DECRETO

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 18

INTRODUCCIÓN

Uno de los retos que experimenta todo creyente en su búsqueda por conocer

claramente lo que se ha revelado en las Sagradas Escrituras, es aceptar una doctrina que,

a su vez, cueste ser procesada por la mente finita. En esto, hay que admitir que la Biblia

al ser la palabra de Dios, constituye la única regla suficiente, segura e infalible de todo

conocimiento, fe y obediencia salvadores, tal como lo expresa la confesión bautista.1

En la presente investigación, se espera abordar uno de los temas más interesantes

del obrar de Dios, “su decreto”. Aquí es necesario resolver algunos malentendidos, y

responder a ciertas objeciones que, además de que buscan negar una de las doctrinas

esenciales de la fe, atentan contra el carácter santo de Dios. Ante todas las objeciones

que puedan levantarse sobre dicha doctrina, será posible que ¿El decreto contradiga el

carácter de Dios?

1
Confesión Bautista de Londres de 1689, I, 1.
BOSQUEJO

I. El decreto Divino

II. Características del decreto divino

A. Eterno

B. Inmutable

C. Sabio

D. Es condicional o absoluto

E. Lo abarca todo

III. Respuesta ante las objeciones planteadas sobre el decreto de Dios

A. Es inconsistente respecto a la libertad moral del hombre

B. Desaloja todos los motivos para el esfuerzo humano

C. Hace a Dios el autor del pecado


I. El Decreto divino

Para empezar, el decreto de Dios es una de las doctrinas que además de ser

enseñada en la Biblia, constituye un desafío para muchos estudiosos de la teología:

predicadores, maestros y escritores. Aquí, hay que reconocer que las tensiones que

surgen al estudiar el decreto divino son inevitables. Aun cuando se trata de abordar una

explicación precisa del decreto de Dios, quedarán ciertas variantes que en dado

momento ameritarán una respuesta, por lo menos en esta vida.

- ¿Cómo puede un Dios bueno, decretar la presencia del mal?

- Si Dios decretó todas las cosas, no tiene sentido realizar planes en esta vida,

pues, a fin de cuentas, se hará lo que él determinó.

- La doctrina del decreto, convierte a Dios en un tirano que busca condenar a los

réprobos, por capricho de su determinado consejo.

- Si Dios decretó la caída del hombre, Dios debió ser el principal culpable.

- ¿Ésta doctrina le quita al hombre la responsabilidad, y, por tanto, lo excusa ante

el mal?

Ante todas las variantes que puedan surgir, algunos, bien podrían considerar

innecesario dedicar un esfuerzo en el estudio de tal doctrina, porque, quizás crean que

además de ser compleja, no tiene implicaciones para la vida cristiana. Frente a ello, es

pertinente definir de qué se trata la doctrina del decreto divino, y, por supuesto,

presentar su importancia en la fe cristiana.

El decreto de Dios puede definirse con el Catecismo Menor de Westminster,

como: “Su propósito eterno, según el consejo de su propia voluntad, en virtud del cual
ha preordenado para su propia gloria todo lo que sucede”. 2 Así mismo, Louis Berkhof

ofrece una definición clara y amplia sobre el decreto de Dios:

La soberanía de Dios en virtud de la cual él ha determinado soberanamente desde


la eternidad todo lo que tiene que acontecer y ejecuta su soberana voluntad en
toda su creación, tanto la natural como la espiritual de acuerdo con su plan
determinado.3
Al ver estas definiciones, no sobra decir que el decreto divino hace parte del

obrar de Dios, conforme él es soberano. Por cierto, Lewis Chafer prefiere definir el

decreto como, “otro método de asignar a Dios la posición de ser la primera causa de

todo lo que existe”.4 Ciertamente, sus propósitos se cumplen sin ninguna interrupción,

pues, aunque Dios determinó todas las cosas antes de la fundación del mundo, él en su

providencia opera activamente en el presente para que se cumpla a cabalidad aquello

que él estableció.

Consecuente a lo anterior, conviene precisar que el decreto de Dios se relaciona

con sus obras, por ende, Dios no ha decretado nada concerniente a sí mismo, tal como

su existencia, sus atributos, la manera de su subsistencia en tres Personas, o alguna

relación inherente o asunción de responsabilidades entre la Deidad. 5 Ya que, aquello

que es esencial al ser íntimo de Dios no puede formar parte del contenido del decreto.6

Por otro lado, el término decreto divino es un intento de reunir en una sola

designación lo que la Escritura relata por medio de varias designaciones, tales como: el

propósito divino (Ef. 1: 11); determinado consejo (Hch. 2:23); elección (1 Tes. 1:4);

2
Catecismo Menor de Westminster, I, 7.
3
Louis Berkhof, Teología Sistemática, trad. de Felipe Delgado Cortés (Grand Rapids, MI: Desafío,
2009), 117.
4
Lewis Sperry Chafer, Teología Sistemática, Tomo I, trad. de Evis Carballosa et al. (Dousman, WI:
Publicaciones Españolas, 1986), 236. Citando a Agustín de Hipona, Confess, XII, XV.
5
Chafer, Teología Sistemática, 236.
6
Berkhof, Teología Sistemática, 120.
presciencia (1 P. 1:2, 20); predestinación (Ro. 8: 30); la voluntad divina (E f. 1: 11); y,

su beneplácito (Ef. 1: 9).

También, no sobra decir que el decreto de Dios aparece primero en singular,

siendo que Dios no tiene más que un plan, Él ve todas las cosas de una vez. Ante ello,

muchos teólogos7 concuerdan que los aspectos separados de este plan, pueden llamarse

“los decretos de Dios”.8 Ahora bien, esta forma de hablar en plural es válida, siempre y

cuando no se pierda de vista, que los decretos de Dios son reducibles a un solo

propósito, aunque en sí mismo, incluya una infinita multiplicidad de causas y efectos.9

II. Características del decreto divino

Al estudiar la Escritura, se logran apreciar varias características que posee la

doctrina del decreto divino. Cada una de ellas, exaltan la grandeza de Dios, y a su vez

produce mayor confianza en los creyentes.

A. Es eterno

El decreto de Dios reposa completamente en la eternidad. 10 El libro de los

hechos declara: Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,

Ef. 3:11. Aquí es preciso notar, que su decreto, aunque proviene desde la eternidad, se

efectúa en el tiempo. A favor de ello, Charles Hodge expresa en breve: “Las Escrituras

siempre hablan de los acontecimientos en el tiempo como revelaciones de un propósito

formado en la eternidad”.11 Desde luego, hay que aclarar que, aunque el decreto divino

7
MacArthur, Hodge, Berkhof, Chafer, entre otros.
8
Chafer, Teología Sistemática, 236.
9
Hodge, Teología Sistemática, 297.
10
Berkhof, Teología Sistemática, 122.
11
Charles Hodge, Teología Sistemática, trad. de Santiago Escuain (Barcelona: Clie, 2010), 297.
es eterno, es incognoscible hasta que se hace evidente en el tiempo, pues su

manifestación revela lo que estaba escondido durante edades, en la mente de Dios.

Respecto a esta característica, suponer que alguno de los decretos se hizo en el

tiempo, deja ver que ha ocurrido una nueva ocasión, que ha surgido algún evento

imprevisto o una circunstancia particular ha inducido al todo poderoso a formar una

nueva resolución.12 Sencillamente, Dios no traza planes repentinamente sobre la marcha,

él sabe el fin desde el principio, y realizará todos sus buenos propósitos. 13 En síntesis,

ningún evento por muy trágico que sea, puede sorprender a Dios, y obligarlo a plantear

una nueva alternativa en el tiempo, si lo fuera, dejaría de ser eterno y a la vez inmutable.

B. Es inmutable

Dada esta característica, la Biblia revela que el plan eterno de Dios no cambia, el

Salmo 33:11 lo presenta de la siguiente manera: El consejo de Jehová permanecerá

para siempre, los designios de su corazón por todas las generaciones. De acuerdo a este

pasaje, es de notar que, en Dios, su perfección de inmutabilidad está íntimamente

arraigada a su decreto. Pues, tan solo un cambio de propósito, representaría a Dios como

un ser carente de poder y de sabiduría, que opta por considerar un segundo plan para

enmendar el primero.14

El famoso teólogo del siglo IV, Agustín de Hipona, señaló:

Dios no quiere una cosa ahora y otra luego; sino una, y de una vez, y siempre, él
quiere las cosas que quiere; no una vez y otra, no ahora esto, ahora aquello; ni
quiere después lo que antes no quería, ni tampoco no quiere lo que antes quería;
porque Su voluntad es inmutable; y ninguna cosa mutable es eterna. 15

12
Arthur Pink, Los Atributos de Dios, trad. de Ernesto Rodríguez (Pensacola, FL: Chapel Library, 2020),
10.
13
Wayne Grudem, Teología Sistemática, trad. de Miguel Mesías et al. (Miami, FL: Vida, 2007), 347.
14
Hodge, Teología Sistemática, 297.
15
Chafer, Teología Sistemática, 237.
C. Es sabio

Está fundado en la sabiduría divina. Referente a ello, el apóstol Pablo enseña:

Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la

iglesia… Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, Ef.

3:10-11. La sabiduría del decreto se deduce también de la sabiduría desplegada en la

realización del propósito eterno de Dios.16 En efecto, su sabiduría se muestra en la

selección de los mejores fines posibles y los medios más adecuados para lograr sus
17
decretos. En este sentido, no sugiere actos caprichosos o irrazonables, ya que la

sabiduría infinita dirige la determinación divina.18

En esta medida, el decreto no puede ser descubierto por el hombre, a no ser que

Dios lo haya revelado en su palabra. Y, a pesar de que sobrepasa el entendimiento

humano, y es inexplicable para la mente finita; no se hallará en él aquello que sea

irracional o arbitrario.19 Con esto en mente, no hay porque dudar de su plan.

Es incondicional o absoluto

En este punto, es importante resaltar que el decreto de Dios no depende de

ninguna cosa que no sea parte de él, por lo cual, nada hay en su plan que esté

condicionado por algún elemento que no esté incluido en el decreto. 20 Más aun, la

ejecución no se suspende bajo ninguna condición que pueda o no realizarse. 21 Con base

16
Berkhof, Teología Sistemática, 121.
17
Pink, Los Atributos de Dios, 11.
18
Chafer, Teología Sistemática, 240.
19
Berkhof, Teología Sistemática, 122.
20
Berkhof, Teología Sistemática, 123.
21
Pink, Los Atributos de Dios, 11
a ello, el apóstol Pablo asegura que el plan de Dios se realiza, …según el designio de su

voluntad, Ef. 1:11.

Con relación a lo dicho anteriormente, el designio de su voluntad puede requerir

medios, o depender de ciertas condiciones; pero, por supuesto, hay que considerar que

tales medios también han sido determinados en el decreto. 22 Dado que Dios es

omnipotente, no se toma la molestia de solicitar ayuda a causas externas. Él tiene el

poder sobre cada voluntad para hacer que se cumpla Su buena voluntad; si bien, asegura

el profeta Isaías en su libro: Que anuncio el porvenir desde el principio, y desde la

antigüedad lo que aún no era hecho, que digo: mi consejo prevalecerá, y haré todo lo

que quiero (Is. 46: 10).

En definitiva, no es lógico pensar en un decreto, si aquel que se compromete a

realizarlo (Dios), es consciente de que tal designio puede ser suspendido por algo, o

puede depender de la cooperación de otros agentes; por el contrario, sería más lógico

pensar que se trata de una alternativa, que indudablemente, no se ajusta con la figura de

un ser soberano.

D. Lo abarca todo

Su decreto es universal y se extiende a todas las cosas, micro y

macroscópicamente.23 De hecho, incluye todo lo que tiene que suceder en el mundo, sea

que corresponda al reino físico o a la moral, sea que se trate del bien o del mal. 24 Incluye

las buenas acciones de los hombres, (Ef. 2:10); sus actos malvados, (Prov. 16:4); los

eventos contingentes, (Gen 45: 8); los medios tanto como el fin, (Sal 119: 89) la

22
Berkhof, Teología Sistemática, 123.
23
Samuel D. Renihan, De Dios y su Decreto (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista Confesional,
2021), 121.
24
Berkhof, Teología Sistemática, 123.
duración de la vida del hombre, (Job 14: 5); el lugar de su habitación, Hech. 17: 26.

Nuevamente, hay que recordar que Dios es aquel que realiza todas las cosas conforme

al consejo de su voluntad, Ef. 1:11.

III. Respuesta ante las objeciones planteadas sobre el decreto de Dios

Como es sabido, la doctrina del decreto divino en sí misma no introduce nada

misterioso o profundo. Declara que Dios diseña y decide antes de actuar, y que todos

sus actos están en armonía con su carácter perfecto y con sus atributos. 25 Quizás el

problema de asimilar esta doctrina, según sostiene Chafer, sale a relucir cuando la

voluntad del hombre y la presencia del pecado, entran en escena. 26 Por tal motivo, es

necesario responder a ciertas objeciones que se tienen sobre esta gloriosa doctrina, a fin

de exonerar a Dios ante cualquier acusación.

A. Es inconsistente respecto a la libertad moral del hombre

Se apremia que la preordenación de todos los acontecimientos es inconsistente

con el libre albedrío humano.27 Ante esta objeción, Berkhof brinda una autentica

respuesta: “Dios no ha decretado efectuar por su propia y directa acción todo lo que

tiene que acontecer”.28 Dado que el decreto trae únicamente la seguridad de los

acontecimientos, es decir, lleva inseparable la posibilidad de evitarse; no implica que

Dios los ejecute.29 Precisamente, la voluntad del hombre no es violada en el sentido de

que Dios obligue a un hombre a efectuar algo que no quiere hacer. 30 Según ello,

25
Chafer, Teología Sistemática, 239.
26
Chafer, Teología Sistemática, 239.
27
Hodge, Teología Sistemática, 301.
28
Berkhof, Teología Sistemática, 123.
29
Berkhof, Teología Sistemática, 124.
30
Erwin Lutzer, Doctrinas que Dividen, trad. de John Alfredo (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2001), 208.
MacArthur opina al respecto: “El decreto de Dios se extiende a las opciones no

coaccionadas de los agentes libres para actuar dentro de los límites de su naturaleza”. 31

Esta objeción planteada, llama mucho la atención, pues si Dios es soberano y

sólo pueden ocurrir las cosas que están determinadas en su decreto, ¿hay alguna esfera

exceptuada en que la criatura humana pueda ejercitar su libre albedrío? O, de otro

modo, ¿podría la voluntad humana actuar siempre fuera de la voluntad de Dios? Y si no,

¿es su acto libre?32 Bien, se estima que toda acción humana está incluida en este

concepto. Así mismo, no cabe duda que, la voluntad de la criatura es una creación de

Dios y en relación a ella, Dios la usa como un instrumento por el cual cumple su

propósito soberano y es inconcebible que alguna vez se frustre.

Añadiendo a esto, cuando el hombre ejercita su voluntad es consciente de su

libertad de acción. En este orden de ideas, el hombre determina su proceder por las

circunstancias, pero Dios es quien crea las circunstancias. Así mismo, el hombre es

impelido por emociones, pero Dios es capaz de originar y de controlar cada una de las

humanas emociones; por su parte, se enorgullece de que él se gobierna por juicio

experimental, pero Dios es capaz de fomentar cada uno y todo pensamiento o

determinación de la mente humana.33 En este asunto, hay que aceptar estas dos

verdades, Dios decreta y la voluntad del hombre no es violada.

Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, la Biblia revela que Dios ha

decretado los actos libres del hombre; pero también que los actores, a pesar de eso, son

libres, y, por tanto, responsables de sus actos:

31
John MacArthur y Richard Mayhue, Teología Sistemática, trad. de Loida Viegas (Grand Rapids, MI:
Portavoz, 2018), 280.
32
Chafer, Teología Sistemática, 247.
33
Chafer, Teología Sistemática, 250.
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a
quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para
hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Hch.
4:27-28.
Como bien se muestra en este versículo, aunque la muerte de Cristo fue

determinada por Dios, Él no forzó a los adversarios de Jesús a involucrarse en actos de

violencia contra su voluntad, porque la evidencia muestra que ellos asumieron toda la

responsabilidad,34 y fueron culpados por este crimen. Siendo así, no hay manera de

emitir un juicio contra Lucas el escritor, quien, es consciente de lo que afirma, y, aun

así, no intenta armonizar estas dos verdades, el decreto de Dios y la libertad del hombre.

Frente a la presente objeción que engendra éstas dos verdades, John Dick

responde al problema, argumentando:

Si Dios preordenó ciertas acciones, y colocó a los hombres en tales circunstancias


que las acciones se efectuarán de acuerdo con las leyes de la mente. No obstante,
los hombres son agentes morales, porque ellos actúan voluntariamente, y son
responsables de los actos que ellos mismos han consentido hacer. La libertad no
consiste en la libertad de acción, si no en la opción de actuar. La opción es
determinada por algo en la mente misma, o por algo que desde afuera influencia a
la mente; pero cualquiera que sea la causa, la opción hace la acción libre, y el
agente es responsable. Si se admite esta definición de libertad, Ud. verá que es
posible reconciliar la libertad de la voluntad con los decretos absolutos; pero no
tenemos que librarnos de cada dificultad.35
Como recurso final, Dick agrega que, todo hombre siente que es libre (aunque

no independiente de Dios); cuando se excusa así mismo por su deber, y cuando se acusa

por haberlo descuidado.36 Así también, es de notar que su sentido de aprobación y

reprobación, son muestra de su propia libertad, pues, tales rasgos, no se acoplan a

criaturas estrictamente programadas, sin capacidad de ejercer voluntad.

34
Simón J. Kistemaker, Comentario del Nuevo Testamento: Hechos de los Apóstoles, trad. de Eugenio
Orellana (Grand Rapids, MI: Desafío, 2007), 125.
35
Chafer, Teología Sistemática, 250, citando a John Dick, Lectures on Theology, 186.
36
Chafer, Teología Sistemática, 251, citando a John Dick, Lectures on Theology, 186.
Concluyendo la respuesta ante dicha objeción, es posible asegurar con certeza

que la necesidad del decreto no está en conflicto con la libertad de la criatura. Dios ha

decretado todas las cosas de tal manera que sucedan infaliblemente, pero sin

compulsión del albedrío del hombre, porque Dios decretó que todas las cosas sucedan

por causas necesarias, causas libres y causas contingentes. 37 Con base a ello, el agente

libre y subordinado puede hacer o no cualquier acción, sin embargo, la opción que él

escoja con libertad hacer, ha sido decretada infaliblemente.38

B. Desaloja todos los motivos para el esfuerzo humano

Esta segunda objeción suele ser expresada de la siguiente manera: “Si todas las

cosas han sido decretadas para que sucedan, de que sirve el esfuerzo por lograr algo que

seguramente no fue decretado, no tiene sentido…”. Quizás más allá de esta declaración,

se encuentra aquel que carece de un conocimiento simétrico de Dios 39 o prematuro sobre

dicha doctrina. Lo que, si es seguro observar, es que por un malentendido que se tenga a

la hora de estudiar el decreto divino, puede resultar en una declaración fatalista 40 como

la que se acaba de afirmar.

De acuerdo a lo anterior, el concepto fatalista por lo general surge siempre que la

soberanía de Dios es forzada para excluir la libre actuación del hombre, o cuando Dios

no es tomado en cuenta y los hombres creen que son guiados por fuerzas ciegas sobre

37
Renihan, De Dios y su Decreto, 135.
38
Renihan, De Dios y su Decreto, 135.
39
Conocimiento simétrico de Dios: conocimiento equilibrado entre el ser de Dios y el obrar de Dios.
40
Fatalismo: Doctrina según la cual todo lo que pasa se debe a las determinaciones inevitables del hado o
la fortuna, con lo cual todos los seres están encadenados por una ley ineludible, sin que exista en ninguno
la libertad ni el libre albedrío. El fatalismo enfatiza el carácter inevitable de los acontecimientos, causas o
no causas, y está estrechamente ligado al indeterminismo de la fortuna. En Pablo A. Deiros, Diccionario
Hispano – Americano de la Misión, (Santa Fe, Argentina: Comibam International, 1997), 132.
las que ellos no tienen control.41 Debido a esto, hay quienes se apoyan en esta tensión

para justificar su negligencia y desobediencia.

Con relación a la problemática expuesta, el libro de los Hechos narra el suceso

trágico que experimentó Pablo junto con sus acompañantes (Hch. 27). Días antes, el

Señor se le había presentado al apóstol, para informarle que éste había de testificar en la

ciudad de Roma (Hech. 23:21). Pero, de repente, toda la tripulación incluyendo el

apóstol, estaban plenamente expuestos a la muerte. Aquí es interesante notar, como

Pablo, luego de haber sabido sobre su llegada a Roma (determinada por el Señor), hizo

lo posible por sobrevivir y mantener su vida a salvo; de lo contrario, habría muerto.

En respuesta a la objeción que se tiene, “Desaloja todos los motivos para el

esfuerzo humano”, ésta supone que Dios ha determinado el fin sin referencia a los

medios, lo cual no es válido; pues, el acontecimiento queda determinado en conexión

con el medio; si lo último fracasa, igualmente sucederá con lo primero. 42 Para ilustrar

mejor esta idea, Dios ha decretado que los hombres vivan mediante alimentos, si éstos

se rehúsan a comer (acción-medio), morirán (fin). Sobre este principio, se entiende que

cualquier persona que no desea el mal para su vida, está al tanto de procurar mantenerse

fuera de cualquier peligro. Dicho esto, Renihan razona en lo siguiente:

Entonces, si usted no desea caerse, no salte. Si no quiere quemarse, no toque el


fuego. Si no quiere ahogarse, no nade en aguas demasiado profundas. La gravedad
siempre atrae, el fuego siempre quema y el agua siempre ahoga.43
Así mismo, Juan Calvino comenta al respecto:

Ahora, pues, es muy claro cuál es nuestro deber: si el Señor nos ha confiado la
protección de nuestra vida, nuestro deber es protegerla; si nos ofrece ayudas, que
las usemos; si no nos advierte con antelación respecto a peligros, que no nos
41
Chafer, Teología Sistemática, 259.
42
Hodge, Teología Sistemática, 303.
43
Renihan, De Dios y su Decreto, 133.
metamos temerariamente en ellos; si pone a nuestra disposición remedios, que no
lo menospreciemos.44
Resumiendo lo planteado, el hecho de que Dios haya decretado un

acontecimiento, convirtiéndolo así en un evento seguro, no significa que obligue a las

personas para que vayan en contra de sus pensamientos y sus deseos. Mientras no exista

coacción en las condiciones que obliguen a una persona a actuar de una cierta manera,

Dios puede determinar la acción humana y ésta se producirá con toda certeza; sin

embargo, la persona puede seguir siendo libre para hacer lo que le plazca.45

D. Hace a Dios el autor del pecado

Esta objeción merece ser respondida con especial cuidado y prudencia, pues

involucra la santidad de Dios, cuya perfección es bastante enfática en la Escritura (Is.

6:3; Ap. 4:8). Debe entenderse, que el hecho de que Dios decrete todas las cosas

incluyendo el pecado, no significa que Él busca con eficacia, promover el pecado en los

hombres para luego condenarlos; en vista de ello, tal objeción, exhibe al hombre como

un ser inocente, ajeno a la maldad. En esta medida, Samuel Renihan lo explica en breve:

No debemos pensar, ni decir que Dios creó al hombre para permitir su pecado, y
que permitió su pecado para condenarlo (Eze. 3:11); sino que Dios creó al
hombre, permitió su pecado, y lo condenó por su pecado, todo para manifestar la
gloria de su justicia.46
Respondiendo a dicha objeción, Dios decreta mantener la libre agencia de sus

criaturas; sin embargo, esto no implica que su control esté ausente u opere de forma

pasiva sobre dichas criaturas.47 Pues, aunque regula las circunstancias de sus vidas, Él

permite que la libre agencia se ocupe en multitud de actos de los cuales algunos son

44
Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, I, XVII, 4.
45
MacArthur, Teología Sistemática, 280 -281.
46
Renihan, De Dios y su Decreto, 122. Citando a John Norton, The Othodox Evangelist (London: John
Macok, 1657), 57.
47
Berkhof, Teología Sistemática, 123.
pecaminosos. Por buenas y santas razones Dios hace que estos actos pecaminosos

acontezcan de forma segura; pero Él no decreta producir los malos deseos, ni decreta

decidir eficientemente la preferencia en el hombre.48

Con relación a lo anterior, el decreto respecto al pecado según explica Berkhof,

“No es decreto eficiente sino permisivo, o decreto para permitir”, 49 que contrario a ello,

sería el decreto para producir, en el que Dios aplica su divina eficiencia para producir

pecado. Refutando esta última declaración, puede decirse que la entrada del pecado al

mundo es segura por el decreto divino, pero eso no enfatiza el hecho de que Dios se

deleite en la maldad.

De acuerdo a ello, Charles Hodge refuerza este hecho, presentado el siguiente ejemplo:

Un juez justo, al pronunciar sentencia sobre un criminal, puede estar seguro de


que causará pensamientos malvados y amargos en la mente del criminal, o en los
corazones de los amigos del mismo, y, sin embargo, el juez no tiene la culpa de
ello.50
Continuando con esta idea, la Biblia misma declara que Dios no se complace

con la maldad, Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el malo no

habitará junto a ti, Salmo 5:4. Ciertamente, el motivo de Dios al permitir el pecado y el

motivo del hombre al cometerlo son radicalmente distintos. 51 En el hombre, el pecado

gira en torno a su corrupción natural; en Dios, el pecado es permitido conforme a su

elevado propósito. Él permite el pecado no contra su voluntad sino conforme a su

voluntad.52

48
Berkhof, Teología Sistemática, 126.
49
Berkhof, Teología Sistemática, 127.
50
Hodge, Teología Sistemática, 303.
51
Loraine Boettner, La Predestinación (Grand Rapids, MI: Subcomisión Literatura Cristiana, 1968), 195.
52
Boettner, La Predestinación, 207.
A manera de conclusión, hay que admitir que, aunque la existencia del pecado

en el universo es real, aun así, permanece bajo el control de Dios que es infinito en

sabiduría, poder, santidad y justicia.

CONCLUSIÓN

Como se indicó al principio de esta discusión, la doctrina del decreto divino es

un tema que requiere mucho cuidado a la hora de ser estudiada. Hasta donde fue posible

se intentó resolver algunos malentendidos y responder a ciertas objeciones sobre el

decreto; Gracia a Dios, que, a través de su palabra, los problemas son aliviados en algún

grado, por lo menos, se espera que el trabajo no haya sido en vano.

Tal como se observó en la investigación, negar los decretos divinos, por el solo

hecho de no presentar una respuesta ante dichas objeciones, sería conformarse con la

imagen de un Dios que no se interesa por sus criaturas, que no planea, ni controla lo que

acontece en la existencia. Lamentablemente, la confianza de muchos estaría depositada

sobre un destino ciego, de lo cual no es aceptable por el testimonio de la Escritura.

Finalmente, conocer la doctrina del decreto divino de forma clara y responsable

es fundamental, pues, además de que genera confianza y seguridad en los corazones de

los creyentes; enaltece su poder, les da virtud a sus obras, y sentido a la existencia

humana. Pues sus decretos se asocian con su carácter santo, justo y recto.
BIBLIOGRAFÍA

Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Trad. de Felipe Delgado Cortés. Grand Rapids,

MI: Desafío, 2009.

Boettner, Loraine. La Predestinación. Grand Rapids, MI: Subcomisión Literatura

Cristiana, 1968.

Catecismo Menor de Westminster.

Chafer, Lewis Sperry. Teología Sistemática, Tomo I. Trad. de Evis Carballosa et al.

Dousman, WI: Publicaciones Españolas, 1986.

Confesión Bautista de Londres de 1689.

Deiros, Pablo A. Diccionario Hispano – Americano de la Misión. Santa Fe, Argentina:

Comibam International, 1997.

Erwin Lutzer, Doctrinas que Dividen. Trad. de John Alfredo. Grand Rapids, MI:

Portavoz, 2001

Grudem, Wayne. Teología Sistemática. Trad. de Miguel Mesías et al. Miami, FL: Vida,

2007.

Hodge, Charles. Teología Sistemática. Trad. de Santiago Escuain. Barcelona: Clie,

2010.

Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana.

Kistemaker, Simón J. Comentario del Nuevo Testamento: Hechos de los Apóstoles, trad.

de Eugenio Orellana. Grand Rapids, MI: Desafío, 2007.


MacArthur, John y Mayhue, Richard. Teología Sistemática. Trad. de Loida Viegas.

Grand Rapids, MI: Portavoz, 2018.

Pink, Arthur. Los Atributos de Dios. Trad. de Ernesto Rodríguez. Pensacola, FL: Chapel

Library, 2020.

Renihan, Samuel D. De Dios y su Decreto (Santo Domingo, Ecuador: Legado Bautista

Confesional, 2021.

También podría gustarte