! Y que lo siguen
formando todavía: Fernand Braudel, poderoso evoca-
dor de un Mediterráneo tan lleno de resonancias y des-
pués osado protector de una historia económica reno-
vada; Georges Friedmann, penetrante analista de las
almas individuales y colectivas, desde Leibniz y Spino-
za hasta los siervos anónimos de la máquina; y Charles
Morazé, curioso y ardiente descubridor de tierras desco-
nocidas; intrépido en la obstinada búsqueda de métodos
nuevos; y por último, todos vosotros, mis colaborado-
res, mis lectores, mis alumnos y mis colegas de Francia
y del extranjero, cuyo exigente afecto mantiene mi fuer-
za y sostiene mi impulso. Yo debía decir esto, debía pro-
clamar al comenzar esta recopilación mis deudas sen-
timentales para con tantos hombres y lugares y también
para con las casas que me acogieron: la Escuela Nor-
mal Superior (1899-1902) y la Fundación Thiers en las
universidades de Dijon y de Estrasburgo; sin olvidar
entre tantas otras, en el viejo y nuevo mundo, la Uni-
versidad Libre de Bruselas que durante un año me abrió
sus cátedras; y finalmente desde 1933, el noble College
de France. Gracias a esas altas tribunas mi voz pudo
hacerse oír tan extensamente.
¡Ojalá estas páginas que guardan relación entre sí,
y por ello espero que sean tanto más expresivas, puedan
servir a las causas que me son tan caras! En estos años
en que tantas angustias nos oprimen no quiero repetir
con el Michelet del Peuple: "Jóvenes y viejos estamos
fatigados". ¿Los jóvenes, fatigados? Espero que no. ¿Los
viejos, fatigados? No lo deseo. Por encima de tantas
tragedias y transformaciones, en el horizonte lucen am-
plias claridades. En la sangre y en el dolor se engen-
dra una humanidad nueva. Y por tanto, como siempre,
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na historia una ciencia histórica a la medida_ de;;em-
u s im revi~ibles va a nacer. Yo dese? qu~ m1 es erzo
po Pb'do adivinar y abrazar sus directrices por ade-
hayadsa y1 ·s arroyos puedan aumentar su torrente.
lanta o. que m1
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