Mostrando entradas con la etiqueta Escritores mexicanos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Escritores mexicanos. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de enero de 2011

'La casa, un espacio topológico en la narrativa hispanoamericana', por el Lic. Miguel Fajardo Korea

La casa se ha convertido en un tema estelar para un análisis topológico en la narrativa hispanoamericana moderna. La casa constituye una manera de representar la personalidad humana. Cada parte de ella mantiene un paralelismo con el cuerpo: el techo es la cabeza; las puertas y los balcones, lo sensorial; la bodega, lo inconsciente. Desde esa perspectiva, se buscará las relaciones de integralidad en el discurso de los personajes, con base en las cuatro obras narrativas seleccionadas.
   Dicho espacio es un nucleador social. La célula de la familia se cohesiona a partir de su existencia topológica. Fernando Aínsa la denomina “tiempo familiar” (Aínsa, 1986:431). El propósito de este trabajo es ofrecer un cuerpo contextual desde donde se focalice la actuación de los personajes, en cuatro obras narrativas hispanoamericanas, a saber: Aura, de Carlos Fuentes; Casa tomada, de Julio Cortázar; El túnel, de Ernesto Sábato y Este domingo, de José Donoso. Se propone un marco comparativo que permita discernir cómo la casa condiciona la actitud de los personajes en sus inherentes acciones discursivas. La casa es un ombligo, un centro de cohesión familiar, lo que implica, necesariamente, un omphalos que se desea alcanzar.
   En Este domingo, de José Donoso, existe un paralelismo antitético entre lo físico y lo carnal: “estar en su casa era como seguir pegados a ella físicamente y la casa como extensión del cuerpo de mi abuela” (Donoso, 1989:2). En esta obra existe entrada y salida de los personajes, como un espacio de convergencia idílica, donde la abuela es la matrona que ordena y quiere a los nietos dentro de ese microcosmos. Sus relaciones de cariño están determinadas por el grado de consanguinidad. La casa da seguimiento a los diversos estadios de la vida: niñez, adolescencia y adultez, bajo la égida de la abuela como el símbolo de autoridad.
   En Aura, de Carlos Fuentes, las características de la casa provocan un condicionamiento: “esta casa siempre se encuentra a oscuras. Te obligarás a conocerla y reconocerla por el tacto” (Fuentes, 1979: 23). Así mismo, la casa, como recinto, se personifica, lo que obliga a los personajes a justificar sus ausencias, sus vacíos: “Esta casa está llena de recuerdos para nosotras. Solo muerta me sacarán de aquí” (Ibíd. p. 29).
   En El túnel, de Ernesto Sábato, la casa se pluraliza, porque Castel entra y sale de alguna para seguir con su proceso pesquisidor tras María: “Tuvieron que recorrer a refugiarse en la casa. Mi corazón comenzó a latir con dolorosa violencia” (Sábato, 1973: 147). Se observa que Castel, en una experiencia límite, ha estado vigilando la casa donde se encuentra María para cometer el asesinato. La ausencia de luz en el cuarto que debería ocupar María, provoca un desgarramiento interior en Castel, quien, obcecado, aduce: “desde un café telefoneé a la casa de Allende“ (Ibid. p. 144).
   En Casa tomada, de Julio Cortázar, el personaje expresa: “Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (…) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia” (Cortázar, 1969: 1). La casa es un código temático que insinúa las dualidades recuerdo/infancia; infancia/soledad. En este texto, la casa dinamiza un movimiento centrífugo, que se aleja del centro hacia la periferia, razón por la que los hermanos lanzan la llave en una alcantarilla cuando son expulsados de su cronotopo idílico, ¿feliz?
   La casa es un espacio, generalmente cerrado, que cuenta con diversos microespacios, como zaguanes, puertas, pasillos, cocina, ventanas, baños, dormitorios, etc.. Como espacio topológico, organiza sus características espaciales sobre la base de dicotomías: cerrado/abierto; interior/exterior; seguridad/hostilidad; arriba/abajo; libertad/opresión. De esa perspectiva, Yuri Lotman ha escrito: “el rasgo topológico fundamental del espacio es el límite” (Lotman, 1982: 281). Es decir, el límite marca la impenetrabilidad estructural por parte de agentes exógenos, a quienes conviven en el marco espacial de la casa, aunque Casa tomada -las voces y los susurros- desalojan a los hermanos de ese marco espacial.
   No cabe duda de que la casa redimensiona el problema de la identidad de América Latina. ¿Es la casa el continente americano que sufrió expulsiones o reclusiones durante el proceso de la conquista? El habitante autóctono debió abandonar su espacio para cedérselo a los inquilinos de la cultura advenediza. ¿Es la casa el límite que refleja el drama de existencia -como un reclusorio- de las familias hispanoamericanas? ¿Simboliza la casa el proceso de transculturación? O un relanzamiento: ¿Es la casa un espacio ordenador de la tradición e identidad familiares?
   Mediante el diseño de la casa se advierte la búsqueda existencial y los conflictos de los personajes ante dichos espacios. En el segundo sueño, Juan Pablo Castel refiere: “Llegué a la casa, que desde afuera parecía como cualquier otra, y entré. Al entrar tuve la certeza instantánea de que no era así, de que era diferente a las demás” (Ibid. p. 91). El texto presenta las dicotomías afuera/adentro; ser/parecer, que evidencian diferentes estadios y un deseo de búsqueda y encuentro consigo mismo por parte de Castel, personaje contradictorio en su comportamiento de solitario desesperanzado. Todos los movimientos que efectúa Juan Pablo están matizados por un encontrarse a sí mismo, sin lograrlo.
  En Este domingo, el perfecit es un proceso de anulación del íncipit: “cuando entreguen la casa a los demoledores, se abrirán las puertas y las ventanas. La luz volverá a entrar como antes” (Ibid. p.193). Aquí, se observa las dicotomías antes/ahora; cerrado/abierto; dueños/demoledores; oscuridad/luz. Es decir, subyace un fresco social que busca su identidad. Es la sugerencia de un volver a comenzar. ¿Acaso América Latina tiene que hacerlo para que entre la nueva luz? Puede pensarse, además, sobre la confrontación América-Europa. Los deícticos antes, ahora, refuerzan el concepto de temporalidad, como una especie de recuperación de la memoria histórica, esto es, de la imagen como identidad impuesta.
   En Aura se lee: “esta casa siempre se encuentra a oscuras” (Ibid. p. 23). La disposición espacial de la casa condiciona el comportamiento de los personajes. En su distribución hay un arriba, donde entra la luz, pero existe olor a humedad, a podredumbre. Es necesario reconocerla con el tacto. La idea del encerramiento de la casa como prisión domiciliaria es una involución que alcanza a todos los personajes. Ese límite marco es un indicio de represión: sin luz, en soledad, donde priva lo húmedo y los cronotopos (recámara, biblioteca, sala, escaleras, vestíbulo, cuartos, zaguanes). Es la típica casa celda, aniquiladora, por ausencia, de la libertad y el espíritu solidario. Sólo una vez se menciona la posibilidad de salir de ese espacio estructural por parte de Consuelo, que es todo un acontecimiento, porque casi no ocurre. Quien entra no sale, es absorbido, prácticamente devorado.
   En Aura, la casa no es un sitio que configure felicidad, por el contrario, hay desdicha, el recuerdo de lo no realizado. Su interior es una amenaza. Su exterior es la opción de libertad, pero los personajes no acceden a esa posibilidad, porque son prisioneros de sí mismos y la casa determina su comportamiento traumático. Es como el sí mismo en la búsqueda de la identidad, tanto individual como colectiva..
   En Casa tomada habitan dos hermanos, pero la casa es tan espaciosa que alcanzarían ocho personas, tiene 16 topos: zaguán, puerta cancel, living, dos pasillos, cocina, baño, puerta de roble, biblioteca, comedor, sala y cinco dormitorios. El personaje masculino aduce: “a veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos” (Ibid. p. 1). La casa es vista como una estructura vertical, de poder, en virtud de ello, como una castradora de la genealogía que los abuelos asentaron en ella. Además, está latente el temor de su pérdida. No es el reino de los primos como en Este domingo, sino, existe el presagio que los primos -vagos y esquivos– se dejan la propiedad y la demuelan para enriquecerse con la plusvalía del terreno y los ladrillos. En tal la presencia-fuerza de la casa, que los hermanos no ofrecen ninguna resistencia cuando escuchan sonidos, susurros de conversación o ruidos. Esa acción provoca su reacción, cual es vivir de este lado y ceder la parte tomada de modo pacífico, por eso, cuando la invasión avanza, porque es progresiva, optan por salir (expulsión de ese espacio) que se torna liberador, quizá, la sospecha del incesto, la conciencia condenada, o los advenedizos no los dejan vivir con dignidad moral. Los hermanos tienen predilección por la nocturnidad; su soledad los vuelve inadaptados y melancólicos.
   En El túnel, Castel y María entran y salen, la casa funciona como un espacio donde se desplazan hacia adentro y hacia afuera. Él monta vigilancia y siente celos cuando María no está con él, y la sabe con otro(s). En este momento, la casa se convierte en una celda opresiva, es un cronotopo de martirio. La casa permanece intacta. Ella es asesinada y él va al manicomio, un nuevo espacio de reclusión.
   Aura maneja el dinamismo centrípeto, porque Felipe ingresa y no sale; Aura quiere salir –movimiento centrifugo-, pero no puede. La casa, como ente estructural, sufre alteraciones físicas y se establece una lucha de poder, de querer, de ser, de estar…
   En Este domingo, la casa tiene un movimiento centrífugo, porque los nietos visitan a la abuela cada fin de semana. La dinámica es hacia la búsqueda del centro –omphalos-. Los abuelos ejercen el poder en una estructura vertical. Al final, la casa, rectora de la vida familiar, es abandonada y se convierte en un refugio de harapientos. Su caída puede simbolizar la de los grupos que detentaron el poder y lo pierden, así es como la casa deja de tener vigencia: su final es incierto y su destrucción una vía.
   Casa tomada, en ella, la casa queda intacta, pero en manos de otros ¿Los extranjeros? La expulsión de los hermanos se torna misteriosa, pero es significativo que ellos no hayan presentado ningún tipo de resistencia, en la interpretación abierta de probables relaciones incestuosas. Quien tira la llave es el hermano, lo que simboliza su autoridad patriarcal frente a Irene. No deja de ser un signo semiótico el que se haya lanzado la llave a la alcantarilla: ¿acaso un símbolo de lo femenino que podría evidenciar el vientre?, pero es una ginecología desalojada.
   La expulsión de los hermanos, en Casa tomada, es su separación del espacio conquistado, de su patrimonio. En esa imagen de salida, subyace la tradición de la identidad de lucha entre el interior y la periferia. La casa es un centro, un universo y el movimiento centrífugo de la expulsión puede simbolizar la realidad histórica de América Latina, donde el habitante autóctono fue expulsado de su omphalos y recluido en la periferia, en un arrinconamiento de minusvalía sociogeográfica y geopolítica. Para Aínsa, puede ser “el espíritu expulsado de Europa” (Ibid. p, 51).
   En El túnel, los capítulos XXVII Y XXXVIII ofrecen la perspectiva conductual que sostiene la tesis de este trabajo: analizar cómo la casa, en tanto espacio topológico, condiciona la actitud de los personajes: Castel espía la casa de Hunter y esa situación dinamiza los acontecimientos: observa que María y Hunter bajan lentamente; caminan por el parque; corren a refugiarse en la casa, vigila las luces de los dormitorios, llega hasta la planta alta, camina por la terraza, ingresa en una galería interior, llega al dormitorio, abre, ingresa y asesina a María Iribarne. Todos los cronotopos descritos mantienen su área en el afuera y el adentro de la casa (movimiento centrípeto), pero cuando la ha asesinado, sale a la terraza y desciende vertiginosamente (movimiento centrífugo).
   En Este domingo, la casa es el espacio de ciclos familiares, pero los abuelos mueren, entonces, la casa pierde la magia que había poseído en el mundo infantil de los protagonistas. El narrador endiña: “era incómoda, fea, vieja, de materiales bastante innobles, porque la verdad es que nunca fue una gran casa" (Ibid. p. 190).
   En la obra precitada, la casa queda deshabitada, se transforma en recuerdo, los otros (voces) le dan la categoría de refugio –proceso degradatorio-: “chiquillos andrajosos con sus perros pulguientos” (Ibid. p. 191). Se desea que la casa sea incendiada, quizá, para que perdurara su recuerdo en la memoria de la infancia de los personajes y como un procedimiento de audacia purificadora.
   En Aura, la casa es un topos opresor, una especie de reclusorio, la cárcel domiciliaria, de donde pretende sacarla Felipe Montero (movimiento centrífugo): “Aura vestida de verde, no estará encerrada contra su voluntad en esta casa vieja, sombría” (Ibid. p. 36). Todo el texto es recurrente en la descripción de la casa, la cual es vista como un espacio opresivo: oscura, húmeda, amurallada, con plantas podridas. Ante ese mapa topológico, los personajes jóvenes, Aura y Felipe, ceden sus impulsos de rebelión, de protesta. El medio físico se adecua con los postulados y presupuestos éticos e ideológicos de Consuelo, quien sobrevive, enquistada en el pasado idílico, sin su propia identidad en el presente histórico; ella es expulsada de lo pretérito, por cuanto el General Llorente ni siquiera la menciona en sus memorias, lo cual simboliza su anulación en el discurso patriarcal.

Concluiones
La casa ha tenido una función determinada en la configuración de los procedimientos narrativos. Su estructura topológica establece una red de relaciones tipificadas con los motivos y los acontecimientos: hospitalidad, desconfianza, adulterio, culpabilidad, rupturas sentimentales, autoagresión, incesto, soledad, transfiguraciones. Opera, además, como un microespacio aniquilador, donde los seres son extraños en su propio mundo.
   La interrelación de los personajes es un mecanismo dinamizador, donde la casa presenta movimientos, tanto en la direccionalidad, centrífuga como centrípeta, lo que afirma la búsqueda de la identidad multidimensional entre el nacionalismo y el cosmopolitismo.
   Las oposiciones cerrado-abierto y luz-oscuridad son las de mayor recurrencia en los textos analizados. Con ello, se establece un límite, una zona, un recinto sagrado, impenetrable, a pesar de que, en Casa tomada hay presencia de voces, ruidos o susurros.
   El recuerdo es un motivo cohesionador en las obras en estudio, porque permite retrotraer los motivos básicos en la visión evolutiva o involutiva de los personajes. La casa adquiere diferente valoración, dependiendo del grado del recuerdo selectivo que, por lo general, es una vuelta a la infancia (orígenes), donde la casa se proyecta como un ombligo, un omphalos. Dicho símbolo, según Mircea Eliade, indica la creación del mundo.
   La casa, como topos, remite a la hospitalidad, la seguridad, el cobijo o el refugio, pero, a medida que se va desarrollando la sustancia narrativa, cambia su función. En las obras citadas, es un sitio de convergencia, desde donde se disemina el movimiento que dinamiza los acontecimientos del texto.
   En el discurso topológico de la casa, se evidencia el poder, la autoridad del hombre, quien descalifica a la mujer. Si fuere ella quien lo tiene, muere, lo cual es una ausencia que desprotege a los otros.
   La casa de la cual se habla en los textos estudiados pertenece a una clase social media alta o burguesa. La posesión de ella confiere signo de autoridad y afianza la estructura vertical del poder.
   En los textos analizados, la topología de la casa corresponde a contextos geográficos urbanos, debido a la preeminencia que los autores le confieren al espacio urbano capitalino. Es decir, se afirma un proceso sociocultural que diferencia la ciudad del campo, como una línea del discurso literario en la narrativa hispanoamericana de hoy.

Universidad Nacional de Costa Rica

miércoles, 7 de octubre de 2009

Artículo de Alina Pompa sobre la novela juvenil 'El quinto dragón', de Paulina Aguilar Gutiérrez

Es mi alma ese libro…, esto fue una experiencia donde casi puedo tocar el cielo y ver a Dios, para mí eso es escribir”, dijo emocionada la leonesa Paulina Aguilar Gutiérrez durante la presentación de su primera novela El quinto dragón (Grupo Editorial Norma, México, 2009). Luego de recibir un reconocimiento durante la inauguración de la Feria Nacional del Libro, la ganadora del primer Premio Nacional de Literatura para Jóvenes FeNaL-Norma estuvo acompañada de la renombrada pluma de Francisco Hinojosa, uno de los mejores autores de literatura infantil y juvenil del país, y quien también formara parte del jurado que eligió la obra de Paulina Aguilar como ganadora del concurso. Hinojosa aseguró que de los 39 escritos que recibieron, el número 13, que fue El quinto dragón, lo atrapó desde un principio a pesar de competir con autores premiados y con nombres de peso dentro de la literatura juvenil. “Ha sido la única que me eché de un tirón…, cuando terminé le dije a mi esposa ‘acabo de leer una gran novela’… Casi siempre gana la mejor, pero no siempre es una buena historia…, esto no lo he leído en literatura mexicana”, dijo. El escritor mexicano describió la obra como “una nueva voz” y aseguró que escribir para el público juvenil es complicado “porque las hormonas están en otra parte y poderlos cautivar es complicado… El quinto dragón es ante todo una historia de amor, una historia de amor fantástica…, es un amor en nuestros tiempos y no en tiempos del cólera como decía García Márquez”. Por su parte Lorenza Estandia, directora editorial de Norma expresó su satisfacción por haber encontrado una nueva y joven autora con una trama entretejida que por un momento podría lucir complicada, pero que el final resulta airoso. A pesar de que para la editorial Norma la promoción de literatura infantil y juvenil no es rentable en la ciudad, como lo aseguró Estandia, Paulina confirmó que una de sus grandes metas es lograr que la gente lea, además de pulirse y aprender para ser una excelente escritora. Para empezar con el pie derecho sus nuevos objetivos, Estandia compartió con los presentes la historia de una colega en editorial Norma que tiene una hija de 17 años completamente negada a leer un libro, sin embargo encontró El quinto dragón y no dejó de leerlo hasta las 4 de la mañana. La historia surgió y se fue formando en la mente de Paulina durante un año, pero fue una noche cuando se decide trasladarla al papel, lo que le tomó dos meses, “siento que se escribió sola”, dijo. Luego de ajustar detalles, hilar personajes, combinar la realidad y fantasía y dejar el inicio de la historia para el final, la joven de 26 años concluyó su ópera prima. “Ahora me siento más segura de lo que estoy haciendo, sé que si me gusta algo que escribo le puede gustar a alguien más”. Alina Pompa Paulina Aguilar Gutiérrez nació en León, Guanajuato, en 1983. Estudió Ciencias de la comunicación en la Universidad La Salle Bajío y se graduó en la University of the Incarnate Word. Ha trabajado como reportera en un periódico bilingüe en San Antonio, Texas; como au pair y maestra de español en Alemania, y como traductora de inglés y alemán en México. Desde niña, Paulina ha sido una apasionada lectora; pasión que la condujo a la escritura, pues lo que más disfruta es imaginar historias. Esto lo ha hecho siempre. El quinto dragón es su primera obra publicada.

martes, 25 de agosto de 2009

Comentarios sobre el libro 'Bitácora del orgasmo', de Antonio Andrade, publicado por Amarillo Editores

Bitácora del orgasmo, de Antonio Andrade (Amarillo Editores) Antonio Herrera Cabrera, columnista de la revista Huidas por México. ¿Y mi Bitácora? ¿Y mi Orgasmo? En los convencionalismos de esta presunta moderna sociedad no se sugiere que uno pueda ni mucho menos deba platicar como es que fuera su ‘primera vez’, ni hablar de entrar en detalles de lugares, pensamientos, sensaciones o evoluciones, eso sí, los nombres siempre quedarán para uno mismo. Pero cuando alguien osó llegar a platicarme con lujo de detalle y de manera hilarante cómo fuera su ‘primera vez’ y no sólo eso sino todo lo que sucediera desde la infancia hasta el esperado momento de explorar el desarrollo natural imitando a las abejitas de flor en flor... En este compendio que nos entrega Antonio Andrade encuentro la invitación masiva a seguir explorando y abriendo la mente a algo ciento por cien natural y digno de ser compartido, al ir leyendo la Bitácora del orgasmo fui de la mano –metafóricamente- del personaje central mientras me platicaba sus vivencias y yo, por mi lado, recordando las propias, página tras página me divertí y gocé cada pequeña pero enorme aventura que el protagonista nos describe... En esta ocasión tenemos al alcance el tomo 1 y genera la suficiente expectativa para esperar el segundo y los que le sigan, porque estoy seguro, una Bitácora como esta, debe estar completa después de muchos tomos más... Después de su magnífico desarrollo poético, finalmente Antonio Andrade nos deleita con una narrativa llena de comicidad y ligereza, lista para alegrar el día a cualquiera que esté dispuesto a cambiar el gesto de su cara y, por qué no, tener un tema de conversación para cuando regrese de comer! Poco a poco, ¿no? José Luis Castillejos Ambrocio, corresponsal jefe de Notimex. Su trabajo intelectual es profundo, admirable, echa raíces, reta, desafía al tiempo, el entorno, las circunstancias y demuele a la crítica con una poesía amorosa, irreverente, circunstancial y, por tanto, universal... Breve autosemblanza del autor. Yo soy Antonio y me apellido Andrade y orgullosamente soy mexicano, nací, crecí, no me he reproducido y definitivamente, algún día, moriré, soy diseñador web -porque fue la única disciplina académica que se me facilitó- y escritor por derecho y necesidad, soy sociópata de corazón, animalmente enamoradizo, misogo reacio, melancólico compulsivo, necio profesional, histérico incomprendido, nefelibata incontenible, pésimo bailarín, alburero declarado, menso ocasional, lector afanoso, músico de closet, jardinero de fines de semana y, a veces, amante excelso, bebo de todo pero me inclino por aguardientes baratos y rones especiados, como de todo pero podría cambiar con enorme facilidad a una mujer por un plato de Pozole o unos tacos de Cochinita pibil o de cerebro, desafortunadamente el doctor me acaba de anunciar que mi colesterol no es lo que podría llamarse un orgullo de salud y por eso decidí comenzar a devorar plantas como conejo. Escucho casi de todo –desde conversaciones ajenas, hasta voces subconcientes- y, por lo regular, reniego de todo, prefiero el dominó y el backgamon -aunque siempre pierdo- y la compañía de los amigos a una noche de desenfrenos callejeros y cuando no estoy haciendo algo de esto..., estoy durmiendo. Nunca tuve nada que ver con la Trevi, ¿qué gacho no?

martes, 23 de septiembre de 2008

'Marco Tulio Aguilera Garramuño y su erotismo mandilón', artículo del escritor mexicano Óscar de la Borbolla

Debe de ser difícil vivir en un lugar chico del mundo y tener al mismo tiempo las ganas, el talento y la pluma como para que a uno le resulte pequeño el universo. Debe de ser más difícil aún entender que la vida tiene por centro el erotismo y vivir en un mundo de doble moral e hipócrita que se niega a reconocerlo y sobre todo a reconocerse. Yo vivo en la urbe más poblada del mundo y, aunque lo hago muerto de miedo, disfruto enormemente la clandestinidad que adquiero en cuanto traspongo la puerta de mi casa, pues más allá de mi calle todo es el puro universo sin fronteras. Me disfrazo de Nadie y voy y vengo, y hago y deshago como cualquiera. Tal vez por ello es que de muchos escritores que conozco con quien más hermanado me siento es con Marco Tulio Aguilera Garramuño a quien me une una suerte de frenaptería y de ucronía y de amor por el amor y por lo perverso. Aunque creo que también nos hermana Nietzsche y Lautréamont y Apollinaire y principalmente esas ganas de reír de todo, porque finalmente ni una por una, ni todas juntas, las cosas del mundo valen la más mínima pena y, en cambio, sí merecen una risa, dos risas, tres risas o las que se quiera.

Ridículos son quienes no saben reírse, tristes agelastas como los llamó Voltaire. A mí me gusta la risa y la forma desparpajada, antisolemne y humorística en la que escribe este Frenáptero.

Quiero decir que me he pasado dos tardes estupendas leyendo sus Cuentos para antes de hacer el amor (Educación y cultura, México, 2007). Me gustó, por ejemplo, la historia de ese seminarista metido a casado casto y metido a descubrir en el cabaret Blanquita el secreto de la ovación “oso, oso” con la que la multitud instaba a una corista a mostrar esa V que forman las piernas femeninas cuando se levantan y separan y en cuyo vértice está –como dice ahí Marco Tulio, y yo en otro lado– el sentido de la vida, pues ese vértice de la V femenina es el único sitio hacia el que vale la pena dirigirse y, estando en él, moverse. Me gustó de este cuento la poesía con la que el protagonista labra en un cactus la palabra “Paty”, pues pude, junto al oso de la corista, no sólo leer sino sentir lo que es el amor de veras. El cuento se titula 'El llamado de la Bestia', es una joya literaria: una joya facetada, pues lejos de ser una historia lineal va avanzando con escenas dislocadas que permiten al lector ensamblar el pasado y el presente del protagonista y, sobre todo, sentir un amor puro frutado por la beatitud y la inexperiencia; inexperiencia que, por cierto, en el caso de que se tenga, el cuento cura.

También me gustó el cuento 'La noche de Aquiles y Virgen', que trata de un matrimonio muy bien avenido, y lo de “avenido” lo digo en más de un sentido, pues Aquiles cada noche quiere echarse un polvito y Virgen, que así se llama su esposa, lejos de oponer ninguna resistencia, se resiste para hacer más erótico el encuentro, pues a ella le gusta más que a él. En este cuento me llamó particularmente la atención lo perfecto que resulta el retrato de la vida conyugal cuando sus miembros, como dije, están bien avenidos: la convivencia se vuelve casi un juego, un juego de niños y, aunque el cuento contiene escenas altamente tórridas, eso no le quita su toque de inocencia y de candor. Hay una mezcla espléndida del lenguaje poético con el tema lúbrico y para muestra baste un botón; dice Marco Tulio en la página 123:

"Virgen toma la cabeza de su marido y la conduce con pericia hacia los lugares que debe visitar. Dama delicada y experta, guía a su dragón doméstico a pastar en campos plagados de visiones y encantamientos, le permite el vislumbre y el goce fugaz de los nichos aromados y lo deja abrevar en su manantial más profundo".

Como puede verse, el dragón doméstico, o sea Aquiles, pasta, o sea, lame, besa y chupa en el cuerpo de Virgen sus campos plagados de visiones y encantamientos, o sea…, que imagínenselo ustedes. Que no creo que les cause mucho esfuerzo, pues al menos a mí me parece clarísimo qué quiere decir Marco Tulio con aquello de “abrevar en su manantial más profundo”.

De este mismo cuento me llamó la atención una coincidencia que una vez más me hermana con Marco Tulio: Virgen consigue un tratado de sexología hindú y en él descubre una posición estrambótica que quiere llevar a su cama: convertir el centro de su marido en el eje de rotación de su cuerpo para que piernas y brazos se conviertan como en un reloj en el minutero y el segundero. Yo en mi novela Nada es para tanto (Grupo Editorial Patria, México, 2001) llevo a mi personaje femenino a un cuarto de hotel con un galán paracaidista que la cuelga de la lámpara del techo con los arreos del paracaídas y, gracias a eso, juegan al sacapuntas, al volador de Papantla y al balero con estoperoles. Mi sacapuntas es enormemente parecido al reloj hindú de Marco Tulio.

Hay otro cuento que me hizo desternillar de la risa, pues imaginé al mismo Marco Tulio como protagonista: es la Historia de Rally Ramsey, una adolescente canadiense con quien el narrador (conste: digo narrador y no autor) sostiene un largo, larguísimo coitus interruptus con el que se comprueba la tesis de que Marco Tulio es el fundador del “erotismo mandilón”, categoría que él mismo propone en el cuento.

En fin, el libro contiene desde la historia de un asaltante improvisado que se mete a robar una casa y termina violando a una tal Magia Blanca, hasta la historia de una mujer a la que el espejo inspira unas formas prohibidas de cohabitar con el marido, y cuando éste le cumple sus deseos, ella le paga con un odio sordo y mustio. Hay cuentos hasta para onanistas de videoclub con esposas cómplice.

Todos y cada uno de los textos hacen honor al título del libro, pues, efectivamente, constituyen una lectura excitante que puede servir muy bien de prólogo al acto que eufemísticamente se llama “hacer el amor”. Y, lo más importante, creo también que en estos tiempos de tanta disfunción eréctil y de tan escasa lectura estos cuentos son capaces de remediar ambos males.

Sólo me resta decir que aunque este libro lo releeré con gusto, cuando me haga falta, no estoy dispuesto a leer el próximo con el que Marco Tulio completará su serie: ya van Cuentos para después de hacer el amor y Cuentos para antes de hacer el amor; pero por muy buen escritor que sea el Frenáptero me rehúso a leer Cuentos en lugar de hacer el amor que es el título con el que nos anda amenazando desde hace tiempo, pues yo en ese tema no soy un erotómano mandilón y todavía prefiero hacer el amor en vez de leer y, sobre todo, de escribir textos para presentaciones de libros.

Óscar de la Borbolla