Mostrando las entradas con la etiqueta Infrarrealismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Infrarrealismo. Mostrar todas las entradas

sábado, 5 de noviembre de 2022

El destino de los infrarrealistas que Roberto Bolaño retrató en “Los detectives salvajes”

Por Alejandro Santos Cid / Gonzalo Moncloa Allison

El País, México. 04.09.2022



Arriba: Margarita Caballero, Mario Santiago, José Rosas Ribeyro, Roberto Bolaño y José Vicente Anaya. 

Abajo: Rubén Medina, Dina García, Ramón Méndez, Guadalupe Ochoa y José Peguero.



La mayoría no había cumplido 20 años y quería volarle la tapa de los sesos a la cultura oficial. Eran jóvenes acelerados, casi adolescentes, que se movían por el Distrito Federal de la década convulsa de 1970 intentando ganarse la vida con artículos y colaboraciones en los suplementos culturales de los periódicos; tratando de juntar unos cuantos pesos que les granjearan unas horas de conversación al calor de un café con leche en el Café La Habana. Sobre todo, eran poetas: pensaban, respiraban, vivían por y para la poesía; creían en ella como en un arma cargada de futuro, con una feroz oposición al establishment, a Octavio Paz y los autores que se acomodaron en las instituciones. Representaban la contracultura de la contracultura, una suerte de punks antes de los punks que escupían versos sobre política, amor, sexo y muerte. Se llamaron a sí mismos los infrarrealistas y durante décadas fueron marginados de los círculos culturales, olvidados por la crítica y rechazados por las editoriales. Hasta que muchos años después, uno de ellos, un autor chileno que se exilió de la dictadura de Augusto Pinochet, recaló en México y acabó en Barcelona, los inmortalizó en un libro que fue considerado por algunos críticos como la última gran novela latinoamericana. El escritor se llamaba Roberto Bolaño, la obra, Los detextives salvajes.

 

Bolaño convirtió en leyenda las andanzas de aquellos poetas por el DF de los 70. Lo elevó al terreno de lo mítico. Los infrarrealistas —con seudónimos— fueron los protagonistas de su libro. La obra, que ganó el premio Herralde, tiene algo de crónica, un punto policíaco y otro de poesía existencialista. Después de su publicación corrieron ríos de tinta sobre los infras: se escribieron tesis, ensayos académicos, artículos e influenció a generaciones posteriores. El libro también funcionó como una maldición: Bolaño se sirvió de mucha materia prima de la realidad, pero también de altas dosis de ficción que desdibujaron la frontera entre qué era literatura y qué historia. Los infrarrealistas quedaron condenados a reivindicarse como personas y no como personajes. Muchos no recibieron la novela con cariño, aunque la mayoría acabaron haciendo las paces con sus trasuntos literarios.

 

El infrarrealismo nació en 1975, forjado entre las tertulias del Café La Habana y las conversaciones sobre poesía a través de las noches del DF. La gasolina del movimiento fueron sus dos caras más visibles, Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro (que nació con el nombre de José Alfredo Zendejas). Sobre ellos, sus viajes y sus desventuras recae casi todo el peso de la novela. En ella, sus personajes se llaman Arturo Belano y Ulises Lima, respectivamente. Bolaño dio el infrarrealismo por muerto en 1977, cuando se fue a Europa, pero el resto de poetas, comandados por Papasquiaro, lo han mantenido vivo.

 

Casi 50 años después, Guadalupe Ochoa (64 años) —retratada como Xóchitl García en Los detectives salvajes— fuma cigarrillos sin filtro en un café de Coyoacán. La vida le ha llevado por otros derroteros, es profesora y documentalista, pero no ha dejado de escribir poesía. “Para mí ser infra es haber aprendido a caminar, es una manera de estar en el mundo, y eso implica lo bueno y lo malo”. Entre otros proyectos, ahora prepara una novela que habla de aquellos años, una especie de respuesta a Bolaño. Una de las grandes deudas del chileno con los infras es el trato que da en el libro a las mujeres, criticado por tener un sesgo machista.

 

Ochoa reconoce las dinámicas sexistas que existían en el grupo entonces. “Muchos de ellos eran más nobles que la mayor parte de los hombres de mi generación, eran generosos y talentosos. Pero eso no les quita que muchos hayan sido muy maltratadores, muy golpeadores, no solo de mujeres”. Por eso ella se distanció con los años de una parte del grupo original, al igual que otra de sus fundadoras, Mara Larrosa, aunque siempre lo ha vivido como una contradicción: su amor por aquellos poetas con los que descubrió el mundo enfrentado a una realidad demasiado incómoda como para ser obviada.

 

Todavía muy joven, Ochoa se emparejó con otro de los infras, José Peguero (67 años)—Jacinto Requena en la novela— con el que tuvo un hijo. Él conoció a Bolaño y Papasquiaro en un taller sobre poesía en la Casa del Lago, cuando tenía 19 años, y ya no se separó del grupo. Se ha dedicado al cine y con los años cada vez escribe menos, pero asegura que sigue siendo infrarrealista. “Lo importante era la manera de ver la poesía. Las posiciones del infrarrealismo están vigentes, es una manera de vivir, de absorber la vida, el gusto, la poesía. Para mí es un movimiento muy vivo, pero la percepción general es que estamos muertos. No ha sido para escuelas, seguimos todavía en cierta actitud beligerante”, explica una tarde de julio en la Cineteca Nacional.

 

 

Diáspora infrarrealista

 

Una de las consignas del primer manifiesto del movimiento (firmado por Bolaño), llevaba el imperativo “¡Déjenlo todo!”. Se lo tomaron al pie de la letra y muchos de ellos, como el propio Bolaño y Papasquiaro, se perdieron en la diáspora. Uno de los fundadores, Bruno Montané —Felipe Müller en la novela—, compatriota exiliado de Bolaño, había marchado a Barcelona en 1976, donde unos meses después llegó para instalarse también el autor de Los detectives salvajes.

 

Montané, que hace unos años reunió su obra poética en El futuro (2018), es uno de los custodios del infrarrealismo. Hace una década fundó Ediciones Sin Fin —junto a Ana María Chagra—, inspirada en el poema de Mario Santiago: Sueño sin fin, que fue el primer libro que publicaron. Si uno se pregunta por el legado del movimiento, el catálogo de la editorial es determinante. A su llegada a Barcelona, con 19 años, trabajó como pintor o saxofonista en orquestas “de pachanga”, recuerda entre risas. Pronto reconoce, sentado en un café del barrio del Ravál cercano al Céntric (que también aparece en la novela de Bolaño), que no ha podido cotizar lo suficiente. A sus 65 años todavía trabaja como corrector de libros para ganarse la vida. Vive en el mismo piso del Raval al que llegó a mediados de los setenta: “Si no fuera porque es de renta antigua, no podría asumir el precio”.

 

Esas calles del distrito de Ciutat Vella vieron cómo se extendía la amistad con Bolaño. Juntos hicieron fanzines literarios, aún inéditos; compartieron libros como el atlas que el padre de Montané escribió sobre los desiertos de Sonora, y que le sirvieron a Bolaño (“que nunca estuvo ahí”) para escribir la parte final de Los detectives salvajes, o su novela póstuma, 2666. A pesar de “momentos de distanciamiento”, la relación nunca se apagó. “Después de que murió [en 2003], Roberto aparecía en mis sueños”, evoca Montané, “estaba vivo: había entrado en la clandestinidad de los autores secretos. Así trabajaba mi inconsciente. Era el modo de recuperar al primer amigo, cuando no éramos nadie. Cuando solamente nos dedicábamos a escribir”.

 

En 1978, Rubén Medina —Rafael Barrios en Los detectives salvajes— se fue a California persiguiendo el amor. Durante un tiempo se buscó la vida con trabajos mal pagados. Hoy es profesor de literatura en la Universidad de Wisconsin. “Bolaño da visibilidad a un movimiento que era muy, muy marginal. Lo negativo es que la gente ve el realismo a través de él, a través de la leyenda, los mitos, la figura de Ulises Lima, la vida en la Ciudad de México a finales de los 70 con los infrarrealistas del Café en La Habana. Todo eso que se vuelve casi como una mitología”, cuenta durante una breve estancia en Ciudad de México, mientras el tráfico de Insurgentes se cuela por la ventana del hotel. Cuando se publicó la novela pasó un tiempo enfadado con el chileno, evitando entrevistas para hablar de él. Con el tiempo abrazó también esa parte del legado y ha publicado artículos, monográficos en Chicago Review o una compilación, Perros habitados por las voces del desierto (2014). 

 

Cuando Jorge Hernández se fue de México en 1982, se llevó el nombre que la “pandilla” infrarrealista le había marcado en el cuerpo como un destino. Lo llamaron Piel Divina, por su “piel lisa, brillante, totalmente lampiña, como si tocaras una serpiente”. El apodo adquirió un aire de trascendencia. Más aún cuando Bolaño llamó a un personaje de Los detectives salvajes del mismo modo. El nombre lo “rebasaba”, dice Hernández al otro lado de la videollamada, desde su casa en un bosque perdido a las afueras de París: “He tenido que ir buscándolo, como si persiguiese a mi propia sombra”. La búsqueda lo llevó al otro lado del Atlántico.

 

—¿Qué le impulsó a marchar?

—El amor, amigo, el amor.

 

El artista conoció en una protesta “surrealista” a su compañera, de origen francés, con la que se fue a París. Durante los primeros años, Piel Divina se las arregló como pintor de brocha gorda. Aunque, con el tiempo profundizó en el mundo de la escultura, un combate “cuerpo a cuerpo con la materia”. “Es como ponerle trampas a la luz”, dice mientras muestra una pieza de madera, extraída de la piel de los árboles que rodean su casa, con las que reflexiona —a través de perforaciones— sobre el sentido que brota del vacío.

 

Años después, Piel Divina tuvo un encuentro “de pura casualidad” con Bolaño, caminando a orillas del Sena. “Él estaba en su mundo, como siempre con papeles, libros en los bolsillos... fue efímero, no teníamos plata, apenas si podíamos tomarnos un café”, recuerda. Una segunda oportunidad, que no se concretó, fue cuando el chileno visitó la capital francesa para presentar una de sus novelas. Piel Divina no llegó.

 

Ese día en la sala, sin embargo, estaba sentado José Rosas Ribeyro, un escritor peruano que en 1975 subió a un avión en Lima, junto a otros perseguidos políticos, y fue deportado por la dictadura de Juan Velasco Alvarado a la capital mexicana. Un día, la escultora Margarita Caballero, compañera entonces de Rosas Ribeyro, encontró un volante en el que se anunciaban lecturas semanales de poetas latinoamericanos, organizadas por unos tales Roberto Bolaño y Mario Santiago. Rosas Ribeyro abre los brazos, sentado en un restaurante de ramen en el centro de Barcelona, donde se instaló en 2017, cuando recuerda la sorpresa que se llevó al escuchar un poema suyo en el programa. “Gracias por leer uno de mis poemas”, dijo al término de la sesión; “¿y quién eres tú?”, le preguntaron los poetas melenudos. “Rosas Ribeyro”, respondió. “¡Hermano!”, se alzaron, antes de envolverse en un abrazo. Desde entonces formó parte de la hermandad infrarrealista. Papasquiaro siempre le reconoció como uno de sus referentes poéticos.

 

A Barcelona también llegó el chileno Juan Esteban Harrington —Juan García Madero, el protagonista de la primera parte de Los detectives salvajes— siguiendo el rastro de Bolaño y Montané. Él fue uno de los poetas más jóvenes, apenas tenía 15 años cuando el movimiento empezó. Estuvo tres años en Europa hasta que volvió a América. Aunque sigue escribiendo poesía, se ha dedicado al cine. “Cuando leímos los detectives todos nos reconocimos. Todo es novelizado y exagerado, pero todo son anécdotas que ocurrieron”. Cuando la novela vio la luz, Harrington se sintió traicionado, pero con el tiempo hizo las paces con su viejo amigo. “Para mí los infras y mi ida a Europa son la parte más importante de mi vida, lo que me convirtió en la persona que soy hoy”.

 

El legado infrarrealista va mucho más allá de la obra de Bolaño. Ediciones Sin Fin y Rubén Medina han hecho un gran trabajo recopilando los inéditos, juntando una obra inabarcable y desperdigada entre los recovecos de los años. Los poetas siguen publicando, esporádicamente, la revista La zorra vuelve al gallinero. El movimiento no acabó con la muerte de Bolaño, la de Papasquiaro en 1998 o las de Darío Galicia y los hermanos Ramón y Cuauhtémoc Méndez —Ernesto San Epifanio, Pancho y Moctezuma Rodríguez en la novela—. Lo atestigua un grupo de poetas que, a sus más de 60 años, continúan en feroz posición contra todo lo establecido. Detectives salvajes, a medio camino entre mitología y realidad, escondidos en las páginas de la literatura y la historia.



















martes, 15 de marzo de 2022

Roberto Bolaño: detrás de mi ventana

Por César Bringas
TierraAdentro.cultura.gob.mx




Poema escondo
donde el dolor parece
quererlo todo
Ana Jimena Sánchez
 
 
0
Hay una cosa llamada Roberto Bolaño, una leyenda mórbida y extraña que se ha comido al autor y a la obra, y que nada tiene que ver con Roberto Bolaño.

 
 
1
Pero Roberto, eso es un poco desagradable que me lo digas, porque significa que yo solo soy un personaje tuyo nada más, no tengo una existencia real. Todos nosotros, Ignacio y yo, somos como fantasías tuyas. Él me decía bueno, Rodrigo, me decía, peor sería que fueras un personaje de Isabel Allende, me dice, no te quejes, hay destinos peores.
(Rodrigo Fresan en el documental La Batalla Futura, 2016)

 
 
2
La primera vez que leí un libro de Roberto Bolaño, yo entraba a la edad de merecer, me acercaba a los veinte años y mi hermano mayor acababa de comprar Los Detectives Salvajes (1998). La portada era un rojo sangre en la pupila expandida. Muchas cosas me separan hoy de mi hermano, como las opiniones políticas o la orientación sexual, pero hay otras que me unen a él como, aunque ahora lo neguemos los dos, la música de Arjona que escuchábamos en la adolescencia o la literatura de Roberto Bolaño. Y la pesadilla me decía: crecerás./Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto/y olvidarás./Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.

 
 
1.1
Tenía esa carita mitad pícaro, mitad seriedad, mitad caricatura para ocultar algo. Un Daniel el Travieso envejecido, una adolescencia alargada por el miedo. Pero también tenía algo salvaje, no en la mirada, sino en las manos. El cigarro siempre encendido. La palabra precisa para responder cualquier pregunta que le hicieran, como cuchilla después de haber sido afilada muchas veces.

 
 
2.1
Como en la canción de Yuri yo veía pasar la vida detrás de la ventana. Mientras, me volvía un cliché. El joven que engañaba con su cara de niño y leía libros que robaba cuando no daba el dinero para comprarlos. Una práctica que, debo confesar, dejé hace poco.
No tenía certezas, salvo una: yo quería ser escritor.
Un amor desbocado/un sueño dentro de otro sueño.

 
 
1.2
Luego de 1998, con el premio Herralde, comenzó el mito. El premio Rómulo Gallegos, ganado en 1999, le abrió las puertas de la intelectualidad chilena, de la que él huía y que no necesitaba después del exilio. La diáspora chilena se había dividido en dos, entre los escritores; aquellos que tenían puestos diplomáticos y los que trabajaban en universidades europeas y norteamericanas, y luego estaba Roberto Bolaño, que trabajaba como mesero. Renegando a veces de la condición de escritor chileno, prefiriendo nombrarse escritor latinoamericano, como menciona en la entrevista para el programa La Belleza de Pensar en la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile, a finales de 1999.

 
 
1.2.1
Bolaño, desde la época anterior a los premios, era muy dado a la reinvención de la propia memoria. Se aparecía en los departamentos y las fiestas de sus amigos para contarles historias truculentas donde había matado, por error, a algún ladrón. O la vez que conoció a los asesinos de Roque Dalton. O cuando un compañero de primaria lo salvó de los campos de concentración de Pinochet. Alguna de las tantas escaramuzas en sus viajes de mochilero por el sur de América. Comenzaba a crear un personaje que tuviera una vida literaria y que no fuera fácil de creer a primera vista.

 
 
2.2
Luego, como destino manifiesto, entré a la carrera de letras y al mismo tiempo dejé de escribir por años. Una tormenta. Un gusano blanco retorciéndose/en el amor por querer ser escritor. Y el amor por ese entonces brincaba la ventana de la vida y me obligaba a salir de la vida. Yo era, sin darme cuenta, Juan García Madero y creía saber más que mis maestros, y quería incendiar las instituciones y buscaba referentes en la bohemia y la escena literaria de mi ciudad. Como si la juventud fuera el pecado y el castigo.

 
 
1.3
A poco de su muerte en 2003, en España, a Roberto Bolaño le salieron amigos por todas partes. Comenzó a brillar la veladora del santo. En Barcelona podías arrojar una moneda y seguro un amigo de Bolaño la atraparía para decirte que a él Roberto siempre le recomendaba comer frutas y verduras. Patricio, Patricio… come más fruta, me decía.

 
 
2.3
Roberto Bolaño en México, antes de la fama, era confundido con el comediante y productor de televisión Roberto Gómez Bolaño, Chespirito, creador de los programas El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado. Durante años en la carrera, y en algunos congresos, me tocó ver cómo algún incauto era vilipendiado por confundirlos. No eras un verdadero alumno de letras, ni mucho menos aspirante a escritor, si cometías una confusión común sobre todo entre los alumnos de primer semestre, más guiados por los faroles de la bohemia que por las lecturas.

 
 
2.3.1
Aunque ambos sean vacas sagradas, que atraparon un momento de la idiosincrasia mexicana, no pastan en el mismo campo. Pobre de aquél que se atreva a hacerlos uno.

 
 
1.4
Siempre se consideró poeta antes que novelista, pero aprendió que el dinero llegaba mejor y más fácil con la prosa que con el verso. Y él tenía una familia que mantener. Antes de morir, por una insuficiencia hepática prolongada por casi diez años, dejó listos los papeles para que Carolina López y sus hijos tuvieran asegurados los derechos sobre su obra. Su amigo, el crítico literario Ignacio Echevarría, diría que poco antes del deceso Roberto lo nombró persona referente y encargado de todo lo que tuviera que ver con sus obras póstumas. Y aquí comienza el manoseo ajeno de su memoria.

 
 
2.4
Habían pasado once años de su muerte, yo había vuelto a escribir lentamente y publicaba en varias revistas de internet cuando supe de un grupo de Facebook llamado Los Perros Románticos. Me inscribí sin dudarlo. Ya antes, en 2009, había aparecido en CDMX La Red de los Poetas Salvajes, que reunía a varios poetas jóvenes, en su mayoría hombres, que seguían, de una u otra forma, la estela de los infras. Pero en 2014 me llamó la atención que no fueran únicamente mexicanos, sino personas de medio mundo de habla hispana. Dice Didier Andrés Castro, poeta colombiano y uno de sus fundadores: El nombre surge de Bolaño, porque era lo que más nos representaba. Sentíamos que en aquel momento la Alt Lit tenía a David Foster Wallace como maestro, y nosotros tomamos a Bolaño como el nuestro. La verdad no recuerdo cómo nació el nombre, quizá en una videollamada en la que nos leíamos cosas. Todos buscábamos lo mismo, de alguna forma compartíamos lecturas y así. Pero estaban distribuidos por todo internet. Kevin (Castro, autor peruano y otro de los fundadores) habló de que sería mejor una reunión. Escribí a Luna (Miguel, escritora española y tercera fundadora) después para proponerle algo así, ya que ella tenía una selección increíble. Ella ya había leído a Kevin, a David Meza y a algunos otros.

 
 
2.4.1
En aquella primera reunión virtual se habló de los infras, de la poesía de Bolaño, y de a poco la idea inicial de que fuera una base de datos se transformó en encuentros presenciales y en un grupo cibernético que llegó a crecer rápidamente y con la misma velocidad se extinguió en apenas un año. No había pretensiones, sino que se pensaba como un sitio de reunión para leer, sobre todo poesía. Nacieron redes de contacto y proyectos que ayudaron al crecimiento de varios escritores en diferentes puntos de América Latina, incluyéndome.

 
 
1.5
Después la muerte de Bolaño, hubo un nombre que comenzó a borrarse alrededor de su memoria y alrededor de sus textos. El que, según la tradición oral y escrita hecha alrededor de sus momentos finales, fue el último nombre y rostro que Roberto Bolaño vio camino al hospital. Si se revisa la primera edición de El gaucho insufrible (2003), en la dedicatoria del cuento “El viaje de Álvaro Rousselot”, se sabrá ese nombre, que desapareció en las siguientes ediciones y traducciones del libro. Una mujer que fue borrada. Pasa lo mismo en el índice onomástico de Entre paréntesis (2004), aparece en la letra P y lleva a la página 17 donde no está su nombre, pero sí hay una cita muy reveladora “De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, solo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura...”, que es un fragmento, a su vez, de la novela Amberes (2002). En ediciones posteriores ese nombre, de nuevo, ya no está.
De acuerdo a Mónica Maristain en su libro El hijo de míster playa (2012), Carolina López y Roberto Bolaño ya no convivían como pareja, vivían cerca para que Roberto pudiera tener contacto con sus hijos, Lautaro y Alexandra, pero él iba de Blanes a Barcelona presentando a aquella mujer a la que le dedicó “El viaje de Álvaro Rousselot” con sus amigos y su madre como su novia, y ya buscaba rentar un piso para ambos en la capital de Catalunya.
Sin embargo, el 15 de julio de 2003 en el hospital Vall d’Hebron en Barcelona, en mitad de la noche y después de conducir lo más rápido posible por media ciudad, aquél nombre, que ya no aparece en las dedicatorias ni índices onomásticos, pero era presentada como su novia, llamó por teléfono a Carolina López y le dijo Roberto está muy mal, ven.

 
 
1.5.1
Aquí se acaba el circo, habría podido pensar Carolina López, después de recibir aquella llamada en mitad de una noche tan larga que se prolongó por varios días. Carolina López. Es fácil verla al pie de la cama, guardiana de la puerta. Una mujer que había soportado un ir y venir del carajo en su vida sentimental, de la que todo el mundo en el ambiente cultural barcelonés parecía tener un punto de vista. Una mujer cansada que no sabía que cuando se acaba una función empieza otra y otra y otra y luego otra.

 
 
2.5
A finales del año 2014 tuve mi primer encuentro personal con Los Perros Románticos, el grupo de Facebook.
Del internet a la                   carne.
Del pixel a la                        carne.
De los verbos a la                carne.
El colágeno de aquellos años
Piel Divina.
Una materialidad.

 
 
2.5.1
Gente de varias partes del país se reunía para una lectura maratónica de poesía en 2014. Coincidiendo con la FIL de Guadalajara un montón de jóvenes poetas hervíamos de la emoción. El bar donde fue la lectura se llenó, como pocas veces he vuelto a ver en un evento de poesía convocado solo por internet y sin tener que ver con instituciones, y con un cartel que no tenía nombres consagrados en él. Una planta a la orilla de la carretera, impulsada por el viento, se agita menos que nosotros en aquella semana. En esas noches de fiesta conocí y reconocí a personas que continúan siendo importantes en mi vida. Hay muchas otras que se fueron, lento. Como dientes de león el tiempo nos echó al aire y nos dispersó. Puede que la poesía no te dé para vivir, pero te da amigos, que es igual de bueno.

 
 
2.5.2
Un tipo de nostalgia específica por la juventud y sus estragos, por los amigos de aquellas noches y los recuerdos borrosos de esas fiestas. Dice Aixa de la Cruz que a los veintipocos el mundo se rige por el deseo y descubrir de golpe que la gente te desea es como intoxicarte de una droga que el cuerpo no disipa y permanece en la sangre modificando la estructura del pensamiento y de tus actos, es casi como salir de prisión. Pienso que eso, la estela de ese pensamiento nostálgico de la juventud, guía de una u otra forma las obras más emblemáticas de Bolaño como Los detectives salvajes, 2666 y Los perros románticos. Una manera de contar cómo crece la gente, qué hace la gente al crecer, cómo vive la gente al crecer. Hace tiempo que para mí la obra de Bolaño dejó de hablar de personas que creían que podían ser especiales de alguna manera, por medio de la literatura, y se convirtió en una advertencia de las consecuencias de nuestras acciones y el peligro de la vida adulta.

 
 
2.5.3
Como si la juventud fue al mismo tiempo el pecado y el castigo.
Una enfermedad que, si te descuidas, puede tener graves estragos.

 
 
1.6
LA VIUDA DE ROBERTO BOLAÑO SIENTA EN EL BANQUILLO AL CRÍTICO IGNACIO ECHEVARRÍA EN UNA DEMANDA POR 150,000 EUROS
El 17 de diciembre de 2019 en varios periódicos de la península ibérica apareció el titular que encendió la comidilla del mundo editorial, una demanda por daños morales contra Ignacio Echevarría por atentar contra la memoria del chileno y contra la intimidad de la familia Bolaño, por aceptar públicamente en un artículo que Roberto tenía una relación sentimental con aquella mujer borrada de las dedicatorias. Se reavivaba así un culebrón de telenovela mexicana que se remontaba a hacía poco tiempo.

 
 
1.6.1
LA VIUDA DE ROBERTO BOLAÑO DEMANDA A LA AMANTE POR 250,000 EUROS
Un juicio del 8 de noviembre de 2018 al 4 de mayo de 2019.
LA AMANTE DE BOLAÑO DEBERÁ PAGAR 35,000 EUROS
Dice la sentencia que se reconoce la relación sentimental de (nombre borrado por la historia oficial de la memoria y de las dedicatorias) con el señor Roberto Bolaño Ávalos, y se desestima que la señora (nombre borrado) atentara contra el honor del escritor, pero se reconoce que atentó contra el honor y la intimidad de su familia, después de una entrevista concedida a la periodista argentina Mónica Maristain para su libro El Hijo de Míster Playa (2012), conminándola a no hablar nunca más de su relación en público y a pagar la suma antes referida.
Algo parecido a un empate.

 
 
 1.6.2
14 de enero de 2020.
IGNACIO ECHEVARRÍA ABSUELTO POR ATENTAR CONTRA EL HONOR DE ROBERTO BOLAÑO
Después de mucho esperar la justicia española dictaba sentencia y afirmaba que Echevarría no atentó contra el honor ni la memoria de su amigo fallecido diecisiete años atrás.

 
 
1.6.3
María Kodama, Mercedes Barcha y Carolina López pertenecen al mismo grupo, el de esposas de escritores y resquicios vivos de la memoria de sus maridos. Un grupo que, dice Rosa Montero en su libro La Loca de la Casa, por suerte ha comenzado a dejar de existir con la liberación femenina. La crítica ha centrado su mirada en Carolina López para hacerla parecer monstruo antes que una persona, olvidando que soportar a ciertos escritores y sus sinsabores no es tarea fácil, y priorizando así el mito del autor cuasi perfecto que no cometía errores ni arrojaba culpas sobre los demás.

 
 
3
De la memoria oficial de Roberto Bolaño se ha borrado un nombre, pero de la memoria de sus lectores no. Quedará en la mano de cada uno hacer sus conjeturas. A él, el hombre al que le gustaba jugar con su memoria, ahora le han hecho reescrituras sobre la misma borrando nombres e imponiendo una versión oficial. Es este juego de espejos que nos lleva a preguntarnos qué hay detrás de la ventana.
En la ciudad de Gerona hay una calle con su nombre. Quizás, cuando haya pasado el tiempo y alguien camine por esa calle no sabrá quizá si se refiere a un escritor chileno o a un comediante mexicano.
Sin embargo, Roberto Bolaño ha cumplido con la posteridad y hace pocos años se publicó su poesía completa, en un tomo tamaño ladrillo, que parece pensado para desnucar enemigos y no para la lectura rápida que le gustaba presumir en vida.
Cuando se planeaba la exposición Archivo Bolaño (2013) se encontró en su estudio un breve texto de despedida: “Y eso es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas me pondría a llorar. Se despide de ustedes Arturo Belano”.



César Bringas (Puebla, 1990) ha publicado los libros Limosna para los pájaros (2015), Los cuerpos cautivos (2018), ¿Te acuerdas? (2018) y Aquí vivimos con una mano en la garganta (2019). La crítica no sabe si hace arte o publicidad.

Ray Patiño (Ciudad de México, 1988) Estudió en la Facultad de Artes y Diseño (UNAM), ha trabajado para el mundo editorial y la creación de interactivos digitales, actualmente trabaja como freelance y en sus tiempos libres dibuja cómics personales que autopublica.




















martes, 6 de julio de 2021

Estridentistas y viscerrealistas en Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño

Por Florence Olivier
Revista La Palabra y el Hombre, Nº 15, Invierno de 2011




En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más.

Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño instaura desde la ficción un diálogo a través de las generaciones entre poetas vanguardistas de los años veinte y de los setenta en México, entre los históricos estridentistas y los real visceralistas; trasuntos de los reales infrarrealistas entre cuyos fundadores se contaba el autor de la novela. Salvajes o libres, los protagonistas y poetas "detectives" de los años setenta parten en busca de la desaparecida, y ficticia, poeta estridentista Cesárea Tinajero por el norte de Sonora. En una novela que narra, mitificándola, la historia generacional del grupo poético de juventud de su autor, en esa suerte de crónica elegiaca y manifiesto a posteriori que es Los detectives salvajes, tal vindicación irónica, melancólica y aventurera de la memoria del estridentismo pretende enlazar rupturas estéticas y afirmar libertades poéticas frente a un canon de la historia literaria mexicana que relegó el estridentismo a favor de la generación de los "Contemporáneos", en cuyo linaje vendría a inscribirse la obra de Octavio Paz.
 
Si bien el principio de la reescritura de la historia literaria como ficción se inscribe en una tradición borgeana, ya practicada por Roberto Bolaño en La literatura nazi en América, cuyos relatos, a modo de notas biobibliográficas sobre escritores imaginarios, se asemejan a ciertos cuentos de Ficciones y se ordenan como los de Historia universal de la infamia, en Los detectives salvajes la investigación en torno a la historia literaria se torna experiencia y aventura, se vive y se encarna. Así, aunque primero se escenifican y narran las tradicionales investigaciones bibliográficas y las entrevistas a los sobrevivientes capitalinos del estridentismo que realizan los jóvenes poetas real visceralistas, estos salen de las librerías de viejo del Distrito Federal para iniciar una investigación detectivesca por el norte de México. Su viaje y aventuras en busca de Cesárea Tinajero cobran aires de road movie por los espacios desérticos donde se borra la frontera entre Sonora y Arizona. Si en "Tlán, Uqbar, Orbis Tertius", el narrador y Bioy Casares agotan las librerías de Buenos Aires y la Biblioteca Nacional argentina en busca del tomo de la Anglo-American Cyclopaedia donde pretenden corroborar la existencia de las páginas dedicadas al imaginario país de Uqbar, los siguientes episodios del cuento de Borges relatan apariciones fortuitas de los datos faltantes en las inmediaciones de la capital argentina, y la pareja de los detectives porteños nunca necesita abandonar su universo familiar, puesto que en este irrumpen libros y objetos extraños llegados del mundo imaginado por otros. Los "detectives salvajes", en cambio, abandonan la biblioteca y el conocimiento libresco para conocer el rostro encarnado de la otrora poesía joven, a riesgo de ser decepcionados.
 
Pero las "correspondencias" entre grupos poéticos que parecen anhelar los real visceralistas Ulises Lima y Arturo Belano no se limitan a la búsqueda de un movimiento antepasado y silenciado, una ficticia rama real visceralista del estridentismo fundada por Cesárea Tinajero, sino que también observan una línea contemporánea. Lectores precursores en México de las obras de los muy reales "eléctricos" de Francia, los real visceralistas setenteros llegan a traducirlos. El segundo recorrido de los jóvenes poetas los lleva a Europa, donde el mexicano Ulises Lima se encontrará en París con el francés Michel Bulteau, autor con Mathieu Messagier y Jean-Jacques Faussot, entre otros, del Manifeste électrique aux paupiéres de jupe (1971). Así, en esos dispares recorridos y correspondencias parecen juntarse varios caminos, americanos y europeos, distintas épocas y una constante: los gestos de ruptura de las vanguardias poéticas, con sus manifiestos y sus revistas tan pronto difuntas como ideadas y publicadas. Se repite en los setenta ese espacio de intercambio poético entre los dos continentes que caracterizó la constelación vanguardista en los años veinte, y se reaviva el pasado de la eterna juventud de esos mismos años. Y por más azarosos que parezcan los viajes, investigaciones y búsquedas de los protagonistas, apuntan a reconocer y trazar un mismo linaje poético, a la revitalización de un surrealismo primerizo y audaz. Se trata de volver a una fuente en el mismo momento de su manar, momento original que escapa a toda lógica de la temporalidad histórica para significar la energía de la innovación poética.
 
En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más: No unos versos bien escritos sino una experiencia bien realizada, o como dijo Jarry: "la estupidez no es nuestro fuerte". Libros como Kilroy was here, de Biga, o Ethermouth, Slit, Hypodermique, de Bulteau, nos llevan como máquinas teletransportadoras del año 2050 al reino de lo mágico revolucionario: una escritura de desacostumbramiento que prolonga los más incendiarios postulados surrealistas (con Pelieu o Biga o Bulteau, la vanguardia abandona el trabajo de profesor universitario o poeta laureado o crítico decente y sagaz, y vuelve a las calles, a los caminos que Breton veía y amaba en Lachez tout!).[1] La consigna de Breton, impresa en mayúsculas, concluye asimismo el manifiesto infrarrealista de Roberto Bolaño escrito en 1975-1976: "DEJÉNLO TODO, NUEVAMENTE / "LÁNCENSE A LOS CAM1NOS".[2]
 
Así como la novela reconoce y a la vez trastoca la noción de historia literaria, inventando una reanudación del real visceralismo a cincuenta años de distancia al suponerle al grupo setentero una precursora en la persona de Cesárea Tinajero, se crea una equivalencia entre el tiempo transcurrido y el espacio recorrido por los reales visceralistas de los setenta para encontrarse con la poeta de los años veinte. La actualización de la ruptura poética vanguardista, o sea el actuarla y el traer el pasado al presente, se funda en esta equivalencia entre viaje por el tiempo y viaje por el espacio. Y no se trata de cualquier espacio, ya que no contentos con lanzarse a los caminos, los poetas detectives se salen de estos para entrar en el desierto sonorense, huyendo de unos criminales, en la vertiente detectivesca o de novela negra del argumento. El estado de Sonora, lugar fronterizo y extremo territorial mexicano, viene a desempeñar un papel mítico, a ser una suerte de metáfora de la terra incognita, tierra de aventuras, no lugar o abismo, al modo del sur borgeano o del blanco espacio austral de Poe. En ese espacio abandonado de la cultura, adonde se mudó en los veinte la poeta Cesárea Tinajero para escándalo de sus amigos capitalinos, podría encontrarse la poesía de ruptura, la poesía en acto o "lo nuevo", que según el poema de Baudelaire "Le voyage", glosado por Bolaño en otra parte, se encuentra en el fondo del abismo, al final del viaje, o de la vida.
 
La libertad de la novela traduce o traslada así a la forma novelesca un deseo de recorrer la historia literaria a campo traviesa o abriendo brechas y de convertir la ficción en discursos que van de la seudo novela negra a la novela de aventuras o a la novela de formación literaria e iniciación sexual. Entre el diario del jovencísimo Juan García Madero, nuevo avatar de Rimbaud, que corresponde a las partes primera y tercera y cuenta los últimos meses de 1975 y los primeros de 1976, y los testimonios abundantísimos con forma de monólogo de una apabullante variedad de personajes que, en la parte central de la novela, narran lo ocurrido en torno a los destinos de Arturo Belano y Ulises Lima entre 1976 y 1996, se decanta la historia del grupo real visceralista, pronto desaparecido con el lanzarse a los caminos de sus miembros fundadores. Frente a la voluntaria postura marginal y exploradora que sostienen estos, aparece un panorama, a menudo satírico, de los medios literarios por los que apenas transitan, en México, en Francia y en España. Los monólogos dramáticos de editores en quiebra, conocidos críticos, profesores latinoamericanos, poetas de distinta calaña, novelistas de éxito o de la secretaria de Octavio Paz en su vejez, hacen las veces de autorretratos que los desenmascaran, revelando su cobardía, su falta de fe en el oficio literario, su venalidad o su desengañada generosidad. Contrastando con estos discursos, la gratuidad de la relación con la poesía de los real visceralistas se hace manifiesta en los relatos de conversaciones en las que abundan los comentarios eruditos y lúdicos y las reflexiones desenfadadas sobre la poesía o sobre determinados poemas, en la enumeración de las lecturas de los jóvenes poetas, en el hilarante repaso de los poetas latinoamericanos y españoles clasificados según su tipo de homosexualidad que hace uno de ellos, y por supuesto, en su inicial búsqueda de Cesárea Tinajero y sus investigaciones sobre los estridentistas. Se trata para ellos de vivir en y por la literatura, de vivir la poesía como aventura o la aventura como poesía. Sus encuentros y desencuentros a lo largo de los años, entre uno y otro continente, giran en torno a la poesía, con azarosas lecturas de poemas escritos al ritmo de sus viajes y penurias, como si la tertulia o la conversación poética fuesen lo único estable en sus vagabundeos. Entre historia de las rupturas estéticas y escritura en sutiles rupturas y enlaces, Los detectives salvajes resulta ejemplar de la necesidad del doble movimiento de transgresión y fundación para buscar "lo nuevo, lo que siempre ha estado allí" en la literatura.
 
Autoproclamándose como nueva vanguardia, los rebeldes real visceralistas se buscan, sin embargo, antecesores en el grupo estridentista al reconocer en sus miembros y en la historia del movimiento una auténtica voluntad de fundar "el reino de lo mágico revolucionario", cuando se buscaba crear una cultura que respondiera a los cambios políticos y sociales sucedidos durante la primera época de Revolución Mexicana. Pero la radicalidad absoluta que reivindican los real visceralistas necesita un modelo aun más rupturista y marginal, tan marginal que se ha perdido su huella, tan heroicamente rupturista y aislado que su redescubrimiento permitiría revolucionar la historia de la poesía mexicana e incluso latinoamericana. Así se lo comenta un real visceralista a un incrédulo y condescendiente joven poeta cercano al grupo de Octavio Paz. Cesárea Tinajero, taquígrafa de profesión, secretaria del general Carvajal, trasunto de Heriberto Jara que fue el mecenas de los estridentistas, fundadora del real visceralismo y de la revista Caborca que constó de un solo número es esa figura hiperbólica de la vanguardia. Y, a diferencia de los estridentistas, cuyo referente es histórico al menos en tanto grupo, es un personaje enteramente ficticio cuyo parecido con la poeta Concha Urquizo, evocado por la crítica, dista de ser evidente. Motivo de la búsqueda y del viaje de Belano, Lima y García Madero, resorte dramático y emblema de la poesía aventurera, incluso de la antipoesía, el personaje es decisivo para la identidad de la novela como despliegue de formas literarias cuya hibridación sirve a los postulados de su autor, a su necesidad de trasladar a la prosa narrativa un ellos poético, ilustrándolo con historias, y de dar testimonio de su propia búsqueda literaria con irónica ternura.
 
Entre los motivos más o menos autobiográficos, aunque mitificados e ironizados, que subyacen en la novela, se encuentra en efecto la admiración por la gesta estridentista. Las entrevistas a los poetas de los veinte, aludidas en la novela o referidas por las voces de los entrevistados, como el desengañado poeta Manuel Maples Arce que casi reniega de su juventud vanguardista, están inspiradas en otras que tuvieron lugar en la realidad en esos mismos años de formación y primera época de la obra de Roberto Botarlo. Así lo sospechaba Grínor Rojo en un artículo sobre Los detectives salvajes, así lo refería José Promis en otro artículo publicado en el mismo volumen. En varios números sucesivos de la revista Plural, después de la sonada renuncia de Octavio Paz y todo el equipo de redacción tras el llamado «golpe a Excélsior", en ese espacio de publicación, retomado por los neopriístas, se cuelan algunas contribuciones de los infrarrealistas, dos de estas dedicadas a los estridentistas: un primer artículo de presentación del grupo vanguardista de los años veinte con la publicación de parte del primer manifiesto estridentista, y una serie de tres entrevistas a Germán List Arzubide, Arqueles Vela y Manuel Maples Arce. La clara voluntad de establecer por encima de varias décadas un parentesco entre uno y otro grupo se percibe en las declaraciones desafiantes y comentarios de un Roberto Bolaño de 23 años que pretende "con un grupo de poetas y/o ensayistas [encargarse] de darle algunos retoques a la historia" y devolverles su lugar y su valor a los estridentistas que perdieron la batalla poética en 1928, tras siete años de intensa actividad. Después de citar a Trotsky acerca del desgaste de los partidos y las escuelas artísticas y de la necesidad de las rupturas, concluye con un paralelo entre las revoluciones poéticas estridentista e infrarrealista, confrontando versos de Maples Arce y del infrarrealista José Peguero. Los estridentistas no pudieron sostener esas barricadas ácidas de la nueva poesía, pero nos enseñaron más de una cosa sobre los adoquines. A los versos de Maples Arce escritos en 1922:
 
Y doscientas estrellas de vicio
            A flor de noche
Escupen pendejadas y flores de papel
Podemos meditarlos con estos de José Peguero
escritos hace tres meses:
Corre corre Valerina
Que me da el Rimbaud
Que me da el Rimbaud. [3]
 
En Los detectives salvajes, se da una versión ficticia y satírica de las circunstancias en que se desarrollaron aquellas entrevistas, aprovechando detalles reales, como el que Maples Arce contestara el cuestionario por escrito, para que el monólogo del estridentista envejecido contribuya a revelar su distancia respecto de la utopía vanguardista y participe en el concierto de los juicios negativos o condescendientes de los artistas y escritores establecidos sobre los jóvenes real visceralistas. Si bien Maples regala ejemplares de su obra a Arturo Belano, lo hace con calculada generosidad, sin querer dárselos en propia mano, sin dedicárselos, y espera vanamente que algún día regrese el joven en busca de un amparo literario. Concluye el personaje: "Todos los poetas, incluso los más vanguardistas, necesitan un padre. Pero estos eran huérfanos de vocación. Nunca volvió". [4]
 
La supuesta orfandad de vocación de los real visceralistas no es sino su voluntad de hallar ese modelo superlativo de la vanguardia extrema y para siempre marginal que es Cesárea Tinajero. El argumento de la novela, su tensión dramática y su constante juego deceptorio [engañoso], necesitaban la creación de ese personaje, así como la del ficticio estridentista Amadeo Salvatierra, que no llegó a la gloria y se convirtió en escritor público o "evangelista" del portal de la plaza de Santo Domingo. Perdedores y perdidos en la capital o el desierto, estos detentan a ojos de los jóvenes el secreto del pasado, de la aventura poética. El monólogo de Amadeo Salvatierra, quien posee el único número de la revista Caborca, donde se publicó el único poema conocido de Cesárea Tinajero, y quien es el único testigo del pasado que tiene datos muy vagos sobre el paradero de la fundadora del real visceralismo, escande, distribuido en 13 fragmentos, la segunda parte de la novela, como un leitmotiv que recordase a lo largo del relato cómo se definió durante una velada el enigma que decidieron resolver los "detectives salvajes", emprendiendo la búsqueda real de la poeta vanguardista. Fragmentado y fragmentario, errático, este monólogo que recuerda una noche de borrachera, sopores alcohólicos, visiones del pasado y conversación en torno a los veinte, el estridentismo y Cesárea Tinajero, sirve así de hilo conductor para la trama de la novela y plantea enigmas de distinta índole, uno sobre el destino de Cesárea Tinajero y otro sobre el valor de la literatura experimental, que no son sino uno solo en esta conversión de las cuestiones literarias en materia novelesca y ejercicios de estilo que cumple la novela. Heroico cómico, este discurso del viejo poeta alcohólico pertenece, fuera de los estrictos límites de la novela, a la serie de relatos de Bolaño que rinden homenaje a los perdedores de la literatura, los malos poetas o los pobres poetas olvidados, desaparecidos, suicidas, los caídos en el combate del arte. A esta visión de la historia literaria como épica irrisoria de las luchas por el arte corresponde el desafío que se dan Ulises Lima y Arturo Belano, prometiendo al final de la noche "encontrar a Cesárea Tinajero aunque [tengan] que levantar todas las piedras del norte" y declarando entre bromas y veras que lo "[hacen] por México, por Latinoamérica, por el Tercer Mundo, por [sus] novias, porque [tienen] ganas de hacerlo".[5] Esta declaración suena nada menos que paródicamente quijotesca, lo cual se verá confirmado por el aspecto y la prosaica condición de Cesárea Tinajero, convertida en vieja yerbatera, suerte de Dulcinea del Toboso por la que indefectiblemente seguirían luchando sus paladines, si al final no se invirtieran los papeles de unos y otra, en una duplicación de lo burlesco. Ella es quien muere defendiéndolos del padrote y el policía que los persiguen.
 
El testimonio de Salvatierra da fe de esta actitud que hace de los contemporáneos "detectives salvajes" los sucesores doblemente paródicos de los antiguos caballeros andantes, ya añoradas por el Quijote. Entre las peripecias de la noche dedicada al repaso acelerado y caótico de los recuerdos de Salvatierra en torno al estridentismo, se incluye la lectura conjunta que hacen Belano, Lima y su anfitrión del Actual n° 1, publicado en 1921 por Maples Arce. Pretexto para un homenaje irónico, la escena da pie a la íntegra transcripción en la novela del ecléctico "Directorio de vanguardia" que completaba el manifiesto estridentista, comentado con desparpajo y minucia por los tres lectores antes de que, jocosamente conmovidos, los jóvenes saluden a los "héroes" conocidos o desconocidos, en posición de firmes y brindando con mezcal Los Suicidas.
 
La segunda lectura es la que hacen de la revista Caborca y del desconcertante poema visual de Cesárea Tinajero, enigma para Salvatierra y broma a la vez que propuesta interesante según Belano y Lima que lo interpretan. A esta lectura y a la interpretación del poema, la novela convida lúdicamente al lector puesto que se plantea el poema como juego y acertijo, resuelto en un primer momento por Lima con el recuerdo de una visión idéntica en un recurrente sueño infantil que se tornaba pesadilla acompañada de sensaciones intensas y concluía a veces con el orinarse en la cama del soñador. El principio de interpretación propuesto por los real visceralistas consiste en completar los trazos que constituyen el poema —una línea recta, una ondulada, una quebrada e irregular con ángulos cerrados sobre las cuales está posado un diminuto rectángulo— así como el monosílabo "Sión" que lo intitula. El rectángulo se convierte en barquito velero agregándosele un triángulo, y las líneas se ven como mar calmado, mar con olas, mar agitado por una tempestad, la sílaba también se completa, viéndose como la última de la palabra 'navegación", a despecho de toda lógica ortográfica puesto que la "s" ha de volverse "c". Solo que este juego visual y sonoro minimalista obedece a una lógica de juego de construcción o de rompecabezas cuyas invisibles piezas faltantes han de imaginarse, y recurre a la anfibología o a una grafía fonética. El poema real visceralista de Cesárea Tinajero se emparienta con un juego infantil cuyas reglas identifican de inmediato los nuevos vanguardistas, detectives hasta en la lectura. Por supuesto, su estrategia de pieza incompleta que invita a completarla permite inducir que existen otras piezas, vale decir otras obras de Cesárea Tinajero, esas "Obras completas" que Ulises Lima promete traer de Sonora y cuya realidad al final de la novela también permanece incierta o posiblemente decepcionante, ya que el diario de García Madero no comenta el contenido de los cuadernos que encuentra en casa de la difunta. Broma, poesía experimental o visión onírica infantil como lo recuerda Lima, la estrategia de adivinanza que plantea el poema enigmático e interpretado desempeña en la novela el papel de clave interpretativa o más bien acertijo lúdico acerca del principio que rige el relato. Rasgos de este poema: las líneas recta, ondulada y quebrada, el barquito, la evocación de las sensaciones del sueño infantil, aparecen en dos fragmentos narrativos poéticos escritos por Roberto Bolaño hacia 1980 en España, recogidos en el libro Amberes [6] que llegó a publicarse en 2002 y se presenta como un texto narrativo experimental con motivos dramáticos que surgen y desaparecen en alternancia. En un poema de la misma época, titulado "Mi poesía" y publicado en el volumen La Universidad Desconocida [7] también aparecen los trazos de la línea cambiante, asociados con una alusión al mar freudiano, y la expresión del deseo de sobreimponer dos cines, dos películas, de decir en dos planos similares dos personajes. Este es el proyecto que intenta verificarse en Amberes, donde efectivamente aparecen estos personajes: el poli, el jorobadito.
 
En Los detectives salvajes, el poema de Cesárea Tinajero no es sino una nueva variante de los poemas con trazos visuales escritos por Bolaño en un periodo en que aún no abordaba la escritura de novelas o estaba explorando las posibilidades formales del género. La elección de este poema como única muestra de una obra real visceralista de los veinte, o sea como un punto de partida o como una brújula estética, dista de ser casual. Desde el punto de vista dramático, plantea un enigma e incita a la búsqueda de su autora; desde un punto de vista metaliterario, indica un modo de composición de la novela y modos lúdicos de lectura. Si bien el proyecto de Amberes —con simultaneidad o sobreimposición de planos para "decir" dos personajes— ya pertenece a un pasado de la obra narrativa de Roberto Bolaño cuando escribe Los detectives salvajes, esta novela se parece a un rompecabezas cuyas piezas invisibles han de imaginarse. Más allá de "un modelo para armar" cortazariano o de una "rayuela", el relato que, según su autor, intenta remedar el flujo del Misisipi gracias a la multiplicidad de las voces que se arremolinan en su parte central y "tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella" pudiéndose leer "como una agonía" y "como un juego” [8], ofrece desde su fragmentación una constante invitación a completarla. La visión que se tiene de los protagonistas Arturo Belano y Ulises Lima nunca deja de ser oblicua. fragmentaria y múltiple, puesto que todas las voces concurren para hacer sus retratos hablados y contar tangencialmente su historia que a fuerza de conjeturas y elipsis se convierte ipso facto en una suerte de leyenda. Pero hay más, la épica irrisoria de los jóvenes real visceralistas constantemente es objeto de ironía, condescendencia, devaluación por parte de muchos testigos, quedando los neovanguardistas como sublimes y ridículos. Tanto como esos viejos poetas "¡ridículos y heroicos! /[...] Nómades abiertos en canal y ofrecidos / a la Nada / (pero ellos no viven en la Nada / sino en los Sueños)", [9] cuya lectura recomienda Roberto Bolaño a su hijo Lautaro en el poema testamento "Lee a los viejos poetas".
 
El poema de Cesárea Tinajero ostenta un placer lúdico y un vínculo con la infancia, a la vez que remite, según el recuerdo de Ulises Lima, a un sueño infantil con la sensación de "una rajadura que empezaba en el vientre".[10] El poema "Mi poesía" de Roberto Bolaño alude a una pesadilla al parecer ligada a la sexualidad infantil. En todo caso, el poema es la mínima afloración en la superficie de la página de un magma de lo informulable. Una vez aparecido juega con su carácter inconcluso, incompleto, abierto. En la tercera parte de Los detectives salvajes, este mismo placer lúdico es experimentado por los jóvenes detectives con acertijos visuales de escuela primaria mexicana, mezclados con preguntas eruditas sobre métrica antigua y figuras retóricas, a los que de nuevo se convida al lector. Así se despliega, como en un escorzo narrativo, el variadísimo campo de las formas poéticas en la historia, desde las más cultas hasta las más ingenuas. El final del relato coincide con la famosa serie de acertijos visuales con forma de rectángulos-ventana que García Madero inscribe en su diario, dejando el último sin solución. Como es lógico, se trata de imaginar lo invisible a partir de lo visible, de construir una imagen-sentido a partir de unos trazos sugerentes. La pregunta: "¿Qué hay detrás de la ventana?", deja el sentido suspendido, colgado de un marco rectangular trazado con línea de puntos.
 
La hazaña rupturista que se cumple con Los detectives salvajes no solo recoge con irónica ternura la memoria del estridentismo y del infrarrealismo, sino que transmuta la búsqueda poética vanguardista en una poética de la novela "como juego" y "como agonía". Sostiene en el hilo de la navaja la lucha épica e irrisoria de la literatura, sin olvidar jamás el placer de contar y, como en correspondido amor, el placer de su lector.



Notas
[1] Roberto Bolaño, "El universo hinchado", Plural, núm. 64, enero, p. 21, México, 1977.
[2] Roberto Bolaño, "Déjenlo todo, nuevamente: manifiesto infrarrealista (1975-1976), recogido en El Replicante, vol. III, núm. 9, nov.-ene., pp. 142-143, Guadalajara (México), 2006.
[3] Roberto Bolaño, «El estridentismo", Plural, vol. VI, núm. 61, octubre de 1976.
[4] Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, Anagrama, Barcelona, 1998, p. 177.
[5] Ibid. p. 553.
[6] Roberto Bolaño, "Cuando niño" y "El Mar", Amberes. Anagrama. Barcelona. 2002, p. 51 y 53.
[7] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida, Anagrama. Barcelona, 2007. p. 27.
[8] Roberto Bolaño. "Acerca de Los detectives salvajes. Entre Paréntesis. Anagrama. Barcelona. 2004. p. 326.
[9] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida. op. cit. 2007. p. 434.
[10] Roberto Bolaño. Los detectives salvajes, op. cit. p. 400.