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Mary
Shelley
Nació el 30 de agosto de 1797 en Londres. Hija del inspirada en una pesadilla que tuvo a los dieciocho años
filósofo William Godwin y de la escritora y feminista de edad. Escribió la novela tras una apuesta con Byron,
Mary Wollstonecraft. A los pocos días de su nacimiento, tal y como narra ella misma en el prólogo de la edición
su madre, quien había escrito Vindication of Women Rights, de Frankenstein de 1831. Esta obra, un logro más que
murió de unas fiebres y dejó a su marido al cuidado de notable para una autora de solo 20 años, se convirtió de
Mary y de su hermana de tres años y medio, Fanny Imlay. inmediato en un éxito de crítica y público. La historia
de Frankenstein, estudiante de lo oculto y de su criatura
En 1814, a los dieciséis años de edad, Mary abandonó subhumana creada a partir de cadáveres humanos, se ha
su hogar y su país con el poeta Percy Shelley, con el que llevado al teatro y al cine en varias ocasiones.
había iniciado una relación a pesar de estar casado.
No logró tal popularidad con ninguna de sus obras
Contrajeron matrimonio en 1816, después de que la posteriores o la excelencia de esta primera, pese a que
primera esposa de Shelley se quitara la vida ahogándose. escribió otras cuatro novelas, varios libros de viajes, relatos
Fruto de esta convivencia fueron varios embarazos y un y poemas. Su novela El último hombre (1826), considerada
único hijo, un varón, solo el pequeño Percy Florence lo mejor de su producción, narra la futura destrucción de la
sobrevivió a la infancia. raza humana por una terrible plaga; mientras que Lodore
Creadora del libro que inauguró la ciencia ficción y (1835) es una autobiografía novelada. Tras la muerte de
que aún hoy se erige como uno de los grandes relatos de su esposo, en 1822, Mary se dedicó a difundir la obra del
horror de todos los tiempos; en 1818 publicó la primera poeta. Publicó así sus Poemas póstumos (1824) y editó
y más destacable de sus obras, la novela Frankenstein o sus Obras poéticas (1839) con valiosas y detalladas notas.
el moderno Prometeo. Según parece, escribió la historia
Mary Shelley falleció en Londres, mientras dormía,
de Victor Frankenstein por una apuesta. La noche del 16
el 1.º de febrero de 1851. Su última voluntad fue ser
de junio de 1816, se reunió con Lord Byron y otros en
enterrada junto a sus padres. Descansan en el cementerio
una villa en los alrededores de Ginebra. Encerrados en
de St. Peter, Bournemouth.
la casa por una tormenta, se leyeron cuentos de terror
para entretenerse. Mary imaginó entonces a Frankestein

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Mary Shelley

VOLUMEN I extraer de las páginas que siguen conclusión alguna que


prejuicie ninguna doctrina filosófica del tipo que fuera.
Prólogo
Es además de gran interés para la autora el hecho de que
esta historia se comenzara en la majestuosa región donde
El suceso en el cual se fundamenta este relato se desarrolla la obra principalmente, y rodeada de personas
imaginario ha sido considerado por el doctor Darwin y cuya ausencia no cesa de lamentar. Pasé el verano de 1816
otros fisiólogos alemanes como no del todo imposible. en los alrededores de Ginebra. La temporada era fría y
En modo alguno quisiera que se suponga que otorgo el lluviosa, y por las noches nos agrupábamos en torno a la
mínimo grado de credibilidad a semejantes fantasías; sin chimenea. Ocasionalmente nos divertíamos con historias
embargo, al tomarlo como base de una obra fruto de la alemanas de fantasmas, que casualmente caían en nuestras
imaginación, no considero haberme limitado simplemente manos. Aquellas narraciones despertaron en nosotros un
a enlazar, unos con otros, una serie de terrores de índole deseo juguetón de emularlos. Otros dos amigos (cualquier
sobrenatural. El hecho que hace despertar el interés por la relato de la pluma de uno de ellos resultaría bastante más
historia está exento de las desventajas de un simple relato grato para el lector que nada de lo que yo jamás pueda
de fantasmas o encantamientos. Me vino sugerido por aspirar a crear) y o nos comprometimos a escribir un cuento
la novedad de las situaciones que desarrolla, y, por muy cada uno, basado en algún acontecimiento sobrenatural.
imposible que parezca como hecho físico, ofrece para la Sin embargo, el tiempo de repente mejoró, y mis dos
imaginación, a la hora de analizar las pasiones humanas, amigos partieron de viaje hacia los Alpes donde olvidaron,
un punto de vista más comprensivo y autorizado que el que en aquellos magníficos parajes, cualquier recuerdo de sus
puede proporcionar el relato corriente de acontecimientos espectrales visiones. El relato que sigue es el único que se
reales. Así pues, me he esforzado por mantener la veracidad termino.
de los elementales principios de la naturaleza humana,
a la par que no he sentido escrúpulos a la hora de hacer
innovaciones en cuanto a su combinación. La Ilíada, el
poema trágico de Grecia; Shakespeare en La tempestad y CARTA 1
El sueño de una noche de verano; y sobre todo Milton en A la señora Saville, Inglaterra
El paraíso perdido se ajustan a esta regla. Así pues, el más
humilde novelista que intente proporcionar o recibir algún San Petersburgo, 11 de diciembre de 17...
deleite con sus esfuerzos puede, sin presunción, emplear
en su narrativa una licencia, o, mejor dicho, una regla,
de cuya adopción tantas exquisitas combinaciones de Te alegrarás de saber que ningún percance ha
sentimientos humanos han dado como fruto los mejores acompañado el comienzo de la empresa que tú
ejemplos de poesía. contemplabas con tan malos presagios. Llegué aquí ayer,
y mi primera obligación es tranquilizar a mi querida
La circunstancia en la cual se basa mi relato me fue
hermana sobre mi bienestar y comunicarle mi creciente
sugerida en una conversación trivial. Lo comencé en parte
confianza en el éxito de mi empresa.
como diversión y en parte como pretexto para ejercitar
cualquier recurso de mi mente que aún tuviera intacto. Me encuentro ya muy al norte de Londres, y andando
A medida que avanzaba la obra, otros motivos se fueron por las calles de Petersburgo noto en las mejillas una fría
añadiendo a estos. En modo alguno me siento indiferente brisa norteña que azuza mis nervios y me llena de alegría.
ante cómo puedan afectar al lector los principios morales ¿Entiendes este sentimiento? Esta brisa, que viene de
que existan en los sentimientos o caracteres que contiene aquellas regiones hacia las que yo me dirijo, me anticipa
la obra. Sin embargo, mi principal preocupación en este sus climas helados. Animado por este viento prometedor,
punto se ha centrado en la eliminación de los efectos mis esperanzas se hacen más fervientes y reales. Intento
enervantes de las novelas de hoy en día, y en exponer la en vano convencerme de que el Polo es la morada del
bondad del amor familiar, así como la excelencia de la hielo y la desolación. Sigo imaginándomelo como la
virtud universal. Las opiniones que lógicamente surgen región de la hermosura y el deleite. Allí, Margaret, se
del carácter y situación del héroe en modo alguno deben ve siempre el sol, su amplio círculo rozando justo el
considerarse siempre como convicciones mías; ni se debe horizonte y difundiendo un perpetuo resplandor. Allí pues

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Frankestein

con tu permiso, hermana mía, concederé un margen de en contacto por primera vez con aquellos poetas cuyos
confíanza a anteriores navegantes, allí, no existen ni versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo. Me convertí
la nieve ni el hielo y navegando por un mar sereno se en poeta también y viví durante un año en un paraíso de
puede arribar a una tierra que supera, en maravillas mi propia creación; me imaginé que yo también podría
y hermosura, cualquier región descubierta hasta el obtener un lugar allí donde se veneran los nombres de
momento en el mundo habitado. Puede que sus productos Homero y Shakespeare. Tú estás bien al corriente de mi
y paisaje no tengan precedente, como sin duda sucede con fracaso y de cuán amargo fue para mí este desengaño.
los fenómenos de los cuerpos celestes de esas soledades Pero justo entonces heredé la fortuna de mi primo, y, mis
inexploradas. ¿Hay algo que pueda sorprender en un pensamientos retornaron a su antiguo cauce.
país donde la luz es eterna? Puede que allí encuentre
la maravillosa fuerza que mueve la brújula; podría Han pasado seis años desde que decidí llevar a cabo
incluso llegar a comprobar mil observaciones celestes la presente empresa. Incluso ahora puedo recordar el
que requieren solo este viaje para deshacer para siempre momento preciso en el que decidí dedicarme a esta gran
sus aparentes contradicciones. Saciaré mi ardiente labor. Empecé por acostumbrar mi cuerpo a la privación.
curiosidad viendo una parte del mundo jamás hasta Acompañé a los balleneros en varias expediciones al
ahora visitada y pisaré una tierra donde nunca antes mar del Norte y voluntariamente sufrí frío, hambre, sed y
ha dejado su huella el hombre. Estos son mis señuelos, sueño. A menudo trabajé más durante el día que cualquier
y son suficientes para vencer todo temor al peligro o a marinero, mientras dedicaba las noches al estudio de las
la muerte e inducirme a emprender este laborioso viaje matemáticas, la teoría de la Medicina y aquellas ramas
con el placer que siente un niño cuando se embarca en de las ciencias físicas que pensé serían de mayor utilidad
un bote con sus compañeros de vacaciones para explorar práctica para un aventurero del mar. En dos ocasiones
su río natal. Pero, suponiendo que todas estas conjeturas me enrolé como segundo de a bordo en un ballenero de
fueran falsas, no puedes negar el inestimable bien que Groenlandia y ambas veces salí con éxito. Debo reconocer
podré transmitir a toda la humanidad, hasta su última que me sentí orgulloso cuando el capitán me ofreció el
generación, al descubrir, cerca del Polo, una ruta hacia puesto de piloto en el barco y me pidió reiteradamente
aquellos países a los que actualmente se tarda muchos que me quedara ya que tanto apreciaba mis servicios.
meses en llegar; o al desvelar el secreto del imán, para lo
cual, caso de que esto sea posible, solo se necesita de una Y ahora, querida Margaret, ¿no merezco llevar a
empresa como la mía. cabo alguna gran empresa? Podía haber pasado mi vida
rodeado de lujo y comodidad, pero he preferido la gloria
Estos pensamientos han disipado la agitación con la a cualquiera de los placeres que me pudiera proporcionar
que empecé mi carta y siento arder mi corazón con un la riqueza. ¡Si tan solo una voz, alentadora me respondiera
entusiasmo que me transporta; nada hay que tranquilice afirmativamente! Mi valor y mi resolución son firmes,
tanto la mente como un propósito claro, una meta en pero mis esperanzas fluctúan y mi ánimo se deprime con
la cual el alma pueda fiar su aliento intelectual. Esta frecuencia. Estoy a punto de emprender un largo y difícil
expedición ha sido el sueño predilecto de mis años jóvenes. viaje, cuyas vicisitudes exigirán de mí todo mi valor. Se
Apasionadamente he leído los relatos de los diversos me pide no solo que levante el ánimo de otros, sino que
viajes que se han hecho con el propósito de llegar al conserve mi entereza cuando ellos flaqueen.
Océano Pacífico Norte a través de los mares que rodean
el Polo. Quizá recuerdes que la totalidad de la biblioteca Esta es la época más favorable para viajar por Rusia.
de nuestro buen tío Thomas se reducía a una historia de Vuelan sobre la nieve en sus trineos; el movimiento
todos los viajes realizados con fines exploradores. Mi es agradable y, a mi modo de ver, mucho más cómodo
educación estuvo un poco descuidada, pero fui un lector que el de los coches de caballos ingleses. El frío no es
empedernido. Estudiaba estos volúmenes día y noche y, extremado, si vas envuelto en pieles, atuendo que yo ya
al familiarizarme con ellos, aumentaba el pesar que sentí he adoptado. Hay una gran diferencia entre andar por
cuando, de niño, supe que la última voluntad de mi padre la cubierta y permanecer sentado, inmóvil durante horas,
en su lecho de muerte prohibía a mi tío que me permitiera sin hacer el ejercicio que impediría que la sangre se te
seguir la vida de marino. hiele materialmente en las venas. ¡No tengo la intención
de perder la vida en la ruta entre San Petersburgo y
Aquellas visiones se desvanecieron cuando entré Arkángel.

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Mary Shelley

Partiré hacia esta última ciudad dentro de dos o tres nuestro tío Thomas. A esa edad empecé a familiarizarme
semanas, y pienso fletar allí un barco, cosa que me será con los renombrados poetas de nuestra patria. Pero no
fácil si le pago el seguro al dueño; también contrataré vi la necesidad de aprender otras lenguas que la mía
cuantos marineros considere precisos de entre los que hasta que no estaba en mi poder el sacar los máximos
están acostumbrados a ir en balleneros. No pienso beneficios de esta convicción. Tengo ahora veintiocho
navegar hasta el mes de Junio; y en cuanto a mi regreso, años, y en realidad soy más inculto que muchos colegiales
querida hermana, ¿cómo responder a esta pregunta? de quince. Es cierto que he reflexionado más, y que mis
Si tengo éxito, pasarán muchos, muchos meses, incluso sueños son más ambiciosos y magníficos, pero carecen de
años, antes de que tú y yo nos volvamos a encontrar. Si equilibrio (como dicen los pintores). Me hace mucha falta
fracaso, me verás o muy pronto, o nunca. un amigo que tuviera el suficiente sentido común como
para no despreciarme por romántico y que me estimara lo
Hasta la vista, mi querida y excelente Margaret. Que bastante como para intentar ordenar mi mente.
el cielo te envíe todas las bendiciones y a mí me proteja
para que pueda atestiguarte una y otra vez mi gratitud Bien, son estas lamentaciones vanas; sé que no
por todo tu amor y tu bondad. encontraré amigo alguno en el vasto océano, ni siquiera
aquí, en Arkángel, entre mercaderes y hombres de mar. Sin
Tu afectuoso hermano, embargo, incluso en estos rudos corazones laten algunos
Robert Walton sentimientos, extraños a la escoria de la naturaleza
humana. Mi lugarteniente, por ejemplo, es un hombre
de enorme valor e iniciativa, empecinado en su afán de
gloria. Es inglés, y, aunque lleno de prejuicios nacionales
CARTA 2 y profesionales, jamás limados por la educación, retiene
A la señora Saville, Inglaterra algunas de las más preciosas cualidades humanas.
Lo conocí a bordo de un ballenero, y, al saber que se
Arkángel, 28 de marzo de 17... encontraba en esta ciudad sin trabajo, no tuve ninguna
dificultad para persuadirlo de que me ayudara en mi
¡Qué despacio pasa aquí el tiempo, rodeado como aventura.
estoy de nieve y hielo! Sin embargo, he dado ya un segundo
paso hacia la realización de mi empresa. He fletado un El capitán es una persona de excelente disposición y
barco y estoy ocupado en reunir la tripulación; los que ya muy querido en el barco por su amabilidad y flexibilidad
he contratado parecen hombres en quienes puedo confiar en la disciplina. Tanta es la bondad de su naturaleza,
e indudablemente están dotados de invencible valor. que no quiere calar (deporte favorito aquí), casi la
única diversión, porque no soporta derramar sangre. Es
Tengo, empero, un deseo aún por satisfacer y este además de una heroica generosidad. Hace algunos años
vacío me acucia ahora de manera terrible. No tengo se enamoró de una joven rusa de familia relativamente
amigo alguno, Margaret; cuando arda con el entusiasmo acomodada; tras hacerse con una considerable fortuna
del éxito, no habrá nadie que comparta mi alegría; si por la captura de navíos enemigos, el padre de la joven
soy víctima del desaliento, nadie se esforzará por disipar dio su consentimiento al matrimonio. Él vio a su prometida
mi desánimo. Podré plasmar mis pensamientos en el una vez antes de la ceremonia. Bañada en lágrimas, se
papel, cierto, pero es un pobre medio para comunicar le arrojó a los pies, y le suplicó la perdonara, a la vez
los sentimientos. Añoro la compañía de un hombre que que le confesaba su amor por otro hombre con el cual su
pudiera compenetrarse conmigo, cuya mirada respondiera padre nunca consentiría que se casara, ya que carecía de
a la mía. Me puedes tachar de romántico, querida fortuna. Mi desprendido amigo tranquilizó a la suplicante
hermana, pero echo muy en falta a un amigo. No tengo muchacha y, en cuanto supo el nombre de su amado,
a nadie cerca que sea tranquilo a la vez que valeroso, abandonó al instante su galanteo. Había ya comprado con
culto y capaz, cuyos gustos se parezcan a los míos, su dinero una granja, en la cual pensaba pasar el resto
que pueda aprobar o corregir mis proyectos. ¡Qué bien de su vida, pero se la cedió a su rival, junto con el resto
enmendaría un amigo así los fallos de tu pobre hermano! de su fortuna, para que pudiera comprar algunas reses.
Soy demasiado impulsivo en la ejecución y demasiado Él mismo solicitó del padre de la joven el consentimiento
impaciente con los obstáculos. Pero aún me resulta más para la boda, mas el anciano se negó considerándose en
nocivo el hecho de haberme autoeducado. Durante los deuda de honor con mi amigo, el cual, al ver al padre en
primeros catorce años de mi vida corrí por los campos actitud tan inflexible, abandonó el país para no regresar
como un salvaje, y no leí nada salvo los libros de viajes de

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Frankestein

hasta saber que su antigua novia se había casado con esperanzas) cuando más las necesite para animarme. Te
el hombre a quien amaba. «¡Qué persona tan noble!», quiero mucho. Recuérdame con afecto si no vuelves a
exclamarás sin duda, y así es, pero desgraciadamente ha saber de mí.
pasado toda su vida a bordo de un barco y apenas tiene
idea de algo que no sean las maromas y los obenques. Tu afectuoso hermano,

Mas no pienses que el que me queje un poco, o crea Robert Walton


que quizá nunca llegue a conocer el consuelo para mi CARTA 3
tristeza, signifique que titubeo en mi decisión. Esta es tan
firme como el destino mismo, y mi viaje se ve retrasado A la señora Saville, Inglaterra
tan solo porque espero un tiempo favorable que me
permita zarpar. El invierno ha sido tremendamente duro; 7 de julio de 17...
pero la primavera promete ser buena e incluso parece que Mi querida hermana:
se adelantará, de modo que quizá pueda hacerme a la
mar antes de lo previsto. No actuaré con precipitación; Te escribo con premura unas líneas para decirte que
me conoces lo suficientemente bien como para fiarte de estoy bien y que mi viaje está muy avanzado. Te llegará
mi prudencia y moderación cuando tengo confiada la esta carta por un buque mercante que regresa a casa desde
seguridad de otros. Ankángel; es más afortunado que yo, que puede que no
vea mi patria en muchos años. Sin embargo,
estoy animado; mis hombres son valerosos
y parecen tener una firme voluntad. No les
desaniman ni siquiera las capas de hielo que
constantemente flotan a nuestro lado, presagio
de los peligros que alberga la región hacia
la cual nos dirigimos. Ya hemos alcanzado
una latitud muy alta, pero estamos en pleno
verano, y, aunque la temperatura es menos
alta que en Inglaterra, los vientos del sur, que
nos empujan velozmente hacia las costas que
ansío ver, traen consigo un alentador grado de
calor que no había esperado.
Hasta el momento no nos ha acaecido
ningún incidente que merezca la pena contar.
Un par de ventiscas fuertes y la ruptura de un
mástil son accidentes que navegantes avezados
No puedo describirte la emoción que tengo ante la apenas si recordarían. Yo me encontraré satisfecho si
proximidad del comienzo de mi empresa. Es imposible nada peor nos acontece durante el viaje.
transmitirte una idea de la tremenda emoción, mezcla
Adiós, querida Margaret. Estáte tranquila, pues
de agrado y de temor, con la cual me dispongo a partir.
tanto por mi bien como por el tuyo no afrontaré peligros
Marcho hacia lugares inexplorados, hacia «la región de
innecesariamente. Permaneceré sereno, perseverante y
la bruma, la nieve», pero no mataré a ningún albatros, así
prudente.
que no temas por mi suerte.
Mis saludos a mis amigos ingleses.
¿Te encontraré de nuevo, tras cruzar inmensos mares
y rodear los cabos de Africa o América? No me atrevo a Tuyo afectísimo,
esperar tal éxito, y no obstante no puedo soportar la idea
del fracaso.
Continúa aprovechando toda oportunidad de Robert Walton
escribirme; puede que reciba tus cartas (si bien hay pocas

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Mary Shelley

CARTA 4 Unicamente un perro permanecía vivo; pero había un


ser humano en el trineo, al cual los marineros intentaban
A la señora Saville, Inglaterra persuadir de que subiera al barco. No parecía, como
5 de agosto de 17... el viajero de la noche anterior, un habitante salvaje
procedente de alguna isla inexplorada, sino un europeo.
Nos ha ocurrido un accidente tan extraño, que no Cuando aparecí en cubierta, mi segundo oficial gritó:
puedo dejar de anotarlo, si bien es muy probable que me
veas antes de que estos papeles lleguen a tus manos. ––Aquí está nuestro capitán, y no permitirá que usted
muera en mar abierto.
El lunes pasado (31 de julio) nos hallábamos rodeados
por el hielo, que cercaba el barco por todos los lados, Al verme, el hombre se dirigió a mí en inglés, si bien
dejándonos apenas el agua precisa para continuar a flote. con acento extranjero.
Nuestra situación era algo peligrosa, sobre todo porque ––Antes de subir al navío ––dijo––, ¿tendría la
nos envolvía una espesa niebla. Decidimos, por tanto, amabilidad de indicarme hacia dónde se dirige?
permanecer al pairo con la esperanza de que adviniera
algún cambio en la atmósfera y el tiempo. Hacia las dos Podrás imaginar mi sorpresa al oír semejante pregunta
de la tarde, la niebla levantó y observamos, extendiéndose de labios de una persona al borde de la muerte y para la
en todas direcciones, inmensas e irregulares capas cual yo habría pensado que mi barco ofrecía un recurso
de hielo que parecían no tener fin. Algunos de mis que no hubiese cambiado ni por las mayores riquezas del
compañeros lanzaron un gemido, y yo mismo empezaba mundo. Le respondí, sin embargo, que nos dirigíamos al
a intranquilizarme, cuando de pronto una insólita imagen Polo Norte en viaje de exploración. Pareció satisfacerle
acaparó nuestra atención y distrajo nuestros pensamientos y consintió en subir a bordo. ¡Santo cielo, Margaret!
de la situación en la que nos encontrábamos. Como a Si hubieras visto al hombre que de esta forma ponía
media milla y en dirección al norte vimos un vehículo de condiciones a su salvación, tu sorpresa hubiera sido
poca altura, sujeto a un trineo y tirado por perros. Un ilimitada. Tenía los miembros casi helados y el cuerpo
ser de apariencia humana, pero de gigantesca estatura, horriblemente demacrado por la fatiga y el sufrimiento.
iba sentado en el trineo y dirigía los perros. Observamos Jamás vi hombre alguno en condición tan lastimosa.
con el catalejo el rápido avance del viajero hasta que se Intentamos llevarlo al camarote, pero en cuanto dejó de
perdió entre los lejanos montículos de hielo. estar al aire libre perdió el conocimiento, de manera que
Esta visión provocó nuestro total asombro. Nos volvimos a subirlo a cubierta y lo reanimamos frotándolo
creíamos a muchas millas de cualquier tierra, pero con coñac y obligándolo a beber una pequeña cantidad.
esta aparición parecía demostrar que en realidad no En cuanto volvió a mostrar síntomas de vida lo envolvimos
nos encontrábamos tan lejos como suponíamos. Pero, en mantas y lo colocamos cerca del fogón de la cocina.
cercados como estábamos por el hielo, era imposible Poco a poco se fue recuperando, y tomó un poco de sopa,
seguir el rastro de aquel hombre al que habíamos que le hizo mucho bien.
observado con la mayor atención.
Así pasaron dos días, sin que pudiera hablar, y a
Unas dos horas después de esto oímos el bramido menudo temí que los sufrimientos le hubiesen privado de
del mar y antes del anochecer el hielo rompió, liberando la razón. Cuando se hubo repuesto un poco, lo llevé a
nuestro navío. Sin embargo, permanecimos allí hasta la mi propio camarote y lo atendí cuanto me lo permitían
mañana siguiente, temerosos de encontrarnos con esos mis obligaciones. Nunca había conocido a nadie más
grandes témpanos sueltos que flotan tras haberse roto el interesante. Suele tener una expresión exaltada, como de
hielo. Aproveché ese tiempo para descansar unas horas. locura, en la mirada. Pero hay momentos en los que, si
alguien le demuestra alguna atención o le presta el más
Por la mañana, en cuanto hubo amanecido, salí a mínimo servicio, se le ilumina la fas con una benevolencia
cubierta y me encontré a toda la tripulación hacinada a un y ternura que no he visto en otro hombre. Mas por lo
lado del navío, aparentemente conversando con alguien
general está melancólico y resignado; a veces aprieta los
fuera del barco. En efecto, sobre un gran fragmento de
dientes, como si se impacientara con el peso de los males
hielo, que se nos había acercado durante la noche, había
que lo afligen.
un trineo parecido al que ya habíamos divisado.

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Frankestein

Cuando mi huésped se encontró un poco mejor, me habla, y parece inquietarse cuando alguien que no sea
costó protegerlo del acoso de la tripulación que quería yo entra en su camarote. Sin embargo, sus modales son
hacerle mil preguntas. No permití que lo atormentaran tan conciliadores y delicados, que todos los marineros
con su ociosa curiosidad, ya que aún se encontraba en se interesan por su estado, a pesar de no haber tenido
un estado físico y moral cuyo restablecimiento dependía apenas relación con él. Por mi parte, empiezo a quererlo
por completo del reposo. Sin embargo, en una ocasión el como a un hermano, y su constante y profundo pesar me
lugarteniente le preguntó que por qué había llegado tan llena de piedad y simpatía. Debe haber sido una persona
lejos por el hielo en un vehículo tan extraño. muy noble en otros tiempos, ya que, deshecho como está
ahora, sigue siendo tan interesante y amable.
Una expresión de dolor le cubrió el rostro de inmediato;
y respondió: Te decía en una de mis cartas, querida Margaret, que
no hallaría ningún amigo en el vasto océano, pero he
––Voy en busca de alguien que huyó de mí. encontrado un hombre a quien, antes de que la desgracia
¿Y el hombre a quien perseguía viajaba de manera quebrara su espíritu, me hubiera gustado tener por
semejante? hermano.

––Sí. De tener nuevos incidentes que relatar respecto del


extranjero, continuaré a intervalos mi diario.
––Entonces pienso que lo hemos visto, pues el día
antes de recogerlo a usted vimos unos perros tirando 13 de agosto de 17...
de un trineo, en el cual iba un hombre. Esto despertó la
El afecto que siento por mi invitado aumenta cada
atención del extranjero, e hizo múltiples preguntas acerca
día. Suscita a la vez mi piedad y mi admiración hasta
de la dirección que había tomado aquel demonio, como él
extremos asombrosos. ¿Cómo puedo ver a tan noble
le llamó. Al poco rato, cuando se hallaba solo conmigo,
criatura destruida por la miseria sin sentir el dolor más
dijo: ––Sin duda he despertado su curiosidad, así como la
acuciante? Es tan dulce y a la vez tan sabio; tiene la
de esta buena gente, aunque es usted demasiado discreto
mente muy cultivada, y cuando habla, si bien escoge las
como para hacerme ninguna pregunta.
palabras cuidadosamente, estas fluyen con una rapidez y
––Sería impertinente e inhumano por mi parte él elocuencia poco frecuentes.
molestarlo con ellas.
Está muy restablecido de su enfermedad, y pasea
Y no obstante ––prosiguió––, me rescató usted de continuamente por la cubierta, vigilando la aparición
una extraña y peligrosa situación. Usted me ha devuelto del trineo que precedió al suyo. Sin embargo, aunque
generosamente la vida. apenado, no está tan sumido en su propia desgracia como
para no interesarse profundamente por los quehaceres
Poco después de esto quiso saber si yo creía que el de los demás. Me ha hecho muchas preguntas respecto
hielo, al resquebrajarse, habría destruido el otro trineo. a mis propósitos y yo le he contado mi pequeña historia
Le contesté que no podía responderle con ninguna certeza, con toda sinceridad. Pareció alegrarle mi franqueza, y
ya que el hielo no se había roto hasta cerca de medianoche, me sugirió varios cambios en mis planes, que encontraré
y el viajero podía haber llegada a algún lugar seguro con sumamente útiles. No hay pedantería en su ademán, sino
anterioridad. Me era imposible aventurar juicio alguno. que más bien todo lo que hace parece brotar tan solo
A partir de este momento el extranjero demostró gran del interés que instintivamente siente por el bienestar de
interés por estar en cubierta, para vigilar la aparición todos los que lo rodean. A menudo le invade la tristeza
del otro trineo. He conseguido persuadirlo de que y entonces se sienta solo e intenta superar todo lo que
permanezca en el camarote, pues está aún demasiado de hosco y antisocial hay en su humor. Estos paroxismos
débil para soportar las inclemencias del tiempo, pero le pasan, como una nube por delante del sol, si bien su
he prometido que alguien oteará en su lugar y lo avisará abatimiento nunca le abandona. Me he esforzado por
en cuanto aparezca cualquier objeto nuevo a la vista. granjearme su confianza y espero haber tenido éxito. Un
día le mencioné mi eterno deseo de encontrar un amigo
Por lo que respecta a este extraño incidente, este que pudiera simpatizar conmigo y orientarme con su
es mi diario hasta el momento. La salud de nuestro consejo. Le dije que no pertenecía a la clase de hombres
huésped ha ido mejorando gradualmente, pero apenas a quienes un consejo puede ofender.

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Mary Shelley

––Soy autodidacta, y quizá no confíe demasiado en mi este divino nómada? Si fuera así, debes haber perdido
propia capacidad. Por tanto, desearía que mi amigo fuera esa inocencia que constituía tu encanto característico.
más sabio y avezado que yo, para afianzarme y apoyarme Pero, si quieres, sonríete ante el calor de mis alabanzas,
en él. Tampoco creo que sea imposible encontrar un mientras yo sigo encontrando mayores razones para ellas
verdadero amigo. de día en día.
––Estoy de acuerdo con usted contestó el extranjero–– 19 de agosto de 17...
en que la amistad es algo no solo deseable, sino posible.
Tuve una vez un amigo, el más noble de los seres humanos, Ayer el extranjero me dijo:
y por tanto estoy capacitado para juzgar con respecto a ––Fácilmente habrá podido comprobar, capitán
la amistad. Tiene usted esperanzas y el mundo ante usted Walton, que he padecido grandes y singulares desventuras.
es suyo, y no tiene razón para desesperar. Mas yo..., yo he Una vez decidí que el recuerdo de estos males moriría
perdido todo y no puedo empezar la vida de nuevo. conmigo, pero usted me ha inducido a cambiar mis
Al decir esto, su rostro cobró una expresión de sereno propósitos. Busca usted el conocimiento y la sabiduría,
y resignado dolor que me llegó al corazón. Pero él como me sucedió a mí antaño; deseo con fervor que el
permaneció en silencio, y al poco se retiró a su camarote. fruto de sus ansias no se convierta para usted en una
serpiente que le muerda, como me ocurrió a mí. No
Incluso desfondado como está, nadie puede gozar con creo que el relato de mis desventuras le sea útil, pero,
mayor intensidad que él de la hermosura de la naturaleza. si quiere, escuche mi historia. Pienso que los extraños
El cielo estrellado, el mar y todo el paisaje que estas sucesos a ella vinculados pueden proporcionarle una
maravillosas regiones nos proporcionan parecen tener visión de la naturaleza humana que amplíe sus facultades
aún el poder de despegar su alma de la tierra. Un hombre y conocimientos, y le descubrirá poderes y sucesos que
así tiene una doble existencia: puede padecer desgracias, usted ha estado acostumbrado a creer imposibles. Pero no
y verse arrollado por el desencanto; pero, cuando se dudo de que a lo largo de mi relato se pruebe la evidencia
encierre en sí mismo, será como un espíritu celeste interna de la veracidad de los sucesos que lo componen.
rodeado de un halo cuyo círculo no ose atravesar ni el
pesar ni la locura. Como te puedes imaginar, me halagó mucho la
confianza que depositaba en mí, pero me dolía que él
¿Te ríes del entusiasmo que demuestro respecto a reavivara sus sufrimientos contándome sus desventuras.
Estaba ansioso por escuchar la
narración prometida, en parte
por curiosidad y en parte por
un deseo de aliviar su suerte,
caso de que esto estuviera en mi
mano, y así se lo expresé en mi
respuesta.
––Le agradezco su amabilidad
––me contestó––, pero es inútil;
mi sino casi se ha cumplido.
Espero solo un acontecimiento
y luego descansaré en paz.
Comprendo lo que siente
continuó al advertir que
quería interrumpirlo––, pero
está confundido, amigo mío,
si así me permite llamarle.
Nada puede alterar mi destino.
Escuche mi relato y verá
cuán irrevocablemente está
determinado.

10
Frankestein

Me dio entonces que empezaría su narración al día desesperación. Beaufort no había logrado salvar más que
siguiente, cuando yo estuviera más libre. Esta promesa una pequeña cantidad de dinero de los despojos de su
provocó mi más profundo agradecimiento. Me he fortuna. Era suficiente para sustentarlo durante algunos
propuesto escribir cada noche, cuando no esté ocupado, meses y, mientras tanto, esperaba encontrar un trabajo
lo que me haya contado durante el día, empleando en lo respetable con algún comerciante. Así pues, pasó el
posible sus propias palabras. De estarlo, al menos tomaré intervalo inactivo; y, con tanto tiempo para reflexionar
algunas notas. Sin duda este manuscrito te proporcionará sobre su dolor, se hizo más profundo y amargo y, al fin, se
gran placer. ¡Y con qué interés y simpatía lo leeré yo apoderó de tal forma de él, que tres meses después estaba
algún día en el futuro! ¡Yo, que lo conozco y que lo oigo enfermo en cama, incapaz de realizar cualquier esfuerzo.
de sus propios labios!
Su hija lo cuidaba con el máximo cariño, pero veía con
desazón que su pequeño capital disminuía con rapidez y
que no había otras perspectivas de sustento. Pero Caroline
Beaufort estaba dotada de una inteligencia poco común; y
Capítulo 1 su valor vino en su ayuda en la adversidad. Empezó a hacer
labores sencillas; trenzaba paja, y de diversas maneras
consiguió ganar una miseria que apenas le bastaba para
sustentarse.
Soy ginebrino de nacimiento, y mi familia es una de las
más distinguidas de esa república. Durante muchos años Así pasaron varios meses. Su padre empeoró, y ella
mis antepasados habían sido consejeros y jueces, y mi cada vez tenía que emplear más tiempo en atenderlo; sus
padre había ocupado con gran honor y buena reputación medios de sustento menguaban. A los diez meses murió
diversos cargos públicos. Todos los que lo conocían lo su padre dejándola huérfana e indigente. Este golpe final
respetaban por su integridad e infatigable dedicación. fue demasiado para ella. Al entrar en la casa mi padre, la
Pasó su juventud dedicado por completo a los asuntos de encontró arrodillada junto al ataúd, llorando amargamente;
su país, y solo al final de su vida pensó en el matrimonio llegó como un espíritu protector para la pobre criatura,
y así dar al Estado unos hijos que pudieran perpetuar su que se encomendó a él. Tras el entierro de su amigo, mi
nombre y sus virtudes. padre la llevó a Ginebra, confiándola al cuidado de un
pariente; y dos años después se casó con ella.
Puesto que las circunstancias de su matrimonio reflejan
su personalidad, no puedo dejar de referirme a ellas. Uno de Cuando mi padre se convirtió en esposo y padre, las
sus más íntimos amigos era un comerciante, que, debido a obligaciones de su nueva situación le ocupaban tanto
numerosos contratiempos, cayó en la miseria tras gozar de tiempo que dejó varios de sus trabajos públicos y se dedicó
una muy desahogada situación. Este hombre, de nombre por entero a la educación de sus hijos. Yo era el mayor y
Beaufort, era de carácter orgulloso y altivo y se resistía el destinado a heredar todos sus derechos y obligaciones.
a vivir en la pobreza y el olvido en el mismo país en el Nadie puede haber tenido padres más tiernos que yo. Mi
que, con anterioridad, se le distinguiera por su categoría y salud y desarrollo eran su constante ocupación, ya que fui
riqueza. Habiendo, pues, saldado sus deudas en la forma hijo único durante varios años. Pero, antes de proseguir
más honrosa, se retiró a la ciudad de Lucerna con su hija, mi narración, debo contar un incidente que tuvo lugar
donde vivió sumido en el anonimato y la desdicha. Mi cuando yo tenía cuatro años.
padre profesaba a Beaufort una auténtica amistad, y su
reclusión en estas desgraciadas circunstancias le afligió Mi padre tenía una hermana a quien amaba tiernamente
mucho. También sentía íntimamente la ausencia de su y que se había casado muy joven con un caballero italiano.
compañía, y se propuso encontrarlo y persuadirlo de que, Poco después de su boda, había acompañado a su marido
con su crédito y ayuda, empezara de nuevo. a su país natal, y durante algunos años mi padre tuvo muy
poca relación con ella. Murió alrededor de la época de la
Beaufort había tomado medidas eficaces para que hablo, y pocos meses después mi padre recibió una
esconderse, y mi padre tardó diez meses en descubrir su carta de su cuñado haciéndole saber que tenía la intención
paradero. Entusiasmado con el descubrimiento, mi padre de casarse con una dama italiana y pidiéndole que se
se apresuró hacia su casa situada en una humilde calle hiciera cargo de la pequeña Elizabeth, la única hija de su
cerca del Reuss. Pero al llegar solo encontró miseria y difunta hermana.

11
Mary Shelley

Es mi deseo ––dijo––que la consideres como hija compensaba esta deficiencia. Henry Clerval era hijo de
tuya y que como a tal la eduques. Es la heredera de la un comerciante de Ginebra, íntimo amigo de mi padre, y
fortuna de su madre, y te enviaré los documentos que así un chico de excepcional talento e imaginación. Recuerdo
lo demuestran. que, cuando tenía nueve años, escribió un cuento que fue la
delicia y el asombro de todos sus compañeros. Su tema de
Reflexiona sobre esta propuesta y decide si preferirías estudio favorito eran los libros de caballería y romances,
educar a tu sobrina tú mismo o que lo haga una madrastra. y recuerdo que de muy jóvenes solíamos representar obras
Mi padre no dudó un instante, y de inmediato se puso en escritas por él, inspiradas en estos sus libros predilectos,
camino hacia Italia con el fin de acompañar a la pequeña siendo los principales personajes Orlando, Robin Hood,
Elizabeth hasta su futuro hogar. A menudo he oído a mi Amadís y San Jorge.
madre decir que era la criatura más preciosa que jamás Juventud más feliz que la mía no puede haber existido.
había visto, e incluso ya entonces mostraba síntomas de Mis padres eran indulgentes y mis compañeros amables.
un carácter dulce y afectuoso. Estas características y el Para nosotros los estudios nunca fueron una imposición;
deseo de afianzar los lazos del amor familiar hicieron que siempre teníamos una meta a la vista que nos espoleaba a
mi madre considerara a Elizabeth como mi futura esposa, proseguirlos. Esta era el método, y no la emulación, que
plan del cual nunca encontró razón para arrepentirse. nos inducía a aplicarnos. Con el fin de que sus compañeras
A partir de este momento, Elizabeth Lavenza se no la dejaran atrás, a Elizabeth no se la orientaba hacia
convirtió en mi compañera de juegos y, a medida que el dibujo. Sin embargo, se dedicaba a él motivada por el
crecíamos, en una amiga. Era dócil y de buen carácter, deseo de agradar a su tía, representando alguna escena
a la vez que alegre y juguetona como un insecto de favorita dibujada por ella misma. Aprendimos inglés
verano. A pesar de que era vivaz y animada, tenía fuertes y latín para poder leer lo que en esas lenguas se había
y profundos sentimientos y era desacostumbradamente escrito. Tan lejos estaba el estudio de resultarnos odioso
afectuosa. Nadie podía disfrutar mejor de la libertad ni a consecuencia de los castigos, que disfrutábamos con
podía plegarse con más gracia que ella a la sumisión o él, y nuestros entretenimientos constituían lo que para
lanzarse al capricho. Su imaginación era exuberante, otros niños hubieran sido pesadas tareas. Quizá no leímos
pero tenía una gran capacidad para aplicarla. Su persona tantos libros ni aprendimos lenguas tan rápidamente
era el reflejo de su mente, sus ojos de color avellana, como aquellos a quienes se les educaba conforme a los
aunque vivos como los de un pájaro, poseían una atractiva métodos habituales, pero lo que aprendimos se nos fijó en
dulzura. Su figura era ligera y airosa y, aunque era capaz la memoria con mayor profundidad.
de soportar gran fatiga, parecía la criatura más frágil del Incluyo a Henry Clerval en esta descripción de nuestro
mundo. A pesar de que me cautivaba su comprensión y círculo doméstico, pues estaba con nosotros continuamente.
fantasía, me deleitaba cuidarla como a un animalillo Iba al colegio conmigo, y solía pasar la tarde con nosotros;
predilecto. Nunca vi más gracia, tanto personal como pues, siendo hijo único y encontrándose solo en su casa,
mental, ligada a mayor modestia. a su padre le complacía que tuviera amigos en la nuestra.
Todos querían a Elizabeth. Si los criados tenían Por otro lado nosotros tampoco estábamos del todo felices
que pedir algo, siempre lo hacían a través de ella. No cuando Clerval estaba ausente.
conocíamos ni la desunión ni las peleas, pues aunque Siento placer al evocar mi infancia, antes de que la
éramos muy diferentes de carácter, incluso en esa desgracia me empañara la mente y cambiara esta alegre
diferencia había armonía. Yo era más tranquilo y filosófico visión de utilidad universal por tristes y mezquinas
que mi compañera, pero menos dócil. Mi capacidad reflexiones personales. Pero al esbozar el cuadro de mi
de concentración era mayor, pero no tan firme. Yo me niñez, no debo omitir aquellos acontecimientos que me
deleitaba investigando los hechos relativos al mundo en llevaron, con paso inconsciente, a mi ulterior infortunio.
sí, ella prefería las aéreas creaciones de los poetas. Para mí Cuando quiero explicarme a mí mismo el origen de
el mundo era un secreto que anhelaba descubrir, para ella aquella pasión que posteriormente regiría mi destino, veo
era un vacío que se afanaba por poblar con imaginaciones que arranca, como riachuelo de montaña, de fuentes poco
personales. nobles y casi olvidadas, engrosándose poco a poco hasta
Mis hermanos eran mucho más jóvenes que yo; pero que se convierte en el torrente que ha arrasado todas mis
tenía un amigo entre mis compañeros del colegio, que esperanzas y alegrías.

12
Frankestein

La filosofía natural es lo que ha forjado mi destino. científica, y yo no había asistido a ninguna de las clases
Deseo, pues, en esta narración explicar las causas que me que se daban en la universidad de Ginebra. Así pues, mis
llevaron a la predilección por esa ciencia. Cuando tenía sueños no se veían turbados por la realidad, y me lancé
trece años fui de excursión con mi familia a un balneario con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal
que hay cerca de Thonon. La inclemencia del tiempo nos y el elixir de la vida. Pero era esto último lo que recibía
obligó a permanecer todo un día encerrados en la posada, mi más completa atención: la riqueza era un objetivo
y allí, casualmente, encontré un volumen de las obras de inferior; pero ¡qué fama rodearía al descubrimiento si
Cornelius Agrippa. Lo abrí con aburrimiento, pero la teoría yo pudiera eliminar de la humanidad toda enfermedad y
que intentaba demostrar y los maravillosos hechos que hacer invulnerables a los hombres a todo salvo a la muerte
relataba pronto tornaron mi indiferencia en entusiasmo. violenta!
Una nueva luz pareció iluminar mi mente, y lleno de
alegría le comuniqué a mi padre el descubrimiento. No No eran estos mis únicos pensamientos. Provocar
puedo dejar de comentar aquí las múltiples oportunidades la aparición de fantasmas y demonios era algo que mis
de que disponen los educadores para orientar la atención autores predilectos prometían que era fácil, cumplimiento
de sus alumnos hacia conocimientos prácticos, y que yo ansiaba fervorosamente conseguir. Atribuía el que
que desaprovechan lamentablemente. Mi padre ojeó mis hechizos jamás tuvieran éxito más a mi inexperiencia
distraídamente la portada del libro y dijo: y error que a la falta de habilidad o veracidad por parte de
mis instructores.
¡Ah, Cornelius Agrippa! Víctor, hijo mío, no pierdas el
tiempo con esto, son tonterías. Los fenómenos naturales que a diario tienen lugar
no escapaban a mi observación. La destilación y los
Si en vez de hacer este comentario, mi padre se hubiera maravillosos efectos del vapor, procesos que mis autores
molestado en explicarme que los principios de Agrippa favoritos desconocían por completo, provocaban mi
estaban totalmente superados, que existía una concepción asombro. Pero mi mayor sorpresa la suscitaron unos
científica moderna con posibilidades mucho mayores que experimentos con una bomba de aire que empleaba un
la antigua, puesto que eran reales y prácticas mientras que caballero al cual solíamos visitar.
las de aquélla eran quiméricas, tengo la seguridad de que
hubiera perdido el interés por Agrippa. Probablemente, El desconocimiento de los antiguos filósofos sobre este
sensibilizada como tenía la imaginación, me hubiera y varios otros temas disminuyeron mi fe en ellos, pero no
dedicado a la química, teoría más racional y producto de podía desecharlos por completo sin que algún otro sistema
descubrimientos modernos. Es incluso posible que mi ocupara su lugar en mi mente.
pensamiento no hubiera recibido el impulso fatal que me Tenía alrededor de quince años cuando, habiéndonos
llevó a la ruina. Pero la indiferente ojeada de mi padre retirado a la casa que teníamos cerca de Belrive
al volumen que leía en modo alguno me indicó que él presenciamos una terrible y violenta tormenta. Había
estuviera familiarizado con el contenido del mismo, y surgido detrás de las montañas del Jura y los truenos
proseguí mi lectura con mayor avidez. estallaban al unísono desde varios puntos del cielo con
Mi primera preocupación al regresar a casa fue hacerme increíble estruendo. Mientras duró la tormenta, observé
con la obra completa de este autor y, después, con la de el proceso con curiosidad y deleite. De pronto, desde
Paracelso y Alberto Magno. Leí y estudié con gusto las el dintel de la puerta, vi emanar un haz de fuego de un
locas fantasías de estos escritores. Me parecían tesoros precioso y viejo roble que se alzaba a unos quince metros
que, salvo yo, pocos conocían. Aunque a menudo hubiera de la casa; en cuanto se desvaneció el resplandor, el
querido comunicarle a mi padre estas secretas reservas de roble había desaparecido y no quedaba nada más que un
mi sabiduría, me lo impedía su imprecisa desaprobación tocón destrozado. Al acercarnos a la mañana siguiente,
de mi querido Agrippa. Por tanto, y bajo promesa de encontramos el árbol insólitamente destruido. No estaba
absoluto secreto, le comuniqué mis descubrimientos a astillado por la sacudida; se encontraba reducido por
Elizabeth, pero el tema no le interesó y me vi obligado á completo a pequeñas virutas de madera. Nunca había
continuar solo. visto nada tan deshecho.

Puede parecer extraño que en el siglo XVIII surja un La catástrofe de este árbol avivó mi curiosidad, y con
discípulo de Alberto Magno, pero nuestra familia no era enorme interés le pregunté a mi padre acerca del origen y
naturaleza de los truenos y los relámpagos.

13
Mary Shelley

Es la electricidad me contestó, a la vez que me describía Capítulo 2


los diversos efectos de esa energía.
Construyó una pequeña máquina eléctrica y realizó
algunos experimentos. También hizo una cometa con Cuando contaba diecisiete años, mis padres decidieron
cable y cuerda, que arrancaba de las nubes ese fluido. que fuera a estudiar a la universidad de Ingolstadt. Hasta
entonces había ido a los colegios de Ginebra, pero mi
Esto último acabó de destruir a Cornelius Agrippa, padre consideró conveniente que, para completar mi
Alberto Magno y Paracelso, que durante tanto tiempo educación, me familiarizara con las costumbres de otros
habían reinado como dueños de mi imaginación. Pero, países. Se fijó mi marcha para una fecha próxima, pero,
por alguna fatalidad, no me sentí inclinado a empezar antes de que llegara el día acordado, sucedió la primera
el estudio de los sistemas modernos, desinclinación que desgracia de mi vida, como si fuera un presagio de mis
se vio influida por la siguiente circunstancia. Mi padre futuros sufrimientos.
expresó el deseo de que asistiera a un curso sobre filosofía
natural. Gustosamente asentí a esto, pero algún motivo Elizabeth había cogido la escarlatina, pero la
me impidió ir hasta que el curso estuvo casi terminado. enfermedad no era grave y se recuperó con rapidez.
Por tanto, al ser ésta una de las últimas clases, me resultó Muchas habían sido las razones expuestas para convencer
totalmente incomprensible. El profesor disertaba con la a mi madre de que no la atendiera personalmente, y en un
mayor locuacidad sobre el potasio y el boro, los sulfatos principio había accedido a nuestros ruegos. Pero, cuando
y óxidos, términos que yo no podía asociar a ninguna supo que su favorita mejoraba, no quiso seguir privándose
idea. Empecé a aborrecer la ciencia de la filosofía natural, de su compañía y comenzó a frecuentar su dormitorio
aunque seguí leyendo a Plinio y Buffon con deleite, mucho antes de que él peligro de infección hubiera
autores, a mi juicio, de similar interés y utilidad. pasado. Las consecuencias de esta imprudencia fueron
fatales. Mi madre cayó gravemente enferma al tercer
A esta edad las matemáticas y la mayoría de las ramas día, y el semblante de los que la atendían pronosticaba
cercanas a esa ciencia constituían mi principal ocupación. un fatal desenlace. La bondad y grandeza de alma de esta
También me afanaba por aprender lenguas; el latín ya admirable mujer no la abandonaron en su lecho de muerte.
me era familiar, y sin ayuda del diccionario empecé Uniendo mis manos y las de Elizabeth dijo: ––Hijos míos,
a leer algunos de los autores griegos más asequibles. tenía puestas mis mayores esperanzas en la posibilidad
También entendía inglés y alemán perfectamente. Este de vuestra futura unión. Esta esperanza será ahora el
era mi bagaje cultural a los diecisiete años, además de las consuelo de vuestro padre. Elizabeth, cariño, debes
muchas horas empleadas en la adquisición y conservación ocupar mi puesto y cuidar de tus primos pequeños. ¡Ay!,
del conocimiento de la vasta literatura. siento dejaros. ¡Qué difícil resulta abandonaros habiendo
sido tan feliz y habiendo gozado de tanto cariño! Pero no
También recayó sobre mí la obligación de instruir a son estos los pensamientos que debieran ocuparme. Me
mis hermanos. Ernest, seis años menor que yo, era mi esforzaré por resignarme a la muerte con alegría y abrigaré
principal alumno. Desde la infancia había sido enfermizo, la esperanza de reunirme con vosotros en el más allá.
y Elizabeth y yo lo habíamos cuidado constantemente; era
de disposición dócil, pero incapaz de cualquier prolongado Murió dulcemente; y su rostro aun en la muerte
esfuerzo mental. William, el benjamín de la familia, era reflejaba su cariño. No necesito describir los sentimientos
todavía un niño y la criatura más preciosa del mundo; de aquellos cuyos lazos más queridos se ven rotos por
tenía los ojos vivos y azules, hoyuelos en las mejillas y el más irreparable de los males, el vacío que inunda el
modales zalameros, e inspiraba la mayor ternura. alma y la desesperación que embarga el rostro. Pasa tanto
tiempo antes de que uno se pueda persuadir de que aquella
Tal era nuestro ambiente familiar, en el cual el dolor a quien veíamos cada día, y cuya existencia misma
y la inquietud no parecían tener cabida. Mi padre dirigía formaba parte de la nuestra, ya no está con nosotros;
nuestros estudios, y mi madre participaba de nuestros que se ha extinguido la viveza de sus amados ojos y que
entretenimientos. Ninguno de nosotros gozaba de más su voz tan dulce y familiar se ha apagado para siempre.
influencia que el otro; la voz de la autoridad no se oía en Estos son los pensamientos de los primeros días. Pero la
nuestro hogar, pero nuestro mutuo afecto nos obligaba a amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso
obedecer y satisfacer el más mínimo deseo del otro. del tiempo demuestra la realidad de la pérdida. ¿Pero a

14
Frankestein

quién no le ha robado esa desconsiderada mano algún ser extraordinariamente hogareña y resguardada, y esto me
querido? ¿Por qué, pues, había de describir el dolor que había creado una invencible repugnancia hacia los rostros
todos han sentido y deberán sentir? Con el tiempo llega el desconocidos. Adoraba a mis hermanos, a Elizabeth y
momento en el que el sufrimiento es más una costumbre a Clerval; sus caras eran «viejas conocidas», pero me
que una necesidad y, aunque parezca un sacrilegio, y a no consideraba totalmente incapaz de tratar con extraños.
se reprime la sonrisa que asoma a los labios. Mi madre Estos eran mis pensamientos al comenzar el viaje, pero
había muerto, pero nosotros aún teníamos obligaciones a medida que avanzaba se me fue levantando el ánimo.
que cumplir; debíamos continuar nuestro camino junto a Deseaba ardientemente adquirir nuevos conocimientos.
los demás y considerarnos afortunados mientras quedara En casa, a menudo había reflexionado sobre lo penoso de
a salvo al menos uno de nosotros. permanecer toda la juventud encerrado en el mismo lugar,
y ansiaba descubrir el mundo y ocupar mi puesto entre los
De nuevo se volvió a hablar sobre mi viaje a Ingolstadt,
demás seres humanos. Ahora se cumplían mis deseos, y
que se había visto aplazado por los acontecimientos.
no hubiera sido consecuente arrepentirme.
Obtuve de mi padre algunas semanas de reposo, período
que transcurrió tristemente. La muerte de mi madre y mi Durante el viaje, que fue largo y fatigoso, tuve tiempo
cercana marcha nos deprimía, pero Elizabeth intentaba suficiente para pensar en estas y otras muchas cosas. Por
reavivar la alegría en nuestro pequeño círculo. Desde la fin apareció el alto campanario blanco de la ciudad. Bajé
muerte de su tía había adquirido una nueva firmeza y vigor. y me condujeron a mi solitaria habitación. Disponía del
Se propuso llevar a cabo sus obligaciones con la mayor resto de la tarde para hacer lo que quisiera.
exactitud, y entendió que su principal misión consistía
en hacer felices a su tío y primos. A mí me consolaba, a A la mañana siguiente entregué mis cartas de
su tío lo distraía, a mis hermanos los educaba. Nunca la presentación y visité a los principales profesores, entre
vi tan encantadora como en estos momentos, cuando se otros al señor Krempe, profesor de filosofía natural. Me
desvivía por lograr la felicidad de los demás, olvidándose recibió con mucha educación y me hizo diversas preguntas
por completo de sí misma. sobre mi conocimiento de las distintas ramas científicas,
relacionadas con la filosofía natural. Temblando y con
Llegó por fin el día de mi marcha. Me había despedido cierto miedo, a decir verdad, cité los únicos autores cuyas
de todos mis amigos menos Clerval, que pasó la última obras yo había leído al respecto. El profesor me miró
velada con nosotros. Lamentaba profundamente no fijamente:
acompañarme, pero su padre se resistió a dejarlo partir.
Tenía la intención de que su hijo lo ayudara en el negocio, ––¿De verdad que ha pasado usted el tiempo estudiando
y seguía su teoría favorita de que los estudios resultaban semejantes tonterías?–– me preguntó.
superfluos en la vida diaria. Henry tenía una mente Al responder afirmativamente, el señor Krempe
educada; no era su intención permanecer ocioso ni le continuó con énfasis:
disgustaba ser el socio de su padre, sin embargo creía que
se podría ser muy buen negociante y no obstante ser una ––Ha malgastado cada minuto invertido en esos libros.
persona culta. Se ha embotado la memoria de teorías rebasadas y nombres
inútiles, ¡Dios mío! ¿En qué desierto ha vivido usted que
Estuvimos hasta muy tarde escuchando sus no había nadie lo suficientemente caritativo como para
lamentaciones y haciendo múltiples pequeños planes informarle de que esas fantasías que tan concienzudamente
para el futuro. Las lágrimas asomaban a los ojos de ha absorbido tienen va mil años y están tan caducas como
Elizabeth, lágrimas ante mi partida y ante el pensamiento anticuadas? No esperaba encontrarme con un discípulo de
de que mi marcha debía haberse producido meses antes y Alberto Magno y Paracelso en esta época ilustrada. Mi
acompañada de la bendición de mi madre. buen señor, deberá empezar de nuevo sus estudios.
Me dejé caer en la calesa que debía transportarme, Y diciendo esto, se apartó, me hizo una lista de libros
y me embargaron los pensamientos más tristes. Yo, que sobre filosofía natural, que me pidió que leyera, y me
siempre había vivido rodeado de afectuosos compañeros, despidió, comunicándome que a principios de la semana
prestos todos a proporcionarnos mutuas alegrías, me próxima comenzaría un seminario sobre filosofía natural
encontraba ahora solo. En la universidad hacia la que me y sus implicaciones generales, y que el señor Waldman,
dirigía debería buscarme mis propios amigos y valerme un colega suyo, en días alternos a él hablaría de química.
por mí mismo. Hasta aquel momento mi vida había sido

15
Mary Shelley

Regresé a casa no del todo disgustado, pues hacía demuestran cómo funciona en sus escondrijos. Saben del
tiempo que yo mismo consideraba inútiles a aquellos firmamento, de cómo circula la sangre y de la naturaleza
autores tan desaprobados por el profesor, si bien no del aire que respiramos. Poseen nuevos y casi ilimitados
me sentía demasiado inclinado a leer los libros que poderes; pueden dominar el trueno, imitar terremotos, e
conseguí bajo su recomendación. El señor Krempe era un incluso parodiar el mundo invisible con su propia sombra.
hombrecillo fornido, de voz ruda y desagradable aspecto,
y por tanto me predisponía poco en favor de su doctrina. Me fui contento con el profesor y su conferencia, y lo
Además yo sentía cierto desprecio por la aplicación de visité esa misma tarde. Sus modales resultaron en privado
la filosofía natural moderna. Era muy distinto cuando los aún más atractivos y complacientes que en público;
maestros de la ciencia buscaban la inmortalidad y el poder; pues durante la conferencia su apariencia reflejaba una
tales enfoques, si bien carentes de valor, tenían grandeza; dignidad, que sustituía en su casa por afecto y amabilidad.
pero ahora el panorama había cambiado. El objetivo del Escuchó con atención lo que le conté respecto de mis
investigador parecía limitarse a la aniquilación de las estudios, sonriendo, pero sin el desdén del señor Krempe,
expectativas sobre las cuales se fundaba todo mi interés ante los nombres de Cornelius Agrippa y Paracelso. Dijo
por la ciencia. Se me pedía que trocara quimeras de que «a la entrega infatigable de estos hombres debían los
infinita grandeza por realidades de escaso valor. filósofos modernos los cimientos de su sabiduría. Nos
habían legado, como tarea más fácil, el dar nuevos nombres
Estos fueron mis pensamientos durante los dos o tres y clasificar adecuadamente los datos que en gran medida
primeros días que pasé en casi completa soledad. Pero al ellos habían sacado a la luz. El trabajo de los genios, por
comenzar la semana siguiente recordé la información que muy desorientados que estén, siempre suele revertir a la
sobre las conferencias me había dado el señor Krempe, larga en sólidas ventajas para la humanidad». Escuché sus
y aunque no pensaba escuchar al fatuo hombrecillo palabras, pronunciadas sin alarde ni presunción, y añadí
pronunciando sentencias desde la cátedra, me vino a la que su conferencia había desvanecido los prejuicios que
memoria lo que había dicho sobre el señor Waldman, al tenía hacia los químicos modernos, a la vez que solicité su
cual aún no había conocido por hallarse fuera de la ciudad. consejo acerca de nuevas lecturas.
En parte por curiosidad y en parte por ocio, me dirigí
a la sala de conferencias, donde poco después hizo su ––Me alegra haber ganado un discípulo ––dijo el señor
entrada el señor Waldman. Era muy distinto de su colega. Waldman, y si su aplicación va pareja a su capacidad,
Aparentaba tener unos cincuenta años, pero su aspecto no dudo de que tendrá éxito. La química es la parte de
demostraba una gran benevolencia. Sus sienes aparecían la filosofía natural en la cual se han hecho y se harán
levemente encanecidas, pero tenía el resto del pelo casi mayores progresos; precisamente por eso la escogí como
negro. No era alto pero sí erguido, y tenía la voz más dulce dedicación. Pero no por ello he abandonado las otras
que hasta entonces había oído. Empezó su conferencia ramas de la ciencia. Mal químico sería el que se limitara
con un resumen histórico de la química y los diversos exclusivamente a esa porción del conocimiento humano.
progresos llevados a cabo por los sabios, pronunciando Si su deseo es ser un auténtico hombre de ciencia y no un
con gran respeto el nombre de los investigadores más simple experimentadorcillo, le aconsejo encarecidamente
relevantes. Pasó entonces a hacer una exposición rápida que se dedique a todas las ramas de la filosofía natural,
del estado actual en el que se encontraba la ciencia, y incluidas las matemáticas.
explicó muchos términos elementales. Tras algunos Me condujo entonces a su laboratorio y me explicó el
experimentos preparatorios concluyó con un panegírico uso de sus diversas máquinas, indicándome lo que debía
de la química moderna, en términos que nunca olvidaré. comprarme. Me prometió que, cuando hubiera progresado
––Los antiguos maestros de esta ciencia ––dijo–– lo suficiente en mis estudios como para no deteriorarlo,
prometían cosas imposibles, y no llevaban nada a cabo. me permitiría utilizar su propio material. También me dio
Los científicos modernos prometen muy poco; saben la lista de libros que le había pedido y seguidamente me
que los metales no se pueden transmutar, y que el elixir marché.
de la vida es una ilusión. Pero estos filósofos, cuyas Así concluyó un día memorable para mí, pues había de
manos parecen hechas solo para hurgar en la suciedad, decidir mi futuro destino.
y cuyos ojos parecen servir tan solo para escrutar con el
microscopio o el crisol, han conseguido milagros. Conocen
hasta las más recónditas intimidades de la naturaleza y

16
Frankestein

Capítulo 3 la universidad ya no conllevaría mayor progreso. Pero se


produjo un accidente que detuvo mi marcha.
Uno de los fenómenos que más me atraían era el de la
A partir de este día, la filosofía natural y en especial estructura del cuerpo humano y la de cualquier ser vivo.
la química, en el más amplio sentido de la palabra, se A menudo me preguntaba de dónde vendría el principio
convirtieron en casi mi única ocupación. Leí con gran de la vida. Era una, pregunta osada, ya que siempre se
interés las obras que, llenas de sabiduría y erudición, ha considerado un misterio. Sin embargo, ¡cuántas cosas
habían escrito los investigadores modernos sobre esas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez
materias. Asistí a las conferencias y cultivé la amistad de no entorpecieran nuestra curiosidad! Reflexionaba
los hombres de ciencia de la universidad; incluso encontré mucho sobre todo ello, y había decidido dedicarme
en el señor Krempe una buena dosis de sentido común preferentemente a aquellas ramas de la filosofía natural
y sólida cultura, no menos valiosos por el hecho de ir vinculadas a la fisiología. De no haberme visto animado
parejos a unos modales y aspecto repulsivo. En el señor por un entusiasmo casi sobrehumano, esta clase de estudios
Waldman hallé un verdadero amigo. Jamás el dogmatismo me hubieran resultado tediosos y casi intolerables. Para
empañó su bondad, e impartía su enseñanza con tal aire examinar los orígenes de la vida debemos primero conocer
de franqueza y amabilidad, que excluía toda idea de la muerte. Me familiaricé con la anatomía, pero esto no era
pedantería. Quizá fuese el carácter amable de aquel suficiente. Tuve también que observar la descomposición
hombre, más que un interés intrínseco por esta ciencia, natural y la corrupción del cuerpo humano. Al educarme,
lo que me inclinaba hacia la rama de la filosofía natural a mi padre se había esforzado para que no me atemorizaran
la cual se dedicaba. Pero este estado de ánimo solo se dio los horrores sobrenaturales. No recuerdo haber temblado
en las primeras etapas de mi camino hacia el saber, pues ante relatos de supersticiones o temido la aparición de
cuanto más me adentraba en la ciencia más se convertía espíritus. La oscuridad no me afectaba la imaginación, y
en un fin en sí misma. Esa entrega, que en un principio los cementerios no eran para mí otra cosa que el lugar
había sido fruto del deber y la voluntad, se fue haciendo donde yacían los cuerpos desprovistos de vida, que tras
tan imperiosa y exigente que con frecuencia los albores poseer fuerza y belleza ahora eran pasto de los gusanos.
del día me encontraban trabajando aún en mi laboratorio. Ahora me veía obligado a investigar el curso y el proceso
No es de extrañar, pues, que progresara con rapidez. Mi de esta descomposición y a pasar días y noches en osarios
interés causaba el asombro de los alumnos, y mis adelantos y panteones. Los objetos que más repugnan a la delicadeza
el de los maestros. A menudo el profesor Krempe me de los sentimientos humanos atraían toda mi atención. Vi
preguntaba con sonrisa maliciosa por Cornelius Agrippa, cómo se marchitaba y acababa por perderse la belleza;
mientras que el señor Waldman expresaba su más cálido cómo la corrupción de la muerte reemplazaba la mejilla
elogio ante mis avances. Así pasaron dos años durante los encendida; cómo los prodigios del ojo y del cerebro eran
cuales no volví a Ginebra, pues estaba entregado de lleno la herencia del gusano. Me detuve a examinar y analizar
al estudio de los descubrimientos que esperaba hacer. todas las minucias que componen el origen, demostradas
Nadie salvo los que lo han experimentado, puede concebir en la transformación de lo vivo en lo muerto y de lo
lo fascinante de la ciencia. En otros terrenos, se puede muerto en lo vivo. De pronto, una luz surgió de entre estas
avanzar hasta donde han llegado otros antes, y no pasar tinieblas; una luz tan brillante y asombrosa, y a la vez tan
de ahí; pero en la investigación científica siempre hay sencilla, que, si bien me cegaba con las perspectivas que
materia por descubrir y de la cual asombrarse. Cualquier abría, me sorprendió que fuera yo, de entre todos los genios
inteligencia normalmente dotada que se dedique con que habían dedicado sus esfuerzos a la misma ciencia, el
interés a una determinada área, llega sin duda a dominarla destinado a descubrir tan extraordinario secreto.
con cierta profundidad. También yo, que me afanaba
Recuerde que no narro las fantasías de un iluminado;
por conseguir una meta, y a cuyo fin me dedicaba por
lo que digo es tan cierto como que el sol brilla en el cielo.
completo, progresé con tal rapidez que tras dos años
Quizá algún milagro hubiera podido producir esto, mas
conseguí mejorar algunos instrumentos químicos, lo que
las etapas de mi investigación eran claras y verosímiles.
me valió gran, admiración y respeto en la universidad.
Tras noches y días de increíble labor y fatiga, conseguí
Llegado a este punto, y, habiendo aprendido todo lo que
descubrir el origen de la generación y la vida; es más, yo
sobre la práctica y la teoría de la filosofía natural podían
mismo estaba capacitado para infundir vida en la materia
enseñarme los profesores de Ingolstadt, pensé en volver
inerte.
con los míos a mi ciudad, dado que mi permanencia en

17
Mary Shelley

La estupefacción que en un principio experimenté ser: escuche con paciencia mi historia hasta el final y
ante el descubrimiento pronto dio paso al entusiasmo comprenderá entonces mi discreción al respecto. No seré
y al arrebato. El alcanzar de repente la cima de mis yo quien, encontrándose usted en el mismo estado de
aspiraciones, tras tanto tiempo de arduo trabajo, era la entusiasmo y candidez en el que yo estaba entonces, le
recompensa más satisfactoria. Pero el descubrimiento era conduzca a la destrucción y a la desgracia. Aprenda de mí,
tan inmenso y sobrecogedor, que olvidé todos los pasos si no por mis advertencias, sí al menos por mi ejemplo, lo
que progresivamente me habían ido llevando a él, para peligroso de adquirir conocimientos; aprenda cuánto más
ver solo el resultado final. Lo que desde la creación del feliz es el hombre que considera su ciudad natal el centro
mundo había sido motivo de afanes y desvelos por parte del universo, que aquel que aspira a una mayor grandeza
de los sabios se hallaba ahora en mis manos. No es que se de la que le permite su naturaleza.
me revelara todo de golpe, como si de un juego de magia
se tratara. Los datos que había obtenido no eran la meta Cuando me encontré con este asombroso poder entre
final; más bien tenían la propiedad de, bien dirigidos, mis manos, dudé mucho tiempo en cuanto a la manera de
poder encaminar mis esfuerzos hacia la consecución de utilizarlo. A pesar de que poseía la capacidad de infundir
mi objetivo. Me sentía como el árabe que enterrado junto vida, el preparar un organismo para recibirla, con las
a los muertos encontró un pasadizo por el cual volver al complejidades de nervios, músculos y venas que ello
mundo, sin más ayuda que una luz mortecina y apenas entraña, seguía siendo una labor terriblemente ardua y
suficiente. difícil. En un principio no sabía bien si intentar crear un
ser semejante a mí o uno de funcionamiento más simple;
Amigo mío, veo por su interés, y por el asombro pero estaba demasiado embriagado con mi primer éxito
y expectativa que reflejan sus ojos, que espera que como para que la imaginación me permitiera dudar de mi
le comunique el secreto que poseo; mas no puede capacidad para infundir vida a un animal tan maravilloso
y complejo como el hombre. Los materiales con
los que de momento contaba apenas si parecían
adecuados para empresa tan difícil, pero tenía la
certeza de un éxito final. Me preparé para múltiples
contratiempos; mis tentativas podrían frustrarse, y mi
labor resultar finalmente imperfecta. Sin embargo,
me animaba cuando consideraba los progresos que
día a día se llevan a cabo en las ciencias y la mecánica;
pensando que mis experimentos al menos servirían
de base para futuros éxitos. Tampoco podía tomar
la amplitud y complejidad de mi proyecto como
argumento para no intentarlo siquiera. Imbuido
de estos sentimientos, comencé la creación de un
ser humano. Dado que la pequeñez de los órganos
suponía un obstáculo para la rapidez, decidí, en
contra de mi primera decisión, hacer una criatura
de dimensiones gigantescas; es decir, de unos ocho
pies de estatura y correctamente proporcionada.
Tras esta decisión, pasé algunos meses recogiendo
y preparando los materiales, y empecé.
Nadie puede concebir la variedad de
sentimientos que, en el primer entusiasmo por el
éxito, me espoleaban como un huracán. La vida y
la muerte me parecían fronteras imaginarias que
yo rompería el primero, con el fin de desparramar
después un torrente de luz por nuestro tenebroso
mundo. Una nueva especie me bendeciría como a
su creador, muchos seres felices y maravillosos me
Frankestein

deberían su existencia. Ningún padre podía reclamar tan afecto, y sabremos de ti. Me disculparás si tomo cualquier
completamente la gratitud de sus hijos como yo merecería interrupción en tu correspondencia como señal de que
la de estos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensé que, también estás abandonando el resto de tus obligaciones».
si podía infundir vida a la materia inerte, quizá, con el
tiempo (aunque ahora lo creyera imposible), pudiese Por tanto, sabía muy bien lo que mi padre debía sentir;
devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, pero me resultaba imposible apartar mis pensamientos de
la muerte había entregado a la corrupción. la odiosa labor que se había aferrado tan irresistiblemente
a mi mente. Deseaba, por así decirlo, dejar a un lado
Estos pensamientos me animaban, mientras proseguía todo lo relacionado con mis sentimientos de cariño hasta
mi trabajo con infatigable entusiasmo. El estudio había alcanzar el gran objetivo que había anulado todas mis
empalidecido mi rostro, y el constante encierro me había anteriores costumbres.
demacrado. A veces fracasaba al borde mismo del éxito,
pero seguía aferrado a la esperanza que podía convertirse Entonces pensé que mi padre no sería justo si achacaba
en realidad al día o a la hora siguiente. El secreto del mi negligencia a vicio o incorrección por mi parte; pero
cual yo era el único poseedor era la ilusión a la que había ahora sé que él estaba en lo cierto al no creerme del todo
consagrado mi vida. La luna iluminaba mis esfuerzos inocente. El ser humano perfecto debe conservar siempre
nocturnos mientras yo, con infatigable y apasionado ardor, la calma y la paz de espíritu y no permitir jamás que la
perseguía a la naturaleza hasta sus más íntimos arcanos. pasión o el deseo fugaz turben su tranquilidad. No creo
¿Quién puede concebir los horrores de mi encubierta que la búsqueda del saber sea una excepción. Si el estudio
tarea, hurgando en la húmeda oscuridad de las tumbas o al que te consagras tiende a debilitar tu afecto y a destruir
atormentando a algún animal vivo para intentar animar el esos placeres sencillos en los cuales no debe intervenir
barro inerte? Ahora me tiemblan los miembros con solo aleación alguna, entonces ese estudio es inevitablemente
recordarlo; entonces me espoleaba un impulso irresistible negativo, es decir, impropio de la mente humana. Si se
y casi frenético. Parecía haber perdido el sentimiento y acatara siempre esta regla, si nadie permitiera que nada
sentido de todo, salvo de mi objetivo final. No fue más que en absoluto empañara su felicidad doméstica, Grecia no
un período de tránsito, que incluso agudizó mi sensibilidad se habría esclavizado, César habría protegido a su país,
cuando, al dejar de operar el estímulo innatural, hube América se habría descubierto más pausadamente y no se
vuelto a mis antiguas costumbres. Recogía huesos de los hubieran destruido los imperios de México y Perú.
osarios, y violaba, con dedos sacrílegos, los tremendos Pero olvido que estoy divagando en el punto más
secretos de la naturaleza humana. Había instalado mi taller interesante de mi relato, y su mirada me recuerda que
de inmunda creación en un cuarto solitario, o mejor dicho, debo continuar.
en una celda, en la parte más alta de la casa, separada de
las restantes habitaciones por una galería y un tramo de Mi padre no me reprochaba nada en sus cartas. Su
escaleras. Los ojos casi se me salían de las órbitas de tanto manera de hacerme ver que reparaba en mi silencio era
observar los detalles de mi labor. La mayor, parte de los preguntándome con mayor insistencia por mis ocupaciones.
materiales me los proporcionaban la sala de disección, El invierno, primavera y verano pasaron mientras yo
y el matadero. A menudo me sentía asqueado con mi continuaba mis tareas, pero tan absorto estaba que no vi
trabajo; pero, impelido por una incitación que aumentaba romper los capullos o crecer las hojas, escenas que otrora
constantemente, iba ultimando mi tarea. me habían llenado de alegría. Aquel año las hojas se habían
ya marchitado cuando mi trabajo empezaba a tocar su fin,
Transcurrió el verano mientras yo seguía entregado y cada día traía con mayor claridad nuevas muestras de mi
a mi objetivo en cuerpo y alma. Fue un verano éxito. Pero la ansiedad reprimía mi entusiasmo, y más que
hermosísimo; jamás habían producido los campos un artista dedicado a su entretenimiento preferido tenía el
cosecha más abundante ni las cepas, mayor vendimia; aspecto de un condenado a trabajos forzados en las minas
pero yo estaba ciego a los encantos de la naturaleza. Los o cualquier otra ocupación insana. Cada noche tenía
mismos sentimientos que me hicieron insensible a lo accesos de fiebre y me volví muy nervioso, lo que me
que me rodeaba me hicieron olvidar aquellos amigos, a incomodaba, ya que siempre había disfrutado de excelente
tantas, millas de mí, a quienes no había visto en mucho salud y había alardeado de dominio de mí mismo. Pero
tiempo. Sabía que mi silencio les inquietaba, y recordaba pensé que el ejercicio y la diversión pronto acabarían con
claramente las palabras de mi padre: «Mientras estés los síntomas, y me prometí disfrutar de ambos en cuanto
contento de ti mismo, sé que pensarás en nosotros con hubiera completado mi creación.

19
Mary Shelley

Capítulo 4 y movimientos convulsivos me sacudían los miembros.


A la pálida y amarillenta luz de la luna que se filtraba
por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo
Una desapacible noche de noviembre contemplé el final miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de
de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, la cama, y sus ojos, si así podían llamarse, me miraban
coloqué a mí alrededor los instrumentos que me iban a fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos
permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba
yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia sus mejillas. Puede que hablara, pero no lo oí. Tendía
golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había hacia mí una mano, como si intentara detenerme, pero
consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié
la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró en el patio de la casa, donde permanecí el resto de la
profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su noche, paseando arriba y abajo, profundamente agitado,
cuerpo. escuchando con atención, temiendo cada ruido como si
fuera a anunciarme la llegada del cadáver demoníaco al
¿Cómo expresar mi sensación ante esta catástrofe, o que tan fatalmente había dado vida.
describir el engendro que con tanto esfuerzo e infinito
trabajo había creado? Sus miembros estaban bien ¡Ay!, Ningún mortal podría soportar el horror
proporcionados y había seleccionado sus rasgos por que inspiraba aquel rostro. Ni una momia reanimada
hermosos. ¡Hermosos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta podría ser tan espantosa como aquel engendro. Lo
apenas si ocultaba el entramado de músculos y arterias; había observado cuando aún estaba incompleto, y ya
tenía el pelo negro, largo y lustroso, los dientes entonces era repugnante; pero cuando sus músculos y
blanquísimos; pero todo ello no hacía más que resaltar articulaciones tuvieron movimiento, se convirtió en algo
el horrible contraste con sus ojos acuosos, que parecían que ni siquiera Dante hubiera podido concebir.
casi del mismo color que las pálidas órbitas en las que Pasé una noche terrible. A veces, el corazón me latía
se hundían, el rostro arrugado, y los finos y negruzcos con tanta fuerza y rapidez que notaba las palpitaciones de
labios. cada arteria, otras casi me caía al suelo de pura debilidad
Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos y cansancio. Junto a este horror, sentía la amargura de la
tantas como las de los sentimientos humanos. Durante casi desilusión. Los sueños que; durante tanto tiempo habían
dos años había trabajado infatigablemente con el único constituido mi sustento y descanso se me convertían ahora
propósito de infundir vida en un cuerpo inerte. Para ello en un infierno; ¡y el cambio era tan brusco, tan total!
me había privado de descanso y de salud. Lo había deseado Por fin llegó el amanecer, gris y lluvioso, e iluminó
con un fervor que sobrepasaba con mucho la moderación; ante mis agotados y doloridos ojos la iglesia de Ingolstadt,
pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del el blanco campanario y el reloj, que marcaba las seis. El
sueño se desvanecía y la repugnancia y el horror me portero abrió las verjas del patio, que había sido mi asilo
embargaban. Incapaz de soportar la visión del ser que aquella noche, y salí fuera cruzando las calles con paso
había creado, salí precipitadamente de la estancia. Ya en mi rápido, como si quisiera evitar al monstruo que temía ver
dormitorio, paseé por la habitación sin lograr conciliar el aparecer al doblar cada esquina. No me atrevía a volver a
sueño. Finalmente, el cansancio se impuso a mi agitación, mi habitación; me sentía empujado a seguir adelante pese
y vestido me eché sobre la cama en el intento de encontrar a que me empapaba la lluvia que, a raudales, enviaba un
algunos momentos de olvido. Mas fue en vano; pude cielo oscuro e inhóspito.
dormir, pero tuve horribles pesadillas. Veía a Elizabeth,
rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt. Seguí caminando así largo tiempo, intentando aliviar
Con sorpresa y alegría la abrazaba, pero en cuanto mis con el ejercicio el peso que oprimía mi espíritu. Recorrí
labios rozaron los suyos, empalidecieron con el tinte de la las calles, sin conciencia clara de dónde estaba o de lo
muerte; sus rasgos parecieron cambiar, y tuve la sensación que hacía. El corazón me palpitaba con la angustia del
de sostener entre mis brazos el cadáver de mi madre; un temor, pero continuaba andando con paso inseguro, sin
sudario la envolvía, y vi cómo los gusanos reptaban entre osar mirar hacia atrás:
los dobleces de la tela. Me desperté horrorizado; un sudor
frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes

20
Frankestein

Como alguien que, en un solitario camino, ––Mi querido Frankenstein ––gritó—. ¡Qué alegría!
Avanza con miedo y terror, ¡Qué suerte que estuvieras aquí justamente ahora!
Y habiéndose vuelto una vez, continúa, Nada podría igualar mi gozo al verlo. Su presencia
Sin volver la cabeza ya más, traía recuerdos de mi padre, de Elizabeth y de esas
Porque sabe que cerca, detrás, escenas hogareñas tan queridas. Le estreché la mano y al
instante olvidé mi horror y mi desgracia. Repentinamente,
Tiene a un terrible enemigo.
y por primera vez en muchos meses, sentí que una serena
y tranquila felicidad me embargaba. Recibí, por tanto, a
Así llegué por fin al albergue donde solían detenerse mi amigo de la manera más cordial, y nos encaminamos
las diligencias y carruajes. Aquí me detuve, sin saber por hacia la universidad. Clerval me habló durante algún rato
qué, y permanecí un rato contemplando cómo se acercaba de amigos comunes y de lo contento que estaba de que le
un vehículo desde el final de la calle. Cuando estuvo más hubieran permitido venir a Ingolstadt.
cerca vi que era una diligencia suiza. Paró delante de mí Puedes suponer lo difícil que me fue convencer a mi
y al abrirse la puerta reconocí a Henry Clerval, que, al padre de que no es absolutamente imprescindible para un
verme, bajó enseguida. negociante el no saber nada más que contabilidad.

21
Mary Shelley

En realidad, creo que aún tiene sus dudas, pues su Estás enfermo. ¿Qué significa todo esto?
eterna respuesta a mis incesantes súplicas era la misma que
la del profesor holandés de El Vicario de Wakefiela: «Gano ––No me lo preguntes–– le grité, tapándome los ojos con
diez mil florines anuales sin saber griego, y como muy bien las manos, pues creí ver al aborrecido espectro deslizándose
sin saber griego». en el cuarto—. Él te lo puede decir. ¡Sálvame! ¡Sálvame!

––Me hace muy feliz volver a verte, pero dime cómo Me pareció que el monstruo me asía; luché violentamente,
están mis padres, mis hermanos y Elizabeth. y caí al suelo con un ataque de nervios.

––Bien, y contentos; aunque algo inquietos por la ¡Pobre Clerval! ¿Qué debió pensar? El reencuentro, que
falta de noticias tuyas. Por cierto, que yo mismo pienso esperaba con tanto placer, se tornaba de pronto en amargura.
sermonearte un poco. Pero, querido Frankenstein continuó, Pero yo no fui testigo de su dolor; estaba inconsciente, y no
deteniéndose de pronto y mirándome fijamente––, no me recobré el conocimiento hasta mucho más tarde.
había dado cuenta de tu mal aspecto. Pareces enfermo; Fue este el principio de una fiebre nerviosa que me
¡estás muy pálido y delgado! Como si llevaras varias obligó a permanecer varios meses en cama. Durante todo
noches en vela. ese tiempo, solo Henry me cuidó. Supe después que, debido
––Estás en lo cierto. He estado tan ocupado últimamente a la avanzada edad de mi padre, lo impropio de un viaje tan
que, como ves, no he podido descansar lo suficiente. Pero largo y lo mucho que mi enfermedad afectaría a Elizabeth,
espero sinceramente que mis tareas hayan concluido y Clerval les había ahorrado este pesar ocultándoles la
pueda estar ya más libre. gravedad de mi estado. Sabía que nadie me cuidaría con
más cariño y desvelo que él, y convencido de mi mejoría no
Temblaba; era incapaz de pensar, y mucho menos de dudaba de que, lejos de obrar mal, realizaba para con ellos
referirme a los sucesos de la noche pasada. Apresuré el la acción más bondadosa.
paso, y pronto llegamos a la universidad. Pensé entonces,
y esto me hizo estremecer, que la criatura que había dejado Pero mi enfermedad era muy grave, y solo los constantes
en mi habitación aún podía encontrarse allí viva, y en e ilimitados cuidados de mi amigo me devolvieron la
libertad. Temía ver a este monstruo, pero me horrorizaba vida. Tenía siempre ante los ojos la imagen del monstruo
aún más que Henry lo descubriera. Le rogué, por tanto, al que había dotado de vida, y deliraba constantemente
que esperara unos minutos al pie de la escalera, y subí a sobre él. Sin duda, mis palabras sorprendieron a Henry.
mi cuarto corriendo. Con la mano ya en el picaporte me En un principio, las tomó por divagaciones de mi mente
detuve unos instantes para sobreponerme. Un escalofrío me trastornada; pero la insistencia con que recurría al mismo
recorrió el cuerpo. Abrí la puerta de par en par, como suelen tema le convenció de que mi enfermedad se debía a algún
hacer los niños cuando esperan encontrar un fantasma suceso insólito y terrible.
esperándolos; pero no ocurrió nada. Entré temerosamente: Muy poco a poco, y con numerosas recaídas que
la habitación estaba vacía. Mi dormitorio también se inquietaban y apenaban a mi amigo, me repuse. Recuerdo
encontraba libre de su horrendo huésped. Apenas si podía que la primera vez que con un atisbo de placer me pude
creer semejante suerte. Cuando me hube asegurado de que fijar en los objetos a mí alrededor, observé que habían
mi enemigo ciertamente había huido, bajé corriendo en desaparecido las hojas muertas, y tiernos brotes cubrían los
busca de Clerval, dando saltos de alegría. Subimos a mi árboles que daban sombra a mi ventana. Fue una primavera
cuarto, y el criado enseguida nos sirvió el desayuno; pero deliciosa, y la estación contribuyó mucho a mi mejoría. Sentí
me costaba dominarme. No era júbilo lo único que me renacer en mí sentimientos de afecto y alegría; desapareció
embargaba. Sentía que un hormigueo de aguda sensibilidad mi pesadumbre, y pronto recuperé la animación que tenía
me recorría todo el cuerpo, y el pecho me latía fuertemente. antes de sucumbir a mi horrible obsesión.
Me resultaba imposible permanecer quieto; saltaba por
encima de las sillas, daba palmas y me reía a carcajadas. Querido Clerval ––exclamé un día—, ¡qué bueno eres
En un principio Clerval atribuyó esta insólita alegría a su conmigo! En vez de dedicar el invierno al estudio, como
llegada. Pero al observarme con mayor detención, percibió habías planeado, lo has pasado junto a mi lecho. ¿Cómo
una inexplicable exaltación en mis ojos. Sorprendido y podré pagarte esto jamás? Siento el mayor remordimiento
asustado ante mi alboroto irrefrenado y casi cruel, me dijo: por los trastornos que te he causado. Pero ¿me perdonarás,
verdad?
––¡Dios Santo!, ¿Víctor, qué te sucede? No te rías así.

22
Frankestein

Me consideraré bien pagado si dejas de atormentarte de salud, que parece haber rejuvenecido diez años desde
y te recuperas rápidamente, y puesto que te veo tan el invierno pasado. Ernest ha cambiado tanto que apenas
mejorado, ¿me permitirás una pregunta? lo conocerías; va a cumplir los dieciséis y ha perdido el
aspecto enfermizo que tenía hace algunos años; tiene una
Temblé. ¡Una pregunta! ¿Cuál sería? ¿Se referiría vitalidad desbordante.
acaso a aquello en lo que no me atrevía ni a pensar?
Mi tío y yo hablamos durante largo rato anoche
––Tranquilízate ––dijo Clerval al observar que mi acerca de la profesión que Ernest debía elegir. Las
rostro cambiaba de color––, no lo mencionaré si ha de continuas enfermedades de su niñez le han impedido
inquietarte, pero tu padre y tu prima se sentirían muy crear hábitos de estudio. Ahora que goza de buena salud,
felices si recibieran una carta de tu puño y letra. Apenas suele pasar el día al aire libre, escalando montañas o
saben de tu gravedad, y tu largo silencio les desasosiega. remando en el lago. Yo sugiero que se haga granjero; ya
––¿Nada más, querido Henry? ¿Cómo pudiste suponer sabes, primo, que esto ha sido un sueño que siempre ha
que mis primeros pensamientos no fueran para aquellos acariciado. La vida del granjero es sana y feliz y es la
seres tan queridos y que tanto merecen mi amor? profesión menos dañina, mejor dicho, más beneficiosa
de todas. Mi tío pensaba en la abogacía para que, con
––Siendo esto así, querido amigo, quizá té alegre leer su influencia, pudiera luego hacerse juez. Pero, aparte
esta carta que lleva aquí unos días. Creo que es de tu de que no está capacitado para ello en absoluto, creo
prima. que es más honroso cultivar la tierra para sustento de la
humanidad que ser el confidente e incluso el cómplice de
sus vicios, que es la tarea del abogado. De que la labor
de un granjero próspero, si no más honrosa, sí al menos
era más grata que la de un juez, cuya triste suerte es la de
Capítulo 5 andar siempre inmiscuido en la parte más sórdida de la
naturaleza humana. Ante esto, mi tío esbozó una sonrisa,
comentando que yo era la que debía ser abogado, lo que
Clerval me puso entonces la siguiente carta entre las puso fin a la conversación.
manos.
Y ahora te contaré una pequeña historia que te gustará
e incluso quizá te entretenga un rato. ¿Te acuerdas de
A V. Frankestein Justine Moritz? Probablemente no, así que te resumiré su
vida en pocas palabras. Su madre, la señora Moritz se
Mi querido primo: quedó viuda con cuatro hijos, de los cuales Justine era
la tercera. Había sido siempre la preferida de su padre,
No pueda describirte la inquietud que hemos sentido pero, incomprensiblemente, su madre la aborrecía y,
por tu salud. tras la muerte del señor Moritz, la maltrataba. Mi tía,
No podemos evitar pensar que tu amigo Clerval nos tu madre, se dio cuenta, y cuando Justine tuvo doce
oculta la magnitud de tu enfermedad, pues hace ya varios años convenció a su madre para que la dejara vivir con
meses que no vemos tu propia letra. Todo este tiempo te nosotros. Las instituciones republicanas de nuestro país
has visto obligado a dictarle las cartas a Henry, lo cual han permitido costumbres más sencillas y felices que
indica, Víctor, que debes haber estado muy enfermo. Esto las que suelen imperar en las grandes monarquías que
nos entristece casi tanto como la muerte de tu querida lo circundan. Por ende hay menos diferencias entre las
madre. Tan convencido estaba mi tío de tu gravedad, distintas clases sociales de sus habitantes, y los miembros
que nos costó mucho disuadirlo de su idea de viajar a de las más humildes, al no ser ni tan pobres ni estar tan
Ingolstadt. Clerval nos asegura constantemente que despreciados, tienen modales más refinados y morales.
mejoras; espero sinceramente que pronto nos demuestres Un criado en Ginebra no es igual que un criado en
lo cierto de esta afirmación mediante una carta de Francia o Inglaterra. Así pues, en nuestra familia Justine
tu puño y letra, pues nos tienes a todos, Víctor, muy aprendió las obligaciones de una sirvienta, condición que
preocupados. Tranquilízanos a este respecto, y seremos en nuestro afortunado país no conlleva la ignorancia ni el
los seres más dichosos del mundo. Tu padre está tan bien sacrificar la dignidad del ser humano.

23
Mary Shelley

Después de recordarte esto supongo que adivinarás También quiero contarte algo, querido primo, del
quién es la heroína de mi pequeña historia, porque tú pequeño William. Me gustaría que lo vieras. Es muy alto
apreciabas mucho a Justine. Incluso me acuerdo que para su edad; tiene los ojos azules, dulces y sonrientes,
una vez comentaste que cuando estabas de mal humor las pestañas oscuras y el pelo rizado. Cuando se ríe, le
se te pasaba con que Justine te mirase, por la misma aparecen dos hoyuelos en las mejillas sonrosadas. Ya ha
razón que esgrime Ariosto al hablar de la hermosura tenido una o dos pequeñas novias, pero Louisa Biron es su
de Angélica: desprendía alegría y franquea. Mi tía se favorita, una bonita criatura de cinco años.
encariñó mucho con ella, lo cual la indujo a darle una
educación más esmerada de lo que en principio pensaba. Y ahora, querido Víctor, supongo que te gustarán
Esto se vio pronto recompensado; la pequeña Justine era algunos cotilleos sobre las buenas gentes de Ginebra.
la criatura más agradecida del mundo. No quiero decir La agraciada señorita Mansfield ya ha recibido varias
que lo manifestara abiertamente, jamás la oí expresar su visitas de felicitación por su próximo enlace con un joven
gratitud, pero sus ojos delataban la adoración que sentía inglés, John Melbourne. Su fea hermana, Manon, se casó
por su protectora. Aunque era de carácter juguetón e el otoño pasado con el señor Duvillard, el rico banquero.
incluso en ocasiones distraída, estaba pendiente del menor A tu compañero predilecto de colegio, Louis Manoir, le
gesto de mi tía, que era para ella modelo de perfección. han acaecido varios infortunios desde que Clerval salió
Se esforzaba por imitar sus ademanes y manera de hablar, de Ginebra. Pero ya se ha recuperado, y se dice que está
de forma que incluso ahora a menudo me la recuerda. apunto de casarse con madame Tavarnier, una joven
francesa muy animada. Es viuda y mucho mayor que
Cuando murió mi querida tía, todos estábamos Manoir; pero es muy admirada y agrada a todos.
demasiado llenos de nuestro propio dolor para reparar en
la pobre Justine, que a lo largo de su enfermedad la había Escribiéndote me he animado mucho, querido primo.
atendido con el más solícito afecto. La pobre Justine Pero no puedo terminar sin volver a preguntarte por tu
estaba muy enferma, pero la aguardaban otras muchas salud. Querido Víctor, si no estás muy enfermo, escribe tú
pruebas. mismo y hamos felices a tu padre y a todos los demás. Si
no..., lloro solo de pensar en la otra posibilidad. Adiós mi
Uno tras otro, murieron sus hermanos y hermanas, y su queridísimo primo.
madre se quedó sin más hijos que aquella a la que había
desatendido desde pequeña. La mujer sintió remordimiento Elizabeth Lavenza
y empezó a pensar que la muerte de sus preferidos era el Ginebra, 18 de marzo de 17...
castigo que por su parcialidad le enviaba el cielo. Era
católica, y creo que su confesor coincidía con ella en esa ––Querida, queridísima Elizabeth exclamé al terminar
idea. Tanto es así que, a los pocos meses de partir tú hacia su carta––, escribiré de inmediato para aliviar la ansiedad
Ingolstadt, la arrepentida madre de Justine la hizo volver que deben sentir.
a su casa. ¡Pobrecilla! ¡Cómo lloraba al abandonar
nuestra casa! Estaba muy cambiada desde la muerte de Escribí, pero me fatigué mucho. Sin embargo, había
mi tía; la pena le había dado una dulzura y seductora comenzado mi convalecencia y mejoraba con rapidez. Al
docilidad que contrastaban con la tremenda vivacidad cabo de dos semanas pude abandonar mi habitación.
de antaño. Tampoco era la casa de su madre el lugar Una de mis primeras obligaciones tras mi recuperación
más adecuado para que recuperara su alegría. La pobre era presentar a Clerval a los distintos profesores de la
mujer era muy titubeante en su arrepentimiento. A veces universidad. Al hacerlo, pasé muy malos ratos, poco
le suplicaba a Justine que perdonara su maldad, pero con convenientes a las heridas que había sufrido mi mente.
mayor frecuencia la culpaba de la muerte de sus hermanos Desde aquella noche fatídica, final de mi labor y principio
y hermana. La obsesión constante acabó enfermando a de mis desgracias, sentía un violento rechazo por el mero
la señora Moritz, lo cual agravó su irascibilidad. Ahora nombre de filosofía natural. Incluso cuando me hube
ya descansa en paz. Murió a principios de este invierno, restablecido por completo, la sola visión de un instrumento
al llegar los primeros fríos. Justine está de nuevo con químico reavivaba mis síntomas nerviosos. Henry lo había
nosotros, , y te aseguro que la amo tiernamente. Es muy notado, y retiró todos los aparatos. Cambió el aspecto de
inteligente y dulce, y muy bonita. Como te dije antes, mi habitación, pues observó que sentía repugnancia por el
sus gestos y expresión me recuerdan con frecuencia a mi cuarto que había sido mi laboratorio. Pero estos cuidados de
querida tía. Clerval no sirvieron de nada cuando visité a mis profesores.

24
Frankestein

El señor Waldman me hirió aceradamente al alabar, con recuerdos y odiaba mi anterior dedicación me confortaba el
ardor y amabilidad, los asombrosos adelantos que había compartir con mi amigo sus estudios, encontrando no solo
hecho en las ciencias. Pronto observó que me disgustaba el formación sino consuelo en los trabajos de los orientalistas.
tema, pero, desconociendo la verdadera razón, lo atribuyó Su melancolía es relajante, y su alegría anima hasta puntos
a mi modestia y pasó de mis progresos a centrarse en la nunca antes experimentados al estudiar autores de otros
ciencia misma, con la intención de interesarme. ¿Qué podía países. En sus escritos la vida parece hecha de cálido sol
yo hacer? Con su afán de ayudarme, solo me atormentaba. y jardines de rosas, de sonrisas y censuras de una dulce
Era como si hubiera colocado ante mí, uno a uno y con enemiga y del fuego que consume el corazón. ¡Qué distinto
mucho cuidado, aquellos instrumentos que posteriormente de la poesía heroica y viril de Grecia y Roma!
se utilizarían para proporcionarme una muerte lenta y
cruel. Me torturaban sus palabras, mas no osaba manifestar Así se me pasó el verano, y fijé mi regreso a Ginebra
el dolor que sentía. Clerval, cuyos ojos y sensibilidad para finales de otoño. Varios incidentes me detuvieron.
estaban siempre prontos para intuir las sensaciones de los Llegó el invierno, y con él la nieve, que hizo inaccesibles
demás, desvió el tema, alegando como excusa su absoluta las carreteras y retrasé mi viaje hasta la primavera. Sentí
ignorancia, y la conversación tomó un rumbo más general. mucho esta demora, pues ardía en deseos de volver a mi
De corazón le agradecí esto a mi amigo, pero no tomé ciudad natal y a mis seres queridos. Mi retraso obedecía a
parte en la charla. Vi claramente que estaba sorprendido, cierto reparo por mi parte por dejar a Clerval en un lugar
pero nunca trató de extraerme el secreto. Aunque lo quería desconocido para él, antes de que se hubiera relacionado con
con una mezcla de afecto y respeto ilimitados, no me alguien. No obstante, pasamos el invierno agradablemente,
atrevía a confesarle aquello que tan a menudo me volvía y cuando llegó la primavera, si bien tardía, compensó su
a la memoria, pues temía que, al revelárselo a otro, se me tardanza con su esplendor.
grabaría todavía más. Entrado mayo, y cuando a diario esperaba la carta que
El señor Krempe no fue tan delicado. En el estado de fijaría el día de mi partida, Henry propuso una excursión a
hipersensibilidad en el que estaba, sus alabanzas claras pie por los alrededores de Ingolstadt, con el fin de que me
y rudas me hicieron más que la benévola aprobación del despidiera del lugar en el cual había pasado tanto tiempo.
señor Waldman. Acepté con gusto su sugerencia. Me gustaba el ejercicio, y
Clerval había sido siempre mi compañero preferido en este
¡Maldito chico! exclamó––. Le aseguro, señor Clerval, tipo de paseos, que acostumbrábamos a dar en mi ciudad
que nos ha superado a todos. Piense lo que quiera, pero natal.
así es. Este chiquillo, que hace poco creía en Cornelius
Agrippa como en los evangelios, se ha puesto a la cabeza La excursión duró quince días. Hacía tiempo que había
de la universidad. Y si no lo echamos pronto, nos dejará recobrado el ánimo y la salud, y ambas se vieron reforzadas
en ridículo a todos... ¡Vaya, vaya!––continuó al observar el por el aire sano, los incidentes normales del camino y la
sufrimiento que reflejaba mi rostro––, el señor Frankenstein animación de mi amigo. Los estudios me habían alejado
es modesto, excelente virtud en un joven. Todos los jóvenes de mis compañeros y me había ido convirtiendo en un
debieran desconfiar de sí mismos, ¿no cree, señor Clerval? ser insociable, pero Clerval supo hacer renacer en mí mis
A mí, de muchacho, me ocurría, pero eso pronto se pasa. mejores sentimientos. De nuevo me inculcó el amor por
la naturaleza y por los alegres rostros de los niños. ¡Qué
El señor Krempe se lanzó entonces a un elogio de su gran amigo! Cuán sinceramente me amaba y se esforzaba
persona, lo que felizmente desvió la conversación del tema por elevar mi espíritu hasta el nivel del suyo. Un objetivo
que tanto me desagradaba. egoísta me había disminuido y empequeñecido hasta que
su bondad y cariño reavivaron mis sentidos. Volví a ser
Clerval no era un científico vocacional. Tenía una
la misma criatura feliz que, unos años atrás, amando a
imaginación demasiado viva para aguantar la minuciosidad
que requieren las ciencias. Le interesaban las lenguas, todos y querido por todos, no conocía ni el dolor ni la
y pensaba adquirir en la universidad la base elemental preocupación. Cuando me sentía contento, la naturaleza
que le permitiera continuar sus estudios por su cuenta tenía la virtud de proporcionarme las más exquisitas
una vez volviera a Ginebra. Tras dominar el griego y sensaciones. Un cielo apacible y verdes prados me llenaban
el latín perfectamente, el persa, árabe y hebreo atrajeron de emoción. Aquella primavera fue verdaderamente
su atención. A mí, personalmente, siempre me había hermosa; las flores de primavera brotaban en los campos
disgustado la inactividad; y ahora que quería escapar de mis anunciando las del verano que empezaban ya a despuntar.

25
Mary Shelley

No me importunaban los pensamientos que, a pesar de No intentaré consolarte. Solo te contaré las
mis intentos, me habían oprimido el año anterior con un circunstancias de la tragedia.
peso invencible.
El jueves pasado. (7 de mayo yo, mi sobrina y tus dos
Henry disfrutaba con mi alegría y compartía mis hermanos fuimos a Plainpalais a dar un paseo. La tarde
sentimientos. Se esforzaba por distraerme mientras me era cálida y apacible, y nos tardamos algo más que de
comunicaba sus impresiones. En esta ocasión, sus recursos costumbre. Ya anochecía cuando pensamos en volver.
fueron verdaderamente asombrosos; su conversación Entonces nos dimos cuenta de que William y Ernest, que
era animadísima y a menudo inventaba cuentos de una iban delante, habían desaparecido. Nos sentamos en un
fantasía y pasión maravillosas, imitando los de los banco a aguardar su regreso. De pronto llegó Ernest, y
escritores árabes y persas. Otras veces repetía mis poemas nos preguntó si habíamos visto a su hermano. Dijo que
favoritos, o me inducía a temas polémicos argumentando habían estado jugando juntos y que William se había
con ingenio. adelantado para esconderse, y que lo había buscado en
vano. Llevaba ya mucho tiempo esperándolo pero aún no
Regresamos a la universidad un domingo por la noche.
había regresado.
Los campesinos bailaban y las gentes con las que nos
cruzábamos parecían contentas y felices. Yo mismo me Esto nos alarmó considerablemente, y estuvimos
sentía muy animado y caminaba con paso jovial, lleno de buscándolo hasta que cayó la noche y entonces Elizabeth
desenfado y júbilo. sugirió que quizá hubiera vuelto a casa. Allí no estaba.
Volvimos al lugar con antorchas; pues yo no podía
descansar pensando en que mi querido hijo se había
Capítulo 6 perdido y se encontraría expuesto a la humedad y el
frío de la noche. Elizabeth también sufría enormemente.
Alrededor de las cinco de la madrugada hallé a mi
De vuelta, encontré la siguiente carta de mi padre: pequeño, que la noche anterior rebosaba actividad y
salud, tendido en la hierba, pálido e inerte, con las huellas
en el cuello de los dedos del asesino.
A V. Frankestein.
Lo llevamos a casa, y la agonía de mi rostro pronto
Mi querido Víctor:
delató el secreto a Elizabeth. Se empeñó en ver el cadáver.
Con impaciencia debes haber aguardado la carta Intenté disuadirla pero insistió. Entró en la habitación
que fiara tu regreso a casa; tentado estuve en un donde reposaba, examinó precipitadamente el cuello de
principio de mandarte solo unas líneas con el día en la víctima, y retorciéndose las manos exclamó:
que debíamos esperarte. Pero hubiera sido un acto de
¡Dios mío! He matado a mi querido chiquillo.
cruel caridad, y no me atreví a hacerlo. Cuál no hubiera
sido tu sorpresa, hijo mío, cuando, esperando una feliz y Perdió el conocimiento y nos costó mucho reanimarla.
dichosa bienvenida, te encontraras por el contrario con Cuando volvió en sí, solo lloraba y suspiraba. Me dijo que
el llanto y el sufrimiento. ¿Cómo podré, hijo, explicarte esa misma tarde William la había convencido para que le
nuestra desgracia? La ausencia no puede haberte hecho dejara ponerse una valiosa miniatura que ella tenía de tu
indiferente a nuestras penas y alegrías, y ¿cómo puedo madre. Esta joya ha desaparecido, y, sin duda, fue lo que
yo infligir daño a un hijo ausente? Quisiera prepararte tentó al asesino al crimen. No hay rastro de él hasta el
para la dolorosa noticia, pero sé que es imposible. Sé que momento, aunque las investigaciones continúan sin cesar.
tus ojos se saltan las líneas buscando las palabras que te De todas formas, esto no le devolverá la vida a nuestro
revelarán las horribles nuevas. amado William.
¡William ha muerto! Aquella dulce criatura cuyas Vuelve, querido Víctor; solo tú podrás consolar a
sonrisas caldeaban y llenaban de gozo mi corazón, Elizabeth. Llora sin cesar, y se acusa injustamente de su
aquella criatura tan cariñosa y a la par tan alegre, Víctor, muerte. Me destroza el corazón con sus palabras. Estamos
ha sido asesinada.

26
Frankestein

todos desolados, pero ¿no será esa una razón más para supervivientes somos los que más sufrimos, y para
que tú, hijo mío, vengas y seas nuestro consuelo? ¡Tu nosotros el tiempo es el único consuelo. No debemos
pobre madre, Víctor! Ahora le doy gracias a Dios de que esgrimir aquellas máximas de los estoicos de que la muerte
no haya vivido para ser testigo de la cruel y atroz muerte no es un mal y que el hombre debe estar por encima de la
de su benjamín. desesperación ante la ausencia eterna del objeto amado.
Incluso Catón lloró ante el cadáver de su hermano.
Vuelve, Víctor; no con pensamientos de venganza
contra el asesino, sino con sentimientos de paz y cariño Así hablaba Clerval mientras cruzábamos las calles.
que curen nuestras heridas en vez de ahondar en ellas. Las palabras se me quedaron grabadas, y más tarde las
Únete a nuestro luto, hijo, pero con dulzura y cariño para recordé en mi soledad. En cuanto llegaron los caballos,
quienes te quieren y no con odio para con tus enemigos. subí a la calesa, y me despedí de mi amigo.

Tu afligido padre que te quiere, El viaje fue triste. Al principio iba con prisa, pues
estaba impaciente por consolar a los míos; pero á medida
Alphonse Frankestein
que nos acercábamos a mi ciudad natal aminoré la marcha.
Ginebra, 12 de mayo de 17... Apenas si podía soportar el cúmulo de pensamientos que
se me agolpaban en la mente. Revivía escenas familiares
de mi juventud, escenas que no había visto hacía casi
seis años. ¿Qué cambios habría habido en ese tiempo?
Clerval, que me había estado observando mientras leía Se había producido de repente uno brusco y desolador;
la carta, se sorprendió al ver la desesperación en que se pero miles de pequeños acontecimientos podían haber
trocaba la alegría que había expresado al saber que habían dado lugar, poco a poco, a otras alteraciones, no por más
llegado noticias de mis amigos. Tiré la carta sobre la mesa tranquilas menos decisivas. Me invadió el miedo. Temía
y me cubrí el rostro con las manos. avanzar, aguardando miles de inesperados e indefinibles
males que me hacían temblar.
––Querido Frankenstein ––dijo al verme llorar con
amargura––, ¿habrás de ser siempre desdichado? ¿Qué ha Me quedé dos días en Lausana, sumido en este doloroso
ocurrido, amigo mío? estado de ánimo. Contemplé el lago: sus aguas estaban en
calma, todo a mí alrededor respiraba paz y los nevados
Le indiqué que leyera la carta, mientras yo paseaba montes, “palacios de la naturaleza” no habían cambiado.
arriba y abajo de la habitación lleno de angustia. Las Poco a poco, el maravilloso y sereno espectáculo me
lágrimas le corrieron por las mejillas a medida que leía y restableció, y proseguí mi viaje hacia Ginebra.
comprendía mi desgracia.
La carretera bordeaba el lago y se angostaba al
––No puedo ofrecerte consuelo alguno, amigo mío –– acercarse a mi ciudad natal. Distinguí con la mayor
dijo––, tu pérdida es irreparable. ¿Qué piensas hacer? claridad las oscuras laderas de los montes jurásicos y la
––Ir de inmediato a Ginebra. Acompáñame, Henry, a brillante cima del Mont Blanc. Lloré como un chiquillo:
pedir los caballos. «¡Queridas montañas! ¡Mi hermoso lago! ¿Cómo recibís
al caminante? Vuestras cimas centellean, el lago y el cielo
Mientras caminábamos, Clerval se desvivía por son azules... ¿Es esto una promesa de paz o es una burla a
animarme, no con los tópicos usuales, sino manifestando mi desgracia?».
su más profunda amistad.
Temo, amigo mío, hacerme pesado si me sigo
––Pobre William. Aquella adorable criatura duerme remansando en estos preliminares, pero fueron días de
ahora junto a su madre. Sus amigos lo lloramos y estamos relativa felicidad y los recuerdo con placer. ¡Mi tierra!,
de luto, pero él descansa en paz. Ya no siente la presión ¡Mi querida tierra! ¿Quién, salvo el que haya nacido aquí,
de la mano asesina; el césped cubre su dulce cuerpo y puede comprender el placer que me causó volver a ver tus
ya no puede sufrir. Ya no se le puede compadecer. Los riachuelos, tus montañas, y sobre todo tu hermoso lago?

27
Mary Shelley

Sin embargo, a medida que me iba acercando a casa, Me quedé inmóvil, mirándola fijamente: no había duda.
volvió a cernirse sobre mí el miedo y la ansiedad. Cayó Un relámpago la iluminó y me descubrió sus rasgos con
la noche; y cuando dejé de poder ver las montañas, aún claridad. La gigantesca estatura y su aspecto deformado,
me sentí más apesadumbrado. El paisaje se me presentaba más horrendo que nada de lo que existe en la humanidad,
como una inmensa y sombría escena maléfica, y presentí me demostraron de inmediato que era el engendro, el
confusamente que estaba destinado a ser el más desdichado repulsivo demonio al que había dotado de vida. ¿Qué
de los humanos. ¡Ay de mí!, Vaticiné certeramente. Me hacía allí? ¿Sería acaso me estremecía solo de pensarlo––
equivoqué en una sola cosa: todas las desgracias que el asesino de mi hermano? No bien me hube formulado
imaginaba y temía no llegaban ni a la centésima parte de la pregunta cuando llegó la respuesta con claridad; los
la angustia que el destino me tenía reservada. dientes me castañetearon, y me tuve que apoyar en un árbol
para no caerme. La figura pasó velozmente por delante de
Era completamente de noche cuando llegué a las mí y se perdió en la oscuridad. Nada con la forma de un
afueras de Ginebra; las puertas de la ciudad ya estaban humano hubiera podido dañar a un niño. Él era el asesino,
cerradas, y tuve que pasar la noche en Secheron, un no había duda. La sola ocurrencia de la idea era prueba
pueblecito a media legua al este de la ciudad. El cielo irrefutable. Pensé en perseguir a aquel demonio, pero
estaba sereno, y puesto que no podía dormir, decidí visitar hubiera sido en vano, pues el siguiente relámpago me lo
el lugar donde habían asesinado a mi pobre William. Como descubrió trepando por las rocas de la abrupta ladera del
no podía atravesar la ciudad, me vi obligado a cruzar monte Saléve, el monte que limita a Plainpalais por el sur.
hasta Plainpalais en barca, por el lago. Durante el corto Rápidamente escaló la cima y desapareció.
recorrido, vi los relámpagos que, sobre la cima del Mont
Blanc, dibujaban las más hermosas figuras. La tormenta Permanecí inmóvil. La tormenta cesó; pero la lluvia
parecía avecinarse con rapidez y, al desembarcar, subí a continuaba, y todo estaba envuelto en tinieblas. Repasé
una colina para desde allí observar mejor su avance. Se los sucesos que hasta el momento había tratado de olvidar:
acercaba; el cielo se cubrió de nubes, y pronto sentí la todos los pasos que di hasta la creación; el fruto de mis
lluvia caer lentamente, y las gruesas y dispersas gotas se propias manos, vivo, junto a mi cama; su huida. Habían
fueron convirtiendo en un diluvio. transcurrido ya casi dos años desde la noche en que le
había dado vida. ¿Era este su primer crimen? ¡Dios mío!
Abandoné el lugar y seguí andando, aunque la Había lanzado al mundo un engendro depravado, que se
oscuridad y la tormenta aumentaban por minutos y los deleitaba causando males y desgracias. ¿No era la muerte
truenos retumbaban ensordecedores sobre mi cabeza. de mi hermano prueba de ello?
La cordillera de Saléve, los montes de jura y los Alpes
de Saboya repetían su eco. Deslumbrantes relámpagos Nadie puede concebir la angustia que sufrí durante
iluminaban el lago, dándole el aspecto de una inmensa el resto de la noche, que pasé, frío y mojado, a la
explanada de fuego. Luego, tras unos instantes, todo intemperie. Mas no notaba la inclemencia del tiempo.
quedaba sumido en las tinieblas, mientras la retina se Tenía la imaginación asaltada por escenas de horror y
reponía del resplandor. Como sucede con frecuencia en desesperación. Consideraba a este ser con el que había
Suiza, la tormenta había estallado en varios puntos a la afligido a la humanidad, este ser dotado de voluntad y
vez. Lo más violento se cernía sobre el norte de la ciudad, poder para cometer horrendos crímenes, como el que
sobre esa parte del lago entre el promontorio de Belrive acababa de realizar, como mi propio vampiro mi propia
y el pueblecito de Copét. Otro núcleo iluminaba más alma escapada de la tumba, destinada a destruir todo lo
débilmente los montes jurásicos, y un tercero ensombrecía que me era querido. Amaneció, y me encaminé hacia la
y revelaba intermitentemente la Móle, un escarpado monte ciudad. Las puertas ya estaban abiertas y me dirigí a la
al este del lago. casa de mi padre. Mi primer pensamiento fue comunicar
lo que sabía acerca del asesino, y hacer que de inmediato
Admiraba la tormenta, tan hermosa y a un tiempo se emprendiera su búsqueda, pero me detuve cuando
terrible, mientras caminaba con paso ligero. Esta noble reflexioné sobre lo que tendría que explicar: me había
lucha de los cielos elevaba mi espíritu. Junté las manos encontrado a media noche, en la ladera de una montaña
y exclamé: «William, mi querido hermano. Este es tu inaccesible, con un ser al cual yo mismo había creado y
funeral, ésta tu endecha.» Apenas había pronunciado dotado de vida. Recordé también la fiebre nerviosa que
estas palabras cuando divisé en la oscuridad una figura había contraído en el momento de su creación y que
que emergía subrepticiamente de un bosquecillo cercano. daría un cierto aire de delirio a una historia de por sí

28
Frankestein

increíble. Bien sabía que si alguien me hubiera contado una miniatura de William que me hizo saltar las lágrimas.
algo parecido lo habría tomado por el producto de su En aquel momento entró Ernest; me había oído llegar
demencia. Además, las extrañas características de la bestia y venía a darme la bienvenida. Expresó una mezcla de
harían imposible su captura, suponiendo que lograra tristeza y alegría al verme.
convencer a mis familiares de que la iniciaran. Y ¿de qué
serviría perseguirla? ¿Quién podría atrapar a un ser capaz Bienvenido, querido Víctor. Ojalá hubieras regresado
tres meses atrás; nos hubieras encontrado felices y
de escalar las laderas verticales del monte Saléve? Estas
contentos. Pero ahora estamos desolados; y me temo que
reflexiones acabaron por convencerme y opté por guardar
sean las lágrimas y no las sonrisas las que te reciban.
silencio.
Nuestro padre está muy apenado; este terrible suceso
Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando parece hacer revivir en él el dolor que sintió a la muerte
entré en casa de mi padre. Les dije a los criados que no de nuestra madre. La pobre Elizabeth está también muy
despertaran a mi familia, y me fui a la biblioteca a aguardar afligida.
la hora en que solían levantarse.
Mientras hablaba las lágrimas le resbalaban por las
mejillas. No me recibas así le dije–,
intenta serenarte para que no me sienta
completamente desgraciado al entrar
en la casa de mi padre tras tan larga
ausencia. Dime, ¿cómo lleva mi padre
esta desgracia?, ¿y cómo está mi pobre
Elizabeth?
––Es la que más ayuda necesita.
Se acusa de haber causado la muerte
de mi hermano, y esto la atormenta
horriblemente. Aunque ahora que han
descubierto al asesino...
––¿Que lo han descubierto? ¡Dios mío!
¿Cómo es posible?, ¿Quién ha podido
intentar perseguirlo? Es imposible; sería
como intentar atrapar el viento, o detener
un torrente con una caña.
No entiendo lo que quieres decir
pero a todos nos dolió el descubrirlo.
Al principio nadie se lo podía creer, e
incluso ahora, a pesar de las pruebas,
Elizabeth se niega a admitirlo. Es
verdaderamente increíble que Justine
Salvo por una marca indeleble, habían pasado seis años Moritz, tan dulce y tan encariñada como parecía con todos
casi como un sueño. Me encontraba en el mismo lugar en nosotros, haya podido, de pronto, hacer algo tan horrible.
el que por última vez había abrazado a mi padre al partir
hacia Ingolstadt. ¡Padre querido y venerado! Felizmente, ––¡Justine Moritz! Pobrecilla, ¿la acusan a ella? Están
aún vivía. Miré el cuadro de mi madre, colgado encima de equivocados, es evidente. No se lo creerá nadie, ¿no,
la chimenea. Era un tema histórico pintado por encargo de Ernest?
mi padre, y representaba a Caroline Beaufort en actitud ––Al principio no; pero hay varios detalles que nos han
de desesperación, postrada ante el féretro de su padre. Su forzado a aceptar los hechos. Su propio comportamiento
vestido era rústico, y la palidez cubría sus mejillas, pero es tan desconcertante, que añade a las pruebas un peso
emanaba un aire de dignidad y hermosura que anulaba que temo no deja lugar a duda. Hoy la juzgan, y podrás
todo sentimiento de piedad. Debajo de este cuadro había convencerte tú mismo.

29
Mary Shelley

Me contó que la mañana en que encontraron el convertido en una mujer de excepcional hermosura. La
cadáver del pobre William, Justine se puso enferma y frente, amplia y despejada, indicaba gran inteligencia y
se vio obligada a guardar cama. Días más tarde, una de franqueza. Sus ojos de color miel denotaban ternura,
las criadas revisó por casualidad las prendas que Justine mezclada ahora con la pena de su reciente dolor. El pelo
llevaba el día del crimen y encontró en un bolsillo la era de un brillante castaño rojizo, la tez clara y la figura
miniatura de mi madre, que se suponía fue el móvil del menuda y grácil. Me saludó con el mayor afecto.
asesinato. Se lo enseñó al instante a otra sirvienta, la cual,
sin decirnos ni una palabra, se fue a un magistrado. A Querido primo ––dijo––, tu llegada me llena de
consecuencia de la declaración de la criada, Justine fue esperanza. Tú quizá encuentres algún medio para probar
detenida. Al acusársela del crimen, la pobrecilla confirmó la inocencia de la pobre Justine. Si a ella la condenan,
las sospechas, en gran medida con su total confusión y ¿quién podrá estar seguro de aquí en adelante? Confío en
aturdimiento. su inocencia como en la mía propia. Nuestra desgracia
es doblemente penosa: no solo hemos perdido a nuestro
Parecía una historia de extrañas coincidencias, pero no adorado chiquillo, sino que ahora un destino aún peor
logró convencerme. nos arrebata a Justine. Jamás volveré a saber lo que es la
alegría si la condenan. Pero estoy segura de que no será
––Estáis todos equivocados ––le contesté seriamente––. así y entonces, pese a la muerte de mi pequeño William,
Yo sé quien es el asesino. Justine, la pobre Justine, es volveré a ser feliz.
inocente.
––Es inocente, Elizabeth ––le contesté––, y se probará,
En aquel instante entró mi padre. Advertí cómo no temas. Deja que el convencimiento de que será absuelta
la tristeza había hecho mella en su semblante; pese a calme tu espíritu.
todo, trató de recibirme con alegría, y, tras intercambiar
nuestro apenado saludo, hubiera iniciado otro tema de ––¡Qué bueno eres! Todos la creen culpable y eso me
conversación que no fuera el de nuestra desgracia, de no entristecía mucho, porque sabía que era imposible. El ver
ser porque Ernest exclamó: a todos tan predispuestos en contra suya me desesperaba
––dijo llorando.
––¡Dios mío, padre! Víctor dice saber quién asesinó a
William. ––Querida sobrina ––dijo mi padre––––, seca tus
lágrimas. Si como crees es inocente, confía en la justicia
––Por desgracia, nosotros también ––respondió mi de nuestros jueces, y en el interés con que yo impediré la
padre––. Hubiera preferido ignorarlo para siempre, antes más ligera sombra de parcialidad.
que descubrir tanta maldad e ingratitud en alguien a quien
apreciaba tanto.
Querido padre, estáis equivocados; Justine es
––

inocente.
Capítulo 7
––Si es así, no permita Dios que se la acuse. Hoy la
juzgarán, y espero de todo corazón que la absuelvan.
Estas palabras me tranquilizaron. Estaba del todo Vivimos horas penosas hasta las once de la mañana,
convencido de que Justine, es más, cualquier otro ser hora en la que había de comenzar el juicio. Acompañé a
humano, era inocente de este crimen. Por tanto, no temía mi padre y restantes miembros de la familia, que estaban
que se pudiera presentar ninguna prueba contundente que citados como testigos. Durante toda aquella odiosa farsa de
bastara para condenarla. Con esta confianza, me calmé, justicia, sufrí un calvario. Debía decidirse si mi curiosidad
y esperé el juicio con interés, pero sin sospechar ningún e ilícitos experimentos desembocarían en la muerte de dos
resultado negativo. seres humanos: el uno, una encantadora criatura llena de
inocencia y alegría; la otra, más terriblemente asesinada
Elizabeth pronto se reunió con nosotros. El tiempo aún, puesto que tendría todos los agravantes de la infamia
había producido en ella grandes cambios desde que la para hacerla inolvidable. Justine era una buena chica, y
vi por última vez. Seis años atrás era una joven bonita poseía cualidades que prometían una vida feliz. Ahora
y agradable, a la cual todos querían. Ahora se había todo estaba a punto de acabar en una ignominiosa tumba

30
Frankestein

por mi culpa. Mil veces hubiera preferido confesarme ––Dios sabe bien que soy inocente; pero no pretendo
yo culpable del crimen que se le atribuía a Justine, pero que mis afirmaciones me absuelvan. Baso mi inocencia en
me encontraba ausente cuando se cometió, y hubieran una interpretación llana y sencilla de los hechos que se me
tomado semejante declaración por las alucinaciones de imputan. Espero que la buena reputación de que siempre
un demente, por lo que tampoco hubiera servido para he gozado incline a los jueces a interpretar a mi favor lo
exculpar a la que sufría por mi culpa. que puede a primera vista parecer dudoso o sospechoso.
El aspecto de Justine al entrar era sereno. Iba de luto; A continuación declaró que con permiso de Elizabeth
y la intensidad de sus sentimientos daban a su rostro, había pasado la tarde de la noche del crimen en casa de una
siempre atractivo, una exquisita belleza. Parecía confiar tía en Chéne, pueblecito que dista una legua de Ginebra.
en su inocencia. No temblaba, a pesar de que miles de A su regreso, hacia las nueve de la noche, se encontró con
personas la miraban y vituperaban, pues toda la bondad un hombre que le preguntó si había visto a la criatura que
que su belleza hubiera de otro modo despertado quedaba
buscaban. Esto la alarmó, y estuvo varias horas intentando
ahora ahogada, en el espíritu de los espectadores, por la
encontrarlo. Las puertas de Ginebra cerradas, se vio
idea del crimen que se suponía que había cometido. Estaba
tranquila; sin embargo esta tranquilidad era evidentemente obligada a pasar parte de la noche en el cobertizo de una
forzada; y puesto que su anterior aturdimiento se había casa, no sintiéndose inclinada a despertar a los dueños,
esgrimido como prueba de su culpabilidad, intentaba que la conocían bien. Incapaz de dormir, abandonó pronto
ahora dar la impresión de valor. Al entrar recorrió con su refugio, y reemprendió la búsqueda de mi hermano. Si
la vista la sala, y pronto descubrió el lugar donde nos se había acercado al lugar donde yacía el cuerpo, fue sin
encontrábamos sentados. Los ojos parecieron nublársele al saberlo. Su aturdimiento al ser interrogada por la mujer del
vernos, pero pronto se dominó, y una mirada de pesaroso mercado no era de extrañar, puesto que no había dormido
afecto pareció atestiguar su completa inocencia. en toda la noche, y la suerte de William aún estaba por
Empezó el juicio; cuando los fiscales hubieron expuesto saber. Respecto a la miniatura, no podía aclarar nada.
su informe, se llamó a varios testigos. Había varios hechos Sé bien cuánto pesa esto en mi contra ––continuó la
aislado que se combinaban en su contra, y que hubieran entristecida víctima—, pero no puedo dar explicación
desorientado cualquiera que no tuviera, como yo, la
alguna. Tras expresar mi total ignorancia en este punto no
seguridad de su inocencia Había pasado fuera de casa toda
me queda más que hacer conjeturas acerca de cómo pudo
la noche del crimen, y, amanecer, una mujer del mercado la
había visto cerca del lugar donde más tarde se encontraría llegar a mi bolsillo. Pero aquí también me encuentro con
el cadáver del niño asesinado. La mujer le preguntó qué otra barrera, pues no tengo enemigos y no puede haber
hacía allí, pero Justine, de forma muy extraña, le había nadie tan malvado como para querer destruirme de forma
contestado confusa e ininteligiblemente. Regresó a casa tan deliberada. ¿Fue acaso el propio asesino el que la puso
hacia las ocho de la mañana; y cuando alguien quiso sabe allí? Pero no veo cómo hubiera podido hacerlo, y además,
dónde había pasado la noche, respondió que había estado ¿qué finalidad tendría robar la joya para desprenderse de
buscando al niño y preguntó ansiosamente si se sabía ella tan pronto?
algo acerca de él. Cuando le mostraron el cuerpo, tuvo un
violento ataque de nervios, que la obligó a guardar cama «Confío mi suerte a la justicia de mis jueces, si bien
durante varios días. Se mostró entonces la miniatura que veo poco lugar para la esperanza. Ruego se haga declarar a
la criada había encontrado en el bolsillo, y un murmullo algún testigo respecto de mi reputación, y si su testimonio
de horror e indignación recorrió la sala cuando Elizabeth, no prevalece sobre la acusación, que me condenen, aunque
con voz temblorosa, la identificó como la misma que fundo mi esperanza en el hecho de ser inocente.
había colgado del cuello de William una hora antes de que
Se llamó a varios testigos que la conocían desde hacía
se lo echara en falta.
muchos años, y todos hablaron bien de ella; pero el temor
Llamaron a Justine para que se defendiera. A medida y la repulsión por el crimen del cual la creían culpable les
que el juicio había ido avanzando, su aspecto había amilanó, e impidió que la apoyaran con ardor. Elizabeth
cambiado y expresaba ahora sorpresa, horror y tristeza. percibió que este postrer recurso, la bondad y conducta
A veces luchaba contra el llanto que la embargaba, pero, irreprochables de la acusada, también iba a fallar. Muy
cuando la requirieron que se declarara inocente o culpable, alterada solicitó la venia del tribunal para dirigirse a él.
se sobrepuso y habló con voz audible aunque entrecortada.

31
Mary Shelley

––Soy ––dijo––la prima del pobre chiquillo asesinado, No intentaré explicar lo que sentí. Había experimentado
mejor dicho: soy su hermana, pues fui educada por sus ya antes sensaciones de horror, las cuales me he esforzado
padres y vivo con ellos desde mucho antes de que William por describir, pero no existen palabras que definan
naciera. Quizá por ello pueda no resultar decoroso que la nauseabunda desesperación de aquel momento.
declare en esta ocasión. Pero ante la posibilidad de que la El funcionario entonces añadió que Justine ya había
cobardía de sus supuestos amigos hunda a un ser humano, confesado su culpabilidad.
me veo obligada a hablar en su favor. Conozco bien a
la acusada. Hemos vivido bajo el mismo techo primero ––Lo cual apenas era necesario ––añadió ––en un
durante cinco años y después durante dos. En todo ese caso tan evidente. Pero me alegro; a ninguno de nuestros
tiempo, siempre se mostró la más bondadosa y amable jueces le gusta condenar a un criminal por pruebas
de las criaturas. Cuidó con el mayor afecto y devoción circunstanciales, por decisivas que parezcan.
a mi tía, la señora Frankenstein, durante su última Cuando regresé a casa, Elizabeth me preguntó
enfermedad. Luego tuvo que atender a su propia madre, ansiosamente por el resultado.
también enferma durante largo tiempo, y lo hizo con una
abnegación que admiró a todos los que la conocíamos. Querida prima contesté––, han decidido lo que ya
Fallecida su madre, regresó de nuevo a casa de mi tío, esperábamos. Todos los jueces prefieren condenar a diez
donde todos la queremos. Sentía un especial cariño por inocentes antes de que se escape un culpable. Pero ella ha
la criatura ahora muerta y la trataba como una madre. Por confesado.
mi parte, no tengo la más mínima duda de que, a pesar de
Para Elizabeth, que había creído firmemente en la
todas las pruebas en su contra, es absolutamente inocente.
inocencia de Justine, esto fue un duro golpe.
No tenía motivos para hacerlo; y en cuanto a la minucia
que constituye la prueba principal, de haberla pedido, con ¡Ay! ––dijo––, ¿cómo podré volver a creer en la bondad
gusto se la hubiera regalado, tanto es el cariño que hacia humana? ¿Cómo habrá podido Justine, a quien yo quería
Justine siento. como a una hermana, sonreírnos con aquella inocencia
y después traicionarnos así? Sus dulces ojos parecían
¡Qué magnífica Elizabeth! Un murmullo de
asegurar que era incapaz de aspereza o mal humor, y sin
aprobación recorrió la sala, más dirigido a su generosa
embargo ha cometido un asesinato. Al poco tiempo, nos
intervención que en favor de la pobre Justine, contra la
comunicaron que la pobre víctima había manifestado el
cual se volcó la indignación del público con renovada
deseo de ver a mi prima. Mi padre no quería que fuese,
violencia, acusándola de la mayor ingratitud. Las lágrimas
pero dejó la decisión al criterio de Elizabeth.
le corrían por las mejillas mientras escuchaba en silencio
a Elizabeth. Durante todo el juicio, yo , estuve preso de ––Sí iré ––dijo Elizabeth. Aunque sea culpable.
la mayor angustia y nerviosismo. Creía en su inocencia; Acompáñame tú, Víctor. No quiero ir sola.
sabía que no era culpable. ¿Acaso el diabólico ser que
había matado no lo dudaba ni por un minuto a mi hermano, La sola idea de esta visita me atormentaba, pero no
había vendido, en su demoníaco juego, la inocencia a la podía negarme.
muerte y a la ignominia?
Entramos en la celda desoladora, al fondo de la cual
El horror de la situación me resultaba insoportable, y estaba Justine, sentada sobre un montón de paja. Tenía las
cuando la reacción del público y el rostro de los jueces manos encadenadas y apoyaba la cabeza en las rodillas.
me indicaron que mi pobre víctima había sido condenada, Al vernos entrarse levantó, y cuando estuvimos a solas,
me precipité fuera de la sala lleno de pesar. El sufrimiento se echó llorando a los pies de Elizabeth, que también
de la acusada no igualaba al mío. A ella la sostenía su comenzó a sollozar.
inocencia, pero a mí me laceraban los latigazos del
Justine ––dijo––, ¿por qué me has arrebatado mi último
remordimiento, que no cedía su presa.
consuelo? Confiaba en tu inocencia y, aunque me sentía
Pasé una noche de indescriptible desesperación. Por la muy desgraciada, no estaba tan triste como ahora.
mañana fui al tribunal. Tenía la boca y la garganta secas y
––¿Usted también me cree tan perversa? ¿Se une a
no me atreví a hacer la pregunta fatal. Pero me conocían y
mis enemigos para condenarme? Justine se ahogaba por
el ujier adivinó la razón de mi visita. Se habían echado las
el llanto.
bolas y eran todas negras; Justine había sido condenada.

32
Frankestein

Levántate, pobre amiga mía ––dijo Elizabeth. ¿Por inocente, creen haber llevado a cabo una gran obra. A esto
qué te arrodillas, si eres inocente? No soy uno de tus lo llaman retribución. ¡Odioso nombre! Cuando oigo esa
enemigos. Te creía inocente hasta que supe que tú misma palabra, sé que se avecinan castigos más horribles que los
habías confesado tu culpabilidad. Ahora me dices que eso que tirano alguno jamás haya podido inventar para saciar su
es falso. Ten la seguridad, Justine querida, de qué nada, venganza. Pero esto no es consuelo para ti, Justine, a no ser
salvo tu propia confesión, puede quebrar mi confianza en que te alegres de abandonar semejante guarida. ¡Quisiera
ti. estar con mi tía y mi adorado William, lejos de este mundo
odioso, y de los rostros de unos seres que aborrezco!
Es cierto que confesé, pero confesé una mentira, para
poder obtener la absolución. Y ahora esa mentira pesa Justine sonrió con tristeza.
más sobre mi conciencia que cualquier otra falta. ¡Dios
me perdone! Desde el momento en que me condenaron, ––Esto, querida señora, no es resignación sino
el confesor ha insistido y amenazado hasta que casi me desesperación. No debo aprender la lección que quiere
ha convencido de que soy el monstruo que dicen que soy. usted inculcarme. Hábleme de otras cosas, de algo que me
Me amenazó con la excomunión y las llamas del infierno traiga paz, y no mayor tristeza.
si persistía en declararme inocente. Mi querida señora, no Durante esta conversación me había retirado a una
tenía a nadie que me ayudara. Todos me consideran un esquina de la celda, donde pudiera esconder la angustia
ser despreciable abocado a la ignominia y perdición. ¿Qué que me embargaba. ¡Desesperación! ¿Quién osaba hablar
otra cosa podía hacer? En mala hora consentí en mentir; de eso? La pobre víctima que debía al día siguiente
ahora me siento más desgraciada que nunca. traspasar la tenebrosa frontera entre la vida y la muerte
El llanto la obligó a callar unos instantes. no sentía tan amarga y penetrante agonía como yo. Apreté
los dientes, haciéndolos rechinar, y un suspiro salido del
––Pensaba con horror ––continuó––en la posibilidad alma se escapó de entre mis labios. Justine se alarmó. Al
de que ahora usted creería que Justine, a quien su tía tenía reconocerme, se acercó a mí, diciendo:
en tanta consideración y a quien usted estimaba tanto, era
capaz de cometer un crimen que ni siquiera el demonio ––Querido señor, qué bondadoso ha sido al venir a
ha osado perpetrar. ¡Mi querido William!, ¡Mi querido verme. Espeto que usted tampoco me crea culpable.
pequeño! Pronto me reuniré contigo en el cielo, donde No pude contestar.
seremos felices. Ese es mi consuelo, en mi camino hacia
la muerte y la difamación. ––No, Justine ––dijo Elizabeth, cree aún más que yo
en tu inocencia. Ni siquiera al saber que habías confesado
¡Justine! Perdóname si he dudado de ti un instante. dudó de ti. ––Se lo agradezco de corazón. En estos últimos
¿Por qué confesaste? Pero no te atormentes, querida momentos siento la mayor gratitud hacia aquellos que me
mía; proclamaré tu inocencia por doquier y les obligaré juzgan con benevolencia. ¡Qué dulce resulta el afecto de
a creerte. Sin embargo, has de morir; tú, mi compañera los demás a una infeliz como yo! Me alivia la mitad de
de juegos, mi amiga, más que una hermana para mí. No mis desgracias. Ahora que usted, mi querida señora, y su
sobreviviré a tan tremenda desgracia. primo, creen en mi inocencia, puedo morir en paz.
––Dulce Elizabeth. Seque sus lágrimas. Debería Así intentaba la pobre niña consolarnos a nosotros y
animarme con pensamientos sobre una vida mejor, y mitigar su dolor. Consiguió la resignación que buscaba.
hacerme pasar por encima de las pequeñeces de este Pero yo, el verdadero asesino, sentía viva en mi seno
mundo injusto y agresivo. No sea usted, mi querida amiga, como una carcoma que imposibilitaba toda esperanza o
la que me induzca a la desesperación. sosiego. Elizabeth también lloraba entristecida; pero la
––Trataré de consolarte, pero me temo que este mal sea suya era también la aflicción del inocente, como la nube
demasiado punzante para que quepa el consuelo, pues no que puede oscurecer la luna un breve rato pero no logra
hay esperanza. Que el cielo te bendiga, querida Justine, con apagar su fulgor. La angustia y la desesperación se habían
una resignación y confianza sobrehumanas. ¡Cómo odio apoderado de mi corazón, y me abrasaba en un fuego que:
las farsas e ironías de este mundo! En cuanto una criatura nada podía apagar.
es asesinada, a otra se le priva de la vida de forma lenta y Permanecimos con Justine varias horas, y Elizabeth no
tortuosa. Y los verdugos, con manos aún teñidas de sangre logró, separarse de ella sino con gran dificultad.

33
Mary Shelley

Quiero morir contigo ––gritaba––, no puedo vivir en Este estado de ánimo amenazaba mi salud, repuesta ya
este mundo lleno de miseria. por completo del primer golpe que había sufrido. Rehuía
Justine procuró adoptar un aire de alegría, pese a que ver a nadie, y toda manifestación de júbilo o complacencia
apenas podía contener las lágrimas. Abrazó a Elizabeth y, era para mí un suplicio. Mi único consuelo era la soledad;
con voz ahogada por la emoción, dijo: una soledad profunda, oscura, semejante a la de la muerte.

Adiós, mi querida señora, mi dulce Elizabeth, mi Mi padre observaba con dolor el cambio que se iba
amada y única amiga. Que el cielo la bendiga y que sea produciendo en mis costumbres y carácter, e intentaba
ésta su última desgracia. Viva, sea feliz y haga felices a convencerme de la inutilidad de dejarse arrastrar por una
los demás. desproporcionada tristeza.
Mientras regresábamos, Elizabeth me dijo: ¿Crees tú, Víctor, que yo no sufro? ––me dijo, con
No sabes, querido Víctor, lo tranquila que me encuentro lágrimas en los ojos––. Nadie puede querer a un niño como
ahora que confío en la inocencia de esta infeliz muchacha. yo amaba a hermano. Pero acaso no es un deber para con los
No hubiera vuelto a conocer la paz de haberme equivocado superviviente el intentar no aumentar su pena con nuestro
con Justine. Los pocos momentos que la creí culpable, dolor exagerado. También es un deber para contigo mismo,
sentí una angustia que no hubiera podido soportar durante pues la tristeza desmesurada impide el restablecimiento y la
demasiado tiempo. Ahora me siento aliviada. Se la alegría; incluso impide llevar a cabo los quehaceres diarios,
castiga equivocadamente; pero me consuela pensar que la sin los que ningún hombre es digno de ocupar un sitio en
persona a quien yo creía llena de bondad no ha traicionado la sociedad.
la confianza que en ella puse.
Este consejo, aunque válido, era del todo inaplicable a
¡Prima querida!, estos eran tus pensamientos tan mi caso. Yo hubiera sido el primero en ocultar mi dolor y
tiernos y dulces como tus propios ojos y la voz que los consolar los míos, si el remordimiento no hubiera teñido
expresaba. Pero yo, yo era un miserable, y nadie puede
de amargura mis otros sentimientos. Ahora solo podía
concebir la agonía que padecí entonces.
responder a mi padre con una mirada de desesperación, y
esforzarme por evitarle mi presencia.
VOLUMEN II Por esta época nos trasladamos a nuestra casa de Belrive.
Capítulo 1 El cambio me resultó especialmente agradable. El habitual
cierre de las puertas a las diez de la noche y la imposibilidad
Nada hay más doloroso para el alma humana, después de de permanecer en el lago después de esa hora me hacían
que los sentimientos se han visto acelerados por una rápida incómoda la estancia en la misma Ginebra. Ahora estaba
sucesión de acontecimientos, que la calma mortal de la libre. A menudo, cuando el resto: de mi familia se había
inactividad y la certeza que nos privan tanto del miedo como acostado, cogía la barca y pasaba largas horas en el lago.
de la esperanza. Justine murió; descansó; pero yo seguía A veces izaba la vela, y dejaba que el viento me llevara;
viviendo. La sangre circulaba libremente por mis venas, otras, remaba hasta el centro del lago y allí dejaba la barca
pero un peso insoportable de remordimiento y desesperación a la deriva mientras yo me sumía en tristes pensamientos.
me oprimía el corazón. No podía dormir; deambulaba Con frecuencia, cuando todo a mi alrededor estaba en paz,
como alma atormentada, pues había cometido inenarrables y yo era la única cosa inquieta que vagaba intranquilo por
actos horrendos y malvados, y tenía el convencimiento ese paisaje tan precioso y sobrenatural, exceptuando algún
de que no serían los últimos. Sin embargo, mi corazón murciélago, o las ranas cuyo croar rudo e intermitente oía
rebosaba amor y bondad. Había comenzado la vida lleno cuando me acercaba a la orilla, con frecuencia, digo, sentía
de buenas intenciones y aguardaba con impaciencia el la tentación de tirarme al lago silencioso, y que las aguas se
momento de ponerlas en práctica, y convertirme en algo cerraran para siempre sobre mi cabeza y mis sufrimientos.
útil para mis semejantes. Ahora todo quedaba aniquilado. Pero me frenaba el recuerdo de la heroica y abnegada
En vez de esa tranquilidad de conciencia, que me hubiera Elizabeth, a quien amaba tiernamente, y cuya vida estaba
permitido rememorar el pasado con satisfacción y concebir íntimamente unida a la mía. Pensaba también en mi padre y
nuevas esperanzas, me azotaban el remordimiento y los mi otro hermano: ¿iba yo con mi deserción a exponerlos a
sentimientos de culpabilidad que me empujaban hacia un la maldad del diablo que había soltado entre ellos?
infierno de indescriptibles torturas.

34
Frankestein

En aquellos momentos lloraba amargamente y deseaba Lo sé, sé que era inocente. Tú también piensas lo mismo, y
recobrar la paz de espíritu que me permitiría consolarlos esto confirma mi certeza. ¡Ay, Víctor! Cuando la mentira se
y alegrarlos. Mas ello no había de ser. El remordimiento parece tanto a la verdad, ¿quién puede creer en la felicidad?
anulaba cualquier esperanza. Era el autor de males Me parece estar andando por el borde de un precipicio, hacia
irremediables, y vivía bajo el constante terror de que el el cual se dirigen miles de seres que intentan arrojarme al
monstruo que había creado cometiera otra nueva maldad. vacío. Asesinan a William y a Justine y su asesino escapa,
Tenía el oscuro presentimiento de que aún no había andando libre por el mundo. Quizá incluso se lo respete.
concluido todo y de que pronto cometería de nuevo algún Pero no me cambiaría por semejante engendro, aunque mi
crimen espantoso, que borraría con su magnitud el recuerdo sino fuera morir en el patíbulo por los mismos crímenes.
de su anterior delito. Mientras viviera algún ser querido,
siempre habría un lugar para el miedo. La repulsión que Escuché sus palabras con terrible agonía. Yo era el
sentía hacia este demoníaco ser no se puede concebir. causante si bien no el autor. Elizabeth leyó la angustia en
Cuando pensaba en él apretaba los dientes, se me encendían mi rostro y cogiéndome la mano con dulzura dijo:
los ojos y no deseaba más que extinguir aquella vida que Mi querido primo, tranquilízate. Dios sabe lo mucho que
tan imprudentemente había creado. Cuando recordaba estos sucesos me han afectado, mas, sin embargo, no sufro
su crimen y su maldad, el odio y deseo de venganza que tanto como tú. Tienes una expresión de desesperación, y a
surgían en mí sobrepasaban los límites de la moderación. veces de venganza, que me hace temblar. Serénate, Víctor.
Hubiera ido en peregrinación al pico más alto de los Andes Daría mi vida por tu paz. Sin duda nosotros podremos ser
de saber que desde allí podría despeñarlo. Quería verlo de felices. Tranquilos en nuestra tierra, y lejos del mundo,
nuevo para maldecirlo y vengar las muertes de William y ¿quién puede turbarnos?
Justine.
Las lágrimas le resbalaban a medida que hablaba,
Era la nuestra la morada del luto. La salud de mi padre desmintiendo el consuelo que me ofrecía, pero a la vez
se vio seriamente afectada por el horror de los recientes sonreía, intentando ahuyentar la tristeza de mi corazón.
acontecimientos. Elizabeth estaba triste y alicaída, y ya no Mi padre, que tomaba la infelicidad reflejada en mi rostro
se divertía con sus quehaceres cotidianos. Cualquier gozo como una exageración de lo que normalmente hubieran sido
le parecía un sacrilegio para con los muertos, y creía que el mis sentimientos, pensó que algún tipo de distracción me
llanto y el luto eterno eran el justo tributo que debía pagar devolvería la serenidad acostumbrada. Esta había sido ya la
a la inocencia tan cruelmente destruida y aniquilada. Ya no razón para venirnos al campo, y la que le indujo a proponer
era la feliz criatura que había paseado conmigo por la orilla que hiciéramos una excursión al valle de Chamonix. Yo
del lago comentando con júbilo nuestros futuros proyectos. ya había estado allí antes, pero no así Elizabeth ni Ernest.
Se había vuelto seria, y a menudo hablaba de la inconstancia Ambos habían expresado con frecuencia el deseo de ver
de la suerte y de la inestabilidad de la vida. el paisaje de este lugar, que les habían descrito como
Cuando pienso, querido primo ––decía—, en la triste maravilloso y sublime. Así pues, emprendimos la excursión
muerte de Justine Moritz, no puedo contemplar el mundo desde Ginebra a mediados de agosto, casi dos meses
y sus obras como lo hacía antaño. Antes consideraba los después de la muerte de Justine.
relatos de maldad e injusticia, de los cuales oía hablar o El tiempo era insólitamente bueno, y si mi tristeza
sobre los que leía en los libros, como historias de tiempos hubiera sido de índole que una circunstancia pasajera
pasados o como fantasías; al menos, estaban muy alejados y hubiera podido disipar, esta excursión sin duda hubiera
pertenecían más a la razón que a la imaginación; pero ahora proporcionado el resultado que mi padre se proponía.
el dolor se cierne sobre nuestra casa, y los hombres me Así y con todo, me sentía algo interesado por el paisaje,
parecen monstruos sedientos de sangre. Sin duda soy injusta. que a ratos me apaciguaba, si bien nunca anulaba mi
Todos creyeron culpable a esa pobre criatura, y de haber pesar. El primer día viajamos en un carruaje. Por la 9.ª
cometido el crimen que se la imputó, ciertamente hubiera
mañana habíamos visto en la distancia las montañas hacia
sido la más depravada de los seres humanos. ¡Asesinar por
las cuales nos dirigíamos. Nos dimos cuenta de que el
unas cuantas joyas al hijo de su amigo y protector, un niño
valle que atravesábamos, formado por el río Arve cuyo
al que había cuidado desde la cuna y al que parecía querer
curso seguíamos, se iba angostando a nuestro alrededor,
como a un hijo! Me opongo a la muerte de cualquier ser
y al atardecer nos encontramos ya rodeados de inmensas
humano, pero hubiera estimado que semejante criatura no
montañas y precipicios, y pudimos oír el furioso rumor
era digna de vivir entre sus semejantes. Pero era inocente.
del río entre las rocas y el estruendo de las cataratas.

35
Mary Shelley

Al día siguiente, continuamos nuestro viaje en mula; a podía recibir. Me elevó por encima de las pequeñeces del
medida que ascendíamos, el valle adquiría un aspecto más sentimiento y aunque no me libraba de la tristeza sí me
magnífico y asombroso. Fortalezas en ruinas colgadas de la amainaba y calmaba. Hasta cierto punto, también me
las laderas pobladas de abetos, el impetuoso Arve y casitas desviaba la atención de aquellos sombríos pensamientos
que aquí y allí asomaban entre los árboles constituían un a los que me había entregado durante los últimos meses.
paisaje de singular belleza. Pero eran los Alpes los que Por la tarde regresé, cansado, pero triste, y conversé con
hacían sublime el panorama cuyas formas y cumbres blancas mi familia con mayor animación de lo que había sólido
y centelleantes dominaban todo, como si pertenecieran a hacer últimamente. Mi padre estaba contento y Elizabeth
otro mundo, y fueran la morada de otra raza. Cruzamos encantada.
el puente de Pelissier, donde el barranco formado por el
río se abrió ante nosotros, y empezamos a ascender por la Querido primo me dijo––, ¿ves cuánta felicidad
montaña que lo limita. Poco después entramos en el valle contagias cuando estás alegre? ¡No recaigas de nuevo!
de Chamonix, más imponente y sublime, pero menos La mañana siguiente amaneció con una lluvia torrencial,
hermoso y pintoresco que el de Servox, que acabábamos y una espesa niebla ocultaba las cimas de las montañas.
de atravesar. Los altos montes de cumbres nevadas eran Me levanté temprano, pero me sentía melancólico. La
sus fronteras más cercanas. Desaparecieron los castillos lluvia me deprimía; volvió mi acostumbrado estado de
en ruinas y los fértiles campos. ––Inmensos glaciares ánimo, y me sentí apesadumbrado.
bordeaban el camino; oímos el ruido atronador de un alud
desprendiéndose y observamos la neblina que dejó a su Sabía lo que este cambio brusco apenaría a mi padre
paso. El Mont Blanc se destacaba dominante y magnífico y preferí evitarlo, hasta haberme recobrado lo suficiente
entre los picos cercanos, y su imponente cima dominaba como para poder disimular estos sentimientos que me
el valle. Durante el viaje, a veces me unía a Elizabeth, y dominaban. Supuse que pasarían el día en el albergue, y
me esforzaba por señalarle los puntos más hermosos del dado que yo estaba acostumbrado a la lluvia, la humedad y
paisaje. A menudo obligaba a mi mula a rezagarse para el frío, decidí ir solo a la cima del Montanvert. Recordaba
así poder entregarme a la tristeza de mis pensamientos. la impresión que el inmenso glaciar en constante
Otras veces espoleaba al animal para que adelantara a mis movimiento me había causado la primera vez que lo vi.
compañeros, y así olvidarme de ellos, del mundo y casi de
mí mismo. Cuando los dejaba muy atrás, me tumbaba en Entonces me había llenado de un éxtasis que prestaba
la hierba, vencido por el horror Y la desesperación. Llegué alas al espíritu, permitiéndole despegarse del mundo
a Chamonix a las ocho de la noche. Mi padre y Elizabeth de tinieblas y remontarse hasta la luz y la felicidad.
se hallaban muy cansados; Ernest, que también había La contemplación de todo lo que de majestuoso y
venido, estaba entonado y alegre, y su estado de ánimo sobrecogedor hay en la naturaleza siempre ha tenido la
solo se veía turbado por el viento sureño que prometía virtud de ennoblecer mis sentimientos y me ha hecho
traer consigo lluvia al día siguiente. olvidar las efímeras preocupaciones de la vida. Decidí ir
solo, pues conocía bien el camino, y la presencia de otro
Nos retiramos pronto, mas no para dormir; al menos yo hubiera destruido la grandiosa soledad del paraje.
no pude. Permanecía largas horas asomado a la ventana,
contemplando los pálidos relámpagos que jugueteaban El ascenso es pronunciado, pero el sendero
por encima del Mont Blanc, y escuchando el rumor del zigzagueante permite escalar la enorme perpendicularidad
Arve, que corría bajo mi ventana. de la montaña. Es un paraje de terrible desolación.
Múltiples lugares muestran el rastro de aludes invernales;
hay árboles tronchados esparcidos por el suelo; unos
están totalmente destrozados, otros se apoyan en rocas
Capítulo 2 protuberantes o en otros árboles. A medida que se asciende
más, el sendero cruza varios heleros, por los cuales caen
sin cesar piedras desprendidas. Uno de entre ellos es
El día siguiente, contra los pronósticos de nuestros especialmente peligroso, pues el más mínimo ruido ––una
guías, amaneció hermoso aunque nublado. Visitamos el palabra dicha en voz alta produce una conmoción de aire
nacimiento del Arveiron y paseamos a caballo por el valle suficiente para provocar una avalancha. Los pinos no son
hasta el atardecer. Este paisaje, tan sublime y magnífico, enhiestos ni frondosos, sino sombríos, y añaden un aire de
me proporcionó el mayor consuelo que en esos momentos severidad al panorama.

36
Frankestein

Miré el valle a mis pies. Sobre los ríos que lo atraviesan mí a velocidad sobrehumana saltando sobre las grietas
se levantaba una espesa niebla, que serpenteaba en espesas del hielo, por las que yo había caminado con cautela. A
columnas alrededor de las montañas de la vertiente medida que se acercaba, su estatura parecía sobrepasar la
opuesta, cuyas cimas se escondían entre las nubes. Los de un hombre. Temblé, se me nubló la vista y me sentí
negros nubarrones dejaban caer una lluvia torrencial desfallecer; pero el frío aire de las montañas pronto me
que contribuía a la impresión de tristeza que desprendía reanimó. Comprobé, cuando la figura estuvo cerca odiada
todo lo que me rodeaba. ¿Por qué presume el hombre de y aborrecida visión—, que era el engendro que había
una sensibilidad mayor a la de las bestias cuando esto creado. Temblé de ira y horror, y resolví aguardarlo y
solo consigue convertirlos en seres más necesitados? Si trabar con él un combate mortal. Se acercó. Su rostro
nuestros instintos se limitaran al hambre, la sed y el deseo, reflejaba una mezcla de amargura, desdén y maldad, y su
seríamos casi libres. Pero nos conmueve cada viento que diabólica fealdad hacían imposible el mirarlo, pero apenas
sopla, cada palabra al azar, cada imagen que esa misma me fijé en esto. La ira y el odio me habían enmudecido,
palabra nos evoca. y me recuperé tan solo para lanzarle las más furiosas
expresiones de desprecio y repulsión.
Descansamos; una pesadilla puede envenenar nuestro
sueño. Demonio ––grité––, ¿osas acercarte? ¿No temes que
Despertamos; un pensamiento errante nos empaña el día. desate sobre ti mi terrible venganza? Aléjate, ¡insecto
Sentimos, concebimos o razonamos, reímos o lloramos. despreciable! Mas no, ¡detente! ¡Quisiera pisotearte
hasta convertirte en polvo, si con ello, con la abolición
Abrazamos una tristeza querida o desechamos nuestra pena;
de tu miserable existencia, pudiera devolverles la vida a
Todo es igual; pues ya sea alegría o dolor, aquellos que tan diabólicamente has asesinado!
El sendero por el que se alejará está abierto.
El ayer del hombre no será jamás igual a su mañana. Esperaba este recibimiento ––dijo el demoníaco ser—.
Todos los hombres odian a los desgraciados. ¡Cuánto, pues,
¡Nada es duradero salvo la mutabilidad!
se me debe odiar a mí que soy el más infeliz de los seres
Era casi mediodía cuando llegué a la cima. Permanecí vivientes! Sin embargo, vos, creador mío me detestáis y
un rato sentado en la roca que dominaba aquel mar de me despreciáis, a mí, vuestra criatura, a quien estáis unido
hielo. La neblina lo envolvía, al igual que a los montes por lazos que solo la aniquilación de uno de nosotros
circundantes. De pronto, una brisa disipó las nubes romperán. Os proponéis matarme. ¿Cómo os atrevéis a
y descendí al glaciar. La superficie es muy irregular, jugar así con la vida? Cumplid vuestras obligaciones para
levantándose y hundiéndose como las olas de un mar conmigo, y yo cumpliré las mías para con vos y el resto de
tormentoso, y está surcada por profundas grietas. Este la humanidad. Si aceptáis mis condiciones, os dejaré a vos
campo de hielo tiene casi una legua de anchura, y tardé y a ellos; pero si rehusáis, llenaré hasta saciarlo el buche
cerca de dos horas en atravesarlo. La montaña del otro de la muerte con la sangre de tus amigos.
extremo es una roca desnuda y escarpada. Desde donde ––¡Aborrecible monstruo!, ¡demonio infame!, los
me encontraba, Montanvert se alzaba justo enfrente, a una tormentos del infierno son un castigo demasiado suave
legua, y por encima de él se levantaba el Mont Blanc, en su para tus crímenes. ¡Diablo inmundo!, me reprochas
tremenda majestuosidad. Permanecí en un entrante de la haberte creado; acércate, y déjame apagar la llama que
roca admirando la impresionante escena. El mar, o mejor con tanta imprudencia encendí.
dicho: el inmenso río de hielo, serpenteaba por entre sus
circundantes montañas, cuyas altivas cimas dominaban el Mi cólera no tenía límites; salté sobre él, impulsado
grandioso abismo. Traspasando las nubes, las heladas y por todo lo que puede inducir a un ser a matar a otro. Me
relucientes cumbres brillaban al sol. Mi corazón, repleto esquivó fácilmente y dijo:
hasta entonces de tristeza, se hinchó de gozo y exclamé:
¡Serenaos! Os ruego me escuchéis antes de dar rienda
—Espíritus errantes si en verdad existís y no descansáis suelta a vuestro odio. ¿Acaso no he sufrido bastante que
en vuestros estrechos lechos, concededme esta pequeña buscáis aumentar mi miseria? Amo la vida, aunque solo
felicidad, o llevadme con vosotros como compañero sea una sucesión de angustias, y la defenderé. Recordad:
vuestro, lejos de los goces de la vida. me habéis hecho más fuerte que vos; mi estatura es
superior y mis miembros más vigorosos. Pero no me
No bien hube pronunciado estas palabras, cuando vi dejaré arrastrar a la lucha contra vos. Soy vuestra obra, y
en la distancia la figura de un hombre que avanzaba hacia

37
Mary Shelley

seré dócil y sumiso para con mi rey y señor, pues lo sois tú, armarse contra mí. ¿Acaso no es lógico que odie a
por ley natural. Pero debéis asumir vuestros deberes, los quienes me aborrecen? No daré treguas a mis enemigos.
cuales me adeudáis. Oh Frankenstein, no seáis ecuánime Soy desgraciado, y ellos compartirán mis sufrimientos.
con todos los demás y os ensañéis solo conmigo, que Pero está en tu mano recompensarme, y librarles del mal,
soy el que más merece vuestra justicia e incluso vuestra que solo aguarda que tú lo desencadenes. Una venganza
clemencia y afecto. Recordad que soy vuestra criatura. que devorará en los remolinos de su cólera no solo a ti
Debía ser vuestro Adán, pero soy más bien el ángel caído a y a tu familia, sino a millares de seres más. Deja que se
quien negáis toda dicha. Doquiera que mire, veo felicidad conmueva tu compasión y no me desprecies. Escucha mi
de la cual solo yo estoy irrevocablemente excluido. Yo relato: y cuando lo hayas oído, maldíceme o apiádate de
era bueno y cariñoso; el sufrimiento me ha envilecido. mí, según lo que creas que merezco. Pero escúchame.
Concededme la felicidad, y volveré a ser virtuoso. Las leyes humanas permiten que los culpables, por
malvados que sean, hablen en defensa propia antes de
¡Aparta! No te escucharé. No puede haber
ser condenados. Escúchame, Frankenstein. Me acusas de
entendimiento entre tú y yo; somos enemigos. Apártate, o
asesinato; y sin embargo destruirías, con la conciencia
midamos nuestras fuerzas en una lucha en la que sucumba
tranquila, a tu propia criatura. ¡Loada sea la eterna justicia
uno de los dos.
del hombre! Pero no pido que me perdones; escúchame y
¿Cómo podré conmoveros?; ¿no conseguirán mis luego, si puedes, y si quieres, destruye la obra que creaste
súplicas que os apiadéis de vuestra criatura, que suplica con tus propias manos.
vuestra compasión y bondad? Creedme, Frankenstein: yo
¿Por qué me traes a la memoria hechos que me hacen
era bueno; mi espíritu estaba lleno de amor y humanidad,
estremecer, y de los cuales soy autor y causa? ¡Maldito sea
pero estoy solo, horriblemente solo. Vos, mi creador,
el día, abominable diablo, en el cual viste la luz! ¡Malditas
me odiáis. ¿Qué puedo esperar de aquellos que no me
sean ––aunque me maldigo a mí mismo––las manos que
deben nada? Me odian y me rechazan. Las desiertas
te dieron forma! Me has hecho más desgraciado de lo que
cimas y desolados glaciares son mi refugio. He vagado
me es posible expresar. ¡No me has dejado la posibilidad
por ellos muchos días. Las heladas cavernas, a las cuales
de ser justo contigo! ! ¡Aparta!, ¡libra mis ojos de tu
únicamente yo no temo, son mi morada, la única que el
detestable visión!
hombre no me niega. Bendigo estos desolados parajes,
pues son para conmigo más amables que los de tu especie. ––Así lo haré, creador mío ––dijo, tapándome los
Si la humanidad conociera mi existencia haría lo que ojos con sus odiosas manos, que aparté con violencia––.
Así os libraré de la visión que
aborrecéis. Pero aún podéis
seguir escuchándome, y
otorgarme vuestra compasión.
Os lo exijo, en nombre de las
virtudes que una vez poseí.
Escuchad mi historia, es larga y
extraña. Pero subid a la choza de
la montaña, pues la temperatura
de este lugar no es apropiada
a vuestra constitución. El sol
está ‹ aún muy alto; antes de
que descienda y se oculte tras
aquellas cimas nevadas para
alumbrar otro mundo, habrás
oído mi relato y podrás decidir.
De ti depende el que abandone
para siempre la compañía de los
hombres y lleve una existencia
inofensiva o me convierta en
el azote de tus semejantes y el
autor de tu pronta ruina.

38
Frankestein

Empezó a atravesar el hielo mientras terminaba de riachuelo y me volví a dormir.


hablar. Yo lo seguí. Tenía el corazón oprimido y no le
contesté. Mientras caminaba, sopesé los argumentos que Era de noche cuando me desperté. Sentía frío, y un
había utilizado y decidí escuchar su relato. En parte me miedo instintivo al hallarme tan solo. Antes de abandonar
impulsaba a ello la curiosidad, y la compasión me terminó tu habitación, como tenía frío, me había tapado con
de decidir. Hasta el momento lo había considerado el algunas prendas que eran insuficientes para protegerme de
asesino de mi hermano, y esperaba ansiosamente que la humedad de la noche. Era una pobre criatura, indefensa
me confirmara o desmintiera esta idea. Por primera vez y desgraciada, que ni sabía ni entendía nada. Lleno de
experimenté lo que eran las obligaciones del creador para dolor me senté y comencé a llorar.
con su criatura, y comprendí que antes de lamentarme de su
maldad debía posibilitarle la felicidad. Estos pensamientos Poco después, una tenue luz iluminó el cielo, dándome
me indujeron a acceder a su súplica. Cruzamos el hielo, una sensación de bienestar. Me levanté, y vi emerger una
por tanto, y escalamos la roca del fondo. El aire era frío, brillante esfera de entre los árboles. La observé admirado.
y empezaba a llover de nuevo. Entramos en la choza; Se movía con lentitud, pero su luz alumbraba lo que había
el villano con aire satisfecho, yo apesadumbrado y alrededor, y volví a salir en busca de bayas. Aún tenía frío,
desanimado, pero decidido a escucharlo. Me senté cerca cuando debajo de un árbol encontré una enorme capa, con
del fuego que mi odioso acompañante había encendido, y la que me cubrí, y me senté de nuevo. No tenía ninguna
comenzó su relato. idea clara, todo estaba confuso. Era sensible a la luz, al
hambre, a la sed y a la oscuridad; me llegaban incontables
sonidos y múltiples olores. Lo único que distinguía con
claridad era la brillante luna, en la que fijé mis ojos con
agrado.
Capítulo 3
Se sucedieron varios cambios de días y noches, y la
esfera nocturna había menguado considerablemente
Recuerdo con gran dificultad el primer período de mi cuando empecé a distinguir mis sensaciones una de la
existencia; todos los sucesos se me aparecen confusos otra. Paulatinamente, comencé a percibir con claridad el
e indistintos. Una extraña multitud de sensaciones se cristalino arroyo que me proporcionaba agua, y los árboles
apoderaron de mí y empecé a ver, sentir, oír y oler, todo que me protegían con su follaje. Me sentí muy contento
a la vez. Tardé mucho tiempo en aprender a distinguir cuando por primera vez descubrí que el armonioso
las características de cada sentido. Recuerdo que, poco a sonido que con frecuencia regalaba mis oídos procedía
poco, una luminosidad cada vez más fuerte oprimía mis de las gargantas de los pequeños animalillos alados que a
nervios y tuve que cerrar los ojos. Me sumergí entonces menudo me habían interceptado la luz. Empecé también
en la oscuridad, y eso me turbó. Pero apenas había a observar, con mayor precisión, las formas que me
notado esto cuando descubrí que, al abrir los ojos, la luz rodeaban, y a percibir los límites de la brillante bóveda de
me volvía a iluminar. Comencé a andar, y creo que bajé luz que se extendía sobre mí. A veces intentaba imitar el
unas escaleras, pero de pronto sentí un enorme cambio. agradable trino de los pájaros, pero no podía. Otras quería
Hasta el momento, me habían rodeado cuerpos opacos expresar mis sentimientos a mi modo, pero los rudos y
y oscuros, insensibles a mi tacto o mi vista. Pero ahora extraños ruidos que producía me hacían enmudecer de
descubrí que podía moverme con entera libertad, que no susto.
había obstáculos que no pudiera evitar o vencer. La luz se
La luna había desaparecido, y retornado más pequeña,
me hacía más y más intolerable; el calor me incomodaba
y yo seguía en el bosque. Mis sensaciones eran ya claras,
sobremanera, así que caminé buscando un lugar
y cada día asimilaba nuevas ideas. Mis ojos se habían
sombreado. Llegué hasta el bosque de Ingolstadt, donde
acostumbrado a la luz y a distinguir bien los objetos.
me tumbé a descansar cerca de un riachuelo, hasta que
Diferenciaba un insecto de un tallo de hierba y, poco a
el hambre y la sed me atormentaron y desperté del sopor
poco, las distintas clases de plantas entre sí. Comprobé
en que había caído. Comí algunas bayas que encontré en
que los gorriones tenían un trinar áspero, mientras que el
los árboles o esparcidas por el suelo, calmé mi sed en el
canto del mirlo y de los zorzales era grato y atrayente.

39
Mary Shelley

Un día, en que el frío arreciaba, encontré un fuego momento y buscar otro en el cual pudiera satisfacer mis
que algún vagabundo habría encendido, y experimenté necesidades con mayor facilidad. Lo que más lamentaba
una gran emoción al ver el calor que desprendía. Lleno de esta emigración era la pérdida del fuego, que tan
de júbilo toqué las brasas con la mano, pero la retiré de casualmente había encontrado y que no sabía cómo
inmediato con un grito de dolor. ¡Qué raro, pensé, que la encender. Pasé varias horas pensando en el problema, pero
misma causa produzca efectos tan contrarios! Examiné me vi obligado a abandonar todo intento de reproducirlo.
la composición de la hoguera y descubrí satisfecho que Así que, envuelto en mi capa, empecé a cruzar el bosque en
era leña. Recogí algunas ramas pero estaban húmedas dirección al sol poniente. Anduve durante tres días antes
y no prendieron. Esto me turbó y me senté de nuevo a de llegar al campo abierto. La noche anterior había caído
contemplar el fuego. La leña húmeda que había dejado una gran nevada, y los campos aparecían uniformemente
cerca del calor se secó, y empezó a arder. Esto me hizo blancos. El panorama era desconsolador, y noté que la
pensar. Descubrí la razón al tocar las distintas ramas, y húmeda sustancia fría que cubría el suelo me helaba los
me puse de nuevo a reunir una gran cantidad de ellas para pies.
ponerlas a secar y tener reservas. Al llegar la noche, y con
ella el sueño, mi miedo era que se apagara el fuego. Lo tapé Eran cerca de las siete de la mañana, y quería encontrar
cuidadosamente con hojarasca y ramas secas, poniendo cobija y comida. Por fin divisé en un montículo una
después leña húmeda encima. Luego extendí la capa en pequeña cabaña que sin duda era la morada de algún
el suelo y me eché pastor. Esto era
a dormir. nuevo para mí.
La examiné con
Era ya de día gran curiosidad
cuando desperté, y, al observar que
y mi primer la puerta se abría,
pensamiento entré. Sentado
fue ver cómo junto al fuego, en
iba el fuego. Lo el cual se preparaba
destapé, y un el desayuno, se
ligero airecillo lo hallaba un anciano.
avivó enseguida. Se volvió al oír el
Esto me indujo ruido; y, viéndome,
a construir con salió de la cabaña
ramas una especie gritando, y cruzó
de abanico que me los campos a
permitía encender una velocidad
las brasas cuando apenas imaginable
parecían a punto en persona tan
de extinguirse. debilitada.
Cuando de nuevo cayó la noche, descubrí gozoso que el Me sorprendieron su huida y su aspecto, distinto a todo lo
fuego, aparte de dar calor, también daba luz. Descubrí que hasta entonces había visto. Pero estaba encantado con
que también podía utilizar el fuego para mi alimentación, la cabaña: aquí no podía entrar ni la nieve ni la lluvia; el
gracias a los restos de comida que algún viajero dejó suelo estaba seco, y me pareció un refugio tan delicioso
abandonados. Vi que estos estaban asados y que eran más y exquisito como les debió parecer el Pandemonio o los
sabrosos que las bayas que recogía. Intenté, pues, hacer lo demonios del infierno después de sus sufrimientos en el
mismo con mis alimentos y descubrí que, así, las bayas se lago de fuego. Avidamente devoré los restos del desayuno
estropeaban pero que las nueces y raíces tenían un sabor del pastor: pan, queso, leche y vino, pero este último no
mucho más agradable. me gustó. Luego, vencido por el cansancio, me tumbé en
un montón de paja y me dormí.
Pronto empezaron a escasear los alimentos, y a
menudo pasaba un día entero buscando en vano algunas Era mediodía cuando me desperté; y, atraído por
bellotas con las que calmar mi hambre. Entonces resolví el calor del sol, que hacía brillar la nieve, me decidí a
abandonar el lugar donde había habitado hasta aquel reemprender mi viaje; metí lo que quedaba del desayuno

40
Frankestein

en un zurrón que encontré, y emprendí camino campo a Así provisto, me dispuse a permanecer en esta choza
través durante algunas horas, hasta que al anochecer llegué hasta que ocurriera algo que modificara mi decisión.
a una aldea. ¡Qué hermosa me pareció! Las cabañas, las Comparada con mi anterior morada, el desangelado
casitas más limpias y las haciendas atrajeron por turno mi bosque donde las ramas goteaban lluvia y el suelo estaba
atención. Las verduras en los huertos, y la leche y queso mojado, era en verdad un paraíso. Desayuné con fruición,
colocados en las ventanas, me abrieron el apetito. Entré en y me disponía a levantar un madero para sacar agua cuando
una de las mejores casas; pero apenas si había puesto el escuché pasos y vi, por una rendija, a una muchacha que,
pie en el umbral cuando unos niños empezaron a chillar, balanceando un cubo en la cabeza, pasaba por delante de
y una mujer se desmayó. Todo el pueblo se alborotó; unos mi cobertizo. Era joven y de aspecto dulce, distinta de
huyeron, otros me atacaron hasta que, magullado por las lo que más tarde he comprobado que son los labriegos y
piedras y otros objetos arrojadizos, escapé al campo. Me los criados de las granjas. Iba vestida humildemente, con
refugié temerosamente en un cobertizo de techo bajo, una tosca falda azul y una chaqueta de paño. Sus cabellos
vacío, que contrastaba poderosamente con los palacios rubios estaban trenzados pero no llevaba adornos. Sus
que había visto en el pueblo. Este cobertizo, sin embargo, facciones revelaban resignación, pero su aspecto era
estaba adosado a una casa de aspecto bonito y aseado, triste. La perdí de vista, pero transcurridos unos quince
pero tras mi reciente y desafortunada experiencia no me minutos reapareció con el mismo recipiente, que ahora
atreví a entrar en ella. Mi refugio era de madera, pero de estaba medio lleno de leche. Mientras andaba, claramente
techo tan bajo, que apenas podía permanecer sentado sin incómoda por el peso, un joven de rostro aún más
tener que agachar la cabeza. No había madera en el suelo, deprimido se dirigió a su encuentro. Con aire melancólico
que era de tierra, pero estaba seco; y aunque el viento se intercambiaron algunas palabras, y cogiéndole el cubo
filtraba por numerosas rendijas, encontré que era un asilo se lo llevó hasta la casa. Al poco tiempo vi reaparecer al
agradable para protegerme de la nieve y la lluvia. joven con unas herramientas en la mano y cruzar el campo
que había detrás de la casa. Asimismo, la joven también
Aquí, pues, me metí y me tumbé, contento de haber estaba ocupada, a veces dentro de la casa y otras en el
encontrado un lugar, por pobre que fuera, que me protegía patio.
de las inclemencias del tiempo y, sobre todo, de la barbarie
del hombre. Explorando mi refugio, descubrí que una de las
ventanas de la casa había dado anteriormente al cobertizo,
No bien hubo amanecido, salí de mi cubil para si bien ahora el hueco se encontraba tapado por planchas
observar la casa adyacente y ver si me era posible seguir de madera. Una de estas planchas tenía una diminuta
en mi refugio recién encontrado. Estaba adosado a la rendija por la cual se podía ver una pequeña habitación,
parte posterior de la casa y lo cerraban una pocilga y un encalada y limpia, pero muy desprovista de muebles. En
estanque de agua clara. El otro lado, por el que había un rincón, cerca del fuego, estaba sentado un anciano,
entrado, quedaba abierto. Procedí a tapar con piedras y con la cabeza entre las manos en actitud abatida. La joven
leña todos los orificios por los cuales pudieran verme, estaba ocupada arreglando la estancia. De pronto, sacó
pero de tal forma que me fuera posible apartarlas para algo del cajón que tenía entre las manos y se sentó cerca
salir. La única luz que entraba procedía de la pocilga, pero del anciano, el cual, tomando un instrumento, empezó a
tocar y a arrancar de él sones más dulces que el cantar
era suficiente para mí.
del mirlo o el ruiseñor. Incluso para un desgraciado como
Tras haber arreglado así mi vivienda, y haberla yo, que nunca antes había percibido nada hermoso, era un
alfombrado con paja limpia, me oculté, pues divisé en la bello cuadro. El cabello plateado y el aspecto bondadoso
distancia la figura de un hombre y recordaba demasiado del anciano ganaron mi respeto, y los modales dulces de
bien el tratamiento recibido la noche anterior como para la joven despertaron mi amor. Tocó una tonadilla dulce y
triste, que conmovió a su dulce acompañante, a quien el
encomendarme a él. Afortunadamente tenía comida para
hombre parecía haber olvidado hasta que oyó su llanto.
ese día, pues había robado una hogaza y una taza, que me
Pronunció entonces algunas palabras y la muchacha,
servía mejor que las manos para beber el agua cristalina que dejando su tarea, se arrodilló a sus pies. El la levantó y la
corría cerca de mi refugio. El suelo estaba algo levantado, sonrió con tal afecto y ternura, que una sensación peculiar
de manera que permanecía seco y, por encontrarse cerca y sobrecogedora me recorrió el cuerpo. Era una mezcla de
de la chimenea de la casa, era moderadamente caliente. dolor y gozo que hasta entonces no me habían producido
ni el hambre ni el frío, ni el calor, ni ningún alimento.

41
Mary Shelley

Incapaz de soportar por más tiempo esta emoción, me Capítulo 4


retiré de la ventana.
Al poco rato regresó el chico llevando un haz de leña
al hombro. La joven lo recibió en la puerta y lo ayudó Me tumbé en la paja, pero no conseguí dormir.
con el fardo, del cual escogió algunas ramas que echó Repasaba los sucesos del día. Lo que más me chocaba
al fuego. Luego, se fueron los dos a una esquina de la eran los modales cariñosos de aquellas gentes. Recordaba
habitación, y él mostró un gran pan y un trozo de queso. muy bien el trato de los salvajes aldeanos la noche
Ella pareció alegrarse, y salió al jardín en busca de plantas anterior, y decidí que, cualquiera que fuese la actitud que
y raíces, las metió en agua y después al fuego. Luego adoptara en el futuro, por el momento permanecería en mi
prosiguió su labor, y el joven se fue al jardín, donde se cobertizo, observando e intentando descubrir las razones
puso diligentemente a cavar y a arrancar raíces. Al cabo de que motivaban sus actos.
una hora, la muchacha salió a buscarlo, y juntos entraron Mis vecinos se levantaron al día siguiente antes de que
en la casa. Entretanto, el anciano había estado pensativo; amaneciera. La joven arregló la casa, y preparó la comida;
pero, al ver a sus compañeros, adoptó un aire más alegre, el joven salió después del desayuno.
y se sentaron a comer. El almuerzo acabó pronto. La joven
volvió a ocuparse de las tareas caseras, en tanto que el El día transcurrió de manera igual al anterior. El
anciano, apoyado en el brazo del joven, paseaba al sol por muchacho trabajaba fuera de la casa y la chica en diversas
delante de la casa. No puede haber nada más bello que el tareas domésticas. El anciano, que pronto me di cuenta
contraste de aquellos dos seres. El uno era muy mayor, con de que era ciego, pasaba las horas meditando o tañendo
el cabello plateado, y su rostro reflejaba bondad y cariño, su instrumento. Nada podría superar el cariño y respeto
el otro era esbelto y muy apuesto y tenía las facciones que los jóvenes demostraban para con su venerable
modeladas con la mayor simetría. Sin embargo, su mirada compañero. Le prestaban todos los servicios con gran
y actitud denotaban una gran tristeza y depresión. El dulzura y él los recompensaba con su sonrisa bondadosa.
anciano volvió a la casa y el muchacho se encaminó a
Pero no eran del todo dichosos. El joven y su
los campos, portando herramientas distintas de las de la
compañera con frecuencia se retiraban, y parecían llorar.
mañana.
No comprendía la causa de su tristeza; pero me afectaba
Pronto cayó la noche; pero, ante mi gran asombro, profundamente. Si seres tan hermosos eran desdichados,
vi que los habitantes de aquella casa tenían un modo de no era de extrañar que yo, criatura imperfecta y solitaria,
prolongar la luz, por medio de bastones de cera, y me también lo fuera. Pero ¿por qué eran infelices aquellas
alegró que la puesta de sol no pusiera fin al gozo que gentes tan bondadosas? Tenían una agradable casa (pues
experimentaba observando a mis vecinos. Durante la así me parecía) y todas las comodidades; tenían un
velada, la joven y su compañero se dedicaron a diversas fuego para calentarlos del frío y deliciosa comida con
ocupaciones que no comprendí; y el anciano volvió que saciar su hambre; vestían buenos trajes, y, lo que es
a tomar el instrumento que producía aquellos divinos más, disfrutaban de su mutua compañía y conversación,
sonidos que tanto me habían complacido por la mañana. intercambiando a diario miradas de afecto y bondad. ¿Qué
En cuanto hubo finalizado, el joven comenzó no a tocar, significaba su llanto? ¿Expresaban sus lágrimas dolor?
sino a articular una serie de sonidos monótonos que no se No podía, al principio, responderme a estas preguntas,
asemejaban ni a la armonía del instrumento del anciano pero el tiempo y una sostenida observación me explicaron
ni al canto de los pájaros. Más tarde supe que leía en voz muchas cosas que a primera vista parecían enigmáticas.
alta, pero en aquellos momentos nada sabía de la ciencia
Pasó bastante tiempo antes de que descubriera que
de las letras ni de las palabras.
la pobreza, que padecían en grado sumo, era uno de
Tras permanecer así ocupados durante un breve los motivos de intranquilidad de esta buena familia. Su
tiempo, la familia apagó las luces y se retiró, presumo que sustento solo consistía en verduras del huerto y leche de
a descansar. su vaca, muy escasa durante el invierno, época en la que
sus dueños apenas podían alimentarla. Creo que a menudo
pasaban mucho hambre, en especial los jóvenes, pues en
varias ocasiones los vi privarse de su propia comida para
dársela al anciano. Este gesto de bondad me conmovió

42
Frankestein

mucho. Yo solía, durante la noche, robarles parte de su De esta manera transcurrió el invierno. La bondad y
comida para mi sustento, pero cuando advertí que esto hermosura de estas personas me hicieron encariñarme
los perjudicaba me abstuve, contentándome con bayas, mucho con ellas; cuando se encontraban tristes, yo estaba
nueces y raíces que recogía de un bosque cercano. desanimado; cuando eran felices, yo participaba de su
alegría. Veía a pocos seres humanos, aparte de ellos; y si
Descubrí también otro medio para ayudarlos. Había por casualidad alguno iba a la casa, sus toscos modales
observado que el joven dedicaba gran parte del día a y brusco caminar hacían resaltar la superioridad de mis
recoger leña para el fuego; y, durante la noche, a menudo amigos. Noté que el anciano a menudo se esforzaba por
yo cogía sus herramientas, que pronto aprendí a utilizar, y animar a sus hijos, como a veces les llamaba, para que
les traía a casa leña suficiente para varios días. desecharan su tristeza. Solía entonces hablar en tono
Recuerdo la sorpresa que la joven demostró, la primera alegre, con una expresión de bondad en el rostro que
vez que hice esto, al abrir la puerta por la mañana y incluso a mí me producía placer. Agatha lo escuchaba
encontrar un montón de leña fuera. Dijo algunas palabras con respeto, y con frecuencia se le llenaban los ojos de
en voz alta, y el joven salió y expresó a su vez su asombro. lágrimas, que intentaba disimular; pero observé que, por
Observé, con alegría, que aquel día no fue al bosque, y lo lo general, había más animación en su rostro y tono de voz
pasó reparando la casa y cultivando el jardín. tras haber escuchado a su padre. No así Félix. Siempre era
el más triste del grupo; e incluso yo, con mi inexperiencia,
Poco a poco hice un descubrimiento de aún mayor me daba cuenta de que parecía haber sufrido más que los
importancia. Me di cuenta de que aquellos seres tenían un otros. Pero si sus facciones reflejaban mayor tristeza,
modo de comunicarse sus experiencias y sentimientos por su tono de voz era más alegre que el de su hermana, en
medio de sonidos articulados. Observé que las palabras especial cuando se dirigía a su padre.
que utilizaban producían en los rostros de los oyentes
alegría o dolor, sonrisas o tristeza. Esta sí que era una Podría dar muchos ejemplos, que, aunque nimios,
ciencia sobrehumana y deseaba familiarizarme con ella. reflejan la disposición de aquellas buenas gentes. En
Pero todos mis intentos a este respecto eran infructuosos. medio de la pobreza y la necesidad, Félix, satisfecho, le
Hablaban con rapidez y las palabras que decían, al no tener llevó a su hermana la primera florecilla blanca que asomó
relación aparente con los objetos tangibles, me impedían entre la nieve. Por la mañana temprano, antes de que
resolver el misterio de su significado. Sin embargo, a base ella se levantara, limpiaba la nieve que cubría el sendero
de grandes esfuerzos, y cuando ya había pasado en mi hasta el establo, sacaba agua del pozo, y le llevaba leña al
cobertizo varias lunas, aprendí el nombre de algunos de otro cobertizo, donde, con gran asombro, encontraba las
los objetos más familiares como fuego, leche, pan y leña. reservas que una mano invisible iba reponiendo. Creo que
También aprendí los nombres de mis vecinos. La joven y durante el día trabajaba para un granjero vecino, porque
su hermano tenían ambos varios nombres, pero el anciano a menudo salía y no regresaba hasta la noche, pero no
solo tenía uno, padre. A la muchacha la llamaban hermana traía leña. Otras veces trabajaba en el huerto, pero, como
o Agatha y al joven Félix, hermano o hijo. No puedo en invierno había poco que hacer allí, solía pasar muchos
expresar la alegría que sentí cuándo comprendí las ideas ratos leyéndoles al anciano y a Agatha.
correspondientes a estos sonidos Y pude pronunciarlos. Estas lecturas me habían extrañado mucho en
Distinguía otras palabras, que ni entendía ni podía un principio, pero poco a poco descubrí que al leer
emplear, tales como bueno, querido, triste. pronunciaba con frecuencia los mismos sonidos que
cuando hablaba. Supuse, por tanto, que encontraba en el
papel signos de expresión que comprendía. ¡Cómo deseaba
yo aprenderlos! Pero ¿cómo iba a hacerlo si ni siquiera
entendía los sonidos que representaban? Sin embargo,
progresé en esta materia, aunque a pesar de mis esfuerzos
aún no podía seguir ninguna conversación. Comprendía
claramente que aunque deseaba dirigirme a mis vecinos no
debía hacerlo hasta no dominar su lenguaje, conocimiento
que me permitiría hacerles olvidar lo deforme de mi
aspecto, de lo cual me había hecho consciente a través del
contraste.

43
Mary Shelley

Admiraba las perfectas proporciones de mis vecinos, me presentaría ante ellos y el recibimiento que me
su gracia, hermosura y delicada tez. ¡Cómo me horroricé harían. Suponía que, tras una primera repulsión, mi buen
al verme reflejado en el estanque transparente! En un comportamiento y palabras conciliadoras me ganarían su
principio salté hacia atrás aterrado, incapaz de creer que simpatía, y más tarde su afecto.
era mi propia imagen la que aquel espejo me devolvía.
Cuando logré convencerme de que realmente era el Estos pensamientos me exaltaban y espoleaban con
monstruo que soy, me embargó la más profunda amargura renovado vigor a aprender el arte de la expresión. Tenía
y mortificación. ¡Ay!, desconocía entonces las fatales las cuerdas vocales endurecidas pero flexibles, y aunque
consecuencias de esta deformación. mi tono de voz distaba mucho de tener la musicalidad
del suyo, podía pronunciar con relativa facilidad aquellas
A medida que el sol empezaba a calentar más, y el día palabras que comprendía. Era como el asno y el perrillo
se alargaba, desapareció la nieve, y vi aparecer los árboles faldero, aunque bien merecía el dócil burro, cuyas
desnudos y la oscura tierra. A partir de este momento, intenciones eran buenas a pesar de su rudeza, mejor trato
Félix estuvo más ocupado, y los angustiosos envites del que los golpes e insultos que le daban.
hambre desaparecieron. Como descubrí más tarde, su
alimentación era tosca pero sana y suficiente. Crecieron Las suaves lluvias y el calor de la primavera cambiaron
en el huerto nuevos tipos de plantas, que cocinaban, y mucho el aspecto del terreno. Los hombres, que parecían
estas muestras de bienestar aumentaban día a día así que haber estado escondidos en cuevas, se dispersaron por
avanzaba la primavera. doquier y se dedicaban a los más diversos cultivos. Los
pájaros trinaban con mayor alegría, y las hojas empezaron
Apoyado en su hijo, el anciano solía pasear un poco a despuntar en las ramas. ¡Gozosa, gozosa tierra!, digna
al mediodía cuando no llovía, pues tal era el nombre que morada de los dioses y que aún ayer aparecía insana,
daban al agua que desprendía el firmamento. Estas lluvias húmeda y desolada. Este resurgimiento de la naturaleza
eran frecuentes, pero los fuertes vientos pronto secaban la me elevó el espíritu; el pasado se me borró de la memoria,
tierra, y el tiempo se hizo mucho más agradable de lo que el presente era tranquilo y el futuro me daba esperanza y
había sido. promesas de alegría.
En el cobertizo mi ritmo de vida era uniforme.
Contemplaba los movimientos de mis vecinos durante la
mañana, y dormía cuando sus quehaceres en el exterior les
dispersaban. El resto del día lo pasaba de modo similar.
Cuando se retiraban a descansar, si había luna o la noche
era estrellada, yo salía al bosque en busca de comida para Capítulo 5
mí y leña para mis vecinos. Cuando se hacía necesario,
quitaba la nieve del sendero, y realizaba las tareas que
había visto hacer a Félix. Más tarde supe que estas tareas, Me aproximo ahora a la parte más conmovedora de mi
que llevaba a cabo una mano invisible, les sorprendían narración. Contaré los sucesos que me han convertido, de
grandemente. Incluso en alguna ocasión les oí mencionar lo que era, en lo que soy.
a este respecto las palabras espíritu bueno y maravilloso,
pero no entendía entonces el significado de estos términos. La primavera avanzaba con rapidez. El tiempo mejoró,
y las nubes desaparecieron del cielo. Me sorprendió
Mi cerebro se hacía cada día más activo, y deseaba más ver cómo lo que hacía poco había sido tan solo desierto
que nunca descubrir los impulsos y sentimientos de estas y tristeza nos regalara ahora las más preciosas flores y
hermosas criaturas. Sentía curiosidad por saber el motivo verdor. Gratificaban y refrescaban mis sentidos miles de
de la congoja de Félix y la pena de Agatha. Pensaba, aromas deliciosos y escenas bellas.
¡infeliz de mí!, que estaría en mi mano el devolverles a
estas criaturas la felicidad que tanto merecían. Cuando Fue uno de esos días, en los que mis vecinos reposaban
dormía o me ausentaba, se me aparecía la imagen del padre de su trabajo ––el anciano tocaba su guitarra y los jóvenes
ciego, la dulce Agatha y el buen Félix. Los consideraba lo escuchaban––, cuando observé que Félix parecía
seres superiores, árbitros de mi futuro destino. Trataba más melancólico todavía que de costumbre y suspiraba
de imaginarme, de mil maneras distintas, el día en que con frecuencia. En un momento su padre interrumpió
la música, y deduje, por sus gestos, que le preguntaba a

44
Frankestein

su hijo la razón de su tristeza. Félix respondió con tono Al caer la noche, Agatha y la muchacha árabe se
alegre, y el anciano se disponía a reemprender su música, retiraron pronto a descansar. Cuando se separaron, Félix
cuando alguien llamó a la puerta. besó la mano de la extranjera y dijo:
Era una señora a caballo, acompañada de un ––Buenas noches, dulce Safie.
campesino que le servía de guía. La dama vestía un traje
oscuro, y un tupido velo negro le cubría el rostro. Agatha El permaneció despierto largo rato, conversando con
le hizo una pregunta, a la cual la desconocida respondió su padre. Por las numerosas veces que repetían su nombre
pronunciando con dulzura tan solo el nombre de Félix. Su supuse que hablaban de la hermosa huésped. Me hubiera
voz era melodiosa, pero diferente de la de mis amigos. Al gustado entenderlos, y presté gran atención, pero me
oír su nombre, Félix se acercó apresuradamente a la dama, resultó del todo imposible.
que al verlo se levantó el velo, dejando ver un rostro de A la mañana siguiente Félix marchó a su trabajo;
belleza y expresión angelical. Su brillante pelo negro y, cuando terminaron las tareas cotidianas de Agatha,
estaba curiosamente trenzado; tenía los ojos oscuros y la muchacha árabe se sentó a los pies del anciano, y,
vivos pero amables, las facciones bien proporcionadas, la cogiendo su guitarra, tocó unos aires de tan conmovedora
tez hermosísima y las mejillas suavemente sonrosadas. belleza, que al punto me hicieron derramar lágrimas de
Félix parecía traspuesto de alegría al verla; todo rasgo tristeza y admiración. Cantó, y su voz era modulada y rica
de tristeza desapareció de su rostro, que al instante expresó en cadencias, como la del ruiseñor.
un júbilo del cual apenas lo creía capaz; le brillaban los Cuando hubo terminado, le dio la guitarra a Agatha,
ojos y se le encendieron de placer las mejillas, y en aquel que en un principio se mostró reacia a tomarla. Luego
momento me pareció tan hermoso como la extranjera. Ella tocó una sencilla tonadilla. También cantó, con dulce
a su vez experimentaba diversos sentimientos; secándose voz, pero muy distinta de la maravillosa modulación de la
las lágrimas de sus hermosos ojos, le tendió la mano a extranjera. El anciano estaba embelesado, y dijo algo que
Félix, que la besó embelesado mientras le llamaba, según Agatha intentó explicarle a Safie. Parecía quererle decir
pude entender, su dulce árabe. No parecía comprenderlo, que con su música le producía un gran placer.
pero sonrió. La ayudó a desmontar, y, despidiendo al
guía, la condujo al interior de la casa. Tuvo lugar una Los días pasaban ahora con la misma tranquilidad
conversación entre él y su padre. La joven extranjera que antes, con la sola diferencia de que la alegría había
se arrodilló a los pies del anciano, y le hubiera besado sustituido a la tristeza en el rostro de mis amigos. Safie
la mano, si este no se hubiera apresurado a levantarla y estaba siempre alegre y contenta. Ambos progresamos en
abrazarla afectuosamente. la lengua con rapidez, de modo que al cabo de dos meses
empecé a entender la mayoría de las cosas que decían mis
Pronto observé que aunque la joven emitía sonidos protectores.
articulados, y parecía tener un idioma propio, los demás
no la comprendían, del mismo modo que ella tampoco los Entretanto, la oscura tierra se iba cubriendo de
comprendía. Hicieron muchos gestos que yo no entendí, verdor, salpicado de innumerables flores de dulce aroma
pero vi que su presencia llenaba la casa de alegría, y disipaba y maravillosa vista, como estrellas que brillaban con
su tristeza del mismo modo que el sol disipa las brumas delicado color a la luz de la luna. El sol fue calentando
matinales. Félix se mostraba especialmente feliz, y atendía más, y las noches se hicieron claras y suaves. Mis paseos
a su árabe con radiantes sonrisas. Agatha, la dulce Agatha, nocturnos me causaban enorme placer, a pesar de que
cubría de besos las manos de la extranjera, y, señalando se vieron acortados por las tardías puestas de sol y el
a su hermano, parecía querer indicarle por señas lo triste temprano amanecer. Nunca me atrevía a salir durante el
que había estado antes de su llegada. Así transcurrieron día, temeroso de recibir el mismo trato que en la primera
algunas horas, en el curso de las cuales manifestaron una aldea en la que estuve.
alegría, cuya razón yo no alcanzaba a comprender. De
pronto descubrí, por la frecuente repetición de un sonido, Pasaban los días prestando la máxima atención, para
que la extranjera trataba de imitar, que intentaba aprender poder dominar el idioma con la mayor brevedad posible.
su lengua. Al instante se me ocurrió que yo, con el mismo Puedo presumir de que aprendía a más velocidad que la
fin, podía valerme de la misma enseñanza. La extranjera muchacha árabe, que entendía muy poco y hablaba con
aprendió unas veinte palabras en esta primera lección, la acento entrecortado, mientras que yo comprendía todo y
mayoría de las cuales yo ya conocía. podía reproducir casi todas las palabras.

45
Mary Shelley

El libro con el cual Félix enseñaba a Safie era no poseía ni dinero ni amigos ni propiedad alguna; y, por
Las Ruinas, o Meditación sobre la Revolución de los el contrario, estaba dotado de una figura horriblemente
Imperios, de Volney No hubiera entendido la intención del deformada y repulsiva; ni siquiera mi naturaleza era como
libro, de no ser porque Félix, al leerlo, daba minuciosas la de los otros hombres. Era más ágil, y podía subsistir
explicaciones. Había elegido esta obra, dijo, porque su a base de una dieta más tosca; soportaba mejor el frío y
estilo declamatorio imitaba el de autores orientales. A el calor; mi estatura era muy superior a la suya. Cuando
través de este libro, obtuve una panorámica de la historia miraba a mi alrededor, ni veía ni oía hablar de nadie que
y algunas nociones acerca de los imperios que existían se pareciese a mí. ¿Era, pues, yo verdaderamente un
en el mundo actual. Me dio una visión de las costumbres, monstruo, una mancha sobre la Tierra, de la que todos
gobiernos y religiones que tenían las distintas naciones huían y a la que todos rechazaban?
de la Tierra. Oí hablar de los indolentes asiáticos, de
la magnífica genialidad y actividad intelectual de los No puedo describir la angustia que estos pensamientos
griegos, de las guerras y virtudes de los romanos, de su me causaban. Intentaba desecharlos, pero la tristeza me
degeneración posterior y de la decadencia de ese poderoso aumentaba a medida que me iba instruyendo. ¡Por qué
imperio; del nacimiento de las órdenes de caballería, no me habría quedado en mi bosque, donde ni conocía ni
la cristiandad, los reyes. Supe del descubrimiento del experimentaba otras sensaciones que las del hambre, la
hemisferio americano y lloré con Safie la desdichada sed y el calor!
suerte de sus indígenas. ¡Qué extraña naturaleza la del saber! Se aferra a la
Estas maravillosas narraciones me llenaban de mente, de la cual ha tomado posesión, como el liquen a la
extraños sentimientos. ¿Sería en verdad el hombre un roca. A veces deseaba desterrar de mí todo pensamiento,
ser tan poderoso, virtuoso, magnífico y a la vez tan lleno todo afecto; pero aprendí que solo había una manera de
de bajeza y maldad? Unas veces se mostraba como un imponerse al dolor y esa era la muerte, estado que me
vástago del mal; otras, como todo lo que de noble y divino asustaba aunque aún no lo entendía. Admiraba la virtud
se puede concebir. El ser un gran hombre lleno de virtudes y los buenos sentimientos, y me gustaban los modales
parecía el mayor honor que pudiera recaer sobre un ser dulces y amables de mis vecinos; pero no me era permitida
humano, mientras que el ser infame y malvado, como la convivencia con ellos, salvo sirviéndome de la astucia,
tantos en la historia, la mayor denigración, una condición permaneciendo desconocido y oculto, lo cual, más que
más rastrera que la del ciego topo o inofensivo gusano. satisfacerme, aumentaba mi deseo de convertirme en
Durante mucho tiempo no podía comprender cómo un uno más entre mis semejantes. Las tiernas palabras de
hombre podía asesinar a sus semejantes, ni entendía Agatha y las sonrisas animadas de la gentil árabe no me
siquiera la necesidad de leyes o gobiernos; pero cuando estaban destinadas. Los apacibles consejos del anciano y
supe más detalles sobre crímenes y maldades, dejé de la alegre conversación del buen Félix tampoco me estaban
asombrarme, y sentí asco y disgusto. destinados. Desgraciado e infeliz engendro.

Ahora, cada conversación de mis vecinos me descubría Otras lecciones se me grabaron con mayor profundidad
nuevas maravillas. Fue escuchando las instrucciones que aún. Supe de la diferencia de sexos, del nacer y crecer de
Félix le daba a la joven árabe como aprendí el extraño los hijos; cómo disfruta el padre con las sonrisas de su
sistema de la sociedad humana. Supe del reparto de pequeño, y las alegres correrías de los hijos más mayores;
riquezas, de inmensas fortunas y tremendas miserias; de cómo todos los cuidados y razón de ser de la madre se
la existencia del rango, el linaje y la nobleza. concentran en esa preciada carga; cómo la mente del joven
se va desarrollando y enriqueciendo; supe de hermanos,
Las palabras me indujeron a reflexionar sobre mí de hermanas, y los vínculos que unen a. los humanos entre
mismo. Aprendí que las virtudes más apreciadas por sí con lazos mutuos.
mis semejantes eran el rancio abolengo acompañado
de riquezas. El hombre que poseía solo una de estas Pero ¿dónde estaban mis amigos y parientes? Ningún
cualidades podía ser respetado; pero si carecía de ambas padre había vigilado mi niñez, ninguna madre me había
se le consideraba, salvo raras excepciones, como a un prodigado sus cariños y sonrisas, y, en caso de que
vagabundo, un esclavo destinado a malgastar sus fuerzas hubiera ocurrido, mi vida pasada se había convertido
en provecho de los pocos elegidos. ¿Y qué era yo? Ignoraba para mí en un borrón, un vacío en el que no distinguía
todo respecto de mi creación y creador, pero sabía que nada. Me recordaba desde siempre con la misma estatura

46
Frankestein

y proporción. No había visto aún ningún ser que se me encontró en un ala poco vigilada del edificio una ventana
pareciera o que me exigiera tener con él alguna relación. enrejada, que iluminaba la mazmorra del infortunado
¿Qué era entonces? La pregunta surgía una y otra vez sin mahometano, que, doblegado bajo el peso de las cadenas,
que pudiera responder a ella más que con lamentaciones. aguardaba lleno de desesperación el cumplimiento de la
bárbara sentencia. Por la noche, a través de la ventana,
Pronto explicaré hacia dónde me llevaron estos Félix comunicó al prisionero sus intenciones de ayudarlo.
pensamientos. Pero por el momento continuaré con Sorprendido y encantado, el turco intentó espolear el
mis vecinos, cuya historia me produjo sentimientos entusiasmo de su liberador con promesas de grandes
encontrados de indignación, alegría y asombro, pero que riquezas. Félix rechazó la oferta con desprecio, mas
terminaron todos en un mayor respeto y amor hacia mis cuando vio a la bella Safie, a quien permitieron visitar a su
protectores (pues así me gustaba llamarles con un inocente padre y que por señas le mostraba su agradecimiento, no
y casi doloroso deseo de engañarme). pudo por menos de pensar que el cautivo poseía un tesoro
que compensaría con creces todo esfuerzo y peligro.
El turco pronto advirtió la impresión que Safie había
producido en el muchacho, y quiso asegurarse más su celo
Capítulo 6 prometiéndosela en matrimonio en cuanto fuera conducido
a un lugar seguro. Félix era demasiado cortés como para
Pasó algún tiempo hasta que conocí la historia de mis
aceptar la oferta, pero sabía que aquella probabilidad
amigos. Era de tal naturaleza, que no podía por menos de
constituía su máxima esperanza.
grabárseme profundamente en la memoria, al revelar una
serie de circunstancias muy interesantes y maravillosas Durante los días siguientes, mientras se preparaba
para un ser ingenuo como yo era entonces. la huida del mercader, el entusiasmo de Félix se vio
incrementado por varias cartas que recibió de la hermosa
El anciano se llamaba De Lacey. Descendía de una
joven, que encontró el medio de expresarse en el idioma de
buena familia de Francia, país en el que había vivido
su amado gracias a la ayuda de un viejo criado de su padre,
muchos años, rico, respetado por sus superiores y estimado
que sabía francés. En ellas le agradecía efusivamente la
por sus iguales. Educó a su hijo para servir a la patria,
ayuda que intentaba prestarles, a la par que lamentaba
y Agatha trataba con las damas de la más alta alcurnia.
discretamente su propia suerte.
Unos meses antes de mi llegada vivían en una gran ciudad
llamada París, rodeados de amigos y disfrutando
de todo lo que la virtud, la cultura, el gusto y una
considerable riqueza pueden proporcionar.
El padre de Safie había sido el causante de
su desgracia. Era un mercader turco, y llevaba
viviendo muchos años en París, cuando, por alguna
razón que no logré saber, cayó en desgracia ante el
gobierno. Fue aprehendido y encarcelado el mismo
día en que Safie llegaba de Constantinopla para
reunirse con él. Se le juzgó y condenó a muerte.
La injusticia de esta sentencia era flagrante. Todo
París estaba indignado, pues consideraba que sus
riquezas y su religión, más que el crimen que se le
imputaba, habían sido la causa de su condena.
Félix había estado presente en el juicio, y su
ira al escuchar la sentencia fue incontenible. Hizo
al instante una promesa solemne de liberarlo, e
inició de inmediato la búsqueda del medio que le
permitiera llevar a cabo su juramento. Tras muchos
infructuosos intentos de penetrar en la prisión,

47
Mary Shelley

Tengo copias de estas cartas, pues mientras viví en el concebido para su hija otros planes. Odiaba la idea de
cobertizo pude hacerme con útiles de escribir; y Félix o verla unida a un cristiano, pero temía la reacción de Félix,
Agatha a menudo tuvieron las cartas en sus manos. Antes caso de demostrar sus verdaderos sentimientos, pues sabía
de partir te las enseñaré; probarán la veracidad de mi que todavía estaba en manos de su liberador y que este aún
relato. De momento, solo podré resumírtelas, ya que el sol podía entregarlo a las autoridades italianas. Maquinó mil
comienza a declinar. planes que le permitieran prolongar el engaño mientras
fuera preciso, y en secreto llevarse a su hija con él cuando
Safie contó que su madre era una árabe convertida, a la se fuera. Estos proyectos se vieron muy pronto favorecidos
cual habían capturado y esclavizado los turcos; destacando por las noticias que llegaron de París.
por su hermosura, había conquistado el corazón del padre
de Safie, que la tomó por esposa. La muchacha hablaba La huida del turco había provocado gran indignación
en términos muy elogiosos de su madre, que, nacida en en el gobierno francés, que estaba dispuesto a no ahorrar
libertad, despreciaba la sumisión a la que se veía reducida. esfuerzos para detectar y aprisionar al liberador. Pronto se
Instruyó a su hija en las normas de su propia religión, y la descubrió el plan de Félix, y De Lacey y Agatha fueron
exhortó a aspirar a un nivel intelectual y una independencia encarcelados. La noticia despertó a Félix de su idílico
de espíritu prohibidos para las mujeres mahometanas. Esta sueño. Su anciano padre ciego y su dulce hermana estaban
mujer murió, pero sus enseñanzas estaban muy afianzadas prisioneros en una repugnante celda mientras él disfrutaba
en la mente de Safie, que enfermaba ante la idea de volver a de la libertad y la compañía de la mujer a quien amaba.
Asia y encerrarse en un harén, con autorización solamente Esta idea lo atormentaba. Acordó con el turco que si,
para entregarse a diversiones infantiles, poco acordes antes de que Félix pudiera regresar a Italia, encontraba la
con la disposición de su espíritu, acostumbrado ahora a oportunidad de partir, Safie lo esperaría en un convento
una mayor amplitud de pensamientos y a la práctica de de Livorno. Despidiéndose de la bella árabe, se dirigió a
la virtud. La idea de desposar a un cristiano y vivir en París con la mayor rapidez y se entregó a las autoridades
un país donde las mujeres podían ocupar un lugar en la esperando conseguir así la libertad de De Lacey y Agatha.
sociedad la llenaba de alegría.
No fue así. Hubieron de permanecer cinco meses
Se fijó el día para la ejecución del turco, pero, la noche en la cárcel antes de que tuviera lugar el juicio que les
antes, se escapó de la prisión, y por la mañana se hallaba arrebataría toda su fortuna y les condenaría al destierro.
a muchas leguas de París. Félix se había procurado
salvoconductos a nombre suyo, de su padre y hermana. Hallaron un triste refugio en Alemania, en la casa
Anteriormente le había comunicado su plan a su que donde yo los encontré. Félix pronto se enteró de que el
colaboró en la fuga abandonando su casa, bajo excusa innoble turco, a causa del cual él y su familia habían
de un viaje, pero ocultándose con su hija en una apartada sufrido tan tremenda desgracia, había traicionado los
zona de París. buenos sentimientos y el honor al descubrir la miseria en
la que se hallaba sumido su liberador y, con su hija, había
Félix condujo a los fugitivos a través de Francia hasta abandonado Italia. A Félix, insultantemente, le envió una
Lyon, y luego por el Monte Cenis hasta Livorno, donde ridícula cantidad de dinero para ayudarlo, según dijo, a
el mercader había decidido aguardar una oportunidad conseguir algún medio de subsistencia.
favorable para pasar a alguna parte del territorio turco.
Estos eran los tristes sucesos que azotaban el corazón
Safie decidió quedarse con su padre hasta el momento de Félix cuando lo conocí y que hacían de él el más
de la partida, y este renovó su promesa de otorgar la mano desdichado de su familia. Hubiera podido sobrellevar la
de su hija a su salvador. Félix permaneció con ellos a la pobreza, e incluso vanagloriarse de ella, de ver que esta
espera del acontecimiento. Mientras tanto, disfrutaba de desgracia fortalecía su espíritu; pero la ingratitud del turco
la compañía de la joven árabe, que le mostraba el más y la pérdida de su amada Safie eran golpes más duros e
sincero y dulce afecto. Conversaban por medio de un irreparables. Ahora, la llegada de la joven árabe le infundía
intérprete, aunque a veces les bastaba el intercambio de nuevo valor.
miradas, o Safie le cantaba las maravillosas melodías de
su país. Cuando se supo en Livorno que a Félix se le había
desposeído de sus bienes y su rango, el turco ordenó a su
El turco permitía que esta intimidad creciera y alentaba hija que se olvidara de su pretendiente y que se dispusiera
las esperanzas de los jóvenes enamorados. Mas había a volver con él a su país. La naturaleza bondadosa de Safie

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Frankestein

se rebeló contra esta orden, e intentó razonar con su padre, tantas cualidades admirables. Pero al narrar la progresión
el cual, negándose a escucharla, reiteró su tiránica orden. de mi mente, no debo omitir una circunstancia que tuvo
lugar ese mismo año, a principios del mes de agosto.
Pocos días más tarde, el turco entró en la habitación
de su hija y, atropelladamente, le comunicó que tenía Durante una de mis acostumbradas salidas nocturnas
razones para creer que su presencia en Livorno había sido al bosque, donde me procuraba alimentos para mí y leña
descubierta y que estaba a punto de ser entregado a las para mis protectores, encontré una bolsa de cuero llena de
autoridades francesas. En consecuencia había fletado un ropa y libros. Cogí ansiosamente este premio y volví con
navío que, rumbo a Constantinopla, zarparía en pocas él a mi cobertizo. Por fortuna los libros estaban escritos
horas. Pensaba dejar a su hija al cuidado de un criado fiel, en la lengua que había adquirido de mis vecinos. Eran El
para que, con más tranquilidad, le siguiera con el resto de paraíso perdido, un volumen de Las vidas paralelas de
los bienes que aún no habían llegado a Livorno. Plutarco y Las desventuras del joven Werther de Goethe.
La posesión de estos tesoros me proporcionó un inmenso
Cuando Safie se vio sola, reflexionó sobre el plan placer. Con ellos estudiaba y me ejercitaba la mente,
de acción que mejor convenía seguir en esta situación mientras mis amigos realizaban sus quehaceres cotidianos.
de emergencia. Odiaba la idea de vivir en Turquía; sus
sentimientos y religión se oponían a ello. Por algunos Apenas si podría describirte la impresión que me
documentos de su padre que cayeron en sus manos, supo produjeron estas obras. Despertaron en mí un cúmulo
del exilio de su prometido y el nombre del lugar donde de nuevas imágenes y sentimientos, que a veces me
residía. Durante algún tiempo estuvo indecisa, pero extasiaban, pero que con mayor frecuencia me sumían
finalmente tomó una determinación. Cogiendo algunas en una absoluta depresión. En el Werther, aparte de lo
joyas que le pertenecían y una pequeña suma de dinero, interesante que me resultaba la sencilla historia, encontré
abandonó Italia, acompañada de una sirvienta, natural de manifestadas tantas opiniones y esclarecidos tantos puntos
Livorno, que sabía turco, y se dirigió a Alemania. hasta ese momento oscuros para mí, que se convirtió
en una fuente inagotable de asombro y reflexión. Las
Llegó sin dificultad a una ciudad que distaba unas tranquilas costumbres domésticas que describe, unidas a
veinte leguas de la casa de los De Lacey, donde la criada los nobles y generosos pensamientos expresados, estaban
cayó gravemente enferma. Pese a los cuidados de Safie, en perfecto acuerdo con la experiencia que yo tenía entre
la joven murió, y la hermosa árabe se encontró sola mis protectores y con las necesidades que tan agudamente
en un país cuya lengua y costumbres desconocía. Por sentía nacer en mí. Werther me parecía el ser más
fortuna había caído en buenas manos. La italiana había maravilloso de todos cuantos había visto o imaginado. Su
mencionado el nombre del lugar hacia el cual se dirigían, personalidad era sencilla, pero dejaba una profunda huella.
y, tras su muerte, la dueña de la casa en la que se habían Las meditaciones sobre la muerte y el suicidio parecían
alojado se cuidó de que Safie llegara con bien a casa de calculadas para llenarme de asombro. Sin pretensiones de
su prometido. juzgar el caso, me inclinaba por las opiniones del héroe,
cuyo suicidio lloré, aunque no comprendía bien.
En el curso de mi lectura iba efectuando numerosas
comparaciones con mis propios sentimientos y mi triste
Capítulo 7 situación. Encontraba muchos puntos en común, y, a la vez,
curiosamente distintos, entre mí mismo y los personajes
acerca de los cuales leía y de cuyas conversaciones era
Esta era la historia de mis queridos vecinos. Me observador. Los compartía y en parte comprendía, pero
impresionó profundamente, y, de los aspectos de la vida aún tenía la mente demasiado poco formada. Ni dependía
social que encerraba, aprendí a admirar sus virtudes y de nadie ni estaba vinculado a nadie. «La senda de mi
condenar los vicios de la humanidad. partida estaba abierta», y nadie me lloraría. Mi aspecto era
nauseabundo y mi estatura gigantesca. ¿Qué significaba
Todavía consideraba el crimen como algo muy ajeno esto? ¿Quién era yo? ¿Qué era? ¿De dónde venía? ¿Cuál
a mí; admiraba y tenía siempre presentes la bondad y la era mi destino? Constantemente me hacía estas preguntas
generosidad que infundían en mí el deseo de participar a las que no hallaba respuesta.
activamente en un mundo donde encontraban expresión

49
Mary Shelley

El volumen de Las vidas paralelas de Plutarco Otro hecho reforzó y afianzó estos sentimientos. Poco
narraba la vida de los primeros fundadores de las antiguas después de llegar al cobertizo, encontré algunos papeles
repúblicas, Grecia y Roma, y me produjo un efecto en el bolsillo del gabán que había cogido de tu laboratorio.
muy distinto del de Werther. De este aprendí lo que era En un principio los había ignorado; pero ahora que ya
el abatimiento y la tristeza; pero Plutarco me enseñó podía descifrar los caracteres en los cuales se hallaban
a elevar el pensamiento, a sacarlo de la reducida esfera escritos, empecé a leerlos con presteza. Era tu diario de
de mis reflexiones personales, a admirar y a querer a los los cuatro meses que precedieron a mi creación. En él
héroes de la antigüedad. Mucho de lo que leía rebasaba describías con minuciosidad todos los pasos que dabas
mi experiencia y mi comprensión. Tenía un conocimiento en el desarrollo de tu trabajo, e insertabas incidentes de
muy confuso acerca de lo que eran los imperios, los tu vida cotidiana. Sin duda recuerdas estos papeles. Aquí
grandes territorios, los ríos majestuosos y la inmensidad los tienes. En ellos se encuentra todo lo referente a mi
del mar. Pero respecto a ciudades y grandes agrupaciones nefasta creación, y revelan con precisión toda la serie
humanas, lo ignoraba absolutamente todo. La casa de de repugnantes circunstancias que la hicieron posible.
mis protectores había sido la única escuela donde pude Dan una detallada descripción de mi odiosa y repulsiva
estudiar la naturaleza humana; pero este libro me abrió persona, en términos que reflejan tu propio horror y que
horizontes desconocidos y mayores campos de acción. convirtieron el mío en algo inolvidable. Enfermaba a
Por él supe de hombres dedicados a gobernar o a aniquilar medida que iba leyendo. «¡Odioso día en el que recibí la
a sus semejantes. Sentí que se reafirmaba en mí una vida! ––exclamé desesperado––. ¡Maldito creador! ¿Por
tremenda admiración por la virtud y un inmenso odio qué creaste a un monstruo tan horripilante, del cual incluso
por el crimen, en la medida en que entendía el alcance de tú te apartaste asqueado? Dios, en su misericordia, creó al
esos términos, que en aquel entonces se refería tan solo hombre hermoso y fascinante, a su imagen y semejanza.
al placer y al dolor. Influido por estos sentimientos, fui, Pero mi aspecto es una abominable imitación del tuyo,
pues, aprendiendo a admirar a los estadistas pacíficos, más desagradable todavía gracias a esta semejanza.
Numa, Solón y Licurgo más que a Rómulo y Teseo. La Satanás tenía al menos compañeros, otros demonios que
vida patriarcal de mis protectores colaboraba a que estos lo admiraban y animaban. Pero yo estoy solo y todos me
sentimientos arraigaran en mí. Quizá de haber venido desprecian.
mi presentación a la humanidad de la mano de un joven
soldado ávido de batallas y gloria, mi manera de ser fuera Estas eran las reflexiones que me hacía durante las
ahora otra. horas de soledad y desesperación. Pero cuando veía las
virtudes de mis vecinos, su carácter amable y bondadoso,
Pero El paraíso perdido despertó en mí emociones me decía a mí mismo que cuando supieran la admiración
distintas y mucho más profundas. Lo leí, al igual que los que sentía por ellos se apiadarían de mí y disculparían
libros anteriores que había encontrado, como si fuera una mi deformidad. ¿Podían cerrarle la puerta a alguien, por
historia real. Conmovió en mí todos los sentimientos de monstruoso que fuera, que pedía su amistad y compasión?
asombro y respeto que la figura de un Dios omnipotente Decidí al menos no desesperar, sino prepararme para
guerreando con criaturas es capaz de suscitar. Me un encuentro con ellos, del cual dependería mi destino.
Retrasé aún unos meses esta tentativa, pues la importancia
impresionaba la coincidencia de las distintas situaciones
que para mí tenía el que resultara un éxito me llenaba de
con la mía, y a menudo me identificaba con ellas. Como a
temor ante el posible fracaso.
Adán, me habían creado sin ninguna aparente relación con
otro ser humano, aunque en todo lo demás su situación Además, mis conocimientos se ampliaban tanto con la
era muy distinta a la mía. Dios lo había hecho una criatura experiencia diaria, que prefería esperar a que unos meses
perfecta, feliz y confiada, protegida por el cariño especial me proporcionaran mayor sabiduría.
de su creador; podía conversar con seres de esencia
Mientras tanto, varios cambios tuvieron lugar en la
superior a la suya y de ellos adquirir mayor saber. Pero
casa. La presencia de Safie llenaba de felicidad a sus
yo me encontraba desdichado, solo y desamparado. Con habitantes; y también comprobé que gozaban de una
frecuencia pensaba en Satanás como el ser que mejor mayor abundancia. Félix y Agatha pasaban más tiempo
se adecuaba a mi situación, pues como en él, la dicha conversando, y tenían criadas que les ayudaban en sus
de mis protectores a menudo despertaba en mí amargos quehaceres. No parecían ricos, pero se les veía satisfechos
sentimientos de envidia. y felices. Estaban tranquilos y serenos, mientras que yo

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Frankestein

cada día me encontraba más inquieto. Cuanto más aprendía finalmente me decidí consistía en entrar en su morada
más cuenta me daba de mi lamentable inadaptación. Cierto cuando el anciano ciego estuviera solo. Tenía la suficiente
es que abrigaba una esperanza, pero ésta desaparecía astucia como para saber que la fealdad anormal de mi
cuando veía mi figura reflejada en el agua o mi sombra persona era lo que principalmente desencadenaba el
a la luz de la luna, desaparecía con la misma rapidez que horror en aquellos que me contemplaban. Mi voz, aunque
se desvanecen esa temblorosa imagen y esa juguetona ruda, no tenía nada de terrible. Por tanto pensé que, si en
sombra. ausencia de sus hijos conseguía despertar la benevolencia
y atención del anciano De Lacey, lograría con su
Me esforzaba por alejar de mí estos temores, e intervención que mis jóvenes protectores me aceptaran.
intentaba fortalecerme para la prueba a la que me había
emplazado para unos meses después. A veces permitía Cierto día, en que el sol iluminaba las hojas rojizas
que mis pensamientos descontrolados vagaran por los que alfombraban el suelo y contagiaba alegría, si bien no
jardines del paraíso, y llegaba a imaginar que amables calor, Safie, Agatha y Félix salieron a dar un largo paseo
y hermosas criaturas comprendían mis sentimientos y por el campo mientras que el anciano prefirió quedarse
consolaban mi tristeza, mientras sus rostros angelicales en la casa. Cuando los jóvenes se hubieron marchado,
sonreían alentadoramente. Pero todo era un sueño. cogió la guitarra y tocó algunas melancólicas pero dulces
Ninguna Eva calmaba mis pesares ni compartía mis
tonadillas, más dulces y melancólicas de lo que jamás
pensamientos ––¡estaba solo!––. Recordaba la súplica de
hasta entonces le había oído tocar. Al principio su rostro
Adán a su creador. Pero ¿dónde estaba el mío? Me había
se iluminó de placer, pero a medida que proseguía tañendo
abandonado y, lleno de amargura, lo maldecía.
fue adquiriendo un aspecto apesadumbrado y absorto;
Así transcurrió el otoño. Vi, con pesar y sorpresa, finalmente, dejando el instrumento a un lado, se sumió en
cómo las hojas amarillearon y cayeron, y cómo la la reflexión.
naturaleza volvía a tomar el aspecto triste y desolado que
tenía cuando por primera vez vi los bosques y la hermosa Mi corazón latía con violencia. Había llegado el
luna. Mas no me incomodaban los rigores del tiempo; por momento de mi prueba, el momento que afianzaría
mi constitución me adaptaba mejor al frío que al calor. mis esperanzas o confirmaría mis temores. Los criados
Pero me entristecía perder las flores, los pájaros y todo habían ido a una feria vecina. La casa y sus alrededores se
el engalanamiento que trae consigo el verano, y que hallaban en silencio; era la ocasión perfecta, mas, cuando
había supuesto para mí un gran motivo de placer. Cuando quise ponerme en pie, me fallaron las piernas y caí al
me vi privado de esto, me dediqué con mayor atención suelo. De nuevo me levanté y, haciendo acopio de todo
a mis vecinos. El fin del verano no hizo disminuir su mi valor, retiré las maderas que había colocado delante
felicidad. Se querían, se comprendían, y sus alegrías, que del cobertizo para ocultar mi escondite. El aire fresco me
provenían solo de sí mismos, no se veían afectadas por las animó, y con renovado valor me acerqué a la puerta de la
circunstancias fortuitas que tenían lugar a su alrededor. casa y llamé con los nudillos.
Cuanto más los veía, mayores deseos tenía de ganarme
su simpatía y protección, de que estas amables criaturas ––¿Quién es: ––preguntó el anciano, añadiendo en
me conocieran y quisiesen; que sus dulces miradas se seguida––: ¡Adelante!
detuvieran en mí con afecto se había convertido en mi
aspiración máxima. No me atrevía a pensar que apartaran Entré.
de mí su mirada con desdén y repulsión. Nunca despedían ––Perdóneme usted ––dije––, soy un viajero en busca
a los mendigos que llegaban hasta su puerta. Sé que pedía de un poco de reposo. Me haría un gran favor si me
tesoros más valiosos que un simple lugar para reposar o permitiera disfrutar del fuego unos minutos.
un poco de comida; solicitaba cariño y amabilidad, pero
no me creía del todo indigno de ello. ––Pase, pase ––dijo De Lacey––, y veré a ver cómo
puedo atender a sus necesidades. Desgraciadamente, mis
Avanzaba el invierno; todo un ciclo de estaciones hijos no están en casa y, como soy ciego, temo que me
había transcurrido desde que había despertado a la vida. será difícil procurarle algo de comer.
Por entonces, todo mi interés se centraba en idear un plan
que me permitiera entrar en la casa de mis protectores. ––No se preocupe, buen hombre; tengo comida ––
Di vueltas a muchos proyectos; pero aquel por el que dije––, no necesito más que calor y un poco de descanso.

51
Mary Shelley

Me senté y se hizo un silencio. Sabía que cada minuto ––Si usted quisiera confiarse a mí, quizá yo pudiera
era precioso para mí, pero estaba indeciso acerca de cómo ayudarlo a vencer el recelo de sus amigos. Soy ciego y no
debía empezar la entrevista. De pronto el anciano se puedo opinar acerca de su aspecto, pero hay algo en sus
dirigió a mí: palabras que me inspira confianza. Soy pobre y estoy en
el exilio, pero me será muy grato poder servir de ayuda a
––Por su acento extranjero deduzco que somos otro ser humano.
compatriotas. ¿Es usted francés?
––¡Es usted muy bueno! Agradezco y acepto su
––No, no lo soy, pero me educó una familia francesa, generosidad. Con su bondad me infunde nuevos ánimos.
y no entiendo otra lengua. Ahora voy a solicitar la Confío en que, con su ayuda, no me veré privado de la
protección de unos amigos, a quienes amo tiernamente y compañía y afecto de sus congéneres.
en cuya ayuda confío.
––¡No lo quiera Dios! Ni aunque fuera usted de verdad
––¿Son alemanes? un malvado, pues eso solo lo llevaría a la desesperación
––No, son franceses. Pero cambiemos de conversación. y no le instigaría a la virtud. Sepa que yo también soy
Soy una criatura desamparada y sola; miro a mi alrededor desgraciado. Aunque inocentes, yo y mi familia hemos
y no encuentro bajo la capa del cielo amigo o pariente sido injustamente condenados; y, por tanto, puedo
alguno. Estas bondadosas gentes hacia quienes me dirijo comprender muy bien cómo se siente.
saben poco de mí y ni siquiera me conocen. Estoy lleno ––¿Cómo puedo agradecerle estas palabras? Es usted
de temores, pues, si me fallan, me convertiré en un mi único y mejor bienhechor; de sus labios oigo las
desgraciado para el resto de mi vida. primeras frases amables dirigidas a mí, y jamás podré
––No desespere. Cierto que es una desgracia el hallarse olvidarlo. Su humanidad me asegura que tendré éxito
sin amigos, pero el corazón de los hombres, cuando el entre aquellos amigos a quienes estoy a punto de conocer.
egoísmo no los ciega, está repleto de amor y caridad. ––¿Cómo se llaman sus amigos? ¿Dónde viven?
Confíe y tenga esperanza, y si sus amigos son bondadosos
y caritativos, no tiene nada que temer. Guardé silencio. Pensé que este era el momento
decisivo, el momento en que mi felicidad se confirmaría
––Son muy amables; no puede haber personas mejores o se vería destruida para siempre. En vano luché por
en el mundo, pero por desgracia recelan de mí aunque mis encontrar el suficiente valor para responderle, pero el
intenciones son buenas. Nunca he hecho daño a nadie, por esfuerzo acabó con las pocas energías que me quedaban,
el contrario, siempre he tratado de aportar mi ayuda. Pero y sentándome en la silla comencé a sollozar. En aquel
un prejuicio fatal los obnubila, y en lugar de ver en mí a un momento oí los pasos de mis jóvenes protectores. No tenía
amigo lleno de sensibilidad me consideran un monstruo un segundo que perder y cogiendo la mano del anciano
detestable. grité:
––Eso es lamentable. Pero, si está usted exento de ––¡Ha llegado el momento! ¡Sálveme! ¡Sálveme y
culpa, ¿no les podría convencer? protéjame! Usted y su familia son los amigos que busco.
––Estoy a punto de iniciar esa tarea, y es justamente No me abandonen en el momento decisivo.
por ello por lo que siento tantos temores. Tengo un gran ––¡Dios mío! ––exclamó el anciano––, ¿quién es
cariño por estos amigos. Durante muchos meses, y sin que usted?
ellos lo sepan, les he venido prestando cotidianamente
algunos pequeños servicios, no obstante piensan que En aquel instante se abrió la puerta de la casa, y entraron
quiero perjudicarlos. Es precisamente ese prejuicio el que Félix, Safie y Agatha. ¿Quién podría describir su horror y
quiero vencer. desesperación al verme? Agatha perdió el conocimiento,
y Safie, demasiado impresionada para poder auxiliar a
––¿Dónde viven sus amigos? su amiga, salió de la casa corriendo. Félix se abalanzó
––Cerca de este lugar. sobre mí, y con una fuerza sobrenatural me arrancó del
lado de su padre, cuyas rodillas yo abrazaba. Loco de
El anciano hizo una pausa y continuó: ira, me arrojó al suelo y me azotó violentamente con un
palo. Podía haberlo destrozado miembro a miembro con

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Frankestein

la misma facilidad que el león despedaza al antílope. Pero El cálido sol y el aire puro me devolvieron en parte la
el corazón se me encogió con una terrible amargura y me tranquilidad; y cuando repasé lo sucedido en la casa, no
contuve. Vi cómo Félix se disponía a golpearme de nuevo, pude por menos de llegar a la conclusión de que me había
cuando, vencido por el dolor y la angustia, abandoné la precipitado. Obviamente había actuado con imprudencia.
casa y, al amparo de la confusión general, entré en el Estaba claro que mi conversación había despertado en el
cobertizo sin que me vieran. padre un interés por mí, y yo era un necio por haberme
expuesto al horror que produciría en sus hijos.
Debí haber esperado hasta que el anciano De Lacey
Capítulo 8 estuviera familiarizado conmigo, y haberme presentado a
su familia poco a poco, cuando estuvieran preparados para
mi presencia. Pero creí que mi error no era irreparable
¡Maldito, maldito creador! ¿Por qué tuve que vivir? y, tras mucho meditar, decidí volver a la casa, buscar al
¿Por qué no apagué en ese instante la llama de vida que tú anciano y ganarme su apoyo exponiéndole sinceramente
tan inconscientemente habías encendido? No lo sé; aún no mi situación.
se había apoderado de mí la desesperación; experimentaba
solo sentimientos de ira y venganza. Con gusto hubiera Estos pensamientos me calmaron, y por la tarde caí en
destruido la casa y sus habitantes, y sus alaridos y su un profundo sueño; pero la fiebre que me recorría la sangre
desgracia me hubieran saciado. me impidió dormir tranquilo. Constantemente me venía
a los ojos la escena del día anterior; en mis sueños veía
Cuando cayó la noche, salí de mi refugio y vagué por el cómo las mujeres huían enloquecidas, y Félix, ciego de
bosque; y ahora, que ya no me frenaba el miedo a que me ira, me arrancaba del lado de su padre. Desperté exhausto;
descubrieran, di rienda suelta a mi dolor, prorrumpiendo y, al ver que ya era de noche, salí de mi escondite en busca
en espantosos aullidos. Era como un animal salvaje que de algo que comer.
hubiera roto sus ataduras; destrozaba lo que se cruzaba en
mi camino, adentrándome en el bosque con la ligereza de un Cuando hube satisfecho mi hambre, me encaminé
ciervo. ¡Qué noche más espantosa pasé! Las frías estrellas hacia el sendero que tan bien conocía y que llevaba
parecían brillar burlonamente, y los árboles desnudos hasta la casa. Allí reinaba la paz. Penetré con sigilo en
agitaban sus ramas; de cuando en cuando el dulce trino el cobertizo, Y aguardé en silenciosa expectación la hora
de algún pájaro rompía la total quietud. Todo, menos yo, en que la familia solía levantarse. Pero pasó esa hora; el
descansaba o gozaba. Yo, como el archidemonio, llevaba sol estaba ya alto en el cielo, y mis vecinos no se dejaban
un infierno en mis entrañas; y, no encontrando a nadie que ver. Me puse a temblar con violencia, temiéndome alguna
me comprendiera, quería arrancar los árboles, sembrar el desgracia. El interior de la vivienda estaba oscuro y no
caos y la destrucción a mi alrededor, y sentarme después a se oía ningún ruido. No puedo describir la agonía de esta
disfrutar de los destrozos. espera.

Pero era una sensación que no podía durar; pronto el De pronto se acercaron dos campesinos que,
exceso de este esfuerzo corporal me fatigó, y me senté deteniéndose cerca de la casa, comenzaron a discutir,
en la hierba húmeda, sumido en la impotencia de la gesticulando violentamente. No entendía lo que decían,
desesperación. No había uno de entre los millones de pues hablaban el idioma del país, que era distinto
hombres en la Tierra que se compadeciera de mí y me del de mis protectores. Poco después llegó Félix con
auxiliara. ¿Debía yo entonces sentir bondad hacia mis otro hombre, lo cual me sorprendió, pues sabía que no
enemigos? ¡No! Desde aquel momento declararía una había salido de la casa aquella mañana. Aguardé con
guerra sin fin contra la especie, y en particular contra aquel impaciencia a descubrir, por sus palabras, el significado
que me había creado y obligado a sufrir esta insoportable de estas insólitas imágenes.
desdicha. ––Ha pensado usted ––decía el acompañante––que
Salió el sol. Al oír voces, supe que me sería imposible tendrá que pagar tres meses de alquiler, y que perderá
volver a mi refugio durante el día. De modo que me la cosecha de su huerto: No quiero aprovecharme
escondí entre la maleza, con la intención de dedicar las injustamente y le ruego, por tanto, que recapacite sobre su
próximas horas a reflexionar sobre mi situación. decisión algunos días más.

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Mary Shelley

––Es inútil ––contestó Félix––, no podemos seguir infortunios; pero para mí, ser odiado y despreciado, todos
viviendo en su casa. La vida de mi padre corre grave los países serían igualmente hostiles. Finalmente, pensé
peligro, debido a lo que le acabo de contar. Mi mujer y mi en ti. Sabía por tu diario que eras mi padre, mi creador, y
hermana tardarán en recobrarse del susto. No insista, se ¿a quién podía dirigirme mejor que a aquel que me había
lo suplico. Recupere su casa y déjeme huir de este lugar. dado la vida? Entre las enseñanzas que Félix le había
dado a Safie se incluía también la geografía. De ella había
Félix temblaba mientras decía estas palabras. Entró aprendido la situación de los distintos países de la Tierra.
en la casa con su acompañante, donde permanecieron Tú mencionabas Ginebra como tu ciudad natal y, por
algunos minutos, y luego salieron. No volví a ver a ningún tanto, allí decidí encaminarme.
miembro de la familia De Lacey.
Mas ¿cómo había de orientarme? Sabía que debía
Permanecí en el cobertizo el resto del día, en un viajar en dirección suroeste para llegar a mi destino,
estado de completa desesperación. Mis protectores pero el sol era mi único guía. Desconocía el nombre de
se habían ido, y con ellos el único lazo que me ataba las ciudades por las cuales tenía que pasar, y no podía
al mundo. Por primera vez noté que sentimientos de preguntarle a nadie; pero, no obstante, no desesperé. Solo
venganza y odio se apoderaban de mí y que no intentaba de ti podía ya esperar auxilio, aunque no sentía por ti otro
reprimirlos; dejándome arrastrar por la corriente, permití sentimiento que el odio. ¡Creador insensible y falto de
que pensamientos de muerte y destrucción me invadieran. corazón! Me habías dotado de sentimientos y pasiones
Cuando pensaba en mis amigos, en la mansa voz de De para luego lanzarme al mundo, víctima del desprecio y
Lacey, la mirada tierna de Agatha y la belleza exquisita de repugnancia de la humanidad. Pero solo de ti podía exigir
la joven árabe, desaparecían estos pensamientos, y hallaba piedad y reparación, y de ti estaba dispuesto a conseguir
en el llanto que me producían un cierto alivio; pero esa justicia que en vano había intentado buscarme entre
cuando de nuevo pensaba en que me habían abandonado los demás seres humanos.
y rechazado, me volvía la ira, una ira ciega y brutal.
Incapaz de dañar a los humanos, volví mi cólera contra las Mi viaje fue largo, y muchos los sufrimientos que
cosas inanimadas. Avanzada la noche, coloqué alrededor padecí. Era a finales de otoño cuando abandoné la región
de la casa diversos objetos combustibles; y, tras destruir en la cual había vivido tanto tiempo. Viajaba solo de
todo rastro de cultivo en la huerta, esperé con forzada noche, temeroso de encontrarme con algún ser humano.
impaciencia la desaparición de la luna para empezar mi La naturaleza se marchitaba a mi alrededor y el sol ya
tarea. no calentaba; tuve que soportar lluvias torrenciales y
copiosas nevadas; vi caudalosos ríos que se habían helado.
Así que avanzaba la noche, se levantó un fuerte viento La superficie de la Tierra se había endurecido, y estaba
desde el bosque, y pronto se dispersaron las nubes que gélida y desnuda. No encontraba dónde resguardarme.
cubrían el cielo. La ventolera fue aumentando hasta que ¡Ay!, ¡cuántas veces maldije la causa de mi existencia!
pareció una imponente avalancha, y produjo en mí una Desapareció la apacibilidad de mi carácter, y todo mi ser
especie de demencia que arrasó los límites de la razón. rezumaba amargura y hiel. Cuanto más me aproximaba al
Prendí fuego a una rama seca, y comencé una alocada lugar donde vivías, más profundamente sentía que el deseo
danza alrededor de la casa, antes tan querida, los ojos fijos de venganza se apoderaba de mi corazón. Empezaron
en el oeste, donde la luna comenzaba a rozar el horizonte. las nevadas y las aguas se helaron, pero yo continuaba
Parte de la esfera finalmente se ocultó y blandí mi rama; mi viaje. Algunas indicaciones ocasionales me guiaban y
desapareció por completo, y, con un aullido, encendí la tenía un mapa de la región, pero a menudo me desviaba de
paja, los matorrales y arbustos que había colocado. El mi camino. La angustia de mis sentimientos no cejaba; no
viento avivó el fuego, y pronto la casa estuvo envuelta en había incidente del cual mi furia y desdicha no pudieran
llamas que la lamían ávidamente con sus destructoras y sacar provecho; pero un suceso que tuvo lugar cuando
puntiagudas lenguas de fuego. llegué a la frontera suiza, cuando ya el sol volvía a calentar
En cuanto me hube convencido de que no había forma y la tierra a reverdecer, confirmó de manera muy especial
de que se salvara parte alguna de la vivienda, abandoné el la amargura y horror de mis sentimientos.
lugar, y me adentré en el bosque para buscar cobijo. Solía descansar por el día y viajar de noche, cuando
Ahora que el mundo se abría ante mí, ¿a dónde debía la oscuridad me protegía de cualquier encuentro. Sin
dirigir mis pasos? Decidí huir lejos del lugar de mis embargo, una mañana, viendo que mi ruta cruzaba un

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Frankestein

espeso bosque, me atreví a continuar mi viaje después del e ingratitud. Mi deseo de venganza aumentaba de día en
amanecer; era uno de los primeros días de la primavera, día; una venganza implacable y mortal, que compensara la
y la suavidad del aire y la hermosa luz consiguieron angustia y los ultrajes que yo había padecido.
animarme. Sentí revivir en mí olvidadas emociones de
dulzura y placer que creía muertas. Medio sorprendido Al cabo de algunas semanas la herida cicatrizó, y
por la novedad de estos sentimientos, me dejé arrastrar proseguí mi viaje. Ni el sol primaveral ni las suaves brisas
por ellos; olvidé mi soledad y deformación, y me atreví a podrían ya aliviar mis pesares; la felicidad me parecía una
ser feliz. Ardientes lágrimas humedecieron mis mejillas, burla, un insulto a mi desolación, y me hacía sentir más
y alcé los ojos hacia el sol agradeciendo la dicha que me agudamente que el gozo y el placer no se habían hecho
enviaba. para mí.

Seguí avanzando por las caprichosas sendas del Pero ya mis sufrimientos estaban llegando a su fin,
bosque, hasta que llegué a un profundo y caudaloso río que y dos meses después me encontraba en los alrededores
lo bordeaba y hacia el que varios árboles inclinaban sus de Ginebra. Llegué al anochecer, y busqué cobijo en
ramas llenas de verdes brotes. Aquí me detuve, dudando los campos cercanos, para reflexionar sobre el modo de
sobre el camino que debía seguir, cuando el murmullo acercarme a ti. Me azotaba el hambre y la fatiga, y me
de unas voces me impulsó a ocultarme a la sombra de sentía demasiado desdichado como para poder disfrutar
un ciprés. Apenas había tenido tiempo de esconderme, del suave airecillo vespertino o la perspectiva de la puesta
cuando apareció una niña corriendo hacia donde yo estaba, de sol tras los magníficos montes de jura.
como si jugara a escaparse de alguien. Seguía corriendo
por el escarpado margen del río, cuando repentinamente
se resbaló y cayó al agua. Abandoné precipitadamente
mi escondrijo, y, tras una ardua lucha contra la corriente,
conseguí sacarla y arrastrarla a la orilla. Se encontraba sin
sentido; yo intentaba por todos los medios hacerla volver
en sí, cuando me interrumpió la llegada de un campesino,
que debía ser la persona de la que, en broma, huía la
niña. Al verme, se lanzó sobre mí, y arrancándome a la
pequeña de los brazos se encaminó con rapidez hacia la
parte más espesa del bosque. Sin saber por qué, lo seguí
velozmente; pero, cuando el hombre vio que me acercaba,
me apuntó con una escopeta que llevaba y disparó. Caí al
suelo mientras él, con renovada celeridad, se adentró en
el bosque.
¡Esta era, pues, la recompensa a mi bondad! Había
salvado de la destrucción a un ser humano, en premio
a lo cual ahora me retorcía bajo el dolor de una herida
que me había astillado el hueso. Los sentimientos de
bondad y afecto que experimenté pocos minutos antes
se transformaron en diabólica furia y rechinar de dientes.
Torturado por el daño, juré odio y venganza eterna a toda
la humanidad. Pero el dolor me vencía; sentí como se me
paraba el pulso, y perdí el conocimiento.
Durante unas semanas llevé en el bosque una existencia
mísera, intentando curarme la herida que había recibido. La
bala me había penetrado en el hombro, e ignoraba si seguía
allí o lo había traspasado; de todos modos no disponía
de los medios para extraerla. Mi sufrimiento también se
veía aumentado por una terrible sensación de injusticia

55
Mary Shelley

En ese momento un ligero sueño me alivió del dolor que ¿Te sorprende que semejantes pensamientos me
me infligían mis pensamientos. Me desperté de repente llenaran de ira? Me pregunto cómo, en ese momento, en
con la llegada de un hermoso niño que, con la inocente vez de manifestar mis sentimientos con exclamaciones y
alegría de la infancia, entraba corriendo en mi escondrijo. lamentos, no me arrojé sobre la humanidad, muriendo en
De pronto, al verlo, me asaltó la idea de que esta criatura mi intento de destruirla.
no tendría prejuicios y de que era demasiado pequeña
como para haber adquirido el miedo a la deformidad. Poseído de estos pensamientos, abandoné el lugar
Por tanto, si lo cogiera, y lo educara como mi amigo y donde había cometido el asesinato, y buscaba un lugar
compañero, ya no estaría tan solo en este poblado mundo. más resguardado para esconderme cuando vi a una
mujer que pasaba cerca de mí. Era joven, ciertamente
Azuzado por este impulso, cogí al niño cuando pasó no tan hermosa como aquella cuyo retrato sostenía, pero
por mi lado, y lo atraje hacia mí. En cuanto me miró, se de aspecto agradable, y tenía el encanto y frescor de la
tapó los ojos con las manos y lanzó un grito. Con fuerza le juventud. «He aquí––pensé––una de esas criaturas cuyas
destapé la cara y dije: sonrisas recibirán todos menos yo; no escapará. Gracias a
las lecciones de Félix, y a las leyes crueles de la especie
––¿Qué significa esto? No voy a hacerte daño; humana, he aprendido a hacer el mal.» Me acerqué a ella
escúchame. sigilosamente, e introduje el retrato en uno de los. pliegues
––¡Suélteme! ––dijo debatiéndose con violencia––. de su traje.
¡Monstruo! ¡Ser repulsivo! Quiere cortarme en pedazos y Vagué durante algunos días por los lugares donde
comerme. ¡Es un ogro! ¡Suélteme, o se lo diré a mi padre! habían sucedido estos acontecimientos. A veces deseaba
––Nunca más volverás a ver a tu padre; vendrás encontrarte, otras estaba decidido a abandonar para
conmigo. siempre este mundo y sus miserias. Por fin me dirigí a
estas montañas, por cuyas cavidades he deambulado,
––¡Horrendo monstruo! ¡Suélteme! Mi padre es juez; consumido por una devoradora pasión que solo tú puedes
es el señor Frankenstein, y lo castigará. No se atreverá a satisfacer. No podemos separarnos hasta que no accedas
llevarme con usted. a mi petición. Estoy solo, soy desdichado; nadie quiere
compartir mi vida, solo alguien tan deforme y horrible
––¡Frankenstein! Perteneces a mi enemigo, a aquel de
como yo podría concederme su amor. Mi compañera
quien he jurado vengarme. ¡Tú serás mi primera víctima!
deberá ser igual que yo, y tener mis mismos defectos. Tú
La criatura seguía forcejeando y lanzándome insultos deberás crear este ser.
que me llenaban de desesperación. Lo cogí por la garganta
para que se callara, y al momento cayó muerto a mis pies.
Contemplé mi víctima, y mi corazón se hinchó de
exultación y diabólico triunfo. Palmoteando exclamé: Capítulo 9
––Yo también puedo sembrar la desolación; mi
enemigo no es invulnerable. Esta muerte le acarreará la
desesperación, y mil otras desgracias lo atormentarán y La criatura terminó de hablar, y me miró fijamente
destrozarán. esperando una respuesta. Pero yo me hallaba
desconcertado, perplejo, incapaz de ordenar mis ideas lo
Mientras miraba a la criatura, vi un objeto que le suficiente como para entender la transcendencia de lo que
brillaba sobre el pecho. Lo cogí; era el retrato de una me proponía.
hermosísima mujer. A pesar de mi maldad, me ablandó
y me sedujo. Durante unos instantes contemplé los ojos ––Debes crear para mí una compañera, con la cual
oscuros, bordeados de espesas pestañas, los hermosos pueda vivir intercambiando el afecto que necesito para
labios; pero pronto volvió mi cólera: recordé que me poder existir. Esto solo lo puedes hacer tú, y te lo exijo
habían privado de los placeres que criaturas como aquella como un derecho que no puedes negarme.
podían proporcionarme; y que la mujer que contemplaba, La parte final de su narración había vuelto a reavivar
de verme, hubiera cambiado ese aire de bondad angelical en mí la ira que se me había ido calmando mientras
por una expresión de espanto y repugnancia.

56
Frankestein

contaba su tranquila existencia con los habitantes de la sufrimiento que ahora padezco. ¡Creador mío!, hazme
casita. Cuando dijo esto no pude contener mi furor. feliz; dame la oportunidad de tener que agradecer un acto
bueno para conmigo; déjame comprobar que inspiro la
––Pues sí, me niego ––contesté––, y ninguna tortura simpatía de algún ser humano; no me niegues lo que te
conseguirá que acceda. Podrás convertirme en el más pido.
desdichado de los hombres, pero no lograrás que me
desprecie a mí mismo. ¿Crees que podría crear otro ser Me convenció. Sentía escalofríos al pensar en las
como tú, para que uniendo vuestras fuerzas arraséis el posibles consecuencias que se derivarían si accedía a su
mundo? ¡Aléjate! Te he contestado; podrás torturarme, petición, pero pensaba que su argumento no estaba del
¡pero jamás consentiré! todo falto de justicia. Su narración, y los sentimientos
que ahora expresaba, demostraban que era una criatura de
––Te equivocas contestó el malvado ser––; pero, en sentimientos elevados, y no le debía yo, como su creador,
vez de amenazarte, estoy dispuesto a razonar contigo. Soy toda la felicidad que pudiera proporcionarle? El advirtió el
un malvado porque no soy feliz; ¿acaso no me desprecia cambio que experimentaban mis sentimientos y continuó:
y odia toda la humanidad? Tú, mi creador, quisieras
destruirme, y lo llamarías triunfar. Recuérdalo, y dime, Si accedes, ni tú ni ningún otro ser humano nos volverá
pues, ¿por qué debo tener yo para con el hombre más a ver. Me iré a las enormes llanuras de Sudamérica.
piedad de la que él tiene para conmigo? No sería para ti Mi alimento no es el mismo que el del hombre; yo no
un crimen, si me pudieras arrojar a uno de esos abismos, destruyo al cordero o al cabritilla para saciar mi hambre;
y destrozar la obra que con tus propias manos creaste. las bayas y las bellotas son suficiente alimento para mí. Mi
Debo, pues, respetar al hombre cuando este me condena? compañera será idéntica a mí, y sabrá contentarse con mi
Que conviva en paz conmigo, y yo, en vez de daño, le misma suerte. Hojas secas formarán nuestro lecho; el sol
haría todo el bien que pudiera, llorando de gratitud ante brillará para nosotros igual que para los demás mortales,
su aceptación. Mas no, eso es imposible; los sentidos y madurará nuestros alimentos. La escena que te describo
humanos son barreras infranqueables que impiden nuestra es tranquila y humana, y debes admitir que, si te niegas,
unión. Pero mi sometimiento no será el del abatido mostrarías una deliberada crueldad y tiranía. Despiadado
esclavo. Me vengaré de mis sufrimientos; si no puedo como te has mostrado hasta ahora conmigo, veo sin
inspirar amor, desencadenaré el miedo; y especialmente embargo un destello de compasión en tu mirada; déjame
a ti, mi supremo enemigo, por ser mi creador, te juro odio aprovechar este momento favorable, para arrancarte la
eterno. Ten cuidado: me dedicaré por entero a la labor de promesa de que harás lo que tan ardientemente deseo.
destruirte, y no cejaré hasta que te seque el corazón, y
maldigas la hora en que naciste. ––Te propones le contesté––abandonar los lugares
donde habita el hombre, y vivir en parajes inhóspitos
Una ira demoníaca lo dominaba mientras decía esto; donde las bestias serán tus únicas compañeras. ¿Cómo
tenía la cara contraída con una mueca demasiado horrenda podrás soportar tú este exilio, tú que ansías el cariño y
como para que ningún ser humano le pudiera contemplar. la comprensión de los hombres? Volverás de nuevo, en
Al rato se calmó, y prosiguió. busca de su afecto, y te volverán a despreciar; renacerá
en ti la maldad, y entonces tendrás una compañera que
––Tengo la intención de razonar contigo. Esta rabia te ayudará en tu labor destructora. No puede ser; deja de
me es perjudicial, pues tú no entiendes que eres el insistir porque no puedo acceder.
culpable. Si alguien tuviera para conmigo sentimientos de
benevolencia, yo se los devolvería centuplicados; conque ¡Qué inestables son tus sentimientos! Hace solo un
existiera este único ser, sería capaz de hacer una tregua momento te sentías conmovido, ¿por qué de nuevo ahora
con toda la humanidad. Pero ahora me recreo soñando te vuelves atrás y te endureces contra mis súplicas? Te
dichas imposibles. Lo que te pido es razonable y justo; te juro, por esta tierra en la que habito, y por ti, mi creador,
exijo una criatura del otro sexo, tan horripilante como yo que si me das la compañera que te pido, abandonaré
es un consuelo bien pequeño, pero no puedo pedir más, y la vecindad de los hombres, y para ello habitaré, si es
con eso me conformo. Cierto es que seremos monstruos, preciso, los lugares más salvajes de la Tierra. No habrá
aislados del resto del mundo, pero eso precisamente nos lugar para instintos de maldad, pues tendré comprensión,
hará estar más unidos el uno al otro. Nuestra existencia mi vida transcurrirá tranquila y, a la hora de la muerte, no
no será feliz, pero sí inofensiva, y se hallará exenta del tendré que maldecir á mi creador.

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Mary Shelley

Sus palabras suscitaron en mí una sensación extraña. Reflexioné un rato sobre todo lo que me había dicho y
Le compadecía, y hasta llegaba en algún momento a sobre los diversos argumentos que había esgrimido. Pensé
querer consolarlo; pero cuando lo miraba, cuando veía en la actitud prometedora de la que había dado muestras al
esa masa inmunda que hablaba y se movía, me invadía la comienzo de su existencia, y en la degradación posterior
repugnancia, y mis compasivos sentimientos se tornaban que habían sufrido sus cualidades a causa del desprecio
en horror y odio. Intentaba sofocar esta sensación; y odio que sus protectores le demostraron. No olvidé en
pensaba que, ya que no podía tenerle ningún afecto, no mis reflexiones su fuerza y sus amenazas; un ser capaz de
tenía derecho a denegarle la pequeña parte de felicidad habitar en las cuevas de los glaciares, y de zafarse de sus
que estaba en mi mano concederle. perseguidores entre las crestas de los abismos inaccesibles,
poseía unas facultades con las cuales sería inútil intentar
––Juras le dije––que no causarás más daños; ¿no has competir. Tras un largo rato de meditación, llegué al
demostrado ya un grado de maldad que debiera, con razón, convencimiento de que acceder a lo que me pedía era algo
hacerme desconfiar de ti? ¿No será esto una trampa que que les debía a él y a mis semejantes. Consecuentemente,
aumentará tu triunfo, al otorgarte mayores posibilidades volviéndome hacia él, le dije:
de venganza?
Accedo a la petición, bajo la solemne promesa de
que abandonarás para siempre Europa, y de que evitarás
cualquier otro lugar que el hombre frecuente, en cuanto
te entregue la compañera que habrá de seguirte al exilio.
––¡Juro gritó––, por el sol y por el cielo azul que
si escuchas mis súplicas jamás me volverás a ver mientras
ellos existan! Parte hacia tu casa y comienza tu labor;
seguiré su proceso con inexpresable ansiedad. Y no temas;
cuando hayas concluido, yo estaré allí.
No bien hubo terminado de hablar cuando me
abandonó, temeroso quizá de que cambiara de nuevo mi
decisión. Lo vi bajar por la montaña más rápido que el
vuelo de un águila, y pronto lo perdí de vista entre las
ondulaciones del mar de hielo. Su narración había durado
todo el día, y el sol estaba a punto de ponerse cuando se
marchó. Sabía que debía apresurarme a emprender mi
descenso hacia el valle, pues pronto me envolvería la
oscuridad, pero un gran peso me oprimía el corazón y
lastraba mis pasos. El esfuerzo que tenía que hacer para
caminar por los serpenteantes senderos de la montaña sin
escurrirme me absorbía, aun con lo turbado que estaba
por los sucesos que se habían producido durante aquella
jornada. Ya muy entrada la noche, llegué al albergue
––¿Pero cómo? Creí haberte conmovido, y, sin
situado a medio camino, y me senté junto a la fuente.
embargo, sigues negándote a concederme lo único que Las estrellas brillaban intermitentemente, cuando no las
amansaría mi corazón y me haría inofensivo. Si no estoy ocultaban las nubes; los oscuros pinos se erguían ante mí,
ligado a nadie ni amo a nadie, el vicio y el crimen deberán y aquí y allá se veían troncos tendidos por el hielo: era
ser, forzosamente, mi objetivo. El cariño de otra persona una escena de imponente solemnidad, que removió en mí
destruiría la razón de ser de mis crímenes, y me convertiría extraños pensamientos. Lloré amargamente; y, juntando
en algo cuya existencia todos desconocerían. Mis vicios las manos con desesperación, exclamé:
son los vástagos de una soledad impuesta y que aborrezco;
y mis virtudes surgirían necesariamente cuando viviera en ¡Estrellas, nubes, vientos!, ¡os queréis burlar de mí!: si
armonía con un semejante. Sentiría el afecto de otro ser y en verdad me compadecéis, libradme de mis sensaciones
me incorporaría a la cadena de existencia y sucesos de la y mis recuerdos; dejadme que me hunda en la nada; si no,
cual ahora quedo excluido. alejaos, alejaos y sumidme en las tinieblas.

58
Frankestein

Eran estos pensamientos absurdos y desesperados, a laboriosos experimentos. Tenía conocimiento de ciertos
pero me es imposible describir cuánto me hacía sufrir descubrimientos llevados a cabo por un científico inglés,
el centelleo de las estrellas, ni cómo esperaba que cada cuyas experiencias me serían valiosas, y a veces pensaba
ráfaga de viento fuera un aborrecible siroco que viniera a en solicitar permiso de mi padre para ir a Inglaterra con
consumirme. este fin; pero me aferraba a cualquier pretexto para no
interrumpir la incipiente tranquilidad que empezaba
Amaneció antes de que yo llegara a la aldea de a sentir. Mi salud, muy debilitada hasta el momento,
Chamonix; mi aspecto cansado y extraño no contribuyó comenzaba ahora a fortalecerse, y mi estado de ánimo,
a sosegar a mi familia, que había pasado la noche en pie cuando el triste recuerdo de la promesa hecha no lo
aguardando ansiosamente mi regreso. empañaba, se elevaba bastante. Mi padre observaba con
Volvimos a Ginebra al día siguiente. La intención de agrado esta mejoría, y se afanaba por buscar la mejor
mi padre al venir había sido la de distraerme y devolverme forma de borrar por completo la melancolía, que de vez en
la tranquilidad perdida, pero la medicina había tenido cuando me retornaba y ensombrecía tenazmente la tenue
resultados nefastos. Al no poder entender la gran tristeza luz que intentaba abrirse paso en mí. Entonces buscaba
que parecía embargarme, se apresuró a organizar la vuelta refugio en la más absoluta soledad; pasaba días enteros
a casa, confiando en que la paz y la monotonía de la vida en el lago, tumbado en una barca, silencioso e indolente
familiar aliviaran mis sufrimientos, cualesquiera que mirando las nubes y escuchando el murmullo de las olas.
fueran sus causas. El aire puro y el sol brillante solían devolverme, al menos
en parte, la compostura; y, a mi regreso, respondía a los
En cuanto a mí, permanecí al margen de todos sus saludos de mis amigos con la sonrisa más presta y el
preparativos; incluso el dulce cariño de mi querida corazón más ligero.
Elizabeth era insuficiente para sacarme del abismo de mi
desesperación. Pesaba sobre mí la promesa que le había Fue a la vuelta de una de estas salidas cuando mi padre,
hecho a aquel demonio, como la capucha de hierro que llamándome aparte, me dijo:
llevaban los infernales hipócritas de Dante. Todas las Me satisface mucho, hijo, que vuelvas a tus antiguas
maravillas del cielo y de la tierra pasaban ante mí como un distracciones y a ser el mismo de antes. Sin embargo,
sueño, y un único pensamiento constituía la realidad. ¿Es sigues triste y aún esquivas nuestra compañía. Durante
de sorprender, pues, que a veces me invadiera un estado algún tiempo he estado muy desorientado acerca de cuál
de demencia, o que continuamente viera a mi alrededor podría ser la razón de esto; pero ayer tuve una idea, y te
una multitud de repugnantes animales que me infligían ruego que, si estoy en lo cierto, me la confirmes. Cualquier
torturas incesantes y a menudo me arrancaban horribles y reserva a este respecto no solo sería injustificada, sino que
amargos chillidos? aumentaría nuestras preocupaciones.
No obstante, poco a poco, estos sentimientos se fueron Al oír estas palabras me puse a temblar, pero mi padre
calmando. De nuevo me incorporé a la vida cotidiana, si no continuó:
con interés; sí al menos con cierto grado de tranquilidad.
––Te confieso, hijo, que siempre he deseado tu
matrimonio con tu prima, considerándolo el centro de
nuestra felicidad doméstica y el báculo de mis postreros
VOLUMEN III años. Os habéis sentido muy unidos desde niños;
Capítulo 1 estudiabais juntos, y parecíais, por gustos y aficiones,
idóneos el uno al otro. Pero somos tan ciegos los humanos,
que las cosas que yo consideraba favorables a este
proyecto quizá hayan sido precisamente las que lo hayan
A mi vuelta a Ginebra pasaron muchos días y muchas destruido por completo. Puede que tú la consideres como
semanas sin que encontrara en mí valor suficiente una hermana y no tengas ningún deseo de que se convierta
para reemprender mi trabajo. Temía la venganza del en tu esposa. Es incluso posible que hayas conocido a otra
ser demoníaco si lo defraudaba, pero lograba vencer mujer a la cual ames y que, considerándote ligado a tu
la repugnancia que me inspiraba la tarea que me había prima por razones de honor, te debatas en una lucha que
impuesto. Me di cuenta de que no podía crear una hembra ocasiona la visible tristeza que te aflige.
sin de nuevo dedicar varios meses al estudio profundo y

59
Mary Shelley

Querido padre, tranquilízate. Te aseguro que amo Estos sentimientos me dictaron la respuesta que le di
a Elizabeth tierna y profundamente. No he conocido a a mi padre. Manifesté el deseo de visitar Inglaterra; pero
ninguna mujer que me inspire, como ella, tanta admiración oculté mis verdaderas intenciones bajo el pretexto de que
y afecto. Mis esperanzas y deseos para el futuro se fundan quería viajar y ver mundo antes de asentarme para el resto
en la perspectiva de nuestra unión. de mi vida en mi ciudad natal.
––Tus palabras, querido Víctor, me producen una Le rogué insistentemente que me dejara partir y accedió
alegría que no experimentaba hacía mucho tiempo. Si con prontitud, pues no existía en el mundo padre más
esto es lo que sientes, nuestra felicidad está asegurada, indulgente y menos impositivo que él. Pronto estuvieron
por mucho que sucesos recientes puedan entristecernos. arreglados los preparativos. Yo viajaría a Estrasburgo,
Pero es justo esta tristeza, que parece haberse adueñado donde me reuniría con Clerval. Estaríamos una corta
de forma tan poderosa de ti, la que quisiera disipar. Dime, temporada en Holanda, pero la mayor parte del tiempo
pues, si tienes alguna objeción a que se celebre la boda lo pasaríamos en Inglaterra. El regreso lo haríamos por
de inmediato. Hemos sido desdichados últimamente, Francia; y acordamos que el viaje duraría dos años. Mi
y recientes sucesos nos han robado la paz cotidiana padre se consolaba con el pensamiento de que mi boda
que mi edad requiere. Tú eres joven; pero no creo que, con Elizabeth tendría lugar en cuanto volviera a Ginebra.
con la fortuna de que dispones, una boda precoz pueda
interferir en los planes de honor o provecho que te hayas ––Estos dos años pasarán muy deprisa ––dijo––, y será
podido trazar. No creas, empero, que quiero imponerte la última demora que se interponga en el camino de tu
la felicidad, o que una demora por tu parte me fuera a felicidad. Espero con impaciencia la llegada del momento
ocasionar desazón. Interpreta bien mis palabras, y te ruego en que estemos todos unidos y ningún temor altere nuestra
me contestes con confianza y franqueza. paz familiar.

Escuché a mi padre en silencio, y durante algunos ––Estoy de acuerdo con tu proyecto le contesté––.
instantes no logré darle respuesta. Por mi mente discurría Dentro de dos años tanto Elizabeth como yo seremos más
un cúmulo de pensamientos que intentaba ordenar para maduros, y espero que más felices de lo que ahora somos.
poder llegar a alguna conclusión. La idea de una inmediata Suspiré; pero mi padre, delicadamente, se abstuvo
unión con mi prima me llenaba de horror y aflicción. de hacerme más preguntas respecto de las causas de mi
Estaba atado por una solemne promesa que aún no había pesadumbre. Esperaba que el cambio de ambiente y la
cumplido y que no osaba romper, pues, de hacerlo, ¡qué distracción del viaje me devolvieran la tranquilidad.
desdichas no acarrearía para mí y mi afectuosa familia
el incumplimiento de mi palabra! No creo que pudiera Empecé, pues, a preparar mi marcha; pero me
entrar en este festejo con semejante peso muerto atado obsesionaba un pensamiento que me llenaba de angustia y
del cuello, y doblegándome hacia el suelo. Debía llevar temor. Durante mi ausencia, mi familia seguiría ignorando
a cabo mi compromiso, dejando al monstruo que partiera la existencia de su enemigo, y quedaría a merced de sus
con su pareja, antes de permitirme disfrutar de las delicias ataques caso de que él, irritado por mi viaje, se lanzara
de un matrimonio del que esperaba la paz. contra ellos. Pero había prometido seguirme donde quiera
que fuera; así que ¿no vendría tras de mí a Inglaterra?
Recordé también la necesidad que tendría de viajar Este pensamiento era terrorífico en sí mismo, pero
a Inglaterra, o de comenzar una larga correspondencia reconfortante, en cuanto que suponía que los míos estarían
con científicos de aquel país cuyos conocimientos e a salvo. Me torturaba la idea de que sucediera lo contrario
investigaciones me eran imprescindibles en mi tarea. Esta de esto. Pero durante todo el tiempo que fui esclavo de
segunda manera de obtener la información que precisaba mi criatura siempre me dejé guiar por los impulsos del
era lenta y poco satisfactoria; además: cualquier cambio momento; y en ese instante tenía la seguridad de que me
me serviría de distracción, y me ilusionaba la idea de perseguiría, y, por tanto, mi familia quedaría libre del
pasar un año o dos en otro lugar, cambiando de ocupación peligro de sus maquinaciones.
y lejos de mi familia; durante este período podría ocurrir
cualquier suceso que me permitiese volver a ellos en paz y Partí hacia mis dos años de exilio a finales de agosto.
tranquilidad: quizá hubiera ya cumplido mi promesa, y el Elizabeth aprobaba los motivos de mi marcha, y solo
monstruo hubiera desaparecido; o quizá algún accidente lamentaba el no tener las mismas oportunidades que yo
lo hubiera destruido, poniendo así fin a mi esclavitud. para ampliar su campo de experiencia y cultivar su mente.

60
Frankestein

Lloró al despedirme, y me rogó que retornara feliz y en castillos en ruinas dominando tremendos precipicios, a
paz conmigo mismo. cuyos pies el sombrío Rin fluye en precipitada carrera;
y, de repente, tras rodear un promontorio, el paisaje lo
––Todos confiamos en ti ––dijo––; y si tú estás constituyen prósperos viñedos, que cubren las verdes y
apenado, ¿cuál puede ser nuestro estado de ánimo? ondulantes laderas, sinuosos ríos y pobladas ciudades.
Me metí en el carruaje que debía alejarme de los míos, Era la época de la vendimia, y, mientras viajábamos
apenas sin saber adónde me dirigía, e importándome río abajo, escuchábamos las canciones de los trabajadores.
poco lo que sucedía a mi alrededor. Solo recuerdo Incluso yo, a pesar de mi ánimo decaído, y lleno como
que, con inmensa amargura, pedí que empaquetaran el estaba de sombríos pensamientos, me sentía contento.
instrumental químico que quería llevarme conmigo, pues Tumbado en el fondo de la barca, miraba el límpido cielo
había decidido cumplir mi promesa mientras estaba en azul, y parecía imbuirme de una tranquilidad que hacía
el extranjero y regresar, a ser posible, un hombre libre. mucho no sentía. Si éstas eran mis sensaciones, ¿cómo
Lleno de sombríos pensamientos, atravesé hermosísimos explicar las de Henry? Se creía transportado a un país de
lugares de majestuosa belleza; pero tenía la mirada fija y hadas, y sentía una felicidad poco común en el hombre.
abstraída. Solo pensaba en la meta de mi viaje, y el trabajo
del cual debía ocuparme mientras durara. ––He visto ––decía––los parajes más hermosos de
mi país; conozco los lagos de Lucerna y Uri, donde
Tras varios días de inquieta indolencia, durante los las nevadas montañas entran casi a pico en el agua,
cuales recorrí muchas leguas, llegué a Estrasburgo, donde proyectando oscuras e impenetrables sombras que, de no
tuve que aguardar durante dos días la llegada de Clerval. ser por los verdes islotes que alegran la vista, parecerían
Vino, y ¡que inmensa diferencia había entre nosotros! lúgubres y tenebrosos; he visto también agitarse este lago
El respondía vivamente ante cualquier paraje nuevo; se con una tempestad, cuando el viento arremolinaba las
emocionaba con las hermosas puestas de sol, y aún más aguas, dando una idea de lo que puede ser una tromba
con el amanecer cuando se estrenaba un nuevo día; me marina en el inmenso océano; he visto las olas estrellarse
señalaba los cambios de colorido en el paisaje y el aspecto con furia al pie de las montañas, donde cayó la avalancha
del cielo. sobre el cura y su amante cuyas moribundas voces, se
¡Esto es lo que yo llamo vivir! ––exclamaba––. dice, todavía se oyen cuando se acallan los vientos; he
¡Cómo me gusta existir! ¿Pero por qué estás tú, querido visto las montañas de Valais y las del país de Vaud pero
Frankenstein, tan apenado y abatido? este país, Víctor, me gusta mucho más que todas aquellas
maravillas. Las montañas de Suiza son más majestuosas
Lo cierto es que me embargaban tristes pensamientos, y extrañas; pero hay un encanto especial en las márgenes
y permanecía indiferente ante el anochecer o el dorado de este río tan divino, que no es comparable a nada. Mira
amanecer reflejado en el Rin. Y usted, amigo mío se ese castillo que domina aquel precipicio; y ese en aquella
divertiría mucho más con el diario de Clerval, gozoso y isla, casi oculto por el follaje de los hermosos árboles; y
sensible admirador del paisaje, que con las reflexiones de ese grupo de trabajadores que vienen de sus viñedos; y
esta criatura miserable, perseguido por una maldición que esa aldea medio oculta por los pliegues de la montaña.
impedía toda posibilidad de dicha. Sin duda, los espíritus que habitan y cuidan de este lugar
tienen un alma más comprensiva para con el hombre que
Habíamos decidido bajar en barco por el Rin desde aquellos que pueblan el glaciar o que se refugian en las
Estrasburgo hasta Rotterdam, donde embarcaríamos para cimas inaccesibles de las montañas de nuestro país.
Londres. Durante este trayecto pasamos muchas islas
cubiertas de sauces, y vimos varias ciudades hermosas. ¡Clerval!, ¡amigo del alma!, incluso ahora me llena de
Paramos un día en Mannhein, y cinco días después de salir satisfacción recordar tus palabras y dedicarte los elogios
de Estrasburgo llegábamos a Maguncia. A partir de aquí, que tan merecidos tienes. Era un ser que se había educado
el curso del Rin se hace mucho más pintoresco. El río en «la poesía de la naturaleza”. Su desbordante y entusiasta
desciende velozmente, serpenteando entre colinas no muy imaginación se veía matizada por la gran sensibilidad de
altas pero sí escarpadas y de formas muy bellas. Vimos su espíritu. Su corazón rezumaba afecto, y su amistad era
numerosos castillos en ruinas, lejanos e inaccesibles, que, de esa naturaleza fiel y maravillosa que la gente de mundo
rodeados de espesos y sombríos bosques, se alzaban al borde se empeña en hacernos creer que solo existe en el reino
de los despeñaderos. Esta parte del Rin ofrece un paisaje de lo imaginario. Pero ni siquiera la comprensión y el
de singular variedad. Pueden verse irregulares montañas, cariño humanos bastaban para satisfacer su ávida mente.

61
Mary Shelley

El espectáculo de la naturaleza, que en otros despierta Por fin divisamos los innumerables campanarios de
simplemente admiración, era para él objeto de una pasión Londres, dominados todos por la impresionante cúpula de
ardiente: San Pablo, y la Torre famosa en la historia de Inglaterra.

La sonora catarata
Le obsesionaba como una pasión: la erguida roca,
Capítulo 2
La montaña, y el bosque sombrío y tupido,
Sus formas y colores, eran para él
Un deseo; un sentimiento, y un amor, Londres era nuestro lugar de asiento, y decidimos
Que no necesitaba de otros encantos remotos, quedarnos algunos meses en esta maravillosa y célebre
ciudad. Clerval quería conocer a los hombres de genio y
Que el pensamiento puede proporcionar, u otro atractivo talento que despuntaban entonces, pero para mí esto era
Que los ojos jamás vieron. secundario, pues mi principal interés era la obtención de
los conocimientos que necesitaba para poder llevar a cabo
mi promesa. A este fin, me apresuré a entregar a los más
distinguidos científicos las cartas de presentación que
¿Y dónde está ahora? Se ha perdido para siempre había traído conmigo.
este ser tan dulce y hermoso? ¿Ha perecido esta mente
tan repleta de pensamientos, de magníficas y caprichosas Si este viaje hubiera tenido lugar en la época de mis
fantasías que formaban un mundo cuya existencia primeros estudios, cuando aún estaba lleno de felicidad,
dependía de la vida de su creador? ¿Existe ahora solo me habría proporcionado un inmenso placer. Pero una
en mi recuerdo? No, no puede ser; aquel cuerpo, tan maldición había ensombrecido mi existencia, y solo
perfectamente modelado, que irradiaba hermosura, se ha visitaba a estas personas con el afán de conseguir la
descompuesto, pero su espíritu sigue alentando y visitando información que me pudieran proporcionar acerca del tema
a su desdichado amigo. que, por motivos tan tremendos, tanto me interesaba. La
compañía de otras personas me resultaba molesta; cuando
Perdóneme usted este arranque de dolor; estas pobres me encontraba solo podía dejar vagar mi imaginación
palabras son tan solo un insignificante tributo a la hacia cosas agradables; la voz de Henry me apaciguaba, y
inapreciable valía de Henry, pero calman mi corazón, tan así llegaba a engañarme y a conseguir una paz transitoria.
angustiado por su recuerdo. Continuaré mi relato. Pero los rostros gesticulantes, alegres y poco interesantes
de los demás me volvían a sumir en la desesperación. Veía
alzarse una infranqueable barrera entre mis semejantes y
Dejamos Colonia y descendimos a las llanuras de yo; barrera teñida con la sangre de William y Justine; y el
Holanda, donde decidimos continuar por tierra el resto del recuerdo de los sucesos relacionados con estos nombres
viaje, pues el viento era desfavorable y––la corriente del me llenaba de angustia.
río demasiado lenta para ayudarnos.
En Clerval veía la imagen de lo que yo había sido,
Aquí nuestro viaje perdió el interés que el magnífico era inquisitivo y estaba ansioso por adquirir sabiduría y
paisaje había proporcionado hasta ahora; pero a los pocos experiencia. La diferencia de costumbres que advertía
días llegamos a Rotterdam desde donde proseguimos viaje era para él fuente inagotable de enseñanza y distracción.
a Inglaterra por mar. Era una límpida mañana, de finales Estaba siempre ocupado; y lo único que empañaba su
de diciembre, cuando vi por primera vez los blancos felicidad era mi abatimiento y pesadumbre. Yo, por mi
acantilados de Gran Bretaña. Las orillas del Támesis parte, intentaba disimular mis sentimientos cuanto podía,
ofrecían un nuevo paisaje; eran llanas pero fértiles, y casi a fin de no privarle de los lógicos placeres que uno siente
todas las ciudades se significaban por algún recuerdo cuando, libre de tristes recuerdos y agobios, encuentra
histórico. Vimos el fuerte Tilbury, y recordamos la nuevos horizontes en su vida. A menudo me excusaba,
Armada Invencible; Gravesend, Woolwich y Greenwich alegando compromisos anteriores, para así no tener
lugares de los que había oído hablar ya en mi país. que acompañarlo, y poder permanecer solo. Comencé a

62
Frankestein

recabar por entonces los materiales que necesitaba para universidad es antigua y pintoresca; las calles, casi
mi nueva creación, lo que me suponía la misma tortura magníficas; y el delicioso Isis, que corre por entre prados
que para los condenados el interminable goteo del agua de un exquisito verde, se ensancha formando un tranquilo
sobre sus cabezas. Cada pensamiento dedicado al tema me remanso de agua, donde se reflejan el magnífico conjunto
producía una tremenda angustia, y cada palabra alusiva a de torres, campanarios y cúpulas que asoman por entre los
ello hacía que me temblaran los labios y me palpitara el viejos árboles.
corazón.
Disfrutaba con este paisaje; pero veía turbado mi
Cuando llevábamos unos meses en Londres, recibimos gozo tanto por el recuerdo del pasado como por los
una carta de una persona que vivía en Escocia y que nos acontecimientos del futuro. Había nacido para ser feliz.
había visitado en Ginebra. En ella se refería a la belleza Durante mi juventud nunca me había afligido la tristeza,
de su país natal y se preguntaba si esto no sería un y si en algún momento me sentía abatido, contemplar las
motivo suficiente para que nos decidiéramos a prolongar maravillas de la naturaleza o estudiar lo que de sublime
nuestro viaje hasta Perth, donde él vivía. Clerval estaba y excelente ha hecho el hombre siempre conseguía
ansioso por aceptar la invitación; y yo, aunque detestaba interesarme y animarme. Pero no soy más que un árbol
la compañía de otras personas, quería ver de nuevo destrozado, corroído hasta la médula, y ya entonces
riachuelos y montañas y todas las maravillas con las presentí que sobreviviría hasta convertirme en lo que
cuales la naturaleza adorna sus lugares predilectos. pronto dejaré de ser: una miserable ruina humana, objeto
de compasión para los demás y de repugnancia para mí
Habíamos llegado a Inglaterra a principios de octubre, mismo.
y ya estábamos en febrero, de modo que decidimos
emprender nuestro viaje hacia el norte a finales del mes Pasamos bastante tiempo en Oxford, recorriendo sus
siguiente. En este viaje no pensábamos seguir la carretera alrededores e intentando localizar los lugares relacionados
principal a Edimburgo, pues queríamos visitar Windsor, con la época más agitada de la historia de Inglaterra.
Oxford, Madock y los lagos de Cumberland, esperando Nuestros pequeños viajes de investigación a menudo se
llegar a nuestro destino a finales de julio. Embalé, pues, veían prolongados por los sucesivos descubrimientos que
mis instrumentos químicos y el material que había íbamos haciendo. Visitamos la tumba del ilustre Hampden
conseguido, con la intención de acabar mi tarea en algún y el campo de batalla donde cayó aquel patriota. Por un
lugar apartado de las montañas del norte de Escocia. momento mi espíritu logró olvidarse de sus miserables
y denigrantes temores al recordar las maravillosas ideas
Dejamos Londres el 27 de marzo y nos quedamos unos de libertad y sacrificio, de las cuales estos lugares eran
días en Windsor, paseando por su hermosísimo bosque. recuerdo y exponente. Por un instante conseguí librarme
Este paisaje era completamente nuevo para nosotros, de mis cadenas y mirar a mi alrededor con un espíritu
habitantes de un país montañoso; los robles majestuosos, libre y elevado, pero el hierro se me había clavado
la abundancia de caza y las manadas de altivos ciervos profundamente, y, tembloroso y atemorizado, volví a
constituían una novedad para nosotros. hundirme en la miseria.
Continuamos luego hacia Oxford. Al llegar a la ciudad, Dejamos Oxford con pesar, y continuamos hacia
rememoramos los sucesos que allí habían ocurrido hacía Matlock, nuestro próximo lugar de asiento. El campo que
más de ciento cincuenta años. Fue allí donde Carlos I rodea este pueblo se parece en cierto modo al de Suiza,
reunió sus tropas. La ciudad le había permanecido fiel pero todo a menor escala; las verdes colinas carecen del
mientras toda la nación abandonaba su causa y se unía fondo que en mi país natal proporcionan los distantes
al estandarte del parlamento y la libertad. El recuerdo de Alpes nevados, asomando siempre por detrás de las
aquel desdichado monarca y de sus compañeros, el afable montañas cubiertas de pinos. Visitamos la maravillosa
Falkland, el orgulloso Gower, su reina y su hijo, daban un gruta y las pequeñas vitrinas dedicadas a las ciencias
interés especial a cada rincón de la ciudad, que se supone naturales, donde los objetos están dispuestos de la misma
debieron habitar. El espíritu de días pasados tenía aquí su manera que las colecciones de Servox y Chamonix. El
morada y nos deleitaba perseguir sus huellas. Pero aunque mero nombre de este último lugar me hizo temblar cuando
estos sentimientos no hubieran bastado para satisfacer Henry lo pronunció, y me apresuré a abandonar Matlock
nuestra imaginación, la ciudad en sí era lo suficientemente ––por la vinculación que tenía con aquel horrible sitio.
hermosa como para despertar nuestra admiración. La

63
Mary Shelley

Desde Derby, y siguiendo hacia el norte, nos detuvimos más apático. A Clerval no le gustó tanto como Oxford,
dos meses en Cumberland y Westmorel and. Aquí sí que pues le había atraído mucho la antigüedad de esta ciudad.
casi me pareció encontrarme entre las montañas de Suiza. Pero la belleza y regularidad de la moderna Edimburgo, su
Las pequeñas extensiones de nieve que aún quedaban en la romántico castillo y los alrededores, los más hermosos del
ladera norte de las montañas, los lagos y el tumultuoso curso mundo, Arthur's Seat, Saint Bernard's Well y las colinas
de los rocosos torrentes me resultaban escenas familiares y de Portland, le compensaron el cambio y lo llenaron de
queridas. Aquí también hicimos nuevas amistades que casi alegría y admiración. Yo, sin embargo, estaba intranquilo
consiguieron crearme la ilusión de felicidad. La alegría que por llegar al término de nuestro viaje.
Clerval manifestaba era muy superior a la mía; él se crecía
ante hombres de talento, y descubrió que poseía mayores Salimos de Edimburgo al cabo de una semana,
recursos y posibilidades de lo que hubiera creído cuando pasando por Coupar, Saint Andrews y siguiendo la orilla
frecuentaba la compañía de personas menos dotadas del Tay hasta Perth, donde nos esperaba nuestro amigo.
intelectualmente que él. «Podría vivir aquí ––decía––; y Pero yo no me sentía con fuerzas para conversar y reír con
rodeado de estas montañas apenas si añoraría Suiza o el extraños, o para adaptarme a sus gustos y planes con la
Rin». disposición propia de un buen huésped, de manera que le
dije a Clerval que visitaría solo el resto de Escocia.
Pero descubrió que la vida de un viajero incluye
muchos pesares entre sus satisfacciones. El espíritu se ––Diviértete ––le dije—. Aquí nos encontraremos de
encuentra siempre en tensión; y justo cuando empieza nuevo. Puede que me ausente un mes o dos; pero no te
a aclimatarse, se ve obligado a cambiar aquello que le inquietes por mi, te lo ruego. Déjame un tiempo en la paz
interesa por nuevas cosas que atraen su atención y que y soledad que necesito; y cuando regrese, espero hacerlo
también abandonará en favor de otras novedades. con el corazón más aligerado y más de acuerdo con tu
estado de ánimo.
Apenas habíamos visitado los lagos de Cumberland y
Westmoreland, y comenzado a sentir afecto por algunos Henry trató de disuadirme; pero, al verme tan decidido,
de sus habitantes, cuando tuvimos que partir, pues se dejó de insistir. Me rogó que le escribiera con frecuencia.
aproximaba la fecha en que debíamos reunirnos con
Preferiría ––dijo––acompañarte en tus excursiones
nuestro amigo escocés. Yo, personalmente, no lo sentí.
solitarias que quedarme con estos escoceses a quienes
Estaba retrasando el cumplimiento de mi promesa y
apenas conozco. Apresúrate a regresar, querido amigo,
temía las consecuencias del enojo de aquel ser diabólico.
para que de nuevo me sienta como en casa, cosa que me
Cabía la posibilidad de que se hubiera quedado en Suiza
será imposible durante tu ausencia.
y se vengara en mis familiares. Esta idea me perseguía
y me atormentaba durante todos aquellos momentos Despidiéndome de mi amigo, decidí buscar algún
que de otra manera me hubieran proporcionado paz apartado lugar de Escocia donde concluir a solas mi labor.
y tranquilidad. Esperaba las cartas de mi familia con No tenía ninguna duda de que el monstruo me seguía y de
febril impaciencia; si se retrasaban, me disgustaba y me que, una vez hubiera terminado mi obra, se me presentaría
atenazaban mil temores; y cuando llegaban, y reconocía para recibir a su compañera.
la letra de Elizabeth o de mi padre, apenas me atrevía a
leerlas. A veces imaginaba que el bellaco me perseguía, y Tomada esta resolución, atravesé las tierras altas del
que quizá pretendiera acelerar mi indolencia asesinando norte y elegí, como lugar de trabajo, una de las islas
a mi compañero. Cuando me venían estos pensamientos, Orcadas, que eran las más alejadas. Era este un lugar
permanecía al lado de Henry constantemente, lo seguía idóneo para llevar a cabo mi tarea, pues era poco más
como si fuera su sombra para protegerlo de la imaginada que una roca cuyos escarpados laterales batían las olas
furia de su destructor. Me sentía como si yo mismo hubiera constantemente. El terreno era yermo, apenas si ofrecía
cometido algún tremendo crimen, cuyo remordimiento pasto para algunas escuálidas vacas y avena para sus cinco
me obsesionaba. Me sabía inocente, pero no obstante habitantes, cuyos cuerpos esqueléticos y retorcidos daban
había atraído una maldición sobre mí, tan fatal como la prueba de su miserable existencia. El pan y las verduras,
de un crimen. cuando se permitían semejantes lujos, e incluso el agua
potable, venían del continente, que quedaba a unas cinco
Visité Edimburgo con espíritu distraído; y, sin millas de allí.
embargo, esa ciudad hubiera despertado el interés del ser

64
Frankestein

En toda la isla no había más que tres míseras chozas, impaciencia, sobre la que no me quería interrogar, pero que
una de las cuales encontré desocupada al llegar. La alquilé. se entremezclaba con oscuros y siniestros presentimientos
Tenía solo dos cuartos, que mostraban la suciedad propia que me hacían desfallecer.
de las más absoluta indigencia. La techumbre, de ramas
y rastrojos, se estaba hundiendo; las paredes no estaban Capítulo 3
encaladas, y la puerta colgaba, torcida, de uno de los
goznes. Ordené que la repararan, compré algunos muebles Una noche me encontraba sentado en mi laboratorio;
y me instalé, lo que sin duda hubiera ocasionado bastante el sol se había puesto, y la luna empezaba a asomar
sorpresa de no ser porque la necesidad y la pobreza habían por entre las olas; no tenía suficiente luz para seguir
entumecido por completo las mentes de estos habitantes. trabajando y permanecía ocioso, preguntándome si debía
El hecho es que ni me molestaban ni curioseaban, y apenas dar por terminada la jornada o, por el contrario, hacer un
si me agradecieron los víveres y ropas que les di, lo que esfuerzo y continuar mi labor y acelerar así su final. Al
demuestra hasta qué punto el sufrimiento insensibiliza meditar sobre esto, allí sentado, se me fueron ocurriendo
incluso los sentimientos más elementales del hombre. otros pensamientos y me hicieron considerar las posibles
En este retiro dedicaba las mañanas al trabajo; pero consecuencias de mi obra. Tres años antes me encontraba
por la noche, cuando el tiempo lo permitía, paseaba por ocupado en lo mismo, y había creado un diabólico
la pedregosa playa y escuchaba el bramido de las olas que ser cuya incomparable maldad me había destrozado
rompían a mis pies. Era un paisaje monótono y a la vez el corazón y llenado de amargos remordimientos. Y
siempre cambiante. Me acordaba de Suiza y lo distinta que ahora estaba a punto de crear otro ser, una mujer, cuyas
era de este lugar desolado y atemorizante. Allí, las viñas inclinaciones desconocía igualmente; podía incluso ser
cubren las colinas, y las casitas puntillean tupidamente diez mil veces más diabólica que su pareja y disfrutar con
las llanuras. Sus hermosos lagos reflejan un cielo suave y el crimen por el puro placer de asesinar. El había jurado
azul; y cuando los vientos los alteran, su efervescencia es que abandonaría la vecindad de los hombres, y que se
como un juego de niños, comparada con los bramidos del escondería en los desiertos, pero ella no; ella, que con
inmenso océano. toda probabilidad podría ser un animal capaz de pensar y
razonar, quizá se negase a aceptar un acuerdo efectuado
Así distribuí mi tiempo al llegar; pero a medida antes de su creación. Incluso podría ser que se odiasen;
que avanzaba en mi labor, me resultaba más molesta y la criatura que ya vivía aborrecía su propia fealdad, y
repulsiva cada día. Había veces que me era imposible ¿no podía ser que la aborreciera aún más cuando se viera
entrar en mi laboratorio durante días enteros; otras, reflejado en una versión femenina? Quizá ella también lo
trabajaba día y noche sin cesar para concluir cuanto antes. despreciara y buscara la hermosura superior del hombre;
Realmente era una obra repugnante la que me ocupaba. podría abandonarlo y él volvería a encontrarse solo,
En mi primer experimento, una especie de frenético más desesperado aún por la nueva provocación de verse
entusiasmo me había impedido ver el horror de lo que desairado por una de su misma especie.
hacía; estaba absorto por completo en mi trabajo y ciego
ante lo horrible de mi quehacer. Pero ahora lo llevaba a Y aunque abandonaran Europa, y habitaran en
cabo a sangre fría, y a menudo me asqueaba la labor. los desiertos del Nuevo Mundo, una de las primeras
consecuencias de ese amor que tanto ansiaba el vil ser
En esta situación, dedicado como estaba a ocupación serían los hijos. Se propagaría entonces por la Tierra una
tan detestable, inmerso en una soledad donde nada podía raza de demonios que podrían sumir a la especie humana
distraerme un solo momento de aquello a lo que me en el terror y hacer de su misma existencia algo precario.
aplicaba, empecé a desequilibrarme; y me volví inquieto ¿Tenía yo derecho, en aras de mi propio interés, a dotar
y nervioso. A cada momento temía encontrarme con mi con esta maldición a las generaciones futuras? Me habían
perseguidor. A veces me quedaba sentado, con los ojos conmovido los sofismas del ser que había creado; sus
fijos en el suelo, temeroso de levantar la vista y encontrar malévolas amenazas me habían nublado los sentidos. Pero
frente a mí la criatura cuya aparición tanto me espantaba. ahora por primera vez veía claramente lo devastadora
No me alejaba de mis vecinos por miedo a que, viéndome que podía llegar a ser mi promesa; temblaba al pensar
solo, se me acercara para reclamarme su compañera. que generaciones futuras me podrían maldecir como el
causante de esa plaga, como el ser cuyo egoísmo no había
Empero seguía trabajando y tenía ya la labor muy
tenido reparos en comprar su propia paz al precio quizá de
avanzada. Aguardaba el final con ahelante y trémula
la existencia de todo el género humano.

65
Mary Shelley

Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me fallaban las cimas de sus montañas. He vivido meses en los brezales
fuerzas cuando, al levantar la vista hacia la ventana, vi el de Inglaterra y en los desérticos parajes de Escocia. He
rostro de aquel demonio a la luz de la luna. Una horrenda padecido cansancio, hambre, frío; ¿te atreves a destruir
mueca le fruncía los labios, al ver cómo llevaba a cabo la mis esperanzas?
tarea que él me había impuesto. Sí, me había seguido en
mis viajes, había atravesado bosques, se había escondido ––¡Aléjate! Efectivamente rompo mi promesa; jamás
en cavernas o refugiado en los inmensos brezales crearé otro ser como tú, semejante en deformidad y vileza.
deshabitados; y venía ahora a comprobar mis progresos y Esclavo, antes intenté razonar contigo, pero te has
a reclamar el cumplimiento de mi promesa. mostrado inmerecedor de mi condescendencia. Recuerda
Al mirarlo, vi que su rostro expresaba una increíble mi fuerza; te crees desgraciado, pero puedo hacerte tan
malicia y traición. Recordé con una sensación de locura la infeliz que la misma luz del día te resulte odiosa. Tú eres
promesa de crear otro ser como él, y entonces, temblando mi creador, pero yo soy tu dueño: ¡obedece!
de ira, destrocé la cosa en la que estaba trabajando. La hora de mi debilidad ha pasado, y con ella la de tu
Aquel engendro me vio destruir la criatura en cuya futura poder. Tus amenazas no me obligarán a cometer tamaña
existencia había fundado sus esperanzas de felicidad, y, equivocación; más bien me confirman en mi propósito
con un aullido de diabólica desesperación y venganza, se de no crear una compañera para tus vicios. ¿Querrías que,
alejó. a sangre fría, infectara la Tierra con otro demonio que se
Salí de la habitación, y, cerrando la puerta, me hice la complaciera con la muerte y la desgracia? ¡Aléjate! Estoy
solemne promesa de no reanudar jamás mi labor. Luego, decidido, y con tus palabras solo acrecentarás mi cólera.
con paso tembloroso, me fui a mi dormitorio. Estaba El monstruo vio la determinación en mi rostro y
solo; no había nadie a mi lado para disipar mi tristeza y rechinó los dientes con rabia imponente.
aliviarme de la opresión de mis terribles reflexiones.
––¿Encontrará todo hombre ––gritó––esposa, todo
Pasaron varias horas, y yo seguía junto a la ventana, animal su hembra mientras yo he de permanecer solo?
mirando hacia el mar, que se hallaba casi inmóvil, pues
Tenía sentimientos de afecto, que el desprecio y el odio
los vientos se habían calmado y la naturaleza dormía
anularon en mí. Mortal, podrás odiar, pero ¡ten cuidado!
bajo la vigilancia de la silenciosa luna. Solo unos cuantos
barcos pesqueros salpicaban el mar, y de vez en cuando la Pasarás tus horas preso de terror y tristeza, y pronto
suave brisa me traía el eco de las voces de los pescadores caerá sobre ti el golpe que te ha de robar para siempre la
que se llamaban de una barca a otra. Sentía el silencio, felicidad. ¿Acaso piensas que puedes ser feliz mientras
aunque apenas me daba cuenta de su temible profundidad; yo me arrastro bajo el peso de mi desdicha? Podrás
hasta que de pronto oí el chapoteo de unos remos que se destrozar mis otras pasiones; pero queda mi venganza,
acercaban a la orilla, y alguien desembarcó cerca de mi una venganza que a partir de ahora me será más querida
casa. que la luz o los alimentos. Podré morir, pero antes, tú,
mi tirano y verdugo, maldecirás el sol que alumbra tus
Pocos minutos después, oí crujir la puerta, como si
desgracias. Ten cuidado; pues no conozco el miedo y soy,
intentaran abrirla silenciosamente. Un escalofrío me
por tanto, poderoso. Vigilaré con la astucia de la serpiente,
recorrió de pies a cabeza; presentí quién sería, y estuve
y con su veneno te morderé. ¡Mortal!, te arrepentirás del
a punto de despertar a un pescador que vivía en una
barraca cerca de la mía; pero me invadió esa sensación daño que me has hecho.
de impotencia que tan a menudo se experimenta en las ––Calla, diablo, y no envenenes el aire con tus
pesadillas, cuando en vano se intenta huir del inminente malvados ruidos. Te he comunicado mi decisión, y no soy
peligro y los pies rehusan moverse. Al poco oí pisadas por un cobarde al que puedas convencer con tus amenazas.
el pasillo; se abrió la puerta y apareció el temido engendro. Déjame; soy implacable.
La cerró, y, acercándoseme, me dijo con voz sorda:
––Bien. Me iré; pero recuerda: estaré a tu lado en tu
––Has destruido la obra que empezaste; ¿qué es lo noche de bodas.
que pretendes? ¿Osas romper tu promesa? He soportado
fatigas y miserias; me marché de Suiza contigo; gateé Abalanzándome sobre él, grité:
por las orillas del Rin, por sus islas de sauces, por las

66
Frankestein

––¡Miserable! Antes de firmar mi sentencia de muerte en mi oído, como un toque a muerto, las palabras del
asegúrate de que tú estás a salvo. malvado ser; parecían lejanas, como un sueño, pero eran
claras y apremiantes como la misma realidad.
Hubiera querido atacarlo; pero me esquivó, y salió de
la casa con rapidez. Al cabo de pocos instantes lo vi en El sol se encontraba ya muy bajo, y yo aún seguía en
la barca cruzando las aguas como una saeta, y pronto se la playa, saciando el apetito con unas galletas de avena,
perdió entre las olas. cuando vi atracar una barca no lejos de mí. Se acercó
uno de los hombres v me dio un paquete; contenía cartas
Volvió a reinar el silencio; pero sus palabras seguían de Ginebra y una de Clerval en la que me rogaba me
resonando en mis oídos. Me consumía el deseo de reuniera con él. Decía que hacía casi un año que habíamos
perseguir al asesino de mi tranquilidad y hundirlo en el abandonado Suiza, y no habíamos visitado Francia. Me
océano. Inquieto y preocupado paseaba de un lado a otro insistía, por tanto, en que abandonara mi isla solitaria y
de la habitación, mientras la imaginación me asediaba con me reuniera con él en Perth, al cabo de una semana, y
mil ideas torturantes. ¿Por qué no lo había perseguido y juntos hiciéramos planes para continuar nuestro viaje.
entablado con él un combate a muerte? Le había permitido Esta carta me hizo, en parte, volver a la realidad, y decidí
escapar y ahora se dirigía hacia el continente. Temblaba que me iría de la isla a los dos días.
al pensar en quién sería la próxima víctima sacrificada a
su insaciable venganza. De pronto recordé sus palabras: Pero, antes de partir, me esperaba una tarea que me
«Estaré a tu lado en tu noche de bodas». Esa, pues, era la producía escalofríos solo de pensar en ello: tenía que
fecha en la que se cumpliría mi destino. Entonces moriría empaquetar mis instrumentos de química, para lo cual era
y, al tiempo, quedaría satisfecha y extinguida su maldad. preciso que entrara en la habitación donde había llevado
Esto no me asustaba; pero la imagen de mi querida a cabo mi odioso trabajo, y tenía que tocar aquellos
Elizabeth, derramando lágrimas de inconsolable dolor al instrumentos, cuya simple vista me producía náuseas.
ver que su marido le era arrebatado cruelmente, me hizo, Cuando amaneció, al día siguiente, me armé de valor y
por primera vez en muchos meses, prorrumpir en llanto, y abrí la puerta del laboratorio. Los restos de la criatura a
decidí no sucumbir ante mi enemigo sin luchar. medio hacer que había destruido estaban esparcidos por el
suelo y casi tuve la sensación de haber mutilado la carne
Terminó la noche, y el sol se levantó por el horizonte. viva de un ser humano. Me detuve para sobreponerme,
Empecé a tranquilizarme, si se puede llamar tranquilidad y entré en el cuarto. Con manos temblorosas saqué los
a aquello en lo que nos sumimos cuando la violencia de instrumentos de allí; pero pensé que no debía dejar los
la ira deja paso a la desesperación. Abandoné la casa, restos de mi obra, que llenarían de horror v sospechas a
horrible escenario de la contienda de la pasada noche, los campesinos. Por tanto, los metí en una cesta, junto con
y paseé por la orilla del mar, que me parecía levantarse un gran número de piedras, y, apartándola, decidí arrojarla
como una barrera insuperable entre mis semejantes y yo; al mar aquella misma noche; en espera de lo cual me fui a
tuve entonces el deseo de que aquello se hiciera realidad. la playa a limpiar mi material.
Acaricié la idea de pasar el resto de mis días en aquella
desnuda roca; sería una existencia penosa, cierto, pero Desde la noche en que apareciera aquel diablo, mis
al menos se vería exenta del miedo a cualquier repentina sentimientos habían cambiado totalmente. Hasta entonces
desgracia. Si me iba, era para morir asesinado, o para ver pensaba en mi promesa con profunda desesperación y la
cómo perdían la vida, a manos del diablo que yo mismo consideraba como algo que debía cumplir, cualesquiera
había creado, aquellos a quienes más quería. que fueran las consecuencias. Pero ahora me parecía como
si me hubieran quitado una venda de delante de los ojos y
Vagué por la isla como un fantasma, alejado de todo que, por primera vez, veía las cosas con claridad. Ni por
lo que amaba, y entristecido por esta separación. Hacia un instante se me ocurrió reanudar mi tarea; la amenaza
mediodía, cuando el sol estaba en su cima, me tumbé que había oído pesaba en mi mente, pero no creía que un
en la hierba v me invadió un profundo sueño. No había acto voluntario por mi parte consiguiera anularla. Tenía
dormido la noche anterior, tenía los nervios alterados y los muy presente que, de crear otro ser tan malvado como
ojos irritados por el llanto y la vigilia. El sueño en el cual el que ya había hecho, estaría cometiendo una acción de
me sumí me recuperó; y, al despertar, sentí de nuevo como indigno y atroz egoísmo, y apartaba de mis pensamientos
si perteneciera a una raza de seres humanos como yo. Me cualquier idea que pudiera llevarme a variar mi decisión.
puse a reflexionar con más serenidad, pero aún resonaban

67
Mary Shelley

La luna salió entre las dos y las tres de la madrugada; y la terrible emoción que había soportado durante algunas
metí el cesto en un bote, y me adentré en el mar unas horas, esta repentina certeza de vida me llenó el corazón
millas. El lugar estaba_ completamente solitario; unas de cálida ternura, y las lágrimas empezaron a correrme
cuantas barcas volvían hacia la isla, pero yo navegaba lejos por las mejillas.
de ellas. Me sentía como si fuera a cometer algún terrible
crimen y quería evitar cualquier encuentro. De repente, ¡Qué mudables son nuestros sentimientos y que
la luna, que hasta entonces había brillado clarísima, se extraño el apego que tenemos a la vida, incluso en los
ocultó tras una espesa nube, y aproveché el momento de momentos de máximo sufrimiento! Con parte de mis
tinieblas para arrojar mi cesta al mar; escuché el gorgoteo vestidos confeccioné otra vela, y me afané por poner
que hizo al hundirse y me alejé. El cielo se ensombreció; rumbo a tierra firme. Tenía un aspecto rocoso y salvaje,
pero el aire era límpido aunque fresco, debido a la brisa pero así que me acercaba vi claras muestras de cultivo.
del noreste que se estaba levantando. Me invadió una Había embarcaciones en la playa, y de pronto me encontré
sensación tan agradable, que me animó y decidí demorar devuelto a la civilización. Recorrí las ondulaciones de
mi regreso a la isla; sujeté el timón en posición recta, y la tierra y divisé al fin un campanario que asomaba por
me tumbé en el fondo de la barca. Las nubes ocultaban detrás de una colina. A causa de mi estado de extrema
la luna, todo estaba oscuro, y solo se oía el ruido de la debilidad, decidí dirigirme directamente al pueblo como
barca cuando la quilla cortaba las olas; el murmullo me el lugar donde más fácilmente encontraría alimento.
arrullaba, y pronto me quedé profundamente dormido. Afortunadamente llevaba dinero conmigo. Al doblar el
promontorio vi ante mí un pequeño y aseado pueblo y un
No sé el tiempo que transcurrió, pero cuando me buen puerto en el que entré con el corazón rebosante de
desperté vi que el sol ya estaba alto. Se había levantado alegría tras mi inesperada salvación.
un viento que amenazaba la seguridad de mi pequeña
embarcación. Venía del nordeste, y debía haberme alejado Mientras me ocupaba en atracar la barca y arreglar
mucho de la costa donde embarqué; traté de cambiar mi las velas, varias personas se aglomeraron a mi alrededor.
rumbo pero en seguida me di cuenta de que zozobraría si Parecían muy sorprendidas por mi aspecto, pero en
lo intentaba de nuevo. No tenía más solución que intentar lugar de ofrecerme su ayuda murmuraban entre ellos y
navegar con el viento de popa. Confieso que me asusté. gesticulaban de una manera que, en otras circunstancias,
Carecía de brújula, y estaba tan poco familiarizado con me hubiera alarmado. Pero en aquel momento solo advertí
esta parte del mundo, que el sol no me servía de gran que hablaban inglés, y, por tanto, me dirigí a ellos en ese
ayuda. Podía adentrarme en el Atlántico, y sufrir las idioma.
torturas de la sed y del hambre, o verme tragado por las ––Buena gente dije––, ¿tendrían la bondad de decirme
inmensas olas que surgían a mi alrededor. Llevaba ya fuera el nombre de este pueblo e indicarme dónde me encuentro?
muchas horas y la sed, preludio de mayores sufrimientos,
empezaba a torturarme. Observé el cielo cubierto de nubes ––¡Pronto lo sabrá! contestó un hombre con
que, empujadas por el viento, iban a la zaga unas de otras; brusquedad––. Quizá haya llegado a un lugar que no le
observé el mar que había de ser mi tumba. guste demasiado; en todo caso le aseguro que nadie le va
a consultar acerca de dónde querrá usted vivir.
––¡Villano! Exclamé––, tu tarea está cumplida.
Me sorprendió enormemente recibir de un extraño
Pensé en Elizabeth, en mi padre, en Clerval; y me sumí una respuesta tan áspera; también me desconcertó ver los
en un delirio tan horrendo y desesperante, que incluso ceñudos y hostiles rostros de sus compañeros.
ahora, cuando todo está a punto de terminar para mí,
tiemblo al recordarlo. ––¿Por qué me contesta con tanta rudeza? ––le
pregunté––: no es costumbre inglesa el recibir a los
Así transcurrieron algunas horas, pero poco a poco, a extranjeros de forma tan poco hospitalaria.
medida que el sol caminaba hacia el horizonte, el viento
fue remitiendo hasta convertirse en una suave brisa, y ––Desconozco las costumbres de los ingleses ––
las olas se fueron calmando. Seguía habiendo una fuerte respondió el hombre––; pero es costumbre entre los
marejada, me encontraba mal, y apenas podía sujetar el irlandeses el odiar a los criminales.
timón, cuando de pronto divisé hacia el sur una franja de
Mientras se desarrollaba este diálogo la muchedumbre
tierras altas. A pesar de lo agotado que estaba por la fatiga
iba aumentando. Sus rostros demostraban una mezcla de

68
Frankestein

curiosidad y cólera, que me molestó e inquietó. Pregunté tropezó con algún objeto y cayó al suelo. Sus compañeros
por el camino que llevaba a la posada; pero nadie quiso se apresuraron para ayudarlo, y a la luz de las linternas
responderme. Empecé entonces a caminar, y un murmullo vieron que se había caído sobre el cuerpo de un hombre
se levantó de entre la muchedumbre que me seguía y que parecía muerto. En un principio supusieron que era el
me rodeaba. En aquel momento se acercó un hombre de cadáver de un ahogado que el mar habría arrojado sobre
aspecto desagradable y, cogiéndome por el hombro, dijo: la playa; pero al examinarlo descubrieron que no tenía
––Venga usted conmigo a ver al señor Kirwin. Tendrá que las ropas mojadas y que el cuerpo aún no estaba frío. Lo
explicarse. llevaron de inmediato a casa de una anciana que vivía cerca
e intentaron, en vano, devolverle la vida. Era un joven
––¿Quién es el señor Kirwin? ¿Por qué debo bien parecido de unos veinticinco años. Parecían haberlo
explicarme?, ¿no es este un país libre? estrangulado, pues no se apreciaban señales de violencia
––Sí, señor; libre para la gente honrada. El señor salvo la negra huella de unos dedos en la garganta.
Kirwin es el magistrado, y usted deberá explicar la muerte La primera parte de esta declaración carecía de todo
de un hombre que apareció estrangulado aquí anoche. interés para mí; pero cuando oí mencionar la huella de los
Esta respuesta me alarmó pero pronto me sobrepuse. dedos, recordé el asesinato de mi hermano, y me inquieté
Yo era inocente y podía probarlo fácilmente; así que en extremo; me temblaban las piernas y se me nubló la
seguí en silencio a aquel hombre, que me llevó hasta vista, de manera que tuve que .apoyarme en una silla. El
una de las mejores casas del pueblo. Estaba a punto de magistrado me observaba con atención, e indudablemente
desfallecer de hambre y de cansancio; pero, rodeado como extrajo de mi actitud una impresión desfavorable.
me encontraba por aquella multitud, consideré prudente El hijo corroboró la declaración de su padre; pero
hacer acopio de todas mis energías para que la debilidad cuando llamaron a Daniel Nugent juró solemnemente
física no se pudiera tomar como prueba de mi temor o que, justo antes de que tropezara su cuñado, había visto
culpabilidad. Poco esperaba entonces la calamidad que en a poca distancia de la playa una barca en la que iba un
pocos momentos iba a caer sobre mí, ahogando con su hombre solo; y por lo que había podido ver a la luz de las
horror todos mis miedos ante la ignominia o la muerte. pocas estrellas, era la misma barca de la cual yo acababa
Aquí debo hacer una pausa, pues requiere todo mi de desembarcar.
valor recordar los terribles sucesos que, con todo detalle, Una mujer declaró que vivía cerca de la playa, y que,
le narraré. una hora antes de conocer el hallazgo del cadáver, se
hallaba esperando a la puerta de su casa la llegada de los
pescadores, cuando vio una barca manejada por un solo
Capítulo 4 hombre, que se alejaba de aquella parte de la orilla donde
luego se encontró el cadáver.
Pronto me llevaron ante la presencia del magistrado,
Otra mujer confirmó que, en efecto, los pescadores
un benévolo anciano de modales tranquilos y afables.
habían llevado el cuerpo a su casa y que aún no estaba
Me observó, empero, con vierta severidad, y luego,
frío. Lo tendieron sobre una cama y lo friccionaron,
volviéndose hacia los que allí me habían llevado, preguntó
mientras Daniel iba al pueblo en busca del boticario, pero
que quiénes eran los testigos.
no pudieron reanimarlo.
Una media docena de hombres se adelantaron; el
Preguntaron a varios otros hombres sobre mi llegada,
magistrado señaló a uno de ellos, que declaró que la noche
y todos coincidieron en que, con el fuerte viento del norte
anterior había salido a pescar con su hijo y su cuñado,
que había soplado durante la noche, era muy probable que
Daniel Nugent, cuando, hacia las diez, se había levantado
no hubiera podido controlar la barca y me hubiera visto
un fuertes viento del norte que les obligó a volver al
obligado a volver al mismo lugar de donde había partido.
puerto. Era una noche muy oscura, pues la luna aún no
Además, afirmaron que parecía como si hubiera traído el
había salido. No desembarcaron en el puerto sino, como
cuerpo desde otro lugar y que, al desconocer la costa, me
solían hacer, en una rada a unas dos millas de distancia. El
hubiera dirigido al puerto ignorando la poca distancia que
iba delante con los aparejos de la pesca, y sus compañeros
separaba el pueblo de... del sitio donde había abandonado
le seguían un poco más atrás. Andando así por la playa,
el cadáver.

69
Mary Shelley

El señor Kirwin, al oír estas declaraciones, ordenó que para soportar tantas pruebas que, como el continuo girar
se me condujera a la habitación donde habían depositado de la rueda, iban renovando las torturas?
el cadáver hasta que se enterrara. Quería observar la
impresión que me produciría el verlo. Probablemente Pero estaba condenado a vivir, y, pasados dos meses,
esta idea se le había ocurrido al observar la gran agitación me encontré, como si saliera de un sueño, en la cárcel,
que había demostrado cuando oí la forma en que se había tumbado en un miserable jergón y rodeado de cancerberos,
cometido el asesinato. Así pues, el magistrado y varias guardias y todo aquello que de siniestro acompaña a una
otras personas me condujeron hasta la posada. No podía mazmorra. Recuerdo que desperté una mañana; había
dejar de extrañarme ante las numerosas coincidencias olvidado los detalles de lo ocurrido, y tenía solo el vago
que habían tenido lugar esa fatídica noche; pero, como recuerdo de haber sufrido una tremenda desgracia. Pero
recordaba que alrededor de la hora en que había sido cuando miré a mi alrededor y vi las ventanas enrejadas y
descubierto el cadáver había estado hablando con los la miseria del cuarto en que me hallaba, todo se me vino a
habitantes de la isla en la que vivía, estaba muy tranquilo la mente, y no pude reprimir un amargo gemido.
en cuanto a las consecuencias que aquel asunto pudiera El ruido despertó a una anciana que dormía en una
tener. silla junto a mí. Era una enfermera contratada, esposa de
Entré en el cuarto donde estaba el cadáver y me acerqué uno de los cancerberos, y su rostro demostraba todos los
al ataúd. ¿Cómo describir mis sensaciones al verlo? Aún defectos que a menudo caracterizan a esas personas. Tenía
ahora el horror me hiela la sangre, y no puedo recordar las facciones duras y toscas como aquellos que se han
aquel terrible momento sin un temblor que me evoca acostumbrado a ver la miseria sin conmoverse. Su tono de
vagamente la angustia que sentí al reconocer el cadáver. voz denotaba una total indiferencia; me habló en inglés,
El juicio, la presencia del magistrado y los testigos, y me pareció reconocerla como la que había oído durante
todo se me esfumó como un sueño cuando vi ante mí el mi enfermedad.
cuerpo inerte de Henry Clerval. Me faltaba el aliento y, ¿Está usted mejor? ––me preguntó.
arrojándome sobre su cuerpo, exclamé:
––Creo que sí–– le contesté débilmente en inglés––.
¿También a ti, mi querido Henry, te han costado la vida Pero si todo esto es cierto, si no es una pesadilla, lamento
mis criminales maquinaciones? Ya he destruido a dos; volver a la vida para sufrir esta angustia y este horror.
otras víctimas aguardan su destino, ¡pero tú, Clerval, mi
amigo, mi consuelo ... ––Si se refiere a lo del hombre que asesinó ––continuó
la anciana––, creo que sí, que más le valdría haber
No pude soportar más el tremendo sufrimiento, y preso muerto, pues no tendrán ninguna compasión con usted. Lo
de violentas convulsiones me sacaron de la habitación. ahorcarán cuando lleguen las próximas sesiones. Pero eso
A esto siguió una fiebre. Durante dos meses estuve no es asunto mío. Me han encargado de cuidarlo y sanarlo,
al borde de la muerte. Como supe más tarde, deliraba de y tengo la conciencia tranquila porque he cumplido con
forma terrible; me acusaba de las muertes de William, mi obligación. ¡Ojalá todos hicieran lo mismo!
Justine y Clerval. A veces suplicaba a los que me atendían Asqueado, volví el rostro ante las palabras de la mujer,
que me ayudaran a destruir al diabólico ser que me que podía hablar tan inhumanamente a alguien que acaba
atormentaba; otras notaba los dedos del monstruo en mi de escapar de la muerte. Pero estaba muy débil y no podía
garganta y gritaba aterrorizado. Por fortuna, como hablaba reflexionar bien sobre todo lo que había sucedido. Mi vida
en mi lengua natal, solo me entendía el señor Kirwin. Pero entera se me aparecía como una pesadilla; me preguntaba si
mis aspavientos y gritos agudos bastaban para asustar a todo aquello era cierto, pues los hechos nunca conseguían
los demás. imponérseme con la fuerza de la realidad.
¿Por qué no morí entonces? Era el más desdichado de A medida que las borrosas imágenes que me envolvían
los hombres, ¿por qué, pues, no me hundí en el olvido y se iban haciendo más precisas, me volvió la fiebre; estaba
el descanso? La muerte arrebata a muchas criaturas sanas, rodeado de una oscuridad que nadie disipaba con la dulce
que son la única esperanza de sus embelesados padres: voz del afecto; no tenía junto a mí a nadie que me tendiera
¡cuántas novias y jóvenes amantes estaban un día llenos de una mano. Vino el médico y me recetó unas medicinas, que
salud y esperanza y al siguiente eran pasto de los gusanos la anciana se dispuso a preparar; pero el rostro del primero
y la descomposición! ¿De qué sustancia estaba hecho yo

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Frankestein

reflejaba una expresión de total desinterés, mientras que en cosa que le obligamos a ver fue el cadáver de su amigo,
el de la mujer se apreciaban claros síntomas de brutalidad asesinado de forma inexplicable, y puesto en su camino
¿A quién podría incumbirle la suerte de un asesino, salvo por algún criminal.
al verdugo que cobraría por su trabajo?
Esta observación del señor Kirwin, a pesar de la
Estos fueron mis primeros pensamientos; pero más tarde agitación que me produjo el recuerdo de mis sufrimientos,
supe que el señor Kirwin había mostrado gran amabilidad me sorprendió considerablemente por la información que
para conmigo. Había ordenado que se me instalara en la parecía entrañar respecto a mí. Mi rostro debió reflejar
mejor celda de la prisión (aunque bien sórdida era), y se esta sorpresa, porque el señor Kirwin se apresuró a añadir:
había encargado de procurarme el médico y la enfermera.
Cierto que no solía venir a visitarme; pues, aunque ––Hasta un par de días después de que cayera enfermo,
deseaba mitigar los sufrimientos de todo ser humano, no no se me ocurrió examinar sus ropas con el fin de descubrir
quería presenciar las angustias y delirios de un asesino. algún dato que me permitiera enviar a sus familiares
Venía de vez en cuando, para comprobar que no estaba noticias de su enfermedad. Encontré varias cartas, y entre
desatendido; pero se quedaba poco, y espaciaba mucho ellas una que, a juzgar por el encabezamiento, era de su
sus visitas. padre. Escribí de inmediato a Ginebra, y desde entonces
han transcurrido casi dos meses. Pero está usted enfermo;
Un día, cuando empezaba a recobrarme, me sentaron tiembla. Hay que evitarle cualquier emoción.
en una silla. Ténía los ojos entornados y las mejillas
pálidas, me invadían la tristeza y el abatimiento y pensaba ––Estas dudas son mil veces más horribles que la peor
si no sería mejor buscar la muerte antes que permanecer noticia. Dígame cuál ha sido la siguiente muerte que ha
encerrado o, en el mejor de los casos, volver a un mundo habido y qué debo llorar.
repleto de desgracias. Consideré incluso si no sería mejor ––Su familia se encuentra bien ––dijo el señor Kirwin
declararme culpable y sufrir, con más razón que Justine, el con dulzura––; y alguien, un amigo, ha venido a visitarlo.
castigo de la ley. Me encontraba pensando en esto, cuando
se abrió la puerta y entró el señor Kirwin. Su rostro No sé qué asociación de ideas me hizo pensar que
denotaba amabilidad y compasión. Acercó una silla y me el asesino había venido a burlarse de mis desgracias y a
dijo en francés: utilizar la muerte de Clerval de señuelo para que accediera
a sus diabólicos deseos. Tapándome la cara con las manos,
––Me temo que este lugar le resulte muy desagradable; exclamé con desesperación:
puedo hacer algo para que se encuentre más cómodo?
––¡Lléveselo! No quiero verlo. Por el amor de Dios,
––Se lo agradezco ––respondí––; pero la comodidad que no entre. El señor Kirwin me miró sorprendido. No
no me preocupa: no hay en toda la Tierra nada que me podía por menos de considerar mi arrebato como prueba
pueda hacer la vida más grata. de mi culpabilidad, y con tono severo dijo:
––Sé que la comprensión de un extraño poco puede ––Joven, hubiera creído que la presencia de su padre lo
ayudar a alguien hundido por tan insólita desgracia. Pero agradaría, en lugar de inspirarle tan violenta repugnancia.
confío en que pronto podrá abandonar este lóbrego lugar,
pues indudablemente se podrán aportar pruebas que le ––¡Mi padre! ,exclamé, mientras sentía que cada
eximan de culpa. músculo se relajaba, y en mi alma la angustia se tornaba
en alegría—. ¿Ha venido de verdad mi padre? ¡Qué
––Eso es algo qué no me preocupa: debido a una felicidad! Pero ¿dónde está?, ¿por qué no entra?
extraña cadena de acontecimientos, me he convertido en
el más infeliz de los mortales. Perseguido y atormentado El cambio sorprendió y agradó al magistrado; quizá
como estoy, ¿existe alguna razón para que tema a la atribuyó mi anterior exclamación a un momentáneo retorno
muerte? del delirio, e instantáneamente recobró su benevolencia.
Levantándose, abandonó la celda con la enfermera, y al
––En efecto, pocas cosas habrá más desafortunadas y momento entró mi padre.
penosas que las extrañas coincidencias que han ocurrido
recientemente. De forma accidental vino a parar a En ese momento nada podría haberme alegrado más
esta costa, famosa por su hospitalidad; fue detenido que su llegada. Tendiendo hacia él los brazos, exclamé:
inmediatamente y culpado de asesinato. La primera

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Mary Shelley

––¿Entonces estás a salvo?; ¿y Elizabeth?; ¿y Ernest? La acusación fue desestimada, al comprobarse que yo
estaba en las islas Orcadas cuando se halló el cadáver de
Mi padre me tranquilizó, asegurándome que todos
mi amigo; y quince días después de haberme trasladado a
estaban bien, e intentó, hablándome de estos temas tan
entrañables para mí, levantarme el ánimo; pero pronto se la capital estaba en libertad.
dio cuenta de que una cárcel no era el lugar más propicio
Mi padre tuvo una inmensa alegría al saberme absuelto
para la alegría.
del cargo de asesinato, y de pensar que ya podía volver
––¡Qué sitio este para vivir, hijo mío! ––dijo, a respirar el aire libre y regresar a nuestra patria. Yo no
observando con tristeza las enrejadas ventanas y el compartía estos sentimientos; las paredes de la cárcel no
aspecto siniestro del cuarto––. Partiste de viaje en busca me resultaban más odiosas que las de un palacio. Mi vida
de distracciones; pero parece perseguirte la fatalidad. ¡Y se había visto emponzoñada para siempre; y, aunque el
el pobre Clerval...! sol brillaba para mí igual que para aquellos cuyo corazón
El oír el nombre de mi infeliz compañero fue demasiado rebosara de alegría, a mi alrededor no había más que
para el estado en que me hallaba, y prorrumpí en llanto. densas y temibles tinieblas, en las que la única luz que
penetraba la proporcionaban dos ojos clavados en mí. A
––¡Padre! respondí––un destino fatal pende sobre mi veces eran los expresivos ojos de Henry, apagados por la
cabeza, y debo vivir para cumplirlo; de no ser por esto,
muerte, las negras órbitas casi ocultas por los párpados,
hubiera muerto ya sobre el ataúd de Henry.
bordeados de largas pestañas oscuras; otras eran los
No pudimos hablar mucho tiempo, pues mi delicada acuosos ojos del monstruo, tal como los vi la primera vez
salud requería que se tomaran todas las precauciones en mi cuarto de Ingolstadt.
para asegurarme la tranquilidad. Entró el señor Kirwin
e insistió en que mis escasas fuerzas no admitían tanta Mi padre intentaba despertar en mí sentimientos de
emoción. Mas la presencia de mi padre había sido para afecto. Hablaba de Ginebra, donde pronto llegaríamos, de
mí como la aparición del ángel bueno, y gradualmente fui Elizabeth, de Ernest; pero la mención de estos nombres
recobrándome. solo lograba arrancarme profundos suspiros. Había veces
Pero, a medida que mejoraba, me iba invadiendo en que deseaba ser feliz, y pensaba con melancólica dicha
una sombría melancolía que nada lograba despejar. en mi hermosa prima; o añoraba, con una desesperada
La espantosa imagen de Henry asesinado me rondaba nostalgia, ver de nuevo el lago azul y el veloz Ródano
constantemente. Más de una vez la agitación que este que tanto había querido en mi juventud; pero mi estado
recuerdo me producía les hacía temer a mis amigos que general era de apatía, y tanto me daba la cárcel como el
sufriera una nueva recaída. ¿Por qué se esforzaban en más maravilloso paisaje de la naturaleza; y estos ataques de
salvar una vida tan miserable y odiosa? Sin duda para pesimismo solo se veían interrumpidos por el paroxismo
permitirme cumplir el destino del cual ya estoy cerca.
de la angustia y la desesperación. En aquellos momentos,
Pronto, sí, muy pronto, la muerte acallará estos latidos y
me librará del terrible fardo de angustias que me doblega con frecuencia intentaba poner fin a esa existencia que
hasta el suelo; y, cuando haya hecho justicia, también yo tanto odiaba; y se precisaron un cuidado y una vigilancia
podré descansar ya. Pero entonces la muerte se hallaba continuos para impedir que cometiera algún acto de
aún muy lejos de mí, a pesar de que el deseo de morir violencia.
ocupaba todos mis pensamientos. A menudo permanecía
sentado, inmóvil y silencioso, esperando alguna inmensa Recuerdo que, al abandonar la cárcel, oí decir a uno de
catástrofe que me aniquilaría a mí a la vez que a mi los hombres:
destructor. Se acercaba el momento de las sesiones. Ya
llevaba en la cárcel tres meses; y aunque seguía estando ––Puede que sea inocente del crimen, ¡pero está claro
muy débil y continuaba el peligro de una recaída, tuve que tiene mala conciencia!
que viajar unas cien millas hasta la ciudad en la que se
encontraba el tribunal. El señor Kirwin se encargó de Estas palabras se me quedaron grabadas. ¡Mala
convocar a los testigos y de organizar mi defensa. Me conciencia!, era cierto. William, Justine, Clerval habían
evitaron la vergüenza de aparecer en público como un muerto víctimas de mis infernales maquinaciones.
asesino, puesto que no llevaron el caso ante el tribunal de
convictos de homicidio.

72
Frankestein

––¿Y cuál será la muerte que ponga fin a esta tragedia? embarcaríamos para El Havre. Yo prefería este plan,
––grité––. Padre, no permanezcamos más tiempo en este porque temía volver a ver aquellos lugares en los que, con
horrible país; llévame donde pueda olvidarme de mí Clerval, había disfrutado de algunos momentos de paz.
mismo, de mi propia existencia, del mundo entero. Pensaba con horror en ver de nuevo a aquellas personas
a quienes habíamos visitado juntos, y que podrían hacer
Mi padre accedió gustoso a mis deseos; y, tras preguntas sobre un suceso cuyo mero recuerdo hacía
despedirnos del señor Kirwin, partimos para Dublín. Me revivir en mí el dolor que había sufrido al ver su cuerpo
sentía como si me hubieran aligerado de un terrible peso inerte en la posada de...
cuando, con viento favorable, la embarcación dejó Irlanda
atrás, y abandoné para siempre el país que había sido el En cuanto a mi padre, todos sus esfuerzos se
escenario de tantas tristezas. encaminaban hacia mi recuperación y a que mi mente
encontrara de nuevo la paz. Sus cuidados y cariño no
Era media noche. Mi padre dormía en el camarote, y tenían límite; mi tristeza y pesadumbre eran tenaces,
yo estaba tumbado en la cubierta, mirando las estrellas pero él no se daba por vencido. A veces pensaba que me
y escuchando el batir de las olas. Bendije la oscuridad sentía avergonzado de verme inmiscuido en un delito de
que borraba Irlanda de mi vista, y el pulso se me aceleró asesinato, e intentaba convencerme de la inutilidad de la
cuando pensé que pronto vería Ginebra. El pasado se soberbia.
me antojó una horrible pesadilla; pero el barco en el que
navegaba, el viento que me alejaba de la odiada costa Padre, ¡qué poco me conoces! ––le dije. Es verdad que
irlandesa v el mar que me rodeaba, todo servía para el ser humano, sus sentimientos y sus pasiones se verían
indicar claramente que no estaba engañado y que Clerval, humillados si un desgraciado como yo pecara de soberbia.
mi queridísimo amigo y compañero, había caído víctima La pobre e infeliz Justine era tan inocente como yo, y fue
mía y del monstruo de mi creación. Hice un repaso de toda culpada de lo mismo; murió acusada de un acto que no
mi vida: la tranquila felicidad mientras viví en Ginebra había cometido; yo fui el culpable, yo la asesiné. William,
con mi familia, la muerte de mi madre y mi partida hacia Justine y Henry..., ;los tres murieron a manos mías.
Ingolstadt; recordé los escalofríos que me recorrieron
ante el alocado entusiasmo que me empujaba hacia la Durante mi encarcelamiento, mi padre me había oído
creación de mi horrendo enemigo, y rememoré la noche hacer esta afirmación con frecuencia y, cuando me oía
en que vivió por primera vez. No pude continuar el hilo hablar así, a veces parecía desear una explicación; otras,
de mis pensamientos; me oprimían mil angustias, y lloré tomaba mis palabras como ocasionadas por la fiebre,
amargamente. pensando que durante la enfermedad se me había ocurrido
esta idea, cuyo recuerdo mantenía incluso durante la
Desde que me había repuesto de la fiebre me había convalecencia. Yo evitaba las explicaciones, y guardaba
acostumbrado a tomar cada noche una pequeña cantidad silencio respecto del engendro que había creado. Tenía
de láudano, pues solo con la ayuda de esta droga conseguía el presentimiento de que me tacharía de loco, lo cual me
obtener el descanso necesario para mantenerme con vida. impediría darle una posible explicación, si bien hubiera
Torturado por el recuerdo de mis múltiples desgracias, dado un mundo por poder confiarle el funesto secreto.
tomé una doble dosis y pronto me dormí profundamente.
Pero el sueño no me liberó de mis pensamientos ni de mi En esta ocasión, y con profunda sorpresa, mi padre me
desgracia, y soñé con mil cosas que me atemorizaban. preguntó:
Cerca del amanecer tuve una horrible pesadilla: sentí ––¿Qué quieres decir, Víctor?, ¿estás loco? Mi querido
cómo el malvado ser me oprimía la garganta; yo no me hijo, te ruego que no vuelvas a decir semejante cosa.
podía librar de su zarpa, y lamentos y alaridos resonaban
en mi cabeza. Mi padre, que velaba mi sueño, advirtió ––No estoy loco ––grité con vehemencia—. El sol y
mi inquietud y, despertándome, me señaló el puerto de la luna, que han presenciado mis operaciones, pueden
Holyhead, en el cual estábamos entrando. atestiguar lo que digo. Soy el asesino de esas víctimas
inocentes; murieron a causa de mis maquinaciones. Mil
Capítulo 5 veces habría derramado mi propia sangre, gota a gota, si
así hubiera podido salvar sus vidas; pero no podía, padre,
Habíamos decidido no pasar por Londres, sino no podía sacrificar a toda la humanidad.
cruzar directamente hacia Portsmouth, desde donde

73
Mary Shelley

Mis últimas palabras convencieron a mi padre de Temo, sin embargo, que aún existen en ti los mismos
que tenía las ideas trastornadas, y al instante cambió el sentimientos que tanto te atormentaban hace un año,
tema de nuestra conversación, intentando desviar así mis quizá incluso avivados por el tiempo. No quisiera
pensamientos. Deseaba borrar de mi memoria las escenas importunarte en estos momentos, cuando pesan sobre
que habían tenido lugar en Irlanda, y ni aludía a ellas ti tantas desgracias; pero una conversación mantenida
ni me permitía hablar de mis desgracias. A medida que con mi tío antes de su marcha hacen necesarias algunas
pasaba el tiempo me fui tranquilizando; la pesadumbre
explicaciones antes de que nos veamos.
seguía bien asentada en mi corazón, pero ya no hablaba
de mis crímenes de forma incoherente; me bastaba tener «¿Explicaciones?», te preguntarás. «¿Qué tendrá que
conciencia de ellos. Mediante la más atroz represión, explicar Elizabeth?» Si esto es lo que realmente dices,
acallé la imperiosa voz de la amargura, que a veces ansiaba habrás ya respondido a mis preguntas y no me resta más
confiarse al mundo entero. También mi comportamiento
que terminar la carta y firmar tu querida prima. Pero
se hizo más tranquilo y moderado de lo que había sido
estás muy lejos, y es posible que temas pero que a la vez
desde mi viaje al mar de hielo. Llegamos a El Havre el 8
de mayo, y proseguimos de inmediato a París, donde mi agradezcas esta explicación; y existiendo la posibilidad
padre tenía que atender unos asuntos que nos detuvieron de que este sea el caso, no me atrevo a permanecer más
unas semanas. En esta ciudad, recibí la siguiente carta de tiempo sin expresarte lo que, durante tu ausencia, a
Elizabeth. menudo he querido decirte, sin que jamás haya encontrado
el valor para hacerlo.
A Víctor Frankestein
Sabes bien, Víctor, que desde nuestra infancia tus
Mi queridísimo amigo: padres han acariciado la idea de nuestra unión. Nos
Me dio mucha alegría recibir de mi tío una carta la comunicaron siendo nosotros muy jóvenes, y nos
fechada en París; ya no estáis a una distancia tan tremenda enseñaron a esperar esto como algo que con toda
y puedo abrigarla esperanza de veros antes de quince seguridad se llevaría a cabo. Fuimos siempre buenos
días. ¡Mi pobre primo, cuánto debes haber sufrido! Me compañeros de juegos durante nuestra niñez y creo que
figuro que vendrás aún más enfermo que cuando te fuiste a medida que crecimos nos convertimos, el uno para el
de Ginebra. El invierno ha sido triste, pues me turbaba la otro, en estimados y apreciados amigos. Pero ¿no podría
angustia de la incertidumbre; no obstante espero verte con ser el nuestro el mismo caso que el de los hermanos que,
el semblante tranquilo y el ánimo no del todo desprovisto aun cuando sienten un gran cariño, no desean una unión
de paz y serenidad. más íntima entre sí? Dímelo, querido Víctor. Contéstame,
te lo ruego en nombre de nuestra mutua
felicidad, con franquea: ¿quieres a otra
mujer?
Has viajado; has pasado varios años
de tu vida en Ingolstadt. Te confieso,
amigo mío, que cuando te vi tan apenado
el otoño pasado, en busca siempre de
la soledad y rehuyendo la compañía de
todos, no pude por menos de suponer
que quizá lamentaras nuestra relación
y te creyeras obligado por el honor a
cumplir los deseos de tus padres, aunque
se opusieran á tus inclinaciones. Pero
es este un razonamiento falso. Confieso,
primo mío, que te quiero, y que en mis
etéreos sueños de futuro tú siempre has
sido mi constante amigo y compañero.
Pero es tu felicidad la que deseo tanto

74
Frankestein

como la mía, cuando te digo que nuestro matrimonio me amenaza, la muerte sería inevitable. Recapacitaba sobre el
haría desgraciada para siempre si no respondiera a tu hecho de que mi matrimonio acelerara mi sino. Ciertamente
propia elección. Lloro de pensar que, abrumado como mi destrucción se adelantaría así algunos meses; pero, por
te encuentras por tus cruelísimas desdichas, ahogaras, otra parte, si mi verdugo llegaba a sospechar que, influido
debido a tu idea del honor, toda esperanza de amor por su amenaza, demoraba la ceremonia, urdiría otro
y felicidad que son lo único que puede hacer que te medio de venganza quizá aún más terrible. Había jurado
repongas. Quizá sea precisamente yo, que te amo tanto, estar a mi lado en mi noche de bodas, pero esta amenaza
la que esté incrementando mil veces tus sufrimientos, al no le obligaba a mantener entretanto la paz. ¿Acaso no
ser obstáculo para la realización de tus deseos. Víctor, había asesinado a Clerval inmediatamente después de
ten la seguridad de que tu prima y compañera de juegos nuestra conversación, como para indicarme que aún no
te quiere con demasiada sinceridad como para que esta estaba saciada su sed de sangre?
posibilidad no la entristezca. Sé feliz, amigo mío; y si
acatas ésta mi única petición, ten la seguridad de que Decidí, por tanto, que si el inmediato matrimonio con
nada en el mundo perturbará mi tranquilidad. mi prima iba a suponer la felicidad de Elizabeth y la de mi
padre, las intenciones de mi adversario de acabar con mi
No dejes que esta carta te preocupe; no contestes ni vida no lo retrasarían ni una hora.
mañana ni pasado, ni siquiera antes de tu vuelta si ello te
va a resultar doloroso. Mi tío me informará de tu salud; En este estado de ánimo escribí a Elizabeth. Mi carta
y si al encontrarnos veo en tus labios una sonrisa, que se era afectuosa y serena. «Temo, amada mía ––escribí––, que
deba a mi actual esfuerzo, no pediré mayor recompensa. no es mucha la felicidad que nos resta en este mundo; sin
embargo en ti se centra toda la que pueda un día disfrutar.
Aleja de tu pensamiento tus infundados temores; a ti, y
solo a ti consagro mi vida y mis esperanzas de consuelo.
Elizabeth Lavenza Tengo un solo secreto, Elizabeth, un secreto tan terrible
Ginebra, 18 de marzo de 17... que cuando te lo revele se te helará la sangre; entonces,
lejos de sorprenderte ante mis sufrimientos, te admirarás
de que haya podido soportarlos. Te comunicaré esta
historia de horrores y desgracias el día siguiente a nuestra
Esta carta me trajo a la memoria algo que había
boda, pues debe reinar entre nosotros, mi queridísima
olvidado: la amenaza del bellaco: «Estaré a tu lado en tu
prima, una absoluta confianza. Pero hasta ese momento te
noche de bodas.» Esta era mi sentencia, y esa noche aquel
ruego que no lo menciones o hagas alusión alguna a ello.
demonio desplegaría todas sus artes para destruirme y
Te lo suplico de corazón, y confío en que así sea».
arrancarme el atisbo de felicidad que prometía, en parte,
compensar mis sufrimientos. Esa noche había decidido Una semana después de recibida la carta de Elizabeth,
terminar sus crímenes con mi muerte. ¡Que así fuera!; llegábamos a Ginebra. Mi prima me recibió con cálido
tendría entonces lugar un combate a muerte, tras el cual, afecto, mas los ojos se le llenaron de lágrimas al advertir
si él vencía, yo hallaría la paz, y el poder que ejercía sobre mi aspecto desmejorado y mis febriles mejillas. Ella
mí acabaría. Si lo derrotaba, sería un hombre libre. Pero, también estaba cambiada. Estaba más delgada y había
¿qué libertad tendría?; la del campesino que, asesinada perdido algo aquella deliciosa vivacidad que tanto me
su familia ante sus ojos, quemada su casa, destrozadas cautivara antes; pero su dulzura y mirada suave llena de
sus tierras, vaga sin hogar, sin recursos y solo, pero libre. compasión hacían de ella una compañera mucho más
Tal sería mi libertad, solo que en Elizabeth poseía un idónea para el ser hundido y apesadumbrado en el que yo
tesoro, por desventura contrarrestado por los horrores me había convertido.
del remordimiento que me perseguirían hasta la muerte.
¡Dulce y adorable Elizabeth! Leí y releí su carta, y noté La paz de la que ahora disfrutaba no duró. Los recuerdos
cómo ciertos sentimientos de ternura se adueñaban de mi me asaltaban de nuevo, haciéndome enloquecer; y cuando
corazón y osaban susurrarme idílicas promesas de amor y pensaba en todo lo ocurrido perdía por completo la razón.
felicidad; pero la manzana había sido mordida, y el brazo En ocasiones me poseía una terrible furia, otras me
del ángel se armaba para privarme de toda esperanza. encontraba abatido y desanimado. Ni hablaba ni miraba
Sin embargo, estaba dispuesto a morir por conseguir la a nadie; permanecía inmóvil, abrumado por el cúmulo de
felicidad de Elizabeth. Si el monstruo llevaba a cabo su desgracias que se abatían sobre mí.

75
Mary Shelley

Solo Elizabeth conseguía sacarme de estos momentos de sus verdaderas intenciones; y mientras creía que estaba
de depresión; su dulce voz me serenaba cuando me poseía preparando mi propia muerte, lo que hacía era acelerar la
la cólera, y sabía despertar en mí sentimientos humanos de una víctima muchísimo más querida.
cuando la apatía hacía de mí su presa. Lloraba conmigo
y por mí. Cuando volvía en razón me regañaba, y se A medida que se aproximaba la fecha de nuestra
esforzaba por inculcarme resignación. Mas, si bien los boda, no sé si debido a una falta de valor o a algún
desdichados pueden aprender a resignarse, ¡no hay paz presentimiento, me sentía más y más deprimido. Pero
posible para los culpables! Las torturas del remordimiento ocultaba mis sentimientos bajo muestras de alborozo que
envenenan hasta la tranquilidad que, a veces, procura una llenaban de dicha el rostro de mi padre, pero apenas si
tristeza infinita. conseguían engañar la mirada más atenta de Elizabeth. Mi
prima esperaba nuestra unión con una serena alegría, no
Poco después de nuestra llegada, mi padre se refirió exenta del temor despertado por las recientes desgracias,
a mi próxima unión con mi prima. Yo permanecía en de que lo que ahora parecía una felicidad tangible pudiera
silencio. desaparecer como un sueño, sin dejar más huella que un
profundo y eterno pesar.
––¿Estás, acaso, enamorado de otra persona?
––preguntó. Se hicieron los preparativos para el acontecimiento;
recibimos numerosas visitas que, sonrientes, nos
––En modo alguno le respondí—. Quiero a Elizabeth, felicitaban. Yo disimulaba cuanto podía la ansiedad que me
y deseo nuestra boda. Por tanto, fijemos el día; en él me corroía el corazón, y acepté con fingido ardor los planes
consagraré, vivo o muerto, a la felicidad de mi prima. de mi padre, aunque solo fueran a servir de decorado para
––Mi querido Víctor, no hables así. Han caído sobre mi tragedia. Se nos compró una casa no lejos de Cologny
nosotros grandes desgracias; pero esto debe servir para que, por estar cerca de Ginebra, nos permitiría disfrutar
unirnos aún más a lo que nos queda, y volcar sobre los del campo y sin embargo visitar a mi padre cada día, pues
que viven el amor que sentíamos por aquellos que ya él, con el fin de que Ernest pudiera proseguir sus estudios
no están con nosotros. Nuestro círculo será reducido, en la universidad, seguiría viviendo en la ciudad.
pero fuertemente ceñido por los lazos del afecto y los Entretanto, yo tomé todas las precauciones para
sufrimientos comunes. Y cuando el tiempo haya limado garantizar mi defensa caso de que mi enemigo me atacara
tu desesperación, nacerán nuevos y queridos seres que abiertamente. Llevaba siempre conmigo un puñal y un
reemplazarán aquellos que nos han sido arrebatados de par de pistolas, y permanecía alerta para evitar cualquier
forma tan cruel. posible intento por su parte; de este modo conseguí una
Estos eran los consejos de mi padre, pero no conseguía mayor tranquilidad. Lo cierto es que así la felicidad que
apartar de mí el recuerdo de aquella amenaza. Tampoco esperaba de mi matrimonio se iba materializando, y
es de extrañar que, omnipotente como se había mostrado al hablar todos de nuestra unión como algo que ningún
aquel infame demonio en sus sanguinarias acciones, yo lo acontecimiento podría impedir, la amenaza se difuminaba
considerara casi invencible, y que, cuando pronunció las y hasta llegué a creerme que carecía de la suficiente
terribles palabras «Estaré a tu lado en tu noche de bodas», entidad como para alterar mi paz.
considerara la amenaza como inevitable. La muerte no Elizabeth parecía contenta, pues mi aspecto sereno
hubiera supuesto para mi mayor desgracia, de no ser contribuía mucho a calmarla. Pero el día en que se iban
porque arrastraba la pérdida de Elizabeth y, por tanto, a cumplir mis deseos y que iba también a sellar mi
coincidí gozoso, incluso alegre, con mi padre en que, si destino, estaba apesadumbrada, como si tuviera algún
mi prima aceptaba, celebraríamos la ceremonia al cabo de mal presentimiento. Quizá también pensara en el terrible
diez días; así creía sellar mi suerte. secreto que había prometido contarle al día siguiente. Mi
¡Dios mío!; si por un instante hubiera imaginado las padre sin embargo rebosaba de felicidad y, con el ajetreo
intenciones reales de mi diabólico adversario, hubiera de los últimos momentos, atribuyó la melancolía de su
preferido exiliarme para siempre de mi tierra, y errar sobrina al pudor comprensible de una novia.
en soledad por el mundo como un renegado, antes que Después de la ceremonia, los numerosos invitados
consentir en tan desdichada unión. Pero, como si poseyera se reunieron en casa de mi padre. Se había decidido que
poderes mágicos, el monstruo me había engañado respecto Elizabeth y yo pasaríamos la tarde y la noche en Evian, y

76
Frankestein

que a la mañana siguiente nos iríamos a Cologny. Hacía un brisa que apenas ondulaba las aguas y movía los árboles
día hermoso y, ya que el viento era favorable, decidimos suavemente. Nos acercábamos a la orilla desde la que nos
ir en barco. llegaba el más delicioso aroma de flores y heno. El sol se
puso en el momento en que desembarcamos; y al poner
Fueron esos los últimos momentos de mi vida durante pie en tierra, sentí revivir en mí la ansiedad y el temor, que
los cuales me sentí feliz. Navegábamos deprisa; el sol tan pronto se iban a aferrar a mí para siempre.
calentaba con fuerza, pero nos protegía un pequeño toldo.
Admiramos la belleza del paisaje, costeando las orillas
del lago; un lado nos ofrecía el monte Saléve, las orillas
de Montalégre, el maravilloso Mont Blanc, dominando
a distancia el conjunto y las montañas coronadas de Capítulo 6
nieve, que en vano intentaba competir con él. Al otro
lado quedaba el majestuoso jura, con su sombría ladera,
que parecía interponerse a la inquietud del que quisiera
Eran las ocho cuando desembarcamos. Paseamos unos
abandonar el país y a la intrepidez del invasor que
momentos por la orilla disfrutando del crepúsculo y luego
pretendiera esclavizarlo.
nos dirigimos a la posada, desde donde contemplamos la
––Estás triste, mi amor. ¡Ay!, si supieras lo que he hermosa vista del lago, bosques y montañas, que, envueltas
sufrido y cuánto me queda aún por pasar, harías que en la oscuridad, aún mostraban sus negros perfiles.
disfrutara de la paz y el sosiego que este día, al menos,
El viento, que casi había cesado por el sur, se levantó
me depara.
ahora con gran violencia desde el oeste. La luna,
Alégrate, mi querido Víctor ––respondió ella––; confío alcanzado su cenit, empezaba a descender; ante ella, las
en que no tengas motivos para entristecerte; y te aseguro nubes corrían, más veloces que el vuelo de los buitres, y
que, aunque mi rostro no exprese mi dicha, mi corazón nublaban sus rayos; en las aguas del lago se reflejaba el
rebosa de felicidad. Hay algo que me previene en contra atareado firmamento, de manera aún más bulliciosa, pues
de poner demasiadas esperanzas en el futuro que hoy se las olas empezaban a crisparse. De pronto cayó una fuerte
abre ante nosotros; pero no escucharé tan lóbrega voz. tormenta de agua.
Mira la rapidez con que nos movemos y cómo las nubes,
Yo había permanecido tranquilo a lo largo de todo
que bien nos ensombrecen, bien rebasan la cima del Mont
el día, pero, en cuanto la noche difuminó la forma de
Blanc, hacen aún más interesantes este hermosísimo
las cosas, me asaltaron mil temores. Alerta y lleno de
paisaje. Observa también los numerosos peces que nadan
ansiedad, empuñaba con la mano derecha una pistola
en este agua, tan clara, que nos permite ver cada guijarro
que llevaba escondida en el pecho; el más leve ruido me
del fondo. ¡Qué día tan precioso!; ¡qué tranquila y serena
aterrorizaba; pero decidí que iba a vender cara mi vida y
se muestra la naturaleza!
que no abandonaría la lucha que se avecinaba hasta que o
Elizabeth trataba así de alejar nuestros pensamientos de mi adversario o yo cayéramos.
temas dolorosos. Pero su humor fluctuaba; había instantes
Elizabeth observó mi agitación en silencio durante
en que los ojos le brillaban con alegría, pero ésta en
algún tiempo. Por fin dijo:
seguida dejaba paso al ensimismamiento y la abstracción.
––¿Qué te intranquiliza, mi querido Víctor? ¿Qué es lo
El sol comenzaba a declinar. Cruzamos el río Drance y
que tanto temes?
vimos cómo continuaba su curso por entre los barrancos
y vallecillos de las colinas. Aquí los Alpes se acercan ––Paciencia, querida mía, paciencia le respondí––.
bastante al lago, y poco a poco nos fuimos aproximando Pasada esta noche, el peligro habrá acabado. Pero esta
al anfiteatro de montañas que lo cercan por el lado este. noche es terrible, muy terrible.
El campanario de Evian brillaba recortado sobre el oscuro
fondo de bosques que rodean la ciudad, custodiada por la Transcurrió una hora en esta inquietud; de pronto,
cordillera de altas cumbres. pensé en lo espantoso que le resultaría a mi esposa el
combate que esperaba de un momento a otro. Le rogué
Al anochecer, el viento, que hasta entonces nos había que se acostara, dispuesto a no reunirme con ella en tanto
empujado con asombrosa rapidez, se tornó en una suave no conociera las intenciones de mi enemigo.

77
Mary Shelley

Me quedé solo, y continué durante algún tiempo El ruido del disparo atrajo a la gente hacia la habitación.
paseando por los pasillos de la casa y examinando cada Indiqué el lugar por donde había desaparecido, y lo
rincón que pudiera servirle de escondrijo a mi adversario. seguimos con barcas; echamos incluso redes, pero todo
Pero no descubrí rastro alguno de él; y empezaba a pensar en vano. Regresamos desesperanzados después de varias
que alguna providencial casualidad habría intervenido horas, la mayoría de mis compañeros convencidos de que
para impedirle llevar a cabo su amenaza, cuando oí un el fugitivo era fruto de mi imaginación. Tras desembarcar,
grito agudo y estremecedor. Venía de la habitación donde se dispusieron a registrar los alrededores, organizando
descansaba Elizabeth. Al oírlo comprendí la estremecedora distintas patrullas, que se esparcieron por los bosques y
verdad, y me quedé paralizado; noté cómo la sangre me viñedos.
corría por las venas y me ardía en las puntas de los dedos.
Un instante después escuché un nuevo grito y corrí hacia No fui con ellos; me encontraba exhausto. Un velo
la alcoba. me nublaba la vista, y la piel me ardía con el calor de la
fiebre. En este estado, apenas consciente de lo que había
¡Dios mío!, ¿cómo no morí entonces? ¿Por qué me ocurrido, me tendieron en una cama, desde donde recorría
hallo aquí narrando la destrucción de mi mayor esperanza, el cuarto con la mirada en busca de algo que había perdido.
y la muerte de la más pura criatura? Estaba tendida en el
lecho, inánime, la cabeza ladeada, las facciones pálidas y Recordé entonces que mi padre estaría esperando con
convulsas, semiocultas por el cabello. Doquiera que vaya ansiedad a que Elizabeth y yo regresáramos, y que ahora
veo la misma imagen: los brazos exangües y el cuerpo debería volver solo. Este pensamiento me trajo lágrimas
lacio, tirado sobre el tálamo nupcial por su asesino. a los ojos y di libre curso a mi llanto. Mis errantes
¿Cómo pude ver esto y seguir viviendo? ¡Cuán tenaz es la pensamientos iban de un punto a otro, centrándose en
vida, y cómo se aferra a quienes más la desprecian! En un mis desgracias, y en lo que las había ocasionado. Me
instante perdí el conocimiento, y caí al suelo. envolvía una nube de incredulidad y horror. La muerte de
William, la ejecución de Justine, la muerte de Clerval y
Cuando volví en mí, me encontré rodeado de la gente de finalmente la de mi esposa; ni siquiera sabía si el resto
la posada; sus rostros demostraban un terror inenarrable; de mis familiares se encontraban a salvo de la maldad
pero su espanto no era más que una parodia, una sombra del villano; quizá mi padre se agitaba ya entre las manos
de los sentimientos que me oprimían a mí. Escapé hacia asesinas, mientras Ernest yacía inerte a sus pies. Esta
la habitación donde yacía el cuerpo de Elizabeth, mi idea me hizo estremecer y me devolvió a la realidad. Me
amor, mi esposa tan querida y venerada, viva aún pocos levanté, y decidí volver a Ginebra de inmediato.
momentos antes. No estaba ya en la posición en la que la
había encontrado; tenía ahora la cabeza recostada en un No había caballos disponibles, y tuve que hacer el
brazo, y el rostro y cuello ocultos por un pañuelo, y se viaje a través del lago, aunque el viento no era favorable
la podía creer dormida. Corrí hacia ella y la abracé con y llovía torrencialmente. Sin embargo, apenas había
ardor, pero la mortal quietud y la frialdad de sus miembros amanecido y podía confiar en estar en casa por la noche.
delataban que lo que estrechaba entre mis brazos ya no era Contraté algunos remeros, y yo mismo tomé uno de los
la Elizabeth a quien tanto había adorado. En su garganta remos, pues siempre había notado que el ejercicio físico
se veían las horrendas señales del diabólico ser, y ni el paliaba los sufrimientos del espíritu. Pero lo inmenso de
menor aliento salía de sus labios. mi pesar y el exceso de agitación que había padecido me
impedían cualquier esfuerzo. Dejé el remo, y apoyando
Mientras con agonizante desesperación me inclinaba la cabeza entre las manos me abandoné al dolor. Al
sobre ella, levanté la vista. Me invadió una especie de levantar la vista veía los parajes que me eran familiares
pánico al ver que la pálida luz de la luna iluminaba la de los tiempos lejanos de mi felicidad, y que aún el día
habitación, pues las contraventanas que se habían cerrado anterior había contemplado con la que ahora no era sino
anteriormente ahora estaban abiertas. Con inexpresable
una sombra y un recuerdo. Lloré amargamente. La lluvia
horror vi asomarse a una de las ventanas el aborrecido
había cesado unos instantes, y vi los peces jugando en el
y repugnante rostro del monstruo. Esbozó una mueca
agua igual que lo habían hecho pocas horas antes bajo la
burlona mientras señalaba con su inmundo dedo el
mirada de Elizabeth. Nada hay tan doloroso para la mente
cadáver de mi esposa. Me abalancé hacia la ventana y,
humana como un cambio brusco y profundo. Podía brillar
extrayendo del pecho una pistola, disparé; pero esquivó
el sol, o las nubes ensombrecer el cielo; para mí ya nada
la bala, y, huyendo del lugar a la velocidad del rayo, se
podía volver a ser lo mismo que el día anterior. Un infame
zambulló en las aguas del lago.

78
Frankestein

me había arrebatado todas mis esperanzas de felicidad. de mis familiares, y que le rogaba que ejerciera toda su
No habrá habido jamás criatura tan desgraciada como yo; autoridad para que se le detuviera.
suceso tan espeluznante es único en la historia del hombre.
Me escuchó con benevolencia e interés.
Pero para qué narrar los acontecimientos que siguieron
––Esté usted seguro ––dijo––de que no ahorraré
a esta tragedia. El horror ha llenado toda mi vida; había
esfuerzos para encontrar al villano.
llegado al punto culminante del sufrimiento, y lo que
resta no puede más que aburrirle. Uno a uno me fueron Le quedo muy agradecido ––respondí—. Escuche,
arrebatados aquellos a quienes amaba; y me quedé solo. pues, la declaración que voy a hacer. Es en verdad una
No tengo ya fuerzas; y explicaré lo que queda de mi historia tan extraña que temería que usted no me creyera,
horrenda narración en pocas palabras. de no ser por que hay algo en las verdades, por insólitas
que parezcan, que fuerzan la convicción. Mi relato es
Llegué a Ginebra. Mi padre y Ernest aún vivían; pero demasiado coherente como para que pueda tomarse por
el primero se hundió ante la trágica nueva que traía. un sueño, y no tengo motivos para mentir.
¡Cómo le recuerdo!, ¡padre bondadoso y amable!; la luz
huyó de sus ojos, pues habían perdido a aquella a quien De esta forma me dirigí a él, con voz tranquila pero seria;
adoraban: Elizabeth, su sobrina, más que una hija para él, había decidido perseguir a mi destructor hasta la muerte, y
a la cual quería con todo el cariño que siente un hombre este propósito calmaba mi angustia y me reconciliaba un
que, próximo el fin de sus días, y teniendo pocos seres a poco con la vida. Narré mi historia brevemente, pero con
quienes dedicar su afecto, se aferra con mayor intensidad a firmeza y precisión, dando fechas exactas y sin desviarme
aquellos que le quedan. ¡Maldito, maldito villano que llenó del tema para lamentarme de los hechos.
de tristeza sus canas y le hizo morir de dolor! No podía
vivir bajo el tormento de los horrores que se acumulaban Al principio, el magistrado demostraba una total
en torno suyo; sufrió una hemorragia cerebral, y murió en incredulidad, pero a medida que proseguía escuchó con
mis brazos al cabo de unos días. mayor atención e interés; hubo momentos en que lo vi
estremecerse, otros en que su rostro denotaba un vivo
¿Qué fue entonces de mí? No lo sé; perdí la noción de
asombro, exento de escepticismo.
todo, y me vi envuelto en cadenas y tinieblas. Soñaba, a
veces, que con los amigos de juventud vagaba por alegres Al concluir mi relato, dije:
valles y prados llenos de flores; pero despertaba una y
otra vez en la misma celda. A esto seguía la melancolía, ––Este es el ser al que acuso, y en cuya detención y
pero poco a poco fui cobrando una idea exacta de mis castigo le ruego ejerza su máxima autoridad. Es su deber
aflicciones y de mi situación, y por fin me liberaron. como magistrado, y creo y espero que sus sentimientos
Me habían creído loco y, como supe más tarde, durante como hombre no rehusarán cumplir con él en esta ocasión.
muchos meses estuve encerrado en una celda solitaria.
Estas últimas palabras provocaron un sensible cambio
Pero la libertad hubiera sido un fútil regalo, si al en la expresión del magistrado. Había escuchado mi relato
recobrar la razón no hubiera recobrado a la vez un deseo con ese tipo de credulidad que producen las narraciones
de venganza. Así que iba recuperando el recuerdo de mis de fantasmas y sucesos sobrenaturales; pero cuando le
desdichas, empecé a pensar en su causa: el monstruo que requerí que actuara de forma oficial, volvió a desconfiar.
había creado, el miserable demonio que, para mi ruina,
Sin embargo, me respondió templadamente:
había traído al mundo. Al pensar en él, me invadía una
enloquecedora furia y entonces, deseando que cayera en ––Con gusto le ayudaría en lo que me fuera posible;
mis manos, rezaba para que así fuera y pudiera desatar pero el ser de quien usted me habla parece estar dotado
sobre su infame cabeza una inmensa y mortal venganza. de unos poderes que harían inútiles todos mis esfuerzos.
Mi cólera no se satisfizo mucho tiempo con inútiles ¿Quién puede perseguir a un animal capaz de atravesar
deseos; empecé a pensar en cómo podía perseguirlo; a el mar de hielo, habitar en grutas y cavernas, donde ser
este fin, un mes después de puesto en libertad, me dirigí humano jamás osaría entrar? Además, han pasado algunos
a uno de los jueces de la ciudad, diciéndole que quería meses desde que cometió sus crímenes y es imposible saber
formular una acusación;, dije que conocía al asesino a dónde huyó o en qué lugar se halla actualmente ahora.

79
Mary Shelley

No dudo de que ronda el lugar en el que yo me comedimiento, reprimía mis sentimientos y me permitía
encuentro. Y caso de haberse refugiado en los Alpes; se estar sereno y calculador en momentos en que, de otro
le puede dar caza como si fuera una gamuza y destruirlo ––modo, me hubiera abandonado al delirio y a la muerte.
como a una bestia feroz. Mi primera decisión fue abandonar Ginebra para siempre;
mis desgracias hicieron que aborreciese la patria que tan
Pero leo su pensamiento; no cree mi relato, y no tiene intensamente había amado cuando era feliz y querido. Me
la intención de perseguir a mi enemigo y aplicarle el hice con una importante cantidad de dinero, y algunas
castigo que merece. joyas que habían pertenecido a mi madre, y partí.
Al hablar, tenía los ojos encendidos de cólera, y el Y aquí empezó una peregrinación que solo con mi
magistrado se asustó. muerte terminará. He recorrido una inmensa parte del
––Está usted equivocado ––dijo—. Haré todo lo que mundo, y he sufrido todas las penurias que suelen tener
esté en mi mano y, si logro capturar al monstruo,, sepa que que afrontar los viajeros en los desiertos y en las tierras
será castigado de acuerdo con sus crímenes. Pero temo, salvajes. Apenas sé cómo he sobrevivido; con frecuencia
por lo que usted mismo ha descrito sobre su resistencia, me he tendido desfallecido sobre la arena, rogando que
que esto resulte imposible, y que a la par que se toman las me sobreviniera la muerte. Pero las ansias de venganza
medidas necesarias, usted se debería resignar al fracaso. me mantenían vivo; no me atrevía a morir si mi enemigo
continuaba con vida.
––Eso no es posible; pero nada de lo que diga
puede servirme de mucho. Mi venganza no es de su Al abandonar Ginebra, mi primer quehacer fue
incumbencia; y sin embargo, aunque reconozca en ello un encontrar algún indicio que me permitiera seguir los
vicio, le confieso que es la única y devoradora pasión de pasos de mi infame enemigo. Pero estaba desorientado,
mi espíritu. Mi ira no tiene límites, cuando pienso que el y anduve por la ciudad durante muchas horas dudando
asesino, que lancé entre la sociedad, sigue con vida. Me sobre qué dirección tomar. Cuando empezaba a anochecer,
niega usted mi justa petición: me queda un único camino, me encontré en el cementerio donde reposaban William,
y desde ahora me dedicaré, vivo o muerto, a conseguir su Elizabeth y mi padre. Entré, y me acerqué a sus tumbas.
destrucción. Reinaba el silencio, turbado tan solo por el murmullo
de las hojas que el viento agitaba suavemente; era ya
Temblaba al decir esto; mi actitud debía rezumar aquel casi de noche, y la escena hubiera resultado solemne y
mismo frenesí y altivo fanatismo que se dice tenían los conmovedora incluso para un observador ajeno a ella. Los
antiguos mártires. Pero para un magistrado ginebrino, espíritus de mis difuntos parecían rodearme, proyectando
cuyos pensamientos están muy lejos de los ideales y una sombra invisible pero palpable en torno a mi cabeza.
heroísmos, esta grandeza de espíritu debía asemejarse
mucho a la locura. Intentó apaciguarme como haría una La honda tristeza que en un principio esta escena
niñera con una criatura, y achacó mi relato a los efectos me había provocado pronto dio paso a la ira y a la
del delirio. desesperación. Ellos estaban muertos, y sin embargo yo
vivía; también vivía su asesino, y para aniquilarlo debía
––¡Mortal! ––exclamé––, está endiosado con su yo continuar mi tediosa existencia. Arrodillado en la
sabiduría, mas cuánta ignorancia demuestra. ¡Calle!; no hierba, besé la tierra y, con labios temblorosos, grité:
sabe lo que dice.
––Por la sagrada tierra en la que estoy postrado, por
Salí de la casa tembloroso e iracundo, y me retiré a los espíritus que me rodean, por el profundo y eterno
pensar en otros medios de acción. dolor que siento, por ti, oh Noche, y por los fantasmas que
te pueblan, juro perseguir a ese demonio, que ocasionó
estas desgracias, hasta que uno de los dos sucumba en
Capítulo 7 un combate a muerte. A este fin preservaré mi vida; para
ejecutar esta cara venganza volveré a ver el sol y pisar la
verde hierba, de todo lo cual, de otro modo, prescindiría
para siempre. Y yo os conjuro, espíritus de los muertos,
Mi estado era tal que no lograba controlar
y a vosotros, errantes administradores de venganza, a
voluntariamente el pensamiento. Me inundaba la ira, y
que me ayudéis y orientéis en mi tarea. ¡Que el maldito e
solo el deseo de venganza me proporcionaba fuerza y

80
Frankestein

infernal monstruo beba de la copa de la angustia y sienta el hambre me encontraba ya exhausto, encontraba en
la misma desesperación que ahora me atormenta! el desierto una comida reparadora que me devolvía las
energías y me prestaba de nuevo aliento; eran alimentos
Había comenzado el juramento en tono solemne, y toscos, del tipo que tomaban los campesinos de la región,
con un fervor, que me hizo pensar que los espíritus de pero no dudo de que los había depositado allí el espíritu
mis familiares asesinados escuchaban y aprobaban mi que había invocado en mi ayuda. Muchas veces, cuando
devoción; pero así que concluí, las Furias se apoderaron todo estaba seco, el cielo despejado y yo me encontraba
de mí, y la ira ahogaba mis palabras. sediento, aparecía una pequeña nube en el firmamento
Desde la profunda quietud de la noche, me llegó que, tras dejar caer algunas gotas para reavivarme,
entonces una estruendosa y diabólica carcajada. Resonó desaparecía.
en mis oídos larga y dolorosamente; los montes me Cuando podía, seguía el curso de los ríos; pero el
devolvieron su eco, y sentí que el infierno me rodeaba infame engendro solía evitarlos por ser los lugares más
burlándose y riéndose de mí. En aquel momento, de no ser poblados por los habitantes del país. En los lugares donde
porque aquello significaba que mi juramento había sido encontraba pocos seres humanos me alimentaba de los
escuchado y que me aguardaba la venganza, me hubiera animales salvajes que se cruzaban en mi camino. Tenía
dejado dominar por el frenesí y hubiera acabado con mi dinero, y me, ganaba las simpatías de los campesinos
existencia miserable. La carcajada se fue extinguiendo, y distribuyéndolo, o repartiendo, entre aquellos que me
una voz, familiar y aborrecida, me susurró con claridad, habían permitido el uso de su fuego y utensilios de cocina,
cerca del oído: la caza que, tras separar la porción que destinaba a mi
––¡Estoy satisfecho, miserable criatura! Has decidido alimento, me sobraba.
vivir, y eso me satisface. Esta vida me asqueaba, y únicamente mientras dormía
Corrí hacia el lugar de donde procedía el sonido, saboreaba algo de alegría. ¡Bendito sueño! A menudo,
pero aquel demonio me eludió. De pronto salió la luna, encontrándome en el límite de mi angustia, me tendía
iluminando su horrenda y deforme silueta, que se alejaba a dormir, y los sueños me proporcionaban la ilusión de
con velocidad sobrenatural. felicidad. Los espíritus que velaban por mí me deparaban
estos momentos, mejor dicho, estas horas de felicidad,
Lo perseguí; y desde hace varios meses ese es mi a fin de que pudiera retener las fuerzas suficientes para
objetivo. Siguiendo una vaga pista, recorrí el curso del proseguir mi peregrinación. De no ser por este respiro,
Ródano, pero en vano; hasta llegar a las azules aguas del hubiera sucumbido bajo mis angustias. Durante el día,
Mediterráneo. Casualmente, una noche vi cómo el infame me mantenía y animaba la perspectiva de la noche, pues
ser abordaba y se escondía en un bajel con destino al Mar en mis sueños veía a mis familiares, a mi esposa y a mi
Negro. Zarpé en el mismo barco; pero escapó, ignoro amado país; veía de nuevo la bondadosa faz de mi padre,
cómo. oía la cristalina voz de Elizabeth y encontraba a Clerval
rebosante de salud y juventud.
Aunque continuaba esquivándome, seguí sus pasos por
las estepas de Tartaria y de Rusia. A veces, campesinos, Muchas veces, extenuado por una caminata agotadora,
atemorizados por su horrenda aparición, me informaban de intentaba convencerme mientras andaba de que estaba
la dirección que había tomado; otras, él mismo, temeroso soñando y que cuando llegara la noche despertaría a la
de que si perdía toda esperanza me desesperara y muriera, realidad en brazos de los míos. ¡Qué punzante cariño
dejaba tras de sí algún indicio para que me guiara. Cuando sentía hacia ellos!; ¡cómo me aferraba a sus queridas
cayeron las nieves, hallé en la llanura la huella de su siluetas, cuando a veces me visitaban, incluso estando
gigantesco pie. Para usted, que se encuentra comenzando despierto, e intentaba convencerme de que aún estaban
la vida, que desconoce el sufrimiento y el dolor, es con vida! En aquellos momentos, la venganza que me
imposible saber lo que he padecido y aún padezco. El frío, corroía el corazón se aplacaba, y continuaba mi camino
el hambre y la fatiga eran los males menores que hube hacia la destrucción de aquel demonio más como un deber
de aguantar; me maldijo un demonio, y llevo un infierno impuesto por el cielo, como el impulso mecánico de un
dentro de mí; sin embargo, algún espíritu bueno siguió y poder del cual era inconsciente, que como el ardiente
dirigió mis pasos, y me libraba de pronto de dificultades deseo de mi espíritu.
aparentemente insalvables. A veces, cuando vencido por

81
Mary Shelley

Desconozco los sentimientos de aquel a quien perseguía. Hacía algunas semanas que me había procurado un
A veces dejaba cosas escritas en los troncos de los árboles trineo y unos perros, lo que me permitía cruzar la nieve
o talladas en la piedra, que me guiaban o avivaban mi a gran velocidad. Ignoraba si aquel infame ser disfrutaba
cólera. «Mi reinado aún no ha acabado ––estas eran de la misma ventaja que yo; pero vi que, así como antes
las palabras que se leían en una de las inscripciones––; había ido perdiendo terreno, ahora me iba acercando más
sigues viviendo y mi poder es total. Sígueme; voy hacia a él; tanto es así, que cuando divisé el océano solo me
el norte en busca de las nieves eternas, donde padecerás llevaba un día de ventaja y esperaba poder alcanzarlo
el tormento del frío y el hielo al que yo soy insensible. Si antes de llegar a la orilla. Con renovado valor proseguí mi
me sigues de cerca, encontrarás no lejos de aquí una liebre carrera, y al cabo de dos días llegué a una miserable aldea
muerta; come y recupérate. ¡Adelante, enemigo!; aún nos de la costa. Pregunté a los habitantes por aquel villano
queda luchar por nuestra vida; pero hasta entonces te y me dieron datos precisos. Un gigantesco monstruo,
esperan largas horas de sufrimiento». dijeron, había llegado la noche anterior, armado con una
escopeta y varias pistolas, haciendo huir, atemorizados
¡Demonio burlón! De nuevo juro vengarme; de nuevo ante su espantoso aspecto, a los habitantes de una solitaria
te condeno, miserable criatura, a atormentarte hasta la cabaña. Les había robado sus provisiones para el invierno,
muerte. Nunca abandonaré mi persecución hasta que y las había puesto en un trineo, al cual ató varios perros
uno de los dos muera; y entonces, ¡con qué júbilo me amaestrados que asimismo robó. Esa misma noche, y ante
reuniré con Elizabeth y aquellos que ya me preparan la el alivio de aquellas asustadas personas, había reanudado
recompensa por mis fatigas y sombrío peregrinaje! su viaje sobre el helado océano en dirección a un punto
A medida que avanzaba hacia el norte, la nieve donde no había tierra alguna; suponían que pronto sería
aumentaba, y el frío era tan intenso que apenas si podía destruido por alguna de las grietas que con frecuencia se
soportarse. Los campesinos permanecían encerrados abrían en el hielo, o que moriría de frío.
en sus chozas, y solo algunos de los más fornidos se
aventuraban en busca de los animales que el hambre
forzaba a salir de sus guaridas. Los ríos se habían helado
y al no poder pescar me encontré privado de mi principal
alimento.
La victoria de mi enemigo se consolidaba, así que
aumentaban mis dificultades. Otra inscripción que me
dejó decía: «¡Prepárate!: tus sufrimientos no han hecho
más que empezar. Abrígate con pieles, y aprovisiónate,
pues pronto iniciaremos una etapa en la que tus desgracias
satisfarán mi odio eterno».

Estas burlonas palabras reavivaron mi valor y


perseverancia. Decidí no fallar en mi resolución; e,
invocando la ayuda de los cielos, continué con infatigable
ahínco cruzando aquella desértica región hasta que, en la
lejanía, apareció el océano, último límite en el horizonte.
¡Qué distinto de los azules mares del sur! Cubierto de hielo,
solo se diferenciaba de la tierra por una mayor desolación
y desigualdad. Los griegos lloraron de emoción al ver el Al oír esto, sufrí un ataque momentáneo de
desesperación. Había conseguido escapar de mí; y yo
Mediterráneo desde las colinas de Asia y celebraron con
debía ahora emprender un viaje peligroso e interminable a
entusiasmo el fin de sus vicisitudes. Yo no lloré; pero
través de las montañas de hielo del océano, bajo los rigores
me arrodillé y, con el corazón rebosante, agradecí a mis de un frío que pocos indígenas podían soportar, y que yo,
espíritus el que me hubieran guiado sano y salvo hasta el nativo de una tierra cálida y soleada, no resistiría. Pero,
lugar donde esperaba, pese a las burlas de mi enemigo, ante la idea de que aquel engendro viviera y venciera, se
poder enfrentarme con él. me avivó de nuevo la ira y el ansia de venganza y, cual

82
Frankestein

poderoso alud, barrieron mis otros sentimientos. Tras un Pero, justo entonces, cuando estaba a punto de darle
breve descanso, durante el cual me visitaron los espíritus alcance, mis esperanzas se vieron de pronto truncadas, y
de mis difuntos y me animaron a la venganza, me preparé perdí todo rastro de él. Empecé a oír el bramido del mar;
para el viaje. las olas se abatían furiosamente bajo la capa de hielo, y
Cambié el trineo de tierra por uno adecuado a las notaba cómo se henchían y se hacían más amenazadoras
irregularidades del océano helado; y, después de comprar y terribles. En vano intenté proseguir. El viento se
una buena cantidad de provisiones, abandoné tierra firme levantó; el mar rugía; y, como con la tremenda sacudida
tras de mí. de un terremoto, se abrió el hielo con un ruido atronador.
Pronto concluyó todo; en pocos minutos, un agitado mar
No puedo calcular los días que han pasado desde me separó de mi enemigo, y me hallé flotando sobre un
entonces; pero he padecido torturas que, de no ser por el témpano de hielo, que menguaba por momentos y me
eterno sentimiento de una justa retribución que me inflama preparaba una horrenda muerte.
el corazón, nada hubiera podido hacerme padecer. Con
frecuencia inmensas y escarpadas montañas de hielo me Así pasaron horas terribles; murieron varios de mis
cerraban el camino, y muchas veces oía rugir, amenazante, perros; y yo estaba a punto de sucumbir, cuando divisé su
una mar gruesa. Pero las constantes heladas garantizaban navío, que navegaba sujeto por el ancla y me devolvió la
la solidez de las sendas del mar. esperanza de vivir. Ignoraba que los barcos se aventuraran
tan al norte y me sorprendió verlo; rápidamente destruí
A juzgar por la cantidad de provisiones consumidas, una parte de mi trineo para hacer con él unos remos y
debían haber transcurrido tres semanas. Más de una vez, la así pude, con enorme esfuerzo, acercar mi improvisada
continua demora en alcanzar lo que tanto deseo, esperanza balsa hacia el barco. Había decidido que, caso de que
que me acompaña siempre, me arrancaba lágrimas de ustedes se dirigieran hacia el sur, me encomendaría a la
dolor. En una ocasión la desesperación casi se adueñó de clemencia de los mares antes que desistir de mi propósito.
mí, y estuve a punto de sucumbir; los pobres animales que Esperaba poder convencerlo de que me diera un bote con
me arrastraban habían alcanzado con esfuerzo increíble la el cual pudiera aún perseguir a mi enemigo. Pero iban
cima de una montaña, muriendo uno de ellos de fatiga, y hacia el norte. Me subieron a bordo cuando mis fuerzas
yo contemplaba con angustia la inmensidad del hielo ante estaban ya agotadas, y cuando mis múltiples desgracias
mí, cuando de pronto divisé un minúsculo punto oscuro me arrastraban hacia una muerte que aún no deseo, pues
en la distancia. Agudicé la vista para adivinar lo que era, mi tarea está inconclusa.
y prorrumpí en una jubilosa exclamación al distinguir
un trineo y las deformes proporciones de aquella figura ¿Cuándo me permitirán gozar del descanso que tanto
tan conocida. ¡Con qué ardor volvió la esperanza a mi anhelo los espíritus que me guían hacia el infame ser?;
corazón! Cálidas lágrimas brotaron de mis ojos, aunque ¿o es que yo debo morir y él sobrevivirme? Si así fuere,
las enjuagué con rapidez para que no me hicieran perder júreme Walton, que no lo dejará escapar; júreme que
de vista aquella infame criatura; pero las ardientes gotas usted lo acosará, y llevará a cabo mi venganza dándole
seguían nublándome la visión y, finalmente, bajo la muerte. ¿Pero puedo pedirle que asuma mi peregrinación,
emoción que me embargaba, prorrumpí en llanto. que sufra las penurias que yo he pasado? No; no soy tan
egoísta. Pero, cuando yo haya muerto, si él apareciese,
No era este momento para entretenerme; desaté los si los dioses de la venganza lo condujeran ante usted,
arneses del perro muerto, di de comer a los restantes júreme que no vivirá; júreme que no triunfará sobre mis
en abundancia y, tras descansar una hora, lo cual era desgracias, y que no podrá hacer a otro tan desgraciado
imprescindible, aunque estaba inquieto por continuar, como me hizo a mí. Es elocuente y persuasivo; incluso
proseguí mi camino. Aún veía el trineo en la lejanía; no una vez logró enternecerme el corazón; pero desconfíe de
volví a perderlo de vista, excepto cuando algún saliente él. Tiene el alma tan inmunda como las facciones, y repleta
de las rocas de hielo lo ocultaba. Iba ganándole terreno; y de maldad y traición. No lo escuche; invoque a William,
cuando, al cabo de dos días, me encontré a menos de una Justine, Clerval, Elizabeth, mi padre y al infeliz Víctor, y
milla de mi enemigo, temí que el corazón me estallara de húndale la espada en el corazón. Yo me encontraré a su
alegría. lado para dirigir el acero.

83
Mary Shelley

Prosigue la narración de Walton Quisiera ayudarlo; pero ¿cómo aconsejar que


siga viviendo a alguien tan infeliz y carente de toda
26 de agosto de 17... esperanza? La única dicha de que puede gozar es la que
experimentará preparando su dolorida alma para la paz
y la muerte. Disfruta, empero, de algún consuelo, fruto de
Has leído este extraño e impresionante relato, la soledad y el delirio: cree, cuando en sueños conversa
Margaret; ¿no sientes que, como a mí aún ahora, se te hiela con los seres que le fueron queridos, y obtiene de esa
la sangre en las venas? Había veces en que el sufrimiento comunicación cierto alivio para su sufrimiento o ánimo
lo vencía, y no podía continuar su narración; otras, para la venganza, no que sean creaciones de su fantasía,
con voz entrecortada y conmovedora, pronunciaba con sino que ciertamente son seres reales que, desde el más
dificultad las palabras tan repletas de dolor. A veces los allá, vienen a visitarlo. Esta fe da a sus delirios una
ojos hermosos y expresivos le brillaban con indignación; solemnidad que hace que me resulten casi tan imponentes
otras, el dolor los apagaba y llenaba de tristeza. A veces e interesantes como la verdad misma.
podía controlar sus sentimientos y palabras y narraba los
más horrendos sucesos con voz serena, suprimiendo toda Nuestras conversaciones no se limitan tan solo a su
señal de agitación; pero de pronto, como un volcán en historia y la de sus desgracias. Demuestra poseer un
erupción, su rostro tomaba una expresión de fiereza, y, gran conocimiento de la literatura, y una aguda y rápida
lanzaba mil insultos contra su perseguidor. percepción. Su elocuencia cautiva y conmueve; hasta el
punto de que, cuando narra un episodio patético, o intenta
La historia es coherente y la ha contado con la provocar la piedad o el cariño, no puedo escucharlo sin que
naturalidad que da la verdad más sencilla; pero te los ojos se me llenen de lágrimas. qué magnífico hombre
confieso que las cartas de Félix y Safie, que me enseñó, debió ser en sus tiempos de felicidad para mostrarse tan
y la visión del monstruo que tuvimos desde el barco, me noble aun en la desgracia! Parece tener conocimiento de
convencieron más que todas sus afirmaciones, por muy su propia valía, y de la magnitud de su ruina.
coherentes y convincentes que parecieran. No tengo
ninguna duda, pues, de que existe semejante monstruo; Cuando era joven ––me dijo un día––sentía como
pero sin embargo estoy lleno de asombro y admiración. si hubiera nacido para llevar a cabo grandes cosas.
He intentado que Frankenstein me cuente en detalle la Tengo una naturaleza sensible; pero poseía entonces
creación del ser; pero sobre este punto permaneció una serenidad de juicio que me capacitaba para triunfar.
inescrutable. Este convencimiento de mi valía me ha sostenido en
situaciones en que otros hubieran sucumbido; pues me
¿Está usted loco, amigo mío?––me contestó—. ¿Hasta parecía poco digno malgastar en vanas lamentaciones
dónde le va a llevar su absurda curiosidad? ¿Es que unos talentos que podían ser de utilidad a mis semejantes.
quiere crear, también, un ser diabólico, enemigo suyo Cuando recuerdo lo que he conseguido, nada menos que
y del mundo? Si no, ¿a dónde quiere ir aparar con sus la creación de un ser racional y sensible, no me puedo
preguntas? ¡No insista! Aprenda de mis sufrimientos, y no considerar simplemente como uno más entre el conjunto
se empeñe en aumentar los suyos. de científicos. Pero esta sensación, que me sostenía al
principio de mi carrera, ahora solo sirve para hundirme
Frankenstein observó que tomaba notas de su
más en la miseria. Todas mis esperanzas y proyectos no
narración; quiso verlas, y él mismo las corrigió y aumentó
son nada, y, como el arcángel que aspiraba al poder
en muchos puntos; sobre todo en los diálogos con su
supremo, me encuentro ahora encadenado en un infierno
enemigo, a los que dotó de mayor autenticidad.
eterno. Tenía una viva imaginación y a la vez una gran
––Ya que ha anotado usted mi narración ––dio––, no capacidad de análisis y concentración; mediante la
quisiera que la posteridad la heredara en forma mutilada. estrecha colaboración de estas dos cualidades concebí la
idea, y llevé a cabo la creación de un hombre. Incluso
Así ha transcurrido una semana, escuchando la ahora no puedo rememorar con serenidad las ilusiones
historia más extraña que jamás hubiera podido concebir que me invadían mientras no tuve terminado el trabajo.
imaginación alguna. El interés que siento por mi huésped, Llegaba con la imaginación hasta las más altas esferas, a
y que ha despertado tanto su relato como la nobleza y veces exultante de júbilo ante mi poder, otras estremecido
dulzura de su carácter, me ha seducido la mente y el alma al pensar en las consecuencias de mi investigación.
por completo. Desde pequeño había concebido las mayores ambiciones

84
Frankestein

y esperanzas; ¡cómo me he hundido! Amigo mío, si me y a los amigos que allí viven. Me cercan montañas de
hubiera conocido antaño, no me reconocería en mi actual nieve que impiden la salida y amenazan a cada momento
estado de denigración. Desconocía casi por completo con aplastar el barco. Los valerosos hombres, a quienes
lo que era el desánimo; parecía estar destinado a un convencí de que me acompañaran, vienen a mí en busca
brillante porvenir, hasta que me hundí para siempre. de una solución; pero no tengo ninguna que ofrecer. Hay
algo terriblemente espantoso en nuestra situación, pero
¿Habré, pues, de perder a tan admirable ser? He aún conservo la confianza y el valor. Quizá sobrevivamos;
añorado la compañía de un amigo; he buscado a alguien y, si no, como Séneca, moriré con buen ánimo.
que me apreciara y comprendiera. Y he aquí que lo
encuentro en estos remotos mares; mas temo que solo me ¿Pero cuáles serán tus pensamientos, Margaret?
valga para conocer su valía, justo antes de que muera. No sabrás que he muerto, y esperarás ansiosamente
Quisiera reconciliarlo con la vida, pero odia esta idea. mi regreso. Pasarán los años, y vivirás momentos de
desesperación, pero siempre te atenazará la tortura de la
––Le agradezco, Walton ––dio––, las buenas esperanza. ¡Mi querida hermana!, la horrible desilusión
intenciones que demuestra hacia alguien tan miserable de tus esperanzas me resulta más terrible aún que mi
como yo; pero, cuando habla usted de nuevos lazos, de propia muerte. Pero tienes a tu marido y a tus hermosos
nuevos afectos, ¿piensa que hay alguno que pudiera hijos; y puedes ser feliz. ¡Que el cielo te bendiga, y
sustituir jamás a aquellos queja he perdido? ¿Puede otro permita que lo seas!
hombre significar para mí lo mismo que Clerval?; ¿qué
mujer podría ser otra Elizabeth? Incluso cuando nuestro Mi desdichado huésped me mira con la mayor
amor no viene reforzado por cualidades superiores, los compasión. Intenta devolverme la esperanza; y habla
compañeros de niñez siempre ejercen sobre nosotros una de la vida como de un tesoro preciado. Me recuerda la
influencia que amigos posteriores raras veces suelen tener. frecuencia con que estos accidentes les han ocurrido a
Conocen nuestras primeras inclinaciones, que, por mucho otros navegantes que se aventuraron hasta estos mares y,
que después se modifiquen, jamás se llegan a borrar; y a pesar mío, me contagia la idea de buenas perspectivas.
en cuanto a la honestidad de nuestros actos, son los que
Incluso los marineros notan el poder de su elocuencia;
mejor pueden juzgar nuestros motivos. Un hermano no
cuando él habla, vuelven a confiar; reaviva sus energías,
podrá jamás sospechar que el otro lo engaña o traiciona,
y, mientras lo escuchan, llegan a creer que estas
salvo que esta inclinación se haya manifestado desde
edad muy temprana, mientras que a un amigo, pese a que gigantescas montañas de hielo son pequeños montículos,
su afecto sea inmenso, le puede invadir, incluso a pesar que desaparecerán bajo la fuerza de la voluntad humana.
suyo, la desconfianza. Pero he tenido amigos a los que he Estos sentimientos son pasajeros; cada día que transcurre,
querido no solo por costumbre o contacto, sino por sus la frustración de sus esperanzas les llena de espanto, y
cualidades personales; y donde quiera que me encuentre, temo que el miedo les haga amotinarse.
la apacible voz de Elizabeth y la conversación de Clerval
siempre susurrarán en mis oídos. Ellos han muerto; y
en mi soledad solo hay un objetivo que pueda inducirme 5 de septiembre
a conservar la vida. Si me encontrara realizando una
importante empresa que revistiera utilidad para mis
semejantes, podría seguir viviendo para concluirla.
Acaba de suceder algo tan insólito que, aunque es muy
Pero no es este mi sino; debo perseguir y destruir al ser
probable que nunca llegues a leer estos papeles, no puedo
que creé; y entonces, solo entonces habré cumplido mi
por menos de narrarlo.
cometido en la tierra y podré morir.
Seguimos rodeados de montañas de nieve, y en
inminente peligro de que nos aplasten. El frío es
2 de septiembre intensísimo, y muchos de mis desafortunados compañeros
ya han encontrado su tumba en este paraje desolador.
Mi querida hermana: La salud de Frankenstein empeora día a día; le sigue
brillando una luz febril en los ojos, pero está extenuado, y
Te escribo acechado por un grave peligro, e ignoro si
si hace el menor esfuerzo, vuelve a caer en la total agonía.
el destino me permitirá volver a ver mi querida Inglaterra

85
Mary Shelley

Mencioné en la última carta el temor que tenía a que se unos cobardes. ¡Sed hombres!, ¡sed más que hombres! Sed
produjera un motín. Esta mañana, mientras contemplaba fieles a vuestros propósitos, firmes como las rocas. Este
el ceniciento rostro de mi amigo ––los ojos entornados y hielo no está hecho del mismo material del que podrían
los miembros inertes—, me interrumpieron media docena estar hechos vuestros corazones; es vulnerable, no puede
de marineros, que querían entrar en el camarote. Les hice venceros si os empeñáis en que no lo haga. No volváis a
pasar; y el que actuaba de portavoz se dirigió a mí. Me vuestras familias con la frente marcada por el estigma
dio que él y sus compañeros habían sido elegidos por el de la vergüenza. Regresad como héroes que lucharon y
resto de la tripulación para que, a modo de delegación, me vencieron y que desconocen lo que es darle la espalda a
comunicaran una petición, a la que en justicia no me podía su enemigo.
negar. Estábamos cercados por el hielo, y probablemente
no lograríamos escapar; pero temían que, si acaso, como A lo largo del discurso, su voz se había ido adaptando
era posible, el hielo cediera, Y se abriera un camino, yo tan bien a los distintos sentimientos que expresaba, y sus
fuera lo bastante imprudente como para querer continuar ojos brillaban tan llenos de heroísmo y sana ambición,
mi viaje, y los condujera a nuevos peligros, después de que no fue de extrañar que mis hombres se conmovieran.
haber salvado este felizmente. Pedían, pues, que me Se miraron unos a otros, sin saber qué decir. Yo me dirigí
comprometiera bajo solemne promesa a que, si el barco a ellos, y les rogué que recapacitaran sobre lo que habían
quedaba libre, me dirigiría de inmediato al sur. oído; añadí que por mi parte no seguiría avanzando hacia
el norte en contra de su voluntad, pero que esperaba que,
Esta petición me perturbó. Aún no había perdido tras considerarlo, recobraran el valor perdido.
las esperanzas; ni siquiera había pensado en regresar,
caso de quedar libres del hielo. Sin embargo, ¿podría Salieron, y me volví hacia mi amigo; pero se hallaba
yo, en justicia, oponerme a ello? ¿tenía siquiera la muy abatido y casi privado de aliento.
posibilidad de hacerlo. Pensaba en estas preguntas antes Ignoro cómo concluirá todo esto; pero preferiría la
de contestar, cuando Frankenstein, que en un principio muerte a regresar, cubierto de vergüenza, sin haber podido
había permanecido callado y parecía no tener ni fuerzas alcanzar mis objetivos. Sin embargo, temo que ese sea mi
para atender, se incorporó; los ojos le brillaban y tenía las destino; sin el ánimo que les pudiera infundir la idea de
mejillas encendidas por un repentino rubor. Dirigiéndose la gloria y el honor, mis hombres jamás se avendrán a
a los hombres, dio: proseguir sus actuales penurias.
¿Qué significa esto? ¿Qué estáis pidiendo a vuestro
capitán? ¿Tan pronto os desanimáis? ¿No le llamabais
a ésta la expedición gloriosa?, ¿por qué iba a ser 7 de septiembre
gloriosa?, ¿porque la ruta era fácil y apacible como un
¡La suerte está echada!, he accedido a nuestro regreso
mar del sur? No; la llamabais así porque estaba llena de
si los hielos nos lo permiten. Veo truncadas mis esperanzas
peligros y acechamos; porque a cada nueva dificultad
por la cobardía y la indecisión; regreso desilusionado e
debíais renovar vuestro valor y fortaleza; porque os
ignorante. Necesitaría más tolerancia de la que me ha
rodeaba el peligro y la muerte y debíais vencer ambas.
sido dada para sufrir esta injusticia con paciencia.
Por esto la llamabais gloriosa, porque era una empresa
digna. La posteridad os aclamaría como bienhechores
de la humanidad; se veneraría vuestro nombre, como el
de aquellos hombres valerosos que se enfrentaron con 12 de septiembre
honor a la muerte en beneficio de la especie humana.
Todo ha concluido; vuelvo a Inglaterra. He perdido
¡Y mirad ahora!: con la primera impresión de peligro,
mis esperanzas de gloria y mi ansia de servir a la
o, si lo preferís, la primera gran prueba, vuestro valor
humanidad; y he perdido a mi amigo. Pero trataré,
se desvanece y estáis dispuestos a pasar por hombres
querida hermana, de contarte con detalle estos tristes
que no tuvieron la fuera suficiente para afrontar el frío
sucesos; no quiero navegar rumbo a Inglaterra, y hacia
y el peligro...; los pobres tenían frío y volvieron junto a
ti, lleno de pesadumbre.
sus chimeneas. En verdad que para esto no se hubieran
requerido tantos preparativos; no teníais por qué haberos El diecinueve de septiembre el hielo empezó a ceder,
aventurado hasta aquí, ni hacer pasar a vuestro capitán y en la distancia escuchamos atronadores crujidos, así
por la vergüenza del fracaso, para demostrar que sois que las islas de hielo se resquebrajaban en todas las

86
Frankestein

direcciones. Corríamos enorme peligro; pero, puesto que mi obligación, pero había otra superior. Mis obligaciones
nada podíamos hacer, todo mi interés se centraba en mi para con mis semejantes debían tener prioridad, puesto
infeliz huésped, cuya salud había declinado hasta el punto que suponían una mayor proporción de felicidad o
de no poder levantarse de la cama. El hielo se rompió a desgracia. Impulsado por esta creencia, me negué, e hice
nuestras espaldas y fue empujado con rapidez en dirección bien, a crearle una compañera al primer ser. Dio pruebas
norte; del oeste comenzó a soplar una brisa y el día once entonces de una maldad y un egoísmo sin precedentes:
el camino hacia el sur quedaba despejado. Cuando los asesinó a mis seres más queridos; se consagró a la
marineros vieron esto, y comprendieron que quedaba destrucción de personas llenas de delicadeza, sabiduría y
asegurado su regreso a su país natal, prorrumpieron bondad; e ignoro dónde terminará esta sed de venganza.
en continuos gritos de loca alegría. Frankenstein, que Desgraciado como es, debe morir a fin de que no
se había adormilado, despertó, y preguntó la causa del pueda hacer desgraciados a los demás. La tarea de su
alboroto. destrucción me había sido encomendada a mí, pero he
fracasado. Empujado por motivos egoístas e insanos, le
––Gritan ––contesté––, porque pronto regresarán a pedí a usted que completara mi labor; ahora, empujado
Inglaterra. ¿Regresa usted entonces? únicamente por la razón y la virtud, se lo reitero.
Sí ––respondí—, no puedo oponerme a sus peticiones. »Sin embargo no puedo pedirle que renuncie a su país
No puedo conducirlos hacia nuevos peligros contra su
y a sus amigos para llevar a cabo esta labor; y ahora,
voluntad, y debo volver.
que regresa a Inglaterra, tendrá pocas ocasiones de
––Hágalo si quiere. Yo me quedo. Usted puede encontrarse con él. Pero dejo en sus manos el reflexionar
abandonar su objetivo; pero el mío me lo fió el cielo, y sobre estos puntos, y el determinar lo que usted considere
no puedo renunciar. Estoy débil; pero confío en que los que es su deber. La proximidad de la muerte turba mis
espíritus que me ayudan en mi venganza me prestarán las pensamientos y mi razón, y no me atrevo a pedirle que
fuerzas necesarias. haga lo que yo considero justo, pues puedo estar cegado
Al decir esto intentó saltar de la cama, pero el esfuerzo por la Pasión.
fue demasiado grande; cayó y perdió el sentido. »Me inquieta el que siga con vida y sea un instrumento
Tardó mucho en volver en sí, y a menudo me pareció que de maldad; y sin embargo, esta hora, en la que aguardo
había muerto. Finalmente abrió los ojos; respiraba con que cada instante me traiga la liberación, es la única en la
dificultad, y no podía hablar. El médico le dio un brebaje que durante muchos años he sido feliz. Pasan ante mí los
reconstituyente, y nos ordenó que no lo molestáramos. A espíritus de aquellos a los que tanto quise, y corro hacia
mí me advirtió que a mi amigo le restaban pocas horas ellos. ¡Adiós, Walton! Busque la felicidad en la paz y,
de vida. evite la ambición, aun aquella, inofensiva en apariencia,
de distinguirse por sus descubrimientos científicos. ¿Mas
Se había pronunciado su sentencia, y a mí ya solo
por qué hablo así?; yo he visto truncadas mis esperanzas,
me quedaba lamentarme y tener paciencia. Permanecí
pero otro puede triunfar.
sentado a la cabecera de su lecho, mirándolo; tenía los
ojos cerrados, y pensé que dormía. De pronto, con voz La voz se le iba apagando a medida que hablaba; y
apagada, me llamó, indicándome que me acercara, y finalmente, vencido por el esfuerzo, se acalló del todo.
dijo: ––Me abandonan las fueras en las que confiaba. Media hora más tarde intentó volver a hablar pero no
Presiento que pronto habré de morir, y él, mi enemigo y pudo; oprimió mi mano débilmente, y sus ojos se cerraron
verdugo, está aún con vida. No piense, Walton, que en para siempre, mientras sus labios esbozaron una débil
mis últimos instantes mi alma reuma todavía el punzante sonrisa.
odio y la sed de venganza que días pasados le manifesté,
pero creo que estoy justificado al desear la muerte de mi Margaret, ¿qué puedo decir sobre la prematura muerte
adversario. Durante estos días he meditado sobre mis de esta magnífica persona? ¿Qué puedo decir para que
acciones pasadas y no hallo en ellas nada reprensible; en entiendas lo profundo de mi pesar? Todo lo que diera sería
un ataque de loco entusiasmo creé una criatura racional, pobre e inadecuado. Las lágrimas abrasan mis mejillas;
y tenía para con él el deber de asegurarle toda la y una nube de desilusión nubla mi mente. Pero navego
felicidad y bienestar que me fuera posible darle. Esta era rumbo a Inglaterra, y allí quizá encuentre un consuelo.

87
Mary Shelley

Me interrumpen. ¿Qué significan estos ruidos? Es venganza hasta este extremo, Frankenstein seguiría vivo.
medianoche; la brisa sopla suavemente y, en cubierta,
los hombres de guardia no se mueven. De nuevo el ruido; ––¿Imagíname, respondió la infernal criatura––que
parece la voy de un hombre, pero mucho más ronca; viene era insensible al dolor y al remordimiento? El––continuó,
del camarote donde reposan los restos de Frankenstein. señalando el cadáver—, él no ha sufrido nada con la
Debo levantarme a ver qué sucede. Buenas noches, consumación del hecho; no ha sufrido ni la milésima
hermana mía. parte de angustia que yo durante el distendido proceso.
Me impulsaba un terrible egoísmo, a la par que el
¡Dios mío!, ¡qué escena acaba de tener lugar! Todavía remordimiento me torturaba el corazón. ¿Piensa que
estoy aturdido con el recuerdo. Apenas sé si tendré fueras los estertores de Clerval eran música para mí? Tenía
para contarla; mas el relato que he anotado quedaría el corazón sensible al amor y la ternura; y cuando mis
incompleto sin referir esta última y soberbia catástrofe. desgracias me empujaron hacia el odio y la maldad, no
soporté la violencia del cambio sin sufrir lo que usted
Entré en el camarote donde yacían los restos de mi jamás podrá imaginar.
malhadado y admirable amigo. Sobre él se inclinaba
un ser para cuya descripción no tengo palabras; era Tras la muerte de Clerval regresé a Suma con el
de estatura gigantesca, pero de constitución deforme y corazón destrozado. Sentía compasión por Frankenstein,y
tosca. Agachado sobre el ataúd, tenía el rostro oculto por mi piedad se fue tornando en horror, hasta tal punto que
largos mechones de pelo enmarañado; tenía extendida me aborrecía a mí mismo. Pero al descubrir que él, el autor
una inmensa mano, del color y la textura de una momia. de mi existencia a la vez que de mis atroces desdichas, se
Cuando me oyó entrar, dejó de proferir exclamaciones de atrevía a esperar la felicidad; que, mientras por su culpa se
pena y horror, y saltó hacia la ventana. jamás he visto nada acumulaban sobre mí tormentos y aflicciones, él buscaba
tan horrendo como su rostro, de una fealdad repugnante la satisfacción de sus sentimientos y pasiones, satisfacción
y terrible. Involuntariamente cerré los ojos e intenté que a mí me estaba vedada, una envidia incontrolable y
recordar mis obligaciones acerca de este destructivo ser. una punzante indignación me atenazaron con la insaciable
Le ordené que se quedara. sed de la venganza. Recordé mi amenaza y decidí llevarla
a cabo. Sabía que yo mismo me estaba preparando una
Se detuvo, y me miró sorprendido; y, volviéndose de terrible tortura; pero me encontraba esclavo, no dueño, de
nuevo hacia el cadáver de su creador, pareció olvidar mi un impulso que detestaba, pero no podía desobedecer. Mas
presencia; sus facciones y sus gestos parecían animados cuando ella murió, no experimenté ningún pesar. En lo
por la furia de una pasión incontrolable. ––Esa es inmenso de mi desesperación, había conseguido desechar
también mi víctima ––exclamó––; con su muerte consumo todos mis sentimientos y ahogar todos mis escrúpulos.
mis crímenes. El horrible drama de mi existencia llega A partir de ahí, el mal se convirtió para mí en el bien.
a su fin. ¡Frankenstein!, ¡hombre generoso y abnegado!, Llegado a este punto ya no tenía elección; adapté mi
¿de qué sirve que ahora implore tu perdón? A ti, a quien naturaleza al estado que había escogido voluntariamente.
destruí despiadadamente, arrebatándote todo lo que El cumplimiento de mi diabólico proyecto se convirtió en
amabas. ¡Está frío!; no puede contestarme. una pasión dominante. Y ahora se ha terminado, ¡ahí yace
mi última víctima!
Su voz se ahogaba; y mis primeros impulsos, que me
inducían a la obligación de cumplir el último deseo de Al principio la narración de sus sufrimientos me
mi amigo, y destrozar a aquel ser, se vieron frenados por conmovió, pero cuando recordé lo que Frankenstein
una mezcla de curiosidad y compasión. Me acerqué a esta me había dicho respecto de su elocuencia y poder de
extraña criatura; no me atrevía a mirarlo, pues había persuasión, y vi ante mí el cuerpo inanimado de mi amigo,
algo demasiado pavoroso e inhumano en su fealdad. sentí cómo revivía en mí la indignación.
Traté de hablar, pero las palabras se me quedaron en
los labios. El monstruo seguía profiriendo exaltadas y ¡Miserable! ––grité––, ¿ahora vienes a lamentarte
confusas recriminaciones. Por fin logré dominarme y, de la desolación que has creado? Lanzas una antorcha
aprovechando una pausa en su agitado monólogo, dije: encendida en medio de los edificios y, cuando han ardido,
te sientas a llorar entre las ruinas. ¡Engendro hipócrita!,
––Tu arrepentimiento es ya superfluo. Si hubieras si aún viviera este a quien lloras, volvería a ser el objeto
escuchado la voz, de la conciencia, y atendido a los dardos de tu maldita venganza. ¡No es pena lo que sientes!; solo
del remordimiento, antes de llevar tu diabólica sed de gimes porque la víctima de tu maldad escapó ya a tu poder.

88
Frankestein

––No; no es así ––me interrumpió el engendro—. creador, ejemplo escogido de todo cuanto hay digno de
Aunque esa debe ser la impresión que le causan mis amor y admiración entre los hombres; lo he perseguido
actos. No intento despertar su simpatía; jamás encontraré hasta convertirlo en esta ruina. Ahí yace, pálido y
comprensión. Cuando primero traté de hallarla, quise entumecido por la muerte. Usted me odia; pero su
compartir el amor por la virtud, el sentimiento de felicidad repulsión no puede igualar la que yo siento por mí mismo.
y ternura que me llenaba el corazón. Pero ahora que esa Contemplo las manos con las que he llevado esto a cabo;
virtud es tan solo un recuerdo, y la felicidad y ternura se pienso en el corazón que concibió su ruina, y ansío que
han convertido en amarga y odiosa desesperación, ¿dónde llegue el momento en que pueda mirarme a mí mismo, y
debo buscar comprensión? Me avengo a sufrir en soledad, mis remordimientos no torturen más mi corazón.
mientras duren mis desgracias; y acepto que, cuando
muera, el odio y el oprobio acompañen mi recuerdo. Tiempo No tema, no volveré a cometer más crímenes. Mi
atrás mi imaginación se colmaba de sueños de virtud, tarea casi ha concluido. No se necesita su muerte ni la
fama y placer. Antaño esperé ingenuamente encontrarme de ningún otro hombre para consumar el drama de mi
con seres que, obviando mi aspecto externo, me quisieran vida, y cumplir aquello que debe cumplirse; solo se
por las excelentes cualidades que llevaba dentro de mí. requiere la mía. No piense que tardaré en llevar a cabo el
Me nutría de elevados pensamientos de honor y devoción. sacrificio. Me alejaré de su bajel en la balsa que me trajo
Pero ahora la maldad me ha degradado, y soy peor que hasta é1 y buscaré el punto más alejado y septentrional
las más despreciables alimañas. No hay crimen, maldad, del hemisferio; haré una pira funeraria, donde reduciré
perversidad, comparables a los míos. Cuando repaso la a cenizas este cuerpo miserable, para que mis restos
horrenda sucesión de mis crímenes, no puedo creer que no le sugieran a algún curioso y desgraciado infeliz la
soy el mismo cuyos pensamientos estaban antes llenos de idea de crear un ser semejante a mí. Moriré. Dejaré de
imágenes sublimes y trascendentales, que hablaban de la padecer la angustia que ahora me consume, y de ser la
hermosura y la magnificencia del bien. Pero es así; el presa de sentimientos insatisfechos e insaciables. Ha
ángel caído se convierte en pérfido demonio. Pero incluso muerto aquel que me creó; y, cuando yo deje de existir, el
ese enemigo de Dios y de los hombres tenía amigos y recuerdo de ambos desaparecerá pronto. Jamás volveré a
compañeros en su desolación; yo estoy completamente ver el sol, ni las estrellas, ni a sentir el viento acariciarme
solo. las mejillas. Desaparecerán la luz, las sensaciones, los
Usted, que llama a Frankenstein su amigo, parece sentimientos; y entonces encontraré la felicidad. Hace
tener conocimiento de mis crímenes y sus desventuras. algunos años, cuando por primera vez se abrieron ante
Pero, por muchos detalles que de ellos le diera, no pudo mí las imágenes que este mundo ofrece, cuando notaba la
contarle las horas y meses de miseria que he soportado, alegre calidez, del verano, y oía el murmullo de las hojas
consumiéndome bajo pasiones impotentes. Pues, aunque y el trinar de los pájaros, cosas que lo fueron todo para
destruía sus esperanzas, no por ello satisfacía mis mí, hubiera llorado de pensar en morir; ahora es mi único
propios deseos, que seguían ardientes e insatisfechos. consuelo. Infectado por mis crímenes, y destrozado por
Seguía necesitando amor y compañía y continuaban el remordimiento, ¿dónde sino en la muerte puedo hallar
rechazándome. ¿No era esto injusto? ¿Soy yo el único reposo?
criminal, cuando toda la raza humana ha pecado contra
¡Adiós! Lo abandono. Usted será el último hombre
mí? ¿Por qué no odia usted a Félix, que arrojó de su casa,
que vean mis ojos. ¡Adiós, Frankenstein! Si aún
asqueado, a su amigo? ¿Por qué no maldice al campesino
estuvieras vivo, y mantuvieras el deseo de satisfacer en
que intentó matar a quien acababa de salvar a su hija?
mí tu venganza, mejor la satisfarías dejándome vivir que
Pero estos son seres virtuosos y puros. Yo, el infeliz, el
dándome muerte. Pero no fue así; buscaste mi aniquilación
proscrito, soy el aborto, creado para que lo pateen, lo
para que no pudiera cometer más atrocidades; mas si,
golpeen, lo rechacen. Incluso ahora me arde la sangre
de forma desconocida para mí, aún no has dejado del
bajo el recuerdo de esta injusticia.
todo de pensar y de sentir, sabe que para aumentar mi
»Pero es cierto que soy despreciable. He asesinado desgracia no debieras desear mi muerte. Destrozado
lo hermoso y lo indefenso; he estrangulado a inocentes como te hallabas, mis sufrimientos eran superiores a los
mientras dormían, y he oprimido con mis manos la tuyos, pues el zarpazo del remordimiento no dejará de
garganta de alguien que jamás me había dañado, ni a hurgar en mis heridas hasta que la muerte las cierre para
mí ni a ningún otro ser. He llevado a la desgracia a mi siempre.

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Mary Shelley

Pero pronto exclamó, con solemne y triste entusiasmo––


moriré, y lo que ahora siento ya no durará mucho. Pronto
cesará este fuego abrasador. Subiré triunfante a mi pira
funeraria, y exultaré de júbilo en la agonía de las llamas.
Se apagará el reflejo del fuego, y el viento esparcirá mis
cenizas por el mar. Mi espíritu descansará en paz; o, si es
que puede seguir pensando, no lo hará de esta manera.
Adiós.
Con estas palabras saltó por la ventana del camarote
a la balsa que flotaba junto al barco. Pronto las olas lo
alejaron, y se perdió en la distancia y en la oscuridad.

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