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miércoles, 24 de julio de 2013

"Esto ocurre en un Bar Restaurant...". Poema inédito de Jorge Teillier enviado al poeta Juan Cristóbal en 1995



Hace algunos días atrás estuve revisando una carpeta que tengo sobre Jorge Teillier (críticas diversas, cartas, postales, etc.), cuando de pronto reparé en un poema que no tenía nombre y que estaba fechado, al final del poema, con el nombre del autor, añadiendo Primavera, 1995, o sea, unos meses antes de su fallecimiento. A pesar que siempre había revisado esa carpeta, esta vez me llamó poderosamente la atención ese poema, especialmente por la fecha. Entonces revisé un poemario póstumo, Hotel Nube, y tampoco estaba. Sospeché que podía estar en otro poemario póstumo, En el mudo corazón del bosque, que no lo tengo. Por lo que recurrí a preguntarle y enviarle el poema (escaneado) a Álvaro Ruiz. Lamentablemente no me respondió y habían pasado unos buenos días. Entonces recurrí a otra persona, Juan Carlos Villavicencio, a quien no conozco personalmente, pero que nos hemos estando carteando desde hace algún tiempo. Finalmente, después de varios días, me dijo que tampoco estaba en el poemario En el mudo corazón del bosque, por lo que tenía una versión de un poema inédito, en manuscrito, por un amigo y poeta entrañable como Teillier, con el cual me unió una amistad de más de 30 años. Dejo en manos de Juan Carlos Villavicencio el poema y este pequeño testimonio para que lo edite en el blog que tiene sobre Teillier, lo cual no significa que también podría hacerlo en otro lugar, como quedamos con el poeta Villavicencio.

Juan Cristóbal

Lima, 21 de julio, 20013


Nota Villavicencio:  Este poema es inédito en cuanto a que no se había conocido una versión en verso, pero sí una leída por el poeta Teillier, como queda consignado en el texto de Lorenzo Peirano llamado "No vi su rostro muerto", recopilado anteriormente en el Teillier Aleph.


Esto ocurre en un Bar Restaurant
Del Barrio Oriente
La garzona me pregunta si soy de verdad
            Jorge Teillier
Mientras me abre una botella de Blanco 120.
Le digo que sí
Y le regalo en una servilleta
Un cuarteto de Apollinaire.
Ella dice: “Estudié Literatura y ahora tengo
            que trabajar en otras cosas
Pero me gustaría más tener un poema suyo que de Apollinaire”.

Perdón Guillaume
No puedo en modo alguno compararme contigo

Eso pasó en Santiago de Chile
Donde tu amigo Blaise Cendrars
Escribió sobre el Sacristán Milagroso.

Fui a tomar el Metro
Ruido de carros y cantos de mendigos ciegos
Me di cuenta de que la poesía existe
Y repetí:
“Acuérdate, el Otoño ha muerto”.















viernes, 29 de octubre de 2010

"Si alguna vez", de Jorge Teillier






Si alguna vez
mi voz deja de escucharse
piensen que el bosque habla por mí
con su lenguaje de raíces.










Publicado en el libro EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE, 1997.











miércoles, 6 de octubre de 2010

"Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal", de Jorge Teillier

Fragmento




1

En el pueblo
donde algunos me conocen
como el poeta cuyo nombre suele aparecer en los diarios,
paseo por la Calle Comercio
que ahora se llama Avenida Bernardo O’Higgins
(Como en Santiago).

He comulgado con la tierra.
Voy a la Sidrería
Allí están los parroquianos de siempre
y me saludan mis viejos compañeros de curso
que sueñan con ser alcaldes o regidores o comprarse
            una citroneta.
Ha cerrado el cine.
Aún quedan affiches que anuncian películas de sepia.
A lo largo de los cercos
las ortigas siguen hablando con su indestructible lenguaje.
En el techo de mi casa se reúne el congreso de los gorriones.
Pienso por primera vez
que no pertenezco a ninguna parte,
que ninguna parte me pertenece.






 












jueves, 24 de junio de 2010

"Retrato de mi padre, militante comunista", de Jorge Teillier





En las tardes de invierno
cuando un sol equivocado busca a tientas
los aromos de primaveras perdidas,
va mi padre en su Dodge 30
por los caminos ripiados de la Frontera
hacia aldeas que parecen guijarros o perdices echadas.

O llega a través de barriales
a las reducciones de sus amigos mapuches
cuyas tierras se achican día a día,
para hablarles del tiempo en que la tierra
se multiplicará como los panes y los peces
y será de verdad para todos.

Desde hace treinta años
grita “Viva la Reforma Agraria”
o canta “La Internacional”
con su voz desafinada
en planicies barridas por el puelche,
en sindicatos o locales clandestinos,
rodeado de campesinos y obreros,
maestros primarios y estudiantes,
apenas un puñado de semillas
para que crezcan los árboles de mundos nuevos.

Honrado como una manta de Castilla
lo recuerdo defendiendo al Partido y a la Revolución
sin esperar ninguna recompensa
así como Eddie Polo –su héroe de infancia—
luchaba por Perla White.

Porque su esperanza ha sido hermosa
como ciruelos florecidos para siempre
a orillas de un camino,
pido que llegue a vivir en el tiempo
que siempre ha esperado,
cuando las calles cambien de nombre
y se llamen Luis Emilio Recabarren o Elías Lafferte
(a quien conoció una lluviosa mañana de 1931 en Temuco,
cuando al Partido sólo entraban los héroes).

Que pueda cuidar siempre
los patos y las gallinas,
y vea crecer los manzanos
que ha destinado a sus nietos.

Que siga por muchos años
cantando la Marsellesa el 14 de julio
en homenaje a sus padres que llegaron de Burdeos.

Que sus días lleguen a ser tranquilos
como una laguna cuando no hay viento,
y se pueda reunir siempre con sus amigos
de cuyas bromas se ríe más que nadie,
a jugar tejo, y comer asado al palo
en el silencio interminable de los campos.

En las tardes de invierno
cuando un sol convaleciente
se asoma entre el humo de la ciudad
veo a mi padre que va por los caminos ripiados de la Frontera
a hablar de la Revolución y el paraíso sobre la tierra
en pueblos que parecen guijarros o perdices echadas.

















miércoles, 31 de marzo de 2010

"Crónica del forastero", de Jorge Teillier

Fragmento



XII



Estoy afirmado
en el cerco rodeado de ortigas.
Leo
hasta que la tarde entrando a la casa del cerro
cierra el pozo luminoso del patio.
Los salmones vuelven a sus cobijos.
Un coipo asoma su chata cabeza. Los matapiojos
vuelan entre juncos. Las trilladoras
trepidan hasta pasada la puesta del sol.

En el bosque oigo rechinar los eucaliptos, ese
millar de puertas que se cierran. Voces lejanas
llaman a los bueyes. El
viento sopla los dedos friolentos de los pinos.
Los mapuches vuelven a sus reducciones por la Calle del Medio.

En el cementerio, la hermana espera que la visiten.
Los amigos de siempre
encapuchados por la vaga neblina del crepúsculo
juegan al tejo después del asado al palo.

Camino,
camino
hasta donde se alarga
la llama de una vela
en la ventana de un pobre zapatero.
Alguien ha regresado
con un libro de Dickens bajo el brazo.
¿Dónde están los demás? ¿Ya los héroes
de “La Hispaniola” no agitan sus linternas sordas
para indicar los derroteros de la Isla?

No me espera sino el miedo
que golpea los muros.
Una sombra hace estremecerse los trigales.
Los árboles acogen a la sombra
y dicen: “Moriremos,
moriremos”. Pero no importa ser abandonado
por los cansados ángeles de la guarda. Para el
forastero, los villorrios
donde aguardan el pan y el vino de los prostíbulos
que transforman las ranas en princesas.

Es el fin del paseo.
Una vaga onda en la laguna
donde el coipo esconde su cabeza.

















jueves, 17 de diciembre de 2009

"Sé que pronto terminará el otoño", de Jorge Teillier





Sé que pronto terminará el otoño.
¿Se acordarán de ti, de mí o de nosotros
los cesantes recogidos por el Empleo Mínimo
a quienes veíamos rastrillar hojas muertas en las plazas?

Hace frío. Dos grados bajo cero
según anuncian sonrientes las bellas del Noticiario.
Eso te deprime.
Viaja al verano del Oso y el Madroño
o a las orillas del Mediterráneo africano.

Yo digo: “Tal vez esto va a
terminar luego. Estoy cansado
de relectura
de vivir de nuevo.
Y no tengo mucho qué decir. Antes
que escribirte
me gustaría cerrar con el índice tu boca
como última señal de cariño”.










Publicado en el libro EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE, 1997.





* El Oso y el Madroño refieren a una famosa estatua ubicada en la ciudad de Madrid, España. Representa los principales símbolos heráldicos de la ciudad. Obra del escultor Antonio Navarro Santafé (1906-1983), fue inaugurada en 1967 y ubicada en la Puerta del Sol, siendo realizada en piebra y bronce, llega a pesar 20 toneladas y a medir 4 metros de altura.

© Nota de Juan Carlos Villavicencio









viernes, 30 de octubre de 2009

"Bienes", de Jorge Teillier





“Todo lo que he perdido
volverá con las aves”

Jorge Guillén

Un libro de Edgar Poe, un pasaje de tren,
un remolino, un llavero sin llaves, una manta araucana,
          un calendario, un jarro, un payaso de trapo,
un mapa de Cautín, el retrato de un gato, una maleta vieja,
          una peineta, una camisa negra,
un programa del Hípico, un poema inconcluso, una ficha
          de teléfono, un disco de Zarah Leander,
un puñado de cartas, la torre del Tarot, un alfil blanco,
          un revólver sin nuez, una manzana.

















viernes, 25 de septiembre de 2009

"Con el sol de los avellanos", de Jorge Teillier





No creí nunca
Que vería brillar de nuevo a Venus
Sobre los techos lejanos del Regimiento
Ni que en la mañana
Reverdecieran los pasos de la infancia
Bajo esos pinos donde las ovejas lamen tiernamente el sol,
Ni que una voz adolescente
Me preguntara cómo se llaman las estrellas
A las que nunca me he preocupado de dar nombre.

Tú eres el mediodía misterioso
Del silencio de parque
Donde vemos luchar a un niño hace años con un ganso,
Allí el sol al abandonar los avellanos
Nos deja los relatos
De los muertos que amamos
Y se me reveló tu presencia
Con el mismo resplandor
Del hacha con que el amigo corta leña.

Alguien pasa silbando
Una canción que habla de nosotros.
Nunca me has preguntado qué será de nosotros:
Sólo me has preguntado el nombre de una estrella.

Junto a ti he sido quien debiera haber sido.





















lunes, 22 de junio de 2009

"El retorno de Orfeo", de Jorge Teillier




In memoriam de Rosamel del Valle


La sangre blanca de un cerezo
era el anuncio de nuevas puertas.
Te marchaste junto al invierno
que con su lámpara desenreda las raíces
y hace surgir los sueños de los antepasados.
Viajas junto al invierno,
a las ardillas y a los pájaros nevados
que siempre recuerdan tus manos
alimentándolos en los parques transparentes.

La primavera quiso retenerte
para que descifraras una vez más
los jeroglíficos de sus ramas.
La primavera prometía en vano
el naranjo de la infancia en el patio de cemento
o transformaba en viñedo tu copa de vino.
Ya el tiempo había escrito “muerte” con tinta invisible.
Tú leías sus cartas
sabiendo que cada mañana uno debe despedirse de la muerte
diciendo “Hasta mañana”.
“—Tu muerte o mi muerte –decías— serán como el derrumbarse
fortuito de una lámpara”.
Ahora el invierno ha recogido esa lámpara
y te ilumina en el viaje del retorno
hacia lo más profundo de la noche
“lejos de donde la luz pueda alcanzarte”.


















martes, 31 de marzo de 2009

"Carta de Chile", de Jorge Teillier





A Nemesio Antúnez in memoriam

Abro un sobre de luto.
Carta llegada de Chile.
Y encuentro una cama de bronce
vigilada de amarillo
y de sábanas azules
azul velamen
para volar en el azul.

Gracias a usted Nemesio
Harpo Marx
toca su arpa inmortal
en los barrotes amarillos.

Sabíamos
que la cama donde nos desposamos con el sueño
es el mejor medio de transporte
y usted lo ha conseguido.
Usted ha demostrado
un blanco que vive a mano izquierda
para que nunca más las derechas
tengan derecho
a quitarnos la increíble transparencia
de un mundo que nos enviaba cartas
que nunca necesitaban un franqueo.









Publicado en el libro EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE, 1997.






















sábado, 18 de octubre de 2008

"Crónica del forastero", de Jorge Teillier

Fragmento



X

Vamos a pasear por los extraños pueblos

ELISEO DIEGO


La noche era un trozo de carbón a punto de arder.
Nada más hermoso que ver al fogonero lanzar paladas.
El horno cambiaba el carbón por oro.
Te dejaron subir a la locomotora.
Hay que amar a la locomotora como a un gran animal doméstico,
amar sus resoplidos, sus nubes de vapor,
la lluvia de hollín con que te bautiza cada estación.


Pero ya han pasado todos los trenes. Han pasado los trenes, la segura rotación de los juegos de las cuatro estaciones: el trompo, el volantín, las bolitas, el emboque. Todo eso es triste. Mientras escribo unos gatos nuevos maúllan tristemente. Y recuerdo el placer de poner mi nombre en los cuadernos el primer día de clases.


Te asomas alarmado a la ventanilla del vagón.
Tu padre bajó al andén para hablar con un amigo,
temes oír de un momento a otro el silbato de partida.
Empiezas a conocer los pueblos de la Frontera.
Tienen nombres que en la lengua de la Tierra
quieren decir: “Guanaco echado”, “Río de brujos”, “Lugar
            de cenizas”.
Viste apolillarse los columpios de una plaza de juegos.

Un zapatero nos saludaba con la V de la victoria.
Se hablaba de la pelea de Godoy con Joe Louis y de la batalla
            de Stalingrado.

Hubo un desfile celebrando la caída de Berlín
y la Bomba Atómica era el fin de todas las guerras.

En un pueblo alojabas en casa de una tía y leías el “Pacífico
            Magazine” con noticias de la Guerra del 14,
en otro viste que al atardecer la gente iba llevando sillas
            para asistir a una función de cine,
en otro escuchaste a los músicos de la Banda Municipal tocar
            “Titina” en un kiosco a punto de caer.

Días de descubrir las aldeas
como más tarde el sabor de cada bebida,
peligrosos como los cercos de alambre de púa en donde uno
            puede enredarse al salir de caza.
Aldeas que he recorrido
por calles fangosas que llevan a las afueras.
Allí hay gente que muere sin haber visto nunca el mar.
Hay muchachos jugando fútbol.
Se cantan rondas que ya no se escuchan en las ciudades:

            Yo me quería casar
            con un mocito barbero.
            Me sentaron en una silla
            y me cortaron el pelo…


En el bar del Hotel estuve esperando las campanadas
            que anuncian la llegada del tren.
Pero los nuevos amigos hicieron llegar nuevas botellas
Y allí estuvimos hasta el alba de los trenes de carga.

Una vez aguardando la llegada de un tren, bajo un aguacero,
me hice amigo de un pobre organillero.
El viento, el frío y la lluvia velaban con nuestra espera,
antes que subiéramos al carro de tercera.

Sí, he vuelto a los pueblos tantas veces
porque el tiempo me suele tener en su guarda.
Y siempre llego por calles barrosas a las afueras
donde los hijos de mis compañeros de curso
juegan el mismo eterno partido de fútbol.


















jueves, 4 de septiembre de 2008

"Quiero hablar con alguien", de Jorge Teillier







Tengo miedo. Tengo sed. Quiero hablar con alguien
En este pueblo no hay un bar abierto.
Hay sólo un carpintero
Un viejo carpintero
Tallando hermosas figuras
En la puerta de su casa
Le pido un vaso de agua
Su retrato está en la pared
De cuando hizo el Servicio Militar
Él no me responde
Está barnizando una cuna para un niño muerto
Qué va a ser de mí
Cuando atardezca
Sólo oigo cantos de evangélicos
Mi tío era dueño del Molino
Pero nadie se acuerda de mi tío
No puedo ir al Pueblo del Recodo
Nadie me puede rescatar
He olvidado rezar
Estoy sentado con terno y corbata y zapatos de gamuza
Unos niños harapientos se ríen de mí
Estoy en la cuneta
No sé lo que pueda pasar en este pueblo en la noche
Este pueblo que era sólo un fuego de artificio
La alegría de ser sobrino del dueño del Molino
Fue un verano
No sé por qué llegué a este pueblo
No sé por qué nunca llegaré a ver a mis primas.










miércoles, 20 de agosto de 2008

"No fue el helado viento", de Jorge Teillier





                                        No fue el helado viento
                                        quien marchitó las ramas.
                                        Quien marchitó las ramas
                                        fui yo, que les conté mis sueños.

Conozco los senderos de hojas holladas por las brujas
que vienen con husos de lana
y sé donde relumbran los pies de las hadas
en la pálida espuma.

Conozco el país dormido
donde vuelan en círculo las garzas
donde vuelan graznando
sin librarse de sus cadenas de plata.
Por allí erran un padre y una madre
ciegos y sordos a cuanto no sea
el graznido de las garzas.
Errarán hasta el fin de los tiempos.
Ya lo sé. Y lo saben también las garzas.

                                        No fue el helado viento
                                        quien marchitó las ramas.
                                        Quien marchitó las ramas
                                        fui yo, que les conté mis sueños.








Publicado en el libro EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE, 1997.








lunes, 18 de agosto de 2008

"El bosque mágico", de Jorge Teillier




In Memoriam Henry Treece


Y el Poeta me dijo:
            “El bosque está lleno de crepitantes pasos.
            El bosque está lleno de agonizantes chillidos.
            ¡Nadie debe entrar esta noche a ese bosque!”

Allí encontré una mujer de ojos de amaranto
y de uñas creciendo como amistosas orugas
Su pelo tenía el color de las hojas insomnes
y una rama la guiaba como sabia serpiente.

Ella me cantó nuevas villanelas
y me mostró el dragón que la protegía en el aire.
Un jabalí defendió con sus dientes mi mente
y supe que una risa oculta se burlaba de mí.

Ella me hizo dejar mi amuleto sobre una lápida
y me mostró cómo matar mis amadas alondras
con una mueca, un silbido, un susurro,
con una hoja transformada en el licor prohibido.

Ella me preguntó mi nombre y el nombre de mi casa.
Yo sólo le mostré el Libro de los Libros.
Ella me dijo que podíamos dejar el bosque
e ir al Baile de los Reyes del Valle de la Luna.

Yo vi sus ojos volviéndose hogueras implacables,
vi sus uñas creciendo como amenazantes culebras
y recordé de golpe los rezos de mis parientes
y me encontré solo en mi tierra natal.























domingo, 10 de agosto de 2008

"Melusina", de Jorge Teillier





Infiel como el ala de los pájaros infieles
Tú siempre serás mía:
Los eucaliptus sangraban,
Un caballo ciego fue a agonizar entre los rieles
Porque no quería ver el fin de nuestro amor
Mientras se marchitaban los dedales de oro sembrados
            por un loco,
Tú siempre serás mía.
Infiel como el ala de los pájaros infieles.
























domingo, 3 de agosto de 2008

"Aparición de Teófilo Cid", de Jorge Teillier






Antes del lóbrego fluir
de los taxis por la ciudad nocturna,
antes de los gatos y perros vagabundos
rodeando los tarros de basura
que crecen para el alba de los desventurados
antes que los brocales de la Frontera
fueran cerrados
por el trabajo de las abejas de la muerte
en los turbios espejos de las pensiones,
el río recién nacía al reflejo de su rostro
unido al rostro de su amada,
y a su paso florecían las lomas de la infancia,
el sol brillaba como el yelmo del Conquistador
y el bosque le entregaba el tótem de los aucas
que nadie supo describir
bajo sus tristes párpados entornados.

Antes de esos bares donde comen los pobres
estrujando sus últimos billetes
como un invierno mendicante las hojas de los álamos,
antes del tiempo estepario de los bares y el Café
antes del despertar friolento en las plazas sin fotógrafos,
antes del cáliz del cloroformo del hospital,
y de la implacable costra de cemento
que se preparaba a sellar sus días,
resonaba siempre en sus oídos
como el mar en los caracoles
el rumor de la casa natal
y el sueño le traía
el regazo de los verdes paraísos.

Ahora
que el náufrago de la noche,
el viejo gladiador vencido
desdeñado por la luz de la ciudad
“servidora sólo de los ricos”
sea hallado por la lluvia del Ñielol
que piadosa lave sus huesos
y nos devuelva su rostro original.

Ahora que su recuerdo sea la llama azul que remienda los puentes
preparando el paso de la primavera
que viene a oprimir locamente los timbres
y su palabra
esa flor que nos aguarda entre los escombros
del tiempo que nos vence
y que él ya ha vencido.


























viernes, 18 de julio de 2008

"¿Por qué este lugar no me dice nada?", de Jorge Teillier






¿Por qué estoy en un lugar
que no me dice nada?

¿Y por qué surge dentro de mí una voz
que me habla en el sueño más profundo
y me despierta sin que pueda recordarla?

Hablar no es vivir,
pero vivir sin esa voz es mi doble muerte.

Si yo muero
¿quién va a escuchar esa voz
que me habló y nunca pude oír?

          “Entre el olvido y yo
          se despierta una mujer desconocida”.
               (escuchado en sueños)











Publicado en el libro EN EL MUDO CORAZÓN DEL BOSQUE, 1997.














jueves, 17 de julio de 2008

A Georg Trakl (1887-1914)





“Entre avellanos juegan niños a la gallina ciega
como enamorados que se abrazan en sueños.
Zumban las moscas junto a una carroña
o, tal vez, llora, antes de nacer un niño”.

Ya no se juega sino en la Escuela de la Cimarra
que aplastará el Talón de Hierro.
Los niños del Futuro prefieren yacer bajo tierra
y hablan por ellos sólo moribundos avellanos.

Hay enamorados que se abrazan en sueños.
Lloraron por ellos Johny Ray y una nubecita blanca.
Lloran por ellos los que ya no se abrazan.
Zumban las moscas alrededor de una carroña.

Es tarde. Sonrío, Georg, ante nubes como las que veías pasar
junto a las drogas, la Guerra y tu suicidio.
Sonrío indiferente, antes de escribir un poema esfumado
aunque en algún regazo esté llorando un niño.














martes, 15 de julio de 2008

"Nadia", de Jorge Teillier





Nadia teme a los gatos y vive frente a una iglesia.
Nadia resuelve puzzles y va a mirar los trenes.
Nadia lleva el nombre de una muchacha muerta
En año que filmaron “Grandes Ilusiones”.

Nadia es silenciosa como un cuaderno de croquis.
Nadia creció en el pueblo como el árbol más simple
Y con ella me entiendo sin decir palabra
Porque los árboles se entienden tocando sus raíces.

Nadia no tiene edad porque ella es la nube
Que siempre va a volver a mirarse en el río.
Nadie vivirá en mí sin que yo me dé cuenta
Como un guijarro blanco brilla al fondo de un pozo.






Lautaro, Marzo de 1972.