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Cárcel La Ternera, Cartagena

La Ternera, la cárcel custodiada por una guardia bajo amenaza

Los dragoneantes son intimidados y atacados por bandas criminales que dominan el penal. Los presos se quejan de vulneración de derechos.

La Ternera, la cárcel custodiada por una guardia bajo amenaza

Los dragoneantes son intimidados y atacados por bandas criminales que dominan el penal. Los presos se quejan de vulneración de derechos.

Jhon Montaño

Redacción Cartagena

La amenaza permanente en la que viven guardias y directores de cárceles, que el país se vio obligado a mirar de frente por el asesinato a plena luz del día del coronel (r) Élmer Fernández, director de La Modelo de Bogotá, se siente hace ya muchos meses en la cárcel de San Sebastián de Ternera, en Cartagena. 

(Vea en realidad virtual cómo viven los presos en una estación de Policía)

El sábado 10 de febrero de este año, el dragoneante Jesús Cárdenas Barrera cumplía su turno rutinario de vigilancia en un día normal de visitas al penal.

A las 9 de la mañana salió para desayunar en un puesto de fritos ubicado frente a la cárcel. Y apenas 10 minutos después aparecieron los criminales en moto. Uno de ellos se bajó, se acercó al uniformado y le disparó en tres ocasiones. El ataque a mansalva quedó registrado en cámaras de video.

Ese crimen forzó la primera emergencia carcelaria de este año en el país. Pero una semana después, el domingo 18 de febrero, otro guardián de la Ternera fue víctima de sicarios. Frente a su casa en el barrio Torices, el dragoneante Parada Gualteros recibió tres disparos. Fue llevado herido hasta la clínica de Torices, donde le salvaron la vida.

​Esta cárcel fue uno de los primeros penales del país donde el Inpec implementó el 'plan Dominó' y una docena de delincuentes, que lideraban, tras las rejas, la extorsión en la Ciudad Heroica y Barranquilla, fueron trasladados a otros penales de mayor seguridad.

Desde entonces, allí ronda el fantasma de las amenazas de las bandas criminales. “Las advertencias son generales a todo el personal y por ello hemos intentado implementar medidas como el cambio de rutinas y el cuidado personal”, señala el director de la Ternera, el coronel retirado de Infantería Fernando Villamizar Díaz, quien recuerda que hoy, al igual que el director de la cárcel de Palogordo, en Girón, Santander, no cuenta con esquema ni medidas especiales de seguridad por parte de la UNP, las cuales ya solicitó.

En Ternera están recluidos peligrosos delincuentes de bandas criminales como el Clan del Golfo y la Heroica, los dos grupos que se disputan a sangre y fuego las rutas del narcotráfico que sale por el puerto, y los expendios para microtráfico en los extramuros de la ciudad colonial.

​La zozobra que ronda a los guardianes de la cárcel más grande de Cartagena casi se ha convertido en parte del paisaje de ese centro de reclusión, que hasta la pandemia fue uno de los más hacinados del país.

La vida en los patios

Israel Gómez tiene 29 años y está en una celda en el pabellón 8. Está sindicado por concierto para delinquir, según él, “por errores del pasado”, cuando perteneció a una organización criminal. Lleva 21 meses recluido y espera que un juez defina su condena.

Más del 60 por ciento de las personas privadas de la libertad en este penal de mediana seguridad están en su misma situación. En esta cárcel, presos como Israel y otros de los pabellones 8, 9 y 10, construidos en los últimos años con dinero del Ministerio de Defensa, pueden considerarse afortunados.

Cada pabellón alberga a 172 detenidos cada uno, con celdas de cuatro metros cuadrados para cuatro reclusos. Cada celda tiene lavamanos, sanitario y ducha.
Fueron 516 nuevos cupos que sirvieron para aligerar la carga humana de los viejos pabellones del penal, que tiene más de medio siglo de construido. “La capacidad del penal es de 1.980 personas y hoy tenemos una población de 1.985 detenidos. Antes de la pandemia había 2.800, pero en esa época la capacidad era de 1.464 personas: el hacinamiento era del 90 por ciento”, dice el coronel Villamizar.

Ante la presencia del equipo periodístico de EL TIEMPO en el pabellón 8 del penal los reclusos elevan sus protestas y exigen que les permitan ingresar a las celdas durante el día para descansar. “Que nos den el mismo trato de los otros patios. A las 5:30 de la mañana nos sacan y cierran las celdas, solo podemos volver a entrar hasta las dos de la tarde, uno no se puede recostar un rato ni pegarse un sueñito”, se queja uno de los detenidos.

Es un reclamo generalizado: “Tengo un disparo en la espalda y estar todo el día al sol en el patio me afecta. Acá, cuando tenemos visitas de la mujer o la mamá, ellas no pueden descansar ni pegarse un sueño porque las celdas están cerradas, los niños también tienen que dormir acá en este cemento”, dice otro recluso. La temperatura en el patio llega a los 26 grados.

El director del penal asegura que ese es el régimen: “Tienen casi 7 horas para que tomen el sol, vean televisión y socialicen con otros reclusos y reciban los acompañamientos de abogados. A la una de la tarde nuevamente se abren las rejas para que cada recluso vuelva a las celdas, que se cerrarán hasta la mañana siguiente.

Caso contrario ocurre en el ala antigua del penal, con los pabellones del 1 al 7, donde los detenidos pueden deambular durante el día entre el patio central y las celdas. La parte vieja de La Ternera tiene los problemas típicos de la mayoría de instalaciones carcelarias del país: el área de sanidad, a donde van los reclusos con problemas crónicos, paradójicamente tiene problemas de agua y de salubridad, lo que ha generado protestas generalizadas.

Y aunque las nuevas obras siguen —se adelanta la construcción de un área para mujeres que albergará a 114 condenadas, entre ellas, 14 madres gestantes, y sería entregada a finales del 2024—, la vida para la mayoría de reclusos de la cárcel de Cartagena transcurre entre viejas estructuras, en patios grandes en los que hay entre 170 y 200 reclusos y patios pequeños para unas 60 personas.

El patio de la tercera edad, donde la mayoría de personas ha sido condenada o enfrenta procesos por delitos sexuales, alberga 176 personas privadas de la libertad. Y en los patios 3, 4, 8, 9 y10 hay un grupo de sindicados que asiste a un programa especial para salir de la drogadicción.

El infierno de estar preso en las estaciones de Policía

Pero toda la precariedad de la vida en La Ternera es envidiada por cualquiera de los centenares de detenidos de cualquiera de las tres estaciones de la ciudad a las que hoy llegan quienes son capturados en Cartagena: Caribe Norte o Chambacú, a dos minutos del Centro Histórico, Los Caracoles y Bellavista.

La cuarta, la estación de la Virgen y Turística, ubicada en el barrio Olaya, fue escenario de un violento motín a mediados del 2023. Con un hacinamiento del 120 por ciento, esa estación fue cerrada por solicitud de personería distrital debido al pésimo estado de sanidad: aguas residuales, inodoros tapados, humedad y condiciones infrahumanas para los reclusos.

Marino Castellanos Romero, personero delegado, dice que el hacinamiento en las estaciones ya es histórico, sobre todo en las de Chambacú.

El 30 de agosto del 2022, esa estación fue escenario de un brutal hecho de violencia en medio del hacinamiento de por lo menos 150 sindicados. La Defensoría del Pueblo informó que 10 personas sindicadas de delitos sexuales que se encontraban recluidas en dicha estación fueron objeto de violaciones y vejámenes y torturas, incluso empalamientos. Los brutales hechos iniciaron a las 11 de la mañana y solo hasta las 5 de la tarde, los policías de la estación se percataron de la situación.

Pero el hacinamiento y las dificultades para los internos son aún peores en el centro de detención de Bellavista, que tiene hoy una población de 340 personas donde solo podrían vivir dignamente 150. Y nadie, ni el Distrito ni el Inpec, da luces de alguna solución.
JOHN MONTAÑO
​Periodista de EL TIEMPO
​Cartagena

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