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¿Necesitamos una nueva Eurídice?

Pedro Ángel Palou

Hace unos años un pequeñísimo libro de Claudio Magris, Así que Usted comprender me sacudió
por completo. Se trataba de una versión contemporánea del mito de Orfeo y Eurídice contado en
primera persona por la protagonista. De hecho, es un largo monólogo en el que Eurídice le habla
a un supuesto “Presidente” que podría ser un ser supremo o Zeus mismo. La agencia del
personaje, sus razones, una crítica a lo patriarcal eran evidentes. Quizá por eso abracé ver una
nueva ópera con el tema. “Eurídice” de Matthew Aucoin, con un libreto de la dramaturga Sarah
Ruhl (basado en su propia obra de teatro), nos entrega una reinterpretación moderna y profunda
del clásico mito de Orfeo, centrándose en la historia de Eurídice. La obra ha sido con justicia
elogiada por su innovación y calidad musical, utilizando elementos escénicos creativos y
contemporáneos para sumergir al público en el mito desde una perspectiva fresca y original,
modernísima, pero a la misma vez clásica.
Cabe destacar la originalidad del uso de un elevador para simbolizar el descenso de
Eurídice al inframundo. Dentro del elevador, se desencadena una lluvia simbólica que representa
la pérdida de memoria experimentada por Eurídice al adentrarse en el reino de los muertos. Este
recurso escénico no solo es novedoso, sino que también añade profundidad emocional y
simbolismo al viaje emocional de Eurídice.
Otro elemento clave en esta puesta en escena es la actualización de los personajes y la
ambientación. Los creadores han logrado modernizar la historia para lograr conectar con el
público contemporáneo sin perder la esencia ni la emotividad del mito original. La dirección
artística a cargo de Mary Zimmerman, reconocida por su habilidad para fusionar lo clásico con lo
moderno, resulta fundamental en este enfoque renovado al ofrecer una interpretación
visualmente cautivadora y narrativamente rica.
La música de Aucoin ha sido elogiada por su rica instrumentación y su capacidad para
expresar una amplia gama de emociones, lo que complementa de forma excelente tanto el libreto
como la dirección escénica. Los críticos han destacado la destreza del compositor al crear una
partitura que respalda y enriquece la historia, brindando así una experiencia operística cohesiva y
emocionante. Originalmente la obra fue comisionada por la Metropolitan Opera, pero la versión
que yo acabo de ver el domingo, ocurrió en Boston y tiene algunos elementos novedosos,
además de un elenco distinto.
En la reciente puesta en escena de la ópera "Eurydice" de Matthew Aucoin, presentada por la
Boston Lyric Opera en el Huntington Theatre, se nos ofrece una reinterpretación contemporánea
y enriquecedora del clásico mito de Orfeo. Esta versión, que tuvo su debut en Los Ángeles en
2020, destaca por incorporar giros narrativos originales, cortesía del libreto de Sarah Ruhl,
inspirado en su obra homónima. Aquí, la trágica historia de la esposa de Orfeo, Eurydice, cobra
un nuevo enfoque con la introducción de un personaje crucial: el padre fallecido de Eurydice.
Ruhl ha hablado en sus entrevistas, de la colaboración con Aucoin. "Se tarda aproximadamente
cinco veces más en cantar una frase que en hablarla. Matemáticamente, tuve que reducir la obra,
cinco a uno... Quería que el paisaje emocional permaneciera intacto".

La producción de la BLO, siguiendo los pasos de sus antecesoras de la Ópera de L.A. y el


Met, innova con una orquestación reducida y recién encargada, revelando matices sonoros
frescos y claros. Sin embargo, este cambio narrativo aporta nuevas perspectivas que a veces
resultan desiguales, especialmente en lo que respecta al desarrollo de Orfeo, que queda relegado
en comparación con los otros protagonistas.
Eurídice, lejos de ser la figura frágil de adaptaciones anteriores, emerge como una mujer
afectada por fuerzas más allá de su control, mostrando una relación particularmente
conmovedora con su padre. Este último, un añadido de Ruhl en homenaje a su propio padre, se
erige como el personaje más completo, estableciendo un vínculo emocional profundo que
impulsa la trama. En el mito original de Orfeo por supuesto no hay esta figura paterna esencial
para Ruhl. Una de las arias más hermosas de la obra, "Esto Es Lo Que Significa Amar A Un
Artista", cantada por la soprano Eurydice, interpretada por Sydney Mancasola. Ella ha
descubierto el lenguaje nuevamente, desencadenado al escuchar el nombre de Orfeo. La canción
es una reflexión de Eurydice sobre estar enamorada, aunque también las paradojas inherentes a
todo enamoramiento. “Dentro de su cabeza, siempre hay algo más hermoso", dice Eurídice de la
artística distracción de Orfeo.
El elenco brilla, con Sydney Mancasola entregando una Eurídice compasiva y Mark S.
Doss aportando calidez paternal. Portillo como Hades está particularmente espléndido. La
música, ingeniosa y variada, a veces suena pastiche, evocando piezas con cierta desconexión
musical. La producción intenta balancear drama y ligereza, aunque con una inclinación ocasional
hacia lo grotesco, especialmente en la caracterización de Hades. Pero es el humor de las tres
piedras del inframundo, suerte de recuerdo del teatro del absurdo, el más fresco elemento de la
puesta en escena. Excepcional es también la iluminación de Jorge Arroyo.
El montaje aprovecha efectivamente el espacio del Huntington, con decorados y
vestuarios que transitan desde lo cotidiano hasta lo fantástico, reflejando la dualidad de la
historia. Se nota demasiado el papel del director y algunos elementos distraen y diluyen el
impacto emocional. El inicio con los protagonistas casi desvestidos es a mi juicio innecesario.
La "Eurídice" de Aucoin y Ruhl, interpretada por la BLO, es de cualquier forma una
propuesta audaz que renueva un mito antiguo con sensibilidad moderna. A pesar de pequeños
altibajos, la obra es una muestra clara de la capacidad del arte lírico para reinventarse y resonar
con los actuales públicos. Sí necesitamos otra Eurídice, una como la que presencié ayer, una en
donde ella al fin habla y decide. Una emocionalmente conmovedora, especialmente gracias a la
voz potente y sutil de Mancasola.

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