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3
STAFF

4
CONTENIDO
STAFF ...................................................................................................... 4
1 .............................................................................................................. 7
2 ............................................................................................................ 10
3 ............................................................................................................ 13
4 ............................................................................................................ 16
5 ............................................................................................................ 19
6 ............................................................................................................ 22
SOBRE LA AUTORA ................................................................................ 25

5
BLUE LINES
Historia de Penny y Cooper

6
1
Penny

Lo juro por Dios, Cooper tiene los peores viajes. Posibles. Veces.
Digo una palabrota mientras arrastro otra pesada caja de mudanza
hasta nuestro dormitorio. Llevamos una semana en esta casa, la primera
casa que compramos en lugar de alquilarla, y entre el plazo de entrega de
mi último libro y el horario de hockey de Cooper, apenas hemos tenido
tiempo de sacar lo esencial, y mucho menos de deshacer el equipaje. El
momento de la mudanza no es la decisión más inteligente que hemos
tomado nunca, pero no todos los días salen al mercado preciosas casas
marrones en Brooklyn Heights, y sus padres insistieron en cubrir el pago
inicial como regalo de bodas y, sobre todo, queríamos espacio para mirar al
futuro. Sólo espero que Cooper consiga una ampliación de contrato después
de la próxima temporada que nos permita quedarnos en Nueva York a largo
plazo. Parece prometedor, pero la NHL puede ser caprichosa.
Consigo abrir la caja y rebusco alguna señal de mi vestido azul
favorito. No. Es su ropa, no la mía. Nuestra gata, Tangerine, mueve la cola
mientras mira desde lo alto de otra caja.
Pruebo con otra caja. Libros esta vez, algunos míos y otros de nuestros
favoritos.
—Mierda. —Abro una tercera caja. Pensamos que no necesitábamos
etiquetar mucho porque solo nos mudábamos de Manhattan a Brooklyn,
solo un puente, insiste Cooper, pero por supuesto ahora todo es un
desastre—. ¿Dónde está, Tangy?
En realidad, es mejor que esté en Boston. Si estuviera por aquí ahora
mismo, tendría ganas de estrangularlo. Mi testarudo esposo, el peor
transportista del mundo. 7
Echo un vistazo a mi atuendo actual: una camisa sobredimensionada
de Fleetwood Mac, unos pantalones y una chaqueta gruesa con una mancha
en la manga de la cena de anoche. Definitivamente no es material para la
fiesta de presentación de un libro. Lo único bonito que tengo ahora mismo
son las joyas vintage de mi mano izquierda.
Lo que significa que realmente necesito ese vestido azul.
Esta nueva caja contiene mi ropa, pero sigo sin encontrarlo. La hago
a un lado de una patada, siseando cuando mi dedo protesta.
Mi teléfono se enciende desde su sitio en la cama, también
desordenada, con las mantas desparramadas por todas partes. Toda mi vida
está desordenada en este momento. Por alguna razón, incluso estar de pie
hace que la habitación dé vueltas, manchas negras salpicando mi visión.
Probablemente estoy deshidratada. Cooper siempre me dice que beba
más agua. Cuando tengo que cumplir un plazo, me olvido de hacer todo lo
que no sea estar delante del ordenador, intentando que mis héroes lobo sean
lo más atractivos posible. Habría continuado hoy si no tuviera que irme a la
fiesta de presentación.
A juzgar por el revuelo que rodea el lanzamiento de esta noche, hice
un buen trabajo con el último. A veces escribir es raro. Silvertongue, el
último de mi serie Court of Wolves, es el libro de honor de esta noche, pero
he estado tan ocupada trabajando en la primera entrega de una nueva serie
que hace meses que no pienso en él en profundidad.
Estaría bien que Cooper pudiera estar allí, pero el hockey tiene que
ser lo primero.
Parpadeo para alejar las manchas oscuras de mi vista mientras miro
el teléfono. No es él. Es Mia, mi mejor amiga desde el primer año de
universidad.

Mia: Hola, estoy a veinte minutos.


Mia: ¿Todavía puedo ir a tu casa primero?
Mia: ¡No puedo esperar a verlo!

Es curioso, porque ella es la que vive en Boston, haciendo su


doctorado en astrofísica en el MIT mientras Sebastian, el hermano de
Cooper, su prometido, trabaja en su primer puesto de sous chef. Esta noche,
sin embargo, ella estará conmigo y Cooper será el que esté en
Massachusetts. Espero que al menos pueda cenar con Sebastian; sé que lo
echa de menos. El jefe de cocina del restaurante de Seb se pone difícil con
cosas tan molestas como dejarlo tener una vida. 8
Le envío un mensaje de texto a Mia para confirmarlo y examino el
laberinto de cajas. Tangerine salta de la caja y me rodea las piernas con un
maullido. Me inclino para acariciarla.
No hemos salido los cuatro juntos desde mayo, cuando Cooper y yo
nos casamos en Sedona, Arizona. Aunque me encanta el rumbo que han
tomado nuestras vidas, echo de menos los días en que todos estábamos en
la Universidad McKee. Cuando Mia terminó su programa de estudios en
Suiza en la primavera de nuestro penúltimo año, las dos estuvimos allí
juntas durante el último año, mientras Cooper jugaba su primera
temporada con los Rangers y Sebastian trabajaba en un restaurante del
Lower East Side. Pasamos muchos fines de semana divertidos en
Manhattan. Aún no puedo creer que todo aquello lo pusiera en marcha mi
padre, el entrenador de Cooper en la universidad.
Pensarlo me hace sonreír. Él nunca sabrá exactamente cómo fue mi
primer encuentro con Cooper, aunque recuerdo ese armario con cariño, pero
sigue atribuyéndose el mérito de haberlo enviado a dar esa clase de patinaje
conmigo. Fue el pistoletazo de salida de muchas cosas en mi vida. Una yo
más segura de mí misma, una carrera escribiendo libros mágicos y obscenos
que me encantan y un esposo jugador de hockey a mi lado: no cambiaría
nada.
Sin embargo, me pregunto si las cosas ya están cambiando.
Una diferencia minúscula, pero monumental, en nuestras vidas.
Quizá no sea sólo deshidratación. Anoche vomité y esta mañana
también. Ahora que lo pienso, puede que vuelva a vomitar. Camino
alrededor de las cajas hasta el cuarto de baño con la bañera independiente
que me vendió la casa, respiro hondo mientras me miro en el espejo.
Tengo un aspecto horrible. Sin maquillaje, pelirroja en un moño
suelto, con ojeras. Me echo agua en el rostro mientras el estómago se me
revuelve.
Me quité el DIU después de la boda, pero no es que estemos
intentando quedarnos embarazados. Incluso hemos estado usando
preservativos, excepto... excepto aquella vez el mes pasado, después del
estreno de la temporada. Nos metimos en un armario después de la victoria
por los viejos tiempos, delante de las narices de todos.
Mi vientre se aprieta al recordarlo. Puede que fuera yo la que lo
apartara de un tirón en cuanto terminó su rueda de prensa posterior al
partido, pero fue él quien me folló contra la puerta con tanta fuerza que tuvo
que taparme la boca con una mano para no gritar.
Nuestra respiración entrecortada. La forma enérgica, casi frenética en
que se movía, todavía con la adrenalina del partido. Cómo me susurraba al
oído el nombre de mi mascota favorita: Red. Los chupetones a juego que no
pudimos ocultar el resto de la noche. Me clavó los dedos en las caderas con 9
tanta fuerza que me hice moretones y me dolió todo el camino de vuelta a
casa.
Definitivamente, entonces no usamos condón.
Tomo el test de embarazo que escondí debajo del fregadero hace unos
días, por si acaso.
Aquí no pasa nada.
2
Cooper

Sebastian ajusta su agarre al volante, ahogando un bostezo. Llevamos


una hora conduciendo por Massachusetts, pero aún queda mucho para
llegar a Nueva York.
Echo un vistazo.
—¿Seguro que no puedo conducir?
Niega.
—No, estoy bien. En realidad, estoy tan contento de hacer algo que no
implique estar de pie en la cocina mientras Dane le grita a todo el mundo.
—¿Sigue siendo un imbécil?
—El peor. —Se pasa una mano por su desgreñado cabello rubio—.
Pero estoy aprendiendo, así que no puedo quejarme demasiado. Sólo
desearía que mi horario no significara que sólo veo a Mia una hora al día.
—Bueno, ella también está ocupada.
—Sí. Tienes suerte de que Penny trabaje desde casa.
Me froto la barba, echándome hacia atrás en el asiento.
—Es una mierda cuando tengo que dejarla.
—Esta noche se va a llevar una sorpresa.
—Eso espero. —Sonrío al pensarlo. Penny. Red. Mi esposa. Aún es
nuevo, pero creo que nunca lo superaré. Estamos seguros el uno del otro
desde que íbamos a la universidad, pero dar el paso a principios de este año
ha sido oficialmente el momento más importante de mi vida, sólo superado
por la primera vez que pisé el hielo como jugador de los New York Rangers. 10
Viaja conmigo a un buen número de partidos fuera de casa, pero está
ocupada con su propia carrera como autora romántica, así que, sobre todo
cuando tiene que cumplir un plazo de entrega, no puede escaparse para
verme jugar al hockey por tercera vez esa semana—. Su publicista está muy
entusiasmada con este libro. Creen que le va a ir bien.
Seb levanta una ceja.
—¿Cómo de bien?
—Como llegar a la lista de los más vendidos del New York Times.
—Mierda.
—Lo sé. —Mi sonrisa se ensancha; no puedo evitarlo. La adoro, joder.
Mi adorable y monstruosa esposa—. Por eso tengo que estar allí. No puedo
perderme el lanzamiento del libro que va a llevar su carrera al siguiente
nivel.
Me costó un poco conseguir permiso para irme justo después del
partido de la tarde en Boston, en lugar de pasar la noche con el equipo y
viajar directamente a Montreal a continuación, tendré que tomar mi propio
vuelo mañana, pero valdrá la pena. Merece la pena ver su sonrisa de
sorpresa, abrazarla, admirarla con su vestido azul favorito.
—Sigue siendo genial que lo haga por trabajo. —Sebastian mira por
los retrovisores, cambiando al siguiente carril—. Así que casa nueva, ¿eh?
Cinco dormitorios es bastante grande.
—Nos encanta. —Me ajusto la gorra de los Yankees, haciendo una
mueca de dolor al pensar en todo lo que nos queda por desempaquetar—. Y
queríamos tener espacio.
—¿Significa eso que lo están... intentando?
Enseguida sé lo que quiere decir. Él y Mia no tienen planes de tener
hijos, pero Penny y yo hemos hablado de ello con la suficiente frecuencia y
seriedad como para que él sepa que acabará llegando. Miro por la ventana
el paisaje rural de Massachusetts, con el crepúsculo cubriéndolo todo como
una manta. El aire de noviembre ya es oficialmente frío, no sólo fresco. El
tiempo perfecto para jugar al hockey. Hasta ahora ha sido una buena
temporada, hemos empezado rápido, pero últimamente no sólo pienso en el
trabajo.
Me encantaría ser padre. Me encantaría ver a Penny ser madre. La
casa que acabamos de comprar es grande a propósito; hay espacio para su
despacho, y nuestra biblioteca, tenemos suficientes libros para ella, si
juntamos nuestras colecciones, y un niño o dos. Mientras lo haga con ella,
es lo que quiero.
—No oficialmente. Pronto, sin embargo. Supongo que tomaremos la
decisión sobre si tirar del portero... 11
—Seguro que le encanta que lo digas así —dice Seb con un bufido.
—Y... probar. Um, sí.
Un poco incómodo, anunciar así ese detalle específico de tu vida
sexual. Seb, a su favor, se limita a asentir pensativo.
—Imagínate si es pelirrojo.
—Mejor que sea pelirrojo. O pelirroja.
Resopla.
—¿Patinador artístico o jugador de hockey?
—A mí me da igual, pero sea como sea, ese chico va a saber patinar.
La imagen mental es muy dulce. Penny y yo enseñábamos a patinar
sobre hielo a niños pequeños en la universidad; era su trabajo a tiempo
parcial y una oportunidad de voluntariado para mí. Últimamente no hemos
tenido tiempo para ese tipo de trabajo, pero guardo suficientes buenos
recuerdos de la experiencia como para que me resulte fácil imaginarnos
juntos en una pista de patinaje, animando a un niño pequeño a patinar
entre los dos. Se me estruja el corazón. Ser padres será duro; me lo cuentan
todo el tiempo nuestro hermano James y su esposa, pero también valdrá la
pena.
Estoy a punto de llamarla, pero consigo contenerme. Será estupendo
sorprenderla en la librería. Mia debería estar a punto de llegar para ayudarla
a prepararse y, por lo que a ella respecta, Sebastian y yo vamos a cenar
juntos en Boston después de mi partido.
Eso habría estado bien, pero me gusta más esto: bromear con mi
mejor amigo mientras cada kilómetro me acerca más a la mujer que he
convertido en mi hogar.

12
3
Penny

Mia y yo nos quedamos mirando el círculo de pruebas de embarazo


que hay sobre la encimera del baño.
Cuando abrí la puerta media hora antes, sólo tenía el test en la mano.
Ella giró sobre sus talones, fue a la farmacia más cercana y tomó un par
más. Las he probado todas y todas muestran lo mismo: dos rayitas. Algunas
rosas, otras azules, pero todas en pares.
Líneas azules. Casi suelto una carcajada histérica mientras mi mente
evoca la imagen de las líneas azules en una pista de hockey. Definitivamente
no hay zona neutral entre estas.
—Bueno —dice Mia, desenredando su cabello oscuro de la trenza—,
estás embarazada.
Me llevo la mano al vientre plano y suelto un ruido que podría
describirse como el de una ballena.
—Un experimento exitoso, sin duda —continúa—. Probamos uno de
las principales marcas.
Otro sonido de ballena.
—También hay uno muy útil que sólo dice “embarazada”.
Mi ojo se tuerce.
—Mia.
—¿No eras tú la que quería quedarse embarazada? Me dijiste que te
habías quitado el DIU.
—Sí. 13
—Entonces... esto es algo bueno, ¿no? —Mia me aprieta la mano—.
Esposo cariñoso, casa nueva, carreras que van bien, ¿el momento perfecto
para tener un bebé?
Detecto una pizca de preocupación en su tono. Sé que me apoyaría en
un segundo si algo fuera mal en mi vida, pero por supuesto no es así.
—No, lo es, lo quiero, es sólo que... se siente abrumador. —Las
palabras estallan antes de que pueda detenerlas—. Una cosa es pensar en
estar embarazada y soñar despierta con un bebé precioso de ojos azules
como los de tu esposo, y otra es mirar fijamente la evidencia y sentir que
todo tu mundo acaba de cambiar. —Parpadeo para apartar las lágrimas de
mis ojos; ni siquiera sé por qué estoy llorando. Por qué esto es tan confuso—
. Ni siquiera hemos empezado a intentarlo, sólo hemos tenido sexo sin
condón una vez, y ahora...
—Siempre y cuando lo quieras.
—Lo quiero.
—Bien. —Me da un cálido abrazo. Me derrito en él con alivio—. Esto
es algo enorme, Pen. Puedes quererlo y aun así sentir que todo va muy
rápido.
—No me lo puedo creer. —Doy un paso atrás, secándome los ojos.
Definitivamente tengo mucho trabajo por delante si quiero estar lo
suficientemente arreglada para el lanzamiento de este libro—. Me imaginé
que tomaría tiempo, ¿sabes?
—En el lado positivo, Cooper va a estar tan emocionado.
Cooper. Mi corazón se acelera aún más. Entré directamente en modo
pánico sin pensar en él. Va a estar emocionado. No tengo ninguna duda de
que será un padre maravilloso. Si estuviera aquí ahora mismo, estaría
tranquilo y ya estaría investigando qué hacer a continuación.
—¿Quieres llamarlo? Puedo darte un poco de intimidad.
Sacudo la cabeza.
—Prefiero hacerlo en persona.
Por alguna razón, eso la hace sonreír.
—Qué lindo. ¿Sigues dispuesta a hacer el lanzamiento?
—Creo que mi publicista me arrastraría ella misma a la librería si no
apareciera. —Respiro hondo. Me parece bien. Haré el evento, y cuando
Cooper vuelva de su viaje en unos días, veremos cómo hacer que esto
funcione.
En todo caso, significará que la casa será desempacada. Ya lo veo
preocupándose por si tropiezo con una de las cajas.
Mia me da otro apretón. 14
—Date una ducha. Yo buscaré el vestido y te ayudaré a maquillarte.
Hago un gesto hacia el desastre que hemos hecho en la encimera del
baño.
—¿Mi hermosa reacción te ha hecho cambiar de opinión sobre los
niños?
—¡No! —dice alegre mientras cierra la puerta tras de sí.
Estallo en carcajadas mientras la alegría se instala en mi corazón.
Un bebé. Cooper y yo vamos a tener un bebé.

15
4
Penny

Nunca me acostumbraré a esta parte de mi trabajo.


Una cosa es trabajar en un libro durante meses y otra ver ese mismo
libro terminado, y otra contemplar la fila de lectores que esperan ansiosos
tu firma. Parpadeo, sacudiendo la cabeza, mientras la dueña de la librería,
Alisha, me presenta. Todos los asientos están llenos, y en la parte de atrás
hay más gente. Toda la tienda está decorada en negro y plata, a juego con
la portada del libro, y la mesa de refrigerios está repleta de bandejas de
galletas de estrellas y lunas. En mi vida privada, soy Penny Callahan (adopté
el apellido de Cooper), pero en el trabajo soy Penelope Ryder, que escribe
novelas románticas de fantasía con mordidas.
Saludo torpemente al público mientras Alisha enumera los libros de
la serie Court of the Wolves. Una mujer de más o menos mi edad, sentada
en la primera fila, grita cuando añade Silvertongue, lo que hace que todo el
público aclame. Casi se me cae el micrófono y me ruborizo.
Empecé a escribir el primero de la serie, Silverheart, cuando estaba en
McKee, y Cooper, lector de fantasía él mismo, me animó a terminarlo. Se
publicó justo antes de graduarme, un hecho que nunca deja de
asombrarme. Toda una multitud de personas lo suficientemente interesadas
en mis escritos como para conocerme, y yo todavía me siento como una
universitaria, observando nerviosa cómo mi novio hojea mi manuscrito.
Me llevo una mano al vientre y mis dedos se clavan en la tela del
vestido. Desde un lado del escenario, Mia me levanta el pulgar. Mi
publicista, Larissa, me sonríe.
—Y ahora escuchemos a la mismísima Penelope —dice Alisha.
16
Parpadeo, alejando el recuerdo de Cooper y yo riéndonos de
Silverheart en la biblioteca de McKee, y sonrío.
—Hola a todos. Gracias por venir esta noche, son los mejores. Estoy
tan emocionada de darles la bienvenida de nuevo a Court Moon. No puedo
creer que tengamos que despedirnos de la familia Cross con Silvertongue.
Más ovaciones. Me río y me acomodo el cabello detrás de la oreja. Mia
insistió en que me lo dejara suelto; me ayudó a secármelo. También me
ayudó a maquillarme. No creía que fuera capaz de maquillarme los ojos con
mano firme.
Es de lo más raro, estar entre un montón de gente que un secreto tan
grande. Y sí, no es asunto de nadie más que mío y de Cooper, pero con el
tiempo dejará de ser un secreto.
Cuando empiezo a divagar sobre el libro y lo triste que estoy por el
final de la serie, se abre la puerta de la tienda. Cooper está de pie en la
puerta con Sebastian, con los ojos encendidos en cuanto me ve. Me detengo
en mitad de la frase, con el corazón a mil por hora.
—Cariño —digo con impotencia. Bajo el micrófono; mi voz suena
demasiado alta. Miro a Mia, que sigue sonriendo. Se habrá enterado—.
¿Cómo has...?
—Siento llegar tarde. —Sonríe mientras observa a la multitud—.
Buena asistencia, Red.
—Yo... al parecer mi jugador de hockey está aquí. —Mi rubor debe ser
rosa brillante—. Quiero decir, mi esposo. Todo el mundo, este es mi esposo,
Cooper.
—Su sexy esposo jugador de hockey —dice mientras camina hacia el
escenario. El público susurra; algunas personas han sacado sus teléfonos.
Estoy segura de que la mitad de las fotos en las que me etiquetarán esta
noche serán exactamente de este momento.
Está tan guapo como siempre, con el cabello oscuro y desgreñado bajo
una gorra de béisbol echada hacia atrás y una barba demasiado salvaje. Mi
corazón empieza a hacer gimnasia.
Por el rabillo del ojo, Sebastian se acerca a Mia y le da un ligero beso
en los labios. Cooper sube al escenario. Me quito la mano del vientre; lo
último que quiero es soltar algo así sobre el embarazo. Que me sorprenda
es dulce y considerado y me encanta, pero cuando le cuente lo de nuestro
bebé, no quiero a nadie más cerca que a él.
Me da un beso. La mitad de la sala suspira; la otra mitad grita.
—Tan hermosa como siempre con ese vestido azul, osita de goma —
murmura contra mis labios.
Lo golpeo con fuerza. 17
—Se supone que estabas en Boston.
—¿Creías que me lo perdería? De ninguna manera. —Da un paso
atrás y mira alrededor de la habitación—. Esto es increíble. Estoy muy
orgulloso de ti.
Tengo un montón de preguntas, (en particular, cómo se las arregló
para hacer esto), pero tengo un evento que hacer, así que lo alejo
ligeramente.
—Te amo. Ve a sentarte.
—Sí, señora.
No puedo contenerme y lo acerco para darle otro beso. Después de
todo, es la presentación de mi libro. Todo mi duro trabajo expuesto, y mi
esposo está aquí para celebrarlo conmigo. No es de extrañar que Mia
estuviera tan contenta de dejarme guardar la noticia para mí. Sabía que no
tendría que esperar mucho para contarlo.
Cuando se sienta en el asiento que mágicamente ha aparecido para él
en primera fila, me confío a mí misma el micrófono. Afortunadamente, me
siento bien. Tuve una pequeña crisis en el Uber sobre si me sentiría mal en
el escenario. Mia no paró de darme galletas hasta que se me asentó el
estómago.
—Es la inspiración para Callum, ¿verdad? —grita alguien desde atrás.
—Está buenísimo —dice otra persona.
Mi ridículo, buenísimo y delicioso jugador de hockey se limita a
enarcar las cejas. No es el rey de los cambiaformas, pero una chica no puede
tenerlo todo.
—Sí, Pen, háblanos de tu inspiración para Callum Cross.

18
5
Cooper

Mi chica está hermosa mientras trabaja.


Penny ha sido, y siempre será, muchas cosas para mí: mi novia, mi
alma gemela, mi esposa, la futura madre de mis hijos, pero, por encima de
todo, es mi chica. Lo sentí así la primera vez que la vi, y lo seguiré pensando
cuando seamos viejos y canosos.
Por lo general, para ella trabajar significa cantar Taylor Swift en su
mesa lo suficientemente alto como para no darse cuenta cuando entro en
su despacho. Me encanta devorarla con la mirada; sus moños desordenados
y sus acogedores jerséis extragrandes e incluso su forma de teclear me
excitan, pero cuando está así, toda engalanada en plan Penelope Ryder,
estoy a punto de tener una jodida erección en público.
La observo mientras firma otro libro, riendo en respuesta a lo que sea
que le haya dicho su admirador. Ella maneja mucho mejor que yo esta parte
de nuestras carreras de cara al público. Yo siempre estoy dispuesto a firmar
una camiseta o charlar con un fan, pero me siento incómodo todo el tiempo.
Penny dice que ella también se pone nerviosa, pero no lo demuestra.
—Gracias —le dice a la mujer mientras sigue su camino. Se da cuenta
de que la miro y me dedica una pequeña sonrisa antes de centrar su
atención en el siguiente asistente.
Joder. Voy a necesitar todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre
ella en cuanto termine el evento. Seb y Mia han estado hablando de salir a
cenar tarde, y sé que ella no querrá perdérselo.
Mia se apoya en la pared y bebe un sorbo de ponche.
—La adoran. 19
—La quieren de verdad —asiente Seb. Susurra algo al oído de Mia, y
ella sonríe, metiendo la mano en su camisa mientras lo besa.
—Es fácil amarla. —Sueno enamorado, como si no llevara mi anillo en
el dedo, pero no me importa. Es la verdad. Es magnética, al igual que las
historias que escribe.
Cuando por fin termina la firma, abraza a su publicista, al dueño de
la tienda y a un par de fans antes de venir hacia nosotros. Se recoge el
cabello detrás de las orejas y se sube a sus tacones de cuero negro.
—Todavía no me puedo creer que hayas venido. Que hayan venido los
dos. —Menea la cabeza con una sonrisa cariñosa mientras le da un abrazo
rápido a Sebastian—. ¿Te tengo toda la noche o tienes que irte ya?
—Estuviste increíble —le asegura Seb—. Valió la pena el viaje.
—Me quedo hasta mañana. —Le tomo la mano—. ¿Quieres comer
algo? El amigo cocinero de Seb trabaja en un sitio cerca de aquí y podría
conseguirnos mesa.
—A menos que estés cansada —dice Mia.
—Adelante —dice Penny, con la mirada fija en mí. Concretamente en
la manga de tatuajes de fantasía que me recorre el brazo. Lo terminé justo
antes de que empezara la temporada y sé lo mucho que le excita. Se me
revuelve el estómago. Mi chica y yo, siempre en sintonía—. Nos pondremos
al día en un rato, aún tengo algunas cosas que hacer aquí.
En cuanto nos quedamos solos, en lugar de volver a la multitud, me
saca de la tienda por la parte de atrás. Apenas tengo tiempo de ponerme el
abrigo antes de que el aire frío me dé una bofetada.
—¿Qué...?
Me interrumpe con un beso contundente mientras me aprieta contra
la pared exterior. La dejo, por un momento, antes de agarrarla por la cintura
e invertir nuestras posiciones. Se muerde el labio mientras me mira, incapaz
de contener la sonrisa.
—Tengo un secreto. —Me arrastra un dedo por el pecho—. Iba a
esperar, pero no puedo. No cuando tú me sorprendiste primero.
—Suéltalo, Red.
Tal vez tenga algo que ver con el trabajo. Su publicista estaba adentro;
podría tener buenas noticias para ella sobre el lanzamiento de Silvertongue.
—Lo comprobé al menos cinco veces para estar segura antes de que
se hundiera.
—¿Antes de qué?
—Y Mia. ya lo sabe, ella estaba allí, fingió que tendría que esperar para 20
decírtelo, pero todo el tiempo supo que estarías aquí esta noche. Astutos los
tres.
La beso otra vez, porque está demasiado hermosa para no hacerlo,
pero sigo sin tener ni idea de lo que está hablando.
—¿Vas a hacerme adivinar?
—Honestamente pensé en llevar una de las pruebas conmigo, sólo
para recordarme a mí misma que es real, pero Mia me dijo que es raro
caminar sosteniendo algo en lo que orinaste, y supongo que tiene sentido,
pero...
—Espera. ¿Estás... quieres decir... que estás embarazada?
Aprieta los labios mientras asiente.
—Sé que aún no lo estábamos intentando de verdad, pero me he
sentido mal, así que me hice una prueba por si acaso... ¿recuerdas lo que
hicimos en la Arena?
—Estás embarazada. —La estrecho en el abrazo más fuerte que me
atrevo, meciéndola con la barbilla sobre su cabeza—. Vas a tener un bebé.
—Vamos a tener un bebé —dice, con la voz apagada contra mi
hombro—. Vas a ser papá.
—Y tú vas a ser mamá. Mierda.
—¿Está... bien? —Se aparta, pero enreda nuestros dedos—. ¿Que
haya pasado ahora?
Parpadeo, un repentino nudo se forma en mi garganta, mientras miro
nuestros anillos, brillando a la luz de la luna. Su anillo de compromiso de
esmeralda, que originalmente perteneció a mi abuela por parte de madre, y
dos alianzas gemelas de oro.
—Claro que está bien. Esto es maravilloso, cariño. Lo mejor de la
historia. —Alargo la mano que tengo libre y la apoyo en su vientre. Todavía
no se le nota, claro, pero sigue siendo increíble pensar en los cambios que
se están produciendo lentamente en su cuerpo—. ¿Cómo te sientes?
—Me siento bien ahora. Tardé un segundo en asimilarlo y me siento
abrumada, pero sé que funcionará.
—Lo hará. —Mi mente empieza a dar vueltas, pensando en todas las
cosas que tenemos que hacer, empezando por una cita con el médico, pero
eso puede esperar—. ¿Cómo quieres celebrarlo? ¿Aún quieres ir a cenar?
—Sólo te quiero a ti. —La promesa en sus ojos me hace estremecer
agradablemente—. Llévame a casa.

21
6
Penny

En cuanto cerramos la puerta principal tras nosotros, Cooper me


toma en brazos. Nos las arreglamos para ser buenos futuros padres en el
Uber, apenas, pero el espacio entre nosotros estaba cargado de promesas.
Se me revuelve el estómago mientras nos acompaña escaleras arriba, con
más cuidado de lo habitual. Hace una mueca al ver todas las cajas, lo que
normalmente sería una pequeña reivindicación que apreciaría, pero no
puedo pensar en otra cosa que no sea lo sexy que es cuando hace alarde de
su considerable fuerza tan despreocupadamente.
—Estoy embarazada, no soy de cristal —bromeo mientras me tumba
en la cama.
Se arrodilla para quitarme los tacones.
—Llevas en tu vientre a nuestro hijo, Red. Vas a tener que
acostumbrarte. —Me sonríe y me recorre con el dedo la costura de las
medias—. Además, te gusta mi lado protector.
Intento, y no lo consigo, contener la sonrisa. Tiene razón, y si planea
estar así todo el embarazo, me resultará casi imposible mantener las manos
alejadas de él.
Lo beso, arañando con las uñas su cuero cabelludo. Lentamente, sin
romper el beso, se levanta y nos inclina a los dos contra la cama. Su mano
se desliza por mi pierna, por debajo de la falda. El calor se apodera de mí.
—No seas suave conmigo —susurro—. Demuéstrame que soy tuya,
cariño.
—Joder. —Gime y me acaricia la mejilla con la barba—. Mi chica
perfecta. 22
Ni siquiera conseguimos desnudarnos del todo antes de que empuje
dentro de mí. Me roba el aliento de los pulmones cuando adelanta las
caderas, empujando mi pierna sobre la suya para profundizar el ángulo.
Grito en su boca, haciéndolo reír.
—Me tomas muy bien. —Lo acentúa con un áspero empujón—. Y sé
exactamente cómo te gusta, cariño.
Miro fijamente el azul sin fondo de sus ojos, incapaz de concentrarme
en otra cosa que no sea su gruesa longitud dentro de mí, siempre bien
encajada, y el amor en su expresión. Desliza una mano entre nosotros,
aunque estamos pecho con pecho, y me frota el clítoris. Gimo y le clavo el
talón en la cadera.
—Eres mía. —Otro empujón—. Y siempre serás mía.
Me muevo contra él, acercándome aún más, queriendo formar un
hogar dentro de su piel. Soy suya, y él es mío, y vamos a tener una familia
juntos. Tal vez sean las hormonas, pero cuando parpadeo, una lágrima
rueda por mi mejilla.
—Y tú eres mío.
—Claro que sí, Red. —Me lame la lágrima y me besa—. Te amo.
A veces, hacer el amor significa tomarse su tiempo, pero no esta
noche. Esta noche es profunda y desordenada, compartiendo la respiración,
compartiendo el movimiento. Cuando me corro, él no se queda atrás, su voz
se convierte en un rumor sexy mientras canta mi nombre.
Después, sin embargo, es lento. Nos tomamos nuestro tiempo para
desenredarnos el uno del otro, desnudándonos el resto del camino,
besándonos todo el tiempo. Se sienta contra el cabecero y luego me acurruca
contra él, extendiendo su gran mano sobre mi vientre desnudo.
—Todavía no me lo creo —le digo, acariciándole el dorso de la mano—
. Ojalá mi madre pudiera estar aquí para ver esto.
Ahora que lo voy asimilando, poco a poco, empiezo a emocionarme por
compartir la noticia con algo más que Mia. Estoy segura de que esperaremos
hasta que sepamos que todo va como debe, pero papá estará encantado, y
también los padres y hermanos de Cooper. Lo único que lo haría más
perfecto es que mamá pudiera estar aquí para ayudarme, pero tendré que
conformarme con su recuerdo. Siempre he sabido que ella habría adorado a
Cooper, y también habría adorado a este bebé.
Me besa un lado de la cabeza.
—Lo sé. Yo también lo desearía.
—Tendremos que llevar al bebé a Arizona, en algún momento. —
Sonrío al pensarlo—. Podemos enseñarle dónde nos casamos. El memorial
de mamá. 23
—A él, ¿eh?
—O ella. No me importa, siempre y cuando...
—¿Nuestro hijo sepa patinar?
Le pellizco el muslo.
—¿Cómo lo sabías?
Se ríe y me acerca aún más. Se me acelera el corazón solo de pensar
en enseñar a nuestro hijo a patinar. Nos gustan tantas cosas iguales, pero
el patinaje por encima de todo, y será un regalo poder transmitírselo.
—Seb y yo hablamos de ello en el camino. Quizá sea patinador
artístico como tú. O será un jugador de hockey como yo.
—O ninguna de las dos cosas.
—Eso también estaría bien. —Traza un dibujo sin sentido alrededor
de mi ombligo—. Mientras nuestro hijo esté sano y sea feliz, estoy bien.
Le doy la vuelta a la mano y miro el tatuaje de su muñeca. Te amo en
Sindarin, una lengua élfica de El Señor de los Anillos. Yo tengo el mismo en
la mía; nos lo hicimos hace unos veranos, también en Arizona, la primera
vez que visitamos juntos la tumba de mi madre. Es una tontería, pero es
nuestro, y significa tanto para mí como el juego de anillos que llevo en el
dedo. Todavía no puedo creer que haya tenido tanta suerte. Cooper es mi
compañero de equipo en la vida, y eso va a seguir siendo igual, no importa
dónde nos lleve el camino después.
—Y mientras lo hagamos juntos —murmuro.
Aprieta su frente contra la mía. Nos quedamos así un momento,
respirando al unísono. Mañana llamaremos al médico, desempaquetaremos
más cajas y empezaremos a pensar en cómo convertirnos en padres de la
vida que empieza a crecer dentro de mí.
Esta noche nos limitaremos a disfrutar el uno del otro.
—Tú y yo, Red —me susurra—. Así será siempre.
No lo querría de otra forma.

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SOBRE LA AUTORA
Grace Reilly escribe un romance contemporáneo deslumbrante y
picante con corazón y, por lo general, con una saludable dosis de deportes.
Cuando no está inventando historias, se la puede encontrar en la cocina
probando una nueva receta, abrazando a su jauría de perros o viendo
deportes. Originaria de Nueva York, ahora vive en Florida, lo cual es
preocupante dado su miedo a los caimanes.
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