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REVISTA SABERES EDUCATIVOS

Nº 6, ENERO-JUNIO 2021, PP. 116-127


ISSN 2452-5014

Reflexiones sobre la educación en tiempos de COVID-19: retos y


perspectivas

Reflections on Education in Times of COVID-19: Challenges and Perspectives

Ernesto Cotonieto-Martínez1; Ramón Martínez-García2; Rodrigo Rodríguez-Terán3

RESUMEN
La pandemia por COVID-19 y la declaración de emergencia sanitaria nacional en México
modificaron la organización de las instituciones nacionales en todos los ámbitos, incluyendo el
educativo. Se implementaron medidas de distanciamiento social para prevenir y mitigar la
transmisión del virus, lo que implicó la adopción de ambientes virtuales de aprendizaje para continuar
con el proceso de enseñanza-aprendizaje. El presente texto reflexiona en torno a los principales retos
del aprendizaje en línea y a distancia durante la pandemia, y cómo esta experiencia puede ser
aprovechada para fortalecer habilidades sociales y el dominio de tecnologías que deberían ser
consideradas para enriquecer el proceso enseñanza-aprendizaje, sobre todo considerando que
condiciones similares puedan darse en el futuro.

Palabras claves: educación en línea; educación a distancia; pandemia; COVID-19; tecnología


educativa; TIC.

ABSTRACT
The COVID-19 pandemic and the declaration of national health emergency in Mexico modified the
organization of national institutions in all areas, including education. Social distancing strategies
were implemented to prevent and mitigate the virus transmission, and that implied choosing virtual
learning environments to continue the teaching-learning process. This text reflects on main
challenges of e-learning during quarantine, and how this experience can be used to strengthen social
skills and mastery of technologies that should be considered to enrich the teaching-learning process,
especially considering that similar conditions may occur in the future.

Keywords: Online education; long distance education; pandemic; COVID-19; educative technology;
ICT.

1
Docente y director de la Unidad de Atención Psicológica Integral (UAPI), Teotihuacán, México; Maestro en
Ciencias Biomédicas y de la Salud, Universidad Privada del Estado de México, Teotihuacán, México;
[email protected].
2
Estudiante de Licenciatura en Psicopedagogía, Universidad Privada del Estado de México, Teotihuacán,
México; [email protected].
3
Estudiante de Licenciatura en Psicología, Universidad Privada del Estado de México, Teotihuacán, México.

RECIBIDO: 05/09/20; ACEPTADO: 10/10/20


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Introducción

A lo largo de la historia, la humanidad se ha enfrentado a diversas crisis humanitarias que


han marcado un punto de quiebre en la estructura y organización social. Sin embargo, la
emergencia sanitaria ocasionada por el COVID-19 es un acontecimiento sin precedentes, que
ha puesto a prueba nuestras capacidades de afrontamiento como sociedad, obligándonos a
modificar diversas prácticas en ámbitos como el sanitario, político, económico y educativo,
entre otros.

El impacto de la pandemia en el sector educativo es extremadamente complejo. Tanto es


así que, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2020a), los efectos
en el corto y largo plazo podrían implicar un retroceso en los avances alcanzados durante las
últimas décadas para la educación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, especialmente en
poblaciones bajo condiciones de vulnerabilidad.

Recordemos que, como parte de las medidas de seguridad para mitigar la propagación del
virus SARS-CoV-2, se procedió al cierre de centros educativos públicos y privados, lo que
desembocó en la posterior implementación de estrategias alternativas de enseñanza para dar
continuidad al proceso de enseñanza-aprendizaje. En consecuencia, esta afectación a las
actividades académicas usuales ha puesto en riesgo el derecho de acceso a la educación en
diversos países (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [Unicef], 2020a). De hecho,
según proyecciones realizadas por la ONU (2020b), cerca de mil millones de estudiantes
verán interrumpidos sus estudios en el mundo. En el caso de México, aproximadamente 1.4
millones podrían abandonar las clases y no regresar al ciclo 2020-2021, siendo la adopción
de estrategias para el aprendizaje en línea y a distancia uno de los factores asociados a estas
proyecciones.

Con base en lo anterior, el presente texto tiene como objetivo poner sobre la mesa los
principales retos que nos plantea el aprendizaje en línea y a distancia durante la cuarentena
por COVID-19, e identificar la forma en que la experiencia puede ser aprovechada para el
fortalecimiento de condiciones que permitan hacer frente a la actual y futuras realidades
educativas derivadas de este contexto.
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Retos del aprendizaje en línea y a distancia durante la cuarentena

La educación en México, como en otros países de Latinoamérica, ya enfrentaba graves


problemas respecto a su calidad y distribución equitativa, previo al inicio de la pandemia
(Instituto Nacional de la Evaluación de la Educación [INEE], 2018). A pesar de las diversas
reformas educativas puestas en marcha en los últimos años, el vertiginoso crecimiento de la
sociedad del conocimiento y el abrumador avance e innovación de las tecnologías acentuaron
la brecha de desigualdades preexistentes, impidiendo el acceso, permanencia y conclusión de
la educación (INEE, 2019).

Considerando que la educación de calidad para el aprendizaje útil, relevante y


significativo depende de la capacidad del sistema educativo para adaptarse a los retos
emergentes, mecanismos de organización, materiales y métodos educativos, así como del
desempeño de los diversos actores involucrados y la infraestructura (INEE, 2019), diversas
acciones han enfatizado la necesidad de mejorar las condiciones de infraestructura
tecnológica para la formación continua y de alta calidad, especialmente en escuelas en
contextos rurales y urbanos marginales (INEE, 2018).

Sin embargo, este impulso ha estado desfasado y la brecha podría extenderse con la
implementación de estrategias educativas vía internet y a distancia que no son congruentes
con la infraestructura tecnológica disponible o que no consideran las condiciones aplicables
a cada sector de la población, dentro del contexto pandémico actual. Al respecto, una
investigación realizada recientemente por Unicef (2020b) encontró que el 73% de los 127
países que formaron parte de ese estudio están utilizando plataformas en línea para dar
continuidad a los servicios educativos, en tanto que en América Latina y el Caribe la cifra se
incrementa al 90%. No obstante, para que este tipo de estrategias sean efectivas, se necesita
que se cumplan al menos dos supuestos: contar con una computadora en casa y tener acceso
a internet. Teniendo en cuenta que en México solo el 60% cumple con lo segundo, se vuelve
una alternativa excluyente y poco realista para un gran número de estudiantes y docentes
(ONU, 2020c).
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Lo anterior tiene que ver con que, ante la necesidad de acciones rápidas, se toman
decisiones que no consideran las diversas realidades de la población. Por ejemplo, de acuerdo
con los datos de la Encuesta Nacional de Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la
Información en Hogares (ENDUTIH), el 52,3% de la población mexicana vive en zonas
rurales sin acceso a internet y el 55,7% forma parte de familias con ingresos insuficientes
para adquirir algún dispositivo de cómputo o, incluso, para atender las necesidades más
básicas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2020). En consecuencia, la brecha
digital representa una enorme barrera que impide, o dificulta en el mejor de los casos, el goce
del derecho a la educación (Unicef, 2020c).

Aun quienes poseen acceso a estos recursos se enfrentan a otro reto: la apropiación de la
tecnología para conseguir un dominio lo suficientemente amplio de las herramientas
digitales, que les permita utilizarlas para la adquisición de conocimientos. En este sentido, el
sistema educativo mexicano no ha sido capaz de incorporar de manera adecuada programas
para el apoyo, capacitación y optimización de las habilidades tecnológicas de docentes y
estudiantes. Esto se debe, en parte, a que las acciones emprendidas no se han basado en
diagnósticos integrales que mejoren la toma de decisiones en este campo (Azamar, 2016).
Además, tomar clases bajo la modalidad virtual exige una gran capacidad para ajustarse a
nuevas demandas académicas, propias de los ambientes virtuales, para la realización de
diferentes actividades. Lo anterior, de acuerdo con Kriscautzky y Rodríguez (2018), implica
contar con habilidades y herramientas para lograr un manejo básico de las tecnologías de
información y comunicación (TIC), obtener y evaluar información de distinta índole, usar
éticamente la información para crear contenidos nuevos y desarrollar una identidad y
ciudadanía digitales.

La ausencia de este tipo de habilidades y competencias, tanto en docentes como en


estudiantes, no solamente tiene el potencial de entorpecer el logro de los objetivos de
enseñanza-aprendizaje, sino que también podría incrementar la brecha de acceso a servicios
educativos de calidad, más allá de la condición socioeconómica. Este riesgo es aún mayor
para la educación en los niveles básicos, como la primaria y secundaria, puesto que las
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personas cuidadoras también suelen carecer de estas competencias tecnológicas y podrían


verse rebasadas por las exigencias del nuevo contexto educativo.

Ahora bien, aparte del rezago en el dominio de la tecnología, existe otro reto sumamente
importante, el cual tiene que ver con el fomento de las habilidades sociales. Estas últimas son
necesarias para el establecimiento de nuevos y mejores mecanismos de comunicación que
permitan el intercambio efectivo de información entre las personas incluidas en los entornos
virtuales seleccionados (según las actividades, objetivos y características de la audiencia).
Asimismo, son claves para una comunicación efectiva, que contribuya al logro de resultados
satisfactorios de aprendizaje mediante el trabajo colaborativo (Villasana y Dorrego, 2007).

De igual manera, las habilidades sociales son fundamentales para la sana interacción de
los actores del proceso enseñanza-aprendizaje, fuera de los ambientes virtuales, y dicha
interacción impacta en la educación. Por ejemplo, los patrones de comunicación transmitidos
por los/as cuidadores/as y la relación que tienen con los/as estudiantes, determinarán el tipo
de ajuste social y los vínculos a desarrollar ante pares y docentes, lo que a su vez impacta en
el aprendizaje y rendimiento académico (Romagnoli y Cortese, 2016).

Sin embargo, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (2020), el
aislamiento de las personas en sus hogares, las dificultades financieras, el estrés y las posibles
crisis emocionales debidas a la contingencia sanitaria, incrementan el riesgo de conflictos
entre los miembros del hogar, pudiendo esto derivar en maltrato, abuso o violencia de algún
tipo, especialmente por parte de los/as cuidadores/as que tienen que trabajar desde casa,
encargarse de actividades propias del hogar y orientar el aprendizaje de sus hijos e hijas, todo
al mismo tiempo.

Al respecto, es importante señalar las dificultades que ciertos estilos de crianza pueden
generar en los y las estudiantes. Por ejemplo, el control patológico y la negligencia parental
son predictores de peores estrategias de aprendizaje autorregulado y mayor sintomatología
ansiosa ante exámenes. En cambio, los estilos de crianza democráticos, caracterizados por
afecto, compromiso y aceptación, predicen motivación, responsabilidad, administración
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adecuada del tiempo, técnicas de ayuda al estudio y autoevaluación para un mejor desempeño
académico (Malander, 2016).

En este punto, vale la pena destacar la paciencia como una cualidad relacionada con las
prácticas parentales, que implica un uso adecuado de habilidades de autorregulación
emocional ante situaciones de estrés y tensión (Organización Panamericana de la Salud y
Unicef, 2020). Por ejemplo, pensemos en los momentos en que los/as estudiantes tienen
problemas para la elaboración de las actividades académicas y buscan apoyo (instrumental o
afectivo), pero se enfrentan a actitudes de indiferencia, recriminación e, incluso, violencia
por parte de sus tutores/as, lo que sin duda impacta de manera negativa en su motivación.

Sumado a lo anterior, la motivación también puede verse disminuida por el hecho de


cambiar desde una modalidad de estudio presencial a otra de trabajo en línea y a distancia,
independientemente del nivel educativo, convirtiéndose en un factor de riesgo para la
deserción escolar y un pobre desempeño académico (Mateo, 2020). Por esta razón, se
requiere buscar estrategias de acompañamiento que promuevan el fortalecimiento de
habilidades de organización, autonomía y participación, que permitan incrementar la
motivación y la capacidad de autorregulación para el aprendizaje (Unicef, 2020d).

Es importante señalar que, además de las competencias tecnológicas, el uso de estrategias


de aprendizaje adecuadas y el dominio de estrategias pedagógicas efectivas, deben tomarse
medidas de prevención ante problemáticas emocionales y conductuales asociadas a la nueva
realidad de la educación en línea (Unicef, 2020e). El deterioro de la salud mental,
comportamientos de procrastinación, uso inapropiado de internet, entre otros fenómenos, no
solamente ponen en riesgo el logro de resultados académicos positivos, sino que también
pueden afectar el bienestar biopsicosocial y la integridad de los y las estudiantes.

¿Cómo aprovechar esta experiencia?

Como punto de partida, puede ser valioso reconocer los conocimientos, habilidades y
estrategias adquiridas que no existían previamente, pero que se desarrollaron a partir de la
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pandemia, como, por ejemplo, el dominio de diversas plataformas virtuales. Seguramente


una gran cantidad de personas desconocía la gran diversidad de plataformas útiles para llevar
a cabo una clase o facilitar la adquisición de conocimientos. Posiblemente hay quienes aún
tienen conocimientos mínimos (o nulos) para su manejo, pero a lo largo del tiempo se
producirá una expansión del repertorio de mecanismos tecnológicos que podrán contribuir al
desarrollo de habilidades digitales para la vida (personal y profesional).

Por otro lado, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (Unesco), las TIC tienen el potencial de mejorar las condiciones
económicas, comunicativas y científicas de las poblaciones, principalmente las vulnerables
y en condiciones de desigualdad (Unesco, 2019). Entonces, si consideramos la creciente
importancia que se le ha dado al uso de las TIC para la resolución de las necesidades
educativas emergentes, podría ser un excelente momento para impulsar la alfabetización
digital, así como el fortalecimiento de la infraestructura necesaria para facilitar el acceso
universal a este tipo de herramientas y, en consecuencia, impactar más allá del ámbito
educativo.

De igual forma, es una oportunidad para fomentar habilidades socioemocionales y nuevos


patrones de comunicación que permitan mejorar las interacciones dentro y fuera de los
ambientes virtuales de aprendizaje. Por ejemplo, fomentar la comunicación asertiva y las
estrategias de autorregulación emocional puede ser útil tanto para la ejecución de actividades
académicas, como para mejorar los vínculos dentro del contexto familiar, lo que a su vez
favorecería la consolidación de entornos libres de violencia.

Este tipo de habilidades socioemocionales permitirá un mejor ajuste social, así como
relaciones más satisfactorias (Instituto Mexicano de la Juventud, 2018), aun después de la
contingencia. Los/as profesionales de la salud mental deberían aprovechar la evidencia
generada hasta el momento, para adecuar y proponer planes de acción para la prevención y
atención oportuna de dificultades psicosociales características de las crisis sanitarias, a través
del contexto educativo, y velar por su permanencia pospandemia, de tal manera que se
conviertan en prácticas cotidianas con un mayor alcance del que se tiene actualmente.
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Consideraciones finales

La pandemia por COVID-19 ha generado una gran cantidad de problemáticas en el ámbito


educativo internacional. La eventual crisis de los sistemas educativos desembocará en
retrocesos significativos en la formación estudiantil, especialmente en las poblaciones más
vulnerables, debido a las brechas que impiden dar continuidad a los programas formativos a
distancia. Esto es especialmente importante cuando hablamos de clases a través de
plataformas tecnológicas que dependen del acceso a internet. El hecho de que hayan
docentes, cuidadores y/o estudiantes que habitan en zonas sin conectividad y/o que carecen
de dominio de las plataformas en línea, pone en riesgo inminente el proceso enseñanza-
aprendizaje.

Nos encontramos de cara a un reto educativo que, además, impactará en la capacidad de


las naciones para el crecimiento socioeconómico y, consecuentemente, les dificultará salir de
condiciones de pobreza y pobreza extrema (ONU, 2020d), como es el caso de los países de
Latinoamérica. Es por esto que las acciones deben ser innovadoras, según la infraestructura
tecnológica disponible en cada región, y basadas en principios de equidad y coordinación
multisectorial, para que realmente se configuren como soluciones capaces de evitar la
deserción escolar y garantizar el acceso universal a la educación de calidad (ONU, 2020d).

Por otro lado, es importante que de manera simultánea se impulse, en mayor medida, la
introducción de actividades orientadas a proteger la salud mental de los diversos actores
involucrados en el proceso formativo a distancia. Será necesario diseñar y evaluar la eficacia
de programas y estrategias que permitan promover ambientes que normalicen los cambios
conductuales y emocionales esperados (“normales”), pero lo suficientemente sensibles para
identificar y canalizar a aquellas personas que presenten alteraciones con el potencial de
poner en riesgo el afrontamiento efectivo de los retos asociados a la pandemia y el nuevo
proceso enseñanza-aprendizaje.

Finalmente, es importante hacer hincapié en que, si bien es imprescindible adoptar una


postura crítica respecto a las debilidades y áreas de oportunidad emergentes en esta nueva
realidad, para modificar prácticas asociadas al rezago de los sistemas educativos, también es
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fundamental que todas las personas, organizaciones e instituciones del ámbito educativo
adoptemos una actitud de apertura y resiliencia. Ello nos permitirá identificar las ventajas
que ofrece la actual situación, aprovechar el aprendizaje, la experiencia y fortalecer nuestras
capacidades de respuesta ante situaciones similares futuras, de manera individual y colectiva.

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