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poesías a la cruz

Este largo martirio de la vida,


la fe tan viva y la esperanza muerta,
el alma desvelada y tan despierta
al dolor, y al consuelo tan dormida;

esta perpetua ausencia y despedida,


entrar el mal, cerrar tras sí la puerta,
con diligencia y gana descubierta
de que el bien no halle entrada ni salida;

ser los alivios más sangrientos lazos


y riendas libres de los desconciertos,
efectos son, Señor, de mis pecados,

de que me han de librar esos tus brazos


que para recibirme están abiertos
y por no castigarme están clavados. Amén.
poesías a la cruz

Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,


y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!

Seguí mil veces vuestro pie sagrado,


fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas atrevido,
al mismo precio que me habéis comprado.

Besos de paz os di para ofenderos,


pero si fugitivos de su dueño
yerran cuando los hallan los esclavos,

hoy que vuelvo con lágrimas a veros,


clavadme vos a vos en vuestro leño
y tendréisme seguro con tres clavos. Amén
poesías a la cruz

No me pesa, Señor, haber faltado


por el eterno mal que he merecido,
ni me pesa tampoco haber perdido
el cielo como pena a mi pecado.

Pésame haber tus voces despreciado


y tus justos mandatos infringido,
porque con mis errores he ofendido
tu corazón, Señor, por mí llagado.

Llorar quiero mis culpas humillado,


y buscar a mis males dulce olvido
en la herida de amor de tu costado.

Quiero tu amor pagar, agradecido,


amándote cual siempre me has amado
y viviendo contigo arrepentido. Amén.
poesías a la cruz

Levántame Señor, que estoy caído,


sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
quiérome levantar, y estoyme quedo;
yo propio lo deseo, y yo lo impido.

Estoy, siendo uno solo, dividido:


a un tiempo muerto y vivo, triste y ledo;
lo que puedo hacer, eso no puedo;
huyo del mal y estoy en él metido.

Tan obstinado estoy en mi porfía,


que el temor de perderme y de perderte
jamás de mi mal uso me desvía.

Tu poder y bondad truequen mi suerte:


que en otros veo enmienda cada día,
y en mí nuevos deseos de ofenderte. Amén.
poesías a la cruz

Heme, Señor, a tus divinas plantas,


baja la frente y de rubor cubierta,
porque mis culpas son tales y tantas,
que tengo miedo a tus miradas santas
y el pecho mío a respirar no acierta.

Mas ¡ay!, que renunciar la lumbre hermosa


de esos divinos regalados ojos
es condenarme a noche tenebrosa;
y esa noche es horrible, es espantosa
para el que gime ante tus pies de hinojos.

Dame licencia ya, Padre adorado,


para mirarte y moderar mi miedo;
mas no te muestres de esplendor cercado;
muéstrate, Padre mío, en cruz clavado,
porque sólo en la cruz mirarte puedo. Amén.
poesías a la cruz

Pastor que con tus silbos amorosos


me despertaste del profundo sueño:
tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,


pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguir te empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, pues por amores mueres,


no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.

Espera, pues, y escucha mis cuidados.


Pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados? Amén.
poesías a la cruz

Delante de la cruz los ojos míos


quédenseme, Señor, así mirando,
y sin ellos quererlo estén llorando,
porque pecaron mucho y están fríos.

Y estos labios que dicen mis desvíos,


quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos quererlo estén rezando,
porque pecaron mucho y son impíos.

Y así con la mirada en vos prendida,


y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,

quédeseme, Señor, el alma entera;


y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis me muera. Amén.
poesías a la cruz

Muere la vida y vivo yo sin vida


ofendiendo la vida de mi muerte;
sangre divina de las venas vierte
y mi diamante su dureza olvida.

Está la majestad de Dios tendida


en una dura cruz, y yo de suerte
que soy de sus dolores el más fuerte
y de su cuerpo la mayor herida.

¡Oh duro corazón de mármol frío!


¿Tiene tu Dios abierto el lado izquierdo
y no te vuelves un copioso río?

Morir por él será divino acuerdo,


mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y, como no la tengo, no la pierdo. Amén.
poesías a la cruz

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?


¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,


pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:


«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»

y ¡cuántas, hermosura soberana:


«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana! Amén
poesías a la cruz
Los hombros traigo cargados
de graves culpas, mi Dios;
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Yo soy quien ha de llorar,


por ser acto de flaqueza;
que no hay en naturaleza
más flaqueza que el pecar.

Y, pues andamos trocados,


que yo peco y lloráis vos,
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Vos sois quien cargar se puede


estas mis culpas mortales,
que la menor destas tales
a cualquier peso excede;

y, pues que son tan pesados


aquestos yerros, mi Dios,
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Al Padre, al Hijo, al Amor,


alegres cantad, criaturas,
y resuene en las alturas
toda gloria y todo honor. Amén.
poesías a la cruz
Dieron muerte al Heredero,
su oblación es haz de luz,
reina Dios desde el madero,
fulge el signo de la cruz.

En los cielos contemplamos


nuestra prenda tan locuaz
como símbolo divino
de salud, de amor, de paz.

¡Resplandece, brilla, avanza,


oh estandarte del gran Rey!
¡Oh cruz, única esperanza
y resumen de su ley!

Que presidas nuestra suerte


-cada cual con nuestra cruz-
y en la hora de la muerte
nos conduzcas a Jesús.

Gloria al Padre con el Hijo


y el Espíritu de amor;
las tres personas reciban
por la cruz igual honor. Amén.
poesías a la cruz
Ojos muertos que miráis
con mirar indescriptible
y con fuerza irresistible
atraéis y cautiváis,
¿por qué, si muertos estáis,
tenéis tan viva expresión
que así turbáis mi razón
trocando vuestras miradas
en dos punzantes espadas
que parten mi corazón?

Al veros, ojos piadosos,


todo mi ser se conmueve.
¿Quién a miraros se atreve
sin llorar, ojos llorosos?
Me cautiváis amorosos,
me reprendéis justicieros,
inspiráis dolor y calma,
sois tiernos y sois severos,
y las borrascas del alma
enfrenáis sólo con veros.

¡Ah! Permitid ojos píos,


ojos que sois el encanto
del cielo, que con mi llanto
borre mis locos desvíos;
bebí en cenagosos ríos
aguas de ponzoñas llenas
que, al infiltrarse en mis venas,
causaron fiebres ardientes.
¡Cómo olvidé que erais fuentes
de aguas dulces y serenas! Amén.
poesías a la cruz
¡Triste de mí que he cruzado
de la vida los senderos
por largo tiempo sin veros,
ojos del Crucificado!
Mas, de vuestra luz privado,
me fue contraria la suerte…
¡Ojos muertos del Dios fuerte,
olvidad viejos agravios
y haced que os besen mis labios
en la hora de mi muerte!

¡Ojos de Cristo, miradme!


¡Ojos muertos, conmovedme!
¡Ojos tiernos, atraedme!
¡Ojos llorosos, bañadme!
¡Ojos sin luz, alumbradme!
¡Ojos piadosos, seguidme
por donde mi planta yerra,
y por el haz de mi tierra
hacia el cielo conducidme! Amén.
poesías a la cruz

No me mueve, mi Dios, para quererte


el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el inferno tan temido
para dejar por eso de ofenderte

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte


clavado de una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,


que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No tienes que me dar porque te quiera;


pues, aunque cuando espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.
poesías a la cruz

¿Quién es este que viene,


recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

¿Quién es este que vuelve,


glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Se durmió con los muertos,


y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Anunciad a los pueblos


qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén
poesías a la cruz
Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.

Cuerpo llagado de amores,


yo te adoro y yo te sigo; y
oh, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte


y por tus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.

Que no ame la poquedad


de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que sienta una dulce herida


de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:

de sangre los pies cubiertos,


llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos. Amén.
poesías a la cruz
Cruz preciosa,
inmerecida:
a los hombres
diste vida.

Un dolor
en el madero;
y a los hombres
un Cordero.

Sangre roja
del combate;
y para el hombre
el rescate.

Tu victoria
es nuestra vida,
por la sangre
de tu herida.

Nuestra vida
es tu muerte
¡y para el hombre
qué suerte! Amén.
poesías a la cruz
Cruz de Cristo,
cuyos brazos
todo el mundo han acogido.

Cruz de Cristo,
cuya sangre
todo el mundo ha redimido.

Cruz de Cristo,
luz que brilla
en la noche del camino.

Cruz de Cristo,
cruz del hombre,
su bastón de peregrino.

Cruz de Cristo,
árbol de vida,
vida nuestra, don eximio.

Cruz de Cristo,
altar divino
de Dios-Hombre en sacrificio. Amén.
poesías a la cruz
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

Vinagre y sed la boca, apenas gime;


y, al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza
por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto


de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte
que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido


para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,


que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza
de toda salvación, honor y gloria. Amén.

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