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LA LENGUA

(BASADO EN SANTIAGO 3:2)

Jacobo nos plantea en estos versículos una severa advertencia del mal uso de las palabras, que es
lo que finalmente se refiere con lengua (vss.5-12).
En el capítulo 3 retoma lo que había abordado en el 1, donde había dicho que el hombre debe ser
“pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (1:19) y que “Si alguno se cree religioso entre
vosotros y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, la religión del tal es vana” (1:27)
Siempre me he cuestionado sobre algunos pensamientos que sobrevienen a la mente, y quisiera que
no hubiera ni un atisbo de cualquier idea contraria a la Voluntad de Dios; pero esto es
definitivamente imposible. Para esto se debieran borrar todos los archivos de nuestra memoria,
resetear nuestro cerebro, y luego para introducir el software de la Mente de Cristo.
Pero, ¿es eso lo que Dios quiere?
Definitivamente no;
1ro, porque si así lo hubiera querido, así hubiera sido:
Sal.139:5 “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos
los abismos.”
2do, seríamos autómatas, sin voluntad propia
Heb.11:6 “Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan.”
El ejercicio de la fe y del creer requiere una voluntad independiente, inducida mas no manipulada.
Para entender lo que el apóstol Jacobo nos dice, debemos buscar el origen de lo que la lengua
puede decir, pues es solo un músculo que reacciona conforme a la voluntad del pensamiento, y este,
a su vez, se origina en el corazón.
Proverbios 23:7 “pues como piensa dentro de sí, así es.”
O sea, hago y/o digo lo que pienso, y generalmente reaccionamos conforme a lo que está dando
vueltas en el corazón 
Lucas 6:45 “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre
malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.”
Teniendo esto en mente, podemos tomar consideración de lo importante que es dominar lo que
decimos, es decir, nuestra lengua, porque nos indicará fehacientemente qué es lo que está pasando
en nuestro interior, quién está dominando nuestro corazón.
Proverbios 4:23 dice, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”.
El "corazón" incluye la mente y todo lo que procede de ella, es de donde fluyen los impulsos. Alguien
dijo que cada pecado que cometemos, lo cometemos dos veces, una vez en nuestros pensamientos
y otra vez cuando actuamos o expresamos esos pensamientos. Estos en referencia a la
premeditación, otros casos son los instintivos, en donde sin mediar razonamiento alguno, decimos
alguna sandez o hacemos algo inapropiado.
Cualquiera sea el caso, es más fácil librarnos del pecado si lo atacamos en el nivel fundamental de
pensamiento en vez de esperar que sea arraigado en nuestras vidas, evidenciadas en nuestras
acciones recurrentes a las que no les ponemos atajo, y luego recién intentar sacarlo.
Siempre será más fácil arrancar una planta tierna que un árbol viejo.

¿Qué es lo que nos debe motivar a cuidar lo que decimos?


- La obediencia:
Salmos 141:3 “Que nuestra oración sea: SEÑOR, pon guarda a mi boca; Vigila la puerta de mis
labios.”
Mateo 26:41 “Velad y orad para que no entréis en tentación.”
1 Cor.10:31-33 “Si, pues, coméis, o bebéis, o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria
de Dios. No ofendáis ni a judíos, ni a griegos, ni a la Iglesia de Dios; como también yo en todas las
cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.”
- Temor de Dios:
Proverbios 21:23 “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.”
Proverbios 10:19 “En las muchas palabras no falta pecado; más el que refrena sus labios es
prudente”
Ambas motivaciones, aunque están íntimamente ligadas, son independientes o pueden verse por
separadas.
El tema trata del poder que tienen las palabras, lo que decimos puede ser usado para edificar o para
destruir, no como algunas herejías que suenan parecidas, por eso primero el apóstol lo aplica a los
maestros en primer lugar, pues lo que ellos enseñan se transforma, eventualmente, en el
pensamiento y la conducta de quienes enseña. Pero esta advertencia es aplicable a todo cristiano.
Por tanto, las preguntas que podemos hacer son:
¿Usamos nuestras palabras para prácticas pecaminosas como la murmuración, para causar
conflicto o hacemos un uso sabio y adecuado de nuestras palabras para bendecir y la edificación del
cuerpo de Cristo?
¿Hemos aprendido a callar cuando amerita callar?
¿Somos creyentes que dominamos nuestras palabras para hablar lo que agrada al Señor y no
usándolas para hablar vanidades o peor, para ofender?
¿Son nuestras palabras el reflejo de la vida cristiana que trae edificación y medicina al hermano o
son golpes de espada que golpean al hermano hasta destruirlo?
Colosenses 4:6 “Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para
que sepáis cómo debéis responder a cada persona.”
¿Cómo logro esto?
1. Estar en la Palabra de Dios para que cuando un impulso o pensamiento pecaminoso entre en
nuestra mente (la tentación), podamos reconocerlo por lo que es y saber qué rumbo tomar.
Sal.119:41-42 “Venga también a mí tu misericordia, oh Señor, tu salvación, conforme a tu palabra.
Y tendré respuesta para el que me afrenta, pues confío en tu palabra.”
2. Vivir en dependencia del Espíritu Santo, principalmente a través de la búsqueda de Su fuerza a
través de la oración (“Velad y orad” Mt. 26:31)
3. Filtrar lo que entra a nuestra mente (discernir)
Fil.4:8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza,
en esto pensad.”

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