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martes, 28 de marzo de 2023

Roberto Bolaño y Giuseppe Arcimboldo: ¿se inspira Roberto Bolaño en las pinturas de Arcimboldo para escribir su novela filosófica 2666?

Por Roberto R. Aramayo 

NuevaTribuna.es 17.08.2022




La fama, cuando no se cimentaba en el arribismo, 

lo hacía en el equívoco y la mentira.
Roberto Bolaño, 2666

 


Debo confesar que no había leído nada de mi tocayo, el escritor chileno Roberto Bolaño, hasta que oí recomendar en la radio una obra suya titulada 2666. Su corpulencia la hacía ideal como lectura de verano. Sus mil doscientos páginas en formato de bolsillo cabían en la maleta y daba de sí. Su lectura es desconcertante, pero tiene algo de hipnótica y no se tira la toalla, ni siquiera en las partes que pueden causar mayor perplejidad. En realidad son cinco libros diferentes cuyas tramas y personajes van aportando nuevas perspectivas de cuanto se narra desde otros ángulos complementarios.

 

Lo cierto es que se nos cuentan mil y una historias. Algunos párrafos presentan a nuevos personajes que devienen transitoriamente protagonistas y aportan su propio relato. El conjunto resultante se asemeja bastante a la técnica del pintor italiano Arcimboldo. En los cuadros del genio renacentista nos encontramos con elementos perfectamente dibujados que van encajándose hasta hacernos ver a una determinada distancia un retrato. Sus “Cuatro estaciones” rivalizan en fama con las de Vivaldi y son pocos quienes no han visto las primeras o escuchado estas últimas. La figura del bibliotecario de Arcimboldo queda compuesta por libros que nos hacen reconstruir sus rasgos. Bolaño cita varios cuadros, uno de los cuales admite verse del derecho y del revés con dos motivos distintos aunque no cambien las piezas aparentemente deshilachadas.

 

Con un género inclasificable que combina novela y ensayo, literatura y filosofía, Bolaño hace otro tanto con su prosa. Las páginas de 2666 van recolocándose merced a nuestra memoria e imaginación según se avanza en la lectura hasta contemplar el fresco del conjunto tras examinar las piezas por separado. Se trata de un escrito póstumo y se dice que planeó hacer cinco libros para dejar a su familia un legado mayor, ya que la muerte no le dejó sobrepasar el medio siglo e impidió que pudiera seguir enriqueciendo nuestro patrimonio cultural desde una trayectoria ya muy consolidada durante algunas décadas más. Pero tuvo mucho sentido que se publicarán como una novela única. Lo contrario hubiera sido tanto como trocear un cuadro de Arcimboldo para utilizarlo como publicidad gastronómica.

 

Al parecer en el campo de Buchenwald hubo un médico alemán llamado Hans Reiter que participó en los experimentos de Buchenwald y que, tras fingir su fallecimiento en 1969, habría publicado bajo el seudónimo de Arcimboldi y vivido en Bariloche hasta el año 1986, fecha de su muerte real. Pero en cualquier caso esa sería la única inspiración para uno de los personajes que protagonizan la novela y sirve como hilo conductor para ensamblar el mosaico de relatos que nos brinda Bolaño en 2666, pues no se pretende ficcionar la biografía del médico nazi convertido en literato y solo se toman prestados los nombres, el auténtico y el del seudónimo adoptado al cambiar de actividad.

 

En un momento dado uno de los personajes desdeña la fama. De un plumazo se identifica nada menos que con el arribismo, el equívoco y la mentira. Obviamente habría que distinguir entre justa celebridad y el ser transitoriamente famosillo. Los medios de comunicación ponen bajo sus focos a ciertos personajes que no tardan en ser olvidados al no merecer un recuerdo colectivo. Nombres que circulan por las redes y obtienen un sinfín de aprobaciones acaban despareciendo del mal con la misma velocidad que comparecieron. No costaría mucho mencionar a ciertos políticos que, tras acaparar las páginas de los periódicos y el inicio de los informativos audiovisuales, pasan a ocupar el rincón más oscuro de la historia.

 

El reconocimiento perdurable suele ser tardío. En el arte, las vanguardias no acostumbran a ser aceptadas por sus coetáneos y deben aguardar a ver apreciada su obra por generaciones posteriores. También pasa en la filosofía, como muestra el caso de Schopenhauer. Diderot escondió sus novelas en un cajón y le tocó a Goethe descubrirlas. La sátira de Moliere no fue bien comprendida en su época. Las partituras de Bach no fueron interpretadas durante mucho tiempo hasta verse redescubiertas y alcanzar su consagración definitiva.

 

Bolaño juega con los caprichosos altibajos de la fama para ensamblar su compleja trama. Un estudioso descubre una obra olvidada y decide dedicarse a estudiar al autor en cuestión hasta devenir un consumado especialista. Esta circunstancia le hace ser conocido en ciertos círculos (porque la fama va por barrios, como casi todo) y eso le hará trabar amistad con otros especialistas, empeñados también en reivindicar la obra de un autor del que se ignora casi todo, dedicándose a buscarlo por todas partes donde haya un mínimo vestigio. Esto les hará visitar diversos lugares y eso permite que se cambie de tercio entrelazando nuevos relatos cuyo decurso paralelo traza las piezas a lo Arcimboldo. Lo que son frutas y enseres domésticos por separado nos dibujan un retrato, si nuestra imaginación las ensambla.
















martes, 5 de octubre de 2021

'El Tercer Reich' de Roberto Bolaño

Por Jesús Arriola Rivera
Revista La palabra y el hombre, N° 76, Invierno 2011




Hay palabras oscuras y crípticas que resuenan por milenios en la memoria colectiva del género humano por el mensaje peculiarmente profundo que trasmiten. Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 - Barcelona, 2003), uno de los autores latinoamericanos más importantes de las últimas décadas, parecía entender esto a la perfección, pues con sus obras nos convoca a seguirle por un universo caótico y de ritmo intrincado que se desenvuelve de una manera inesperada a cada vuelta de página. Este universo literario, en extremo inusual, que se presentó hace ya algunos ayeres con nombres tan diversos como: La pista de hielo (1993), Monsieur Pain (1999), Amberes (2002) o El gaucho insufrible (2003), entre otros, ahora reaparece bajo la denominación de El Tercer Reich.

Esta novela, publicada en 2010 por la editorial española Anagrama, se une al auge de publicaciones póstumas de este autor chileno dentro de las cuales es preciso mencionar 2666 (2004), La Universidad Desconocida (2007) y El secreto del mal (2007). Sin embargo, a diferencia de estas, El Tercer Reich sale a la luz rodeada de mucha polémica: se especulaban las razones que llevaron a su autor a no publicarla en vida. Asimismo, se ha dicho que Bolaño no la publicó inmediatamente porque la novela no satisfizo su gran ambición literaria o bien porque en ella se retrataba a sí mismo como el novelista que no quería ser. Fuesen cuales fuesen los motivos de Bolaño para permitir que esta obra se empapase con el cruel polvo del olvido, ahora los llamados bolañistas y el público en general la tienen al alcance de la mano.

El Tercer Reich ha sido presentada en varios medios de comunicación (periódicos, revistas de arte y literatura, programas de televisión, etc.) como la primera novela escrita por Bolaño. Sin embargo, la novela es la cuarta producida por el autor de La literatura nazi en América, según confirmó el editor, fundador y director de Anagrama, Jorge Herralde, al periódico uruguayo El Observador. Según nuestras informaciones, Bolaño escribió Amberes en 1980, Monsieur Pain en 1983 y La pista de hielo en 1986, independientemente de que las fechas de sus respectivas publicaciones hayan sido más tardías [y en distinto orden]. Por lo tanto, El Tercer Reich escrita en 1989, es su cuarta novela o incluso la quinta, si contamos la que escribió con Antonio García Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, publicada en 1984.

La nueva entrega de Bolaño nos remite a La pista de hielo: en ambas se percibe un lazo consanguíneo, pues se encuentran ambientadas en un pueblo de la Costa Brava catalana, aunque La pista de hielo es una novela polifónica y El Tercer Reich está contada en primera persona y en forma de diario. Participa también de algunas características de sus principales novelas: el atrevimiento imaginativo, el sexo, el humor y la erudición marginal del autor. Es esta última característica, sin embargo, una de las más sobresalientes, pues en El Tercer Reich el lector podrá toparse con el extraordinario conocimiento que Bolaño poseía sobre los poetas obreros alemanes del periodo de entreguerras, cercanos estéticamente al expresionismo y miembros del círculo Kreis Nyland, como Heinrich Lersch, Max Barthel, Gerrit Engelke y el desafortunado Karl Bröger.

No se encontrará en la novela, por más que se busque, la abulia que muchos críticos literarios afirman que Bolaño mostró al escribirla. Si bien esta no es de lo mejor del autor -no se percibe en ella la explosión atómica y fabulística de sus últimos títulos-, se pueden distinguir los trazos mágicos propios de la literatura bolañiana: el dolor soterrado, la gravitación del misterio en la trama y el constante juego con los personajes.

El Tercer Reich se presenta bajo el burdo telón de un simple relato veraniego en el cual se gesta una pesadilla que llevará al protagonista al borde de la autodestrucción. En la novela escuchamos la voz de Udo Berger, un joven de 25 años, oriundo de Stuttgart, fiero amante y campeón de un wargame llamado Tercer Reich, a través de las páginas del diario que escribe tras llegar a Costa Brava y hospedarse con su novia, Ingeborg, en el hotel Del Mar.

Sin embargo, mientras Ingeborg disfruta de la playa y el sol de agosto, Udo se encierra en la habitación donde despliega un enorme tablero repleto de fichas que representan unidades blindadas, regimientos de infantería y fuerzas de combate aéreo, con el firme propósito de crear una nueva estrategia que presentará como ponencia en un congreso en París. Una noche, en una discoteca local, Udo e Ingeborg conocen a Charly y Hanna, otra pareja de jóvenes alemanes, con quienes beben y visitan los bares y discotecas del lugar. En una de estas salidas nocturnas se topan con dos personajes potencialmente peligrosos: el Lobo y el Cordero. Estos sumergirán a Ingeborg, Hanna , Charly y, en menor medida, a Udo, en un ambiente putrefacto y turbio. Otro de los personajes enigmáticos de la trama es la hermosa Frau Else. Udo la conoció cuando él era un adolescente y se instalaba con sus padres en el Del Mar. Entre Frau Else y Udo surge una extraña relación, en la que ella suele seducirlo para después rechazarlo. Pero la relación más inquietante en la novela es la que Udo sostiene con el Quemado, un ominoso personaje dueño de patines de alquiler, quien se iniciará en las estrategias confusas del extraño juego de mesa.

El Tercer Reich, a pesar de no ser de lo mejor de Bolaño, resulta apasionante, misteriosa y simbólica. En ella se puede vislumbrar a un Bolaño diferente, que presenta un sinnúmero de senderos que convergen en el mismo. El Tercer Reich es genuinamente Bolaño.















martes, 6 de julio de 2021

Estridentistas y viscerrealistas en Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño

Por Florence Olivier
Revista La Palabra y el Hombre, Nº 15, Invierno de 2011




En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más.

Los detectives salvajes (1998) de Roberto Bolaño instaura desde la ficción un diálogo a través de las generaciones entre poetas vanguardistas de los años veinte y de los setenta en México, entre los históricos estridentistas y los real visceralistas; trasuntos de los reales infrarrealistas entre cuyos fundadores se contaba el autor de la novela. Salvajes o libres, los protagonistas y poetas "detectives" de los años setenta parten en busca de la desaparecida, y ficticia, poeta estridentista Cesárea Tinajero por el norte de Sonora. En una novela que narra, mitificándola, la historia generacional del grupo poético de juventud de su autor, en esa suerte de crónica elegiaca y manifiesto a posteriori que es Los detectives salvajes, tal vindicación irónica, melancólica y aventurera de la memoria del estridentismo pretende enlazar rupturas estéticas y afirmar libertades poéticas frente a un canon de la historia literaria mexicana que relegó el estridentismo a favor de la generación de los "Contemporáneos", en cuyo linaje vendría a inscribirse la obra de Octavio Paz.
 
Si bien el principio de la reescritura de la historia literaria como ficción se inscribe en una tradición borgeana, ya practicada por Roberto Bolaño en La literatura nazi en América, cuyos relatos, a modo de notas biobibliográficas sobre escritores imaginarios, se asemejan a ciertos cuentos de Ficciones y se ordenan como los de Historia universal de la infamia, en Los detectives salvajes la investigación en torno a la historia literaria se torna experiencia y aventura, se vive y se encarna. Así, aunque primero se escenifican y narran las tradicionales investigaciones bibliográficas y las entrevistas a los sobrevivientes capitalinos del estridentismo que realizan los jóvenes poetas real visceralistas, estos salen de las librerías de viejo del Distrito Federal para iniciar una investigación detectivesca por el norte de México. Su viaje y aventuras en busca de Cesárea Tinajero cobran aires de road movie por los espacios desérticos donde se borra la frontera entre Sonora y Arizona. Si en "Tlán, Uqbar, Orbis Tertius", el narrador y Bioy Casares agotan las librerías de Buenos Aires y la Biblioteca Nacional argentina en busca del tomo de la Anglo-American Cyclopaedia donde pretenden corroborar la existencia de las páginas dedicadas al imaginario país de Uqbar, los siguientes episodios del cuento de Borges relatan apariciones fortuitas de los datos faltantes en las inmediaciones de la capital argentina, y la pareja de los detectives porteños nunca necesita abandonar su universo familiar, puesto que en este irrumpen libros y objetos extraños llegados del mundo imaginado por otros. Los "detectives salvajes", en cambio, abandonan la biblioteca y el conocimiento libresco para conocer el rostro encarnado de la otrora poesía joven, a riesgo de ser decepcionados.
 
Pero las "correspondencias" entre grupos poéticos que parecen anhelar los real visceralistas Ulises Lima y Arturo Belano no se limitan a la búsqueda de un movimiento antepasado y silenciado, una ficticia rama real visceralista del estridentismo fundada por Cesárea Tinajero, sino que también observan una línea contemporánea. Lectores precursores en México de las obras de los muy reales "eléctricos" de Francia, los real visceralistas setenteros llegan a traducirlos. El segundo recorrido de los jóvenes poetas los lleva a Europa, donde el mexicano Ulises Lima se encontrará en París con el francés Michel Bulteau, autor con Mathieu Messagier y Jean-Jacques Faussot, entre otros, del Manifeste électrique aux paupiéres de jupe (1971). Así, en esos dispares recorridos y correspondencias parecen juntarse varios caminos, americanos y europeos, distintas épocas y una constante: los gestos de ruptura de las vanguardias poéticas, con sus manifiestos y sus revistas tan pronto difuntas como ideadas y publicadas. Se repite en los setenta ese espacio de intercambio poético entre los dos continentes que caracterizó la constelación vanguardista en los años veinte, y se reaviva el pasado de la eterna juventud de esos mismos años. Y por más azarosos que parezcan los viajes, investigaciones y búsquedas de los protagonistas, apuntan a reconocer y trazar un mismo linaje poético, a la revitalización de un surrealismo primerizo y audaz. Se trata de volver a una fuente en el mismo momento de su manar, momento original que escapa a toda lógica de la temporalidad histórica para significar la energía de la innovación poética.
 
En Los detectives salvajes el motivo del viaje, que a su vez es investigación literaria, parecería así la directa ilustración del discurso enardecido y programático que sostenía el joven infrarrealista Roberto Bolaño en 1977, cuando publicó y presentó en México traducciones de la joven poesía francesa de aquel entonces, la de los eléctricos y de algunos más: No unos versos bien escritos sino una experiencia bien realizada, o como dijo Jarry: "la estupidez no es nuestro fuerte". Libros como Kilroy was here, de Biga, o Ethermouth, Slit, Hypodermique, de Bulteau, nos llevan como máquinas teletransportadoras del año 2050 al reino de lo mágico revolucionario: una escritura de desacostumbramiento que prolonga los más incendiarios postulados surrealistas (con Pelieu o Biga o Bulteau, la vanguardia abandona el trabajo de profesor universitario o poeta laureado o crítico decente y sagaz, y vuelve a las calles, a los caminos que Breton veía y amaba en Lachez tout!).[1] La consigna de Breton, impresa en mayúsculas, concluye asimismo el manifiesto infrarrealista de Roberto Bolaño escrito en 1975-1976: "DEJÉNLO TODO, NUEVAMENTE / "LÁNCENSE A LOS CAM1NOS".[2]
 
Así como la novela reconoce y a la vez trastoca la noción de historia literaria, inventando una reanudación del real visceralismo a cincuenta años de distancia al suponerle al grupo setentero una precursora en la persona de Cesárea Tinajero, se crea una equivalencia entre el tiempo transcurrido y el espacio recorrido por los reales visceralistas de los setenta para encontrarse con la poeta de los años veinte. La actualización de la ruptura poética vanguardista, o sea el actuarla y el traer el pasado al presente, se funda en esta equivalencia entre viaje por el tiempo y viaje por el espacio. Y no se trata de cualquier espacio, ya que no contentos con lanzarse a los caminos, los poetas detectives se salen de estos para entrar en el desierto sonorense, huyendo de unos criminales, en la vertiente detectivesca o de novela negra del argumento. El estado de Sonora, lugar fronterizo y extremo territorial mexicano, viene a desempeñar un papel mítico, a ser una suerte de metáfora de la terra incognita, tierra de aventuras, no lugar o abismo, al modo del sur borgeano o del blanco espacio austral de Poe. En ese espacio abandonado de la cultura, adonde se mudó en los veinte la poeta Cesárea Tinajero para escándalo de sus amigos capitalinos, podría encontrarse la poesía de ruptura, la poesía en acto o "lo nuevo", que según el poema de Baudelaire "Le voyage", glosado por Bolaño en otra parte, se encuentra en el fondo del abismo, al final del viaje, o de la vida.
 
La libertad de la novela traduce o traslada así a la forma novelesca un deseo de recorrer la historia literaria a campo traviesa o abriendo brechas y de convertir la ficción en discursos que van de la seudo novela negra a la novela de aventuras o a la novela de formación literaria e iniciación sexual. Entre el diario del jovencísimo Juan García Madero, nuevo avatar de Rimbaud, que corresponde a las partes primera y tercera y cuenta los últimos meses de 1975 y los primeros de 1976, y los testimonios abundantísimos con forma de monólogo de una apabullante variedad de personajes que, en la parte central de la novela, narran lo ocurrido en torno a los destinos de Arturo Belano y Ulises Lima entre 1976 y 1996, se decanta la historia del grupo real visceralista, pronto desaparecido con el lanzarse a los caminos de sus miembros fundadores. Frente a la voluntaria postura marginal y exploradora que sostienen estos, aparece un panorama, a menudo satírico, de los medios literarios por los que apenas transitan, en México, en Francia y en España. Los monólogos dramáticos de editores en quiebra, conocidos críticos, profesores latinoamericanos, poetas de distinta calaña, novelistas de éxito o de la secretaria de Octavio Paz en su vejez, hacen las veces de autorretratos que los desenmascaran, revelando su cobardía, su falta de fe en el oficio literario, su venalidad o su desengañada generosidad. Contrastando con estos discursos, la gratuidad de la relación con la poesía de los real visceralistas se hace manifiesta en los relatos de conversaciones en las que abundan los comentarios eruditos y lúdicos y las reflexiones desenfadadas sobre la poesía o sobre determinados poemas, en la enumeración de las lecturas de los jóvenes poetas, en el hilarante repaso de los poetas latinoamericanos y españoles clasificados según su tipo de homosexualidad que hace uno de ellos, y por supuesto, en su inicial búsqueda de Cesárea Tinajero y sus investigaciones sobre los estridentistas. Se trata para ellos de vivir en y por la literatura, de vivir la poesía como aventura o la aventura como poesía. Sus encuentros y desencuentros a lo largo de los años, entre uno y otro continente, giran en torno a la poesía, con azarosas lecturas de poemas escritos al ritmo de sus viajes y penurias, como si la tertulia o la conversación poética fuesen lo único estable en sus vagabundeos. Entre historia de las rupturas estéticas y escritura en sutiles rupturas y enlaces, Los detectives salvajes resulta ejemplar de la necesidad del doble movimiento de transgresión y fundación para buscar "lo nuevo, lo que siempre ha estado allí" en la literatura.
 
Autoproclamándose como nueva vanguardia, los rebeldes real visceralistas se buscan, sin embargo, antecesores en el grupo estridentista al reconocer en sus miembros y en la historia del movimiento una auténtica voluntad de fundar "el reino de lo mágico revolucionario", cuando se buscaba crear una cultura que respondiera a los cambios políticos y sociales sucedidos durante la primera época de Revolución Mexicana. Pero la radicalidad absoluta que reivindican los real visceralistas necesita un modelo aun más rupturista y marginal, tan marginal que se ha perdido su huella, tan heroicamente rupturista y aislado que su redescubrimiento permitiría revolucionar la historia de la poesía mexicana e incluso latinoamericana. Así se lo comenta un real visceralista a un incrédulo y condescendiente joven poeta cercano al grupo de Octavio Paz. Cesárea Tinajero, taquígrafa de profesión, secretaria del general Carvajal, trasunto de Heriberto Jara que fue el mecenas de los estridentistas, fundadora del real visceralismo y de la revista Caborca que constó de un solo número es esa figura hiperbólica de la vanguardia. Y, a diferencia de los estridentistas, cuyo referente es histórico al menos en tanto grupo, es un personaje enteramente ficticio cuyo parecido con la poeta Concha Urquizo, evocado por la crítica, dista de ser evidente. Motivo de la búsqueda y del viaje de Belano, Lima y García Madero, resorte dramático y emblema de la poesía aventurera, incluso de la antipoesía, el personaje es decisivo para la identidad de la novela como despliegue de formas literarias cuya hibridación sirve a los postulados de su autor, a su necesidad de trasladar a la prosa narrativa un ellos poético, ilustrándolo con historias, y de dar testimonio de su propia búsqueda literaria con irónica ternura.
 
Entre los motivos más o menos autobiográficos, aunque mitificados e ironizados, que subyacen en la novela, se encuentra en efecto la admiración por la gesta estridentista. Las entrevistas a los poetas de los veinte, aludidas en la novela o referidas por las voces de los entrevistados, como el desengañado poeta Manuel Maples Arce que casi reniega de su juventud vanguardista, están inspiradas en otras que tuvieron lugar en la realidad en esos mismos años de formación y primera época de la obra de Roberto Botarlo. Así lo sospechaba Grínor Rojo en un artículo sobre Los detectives salvajes, así lo refería José Promis en otro artículo publicado en el mismo volumen. En varios números sucesivos de la revista Plural, después de la sonada renuncia de Octavio Paz y todo el equipo de redacción tras el llamado «golpe a Excélsior", en ese espacio de publicación, retomado por los neopriístas, se cuelan algunas contribuciones de los infrarrealistas, dos de estas dedicadas a los estridentistas: un primer artículo de presentación del grupo vanguardista de los años veinte con la publicación de parte del primer manifiesto estridentista, y una serie de tres entrevistas a Germán List Arzubide, Arqueles Vela y Manuel Maples Arce. La clara voluntad de establecer por encima de varias décadas un parentesco entre uno y otro grupo se percibe en las declaraciones desafiantes y comentarios de un Roberto Bolaño de 23 años que pretende "con un grupo de poetas y/o ensayistas [encargarse] de darle algunos retoques a la historia" y devolverles su lugar y su valor a los estridentistas que perdieron la batalla poética en 1928, tras siete años de intensa actividad. Después de citar a Trotsky acerca del desgaste de los partidos y las escuelas artísticas y de la necesidad de las rupturas, concluye con un paralelo entre las revoluciones poéticas estridentista e infrarrealista, confrontando versos de Maples Arce y del infrarrealista José Peguero. Los estridentistas no pudieron sostener esas barricadas ácidas de la nueva poesía, pero nos enseñaron más de una cosa sobre los adoquines. A los versos de Maples Arce escritos en 1922:
 
Y doscientas estrellas de vicio
            A flor de noche
Escupen pendejadas y flores de papel
Podemos meditarlos con estos de José Peguero
escritos hace tres meses:
Corre corre Valerina
Que me da el Rimbaud
Que me da el Rimbaud. [3]
 
En Los detectives salvajes, se da una versión ficticia y satírica de las circunstancias en que se desarrollaron aquellas entrevistas, aprovechando detalles reales, como el que Maples Arce contestara el cuestionario por escrito, para que el monólogo del estridentista envejecido contribuya a revelar su distancia respecto de la utopía vanguardista y participe en el concierto de los juicios negativos o condescendientes de los artistas y escritores establecidos sobre los jóvenes real visceralistas. Si bien Maples regala ejemplares de su obra a Arturo Belano, lo hace con calculada generosidad, sin querer dárselos en propia mano, sin dedicárselos, y espera vanamente que algún día regrese el joven en busca de un amparo literario. Concluye el personaje: "Todos los poetas, incluso los más vanguardistas, necesitan un padre. Pero estos eran huérfanos de vocación. Nunca volvió". [4]
 
La supuesta orfandad de vocación de los real visceralistas no es sino su voluntad de hallar ese modelo superlativo de la vanguardia extrema y para siempre marginal que es Cesárea Tinajero. El argumento de la novela, su tensión dramática y su constante juego deceptorio [engañoso], necesitaban la creación de ese personaje, así como la del ficticio estridentista Amadeo Salvatierra, que no llegó a la gloria y se convirtió en escritor público o "evangelista" del portal de la plaza de Santo Domingo. Perdedores y perdidos en la capital o el desierto, estos detentan a ojos de los jóvenes el secreto del pasado, de la aventura poética. El monólogo de Amadeo Salvatierra, quien posee el único número de la revista Caborca, donde se publicó el único poema conocido de Cesárea Tinajero, y quien es el único testigo del pasado que tiene datos muy vagos sobre el paradero de la fundadora del real visceralismo, escande, distribuido en 13 fragmentos, la segunda parte de la novela, como un leitmotiv que recordase a lo largo del relato cómo se definió durante una velada el enigma que decidieron resolver los "detectives salvajes", emprendiendo la búsqueda real de la poeta vanguardista. Fragmentado y fragmentario, errático, este monólogo que recuerda una noche de borrachera, sopores alcohólicos, visiones del pasado y conversación en torno a los veinte, el estridentismo y Cesárea Tinajero, sirve así de hilo conductor para la trama de la novela y plantea enigmas de distinta índole, uno sobre el destino de Cesárea Tinajero y otro sobre el valor de la literatura experimental, que no son sino uno solo en esta conversión de las cuestiones literarias en materia novelesca y ejercicios de estilo que cumple la novela. Heroico cómico, este discurso del viejo poeta alcohólico pertenece, fuera de los estrictos límites de la novela, a la serie de relatos de Bolaño que rinden homenaje a los perdedores de la literatura, los malos poetas o los pobres poetas olvidados, desaparecidos, suicidas, los caídos en el combate del arte. A esta visión de la historia literaria como épica irrisoria de las luchas por el arte corresponde el desafío que se dan Ulises Lima y Arturo Belano, prometiendo al final de la noche "encontrar a Cesárea Tinajero aunque [tengan] que levantar todas las piedras del norte" y declarando entre bromas y veras que lo "[hacen] por México, por Latinoamérica, por el Tercer Mundo, por [sus] novias, porque [tienen] ganas de hacerlo".[5] Esta declaración suena nada menos que paródicamente quijotesca, lo cual se verá confirmado por el aspecto y la prosaica condición de Cesárea Tinajero, convertida en vieja yerbatera, suerte de Dulcinea del Toboso por la que indefectiblemente seguirían luchando sus paladines, si al final no se invirtieran los papeles de unos y otra, en una duplicación de lo burlesco. Ella es quien muere defendiéndolos del padrote y el policía que los persiguen.
 
El testimonio de Salvatierra da fe de esta actitud que hace de los contemporáneos "detectives salvajes" los sucesores doblemente paródicos de los antiguos caballeros andantes, ya añoradas por el Quijote. Entre las peripecias de la noche dedicada al repaso acelerado y caótico de los recuerdos de Salvatierra en torno al estridentismo, se incluye la lectura conjunta que hacen Belano, Lima y su anfitrión del Actual n° 1, publicado en 1921 por Maples Arce. Pretexto para un homenaje irónico, la escena da pie a la íntegra transcripción en la novela del ecléctico "Directorio de vanguardia" que completaba el manifiesto estridentista, comentado con desparpajo y minucia por los tres lectores antes de que, jocosamente conmovidos, los jóvenes saluden a los "héroes" conocidos o desconocidos, en posición de firmes y brindando con mezcal Los Suicidas.
 
La segunda lectura es la que hacen de la revista Caborca y del desconcertante poema visual de Cesárea Tinajero, enigma para Salvatierra y broma a la vez que propuesta interesante según Belano y Lima que lo interpretan. A esta lectura y a la interpretación del poema, la novela convida lúdicamente al lector puesto que se plantea el poema como juego y acertijo, resuelto en un primer momento por Lima con el recuerdo de una visión idéntica en un recurrente sueño infantil que se tornaba pesadilla acompañada de sensaciones intensas y concluía a veces con el orinarse en la cama del soñador. El principio de interpretación propuesto por los real visceralistas consiste en completar los trazos que constituyen el poema —una línea recta, una ondulada, una quebrada e irregular con ángulos cerrados sobre las cuales está posado un diminuto rectángulo— así como el monosílabo "Sión" que lo intitula. El rectángulo se convierte en barquito velero agregándosele un triángulo, y las líneas se ven como mar calmado, mar con olas, mar agitado por una tempestad, la sílaba también se completa, viéndose como la última de la palabra 'navegación", a despecho de toda lógica ortográfica puesto que la "s" ha de volverse "c". Solo que este juego visual y sonoro minimalista obedece a una lógica de juego de construcción o de rompecabezas cuyas invisibles piezas faltantes han de imaginarse, y recurre a la anfibología o a una grafía fonética. El poema real visceralista de Cesárea Tinajero se emparienta con un juego infantil cuyas reglas identifican de inmediato los nuevos vanguardistas, detectives hasta en la lectura. Por supuesto, su estrategia de pieza incompleta que invita a completarla permite inducir que existen otras piezas, vale decir otras obras de Cesárea Tinajero, esas "Obras completas" que Ulises Lima promete traer de Sonora y cuya realidad al final de la novela también permanece incierta o posiblemente decepcionante, ya que el diario de García Madero no comenta el contenido de los cuadernos que encuentra en casa de la difunta. Broma, poesía experimental o visión onírica infantil como lo recuerda Lima, la estrategia de adivinanza que plantea el poema enigmático e interpretado desempeña en la novela el papel de clave interpretativa o más bien acertijo lúdico acerca del principio que rige el relato. Rasgos de este poema: las líneas recta, ondulada y quebrada, el barquito, la evocación de las sensaciones del sueño infantil, aparecen en dos fragmentos narrativos poéticos escritos por Roberto Bolaño hacia 1980 en España, recogidos en el libro Amberes [6] que llegó a publicarse en 2002 y se presenta como un texto narrativo experimental con motivos dramáticos que surgen y desaparecen en alternancia. En un poema de la misma época, titulado "Mi poesía" y publicado en el volumen La Universidad Desconocida [7] también aparecen los trazos de la línea cambiante, asociados con una alusión al mar freudiano, y la expresión del deseo de sobreimponer dos cines, dos películas, de decir en dos planos similares dos personajes. Este es el proyecto que intenta verificarse en Amberes, donde efectivamente aparecen estos personajes: el poli, el jorobadito.
 
En Los detectives salvajes, el poema de Cesárea Tinajero no es sino una nueva variante de los poemas con trazos visuales escritos por Bolaño en un periodo en que aún no abordaba la escritura de novelas o estaba explorando las posibilidades formales del género. La elección de este poema como única muestra de una obra real visceralista de los veinte, o sea como un punto de partida o como una brújula estética, dista de ser casual. Desde el punto de vista dramático, plantea un enigma e incita a la búsqueda de su autora; desde un punto de vista metaliterario, indica un modo de composición de la novela y modos lúdicos de lectura. Si bien el proyecto de Amberes —con simultaneidad o sobreimposición de planos para "decir" dos personajes— ya pertenece a un pasado de la obra narrativa de Roberto Bolaño cuando escribe Los detectives salvajes, esta novela se parece a un rompecabezas cuyas piezas invisibles han de imaginarse. Más allá de "un modelo para armar" cortazariano o de una "rayuela", el relato que, según su autor, intenta remedar el flujo del Misisipi gracias a la multiplicidad de las voces que se arremolinan en su parte central y "tiene casi tantas lecturas como voces hay en ella" pudiéndose leer "como una agonía" y "como un juego” [8], ofrece desde su fragmentación una constante invitación a completarla. La visión que se tiene de los protagonistas Arturo Belano y Ulises Lima nunca deja de ser oblicua. fragmentaria y múltiple, puesto que todas las voces concurren para hacer sus retratos hablados y contar tangencialmente su historia que a fuerza de conjeturas y elipsis se convierte ipso facto en una suerte de leyenda. Pero hay más, la épica irrisoria de los jóvenes real visceralistas constantemente es objeto de ironía, condescendencia, devaluación por parte de muchos testigos, quedando los neovanguardistas como sublimes y ridículos. Tanto como esos viejos poetas "¡ridículos y heroicos! /[...] Nómades abiertos en canal y ofrecidos / a la Nada / (pero ellos no viven en la Nada / sino en los Sueños)", [9] cuya lectura recomienda Roberto Bolaño a su hijo Lautaro en el poema testamento "Lee a los viejos poetas".
 
El poema de Cesárea Tinajero ostenta un placer lúdico y un vínculo con la infancia, a la vez que remite, según el recuerdo de Ulises Lima, a un sueño infantil con la sensación de "una rajadura que empezaba en el vientre".[10] El poema "Mi poesía" de Roberto Bolaño alude a una pesadilla al parecer ligada a la sexualidad infantil. En todo caso, el poema es la mínima afloración en la superficie de la página de un magma de lo informulable. Una vez aparecido juega con su carácter inconcluso, incompleto, abierto. En la tercera parte de Los detectives salvajes, este mismo placer lúdico es experimentado por los jóvenes detectives con acertijos visuales de escuela primaria mexicana, mezclados con preguntas eruditas sobre métrica antigua y figuras retóricas, a los que de nuevo se convida al lector. Así se despliega, como en un escorzo narrativo, el variadísimo campo de las formas poéticas en la historia, desde las más cultas hasta las más ingenuas. El final del relato coincide con la famosa serie de acertijos visuales con forma de rectángulos-ventana que García Madero inscribe en su diario, dejando el último sin solución. Como es lógico, se trata de imaginar lo invisible a partir de lo visible, de construir una imagen-sentido a partir de unos trazos sugerentes. La pregunta: "¿Qué hay detrás de la ventana?", deja el sentido suspendido, colgado de un marco rectangular trazado con línea de puntos.
 
La hazaña rupturista que se cumple con Los detectives salvajes no solo recoge con irónica ternura la memoria del estridentismo y del infrarrealismo, sino que transmuta la búsqueda poética vanguardista en una poética de la novela "como juego" y "como agonía". Sostiene en el hilo de la navaja la lucha épica e irrisoria de la literatura, sin olvidar jamás el placer de contar y, como en correspondido amor, el placer de su lector.



Notas
[1] Roberto Bolaño, "El universo hinchado", Plural, núm. 64, enero, p. 21, México, 1977.
[2] Roberto Bolaño, "Déjenlo todo, nuevamente: manifiesto infrarrealista (1975-1976), recogido en El Replicante, vol. III, núm. 9, nov.-ene., pp. 142-143, Guadalajara (México), 2006.
[3] Roberto Bolaño, «El estridentismo", Plural, vol. VI, núm. 61, octubre de 1976.
[4] Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, Anagrama, Barcelona, 1998, p. 177.
[5] Ibid. p. 553.
[6] Roberto Bolaño, "Cuando niño" y "El Mar", Amberes. Anagrama. Barcelona. 2002, p. 51 y 53.
[7] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida, Anagrama. Barcelona, 2007. p. 27.
[8] Roberto Bolaño. "Acerca de Los detectives salvajes. Entre Paréntesis. Anagrama. Barcelona. 2004. p. 326.
[9] Roberto Bolaño. La Universidad Desconocida. op. cit. 2007. p. 434.
[10] Roberto Bolaño. Los detectives salvajes, op. cit. p. 400.