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martes, 29 de agosto de 2017

Alicia Scherson lleva al cine el “El Tercer Reich" de Roberto Bolaño

Por Anna Marie de la Fuente
Variety.com, 08.2017


 
Alicia Scherson (Vida Familiar, Il Futuro) se une a la productora Isabel Orellana en Araucaria Cine para abordar el mundo masculino por primera vez en su segunda adaptación de una novela de Roberto Bolaño, después de Il Futuro, su adaptación al cine de Una novelita lumpen, del escritor chileno.

"La mayoría de mis películas han mostrado una perspectiva más bien femenina. Por esta razón, era un importante desafío para mí el sumergirme en el mundo interno de un hombre, en este caso, un hombre obsesionado con los juegos de guerra”, dijo Scherson.

Después de luchar con el guión durante un año, cambiar el título (a 1989) y el escenario original de España a Chile, logró que todos los elementos dispares encajaran en su lugar.

1989, nombre de la película se lleva a cabo en Chile durante la época de la transición, justo después de la dimisión del dictador Augusto Pinochet y antes de que se estableciera el gobierno democrático. “Es un momento de gran incertidumbre, el Muro de Berlín ha caído y 1989 se desarrolla en esa atmósfera, tal vez con un tono similar a El Inquilino de Roman Polanski o Barton Fink de los hermanos Coen”, dijo.

1989 gira en torno a un turista alemán, Udo Berger, que visita Chile con su novia. Berger está obsesionado con el juego de mesa "Ascenso y caída del Tercer Reich", del que es campeón en Alemania. Ambos comparten con una pareja argentina hasta que el muchacho argentino desaparece en el mar. Berger se queda en Chile para averiguar qué pasó, encontrándose en el intertanto con algunos personajes sombríos, liderados por el misterioso ‘Quemado’. Así, la historia "se convierte en un thriller psicológico, sin perder su humor", dice Orellana, quien agrega que el proyecto tiene un presupuesto inicial de 700.000 euros (823.000 dólares) "pero esto podría aumentar dependiendo del elenco internacional".

[...] Esta es la primera colaboración dirección-producción entre Scherson y Orellana, quien fue, curiosamente, estudiante de Scherson en la Universidad de Chile, donde Scherson es profesora asociada.
 





jueves, 29 de septiembre de 2016

Pedro Peirano reveló que trabaja en adaptación de "Los detectives salvajes"

Cooperativa.cl. 06.07.2016




El periodista y guionista Pedro Peirano en conversación con Cooperativa reveló que está preparando una adaptación de la reconocida novela de Roberto Bolaño: Los detectives salvajes. De hecho, partió asegurando que "es poco probable que sea una sola película. Sólo eso puedo decir, porque aparte de eso no hay tantos parámetros. Así estoy".

Aunque por otro lado se contuvo, advirtiendo que "no puedo decir mucho, porque está en proceso de negociación, pero la productora que la va a hacer es mexicana y el director también. La verdad es que yo no conocía la obra, así que me tuve que leer el libro. Leída la primera parte dices 'puta, qué fááácil'; pero llegas a la segunda y dices '¿cómo hago una película de esto?'. Así que ha estado duro, pero muy divertido. El inventar cómo esto podría ser una película".

Como la novela tiene una naturaleza muy particular, según Peirano la idea que cada uno tenga sobre de qué se trata la novela, definirá cómo hacer una potencial película. En ese sentido, sostuvo que "al final es como la pérdida de la juventud. Es algo que nos va a pasar a todos y tiene que ver con una serie de expectativas que tienes en la vida y qué es lo que pasa con ellas, cuáles se cumplen y cuáles no. Si es injusto echarle la culpa a la vida de que se cumplan o no".

"La gracia que tiene es que se salta la parte de al medio. (A los personajes) los ves en el pasado, después en el futuro, cuando son un desastre; y lo que te deja de contar, por eso es detectivesca la historia, es qué pasó entremedio para que estos huevones cagaran. Esa es la tercera parte", agregó.

Si bien aún se desconocen los detalles del proyecto, Pedro Peirano contó que la adaptación de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño "tendría que ser bastante grande y tendría que ser filmada en gran parte en México, pero también en Europa, porque ellos se van para allá después".






domingo, 14 de febrero de 2016

Bolaño bajo las luces: sus novelas pisan las tablas

Por Pedro Bahamondes Ch.
La Tercera, Chile. 14.02.2016


Robert Falls y Seth Bockley en acción con sus actores durante los ensayos. GoodmanTheatre.org


CINCO novelas hilvanadas en una sola. Tras el tardío lanzamiento de 2666, en 2004, a un año de la muerte de su autor, Roberto Bolaño (el 15 de julio de 2003, producto de una insuficiencia hepática), parecía imposible, e incluso desquiciado, creer que un libraco de más de 900 páginas pudiese brincar del lomo y cobrar vida en la pantalla grande, o un escenario. El primero en tomar el riesgo, en 2008, fue el español Alex Rígola, quien trajo a Santiago a Mil, en un montaje de más de cinco horas, la vertiginosa cruzada de Benno von Archimboldi desde el Viejo Continente hasta Ciudad Juárez, en México, donde cada día aparecen los cuerpos mutilados de decenas de mujeres.

El pasado fin de semana, en el Goodman Theatre de Chicago, Estados Unidos, su director artístico, Robert Falls, estrenó su propia versión de la novela póstuma de Bolaño en una puesta en escena que hoy deslumbra a la crítica por su proeza: 15 actores encarnan a más de 80 personajes, en una pieza que bordea las cinco horas y media de duración.   

“Apenas leí 2666, supe que quería llevarla al teatro, a pesar de sus complejidades. Me maravilló su audacia y las cinco partes que estructuran el relato -que va del tono de comedia de Pedro Almodóvar, muy al estilo del cine negro e hiperrealismo, desencadenando un ‘cuento de hadas’ que cruza en tiempo récord el siglo 20-, y donde el autor pone el foco en los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto”, dice Falls. 

“Brillante”, “Desmedida y atípica” y “Uno de los montajes más audaces del año”, son algunas de las críticas que medios locales le dieron tras su debut, el pasado 6 de febrero. “Bolaño es un autor que seduce de tal forma, que es simplemente imposible no maravillarse con su capacidad de detalle y esa obsesión por narrar a partir de lo desnarrado”, agrega Falls. 


Rígola vuelve a Bolaño

Después de 2666, en 2014, Alex Rígola se embarcó en la adaptación de “El policía de las ratas”, que nuevamente lo tuvo en Chile con funciones en el Teatro Municipal de Las Condes. Previo a su debut, el año pasado, el director ya anunciaba que había otro texto del autor de Los detectives salvajes quitándole el sueño. No lo reveló entonces, pero hace poco menos de un mes, mientras el Festival Santiago a Mil se tomaba teatros y calles de la ciudad, el español ensayaba en el Centro Cultural de España Nocturno de Chile, novela de 1999, junto a ocho actores. Hace dos semanas, en el GAM, Rígola mostró un adelanto de lo que será el primer montaje confirmado para el mismo certamen, en enero de 2017. 

“Es extraño lo que me pasa con Bolaño. Hay algo de intriga y adicción inmanejables. Cuando llamé al casting y elegí a este elenco, les pregunté cuántos lo habían leído, y no debieron ser más que dos. Les dije: ‘¿Estáis locos? No podéis estar perdiendo la posibilidad de leer al único autor contemporáneo que pudo darles un tercer Premio Nobel’. De seguir vivo, Bolaño tendría muchas posibilidades de traer otro Nobel a Chile”, opina Rígola.

La historia del sacerdote Sebastián Urrutia Lacroix, un clérigo derechista del Opus Dei que durante sus últimos años relata cuatro episodios de su vida: la visita a la hacienda «Là Bas» de Farewell, un destacado crítico literario de los años 50; su viaje por Europa para estudiar técnicas de conservación de iglesias en los 60; las clases de ideología marxista que dictó para Augusto Pinochet y sus colaboradores de la Junta Militar de Chile en los años 70, y las tertulias literarias a las que asistió en casa de la escritora María Canales, donde además se torturaba a opositores al régimen, aún no confirma su elenco definitivo. “El texto ya está, y eso es lo principal -dice Rígola-. No será un montaje largo como los anteriores, pero sí igual de intenso y más polémico, creo: no es casual que Bolaño viniera a lanzar esta novela a Chile cuando justamente quería volver a escribir sobre el lugar donde nació”.





miércoles, 2 de julio de 2014

Amor y violencia con Bolaño

por Anna Garbus
El País, Barcelona. 13.03.2014


“Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, sube al escenario del Teatro Tantarantana. Ángel Ros (Nao Albert) y Ana Ríos (Claudia Benito), protagonistas de la obra de Bolaño


Ella, una dura mujer fatal sudamericana. Él, un catalán pusilánime e inofensivo, escritor fracasado y cineasta aficionado, hasta que el amor obsesivo lo lleva a ser cualquier cosa que ella desee; así se trate de convertirse en sangrientos atracadores de bancos, salvajes experimentadores de drogas, "modernos Bonnie y Clyde de la Barcelona de finales de los años setenta", explica el director Félix Pons (Barcelona, 1972) de la obra “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce”, que hoy sube al escenario del Teatro Tantarantana. Roberto Bolaño (Chile, 1953) y Antoni García Porta (Barcelona, 1954) escribieron este texto a cuatro manos en 1984, en lo que sería el debut de ambos en un ámbito literario que conquistaron inmediatamente. Ese mismo año la obra, protagonizada en las tablas por Àngel Ros y Ana Ríos Ricardi, ganó el premio Ámbito Literario.

Ha pasado una década desde la muerte de Bolaño y tres desde la publicación de este tormentoso híbrido entre novela negra, ensayo, diario, carta y guión cinematográfico. Según Pons, los personajes consiguen "ficcionar la realidad de la juventud española durante la transición, además de abrir un diálogo entre la cultura pop y la alta cultura".

La obra refleja las similitudes entre esa época y la actual. "Igual que en los años ochenta, la juventud de hoy se pregunta qué futuro le espera. Aunque no es necesario matar a nadie, como ocurre en la novela", ironiza el director. "Ellos salían de 40 años de dictadura; ahora salimos de décadas de bienestar, somos un edificio que se derrumba por la espiral de un consumo que nos engancha sin satisfacer las necesidades humanas y espirituales", lamenta.

Pero, según Pons, el montaje que dirige no quiere ser político, sino que pretende centrarse en la relación claustrofóbica y solitaria entre Ángel y Ana, interpretados por los jóvenes Nao Albet y Claudia Benito. De hecho la obra, que se podrá ver hasta el próximo día 30, se sintetiza en los dos intérpretes y en un solo espacio, ocupado por una cama en sábanas, en donde la pareja se encierra durante un verano lleno de crímenes. La acción transcurre durante "un fin de semana de orgía de drogas, sexo, alcohol y música", en el que la pareja protagonista va narrando su historia como si estuviera creando el guión de una película.

Contagiado por la voluntad de Bolaño y Porta "de romper los moldes, experimentar con los géneros y dialogar con el cine y la música", Pons se ha sumergido durante tres años en el reto de trasladar a escena los niveles de lecturas y los guiños metaliterarios de la obra originaria. Además de consultar permanentemente a Porta sobre el proceso creativo que materializó la narración. Además del teatro post épico y la performance, el director ha recurrido por primera vez en su carrera a soportes audiovisuales, una herramienta para desviar al espectador y crear confusión sobre qué escenas son realidad y cuáles son ficción. Las proyecciones en vídeo, las imágenes y la música "rompen la cuarta pared y trasladan al público a la Barcelona de los años ochenta, pero también lo llevan dentro de las alucinaciones de los protagonistas. Como decía Bolaño, es un combate entre imágenes y palabras", resume Pons, que con su montaje pretende homenajear los orígenes del poeta chileno con una obra en la que "ya laten las inquietudes y se manifiesta el complejo estilo de sus obras maduras y consagradas".


 Traducción desde el catalán: Equipo Archivo Bolaño








jueves, 10 de abril de 2014

El policía de las ratas, de Roberto Bolaño: el pozo de Babel

por Rafael Fuentes
El Imparcial. 05.04.2014




Tras llevar a escena “2666”, la monumental novela de Roberto Bolaño, Àlex Rigola regresa al escritor chileno adaptando y dirigiendo su relato “El policía de las ratas”, basada a su vez en “Josefina, la cantante”, cuento de Franz Kafka. En su exitosa gira, este sugerente y depurado montaje recala ahora en el Corral de Comedias de Alcalá para continuar después su trayectoria por escenarios teatrales de toda la geografía española.



El drama orquestado por Álex Rigola posee la cadencia de un “thriller” absorbente que captura nuestra emoción ante los detalles atroces de una serie de crímenes cometidos en el subsuelo, con ese deleite de descubrir gradualmente la lógica de sucesos espantosos. Pero al mismo tiempo es una pieza que impulsa a la meditación, a la pesquisa intelectual que acompaña de la mano a la investigación policial a través de un laberinto de cloacas. El componente profundamente reflexivo -expuesto con la ligereza y la fuerza sugestiva de los relatos que siguen la huella de un criminal-, proviene de las sucesivas lecturas y relecturas con las que se ha construido el texto. “El policía de las ratas” dimana -pero no es idéntico- del relato de Roberto Bolaño de título homónimo, editado póstumamente en la colección de narraciones recogidas bajo el título general de “El gaucho insufrible”. A su vez, “El policía de las ratas” de Bolaño nace de una singular lectura que el novelista hizo del cuento “Josefina la cantante”, escrito por Franz Kafka en sus últimos meses de vida.

Tres escalones creativos, tres peldaños de interpretaciones penetrantes o equivocadas, siempre inventivas, que desembocan en el drama que el que fue director del Teatre Lliure está moviendo por los más diversos escenarios españoles. “Josefina la cantante” encierra la impronta alucinada de los mejores apólogos de Kafka. En este relato kafkiano el pueblo de las ratas se afana en una actividad febril en las galerías construidas en las alcantarillas y solo encuentra un instante de placidez cuando se congrega para escuchar las hipnóticas canciones de Josefina, una música que no comprenden y que se limita a ser solo silbidos o chillidos de una rata a la que el auditorio de sus congéneres escucha con recogido silencio. Las placenteras y a la vez tortuosas relaciones de Josefina con el pueblo de los ratones pertenecen sin duda a esos fantasmas nocturnos que visitaban inclementemente al autor de “El proceso” obligándole, según sus propias palabras, a seguir excavando ese “pozo de Babel” que es su obra. A trasluz del pueblo de los ratones no es difícil percibir al pueblo hebreo, en aquel momento ya en el punto de mira criminal del antisemitismo de la época. Como explicase Giorgio Mangenelli en relación con este relato, aquellos ratones “eran más bien una metáfora de los judíos, ese pueblo ingenuo y astuto, infantil y senil, sufrido y atrevido, que se había salvado no se sabe cómo de los horrores de la historia”.

Roberto Bolaño dio un primer giro interpretativo a ese pueblo de los ratones para sacarlo del ámbito hebreo y convertirlo en un símbolo de todo el género humano. El gran irónico que fue Bolaño no advirtió -no supo o no quiso advertir- el enorme sarcasmo que contenía “Josefina, la cantante”, y quiso verla como el emblema del artista que se sacrifica por su pueblo, quien disfruta de su arte pero a la vez no lo comprende. El esfuerzo, pues, del creador excepcional que se desvincula del trabajo práctico precisamente para hacerlo posible en los demás. Como el propio Kafka nos dice a propósito de lo que cree Josefina: “Piensa que su canto nos salva en las crisis políticas o económicas, nada menos, y cuando no aleja de la desgracia, por lo menos nos da fuerzas para soportarla.” Tomada literalmente esta idea, despojada de la sarcástica ironía kafkiana, Roberto Bolaño concibe “El policía de las ratas” como el desarrollo de ese supuesto contenido moral, creando un sobrino de Josefina la cantante, Pepe el Tira, policía del pueblo de los ratones para convertirlo en algo similar a un artista de la justicia. Josefina, al igual que su sobrino Pepe, dejan traslucir en sus nombres una clara analogía con Joseph K., protagonista del kafkiano “El proceso”. Este es el concepto que Àlex Rigola sube a las tablas. Bolaño ha reconfigurado la masa pesadillesca del pueblo de los ratones de Kafka y le dota de una geografía de galerías útiles y de galerías muertas, donde depredadores extraídos de las leyendas urbanas acechan a ratas y ratones. Hay ratas de las fronteras, ratas exploradoras, ratones profesorales, ratas forenses, ratas juez y ratas policía, como Pepe el Tira, impulsado por una singularidad análoga a la de su pariente artista: el insobornable esfuerzo que realiza para investigar el atropello, la injusticia, el crimen, más allá de cualquier orden recibida o finalidad práctica, pesquisas a las que Bolaño y Rigola les proporcionan una gradual tensión que se incrementa con una pauta magistralmente orquestada.

Como ocurre en gran parte de los “thrillers” policiacos latinoamericanos, el descubrimiento del culpable o de los culpables no supone la restitución del orden moral perdido -como sí es habitual en los relatos norteamericanos clásicos del mismo género-. Muy al contrario, saber la verdad no es suficiente para recuperar la justicia y evitar que el mal persiste a pesar de haber sido desvelado. Máxime cuando la revelación última es el placer, la satisfacción del asesinato fratricida. Algo que por cierto Franz Kafka ya había expuesto en un relato muy anterior, “Un fratricidio”, donde Schmar acuchilla a Wese para exclamar después. “-Ya está -dice Schmar y arroja el cuchillo, esa inútil carga ensangrentada, hacia el frente de la casa contigua-. ¡Éxtasis del crimen! Alivio, sensación de alas que el fluir de la sangre ajena nos provoca.” Frente al odio y la envidia de Caín, la espantosa dicha del crimen como aberrante motivación última.

Àlex Rigola también ha introducido su propia corrección ideológica al relato “El policía de las ratas”, de Bolaño, haciendo que ese éxtasis del asesinato no pertenezca al pueblo -de las ratas, de los seres humanos-, sino a un virus inoculado a los ratones por una multinacional farmacéutica, de modo que las perturbaciones morales queden adjudicadas de modo global a las grandes corporaciones, al poder del dinero y la dictadura del capital. Es el eslabón más endeble de esta cadena de interpretaciones a propósito de Kafka -realmente frágil-, pero es el vínculo de unión ideológica que Rigola traza para unir su pieza con el presente, o más bien con los prejuicios políticos del presente, donde las grandes corporaciones, las entidades bancarias o los grupos de inversión aparecen como el origen de todos los males, ante los cuales Rigola quiere oponer la fuerza testimonial de la denuncia artística.

Seguramente la seducción que “El policía de las ratas” ejerce sobre el auditorio tiene más que ver con la extraordinaria sabiduría teatral desplegada por el director de escena catalán, basada más en la sobriedad y esencialización de las fórmulas dramáticas, que en un despliegue de medios expresivos. El monólogo de Bolaño se escinde en dos narradores que actúan como dos melodías perfectamente armonizadas en sus disonancias, sus encuentros y desencuentros, en su milimétrica complementariedad. La disposición de los dos actores, sentados como dos cantantes ante sus micrófonos, acentúa este propósito de darle un sesgo melódico a la interpretación de ambos. Àlex Rigola reduce aquí los desplazamientos de sus dos personajes a la mínima expresión, de modo que alcance su máxima expresividad la voz. Dos voces que cautivan como los relatos primitivos, las leyendas contadas por la noche en torno al fuego. La acción y la intención fluyen con natural intensidad hacia los espectadores. Un diseño escénico despojado, geométrico, frío y blanco como un quirófano de hospital, ayuda a conferir un relieve espectacular a la víctima asesinada, a los pequeños chorros de sangre que salpican el suelo, a las palabras que nos narran las macabras averiguaciones que gotean sobre la mente del público.



Ficha técnica

“El policía de las ratas”, de Roberto Bolaño
Director de escena: Àlex Rigola
Escenografía: Max Glaenzel y Raquel Bonillo
Intérpretes: Andreu Benito y Joan Carreras
Lugar de representación: Corral de Comedias de Alcalá de Henares: Viernes 4 y sábado 5 y Gira por España.









lunes, 3 de febrero de 2014

Alicia en el país de Bolaño. Entrevista a Alicia Scherson

por María José Viera-Gallo
Revista Capital. 12.07.2013






No todas las Alicias tienen un mundo maravilloso

Esta Alicia (Scherson, 39, cineasta) vive en una torre de Providencia (Tajamar), es bióloga, aprende a rodar en Cuba y Estados Unidos, y un día, sin mucho ruido, estrena con éxito películas sobre mujeres desencajadas en el mundo real: Play, ganadora de Tribeca el 2002 y Turistas, el 2006. Entre una cinta y otra, la Scherson –como le dicen sus colegas–, que también es una lectora compulsiva, tal vez la más intelectual de su medio, lee concienzudamente todo Bolaño y justo antes que la fiebre de la bolañomanía alcance su temperatura más alta en Europa y Estados Unidos, se propone adaptar al cine el libro más b del autor de Los detectives salvajes, escrito por encargo el 2000 para Mondadori: Una novelita lumpen.

Hasta hoy nadie se había atrevido a llevar a Bolaño al cine; ella es la primera. El guión lo hizo con la ayuda del escritor Roberto Brodsky, “quien de verdad fue amigo de Bolaño”, y un consultor francés. Gran parte del rodaje ocurrió en Roma, donde Scherson aprendió a dirigir en italiano. El resultado es El futuro, una coproducción chileno-italiana-alemana de 1 millón de euros, una fábula contemporánea de sobrevivencia de dos huérfanos botados en Roma, protagonizada por Manuela Martelli y Rutger Hauer (Blade Runner). Con la crítica especializada a su favor y un debate efervescente entre fans y expertos guardianes del autor de culto, la antes reconocida cineasta de Play, ahora se ha convertido –sin premeditarlo– en la cineasta de Bolaño.


¿Quién es esta Alicia de Bolaño?

1. Extranjera
¿Dónde te sitúas en la escena cinematográfica chilena?
Yo empecé como una intrusa, la verdad. Sin haber ido a una escuela de cine en Chile que es donde te insertas. La salida de Play coincidió con el debut de lo que llamaron el Nuevo Cine Chileno, y el estreno en Valdivia de Se arrienda, La sagrada familia y En la cama. Pero Play la hice muy inocentemente, en HD (fue la primera cinta chilena filmada en digital junto a Promedio Rojo) sin conocer el medio, sin saber lo que estaba de moda. Ahora uno está más autoconsciente de las tendencias... de cómo insertarse y claro que tengo mis amigos y conocidos con quienes coincidimos en festivales, en proyectos… (es roommate de Cristián Jiménez, director de Bonsai y comparten el mismo productor, Bruno Bettati).


Con Play, te hiciste famosa en Nueva York y en Chile nadie sabía mucho de ti…
Nos rechazaron el Fondart dos veces y de repente nos seleccionaron en Tribeca y ganamos. Nos volvimos de moda, de la nada. Como dice la mina de Play: “A mí no me conoce casi nadie”. Me encanta eso de ser extranjera en el cine. Ya llevo 10 años... y ahora ya no es tan así (ríe). Pero sí, me hice cineasta tarde, el cine siempre estuvo ahí, pero viajé, viví otras cosas... Los niños de ahora buscan el éxito muy rápido, el festival. No se dan el tiempo de vivir.


¿Cómo fue pasar por la escuela de Cuba y luego la de Chicago? Parecen dos mundos opuestos.
Cuba me cambió la vida. Me fui el 94, después de estudiar Biología. Fue una experiencia un poco Lost. Era un período de especial crisis en la isla, no había nada, la escuela estaba un poco abandonada, estábamos solos y enloquecimos un poco. Gracias a la escuela de San Antonio de los Ríos aprendí la dinámica del rodaje pesado. Los cubanos te dan de todo para filmar, técnicos profesionales, iluminadores, cámaras de cine pro, hasta grúas, pero después salías al mundo y no había nada. En Chicago caí a la realidad de tener una camarita minidvd y cero pesos. Me contagié de esa energía gringa que aquí no hay. Y eso de la autogestión. A mi regreso a Chile, reuní un montón de gente y eché a andar Play. Volví sin contactos, sin mundillos, pero tenía una frescura medio patuda.


Al ver tus películas entre otras cosas, uno piensa: “esto no parece cine chileno”.
Eso no es mejor ni peor. La Escuela de Cine de Chile de Carlos Flores, que formó a Bize o Lelio, tenía una formación tipo guerrilla, de filmar como se pudiera, con cámara en mano, luz natural. Mi formación fue diferente, cubana y gringa, en el sentido de trabajar con el cine a la antigua. Me gustan los movimientos de cámara, el trabajo de luz, los planos limpios.


¿Qué otra cosa te diferencia de ese cine chileno?
La Escuela de Cine da mucho énfasis a los actores. La película depende un poco de la actuación; la cámara gira al servicio de eso. A mí me interesa el plano. Mis actores tienen que pararse donde yo les digo. El actor debe respetar la marca de foco. La improvisación no se me da. Ensayo mucho, no me gusta que cambien ninguna palabra de los diálogos. No puedo evitar filmar así.


Una cosa es querer algo y otra lograrlo. ¿Eres virtuosa?
¡Eso no podría decírtelo yo! Me obsesiona el encuadre. Lo más difícil es encontrar un equipo y actores que enganchen con eso. He tenido actores que no me han funcionado.


Se aprende cine en parte viendo cine y en el tuyo se nota la huella de Antonioni.
Es mi maestro, me alegra la comparación porque de verdad, cada vez que estoy confundida o quiero resolver algo en mi cabeza, vuelvo a ver Antonioni. En su cine están todas las respuestas a mis dudas.


¿Qué has aprendido con tres películas en el cuerpo?
Domino mejor el material que filmo, elijo mejor a los actores, cada vez voy reduciendo la cantidad de cosas que filmo y si están mal, luego desecho. Soy más asertiva. Piensa que un director de foto tiene 20 películas, los directores en cambio vamos practicando muy lentamente. Pero ya sé que siempre me lo hago complicado aunque haga un nano-metraje. Por ejemplo, llevo una cámara a un paseo y nunca grabo nada. Me pone nerviosa. No tengo grabaciones familiares, soy muy poco espontánea.


Tienes fama de matea.
Y de controladora. Pero cada vez menos. Por más que te fijes reglas y formalidades, restricciones, siempre hay algo que se escapa. Y cuando se rompe la regla, algo pasa en la grieta. Estoy consciente que en el misterio está la gracia.


¿Obsesiva?
Desordenadísima. Los encuadres son ordenados, pero en lo doméstico soy un caos.


Por ahí comparabas hacer cine con cocinar, ¿qué es lo que prefieres de todo el proceso?
Para mí el lujo, más que tener una estrella o un helicóptero, sería tener mayor presupuesto para poder trabajar menos horas diarias, no trabajar los sábados. No verme obligada a filmar cuatro páginas de guión al día y poder detenerme en ciertas escenas sin apuro. Me gustaría que el rodaje fuera un lugar de creación y no sólo de ejecución. Por lo mismo prefiero el guión y el montaje. Ahí lo paso bien.


¿Ese lado cerebral tuyo es una cualidad o un defecto?
Mi primera opción fue ser científica, hay algo de eso en mí. Pero no quiero que la gente se quede fría con mis películas. Me importa que la gente se emocione, pero no lo daría todo por eso. Además, no resulta cuando se hace de manera forzada. En una crítica a El futuro se referían a esa distancia y bueno, yo pienso que hay tipos y tipos de emoción.


2. Perdida en Roma

Todo partió en una cuneta de Providencia. El 2004 Alicia Scherson encontró Una novelita lumpen, en una rara edición pirata. Sin dudarlo, la compró. Ya había leído Los detectives salvajes y como muchos enamorados de la novela más famosa de Bolaño, sentía que el autor “la llevaba a un universo literario donde nunca había estado antes”. Con este libro en particular sintió una afinidad especial, hacia su protagonista, Bianca, e inmediatamente vio a la Martelli encarnándola, en una versión casi emo.


¿Qué hace un cineasta cuando descubre una película escondida en un libro?
Fascinarse, sentir con mucha seguridad ¡esto tengo que filmarlo! Después viene la tarea práctica de conseguirse los derechos. Primero hablé con algunos escritores acá en Chile que supuestamente eran amigos de Bolaño, pero al final no me ayudaron en nada. Sola, como cualquier fan entusiasta, “googlié” la agencia literaria en Barcelona y escribí un mail a la encargada que veía sus derechos. Viajé altiro a Barcelona, sin pensar demasiado. Hablé con la agente literaria de la época, Carmen Balcells y ella le preguntó a la viuda, quien al cachar quién era, me los dio.


¿Fue relativamente fácil, entonces?
Es que no estaba frente al Bolaño de hoy. Todavía no había sido traducido al inglés ni se metía Andrew Wyle, el agente literario gringo. No te voy a decir cuánto pagué, pero hoy sería imposible conseguir esos derechos, mi película no se podría hacer.


Las adaptaciones de libros suelen ser verdaderas odiseas, no siempre bien recibidas. ¿Qué fue lo más desafiante?
Yo siempre he escrito mis películas y me daba miedo la adaptación. Pero a medida que leía la novelita, fui viendo la película. La voz de Blanca, con esa lucidez media infantil siempre la tuve presente, era como si pudiera escucharla, por lo que decidí poner la voz en off. Quizás la atmósfera, esa cosa pesada, sin tiempo, como muerta que está en el libro fue lo más duro. Frente a la libertad de las palabras, el cine es limitado. La atmósfera de Bolaño está entre medio de las palabras, no en la palabra misma.


¿Cómo fue tu primer viaje a Roma?
Detectivesco, me hice un mapa de la novelita. Durante semanas seguí las pistas de Bolaño, que no siempre terminan donde empiezan... por ejemplo, hay un santo que Maciste nombra y que no existe en ninguna parte. Al final descubrí que es el nombre de una heladería de Campo di Fiori donde Bolaño iba a tomar helado con su familia.


La Roma de El futuro es lo contrario a la Roma postal de Woody Allen. ¿Cómo escapaste al cliché de filmar una ciudad tan bella?
Es difícil filmar una ciudad tan filmada. El libro está ambientado en Trastevere, de hecho Bolaño vivió en la misma Plaza Sonnino mientras escribía el libro, que es donde viven los hermanos, pero preferí mover todo a los suburbios. Yo elegí filmar esa Roma menos monumental, de edificios nuevos mezclados con ruinas, gimnasios medios turbios, programas de tele basura, calles vacías… que ayudaran a esa atmósfera pesada del libro. Bolaño, curiosamente, se adelantó a la crisis económica que hoy sufre Italia y que está en la película.


Carolina López, viuda del escritor, es la guardiana natural de la obra de Bolaño. Ella vio la película dos veces, en Barcelona y en el Salón del Libro de Turín. ¿Sientes que su buena recepción es genuina?
Creo que sí, porque de lo contrario no sería tan generosa en sus comentarios. Cuando ha dicho que a Roberto le hubiera gustado, me da un poco de nervio. Nosotras no nos debemos favores, siempre que nos cruzamos es muy transparente todo. Me tranquiliza el hecho de que me haya dado los derechos sin movidas raras. Todo partió muy bien desde el principio.


¿Te costó vender el proyecto, encontrar financiamiento?
Si no tuviera la firma de Bolaño, la película se resume muy mal: “ésta es una huerfanita que se prostituye con un ciego para robarle su tesoro” (ríe). Bruno Bettati (presidente de la Asociación de Productores de Chile) fue clave. Fue él quien me dijo, “vamos a filmar a Roma”, y se le ocurrió poner a Rutger Hauer.


Para muchos Hauer es la leyenda de Blade Runner, impensable verlo en una película dirigida por una chilena…
Era perfecto para lo que buscaba. Había requisitos físicos concretos: que fuera grande, viejo, sexy y tuviera un aura de leyenda. Lo buscamos por internet. Lo llamamos por Skype. Él trabaja mucho en telefilms europeos y de secundario en Hollywood (en Batman por ejemplo). Ahora está en True Blood, teniendo una suerte de comeback... Tenía buena predisposición porque quería hacer algo fuera de la industria para tener más libertad. Me recibió en Amsterdam. La primera reunión no fue muy buena, no entendía quién era esta directora chilena, no conocía a Bolaño. De ahí le conseguimos la novelita traducida en alemán, y enganchó.


¿Qué buscaste en él como actor?
Dos cosas: por muy Rutger Hauer que fuera, tenía que tener química con la Manuela. Leímos el guión los tres en Holanda y ahí fue maravilloso, salieron chispas. Dos marcianos que se enamoran. Lo otro, esa cosa de héroe caído. Rutger tiene un aura de famoso. Él es un mito y actúa como un mito. Cuando hablábamos del personaje del héroe, me decía, “I’ve been a heroe many times, it doesn’t mean anything”. Después de un comentario así, ¿qué instrucción le vas a dar?


¿Qué admiras de Manuela Martelli?
Tiene una fotogenia marciana, milagrosa, en ninguna toma se ve mal. Es muy reflexiva, inteligente, trabajadora.


3. Femenina, no latinoamericana

¿Existe una cualidad intrínsecamente femenina en las cineastas mujeres?
Creo que biológicamente pueden ser mejores directoras por algo propio de todas las mujeres: podemos hacer muchas cosas a la vez. El cine te permite esta dispersión al máximo y creo que siendo mujer te desenvuelves muy bien: estás un rato con el actor, un rato preocupada de la plata, viendo la luz. Si ves el cine de Agnés Varda, Lucrecia Martel, Miranda July, o Dominga Sotomayor, que fue mi alumna y también es muy formal en su propuesta, puedes adivinar que han estado enteras en sus películas.


Eres directora de actrices. ¿Sabes qué pedirle de antemano?
Sí, pero hay que encontrarlo con el otro y luego sacarlo. Lo que me gusta de trabajar con Aline, o Manuela es que puedo hablarles desde la razón sin que eso limite sus actuaciones. Conversamos harto. No soy muy directora de manipulación de actores, hacerles trampas, sacar cosas... no creo en el actor animalito que uno hechiza. Eso es propio de algunos directores hombres, Hitchcock, Lelio… Armo complicidades previas.


¿Cómo reaccionas cuando se encasilla tu cine de femenino?
Obvio que el cine de hombres es distinto al de las mujeres. El cine que haces da cuenta de la persona que eres. Yo soy mujer y eso obviamente está ahí. Pero no es el único rasgo. Uno puede adivinar que tal director es tímido o egocéntrico.


O existencialista… ¿Tienes conciencia de tus temas?
Me interesa la idea de cómo te las arreglas para vivir, en el mundo contemporáneo, donde por equis razón te ves desconectado de tu contexto. Mis personajes se quedan de repente sin rol, se les quita el piso y deben encontrar una manera para sobrevivir.


Otra característica de El Futuro y Play es su hibridez. Son películas muy poco latinoamericanas.
El futuro tiene esa intención por la no postal de Roma y del inmigrante a la deriva que no se degrada del todo, que no alcanza a ser el estereotipo del lumpen y se mantiene en un estado de ensoñación atemporal. Esa Europa media decadente, me interesa. Play también se cuestiona la identidad de la urbe desde la rareza. ¿Cuál es la postal de Santiago? No hay.


Debes ser de los pocos cineastas que ha filmado una calle como Alonso de Córdova.
En Palomita Blanca y Se arrienda también se filma Santiago sin resquemores. Una ciudad cambiante, con contradicciones sociales, económicas, siempre va ser atractiva para el cine. Y es lo choro de toda Latinoamérica, esa mezcla, lo vulnerable que somos al ser una región tan abierta al mercado, tan poco protegida. El mercado aquí ha entrado como Pedro por su casa, sin filtro y eso claro que me interesa. La empleada de Play jugando “Street fighter” me parece que da cuenta de nuestra cultura actual.


¿De dónde nace esa urgencia por el retrato contemporáneo?
Es más bien una responsabilidad. El arte debe mostrar, preguntarse en qué mundo vivimos. Yo necesito esas preguntas y se las exijo a los demás. Preguntar desde la ficción es algo que Antonioni hizo desde los 50 y 60. Marcó cada época con una pregunta. Lo importante es no revelar una verdad sino establecer una pregunta. Bolaño lo tiene, toda su obra es súper responsable. Es un comentario sobre el mundo todo el rato….


¿Esas grandes preguntas del cine tienen real impacto en Chile, un país abducido por la TV?
Me gustaría pensar que sí. Se está haciendo un cine muy interesante hoy que lamentablemente tiene más eco afuera de Chile que adentro, por un asunto de número de público. La pregunta es: ¿cómo masificar nuestro cine? En los 60, el cine era muy variado, cualquier viejo de clase media veía un tipo de cine hoy considerado de nicho, como el europeo. Hay que diversificar el gusto, el paladar, dirían los expertos del vino. Todavía hay una marca asociada al cine chileno, de raro o aburrido, que debe romperse. Mientras tanto, la oportunidad real de impacto la tienen las series de televisión.