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7/1/22

El Estado es una máquina, por C. George Brigade





Los anarquistas están creando, de manera permanente, una cultura que permite que más y más personas se liberen del reinado de los dinosaurios. En la actualidad, nuestra agitación y propaganda son a menudo solo chispas que inflaman el corazón, pero no llamas reales de revolución. Esto ha provocado impaciencia y cinismo en algunos; pero los anarquistas deben tener confianza. Estamos creando una revolución en la que no solo controlaremos los medios de producción, sino que realmente controlaremos nuestras propias vidas.
 
No hay ciencia del cambio. La revolución no es científica. Las actividades no deben ser específicas en cambio social, más de lo que los artistas deben ser expertos en formas de autoexpresión. La gran mentira de todos los expertos es su pretensión de tener acceso a lo exclusivo, a lo intocable, incluso a lo inimaginable. Los expertos en revolución, ignorados, poco amados, exigen demasiadas cosas además de lealtad. Por encima de todo, exigen eficiencia, un lugar en la bien aceitada máquina.
 
En lugar de los jardines traseros y el transporte público, la eficiencia ha creado alimentos modificados genéticamente y carreteras con dieciséis carriles. La eficiencia exige la ilusión de progreso, por insignificante que este sea. Nuestro rechazo a la competencia ha llevado a muchos proyectos asombrosos. Food Not Bombs* puede no ser la forma más eficiente de entregar comida a quienes tienen hambre, pero a menudo son más efectivos en sus objetivos y más significativos que cualquier programa gubernamental. ¿No es eso exactamente lo contrario de cómo queremos que sea nuestro mundo? La eficiencia impulsa muchas campañas y proyectos; demasiados activistas se han convertido en personajes tan increíbles y superficiales como los de los comerciales de televisión. Su búsqueda de temas eficientes y comercializables los ha llevado a competir con empresas, gobiernos y otros activistas por la captación de público.
 
Como la masa, la eficiencia es una deidad clave en el panteón del pensamiento de los dinosaurios. No hay nada de malo en el deseo de hacer cosas; algunos proyectos necesarios nunca se alejan de la drogadicción y es mejor terminarlos lo antes posible. Sin embargo, nuestras relaciones personales y nuestros deseos compartidos de cambio no son cosas que hagamos de manera apresurada, pregrabada y hecha para la televisión.
 
La apuesta encubierta del activista eficiente es que, dado que la libertad nunca se vive sino que solo se discute, todo cambio debe ser planificado de antemano, aunque el proceso resulte tedioso. Estos expertos incluyen a los burócratas que tiemblan en sus mocasines ante la idea de una revuelta popular sin el permiso o la guía del Partido. Estas personas han arrastrado los zapatos por la historia revolucionaria, hasta hoy, cuando son ellos los que temen el caos de una manifestación, o hablan de la lucha de clases sin hacer referencia a lo revolucionario del rechazo de las restricciones en la vida cotidiana. Se estremecen ante la idea de que las ideas o las personas que las sostienen puedan salirse de control. Para los autoproclamados expertos en cambio social, la demostración más eficaz es aquella con un mensaje claro y único, una audiencia clara y un guion planificado de antemano, preferiblemente un guion escrito por ellos.
 
¿Imitaremos a estas máquinas políticas? ¿Anhelamos ser un Estado? La versión izquierdista de la máquina volverá a pulir las diferencias para crear un producto final: el fin de la Historia, la Utopía, la Revolución. Las máquinas consumen nuestra vitalidad y contribuyen al decaimiento tan extendido en nuestras comunidades. Un envío masivo de correos puede ser más eficiente que hablar con extraños o montar un puesto de limonada en el parque, pero no es necesariamente más eficaz. Hay algo que decir a favor de tomar la ruta larga de un punto a otro.
 
Cada vez que dejamos nuestros problemas para que los solucionen expertos, cedemos un poco más de autonomía. Los jueces, los científicos, los políticos, los policías, los banqueros: son los motores de la eficiencia. Sus herramientas nunca podrán transformar nuestras relaciones o nuestra sociedad; solo calcifican y endurecen los aspectos jodidos que ya tenemos. En su mundo siempre habrá consumidores y consumidos, prisioneros y captores, deudores y accionistas. Los pequeños dinosaurios, que desafían a los grandes, pueden querer cambiar el mundo, pero lo harán de acuerdo con un plan maestro escrito no por usted ni por mí, sino por expertos en sillones.



*Food not bombs (Comida, no bombas) es una red de colectivos independientes que sirven -de manera gratuita- comida vegana y vegetariana a personas en distintas partes del mundo. La ideología de Foo not Bombs exoresa que una gran cantidad de prioridades -de las grandes corporaciones y los gobiernos gobernados por las primeras- están implementadas de modo tal que el hambre persiste siempre. Existe abundancia, pero existe hambre a la vez. Como una manera de probar esto, y a la vez de reducir gastos, un gran porcentaje del alimento servido por Food not Bombs es alimento sobrante de supermercados, panaderías y mercados, que, de otra forma, irían a la basura.



en Anarchy in the age of dinosaurs, 2003
Traducción: Felipe Segoviano