Clase 8
Clase 8
1.- El Relativismo:
El relativismo es una postura que niega la existencia de la verdad objetiva. Distintas
“verdades” sobre un mismo tema que se contradigan explícitamente podrían ser aceptadas
como válidas según esta forma de pensar.
El criterio para determinar qué es verdad y qué no lo es va a depender del tipo de relativismo.
En todos, el hombre queda en centro de la cuestión. El sofista Protágoras (485 a.C. – 411
a.C.), lo expresaba de la siguiente manera: “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Un patrón de medida para establecer lo que es “verdadero” en una postura relativista puede
ser la opinión de la mayoría o el contexto cultural. Otro puede ser lo que cada uno considere
que es verdadero. También se puede tomar lo que resulte conveniente y permita actuar lo que
determine si algo es verdadero o no.
Joseph Ratzinger se refería al relativismo como una “dictadura”, ya que bajo una aparente
tolerancia en realidad se impide un verdadero diálogo entre las personas porque les niega la
posibilidad de hablar de una verdad común sobre la realidad. También afecta a la dignidad
humana porque implica que tampoco existe un bien universal que guíe a las personas en sus
conductas morales.
Imaginen tratar de convencer a una persona que sufre hambre por ciertas injusticias sociales
de que el sufrimiento es algo relativo, que la justicia es relativa. ¿Es relativo que la
desnutrición repercuta negativamente en la salud de la persona? Podemos comenzar a
dilucidar, entonces, que no todo es relativo.
Así, el relativismo es una postura inadecuada frente al problema de la verdad y el bien. Carece
de sustento lógico y, sin embargo, tiene una gran aceptación en nuestra actualidad porque se
suele usar por su comodidad o para justificar diversas injusticias.
No podemos dudar que la verdad tiene relación con el fenómeno del conocimiento. Al pensar
en esta relación, surge la pregunta: ¿Es verdad lo que conocemos?
Para responder, desde una perspectiva filosófica, hay que ver primero qué entendemos por
verdad y qué entendemos por conocimiento.
El tema de la verdad es un tema muy discutido en estos días. Se escucha frecuentemente decir
frases como: “cada uno tiene su propia verdad”; “nadie puede imponer a otro una verdad”;
“no hay verdades absolutas”, etc.
Por eso para hablar del tema, vamos a comenzar por lo más evidente, que es la noción de
verdad moral.
Decimos que una persona “dice la verdad” cuando sus palabras coinciden con sus
pensamientos sobre un determinado asunto. En cambio, cuando piensa una cosa y dice otra,
decimos que está “mintiendo” o falseando la verdad. La verdad moral es llamada también
veracidad, para no confundir este concepto con los otros tipos de verdad. ¿Es importante la
veracidad? Claro que sí, es una virtud necesaria para la convivencia. Así lo explica Tomás
de Aquino: “puesto que el hombre es un animal social, un hombre debe naturalmente a los
demás aquello sin lo que una sociedad no perdura. Pero los hombres no pueden vivir juntos
si no creen estar diciéndose la verdad uno a otro. De ahí que la virtud de la veracidad forma
parte en cierto modo de la virtud de la justicia”1.
Ahora nos preguntamos, ¿alcanza con la veracidad para definir qué es la verdad? O, dicho de
otro modo: ¿podemos decir con seguridad que la persona “veraz”, la que dice lo que piensa,
está diciendo la verdad? ¿No podría suceder acaso que una persona dijera lo que piensa, pero
estuviera engañada? Es obvio que sí puede darse este caso. Uno puede estar convencido de
algo que no es real, sucede frecuentemente. Por eso hay que profundizar la noción de verdad,
y entonces llegamos a la noción de verdad lógica.
La verdad lógica consiste en un juicio de la inteligencia que coincide con lo real. Por ejemplo,
yo digo “Juan está en su casa” y realmente Juan está en su casa; digo “el ser humano tiene
alma” y realmente el ser humano tiene alma. Cuando se da esta coincidencia entre el juicio
mental y la realidad, hay verdad lógica. Lo mismo sucede cuando hago un juicio negativo
(por ejemplo, digo “Juan no está en su casa”, y si esto es real estamos en presencia de una
verdad lógica).
Hay verdades que no pueden negarse, en el plano lógico, que son principalmente las verdades
que se refieren a hechos concretos. Otras verdades son más discutidas, sobre todo las
verdades abstractas, como por ejemplo las verdades de la metafísica. En el fondo, está la
discusión sobre si el ser humano puede conocer la verdad de las cosas, y sobre todo la esencia
de las cosas.
Está claro que no podemos conocer la esencia total y perfecta de las cosas (no necesitaríamos
estudiar ni investigar si fuera así), pero también la experiencia cotidiana nos indica que
podemos conocer algo de la esencia de las cosas: para qué sirven, cuáles son más perfectas
1
Tomás de Aquino, Suma Teológica II-II Parte, cuestión 109, art. 3.
en el orden del ser (por ejemplo, la persona humana es más perfecta que una vaca o una planta
de lechuga y por eso debe ser protegida su integridad más que la de una lechuga).
Y por eso volvemos aquí, en el tema de la verdad, a afirmar que se trata de una realidad
relativa: relativa al sujeto y al objeto. La verdad lógica, que es relación entre la mente y la
realidad, depende del objeto y cómo se lo percibe y del sujeto y sus disposiciones para
percibirlo. Por eso el conocimiento de la verdad es un camino, no es algo que pueda
alcanzarse totalmente en este mundo.
Pero asumir que la verdad es algo relativo es muy distinto que sostener el relativismo, esto
es, la ideología que afirma que “no hay verdades absolutas”. El carácter relativo de la verdad
se debe a la incapacidad del sujeto, del ser humano, para conocer de un modo perfecto la
verdad, no a que la verdad sea en sí misma relativa. Para entender esto mejor, debemos pasar
a hablar de la verdad en su sentido más profundo, es decir, de la verdad ontológica.
Porque la causa del conocimiento en la persona está en que las cosas pueden ser conocidas.
Si no pudieran ser conocidas, no habría conocimiento.
Esto parece algo obvio, porque nunca nos planteamos que las cosas pudieran no ser
conocidas. Pero si hacemos un análisis profundo y serio de la realidad, debemos admitir que
en el mismo ser de las cosas está la capacidad de ser conocidas, como lo que realmente las
cosas son, y esto es la verdad ontológica de las cosas. Esta verdad está en las cosas mismas
y es una capacidad que ha puesto en ellas el Creador de todas las cosas. Por eso también se
llama a la verdad ontológica la adecuación de las cosas a la mente de Dios. Porque es Dios
quien les ha dado esa capacidad de comunicar su ser a otra inteligencia, y gracias a eso
podemos conocerlas. Las cosas son la causa de nuestro conocimiento, porque si ellas no se
nos mostraran tal como son no podríamos conocerlas2.
Para Platón, el ser es verdadero en cuanto es como debe ser, en cuanto se ajusta a su
naturaleza. Por esa razón es posible decir que hay personas falsas (o hipócritas) y verdaderos
(honestos), dinero falso y dinero verdadero. La razón de ello es simple: es la verdad
ontológica a la que él prestó mayor atención. Para Platón, el ser es verdadero en cuanto es
como debe ser, en cuanto se ajusta a su naturaleza. Por esa razón es posible decir que hay
hombres falsos y verdaderos, dinero falso y verdadero. Es evidente que es a la verdad
ontológica, no tanto la lógica, a la que se dedica con mayor esmero. A Platón le precisa hacer
la distinción entre el ser verdadero y el ente, la apariencia; el ente, por su condición
accidental, no puede ser lo verdadero puesto que se encuentra a mitad entre el ser y el no ser.
La verdad ontológica es para Platón algo originario.
Para él, el ente no se asemeja a su idea, aquella es perfecta. La idea misma es lo absolutamente
verdadero y, dado que ésta es la única que es verdadera, esta es su verdad ontológica.
No podemos negar que la realidad se nos plantea como un conjunto ordenado, donde cada
ser tiene su finalidad y la persona tiene la capacidad para ir descubriendo ese mundo. De otro
2
Cf. Tomás de Aquino, Suma Teológica I Parte, cuestión 16, arts. 7 y 8.
modo, no sería posible la ciencia ni ningún conocimiento humano. Por lo tanto, debemos
concluir necesariamente que, en lo profundo de la realidad las cosas son verdaderas, tienen
una verdad que es independiente de nuestras interpretaciones y debemos buscar el mejor
camino para descubrir esa verdad.
Hemos visto en el punto anterior las características de la verdad que surgen de su relación
con el objeto, que es la misma realidad. Ahora nos ponemos del lado del sujeto y vemos que
no todas las personas captan las verdades con la misma certeza, dependiendo este hecho de
muchos factores y circunstancias. Incluso hay verdades que la humanidad entera desconoce.
Por eso hablamos de los “grados de asentimiento”: tienen que ver con la certeza con que un
sujeto puede conocer determinada verdad. Llamamos certeza a la firmeza con que una
persona puede asentir a una determinada verdad, y esto depende del convencimiento que
tiene de dicha verdad. Estos grados de asentimiento se dan en la operación del juicio, que es,
como hemos visto, la operación de la inteligencia que afirma o niega lo que en la realidad
está unido o separado.
3
John Henry Newman, Un ensayo para contribuir a una gramática del asentimiento, 1870, p. 160.
opinión vehemente, que es asumida y expresada por el sujeto como si estuviera en la
certeza absoluta.
Platón añadirá que “el saber recae sobre la realidad firme e inmutable de las ideas o
formas, sobre el ser, mientras que la opinión tendrá como objeto el mundo inestable
del devenir, a medio camino siempre entre el ser y el no-ser […]”, por eso, en el
pensamiento platónico, la opinión es el primer paso para salir de la ignorancia.
- La certeza es el estado del espíritu que reposa en una verdad porque no tiene duda en
contra de la misma. Esta certeza proviene de la evidencia, sea directa o indirecta.
La evidencia es una propiedad del objeto, que muestra al sujeto determinado aspecto
de su ser de modo tal que al mismo no le cabe duda (por ejemplo, es evidente que el
árbol está ahí́, que lo que tengo en frente es una persona, etc.). La evidencia mediata
o indirecta es un juicio que surge de un razonamiento bien hecho a partir de algo que
es directamente evidente (por ejemplo: tal ser es persona, por lo tanto, no es una
planta). La filosofía parte de la evidencia directa o inmediata y todas sus conclusiones
son mediatamente evidentes, y por eso podemos afirmar que la filosofía es una
ciencia.