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viernes, 12 de noviembre de 2010

Esteban Gutiérrez Gómez 'Baco', uno de los compiladores, nos habla sobre el libro de cuentos escritos por rockeros 'Simpatía por el relato'

Simpatía por el relato (Editorial Drakul, Fuenlabrada, 2010, ed. de Esteban Gutiérrez Gómez y Patxi Irurzun).

Bañados por sudor y luz...
Acabábamos de salir del concierto. Los oídos acorchados por el volumen de la música, la garganta irritada de tanto cantar a grito pelado, empapados en alcohol. Todavía resonaban las últimas estrofas del bis y era imposible tanta felicidad. Habíamos descargado adrenalina y, a cambio, emanábamos ahora una energía positiva, limpia de corrosión. De nuevo el vaciamiento había surgido el efecto deseado.
   La banda estuvo genial, como siempre, dando caña desde el inicio. Nos entregamos por completo a ella desde que las luces del local se apagaron indicando que aquello comenzaba. Bañados en sudor y luz, no dejaron de atronarnos, de hacernos botar frente al escenario. Y, nosotros, no dejamos de corear aquellas jodidas buenas canciones. Así hasta el final, dos horas después.
   Un castillo de risas nos acompañaba en el camino de vuelta, retumbando por las calles, brillantes y desiertas. Algún fly, los ojos iluminados, las cabezas gachas bajo la lluvia. Nos quedaba seguir bebiendo en algún bar trasnochado del barrio, contarnos nuestras impresiones y alegrarnos de que la misa del rock hubiese vuelto a funcionar.
   Nos sentíamos superiores, capaces de cambiar este puto mundo, de darlo la vuelta, de hacerlo girar a un ritmo diferente. Estábamos, como después de cada concierto, seguros de creer en algo diferente, limpio. Nos encontrábamos henchidos de poder.
   Eso era y es parte de la magia del rock and roll.

Quise hacer una canción con el grito de guerra de mi generación...
El rock ha sido y es un grito de guerra de muchas generaciones. Desde que nació, a mediados del siglo pasado, no han dejado de trasmitirse historias a base de rock. Historias de todo tipo capaces de estremecernos.
   Tengo un amigo que no escucha otra cosa que rock. Lo tiene todo, me dice, no necesito escuchar otra cosa. El rock lo tiene todo. La fuerza allí donde es precisa, en el punto más álgido de un tema, donde la intensidad requiere un trueno. El punteo dibujando perfiles acuosos cuando el rock busca a su alma madre en el espacio del blues. Las baladas más enternecedoras que hablan de amores y amigos y perdedores, de nosotros y nuestras vidas, de nuestro mundo, de nuestra sensibilidad. Los himnos que nos gusta gritar contra todo aquello que nos toca los huevos, cuando pensamos y gritamos que, alguna vez, las cosas tienen que cambiar.
    Que el rock lo tiene todo, que toda la música está contenida en el rock, que todas las historias pueden contarse al ritmo de 4X4 y que, aunque no valga de nada, hay que gritar.
    Se trata de eso.
    Asumido, pero hay que gritar.

Músico de rock, héroe legendario…
Los músicos de rock utilizan sus melodías para comunicarse con nosotros, para contarnos esas historias de vida que nos hacen temblar, que nos alegran el alma o nos llegan a partir el corazón, esas historias que nos hacen disfrutar sudorosos en un concierto o nos conciencian de las verdades de nuestro mundo.
   Detrás de esas historias hay un letrista, un compositor, generalmente el cantante, del que surge la chispa de una nueva propuesta musical. Y a Patxi y a mí nos constaba que muchos de esos músicos, de esos letristas y compositores, son verdaderos poetas, narradores de historias versadas que quizá, quizá, se atreviesen a algo más.
   En España hay muy buenos músicos de rock y excelentes letristas. Muchos de ellos escriben poesía. Algunos ya conocen también los secretos de la narrativa breve.
   Buscamos, encontramos y se lo propusimos.
   En esta antología aparecen un buen puñado de músicos que se han atrevido a narrarnos una historia a pelo, sin necesidad de música ni rimas ni melodías. Una historia, una simple historia hecha relato, utilizando un lenguaje diferente: el solo poder de la palabra.

Simpatía por el relato...
Aquí encontrarán todo tipo de historias, desde cuentos en apariencia infantiles, herederos de El Principito, que contienen todas las metáforas que presiden el mundo de quienes sueñan tocar el cielo alguna vez con una canción, a verdaderos cuentos rockeros a fuerza de golpes de batería y amplificador. Desde historias almadas por la ausencia y el amor, a escatológicas narraciones sobre otro tipo de amor, el amor propio, el que se practica con una sola mano. Cuentos de terror al mejor estilo Poe y cuentos afines al realismo sucio carveriano. Cuentos de ciencia ficción musical, relatos anidados en la memoria desde la infancia, cuentos que hablan de lo que pasan los músicos de rock, cuentos, cuentos, cuentos.
   Todo está aquí, escrito en todos los estilos imaginables (e inimaginables, ya lo verán) por seres terráqueos apegados a una religión: el rock; y a un entusiasmo: comunicarse con sus propuestas musicales, provocarnos un cambio, llegar a hacernos estremecer.
   Estremecernos, sí. Ellos buscan nuestra risa, nuestra reflexión, nuestra diversión; quieren hacernos disfrutar, buscar nuevas perspectivas en un mundo manido, muerto; quieren que sintamos algo diferente.
   Hacer temblar, de una u otra manera, nuestra maltrecha alma.
   Espero que algo así les ocurra con estos relatos.
   Salud & Satisfacción

martes, 20 de abril de 2010

Juan Antonio Domínguez nos habla del libro 'Cuentos históricos del pueblo africano', de Johari Gautier Carmona

Algunos cuentos nos hacen descubrir nuevas sensaciones, otros nos abren los ojos sobre nuevos horizontes. Los Cuentos históricos del pueblo africano (Editorial Almuzara, Córdoba, 2010) de Johari Gautier Carmona responden a estas dos funcionalidades con el valor añadido de ser una obra completa e inspiradora, que nos obliga a preguntarnos sobre nuestra relación con el entorno y a ver más allá de lo que nos han dicho siempre en la escuela. La obra se constituye de 18 relatos sacados de la extensa historia del pueblo africano. Todos se asemejan a postales llamativas, radiografías impactantes y coloridas, que, más que divulgar una parte de la historia del continente negro, nos invitan a vivirla, a sentirla, a ser parte de ella, como nunca antes lo habíamos hecho. Y es verdad. La historia la conocemos a través de nuestros ojos europeos, nada más. Nos imaginamos que César, Augusto, Alejandro Magno, Carlos V o Napoleón lo son todo en la Historia del mundo, que fueron los que realizaron las mayores empresas de la Humanidad, pero no es así. También hubo un tiempo en el que las civilizaciones egipcias, etíopes, malienses y zulúes irradiaron a la Humanidad con sus avances, su sensibilidad y sus anécdotas. De eso nos habla Johari Gautier con una prosa elegante, fina y precisa, que nos traslada a cientos de años sin el mínimo problema. Qué experiencia tan interesante ponerse en la piel de Hatshepsut, la mujer faraón que 1500 años antes de Cristo logró marcar la historia de Egipto, y sentir el poderío de una mujer excepcional en los tiempos de los Grandes Dioses. Qué delicia seguir los pasos del intrépido Sundiata Keita (fundador del Imperio de Malí), entender el orgullo de Menelik II, la diplomacia de Chaka Zulú y Kanka Moussa. También produce un extremo placer descubrir la sensibilidad de Abubakari II, ese emperador pacifista cuyo empeño se resumía a cruzar el mar dos siglos antes de Cristóbal Colón. Por su magnanimidad y su excelencia, todos estos personajes vienen a agregarse a las tan famosas figuras de las últimas décadas como Nelson Mandela y Patrice Lumumba, y a consolidar esa imagen dinámica y sabia de un continente que desconocemos. Más allá de África, el autor no se olvida del pueblo africano de las Américas, víctima de una trata negrera devastadora, y consagra unos relatos preciosos a la memoria de Domingo Biohó (rebelde afrocolombiano), el audaz Toussaint Louverture o el maravilloso Martín Luther King. Con estos cuentos, Gautier Carmona nos recuerda que el pueblo africano ha seguido un camino largo y tortuoso para la igualdad y el reconocimiento de su dignidad. A través de esta lectura placentera, que rezuma sensibilidad y nuevas emociones, que abre corazones y agudiza la vista, el lector puede acercarse a un continente cercano y maravilloso que, sin lugar a dudas, volverá a brillar y ser una referencia. Para los amantes de África, este libro será la confirmación de que su amor está basado en un sentimiento sólido y fructífero. Para los que descubran al continente negro, la pasión será tan deleitable como la calidad literaria de la obra. Juan Antonio Domínguez Johari Gautier Carmona (1979) es un escritor y periodista franco-español nacido en París (Francia). Actualmente reside en Barcelona, ciudad central dentro de su creación literaria, tras una estancia de varios años en Inglaterra. Ha publicado en 2009 su primera novela El Rey del mambo (Ediciones Irreverentes, Madrid, 2009) y en 2010 el libro Cuentos históricos del pueblo africano. Colabora asiduamente en distintos medios de comunicación y ha sido galardonado con varios premios literarios.

miércoles, 20 de enero de 2010

Antonio Castellote nos habla sobre el libro de relatos 'Amar en martes', de Angélica Morales

De Piel de lagarta, otro libro de cuentos de Angélica Morales, ya comenté lo que me había impresionado su desparpajo surrealista. Aquellos cuentos obedecían a metáforas verbales, su mundo era el de un ramonismo brillante y femenino. Los cuentos eran coherentes con su estética, que exigía constantes hallazgos poéticos, fugaces bengalas de palabras. No era, ni es, lo más habitual, entre otras razones porque exige un dominio del idioma y un oído demasiado bueno para que pueda sostenerse más allá de los márgenes del poema. Angélica Morales publica ahora Amar en martes (Editorial Certeza, Zaragoza, 2009), en la misma colección, 'Cantela', y otra vez todo el libro responde a una misma estética, pero en este caso es la apuesta estética contraria a la de Piel de lagarta. Digo contraria en un sentido estrictamente metafórico: si en aquel libro las metáforas nacían de las palabras, aquí nacen de las imágenes narradas, que suelen ser descritas sin más ornamento que la intensidad vivísima de su exactitud. Son dos formas diferentes de acercarse a la literatura. Esta segunda forma, la descripción objetiva de lo imaginado, no la imaginación verbal, me parece incluso más exigente, y por supuesto coherente con el tono general de lo narrado. Es imprescindible que el estilo cree la atmósfera necesaria para vivir lo que se nos cuenta. Es como el estado de ánimo de la historia. En el caso de Amar en martes se trata de una elegía, y los diez cuentos son imágenes distintas de un mismo motivo, sublimado en fábulas, destilado en escenas. Se trata de la pérdida de alguien cercano, de los muchos ángulos en los que pueden reaparecer, en ensoñaciones dulces o en pesadillas desasosegantes, los añicos del espejo roto. Pero la tarea de la ficción es no abordar el asunto en abstracto ni en la primera persona herida que lo lamenta, sino representarlo en cuentos independientes, en añicos con autonomía. Tampoco el dolor se manifiesta siempre con quejidos. A veces es una forma de mirar más cruda, o en la renuncia al cascabeleo de la trama. El narrador acompaña en el sentimiento, pero no se apodera de la ficción. Quizá por esto sean los cuentos que más me hayan gustado aquellos en los que la nitidez de día nublado es absoluta, la poda consciente, necesaria, y la intensidad provenga de la sencillez con que se enuncian los detalles y en su ritmo intenso, en su frío desasosiego. En este sentido, el relato central y el más largo de todos, ‘Rosas robadas’, es una pieza estupenda. Reconozco que a esas alturas ya había leído todos los cuentos, aparte de por el placer de lo bien contado, de lo bien resuelto, alérgico a cualquier cliché, fijándome en la proporción de piel de lagarta que aún quedaba en algunos de los cuentos, y que era como una alegría secundaria. Aun cuando la autora hila con habilidad los resultados de la trama, como en el cuento 'Aquella perra', el resultado estalla en un significado que no es sólo resultado de la pericia argumental, ciertamente diestra, sino más bien el reflejo del ánima, del dolor valiente que lo impregna todo. Incluso me atrevería a decir que hay un personaje que con diferentes encarnaciones marca la unidad del libro, la mujer hundida y salvada por sí misma, dentro de sí misma y sus ensoñaciones. La mujer a la que duele la intemperie, y sin embargo unas veces se arroja a ella, otras la padece y otras la silencia para siempre. En este catálogo de fragilidades no podían ensayarse relatos en forma de respuesta sino acaso en forma de pregunta. El realismo descarnado no es cualquier imagen del mismo modo que una buena fotografía no es cualquier parte de la realidad. Angélica Morales nos propone encuadres, situaciones concretas, escenas extirpadas de la continuidad y colocadas en la vitrina de los fenómenos. El ánima que les da vida es ese estilo riguroso, ese brillante ejercicio de constatación, narrado a la velocidad del desconsuelo. Angélica Morales. Escritora y actriz. Miembro de la Asociación Aragonesa de Escritores, forma parte de su actual Junta Directiva. Así mismo pertenece al comité de redacción de la revista de la AAE, Imán. Colaboradora del Diario del Alto Aragón y de la revista literaria Barataria, de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro. Ha publicado, además, los libros Benedicto XIII, el papa Luna: El hombre que fue piedra (Delsan, Zaragoza, 2006), Piel de lagarta (Certeza, Zaragoza, 2007), Yakarta o La última zorra (El Atrapamundos, Zaragoza, 2007) y El duende de cristal (Ayuntamiento de Huesca, 2008).

miércoles, 13 de enero de 2010

Comentario del poeta Álvaro Muñoz Robledano sobre el libro de relatos 'La vida en Hermenauta', de Antonio Polo

Alzar una ciudad con palabras no es tarea nueva, sino que forma una de las más hermosas tradiciones de la literatura, desde tantos mitos del pasado hasta los laberintos en que atisbamos nuestro paisaje cotidiano. La vida en Hermenauta (Grupo cultural Ariadna, Madrid, 2005), de Antonio Polo, es un nuevo eslabón en esa cadena de sueños que invaden la vigilia y cuyos nombres forman parte del acervo de todo hombre de bien: Ilión, Comala, Armilla, Barataria, Macondo... Si el avezado lector cree que exagero, puede abrir las páginas del libro que ahora nos ocupa y adentrarse en cualquiera de los callejones que nos ofrece. Puede que sonría con suficiencia porque ha creído reconocer el artificio con el que Antonio Polo tramó tales edificios. Pocas líneas bastarán para que la sonrisa se congele, y desaparezca, y vuelva, cuando se muestren ante él los recovecos, los miradores y los patinillos de una ciudad imprevisible, cuyos habitantes están, realmente, a nuestro lado a la vez que desfilan ataviados con sus pompas extemporáneas o desnudos, declamando edictos medievales o colegueando en calorro puro, mintiendo y desmintiéndose como quien se desviste de su piel o como quien se ríe de la majestad que le ha correspondido en el reparto. Ciudad de palabras, ciudad y texto simultáneamente, a caballo entre los tiempos, en La vida en Hermenauta nos asalta el presente para que lo leamos en presente, para que el momento de la lectura sea el verdadero instante de la creación, al que Antonio Polo, conocedor como pocos de las palabras y de cómo ha de emplearlas el demiurgo, nos entra al mismo tiempo en que nos hace entrar en él. Hermenauta es verdad porque es escritura. Lo dudoso es el muro que me separa del frío y de la intemperie. Mientras tanto, Pedro Díaz del Castillo dibuja preguntas y relatos, dibuja el asombro del viajero que narra su propia historia como si asistiera a ella por primera vez... Antonio Polo González . San Fernando (Cádiz), 1957. Ha publicado también los libros Quince líneas (Ed. Tusquets)y Lavapiés (Ed. Ópera Prima). Es colaborador en varias revistas literarias y traductor del italiano. Ha sido finalista en varios premios literarios. Edita y dirige la revista Ariadna R-C.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Comentario de Francisco Cenamor sobre el libro de relatos ‘La civilización y la nada’, de Miguel Ángel de Rus


Las casualidades tienen que ser por algo, aunque casi nunca sepamos por qué. El caso es que el mismo día que colgaba en el blog Asamblea de palabras una entrada sobre el nuevo poemario de Julio Santiago recibía uno de los libros de la colección Cuadernos del laberinto de manos de su editora, Alicia Arés. La primera casualidad estriba en que Julio Santiago ilustró el nº 4 de la colección, titulado Derecho de pasión y dedicado a Gloria Fuertes. La segunda, en que este otro número, el 6, se titula La civilización y la nada e incluye dos relatos de Miguel Ángel de Rus, escritor a quien tengo el gusto de conocer a través de Internet y con quien he intercambiado algunos mensajes. Actualmente conduce el programa literario de Radio Nacional de España Sexto continente.

   Dicho esto, paso a contar que Cuadernos del laberinto es una colección de pequeños libros de edición muy limitada, bellamente impresos, libros de coleccionista. Además de los citados anteriormente, han aparecido títulos como Crossing the bar, de Alfred Tennyson, Gratia plena y Versos para la Navidad, de Luis García Arés, y Altizaro, de Juan Miguel Domínguez Prieto.
   El que tengo en mi poder incluye el relato de Miguel Ángel de Rus Extraña noche en Linares, en el que su autor demuestra un gran conocimiento de las técnicas y temas que emplearon en su día los escritores románticos. Su relato recuerda, es inevitable decirlo, al raro ejemplar Manuscrito encontrado en Zaragoza, del polaco Jan Potocki, que tuve el gusto de leer hace años: sus aires de Las mil y una noches, sus bellas y aduladoras hermanas moras, sus ensoñaciones y ambientes fantásticos… Y no sólo eso, De Rus demuestra una gran cultura literaria, con referencias o imágenes tomadas de otros autores del pasado.

   El segundo relato, de narración más moderna, titulado Yo fui quien imaginó aquella escena de 451 Fahrenheit, nos introduce de manera muy original, a través de recuerdos de la película de Françoise Truffaut incluida en el título, en una atmósfera de desesperanza ante el modo de vida occidental actual. No me gusta utilizar este tipo de calificativos, pero, allá va: de magnífico se puede catalogar en este relato el cambio de narrador que nos traslada desde los felices momentos de revuelta que se respiraban durante el rodaje de la película, a la actualidad más descorazonadora.

   Creo, como lector empedernido de relato y novela, que Miguel Ángel de Rus domina bastante bien las técnicas narrativas. Pero si he de poner una pega, sería que sus personajes, cuando hacen análisis de la sociedad, pecan un poco de maniqueos: explotadores-explotados, élites-ciudadanos alienados… Es bueno, y necesario, que la literatura, cuando trata problemas sociales, se dedique a desentrañar la complejidad existente en dichos procesos. Pero, dicho esto, diré también que este aspecto, de pura opinión personal, no desmerece, en absoluto, la calidad de los textos que muestra este librito.

Francisco Cenamor

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lunes, 23 de noviembre de 2009

Artículo de Francisco Cenamor sobre la novela corta de Esteban Gutiérrez Gómez ‘El colibrí blanco’

Son muchas las maneras en que, afortunadamente, los narradores y narradoras han encarado su labor. Pero reconozco que en los últimos años siento debilidad por aquellas narrativas que huyen de la linealidad, que se componen de diversos retazos que, juntados todos (o sea, leídos hasta el final), recomponen la historia que el autor o autora pretenden contarnos.

Es el caso del largo relato (o novela corta, pues debe de estar en la frontera) de Esteban Gutiérrez Gómez que lleva por título El colibrí blanco (EH Editores, Cádiz, 2009). Y las fuentes de las que bebe la historia que nos cuenta son muchas para una narración tan corta, lo que da cuenta del trabajo que el autor ha realizado: momentos de la época en que suceden los acontecimientos que dan al relato su trama, momentos cuarenta años posteriores, cartas enviadas en el transcurso de esos años, documentos policiales y judiciales, una lista de nombres inscrita en un tonel de vino…

Y tantas fuentes para contarnos que Antonio, una especie de gurú castellano, recio y seguramente calado de boina, que encandila con su buen vino a una pandilla de amigos de postreras generaciones, tiene un oscuro pasado en el periodo en que aconteció la Guerra Civil española. Oscuro o quizá no tan oscuro. Salvador o villano, asesino despiadado o reo de las circunstancias, afortunadamente Gutiérrez Gómez no trata de convencernos de si es un personaje bueno o malo: añade complejidad al juego y deja que cada cual decida por sí mismo.

A destacar, aparte de lo amena de la historia, un lenguaje poético sumamente visual que parte, precisamente, desde el mismo título del relato. En el debe yo le pondría la falta de participación de dos personajes femeninos, de los que apenas se atisba a saber qué relación pueden tener con Antonio, y que uno hubiese deseado verlas intervenir con más decisión en la historia. Pero bueno, esa es una decisión personal del autor que, obviamente, no puede tener en cuenta los deseos de los lectores.

Como reza en el propio libro, Esteban Gutiérrez Gómez nació en Madrid hace más de cuarenta años. Baco, su dúplice y alter ego, surgió diecisiete años más tarde en los locales de ensayo de bandas de rock de la periferia. Sin saber cómo, algún tiempo después, fue tragado por la Literatura y apareció a este lado de la ficción. En la actualidad reside en Fuenlabrada (Sur de Madrid), es profesor de relato en escuelas de creación literaria y asesor literario de la revista dedicada al cuento Al otro lado del espejo. Ha ganado diversos certámenes a nivel nacional e internacional por sus cuentos y poesías. Su anterior libro, El laberinto de Noé (Ediciones La Tierra hoy, Madrid, 2008), es una apuesta por la Literatura sin concesiones.

Francisco Cenamor

martes, 13 de octubre de 2009

El escritor mexicano Omar Piña nos habla sobre el libro de relatos y ensayos 'Maelström. Agujero negro', de Marco Tulio Aguilera

Para leer a este colombiano escapista de la melancolía hay que saber acomodarse en el sillón y pasar por sus letras como quien tiene la prudencia de permitirse ver la lluvia cuando sabe que es inevitable. Las posibilidades narrativas y las obsesiones de Marco Tulio Aguilera Garramuño son puntuales en su cita con la escritura, él lo sabe y lo reafirma en cada página donde con maña y buen arte vierte y mezcla, se burla, disfruta, cita y defenestra. Su Maelström. Agujero negro editado por la Universidad Veracruzana en su colección 'Ficción', es un libro de caprichos bien definidos pero sobre todo: defendidos con sobriedad, sin la bellaquería del que escribe mucho, rápido y además, pretende publicarlo todo. Este libro es del escritor maduro que ya ha perdido la vergüenza de contarlo todo pero que sabe guardarse algunas palabras, esas que le permiten a cada lector hacer una versión muy particular de la lectura. Aquí el escritor colombiano se reafirma como un excelente contador de historias; así de simple, sin otra pretensión que eso: contar una historia con la maña del oficio. Así pues, su libro es un buen caldero donde se cuece ese todo que para un novato puede ser arbitrario, pero que en las manos de un escritor con experiencia son caprichos de quien tiene la astucia de sostener una campana catedralicia con apenas unos centímetros de hilo. Marco Tulio no se agota como el simple descriptor que señala cada cosa para asignarle un nombre y volver a fundar el mundo que nos rodea. Al contrario, me parece que es tan hábil, que sabe medir los tiempos y los compases de la lectura y a eso ya no se le puede llamar maña sino dominio del oficio. Donde puede brotar una ámpula, donde la frase puede llegar a ser grave o tediosa él sabe cortar y coloca lo que a simple vista pareciera una ocurrencia, una exageración o hasta una barbaridad. Este presumido colombiano tiene la pericia de narrar que sabe destripar los monumentos de Shakespeare y que para ensayar su novela “amazónica” leyó más libros que los que pudo reunir el viejo Ryszard Kapuściński para escribir su epopeya titulada Ébano. Es presumido pero qué caray, un escritor es primero sus libros de lectura. No llega a la altivez porque como bien lo escribe en su ¿ensayo?, ¿crónica?, ¿narración?, bueno, en el texto llamado El amor en Shakesperare: “Quien miente se miente. Quien roba se roba. Quien engaña se engaña”. Insisto en que es un libro extraño pero tan bien escrito, que engancha. Y en él, su autor reafirma lo que le he escuchado decir en tantas ocasiones, que se escribe para sentir placer o mejor dicho, para que no se extinga esa llama de la vida que intentamos no se apague y que guarecemos con las manos. Y como es ocioso buscar el significado de todas las cosas quizá es mejor aprender a decirlas con otras combinaciones y una vez encontradas, atreverse a pronunciarlas. Este libro pudo ser una glosa de bitácoras o una antología. Pero más bien son las “princesas” de Marco Tulio Aguilera Garramuño porque es el que es a pesar de sí mismo. Y escribo que son “princesas” a partir de la jerga periodística, que denomina así a la primera nota, la más importante de la edición, la que resalta sobre las hermanas y las primas que la acompañan en la primera plana, la que no se acuerda de las parientas arrimadas que la mano de un editor mezquino puso en los interiores, rasurada y sin foto. “Princesas” de Marco Tulio Aguilera Garramuño son los relatos, el diario de viajes, la crítica a sus mayores y a sus menores, la encantadora hamaca en la que permite el vaivén de la melancolía, el mapa para detectar el amor en los clásicos, la fábula, la verdad traspasada con la aguja de la ficción y el ensayo. Maelström. Agujero negro, qué libro tan presumido y tan raro. Ajá, imagino el rostro malicioso del escritor basquetbolista llamado Marco Tulio Aguilera Garramuño cuando practica su deporte favorito: descubrir que alguien lo está leyendo. Entonces adopta la postura de tres cuartos y con el rabillo del ojo se percata de la página y como es tan memorioso, prepara la cita adecuada. Según la víctima, será la cita, que en su caso aplica en las dos acepciones: el nombre femenino y el sustantivo femenino. Voy a tratar de ser un buen narrador para explicar el deporte de las citas de este relator que, cuando ejerce periodismo, se hace llamar Mister Colombias. Si el señor está frente a una muchacha hermosa, hermosa tiene que ser como describen a las mujeres los poemas cubanos o los brasileños, entonces Mister Colombias se pone su traje de fauno y adopta la cita de nombre femenino: “acuerdo o compromiso entre dos personas acerca del lugar día y hora en que se encontrarán para verse o tratar algún asunto.” Como se dice en la banqueta; “con estos ojos lo he cachado yo.” Si el pez muerde el anzuelo, campanas al vuelo: habrá un cuento. Si el pájaro no pica, todo se queda en “…aquella imagen perfecta de la inocencia velozmente defenestrada”, que se lee en un subrayado que hice al texto El sentido de la melancolía. Pero si el rabo del ojo de Mister Colombias lleva información a su cerebro que se trata de un hombre y además feo, el señor se toma la molestia de concretar la cita de sustantivo femenino: “mención, nota o alusión”; pero si además se percata que el interesado sabe leerlo, hay un plus: suele regalarle un libro de los escritos por él, por supuesto. Y como yo soy feo, me concreto a finalizar con una cita a Marco Tulio Aguilera Garramuño; dos, mejor dicho: “¿Cómo lo hiciste, Señor? Ah, rufiancillo, cuántas cosas sabes que ignoramos los hombres, gusanos coronados”. “El diablo es la mejor astucia de Dios. Su mejor cómplice”. Omar Piña

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Prólogo del libro de Harmonie Botella 'Cuento absurdo a la luz de la luna', por Orland Verdú

Harmonie Botella vuelve a la carga con su último libro de relatos en su lucha por despertar la sociedad del letargo materialista en que nos despeñamos el siglo pasado, y en el que continuamos más o menos hundidos. Para la autora —a la que el apelativo novel le viene ya pequeño—, éste es su sexto libro. Uno de los más redondos y polifónicos; tanto en prosa como en temática.

Con Cuento absurdo a la luz de la luna (Mandala & LápizCero Ediciones, Madrid, 2009), la autora crea un espacio narrativo de confesiones a media voz en el que —bien en primera persona, bien en tercera— la vida de los personajes discurre nítidamente a la luz del astro nocturno. Son cuentos que son vidas y vidas que parecen cuentos por su absurda realidad. Nuestra vida se ha vuelto lunática, deforme. Y así sus personajes son presa del fado, de su propio destino, construido sobre decisiones forzadas, en las que el libre albedrío es un lujo al que pocos pueden aspirar. A menudo, a través de la vida, nos volvemos autómatas. Nos alienamos al sistema y a la imagen lunática de nosotros mismos. Y la propuesta de la escritora es mostrarnos esta elección. Denunciar la sociedad y hacernos más conscientes de nuestra capacidad para elegir a pesar de los condicionamientos sociales.

El mosaico de personajes dibujado en este libro de 23 relatos es el retrato de la fauna humana que sobrevive en los vericuetos de nuestra sociedad. Personajes apedazados, reconstruidos, supervivientes o tótemes caídos en su propio vórtice. Muchos de ellos son carne trémula para el voraz fuego del sistema capitalista o para el destino inefable que se levanta ante ellos, convirtiéndolos en víctimas o verdugos. ¿Qué más da el papel? La mayoría de los personajes de Harmonie Botella son esclavos. Bailan la danza que les ha asignado el dedo invisible de quienes manejan la maquinaria capitalista, claveteada y no en pocos apuros en estos momentos.

Historias de personajes que parecen reales, y que —pondría la mano en el fuego— son resultado de un exquisito proceso de literaturización de la realidad: historias ficticias a partir de seres humanos de carne y hueso. La autora es una genial observadora y, como buena escritora, sabe destilar el licor de las historias individuales y ficticias para levantar sus cuentos y, de paso, zarandear nuestras conciencias.

Y mejor será que el lector lo sepa desde el principio, porque está ante un libro de denuncia social. Y es que Harmonie Botella es de esa raza de escritores que luchan por sus ideales. Su vida y su obra son un ejemplo de su naturaleza rebelde, y su arma es el verbo y la poesía, pero también la acción social. Botella es fundadora de la Asociación de Nuevos Escritores de El Campello (ANUESCA), que organiza un encuentro de escritores y poetas anualmente; y es además activista en la Asociación Española de Afectados por Cirugía Refractaria y de la ong Lápices. Es una mujer efervescente y tenaz, que persiste en su compromiso con la sociedad que le ha tocado vivir y que no escatima esfuerzos ni en su vida ni en su obra para crear un mundo mejor.

Orland Verdú

miércoles, 26 de agosto de 2009

'La sonrisa de la erección', artículo de Luis Miguel Rivas sobre el libro 'El imperio de las mujeres', de Marco Tulio Aguilera

“La mujeres son lo más femenino que hay “, decía un amigo que no podía entender la extraña lógica de su mujer con respecto al amor, la vida y el mundo. Todo lo que para ella era complicado para él era simple y lo que para ella era sencillo para él era inescrutable. Y así llevan viviendo como veinte años sin alcanzarse a comprender completamente, pero ya sin pretender explicarse ni modificarse mutuamente. Lo más parecido a “lo más femenino que hay” es un escritor que escribe sobre las mujeres tratando de meterse en ellas y mostrando, sin pretender explicar mucho, lo que ni siquiera ellas comprenden. Por eso cuando acabé de leer El imperio de las mujeres. Cuentos en lugar de hacer el amor (Editorial Educación y cultura, México, 2009), de Marco Tulio Aguilera Garramuño, me dije: “este tipo es de lo más femenino que yo conozco”. El imperio... se me hizo cercano, contundente e importante porque une tres cosas fundamentales para mí: las mujeres, el amor y los cuentos. Y en los tres asuntos (todos tan manoseados en tantísimos años de historia escrita) Aguilera Garramuño trasciende lo fácil, asume riesgos y nos entrega ráfagas de lucidez, fragmentos de esa confusa claridad propia de la literatura de verdad y del corazón femenino. Son once cuentos como once piedras de un collar fino: perfectamente redondas en la forma, inagotables en los significados y bellas en conjunto. Como si para hacer esas historias se hubieran reunido un poeta, un matemático, un carpintero, un gigoló retirado, un marido experimentado y un psicólogo… Un pequeño relato-epígrafe llamado 'El señor de los sueños' abre el libro a manera de aviso, como advirtiéndonos la inminencia de terrenos cenagosos, difusos, veleidosos y profundos. Y luego viene el desfile de mujeres: ajenas, propias, posibles, inalcanzables, fatales, redentoras, mezquinas, generosas, jóvenes, viejas, exitosas, derrotadas, brujas, santas, cotidianas, excéntricas, ingenuas, sabias, callejeras, domésticas… Pero todas inquietantes, poderosas y, cada una a su manera, bella. Con cualquiera de estas mujeres escritas me iría yo inmediatamente, abandonando todo, así me trajeran la enfermedad, como en 'La sonrisa en la espesura', o la tragedia, como en 'Mester de putería artística', o el sofocante gozo del matrimonio, como en 'El viejo truco del amor'. Y podría incluso traicionar a unas con otras viviendo por temporadas en los distintos cuentos de este libro. Esta es una compilación de cuentos sobre el deseo. Siempre hay “ganas” en el aire. Una atmósfera erótica que uno celebra inicialmente como maestría artística y valora como logro intelectual, pero que alcanza niveles de expresión tan contundentes que transforman la lectura en un acto físico, con abultamiento en la parte baja del abdomen, incluido. Entonces me acuerdo de una frase de Raymond Carver: “Las palabras precisas y verdaderas tienen el mismo poder que los actos”. Muchos episodios de este libro me entraron por los ojos en forma de letras y se convirtieron en acciones: también me reí. Me reí y me excité. A veces cada cosa a su vez y a veces las dos acciones juntas. Descubrí que es posible, por ejemplo, tener una erección sonriente. Y encontré un camino en el que los burdos terrenos de la pornografía (siempre tan seria hasta cuando quiere ser poco seria) pueden ser trascendidos primero por el escritor y luego por la experiencia del lector. Garramuño juega con el tejido del deseo. Toma los hilos que lo conforman y los entrelaza de otras maneras. Los pasa por un baño de humor y sinceridad, les pone un toque de jugueteo infantil y agrega la receta de su magia personal. Finalmente nos entrega un mecanismo de sutilezas que de todas maneras nos despierta el animal. Pero se trata de una bestia hecha de otra pasta, que no se conforma con su simple condición de carne y secreciones, sino que aspira a algo divino, tan sutil como los hilos de los que está hecha. Todo esto en el contexto de las relaciones de pareja, la soledad de los artistas, la egolatría humana, la inequidad social, los artificios del mundo literario y los fantasmas de la fama, entre otros. Entrar en sus páginas es realmente atisbar otro mundo: el imperio de la mujer y el deseo, esa realidad paralela, ese país regido por un soberano absoluto e inapelable, al que no queda más remedio que obedecer o comprender. Luis Miguel Rivas

martes, 18 de agosto de 2009

Ángel Guinda nos habla del libro de relatos 'Tienes una cabeza apuntando a tu pistola', de Ezequías Blanco

Tienes una cabeza apuntando a tu pistola (Huerga & Fierro Editores, Madrid, 2009 ) es un título arrebatador, sorprendente, cargado de talento y de emoción, cuyas expectativas gratifican al lector. Los relatos agrupados en este libro han sido escritos con una deslumbrante y ágil claridad de forma, densa inmediatez de tema e intensidad mantenida; rasgos que atrapan la atención del lector y le arrastran a empaparse de un mundo, a la vez, mágico y real. Humor, ironía, tensión narrativa, lirismo, topónimos, onomásticos, contundente perfil de personajes desaforados, fuerza y autenticidad de las experiencias contadas, sabiduría popular y culta en el medio rural o urbano, hacen de estos relatos una verdadera joya literaria; y de su autor, Ezequías Blanco, un maestro del género. Ángel Guinda

miércoles, 24 de junio de 2009

Dos libros sobre el Sahara: 'Estudios saharianos', de Julio Caro Baroja, y 'El imperio desierto', de Ramón Mayrata

Calamar Ediciones. Colección: Sgarit Biblioteca del desierto, nº 1. ISBN: 978-84-96235-28-1. PVP: 40 euros. Páginas: 592. Formato: 16 x 23 cm. Encuadernación: Cartoné al cromo con sobrecubierta En el invierno de 1952, cuando se encontraba en Oxford, Julio Caro Baroja recibió la propuesta de realizar un trabajo de campo etnográfico en lo que entonces se llamaba el Sahara Español. Partió en noviembre de ese año y permaneció en el territorio de Saguia El Hamra y Río de Oro hasta febrero de 1953. Fueron meses de frenética observación, en los que reunió valiosas informaciones en sus entrevistas con personalidades y eruditos del territorio, hilvanó genealogías y linajes, detalló la composición de las tribus y familias, precisó la terminología geográfica, trazó mapas y esquemas e intentó comprender más problemas que pueblos, en la senda de Evans-Pritchard. El resultado fue este libro, publicado en 1955, que sigue siendo una excepcional monografía sobre la cultura tradicional del Sahara Occidental, donde los propios saharauis han encontrado noticia inestimable de los usos y costumbres extinguidos o a punto de desaparecer de una sociedad que aspira a constituirse como una entidad nacional. Caro otorga a la tradición oral y a la memoria colectiva la categoría de fuente histórica. Aunque rehuye la generalización y nunca sobrepasa los límites de la interpretación histórica, el libro está lleno de intuiciones sobre el papel del linaje y de la solidaridad agnaticia en el orden social, la vida económica de las tribus, la construcción de la historia en las sociedades orales y el derecho de los nómadas regido por la costumbre. Quizás el capítulo más sugestivo es la fascinante biografía del Chej Ma el Ainin en el que analiza la función de los santones y la importancia determinante del mesianismo entre los nómadas; relata la epopeya de los sultanes azules y nos abre las puertas de Smara, la ciudad que lograron levantar en el desierto. Calamar Ediciones. Sgarit Biblioteca del desierto, nº 2. ISBN: 978-84-96235-27-4. PVP: 22 euros. Páginas: 392. Formato: 16 x 23 cm. Encuadernación: Rústica con solapas con sobrecubierta. Un joven antropólogo recibe el encargo de escribir la historia de un territorio lejano y exótico, del que existe escasa información, pues se encuentra velado por la ley de secretos oficiales. Sucede en los últimos años de la dominación colonial española del Sáhara. Cuando los saharauis se percatan de que se juegan su destino, abren las viejas maletas de piel y los cofres de plata donde guardan el legado de las tribus del desierto y ponen en manos del antropólogo manuscritos antiquísimos e ignorados, para que puedan ser presentados en el Tribunal de la Haya en defensa de su derecho a la independencia. Son muchos los que consideran esta obra la novela clave sobre el fallido proceso de descolonización del Sahara, la descomposición del mundo colonial y la epopeya del pueblo saharaui. Su tema es tan vasto como un sueño incumplido, como la memoria colectiva de un pueblo. A través de la mirada del protagonista, fascinado por el desierto y la enigmática cultura de sus moradores, Ramón Mayrata explora lo que pudo ver con sus propios ojos como testigo privilegiado en aquellos días de tensión extrema. Asistimos a la irrupción en los mapas de un pueblo ignorado, el inicio del movimiento de liberación y del Frente Polisario, los titubeos de la descolonización, la “Marcha Verde”, la traición, el éxodo, el comienzo de una guerra brutal, que aún no ha concluido. La memoria de un tiempo en el que saharauis y españoles combatieron juntos por un futuro en libertad. Por el desierto, que desafía a la realidad, la novela persigue la estela de tantos hombres y mujeres zarandeados por el destino, las huellas casi borradas de su devenir trashumante, los íntimos secretos de sus conciencias desconcertadas. Incluye un prólogo escrito especialmente por Ramón Mayrata para esta edición y se completa con el relato 'Aquel mendigo de la plaza Esbehiheh'.

martes, 9 de junio de 2009

Esther Rodríguez Cabrales nos habla sobre la antología de narradores de la Fundación José Hierro de Getafe 'Cuentos para hambrientos'


Los narradores de la Fundación José Hierro nos hemos embarcado en esta aventura. La de editar un libro de cuentos. Un sueño al que hemos tratado de dar forma este pequeño grupo de escritores -en el cual me incluyo-, con el apoyo del Ayuntamiento de Getafe y de la propia Fundación José Hierro.

   El resultado ha sido un libro de cuentos protagonizados por personajes hambrientos, unas veces de palabras, otras de amor, de soledad, de hambre, hambre y más hambre, prologado por Tacha Romero, nieta del poeta José Hierro, con ilustraciones de Adolfo Gilaberte y la imaginación y el entusiasmo de un puñado de escritores. Como el hambre será el leit motiv que nos acompañará durante este viaje literario, qué mejor manera de dar sentido al proyecto que ayudando a los hambrientos de verdad. Así, la iniciativa culminará con la aportación del dinero conseguido a algún colectivo –aún por determinar- que ayude a los más pobres.
   El próximo día 19 de junio a las 20 horas será la presentación oficial de Cuentos para hambrientos en el Teatro Federico García Lorca, de Getafe.
   Mi cuento 'Días de cine' respira dentro. Así que si estáis interesados en adquirir algún ejemplar me lo podéis pedir directamente a mi, Esther Rodriguez Cabrales, a cambio del precio de este pequeño sueño que es de 10 euros.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Artículo de Francisco Cenamor sobre el libro ‘Tres cantos fúnebres por Kosovo’, de Ismail Kadaré (Albania, 1936-2024)

Europa, la de antes, con sus reinos e imperios y sus guerras, y la de ahora, con su Unión Europea y su paz duradera, siempre ha mirado con preocupación hacia los Balcanes, ese territorio al Este poblado por decenas de pueblos y culturas, casi siempre mal avenidos. Incluso a finales del siglo pasado fueron varias las guerras que allí se desataron; la última, en Kosovo.

Uno de los territorios más conflictivos ha sido, precisamente, Kosovo, cuyo nombre, paradójicamente, significa “campo de mirlos”. La disputa principal ha sido entre serbios y albaneses, pero por allí han pasado multitud de invasores y libertadores. Este ir y venir de guerreros es el que dio pie al escritor albanés Ismail Kadaré, seguramente el más famoso en la historia de su pequeño país, a escribir Tres cantos fúnebres por Kosovo (Alianza Editorial, Madrid, 2004, trad. de Ramón Sánchez Lizarralde).

Se trata de tres cuentos cortos que, con ciertos tintes épicos, describen el enfrentamiento ancestral entre albaneses y serbios por Kosovo, tomando como base la batalla en la que un poderoso ejército formado por combatientes de diversos reinos cristianos, entre los que se encontraban albaneses y serbios, fueron derrotados por el ejército otomano, derrota que supuso el comienzo del predominio turco sobre los Balcanes. La batalla se libró el 28 de junio de 1389.

En el primer cuento, La vieja guerra, un narrador omnisciente nos cuenta la batalla desde el punto de vista de los distintos nobles que participaron en ambos bandos, haciendo hincapié también en los momentos anteriores al comienzo. Nos enteramos de los diversos participantes y se nos presentan unos poetas que cantan las gestas de sus ejércitos y que serán los protagonistas del siguiente cuento.

La gran señora tiene como narrador a Gjorg, el poeta albanés que canta las excelencias de su ejército en la gloriosa defensa de Kosovo frente a los serbios. Estos cantos aportarán momentos de un humor ácido, tragicómico diría, cuando en todo momento, y a pesar de ser aliados, e incluso amigos, como llegarán a ser el poeta serbio y el albanés, ambos se dedican a recitar cantos contra sus eternos enemigos: serbios o albaneses.

En este cuento se relata la batalla de manera excepcional, con una narración muy fluida en la que podemos observar los movimientos de las tropas y la posterior dispersión cuando llega la derrota de la coalición cristiana. En plena huida, los poetas de las distintas nacionalidades se refugian en un reino cristiano occidental en el que dudan de si serán bien tratados. Con asombro y continuo recelo, son bienvenidos e invitados a una fiesta en la que conocen a una vieja señora (imaginamos que la vieja Europa) que les reprende por su actitud belicosa y por cantar siempre poemas de guerra, aunque les trata también con cariño cantando sus virtudes.

En el último cuento, Plegaria regia, muy cortito, el sultán otomano Murad, vencedor de la batalla, pero muerto en la misma y cuya sangre fue derramada en la planicie kosovar, presencia desde la tierra en la que yace la sinrazón bélica de los pueblos que se disputan la zona y termina asqueado de tanta sangre como ve derramarse.

En definitiva, se trata de una pequeña joya literaria que nos ayudará mucho, además, a comprender el permanente enfrentamiento entre serbios y albaneses por la llanura de Kosovo, pero también a entender la mezcolanza de pueblos y culturas que conviven en los Balcanes, casi siempre a su pesar. También es un libro que reivindica con fuerza unas culturas milenarias para que no sean excluidas de la moderna construcción de Europa.

Francisco Cenamor

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martes, 5 de mayo de 2009

'Atmósferas', libro de relatos a beneficio de la Fundación Vicente Ferrer

Atmósferas, un nuevo libro a la venta, con un coste mínimo y una portada interesante. Sí, así visto, podría tratarse de cualquier libro expuesto en un escaparate, pero no es así. Más que un libro, Atmósferas es una ilusión, un sueño hecho realidad. Imaginen que un día reciben un correo de un señor llamado Javier Ribas, al cual casi no conocen. En ese correo les invitan a escribir un relato solidario en beneficio de la Fundación Vicente Ferrer y, meses después, nace un libro titulado Atmósferas. Escritores en Red Asociación Marqués de Bradomín hizo posible que este proyecto se hiciera real. Cien relatos de cien personas que contestaron ese correo. Todas estas personas decidieron escribir un relato con el único objetivo de hacer algo diferente que pudiese ayudar a los demás. Así nació Atmósferas, un libro con cien relatos de personas conocidas y desconocidas cuyos beneficios tienen un objetivo: la creación de unas becas de estudio para jóvenes sin recursos de la India gestionadas por la Fundación Vicente Ferrer. El libro pertenece a la colección narrativa 'Sonatas Digital' y ha sido publicado por la editorial Visión Libros. Si desean adquirirlo solo deben dirigirse a [email protected]. Ejco, coeditora del blog literario Los amantes de la poesía.

miércoles, 29 de abril de 2009

Pedro Redondo Reyes nos habla sobre el libro de relatos 'Estancos del Chiado', de Fernando Clemot

El género del cuento es quizá aquel que deja más en evidencia el talento o la ambición literaria del escritor que lo visita. Es lo más parecido a la necesidad de arquitectura de la poesía, a la verdadera conciencia de que con las palabras no es posible jugar, ni encomendarlas al azar de una mera escritura. Y por eso raramente los cuentos admiten estar en tierra de nadie, es decir, o son literatura en el sentido exacto de la palabra o no serán. Y este volumen de Fernando Clemot, escritor y editor nacido en Barcelona en 1970, es literatura en el sentido en el que, hoy por hoy, por sus exigencias, pocos se atreven a seguir. Clemot es un escritor de reconocida calidad, cuya narrativa viene cosechando premios internacionales desde 2002. Estancos del Chiado (Paralelo Sur Ediciones, Barcelona, 2009) reúne doce cuentos agrupados en tres motivos diferentes, que dan cuenta de un pensamiento literario en absoluto azaroso, antes bien con un decidido impulso de indagación y reflexión literarias que confieren sentido unitario al volumen. El primero de estos motivos, 'Mitologías', agrupa cuatro piezas memorables cuya materia es más o menos histórica: fabulaciones en torno al final del cómico italiano Totò, al portugués Salazar o a Eça de Queirós. En estos cuentos se advierte la poética de Clemot en lo que a los fines de la literatura se refiere, y también qué tiene que ver con la Historia y sus personajes; es más, qué es un personaje y qué tiene de transfigurador para quien se siente alejado por un universo de distancia. Pues Clemot traza la historia de momentos singulares dotados de un poderoso élan subjetivo, personal, cuya materia es la memoria, el recuerdo mismo, la evocación de un sujeto expuesto a la amargura del paso del tiempo. Pero realiza, a la vez, el milagro de que esta evocación de una subjetividad intransferible adquiera, por vía de una prosa exquisita y autosuficiente, un valor universal. La universalidad de un personaje histórico en la subjetividad de un narrador ajeno, el conocimiento que de la naturaleza humana aporta a través de lo único real, el tiempo y su contextura verbal, es lo que hace de Clemot un escritor ajeno a la veleidad de entender una quest personal –hay tantas hoy día en literatura– como algo interesante por sí mismo. Es el Tiempo y su memoria, pero entendido de la única manera posible, con palabras, lo que está anunciado en estos cuentos. Por supuesto, cada uno de ellos tiene una anécdota, un mýthos como diría Aristóteles, pero queda trascendida cuando el lector percibe que quizás se halle ante una de las explicaciones que tanto buscaba, y ha de afanarse gozoso, de nuevo, en su busca a través de cada palabra, de cada párrafo, que en sí mismos, en todos los cuentos, son el cuerpo de la memoria, lo único que la actualiza. “Durante un instante le traen a la memoria sus años en Coimbra, las noches de vino bajo la alfombra abovedada de alguna república, los primeros aplausos, recuerdos que se han hecho lejanos, debilitados, como una acuarela expuesta al sol y los elementos y cuyo trazo se hubiera desdibujado” ('Una Dame sans Merci'). La memoria busca su realización en plena literatura, pero la narración consigue el autoconocimiento, la explicación inacabada en la que alguien está a punto de lograr el porqué de una circularidad vital que genera angustia y sin sentido: “...aquello parecía haberlo leído antes, como si reviviera el fragmento de una de sus novelas, lo podía haber escrito él, podía ser él el poeta, sonaban suyas aquellas palabras, y miró entonces al joven y se sintió como cada mañana que se enfrentaba al espejo, reviviendo imágenes del pasado, con más saludo, con más brío, quizás era a sí mismo al que leía en aquellas líneas picudas”. Como en el poema de Gil de Biedma donde el sujeto se enfrenta en el espejo a su propio reflejo, ajeno, el yo de los cuentos de Clemot está desdoblado, pero de una manera circular, porque el escritor advierte que el Tiempo es el fluir continuo que da sentido a la peripecia vital del personaje; en muchos de los cuentos a lo largo del volumen, el final de la narración, el borde físico del texto no es sino una vuelta al inicio, una vuelta que quizá salve al personaje (por ejemplo, 'Levante, 'Una Dame sans Merci' e incluso el que da título al volumen, 'Estancos del Chiado'). Las otras dos secciones son una clara descripción de lo dicho: 'El jardín de la memoria' y 'Ocasos'. Todos sus cuentos pueden ser contemplados como la inextricable relación entre tiempo, memoria y formación, donde formación equivale, al contrario que la tradicional Bildung literaria, a desarmar pieza a pieza nuestra inocencia primigenia: “Es la inocencia un gigante de juguete al que se le van cayendo las piezas, y algunas de ellas debieron quedar allí, en aquel desmonte de cascotes y hierros negros” ('El verano del cortapichas'). La vida es contemplada como un viaje (iniciático) a través de las modernas islas de Circe o Nausícaa, los estancos, si bien cuando el héroe regresa a su particular Ítaca, comprueba, como escribió Cavafis, qué son las Ítacas. Incluso, en el cuento titulado 'Bautizos de primaveras pasadas' se ensaya una teoría de la memoria: una suerte de sucesión de cangilones en una noria, siendo nosotros mismos, después de todo, tan sólo un episodio más de otras memorias, de otros recuerdos. Memoria dentro de la memoria, texto dentro de un texto, peripecia vital en un marco cuya naturaleza sólo al final puede uno vislumbrar, como ocurre en el cuento 'Levante'. El narrador escribe en 'Bautizos...': “Extraño artefacto nuestra memoria, noria antigua cuyos brazos baldean el agua de una charca a medio perder, evaporándose al tiempo que los recuerdos. Unas veces suben los cubos de esta cenia agua y otras lodo, las más sin duda, que no recordar también es recuerdo como un cubo vacío no deja de ser cubo”. Por eso, las sensaciones del recuerdo son lo único común a las vidas pasadas y futuras. Fernando Clemot ejecuta un perfecto artefacto literario que funciona a través de muchos planos: la memoria, el desconocimiento y error que conlleva el paso de la vida, la culpa como sinónima de aquélla y la indagación sobre su redención, la posibilidad de conocimiento a través de una prosa que no abandona en ningún momento una calidad extraordinaria (fusionando de forma extraña una subjetividad ininterrumpida con una objetividad lancinante). Es decir, literatura. Pedro Redondo Reyes Fernando Clemot nació en Barcelona en 1970 y es escritor y editor. Su trayectoria literaria se había centrado hasta el momento en el relato corto habiendo obtenido una veintena de premios entre los mejores de la modalidad como el Premio internacional 'Kutxa Ciudad de San Sebastián' 2006, el Premio internacional 'Barcarola' 2002, Certamen 'Art Nalón' 2003 y los premios 'Villa de Guardo' 2006, 'Ciudad de Hellín' 2005, 'Ciutat de Viladecans' en los años 1999 y 2002, 'Villa de Benasque' 2005 y 'San Isidoro' 2002 y 2003. Otras narraciones del autor también han sido publicadas al quedar finalistas de premios como el 'FUNCAS (Hucha de Oro)' 2004 y 2005, el Premio 'Julio Cortázar' del Instituto Cubano del Libro 2006, el Premio internacional 'Ciudad de Cádiz' 2006, el Premio internacional de 'La Felguera' 2004 y el Premio internacional de la UNED 2003. También ha publicado junto a Klaus Zilles el recopilatorio En la frontera: I migliori racconti della lettaratura chicana (Gran Vía Edizioni, Milano, 2008) y dos de sus novelas han quedado finalistas de los premios 'Ateneo de Sevilla' y 'Ciudad de Logroño' 2008. Colabora también en revistas literarias como Quimera, Barcarola, Literaturas, Paralelo Sur, La Jiribilla, El Otro Mensual y La Siega.

martes, 28 de abril de 2009

Editorial Traspiés presenta los libros ilustrados 'Mapa mudo', de Hilario J. Rodríguez, y 'Anónimos', de Miguel Sanfeliu

El viernes 27 de marzo, en la Librería Bertrand, de Oviedo, Hilario J. Rodríguez y Miguel Sanfeliu, acompañados del autor José Luis García Martín, presentaron sus nuevos libros, Mapa Mudo y Anónimos, pertenecientes a la serie 'Vagamundos', colección de libros ilustrados de Editorial Traspiés, abierta a todo tipo de disciplinas artístico-literarias, y nacida con el fin de ofrecer libros diferentes, quizá más cercanos al libro de artista que a las propuestas más convencionales. A los dos primeros títulos publicados de la serie (Una humilde propuesta, de Jonathan Swift, ilustrado por Sergei Furst, y Donde sueñan los tigres, de Ana Ayuso Verde, ilustrado por Juan Gonzalo Lerma) han venido a sumárseles Mapa mudo, con textos y fotografías de Hilario J. Rodríguez, y Anónimos, escrito e ilustrado por Miguel Sanfeliu. "No hace mucho visité la casa donde Edgar Allan Poe vivió en Baltimore. Su escritorio estaba en el último piso, después de tres largos tramos de escaleras. Sólo había una ventana, diminuta, pero a su obra le venía bien la oscuridad. Allí escribió sus mejores cuentos. Yo no me habría sentido cómodo en aquel lugar. Estaba apartado del centro, entre edificios en mal estado, de los que a veces salían grupos de niños para observar la calle. El ayuntamiento –me contaron— iba a demoler todo aquello muy pronto porque planeaba construir una zona de recreo, con cines y grandes superficies comerciales. Me dio la sensación de que un libro estaba a punto de cerrarse. Fue eso lo que me empujó a escribir Mapa mudo, que es al mismo tiempo una geografía del hogar y una geografía de la literatura, también una historia de fantasmas". Hilario J. Rodríguez (Santiago de Compostela, 1963) se encarga de la sección de cine de Revista de Occidente, y colabora habitualmente con ABC, La Vanguardia, Clarín, Dirigido por…, Imágenes de actualidad, Rockdelux, LITERARIAS… Asimismo es asesor y programador de varios festivales de cine. Ha escrito estudios sobre géneros cinematográficos, películas y cineastas, como Eyes Wide Shut: Los sueños diurnos (1999), Los mejores westerns: Cabalgando en solitario (2001), Lars von Trier: El cine sin dogmas (2003), El cine bélico: La guerra y sus personajes (2006), etc.. Es también autor del volumen de relatos Aunque vuestro lugar sea el infierno (1998) y de la novela Construyendo Babel (2004). Todo cambia si alguien nos amenaza de muerte, todo se distorsiona y la vida se convierte en una aventura angustiosa, casi tanto como si de pronto nos encontráramos solos en una ciudad desierta o como si tuviéramos que enfrentarnos a veinte desconocidos en un duelo en el que nos jugáramos mucho, aunque no tanto como si lo hiciéramos a nosotros mismos, pues esa es, al fin y al cabo, la finalidad de la vida, enfrentarnos a nosotros mismos, día tras día. A veces ocurre, nos encontramos en una situación aparentemente normal hasta que, de pronto, todo empieza a transformarse, distorsionarse… Y hurgar en esas sensaciones, escarbar en esas historias, asomarse al abismo, es lo que hace en Anónimos Miguel Sanfeliu, quien nos introduce en sus historias como si de un juego se tratase, un juego muy real. Miguel Sanfeliu (Santa Cruz de Tenerife, 1962) ha publicado hasta el momento en diversas revistas y libros colectivos. Ha colaborado en el monográfico que la revista Batarro le dedicó al escritor Medardo Fraile, en la antología de ciencia-ficción Visiones 2002, en los volúmenes colectivos Las miradas de la noche: Cine y vampirismo (2005) y En las ciudades, así como en las revistas literarias Clarín y Narrativas, y el suplemento cultural mexicano Laberinto, del diario Milenio Portal.

viernes, 24 de abril de 2009

Repaso semanal a los blogs y webs más interesantes

Libros juveniles es un blog cuyo título lo dice todo. Nos mantiene al tanto de los libros de temática juvenil que van apareciendo en el mercado editorial. Está muy bien organizado por temáticas y autores y dispone de un foro en el que lectores y lectoras podrán compartir sus experiencias e intercambiar información.

Polis Literaria es un blog colectivo editado desde Argentina. Es de reciente creación por lo que aún no tiene demasiados contenidos. Pero ya desde el principio están confeccionando un índice general de materias que encontraréis en la cabecera del blog. Las materias que incluyen en la actualidad son: narrativa, poesía y ensayo.

"Libertina..." nos llega desde Chile, editado por L. Alison G. Ramos M., y encontramos diversos textos de la autora del blog, decorados con bellas imágenes. No tiene muchas entradas, pero está indexado.

La vida en un blog está editado por otro de los editores de Poesía eres tú, Javier Pérez-Ayala. Encontraremos más información sobre esta editorial y en general sobre el mundo editorial de la poesía. También sobre otros asuntos, claro. Y de allí podemos partir a otros blogs, por ejemplo, su bella página personal.

viernes, 9 de enero de 2009

Repaso semanal a los blogs y webs más interesantes

Anedota búlgara es un blog escrito en portugués, para quienes quieran acercarse a la literatura en esa lengua. En él podremos leer relatos y poemas de los más variados escritores en lengua portuguesa o traducidos al portugués. Además tiene interesantes enlaces para seguir profundizando en la literatura escrita en esa lengua.

Judas de noche es un blog que bien podría ser el poemario en crecimiento de alguien que, desde no sabemos donde (¿Afganistán?) firma sus textos como Said. En su columna lateral, muchos amigos, cortos para ver y fotografías.

Te-Pito-O-Te-Henua es el blog desde el que la brasileña Sill Scaroni nos habla de otras culturas olvidadas e incluso perseguidas. Nos acerca a esos pueblos indígenas que apenas tienen un espacio en la información cultural habitual. El blog está en portugués, pero con muchos enlaces a otros sitios en castellano. Además, tiene incorporado un traductor.

viernes, 2 de enero de 2009

Repaso semanal a los blogs y webs más interesantes

Ideas en borrador es un blog editado por Francisca de la Torre desde Chile. Cuando entréis os vais a sorprender de la cantidad de información que acumula, especialmente sobre literatura y música. Tiene un montón de listas con enlaces y últimamente ha estado hablando del libro Platero y tú, de Juan Ramón Jiménez, de manera extensa, como podréis comprobar.

Los amores ícaros es el blog del simpático poeta español Miguel Ángel Gara. En él nos iremos enterando de sus vicisitudes personales y literarias. Y veremos algunos de sus poemas y los libros que ha ido publicando. También conoceremos a algunos amigos suyos.

EnCuentos es una completísima web donde leer cientos de cuentos infantiles tradicionales y modernos. Y si ellos no lo tienen, te proporcionan el enlace que necesitas. Está magnificamente indexada, lo que la hace muy interesante para padres, educadores, profesores y niños.

Sinfonía de las palabras nos lleva a un nuevo poeta español, esta vez Antonio Daganzo Castro. Como suele ser habitual en estos caso, encontraremos información sobre sus actividades literarias, sobre lo que lee, sus libros editados o la música que escucha.

La trampa de arena
nos acerca ahora hasta Argentina para conocer al poeta Carlos Enrique Cartolano, sobre todo su poesía, pero también cuelga poemas que le gustan de otros autores. Tiene una importante cantidad de enlaces a otros lugares de interés.

martes, 2 de diciembre de 2008

Onetti: “Todo en la vida es mierda”, un artículo de Harold Alvarado Tenorio

El pozo (1939), de Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909-1994) rompió las convenciones literarias de su tiempo anunciando la nueva novela. Nadie había narrado hasta entonces con lirismo tan cruel y amordazado (“Todo en la vida es mierda y ahora estamos ciegos en la noche, atentos y sin comprender”) el desarraigo del hombre, en el mismo momento que el mundo se venía abajo con el auge del nazismo, los estragos de la Gran Guerra y los conflictos económicos e ideológicos de entonces, con sus oligarquías dominantes, sus dictadores y caciques.

Este libro hondamente pesimista, creó, en Eladio Linacero, el arquetipo del antihéroe onettiano, “sólo y entre la mugre”. Soñador, enamorado de la juventud y la inocencia, no encuentra otra forma de realizar su sueño que raptando una adolescente, Ana María. Lázaro, el militante, tiene un ideal; Cordes, el poeta, sus bellos pensamientos, pero para Eladio no hay sino un sentido de culpa y la certeza de vivir aislado en un mundo de eterna oscuridad.

La vida breve (1950) es una larga novela que marca el punto culminante de su carrera como narrador. No sólo cuenta la vida novelesca de un novelista, Juan María Brausen, sino la novela o el guión cinematográfico que escribe, la crónica que hace durante el relato que Onetti hace de su vida y que llega a confundirse con ella, trascendiéndola y salvándola. El personaje central es un alienado e introspectivo publicista que vive con su esposa, (Gertrudis, que ha perdido un seno a causa de un cáncer), una atroz intimidad de mutuo desamor. Al ser cesado del trabajo, incapaz de enfrentar la nueva situación, cae en una serie de fantasías, o argumentos, tratando de dar sentido a la confusión: unas veces es el bandido Arce, que vive con una prostituta y vende drogas en las calles, o el médico cínico Díaz Grey, para quien Brausen inventa un amor con la joven Elena Sala y un completo escenario: un lúgubre puerto de río llamado Santa María. De esa manera Brausen lleva a cabo su batalla contra el anonimato, queriendo vivir y morir sin memoria.

Puerto de Santa María es el lugar, la tierra, el nombre feliz lleno de sol, de gentes, de árboles y soledad donde el autor y los personajes hallan salvación. Una ciudad irreal, limbo terrestre donde viven el tormento de la vida breve sin importarles el futuro, ausentes de pasado y sin necesidad ni interés por comunicar algo a los otros. En Santa María los personajes existen absortos en un tiempo que es un presente invulnerable al pasado y al futuro. De allí que mientras Brausen escribe una novela, Onetti escriba la que leemos y los personajes tengan que huir de Buenos Aires o de Montevideo, a Santa María, para encontrar libertad, porque sospechan que es el otro mundo, un país de maravilla, una ciudad literaria.

Santa María está hecha de los sueños de Brausen como Brausen de los sueños de Onetti, quien deja a aquel crear en su memoria y sus delirios la ciudad. Brausen sabrá de la realidad de sus sueños mientras su mujer llora, dormida, y Onetti, que comparte con él un despacho, le hace buscar la salvación en la habitación de la Queca, su vecina de aquel. En esa habitación, “naturaleza muerta” donde se oyen todos los ruidos del mundo y desde donde siente los suspiros de su mujer que sufre en sueños, Brausen, -que se finge Arce para gozar de la pureza ilusoria de no tener pasado y se realiza en Díez Grey haciendo que el ayer no importe y la historia de su personaje sea impotente ante el hoy de Santa María-, se mueve adentrándose en sí mismo como por el espacio irreal de un cuadro. Los objetos, sucios y podridos, reposan con obstinada inocencia, ajenos al devenir, desnudos en su existir, mudos y discretos pero apoderándose del intruso. Absorto en esa paz que contagian los objetos llega a la existencia pura, recorre el alma, el cuerpo, la persona toda de la Queca, logrando una intimidad irrecuperable con ella. Decide entonces asesinarla para lograr el vacío total. Pero un otro, real, la mata por él. Brausen alcanzará la plenitud del ser cuando, en compañía del asesino real, se entrega a la policía.

La vida breve es una elegía-despedida a la vida sin pasar por la muerte; la conciencia de la soledad y de nuestros falleceres diurnos y nocturnos. Y el rechazo, también, a todos los valores que se nos han impuesto. Brausen inventa una realidad para vengar la realidad no elegida pues, como artista, tiene la facultad de crear otros mundos para escapar de la insoportable continuidad de la existencia.

La imposibilidad de comunicación rige El astillero (1962), su pieza maestra. La novela está dominada por la persona de Junta Larsen, un hombre duro, lacónico y rebuscador, antiguo propietario de un burdel que había aparecido por primera vez en Tierra de nadie y que también forma parte del elenco de La vida breve. Las visiones ideales de la juventud de Larsen, sus subsecuentes sueños de riqueza y poder, le han eludido; ahora está al final de su larga maniobra. Vuelve a Puerto de Santa María y se convierte en un muy bien remunerado gerente de un astillero. De hecho, el astillero es un despojo del tiempo y el salario mera imaginación, pero Larsen, como los otros empleados, entran a gusto y con aparente convicción en este juego kafkiano: estudian archivos envejecidos, hablan de barcos que hace tiempo desaparecieron, cortejan a la enferma hija del patrón. La crisis se precipita cuando uno de los empleados se rebela contra este mundo absurdo, y Larsen, fallando al intentar asesinarle, enloquece y muere.

Para Larsen la vida se nos va haciendo nada, una cosa tras otra sin interés ni sentido. Pero a pesar del fracaso y las degradaciones, su heroísmo reside en tratar de encontrar algún sentido a su constante lucha por sobrevivir, sabiendo que crecer es fallar pues sólo en la juventud somos capaces de amar y tener esperanzas. Al cerrar el libro tenemos la certeza de que la muerte es la única que puede salvarnos del absurdo de vivir, librarnos de esa pesadilla que es la vida adulta.

El asunto de Juntacadáveres (1964) es un fragmento de la vida de Larsen, cuando, al establecer un burdel en Puerto de Santa María, asiste a la realización de su ideal. Refiere paradójicamente los precedentes de la expulsión decretada por el gobernador, de Larsen o Junta, quien murió, según se cuenta en El astillero, de pulmonía en un hospital de El Rosario.

Santa María es ya una ciudad en plenitud ciudadana. Pero la verdadera historia hay que buscarla en el ánima de los personajes: Larsen, con su extraña vocación de ser siempre y sobre todo una figura escatológica, un ave de mal augurio que anuncia la muerte, un junta-cadáveres, hiena coleccionista de carroñas, y su grupo de grotescas putas, decrépitas, buscando en el lupanar el naufragio definitivo.

Onetti ha puesto en esta novela toda la sabiduría de su larga existencia a fin de someternos al asfixiante clímax de una ciudad alucinada que renace cada día, desde su provincialismo, entre un río y una colonia de labradores suizos, con la tranquilidad conmovida por la presencia súbita e insólita de una casa de putas, autorizada por el Consejo Municipal mediante votación y luego de un nudo de discordias y conflictos que termina en una tragedia y una curiosa cruzada impulsada por el cura Bergner, con militancia de jóvenes que “quieren novios castos y maridos sanos”. Larsen, el proxeneta, significa el “progreso” en una sociedad atemorizada y conservadora. El prostíbulo es el mundo futuro y las putas, la infinita ternura que necesitan los hombres.

Toda la obra de Onetti es una honda reflexión que nos empuja al desamparo, el desencanto, el desarraigo, la pasividad, el aburrimiento. Sus personajes se mueven entre las miserias de la angustia y la resignación, que asumen sin ira ni rebeldía, con cierto fatalismo cristiano digno de nuestras tradiciones, así sea sin fe. Sus personajes son contemplativos a la manera de Díaz Grey o Jorge Malabia, seres incapacitados para crear relaciones orgánicas con sus comunidades y son por tanto relegados a la soledad y el aislamiento. El mundo, para ellos, es un suplicio que deben evitar pues representa la decrepitud e insolvencia de unos valores que la pequeña burguesía abandonó hace ya tiempos, pero que parece serán pronto remplazados por otros. Un mundo de indiferencia moral, sin fe ni interés por el destino. El asunto central de su obra es la imposibilidad del hombre para resistir el peso de la realidad, como dice T. S. Eliot en uno de sus poemas. Incapaces de aceptar que sus vidas carecen de sentido, sus personajes tratan de modificar la realidad y se destruyen a si mismos.

Notable cuentista, la trama de sus narraciones se construye a menudo alrededor de una acción fundamental ofrecida en versiones o claves varias, contadas a través de terceros, pasivos espectadores -como el lector- que evocan con maledicencias, chismes y rumores la vida de otros, dejándonos en la incertidumbre al tiempo que teje un personaje colectivo al que nos vamos integrando, una sociedad a la que terminamos por pertenecer: la gente de Puerto de Santa María.

Onetti fue calificado de anti novelista a causa de su escaso interés en los argumentos tradicionales. La acción en sus libros está generalmente subordinada a describir detalles que enfatizan el paso del tiempo. Su estilo, plano desde los primeros libros, fue cambiando gradualmente hacia un denso y oblicuo instrumento pleno en encubrimientos, reiteraciones, monólogos elípticos de acuerdo con las características complejas y confusas de sus personajes y la estática visión de la vida que tienen.

Juan Carlos Onetti abandonó la escuela secundaria y trabajó como portero, oficinista, mesero y vendedor. En 1932 se trasladó a Buenos Aires, donde vivió por dos años, y publicó sus primeros cuentos en los suplementos literarios de La Prensa y La Nación. Sus intereses literarios se fueron desarrollando paralelamente a sus intereses políticos. De regreso a Montevideo fue nombrado editor de Marcha (1939-1942) donde promovió la nueva literatura. Al dejar la revista pasó a trabajar en la agencia noticiosa Reuter, primero en Montevideo (1942-1943) y luego en Buenos Aires (1943-1946). En esta última ciudad permanecería hasta 1955 trabajando como editor de las revistas Vea y Lea. Durante la década del cuarenta escribió varias novelas y tradujo a varios escritores norteamericanos, en especial a William Faulkner, uno de sus favoritos. En 1957 fue nombrado director de las bibliotecas públicas de Montevideo. En 1974 premió un cuento de Nelson Marra, donde la policía uruguaya es presentada como torturadores y raptores. La historia fue publicada en Marcha, que fue clausurado por diez semanas y Marra, Onetti y otros miembros del jurado fueron puestos en prisión, y golpeados para hacerles entender que nadie podía afirmar que la policía uruguaya golpeaba y torturaba a los detenidos. Onetti sufrió una crisis nerviosa, tuvo que ser recluido en una clínica por algunos días y luego partió para Madrid, donde murió. Otros de sus libros son Tierra de nadie (1941), Para esta noche (1943), Los adioses (1954), Para una tumba sin nombre (1959), Dejemos hablar al viento (1979), Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1994). Sus Obras completas aparecieron en México en 1970. Recibió el Premio Nacional de Literatura (1962) y el Cervantes (1980).

Harold Alvarado Tenorio, director de la revista Arquitrave