En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Entrevista

Bocas

'En mi escritorio tengo una foto de mi papá parado al lado de Tirofijo': Alejandro Eder, alcalde de Cali

Alejandro Eder es alcalde de Cali y uno de los herederos del Ingenio Manuelita.

Alejandro Eder es alcalde de Cali y uno de los herederos del Ingenio Manuelita.

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Alejandro Eder, el alcalde de Cali y uno de los herederos de Manuelita, habló con Revista BOCAS.  

Sara Valentina Quevedo DelgadoRedactora A
Alejandro Eder es miembro de una de las familias más ricas y poderosas del Valle del Cauca. Es parte de su quinta generación y hoy es el alcalde de Cali. Su meta –tras el ‘estallido social’ de hace solo un par de años– es la reconciliación y que la ciudad avance social y económicamente. Es hincha del América, baila salsa, reza el rosario todos los días con su esposa Taliana Vargas, no nació en Colombia y ha vivido en carne propia la violencia: tuvo que exiliarse cuando era niño porque su mamá trató de ser secuestrada por el M-19 y su abuelo fue asesinado por las Farc. Esta es su historia y su visión de la tercera ciudad del país.

Conforme a los criterios de

Para Alejandro Eder su apellido es una responsabilidad. Es hijo de un exalcalde de Cali, nieto de un ministro y el tataranieto del fundador de una de las empresas más grandes del país. Es el menor de la quinta generación de herederos del ingenio azucarero Manuelita. Nació en Washington, porque en Colombia, en ese momento, no había incubadoras y su mamá había perdido a su hermanita y no quería correr el mismo riesgo con él. Ella, entre otras cosas, fue la encargada de traer las primeras incubadoras al país al Hospital Universitario del Valle.
Eder creció influenciado por el mundo de los negocios y el de la política. El alcalde de Cali tiene una oficina modesta, usa un reloj Casio digital y viste informal: jeans y camisa, pero por supuesto no pasa desapercibido. Me pide, en medio de la entrevista, que lo acompañe a la plazoleta Jairo Varela a mediodía y luego nos montamos al Mío. Dice que le gusta la calle. Se eligió bajo la bandera de la reconciliación dos años después del ‘estallido social’, donde Cali fue un campo de batalla terrible, y sacó a la luz profundas divisiones sociales: necesidades insatisfechas, polarización y odios de clase. 
Puerto Rellena, en el suroriente de Cali, uno de los puntos significativos durante el paro.

Puerto Rellena, en el suroriente de Cali, uno de los puntos significativos durante el paro.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Eder prometió acabar la pelea durante su gobierno. Desde niño sufrió los golpes de la violencia. En 1965, antes de que él naciera, su abuelo, el exministro de Fomento Harold Eder, fue secuestrado y asesinado por las Farc. Cuando tenía siete años, el M-19 irrumpió en su casa para llevarse a su mamá, Elena Garcés. No lo lograron, pero a los quince días secuestraron a su tía María Antonia. Eder se fue del país y vivió lejos de Cali 20 de sus 48 años; un exilio que recuerda con los ojos aguados. En Estados Unidos se formó en resolución de conflictos. Hizo un máster en la Universidad de Columbia. En los años noventa fue a Bosnia a estudiar la guerra yugoslava y luego de salvarse de milagro del atentado a las Torres Gemelas, volvió al país a ser parte del engorroso camino de la paz. Primero en reintegración, en los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, y después como negociador en La Habana.
Una vez firmados los acuerdos con las Farc, dio el salto a la política tradicional. Hizo un primer intento para ser alcalde y perdió, pero en el segundo, con el apoyo de su esposa, la exreina de belleza Taliana Vargas, logró su cometido. Es padre de dos niños, Alicia y Antonio. Reza el rosario todos los días, escucha a los Hermanos Lebrón, es hincha del América, le gusta el ají y no come dulce. 

Usted, según ha contado, le hizo una promesa a su mamá: aprovechar su privilegio para construir la paz en Colombia, ¿cuál fue el origen de esa promesa?

Cuando tenía siete años mi familia vivió el intento de secuestro de mi madre. Llegó la guerrilla del M-19 a la casa a secuestrarla, gracias a Dios no lo lograron, pero a los quince días secuestraron a mi tía, y tuvimos que irnos del país. Mi mamá sintió mucho dolor. La veía llorar muy seguido, o porque habían secuestrado a otro familiar o porque habían matado a algún amigo o conocido de la familia. Un día, en el que estaba hecha un mar de lágrimas, me le acerqué y le dije: “mamita, ¿por qué llora?” Ella me pidió que llamara a mi hermano y nos dijo: “niños, no se olviden que Colombia está como está porque personas como nosotros, que podemos hacer más por el país, no estamos haciendo lo suficiente”.
La entrevista con Alejandro Eder está en la nueva edición de Revista BOCAS.

La entrevista con Alejandro Eder está en la nueva edición de Revista BOCAS.

Foto:Archivo particular

¿Por qué no nació en Cali?
Nací en Washington. Nosotros somos cuatro hermanos, y yo soy el menor. Tuvimos una hermana del medio, Ana María, que murió a los pocos días de nacer porque en Colombia no había incubadoras. Para el parto de mi hermano Enrique y el mío, mi mamá tomó más precauciones y quiso que naciéramos en Estados Unidos. Mi hermano, si no hubiera nacido en ese país, probablemente también se hubiera muerto. Yo sí nací bien. A raíz de la muerte de mi hermana, mi mamá creó la Fundación Cirena (Cuidados Intensivos para Recién Nacidos), en el Hospital Universitario del Valle, que trajo las primeras incubadoras a Colombia.
¿Cuáles son los privilegios de ser el heredero de un ingenio como Manuelita?
El principal privilegio fue haber tenido un buen papá y una buena mamá, que nos quisieron y nos llenaron de valores. Evidentemente, nacer en una familia empresarial me ofreció privilegios. Tuve un hogar amoroso, accedí a una buena educación y me inculcaron un profundo amor por el país y por esta tierra. Pero nacer en una familia empresarial con tanta tradición, que lleva casi 200 años moviendo la economía y jalonando el desarrollo social en Colombia y en el Valle del Cauca, también es una responsabilidad; una responsabilidad de continuar con ese legado.
¿Se acuerda de su nana?
Amá Rosa. Ya no es mi nana, es mi amá, así le decimos. Ya está mayor, vive en su casa, con sus hijos, pero la recuerdo con mucho cariño. Nos quiso mucho y nos acompañó durante toda la crianza.
Su tatarabuelo, Santiago Eder, fundador de Manuelita, era judío, ¿conserva algo de su cultura?
En nuestra familia somos católicos, pero guardo un gran respeto y aprecio hacia el pueblo judío por mi tatarabuelo. Él era letón-judío y emigró cuando tenía 12 años a Estados Unidos. Allá estudió, se graduó como abogado de Harvard y montó empresa. Por negocios viajaba muy seguido a Panamá, que en esa época era de Colombia, y le recomendaron radicarse en el Valle del Cauca por su clima y la abundancia de su tierra. Cuando llegó se asentó en Buenaventura y tuvo la visión de que el Valle fuera una despensa agrícola para el mundo.
Y le compró la hacienda La Manuelita a Jorge Isaacs.
La Manuelita era del papá de Jorge Isaacs, George Isaacs, un empresario jamaiquino, también judío, que llegó a Colombia a mediados de 1800. Se casó con Manuela Scarpetta y en honor a ella la finca se llama así. Él fue amigo de mi tatarabuelo, probablemente por su cercanía cultural. Murió dejando problemas económicos, dicen que por jugador, y en ese momento mi familia le compró la hacienda al escritor.
Manuelita

Manuelita

Foto:Valle se Atreve

Usted, de niño, quería ser artista, ¿por qué no siguió ese camino?
Yo pintaba mucho y pintaba bien hasta los 18 años. En esa edad le dije a mi papá que quería ser artista y él me dijo: “mijo, vaya a la universidad primero y después decide si quiere serlo”. A mí me gustaba el realismo, el arte del Renacimiento, el arte clásico, y me inspiraba pintando al óleo. Pero la vida me llevó por otros rumbos.
Y era daltónico…
(Risas) Sí, sí. Soy daltónico. Lo descubrí cuando tenía doce años. Había salido con mi hermano mayor vestido como un payaso y él me preguntó que por qué había combinado así la ropa. Yo no entendí. Me señaló la camisa y me preguntó: ¿qué color es ese? Y le dije: “verde”. Señaló el pantalón, “¿qué color es ese?” Le respondí: “rojo”. Y me dijo: “usted es daltónico, chao”. En ese momento me hicieron un examen y efectivamente lo era; empeora con los años. Ahora sí que no distingo los colores.
Cuando tenía siete años se fue a los Estados Unidos, luego del intento de secuestro a su mamá, ¿cómo recuerda este cambio?
Cuando uno se va del país porque quiere, es una cosa, pero cuando uno se va porque le toca, porque su vida corre peligro, es un dolor muy grande. Fue muy duro, muy triste. Yo tenía siete años, mi hermano nueve y no entendíamos por qué nos habíamos ido de Cali. La tía estaba secuestrada… (se le entrecorta la voz) y nos tocó llegar a conocer una cultura nueva y aprender un idioma nuevo. Nosotros llegamos a Washington, que es una ciudad muy distinta, en la que hace frío la mayor parte del año. Me acuerdo el primer día que vi la nieve, en octubre de 1983; mi mamá nos despertó para verla, porque estaba nevando de noche… A pesar de todo, fui privilegiado en el sentido que estaba con mi mamá, con mi hermano, con mis primos, y viviendo allá agarré mundo.
Alejandro Edere recuerda que quiso ser artista de niño, "yo pintaba bien hasta los 18 años", dice.

Alejandro Edere recuerda que quiso ser artista de niño, "yo pintaba bien hasta los 18 años", dice.

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

¿Cómo lo recibieron cuando regresó?
Cuando volví a Cali tenía 15 años. Recuerdo ese verano en que regresé y me reencontré con mis amigos del colegio, ya todos bailaban salsa. Y fue a través de la salsa, de redescubrir su encanto, que decidí quedarme en Cali y terminar aquí los últimos años de bachillerato.
¿No lo molestaron por ‘gringo’?
Para nada. Yo sí viví dos choques culturales muy grandes. Uno fue irme a Estados Unidos a los siete años sin hablar inglés y el otro fue volver después de haber pasado buena parte de mi infancia y adolescencia allá. Pero uno no pierde la caleñidad, se lleva en el alma, sobre todo yo, que vengo de una familia que es caleña raizal. Mi familia es de Cali y vive en Cali prácticamente desde que se fundó la ciudad.
¿Cuándo se vinculó al negocio familiar?
Yo soy parte de una familia empresarial con una larga tradición. Somos cinco generaciones. Ser empresario es algo que se aprende en la casa. De todas maneras, uno tiene que prepararse para darle continuidad al negocio. El que tenga tienda, que la atienda. Yo estudié Relaciones Internacionales y Filosofía, profesión que ejerzo en lo público, pero mi primer trabajo fue en Nueva York como banquero de inversión. Estuve allá dos años, ganando experiencia que luego apliqué en Manuelita, donde me encargué de los negocios en Perú y Chile específicamente. Es que venir de una familia empresarial no es algo regalado, lleva consigo la gran responsabilidad de mantener las cosas rodando porque hay miles de personas que dependen de ello. Es algo que me gusta mucho, aunque francamente mi vocación es de servicio y le doy gracias a Dios todos los días que le puedo dedicar mi vida a esto.
¿En qué momento se despertó su vocación pública?
Si vos mirás a mi familia, mi papá fue el último alcalde designado de Cali, antes de que las elecciones regionales tuvieran vigencia; mi tía Doris fue la primera mujer gobernadora del Valle del Cauca, en la década de los 80, y la primera mujer ministra de Educación; y mi abuelo Harold fue ministro de Obras durante el gobierno de transición después de la dictadura. Él también fue un gran ejemplo para mí. Entonces, si bien es una familia empresarial, siempre ha habido un gran sentido social y de servicio, que por fortuna heredé.
¿Qué lo motivó a formarse en resolución de conflictos?
En los años 80, durante mi exilio, ser colombiano era un dolor muy grande. Yo buscaba una explicación, las causas, las raíces de la violencia; por eso, desde los 12, 13 años, empecé a leer sobre los conflictos. En el posgrado, en diplomacia de guerra, estudié mucho el conflicto de Bosnia y fui a Sarajevo en 1996. Después volví en el 2005 como consultor de la ONU para hacer un análisis del posconflicto yugoslavo 10 años después. Este fue el conflicto que más estudié aparte del colombiano.
La grabación fue compartida por Kei Sugimoto, quien tenía 24 años en ese entonces.

La grabación fue compartida por Kei Sugimoto, quien tenía 24 años en ese entonces.

Foto:X : @dom_lucre

Usted vivió muchos años fuera del país estudiando la violencia y huyendo de ella, y justo en Estados Unidos el terrorismo se apareció en su cara con los atentados del 9/11…
Ese día yo iba tarde para el trabajo, iba en el metro y me bajaba en la estación de las Torres Gemelas. Cuando pegó el primer avión pararon los trenes, yo estaba a tres estaciones, nos bajaron y cuando salí vi las torres quemándose, vi las torres caerse. Fue una vaina impactante, además porque una cayó encima del edificio donde yo trabajaba, en el Deutsche Bank, y pensé: “juemadre, uno 20 años acá que porque había mucha violencia en Colombia y casi me cae una Torre Gemela encima”. Ese día tomé la decisión de devolverme a mi país y emprender el camino que siempre me había dictado el corazón, trabajar para conseguir la paz, en una época además donde la guerra estaba más fuerte, pleno 2002, terminando el Caguán.
¿Qué sintió cuando el gobierno Santos lo designó como negociador con las Farc, la guerrilla que secuestró y mató a su abuelo?
Nosotros en realidad empezamos a trabajar en los acercamientos desde el 2009, en el gobierno Uribe. Ese año buscamos los canales traseros para comunicarnos con la guerrilla. Recuerdo que con cada liberación de secuestrados les entregábamos una carta a los pilotos brasileños que hacían el intercambio para que se la dieran a los comandantes, y así fue que sembramos los primeros pinitos. En el 2010, cuando se cayó la reelección, las Farc rompieron el contacto con el gobierno de Uribe, pero mandaron una carta al gobierno Santos para retomarlo. En ese momento, el presidente les propuso un encuentro directo, presencial, sin seguridad, en Colombia, para saber si las conversaciones iban en serio. Eso fue a comienzos de septiembre. El 30 de ese mes cayó el Mono Jojoy y en octubre nos llegó una carta aceptando el encuentro en uno de los campamentos con dos delegados del Gobierno. Entre los ires y venires, en diciembre del 2010, el presidente Santos me llamó a su oficina y me dijo: “Alejandro, yo quiero que usted sea uno de mis dos delegados para el encuentro con las Farc”. Por un lado me puse muy contento porque desde el 11 de septiembre del 2001 había tomado la decisión de trabajar por la paz de Colombia y me imaginé ese momento muchas veces. Pero por otro lado estaba la realidad de enfrentarme a la muerte. Sentí miedo. Yo le pedí al presidente que me diera 24 horas para pensarlo. Él me las dio, recordándome que ese era un secreto de Estado, no podía consultarlo ni con mi papá, ni con mi mamá, ni con mi novia; solo con la almohada. Y eso hice. Yo me preguntaba por qué no había dado un sí rotundo y concluí que me daban temor dos cosas: morir en el intento o quedarme amarrado a un palo ocho años. Y ahí me hice una segunda pregunta: ‘¿esto es algo por lo que estoy dispuesto a morir?’ Y la respuesta fue sí. Esa noche pensé en todos los pelaos que han entregado su vida por este propósito y yo, que sabía que podía cumplir la misión, que sabía que podía convencer a esos tipos de que fuéramos a hablar a algún lado, cómo no iba a hacerlo. Al otro día fui a Palacio y le confirmé. Entrenamos todo enero y febrero, y el 2 de marzo del 2011, a orillas del Río de Oro, en la Serranía del Perijá, se llevó a cabo el primer encuentro con las Farc. 
Alejandro Eder cuenta que se salvó de milagro de morir en el ataque contra las Torres Gemelas.

Alejandro Eder cuenta que se salvó de milagro de morir en el ataque contra las Torres Gemelas.

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

Pero además de su formación en conflictos, usted es víctima. ¿Cuándo cree que hizo las paces con la violencia que sufrió su familia?
Mirá, una vez, en el 2005, estuve en Srebrenica, en Bosnia, un lugar donde cometieron una de las masacres más atroces. En tres días mataron como a 15.000 hombres y niños, violaron sistemáticamente a las mujeres, una vaina espantosa. Allí conocí a un sobreviviente de la masacre. Él me contó que en su pueblo, que es musulmán, habían vuelto los serbios, que fueron los que perpetraron la masacre. Yo le pregunté: “¿usted cómo hace para vivir con las personas que cometieron ese crimen tan horrendo?” Él tenía a su hijo, y me dijo: “por él, y por las futuras generaciones, tengo que pasar la página. No sé si los he perdonado, pero si ellos están dispuestos a vivir en sociedad, yo cedo a mi odio”. Eso fue algo que a mí me marcó mucho. También hubo otro episodio que me ayudó en ese proceso. Durante el Caguán, en el 2000, un día llegó mi papá a la casa luego de estar en la zona de distensión con el secretariado de las Farc, por una invitación que les habían hecho a los empresarios. Ese día nos mostró una foto de él parado al lado de ‘Tirofijo’. Y ‘Tirofijo’ mató a mi abuelo. Me acuerdo que me puse furioso y le dije: “¡esto es el colmo, ¿vos cómo te sentás con ese señor?, ese señor es el asesino de mi abuelo! ¡Por culpa de esa gente es que a nosotros nos secuestraron familiares, por su culpa tuvimos que irnos del país!” Y él me dijo: “mijo, cualquier deseo de venganza que yo pueda tener no es mayor al derecho de Colombia de vivir en paz”. Y hoy, si vos vas a mi casa, en mi escritorio, vas a ver esa foto, que me recuerda la grandeza que uno tiene que tener para luchar por este ideal.
¿Cómo llevar esta reconciliación al suroccidente del país, una región con heridas tan profundas?
En algún momento alguien me preguntó que por qué si había estudiado y trabajado tanto los conflictos –porque también ayudé en el de Myanmar, apoyé algunos temas de Siria, algunos temas de conflictos africanos– quería ser alcalde de Cali. Yo le respondí: porque para que en Colombia en verdad pueda haber paz, no solo basta negociar y firmar unos papeles. Para que en verdad haya paz este país tiene que funcionar. Y para que funcione es importante que lo público esté bien administrado. Es necesario entrar a la política para cambiar las realidades.
Pero esta región en particular tiene graves grietas sociales, desigualdades, racismo…
¡No, no, no! Vos acabás de caminar conmigo por el Mío, ¿viste alguna división social?, ¿viste a alguien que me madreara por ser de cierta clase? Aquí ya dejen ese cuentico de querer dividir a los vallecaucanos. Lo que yo como alcalde no voy a tolerar es que vengan de Bogotá, de otras regiones del país, a tratar de incendiar esta ciudad. Y aquí puede haber muchos problemas, pero los vallecaucanos nos queremos, somos un pueblo fuerte, somos la tercera ciudad más importante de Colombia, tenemos el 18 por ciento del aparato industrial del país, tenemos cinco de las mejores universidades, tenemos los mejores hospitales, un sector tecnológico fuerte. Entonces a mí que no me vengan más con esos cuentos. Yo sí reconozco que hay sectores políticos que durante muchos años han querido alimentar odios sociales, odios de clase, odios inclusive raciales para mantener al pueblo dividido y para mantenerse en el poder. Pero el mensaje que le quiero mandar hoy a Colombia es que esa no es Cali, porque si esa fuera Cali, yo no sería el alcalde de esta ciudad.
Se lo pregunto porque para muchos caleños sí existe esa división… Siguen escépticos con el hecho de que un hombre de apellido Eder pueda gobernar para el Distrito de Aguablanca o para Siloé.
Yo gobierno para todos los caleños. Por mí también votaron en Aguablanca. No se gana la alcaldía de Cali sin que voten por uno en todos los barrios. Eso es un reflejo de confianza. Porque lo que necesita la ciudad no es más división, una división impuesta, necesita una administración eficiente, honesta. Lo que necesita Cali es seguridad, empleo, recuperar la infraestructura y el buen nombre de la ciudad. Y eso es lo que estamos haciendo. Estamos fortaleciendo los programas sociales, abrimos los comedores comunitarios en tiempo récord, tenemos el programa de alimentación escolar desde el primer día de colegio a pesar de que no estaban los recursos, y estamos fomentando el empleo formal a través de ferias. Lo que tenemos que entender es que esos debates polarizantes solo sirven para que nuestra sociedad no avance. 
El oriente de Cali es una zona donde está el Distrito de Aguablanca con los barrios más vulnerables y violentos de Cali.

El oriente de Cali es una zona donde está el Distrito de Aguablanca con los barrios más vulnerables y violentos de Cali.

Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO

¿Qué va a hacer con el monumento de Puerto Resistencia?
El monumento en Puerto Rellena se mantendrá. Nosotros no vamos a hacer nada a la fuerza. Y así como no vamos a permitir que se vandalice ese símbolo, no vamos a permitir que se vandalice ningún otro sector de la ciudad. Necesitamos que todo el mundo cumpla con las normas y con el respeto mutuo. Si hay respeto y si hay orden, todos vamos a vivir en paz.
Hace poco propuso retomar los bombardeos a los campamentos de los grupos armados, ¿cree que los recursos pacíficos se agotaron?
Lo que nosotros tenemos que hacer es aprender de la historia. En este momento los grupos armados ilegales no llevan a cabo una revolución política. Estos son grupos violentos que están poniendo bombas a la población civil y reclutando niños a tasas no vistas desde hace 10 o 15 años. El Estado colombiano tiene que garantizar el derecho principal a los ciudadanos, que es el derecho a la vida. Y contra estos grupos violentos no se pueden ahorrar esfuerzos. Esto incluye no renunciar a la posibilidad de bombardear campamentos y otros blancos de control estratégico de estos grupos ilegales.
¿Qué hacer con la situación de orden público de Jamundí, que es prácticamente parte de Cali?
Este es un tema complejo. Las disidencias se están reorganizando y volviendo a las prácticas de antes. Han hecho atentados contra la población civil en la zona rural de Jamundí y han intentado hacerlos en Cali, donde hemos logrado frenarlos de la mano de la fuerza pública. Nuestra exigencia es que se controle con mano dura. Ha habido avances, pero se necesita mayor contundencia. Hablo mucho con la alcaldesa de Jamundí, es una gran líder y una mujer que ha enfrentado esta situación con valentía, y junto a la gobernadora del Valle hemos estado articulados para asegurarnos de que tengan todos los apoyos necesarios para recuperar la tranquilidad.
¿Qué nuevas realidades ha redescubierto como alcalde?
Yo llevo cinco años caminando la ciudad. Cali es una ciudad violenta, Cali es una ciudad donde hay hambre, el 20 por ciento de la población come dos veces o menos al día, Cali es una ciudad donde los jóvenes se están yendo buscando oportunidades en otros lugares. Pero Cali también tiene empresa, hay unas 200 multinacionales y muchas micro y medianas. Lo que nosotros tenemos que hacer entonces es fortalecer ese espíritu emprendedor. Por eso no podemos seguir permitiendo que cale ese cuento que las empresas son malas, al contrario, estas generan riqueza, generan empleo y pagan impuestos. Y cuando no hay un tejido empresarial sólido, pasa lo que está pasando a nivel nacional: todo se empieza a caer. Cae la economía, cae el recaudo, cae el presupuesto público.
Alejandro Eder en el Mio.

Alejandro Eder en el Mio.

Foto:Alfredo Camacho / Revista BOCAS

¿De qué forma ha cambiado su vida desde que se posesionó? ¿Cómo se han alterado, por ejemplo, sus dinámicas familiares?
Es un sacrificio. Procuro tener mi vida balanceada, tener tiempo para mis hijos. Yo estoy casado, tengo dos bebés: Alicia, de 5 años, Antonio, de 3 años, y soy un padre muy dedicado. Pero es difícil a veces encontrar ese balance porque uno no está en la casa tanto como quisiera.
¿Cuál es su grupo favorito?
Los Hermanos Lebrón, Henry Fiol, Niche. Y ese gusto además trasciende a mi administración, con la que quiero recuperar las raíces de Cali. Pienso recuperar el centro. Vamos a coger desde la Plaza Caycedo, el Bulevar del Río, hasta la carrera Décima y organizarlo. Y en el centro expandido, donde queda el Barrio Obrero, uno de los más tradicionales de Cali y cuna de la cultura salsera, haremos un proyecto integral de inversión en infraestructura y fortalecimiento de los negocios culturales y rutas turísticas para revivir ese emblema de nuestra ciudad.
Valle es el departamento con más coronas en los certámenes de belleza, ¿qué opina de los reinados?
Todo vale. Los reinados son eventos que le traen alegría y generan representación en el pueblo. Y eso está bien. 
Alejandro Éder con su esposa Taliana Vargas y seguidores.

Alejandro Éder con su esposa Taliana Vargas y seguidores.

Foto:Equipo de Alejandro Éder

Parte fundamental de su campaña fue su esposa, Taliana, ex Señorita Colombia, ahora gestora social de Cali, ¿cómo funcionan como equipo al frente de la ciudad?
Tali me apoya en algunos temas como gestora social, por ejemplo, adelanta la estrategia Cuidarte, que son los ecosistemas del cuidado para mujeres en Cali. Vamos a tener 16 ecosistemas, ya abrimos los primeros dos, y eso es algo que a ella le toca el corazón, porque tiene que ver con el empoderamiento femenino. Y de resto está cuidando el hogar, que no es nada fácil. Siendo buena mamá, la mejor esposa… es la mejor consejera que yo tengo; una mujer de fe que me aterriza mucho en ese sentido.
¿Reza el rosario a diario?
Prácticamente todos los días.
¿Y el América de Cali se ha colado en sus oraciones?
(Risas) No, no, el América ya tiene santo propio.
¿Por quién votó en las pasadas elecciones presidenciales?
El voto es secreto.
Usted venció al ‘Chonto’, candidato del Pacto en Cali. Algunos alcaldes que no son de los afectos del Gobierno han denunciado retaliaciones, ¿cómo es su relación con Gustavo Petro?
Lo dije en campaña y lo digo como alcalde: mi gobierno le apuesta a la reconciliación. La polarización no conduce sino a la violencia y al subdesarrollo. Y esa reconciliación, como la planteo, es una reconciliación entre los caleños, con la clase política caleña, que la mayoría no me acompañó, y con el Gobierno nacional, con quien no soy afín ideológicamente, ni comparto algunas de sus políticas, pero con el que tengo la capacidad de trabajar constructivamente. De esa manera hemos logrado cosas importantes, por ejemplo, traer la COP16 a Cali.
¿Cómo se está preparando la ciudad para esta cumbre?
Vamos muy bien, se están cumpliendo los cronogramas y se están tomando las medidas de seguridad necesarias. Yo espero que la COP, que ya es en menos de cuatro meses, sea un éxito no solo para Cali, sino también para Colombia.
Pero no puede ser que en casa de herrero, azadón de palo… ¿cómo va la recuperación de los Farallones?
Va avanzando. En los Farallones hay un problema de minería ilegal, en el que se estaba trabajando antes de que llegara a la alcaldía, pero ahorita estamos metiendo el acelerador con el objetivo que tengamos todas las minas cerradas para la COP. Y además vamos a montar un programa con el Instituto Humboldt para su conservación.
¿Siente que le cumplió la promesa a su mamá?
Se la estamos cumpliendo.

Recomendados:

Sara Valentina Quevedo DelgadoRedactora A
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
Nancy Pelosi, líder del Partido Demócrata.

EEUU

Nancy Pelosi: el arte del poder

La congresista y líder demócrata acaba de publicar un libro con sus memorias. Allí recoge parte de la historia reciente de Estados Unidos.

horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO