Barrow John D - Por Que El Mundo Es Matematico
Barrow John D - Por Que El Mundo Es Matematico
Este texto se editó por primera vez en italiano con el título Perché il mondo é matemático? (Laterza, 1992);
esta traducción castellana ha sido realizada a partir del texto original en inglés.
Primera edición
ISBN: 84-253-3123-4
La metafísica es un restaurante que ofrece un menú de treinta mil páginas pero nada de
comer.
ROBERT PIRSIG
Uno de los más grandes misterios del universo es el hecho de que no sea un
misterio. Somos capaces de entender y predecir su funcionamiento hasta tal punto que
si un hombre normal de la Edad Media fuese transportado a nuestros días pensaría que
éramos magos. La razón de que hayamos tenido tanto éxito en desvelar el
funcionamiento interno del universo es que hemos descubierto el lenguaje en el que
parece estar escrito el libro de la naturaleza. Dicho lenguaje, como Galileo proclamó
fervientemente hace más de trescientos años, es el lenguaje de la «matemática». En
cualquier aspecto del mundo material que tomemos en consideración, vemos que el
lenguaje de la matemática se adapta maravillosamente a la naturaleza del mundo y a su
funcionamiento. No se ha encontrado ningún fenómeno que escape a su poder
descriptivo. Es verdad que existen campos en los que su utilización resulta inadecuada
—quién sería tan estúpido para considerar que una sinfonía de Beethoven no es nada
más que una variación matemática particular, o una combinación de presión de aire y
tiempo—, pero no existe ninguno donde sea imposible. Este estado de cosas es tan
familiar para el científico que apenas se detiene a pensar por qué es así. ¿Por qué
funcionan las matemáticas? ¿Por qué describen de forma tan precisa, tan completa y tan
universal el modo en que el mundo marcha? Más de una vez hemos podido ver cómo
alguna abstrusa fórmula matemática, inventada hace cientos de años por puro placer
intelectual, resulta describir exactamente los más recientes descubrimientos en las
fronteras de nuestra investigación de la estructura del espacio interno de las partículas
elementales de la naturaleza o del espacio exterior de las estrellas y las galaxias. ¿Cómo
es posible que estas matemáticas fantasiosas resulten ser tan irrazonablemente eficaces
para la descripción del mundo? Estas son algunas de las cuestiones que espero poder
discutir en esta breve serie de conferencias. Para desvelar el misterio y ver qué tipo de
respuestas pudiesen estar a nuestro alcance tenemos que llegar a una comprensión más
clara y más profunda de lo que son las matemáticas. A este respecto las matemáticas
son algo singular. Si paramos en la calle a un historiador o a un biólogo y le
preguntamos cuál es su objeto de estudio, ninguno de ellos tendrá dificultad en
responder. Si usted no encuentra uno, eche una ojeada a cualquier libro introductorio
de historia o biología y verá de qué trata ya desde la primera página. Pero paremos a un
matemático en la calle y él no será capaz de decir qué son las matemáticas. Leamos
cualquier libro de texto de matemáticas, vayamos a cualquier clase de matemáticas en la
universidad y no aprenderemos lo que es la matemática.
Cuando empezamos a preguntar cuáles son las diferentes formas de
conocimiento humano y cómo llegamos a adquirirlas nos encontramos morando en
áreas de la filosofía cuya aplicación no se limita a los problemas del conocimiento
matemático. Casi inmediatamente encontramos una división especial: se trata de la
división entre quienes creen que las matemáticas proceden del interior de la mente y
quienes creen que proceden del exterior. Los primeros creen que inventamos las
matemáticas como un instrumento útil para describir los sucesos que vemos a nuestro
alrededor, y que esto es simplemente lo que hacen los matemáticos; los segundos creen
que descubrimos las matemáticas, que están «ahí fuera» de algún modo y estarían allí
incluso si no hubiera matemáticos. En el tercer capítulo exploraremos estas y otras
filosofías de las matemáticas con más detalle. Pero antes de empezar a encajar el mundo
de las matemáticas modernas en los esquemas filosóficos disponibles, será bueno tener
una idea del origen de las matemáticas. ¿Cuál es la fuente de nuestra intuición del
concepto de «número»? ¿Es un concepto universal entre las sociedades humanas?
¿Surgió espontáneamente en muchos lugares diferentes, o fue una creación profunda y
difícil de sólo unos pocos que transmitieron su sabiduría a los demás? Las respuestas a
preguntas como estas son importantes para evaluar hasta qué punto la mente humana
se adapta naturalmente a las ideas matemáticas, tal como han mantenido algunos
psicólogos y filósofos.
Si volvemos a la imagen galileana de las matemáticas como un lenguaje, pronto
encontramos que se trata de un lenguaje bastante insólito. No se parece a ningún otro
lenguaje humano que conozcamos. Es más parecido a un lenguaje de ordenador que a
un lenguaje como el español o el inglés. Pero, sobre todo, es un lenguaje con una lógica
incorporada. Sabemos que podemos utilizar el lenguaje ordinario con cierto descuido,
rompiendo quizá las reglas de la gramática y la sintaxis, y esto no nos impide
entendernos. Pero rompamos las reglas del lenguaje matemático y nada tendrá sentido.
En efecto, si en cualquier sistema lógico se admite tan sólo un elemento ilógico, su
presencia nos permite demostrar la verdad de cualquier proposición.
Otra característica fascinante del lenguaje matemático es su capacidad de pensar
por sí mismo. A menudo se les habla a los estudiantes de la importancia que tiene
reflexionar sobre las cosas para entenderlas y progresar. Sin embargo, en cierta medida
los mayores avances en el entendimiento humano han sido el resultado de haber ideado
maneras de hacer cosas sin pensar en ellas. Adoptamos un procedimiento que tiene
ciertas características necesariamente incorporadas, de modo que cuando quiera que lo
apliquemos no tengamos que preocuparnos de si se satisfacen estos presupuestos. Las
matemáticas son precisamente así. Mediante su utilización podemos estar seguros de
que todo tipo de operaciones complicadas se están realizando automáticamente. Es una
ayuda para el pensamiento: una ampliación de nuestra capacidad mental.
Si comparamos las matemáticas con otras actividades humanas en el campo de
las artes o las humanidades, advertimos varios contrastes sorprendentes. En
matemáticas encontramos con frecuencia ejemplos de descubrimiento múltiple. Es
decir, encontramos matemáticos diferentes, separados en el espacio y en el tiempo y
educados en sistemas económicos y políticos completamente diferentes, que hacen los
mismos descubrimientos. Semejante duplicación resulta inconcebible en las artes.
¿Cómo podrían dos escritores diferentes producir idénticos Hamlet o idénticas óperas de
Verdi? Además, encontramos con frecuencia ejemplos de colaboración en campos de
investigación matemáticos y científicos. La mayoría de los artículos de investigación
publicados en estos campos son fruto de la colaboración de varios autores. Por el
contrario, la colaboración es más bien rara en las artes. Cuando ocurre, como en la
composición de las operetas de Gilbert y Sullivan, hay una demarcación de actividades
muy estricta —uno compone la música, y otro el libreto. Todo esto sirve para reforzar la
impresión de que las matemáticas tienen alguna base objetiva que es total o
parcialmente independiente de la mente humana. Las artes, por el contrario, se valen de
la esencial unicidad que brota de su subjetividad. Las encontramos fascinantes y
encantadoras debido al modo en que reflejan la individualidad de la creatividad
humana.
Si repasamos nuestros libros de historia en busca de los orígenes del número
encontramos muy poco que nos sirva de ayuda. Como el propio lenguaje, el uso del
número se desarrolló antes que el uso de la escritura y sus verdaderos orígenes se han
perdido en una época de la que no tenemos testimonios escritos. Nuestra investigación
se hace todavía más difícil por la presencia de algunas ideas peculiares pero
persistentes. La historia del uso y apreciación del número por parte de la Humanidad
ha evolucionado desde una fascinación por la numerología a una fascinación por la
numeración. Para los numerólogos, algunos de los cuales aún pueden encontrarse hoy
día, los números son una forma de representación simbólica del universo dentro del
cual tienen un significado que sólo puede revelarse por su correcta interpretación.
Algunos números dan «suerte», otros son «aciagos», otros tienen significados religiosos,
y así sucesivamente. Pero el matemático se distingue del numerólogo en que él no
asocia ninguna importancia o significado profundo a los propios números, sino sólo a
sus interrelaciones. Por esta razón, si examinamos el currículum moderno de las
matemáticas lo encontramos lleno de conceptos como «transformaciones», «funciones»,
«aplicaciones», «programas», «simetrías» y «algoritmos»: todos ellos incorporan la
noción de cambio e interrelación entre números y símbolos diversos. Este cambio de
enfoque, de lo numerológico a lo numérico, marca la evolución desde la antigua
concepción hermética del universo, que lo veía como un conjunto de signos arcanos que
había que descifrar, hasta la concepción causal en la que el «significado» de las cosas
tenía que encontrarse sólo en su interrelación con otras cosas dentro de pautas
ordenadas y predecibles.
Si bien en los tiempos modernos el enfoque numerológico de las matemáticas ha
desaparecido de las actividades de los matemáticos, aunque no completamente de las
ideas de algunas personas, quedan aún ejemplos interesantes de la conexión entre las
ideas matemáticas y nuestra imagen más general del mundo. A comienzos del siglo xix
se creía que la geometría plana de Euclides, que aprendemos en la escuela, no era
meramente un ejercicio lógico o una invención humana: era la descripción real del
mundo. Durante siglos los filósofos y los apologetas religiosos habían considerado
nuestro conocimiento de la geometría de Euclides como prueba de que podíamos
conocer algo de la verdad absoluta: que podíamos vislumbrar, al menos en parte, la
mente de Dios. De este modo la geometría euclidiana era un fundamento sutil de la
creencia en todo tipo de valores absolutos. Luego, en el curso del siglo XIX,
matemáticos como Lobachevski, Gauss y Bolyai comprendieron que era posible crear
otras geometrías lógicamente autoconsistentes pero que diferían de la de Euclides en un
aspecto crucial: abandonaban su famoso «quinto postulado» sobre las paralelas. Éste
afirmaba que, dada una línea recta y un punto exterior a ella, existe sólo una recta que
pasa por dicho punto y no corta a la primera: ésta es la línea paralela a aquélla. Sobre
una superficie curva, el análogo de una línea recta es la distancia más corta entre dos
puntos y el «quinto postulado» de Euclides no es válido. El descubrimiento de que la
geometría clásica de Euclides era solamente una entre muchas posibilidades produjo
una conmoción. Al principio, muchos filósofos, e incluso algunos matemáticos, se
resistieron a aceptarlo sobre la base de que sólo la versión euclidiana de la geometría se
encontraba realmente en el mundo real. Pero ¿era eso realmente cierto? La geometría de
la superficie curva de la Tierra era ciertamente no euclidiana. Y, para colmo de ironía,
en 1915 Einstein iba a mostrar que la geometría del Universo es no euclidiana y
solamente parece euclidiana cuando se mira localmente, de la misma forma que la
superficie de la Tierra parece plana en distancias muy pequeñas.
El descubrimiento de las geometrías no euclidianas tuvo un papel fundamental
en la erosión de la creencia en la verdad absoluta. Ya no podía citarse la geometría
euclidiana como un ejemplo de verdad absoluta con la que la mente humana había sido
capaz de sintonizar. Poco a poco, el término no euclidianismo vino a utilizarse como
sinónimo de relativismo. Existen libros sobre «economías no euclidianas» y
«antropología no euclidiana» en los que se sostiene que las democracias liberales y la
civilización occidental son formas culturales simplemente diferentes de las demás y no
necesariamente superiores. Más tarde, este relativismo recibió un impulso posterior del
descubrimiento de la posibilidad de una nueva lógica. Como había sucedido con la
geometría, la lógica clásica, codificada por Aristóteles, era considerada una descripción
de las «leyes del pensamiento humano»: las cosas no podían ser de otra forma. Pero el
estudio sistemático de esta lógica clásica mostró que era posible crear otras lógicas en
las que, por ejemplo, una proposición no tenía necesariamente sólo dos valores de
verdad: verdadera o falsa. Podía, por el contrario, tener tres —verdadera, falsa o ni
verdadera ni falsa— o añadir un número infinito de condiciones diversas. Como
sucedió con el descubrimiento de las geometrías no euclidianas, esta evolución de la
matemática favoreció una gradual erosión de la fe que se tenía antiguamente en la
naturaleza absoluta del conocimiento humano.
El problema de la eficacia de las matemáticas es un problema que deja perplejo.
Por una parte teníamos una imagen del mundo real hecho de cosas particulares, y por
otra, la imagen de un reino de estructuras matemáticas (véase la figura 1).
Existen relaciones tras las dos cosas, en el sentido de que ciertas estructuras y
ciertos objetos del mundo «real» pueden ser representados mediante una abstracción
matemática. Recíprocamente, el mundo matemático contiene nociones abstractas de
cantidad y nociones geométricas que encuentran ejemplos en el mundo «real». Esta
imagen plantea muchas preguntas. ¿Son efectivamente comparables los dos mundos?
¿Son en verdad distintos? Y si lo son, ¿existen elementos del mundo real que no puedan
ser representados mediante una abstracción matemática y, recíprocamente, elementos
del mundo matemático que no encuentran un correlato específico en el mundo físico
que nos rodea o que está dentro de nosotros?
1. La misteriosa interrelación entre el mundo material de las cosas particulares y el mundo matemático
de las relaciones abstractas, las geometrías, los números y las lógicas. Las cosas que vemos a nuestro alrededor
en el mundo material pueden actuar como fuente de estructuras que pueden ser abstraídas en el mundo
matemático. Las estructuras y las relaciones matemáticas en el mundo matemático pueden concretarse en
ejemplos particulares de cosas y sucesos del mundo real. Resulta tentador preguntar si existen cosas en el
mundo físico que no puedan ser abstraídas en el mundo matemático y, recíprocamente, si no puede haber
habitantes del mundo matemático que no tengan manifestaciones concretas en nuestro universo físico.
OSWALD SPENGLER
El hecho de que las matemáticas funcionen de forma tan precisa, tan universal y
útil les permite introducirse en nuestra vida cotidiana en mil formas diferentes. Todos
los dispositivos mecánicos y electrónicos que nos rodean están construidos sobre
indicaciones matemáticas precisas, y el buen rendimiento escolar de nuestros hijos en
matemáticas nos parece de vital importancia porque abre muchas oportunidades. Visto
a esta luz parece fundamental que tengamos una comprensión de lo que es la
matemática y de por qué funciona. Pues si se trata sólo de otra construcción humana
sujeta a error, necesitamos saber dónde puede fallar.
Una buena guía para el estudio de la naturaleza de cualquier cosa consiste
normalmente en considerar sus orígenes, de modo que trataremos de ver dónde están
las raíces del pensamiento matemático. Si examinamos brevemente los orígenes de las
prácticas de recuento y numeración humanas podremos obtener una imagen de la
procedencia de las ideas matemáticas y la facilidad con que se pueden alcanzar.
Los seres humanos, e incluso algunos animales, parecen poseer un sentido
natural del número que les permite detectar la presencia o ausencia de cantidades
pequeñas. En nuestro caso sabemos que, si echamos una rápida ojeada a una imagen
que contiene un conjunto de objetos en número no mayor de cinco aproximadamente,
podemos captar inmediatamente el número de objetos presentes; pero si el conjunto es
mayor, tenemos que contar conscientemente sus miembros. Existe una historia
divertida a este respecto. Un granjero quería matar un cuervo que continuamente se
posaba en una torre de su granja para comerse su grano. En cuanto el granjero llegaba a
la torre con su escopeta, el pájaro emprendía el vuelo; pero apenas salía el granjero, el
cuervo regresaba. Frustrado en sus intentos de atrapar al cuervo ladrón, el granjero
decidió engañarle para que volviera a la torre mientras él estuviera todavía allí. Fue a la
torre con un amigo, y el cuervo partió; entonces, el amigo salió pero el granjero se
quedó dentro. El cuervo no volvió. El granjero repitió el truco llevando con él dos
amigos que salieron uno después del otro. El cuervo seguía sin volver. El granjero
probó con tres amigos. El cuervo seguía sin volver. Luego probó a ir a la torre con
cuatro amigos que, una vez más, salieron de uno en uno. Pero esta vez el cuervo regresó
y el granjero logró cazarlo. El sentido de número del cuervo le permitía llevar la cuenta
de la cantidad sólo hasta cuatro, pero a partir de aquí el sentido de número se
difuminaba en una vaga sensación de muchos.
Buscando en las sociedades humanas primitivas encontramos también ejemplos
de un sentido de número muy simplificado. Hay varios ejemplos de tribus africanas,
suramericanas y australianas en donde sólo existen los conceptos de «uno», «dos» y
«muchos». Esta restricción a números muy pequeños ha dejado vestigios en muchas
lenguas europeas en las que existen adjetivos para indicar «primero» y «segundo» que
son etimológicamente diferentes de las palabras uno y dos, mientras que «tercero»,
«cuarto», «quinto», «sexto» y así sucesivamente, están relacionadas obviamente con los
numerales tres, cuatro, cinco y seis. Esto implica que las palabras que expresan los
números uno y dos son mucho más antiguas y reflejan un concepto más primitivo y
limitado de recuento. Además, en la mayoría de las lenguas europeas encontramos una
tendencia a utilizar palabras numerales específicas para describir la misma cantidad
pequeña de objetos diferentes. En inglés, por ejemplo, existen muchas palabras para
indicar conjuntos de objetos que se dan de dos en dos, y el uso de estas palabras está
fuertemente ligado a la identidad de los objetos en cuestión. Hablamos de un par de
zapatos, un dueto musical, una yunta de bueyes. Esto pone de manifiesto la carencia de
cualquier noción abstracta de número en algún estadio temprano del desarrollo
humano. La misma tendencia se encuentra mucho más amplificada en muchas tribus
primitivas. Existen varias palabras para cada uno de los números en uso: palabras
diferentes para indicar tres pescados, tres canoas, tres personas, tres piedras, tres lanzas.
El factor común de «trinidad» no era evidente.
Es posible contar sin tener ningún sentido del número en absoluto. Esto se
consigue generalmente mediante marcas. Si un pastor guarda un conjunto de piedras en
su morral, una por cada una de sus ovejas, puede comprobar al término del día que
todas sus ovejas están presentes sacando una piedra de su morral por cada oveja que
entra en el redil. Si no queda ninguna piedra una vez que ha entrado la última oveja,
ello indica que todas están presentes. Se conoce un bonito ejemplo de este tipo que fue
descubierto durante las excavaciones arqueológicas en Nuzi, en el Irak moderno. Se
encontró un pequeño recipiente de arcilla con una inscripción que, una vez traducida,
decía:
2. Vistas de ambos lados de la herramienta de hueso encontrada por Jean de Heinzelin en Ishongo
cerca del lago Eduardo en África. El extremo derecho habría sostenido originalmente una herramienta de
cuarzo más grande. Se encuentran marcas en grupos sugerentes en tres hileras. Fueron hechas alrededor del
9000 a.C.
4. Una ilustración típica de cómo se amplía el recuento con los dedos para incluir todo el cuerpo,
tomado de un dibujo de Georges Ifrah.
◄ 5. Distribución de las técnicas de contar con los dedos basada en los primeros datos recopilados por
Abraham Seidenberg a partir de fuentes históricas y antropológicas. Los diferentes símbolos indican las áreas
que utilizan el pulgar o diferentes dedos para comenzar a contar por el número «uno». También se muestran
las culturas que emplean el recuento de los dedos de una mano para contar hasta cuatro, y de las dos manos
para contar hasta ocho. Asimismo se muestra la extensión de la práctica de contar con los dedos empleando
otras partes del cuerpo para contar más allá de diez.
La característica de un sistema de numeración 5-10 es que representa un número
tal como «setenta» como «siete veces diez» (de la forma que indica la palabra inglesa
«seven ten»). Por el contrario, los sistemas 5-20 consideran setenta como «tres veintes y
diez». Este tipo de uso está presente en el inglés antiguo; por ejemplo en la forma en
que la versión de la Biblia del rey Jacobo se refiere a la esperanza de vida de un hombre
como «tres-score años y diez». El score es una palabra inglesa con un espectro de
significados intrigante. Significa el número veinte, como en nuestro texto bíblico;
significa llevar la cuenta, como por ejemplo cuando se lleva la cuenta de los puntos en
un partido de tenis; pero también significa hacer una muesca en algo. Estos significados
no son inconexos; reflejan la primitiva tradición de llevar un registro de cantidades
particulares (de veinte en veinte) haciendo marcas en varas de registro, un proceso
llamado scoring.
En francés también encontramos un vestigio del sistema de base 20 con 80
expresado como 4 × 20, o «cuatro-veintes». Existe todavía en París un hospital de origen
medieval dedicado a trescientos veteranos de guerra del siglo XIII que lleva el nombre
de L’Hôpital des Quinze-Vingts, es decir, «Hospital de los Quince Veintes». Además,
vemos que tanto en latín como en francés no hay relación entre las palabras para veinte
(viginti y vingt, respectivamente) y las palabras para dos o diez (duo y decim en latín, y
deux y dix en francés).
Las culturas antiguas más notables que utilizaron un sistema de numeración
completo de base 20 fueron las de los mayas y los aztecas. Los mayas, en particular, lo
desarrollaron hasta conseguir niveles de sofisticación notables, motivados por su
creencia en la calendariología y las convicciones religiosas asociadas a ella relativas a la
importancia de medir el tiempo con precisión. Parece que su año de calendario se
aproximaba más al verdadero año astronómico que el que hoy utilizamos.
6. Distribución de los sistemas de numeración de base 5 y los sistemas de base 10, junto con aquellos
basados en el sistema 5 y 20.
A primera vista parece que estamos en otro sistema de numeración de base 10-20;
pero no continúa con un numeral que signifique «20x3». En su lugar, introduce la
palabra gesh, que se utilizaba para «1», para indicar un nuevo comienzo: una unidad de
sesenta. A partir de esto el sistema emplea una base 60, en la que los números mayores
tales como 600 se representan como 60 × 10, y 3.600 se representa como 60 × 60.
Nosotros hemos heredado muchas reliquias de este sistema. Medimos el tiempo
y damos las coordenadas náuticas utilizando el sistema babilonio de base 60 con sesenta
segundos en un minuto y sesenta minutos en una hora o un grado. En francés, las
palabras para veinte (vingt), treinta (trente), cuarenta (quarante), cincuenta (cinquante) y
sesenta (soixante) son palabras simples; pero por encima de sesenta la estructura cambia
hasta formar compuestos para setenta (soixante-dix), ochenta (quatre-vingí) y noventa
(<quatre-vingt-dix). Esta discontinuidad de estructura refleja la presencia de un residuo
de un sistema de numeración de base 60 en la raíz del lenguaje.
No parece haber una explicación convincente para la adopción de la base 60 por
parte de los babilonios. Se ha especulado con que la causa era de tipo astronómico con
un año representado como 6 × 60 días; con que era el resultado de la fusión de dos
sistemas de numeración diferentes; o, lo que es más probable, que se tomó de un
sistema de pesas y medidas que era de uso común y que correspondía a sesenta
unidades. Esto plantea la cuestión de por qué estaba en uso un sistema de pesos y
medidas de base 60, a menos que dichos sistemas aparecieran simplemente por
accidente histórico, de modo que alguna medida estándar fuera representada por un
objeto particular elegido originalmente por conveniencia. Ciertamente 60 es una
cantidad conveniente para propósitos comerciales. Tiene muchos divisores (2, 3, 4, 5, 6,
10, 12, 15, 20, 30) y por ello puede utilizarse para dividir las medidas en partes sin
necesidad de inventar la noción de números fraccionarios como un medio o tres
cuartos.
El hecho de que el sistema decimal haya llegado a dominar puede deberse a
varios factores. Era un tamaño conveniente para una base de numeración: ni demasiado
grande ni demasiado pequeño. Esto significa que había que manejar un número
limitado de palabras numerales diferentes que fácilmente podían ser aprendidas de
memoria. Su difusión fue también facilitada por la difusión de las lenguas indoeuropeas
que parecen haber derivado de una lengua «madre» en torno al 3000 a.C. La
distribución de las lenguas indoeuropeas se muestra en la figura 7.
Todas las lenguas indoeuropeas utilizan el mismo sistema de numeración básico
y conjuntos muy similares de términos numerales. Presumiblemente, la lengua «madre»
que estaba en la raíz de estas lenguas también poseía algún tipo de sistema de
numeración decimal, derivado probablemente de la práctica de contar con los dedos.
Los orígenes de esta lengua y el sistema de numeración que llevaba implícito se han
perdido para nosotros, aunque sólo sea porque su estructura se habría originado de
forma oral y sólo se habría utilizado para escritura algún tiempo después de que se
desarrollase en forma y contenido. A primera vista cabría esperar que hubiéramos
podido aprender algo de las fuentes de las palabras y conceptos numerales examinando
las etimologías de los numerales en las lenguas indoeuropeas. Por desgracia, esto no es
muy revelador.
3 ― C
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1,2,3,…,(B–l); B, B , B ,... 2 3
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n
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n–1
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n n–1 2 1 0
8. Un altar en forma de halcón construido con conjuntos de ladrillos con un pequeño número de
formas básicas. Habría cinco capas de ladrillos en el altar aquí mostrado. Cada capa contendría doscientos
ladrillos. En la religión védica, las casas familiares debían mantener altares de diseños especiales para
diferentes tipos de culto. Su construcción requería un gran cuidado para ajustarse a las especificaciones
detalladas relativas a formas y áreas. Muchos eran cuadrados o semicirculares, pero los altares ceremoniales
más grandes, como el mostrado aquí, presentan problemas matemáticos más desafiantes para su construcción
y transformación ritual en estructuras de forma similar pero con un área doble.
10. La estructura aquí mostrada utiliza arcos de óvalos, en lugar de líneas rectas, para construir figuras
triangulares con lados curvos. Estas imágenes resultan fascinantes para el matemático moderno porque se
parecen a los «triángulos» de las geometrías no euclidianas. De hecho, se sabe que algunos de los dibujos
originales de este tipo se construían sobre una superficie sólida curvada. Los ejemplos más antiguos que
conocemos datan del siglo XVII, pero son muy sofisticados y obviamente no señalan el punto de partida de
esta forma de sello. Estos y antros se hacían originalmente con pastas o polvos coloreados sobre el suelo o la
tierra, pero se realizaban copias más permanentes sobre muchos materiales, papel, metal, tela y, más
simbólicamente, sobre cristal de roca, que se veía como la representación de una realidad omnicomprensiva
porque podía ser tallado para concentrar la luz incidente en un simple punto dentro de su frontera. Aún no
está claro si la matemática india era suficientemente sofisticada para construir estas figuras sistemáticamente:
quizá estaba entremezclada con una imaginación geométrica altamente desarrollada muy parecida a la que
mostró en tiempos modernos el grabador holandés Marius Escher (catálogo de la exposición Tantra, Londres,
1971, Thames and Hudson, Londres, 1971).
FEDOR DOSTOYEVSKI
«Él» considera que el verdadero trabajo del matemático consiste en elucidar las
estructuras básicas de la lógica. Si se exploran al completo, éstas englobarán todas las
interrelaciones sancionadas por la lógica. El mundo que nos rodea se ve como una
especialización de algunas de estas estructuras, de modo que puedan ser ejemplificadas
o modeladas por las interrelaciones particulares que conectan los objetos materiales. El
hecho de que las estructuras matemáticas formales carezcan de significado puede ser
vuelto del revés: en lugar de mantener que no se aplican a nada, se puede mantener que
se aplican a todas las posibilidades. El universo observado es sólo una de ellas. Escribe
Bourbaki:
[Con respecto] al gran problema de las relaciones entre el mundo empírico y el mundo
matemático, [observamos] que existe una relación íntima entre fenómenos experimentales y estructuras
matemáticas, que parece confirmarse completamente de la forma más inesperada por los recientes
descubrimientos de la física moderna. Somos completamente ignorantes, sin embargo, de las razones
subyacentes a este hecho (siempre que se pudiera atribuir un significado a estas palabras) ... Pero, por
una parte, la física cuántica ha demostrado que esta intuición macroscópica de la realidad [«a partir de
las intuiciones espaciales inmediatas»] cubría los fenómenos microscópicos de una naturaleza
totalmente diferente, relacionada con las áreas de las matemáticas que no habían sido ciertamente
consideradas para sus aplicaciones a la ciencia experimental. El método axiomático, por otra parte, ha
mostrado que las «verdades» a partir de las que se esperaba desarrollar las matemáticas sólo eran
aspectos particulares de conceptos generales, cuya importancia no estaba limitada a estos campos. De
aquí resultó ... que esta conexión íntima, cuya armoniosa necesidad interna esperábamos admirar en
alguna ocasión, era simplemente un contacto fortuito entre dos disciplinas cuyas relaciones reales
estaban mucho más profundamente ocultas de lo que podía haberse supuesto a priori.
El modo más simple de ver las matemáticas consiste en mantener que el mundo
es matemático en cierto sentido profundo: los conceptos matemáticos existen y son
descubiertos, no inventados, por los matemáticos. «Pi» está realmente en el cielo Las 1
Podemos crear otra ecuación diofántica que contenga un número variable, Q, que
podría tomar cualquier valor entero 1, 2, 3, 4,... y así sucesivamente; por ejemplo,
X + Y = Q,
2
X en lugar de sólo dos (X e Y) además del número fijo Q. Chaitin se preguntaba si una
N
ecuación de esta forma típica tiene un número finito o infinito de soluciones dentro de
los números enteros cuando dejamos que Q recorra todos sus valores posibles: Q = 1, 2,
3, ... y así sucesivamente.
A primera vista esto parece una variante menor respecto a la exigencia más
tradicional de que esta ecuación tenga una solución constituida por números enteros
para cada valor de Q. Pero la cuestión es infinitamente más difícil de resolver: tan difícil
que parecía no haber ningún modo de determinar la respuesta. Esta última es aleatoria
en el sentido de que para resolverla se necesita una cantidad mayor de información que
la contenida en el problema, y no es posible calcularla reduciéndola a otros hechos y
axiomas matemáticos. Chaitin representa la situación formando un número omega cuyas
cifras están constituidas por una secuencia de números binarios 0 o 1 elegidos con el
siguiente criterio: se toman los valores de Q uno detrás de otro y se escribe 0 si la
ecuación diofántica tiene un número finito de soluciones y 1 si tiene un número infinito.
El resultado es una cadena binaria constituida por una serie de unos y ceros, por
ejemplo,
omega = 0010010101001011010...
(hasta el infinito) que especifica un número real. Chaitin ha demostrado que
omega es una verdadera nube de incógnitas: su valor no se puede calcular en ningún
ordenador; ningún programa, por complejo que sea, puede hacer nada mejor que
determinar una parte finita del número infinito necesario para especificar omega. Estas
limitaciones surgen porque cada una de las cifras de la especificación de omega nace de
un modo que desde el punto de vista lógico es completamente independiente de todas
las demás. Ninguna máquina que se limite a seguir una regla dada o un programa dado
posee el ingrediente de novedad necesario para crear la cifra siguiente. Finalmente
Chaitin escribe este número poniendo una coma al principio:
omega = 0,0010010101001011010...
Yates, F., Giordano Bruno and the Hermetic Tradition, University of Chicago
Press, Chicago, 1964 (hay traducción castellana: Giordano Bruno y la tradición
hermética, Ariel, Barcelona, 1983).
Zasvlasky, C., Africa Counts: Number and Pattern in African Culture, Prindle,
Weber & Schmidt, Boston, MA, 1973.
Zurek, W., ed., Complexity, Entropy and the Physics of Information, Addison-
Wesley, Redwood City, 1990.
ÍNDICE
Prefacio
1. Orientaciones y reflexiones
2. De la naturaleza al número
3. ¿Qué son las matemáticas?
4. Las matemáticas de la nueva era
Bibliografía
Esta obra, publicada por GRIJALBO MONDADORI, S.A., se terminó de imprimir en los
talleres de Hurope, S. L., de Barcelona, el día 15 de abril de 1997
1
Juego de palabras con la expresión pie in the sky (fonéticamente similar a pi in the sky), que significa
literalmente «un pastel en el cielo», y se utiliza como referencia a un hipotético premio o recompensa que
puede llegar en el futuro. (N. del t.)