Por David Alejandro López Bermúdez y José Alberto Mojica Patiño.
Unidad de Reportajes Multimedia de EL TIEMPO.
En este lugar confluyen la violencia, la pobreza y el hambre. A escasos metros está Corabastos,
la plaza de mercado más grande del país. Son las dos de la tarde de un miércoles.
La carrera 82 es pequeña y se ven varios recicladores informales,
uno que otro bicitaxista, camiones pequeños viejos estacionados,
un vendedor ambulante en una esquina y dos adultos mayores arrastrando una carretilla azul.
A lo lejos se escuchan dos voces, de un niño y una mujer.
Están buscando un espacio para gritar hacia adentro de la central de abastos.
“Vecino, vecino”, dice el menor de edad. Tiene unos 7 años.
Viste una sudadera vinotinto de un colegio y una camiseta blanca algo sucia.
“No vaya a botar eso”, grita la mujer en medio de un hueco que ve entre las altas varas de metal oxidadas.
A lo largo de toda la cerca sostenida por muros grafiteados y con alambre de púas en la parte superior,
hay una especie de láminas detrás que impiden ver lo que pasa al interior del lugar.
Del otro lado están unas bodegas de la zona dos, con restaurantes y ventas de hortalizas y frutas.
“Escúcheme, mire para acá”, exclama la joven de unos 24 años, madre del niño.
Ellos viven a casi una hora de allí, en la zona alta de Sierra Morena, en Ciudad Bolívar.
No han regresado a su casa desde el día anterior porque no tienen dinero para movilizarse ni para comer.
“Al niño le di un banano que nos regalaron. Nosotros vinimos hasta acá en una carreta de un conocido.
Ojalá nos puedan dar algo que les sobre”, cuenta la mujer.
Su realidad es como la de miles de bogotanos que viven en medio de la pobreza.
Los niños y niñas, y las madres adolescentes son unos de los más afectados en el sur de la ciudad.
La Defensoría del Pueblo alertó esta semana que entre enero y el 17 de junio de 2023,
en Colombia se han registrado 141 muertes de niños menores de 5 años por desnutrición:
La Guajira es el departamento con más casos. Es decir, en promedio, casi que se registra un fallecimiento por día.
Según el Instituto Nacional de Salud, el año pasado murieron al menos 336,
algo que encendió las alertas. El presidente Gustavo Petro dio una clara directriz en los últimos días desde Riohacha:
“Que ni un niño muera por desnutrición”.
La desnutrición infantil y los embarazos adolescentes se acentúan en esa zona de la capital del país. Pese a que hay indicadores que muestran mejoría, la situación de vulnerabilidad de miles de familias, en su mayoría lideradas por mujeres solteras o separadas, permanece. La pandemia profundizó estas problemáticas que aún no se mitigan por completo.