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miércoles, 2 de junio de 2010

Entrevista a Mónica Sánchez en torno a su nueva novela 'Zapatos rotos'

Zapatos rotos (Editorial Juntando palabras, Barcelona, 2010) está en las librerías españolas. ¿Cómo crees que los lectores han recibido la novela?
Supongo que primero con cautela: soy una autora poco conocida y agradezco a JP la confianza que ha puesto en mí. Sin embargo, espero que sin prisa, pero sin pausa, vaya funcionando el boca a boca, y haya críticos que reparen en el libro. Me encantaría que los lectores sientan que son parte de la historia que se narra, porque de una manera u otra todos formamos parte de esa historia.

Hasta el momento te has atrevido con diversos géneros: el teatro, el cuento, el ensayo, la novela… ¿Con cuál de ellos te sientes más cómoda?
De siempre pensé que lo mío era el relato. Suelo ser muy sintética y aficionada a las elipsis. Sin embargo, en estos momentos el cuerpo me pide escribir novela breve y en ésas estamos. Con el teatro tengo una deuda: me ha ayudado mucho para encontrar la voz de los personajes en los diálogos.

A lo largo de tu carrera has logrado varios premios literarios, e incluso el mismo José Jiménez Lozano dice de Zapatos rotos que "si las cosas no funcionaran según un ya viejo montaje y en medio de una ruina cultural total, resultaría merecedora de uno de los grandes premios que llevan años canonizando lo que es mejor no adjetivar". ¿Qué opinión te merecen los premios y cómo han afectado a tu carrera literaria?
Cada premio ha sido una grata sorpresa. Y no voy a negarlo: recibirlos te anima a continuar por la senda que seguirías aunque no hubieran llegado esos premios, pero con algo más de confianza en tu escritura. Para mí, escribir es una necesidad vital más allá de los premios o las listas de ventas.

En un país en el que cada vez se lee menos, ¿cómo te sienta que se diga de tu obra que "hace descubrir el placer de la lectura"?
Ojalá logre insuflar en muchos ese placer por la lectura. Los escritores forman parte de una gran cordillera, con sus picos inexpugnables, sus cimas consagradas, sus montes jóvenes, sus cerros erosionados, pero todos y cada uno de ellos forman parte de la Literatura. El lector es el creador del mapa topográfico de la literatura, el que la sostiene.

En Zapatos rotos escribes sobre una España que, por edad, no viviste. ¿Cómo te documentaste para poder retratarla tal y como lo haces?
Mi padre ha sido una fuente fundamental. La novela retrata una época pero también un espíritu: el de quienes tienen como única batalla el sobrevivir día a día. Quise ponerme en la piel de los que menos saben y menos tienen. De los que, finalmente, pierden la mayoría de las veces.

Tu voz narrativa es propia e inconfundible, muchos te señalan como una de las grandes esperanzas de las letras hispanas. Pero para llegar hasta aquí seguro que has tenido que leer mucho. ¿Cuáles son tus referentes literarios?
Aún me queda mucho por leer, muchísimo por escribir y más aún para devolver la esperanza a las letras hispanas. Pero quiero seguir trabajando en esto porque es lo único que sé hacer con pasión. La lectura de Kafka provocó un cataclismo interno: la prosa podía colarse por la naturaleza misma del ser humano, moldearse y moldearle. También me apasioné por George Bataille por la aristocrática manera de lacerar, con sus frases, al lector. Ahora mismo, estoy apasionada con muchos escritores del Este: Joseph Roth, Irene Nemirovsky o Sándor Márai.

Muchos lectores creeremos ver en las páginas de Zapatos rotos a nuestros padres o abuelos. ¿Es eso lo que pretendías transmitir?
Sí, siempre trato de crear espacios de empatía, aunque parezcan disparatados. Ése no es ese caso, pero la empatía se me hacía fundamental.

Además de a escribir maravillosamente bien, ¿a qué se dedica Mónica Sánchez en su tiempo libre?
A pasear con mis perros –Matías y Simón- por el río. Mientras ellos se bañan, a mí me llega un aluvión de nuevas ideas. Muchas de ellas quedan desechadas, pero otras se van guardando hasta que llega su momento. También me encanta escuchar historias de la vida cotidiana, y viajar. Con los viajes, todos tus sentidos se hacen mucho más receptivos.

Y, por último, ¿qué le dirías a un posible lector para que se acercara a tu libro y se lo leyera? ¿Y a un librero para que lo recomendara?
Que ojalá encuentren esa parte de su propia historia que ahí se narra. Que no es una historia ni de vencedores ni de vencidos, sino de hombres y mujeres que batallan por sobrevivir.

(Entrevista cedida por la Editorial)

martes, 1 de junio de 2010

Hildy Johnson nos habla de la nueva novela de Mónica Sánchez 'Zapatos rotos'

De nuevo me permito un paréntesis literario para hablar de un libro muy importante porque dispara directamente a mis emociones. De nuevo, mi hermana, la hermana de Hildy Johnson, de la que me separan miles de kilómetros y un océano, me deja el corazón encogido con su pluma que vuela en su segunda novela de ficción, Zapatos rotos (Editorial Juntando palabras, Barcelona, 2010). Y es que entre las páginas de este libro revolotea el espíritu de un personaje femenino fuerte y de dimensiones enormes inspirado en la que fue mi abuela. La génesis de esta novela cumple ya casi tres años. Mi padre, castellano y de pocas palabras, siempre bueno pero diciendo lo justo, empezó a escribir largos y nostálgicos mails a mi hermana lejana. Y ella le fue alentando a que le contara todos los recuerdos que le venían a la cabeza de su niñez. Mi padre le empezó a relatar sus vivencias cuando era un niño tirillas que deambulaba entre un pequeño pueblo castellano y la gran ciudad. Y mi hermana fue elaborando el regalo que queríamos ofrecer a mi padre por su setenta cumpleaños. Una novela de ficción inspirada desde su memoria. Con ilusión autoeditamos entre todos los hermanos y nuestra madre veinte ejemplares para dárselos a mi padre. Él recibió el regalo con su cara de asombro, con su castellanismo habitual, y cuando terminó su lectura, tan sólo nos dijo que si podría tener algún libro más porque quería regalársela a sus amigos más cercanos y no tenía suficientes. Después poco a poco le fue diciendo a mi hermana que por qué no trataba de moverla, que él se sentía orgulloso de esas páginas. Y la novela empezó a andar despacito hasta que entre los miles y miles de novedades literarias ha empezado una difícil andadura (en la que son muchos los factores que dificultan su visibilidad) pero Zapatos rotos es un hecho real y físico. Ficción inspirada en recuerdos y memorias. Recreación de un tiempo de posguerra a través de la mirada de un hombre que cumple setenta años donde surge el retrato de una mujer castellana de manos enormes, ignorante pero con un espíritu fuerte y orgulloso que calló mucho y vivió con una obsesión que la quebró la sonrisa pero nunca su fuerza: que sus hijos nunca sirvieran a nadie, que sus hijos tuvieran una formación, que sus hijos le señalaran los países que ella nunca conoció en un mapa…, que sus hijos no pertenecieran al bando de los siempre vencidos, de los que no tienen nada, de los que una guerra que empezaron con el estómago vacío, les dejó de herencia su estómago de nuevo vacío. Y la pluma recrea un tiempo pasado desde el presente. Una pluma cargada de emoción que a mí me provoca lágrima y me deja el músculo del corazón acelerado. Pero esa emoción que a mí me surge, por reconocer un espíritu, es una emoción que rebosa y se transmite a todos aquellos que son ajenos a ese espíritu de mujer o a esos recuerdos en la cabeza de un hombre mayor que nunca ha dejado escapar al niño que lleva dentro. Y como no, en la novela aparece el cine. Me permito regalar un fragmento pequeño: “Su primer salario, trescientas pesetas con treinta y tres, se lo entregó íntegro a su madre. Ella sacó su pañuelito, ocultó la mayor parte del dinero en él, dejó fuera unas monedas y le dijo: hijo, ya va siendo hora, nunca he ido al cine. Aquel día, cambió el negro por una rebeca gris, lustró sus zapatos de batalla como hacía tiempo que no los limpiaba, buscó un lazo coqueto con el que adornar su lengüeta, se ajustó los pendientes, único regalo de su difunto esposo, se aferró al brazo de su hijo adolescente, bajó las escaleras con renovadas energías, y a cada vecina que encontraba a su paso le decía sabe usted, es que hoy mi hijo me invita al cine. Esa tarde, tras la película, que Belicia no entendió, pero a quién le importa entender, acabaron en una chocolatería”. Que quieren que les diga, Zapatos rotos deja que vuele esa mujer castellana, mujer dura de manos enormes, que con sus nietos se enterneció y le salió la risa. Ella nunca con nadie quiso hablar de sus vivencias y sentimientos. Nunca. Siempre decía que cuando fuéramos mayores ya nos contaría…, y nos hicimos mayores pero la abuela nunca nos debió ver demasiado maduros. Con mi padre, también calló, pero él la tuvo cerca muchos años y a veces intuyó y leyó qué se escondía tras el férreo rostro duro, serio y orgulloso de esa mujer que aunque ignorante se comió la vida muy puta a dentelladas y defendió lo que creía mejor para sus hijos con uñas y dientes. Tragándose palabras y lágrimas. Con el orgullo intacto. Y bueno, gracias a la pluma, a la imaginación, a los recuerdos, al hijo que siempre se mantuvo cerca muy cerca…, quizá algo hemos podido acercarnos a esas vivencias que nunca quiso compartir por demasiado tristes. Quizá ese personaje de ficción, Belicia, atrapa algo los sentimientos que pudo abrigar. Hildy Johnson (artículo tomado de su blog) Mónica Sánchez (Madrid, 1970) es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado tres ensayos dedicados a las personas sin hogar: A ciegas: mil historias de la calle, En dos: un viaje a las fronteras y Sólo luna: treinta cartas a una dama sin hogar. Con su relato Primer amor fue finalista en el concurso de cuentos 'Cosecha Eñe' 2008 y con la obra Cama caliente a la deriva ganó el primer premio del concurso internacional de teatro breve 'Ciudad de Requena'. En La hija de Kafka (Editorial El andén, Barcelona, 2009), su primera novela, demostró su extraordinario potencial literario, que corrobora en Zapatos rotos.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Fernando Tascende nos habla sobre la nueva novela del escritor colombiano Marco Tulio Aguilera 'Agua clara en el Alto amazonas'

Agua clara en el Alto Amazonas (Benemérita Universidad de Puebla, México, 2010), de Marco Tulio Aguilera, es una novela que, en su sorprendente brevedad, encierra una gran cantidad de historias y de personajes, que no sólo mantienen en vilo al lector desde el principio hasta el fin, sino que le hacen reflexionar sobre una serie de problemas contemporáneos como los de la guerrilla, la contaminación ambiental, el amor, el erotismo, el machismo, el misterio femenino, la situación de Colombia y el mundo, la explotación de la selva. No es, de ninguna manera, una novela mensajista, ecológica o política. Es simplemente una novela, una buena, excelente novela. Si me pongo a pensar en novelas breves que hayan alcanzado a calar en mí de manera semejante, me remitiría a El viejo y el mar y a Un hombre viejo que leía novelas de amor. Y si recurro a novelas largas con las cuales podría estar emparentada ésta del colombiano Marco Tulio Aguilera tendría que pensar La vorágine, en El corazón de las tinieblas y las novelas de su compatriota Álvaro Mutis (particularmente La última escala del Tramp Steamer). La diferencia de la novela de Aguilera con respecto a la de Mutis es que Mutis es más poético, menos brusco o agresivo. Hay dos características que subyugan en la novela de Aguilera: por una parte la constante peripecia: una aventura se va ligando con otra, una historia de amor sucede a la anterior; por otra parte, algo que no había visto tan marcado en una novela: un ars poética puesta por completo en evidencia y sin embargo tan hábilmente tramada que el lector entra en el juego con absoluto deleite. Se trata del hecho de que en la novela se alternan los capítulos de la novela esencial en la que se cuenta un viaje al Amazonas, que realiza un profesor universitario, con los capítulos en los que el escritor Aguilera, usando su propio nombre, relata a manera de crónica un viaje que él supuestamente hizo a la Amazonia. Como espectador privilegiado el lector se da cuenta de dónde salen las historias que cuenta el autor: no sólo de lo que vio, oyó, sintió el escritor en el Amazonas, sino de los libros que leyó, las personas que entrevistó (entre ellos vale destacar a un personaje de la realidad colombiana: el cartógrafo Pedro Botero, quien fue el informante y cómplice del escritor y a quien está dedicado el libro). He aquí, me dije, una novela diferente: me cuenta la historia –una historia vigorosa, una historia de amor entre un blanco y una indígena huitota— y me cuenta de dónde salió la historia. Vulnerada la triquiñuela, develado el misterio, no por ello se destruye la historia básica, la historia esencial, el meollo, que es el texto narrativo con el que concluye airosamente este novelista que hasta la fecha nos había ofrecido otro tipo de libros, más centrados en la intimidad femenina que en el relato de aventuras. Ahora que los lectores de García Márquez hemos quedado desamparados y desesperanzados al saber o suponer que este autor insustituible posiblemente no vuelva a ofrecernos otra de sus acostumbradas obras maestras –es claro que Gabo ha ido mermando la calidad de sus obras; sin embargo su impronta no la tiene nadie—, nos queda el consuelo de saber que Marco Tulio Aguilera, otro colombiano de la estirpe de los grandes contadores de historias, sigue vivo y produciendo a un impresionante ritmo (en el corto trayecto de un par de años ha publicado El imperio de las mujeres, tercer libro de una serie ya clásica de volúmenes de cuentos que suma la impresionante cantidad de 20 ediciones en conjunto; publicó también Maelström agujero negro y Poéticas y obsesiones; ha anunciado una novela erótica Doctor Amóribus consultor erótico y sentimental y mantiene uno de los blogs más vivos de la lengua castellana: Descabezadero. Fernando Tascende

lunes, 23 de noviembre de 2009

Artículo de Francisco Cenamor sobre la novela corta de Esteban Gutiérrez Gómez ‘El colibrí blanco’

Son muchas las maneras en que, afortunadamente, los narradores y narradoras han encarado su labor. Pero reconozco que en los últimos años siento debilidad por aquellas narrativas que huyen de la linealidad, que se componen de diversos retazos que, juntados todos (o sea, leídos hasta el final), recomponen la historia que el autor o autora pretenden contarnos.

Es el caso del largo relato (o novela corta, pues debe de estar en la frontera) de Esteban Gutiérrez Gómez que lleva por título El colibrí blanco (EH Editores, Cádiz, 2009). Y las fuentes de las que bebe la historia que nos cuenta son muchas para una narración tan corta, lo que da cuenta del trabajo que el autor ha realizado: momentos de la época en que suceden los acontecimientos que dan al relato su trama, momentos cuarenta años posteriores, cartas enviadas en el transcurso de esos años, documentos policiales y judiciales, una lista de nombres inscrita en un tonel de vino…

Y tantas fuentes para contarnos que Antonio, una especie de gurú castellano, recio y seguramente calado de boina, que encandila con su buen vino a una pandilla de amigos de postreras generaciones, tiene un oscuro pasado en el periodo en que aconteció la Guerra Civil española. Oscuro o quizá no tan oscuro. Salvador o villano, asesino despiadado o reo de las circunstancias, afortunadamente Gutiérrez Gómez no trata de convencernos de si es un personaje bueno o malo: añade complejidad al juego y deja que cada cual decida por sí mismo.

A destacar, aparte de lo amena de la historia, un lenguaje poético sumamente visual que parte, precisamente, desde el mismo título del relato. En el debe yo le pondría la falta de participación de dos personajes femeninos, de los que apenas se atisba a saber qué relación pueden tener con Antonio, y que uno hubiese deseado verlas intervenir con más decisión en la historia. Pero bueno, esa es una decisión personal del autor que, obviamente, no puede tener en cuenta los deseos de los lectores.

Como reza en el propio libro, Esteban Gutiérrez Gómez nació en Madrid hace más de cuarenta años. Baco, su dúplice y alter ego, surgió diecisiete años más tarde en los locales de ensayo de bandas de rock de la periferia. Sin saber cómo, algún tiempo después, fue tragado por la Literatura y apareció a este lado de la ficción. En la actualidad reside en Fuenlabrada (Sur de Madrid), es profesor de relato en escuelas de creación literaria y asesor literario de la revista dedicada al cuento Al otro lado del espejo. Ha ganado diversos certámenes a nivel nacional e internacional por sus cuentos y poesías. Su anterior libro, El laberinto de Noé (Ediciones La Tierra hoy, Madrid, 2008), es una apuesta por la Literatura sin concesiones.

Francisco Cenamor

miércoles, 4 de marzo de 2009

Bubok edita 'El precio de Fátima', una novela breve del saharaui Bachir Mohamed Ali Mojtar

Bachir Mohamed Ali Mojtar nació en 1972 en Tichla, antiguo Sahara Español. En la actualidad vive en los campamentos de refugiados saharauis. Su historia es impresionante, por eso queremos compartirla con todos vosotros. Es el autor de El precio de Fátima (Bubok, 2009), un libro que ha vivido su propia historia para ver la luz. Bachir conoció el nombre del escritor Luis Leante a través de un periódico saharahui y decidió hacerle llegar su manuscrito (a través de una familia catalana que había viajado al Sahara) para que lo revisara e intentara publicarlo. Tras año y medio de espera, por diversas circunstancias, por fin llegó a su destinatario. Cuenta Luis en su blog : “durante un par de meses trabajé en la edición y la corrección de la ortografía: ésa es mi única intervención. Resulta sorprendente que Bachir haya mantenido el español como idioma de escritura, teniendo en cuenta que cuando salió de su país apenas tenía nueve años y que su lengua materna es el hassanía”. Una vez estuvo preparada, tocaba dar el paso de intentar publicarla. Y así fue como llegaron a Bubok. Según palabras del propio Luis Leaante ”gracias a este sistema de edición, Bachir Mohamed Ali Mojtar ha conseguido ver publicado su relato. Acabo de recibir los primeros ejemplares y de empaquetarlos para mandárselos al desierto, a los campamentos de refugiados saharauis. Me gustaría dárselo en persona, ver su cara al abrir los libros, al pasar las hojas. Puedo imaginar lo que va a sentir.” Gracias al interés y el buen corazón de Luis, Bachir ha podido dar a conocer la historia de Jatri, un pastor de camellos que un buen día oyó hablar de la belleza de Fátima y decidió emprender un largo viaje para casarse. Es, sin duda, una gran novela que ayuda a conocer mejor a los habitantes del Sahara y sus tradiciones. Nos complace también informaros de que, por suerte, Bachir Mohamed Ali Motjar y Luis han podido conocerse en persona. Bubok El 30 de septiembre de 2008 contaba en mi blog las aventuras y desventuras en que se vio envuelto el manuscrito de El precio de Fátima para llegar desde el desierto del Sahara hasta mis manos. Ahora se cumple un año desde que esta historia me llegó por correo a través de unas personas a las que no conocía y que llevaban meses tratando de encontrarme. Hace apenas unas semanas he conocido a su autor, Bachir. Todos los que han paseado sus manuscritos de editorial en editorial conocen, sin duda, las enormes dificultades para publicar. Sin embargo, en pocos años las nuevas tecnologías han abierto una brecha por la que uno puede colarse y luchar para abrirse paso en un terreno tan complicado y resbaladizo. La edición digital y las editoriales que distribuyen por Internet son un balón de oxígeno para quienes tratan de dar a conocer sus obras. Bubok es una de las editoriales digitales pioneras en España. Gracias a este sistema de edición, Bachir Mohamen Ali Mojtar ha conseguido ver publicado su relato. Luis Leante