Y Llegaste Tu

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Y llegaste tú Aryam Shields

©Aryam Shields

Y llegaste tú.

Registro de la obra

Oficina de registro de autor. Ministerio de Justicia,

Colombia.

ISBN:

Editado por: Isaura Tapia.

Diseño de portada: Isa Quintín.

Primera Edición: Noviembre 2019.

No se per mite la reproducción total o parcial de este libro,

ni su incorporación a un sistema infor mático, ni su transmi-

sión en cualquier for ma o medio sin per miso previo de la ti-

tular del copyright. La infracción de las condiciones descri-

tas puede constituir un delito contra la propiedad intelec-

tual.

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta

obra son ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas

o desaparecidas es pura coincidencia.

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Y llegaste tú Aryam Shields

Quédate con quien

te regale su peor parte,

porque muchos

tratan de maquillar

su infierno.

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Y llegaste tú Aryam Shields

Dedicado:

Pedro y Yomaira

Mis padres.

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Y llegaste tú Aryam Shields

Tabla de Contenido
Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

C. Extra

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

C. Extra

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

C. Extra

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

4
Y llegaste tú Aryam Shields

C. Extra

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

C. Extra

Capítulo 37

Epílogo

Agradecimientos

Sobre la Autora

Playlist

Otros títulos del

Autor

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Y llegaste tú Aryam Shields

Prólogo

Nueva York, 23 de junio de 2019

—¿A dónde me llevas David? —pregunté una vez más,

intentando calmar me mientras nos incorporábamos a la I80,

llevábamos aproximadamente dos horas conduciendo, no

podía saberlo con exactitud y él seguía manejando en si-

lencio—. ¿Piensas al menos hablar me? —Me observó por el

retrovisor, sus ojos verdes enfocados en mí, se había man-

tenido estoico desde que salimos de Nueva York pero ya

no soportaba más el silencio—. Si piensas que puedes se-

cuestrar me y no hablar conmigo me vas a obligar a abrir la

puerta y aventar me. —Sus ojos volvieron a posarse en mí,

accioné la manija del auto, pero obviamente no abrió.

—Seguro para niños, amo jodidamente a Maximiliano…

Deja de gritar Brithanny y preguntar tonterías o cosas que

ya sabes…

—¡Detente de una buena vez David!

—¡No! No pienso detener este auto hasta que no este-

mos lo suficientemente lejos de la ciudad.

—Luca no se merece esto. ¡Déjame salir! —Accioné la

manija nuevamente, aunque era en balde, lo sabía, pero se-

guía haciéndolo.

—¡Tú y yo no nos merecemos esto! —gritó—. No cuan-

do aún no has escuchado todo lo que tengo que decir, ¡jo-

der deja la puta manija!, no abrirá, Eros intentó bajar del

coche una vez mientras Eve conducía y Max reforzó la se-

guridad del auto.

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Y llegaste tú Aryam Shields

—¡David esto no tiene razón de ser! ¡No tiene nombre!

Da la vuelta y llévame a casa a Nueva York, yo hablaré con

Eve y con Luca, ni siquiera te nombraré.

—¿Crees que en este punto de mi vida me importa lo

que piense tu her mana? ¿O tu noviecito? —Negó con la ca-

beza sin dejar de mirar la carretera—. Te lo advertí Brit, te

dije que o lo detenías tú o lo haría yo…

—¡Al menos déjame hablar por teléfono con Luca o con

Eve! ¡Infor marles que estoy bien! Deben estar preocupa-

dos.

—Le envié un mensaje a Cassedee, ella les infor mará

que estás bien, bajo ningún motivo te dejaré hablar con

ese hijo de puta.

—¡Luca no es ningún hijo de puta! El único hijo de puta

que conozco lo estoy viendo a través del puto retrovisor. —

La sonrisa de David se hizo ancha.

—Esa es la Brit que yo conozco, la mocosa que no pue-

do sacar me de la cabeza.

No dije nada, por un momento pensé en golpear el vi-

drio, alguna señal a un auto trasero, lo que fuera, pero no

hice nada.

—Dime lo que estás pensando.

—¿Qué más quieres de mí David?

—Te quiero a ti.

—¡Tú me perdiste! —Respiré profundamente, no iba a

ganar nada con gritos—. ¿A dónde vamos?

—Aún estamos lejos.

—Por favor detén el coche… Si quieres hablar, hable-

mos, pero detente.

Negó con la cabeza una vez más.

—Ya te lo dije, no detendré este auto hasta que no es-

temos lo suficientemente lejos de Nueva York, duer me un

poco, nos quedan unas quince horas de viaje.

—¡No puedes retener me en contra de mi voluntad! ¡No

eres mi maldito padre David! En algún momento bajaré de

este coche y lo primero que haré es darte una patada en

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las pelotas y luego correré más rápido que el jodido Forrest

Gump. —Me recosté en la silla y las lágrimas resbalaron por

mis mejillas.

«Lo siento Luk, lo siento, lo siento.»

—Brit… —Bajó la velocidad, pero no se detuvo, en vez

de ello golpeó el volante y dio un suspiro cansado—. No

llores Brithanny…

—Era el día más importante de mi vida, ¡el más impor-

tante y lo has arruinado! Como siempre arruinándome. —

Más lágrimas descendieron por mis mejillas, odiaba llorar,

pero odiaba aún más el hecho que fuese él, quien causara

mis lágrimas.

—No, no era el día más importante de tu vida, era el día

en el que ibas a cometer el error más importante de tu vi-

da. Tú no amas a ese chico.

—Es a ti a quien no amo —grité—. ¡No te amo David!

Lo nuestro es parte del pasado.

—¡Joder! —Otro golpe al volante—. Esto no tenía que

ser así nena, tú te empeñaste en que hiciera las cosas como

solo un hombre desesperado podría hacerlo. Si tan solo me

hubieses escuchado, si hubieses venido conmigo ayer.

—¡Tuviste tu oportunidad David! —Me sequé las lágri-

mas con los guantes blancos—. Tuviste tu oportunidad y

decidiste romper me el corazón…

—Lo siento.

—Pues yo no lo siento, te olvidé David, ¡eso era lo que

querías y lo lograste! Lloré, me costó mucho hacerlo, pero

lo hice. Ahora detén el auto y déjame ir con el hombre que

me ama.

—¡El hombre que te ama soy yo Brithanny! ¡Yo te amo

maldita sea! Aún tengo mucho que contarte y tú vas a escu-

char me, no voy a rendir me tan fácil. Antes de que hagas al-

go estúpido como lo que estabas a punto de hacer tienes

que escuchar mi verdad. Y después…

—Digas lo que digas volveré a los brazos de Luca… —

Giré mi rostro observando cómo salíamos de Nueva York.

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—Sobre mi jodido cadáver… Hablaremos primero y

después —repitió entre dientes—. Tomarás una decisión…

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Capítulo 1

Nueva York, 27 de abril del 2015

(Cuatro años antes)

''Al parecer sí vamos a poder abordar''

Escribí. Dos flechas azules aparecieron al lado de mi

mensaje y luego la palabra escribiendo salió debajo del

nombre de mi her mana.

''Me alegra tenerte de regreso''

''¿Hubo algún cambio? ''

Pregunté, aunque ya sabía la respuesta, después de

unos minutos ella contestó.

''No, pero él va a despertar, lo siento Brithanny''

''Claro que lo hará her manita, él es Maximiliano hago lo

que me da la puta gana Farell, lo difícil ya pasó él seguirá

respirando, verás que en un par de semanas abrirá esos

ojos gatunos suyos y te dirá ¡eh nena, ya llegó por quien

llorabas!''

''Gracias Brit, gracias por no perder la esperanza cuan-

do todo el mundo parece haberla perdido''

''No me des las gracias, somos her manas y todos pue-

den perder la esperanza, pero no la pierdas tú. Max te ne-

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cesita fuerte, los Triplets te necesitan fuerte''

«Yo también te necesito» quise escribir, pero no lo hice.

''Te hablo apenas llegue a casa''

''Te quiero Brit''

''También te quiero Eve. No estás sola, me tienes a mí''

—Si pasaras más tiempo enfocada en el trabajo y me-

nos en el celular adelantarías más de lo que haces. —dijo

David sin alzar la mirada hacia mí, sabía que estaba moles-

to, habíamos hecho un viaje de una semana a Canadá bus-

cando fichar a una escritora, pero ella no había aceptado

nuestra oferta—. Si Samantha hubiese venido, seguramente

ya estaríamos en casa. —Arqueé una ceja en su dirección,

mientras él tecleaba furiosamente en su computador—. So-

lo vinimos hasta acá para perder el tiempo y como si fuera

poco, el maldito vuelo se retrasa.

Me levanté de la silla antes de mandarlo a la punta del

cerro más alto que hubiese cerca. Caminé hacia la pantalla

que anunciaba los vuelos y me di cuenta que nuestro vuelo

estaba cancelado.

Di un suspiro porque a don gruñón no iba a gustarle es-

to.

—Cancelaron el vuelo —dije pateando su bota, ahí sí

que levantó la mirada.

—¿Qué? ¡No! —Dejó el computador en la silla de al la-

do y caminó furioso hacia el mostrador de la aerolínea.

Lo vi discutir con la señorita que intentaba decir algo,

pero David no la dejaba, él movía las manos como esos

muñecos de aire que están fuera de los concesionarios. Pa-

só la mano por su cabello, golpeó el mostrador y luego vol-

vió furibundo hacia donde yo estaba, cerró el portátil con

fuerza y luego lo tiró dentro de su morral.

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—¿Solucionaste algo? —pregunté cuando lo vi devol-

verse a donde estábamos esperando.

—¡¿Te parece que lo solucioné?! —contestó con ironía y

luego volvió a pasar la mano por su cabello.

No entendía los tipos como David Muller, si el cabello

en la cara les molesta tanto, pues córtenselo, aún hay per-

sonas que ejercen el oficio de la barbería.

—Nos han ofrecido una noche en un hotel cercano…

Como si eso remplazara el hecho de volar a Nueva York

hoy. —Tomó el computador—. Vamos.

—Si me hubieses escuchado cuando… —Él se giró

apretando su nariz con el pulgar y el índice.

—Niñita, ya cállate —me interrumpió—. No me interesa

lo que dijiste hace horas —habló entre dientes.

Quería salirle con alguna de las mías, pero callé, no

quería que el hombre explotara y era obvio que estaba a

punto.

Arrastré mi maleta ya que obviamente don caballerosi-

dad no lo haría, cuando salí del aeropuerto David ya estaba

dentro del taxi. Le di una sonrisa al taxista y él tomó mi

equipaje guardándolo en la cajuela, antes de sentar me al

lado del imbécil que tenía su cabeza enterrada en el celular.

Miré su conversación de WhatsApp, le decía a una tal

Emma que no llegaría a tiempo.

¡Genial! Su mal humor se debía a un polvo. Ahora que

lo recordaba ¿no era Emma la que vivía dos pisos más aba-

jo que Eve?

—Gracias por esperar me imbécil. —refuté cerrando la

puerta.

—De nada.

—Faltaba que te fueras y me dejaras aquí botada.

—Pues tienes dinero, y en recepción te podían infor mar

cuál era nuestro hotel. —Sus ojos eran burlones—. Estás

bastante grandecita como para cuidar tu trasero. No soy tu

jodida niñera.

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Me crucé de brazos al tiempo que el taxista se subía al

coche.

Lo odiaba con cada poro de mi piel, David era de esos

hombres de los cuales te fijas porque… vamos, somos chi-

cas, el cabello rubio, los músculos y los ojos verdes te

atraen, pero es de esos especímenes que piensan con la

minúscula cabeza de su polla.

Me gustaría decir que es un tonto descerebrado, pero

el bastardo tiene un IQ impresionante. No es que le sirva

mucho, lo que tiene de inteligencia también lo tiene en

arrogancia, antipatía y desdén, haciéndolo un completo ca-

brón. Un cabrón sexy…pero cabrón al final.

Busqué mis auriculares y el Ipod en la mochila y encendí

el aparato. La voz de Adam Levine alineó cada uno de mis

chacras y tarareé mientras el taxista conducía por las calles

de Vancouver.

Había estudiado muy bien el infor me que Sam nos ha-

bía entregado sobre Gabriella Scott. Ella Scott, como se ha-

cía llamar por Inter net, se había lanzado hace aproximada-

mente dos años como una autora independiente en una

platafor ma en línea que estaba haciendo que miles de es-

critores nacieran casi de la nada. Sam había estado bata-

llando vía E-mail para tener una cita con ella y cuando al fin

lo había conseguido, su médico le recomendó no volar de-

bido a su avanzado estado de embarazo. Fénix, nuestra pe-

queña empresa era la casa editorial más nueva del merca-

do, solo teníamos un par de meses funcionando, pero el

muy sexy y frío socio de Eve había movido sus contactos

para que en menos de un mes estuviésemos en movimien-

to. Ahora necesitábamos escritores que confiaran en que,

con nosotros, sus sueños de hacerse un hueco en el mundo

de las letras podían ser llevados a cabo. No podíamos per-

der la oportunidad de reclutar a Ella Scott, así que le dije

que yo podría hacerlo, tenía poca experiencia, pero en un

mes había visto a Sam convencer a muchos buenos escrito-

res que subían sus novelas de manera independiente o en

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blogs, sabía qué tenía que hacer, cómo hacerlo y, sobre to-

do, había aprendido muy bien de Samantha a que el escri-

tor creyera que tenía la sartén por el mango. Incluso Sam

me había per mitido hacer el reclutamiento de Calvin Hy-

des, un fenómeno en Amazon. Todo iba a salir de lujo, pero

entonces el imbécil sentado a mi lado se ofreció a hacerlo

él. Casi no me dejó intervenir en la negociación y, por su-

puesto, Gabriella nos dio una patada en el culo… Correc-

ción, se la dio a David, jamás le confesaría que la escritora

que queríamos reclutar me dio su tarjeta para que Sam se

comunicara por una vía directa con ella una vez estuviera

mejor.

David tenía razón, este viaje había sido una pérdida de

tiempo. Aunque había sido muy bonito conocer Whitehor-

se.

Llegamos al hotel en medio de la lluvia, al parecer se

avecinaba una gran tor menta, razón por la cual habían sus-

pendido la mayoría de los vuelos y es que habíamos salido

por la mañana de Whitehorse y se suponía que ahora vola-

ríamos de Vancouver a Nueva York. Por supuesto, David no

me ayudó con mi maleta cuando el amable taxista la sacó

de la cajuela.

«Cabrón»

Ajusté la capucha de la chaqueta a mi cabeza para no

mojar me con la lluvia y entré al hotel. Encontré a David dis-

cutiendo con la recepcionista en el lobby.

—¿Una habitación? ¡¿Es todo lo que tienen?! —Me qui-

té los auriculares para ver qué pasaba ahora. A pesar de

que podía escuchar el alboroto de David desde la entrada.

—Es nuestra suite matrimonial. —La recepcionista ha-

blaba de manera pausada—. El hotel está lleno debido a la

cancelación de los vuelos…

—¿Qué sucede? —pregunté llegando al mostrador.

—Solo hay una jodida habitación en todo el maldito ho-

tel.

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FIN DEL FRAGMENTO

Sigue leyendo, no te quedes con las ganas


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