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Juan Casiano

Juan Casiano

CONVERSACIONES
PARA INICIARSE EN
LA VIDA ESPIRITUAL
CONVERSACIONES SOBRE LA VIDA ESPIRITUAL

EDICIONES
SIGUEME
ICHTHYS JUAN CASIANO
43

Colección dirigida por


Francisco José López Sáez

CONVERSACIONES
PARA INICIARSE EN
LA VIDA ESPIRITUAL

EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2016
NOTICIA SOBRE JUAN CASIANO
Y SU OBRA

El autor. Muchos estudiosos de la Antigüedad cris­


tiana consideran a Casiano el escritor más destacado
del siglo V. Una razón de peso es que fue de los pocos
autores que vivió entre Oriente y Occidente.
Casiano nació en la región de Escitia, en el cur­
so final del río Danubio, el año 360. Siendo niño in­
gresó en un monasterio de Belén. Pasado el tiempo,
y buscando mayor perfección en su vida monástica,
marchó con su amigo Germán a los monasterios de
Egipto, donde entró en contacto con varios de los más
reconocidos maestros espirituales de la época.
En el año 405 Casiano llega a Roma, enviado por
los amigos de Juan Crisóstomo para que intercediera
por él ante el papa Inocencio I. El emperador había
castigado con el exilio a Crisóstomo, desacreditando
© Tradujo Eduardo Otero Pcrcira sobre los originales latinos
así la doctrina del patriarca de Constantinopla. Solo el
Collatio abbatis Moysis prima-. Collatio abbatis Moysis secunda
y Collatio abbatis Paphnuti tertia Papa tenía poder para rehabilitar su fama.
Casiano ya no regresará a Oriente, sino que toda
© Ediciones Sígueme S.A.U., 2016
su actividad la desárrollará en Roma y en Marsella,
C7 García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / España
Tlf.: (+34) 923 218 203 - Fax: (+34) 923 270 563 donde funda dos monasterios contemplativos. Es en
[email protected] esta ciudad francesa donde muere el año 435.
www.sigueme.es
Sus escritos. Las dos obras principales de Casiano
ISBN: 978-84-301-1947-9 se ocupan de la vida monástica. A través de ellas llegó
Depósito legal: S. 447-2016
Impreso en España / Unión Europea
a Occidente el estilo de vida de los cenobios de Pales­
Imprenta Kadmos, Salamanca tina y Egipto, verdaderas cunas del monaquisino.
7
Para valorar en su justa medida la relevancia de
este hecho, basta con indicar que sin Casiano y su ma­
gisterio no seria comprensible, un siglo después, la
aparición de san Benito y la fundación de la orden be­
nedictina, que marcará la espiritualidad de Occidente
a lo largo de la Edad Media. Tampoco se entenderían
Primera conversación
los movimientos místicos y las órdenes religiosas del
Renacimiento, para quienes Casiano constituyó una
fuente de inspiración inagotable.
OBJETIVO Y FIN
Los títulos de las grandes obras de Casiano hablan DE LA VIDA ESPIRITUAL
por sí mismos. Primero redacta Las instituciones de
los cenobios y los remedios para los ocho vicios ca­
pitales, y más tarde las veinticuatro Conversaciones
con los monjes que moran en el desierto. Si el primer
volumen se centra en el hombre exterior y en la orga­
nización de la vida, el segundo se ocupa del hombre
interior y del itinerario que debe seguir para alcanzar
la perfección y la contemplación de Dios.
El libro que el lector tiene en sus manos recoge
las tres primeras conversaciones de Juan Casiano y su
amigo Germán con dos monjes del desierto egipcio:
abba Moisés y abba Pafnucio. Guiado por ellos, el
lector de todos los tiempos descubre un método para
iniciarse en la vida espiritual y una orientación segura
para avanzar por las etapas y los temas que conducen
hasta las puertas del reino de los cielos.

8
1
Prólogo

El desierto egipcio de Escete fue el lugar en el que


vivieron los más famosos padres consagrados al mo­
nacato, a cuya forma de vida acompañaba todo tipo de
perfección. Entre estas egregias flores, la que mejor
olía era la del abba' Moisés gracias a sus virtudes as­
céticas y contemplativas.
Como yo deseaba dotarme de un fundamento só­
lido a través de sus enseñanzas, fui a visitarlo en com­
pañía del abba Germán. Inseparables desde las pri­
meras armas de nuestra milicia espiritual, habíamos
vivido en común, tanto en el cenobio como en el de­
sierto. De tal modo que todos, cuando se referían a
nuestra estrecha amistad y a nuestros propósitos coin­
cidentes, decían que éramos una sola mente y una sola
alma en dos cuerpos.
Así pues, los dos juntos pedimos entre lágrimas
al abba unas palabras para nuestra edificación. Cono­
cíamos bien la rigidez de su espíritu y sabíamos que
solamente accedía a* abrir la puerta de su perfección a
quienes lo deseaban con fe y se lo pedían con corazón

1. Con el término arameo abba se designa en Oriente tanto al


monje que atesora una gran sabiduría espiritual como, en general,
al que se ha retirado al desierto. En esta edición mantenemos la pa­
labra a ramea junto al nombre propio de un monje concreto y, cuando
es genérico, la traducimos por «padre». De esta denominación ha de­
rivado en la tradición benedictina el nombre de «abad» [N. del T.j.

11
contrito. De esa manera evitaba hablar con quienes o 2
no querían conocer sus enseñanzas o mostraban una El objetivo y el fin
sed moderada de conocerlas. Se trata, en efecto, de
DE LA VIDA ESPIRITUAL
verdades necesarias que han de reservarse únicamen­
te a quienes aspiran a la perfección. Por eso se es­
forzaba para no dar la impresión de que incurría en
el pecado de la jactancia o en el delito de traición si
las manifestaba a gentes que eran indignas o que las
recibían de mala gana.
1. Toda arte y disciplina tiene, dijo él, un objetivo
Al fin, vencido por nuestras insistentes súplicas,
y un fin, una finalidad1. Toda persona que aspira a
comenzó a hablar.
destacar en cualquiera de las artes tiene esto en cuen­
ta, y soporta con ecuanimidad y alegría no solo los
esfuerzos y los peligros, sino incluso las pérdidas.
El agricultor trabaja la tierra sin descanso y some­
te a su arado las indómitas glebas del terreno, sopor­
tando unas veces los tórridos rayos del sol y otras la
nieve y el hielo. Su objetivo es desbrozar el terreno de
zarzas y eliminar las malas hierbas para que esa tierra,
a fuerza de trabajarla, se vuelva fina como la arena.
Así espera lograr su fin, que es obtener una cosecha
de abundantes frutos, gracias a la cual pueda llevar
después una vida segura y acrecentar su patrimonio.
2. Por eso, a renglón seguido vacía sin pena sus
graneros repletos de semillas y las entrega con obs­
tinado esfuerzo a los reblandecidos surcos. Y como
tiene la mente puesta en la futura cosecha, no se preo­
cupa por la presente disminución de sus semillas.
Los que, por su parte, se dedican al comercio y a
los negocios no tienen miedo a los imprevisibles ca-

I. Casiano utiliza aquí dos palabras griegas: scopos y telos. La


primera la hemos traducido por «objetivo» y la segunda por «fin» o
«finalidad» (N. del T.J.

12 13
prichos del mar ni temen sus peligros. Las alas de la 3
esperanza los llevan hasta su fin, el cual no es otro que
La auténtica respuesta
obtener beneficios.
De igual modo, los que ejercen con ardor y ambi­
ción la carrera de las annas, ante la perspectiva del
honor y del poder no sienten los peligros y las muer­
tes en los largos viajes, ni ceden a las dificultades y a
las guerras, pues anhelan obtener la gloria, que es el
Como el abba Moisés insistía reiteradamente en
fin que se han propuesto.
conocer nuestra respuesta a su pregunta, le replica­
3. Pues bien, del mismo modo nuestra profesión
mos que toleramos todo esto para poder alcanzar el
tiene su propio objetivo y su fin específico, por el
reino de los cielos.
cual toleramos, ajenos a la fatiga e incluso con ale­
gría, todas las penalidades. A causa de este fin no
nos fatigan los ayunos, aceptamos de buen grado el
cansancio de las vigilias, no nos hastía la lectura y
la meditación continuada de las Escrituras, tampoco
nos dan miedo el esfuerzo incesante, la desnudez, la
privación de todas las cosas, ni siquiera la absoluta
soledad del desierto.
Fue sin duda por esto mismo por lo que vosotros
despreciasteis el afecto de vuestros padres, el suelo
patrio y los placeres mundanos para buscar, después
de atravesar muchos países, la compañía de gente
como nosotros, rústicos e ignorantes, que viven en la
desolación de este desierto.
Así pues, respondedme: ¿Cuál es vuestro objeti­
vo, cuál es vuestro fin, qué es lo que os motiva a so­
portar esto con tanta alegría?

14 15
4 los honores de este mundo, primero se proponen un
oficio o una carrera a la que dedicarse para conseguir
La perseverancia en el objetivo,
más tarde por medio de ella el fin de conquistar su
CLAVE PARA LLEGAR AL FIN
ansiada dignidad a través del legítimo camino que les
marca la esperanza.
3. Para nosotros el fin último de nuestra vida es el
reino de Dios. Pero ¿que objetivo debemos perseguir
diligentemente? Si no encontramos este objetivo, en
vano nos esforzaremos, puesto que los que avanzan
1. El abba Moisés respondió: Habéis hablado co­ sin seguir una ruta únicamente obtienen fatiga sin pro­
rrectamente. Pero por encima de todo necesitáis cono­ vecho alguno.
cer el objetivo que nos permitirá, una vez alcanzado, Como nos faltaban las palabras, el anciano conti­
acceder al fin último. nuó hablando: La finalidad última de nuestra profe­
De inmediato, nosotros confesamos humildemen­ sión, como ya hemos dicho, es el reino de Dios o el
te nuestra ignorancia al respecto. Solo entonces el reino de los cielos, pero el objetivo es la pureza de
abba Moisés retomó la palabra para recordar: Toda corazón, sin la cual resulta del todo imposible llegar
arte y disciplina va precedida de un cierto objetivo a este fin.
del alma y de un firme propósito de la mente. Si uno 4. Poniendo toda nuestra atención en dicho obje­
no es capaz de mantenerse firme y de perseverar en tivo, dirigiremos nuestra mirada en dirección a él y
este empeño, jamás conseguirá obtener el deseado avanzaremos en línea recta como si siguiéramos una
fruto que se ha propuesto. línea. Si nuestro pensamiento se separa mínimamen­
2. Ya he dicho que el agricultor tiene como fin úl­ te de esta línea, tendremos que volver a ella de inme­
timo vivir seguro y sin apuros gracias a la abundancia diato y corregir nuestro desvío como si tuviéramos
de las cosechas, pero su objetivo inmediato es limpiar una regla, que reorientará al momento todos nuestros
su campo de todo tipo de zarzas y de malas hierbas. intentos de desviamos y nos llevará a converger en
Sabe que no logrará la abundancia que se ha propues­ un solo punto a poco que nuestra mente se aparte de
to como fin si antes no ha concebido en su mente ra­ la dirección que nos hemos propuesto.
cional, en sus obras y en sus esperanzas aquello de lo
que desea disfrutar. Tampoco abandona el mercader
su deseo de acumular mercancías que le permitan
amontonar riquezas, pues en vano desearía el lucro
si no hubiera elegido un camino que le conduzca ha­
cia él. Del mismo modo, los que aspiran a gozar de

16 17
5 El propio Pablo nos ilustra elocuentemente sobre
nuestro objetivo: Olvidando lo que hay detrás de mi,
El ejemplo del arquero
avanzo hacia las cosas que hay delante de mi y per­
sigo el fin hacia el premio de la suprema vocación
del Señor (Flp 3, 13-14). El Apóstol utiliza la expre­
sión griega kata skopon dioko («yo corro siguiendo
un objetivo»), como si dijera: Persiguiendo este ob­
jetivo, me olvido de lo que ha quedado detrás, esto
1. Algo semejante les sucede a los arqueros, que es, los pecados del hombre anterior, y me esfuerzo
se esfuerzan por mostrar su pericia ante un rey de este por llegar alfin último del premio celeste.
mundo lanzando flechas contra pequeñas dianas con Por tanto, hemos de perseguir con todas nuestras
premios. Ellos tienen claro que solo alcanzarán su fin, fuerzas lo que nos puede llevar a este objetivo, es
o sea, el premio deseado, si siguen la línea que condu­ decir, a la pureza de corazón, y evitar, por pernicioso
ce al objetivo. Dicho con otras palabras, únicamente y perjudicial, lo que nos aleja de él.
ganarán este premio si son capaces de alcanzar con Para lograr dicha pureza hacemos y soportamos
sus flechas el objetivo previamente fijado. todo: por ella hemos dejado a los padres, hemos aban­
Pero si la diana desaparece de su vista y su mi­ donado la patria, rechazado honores, riquezas, todas
rada se aleja de la buena dirección, no sabrán si han las delicias y placeres mundanos. Solo así mantene­
fallado, pues carecen de un punto de referencia que mos una perpetua pureza de corazón.
les confirme el acierto de su tiro o, por el contrario, 4. Una vez que nos hayamos propuesto este fin úl­
denuncie su falta de puntería. Entonces lanzan flechas timo, nuestros actos se encaminarán a lograrlo. Pero
al aire sin sentido y no serán capaces de juzgar en si no tenemos siempre el fin ante los ojos, nuestros
cuánto han fallado, ya que ningún indicio les indicará esfuerzos resultarán vacíos e inestables, e incluso los
la gravedad de su fallo y tampoco su mirada desorien­ malgastaremos de manera absurda, sin obtener ningu­
tada les mostrará cómo corregir o rectificar su tiro. na ganancia. Más aún, se suscitarán en nosotros todo
2. Para nosotros la finalidad última que persigue tipo de pensamientos contradictorios entre sí.
nuestro objetivo es, como dice Pablo, la vida eterna: En efecto, resulta inevitable que el alma que care­
Tenéis como fruto la santificación y como fin la vida ce de una referencia o de algo a lo que agarrarse sufra
eterna (Rom 6, 22). Ahora bien, el objetivo es la pu­ cambios casi a cada hora, incluso de un momento a
reza de corazón, a la cual denomino santificación; sin otro. Al mismo tiempo, se ve invadida por pensamien­
ella es imposible lograr el fin antes aludido. Dicho de tos de todo tipo que surgen en ella de continuo y, muy
otro modo: «Tenéis como objetivo inmediato la pure­ influida por estímulos externos, se deja llevar por la
za de corazón y como finalidad última la vida eterna». primera impresión que le sobreviene.

18 19
6 3. No cabe duda, pues, de que si no existe la ca­
ridad, cuyas propiedades describe el Apóstol, la per­
Sin caridad nada sirve
fección no se logra automáticamente a través de la
desnudez o de la privación de todas las riquezas y el
desprecio de los honores.
En efecto, la perfección se encuentra únicamente
en la pureza de corazón. Así, no conocer ni la envidia
ni la arrogancia, no sentir cólera ni comportarse de
1. Por cuanto venimos diciendo, y según hemos manera inicua, no buscar el interés propio, no ale­
podido comprobar, muchos renunciaron a las mayores grarse de la injusticia, no tener malos pensamientos
fortunas de este mundo. Y no solo a cantidades ingen­ contra los demás, ¿,qué es sino ofrecer siempre a Dios
tes de dinero, sino también a inimaginables propieda­ un corazón perfecto y completamente puro, ponién­
des. Y hasta se han dejado llevar por una inclinación dolo a buen recaudo para que no le afecte ningún tipo
hacia el escalpelo, el punzón, la aguja y la pluma de de perturbación?
escribir. Si hubieran mantenido siempre constante la
contemplación de su corazón puro, nunca se habrían
inclinado hacia cosas de poca importancia una vez
que prefirieron despojarse de bienes considerables y
preciosos antes que verse sometidos a ellos.
2. Algunos conservan un manuscrito con tanto
cuidado que no permiten de ninguna manera que otra
persona lo lea o lo toque, y les producen una angus­
tia mortal aquellas cosas que en realidad les deberían
animar a ser pacientes y caritativos. Una vez que han
distribuido todas sus riquezas por amor a Cristo, la
antigua pasión de su corazón se dirige hacia cosas
más insignificantes, y a veces montan en cólera por
ellas. Como no poseen la caridad apostólica, se vuel­
ven totalmente estériles c infructuosos. Previendo
esto en su espíritu, dice el Apóstol: Si distribuyo to­
das mis riquezas para alimentara los pobres y entre­
go mi cuerpo para que arda pero no tengo caridad,
todo eso no me sirve de nada (1 Cor 13,3).

20 21
7 a cabo alguna de las practicas secundarias. No servirá
de nada haber realizado todas estas prácticas si per­
Pureza de corazón y caridad
demos de vista la causa principal, pues el deseo de
lograr esta es lo que nos mueve a llevar a cabo todo
lo demás.
3. ¿Qué artesano se esfuerza por conseguir y pro­
curarse herramientas de diverso tipo para luego guar­
darlas sin más, sin obtener ninguna ganancia con ellas?
1. La pureza de corazón es, en definitiva, la meta El fruto que espera no depende de la mera posesión de
de todos nuestros actos y deseos. Por ella aspiramos los instrumentos, sino de utilizarlos eficazmente para
a vivir en soledad, por ella debemos asumir ayunos, alcanzar la pericia y el dominio de esa disciplina de la
vigilias, trabajos, desnudez corporal; por ella nos que los instrumentos son tan sólo medios.
dedicamos a la lectura y practicamos muchas otras Así pues, los ayunos, las vigilias, la meditación de
virtudes. Es así como hacemos nuestro corazón invul­ las Escrituras, la desnudez y la privación de todas las
nerable a todas las pasiones perniciosas y lo conser­ riquezas no son la perfección misma, sino instrumen­
vamos en este estado; es asi como podemos ascender tos para lograrla; no se ejercitan como fin en sí mis­
paso a paso hasta la perfección de la caridad. mas, sino como medios que nos llevan al fin.
Y si nos surge una ocupación honesta y necesaria 4. Estas ejercitaciones no le sirven de nada a quien
que nos impide cumplir con nuestro ideal de vida, no se conforme con ellas como si fueran el bien supre­
debemos caer en la tristeza, la ira o la indignación, ya mo, a quien conduzca su corazón solamente hasta este
que la obra que nos vemos impedidos a hacer íbamos punto y no dedique todos los esfuerzos de su virtud a
a hacerla precisamente para combatir esos vicios. alcanzar el fin por el que se realizan estas prácticas.
2. De hecho no se gana tanto por medio de un ayu­ Un individuo así tiene los instrumentos de esta disci­
no como se pierde por causa de la ira, ni se obtiene plina, pero ignora el fin en el que reside todo fruto.
tanto fruto de la lectura como se perjudica a un herma­ Así pues, cualquier cosa que pueda perturbar esta
no al despreciarlo. Todas las cosas secundarias, o sea, tranquilidad de nuestra mente, aunque nos parezca
los ayunos, las vigilias, retirarse en soledad, la medi­ útil y necesaria, hemos de desecharla por perjudicial.
tación de las Escrituras, conviene que las ejercitemos Esta norma nos ayudará a evitar los desvarios propios
conforme al objetivo principal, o sea, la caridad. de un espíritu errante y vagabundo, y a alcanzar el
Ahora bien, no conviene perturbar a causa de di­ deseado fin último gracias a la línea que marca la di­
chas cosas la virtud principal, pues mientras esta re­ rección correcta.
sida íntegra e incólume en nosotros, nada nos podrá
dañar si por alguna necesidad no nos es posible llevar

22 23
8 no en un trabajo insignificante, sino en un servicio
realmente digno de alabanza.
María y Marta
Y sin embargo, ¿qué oyó del Señor?: Marta, Mar­
ta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas,
pero pocas son necesarias, incluso solamente una.
María ha elegido la parte buena, de la que no será
privada (v. 41-42). Veis, pues, que el Señor situó el
bien principal únicamente en la theoria, esto es, en la
1. Llegados a este punto, a lo que prioritariamen­ contemplación divina.
te hemos de orientar nuestros esfuerzos, lo que debe 3. De ahí que las demás virtudes, aun siendo nece­
ser el objetivo inmutable al que tiene que aspirar sin sarias, útiles y buenas, debemos ponerlas en un lugar
descanso nuestro corazón, es que la mente se adhiera secundario, pues todas ellas se practican exclusiva­
siempre a las realidades divinas y a Dios. Todo lo que mente con vistas a obtener la contemplación divina.
es distinto de esto, por importante que sea, es secun­ Cuando el Señor dice: Estás preocupada e inquie­
dario, insignificante e incluso debe ser considerado, ta por muchas cosas, pero pocas son necesarias, in­
con absoluta seguridad, perjudicial. cluso solamente una, sitúa el bien supremo no en la
2. El Evangelio explica de una manera bellísima acción, por más que esta sea digna de elogio y pro­
esta forma de pensar y de actuar a través de Marta y duzca abundancia de frutos, sino en la contemplación
María (Le 10, 38-42). En efecto, Marta se dedicaba a de él mismo, que es verdaderamente simple y única.
un servicio divino, puesto que servía al propio Señor El Señor asegura que pocas cosas son necesarias para
y a sus discípulos; a su vez, María se ocupaba úni­ lograr la beatitud perfecta en referencia al primer gra­
camente de la doctrina espiritual y permanecía a los do de contemplación, que consistente en meditar los
pies de Jesús, los besaba y los ungía con el ungüento ejemplos de unas pocas personas santas.
de la confesión. Es a esta a quien prefiere el Señor, El que está en proceso ascendente llegará desde
porque ha elegido la mejor parte, la parte de la que ese grado de contemplación al grado de contempla­
no podrá ser privada. ción único del que se habla aquí, es decir, a contem­
Ahora bien, cuando Marta vio que ella se ocupaba plar solamente a Dios con la ayuda de su gracia. Con
de todo con piadosa solicitud y generosidad, que lo este fin el alma superará las maravillosas obras de los
hacía sola y que no era capaz de estar a la altura de un santos y tendrá como único alimento la belleza y la
ministerio tan importante, le pidió al Señor la ayuda sabiduría de Dios.
de su hermana diciendo: ¿No te parece mal que mi 4. Según lo que venimos diciendo, las palabras
hermana me haya dejado sola sirviendo? Dile que me María ha elegido la parte buena, de la que no será
ayude (v. 40). Marta pedía que su hermana colaborara privada, han de ser consideradas con atención.

24 25
En efecto, cuando el Señor dice que María ha ele­ 9
gido la parte buena, no nombra a Marta ni parece
Pregunta sobre el valor
criticarla, pero al elogiar a María da a entender que
DE LAS VIRTUDES
Marta es inferior.
Y cuando dice de la que no será privada, muestra
que Marta puede verse privada de su parte (de hecho,
un servicio corporal no podrá permanecer siempre
con el hombre) y enseña que, por el contrario, la ocu­
pación de María no puede terminar nunca.
Nosotros, conmovidos por estas palabras, pregun­
tamos: ¿Y esto qué significa? ¿Acaso las esforzadas
abstinencias, la lectura asidua, las obras de miseri­
cordia, de justicia, de piedad y de hospitalidad nos
van a ser robadas y no van a permanecer con la per­
sona que las ha practicado?
De hecho, el mismo Señor promete como retri­
bución por estas obras el reino de los cielos cuando
dice: Venid vosotros, a los que mi Padre ha bendeci­
do, tomad posesión del Reino que os ha sido prepa­
rado desde el origen del mundo, pues tuve hambre y
me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber...
(Mt 25, 35-45).
¿Cómo van a poder privar de lo que conduce al
reino de los cielos a quienes practican estas virtudes?

26 27
10 sente y de la vida futura (1 Tim 4, 8). Decir que algo
tiene límites es declarar con claridad que no se puede
Las virtudes y la contemplación
ejercer de forma continuada y que, por sí solo, resulta
incapaz de otorgar el mayor grado perfección a quien
lo ejercita.
3. Así, la expresión «en cierta medida» se refiere
tanto a la brevedad del tiempo -puesto que la ejercita-
ción del cuerpo no puede acompañar al hombre en el
1. Moisés: Yo no he dicho que quedará sin recom­ presente ni en el futuro- como a la insignificancia del
pensa una buena obra, pues el Señor mismo afirma: provecho que se puede extraer de la ejercitación de la
Quien da de beber a uno de estos pequeños un vaso carne. El sufrimiento corporal es el punto de partida
de agua fría por ser mi discípulo, os digo en ver­ del progreso que le sigue, pero no es la perfecta cari­
dad que no perderá su recompensa (Mt 10, 42). Lo dad, que contiene las promesas de la vida presente y
que he afirmado es que cada acción concluye al rea­ de la futura. Nosotros consideramos que estas obras
lizarse, pues tanto las limitaciones del cuerpo como son necesarias, pero solamente porque sin ellas no se
las acometidas de la carne y la desigualdad propia puede ascender a la cima de la caridad.
de este mundo así lo determinan. La lectura asidua 4. Las obras de misericordia de las que habláis son
y los ayunos para purificar el corazón y castigar la necesarias en el tiempo presente, mientras nos halla­
carne solo tienen utilidad en la vida presente, ya que mos aún bajo el dominio de la diversidad y la des­
¡a carne está contra el espíritu (Gal 5, 17). A veces igualdad: ni siquiera se esperarían aquí tales obras si
vemos en la vida presente a personas que, fatigadas no fuera por el gran número de pobres, indigentes y
por una enfermedad corporal o por la vejez, deben enfermos, fruto de la injusticia de los hombres que se
interrumpir dichas prácticas; luego estas no pueden han adueñado para su propio uso de lo que el Creador
ser ejercitadas sin interrupción. puso a disposición de todos, sin que ni siquiera se sir­
2, Y aún más se interrumpirán en el futuro, cuan­ van de ello.
do este cuerpo corruptible se revestirá de lo inco­ 5. Mientras en este mundo la desigualdad avanza,
rruptible (1 Cor 15, 53), y este cuerpo que es ahora la acción será necesaria y útil para el que la realiza,
animal resucitará como espiritual (1 Cor 15, 44), y pues el afecto amoroso y la voluntad piadosa recibi­
la carne ya no será contraria al espíritu. Sobre este rán el premio de la herencia eterna.
asunto habla el Apóstol sin ambigüedad: El ejerci­ Pero esta acción ya no será necesaria en el tiempo
cio corporal es útil en cierta medida, mientras que futuro, puesto que entonces reinará la igualdad y ya
la piedad (entendiendo por ella la caridad) es útil por no existirá la desigualdad que obliga a ejercerla. Al
completo, pues ella tiene las promesas de la vida pre- contrario, todos pasarán de las múltiples facetas de
28 29
la vida activa, que es la que tiene lugar en el mundo 11
presente, a la caridad de Dios y a la contemplación
Lo ÚNICO ESENCIAL
-gracias a la pureza perpetua del corazón- de las rea­
lidades divinas.
A esto es a lo que eligieron dedicarse con todo su
esfuerzo, estando aún con los pies en este mundo,
los que aspiran a la sabiduría divina y a la pureza del
alma. Ellos mismos se consagran en su carne todavía
corruptible a este servicio, en el que permanecerán 1. ¿Por qué sorprenderse de que las obras virtuosas
incluso después de haber abandonado la corrupción que hemos enumerado más arriba vayan a desapare­
de la carne, cuando alcancen aquella promesa del Se­ cer? El venerable Apóstol considera transitorios in­
ñor: Bienaventurados los limpios de corazón, porque cluso los cansinas del Espíritu Santo, siendo estos
verán a Dios (Mt 5, 8). sublimes, y afirma que sólo la caridad permanecerá
eternamente. Dice en una de sus cartas: Las profe­
cías serán abolidas, las lenguas cesarán, la ciencia
será destruida; pero la caridad nunca dejará de ser
(1 Cor 13, 8).
2. En efecto, todos los dones son concedidos en
razón del uso y de la necesidad, y por un tiempo limi­
tado; no cabe duda de que desaparecerán una vez se
hayan administrado. Pero la caridad no sólo actúa de
manera útil en nosotros ya en este mundo, sino que
también permanecerá en el mundo futuro, cuando
nos hayamos librado de la carga de las necesidades
corporales, y lo hará con mayor eficacia y excelencia,
sin corromperse ni alterarse, para unirse a Dios con
mayor pasión y confianza, gracias a su perpetua inco­
rruptibilidad.

30 31
12 13
CÓMO ALCANZAR Y PERSEVERAR Los DOS CAMINOS
EN LA CONTEMPLACIÓN

Germán: ¿Hay alguien que, envuelto por una car­ 1. Moisés: Mientras el hombre esté envuelto por
ne tan frágil, pueda permanecer tan inmerso en la con­ esta carne tan frágil, le resultará imposible unirse a
templación que no le distraigan las ocupaciones que Dios y contemplarlo sin cesar, tal como decís. No obs­
acarrea la llegada de un hermano, la visita a un enfer­ tante, es necesario que tengamos claro a dónde dirigir
mo, el trabajo manual o la hospitalidad que hay que la intención de nuestra mente y en qué objetivo fijar
brindar a extranjeros y forasteros? Más aún, ¿quién no los ojos de nuestra alma. Alégrese el alma cuando
se distraerá de esto a causa de las propias necesidades pueda alcanzar el objetivo y llore si, en cambio, se ha
y de los cuidados que el propio cuerpo reclama? distraído. Entendamos que nos hemos alejado del bien
Nosotros queremos aprender cómo y en qué me­ supremo cada vez que hemos puesto nuestra mirada
dida nuestra mente puede unirse al Dios invisible e en otras cosas, y tengamos por impuro el separarnos
incomprensible. siquiera un instante de la contemplación de Cristo.
2. En cuanto nuestra atención se desvíe de él mí­
nimamente, clavemos en él los ojos del espíritu. Todo
sucede en la parte más interior del alma. Justo cuando
el diablo ha sido expulsado y no reina en el alma el
pecado, se instaura en nosotros el reino de Dios, como
escribe el evangelista: El reino de Dios no vendrá de
manera que sea observado con los ojos o que digan:
Está aquí o allí. En verdad os digo que el Reino está
dentro de vosotros (Le 17, 20-21). Pero dentro de no­
sotros sólo puede estar o bien el conocimiento o la ig­
norancia de la verdad, o bien el amor al pecado o a la
verdad, y es así como preparamos en nuestro corazón
el reino o bien para el diablo o bien para Dios.

32 33
3. Según el Apóstol: El reino de Dios no es comida magistrados la justicia. No se oirá hablar más de la
ni bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu injusticia en tu tierra, de devastación ni de ruina en
Santo (Rom 14, 17). Así pues, si el reino de Dios está tus fronteras. La salvación ocupará tus murallas y la
dentro de nosotros y es justicia, paz y alegría, enton­ alabanza tus puertas. Para ti no habrá más un sol que
ces quien permanece en dichas realidades está sin brille durante el día ni te iluminará más el esplendor
duda en el reino de Dios; en cambio, los que viven de la luna, sino que Dios será para ti la luz eterna y
en la injusticia, la discordia y la tristeza, que produ­ tu Dios la gloria. Tu sol nunca se pondrá y tu luna no
cen muerte, se encuentran en el reino del diablo, en el menguará, sino que será el Señor la luz sempiterna y
infierno y la muerte. Estas son las características del se terminarán los días de tu luto (Is 60, 17-20).
reino de Dios y del reino del diablo. Consideremos 6. El Apóstol no habla de la alegría del reino de
con los ojos de la mente en qué estado viven los pode­ Dios en términos generales y abstractos, sino que alu­
res celestiales que verdaderamente se encuentran en de de manera precisa y específica a la alegría en el
el reino de Dios. ¿Y qué pensar de este estado, sino Espíritu Santo (Rom 14,17). Sabe, en efecto, que hay
que es la alegría perpetua? otra alegría rechazable, acerca de la cual dice: Este
4. ¿Qué hay que esté tan cerca de la felicidad eter­ mundo se alegrará (Jn 16, 20), y también: Ay de los
na y sea tan acorde con ella como la paz que no cesa que reís, porque lloraréis (Le 6,25).
y la alegría sin fin? Para que quede constancia de que El reino de los cielos se puede entender de tres ma­
lo que digo no es una opinión personal y para que a la neras: que los cielos, esto es, los santos reinarán sobre
vez comprendas que se basa en la autoridad del Señor, los que estén sometidos a ellos, según se dice en la
escucha cómo describe las características y la condi­ Escritura: Tú serás el gobernador de cinco ciudades,
ción de este reino: He aquí que crearé un cielo nuevo tú de diez (Le 19,19 y 17); o también según lo que les
y una tierra nueva. Lo pasado quedará olvidado y no dice a los discípulos: Os sentaréis en doce tronos para
será recordado. Pero vosotros gozaréis y exultaréis juzgar a las doce tribus de Israel (Mt 19, 28); o que
eternamente en lo que voy a crear (Is 65,17-18). Y en los cielos se convertirán en el reino de Cristo cuando
otro lugar añade: El gozo y la alegría se encontrarán toda criatura se le haya sometido y Dios comience a
allí, la acción de gracias y la alabanza de mes en mes ser todo en lodo (1 Cor 15,28); o, por último, que los
y de sábado en sábado (Is 51,3; 66,23). Y sigue aún: santos reinarán en eícielo con el Señor.
Obtendrán el gozo y la alegría, y desaparecerán el
dolor y los sollozos (Is 35, 10).
5. Y si queréis conocer con mayor claridad el mo­
do de vida y la ciudad de los santos, prestad atención
a lo que dice el Señor cuando dirige su voz a la ciudad
de Jerusalén: Te daré como gobernantes la paz y como

34 35
14 3. Nadie, por supuesto, confiesa a Dios cuando
peca, aunque antes haya confesado mil veces que es
La situación del alma
cristiano o monje; nadie piensa en Dios cuando abraza
TRAS LA MUERTE
lo que Dios detesta; sin duda no se le puede considerar
un verdadero siervo, ya que desprecia sus preceptos
con contumacia y temeridad. En esta muerte se halla
la viuda disoluta, como dice el venerable Apóstol: La
viuda que se da a los placeres está muerta en vida
(1 Tim 5, 6). Hay muchos que viven en el cuerpo y
1. Por eso, sepa cada uno que, mientras habite en están muertos; estos yacen en el infierno y no pue­
este cuerpo, será asignado a una región o a un minis­ den alabar a Dios. Por el contrario, hay quienes están
terio al que habrá de dedicarse con devoción en esta muertos de cuerpo, pero bendicen y alaban a Dios en
vida. En la vida eterna correrá la misma suerte que la su espíritu, según está escrito: Bendecid, espíritus y
persona a la que en esta haya elegido como servidor y almas de los justos, al Señor (Dn 3, 86), y también:
aliado, según las siguientes palabras del Señor: Si al­ Que todo espíritu alabe al Señor (Sal 150, 6).
guien me sirve, que me siga, y allí donde esté yo, tam­ 4. En el libro del Apocalipsis se afirma que las al­
bién estará mi servidor (Jn 12,26). Así como el reino mas de los inmolados no solo alaban al Señor, sino
del diablo se alcanza en connivencia con el vicio, al que lo interpelan (Ap 6, 9-10). En el Evangelio el Se­
reino de Dios se llega a través de la ejercitación de las ñor dice claramente a los saduceos: ¿No habéis leído
virtudes con corazón puro y conciencia espiritual. que se os ha dicho a través de Dios: «Yo soy el Dios
2. Donde se encuentra el reino de Dios está sin du­ de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob»? No
da la vida eterna, y donde se encuentra el reino del dia­ es un Dios de muertos, sino de vivos (Mt 22, 31-32).
blo están la muerte y el infierno. Quien se encuentra Todos, en efecto, viven para Dios. Sobre estos en­
en el reino del diablo no puede alabar al Señor, según seña el Apóstol: Por eso Dios no se avergüenza de
lo que dice el profeta: No te alabarán los muertos. ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una
Señor, ni los que descienden al infierno -se refiere ciudad (Web 11, 16). Que las almas no permanecen
sin duda al infierno del pecado-, sino que nosotros, ociosas o carecen de sentimientos después de separar­
que vivimos -no para el vicio ni para este mundo, sino se de este cuerpo lo demuestra la parábola que cuenta
para Dios- bendigamos al Señor desde ahora mismo la historia del pobre Lázaro y del rico vestido de púr­
hasta la eternidad (Sal 113, 17-18). No hay nadie en pura: el primero se hace merecedor de la morada de
la muerte que se acuerde de Dios. En el infierno -del la eterna felicidad, esto es, del descanso en el seno
pecado-, ¿quién alabará al Señor? (Sal 6, 6). La res­ de Abrahán, mientras que el otro arde en las llamas
puesta es: nadie. insoportables del fuego eterno (Le 16, 18-26).

36 37
5. Pensemos un momento en aquellas palabras vado después del juicio final y que -al contrario de
que el Señor le dice al ladrón: Hoy estarás conmigo la opinión de algunos infieles- no se disuelven en la
en el paraíso (Le 23, 43). ¿Qué otra cosa significan nada después de su salida de esta morada, sino que
sino que no solo perduran en el alma los conocimien­ persisten con más vida y se unen con más fuerza a la
tos anteriores, sino también que las almas disfrutan alabanza de Dios.
de una u otra suerte en correspondencia con sus he­ 8. Dejando por un momento de lado el testimonio
chos y sus méritos? En efecto, Dios no le habría pro­ de las Escrituras acerca de la naturaleza del alma, ha­
metido esto si supiera que su alma se ve privada de gamos algunas breves consideraciones sobre la me­
sentimiento o se disuelve en la nada tras separarse diocridad de nuestro conocimiento. ¿No va más allá
de la carne. No era la carne, sino el alma la que iba a de toda estupidez, no es incluso una locura sospe­
entrar en el paraíso para estar junto a Cristo. char mínimamente que aquella parte más valiosa del
6. Tenemos que ser prudentes; más aún, debemos ser humano, en la cual reside también la imagen de
detestar con todas nuestras fuerzas la manera perversa Dios según las palabras del venerable Apóstol (1 Cor
en que ponen la coma en el citado versículo los he­ 11, 7; Col 3, 10), pierde su consciencia una vez que
rejes que no creen que el mismo día en que Cristo ha abandonado la carga corporal que soporta en la
descendió a los infiernos estuvo también en el paraíso. vida presente, a causa de la cual en realidad se ve de­
En efecto, ellos puntúan así la frase: En verdad te digo bilitada? ¿No lleva ella en sí misma todo el poder de
hoy -aquí ponen una coma y continúan - estarás con­ la razón y vuelve sensible a la materia muda e insen­
migo en el paraíso. De este modo, consideran que esta sible de la carne haciéndola participar de su propia
promesa no se cumple directamente después del trán­ esencia? Según esta lógica, ¿no es razonable pensar
sito de esta vida a la otra, sino que se va a cumplir des­ que, una vez que la mente se separa de la carne grasa
pués del regreso de la resurrección. No comprenden por culpa de la cual se ve debilitada, optimiza en rea­
lo que antes del día de su resurrección les dijo Cristo a lidad sus capacidades intelectuales y las vuelve más
los judíos, quienes creían que estaba encerrado, como puras y más sutiles? ¿No es más preferible creer esto
ellos, en las estrecheces propias del ser humano y en a pensar que el alma pierde estas capacidades?
la debilidad de la carne: Sólo asciende al cielo quien 9. El venerable Apóstol está tan convencido de la
desciende del cielo, el Hijo del hombre que está en el verdad de esto que acabamos de decir, que desea in­
cielo (Jn 3, 13). cluso apartarse de esta carne para que gracias a esta
7. Todo esto muestra que las almas de los difun­ separación pueda unirse más íntimamente a Dios: De­
tos no solo no se ven privadas de sensibilidad, sino seo disolverme y estar con Cristo, lo cual es mucho
tampoco de los sentimientos de esperanza y de tris­ mejor, porque mientras habitamos en el cuerpo esta­
teza, de alegría y de miedo; también prueba que ellas mos lejos del Señor (2 Cor, 5,6). Y dice también: Peto
ya comienzan a disfrutar aquello que les está reser­ estamos confiados y queremos estar lejos del cuerpo

38 39
y en presencia del Señor. Por eso nos esforzamos por­ 15
agradarle, ya estemos presentes o ausentes (2 Cor 5,
Modos infinitos de contemplar a Dios
8-9). Por lo tanto, afirma que la permanencia del alma
en la carne es un exilio lejos de Dios y es ausencia
de Cristo; cree con todas sus fuerzas que separarse y
alejarse del cuerpo es encontrar a Cristo.
10. De manera más clara todavía dice lo mismo
acerca del estado de vida intenso de las almas: Os
habéis acercado al monte Sion y a la ciudad del Dios 1. La contemplación de Dios se puede entender de
vivo, la Jerusalén celeste, y a una multitud de miles muchas maneras. A Dios, en efecto, no se le conoce
de ángeles, a la asamblea de los primeros hijos de solamente admirando su sustancia incomprensible,
Dios que están inscritos en los cielos y a los espíritus pues este conocimiento está oculto en la esperanza de
de los justos perfectos (Heb 12, 22-23). Sobre estos la promesa, sino que se le ve a través de la grandeza
espíritus señala en otro lugar: Los padres según la de sus criaturas cuando percibimos su justicia y su
carne nos enseñaban y los respetábamos: ¿no vamos intervención diaria en el gobierno del mundo; cuando
a someternos con mayor razón al Padre de los espí­ observamos con una mente pura lo que ha realizado
ritus para poder vivir? (Heb 12,9). juntamente con sus santos de generación en genera­
ción; cuando admiramos atónitos su poder, con el que
gobierna, modera y rige el universo; cuando conside­
ramos su inmensa sabiduría y su mirada, a la que no
se escapan los pensamientos más profundos; cuando
pensamos que él ha contado la arena y las olas del
mar; cuando constatamos asombrados que cada gota
de lluvia, cada día y hora de todos los siglos, todo lo
presente y lo futuro, reside en su conocimiento.
2. También vemos a Dios cuando admiramos su
inefable clemenciáf gracias a la cual soporta con pa­
ciencia inagotable las innumerables infamias que a
cada momento se cometen bajo su mirada; cuando
contemplamos la vocación con la que nos ha llamado
como don gratuito de su misericordia, sin que haya­
mos hecho méritos para ello; cuando, finalmente, con­
sideramos cuántas veces nos ha dado la posibilidad de

40 41
salvamos para convertirse en nuestro Padre adoptivo 16
(pues para esto ha dispuesto que naciéramos, para
transmitimos la gracia y el conocimiento de su ley
Pregunta
desde la cuna, puesto que, venciendo en nosotros al SOBRE LOS PENSAMIENTOS
diablo, tan sólo gracias a su benevolencia nos otorga
la eterna bienaventuranza y una recompensa perpe­
tua) y cuando por nuestra salvación se encarnó e hizo
partícipes de las maravillas de sus misterios a todas
las gentes.
3. Hay otros modos infinitos de contemplación si­ Germán: ¿Cómo es que, en contra de nuestra vo­
milares que nacen en nuestros sentidos en función de luntad o involuntariamente, nos asaltan pensamien­
la perfección de nuestra vida o de la pureza de nuestro tos superfluos de manera sutil y a escondidas, de tal
corazón, gracias a los cuales podemos ver a Dios o modo que resulta enormemente difícil no solo poder
poseerlo por medio de una visión pura. expulsarlos, sino incluso tener conciencia de ellos y
Pero nadie podrá conservar eternamente estas con­ reconocerlos?
templaciones si vive en él algún afecto camal, pues ¿Puede estar el alma alguna vez libre de ellos sin
dice el Señor: No podrás ver mi cara, porque el hom­ tener que verse asaltada por ilusiones de este tipo?
bre no me podrá ver y seguir viviendo (Ex 33, 20), en
referencia a este mundo y a los afectos terrenales.

42 43
17 que contemple los celestiales. Si por negligencia de­
jamos de realizar estos ejercicios, no podremos evitar
El control de los pensamientos
que nuestra mente se vuelva espesa por la bastedad
de los vicios, se desequilibre y, en último término, se
precipite hacia su lado carnal.

1. Moisés: Es imposible que el espíritu no se dis­


traiga a causa de los pensamientos, pero con esfuerzo
estos pueden ser aceptados o rechazados. Si bien es
cierto que la aparición de tales pensamientos no de­
pende de nosotros, el rechazarlos o elegirlos sí que lo
decidimos nosotros.
Acabo de afirmar que es imposible que el espíritu
no se vea asaltado por los pensamientos, pero esto no
quiere decir que haya que atribuirlos totalmente a un
ataque fortuito o a unos espíritus que se esfuerzan por
introducirlos en nosotros, pues en ese caso no queda­
ría lugar en el hombre para el libre albedrío ni tendría­
mos la capacidad de corregimos.
2. Al contrario, opino que en gran medida depen­
de de nosotros el mejorar la calidad de nuestros pen­
samientos y el que estos crezcan en nuestros cora­
zones bien como pensamientos santos y espirituales,
bien como pensamientos terrenales y camales. Por
eso, la lectura frecuente y la meditación constante de
las Escrituras tiene como finalidad que nuestra alma
se vuelva capaz de suscitar en la memoria pensa­
mientos espirituales; el canto frecuente de los salmos
fomenta en nosotros una contrición continua; la re­
petición de vigilias, ayunos y oraciones nos ayuda a
que el espíritu no goce con los bienes terrenales, sino

44 45
18 mundanas y en cuidados superfluos, nacerá de todo
esto una especie de cizaña que impondrá a nuestro co­
Más sobre cómo controlar
razón un trabajo funesto.
LOS PENSAMIENTOS
Porque, como dice el Señor, donde está el tesoro
de nuestras obras o de nuestras intenciones, allí per­
manecerá necesariamente nuestro corazón (Mt 6,21).

1. La forma de ejercitar el corazón no es muy di­


ferente a la de la muela de molino que gira impulsada
por las corrientes de agua. La muela no puede dejar
de moverse mientras es impulsada por el agua. Sin
embargo, el dueño del molino tiene la potestad de
elegir entre moler trigo, cebada o cizaña, y la muela
tendrá que moler lo que le proporcione la persona en­
cargada de ello.
2. De igual manera nuestra alma, mientras avan­
za por la vida presente, se ve asaltada por las aguas
torrenciales de las tentaciones y jamás podrá perma­
necer al margen de toda esta marea de pensamientos.
Su tesón y su diligencia le permitirán discernir cuá­
les deberá rechazar y cuáles deberá admitir. Si, tal
como hemos dicho, recurrimos a la meditación con­
tinua de las Sagradas Escrituras y evocamos sin ce­
sar en nuestra memoria pensamientos espirituales, el
deseo de perfección y la esperanza en la vida futura,
los pensamientos resultantes serán necesariamente es­
pirituales y harán que el alma permanezca en estas
meditaciones.
3. En cambio, si vencidos por la desidia o la ne­
gligencia, nos dedicamos a los vicios y a las conver­
saciones ociosas y nos volcamos en preocupaciones

46 47
19 ción, escribe: Buscáis una prueba de que es Cristo el
que habla en mí (2 Cor 13, 3).
Triple origen
3. Los pensamientos nacen del diablo cuando in­
DE NUESTROS PENSAMIENTOS
tenta destruimos incitándonos al disfrute de los vicios
y haciéndonos víctimas de sus insidias secretas, pre­
sentando fraudulentamente, con sutilísima astucia, lo
malo como bueno, y apareciendo a nuestros ojos co­
mo ángel de luz (2 Cor 11, 14). O cuando el evange­
lista dice: Durante la cena, cuando el diablo ya había
1. Tenemos que saber que nuestros pensamientos puesto en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscario­
parten de tres orígenes distintos: de Dios, del demo­ te, que entregase a Jesús... (Jn 13,2). Y también: Con
nio y de nosotros mismos. el trozo de pan entró en él Satanás (Jn 13, 27). Pedro
Surgen de Dios cuando tiene a bien visitamos por le pregunta a Ananías: ¿Cómo se apoderó Satanás de
medio de una iluminación del Espíritu Santo, eleván­ tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo? (Hch
donos poco a poco a lo alto; cuando nos castiga con 5, 3). En la misma dirección apunta lo que leemos en
un beneficioso dolor de corazón por los momentos el Evangelio que fue predicho mucho antes por el
en que hemos perdido la ocasión de progresar o he­ Eclesiastés: Si el espíritu del poderoso se eleva sobre
mos caído por desidia; cuando nos enseña los miste­ ti, no abandones tu lugar (Ecl 10, 4; Mt 12, 43s). Y
rios del cielo y convierte nuestro propósito en actos lo que el diablo dice a Dios contra Acab en el primer
e intenciones mejores. Esto último le sucedió al rey libro de Crónicas: Saldré y seré un espíritu mendaz en
Asuero: al ser castigado por el Señor, decidió investi­ la boca de todos sus profetas (1 Cro 22,22).
gar en los anales de su reino, y gracias a ellos recordó 4. Los pensamientos salen de nosotros cuando re­
los servicios de Mardoqueo, decretó que se le conce­ cordamos de forma natural lo que nos ha pasado, lo
dieran los honores supremos y revocó la crudeh'sima que hemos hecho o lo que hemos oído. Sobre esto
pena de muerte que pesaba sobre los judíos (Est 6). dice el venerable David: Recordé los días antiguos,
2. O cuando el profeta recuerda: Escucharé lo que guardé en mi mente los años eternos: meditaba y ejer­
diga en mi el Señor mi Dios (Sal 84, 9). Asimismo citaba mi alma por la noche; escrutaba en mi espíritu
dice otro profeta: El ángel que hablaba en mí dijo... (Sal 76, 6-7). Y: El Señor conoce los pensamientos
(Zac 1, 14). O cuando el Hijo de Dios promete que de los hombres y sabe que son vanos (Sal 93, 11), y
vendrá con su Padre y que establecerá su morada en­ también: Los pensamientos de los justos son la justi­
tre nosotros (Jn 14, 23), y que No sois vosotros los cia (Prov 12, 5). En el Evangelio dice el Señor a los
que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre habla fariseos: ¿Por qué concebís malos pensamientos en
en vosotros (Mt 10,20); y cuando Pablo, vaso de elec­ vuestro corazón? (Mt 9, 4).

48 49
20 judía o si desciende lleno de la arrogancia de la filo­
sofía secular y su piedad es solo aparente. Podremos
Discernir los pensamientos
llevar a cabo todo esto si atendemos a las palabras del
Apóstol: No creáis en todo espíritu, sino comprobad
si los espíritus son de Dios (1 Jn 4, 1).
3. De aquí procede el error de los que, después de
profesar como monjes, se dejaron seducir por el bri­
llo de las palabras y de algunas ideas de los filósofos:
1. Conviene, pues, que tengamos siempre presente cuando las oyeron por primera vez, no hallaron nada
este triple origen y que examinemos con detalle cada que discordara de la doctrina piadosa y de la religión;
pensamiento que surge en nuestro corazón, indagando incluso les parecieron brillantes como el oro. Mas una
su procedencia, su causa y su autor, para que podamos vez que tales ideas los sedujeron con su apariencia,
determinar desde ahí cómo hemos de reaccionar. los engañaron como hacen las monedas falsas de co­
Así llegaremos a ser, según el precepto del Señor, bre, los abocaron a la desnudez y miseria perpetuas, e
expertos cambistas. Estos son especialistas en probar incluso los arrastraron al ruido del mundo y a abrazar
si el oro es puro u obrizo, como se suele decir, o si más herejías y opiniones fatuas. Esto le pasó a Acor, según
bien ha sufrido algún desperfecto en el crisol por obra cuenta el libro de Josué, hijo de Nave. Acor deseó un
del fuego. Gracias a su perspicacia no se dejan enga­ lingote de oro que formaba parte del botín tomado a
ñar cuando ven un vulgar denario de cobre, por mu­ los filisteos, lo robó y por ello fue castigado y conde­
cho que su brillo dorado lo haga parecer una moneda nado a una muerte eterna (Jos 7).
de gran valor. Y no solo saben reconocer sabiamente 4. En segundo lugar, al respecto de las Escritu­
las monedas que llevan la efigie de algún tirano, sino ras, impresas en el oro más puro, nos conviene es­
que también distinguen con gran sagacidad las que, tar atentos para que no nos engañe una interpretación
aun teniendo la imagen de un rey legítimo, son falsas. perversa que se presenta como un metal precioso. El
Para averiguar si pesan menos de lo que sería legíti­ diablo, con su inmensa astucia, usó precisamente esta
mo, recurren a la prueba de la balanza. estratagema para intentar seducir a nuestro Señor y
2. El Evangelio, poniendo el ejemplo de los cam­ Salvador como si fuese solamente un hombre. Lo que
bistas, enseña que hemos de estar espiritualmente vi­ se entiende de manera general acerca de la persona de
gilantes. En primer lugar, cuando algún pensamiento los justos lo alteró con malévola intención y lo aplicó
se insinúa en nuestro corazón o alguna idea se intro­ a quien no necesita la ayuda de los ángeles: Mandará
duce en él, tenemos que analizar con gran diligencia a los ángeles que te custodien en todos tus caminos.
si llega purificado por el fuego divino y celeste del Te llevarán en sus brazos para que no tropieces con
Espíritu Santo, si tiene que ver con la superstición ninguna piedra (Mt 4, 6; Sal 90, 11-12). Así desnatu-

50 51
raliza las preciosas palabras de las Escrituras median­ se ponen en circulación no sin peijuicio para incautos
te una interpretación capciosa y les da un sentido con­ e ignorantes. Aunque estas obras parezcan a primera
trario y dañino, con el fin de colamos bajo el color del vista útiles y necesarias, después se muestran con­
oro falso la efigie del usurpador. También intenta de­ trarias a los sólidos principios de nuestra profesión y
fraudamos con monedas falsas, o sea, exhortándonos dañan nuestro propósito de vida monástica. Por ello,
a aquella obra de piedad que no procede de la legítima es saludable rechazarlas lejos de nosotros, como si se
acuñación de nuestros mayores, que nos conduce al tratase de un miembro de nuestro cuerpo que, aun ne­
vicio bajo la apariencia de la virtud y nos arrastra a un cesario, es causa de escándalo, por mucho que haga
fin desastroso mediante ayunos inmoderados, oracio­ las funciones de la mano o del pie derecho.
nes mal ordenadas y una lectura inconveniente. 7. En efecto, es preferible renunciar a un miembro,
5. Lo mismo sucede cuando nos aconseja ayudar o sea, a cumplir un precepto, para poder mantenerse
y visitar a alguna persona necesitada para obligamos así sano y firme en todo lo demás a través de las obras
a salir del recinto espiritual del monasterio y de la y de sus frutos y entrar debilitado en el reino de los
intimidad de la paz que hemos elegido; cuando nos cielos, que caer en algún escándalo llevados por el
sugiere ocupamos de las preocupaciones de mujeres afán de cumplir todos los mandatos. Dicho afán puede
consagradas que carecen de apoyo para, de este modo, dar pie a unos hábitos perniciosos que nos separen de
hacer caer al monje en redes enmarañadas y distraerlo nuestra conducta austera y del propósito que hemos
con ocupaciones perniciosas; igualmente, cuando nos asumido, hasta el punto de precipitamos a la ruina y
invita a desear las santas funciones que conlleva el de que sean arrojados al fuego del infierno todos los
oficio del clérigo, bajo el pretexto de la edificación de frutos del pasado y todo el cuerpo de nuestras obras,
muchas almas y de ganar adeptos a la causa de Dios. sin que nada de esto pueda compensar las pérdidas
Con esto pretende alejamos de la humildad y de la futuras (Mt 18, 8). Sobre este tipo de ilusiones se ex­
austeridad que nos habíamos propuesto. presa con elegancia el libro de los Proverbios: Hay
6. Aunque estas obras son contrarias a nuestra caminos que al hombre le parecen rectos, cuyo final
forma de vida y a nuestra profesión monástica, al le conduce a las profundidades del infierno (Prov
aparecer cubiertas por el velo de la misericordia y la 16, 25 LXX), y también: El malvado hace el mal
religión engañan fácilmente a incautos e inexpertos. cuando se mezcla con el justo, lo que significa que
Tales obras imitan las monedas del rey legítimo por­ el diablo siempre engaña por mucho que se presente
que de entrada parece que están llenas de piedad, pero revestido del color de la santidad. El odia la palabra
no proceden de acuñadores legítimos, esto es, de los que protege (Prov 11,15 LXX), esto es, la fuerza del
padres reconocidos universalmente, ni de la fábrica discernimiento que procede de las palabras y de las
legal y pública de sus enseñanzas, sino que han sido enseñanzas de los antiguos.
fabricadas de manera fraudulenta por los demonios y

52 53
21 conforme al respeto debido a Dios, si es un senti­
miento con sustancia o si, por el contrario, es dema­
Un ejemplo de discernimiento
siado ligero y busca la ostentación ante los hombres,
si pretende aparecer presuntuosamente como una no­
vedad o si la vanagloria no habrá provocado que dis­
minuya su peso.
Todo esto se realizará de manera pública, esto es,
comparando nuestros proyectos con los actos o con
1. Un ejemplo ilustrativo de lo que acabamos de los testimonios de los apóstoles: si se mantienen só­
exponer nos lo ofrece el abba Juan, que vive en Lico lidos y su peso es el equilibrado los mantendremos;
y que, según me consta, fue objeto de engaño hace pero si, por el contrario, resultan ser dañinos y perju­
poco. A pesar de estar su cuerpo agotado y consumi­ diciales y no alcanzan el peso requerido, los rechaza­
do, prolongó su ayuno durante otras dos jornadas. Al remos con toda prudencia y diligencia.
día siguiente, cuando se disponía a comer, se le apa­
reció el diablo en forma de un horrible ser que, arro­
jándose a sus pies, le dijo: «¡Perdóname! He sido yo
el causante de tu fatiga». Entonces este gran hombre,
dotado de la virtud del discernimiento, comprendió
que, bajo la apariencia de una abstinencia virtuosa,
había caído en la trampa del diablo; entendió que su
empeño en abusar del ayuno ocasionaba a su cuerpo
fatigado un agotamiento innecesario, incluso perju­
dicial para el espíritu. Había sido engañado por una
moneda falsa, había venerado en ella la imagen del
rey legítimo, pero no había examinado suficiente­
mente si la acuñación era auténtica.
2. Este objetivo lo alcanzaremos, como lo hacen
los cambistas experimentados, examinando el peso
de las monedas: si nuestra mente concibe cierto pro­
yecto, habremos de examinarlo escrupulosamente
pesándolo en la balanza de nuestro corazón con la
mayor exactitud posible, para ver si se ajusta a la me­
dida y está en conformidad con la regla, si se hace

54 55
22 bajo ella, será saqueado por los ladrones, corroído
por la herrumbre de la vanagloria y devorado por los
Cuatro criterios para discernir gusanos de la soberbia, de tal modo que no podrá ser
de utilidad ni de provecho para quien lo escondió.
Es conveniente que siempre exploremos bien las pro­
fundidades de nuestro corazón y miremos con aten­
ción las huellas de los que entran en él para evitar que
un monstruo intelectual, dragón o león, pase por allí
1. Es necesario realizar el discernimiento a par­ y, sin que nos demos cuenta, deje impresas sus hue­
tir de cuatro criterios que acabamos de describir. En llas funestas que den acceso al interior de nuestros
primer lugar, para que no nos pase desapercibido si corazones a otras criaturas si descuidamos nuestros
la materia del oro es verdadera o falsa. En segundo pensamientos. De esta forma, arando a cada hora y
lugar, para que desechemos como moneda falsa los sin cesar la tierra que es nuestro corazón con el arado
pensamientos que aparentemente nos impulsan a ha­ evangélico, esto es, recordando siempre la cruz del
cer obras de misericordia, ya que contienen la falsa Señor, podremos eliminar en nosotros los escondri­
efigie de un tirano sin haber sido sometida a acuña­ jos de monstruos feroces y las guaridas de serpientes
ción auténtica. Después tendremos que examinar y venenosas.
rechazar todo lo que imprime sobre el oro preciosísi­
mo de las Escrituras un sentido herético y pecamino­
so y que porta el rostro no del rey legítimo, sino del
usurpador. Por último, tendremos que rechazar como
monedas ligeras, perjudiciales e incapaces de dar el
peso justo los pensamientos que han perdido peso y
valor oxidados por la vanidad y que no cuadran con el
patrón de nuestros antiguos Padres. Así no caeremos
en la desgracia de la que nos advierte el Señor, ni nos
veremos defraudados en nuestro premio y en nues­
tra recompensa: No acumuléis tesoros bajo la tierra,
donde la herrumbre y los bichos los destruyen y don­
de escarban los ladrones y los roban (Mt 6, 19).
2. En efecto, todo lo que hacemos con vistas a la
gloria humana es un tesoro que, en palabras del Se­
ñor, acumulamos bajo tierra. Como está escondido

56 57
23 escuchan. Ahora bien, lo poco que queda de noche no
da para acabar mi discurso. Por eso es mejor que con­
Epílogo
cedamos al cuerpo un descanso, pues este tiende al
reposo excesivo cuando se le niega el poco que nece­
sita. Reservemos, pues, para mañana o para la noche
siguiente la exposición del discurso completo.
3. Es necesario, en efecto, que los mejores maes­
tros en el arte del discernimiento muestren su com­
1. Ante estas palabras nos quedamos estupefactos petencia y si son o pueden ser capaces de practicar la
y a la vez ansiosos de seguir escuchándole. Enton­ virtud que enseñan, de tal forma que, al tratar acerca
ces el anciano, al darse cuenta de nuestro deseo, hizo de esta virtud que es la madre de la medida, no caigan
una pequeña pausa y siguió hablando de esta manera: en el vicio del exceso, que es contrario a esta virtud;
Vuestra atención, hijos míos, me ha movido a hacer no en vano, así dañarían con sus obras aquello que
un discurso tan largo; un fuego proporcional a vues­ exaltan con sus palabras, esto es, la fuerza de la razón
tro deseo infunde a mi discurso un apasionamiento y la naturaleza del discernimiento. Por tanto, al prac­
aún mayor. Pero para ver con claridad si de verdad ticar ahora el discernimiento, sobre el cual nos dispo­
estáis sedientos de la doctrina de la perfección, quie­ nemos a investigar hasta donde Dios nos los permita,
ro todavía disertar brevemente acerca de la excelen­ esta misma discreción nos ayude a que, al hablar de
cia y de la gracia del discernimiento o discreción, que su excelencia y de su medida que es, como se sabe,
entre todas las virtudes tiene la cumbre y la primacía. la principal de sus características-, no nos excedamos
Quisiera también probar su excelencia y su utilidad en el tiempo de nuestra charla.
no solamente por medio de ejemplos de la vida coti­ 4. Así concluyó el venerable Moisés su discurso y
diana, sino también a través de las palabras y de las nos dejó encandilados con sus palabras, pero nos ex­
sentencias de los antiguos Padres. hortó a disfrutar del sueño un rato recostándonos en
2. Recuerdo que muchas veces me han pedido las mismas esteras sobre las que estábamos sentados,
con lágrimas y sollozos un discurso similar, pero por poniendo bajo nuestras cabezas, a manera de almo­
mucho que yo deseaba ofrecer alguna enseñanza, me hadas, unos embrimia. Estos están hechos de papiros
resultaba imposible: no solo me faltaban las ideas, si­ gruesos unidos en haces largos y estrechos y atados a
no incluso las palabras; de modo que no sabia cómo tramos de un pie y medio. También sirven a los mon­
despedir a aquella gente con algún tipo de consola­ jes, cuando se reúnen, de asientos muy bajos, a la
ción, por insignificante que fuera. Esto es una prueba manera de tajuelos; otras veces se usan de almohadas
clara de que la gracia del Señor inspira las palabras de no muy duras, manejables y cómodas, sobre las que
los que hablan según el mérito y el deseo de los que reclinar la cabeza para dormir.

58 59
5. Estos embrimia se adaptan perfectamente al uso
monástico no solo porque son hasta cierto punto có­
modos y se elaboran con poco trabajo y por un módi­
co precio -pues el papiro crece en las orillas del río
Nilo-, sino también porque son fáciles de transportar
gracias a su tamaño manejable y a su poco peso.
De este modo, siguiendo los consejos del ancia­ Segunda conversación
no, nos dispusimos a disfrutar del sueño. Sin embar­
go, nos costó dormimos, porque estábamos muy ale­ EL DISCERNIMIENTO
gres por la conversación que habíamos compartido y, ESPIRITUAL
a la vez, porque esperábamos con impaciencia la que
se nos había prometido.

60
1
Prólogo

1. Tras aprovechar el sueño reparador de la no­


che, nos llenó de gozo la primera luz del día, pues ya
podíamos pedir al venerable Moisés que retomara su
discurso.
Abba Moisés comenzó a hablar con estas palabras:
Veo que vuestros deseos son tan ardientes que apenas
os habrá servido el tiempo dedicado al reposo de la
carne, quitándoselo a la conversación espiritual. Por
mi parte, siento una inquietud aún mayor al constatar
vuestro fervor. Así pues, me veo obligado a saldar la
deuda que tengo con vosotros poniendo todo mi celo
en la misma proporción en la que vosotros lo requerís
de mí, según aquellas palabras: Cuando te sientes a la
mesa de un poderoso, fíjate bien en lo que te sirve; al
alargar tu mano, piensa que tú también tendrás que
ofrecer un banquete semejante (Prov 23, 1-2 LXX).
2. Seguidamente, hablaremos del gran bien que es
el discernimiento y de su virtud, tema que íbamos a
abordar anoche antes de poner fin a nuestra conversa­
ción. Consideramos oportuno, en primer lugar, mos­
trar su excelencia a través de las enseñanzas de los pa­
dres. De esta forma, cuando quede claro qué pensaron
o dijeron sobre la discreción nuestros predecesores,
pondremos ejemplos de la caída y ruina de algunos
monjes, tanto en tiempos antiguos como recientes, y

63
de cómo sucumbieron con gran daño porque no aspi­ 2
raron a ella. En la medida en la que sea posible, tra­
El discernimiento,
taremos de su utilidad y beneficios. Y solo tras haber
CLAVE DE LA VIDA ESPIRITUAL
reflexionado sobre estos puntos, aprenderemos cómo
debemos procurarla y cultivarla, considerando la dig­
nidad de sus beneficios y de su gracia.
3. En efecto, el discernimiento no debe conside­
rarse una virtud mediocre ni es algo que se pueda al­
canzar tan solo por el esfuerzo de los hombres, sino
que es concedido generosamente por Dios. Leemos 1. Recuerdo que cuando aún era niño y vivía en
que el Apóstol nombra el discernimiento entre los do­ la región de la Tebaida, donde habitaba el venerable
nes más nobles del Espíritu Santo: A uno se le ha dado Antonio, llegaron allí unos ancianos para preguntarle
por medio del Espíritu una palabra de sabiduría, a por el modo de lograr la perfección. La conversación
otro una palabra de ciencia según el mismo Espíritu, se prolongó desde la tarde hasta el amanecer. El tema
a otro la fe en el mismo Espíritu, a otro el don de sa­ que ahora nos ocupa acaparó entonces la mayor parte
nar enfermos en este uno y mismo Espíritu. Y añade: del tiempo. En efecto, durante un buen rato se debatió
A otro el discernimiento de los espíritus. Después, una sobre cuál es la virtud o práctica que consigue mante­
vez que ha completado el catálogo de los carismas es­ ner al monje alejado de las redes y las tentaciones del
pirituales dice: Todo esto se hace por obra de! uno y diablo y conducirlo a la cima de la perfección por un
mismo Espíritu, que los distribuye a cada uno como camino recto y con paso firme.
quiere (1 Cor 12, 8-11). 2. Cada uno exponía lo que pensaba sobre esta
4. Veis que el don del discernimiento no es terre­ cuestión. Para unos, la clave era la práctica de ayu­
nal e insignificante, sino que es el mayor premio de nos y vigilias, pues estos hacen al alma más sutil y
la gracia divina. Si un monje no pone todo su em­ purifican tanto el alma como el cuerpo, de modo que
peño en conseguirlo y no se hace capaz de discer­ la unión con Dios resulta más fácil. Otros ponían en
nir de manera racional los espíritus que entran en su relación este asunto con el desprecio de todas las co­
alma, forzosamente deambulará por lugares lúgubres sas, pues si el alma se desprende por completo de
y tenebrosos en medio de la oscura noche, y no solo todo, llegará a Dios más rápidamente, ya que no ten­
caerá en peligrosas trampas y precipicios, sino que drá ninguna atadura que la retenga. Otros conside­
incluso tropezará una y otra vez por los caminos lla­ raban necesaria la vida anacorética, esto es, el retiro
nos y rectos. en la soledad del desierto, pues quien vive así puede
comunicarse con Dios más fácilmente y unirse a él de
forma más íntima. Algunos interpretaban que es im-

64 65
prescindible ejercer la caridad, o sea, la hospitalidad, huye de cualquier exceso, que muestra al monje que
dado que a quienes la practican el Señor les ha pro­ siempre debe caminar por la vía regia y no le permite
metido de manera especial el reino de los cielos: Ve­ desviarse a la derecha, esto es, sobrepasar de manera
nid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino vana y presuntuosa el límite de la justa continencia
que ha sido preparado para vosotros desde el inicio por un exceso de fervor; tampoco le permite desca­
del mundo. Pues tuve hambre y me disteis de comer, marse por la izquierda, hacia el vicio y la relajación, o
tuve sed y me disteis de beber... (Mt 25, 34-36). Fi­ sea, dejarse dominar por una nociva pereza espiritual
nalmente, tras haber consumido la mayor parte de la bajo el pretexto de cuidar el cuerpo.
noche atribuyendo a diferentes virtudes la capacidad 5. El discernimiento es lo que el Evangelio deno­
de ofrecer un acceso seguro a Dios, tomó la palabra mina «ojo y lámpara del cuerpo»: La lámpara de tu
el venerable Antonio y dijo: cuerpo es tu ojo: si tu ojo es simple, todo tu cuerpo
3. Todas las prácticas que habéis mencionado son será luminoso; pero si tu ojo es malo, todo tu cuer­
necesarias y útiles para los que tienen sed de Dios y po será tenebroso (Mt 6, 22-23), porque él discierne
desean llegar a él. Sin embargo, cuántos hemos visto todos los pensamientos del hombre y los examina, y ve
que observaban con rigor ayunos y vigilias, se retira­ lo que nos conviene hacer.
ban para llevar admirablemente una vida en soledad, 6. Si el discernimiento es malo en el hombre, es
se privaban de todas las riquezas de modo que ni si­ decir, si está privado del juicio o de la sabiduría ver­
quiera se reservaban la comida de un día o retenían dadera, o si está engañado por el error o la presun­
un denario para si, cumplían devotamente con los ción, hará tenebroso todo nuestro cuerpo, esto es, os­
deberes de la hospitalidad y, no obstante, de repente curecerá las capacidades de nuestra mente y nuestros
fracasaron, y en vez de culminar la tarea que habían actos, envueltos en la ceguera de los vicios y en las
emprendido con los resultados deseables tras una tinieblas de las perturbaciones. Si la luz que hay en ti
vida entera dedicada a Dios, concluyeron su admira­ son tinieblas, ¡qué oscuras serán estas tinieblas! (Mt
ble existencia de un modo abominable. Pues bien, si 6, 23). Nadie duda de que, si se equivoca el juicio de
indagamos con atención en la causa de esa caída y ese nuestro corazón en la noche de la ignorancia, también
fracaso, podremos reconocer con claridad qué es lo nuestros pensamientos y nuestras obras, que proceden
que nos conduce a Dios. del discernimiento, se verán envueltos en las oscuras
4. En efecto, las obras virtuosas eran abundantes tinieblas del pecado.
en esas personas, pero les faltaba una: el discernimien­
to. Por esta razón no fueron capaces de perseverar en
las otras hasta el fin. La única causa de su fracaso es
que no fueron instruidos por los ancianos y, por eso,
no pudieron adquirir la virtud del discernimiento, que

66 67
3 4
DOS EJEMPLOS DE FALTA DE DISCERNIMIENTO Necesidad del discernimiento

1. Saúl, que por un juicio divino se hizo merece­ 1. De este discernimiento dice el Apóstol no sola­
dor de ser rey del pueblo de Israel, como no tuvo el mente que sea «lámpara del cuerpo», sino también lo
ojo del discernimiento, fue expulsado del reino por­ siguiente: Que el sol no se ponga sobre vuestra cólera
que todo su cuerpo era tenebroso. Engañado por las (Ef 4,26). Está escrito que el discernimiento es lo que
tinieblas y el error originados en su lámpara, pensó gobierna nuestra vida: Los que no tienen un gobierno
que los sacrificios iban a ser más gratos a Dios que caen como las hojas (Prov 11,14 LXX). Con razón es
la obediencia a los mandatos de Samuel, y por ese considerado como un consejero sin el cual las Escri­
motivo ofendió a la majestad divina justo cuando pre­ turas nos prohíben hacer cualquier cosa, incluso beber
tendía ganarse su favor (1 Re 15). el vino espiritual que alegra el corazón del hombre
2. La misma ignorancia llevó a Acab, el rey de Is­ (Sal 103, 15): Haz todo con buen criterio, con buen
rael, después del triunfo y la extraordinaria victoria criterio bebe el vino (Prov 31, 4 LXX). Y también:
que Dios le había concedido, a considerar que valía Como una ciudad cuyos muros han sido destruidos y
más la misericordia que la fiel ejecución del precepto se encuentra sin defensa, asi es el hombre que obra
divino, que en su opinión era demasiado cruel. Esta sin buen criterio (Prov 25, 28 LXX).
consideración lo confundió, y así prefirió que la cle­ 2. Este último texto nos enseña mediante un sí­
mencia evitara una cruenta victoria. Pero su miseri­ mil cuán pernicioso es carecer de esta virtud, compa­
cordia sin discernimiento lo condenó a una muerte rando al monje con una ciudad cuyas murallas están
irrevocable, porque todo su cuerpo se había vuelto derruidas y carece de defensa. El discernimiento in­
tenebroso (1 Cro 20). cluye la sabiduría, la inteligencia y el juicio, sin los
cuales no podemos edificar nuestro edificio interior y
tampoco acumular riquezas, según lo que está escrito:
Con sabiduría se levanta una casa, con inteligencia
se ponen sus cimientos, con juicio se van llenando
las bodegas de todos los objetos valiosos y de bienes
(Prov 24, 3-4 LXX).

68 69
3. La virtud del discernimiento, tal como la estoy 5
exponiendo, es el alimento sólido que solamente los
Ellamentable caso
adultos y robustos pueden tomar, como dicen las Es­
DEL ANCIANO HERÓN
crituras: El alimento sólido es para los adultos, los
cuales tienen el juicio ejercitado en discernir el bien
del mal (Heb 5, 14). Esta virtud nos es tan útil y ne­
cesaria que las Escrituras la asimilan a la palabra de
Dios: Viva es la palabra de Dios, eficaz y más aguda
que una espada de dos filos; penetra hasta separar el
alma y el espíritu, las articulaciones y los meollos; 1. Para que, según hemos prometido, un ejemplo
discierne los pensamientos y las intenciones del cora­ reciente confirme la definición dada por el venerable
zón (Heb 4, 12). Antonio y por otros padres, recordad lo que habéis
4. Los textos que acabamos de citar atestiguan de visto con vuestros ojos recientemente. Me refiero al
manera evidente que ninguna virtud puede surgir ni anciano Herón, que engañado por el diablo se preci­
mantenerse sin la gracia del discernimiento. Así, tan­ pitó desde la cumbre hasta el abismo. Recordamos
to el venerable Antonio como los demás padres esta­ cómo había vivido cincuenta años en este desierto y
blecieron que es el discernimiento el que conduce al se había mantenido fiel con todo el rigor al ideal de la
monje intrépido con paso firme hasta Dios y el que abstinencia, amando fervorosamente la vida solitaria
conserva intactas las demás virtudes. Gracias a él se más que ninguno de los que han vivido aquí.
asciende con menor fatiga hasta las altísimas cumbres 2. No sé cómo ni en qué circunstancias fue em­
de la perfección, y sin él muchos, a pesar de sus es­ baucado por el tentador después de haber soportado
fuerzos, no alcanzan la cima. El discernimiento es la tantos trabajos, pero su gravísima caída provocó un
madre de todas las virtudes, su vigía y moderador. dolor inmenso a cuantos habitamos este desierto. ¿No
sería acaso porque le faltaba la virtud de la discreción
y prefirió conducirse por sus propios principios antes
que atenerse a las advertencias de los hermanos y a
las enseñanzas de los padres? Él practicaba siempre
con tanto rigor y constancia el ayuno y buscaba tanto
la intimidad de su celda, que ni siquiera la solemnidad
del día de Pascua lo persuadía a compartir con sus
hermanos la comida con que celebraban la fiesta.
3. En efecto, cada año se reunían todos en la igle­
sia para celebrar esta solemnidad. El único que no

70 71
se unía al grupo era Herón, porque no quería dar la 6
impresión de que se relajaba en su propósito al comer
El caso de los dos hermanos
alguna legumbre con ellos. Esta presunción lo llevó
a confundir al ángel de Satanás con el ángel de la
luz (2 Cor 11, 14) y a observar sus órdenes con gran
veneración, como un esclavo sumiso, incluso cuan­
do le mandó arrojarse a un pozo tan profundo que
ningún ojo humano podía divisar el fondo. Ni por un
momento dudó de las promesas del ángel, el cual le 1. ¿Y qué decir de aquellos dos hermanos que vi­
aseguraba que, gracias a sus virtudes y a sus trabajos, vían más allá del desierto de la Tebaida, donde había
no correría ningún peligro. estado una vez el venerable Antonio, y que, dejando a
4. También le aseguró que sus palabras se harían un lado el prudente discernimiento, decidieron aden­
evidentes y quedarían confirmadas cuando todos vie­ trarse en la infinita inmensidad del desierto sin pro­
ran cómo sobrevivía a tal prueba. Así pues, en mitad curarse más alimento que el que Dios tuviera a bien
de la noche Herón se arrojó al pozo, convencido de proporcionarles?
que saldría ileso y demostraría así el mérito de todas 2. Cuando vagaban por el desierto medio muertos
sus virtudes. de hambre, los vieron a lo lejos los maziques, un pue­
Los hermanos, tras grandes esfuerzos, lo sacaron blo que supera al resto en salvajismo y crueldad, pues
medio muerto y falleció tres días después. Pero lo no les motiva a derramar sangre el deseo de botín,
peor fue que Herón se mantuvo tan obstinado en su como a muchos otros pueblos, sino simplemente la
error, que ni siquiera la cercanía de la muerte logró ferocidad de su espíritu. Mas contradiciendo su fero­
convencerlo de que había sido engañado por la astu­ cidad natural, corrieron hacia ellos con panes.
cia del demonio. Uno de los solitarios recuperó entonces el discer­
5. Por eso, a pesar de los enormes esfuerzos que nimiento y tomó los panes como si se los ofreciera el
Herón había realizado durante los largos años vividos Señor mismo de su mano, y dio gracias por ello, pen­
en el desierto, y a pesar de la compasión y la humani­ sando que este alimento le era proporcionado por de­
dad de los que lloraron su muerte, el abba Pafnucio no signio divino, pues sin la intervención de Dios nunca
accedió a que el anciano dejara de ser considerado un habría sucedido que un pueblo que disfruta derraman­
suicida, indigno de la memoria y de la oblación que se do sangre humana les diera a ellos con qué recuperar
hace por los muertos. fuerzas cuando ya estaban agotados y desfallecidos.
El otro, sin embargo, rechazó el alimento al con­
siderar que procedía de simples seres humanos, y al
final murió de hambre.

72 73
3. Aunque los dos hermanos habían actuado mo­ 7
vidos por la misma errónea convicción, uno de ellos
fue capaz de discernir y así corrigió aquel proyecto
El caso de un monje
que había emprendido de manera temeraria e incauta.
El otro, en cambio, se mantuvo firme en su necia pre­
sunción y se olvidó de la virtud del discernimiento.
Y aunque el Señor quiso evitarle la muerte, él se la
dio a sí mismo al no creer en esa intervención divina
gracias a la cual unos bárbaros feroces habían dejado 1. ¿Y qué decir de ese monje cuyo nombre no voy
a un lado su salvajismo y les ofrecían panes en lugar a mencionar porque todavía vive? Durante mucho
de espadas. tiempo recibió al diablo, que se le presentaba envuel­
to en la luz de un ángel, y embaucado por sus nu­
merosas revelaciones y por la luz con que iluminaba
su celda sin necesidad de lámpara, creyó que era un
mensajero de justicia. Al final, el diablo le ordenó
que ofreciese a Dios en sacrificio a su propio hijo, que
vivía con él en el monasterio, para que por medio de
este sacrificio se equiparase al patriarca Abrahán.
2. El monje, seducido por las dotes de persuasión
del diablo, habría cometido el asesinato si su hijo, al
verlo afilar el cuchillo más de lo habitual y buscar las
cuerdas con las que lo iba a atar para inmolarlo, no
hubiera sospechado de sus criminales intenciones y
no hubiera huido lleno de terror.

74 75
8 Ninguno de estos monjes de los que hemos habla­
do habría caído tan tristemente en este engaño si se
El
caso del monje
hubiera preocupado de adquirir el discernimiento.
QUE ABANDONÓ LA FE CRISTIANA
En conclusión, los muchos casos y ejemplos que
hemos considerado demuestran hasta qué punto es
pernicioso carecer del don del discernimiento.

1. Sería demasiado largo contar con detalle el


engaño que sufrió un monje de Mesopotamia. Vivía
en aquella provincia entregado a una abstinencia tal
que muy pocos serían capaces de imitar, y además
completamente encerrado en su celda durante mu­
chos años. Pues bien, después de tantos esfuerzos y
virtudes por los que se había destacado entre todos
los monjes allí residentes, fue víctima de un engaño a
través de revelaciones y sueños diabólicos, de mane­
ra que lamentablemente se convirtió al judaismo y se
hizo circuncidar en la carne.
2. El diablo logró inducirlo a creer en este enga­
ño por medio de repetidas apariciones. Así, durante
mucho tiempo se le presentó como si fuera un ángel
que le anunciaba revelaciones verídicas. Al final le
mostró, por un lado, al pueblo cristiano y a los prín­
cipes de nuestra religión y de nuestra fe, es decir, a
los apóstoles y los mártires, con un aspecto tenebroso
y tétrico, con una palidez mortal y deforme; y, por
otro, a los judíos, a Moisés, a los patriarcas y a los
profetas exultantes de alegría y rodeados de una luz
esplendorosa. Con ello lo persuadió para que, a fin
de participar en los méritos y la felicidad de estos
últimos, se apresurara a circuncidarse.

76 77
y 10

Pregunta sobre la adquisición La humildad


DEL DISCERNIMIENTO

Entonces intervino Germán diciendo: Gracias a los 1. Moisés: El genuino discernimiento únicamente
ejemplos que has puesto y a las enseñanzas de los pa­ se consigue por medio de la verdadera humildad. La
dres, ya tenemos meridianamente claro que el discer­ primera manifestación de esta humildad es someter al
nimiento constituye, de alguna manera, la fuente y la juicio de los ancianos no solo lo que vamos a hacer,
raíz de las virtudes. sino incluso nuestros pensamientos. Así, no hemos de
Ahora deseamos saber cómo adquirirlo y cómo fiarnos de nuestro propio juicio, sino aceptar siempre
lograremos saber si es verdadero y procede de Dios las opiniones de los ancianos y aprender de sus labios
o si es falso y diabólico. De acuerdo con la parábola qué hay que juzgar como bueno y qué hay que juzgar
evangélica que utilizaste en la conversación anterior, como malo.
deseamos parecemos a ese hábil cambista que, al ver 2. Esta disciplina no solo enseñará al joven a pro­
la imagen impresa del rey legítimo en una moneda, gresar por el camino recto del discernimiento, sino
es capaz de determinar si su acuñación es auténtica que lo protegerá de los engaños e insidias del ene­
o de rechazarla si es falsa, como nos explicaste ayer migo. De ninguna manera podrá ser engañado quien
con palabras sencillas. Para ello queremos aprender vive según el criterio no de su propio juicio, sino del
esa destreza que debe poseer el cambista espiritual y de los ancianos. El astuto diablo nunca podrá defrau­
evangélico1. Porque ¿de qué nos sirve conocer los mé­ dar a quien no oculta, por un pudor nocivo, todos los
ritos de su virtud y de su gracia si no sabemos cómo pensamientos que nacen en su corazón, sino que los
buscarla y adquirirla? somete al juicio clarividente de los ancianos para ad­
mitirlos o rechazarlos.
3. En efecto, un pensamiento maligno pierde su
vigor en cuanto se muestra a otros. En efecto, gracias
a la virtud de la confesión, antes incluso de que el
discernimiento emita su juicio, la sórdida serpiente,
I. Conversación 1,20. por llamarla de esta manera, es arrastrada desde su

78 79
r

guarida subterránea hasta la luz, es sometida al escar­ 11


nio y desaparece. Sus nocivas sugestiones solo domi­
La enseñanza del abba Serapión
nan en nosotros mientras permanecen encerradas en
SOBRE EL DISCERNIMIENTO
nuestro corazón.
Pero para que comprendáis de manera más eficaz
el valor de mis palabras, os contaré un hecho del abba
Serapión que él mismo narraba a los hermanos más
jóvenes para instruirlos.

1. Cuando aún era un niño -recordaba el abba Se­


rapión- y vivía con el abba león, por influencia del
diablo contraje la siguiente costumbre: después de ce­
nar con el anciano a la hora nona, escondía siempre
un trozo de pan en mi regazo para comerlo más tarde
ocultamente, sin que él lo supiera. Aunque reincidía
en este hurto de manera consciente y con vehemencia,
una vez consumado el deseo fraudulento recapacitaba
y caía en la cuenta de que el remordimiento que sentía
por haber cometido ese robo era más intenso que el
disfrute de comer el pan.
2. Así, cada jomada me veía obligado a realizar,
con gran dolor de mi corazón, esta molestísima tarea,
como si los capataces de Faraón me hubieran impues­
to la carga de hacer ladrillos (Ex 5). No podía librarme
de esta cruel tiranía, pero tampoco me atrevía a reve­
lar al anciano mi hurto. Por fin un día Dios tuvo a bien
librarme de aquel yugo opresor.
Sucedió así: algunos hermanos monjes fueron a la
celda del anciano para ser edificados.
3. Cuando terminó la cena, comenzó la charla es­
piritual. En respuesta a las preguntas que le planteaban
acerca del pecado de la gula y de la tiranía de los pen­
samientos secretos, el anciano explicó su naturaleza

80 81
y se refirió a la fuerza virulenta que poseían mientras nos permitía permanecer en ella. El anciano retomó
permanecían escondidos. Entonces yo, afligido por su su admonición: «He aquí que el Señor te ha mostrado
enseñanza y asustado por la voz de mi conciencia, que de manera evidente la verdad de mis palabras, para
reprobaba mi falta, pensé que había dicho esas pala­ que reconozcas con tus propios ojos al autor de esa
bras porque el Señor le había revelado los secretos de pasión tuya, que ha sido expulsado de tu corazón.
mi corazón. Al principio reprimí mi llanto, pero des­ Una vez que ha sido descubierto gracias a tu libera­
pués creció la compunción de mi corazón y estallé en dora confesión, comprobarás que nunca más habitará
gemidos y lágrimas. Entonces saqué de mi cómplice y en ti, ya que ha huido de manera manifiesta».
encubridor regazo el trozo de pan sustraído según mi Por eso -continuaba Serapión-, según las palabras
pecaminosa costumbre y lo puse delante de todos, me del anciano, gracias a la virtud de la confesión el do­
prosterné y les confesé que comía todos los días en minio de esta tiranía diabólica se extinguió y desapa­
secreto, les que pedí perdón y les imploré entre abun­ reció para siempre, hasta el punto de que el enemigo
dantísimas lágrimas que orasen al Señor para que me jamás desde entonces ha intentado avivar en mí la gula
liberase de ese duro cautiverio. y tampoco me he vuelto a sentir tentado a robar.
4. Entonces me dijo el anciano: «Ten confianza, 6. Esto mismo expresa el Eclesiastés con gran be­
hijo mío. Tu confesión te ha liberado de tu cautiverio lleza: Si la serpiente muerde sin silbar, el encantador
sin que yo haya dicho nada. Has vencido a tu adver­ no sirve de nada (Ecl 10, 11 LXX). Con esto quiere
sario que hasta ahora te había vencido a ti, y lo has decir que el mordisco de la serpiente silenciosa es da­
derribado con más fuerza que aquella con la que él te ñino, esto es, que si una sugestión o un pensamiento
había abatido cuando guardabas silencio. Como hasta diabólico no le fuera revelado a través de la confe­
ahora ninguna palabra tuya o de otro lo había repri­ sión a un encantador, o sea, a un hombre espiritual
mido, le permitiste dominar en ti según las palabras que tiene experiencia en curar las heridas y en extraer
de Salomón: Como no se reprime enseguida a los que del corazón el nocivo veneno de la serpiente valién­
hacen el mal, el corazón de los hijos de los hombres dose de las enseñanzas de la Biblia, éste no podrá so­
está tan lleno de crimen (Ecl 8,11 LXX). Por eso este correr a quien se halla en peligro o a punto de morir.
malvado espíritu no podrá inquietarte más después Llegaremos fácilmente a la ciencia del verdadero dis­
de haberlo denunciado; la horrible serpiente no podrá cernimiento si seguimos las huellas de los ancianos
utilizarte más como escondrijo, puesto que tú la has en vez de aventuramos a hacer algo nuevo o a discer­
traído a la luz desde las tinieblas de tu corazón gracias nirlo según nuestro juicio. Caminemos, pues, en todo
a tu liberadora confesión». momento por donde nos muestran sus enseñanzas o
5. No había terminado el anciano de hablar cuan­ la santidad de su vida.
do una lámpara encendida salió de mi regazo y llenó 7. El que está sólidamente instruido en esto no
la celda de un hedor a azufre tan intenso que casi no solo llegará al perfecto discernimiento, sino que tam-
82 83
bien permanecerá protegido de todas las insidias del 12
enemigo. El diablo precipita al monje a la muerte solo
El miedo a manifestar
cuando este, rechazando los consejos de los ancianos,
NUESTROS PENSAMIENTOS
prefiere atenerse a su propio juicio y confiar en su opi­
nión personal.
Ninguna de las artes y profesiones inventadas por
el genio humano, que se palpan con las manos y se
ven con los ojos y que solo son provechosas para las
necesidades de este mundo, puede ser aprendida y
ejercida sin que alguien nos la enseñe. Por eso resul­ Germán: El origen principal de esta perniciosa
ta tan insensato pensar que la única que no precisa vergüenza por culpa de la cual tendemos a esconder
de maestro es la del discernimiento, que es invisible nuestros malos pensamientos, se pone de manifiesto
y oculta, que solo se puede asimilar con un corazón en casos como el siguiente, que hemos conocido no
absolutamente purificado y que, en caso de error, el hace mucho.
daño que se inflige no es solo temporal, ya de suyo Resulta que en Siria había un monje al que los an­
nada fácil de reparar, sino la perdición del alma y la cianos le reconocían una gran autoridad. Este repro­
muerte eterna. bó duramente y con gran indignación a otro monje
8. Pues vivimos en un combate permanente, de no­ que le había mostrado en confesión sus pensamientos
che y de día, no contra enemigos visibles, sino contra con absoluta sinceridad.
enemigos invisibles y crueles. Y esta lucha espiritual Precisamente el miedo a ser reprendidos con du­
no es contra uno o dos enemigos, sino contra legiones reza hace que nos guardemos los pensamientos para
innumerables. Y si uno de nosotros cae en sus ma­ nosotros y que no nos atrevamos a compartirlos con
nos, esa caída resulta perniciosa para todos, porque el los ancianos. En consecuencia, no logramos el reme­
enemigo se vuelve más encarnizado y su ataque más dio para ellos.
escondido.
Así pues, conviene que sigamos siempre con gran
escrúpulo las huellas de los ancianos y les comuni­
quemos todo lo que sucede en nuestro corazón, levan­
tando el velo de la vergüenza.

84 85
13 dio cuenta; se cubrió de canas y lo ignoró (Os 7, 9),
Estos no pueden ofrecer a los jóvenes la honestidad
LOS FALSOS MAESTROS Y LA COMPASIÓN
de su vida ni el rigor digno de alabanza e imitación
con que persiguen su propósito, sino solo su avanzada
edad. Pero el astuto enemigo usa la aparente autori­
dad de sus canas para defraudar a los jóvenes, y con
fraudulenta habilidad utiliza los ejemplos de sus vidas
para derribar y engañar a quienes, por propia decisión
1. Moisés: No todos los jóvenes son igual de fer­ o por consejo de otros, se animaron a emprender el
vorosos, ni están igual de instruidos en las mejores camino de la perfección. Las doctrinas y enseñanzas
disciplinas y costumbres. Tampoco todos los ancianos de esos falsos ancianos conducen a los jóvenes a una
muestran la misma perfección y virtud. Las riquezas nociva tibieza y a una desesperación mortal.
de los ancianos no dependen de sus canas, sino del 4. Acerca de esto quiero poneros un ejemplo sin
celo con que trabajaron en su juventud para adquirir­ nombrara la persona implicada, para que no nos pase
las: Lo que no recogiste en tu juventud, ¿como lo en­ lo mismo que a aquel que hizo públicos los errores
contrarás en tu vejez? (Eclo 25, 5). La vejez honora­ de su hermano después de que este se los contara de
ble no es la que dura mucho ni la que cuenta muchos manera confidencial. Me limitaré, pues, a exponer el
años. La verdadera vejez es la sabiduría; la auténtica hecho, del que podréis aprender una lección útil.
ancianidad, una vida sin mancha (Sab 4, 8-9). En cierta ocasión, uno de nuestros monjes jóvenes,
2. Por eso no debemos seguir las huellas, ni recibir que no era de los menos fervorosos, llevado por el
la doctrina y los consejos de los ancianos que simple­ deseo de progresar y de hallar remedio a sus males,
mente tienen la cabeza cubierta de canas y cuyo único acudió a un anciano conocido por mi. Le confesó con
título es la longevidad. En cambio, hemos de escu­ sencillez que le atormentaban los deseos de la carne y
char a los que en su juventud llevaron una vida dig­ el espíritu de la fornicación, pensando que, gracias a
na de alabanza e irreprochable, y que no se formaron la oración del anciano, encontraría consuelo para sus
según su propio parecer, sino según las tradiciones de tormentos y remedip para sus heridas. Lejos de eso,
los mayores. Hay ancianos -por desgracia demasia­ el anciano lo increpó con palabras llenas de amargura,
dos- que en su adolescencia cayeron en la tibieza y tachándolo de miserable y de persona indigna de lle­
han envejecido en la indolencia, y que han adquirido var el nombre de monje, puesto que se dejaba atraer
autoridad no por la madurez de sus costumbres, sino por el vicio de la concupiscencia. Estos reproches
tan solo por el número de sus años. causaron el efecto contrario: hirieron tanto al joven
3. A estos les reprocha el Señor por medio del Pro­ que cayó en la absoluta desesperación y abandonó su
feta: Unos extranjeros devoraron su fuerza y no se celda con una tristeza mortal.

86 87
5. Sumido en una tristeza tan intensa, abandonó la ponerse al nivel de las debilidades de los afligidos y
idea de buscar un remedio para su sufrimiento y ya de sentir compasión ante la fragilidad de los jóvenes».
solo pensaba en saciar su concupiscencia. Entonces el Nada más concluir esta oración entre sollozos, vio a
abba Apolo, el más experimentado de todos los ancia­ un horrible ser enfrente de la celda lanzando un dar­
nos, se encontró con él. Al verlo cabizbajo, adivinó su do ardiente al monje. Azuzado por aquella flecha, este
sufrimiento y la vehemencia del combate que estaba salió de su celda corriendo de un lado a otro como un
librando silenciosamente en su corazón. El abba le loco, entrando y saliendo hasta que, incapaz de que­
preguntó por la causa de su sufrimiento, pero el jo­ darse quieto, decidió marcharse por el mismo camino
ven no fue capaz de responder ni siquiera una palabra. por el que aquel joven había querido irse.
El anciano, sabedor de que pretendía ocultar el mo­ 8. El abba Apolo, al ver que el monje se agitaba
tivo de su enorme tristeza -aunque en vano, porque como un demente enfurecido, entendió que el dardo
su cara le traicionaba-, insistió en preguntarle por las encendido del diablo que había visto le había alcan­
causas de ese dolor secreto. zado en el corazón, prendiendo en él el fuego inso­
6. El joven, viéndose sin escapatoria, confesó que portable de la confusión del alma y el trastorno de
iba a la aldea para casarse y volver a la vida secular, los sentidos. Entonces se acercó y le preguntó: «¿A
pues según aquel anciano no valía para ser monje, ya dónde vas? ¿Qué es lo que te inquieta hasta el punto
que no era capaz de refrenar los apetitos de la carne de corretear por todas partes como un niño olvidando
ni de hallar un remedio contra sus tentaciones. Enton­ la compostura propia de tu edad?».
ces Apolo lo consoló con dulces palabras y le dijo que 9. Confuso por los reproches de su conciencia y
también él era atacado todos los días por las mismas por su ridicula agitación, el monje creyó que la lla­
apetencias y tempestades, y que no debía caer por eso ma que quemaba su corazón había sido descubierta y
en la desesperación ni sorprenderse de la violencia de que los secretos de su espíritu habían sido revelados.
la tentación, y que esta puede vencerse gracias al es­ Viendo que no se atrevía a responder, Apolo le dijo:
fuerzo persistente y a la misericordia y la gracia de «Vuelve a tu celda y comprende que hasta ahora el
Dios. Le pidió al joven que retrasase un día su marcha diablo te ha ignorado, te ha despreciado, no te ha he­
y le animó a volver a la celda. Después, se dirigió a cho caso y no te ha considerado digno de pertenecer
toda prisa al eremitorio del anciano. al grupo de monjes cuyos progresos y santos deseos
7. Al acercarse a él, extendió los brazos para orar y lo incitan a combatirlos sin cesar. En todos tus años
dijo entre lágrimas: «Señor, tú que eres el único capaz de profesión monástica no has recibido de él más que
de ver las fuerzas secretas que hay en el hombre y su un solo dardo y no has sido capaz no ya de rechazarlo,
debilidad, tú, que eres el médico invisible y piadoso, sino ni siquiera de soportarlo un solo día. El Señor ha
haz que la tentación que sufre aquel joven pase a este permitido que fueses herido por él para que, al menos
anciano, para que también en su vejez sea capaz de en la vejez, aprendieras por experiencia a compade-

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certe de las debilidades ajenas y ser comprensivo con Ahora ya se ha logrado el objetivo que buscaba
la fragilidad de los jóvenes. Tú recibiste a ese monje el Señor con su intervención, esto es, liberar a aquel
que sub ía los ataques del demonio, pero no solo no le joven de sus perniciosos deseos e instruirte a ti acer­
ofreciste consuelo, sino que, después de que cayera en ca de la violencia de su tentación y de la virtud de la
una perniciosa desesperación, entregaste a ese joven compasión. Así pues, imploremos juntos en nuestras
que se había confiado en tus manos a las manos del oraciones que concluya el castigo que el Señor ha
enemigo, para que fuera tristemente devorado por él. querido infligirte para tu escarmiento -él es el que
10. Sin duda el diablo no lo habría combatido con hiere y el que cura, él es el que humilla y exalta, el
tanta violencia -al contrario de lo que hasta ahora ha­ que da la muerte y la vida, hunde en el abismo y saca
bía hecho contigo- si no hubiera visto con recelo sus de él (l Sin 2, 6-7)- y que apague mediante el abun­
progresos futuros; tampoco se habría apresurado a ata­ dante rocío de su Espíritu las flechas ardientes del
jar su virtud y a obstaculizarla con sus flechas de fuego diablo que, por mediación mía, él permitió que te al­
si no lo hubiera considerado más fuerte que tú. Por canzaran».
el contrario, el diablo vio necesario combatirlo con 12. Gracias a la plegaria del anciano, el Señor tuvo
tal vehemencia. Aprende, pues, en tu propia carne a a bien retirar esta tentación con la misma rapidez con
compadecerte de los que sufren, a no aterrorizar a los que la impuso, pero también enseñó con claridad que
que están en peligro de caer en perniciosa desespera­ no se debe reprochar a nadie por sus errores cuando
ción y a no exasperarlos con durísimas palabras, sino los ha confesado y que no se debe despreciar el dolor
a animarlos y consolarlos con dulzura y cordialidad, del que sufre. Tampoco la impericia o la ligereza de
según el precepto del sapientísimo Salomón: No dejes uno o más ancianos deben apartar o excluir a nadie
de rescatar a los que son conducidos a la muerte ni del camino de salvación del que ya hemos hablado,
de salvar a los que van a ser ejecutados (Prov 24, 11 pues el perverso enemigo usa las canas para enga­
LXX). Siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, no ñar a los jóvenes. Al contrario, retirando el velo del
quiebres una caña cascada ni apagues la mecha que pudor, deben revelar todo a los padres espirituales y
todavía humea (Mt 12, 20). Pide al Señor la gracia de recibir de ellos remedios para las heridas y ejemplos
poner por obra esta virtud y de poder cantar con con­ de vida santa.
fianza: El Señor me ha dado una lengua sabia para Y nosotros, por nuestra parte, veremos cómo pro­
que sepa apoyar a quien está abatido (Is 50, 4). gresamos si no osamos emprender algo según nues­
11. En efecto, nadie puede hacer frente a las in­ tro propio juicio y presunción.
sidias del enemigo, nadie puede extinguir o reprimir
los deseos de la carne, que arden en nosotros con un
fuego natural, si la gracia de Dios no ayuda a su fra­
gilidad, lo proteje y lo fortalece.

90 91
14 15
Las Escrituras prescriben El ejemplo del apóstol Pablo
DEJARSE ACONSEJAR POR UN ANCIANO

En fin, esta manera de obrar ateniéndonos al jui­ 1. Cristo se aparece a Pablo y le habla directamen­
cio de los ancianos es grata a Dios, como lo muestra te. También podría mostrarle directamente el cami­
el hecho de que también encontremos estas enseñan­ no de la perfección; sin embargo, prefiere dirigirlo a
zas de manera explícita en las Sagradas Escrituras. Ananías, y le manda que aprenda de él el camino de
Dios decidió elegir al joven Samuel, pero no qui­ la verdad diciéndole: Levántate y entra en la ciudad:
so instruirlo directamente con sus propias palabras, allí se te dirá lo que tienes que hacer (Hch 9, 6).
sino que prefirió que se dirigiese a un anciano una Así pues, también el Apóstol fue enviado a un an­
y dos veces (1 Re 3). Quería que ese niño, a quien ciano. Cristo consideró que era mejor que fuese ins­
llamaba a conversar con él, fuese instruido por aquel truido por el anciano que hacerlo él mismo en perso­
anciano, y eso que este había ofendido a Dios. Una na, a fin de que lo que en el caso de Pablo habría sido
vez que consideró a Samuel digno su vocación, pre­ adecuado, no se convirtiera en un mal ejemplo que,
firió que fuera instruido por un anciano, para probar en el futuro, alguien pudiera aducir para justificar la
así la humildad de quien estaba destinado a un minis­ pretensión de ser instruido directamente por Dios y no
terio divino y para proponerlo a los jóvenes como un tener necesidad de acudir a la escuela de los ancianos.
modelo de obediencia. 2. El propio Apóstol enseña no solo con sus escri­
tos, sino también con su conducta, que tal presunción
resulta absolutamente detestable. En efecto, él cuen­
ta que subió a Jcrusalén con el único propósito de
exponer, de manera personal y amistosa, a los otros
apóstoles y predecesores en el apostolado el Evange­
lio que predicaba a los gentiles acompañado por la
gracia del Espíritu Santo y por signos y prodigios: Y
les expuse el Evangelio que predico entre las gentes,
para no correr o haber corrido en vano (Gal 2, 2).

92 93
3. ¿Quién será tan presuntuoso y ciego que se 16
atreva a fiarse de su propio juicio y discernimiento,
Moderación frente a radicalismos
cuando hasta este vaso de elección muestra que ne­
cesitó hablar con los otros apóstoles? Esto pone de
relieve que Dios no enseña el camino de la perfección
a quien, teniendo a mano con quién instruirse, despre­
cie la doctrina y las enseñanzas de los ancianos sin
hacer caso de aquellas palabras que hay que observar
1. Con todas nuestras fuerzas debemos procurar­
con sumo celo: Pregunta a tu padre y te lo enseñará,
nos el bien del discernimiento a través de la virtud
pregunta a los ancianos y te lo dirán (Dt 32, 7).
de la humildad, que nos puede mantener a salvo de
ambos excesos. En efecto, el viejo proverbio griego
dice: Akrótétes isotétes, todos los extremos se tocan.
En efecto, tanto el ayuno exagerado como la gloto­
nería terminan igual; las vigilias inmoderadas llevan
al monje al mismo desastre que el dormir demasiado.
Las privaciones excesivas debilitan y devuelven al
monje al estado en el que surgen la negligencia y el
descuido. Yo he visto a muchos que no eran seducidos
por la glotonería pero fueron abatidos por ayunos in­
moderados, que los debilitaron y los hicieron sucum­
bir a la pasión que habían vencido antes.
2. Y algunos a quienes no logró vencer el sueño
fueron derrotados por unas vigilias i i-racionales e in­
contables noches en vela. Por eso dice el Apóstol: Con
las armas de lajusticia por la derecha y por la izquier­
da (2 Cor 6, 7) caminemos por el camino recto con
moderación y avancemos entre los extremos opuestos
con ayuda del discernimiento, de modo que nada nos
aleje del camino de la continencia que se nos ha asig­
nado, para que, por una desidia funesta, no caigamos
de nuevo en las tentaciones de la glotonería.

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Peligros Pregunta sobre el límite
DE UNA ABSTINENCIA INMODERADA DE LA CONTINENCIA

1. Recuerdo que en cierta etapa de mi vida rechacé Germán: ¿Cuál es entonces el límite de la conti­
con tanta vehemencia el apetito de comer, que después nencia, al que tenemos que ceñimos con moderación
de pasar dos o tres días sin tomar nada ya ni siquiera y por el que podemos caminar fuera de peligro entre
me acordaba de la comida. También, por instigación un extremo y otro?
diabólica, privé a mis ojos del sueño. Al final, duran­
te muchas noches y muchos días le pedí a Dios que
me concediese algunos momentos de reposo, pues me
había dado cuenta de que, al rechazar el sueño y el
alimento, me estaba exponiendo a un peligro mayor
que si me sometiera a la pereza y a la glotonería.
2. Así pues, por un lado tenemos que estar atentos
para no caer en la perniciosa relajación de disfrutar
demasiado de las apetencias corporales, o de comer
antes de la hora establecida para saciar nuestro ape­
tito, o de excedemos en la cantidad de comida. Y por
otro, conviene dormir y alimentarnos a las horas se­
ñaladas, aunque no tengamos ninguna gana.
Tanto una guerra como la otra surgen por insti­
gación del demonio. Con todo, es más peligrosa la
abstinencia inmoderada que la satisfacción del ape­
tito. Porque esta se puede moderar con ayuda de un
saludable arrepentimiento, mientras que de la otra es
imposible salir.

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19 20
La comida adecuada El régimen prescrito
PARA CADA DÍA NO peca de escaso

Moisés: Es sabido que sobre este tema debatieron Nos alegramos al oír estas palabras por boca de
a menudo nuestros padres. abba Moisés y respondimos que tal régimen no nos
Tras considerar las prácticas de aquellos monjes parecía en absoluto escaso, ya que nosotros no sería­
que únicamente se alimentaban de legumbres, hierbas mos capaces de comer los dos panes prescritos.
o fruta, al final concluyeron que lo mejor es alimen­
tarse solo de pan.
También determinaron que la cantidad adecuada
son dos pequeños panes, que juntos no llegan a pesar
medio kilo.

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Observar con fidelidad Dieta equilibrada
EL RÉGIMEN PRESCRITO

1. Moisés: Si queréis probar los efectos de este 1. La regia general en lo que se refiere al ayuno
régimen, ateneos a él siempre, sin añadir ningún ali­ consiste en que cada uno, según sus fuerzas corpora­
mento cocido los domingos, los sábados o con mo­ les y su edad, se alimente conforme a lo que necesita
tivo de la visita de algún hermano. Porque cuando para el sustento de su carne, y no movido por el deseo
se sacia el cuerpo con más comida que la prescrita, de saciarse.
los siguientes días tiende a comer menos e incluso a En ambos casos será grande el daño causado por
ayunar sin fatiga, pues se siente con fuerzas gracias un régimen desigual, tanto si se castiga el vientre con
a aquel alimento extra. la falta de alimentos como si se llena en exceso.
2. Pero esto no lo podrá hacer quien se conforme 2. En efecto, así como el alma fatigada por la falta
con la ración prescrita de manera constante, y tam­ de alimentos carece de fuerzas para dedicarse a la
poco podrá pasar dos días sin comer pan. En efecto, oración y, afectada por el cansancio corporal, se en­
recuerdo que nuestros mayores (y yo mismo lo he ex­ trega a la somnolencia, de la misma manera la carne
perimentado) sobrellevaron esta austeridad con gran sobrecargada por la glotonería no podrá orar a Dios
esfuerzo y dificultad, y soportaron este régimen con con plegarias puras y vivas.
tanto sufrimiento y tanta hambre que, al terminar de Por otra parte, tampoco será capaz de mantener la
comer, se levantaban de la mesa de mala gana, incluso pureza de la castidad, ni siquiera aquellos días en que
afligidos y tristes. se vea sometida al ayuno, si la víspera ha avivado
con la leña de la coñuda el fuego de la concupiscen­
cia camal.

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La continencia en el comer Un ejemplo de glotonería

1. Todo aquello que se acumula en nuestro cuerpo 1. Ciertamente, atenerse a este régimen requie­
por la abundancia de alimento, termina siendo recha­ re esfuerzo. De hecho, quienes no han adquirido un
zado y expulsado por la propia naturaleza, pues esta discernimiento perfecto prefieren ayunar dos días y
no admite el exceso de ningún humor, por conside­ reservar para el día siguiente los panes que les corres­
rarlo nocivo y contrario a sí misma. Debemos, pues, ponden hoy, para que, cuando llegue el momento de
someter siempre nuestro cuerpo a una austeridad ra­ comer, puedan sentir la saciedad que anhelan.
zonable y justa. Y si bien mientras permanezcamos Vuestro compatriota el monje Benjamín solía ha­
en esta carne no podremos evitar esta necesidad na­ cer esto, como bien sabéis. Con el fin de evitar esta
tural, al menos lograremos que tales inmundicias no austeridad cotidiana y este castigo incesante de tomar
nos salpiquen más que dos o tres veces al año. Esto tan solo dos panes al día, prefirió ayunar dos días y
debe suceder sin haberlo deseado nosotros, mientras satisfacer después su glotonería con doble ración, lle­
dormimos y sin haberlo provocado mediante torpes nando su vientre con los cuatro panes que reservaba
fantasías surgidas de una oculta concupiscencia. durante sus días de ayuno.
2. Por esto, se ha establecido esa continencia mo­ 2. Seguro que recordáis cómo terminó por culpa
derada, equilibrada y refrendada por el juicio de los de su pertinacia y de su obstinación en preferir los
padres que ya hemos indicado: comer todos los días juicios de su alma a las enseñanzas de los ancianos:
algo de pan, pero quedarse con un poco de hambre. abandonó el desierto y regresó a la inane sabiduría
Así se conservan tanto el alma como el cuerpo en un de este mundo y a la vanidad de la vida mundana. Su
estado de equilibrio, y el alma no se debilita por fati­ caída viene a confifmar las enseñanzas de los ancia­
gosos ayunos ni se satura con comidas excesivas. nos, y su ejemplo y ruina enseñan que quien se fía de
Este régimen frugal consigue además que, al ter­ su propio criterio y juicio no alcanza jamás la cumbre
minar el día, uno no sienta hambre ni se acuerde de de la perfección. Más aún, es imposible que no sea en­
lo que ha comido. gañado por los perniciosos engaños del diablo.

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Pregunta sobre cómo ser fieles Continencia y hospitalidad
AL PRACTICAR LA CONTINENCIA EN EL COMER

Germán: ¿Cómo podemos atenernos con fidelidad 1. Moisés: Hemos de cumplir con idéntico celo
a la medida que propones? Sucede que muchas veces tanto la fidelidad en la continencia como la hospita­
no tenemos más remedio que romper la estación1 del lidad. Debemos observar escrupulosamente la mode­
ayuno a la hora nona por la llegada de unos hermanos. ración en el alimento por amor a la continencia y a la
Pues, para agasajarlos como conviene y no faltar a la pureza, y también, en atención a la caridad, ofrecer
hospitalidad que debemos a todos, hemos de añadir una hospitalidad cordial. Es absurdo que al recibir a
algo a la ración establecida y ordinaria. la mesa a un hermano, esto es, a Cristo, no comas con
él o comas algo distinto que él.
2. Nuestra conducta será irreprochable en ambos
sentidos si a la hora nona, de los dos panecillos que
nos permite comer nuestra regla, tomamos solamen­
te uno y reservamos el otro para la tarde, de manera
que si viene algún hermano lo podamos comer con él
sin añadir nada a nuestra dicta. De esta forma no nos
pondrá tristes la llegada de algún hermano, que debe
ser para nosotros un motivo de alegría. También cum­
pliremos con el deber de la hospitalidad sin que rela­
jemos el rigor de \a abstinencia. Si, por el contrario,
no viene ninguno, tomaremos con libertad el pan que
tenemos asignado siguiendo el precepto canónico.
3. Al haber comido un pan a la hora nona, nues­
tro estómago no se sentirá incómodo por una comida
1. En Casiano esta expresión designa tanto el ayuno diario de ios
tan frugal, como, al contrario, les sucede a los que,
monjes como el ayuno que se practicaba los miércoles y los viernes
(cf. Institutiones 5, 24) [N. del T.J. creyendo que guardan la abstinencia, reservan para la

104 105
tarde toda la comida. A estos la reciente ingestión de 27
alimento les impide mantener sus sentidos despiertos
Epílogo
y despejados en las oraciones vespertinas y de la no­
che. Por eso resulta práctico y útil comer a la hora
nona, pues el monje que sigue este régimen no solo
estará ligero y despejado en las vigilias nocturnas,
sino también totalmente dispuesto para las celebracio­
nes vespertinas, pues ya habrá digerido el alimento.
El venerable Moisés nos alimentó dos veces con
su palabra.
En esta última charla nos mostró el don y la vir­
tud del discernimiento; anteriormente nos había pre­
sentado el verdadero carácter de nuestra renuncia,
el destino y la finalidad de la vida monástica, de tal
forma que lo que buscábamos con los ojos cenados,
solamente guiados por el fervor de nuestro espíritu y
por el afán de llegar a Dios, nos lo mostró más claro
que la luz y nos hizo ver cuánto nos habíamos des­
viado en este tiempo del camino recto, cuánto nos
habíamos alejado de la pureza de corazón y del dis­
cernimiento.
Comprendimos también que el aprendizaje de to­
das las artes de este mundo requiere determinar un
objetivo último, y que este no se puede alcanzar sin
contemplar un fin inmediato determinado.

106 107
Tercera conversación

LAS TRES RENUNCIAS


1
Prólogo

1. En medio de aquel coro de santos, astros puros


que relucían en la noche de este mundo, vimos brillar
al venerable Pafnucio como una luminaria que irra­
diaba sabiduría.
Era el presbítero de nuestra congregación, la de
aquellos que morábamos en el desierto de Escetc.
Aquí vivió hasta una edad muy avanzada, sin nunca
cambiar la celda en la que había comenzado a vivir de
joven. Y aunque la iglesia más cercana se hallaba a
casi ocho kilómetros, jamás quiso mudarse a otra más
cercana, que le habría ahorrado caminar a su edad una
distancia tan larga los sábados y los domingos. Tam­
poco se permitía volver de la iglesia con las manos
vacías, sino que cargaba a sus espaldas el agua que
bebía durante la semana. A pesar de que pasaba de los
noventa años, no permitía que ningún joven le ahorra­
se este trabajo.
2. En su adolescencia asistió con tanto celo a las
escuelas de monjes Cenobitas que una breve estancia
fue suficiente para que se enriqueciese con el bien de
la obediencia y el conocimiento de todas las virtudes.
Mortificó cada uno de los movimientos de su vo­
luntad gracias a las virtudes de la humildad y la obe­
diencia. También gracias a ellas extinguió todos sus
vicios y perfeccionó todas sus virtudes, las mismas

111
que asimiló en las instituciones monásticas y que en­ 2
señaron los antiguos padres. Después se propuso me­
Encuentro con el abba Pafnucio
tas más elevadas.
Así, cuando vivía rodeado de una multitud de mon­
jes quiso retirarse a la soledad del desierto para unirse
de manera inseparable a Dios, de modo que ninguna
compañía humana pudiera apartarle de su propósito.
3. Allí superaba en fervor aun a los anacoretas más
virtuosos. Deseaba y perseguía la contemplación inin­ 1. Germán y yo deseábamos ser instruidos por el
terrumpida de Dios, y por eso huía de las miradas de abba Pafnucio. Con este propósito, llegamos hasta su
los hombres. celda cuando caía la tarde. Al principio guardó silen­
Incluso se adentró en los lugares más solitarios e cio unos instantes, y después elogió el interés que le
inaccesibles y permaneció mucho tiempo escondido manifestábamos. En efecto, tras abandonar nuestra
en ellos, de manera que rara vez y tras grandes dificul­ patria y atravesar tantas provincias por amor al Señor,
tades lograba alguien llegar hasta él. Y hasta se corrió nos esforzamos mucho por afrontar las privaciones y
la voz de que disfrutaba de un trato cotidiano con los la soledad del desierto y por imitar el rigor de la vida
ángeles. Por eso le pusieron el sobrenombre de Búbal, de los anacoretas, que apenas son capaces de sobre­
es decir, «buey salvaje». llevar los que nacen y son educados en esta misma
austeridad y pobreza.
2. Por nuestra parte, contestamos que si había­
mos emprendido este camino era porque nos atraía
su doctrina y su magisterio, y porque queríamos for­
mamos según las enseñanzas de una persona modé­
lica y alcanzar la perfección que numerosos testimo­
nios le atribuían.
No deseábamos recibir elogios que no nos mere­
cíamos, ni pretendíanlos que nos hinchara el corazón
un orgullo como el que el diablo intentaba infundimos
en nuestras celdas. Tan solo pedíamos unas palabras
que nos moviesen a la compunción y a la humildad,
no un discurso que nos ensoberbeciera.

112 113
3 4
LOS TRES TIPOS DE VOCACIÓN Sobre los tipos de vocación

1. Entonces el venerable Pafnucio comenzó a ha­ 1. Comencemos diciendo que los modos de voca­
blar así: Las vocaciones se dividen en tres tipos, que ción se distinguen por sus peculiaridades: el primero
se corresponden con las tres renuncias que le son ne­ procede de Dios, el segundo nace por mediación del
cesarias al monje, sea cual sea el tipo de su vocación. hombre y el tercero por la necesidad.
Cada uno de estos órdenes o tipos requiere un La vocación viene de Dios siempre que una ins­
examen cuidadoso. En efecto, si reconocemos que piración despierta en nuestro corazón, con frecuencia
hemos sido llamados por Dios según el primer gra­ mientras dormimos, el deseo de la vida eterna y de la
do de vocación, podemos ajustar nuestra vida a este salvación, y nos exhorta a seguir a Dios y adherirnos
orden sublime de vocación, pues unos comienzos su­ a sus preceptos con salvifica compunción. Así, dicen
blimes no sirven de nada si el principio no se corres­ las Escrituras que Abrahán fue llamado por la voz del
ponde con el fin. Señor a salir de su patria, dejando atrás el amor a su
2. Si, por el contario, reconocemos que es el últi­ familia y la casa de su padre: Sal de tu tierra y de tu
mo orden el que nos ha sacado de la vida mundana, en parentela y de la casa de tu padre (Gn 12, 1).
la misma medida en que nuestro punto de partida ha­ 2. De igual modo el venerable Antonio, según nos
cia la religión no es el más deslumbrante, tendremos consta, se convirtió al ser llamado por Dios. Un día
que esforzamos con fervor espiritual para llegar a un entró en una iglesia y allí oyó: Quien no odia a su
mejor fin. padre, a su madre, a sus hijos y a su mujer y a su alma
En segundo lugar, existen tres modos de renuncia. no puede ser mi discipulo (Le 14, 26), y: Si quieres
Conviene que conozcamos la causa de estas tres re­ ser perfecto, ve, verícle todo lo que tienes y dáselo a
nuncias, puesto que no podremos alcanzar la perfec­ los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven
ción si las ignoramos o si, aun conociéndolas, no nos y sígueme (Mt 19, 21). Antonio recibió este precepto
esforzamos por ponerlas en práctica. del Señor con corazón compungido y como dirigido
directamente a él. Y al instante renunció a todo para
seguir a Cristo, sin que lo hubiesen animado exhorta­
ciones ni enseñanzas de ningún hombre.

114 115
3. El segundo modo de vocación es, como hemos 5
dicho ya, el que tiene lugar a través de los hombres,
LO QUE CUENTA NO ES CÓMO SE EMPIEZA,
o sea, cuando los ejemplos y exhortaciones de algu­
SINO CÓMO SE TERMINA
nos santos encienden nuestros espíritus. Yo mismo fui
llamado así por la gracia del Señor cuando, exhortado
por los consejos y las virtudes del venerable Antonio,
abracé la vida monástica. Y también los hijos de Israel
fueron liberados de la esclavitud en Egipto según este
orden, por medio de Moisés (Ex 14).
4. El tercer modo de vocación procede de la nece­ 1. De estos tres tipos de vocación los dos prime­
sidad, cuando absorbidos por las riquezas y placeres ros parecen sustentarse en propósitos más elevados.
de este mundo nos asaltan las tentaciones que ponen Sin embargo, vemos que del tercer grado, que
en peligro nuestra vida, o nos golpea la pérdida de parece ser el más bajo y tibio, también han surgido
nuestros bienes, o el destierro, o la muerte de un ser hombres perfectos y fervorosísimos, como los que
querido. Entonces, a nuestro pesar, recurrimos a Dios, siguiendo un propósito excelente entraron al servicio
a quien no quisimos seguir en la prosperidad. del Señor y pasaron el resto de su vida con un ardor
5. La vocación por necesidad aparece a menudo espiritual también digno de elogio. Y, al contrario,
en las Escrituras. Así, leemos que los hijos de Israel también encontramos algunos que partieron del gra­
fueron entregados a sus enemigos por culpa de sus pe­ do superior, se fueron enfriando y acabaron de ma­
cados y que, a causa del despotismo y la crueldad con nera lamentable. De la misma manera que aquellos
que eran tratados, se volvieron al Señor gritando. En­ se convirtieron más por la necesidad que por su libre
tonces el Señor les mandó como salvador a Ehúd, hijo voluntad -porque la bondad del Señor les ofreció la
de Guerá, benjaminila, que manejaba las dos manos ocasión de arrepentirse y no perdieron nada con ello-,
como la derecha (Jue 3,15). Y antes dice: Gritaron al a estos, sin embargo, no les sirvió de nada que su
Señor, que les suscitó un salvador y los liberó, Otniel, conversión partiese de principios tan elevados, por­
hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb (Jue 3, 9). que no se esforzaron por terminar su vida de manera
Y he aquí que en un salmo leemos palabras análo­ equivalente.
gas: Si Dios los hacía morir, entonces lo buscaban; se 2. En efecto, nada le faltó al abba Moisés, que
volvían a él y tornaban a Dios desde el comienzo del vivió en el lugar de este desierto llamado Cálamo,
día. Y recordaron que Dios les ayuda y que Dios es para logar el premio de la perfecta bienaventuranza.
su excelso redentor (Sal 77, 34-35). Y más adelante: Él se refugió en un monasterio huyendo de la pena
Gritaron al Señor cuando estaban atribulados y él los de muerte que pendía sobre él a causa de un homi­
liberó de sus angustias (Sal 106, 13). cidio, pero se aprovechó tan bien de esta conversión

116 117
necesaria que acabó convirtiéndola en voluntaria, y 6
gracias a su virtud siempre bien dispuesta, alcanzó
LOS TRES TIPOS DE RENUNCIA
las cumbres más altas de la perfección.
Por el contrario, a muchos otros, cuyos nombres
no voy a mencionar, no les sirvió de nada ponerse
al servicio del Señor partiendo de un principio más
elevado, porque por la desidia y la dureza de corazón
cayeron después en una tibieza nociva y en el profun­
do abismo de la muerte. 1. Tratemos ahora de las renuncias. La autoridad
3. Esto lo vemos claramente también en los após­ de los padres y de las Escrituras muestra que son de
toles. En efecto, ¿de qué le sirvió a Judas haber abra­ tres clases. Es necesario que cada uno de nosotros se
zado de manera voluntaria la más alta dignidad del esfuerce en cumplirlas. La primera es de tipo corpo­
apostolado con un llamamiento semejante al de Pe­ ral: por medio de ella despreciamos las riquezas y los
dro y los otros, si los elevadísimos principios de su bienes del mundo. La segunda consiste en repudiar
vocación acabaron de manera pésima por su avaricia, las costumbres, los vicios y las pasiones de la carne
hasta el punto de entregar a su Señor como el más que proceden de nuestra vida anterior. La tercera es
cruel de los parricidas? aquella por la que, apartando nuestro espíritu de las
4. ¿Qué diremos de Pablo, que sufrió una repen­ cosas presentes y visibles, contemplamos solo las rea­
tina ceguera que lo obligó a iniciar el camino de la lidades futuras y ansiamos los bienes que no se ven.
salvación a su pesar? Este siguió después al Señor con 2. Que debemos cumplir estas tres se lee en el pre­
corazón fervoroso, completando con voluntaria devo­ cepto del Señor a Abrahán, cuando le dice: Sal de tu
ción lo que había iniciado por necesidad, y concluyó tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre (Gn
su vida de modo incomparable coronado por tantas 12, l). Primero dijo de tu tierra, o sea, de los bienes de
virtudes. este mundo y de las riquezas de la tierra; en segundo
Por tanto todo depende del fin, pues puede ser que lugar de tu parentela, esto es, de la vida, de las cos­
alguien que ha comenzado su conversión de forma tumbres y de los vicios anteriores, que son inherentes
inmejorable sea después degradado por su negligen­ a nosotros desde nuestro nacimiento y a los que esta­
cia, mientras que quien fue llamado por la necesidad mos unidos como por una relación de parentesco; en
a profesar como monje alcance la perfección gracias a tercer lugar de la casa de tu padre, es decir, de todo
su temor de Dios y a su celo. recuerdo de cuanto vemos en este mundo.
3. Acerca de nuestros dos padres, esto es, del pa­
dre que debemos abandonar y del que debemos se­
guir, dice Dios a través de David en un salmo: Es-

118 119
cucha, hija mía, y mira; inclina tu oído: olvídate de 7
tu pueblo y de la casa de tu padre (Sal 44, 11). En
ES PRECISO PRACTICAR
efecto, quien dice escucha, hija, tiene que ser padre
TODAS LAS RENUNCIAS
y muestra que aquel, cuya casa y cuyo pueblo debe
ser entregado al olvido, fue el padre de su propia hija.
Y esto se hace cuando, muertos con Cristo a los ele­
mentos de este mundo, contemplamos, como dice el
Apóstol, ya no las cosas visibles, sino las invisibles,
pues las visibles son temporales, pero las invisibles
son eternas (2 Cor 4, 18), y saliendo de corazón de 1. Practicar la primera renuncia con gran devo­
esta casa temporal y visible dirigimos nuestra mirada ción de nuestra fe no nos proporcionara un beneficio
y nuestro espíritu hacia aquella en la que hemos de especial si asumimos la segunda con menor celo y
permanecer eternamente. ardor. Una vez que hayamos abrazado la segunda re­
4. Esto lo cumpliremos cuando, todavía en nues­ nuncia podremos llegar a la tercera. Saldremos de la
tra existencia corporal, comencemos a militar para el casa de nuestro padre de la vida pasada (recordamos
Señor ya no según la carne y exclamemos con nues­ que nuestro padre lo fue desde nuestro nacimiento
tras obras y palabras: Nuestra ciudad está en los cie­ según la carne, cuando éramos por naturaleza hijos
los (Flp 3, 20). de la ira como todos los demás hombres, Ef 2, 3) y
Con cada una de estas renuncias se corresponde dirigiremos la mirada de nuestra alma hacia las reali­
exactamente cada uno de los tres libros de Salomón. dades celestiales.
Así, Proverbios se corresponde con la primera renun­ 2. Sobre este padre se le dice lo siguiente a Jerusa-
cia, porque gracias a este libro se elimina el deseo de lén, puesto que ha despreciado a su verdadero padre,
las cosas camales y los vicios terrenos; Eclesiastés se que es Dios: Tu padre es amorreo y tu madre hitita
corresponde con la segunda renuncia, porque todo lo (Ez 16, 3); y en el Evangelio se lee: Vuestro padre
que se hace bajo el sol se considera vanidad; la tercera es el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro
se corresponde con Cantar de los Cantares, porque en padre (Jn 8, 44). Una vez que lo hayamos abandona­
él el alma trasciende todas las realidades visibles y se do, emigrando de las realidades visibles a las invisi­
une con el verbo de Dios gracias a la contemplación bles, podremos decir con el Apóstol: Sabemos que si
de las realidades celestiales. nuestra casa terrenal se destruye, tenemos una mo­
rada que nos es dada por Dios, una casa no hecha
por la mano humana y que es eterna en los cielos
(2 Cor 5, 1); también recordamos las palabras de Pa­
blo: Nuestra ciudad está en los cielos, de donde es-

120 121
peramos que venga el Salvador y Señor Jesús, que nada. Como Enoc, que caminaba con Dios y fue res­
transformará nuestro cuerpo miserable en la imagen catado de la vida humana y del trato con los hombres,
de su cuerpo glorioso (Flp 3, 20-21), y lo que dice tampoco aquel habita en la vanidad del mundo pre­
David: Yo soy extranjero en la tierra, como lo fueron sente. Ahora bien, según el Génesis, el rapto de Enoc
todos mis antepasados (Sal 118,19), y seremos seme­ fue corporal: Enoc caminó con Dios y no se lo encon­
jantes a aquellos de los que el Señor, en el Evangelio, tró más, porque Dios se lo llevó (Gn 5, 24 LXX). Y
declara a su Padre: No son del mundo, como tampoco el Apóstol dice: Enoc fue raptado por su fe para que
yo soy de este mundo (Jn 17, 16), y a sus apóstoles: no viera la muerte (Heb 11,5). Sobre esta muerte dice
Si fuerais de este mundo, el mundo amaría a quien es el Señor en el Evangelio: Quien vive y cree en mi no
suyo; pero como no sois de este mundo, pues yo os he morirá para siempre (Jn 11, 26).
elegido de entre los que son del mundo, por eso os 5. Por eso debemos damos prisa si queremos al­
odia el mundo (Jn 15, 19). canzar la verdadera perfección, que consiste en aban­
3. Habremos merecido obtener la perfección de donar de corazón, como ya hemos abandonado de
la tercera renuncia cuando nuestro espíritu se vea li­ manera corporal, a nuestros padres, la patria, las ri­
bre de la contaminación de la carne, que entorpece quezas y los placeres de este mundo, y en no volver a
al alma. Para ello, una mano experimentada la ha­ lo que hemos abandonado impulsados por algún tipo
brá purgado de todo afecto y cualidad terrenal, para de concupiscencia, como les sucedió a quienes ha­
que llegue hasta las realidades que le son invisibles bían sido rescatados de Egipto por Moisés. Estos no
a través de la meditación de las realidades divinas y volvieron corporalmente a Egipto, pero sí lo hicieron
de la contemplación. De este modo, al dedicarse a en sus corazones, como está escrito. Tras haber aban­
las cosas celestes e incorpóreas, no es consciente de donado al Dios que los había sacado de allí, venera­
la debilidad de la carne ni del lugar que ocupa en el ron con gran devoción los ídolos egipcios que habían
cuerpo. No escucha con su oído terrenal ninguna voz abandonado, según dan testimonio las Escrituras: Y
ni dedica el tiempo a contemplar las imágenes de los volvieron en sus corazones a Egipto diciendo a Aa-
que pasan: ni siquiera presta atención a los objetos y a rón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros
las masas más grandes que están a su alrededor y que (Hch 7, 39-40). Nos condenaremos con ellos, pues
le muestran los ojos de la carne. estos, cuando vivían en el desierto, tras haber sabo­
4. La verdad y virtud de estas palabras solo las en­ reado el maná celestial, desearon los alimentos de
tenderá quien haya experimentado esto de lo que ha­ los vicios, fétidos, asquerosos y de ningún provecho.
blamos, una vez que el Señor haya apartado los ojos Entonces parecerá que murmuramos: Qué bien está­
de su corazón de todas las cosas presentes, de manera bamos en Egipto, donde nos sentábamos delante de
que no las considere destinadas a pasar, sino ya pasa­ ollas de carne y comíamos cebollas, ajos, pepinos y
das, y las vea como el humo que se desvanece en la melones (Ex 16, 3; Nm 11,5).

122 123
6. Aunque esto fue lo que le sucedió a aquel su vida pasada y su incontinencia bajo el dominio de
pueblo en el pasado, observamos que lo mismo se la soberbia y la impaciencia, ajenos a toda voluntad
cumple todos los días en nuestro estado y en nuestra de purificarse: para ellos es imposible alcanzar la ca­
profesión. En efecto, quien después de renunciar a ridad de Dios, que nunca se acaba.
este mundo vuelve a sus costumbres antiguas y es 9. Como estos se encuentran por debajo de los del
llamado a sus deseos anteriores, concuerda con ellos segundo grado de renuncia, mucho menos alcanzan
proclamando con su cuerpo y con su alma: Qué bien el grado tercero, que sin duda alguna es el más eleva­
estaba yo en Egipto. Creo que no son menos los do. Examinad con diligencia que el Apóstol no dice
monjes a los que les sucede esto que las multitudes simplemente: Si distribuyo mis bienes. De esto po­
que, según consta en las Escrituras, prevaricaron en dría deducirse que no cumple el mandato evangélico
la época de Moisés. No en vano, de seiscientos tres y que se reserva algo de estos bienes, como harían
mil hombres armados que fueron contados al salir de algunos de los que son tibios en su fe. Pero si dice:
Egipto (Ex 38,25), solamente dos entraron al final en Si distribuyo todos mis bienes para alimentar a los
la tierra prometida (Nm 14, 38). pobres, quiere decir: «Renunciaré absolutamente a
7. Por consiguiente, tenemos que darnos prisa todas las riquezas terrenas».
para acoger el ejemplo de vida virtuosa que nos dan 10. A esta renuncia se añade algo más importan­
unas pocas y escasas personas, según lo escrito en te: Si entrego mi cuerpo a las llamas, pero no tengo
el Evangelio: Muchos son los llamados, pero pocos caridad, es como si dijese: «Si distribuyo todos mis
son los elegidos (Mt 22, 14). De nada nos servirá re­ bienes para alimentar a los pobres, según el siguien­
nunciar al cuerpo y al mundo, que sería solamente la te mandato evangélico: Si quieres ser perfecto, vete,
salida de Egipto, si no somos capaces de conseguir vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ten­
igualmente la renuncia de corazón, que es más subli­ drás un tesoro en el cielo (Mt 19, 21), o sea, si re­
me y útil. nuncio a reservarme alguno de estos bienes y añado
Sobre la renuncia corporal, de la que ya hemos ha­ a esta abnegación el martirio quemando mi propio
blado, dice el Apóstol: Si distribuyo todos mis bienes cuerpo, si entrego mi cuerpo por Cristo pero soy im­
para alimentar a los pobres y entrego mi cuerpo a las paciente, iracundo, envidioso o soberbio y me infla­
llamas, pero no tengo caridad, todo esto no me sirve mo ante las injurias de otros, busco mi interés, tengo
de nada (1 Cor 13, 3). Semejante afirmación no la malos pensamientos y no soporto con paciencia y de
habría dicho nunca el Apóstol si no hubiera previsto buen grado lo que se hace contra mí, de nada me ser­
que muchos distribuirían sus riquezas para alimentar virán la renuncia y las llamas exteriores, porque mi
a los pobres, pero no serían capaces de llegar a la interior está todavía sometido a los viejos vicios.
perfección evangélica y a la alta cumbre de la caridad 11. En el fervor de la primera conversión he re­
al conservar en sus corazones los antiguos vicios de chazado la inocente sustancia de este mundo, que no

124 125
es ni buena ni mala, sino indiferente, pero no me he 8
preocupado de expulsar de mí igualmente los bienes
Renuncia a los vicios
perjudiciales del corazón vicioso ni de tender hacia
Y PRÁCTICA DE LAS VIRTUDES
la caridad divina, que es paciente y benigna, que no
es envidiosa, no se infla, no se irrita, no actúa de ma­
nera equivocada, no busca su interés ni piensa mal,
sufre y soporta todo (1 Cor 13, 4-7); en definitiva,
que no permite que el que la sigue sucumba a las ar­
timañas del pecado».
1. Procuremos con empeño que nuestro hombre
interior rechace todas las riquezas acumuladas en su
vida pasada, que son sus vicios, y las haga desapare­
cer. Estas permanecen pegadas a nuestro cuerpo y son
bien nuestras. Al estar tan unidas a nosotros, si no las
rechazamos y nos deshacemos de ellas, nos acompa­
ñarán hasta nuestra morada eterna. De la misma ma­
nera que las virtudes que fueron adquiridas en esta
vida -especialmente la caridad, que es la fuente de las
demás- convierten a quien las ama en un ser bello y
espléndido después de esta vida, también los vicios
llevan hasta la morada eterna a la mente ofuscada y
desfigurada por no sé qué horribles colores.
2. En efecto, la belleza del alma surge de las virtu­
des y su fealdad de los vicios; es como un color que
se origina en las virtudes y la hace brillar con tal es­
plendor que merece oír del profeta: El rey deseará tu
belleza (Sal 44, 12), cf, si procede de los vicios, estos
la hacen tan espantosa y fea que ella misma admite
su fealdad diciendo: Mis heridas están infectadas y
apestan a causa de mi necedad (Sal 37,6), y el Señor
en persona se dirige a ella con las siguientes palabras:
¿Porqué no está cubierta por una venda la herida de
la hija de mi pueblo? (Jr 8, 12).

126 127
3. Estas son propiamente nuestras riquezas, la: y
que permanecen siempre con el alma y las que nin­ LOS TRES TIPOS DE RIQUEZA
gún rey o enemigo nos puede dar o quitar; estas son
propiamente nuestras riquezas, de las que ni siquiera
la muerte podrá privar al alma.
Quien renuncia llega a la perfección, y quien se
mantiene en sus cadenas es condenado a la muerte
eterna.
1. En las Escrituras el término «riquezas» se en­
tiende de tres maneras distintas; las hay buenas, malas
c indiferentes.
Las malas son aquellas de las que se dice: Los ri­
cos se hicieron pobres y tuvieron hambre (Sal 33.11),
y: Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido
vuestra consolación (Le 6, 24). Rechazar estas rique­
zas es la más alta perfección.
A las malas riquezas se las distingue gracias a
aquellas palabras del Evangelio del Señor con las que
alaba a los pobres: Bienaventurados los pobres de es­
píritu. porque suyo es el reino de los cielos (Mt 5, 3).
y en el salmo: Este pobre gritó y el Señor lo escuchó
(Sal 33, 7), y también: El pobre y el indigente alaba­
rán tu nombre (Sal 73,21).
2. Pero también hay buenas riquezas, las que se
han logrado con gran virtud y mérito. El justo que las
posee es alabado por las palabras de David: Los des­
cendientes de los justas serán bendecidos. La gloria
y las riquezas habitan en su casa y su justicia perma­
nece por los siglos de los siglos (Sal 111,2-3), y tam­
bién: La redención del alma es la verdadera riqueza
del hombre (Prov 13,8 LXX). Acerca de estas rique­
zas se habla en el Apocalipsis en referencia al que no
128 las tiene y por eso se hace culpable de ser pobre y de

129
estar desnudo: Voy a vomitarte de mi boca. Porque 10
dices: «Soy rico, opulento y no me falta nada», y tú
La perfección solo se alcanza
no sabes que eres un desdichado, un miserable, un
CON LA TERCERA RENUNCIA
indigente, un ciego y un desnudo. Te aconsejo que me
compres mi oro acrisolado por el fuego para que te
hagas rico, y que te vistas con vestimentas blancas
para que no se note la vergüenza de tu desnudez (Ap
3, 16-18).
3. También existen unas riquezas indiferentes, es­
to es, que son buenas o malas dependiendo de la vo­ 1. Cuando abandonamos las riquezas visibles de
luntad y el carácter de quien las usa. Sobre ellas dice este mundo no abandonamos nuestras riquezas, sino
el Apóstol: A los ricos de este mundo mándales que riquezas ajenas, por mucho que presumamos de ha­
no sean altivos y que no pongan sus esperanzas en la berlas adquirido con nuestro esfuerzo o que afirme­
incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que nos mos que son herencia de nuestros padres. Como ya
concede en abundancia todos los bienes para que los he dicho, solamente es nuestro lo que posee nuestro
disfrutemos, sino que hagan el bien, que den sus bie­ corazón, lo que está unido a nuestra alma y nadie nos
nes de manera altruista, que los pongan en común y puede arrebatar.
que se doten de un buen fundamento para elfuturo, de Con respecto a las riquezas visibles, Cristo incre­
modo que puedan lograr la vida verdadera (1 Tim 6, pa así a los que guardan estos bienes como si fueran
17-19). Estas son las que posee el rico en el Evangelio propios y no los quieren compartir Si no habéis sido
y no las reparte entre los indigentes. honrados con los bienes ajenos, ¿quién os dará lo que
El pobre Lázaro pretendía saciarse con sus migas es vuestro? (Le 16, 12). Así, no solo la experiencia
tumbado a su puerta: por eso aquel es condenado a los cotidiana nos muestra con toda claridad que estas ri­
fuegos insoportables de la gehenna y a las llamas que quezas no nos pertenecen, sino también las palabras
no se apagan (Le 16, 19). del Señor de manera explícita.
2. Pero de las riquezas invisibles y malas dice Pe­
dro al Señor: He aquí que hemos abandonado todo y
te hemos seguido: ¿cuál será nuestra recompensa?
(Mt 19, 27). Es cierto que ellos solamente abandona­
ron sus redes carentes de valor y rotas. Por lo tanto,
tenemos que entender la palabra «todo» como renun­
cia a los vicios, renuncia que en verdad es algo gran­
de, enorme. Si no, no encontraremos otra cosa de va-

130 131
lor que hayan dejado los apóstoles, ni tampoco algo únicamente en lo que dice el Apóstol: No lo visible,
por lo que el Señor haya tenido a bien concederles la sino lo invisible: lo visible es temporal, lo invisible
gloria de una tal bienaventuranza, hasta el punto de eterno (2 Cor 4, 18) de manera que merezcamos oír la
haber merecido oír de sus labios: En el tiempo de la exhortación suprema que se dirige a Abrahán: Ven a la
renovación, cuando el Hijo de! hombre esté sentado tierra que te mostraré (Gn 12,1).
sobre el trono de su majestad, también estaréis voso­ 5. A través de esto se muestra claramente que si
tros sentados sobre doce tronos juzgando a las doce no se ponen en práctica con todo el ardor del alma
tribus de Israel (Mt 19, 28). las tres renuncias antes señaladas, no se puede llegar
3. Por tanto, si algunos abandonan de manera ab­ al cuarto grado, que se otorga como recompensa a
soluta estos bienes terrestres y visibles, pero por cier­ quien ha cumplido de manera completa estas renun­
tos motivos no son capaces de alcanzar aquella ca­ cias. Este merece entrar en la tierra prometida, donde
ridad apostólica ni de subir con vigor hasta el tercer no crecen las espinas ni las zarzas de los vicios. Esta
grado de renuncia, que es más elevado y solamente tierra se encuentra ya en el cuerpo, a condición de
alcanzan unos pocos, ¡qué pensarán de sí mismos que el corazón se haya purificado expulsando todas
quienes ni siquiera alcanzan de manera perfecta el nuestras pasiones. Dios en persona, no la virtud o el
primer grado, que es tan asequible, y que conservan­ esfuerzo, es el que promete al hombre que le mostra­
do con la misma infidelidad de su vida pasada sus de­ rá esta tierra: Ven a la tierra que te mostraré.
leznables riquezas, pretenden atribuirse a sí mismos 6. Estas palabras son una prueba evidente de que
el nombre de monje, eso sí, vacío de contenido! también el inicio de nuestra salvación se realiza por
4. Así pues, la primera renuncia no es más que el vocación divina cuando dice: Sal de tu tierra, y que
abandono de bienes ajenos, y por eso de suyo no con­ la cumbre de la perfección y de la pureza es otorgada
fiere al renunciante la plenitud de la perfección si este por él: Y ven a la tierra que te mostraré, lo cual quiere
no llega a la segunda renuncia, por la cual abandona­ decir: «Te mostraré no la que tú puedas conocer por ti
mos los bienes que nos pertenecen de verdad. mismo o la que puedas encontrar con tu esfuerzo, sino
Alcanzada esta renuncia y expulsados todos nues­ la que tú ignoras y ni siquiera estás buscando». Por
tros vicios, ascenderemos a la cumbre de la tercera eso, del mismo modojjue por vocación divina acudi­
renuncia, por la cual despreciamos en nuestro espíritu mos al camino de la salvación, también gracias a sus
no solo lo que sucede en el mundo y particularmente enseñanzas y a su iluminación somos elevados a la
lo que es propio de los hombres, sino también la ple­ perfección de la beatitud suprema.
nitud universal de todos los elementos. Pues, por muy
magnífica que esta parezca, debemos considerarla co­
mo algo sometido a la vanidad y destinado a desa­
parecer en poco tiempo. Nuestro espíritu debe fijarse

132 133
11 12
Pregunta sobre la libertad La gracia de Dios
Y EL ESFUERZO Y EL ESFUERZO PROPIO

Germán: Si es Dios el que inicia y finaliza la obra ]. Pai-nucio: Vuestro pensamiento sería correcto
de nuestra perfección, ¿qué papel desempeña nuestra si en cada obra o disciplina hubiera solamente un prin­
libre voluntad y por qué es nuestro esfuerzo el que nos cipio y un final, sin un término medio. Al igual que
hace dignos de alabanza? sabemos que Dios concede por diversas vías oportu­
nidades para la salvación, también nos corresponde a
nosotros responder con mayor o menor celo a estas
oportunidades que él nos ofrece. Como fue el ofreci­
miento de Dios expresado mediante las palabras: Sal
de tu tierra, igual fue la obediencia de Abrahán. La
frase: Y ven a la tierra es la consecuencia de la obe­
diencia, y las palabras Que te mostraré son la gracia
de Dios, que ordena y promete.
2. Debemos tener claro que, por mucho que prac­
tiquemos cualquier virtud con esfuerzo perseverante,
no podemos alcanzar con nuestra diligencia y esfuer­
zo personal la perfección. El esfuerzo del hombre es
insuficiente para llegar sólo a través de sus méritos al
premio sublime de la bienaventuranza. Necesitamos
la ayuda del Señor, que dirige nuestro corazón en la
dirección correcta. Por eso debemos orar con David
y decir a cada momento: Afirma mis pasos en tus ca­
minos para que no se borren mis huellas (Sal 16, 5),
y: Afirmó mis pies sobre una roca y dio firmeza a mis
pisadas (Sal 39, 3), para que el Gobernador invisible

134 135
del alma humana tenga a bien conducir nuestra libre 5. En efecto, es el Señor el que dirige ¡os pasos
voluntad al cultivo de la virtud, pues nuestra voluntad del hombre, y no el libre arbitrio; cuando caiga el
es proclive a los vicios, porque ignora el bien o por­ justo, evidentemente a causa del libre arbitrio, no se
que es seducida por las pasiones. romperá. ¿Por qué? Porque Dios lo sostiene con su
3. Esto lo expresa el Profeta con claridad en el si­ mano (Sal 36, 23-24).
guiente versículo: Me han empujado para que cayera, Evidentemente, todo esto equivale a decir: «Nin­
donde muestra la debilidad de nuestro libre arbitrio, guna persona justa se basta por sí misma para alcan­
y el Señor me recogió (Sal 117, 13), declarando que la zar la justicia si la clemencia divina no la sostiene a
ayuda del Señor siempre se manifiesta. Gracias a ella, cada momento con su mano cada vez que vacila o está
cuando ve que titubeamos, nos sostiene y nos refuerza a punto de caer». Así, no morirá una vez que haya caí­
tendiéndonos sus manos para que nuestro libre arbi­ do a causa de la debilidad del libre arbitrio.
trio no nos lleve a la ruina.
Y después dice el Salmista: Si dije: mi pie resba­
la, a causa del carácter inestable del libre arbitrio, tu
misericordia, Señor, vino en mi ayuda (Sal 93, 18).
De nuevo relaciona el Salmista la ayuda de Dios con
sus propios movimientos, puesto que, según su propia
confesión, si no resbala el pie de su fe no es por sus
propios méritos, sino por la misericordia del Señor.
4. Y todavía va más allá: En medio de las nume­
rosas angustias de mi mente, que nacían de mi libre
arbitrio, tus consuelos alegraron mi alma (Sal 93, 19),
es decir, «por tu aliento entraron en mi corazón, abrie­
ron a mi contemplación los bienes futuros, que tú has
preparado para todos los que sufren por tu nombre, y
no solo eliminaron toda ansiedad de mi corazón, sino
que además me devolvieron la mayor de las alegrías».
Y todavía dice: Si el Señor no me hubiera ayudado,
mi alma habitaría ya casi en el infierno (Sal 93, 17).
Él es testigo de que, a causa de la maldad del libre
arbitrio, habitaría en el infierno si Dios no le hubiera
ofrecido su ayuda y protección.

136 137
13 14
El Señor nos guía El Señor nos instruye

Nunca se ha probado que hombres santos que ca­ Los hombres santos desean alcanzar cada día el
minaban hacia el progreso y la consumación de las conocimiento de la ley no solo mediante la lectura,
virtudes lograran por sus propios esfuerzos encontrar sino también mediante el magisterio y la iluminación
el camino por el que avanzaban, sino que imploraban de Dios: Muéstrame tus caminos, Señor, y enséñame
a Dios que les enseñara la dirección correcta: Guíame tus senderos (Sal 24, 4).
en tu verdad (Sal 24, 5), y: Dirige mis pasos ante tu También dicen: Abre mis ojos y contemplaré las
mirada (Sal 5, 9). maravillas de tu ley (Sal 118, 18).
Otro proclama que adquirió este mismo conoci­ Y además: Enséñame a hacer tu voluntad, porque
miento no solo gracias a la fe, sino también a la ex­ tú eres mi Dios (Sal 142, 10).
periencia y, por decirlo así, a la misma naturaleza de Y finalmente: Tú, Señor, le enseñas al hombre la
las cosas: Yo sé, Señor, que el camino del hombre no ciencia (Sal 93, 10).
está en él, ni es capaz de caminar y de dirigir sus pa­
sos (Jr 10, 23).
El Señor con sus propias palabras dice a Israel: Yo
mismo lo dirigiré como un abeto siempre verde: en
mí se encuentra su fruto (Os 14, 9).

138 139
15 prendiendo esto, David ora de modo semejante y pide
que la misericordia del Señor le otorgue esto mismo:
Sin Dios no podemos nada Afianza, Señor, lo que has realizado en nosotros (Sal
67, 29), mostrando así que no le bastan las primicias
de la salvación otorgadas como un don de Dios por
gracia divina, sino que estas necesitan de su miseri­
cordia y se cumplen cada día con su ayuda.
3. No es el libre arbitrio, sino el Señor quien libera
1. El bienaventurado David pide al Señor que ten­ a los presos (Sal 145, 7); no es nuestra virtud, sino el
ga a bien darle este entendimiento para poder cono­ Señor quien levanta a los caídos (Sal 145, 8); no es
cer los mandamientos de Dios que estaban escritos el esfuerzo que ponemos en la lectura, sino el Señor
en el libro de la Ley: Yo soy tu siervo: clame enten­ quien devuelve la vista a los ciegos, lo que en griego
dimiento para conocer tus mandatos (Sal 118, 125). se dice kyrios sophoi typhlous, esto es, el Señor hace
Poseía la inteligencia que le había dado la naturaleza ciegos a los sabios; no es nuestra prudencia, sino el
y tenía conocimiento de los mandatos de Dios, que Señor quien protege a los extranjeros (Sal 145, 9);
estaban escritos en la Ley. Aun así, le pedía al Se­ no es nuestra fuerza, sino el Señor quien levanta (o
ñor comprenderla más profundamente, consciente de sostiene) a todos los que caen (Sal 144, 14).
que lo que la naturaleza le ha dado a entender es in­ No decimos esto para persuadimos de que el celo,
suficiente si su inteligencia no es iluminada cada día el esfuerzo y el empeño son algo superfluo, sino para
por Dios para comprender la ley de manera espiritual que seamos conscientes de que sin la ayuda de Dios
y para entender más profundamente sus mandatos. no somos capaces de llevar a cabo estos esfuerzos, ni
Hablando sobre esta cuestión, el apóstol Pablo afir­ son eficaces nuestros empeños por alcanzar el premio
ma sin dudar: Dios es el que, según su buena volun­ tan admirable de la pureza si no contribuyen a ello
tad, opera en vosotros tanto el querer como el actuar el auxilio y la misericordia del Señor: Se equipa un
(Flp 2, 13). caballo para el día de la batalla (Prov 21,31 LXX),
2. ¿Qué se puede decir con mayor claridad? Él pero del Señor viene la ayuda, porque el poder del
afirma que el Señor es el autor de nuestra buena vo­ hombre no está en su fuerza (1 Re 2,9).
luntad y la culminación de nuestras obras. Y también 4. Debemos exclamar como el rey David: Mi for­
dice: Por causa de Cristo se os ha dado no solo el taleza y mi alabanza no es mi libre arbitrio, sino el
creer en él, sino también el sufrir por él (Flp 1, 29). El Señor: él es mi salvación (Ex 15,2). Tampoco ignora
Apóstol confirma que tanto el inicio de nuestra con­ el Doctor de los gentiles que no han sido su mérito y
versión y de nuestra fe como la paciencia para sufrir su sudor los que lo han hecho apto para el ministerio
las pasiones nos han sido dados por el Señor. Com­ de la Nueva Alianza, sino la misericordia de Dios.

140 141
Por eso proclama: No es que nosotros mismos este­ 16
mos capacitados para considerar algo como nuestro,
La fe también es don de Dios
sino que nuestra capacidad procede de Dios (2 Cor
3, 5-6). Esto se puede decir en un latín menos correc­
to, pero más exacto: «Nuestra idoneidad procede de
Dios». Y sigue diciendo: Que nos ha hecho ministros
idóneos de la Nueva Alianza.

1. Los apóstoles comprendieron bien que todo lo


que se refiere a salvación nos fue concedido gracias
a la generosidad del Señor. Por eso le pedían que
les otorgase una sola cosa, la fe, diciendo: Aumenta
nuestra fe (Le 17, 5). Ellos sabían que la plenitud de
la fe no reside en el libre arbitrio, sino que creían que
debía ser concedida como don divino. Pero el pro­
pio autor de la salvación humana nos muestra cuán
inconstante y débil es nuestra fe, que no se basta a
sí misma si no se ve fortalecida y ayudada por Dios:
Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado
para zarandearos como al trigo, pero yo he pedido al
Padre que no te falte la fe (Le 22, 31-32).
2. Otra persona que siente que dentro de sí sucede
esto mismo y ve que su fe, por así decirlo, está siendo
arrastrada contra los escollos por las olas de la infide­
lidad y abocada al naufragio, le pide al Señor ayuda
para su fe: Señor, ayuda a mi incredulidad (Me 9, 24).
Los personajes evangélicos y los apóstoles se dieron
cuenta de que todo lo que es bueno se cumple en no­
sotros gracias a la ayuda del Señor, y no confían en
absoluto en que su fe pueda mantenerse intacta única­
mente por sus propias fuerzas o por su libre voluntad.
Por eso piden al Señor que les aumente la fe que hay
en ellos o que se la dé.

142 143
3. Si la fe de Pedro necesitaba auxilio para no des­ 17
fallecer, ¿quién puede ser tan presuntuoso o ciego que
D1OS NOS CUIDA, ANIMA Y CONSUELA
crea que, para mantenerla, no necesita la ayuda coti­
diana del Señor? Sobre todo cuando lo expresa el Se­
ñor de forma clara en el Evangelio diciendo: Asi como
el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no
permanece unido a la vid, tampoco vosotros podéis
dar fruto si no permanecéis en mi. Y enseguida añade:
Sin mi no podéis hacer nada (Jn 15,4-5). El Apóstol afirma que el más alto grado de pacien­
¡Qué estúpido y sacrilego es atribuir nuestras bue­ cia, gracias al cual podemos soportar las tentaciones
nas acciones a nuestro esfuerzo en vez de a la gracia y que se nos presentan, no depende tanto de nuestra
la ayuda de Dios! Esto se demuestra por medio de las propia virtud como de la misericordia de Dios, que
palabras del Señor en las que protesta diciendo que las modera: A vosotros no os ha sobrevenido ningu­
nadie puede exhibir frutos espirituales sin contar con na tentación que no sea humana. Dios os es fiel y no
su inspiración y su cooperación: Toda gracia buena permitirá que seáis tentados más de lo que podáis so­
y todo don perfecto desciende desde lo alto, desde el portar Al contrario, os dará una salida a la tentación
padre de la luz (Sant 1, 17). para que podáis soportarla (1 Cor 10, 13).
Asimismo, Zacarías dice: Si hay algo bueno, esto El Apóstol enseña que Dios dispone y fortalece
es suyo; si hay algo óptimo, esto viene también de él nuestras almas para toda obra buena y realiza en no­
(Zac 9, 17LXX). sotros lo que le es grato: Que el Dios de la paz, el que
Por su parte, el Apóstol pregunta: ¿Qué tienes que rescató de las tinieblas de la muerte al gran Pastor
no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué pre­ de las ovejas por medio de la sangre de la alianza
sumes como si no lo hubieras recibido? (1 Cor 4, 7). eterna, Jesucristo, os haga aptos para toda obra
buena y realice en vosotros lo que sea de su agrado
(Heb 13,20-21).
Y para que esto se realice en los tesalonicenses,
ora así: Que nuestro Señor Jesucristo y Dios nuestro
Padre, que nos amó y nos dio el consuelo eterno y
una buena esperanza por medio de su gracia, anime
vuestros corazones y los fortalezca en toda obra yen
toda palabra buena (2 Tes 2, 16-17).

144 145
18 19
El temor de Dios Nuestra salvación es obra de Dios
y nuestra

El temor a Dios, gracias al cual nos hacemos me­ 1. Todo esto nos enseña que la iniciativa de la bue­
recedores de poseerlo, nos lo inspira el Señor, como na voluntad nos la inspira el Señor, que nos pone en el
atestigua el profeta Jeremías, a través del cual dice camino de la salvación por su propia intervención, por
Dios mismo: Les daré un solo corazón y un solo ca­ la exhortación de alguna persona o por necesidad.
mino para que me lemán todos los dias, por su pro­ También nos enseña que la perfección de las vir­
pio bien y el de sus descendientes. Haré con ellos tudes es don suyo y que a nosotros nos corresponde
un pacto eterno y no cesaré de hacerles bien. Les seguir con mayor o menor celo la exhortación y el au­
infundiré mucho temor en sus corazones para que no xilio de Dios. Así, rechazando o acogiendo con obe­
se aparten de mi (Jr 32, 39-40). diencia la gracia benevolente de su providencia hacia
Algo parecido dice Ezequiel: Les daré un solo co­ nosotros, nos hacemos dignos merecedores o bien de
razón y pondré un espíritu nuevo en su pecho; quitaré recompensa, o bien del castigo.
de su carne el color de la piedra y les daré el color de 2. Esto se formula con claridad en el Deuterono­
la carne para que caminen en mis preceptos, obser­ mio: El Señor tu Dios te va a hacer entrar en la tierra
ven mis leyes y las cumplan, para que sean mi pueblo de la que vas a tomar posesión, y destruirá a mu­
y yo sea su Dios (Ez 11,19-20). chos pueblos delante de ti, los hit ¡tas, los guergueseos,
los amorreos, los cananeos, los fereceos, los heveas
y los jebuseos, sietepueblos mucho más numerosos y
poderosos que tú; te entregará estos pueblos y tú los
golpearás hasta destruirlos. No harás ningún pacto
con ellos ni contraerás matrimonio (Dt 7, 1-3). Intro­
ducir a Israel en la tierra prometida, destruir a muchas
naciones delante de él, poner en sus manos naciones
más numerosas y más fuertes que el pueblo israelita
es, según la Escritura, una gracia de Dios.

146 147
3. Sin embargo, la Escritura muestra que depen­ 20
de de Israel el golpearlas hasta destruirlas o el tener
Nada en este mundo
piedad de ellas, el pactar con ellas o no, el contraer
SUCEDE SIN QUE Oíos LO PERMITA
matrimonio o no. Gracias a este testimonio distingui­
mos con claridad qué debemos atribuir a nuestro libre
arbitrio y qué al don y la ayuda cotidiana del Señor.
Igualmente, entendemos que es propio de la gra­
cia divina proporcionamos ocasiones para salvamos,
tener resultados positivos y la victoria final, pero que
depende de nosotros responder con mayor o menor 1. Conviene que creamos con fe firme que nada en
fervor a los beneficios que Dios nos otorga. este mundo se hace sin Dios. Tenemos que confesar
Esta regla la vemos expresada con claridad en la que todo se realiza o por su propia voluntad o con su
curación de los dos ciegos. Así, el que Jesús pase de­ permiso. Las buenas acciones se realizan por voluntad
lante de ellos es la gracia de la providencia y un don de Dios o con su ayuda. Así, cuando debido a nuestra
divino, pero el que griten: Ten piedad de nosotros, hijo injusticia y a la dureza de nuestro corazón nos aban­
de David (Mt 20, 31), es la obra de su fe. El que re­ dona la protección divina, permite que el diablo o las
cobren la vista es un regalo de la divina misericordia. ignominiosas pasiones del alma nos dominen.
4. La historia de los diez leprosos que fueron cu­ 2. Esto nos lo enseña con claridad el Apóstol: Dios
rados al mismo tiempo muestra que también intervie­ los entregó a las pasiones vergonzosas, y más abajo:
nen tanto la gracia de Dios como el libre arbitrio (Le Porque no procuraron conocer a Dios, Dios los en­
17, 11-19). De estos solamente uno le dio las gracias tregó a sus pensamientos perversos, para que hagan
llevado por el buen sentido de su libre arbitrio. El lo que no conviene (Rom 1, 26-28). El Señor dice a
Señor pregunta dónde están los otros nueve. De esta través de un profeta: Mi pueblo no oyó mi voz e Israel
manera muestra su disposición permanente a ayudar no me obedeció. Por eso los abandoné a los pensa­
incluso a los que se olvidan de los beneficios conce­ mientos de su corazón y caminarán según sus propios
didos. En efecto, es un don de su visita el acoger, el pensamientos (Sal 80, 12-13).
aprobar el agradecimiento mostrado, el preguntar por
los ingratos y el reprenderlos.

148 149
21 22
El valor de la libertad personal La providencia divina
ACUDE EN AYUDA DE LA LIBERTAD HUMANA

Germán: El siguiente testimonio demuestra con 1. Pafnucio: Con perspicacia habéis comprendido
toda evidencia el libre arbitrio: Si mi pueblo me hu­ las palabras Si me hubiera escuchado, pero no habéis
biera escuchado (Sal 80, 14), y en otro lugar: Mi pue­ considerado qué es lo que se dice al que escucha o no
blo no escuchó mi voz (Sal 80, 12). escucha. Esto lo refiere a continuación: En un instante
Cuando dice Si me hubiera escuchado, muestra habría yo humillado a sus enemigos y habría exten­
que el pueblo tuvo la posibilidad tanto de aceptar co­ dido mi mano sobre los que lo oprimen (Sal 80, 15).
mo de rechazar el mandato. Luego que nadie intente retorcer mediante una erró­
¿Cómo no va a depender de nosotros nuestra sal­ nea interpretación el significado de los textos que he
vación, si él mismo nos ha concedido la facultad de citado con el fin de demostrar que nada sucede sin el
escucharle o de no escucharle? Señor; que nadie quiera asumir la defensa del libre
arbitrio privando al hombre de la gracia de Dios y de
su providencia constante, como prueban las palabras
Mi pueblo no escuchó mi voz, y también Si mi pueblo
me hubiera escuchado, si Israel hubiera caminado
por mis senderos, etc. Tenemos que considerar que,
así como la facultad del libre arbitrio se demuestra
a través de la desobediencia, también la providencia
cotidiana de Dios sóííre este se muestra en sus pala­
bras y amonestaciones.
2. En efecto, cuando dice: Si mi pueblo me hubie­
ra escuchado, muestra que él ha tomado la iniciativa
de dirigirse a su pueblo. Dios no habla solamente por
medio de la ley escrita, sino también a través de amo­
nestaciones diarias, como se pone en boca de Isaías:

150 151
Todo el día he extendido mis manos hacia el pueblo 23
que no creía en mi y me llevaba la contraria (Is 65, 2
Epílogo
LXX). Así pues, creo que este testimonio puede pro­
bar tanto el libre arbitrio como la providencia: Si mi
pueblo me hubiese escuchado, si Israel hubiese cami­
nado por mis senderos, en un instante yo habría hu­
millado a sus enemigos y habría extendido mi mano
sobre los que lo oprimen.
3. En efecto, así como el libre albedrío se de­ Cuando Pafnucio terminó de instruimos con estas
muestra a través de la desobediencia, también la in­ enseñanzas, poco antes de la medianoche, se despi­
tervención de Dios y su ayuda se hace explícita al dió de nosotros. Pero nosotros estábamos más com­
principio y al final de este versículo, cuando dice que pungidos que alegres al salir de su celda.
él tomó la iniciativa y que después habría humillado Lo más importante que nos transmitió en su con­
a los enemigos de su pueblo si este le hubiera escu­ versación fue hacemos entender que nosotros, que
chado. Con estas citas no pretendemos negar el libre creíamos que con cumplir la primera renuncia, a la
albedrío del hombre, sino probar que la libertad hu­ que nos aplicábamos con tanto esfuerzo, alcanzaría­
mana necesita la ayuda y la gracia de Dios cada día, mos la cima de la perfección, todavía no habíamos
a cada momento. visto ni en sueños la cima de la vida monástica, pues­
to que solamente habíamos oído en los cenobios algo
acerca de una segunda renuncia, pero no recordába­
mos haber escuchado nada acerca de una tercera re­
nuncia, en la que reside toda perfección y que supera
a las dos anteriores en innumerables aspectos.

152 153
ÍNDICE GENERAL

Noticia sobre Juan Casiano y su obra................ 7

CONVERSACIONES
PARA INICIARSE EN LA VIDA ESPIRITUAL

Primera conversación
Objetivo y fin de la vida espiritual

1. Prólogo .............................................................. II
2. El objetivo y el fin de la vida espiritual........... 13
3. La auténtica respuesta....................................... 15
4. La perseverancia en el objetivo, clave para
llegar al fin................................... 16
5. El ejemplo del arquero....... .............................. 18
6. Sin caridad nada sirve....................................... 20
7. Pureza de corazón y caridad............................. 22
8. María y Marta ...... 24
9. Pregunta sobre el valor de las virtudes............ 27
10. Las virtudes y la contemplación...................... 28
11. Lo único esencial............................................. 31
12. Cómo alcanzar y perseverar en la
contemplación.............................. 32
13. Los dos caminos ................ 33
14. La situación del alma tras la muerte................ 36
15. Modos infinitos de contemplar a Dios ............. 41
16. Pregunta sobre los pensamientos ...................... 43

155
17. El control de los pensamientos........................ 44 21. Observar con fidelidad el régimen prescrito .... 100
18. Más sobre cómo controlar los pensamientos ... 46 22. Dieta equilibrada ............................................. 101
19. Triple origen de nuestros pensamientos .......... 48 23. La continencia en el comer................. 102
20. Discernir los pensamientos............................... 50 24. Un ejemplo de glotonería ................................. 103
21. Un ejemplo de discernimiento .......................... 54 25. Pregunta sobre cómo ser fieles al practicar la
22. Cuatro criterios para discernir......................... 56 continencia en el comer.................................... 104
23. Epílogo .............................................................. 58 26. Continencia y hospitalidad ............................. 105
27. Epílogo .................. 107
Segunda conversación
El discernimiento espiritual Tercera conversación
Las tres renuncias
1. Prólogo ............................................................. 63
2. El discernimiento, clave de la vida espiritual .. 65 1. Prólogo ..................... ................................ . 111
3. Dos ejemplos de falta de discernimiento......... 68 2. Encuentro con el abba Pafnucio...................... 113
4. Necesidad del discernimiento........................... 69 3. Los tres tipos de vocación ..................... 114
5. El lamentable caso del anciano Herón............. 71 4. Sobre los tipos de vocación............................. 115
6. El caso de los dos hermanos............................. 73 5. Lo que cuenta no es cómo se empieza, sino
7. El caso de un monje.......................................... 75 cómo se termina................................................ 117
8. El caso del monje que abandonó la fe cristiana 76 6. Los tres tipos de renuncia................................ 119
9. Pregunta sobre la adquisición del 7. Es preciso practicar todas las renuncias .......... 121
discernimiento.................................................... 78 8. Renuncia a los vicios y práctica de las
10. La humildad....................................................... 79 virtudes.............................................................. 127
11. La enseñanza del abba Serapión sobre el 9. Los tres tipos de riqueza................................... 129
discernimiento ................................................... 81 10. La perfección solo se alcanza con la tercera
12. El miedo a manifestar nuestros pensamientos .. 85 renuncia ............... 131
13. Los falsos maestros y la compasión ............... 86 11. Pregunta sobre la libertad y el esfuerzo..... . 134
14. Las Escrituras prescriben dejarse aconsejar por 12. La gracia de Dios^ el esfuerzo propio............ 135
un anciano.......................................................... 92 13. El Señor es quien nos guía................................ 138
15. El ejemplo del apóstol Pablo .......... 93 14. El Señor es quien nos instruye......................... 139
16. Moderación frente a radicalismos ................... 95 15. Sin Dios no podemos nada ............................... 140
17. Peligros de una abstinencia inmoderada......... 96 16. La fe es también don de Dios .......................... 143
18. Pregunta sobre el límite de la continencia ....... 97 17. Dios cuida, anima y consuela...................... 145
19. La comida adecuada para cada día.................. 98 18. El temor de Dios.......................... 146
20. El régimen prescrito no peca de escaso........... 99 19. La iniciativa de nuestra salvación parte de Dios 147

156 157
20. Nada en este mundo sucede sin que Dios lo
permita............................... 149
21. El valor de la libertad personal.... .................... 150
22. La providencia divina acude en ayuda de la
libertad humana................................................. 151
23. Epílogo............................................................... 153

158
khthys occidente «ostiario
43

A finales dei siglo IV, dos monjes se encaminaron


al desierto de Egipto. Su entusiasmo juvenil les había
empujado a abandonar la seguridad de su monaste­
rio para hacerse discípulos de algún famoso maes­
tro en el arte y la disciplina de la contemplación. Su
intención era aprender un método para progresar
en la vida espiritual.
Aquel sincero y ardiente deseo terminará convir­
tiéndose en un fecundo viaje por los vastos territo­
rios del Espíritu.
Cada pregunta que formulan y cada respuesta
que reciben marca una etapa significativa del itine­
rario espiritual. Así, antes de comenzar es imprescin­
dible identificar el fin al que se encaminan los pasos
y comprometerse con la virtud de la constancia para
perseverar en medio de las dificultades del camino.
Después vendrá el discernimiento de las enfermeda­
des que amenazan al espíritu, el modo de practicar
la contemplación del amor de Dios, y la sensibilidad
para distinguir entre la libertad personal y la acción
de la gracia.

Juan Casiano, monje y escritor de la Antigüedad cris­


tiana, ha transmitido en Occidente los tesoros de la
espiritualidad monástica del Oriente cristiano.

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