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La gloria de la lengua: Poesía medieval italiana
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E-book65 pagine38 minuti

La gloria de la lengua: Poesía medieval italiana

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El mismo título, La gloria de la lengua, repite una cita de La Divina Comedia, con las cual se abre el Prólogo. En ella, Dante Alighieri alude elogiosamente a Guido Guinizelli, fundador del "dolce stil nuovo", y a Guido Cavalcanti, primer gran poeta lírico de Italia y figura máxima de la misma escuela medieval, de la cual desciene el propio autor de La Divina Comedia. Esta antología bilingüe de la mejor poesía italiana del siglo XIII se completa con otro figura señera y personal, pero antípoda: Cecco Angiolieri, su contemporáneo. Mientras ambos Guidos fueron de noble abolengo, con intensa participación militar y política, Cecco llevó una vida irregular, fue encarcelado y sus cinco hijos debieron renunciar a su herencia, cargada de deudas. El volumen constituye una novedad en nuestra lengua, ya que se trata de tres grandes figuras poco divulgadas, en gran medida por lo dificultoso de su traducción.
LinguaItaliano
Data di uscita4 gen 2019
ISBN9789876994699
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    La gloria de la lengua - Cavalcanti, Guido

    ALONSO

    La Gloria De La Lengua

    Amore ha fabbricato ciò ch´io limo.

    Guido Cavalcanti

    "Così ha tolto l´uno al´altro Guido / la gloria de la lingua... (es decir, Así le quitó uno al otro Guido / la gloria de la lengua..."), afirma Dante –meridianamente– en su Divina Commedia (Purgatorio, XI, 97-98). Y a quien corona triunfador es Guido Cavalcanti, un noble güelfo nacido en Florencia hacia 1260 y fallecido en 1300, cuyo matrimonio casi adolescente con la hija del caudillo gibelino Farinata degli Uberti consagró la paz entre ambas facciones rivales. Activo participante en los acontecimientos sociales y bélicos de su patria, Cavalcanti llegó a desempeñar altos cargos políticos y militares. Nos basta conocer tan sólo las cincuenta composiciones (casi todas de tema amoroso) que nos ha dejado, para aceptar que fue el primer gran poeta lírico de Italia, llevando a su máximo esplendor –con exquisita elegancia y refinada sutileza– al justamente célebre y fundamental movimiento del dolce stil nuovo, que fuera dignamente iniciado por el otro Guido que menciona Dante, Guinizelli, noble también pero gibelino, y no menos buen poeta, que naciera en Boloña veinte o treinta años antes.

    Ambos Guidos vivieron y murieron con honor y con gloria. Distinta fue, en cambio, la suerte de Cecco Angiolieri (que vio la luz en Siena al parecer el mismo año que Cavalcanti, y cuya muerte se estima ocurrió hacia 1312). No sólo se vituperó con Dante, sino que toda su vida fue irregular y disipada: desertor, procesado, convicto, rebelde, noctámbulo, infractor, pendenciero, bandido quizás y hasta asesino, auténtico poeta maldito, sus cinco hijos debieron renunciar a su herencia, colmada de deudas. Pero sus ciento cincuenta sonetos de un belleza cínica y feroz, formidable y sarcástica, lo vuelven incomparable y personalísimo más allá de los siglos (aunque Dante lo odiara), dando a su voz potente ese humanísimo sabor de quien vivió siempre con los dos pies bien afirmados sobre la tierra.

    El siglo XIII fue, sin duda, un extendido período de eclosión y apogeo para las ricas identidades locales que todavía no eran Italia, pero ya la estaban fecundando. Mientras la iglesia y la gente letrada reiteraban el uso del latín, la lengua culta pero fija porque muerta, en la boca y en la vida de los pueblos se iba formando, entre balbuceos y hallazgos, el tesoro de las lenguas autóctonas. Que iban a constituir verdaderos idiomas, rústicos sí, tentativos sí, informales sí, como cualquier otra lengua en sus comienzos, pero que no creo puedan confinarse apenas en el concepto un poco estrecho cuando no peyorativo de dialectos.

    La vida y la lengua, siempre unidas, no podían dejar de inventar, de imaginar, de narrar, de cantar. Palabras y canciones fueron surgiendo espontáneas, empapándose unas a otras en toda condición, en todos los niveles. Y hubo así una legítima, chispeante poesía dignamente popular. Y poco a poco fue emergiendo una poesía con otros valores, con otros sueños y otras resonancias. Pero hijos todos de la misma materia, la bien llamada lengua madre. Y como suele ocurrir con todo lo vivo, por naturaleza, también de mestizajes, de intercambios, de contagios y contactos.

    Y no es casual que todo haya comenzado a convertirse en forma y timbre, en densidad y hondura, en la bella Sicilia, poblada por gente apasionada y trágica. Y deseada y posesionada, a lo largo de milenios, por otros,

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