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Entrevista

Bocas

Luis Fonsi se confiesa, cuenta la historia secreta de Despacito, y dice: 'No conozco a nadie que haya tenido un matrimonio perfecto'

Fonsi logró un éxito descomunal con Despacito. La canción duró un año escondida hasta que encontró a dos productores colombianos que le dieron la forma perfecta.

Fonsi logró un éxito descomunal con Despacito. La canción duró un año escondida hasta que encontró a dos productores colombianos que le dieron la forma perfecta.

Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

Fonsi habló con BOCAS de sus 25 años de carrera, Despacito y mucho más.

josé agustín jaramillo
Luis Fonsi, el músico y compositor que logró fama mundial por Despacito, está celebrando 25 años de carrera. En septiembre de 1998, cuando tenía 20 años y lanzó su primer álbum, Comenzaré, se proyectaba como uno de los grandes baladistas en español. Hoy, su creatividad artística lo ha llevado a explorar el pop y la música tropical, a sonar en discotecas de lugares tan lejanos como Rusia y Australia, a componer para artistas jóvenes, a colaborar con personajes como Daddy Yankee y a ser coach en realities como La voz. Esta es la historia del puertorriqueño que cantó con la Sinfónica de Londres. Esta es su entrevista en Revista BOCAS.

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A mediados de 1998, Luis Alfonso Rodríguez tuvo que detener su carro durante la noche en el costado de una autopista de Florida; tenía que darle un descanso al motor que, luego de varias horas de camino, estaba totalmente recalentado. Luis Alfonso tenía 20 años y viajaba de Tallahassee, donde estudiaba música en la Universidad Estatal de Florida, a Miami, el epicentro de la música latina. Su misión: grabar en un solo día las 10 baladas de Comenzaré, el primer disco de su carrera musical, en la que comenzó a ser conocido como Luis Fonsi. “Yo diría que ese disco fue un inicio perfecto, porque empezó a funcionar poco a poco”, dice. “La primera canción gustó; la segunda empezó a sonar en estaciones de radio un poquito más importantes; la tercera charteó de 36 en Billboard… Y claro, me hubiese gustado tener Despacito en mi primer disco; no fue así, pero eso hizo que tuviera hambre y dijera: ‘Quiero más, quiero más, quiero más’”.
Han pasado 25 años y 12 discos desde el episodio de la autopista. Luis Fonsi llega a un salón del hotel Casa Medina, en Bogotá, donde lo espera todo el equipo de su disquera. 
En la parte de atrás del salón, contra una pared, hay un fondo inmenso con la portada de su nuevo álbum. Esta vez tampoco pudo dormir bien: la noche anterior había estado hasta tarde trabajando en la grabación de Santa Marta, un videoclip que hace parte de su nuevo disco, El viaje, que es una celebración de todo su recorrido en la música. “Estaba trabajando con un músico que apenas está empezando, no sé si lo conozcan”, dice bromeando. “Se llama Carlos Vives y es una de mis personas favoritas”. 
“Yo tenía un buen feeling de que la canción iba a funcionar en el mercado latino. En Puerto Rico, Colombia, Venezuela, México... ¿Pero que haya sido un número uno en Rusia o en Australia? No me lo creo”.

“Yo tenía un buen feeling de que la canción iba a funcionar en el mercado latino. En Puerto Rico, Colombia, Venezuela, México... ¿Pero que haya sido un número uno en Rusia o en Australia? No me lo creo”.

Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

Fonsi es un tipo sencillo. No es muy alto, lleva un jean y una camiseta blanca, le gusta relajar el ambiente con ese tipo de chistes. Poco a poco, toma confianza: durante la sesión de fotos dice que prefiere estar del otro lado de la cámara, entonces acepta cambiar papeles con el fotógrafo y se divierte disparando un par de retratos. Alguien le ofrece unas achiras y las acepta feliz: “Todavía tengo hambre, me encanta todo lo que engorde”, dice. Sin embargo, detrás de esa actitud descomplicada hay una persona que planea cada paso, que está pendiente del reloj y que sabe que su protagonismo no surgió de un momento para otro, sino que es producto de años de trabajo y disciplina: cuando grabó Tierra firme y 8, hubo un momento en el que componía 200 o 300 canciones para un disco que solo tendría quince, porque sentía que debía pulir cada tema y terminarlo antes de elegir cuáles eran los que iban a quedar. Aún hoy es el primero que llega al estudio cuando tiene sesiones y le gusta involucrarse en cada detalle de sus producciones y de sus giras, desde los arreglos hasta las luces y el vestuario: “A veces creo que soy un poquito friqui, pero tengo que serlo porque la música es algo que me apasiona de verdad”.
La vida musical de Luis Fonsi empezó cuando tenía 6 años. Vivía en Bayamón, un municipio a las afueras de San Juan, en Puerto Rico, en una casa donde todas las tardes sonaban largas tandas de vinilos. “Mi papá ponía a los grandes cantautores”, recuerda. “Juan Gabriel, Camilo Sesto, mucho José José, Glenn Monroig… Y mucha salsa: Fania, El Gran Combo, Héctor Lavoe. Me crie en esos dos mundos, el de la salsa vieja, la salsa gorda, como decimos, y las grandes voces”. A los seis años, como lo que le gustaba era jugar béisbol y cantar, sus padres decidieron inscribirlo al Coro de Niños de San Juan: tres veces a la semana iba para tener clases de solfeo, de técnica vocal, de guitarra y de teoría musical; en la noche llegaba a la casa a hacer las tareas normales de su colegio. Luego, cuando su familia se fue a vivir a Orlando, donde su papá puso un negocio de compra y venta de carros, siguió su camino musical: compraba las pistas musicales de karaoke en las tiendas de casetes y se grababa imitando a sus artistas favoritos. “Ya cuando estaba en la universidad, una vez me prestaron el estudio y grabé dos temas: Hasta que me olvides, de Luis Miguel, escrito por mi artista favorito, que es Juan Luis Guerra, y One Last Cry, de un artista R&B que se llama Brian McKnight. Esos eran mis tres maestros musicales”.
“Yo hago muchas coautorías en campamentos, como les llamo yo. Invito a amigos compositores: alquilo una casa, armamos varios estudios, los asignamos a un grupo de compositores y luego vamos rotando. Para mí esa es la mejor terapia”.

“Yo hago muchas coautorías en campamentos, como les llamo yo. Invito a amigos compositores: alquilo una casa, armamos varios estudios, los asignamos a un grupo de compositores y luego vamos rotando. Para mí esa es la mejor terapia”.

Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

A lo largo de su carrera, Fonsi no solo se convirtió en una voz reconocida en el género de las baladas. Con su primer productor, Rudy Pérez, quien también trabajaba con Luis Miguel y Cristian Castro, hizo Imagíname sin ti, un sencillo que logró el número uno en Billboard y que llegó a sonar en Europa. Las ganas de llegar cada vez más lejos lo llevaron a hacer canciones cada vez más rítmicas y fusiones con géneros pop y tropicales, lo que le permitió comenzar a subir escalones en la industria musical. Hizo Llegaste tú con Juan Luis Guerra, Todo vuelve a empezar con Laura Pausini, Imposible con Ozuna, y Party Animal con Charly Black. Hasta que en el 2017 llegó Despacito, su colaboración legendaria con Daddy Yankee. Fue cuando llegó la fama y los números a los que cualquier artista quisiera llegar: en un post cualquiera en su Instagram, por ejemplo, sale cantando una canción mientras maneja su Ferrari y logró 950.000 reproducciones en una semana.
Sin embargo, mucho antes del éxito de Despacito su vida ya se había convertido en el foco de la prensa de farándula. En el 2009 se separó de su primera esposa, la actriz puertorriqueña Adamari López, quien había tenido varios problemas de salud, y una avalancha de blogs, periódicos y medios digitales sacaron historias juzgando sus decisiones y especulando sobre la vida del cantante. En ese momento, Fonsi dio su versión en un comunicado y no suele referirse públicamente al tema. Para Fonsi ese ya es un episodio cerrado: años después se volvió a casar, esta vez con la modelo española Águeda López, su actual esposa, con quien tiene dos hijos: Mikaela, de doce años, y Rocco, de siete. “Vamos a empezar por aquí”, dice cuando le pregunto por ellos. “Yo quiero que sean felices, quiero que sean niños, quiero que hagan lo que les apasiona en la vida. Si eso tiene que ver con la música, me encantaría; si no, no pasa absolutamente nada. Yo en ningún momento les he insinuado que porque yo me dedico a la música ellos también podrían. ¡Nah! Les digo: ‘Sé feliz, pruébalo todo en la vida: haz voleibol, haz esto, haz aquello, aprende a tocar piano. Si te conecta, está pa' ti; si no, no está pa' ti’. Y ya. Esa es mi filosofía y así fui yo, así fueron mis padres conmigo”.
Fonsi termina de hacerle los retratos al fotógrafo. Entonces se dirige hacia unas sillas altas que están delante de unas cámaras. Alguien pide silencio. Habla Luis Fonsi: el músico que logró poner al mundo entero a cantar una canción en español.
Usted duerme con una grabadora en la mesa de noche para tararear lo que se le ocurre en los sueños. ¿Fue así como nació Despacito?
Sí, ciento por ciento. Lo recuerdo como si fuese ayer: la esencia, el coro y gran parte de la letra nació en un sueño. Mi esposa hace el cuento mejor que yo: yo me levanté, ella me empezó a hablar y yo le dije: ‘Shhh… No me hables porque se me va a olvidar’, y salí corriendo a un pequeño estudio que tengo en la casa mientras tarareaba en el teléfono. Prendí todo, agarré la guitarra para tocar un si menor y la canción ya estaba en el tono que era. Ahí salió, ahí era donde yo la tenía en mi cabeza y lo grabé supertarareado. Me regresé a la cama y le dije a mi esposa: ‘Ahí salió una cosa bien loca: medio repetitiva, medio catchy’…
¿No le molesta a su esposa despertarse en medio de la noche?
¡No, ella está acostumbrada! Ella sabe que en todo momento uno anda pescando ideas. Justo cuando uno menos lo piensa, nace una melodía, una frase, una rima. De repente ella me está hablando, me está contando algo, y yo literalmente le pido un momento, agarro el iPhone y grabo lo que se me ocurrió en el voice note. Es parte de nuestra locura, de nunca dejar de crear. Cuando llega una idea así, de la nada, casi siempre es buena, o por lo menos es un buen punto de partida.
¿Cómo se convirtió esa canción en un fenómeno mundial?
Pasó mucho tiempo para eso. Ese día yo tenía una sesión con Erika Ender, una compositora excelente, panameña, y se la mostré: “Mira, esta mañana se me ocurrió esta vaina, Despacito, me suena a que puede ser medio latina, medio cumbia...”, y terminé la canción con Erika de principio a fin. Como un año después yo no sabía qué hacer con ese tema: se lo mostraba a diferentes productores que les hicieron arreglos: había unos muy urbanos que la llevaban por un mundo muy rap en el que yo no me conectaba, otros la hacían demasiado cumbia, demasiado Camisa negra, hasta que conocí a Andrés Torres y Mauricio Rengifo, dos productores colombianos extraordinarios, con los que todavía trabajo. Ellos me dijeron: “Esto es un reguetón, pero pop”. Así salió la canción que conocemos: un reguetón muy musical, con instrumentos en vivo, con un beat sabroso, pero con la musicalidad que me caracteriza, y ahí se dio la oportunidad de colaborar con Daddy Yankee, que le dio un aire superimportante porque en el 2017 la mezcla de un cantante pop con un cantante urbano no era tan común.
La canción tuvo 25 millones de reproducciones en YouTube en las primeras 12 horas. ¿Veía venir el éxito que tuvo?
Lo esperábamos, pero a ese nivel no. Sentíamos que era algo especial porque había mucha vibra con el tema antes de que saliera con la disquera, con la gente que la oía… Yo tenía un buen feeling de que la canción iba a funcionar en el mercado latino, con mi gente. ¿Sabes? En Puerto Rico, Colombia, Venezuela, México, Chile, Argentina... ¿Pero que haya sido un número uno en Rusia o en Australia? No me lo creo. O sea, han pasado siete años y todavía no me lo creo.
Mucho antes de Despacito hubo un momento en el que su vida personal se convirtió en un foco mediático: fue en el 2009, cuando se separó de la actriz puertorriqueña Adamari López, quien había tenido cáncer. ¿Qué le enseñó ese momento?
Yo le doy gracias a Dios por todo lo que he vivido: lo difícil, lo bonito y lo no tan bonito. No cambiaría absolutamente nada de mi viaje, no cambiaría ninguna decisión que tomé. No soy un hombre perfecto, pero sí sé que soy una persona buena y que todo lo que he hecho lo he hecho con ganas y con mucho amor. No conozco a nadie que haya tenido un viaje perfecto, no conozco a nadie que haya tenido un matrimonio perfecto. Yo en su momento tomé una decisión en búsqueda de mi felicidad y fue la mejor decisión que tomé: aquí me ves feliz, con un matrimonio estable, con una familia estable y con tranquilidad y paz. Gracias a Dios seguí mi corazón, y ese es el consejo que les doy a mis hijos y a mis amigos, que es también el consejo que me enseñaron mis padres: algunas veces uno tiene que tomar decisiones sabiendo que va a causar un poquito de daño, pero si esa es tu felicidad, tienes que seguir tu corazón, porque vivir infeliz por lo que la gente piense… ¡eso no es vida!
¿Los medios amplificaron la situación de manera indebida?
Uno es figura pública y eso viene, te van a tirar los dardos. Yo seguí tratando a la gente con respeto y en ningún momento le falté el respeto a nadie. Yo sabía que mucha gente estaba equivocada, y al final del camino el tiempo me dio la razón. Por eso miro hacia atrás y sonrío: no siento rencor, no me hago la víctima ni digo: “No puedo creer lo que me hicieron”. ¡Es parte de la vida! Es parte de ser figura pública, y por suerte ese episodio no desvió mi viaje.
“Ya había un Luis Miguel, ya había un Cristian Castro. Yo fui la versión un toquecito rebelde y alborotosa de ellos. Me encanta la balada, pero también me encanta bailar”.

“Ya había un Luis Miguel, ya había un Cristian Castro. Yo fui la versión un toquecito rebelde y alborotosa de ellos. Me encanta la balada, pero también me encanta bailar”.

Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

Así precisamente es como se llama su nuevo disco: El viaje.
El viaje celebra precisamente mis 25 años de carrera. Fue un reto escribir un disco que tuviera dinámica, que tuviera baladas románticas y también rítmicas, que hubiera fusiones, colaboraciones, y buscar una razón para que cada canción pasara por una ciudad que significara algo importante para mí.
¿Cómo fue la composición de Santa Marta, la canción en la que participó Carlos Vives?
Cuando empezamos a producir el track con Andrés y Mauricio, nos dimos cuenta de que la canción pedía un acordeón, entonces yo dije: “Esto es como la mezcla perfecta entre un poquitito de vallenato y un poquitito de pop rock”. Empezamos a mezclar los estilos y ahí los tres nos miramos y dijimos: “Carlos Vives”. Carlos es mi amigo, Carlos es mi hermano, yo tenía un feeling de que él iba a conectar bien con la canción… ¡Pero esto fue literalmente una semana antes de yo tuviera que entregar mi disco completo! Entonces yo estaba en Los Ángeles, con esa semana bloqueada para terminar el disco, y yo llamé a Carlos y le dije: “Patrón, tengo una canción, te la voy a enviar. Yo no sé si tú quieres, si puedes, pero...” Y él: “Mi brother, envíame la canción, envíamela rápido”. Y en dos segundos me contestó. “Yo dije: brother Charly, el único detalle es que necesito que la grabes en los próximos tres días...” [risas] Y me dice: “Tú tranquilo”. Él escribió su verso ese día, nos envió la canción y ¡estaba perfecta! Era exactamente lo que yo soñaba cuando nació la idea. Luego lo llamé y le dije: “Patrón: si tú me das permiso, quiero que esta canción se llame Santa Marta”. Él estaba superfeliz y la canción se convirtió en un homenaje a él, un homenaje a Santa Marta y en un homenaje al amor.
¿Le gusta trabajar así, bajo presión, con adrenalina?
Idealmente no, es mejor trabajar con calma, sin presión, pero en este mundo uno no puede planear las cosas, y algunas veces, cuando uno trabaja bajo presión, salen cosas mágicas. Me ha pasado con la composición, con la producción, con el performance... ¿Sabes? A mí sí me gusta trabajar así, bajo presión. Y ahora que lo pienso, en la escuela era así. No siempre funciona, pero en este caso funcionó y bastante bien.
Escuché que para uno de sus discos, Tierra firme, compuso más de 120 canciones. ¿Cuántas fueron para El viaje?
¡Fueron menos! Yo ya aprendí. Para Tierra firme, o para 8, llegué a un punto en el que escribía 200 o 300 canciones, como tres por día. Ahora soy mucho más selectivo: si siento que la canción no me va enamorando, a mitad de camino la borro o la ajusto, en vez de aferrarme y decir: “¡No! ¡Hay que terminar la canción, aunque después se quede ahí un disco duro!” Ahora soy mucho más práctico. En El viaje hay doce canciones terminadas full; mezcladas hay como quince más, que no llegaron a ser parte del disco, y luego hay como cincuenta ideas que se quedaron en nada. Lo que pasa es que, para mí, la composición también es como una terapia, un ejercicio. Uno tiene que entrenar.
"Empezamos a mezclar los estilos y ahí los tres nos miramos y dijimos: “Carlos Vives”. Carlos es mi amigo, Carlos es mi hermano, yo tenía un feeling de que él iba a conectar bien con la canción…"

"Empezamos a mezclar los estilos y ahí los tres nos miramos y dijimos: “Carlos Vives”. Carlos es mi amigo, Carlos es mi hermano, yo tenía un feeling de que él iba a conectar bien con la canción…"

Foto:Pablo Salgado / Revista BOCAS

¿Cómo así?
Yo hago muchas coautorías en campamentos, como les llamo yo. Invito a amigos compositores: alquilo una casa, armamos varios estudios, los asignamos a un grupo de compositores y luego vamos rotando. Para mí esa es la mejor terapia, es como mi retiro espiritual, porque es un desahogo brutal: uno empieza a recordar momentos duros, momentos bonitos, y luego le ponemos melodía a todo eso. Al final salimos con muchas canciones: algunas funcionan, otras no; de repente otras se las damos a otros artistas. Y creo que eso es saludable para el corazón y para la mente.
En su carrera ha sido clave la fusión, la capacidad de abrirse a nuevos géneros latinos y urbanos. ¿Por qué lo hizo?
Cuando comencé mi carrera le aposté a un género que era el que yo quería hacer y que era justo el que estaba funcionando, pero siempre traté de ser un poquito diferente. Nunca quise ser el baladista que se para con su tuxedo puesto, el crooner... No porque no me guste, sino porque ya había un Luis Miguel, ya había un Cristian Castro. Yo fui la versión un toquecito rebelde y alborotosa de ellos. Me encanta la balada, me encanta esa forma de interpretar con mucho sentimiento, con giros en la voz, pero también me encanta bailar y me encantaba fusionar un poquito mi lado boricua. Entonces decía: “¿Puedo lanzar un sencillo rítmico? ¡Yo quiero bailar en mi show!”. Hoy el panorama es completamente al revés. No estoy diciendo que la balada no guste, porque siempre va a haber espacio para la balada, pero si miras, lo que tiene éxito en las plataformas es el baile. La verdad es que yo lo disfruto, pero a veces pienso: “¡Que regrese la balada!”. Es que así soy yo como persona: no soy ni muy serio, ni muy loco, y siempre trato de jugar musicalmente en esos dos mundos.
Sus influencias “serias” llegan incluso hasta el mundo de la música clásica. ¿Cómo es la historia de cuando cantó con la Sinfónica de Birmingham?
Yo entré a estudiar música y apenas llegué me presenté a los University Singers, que es el coro universitario más prestigioso de los Estados Unidos. Entrar ahí es un proceso brutal: tienes que pasar mil audiciones y es muy raro que entres cuando estás en el primer año, o, como decimos allá, cuando eres un freshman. Yo fui el único que entró como freshman ese año. Lo bonito es que ese coro viaja por el mundo entero cantando con orquestas sinfónicas muy prestigiosas y en una de esas giras cantamos con la de Londres y la de Birmingham. Sin embargo, cuando estaba en el tercer año de universidad, dije: “este es el training más espectacular del mundo, pero yo necesito una guitarra, yo necesito ruido”. O sea, yo soy caribeño, soy boricua, y sentí que no quería dedicarme a cantar música clásica. Yo respeto muchísimo el mundo clásico, pero no me conectaba del todo.
Usted ha sido también el maestro de muchos músicos jóvenes a través de su participación en La voz. ¿Pero qué ha aprendido de ellos trabajando como coach?
A mí me encanta el formato de La voz. He sido coach ya en varios países: en Chile, en Estados Unidos, y donde más tiempo he estado es en España, a donde ahora regreso para hacer la quinta temporada. Así como los participantes evolucionan, nosotros los coaches también aprendemos. Y creo que aprendemos más, porque más allá del formato donde están la silla, el botón y todo eso, en La voz estás todo el día hablando de música, de canciones, de arreglos, de técnica vocal. Es prácticamente una escuela: llega un momento en el que ya uno se olvida de que hay luces y cámaras y simplemente vuelves a la universidad. ¡Es que eso fue lo que yo estudié! Estás comparando estilos y aprendiendo con nuevas generaciones, porque hay cosas que de repente los chicos hacen diferente a como tú las haces. 
¿Cuándo volverá a Colombia?
Pronto, pronto. Yo creo que hacia finales de año… Sí, seguro estaré aquí como parte de la gira de El viaje.
JOSÉ AGUSTÍN JARAMILLO
Revista BOCAS

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