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sábado, 26 de enero de 2008

"Letra de tango", de Jorge Teillier





La lluvia hace crecer la ciudad
como una gran rosa oxidada.
La ciudad es más grande y desierta
después que junto a las empalizadas del Barrio Estación
los padres huyen con sus hijos vestidos de marineros.
Globos sin dueños van por los tejados
y las costureras dejan de pedalear en sus máquinas.
Junto al canal que mueve sus sucias escamas
corto una brizna para un caballo escuálido
que la olfatea y después la rechaza.
Camino con el cuello del abrigo alzado
esperando ver aparecer luces de algún perdido bar
mientras huellas de amores que nunca tuve
aparecen en mi corazón
como en la ciudad los rieles de los tranvías
que dejaron hace tanto tiempo de pasar.











viernes, 11 de enero de 2008

"Detrás de las colinas", de Jorge Teillier




Detrás de las colinas siempre es invierno.
Hay becasinas lentas sobre las vegas
y cazadores que acechan su vuelo.
Hay amigos que han esperado años
para compartir un viejo vino.

Detrás de las colinas siempre hay niebla,
el alba no amanece sobre yermos de ortigas
ni en cuclillas al sol
el sastre del tiempo cose nuestra mortaja.

Detrás de las colinas siempre es invierno
y la muerte se abre como una mano
donde cabe toda la noche,
mientras aquí sobrevivir
es nada más que una gastada historia.

Detrás de las colinas siempre es invierno.













martes, 25 de diciembre de 2007

"Linterna sorda", de Jorge Teillier






Un hombre verá cosas invisibles.
Cuando los deudos lo abandonen
y las canoas vengan desde el oeste,
cuando los deudos a escondidas hayan dejado los panes redondos
               y sacrificado los caballos,
las hijas del guardahilos tendrán miedo
de ver pasar su ánima al atardecer
y los forasteros tendrán visiones que los harán gemir en sueños.

Un hombre, entonces, se desprende del sol y de la luna.











martes, 11 de diciembre de 2007

"Daría todo el oro del mundo", de Jorge Teillier





Daría todo el oro del mundo
por sentir de nuevo en mi camisa
las frías monedas de la lluvia.

Por oír rodar el aro de alambre
en que un niño descalzo
lleva el sol a un puente.

Por ver aparecer
caballos y cometas
en los sitios vacíos de mi juventud.

Por oler otra vez
los buenos hijos de la harina
que oculta bajo su delantal la mesa.

Para gustar
la leche del alba
que va llenando los pozos olvidados.

Daría no sé cuánto
por descansar en la tierra
con las frías monedas de plata de la lluvia
cerrándome los ojos.













martes, 27 de noviembre de 2007

"Donde una vez", de Jorge Teillier





Donde una vez
los días fluyeron arrastrando luciérnagas,
ahora los resecos lechos acunan duendes burlones
que en la noche descuelgan las estrellas
que recuerdan los amigos aldeanos.

Donde una vez
las tijeras de las mareas
cortaban las rocas,
ahora las cadenas de la lluvia
amarran a todos los viajeros.

Donde una vez
los niños jubilosos gritaron
su descubrimiento del mar de los delfines,
ahora desiertos sin arcas
no atesoran ni la plata de un pez.

Donde una vez
las trompetas de los bosques amarillos
derribaron los muros de la niebla
ahora ni una mano encontraría
el trébol de la buena suerte.

Ahora solos,
solitarios en el centro del espacio
los proscritos que aún no se conocen
velan al borde las hogueras
esperando el estallido de las nuevas navidades.





 




viernes, 16 de noviembre de 2007

"Para hablar con los muertos". de Jorge Teillier






Para hablar con los muertos
hay que elegir palabras
que ellos reconozcan tan fácilmente
como sus manos
reconocían el pelaje de sus perros en la oscuridad.
Palabras claras y tranquilas
como el agua del torrente domesticada en la copa
o las sillas ordenadas por la madre
después que se han ido los invitados.
Palabras que la noche acoja
como a los fuegos fatuos los pantanos.

Para hablar con los muertos
hay que saber esperar:
ellos son miedosos
como los primeros pasos de un niño.
Pero si tenemos paciencia
un día nos responderán
con una hoja de álamo atrapada por un espejo roto,
con una llama de súbito reanimada en la chimenea,
con un regreso oscuro de pájaros
frente a la mirada de una muchacha
que aguarda inmóvil en el umbral.











viernes, 2 de noviembre de 2007

"La Portadora", de Jorge Teillier







Y si te amo, es porque veo en ti la Portadora,
la que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana,
el anuncio del viaje
a través de días y días trenzados como las hebras de la lluvia
cuya cabellera, como la tuya, me sigue.
Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más,
más allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla,
          la rama de canelo que
          los sueños agitan tras cada muerte ,
          que nos une
pues bien sé yo que tú y yo no somos sino una palabra más
que terminará de pronunciarse
tras dispensarse una a otra
como los ciegos entre ellos se dispensan el vino, ese sol
que brilla para quienes nunca verán.

Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,
palabras que esconden palabras más grandes.
Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras
y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro:
"Toma mi mano. Piensa que estamos entre la multitud aturdida
          y satisfecha ante las puertas infernales,
y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión,
          aprisionamos amor en nuestras manos
y tal vez nos será dispensado
conservar el recuerdo de una sola palabra amada
y el recuerdo de ese gesto,
lo único nuestro".