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Controlconstitucionalidad
Controlconstitucionalidad
Por otra parte, es posible decir que, en tanto el Derecho penal aparece
como un medio violento de resolución de conflictos, el mismo debe ser
minimizado o reducido, por lo que únicamente debe intervenir ante aquellas
conductas que se traduzcan en la afectación de ciertos bienes jurídicos,
debiendo tutelar los mismos, a su vez, sólo de forma fragmentaria y
subsidiaria, esto es, cuando se trata de los ataques más graves a los más
importantes bienes jurídicos (fragmentariedad), y siempre y cuando se
hayan agotado todos los medios para hacer frente a ese ataque
(subsidiariedad).
Precisamente, lo recién señalado se enlaza directamente con la
relevancia de la Constitución en el campo de lo penal, puesto que, como ha
señalado MIR PUIG, al adoptarse constitucionalmente el modelo de Estado
Social y Democrático de Derecho, debe adoptarse un Derecho penal que sea
acorde con cada uno de sus caracteres, lo que, frente a la idea del Estado
social sirve para legitimar la función de prevención sólo en la medida en que
sea necesaria para proteger a la sociedad, implicando ello diversos límites
que giran en torno a la exigencia de la necesidad social de la intervención
penal3.
4
BARRETO ARDILA, Hernando. Concepción del Estado y su influencia en la teoría del delito. En, de varios
autores: Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Pág. 47. Universidad Externado de Colombia. Santa Fe
de Bogotá, Colombia. 2002.
Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta
Constitución”.
Ahora bien, para llevar a cabo esa protección o resguardo del texto
constitucional frente a las normas que la violen o contradigan se cuenta con
lo que se conoce como el control de la constitucionalidad, que puede ser
definido como la tutela de las disposiciones constitucionales para garantizar
su aplicación preferente ante el conflicto de las mismas con las restantes
6
BREWER-CARÍAS, Allan R. El Control Concentrado de la Constitucionalidad de las Leyes (Estudio de
Derecho Comparado). Pág. 18. Editorial Jurídica Venezolana. Caracas, Venezuela. 1994.
normas del ordenamiento jurídico u otros actos del Poder Público, de modo
tal que se trata de velar por que efectivamente se salvaguarde la
Constitución como norma suprema (principio de supremacía constitucional).
De esta manera, el juez penal debe, como cualquier otro juez, realizar
un control de la constitucionalidad de carácter difuso, esto es, decidir la no
aplicación de una cierta norma en tanto la misma se opone o contrasta con
una determinada disposición constitucional, por lo que el juez tendrá que
dar preferencia a ésta última sobre la primera.
En tal virtud, el artículo 19 del Código Orgánico Procesal Penal
establece expresamente que los jueces penales deben velar por la
incolumidad de la Constitución, añadiéndose que si la ley cuya aplicación se
solicita colide con ésta, habrá de acatarse la norma constitucional.
7
Como lo indican, entre otros, GRISANTI AVELEDO, Hernando. Lecciones de Derecho penal. Pág. 25.
Vadell Hermanos Editores. Valencia, Venezuela. 2001; y REYES ECHANDÍA, Alfonso. Derecho Penal.
Pág. 47. Editorial Temis. Santa Fe de Bogotá, Colombia. 2000.
operador jurídico en una simple máquina o, como dijera Montesquieu
respecto a los jueces, en una mera “boca que pronuncia las palabras de la
ley”, pues, la verdad es que, contra quienes se aferran a un positivismo
trasnochado y desfasado, la ley no es siempre perfecta, ni legítima ni
apegada a los principios fundamentales que se derivan de la propia
Constitución, de modo que en muchos casos, por ejemplo, se hace necesaria
su desaplicación o su interpretación conforme a los derechos y garantías
fundamentales de las personas, siempre pensando en su protección, con lo
que se quiere dejar señalado, simplemente, que si bien la única fuente de
creación de delitos y penas es la ley, ello no puede implicar un apego
formalista y literal a ésta al momento de su aplicación.
Muy vinculado a esto mismo, hay que indicar que las fuentes de
conocimiento, a diferencia de lo que ocurre respecto a las fuentes de
producción, no se restringen simplemente a la ley, que por supuesto aparece
como la principal fuente, otra vez por imperativo del principio de legalidad
penal. Sin embargo, quien quiera conocer el Derecho penal no habrá de
limitarse, si no quiere una falsa y burda visión del mismo, a los textos
legales, sino que también tendrá que tomar en cuenta a esos fines dos
importantes fuentes de conocimiento, cuales son la jurisprudencia y la
doctrina, las cuales tienen un particular valor a efectos de desentrañar el
sentido de las normas penales, permitiendo una aplicación más segura de las
mismas.
En relación con la doctrina como fuente del Derecho penal bastará con
decir que efectivamente a través de la dogmática es posible conocer el
sistema penal de un modo más adecuado que si sólo nos limitáramos a las
leyes penales, debiendo traerse nuevamente a colación las anotaciones
realizadas al estudiar las ventajas de la dogmática penal (Véase el capítulo
VII de la presente obra), por lo que no harán falta mayores apreciaciones.
Bibliografía