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martes, 4 de octubre de 2022

Roberto Bolaño y Giuseppe Arcimboldo: ¿Se inspira Roberto Bolaño en las pinturas de Arcimboldo para escribir su novela filosófica ‘2666’?

Por Roberto R. Aramayo

NuevaTribuna.es, 17.08.2022





La fama, cuando no se cimentaba en el arribismo, 

lo hacía en el equívoco y la mentira.

Roberto Bolaño, 2666

 


Debo confesar que no había leído nada de mi tocayo, el escritor chileno Roberto Bolaño, hasta que oí recomendar en la radio una obra suya titulada 2666. Su corpulencia la hacía ideal como lectura de verano. Sus mil doscientos páginas en formato de bolsillo cabían en la maleta y daba de sí. Su lectura es desconcertante, pero tiene algo de hipnótica y no se tira la toalla, ni siquiera en las partes que pueden causar mayor perplejidad. En realidad son cinco libros diferentes cuyas tramas y personajes van aportando nuevas perspectivas de cuanto se narra desde otros ángulos complementarios.

 

Lo cierto es que se nos cuentan mil y una historias. Algunos párrafos presentan a nuevos personajes que devienen transitoriamente protagonistas y aportan su propio relato. El conjunto resultante se asemeja bastante a la técnica del pintor italiano Arcimboldo. En los cuadros del genio renacentista nos encontramos con elementos perfectamente dibujados que van encajándose hasta hacernos ver a una determinada distancia un retrato. Sus “Cuatro estaciones” rivalizan en fama con las de Vivaldi y son pocos quienes no han visto las primeras o escuchado estas últimas. La figura del bibliotecario de Arcimboldo queda compuesta por libros que nos hacen reconstruir sus rasgos. Bolaño cita varios cuadros, uno de los cuales admite verse del derecho y del revés con dos motivos distintos aunque no cambien las piezas aparentemente deshilachadas.

 

Con un género inclasificable que combina novela y ensayo, literatura y filosofía, Bolaño hace otro tanto con su prosa. Las páginas de 2666 van recolocándose merced a nuestra memoria e imaginación según se avanza en la lectura hasta contemplar el fresco del conjunto tras examinar las piezas por separado. Se trata de un escrito póstumo y se dice que planeó hacer cinco libros para dejar a su familia un legado mayor, ya que la muerte no le dejó sobrepasar el medio siglo e impidió que pudiera seguir enriqueciendo nuestro patrimonio cultural desde una trayectoria ya muy consolidada durante algunas décadas más. Pero tuvo mucho sentido que se publicarán como una novela única. Lo contrario hubiera sido tanto como trocear un cuadro de Arcimboldo para utilizarlo como publicidad gastronómica.

 

Al parecer en el campo de Buchenwald hubo un médico alemán llamado Hans Reiter que participó en los experimentos de Buchenwald y que, tras fingir su fallecimiento en 1969, habría publicado bajo el seudónimo de Arcimboldi y vivido en Bariloche hasta el año 1986, fecha de su muerte real. Pero en cualquier caso esa sería la única inspiración para uno de los personajes que protagonizan la novela y sirve como hilo conductor para ensamblar el mosaico de relatos que nos brinda Bolaño en 2666, pues no se pretende ficcionar la biografía del médico nazi convertido en literato y solo se toman prestados los nombres, el auténtico y el del seudónimo adoptado al cambiar de actividad.

 

En un momento dado uno de los personajes desdeña la fama. De un plumazo se identifica nada menos que con el arribismo, el equívoco y la mentira. Obviamente habría que distinguir entre justa celebridad y el ser transitoriamente famosillo. Los medios de comunicación ponen bajo sus focos a ciertos personajes que no tardan en ser olvidados al no merecer un recuerdo colectivo. Nombres que circulan por las redes y obtienen un sinfín de aprobaciones acaban despareciendo del mal con la misma velocidad que comparecieron. No costaría mucho mencionar a ciertos políticos que, tras acaparar las páginas de los periódicos y el inicio de los informativos audiovisuales, pasan a ocupar el rincón más oscuro de la historia.

 

El reconocimiento perdurable suele ser tardío. En el arte las vanguardias no acostumbran a ser aceptadas por sus coetáneos y deben aguardar a ver apreciada su obra por generaciones posteriores. También pasa en la filosofía, como muestra el caso de Schopenhauer. Diderot escondió sus novelas en un cajón y le tocó a Goethe descubrirlas. La sátira de Moliere no fue bien comprendida en su época. Las partituras de Bach no fueron interpretadas durante mucho tiempo hasta verse redescubiertas y alcanzar su consagración definitiva.

 

Bolaño juega con los caprichosos altibajos de la fama para ensamblar su compleja trama. Un estudioso descubre una obra olvidada y decide dedicarse a estudiar al autor en cuestión hasta devenir un consumado especialista. Esta circunstancia le hace ser conocido en ciertos círculos (porque la fama va por barrios, como casi todo) y eso le hará trabar amistad con otros especialistas, empeñados también en reivindicar la obra de un autor del que se ignora casi todo, dedicándose a buscarlo por todas partes donde haya un mínimo vestigio. Esto les hará visitar diversos lugares y eso permite que se cambie de tercio entrelazando nuevos relatos cuyo decurso paralelo traza las piezas a lo Arcimboldo. Lo que son frutas y enseres domésticos por separado nos dibujan un retrato, si nuestra imaginación las ensambla.

















jueves, 16 de marzo de 2017

Las otras apropiaciones de Borges y Bolaño

Por Jorge Carrión
The New York Times.es. 06.12.2016
 



Es un error considerar que la gestión que las viudas hacen de los legados literarios no es literatura. Como nos enseñó Pierre Bourdieu, el campo literario es una zona de fuerzas sociológicas donde el poder, la industria, la clase o el género son casi tan importantes como los meros textos. La literatura es también su circulación y sus lecturas.

Entre la gestión de María Kodama y la de Carolina López, de los legados de Borges y Bolaño, respectivamente, existen claros paralelismos. Ambas se han confiado al agente literario Andrew Wylie. Ambas han publicado una ingente cantidad de materiales inéditos. Ambas han implicado a abogados para que protejan sus intereses.

De las entrevistas a Kodama no se deduce en ningún momento que entienda realmente la poética de Borges. De modo que la voluntad del difunto (que su albacea fuera ella) parece colisionar tanto con su propia herencia (lo giros borgeanos) como con los nuevos paradigmas de la cultura (el apropiacionismo, el remake, el remix, internet). Esa colisión se está produciendo en términos legales y no sólo filosóficos y artísticos. Así lo demuestran el pacto al que llegaron los abogados de la editorial Alfaguara y los de Kodama, a raíz de la publicación de El hacedor (de Borges). Remake, de Agustín Fernández Mallo —donde el autor español versiona cada uno de los poemas y relatos del libro original— que supuso retirar los ejemplares del libro y convertirlo en una obra fantasma; y la querella penal contra el autor argentino Pablo Katchadjian por El aleph engordado, que sigue su curso en los tribunales, entre otros casos que probablemente no hayan llegado a ser públicos.

El martes 23 de noviembre se dictó el procesamiento contra Katchadjian. Se le acusa de “defraudación”, una etiqueta genérica para referirse a delitos como la estafa. Según las últimas declaraciones del abogado de Kodama, Fernando Soto, el escritor “Katchadjian dice que fue un experimento, pero no fue ningún experimento. Copió y adulteró”.

¿Un experimento artístico, incluso científico, no es tantas veces precisamente copia y adulterio? Defraudar significa causar un perjuicio patrimonial. ¿Qué entienden por “patrimonio” los abogados de Kodama? ¿El corpus borgeano? Según La Nación, Soto declaró que el hecho de que Katchadjian publicara solo 200 ejemplares de El aleph engordado es irrelevante, porque si no defraudó dinero sí defraudó notoriedad. Los abogados de Kodama le ofrecieron al escritor experimental que pagara un peso simbólico, acompañado de una disculpa pública; y él se negó. Significaría aceptar que su libro fue un error. Y, por el contrario, fue un homenaje a Borges, un bello experimento literario.

En el capítulo que la crítica y narradora Graciela Speranza le dedica a Borges en Fuera de campo. Literatura y arte argentinos después de Duchamp (Anagrama, 2006), reproduce a modo de epígrafe estas palabras del maestro: “Si no repito a los otros, me repito a mí mismo. Quizás yo no sea otra cosa que una repetición”. Borges se revela como el Duchamp de la literatura. En su cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” ejecuta un gesto equivalente al que Duchamp realizó pintándole el bigote a la Gioconda y afeitándoselo después: demuestra que dos fragmentos idénticos de Cervantes, separados por 300 años de historia, tienen significados muy distintos. En otro ensayo imprescindible, Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación (Tusquets México, 2013), Cristina Rivera Garza dice que los escritores del siglo XXI también son recicladores, usuarios del copy and paste, recreadores: alquien que “cura las frases que habrá de injertar, extirpar, citar, transcribir”.

Pero las leyes de la propiedad intelectual, aprobadas en un mundo sin internet, son incapaces de ser justas con los modos en que creamos hoy. Sí amparan a la perfección, en cambio, la proliferación comercial de textos con la marca de autores famosos.

Después de la selección que hizo Borges para sus Obras Completas, sorprende que Kodama haya publicado tantos libros inéditos. Algunos de ellos indican desde la portada que se trata de textos “recobrados”; otros, en cambio, conviven en las estanterías de las librerías con sus títulos fundamentales. Las tres novelas inéditas de Bolaño (El Tercer Reich, Los sinsabores del verdadero policía y El espíritu de la ciencia ficción) son en verdad proyectos inacabados que no deberían confundirse con sus obras maestras. Que Bolaño no las destruyera no significa que quisiera que se publicaran en Anagrama o en Alfaguara como libros definitivos. El archivo se podría haber prestado o vendido a una universidad de prestigio norteamericana, accesible para los estudiosos. Las novelas inconclusas se podrían haber publicado en un volumen de “Textos recobrados”, que dejara claro desde el título que no estaban a la altura del resto de su producción literaria.

Tras algunas entrevistas en que había hablado de su función, López ha publicado recientemente un artículo sobre esas cuestiones. De él se deducen dos datos: por un lado, que no tiene un nivel demasiado alto de redacción; por el otro, que tiene un problema grave con Carmen Pérez, la última compañera o amante de su marido. El primer dato es irrelevante para el buen ejercicio de su profesión (educadora social), pero arroja dudas sobre el ejercicio de su función como editora de los originales de Bolaño. El crítico y editor Ignacio Echevarría no es santo de mi devoción, pero sin duda hubiera sido mejor albacea literario. Eso significa que, al nombrarla a ella y no a él, Bolaño tal vez hizo lo mejor para sus hijos, pero quizá no lo mejor para su obra. El segundo dato se manifiesta de un modo freudiano (dice que no va a decir lo que, a renglón seguido, dice) y no es más que un eco de una acción que han llevado a cabo sus abogados: amenazar por escrito con una demanda a los periodistas y editores que han mencionado en artículos y libros a Carmen Pérez (y a ella).

Para entender todas estas acciones de López y de Kodama sólo se me ocurre una opción: la relectura radical de la historia de la apropiación. Si bien es cierto que todos los artistas han copiado, adulterado, experimentado, defraudado, estafado —en fin: creado—, es a partir de Walter Benjamin, Marcel Duchamp y Jorge Luis Borges que el apropiacionismo se vuelve contemporáneo. El giro más radical lo protagoniza Sherrie Levine en 1981 cuando expone en el Metro Pictures Gallery de Nueva York: After Walker Evans: fotografías de las fotografías de Evans (el famoso fotoperiodista de la crisis del 29). Fue denunciada por sus herederos. Donó las imágenes al Estado. Ahora están en el mismo MOMA que atesora tantos readymades.

Como vuelta de tuerca de la vuelta de tuerca, en 2007 el artista español José Manuel Ballester inició el proyecto “Espacios ocultos”. Fotografió grandes obras de la pintura universal y, pacientemente, las vació de sus personajes. Así “El jardín de las delicias” de El Bosco se convirtió en “El jardín deshabitado” (2008) y “Cristo agonizante con Toledo al fondo” de El Greco se transformó en “Lugar para la crucifixión” (2013).

¿No es exactamente ésa la doble operación que están realizando Kodama y López? Por un lado, están borrando a varios amigos y amigas de Borges y de Bolaño. Por el otro, se están apropiando de sus textos. Miro la página de créditos de las Obras Completas. Edición crítica (Emecé, 2009) y me encuentro “© 1989, María Kodama”. Miro la de El espíritu de la ciencia-ficción (Alfaguara, 2016) y leo: “© Herederos de Roberto Bolaño” y, en la página siguiente, “Para Carolina López”.

Pero sin duda Kodama va mucho más lejos, es mucho más borgeana. Acaba de publicar en Lumen: Homenaje a Borges, en cuya página 201 cuenta cuando, todavía niña, se enamoró de él, y cita estos versos: “I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my / heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat“. Y en la página 258 cuenta lo mismo y cita estos otros: “I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my / heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat“. Los cuatro son de Borges. Pero la segunda cita es sin duda superior a la primera. Escritos en inglés por un escritor argentino en los años 30 los versos pueden ser leídos tanto como un homenaje a su otra lengua literaria o como un gesto snob. Reproducidos doblemente, en nuestra era del copy and paste, por quien atesora sus derechos de reproducción, el gesto sólo puede ser interpretado como una genialidad apropiacionista. Kodama repite el procedimiento de “Pierre Menard, autor del Quijote“, pero lo hace al amparo de la legalidad. Doble vuelta de tuerca. Doble salto mortal.

Envalentonado por la perversa argumentación que voy construyendo, empiezo a ver a Kodama y a López como grandes apropiacionistas, en un nuevo sentido, todavía no codificado por la historia del arte. Tal vez en 2666 sean consideradas artistas punks, estrategas conceptuales que se vengaron del heteropatriarcado, del canon masculino, de la tonta fe de nuestra época en la autoría.

Pero no olvidemos que los muertos son indóciles.

Ni que en “El Aleph” Borges incorpora, copia, parodia elementos de El Infierno de Dante, en cuyo cuarto círculo se encuentran los avaros, en cuyo sexto círculo residen los herejes, en cuyo octavo círculo —en fin— arden la vida eterna los fraudulentos, tan cerca de Lucifer, eternamente congelado.

Qué suerte que no existan ese tipo de infiernos.

O que no sean metafísicos, sino sólo mentales.

Tan humanos.









miércoles, 30 de noviembre de 2016

La verdad sobre Roberto Bolaño

Por Carolina López
El País.com, España. 24.11.2016




Recientemente se ha publicado un artículo del crítico Ignacio Echevarría (El Cultural de El Mundo, 23 de septiembre de 2016) y unas declaraciones del editor Jorge Herralde (La Vanguardia, 30 de octubre de 2016) que, lejos de referirse a cuestiones literarias de la obra de Roberto Bolaño, tratan sobre asuntos de mi vida privada, la de mis hijos y la del propio Roberto que no son ciertas.

Roberto murió en 2003 tras largos años de enfermedad y su voluntad siempre fue que su esposa y sus hijos gestionaran su obra, como hemos venido haciendo con discreción. Tras su fallecimiento, yo seguí viviendo en Blanes (Girona) junto a mis hijos e intentando llevar una vida anónima ajena a las rencillas editoriales. Siempre he mantenido mi puesto como educadora social en el Ayuntamiento de ese pueblo, donde trabajo desde hace más de 30 años. Ahora me veo, tristemente, en la obligación de romper este silencio de más de 10 años.

Echevarría y Herralde atribuyen que se les haya apartado de la gestión de la obra de Roberto al hecho de que, según ellos, conocían una relación sentimental de este con Carmen Pérez. Lo cual no es cierto en absoluto. Actúan movidos por el despecho, porque, debo decir, que se apartaron ellos mismos.

La reciente publicación de la novela inédita El espíritu de la ciencia-ficción y la cesión de los derechos de la obra de Roberto a Alfaguara y no a Feltrinelli (sucesora de Anagrama) se debe únicamente a razones profesionales. La propuesta que realizó Alfaguara en el marco de las negociaciones en las que intervino mi agente, Andrew Wylie, fue mucho más ventajosa para la obra de Roberto. No solo en lo económico. Alfaguara tiene una mayor presencia en Latinoamérica, donde sus libros cuestan menos, algo fundamental para garantizar el acceso de los lectores a su obra.

Debe destacarse, además, que cuando Roberto murió, sólo hacía siete años que publicaba en Anagrama. De la totalidad de su obra (15 libros), seis los publicó en otras editoriales (Seix Barral, Acantilado, Lumen, Planeta Chile y Mondadori). Como bien sabe el propio Herralde, de los 20 años de vida editorial de Roberto, siete corresponden a Roberto y 13 a la gestión de su familia. Durante estos últimos, su editorial pudo reunificar toda la obra en su sello así como publicar inéditos póstumos muy relevantes. Después de 13 años en Anagrama difícilmente se puede sostener que tomemos decisiones de forma impulsiva o vengativa.

Mi pérdida de confianza en Herralde se inició en 2008, cuando revisé los contratos. Me percaté de que en 2005 Anagrama había formalizado sin mi autorización un pacto por el cual estábamos pagando comisiones mucho más altas de lo habitual. Si las comisiones rondaban de costumbre el 20%, mis hijos y yo pagábamos entre un 35% y 55%. Anagrama prolongó la vigencia de los contratos hasta 2015 y amplió el límite de ejemplares que podía editar hasta la inverosímil cifra de 5.000.000 cuando los topes de los contratos anteriores eran de 20.000 ejemplares. Además, cuando se firmó el referido contrato en 2005, ya había caducado la vigencia de varias obras por haberse superado el límite de edición, todo ello sin abonar el adelanto habitual.

En ese contexto, la agencia literaria Andrew Wylie me ofreció representar la obra de Bolaño a nivel mundial y se produjo la renegociación con Anagrama, que además cesó en la gestión internacional de la obra. Fue en ese momento cuando mi nombre, que apenas había salido en la prensa, pasó a ser el centro de artículos que desacreditaban mi imagen y aludían a hechos de la esfera privada que no son ciertos.

Respecto a Ignacio Echevarría, nuestra relación profesional quedó rota en 2005 porque, igualmente, perdí la confianza en él. En el trabajo de coordinación de la edición del libro El secreto del mal tuve conocimiento de que había difundido por correo electrónico a terceras personas el manuscrito inédito de dicha obra sin pedir mi autorización y antes de haber firmado contrato alguno. Valoré esto como una frivolidad y una falta de responsabilidad. Cuando le pregunté por ello reconoció su error, pidió disculpas y dimitió de su cargo. Miente, pues, cuando afirma que lo despedí. Y miente cuando relata los motivos. En su día, él mismo encontró justificada su dimisión, como se constata en el correo electrónico que me envío el 9 de octubre de 2005: “Lamento muy sinceramente haber decepcionado tu confianza. […] Me hago cargo de lo que puede suponer una pérdida de confianza y asumo enteramente mi responsabilidad”. Además, se ha desdicho de lo que me escribió dos días después, en otro correo: “Por mi parte, no tengo intención de dar más vueltas al asunto, ni mucho menos de divulgarlo en forma alguna”.

Después de este mensaje no podía imaginar que Echevarría continuaría declarándose albacea de la obra de Roberto —mintiendo públicamente— hasta que en 2011, seis años después, declaré a La Vanguardia que nunca lo había sido. Es decir, miente cuando escribe en su reciente artículo de El Mundo que nunca se había definido como tal y que eran los periodistas quienes lo afirmaban. Baste leer la entrevista que concedió en El Telégrafo de Ecuador (2 de diciembre 2009):

—Cambiando de tema, hasta hace poco tiempo estuvo a cargo de la obra de Bolaño…
—Estaba, ahora no. Lo que pasa es que él me nombró, frente a su viuda, albacea, pero solo de palabra. Yo no tenía poderes jurídicos en la administración de su legado.

Mis argumentos son profesionales. Por eso es absurdo que Herralde y Echevarría decidan por despecho quién fue, y desde cuándo, su pareja. Con gran dolor, mis hijos y yo estamos pagando, me temo, las consecuencias de nuestra salida de Anagrama.

Sobre mi vida privada, la de Roberto y mis hijos nunca he hablado en los medios y no lo voy a hacer ahora. Sólo me limitaré a decir que Roberto y yo mantuvimos un proyecto de vida en común, de pareja y familiar junto a nuestros hijos, durante 23 años, desde que nos conocimos en Girona en 1981 hasta su fallecimiento. Es falso que Roberto compartiera su vida y los últimos seis años antes de su fallecimiento con Carmen Pérez. En todas sus declaraciones públicas, también en la entrevista que concedió pocos días antes de su fallecimiento, sus temas son la literatura y su familia, a los que profesaba un profundo amor y respeto y junto a los que vivió en Blanes hasta el final.






lunes, 28 de noviembre de 2016

Bolaño, enigmas que no son ciencia ficción

Por Xavi Ayén
La Vanguardia.com. 30.10.2016
 

Bolaño bromea entre amigos usando una máscara de Pinochet

Santiago de Chile, 1999


"En los Estados Unidos les está dando por el video, tengo buenos datos. En Londres los adolescentes juegan durante algunos meses a ser estrellas de la canción. Y no pasa nada, por supuesto. Aquí, como era de esperar, buscamos la droga o el hobby más barato y más patético: la poesía, las revistas de poesía; qué le vamos a hacer, no en balde esta es la patria de Cantinflas y Agustín Lara”, afirma el doctor Carvajal, uno de los personajes de El espíritu de la ciencia-ficción, la nueva novela de Roberto Bolaño (1953-2003), que se pone el jueves a la venta. Una obra en la que el joven poeta Jans Schrella –un trasunto del propio Bolaño– vive la bohemia literaria mexicana.

Todo lo que rodea a Bolaño es un acontecimiento. Desde el boom latinoamericano, con nombres como García Márquez o Vargas Llosa, no se recuerda a un escritor con semejante eco mediático y a la vez aplauso de la crítica. Autor inicialmente de culto, ha tenido éxito en mercados tan difíciles como el de Estados Unidos y antes de morir había empezado a entrar en las primeras deliberaciones de los académicos suecos, esas que con el paso de los años pueden fructificar o no. La aparición del nuevo libro coincide con una polémica sobre la gestión de su memoria que ha llevado a su viuda, Carolina López, a demandar judicialmente a varias personas e instituciones que se refirieron a Carmen Pérez de Vega como “la última pareja de Bolaño”, acusándolos de atentar contra el honor y la intimidad de la familia. La demanda se extiende a la propia Pérez de Vega.

Hay que decir que algo, en teoría, tan sencillo de dilucidar es, a tenor de los amigos consultados, interpretable. Para A. G. Porta y otros, “Roberto y Carolina no estaban separados”. En cambio, para otros, “su pareja era Carmen”.

El tema no es un mero chisme y tiene que ver con el salto que su obra acaba de dar de Anagrama –la editorial que le publicó prácticamente todos sus libros– a Alfaguara por una cantidad ligeramente superior a 500.000 euros. La relación entre Jorge Herralde y Carolina López no era buena. “Desde el 2007 no tengo contacto directo con ella –confirma el editor–, solamente a través de agentes y abogados”, a pesar de lo cual llegó a publicar siete libros póstumos de Bolaño entre el 2003 y el 2011. Para el fundador de Anagrama, “los herederos no nos han retirado sus títulos por una cuestión de dinero, sino porque formábamos parte de aquellos amigos íntimos a quienes nos había presentado a Carmen como su novia, con la que yo mantenía un trato esporádico y cordial”. Herralde habla de “una lista negra”. Cuenta que, mientras Ignacio Echevarría y Bruno Montané preparaban la edición de La Universidad Desconocida, “un día recibimos un burofax de un pomposo despacho de abogados en nombre de los herederos desautorizando la edición de dicho texto. Le respondí a Carolina López que, entonces, quedábamos a la espera de su edición y esa es la que publicamos, con algún poema añadido por ella y eliminando la introducción”. El hecho de que Pérez de Vega fuera consultada en alguna cuestión menor, durante la edición de un libro anterior, molestó a la viuda, a la que Herralde no consultó acerca de la idoneidad de Echevarría y Montané para ocuparse del nuevo título.

“El 16 de diciembre del 2015 -prosigue Herralde-, se produjo una reunión en Barcelona, muy cordial, entre Carolina López, Sarah Chalfant (de la agencia Wylie), Carlo Feltrinelli y Silvia Sesé, de la que todos salieron convencidos de que Bolaño seguiría en Anagrama . El precio del anticipo ya se había acordado en reuniones previas”. Esa misma tarde, López tuvo una reunión con Penguin Random House, donde les vendieron toda la obra de Bolaño, sin darnos opción a seguir en la puja”. Herralde deja claro que “no tengo nada contra Wylie, ni contra Random House, es una decisión de Carolina López. No hablaré de delirios ni paranoias porque mis conocimientos médicos son realmente insuficientes”.

El entorno de López afirma que “Herralde trataba a Carolina como un trapo sucio”, mientras que en Anagrama citan una lista de agravios concretos, básicamente reediciones que la viuda no autorizaba. “Anagrama ya había dado a Bolaño todo lo que pudo darle, que es mucho, mientras que Alfaguara cuenta con una distribución mucho más potente en Latinoamérica, con lo que su obra puede dar otro salto y ampliar su público”, argumentan los defensores del cambio de editorial, que desdramatizan “algo muy habitual en el sector”.

Bolaño se relacionó con las dos mujeres. Con López tuvo dos hijos –nacidos en 1990 y el 2001–, mantenía una vida familiar en Blanes, viéndose con amigos, realizando algunos viajes y alternando periodos de alejamiento con otros de mayor cercanía. Con Pérez mantuvo una relación amorosa a lo largo de seis años que incluyó varios viajes, asistencia a actos públicos y actividades con amigos, a alguno de los cuales les dijo, hacia el final de su vida, que buscaba piso en Barcelona. La relación con Pérez de Vega se inició en diciembre de 1997 y duró hasta su muerte, de hecho fue ella la que lo condujo al hospital Vall d’Hebron donde murió y quien llamó a Carolina para que se presentara.

Este diario se ha intentado poner en contacto con López y con Pérez. En el caso de la viuda, la editorial Alfaguara se ha remitido a la rueda de prensa que dará la semana que viene. Y Pérez de Vega ha declinado ofrecer declaraciones, más allá de esta: “Yo no pedía nada. Solamente que no me arrebataran mi amistad, cercanía y el conocimiento que tengo de Roberto”.

Ignacio Echevarría se refirió, hace unos días, en un artículo en la revista El Cultural, a la causa de que lo hayan apartado de las labores de edición de los textos del chileno: “Mi buen entendimiento con Pérez de Vega, la mujer con la que Bolaño mantuvo una larga y estrecha relación sentimental durante los últimos años de su vida (en especial los tres últimos, en que la relación se afianzó y se hizo más o menos pública)”.

También se han vertido ríos de tinta sobre la dolencia hepática que, finalmente, le llevó a la muerte. El doctor Víctor Vargas, del hospital Vall d’Hebron, declaró al diario chileno La Tercera que fue “un trastorno inmunológico que afecta a las vías biliares y va dañando el hígado”. Contactado por este diario, Vargas responde: “He firmado un documento a la familia por el que me comprometo a no hablar de este tema”. Hacia el año 1992 o 1993, los médicos le dijeron que debía pedir un trasplante de hígado, lo que fue posponiendo hasta entrado el siglo XXI. Cuando ingresó en el hospital –afectado por el sangrado de las varices esofágicas, un daño colateral de su dolencia–, Bolaño estaba ya el segundo de la lista de espera.

Volviendo al nuevo libro, el chileno Bruno Montané vivió la bohemia mexicana junto a Bolaño. Forzado a realizar una lectura fragmentaria y apresurada de El espíritu de la ciencia-ficción, ya adivina algunos referentes: “Veo que el personaje de Rodríguez es Juan Rejano, poeta andaluz exiliado en México que aparece en Los detectives salvajes. Otros aparecen por su nombre real, como el periodista cultural Jesús Luis Colín, con quien nos solíamos ver en la cafetería La Habana, o Alcira Soust Scaffo, que es el auténtico nombre de Auxilio Lacouture –el personaje de Amuleto–, quien, expulsada de México, vivió unos pocos años como vagabunda en Montevideo”.

Del baúl de Bolaño siguen brotando, pues, obras póstumas. Además de El espíritu de la ciencia-ficción, tuvimos las novelas 2666 (2004), El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía (2011), los volúmenes de cuentos El gaucho insufrible (2003) y El secreto del mal (2007), así como el volumen de poesía La universidad desconocida (2007) y los ensayos recogidos en Entre paréntesis (2004). Si bien él mismo dejó claro que había obras que no daba por buenas –como El Tercer Reich–, es evidente que tienen interés para la legión de bolañistas que puebla el mundo. Herralde certifica que “cuando, con él vivo, miramos sus cajones, sólo quiso rescatar Amberes y Monsieur Pain y no consideró los demás títulos aptos para la publicación, aunque yo no dudo de que son valiosos”.

Ahora, se espera un nuevo libro de cuentos, otro de poesía y el Diario de vida, una libreta la naturaleza de cuyo contenido no ha quedado aclarada. Aunque, dada la labor de catalogación que se viene realizando, tal vez la semana que viene Carolina López dé alguna sorpresa.








lunes, 9 de febrero de 2015

La amistad y los elogios de Bolaño: "El mejor poeta de mi generación"

por A.G.B.
La Tercera. 24.01.2015





En julio de 2004, a un año de la muerte de Roberto Bolaño, Pedro Lemebel lo recordaba en estas páginas: “Lo primero fue una llamada telefónica desde España. Y él se presentó con su timbre azaetado y yo le dije que tenía voz de torero. Se rió mucho y dijo: ¡coño, soy chileno, Pedro! El acento lo perdió a los veinte ¿Y a mí, Robert, se me nota en la voz?, le pregunté. ¿Qué se te nota? El maricón en carroza, le dije y se rió mucho. ¿Viste que uno puede engañar, Robert? De ahí llegó la primera vez, nos conocimos y lo quise al tiro, violentamente”. La columna de Lemebel daba testimonio de su amistad y mutua admiración. Se conocieron en la primera visita del autor de Los detectives salvajes a Chile, en 1998, tras 30 años de ausencia. “Me encantó su dulce apatía, su desconfiado gesto ante los novelistas de derecha que lo tironeaban para comer con él en el Mulato. Pero si son fachos, Robert, le susurré, del taller de la Callejas. ¿De tu historia del libro Perlas y cicatrices, del taller de la Dina?, dijo asustado. Ah, entonces yo no como con ellos, agregó con ético asco y nos fuimos a un bar y hablamos poco porque yo estaba triste”, escribió Lemebel. En su regreso a España, Bolaño llevó sus libros a Anagrama y poco después Lemebel firmaba contrato con el sello de Jorge Herralde. Gracias a ello su obra ganaría visibilidad continental. Gracias a ello y a las palabras de admiración que le dedicó Bolaño, quien solía llamarlo y verlo en sus visitas. “Nadie le saca más emociones a su español que Lemebel. Lemebel no necesita escribir poesía para ser el mejor poeta de mi generación. Nadie llega más hondo que Lemebel”, escribió Bolaño. “Cuando todos los que lo han ninguneado estén perdidos en el albañal o en la nada, Pedro Lemebel será aún una estrella”.







lunes, 29 de diciembre de 2014

Los detectives retratan a Bolaño

por Roberto Careaga C.
La Tercera. 13.07.2013


A 10 años de su muerte, Roberto Bolaño es recordado por tres amigos que inspiraron Los detectives salvajes, la novela de poetas incendiarios que inició su leyenda.




Tenía el pelo largo, llevaba un morral lleno de hojas con poemas, casi siempre estaba fumando. Había vuelto corriendo a Chile para vivir la Unidad Popular, pero cuando llegó la Junta Militar ya estaba en La Moneda. Ya leía a Nicanor Parra. Creía que la poesía debía volver a las barricadas. Corría 1975, tenía 22 años y era uno de los cabecillas de un grupo de poetas incendiarios que atacaban al orden cultural mexicano. Los infrarrealistas. Era el único que no bebía alcohol ni fumaba marihuana. Observaba y escribía. "Aprendía del silencio de las madrugadas", dice uno de los que estaba ahí, Bruno Montané. Otro, el más joven de la pandilla, Juan Esteban Harrington, lo recuerda recatado: "Roberto Bolaño era el menos salvaje de todos".

Encendida la mecha del Infrarrealismo, lo abandonó. Se instaló en España en 1977 y atravesó los 80 escribiendo cientos de poemas, cuentos y novelas en completo anonimato. No volvió a México. Allá, su mejor amigo, el poeta Mario Santiago, mantuvo vivo el Infrarrealismo hasta quemarse. En 1998, con 45 años, Bolaño convirtió en leyenda a sus primeros cómplices literarios en la novela Los detectives salvajes. Ganadora de los premios Herralde y el Rómulo Gallegos, tuvo el fervor de la crítica y de los escritores hispanos, hasta situarlo como el tótem de su generación. Cinco años después murió: la madrugada del lunes 15 de julio se cumplirán 10 años de su partida.

Como se sabe, Los detectives salvajes es una ficción hecha de puras verdades. Los Infrarrealistas son en la novela los Realviceralistas, Bolaño es Arturo Belano, Santiago es Ulises Lima, Octavio Paz es Octavio Paz, etc., etc. Piel Divina, Felipe Müller, las hermanas Font, Pancho Rodríguez, Laura Jáuregui, Catalina O’Hara, incluso Cesárea Tinajero están inspirados en personas con nombre y apellido. "La novela es tan cercana a la realidad, que los que estuvimos ahí nos reconocemos. Pero todo está tergiversado", dice Harrington, que al empezar la conversación insiste en aclarar uno de los tantos mitos: "Yo no soy García Madero".

Creado en 1975, por Bolaño y Santiago, el Infrarrealismo bebía de todas las vanguardias posibles y se enfrentaba al imperio de Paz en la poesía mexicana. El nombre era una cita a Roberto Matta. "Déjenlo todo, nuevamente. Láncese a los caminos", pedían los infras en su primer manifiesto. Eran marginales y temidos. Iban de fiesta en fiesta. Nunca a una organizada por la pintora Carla Rippey, que en Los detectives salvajes aparece retratada en el personaje de Catalina O’Hara, una artista famosa por sus veladas.

"Es posible que los infras salgan más interesantes y románticos en el libro que en la vida", dice. "Roberto tenía un don para volver cualquier cosa interesante, tomaba muchas notas y sabía volver mítica la realidad. Creo que, en un principio, hizo el libro como una broma privada entre él y Mario", agrega Rippey.

Muchos creen que el chileno Harrington, hoy un productor audiovisual, inspiró a García Madero, el poeta de 17 años que narra gran parte de la novela. "Yo era el más chico", reconoce. Un día aparecieron por su casa Bolaño y Bruno Montané (Müller en el libro). Por su padre, se habían enterado que escribía. "Léete unos poemas, me dijeron. Roberto fumaba, Bruno miraba a cualquier parte. Leí varios. Ya, agarra tus cosas y mañana te pasas por la Casa del Lago (centro cultural de la Unam), me dijeron al terminar. Ya está. Así entré a los Infrarrealistas", cuenta.

Harrington se unió a la rutina de la banda. Se veían todas las semanas en cualquier café barato. "Bolaño siempre iba a expulsar a alguien. Después era readmitido”, cuenta. Y aclara: “En la novela inventa a un personaje que él nunca fue. Nunca fue el aventurero. Roberto era híper inteligente, pero también era desagradable. Además, era mojigato. Bebía cero, no fumaba mota. No hacía nada. Observaba y escribía".

"Su 'droga' era estar días sin dormir, escribir y leer; aprender del silencio de las madrugadas", dice Montané, que fue su amigo desde los 70 hasta que murió. "Era genial, lúcido y complejo. Recuerdo a Roberto como un tipo entrañable, con mucho humor, cariñoso, pero también podía ser muy depresivo y, dicho en mexicano, podía tener episodios en que mandaba a todo el mundo a la chingada", agrega.

A Lisa Johnson la mandó a la chingada varias veces. Ella también a él. "Fue el gran amor de Roberto", dice Harrington. Retratada en el personaje de Laura Jáuregui en Los detectives salvajes, rondó el grupo de los infras y fue la pareja de Bolaño. Incluso, la llevó a vivir a su casa; no funcionó. En 1979, cuando se publicó la antología Muchachos desnudos bajo el arcoíris de fuego, Bolaño incluyó un rabioso poema sobre ella: “Generación de los párpados eléctricos”. Puro despecho. En mayo de 2003, le pidió a Rippey el teléfono de Lisa, pero ésta -una bióloga de respeto- prefirió no recibir llamadas del pasado.

En 1977, Bolaño viajó con Santiago a Europa y, según él, en una estación de trenes de Francia, dieron por muerto al Infrarrealismo. "En realidad, sólo lo integrábamos dos personas", dijo en una entrevista. Desde España, le escribió decenas de cartas a Mario, que éste rara vez contestó. Mientras el autor de 2666 trabajó sin cansancio para levantar una carrera literaria, Santiago puso en práctica uno de sus versos: "Si he de vivir, que sea sin timón y en el delirio". Murió atropellado el 10 de enero de 1998, de acuerdo con Bolaño, un día después de que él terminara de corregir Los detectives salvajes.